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Taller de Escritura Publicación del Taller de escritura creativa del módulo CT5 - GES

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Este libro está escrito por alumnos y alumnas de Taller de escritura creativa(Invierno 2014) - GES

Institut Obert de CatalunyaLa ilustración de la portada es de Quint Buchholz.

Los trabajos seleccionados corresponden a compañeros del curso. Felicitaciones atodos por vuestro trabajo.

Tamara Alonso Rodriguez (BCN)

María Mercedes Salvadó García (BD)

Maite Esteban Illana (IG)

Oscar Garcia Paniagua (SIT)

Javier Venegas Montes (BCN)

Raquel Moriana Andrés (BCN)

Ricardo Alvira Andres (CM)

Maite Esteban Illana (IG)

Adam Botello Fernández (SJ)

Laura Cabanas Mirapeix (BCN)

Carmen Lopez Zamora (JC)

Miguel Carpio Gonzalez (CAS)

Marta Aperador Domínguez (LM)

Jonatan Vaquero Jiménez (BCN)

Elena Lopez Gonzalez (BCN)

Hanane Riyani (MF)

Noemi Aparicio Martinez (BCN)

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Autorretratos literarios

La tormenta perfecta

Los rayos de sol son detenidos de forma inquebrantable por un cielo cubierto de nubes. Aunque a su alrededor está lloviendo, cuatro humildes paredes y un sólido techo resguardan a una joven y risueña que no se deja influenciar por la tempestad.

Sus ojos son azules como las profundidades del mar que aparece cada noche ensus sueños, una mirada es suficiente para sentir que te sumerges en él. De labiossonrosados, carnosos y de sonrisa fiel, ocultan brillantes dientes no únicamentedebido a su impoluta blancura, sino también a una temporal y molesta estructurametálica. Una diminuta nariz fina y respingada se revela en el centro de sublanquecina cara.

Muy poco es lo que muestra de su carácter, la timidez no la encontramos solamenteen su nariz. Su sedosa y platinada melena impecablemente peinada nos hace intuiruna personalidad coqueta y perfeccionista. No hay maquillaje que ilumine su cara,nunca sabremos si debido a su sencillez o a la fina y resplandeciente piel que tienela fortuna de poseer.

La lluvia no cesa, su destello tampoco.

Tamara Alonso Rodriguez (BCN)

El espejo

Hacía tiempo que no me miraba detenidamente en el espejo y casi me asusto de mi misma, no me ha gustado lo que he visto, para mi que el espejo engaña, pues he visto en él a mi madre. ¡Oh Dios! ¿Tanto he cambiado? Ella era una mujer de bandera, mientras que yo era un patito feo a su lado.

El espejo no engaña, me miro y me vuelvo a mirar y lo que veo es el paso deltiempo. Veo un cuerpo menudo, mi mata de cabello castaño claro, la he cambiadopor un pelo corto, pobre, tirando a blanco grisaceo, observo los ojos y el espejo medice que son pequeños, algo rasgados, de color verde, ahora camuflados por unoslentes para ver mejor.

¡Mira! me dice el espejo que no he cambiado la nariz, esta sigue siendo pequeña yrespingona, la boca pequeña, con labios delgados y dientes cariados, la cara esovalada.

Me puedo enfadar con el espejo, pero el paso del tiempo no cambiará por muchoque me mire en él.

María Mercedes Salvadó García (BD)

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Una rama de amor

Una rama de amor soy de la vida;Crecí con savia nueva como todas las flores,mi aroma es un azmicle con su fragancia propiamiasma juvenil cargado de ilusiones. Sucedió hace diez lustros el acontecimiento;Es mi cabello negro, mi tez de terciopelo,tengo nariz corriente y boca acostumbrada,y llevo entre mis dientes el don de la palabra. Gusto de estar envuelta en secretas esquinas,y acompañada siempre de sensaciones nuevas,discurro como un río entre las peñas verdes,de este jardín del mundo donde llegué a nacer. Espinas siempre hay entre aterciopelados,dolor como cualquiera y como todos hago,que su efecto aminore extremando mi celo,y vuelva su dolor a sangrar en el cielo. Soy como veis normal parte de este finito;Caña, flor de nogal, rosa de terciopelo,arquetipo formal de sinsabores nuevos,delimitada estoy en el jardín del tiempo.

Maite Esteban Illana (IG)

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Vidas imaginarias

El joven que nunca se rindió

Sergio era un joven diferente. Y cuando digo diferente, no me refiero a su excéntrico peinado, sus collares y anillos o el hecho de que siempre vistiera de negro. Tampocoa su rostro serio, casi con la mirada perdida, que no dejaba entrever nada más allá de sus grandes ojos y cejas pobladas.Ya desde pequeño, había notado cierta incomprensión por parte de sus compañerosde clase. A Sergio no le gustaba jugar al fútbol, ni se reía ante las bromas fáciles. Tampoco le gustaba llamar la atención, aunque parezca sorprendente. Empezó a leer textos de Antonio Machado, y quedó fascinado por el intimismo de sus versos.

Su tendencia a evadirse y aislarse del mundo exterior se acentuó debido a diversos engaños amorosos. Siempre había tenido una vida difícil. Su padre falleció cuando aún era un bebé, y su madre tuvo que criarlo al tiempo que se volcaba en la bebida. Casi nunca estaba en casa y Sergio tuvo que aprender a cuidarse solo.

Su perturbada historia pareció tocar fin una fría noche de invierno. Sergio estaba sumido en una profunda depresión, de esas que te llevan a pensar en hacer auténticas locuras. Subió a lo alto de la azotea y se sentó en el borde de la cornisa. Allí se pasó varias horas, pensando en que no le quedaba nada por hacer que valiera la pena.

Entonces recordó el viejo cuento de Fátima la hilandera, que tanto le gustaba. Fátima naufragó dos veces y fue vendida como esclava, pero aun así nunca se rindió, y las desgracias de su vida sirvieron para que se hiciera más fuerte y saboreara más sus éxitos. Así que decidió bajar de allí, dejarse de historias y luchar por todo aquello que mereciera la pena, y "abandonó su caverna, ardiente y fuerte como un sol matinal que viene de oscuras montañas".

