OM-66-04 ARMONIA Y SALUD EXPUESTO EN 8 CONFERENCIAS

DEL MAESTRO OMRAAM MIKHAËL AÏVANHOV

Cuántas veces se oye decir: « ¡Estoy cansado! » Ah, sí. Todo el mundo está cansado. Y a pesar de esto vemos que la gente se agita, corre de aquí para allá sin detenerse ni un instante. Está bien querer ser activo, pero para permanecer activo sin llegar al agotamiento hay que saber relajarse, y no solamente una o dos veces al día, ya que ello no sería suficiente, sino diez, quince, veinte veces, aunque sólo sea un minuto cada vez. En cuanto tengáis un momento libre, estéis donde estéis, en lugar de perder el tiempo poniéndoos nerviosos porque os hacen esperar, aprovechad la ocasión para tranquilizaros y reencontrar vuestro equilibrio: inmediatamente reemprenderéis vuestras actividades con renovadas fuerzas.

Centre OMRAAM

Institut Solve et Coagula Reus

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De difusión de la obra Del Maestro OMRAAM

En lengua Española

LISTADO CONFERENCIAS OM-66-04 ARMONIA Y SALUD

Capítulo 1 LO ESENCIAL, LA VIDA Capítulo 2 EL MUNDO DE LA ARMONÍA Capítulo 3 ARMONÍA Y SALUD Capítulo 4 LAS BASES ESPIRITUALES DE LA MEDICINA Capítulo 5 RESPIRACIÓN Y NUTRICIÓN Capítulo 6 LA RESPIRACIÓN; SUS EFECTOS SOBRE LA SALUD CÓMO FUNDIRSE CON LA ARMONÍA CÓSMICA

Capítulo 7 LA NUTRICIÓN EN LOS DIFERENTES PLANOS Capítulo 8 CÓMO LLEGAR A SER INFATIGABLE Capítulo 9 CULTIVAR EL CONTENTO “Es necesario que sepáis que cuanto más se instala en el mundo el espíritu de anarquía, más se propaga el cáncer. Cada enfermedad orgánica se origina en una debilidad o en un vicio del propio individuo, y son los seres humanos los que originan la mayoría de sus enfermedades. Al aumentar el nerviosismo, aparece una enfermedad... Si aumenta la sensualidad, surge otro tipo de enfermedad. En el caso de aumentar la disonancia, se trata de una tercera enfermedad. Todas las enfermedades son consecuencia de un determinado desorden, y el cáncer es, en particular, consecuencia de la anarquía” Para recibir los textos completos en forma Gratuita en PDF deberéis identificaros con nombre y apellido, nación y conocimientos del Maestro OMRAAM MIKHAËL AÏVANHOV. Gracias por vuestra cooperación y ayuda. En esta presentación solo hemos añadido una conferencia, capítulo 5. Faltan 8 mas.

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Conferencia del Maestro OMRAAM MIKHAËL AÏVANHOV

Paris - Izvor 225-TITULO 5 POR LA MAÑANA

LA RESPIRACION Y LA NUTRICION

La vida del hombre en la tierra empieza con el aliento, con la primera inspiración. Gracias a ella los pulmones se llenan de aire, se ponen en movimiento y se inicia la vida. Al cabo de los años, cuando se dice que alguien ha dado su último suspiro, todo el mundo comprende que ha muerto. El aliento es el principio y el fin. La vida empieza por una inspiración y acaba con una expiración.

Es interesante detenerse a reflexionar en el proceso de la respiración, para comprender que en él se encuentra la base de nuestra existencia y que vale la pena ejercitarse para hacerlo cada vez mejor. En la mayoría de los hombres este proceso se encuentra obstaculizado, disminuido o envenenado. Esa es la causa por la cual deben aprender a trabajar con el aire para animar, purificar e intensificar la vida en su interior.

Para comprender mejor el fenómeno de la respiración y sus leyes, se la puede comparar a la nutrición.

¿Qué hacemos al comer? Masticamos los alimentos antes de enviarlos al estómago. La boca es como una pequeña cocina donde se preparan los alimentas: se cortan, se cuecen, se sazonan con un poco de aceite, es decir, con la saliva, trabajo en el que se ocupan ciertas glándulas. Por esta razón se aconseja masticar largo tiempo los alimentos hasta que lleguen a ser casi líquidos. Si se tragan sin masticar suficientemente, no están bien preparados y el organismo no puede asimilarlos, lo que produce muchos deshechos. Si el alimento no llega al estómago suficientemente

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masticado, el organismo se ve obligado a gastar mucha energía para transformarlo, y a causa de ello nos sentimos fatigados.

No creáis que la fatiga provenga siempre de haber trabajado demasiado. No; muy a menudo proviene de un derroche de energías, y cuando se traga la comida sin haberla masticado bien, e incluso sin haberla impregnado suficientemente con nuestros pensamientos y nuestros sentimientos, es más difícil de digerir y el organismo tiene más dificultades en asimilarla.

