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MARÍA GONZÁLEZ-VILLALOBOS RINCÓN | DIRECTORA: MARTA TORREGROSA FAMILIA, PERSONA Y HOGAR MISIÓN Y NECESIDAD DE LA ADMINISTRACIÓN EN EL SIGLO XXI La persona no es autosuficiente, las capacidades humanas solo pueden desarrollarse plenamente junto a otros. Ser social y relacional El cuidado de lo material beneficia a la persona en su integridad, en su unidad de cuerpo y espíritu. Cuidado del hogar La persona es un ser familiar por naturaleza, nace en una familia y tiende a formarla. La persona

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MARÍA GONZÁLEZ-VILLALOBOS RINCÓN | DIRECTORA: MARTA TORREGROSA

FA M I L I A , P E R S O N AY H O G A R

MISIÓN Y NECESIDAD DE LA ADMINISTRACIÓN EN EL SIGLO XXI

La persona no es autosuficiente, las capacidades humanas solo pueden

desarrollarse plenamente junto a otros.

Ser socialy relacional

El cuidado de lo material beneficia a la persona en su integridad, en su

unidad de cuerpo y espíritu.

Cuidado delhogar

La persona es un ser familiar por naturaleza, nace en una familia y

tiende a formarla.

Lapersona

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Los Trabajos de Fin de Programa (TFP), que las alumnas del Programa de Dirección de Servicios (PDS) realizan al finalizar su formación, son estudios breves con una finalidad claramente aplicada que pueden servir de pauta para emprender mejoras en una Administración, mientras que otros tratan aspectos de la misión, visión y valores que dan sentido a nuestro trabajo.

Las publicaciones están organizadas según dos áreas temáticas: los que tienen carácter más teórico y otros, con un carácter más aplicado.

Dada la naturaleza de los contenidos que en estos trabajos se desarrollan y tratan, consideramos que hay que tener especial delicadeza en la difusión de los mismos y rogamos que siempre se realice a través de la adquisición de estas publicaciones en el CEICID.

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Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de esta publicación pueden reproducirse, registrarse o transmitirse por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea electrónico, mecánico, fotoquímico, magnético o electroóptico, por fotocopia, grabación o cualquier otro, sin permiso previo de los titulares del copyright.

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ÍNDICE

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Es esencial comprender los fundamentos antropológicos que dan sentido a la idea de familia como lugar radical para el reconocimiento y logro de la identidad personal. El hogar como lugar del cuidado material y también del inmaterial.

Introducción

Este trabajo pretende aclarar conceptos y reflexionar sobre el tema de la misión principal de la Administración en los centros del Opus Dei, Residencias y Colegios Mayores. Esta misión puede hacerse extensible a otras instituciones y comunidades, puesto que el trabajo que la Administración lleva a cabo de manera profesional para cumplir esa tarea es, sin duda, un bien para la sociedad en general: hacer del mundo un hogar, en palabras de San Juan Pablo II.

La persona es un ser familiar por naturaleza, nace en una familia y tiende a formarla. ¿Qué es una familia para la persona y qué rasgos tiene el vivir en familia que hacen que dicha institución, aunque dañada, permanezca con el paso de los siglos y sea una de las que más influencia tiene en la sociedad y en la persona en individual? O, como ha descrito el filósofo Jesús Arellano, ¿qué tiene la familia para que pueda ser caracterizada como “la sociedad perfecta”1 ?; ¿Cuál es su identidad que la hace necesaria para que el hombre viva como hombre y se “reencuentre con el mundo”2 ? Para definir bien el sentido más profundo del hacer familia nos detendremos a considerar los rasgos esenciales que hacen de la familia ese “lugar al que siempre se vuelve”3 . Este concepto de familia como lugar de retorno ha sido largamente estudiado por Rafael Alvira y seguido por muchos autores y estudiosos que serán citados a lo largo de esta pequeña aproximación a dicho concepto en el entorno de la Administración.

Dicho esto, el siguiente paso de nuestro estudio consistirá en definir en qué sentido el trabajo y la misión de la Administración convergen con los rasgos propios de ese “hacer familia”. Para ello, partiremos de la comprensión del ser humano como necesitado, como dependiente y ser social. Podríamos hablar de distintas necesidades: necesidad del ser humano de tener un hogar, una casa, una familia. La persona necesita apoyarse en los demás, y desarrollarse en sociedad; no es autosuficiente. Necesita, por tanto, del cuidado.

1 Cfr. Arellano, Jesús, “La familia, sociedad perfecta” en Metafísica de la familia (Ed. Cruz Cruz, J.), Eunsa, Pamplona, 1995. Pp. 25-68.2 Soto-Bruna, MªJesús, “Reencuentro con el mundo” en Trasfondos familia y hogar nº 9, CEICID, Pamplona, 2013. P. 23.3 Cfr. Alvira, Rafael, El lugar al que se vuelve. Reflexiones sobre la familia, Eunsa, Pamplona, 1988.

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Para arrojar un poco de luz y llegar a algunas conclusiones que expliquen la necesidad de una entidad que lleve a cabo esta misión de hacer familia, es necesario primero definir los conceptos de los que estamos tratando (capítulo 1) desde un punto de vista antropológico. Partiremos de la persona como individuo y los rasgos característicos que la hacen pertenecer a una familia. Se trata de un primer capítulo de fundamentación antropológica con el fin de entender la familia en un sentido más amplio. Sin desligarnos de lo que biológicamente es una familia, iremos más a comprender los fundamentos antropológicos que dan sentido a la idea de familia como lugar radical para el reconocimiento y logro de la identidad personal. Lugar del cuidado material y también del inmaterial.

A continuación, partiendo de los rasgos comunes con la familia, explicaremos lo que significa “hacer familia” desde la Administración; y lo haremos desarrollando el ser de este trabajo desde el punto de vista de los efectos en el espacio físico en el que se materializa la familia: el hogar (capítulo 2). Aunque intrínsecamente unidos, distinguiremos dos tipos de efectos en este “hacer familia” propio de la Administración: los relacionados con el cuidado material de la persona y de la casa en cuanto espacio físico material donde se da el ser familia; y los directamente asociados con la persona y su intimidad, que sería el cuidado inmaterial, ese amor incondicional por el otro, propio de la relación interpersonal. En qué sentido la Administración se encarga de llevar a cabo ese cuidado es lo que pretendemos explicar con este trabajo.

Por último, en el anexo, proponemos una breve aproximación acerca de la posibilidad de aplicar todo lo anteriormente expuesto a la explicación de la misión de la Administración en la sociedad actual. Tomando como ejemplo un reportaje realizado por una conocida multinacional del sector hogar, analizaremos cómo los rasgos que hemos ido acotando a lo largo del trabajo, tanto de la persona como de la familia, están vigentes en la sensibilidad actual.

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El hogar, no es solo un lugar físico sino que es, ante todo, un espacio donde se proyectan las intimidades, un lugar de acogida, donde esas intimidades son acogidas entre sí.

1.- Fundamentos sobre persona y familia

1.1 Persona

Son muchas las definiciones que a lo largo de los siglos nos ayudan a comprender qué es la persona, el ser humano. Qué la distingue de los demás seres vivos y la hace única e irrepetible.

1.1.1 Definición clásica

En primer lugar cabe señalar que la persona es unidad de alma y cuerpo, o podríamos decir con otras palabras, que la persona humana tiene parte material o corporal, y una parte inmaterial o espiritual. Sin ir a grandes fundamentaciones, que vendrán a continuación, una de las pruebas más claras de esa distinción es la propia experiencia vital. El cuerpo, lo material, es aquello que se puede tocar, que se percibe a través de los sentidos. La parte inmaterial de la persona es allí donde residen los sentimientos, el amor, el dolor interior, la alegría y la tristeza, etc. Parte material e inmaterial de la persona están intrínsecamente unidas, tanto es así que la separación de alma y cuerpo, de espíritu y materia, es aquello que definimos como muerte. Con esta distinción establecemos una primera premisa importante para entender después a la persona en el contexto de la familia y la Administración: la persona es una unidad de parte material y parte espiritual. Indivisible. Y tan importante resulta la parte material como la espiritual. Tanto necesita la persona cuidar de su cuerpo como de su alma.

A lo largo de la historia ha habido diversas corrientes filosóficas, antropológicas e incluso religiones que han incidido más en un rasgo de la persona descuidando o incluso despreciando el otro; dualismos que despreciaban el cuerpo en contraposición al espíritu. O, en el lado contrario, corrientes que niegan la importancia del alma hasta incluso anular su existencia. Entender a la persona como unidad sustancial de cuerpo y alma no es algo novedoso. Es Aristóteles quien deshace la tesis dualista de Platón entendiendo que alma y cuerpo son una sola sustancia que componen al hombre. La relación entre alma y cuerpo es la de forma y materia o acto y potencia, siendo el alma la “energía” que anima al cuerpo. Unidad de la persona humana, el alma no puede subsistir sin un cuerpo.

