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Estrechamente relacionado con el culto a la Virgen de los Dolores se encuentra el de su Soledad 1 . Como asegura Trens, “el devoto sentimen- talismo popular (…) después de haber creado los temas de la Piedad y de la Virgen de los Dolores, creó todavía otro, que es el de la Soledad. Los artistas españoles se apropiaron de él y lo glosaron de una manera muy típica y elocuente, con una fastuosa policromía de sentimientos y actitudes” 2 . “Soledad”, según el Diccionario de Autoridades de la Real Academia, es lo mismo que “orfandad o falta de aquella persona de cariño, o que pueda tener influjo en el alivio y consuelo; y en este sentido se llama así por excelencia la que tuvo nuestra Señora en la muerte de su Hijo santísi- mo” 3 . No cabe duda de que la meditación en los momentos postreros de la Pasión de Cristo hizo ver en qué profunda soledad quedaba la Madre tras su muerte y sepultura, a pesar de que en la Cruz se la encomendara a Juan, el discípulo predilecto (Ioh 19, 26-27). Este sentimiento de com- pasión hacia María sola en su dolor lo ha expresado magistralmente Lope de Vega: 371 LA SOLEDAD DE MARÍA FERMÍN LABARGA GARCÍA ScrdeM 1. FERMÍN LABARGA GARCÍA, “Los dolores de la Virgen”, Scripta de Maria, serie II, 1 (2004), pp. 365-407. 2. MANUEL TRENS, María. Iconografía de la Virgen en el arte español, Editorial Plus Ultra, Madrid 1947, p. 233. 3. REAL ACADEMIA, Diccionario de Autoridades, III, Editorial Gredos, Madrid 1990, p. 139.

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Estrechamente relacionado con el culto a la Virgen de los Dolores seencuentra el de su Soledad1. Como asegura Trens, “el devoto sentimen-talismo popular (…) después de haber creado los temas de la Piedad yde la Virgen de los Dolores, creó todavía otro, que es el de la Soledad.Los artistas españoles se apropiaron de él y lo glosaron de una maneramuy típica y elocuente, con una fastuosa policromía de sentimientos yactitudes”2.

“Soledad”, según el Diccionario de Autoridades de la Real Academia, eslo mismo que “orfandad o falta de aquella persona de cariño, o que puedatener influjo en el alivio y consuelo; y en este sentido se llama así porexcelencia la que tuvo nuestra Señora en la muerte de su Hijo santísi-mo”3. No cabe duda de que la meditación en los momentos postreros dela Pasión de Cristo hizo ver en qué profunda soledad quedaba la Madretras su muerte y sepultura, a pesar de que en la Cruz se la encomendaraa Juan, el discípulo predilecto (Ioh 19, 26-27). Este sentimiento de com-pasión hacia María sola en su dolor lo ha expresado magistralmente Lopede Vega:

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LA SOLEDAD DE MARÍA

FERMÍN LABARGA GARCÍA

ScrdeM

1. FERMÍN LABARGA GARCÍA, “Los dolores de la Virgen”, Scripta de Maria, serie II, 1 (2004),pp. 365-407.

2. MANUEL TRENS, María. Iconografía de la Virgen en el arte español, Editorial Plus Ultra,Madrid 1947, p. 233.

3. REAL ACADEMIA, Diccionario de Autoridades, III, Editorial Gredos, Madrid 1990, p. 139.

Sin esposo, porque estabaJosé de la muerte preso;sin padre, porque se esconde;sin hijo, porque está muerto;

sin luz, porque llora el sol;sin voz, porque muere el Verbo;sin alma, ausente la suya;sin cuerpo, enterrado el cuerpo;

sin tierra, que todo es sangre;sin aire, que todo es fuego;sin fuego, que todo es agua;sin agua, que todo es hielo.

Con la mayor soledadque humanos pechos se vieron,pechos que hubiesen criado,aunque virginales pechos.

A la cruz, de quien pendíaun rojo y sangriento lienzo,con que bajó de sus brazosCristo sin alma, y Dios muerto.

La sola del sol difuntodice con divino esfuerzoestas quejas lastimosasy estos piadosos requiebros…4

1. Objeto del culto

Ante una situación tan patética, la de una madre que pierde a su únicohijo y queda sola en el mundo, difícilmente se encuentra alguien tan durode corazón que no se conmueva; más aún si esa madre es la Madre deJesucristo, el Salvador de los hombres, Dios perfecto y hombre perfecto.

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4. FÉLIX LOPE DE VEGA, Colección de las obras sueltas, así en prosa como en verso, de Félix Lope deVega, Edición de Sancha, XIII, Madrid 1777, p. 319.

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Aunque en este caso el vacío es imposible de llenar. San Bernardo, con suadmirable dulzura, exponía el poco ventajoso intercambio efectuado al pie dela cruz: “Se te entrega a Juan en sustitución de Jesús, al siervo en sustitucióndel Señor, al discípulo en lugar del Maestro, al hijo del Zebedeo en lugar delHijo de Dios, a un simple hombre en sustitución del Dios verdadero”5.

Cierto es que, en propiedad, la Virgen no quedaba sola y desamparadadesde el punto de vista estrictamente humano; aunque su Hijo no la hubie-ra encomendado al apóstol Juan, allí estaban sus familiares; el desamparoabsoluto no se entiende desde una concepción oriental del sentido de per-tenencia a la familia; pero es que la Soledad de la Virgen es más profunda;se trata de una soledad moral, o mejor aún, “mística”, profundamente sim-bólica desde una perspectiva eclesiológica.

Tras asistir al pie de la cruz a la muerte de su Hijo y a su posteriorentierro en el sepulcro, María permanece en soledad contemplando inte-riormente los acontecimientos mientras aguarda la Resurrección, quizás laúnica, encarnando así en plenitud al auténtico resto de Israel; en su corazón,afligido por un dolor inigualable, se alberga encendida, sin embargo, laúnica llama de esperanza que sobre la tierra aguarda el triunfo anunciadode la Vida sobre la muerte. María en su soledad es la concreción de laIglesia que aguarda anhelante la realización de las promesas del Esposodivino. María siente profundamente su soledad porque es la única quesigue creyendo en Cristo, una vez que los más cercanos han huido abatidospor el miedo y la duda o permanecen junto a Ella, con solicitud filial, perosin esperanza.

La soledad de María conlleva dolor, tristeza, angustia y sufrimiento por-que su corazón de Madre ha sufrido mística pero realmente todos los tor-mentos de la Pasión de su Hijo, completados con el desgarro inevitable de laasitencia al descendimiento y sepultura del cadáver. Por ello pudo referirsesan Lorenzo Justiniano al corazón de la Virgen como espejo clarísimo de laPasión de Cristo6. El carmelita Manuel de la Virgen ponderaba la radicalidaddel dolor de la Virgen tras la sepultura del cadáver de su Hijo, ya que Él:

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5. SAN BERNARDO, “Sermón en el domingo infraoctava de la Asunción”, Obras completas de sanBernardo, I, BAC, Madrid 1953, p. 736.

6. SAN LORENZO JUSTINIANO, Sacrificio triunfal de Cristo Mediador, Edicep, Valencia 1995.

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“Durmió sepultado en paz, según anunció David; pero esta pazfue para María más amarga que cualquier otra amargura; pues,sepultado su Hijo, entró la Madre en los funestos umbrales dela muerte, en mortales agonías y amarguísimas congojas.Parecía lograba dulce paz su corazón cuando en la muerte des-cansó Jesús; mas, restaba la amargura de la Soledad: y ésta enla paz fue amarguísima, por la tristísima ausencia de el Hijosepultado, que transformó, según pondera un Docto, su cora-

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7. FRAY MANUEL DE LA VIRGEN, Threnos o lamentos virginales en nueve pláticas y sermón de losDolores de María Santísima, Salamanca 1742, p. 131.

La Virgen en su soledad en su aposento cerca del Calvario. Grabado mallorquín del siglo XVIII.

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zón en sepulcro”7.

No cabe duda de que tras la muerte de Jesús, su madre sintió verdade-ramente la angustia de la soledad, a pesar de su fe inconmovible. La sensa-ción de abandono, de desamparo hubo de abatir interiormente a María. Setrata del último grado de perfeccionamiento en la unión de la Madre con elHijo; en cierta manera es la trasposición del abandono que siente Cristo enla cruz al gritar mirando al cielo: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abando-nado? (Ps 21, 2). La soledad extrema que Cristo siente en la cruz es, sinduda, la cima más alta del estado de desolación al que puede llegar un alma.Es Dios Padre el que prueba al Hijo hecho hombre haciéndole experimen-tar la terrible soledad que supone ser abandonado por Dios. Esa mismaexperiencia, aunque en grado proporcional, es la que hubo de sufrir María.

Resulta lógico pensar que la Virgen sufrió una experiencia semejante desoledad, de abandono, de desolación, pues, al igual que ha sufrido mística-mente todos los tormentos físicos de la Pasión, con mayor motivo ha debi-do sentir dentro de su alma los tormentos morales que su Hijo ha padecido.Una noche oscura para María, que el poeta fray Pedro de Padilla expresabamagistralmente a finales del siglo XVI:

“Así, la Virgen, viendo su sol puestoen la clausura del sepulcro santo,la noche oscura del dolor tras estole cubrió el alma con triste manto”8.

Esta experiencia no sería, desde luego, de las menos dolorosas, como hanseñalado repetidamente los autores:

“Comenzó de nuevo para María una nueva Pasión desde lalanzada hasta el sepulcro, y del sepulcro a la Soledad, que leduró hasta la Resurrección. Y fue esta Pasión tan terribleque le pareció a san Pascasio que todo lo demás no fueranada si no llegara a verse sola con soledad de un su Hijo que

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8. FRAY PEDRO DE PADILLA, Grandezas y excelencias de la Virgen, Madrid 1806 (sobre la ediciónde 1587), p. 234.

9. FRANCISCO GARAU, S. I., Declamaciones sacras, políticas y morales sobre los Evangelios todos de laQuaresma…, Valencia 1695, p. 452.

era Dios”9.

Nos encontramos ante una experiencia mística, similar, por otro lado,aunque en grado mayor, a la que gozan algunas almas místicas cuando hanllegado a un alto grado de perfección. En ese momento, se siente el vacío deDios, un vacío que no es real sino aparente, y que provoca un sentimientode soledad, de aridez espiritual y de desolación mística10. Según Micheletti:

“se trata de la forma más dura de purificación interior, quepasa por diversos grados: el hombre siente primero que Diosse ha alejado, permanece silencioso y ausente, como si sehubiera olvidado de su amor; luego percibe el desierto, sin luz,sin consuelo, y ve este castigo como castigo de su culpa (…)Pero Dios nunca fuerza a la experiencia de la muerte si no espara construir la vida. La experiencia del abandono se resuelvecomo la última purificación del camino de perfección encomunión íntima con Cristo salvador, haciendo brotar en elalma el acto de abandono perfecto, que la introduce en la plenaparticipación en la redención de Cristo”11.

Cierto es que María no pudo comprender ese estado de desolación comofruto de sus pecados puesto que no los tenía, pero sí como una purificaciónque forma parte de su peregrinación en la fe (LG 58); al igual que su Hijo,la Virgen experimenta en profundidad el abandono aparente de Dios en elmomento cumbre en que atraviesan el desierto de la muerte, física y místi-ca respectivamente. Pero, ahí precisamente se está gestando una nueva vida,la de la Iglesia que nace del costado abierto de Cristo ante la presenciamaternal de María, que permanece firme al pie de la cruz, con la firmezainconmovible de la fe. La experiencia de soledad que atenaza el alma de laVirgen constituye de esta manera un nuevo acto de entrega a la voluntad deDios, una reconfirmación del fiat: María se abandona del todo en manos de

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10. SANTA TERESA DE JESÚS, Obras completas, edición de Efrén de la Madre de Dios y OtgerSteggink, BAC, Madrid2 1967, pp. 89 ss. y 434 ss. Recuérdese, a este propósito, que enitaliano uno de los términos con que frecuentemente se designa a la Virgen de los Doloreses la Dessolatta.

11. DANIELE MICHELEYYI, “Abandono”, en LUIGI BORRIELLO et alii (dir.), Diccionario de Mística,San Pablo, Madrid 2002, p. 49.

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Dios tanto en el momento de la encarnación del Verbo como en el del naci-miento de la Iglesia, que se inicia en el Calvario y concluye en el cenáculoel día de Pentecostés. En ambos momentos María experimenta la soledadcomo fruto de su entrega absoluta y perfecta a la voluntad de Dios, unasoledad fructífera que es fuente de vida.

En el Calvario, la Virgen experimenta la vivencia más trágica y subli-me de su itinerario espiritual: la experiencia del abandono, de la ausenciade Dios, no sólo es mística, sino también física. Tras la muerte de Cristo ysu sepultura, María sufre como nadie más ha podido hacerlo la ausencia deDios, del Dios que se ha hecho carne en sus entrañas purísimas, del Diosque ha acunado en su regazo, del Dios que ha ido creciendo en edad, gra-cia y sabiduría, del Dios que ha predicado y hecho milagros, del Dios quetenía que cumplir la voluntad de su Padre, del Dios que es signo de con-tradicción. Nadie más que María puede sentir una ausencia tal, la ausen-cia del que era para ella la razón de su existir, una ausencia que, además,se deja sentir bajo la apariencia de la derrota, de la humillación, de la másprofunda kénosis. Con gran lirismo expresó esta realidad el capuchinoJuan Bautista de Murcia, tomando pie del libro de las Lamentaciones(1, 12). La Virgen pregunta si alguien ha visto dolor comparable al suyo.¿Y cuál es la causa?

“Quoniam vendimiavit me. Porque me han vendimiado. La vidcon su racimo está hermosa y alegre; pero si se le quitan, quedasola y triste. Es María la más hermosa vid que ha habido en elmundo; ésta dio por fruto a Jesús (…) La malicia de los judí-os la ha vendimiado, quitándole y robándole este precioso raci-mo para extrujarle en el lagar de la cruz (…) Sin él quedó sola,triste, fúnebre y lamentable”12.

Pero, aún en esas terribles y dramáticas circunstancias, la Virgen sigueconfiando en Dios y en sus promesas. La fe y la esperanza animan a María,de forma que es Ella la que tiene que dar seguridad al pequeño grupo defieles que permanecieron junto a Jesús hasta el final: el joven apóstol Juan,

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12. JUAN BAUTISTA DE MURCIA, Clarín evangélico panegyrico en una centuria de sermones…,Barcelona 1753, pp. 107 y 113.

la Magdalena y algunas mujeres, además de Nicodemo y José de Arimatea,llegados en los momentos más críticos.

Ya a partir de los relatos evangélicos, la figura de María adquiere unanueva dimensión simbólica al representar a la Iglesia; esto es claro en elpasaje en que Cristo entrega a su Madre al apóstol Juan. San Ambrosiose hacía eco de ello13 y san Isidoro lo expresaba de forma meridiana:“Maria autem Ecclesiam significat”14. Santiago de la Vorágine, el autorde la más famosa obra hagiográfica de todos los tiempos y posiblementetambién la que mayor influencia ha ejercido en la iconografía del arteoccidental, la Legenda Aurea, señalaba en otra de sus obras, el Mariale,que toda la Iglesia se había refugiado a partir de la muerte de Cristo enel corazón de su Madre15. La iconografía medieval, según Male, así lointerpretó también16.

No obstante, la piedad popular se inclinó de forma natural a meditar elmisterio de la Soledad de María casi exclusivamente considerado desde sudimensión más puramente sentimental. No se tiene en cuenta tanto la for-taleza de María que alienta a los que la acompañan cuanto la angustia ydesolación tras la muerte de su Hijo. En la conciencia del pueblo cristiano,la esperanza que movía a la Virgen, porque en verdad creía en lo que su Hijohabía prometido, pasa a un plano muy secundario frente al papel protago-nista que adquiere el sentido trágico de la muerte, por otro lado, tan típi-camente medieval e hispánico. En la literatura, en la predicación y en laiconografía María aparece como una viuda desconsolada y anegada en sudolor insoportable. Sin duda, una representación poco fiel a la literalidad

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13. SAN AMBROSIO, Expositio Evangelii secundum Lucam, PL XV, col. 1.554.14. SAN ISIDORO, Allegoriae quaedam Sacrae Scripturae, PL LXXXIII, col. 117.15. SANTIAGO DE LA VORAGINE, Mariale sive sermones de beata Virgine, Saur, München 1990,

recurso electrónico sobre la edición de Soardi (Venecia 1497) I, sermo 3.16. EMILE MALE, El arte religioso del siglo XIII en Francia, Encuentro, Madrid 2001, pp. 224-227:

María, al lado derecho de la cruz de Cristo, representa a la Iglesia; es la nueva Eva junto alnuevo Adán de acuerdo con una antigua interpretación alegórica apuntada ya por sanGregorio Magno. Por el contrario, san Juan, situado a la izquierda, es símbolo paradójica-mente de la Sinagoga ya que, siendo el primero que en la mañana de Pascua llegó al sepul-cro, sin embargo, esperó hasta que entrara san Pedro, quien en este caso asume muylógicamente la representación de la Iglesia: SAN GREGORIO MAGNO, Hom. XXII in Evang.Joan., XX, 1-9, PL LXXVI, cols. 1.174-1.181; también la Glosa ordinaria, in Joan, cap. XXI.

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evangélica y a la doctrina teológica, pero sin duda muy cercana al sentirpopular, acostumbrado a escenas similares en el discurrir cotidiano.

Inserto en este contexto encontramos el tema del pasmo de la Virgen, esdecir, de los desmayos que según la creencia popular le sobrevinieron duranteel descendimiento y entierro de Cristo, aunque diversos autores los retrotraenhasta los mismos comienzos de la Pasión y especialmente con ocasión delencuentro en la calle de la Amargura (recuérdese el famoso cuadro de Rafaelasí titulado). Teniendo en cuenta que el origen y la configuración de este temaes eminentemente popular no cabe extrañar la aparición de estas reacciones tanhumanas como son los desmayos que, aún en nuestros días, no resulta difícilcontemplar en los entierros. Atribuirlo a la Madre de Dios no era sino situar-la en el conjunto de la humanidad doliente e identificarla plenamente concualquiera de las numerosas madres que en una época tan insegura como laEdad Media tenían la desgracia de perder un hijo a temprana edad.

