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Libro publicado con ocasión de la exposición CABALLERO SOLO
Fundación CorpArtes, Santiago13 de octubre - 22 de enero 2017
Curador: Andrea Jösch
Coordinadoras de exposición: María Pies Laura Parrilla
ISBN: 978-956-9123-03-0
Primero publicado en octubre 2016
© Fundación CorpArtes 2016Rosario Norte 660, nivel -2, Las Condes.www.corpartes.cl
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CABALLERO SOLOMARCELO MONTECINO
CURADORA ANDREA JÖSCH
OCT_016 | ENE_017
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Hace 12 años, cuando como familia decidimos
crear la Fundación CorpArtes, nos propusimos
facilitar el acceso de personas de distintas
condiciones a manifestaciones artísticas diversas
y ser una plataforma cultural para nuestros
realizadores nacionales. Así, en nuestra breve
historia, hemos apoyado exposiciones, publicaciones
y obras de jóvenes, como de consagrados talentos.
Este 2016 nuestra programación artística ha sido la
expresión de ello, coproducimos obras de teatro y
también realizamos conciertos y exposiciones de
alta convocatoria.
En artes visuales, dimos inicio a la Temporada 2016
con Colección Natural del chileno Gonzalo Pedraza,
luego seguimos en un fascinante viaje por las luces
de Light Show y, para cerrar, volvemos a nuestros
orígenes con la muestra fotográfica Caballero Solo de
Marcelo Montecino.
CARTA DEL PRESIDENTE
Esta exposición recorre más de 50 años de
trabajo de Montecino -desde 1962 a 2016-, con
imágenes cargadas de memorias que se sumergen
en el habitar de los sujetos y en su vida social,
apareciendo detrás de ellas el fotógrafo de calle
(como se autodefine el artista) que viaja por Centro
y Sudamérica en busca de estas situaciones donde
el tiempo se detiene y se observa la esencia del
existir, con el dolor y la belleza que ello implica.
Caballero Solo es una exposición que busca hacer
reflexionar acerca del papel que tiene el fotógrafo
en la captura de la realidad, sobre la forma cómo los
artistas hicieron -y hacen- fotoperiodismo y cómo se
relacionan con el contexto histórico y social que les
toca congelar con su obturador.
Álvaro Saieh Bendeck
Presidente Fundación CorpArtes
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Esta exposición da cuenta del mirar fotográfico de Marcelo Montecino (1943), uno agudo y elocuente, que nos permite ingresar en parte de su viaje personal que se conforma de una latinoamericanidad que lleva en la sangre y en el ojo y otra, norteamericana, de abstracción y cotidianeidad. Sus imágenes están cargadas de memorias, nostalgias y acontecimientos, en donde la relación entre los sujetos y su habitar, el individuo y su soledad, los hechos históricos y su urgente necesidad de convertirse en documentos, nos conmueven.
Las imágenes son maneras de pensar, son ideas, son posturas frente al mundo, un lenguaje que nos permite construir universos críticos, esencialmente por su potencial simbólico. Cuando leemos el conjunto de estas fotografías podemos percibir al fotógrafo de calle que viaja para encontrase a sí mismo en los ojos de los otros, a través de un encuadre preciso que guarda ciertas distancias que permiten leer el contexto, introduciéndonos en la sencillez de la mirada de quien no teme ser fotografiado. Esto solo se puede conseguir cuando no hay acecho, sino un diálogo entre iguales.
Pero también podemos advertir que en sus imágenes el tiempo se detuvo. No son instantes decisivos, son tiempos y espacios que se apoderan de la historia cotidiana, de la vida, a veces de la lucha y otras de la esencia del existir. No puedo dar certeza si será el ojo de Montecino el que retiene la melancolía en su mirada o somos nosotros que seguimos viviendo en un territorio de esperanzas sin respuestas. Este caballero solo insiste después de cinco décadas de contemplar, registrar y viajar, en la dolorosa experiencia del vivir y la esquiva belleza del existir.