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Sobre esta unidad de alma y cuerpo reflexiona Pablo Prieto en estos términos: “El símbolo tiene cuerpo y alma, como las personas: consta de un elemento sensible que actúa como puerta hacia una realidad invisible, trascendente e inabarcable. El cuerpo humano es el símbolo por antonomasia. Es la dimensión visible e histórica de la persona. Mi ser cuerpo (…) no se trata de una simple opción sino una necesidad ineludible”4. Esa corporeidad ineludible de la que habla el autor, manifiesta y revela a la persona no solo en su unidad, sino también en la unicidad de cuerpo y espíritu. Revela también su espiritualidad y su indigencia constitutiva, concepto el de indigencia que desarrollaremos más adelante para hablar del cuidado.

1.1.2 Ser individual y ser racional de la persona

Los pensadores de la Edad Media que trataron sistemáticamente el tema, asumen una postura con respecto al concepto de persona teniendo como referencia el concepto desarrollado por Boecio en el siglo VI. Boecio define a la persona como “substancia individual de naturaleza racional”, dándonos así dos rasgos interesantes en nuestro estudio. El ser individual y racional. En esta definición clásica, ser racional significa que los seres personales se distinguen por la vida del espíritu (inteligencia-conocer y voluntad-amar) que les abre al otro (alteridad). Siguiendo a Cruz González-Ayesta, puede afirmarse que la persona es persona precisamente porque se confronta con un “otro”: la persona trasciende su individualidad para encontrarse con el de enfrente. Necesita, por tanto de otro para ser persona 5. Ese es el concepto de alteridad que también necesitamos precisar para nuestro trabajo. La alteridad consiste en entender la propia existencia sabiendo que hay otro, que el otro tiene un carácter absoluto o de fin y por ello las acciones, aunque la persona no se lo proponga, están orientadas siempre a los demás.

1.1.3 Notas que definen a la persona

Cada ser humano individual tiene un núcleo específico que lo hace ser persona; ese núcleo específico, único, distinto por el que entendemos que el ser humano no puede ser considerado como un mero ejemplar de la especie humana. Cada persona tiene un destino personal, independientemente de la suerte genérica de la humanidad. Un destino que es una tarea por hacer de modo que podemos decir que somos seres únicos e irrepetibles en construcción. Ser persona consiste en ser sujeto libre, único e irrepetible, dotado de intimidad, protagonista de su propia vida. Es un modo de ser que se encuentra por encima de todas estas cualidades 6 .

4 Prieto, Pablo. “El hogar, cuerpo de la familia” en Trasfondos familia y hogar nº 9. CEICID, Pamplona, 2013. P.49.5 Cfr. González-Ayesta, Cruz. La familia. Artículo para la asignatura Antropología I del PDS. CEICID.6 Cfr. Yepes Stork, Ricardo. “La persona”, Fundamentos de antropología, pp. 40-53 en la versión:http://es.scribd.com/doc/19281848/Fundamentos-de-Antropologia-YEPES

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Siendo única e irrepetible cada persona, sí podemos definir unas notas comunes para caracterizar a la persona: intimidad; manifestación; libertad; comunicación y capacidad de diálogo; capacidad de poseer; capacidad de dar.

a) La Intimidad: Toda persona por el hecho de serlo es acreedora de un mundo interior particular, un mundo que, por mucho que se exprese, no es visible completamente desde el exterior. Precisamente en ese mundo interior radica la unicidad e irrepetibilidad de la persona. Cada ser humano es único e irrepetible porque su intimidad de hecho lo es. Ahí radica lo más profundo de la persona y, por ser lo más profundo, lo más permanente y de mayor consistencia. De los muchos ámbitos en los que podemos situar la intimidad, nos detenemos en dos que afectan a nuestro estudio:

• La comunicación de la intimidad: se comunica la intimidad cuando las personas se encuentran personalmente. La comunicación puede ser tanto verbal, a través de las palabras, como no verbal, a través de gestos, sensaciones y sentimientos.

• El espacio de la intimidad: la intimidad se expresa físicamente configurando un espacio que es el hogar.

La intimidad puede ser indestructible, pero no es impermeable. Es afectada por la exterioridad y se manifiesta a través de nuestro cuerpo. Lo que nos lleva a la siguiente nota definitoria de la persona.

b) Manifestación: somos manifestación de nuestra interioridad. Lo perceptible de la persona; somos nuestro cuerpo porque somos unidad sustancial de materia y espíritu. La expresión de la identidad humana es fundamentalmente corporal. Esta afirmación la vivimos diariamente en cuanto que percibimos que estamos constituidos de tal manera que siempre tenemos que hacer algo con el cuerpo: alimentarlo, limpiarlo, vestirlo. Como dice Pablo Prieto, “el ser humano está constituido de tal modo que siempre tiene que hacer algo con su cuerpo: taparlo, enseñarlo, exhibirlo, adornarlo, limpiarlo, sujetarlo, mortificarlo, etc. ” 7. Y sobre la corporeidad añade: “…está expuesta a la enfermedad, al desprecio y la muerte, pero también llamada al don de sí, a la comunión y a la felicidad. Estos rasgos son precisamente los que definen al individuo doméstico en cuanto tal. (…) desde esta perspectiva se destaca una doble actitud en relación a los demás de múltiples consecuencias prácticas: depender y hacerse cargo” 8 . Y ese es el modo de vivir humanamente, por eso esta manifestación corporal es una nota que define a la persona. Vivir de un modo humano es vivir de acuerdo a un cuerpo que es manifestación de una interioridad.

7 Prieto, Pablo. “El hogar, cuerpo de la familia” en Trasfondos familia y hogar nº 9. CEICID, Pamplona, 2013. P. 498 Ibíd.

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El cuerpo es necesitado, la persona es necesitada, indigente, lo cual supone una doble actitud de la que raramente somos conscientes: dependencia y hacerse cargo. Además, por ser corporal, manifestación en un cuerpo, la persona se extiende a lo largo de un espacio y de un tiempo. Ese espacio es, por antonomasia, el hogar, y ese extenderse en el tiempo es el ser biográfico de la persona.

Esta doble caracterización de intimidad y manifestación no es excluyente si no complementaria, está entrelazada. Mientras que la intimidad de la persona hace referencia al mundo del espíritu, de lo no material, la exterioridad se refiere al mundo del cuerpo. Ambas dimensiones están unidas en la persona por el vínculo del amor. En la maduración personal de una existencia, cuanta más continuidad hay entre intimidad y manifestación, más se puede afirmar que se trata de una vida vivida personalmente.

c) Libertad: esta nota de la persona es comúnmente compartida y ha sido ampliamente comentada a lo largo de la historia y de la filosofía, por lo que no nos detendremos en explicarla. En lo que se refiere a nuestro estudio de la persona, entendemos la libertad de la persona como la capacidad de autoposesión, la capacidad de disponer de la intimidad. En este sentido, se puede afirmar que no se tiene libertad sino que se es libre.

d) Comunicación/condición dialógica: La apertura a los demás forma parte de la estructura de lo personal. La persona no es autosuficiente, ni en el ámbito de lo biológico ni en el personal. Las capacidades más propiamente humanas solo pueden desarrollarse plenamente junto a otros. De aquí se deriva que el hombre es un ser social, y que el desarrollo de sus aptitudes se da en un entorno de relación con los demás.

e) Dar, capacidad de amar: la persona es ser individual y es relacional. En ese encuentro con el otro, fruto de la apertura del espíritu a otro espíritu, es donde cabe esta nota característica de la persona que es la donación, la capacidad de amar. Cuando el otro, la otra persona que configura y reafirma mi alteridad deja de ser algo que simplemente está ahí y pasa a ser “lo que importa”, lo que justifica el vivir, entonces encontramos el sentido de la vida en el otro.

Llegados a este punto es importante definir el concepto de amor, como un acto propio de la persona. Podemos decir que el amor es un acto humano en el que una persona se experimenta a sí misma como parte del mundo de otro. Dice el filósofo alemán Robert Spaemann que “amar es tenerse como parte del mundo de otro”. Entendemos aquí la relación entre amor y donación; para que sea posible el amor, es necesario afirmar al otro en cuanto a otro. Eso exige renunciar a interesarme sólo por mí: exige sacrificio. Las relaciones personales aparecen allí donde hay una renuncia al dominio en favor de otras formas de relación: eso es el amor

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como donación. Esta nota tan característica de la persona es, además, exclusiva y personalísima. Cada acción humana no es simplemente una mera transformación de lo que le rodea, sino que el destino de esa actividad son las demás personas. Siempre hay un destinatario.

f) Capacidad de poseer: Por último, nos fijamos en la persona como ser capaz de tener, de poseer. Resulta interesante relacionar esta nota tan propia de la persona con la unidad sustancial de alma y cuerpo antes citada. El tener se puede desplegar a través del cuerpo y de la inteligencia. Se puede tener algo en un sentido material y en un sentido intelectual. El segundo es un tipo de tener más profundo. Una tercera forma de posesión, más permanente y estable, son los hábitos. La capacidad del hombre de poseer es dar un paso más allá en la definición de persona como mero “animal racional”. Lo más personal se halla en la subjetividad que es fruto de una experiencia y de una vida interior donde el hombre se observa a sí mismo como alguien que puede poseerse y dominarse. Desde ahí, la persona reconoce lo que le es dado y lo que se le propone como tarea.

