fabián schejtman - clínica psicoanalítica, scripta, lectio (2)

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  • 7/23/2019 Fabin Schejtman - Clnica Psicoanaltica, Scripta, Lectio (2)

    1/25

    lnica psicoanaltica Verba, Scripta, Lectio

    Fab in Schej tman

    INTRODUCCIN

    Yerba volant, scripta manent

    Comenzar con dos proverbios que, de algn modo, van a

    enmarcar este trabajo. Uno es latino.

    y

    como ciertamente el mun-

    do de hoy est complicado y no conviene tener problemas con la

    gente deAl Qaeda, viene luego un segundo adagio, rabe en este

    caso. En fin,Jacques Lacan en algunas oportunidades indic que

    es rabe pero, en verdad, su fuente se encuentra en el antiguo

    testamento. Por lodems, en efecto, se trata de dos proverbios a

    los que Lacan se refiri algunas veces en su enseanza.

    El primero dice as: Verba uolani, s cr ip ta ma n en t. Lo que po-

    demos traducir por: Las palabras vuelan, los escritos permane-

    cen . Esa sera una traduccin literal, pero hay tambin algunas

    ms libres. Una versin portea, por ejemplo, seala: A las pa-

    labras se las lleva el viento . Podra ser,est cerca.Por otra parte,

    pueden recordarse tambin los dichos de cierto presidente ar-

    gentino que deca: Mejor que decir es hacer, mejor que prometer

    es realizar . Por supuesto, eso ya est un poco ms lejos,pero la

    mxima latina podra resonar hasta alli...resonancias peronistas

    quizs.

    Por otro lado, es muy interesante leer los comentarios que

    hace Lacan, al comienzo de su enseanza, sobre este proverbio

    latino. Serefiere a len el Seminario 2,precisamente puede leerse

    en el captulo 16. igase su tono crtico al dar all su opinin

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    I

    PSICOI ATOLOGIA: CLNICA Y TICA

    9

    FABIN SCHEJTMA;-.J (COMP.)

    8

    e.1goce del

    sntomas-

    quizs no tendra una perspectiva tan crf-

    tica res~ecto de esta mxima clsica. Tengo la impresin de que

    en ese tiempo de su enseanza podra suscribirla. En cualquier

    caso, es slo una hiptesis.

    sobre el mismo: Podemos estar seguros cuando citamos LInode

    esos proverbios atribuidos a la sabidura de las naciones -sabi-

    dura as llamada por antfrasis- caemos en la estupidez.

    VCl ba

    u ola ni, scripta m an en i . Han pensado ustedes que una carta es

    precisamente una palabra que vuela? Si puede haber una carta

    robada es porque una carta es una hoja volante. Son los

    scripta

    los que oolani, mientras las palabras, desgraciadamente, quedan.

    Quedan incluso cuando ya nadie se acuerda de ellas

    (L AC A N

    1954-55, 297).

    Est comentando el cuento de Poe, La carta robada -en

    francs La l et tr e oole >. Pero como, justamente, lettre en francs

    es carta y letra , mientras que

    va/el

    es tanto robar como

    volar , tenemos tambin: la letra volada. Entonces Lacan dice:

    no, no son las palabras, son las letras las que vuelan, las pala-

    bras quedan. Reprueba as, en cierta medida, este dicho clsico.

    La misma perspectiva puede leerse tambin en el primer texto

    que abre sus Escritos, en el que tambin se refiere a La carta

    robada , all seala:

    Scripta

    mallen

    1,

    en vano aprendera de un

    humanismo de edicin de lujo, la leccin proverbial que termi-

    nan las palabras ue rba uo la n t, Ojal los escritos permaneciesen, lo

    cual es ms bien el caso de las palabras: pues de stas la deuda

    imborrable por lo menos fecunda nuestros actos por sus trans-

    ferencias. Los escritos llevan

    al

    viento los cheques en blanco de

    una caballerosidad loca. y si no fuesen hojas volantes no habra

    cartas robadas

    (LACAN1956, 21).

    Se ve con claridad que para este primer Lacan -las dos citas

    de recin provienen de textos de los aos '50- son las palabras

    las que perduran y que, al contrario, las letras vuelan. Y bien,

    me pregunto si el ltimo Lacan -el de los aos '70- opinara lo

    mismo. No es posible, en verdad, saberlo con certeza: no hay co-

    mentarios en su enseanza posterior sobre este adagio latino-.

    Sin embargo, tengo la hiptesis de que ese ltimo Lacan -el que

    le da un lugar distinto a la letra, el que la aborda en relacin con

    Ahora, para hacer lugar ya a la perspectiva rabe -aun

    c~ando, como anticip, habra que ir a la Biblia

    y

    revisar

    Prouer-

    bIOS, 30-, me dirijo al aforismo al que un tempransimo Lacan ya

    alude y que, en este caso sf, retoma al final de su enseanza, lue-

    go de volver sobre l varias veces en su transcurso. En ocasiones

    lo recue.r~a incluso en latn -idioma en el que, Lacan seala, pue-

    de percibirse todo su sabor : Tria s un t d iff ic i/ ia m ih i e t q ua riu m

    p en ii us i gn or o: v ia m a qu ila e in c ae /o , v i am c oiu br i s up er p eir am , u ia m

    navis

    in

    medio

    mari,

    e t v iam

    uiri

    in

    adulescentuia .

    Lo que a veces se

    l:a traducido ,de este modo: Hay tres cosas que son incompren-

    sibles para

    ITn

    y una cuarta que no entiendo: el camino del guila

    en el cielo, el camino de la serpiente sobre la roca, el camino del

    barco en medio del mar y el camino del hombre en la doncella .

    En el cuarto caso, trtase, en principio, de la mujer joven, in-

    cluso, de la que an no ha conocido varn, es decir, virgen. En

    el original hebreo dice: i 1 7 ; > 7 ~ ? -oe almh-, es la muchacha soltera,

    digamo~, la joven en edad de merecer. Ello querr decir que

    con el tiempo o la experiencia , la cosa se modifica? Nada

    menos seguro.

    De todos modos, debe destacarse la diferencia que este aforis-

    mo introduce entre los tres primeros casos y este cuarto, lo que

    con la traduccin castellana recin indicada no se llega a percibir.

    En algunas otras traducciones se subraya efectivamente en este

    dicho de Salomn -pues finalmente a l hay que atribuirlo- la

    dificu.ltad

    -difficilia

    mil7-para la marca, para la huella, presente

    en los primeros tres casos, frente a la imposibilidad -ms radi-

    cal- en el cuarto, que conducira a la ignorancia, a la completa

    ignorancia - pe n it us i gn o ro -.

    Viam viri in adulescentula

    El nico otro lugar -que yo sepa- donde se refie re a l, es en la entrevis-

    ta que Gilles Lapouge le realiza el 29 de diciembre de 1966, publicada

    en L e F ig ar o I it t rn ir e (1966, n'' 1080) con e l ttulo Sar tre contra Lacan:

    batall a absurda , Pero all no se decide el in terrogante p lanteado.

    2 CE.Schejtrnan, F. Sntoma y sinihome , en SCHEJTMAN y otros 2012a.

    3 Cf. LACAN 1962-63, 218.

    5

    I

    .~

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    3/25

    2

    F/\BIA' SCliET:\IA'I (CO:V1P.)

    21

    SICOPATOLOGA: CLINICA y IOTle/\

    En fin, Lacan alude a este proverbio primeramente, aunque

    de modo parcial, en Acerca de la causalidad psquica' , y lue-

    go vuelve sobre l, breve y tambin fragmentariamente, en los

    Seminarios

    7

    5

    y 9

    6

    , Y

    ms decididamente, en otras dos o tres opor-

    tunidades: en el

    Seminario

    10

    7

    -donde lo cita en latn y es la vez

    en que mejor lo recuerda-

    y

    luego en el

    Seminario

    16 y en el

    Se -

    minario

    22. Son esos dos ltimos comentarios los que retomar

    sucintamente aqu.

    En el Seminario 16 -De un

    011 0

    ni

    011 0-,

    en la clase del 14 de

    mayo de 1969 seala: Nuestro inters actual por la huella nos

    dio el punto de apoyo necesario. Retomemos lo que fue nuestro

    punto de partida y recordemos

    el

    proverbio rabe que cit en al-

    guna parte en mis escritos hace mucho tiempo ...

    (LACAN

    1968-

    69, 291). Es la referencia a Acerca de la causalidad psquica . Y

    Lacan contina recordando el proverbio de este modo: Hay

    cuatro cosas -olvid la cuarta, o no har un esfuerzo por recor-

    darla ahora- que no dejan ninguna huella, el pie de la gacela

    sobre el peasco, el pez en el agua y -Jo que ms nos interesa- el

    hombre en la mujer (ibd.). Ybien, no slo no recuerda al gui-

    la en el cielo, sustituye adems a la serpiente por la gacela y al

    navo por el pez. Pero, claro est, lo que le importa es la falta de

    huella ... del hombre en la mujer. Y,respecto de ello, llega la obje-

    cin: Lo que eventualmente puede objetarse logra decirse de la

    siguiente manera, cuya importancia conocemos en los fantasmas

    de los neurticos -S, una breve enfermedad de vez en cuando.

    Pero justamente eso es lo instructivo. El papel de las enfermeda-

    des venreas no es en absoluto un azar en laestructura ... (ibd.).

    Las enfermedades venreas, efectivamente, podran poner en

    cuestin la ausencia de huella masculina en la mujer no? Pero,

    dado que se trata de la doncella ... la virginidad la protegera en

    principio de este inconveniente. En fin, Lacan subraya aqu la

    prevalencia de este asunto en el nivel del fantasma neurtico, al

    mismo tiempo que su condicin no azarosa. De cualquier [ar-

    ma, esta clase del

    Seminario

    16 en dnde desemboca? En el no

    hay relacin sexual , en la imposibilidad de escribir la relacin

    entre los sexos. All conduce esta referencia a la falta de marca,

    de huella, de traza del hombre en la mujer: no podemos partir

    de ninguna huella para establecer el significante de la relacin

    sexual

    (ibd.).

    Seis aos despus, en el

    Seminario

    22

    - RSI -,

    en la clase del13

    de mayo de 1975, Lacan vuelve a recordar slo tres elementos de

    este adagio, aunque no exactamente los mismos que en el

    Semina-

    rio

    76:

    Mientras que estoy en este asunto, recordar loque se en-

    cuentra ya en 'Palabras sobre la causalidad psquica', un prover-

    bio rabe que enuncia que hay un cierto nmero de cosas sobre las

    cuales nada deja huella. Elhombre en la mujer ante todo, el paso

    de lagacela sobre las peas, sobre las rocas, y yo agrego ese tercer

    trmino, indicado por lo inaccesible a nuestros ojos, esa huella he-

    cha para los signos del cambista, no hay huellas sobre la pieza de

    moneda tocada, solamente usura

    (LACAN

    1974-75, 13-5-75).

    Yahaba sustituido a laserpiente por lagacela, aqu se agrega

    adems -aunque estaba ya en Acerca de la causalidad psqui-

    ca - la falta de huella sobre la moneda. Pero persiste siempre,

    la falta de huella del hombre en la mujer. Yal respecto, cmo no

    recordar aqu los ecos de ese lindo tema -tiene ya sus aos- de

    Silvio Rodrguez: 61eo de mujer con sombrero . Ese que dice:

    Una mujer se ha perdido, conocer el delirio y el polvo, se ha

    perdido esta bella locura, su breve cintura debajo de m, se ha

    perdido

    mi

    forma de amar, se ha perdido mi huella en su mar .