Debéis saber que para emprender un trabajo espiritual en condiciones óptimas, es necesario proteger vuestro organismo no imponiéndole gastos de energía inútiles. Hay quien cree que para estar activo, para tener buena salud y resistencia hay que comer mucho. No, esto es erróneo. Un día podéis realizar esta experiencia: masticar cada bocado de comida el mayor tiempo posible, varios minutos a ser posible, hasta que desaparezca por sí mismo completamente en la boca. Os daréis cuenta de que, a pesar de haber comido muy poco, habéis absorbido energía para muchas horas. Si os hablo de esta experiencia, es porque la he realizado yo mismo en mi juventud en Bulgaria. Cuando era estudiante, era muy pobre y a menudo tenía muy poco que comer, pero me di cuenta de que masticando mucho rato la comida, me sentía más nutrido que si comía a ritmo normal. Esto me demostró que la comida posee unas energías que no hemos aprendido todavía a liberar y a utilizar.

A este respecto, añadiré que es preferible no levantarse de la mesa completamente saciado, sino teniendo todavía una ligera sensación de hambre. ¿Por qué? Para que el cuerpo etérico trabaje. Sí, para colmar este ligero vacío que habéis dejado, el cuerpo etérico se ve impulsado a buscar algún alimento en las regiones más sutiles, y, después de algunos instantes, no

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solamente ya no tenéis hambre, sino que os sentís llenos de nuevas energías, de energías físicas, pero también psíquicas, y sentís que vuestro cerebro funciona mejor. Mientras que si estáis saciados, paralizáis la actividad del cuerpo etérico, lo cual es nefasto para la salud, ya que todo vuestro organismo se encuentra así amenazado de obstrucción.

No debéis paralizar el cuerpo etérico, sino forzarle a estar activo, a tener algo que hacer, algo que buscar. Os mantenéis en buena salud gracias a esta actividad del cuerpo etérico. Y para estimular el cuerpo etérico a estar activo no hay que saturar el cuerpo físico; por el contrario, esta ligera privación experimentada por el cuerpo físico es la que incita al cuerpo etérico a que trabaje.

Pero volvamos a las analogías que existen entre la respiración y la nutrición.

Las mismas leyes rigen estos dos procesos. No es bueno respirar deprisa, porque el aire no tiene tiempo de descender profundamente por los pulmones para llenarlos, hincharlos, dilatarlos. Hay que respirar lenta, profundamente, e incluso de vez en cuando, hay que retener algunos segundos el aire en los pulmones antes de sacarlo. ¿Por qué? Para « masticarlo ». Sí, los pulmones saben masticar el aire, de la misma manera que la boca sabe masticar los alimentos.

Cuando la boca mastica los alimentos, está actuando como un estómago, pero ocupándose de la parte sutil de la nutrición. Esto aún no ha sido estudiado como se merece. La boca es un estómago sutil, espiritual, donde se realiza el trabajo más importante. El estómago recibe la parte más burda de los alimentos, después de que la boca haya absorbido toda la parte etérica, sutil. Podemos verificarlo. Veamos lo que ocurre con un

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enfermo que se ha visto obligado a ayunar durante varios días: evidentemente se siente muy débil. Dadle fruta: cuando ha empezado a masticarla, antes de haberla tragado, ya siente que ha recuperado las fuerzas. Esto prueba que existen en la boca células, glándulas, que saben extraer de la comida lo más energético y vivo que contiene. A continuación, el estómago se encarga de los elementos más burdos.

Las personas que comen mucho y con glotonería, envían a su estómago cantidad de alimentos mal masticados, de los que la boca no ha podido extraer los elementos más sutiles. De esta manera tendrán, quizás, unos huesos sólidos, musculosos, vigorosos y algo más de sangre, pero su sistema nervioso no se alimentará. La salud del sistema nervioso depende del trabajo que se realiza en la boca. Si queréis poseer una reserva inagotable de energía nerviosa con la que podáis dominar vuestro cuerpo físico, vuestras emociones, vuestros sentimientos, masticad despacio, conscientemente y con amor. Experimentadlo y veréis cómo aumentáis considerablemente la fuerza de vuestro sistema nervioso. La mayoría de la gente come deprisa, tragan la comida sin masticar y después están agitados y nerviosos durante todo el día. La educación de uno mismo debe empezar por la nutrición consciente y sensata. El que respete las leyes de la nutrición se sentirá tranquilo y obtendrá la maestría, el dominio, la paz.

Ahora podemos comprender, por analogía, cómo las leyes de la nutrición se vuelven a encontrar en la respiración. El aire que respiramos es como un «bocado», un bocado lleno de fuerzas inconcebibles. Si lo expulsamos demasiado deprisa, los pulmones no pueden «cocerlas», digerirlas », asimilarlas suficientemente como para que el organismo se beneficie de las fuerzas que contiene. Esta es la razón por la que tanta gente está cansada, nerviosa, irritable: no saben alimentarse correctamente de aire, no

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lo «mastican », lo expulsan enseguida. Respiran únicamente con la parte alta de los pulmones y el resultado es que el aire viciado no puede ser expulsado y reemplazado por aire puro. La respiración profunda es un ejercicio magnífico que hay que pensar en practicar, puesto que renueva las energías.