1.2 La persona como ser social y relacional

Sentadas las bases sobre qué es la persona y estudiadas esas cinco notas que nos parecen interesantes para el estudio de la persona en el contexto de la familia, afrontamos la definición de persona como ser social y su relación con los otros. Este epígrafe nos llevará describir algunos tipos de relaciones y a establecer los modos y lugares en que la persona tiene, si puede decirse así, más apertura a relacionarse.

Hablando de la persona como individuo, dice Alvira que, por muy individuo que sea, “la persona no es persona si no es social. (…) La persona es, esencialmente y al mismo tiempo, un ser individual y relacional” 9. Como hemos explicado antes, entendemos la racionalidad de la persona humana como apertura a ese otro. La racionalidad es, por tanto, lo que fundamenta el carácter social de la persona. La persona es un ser social por naturaleza, y es en las relaciones con los demás donde se ejercita esa sociabilidad, donde se socializa. De ahí derivan frases como “vida social” o “persona sociable”. Una persona que tiene una rica vida social es aquella que establece muchas relaciones con otras personas. También la persona que es sociable es la que tiene facilidad para entablar relación con los que le rodean. Pero debemos afinar más en el concepto de relación, puesto que para hablar de las relaciones que se establecen en la familia, precisamos más el concepto y hablamos de relación interpersonal.

9 Alvira, Rafael. ¿Persona o individuo? Consideraciones sobre la radicalidad familiar del hombre, en Cuestiones fundamentales sobre matrimonio y familia. II Simposio Internacional de Teología, Pamplona 1980.

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1.2.1 Relación interpersonal

Una consecuencia del ser social es que la persona es intrínsecamente relacional. Posee una intimidad y, al mismo tiempo que la protege, esa intimidad se manifiesta en un ambiente de relación personal. Precisamente porque lo que se manifiesta es la propia intimidad, “el lugar propio de esa relación debe darse en un ambiente en el que se mantenga la condición íntima de nuestra existencia” 10 . Por ello, la familia es el lugar donde se dan con mayor propiedad las relaciones interpersonales. En primer lugar porque es el lugar más propio de la intimidad, donde nace y se aprende a vivir, y en segundo lugar porque las relaciones que en la familia se establecen son las de mayor fuerza: la paternidad-filiación y la fraternidad.

Ser persona consiste en ser, al mismo tiempo y esencialmente, individuo y relación, tener intimidad y apertura. Es en la familia donde la persona, en su hondura antropológica, se muestra como la realización práctica de la íntima vinculación entre identidad y coexistencia.

Desde el punto de vista del fin o de la misión de la persona, también es importante destacar las relaciones interpersonales en el contexto de la familia. Siendo esta el lugar por antonomasia donde se establecen las relaciones interpersonales, es el lugar también donde la persona está llamada a crecer y a buscar y cumplir su misión en el mundo. Para ello ha de reconocer su identidad personal en ese contexto, el familiar, que es parte del mundo en el que vive. Con palabras de Soto-Bruna: “Es preciso recuperar y reconocer la propia identidad personal en un contexto tal que no se prescinda del conocimiento del mundo en el que se vive, y en el que se acepte la auténtica relación interpersonal, sin la cual no es posible alcanzar valores que permitan a la persona llegar a ser lo que es. Desde aquí consideramos que el reencuentro con la verdad del mundo se inicia y desarrolla en ese “otro” mundo en el que nacemos y que posteriormente construimos: la familia” 11 .

1.2.2 La dependencia

Fruto de la experiencia vivida, sabemos que el hombre no es sólo un “animal racional”, sino que también durante casi la totalidad de su vida es dependiente porque está necesitado de atenciones, de afecto, precisa que le cuiden y también tener a alguien a quien cuidar. Ese “cuidar de otro” es el resultado de entender la propia vida desde la justicia hacia todo lo recibido. Dar, cuidar a otro, es consecuencia de una percepción realista de la propia existencia, la actitud resultante de quien observa su propia vida desde la justicia. No es una percepción evidente, sino que exige una reflexión por parte de la intimidad.

10 Aranguren, Javier. Antropología filosófica. McGrawHill, Madrid, 2003. P. 219. Aranguren, Javier. Antropología filosófica. McGrawHill, Madrid, 2003. P. 219.11 Soto-Bruna, MªJesús, “Reencuentro con el mundo” en Trasfondos familia y hogar nº 9, CEICID, Pamplona, 2013. P. 23

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Todos somos seres dependientes, en mayor o menor grado, porque esto es un efecto de ese ser relacional tan propio de la persona. Aunque ahondaremos en la idea de la persona como ser necesitado de cuidado más adelante, traemos aquí el concepto de dependencia porque es un rasgo propio de la persona que podemos poner en directa relación con su ser social y relacional.

Esa dependencia se manifiesta primeramente en las relaciones interpersonales primeras que se dan con ese otro que es el miembro de mi familia. Puesto que el hombre posee una estructura familiar, la relación familiar no es algo accidental ni meramente inicial o biológico sino algo esencial para el ser humano.

1.3 Los primeros otros: la familia

El lugar de las relaciones interpersonales donde cada cual es querido por sí mismo, aceptado incondicionalmente, es la familia. La familia está constituida por esos “primeros otros” de la alteridad, y también por los “primeros otros” de las relaciones interpersonales. Decimos primeros no sólo en el sentido temporal o histórico, ya que al inicio de una vida, las primeras relaciones interpersonales que se establecen son los vínculos intrafamiliares. Son los primeros otros, también, por la importancia de ese vínculo que se establece en la familia. Si es el lugar donde uno es querido por sí mismo, en la familia es el lugar donde más propiamente se reconoce la individualidad por el otro, por el primer otro.

Una idea que desarrolla J. Aranguren y que nos puede dar un primer motivo para comprender por qué la familia son los primeros otros es que la individualidad de cada persona, su singularidad, viene dada por el nombre propio. El hecho de que cada persona tenga un nombre propio, que le es dado en su familia, es manifestación y refuerzo de su individualidad. Es muestra de que somos irrepetibles e insustituibles: “El nombre propio es algo más que una costumbre social o que una necesidad organizativa. La persona tiene un nombre propio que la destaca como un quien, no como un qué, porque cada persona es alguien nuevo, alguien que nunca había existido con anterioridad y que, de ese modo, necesita una palabra también nueva para poder saberse interpelada con propiedad: cada persona tiene un nombre propio porque exige un nombre nuevo, porque nunca antes se había dado esa determinada singularidad que ahora reclama ser mirada, que ahora exige que la interpelen” 12. Y el nombre propio nos es dado en el ámbito familiar por nuestros primeros otros.

Una segunda razón para comprender la familia como lugar primero de la relación interpersonal es que la familia es el lugar al que se vuelve. Definimos así a la familia porque espacialmente es el hogar, el sitio físico al que se vuelve después del día

12 Aranguren, Javier. Antropología filosófica. McGrawHill, Madrid, 2003. P. 205.

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de trabajo. Tiene familia el que tiene a donde volver. Para tener un sitio al que poder volver hace falta tener familia y tener casa, o, dicho de otro modo, hace falta que alguien te espere, que tu ausencia sea una falta que pase a definir el sitio porque tu presencia lo constituía. En el ámbito de lo familiar se espera que nos quieran seamos como seamos. Eso es lo que significa que la familia es el lugar al que siempre se vuelve: lo familiar es lo incondicional como principio. Es el querer incondicional.

1.3.1 Un tipo de comunidad

Llegados a este punto podemos pensar que la familia, tal y como la hemos explicado hasta ahora, es la formada por padres e hijos, o, lo que es lo mismo, por relaciones interpersonales de paternidad-filiación y fraternidad. No nos quedamos en ese concepto si no que vamos más allá entendiendo la familia como un tipo de comunidad.

Es importante esta conceptualización porque la familia es la institución que más ha perdurado a través del tiempo y siempre caracterizada por unos mismos rasgos universales, donde se reconoce a las personas su dignidad e individualidad, y se las hace crecer, etc. Cabe decir aquí también que si hay una institución cuyos rasgos más profundos se han visto dañados en las últimas décadas esa es la familia.

Podemos definir la familia como un tipo de comunidad porque está compuesta por unos miembros con un origen y un fin común. Con unos rasgos que la definen. Se trata de una comunidad de relaciones interpersonales en la que las personas que la componen se necesitan mutuamente. Se necesitan primeramente en el orden de lo material, ya que entre ellos se prestan atenciones como son el cobijo, la alimentación, la manutención o la protección. Imagen de esto es, particularmente, la relación que se establece entre padres e hijos cuando estos son pequeños y por tanto dependientes. Se necesitan también en el sentido de la construcción de esa comunidad familiar, que se lleva a cabo a través de la hospitalidad en dimensiones como el respeto, la solidaridad, el perdón, la gratitud, la cordialidad o el cuidado.