Hay cierta lucidez en ese saber mirar, lo que nos posibilita recordar, reconstruir y pensar nuestras propias historias. El nombre de esta exposición parte de un proyecto aún inconcluso del autor referente a su padre y se retoma curatorialmente para relevar al fotógrafo, que en su deambular certero, registra y habita las micro políticas de las miradas.
Siempre me ha parecido pertinente el ejercicio de la entrevista como forma de adentrarse en un relato más directo, es por ello que dejaremos que la voz del fotógrafo sea la que nos introduzca en parte de sus motivaciones, de cómo se aproxima a las imágenes y a la vida misma.
ESTO DE LA FOTOGRAFÍA HA SIDO MUY IMPORTANTE PARA MÍ
UNA ENTREVISTA A MARCELO MONTECINO, POR ANDREA JÖSCH
STGO, AGOSTO 2016
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Andrea Jösch: ¿Por qué finalmente decidiste por la fotografía, después de haber recorrido un camino literario?
Marcelo Montecino: Hay que recordar que yo siempre he estado haciendo fotografías, pero en este caso se invirtieron las cosas. Al principio no consideraba a la fotografía importante ni profunda, después el año ’73, la cosa se invirtió, encontré que la literatura era una especie de accesorio de lujo, innecesario para la época que estábamos viviendo. Corrían los 70s y toda América estaba plagada de gorilatos. Fue ahí que me dio el imperativo de hacer fotografías documentales y salir a reportear.
AJ: ¿El acto de fotografiar fue una forma de militancia política?
MM: Sí, por mucho tiempo lo fue, pero hace tiempo que dejó de serlo. Yo creo que como para muchos otros (espero que esté hablando por otros más) el año ´88 se nos acabó el tema de la denuncia en Chile. Para mi siguió un tiempo más, en Centro América, porque ahí siguió la cosa. Pero sin duda, ese afán, fue una suerte de militancia política.
AJ: Y ahora, ¿cómo podrías llamarlo?
MM: Yo he tenido varias fases dentro de la fotografía. La primera fue gozarla técnicamente, cuando era adolescente; después cuando llegué a Chile en 1962, después de haber vivido tanto tiempo afuera, fue una forma de buscar y de encontrarme nuevamente con mi ciudad, mi patria. Después se convirtió casi en un arma para amar mujeres (se ríe), luego en militancia. En fin, la fotografía ha sido todo para mí.
AJ: Si uno pudiera extrapolar el tiempo, desde aquellos años donde solo se hacían fotografías análogas, con esos tiempos propios de la fotografía, y hoy que nos comunicamos a través de las imágenes, por medio de las redes sociales, de los medios de comunicación, ¿crees que algo ha cambiado; la fotografía es más lenguaje que registro o al revés?
MM: Hoy hay tal promiscuidad y proliferación de fotografías, que ésta sirve para todo.
AJ: En alguna conversación anterior, me mencionaste que tú no eras documentalista sino que eras fotógrafo de calle. ¿Cuál es la diferencia?
MM: Esencialmente la diferencia es que sufro de un gran
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déficit atencional. Los documentalistas persiguen temas por años, por un tiempo largo, mientras yo tengo esta carencia, por lo cual la fotografía de calle es lo que más me acomoda.
AJ: Tú debes ser uno de los fotógrafos chilenos con más publicaciones, ¿no se podría entender esto como la construcción simbólica de un acontecimiento a largo plazo?
MM: Estoy organizando mis recuerdos. ¡Nada más!
AJ: Claudio Giaconi (a quién denominas tu mentor) decía que para ti la fotografía era de uso íntimo y que había sido tu purificación.
MM: ¡No, no, no! Eso lo dijo él sobre el arte. El arte, decía, era para usos íntimos. Lo de purificación no me acuerdo. ¡Qué palabra mas sentenciosa! Sí, puede ser, usé la palabra purificación.
AJ: ¿La fotografía de denuncia funcionaba como estrategia política fuera de su propia disciplina?
