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1 Tema 01: Conceptuación filosófica del ser humano Estimados alumnos ¡bienvenidos! a nuestra primera semana del curso, donde empezaremos con un tema muy importante, que incluso para muchos puede ser apasionante, pues nos dará una visión general de las explicaciones que el hombre ha intentado dar de sí mismo y del rol que le corresponde desempeñar en sociedad. Entenderemos cómo evolucionan los sistemas de pensamiento dentro de un contexto histórico amplio; conoceremos como los personajes modernos y contemporáneos nos proporcionan un gran número de formas diferentes de percibir la naturaleza humana y de aproximarnos a los problemas de la antropología filosófica, en la medida en que nos proporcionan elementos claves para reflexionar acerca del Ser y Actuar del hombre. Los temas se complementan con una interesante lectura, un valioso vídeo e importantes actividades de evaluación que conducen a la Metacognición y a la comprobación de los aprendizajes logrados. Introducción Al contemplar la realidad, la primera impresión en la persona de nuestro esquema cultural local es asumir una actitud cuasi ingenua, objetivista o dogmática, que no pregunta ni se pregunta, sólo la asume tal como la percibe, sin atreverse a cuestionarla. Sólo se interesa por el mundo de los objetos de la vida material, como por ejemplo, tener un buen trabajo para mejorar sus ingresos o mejorar su casa; y, termina alejándose hasta de sí mismo, influido totalmente por este mundo globalizado que lo condiciona hasta alienarlo y convertirse en un objeto mas de la realidad: cuenta mas el tener cosas que el tenerse en y con la realidad. La actitud natural del hombre es ingenua y espontánea desde el momento en que supone que lo que existe, es lo que se puede

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examen de persona y su accion

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Tema 01: Conceptuación filosófica del ser humano

Estimados alumnos ¡bienvenidos! a nuestra primera semana del curso, donde empezaremos con un tema muy importante, que incluso para muchos puede ser apasionante, pues nos dará una visión general de las explicaciones que el hombre ha intentado dar de sí mismo y del rol que le corresponde desempeñar en sociedad. Entenderemos cómo evolucionan los sistemas de pensamiento dentro de un contexto histórico amplio; conoceremos como los personajes modernos y contemporáneos nos proporcionan un gran número de formas diferentes de percibir la naturaleza humana y de aproximarnos a los problemas de la antropología filosófica, en la medida en que nos proporcionan elementos claves para reflexionar acerca del Ser y Actuar del hombre.

Los temas se complementan con una interesante lectura, un valioso vídeo e importantes actividades de evaluación que conducen a la Metacognición y a la comprobación de los aprendizajes logrados.

Introducción

Al contemplar la realidad, la primera impresión en la persona de nuestro esquema cultural local es asumir una actitud cuasi ingenua, objetivista o dogmática, que no pregunta ni se pregunta, sólo la asume tal como la percibe, sin atreverse a cuestionarla. Sólo se interesa por el mundo de los objetos de la vida material, como por ejemplo, tener un buen trabajo para mejorar sus ingresos o mejorar su casa; y, termina alejándose hasta de sí mismo, influido totalmente por este mundo globalizado que lo condiciona hasta alienarlo y convertirse en un objeto mas de la realidad: cuenta mas el tener cosas que el tenerse en y con la realidad. La actitud natural del hombre es ingenua y espontánea desde el momento en que supone que lo que existe, es lo que se puede percibir por los sentidos, sin preguntarse si sus sentidos lo inducen al error. En todo ello, ¿hay un espacio para pensar en sí mismo y desde sí en y con los demás?

Si observamos el devenir del pensamiento humano, en su intento de explicar la realidad del mundo y del ser y actuar humanos, nos encontramos con distintas versiones que han ido apareciendo a través del tiempo o que se han expresado en diversos criterios ideológicos, políticos y religiosos, en cada civilización y también en cada edad de las que podemos tener referencias ciertas.

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Un sector importante de estas corrientes de pensamiento filosófico y antropológico, sostienen que al ser humano no se le puede definir, y que sólo es posible describirlo. Lo que se afirma de él sólo sería válido según su espacio y tiempo determinado y este modo de pensar ha influido en la historia de la cultura moderna.

Por ello hemos juzgado oportuno dar una mirada analítica en el sentido ideológico de algunas corrientes filosóficas, y nos detendremos en aquella que proporcione con mayor sentido lógico su opinión sobre el ser y actuar del ser humano.

1. La Actitud Filosófica

1.1 La Actitud filosófica

Toda persona es pensamiento pero el mismo no se da cuenta de esta realidad natural; el pensar (pesar) es actividad integral, tanto cuanto es esfuerzo mental, tanto cuanto es participación corporal o física; por ejemplo, si tu dices intuyo significa que algo percibes de ti o de fuera de ti pero al mismo tiempo ya lo estas sintiendo, y esto que sientes o que lo tienes lo empiezas a pesar en ti; esto es una actitud filosófica.

¿Que opinas de tus propias reacciones ordinarias?

Para Melendo (1999 p. 84,86), es posible explicar la filosofía como un modo de saber riguroso y desinteresado, que aspira a conocer con hondura el conjunto íntegro de la realidad mediante el descubrimiento de sus principios o causas últimas, fundamento del ser en sí mismo.

1.2 El asombro, como inicio y ámbito del filosofar.

Sobre la base de la tendencia por saber, propia del ser humano, el impulso inmediato de tal búsqueda está constituido por el asombro, la admiración, el estupor. Esta admiración vendría a ser como el detonante que activa el deseo de filosofar y aquí está precisamente una clave infalible para diferenciar las filosofías que pueden ser agrupadas bajo el título de permanentes. Para Zubiri, semejante admiración, no es un asombro cualquiera, sino que es la admiración socrática, la

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admiración que embarga al hombre que cree saber perfectamente aquello de que se ocupa, cuando un buen día descubre que lo que cree mejor sabido es en el fondo desconocido, ignorado.

En este sentido, comenta Pieper (2003, p.126), que filosofar significa alejarse, no de las cosas cotidianas, sino de sus interpretaciones corrientes, de las valoraciones de estas cosas que rigen de ordinario, y con las que tantas veces nos sentimos satisfechos. La admiración filosófica no surge, pues, cuando dirigimos nuestra mirada hacia un universo distinto de aquél en que nos desenvolvemos de continuo; sino que comienza cuando, nuestro poder de penetración intelectual se hace más agudo, y en las mismas cosas que manejamos todos los días se hace perceptible, una faz más profunda de la realidad.

1.3 Desarrollo de otras competencias filosóficas

1.3 Desarrollo de otras competencias filosóficas.

La actitud filosófica que nos lleva a la práctica filosófica, explica Brenifier (2010) se funda sobre competencias como: saber argumentar, problematizar y conceptualizar:

Argumentar:La argumentación consiste en producir una o varias proposiciones o ideas, con el fin de justificar nuestra actitud de defensa ante la realidad tanto personal como social o circundante. No se trata de probar si tengo o no tengo razón, sino de ser consciente de mi pensamiento y comprender las razones, el origen y el sentido de lo expresado. Es responder a interrogantes como por ejemplo, la razón por la que algo se afirma, o por lo que algo se piensa, el fundamento de ese algo, y el modo en que se construyó, cuál es su contenido y su significado.

Problematizar: Desde luego, esta actitud esta, estrechamente relacionada con el pensamiento crítico. Implica tener contradicciones, sin dar nada por cierto, y también formular preguntas que permitan mostrar los límites, las fallas o las imperfecciones de las proposiciones iniciales, a fin de eliminarlas, modificarlas o enriquecerlas. El principio de esta competencia es que todo enunciado, cualquiera que sea, plantea de algún modo uno o más problemas. Se trata pues de considerar todo enunciado como una simple hipótesis, posible o probable, pero nunca necesaria o absoluta. Lo que permite desarrollar esta competencia es el trabajo en equipo en la cual hay diversidad de pensamientos. Es responder a cuestiones como la aparición en el pensamiento de alguna objeción o pregunta, o encontrar un problema en algo que se afirma, o cuestionar simplemente la existencia de una sola versión de unos hechos reales y no varios.

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Conceptualizar: que consiste en identificar, producir, utilizar o definir ciertos términos considerados importantes, a fin de clarificar un enunciado, producir nuevas proposiciones y clarificar o resolver un problema. El concepto es un término que caracteriza el fondo de un discurso, se trata pues de captar lo esencial en lo que ha sido enunciado distinguiendo, citando o utilizando los términos que fundan el sentido de un discurso. Consiste también en indagar cuál es la palabra clave, qué es aquello que califica un objeto, un problema o un personaje, o en averiguar el significado de una palabra, o la diferencia entre dos de ellas, o quizá el significado de los términos de acuerdo a un determinado contexto.

1.4 La actitud natural y la actitud filosófica

1.4 La actitud natural y la actitud filosófica

Esta supuesta realidad y la existencia de las cosas en el mundo, en el ámbito de la experiencia externa al intelecto, no supone un problema para la actitud ingenua. Cuando el hombre funciona sólo con el conocimiento aparente, permanece en el contexto de la opinión y responde al puro aparecer de las cosas, desconociendo que hay otro plano del saber, que es auténticamente real y responde a lo que son las cosas en realidad. Filosofar implica la necesidad de estar en la realidad y la urgencia de saber cómo es esa realidad, más allá de su manifestación puramente empírica.

De este modo filosofar quiere decir, desarrollar una actitud reflexiva, especulativa, problemática, crítica; gracias a la cual problematiza todo aquello que despierta su asombro y su curiosidad; la conciencia problemática se pone en marcha ante su asombro o su duda, y entonces, ante el contraste entre lo conocido y lo desconocido, surge la pregunta del cómo y del por qué. A través de la actitud filosófica es como se llega a pensarse a sí mismo; es decir, adquiere consciencia de que está pensando. Por todo esto se puede afirmar que la filosofía es objeto de sí misma, su mirada se vuelve íntima, para luego desplegarse en el mundo. Es por ello que se considera que la actitud filosófica se encuentra en hombres que: viven en constante búsqueda de la verdad, no solo contemplan el mundo si no también lo trasforman empezando por ellos mismos, vuelven de su vida un arte, son los propios artesanos de su vida y sobre todo reflejan en su vida coherencia entre su pensar, sentir y obrar.

El enfoque filosófico de cualquier tema busca una explicación concluyente de las cosas y de la vida humana. La búsqueda de este tipo de explicación llamada última, provoca que sus resultados sean temporales, y por eso vuelve a replantearse una vez más su indagación, es decir el filósofo tiene

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una actitud crítica, reflexiva o filosófica a diferencia de la actitud natural que tenemos las personas comunes frecuentemente inmersos en nuestra rutina y vida cotidiana.

Para un nivel superior de análisis, que podríamos llamar académico, es necesario superar la actitud natural o pre - filosófica por la actitud reflexiva o filosófica, de modo que sea posible desarrollar un constructivo espíritu crítico, y pensar por nosotros mismos, para aprender a filosofar, distinguiendo entre lo aparente y lo real, de modo que nos lleve a ser buenos investigadores y mejores personas mirando la realidad con los ojos de verdad.

Si esto es así, entonces hay dos formas posibles de conocer cómo es el mundo; una es la que nos proporciona la percepción de nuestros sentidos, impulsada por una actitud natural o pre filosófica y otra a través de la razón, respondiendo a una actitud reflexiva o filosófica. La actitud natural nos dice que el mundo es tal y como lo vemos, mientras que la actitud filosófica nos dice que el mundo no es como parece ser y nos conlleva a una interrogación constante en la cual la verdad es incierta y relativa

2. Una perspectiva desde la Antropología Filosófica

2. Una perspectiva desde la antropología filosófica

Como nos explica Aguilar (2010, pág., 10) el género humano se halla en un período nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos y acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero. Los provoca el hombre con su inteligencia y su dinamismo creador; pero recaen luego sobre el hombre, sobre sus juicios y deseos individuales y colectivos, sobre sus modos de pensar y sobre su comportamiento para con las realidades y los hombres con los que convive. Por ello se podría hablar de una verdadera metamorfosis social y cultural.

Por todo ello nos encontramos ante la necesidad de explicar algunos conceptos previos que nos ayuden a comprender la realidad actual de la noción de Hombre, de modo que nos permita posteriormente expresar que la situación del hombre actual se desenvuelve en la tarea de ser otro sin dejar de ser uno mismo

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El ser y el actuar del hombre, explica Aguilar (2010) se ha relacionado hasta hoy con el problema de su esencia y existencia

En primer lugar, en relación a cualquier ser, se pueden plantear dos preguntas fundamentales: ¿Si algo es?, ¿Qué cosa es? Observamos que la primera pregunta corresponde a la existencia del ser y que la segunda se refiere a la esencia. Ahora respecto a la esencia, diremos que es lo que hace que una cosa sea lo que es y no sea otro ser y respecto a la existencia es la manifestación, la expresión del ser, de la esencia.

La problemática fundamental nace del hecho de que el hombre no existe como un ave o como una roca, sino como sujeto personal, esto quiere decir, como alguien que es capaz de decir yo, tú, nosotros, es decir como alguien que es capaz de reflexionar, de tomar distancias frente a las cosas, de darse cuenta de sí mismo.

Todo ser humano al contemplarse, se ve lejos de la meta, se ve siempre en camino hacia su realización. Y en el fondo de su ser se encuentra con la experiencia de su libertad y responsabilidad, motor de su existencia y de su destino.

La otra situación problemática surge de la comparación del hombre con los otros hombres, del Sentido, realización del ser humano y de su Convivencia con los demás

Aunque sea cada uno personalmente, bajo el impulso de su propia libertad que va en busca de sí misma, el que tiene que suscitar el problema antropológico, esto no impide que el problema nazca también de las inter relaciones personales.