Es una comunidad porque en la familia se comparte un “tener común”, y aquí nos referimos no sólo al espacio físico, que consideramos esencial para todo lo demás, sino también a unos valores comunes. En la familia, el tener en común, el tener comunitario, presupone una parte material y otra inmaterial. La casa y todo lo que en ella hay es la parte material que la comunidad-familia comparte en el día a día. Y la casa es habitada, no sólo por esos individuos que de ella participan, como podría ser un hotel o una pensión, si no que la casa de la familia es mucho más. Es un habitar mucho más rico y complejo, pues no solamente es estar en ese lugar teniéndolo, como posesión en términos económicos, sino que más bien es estar y tener un lugar dándolo a los demás miembros de la familia, que es lo propio del tener comunitario.

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Este tipo de tener comunitario exige, además, que los miembros de tal comunidad compartan, participen, dialoguen y sirvan.

La vida de familia como comunidad es representación universal de la vida en su conjunto por lo que resulta importante tener en cuenta su dimensión comunitaria y de compartir. Como dice Soto-Bruna “es importante que la vida de familia (…) muestre a las personas esa belleza de la que está hecha el universo a través precisamente del cuidado en las relaciones humanas, de la alegría compartida, del dolor comprendido, y de tantos otros detalles de humanidad y de dignidad que no pueden sino mostrar la verdad, el bien y la belleza a quien los percibe”13 . Es a través del cuidado de las relaciones humanas en la familia como se descubren y expresan los trascendentales del ser.

1.3.2 Rasgos fundamentales de la familia

Hemos definido ya la familia, siguiendo a Rafael Alvira, como el lugar al que se vuelve, el lugar donde cada uno es querido por sí mismo y aceptado incondicionalmente. Y entendemos que al decir lugar no hablamos sólo de un lugar físico sino que, presuponiendo ese espacio físico la familia conlleva también una dimensión inmaterial. Nos fijaremos aquí en tres rasgos que consideramos fundamentales para definir la familia: a) El amor como base para los vínculos que se establecen en la familia; b) La confianza; c) La extensión a un espacio físico necesario que llamamos hogar. Como son rasgos, se pueden dar en mayor o menor medida en cada familia; evidentemente no hay una igual a otra. Pero consideramos además que estos rasgos son extensibles a la familia como tipo de comunidad y, por lo tanto, aplicables a la Administración. Si son rasgos que la configuran como tal, que “hacen familia”, entonces puede existir un tipo de institución, un grupo de personas que se encargan de mantener esos rasgos de modo que se cree ese hacer familia. Eso es la Administración.

a) Doble vínculo basado en el amor

Nos referimos aquí al amor como confirmación de la existencia, al amor “porque sí”, como afirmación de la persona. En la familia se da la aceptación de la persona del otro tal como es, incondicionalmente y con independencia de sus cualidades. En la comunidad familiar la persona es admitida por el simple hecho de ser. El amor es lo que justifica la existencia del otro. La existencia es lo primero; a continuación ha de ser reconocida por el otro. Además de existir, la persona necesita ser reconocida en su existencia, ser amada por otro. ¿Qué significa para una persona que otro la ame? Podemos contestar con palabras de Jean-Paul Sartre, el Sartre más poeta que filósofo, que “este es el núcleo de la alegría del amor: que en el amor sentimos justificado

13 Soto-Bruna, Mª Jesús, “La familia: espejo del bien” en Trasfondos familia y hogar nº 2. Belleza y valores. CEICID, Pamplona, 2006. P. 35

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nuestro ser” 14. Ser confirmados por el amor, por el reconocimiento de alguien capaz de decirnos: es bueno que tú existas. No basta con existir simplemente, lo que interesa es la confirmación en el ser. Y es la familia el primer lugar donde se experimenta ese amor incondicionado. Hasta tal punto es fuerte el amor en la familia, y por lo tanto el vínculo que genera, que la separación de un miembro de la familia es un acontecimiento habitualmente doloroso. Por la experiencia vivida sabemos que tan fuerte es ese amor como confirmación de la existencia del otro, como el dolor por la muerte de un familiar cercano. Ortega y Gasset lo expresa así: “amar una cosa es estar empeñado en que exista; no admitir, en lo que dependa de uno, la posibilidad de un universo donde el objeto amado esté ausente” 15.

Acotado el significado del concepto “amor” como rasgo esencial en la familia, pasamos a describir ese doble vínculo que crea el amor entre las personas que integran la familia. Como hemos expuesto en el epígrafe 1.1.1 sobre la persona, el hombre es una unidad de alma y cuerpo. De ahí se deriva una doble necesidad en el orden material y en el espiritual, que genera esa doble vinculación en la familia. Los miembros de una familia están vinculados porque se necesitan mutuamente en un doble aspecto: el material y el inmaterial.

En el orden de las necesidades materiales nos referimos al cobijo, alimento, manutención, protección, etc. Y en segundo lugar, los miembros de la familia están unidos porque se necesitan en el orden de lo inmaterial. Se necesitan para reconocer su nombre propio, su identidad aceptada incondicionalmente por esa mirada amorosa del otro que simplemente afirma la bondad de su existencia. Por el amor, los miembros de la familia se mantienen unidos mucho más allá de la vinculación que nace de la necesidad material. Es más fuerte y más profunda esta unión, pero presupone el vínculo creado por la necesidad material, que no debe ser despreciado. Dando un paso más, al cubrir esa necesidad material en la familia podríamos hablar de una manifestación de ese doble vínculo. Siguiendo a González-Ayesta, hablando de ese vínculo generado por la dependencia material, “pues el amor que se da en la familia también se despliega en el modo en que se cubren las necesidades materiales de sus miembros” 16 . Por tanto, el vínculo del amor se manifiesta en el orden de cubrir las necesidades materiales. Al mismo tiempo que se presupone el cuidado material como conditio sine qua non para que se dé el vínculo amor.

El amor en la familia unido a ese cubrir las necesidades materiales es lo que, de aquí en adelante, denominaremos “cuidado”, “cuidar a alguien”. Nos gusta más el término en inglés, to take care of, porque es más rico en connotaciones a nivel de la persona ya que incluye el verbo take, tener, que es sólo propio de la persona humana. El cuidado se refiere tanto a lo que requiere el bienestar especialmente de los que en una

14 Citado en Pieper, Josef. Las virtudes fundamentales, Rialp, Madrid, 1997, P. 446.15 Ortega y Gasset, J. Estudios sobre el amor. Círculo de lectores, Barcelona, 1969.16 González-Ayesta, Cruz. La familia. Artículo para la asignatura Antropología I del PDS. CEICID. P. 6.

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familia son más dependientes (niños, enfermos, ancianos) como a la administración de los recursos materiales para la alimentación y hospedaje en la casa u hogar de los miembros de la familia.

En resumen, el doble vínculo en la familia es el resultado del entrelazamiento entre dos clases de amor, siguiendo la distinción de C.S. Lewis 17: lo que podemos llamar el amor necesidad, –que hemos descrito como el recibir lo que el hombre necesita en todos los órdenes: material, afectivo y de reconocimiento personal–, y el amor dádiva o don, –que consiste en el ejercer la autotrascendencia para salir de sí y dar al otro todo eso que de algún modo reclama de mí: respeto, aceptación, diálogo, cuidado, hospitalidad–. En la familia los miembros están dando y recibiendo el amor en estas dos formas de modo recíproco. Y en ello consiste precisamente el vínculo familiar.

b) Confianza

Como segundo rasgo esencial de la familia citamos la confianza. Precisamente por ser la familia el lugar en el que se reconoce a cada uno como es, donde se ejercita ese doble vínculo amor que hemos explicado, es la comunidad por excelencia en la que se ejercita la confianza.

De acuerdo con Alejandro Llano: “Ningún sistema puede vivir sin la confianza, como ha subrayado Fukuyama, ningún entramado social puede salir adelante sin las aportaciones de sentido que provienen de esas solidaridades primarias que son la familia y los demás grupos sociales básicos. Redescubrir tal inagotable fuente de energía creativa es la única forma de detener el avance de la marginación y del malestar en el Estado del Bienestar” 18. Es interesante anotar qué entiende por confianza el politólogo estadounidense Francis Fukuyama, a quien cita Llano. Para él, en el contexto de la política y la relación entre estados, la confianza es la expectativa que surge en una comunidad con un comportamiento ordenado, honrado y de cooperación, basándose en normas compartidas por todos los miembros que la integran. Estas normas pueden referirse a cuestiones de valor profundo, como la naturaleza de Dios o la justicia, pero engloban también las normas deontológicas como las profesionales y códigos de comportamiento. Si abstraemos del ámbito político y aplicamos este sentido de confianza al hecho de que en la familia es un lugar en el que puede surgir una expectativa colmada por el hecho de que el ambiente es honrado, cooperativo, ordenado, podemos decir, con Aranguren, que “la casa es el lugar donde se tiene a la familia, habitante por antonomasia del hogar (…) la casa es el núcleo por excelencia de la confianza” 19.

17 Cfr. Lewis, C.S. Los cuatro amores.18 Llano, Alejandro. “La familia, un reto cultural” en Otro modo de pensar, Eunsa, Pamplona, 2016. P.5219 Aranguren, Javier. Antropología filosófica. McGrawHill, Madrid, 2003. P.218.

