fernando peirone - educación extensa

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1 EDUCACIÓN EXTENSA Fernando Peirone Nunca como hoy la escuela estuvo tan amenazada, y a la vez tan vacilante. Fue una de las instituciones más sólidas que sobrevino con el contrato social, pero hoy no tiene la estabilidad que supo tener. La fortaleza que le permitió sobreponerse a los temporales sociales, políticos, económicos y tecnológicos, se ha debilitado y bracea en aguas profundas, sin avistar una costa en la que pueda hacer pie. Con este trabajo nos proponemos identificar la matriz educativa que desde hace más de 200 años viene apuntalando sino formandola subjetividad de los ciudadanos nacionales y analizarla en relación al contexto epocal en el que se origina esta incertidumbre institucional. Es decir, nos abocaremos a pensar las condiciones en que la escuela afronta un futuro que ya ingresó en nuestras vidas pero que habitamos con la inercia del pasado. Para esto nos permitiremos un breve recorrido por aquellos indicadores socioculturales que nos ayuden a identificar un trayecto, con la idea de observar un procedimiento pero también con la intención de divisar una desembocadura. El gran partenaire La formación de los estados nacionales encontró en la escuela un notable partenaire. Su funcionalidad, con la pedagogía como el campo de conocimiento que le permitiría articular saberes y discursos orientados, la volvería una beneficiaria dilecta de la protección estatal. Bajo el amparo de los sectores sociales que ocupaban el poder, fue consolidándose un modelo educativo hegemónico que desplazaría los fines trascendentales del modelo monástico hacia propósitos mucho más concretos y terrenales: “la formación de ciudadanos y el disciplinamiento del trabajador capitalista”. La escuela se convertía en una verdadera metáfora de la modernidad y en la embanderada del liberalismo, el nacionalismo y el cientificismo; es decir, en una condición para el progreso de la que ya no se iba a poder prescindir [1] . Uno a uno, los países iban a legislar su educación básica y la volverían obligatoria, dando lugar a un mapa escolarizado sin precedentes que iba a dominar el escenario mundial. Esa suerte de mecenazgo, sin embargo, no impidió que la escuela incurriera en cierta infidelidad, pues aún cuando su destino estaba adosado al del Estado y éste lo asumiera como parte de sus obligaciones pretorianas, la escuela supo generar sus propios mecanismos de calcificación. Gracias a esa fortaleza propia pudo soportar vaivenes políticos y crisis de diversas índoles, incluso con una estabilidad superior a la que demostraron tener, por ejemplo, la democracia y la economía, sobre cuyas columnas se sabedescansa el quicio de la institucionalidad moderna. Esa misma robustez le permitió resistir de pie dos potentes embates tecnológicos, primero de la radio y más tarde de la amenazante televisión; y a pesar de que la embestida de la pantalla chica hizo que hasta la propia escuela dudara, pues en un momento sintió que la ponía en jaque, sobrevivió airosamente, mejor aún, supo distinguir las oportunidades didácticas que le brindaba y las utilizó a favor, como un recurso auxiliar. El ingreso al siglo XXI trajo aparejado otro tipo de problemáticas. Ni las previsiones ni los avales de la tradición fueron suficientes para sortear las dificultades que surgieron con el comienzo del tercer milenio. La caída del Muro de Berlín precipitó un proceso que la tensión bipolar de la Guerra Fría había mantenido en suspenso. Desaparecido el

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Educación

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    EDUCACIN EXTENSA Fernando Peirone

    Nunca como hoy la escuela estuvo tan amenazada, y a la vez tan vacilante. Fue una de las instituciones ms slidas que sobrevino con el contrato social,

    pero hoy no tiene la estabilidad que supo tener. La fortaleza que le permiti sobreponerse a los temporales sociales, polticos, econmicos y tecnolgicos, se ha debilitado y bracea en aguas profundas, sin avistar una costa en la que

    pueda hacer pie.

    Con este trabajo nos proponemos identificar la matriz educativa que desde

    hace ms de 200 aos viene apuntalando sino formando la subjetividad de los ciudadanos nacionales y analizarla en relacin al contexto epocal en el que se origina esta incertidumbre institucional. Es decir, nos abocaremos a pensar

    las condiciones en que la escuela afronta un futuro que ya ingres en nuestras vidas pero que habitamos con la inercia del pasado. Para esto nos

    permitiremos un breve recorrido por aquellos indicadores socioculturales que nos ayuden a identificar un trayecto, con la idea de observar un procedimiento pero tambin con la intencin de divisar una desembocadura.

    El gran partenaire La formacin de los estados nacionales encontr en la

    escuela un notable partenaire. Su funcionalidad, con la pedagoga como el campo de conocimiento que le permitira articular saberes y discursos orientados, la volvera una beneficiaria dilecta de la proteccin estatal. Bajo el

    amparo de los sectores sociales que ocupaban el poder, fue consolidndose un modelo educativo hegemnico que desplazara los fines trascendentales del

    modelo monstico hacia propsitos mucho ms concretos y terrenales: la formacin de ciudadanos y el disciplinamiento del trabajador capitalista. La escuela se converta en una verdadera metfora de la modernidad y en la

    embanderada del liberalismo, el nacionalismo y el cientificismo; es decir, en una condicin para el progreso de la que ya no se iba a poder prescindir[1].

    Uno a uno, los pases iban a legislar su educacin bsica y la volveran obligatoria, dando lugar a un mapa escolarizado sin precedentes que iba a dominar el escenario mundial. Esa suerte de mecenazgo, sin embargo, no

    impidi que la escuela incurriera en cierta infidelidad, pues an cuando su destino estaba adosado al del Estado y ste lo asumiera como parte de sus

    obligaciones pretorianas, la escuela supo generar sus propios mecanismos de calcificacin. Gracias a esa fortaleza propia pudo soportar vaivenes polticos y crisis de diversas ndoles, incluso con una estabilidad superior a la que

    demostraron tener, por ejemplo, la democracia y la economa, sobre cuyas columnas se sabe descansa el quicio de la institucionalidad moderna. Esa

    misma robustez le permiti resistir de pie dos potentes embates tecnolgicos, primero de la radio y ms tarde de la amenazante televisin; y a pesar de que la embestida de la pantalla chica hizo que hasta la propia escuela dudara, pues

    en un momento sinti que la pona en jaque, sobrevivi airosamente, mejor an, supo distinguir las oportunidades didcticas que le brindaba y las utiliz a

    favor, como un recurso auxiliar. El ingreso al siglo XXI trajo aparejado otro tipo de problemticas. Ni las previsiones ni los avales de la tradicin fueron suficientes para sortear las dificultades que surgieron con el comienzo del

    tercer milenio. La cada del Muro de Berln precipit un proceso que la tensin bipolar de la Guerra Fra haba mantenido en suspenso. Desaparecido el