2.1 El Aporte de la Antropología Filosófica Griega

2.1 El aporte de la Antropología Filosófica Griega

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La filosofía griega antigua estuvo determinada por un pensamiento objetivo, su mirada se orienta al mundo al cosmos, al universo. Para ellos el hombre es el centro del universo, que unifica en torno a sí, pero lo que caracteriza y constituye su propia esencia es exclusivamente su alma.

Ahora, si llegan a explicar al hombre como una dualidad fundamental de un alma espiritual y un cuerpo material

De esta manera, la filosofía griega, según Cassirer (2009. Pág.36 -38) aporta una primera propuesta para conseguir una representación del hombre que lo diferencie de la naturaleza y lo sitúe por encima de ella misma, debido principalmente a su capacidad de pensar, de hablar y de convivir haciéndolo incluso capaz de comunicarse con la divinidad. Le llamaron el logos (pensamiento, inteligencia), que libera la cultura de los mitos y abre al hombre el camino a la ciencia verdadera. Además están convencidos del dualismo constitucional de la persona humana, y de la presencia en ella de un componente superior e inmortal, siempre unida de una ética de dominio y educación de sí mismo.

Todo lo anterior ha sido recogido de las doctrinas de Sócrates y de Platón. Añadiré que para Platón existen dos mundos: el mundo que está más allá de los fenómenos que vemos, y donde están las ideas, las almas y otro sub - mundo que sería el Terrestre, en donde se encuentran las cosas materiales, y los cuerpos.

La antropología filosófica de Platón es una explicación de la realidad que culmina en una pedagogía, un modo de ascender de lo sensible a lo inteligible, para allí encontrar la felicidad en la contemplación de la verdad y en el amor del bien y en donde el alma, es inmaterial, indivisible y por tanto inmortal y el cuerpo se presenta como negativo, como la cárcel del alma.

En esta etapa de la historia del pensamiento, aparece Aristóteles con una brillante propuesta para su tiempo. La materia y la forma, serían los principios internos y esenciales de las cosas, en donde se hace necesario distinguir el Ser de algo y su Existencia; del mismo modo que la integración de otros principios como el de Acto y Potencia y Sustancia y Accidentes.

Es sumamente interesante ver que Aristóteles entiende el alma como forma del cuerpo y no como su encierro

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Y es así que es Aristóteles el que define al hombre como animal racional, estableciendo los principios de la diferenciación del hombre con el animal, en primer lugar por su género, entendiendo por género, el grupo donde está ubicado un ente, en donde por lo tanto pertenece al grupo de los animales, y en segundo lugar por la diferencia específica, que en este caso sería la Racionalidad que se expresa en el lenguaje.

2.2 Concepción del Hombre en el pensamiento medieval

2.2 Concepción del Hombre en el Pensamiento Medieval

En el pensamiento Medieval, va a predominar la doctrina de la creación del mundo y del hombre, como producto de la libre acción creadora de Dios, que ya procedía de la concepción hebrea de la existencia humana y de Dios. Aquí el hombre es criatura de Dios e imagen de Él, por su inteligencia y su voluntad.

Todo el ser humano es imagen y semejanza de Dios (Gen 1,3), no porque Dios sea materia o cuerpo, sino porque el hombre como tal es persona, capaz de conocer y de amar, de ser conocido y de ser amado. Aquí radica la razón del valor y de la dignidad de la persona humana. De esta manera el hombre crea su historia y su destino definitivo con el ejercicio de su libertad y por ello el origen del mal está en la libre y personal decisión del hombre que se rebela contra el proyecto amoroso de Dios.

Un tema capital que mueve a esta época a responder a la cuestión sobre la existencia de Dios y la libertad del hombre.

La figura indiscutidamente cumbre del pensamiento medieval cristiano es Santo Tomás de Aquino. Es bastante conocido que su doctrina se inspira fundamentalmente en Aristóteles pero realizando una síntesis con la con la antropología Cristiana en donde el hombre es un ser situado entre lo material y lo espiritual porque es un ser en el que dos substancias incompletas, cuerpo y alma, se funden para formar una naturaleza completa. Además el alma no preexiste al cuerpo y sólo el hombre es persona, no lo es el alma de por sí, aunque pueda subsistir con independencia del cuerpo. El hombre conoce lo singular por los sentidos ya que lo singular es su objeto propio. Luego por medio del entendimiento conoce lo universal o esencial.

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3. Concepción Antropológica Medieval

Todo el ser humano es imagen y semejanza de Dios (Gen 1,3), no porque Dios sea materia o cuerpo, sino porque el hombre como tal es persona, capaz de conocer y de amar, de ser conocido y de ser amado. Aquí radica la razón del valor y de la dignidad de la persona humana. De esta manera el hombre crea su historia y su destino definitivo con el ejercicio de su libertad y por ello el origen del mal está en la libre y personal decisión del hombre que se rebela contra el proyecto amoroso de Dios.

Un tema capital que mueve a esta época a responder a la cuestión sobre la existencia de Dios y la libertad del hombre.

4. Visión del hombre en la Modernidad

4.1 Descartes camino hacia el Subjetivismo.

En lo filosófico y antropológico, aparece con fuerza la corriente filosófica llamada el Subjetivismo. El hombre se siente arrojado a un mundo sin fronteras, inseguro, perdido, sin horizonte, lo que hace que se retraiga a sí mismo, y se ensimisme. Él es el único punto seguro.

René Descartes divulga con fuerza la idea de que para alcanzar el conocimiento verdadero y evitar el error no basta la inteligencia, sino que es necesario saber aplicarla adecuadamente, es decir se requiere de un método. Este método consiste en no aceptar como verdadero sino lo que es evidente. Ideas claras y distintas. Cuando se logra percibir las notas características de una idea y cuando se logra distinguir esasnotas con respecto de las demás ideas, se posee entonces una idea clara y distinta, esto es una garantía de la verdad del conocimiento. Esta evidencia ya no puede encerrar la duda y el error.

Establecido el método, Descartes se propone, edificar una filosofía estructurada, como las ciencias matemáticas, pues los

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sentidos nos engañan. De esta manera alcanzó el “Cogito ergo sum”, pues todo el mundo podrá dudar sobre lo que quiera, pero no podrá dudar de su propia existencia, pues sin duda, es que piensa, y si piensa es que existe. Esto es lo más evidente que hay en el hombre

El hombre entonces es para Descartes la cosa pensante y la razón humana es la última y suprema instancia. Entonces el Cuerpo es un autómata, una cosa, una máquina y la realidad pierde autoridad y valor objetivo

4.2 El Empirismo reacciona contra el racionalismo.

4.2 El Empirismo reacciona contra el racionalismo.

La reacción contra el racionalismo llego casi de manera necesaria, en la aparición de una corriente filosófica llamada el Empirismo, que es una interpretación del hombre, que reconoce, exclusivamente, los datos de la experiencia sensible porque afirma que el conocimiento de los sentidos constituye el único principio de todo posible conocimiento. Si esto es así, sólo son ciencias válidas las ciencias experimentales. También se puede afirmar con estos presupuestos, que la naturaleza nos indica con seguridad lo que es bueno y lo que es malo, en cuanto que lo bueno nos produce placer y lo malo nos produce desagrado o dolor. Tiene sus más distinguidos representantes en Tomas Hobbes, David Hume y Francis Bacon. Este último afirma que para conseguir una sólida certeza en la investigación científica, lo primero que es necesario rechazar es la serie de prejuicios que suelen colarse en nuestros conocimientos ordinarios.

Bacon (La gran restauración. 2011. Pág.76) clasifica estos prejuicios como:

a) Los Ídolos de la especie, que serían aquellos prejuicios universales, propios del género humano.

b) Los Ídolos de la caverna, que serían aquellos prejuicios debidos al temperamento, carácter y gustos personales cada uno. Describe como el hombre se encierra en su propia caverna y deforma la realidad de las cosas. Aquí están incluidos los prejuicios raciales y nacionalistas. Sentencia que el hombre correcto, sabe distinguir lo efectivamente valioso y separarlo de lo efectivamente rechazable, que en su opinión son el dolor y el sufrimiento, por ejemplo.

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c) Ídolos del foro, que serían aquellos prejuicios que consisten en el abuso del lenguaje frente a las masas. Se puede interpretar que se está refiriendo a las manipulaciones.

d) Ídolos en general, que sería aquellos prejuicios en los que cada sistema filosófico impone actitudes diversas, que no son acordes con la realidad.

5. El hombre en el pensamiento de la Ilustración

Este espacio y tiempo históricos son ya bastante conocidos. Voltaire dice (Tratado sobre la Tolerancia 2011, pág. 126) que el hombre como ser racional, se guía por su razón y no necesita para nada otra instancia, ni siquiera la revelación divina que no se ha dado.

Ahora sí podemos entender que las ideas fundamentales del desarrollo de la Ilustración son la destrucción de cuanto se fundamenta en la autoridad y en la tradición, y la reconstrucción de la vida y del conocimiento exclusivamente sobre la base de la razón, que no es una razón pura, sino la misma razón del hombre, que no nos engaña ni se engaña nunca ella misma.

El piensa, de la misma manera que todos los seguidores de la ilustración, que la naturaleza del hombre es por sí misma buena, y si no se la deforma con prejuicios sociales o religiosos, conduce al hombre mediante los instintos, cómo debe proceder. Por ello no se debe contradecir a la naturaleza, porque no le hace falta ninguna ayuda sobrenatural. Afirma que la razón y la naturaleza llevaran al hombre a la felicidad para la que fue hecho y a la que tiene derecho.

Desde luego, la felicidad, se alcanza en este mundo, y no en otro hipotético. Además, para que el hombre sea feliz es necesario que sea libre y que rompa todas las cadenas que le han atado, sobre todo las religiosas y las políticas, pero el hombre ilustrado no es ateo, sino deísta, lo que significa que admite la existencia de Dios. Pero luego, ante esta grande y admirable máquina que es el cosmos, debe haber un Gran Arquitecto constructor, y es así que los hombres estamos solos y solos tenemos que hacer nuestra ciudad secular.

6. Los Idealistas y el pensamiento contemporáneo

6.1 El hombre para Kant y los Idealistas

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En estas instancias aparece Kant, como explica Chávez Calderón (1998), que como fiel resultado de la época ilustrada, le preocupa centralmente el problema del hombre. Por esta razón escribe, que las tres preguntas radicales que el hombre puede hacerse son, ¿Qué puedo saber?, ¿Qué debo hacer? Y ¿Qué me está permitido esperar? Esto en resumen, implica formularse la pregunta, qué es el hombre, en un sentido sobre todo pragmático.

La conclusión Kantiana acerca de la posibilidad del conocimiento humano es más bien pesimista, pues acaba negando al hombre la posibilidad de un conocimiento de las realidades en sí.

El hombre de Kant, es visto en tres dimensiones: el “Yo empírico” que es la apreciación que deriva de la auto experiencia sensible del sujeto. El “Yo trascendental”, que precede a toda experiencia, como unidad trascendental de la autoconciencia y el “Yo metafísico”, que es el alma entendida como sustancia espiritual, pero que no será más que una idea de la Razón Pura a quien debemos pensar pero no podemos conocer.

La conducta humana debe arreglarse según los postulados metafísicos del hombre, que serían: La libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios. Pero son solamente postulados, es decir, exigencias o condiciones de posibilidad que necesariamente tenemos que pensar pero que no podemos conocer.

Hay que decir además que a pesar de esto la moral Kantiana es personalista. “Obra de tal modo que trates de a la Humanidad tanto en tu persona como en las de los demás, siempre como fin, nunca simplemente como un medio, exaltando aquí la dignidad de la persona humana, y excluyendo toda manipulación.

6.2 Pensamiento contemporáneo

Visiones Antropológicas del Siglo XX, en la descripción hecha por Chávez Calderón (1998):

Sigmund Freud.- Es posible que su aporte más valioso haya sido el descubrimiento de aquellas zonas profundas del psiquismo que llamó inconsciente y subconsciente. En ellas quedan

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registrados y en desorden los rastros emocionales y afectivos de muchas vivencias psicológicas que hemos experimentado y que hemos olvidado, en las que subyacen muchas impresiones o conflictos no resueltos. El método psicoanalítico que Freud utilizó, consiste en un intento de penetrar, en cuanto se pueda, hasta esas zonas profundas, sacar de ellas, al nivel de la conciencia psicológica, lo que allí está soterrado y racionalizarlo para que donde estuvo el ello esté el yo, que lo irracional quede clarificado y dominado por lo racional y el hombre quede liberado.

El conjunto de modelos ante la vida y pautas de comportamiento que asimilamos de nuestros padres, permanecerán ya para siempre, de manera inconsciente, en el “súper yo” como los paradigmas a los cuales debemos conformar nuestra conducta. Este tiene también la función de censor. Nos aprobará o nos censurará según conformemos o no nuestras actuaciones al modelo asimilado.

Martín Heidegger.- En mi propio concepto, su aporte consiste en haber remitido el problema antropológico al problema ontológico, es decir, la pregunta por el ser. Su filosofía se interesa directamente por el ser. Pero como sólo el hombre posee la inteligencia y la comprensión del ser, el sentido de ese ser sólo se puede exponer a través de un análisis de la existencia humana

Si como el afirma, el hombre está arrojado a este mundo e inmerso en todas las cosas que forman el mundo, no sólo pensándolas, sino actuando sobre ellas, entonces esta inmersión puede llevarle a una vida inauténtica, absorbida por lo cotidiano, sin hacer referencia al ser, arrastrada por la masa y por el "se" impersonal (se piensa, se dice, se hace, se disfruta) vive sólo el presente. Pero experimenta la nada del tiempo que huye y la nada de la existencia. De ahí la angustia y la concepción del hombre como "ser para la muerte" ya que la muerte es el final inevitable el no ser más ya.