Oscar Garcia Paniagua (SIT)

La calma después de la tormenta

Aquel verano de 1952 fue muy lluvioso. Un joven llamado Julio se encontraba en una ciudad pesquera de las Islas de Pascua lanzando su caña, como todas las mañanas, en el rompeolas. Era hijo de un capitán de barco y una pastelera. Vestía un chubasquero azul oscuro sobre un viejo jersey de lana y botas de agua. Su largo pelo negro le cubría los ojos. Aunque era alto y corpulento era un chico muy afable einocente.Llevaba varios años pescando pero este último había sido desastroso. Acostumbraba a pasar las tardes en una taberna cercana donde se reunían todos los marineros. Él no se daba cuenta pero cada vez eran más frecuentes sus

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discusiones y peleas. Bebía demasiado. Tras un tiempo en la misma situación empezó a tener severas pérdidas de memoria. Olvidó por completo historias y anécdotas de su niñez y, poco a poco, se olvidó de sus seres queridos. Pasó varios años sumido en la oscuridad más absoluta en la habitación de un hospital.Un día lo visitó Alicia, una vieja amiga del colegio de la que él había estado muy enamorado. Alicia consiguió darle un poco de luz a su vida y hacerle recordar quien era y quien quería ser.Como en aquel poema de Machado:

Todo pasa y todo queda, Pero lo nuestro es pasar, Pasar haciendo caminos, Caminos sobre la mar. Juntos fueron felices. Siempre recordarán el verano de 1962 cuando pudieron llevar por primera vez a la pequeña María a pescar.Fue así como “lo que había parecido ser, en su momento, una experiencia desagradable, resultó ser parte esencial en la elaboración de su felicidad final”.

Javier Venegas Montes (BCN)

Una gran vida empieza por una pequeña historia

Durante años, un chico llamado Thor trabajó hasta tarde en antiguas tabernas de diferentes pueblos, donde después de atender a montones de borrachos, y recoger todas sus sobras, siguiendo el mismo plan de cada día, se disponía a ver el amanecer rodeado de calma y tranquilidad, en cualquier sitio apartado de la muchedumbre y del bullicio. Cogía su bicicleta y sin pausa pero vigilando a su espalda el amanecer, se daba la prisa necesaria para poder llegar a la cima antes que su querido sol. Ese magnífico sol que le bañaba de oro las hojas de sus poemaspreferidos, esos versos de Machado, que le hacían de una vida y familia que por desgracia el despreciaba. Haciendo que sus pensamientos se fundieran segundo a segundo con un mundo que creía que jamás alcanzaría a conocer.

Pero un día para su sorpresa y recordándole el cuento de la hilandera, se cruzó con un hombrecito que pese a su pequeña estatura y su rostro desfigurado, le ofreció ganar mucho dinero trabajando para él, alegando que lo había visto trabajar en diferentes ciudades y explicándole que él necesitaba a alguien con sus características. Alguien como Thor, con un carácter frío como la hiel, responsable y con buena presencia. A lo que Thor con la misma grandeza que su nombre indicaba,respondió que él tan solo era un tímido muchacho, al que más bien se le veía sonreirpoco, colmado de rasgos severos y contundentes, como si dos hadas fuesen labrado sus cejas alrededor de unos ojos directos y claros, vigilando todo a su paso.

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Él no entendía por qué dicho hombrecito se fijó en él y no en otro. El hombre le contestó, dejando ver una sonrisa, que eso es lo que el buscaba. Alguien humilde y responsable que pudiese llevarle los negocios, sin ningún tipo de trepas ni engaños.

Y así fue, con el paso del tiempo, ese muchacho joven que escapaba de la muchedumbre para leer alejado del mundo, aprendió con precisión el negocio y su funcionamiento. Con los años aquel buen hombre le dejó todas sus posesiones, falleciendo con la gran felicidad de que había conseguido que alguien digno continuase llevando sus negocios como si de él mismo se tratase.

Raquel Moriana Andrés (BCN)

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Negra María

Azúcar de caña, café moreno,María y madre, de un Jacobo pequeño.Su tez, su piel y su mundo entero,nació morena y de corazón hondureño. Negro el carbón de las brasas de un leño,así su corazón se muestró en el cielo.Perdida en la noche, como un búho isleño,su matrimonio se abatía como las alas de un ciervo. No eres Jacobo al leer este texto,tampoco, ella madre, al sentirse como un ciervoAgraciada con un niño, nacido a buen tiempoquerido y amado le instruyó de lo incierto. Así lo haría Jacobo cuando la miel le llamaríaengañada y frustrada por un amor verdadero,y se envuelve en las brumas de un viejo cuento. Siendo ella madre y sabiendo mezquinos sus vecinos,ondularía sus cabellos como lo haría la lunay dejaría que su pequeño se deslizara por ellospara probar las mieles de aquellos que le llamaban tonto. No les mostraría la luna,ni tampoco las mieles mentirosaspues bien a su buen saborle haría unas ricas tostadasy nunca debería, arrojarse a la debilidad del ser. Ella tampoco lo hizo.Luchó por entender y saberque quienes hacen caminosu recompensa la encontraremos en nuestro ser. Con tiernas palabras, mezquina esposaarropando a su niño en la noche,tiernas palabras le diría: “Hay Jacobo vida mía,camino de dulzura y tierno al engañoaprende de quien escribe,puñal en mano contra mí mismay no te dejes vencer.”

Ricardo Alvira Andres (CM)

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Los cristales del viento

Sentía la necesidad de seguir devorando poemas, era como una droga sin la cual nopodía vivir. Intentaba simular en sus párrafos las enseñanzas adquiridas mientras ideaba la manera de progresar día tras día. Era locuaz, atrevido, tenaz, algo distraído a veces, su mirada clara y penetrante, noble, de gran facilidad argumentaria, curioso, con su nariz respingona y sus ojos de un azul cálido, nervioso, comprometido con su necesidad, su cabello negro pulcramente aseado le daba un aire interesante. Estaba enfrascado en la escritura de un libro de poemas, un libro que reflejara algo más de lo que comúnmente estaba acostumbrado a ver reflejado en los libros. Así, pasaba sus ratos de sosiego intentando crear algo único, algo con lo que cualquier lector pudiese sentirse identificado independientemente de la situación recreada, sin tener en cuenta el momento ni el lugar. Quería crear un reflejo de cada situación en la que él (como cualquier ser humano) podía encontrarse y a través de dicha descripción el lector entendiera y sintiera lo mismo que él había sentido. Pasaba sus momentos de asueto ensimismado en sus pensamientos y evocando recuerdos que le pudiesen aportar algo a sus intereses. De repente una ráfaga de viento hizo trizas un cristal de la ventana de la habitación. Pensó debía ser algo parecido a eso, que ellector cuando leyera su libro viese y sintiese a través de sus rimas la misma situación que él en un momento semejante.- algo no del todo imposible, pensó. Acto seguido, con la tenacidad que le caracterizaba, se puso manos a la obra y verso a verso consiguió acabar el libro, no sin antes desechar borradores hasta que pudo sentirse satisfecho de su obra. Había creado su ansiado libro, solo faltaba comprobar si efectivamente causaba en el lector lo que él estaba buscando. Lo dio aleer a conocidos y todo el mundo coincidió; era algo familiar íntimo que te hacía volver a momentos concretos y te hacía sentir y experimentar situaciones y sentimientos que en muchos casos no sabía el lector haberlos sentido, te hacía volver como a través de un cristal a lugares y situaciones olvidadas.