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    equilibrio de fuerzas, los estados nacionales comienzan a perder estabilidad

    institucional. La connivencia con las corporaciones financieras y el surgimiento de las guerras no declaradas, que suceden ms all y ms ac de las fronteras

    sumado a la privatizacin de los conflictos armados, les daran una estocada profunda, despojndolos de dos herramientas de poder primordiales: la regulacin de los mercados y el monopolio de la violencia en que se fundaba

    su derecho. La geografa poltica y econmica cambia, muchos estados se fragmentan tratando de resguardarse en dudosas identidades tnicas, otros se

    agrupan en mercados comunes regionales, pero ningn esfuerzo parece ser suficiente para reponerlos en su sitial. La sociedad que tena en el Estado-nacin su molde cognitivo y el continente de todo lo que era posible, comenz

    a desdibujarse aceleradamente[2]. Los fundamentos que justificaban la existencia de muchas instituciones histricas se volvieron dudosos y las

    infraestructuras pblicas que permitan erigir identidades individuales y colectivas estables perdieron su capacidad de contencin. Un nuevo contexto tecnolgico, el de la era digital, irrumpe convirtiendo a la vida cotidiana en una

    sucesin de dispositivos con presencias y efectos remotos. En menos de veinte aos la lgica del mundo se trastoc drsticamente y lo que era real, slido,

    seguro, perdurable y nacional, se volvi virtual, flexible, ambiguo, frgil, lquido, evanescente y global. Bajo el imperio de esas circunstancias, la escuela hace su ingreso en el siglo XXI. Su padrino histrico, el Estado, se encuentra

    abocado a revisar su propio rol y a construir una nueva identidad, lo cual le impide ejercer el tutelaje que tena prescripto histricamente, al menos no en

    los trminos que lo vena haciendo. Mientras ese vnculo se reconfigura, surge una nueva embestida tecnolgica, pero esta vez no afecta slo a la escuela y al entorno domstico sino que extralimita su alcance y desestabiliza las prcticas

    polticas, los modelos de negocio y el modo de comunicar. En ese contexto, recae sobre la escuela una pregunta insoslayable: Para quin educar cuando

    la trama de representaciones para la que se construa ciudadanos se ha vuelto borrosa? Cmo educar en una poca de cambios estructurales donde todas las prcticas culturales se resignifican?

    Siglo XXI Los rasgos epocales que acabamos de describir estn

    indisolublemente ligados a la yuxtaposicin de dos variables sin antecedentes. Por un lado el derrumbe ms o menos simultneo de una cosmovisin, y por otro la acelerada evolucin comunicacional desarrollada desde fines del siglo

    XIX a esta parte. La particular interseccin de estas variables hizo que la declinacin de la modernidad, que podra haber sido asimilada como el trnsito

    ms o menos natural de una poca que concluye hacia otra, se viera potenciada por la traccin de una tecnologa comunicacional que, en el pasaje del entorno analgico al entorno digital, desbarat la institucionalidad y nos

    arroj a la intemperie de una episteme incompleta. La transicin se vio abruptamente espoleada, y en menos de quince aos nada de lo que

    permaneca en pie pudo sustraerse al tembladeral. La sucesin de alteraciones nos fue obligando a todos, sin excepcin, a lidiar con nuevas emergencias sociales que exigen decodificaciones permanentes. El cuerpo social de

    dirigentes que tena a su cargo la conduccin y la custodia del modelo normativo, tanto en la gestin pblica como en la iniciativa privada, no fue la

    excepcin; por el contrario, fue la primera lnea que se vio compelida a lidiar con lgicas discontinuas y a sobrellevar una situacin anmica nueva. Esto se

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    debe fundamentalmente a que los sistemas de gobierno imperantes, tanto

    como los modos de construir poder en general, fueron concebidos bajo el doble mandato de controlar y defender; esa estructura tena previsto cualquier tipo de

    trastorno (incluso, en escalas mayores, el terrorismo), pero no estaba preparada para la irrupcin desestabilizadora de un frente acfalo y multiforme de alcance planetario como el que iba a desplegar la avanzada generacional-

    tecnolgica de la ltima dcada. En tiempo record, sin ofensiva, sin blanco de ataque, sin crtica, sin un emisor identificable a quien demonizar, todo pas a

    estar en crisis: la poltica, el mercado, la educacin, las industrias discogrficas y cinematogrficas, los diarios en papel, los modelos de negocio, las ciencias sociales, etc. Esta irrupcin tiene cualidades realmente novedosas, que no

    podan ser previstas. Lo que desacomod y sta es quizs la novedad principal es su poder fctico de transformar en accin potencialmente poltica

    una serie de recursos tecnolgicos que no estn concentrados en pocas manos, como suceda hasta ahora, sino que estn al alcance de mucha gente. Surgieron otros paradigmas relacionales, otra cosmovisin, otros

    procedimientos. Lo que antes era radical y dirigido pas a ser extenso y simultneo, polismico y diverso.

    Alessandro Baricco, tras publicar Los brbaros. Ensayos sobre la mutacin, se

    convirti en un autor remanido, sobre todo entre quienes se abocan a descifrar las claves de nuestro tiempo; su estilo ameno y gil, ms prximo a la

    divulgacin que al ensayo acadmico, hizo que se le echara mano sin miramientos, sin embargo no hubo nadie que hiciera una proyeccin

    institucional y poltica de su pensamiento, que trate de comprender el alcance de lo que plantea el libro. En nuestro caso no slo puede ayudarnos a una mejor comprensin del fenmeno que estamos describiendo, tambin nos abre

    una hendija para escrutar las implicancias que tienen estas mutaciones en la escuela.

    Como muchos autores, Baricco sostiene que estamos en presencia de grandes mutaciones, que en su caso atribuye a los nuevos brbaros, una acometida generacional-tecnolgica que ha producido una revolucin epistemolgica

    planetaria; y si bien, la denominacin nuevos brbaros puede parecer ms una estigmatizacin que la valoracin de alguien que les tiene estima y

    consideracin, el anlisis que hace de la cultura contempornea es bien interesante. Baricco considera que Google es el corazn de la nueva civilizacin, y que el modo en que opera el buscador es un modelo de cmo

    funciona la mente de los brbaros. El valor de una idea, dice, ya no est determinado por sus caractersticas intrnsecas, sino por una composicin de

    materiales distintos, muchos de ellos exgenos; como si la mente hubiese abandonado la lgica racional para volverse sistmica y relativa a la trayectoria y a las relaciones posibles; como si el sentido, que durante siglos estuvo ligado

    a la idea de concepto y a un ideal de permanencia, slida y completa, se disolviera en movimientos permanentes, resignificndose todo el tiempo. Lo

    que hoy es de un modo, maana puede ser de otro, sin que la mutacin sea un valor negativo ni una contradiccin. En trminos de Martn Barbero, estamos ante la emergencia de un nuevo paradigma del pensamiento que rehace las

    relaciones entre el orden de lo discursivo (la lgica) y de lo visible (la forma), de la inteligibilidad y la sensibilidad. En la era de Google, explica Baricco,

    preguntar qu es esto?, significa preguntarse qu camino ha recorrido fuera

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    de s mismo, en relacin a los dems. Porque la idea de que entender y saber

    significa penetrar a fondo en algo hasta alcanzar su esencia, es una idea dice Baricco que est muriendo: la sustituye la instintiva conviccin de que la

    esencia de las cosas no es un punto, sino una trayectoria, y que no est escondida en el fondo, sino dispersa en la superficie, que no reside en las cosas, sino que se disuelve por fuera de ellas, donde realmente comienzan, es

    decir, por todas partes. Pensar es como navegar: extensin en vez de profundidad, viajes en vez de inmersin, juego en vez de competencia, levedad

    en vez de gravedad. Esta nueva concepcin de lo que significa pensar, que por cierto ya haban visto y analizado algunos tericos de la comunicacin, no slo reformula la matriz fundamental de la cultura occidental, tambin recupera y

    revitaliza un saber que a pesar de haber permanecido proscripto, nos perteneca. La conducta procedimental de los brbaros introduce una serie de

    cualidades que perforan la inmunidad de la razn. Injerta una concepcin vital y soleada en una estructura arbrea tan aeja como umbrosa. La subjetividad adquiere un rango de reconocimiento diferente, que contrasta fuertemente con

    la pesadumbre metafsica en la que abunda la tradicin centroeuropea, de donde proviene gran parte de la carga existencial y la necesidad de sujecin de

    occidente. Las novelas y la cultura libresca en general ejemplifica Baricco fueron escritas, no slo para gente que participaba de una historia y de un gusto cultural (el de la ilustracin), sino que adems demandan un tiempo

    anmalo (el de la lectura). Para leer a Faulkner, por ejemplo, no slo hace falta saber leer: hace falta haber ledo mucho, casi tanto como para apropiarse de