El hombre auténtico, es consciente de la angustia, no huye de ella, no se deja absorber por el presente, ni se sumerge en las cosas, vive personalmente y acepta la muerte como la más cierta posibilidad y como la suprema experiencia de la nada. En esa actitud encuentra la libertad.

Estructuralismo.- Al disolverse el existencialismo, en la década de los años setenta, apareció este movimiento que empezó siendo un método específico de investigación científica y después derivó hacia un cierto programa filosófico y antropológico. Se presentó como un método de la investigación psicológica con la teoría de la Gestalt, y sobre todo tuvo aplicación y éxito en la lingüística.

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Tienen la convicción de que el hombre no puede actuar libremente sino que está determinado por fuerzas y estructuras de su mismo ser de las que, sin embargo, no es consciente. Las estructuras de la Naturaleza hacen al hombre no un sujeto sino un objeto, un elemento del sistema que no tiene sentido ni valor más que en él.

Para ellos el hombre es un animal simbólico pero; los símbolos en que vive, lingüísticos, familiares, culturales, artísticos, religiosos, morales etc., ocultan la verdadera realidad de la naturaleza humana que es un conjunto, un sistema, un código secreto de relaciones, siempre las mismas, en último término biológico-neurológicas, que determinan la conducta del hombre, aunque éste tiene la convicción engañosa de ser libre. La libertad es una ilusión. La historia humana no tiene un sujeto humano, es un conjunto de movimientos psíquicos que, a su vez, provienen de fenómenos cerebrales físico-químicos. En resumen, es un profundo pesimismo antropológico.

6.3 La Posmodernidad.-. Entendemos por modernidad, hablando en términos generales, el intento de una explicación racional, coherente y sistemática de toda la realidad, es decir, el mundo, el hombre, Dios y su historia. Esta experiencia de racionalidad moderna ha recibido sin embargo muchas críticas, pues que han acusado a la modernidad, con fundamento, de haber hecho de la razón un instrumento de la subjetividad con olvido de la realidad, y de haber identificado la razón verdadera con la racionalidad científico-técnica para el dominio o voluntad de poder. Esta racionalidad ha fracasado a lo grande, ya que ha desembocado en las grandes dictaduras y las grandes guerras contemporáneas. Ya no se espera que la ciencia resuelva los problemas humanos. Los posmodernos niegan la posibilidad de aportar racionalmente una interpretación y un sentido de la vida, una sociedad humana, una moral, pues de todo ello ya no quedan sino fragmentos, diferencias, palabras y la melancolía de un fracaso, y sólo queda vivir el presente sin preocuparse del pasado ni del futuro. Y podríamos decir además, vivirlo sin un sentimiento trágico, como hacían los existencialistas, pues se pretende salvar esta situación, apelando a la convivencia, a consensos locales, al bienestar para todos, sin pretender alcanzar normas objetivas universales o verdades definitivas.

La posmodernidad, pues, intenta hacer viable el vivir una situación continuamente cambiante, con una tolerancia fruto del relativismo, que acepta las diferencias y las múltiples perspectivas, con moderadas y pragmáticas ambiciones.

Como dice hoy Victoria Camps (2008) sólo resulta posible hoy una "micro ética", pensada desde el escepticismo y la desorientación, o según Miguel Ángel Quintanilla (2006), por propuestas

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concretas, formuladas tentativamente y para las que no hay que reivindicar ninguna garantía definitiva de acierto o de bondad. Este desierto nevado en el que ha terminado la ilusión racionalista y secularizante que se inició en el S. XIV constituye una situación particularmente favorable para una oportuna reconstrucción de una Antropología que devuelva a los hombres la seguridad, el sentido de la vida y el gusto por ella.

7. Visiones Antropológicas del siglo XX

7.1 Personalismo

El Personalismo es una corriente filosófica que tiene bastantes posibilidades de éxito en el futuro si se trata de crear una sociedad más humana, por su comprensión de la persona, y por la importancia que da a la dignidad de la persona y a la comunicación interpersonal. Entiende que la comunicación interpersonal no se termina en el diálogo verbal, sino más bien se inicia allí, pero se completa en el amor. Esta palabra, sin embargo, es tan densa, tan compleja y al mismo tiempo tan manipulada que me parece necesario brindar una clarificación.

Habla sobre tres clases principales de amor entre las personas, que los griegos expresaban con tres vocablos distintos, en donde tenemos en primer lugar, el eros, que es el atractivo en forma de instinto que un hombre siente por una mujer o una mujer por un hombre. Este amor es posesivo y excluyente, el eros, pues produce ansiedad, turbación, y al mismo tiempo placer. Hay otro modo de amor que los griegos llamaron filiación, que viene a identificarse con lo que nosotros llamamos amistad. La amistad es una intercomunicación cordial y gratuita, abierta y sin intenciones de posesión, con bastante semejanza de puntos de vista, interés del amigo por el amigo, y descanso psicológico. Existe un tercer modo de amor que en griego se expresaba como ágape y consiste en una actitud de ofrenda o entrega, desinteresada y gratuita para el servicio y ayuda a los demás. Esta sería la expresión más alta del amor humano y puede incluir a los anteriores pero no necesariamente. Es el amor más constructivo de la persona porque, de un modo misterioso, por decirlo así, cuanto más da la persona más se enriquece ella misma.

Es misteriosa porque sin duda, esa actitud humana hace que cuanto más nos olvidamos de nosotros mismos para ayudar a los demás, nos encontremos con que somos más auténticos. Esto no es una consideración piadosa o moralizante sino una realidad óntica, una propiedad del ser humano, verificable por la experiencia.

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Martín Buber dedica una parte de su obra al "Tú eterno" porque piensa acertadamente que la relación yo-tú, no se cierra en sí misma, más aún es el camino hacia un Tú absoluto y eterno. Un Tú que sea fundamento y término y que por eso dé un sentido y un valor absolutos a la relación humana yo-tú. Cada tú individual abre una perspectiva sobre el Tú eterno. En cada tú individual la palabra fundamental invoca al Tú eterno. Sin un Dios creador, personal y comunicativo del que todos participamos, difícilmente podríamos comprender y vivir el amor, no existiría la posibilidad de pronunciar de manera estable la palabra-principio yo-tú. Esa palabra no puede agotarse en ninguna relación humana. Sólo se realiza perfectamente en su relación con el único Tú absoluto que por esencia nunca puede convertirse en ello. De esa experiencia nace algo tan humano como la esperanza de la Plenitud.

7.2.Situación del hombre en el mundo de hoy.

Exponemos ahora algunos rasgos de la sociedad en la que vivimos. Los rasgos positivos para Yepes Stork (2005, pág 195 - 197), son muchos, como por ejemplo, el extraordinario avance de la ciencia, que es quizá la mayor tarea común de la humanidad; el consiguiente perfeccionamiento del sistema tecnológico, que trae consigo un gran aumento del bienestar y la calidad de vida, expresado en comunicaciones, viajes, informática, mejora sanitaria, etc., produciendo el retroceso de la miseria y un crecimiento de la esperanza de vida en grandes masas de población; la globalización de los mercados, y de la sociedad misma, con un considerable avance de las libertades y un auténtico aumento de las posibilidades de multiplicar la riqueza y los proyectos vitales; luego, el aumento de la velocidad, variedad y riqueza de los cambios sociales, económicos, culturales y políticos; y por último, al haberse prolongado la esperanza de vida y las oportunidades disponibles, la tarea posible para la vida humana se ha dilatado extraordinariamente, pues hoy se pueden hacer más cosas, del tipo, estudios, viajes, vacaciones, lecturas, cultura, etc., en menos tiempo y viviendo un mayor número de añosen promedio. Parece claro, entonces, que el hombre tiene hoy unas posibilidades mucho mayores que en el pasado. Pero, junto a este conjunto de rasgos tan atrayente y vivo, se pueden mencionar otros un poco más inquietantes:

a) Una de las vivencias más frecuentes acerca de nuestra sociedad es que está profundamente despersonalizada, de modo que se ha convertido en un sistema anónimo, formado por subsistemas igualmente anónimos, frente a los cuales los individuos no son reconocidos como personas singulares. Somos clientes, pacientes, peatones, números de una estadística, etc. Faltan entornos públicos en los que podamos actuar en nombre propio y ser reconocidos. Esto es una realidad que ha hecho surgir una línea de pensamiento que sostiene que es la sociedad la que hace al hombre y no al revés, en donde la persona no sería libre en ella, sino solamente una función del sistema.

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En ese sistema, afirma Yepes (2005), las singularidades no tienen posibilidad de modificarlo, y han de estar despersonalizadas para ser eficaces, pues lo importante es que alguien maneje el vehículo, no si lo maneja éste o aquél. El chofer del vehículo no es nadie, es sólo un chofer. Este modo de explicar la sociedad se denomina funcionalismo. En él hay poco margen para la libertad de la persona, porque sólo somos alguien en la medida en que tenemos un rol, un papel en la sociedad, y al tenerlo no somos más que lo que ese rol nos impone ser. La persona tendría entonces una libertad muy escasa, porque estaría condicionada por su función. El funcionalismo detecta una gran verdad, que es la fuerza autónoma de los sistemas. Esa fuerza conlleva el peligro de que la sociedad automatice sus mecanismos y éstos se independicen de la persona. Pero el funcionalismo es pesimista al negar la posibilidad de una actuación social personalizada que genere bienes comunes.

b) Una sociedad tan sofisticada y tecnológica como la nuestra tiene un elevado grado de complejidad. La gestión de la complejidad puede resultar agobiante, y se hace necesario encontrar fórmulas para simplificar ese sistema. Una sociedad constituida como un sistema complejo y centralista, genera necesariamente una enorme burocracia que la haga funcionar. Cuando el hombre se ve prisionero de la lógica interna de ese aparato administrativo, que no le reconoce como quien es, se produce la vivencia de lo absurdo. Es necesario dotar a la burocracia de rostro humano, para ver detrás de la ventanilla a una persona y no a un papel. Ahora parece lógico suponer, que esto sólo se consigue desde un compromisopersonal.

c) Todo lo que se ha expresado anteriormente, trae como consecuencia, que las personas singulares estén muy alejadas de los centros de poder. De hecho participan muy poco en la elaboración de las decisiones y en la corrección de éstas, pues las órdenes se emiten por escrito, de forma impersonal, sin atender a los casos concretos, y se hacen necesarios complejos sistemas de reclamación. Esto produce la certeza de que, de hecho, la democracia no existe en nuestra sociedad. En buena medida el ejercicio de la autoridad en nuestra sociedad es despótico, es decir, poco dialogado. Cuando se encuentra perdido el hábito de razonar acerca de las órdenes emitidas, y los subordinados tienen poca oportunidad de hacer oír su voz, lo que desean es imponer su cuota de poder. Entonces la democracia se convierte en la lucha de pequeñas autoridades despóticas, que tratan de conquistar espacios de poder, para imponer sus decisiones. Todo ello plantea la urgente necesidad de una regeneración comunitaria de las instituciones y la recuperación de verdaderos ideales políticos.

d) Con este escenario y con estas circunstancias se produce una ausencia de responsabilidad por los problemas públicos, manifestada en una pérdida de interés por la intervención en la política y

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en los procesos de toma de decisiones, pues las personas singulares se acaban contentando con una libertad reducida al ámbito privado. Se acentúa entonces la escisión entre la esfera pública y la privada.

e) El pluralismo de los valores significa muchas veces la ausencia de valores e ideales, que son sustituidos por el consumo y los bienes puramente materiales. Nuestra sociedad es muy materialista, ya que a cambio de un bienestar físico, se dejan de lado las convicciones o los esfuerzos, que siempre aparecen como extraordinarios. Parece que el ideal más grande al que se debe aspirar es al del bienestar físico, que se podría expresar en un ser feliz, porque es posible decir, hoy no me duele nada. Pero eso es, una idea pobre de libertad. Se puede ser más ambicioso y si se tiene una visión un poco optimista de la condición humana, afirmar que la acción de mejorar el mundo sigue estando en las manos de todos, y que no es posible desentenderse de un reto tan hermoso. Pero la palabra todos implica que no basta con que lo haga un ser abstracto, digamos el Estado, por ejemplo, o que cada uno realice su parte de manera individual, sino que implica que sólo es posible alcanzar la excelencia en lo social si realmente todos ponen el hombro en el esfuerzo por llevar a cabo un avance común, una sinergia de fuerzas que traiga progreso. A la vez, tal tarea sólo es posible desde la responsabilidad de cada uno. Y es que la persona es esa realidad tan compleja que unifica una novedad irrepetible por un lado, y la necesidad del otro, de sumar lo que hacen muchos individuos para lograr algo mucho menor, a lo que es capaz de llevar a cabo un grupo de personas que formen una comunidad, que tengan una tarea en común que transcienda y mejore los intereses privados o egoístas de cada uno. El desarrollo del mercado empresarial así lo demuestra, pues la calidad laboral y de vida de quien trabaja a gusto, contando como un valor en su empresa, y no sólo como instrumento, es mucho más alta que la de su contrario. Quien tiene su empresa, su ciudad, su sociedad como algo propio, pondrá esfuerzo por renovarla y hacerla crecer, y será atendido pues se sabrá que todos los hombres pueden aportar puntos de vista sorprendentes. La iniciativa y su fomento es un signo de humanidad. Por el contrario, el comportamiento paternalista supone la desconfianza y el desprecio del subordinado, y no ayuda a nadie a crecer.