MM: ¡Sí, sí! Yo también pase por la duda de si funcionaba o no. Pero haciendo memoria de mis últimos 40 años de trabajo, puedo decir que servía para harto. Fue fundamental en la guerra de Vietnam, aquí para el Golpe, en Etiopía para la hambruna…
AJ: ¿Qué crees que pasó? Uno ve ahora imágenes, como por ejemplo la de Alan, el niño migrante ahogado en la costa turca (de la fotógrafa turca Nilufer Demir), y otras como aquellas que mencionas, pero tengo la sensación que no sucede lo mismo. Uno pude ver el horror, pero en muchos casos no se reacciona mas allá de las imágenes.
MM: Tiene que haber sido una especie de dilución que ha ocurrido por estas avalanchas de imágenes diarias. Pero las fotos buenas todavía quedan grabadas en la retina. Yo acabo de ver una fabulosa de una manifestación hace un par de días atrás en EE.UU., una mujer negra enfrentándose a los pacos con un vestido precioso, con una serenidad, una foto inolvidable y dentro de todo, aún ese tipo de imágenes salen a relucir. AJ: ¿Cuéntame de un par de fotografías inolvidables?
MM: ¡Hay tantas! Mejor te cuento de fotógrafos. A mi me gustan más los que fueron amateur. Gente como Lartigue y Kertéz. Hay una foto inolvidable de Lartigue, las de su familia, él fotografiaba su clase social, su familia y hacía unas imágenes extraordinarias.
AJ: ¿Hay fotografías tuyas en esa condición, ya sea por la imagen misma, por el acontecimiento, por el contexto político o íntimo?
MM: Claro que hay, sino no me hubiera dado por vencido. Uno de los hitos más importantes de mi vida, trascendental incluso, quizás por ahí viene una palabra parecida a la de purificación, es el funeral de Pablo Neruda. Hay dos o tres imágenes de ese funeral que son importantes, por que el momento fue inolvidable. No sé qué vino primero.
AJ: Y tú, ¿cómo te consideras?
MM: Latinoamericanista, con todo lo que eso significa.
AJ: En el contexto de esta exposición y teniendo la posibilidad de ver varias de las imágenes que tomaste en EEUU (al fin de cuentas pasaste la mitad o más de tu vida allá), se puede notar que en aquellas
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fotografías tomadas en territorio norteamericano y las latinoamericanas existen dos cabezas distintas que viven en un mismo cuerpo: una con sangre en el ojo y otra más abstracta, ¿cómo lo explicas?
MM: Sentía una relación a distancia con EE.UU., yo no me consideraba apto para fotografiar ahí. Habían tantos buenos fotógrafos que lo podían hacer mejor que yo y les tenía un gran respeto por eso. Esa época fue entonces mucho más experimental para mí.
AJ: ¿Una experimentación que duró 40 años?
MM: Claro, y no se termina nunca.
AJ: Dices que tú no armas las fotografías. ¿Qué significa aquello? Pues cuando uno encuadra, básicamente lo que uno hace es dirigir la mirada, armar la escena.
MM: Lo que yo quise decir es que no salgo a la calle buscando una imagen específica, sino que me dejo seducir por lo que esta pasando a mi alrededor.
AJ: ¿Te seduce la luz, la gente, el entorno…?
MM: Todas esas cosas, esa conjunción que tiene que haber para que la foto sea buena: el equilibrio entre forma y emoción. Son esas dos cosas las más importantes de una fotografía. Yo creo que lo que pasa con muchos fotógrafos jóvenes es que son muy cabezones y les falta la emoción. ¿Tu no lo crees así?
AJ: Me parece que hay diversas maneras de acercarse a decir visualmente lo que uno piensa, algunas son más emotivas, otras más conceptuales. Ambas pueden llegar a transformase en discursos interesantes. No creo que una sea mejor que otra. Pero a veces hay trabajos que se
transforman en registro histórico, en donde el tiempo les concede la posibilidad de ser documentos relevantes para la comprensión de una época, de un contexto. No creo que esto tenga que ver con la auto denominación (fotógrafo, artista, documentalista, etc.…). En ese sentido, ¿de dónde nace esa visión tuya de tratar tus imágenes como un archivo: documentarlas, escanearlas, archivarlas, ficharlas?