En el Planctus Mariae compuesto por Simón Metafraste en el siglo X yase veía a la Virgen en semejante estado17; un sermón que se atribuía corrien-temente a san Bernardo hablaba de la Virgen desmayada en brazos de sanJuan y derramando copiosas lágrimas18, lo mismo que ocurría en otras obrassimilares atribuidas también a insignes autores como san Anselmo19 o sanBuenaventura. Por su parte, santa Brígida de Suecia, ponía en boca de lamisma Virgen las siguientes palabras, pronunciadas en una de sus revela-ciones: “Viéndole ya muerto, caí sin sentido”20. Berceo ya se hacía eco igual-mente de esos desmayos de María21.

Desde luego su representación iconográfica o escenificada o la explica-ción en sermones y cantares no se avenía con el relato evangélico según elcual María se mantuvo firme junto a la cruz de su Hijo (Ioh 19, 25). Era loque el famoso himno Stabat Mater, atribuido a Jacopone de Todi, pretendíamostrar: la fortaleza de María durante el suplicio de Cristo, que no impe-

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17. SIMON METAFRASTE, Planctus Mariae, PG CXIV, cols. 209-218.18. SAN BERNARDO, Liber de Passione Christi et Doloribus Matris eius, PL CLXXXII, cols.

1.134-1.142.19. SAN ANSELMO, Dialogus de passione Domini, PL CLIX, cols. 286-287.20. SANTA BRÍGIDA, Celestiales revelaciones, Apostolado de la Prensa, Madrid 1901, p. 249.21. GONZALO DE BERCEO, Duelo de la Virgen, edición de Arturo M. Ramoneda, Castalia,

Madrid 1980, p. 168.

día, antes al contrario, que un inmenso dolor anegara su corazón. Una ente-reza semejante se suponía lógicamente que habría mantenido la Virgenhasta el final.

Es un hecho cierto que estos supuestos desmayos han planteado nume-rosas discusiones entre los teólogos22; en 1525 Erasmo de Rotterdam se pro-nunciaba en contra de dicha representación de forma absoluta:

“Dolióse María con dolor de su Hijo, pero dominó el afectohumano con la fortaleza del espíritu; ahogó sus sollozos, repri-mió las lágrimas que arrasaban sus ojos (…) Pinturas ultrajan-tes para ella son aquéllas que la representan derribada y caídaen síncope, exánime de dolor. No lloraba a gritos, no mesabasus cabellos, no golpeaba su pecho ni a voz en cuello se pro-clamaba infeliz (…) De María se lee haber sido espectadora de

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22. GEORGES DURIEZ, La théologie dans le drame religieux en Allemagne au Moyen Age, Giard, Lille1914, pp. 450 ss.; JOHN SULLIVAN, A study of the themes of the Sacred Passion in the MedievalCycle Plays, Catholic University of America Press, Washington D. C. 1943, pp. 154-155.

23. ERASMO DE ROTTERDAM, Liturgia Lauretana, en Obras escogidas, edición de Lorenzo Riber,Aguilar, Madrid 1964, pp. 553-554.

Tela del escapulario de la Virgen de la Soledad.

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la acerbísima muerte de su Hijo, pero no se lee que llorara o sequejara. Lloraban las otras mujeres (…), sola María, que teníade diamante invulnerable el pecho, calla en expectación y ado-ración de la voluntad del Altísimo”23.

Puede resultar extraño e inhumano que se le niegue a la Virgen inclusola posibilidad del llanto. Lo cierto es que otros muchos autores se manifes-taban igualmente convencidos de que María no derramó lágrimas durantela pasión de su Hijo debido a su fortaleza y a la fe que la animaba. SanAmbrosio era claro en este punto: “Stabat sancta Maria iuxta crucem Filii:stantem ilam lego, flentem non lego”24. Por su parte, fray Manuel de laVirgen decía en sus Threnos o lamentaciones virginales: “Era su llanto en amar-gura del ánima y no se leen en María exteriores lágrimas”25.

No obstante, también es una realidad que tanto los desmayos como,prácticamente de forma universal, las lágrimas entraron a formar parte dela escenografía de la pasión. Más aún, en el caso concreto de los desmayoslos autores siguieron incidiendo en ellos a pesar de que, después de Trentose prohibiera su representación por no encontrarlos adecuados a la dignidaddel momento ni conformes con la narración evangélica. Sin ir más lejos, unaño después a la publicación de Erasmo, salía de la imprenta en Valladolidel tratado Passio duorum. Tractado de devotissimas y muy lastimosas contempla-ciones de la Pasión del Hijo de Dios y compasión de la Virgen su Madre, numero-sas veces reeditado y ampliamente difundido. Allí, su autor, un franciscano,se posicionaba junto al sentir popular y relataba los diversos desmayos de laVirgen durante la Pasión, especialmente durante el descendimiento: “Y laMadre, como lo vio, dejó de tener abrazada la cruz y, faltándole las fuerzasy los pulsos, no pudo ya más esforzarse y cayóse al suelo y desmayada”26.

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24. SAN AMBROSIO, De obitu Valentini, PL XVI, col. 1.371.25. FRAY MANUEL DE LA VIRGEN, op. cit., p. 181.26. Passio duorum. Tractado de devotissimas y muy lastimosas contemplaciones de la Pasión del Hijo de

Dios y compasión de la Virgen su Madre, por esta razón llamado Passio duorum, Sevilla 1550,f. 128 v. Sobre el tratado y su autor: JUAN MESEGUER, Passio Duorum. Autores-Ediciones-Laobra, en Archivo Ibero Americano, 29 (1969), pp. 217-268; JOSÉ ANTONIO DE ALDAMA, “Lapiedad mariana en el Tratado ‘Passio Duorum’”, Estudios Marianos, 44 (1979), pp. 52-72.La Santa Inquisición mandó suprimir algunos de sus párrafos considerados inapropiados,entre ellos los referidos a los desmayos de la Virgen.

Aún con todo, seguía resonando con gravedad la afirmación escueta del evan-gelista: Stabat iuxta crucem Iesu Mater eius. El célebre predicador José de Barcia yZambrana, más tarde obispo de Cádiz, en un sermón pronunciado el 3 de abrilde 1685 sobre la Soledad de nuestra Señora en la iglesia de los jesuitas deGranada glosaba el profundo significado del término en la narración joánica:

“Digan que se hallaba sola sin su dulcísimo Hijo. Es verdad;pero sola stabat. Digan que suspiraba con incomparable dolor.Es así; pero suspirans stabat (…) Digan que estaba solícita porsu amabilísimo Jesús (…); pero, solicita semper stabat, porqueestuvo siempre Reina y Señora de la Soledad con indeciblevalor (…) Estuvo en soledad María Santísima porque murien-do su Hijo dulcísimo, no le acompañó muriendo de dolor:pero estuvo constante en esa soledad, porque la sostenía la Fe,stabat fide levata (…) Estuvo en soledad porque no la acompa-ñaban los hombres en su dolor, pero estuvo constante en esasoledad con grande constancia porque la tenía firme su ino-cencia: Stabat, peccato non inclinata. Estuvo aún en mayor sole-dad, porque aún a sí misma no acompañaba para más sentir;pero estuvo en esa grande soledad con gran firmeza porquela mantenía constante su conformidad: Stabat Dei voluntateconformata”27.

A pesar de ello, incluso en el siglo XIX, un autor como Vicente de laFuente señala que “no bastando su gran fortaleza, su continua gracia, suresignación profunda, y el misterio de los ángeles que la confortaban, cayódesmayada, pues al fin, aunque santa y muy santa, era madre”28.

Pero la identificación de la Virgen con una más de las madres quehan tenido la desdicha de quedar solas en el mundo tras la muerte desu único hijo no quedaba circunscrita tan sólo al detalle de su presun-to desmayo; la piedad popular calcó los modos tradicionales y cotidia-nos y los aplicó también en este caso, de forma que se hacía preciso

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27. JOSÉ DE BARCIA Y ZAMBRANA, Despertador christiano. Marial de varios sermones de MaríaSantissima nuestra Señora, Cádiz s. d., p. 267.

28. VICENTE DE LA FUENTE, Vida de la Virgen María con la historia de su culto en España, I,Montaner y Simón, Barcelona 1877, p. 175.

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organizar el entierro del Señor y convocar, como en todos los demás, alos convecinos. En Alcañiz (Teruel) y en otros muchos lugares del BajoAragón tiene lugar al concluir la mañana del viernes santo una proce-sión denominada del pregón en la cual un sacerdote proclama el siguien-te anuncio:

“Hermanos, fieles y buenos cristianos, sabed todos que los pér-fidos judíos han crucificado al Hijo de la santísima María, y queÉl ha muerto para darnos la vida. Su santísima Madre noencuentra consuelo; espera que tengáis piedad de su soledad y desu aflicción, y que asistáis al descendimiento de la cruz, que ten-drá lugar esta tarde, entre las tres y las cuatro. El entierro de suHijo, nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, se hará mañana porla mañana, entre las seis y las siete. Puesto que Cristo, nuestroSeñor Dios, ha muerto para redimirnos y salvarnos, es deber detodo cristiano sentirse embargado de compasión y mezclar suslágrimas con las de la santísima María, la Madre de Jesucristo,nuestro Salvador. En nombre de la Santa Iglesia, os exhorto,pues, a asistir a estos piadosos y conmovedores funerales”29.

No cabe mayor identidad entre el dolor y la soledad de la viuda anóni-ma del pueblo con Aquélla que perdió a su Hijo en el Calvario. Desde unpunto de vista psicológico, la figura de la Virgen en sus dolores y soledadresulta “una de las imágenes simbólicas más importantes y radicales para laexperiencia cristiana”. María es verdaderamente una como nosotros, por eso“es estimulante observar que en el momento culminante de su historia dedolor, la crucifixión de su Hijo, ella logra dar un sentido al dolor hacién-

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29. JOAQUÍN ESCUDER et alii, La Semana Santa del Bajo Aragón. Antología, Centro de EstudiosBajoaragoneses, Zaragoza 1984, p. 27. Según señala ALFONSO GARCÍA DEL PASO REMÓN,De Ramos a Pascua: Semana Santa en Aragón, I, Zaragoza 2000, p. 9: “El pregón todavía seconserva en Borja, Ambel, Calatayud, Ateca y Cariñena. En otros lugares, caso de Tarazonao Tauste, se ha perdido”.

30. LUCIO PINKUS, “Psicología”, en STEFANO DE FIORES - SALVATORE MEO (dir.), Nuevo diccio-nario de Mariología, San Pablo, Madrid2 1998, p. 1.680.

31. La inmensa mayoría de los autores aceptan que María participó en el entierro de su Hijo;entre los pocos que sostienen lo contrario se encuentra el padre LUIS DE LA PALMA, Obras delpadre Luis de la Palma, BAC, Madrid 1967, p. 320: “De la Virgen nuestra Señora no se diceque estuvo presente en la sepultura, ni por ventura la dejaron asistir a ella, porque no cre-ciese su llanto y su dolor”.

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dolo fuente de vida”30. Al pie de la cruz, la Virgen unida a Cristo ofrece alcristiano la posibilidad de encontrarle sentido a las angustias, dolores y con-tradicciones de la vida, así como a la misma muerte.

Una vez sellado el sepulcro, la Virgen y sus acompañantes han de aban-donar el lugar por lo avanzado del día, a la caída del sol de la víspera de lagran Pascua de los judíos31. Pero, aunque físicamente María debe irse, sualma quiere permanecer junto a los sagrados restos del Hijo. Bellamentelo expresa fray Luis de Granada: “Allí comienza de nuevo a sentir su sole-dad; allí se ve ya desposeída de todo su bien, y allí se le queda el corazónsepultado donde quedaba su tesoro”32. Serán en total, según se creía, cua-renta horas las que transcurran desde la muerte del Hijo hasta suResurrección, con las primeras luces del Domingo, cuarenta horas de sole-dad33 que para la Madre se hicieron una eternidad porque, como dice frayManuel Guerra: “No reconoce cómputos vulgares la soledad de un amor:mide su ausencia por siglos y su presencia por instantes”34. Llevado delafán por la pormenorización, el servita Vicente Mª Gregori llegó inclusoa diseccionar esas horas de la soledad de la Virgen señalando tres períodosclaramente diferenciados: María en el sepulcro, de vuelta del sepulcro yya en su casa. Éste último correspondería propiamente al sábado santo,día en el cual la Virgen a la vez que recordaba la Pasión suspiraba anhe-lando la Resurrección35. Precisamente por esto, la Soledad de María seconvirtió en tema de meditación especialmente durante el sábado, comodiremos más abajo.

En Jerusalén se mostraba a los peregrinos el emplazamiento exactodonde la Virgen había permanecido durante ese tiempo. Se trataba dellugar conocido como Statio Mariae, una capilla dedicada a la Virgen situa-da frente al Calvario y regentada por los etíopes o abisinios, según refiereFélix Faber que peregrinó a Tierra Santa entre 1480 y 1483. Lo mismo

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32. FRAY LUIS DE GRANADA, Obras completas, I: Libro de la oración y meditación, FUE-Dominicosde Andalucía, Madrid 1994, p. 105.

33. FRAY MIGUEL DE SALAS, Místico relose del mayor día del año. Oración sacra de las quarenta horasde la Soledad de María santissima, Calatayud 1685, 8 h. + 28 pp.

34. FRAY MANUEL GUERRA, Oraciones varias consagradas a María…, II, Madrid 1699, p. 373.35. VICENTE Mª GREGORI, Los hijos del dolor de María seriamente ocupados en la meditación de sus

penas y en la práctica de los deberes y obligaciones de cada uno de los sagrados espirituales exercicios,II, Madrid 1799, pp. 6-80.

LA SOLEDAD DE MARÍA

señalan otros peregrinos de siglos posteriores. Esta tradición, cuyosprimeros indicios aparecen ya en los apócrifos asuncionistas latinos, semantuvo incólume con el paso del tiempo; ya la refería el Pseudo-Buenaventura; era habitual en la predicación y tenía igualmente su reflejoen las representaciones plásticas, como la prueba, por ejemplo, un graba-do del siglo XVIII, salido de imprentas mallorquinas, en el que se reflejaexacta y admirablemente. Desde aquel lugar María contemplaría la cruz yrecordaría el gran precio pagado por el rescate de la humanidad pecadora;siglos después Valdivieso expresó certeramente los sentimientos de laMadre:

Llorando muerta su vida,dice así una muerta viva:¡Ay cruz, que en mi soledad,como amiga verdadera,sola a la sola acompañas,sola a la sola consuelas!36

San Gregorio Nacianceno había sostenido que ese lugar cercano alCalvario donde se había refugiado María era propiamente la casa de sanJuan, al que había sido confiada pocas horas antes: “Es necesario que te reco-jas ahora allí, Señora. Como está próxima al sepulcro podrás observarlotodo. Allí permanecerás tranquila todo el día de mañana y, según el pre-cepto, aguardarás a la oscuridad resplandeciente del día tercero para, ensecreto, cumplir con las prácticas acostumbradas”. La Virgen asiente y sedespide, por enésima vez, del cadáver: “Mira, Hijo mío: nos vamos, deján-dote solo, al lugar donde están aposentadas las mujeres, a la casa del hijoque Tú me confiaste, Hijo. Es menester esperar entre los bosques, cerca delsepulcro”37.

Esta tradición fue luego ampliamente admitida por numerosos autores,entre ellos san Bernardo y el franciscano san Bernardino de Siena, y recogi-da luego por los predicadores en sus sermones. Un relato apócrifo siriaco del

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36. JOSÉ DE VALDIVIESO, Romancero espiritual, edición de J. M. Aguirre, Espasa Calpe, Madrid1984, p. 165.

37. SAN GREGORIO NACIANCENO, La Pasión de Cristo, edición de Isabel Garzón Bosque, CiudadNueva, Madrid 1988, pp. 130-131.

siglo V titulado De transitu Mariae señalaba que la Virgen no sólo quisohabitar cerca del sepulcro sino que hasta el fin de su vida en la tierra gustóde peregrinar por los lugares donde había sufrido su Hijo, deteniéndoseparticularmente en el Calvario y el santo Sepulcro. Podemos entrever aquíya el origen de la leyenda, muy popular en los siglos medievales, según lacual María habría sido la primera en recorrer el viacrucis.

Ahora bien, no existe unanimidad entre los autores sobre el lugar adon-

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38. TEODORO DE ALMEIDA, Tesoro de paciencia o consuelo del alma atribulada en la meditación de laspenas del Salvador, Librería Religiosa, Barcelona 1850, p. 405.

La Virgen de la Soledad en sus andas procesionales (siglo XVIII).

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de se retiró María tras la sepultura de su Hijo; así, frente a esta tradición,hay otra que asegura se recluyó en el Cenáculo junto con Juan y el resto delas mujeres que la acompañaban; son muchos los autores que sostienen estepunto, entre los que figuran el autor de las famosas Meditaciones de la Pasiónde Cristo (durante largo tiempo atribuidas a san Buenaventura), san Juan deÁvila, san Francisco de Borja, el filipense portugués Teodoro de Almeida38

y el también oratoriano mexicano Luis Felipe Neri de Alfaro39. El padre LaPalma en su conocida obra Historia de la sagrada Pasión decía:

“Habíase vuelto la Virgen nuestra Señora, desde el Calvario ylugar del sepulcro, al Cenáculo del monte Sión, haciéndosefuerza para arrancarse de aquellos lugares. Y dejando el cora-zón acompañando al cuerpo de su Hijo en el sepulcro, volviópor los mismos pasos y caminos que había visto venir a su Hijocargando con el madero de la cruz, llena de luto y de viudez,renovando la memoria de sus dolores, salpicadas las tocas ymanchado el vestido con la sangre preciosa de su redención,resolviéndose toda en lágrimas de amor y de dolor”40.

Por último, existe aún otra tradición según la cual la Virgen se recluyótras la sepultura de Cristo en casa de su madre. El beato Enrique Susón dejaconstancia de ella al referir su devoción particular de recibir como Madre ala Virgen al pie de la cruz y acompañarla en los momentos de su Soledadmientras recitaba la Salve: “Finalmente, hacía una tercera postración frentea las puertas de la casa de santa Ana, su madre, y allí la dejaba triste”41.

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39. LUIS FELIPE NERI DE ALFARO, Camino doloroso que llevó desde el Santo Sepulcro hasta el sagradoCenáculo nuestra tierna afligida Madre María purísima con el amado discípulo y piadosas muge-res, que alienta al que se precia de ser su hijo a acompañarla en tan triste jornada para merecer quele asista en la que espera del tiempo a la eternidad, Imprenta del lic. D. José de Jáuregui,México 1773, 26 pp.