7.2.Situación del hombre en el mundo de hoy.

7.2.Situación del hombre en el mundo de hoy.

Exponemos ahora algunos rasgos de la sociedad en la que vivimos. Los rasgos positivos para Yepes Stork (2005, pág 195 - 197), son muchos, como por ejemplo, el extraordinario avance de la ciencia, que es quizá la mayor tarea común de la humanidad; el consiguiente perfeccionamiento del sistema tecnológico, que trae consigo un gran aumento del bienestar y la calidad de vida,

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expresado en comunicaciones, viajes, informática, mejora sanitaria, etc., produciendo el retroceso de la miseria y un crecimiento de la esperanza de vida en grandes masas de población; la globalización de los mercados, y de la sociedad misma, con un considerable avance de las libertades y un auténtico aumento de las posibilidades de multiplicar la riqueza y los proyectos vitales; luego, el aumento de la velocidad, variedad y riqueza de los cambios sociales, económicos, culturales y políticos; y por último, al haberse prolongado la esperanza de vida y las oportunidades disponibles, la tarea posible para la vida humana se ha dilatado extraordinariamente, pues hoy se pueden hacer más cosas, del tipo, estudios, viajes, vacaciones, lecturas, cultura, etc., en menos tiempo y viviendo un mayor número de añosen promedio. Parece claro, entonces, que el hombre tiene hoy unas posibilidades mucho mayores que en el pasado. Pero, junto a este conjunto de rasgos tan atrayente y vivo, se pueden mencionar otros un poco más inquietantes:

a) Una de las vivencias más frecuentes acerca de nuestra sociedad es que está profundamentedespersonalizada, de modo que se ha convertido

en un sistema anónimo, formado por subsistemas igualmente anónimos, frente a los cuales los individuos no son reconocidos como personas singulares. Somos clientes, pacientes, peatones, números de una estadística, etc. Faltan entornos públicos en los que podamos actuar en nombre propio y ser reconocidos. Esto es una realidad que ha hecho surgir una línea de pensamiento que sostiene que es la sociedad la que hace al hombre y no al revés, en donde la persona no sería libre en ella, sino solamente una función del sistema.

En ese sistema, afirma Yepes (2005), las singularidades no tienen posibilidad de modificarlo, y han de estar despersonalizadas para ser eficaces, pues lo importante es que alguien maneje el vehículo, no si lo maneja éste o aquél. El chofer del vehículo no es nadie, es sólo un chofer. Este modo de explicar la sociedad se denomina funcionalismo. En él hay poco margen para la libertad de la persona, porque sólo somos alguien en la medida en que tenemos un rol, un papel en la sociedad, y al tenerlo no somos más que lo que ese rol nos impone ser. La persona tendría entonces una libertad muy escasa, porque estaría condicionada por su función. El funcionalismo detecta una gran verdad, que es la fuerza autónoma de los sistemas. Esa fuerza conlleva el peligro de que la sociedad automatice sus mecanismos y éstos se independicen de la persona. Pero el funcionalismo es pesimista al negar la posibilidad de una actuación social personalizada que genere bienes comunes.

b) Una sociedad tan sofisticada y tecnológica como la nuestra tiene un elevado grado de complejidad. La gestión de la complejidad puede resultar agobiante, y se hace necesario encontrar fórmulas para simplificar ese sistema. Una sociedad constituida como un sistema complejo y centralista, genera necesariamente una enorme burocracia que la haga funcionar. Cuando el

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hombre se ve prisionero de la lógica interna de ese aparato administrativo, que no le reconoce como quien es, se produce la vivencia de lo absurdo. Es necesario dotar a la burocracia de rostro humano, para ver detrás de la ventanilla a una persona y no a un papel. Ahora parece lógico suponer, que esto sólo se consigue desde un compromisopersonal.

c) Todo lo que se ha expresado anteriormente, trae como consecuencia, que las personas singulares estén muy alejadas de los centros de poder. De hecho participan muy poco en la elaboración de las decisiones y en la corrección de éstas, pues las órdenes se emiten por escrito, de forma impersonal, sin atender a los casos concretos, y se hacen necesarios complejos sistemas de reclamación. Esto produce la certeza de que, de hecho, la democracia no existe en nuestra sociedad. En buena medida el ejercicio de la autoridad en nuestra sociedad es despótico, es decir, poco dialogado. Cuando se encuentra perdido el hábito de razonar acerca de las órdenes emitidas, y los subordinados tienen poca oportunidad de hacer oír su voz, lo que desean es imponer su cuota de poder. Entonces la democracia se convierte en la lucha de pequeñas autoridades despóticas, que tratan de conquistar espacios de poder, para imponer sus decisiones. Todo ello plantea la urgente necesidad de una regeneración comunitaria de las instituciones y la recuperación de verdaderos ideales políticos.

d) Con este escenario y con estas circunstancias se produce una ausencia de responsabilidad por los problemas públicos, manifestada en una pérdida de interés por la intervención en la política y en los procesos de toma de decisiones, pues las personas singulares se acaban contentando con una libertad reducida al ámbito privado. Se acentúa entonces la escisión entre la esfera pública y la privada.

e) El pluralismo de los valores significa muchas veces la ausencia de valores e ideales, que son sustituidos por el consumo y los bienes puramente materiales. Nuestra sociedad es muy materialista, ya que a cambio de un bienestar físico, se dejan de lado las convicciones o los esfuerzos, que siempre aparecen como extraordinarios. Parece que el ideal más grande al que se debe aspirar es al del bienestar físico, que se podría expresar en un ser feliz, porque es posible decir, hoy no me duele nada. Pero eso es, una idea pobre de libertad. Se puede ser más ambicioso y si se tiene una visión un poco optimista de la condición humana, afirmar que la acción de mejorar el mundo sigue estando en las manos de todos, y que no es posible desentenderse de un reto tan hermoso. Pero la palabra todos implica que no basta con que lo haga un ser abstracto, digamos el Estado, por ejemplo, o que cada uno realice su parte de manera individual, sino que implica que sólo es posible alcanzar la excelencia en lo social si realmente todos ponen el hombro en el esfuerzo por llevar a cabo un avance común, una sinergia de fuerzas que traiga progreso. A la vez, tal tarea sólo es posible desde la responsabilidad de cada uno. Y es que la persona es esa realidad tan compleja que unifica una novedad irrepetible por un lado, y la necesidad del otro, de

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sumar lo que hacen muchos individuos para lograr algo mucho menor, a lo que es capaz de llevar a cabo un grupo de personas que formen una comunidad, que tengan una tarea en común que transcienda y mejore los intereses privados o egoístas de cada uno. El desarrollo del mercado empresarial así lo demuestra, pues la calidad laboral y de vida de quien trabaja a gusto, contando como un valor en su empresa, y no sólo como instrumento, es mucho más alta que la de su contrario. Quien tiene su empresa, su ciudad, su sociedad como algo propio, pondrá esfuerzo por renovarla y hacerla crecer, y será atendido pues se sabrá que todos los hombres pueden aportar puntos de vista sorprendentes. La iniciativa y su fomento es un signo de humanidad. Por el contrario, el comportamiento paternalista supone la desconfianza y el desprecio del subordinado, y no ayuda a nadie a crecer.

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Tema 02: Naturaleza del ser Humano

Estimados alumnos ¡bienvenidos! a la segunda semana del curso, donde abordaremos el siempre interesante tema de la naturaleza del hombre, y sus consecuencias personales y sociales. Hemos procurado que este tema cumpla con las finalidades específicas para el que ha sido diseñado, y que además brinde interesantes lecturas, un video bastante enriquecedor, e importantes actividades de evaluación que conducen a la Metacognición y a la comprobación de los aprendizajes logrados.

Introducción

Empezaremos, con el esfuerzo de mostrar qué es el hombre en tiempos en que es difícil de saberlo por la pluralidad de versiones que afirman tener la verdadera respuesta, y asumiendo que la realidad humana es demasiado rica y compleja como para abarcarse en una sola mirada. Con esta salvedad, nuestra primera tarea será la consideración del hombre como ser vivo. Ello nos llevará a revisar sus características básicas y el común denominador que comparte con los animales y otros seres vivos, lo que a su vez nos permitirá adentrarnos en aquello que lo diferencia.

Aunque todos los seres vivos comparten la característica esencial de que viven, no todos son iguales, es decir, no todos viven de la misma manera. Esta escala o graduación tiene que ver con los grados de inmanencia. Comer una manzana, refunfuñar y pensar en alguien, por ejemplo, son tres grados diferentes de una perfección cada vez mayor.

No sólo la inmanencia sino también las demás características vitales se dan en los seres vivos superiores en grados más perfectos que en los inferiores. Así, en los superiores hay más movimiento, más unidad, más inmanencia y mayor auto realización que en los inferiores.

Nos iremos acercando poco a poco hacia la consideración de que el hombre tiene una dimensión intemporal y otra temporal, y que no podemos prescindir de ninguna de las dos. Los modelos explicativos en el pasado tienden a afirmar uno de los dos polos en detrimento del otro. Intentaremos exponer el asunto de un modo no dualista, de modo que se empiece a ver que la naturaleza humana es libre y que naturaleza y libertad, en el hombre, no pueden separarse, como tampoco puede hacerlo la dualidad alma y cuerpo.

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2.1 Una noción biologicista

En la naturaleza, lo mismo que en el conocimiento humano, las formas superiores se desarrollan a partir de las inferiores. Percepción sensible, memoria, experiencia, imaginación y razón se hallan ligadas entre sí por un vínculo común; no son sino etapas diferentes y expresiones diversas de una y la misma actividad fundamental, que alcanza su perfección suprema en el hombre, pero en la que de algún modo participan los animales y todas las formas de la vida orgánica.

Si adoptáramos este punto de vista biológico nos figuraríamos que la primera etapa del conocimiento humano habría de tratar exclusivamente con el mundo exterior. Por lo que se refiere a sus necesidades inmediatas y a sus intereses prácticos el hombre depende de su ambiente físico. No puede vivir sin adaptarse constantemente a las condiciones del mundo que le rodea. Los primeros pasos hacia la vida intelectual y cultural pueden describirse como actos que implican una suerte de adaptación mental al entorno.

Aun así, no hay que confundir los aspectos genéticos con los aspectos analíticos y fenomenológicos. El análisis lógico del lenguaje humano nos conduce siempre a un elemento de importancia primordial que no encuentra paralelo en el mundo animal. La teoría general de la evolución de ningún modo se opone al reconocimiento de este hecho. Hemos aprendido, precisamente en el campo de los fenómenos de la naturaleza orgánica, que la evolución no excluye cierto género de creación original; hay que admitir la mutación súbita y la evolución emergente. La biología moderna ya no habla de evolución en los términos que lo hacía el primitivo darwinismo; tampoco explica sus causas de la misma manera.

Desde las ciencias naturales el término naturaleza significa aquellos aspectos que son más específicamente biológicos y que la constitución genética y corpórea de los animales viene dada por su naturaleza; los instintos se trasmiten a los individuos de una especie de manera natural, es decir, innata, no aprendida. Nos explica García Cuadrado (2004, pág. 189 – 196) que este sentido del término naturaleza puede ser adecuado en el campo de las ciencias naturales, pero su extrapolación a la Antropología Filosófica puede generar confusión. Si se contrapone lo innato a lo adquirido, identificando lo natural con lo innato, se establece una contraposición entre lo natural y lo libre. Lo natural es lo estable, lo fijo y permanente, repetitivo, adquirido innatamente; lo libre es lo novedoso, lo creativo, lo no adquirido de manera innata, sino lo libremente asumido por la razón y la voluntad. En la visión biologicista se desvela la intención de reducir al hombre a lo meramente físico o biológico, algo así como decir que el hombre es un mamífero, con ojos, etc. Sin embargo, lo solamente biológico es lo menos específicamente humano, puesto que deja fuera la racionalidad y la libertad.

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2.2 Una Noción Historicista y Existencialista

En este planteamiento, que como hemos visto, tiene raíces filosóficas en el nominalismo y empirismo, se tiende a negar la existencia real de las esencias: lo único realmente existente son los individuos. Por lo tanto, la llamada esencia o naturaleza humana no es más que un puro término que sirve para designar al conjunto de individuos humanos, puesto que únicamente puedo conocer aspectos singulares que se manifiestan a través de la experiencia empírica. La negación de la naturaleza humana ha venido de la mano de tres corrientes filosóficas contemporáneas, conocidas como el historicismo, el positivismo jurídico y el existencialismo.

a) El historicismo es la teoría filosófica según la cual el ser humano no sólo tiene historia, sino que es sólo historia, y todo ello por ser libertad y no sólo por tenerla. A la pregunta ¿qué es el hombre? el historicismo responde, su historia. Según el historicismo, para que el hombre sea realmente libre es menester que carezca de toda naturaleza, pues libertad significa indeterminación y variedad, mientras que la naturaleza es monótona y rígida. En todo caso, cabe sostener que el hombre en cuanto animal tiene una cierta naturaleza, pero ninguna en cuanto a hombre. El comportamiento animal es repetitivo e instintivo; pero el comportamiento humano es siempre novedoso y original. Actuar naturalmente significaría en el hombre una continua reedición de su conducta, lo cual contradice el hecho histórico. El hombre es su propia historia, sin que por debajo de ella se dé nada que lo limite a un determinado modo de ser ya dado previamente al hombre mismo.

b) En la versión existencialista, el hombre es libre y no hay ninguna naturaleza humana sobre la que yo me pueda apoyar. Para Millán Puelles (2002 pág. 449) de acuerdo con esta tesis, la esencia propia del hombre se sigue de su existencia en el sentido de que se va haciendo en ella, a través de su propio curso temporal. El hombre es, por consiguiente, lo que él se va haciendo a lo largo de su existir, sin acabar nunca de estar hecho del todo, mientras realmente existe. Sólo la muerte cierra o acaba su esencia. A través de su existencia el hombre tiene su esencia abierta, como una posibilidad nunca cerrada por completo. Esta concepción filosófica advierte bien el carácter inacabado del ser humano; pero si se lleva hasta el extremo se cae en la inversión del orden real en virtud de lo cual el obrar sigue al ser. El ser humano sería un producto o resultado del obrar libre del hombre.

