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Trabajo sobre el cuentoTRANSCRIPT
Cuentos leídos
1º A ESO
LA AMIGA DE LOS LIBROS
Hugo Pereira Chamorro
n una lejana aldea habitaba una niña llamada Cal y un niño
llamado Tarzán. A Cal le encantaba la lectura, era
“requeteleída” (esto lo decía su padre). Sin embargo, a
Tarzán no le gustaba nada la lectura y tampoco ver como su
hermana se pasaba todo el día leyendo en lo alto de la casa
mientras él paseaba a las dos vacas que su familia tenía.
Estaba llegando el invierno y los días cada vez eran peores, unos
llovían, otros hacía mucho viento y por este motivo no se podía
salir de casa y tenían que permanecer allí apretujados.
Un día, estaban todos en la casa cuando oyeron un repiqueteo en
la puerta, era una señora que venía montada en una yegua alazana
y que traía un maletín. En él debería haber oro porque a Cal le
brillaban los ojos como si este tesoro lo tuviera, pero no era
nada de eso, eran simples libros. Para a Cal era un tesoro pero
para Tarzán eran simples hojas con garabatos. No sólo eso, sino
que iba volver dentro de quince días para cambiarlos por otros.
Así fue exactamente, después de quince días volvió para
cambiarlos por otros. Tarzán no comprendía por qué esa señora
pasaba tanto esfuerzo en ir casi todos los días, lloviendo, con
mucho viento, con tormenta…
Una noche antes de ir a la cama, pensó que tanto la yegua como la
señora eran muy valientes. Al día siguiente por la noche, Tarzán
sintió intriga por los libros y le pidió a Cal si le dejaba un libro y
ella asintió. Cuando la señora volvió, tanto Tarzán como Cal la
recibieron con una gran sonrisa, ella sabía que había hecho dos
lectores en donde sólo había uno.
Al final descubrieron que esta señora era una bibliotecaria
ambulante, una señora que iba repartiendo libros en los sitios
donde no había ni blibliotecas, ni comercios, etc. En la actualidad
E
aún sigue existiendo esta profesión e incluso pasó de ser
profesión de mujeres a profesión de hombres.
FIN
MALVADO CONEJITO
Sergio Goce Rouco
Un conejito deja en su cama una carta diciendo que ahora vivía
en el vertedero con los Conejos del Infierno.
Les cuenta a sus padres que Copo de Algodón tiene otro nombre,
ya no se llama Copo de Algodón ahora se llama Malvado Conejito.
También les narro que había tenido que pasar unas pruebas como
estar sumergido en estiércol, hacerle una trompetilla al Señor
Zorro, comer una hamburguesa de lombrices y otras cosas malas
que antes nunca haría. El conejo se volvió muy malo, hace
acrobacias sin casco y destroza un montón de cosas.
Al final de la carta les dice que todo lo de la carta es mentira,
Malvado Conejito (antes llamado Copo de Algodón) está en casa
de su abuela. Lo hizo para que se dieran cuenta de que sus notas
no eran tan malas. En sus notas la mayoría de las cosas están bien
pero dicen que es muy rebelde y que se escapa del colegio cada
dos por tres. Después les dice que cuando no se encuentren
enfadados le hagan una visita a su abuela y lo recojan cuanto
antes porque la col de la abuela no le gusta, por culpa de eso
tiene mucha hambre.
FIN
En el bosque
Tobías Pintos Melgarejo
Una mañana un niño le preguntó a su madre dónde estaba su
padre pero no le respondió. El joven muchacho lo extrañaba;
colocó por toda la casa pegatinas en la que había una frase
escrita diciendo que lo echaba de menos.
Al día siguiente, la madre lo mandó que llevase una cesta con una
tarta para su abuela, que se encontraba enferma, también le dijo
que fuera por el camino largo, no por el bosque.
Él por primera vez decidió tomar el atajo, ir por el bosque para
poder llegar antes a casa para ver a su padre. En el bosque se
encontró con un niño que quería su cesta a cambio de una vaca
pero no aceptó la propuesta. Siguiendo su camino, una niña de
trenzas doradas le dijo que también se encontraba enferma, que
quería el bizcocho pero él le contestó que no, era para su abuela.
Entrando más en el bosque encontró a dos niños acurrucados,
esperando a que llegasen sus padres pero él no sabía qué hacer y
decidió seguir.