    una nueva lengua, hace falta participar de cierto gusto y de cierta idea de belleza que fueron construidos en el seno de una tradicin literaria cuya pertenencia tiene casi tantos requisitos como los que hacen falta para ser

    admitido en la nobleza europea. Faulkner, tanto como Musil, Proust, Joyce, Stendhal o Flaubert, no slo escribieron para otra poca y un mundo que ya no

    est, produjeron obras con una uti lidad espiritual que se ha vuelto insustancial[3]. Frente a estos valores culturales un tanto fosilizados, los brbaros, que son prcticos, se preguntan qu sentido tiene hacer un esfuerzo

    sobrehumano para aprender una lengua muerta cuando existe un mundo que habla una lengua que ellos conocen, manejan y les sirve para comunicarse,

    pensar y crear. Baricco nos est diciendo, no slo que la lectura de Faulkner se ha vuelto un pasatiempo antropolgico, o acadmico en el mejor de los casos, sino que su lgica conlleva la adquisicin de una cosmovisin que ya no es

    redituable, porque no brinda herramientas para interactuar con el mundo en el que se despliegan sus biografas[4].

    Los brbaros dice Baricco contrariando una creencia instituida van hacia los libros, y van de buena gana, slo que para ellos tienen valor los que estn escritos en su lengua: porque de esta forma no son libros, sino segmentos de

    una secuencia, que est compuesta por elementos del cine, de la televisin, de YouTube y de un blog. El valor ha dejado de estar en el libro como cono

    reverencial y se ha trasladado, sin su urea, a las conexiones que puede habilitar. Las instrucciones de uso de la cultura de los brbaros, por lo tanto, estn en la televisin, en el cine, en la publicidad, en la msica rpida, en el

    periodismo, en los mensajes de texto, en el Chat, en la blogosfera. Esto no quiere decir que desde la aparicin de Internet se lea o se escriba menos,

    como tampoco es cierto que los usuarios de la red prefieran las informaciones con formatos breves, puesto que se ha demostrado y est a la vista que

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    cuantitativamente se asimila y se genera igual o ms cantidad de contenidos

    que el que manejaban los lectores de soportes fsicos. Para aquellos que piensen que se trata de una entelequia o de un sobredimensionamiento,

    podemos decirle, por ejemplo, que la cantidad de informacin digitalizada en 2006 fue 3 millones de veces mayor que la de todos los libros escritos; es decir, en un ao se produjo ms de lo que gener la cultura en los ltimos 5000 aos

    de historia. Diariamente en el mundo se envan 60 mil millones de e-mails y los mensajes de textos enviados y recibidos cada da sobrepasa largamente la

    poblacin del planeta[5]. En la actualidad la cantidad de sitios Web supera los 240 millones y los blogs alcanza la friolera cifra de 130 millones. Estos nmeros indican palmariamente que la lengua de los brbaros se ha vuelto la lingua

    franca de nuestro tiempo y, contrariamente a lo que puedan dictar los

    prejuicios, no ha engendrado una generacin de descarriados, incultos e

    indiferentes. El material bibliogrfico, cinematogrfico, discogrfico, y artstico que se pone a disposicin en la red, no slo demuestra una gran generosidad y un espritu cooperativo pocas veces visto, tambin est denotando una

    prometedora confluencia cultural, de la que an no se puede divisar un horizonte. Pero veamos este procedimiento en un ejemplo ms cotidiano y de

    fcil reconocimiento, el que nos brinda la red social Facebook. Las redes sociales En el presente que estamos describiendo, un joven de 19

    aos puede inventar una red social de aspiraciones modestas y en menos de cinco aos haber logrado superar los 500 millones de usuarios. Es el caso de

    Facebook, fundada en 2004 por Mark Zuckerberg. Esta red social es el no-lugar de donde en la actualidad surgen o se acompaan gran parte de los acontecimientos sociales y polticos del planeta. Quin se anima a desestimar

    el constructo de una red que como se ha dicho tantas veces si fuera un Estado sera el tercero ms poblado del mundo despus de China y la India?

    Hay quienes previenen sobre su poder como arma militar de espionaje norteamericano o la estigmatizan como el neopanptico y el nuevo Big Brother, lo cual en cierto punto es innegable, porque los estados y los pules de

    negocio, con la anuencia de Facebook Inc, utilizan la informacin de los usuarios con fines comerciales y/o polticos. Pero ms all de estar

    sacralizando una confidencialidad que ya no cotiza, resulta evidente que Facebook se ha vuelto un colectivo multinodal que se relaciona y expande en tiempo real de manera rizomtica, sin posibilidades ciertas de ser controlado[6].

    Hasta el momento, la inasibilidad e imprevisibilidad demostradas por este colectivo en estado asambleario retrucan las sospechas. Ms an, el potencial

    social y poltico no es nada despreciable y debera ser estimado con mayor consideracin si se tiene en cuenta que en los ltimos cuatro aos no ha dejado de tomar posicin ni ha dejado de acudir espontneamente cada vez

    que algn lugar del planeta, por apartado que sea, necesite ayuda o un pronunciamiento social. Pas en Chile durante los sismos de febrero de 2010;

    Facebook y Twitter se convirtieron en canales internacionales y actuaron con tanta celeridad como Defensa Civil, transmitiendo los sucesos online, haciendo circular listas de personas perdidas, publicando nminas de sobrevivientes,

    notificando los lugares adonde se poda concurrir para conseguir y ofrecer ayuda. Del mismo modo, una semana antes del 24 de marzo de 2010, da en

    que nuestro pas se conmemora el Da de la memoria, los usuarios de Facebook comenzaron a trocar las fotos de sus perfiles por siluetas vacas que

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    permitan, no slo el reconocimiento de sus amigos, sino que tambin

    multiplicaba un contenido poltico que a pesar de no tener emplazamiento, expresaba un nimo social existente. Otro ejemplo lo constituyen las manifestaciones multitudinarias organizadas por 6-7-8 Facebook en varias

    ciudades del pas, incluso del extranjero, a favor de la Ley de Servicios Audiovisuales, que tuvieron repercusiones tan concretas como insoslayables

    en la arena poltica nacional. Por todo esto, Manuel Castells, la considera la plataforma de movilizacin y debate poltico ms importante del mundo. Estos

    usos de Facebook no son, sin embargo, los que nos interesan considerar en este trabajo, pues si bien es cierto que forman parte del escenario que intentamos describir, no dejan de ser el tipo de uso que le dan los advenedizos.

    Los jvenes universitarios, por ejemplo, han demostrado tener una gran pregnancia con las aplicaciones 2.0 que ofrece la red, ingresando variables

    bien interesantes en el ejercicio de la prctica poltica, como qued evidenciado en el uso que entre otros le dio Barak Obama durante su campaa presidencial[7]; pero no dejan de ser usos instrumentales que adaptan las

    herramientas de las nuevas tecnolgicas a una concepcin ms o menos inalterada en todo caso aggiornada de la poltica y de la participacin. Otro

    segmento social que se ha volcado masivamente a las redes sociales, pero que no representa acabadamente la esencia de las redes sociales, es el que comn e imprecisamente se denomina clase media; su entusiasmo es conmovedor y

    podemos disfrutar de la fruicin con que llenan los muros virtuales de estampas personales y recomendaciones musicales, pero el nivel de expectativas es

    precisamente lo que denota la naturaleza advenediza de estos usuarios, que no casualmente tienen una edad promedio que supera los treinta aos. No estamos invalidando la incorporacin que hacen estos sectores de las

    herramientas 2.0, ni menoscabamos las potencialidades de las redes sociales, todo lo contrario. Tampoco decimos, por si acaso, que no sean importantes