    All est: se ha perdido ... mi huella en su mar . El hombre en

    una mujer: como escribir en el agua. No queda huella alguna.

    E l

    yo femenino

    4

    Cf .

    LACAN 1946, 182-183.

    5 LACA:' -J 1959-60, 91.

    6 LACAN 1961-62, 13-12-61.

    7 Cf . LACAN 1962-63, 218.

    Pero podramos, por qu no, localizar una objecin freudiana

    frente a tal afirmacin. Es que, segn Freud, el yo de la mujer, el

    yo femenino, incluso su carcter, se construye, justamente ... a

    partir de las huellas que dejan en l las parejas que una mujer ha

    tenido As loindica, por ejemplo, en Elyo y el ello : En los ras-

    gos de carcter de mujeres que han tenido muchas experiencias

    amorosas, uno cree poder pesquisar, fcilmente, los saldos de sus

    investiduras de objeto

    (FREUD

    1923, 31).

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    22

    FABIN SCHEJTMAN (COMl '. )

    All lo destaca, como se ve, para el caso de seoras o seo-

    ritas ... con gran experiencia en asuntos amorosos , no parece

    alcanzar con esto a la doncella del proverbio. Pero, ya en La

    diseccin de la personalidad psquica -es decir, en la Confe-

    rencia 31 -10 extiende a la feminidad en general: Identi ficacin

    y eleccin de objeto son, en basta medida, independient~s en-

    tre s; empero, uno puede identificarse con la persona a qUIen se

    tom, por ejemplo, como objeto sexual, alterar su yo de acuerdo

    con ella. Suele decirse

    -sta

    es la cuestin- que el influjo del ob-

    jeto sexual sobre el yo se produce con particular frecuencia en las

    mujeres, y es caracterstico de la feminidad

    (FREUD

    ~932, 58-59).

    Siendo as, bastara con c onocer varn para que incluso una

    seorita de poca o nula experiencia hasta entonces sea tocada

    por esta afirmacin freudiana. .

    La idea de Freud se reduce as a concebir el yo de las mujeres

    como una especie de museo en el que se conservan los rasgos de

    los hombres a los que han amado. Es verdad que luego Freud

    extendi ms esta perspectiva: lleg a indicar que, en realidad,

    el yo como tal -ms all de las diferencias de sexo- se constitu-

    ye por esta identificacin regresiva que qu.ed~ en el lugar .de la

    eleccin de objeto abandonada. Pero, en pnnClplO, puede situar-

    se esta suerte de objecin freudiana al proverbio que estoy co-

    mentando: pareciera que alguna huella del hombre queda, segn

    Freud, en el yo de una mujer.

    Recuerdo, al respecto, el caso de una joven -lo relato aqu

    muy sintticamente- que llega a la consulta por diversos mo-

    tivos aunque, en el transcurso de las primeras entrevistas, un

    hecho aparentemente nimio comienza a ocupar el centro de la

    escena: ocurre que desde hace unos pocos meses, la gent~ que la

    rodea -sus familiares, sus amigos- le indican que ella VICne te-

    niendo un tono extrao en la voz, es decir, la escuchan hablar con

    un tono que no es el habitual. Ala paciente le resulta raro, porque

    en verdad ella -al menos inicialmente- no perciba en su forma

    de hablar nada fuera de lo comn, por cierto que muchas veces

    tuvo laringitis, pero nada que durase mucho tiempo. Ahora bien,

    luego de determinado traspi amoroso, quiero ~ecir, a partir del

    momento en que un novio -de cierta importancia, con el que ha

    estado varios aos- la deja, ella comienza tambin a percibir en

    el tono de su voz algo extrao: se percata as de lo que ya le se-

    PSICOPATOLocfA: CLNICA y TICA

    23

    alaban. En fin, ms all de lo que la trae al analista, esto es de lo

    que termina hablando: algo extrao siente en su ~oz, y no lo.so-

    porta muy bien, ella quisiera poder hablar como SIempre lo hIZO.

    y bien, en esas primeras entrevistas comunica un sueo que

    es clave en su -posterior- entrada en anlisis y en la determina-

    cin de lo que se localiza como sntoma: me encuentro con mi

    exnovio [el que la ha dejado] y l se burla de m, me saca la len-

    gua . No tarda mucho en captar el equvoco presente en el relato

    de este breve sueo, lo que le permite retomar las mltiples veces

    en que determinados hombres de su vida le sacaron la lengua ,

    al punto que ella qued hablando su lengua -Ia de ellos-: en

    algunos casos aprendiendo efectivamente la lengua de sus pare-

    jas extranjeras, en otros, sencillamente apropindose de algunos

    latiguillos, modismos, inflexiones o el tono de sus voces -caso de

    su ltimo novio-. Muy freudiana: lo extrao que ella finalmente

    consigue or en su modo de hablar es reconducido hasta lo que

    sus parejas le han dejado ... al dejarla. Aqu se tiene, entonces, un

    ejemplo que pinta bien lo que seala Freud: las marcas que los

    hombres dejan en el yo de las mujeres. En este caso en el nivel

    mismo de la voz de esta joven, del tono de su voz. Por supuesto,

    se trata del yo, aun de lo que, como objeto invocante, llega a ser

    velado por la imagen yoca .

    Ahora bien, intentando defender al adagio rabe-salomnico

    salomnico de esta objecin freudiana, todava podramos argu-

    mentar que en el yo de las mujeres no es lo mismo que en las

    mujeres . En efecto, tal vez pueda afirmarse que el yo sea lo ms

    masculino que una mujer posee. y , de este modo, seguir soste-

    niendo con el proverbio aludido que no queda huella del hombre

    en una mujer ... salvo -agreguemos ahora- en su yo.

    8 Se aborda brevemente ese ncleo de objeto a en el yo en mi trabajo Una

    int roduccin a los t res reg is tros , en este mismo volumen.

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    24 FABIN SCHEjTMAN (COMP.)

    PSICOPATOLOC[A: CLNICA Y TICA

    25

    PRIMERA PARTE: DNDE HALLAR AL CLNICO?

    tender nada de la psicosis, aos en un consultorio escuchando

    pacientes y no llegar a pescar la lgica de un caso. La clnica no es

    cuestin de olfato -como se dice- sino de conceptualizacin, de

    formalizacin. Es un sobreagregado a la experiencia, y no va de

    suyo. Aqu ni al zorro ni al diablo -parece que el conocido dicho

    puede tomar esas dos formas-les alcanza con ser viejos.

    Es por ello -breve

    excursus-

    que al instrumentar dispositivos

    clnicos en el marco de nuestras actividades de enseanza uni-

    versitaria, sea en la prctica profesional Clnica del sntoma O o

    en las comisiones de hospitales de Psicopatologa , la concu-

    rrencia al hospital nunca ha sido el primer paso propuesto ni el

    nico espacio ofrecido a los estudiantes. No se trata de propor-

    cionar visitas guiadas para acercar al alumno a vaya a saber

    qu extico zoolgico humano

    - en

    esta jaula los psicticos, en

    aquella las

    anorxicas,

    en la de ms all los toxicmanos, obsr-

    veselos sin tirarles galletitas -. Ninguna formacin propiamente

    clnica proviene de recorridos tales, por pintorescos o frecuen-

    tes que sean. La propuesta debe ser un poco ms compleja. La

    concibo -y as la hemos instrumentado siempre- triple: puede

    ilustrarse con la ayuda del conocido juego de piedra, papel y

    tijera (PPT), donde, como es sabido, la piedra es vencida por el

    papel, ste por la tijera y esta ltima ... por la piedra. Ninguna

    preponderancia de alguno de los elementos respecto de los otros

    y se precisan los tres para que la ronda siga: en efecto, la relaci.n

    es... borromea.

    De todos modos -lo mismo que para dibujar un nudo borro-

    meo- por un lado hay que comenzar: el estudiante concurre aS,

    primeramente, a un espacio -a veces se lo llama terico , puede

    ser un seminario, son siempre palabras (Verba)- que provee esa

    tijera conceptual sin la cual es imposible realizar nngn

    vrecor-

    te clnico: no hay clnica sin recorte. Luego, con ese instrumento

    -ya que inerme no se puede enfrentar la experiencia- se llega

    a la observacin -rnal llamada, a veces, clnica- en una institu-

    PPT

    No llevar ms lejos el comentario de los dos proverbios, se

    trata slo de una introduccin, aLmque se ver que ambos ten-

    drn sus resonancias en lo que desarrollar. Me interesa dirigir-

    me ahora hacia lo que se concibe como clnica y, especialm~nte,

    clnica psicoanaltica. Detenerse en ello tiene, su imp?rtano~ 'ya

    que muy frecuentemente se superpone la climc.a pSlcoana~l~ca

    con la experiencia del anlisis, se cree que en el .ruvel de la clruca

    se trata propiamente del encuentro con el paciente, o del trata-

    miento psicoanaltico como tal.

    Sin embargo no es as. Es preciso distinguir lo que es la e:~e-

    riencia analtica, de la clnica que es producto de ella. La clnica

    psicoanaltica, en efecto, no se confunde con la experienci~ del

    anlisis, supone ms bien su redoblamiento. Un redoblamiento

    que ya es conceptualizacin, incluso formalizacin de es~ exp~-

    riencia, y al menos en dos vertientes anudadas paTa el pSlCOlI~.a-

    lisis -habra que precisarlo-: direccin de la cura y construccio-

    nes nosolgicas.

    Pero, de dnde provendr, en efecto, la idea de que el con-

    tacto con el paciente,

    p er s e,

    proveera algn saber clnico articu-

    lado sobre su padecimiento? De dnde la idea de que fr~cuentar

    al psictico, por ejemplo, concurrir por ao~ cuatro o,cm~o. ve-

    ces por semana al manicomio, podr~a g~rantizar el mas ,rnrrumo

    avance en el entendimiento de la pSICOSIS?Se supondra que al-

    guna especie de smosis continuada facilitara alguna ganancia

    de saber? Se creer acaso, adems, que apoyar el traser~ e~ el

    silln del analista por aos mejora, por s mismo, el entendimien-

    to de aquello que puede soltar de su boca el que reposa decbito

    dorsal en un divn cerca de ese silln? Eso no se constata , Cual-

    quiera puede pasarse aos concurriendo al psiquitrico yno en-

    10 Dictada en la Facultad de Psicologa de la UBAentre 2003 y 2009.

    11 Comisiones que funcionan desde el inicio del trabajo en la Ctedr a II de

    Psicopato logfa de la UBA, en 1984, y an continan.

    12 Teora prov iene del griego 8EWQElV -theorein- que es contemplar :

    su base imaginar ia , por ms s ist ema lgico-deductivo que se pretenda,

    es ineliminable.

    9 Lacan, de hecho, para hacer avanzar el psicoanlisis, apost ms por el

    novel analista, el que recin comienza su prctica, incluso aquel al que

    esa pr ctica puede a veces angustiar, que por el analista consagrado por

    los aos, ya de vuelta de todo, inmune quizs a toda sorpresa.