Se encontraba con frío, deseaba tener un abrigo. De repente vio
uno rojo colgado en una rama; se lo colocó pero se acordó de un
cuento que le contaba la abuela. Empezó a correr sin parar hasta
que llegó a la casa de la abuela. Se acercó y golpeó la puerta y
una extraña voz respondió:
- ¿quién es?
Contestó:
- Soy yo.
Abrió la puerta y entró. Allí se encontraba la abuela en la cama
muy contenta pero lo más increíble fue que su padre estaba allí;
comiendo todos juntos el bizcocho, el niño contó todo lo que le
había sucedido. Padre e hijo volvieron al hogar.
Fin
Azulín Azulado…
Antía Esmerode Iglesias
En la calle Amapolas había una casa que parecía abandonada, en
ella vivía una señora mayor que no tenía ni nietos ni hijos. En el
jardín jugaban niños pero se fueron haciendo mayores y dejaron
de ir junto a ella.
La señora se sentía muy sola, tanto, que a la hora del té hablaba
con su sombra.
Una noche de lluvia, llamó a la puerta de la casa un perro mojado
que recitaba poemas.
-Me llamo perro o así es como me llaman.- le dijo el perro-Como
no puede correr los demás perros no quieren ser mis amigos. Lo
que a mí me gusta de verdad es recitar, ¿podría pasar?
La señora le dijo que le daría de comer y si se quedaba hasta el
día siguiente le dejaría un sitio a los pies de su cama.
Perro dejó de llamarse perro y pasó a llamarse Compañía.
Transcurrieron varias semanas juntos y todos los días a la hora
del té, miraban por la ventana y pensaban:
-Que triste está este jardín, algún día tendremos que arreglarlo.
Una noche de tormenta, llamó a la puerta un gato gordote, tenía
un ojo verde y otro amarillo.
-Me llamo Gato o así es como me llaman los demás gatos. Ya no
quieren ser mis amigos porque no he cazado un ratón en mi vida.
Lo que a mí me gusta de verdad es escribir. ¿Podría pasar?
La señora le dijo que sí y si se quedaba hasta mañana le dejaría
un sitio a los pies de su cama. Cuando Compañía vio a la gato le
ladró y la señora le dijo que había pensado cuando él estaba solo
y lo acogió en su casa. Compañía aúllo en señal de disculpa y el
gato se frotó contra él.
Gato dejó de llamarse Gato y pasó a llamarse Compañía.
Todos lo días a la hora del té miraban por la ventana y pensaban:
-Que triste está este jardín, algún día tendremos que arreglarlo.
Una noche en que la Luna contaba estrellas en lo alto del cielo
llamó a la puerta un ratón delgadito como un palito.
-Me llamo ratón y los demás ratones no quieren ser mis amigos
porque dicen que no puedo ni con un pedazo de queso. ¿Podría
pasar?
La señora le dijo que sí y si se quedaba hasta mañana le dejaría
un sitio a los pies de la cama. Cuando gato vio al ratón, le sacó las
uñas. La señora le dijo que si se acordaba de cuando estaba solo
y había llamado a su puerta. Alegría ronroneó en señal de
disculpas.
Ratón dejó de llamarse ratón y pasó a llamarse Simpatía.
Todos los días a la hora del té miraban por la ventana y pensaban:
-Qué triste está este jardín, algún día tendremos que arreglarlo.
Un día la señora Soledad rompió su hucha, sacó todo su dinero y
se fue. La señoras no regresaba y ellos se fueron a la cama.
Soledad llegó sigilosamente y se metió en la cama con ellos.
Al día siguiente, por la mañana, se despertaron y escucharon:
-¡ÁRBOL VA!…
Salieron fuera al jardín y vieron a muchos jardineros.
A partir dese día, los niños volvieron a jugar y merendar en el
jardín de la señora Soledad.
Y la señora Soledad decía:
-Azulín Azulado otro hermoso día que vuestras doce patas han
caminado a mi lado.
Fin
EL HOMBRE LUNA
Nerea Esmerode Iglesias
En las noches puedes ver un ser blanco y brillante llamado
Hombre Luna. Todas las noches nos veía y sentía envidia porque
él solo se aburría.
Una noche tan aburrida como todas las demás, pasó una estrella
fugaz, rápidamente se agarró a la cola ardiente.
En la Tierra, los animales se asustaron por el gran ruido, también
atrajo a muchas personas: los bomberos, los soldados y el
heladero.
Aquel ser que llamaban “Invasor” era el Hombre Luna y lo
encerraron en la prisión.