Observad que si tenéis una moto o un coche, les dais un alimento líquido: la gasolina. Cuando la chispa del motor enciende la gasolina, ésta se transforma en gas -es decir, en elemento aire- Se desprende entonces una energía, y gracias a esta transformación generadora de energía los vehículos de motor pueden funcionar. Pues bien, cuando comemos ocurre lo mismo: a medida que los alimentos se desmenuzan en nuestra boca, en nuestro estómago, etc., pasan sucesivamente por varios estados, desprendiéndose energía cada vez.

Por lo tanto en nuestro cuerpo la comida se ve obligada a transformarse pasando por estados cada vez más sutiles. Cuando la masticamos se convierte en líquida, desprende en ese momento cierta energía, ya que el elemento gaseoso se libera de la materia líquida en la que se encontraba comprimido, prisionero: necesita expansionarse, dilatarse, y liberarse desencadena ciertos procesos. Después, el elemento gaseoso libera a su vez un elemento etérico, lo que produce, a su vez, una fuerza todavía mayor, destinada a nutrir otras regiones y a desencadenar otros movimientos. Este es el secreto de la vida.

¿Por qué comemos? Para extraer de la vida la energía que se halla concentrada en ella. Y, ¿de dónde proviene esta energía? Del sol. Sí, el sol ha condensado sus energías en las verduras y las frutas que comemos. Envía sus energías a la tierra y todas las plantas y los vegetales las absorben bajo forma etérica y las condensan en un volumen muy reducido. Las criaturas, al comer,

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realizan la operación inversa, ya que comer es desmenuzar la materia para liberar las fuerzas que el sol ha almacenado en ella.

Sí, el sol ha introducido su energía en toda la naturaleza. Incluso las piedras están llenas de ella. Por esta razón, si os encontráis en la montaña o en el campo en días soleados, buscad grandes piedras planas que hayan sido calentadas por el sol y acostaros encima: es un método curativo muy poderoso.

El sol vierte en toda la naturaleza una energía considerable que los seres captan y absorben. Esta energía se encuentra también en el aire bajo la forma que los hindúes llaman Prana. El mejor momento para recibir el Prana son los minutos que preceden a la aparición del sol. Entonces puede captarse el elemento más sutil y poderoso del Prana. Id, pues, a contemplar la salida del sol: en ese momento el sol es tan suave, tan tierno, que casi quisiéramos beberlo... no podemos desprendemos de él. Casi sentimos tristeza de vemos obligados a dejarlo, para ir al encuentro de las ocupaciones de la vida cotidiana.

Lo más importante no es absorber una gran cantidad de comida, de líquido, o de aire, sino asimilarlos bien. Y para esto hay que retenerlos el tiempo suficiente, que nos permita extraer todo lo que contienen. ¿Sabéis cuánta energía contiene un bocado de pan...? ¿Qué creéis…? pues bien, ¡contiene la energía suficiente como para hacer que un tren de cien vagones dé tres vueltas alrededor de la tierra! Así pues, ¿por qué este tren que somos nosotros no es capaz de recorrer más que algunos metros con un bocado? Porque no hemos sabido extraer toda la energía que contiene.

Lo mismo ocurre con el aire que respiramos. Para extraer el máximo de riquezas del aire hay que comprimirlo, retenerlo en los pulmones. Durante esta compresión el organismo trabaja: provoca

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el equivalente de las fases de encendido y explosión en un motor. Puesto que el aire no puede escaparse, la naturaleza le abre diminutos caminos en el organismo para que pueda circular. Si lo expulsáis enseguida, si lo dejáis escapar, toda la energía que contiene se escapará. Gracias a la retención, esta energía pasa por todos los diminutos canales que la naturaleza ha preparado para ella. Le dice: « ¡Ven por aquí! ¡Pasa por allá…!» Y la naturaleza ha dispuesto miles de engranajes que deben ser accionados para poder entrar en movimiento.

De la misma manera, si al asistir a la salida del sol no pensáis en retener sus rayos, si los dejáis pasar sin hacer nada, los inutilizáis y resultan ineficaces. Pero si los captáis conscientemente, si los acumuláis y comprimís en vuestro interior, les estáis dando salida hacia vuestro espíritu. Estos rayos circularán como una fuerza formidable, poniendo en marcha centros poderosos, y entonces os sentiréis, alguna que otra vez, convertidos en un torbellino de fuego.

También deberíamos retener un poco las bebidas en la boca. Los primeros años en que fui discípulo del Maestro Peter Deunov, mi hígado no funcionaba muy bien... Un día pregunté al Maestro lo que debía hacer para curarme. He aquí lo que me respondió: «Has de tomar algunos sorbos de agua en la boca, retenerla, e intentar tragar el agua lentamente, despacio, pensando en ella, sintiendo su gusto... Hazlo varias veces a lo largo del día, y te curarás. ¡Oh, oh! me dije, ¿cómo es posible? ¡Beber algunos sorbos de agua pensando que va a curarme!» Era tan sencillo que no conseguía creerlo, pero el Maestro no me dio ninguna explicación y no lo comprendí hasta más tarde. Evidentemente los graves trastornos de hígado no se curan solamente bebiendo agua de esta manera, pero realizad este ejercicio de vez en cuando, y comprobaréis que tiene un efecto beneficioso sobre vosotros.