MM: No siempre fue así. Digamos que en los últimos años, nada más. Es que he tenido más tiempo para hacerlo y en vez de volver al laboratorio analógico, era más fácil escanear. Yo siempre he creído que la fotografía funciona mejor en los libros. Y entonces, esto de tratar de hacer libros que era tan difícil antes de la llegada de lo digital (no te puedes ni imaginar lo que era conseguir que alguien te publicara), generó un cierto interés en mí y me impulsó a revisitar y organizar mi archivo.
AJ: A qué te refieres cuando has dicho que “en terreno pones la cámara entre medio y el miedo se va. Cualquier fotógrafo lo sabe. Cualquiera que fotografíe conflictos”. ¿Qué sucede en esos momentos?
MM: Uno se empieza a preocupar de, en vez de vivir el momento, distanciarse un poco y poder adquirir la imagen. Pero también hay una especie de lucidez cuando uno está enfrentando los conflictos. (…) Una vez los pacos me apuntaron con una bomba lacrimógena, yo la vi venir directamente hacia mí; volaba en circulitos y se acercaba y se acercaba. Literalmente uno pasa a vivir en cámara lenta. A ese tipo de lucidez quise referirme con lo de la distancia.
Quizás la mejor manera de explicarlo es en términos políticos, geopolíticos. A mi me negaron el pasaporte después del Golpe. Entonces a los dos años de volver a vivir en los EE.UU. me nacionalicé norteamericano y ahí
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empecé a viajar a Centro América y no volví a Chile hasta el año 1979. Cuando viajé no sabía si me iban a dejar entrar. Mi primer viaje a Centro América el año ‘75 fue como llegar a Macondo, pero más pobre y desgraciado: me impactó muchísimo. La primera vez que fui estuve un mes entero en cuatro países y ese viaje se convirtió en una especie de Chile alternativo, una guerra que decidí vivir. Creo que nadie pudo haber realizado fotografías buenas en Chile entre 1974 y 1976. No había qué fotografiar, todo ocurría puertas adentro, policías secretas y todo aquello. Incluso el año 79, la primera vez que pude volver, las únicas disidencias que habían eran adentro de las iglesias, muy adentro. Una vez fui a una manifestación por Plaza Almagro, tienen que haber habido unas 50 personas, no más, y a los diez minutos llegó la policía y se llevó a una tercera partes de los ahí congregados.
En ese entonces la cuestión latinoamericana era fuerte para todos. Los chilenos éramos especiales en ese sentido, pues los argentinos, uruguayos, nicaragüenses nos pedían consejos de cómo pelear contra la Junta afuera y cómo hacer lobby, qué hacer en el Congreso, a quiénes contactar, así que la cosa latinoamericana era importante. En ese tiempo la única democracia que había era Venezuela, y si mal no recuerdo Colombia, pero todo el resto eran puras dictaduras, unas peores que otras.
AJ: ¿Qué significa para ti exponer un grupo de imágenes de tu padre y del entierro de tu madre? De hecho esa imagen del entierro está también en el libro de lo 50 años (editado por Pehuén). A mi me atrae porque la entiendo como una relación familiar transparente, honesta.
MM: Pero yo creo que fui bastante deshonesto. Creo que ahí no le puse el pie de foto a la imagen de mi madre; esta vez me atreví. Es una cosa tan privada, tan íntima, que da un poco de resquemor.
AJ: ¿Quién le puso el título Con sangre en el ojo a esa publicación de 1981?
MM: Yo. Se me ocurrió caminando en alguna calle de México DF. Creo que llevaba la maqueta del libro para ese concurso de Nueva Imagen. Yo soy casi tuerto (…), fue algo subconsciente.
AJ: ¿Qué te paso en el ojo?
MM: A los 10 años me pegaron un postón en el ojo, me desprendieron la mitad de la retina y perdí la visión central. Si cierro el ojo y te miro a ti – creo que te estoy mirando ahora – veo el contorno, no tu cara y bastante borrosa. Yo siempre he pensado que eso me ayudó a ser fotógrafo, por que me dio esta previsualización de ver todo en dos dimensiones. Pero volviendo a lo del título del libro, la razón fue muy sencilla. Yo anduve herido por mucho tiempo, por eso se me ocurrió el dicho: Con sangre en el ojo. Estuve mucho tiempo con ganas de venganza. Por la muerte de mi hermano, por Chile, por todo. Claro, de ahí vino el título.