40. LA PALMA, op. cit., p. 327.41. BEATO ENRIQUE SUSÓN, Autobiografía espiritual (Vita), edición de Salvador Sandóval,

Editorial San Esteban, Salamanca 2001, p. 94.42. FRAY BERNARDINO DE LAREDO, OFM, Subida del Monte Sión, BAC, Madrid 1948, pp. 238-

243. Propone, curiosamente, como tema para meditar durante el sábado santo la compa-ración entre la soledad y aflicción de la Virgen y la alegría de los justos del limbo (sic),especialmente la de san José, san Juan Bautista y el resto de parientes ya fallecidos delSeñor, remontándose hasta Adán.

Ahora bien, ¿qué hizo la Virgen durante aquel sábado, el gran sábado delos judíos? No hay muchas opciones, dado que no podía realizarse práctica-mente ningún tipo de actividad a causa del preceptivo descanso; por otrolado, tras las duras jornadas precedentes se imponía algo de reposo. Losautores se muestran unánimes en señalar que ocupó este día en meditar losacontecimientos ocurridos, lo cual parece fuera de toda duda42. Willamañade que, dado que aquel sábado era día de precepto para los judíos, “esdifícil concebir que María dejara por esta vez la visita al Templo”43. Noopina igual Llamas, porque para ella “su templo era su propio Hijo. Los ver-daderos adoradores no necesitaban subir a orar al templo de Jerusalén.Había llegado ya la hora. Ella oraba en el templo de su corazón, en comu-nión espiritual con su Hijo”44.

En cualquier caso, las horas transcurridas entre la sepultura de Cristo ysu resurrección fueron vividas por la Virgen de un modo totalmente singu-lar, diferente al resto de los familiares y discípulos del Señor. En un clima deoración y vigilia, la Madre aguardaba el final que diera sentido a aquellostrágicos sucesos. Probablemente no sabía a ciencia cierta de qué forma aque-llo iba a producirse, pero confiaba en que no había de tardar. Desde luego,su preocupación principal no era la de las mujeres que la acompañaban,inquietas por concluir las labores de preparación ritual del cadáver. Resulta,por lo demás, bien significativo que los evangelios no sitúen a la Virgenaguardando impaciente a la puerta del sepulcro para finalizar el embalsa-miento del cuerpo al rayar el alba del domingo una vez concluido el tiempoen que ello no era posible legalmente; esto hubiera resultado lógico en cual-quier otra madre, cegada por la realidad de una muerte tan cierta y cruel;pero María aguardaba con fe la Resurrección, lo que no ocurría en el caso delos apóstoles ni de las santas mujeres, incluida la Magdalena. Por eso, resul-ta significativo que muchos autores sostengan que la principal finalidad deMaría fue reunir en torno suyo a los apóstoles dispersos por el miedo y elescándalo de la Pasión. Uno de los autores que más insiste en este punto essan Juan de Ávila: María encomienda a Juan buscar a sus compañeros que sehan escondido en los lugares más recónditos para llorar su pena:

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43. FRANZ MICHEL WILLAM, Vida de María, la Madre de Jesús, Herder, Barcelona12 1982, p. 329.44. ENRIQUE LLAMAS MARTÍNEZ, “María”, en AA.VV., El libro de la Virgen, Edicel, Madrid

1995, p. 159.

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“Llama a san Juan: “Di, hijo mío, ¿adónde están mis hijos?Vuestros hermanos, ¿dónde están? Los racimos de mi corazón,los pedazos de mis entrañas, ¿adónde están? Traédmelos acá.(…) Traédmelos, que no descansaré hasta que vea los discípu-los de mi Hijo. (…) Traédmelos, que yo les prometo perdónde mi Hijo” (…)

Busca más; hallálos a todos; vanse para el cenáculo. Hablan ala Virgen, llegan todos, los ojos por el suelo: “Señora, he aquílos malos, los cobardes, todos huimos y le dejamos; sola vos nohuisteis, Señora. Todos perdimos la fidelidad; vos no la per-disteis, alcanzadnos perdón, Señora”.

Júntanse allí todos; toda la noche y el día era en pensar cómo lecrucificaron; su plática no era otra. (…) Así pasaron la noche”45.

Sobre este asunto, que ha de entenderse en la estela de la tradición vete-rotestamentaria de la Madre-Jerusalén-Iglesia que reune a los hijos disper-sos, volverá a incidir luego la venerable madre Ágreda en su célebre obraMística Ciudad de Dios46.

La soledad de la Virgen concluyó en el mismo momento en que Cristoresucitó. Nada dicen los evangelistas de una aparición, pero la piedad delpueblo cristiano se inclinó pronto a darla por cierta y la primera de todas.En una homilía copta atribuida a san Cirilo de Jerusalén se preguntaba, untanto retóricamente: “Cuando resucitó ¿a quién se apareció en primerlugar? Se apareció a aquélla que lo concibió sin concurso de varón, lo dio aluz sin dolor y lo crió sin preocupación, es decir, a su madre, María”47. Siglosdespués, santa Teresa de Jesús, como fiel reflejo del sentir común de sutiempo, señala que estando en oración un Domingo de Pascua, gozosa por

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45. LUIS SALA BALUST (ed.), Obras completas del beato Juan de Ávila, II, BAC, Madrid 1953,pp. 1.059-1.060.

46. MARÍA DE JESÚS DE ÁGREDA, Mística ciudad de Dios, vida de María, edición de CelestinoSolaguren, Madrid 1982, pp. 1.064-1.067.

47. Homilía En alabanza de la Cruz, nº 47, cit. por GONZALO ARANDA, “Tradiciones marianasapócrifas en las homilías coptas del pseudo-Cirilo de Jerusalén”, II, Scripta de Maria, 5(1982), p. 41.

48. SANTA TERESA DE JESÚS, op. cit., pp. 461-462.49. FRANCISCO SUÁREZ, Commentariorum ac disputationum in Tertiam partem Divi Thomae, II,

Alcalá de Henares 1592, p. 942.

el triunfo de Cristo, sin embargo se le iba el pensamiento a la soledad de laVirgen; Cristo mismo fue el que le dijo “que en resucitando había visto anuestra Señora, porque estaba ya con gran necesidad, que la pena la tenía yatan absorta y traspasada, que aún no tornaba luego en sí para gozar de aquelgozo (…) y que había estado mucho con ella, porque había sido menesterhasta consolarla”48. El gran teólogo Suárez señalaba escuetamente que“Cristo después de su Resurrección se apareció a María antes que a nadie”49.

No obstante, algunos autores no creían necesaria esta visita ya que Maríanunca había dudado de la certeza de la promesa hecha por Cristo de que alos tres días resucitaría del sepulcro. Siendo esto así, nada impide que elHijo quisiera consolar sensiblemente a la Madre, una vez que ella tambiénhabía padecido sensiblemente con Él durante su Pasión. Cierto es que, mís-ticamente, María hubo de conocer el hecho de la Resurrección en el mismomomento en que éste se producía. La íntima relación entre ambos así pare-ce exigirlo. En ese momento, María certificó que las promesas se habíanvuelto a hacer realidad; no le hizo falta ver para creer, como a Pedro y a Juanen el sepulcro vacío o a Tomás en el cenáculo. Desde la Resurrección, Maríaya no siente la soledad interior de ser la única que alberga la fe en su cora-zón; a partir de este momento, en torno a Ella se va a seguir reagrupando laIglesia de forma que en Pentecostés concluya este alumbramiento que hacomenzado en el Calvario. María ya no puede estar sola porque está rodea-da de aquéllos que ha recibido como hijos al pie de la Cruz, de aquéllos quecon Ella creen en la verdad de la Resurrección de su Hijo, de aquéllos quela han recibido, a su vez, como algo propio, como su propia y verdaderaMadre. Y, por otra parte, la sensación de soledad cesa en el mismo momen-to en que Cristo deja sentir su presencia. La experiencia mística de la deso-lación y el abandono da paso al gozo de la posesión de Dios, de la comunióníntima y plena con el Resucitado. A partir de este momento, María ya nosentirá más la soledad, aunque desde la Ascensión no cesará ni un instanteel deseo del reencuentro corporal con el Hijo.

2. Desarrollo del culto y la devoción

Diego Díaz Herrero suponía piadosamente que fueron los propios após-toles, la Magdalena y las santas mujeres las primeras personas en acompa-

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ñar y venerar la soledad de la Virgen. De igual modo, sostenía que fue el

papa san Inocencio I el primero en señalar que el sábado era un día dedica-

do a honrar a la Virgen en recuerdo de los dolores y soledad que sufrió

durante la sepultura de su Hijo, extremo luego confirmado en el concilio

de Clermont en el año 1069, durante el pontificado de Urbano II, en el cual

se concluía señalando que “la razón principal por la que dedicamos este día

a la Santísima Virgen es para acompañarla en aquella soledad después de la

muerte de Cristo; y para celebrar su constancia en la fe de la

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50. DIEGO DÍAZ HERRERO, “Compendio histórico de la devoción española a la Soledad deMaría”, El Lábaro, 258, Zaragoza 1959, pp. 133-134. He de agradecer la amabilidad delpadre Fernando Piélagos, C.P., que me hizo llegar este texto, de difícil acceso.

51. FRAY RAMÓN DE HUESCA, Teatro histórico de las Iglesias de Aragón, VI, Pamplona 1796, p. 264.

Grabado popular riojano de la Virgen de la Soledad (siglo XVIII).

Resurrección, cuando esta fe se había extinguido o debilitado tanto encasi todos los discípulos de Jesús”50. Casi en los mismos términos seexpresaría posteriormente el obispo de Huesca, don Martín López deAzlor, cuando en 1302 daba estatutos al cabildo de la catedral señalandoque los sábados se celebraría misa votiva de la Virgen “por estar consagra-do a su culto dicho día en memoria de la firmeza y constancia de que enaquel triste sábado, en que muerto su santísimo Hijo, llegó a titubear y fal-tar la fe de los apóstoles”51.

Lo cierto es que de Tierra Santa la devoción a la Soledad de María llegó aOccidente donde prendió con facilidad y rapidez, tanto en las tierras deCentroeuropa como en las del Sur mediterráneo, destacando España. El temase encuentra ya en la primitiva literatura castellana como lo atestiguaGonzalo de Berceo en su poema Duelo de la Virgen. En monasterios y conven-tos comenzó a meditarse la Pasión de Cristo de acuerdo con las horas delOficio Divino, de forma que las últimas escenas, correspondientes a la sepul-tura del Señor y Soledad de la Virgen quedaron asignadas a las completas.Ejemplos de esta práctica nos quedan en las vidas de Matilde de Magdeburgo(+1280) y de Matilde de Hackeborn (+1299); por otra parte, las Meditacionesdel pseudo-Buenaventura y la famosísima Vita Christi de Ludolfo el Cartujanopopularizaron este método de contemplación de la Pasión entre los fieles.Posteriormente se propuso una nueva forma, distribuirla a lo largo de los díasde la semana; las obras del beato Enrique Susón o de san Vicente Ferrer52, porseñalar dos ejemplos eximios, así lo corroboran.

En cualquier caso, la popularidad del tema se produjo gracias a la predicacióny a su plasmación iconográfica, concretamente a partir de finales del siglo XIV.De todos es sabida la interrelación existente entre la predicación y el arte cristia-no; en el fondo, entre la expresión de los acontecimientos de la salvación y surepresentación plástica. Las escenas de la Pasión de Cristo se prestaban admira-blemente para la escenificación piadosa, máxime si se acompañaban o formabanparte de un sermón que adoctrinara a los fieles sobre el gran precio pagado porsu salvación. De todas las escenas, quizás la más emotiva, por la cercanía vital,

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52. JOSÉ Mª GARGANTA y VICENTE FORCADA (eds.), San Vicente Ferrer, Biografía y escritos, BAC,Madrid 1956, p. 594.

53. BARCIA, op. cit., pp. 282-285.

LA SOLEDAD DE MARÍA

era la del descendimiento de la cruz y sepultura del Señor, a la que asistía suMadre. La popularidad de estas funciones, desarrolladas generalmente en la tardedel viernes santo, se ha mantenido en algunos casos hasta la actualidad. Ennumerosos lugares del mundo católico todavía se celebra el denominado sermónde la Soledad. En la capilla real del alcázar de Madrid se celebraba a las tres de latarde del viernes santo ante el rey y la corte. En 1689 lo predicó don José deBarcia, quien ponderaba en tal ocasión ser una de las principales causas de la sole-dad de la Virgen, ni más ni menos, que el abandono en que la habían dejado sushijos de España, país “que es su hijo por amor especial”53.

Gracias al esfuerzo de Miguel Herrero García y de Félix Herrero Salgado

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54. MIGUEL HERRERO GARCÍA, Sermonario clásico, Escalicer, Madrid 1942; FÉLIX HERRERO

SALGADO, Aportación bibliográfica a la oratoria sagrada española, CSIC, Madrid 1970; La orato-ria sagrada española de los siglos XVI y XVII, FUE, Madrid 1996. Entre esos sermones, pue-den destacarse los siguientes: JUAN DE ARAGÓN, O. P., Sermón para la soledad de la VirgenMaría ... de el P. F. … en el Conuento de Santo Domingo de Caller ..., Caller 1632; JUAN DE

LUDEÑA, Sermón de expectacion, concepcion y soledad de la Reyna de los cielos Maria Señora Nuestra...en la fiesta solemnissima que los caualleros de... Alcalá de Henares celebraron... 18 de diciembre de1652 para colocar en su capilla la... imagen de la Soledad..., Alcalá 1653; MATEO COMES DE

MONTADA, Threno compassiuo a la soledad de Maria Santissima Madre de Dios, Madrid 1680;FRANCISCO DE PEDRAZA Y ALCÁNTARA, Sermón de la soledad, lagrimas y dolor de MariaSantissima Señora Nuestra, Granada 1691; CAETANO BARBOSA, C. R., Sermom da soledad, pregadono Convento de Santa Anna pelo R. P. D. ..., Lisboa 1691; DOMINGO PÉREZ URBANO, O.SS.T.,Sermón de la soledad de Maria Santissima Señora nuestra predicado el Viernes Santo en el Convento dela Santissima Trinidad de Redemptores Calçados de esta Corte, por el... Padre... Fray, Madrid 1699;LAUREANO DE SANTO TOMÁS DE AQUINO, O.S.A., Eucharistico banquete, con que a presencia deMaria traspassada de dolor en su soledad, combida... a la piedad christiana la... cofadria [sic] deResureccion [sic], Zaragoza 1719; PEDRO SÁNCHEZ RUIZ, O. F. M., La señora más hermosa en susoledad mas amarga: sermón que en la iglesia parroquial de ... San Bartolomè de ... Murcia ... predi-có el M. R. P. Fr. ..., Murcia 1743; JUAN MATHIAS SALVADOR, O. F. M., Oracion pathetica,panegyrica a la Ave llena de gracia Maria Purissima, en su ... soledad gloriosa: que celebrò la ... villade Paniza ... dia 23 de mayo de 1751, Zaragoza 1751; JOSEP XAVIER MARÍ, Sermón de la soledadde la Virgen: predicado en la Santa Iglesia Cathedral de Urgel en la tarde del Viernes Santo del corrien-te año 1762, Seo de Urgèl [s.a.]; MELCHOR GONZALO DEL RÍO, Sermón de Nuestra Señora de laSoledad para el Viernes Santo por la tarde que se predicó en Santa María de Ezcaray, Valladolid:[S.n.], 1804; JOAQUÍN REGALES, Sermón que en la solemne traslación de las santas imagenes de N.S.Jesu-Christo crucificado y de María Santisima de la Soledad a su renovada capilla celebrada en 5 deenero de 1806 en la insigne Iglesia Colegial ... de Alcañiz, Zaragoza s. d.

55. ALFONSO R. GUTIÉRREZ DE CEBALLOS, “La literatura ascética y la retórica cristiana en elarte de la Edad Moderna: el tema de la soledad de la Virgen en la plástica española”,Ephialte. Lecturas de Historia del Arte, 2 (1990), pp. 80-90.

56. LUIS SALA BALUST (ed.), Obras completas del beato Juan de Ávila, op. cit., pp. 1.039-1.060.

hoy disponemos de una buena colección de sermones publicados a lo largode los últimos casi cinco siglos, muchos de los cuales se refieren a los dolo-res y a la soledad de la Virgen54. Gutiérrez de Ceballos ha estudiado preci-samente la relación existente entre esos sermones de la Soledad y surepresentación plástica55.

En dichos sermones se narraban pormenorizadamente la angustia ysoledad de la Virgen tras la muerte de su Hijo. Uno de ellos, muy conocido,es el pronunciado por san Juan de Avila bajo el elocuente título de ¿A quiénte compararé, Hija de Sión? Soledad de María56 al atardecer de un viernes santo

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57. FRAY ANTONIO GARCÉS MAESTRE, Modo de hacer la novena a Nuestra Señora de la Soledad o de losDolores / compuesta (a impulsos de un corazon pio) por..., Pamplona s. d. (mediados del siglo XVII);Piadoso exercicio de nueve dias a honra de la santisima Virgen Maria ... en la consideracion de su Soledad:que celebra anualmente su antigua y noble hermandad del mismo titulo, ante la ... imagen que se veneraen el Convento del Carmen Calzado de la Observancia de la ciudad de Écija dado nuevamente a luz áexpensas de un esclavo de la Señora, Sevilla s. d. (mediados del s. XVIII); Novena de Nuestra Señorade la Soledad que se venera en el Convento de la Victoria de esta corte: exercicio de nueve dias... escrita porun religioso del Orden de los Minimos de N.P.S. Francisco de Paula, Madrid 1758; Novena a NuestraSeñora de la Soledad que se venera en la Real Iglesia de S. Isidro de esta Corte, s. l., s. d.; FR. FRANCISCO

DE LA TRANSFIGURACIÓN, Novena a María Santísima en la compasiva Soledad que padeció en el tri-duo de la muerte de su Hijo Dios nuestro Redentor Jesús, Cartagena 1769 (con, al menos, veinte ree-diciones en diversos lugares); DIEGO TELLO LASSO DE LA VEGA, O. DE M., Piadoso exercicio de nuevedias, a honor de la... Virgen Maria... en la consideracion de su Soledad, que celebra anualmente la...Confraternidad de el mismo titulo, ante la... imagen, que se venera en el Convento... de la Merced... en laciudad de Lorca compuesto, y corregido por... Fr., Murcia [s. a.] último tercio del s. XVIII; SEBASTIÁN

LÓPEZ BECERRA Y MUÑOZ, Novena en honor de Maria santísima: considerada en la amarga soledadque padeció en el tríduo de la muerte de su santísimo hijo Jesuchristo señor nuestro, Cádiz (h. 1803);Novena á María Santisima en la compasiva Soledad que padeció en el tríduo de la muerte de su hijo Dios,Santiago de Compostela 1818; Novena que en obsequio, culto y veneración de nuestra señora de laSoledad... celebra la devoción de la Cofradía á honor de su sagrada imágen, Santiago de Compostela1840; Setenario sagrado y obsequio compasivo que á Maria santisima ... en memoria de su triste soledadconsagra su devota cofradia sita en la Iglesia de Santa Maria del Monasterio de la Purísima Concepcionde esta ciudad de Cádiz dispuesto por un indigno esclavo de la santisima Virgen, Cádiz 1846; JOSÉ

GUERRERO DE AHUMADA, Septenario doloroso que á Maria samtisima [sic] de la Soledad consagran susdevotos en la Iglesia de Santa Maria de la Mota de ... Carmona, s. l. 1854; RUPERTO GÓMEZ, Novenaa Nuestra Señora de la Soledad que se venera en su capilla de la calle de la Paloma, Madrid 1855; FR.FRANCISCO DE LA TRANSFIGURACIÓN, Novena à María santísima en la compasiva Soledad: que se vene-ra en el Monte Calvario estramuros de la ciudad de Cartagena, Murcia 1856; Novena a la soledad deMaria santisima, Carmona 1866; Novena de nuestra señora de la Soledad: que se venera en la parro-quia de S. Nicolás de Bari de esta corte... a espensas de su antigua congregacion, Madrid 1871; Setenariode Soledad ... que á María santísima ... se consagra en memoria de su triste soledad, costeada esta impre-sion por un devoto de la santísima Vírgen, Sevilla 1871; RAMÓN MUÑOZ DE ANDRADE, Novena anuestra señora de la Soledad, Pontevedra 1879; MARCELINO NAVA DELGADO, Devota novena aMaría Santísima en su Soledad, Valladolid s. d.