    indicadores del nuevo presente que queremos referir. Decimos, en cambio, que los chicos no usan Facebook para disputar espacios ni para mitigar su soledad. Los chicos han generado un uso diferente; por as decirlo, ms natural. Para la

    generacin que hoy est saliendo de la pubertad, las nuevas tecnologas no son el facttum de ninguna crisis ni emergen como herramientas

    sobrecargadas de expectativas, para ellos forman parte del ambiente en el que han crecido y no encarnan ninguna de las anomalas que representan para sus mayores. La subjetividad de los preadolescentes, tanto como sus relaciones

    interpersonales, estn marcadas por la normalizacin de ese entorno tecnolgico. La matriz social sobre la que construyen sus filascorresponde a

    otra concepcin de las redes sociales, que implica un concepto diferente de conocimiento, tanto como de lo colectivo, de lo privado y de lo pblico. Para ellos Facebook es mucho ms que una realidad virtual acotada al uso de

    internet, es una lgica relacional, un modo de vincularse con el mundo. El uso que los preadolescentes le dan a Facebook o a Twitter, por mencionar

    slo dos de las tantas que existen, mantiene una llamativa familiaridad con la marca de origen de las redes sociales, que se remonta a mediados de los 60 cuando los hackers conciben la creacin de un contrapoder sobre el acuerdo

    de intercambiar datos de manera abierta, libre y gratuita. Entre aquellos primeros nerds, contemporneos del mayo francs, y el uso que los brbaros le

    dan hoy a las redes sociales, hay un continuum hilvanado por una idea que no casualmente condice con una de las premisas ms potentes de la revuelta

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    francesa: impulsar acciones polticas sin pretender dirigirlas. Podramos decir,

    sin temor a equivocarnos, que los brbaros son la ms acabada representacin de esa idea. Estn todo el tiempo promoviendo acciones y generando

    condiciones de uso colectivo que no necesitan la conduccin de nadie. Son prcticas muy alejadas de la mili tancia tradicional porque no tienen un objetivo social explcito, pero eso es lo que las vuelve ms inquietantes todava, porque

    se vuelven visibles imprevistamente, slo en el momento que sus deseos entran en conflicto con alguna normativa. Cuando esto ocurre, el estado

    asambleario que les permiten las redes sociales, los vuelve imprevisibles, con un poder efectivo pocas veces alcanzado. Esto sucedi, por ejemplo, el 30 de abril de 2010 en la ciudad de Mendoza, cuando los alumnos de las escuelas

    secundarias se autoconvocaron a travs de Facebook para no ir a la escuela y llevar adelante la gran rateada mendocina. La convocatoria fue un xito, ms

    de 3000 adolescentes se reunieron en el Parque Independencia a festejar el unilateral asueto [8]. La travesura, ms all de exponer las fisuras que tiene el sistema de control frente a las nuevas tecnologas y ms all de la falta que

    qued reflejada en la libreta de asistencia de cada uno de los que no fueron a la escuela, nos habla de acciones con un alto contenido simblico, cuya

    proyeccin poltica an no ha sido debidamente evaluada.

    No hace falta dilatarse en explicaciones cientficas o acadmicas para advertir la dimensin de lo que estamos diciendo. Se percibe en el t rato con nuestros

    hijos, en la desorientacin que experimenta la poltica, en la fragmentacin comunicativa, en la crisis de crdito y de credo, en la deriva del sentido comn,

    en la insustancialidad de conceptos que hasta hace poco eran robustos y detentaban una idea del mundo que marcaba el ritmo del planeta. Frente a esto, todos los actores sociales se han visto obligados a revisar sus prcticas.

    Y este ejercicio, claro est, no sucede sin un correlato en el que las estructuras institucionales se vean inevitablemente interpeladas, con todo lo que eso

    implica para configuraciones corporativas plantadas sobre cimientos centenarios. Pero ms all de lo remisas que puedan mostrarse muchas de estas corporaciones, su modificacin es un hecho factual que avanza sin

    demasiadas cortesas. As como los diarios en papel debieron reformular, no slo su manera de comunicar, sino tambin su modelo de negocio para un

    soporte el digital que tiende a imponerse, de la misma manera lo debern hacer la corporacin poltica, los sindicatos y la universidad. No hay ninguna razn para suponer que lo que le pas a los diarios impresos no pueda ocurrirle

    a las universidades. Como muchos otros actores sociales, la universidad deber revisar su rol, su modelo institucional, el sujeto de aprendizaje hacia el

    que orienta su empresa y, por lo tanto, su concepcin curricular, sus mtodos pedaggicos, sus recursos didcticos, y la competencia de sus perfiles profesionales. Lo que queda expuesto con todo esto son los vicios y la mayor o

    menor capacidad desarrollada por estas insti tuciones para reformularse en circunstancias de cambio. Y la escuela no es la excepcin. De nada le sirven

    los antecedentes que le permitieron superar los cimbronazos de otros tiempos, hoy enfrenta una contienda diferente, que est lejos de resolverse. La rivalidad que en su momento le plantearon la radio, el cine y la televisin no tiene

    relacin con la competencia que hoy le plantean las nuevas tecnologas.

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    En el hogar La primera manifestacin de las nuevas tecnologas que afect a

    la escuela, se produjo de un modo indirecto, en el entorno domstico, cuando la PC alter las costumbres e introdujo en la convivencia un lenguaje

    fragmentario con prevalencia de la imagen, el sonido y los documentos digitales. La segunda fase se produjo cuando internet abre una disyuncin vivencial entre los adultos y los nios que cada vez tendra menos puntos de

    encuentro. La tercera aunque ms o menos simultnea de internet vino de la mano de los celulares, extendiendo prcticas culturales que rompieron la

    unidad entre tiempo y espacio, dando lugar a una dimensin temporo-espacial diferente, sin emplazamiento ni dilacin. Esto ocurra en las adyacencias de la escuela, todava sin una embarazo directo, pero era evidente que se trataba de

    una cuestin de tiempo; sin embargo, a pesar de los indicios que anunciaban un cambio, no tuvo el reflejo para advertir que se estaba generando un

    conocimiento nuevo que descartaba su bendicin. La aceitada maquinaria curricular que haba bajado las ciencias de la modernidad al aula, no pudo dar cuenta de los nuevos saberes. Eran, son, saberes infieles. Y mientras la

    escuela se daba tiempo para reaccionar, los chicos, desarrollaban una idiosincrasia de difcil asimilacin, no slo para los adultos, sino para los

    dispositivos sociales en general. Los chicos comenzaron a estar sin estar, a cumplir sin dedicacin, a prescindir de una identidad estable, a actuar sin contender, a reunirse sin encontrarse, a intervenir sin conducir. Estos modos de

    ser, convengamos, superan las garantas y las previsiones de una institucin que fue pensada en clave de encierro, con fines higinicos y disciplinarios, bajo

    la hegemona del racionalismo y el dualismo. Cmo coexisten una institucin regida por el principio aristotlico de no contradiccin y una generacin que abre su ser-estar a una simultaneidad tan heterognea como paradjica e

    inasible?Los jvenes utilizan las plataformas virtuales como estaciones de encuentros no presenciales que les permiten reconocerse y organizar

    diferentes aspectos de su vida social, sorteando la potestad de los adultos, no slo porque para muchos docentes y padres son dispositivos incomprensibles, sino porque les ofrecen herramientas de desdoblamiento que

    no figuran en el imaginario de los que crecieron mirando cine y televisin. Los jvenes pueden estar y al mismo tempo no estar. Utilizan canales intersticiales

    como los mensajes de texto que no slo les permiten burlar los mecanismos de control intramuros, tambin les permiten mantener comunicacin online con el exterior, por ejemplo, en el mismo momento en que se desarrolla una clase,

    estn en el cine, o participan de una reunin familiar. Si este comportamiento an no se extendi al conjunto de la comunidad escolar, es slo cuestin de

    tiempo. Por supuesto, existen quienes prefieren refugiarse en la impugnacin o el escepticismo, sosteniendo que se trata de un indisciplinamiento que hay que corregir o de una exageracin de los enamorados de la tecnologa. Pero este

    fenmeno no es relativo a la opiniones, como tampoco lo son sus consecuencias. Es parte de la vida cotidiana, y cada vez ms, no slo porque

    la tendencia mundial es que cada alumno tenga su propia laptop[9], sino porque como dice la Ley de Moore, tanto los ordenadores como los telfonos mviles entre otros gadgets son cada vez ms econmico y sus prestaciones

    cada vez ms complejas. Lo corroboran los datos estadsticos cuando nos dicen que en setiembre de 2009 ms del 39% de los hogares argentinos tenan

    una computadora y 3,5 millones de personas tena acceso a internet por banda ancha, con una de las tasas de aumento ms altas de Latinoamerica. Las