AJ: ¿Te has podido quitar esa sangre del ojo?
MM: Si, se quita. (silencio) Yo ya estoy reconciliado con muchas cosas. Uno no puede hacer carrera de su condición de herido.
AJ: ¿Y tu madre?
MM: ¡No! Ella murió con un profundo dolor; y mi padre lo racionalizó a muerte.
AJ: ¿De vuelta a vivir en Chile, te reencontraste con una ciudad distinta o mantiene esa relación nostálgica con su entorno?
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MM: Está en todas partes. Ve a Manuel Montt con Irarrázaval y está igual. Es decrépito pero me encanta. Me gusta vivirlo. Tiene textura, es afable, es pequeña.
AJ: ¿Quieres decir algo más?
MM: Esto de la fotografía ha sido muy importante para mí, me dio la oportunidad de ver cosas que no hubiera visto sin ella.
Ver a través de las imágenes. Vivir a través de ellas. Quizás eso sea lo que mejor defina a Marcelo Montecino, pues al parecer encontró voz y refugio en esos espejos de la memoria que nos recuerdan a diario que algo sucedió en algún tiempo que ya no será. Y el autor no solo obtura, sino que colecciona cientos de imágenes de ferias persas, construyendo un acervo histórico de imágenes desechadas, que en sí cargan con gran parte de la historia común de nuestro devenir. Es como mirar lo que no se quiere ver, lo desplazado.
Las imágenes fotográficas no son la realidad, porque si no tendríamos que fotografiar a 360 grados, con audio, en 3D, con cámaras panópticas para reconstruir el momento del acontecimiento. Estamos hablando siempre de fracciones, interpretaciones, de instantes. Las imágenes tienen mucho de narración. Al final uno es lo que carga, con todo lo vivido y, quizás, la mirada enfocada sea nuestra forma de afincar la propia utopía.
Andrea Jösch / Curadora
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Caballero Solo evoca la reflexión íntima de Marcelo Montecino sobre el silencioso y solitario hombre que fue su padre. Él es astilla del mismo palo. Después de 60 años de fotografía -casi nació con la máquina en la mano- al preguntarle por sus imágenes prefiere dejarlas hablar, que lo hacen en voz alta, como puede apreciarse en los muros de la exposición. En su silencio se adivina su agradecimiento hacia su oficio y la vitalidad recibida en la producción de sus imágenes de América, de sur a norte, ida y vuelta, muchas veces, en un permanente vaivén desde Santiago y Washington, sus lugares de residencia.
Fotógrafo dice su Carnet de Identidad desde 1973, fecha terrible en que su hermano es asesinado en los días posteriores al Golpe de Estado. Años después da cuenta del impacto de ese momento en la forma de enfrentar su oficio: “Fue el Golpe de Estado lo que armonizó todos los aspectos de mi fotografía previa, en un afán de mostrar lo que veía”. Su dolor será profundizado por el asesinato de su amigo Orlando Letelier y de su único discípulo amigo Rodrigo Rojas de Negri. Conmovido, alinea su fotografía a la circunstancia histórica y al dolor personal: “Chile fue un secuestro por 17 años y estas fotos son su prueba de vida”.
Su consecuencia lo lleva a ser y cubrir parte de la lucha Sandinista. Dedica años intensos de fines de la década de los 70 al registro de la dureza del enfrentamiento civil en Latinoamérica. La reflexión ética inevitable que lo acompaña lo llevará posteriormente a mostrar críticamente la vulnerabilidad del continente, sin ceder ante sus propias simpatías.
El interés por las personas hace que su fotografía sobrepase el compromiso de denuncia de la dictadura. Su estilo no cultiva la aproximación documentalista, sino que se plantea desde la convivencia, inmerso en la vida social. Es en su propia definición un “fotógrafo de calle”, un anónimo colega caminante de los fotógrafos de cajón. Visible e invisible a sus sujetos explora la vida personal y familiar, propia y ajena, los personajes y sus circunstancias en los países que visita por su trabajo de intérprete. Sus fotografías revelan una permanente búsqueda de nuevos eslabones para comprender el mundo, a sí mismo y su profesión cada vez que aprieta el obturador: la fotografía es su conciencia de autenticidad, es estar presente.