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o, más probablemente, en la mañana del sábado pues señala que “el presentedía es dispuesto para acompañar a la sacratísima Virgen María en susdolores y trabajos” y ha de aprovecharse “en acompañar a la Viuda”. Recogela tradición precedente y desarrolla los temas con la finalidad de que susoyentes adviertan la gravedad de sus pecados, por los cuales Cristo hasufrido la Pasión y la Virgen sus dolores y soledad.

Muchos de estos sermones fueron predicados con motivo de novenasorganizadas por cofradías y otras instituciones en honor de la Soledad; dehecho, se conservan numerosas ediciones editadas a lo largo y ancho deEspaña, al igual que en Hispanoamérica57.

De igual forma, aunque en menor medida que en el caso de los Doloresde la Virgen, aparecieron ejercicios de piedad referidos a la Soledad, difun-didos también por medio de la imprenta58, como el viacrucis de la Virgen oVia Sacra de la Soledad, de nueve o catorce estaciones, en que se acompaña ala Virgen en su soledad recordando los principales acontecimientos de laPasión en sentido inverso a como sucedieron, es decir, como si se la acom-

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58. FRANCESCO VITALLI, La soledad de la Santísima Vírgen: meditaciones piadosas sobre el dolor de laMadre de Dios después de la muerte y sepultura de su divino Hijo, Madrid 1856; María desolada:nuevos y piadosos ejercicios en honor de María en su soledad, durante la sepultura de Jesús: preces alsagrado corazón de María y otras oraciones muy propias para considerar santamente los pasos y miste-rios de la pasión de Jesús y las angustias de su digna Madre en los días de la Semana Santa: van aña-didas en esta edición otras oraciones nuevas y fervorosas, Lérida 1886; Rosas y espinas: Confidenciasdel Corazón de María en su Soledad, La Hormiga de Oro, Barcelona 1930, 376 pp. (contiene elmás completo repertorio de devociones a la Virgen de la Soledad que he podido localizar:treinta y tres meditaciones, septenario, la vía dolorosa o viacrucis mariano, diversas oracionesy poesías y dos formularios de pésame a la Virgen por la muerte de su Hijo).

59. NICOLÁS ESPINDOLA, Via dolorosa: cuchillos penetrantes de dolor, que traspassaron el corazon de la... madre de Jesus, desandando la calle de la amargura, regada con su preciosissima sangre, México1777; Via dolorosa ó Meditacion de los siete acerbisimos dolores de María Santísima dispuesta en lamisma forma que el Via-Crucis, establecida por la primera vez en la iglesia de San Marcelo de Romatraducida del italiano por un humilde siervo de esta Dolorosa Madre, Madrid 1838; MIGUEL

GERÓNIMO TERRERO, Via Sacra dolorosa de la sacratísima Virgen María en piadosas considera-ciones escritas, Isla de León (San Fernando) 1788 y Sevilla 1861; JOSÉ BUENAVENTURA DE

LOYO Y TREVIÑO, Via sacra dolorosa de la sacratisima virgen María, Écija [s. a.]; ANTONIO

GIMÉNEZ TOLOSANA, La Soledad de María Santísima en siete estaciones para el día de ViernesSanto y demás viernes del año, Zaragoza 1885; D. S. Y. de la T. (sic), Estaciones de MaríaSantísima en su Soledad, Madrid 1896.

60. GABRIEL Mª ROSCHINI, La Madre de Dios según la fe y la teología, edición española deEduardo Espert, II, Apostolado de la Prensa, Madrid 1955, pp. 659-660.

pañara en su regreso del Calvario tras la sepultura de Cristo59. Encontramostambién formularios para dar el pésame a la Virgen durante la noche delviernes y el sábado, especialmente durante la Semana Santa. De todos ellossin embargo, quizás el más propio y específico sea la denominada hora de laSoledad, surgida al calor de la Orden de los Siervos de la Virgen María, enuno de sus conventos del reino de Nápoles; se trata de un ejercicio piadosoen el que se recuerda la soledad de la Virgen desde la sepultura hasta laResurrección, que se practica en la noche del viernes santo. En Roma esteejercicio comenzó a practicarse en 1841 en la iglesia de San Marcelo al Corsoregentada por esa misma orden. Fue promovida por el cardenal Odescalchiy el papa Pío VII le concedió diversas indulgencias60.

Creemos que esta devoción de la hora de la Soledad constituye una acomo-dación de otra práctica más prolongada en el tiempo y denominada Día deMaría dolorosa y también ejercicio de la Soledad, que consiste en acompañar a unaimagen de la Virgen durante todo el tiempo que media entre la tarde del vier-nes santo y la madrugada del domingo de Pascua, en total las cuarenta horasarriba señaladas (reducidas por otros autores a tan sólo treinta y seis). Este ejer-cicio tuvo su origen en el convento de religiosas de la Palma, en Sicilia, dondehabía profesado la sierva de Dios María Crucifixi Tomasi, hermana del carde-nal del mismo apellido; las religiosas por turnos acompañaban en la capilla ala imagen de la Virgen durante ese tiempo. Pronto comenzó a realizarse tam-bién en diversas iglesias de otras localidades sicilianas y de allí saltó a Roma ytambién a España, aunque ya en el siglo XIX61; concretamente en Barcelona se

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61.JUAN BAUTISTA DE TORO, Dia de la Grande Reina, exercicio de un dia de cada mes, Sevilla[s.a.]; La soledad de la santísima vírgen: meditaciones piadosas sobre el dolor de la madre de Diosen las treinta y seis horas que permaneció su ... hijo en el sepulcro. Extracto de varios libros piadosospor un devoto de María santísima, Zaragoza 1883; JUAN DE DIOS VICO Y BRAVO, La soledadde María santísima: piadoso ejercicio para acompañar á la santísima Virgen en su soledad durantela noche del viernes santo, Granada 1888; La hora á la soledad de María santísima, Valladolid1897 (Es propiedad del Monasterio de la Visitación de Santa María de Valladolid); Dia deMaría desolada: piadosa devocion para acompañar á la santísima Vírgen en su amarga soledad elviérnes y sábado santo, arreglada por un sacerdote, Fregenal (finales del s. XIX).

62. Congregación de las Horas de Soledad de María: establecida en la iglesia parroquial de Ntra. Sra.de Belen de la ciudad de Barcelona, Barcelona 1849.

63. Doloroso Rosario con que en la noche del Viernes Santo acompañando las almas católicas la Soledadde María Santísima, dan el debido pésame a sus dolorosos sentimientos. Dispuesto por un devoto deseo-so de su extensión, La Habana 1823.

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erigía a mediados de esa centuria la Congregación de las Horas de Soledad de Maríaen la parroquia de Belén62. Finalmente, otra forma de acompañar a la Virgendurante su soledad era rezando el rosario, existiendo incluso algunos formula-rios compuestos exclusivamente con esta finalidad63.

Por otra parte, abundantes templos y ermitas se pusieron bajo la advo-cación de la Soledad, al igual que otras instituciones de diverso tipo, comohospitales y colegios, pero fueron sin duda las cofradías las principalesimpulsoras de esta devoción junto con una congregación especialmente vin-culada en España a este título, los frailes mínimos de san Francisco dePaula. Por todos estos medios la devoción a la Virgen de la Soledad se hizomuy popular en España, como se deja ver de la multitud de imágenes quese conservan en sus iglesias, sin distinción de regiones.

3. Iconografía

Efectivamente, será difícil encontrar algún pueblo, por pequeño que sea,en el área cultural hispánica, en el que no se venere una imagen de la Virgenen sus dolores o soledad. Dice el gran historiador del arte, Emile Male:

“A menudo, el arte ha hecho desaparecer todos los signos exte-riores de la Pasión, para mostrar sólo a la Virgen, de pie o arro-dillada, renovando esta sangrante Pasión en su corazón. Españaha dado a esta imagen un carácter profundamente emotivo: sele llama la Soledad, la Virgen de la Soledad, la Virgen abando-nada por todos, sola con su dolor (…) Pero no sólo España harepresentado a esta Virgen solitaria; por su parte, Guercino lahabía mostrado con las manos juntas, y con lágrimas en susojos. En Francia, el hermano Luc la había pintado bajo esemismo aspecto. Pero en ninguna parte alcanzó la profundidadde sentimientos que el arte español supo expresar. Una mara-villosa policromía da a estas estatuas su pálido rostro, sus ojoscercados por sombras azuladas, su emocionante belleza; unas

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64. EMILE MALE, El Barroco. El arte religioso del siglo XVII, Encuentro, Madrid 1985, pp. 252-253.65. ANTONIO GALLEGO BURIN, José de Mora, Facultad de Letras, Granada 1954, p. 154.

lágrimas de cristal incrustadas en las mejillas no sólo impre-sionan, sino que añaden patetismo a la expresión. Jamás nadieexpresó mejor el dolor silencioso de la Virgen que revive en suespíritu los sufrimientos de su Hijo”64.

Por su parte, Antonio Gallego Burín sostenía que la forma más auténti-camente andaluza de contemplar el dolor de la Virgen en la Pasión de Cristoera la representación de su Soledad. Frente a la forma castellana, objetivadaen las vírgenes desgarradas de Juni y Gregorio Fernández, “el dolor anda-luz, el sentido andaluz del dolor, tenía que transformar esa expresión. Latragedia divina reduciría su gesto, concentraría su emoción. Había queverla en el silencio y ese silencio inmenso, de tragedia ocurrida, era el de lasoledad de la madre, el que mejor podía sentir Andalucía, donde la Soledades nombre de mujer”65.

La soledad de María quedaba patente ya de forma clara durante el acom-pañamiento del cadáver de su Hijo al sepulcro. Los predicadores de la épocase sirvieron de todos los recursos para acercar este emotivo momento hastalos conmovidos fieles que gemían contemplando el fin del gran drama de lasalvación del género humano. Nada más sencillo que compararlo con losentierros del momento y, ya en el siglo XVI, con las procesiones que reco-rrían las calles rememorando tan lastimoso paso. En las famosísimasMeditaciones del padre La Puente se puede leer:

“Amortajado el cuerpo es de creer que le pondrían en unasandas, como era costumbre llevar a enterrar a los difuntos; ytoda aquella compañía de devotas mujeres irían llorando conla Madre del difunto, que lloraba como la viuda de Naín a suhijo único, que había muerto en la flor de su edad. ¡Oh, Diosinfinito! ¿Cómo no salís al encuentro a esta desconsolada viuday la decís: No quieras llorar? (Lc 7, 3). ¿Cómo no tocáis esasandas en que va el cuerpo de este glorioso mancebo, Hijoúnico suyo…?”66 .

No es difícil imaginar el luctuoso cortejo que condujo el cadáver de

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66. LUIS DE LA PALMA, Meditaciones de los misterios de nuestra santa Fe con la práctica de la oraciónmental sobre ellos, II, Apostolado de la Prensa, Madrid 1947, p. 429.

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Cristo hasta la sepultura que había cedido José de Arimatea en unhuerto cercano al Calvario. El afán por precisar lo más posible todos losdetalles que los evangelios habían omitido llevó a dar incluso unnúmero de acompañantes: dieciocho. La imaginación popular quisoescenificar un entierro de acuerdo con las costumbres sociales de laEspaña del Siglo de Oro. El paso de duelo de la hermandad sevillanadel santo Entierro ha conservado la disposición de ese cortejo de dueloen el que los santos varones y las santas mujeres preceden a laMagdalena y san Juan que flanquean a la Virgen, encargada de presidirel duelo de su Hijo y dispuesta para recibir el pésame de la concurren-cia. Cerca de Sevilla, en la localidad de Lebrija todavía hoy en la nochedel viernes santo la procesión del Santo Entierro se detiene en el patiode los naranjos de la iglesia parroquial donde tiene lugar la Vela delCristo yacente; se instala el velatorio de Cristo, presidido por la imagende la Virgen de la Soledad, a la que acompañan los participantes en laprocesión y la inmensa totalidad de los vecinos de la villa. Otro tantoocurre en Cuenca, donde en el incomparable marco de su basílica a lasorillas del Júcar es la venerada imagen de la Virgen de las Angustias,ya despojada del cadáver de su Hijo (que durante el resto del año mues-tra en su regazo), la que recibe la condolencia de los devotos que acu-den hasta allí para dar su pésame. Son simplemente restos de lo que fueuna costumbre habitual en los pueblos de España e Hispanoamérica enla noche del viernes santo.

Refiriéndonos propiamente a la iconografía de la Soledad, es precisoseñalar en primer lugar que el tipo más consolidado y habitual es el quepresenta a la Virgen sola con indumentaria de viuda. En muchos casos, ensus manos o en el regazo aparecen los instrumentos de la Pasión y, sólo enalgunos –porque suele estar completamente descontextualizada esta ima-gen– puede aparecer ante la Cruz, en pie o de rodillas.

La representación de la Virgen ataviada como una viuda es antigua; ya la

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67. SAN BUENAVENTURA, Obras, II, BAC, Madrid 1946, pp. 807-809.68. JUAN DE TIMONEDA, La Quinta Angustia, Razón y Fe, Madrid s. d., p. 26.69. MIGUEL MIR (ed.), Sermones del P. fray Alonso de Cabrera, I, NBAE, Librería Editorial de

Bailly, Madrid 1906, p. 444.

atestigua el Pseudo-Buenaventura: “Luego que se aproximaron a la ciudad,las hermanas de nuestra Señora la pusieron un velo, como viuda, cubriendocasi todo su rostro”67. Siglos después, Juan de Timoneda (+1583) habla de la“triste vestidura” de María y pone en su boca las siguientes palabras:

“Como mujer desdichada,y que la gente me veavestida d´esta libreacon las tristes reputada”68.

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70. MAESTRO TAPIA DE LA CÁMARA, Discursos predicables de diversos tratados de la Passión deChristo N. S., de las Siete Palabras, de la Soledad de Nuestra Señora, Misterios de la Cruz (…),Madrid 1604, pp. 553-573.

La Virgen de la Soledad de la Paloma (siglo XVIII).

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71. JUAN INTERIAN DE AYALA, Pictor christianus et eruditus sive de erroribus qui passim admittunturcirca pingendas atque effingendas Sacras Imagines, Madrid 1730, p. 208; también en la versión

Los predicadores repitieron este detalle casi al pie de la letra. Por ejem-plo, el dominico fray Alonso de Cabrera decía: “Allí llegan las Marías y leponen en la cabeza tristes tocas de luto como a huérfana, como a viuda, sudivino rostro cubierto”69; y el famoso predicador Tapia de la Cámara, seña-laba añadiendo un nuevo rasgo de patetismo: “Llegan a la ciudad y como lagente la vio tan lastimada, comienzan a avisar unos a otros la salgan a ver:salen a calles y ventanas, y como la Virgen traía las tocas y manto de viudateñidos en sangre de su Hijo, los ojos desechos de llorar, aunque con modes-tia y gravedad”70.

Sin embargo, el docto iconógrafo fray Juan Interián de Ayala no se mos-traba partidario de esta forma:

“Se pinta demasiado frecuentemente a la Bienaventurada VirgenMaría, privada ya de su Hijo después de haberlo sepultado, a lamanera como en la época de nuestros antepasados se vestían lasviudas nobles. Verás allí todo el cuerpo de la Virgen revestido connegros ropajes que cubren otros más delgados hechos de tela delino blanco; de suerte que se la contempla no sólo vestida asídesde el cuello hasta los pies sino también ceñidos los brazos que,juntos ante el pecho, muestran los dedos de las manos de modocomplicado; incluso se le coloca delante del rostro, cubriéndolo,un velo de seda trasparente que le baja hasta los pies. Y final-mente se le pone insensatamente un rosario colgado del cuello.No son estas cosas tan santas para tomarlas a broma sino para sertratadas con la debida reverencia; pues al menos los más doctoslas reputan no solamente alejadas de la verdad histórica y de lafe, sino además de la piedad sólida y de la conveniente dignidad.Ni se puede objetar que de este modo se representa mejor quecon otro alguno la tristeza y el dolor de la Virgen, pues se la com-para con una viuda angustiada y llorosa por la muerte de su mari-do o de su hijo. Yo no soy de esta opinión…”71.

A pesar de todo, esta representación alcanzó el favor del pueblo, que la

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Retablo de Nuestra Señora de la Soledad del convento de la Victoria. Grabado de Matías Antonio de Irala (1726).

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apreció hasta el punto de contar con cuadros y estampas para adorno de losdomicilios. Ahora bien, ese mismo pueblo se imaginaba a la Virgen afe-rrándose a los últimos vestigios que le quedaban del Hijo muerto, paradó-jicamente aquellos objetos que habían servido de instrumentos para elmartirio pocas horas antes: la corona de espinas y los clavos. De acuerdo conuna piadosa tradición, una vez que fue desclavado de la cruz el cadáver deJesús, esos instrumentos se habían recogido piadosamente, de forma quehabría sido la misma Virgen la que había querido conservarlos.