Maite Esteban Illana (IG)

Inventar sobre los demás

Entre dos mundos

Clara, una chica de bien, de buena familia y mejor linaje, vivía en la zona alta de París, en una gran casa, rodeada por un jardín enorme. En el jardín la vista alcanzaba a apreciar una fila de almendros, rodeados por finos rosales, con miles derosas que barajaban desde el más claro al más intenso de los rojos. Formando un largo camino hasta una verja grande y tosca que dejaba entrever el bullicio constante de la gente paseando a sus caros perros. A los laterales de dicha verja se

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encontraba un alto muro que rodeaba toda la finca con la intención de protegerla de las miradas indiscretas de los vecinos. En la parte trasera de la gran casa, justo en frente del gran porche de color amarillo pastel, se veía una gran piscina con tumbonas a su alrededor. Si fijabas la vista a los lejos se apreciaban las cocheras, escondidas entre robustos cerezos. Un poco más a la izquierda de la piscina encontramos un pequeño estanque de forma circular, que acoje a cinco carpas anaranjadas y brillantes.

Clara, es una jovencita de diecisiete años, con labios de bella forma de tono rosado y aparentemente carnosos, acompañados en su belleza de una nariz pequeña que hace resaltar unos ojos grandes y de un azúl tan profundo como el cielo infinito. Con el cabello largo y ensortijado, recojido siempre por dos horquillas doradas que hacenresaltar el castaño de su pelo y todavía resalta más la pálidez de sus mejillas salpicadas de pequeñas pecas.

Como de costumbre, salió a pasear con su niñera, que ya había pasado de joven niñera a fiel compañera de Clara. Paseaban por las calles lujosas y románticas de la bella ciudad. De pronto, la niñera con su modesta menudez, le pidió a Clara si podía ausentarse en su paseo por motivos personales. Por lo visto estaba esperando una carta de su hermano, y queria ese tiempo para asegurarse de que a correos no habia llegado carta alguna. La niña con mucho cariño, le concedió el tiempo sin reproches, y la avisó de que la esperaría sentada en el Café de la Plaza Mayor, sin ningún tipo de prisas.

Cuando ya se disponía a sentarse , se fijó sin saber por qué, en un chico que mirabahacia el cielo tumbado en un banco de la misma plaza, le llamó la atención y sin saber cómo sucedió, sus propios pies la acercaron hasta él, mientras que sus ojos apuntaban al mismo punto que los del chico. Una vez se encontró al lado del banco, Clara sigilosamente susurró:-¿Que vigilas con tanta inquina? Yo no veo más que un cielo despejado y tres pajarillos incansables.A lo que el chico de un brinco, se puso en pié y comenzó a pedir perdón, como si en ello le fuera la vida.- ¡Perdón! ¡Perdón! ¡Perdón!, no quería molestar solo estoy mirando la belleza del cielo y disfrutando de sus colores - gritó él sin cesar la respiración alterada sobre su pecho.En ese momento clavaron las pupilas el uno en el otro y sin dejar de descansar el corazón ambos empezaron a sentir un curioso y gran hormigueo, que no les dejaba proseguir con la conversación. Clara se ruborizó y sin pensarlo, escapo muy deprisa pero sin llegar a correr en dirección a la silla del café de la Plaza Mayor. Sin mirar atrás, sin pensar ni siquiera sin dudar. Sabía que algo le acababa de pasar que aquella sensación tan fuerte y profunda le iba a traer problemas en un futuro. El chico se quedó mirando, esperando una mirada cómplice o una simple señal, pero no fue así. La estuvo observando hasta el más mínimo movimiento y cuando por fin ella se levantó, fue por qué vió aparecer a la niñera por la Plaza Mayor y no quería continuar bajo aquella mirada. Pero desde la posición de él, se vió como dejaba caerun papel con la mano, muy disimuladamente. En cuanto Clara marchó, el chico se

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levantó ágil y veloz en dirección hacia el pequeño papel recién caído al suelo. Para su sorpresa, cuando lo desplegó, leyó muy nervioso la frase: Mañana en el parque Bellville, a las cinco junto a los cisnes.Sin dudarlo, aquel chico poco acicalado, de ojos grandes y marrones, un rostro toscocon la mandíbula cuadrada y despeinado, deseó que el tiempo pasara lo más rápido posible, pese a que cada hora le parecía un día infinito. Al día siguiente, sin falta y puntual estaban los dos muchachos allí, sentados en un parque tapados por el verdede los arbustos, presentándose y contándose hasta el último detalle sobre sus vidas,pese a ser de dos mundos diferentes, consiguieron que lo que parecía un tropiezo con alguién ajeno se convirtiese en una historia de amor forjada por un único sentimiento, puro y verdadero que le pudo a todos y a todo.

Raquel Moriana Andrés (BCN)

La caja de música

Aquella caja se abría emitiendo un sonido suave, dulce y repetitivo. Una melodía quese metía en la cabeza: ¡Tin, ton, Tin, ton, tin, ton, tin! Dejaba entrever una bailarina, con su tutú, su brazo arriba y una pierna levantada en un ángulo de 90º. El color rosa de su vestido resaltaba con la blancura de su rostro y de sus manos. Sus ojos eran grandes y luminosos. El pelo negro caía sobre sus hombros entrelazado en unacoleta en la nuca. Su sonrisa era misteriosa, una mezcla entre la alegría de estar disfrutando de su pirueta de baile y una extraña melancolía que se adivinaba, pues la sonrisa no era completa.

Pero lo que más fascinaba de esa caja de música, era el nombre que aparecía en la base de la caja. No era un nombre de mujer, ni de hombre. Más bien parecía un nombre de un lugar: Martarisechev. Parecía ruso.Fuera lo que fuera, nuestra niña sentía una especial atracción por la cajita y por su muñeca. Su madre se la había regalado con tan sólo cuatro años, cuando, por cuestiones laborales había ido a Moscú. En uno de los mercaditos junto a la Plaza Roja encontró la cajita y la compró por la coincidencia del nombre, la niña se llamaba Marta y en la cajita ponía Martarisechev. Según lo que pudo entender del poco inglés que hablaba el vendedor, Martarisechev era un pequeño pueblecito juntoa los Urales, donde se contaba una triste historia de una joven que había llegado al ballet Bolsoi. Era una grandiosa bailarina, una privilegiada. Una de esas chicas que surgen cada cien años, con un don natural, una de esas bailarinas que parecen flotar en el escenario y moverse entre las notas de esa maravillosa música.