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Como veis, el gran secreto consiste en hacer siempre que los elementos pasen a un grado mayor de sutileza: volver líquidos los elementos sólidos, transformar en etéricos los elementos gaseosos. El que es capaz de realizarlo, posee el secreto de absorber eternamente del Manantial. Todos los seres inconscientemente, ya lo hacen un poco, por esto están vivos, pero no lo realizan plenamente, lo hacen de manera mecánica, sin pensar. Ahora bien, el proceso no se realiza de la misma manera si se es consciente o no de él.

Utilizar la materia es liberar la energía que contiene. Todo lo que es denso, compacto, pesado, representa una materia no organizada en la que la energía permanece prisionera. Cuanta más energía aprisionamos en nuestro interior, como hacen los que comen con exceso, por ejemplo, más daño nos hacemos. Por el contrario hay que liberar energía. Y éste es, en definitiva, el papel de la respiración durante las comidas: permite liberar mejor las energías contenidas en los alimentos. Os lo he dicho a menudo: la nutrición es una combustión y el fuego siempre tiene necesidad de aire para ser reanimado, por eso le soplamos. Si realizáis unas buenas respiraciones al comer, la combustión de los alimentos se realiza mejor. Para ello es necesario pararse tres o cuatro veces durante la comida para respirar profundamente: la comida libera de esta manera más energía.

Nuestro trabajo no consiste en condensar, en materializar la energía; ésta contiene ya un grado suficiente de condensación. Lo que tenemos que hacer es desprenderla, liberarla. Los grandes Iniciados, que conocen esta ley de la desintegración de la materia, desprenden alguna milésima de miligramo de su cerebro y gracias a la energía liberada de esta manera, realizan milagros. Llevan a cabo esta desintegración a través del pensamiento. Es un secreto

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que conocen desde hace milenios. Aplican la fisión del átomo en su propio cerebro que es una materia de una riqueza inagotable.

Alguien dirá: «Yo también sé desintegrar la materia: estuve a cuarenta de fiebre y perdí tres kilos.» ¡Ah, no! Si se da una auténtica liberación de energía, se extrae energía. La fiebre, por el contrario, os debilita, destruye numerosas células, y perdéis materia sin ganar energía. Mientras que el que medita, disgrega a través de la concentración algunas partículas ínfimas de materia que a su vez desprenden energía, lo cual es tanto más beneficioso y saludable por cuanto otras partículas más puras y luminosas vienen a reemplazarlas. Este no es el caso de las enfermedades o de cualquier otro consumo de energía. Hay que llegar a discernir entre el consumo de energía que os enriquece y el que os empobrece.

Para que se desprendan los elementos etéricos del aire, es necesario, como ya os decía, «masticar» el aire. Los pulmones se componen de varias regiones: la una es comparable a la boca, la otra al estómago, pero con una inversión de abajo a arriba. En definitiva, mirad los pulmones, ¿no se parecen a un árbol invertido con el tronco, las ramas y las hojas? El árbol tiene las hojas en la parte superior, mientras que los pulmones tienen sus «hojas », los alveolos, abajo. A través de sus hojas, el árbol realiza intercambios con la atmósfera gaseosa exterior, mientras que los pulmones dejan penetrar el aire en su interior a través del «tronco» y las «ramas ».

Si queremos profundizar un poco más, nos daremos cuenta que la parte baja de los pulmones funciona como una boca y la parte alta como un estómago. Cuando comemos, introducimos el alimento en lo alto, en la boca, para masticarla; luego ésta desciende hasta el estómago. Cuando respiramos, ocurre lo

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contrario: la respiración profunda llena los pulmones de aire hasta abajo, hasta la parte baja de los alveolos y estos «mastican» el aire como la boca; por el contrario, si la respiración es superficial, el aire es retenido en lo alto de los pulmones -su «estómago»- sin ser masticado. Hay que practicar la respiración profunda, la respiración abdominal; si no se hace descender el aire hasta la parte baja de los pulmones, sólo se absorben las partículas más burdas. Pero si se envía el aire hasta la parte baja, hasta hacer presión sobre el diafragma, teniendo cuidado de retenerla algunos instantes, la «boca» entra en funcionamiento y extrae las partículas etéricas más sutiles para enviarlas a todo el organismo.

