explicando el paleoamericano abiol

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Gonzalo Mega, 3.728.552-6 Antropología biológica Pucciarelli, H. M., 2009. Explicando el paleoamericano y su probable extinción, a través de inferencias comparativas y experimentales. Runa, 30(1): 9-27. Resumen del artículo Mediante la utilización de métodos comparativos y experimentales entre diversos cráneos de distinta conformación morfológica, supuestamente pertenecientes a poblaciones de paleoamericanos (neurocráneos largos, bajos y estrechos, con caras bajas, angostas, y proyectadas) y amerindios (cráneos cortos y anchos, caras altas, anchas y retraídas), estableciéndolas como diferentes entre sí, el autor propone para explicar el poblamiento americano, dos oleadas inmigratorias correspondientes a cada una de estas poblaciones procedentes de distintos lugares de Asia y en distinto período temporal; la primera, correspondiente a los paleoamericanos, habría sido por vía costera transpacífica, y la segunda oleada migratoria, de individuos con características mongoloides, se habría dado a través del estrecho de Bering. Asimismo es propuesta una teoría de migración-reemplazo, siendo el elemento objeto del reemplazo (o extinto) aquel que inmigró en primera instancia, es decir, las poblaciones paleoamericanas que fueron absorbidas por los elementos amerindios de posterior ingreso. El autor propone como elemento principal para el establecimiento de esta teoría, una simulación experimental de la que se desprende un progresivo descenso en el número de cráneos con características paleoamericanas hasta llegar en determinada instancia (etapa VII de la simulación) al 0% de las

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Page 1: Explicando El Paleoamericano ABIOL

Gonzalo Mega, 3.728.552-6 Antropología biológica

Pucciarelli, H. M., 2009. Explicando el paleoamericano y su probable extinción, a

través de inferencias comparativas y experimentales. Runa, 30(1): 9-27.

Resumen del artículo

Mediante la utilización de métodos comparativos y experimentales entre diversos

cráneos de distinta conformación morfológica, supuestamente pertenecientes a

poblaciones de paleoamericanos (neurocráneos largos, bajos y estrechos, con caras

bajas, angostas, y proyectadas) y amerindios (cráneos cortos y anchos, caras altas,

anchas y retraídas), estableciéndolas como diferentes entre sí, el autor propone para

explicar el poblamiento americano, dos oleadas inmigratorias correspondientes a cada

una de estas poblaciones procedentes de distintos lugares de Asia y en distinto

período temporal; la primera, correspondiente a los paleoamericanos, habría sido por

vía costera transpacífica, y la segunda oleada migratoria, de individuos con

características mongoloides, se habría dado a través del estrecho de Bering.

Asimismo es propuesta una teoría de migración-reemplazo, siendo el elemento objeto

del reemplazo (o extinto) aquel que inmigró en primera instancia, es decir, las

poblaciones paleoamericanas que fueron absorbidas por los elementos amerindios de

posterior ingreso. El autor propone como elemento principal para el establecimiento de

esta teoría, una simulación experimental de la que se desprende un progresivo

descenso en el número de cráneos con características paleoamericanas hasta llegar

en determinada instancia (etapa VII de la simulación) al 0% de las muestras, y el

significativo y constante aumento, llegando prácticamente al 100 % de las muestras en

la etapa mencionada anteriormente, en cráneos con marcados indicadores amerindios.

Discusión

Comenzaremos con un somero repaso de las principales teorías acerca del

poblamiento americano; las primeras pueden dividirse en tres categorías, a saber:

aquellas que proponían un único origen, temporalmente reciente; aquellas que

proponían un origen múltiple y de gran antigüedad, y por último las que proponían un

origen americano.

Entre quienes proponían un origen único podemos mencionar en primer lugar al padre

jesuita José de Acosta (1589) que incluso propuso el origen asiático de las

poblaciones americanas; siguiendo esta línea, pero mucho más recientemente,

hablamos de la escuela americana con Ales Hrdlicka (1925) a la cabeza, quienes

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postularon el origen del hombre americano en la raíz mongloide asiática, con ingreso

en América por el estrecho de Bering, desarrollando posteriormente rasgos culturales

diferenciados de los asiáticos.

El hombre americano como unidad racial fue postulada en base a rasgos morfológicos

supuestamente existentes en la gran mayoría de los indígenas americanos, las

diferencias que se observaban eran producto de procesos anteriores al ingreso por

Beringia y atribuibles a diferentes migraciones (una oleada dolicocéfala de la cual

provienen los algonquinos, los individuos de Lagoa Santa, etc., otra braquicéfala, de

tipo tolteca, una oleada de braquicéfalos atapascanos exclusivos de Norteamérica; y

por último los esquimales).

En cuanto a las teorías de origen múltiple, el punto en común entre todos los

exponentes fue el enfrentamiento a los postulados de la teoría de origen único; estos

autores propusieron que las semejanzas entre los aborígenes americanos, a pesar de

ser grandes, no superaban las diferencias existentes entre ellos, siendo estas

explicables por la recurrencia de diversas oleadas migratorias de distinto origen. Los

autores de estas teorías (Paul Rivet, José Imbelloni, Salvador Canals Frau, Félix

Outes, etc.) nunca llegaron a un consenso en cuanto al número de oleadas ni al origen

de las mismas.