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    FABll'. SCHEJTMAN (COMP.)

    cin asistencial. Lati jera conceptual es puesta a prueba, se las ve

    all con lo real de la experiencia, digamos, la piedra, que necesa-

    riamente mella el instrumento, aun cuando no necesariamente

    desafila la tijera, al contrario, cualquier teora no extrae sin~.ga-

    nancia de ello. Pero del encuentro con la piedra no solo la tijera

    se lleva lo suyo, el observador -el estudiante- se retira ~e a.ll

    con sus marcas: las que le deja el encuentro con la experiencia.

    seguramente no slo las notas que pudo tomar.en algunos a~un-

    tes. En todo caso, algo all queda escrito: S c rr pt a mane n t, SIgue

    el papel... de la lectura (Lectio). Es que la clnica es tambin y

    sobre todo lectura, que supone la escritura, claro esta. No fal-

    tan, entonces, en las comisiones de hospitales de Psicopatologa.

    ni fal taron en las de nuestra prctica profesional, estos espacios

    posteriores a la observacin que estimulan la operacin de lec-

    tura del caso observado, de las marcas que han quedado ... en el

    observador. Conceptualizacin, formalizacin, lectura del caso:

    a

    travs

    de las notas que cada estudiante ha tomado y de lo que

    a cada quien le ha dejado el encuentro con la experiencia. Por lo

    general este tramo es trabajo colectivo de lectura, aun cuando las

    marcas de la observacin las lleva cada uno, uno por uno . Por

    fin,eventualmente, puede decantar un escrito -segundo res~e~to

    de las notas tomadas y las marcas que se portan-: en la practlca

    profesional era un informe sobre el caso, en Psicopatologa en

    muchos oportunidades el trabajo escrito del REFE I5 . Que q~e-

    de fijado lo antedicho en este breve esquema (en el que p~dn~

    considerarse los dos sentidos del giro -dextrgiro y levgiro-e SI

    estuviramos distinguiendo aqu sntoma y

    sinthome

    -pero no

    l6

    -

    podra repartir respectivamente esas funciones):

    13 Qu viene primero, la escritura o la lectura? Es un problema complejo,

    quizs se trata de una operacin nescindible: lecto-e~c.ntura. _

    14 Como portadores de esas marcas, en nuestros dlSPO,~)t lVOSde e,:u'enan-

    za clnica, los estudiantes tienen en verdad algo de pasadores . Vase

    ms adelante su funcin en el dispositivo del pase creado por Lacan.

    15 Rgimen de Examen Final Especial que tiene como requisito, entre

    otros la confeccin del escri to aludido.

    16 Pued~ consultarse: Schejtman, E, Sntoma

    y sinthome ,

    enSCHEJTMAN

    y

    otros 2012a

    PSICOPATOLOC A: CLtNICA y TICA 27

    TIJER

    Yerba

    P PEL

    Lectio

    elaboracin colectiva

    PIE R

    Scripta

    uno por uno

    E l

    p si co an ali st a, q ue n o p ie ns a ...

    c on vie ne q ue se v ue lv a c ln ic o

    Subraymoslo entonces: la clnica psicoanaltica no es la expe-

    riencia anal tica en bruto. Supone ya, en los niveles recin desta-

    cados, la lecto-escritura de esa experiencia, su conceptualizacin

    que, es preciso subrayarlo, no va de suyo y conviene que se adi-

    cione a la prctica, por mejores resultados que de ella se obten-

    gan. Lacan ha insistido en esto a lo largo de toda su enseanza:

    la eficacia del psicoanlisis no le era suficiente, adems es nece-

    sario dar cuenta de esa eficacia, dar de ella sus razones ', De lo

    contrario el psicoanlisis es un esoterismo ms, una experiencia

    inefable e intransmisible.

    Pero, ciertamente, dar razones no es lo que hace el psicoana-

    l ista en su prctica, a l le toca interpretar, que es otra cosa. Qu

    efectos puede esperarse del corte de una sesin, por ejemplo, si a

    continuacin el analista se toma el t iempo necesario para expli-

    carla a su paciente? La interpretacin analtica no es una expli-

    cacin y no se trata de amortiguar sus efectos justif icndola ante

    quien est dirigida. Pero ello no impide, claro est, que de ella

    se den razones en otro momento, en otro lugar: supervisando el

    caso, en una presentacin frente a colegas o donde fuere . Seve

    17 As Joexpli cit a en la Aper tura de la seccin cln ica - texto sobre el que

    me detendr enseguida-: Propongo que la seccin que en Vincennes

    se intitula 'de la clnica psicoanaltica' sea una manera de interrogar al

    psicoanalista, de apremiarlo para que declare sus razones (LACA N

    1977,42).

    18 Debe hacerse notar, como se indic ms arriba, que si el acto analtico es

    l

  • 7/23/2019 Fabin Schejtman - Clnica Psicoanaltica, Scripta, Lectio (2)

    7/25

    28

    FAIlLN SCHEIT\lAN (CO:VIP.)

    bien, de este modo, la necesidad de desdoblar al psicoanalista:

    dar las razones del acto analtico nose superpone con su efectua-

    cin. As lo indica explcitamente Lacan en el

    Seminario

    22: ...es

    indispensable que el analista sea al menos dos: el analista para

    tener efectos, y el analista que a esos efectos los teoriza

    (LACAN

    1974-75,10-12-74).Yen este al menos dos , la posicin del psi-

    coanalista que conduce la cura y de aquel que la conceptualiza

    -el que deviene

    clnico-

    no se confunden.

    Es algo que Freud pudo adelantar a su modo. Relase aquel

    fulgurante texto que lleva por ttulo Consejos al mdico sobre

    el tratamiento psicoanaltico y se ver all a Frcud estableciendo

    acabadamentc la posicin del analista por un no especular ni

    cavilar mientras analiza,

    V

    en someter el material adquirido al

    trabajo sinttico del pensar slo despus de concluido el anli-

    sis (FREUD 1912b,114):esa es la base misma de la atencin flo-

    tante que es el correlato, para el analista, de la regla fundamental

    que propone para el analizan te, la asociacin libre. Que no espe-

    cule ni cavile mientras analiza: que no piense al analizar pero...

    que lohaga despus, cuando el anlisis concluya o,en todo caso,

    agrego, entre sesiones.

    Para el psicoanalista en un sentido estricto, para el psicoana-

    lista en funcin, se trata efectivamente de un decidido no pien-

    so que, ya segn Lacan, le posibilita venir al lugar de agente en

    eldiscurso al que sirve -el ctiscurso analtico- y no eludir la cita

    del acto. Como sesabe, el acto y elpensar estn en las antpodas:

    1 0 muestra muy bien el neurtico obsesivo cuando posterga el

    acto en un pensar irrefrenable que, adems, lo martiriza. En

    fin,

    el acto del psicoanalista no se efecta en el pensamiento. Como

    en elboxeo, no setrata de ponerse a pensu enel ring, sinode dar

    el golpe adecuado. Es obvio que si en el cuadriltero el boxea-

    dor se detiene a pensar ... es l quien recibir los golpes Pero,

    sin embargo, debe prepararse fuera del ringoAh s conviene que

    piense, durante su entrenamiento, con el coach en todo caso, con

    el que eventualmente planea estrategias para lapelea, con el que

    evala lo sucectido a posteriori ... recin alud al control, a la su-

    pervisin de la prctica analtica, es eso: claroque se piensa al

    ~oledad, si el analista est solo al f ormular la interpretacin, la clnica

    no es sin los otros, especialmente, la le ctura no es sin los otros.

    PS1COPATOLocfA: CL1KlCA y TICA

    29

    supervisar un caso pero, precisamente, all no se est en tanto

    que psicoanalista en funcin, seest como clnico -ambos, super-

    visor y supervisado-.

    Se puede afirmar, entonces, como lo hace Lacan, que el psi-

    co~alista debe ser al menos dos, el del acto y el que lo concep-

    tualiza, y selo puede hacer por la imperiosa necesidad de sumar

    a la operacin analtica su elucidacin conceptual, de empujar al

    psicoanalista a que entregue las razones de su acto: de all el im-

    perativo que resuena en la cita del Seminario 22,el es indispensa-

    bl e que elanalista sea almenos dos . Pero es crucial recordar que

    el segundo, el analista que deviene clnico, ya no est operando

    como psicoanalista en un sentido estricto. Lejosde la destitucin

    subjetiva que le permite hacerlo en el nivel del acto analtico,

    al conceptualizar el acto y sus efectos, al dar razones, recobra su

    posicin como sujeto. Es que la destitucin subjetiva que con-

    lleva la posicin analtica y que supone el radical no pensar

    recin aludido, no puede ser permanente: nadie es psicoanalista

    fu ll tim e

    As, es notable que la transmisin del psicoanlisis no

    descanse en el psicoanalista en funcin, sino en la de un sujeto

    que se vuelve clnico... al descansar de la destitucin a la que lo

    somete funcionar como analista.

    Pero ese sujeto restaurado en un tiempo posterior a aquel en

    el que se funcion como agente del acto analtico no es el

    nico

    que puede dedicarse a la clnica. La clnica psicoanaltica no es

    propiedad exclusiva del psicoanalista dispensado del acto por

    no encontrarse sentado detrs de un divn. En ese sentido, vale

    la pena recorrer una serie de textos producidos por Lacan entre

    1967y 1977:se ver que en ellos es posible recortar la posicin

    de un sujeto-clnico que excede con mucho al psicoanalista inten-

    tando pescar la lgica de un caso. Los recorrer a continuacin

    desde elms tardo al ms temprano.

    19 Cf. LACAN 1967a, 1967b y 1967c .

    20 Lo que pudo entreverse ya en la breve alusin realizada a las prcticas

    clnicas, propiamente c1.nicas, en Pscopatologia y Clnica del snto-

    ma : ese sinttico

    excursus

    ya most raba has ta dnde no s lo no-ps icoa-

    nali st as , s ino estud iantes de ps icologa , pueden acercarse a la clnica del

    psicoanlisis.

    21 Acaso por ello, entre otras cosas, Lacan siempre puso el acento en la

    importancia de contar con no-anali stas en su Escuela?

  • 7/23/2019 Fabin Schejtman - Clnica Psicoanaltica, Scripta, Lectio (2)

    8/25

    3

    FAlJI.. So IEJTMAN (COMP.)

    Analizante-cln. ico

    Para comenzar, vyase a la que es seguramente la referencia

    mayor para interrogar en Lacan la clnica del psicoanlisis: la

    Apertura de la seccin clnica , de 1977. All se enc~entra w :

    puado de definiciones fulgurantes sobre ella. Imperdibles, aqUl

    recordar slo algunas. .

    Lacan inicia en esa oportunidad preguntndose muy senct-

    lamente qu es la clnica psicoanaltica. Responde de inme?iato:

    No es complicado, la clnica tiene una base: es lo que se dice en

    un psicoanlisis (LACAN 1977,37) Ybien, podra cr~erse que se

    trata del decir del analista. Pero no, basta con continuar leyen-

    do para notar que lo que llama aqu la base de la clnica sur~e

    de boca del psicoanalizante: En principio, uno se propone decir

    cualquier cosa, p~ro n~ ~esde cualq~ier sit~o: d,;sde, lo que por

    esta noche llamare el divn

    [dlre-vent-)

    analtico (ibd.).

