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FRAGMENTOS DE EL CID PARA LEER EN CLASE DONDE PODEMOS ESTUDIAR EL CONCEPTO DE HONRA SOCIAL Y FAMILIAR CANTAR DEL DESTIERRO (www.cervantesvirtual.com) Narrador De los sus ojos tan fuertemente llorando, Tornaba la cabeza y estábalos catando. Vio puertas abiertas y postigos sin candados, Alcándaras vacías, sin pieles y sin mantos, Y sin halcones y sin azores mudados. Suspiró mío Cid pues tenía muy grandes cuidados. Habló mío Cid, bien y tan mesurado: Cid -¡Gracias a ti, señor padre, que estás en alto! -¡Esto me han vuelto mis enemigos malos! Cid -¡Albricias, Álvar Fáñez, que echados somos de tierra! (Entrada desoladora en Burgos) Narrador Mío Cid Ruy Díaz por Burgos entraba, En su compañía, sesenta pendones llevaba. Salíanlo a ver mujeres y varones, Burgueses y burguesas por las ventanas son, Llorando de los ojos, ¡tanto sentían el dolor! De las sus bocas, todos decían una razón: Burgaleses ¡Dios, qué buen vasallo, si tuviese buen señor! (Nadie da hospedaje al Cid por temor al Rey. Sólo una niña de nueve años pide al Cid que se vaya. El Cid acampa en la glera del río Arlanzón) Narrador Le convidarían de grado, mas ninguno no osaba; El rey don Alfonso tenía tan gran saña; Antes de la noche, en Burgos de él entró su carta, Con gran recaudo y fuertemente sellada:

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Page 1: Fragmentos cid

FRAGMENTOS DE EL CID PARA LEER EN CLASE DONDE PODEMOS ESTUDIAR EL CONCEPTO DE HONRA SOCIAL Y FAMILIAR

CANTAR DEL DESTIERRO (www.cervantesvirtual.com)

NarradorDe los sus ojos tan          fuertemente llorando,    Tornaba la cabeza          y estábalos catando.    Vio puertas abiertas          y postigos sin candados,    Alcándaras vacías,          sin pieles y sin mantos,    Y sin halcones          y sin azores mudados.   Suspiró mío Cid          pues tenía muy grandes cuidados.    Habló mío Cid,          bien y tan mesurado:  

Cid  -¡Gracias a ti, señor padre,          que estás en alto!    -¡Esto me han vuelto          mis enemigos malos!  

 Cid  -¡Albricias, Álvar Fáñez,          que echados somos de tierra!    (Entrada desoladora en Burgos)Narrador  Mío Cid Ruy Díaz          por Burgos entraba,    En su compañía,          sesenta pendones llevaba.    Salíanlo a ver          mujeres y varones,    Burgueses y burguesas          por las ventanas son,    Llorando de los ojos,          ¡tanto sentían el dolor!    De las sus bocas,          todos decían una razón:

Burgaleses ¡Dios, qué buen vasallo,          si tuviese buen señor!   (Nadie da hospedaje al Cid por temor al Rey. Sólo una niña de nueve años pide al Cid que se vaya. El Cid acampa en la glera del río Arlanzón)Narrador Le convidarían de grado,          mas ninguno no osaba;    El rey don Alfonso          tenía tan gran saña;    Antes de la noche,          en Burgos de él entró su carta,    Con gran recaudo          y fuertemente sellada:    Que a mío Cid Ruy Díaz,          que nadie le diese posada,   Y aquel que se la diese          supiese veraz palabra,    Que perdería los haberes          y además los ojos de la cara,    Y aún más          los cuerpos y las almas.    Gran duelo tenían          las gentes cristianas;    Escóndense de mío Cid,          que no le osan decir nada,   El Campeador          adeliñó a su posada.    Así como llegó a la puerta,          hallola bien cerrada;    Por miedo del rey Alfonso          que así lo concertaran:    Que si no la quebrantase por fuerza,          que no se la abriesen por nada.    Los de mío Cid          a altas voces llaman;   Los de dentro          no les querían tornar palabra.    Aguijó mío Cid,          a la puerta se llegaba;  

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 Sacó el pie de la estribera,          un fuerte golpe le daba;    No se abre la puerta,          que estaba bien cerrada.    Una niña de nueve años          a ojo se paraba: 

Niña ¡Ya, Campeador,          en buena hora ceñisteis espada!    El Rey lo ha vedado,          anoche de él entró su carta    Con gran racaudo          y fuertemente sellada.    No os osaríamos abrir          ni acoger por nada;    Si no, perderíamos          los haberes y las casas,   Y, además,          los ojos de las caras.    Cid, en el nuestro mal          vos no ganáis nada;    Mas el Criador os valga          con todas sus virtudes santas.  