MARCELO MONTECINO, FOTÓGRAFO: CABALLERO SOLO1
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Su parquedad desaparece al comentar fotografías de sus colegas que considera sus maestros, -¡mira esta página!-, exclama entusiasta al hojear un libro de William Klein, uno de sus favoritos. Marcelo es un estudioso. Bien conoce la obra de chilenos y de fotógrafos del mundo. Su admiración por algunos de ellos lo ha hecho trabajar duro para salir de su esfera de influencia. En una etapa, confiesa, debió luchar para no sentir que estaba mirando el mundo a través de los ojos de Sergio Larraín. La dedicada profundidad con que estudia la mirada y sensibilidad de sus colegas es, para él, fundamental en el desarrollo de su identidad y libertad como fotógrafo.
Muestra su obra en sus libros, -en 1981 gana un concurso de la revista mexicana Proceso- por su libro Con sangre en el ojo, el jurado incluía a Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Theotonio Dos Santos. Hoy su libro favorito es Walking around (Santiago) recién publicado (2016) -;y exposiciones,- en 2003 es nominado al Premio Altazor por la exposición Santiago jpeg; en 2012 recibe el Premio Altazor por su exposición Irredimible. En Santiago se exhibe en forma permanente su serie sobre la dictadura, donada
al Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, y mantiene activa su página en Flickr.
Esta exposición abarca su fotografía desde 1962 a 2016, mostrándonos a un Montecino íntimo, un fotoperiodismo interior; una instancia de recogimiento sobre nuestra humanidad.
1. El título refiere al poema Caballero solo del libro Residencia en la tierra, de Pablo Neruda.
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MARCELO MONTECINO
Nacido en 1943 en Santiago de Chile, Montecino ha pasado gran parte de su vida entre EE.UU. y Chile. Estudió Literatura en la Universidad George Washington en Washington DC, lugar donde vivió cerca de 35 años. Adoptó la fotografía a temprana edad. Sus primeros pasos en este oficio fueron el reconocimiento de su ciudad natal en 1962. En 1973 vuelve a Chile a escribir su tesis de grado y se ve envuelto en el paulatino ocaso de la UP. El Golpe lo convierte en fotoperiodista, llevándolo a viajar por Centro y Sudamérica por casi 20 años. En 1988 vuelve a Chile a fotografiar el plebiscito y se queda 10 años documentando la ciudad de Santiago. En 1981 ganó el primer premio del concurso Proceso-Nueva Imagen en periodismo, con su libro Con Sangre en el Ojo y en 2012 gana el Premio Altazor por su exposición Irredimible en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, Santiago. En su trayectoria ha publicado nueve libros y participado en innumerables exposiciones en Chile y el extranjero. Sus fotografías se encuentran en colecciones privadas y públicas. Montecino ahora reside permanentemente en Chile.
ANDREA JÖSCH
Fotógrafa, Magíster en Gestión Cultural de la Universidad de Chile. Editora en jefe de la revista de fotografía sudamericana Sueño de la Razón (www.suenodelarazon.org). Curadora e investigadora independiente, de exposiciones tanto en Chile como en el extranjero. Desde 2000 ha escrito artículos acerca de fotografía e imagen y participado en seminarios en Chile y en el extranjero. Ha sido docente desde el 2000 en distintas instituciones académicas y proyectos regionales. Becaria de Fundación Andes y Fondart. Directora de la Escuela de Artes Visuales UNIACC (2006-2016). Actualmente se desempeña como investigadora de la Facultad de Artes de la Universidad Finis Terrae y dirige el Magíster en Investigación y Creación Fotográfica de la misma institución.