Pero para extraer del aire los elementos sutiles que contiene, no sólo hay que retener el aire inspirado, sino llevarlo lentamente desde la parte baja de los pulmones hacia la parte alta. Allí ejerce una presión sobre las células de los lóbulos superiores que están preparadas para un trabajo totalmente diferente que el de las células de los lóbulos inferiores. La ciencia verificará más tarde estas realidades, ya que todas las células del organismo, incluso en el interior de un mismo órgano, están diferenciadas, especializadas y repartidas de acuerdo a su cometido. Las células situadas en la parte baja de los pulmones están destinadas a absorber el aire de una manera totalmente diferente a las que se hallan arriba. Por esta razón es tan perjudicial para la salud respirar superficialmente, como tragarse los alimentos sin respirar. Los que practican una respiración profunda, se nutren de verdad, mientras que los que respiran superficialmente, se mantienen vivos, pero no se nutren.

Para ayudamos a captar mejor la importancia de la respiración, el Maestro Peter Deunov nos recordó, un día, el episodio bíblico del combate entre Jacob y el Ángel. Después de haber vencido a Jacob, el Ángel le dijo: «Déjame marchar, que ya

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está amaneciendo.» Pero Jacob respondió: «No te dejaré marchar hasta que me hayas bendecido.» y el Maestro nos explicó: «Debéis hacer lo mismo con el aire: recibidle, llenad vuestros pulmones y no lo expulséis antes de que os haya dejado todos los beneficios que contiene. » ¿Pensáis que fue un acto de violencia por parte de Jacob? No, se trata más bien de celo, de entusiasmo espiritual, y nosotros tenemos que hacer lo mismo. Mientras el aire no nos haya dado todas las bendiciones que contiene, no hay que expulsarlo. Este es el secreto de la plenitud.

POR LA TARDE

LA RESPIRACION Y LA NUTRICION

La vida del hombre en la tierra empieza con el aliento, con la primera inspiración. Gracias a ella los pulmones se llenan de aire, se ponen en movimiento y se inicia la vida. Al cabo de los años, cuando se dice que alguien ha dado su último suspiro, todo el mundo comprende que ha muerto. El aliento es el principio y el fin. La vida empieza por una inspiración y acaba con una expiración.

Es interesante detenerse a reflexionar en el proceso de la respiración, para comprender que en él se encuentra la base de nuestra existencia y que vale la pena ejercitarse para hacerlo cada vez mejor. En la mayoría de los hombres este proceso se encuentra obstaculizado, disminuido o envenenado. Esa es la causa por la cual deben aprender a trabajar con el aire para animar, purificar e intensificar la vida en su interior.

Para comprender mejor el fenómeno de la respiración y sus leyes, se la puede comparar a la nutrición.

¿Qué hacemos al comer? Masticamos los alimentos antes de enviarlos al estómago. La boca es como una pequeña cocina

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donde se preparan los alimentas: se cortan, se cuecen, se sazonan con un poco de aceite, es decir, con la saliva, trabajo en el que se ocupan ciertas glándulas. Por esta razón se aconseja masticar largo tiempo los alimentos hasta que lleguen a ser casi líquidos. Si se tragan sin masticar suficientemente, no están bien preparados y el organismo no puede asimilarlos, lo que produce muchos deshechos. Si el alimento no llega al estómago suficientemente masticado, el organismo se ve obligado a gastar mucha energía para transformarlo, y a causa de ello nos sentimos fatigados.

No creáis que la fatiga proviene siempre de haber trabajado demasiado. No; muy a menudo proviene de un derroche de energías, y cuando se traga la comida sin haberla masticado bien, e incluso sin haberla impregnado suficientemente con nuestros pensamientos y nuestros sentimientos, es más difícil de digerir y el organismo tiene más dificultades en asimilarla.

Debéis saber que para emprender un trabajo espiritual en condiciones óptimas, es necesario proteger vuestro organismo no imponiéndole gastos de energía inútiles. Hay quien cree que para estar activo, para tener buena salud y resistencia hay que comer mucho. No, esto es erróneo. Un día podéis realizar esta experiencia: masticar cada bocado de comida el mayor tiempo posible, varios minutos a ser posible, hasta que desaparezca por sí mismo completamente en la boca. Os daréis cuenta de que, a pesar de haber comido muy poco, habéis absorbido energía para muchas horas. Si os hablo de esta experiencia, es porque la he realizado yo mismo en mi juventud en Bulgaria. Cuando era estudiante, era muy pobre y a menudo tenía muy poco que comer, pero me di cuenta de que masticando mucho rato la comida, me sentía más nutrido que si comía a ritmo normal. Esto me demostró que la comida posee unas energías que no hemos aprendido todavía a liberar y a utilizar.

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A este respecto, añadiré que es preferible no levantarse de la mesa completamente saciado, sino teniendo todavía una ligera sensación de hambre. ¿Por qué? Para que el cuerpo etérico trabaje. Sí, para colmar este ligero vacío que habéis dejado, el cuerpo etérico se ve impulsado a buscar algún alimento en las regiones más sutiles, y, después de algunos instantes, no solamente ya no tenéis hambre, sino que os sentís llenos de nuevas energías, de energías físicas, pero también psíquicas, y sentís que vuestro cerebro funciona mejor. Mientras que si estáis saciados, paralizáis la actividad del cuerpo etérico, lo cual es nefasto para la salud, ya que todo vuestro organismo se encuentra así amenazado de obstrucción.