En los sermones del descendimiento los predicadores habían ido narran-do cómo los santos varones iban procediendo a desenclavar el cadáver deCristo, siempre con la más exquisita delicadeza por respeto al cuerpo santoy a la presencia de la Madre en la que se iban reproduciendo místicamentelos dolores que el cadáver ya no podía experimentar. Al ir desenclavando laimagen del Señor, los ayudantes del predicador iban mostrando al pueblodichos instrumentos. El padre Isla dice:

“Por la tarde, a las tres, el descendimiento. Colócase en mediodel teatro una devota imagen de la Soledad, con goznes en elpescuezo, brazos y manos, que se manejan por unos alambresocultos, para las inclinaciones y movimientos correspondien-tes, cuando San Juan va presentando los instrumentos de laCrucifixión”72.

Fray Manuel de Guerra en uno de sus sermones sobre el descendimien-to y la soledad de la Virgen va relatando cómo quitan la corona y los cla-vos al cadáver de Cristo y se los entregan a la Madre, señalando loincongruente y a la vez simbólico del hecho: “¿Espinas a María? (…) Pero¿qué presente, Señora, es ése? ¿Yerros a quien no conoció ninguno?”73. Porsu parte, el ya citado dom Antonio de Molina relataba cómo san Juan pre-tendía hacerlos desaparecer de su vista, pero cómo la Virgen “con magna-nimidad y fortaleza varonil entereza los pidió (…) así los clavos como las

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72. FRANCISCO DE ISLA, Historia del famoso predicador Francisco de Isla, II, Madrid 1758, p. 346.73. FRAY MANUEL GUERRA, Oraciones varias consagradas a María…, II, Madrid 1699, p. 387.74. ANTONIO DE MOLINA, Exercicios espirituales de las excelencias, provecho y necesidad de la oración

mental, Madrid 1783, p. 581.75. MIGUEL MIR (ed.), Sermones del P. fray Alonso de Cabrera, op. cit., p. 444.

espinas, los adoró y besó con singular devoción como preciosísimas reli-quias”, llevándoselos consigo a su aposento74. La piadosa elucubraciónacabó constituyendo sentencia común. “Creo se llevaría consigo la coronay los clavos; ése sería su libro. Allí lamentaría su viudez y soledad”75, decla-raba un predicador de la talla de fray Alonso de Cabrera recogiendo el sen-tir de la época. Fray Antonio Ares señalaba incluso un significado marianopara los tres clavos:

“Son símbolo de las tres potencias del alma dolorosa de estasoberana Señora, significando el de los pies la memoria tan fijay enclavada en todo lo sobredicho (los misterios de la Pasión),que no la dejaba divertir a otra cosa ni por un solo instante; elde la mano siniestra significa su cautivo entendimiento en lascosas de la Fe, que en medio de tantas angustias considerabalos grandes bienes que ya dijimos habían de proceder de talmartirio, con perfecta esperanza de la Resurrección del mismoque había dejado encerrado en el sepulcro; y el clavo de lamano derecha significaba aquella voluntad suya tan conformecon la divina que, dicen los santos, que siendo la de Dios quela misma Madre crucificara a su Hijo, por falta de quien seatreviera a hacerlo, supuesto que el decreto eterno era de quepor este medio se había de obrar nuestra redención, no dudarade crucificar al mismo Unigénito Hijo suyo con sus sagradas einocentísimas manos”76.

Por lo que se refiere a la representación iconográfica de la María orandoante la Cruz, cabe señalar que es antigua y guarda estrecha relación con elemplazamiento de la statio Mariae frente al Calvario. Los requiebros de laVirgen a la vista de la cruz son un tema repetido en la literatura piadosa,iniciándose ya con los primitivos lamentos de la patrística oriental. El car-tujo Antonio de Molina señalaba que “a la buelta, pasando por el Calvario,

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76. FRAY ANTONIO ARES, Discurso del ilustre origen y grandes exçelencias de la misteriosa Imagen denuestra Señora de la Soledad del Convento de la Victoria de Madrid de la Sagrada Orden de losMínimos de S. Francisco de Paula, Imprenta de Pedro Taço, Madrid 1640, f. 66.

77. ANTONIO DE MOLINA, Exercicios espirituales de las excelencias, provecho y necesidad de la oraciónmental, Madrid 1783, pp. 583-584.

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la sacratissima Virgen se arrodilló delante de la cruz y la adoró con grandevoción y reverencia (…) y esta fuera la primera honra y adoración que sehizo a aquel santísimo Madero”77. Ya nos hemos referido a un grabadomallorquín del siglo XVIII que muestra a la Virgen en esta actitud; igual-mente se han conservado lienzos, como el de Vicente Carducho de lasDescalzas Reales de Madrid, y esculturas, entre los que nos gustaría desta-car algunos pasos procesionales como los existentes en Benavente, Medinade Rioseco y Cuenca, en los que la Soledad medita ante la Cruz, de la quetodavía cuelgan los lienzos con los que el cuerpo de su Hijo ha sido des-cendido poco antes. Delante de la cruz aparece también la imagen de laVirgen en numerosos casos, de los que citaremos únicamente el de la cofra-día de la Soledad de la parroquia sevillana de San Lorenzo.

Precisamente por haber sido costumbre que la Virgen de la Soledad apa-reciera junto a la cruz también en sus andas para las procesiones, como sepuede apreciar en un antiguo grabado de la imagen de la Soledad de laVictoria de Madrid, no llevaba palio, al contrario que otras imágenes de laVirgen, especialmente de los Dolores. Aparte de las cuestiones prácticas,había autores que no se mostraban partidarios del adorno suntuoso de lasimágenes de la Virgen en su dolor y soledad; por ejemplo, el abad AlonsoSánchez Gordillo, autor de un curioso manuscrito redactado en torno a1630 bajo el título de Religiosas Estaciones que frecuenta la religiosidad sevilla-na, señala que “debiendo considerar que en esta procesión de la Soledad serepresenta uno de los pasos más tristes que la Virgen Nuestra Señora SantaMaría tuvo todo de dolor, y que éste le duró hasta que se le apareció su glo-rioso Resucitado, no se ha de creer que estaba retirada, como se representacon hábito de viuda, en ningún palio suntuoso ni debajo de un dosel deestado, pues eso se da a entender llevándola con palio”78.

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78. ALONSO SÁNCHEZ GORDILLO, Religiosas estaciones que frecuenta la religiosidad sevillana, edi-ción de Jorge Bernales Ballesteros, Consejo General de Hermandades y Cofradías de laCiudad de Sevilla, Sevilla 1982, p. 171.

79. ANTONIO ARES, op. cit. en nota 76: Un extracto sustancioso en JOSÉ SIMÓN DÍAZ (ed.),Fuentes para la historia de Madrid y su provincia, I: Textos impresos en los siglos XVI y XVII,CSIC-Instituto de Estudios Madrileños, Madrid 1964, pp. 247-310. También FRANCISCO

DE PAULA SOPUERTA, O. Minim., Relación histórica de el ilustre y milagroso origen... de MariaSantissima en su triste soledad: que se venera en el Convento de la Victoria, Orden de los Minimos...de la... Villa de Madrid, Madrid 1719.

No obstante todo lo anterior, se hace preciso indicar que la fijación defi-nitiva del modelo iconográfico de la Virgen de la Soledad se debe a un suce-so, perfectamente documentado, y que no es otro que la elaboración de unatalla de la Virgen de acuerdo con un cuadro que la reina Isabel de Valois,tercera esposa de Felipe II, había traido de su Francia natal. El encargo lorecibió el notable escultor castellano Gaspar Becerra. Los detalles son bienconocidos pues aparecen reseñados en diversas fuentes, entre las que desta-ca el Discurso del ilustre origen y grandes exçelencias de la misteriosa Imagen denuestra Señora de la Soledad del Convento de la Victoria de Madrid de la SagradaOrden de los Mínimos de S. Francisco de Paula redactado por fray Antonio Arésy publicado en Madrid en 164079.

Por muchas razones conviene detenerse algo en el relato del origen dela imagen de la Soledad del convento de Nuestra Señora de la Victoria deMadrid, de los frailes mínimos de san Francisco de Paula, establecido el7 de agosto de 1561 gracias al favor de la reina Isabel de Valois, terceraesposa de Felipe II en terrenos de la actual Plaza del Sol. El título venía delque tuvo el primer convento de estos frailes fundado en España, el deMálaga nada más efectuada su reconquista, en cuya iglesia se entronizó unaimagen de la Virgen con la advocación de la Victoria para conmemorar laque habían obtenido los Reyes Católicos expulsando a los moros de aque-lla plaza andaluza.

A la mencionada reina, llamada por el pueblo doña Isabel de la Paz, sedebe el origen del modelo iconográfico más habitual de la Virgen de laSoledad. De su Francia natal se había traído un cuadro en el que aparecíanuestra Señora “como de rodillas adorando la Cruz”. Queriendo poseer unaescultura que representara el mismo momento, encargaba en 1564 al céle-bre escultor Gaspar Becerra ejecutar una talla de bulto redondo. Después dedos intentos fallidos, al fin consiguió acertar en su cometido; pero, a la horade ataviar la imagen, se presentaba la dificultad de encontrar el modo más

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80. ANTONIO ARES, op. cit., ff. 10 v.-22 v. (sobre su propiedad y adecuación: ff. 60-63 v.);ELÍAS TORMO, “Gaspar Becerra”, Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, 31 (1913),pp. 247-265 (el epígrafe 12 es, sin embargo, de Javier Sánchez Cantón).

81. ANTONIO PALOMINO DE CASTRO Y VELASCO, El museo pictórico y escala óptica, III, Aguilar,Madrid 1988, p. 52.

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adecuado. Fue una de las camareras de la reina, la condesa viuda de Ureña,la que sugirió vestirla tal y como lo hacían las viudas del momento. La idease aceptó y ella misma proporcionó el atuendo: la túnica blanca cerrada ylarga hasta los pies, tocas blancas al estilo monjil alrededor de la cabeza, ymanto negro amplio80. El tratadista Palomino describe el proceso y el ori-gen del atuendo español de las viudas nobles:

“Vistióse luego esta santa imagen (por el dictamen de laReina) según el estilo, que practicaban entonces las señorasviudas de primera clase, desde el tiempo de la Reina DoñaJuana, mujer de Felipe Primero (que llamaron el Hermoso), quearrebatada del desmesurado amor que le tuvo, habiendo muer-to su marido, se vistió como si se amortajara en vida: y así laimitaron todas las señoras viudas, hasta el tiempo de la Reinanuestra Señora Doña María Ana de Neoburg. Y ésta fue lacausa de ponerle a esta santa imagen Dolorosa un traje tanextraño, por ser entonces practicado solamente en España”81.

Se puso al culto la nueva imagen en uno de los altares del convento de laVictoria a mediados de septiembre de 1565. Año y medio después se funda-ba la Cofradía y Santa Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad, trasladán-dose la imagen a la tercera capilla del lado del Evangelio, si bien la grandevoción que despertaba determinó que se acometiera la construcción de unasuntuosa capilla aledaña a la iglesia del convento para cuya inauguración, el15 de agosto de 1611, se dispusieron solemnes cultos y vistosos festejos.

La imagen de la Soledad del convento de la Victoria se rodeó de un halode portentos sin igual, incluida la revelación del madero del cual habría desalir. Fray Antonio Arés no tenía empacho en admitir que era la imagen“más parecida a la misma Virgen María”82. Los muchos milagros que, segúnopinión generalizada, obraba la imagen, y de los que era prueba evidente lamultitud de exvotos que adornaban las paredes de la capilla, depararon quesu fama se extendiera “no sólo por la Corte, y su comarca, ni sólo por todo el

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82. ANTONIO ARES, op. cit. f. 44.83. Ibidem, ff. 198 v.-236.84. Ibidem, f. 50 v.

Reino, sino por todas las Provincias de la Cristiandad”83. Ante ella se reali-zaban rogativas y funciones extraordinarias con motivo de todo tipo de nece-sidades y calamidades, siendo llevada en ocasiones hasta el Alcázar cuando lafamilia real lo solicitaba; alcanzó tal punto su popularidad que incluso sepropuso para patrona de la Villa y Corte en 1643. No es por ello de extrañarque se multiplicaran rápidamente las reproducciones de la imagen a escalareducida para satisfacer la devoción popular; el citado cronista apunta que deella “se han hecho innumerables (copias) por la singular devoción que los fie-les la tienen, que están repartidas por toda la Cristiandad, y en esta Corte haytantas que apenas se hallará casa donde no haya por lo menos una”84.

Así continuó hasta que, debido a la desamortización, la talla original setrasladó a la colegiata de san Isidro de Madrid en 1835 donde permanecióhasta la Guerra Civil en que fue destruida. La gran devoción que suscitó en laVilla y Corte se demuestra por la enorme cantidad de reproducciones que deella se hicieron, de todos los tamaños y calidades, especialmente en pintura,una de las cuales es la famosa y venerada Virgen de la Paloma, que en realidadrefleja una imagen de la Soledad de medio cuerpo. Su origen es el siguiente:

Hacia 1790 unos niños encontraron en la calle de la Paloma de Madrid uncuadro de la Virgen de la Soledad muy deteriorado; mientras jugaban con ellienzo, una devota vecina, Isabel Andrea Tintero, conocida en el barrio comola beata, consiguió que los chiquillos le cedieran el cuadro a cambio de unasmonedas; tras limpiarlo, lo colocó en el portal de su domicilio, que hacía esqui-na con la calle de la Solana, adornándolo con flores y velas. Poco a poco los veci-nos comenzaron a visitar el portal para rezar ante la representación de laVirgen, obteniendo multitud de favores. La popularidad del lienzo atrajo alconde de las Torres, caballerizo del rey Carlos IV, quien habiendo sido tambiénfavorecido tras encomendarse a la Virgen para sanar de una fractura de resultasde una caída del caballo, cedió un espacioso cuarto de su propiedad sito en lamisma calle con el fin de erigir un oratorio donde se rindiera culto a la Virgencon mayor acomodo. El pueblo atribuía gran cantidad de milagros a esta ima-gen, entre ellos la sanación del príncipe de Asturias, el futuro Fernando VII,

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85. Novena a Nuestra Señora de la Soledad, que se venera en su capilla de la calle de la Paloma,Madrid 1884, pp. 3-18; FRANCISCO MORENO CHICHARRO, La Virgen de la Paloma. Hechos ydocumentos, Parroquia de San Pedro el Real, Madrid 1983; FEDERICO DELCLAUX, Guía paravisitar los santuarios marianos de Madrid, Encuentro, Madrid 1991, pp. 63-67.

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ofrecido por su madre, la reina María Luisa de Parma a la Virgen de la Paloma,advocación por la que ya era conocida la imagen más que como de la Soledad,debido obviamente al nombre de la calle donde se emplazaba.

Gracias a las abundantes limosnas recogidas, el 9 de octubre de 1796 seinauguraba un templo nuevo con solemnes celebraciones, que en 1891 eraelevado a la categoría de parroquia. En 1913 un nuevo y más amplio edifi-cio acogía el lienzo de la Virgen, al que los madrileños profesan singularveneración, especialmente con motivo de su festividad anual del 15 de agos-to en que recorre las calles aledañas procesionalmente una vez que los bom-beros lo han descendido del retablo y en cuya víspera tiene lugar la célebreverbena de la Paloma, inmortalizada en la zarzuela del maestro Bretón85.

El modelo iconográfico de la Soledad del convento de la Victoria fuetrasplantado luego a otros muchos lugares: ya poco más tarde se ejecutabauna copia para el convento homónimo de Zaragoza; otra se hizo para el con-vento de la misma orden de Palma de Mallorca, que llegó incluso a darlenombre; otra más se envió a la localidad aragonesa de Daroca, donde secolocó en la ermita de Nazareth; otra recibieron las mínimas de Écija. Perofue en Granada donde este modelo triunfó más plenamente, gracias a Joséde Mora, que se inspiró en una pintura de Alonso Cano, que versionaba elmodelo madrileño y que hoy se conserva en la catedral granadina, para rea-lizar sus prodigiosas imágenes de la Soledad, en las que los vestidos sontambién de talla. Gracias a Mora, la representación de la Virgen de laSoledad se presenta más serena y majestuosa. El origen se encuentra en unencargo del superior del Oratorio de San Felipe Neri de Granada que pre-cisaba una imagen de la Virgen, “que no la quería de alegría sino de penas”.El 1 de agosto de 1671 entregaba Mora la obra concluida, siendo traslada-da al templo de la Congregación y colocada en un altar a la espera de su con-sagración el 22 de octubre siguiente. Allí permaneció, con un paréntesisocasionado por la invasión francesa, hasta la desamortización de 1834, enque se trasladó a la iglesia de santa Ana donde hoy se encuentra. GallegoBurín, tras describir pormenorizadamente la imagen, sostiene que “su dolorestá en su gran silencio y su emoción en la vaguedad imprecisa, no reduci-

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86. GALLEGO BURÍN, op. cit., p. 162.87. EMILIO OROZCO DÍAZ, “Devoción y barroquismo en las Dolorosas de Pedro de Mena”,

Goya, 52 (1963), pp. 235-241.

da a esquema humano, con que dibuja ese dolor (…) Ésta es la Soledad,divina Soledad, que por divina tenía que superar su gesto y reducirlo a sím-bolo. Imagen del dolor, tenía que ser el dolor mismo y no vulgar mujerdolorida. Separar de su carne su pena y proyectarla al infinito”86.

Apartándose un tanto del modelo original, también Pedro de Mena nosha legado su personal visión de la Virgen en su soledad87. Otros autores,como Torcuato Ruiz del Peral o Manuel González, éste último dentro de unclasicismo contenido.

4. La devoción española a la Virgen de la Soledad: las cofradías

Ya se ha indicado que la devoción a la Soledad de María es típicamentehispana; con el fin de promover el culto y a la devoción surgieron cofradíasy hermandades, similares a las de la Virgen de los Dolores. Quizás la únicadiferencia apreciable es que éstas de la Soledad están directamente relacio-nadas con la función del Descendimiento y la procesión del Santo Entierro,siendo frecuente encontrar una misma corporación con título dúplice: delSanto Sepulcro, o del Santo Entierro, y de la Soledad de Nuestra Señora.Normalmente estas cofradías realizaban sus actos principales en la tarde-noche del Viernes Santo, clausurando el ciclo de procesiones de la SemanaSanta a la espera de la Pascua.