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c) Extensión: reflejo en un espacio físico que llamamos hogar

La familia tiene en el hogar una extensión de su propio ser, un lugar físico donde expresarse.

Afirma Aranguren que “el hogar es el sitio en el que uno no es extranjero. Mi casa es allí donde están mis amigos, donde viven los que me quieren” 20. La casa, el hogar, no es solo un lugar físico, que sería lo evidente, sino que es ante todo un espacio donde se proyectan las intimidades, un lugar de acogida, donde esas intimidades son acogidas entre sí.

Las personas, como seres corporales, necesitan de un lugar físico donde desarrollarse. Ese ser corporal afecta de modo esencial al cómo se desarrolla la convivencia familiar, puesto que la familia, como sociedad de personas que es, necesita de ese espacio físico que no sólo es testigo, si no que protege su convivencia. Ese espacio físico es la casa, el hogar. “El motivo dominante por el que los hombres construyen casas no es defenderse del clima o de los animales: el hombre construye casas porque necesita proyectar espacialmente su intimidad: mi casa es mi intimidad, mi lugar íntimo, y cuando invito a un amigo a mi casa lo invito a mi intimidad, lo invito a estar íntimamente en mi compañía” 21 .

Por tanto, la familia exige hogar, y el hogar no se da sin la familia. Aquí radica la importancia del espacio físico y de su cuidado para trascender y llevar una vida lograda, según esa naturaleza humana de unidad de cuerpo y espíritu. El hombre necesita habitar, necesita una casa para lograr su plenitud como persona. Como añade Soto-Bruna, “cuando el hombre no tiene casa y va de un lugar a otro, nunca está en algo que pueda reconocer como su verdad, y por lo tanto se halla incapacitado para hacer el bien y observar la auténtica belleza del espíritu” 22.

20 Ibíd21 Choza, Jacinto. La supresión del pudor signo de nuestro tiempo y otros ensayos. Eunsa, Pamplona, 1980. (Cfr. Págs.19-22)22 Soto-Bruna, MªJesús, “Reencuentro con el mundo” en Trasfondos familia y hogar nº 9. CEICID, Pamplona, 2013. P. 42.

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Es necesario que se den las condiciones de bienestar, acogida, limpieza y orden para un “vivir bien”.

2.- El hogar, espacio privilegiado de manifestación

Partiendo de todo lo explicado en el capítulo 1, –los rasgos fundamentales que hacen de la familia un tipo de comunidad, y de una comunidad que sea familia–, entendemos que el cuidado del espacio físico hogar, como lugar de extensión donde la familia se realiza, es una necesidad para que esta exista. Ahí radica la importancia del cuidado de las necesidades materiales, expresión de la aceptación incondicional que es el amor por el otro, función que en los centros, residencias y colegios mayores lleva a cabo la Administración.

2.1 La casa como espacio físico. Importancia para la familia

El hombre habita el espacio que acota porque lo posee. Es decir, lo hace propio, no solo porque adquiera el título de su propiedad, sino porque proyecta en él su intimidad de modo que su vivienda se convierte en un espacio no público (no abierto a las miradas de todos) donde puede vivir su vida en intimidad y, si quiere, puede invitar a otros a participar de su intimidad. Pasa así de ser vivienda a ser hogar, casa de familia, donde las intimidades se desarrollan en un mismo espacio. Vivir con otras personas en una misma casa, convivir, es compartir intimidad. Dice Rafael Alvira que “un edificio se construye, una casa se pone. (…) La materialidad está llena de una emoción que transluce un fondo más que físico” 23 .

Las personas que componen la casa son la familia que constituye ese lugar al que se vuelve. “Si la familia (…) puede ser definida como el lugar al que se vuelve, es precisamente porque allí somos aceptados de modo absoluto y no sólo a condición de algo. Pues la casa (…) está hecha del amor de los que en ella viven, y viven bien porque tienen con quien compartir su vida” 24. Es necesaria la casa, el lugar material, pero también es necesario que el habitar la casa sea, como señala Alvira, un “vivir bien”, de modo que introducimos un nuevo rasgo en las características de la familia y del hogar. No basta con que se viva en familia, con que exista el hogar. Es necesario que se den las condiciones de bienestar, acogida, limpieza y orden para un “vivir bien” porque, primeramente, hay un alguien con quien compartir la propia vida. Y, en

23 Alvira, Rafael, El lugar al que se vuelve. Reflexiones sobre la familia, Eunsa, Pamplona 1988. P.24.24 Ibíd. P. 25.

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segundo lugar, porque hay un lugar donde poder compartirla.

La familia es una sociedad de personas vinculadas por un doble amor que se materializa en el hogar. Por lo tanto, siendo la casa la proyección espacial de la intimidad, donde se “guarda” a la persona, es evidente que cuidar el bienestar, el buen aspecto –propiciados por el orden, la limpieza, la decoración- es cuidar la armonía y la acogida de la propia intimidad. Como bien dice J. Aranguren, y es algo que percibimos en la experiencia vital, “las heridas causadas por un hogar que no permite el descanso son superiores a las de cualquier batalla en la generalidad social” 25.

El cuidado material de la casa hace que sea un lugar habitable. Habitar viene del latín habere, tener. Lo habitado es lo tenido, y quien habita tiene sentido de posesión. Como lugar habitado, el esmero por tener cuidado material propicia el sentido de posesión personal por parte de la intimidad. Por ejemplo, la decoración llevada a cabo por quien habita la casa la hace proyección de su intimidad. Es lo que diferencia una casa de un hotel; si no tiene algo propio, algo que sea expresión del yo, se convierte en algo externo.

Por último, cabe decir que otro punto en el que podemos radicar la importancia de la casa como espacio físico de la familia es que es el lugar donde se desarrolla la humanidad, por excelencia. La humanidad se muestra en lo cotidiano y, ¿qué es más cotidiano que el propio hogar? Como dice Alvira, “el espacio espiritualizado cotidiano es la casa, en la que realizamos la dimensión radical de habitar. (…) Existimos en lo cotidiano, y es en ello donde desarrollamos nuestra humanidad” 26.

2.1.1 Qué hace que una casa sea un hogar 27

Aunque puede parecer que hemos utilizado ambos términos como sinónimos, para nuestro estudio resulta interesante establecer una diferencia clara entre casa y hogar. Más bien, el hogar sería como un escalón más de la casa. El hogar es, como ya hemos definido, ese lugar de relación interpersonal que permite valorar a los seres humanos no por lo que aportan si no por lo que son. En el hogar se vive la experiencia de que el hombre no es sólo un animal racional, sino que también, durante casi la totalidad de su vida, es dependiente, está necesitado de atenciones y de afecto. Precisa que le cuiden y también tener de alguien a quien cuidar.

Los griegos definían la casa como el conjunto de todos los instrumentos; es, por así decir, el lugar donde se guardan. Ahora podemos añadir que la casa, como hogar, es el lugar donde se guarda a sí misma la persona, el lugar donde el hombre se queda

25 Aranguren, Javier. Antropología filosófica. McGrawHill, Madrid, 2003. P. 222.26 Alvira, Rafael. Filosofía de la vida cotidiana. Rialp, Madrid, 1999. P. 10.27 Las ideas de este epígrafe están extraídas en gran medida de Vicario, Sonia. Espacio y objetos de la casa, significado y cuidado. Texto elaborado para las clases impartidas en el CEICID.

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junto a sus posesiones. “Donde mejor se vive y se habita es en la propia casa, pues cada hombre tiene una que es suya y de nadie más. El carácter personal del hombre, (...) da origen a un lugar absolutamente peculiar, su hogar” 28.

Ahora bien, ¿qué rasgos son los que hacen de una casa un hogar? En primer lugar, la casa es la consecuencia de que existe un proyecto de vida. Una vez proyectado, se construye el hogar. Construir un hogar es conseguir un ambiente acogedor donde se cuiden los aspectos referentes al espacio y a las personas que lo habitan.

Es interesante tener en cuenta dos características que, tanto en arquitectura como en diseño de interiores, se definen en la actualidad como objetivos en la construcción de hogares:

1. Conseguir el espacio que hace falta para vivir con dignidad: si las viviendas son muy reducidas, es difícil tener las condiciones necesarias para la familia, el descanso y la privacidad.

2. Diferenciar zonas comunes y zonas de intimidad: debido a que cada vez se trabaja más en casa (alquilar oficinas es caro e internet facilita el trabajo en casa) resulta necesario diferenciar la zona de trabajo de aquella en la que expongo y manifiesto mi intimidad.

Cuando decimos “estar en casa”, es algo así como decir “estar bien”. Sentirse en casa es instalarse en un lugar físico y en un estado psicológico confortables, es decir, que crean confort, bienestar. Que den confianza. Para un bienestar físico y psicológico es necesario en primer lugar que se den unas condiciones materiales del entorno favorables y es ese el principal motivo para el cuidado material del hogar.