Un día se dio cuenta de que su lado izquierdo había desaparecido,
se puso muy feliz. Pensó que si esperaba a ser tan pequeño como
para deslizarse entre los barrotes, podría escapar.
El jefe fue de visita, fue a ver cómo estaba el cautivo. Al
encontrar la celda vacía, se puso rojo del enfado.
Cuando recuperó su tamaño normal, empezó a averiguar las
maravillas de este planeta. También asistió a una fiesta de
disfraces, pero un vecino mal humorado llamó a la policía
quejándose de que la música estaba durando hasta muy tarde.
Hombre Luna se asustó al ver los uniformes y las pistolas, ellos
se dieron cuenta y empezó una salvaje persecución. Atravesó el
bosque y encontró un castillo en el que vivía un científico olvidado
llamado doctor Van der Dunkel. Lo acogió en su casa y le enseñó
su invento, un cohete para llegar a la luna. Él, como estaba muy
gordo, no podía entrar por la diminuta puerta. Hombre Luna se
volvió porque se había dado cuenta de que no podía vivir en paz en
la Tierra.
Esperaron a que volviera a su tercera fase, se despidieron con
lágrimas y el ruido del cohete dijo adiós.
El científico recibió su esperado y merecido premio y lo
admitieron en el comité científico. Hombre Luna dejó de sentir
envidia y ahora todas las noches nos mira desde su esfera
brillante.
Fin
PASTEL PARA ENEMIGOS
Noelia Cea Fernández
Un niño que juega al béisbol cree que su verano no puede ser
mejor, su hermana se había ido a un campamento tres semanas.
Por lo único que no estaba feliz era porque llegó un niño nuevo al
barrio llamado Claudio, que era vecino de su mejor amigo Felipe.
Él era su primer enemigo, así que decidió pegar en su cabaña una
lista de enemigos en la que sólo aparecía el niño nuevo. Él no
quería tener enemigos y se le ocurrió consultar a su padre porque
decía que él era un experto en esas cosas. El padre le dijo que
tenía una receta perfecta llamada ‘Pastel para enemigos’ y que lo
único que él debía hacer era ir a jugar con él mientras él
preparaba el pastel.
Fue junto a Claudio para decirle si quería ir a su casa a jugar y él
aceptó. Claudio quería subir a la cabaña, entonces el niño fue
corriendo a quitar la lista porque no quería que la viese.
Más tarde fueron a cenar, el niño estaba muy nervioso por lo que
podría pasarle a Claudio. El padre puso sobre la mesa varios
trozos del pastel que estaba preparando, el niño le dijo a Claudio
que no lo comiera que podría tener veneno, y éste le dijo que su
padre se lo estaba comiendo. Él, sorprendido, viendo como su
padre engullía sin preocupaciones el pastel, comprendió que su
padre había hecho todo eso para que llegaran a ser amigos.
Desde ese día Claudio y él dejaron de ser enemigos.
FIN
El capitán Barbaspín en la isla del tesoro
Alberto Otero Lomba
El capitán Barbaspín estaba aburrido de ser pirata, de su
cuadrilla sólo quedaban tres. Un día vieron una barca en la que
estaba el cocinero de Bill el Rojo. Cuando llegó al barco empezó a
llorar porque lo habían lanzado al agua por robar tres monedas de
oro de los tres cofres que tenía. El capitán le preguntó dónde lo
escondían, él le dijo que estaban escondidos en la isla de los
Huesos Podridos.
Al llegar lanzaron el ancla, se dieron cuenta de que el agua
echaba burbujas y se estaba poniendo negra como la tinta, era
una cabeza de un monstruo marino. Por suerte escaparon en el
bote salvavidas. En la isla pasaron siete pruebas y al llegar al
campamento de Bill el Rojo, le echaron unos polvos del sueño en el
caldero de la cena.
Al acabar de cenar, todos quedaron dormidos la cuadrilla de
Barbaspín cogieron todos los cofres, por la mañana acabaron de
llevar los cofres al barco.
Cuando Bill el Rojo se dio cuenta de que le habían robado se puso
histérico, pero la cuadrilla de Barbaspín no se dio cuenta de que
estaban en la boca del monstruo marino, le pellizcaron la lengua y
salieron disparados, los cofres salieron también disparados pero
cayeron al fondo del mar.
El capitán perdió los nervios, pegó un mordisco y le quedaron
clavados los dientes de oro y plata. Se le quitaron las ganas de
ser pirata por una temporada.
FIN
UNA MAMÁ PARA
OWEN
Brais Fernández Soto
Owen vivía con su mamá, con su papá, con sus tíos y con sus
primos en río Sakari.