    Entonces es en ese decir-viento que sopla desde el divn,

    desde la posicin analizante, que Lacan halla la base de la clnica

    psicoanaltica. Esas palabras que vuelan.-~e 'ba

    volant-

    solta~a~s

    por el analizante a partir de la libre aSOClaCl~nsOI?ortan la clni-

    ca. No se hace clnica desde el silln del anahsta,

    SIlla

    desde el

    divn. Clinicar , seala Lacan, comienza por acostarse: Hay

    que clinicar. Es decir, acostarse. La clnica est siempre ligada a,la

    cama se va a ver a alguien acostado (ibd. , 38). En efecto, el ter-

    mino clnica proviene del griego l(\(vll

    -Kline-,

    que es lecho,

    cama, triclinio. Pero el que

    clinica,

    el clnico, ~egn ~acan, lo ~~ce

    en posicin decbito dorsal: antes que el psicoanalista, el clnico

    es el psicoanalizante. .' .,

    Pero, claro, rpidamente podra surgir una

    objecin:

    que cl-

    nica cabe esperar que entregue este analizante-c1nico que no sea

    la que engendra su neurosis con la asociacin libre? Frente a ello

    dos respuestas. .'

    La primera. Lacan ya indica en esta oportunidad que la libre

    asociacin no conduce a cualquier lado: Este viento [de la aso-

    ciacin libre] posee valor propio, cuando se criba, hay cosas que

    echan a volar ( ibd. , 38). Cribar es colar, tamizar, separar la

    paja del trigo. Efectivamente, si la asociacin libre supone decir

    22

    Dire-vent:

    decir viento.

    PSICOPATOLOGfA: CLiNICA y ncA

    31

    lo que sea, ese lo que sea no termina siendo, finalmente, cual-

    quier cosa. Y ello no slo por la coercin de la determinacin

    inconsciente que viene a poner en cuestin, por el empuje del

    automaion

    significante, muy justamente la supuesta libertad

    de la libre asociacin , sino porque quien se compromete con la

    regla fundamental es no slo inducido por la insistencia simb-

    lica del significante sino conducido irremediablemente hacia lo

    imposible de decir : lo que terminar por entregar una marca

    que no es significante sino letra. As, en el nivel de este psicoana-

    lizante-clnico, se trata de lo que termina por arrojar la asociacin

    libre luego del cribado, de la separacin de la paja del trigo, de

    lo que llega a precipitar el tamizado de ese decir viento . En la

    libre asociacin hay lo que vuela -

    Verba volant-,

    claro est, pero

    tambin hay lo que resta, reposa y permanece -Scripia maneni-,

    Del trabajo de la asociacin libre, que es un trabajo de palabras

    que vuelan, se llega eventualmente a letras que quedan: Scrip-

    ta... que podrn ser ledas -Leciio-.

    La segunda. Es preciso detenerse en lo siguiente: que se en-

    cuentre al clnico en el psicoanalizan te no torna necesaria la in-

    versa. La posicin clnica no se halla en cualquier analizan te. Ya

    se insina en lo que indiqu recin: si se trata de lo que resta del

    trabajo de la l ibre asociacin ... es preciso alcanzar ese resto. As,

    quizs se descubra de un modo efectivo al psicoanalizan te-clnico

    justamente al trmino de su trabajo de libre asociacin, que no es

    aun el del anlisis

    O

    se ha credo acaso que la asociacin libre

    23 Cf. Schejtman,

    F.

    Una introduccin a los tres registros , en este mismo

    volumen.

    24 Eneste texto Lacan lo indica de este modo: Qu quiere decir el incons-

    ciente sino que las asociaciones son ineludibles? El dicho no se socia al

    azar (LACAN 1977,37).

    25 A su modo Jo anticipaba as Lacan en 1958: E l sujeto invitado a ha-

    blar en el anlisis no muestra en lo que dice, a decir verdad, una gran

    libertad. No es que est encadenado por el rigor de sus asociaciones:

    s in duda leoprimen, pero es ms bien que desembocan en una palabra

    l ibre, en una palabra plena que lesera penosa. Nada ms temible que

    decir a lgo que podra ser verdad. Porque podra llegar a serlo del todo,

    s lo fuese, y Dios sabe lo que sucede cuando algo, por ser verdad, no

    puede ya volver a entrar en la duda (LACAN 1958,596). Falta ligar,

    elaro est, lo que aqu es palabra plena o incluso verdad , con lo

    imposible de decir y su marca.

    ~.

  • 7/23/2019 Fabin Schejtman - Clnica Psicoanaltica, Scripta, Lectio (2)

    9/25

    32

    FABlAN SCl-fETMA1'\ (COMP.)

    recubre enteramente el trabajo analizante, o que su final -el de la

    libre asociacin- coincide con el de la cura? En modo alguno. Po-

    dra decirse, como seala Lacanen su Observacin sobre elinfor-

    mede Daniel Lagache... : incluso sies su trmino, noes el

    fin

    del

    anlisis, y aun sise ve enelloel fin de los medios que el anlisis ha

    empleado, no son los medios de su [in

    (LACAN

    1960,661).

    Esdecir, por qu noproponer, en efecto, que elanalizante se

    vuelve decididamente clnico justo all donde la asociacin libre

    encuentra su desenlace?: lo que permitira plantear incluso un

    uso de la nocin freudiana de construccin -adjetivada aqu,

    con toda razn, dnka -Iocalizndola, deesta manera, ms del

    lado del analizan te-clnico que alcanz respecto de su sujecin a

    la regla fundamental del anlisis un punto de agotamiento, que

    del analista que no se revela aqui ms que como causa: antes de

    la asociacin libre, ahora de esa construccin clnica analizante.

    Laconstruccin, aqu, como puede adivinarse, sehace de escritu-

    ra y lectura. Tales los medios de los que puede tambin valerse el

    psicoanalizante cuando la libre asociacin comien.za~ntregar ...

    letras.

    y

    claro que supone un fin.Pero uno que es finahdad antes

    que final: no se trata de evolucin, sino de lgica.

    Discu rso h i st r ico

    Vestigios de la consideracin del psicoanalizante-clnico. pue-

    den hallarse asimismo en la Introduccin a la versin alemana

    de un primer volumen de los

    Escritos ,

    de 1973.En este texto

    lam.binLacan se refiere a la clnica, de este modo: ...la cuestin

    comienza a partir de

    10

    siguiente: hay tipos de sntomas, es decir,

    hay una clnica (LACAN 1973b,12-13).

    Ybien, la clnica, segn esta perspectiva, como se lee, no se

    reduce al encuentro con pacientes, como vengo insistiendo, sino

    que acontece en el paso agregado que consiste en determina~ ti-

    pos de sntomas, lo que ya supone un orden de conceptuahza-

    cin. Ycontina: Sloque resulta que esa clnica es de antes del

    discurso analtico...

    (ibd.,

    13).

    Lacan se refiere ahora a la c1inicapsiquitrica, a la que pro-

    dujo la psiquiatra clsica, que ha podido, en efecto, aislar tipos

    clnicos. Y seala que si ste [el diSClITSOnaltico] le aporta [a

    PSICOPATOLOGIA: CLNTCA y TICA

    33

    la clnica de la psiquiatra clsica] alguna luz, es seguro, pero no

    cierto. Ahora bien, tenemos necesidad de la certeza, porque slo

    ella puede transmitirse, pues se demuestra (ibd.).

    Es decir, tenemos seguridad de que el discurso del psicoan-

    lisis le ha aportado alguna luz a los tipos clnicos establecidos

    por la psiquiatra clsica... pero certeza? Para que haya transmi-

    sin -ya he aludido a ella- se precisa la certeza, la demostracin.

    y de dnde provendra esta certeza, necesaria para la transmi-

    sin, para la clnica?No del discurso analtico, segn este Lacan

    de la Introduccin a la versin alemana de un primer volumen

    de los Escritos , es sorprendente: Que los tipos clnicos respon-

    den a laestructura, es algo que puede escribirse ya, aunque no

    sinvacilacin. Slo es cierto y transmisible del discurso histrico.

    Es incluso en eso que en l se manifiesta un real prximo al dis-

    curso cientfico (ibd.).

    Sihay un avance de la clnica, la nuestra, la del psicoanlisis,

    respecto de la clnica psiquitrica, eso lo debemos, segn Lacan,

    al discurso de la histeria, que es el nico de los cuatro que for-

    maliz que lleva al saber al lugar de la produccin y por ello,

    Lacan puede

    arrimarlo

    al discurso cientfico.

    No llevar ms all el comentario de este prrafo de la In-

    troduccin a la versin alemana de un primer volumen de los

    Escritos , slo agregar que en el Seminario 17, pocos aos antes

    de este texto, Lacan ya ubicaba la necesidad de pasar por el dis-

    cursohistrico para volverse psicoanalizante: proponia la necesi-

    dad de la histerizacin del discurso en laentrada en anlisis .

    O sea, para ir al punto en el que estamos: otra vez la clnica, la

    transmisin, en psicoanlisis, pensadas ms bien del lado del

    26 Cf. LACAN 1969-70 .

    27 Arrimarlo, no confundirlo con l. Esta aproximacin est presente tam-

    bin en Televi sin , del mismo ao que el t ex to comentado: Concluyo

    que el discurso cientfico y el discurso histrico tienen casi la misma

    estructura ... (LACAN 1973a, 103).

    28 Cf. LACAN 1969-70, 33. De todos modos, necesidad no comporta sufi-

    ciencia: para que haya analizan te la histerizacin como direccionalidad

    hacia el Otro es nece saria -la transferencia comienza por all, como lo

    descubri Freud con sus histricas- pero no suficiente. El pasa je al dis-

    curso analtico, en el que el sujeto viene al lugar del trabajo, es impres-

    cindible. Volver sobre ello ms adelante.

  • 7/23/2019 Fabin Schejtman - Clnica Psicoanaltica, Scripta, Lectio (2)

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    34

    FAI5IN

    SCHEjTYLA:--I

    (COMP.)

    psicoanalizante. Aqu, ligada entonces, no con el discurso anal-

    tico, sino con el discurso histrico.

    De pasada, ya que indiqu aqu la prevalencia del discurso

    histrico en relacin con la clnica, vale la pena recordar otro

    dispositivo propuesto por Lacan que, segn Jacques-Alain

    Miller, se monta precisamente sobre este discurso: el cartel, como

    se sabe, rgano de base de la Escuela de Lacan, pequeo grupo

    propuesto para hacer avanzar la elaboracin de saber en psicoa-

    nlisis. Lase Cinco variaciones sobre el tema de la elaboracin

    provocada'P?

    yse ver cmo Miller construye alLdetenidamente

    la formalizacin del dispositivo del

    cartel

    precisamente a partir

    del discurso de la histeria y la produccin de saber. En el cartel,

    por supuesto, tambin puede hacerse clnica, y el miembro del

    cartel, el cartetizante, por cierto, no est all, l tampoco, a ttulo

    de psicoanalista: todos sujetos, cada uno con su rasgo singular.

    No

    ha y

    f orm ac i n d el a na lis ta

    Sepuede agregar aqut, en la lnea de loque voy proponiendo,

    una afirmacin sorprendente de Lacan en Sobre la experiencia

    del pase , texto de noviembre de 1973. All seala

    10

    siguien-

    te: Habra que saber reparar en las cosas de las que no hablo:

    nunca habl de formacin analtica, habl de formaciones del

    inconsciente. No hay formacin analtica [no hay formacin del

    analista]. Del anlisis se desprende una experiencia, a la que es

    completamente errado calificar de didctica. La experiencia no

    es didctica

    (LACAN

    1973d,37).