Era la estrella absoluta del ballet ruso, pero, un buen día, sin explicaciones, desapareció. Nada más se supo de ella. Esa historia que Marta había oído de labios de su madre, junto con la misteriosa cajita, habían hecho de la pequeña niña, una gran amante del baile y de la música clásica. Desde los cuatro años, recibió clases de ballet. Adoraba danzar al ritmo de la música. Se sentía libre, feliz, invadida por unespíritu bueno, llena de dicha. Era una sensación muy difícil de describir en este

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humilde papel.

Todas las noches, después de sus clases volvía a casa muy cansada. Era duro tantoensayo. Después de una cena muy frugal, se retiraba a su habitación. Pero antes deacostarse abría la cajita, y con su música practicaba una vez más las piruetas más difíciles aprendidas durante el día. Cuando ya no podía más, se tumbaba en la cama, frente a la misteriosa y diminuta bailarina. La observaba e imaginaba moverseigual que ella, llegar a ser la mejor bailarina del Bolsoi y se dormía para soñar que un día, harían cajitas de música como aquella, pero sería ella la representada en la muñeca y todas las niñas del mundo, soñarían junto a sus cajitas, durmiéndose felices.

Pasaron los años y la vida fue muy generosa con Marta. Sus esfuerzos habían sido muchos pero se habían visto recompensados. Ahora, con 15 años, era una de las bailarinas del ballet nacional de España y eso, le estaba permitiendo viajar por todo el mundo. Londres, París, Roma, Nueva Cork,… Pero sus nervios se dispararon al escuchar de boca de su director que el próximo viaje sería a Moscú. Bailarían en el Bolsoi.

Ella había mantenido sus costumbres de niña y allá donde iba, llevaba su cajita rusa.Aquella historia de su niñez se había convertido casi casi en una novela de amor y aventuras gracias a su imaginación. Por una parte, deseaba conocer en vivo y en directo aquellos lugares, donde sus sueños habían situado los escenarios de la historia de la muñequita de su caja. Pero por otra parte, tenía miedo. Miedo de que se rompiera el embrujo, la magia de aquella historia que le había dado fuerzas y ánimos para luchar por ser bailarina.

El viaje se hizo interminable y al llegar, un frío negro les esperaba. No sabía cuántosgrados bajo cero marcaría el termómetro, pero seguro que pasaban de los veinte. Tenía miedo sólo de una cosa, de una tontería, que su cajita rosa se congelara y no funcionara. Pero afortunadamente no fue así.

Pasaron unos duros días de ensayos antes del estreno. En esos días, Marta observaba todo con los ojos como platos. La imaginación se le disparaba y creía ver su bailarina por todos los sitios. La buscaba en el camerino, entre bambalinas, notaba su esencia en el escenario… Y eso se notó.Bailó como nunca lo había hecho. Flotaba en el escenario, transmitía la emoción quesentía a todo el mundo. Sus compañeros alucinaron, su director estaba encantado, los rusos no daban crédito a sus ojos. Los aplausos se escuchaban hasta en los ensayos.

La noche antes del estreno, Marta, sola en su habitación, volvió a abrir su cajita. La música inundó la estancia y ella observó de nuevo a su pequeña bailarina.

- Quisiera ser como tú y dedicarte mi actuación de mañana – le decía – tal vez nunca hayas existido, pero para mí, eres real. Trataré de estar a la altura mañana.

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Al día siguiente, el ballet del Bolsoi registró un lleno histórico.Marta bailó como los ángeles y el triunfo fue atronador. Toda la prensa internacional recogió el éxito del ballet nacional y más en concreto de su primera bailarina.

La puerta del camerino sonó y Marta la abrió. Una mujer mayor, de unos 60 años, estaba delante de la puerta. Al verse delante de Marta, sus ojos se pusieron brillantes y una lágrima se deslizó entre las arrugas de su rostro.

- Llevo cuarenta años enseñando a bailar a niñas y jamás había visto algo igual. Mi más sincera enhorabuena, niña – dijo en un inglés con un fuerte acento ruso.- Muchas gracias, señora, es un honor escuchar sus palabras.- Me has recordado mi juventud. He visto la emoción en ti, el sentimiento que desprendías. Ha sido increíble. Sólo quería decirte eso, niña. Nunca dejes de bailar – dijo mientras se dirigía a la puerta del camerino.- Gracias de nuevo. No olvidaré sus palabras. Por cierto, ¿me puede decir su nombre, señora?- Mi nombre es Olga Martarisechev – dijo mientras cerraba la puerta – tú sabes muy bien quién soy. Me tienes ahí, en tu cajita – y cerró la puerta.

Marta, perpleja por unos instantes, reaccionó y se abalanzó sobre la puerta. La abrió, pero allí no había nadie. “¿Lo habré soñado?”, se preguntaba. Pero no, ella sabía que no. Abrió su cajita y de nuevo observó su muñequita. Eran esos mismos ojos y esa misma misteriosa sonrisa.

Marta nunca dejó de bailar. Además, en Moscú, las cajitas dejaron de llevar el nombre de Martarisechev en la base de la caja, para llevar simplemente el nombre de Marta.Su sueño se había hecho realidad.

Adam Botello Fernández (SJ)

El pasador de plata

María era una mujer de mediana estatura, de complexión robusta y de aparienciarisueña. No aparentaba sus cuarenta otoños recién cumplidos. Sus ojos negros yalmendrados, conjugaban dulcemente con su larga, fina, brillante y oscura melena,como el azabache. María era de piel morena. Su rostro era ovalado, de pómulospronunciados y de perfilados labios rosados de los que tímidamente seresguardaban tras una sonrisa lozana, delineada y deslumbrante como la nieve.María revelaba en su porte, en sus facciones, en sus rasgos, sus ancestrosindígenas, igual que su hijo Jacobo.

María conocía muy bien la entraba y la salida del sendero que llevaba a la finca,atravesando el parque de los robles. Le gustaba notar el aire fresco en las mejillas, ysentir la fuerza del viento en su alborotado pelo. Siempre llevaba colgado en

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bandolera su viejo y rozado bolso de piel granate, donde llevaba entre muchascosas, un pasador de plata muy querido. (Era una antigua herencia familiar). Maríaacostumbraba a desenredarse el pelo con la punta de los dedos, frente al espejoque había detrás de la puerta del porche y mediante un recogido improvisado,ponerse el pasador de plata, que tanto amaba. Dejaba el abrigo y el bolso encima deun banco recibidor de estilo isabelino, y subía enérgicamente los tres peldaños delporche que llevaban al piso principal.

