feminización del ts citas
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Dentro de todo lo que conlleva el proceso de conformación y por consiguiente de
profesionalización del Trabajo Social, y que cabe decir que configura los procesos de
trabajo de la actualidad, se ubica el hecho de que esta es una profesión feminizada ya que
está mayoritariamente ejercida por mujeres, lo cual aporta una determinada forma de
trabajo, de visión, de posicionamiento y más que repercute directamente el los procesos de
Trabajo.
Esta característica de la profesión es de suma relevancia para esta investigación, dado que
las personas involucradas en el estudio son en su totalidad Trabajadoras Sociales que
además pertenecen al género femenino, dado esto, esta es una característica que no se
puede dejar de teorizar. Asimismo se dice que esta es una profesión feminizada por que:
(…)uno de los elementos que perdura y se mantiene en la profesión a lo
largo del tiempo, una de las constantes más sólida e incontestable, hasta
el punto de configurarse en constitutiva del Trabajo Social, a saber, el
hecho de que nos encontramos ante una de las pocas realidades creada,
desarrollada y sostenida principalmente por mujeres. (Berasaluze,2009;
p.133)
Así, esta autora recalca la importancia con la que cuenta esta característica particular del
Trabajo Social, puesto que no es solo que sea una disciplina que desarrollen las mujeres
principalmente sino que también se convierte en un elemento histórico de su construcción y
consolidación y que dota a la profesión ciertas características propias y diferenciadas
fundamentadas en el hecho de que no solo es una profesión que trabaja con género, sino
que a lo interno de la misma, y en los propios desempeños laborales, teóricos,
metodológicos, subjetivos y demás, está plagada internamente de ese mismo componente
que la distingue y que repercute de distintas maneras.
De lo anterior, hay que desprender una situación elemental, y que en gran medida se
convierte en un tema central de investigación, el género ya que este no solo es visto desde
como es abordado por las trabajadoras sociales del PANI en sus procesos de trabajo en la
atención la población atendida, sino también que el género es un elemento interno de la
profesión, de cada trabajadora social particularmente y hasta de las propias investigadoras,
lo cual dota de características propias. Partiendo de este hecho se dice que:
Además, también han sido las mujeres uno de los principales sectores de
población objeto de atención por parte del Trabajo Social, debido a dos
procesos: a) como sujetos de la intervención, consecuencia del sistema
patriarcal que sitúa a las mujeres en una posición estructural de
desventaja social provocándoles múltiples situaciones-problema:
feminización de la pobreza, malos tratos, precariedad laboral, etc.; b)
como intermediarias o interlocutoras ante las problemáticas que se
plantean en el seno de las familias, consecuencia directa del rol cuidador
que se les asigna, es decir la ayuda y asistencia a las personas que no
pueden valerse por sí solas: niños/as, personas mayores, personas
enfermas, etc. (Berasaluze,2009; p.133)
De esta cita hay ciertas situaciones importantes de destacar y que no solo están explicitas
sino también implícitas. Lo explicito refiere a que no solo son mujeres trabajando (las
trabajadoras sociales) sino que son mujeres muchas veces trabajando por, con y desde las
mujeres debido a las diferentes situaciones que aquejan y desfavorecen a este sexo. Sin
embargo, lo implícito es el hecho de que las mismas situaciones aquejantes o
desfavorecedoras para la población femenina a la que se brinda la atención y se designan
los procesos de trabajo son también circunstancias que aquejan a las profesionales en
Trabajo Social, ya que también estas están sujetas al sistema patriarcal que las discrimina,
que desvaloriza su desempeño laboral, que les designa la labor de cuidar y velar por los
demás, en especial si son personas necesitadas. Es decir, estas profesionales son mujeres
que trabajan con las situaciones del ser mujer, pero que a su vez están interpeladas por estas
circunstancias tanto en el plano profesional como el personal.
Además el hecho de que Trabajo Social sea una profesión feminizada hay tenido diversas
situaciones que particularizan a la profesión, como se mencionaba en párrafos anteriores,
algunas de estas particularidades se convierten en consecuencias, algunas de estas son
positivas pero hay bastante que han sido negativas o que conllevan una carga de
estigmatización y desvalorización, ante este hecho Gaviria (1995), desde lo que exponía
Mary Richmond refiere que esta profesión parte de la cretividad de las mujeres pero que
esto a su vez podría ser un elemento que cause su propia desvalorización y de manera
textual manifiesta: “por haber sido un invento del género femenino, el Trabajo Social como
técnica, como ciencia, como profesión, como actividad, ha sido relegado a un producto de
segunda categoría, con bajo prestigio, histórica y académicamente poco reconocido por los
varones dominantes”. (Gaviria, 1995; p. 27).
Ello demuestra que la profesión no está exacta de estar inmiscuida dentro de las propias
desigualdades de género, desigualdad que se encuentra ligada a la división sexual de trabajo
y a la división socio técnica del trabajo, así hasta las profesiones son destinadas y valoradas
dentro de los sistemas sociales de inequidad de género, y se tornan peyorativas por ser no
solo ejecutadas por mujeres sino también por ser producto histórico de estas.