Esta concepción existencialista contradice el orden ontológico de la realidad, donde según la esencia o naturaleza así obrará el ser humano. En otras palabras, el hombre no es puro ser indeterminado, sino que ya desde su origen se encuentra esencializado o naturalizado.

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En realidad, en las concepciones modernas y hablando en concreto de la concepción racionalista como en la historicista se encuentra presente una dicotomía entre naturaleza y razón, entre naturaleza y cultura, o naturaleza y libertad.

Ambas corrientes, comparten de manera implícita una visión dualista, por la cual, la naturaleza y la libertad son dos espacios separados cuya relación es problemática. Para algunas escuelas filosóficas, el hombre o es materia evolucionada o una libertad desarraigada, enfrentada a la naturaleza. Los modelos explicativos anteriores tienden a afirmar de modo dualista uno de los dos extremos en detrimento del otro. Esta concepción de enfrentamiento entre naturaleza y libertad, o naturaleza y cultura, es el fundamento teórico del relativismo cultural, como afirma García citando a Yepes (2004) “según el cual lo que el hombre es no lo vamos a encontrar en una teoría, general, abstracta, intemporal, sino, por el contrario, en cada situación histórica concreta y sólo ahí: la verdad del hombre sería relativa a cada época, a cada cultura”.

2.3 Una nueva perspectiva

Todo lo anterior quiere decir que para entender correctamente qué es el hombre y qué es la naturaleza humana es importante evitar volver como antaño, a una concepción dualista del hombre. Sería dualismo, pensar que en el hombre hay una naturaleza abstracta, intemporal, cuando de otro lado, resulta que obvio que somos seres concretos, históricos, en unas determinadas circunstancias que continuamente están en variación. Pero también sería parcial el modelo historicista o relativista, según el cual el hombre es relativo a cada época, a cada cultura, etc. no habría una naturaleza humana, sino diversidad de seres humanos en relación a los cuales los bienes del hombre, los fines, la moralidad, etc., variarían, no siendo ningún sistema mejor o peor que su contrario.

Tan dualista es el racionalista que pretende hacer una ciencia exacta del hombre, como el historicista o relativista cultural. Para unos, la naturaleza humana está, por así decir, por encima del tiempo y del espacio, absoluta. Para otros, no existe tal naturaleza, sino que lo que existe son los individuos concretos. Ambas posturas nos abren al conflicto entre naturaleza y libertad, cuando nos preguntamos si ¿es la nuestra una naturaleza libre?, o si ¿cabe libertad cuando se impone una naturaleza dada?, o también si ¿no implica la libertad que la realidad humana debe ser creada por cada hombre?, y entonces ¿hay un serio conflicto entre naturaleza y libertad? Esta discusión ha sido frecuente en algunas escuelas científicas y filosóficas modernas, para las cuales, el hombre o es materia evolucionada, o una libertad desarraigada, que se enfrenta a la naturaleza al tener el deber de construirse su propia esencia. La pregunta ¿qué es el hombre? se contesta diciendo, el hombre es su historia. Y de ese modo lo universal pierde su valor.

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Lo cierto es que el hombre tiene una dimensión intemporal y otra temporal, y no podemos prescindir de ninguna de las dos. Los modelos explicativos anteriores tienden a afirmar uno de los dos polos en detrimento del otro. Intentaremos exponer el asunto de un modo no dualista, de modo que se empiece a ver que la naturaleza humana es libre y que naturaleza y libertad, en el hombre, no pueden separarse, como tampoco puede hacerlo el binomio alma y cuerpo.

Una de las características de los seres vivos es la tendencia a crecer y desarrollarse hasta alcanzar su fin o perfección. Esta acción corresponde con la noción de bien, pues el bien es aquello que es conveniente para cada cosa porque la conduce a su perfección. El bien tiene la cualidad de ser un fin, es decir que significa perfección.

Frente a las explicaciones antes apuntadas, se encuentra la noción clásica de naturaleza. Lo natural no es lo propio de la Naturaleza inerte, de las cosas inanimadas. Es más, el concepto de naturaleza es principalmente aplicado al hombre. La naturaleza, según Aristóteles, no era precisamente la pura exterioridad. El concepto Physei, que empleaba para denominar a la naturaleza, es más bien aquello que tiene en sí mismo el principio del movimiento y del reposo. Pero para Wojtyla (2009), lo que significa tener en sí mismo un principio, un comienzo, sólo puedo saberlo porque soy un sí-mismo, porque tengo la experiencia de mí mismo como comienzo, como origen de una espontaneidad. Por lo tanto, en la concepción clásica lo natural es aquello que tiene en sí el principio del movimiento. La escolástica diferenciaba la esencia de la naturaleza, de modo que, la naturaleza es la esencia considerada como principio de operaciones. De esta manera no se da una noción estática de la naturaleza, sino dinámica. Es un principio de operaciones que se actualiza en la historia. Se trata ciertamente de un principio fijo de comportamiento, pero no un principio de comportamientos fijos, esto es lo propio del instinto, no de la naturaleza como tal.

Una nueva perspectiva

La naturaleza del hombre, nos dice Yepes (2009 pág., 185-187) es precisamente, el tener la posibilidad de desarrollarse hacia su bien final, que constituye su perfección.

Ahora bien, es necesario prestar atención a lo siguiente; la naturaleza está en el punto de partida, pero a la vez es la causa del dinamismo biográfico de la persona. Si el hombre busca la perfección, si en él hay un anhelo, una inquietud de ser más, es precisamente porque por naturaleza está hecha para ese crecimiento. Por eso, en el mundo clásico, a la naturaleza se la ha llamado también

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principio de operaciones. De este modo, la naturaleza de todos los seres, y especialmente del hombre, implica de finalidad.

La teoría de la finalidad o teleología ha sido muy criticada porque se ha interpretado como una imposición exterior a los seres que les impide ser espontáneos y libres. Se interpreta en esas posturas que la teleología es algo extraño a las cosas, impuesto o introducido en el interior de ellas, violentándolas. Mas no es así. En los seres hay una teleología para el despliegue y desarrollo de las propias tendencias hasta perfeccionarlas. La teleología de un ser es su dirección hacia la plenitud de la que es capaz. Parte del hecho de que existe un orden en el universo. Ese orden es un orden dinámico.

Esto es especialmente claro en el caso de los seres vivos: su plenitud se alcanza tras el crecimiento. El orden significa armonía y belleza, plenitud y perfección de las cosas. Por eso se puede decir que lo más importante en el hombre son los fines, es decir, aquellos objetivos hacia los cuales tiende y se inclina. El hombre, por naturaleza, ha nacido para lo excelente. Y eso no está dado en el punto de partida más que como inclinación natural. Dar cuenta de esa inclinación es una tarea de la que cada uno es, en último extremo, el responsable.

De todo lo anterior interesa destacar las siguientes conclusiones:

Es precisamente en la naturaleza donde tiene su fundamento y raíz el obrar libre. Por eso se dice que la naturaleza o esencia es un principio fijo del obrar, porque todo agente obra según su modo de ser. Es decir, para obrar es preciso ser ya actualmente algo, un principio ontológico del obrar, precisamente lo mismo que es la naturaleza. Si no se reconoce esto, se acaba concluyendo que el agente obraría antes de existir, lo cual es contradictorio. Pero que la naturaleza sea principio fijo de obrar no quiere decir que sea principio de obrar fijo. Por tanto:

a) La naturaleza humana radica en un desarrollo de la persona, de tal modo que permita alcanzar los fines de nuestras facultades intelectuales o superiores: inteligencia y voluntad, para que conozca la verdad y quiera los verdaderos bienes adecuados a su naturaleza.

b) El desarrollo de la naturaleza es libre, porque no está asegurado: la persona colabora con las tendencias de su naturaleza sólo si quiere; de hecho, puede rechazar los fines naturales y elegir otros en su lugar.

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c) Es necesario que existan unas normas morales que recuerden a la libertad el camino hacia los fines naturales. Sin esas normas morales, la persona está desorientada y puede fracasar en la consecución de sus fines.

d) Aunque esas leyes morales tienen carácter preceptivo o normativo, esas normas tampoco se cumplen necesariamente, solamente si uno quiere. Pero están ahí porque la realidad humana está ahí, y tiene sus leyes, es decir, sus caminos.

2.4 Los fines de la Naturaleza humana

¿Qué es lo natural en el hombre? Lo que le es propio, es decir, ejercer sus facultades. Lo natural en elhombre es, por tanto, el desarrollo de sus capacidades específicamente humanas. Ese desarrollo se dirige a conseguir lo que es objeto de esas facultades. Lo natural y propio del hombre es alcanzar su fin. Y el fin del hombre es perfeccionar al máximo sus capacidades, en especial las superiores, como la inteligencia y la voluntad; con sus objetos que son, verdad y bien. La inteligencia busca el conocimiento de la realidad. Cuando lo logra, alcanza la verdad, que es el bien propio de la inteligencia: abrirse a lo real. Querer lo verdaderamente bueno es ejercer la voluntad perfeccionándola.

Lo natural en el hombre, señala García Cuadrado (2001, pág. 188) como en todos los demás seres tiene características de fin, porque es algo hacia lo cual nos dirigimos. No debemos emplear aquí la palabra fin en sentido cronológico sino de un modo más adecuado al pensamiento filosófico, es decir, que el fin del hombre es la verdad y el bien porque, de hecho, ya desde el inicio de su existencia, y desde que empieza a ejercer operaciones de un modo más visible, anhela alcanzar la verdad y lograr el bien, y por eso mismo se mueve hacia ellos desarrollando su historia. Dicho de otro modo, por naturaleza se posee desde el principio el fin que a la vez, de manera histórica, o de manera racional, estructura la tendencia a esa búsqueda en que consiste nuestra existencia.

Desde este momento la pregunta ¿qué es el hombre? se transforma en esta otra: ¿eres capaz de llegar a ser aquello a lo que, desde el inicio de tu existir, estás llamado? , ¿Qué hace el hombre a partir de sí mismo, como ser que actúa libremente, o qué puede y debe hacer? Y así, descubrimos que la naturaleza se trasciende a sí misma en el hombre, y que el hombre supera infinitamente al hombre. La naturaleza humana es auto transcendencia, apertura, actividad y posesión de aquellos fines que le son propios, pues el hombre sólo es él mismo cuando va más allá de lo que es de un

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modo fáctico, hacia lo que todavía no es pero que se le presenta como la única posibilidad adecuada a la riqueza de su apertura, de su proyecto.

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Tema 03: Sentido propio de la Inteligencia Humana

Estimados alumnos ¡bienvenidos! a la tercera semana del curso, donde abordaremos un tema tan importante como lo puede ser el sentido de la inteligencia humana. Este tema también cumple por supuesto con finalidades específicas y además, el tema se complementa con una interesante lectura, un vídeo muy enriquecedor y valiosas e importantes actividades de evaluación que conducen a la Meta cognición y a la comprobación de los aprendizajes logrados.

Introducción

El hombre puede alcanzar, otro tipo de conocimientos que se adicionan a los solamente sensibles y experimentales, que experimentamos habitualmente, pues subsisten en nosotros otros conocimientos llamados ideas o conceptos universales, juicios y raciocinios.

La existencia en el hombre de esta experiencia cognoscitiva superior es un hecho evidente y que nadie pone en duda. Si es opinable, por el contrario, cuando se trata de precisar la naturaleza de estos conocimientos.

Los individuos donde se verifica un mismo contenido universal, son entre sí semejantes. Por consiguiente, individuos semejantes entre sí, de hecho o de derecho, pueden dar pie a la formación de un concepto o idea universal, cuando la mente atiende solamente a la relación de conveniencia o semejanza. El individuo, pues, que de hecho tiene otros semejantes, o puede tenerlos, es fundamento objetivo para la formación de la idea universal, y se le denomina por lo mismo, universal fundamental.

La operación mental con que se obtienen los conceptos o ideas universales, se llama abstracción, y consiste en aprender un contenido no atendiendo a su singularidad.

La abstracción, pues, representa contenidos reales, pero de una manera inadecuada incompleta, por prescindir de la singularidad. Todo el contenido de la idea abstracta o universal es real, pero el

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modo como se representa ese contenido, sin la singularidad, no es real, porque en la realidad el contenido está singularizado.

Las ideas o conceptos universales por estar formados por la abstracción se llaman también ideas o conceptos abstractos. Un concepto abstracto no significa, hablando con propiedad, un concepto de un contenido irreal o ficticio; al contrario, su contenido es real, aunque inadecuado, como hemos dicho.

3.1 Sentido Propio de la Inteligencia Humana

3.1.1 El Conocimiento Intelectivo como resultado de una Facultad

El hombre puede alcanzar, otro tipo de conocimientos que se adicionan a los solamente sensibles y experimentales,que experimentamos habitualmente, pues subsisten en nosotros otros conocimientos llamados ideas o conceptos universales, juicios y raciocinios.

La existencia en el hombre de esta experiencia cognoscitiva superior es un hecho evidente y que nadie pone en duda. Si es opinable, por el contrario, cuando se trata de precisar la naturaleza de estos conocimientos.