María Amaba su vida, amaba todo lo que la rodeaba, amaba esa casa y se sentíaamada y feliz en ella. A María le cautivaban todas las estancias de la casa, la salaazul, la primera habitación y también la segunda, así como las escalerasalfombradas; pero la estancia que más le gustaba, donde pasaba horasinterminables mirando, pensando, divagando, era el salón. Tenía unas vistasespectaculares, podía ver los árboles, los setos, el camino del sendero y lafrondosidad del parque de los robles, a través de los grandes ventanales. Alatardecer, los últimos rayos iluminaban la estancia dibujando un camino de luzreflejado en el suelo, como un tobogán de oro, igual que en el cuento de AndersonImbert que tanto le gustaba a su hijo Jacobo. Últimamente, María no podía recordarcon nitidez, hacia donde iba cuando anochecía. María se quedó frente a la puertadel salón, algo perpleja. La puerta del salón siempre debía permanecer cerrada,nunca abierta. Esta vez estaba entreabierta y asomaba un hilo de luz provenientedel ventanal, llegando a alargarse hasta iluminar la punta de sus pies descalzos.María asomó la cabeza por el escaso espacio que había entre la puerta y la pared, ypoco a poco fue entrando sigilosamente en la estancia, su estancia, su salón. Habíaun sillón de alto respaldo, de terciopelo verde orientado de espaldas a la puerta.María se quedó justa detrás, estaba confundida, asustada; en el vio que reposabaapesadumbrada la cabeza de un hombre. Sintió temblar de miedo todo su cuerpo,no sabía qué estaba pasando, quién era ese hombre, qué hacía en ese sillóndesconocido, ¡y en su salón! María se acercó un poco más, hasta tocar con supecho el respaldo del sillón. Sin apenas aire para poder respirar, vio que en la manoizquierda del hombre sujetaba un libro de Julio Cortázar: Continuidad de losparques, su libro preferido, y en la otra, sostenía lánguidamente una fotografía quehabía sido tomada frente al sillón donde ahora se resguardaba. María no dabacrédito a sus ojos. Con gran desconcierto, se reconoció en la foto. Sonreían todos,su marido y su hijo Jacobo; al pie de la foto, una posdata: “Te queremos Papi” FelizNavidad 1998. María empezó a recordar… ese atardecer, esos regalos, las risas, mibolso de piel granate; ¡¡oh, Dios mío!!... ¡¡coche, nieve, gritos, tren!!… silencio…oscuridad… y junto a mí, Jacobo. María, dio unos pasos ladeando el sillón y seacomodó a los pies del hombre que sollozaba sentado en el sofá; era el mismohombre al que había amado intensamente durante veinte maravillosos años; elmismo hombre que había hecho grabar junto a sus nombres, María y Jacobo, en loalto del respaldo del sillón verde aterciopelado, el dibujo de su preciado pasadorplateado.

Laura Cabanas Mirapeix (BCN)

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Escribir sobre nosotros mismos

La esfera de luz

Tenía la piel blanca, sus ojos eran de color avellana tan llenos de vida, sus labios rojos le daban un aire exótico.Estaba sentada en el porche de su casa, era de noche y la brisa acariciaba dulcemente su rostro. Pensaba en su vida, tan segura y ordenada, necesitaba tener el control de todo lo que la afectaba, para no sentirse perdida.

Miró las estrellas y deseo estar allí arriba todo parecía mágico, de pronto se encontró en un universo desconocido, todo era tan diferente, se sentía tan libre, tan ligera. Miró su cuerpo y tan solo había un esfera de luz, no entendía nada pero sentía tanta paz que pensó que estaba soñando, voló y recorrió los paisajes más maravillosos que nunca se había imaginado. Vio otras esferas que brillaban como ella y que sin hablar le daban la bienvenida, vivió un mundo de sensaciones que laenvolvían como un perfume. De pronto la cegó una luz resplandeciente, cuando pudo mirar se encontró en el porche de su casa. Pensó que había sido un sueño cuando vio dos esferas de luz alejarse, Sonrió, ya no era la misma, comprendió que en la vida existía la magia, que existía una vida más allá de lo real, donde entoncesdonde acaba lo real y empieza la magia.

Carmen Lopez Zamora (JC)

Agapito Lupito y el bichillo verde

Dicen de él que es multigeneracional, tímido por naturaleza. Nunca nadie lo ha visto.Pequeño como una pelota vasca, no tiene una forma exacta. Ni es mullido, ni tampoco tierno, gomoso, espumoso y ciertamente elástico.

Vive dentro de un tronco; puede ser el tronco de una rama, el pie de una cama o el palo de una escoba. Porqué este, además de haber vivido más generaciones que tu y yo juntos, es un ser multidimensional. Es chafardero por naturaleza, ocioso en su oficio, que con sus enormes ojos, lo que le gusta es mirar, ondear, observar y satisfacer su curiosa naturaleza, haciendo eso que mejor sabe hacer. Y es, mirar.

Es verde y translúcido. Como la hoja de una palmera y cristalino como una esmeralda. Su boquita, es como un botón, del puño de la camisa de una muñeca. Redonda y hueca. No tiene nariz, ni oídos, aunque oye, ni piernas, ni brazos, ni pelo,tampoco. Aunque anda, salta, escucha y sobre todo, observa y sonríe cuando algo le gusta. Y cuando está apunto de ser descubierto, se esconde de nuevo en el interior de un leño.

Una noche, como tantas otras, desde hace ya más de muchas, muchas lunas; salió para hacer aquello que tanto le gusta. ¡Mirar!

Entre los palos de su nueva casa, que algún laborioso maestro carpintero, había convertido en el cabecero de una cama. A media noche, como de costumbre,

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asomaba sus enormes ojos para otear los alrededores y asegurarse de que nadie iba a verlo. Y a diferencia de otras tantas, había un niño tendido, que además de no dormir, lloraba desconsoladamente, aunque lo intentara en silencio.

Agapito Lupito, era un niño recién desamparado, por unos padres, que decidieron mudarse al cielo. A él no le llevaron consigo y le dejaron solo en aquel hospicio.

El diminuto corazón, más pequeño que la punta de una pluma, se enterneció al oír los lamentos del pequeño Agapito. Dio un brinco y se posó sobre la mejilla del muchacho y empezó a recoger una de las lágrimas que corrían por su mejilla y la empujó con todas sus fuerzas para intentar meter la lagrima del sitio donde salían. El pequeño Agapito, que fue el primero que le vio, le preguntó quien era y que estaba haciendo.

Pero el pequeño bichillo verde, solo pudo contestar con un pitido semejante al de un pato de goma.