    En primer lugar uno se queda pasmado frente a esta afirma-

    cin. Durante veinte aos -este texto es veinte aos posterior al

    discurso de Roma-, si de algo no dej de hablar Lacan, es de la

    formacin analtica: ise la pas hablando de eso Pero no slo se-

    ala aqu que no habl de la formacin analtica, sino que indica

    que nola hay: que no hay formacin del analista. Qu quiere de-

    cir con eso y por qu destaca, en su lugar, que de

    10

    que s habl

    es de las formaciones del inconsciente?, lo que podra escribirse

    de este modo:

    29 Cf. MILLER 1986.

    PSICOPATOLOGfA: CLLNlCA y TICA

    35

    formaciones del inconsciente

    formacin del analista

    Propongo una lectura a partir de lo que vengo desplegando:

    esta

    sustitucin

    de laformacin del analista -que no hay- por las

    formaciones del inconsciente -que s hay-, se sostiene del hecho

    deque elnico que seforma en psicoanlisis es el analizante. No

    hay formacin del analista, porque al psicoanalista se lo pesca

    -si eso fuera posible-, solamente en el tiempo del acto, es loque

    vengo subrayando.

    Elpsicoanalista, no puede formarse como tal, porque para ha-

    cerlo debe necesariamente dejar la posicin a la que su prctica

    lo confina -causa del trabajo anaJizante-. La formacin analtica

    es un trabajo, no se consigue desde el lugar de la causa. Para

    formarse como analista es preciso devenir clnico y salirse de la

    posicin del analista. Esta es la paradoja de la cuestin. As, el

    que se forma, el que est en la formacin -incluso, en las forma-

    cionesdel inconsciente, el que es afectado por ellas en tanto que

    sujeto-, en esa formacin que es permanente -ms all de que el

    anlisis concluya-, ese es el psicoanalizante.

    Luego, adems, conviene no dejar pasar que en la cita co-

    mentada, se haya una objecin de Lacan interpuesta frente a la

    idea de considerar didctica a la experiencia. La experiencia no

    esdidctica, seala. En efecto, al menos no loes por smisma, 1 0

    he sealado: no se aprende por smosis Sila experiencia no se

    redobla por la conceptualizacin es ftil, estril. Debe adicionar-

    sele, insisto, la clnica... aqu, en el nivel mismo de la formacin

    analtica que, si la hay, se efectiviza en el analizan te y no en el

    analista.

    P r e se n ta c io n es d e e n fe rmo s

    Luego, puede tomarse una exposicin deLacan, de 1970,poco

    difundida, conocida como Aportes del psicoanlisis a la semio-

    logapsiquitrica o En lode Daumezon . Como se sabe, Lacan

    regularmente realizaba presentaciones de enfermos, es decir, se

    ocupaba de llevar adelante esa prctica clsica de la psiquiatra

    -consistente en la entrevista de un paciente con presencia de p-

  • 7/23/2019 Fabin Schejtman - Clnica Psicoanaltica, Scripta, Lectio (2)

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    36

    F AB1N SCHEJTMAN (COMP.)

    blico y la discusin del caso a los fines de la transmisin- aunque

    indudablemente modificada y puesta por l al servicio del dis-

    curso analtico. Se trata, entonces, de una exposicin en el ser-

    vicio de psiquiatra de Daumezon -donde Lacan, en esa poca,

    realizaba presentaciones- y en ella se refiere muy puntualmente

    al dispositivo clnico de la presentacin de enfermos, revelando

    de un modo muy preciso su estructura, tal como la conceba y

    pona en prctica.

    Para comenzar conviene destacar que Lacan seala con toda

    claridad que en la presentacin misma del enfermo, al entrevis-

    tarlo, l se ubica en la posicin del analista: estas presentaciones

    estn caracterizadas por el hecho de que es a ttulo de psicoana-

    lista que estoy all, invitado por Daumezon, en su servicio, y que

    es [desde] mi posicin actual de psicoanalista que obro en mi

    examen (LACAN 1970a).

    Por supuesto, operar en la entrevista como psicoanalista in-

    cluye ya un elemento que trastoca absolutamente la perspectiva

    clsica en la presentacin de enfermos, pero no puedo en esta

    ocasin detenerme estrictamente en e1l0

    30

    ,

    puesto que debo inte-

    rrogar ms bien dnde se halla el clnico que, se entender, como

    vengo sosteniendo, no puede confundirse con quien obra como

    psicoanalista -aqu Lacan- al entrevistar al paciente.

    y bien, clnico en primer lugar, durante la entrevista es, si no el

    entrevistador ... el entrevistado mismo En efecto, especialmente

    leyendo las presentaciones de Lacan o participando de presen-

    taciones en las que el entrevistador habilita esa enance , no es

    difcil percatarse de que el paciente entrevistado deviene muchas

    veces un excelente clnico: asla sus sntomas, distinguindolos;

    precisa el inicio de su crisis, y si son varias, las aborda seriamen-

    te, es decir, las pone en serie; consigue determinar qu lo agrava

    y eventualmente, qu 10 mejora o estabiliza, etc. En la presenta-

    cin de enfermos quien opera como clnico primeramente, du-

    30 Respecto del di st ingo entre la presen tacin de enfermos clsica

    y

    la pro-

    pues ta de l.acan, puede consu ltarse la tesi s de Maest ra en Psicoanli-

    si s que Mara Laura VaJcarce escribe bajo mi di reccin: d. VALCARCE

    2012.

    31 Como las que desde hace aos llevamos adelante en el marco de las

    tareas de enseanza en nuestra Ctedra

    n

    de Psicopatologa y tambin

    real izamos , en su momento, en Clnica del s n toma.

    PSICOPATOLOGfA: C\lICA y TICA

    37

    rante la entrevista, es el paciente mismo ... y no el analista que

    ms bien est all causando ese trabajo clnico del entrevistado.

    Luego, es claro que Lacan, en la segunda parte de la presen-

    tacin de enfermos , cuando la entrevista concluye y el paciente

    deja la sala y se abre a la conversacin con el pblico que parti-

    cip oyendo la entrevista, deviene tambin, l mismo, un clni-

    ca . .. pero no est ya operando estrictamente como analista: se lo

    encuentra entonces construyendo el caso, destacando la lgica

    de su estructura tanto como la de la entrevista misma, pescando

    y sealando el detalle que orienta el diagnstico, eventualmente

    comunicando su opinin respecto de lo que puede preverse para

    el futuro prximo del paciente.

    Pero no es en la posicin clnica del entrevistado -durante la

    entrevista- o en la del entrevistador -luego de la misma- en lo

    que quiero detenerme aqu, sino ms bien en la funcin del p-

    blico que concurre a la presentacin, sobre la que Lacan vuelve

    una y otra vez durante su exposicin en lo de Daumezon, puesto

    que, precisamente, en esa audiencia har descansar lo esencial

    del acceso clnico en las presentaciones que lleva adelante. AS,

    de esa asistencia afirma: muy regularmente recibo de ellos, del

    pblico, los comentarios, lo que oyeron, de esa gente que est all

    como asistente [ . ], gente que, lamrnoslos aS, para tomarlos

    como tales, han sido analizados por m. A ttulos diversos me re-

    laciono con ellos porque forman parte por ejemplo de la Escuela

    Freudiana de Pars o porque vienen a verme para el trabajo en

    comn (ibd.).

    Ntese as que el pblico al que Lacan se refiere aqu, tiene

    una condicin especial -que seguramente lo distingue del que

    concurre a la presentacin de enfermos clsica de la psiquiatra-:

    destaca que se trata de sus analizan tes, miembros de su Escuela

    o que trabajan con l. Y contina: Las observaciones que ellos

    me hacen despus, son siempre extremadamente ricas desde el

    punto de vista de la semiologa [ ...] me impacta [...] lo que me es

    presentado por la gente a la que acabo de tomar cuidadosamente

    diciendo que era gente muy especialmente gente analizada por

    32 Mara Laura Valcarce diferencia muy bien las dos fases de la presenta-

    cin de enfermos lacaniana, que no son de distingo ntido en la presen-

    tacin psiquitrica clsica: d. VALCARCE 2012.

  • 7/23/2019 Fabin Schejtman - Clnica Psicoanaltica, Scripta, Lectio (2)

    12/25

    38

    FABIN SCHEjTMAN (COMP.)

    m, quienes estaban all, es que en lo que me presentan luego

    como adicin, a veces como crtica tambin, sobre lo que yo cre

    que poda dar como conclusin, lo que observaron es propia-

    mente hablando una dimensin semiolgica original. .. (ibd.)

    y bien, se subraya entonces la riqueza y originalidad del

    aporte semiolgico, clnico, que adiciona, que agrega el pblico

    a la labor de quien conduce la entrevista. Es que en tanto que

    psicoanalista ste se haya cerrado, durante la misma, a la funcin

    clnica ... que en este caso aporta la audiencia, en la que preci-

    samente se incluyen psicoanalizantes. De este modo ese aporte

    suplementa y acompaa la labor del entrevistador: Si un cierto

    tipo de interrogatorio, cierto tipo de relacin con el enfermo pu-

    diese especificar una cierta posicin que es adquirida, la esencial

    del psicoanalista [ ... ] es una cosa que requiere la colaboracin,

    la asistencia de alguien que est, digamos, del mismo modo en

    la jugada que el psicoanalista, cuando es l quien all lleva el

    juego (ibd.).

    El psicoanalista lleva el juego , conduce la entrevista . .. pero

    precisa la colaboracin clnica que, como un tercero, ofrece la au-

    diencia y, en especial, en la tarea clnica fundamental que consis-

    te en aislar, delimitar, el sntoma, As lo seala Lacan: Para de-

    cantar lo que, propiamente hablando, es sntoma, creo que esta

    combinacin de un cierto modo de abordaje [del ps icoanal ista] ,

    con la presencia, en cierta forma, de un personaje tercero que est

    ah, que justamente escucha en la medida donde se le aparece

    ms especialmente

    10

    que est ligado a la persona que interroga

    por el hecho de esta experiencia comn del anlisis, podra ser,

    me parece, la ocasin de un tipo de recoleccin de un montn

    de cosas que son propiamente del orden de la inscripcin y que

    entran en el caso de lo que definira como sntomas (ibd.).

    El psicoanalista en la entrevista, claro est, trabaja con pala-

    bras -Verba uolant-, Pero para decantar el sntoma

    -cuyo

    n-

    cleo es de letra para el Lacan de los

    aos

    '70

    33

    _,

    es preciso tamizar

    esas palabras y recoger lo que queda -como lo he sealado-: un

    resto de letra -Scripta maneni-, El pblico entonces -que no es

    cualquiera, sino uno de analizan tes, ms en general, uno inte-

    resado en esa experiencia comn con el entrevistador, que es la

    33 Cf. Schejtman, F Sntoma y sinihome , en SCHEJTMAN y otros 2012a.

    PSICOPATOLOCJA: CLfN1CA y {;T1CA

    39

    del psicoanlisis- facilita la recoleccin de ese montn de cosas

    que son propiamente del orden de la inscripcin . En efecto, la

    asistencia, por cierto, toma notas durante la entrevista al pacien-

    te, aunque, como se insinu antes, quizs esas no sean las nicas

    marcas que le deja el presenciar aquella entrevista'

  • 7/23/2019 Fabin Schejtman - Clnica Psicoanaltica, Scripta, Lectio (2)

    13/25

    4

    FABIN SCHEJTY1A. \J (COMr.)

    se clnica cuando conccptualiza la experiencia analtica, sea en

    el nivel de la direccin de la cura o en el de las construcciones

    nosolgicas -Io he sealado, enlazadas inevitablemente en psi-

    coanlisis-.

    y

    bien, para Lacan, el lugar desde el cual el enseante cum-

    ple su labor -es decir,

    ensear-

    es tambin el del sujeto. Aunque

    aclara de inmediato que la inversa no es necesaria: todo ense-

    ante ensea desde la posicin del sujeto, pero ello no acarrea

    que haya un enseante en todo sujeto. En cualquier caso, lo im-

    portante nuevamente es destacar que un psicoanalista, cuando

    ensea, no lo hace como tal: no ensea a ttulo de analista, sino

    desde su

    posicin

    de sujeto, la que cede justamente en el tiempo

    en que dirige una cura -ya que

    ah

    el nico sujeto se encuentra

    del lado del analizante-.