No debéis paralizar el cuerpo etérico, sino forzarle a estar activo, a tener algo que hacer, algo que buscar. Os mantenéis en buena salud gracias a esta actividad del cuerpo etérico. Y para estimular el cuerpo etérico a estar activo no hay que saturar el cuerpo físico; por el contrario, esta ligera privación experimentada por el cuerpo físico es la que incita al cuerpo etérico a que trabaje.

Pero volvamos a las analogías que existen entre la respiración y la nutrición.

Las mismas leyes rigen estos dos procesos. No es bueno respirar deprisa, porque el aire no tiene tiempo de descender profundamente por los pulmones para llenarlos, hincharlos, dilatarlos. Hay que respirar lenta, profundamente, e incluso de vez en cuando, hay que retener algunos segundos el aire en los pulmones antes de sacarlo. ¿Por qué? Para « masticarlo ». Sí, los pulmones saben masticar el aire, de la misma manera que la boca sabe masticar los alimentos.

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Cuando la boca mastica los alimentos, está actuando como un estómago, pero ocupándose de la parte sutil de la nutrición. Esto aún no ha sido estudiado como se merece. La boca es un estómago sutil, espiritual, donde se realiza el trabajo más importante. El estómago recibe la parte más burda de los alimentos, después de que la boca haya absorbido toda la parte etérica, sutil. Podemos verificarlo. Veamos lo que ocurre con un enfermo que se ha visto obligado a ayunar durante varios días: evidentemente se siente muy débil. Dadle fruta: cuando ha empezado a masticarla, antes de haberla tragado, ya siente que ha recuperado las fuerzas. Esto prueba que existen en la boca células, glándulas, que saben extraer de la comida lo más energético y vivo que contiene. A continuación, el estómago se encarga de los elementos más burdos.

Las personas que comen mucho y con glotonería, envían a su estómago cantidad de alimentos mal masticados, de los que la boca no ha podido extraer los elementos más sutiles. De esta manera tendrán, quizás, unos huesos sólidos, musculosos, vigorosos y algo más de sangre, pero su sistema nervioso no se alimentará. La salud del sistema nervioso depende del trabajo que se realiza en la boca. Si queréis poseer una reserva inagotable de energía nerviosa con la que podáis dominar vuestro cuerpo físico, vuestras emociones, vuestros sentimientos, masticad despacio, conscientemente y con amor. Experimentadlo y veréis cómo aumentáis considerablemente la fuerza de vuestro sistema nervioso. La mayoría de la gente come deprisa, tragan la comida sin masticar y después están agitados y nerviosos durante todo el día. La educación de uno mismo debe empezar por la nutrición consciente y sensata. El que respete las leyes de la nutrición se sentirá tranquilo y obtendrá la maestría, el dominio, la paz.

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Ahora podemos comprender, por analogía, cómo las leyes de la nutrición se vuelven a encontrar en la respiración. El aire que respiramos es como un «bocado», un bocado lleno de fuerzas inconcebibles. Si lo expulsamos demasiado deprisa, los pulmones no pueden «cocerlas», digerirlas », asimilarlas suficientemente como para que el organismo se beneficie de las fuerzas que contiene. Esta es la razón por la que tanta gente está cansada, nerviosa, irritable: no saben alimentarse correctamente de aire, no lo «mastican », lo expulsan enseguida. Respiran únicamente con la parte alta de los pulmones y el resultado es que el aire viciado no puede ser expulsado y reemplazado por aire puro. La respiración profunda es un ejercicio magnífico que hay que pensar en practicar, puesto que renueva las energías.

Observad que si tenéis una moto o un coche, les dais un alimento líquido: la gasolina. Cuando la chispa del motor enciende la gasolina, ésta se transforma en gas -es decir, en elemento aire- Se desprende entonces una energía, y gracias a esta transformación generadora de energía los vehículos de motor pueden funcionar. Pues bien, cuando comemos ocurre lo mismo: a medida que los alimentos se desmenuzan en nuestra boca, en nuestro estómago, etc., pasan sucesivamente por varios estados, desprendiéndose energía cada vez.

Por lo tanto en nuestro cuerpo la comida se ve obligada a transformarse pasando por estados cada vez más sutiles. Cuando la masticamos se convierte en líquida, desprende en ese momento cierta energía, ya que el elemento gaseoso se libera de la materia líquida en la que se encontraba comprimido, prisionero: necesita expansionarse, dilatarse, y liberarse desencadena ciertos procesos. Después, el elemento gaseoso libera a su vez un elemento etérico, lo que produce, a su vez, una fuerza todavía mayor, destinada a

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nutrir otras regiones y a desencadenar otros movimientos. Este es el secreto de la vida.