Al oírlo, el pequeño Agapito, se hecho a reír.

Fue tanta la alegría que sintió el pequeño bichillo verde, al descubrir que podía borrar las lágrimas del pequeño Agapito; que desde aquella noche, se le aparece y le hace compañía.

Ricardo Alvira Andres (CM)

La odisea de la vida Eran las 11:30 de la mañana y aquel chico de pelo rizado y cuerpo escuálido, todavía seguía ahí. Abrió los párpados, suspiró y se puso a pensar en el sueño que acababa de tener. Recostado en la fría piedra, cerca de un riachuelo con su anorak puesto, que aunque no había ni una nube en el cielo y los rayos del sol eran como una cómoda caricia, hacia algo de viento teniendo en cuenta que era mediados de febrero, y esa brisa que removía el frío no le dejaba pensar.-Sigo aquí ains... Dijo mientras lanzaba un suspiro ahogado.En ese momento la brisa amainó y su pelo rizado y ondulado dejó de zarandearse. Los leves rayos del sol se notaban con más fuerza y hacían que tuviera calor dentro de esas capas de cebolla que tenía por ropa. Ahora se oían los pájaros parlotear y llamarse entre ellos y el riachuelo sonaba como si te estuvieran sirviendo una taza de te. Eso le hizo relajarse, no había tenido un buen día y el sueño que acababa de tener lo remataba. Pero la naturaleza le inducía a relajarse y sentirse a gusto como si fuera parte de ese mosaico precioso que contemplaba. Para él no era fácil vivir tanalejado de todo el mundo; la ciudad más cercana estaba a 40 kilómetros y todo lo que se podía observar desde la parte más alta del valle eran montañas y más montañas hasta el horizonte. Realmente tuvo que renunciar a muchas cosas, pero loque más le fastidiaba era el dinero. Empezó a pensar en ello y una mueca de disgusto brotó de sus labios y mejillas.-Necesito encontrar trabajo, argh! Vociferó en voz alta.Encontrar un trabajo era lo que más deseaba, se arreglarían todos sus problemas. La distancia y la falta de dinero eran sus peores enemigos, hacían que no pudiera salir con sus amigos por la falta de recursos y medios y en el pueblo donde residía,

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solo habían cuatro ancianos.-Maldita sea, (Replicó) si cobrase podría tener un coche, salir por ahí, tener mi vida...Realmente frustrado se levantó, llevaba tanto tiempo sentado y durmiendo al lado desu riachuelo preferido, que sus músculos estaban medio dormidos.-Es hora de encontrar trabajo maldita sea! Reiteró otra vez.Realmente convencido de su propósito y con una gran convicción, salió de ahí a través de las zarzas que encerraban el riachuelo y bajó colina abajo en dirección a su casa. Eran ya las 11:58 de la mañana, entró en casa, saludó a su madre, se dirigió a su habitación y lo primero que hizo fue encender el ordenador. Unas increíbles ganas de usar el ordenador para conectarse a internet entraron en sus pensamientos, pero esta vez no caería esa breva. Encendió la impresora, cogió su carpeta y empezó a imprimir currículums por doquier como unos 30. Después salió de su casa sin decir nada más que un breve "vendré para comer" y bajó raudo, calle abajo, dirigiéndose al pueblo. Sabia que las escasas posibilidades de encontrar trabajo eran mínimas, pero no pensaba en ello, esta vez su deseo de salir de allí era mayor.

Durante todo el mediodía estuvo enviando currículums por los 4 bares que había, losbadulaques cercanos y las fabricas de al lado del pueblo. Se hicieron las 2 y media, el sol ya estaba en su punto mas álgido y el muchacho no parecía haber tenido éxitoalguno. Derrotado y cabizbajo, decidió volver a casa. Mientras paseaba de vuelta a casa, alguien le gritó:-¡Oye chico, espera un momento!El chico se giró y vio a un hombre que parecía tener interés en él. Se paro justo a su lado y le dijo:-Perdona chaval, te he visto tirando currículums y me gustaría preguntarte si te interesaría tirar unos panfletos por nosotros, nos falta un chico que nos haga propaganda de nuestro negocio y es urgente, te vi a ti y bueno... Y por supuesto remunerado, claro está.Cuando el joven escucho esa palabra,”remunerado,” le retumbó en la cabeza como si de un eco se tratase. Una sonrisa de oreja a oreja se le dibujó en el rostro y pareció incluso como si sus ojos se tornaron llorosos levemente.-¡Por supuesto que sí! Dijo con una alegría que él mismo no sabía de donde provenía.Cuando terminó de hablar con el hombre, subió la cuesta tan feliz como unas pascuas, había encontrado un trabajo. Sí, es cierto que no era el mejor trabajo del mundo y ni siquiera un trabajo del que sentirse orgulloso, pero él sabia que las cosascambiarían, que iría todo para mejor, a partir de ese día.

Miguel Carpio Gonzalez (CAS)

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La huella

Alma rodeaba sus piernas dobladas frente a su pecho, mientras permanecía sentadaa la orilla del mar. Su corto y ondulado pelo canoso, se agitaba por el viento descubriendo el color lechoso de su envejecido rostro. De ojos parduzcos, tenía una mirada profunda, y penetrante. Alma mantenía una activa vida social e intelectual, donde presumía de estar viviendo su máximo esplendor a sus 60 años. Con los ojos cerrados, le gustaba escuchar el romper de las olas y notar la suave brisa del mar rociando su faz. Alma respiraba el presente amanecer, y lo guardaba junto a sus recuerdos. Frente al mar y en la intimidad de sus mañanas, se preguntaba muchas veces:- ¿Qué huella dejo en esta vida? Aun dejando mi nombre en las portadas de los libros, ¿Dónde estarán mis recuerdos cuando yo no exista? ¿Se llevó mami los suyos cuando murió? ¡Ay, mami!, parece que fue ayer cuando paseábamos por la playa y jugando con las olas me preguntabas:- ¿Dónde se habrá llevado el mar, la huella que has marcado en la orilla, “Tati”?. En la soledad de la playa, a su derecha, se dibujaba un vértice de picuda unión entre cielo y mar. A su izquierda vio acercarse con pasos breves a una niña con vestido blanco, pelo largo y dorado como el sol. A medida que iba aproximándose, Alma pudo observar con mayor nitidez, la complexidad de la niña. Era delgada, de unos siete años, de piel como la nieve, en su pelo llevaba una corona de flores silvestres. Se arrodilló frente a Alma y mirándola fijamente le susurró:- Tú, eres la misma huella que tu presente crea; tu presente, se la lleva tu inmensa marea; mírame bien, “Tati”. Todo se crea y nada se olvida. Yo soy de tu pasado, tu eterno presente.