    Pero adems, Lacan se ocupa en esa oportunidad, de desple-

    gar los distintos estatutos del sujeto-enseante, segn dnde se

    localice en funcin del lugar que cada uno de los cuatro discur-

    sos que ha formalizado -del amo, universitario, histrico o ana-

    ltico-le asigna. Sin detenerme en esta ocasin puntualmente en

    la exposicin de los discursos, es preciso indicar que ello define

    posibilidades distintas para el enseante.

    Distnganse as: el sujeto localizado en el lugar de la verdad,

    aun cuando reprimida, en el discurso del amo; el que se sita

    como producto en el discurso universitario; el que funciona de

    agente en el discurso histrico; y por fin el que se emplaza en el

    lugar del trabajo en el discurso analtico. Se obtienen efectos bien

    distintos en el nivel de la enseanza. Tmese, por ejemplo, como

    huella del sujeto al lapsus del enseante, digamos, en medio de

    una clase: quizs se pueda captar: cmo se lo llega a desconocer

    absolutamente en el primer caso; de qu manera se lo clasifica

    burocrticamente en el segundo; hasta qu punto avergenza,

    inhibe, eventualmente, abre una laguna en el desarrollo de la

    clase en el tercero; o de qu forma puede ser puesto al trabajo, a

    veces convertido en un Witz entramado en el despliegue que se

    lleva adelante o dando incluso la clave de la enunciacin, en el

    cuarto, all donde se hace el lugar que conviene a lo que Freud

    llam lo inconsciente.

    Deslindar las diferencias para el enseante-sujeto que pro-

    vienen de su localizacin dismil en tales cuatro localidades per-

    PSICOPATOLOGIA: CLll\ :ICA y TICA

    4

    mite entender mejor, adems, lo que termina acentuando Lacan

    en esta intervencin de abril de 1970: ... que de ofrecerse a la

    enseanza, el discurso psicoanaltico lleva al psicoanalista a la

    posicin del psicoanalizante ... (ibd.).

    Es que aqu ya no alcanza con decir que el enseante es un

    sujeto, puesto que el psicoanalizante no es cualquier sujeto: es

    el sujeto en tanto que tomado por el discurso analtico. En tr-

    minos estrictos, slo puede hablarse de analizante en el caso del

    sujeto que ha consentido venir al lugar del trabajo -el de la aso-

    ciacin libre, en principio- en el nivel del discurso inaugurado

    por Freud.

    Ya he indicado que para considerar la entrada en anlisis, y

    con ella la institucin del analizan te, la histerizacin del discurso

    es necesaria, ms no suficiente : el pasaje por el discurso analti-

    co resulta para ello imprescindible. De all que es en el marco de

    este discurso que el psicoanalista vuelve a la posicin analizante,

    ahora, a los fines de la enseanza. Pasa as de causar el trabajo

    del analizante -en el dispositivo analtico-, a trabajar ahora como

    sujeto, l mismo, por la causa del psicoanlisis ... ensendolo.

    Aunque hacerlo en el marco del discurso analtico no es obli-

    gatorio -puesto que como sujeto bien podra ensear a partir de

    las otras tres posiciones indicadas- es evidente que si se trata de

    la enseanza del psicoanlisis, mejor que se ponga a la altura de

    lo que ensea. En este sentido, puede recordarse que en diversas

    oportunidades Lacan sefial que dictando su seminario se halla-

    ba, precisamente, en la posicin de psicoanalizante . Es claro,

    ese seminario se distingua de su prctica como psicoanalista:

    si no la contradeca , de ninguna manera se confunda con ella.

    Pase

    Con este ltimo desarrollo, aun abordando la perspectiva de

    la transmisin del psicoanlisis -corno se ha visto, cargada sobre

    los hombros del psicoanalizante antes que sobre los del psi coa-

    35 Cf. nota 28.

    36 P.e j.: n respecto a ustedes yo no puedo estar aqu sino en la posic in de

    analizante de mi no quiero saber nada de eso . ..

    rr

    (LACAN ]972-73, 9).

    37 Cf. ibd.

  • 7/23/2019 Fabin Schejtman - Clnica Psicoanaltica, Scripta, Lectio (2)

    14/25

    42

    FABIN SCHEjT' vI i\N (COYlP. )

    nalista-, me he desplazado hacia el anaJizante que ensea. Pero

    quiero volver todava una vez ms, brevemente, sobre el ana-

    l izante-clnico para reencontrarlo en un dispositivo que Lacan

    crea para explorar el fin del anlisis y el pasaje de analizan te a

    analista: el pase. Lo presenta en su famosa Proposicin del 9 de

    octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la escuela .

    Pero antes de abordar el dispositivo mismo del pase, es pre-

    ciso sealar -como lo ha destacado hace mucho tiempo Jacques-

    Alain Miller 'v-, que el pase esdoble: que hay elmomento del pase

    y que hay el procedimiento homnimo. El momento del pase es

    parte de la experiencia del anlisis: estrictamente, desencadena

    su final, con el pasaje de analizante a analista que segn Lacan lo

    acompaa .

    Elprocedimiento, por su parte, es el disposit ivo ins-

    titucional inventado por Lacan por el cual el momento del pase

    puede ser verificado. Seentiende, en los trminos que vengo de-

    sarrollando, estrictamente clnico es este disposit ivo que viene a

    redoblar conceptualmente la experiencia del final del anlisis y,

    muy precisamente, a intentar disipar la espesa

    sombra

    que re-

    cubre el momento del pase ... de psicoanalizante a psicoanalista.

    En el Discurso a la E.P.P. -posterior a la Proposic in del 9

    de octubre de 1967... > en diciembre de ese ao. Lacan indica

    que hace emerger el momento del pase por el medio de redo-

    blarlo en el 'suspenso ' que all introduce su cuestionarniento a

    los fines de examen (LACAN 1967c). Ello sugiere la posibilidad

    cierta de que aquel-el momento del pase- permanezca sumer-

    gido en ausencia de una ta l puesta en cuestin. De all la nece-

    sidad de este redoblamiento del momento por el dispositivo

    del pase: sin este examen, el primero podra quedar sumergido

    en el mar de lo inefable. El dispositivo del pase supone, de este

    modo, el tiempo estrictamente clnico del fin del anlisis.

    Puede describirse brevemente el dispositivo indicando que

    aquel que concluy su anlisis deviene en l pasante , testimo-

    niando ante dos pasadores sobre la experiencia de su anlisis y

    38 CL MILLER 1977.

    39 En esto Lacan ciertamente va

    ms

    lejos que Freud: ste entenda que

    para ser anali sta hay que analizarse, aquel, ms radical -al menos en el

    '67 (vase lanota 41)-, que cualquier anlisis llevado hasta su trmino

    produce un psicoanalista.

    40 CL LACAN 1967a, 2] y LACAN 1967b, 17.

    PSICOPATOLOG A: CL ;\ /]CA y (:TICA

    43

    su finaJ.Estos pasadores, a su vez, transmiten ese testimonio a un

    jurado -~ue puede adoptar la forma de un cartel- que puede +O

    no- norrunar al pasante Analista de la Escuela . No me extender

    ms lejos en relacin con el dispositivo mismo y su funcionamien-

    to, una vez ms, lo que me interesa aqu es localizar al clnico.

    .Y.bien, el final del anlisis -el momento del pase- no lo hace

    existir: no hace existir al clnico. Es que al final, segn Lacan,

    en el lugar del psicoanalizante adviene un psicoanalista , y ya he

    insistido suficientemente en destacar que donde est el anaJista

    no est el clnico. Pero ocurre que no es como analista que quien

    ha terminado su anlisis entra en el dispositivo del pase: lo hace

    -ya se lo puede adivinar- ... volviendo a su posicin analizante.

    y resulta que testimoniar sobre su anlisis ante los pasadores,

    que... tambin son psicoanaJizantes.

    Los pasadores, en efecto, son analizantes que se hallan casi al

    final de su anlisis, y por eso de ellos se espera que sepan acoger

    como conviene el testimonio del pasante y transmitirlo al jura-

    do. Por su parte, al pasante, que ya concluy su anlisis, nada

    le mpde. de.todos modos, retomar en el dispositivo del pase la

    posicron anahzante. Es que, efectivamente, slo como analizante

    entra en l. As lo seala expresamente Lacan en la Proposicin

    de octubre del '67 : A ellos [a los pasadores] les hablar de su

    anlisis un psicoanalizante [el pasante] para hacerse autorizar

    como analista de la Escuela ... (LACAN 1967b, 20).

    Pero, obviamente, retomar su posicin analizante no devuel-

    ve al pasante a la asociacin libre o al divn: no se trata para l de

    vol,v:~a analizarse en el pase. Lo importante es destacar que el

    anlisis pudo haber terminado y,sin embargo, no la posibil idad

    ~e retom~ la posicin psicoanalizante: si el anlisis para Lacan

    tiene un fin, no Ocurrelo mismo con esa posicin.

    Lo plantear de esta manera. En la experiencia del anlisis te-

    nemos un analizante; en el final de la experiencia un analizado. Y

    segn Lacan -al menos para este Lacan de 1967

    41

    -,

    ese analizado

    es estrictamente hablando un analista -sino en acto al menos en

    41

    Diferencias de inters se introducen en la Nota italiana (d.

    LACAN

    1974): no parece asegurado para el Lacan de 1974 que todo anlisis lle-

    vado hasta su trmino produzca necesariamente un psicoanalista. No

    puedo extenderme sobre esto aqu.

  • 7/23/2019 Fabin Schejtman - Clnica Psicoanaltica, Scripta, Lectio (2)

    15/25

    46

    FABlN SCHE jTMAN (COMP.)

    de aquel seminario- dos partes en ese sueo: dos partes que tie-

    nen, cada una de ellas, un punto culminante.

    En la primera parte, la posicin de Freud -del yo de Freud-

    no se diferencia de aquella de la vigilia

    46

    : reaparecen all tanto la

    culpa como el intento de desculpabilizarse

    47

    ,

    presentes durante el

    da en relacin con el tratamiento de Irma. Las preocupaciones de

    Freud de antes de dormir se continan as en ese primer tramo

    del sueo, siendo entonces loimaginario del sentido, del ego y de

    la relacin con el semejante lo que -segn Lacan- prevalece: all

    una gran mancha blanca, y en otras partes veo extraa s formac iones ru-

    gosas, que mani fi estamente estn modeladas como los cornetes nasal.es ,

    extensas escaras b lanco-gr isceas. - Apr isa LLamoal doctor M., qUlen

    repite el examen y lo confirma . .. El doctor M. se ve enteramente distin-

    to que de ordi-nario: est muy plido, cojea, est sin barba en el m~n-

    t n . ..