FRAGMENTOS PROSIFICADOS DE EL CID http://www.literaturafacil.com/Archivos/cid_series135a137.htm

CANTAR DEL DESTIERRO

El Cid convoca a sus vasallos; éstos se destierran con él (Sigue la Crónica de Veinte Reyes con una refundición del cantar)El Cid habla con sus vasallos y les cuenta que el rey lo ha desterrado; quiere saber quiénes van a ir con él y cuáles se van a quedar. Quiere que quienes vayan con él lo hagan por voluntad propia, a los que se quedan les dice que se irá satisfecho por su decisión. Álvar Fáñez, su primo hermano, le dice que todos irán con él, que le servirán como leales vasallos que son donde quiera llevarlos:

                  convusco iremos, Çid,      por yermos e por poblados,                  ca nunca vos fallesceremos       en quanto seamos sanos                  convusco despenderemos      las mulas e los cavallos                  e los averes e los paños                        siempre vos serviremos      como leales vasallos (pág. 103)

          Todos están de acuerdo con lo que ha dicho Álvar Fáñez. El Cid sale de Vivar y vuelve a Burgos dejando sus palacios abandonados.Llorando abundantemente volvía la cabeza y los miraba: las puerta abiertas, sin candados, las perchas vacías sin túnicas de piel, sin halcones ni azores. Suspiró el Cid por sus muchas preocupaciones. Habló el Cid bien y comedidamente: Gracias Señor, que estás en lo alto. Esto lo han provocado mis enemigos.

El Cid entra en BurgosMio Cid Ruy Díaz entró en Burgos, lo acompañaban sesenta pendones, lo salen a ver los habitantes, que están en las ventanas, llorando, por el dolor que sienten. De sus bocas salía la misma frase: Dios, que buen vasallo, si tuviese buen señor.

                  De las sus bocas      todos dizían una razone:                  "Dios, que buen vasallo,      si oviesse buen señore!" (pág. 105) Nadie hospeda al Cid.-Sólo una niña le dirige la palabra para mandarle alejarse.-El Cid se ve obligado a acampar fuera de la población, en la glera

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CANTAR DE LA AFRENTA DE CORPES

Los infantes deciden afrentar a las hijas del Cid.- Piden al Cid sus mujeres para llevarlas a Carrión.- El Cid accede. Ajuar que da a sus hijas.- Los infantes dispónense a marchar.- Las hijas despídense de su padre.

Vamos a pedir nuestras mujeres al Cid, diremos que las llevamos a nuestro feudo de Carrión para enseñarles el sitio de donde son señoras. Las sacaremos de Valencia, donde el Cid es poderoso; después en el camino haremos lo que nos apetezca, antes de que nos echen en cara lo que sucedió con el león. ¡Nosotros somos, por nacimiento, condes de Carrión! Llevaremos un gran botín, muy valioso; escarneceremos a las hijas del Cid. Debido a estas riquezas siempre seremos nobles, nos podremos casar con hijas de reyes o de emperadores ya que por nacimiento somos condes de Carrión. De esta manera escarneceremos a las hijas del Cid antes de que nos echen en cara lo que sucedió con el león. Tomada esta decisión ambos regresan, habló Fernando González, hizo callar a la Corte: ¡Así os proteja Dios, Cid! Ojalá satisfaga a doña Jimena, y antes a vos, a Minaya Álvar Fáñez y a cuantos están presentes: entregadnos a nuestras mujeres con las que nos casamos, queremos llevarlas a nuestras posesiones de Carrión, les queremos entregar las arras (villas y tierras que el varón da a la mujer al casarse con ella) que les dimos como heredad, verán vuestras hijas nuestras posesiones, la herencia que corresponde a nuestros hijos. El Cid no se recelaba una afrenta: Os daré a mis hijas y además algo de mi pertenencia; vosotros les disteis como arras tierras en el feudo de Carrión, yo os quiero dar de ajuar 3.000 marcos; os daré mulas y caballos de camino, muy fuertes, caballos de armas excelentes y caballos de guerra; muchas vestiduras, os daré dos espadas, la Colada y la Tizón; conocéis perfectamente que las gané con justicia; ambos sois mis hijos ya que os doy mis hijas; allá os lleváis mi corazón. Que lo sepan en Galicia, Castilla y León. con mis bienes envío de vuelta a mis dos yernos. Complaced a mis hijas, que son vuestras esposas; si las complacéis os prepararé una excelente recompensa. Asintieron a esto los infantes de Carrión. Reciben a las hijas del Cid, empiezan a coger lo que el Cid mandó que les diesen. Cuando se sienten plenamente satisfechos comienzan a cargar todo lo que les han dado. Hay gran animación en la ciudad de Valencia, todos juegan con las armas y cabalgan con presteza porque despiden a las hijas del Cid que se marchan a Carrión. A punto están de marchar, están despidiéndose. Ambas hermanas, doña Elvira y doña Sol, se arrodillaron ante el Cid: ¡Favor os pedimos, padre, así os ayude Dios! Tú nos engendraste, nuestra madre nos parió; estamos delante de vosotros. Ahora nos enviáis a Carrión, es nuestra obligación cumplir lo que mandeis. De esta manera os pedimos por favor, ambas, que tengáis noticias de lo que sucede en Carrión. Las abrazó el Cid y las besó en la boca.