Laura Cabanas Mirapeix

Volando

En Córdova, año 1961.

Y ante la desesperación de ingresos y recursos, la posibilidad de una mayor calidad de vida era casi mínima.María es una chica morena de pelo abundante, largo, castaño y rizado. Sus ojos sonoscuros y están llenos de pestañas largas y finas, su nariz es pequeña pero ligeramente aguileña. Su boca es mediana y sus labios no muy gruesos.Sus manos eran finas como las plumas, y sus dedos pequeños.María era una chica muy aventurera, algo despistada, pero muy trabajadora.A menudo veía sobrevolar por las alturas a un águila real. Admiraba la belleza del ave, le seguía con el dedo la trayectoria muy cerca desde el ventanal de su casa. Soñaba volar junto a él, hacía ya más de 5 años que no había tenido la oportunidad de salir de aquel pueblo, perdido de la mano de Dios.Sus recuerdos se marchitaban junto con ella, con la esperanza de encontrar la manera de poder emigrar a otro país en busca de un nuevo trabajo que le realizara nuevamente.Sus recursos eran escasos, sus ansias infinitas. Pero la realidad es mucho más cruda a veces.

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Un día, cansada de esperar, cogió un vuelo muy barato de avión sin billete de vuelta.Se fue a un pueblo a las afueras de Sicilia (Italia). Una vez había llegado solo tenía dinero para alojarse dos o tres noches como máximo. Allí en la puerta de un hostal encontró a un chico muy peculiar fumando sentado en el suelo.Y se preguntó, si ese chico entendería su situación.-¿Me das un cigarrito?- ¡Adelante! - le dijo sonriente el chico, mientras le ofrecía de su paquete.-¿Eres de Sicilia?-No, he llegado hace un par de horas, vengo de España de un pueblo de Granada.-¿Qué haces por aquí?- preguntaba sin vergüenza María, sorprendida.-Realmente, no sabía dónde ir, y tampoco me quedaba nada. Así que he cogido el vuelo más barato y espero encontrar algo por aquí. Si no tendré que volver a marcharme, aunque no sé dónde…En ese momento apareció un anciano que los miró atentamente a los dos y les ofreció ir comer un poco. Era un hombre de pelo gris y con una sonrisa de oreja a oreja.Lentamente mientras iban caminando les fue contando su situación, él necesitaba alguien que cuidara de él, de su esposa y su hijo. Ya que tenían una enfermedad que no podían hacer casi esfuerzo, a cambio de un sitio donde dormir y comida.No era gran cosa, pero aquel hombre conocía a todo el pueblo. Por el camino habían cogido una gran confianza con él, les contaba historias sobre el pueblo, anécdotas y acabó convenciéndoles.Fue el inicio de un largo tiempo en Sicilia, donde María finalmente y a la aventura acaba encontrando a su futuro esposo: aquel chico que fumaba en el suelo, nada más llegar a Sicilia.

Marta Aperador Domínguez (LM)

El primer amor

- Despierta, dormilón- Le decía su abuela, mientras le movía del hombro – que tu abuelo no tardará en picar, que ya ha ido a por el coche.Esa noche no había dormido nada bien. Corría el verano del 90, hacía una calor sofocante y lo peor de todo una humedad que se pegaba en la piel de manera horrorosa.Como cada fin de semana desde hacía un año, se preparaban para ir a una pequeña torre que habían comprado sus abuelos al pie del Montseny. Desde que su madre enfermó, él y su hermana habían ido a vivir con sus abuelos. Su hermana tenía 5 años y él 10. Su carácter se había forjado a base de vivir una infancia no muy bonita y alegre para dos niños de su edad, por eso sus abuelos siempre se esforzaban en hacer todo lo posible por su bienestar.Ya de camino a la torre, en el asiento de atrás del flamante y nuevo Wolsvagen Golf rojo que se había comprado su abuelo, mientras su hermana le daba el coñazo, él miraba por la ventanilla, viendo pasar los coches y camiones por la autopista. Estaba pensando en sus cosas, cuando de repente el rugido atronador de media docena de motos, le sacaron de su estado de ensoñación. No había nada en el mundo que le gustara más que las motos, sobre todo las que veía cada fin de semana en la carretera pasar

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atronando con sus brillantes tubos de escape y sus enormes ruedas traseras, más anchas que las de un coche. Qué envidia le daban los que las conducían, con sus monos de cuero de colores a juego con las motos, los cascos de dibujos futuristas y las botas de astronauta, como él las llamaba. Sobre todo envidiaba el no poder sentir lo que era conducir una de esas motos, la sensación de libertad, de que todo el mundo te mirara al pasar, al escuchar el potente motor y rugido de tu moto. Siempre fue su sueño: “de mayor tendré una moto como esas y seré uno de ellos”.Una vez en la torre, le tocó la misma rutina de cada fin de semana, ayudar a su abuelo adescargar el coche y ayudarlo a conectar el agua y la luz y comprobar cómo estaban los cuatro animales que tenían en una especie de corral: un par de conejos y media docena de gallinas.-Ve a la caseta del huerto y saca el carretillo y la pala!- le dijo su abuelo.Mientras se dirigía a la caseta iba pensando en las motos y que sería tener una, su gran sueño. Abrió el portón de la caseta y al encender la luz vio un bulto tapado con un plástico. Se extraño al ver aquello, porque la semana pasada no estaba, así que lo destapó para ver que era. Casi se queda sin respiración cuando la vio, ¡era una moto de moto-cross! La estaba observando y tocando con la boca abierta, cuando llegó su abuelo y le preguntó que si no la iba a sacar de ahí dentro y arrancarla.En ese momento fue cuando nuestro protagonista conoció a su primer amor. Hoy en día ha cumplido su sueño y es uno de esos miles de motoristas que circulan por las carreteras con sus monos de colores a juego con sus motos.

Jonatan Vaquero Jiménez (BCN)

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Transformaciones

Viaje astral

De repente despierto sobresaltada, me siento fría y mojada como si me hubieran derramado un cubo de agua encima. Lo último que recuerdo es estar leyendo un libro sobre realizar viajes astrales. ¿Podría ser posible que eso me estuviera ocurriendo a mí?

Miro a mi alrededor y me doy cuenta que no estoy en mi habitación, sino que estoy flotando junto a muchas gotas de agua. — ¡Oh dios mío! Intento no perder la calma, observo mi cuerpo y descubro que tengo una textura acuosa e incolora que refleja elcolor celeste del cielo, de tamaño no soy más grande que un garbanzo. En la cercanía empieza a sonar una melodía terrorífica, fuertes truenos hacen su compás sin descanso. Presagio que algo ocurrirá, no me equivoco, las pequeñas gotas de agua que me rodean salen despedidas y yo misma las acompaño.