En el conjunto de cofradías que tiene por objeto potenciar las celebra-ciones de la Semana Santa, ésta de la Soledad juega un papel complemen-tario. Si en un primer momento nacen las cofradías de la Vera Cruz paraconmemorar el misterio central de la Pasión, y luego aparecen las cofradíasde la Virgen de los Dolores con el fin de recordar la compasión de María,centrando normalmente sus actos en la tarde del jueves santo; en unmomento posterior –a veces inmediatamente– surgirán las cofradías delSanto Entierro y la Soledad para completar las celebraciones populares pro-pias de la Semana Santa con la organización del descendimiento y sepultu-ra del Señor en la tarde del viernes santo. Sólo en algunos lugares, enaquéllos donde se produce una gran proliferación de cofradías, los misterios

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88. Murillo, op. cit., pp. 472-473.

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se irán desglosando dando lugar a cofradías con títulos más específicos: delDescendimiento, de la Quinta Angustia, de las Angustias o de la Piedad, de laVirgen de las Tristezas, de la Transfixión, del Mayor Dolor, del Abandono, etc.

El franciscano fray Diego Murillo predicando, probablemente en algunalocalidad aragonesa, sobre la sepultura de Cristo y la Soledad de la Virgen,y utilizando el recurso habitual de comparar el entierro de Cristo con el quese estilaba en el momento en los pueblos y ciudades de España, señalaba queen aquel cortejo que medió entre el Calvario y el huerto de José de Arimatease encuentra el origen de las cofradías:

“No asistieron las cofradías a este entierro; pero hallóse en el ori-gen y principio de ellas, con algunas insignias suyas. La de laSangre de Cristo, porque en aquel monte fue derramada. La de laVera Cruz, porque de ella bajaron el cuerpo del difunto y allí quedófijada la Cruz verdadera. La de la Soledad, porque todas las criatu-ras quedaban solas sin su presencia. Y la del transfixo, porque allíse vio traspasado el corazón de la Virgen con el cuchillo de la com-pasión, que un tiempo profetizó el santo Simeón en el Templo”88.

A continuación ofrecemos una panorámica que permite apreciar laimplantación y arraigo de la cofradía de la Soledad en los territorios espa-ñoles, incluyendo también los de Ultramar. Somos conscientes de que fal-tan muchas cofradías, pero el objetivo y la extensión del presente trabajo nopermiten un estudio exhaustivo.

En el centro peninsular

Ya nos hemos referido más arriba a la gran importancia devocional de laimagen de la Soledad del convento madrileño de la Victoria; lógicamentepronto contó con una cofradía encaminada a potenciar su culto. La Cofradíay Santa Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad se fundaba el 21 de mayode 1567 debido a la devoción de algunos seglares reunidos en torno a unclérigo de nombre Adrián de Baillo; comunicado el propósito a los supe-

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89. ELENA SÁNCHEZ DE MADARIAGA, “La eclosión de cofradías penitenciales en Madrid. Loscofrades, la disciplina pública y los entierros (1505-1630)”, en JUAN ARANDA DONCEL

(coord.), Actas del III Congreso Nacional de Cofradías de Semana Santa, I, Cajasur, Córdoba1997, p. 215.

riores del convento de los mínimos, el proyecto fue asumido también por lacomunidad que ingresaría en su totalidad. Más aún, se comisionó a donFadrique de Portugal para informar a la reina doña Isabel de Valois, quetambién pidió ser admitida y extender su regia protección sobre la nuevacofradía, además de alcanzar que su esposo Felipe II y su hijo el príncipedon Carlos aceptaran formar parte de ella, como así hicieron. El ingreso dela familia real conllevó inevitablemente que lo más selecto de la Cortepidiera la admisión, de forma que “entraron por cofrades todos los GrandesTítulos y Señores (…) con que en breve se halló la más noble e ilustre cofra-día de la Cristiandad”.

El 23 de septiembre de aquel mismo año tuvo lugar el primer cabildogeneral, en el cual se aprobaron sus constituciones. El viernes santo de 1568 lacofradía celebró por vez primera su procesión, que resultó tan lucida, “con tan-tos pasos, tanta cera y tan gran disciplina, como si fuera muy antigua, (…) quecomo dice el padre Montoya pasaban los penitentes de disciplina de dos mil,y las hachas negras y blancas (…) de cuatrocientas”89. Dos o tres años despuésse acordó celebrar otra procesión al alba del Domingo de Resurrección:

“Salía de la Iglesia del Convento, por una puerta una ima-gen de nuestra Señora aderezada ricamente de gala, y conmuchas joyas, cubierta toda con un manto negro, y muyacompañada de cera y cetros, que llevaban los cofrades, tam-bién todos vestidos de gala, y con grande música, chirimias,trompetas, atabales, danzas e invenciones de fuego; y porotra puerta el Santísimo Sacramento acompañado de muchosseñores y cofrades con candelas, cirios y hachas blancas ytodos los religiosos del Convento vestidos como ángeles, conalas, estolas y collares, que a aquella hora parecían lindísi-mamente (…) Cuando se encontraban las dos procesiones ydescubrían a la imagen de nuestra Señora, toda la Puerta delSol lo parecía con propiedad y que todo el del cielo la baña-ba, y juntas daban la vuelta al Convento, en el cual se pre-dicaba un sermón que llamaban de Gracias en la Iglesia

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90. ANTONIO ARES, op. cit., f. 120 v.

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llena siempre”90.

Pero no sólo al culto externo se encaminaba la hermandad. La prime-ra obra de misericordia que se propuso la cofradía fue la de recoger loscadáveres de los ajusticiados para enterrarlos; con este motivo organizabauna procesión en la tarde del viernes anterior al Domingo de Pasión; sufinalidad era enterrar los restos que sus hermanos habían podido rescatarpor los caminos y encrucijadas donde se habían colocado para escarmien-to público. Precisamente en ese quinto domingo de Cuaresma salía laimagen de la Soledad en una procesión en la que participaban principal-mente niños y amas de cría ya que otra de las obras de misericordia en quese empleó parte de las muchas limosnas que recogía la cofradía fue preci-samente en habilitar una especie de albergue donde se recogía a los niñosexpósitos, para lo cual se precisaban mujeres capaces de criarlos, a las quese pagaba por ello su jornal. Se propuso también dar albergue a los “clé-rigos extranjeros pobres que andaban entonces por la Corte necesitados deabrigo y de quien los curara, por estar enfermos”; para ello alquilaron unedificio cercano a la iglesia de san Luis. Luego se vio que sería precisoextender esta obra de caridad a todos los enfermos pobres, especialmentea los que eran dados de alta en los hospitales y no podían ganarse por símismos el sustento. En fin, todo un amplio abanico de obras de miseri-cordia desplegadas por una hermandad rica y generosa no sólo en el cultosino también en la caridad91.

La cofradía pronto obtuvo abundantes indulgencias de los sumos pontí-fices, pero sus relaciones con la comunidad de frailes mínimos se fue entur-biando a raíz de una larga disputa por la posesión de los pasos,especialmente de la tan venerada imagen de la Soledad, reclamada porambas corporaciones. La pretensión de la cofradía, una vez construido elhospital de niños expósitos, fue trasladar la efigie a su capilla, lo que los

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91. JOSÉ LUIS DE LOS REYES LEOZ, “La cofradía de la Soledad. Religiosidad y beneficencia enMadrid (1567-1651)”, Hispania Sacra, 79 (1987), pp. 147-184.

92. ANTONIO ARES, op. cit., ff. 128-188.93. M. VICENTE SÁNCHEZ MOLTO, La hermandad del Santo Entierro y la Semana Santa de Alcalá

de Henares, Ayuntamiento de Alcalá de Henares, Alcalá de Henares 1999, p. 40 y passim.94. DÍAZ HIERRO, op. cit., 261 (1959), p. 225.

frailes impidieron a toda costa hasta alcanzar resolución a su favor en 1605.Como las relaciones con la cofradía no mejoraban, fray Francisco Velasco sedeterminó a fundar en 1619 la Exclavitud de Nuestra Señora de la Soledad, for-mada principalmente por oficiales de los reales consejos, en la que ingresa-ron también los cofrades antiguos, con lo que el pleito continuó hasta laextinción definitiva de la cofradía en 165192.

En Alcalá de Henares la cofradía de la Soledad radicaba en el conventode los Mínimos y sus miembros –según refieren los Anales de 1652– “es lagente más principal de la villa”93.

En tierras de Castilla-La Mancha son numerosas las cofradías puestasbajo la advocación de la Soledad: en Ciudad Real ya existía esta cofradía enel convento de los franciscanos a mediados del siglo XVI; en 1565 cedía lacomunidad unos terrenos para edificar una capilla para el culto de laVirgen. En Toledo ya existía en 166694; en Cuenca se erigía en 1734 la vene-rable Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad del Puente al tiempo queexistía otra bajo la misma advocación pero radicada en el convento de sanAgustín, que estaba integrada por el gremio de herreros y cerrajeros; aun-que existía con anterioridad, sólo se conservan sus reglas de 1768. Ademásde la procesión, costeaba el sermón del viernes de dolores en el conventohasta su traslado a la iglesia del Salvador a raíz de la desamortización95. EnGuadalajara existía igualmente la cofradía desde el siglo XVI96. En Hellínexistía una antigua cofradía de la Soledad que agrupaba a los combatientesen la defensa frente al reino granadino; posteriormente se convirtió en cofra-día penitencial con hermanos de luz y disciplina97.

Por lo que se refiere a Castilla y León, podemos decir que en Soria recibe

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95. MARTA SEGARRA - ANTONIO MELERO (coord.), Libro de la venerable hermandad de la Soledadde San Agustín, Diputación Provincial de Cuenca, Cuenca 1997, p. 31 y passim.

96. EVA Mª CASTELBÓN FERNÁNDEZ - A. GARCÍA LÓPEZ, “La cofradía de Nuestra Señora de laSoledad de Guadalajara: funcionamiento, composición y detalles artísticos en el sigloXVI”, Cuadernos de Etnología de Guadalajara, 26 (1994), pp. 149-176.

97. ALFREDO ANTONIO LOSADA AZORÍN, Historia de la Semana Santa de Hellín, Asociación deCofradías y Hermandades de Hellín, Murcia 1993, p. 46 y passim.

98. RICARDO PUENTE (ed.), Semana Santa en León, León 1995, pp. 39-45.99. FRANCISCO JAVIER BLÁZQUEZ - LUIS MONZÓN, Semana Santa Salmantina. Historia y guía

ilustrada, Amarú ediciones, Salamanca 1992, pp. 127-131.

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culto en la ermita de la Soledad en la concurrida Alameda, participando enla procesión del viernes santo. En Palencia se fundaba la cofradía en 1657como cofradía gremial de los escribanos y procuradores; en 1695 se instalóen una capilla del convento franciscano de la ciudad. La cofradía de NuestraSeñora de la Quinta Angustia y Soledad de Valladolid se fundaba el 16 denoviembre de 1569. Con el mismo título aparecía una cofradía en el monas-terio de santo Domingo el Real de León en 1572 con el fin de “enaltecer laconmemoración de la muerte y enterramiento de N. S. Jesucristo (…) yrecordar los acerbos dolores de su santa Madre en su angustia y soledad”,siendo aprobados sus estatutos seis años después98. En Salamanca la cofradíade la Soledad la habían fundado en la parroquia de san Román cuarentamiembros del gremio de zapateros el 22 de mayo de 1645, estableciendo quetuviera carácter gremial si bien también contemplaba algunas actividadesasistenciales y benéficas como la de recoger los cadáveres de los ajusticiadospara darles sepultura99. En Ciudad Rodrigo existe también la cofradía de laSoledad, fundada en 1840 por el Cuerpo de Sargentos Urbanos, antiguosdefensores de la ciudad frente a los franceses. En Zamora no encontramos unacofradía bajo la advocación de la Soledad hasta 1869, formada sólo por seño-ras y con una imagen del imaginero local Ramón Álvarez.

En la comunidad de Extremadura también abundan las cofradías de estaadvocación: La Santa cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y el Santo Entierrodel Monte Calvario era fundada en la ciudad de Cáceres por el obispo cauriensedon García de Galarza el 28 de noviembre de 1582. La cofradía, estrechamen-te relacionada con los franciscanos, tendría tres procesiones anuales, una deellas el viernes santo a mediodía hasta la ermita del Calvario donde se predi-caría el sermón de la Soledad100. En Plasencia, la cofradía fue auspiciada por los

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100. ANTONIO RUBIO ROJAS, “Aspectos históricos de la Semana Santa cacereña”, en JUAN

ARANDA DONCEL (coord.), Actas del III Congreso Nacional de Cofradías de Semana Santa, I,Cajasur, Córdoba 1997, pp. 696-699.

101. JOSÉ MÁRQUEZ FRANCO (dir.), Semana de Pasión en Jerez de los Caballeros, Junta deCofradías, Jerez de los Caballeros 1994, pp. 138 ss.

102. ANTONIO MORENO Y JIMÉNEZ DE ROJAS, Glorias de Badajoz y honores de sus hijos, en la protecciónsegura de su más amante madre, patrona y abogada María Santísima de la Soledad. Oración panegíri-ca…, Madrid 1792; JOAQUÍN MÁRQUEZ VILLALOBOS, Novena de Nuestra Señora de la Soledad quese venera en su Iglesia de la ciudad de Badajoz en veneración de las penas que padeció en su Soledad laVirgen María en los tres días de la muerte de su Hijo Jesucristo Nuestro Señor, Badajoz 1928, pp. 3-13; ANTONIO MANZANO MARCHIRANT, Semana Santa en Badajoz, Badajoz 1997, pp. 242-283.

dominicos. En Jerez de los Caballeros existía también la cofradía, afincada enla ermita de san Blas, que organizaba su procesión en la noche del viernes santoy a la que era costumbre acudir portando velas y todo tipo de lamparillas101.

Pero donde mayor fervor despierta la Soledad en tierras extremeñas es, sinduda, en Badajoz, de donde es patrona. La historia se remonta al año 1660 cuan-do el duque de san Germán, don Francisco de Tutavila, capitán general de laplaza, reunía a los caballeros de la ciudad para proponerles la adquisición de unaimagen de la Soledad; no hallando ninguna en Barcelona, donde se mandó abuscar, finalmente se mando ejecutar en Nápoles, de donde era originario elduque; de allí se trajo, quedando depositada provisionalmente en el conventode san Onofre. El mismo duque adquirió un solar contiguo a su palacio dondese construyó una ermita que era bendecida por el obispo fray Jerónimo deValderas y en la que se colocó la imagen de la Soledad el 1 de abril de 1664,fecha en la cual se erigía asimismo la Santa cofradía de devotos, esclavos y hermanosde Nuestra Señora de la Soledad, muy favorecida con privilegios e indulgencias. Ladevoción se extendió fuera de los muros de la ciudad, alcanzando incluso a lascercanas poblaciones de Portugal; ante la imagen se acudía en rogativas y todotipo de necesidades, no saliendo en procesión más que en contadas ocasiones ysiempre con la preceptiva autorización episcopal. A lo largo del año tenían lugartres novenas en honor de la Soledad con gran concurrencia de fieles y desde1771 todas las noches salía el Rosario por las calles desde su ermita102.

El norte

En la capital gallega, Santiago de Compostela, la función del descendi-miento y posterior procesión de la Soledad en la tarde del viernes santocorría a cargo de la cofradía del Rosario, que contaba con una imagen de laVirgen de la Soledad de gran veneración en la ciudad; la procesión comen-

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103. M. A. NOVOA, “Una procesión barroca en la tarde del Viernes Santo. La cofradía delRosario de Santiago”, Archivo Dominicano, 21 (2000), pp. 259-297.

104. JOSÉ MOLEJÓN RAÑÓN, Las cofradías de Semana Santa en la ciudad de Lugo, DiputaciónProvincial de Lugo, Lugo 2000, p. 153.

105. Constituciones de la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Ánimas Antiguas de la parro-quial de S. Isidoro el Real de esta ciudad de Oviedo, Madrid 1768; Roberto J. LÓPEZ LÓPEZ,Comportamientos religiosos en Asturias durante el Antiguo Régimen, Silverio Cañada Editor,Gijón 1989, pp. 209-211.

106. Novena de María Santísima de la Soledad que se celebraba en la Iglesia y Convento de NuestraSeñora de la Merced de la ciudad de Logroño…, Logroño s.d. (segunda mitad del s. XIX).

LA SOLEDAD DE MARÍA

zó a realizarse en 1581 y, años después, se estableció otra más en la mañanadel Domingo de Pascua en la que la Virgen se encontraba con su Hijo resu-citado y presente sacramentalmente en la custodia103. En Lugo la imagen dela Soledad recibía culto en una capilla adosada al antiguo convento de sanFrancisco concluida en 1698, año en que una mortífera oleada de peste asolóla ciudad, de cuya liberación se atribuyó “a la intercesión poderosa de estaSanta Imagen, manifestándole cada uno particular y cordial devoción”104.

De Asturias podemos decir que en Oviedo se había fundado la cofradíade la Soledad en la iglesia de San Isidoro el Real en 1652; años después, en1727 se unía a la de las Ánimas105.

En tierras riojanas también son abundantes las muestras de devoción ala Soledad: en Logroño existía la cofradía de la Santa Cruz en Jerusalén y

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Nuestra Señora de la Soledad que se venera en la ermita de Nazarethde la ciudad de Daroca.

Nuestra Señora de la Soledad desde 1594 en el convento de Nuestra Señorade la Merced, disponiendo de capilla propia a los pies del templo. Realizabasu procesión, con disciplinantes, en la tarde del viernes santo, contando concuatro pasos: el Descendimiento, la Cruz con los sudarios, el Santo Sepulcroy la Virgen de la Soledad. La imagen despertaba gran veneración entre elpueblo según lo ponen de manifiesto las continuas rogativas que ante ellase celebraban; de igual modo, su boyante cofradía organizaba solemnes fes-tejos en el mes de septiembre en honor de su titular, incluyendo encierrosy corridas de toros106.