Han entrado los infantes en el robledo de Corpes, las montañas son altas, las ramas suben hasta las nubes, hay allí animales salvajes que andan por los alrededores Encontraron un vergel con una fuente de agua clara; mandaron los infantes de Carrión montar la tienda, con todos los que traen de acompañantes allí duermen esa noche; abrazados a sus mujeres les demuestran amor; ¡mal se lo demostraron cuando salió el sol! Mandan cargar las bestias de carga con las riquezas, está recogida la tienda donde se albergaron anoche, van delante las personas que se han criado en su familia, así lo han ordenado los infantes de Carrión, que no quedase nadie a no ser sus dos esposas doña Elvira y doña Sol: se quieren solazar con ellas a su gusto. Todos se han ido, están

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solos los cuatro, un gran mal meditaron los infantes de Carrión: Creedlo realmente doña Elvira y doña Sol, aquí en esta montaña salvaje seréis escarnecidas. Hoy nos separaremos, os abandonaremos; no heredareis las tierras de Carrión. Estas noticias llegarán hasta el Cid; con esta nos vengamos por lo ocurrido con el león.

Allí mismo les quitan los mantos y las túnicas de piel, las dejan desnudas, sólo con la ropa interior. Tienen calzadas las espuelas los malos traidores; cogen en sus manos las cinchas, fuertes y duras. Cuando las señoras vieron esto habló doña Sol: ¡Os rogamos por Dios, don Diego y don Fernando! tenéis dos buenas espadas, a la una llaman Colada y a la otra Tizón, cortadnos las cabezas, seremos mártires. Todo el mundo hablará sobre esto, no entendemos por qué merecemos este trato. Una acción tan malvada no hagáis sobre nosotras, si nosotras fuésemos azotadas os envilecereis; os lo demandarán en vistas o en cortes. Lo que las señoras ruegan no les sirve de nada. Entonces las empiezan a golpear los infantes de Carrión; con las cinchas las maltratan sin entusiasmo; con las espuelas, donde ellas más sufran, les rompen las camisas y la carne a ambas, la sangre mancha los ciclatones. Ahora lo sienten ellas en el alma. ¡Qué buena suerte sería, si Dios quisiera, que apareciese entonces el Cid! Tanto las azotaron que están inconscientes, con las camisas y los ciclatones ensangrentados. Ambos se han cansado de maltratar, esforzándose ambos sobre quién golpeará mejor. Ahora no pueden hablar doña Elvira y doña Sol, las dejaron creyéndolas muertas en el robledo de Corpes.

El Cid envía a Muño Gustioz que pida al rey justicia.- Muño habla al rey en Sahagún, y le expone su mensaje. El rey promete reparación

¿Dónde estás, Muño Gustioz, mi leal vasallo? Hice bien en educarte en mi Corte. Lleva el mensaje a Castilla, al rey Alfonso; salúdale de mi parte de todo corazón -ya que yo soy su vasallo y él es mi señor- ruégale que le pese realmente esta deshonra que me han hecho los infantes de Carrión. Él casó a mis hijas, yo no se las di; las han abandonado con deshonor, si nos hemos deshonrado, ya sea poco o mucho, la culpa es toda de mi señor:

                   Elle casó mies fijas,      ca non gelas di yo;                   quando las han dexadas      a grant desonor,                   si desondra y cabe      alguna contra nos,                   la poca e la grant      toda es de mio señor. (pág. 258)

Se han llevado mis riquezas que eran abundantes; esto junto al deshonor es algo que me apena. Traedlos a vistas, juntas o cortes, o como se ajuste a derecho, a los infantes de Carrión, pues es grande el resentimiento que hay en mi corazón. Muño Gustioz enseguida se puso a cablagar, van con él dos caballeros para que le sirvan a su gusto, y con él escuderos criados en casa del Cid. Al rey don Alfonso encontró en Sahagún. Es rey de Castilla, León y de Asturias, es dueño de las tierras que hay desde Oviedo hasta Santiago; los condes gallegos lo consideran su señor. En cuanto Muño Gustioz descabalga saluda respetuosamente a los santos y reza a Dios; volvió para el palacio donde estaba la Corte, con él van dos caballeros que lo protegen como si fuese su señor. En cuanto entraron en la Corte los vio el rey y reconoció a Muño Gustioz; el rey se levantó a recibirlos. Se arrodilla delante del rey Alfonso, le besa los pies Muño Gustioz; ¡Favor, rey de los muchos reinos que os consideran señor! El Cid os saluda respetuosamente, él es vasallo vuestro y vois sois su señor. Casasteis a sus hijas con los infantes de Carrión, se hizo el casamiento porque vos lo deseasteis. Ya conoceis cuánta honra nos ha proporcionado ese casamiento, como nos han humillado los infantes de Carrión: dejaron malparadas a las hijas del Cid, golpeadas y desnudas grandemente deshonradas, las dejaron desamparadas en el robledo de Corpes, a merced de los

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animales salvajes y de las aves del monte. He allí a sus hijas, están en Valencia. Por eso os saluda respetuosamente, como vasallo vuestro y como señor, os pide que los lleveis a vistas, juntas o cortes; se tiene por deshonrado pero vuestra deshonra es mayor; espero que os apene rey, como persona que sabe de leyes, que se haga justicia al Cid por lo de los infantes de Carrión. El rey estuvo meditando un buen rato. Realmente te digo que me pesa de corazón, es verdad lo que dices, Muño Gustioz, porque yo casé a sus hijas con los infantes de Carrión; pensé que hacía bien, que sería en su beneficio. ¡Ojalá no se hubiese hecho el casamiento! Tanto a mi como al Cid nos apena. Le he de ayudar conforme a las leyes, ¡así me ayude Dios! No pensaba hacerlo en este momento, mis encargados de convocar las cortes irán por todo mi reino, pregonarán que la corte será en Toledo, allá deberán ir condes e infanzones; mandaré que vayan allí los infantes de Carrión, para que hagan justicia al Cid, que no haya queja pues yo lo prohibo.

El rey convoca corte en ToledoDecidle al Cid, en que en buena hora nació, que se prepare junto con sus vasallos, que de aquí a siete semanas tienen de plazo para estar en Toledo. Por el aprecio que siento por el Cid convoco esta corte. Dad mis saludos a todos ellos, alégrense, por esto que les ha ocurrido aún conseguirán honra. Se fue Muño Gustioz, vuelve con el Cid. Así como lo había dicho, hizo suya la preocupación porque se hiciese justicia: nada detiene al rey Alfonso; envía sus mensajes a león, a Santiago, a los portugueses, a los gallegos, a los infantes de Carrión y a los nobles castellanos, que va a haber una corte en Toledo, en el plazo de siete semanas deberían reunirse allí; quien no fuese a la corte podía considerar que no era su vasallo. Lo iban diciendo por todas sus tierras, que no falten a lo mandado por el rey.

El Cid besó la mano al rey y se levantó: Os estoy muy agradecido, poque sois mi rey y señor, porque esta corte la hicisteis porque me apreciais. Esto es lo que pido a los infantes de Carrión: debido a que abandonaron a mis hijas yo fui deshonrado, ya que vos las casasteis, rey, sabréis qué hacer hoy; pero cuando sacaron a mis hijas de la ciudad de Valencia, yo realmente los apreciaba. Les di dos espadas, Colada y Tizón -estas las gané como hombre valiente- para que se honrasen con ellas y os sirviesen; cuando dejaron a mis hijas en el robledo de Corpes, no quisieron tener nada que ver conmigo y perdieron mi aprecio; que me den mis espadas ya que no son mis yernos. Consienten los jueces: Todo esto es razonable.