Es de destacar el aporte de Imbelloni (1938) que adujo la existencia de once oleadas

migratorias de distinta procedencia y productoras de los distintos tipos americanos.

La propuesta del origen autóctono del hombre americano (y de la especie humana en

su conjunto) hecha por Florentino Ameghino (1921) estuvo basada en restos óseos

hallados en la provincia de Buenos Aires a los que catalogó como pertenecientes al

precursor de nuestra especie Homunculus patagonicus, del que surgirían los cuatro

linajes ancestrales: Tetra, Tri, Di y Protohomo, para dar lugar luego al Homo sapiens

propiamente dicho. Los restos arqueológicos presentados por Ameghino fueron

insuficientes y en algunos casos falsos (pertenencia de algunos restos a humanos

recientes u otras especies animales), cayendo esta teoría en descrédito.

En los últimos años han surgido nuevas teorías que dan cuenta del poblamiento

americano, pasaremos a presentar, a nuestro juicio, las más relevantes.

En primer lugar cabe destacar la teoría de las tres oleadas propuesta por Greenberg,

Zegura y Turner en 1986 que reunió evidencia lingüística, genética y morfológica

dental para luego establecer tres oleadas migratorias independientes entre sí y

provenientes de Asia. La congruencia en el análisis de datos interdisciplinarios para

dar lugar a tres grupos diferenciados dentro de los indígenas americanos, fue de gran

relevancia para los estudios futuros en este campo. Según estos investigadores los

tres grupos estrían compuestos en primer lugar por paleoindios, cuya entrada en

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América fue estimada en 12000 AP según análisis glotocronológicos, que darían lugar

a los aborígenes que hablan lenguas amerindias. El segundo grupo estaría compuesto

por la oleada que dio lugar a los indígenas de lengua na-dene de Estados Unidos y

oeste de Canadá. Y el último grupo en ingresar en territorio americano lo compondrían

los grupos aleuto-esquimales del extremo norte del continente.

“Este modelo (de mérito indudable, por basarse en caracteres de diferente etiología)

fue aceptado porque resumió casi todo el complejo poblacional en una sola vía de

entrada y en momentos climáticos verosímiles. Otra razón poderosa de aceptación

reside en que el modelo no cuestionó la primacía Clovis y, por consiguiente, no

conflictuaba criterios de prevalencia norteamericana que debían manifestarse hasta en

una inocente hipótesis de poblamiento.” (Pucciarelli, 2004: 228)

A partir de la evidencia producto del análisis en la variación de ADN mitocondrial en

primer lugar, y apoyada por análisis en el ADN del cromosoma Y, se definieron para la

gran mayoría de los indígenas americanos cuatro linajes (grupos de ADN mitocondrial

relacionados entre si por mutaciones comunes, compartidas y únicas, no observadas

en otros ADN mitocondriales) distintos: haplogrupos A, B, C, D, de origen asiático.

Según Bonatto y Salzano estos linajes formaron parte de una única oleada migratoria,

ya que están presentes en la totalidad de las poblaciones indígenas americanas, que

hubo poblado en primer lugar Beringia expandiéndose a través del corredor Alberta

para poblar todo el continente, con el cierre del corredor ocurrido aproximadamente

entre 14000 y 20000 AP las poblaciones que quedaron en Beringia originaron los

grupos na-dene y aleuto-esquimales y los que quedaron al sur de los glaciares

originaron los grupos amerindios.

Sin embargo los últimos hallazgos obtenidos a partir de haplogrupos mitocondriales,

han permitido encontrar nuevos linajes. A pesar que la mayoría de los aborígenes

americanos presentan los haplogrupos antes descritos, existen poblaciones (parecería

ser exclusivo de grupos norteamericanos) cuyo ADN mitocondrial debe ser adjudicado

a otro linaje, denominado X, que caracteriza a poblaciones americanas y europeas, y

no a poblaciones asiáticas. Esto, sumado a estimaciones de 12000 a 36000 AP para la

presencia de este haplogrupo en indígenas americanos hace pensar en el porte de

este linaje por parte de los primeros pobladores americanos, así como de algún grado

de parentesco con grupos caucásicos.

Más allá de lo descrito, “si bien puede construirse la filogenia para cada uno de los

cuatro haplogrupos dominantes, en la cual pueden rastrearse los haplotipos

ancestrales a los haplotipos actuales, esto no implica que solamente los haplotipos

observables en la actualidad hayan estado presentes en las primeras oleadas (u

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oleada) de poblamiento. Estos haplotipos, no son más que los sobrevivientes de entre

la totalidad de haplotipos posibles en los primeros emigrantes” (Gonzalez, 2003: 31)

Por lo tanto, aunque la información obtenida a partir del estudio en la variabilidad del

ADN es de gran valía, hasta el momento no parece ser motivo de consenso en la

mayoría de los investigadores con respecto al poblamiento de América

Pucciarelli y Neves mediante el análisis craneométrico de varias muestras

pertenecientes al norte de Asia y varios sitios tempranos de América (Lagoa Santa,