Le gustaba el río pero aún más le gustaba su mamá. Comían
juntos, bebían juntos, se bañaban juntos. Cuando ella salía del río
para ver la luna, Owen seguía pegado a su regordeta colita.
El juego preferido de Owen era el escondite, cuando la madre se
escondía, Owen la buscaba. Cuando la encontraba le lamía.
Un día llegó la lluvia que se los llevó a todos al mar.
Owen gritó y gritó hasta que se dio cuenta que su madre no se
había escondido, sino estaba perdida. Una gran ola le llevó hasta
la playa.
En la playa Owen estaba débil, cansado y muy, muy triste. Se
acostó junto a una tortuga macho llamado Mzee, que tenía el
mismo tamaño que su madre.
Ahora lo hace todo con Mzee. Come con Mzee, bebe con Mzee,
juega con Mzee.
Su juego favorito sigue siendo el escondite, cuando Mzee se
escondía en el agua Owen se zambullía en agua para encontrarlo.
Cuando Mzee se escondía entre la hierba, Owen lo buscaba entre
la hierba, cuando lo encuentra dice – ¡ahí está Mzee!
Cuando Mzee duerme, Owen lo espera hasta que se despierta.
FIN
EL COLOR DE LA ARENA
Fran Uru
A Abdulá, un niño del África, le encanta dibujar. Guía a una de
sus cabras (Nadjama) con dibujos del rebaño entrando en una
cuadrilla, así puede llegar al destino correspondiente. No tiene
colores, hace los dibujos con ceniza (se la roba a su madre del
asador), también en el suelo: ¡FASTÁSTICOS! .Su abuelo le
cuenta que vio el mar, era precioso… ¡AZUL! Como el cielo del
desierto.
Para el joven es imposible dibujarlo y desea pintarlo de azul
alguna vez. Pasan los días y va a clase, la profesora Naima (la
única que tenía un lápiz, era, pequeño y blanco) le enseña a
escribir su nombre. Antes tenían papel y lápices de colores pero
poco a poco se fueron desgastando y haciéndose más chiquitos.
Ahora los alumnos escriben con la mano pero él escribe con un
palito… Cuando va a enseñárselo a su madre, hermana pequeña,
abuelo, vuelven y no está. Se lo había llevado el viento. Llora
muchísimo. No se lo puede creer…
A una mujer le cuentan que le pasa a este chico. Abdulá asiste a
clase el día siguiente y se encuentra con un gran camión, no era el
triste camión de siempre, era un tráiler maravilloso y alucinante.
Dentro de él se encontraba la chica, ella llama a Abdulá y le
muestra lo que había dentro de aquellas decenas de cajas. ¡Eran
lápices de colores y muchísimo papel!
Abdulá empieza a dibujar como loco en ellos, hace lo que siempre
quiso, el mar azul, los la flora desértica verde y marrón, un oasis
y su rebaño.
Fin
La colcha de la abuela
Santi Matondi Robatto
Una niña llamada Emily vive con su abuela Oma y su
madre en la calle Arce. Su abuela se muda a una
residencia ``Vista del Bosque´´ pero a Oma no le gusta
ese lugar porque no le dejan cocinar su hojaldre de
manzana, que su abuelo decía que nadie lo hacía mejor
que ella. Tampoco le gustaba la bolera porque los zapatos
olían a pies.
Con el tiempo Oma se fue acostumbrando al lugar y cada
vez le gustaba más y le habían dicho que su vecina, la que
la saludaba cuando salía a tender la ropa, se iba a mudar
a la residencia. También le dejaron hacer su hojaldre de
manzana, se compró sus propios zapatos para jugar a los
bolos. Estaba como en casa.
FIN
El autobús de Rosa
Mencía Tenorio González
Ben es un niño que va con su abuelo a un museo. Piensa que el
museo es de coches pero su abuelo le informó que no era de
coches, sino sobre Estados Unidos.
Al entrar en el museo el abuelo le anunció que sólo iban a ver una
sola cosa: simple autobús. Entraron en el autobús y en abuelo le
empezó a contar una historia. Asombrado, abrazó a su abuelo
llorando. Él lo consoló y le preguntó:
-¿Quieres un helado?
Sí contestó él. Se fueron a comprar un helado.
Cuando entraron en la heladería el abuelo cogió un periódico y lo
leyó. En el periódico aparecía una foto de un señor que era muy
parecido al que protagonizaba la historia que le había contado a
su nieto.
FIN