No puede olvidarse tampoco la gran devoción que suscitó en su comarcala Virgen de la Soledad de Canales de la Sierra; para fomentarla se fundabael 21 de septiembre de 1704 la Cofradía y hermandad dedicada a la Emperatrizde la Gloria, Reina de los Ángeles y hombres, María Santísima, Virgen de laSoledad, Madre de Dios y Señora nuestra, venerada en su milagrosa imagen en lassierras de Río Puerto, término y jurisdicción de la villa de Canales. En este día seprocedió a rubricar la Carta de Esclavitud y Hermandad que publica y blasonanuestra gustosa y gloriosa servidumbre y manifiesta en esta ocasión la obligación pre-cisa en que nos ha puesto el voto de ser esclavos vuestros. Los capítulos de la Reglaestablecían que fueran admitidos todos cuantos lo pidan, hombres y muje-res, sean o naturales de la villa de Canales y que hubiera un mayordomo encada pueblo donde haya varios cofrades, cuya función será también acompa-ñar al ermitaño cuando los visite pidiendo limosna. La Esclavitud celebraríados fiestas solemnes: una el viernes de Dolores con misa en la iglesia de santaMaría y otra el día de santa Ana en la ermita de la Soledad. Los cofrades estánobligados a asistir a las dos así como a rezar por cada hermano difunto cua-tro salves a la Soledad. Con el fin de extender la devoción se pidió “a SuSantidad en nombre de los cofrades que conceda Jubileo perpetuo para el día

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107. FERMÍN LABARGA GARCÍA, “Las cofradías marianas en La Rioja durante los siglos XVI alXVIII”, en JUAN ARANDA DONCEL (coord.), Las advocaciones marianas de gloria. Actas delI Congreso Nacional, I, Cajasur, Córdoba 2003, p. 215.

108. JOSÉ MARÍA SANZ, La Iglesia de San Francisco. El Santo Cristo de la V.O.T., Tip. MartínezMoreno, Tarazona 1924, p. 123.

109. ROQUE ALBERTO FACI, Aragón Reyno de Christo y Dote de María Santissima, Zaragoza 1739,pp. 398-399; 424-425; 547-548.

110. JOSEP AMENGUAL BATLE, Guía para visitar los santuarios marianos de Baleares, EdicionesEncuentro, Madrid 1997, p. 144.

LA SOLEDAD DE MARÍA

de los Dolores de Nuestra Señora”. Con el mismo sentido ya en 1768 quedaconstancia de que se vendían estampas de la Virgen de la Soledad107.

De Aragón hay que destacar que en Zaragoza existió una antigua cofradíaen el convento de mínimos de la Victoria. En la villa de Bolea se rendía par-ticular veneración a la Soledad; su cofradía organizaba todos los viernes decuaresma sermón en la parroquial de santo Tomás. En Tarazona, la cofradía dela Soledad tenía su sede en el convento de san Francisco ya a finales del sigloXVI, concretamente en una de las capillas del claustro, contigua a la de laVera Cruz; realizaba su procesión el viernes santo, a la que acompañaban losreligiosos108. En Albarracín los cultos tenían lugar en la iglesia de Santiago109.

Levante

En Palma de Mallorca la devoción a la Soledad se concentraba en el anti-guo convento de los Mínimos, fundado en 1582, y desde donde se irradió aotros lugares de las islas, como Ibiza donde aparece ya en 1691110.

Dentro de los límites de la Comunidad Valenciana, en la provincia deCastellón la población de Nules profesa tierna devoción a la Virgen de laSoledad en su ermita desde el siglo XVI. La imagen era sacada en procesiónpor la cofradía de la Sangre tanto el viernes santo como en la mañana deldomingo de Pascua. Es también patrona de la villa de Ondara en Alicante.En Valencia existía la Ilustre cofradía de Nuestra Señora de la Soledad,instituida en el convento de los dominicos y en la que sólo podían ingresarmiembros de la nobleza desde su fundación a comienzos del siglo XVI.Organizaba fastuosos cultos en honor de su titular, cuya imagen eraprofusamente adornada con motivo de la procesión de Semana Santa111.

En la región de Murcia son frecuentes asimismo las muestras de veneracióna la Soledad; sin embargo, por lo que se refiere a cofradías conviene indicar queen la capital no existe cofradía bajo esta advocación propiamente dicha aunque

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111. Constituciones de la muy ilvstre congregación de nvestra Señora de la Soledad de la civdad deValencia concluidas en el año 1687, Valencia 1687.

112. DOMINGO MUNUERA RICO, Cofradías y hermandades pasionarias en Lorca, Editora Regionalde Murcia, Murcia 1981, pp. 109-115.

113. SÁNCHEZ GORDILLO, op. cit., p. 235.

sí la imagen que era portada por la cofradía de la Sangre; en Cartagena ocurreotro tanto, si bien existe una agrupación con dicho título en el seno de la cofra-día marraja; finalmente, en Lorca la cofradía de la Soledad poseía desde anti-guo los títulos de ilustre, noble y venerable, y estaba formada por las familiasde linaje. Su sede era el convento de la Merced, donde tenía lugar la novena yuna concurridísima Salve el sábado posterior al viernes de dolores, aunque elgran acto de la hermandad era, sin duda, la procesión del viernes santo, al decirde los cronistas, “un verdadero entierro, solemne y triste”112.

El sur

Andalucía es, hoy por hoy, la región española donde existe mayor abun-dancia de cofradías, también bajo la advocación de la Soledad.

En Sevilla, la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, establecida en laparroquia de san Lorenzo, estaba conformada por lo más selecto de la ciu-dad: “los títulos de Castilla, Maestrantes y otros caballeros notables”.Existía ya a mediados del siglo XVI en el monasterio benedictino de santoDomingo de Silos, extramuros de la Puerta de Carmona; en 1575 se insta-ló en el convento del Carmen, donde tuvo una espaciosa capilla a los piesdel templo junto a la portería y con acceso independiente, “acompañadas lasparedes de lutos y ornatos tristes de color negro”. Según refiere el abadGordillo, “es una de las más devotas y compasivas imágenes de la Virgensantísima que se ven y reverencian en esta ciudad”113.

El cortejo de esta cofradía en su procesión vespertina del viernes santoestaba compuesto de la siguiente forma:

“Iba delante una cruz grande con ornato que llevaba un her-mano de la cofradía en hábito de penitente y cubierto el ros-tro; luego un infinito número de mujeres cubiertas con susmantos negros y honestos y candelas en las manos. Luegoseguía el estandarte de la cofradía de color negro, acompañadocon sus luces y hachas de cera blanca con la insignia de lacofradía puesta en ellas, que es una cruz grande de color negro.

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114. Ibidem, pp. 169-170.

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Luego seguía en unas andas sobre su calvario una cruz desnu-da, llevada en hombros de cofrades y acompañada con muchasluces; en seguimiento de ella todos los hermanos y cofrades dedisciplina que ordinariamente pasaban de 250. Al fin de ladisciplina venía en su sepulcro portátil, en hombros de losmismos hermanos, la imagen de Jesucristo Nuestro Señoramortajado, y con mucha compañía de hachas blancas encen-didas; alrededor del sepulcro iban muchos hermanos de lacofradía por penitencia voluntaria, armados de todas armas,con viseras y celadas para no ser conocidos, con partesanas yalabardas, y otras armas semejantes en las manos, representan-do la guardía que los judíos pusieron al sepulcro de JesucristoNuestro Señor.

Luego venía el convento de religiosos con sus luces y candelasen las manos, y en último lugar, la santísima imagen de laVirgen benditísima María (…) sin palio ni cubierta algu-na…”114.

A la vuelta de la catedral, se depositaba el paso del sepulcro en la iglesiadel convento del Dulce Nombre de Jesús; de allí salía en la mañana dePascua otra procesión con la imagen del Resucitado sobre el sepulcro que

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115. JOSÉ BERMEJO Y CARBALLO, Glorias religiosas de Sevilla. Noticia histórico-descriptiva de todaslas cofradías de penitencia, sangre y luz fundadas en esta ciudad, Imprenta y Librería delSalvador, Sevilla 1882, pp. 494-508.

116. Ibidem, pp. 508-512.117. ANTONIO CLARET GARCÍA MARTÍNEZ, “Sobre cultos y devociones: Las advocaciones de las

cofradías del arzobispado de Sevilla”, en JUAN ARANDA DONCEL (coord.), Actas del IIICongreso Nacional de Cofradías de Semana Santa, I, Cajasur, Córdoba 1997, p. 251.

118. CÉSAR GUTIÉRREZ MOYA, “Un enfrentamiento con la autoridad religiosa: El caso de lahermandad de la Soledad de La Algaba”, en JUAN ARANDA DONCEL (coord.), Actas del IIICongreso Nacional de Cofradías de Semana Santa, I, Cajasur, Córdoba 1997, pp. 756-757.

119. RAFAEL LÓPEZ FERNÁNDEZ, Apuntes históricos de las hermandades de penitencia de Marchena(desde el siglo XVI hasta el siglo XX), s. i., s. l., 1995, pp. 25-27.

120. Santo Entierro Magno, Consejo de Hermandades y Cofradías de Écija, Sevilla 1998, pp. 38-41.121. ANTONIO LERIA, Cofradías de Carmona. De los orígenes a la Ilustración, S&C Ediciones,

Carmona 1998, pp. 63, 121 y passim.122. LUIS JAVIER CAVA CEPEDA - FERNANDO QUILES GARCÍA, Historia de las cofradías y hermandades de

Lora del Río, Agrupación Cultural Amigos de Lora, Ayuntamiento, Lora del Río 1989, p. 44.

se dirigía hasta su capilla. Esta práctica continuó hasta comienzos del sigloXVII, en que la cofradía del Santo Entierro comenzó a celebrar otraparecida. La corporación sufrió una grave crisis a lo largo del siglo XIX,agravada por la desamortización, que obligó a un traslado a la parroquia desan Miguel donde permaneció hasta el derribo de ésta en 1868. Fueentonces cuando llegó a la parroquia de san Lorenzo donde continúa en laactualidad. Realiza su estación de penitencia en la tarde del sábado santo,poniendo el broche a la inigualable Semana Santa hispalense115.

Otra cofradía, últimamente radicada en el convento hispalense de sanBuenaventura, también tiene a la Soledad como titular116. En todo el arzo-bispado se han podido contar hasta 52 cofradías bajo este título117. Una deellas es la fundada antes de 1586 en La Algaba, concretamente en el con-vento franciscano, bajo el título de Hermandad del Espíritu Santo y Soledad dela Madre de Dios y que agrupaba en su mayor parte a moriscos procedentesde las Alpujarras118. En Marchena, la cofradía del Santo Entierro de NuestroSeñor y Soledad de Nuestra Señora veía aprobadas sus reglas el 23 de marzode 1567; formaban parte de ella la nobleza de la villa y radicaba en la parro-

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123. MANUEL J. CARRASCO TERRIZA - JUAN M. GONZÁLEZ GÓMEZ, “Una mariología comple-ta en la escultura onubense”, Estudios Marianos, 48 (1983), p. 521.

124. JOSÉ RODRÍGUEZ DE MILLÁN FERNÁNDEZ, Orígenes de la Semana Santa: Sus inicios en Lucena,Imprenta Tenllado, Lucena 2000, pp. 69-73.

125. JUAN ARANDA DONCEL, “Cofradías penitenciales y Semana Santa en la Córdoba del sigloXVII: El auge de la etapa barroca”, en idem (coord.), Actas del III Congreso Nacional deCofradías de Semana Santa, I, Cajasur, Córdoba 1997, pp. 73-75.

126. ANTONIO MORENO HURTADO, “Renovación cofradiera egabrense en la segunda mitad delsiglo XVII”, en JUAN ARANDA DONCEL, Congreso de Religiosidad Popular en Andalucía,Ayuntamiento de Cabra-Cajasur, Cabra 1994, pp. 285-286; JOSÉ Mª GARRIDO ORTEGA,La Semana Santa en Cabra, Cajasur, Córdoba 1995, p. 29 s.

127. MANUEL PELÁEZ DEL ROSAL, “Historia de la cofradía y hermandad de Ntra. Sra. de laSoledad de Priego (1594-1994)”, Revista Fuente del Rey, Priego 1994; ENRIQUE ALCALÁ

ORTIZ, Soledad en todos. Historia de la Real Cofradía del Santo Entierro de Cristo y MaríaSantísima de la Soledad Coronada (1594-1994), Ayuntamiento de Priego, Caja Provincialde Ahorros, Cofradía del Santo Entierro, Priego de Córdoba 1994.

128. RAFAEL ORTEGA SAGRISTA, “Historia de las cofradías de Pasión y de sus procesiones deSemana Santa en la ciudad de Jaén (siglos XVI al XX)”, Boletín del Instituto de EstudiosGienneses, 10 (1956), pp. 9-71; Idem, “Historia de la cofradía de la Transfixión y Soledadde la Madre de Dios”, Boletín del Instituto de Estudios Gienneses, 113 (1983), pp. 25-30;Instituto de Estudios Gienneses, Semana Santa en Jaén, Publicaciones del Monte dePiedad y Caja de Ahorros de Córdoba, Córdoba 1984, pp. 124-129.

LA SOLEDAD DE MARÍA

quia de Santa María de la Mota119. En 1573 se aprobaban las reglas de laHermandad de Nuestra señora de la Soledad y Santo Entierro de Écija, radi-cada en el convento de padres carmelitas calzados120. En 1579 ya existía lacofradía en Carmona, radicando –en este caso– en el convento carmelitano121.En Lora del Río existía también la cofradía de la Soledad de Nuestra Señoray Santo Entierro, con residencia en la ermita de San Ildefonso, que, antes de1645, se unía con la del Dulce Nombre de Jesús de origen dominicano122.

Formando parte de la gran archidiócesis hispalense pero en territorio de laactual provincia de Huelva surgieron en la segunda mitad del siglo XVI variascofradías: la de la Soledad y Santo Entierro de la capital onubense se fundabaen su convento franciscano en 1550, manteniendo el santuario de la Soledadhasta nuestros días; la de Aracena en 1562; la de Niebla ya existía en 1573 aligual que la de Cartaya en 1579; al año siguiente se erigía la de Villalba; mien-tras que la del Santo Entierro y Soledad de Almonte lo hacía en 1582123.

En la provincia de Córdoba encontramos numerosas cofradías: en Lucena sefunda en 1564124; en la capital ya existía en 1569 en el convento de la Merced125;en Castro del Río en 1574, en Cabra ya hay noticias en 1575, siendo aprobadassus reglas cuatro años más tarde con el título de cofradía de la Quinta Angustia ySoledad de Nuestra Señora, asentándose en la ermita de Santa Ana126; en 1594 lasreglas de la cofradía de Priego recibían la aprobación episcopal127. En PuenteGenil los cultos de la Soledad, así como la función del descendimiento, corrían

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129. ANTONIO GIL ALBARRACÍN, Cofradías y hermandades en la Almería moderna, G.B.G.Editora, Almería-Barcelona 1997, pp. 284-285; 320-321; 140.

130. JOSÉ SZMOLKA CLARES, “La historia de la Semana Santa granadina desde sus orígenes alsiglo XVII”, en AA.VV., Semana Santa en Granada, Ediciones Gemisa, Sevilla 1990, p. 36.

131. SANTIAGO PÉREZ LÓPEZ, “Orígenes históricos de la Semana Santa de Guadix. Las prime-ras cofradías de penitencia”, en JUAN ARANDA DONCEL (coord.), Actas del III CongresoNacional de Cofradías de Semana Santa, I, Cajasur, Córdoba 1997, pp. 468-470.

132. ANDRÉS LLORDEN - SEBASTIÁN SOUBIRON, Historia documental de las cofradías y hermandadesde Pasión de la ciudad de Málaga, Ayuntamiento de Málaga, Málaga 1969, pp. 139-155;747-758.

133. Ibidem, pp. 787-789. Su imagen será elegida como titular de una nueva cofradía acomienzos del siglo XX, con sede en la iglesia de san Pablo (pp. 605-608).

134. Ibidem, pp. 593-595.135. FRANCISCO JAVIER RESA MONCAYO, “Aspectos históricos de las hermandades pasionistas

antequeranas, siglos XVI-XX”, en FRANCISCO JAVIER CAMPOS (dir.), Religiosidad Popularen España. Actas del Simposium, I, Instituto Escurialense de Investigaciones Históricas yArtísticas, San Lorenzo del Escorial 1997, p. 712.

de cuenta de la cofradía del Dulce Nombre en su ermita propia.

En Jaén, la cofradía de la Transfixión y Soledad de la Madre de Dios se fun-daba en 1556 en el monasterio de los padres carmelitas calzados, extra-muros de la ciudad, realizando su procesión por los parajes aledaños128.Por estas mismas fechas existía la cofradía en Úbeda; en 1580 se establecíaen el convento de mínimos de Andújar y en 1590 se erigía en Alcaudete.

En la provincia de Almería existía en Huércal Overa desde 1664 porexpreso deseo del vecindario manifestado en la Visita Pastoral. También laencontramos en ese siglo en Laújar (1680) y Bayárcal (1688)129.

En Granada se fundaba en el convento de los carmelitas descalzos unacofradía bajo la advocación de la Soledad y Santo Entierro de Jesucristo amediados del siglo XVI, que realizaba su estación de penitencia, con disci-plinantes, a las tres de la tarde del viernes santo130. En Guadix existía laEsclavitud de la Soledad, fundada para acompañar la procesión del SantoEntierro, que radicaba ya en 1583 en el convento de santo Domingo; en1617 procedía a la redacción de nuevos estatutos131.

En Málaga, existía ya en 1579 la cofradía en la iglesia del convento desanto Domingo132. Pero, además, desde mediados del siglo siguiente seconstata la presencia de otra de igual advocación en la iglesia de san Juan133.En 1893, otra cofradía, la del Santo Sepulcro, tendrá como titular a laSoledad134. Por lo que se refiere a la provincia, en Antequera se erigía en1560 la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, Quinta Angustia y SantoEntierro de Cristo en la ermita de san Sebastián el Viejo de Carmelitas calza-dos135. En Vélez-Málaga la Hermandad de Penitentes y Cofradía de Nuestra

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136. ANA Mª DE MARTOS JIMÉNEZ - PILAR PEZZI CRISTÓBAL, “Las cofradías procesionales enVélez-Málaga. Acercamiento histórico y fuentes para su estudio”, en JUAN ARANDA

DONCEL (coord.), Actas del III Congreso Nacional de Cofradías de Semana Santa, I, Cajasur,Córdoba 1997, p. 372.

137. JOSÉ LUIS REPETTO BETES (coord.), La Semana Santa de Jerez y sus cofradías, I, BUC -Ayuntamiento de Jerez, Jerez de la Frontera 1996, pp. 250-265.

138. FRANCISCO J. CRIADO ATALAYA - JUAN I. DE VICENTE, “Aspectos de la religiosidad popu-lar en la ciudad de Gibraltar a comienzos del siglo XVII, según el jurado AlonsoFernández Portillo”, en JUAN ARANDA DONCEL, Congreso de Religiosidad Popular enAndalucía, Ayuntamiento de Cabra-Cajasur, Cabra 1994, p. 252.