    Ahora tambin est de pie junto a ella mi amigo Otto, y mi arrugo

    Leopold la percute a trav s del cors y dice: Tiene una matidez abajo a

    la izquierda , y tambin seala una parte de la piel infiltr ada en el hom-

    bro izquierdo (Jo que yo siento como l, a pesar del vestido) ...M. dice:

    No hay duda, es una infeccin, pero no es nada; sobrevendr todava

    una di senter a y se eliminar el veneno . .. [nmediatamente nosotros sa-

    bemos de dnde viene la infeccin. No hace mucho mi amigo Otto, en

    una ocasin en que ella se senta mal, le dio una inyeccin con un pre-

    parado de propilo, p ropil eno . .. cido propinico . .. tr imetil amina (cuya

    frmula

    veo

    ante m escrita con caracteres gruesos) ... No se dan esas

    inyecciones tan a Laligera . .. Esprobable tambin que la jer inga no estu-

    viera limpia (ibd. 128-129).

    46 Freud haba atendido a Irma -que no era una paciente cualquiera, sino

    muy amiga suya y de su familia

    (d.

    FREUD 1900, 127)- en el verano

    de 1895, interrumpindose el tratamiento -por las vacaciones- con un

    xito parcial: la paciente haba perdido su angustia histrica , pero

    restaban algunos sntomas somticos. El 23 de julio de 1895, un amigo

    ntimo y colega de Freud -Otto, que reaparece en el sueo-le trae noti-

    cias de lrma luego de haberla visto, sealndole : est mejor, pero no de

    todo bien ( ibd. ), freud queda irritado por e sas palabras, o por el tono

    con que fueron profe ridas, y esa misma ta rde r edac ta la histo. ria clnica

    de lrma ... a modo de justificacin (ibfd., 128): los remordimientos son

    evidentes. Esa noche del 23 de julio suea el sueo que aqu abordo.

    47 A Freud no se le escapa, en su interpretacin del sueo, por ejemplo,

    que al otorgarle a los dolores de Irma una posible causa orgnica, l se

    pone a cubierto de toda crtica: si su tcnica slo elimina dolores his-

    tricos,

    y

    los de Irma tienen origen orgnico, no habra ya nada que

    reprocharle: d. FREUD 1900, 130.

    PSICOPATOLOCIA: CLlNIC.A,. y TICA

    47

    Freud se muestra tal cual esy su ego est perfectamente a nivel

    de su ego despierto (LACAN 1954-55,235).

    Esclaroque uno no duerme solamente de noche, en la cama,

    sinoque seest dormido tambin durante elda, enel nivel de los

    discursos que nos atontan, adormecen o h.ipnotizan, y que nohay

    despertar ms que por el encuentro con lo real-las ms de las ve-

    ces angustiante- que puede acontecer en lavigilia o interrumpir el

    dormir.

    y

    bien, es elencuentro con lo real, en este sueo, entonces,

    loquepara Lacanmarca su primer punto culminante.

    El vuelco del sueo se produce, as, cuando Freud se dispone

    a examinar a lrma, la conduce junto a la ventana y le pide que

    abra laboca. Luego de vencer una resistencia que Freud no deja

    de calificar como femenina . por fin Irma abre su boca. Como se

    sabe, se trata all del encuentro horroroso, angustiante, con su gar-

    ganta. As lo describe Lacan: Es un descubrimiento horrible: la

    carne que jams se ve, el fondo de las cosas, el revs de la cara,

    del rostro, los secretatos por excelencia, la carne de la que todo

    48 En el texto del sueo la resistencia se refiere, en primer trmino, a la

    renuencia de lrma a abrir la boca... como las mujeres que llevan den-

    tadura postiza (FREUD 1900, 128). Pero se trata tambin, claro est, de

    su repulsa a la solucin propuesta por Freud a su histeria (cf. ibd.,

    127). A par tir de all, en las asociaciones de l sueo

    (d. ibd.,

    130-132),

    t ermina por conf igurarse un t ro femenino res is tente al t ra tamiento

    que se proponga: a Irma se suman al menos dos mujeres ms. En prime r

    lugar, la esposa de Freud -de la que Lacan comenta que decepc ionaba

    un poco a su marido-

    y

    en segundo trmino, otr a enferma, ms inte-

    ligente que lrma segn Freud pero, lamentablemente, no entregada a

    sus manos profesionales. Estas mujeres, indica Lacan, constituan un

    abanico que

    va

    desde el inters profes ional de lams pura or ientacin,

    has ta alcanzar todas las formas del espeji smo imaginar io (LACAN

    1954-55, 234-235). A pesar de ello, no hay ninguna duda de que la re-

    sistenc ia que emerge aqu desborda lo imaginario: se tr ata ms bien del

    encuentro con un real imposible de s imbol izar a l que, eventualmente,

    puede re sponderse con todas las formas del espejismo imaginario .

    Dc ello da cuenta la insercin freudiana -justamente en este punto- de

    la nota a pie de pgina en la que introduce el ombligo del sueo (cf.

    FREUD 1900, 132, n. 18): lo imposible-de-reconocer [Unerkarmte] deja

    as su estigma en este sueo y se llega a entrever que la represin pri-

    mordia l no corresponde sino a aquello que de lo f emenino no cesa de no

    escribirse. Ms adelante volver sobre estas cuest iones, detenindome

    en torno del ombl igo del sueo .

  • 7/23/2019 Fabin Schejtman - Clnica Psicoanaltica, Scripta, Lectio (2)

    16/25

    44

    FABI:- \ SCHEJTMAi ': (COMP.)

    potencia-, producido en el final del anlisis.

    As,

    un psicoanlisis

    conduce del analizante

    al

    analista. Pero el asunto es que quien se

    presenta al pase, en su testimonio da razones -cosa que, lo he-

    mos destacado, no hace el analista s t ri c io sensu-: el pasante es un

    psicoanalizan te-clnico. Y uno que, como tal -corno analizante-,

    retoma la funcin de la palabra

    -VerlJa-.

    Es con palabras, claro

    est, que se dirige a los pasadores, aun cuando la clnica de su

    caso lo fuerce a la lecto-cscritura: rara vez el pasante no apoya la

    transmisin de su testimonio en algunas anotaciones

    -Scripta-,

    imprescindibles para la lectura

    -Lec tio-

    clnica de su caso.

    Por su parte, los pasadores toman notas al recibir el testimonio

    y portan, adems, las marcas de su encuentro con el pasante . ..

    que esperan a ser ledas adecuadamente, a su vez, por el jurado

    del pase.

    y

    bien, ique ningn miembro de ese jurado se las d

    tampoco de analista Por supuesto que pueden serlo aparte, pero

    no en tanto que jurados en el pase: tambin se espera de ellos

    trabajo psicoanalizante. Sobre todo se espera que puedan no -

    creer- saber de antemano loque esun psicoanalista: deben poder

    dejarse ensear sobre ello por eltestimonio que les es transmitido

    a travs de los pasadores. Deben poder acoger el modo singular

    en que para alguien -el pasante del caso- advino el deseo del ana-

    lista: cualquier saber preconcebido puede obstaculizarlo.

    As:ningn psicoanalista en el dispositivo del pase, ms bien,

    analizantes-clnicos.

    y

    entonces, resurge la siguiente pregunta:

    ninguna huella del psicoanalista en el pase -guila en el cielo,

    serpiente en la roca, barco en el mar ... hombre en la doncella?

    Aqu podemos avanzar un poco: slo aquello que el pasante deja

    pasar de l.

    SEG UND A P ART E:

    CLNTCA DE U N SU E O DE FREUD

    H ac ia la g ar ga nta ...

    y

    la angust ia

    En la Apertura de laseccin clnica , Lacan agreg a sus de-

    finiciones sobre la clnica psicoanaltica la siguiente: ... la clni-

    PS1COPATOLOCfA: CLfNTCA y TICA

    45

    ca del psicoanlisis consiste en volver a interrogar todo lo gue

    Freud dijo (L AC A N 1977, 43)42. y bien, lo hago a continuacin _

    interrogarlo, pero no todo lo que dijo - re-leyendo -con

    Lacanv-

    un sueo de Freud: no uno cualquiera, el sueo inaugural del

    psicoanlisis, elsueo de la inyeccin de Irma.lntentar volverlo

    paradigmtico del abordaje clnico en psicoanlisis: resume muy

    bien el trayecto mismo de un anlisis y su lgica. Me permitir, a

    la vez, avanzar un poco ms en torno del tro

    Verbal

    S c ri pi a , L e ct io

    y su localizacin en ese trayecto.

    Serecordar, quizs, laesplndida lectura que

    de

    aquel sueo

    realiza Lacan en el Seminario

    2 4 4 :

    para avanzar en eldesarrollo me

    apoyar en su planteo, seguramente mucho ms que en el sueo

    de Freud y el anlisis que l mismo

    realiza

    que supongo ms

    conocidos.

    Lacan distingue con precisin -relase los captulos

    xm y

    XIV

    42 Aqu, con volver a interrogar , modifico la traduccin de la ver-

    sin castellana de Ornicar], que propone volver a cuest ionar para

    riii terroger ,

    En cualquier caso importa subrayar el redoblamien to que

    se anuncia en ese re , que considero esencial destacar para la clnica: la

    c lnica, como se ha visto hasta aqu, es s iempre redoblamiento.

    43 Con Lacan leemos a Freud y hacemos clnica . Se c ree - lo he destacado-

    que hacer cln ica es ver pacientes : hacer c1inica no eseso, hacer clnica

    es lecto-escritura. Clinicamos ... cuando leemos a Freud. Con lo que si-

    gue puede decirse que extraemos un Uno del enjambre de signi fi cantes

    f reudianos, volvindolo sntoma-leg ib le . No lo hacemos inermes, c laro

    est, sino con el arsena l que nos presta la enseanza de Lacan. As como

    pescamos la lgica de un caso, la pescamos en los lextos de Freud ... la

    red, para nosotros, es lacaniana.

    44 Cf. LACAN 1954-55.

    45 Cf. FREUD 1900,127-141 . El texto del sueo del 23 /24 de ju lio de 1895 es

    el s iguien te : Un gran vest bulo - muchos invi tados, a quienes nosot ros

    recibimos. - Entre ellos Irma, a quien enseguida llevo apar te como para

    responder a su car ta , y pa ra reprocharle que todava no acepte la solu-

    cin . Le digo: Si todava tiene s dolores, es realmente por

    tu

    exclusiva

    culpa . - Ella responde: Si supieses los dolores que tengo ahora en el

    cuello, el estmago y el vientre; me siento oprimida . - Yo me aterro y

    la miro. Ella se ve plida y abotagada; pienso que despus de todo he

    descu idado sin duda algo orgnico . La

    llevo

    hasta la ventana y reviso el

    inter ior de su garganta. Se muestra un poco renuente, como las mujeres

    que llevan dentadura postiza. Pienso entre m que en modo alguno tiene

    necesidad de ello. - Despus la boca se abre bien, y hallo a la derecha

  • 7/23/2019 Fabin Schejtman - Clnica Psicoanaltica, Scripta, Lectio (2)

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    48

    FABlA'\. SCHEJTMAl (COMP.)

    sale, en lo ms profundo del misterio, l a carne sufriente, informe,

    cuya forma por s misma provoca angustia ( ib d. , 235). . .. revela-

    cin de algo hablando estrictamente, innombrable, el fondo de esa

    garganta, de forma compleja, insituable, que hace de ella tanto el

    objeto primi tivo por excelencia, el abismo del rgano femenino del

    que sale toda vida, como el pozo sin fondo de la boca por el que

    todo es engullido; y tambin la imagen de la muerte en la que todo

    acaba terminando [ ... ] revelacin de lo real en lo que tiene de me-

    nos penetrable, de lo real sin ninguna mediacin posible, de lo real

    ltimo, del objeto esencial que ya no es un objeto sino algo ante lo

    cual todas las palabras se detienen y todas las categoras fracasan,

    el objeto de angustia por excelencia . (ibd., 249).