Por otro lado, el hogar es el lugar de las relaciones familiares, fundamento de las relaciones humanas. Es, además, la escuela más importante para aprender esas relaciones humanas, porque conviviendo se aprende a cuidar de los otros. El modo de vivir materialmente en el hogar es el primer comunicador de la interioridad; el espacio físico, material de la casa es manifestación de un modo de vida que transmite mensajes directamente a los demás, por ejemplo, de acogida o de rechazo, de familia y convivencia común o de individualismo, de exigencia personal o de dejadez.

2.1.2 Razones para el cuidado material del hogar

Si el hogar es el espacio físico por excelencia de las relaciones humanas, tiene sentido que nos detengamos a describir porqué es importante el cuidado material del hogar. Pero si, además de ser el espacio físico en el que se dan, por antonomasia,

28 Yepes Stork, Ricardo. Fundamentos de Antropología. Un ideal de la excelencia humana. Eunsa. Pamplona, 1996. P. 64.

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esas relaciones familiares interpersonales, es también escuela de convivencia y manifestación de la interioridad de la persona, entonces las razones adquieren mayor relieve.

Partimos de la relación de ese espacio físico-material que es el hogar con lo explicado anteriormente sobre el doble vínculo que genera el amor incondicional, la confianza, y su extensión en el hogar (Cfr. Epígrafe 1.3.2 Rasgos fundamentales de la familia). ¿Por qué dar importancia al cuidado material del hogar?

En primer lugar, porque todo lo relacionado con la familia tiene también un significado de valores intangibles que de algún modo se manifiestan en lo tangible; el “valor de lo familiar”, “la tradición familiar”. Cada casa es un mundo de recuerdos, reflejados en la materialidad de las cosas, que sólo comparten los que habitan en ella y entienden su significado.

El cuidado de lo material beneficia a la persona en su integridad, en su unidad de cuerpo y espíritu. Para que la persona viva en armonía con ella misma y con los otros, necesita de una armonía exterior, de un entorno armónico, que refleje –como ya se ha explicado antes– los trascendentales del ser: bondad, belleza, verdad. Por tanto, el hogar debe ser cuidado y los objetos también, de modo que las personas puedan hacer uso de ello siempre que lo necesiten. Cuando ese cuidado está ausente, los objetos materiales se resienten, el entorno se estropea y la armonía exterior se rompe provocando en las personas cierta tensión y ruptura de dicha armonía interior.

La limpieza, el orden, transmiten serenidad y paz a las personas que conforman la familia. El orden, por ejemplo, propicia las relaciones interpersonales y facilita la comunicación, el compartir. Por el contrario, cuando en una casa no hay orden, el compartir es complicado y prolifera el individualismo, lo personal sin compartir. La falta de limpieza en el hogar dificulta que la casa sea el lugar a que se quiere volver. Sin embargo, cuando la casa es agradable y está limpia, la persona tiene interés por volver y permanecer allí, donde está la familia, donde es querido incondicionalmente.

Otro motivo por el que resulta imprescindible el cuidado material y la limpieza es la necesidad de mantener la higiene para una buena salud de las personas.

Haciendo un símil con el mundo laboral, podríamos ver las ventajas de un entorno limpio y ordenado. Las consecuencias son positivas: hace el lugar de trabajo más placentero, ayuda a realizar un trabajo más eficiente, disminuyen las pérdidas de tiempo para buscar herramientas o papeles, conduce a una mayor productividad, se disminuyen los accidentes laborales, se reducen los desperdicios generados, evita distracciones cuando necesitamos concentrarnos, minimizar una causa de estrés (el desorden del entorno), produce una mayor calidad del producto o servicio ofrecido y redunda todo ello en una mayor satisfacción de los clientes interno o externos. Si

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traducimos estas consecuencias del cuidado material en lo laboral, al ámbito de la vivienda familiar, las ventajas se convierten en algo mucho más profundo; lo que tenemos entre manos son las relaciones interpersonales más importantes, las de fraternidad, y filiación-paternidad y maternidad. El orden, la limpieza, en definitiva el cuidado de lo material hacen que cada uno pueda decir que esa casa es su hogar, es el lugar al que quiere volver.

Esto explica que el modo concreto en que se hace hogar, cuidando todos los rasgos antes citados con el cuidado de lo material, posibilite la construcción de la familia. Del mismo modo, las personas que trabajan en la Administración de un centro, residencia, colegio mayor, cuidan lo material del hogar teniendo como fin la persona humana en su totalidad, de modo que en ese espacio físico se pueda hacer una verdadera vida de familia. Esta gestión del cuidado material llevada a cabo por la Administración es un elemento esencial de la vida en común, puesto que ha de ser organizada. Pero sus efectos van más allá del mero cubrir las necesidades materiales (la nutrición, la higiene, el vestido, etc.).

Puesto que estamos hablando de personas, las necesidades humanas se resuelven culturalmente, singularmente. De cómo se lleve a cabo ese cuidado de lo material, influirá directamente en la fuerza de la unidad de esa familia, de esa comunidad. Este argumento nos lleva de nuevo a la unidad de la persona. A que no podemos entender el cuidado de la parte física de la persona, sin ver la parte espiritual.

2.2 El cuidado de lo material: expresión del “otro” amor

Hemos desgranado algunas razones que justifican la importancia del cuidado material del hogar, como extensión o lugar propio de hacer familia. Sin embargo, este estudio quedaría incompleto si no abordáramos el cuidado de lo material también como expresión de ese otro amor que es la aceptación incondicional de la persona, sea como sea. El modo concreto en que se resuelven las necesidades materiales del hogar es la expresión del reconocimiento de la parte espiritual de la persona, de su intimidad.

El hogar es algo más que pura posesión material de una casa, forma parte de la intimidad. En casa abrimos la intimidad a un entorno que es también íntimo, ampliación de uno mismo y de su alma, por eso decimos que la materialidad del hogar, el modo en que está resuelto ese cuidado, es expresión del amor por el otro en el sentido en que lo reconocemos como parte de nuestra familia y le hacemos partícipe de nuestra intimidad, de lo nuestro personal; “El hogar es, por así decir, el lugar donde nos encontramos con nosotros mismos. En él guardamos parte de nuestro

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yo: nuestros recuerdos personales, «nuestras cosas». El hogar es una parte de nosotros mismos” 29. En este sentido no es sólo el cuidado de lo material en cuanto a los objetos de la casa lo que nos interesa, es más. Se trata del cuidado de las personas, porque el hogar no es tal sin ellas, sin los otros que hacen familia, donde la intimidad se hace común con otras personas, donde se comparte la intimidad: “Hogar es la intimidad común. El hogar es el sitio donde las personas se manifiestan como realmente son, donde los demás pasan a formar parte de mi intimidad” 30.

2.2.1 El cuidado y la dependencia

A. MacIntyre define a la persona como “animal racional dependiente”. Las relaciones de dependencia se dan primeramente dentro de la familia y, por lo tanto, en el hogar. En la sociedad actual la dependencia no es palabra bien vista; se opone radicalmente a la autosuficiencia, a la independencia, tan ansiada. Pero, como ya hemos explicado, el hombre es un ser relacional y dialógico, no hay un yo sin un tú. La persona es un ser que necesita de los otros si quiere poder decir que su vida es plena. Por lo tanto, aunque la idea de dependencia se considere algo negativa hoy en día, es tan real como la afirmación del carácter relacional de la persona.

La familia es el primer ámbito donde se da la dependencia y también el cuidado. Es una de las funciones más importantes que asume la familia, el cuidar del otro. Al respecto, en su estudio sobre el cuidado en la familia como oportunidad educativa, Nuria Garro-Gil y Araceli Arellano aportan un argumento interesante: “La sociedad postmoderna llega a asumir e integrar en su imaginario colectivo una idea de familia que contribuye de forma progresiva a la desaparición de esta institución tal y como se ha concebido hasta ahora, como una elección más de entre una oferta excesiva de posibilidades de elección. Pero la investigación sociológica muestra de hecho que la formación de familia sigue siendo objetivo vital de las nuevas generaciones. Y pone de relieve, además, que en materia de cuidado la familia sigue siendo la principal institución social encargada de asumir dicha función” 31.

En esta idea de dependencia se basa el cuidado. Cuidar es algo más profundo que la simple atención material de las necesidades del otro. Cuidar es complementar, añadir, fomentar, servir. Estos verbos sí que expresan valores emergentes de la sensibilidad actual y, teniendo en cuenta la unidad de la persona, el cuidado es una acción de gran riqueza antropológica. Con palabras de Alejandro Llano, “cuidado es atención, respeto, ayuda. (…) El que adopta esta actitud no pretende irrumpir agresivamente

29 Yepes Stork, Ricardo. Fundamentos de Antropología. Un ideal de la excelencia humana. Eunsa. Pamplona, 1996. P. 65.30 Ibíd. 31 Garro-Gil, Nuria y Arellano Tores, Araceli. “El cuidado en la familia: una oportunidad educativa” en Familia y Sociedad en el siglo XXI. Dykinson, Madrid, 2016. P. 75.