De tal manera, hecho de ser mujeres en un sistema sexo-género, ha sido determinante para
fijar el propio desempeño profesional. Algunas de las principales consecuencias de dicha
socialización de género y por tanto de feminización a la que ha estado sujeta la profesión se
presentan en la siguiente tabla:
Consecuencias Explicación
Consecuencia 1
Las trabajadoras sociales están en una posición de subordinación y
pocas ocupan puestos de poder. Casi nunca estamos en los lugares
donde se toman las decisiones que nos afectan. A pesar de contar con
un amplio conocimiento de la realidad y de las problemáticas sociales,
las profesionales tienen escasa incidencia “en las decisiones que se
toman a nivel de las políticas sociales” (Genolet y otras, 2005: 200).
Así, nuestro quehacer profesional está muy determinado por instancias
a las que apenas accedemos. Esta realidad nos remite a la división
sexual del trabajo que también afecta al Trabajo Social, y que Lena
Dominelli y Eileen MacLeod (1999: 63) refieren: “el trabajo social
como campo se caracteriza por escalas jerárquicas de empleo en que
los hombres ocupan predominantemente los niveles superiores de
gestión, mientras que las mujeres son relegadas a los inferiores, en
contacto directo con los clientes. Así, los hombres son responsables de
la dirección y la toma de decisiones sobre asignación de recurso en su
sentido más amplio, mientras que las mujeres adoptan los roles
asistenciales”.
Consecuencia 2
Las trabajadoras sociales somos capaces de organizarnos y reivindicar
mejoras para la consecución del bienestar de los demás; basta con
considerar el esfuerzo que hemos hecho por el desarrollo de un sistema
público de Servicios Sociales. Sin embargo, debido a la socialización
de género, no nos sentimos bien reivindicando derechos o intereses
profesionales, aunque motivos no nos falten: la sobrecarga de trabajo,
la burocratización de nuestra actividad, la falta de autonomía para
tomar decisiones, la ausencia de supervisión profesional, el estrés en el
medio laboral, el síndrome del burnout, etc.
Consecuencia 3
El Trabajo Social ha sido considerado como una semi-profesión, entre
otros motivos, porque al ser una actividad que se ocupa del “ayudar” a
las personas y que es ejercida fundamentalmente por mujeres, se ha
percibido como una prolongación del rol femenino. La falta de
reconocimiento profesional está íntimamente relacionada con lo que la
sociedad espera de las mujeres, y por tanto de las trabajadoras sociales.
Pero además, esta valoración social también ha influido negativamente
en nuestro imaginario colectivo, favoreciendo la auto-desvaloración y
contribuyendo a que nosotras mismas restemos importancia a nuestra
actividad, en lugar de empoderarnos profesionalmente.
Elaboración propia con base en Berasaluze,2009; p.136
Como se puede desprender de la información de la tabla aportada por Berasaluze (2009), la
cual también hace referencia a otros y otras autores, en cuanto a la primera consecuencia se
puede analizar que esta ha sido uno de los grandes problemáticas y cuestionantes de la
profesión en la medida que se discute la poco incidencia que ha tenido la profesión en torno
a sus propios procesos de trabajo, en particular por el acceso escaso a puestos de poder o
reconocidos o a la injerencia en decisiones sobre su quehacer laboral o sobre las políticas
sociales o institucionales. La contradicción en este caso es que la mayor parte de puestos de
altos mandos o de planificación o gerencia están en manos de los hombres producto de la
propia división sexual del trabajo, pero esta disciplina está mayormente ejercida por
mujeres.
La segunda consecuencias posee también elementos esenciales, ya manifiesta las
capacidades innegables que la profesión, y que las propias mujeres insertas en ella poseen y
que se respaldan con hechos de la vida social cotidiana y de los servicios sociales que
brindan instituciones como el PANI. Pese a esta razón, el mismo sistema de desigualdad
social por género en el que se han socializado tanto como mujeres así como profesionales
(elementos inseparables) ha contribuido a que no se busque reivindicar la profesión y apelar
por posicionamiento, reconocimiento, valorización, validación, injerencia, entre más.
Lo que cabe rescatar es que las capacidades y potencialidades como profesionales y como
mujeres están ahí presentes, razón por lo cual al apelar como profesionales por la igualdad
y equidad de género y trabajar por esto, se está a su vez repercutiendo en la propia
profesión y personalmente.
La última consecuencia está ligada con las anteriores, pero además integra otro elemento de
significancia y es el hecho de que ver la profesión como una prolongación de las labores
que socialmente son “deber” de las mujeres, esto repercute también en parte de la
desvalorización que la sociedad y los que manejan el poder han acreditado a la carrera,
desvalorización que también cala en el imaginario de las profesionales, creyéndose estas
distorsiones o interiorizándolas y reforzándolas por medio de la institucionalización, esto es
posible ligarlo con el tema del auto cuidado, en ocasiones la asumición del papel de
cuidadora, y solucionadora de problemas (muy parecido al papel de una madre) se nos
escapa el reconocimiento del propio espacio y necesidades como personas.
Para sintetizar este tema de importancia para la investigación, encontramos que la profesión
es una disciplina mayoritariamente compuesta por mujeres pero que a su vez esta se debe a
un proceso histórico desarrollado especialmente por estas lo cual conyeva a su
feminización, así el tema del género esta expuesto tanto a lo interno como a lo externo en
sus procesos de trabajo, ya que son mujeres que también trabajan con mujeres y por las
mujeres. Sin embargo, el gran problema de esta feminización es que ha servido para
estigmatizar y desvalorar la profesión, sus logros y su necesidad puesto que también como
mujeres profesionales se está inserta en un sistema social de género y desigualdad que
también discrimina a la profesión por su condición de género.