¿Por qué comemos? Para extraer de la vida la energía que se halla concentrada en ella. Y, ¿de dónde proviene esta energía? Del sol. Sí, el sol ha condensado sus energías en las verduras y las frutas que comemos. Envía sus energías a la tierra y todas las plantas y los vegetales las absorben bajo forma etérica y las condensan en un volumen muy reducido. Las criaturas, al comer, realizan la operación inversa, ya que comer es desmenuzar la materia para liberar las fuerzas que el sol ha almacenado en ella.

Sí, el sol ha introducido su energía en toda la naturaleza. Incluso las piedras están llenas de ella. Por esta razón, si os encontráis en la montaña o en el campo en días soleados, buscad grandes piedras planas que hayan sido calentadas por el sol y acostaros encima: es un método curativo muy poderoso.

El sol vierte en toda la naturaleza una energía considerable que los seres captan y absorben. Esta energía se encuentra también en el aire bajo la forma que los hindúes llaman prana. El mejor momento para recibir el prana son los minutos que preceden a la aparición del sol. Entonces puede captarse el elemento más sutil y poderoso del prana. Id, pues, a contemplar la salida del sol: en ese momento el sol es tan suave, tan tierno, que casi quisiéramos beberlo... no podemos desprendemos de él. Casi sentimos tristeza de vemos obligados a dejarlo, para ir al encuentro de las ocupaciones de la vida cotidiana.

Lo más importante no es absorber una gran cantidad de comida, de líquido, o de aire, sino asimilarlos bien. Y para esto hay que retenerlos el tiempo suficiente, que nos permita extraer todo lo que contienen. ¿Sabéis cuánta energía contiene un bocado de pan...? ¿Qué creéis…? pues bien, ¡contiene la energía

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suficiente como para hacer que un tren de cien vagones dé tres vueltas alrededor de la tierra! Así pues, ¿por qué este tren que somos nosotros no es capaz de recorrer más que algunos metros con un bocado? Porque no hemos sabido extraer toda la energía que contiene.

Lo mismo ocurre con el aire que respiramos. Para extraer el máximo de riquezas del aire hay que comprimirlo, retenerlo en los pulmones. Durante esta compresión el organismo trabaja: provoca el equivalente de las fases de encendido y explosión en un motor. Puesto que el aire no puede escaparse, la naturaleza le abre diminutos caminos en el organismo para que pueda circular. Si lo expulsáis enseguida, si lo dejáis escapar, toda la energía que contiene se escapará. Gracias a la retención, esta energía pasa por todos los diminutos canales que la naturaleza ha preparado para ella. Le dice: « ¡Ven por aquí! ¡Pasa por allá…!» Y la naturaleza ha dispuesto miles de engranajes que deben ser accionados para poder entrar en movimiento.

De la misma manera, si al asistir a la salida del sol no pensáis en retener sus rayos, si los dejáis pasar sin hacer nada, los inutilizáis y resultan ineficaces. Pero si los captáis conscientemente, si los acumuláis y comprimís en vuestro interior, les estáis dando salida hacia vuestro espíritu. Estos rayos circularán como una fuerza formidable, poniendo en marcha centros poderosos, y entonces os sentiréis, alguna que otra vez, convertidos en un torbellino de fuego.

También deberíamos retener un poco las bebidas en la boca. Los primeros años en que fui discípulo del Maestro Peter Deunov, mi hígado no funcionaba muy bien... Un día pregunté al Maestro lo que debía hacer para curarme. He aquí lo que me respondió: «Has de tomar algunos sorbos de agua en la boca, retenerla, e

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intentar tragar el agua lentamente, despacio, pensando en ella, sintiendo su gusto... Hazlo varias veces a lo largo del día, y te curarás. ¡Oh, oh! me dije, ¿cómo es posible? ¡Beber algunos sorbos de agua pensando que va a curarme!» Era tan sencillo que no conseguía creerlo, pero el Maestro no me dio ninguna explicación y no lo comprendí hasta más tarde. Evidentemente los graves trastornos de hígado no se curan solamente bebiendo agua de esta manera, pero realizad este ejercicio de vez en cuando, y comprobaréis que tiene un efecto beneficioso sobre vosotros.

Como veis, el gran secreto consiste en hacer siempre que los elementos pasen a un grado mayor de sutileza: volver líquidos los elementos sólidos, transformar en etéricos los elementos gaseosos. El que es capaz de realizarlo, posee el secreto de absorber eternamente del Manantial. Todos los seres inconscientemente, ya lo hacen un poco, por esto están vivos, pero no lo realizan plenamente, lo hacen de manera mecánica, sin pensar. Ahora bien, el proceso no se realiza de la misma manera si se es consciente o no de él.

Utilizar la materia es liberar la energía que contiene. Todo lo que es denso, compacto, pesado, representa una materia no organizada en la que la energía permanece prisionera. Cuanta más energía aprisionamos en nuestro interior, como hacen los que comen con exceso, por ejemplo, más daño nos hacemos. Por el contrario hay que liberar energía. Y éste es, en definitiva, el papel de la respiración durante las comidas: permite liberar mejor las energías contenidas en los alimentos. Os lo he dicho a menudo: la nutrición es una combustión y el fuego siempre tiene necesidad de aire para ser reanimado, por eso le soplamos. Si realizáis unas buenas respiraciones al comer, la combustión de los alimentos se realiza mejor. Para ello es necesario pararse tres o cuatro veces

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durante la comida para respirar profundamente: la comida libera de esta manera más energía.