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    estimaciones auguran que a fines de 2010 habr alrededor de 19 millones de

    usuarios (sobre una poblacin de 39,7 millones de habitantes) y bastante ms de 4 millones de conexiones por banda ancha[10]. Vale decir, en un tiempo no

    muy lejano esta tecnologa estar al alcance de toda la poblacin, an de los sectores con menos recursos, que mientras estos beneficios no los comprendan sostienen a los locutorios como sus propias bases de

    conectividad, lo cual revela algo que ya estaba anunciado en el acceso legal o ilegal al servicio de televisin por cable: que los sectores marginales, no son

    marginales a la tecnologa en la misma medida que lo son econmicamente[11]. En la escuela Cmo hace la escuela entonces para contener este aluvin de

    barbaridades? La pregunta plantea un dilema controvertido: si las deja fluir

    siente que se desfigura su rol, pero si no les da entrada se vuelve anacrnica. El mbito domstico, que podra ser una referencia, no aporta una perspectiva muy alentadora para quienes sienten que su autoridad est en riesgo, pero

    puede ser un antecedente muy ilustrativo para observar el modus operandi de una cultura que lleg a vivirse como una amenaza, pero que hasta el momento

    no ha demostrado representar un peligro real, tal vez todo lo contrario.

    Las prcticas culturales de los brbaros fueron horadando la resistencia de los adultos hasta integrarse completamente al paisaje hogareo. Entre otras

    cosas, lograron algo que hoy puede resultar un lugar comn, pero que diez aos atrs era impensable: navegar por internet y chatear varias horas por da.

    Hoy es normal que un chico haga sus tareas mientras mira videoclips en YouTube, escucha su reproductor MP3, chatea y manda mensajes de texto, todo a la vez y casi sin la negativa de los padres. Las rmoras conservadoras

    intentaron contraponer esta diversificacin a la efectividad, como si se tratara de dos antagonismos irreconciliables, pero ha quedado demostrado que no es as. El surfeo por actividades simultneas (multitasking) no disminuy el

    rendimiento escolar; por el contrario, en muchos casos lo ha mejorado, quitndole argumentos de prohibicin a padres que resolvan la situacin a

    tientas, sin normas en las que apoyarse. En la actualidad ms del 50% de los jvenes argentinos utilizan las redes sociales para realizar sus tareas

    escolares; aunque, contrariando el reflejo de sospecha que asalta a los mayores, no utilizan la ventaja tecnolgica para copiarse; socializan sus tareas del mismo modo que socializan sus entretenimientos y sus preocupaciones,

    porque esa es la forma en que se relacionan. Copiarse forma parte de nuestra lgica, que est sobrecargada de suspicacias, no de la de ellos.

    El dilema evidentemente se complejiza. Ante lo cual se puede entrar en pnico y augurar para la escuela la misma suerte que corrieron los hogares frente a prcticas culturales para las que no tuvieron respuestas claras; o se puede, en

    cambio, capitalizar la experiencia hogarea y aceptar el reto que nos plantean, avizorando en estos antecedentes una lgica relacional que exhibe lo que

    podramos llamar y de algn modo venimos exponiendo una nueva manera de habitar el mundo.

    En el mundo de los brbaros no se necesita saber todo. Un poco a contrapelo

    del lugar que ocupaba la escuela, la biblioteca universal y los manuales de uso de todo aquello que se quiera saber, estn sin ir ms lejos al alcance de un

  • 10

    touch en la gran mayora de los celulares. Vale decir que gran parte del

    equipamiento que an provee la escuela, parada sobre el paradigma de la ilustracin, tiene una uti lidad limitada y anacrnica. Por eso, a diferencia de sus

    padres, que fueron marcados por la impronta moderna, los brbaros no quieren saber todo, ms an: tienen asumido que no pueden saber todo, sobre todo porque no hace falta. Para ellos el designio sagrado que prescriba

    acopiar conocimiento, especializarse y perseguir una reputacin, devino en un declogo con valor arqueolgico. El mundo de los brbaros tiene superficie

    planetaria y su cultura est compuesta por equivalencias colaborativas que interactan sobre ese acuerdo base; en la red, la valoracin (ratio) no est dada por lo que cada uno es o tiene, sino por lo que ofrece para la construccin

    comn. Dicho de otro modo, existe un reconocimiento cada vez ms extendido que no pasa al menos tan categricamente por el tener.

    A qu distancia se encuentra la escuela de esta concepcin con que opera la cultura actual? O si se prefiere, para qu mundo est enseando la escuela? Tiene sentido insistir con un modelo educativo que incentiva la competencia y

    los diversos modos de atesoramiento personal cuando, como soaron muchos humanistas y librepensadores a lo largo de la historia, existe la posibilidad

    cierta de asentar una cultura participativa, colaborativa y ms equitativa? La situacin expone dos cuestiones que interpelan en pinza:

    1. La escuela se fue convirtiendo en un trayecto con desafos cada vez

    menos significativos 2. Las instrucciones escolares tienen cada vez menos aplicaciones en la

    cultura actual

    Traducido a un lenguaje ms tcnico, la escuela ha dejado de plantear desafos en el sentido que Piaget defina los desequilibrios, para crecer y disponer del

    mundo circundante; esos saberes-desafos hoy son ultramontanos. Es decir: los jvenes habitan una poca para la cual an no existe un sistema ni una

    institucionalidad acordes. Los desequilibrados Los desequilibrios que provocaba el proceso de

    aprendizaje, hasta no hace mucho eran producidos por la escuela y cotejados por la psicologa gentica; en la actualidad, la naturaleza de su procedencia los

    ha dejado fuera de los dispositivos de supervisin. Es decir, los chicos enfrentan perturbaciones que ya no cuentan con los mecanismos de contencin y moderacin de antao. No estamos diciendo, por si hiciera falta

    aclararlo, que los chicos fueron abandonados, o que la presencia de la escuela y la familia haya perdido importancia; decimos, s, que las nuevas tecnologas

    desplazaron sus rutinas hacia vivencias en que los adultos tienen menos injerencia. El primer retraimiento de los espacios pblicos lo produjo la televisin, relegando los picados y los encuentros en las veredas o las

    esquinas; el segundo vino de la mano de los peligros que surgieron en la vida citadina[12]. La actividad pblica de los chicos se fue reduciendo a la escuela y

    en algunos casos el club. En poco tiempo, el videojuego y las computadoras se convirtieron en sus modos de socializar. Estas prcticas, debido a su creciente sofisticacin, fueron requiriendo destrezas cada vez ms complejas y

    los chicos comenzaron a desarrollar un tipo de vivencia muy difcil de acompaar para quien no puede pasar varias horas sentado frente a la