Voy cayendo como si me hubiera tirado en paracaídas, nunca he sentido tanta adrenalina, estoy asustada y emocionada a la vez. — ¡Puedo volar! Un grupo de gaviotas pasa cerca mio y una de ellas hace un fuerte graznido que curiosamente puedo comprender, escucho que hablan entre ellas sobre buscar refugio mientras dure la lluvia, baten sus alas con fuerza y desaparecen entre las nubes. Mi viaje sigue y veo el gran océano cerca, como si fuese un colchón alivia el golpe de la caída.

Voy desapareciendo en el agua y me fusiono con el mar, ahora viajo entre el oleaje, veo un mundo aún por descubrir, peces que nadie sabe que existen, barcos perdidos en las profundidades, hermosos tesoros piratas. De golpe un gran pez se abalanza sobre mí engulléndome junto a pequeños seres microscópicos, en el interior está todo oscuro, pasado un tiempo la luz se vuelve más intensa y veo algo metálico atravesar el cuerpo del animal liberándome de él. Casualmente reconozco el lugar. — ¡Es mi casa! Mi madre sostiene en su mano el cuchillo de mi libertad, reposo sobre su dulce mano y una vez que acabadas sus tareas en la cocina va hacía mi habitación y acaricia mi larga melena. Por fin puedo entrar de nuevo en mi cuerpo y fusionar mi alma otra vez.

Elena Lopez Gonzalez (BCN)

Una gota de agua

Soy agua voladora, fui lago estancado. Soy nube oscura de tormenta, fui transparente vapor ascendente. Los rayos me anuncian, el aire me mece en la caída. Besar es mi cometido, humedecer con mi piel inexistente los lugares del mundo. Las calles limpio y embarro, las ventanas maquillo con mi pátina ligera,

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bailan las tribus para exigirnos, a mis hermanas y a mí, que reguemos sus cosechas y verdes campos les damos, que somos alimento de poesía y raíces.

Somos ascensión y caída, metáfora acuática de la humanidad perdida. Tocan trompetas los rayos y me lanzo al vacío, cuando salimos de la nube mis ojos contemplan el mundo que se mueve allí abajo, las luces me lo confirman: Caeré sobre una ciudad. Desde aquí la veo completa y encendida como un enorme foco delucecitas navideñas.

Las gentes pasean por las calles de cemento y piedra, ajenos entre ajenos. El asfalto es un beso amargo, el metal de los automóviles es un beso frío. El objetivo es el rostro suave de un dulce humano, sentir sus poros estremecerse con mi heladacaricia. Los paraguas son un punto intermedio, no duelen, no lastiman, pero tampoco son emocionales, es un premio de consolación a los quilómetros de caída, poco premio al vértigo absurdo. Más útil sería caer sobre un árbol, ser su sustento, su sangre, su vida.

Al fin, la veo, corre buscando un lugar donde guarecerse de mí, trata de escapar de mis manos, pero visualizo el trayecto, su piel parece suave, sus labios son rojos como una granada abierta. Inclino mi minúsculo cuerpo para mecerme en el aire hacia ese fuego ardiente que es su boca. Soy una gota experta, inteligente y maestra, he tenido catorce evaporizaciones desde que tengo memoria, y hace mucho que no fallo un tiro. El tacto es un premio inmerecido para tan simple trabajo, y su lengua me lame y me atrae a lo oscuro.

Hanane Riyani (MF)

Yo convertida en...

Que agradable sueño, suena el despertador, que lata, otra vez a levantarse. ¡Oh! Una enorme mano cae sobre mi, tengo que apartarme, ¡qué esta pasando! Debo de estar soñando, seguro. Quiero bajar de la cama, ¡pero qué pasa, está muy alto!, me voy a... ¡Uf, que caída! ¡Pero que alguien me explique que es lo que sucede!

Empiezo a examinar mi cuerpo, dios, tengo 6 patas, me toco la cara y... tengo que iral espejo. Voy a un lado de mi habitación donde tengo un espejo de cuerpo entero. Madre mía, pero si soy una hormiga, que es lo que me está pasando, tengo que esconderme para que nadie me pise.Estoy dentro de un hueco de la pared, que miedo tengo, me siento extraña, tengo que recordar lo que hice ayer y si he provocado lo que me pasa. ¿Pero que es eso?,¡cómo huele!, voy a mirar, algo irresistible me obliga a salir de mi agujero. Es un enorme envoltorio, es de la pasta que me comí ayer pero aun hay restos, tengo que llevármelos. Sin pensar que tengo tanta fuerza cojo de un lado el envoltorio y empiezo a arrastrarlo hacia mi agujero, pero no cabe. Tendré que recoger los restos y guardarlos hasta que sepa como volver a mi estado normal. Una vez escondida, empiezo a pensar: ayer fui a trabajar, después vine a comer a casa con mi pareja, más tarde fuimos al centro comercial a hacer unas compras y como siempre porque

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nos gusta mucho, fuimos a comer a un restaurante chino. Pedimos la comida y unas galletas de la suerte, mi pareja abrió la suya donde le ponía: “te vas a quedar solo”. Nos quedamos observándonos ya que creemos bastante en estas cosas. Abro yo la mía y ponía: “te vas a convertir en algo pequeño pero muy fuerte”. Nos reímos.

Claro eso es lo que ha pasado, ¿pero ahora cómo vuelvo a mi estado normal? Creo que tengo que dormir para ser otra vez la persona que era. Después de un rato me despierto y sigo igual. ¡No!!, yo quiero ser como antes, ahora soy pequeñita, insignificante, ¿qué haré a partir de ahora?,¿qué será de mí? Decido salir del hueco donde estoy escondida e investigar a ver qué puedo hacer. Voy a la cocina y en un lado veo una fila de hormigas, una de ellas se aparta del grupo, viene hasta donde estoy y choca sus antenas con las mías. Estoy muerta de miedo, ¡pero que es esto!, me habla a través de las antenas, dice que por qué no estoy con el grupo trabajando, yo le digo lo que me ha pasado y dice que no me preocupe, que puedo vivir con ellas, que me enseñarán. ¿Qué otra alternativa me queda? Decido ir y al rato ya ni me acuerdo de donde vengo ni quien soy.

Seguiré ayudando a mis hermanas las hormigas para poder tener comida; el inviernoya está cerca y tenemos que guardar provisiones.

Noemi Aparicio Martinez (BCN)

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Profesora del Módulo: Anna Caballeria

Institut Obert de CatalunyaÀmbit de la Comunicació

Muchas gracias. Cada número es un triunfo que os pertenece.Escribir nos hace soñar y crecer.

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