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en la realidad, sino dejarla ser, cuidarla para que crezca armónicamente. El cuidado es una actitud universal. Los padres cuidan de los hijos pequeños, pero los hijos mayores cuidan de los padres ancianos. Los gobernantes cuidan de la ciudad, pero los ciudadanos cuidan de que los rectores de la cosa pública cumplan su cometido” 32.

El ser humano es, por tanto, un ser dependiente. Toda persona cuida y es cuidada en mayor o menor medida y, también en mayor o menor medida la persona es incapaz de devolver voluntariamente lo que recibe. Siendo conscientes de esta realidad, se supera esa errónea autosuficiencia y se adquiere una conciencia de ser seres racionales pero también dependientes unos de otros, necesitados del cuidado.

Un cuidado que empieza por el externo y material pero que, como hemos explicado, va más allá de lo físico. Cuidar los objetos del hogar es cuidar en ellos a las personas que lo habitan, salir al encuentro de la persona. Como ejemplo de esa relación tan intrínseca entre el cuidado de lo material y lo interior del hombre, traemos aquí a colación unas palabras de Pablo Prieto en una conferencia. Hablando en concreto de la limpieza del hogar, afirma que “la casa se parece a las personas que la habitan: tiene alma y cuerpo, acusa el paso del tiempo, envejece, se maquilla. Sus objetos —muebles, utensilios, adornos— van cobrando significados nuevos, el tiempo los humaniza, los espiritualiza; el espacio se puebla de recuerdos. El mundo de la limpieza, posee una lógica propia, donde las personas priman sobre las cosas, y la convivencia prevalece sobre la eficacia. En este mundo los objetos materiales están dotados de una misteriosa coherencia interna. Transfigurados por la limpieza, se incorporan al diálogo de los hombres y nos interpelan, nos despiertan a la belleza, nos mueven a ser mejores”.

32 Llano, Alejandro. “La familia, un reto cultural” en Otro modo de pensar, Eunsa, Pamplona, 2016. P.48

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Anexo

Una cultura de la familia y el hogar. Un ejemplo actual: el caso Ikea

Como última parte de este estudio nos parece interesante proponer una aplicación práctica de todo lo desarrollado. Es probable que el público objetivo al que va dirigido este trabajo, personas que –aún desconociendo la Administración– están de acuerdo con lo expuesto sobre la familia, haya comprendido un poco más después de leer el estudio cuál es el cometido de la Administración y de qué estamos hablando cuando decimos que la Administración hace familia. Al menos esta era la intención de los dos primeros capítulos del trabajo; proponer una explicación antropológica a la misión de la Administración y fundamentar su necesidad como institución.

A quienes conocen más de cerca la Administración de los centros y residencias o, incluso, a quienes trabajamos en ella, lo escrito aquí pretende provocar una reflexión más profunda sobre la entidad, categoría e importancia de su cometido a nivel antropológico.

Damos un paso más poniendo lo explicado en el contexto de la apreciación de la familia y el hogar en la actualidad. Se trata de una aproximación sin ánimo de generalizar, ya que carecemos de los elementos para un estudio exhaustivo de la sociedad actual y no es el objetivo del presente trabajo.

En su estudio sobre Antropología filosófica, Javier Aranguren hace un análisis que, aun siendo un poco negativo, nos parece que refleja bien algún rasgo de la sociedad actual. De aquí extraeremos una consecuencia sobre la familia. El autor afirma que nos encontramos ante una generación que carece de elementos que les muevan a sostener grandes ideales, o a esperar algo grande de la perseverancia en una empresa difícil. Sus rasgos son los siguientes:

• Generación invitada al consumo continuo de lo placentero, aunque tal consumo suponga la renuncia a unas metas altas.

• Generación del yo. El propio sujeto es el punto de referencia último de las acciones. La persona actúa en función de lo que me gusta, lo que me compensa o me motiva, lo que me hace pasármelo bien.

• Incapacidad para comprometerse, por miedo al fracaso o al sufrimiento.

• Ausencia de cultivo del mundo interior, lo cual conlleva una intimidad pobre y, por tanto, fácil de entregar.

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Como conclusión, tal mentalidad, dice Aranguren, lleva a “la muerte del hogar, al vacío de la intimidad, la desaparición de la familia, la soledad abandonada de quién ya solo es capaz de ir a lo suyo” 33.

Esta mentalidad, llevada al extremo, puede dificultar entender en la actualidad el papel de la familia y, por tanto, a poner en duda el importante rol social de la Administración como quien cuida de la casa, quien hace familia, y su necesidad. Incluso desde el punto de vista de los propios residentes, de los beneficiarios de tal cuidado, puesto que somos hijos de nuestro tiempo. De ahí nace la idea de este trabajo y la propuesta de una explicación que dé respuestas a la necesidad antropológica del hombre a ser cuidado y a cuidar.

La propuesta consiste en la construcción de una cultura del hogar que esté basada en la naturaleza humana y en los rasgos que hemos ido desarrollando en los capítulos precedentes. Tal cultura del hogar se rige principalmente por las virtudes humanas, justicia, prudencia, fortaleza, perseverancia y paciencia. El hogar responde a la necesidad de la persona: necesidad en primer lugar de mostrar su intimidad, necesidad del cuidado por ser una criatura dependiente, tanto física como afectivamente, y necesidad del otro para el diálogo, siendo la familia el lugar por excelencia en el que desarrollar estos tres ámbitos. Con palabras de J. Aranguren: “Merece la pena conseguir los medios para dar cuerpo a un hogar, porque solamente en éste se dan las condiciones antropológicas para lograr la felicidad presente (es el sitio donde soy querido por lo que soy, y donde puedo disponerme a amar), al mismo tiempo que será la imagen de algo más definitivo, en el que el tiempo no pase, en el que la intimidad se muestre de forma serena, sin posibilidad de vergüenza, y el diálogo se extienda en un fin sin fin caracterizado por la confianza” 34.

Esta nueva cultura en la que la familia sea el centro de la sociedad, requiere una nueva sensibilidad acerca de lo que une en la dispersión de las estructuras que forman una sociedad un tanto caótica. Requiere una nueva sensibilidad en la que se reconozca que la familia, y no otras instituciones, es el ámbito de las libertades originarias. Dice Alejandro Llano que “la nueva sensibilidad consiste en percibir que las personas y sus relaciones originarias son anteriores a cualquier sistema o estructura. Las relaciones interpersonales, que la familia engendre y protege, aportan la raíz de sentido de todas las actividades estructurales, de los complejos entramados de la política, la comunicación colectiva o la economía” 35 . Y uno de los rasgos más característicos de la nueva sensibilidad es justamente la vuelta a las raíces, el retorno al hogar.

33 Aranguren, Javier. Antropología filosófica. McGrawHill, Madrid, 2003. P. 230.34 Ibíd. P. 231.35 Llano, Alejandro. “La familia, un reto cultural” en Otro modo de pensar, Eunsa, Pamplona, 2016. P. 40

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Hemos ahondado a lo largo del estudio en la idea de que el hogar, la familia, es el lugar al que siempre se vuelve. Pero dice también el escritor T.S. Elliot: “Home is where one starts from”, el hogar es el lugar del que se parte. Es una idea desde la que podemos empezar a construir esta nueva cultura de la familia y el hogar, un presupuesto básico que nos parece compartido por la sociedad actual para poder llegar a concluir que la familia es justamente el ámbito donde aquello que cada uno posee de irrepetible adquiere un valor en cierto modo absoluto.

El caso Ikea

Para ejemplificar la continuidad que existe entre la reflexión antropológica y algunos aspectos de la sensibilidad actual, nos ha parecido muy ilustrativo el artículo que se adjunta 36 . Se trata de un reportaje elaborado recientemente por la conocida empresa Ikea en el que se plantea a cuatro personas de diversa procedencia, situación familiar, edad y profesión la pregunta “¿Qué hace que una casa sea un hogar?”.

Analizando el texto, encontramos un reflejo de algunos de los rasgos que hemos definido como necesarios para la construcción de una cultura de la familia y el hogar. El lector podrá comprobar cómo los valores y características antropológicas que hemos utilizado en el presente estudio para fundamentar la explicación de la Administración son valores comunes, utilizados en el lenguaje actual para definir un hogar.

A continuación, destacamos algunas frases del reportaje:

Anna: Desarrollo empresarial y ventas. Nacida en Hong Kong, criada en Nueva Zelanda, vive actualmente en Dinamarca.

• “El hogar es donde tenemos el corazón. También la familia. Y ahora mis amigos. (…) Estamos muy unidos y sé que puedo confiar en ellos”.

• “El lugar en el que puede salir la niña que llevo dentro. (…) Para mí el hogar es el lugar en el que me siento cómoda con la gente que me rodea”.

Mohammed: Productor de música y artista. Es de Gambia y vive en Suecia, donde llegó como refugiado a los 15 años.

• “¿Qué hace que una casa sea un hogar? Probablemente el sentimiento de familiaridad”.

• “Intento recrear momentos que he vivido en mi hogar”.

36 La versión digital se puede consultar en el siguiente enlace: http://www.ikea.com/ms/es_ES/this-is-ikea/ikea-highlights/What-makes-a-home-a-home/index.html

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• “Creo que el hogar es el lugar en el que uno tiene la mente en calma. El lugar en el que se siente cómodo, no preocupado”.