3.1.2 Fenomenología de la Idea Universal.

Nos explica Pérez Argos (2012, www.mercabá.org), que la idea universal representa un contenido que se puede encontrar y verificar en muchos individuos o en un sentido unívoco y múltiple. En esto se distingue de la idea o conocimiento singular, en que la idea o conocimiento singular representa un objeto o contenido irrepetible y no multiplicable en otros como él es.

Los individuos donde se verifica un mismo contenido universal, son entre sí semejantes. Por consiguiente, individuos semejantes entre sí, de hecho o de derecho, pueden dar pie a la formación de un concepto o idea universal, cuando la mente atiende solamente a la relación de conveniencia o semejanza. El individuo, pues, que de hecho tiene otros semejantes, o puede tenerlos, es fundamento objetivo para la formación de la idea universal, y se le denomina por lo mismo, universal fundamental.

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La operación mental con que se obtienen los conceptos o ideas universales, se llama abstracción, y consiste en aprender un contenido no atendiendo a su singularidad.

La abstracción, pues, representa contenidos reales, pero de una manera inadecuada incompleta, por prescindir de la singularidad. Todo el contenido de la idea abstracta o universal es real, pero el modo como se representa ese contenido, sin la singularidad, no es real, porque en la realidad el contenido está singularizado.

Las ideas o conceptos universales por estar formados por la abstracción se llaman también ideas o conceptos abstractos. Un concepto abstracto no significa, hablando con propiedad, un concepto de un contenido irreal o ficticio; al contrario, su contenido es real, aunque inadecuado, como hemos dicho.

3.1.3 Las ideas universales son irreductibles a las imágenes.

Debemos tener en cuenta que la imagen es, en cualquiera de sus expresiones, estrictamente singular y por tanto las ideas universales son de hecho, irreductibles a las imágenes. La sola imagen, en sí misma, no puede prescindir de la singularidad, porque dejaría de ser imagen. En consecuencia, es imposible que la idea universal, donde no existe singularidad, se pueda reducir a una pura imagen

Desde otros caminos se puede ayudar a diferenciar fenomenológicamente la idea universal de la imagen. Podemos poner por ejemplo, el hecho de que la imagen suele ser distinta y varía para diversas personas y aún para la misma; lo que no sucede con la idea universal que es siempre idéntica. De otra manera la imagen suele presentarse a la mente en forma concreta y fija, y la idea no. De todos modos, estos argumentos no son de por sí concluyentes.

Es posible que existan imágenes e ideas genéricas y singulares, si se desprenden de notas específicas, pero no de la singularidad.

3.1.4 Clasificación de las ideas universales por su origen y formación.

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Una importante clasificación de las ideas universales nos la aporta Pérez Argos, quien las distingue en: primitivas o perceptuales, y derivadas o analógicas.

Idea perceptual o primitiva. Es la que representa un contenido meramente abstraído de la experiencia sensible, como por ejemplo la idea de color, de extensión de causa, de fenómeno psíquico, etc.

Idea analógica o derivada. Es la que representa un contenido formado por síntesis de negaciones y referencias, o contenidos previamente conocidos; como por ejemplo la idea de Dios, del alma, y en general de todo lo meta sensible.

Sentido propio de la inteligencia humana

3.1.3 Las ideas universales son irreductibles a las imágenes.

Debemos tener en cuenta que la imagen es, en cualquiera de sus expresiones, estrictamente singular y por tanto las ideas universales son de hecho, irreductibles a las imágenes. La sola imagen, en sí misma, no puede prescindir de la singularidad, porque dejaría de ser imagen. En consecuencia, es imposible que la idea universal, donde no existe singularidad, se pueda reducir a una pura imagen

Desde otros caminos se puede ayudar a diferenciar fenomenológicamente la idea universal de la imagen. Podemos poner por ejemplo, el hecho de que la imagen suele ser distinta y varía para diversas personas y aún para la misma; lo que no sucede con la idea universal que es siempre idéntica. De otra manera la imagen suele presentarse a la mente en forma concreta y fija, y la idea no. De todos modos, estos argumentos no son de por sí concluyentes.

Es posible que existan imágenes e ideas genéricas y singulares, si se desprenden de notas específicas, pero no de la singularidad.

3.1.4 Clasificación de las ideas universales por su origen y formación.

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Una importante clasificación de las ideas universales nos la aporta Pérez Argos, quien las distingue en: primitivas o perceptuales, y derivadas o analógicas.

Idea perceptual o primitiva. Es la que representa un contenido meramente abstraído de la experiencia sensible, como por ejemplo la idea de color, de extensión de causa, de fenómeno psíquico, etc.

Idea analógica o derivada. Es la que representa un contenido formado por síntesis de negaciones y referencias, o contenidos previamente conocidos; como por ejemplo la idea de Dios, del alma, y en general de todo lo meta sensible.

3.2 Fenomenología del juicio

La aparición de los juicios en los actos humanos internos, necesita que definamos que cosa es lo que son. Podemos así decir, que el juicio es un acto cognoscitivo con el que afirmamos, o negamos, la identidad, o no identidad, del Sujeto y Predicado.

En nuestro lenguaje oral expresamos juicios afirmativos, con el vocablo es, y en los juicios negativos, no es, con lo que afirmamos la identidad o no identidad entre el Sujeto y el Predicado, de la cual nos hacemos conscientes, por el acto de enjuiciar.

Ahora vamos a exponer los momentos que se dan, cuando se procede a la elaboración o génesis del juicio de manera fenomenológica:

En primer lugar aparece, la aprehensión o conocimiento de un Sujeto.

En segundo lugar, aparece la abstracción del Predicado, que se abstrae del Sujeto de manera espontanea o detectiva, si el predicado no se conoce previamente. Cuando se conoce previamente, se abstrae del sujeto de manera comparativa., que es lo que suele ocurrir en la mayoría de los casos.

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En tercer lugar, viene la aprehensión o conocimiento de la identidad, o no identidad del sujeto y del predicado, que suele simultáneamente resultar de la abstracción detectiva o comparativa anterior. Esta aprehensión de la identidad, o no identidad, del sujeto y el predicado, compara uno con otro y los presenta a la mente como incluidos, o no incluidos, por identidad del predicado en el sujeto. Esta aprehensión de la inclusión, o no-inclusión, por identidad del predicado en el sujeto, es formalmente una abstracción.

En conclusión, cuando la mente contempla la identidad del sujeto y predicado, aprehendida como hemos explicado anteriormente, aparece de manera inmediata, un último momento, en el que está presente formalmente el juicio, llamado el asentimiento de la razón, o el reconocimiento de que algo, en efecto, es así.

3.2.1 Fenomenología de la inferencia

3.2.1 Fenomenología de la inferencia.

El acto cognoscitivo por el que afirmamos la identidad, o no-identidad de un sujeto y un predicado, se denomina inferencia, a la que algunos llaman también raciocinio, porque aparece una conexión con otros dos juicios o premisas.

Nos damos cuenta de que no consiste sólo en la afirmación de la conclusión, ni en la visión de la conexión de esta con las premisas, sino que ambos fenómenos aparecen a la vez. Por esta razón se trata de una afirmación hecha por esta conexión y a la luz de esa conexión.

Ahora también comprendemos porque a la inferencia se le llama discurso, pues es un acto cognoscitivo, por el que pasamos, conociendo las premisas, y por el conocimiento de las premisas, a conocer y a afirmar la conclusión. Diremos que la inferencia es un tránsito cognoscitivo, un discurso, cuya expresión oral es el ergo, en consecuencia, luego, o por lo tanto, etc.

En el origen del acto discursivo, y expresándonos en términos fenomenológicos, se siguen los siguientes pasos:

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De manera antecedente se debe ver la identidad, o no identidad del sujeto y el predicado de la conclusión, por comparación de estos dos términos con un tercero llamado término medio. Al realizar esta comparación aparecen dos juicios, aptamente dispuestos, las premisas, en los que el término medio se repita, y así se pueda comparar con los otros dos términos o extremos que son el predicado y el sujeto de la conclusión. Si la comparación se hace bien, se verá entonces la identidad, o no-identidad del sujeto y el predicado de la conclusión, en conexión y por conexión con las premisas. La visión afirmada de esta identidad, o no identidad, expresada por el ergo, es el discurso.

3.2.2 Metafísica del conocimiento intelectivo

La actividad cognoscitiva superior, siguiendo la exposición de Pérez Argos (2012, www.mercabá.org), o sea, la actividad cognoscitiva que comprende las ideas universales, los juicios y raciocinios y la percepción de relaciones, es una actividad cognoscitiva no experimental, ni orgánica, sino debida próxima e inmediatamente a la actividad exclusiva de la mente.

Que esta actividad superior no sea experimental, es decir, que se produzca sin la intervención causal de ningún estímulo exterior, es evidente. En la formación de las ideas universales, de los juicios y raciocinios, no interviene ningún estímulo exterior. Muy lejos de cualquier estímulo exterior, el hombre puede elaborar juicios y raciocinios acerca de cualquier cosa. La formación de las ideas universales, de los juicios y raciocinios, se debe, como aparece de su estudio fenomenológico, a la actividad abstractiva, judicativa e ilativa, que es exclusiva de la mente.

Esta actividad abstractiva, judicativa y discursiva, no es una actividad orgánica. Si lo fuere intervendría causalmente un órgano, y si interviniera un órgano, este necesitaría inmediatamente de un estímulo que lo pusiese en marcha, como sucede en la actividad aprehensiva sensitiva, o imaginativa. Ahora bien, acabamos de ver, y la experiencia nos lo dice, que para ejercer la actividad abstractiva, judicativa y discursiva, no interviene de propiamente ningún estímulo exterior. Luego esta triple actividad no es orgánica.

Además si interviniese causalmente un órgano nervioso, el reconocimiento intelectivo superior de quehablamos, necesariamente presentaría un contenido singular y sensible, es decir material. Ahora bien, en la actividad abstractiva, el contenido, sea material y sensible, no es singular. En la judicativa e ilativa, el contenido no es sensible. Luego en la actividad abstractiva, judicativa e ilativa, no interviene causalmente ningún órgano nervioso.

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En la elaboración de las ideas primitivas, en singular, el cerebro tiene una intervención causal remota y extrínseca solamente, en cuanto que es el órgano de la imaginación. Pero en la actividad abstractiva, judicativa e ilativa de que hablamos, no tiene ninguna intervención causal, a lo más concomitante. Esta triple actividad es exclusiva de la mente, y de ninguna manera orgánica.

La facultad cognoscitiva que capacita al Yo humano para abstraer, comparar, enjuiciar y discurrir, se llama Entendimiento o Facultad intelectiva.

La Facultad intelectiva o Entendimiento humano, es una facultad totalmente irreductible al sentido o Facultad sensitiva. Son facultades cognoscitivas esencialmente distintas.

Quien tiene la facultad de sentir, no por eso se sigue que haya de tener la facultad de entender, es decir, de abstraer, enjuiciar y discurrir. Pero no al contrario; quien tiene la facultad de abstraer, tiene la facultad de sentir, pues de hecho no se abstrae sino es de contenidos sensibles.

La llamada “inteligencia animal” o “estimativa”, es una facultad cognoscitiva esencialmente distinta del Entendimiento humano, e irreductible a él.

3.3 El objeto adecuado del entendimiento humano

El objeto adecuado del entendimiento humano, o sea, el campo a donde se puede extender su actividad cognoscitiva, afirma Yepes (2005), abarca todo el ser. Todo lo que sea Ser, puede ser conocido por el entendimiento humano inmediatamente, o mediatamente. Es decir, que de parte de las cosas, basta que sean algo, para que puedan ser objeto de nuestro entendimiento.

3.3.1 El objeto formal del entendimiento humano.

Es aquel objeto que le es propio y proporcionado a su manera de ser, y por consiguiente le específica y distingue de cualquier otro entendimiento, su objeto formal son los contenidos universales sensibles.

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El entendimiento humano, según Yepes (2005), además de tener ideas universales sensibles, puede tener, y de hecho tiene ideas singulares sensibles, o sea, un contenido singular sensible, exactamente como el sentido. Es decir, el entendimiento humano puede conocer las mismas cosas singulares sensibles que el sentido común, y con la misma claridad.

Un problema de importantes consecuencias sistemáticas, es el problema de cómo conoce el entendimiento humano al singular sensible. Dos opiniones célebres han tratado de dar una solución a este problema. Una es la Tomista, que afirma que el entendimiento humano conoce las cosas singulares sensibles indirectamente, por cierta reflexión o conversión sobre la imagen sensible, después de conocer la misma cosa en universal.

La otra opinión es la de Suárez y su escuela, que dice que el entendimiento humano conoce directamente el singular sensible, y por consiguiente antes que el universal, el cual lo obtiene del singular por abstracción psicológica.

La diferencia entre la idea singular y la sensación no está, como acabamos de decir, en el contenido de ambos conocimientos, que es exactamente igual en la idea o conocimiento intelectivo, que en la sensación o conocimiento sensitivo, por ser ambos de un objeto singular sensible. La diferencia está en el mismo acto o actividad cognoscitiva, pues la idea es una actividad inorgánica, y la sensación es una actividad orgánica.

La actividad característica y específica del entendimiento humano no son las ideas singulares, sino las ideas universales abstractas, y la actividad judicativa y discursiva principalmente. Por esta actividad abstractiva, judicativa y discursiva, hemos venido en conocimiento de su existencia en nosotros, como facultad especificativa e inorgánica.

3.3.2 ¿Qué es creatividad?

La creatividad explica Yepes (2005), es una de las cualidades esenciales de la vida, de los seres vivos. Esta bastante claro, que las personas son creativas en mayor o menor medida, del mismo modo que pasa con la inteligencia o la belleza.