  • 11

    pantalla. La situacin los llev, por un lado a que slo puedan compartir entre

    ellos, a lo sumo con los hermanos mayores, y por otro, a que se fueran apartando de los parmetros conocidos, sustrayndole a los padres una

    potestad cara a la educacin tradicional: la posibilidad de reconocer la lnea que divide lo conveniente de lo inconveniente, con la consecuente dificultad para sancionar. La proyeccin de este esquema de vivencias disociadas abre

    un hiato irreductible, no tanto porque los chicos desarrollen capacidades y lenguajes cada vez ms complejos que tambin, sino porque la falta de

    entendimiento se transforma en falta de reconocimiento y por lo tanto en un impedimento para construir una identidad, al menos en el sentido que hasta ahora se entenda esa construccin. En un momento dado, la contencin y el

    reconocimiento del entorno familiar que tiene una importancia medular durante los procesos de las funciones psicolgicas primarias se volvi

    insuficiente, sin valor de cambio en el mercado de relaciones donde los chicos interactan socialmente en el que empiezan a tallar los procesos psicolgicos superiores[13]. Es como si de pronto la adolescencia se hubiera adelantado

    diez aos. Chicos que apenas tienen diez aos, se han visto compelidos a buscar, brindar y encontrar reconocimiento fuera del hogar, entre sus pares,

    en el universo de relaciones que les proporciona la red. Por eso, para ellos, la red no tiene la devaluada categora de lo virtual que suele tener para los mayores, es real, porque les proporciona contactos, afinidad, empata,

    reconocimiento e identidad. Surge entonces un proceso de socializacin paralelo en el que los chicos enfrentan sus propios desafos cognitivos,

    desequilibrios de una ndole completamente diferente a los que les plantea la escuela. Este desfasaje tiene como teln de fondo los vicios residuales de una mirada evolutiva que ha insistido con poner el acento en los factores biolgicos

    antes que en los factores sociales. El mismo proceso epocal que desplaz al Estado-nacin como molde cognitivo de las ciencias sociales y las dej sin

    marcos interpretativos, ha desplazado el biologicismo como patrn de medida alrededor del cual era posible pensar los procesos de aprendizaje y disear la enseanza. El sujeto de aprendizaje ha mutado, es enteramente otro; no se

    trata, por lo tanto, de reducir la desventaja instrumental que separa a los docentes de sus alumnos, sino de ubicarse de otro modo en relacin a su

    objeto.

    Ese oscuro objeto del deseo El socilogo Gabriel Gatti analiza los

    fenmenos sociales que en este contexto se fueron volviendo in-significantes e irrepresentables para la disciplina que tiene por objeto

    estudiarlos: la sociologa[14]. Son figuras y dimensiones de la vida colectiva que, aunque existentes, aunque habitables, aunque dotadas de cierta materialidad, no pueden ser representadas pues escapan de la lgica que

    estructura los mecanismos de representacin de la vida en sociedad. Que la sociologa que en mayor o menor medida otorga los marcos epistemolgicos

    al resto de las ciencias sociales no pueda aprehender justamente aquello que le da su razn de ser, nos est dando el volumen de la situacin que atravesamos. Se viven momentos re-fundacionales y el tramo del camino que

    recorre la educacin, como venimos sosteniendo en este trabajo, forma parte de ese proceso de transformacin.

  • 12

    La educacin tiene su propio objeto elusivo. Pero, cmo posicionarse en

    relacin a un objeto que rehye? Para llegar a ese punto, sin embargo, hace falta definir el carcter de esa opacidad. Nos toca indagar, entonces, qu es

    eso que se vuelve inaprensible en la educacin y en qu medida se asume como tal. Gabriel Gatti dice que al no poder acceder directamente [al objeto elusor], no queda ms remedio que analizar sus sntomas, rodearlo, bordearlo. Los sntomas que revelan lo in-significado, en lo que atae a la educacin, son

    precisamente los que venimos exponiendo, pero para no permanecer en el

    plano de lo anecdtico ni perdernos en elucubraciones fantasiosas, vamos a analizar el fenmeno a la luz de un concepto de Lev Vigotski que nos permite mensurar el alcance de lo que estamos diciendo.

    Zona de desarrollo Cuando Vigotski habla de los procesos psicolgicos

    superiores y detalla los modos en que el entorno social le provee al nio las herramientas que ms tarde sern apropiadas e internalizadas en el funcionamiento intelectual propio, recurre a un concepto terico que no duda en calificar de excepcionalmente importante: la zona de desarrollo prximo.

    Vigotski la define como la distancia entre el nivel real de desarrollo,

    determinado por la capacidad de resolver independientemente un problema, y el nivel de desarrollo potencial, determinado a travs de la resolucin de un problema bajo la gua de un adulto o en colaboracin con otros[15]. El

    concepto de Vigotski pone de relieve el carcter orientador del aprendizaje respecto del desarrollo cognoscitivo[16], pero sobre todo expone el carcter

    irreductiblemente social del aprendizaje. Esto que podra ser una verdad de Perogrullo, no lo es tanto. No slo porque su teora pone el acento en los factores sociales antes que en los biolgicos, sino porque jerarquiza la presencia del otro, en tanto que se constituye en la condicin para que surja un

    espacio dinmico de interaccin, a partir del cual las funciones que an no

    maduraron, pero que se encuentran en proceso de maduracin, pueden desarrollarse. Mientras que el nivel de desarrollo real est vinculado al desarrollo retrospectivo, la zona de desarrollo prximo est ligada a lo prospectivo, precisamente porque hay un otro que con su presencia-mediacin

    habilita la expresin de una latencia. Son funciones que no siempre logran

    desarrollarse, slo en aquellos casos que aparece un estmulo y la presencia de un otro. En este punto la intervencin del docente u otro adulto se vuelve gravitante, porque contribuye a orientar el desarrollo hacia la apropiacin de los

    instrumentos de mediacin cultural[17]. Esta internalizacin mediada de la cultura es la que coadyuva la formacin de las funciones psquicas superiores.

    Hasta ah lo conocido y apropiado por la pedagoga, pero los cambios introducidos por la cultura digital alteraron el dispositivo. El mecanismo que hasta ayer era pasible de seguimientos y teorizaciones en un registro

    identificable, se ha reconfigurado. La armona de la trinidad nio-adultos-cultura, se disloc. No es una novedad que la sociedad del ltimo medio siglo

    ha desplegado un notable in crescendo en las motivaciones tempranas. Desde muy pequeos los nios son hiperestimulados por la televisin, los juegos didcticos, la sobrecarga de actividades y el jardn de infantes. Estas y otras

    actividades, entre las que podramos incluir a los tteres, el cine infantil y la publicidad dirigida, fueron aadidas y reconocidas como parte del entorno de

    interaccin infantil. Pero este esquema se vio progresivamente modificado desde el momento en que los hogares incorporaron, casi simultneamente, la