RENATO ORELLANA
Conoce a Marcelo Montecino en el año 1976. Tardes de ajedrez en la terraza dieron lugar a una larga y amplia conversación sobre la historia del desarrollo de la fotografía, la discusión sobre los grandes maestros, sus obras y la reflexión sobre sus distintas perspectivas de composición. A su vuelta a Chile participa en proyectos de difusión del trabajo del grupo AFI en el boletín y la producción de publicaciones de bajo costo hechas en base a fotocopias de fotografías acompañadas de texto. Ha escrito algunas presentaciones de los libros de Montecino y publicado reseñas sobre su labor de fotógrafo. Trabaja en el área de diseño de organizaciones.
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Esta exposición abarca a un Montecino íntimo, un fotoperiodismo interior; una instancia de recogimiento sobre nuestra humanidad.
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Juan | Ñuñoa, 1988.
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|Juan y Emilia | Santiago de Chile, 1990.
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Barrio Bellavista | Santiago de Chile, 2014.
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Claudio Giaconi, escritor y mentor | Nueva York, EE.UU., 1982.
Parque | Los Ángeles, EE.UU., 1970.
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Centro | Los Ángeles, EE.UU., 1970.
The dude | Las Vegas, EE.UU., 1972.
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|Desayuno | San Francisco, EE.UU., 1968.
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Bar | Washington DC, 1972.
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Buffalo | Nueva York, EE.UU., 1968.
Autocine | Maryland, EE.UU., 1971.
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Disneyland | Los Ángeles, EE.UU., 1974.
Anne y Brad | Washington, EE.UU., 1970.
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|Atardecer | Nueva York, EE.UU., 1990.
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El grito | Santiago de Chile, 1995.
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|Belleza | Santiago de Chile, 1994.
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Verano | Washington, EE.UU., 1974.
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La familia | Masaya, Nicaragua, 1982.
Tito | Santiago de Chile, 1982.
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Población | Managua, Nicaragua, 1979.
La plaza | Quito, Ecuador, 1976.
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|Retorno del frente | Managua, Nicaragua, 1982.
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Azafatas | San Francisco, EE.UU., 1968.
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Sin título | La Paz, Bolivia, 1992.
Prostituta | República Dominicana, 1981.
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Día del triunfo | Managua, Nicaragua, 1979.
Los obreros | Santiago de Chile, 1962.
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|Orfanato | Pudahuel, Santiago de Chile, 1981.
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Familiares esperan a la salida de la morgue | Santiago de Chile, 1973.
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Tony Caluga | Osorno, Chile, 1989.
Rita, Autocine | Maryland, EE.UU., 1971.
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Matrimonio | Santiago de Chile, 2016.
Prostitutas | Medellín, Colombia, 1976.
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|Anne | National Gallery, Washington, EE.UU., 1970.
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|Motel | Iowa, EE.UU., 1974.
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Centro | Los Ángeles, EE.UU., 2005.
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Museo Nacional de Bellas Artes | Santiago de Chile, 1969.
Desolación | Santiago de Chile, 1973.
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Plaza Italia | Santiago de Chile, 1969.
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Plaza de la Constitución | Santiago de Chile, 1989.
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|Barrio Vivaceta | Santiago de Chile, 1988.
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Barrio Franklin | Santiago de Chile, 1991.
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Barrio Franklin | Santiago de Chile, 1990.
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Niño callejero | Bogotá, Colombia, 1978.
Monumento | cerca de Bogotá, Colombia, 1976.
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Soldado abatido | Ñuñoa, Chile, 1988.
Av. Matta | Santiago de Chile, 1973.
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|Cementerio Católico | Santiago de Chile, 1994.
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Se vende | Barrio Franklin, Santiago de Chile, 1988.
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Stone Mountain | cerca de Atlanta, EE.UU., 1986.
Lazarillo | Santiago de Chile, 1962.
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Clínica psiquiátrica | Santiago de Chile, 1973.
Punta de Rieles | Santiago de Chile, 1962.
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|Barrio Franklin | Santiago de Chile, 1989.
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Juego | Santiago de Chile, 1988.
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Marcelo Montecino Montalva, mi padre | Santiago de Chile, 1969.
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Bethesda | Maryland, EE.UU., 2008.
Persa Franklin | Santiago de Chile, 1991.
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Amanecer en Pajaritos | Santiago de Chile, 1994.
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Museo Nacional de Bellas Artes | Santiago de Chile, 1973.