139. JOSÉ MIGUEL ALZOLA, La Semana Santa de Las Palmas, Artes Gráficas Clavileño, LasPalmas de Gran Canaria 1989, pp. 117-145.

LA SOLEDAD DE MARÍA

Señora de la Soledad también está estrechamente ligada al convento de

Carmelitas descalzos, con cuya comunidad firmaba una escritura en 1591,

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140. MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, “Las cofradías de Semana Santa en Canarias durante elsiglo XVIII”, en JULIO TORRES SANTOS (coord.), Semana Santa de La Laguna,Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna, La Laguna 2001, p. 27.

141. CARLOS ACOSTA GARCÍA, Semana Santa en Garachico, Imprenta Editora Católica, SantaCruz de Tenerife 1989, p. 32.

La Virgen de la Soledad de la Portería de Las Palmas de Gran Canaria(grabado de comienzos del siglo XIX).

si bien en el siglo XIX se trasladó al de los franciscanos136.

En Cádiz la real y venerable cofradía de Nuestra Señora de la Soledad ySanto Entierro tiene sus orígenes en pleno siglo XVI en el convento de losfranciscanos observantes. En Jerez de la Frontera se aprobaban en 1564 lasreglas de la cofradía de la Transfixión y Soledad de Nuestra Señora, establecidaen el convento de los mínimos y que tenía como una de sus finalidades darcristiana sepultura a los pobres desamparados137. En El Puerto de santaMaría existía la cofradía en el convento de mínimos; en 1667 se fusionó conla del Santo Entierro. Por último, también en Gibraltar, antes de la ocupa-ción británica, existía la cofradía de la Soledad y Entierro y Sepulcro de Christoen la iglesia del convento franciscano138.

En Ceuta existe la cofradía del Santo Entierro y Soledad de NuestraSeñora desde 1740, mientras que en Melilla la cofradía es reciente.

Por lo que se refiere a las Islas Canarias, en Las Palmas se profesa espe-cial veneración a la Soledad “de la Portería”, cuya cofradía radicaba en unacapilla sita precisamente en la portería del antiguo convento de francisca-nos. La cofradía, fundada probablemente en 1575, viene siendo conocidabajo este título desde, al menos, el primer tercio del siglo XVII ya que ante-riormente era más conocida por su otro titular, el Santo CristoCrucificado139.

En la isla de Tenerife el culto a la Soledad está tempranamente atesti-guado. En La Laguna existía cofradía ya en 1530 en una de las capillas delclaustro del convento dominicano140, mientras que en Garachico había unacapilla dedicada a la Soledad en la iglesia parroquial de santa Ana ya en1562; la cofradía se fundaba unos años después, en 1607141. Por lo querespecta a Santa Cruz, existía una capilla dedicada a la Soledad en 1678. Enlas islas tenía lugar una peculiar procesión en la noche del viernes santo,denominada del Retiro, que solía estar al cuidado de la cofradía de laSoledad, y que por lo avanzado de la hora dio lugar a numerosos conflictoscon la autoridad eclesiástica, especialmente a finales del siglo XVIII.

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142. El texto íntegro de la bula en LUIS LUJÁN MUÑOZ, Semana Santa tradicional en Guatemala,Esso Central América, Guatemala 1982, pp. 285-288.

LA SOLEDAD DE MARÍA

América

Del viejo continente saltó a tierras americanas la devoción a la soledadde la Virgen. El papa Clemente VIII había concedido el 13 de enero de1598 una bula por la cual se concedían indulgencias a las cofradías de laSoledad fundadas en conventos dominicos, a la vez que facultaba a la Ordende Predicadores para erigir esta cofradía en sus conventos de las Indias. Porel texto sabemos que, además de la función del viernes santo, estas cofradí-as organizaban también, al igual que muchas de sus homónimas peninsula-res, una procesión de gloria en la mañana del domingo de Pascua:

“Siendo, pues, informados que en los Reinos de la China, y lasIslas Filipinas, y en las demás Provincias y Tierra de las Indias(del mar Océano), los fieles cristianos que las habitan, movidospor la devoción que tienen a la Santísima Virgen María Madrede Dios, han fundado las cofradías con nombre e invocación dela Soledad de la sobredicha Virgen María, cuyos cofrades, entreotras obras de piedad en que se ejercitan, acostumbran elViernes Santo llevar la Imagen de nuestro Salvador después dehaberle desenclavado y bajado de la Cruz, con solemne proce-sión y mucha veneración al Santísimo Sepulcro, llevando losnobles y principales caballeros en sus manos las SantasInsignias de la Pasión de Cristo, nuestro Redentor, y el domin-go de la Pascua de Resurrección sacan del dicho Sepulcro ladicha Imagen de nuestro Salvador con muy grandes alegrías yregocijos, llevando la Imagen de la bienaventurada VirgenMaría con representaciones de alegría y contento a visitar a suSantísimo Hijo, ya glorioso y resucitado”142.

No obstante, y a pesar del privilegio pontificio, la cofradía se erigió eniglesias de otras órdenes aún cuando existiera convento dominicano. Uncaso notable es el de Lima donde la cofradía de la Soledad radicaba en laiglesia de san Francisco desde su fundación el 26 de abril de 1603 como

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143. Archivo de la Beneficencia de Lima, Libro de la Fundación y Constituciones de la Cofradía deNtra. Sra. de la Soledad. Cit. por RUBÉN VARGAS UGARTE, Historia de la Iglesia en el Perú,II, Aldecoa, Burgos 1959, pp. 496-497. BENJAMÍN GENTO SANZ, San Francisco de Lima:estudio histórico y artístico de la iglesia y convento, Lima 1945, pp. 233-236.

cofradía de sangre; era una de las más notables de la ciudad y se había eri-gido con el fin de organizar la procesión del viernes santo; fueron sus fun-dadores y primeros mayordomos Francisco Martín de Reyna y HernandoSánchez, con el oportuno consentimiento del provincial fray Francisco deOtálora y del guardián del convento limeño fray Benito de Huerta. Dio,finalmente, su aprobación el provisor, don Luis de Velasco, el 9 de juniosiguiente. Tenía su sede en la capilla de san Diego, cedida por la comuni-dad franciscana, donde labraron cripta para enterramiento de los hermanos.El hábito consistía en una túnica blanca con escapulario negro en el que secosía una estampa de la Virgen al pie de la cruz; se completaba el atuendocon el típico cordón franciscano. Su estandarte era de tafetán negro con unacruz bordada en el centro. Era sólo de españoles y en sus comienzos sóloestaba compuesta por treinta hermanos pero luego se permitió el acceso acuantos quisieran, llegando a ser una de las cofradías más ricas de la ciudad.El 26 de marzo de 1606 esta cofradía obtuvo confirmación regia.

Desde sus comienzos esta cofradía persiguió contar con capilla propialogrando que los franciscanos le cedieran el sitio que había “desde la celdadel portero hasta la esquina de la Alhondiga” mediante escritura extendidael 22 de mayo de 1603. El año siguiente encargaron la talla de la Soledadque todavía existe, cuyo coste se elevó a 90 pesos. Dado que la cofradía ibaprosperando y sus ingresos crecían, los hermanos decidieron en tiempos delvirreinato del conde de Lemos edificar una suntuosa iglesia sobre el solar desu capilla, que hasta el día de hoy muestra el esplendor de siglos pasados. Lacofradía subsiste actualmente, organizando una pequeña procesión por laplaza de san Francisco en la tarde del viernes santo143. En su momento, el cro-nista fray Diego de Córdova Salinas señalaba que “todos los años sale desta

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144. DIEGO DE CÓRDOVA Y SALINAS, Crónica Franciscana de las Provincias del Perú, edición acargo de Lino Gómez Canedo, Academy of American Franciscan History, Washington1957, pp. 536-537.

145. DIEGO ESQUIVEL Y NAVIA, Noticias cronológicas del Cuzco: gobierno incaico y primer siglo de laconquista, Fundación Histórica Tavera – Digibis, Madrid 2001, recurso electrónico.

146. JOSÉ Mª VARGAS, María en el arte ecuatoriano, Litografía e imprenta Romero, Quito 1954,p. 109.

147. Libro de Acuerdos públicos y privados de la Real Audiencia de Santa Fe, f. 209. Cit. por JUAN

MANUEL PACHECO, S. I., Historia extensa de Colombia, XIII/1, Bogotá 1971, p. 410.148. Memorial del Obispo Mariano Martí de 1779, tomo VI, pp. 386-387. Cit. Por NIEVES

AVELLÁN DE TAMAYO, La Nueva Segovia de Barquisimeto, I, Caracas 1992, pp. 190.

LA SOLEDAD DE MARÍA

capilla, los viernes santos, la procesión de sangre del Entierro de Cristo ySoledad de su Santísima Madre, que, siendo la de más penitentes, passeagran parte de la ciudad”. Además de las numerosas indulgencias concedidaspor los Sumos Pontífices, “hácenla muy célebre las misas que en ella se can-tan, las fiestas que se celebran y los sermones que se predican; la asistenciadel pueblo, los considerables y cuantiosos gastos en su adorno, olores, músi-ca y cera, y la prontitud y devoción de sus cofrades, ministros y oficiales”144.

También en el Perú, alcanzó gran importancia la cofradía de la Soledaderigida en la iglesia de la Merced del Cuzco. Fue fundada en 1578 por donDiego de Vargas y Carbajal y su esposa doña Usenda de Loayza, siendoaprobadas sus primeras reglas en 1596. Estaba regida por 24 hermanos, ele-gidos cada cuatro años145. Fue cofradía de lustre y aún hoy recorre las callesde la antigua capital de los incas en la tarde del viernes santo.

En el Ecuador, la cofradía del Rosario de Quito organizaba desde 1589la procesión de la Soledad en la tarde del viernes santo, que en 1650Rodríguez de Ocampo define como “devota y autorizada por sus veinte ycuatro cofrades, de los principales de la ciudad”146. En la capital deColombia, Bogotá, encontramos la Cofradía de la Soledad ya en 1589,momento en que se traslada de la catedral a la iglesia de san Agustín con elparecer contrario del obispo147.

En Venezuela también encontramos la cofradía. Por ejemplo, enBarquisimeto existía desde el 23 de abril de 1650 en que el obispo deCaracas fray Mauro de Tovar aprobaba las reglas de la Cofradía del SantoEntierro de Ntro. Sr. Jesuchristo y Soledad de María Santísima. Tenía comomisión representar el descendimiento de la Cruz en la tarde del viernessanto y realizar la posterior procesión; además celebraba Misa todos los vier-nes del año en su capilla. Incluía miembros de todas las razas148. En ElTocuyo existía la cofradía de la Soledad desde comienzos del siglo XVII.

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149. ERMILA TROCONIS DE VERACOECHEA, Historia de El Tocuyo colonial, Caracas 1977, pp. 195-198.150. LINO GÓMEZ CANEDO, La Provincia Franciscana de Santa Cruz de Caracas, II, Caracas

1974, pp. 357-364.151. FRAY VICENTE RUBIO - MARÍA UGARTE, Semana Santa en la ciudad colonial de Santo

Domingo, Santo Domingo 1992, pp. 9-10, 23, 32.152. A. G. I. SANTO DOMINGO, Constituciones de la Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad y Santo

Entierro; ÁNGEL LÓPEZ CANTOS, La Religiosidad Popular en Puerto Rico (siglo XVIII), Centro deEstudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, Santo Domingo 1993, pp. 36-37.

Los hermanos ofrecían una limosna por llevar las andas de las imágenes ylas insignias de la Pasión durante la procesión del viernes santo. Estaba for-mada exclusivamente por blancos y su posición económica era muy holga-da, contando la imagen de la Virgen con numerosas alhajas149. Finalmente,en la capital, Caracas, la cofradía radicaba en la iglesia de san Francisco. Enprincipio contaba con un lienzo, copia de la madrileña Virgen de la Paloma.La cofradía ha subsistido prácticamente hasta el siglo XX…150.

En Guatemala, la cofradía de la Soledad radicaba en el convento desanto Domingo y era el Ayuntamiento su patrono; de igual forma, ya en LaAntigua ocurría así, aunque también se veneraban otras imágenes de laSoledad en el templo de la Escuela de Cristo y en el de san Felipe de Jesús.Todavía en la actualidad tiene lugar el sábado santo por la tarde la denomi-nada “procesión de pésame” en la que se acompaña a la Virgen en su Soledadtras la muerte y sepultura del Hijo.

En el Caribe, encontramos a la cofradía de la Soledad de la ciudad colonial de SantoDomingo que radicaba en el templo del convento dominicano; realizaba su procesiónen la tarde del viernes santo y también la del encuentro en la mañana de Pascua151. Porlo que se refiere a Puerto Rico, en San Juan la cofradía de la Soledad y el Santo Entierroradicaba igualmente en el convento dominicano de Santo Tomás. Tras la función delDescendimiento, realizaba su estación de penitencia en la tarde del viernes santo,siendo considerada como la procesión oficial puesto que a ella acudían representacionesde las autoridades: el gobernador de la isla, el obispo y el provisor, los regidores y elpárroco de la catedral que acudía con cruz alzada. Contaba con dos pasos: el sepulcro yla imagen de la Soledad, que contaba con un palio exento y a la que acompañabanexclusivamente las hermanas. Todos los participantes debían mostrarse“verdaderamente poseídos de dolor y pena cuando acompañan a María Santísima en elentierro del inocentísimo Hijo Crucificado por redimirnos de nuestras culpas”152.

En México la cofradía de la Soledad radicaba en el Colegio de doncellaspobres de san Miguel de Belén. Fray Juan de Torquemada refiere las procesiones de laSemana Santa de 1609 y señala que “el Viernes salieron en la Soledad más de siete mil

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153. JUAN DE TORQUEMADA, Monarchia Indiana, introducción por Miguel León, Portilla, III,Porrúa, México 1969, lib. XVII, cap. VIII, p. 229.

154. RITA KELKHEIM, Santuarios marianos mexicanos, Agualarga-Noriega, (s. l) 2002, pp. 32-39.155. JOSÉ TORIBIO MEDINA, Cosas de la Colonia: apuntes para la crónica del siglo XVIII en Chile,

Fondo histórico y bibliográfico de Eugenio Pereira Salas, Santiago de Chile 1952.156. JAIME EYZAGUIRRE, Historia de Chile, Zig-Zag, Santiago de Chile 1973, pp. 217-218.

LA SOLEDAD DE MARÍA

disciplinantes, por cuenta, con las insignias de la Soledad”153. La Virgen de la Soledades la patrona de Oaxaca, donde cuenta con un espléndido santuario. Diez años des-pués de la fundación de la ciudad ya existía su cofradía154. En Guadalajara se fundabael 21 de febrero de 1586 la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Santo Entierroen el Hospital de san Miguel; hacía su procesión en la tarde del viernes santo, durantela cual realizaba diversas estaciones en los templos de la ciudad desde la catedral hastasu sede. Al templo mayor se trasladó tres años después, construyendo una suntuosacapilla que en 1619 tuvo acceso directo. En Puebla la Virgen de la Soledad contabatambién con una potente hermandad.

Finalmente, en Santiago de Chile la cofradía de la Soledad radicaba enla iglesia del convento de san Francisco155. Su procesión tenía lugar el viernes santo;comenzaba en el interior del templo con la ceremonia del Descendimiento; mientras“afuera, en la Cañada, se iba formando en el mismo silencio el desfile. Una cruz muygrande destacaba en la multitud y hacia ella se iba acercando la Virgen. De improviso

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Nuestra Señora de la Soledad (grabado del siglo XVIII).

la imagen se animaba a la vista del madero desolado y en prueba de abandono y dedolor se enjugaba los ojos con una fina tela, y luego, abriendo los brazos, enlazaba conellos y de rodillas la cruz. El canto y la música completaban la emoción y el misterio”156.

Conclusión

Hemos tratado de profundizar sobre un tema muy habitual en la iconografía denuestros templos y en las celebraciones populares de la Semana Santa: la Soledad de laVirgen. En muchas ocasiones, la contemplación de la imagen enlutada de la Madre deDios se reduce a la consideración de la soledad y desamparo en que quedó tras la muer-te de su Hijo en la cruz. Siendo así, creemos que la Soledad de María encierra unadimensión más profunda, la de una experiencia de carácter místico vivida en unión conCristo: el sentimiento de abandono por parte de Dios, la noche oscura del alma. Maríaen su Soledad gusta también hasta las heces del cáliz del dolor, físico y moral. La sole-dad en que se ve tras la muerte y sepultura del Señor supone la culminación de su par-ticipación en la corredención de los hombres, la ratificación más plena de su entregaabsoluta al plan salvífico de Dios iniciado con su fiat de Nazaret. A partir de ahí, Ellaes la concreción más viva de la Iglesia que aguarda la Resurrección de su Señor, fiadaen sus palabras. La fe de María desde el viernes santo hasta la Pascua es la fe de la Iglesiaque espera el triunfo definitivo de la Vida sobre la muerte. El sábado santo es el trán-sito necesario entre el dolor del viernes y la alegría del Domingo; es el tiempo de lasoledad y, a la vez, de la esperanza durante el cual en el corazón de María se manteníaal resguardo la llama de la fe. La misma fe que alumbra al hombre en sus soledades:

“Por tu dolor sin testigos,por tu llanto sin piedadesMaestra de soledades,enséñame a estar contigo.Que al quedarte Tú conmigopartido ya de tu verael Hijo que en la maderade la Santa Cruz dejaste,yo sé que en ti lo encontrastede una segunda manera.Yo en mi alma, Madre, lavadade las bajas suciedades,

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LA SOLEDAD DE MARÍA

a fuerza de soledadesle estoy haciendo morada.Prendida tengo y colgadaya mi cámara de flores.Y a husmear por los alcorespor si llega el peregrinohe soltado en mi caminomis cinco perros mejores.Quiero yo que el alma míatenga de sí vaciada,su soledad preparadapara la gran compañía.Con nueva paz y alegríaquiero, por amor, tenerla vida muerta al placery muerta al mundo, de suerteque cuando venga la muertele quede poco que hacer.Pero en tanto que Él asoma,Señora, por las cañadas,–¡por tus tocas enlutadasy tus ojos de paloma!–recibe mi angustia y tomaen tus manos mi ansiedad.Y séame por piedad,Señora del mayor duelo,tu soledad sin consuelo,consuelo en mi soledad”157.

Fermín LABARGA GARCÍA

Facultad de Teología

Universidad de Navarra

PAMPLONA

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157. JOSÉ MARÍA PEMÁN, “Meditación de la soledad de María”, Obras completas, I, Escalicer,Madrid 1947, pp. 827-828.