  • 13

    computadora y los videojuegos. En el imaginario domstico se pensaron con

    incumbencias diferenciadas y estancas: la computadora para los padres y las consolas de family games para los nios. Pero el rea de interseccin se fue

    ampliando hasta comprender ambos entornos en uno solo crculo concntrico, no slo por que los nios comenzaron a curiosear en los escritorios de sus padres y los mayores a solazarse con los juegos de los chicos, sino porque la

    tecnologa fue ampliando las prestaciones hasta fundirlas y volverlas de aplicacin indistinta. Hoy las videoconsolas proporcionan tantas ventajas como

    una computadora o un telfono mvil de alta gama, son plataformas multimedia, con acceso a internet, tiendas virtuales y servicios en lnea. El intercambio, sin embargo, result desparejo. El poder de dao que iba a

    demostrar un equipo respecto del otro result bien diferente, y en poco tiempo la relacin dej de guardar correspondencia. No slo quedaron reveladas las

    limitaciones de los adultos para participar de la competencia que implicaba, adems de ciertas habilidades, mantenerse actualizado sobre las diferentes versiones de los juegos, tambin qued expuesto que lo que podan generar

    los padres con los videojuegos no tena punto de comparacin con aquello que comenzaron a desarrollar los chicos con una computadora al alcance de la

    mano; ms tarde, con el acceso a internet, el potencial se vera multiplicado a grados insospechados. El problema, sin embargo, no se redujo al retraso tecnolgico de los adultos respecto de los ms chicos; en la carrera, los padres

    perdieron de vista algo de sus hijos. Y esto s tuvo su equivalencia, porque en ese trayecto los hijos tambin perdieron algo de sus padres. Las experiencias

    de los chicos comenzaron a ser slo suyas, por ms que intentaran contar el modo en que iban superando niveles y les hablaran de Left 4 dead, World of Warcraft, Metal Gear o de Smash Bros Brawl[18], sus padres no los podan

    seguir. El corolario de esa distancia, fue la conquista definitiva de la computadora por parte de los chicos. Con un mouse en la mano y acceso a internet, comenzaron explorar pantallas como quien pasa de nivel, pero no se

    adverta que estaban abandonando un mundo puramente virtual (el de los videojuegos) para interactuar de un modo efectivo con el mundo de los

    acontecimientos reales. Las capacidades que haban estimulado los videojuegos, desarrollando mnemotecnias, reflejos y una dimensin diferente

    del error, fueron aplicadas ldicamente al software y a la vida online. La gente ms vieja tiene ms dudas en hacer algo inseguro. Nosotros queremos experimentar y arriesgarnos. Eso es lo que tenemos en comn, dice Steve

    Chen, fundador de YouTube[19]. Es decir, sin una conciencia real ni una longitud moral de lo que hacan, los jvenes comenzaron a interactuar

    desprejuiciadamente con el mundo de los adultos, y con la misma fruicin que podan abocarse a superar los desafos de las misiones del World of Warcraft[20], emprendieron la investigacin de los diferentes niveles de

    complejidad que les presentaba el PhotoShop o el firewall de la NASA, como

    de hecho ocurri[21].

    La distancia se extendi, como es lgico, a la relacin con el docente y la escuela. Los diseos curriculares comenzaron a retrasarse respecto de las vivencias de los chicos, a no reflejar su tiempo, y si bien esto no pas

    inadvertido entre los cientistas de la educacin, las polticas educativas slo atinaron a aumentar la dotacin tecnolgica, sin que se produzca una

    reformulacin pedaggica acorde en la gri lla de asignaturas.

  • 14

    Llegado a este punto es donde la teora vigotskiana altera la escala. No en sus

    enunciados, pero s en el esquema que concibe la zona de desarrollo prximo. La idea que postula que la adquisicin de cualquier habilidad infantil involucra

    la instruccin por parte de los adultos, tanto sea antes o durante la prctica escolar[22], no pierde vigencia, pero se vuelve endeble. La distancia de la que venimos hablando hace que la gua de [los] adultos atraviese contradicciones,

    impotencias y una trama de complejidades nuevas que no logra resolver de un modo efectivo. Se produce entonces un estado de desamparo nuevo, que

    fortalece la otra parte de la regla vigotskiana, la que l haba incluido con una o de funcin alternativa, la que habla de la colaboracin con otros.

    El mundo vivencial de los chicos transita por un camino propio, alejado del

    cdigo vivencial de los adultos, y comienza a presentar sus propios desequilibrios. Necesitan saber y resolver sus desafos, y no pueden esperar

    los tiempos de la escuela. Comienzan a utilizar las herramientas que les provee el entorno tecnolgico para resolver sus intrngulis. Nadie sabe demasiado, pero todos saben algo. Surge una cultura colaborativa que, enancada en las

    aplicaciones 2.0, se potencia y se hace extensa. Brotan y se multiplican a escala viral los foros y las consultas online. Lo que no se puede resolver con la

    gua de [los] adultos ni de la escuela, se puede resolver en colaboracin con otros. Es una relacin horizontal, de pares. Arman tutoriales online, filman sus propios instructivos que despus suben a YouTube. No hay supervisin en el

    sentido clsico del trmino. La intervencin de los pares no se origina en la autoridad, se produce desde una experiencia que por lo general no dista

    demasiado del que busca ayuda: cada uno se limita a sumar lo que sabe. La mecnica los ayuda a resolver problemas y habilita nuevos nivel(es) de desarrollo potencial que despus vuelven a explorar. Esta prctica viral les

    permite superar fases de complejidad propias y abrir nuevos espacios de interaccin, que a su vez estimulan el desarrollo de nuevas funciones que an

    no maduraron, pero que se encuentran en proceso de maduracin.Los adultos, sobre todo los docentes, que es lo que aqu nos interesa, no logran operar como antes en la zona de desarrollo prximo: quedan afuera,

    estimulando un aprendizaje limitado. La escuela, que podra participar del nuevo universo conteniendo la estructura cognitiva anterior que lejos de

    perder vigencia, puede incorporarse con renovada salubridad, no logra constituirse en un mbito favorable. La sensacin de vrtigo es inevitable. Hay una generacin que est forjando parte de su educacin sin nuestra

    supervisin, por lo menos no en la medida de antes, pues si bien los adultos no desaparecieron del entorno, es innegable que tienen una presencia ms

    relativa. Es ms de los que muchos pueden tolerar. La situacin interpela por s misma: est preparada la pedagoga para pensar un sujeto semipresencial, multi-tasking y polialfabetizados?, puede la escuela vencer

    la impronta moderna y desactivar su compulsin disciplinadora para aplicar en una funcionalidad diferente?, es posible que la enseanza internalice una

    gramtica nueva, que no ponga el acento en la predicacin y la afirmacin? Final A pesar de los muchos reclamos que se le hicieron a la escuela para que

    rompiera con el modelo tradicional y resultara ms significativa[23], siempre se mantuvo ms o menos indemne. La escuela, como dice Martn Barbero,

    sigue reproduciendo ambientes y escenarios del pasado. La interaccin, por lo general, le ha sido histricamente ajena, sencillamente porque implicaba salir

  • 15

    de la cuarentena y abrir las ventanas de los claustros a un mundo que siempre

    se consider contaminante. Pero el proteccionismo que en otros momentos la salv de los tembladerales, se volvi un vicio, y hoy le juega en contra.

    Esta suerte de genealoga nos permiti revisar la matriz de un procedimiento que poco o nada ha logrado apartarse de los atavismos que la escuela luca cuando estaba en el pedestal. Como una antigua dama de la nobleza, como un

    jugador de ftbol que fue hbil y elstico, la educacin institucional no renuncia a la nostalgia, vive de ella. Pero, como hemos visto, todo ha dado un vuelco

    copernicano, y la nostalgia no le devuelve el sitial que ocupaba en el pasado, hace falta otra cosa. Somos testigos de un tiempo en el que se descompone el mundo moderno y la moral universal y emerge otro, fragmentario, de ticas

    yuxtapuestas. Esta es la viva complejidad que representa el desafo al que nos enfrentamos, dice un intempestivo Michel Maffesoli. Ser mejor recoger el

    guante que nos golpea en la cara, porque el paso que hay que dar requiere una escuela que salga fuera de s y se ubique en una perspectiva diferente. El panptico ya no sirve para otear todo lo que acontece, hay cosas que han

    quedado fuera de su rbita, ahora hay un objeto que rehye al que hay que alcanzar y acompaar; no estamos diciendo, claro est, que frente a esta

    imposibilidad se deben renovar los dispositivos de vigilancia, estamos diciendo que la escuela debe renunciar a esa funcin. Hablamos, por lo tanto, de un cambio en el concepto de experiencia. En trminos de un Gadamer que habra

    que retomar:

    () las personas a la que llamamos experimentada no es slo alguien que se ha hecho el que es a travs deexperiencias, sino tambin alguien que est abierto a nuevas experiencias [] El hombre experimentado es siempre el ms

    radicalmente no dogmtico, que precisamente porque ha hecho tanta

    experiencia est particularmente capacitado para volver a hacer experiencias y aprender de ellas. [] El concepto de la experiencia de que se trata ahora

    adquiere un momento cualitativamente nuevo. No se refiere slo a la experiencia en el sentido de lo que esta ensea sobre tal o cual cosa. Se refiere a la experiencia en su conjunto. Esta es la experiencia que

    constantemente tiene que ser adquirida y que a nadie le puede ser ahorrada. La experiencia es aqu algo que forma parte de la experiencia histrica del

    hombre [] En este sentido la experiencia presupone que se defrauden muchas expectativas, pues slo se adquieren a travs de decepciones.[24]

    La experiencia de la que hablamos es, por lo tanto, predisposicin a nuevas

    experiencias, sin renunciar a las experiencias acumuladas. La experiencia de Gadamer es, podramos decir utilizando un concepto algo en desuso, una

    suerte de aprendizaje significativo, donde los nuevos conocimientos se incorporan, conviven e interactan con la estructura cognitiva anterior, que perdura y gravita, otorgando poder transformador. Es el tipo de actitud que se

    necesita frente una subjetividad ciertamente heterodoxa como la que estn construyendo los nativos digitales. Sin esa actitud, la hete rodoxia se vuelve

    inaprensible y la escuela un lamento de despechados. Los tiempos que corren demandan una institucin porosa, que soporte prcticas interactivas, con roles flexibles y autoridades mudables. Se necesita a la educacin fuera de s.

    Para eso es necesario afrontar el hiato abierto entre lo que se ensea y lo que es necesario aprender. Mientras eso no ocurra, los docentes, munidos de las

  • 16

    herramientas que, por lo general se han procurado ellos mismo, se ven

    compelidos a cargar de sentido aquello que ni la escuela ni la familia estn pudiendo resolver; porque se ven interpelados a dos puntas, por padres

    desconcertados que no logran situarse en el tiempo de sus hijos y alumnos que demandan una consideracin ms acorde al mundo en el que van a desplegar sus vidas. La complejidad de la situacin y el rango etario de quienes tienen a

    su cargo el diseo de las polticas educativas, no facilitan las cosas, pero no es bice para que las ciencias de la educacin, como el resto de las ciencias

    sociales que se gestaron en el marco epistemolgico de la modernidad y que empiezan a recibir una nueva generacin de estudiantes, revisen los fundamentos en que se sostiene sus prcticas, sobre todo porque esa es la

    especificidad de la escuela y de la enseanza.

    Este es un desafo democrtico que debera asumir la escuela, mucho ms en

    un pas como el nuestro. Lo que le falte a la pedagoga para entender esto, es lo que le falta a la escuela para sincronizarse con el nuevo tiempo.

    junio de 2010

    * Este captulo forma parte del libro La educacin alterada, Una aproximacin a la escuela del siglo xxi, publicado por Salida al Mar Ediciones en octubre de

    2010 en la Coleccin Educacin y Pensamiento. Participan del libro Ins

    Dussel, Viviana Minzi, Fabin Mosenson, Lila Pagola, Fernando Peirone, Alberto Quevedo y Paula Sibilia

    [1] Pablo Pinau, La escuela en el paisaje moderno [2] Ver Gabriel Gatti, La teora sociolgica visita el vaco social (o de las tensas

    relaciones entre la sociologa y un objeto que le rehuye), publicado 2005

    [3] En muchas escuelas secundarias sin orientacin artstica, por ejemplo,

    todava se lee y estudia el Mio Cid, que resulta tan ajeno a la experiencia vital de un joven actual como La Eneida de Virgilio.

    [4] No hace falta aclarar que esto no desmerece la obra de Faulkner ni la de

    Musil. Sus nombres son tomados como emblemas de la cultura libresca, como un modo de apropiacin del conocimiento, frente a otro que corri su eje al

    mundo de las imgenes, lo desterritorializado y lo inestable. [5] Fuente http://www.emc.com/digital_universe y Revista Alambre N1 [6] Facebook, adems, es slo una red, hay muchas otras, y as como creci

    en poco tiempo, sus usuarios pueden migrar hacia redes que les garanticen el cuidado de su informacin. Tal el caso, por ejemplo, de Dispora:

    http://joindiaspora.com/ [7] Hay quienes no dudan en decir que Obama es presidente de Estados Unidos no gracias a la prensa ni a la televisin ni a la radio, sino a haber sabido

    utilizar la red. A diferencia de McCain, que reacciono tarde, Obama le concedi a las nuevas tecnologas un valor estratgico que termin aportando

    beneficios notables. La incorporacin de YouTube, Facebook, MySpace, Flickr y Twitter, fueron herramientas ti les para recaudar fondos, pero fueron

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    fundamentales para movilizar votantes que a su vez uti lizaban esos recursos

    para formular propuestas, constituir redes y organizar nuevos voluntarios. [8] Al trmino de este captulo, ante una convocatoria a una rateada de alcance

    nacional, el Consejo Federal de Educacin, integrado por los ministros de Educacin provinciales, trat el tema y despus de intercambiar opiniones, acord no promover sanciones distintas para los estudiantes que se sumen a

    la rateada. El Ministro de la Nacin y sus pares provinciales, con buen tino, llegaron a la conclusin de que la sancin plantea un pleito innecesario.

    [9] En Argentina, sin ir ms lejos, el martes 6 de abril de 2010 la Presidenta Cristina Fernndez de Kirchner lanz el programa Conectar Igualdad.com.ar, que prev que en el plazo de tres aos cada alumno de la escuela secundaria

    tenga su propia laptop, con lo que eso significa no slo en el espacio ulico sino en la cotidianidad de esos jvenes. [10] Fuentes: Prince & Cooke y Carrier y Asociados. [11] Ver Julieta Bouville, Cibercafs o la nueva esquina. Usos y apropiaciones de internet en los jvenes de sectores populares urbanos, en Ciberculturas

    juveniles. La Cruja. Buenos Aires, 2008

    [12] Esta situacin ya no es un patrimonio de la vida urbana, los pueblos se han

    hecho eco de este clima, muchas veces fogoneado desmedidamente por los medios de comunicacin, y adoptan el mismo retraimiento. [13] Vygotsky, Lev. El desarrollo de los procesos psicolgicos superiores. Ed.

    Crtica. Buenos Aires. 2009 [14] Gabriel Gatti, 2005.

    [15] Vygotsky, 2009. Pag. 133 [16] Jos Antonio Castorina y otros. Piaget-Vigotsky: contribuciones para plantear el debate. Ed. Paidos. Buenos Aires, 1996.

    [17] Ibid. [18] Cuatro de los videojuegos ms populares en 2010

    [19] Revista Rolling Stones, enero de 2007 [20] World of Warcraft es el juego ms popular de la red. Se juega online y

    acapara el 62% del mercado multijugador, con 11,5 millones de suscriptores

    mensuales. [21] Jonathan James, por ejemplo, con poco ms de 15 aos, abri una backdoor (puerta trasera) en el servidor del Departamento de Defensa de

    los EEUU encargado de seguir las amenazas a los Estados Unidos y sus aliados. Poco tiempo despus cracke las computadoras de la NASA y accedi

    a uno de los software ms valiosos e importantes del mundo. Si bien es un caso especial, existen infinitos casos menos notorios que han sorprendido por

    la combinacin de osada y habilidad para incursionar en territorios ms o menos prohibidos. [22] Castorina, 1996 [23] Mario Carretero, Introduccin al constructivismo. FLaCSo [24] Hans-Georg Gadamer. Teora y mtodo, Ed. Sgueme. Salamanca 2007.

    Pag. 431-2