Cuando utilizamos en el lenguaje este concepto, nos estamos refiriendo a una persona que presenta esta cualidad con especial relevancia respecto a la media de la población.

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Así podemos afirmar que la creatividad es el conjunto de funciones relacionales básicas, asociadas a un alto grado de confiabilidad; esta última condición es esencial para la inteligencia, ya que facilitan la creación, diseño, invención, imaginación, etc. de nuevos conceptos o ideas. En conclusión,la creatividad está formada por funciones de la inteligencia que soportan las capacidades de:

Efectuar extrapolaciones y estimaciones del resultado, dadas las relaciones existentes.

Comprensión de los límites de los parámetros involucrados en las relaciones y su efecto sobre las mismas.

Detectar el cambio de relación provocado por un cambio de los parámetros, dicho de otro modo, implicaciones cualitativas por cambios cuantitativos.

Manejo simultáneo de varias dimensiones.

Realizar cambios de variable, de escala o de modelo, alterar los nuevos parámetros y volver a la variable, escala o modelo inicial en el punto adecuado a los cambios correspondientes de los parámetros originales. Es decir, los conceptos relativos a los diferentes tipos de aplicaciones definidos en las matemáticas de conjuntos.

Funciones relacionadas con el pensamiento estadístico avanzado tales como distinción entre valor medio y valor normal, valor diferente y valor raro. Distinción entre caso particular y valores generales.

Lógicamente, para ser creativo en una materia determinada, no es necesario tener todas las funciones anteriores. Sin embargo, además de algunas de las funciones comunes anteriores, se deberán tener tanto las capacidades elementales de la inteligencia asociadas a dicha materia como las capacidades específicas de la misma que no forman parte de la inteligencia; bien sea la música, el fútbol, la economía. En consecuencia, las personas inteligentes tienen tendencia a ser creativas, siendo dicha tendencia más acusada cuanto mayor es la inteligencia; a la inversa, la tendencia también existe pero, de manera poco intensa.

¡Se puede ser muy inteligente y tener el subconjunto de funciones de la creatividad no muy operativo! ¡Se puede ser bastante creativo y no demasiado inteligente si fallan otras funciones elementales importantes!

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Desde otro punto de vista, dice Yepes (2005), podemos ver como el lenguaje popular prácticamente recoge a la perfección estas acepciones. Un genio sería aquella persona que es muy inteligente y creativa; ahora bien, si nos estamos refiriendo a un genio de la inteligencia, entenderemos que además es muy creativo pero si hablamos de un genio conocido por su creatividad entenderemos que probablemente es bastante inteligente pero no nos sentiremos tan seguros como en el primer caso.

En «ser el bien y actuar bien» estriba el sentido pleno del dinamismo humano. Aunque si resulta fácil enunciarlo, la expresión emplaza deseo, objetivo y acción para concretarlos sin demora alguna. El logro obtenido es real pero fugaz, absoluto pero momentáneo, universal pero con semblanza particular. Todo ello es tan cierto como este otro dato: el «ser el bien y actuar bien» es un letrero petrificado como necesidad- capacidad en la existencia personal; y, ante ello, cada acción personal no hace más que sacarle brillo y actualidad. Y, todo ello porque “la persona es y está en acción”.

¿Qué hacer, entonces, para que nuestra “forma de ser y actuar en plenitud humana” sea una realidad propia, constante y actual, para protegerla y explicarla con sentido histórico?

Nuestra propuesta estriba en revisar el sentido hermenéutico del inteligir como expresión dinámica e integral de necesidad-capacidad personal.

3.4 Sentido conceptual del inteligir

(El contenido de este apartado, es un aporte del Dr. Aguilar Vallejos, R. autor de ¿Cómo ser otro siendo uno mismo?)

El verbo inteligir expone la actividad propia de la inteligencia (del latín intellegentĭa) que a su vez deriva de intellego, una palabra compuesta por dos términos: intus (entre, dentro) y legere (leer). El origen etimológico de inteligencia hace referencia al leer dentro.

El leer dentro connota actividad concreta y lugar específico; el leer subraya el acto racional ambivalente y unido del “interpretar” y el volitivo de “explicar”; las expresiones dentro, entre, especifican la profunda interioridad de la persona como espacio de su actividad propia. Toda la expresión leer dentro delimita el siguiente marco: siente el estímulo, busca comprenderlo, se

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adentra en sí mismo convocado por su necesidad, pesa (piensa) las valencias y elige (decide). Todo este marco subraya lo que es el inteligir como actividad propia e integral de la persona; si de un lado es necesidad y apremia ser absuelta, del otro es respuesta integral; ambos lados comprendidos no en modo disociado ni paralelo, sino en íntima conexión simbiótica que la persona ejerce en su afán de sentirse más y mejor. Desde este punto de vista, la inteligencia humana no es tanto la facultad de tener ideas o conocer en detalle el sentido del fenómeno allí aparente o presente, sino el arte de sentir, ubicar datos y sentirse bien; ante ello la fantasía y los sentidos proporcionan aquellos elementos particulares y saberes impropios que aún deben ser leídos por la persona humana; sin que signifique

Sentir, pensar y optar están en estrechísima unión en orden a la satisfacción y autenticidad personal; la ausencia de uno sólo de ellos rendiría huera la acción humana. El inteligir no se circunscribe al solo dato emocional, o volitivo, o racional; sino que es total e integral. El inteligir implica actuar todo en sí, para sí y desde sí a los demás; limitarlo a un solo aspecto implicaría desnaturalizar el norte de la necesidad-actividad humana: ser uno mismo en saciedad y novedad personal. El inteligir, si bien es una acción determinada, no por ello está circunscrito a horarios específicos, sino que es acción inagotable y constante de la persona.

El sentir

- es necesidad cuando la persona apremia verse nueva;

- es capacidad por ser propiedad del ser vivo: el insensible esta fuera de la realidad concreta.

El pensar

- es necesidad por la urgencia de ver todo claro en la interioridad personal;

- es capacidad a razón de la condición natural del ser humano: actuar sin un mínimo de razón suficiente implicaría desdecir de la condición natural humana.

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El optar o tomar decisiones

- es necesidad a razón de la identidad; y,

- es capacidad como expresión de libertad: en la acción humana la identidad personal es un detonante de prioridad absoluta.

El cuadro que sigue explica en síntesis nuestra pretensión cultural del concepto inteligir:

3.5 Inteligir desde una posición estratégica

Cuando alguien de improviso viene a mi casa y me resulta familiar su presencia, le invitaría un pan o una fruta, haciéndome agradable la convicción de que él no pondrá reparos a mis límites; pero, si al mismo tiempo o de improviso me caen personas desconocidas de alta jerarquía social y cultural, entonces acudo a mi dispensa personal para ofrecerles lo mejor; caso contrario, me haría un nudo de preocupaciones por no reunir lo necesario para cubrir las circunstancias exigentes. De modo análogo, el caso en su primer momento remite al actuar por experiencia, lo segundo al emblema de la sabiduría; el dato antinómico del mismo interpela al rol histórico del renovarse desde la profunda interioridad.

Actuar por experiencia significa echar mano a la bodega personal del conocimiento y disponer de lo necesario para afrontar los duros embates que ofrece la vida, no obstante el cansancio con sus riesgos propios que supone al actuar en la ineludible y propia indigencia natural; en ello, la sabiduría no hace más que nutrir, dar velocidad y eficacia al actuar humano. Sin embargo, el actuar por la sola experiencia implicaría ahogarse en un círculo vicioso en el que las decisiones de la conciencia apestarían en el fuero externo del ambiente humano; así también, limitarse a juzgar la vida sólo desde la sabiduría significaría ponerse al nivel de un monolito o de una estatua imberbe que se muestra impávida ante la grandeza de la libertad en la acción humana. El sentido pleno de la experiencia humana supone y exige que la praxis y la teoría sean dos criterios en estrechísima unión. Por ello, consideramos urgente e irrenunciable habituar la aptitud y actitud de ir siempre a la profunda interioridad para nutrirse de aquello que supone estar en y con la Verdad absoluta y salir de allí en forma renovada y plenamente humano. Es indiscutible que cuando se hace mercado quisiéramos que lo comprado dure una eternidad en la bodega personal, pero también es cierto que si no sentimos la necesidad de revisar nuestra bodega interior, se corre

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el riesgo de que poco a poco se pierda la dirección y habitud de hacer mercado en la fuente de Vida personal; las consecuencias ya son evidentes en nuestro sistema social y cultural.

Para comprender mejor nuestra pretensión cultural, deslizamos el cuadro siguiente:

“Experiencia” y “renovación” se complementan entre sí, a modo de pistones del dinamismo personal, a la vez que delimitan el ámbito y sentido humano del inteligir.

Sin embargo, nos preguntamos: ¿en qué flanco de la experiencia debe situarse la persona en forma actitudinal para orientar su inteligir? Si se ubica en la experiencia visible la vida le resultaría una realidad opresora y asfixiante, asumida en tramos de rebeldía personal y social; si se sitúa en su interioridad como atalaya de su visión y misión personal, estaría desaforado del calor humano que supone el trajín de la vida. En cambio, si se posiciona, sin darse a notar, en lo invisible de la experiencia, con extrema facilidad irrumpirá cual resorte solidario siempre nuevo hacia cualquier situación que le depare la vida. El tono del “sin darse a notar” especifica que la persona se enfrasca de modo real y pleno o en la experiencia o en la renovación, sin que ello signifique que propio ahí hace residencia. Sólo así será comprensible, razonable y operante aquello de ser “humilde como una paloma y astuto como una serpiente” en la acción humana.

Ahora que ya sugerimos la posición estratégica de la persona para salvar su forma de ser y actuar en todo tiempo y lugar, reiteramos que nuestros tiempos, embriagados de ciencia y tecnología, de imitaciones ideológicas y competencias utilitaristas, apremian un tipo de persona que realiza el acto de Inteligirde modo inagotable su necesidad-capacidad de ser y actuar el bien en sí y desde sí en y con los demás.

3.6 La formación adecuada para nuestro inteligir bipolar

Reabriendo nuestro caso: si Carmen tiene hambre, lo más conveniente es que se procure un menú familiar, el más cercano posible. Pero, ¿cómo se sentiría si al probar los alimentos constata que uno de sus ingredientes está crudo? ¿Tiene que pagar por tal estafa? Por analogía, inducimos que la formación es un ingrediente prioritario en el desarrollo y progreso del ser humano. Sin

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embargo, las personas encargadas de preparar el “menú cultural”, peroran con recetas “culinarias” y sólo se limitan a preparar ricos potajes para ciertas clases sociales, al margen de una sana alimentación de cultura humana para todos.

En nuestra región Lambayeque las instituciones múltiples están hambrientas de reconocimiento y valoración del sentido político y social de sus necesidades históricas y, al mismo tiempo, se muestran exigentes y ávidas de espacios culturales y de tiempos sistemáticos en el cual exponer y demostrar su ingente capacidad de ser y dar el bien transformador en desarrollo y progreso humano. Hay un divorcio cultural dantesco entre necesidad y capacidad que muestran los ciudadanos e instituciones políticas y sociales. Muy mal hacen las universidades del sector cuando pretenden responder a la demanda cultural del sistema social, enfocando argumentos que sólo aluden a la capacidad humana: por doquier se exponen temas de liderazgo, de competitividad y de competencias, como si ello fuese la suprema necesidad de las personas ¿Acaso las personas no disponen por naturaleza de una sana individualidad, diversidad, y conflictividad social y cultural? Nosotros sólo adelantamos una premonición: si no se instala una formación humana y científica que forje el inteligir bipolar en las personas comunes y jurídicas, el riesgo de luchas de clases y la imposición de voluntades será cada vez más evidente y difícil de contener con códigos de ética política y ciudadana.

Hay que primero formarse para ser individuo (in-dividuo: no dividido) en sí mismo y desde sí en y con los demás; el ser persona no es una prioridad sustantiva sino una exigencia social del individuo. Sólo desde la individualidad la persona es plenitud conceptual, lo contrario sólo expondría a una persona socialmente dependiente o individualmente explotada; sólo desde una pedagogía sistemática de la individualidad será posible comprender el lado complejo de la conflictividad social; sólo desde una visión del conflicto que es toda realidad individual y personal será posible encausar la misión política y cultural en clave de solidaridad y comunión intra e interpersonal; sólo desde una cultura científica de la necesidad-capacidad personal y social será posible y factible hacer universidad como rostro de la necesidad social y esperanza de la capacidad humana en los más necesitados.

El reto formativo no está en la esquina ante mí; ya está en mí, en nosotros: somos Universidad Señor de Sipán; y, pareciera que más pesan la necesidad de servir cultural y científicamente que la capacidad de actuar en y con la sociedad local emergente. Sólo hace falta la estructura curricular y sistémica que recoja y valorice en pleno la necesidad-capacidad de escuchar y dialogar con fe y razón sobre la sana individualidad existente en las autoridades académicas, facultades, escuelas, programas, personal administrativo, personal de servicio, personal de seguridad, docentes, alumnos y, sobre todo, de la sociedad civil. Una universidad que sólo se dedique a impartir conocimientos sería equiparable a un museo embadurnado de piezas humanas con las

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manos extendidas solicitando oportunidades de trabajo o con los puños manifiestos tratando de romper el vidrió del divorcio existente entre universidad y sociedad.

La cultura no es pues sinónimo de conocimiento, sino de cultivo integral personal y social; el formarse no es sinónimo de saber teorías y fórmulas adicionales en el actuar profesional y técnico, sino de saber ser persona humana y culta.

