fiesta de san mateo, apóstol y evangelista

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FIESTA DE SAN MATEO, APÓSTOL Y EVANGELISTA Hermanos, hoy celebramos la fiesta de san Mateo, apóstol y evangelista. En el evangelio según san Mateo escuchamos que Jesús llamó a Mateo, que era un publicano, es decir, un recaudador de impuestos para el Imperio Romano, le dijo, mientas permanecía sentado a su mesa de recaudador de impuestos: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. Hermanos, celebrar la fiesta de san Mateo es darnos cuenta, según esta Palabra que acabamos de escuchar, que el mensaje de Jesús, y desde luego la salvación que obró en cruz, está dada para todos. No hay nadie, por pecador que sea, que esté excluido del amor y la misericordia del Señor. Notemos cómo en el evangelio Jesús no va al encuentro de Mateo para juzgarlo por su comportamiento, que ciertamente no era el mejor, pues estaba cobrando impuestos al pueblo judío para entregárselos al Imperio Romano que los oprimía; sin embargo, Jesús no lo condena, por el contrario, se cerca con amor a Él y lo invita a hacer parte de los Doce, del grupo más cercano a Él, del grupo de sus amigos. Esto sencillamente no cabía en la mentalidad de los fariseos, para quienes Mateo era un pecador y ya, que merecía el castigo de Dios. Jesús siempre anduvo entre pecadores. Y esto molestaba a los más piadosos de su momento. Dice el evangelio que los fariseos preguntaban irónicamente: «¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?». Jesús los oyó y les dijo: “No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos. Vayan, pues, y aprendan lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”. En el centro de la predicación y de las obras de Jesús no estaban la norma, sino el cuidado de la persona humana. Jesús lo tenía muy claro: A Dios se llega por medio del prójimo. Se ama a Dios, amando a las personas que nos rodean. Las prácticas religiosas no pueden estar por encima de los seres humanos: lo primero es la misericordia, no los sacrificios. Dentro del plan de Dios están todos, allí caben todos. Dios no excluye a nadie. Jesús comía con publicanos y pecadores,

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Page 1: Fiesta de San Mateo, Apóstol y Evangelista

FIESTA DE SAN MATEO, APÓSTOL Y EVANGELISTA

Hermanos, hoy celebramos la fiesta de san Mateo, apóstol y evangelista. En el evangelio según san Mateo escuchamos que Jesús llamó a Mateo, que era un publicano, es decir, un recaudador de impuestos para el Imperio Romano, le dijo, mientas permanecía sentado a su mesa de recaudador de impuestos: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió.

Hermanos, celebrar la fiesta de san Mateo es darnos cuenta, según esta Palabra que acabamos de escuchar, que el mensaje de Jesús, y desde luego la salvación que obró en cruz, está dada para todos. No hay nadie, por pecador que sea, que esté excluido del amor y la misericordia del Señor. Notemos cómo en el evangelio Jesús no va al encuentro de Mateo para juzgarlo por su comportamiento, que ciertamente no era el mejor, pues estaba cobrando impuestos al pueblo judío para entregárselos al Imperio Romano que los oprimía; sin embargo, Jesús no lo condena, por el contrario, se cerca con amor a Él y lo invita a hacer parte de los Doce, del grupo más cercano a Él, del grupo de sus amigos.

Esto sencillamente no cabía en la mentalidad de los fariseos, para quienes Mateo era un pecador y ya, que merecía el castigo de Dios. Jesús siempre anduvo entre pecadores. Y esto molestaba a los más piadosos de su momento. Dice el evangelio que los fariseos preguntaban irónicamente: «¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?». Jesús los oyó y les dijo: “No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos. Vayan, pues, y aprendan lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”. En el centro de la predicación y de las obras de Jesús no estaban la norma, sino el cuidado de la persona humana. Jesús lo tenía muy claro: A Dios se llega por medio del prójimo. Se ama a Dios, amando a las personas que nos rodean. Las prácticas religiosas no pueden estar por encima de los seres humanos: lo primero es la misericordia, no los sacrificios. Dentro del plan de Dios están todos, allí caben todos. Dios no excluye a nadie. Jesús comía con publicanos y pecadores, prostitutas y ladrones. Porque allí, donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia, y según las palabras misma del maestro: No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos.

Evitemos, nosotros, convertirnos en jueces de los demás. No excluyamos a nadie del amor de Dios. No creamos que por venir a la misa todos los días y realizar prácticas de piedad y cumplir los mandamientos estamos a autorizados para juzgar con criterios rígidos la vida de los demás. Cada uno revísese a sí mismo, trate de vivir con convencimiento el evangelio y ame a quienes lo rodean, incluso a los enemigos. Allí radica la esencia de ser cristiano.