Tequendama, Palli-Aike, Spirit Cave, Wizard’s Beach, Zhoukoudian Upper Cave, etc.),

han desarrollado una teoría que propone dos oleadas migratorias que poblaron el

continente americano (Neves et al. 2007). Estas muestras, al ser comparadas con

series craneológicas de indígenas actuales, presentan una alta variabilidad,

apartándose en gran medida del patrón mongoloide considerado antiguamente como

el único originario de las poblaciones americanas actuales. Según los autores, el

conjunto muestral estudiado representa un estadio generalizado, anterior a la aparición

de la morfología mongoloide, al que denominan paleoamericano y que sería el

producto de una primera oleada que ocupó América en épocas tempranas, seguida de

una segunda oleada a través del estrecho de Bering, con rasgos típicos mongoloides

caracterizada por la intensificación de ciertos marcadores, en particular neurocráneo

corto y ancho con la cara ancha y aplanada (dólico-hipsicéfalo).

Los paleoamericanos, por otra parte, presentan como rasgos característicos un

neurocráneo angosto y alargado del tipo dólico-platicéfalo, mostrando una afinidad con

africanos y australianos, que según los autores se deben a un ancestro común en

Asia, (anterior a la diferenciación mongoloide), que produjo la migración hacia

Australia y hacia América, esta última seguramente por vía transpacífica.

Es decir que dos migraciones han sido las responsables del poblamiento americano, la

primera de carácter generalizado con claras concordancias en cráneos africanos y

australianos, cuya población ha sido denominada paleoamericana, y otra de posterior

suceso con componentes biológicos especializados (adaptados al clima frío según los

autores), de carácter mongoloide, que habría absorbido a la mayoría de los pobladores

paleoamericanos, y que han denominado amerindios.

“Debe tenerse en cuenta que los trabajos de este grupo de autores no han involucrado

muestras de na-dene o esquimo-aleutianos. El estatus de estos dos grupos no ha sido

discutido en sus trabajos y en rigor, el modelo es independiente del grado de similitud

que se adjudique a estas poblaciones.” (González, 2003: 28).

A pesar del correcto abordaje sobre la variabilidad morfológica existente en América,

hay un debe en la concordancia con los análisis hechos en base a variación molecular,

así como análisis de ADN en las muestras paleoamericanas para dar cuenta de los

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aportes de estas poblaciones al conjunto de genes amerindios. Asimismo las

vinculaciones entre poblaciones paleoamericanas y amerindias no deben

necesariamente ser el resultado de dos migraciones independientes, ya que ciertos

mecanismos evolutivos como la migración-deriva génica pudieron generar, a partir de

las poblaciones paleoamericanas, los grupos con características amerindias, siendo

las diferencias craneanas producto de la variabilidad propia de las poblaciones

americanas.

Conclusión

La teoría de dos oleadas planteada por Pucciarelli y Neves es por todo lo expuesto

anteriormente, sin dudas, más verosímil (y económica) que un modelo de

microevolución local (necesariamente propuesto si se tiene en cuenta la teoría de una

oleada única), ya que para explicar este último se requieren dos pasos evolutivos, es

decir, la morfología mongoloide (amerindia) debe surgir dos veces e

independientemente, una vez en Asia y otra en América.

Más allá de esto, los últimos estudios de ADN perteneciente a poblaciones americanas

actuales convergen en una única oleada migratoria, más aún cuando el ADN fósil

paleoindio presenta los mismos haplogrupos de las poblaciones indígenas actuales.

Sin embargo es posible compatibilizar ambas propuestas si se propone a la población

de morfología generalizada (que dio origen a los paleoamericanos), como la misma

que dio origen a las poblaciones mongoloides asiáticas, durante el Holoceno

temprano, manteniendo los haplogrupos que hoy encontramos en todas las

poblaciones de aborígenes americanos, pero modificando las características

morfológicas craneanas, producto de las presiones ambientales.

Por lo tanto, se puede hablar de dictámenes evolutivos distintos para la morfología

craneana y los linajes de ADN, afectando la selección natural a los primeros

caracteres y la deriva génica a los segundos.

En consecuencia el escenario más probable es el siguiente: en primera instancia el

ingreso de grupos de morfología generalizada, por vía costera transpacífica (14000

AP), y en segundo lugar, luego del mejoramiento climático de principios del Holoceno

(11000AP), habrían ingresado, reemplazando o mestizándose con los pobladores

paleoamericanos, poblaciones mongoloides con morfología craneana diferenciada,

que es la que se conserva en la mayoría de las poblaciones indígenas actuales (son

una excepción los grupos de Baja California del Sur).

A pesar de lo expuesto, el dinamismo presente en la problemática del poblamiento

americano implica una postura holística de carácter interdisciplinario, que abarque

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estudios de lingüística, biología molecular, paleontología, geología, anatomía,

arqueología, etc., así como el abandono de algunos conceptos reduccionistas como el

de oleadas, necesarios para comprender en conjunto la historia evolutiva del ser

humano en América.

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