Nuestro trabajo no consiste en condensar, en materializar la energía; ésta contiene ya un grado suficiente de condensación. Lo que tenemos que hacer es desprenderla, liberarla. Los grandes Iniciados, que conocen esta ley de la desintegración de la materia, desprenden alguna milésima de miligramo de su cerebro y gracias a la energía liberada de esta manera, realizan milagros. Llevan a cabo esta desintegración a través del pensamiento. Es un secreto que conocen desde hace milenios. Aplican la fisión del átomo en su propio cerebro que es una materia de una riqueza inagotable.

Alguien dirá: «Yo también sé desintegrar la materia: estuve a cuarenta de fiebre y perdí tres kilos.» ¡Ah, no! Si se da una auténtica liberación de energía, se extrae energía. La fiebre, por el contrario, os debilita, destruye numerosas células, y perdéis materia sin ganar energía. Mientras que el que medita, disgrega a través de la concentración algunas partículas ínfimas de materia que a su vez desprenden energía, lo cual es tanto más beneficioso y saludable por cuanto otras partículas más puras y luminosas vienen a reemplazarlas. Este no es el caso de las enfermedades o de cualquier otro consumo de energía. Hay que llegar a discernir entre el consumo de energía que os enriquece y el que os empobrece.

Para que se desprendan los elementos etéricos del aire, es necesario, como ya os decía, «masticar» el aire. Los pulmones se componen de varias regiones: la una es comparable a la boca, la otra al estómago, pero con una inversión de abajo a arriba. En definitiva, mirad los pulmones, ¿no se parecen a un árbol invertido con el tronco, las ramas y las hojas? El árbol tiene las hojas en la parte superior, mientras que los pulmones tienen sus

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«hojas », los alveolos, abajo. A través de sus hojas, el árbol realiza intercambios con la atmósfera gaseosa exterior, mientras que los pulmones dejan penetrar el aire en su interior a través del «tronco» y las «ramas ».

Si queremos profundizar un poco más, nos daremos cuenta que la parte baja de los pulmones funciona como una boca y la parte alta como un estómago. Cuando comemos, introducimos el alimento en lo alto, en la boca, para masticarla; luego ésta desciende hasta el estómago. Cuando respiramos, ocurre lo contrario: la respiración profunda llena los pulmones de aire hasta abajo, hasta la parte baja de los alveolos y estos «mastican» el aire como la boca; por el contrario, si la respiración es superficial, el aire es retenido en lo alto de los pulmones -su «estómago»- sin ser masticado. Hay que practicar la respiración profunda, la respiración abdominal; si no se hace descender el aire hasta la parte baja de los pulmones, sólo se absorben las partículas más burdas. Pero si se envía el aire hasta la parte baja, hasta hacer presión sobre el diafragma, teniendo cuidado de retenerla algunos instantes, la «boca» entra en funcionamiento y extrae las partículas etéricas más sutiles para enviarlas a todo el organismo.

Pero para extraer del aire los elementos sutiles que contiene, no sólo hay que retener el aire inspirado, sino llevarlo lentamente desde la parte baja de los pulmones hacia la parte alta. Allí ejerce una presión sobre las células de los lóbulos superiores que están preparadas para un trabajo totalmente diferente que el de las células de los lóbulos inferiores. La ciencia verificará más tarde estas realidades, ya que todas las células del organismo, incluso en el interior de un mismo órgano, están diferenciadas, especializadas y repartidas de acuerdo a su cometido. Las células situadas en la parte baja de los pulmones están destinadas a absorber el aire de una manera totalmente diferente a las que se

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hallan arriba. Por esta razón es tan perjudicial para la salud respirar superficialmente, como tragarse los alimentos sin respirar. Los que practican una respiración profunda, se nutren de verdad, mientras que los que respiran superficialmente, se mantienen vivos, pero no se nutren.

Para ayudamos a captar mejor la importancia de la respiración, el Maestro Peter Deunov nos recordó, un día, el episodio bíblico del combate entre Jacob y el Ángel. Después de haber vencido a Jacob, el Ángel le dijo: «Déjame marchar, que ya está amaneciendo.» Pero Jacob respondió: «No te dejaré marchar hasta que me hayas bendecido.» y el Maestro nos explicó: «Debéis hacer lo mismo con el aire: recibidle, llenad vuestros pulmones y no lo expulséis antes de que os haya dejado todos los beneficios que contiene. » ¿Pensáis que fue un acto de violencia por parte de Jacob? No, se trata más bien de celo, de entusiasmo espiritual, y nosotros tenemos que hacer lo mismo. Mientras el aire no nos haya dado todas las bendiciones que contiene, no hay que expulsarlo. Este es el secreto de la plenitud.

Centre OMRAAM

Institut Solve et Coagula Reus

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