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Marcelo Montecino Montalva, mi padre | Santiago de Chile, 1964.
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El funeral de mi madre | Santiago de Chile, 2007.
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LOS HECHOS CONSTITUTIVOS DE LA MIRADA: LO POLITICO, LO HUMANO, EL ACONTECIMIENTO03
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Mi fotografía del estadio de 1973 en el Estadio Nacional | Santiago de Chile, 2016.
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Septiembre | Santiago de Chile, 1973.
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Después del combate | Masaya, Nicaragua, 1979.
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Clínica psiquiátrica | Santiago de Chile, 1973.
Partitura | Cartagena, Chile, 1990.
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Plaza Italia | Santiago de Chile, 1969.
La siesta | Santiago de Chile, 1969.
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Obreros almorzando | Santiago de Chile, 1983.
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|En las puertas de la morgue | Santiago de Chile, 1973.
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Calle Lira | Santiago de Chile, 1988.
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EXPOSICIÓNCURADORAAndrea Jösch
FUNDACIÓN CORPARTESPRESIDENTE Álvaro Saieh Bendeck VICEPRESIDENTECatalina Saieh Guzmán
CONTRALORACecilia Vásquez Valenzuela
COORDINACIÓN DE PROGRAMACIÓNIsidora Cabezón Papic
COORDINACIÓN DE EXHIBICIÓNMaría Pies OrtúzarLaura Parrilla Arroyo
DIRECCIÓN TÉCNICA Y PRODUCCIÓN GENERALJosé Tomás Palma Araya Alexis Bravo RetamalesAndrés Narvaez BerenguelaFelipe Silva MoralesCristina Pascual RubínFernando Ortiz MuñozAriel Pérez LópezLuis Carte Rojas
EDUCACIÓN Y AUDIENCIASJuan Pablo Baraona ReyesIsmael Negrete Droguette
DIRECCIÓN DE COMUNICACIONES María Jesús Carvallo OyanedelFernanda Fierro NavarroMaría Paz Saldías Ayal
AGRADECIMIENTOS
DIRECCIÓN COMERCIAL Y MARKETINGCecilia Bravo CeledónViviana Bendeck Quevedo Carolina Carriconde InostrozaJessica Carriconde InostrozaClaudia Durán LópezClaudia Merino CalzadillasMirna Moya AcuñaPaulina Pizarro LabarcaNatalia Tapia Agurto
DIRECCIÓN FINANZAS Y ADMINISTRACIÓNJavier Chamas CáceresCarolina Espinosa ArellanoCristián Jimenez Franchino Christian Fuentes DíazJudith Oteíza Soto
DISEÑOFrancisca Saieh Guzmán Sara García PaskvanPilar Vargas Zúñiga
MONTAJEAmercanda
CATÁLOGODIRECCIÓN DEL PROYECTOLaura Parrilla Arroyo
DISEÑO Y MAQUETACIÓNFrancisca Saieh GuzmánSara García PaskvanPilar Vargas Zúñiga
TEXTOSCARTA PRESENTACIÓNÁlvaro Saieh Bendeck
TEXTOS OBRAS DEL CATÁLOGOAndrea JöschRenato Orellana
Fundación CorpArtes agradece profundamente la colaboración de todas aquellas personas que han contribuido a la realización de Caballero solo. En especial al Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, a todas las instituciones que con su apoyo han hecho posible este proyecto y, fundamentalmente, a Marcelo Montecino.
Me gustaría agradecer a Carlos Altamirano, quien presentó mi trabajo a Pedro Montes que con entusiasmo a su vez lo llevó a CorpArtes. A Jorge Gronemayer que me tomó de la mano e hizo estas bellas copias. Y especialmente a Andrea Jösch, que con su inteligencia y vitalidad me ayudó a ver cosas que no había visto y concretó esta muestra. Finalmente a CorpArtes y a todo su equipo.
Marcelo Montecino
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PROYECTO EDUCATIVO FINANCIADO POR FONDART, CONVOCATORIA 2015.PROGRAMACIÓN ACOGIDA A LA LEY DE DONACIONES CULTURALES.
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