    Real innombrable, objeto de angustia: sin duda un antecedente

    de cierta dimensin que va a tener el objeto a ms adelante en

    la enseanza de Lacan: en este caso no su vertiente de causa del

    deseo, sino el objeto a como causa de la angustia . Aqu, qui-

    zs, revelndose como una mirada que angustia: esa garanta que

    mira a Freud ... ms de lo que l la observa.

    H a ci a l a t ri m et il am in a ... y la invencin de l ps icoanl i si s

    Ahora bien, qu sucede en el sueo de la inyeccin de Irma

    luego de la revelacin de ese real sin ninguna mediacin posi-

    ble , de ese real ltimo , como lo llama Lacan, indicado por el

    encuentro con la garganta? Lo sorprendente es que, contraria-

    mente a lo que podra esperarse, Freud no se despierta angustia-

    do: el encuentro con lo real que suscita angustia no se sigue en

    esa ocasin de un despertar que, como es frecuente, conduce a

    volverse a dormir aunque ya en el orden de los discursos que nos

    atontan en la vigilia. No, el caso es que Freud contina adelante.

    y

    Lacan seala al respecto que Freud tiene agallas (ibd., 236) Y

    que lo domina una enorme pasin de saber (ibd., 242). Es por

    eso que no despierta angustiado y sigue.

    Y entonces qu ocurre? Que el yo de Freud, descomponin-

    dose, deja la escena del sueo. Ese encuentro con ese objeto in-

    49 Cf.Schej tman, F. , Una introduccin a los tres registros , en este volu-

    men.

    Ps rCO PA TOL OGfA : c L1 NlC A y lO TlC A

    49

    nombrable, de algn modo, promueve

    la

    fragmentacin de su

    yo: Qu sucede en el momento en que el sueo alcanza su

    primer punto culminante?

    r ]

    ya no hay un Freud, ya no hay

    nadie que pueda decir yo ( ibd., 250). No se trata de un estado

    anter ior del yo sino, l iteralmente , de una descomposic in espectral

    de la funcin del yo. Vemos aparecer la serie de los yo. Porque el

    yo est hecho de la serie de identificaciones que han representado

    para el sujeto un hi to esencial [ ... ] Esta descomposicin espectral

    es, a todas luces, una descomposicin imaginaria ( ibd. , 251). En

    la medida en que un sueo llega tan lejos como puede hacerlo en

    el orden de la angustia, y en que se vive una aproximacin a 1 0

    real ltimo, asistimos a esa descomposicin imaginaria que no es

    Sll0

    l a revelacin de las componentes normales de la percepcin

    (ibd., 253).

    Si el yo se constituye por identificaciones imaginarias, que lo

    vuelven ms o menos estable, ilusoriarnente completo, aqu te-

    nemos, por el encuentro con lo real, la deconstruccin del yo-en

    este caso del yo de Freud- en las partes que lo constituyen. Una

    suerte de estadio del espejo al revs: di solucin de lo imaginario

    del yo hasta alcanzar la fragmentacin de esas identificaciones

    constitutivas.

    Disuelto el yo de Freud, entonces, ya en la segunda parte del

    sueo, quedan en la escena esos tres personajes: el doctor M., Otto

    y Leopold. Es ese tro de

    cloums ?

    -como lo llama Lacan- el que

    toma la palabra cuando el yo de Freud se desvanece: Con este tro

    de cIowns vemos establecerse en derredor de la pequea Irma un

    dilogo sin ton ni son, que se parece ms bien al juego de las fra-

    ses truncadas e incluso al muy conocido di logo de sordos ( ib d. ,

    237). Este tro, entonces, hablando a tontas y a locas, soltando fra-

    ses sueltas -t runcadas indica

    Lacanv-,

    sin sentido ninguno, nos

    conduce al segundo punto conclusivo: el sueo, que culmin una

    primera vez, estando all el ego, con la imagen horrorosa de que

    habl, culmina una segunda vez al final en una frmula escrita

    ( ib d ., 2 4 0) : la frmula de la trimeti lamina.

    Resumo escribiendo la primera parte del sueo como pasaje

    50 Tro que redobla, en la segunda parte del sueo, al tro femenino del

    primer tramo destacado en la nota 48.

    51 Lo que nos conducir a anotarlas enseguida sin el 5 2 : enjambre de los 5 1

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    5

    FAB1r\ SCHEjTMAN (CO\~P . )

    de lo imaginario de la relacin con el semejante y el sentido cul-

    poso (producto, por lo dems del encadenamiento significante),

    al encuentro angustiante con la garganta, objeto innombrable,

    real ltimo que por un instante se devela:

    Yo de Freud Garganta

    17

    Y, luego del encuentro con lo real y la desident ificacin corre-

    lativa, el tro de cioums, desbocado, manif iesta la dispersin misma

    de los Unos sin sentido. Se trata all, no del encadenamiento signi-

    ficante 51-52) que prod uce inevitablemente el efecto de significa-

    c in, s ino del enjambre (essaim .l

    2

    ) de Unos dispersos: 5

    1

    -5

    ,

    -S

    1

    Es lo

    que conduce a la independencia de lo simblico -del sentido- y

    termina, por fin, en la extraccin de un Uno: la frmula de la tri-

    metilamina en el segundo punto culminante del sueo. Escribo

    ahora el recorrido hasta aqu, anticipando ya lo que llamar W1a

    clula clnica bsica:

    Yo de Freud

    Tro de

    cloums

    Trimetilamina

    arganta

    S 1

    La frmula de la trimetilarnina es, Freud mismo lo subraya, la

    solucin (Lossung) del sueo. Qu encontramos en ese nivel,

    en el paso que va del enjambre de Unos a la extraccin de un Uno

    que deviene frmula escrita? Lacan lo indica como sigue: La en-

    trada en funcin del sistema simblico en su empleo ms radical y

    absoluto ( ib d ., 255). Elsueo entrega aqu un simblico muy pe-

    culiar. No se trata del significante en tanto que arti culado con otro.

    No, las articulaciones, podramos decir, se han agotado. Se toca as

    W1afaz del inconsciente en la que los significantes no copulan, no

    52 Essaim, enjambre en fr anc s, suena muy parecido a SI (d. LACAN

    1972-73, 172).

    PSICOPATOLOGfA: CLiNlCA

    y

    TICA

    hacen cadena. Vamos aqu de lo simblico en su cruce con lo ima-

    ginario a lo simblico en su cruce con lo real.

    Yqu es lo que resta? Esa frmula escrita que, al igual que el

    orculo, no da ninguna respuesta a nada (ibd. 240) . El sueo

    de la inyeccin de Irma desnuda de este modo, sobre su trmino,

    la naturaleza ltima de lo simblico: la independencia del signi fi-

    cante respecto del sentido. La frmula de la trimetilarnina es, as,

    una letra.

    y

    una letra se distingue -especialmente en el ltimo La-

    can- del significante,

    al

    menos, del significante en tanto que arti-

    culado: mientras que el significante es aquello que representa a

    un sujeto para otro significante, la letra supone, ms bien, una

    suerte de significante aislado, solo, producto de su extraccin .

    Si en el nivel del significante en tanto que articulado con otro

    nos hallamos en el cruce entre lo simblico y lo imaginario -lo

    que se testimonia por los efectos de sentido que aquella articu-

    lacin simblica provoca en lo imaginario-, con la letra nos en-

    cont ramos ms bien en el cruce de lo simblico y lo real: fuera de

    sentido.

    Y

    en ese cruce la letra es entregada por

    un

    inconsciente

    que no es el de la elucubracin de saber, es el inconsciente real .

    Y b ien, Freud atraviesa la angustia en este sueo, soporta el

    encuentro angustioso con lo real y avanza. Agallas, coraje, Freud

    el analizante de L a I nte rp re ta ci n d e lo s su e os, est invadido por

    un vvido deseo de saber , y por ello es conducido ms all de

    53 En su ltima enseanza Lacan define al sntoma precisamente de ese

    modo: letra extrada del inconsciente. CE . los dos lt imos textos cit ados

    en la nota siguiente.

    54 No puedo detenerme en esta ocasin en el despliegue de la nocin

    de inconsciente r eal. Vase la disyuncin entr e el inconsciente trans-

    ferencia l - -e l de la cadena signi ficante y la elucubracin de saber- y

    el inconsciente real, especialmente en MILLER 2006-07. Cf. tambin

    Schejtman, E, Sntoma y sintliome , en 5CHEJTMAN y otros 2012a y

    SCHEJTMAN 2004, primera parte.

    55 Es importante detenerse en la cuestin del de seo de saber . En Intro-

    duccin al pos t-anal ti co , )acques -Alain Mi ll er aborda este asunto in-

    dicando que el analista no est abierto a ningn deseo de saber: que lo

    que Freud pudo ubicar como deseo de saber -y que Lacan no pocas

    veces ha puesto en cuestin- ms bien hay que encontrarlo del lado del

    psicoanali zante . Mil ler lo escribe en el d iscurso analt ico a par ti r de una

    flecha, que va del $ al 52' y sita all al d eseo de saber como ca racte -

    r st ico de la posic in ps icoanalizan te . En tan to que el deseo del analis ta

    51

  • 7/23/2019 Fabin Schejtman - Clnica Psicoanaltica, Scripta, Lectio (2)

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    52

    FABIN SCHEJTMAN (COMP.)

    este punto angustioso en el que usualmente nos despertamos

    para dormirnos en la vigilia. Ycomo resultado de ese franquea-

    miento, el sueo deja una marca, W1vestigio de lo real, el in-

    consciente entrega una letra ~que, se ver, ser leda-, la frmula

    de la trimetilamina, la solucin. Se va, de este modo, de la arti-

    culacin significante ~Verba~ inicial, a la marca, incluso la letra

    -Scripio- que resta del encuentro con loreal ... y que produce W1a

    transmutacin en la posicin del sujeto, de Freud mismo. Esque,

    como se sabe, lo que est en juego para Freud aqu, no es otra

    cosa que la invencin del psicoanlisis como tal,

    A partir de este sueo Freud se encuentra con la solucin

    L O S S l I ll g , qumica por supuesto en primer lugar, la frmula de

    la trimetilarnina, pero tambin con lasolucin al misterio de los

    sueos, la localizacin del deseo inconsciente en el sueo, el sue-

    o como cumplimiento de deseo y, finalmente, con la solucin

    de los sntomas histricos: la invencin del psicoanlisis.

    56

    Podra

    decirse que, con la invencin del psicoanlisis, Freud da un paso

    ms respecto de la marca que el inconsciente le entrega en este

    sueo: la l