• “Para mí lo importante es estar físicamente en los lugares y relacionarme con la gente en persona. Eso lo valoro mucho más”.

• ¿”Qué me llevaría de mi hogar? Creo que los buenos recuerdos (…) Y la comodidad, por supuesto”.

Ineke: Empresaria y diseñadora. Vive con su marido y sus tres hijos en una casa que han construido ella y su marido en una zona rural de las afueras de Ámsterdam.

• “Comodidad y calidez. Es un sentimiento, es mi familia. Aunque trabajo mucho, mi rol principal es el de madre. Me encanta estar con los niños, es lo que más me gusta”.

• “El hogar es la familia; es esa sensación de tranquilidad que tienes cuando entras por la puerta y piensas: por fin en casa”.

• “No hay nada como encender la chimenea, servirnos una copa de vino, y cocinar mucha comida; eso es nuestro hogar. Nuestra puerta está abierta para todo el mundo”.

• “Me compré una casa y por primera vez me di cuenta de que la casa me hacía feliz. Simplemente estando en ella”.

Eric: Expansión y desarrollo empresarial. Hijo de padre francés y madre sueca. Ha pasado gran parte de su vida viajando.

• “El hogar es un lugar de tranquilidad. Como he viajado tanto, mi hogar es el sitio en el que puedo descansar. Es mi dormitorio, mi escritorio y mi cama, pero también es mi forma de vida (…). Es un estilo de vida”.

• “Considero que el hogar lo crean las sensaciones”.

• “El resultado de un lugar físico y las relaciones personales que se tienen en él”.

Como decíamos en la introducción de este trabajo, creemos que los rasgos antropológicos que hemos ido acotando –si bien no todos y no de manera explícita– sí están vigentes en la sensibilidad actual. Aunque se trata de un simple reportaje con cuatro entrevistas, nos parece que puede ser indicativo de un sentir que late en la sociedad actual y que demanda algo que está presente en la familia y en el hogar. Las palabras que califican y acompañan al concepto hogar en dicho artículo, tales como familiaridad, comodidad, confianza, relaciones personales, descanso, tranquilidad… en

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definitiva cierto modo de felicidad, pueden ser consideradas como valores emergentes de la nueva sensibilidad familiar, a partir de la cual se puede configurar esa nueva cultura del hogar de la que venimos hablando.

Por último, cabe citar aquí un texto del filósofo Alejandro Llano en el que, reflexionando sobre una nueva sensibilidad familiar, resalta el papel imprescindible de la mujer en la creación de esta nueva cultura: “… son, sobre todo, valores que la mujer representa. La postmodernidad ha redescubierto la profundidad y el valor de la dimensión femenina de la persona. Destaca el sentido del matiz y del detalle, la capacidad de comprensión, el servicio personal, la visión de lo irrepetible y único, el esmero, la percepción estética de realidades complejas. No es extraño que hayan sido mujeres –Hannah Arendt, Gertrud von Le Fort, Edith Stein, Elisabeth Anscombe– los pensadores que han anticipado y mejor han comprendido la nueva sensibilidad” 37.

37 Llano, Alejandro. “La familia, un reto cultural” en Otro modo de pensar, Eunsa, Pamplona, 2016. P.49.

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Conclusiones

A lo largo del presente estudio hemos querido abordar la unidad de la persona humana y sus rasgos que lo identifican como ser social y familiar. Hemos descrito también las características que configuran el ambiente familiar y su reflejo en el hogar. Por último, hemos destacado la importancia del cuidado en el ser de la persona, del cuidado interior y exterior. A medida que avanzábamos en el recorrido hemos ido salpicando las argumentaciones con frases en las que aparecía mencionada, quizá sibilinamente y no demasiado explícita, la misión de la Administración. Pero ha sido intencionadamente.

Entendemos aquí que es en la familia donde se crece como persona-unidad, crece el cuerpo y crece el espíritu. Crecimiento en el sentido de que la persona desarrolla todas sus capacidades y se hace mejor, se realiza y se encuentra en condiciones de darse a los demás, se siente querida y cuidada y es capaz de darse, de ser ella la que cuide a los demás. Dicho lo cual, y a modo de conclusión, nos planteamos: ¿en qué punto convergen todos estos rasgos con el ser de la Administración? Precisamente en su finalidad más profunda que es hacer familia. Un hacer familia que, además, entendemos como un trabajo profesional. Familia y Administración vienen a ser como el río que tiene un solo caudal, porque nace en el mismo punto de origen de la montaña, y toma distintos cauces formando riachuelos, pero beben de la misma fuente.

Hemos estudiado las notas que definen a la persona, su ser social y relacional, y hemos concluido que el ser humano tiene la necesidad de tener un hogar, una casa, una familia. Quienes se encargan de la gestión de ese hogar en los centros y residencias del Opus Dei son las personas que trabajan en la Administración, con todo lo que eso conlleva. Podríamos decir que las personas que hacen familia desde la Administración hacen del “acoger a cada persona” su profesión.

Quienes trabajamos en la Administración y aquellos que recibimos el cuidado por parte de las personas que en ella trabajan somos conscientes de que este cuidado no es una simple atención material, sino principalmente un cuidado de la persona humana en su totalidad cuyo fin último es reforzar y hacer crecer esas notas de la persona que describíamos en el primer capítulo: la intimidad y su manifestación, la libertad, la capacidad de comunicarse, el don de sí y el amor. En última instancia es un recibir para estar en condiciones de dar, de darse.

El servicio es una actitud que se aprende, como mucho de lo explicado en las páginas precedentes, puesto que nadie nace sabiendo darse. El niño desarrolla esta

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actitud cuando la ve reflejada en su propia familia, cuando percibe esa capacidad de donación de los demás con él porque es un ser dependiente, necesita el cuidado y el apoyo de los demás para desarrollarse en la sociedad, para crecer física y espiritualmente en unidad.

El trabajo del cuidado material del hogar, de facilitar que cada centro sea un hogar, aúna también esa doble finalidad: el bien físico y espiritual de las personas, que son unidad de alma y cuerpo, y su crecimiento en una determinada comunidad en la que cada uno aprende a darse, a servir.

En resumen, concluimos nuestro estudio con estas cinco claves:

1. El cuidado de la parte material de la persona adquiere una relevancia extraordinaria en el contexto de la misión de hacer familia. No sólo la experiencia cotidiana, sino la comprensión antropológica del ser humano nos llevan a concluir que la persona necesita ser cuidada.

2. La fuerza de nuestra argumentación se basa en último término en considerar que la persona es un todo, una unidad de cuerpo y espíritu en permanente tensión, puesto que no se dan uno sin otro. Por lo tanto, al alimentar el cuerpo se alimenta el espíritu y viceversa.

3. Quienes tienen la misión de hacer familia, construir hogar, desde la parte más material desempeñan una función primordial en cada persona y, por tanto, en la sociedad. El cuidado de la dimensión corporal de la persona es mantener en la vida y hacer que la vida pueda manifestarse en un espacio personal. La Administración, en los centros y residencias, es facilitadora de todo ello.

4. No hay familia si no hay vínculo establecido en las relaciones interpersonales. Dicho vínculo se basa en el amor, en el querer –en su significado más profundo– al otro y esa es la base de la misión de hacer familia que la Administración, como institución, ejerce en los centros. Familia y Administración no son causa y efecto, sino una misma realidad.

5. En la Administración del siglo XXI resulta imprescindible, y esto es tema que daría pie a un nuevo estudio, reflexionar sobre qué es lo esencial y qué es circunstancial en la misión –hacer familia– , y modos de hacer –cómo se lleva a cabo en concreto esa misión– . Consideramos que la esencialidad de la misión queda ampliamente explicada en nuestro estudio. El modo de llevar a cabo en la práctica dicha misión deberá responder a las circunstancias y necesidades temporales y geográficas de la sociedad en la que vivimos. Se trata de uno de los retos que plantea Monseñor Fernando Ocáriz, prelado del Opus Dei, en su reciente carta pastoral del 14 de febrero, en la que se recogen las conclusiones del último Congreso general. En el

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epígrafe dedicado a la Administración, Ocáriz señala: “El Congreso ha querido subrayar, una vez más, el papel decisivo de su labor para hacer realidad el ambiente de familia en la Obra y para ayudar a quienes acuden a nuestras casas a percibir de manera visible esa realidad. (…) Las mujeres de la Prelatura revisarán los servicios que prestan las Administraciones según las circunstancias y necesidades actuales, para que sigan sosteniendo el ambiente de hogar, el tono humano y de familia que hace que cada Centro sea de verdad para nosotros Betania” 38.

38 Ocáriz, Fernando. Carta Pastoral. Roma, 14 febrero 2017. Epígrafe 5

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El cuidado de la parte material de la persona adquiere una relevancia extraordinaria en el contexto de la misión de hacer familia

Quienes tienen la misión de hacer familia, construir hogar, desde la parte más material desempeñan una función primordial en cada persona y, por tanto, en la sociedad.

La Administración y el hogar

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