Por lo tanto, para salvar el inteligir integral apremia impostar una formación en el saber ver las necesidades personales y sociales del entorno social circundante, juzgarlas como realidades actuales de bien propios, y actuar las capacidades en modo gradual, técnico y solidario en espacios académicos y tiempos curriculares propios en el que todas las personas en formación participen, compartan y hagan como algo propio el desarrollo y progreso humano.

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Tema 04: La autenticidad

Con mucho aprecio, les doy la bienvenida a la segunda semana del curso, donde trataremos el siempre muy peculiar tema de la autenticidad del hombre, y como siempre sus consecuencias personales y sociales. Hemos procurado que este tema cumpla con las finalidades específicas para el que ha sido elaborado, y que además brinde una interesante lectura, un vídeo bastante enriquecedor, e importantes actividades de evaluación que conducen a la Metacognición y a la comprobación de los aprendizajes logrados.

Introducción

Parece ser que la autenticidad es la sencillez. Es lo más sencillo que hay, porque es lo que surge después de que se ha eliminado lo complejo, lo compuesto, lo adquirido.

La autenticidad es la expresión más genuina de la libertad interior, la misma que está en oposición a todo condicionamiento, y que es la expresión directa de nuestro ser más profundo o más primario.

Lo auténtico, en sentido genuino, significa verdadero, y hace alusión a la correspondencia entre el fenómeno que aparece y el fondo del que surge. Lo que aparece a nuestra vista está fundamentado, por el fondo que en él se expresa y manifiesta. Por eso lo auténtico es lo que parece, es lo que no encubre su verdadero ser en una envoltura que lo disimula y falsea. Esto puede aplicarse en primer lugar a los objetos no humanos, pues se dice de algo que es auténtico cuando se establece sin lugar a dudas su identidad. La autenticidad es identidad reconocible en la variedad, en la diferencia, en la semejanza.

En el caso del hombre la noción de autenticidad es mucho más compleja, y para entenderla en toda su amplitud es preciso tener en cuenta la estructura del ser y del existir de la persona. Esta es

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una de las herencias del existencialismo, quien aporta extensas reflexione sobre la autenticidad en sentido ontológico. Si lo auténtico es lo verdadero, ¿qué es verdadero en el ser humano? La respuesta volvería a ser, lo que es propio del hombre.

4.1 ¿Qué es la autenticidad?

La palabra autenticidad tiene en el lenguaje ordinario un significado, que comúnmente pretende justificar cualquier actuación, aunque sea absurda o incorrecta, y le ahorra al protagonista la necesidad de dar explicaciones sobre ella. La autenticidad sería en tal caso una espontaneidad ociosa, irracional y despreciativa. Por esta razón algunos la consideran un tópico, una palabra que ha desvirtuado lo que representa. Sin embargo, la autenticidad puede y debe ser tomada en serio en cuanto tiene que ver con algo tan importante como la felicidad.

Lo auténtico, en sentido genuino, afirma Ferrater (1979. pág. 253) significa verdadero, y hace alusión a la correspondencia entre el fenómeno que aparece y el fondo del que surge. Lo que aparece a nuestra vista está fundamentado, por el fondo que en él se expresa y manifiesta. Por eso lo auténtico es lo que parece, es lo que no encubre su verdadero ser en una envoltura que lo disimula y falsea. Esto puede aplicarse en primer lugar a los objetos no humanos, pues se dice de algo que es auténtico cuando se establece sin lugar a dudas su identidad. La autenticidad es identidad reconocible en la variedad, en la diferencia, en la semejanza.

En el caso del hombre la noción de autenticidad es mucho más compleja, y para entenderla en toda su amplitud es preciso tener en cuenta la estructura del ser y del existir de la persona. Esta es una de las herencias del existencialismo, quien aporta extensas reflexione sobre la autenticidad en sentido ontológico, Heidegger(1991. pág.56). Si lo auténtico es lo verdadero, ¿qué es verdadero en el ser humano? La respuesta volvería a ser, lo que es propio del hombre.

La noción de autenticidad se hace interesante en la medida en que se sitúa en el escenario de la libertad, y concretamente en el de la historia personal, que es, la obra de la libertad, no en abstracto, sino singularmente, como expresión irrepetible del ser irrepetible que somos cada uno.

La autenticidad es uno de los modos de explicar la relación vida-conciencia, que siempre define la realidad humana. Bajo una mirada positiva, la existencia auténtica es el darnos cuenta y apropiarnos de manera intencional de la realidad de nuestra vida, y de nuestro destino. Aquí hablamos de una vida vivida con plena conciencia de lo que uno es y de su término. De otro lado, desde una mirada negativa, la existencia inauténtica son aquellas formas de vivir la propia vida en

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las cuales no se hace presente su verdadero carácter, sentido o estructura, es decir que se convierten en sueño o ausencia de realidad. Existen formulaciones filosóficas como la alienación de Hegel y Marx, la existencia estética, de Kierkegaard, o la caída de la que hablaba Heidegger, en las que el hombre se sorprende de sí mismo en la obra de sus manos, en una diversión que le oculta su propio fondo o en un ignorar la posibilidad más propiamente auténtica de su existir.

En realidad, desde esta amplia perspectiva, toda ignorancia de sí, es una forma de existencia inauténtica. Sin intentar examinar el autoconocimiento como forma primera de autenticidad e identidad personal, trataremos de tener en cuenta la contribución que a ellas hace la libertad, y adoptar por eso, un punto de vista biográfico, según el cual la realización y determinación de la propia vida es asunto de cada persona. Si lo vemos así, la autenticidad sería biográfica y estaría ligada al desarrollo de la vida, única, singular e intransferible, personal. La inautenticidad, por el contrario, estaría ligada a todas las formas de ignorancia de sí, de autoengaño, superficialidad o alienación.

La identidad humana no viene con nosotros desde el principio, pues la persona puede alcanzar a ser lo que realmente es, o no. La existencia auténtica es aquella que se vive con conciencia del propio origen y del propio destino, y en la que se sabe cómo se llega ser lo que se es. La existencia inauténtica es la vida banal, no consciente de la propia identidad, vocación ni destino, y en ella se pierde uno a sí mismo. Por tanto, la autenticidad y la identidad humanas no están dadas antes de la experiencia. Implican un desarrollo, un mantenimiento y un logro final. De esta manera es posible realizar una consideración ontológica de la autenticidad humana y afirmar que autenticidad e identidad, en el plano dinámico de la realización de la libertad, no pueden darse separadas. La autenticidad es la manifestación y presencia de la propia identidad en los diversos espacios y momentos de la vida que se va viviendo, es decir una identidad en la diferencia.

La historia de cada hombre es ontológica, puesto que el hombre crece o decrece mientras vive, pues es el ser capaz de crecimiento irrestricto. La autenticidad ayuda a ser feliz realizando y viviendo una vida que es la propia, y que ha de ser vivida del modo en que sólo a uno corresponde. Donde realmente aparece el valor de la autenticidad humana es bajo una mirada biográfica, una de las más conformes con lo que la libertad y la realidad humanas son, es decir, el despliegue vital de la persona. La inautenticidad tendría que ver, por el contrario, con la caída en el mimetismo y con la ignorancia de la respuesta a la pregunta ¿quién soy?

Todas estas consideraciones tienen como intención, extraer del término autenticidad la riqueza que realmente tiene. Es claro que hay en él una gran cantidad de significados implícitos, cuyo desarrollo desde la noción de persona nos ha obligado en primer lugar a referirnos a la

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epistemología y la metafísica, para pasar ahora a la filosofía social y política, y encontrar así una base para explicar el ideal público de reconocimiento en una antropología de la libertad y de la biografía que conduce necesariamente a la ética.

4.2. La identidad como reconocimiento

La condición para tener una identidad propia es el reconocimiento de ella, la identificación, tanto por parte de uno mismo como de los demás. En la medida en que sé quién soy puedo saber quién puedo llegar a ser. La persona humana no puede vivir una existencia auténtica sin el reconocimiento de su propia identidad. Charles Taylor (1995, pág. 225) pudo demostrar de qué modo este reconocimiento tiene carácter dialógico, es decir, procede de los demás antes que de uno mismo. Nuestra identidad es en parte conformada por el reconocimiento o por la ausencia de él, y con frecuencia también por un reconocimiento equivocado por parte de los otros. Una persona o un grupo de gente pueden sufrir un daño real, una verdadera distorsión, si la sociedad que les rodea les devuelve una imagen de sí mismos estrecha, disminuida o despreciable.

La falta de reconocimiento de los otros, una vez interiorizada como inferioridad e imagen despreciativa de uno mismo, se convierte en vergüenza y falta de autenticidad, y por tanto en incapacidad de actuar según lo que uno verdaderamente es, por ello se afirma que es una de las peores formas de opresión. La baja autoestima es una forma de inautenticidad, y genera falta de magnanimidad y atrevimiento para ser lo que real y socialmente se puede y se tiene derecho a ser. En la cultura de la autenticidad, las relaciones con los demás son la clave del descubrimiento de uno mismo y de la autoafirmación, Taylor ( 1995. pág. 232) puesto que la identidad propia depende hoy más que nunca de un proyecto común en el cual los otros puedan reconocerme auténticamente, y en el cual yo alcanzo mi realización.

Explicar por qué esto es así hace necesario narrar la historia del ideal moderno de la autenticidad. Podría decirse que cada uno de nosotros tiene una forma original de ser humano, pues existe cierta forma de ser humano que constituye mi propia forma. Estoy destinado a vivir mi vida de esta forma, y no a imitación de la de ningún otro. Con ello se otorga una nueva importancia al hecho de ser fiel a uno mismo. Si no lo soy, pierdo de vista la clave de mi vida, y lo que significa ser humano para mí. Taylor (1995, pág. 64 -65) suele continuar su historia mostrando cómo este ideal moderno de la autenticidad ha sufrido un doble deslizamiento hacia un subjetivismo que le ha hecho perder buena parte de su valor. Por un lado, el individualismo ha olvidado teórica y prácticamente la condición dialógica de la persona humana, y las implicaciones de ésta. Por otro, se ha producido una negación de todos los horizontes de significación, un derrumbamiento de los valores, que no es otra cosa que nihilismo. Además, podemos añadir, que en ambos casos se desatiende una dimensión de la libertad mucho más importante que la simple elección, tan

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exaltada por el individualismo, es decir, la articulación biográfica de mi vida en una unidad de tareas e ideales verdaderamente significativos para mí y para los otros. En el fondo, se trata de mostrar qué significa ser fiel a uno mismo.

4.2.1 la autenticidad como confirmación personal de la acción

Lo auténtico es lo que sale de la persona y es ayudado por ella en su expresión, pues es siempre personal aquello en que se pone el núcleo originario y más propio de la vida. En esta primera definición hay un doble aspecto. En primer lugar, la autenticidad en la conducta y en la expresión y manifestación de la persona sólo se da si la acción, la expresión y lo manifestado brotan del fondo íntimo del ser personal. Pero esto no es suficiente. Es necesario, en segundo lugar, que lo que emana de alguien sea ayudado voluntariamente por él en su brotar.

La autenticidad es una condición de los actos humanos, mediante la cual éstos están asistidos por el fondo de la intimidad personal, pues hay acciones, que aun siendo indudablemente humanas, brotan del entorno de nuestra realidad. Otras, por el contrario, emanan del fondo de la persona. Son las que reconocemos como verdaderamente nuestras, las que dan nuestra medida, las que permiten palpar nuestros límites, posibilidades, deficiencias, amenazas y en definitiva, saber a qué atenernos respecto a nosotros mismos.

La condición personal se manifiesta en unos actos, y en otros no, pues se trata de acciones, justificadas o no, desde el fondo de lo que uno es. El acto auténtico e intenso, el que el hombre hace desde sí mismo, no brota de ningún impulso externo, o de un mecanismo psíquico, sino de una motivación en que interviene la totalidad de la persona. En resumen, lo auténtico es lo personal, lo que nace de dentro, lo íntimamente propio, lo profundo, pues en la persona esto es lo propiamente verdadero, aquello que la persona realmente es. Por eso, autenticidad significa reconocerse a uno mismo como autor de la propia vida, reconocerse en lo que se hace y se dice, en lo que se obra y en lo que se es, en la propia imagen que se proyecta a los demás.

Auténtico significa verdadero, pero en el caso de la persona lo verdadero es lo profundo, lo que nace del hontanar y está asistido por el núcleo personal, lo íntimo. Lo verdadero en la persona es sentido, es intenso e importante, realmente serio. La importancia que algunas cosas tienen para la persona procede del hecho de que para ella esas cosas constituyen valores. La formación de una tabla de valores es otro modo de nombrar el conjunto de las experiencias radicales que una persona ha tenido y en las cuales se le han hecho patentes las verdades auténticamente relevantes para ella. El mundo personal está constituido por el conjunto de valores que son primeros para una persona y el conjunto de experiencias y aprendizajes mediante los cuales esos

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valores ocupan el puesto superior de la jerarquía de las importancias. La tabla de valores y las experiencias que los avalan forman el mundo auténticamente personal, oculto a primera vista, pero responsable de mis elecciones y preferencias. Yo asisto con mi refrendo e ilusión lo que es importante para mí, porque forma parte de mis proyectos. Lo auténtico es entonces lo que brota de ese mundo personal, que es lo que verdaderamente importa.

La idea de presenciar los actos desde el fondo de la intimidad personal indica en primer lugar que esos actos están acompañados por la voluntad y los sentimientos. Sin embargo, la voluntad no acompaña como mero deseo, sino como cierta efusión, cierta conciencia pendiente de lo ofrecido, una efusión sentida, un cierto darse, donarse intencionadamente, para cuya comprensión es preciso apelar a la imaginación y el recuerdo de la experiencia vivida personalmente. Las personas que no tienen un mundo interior personal de experiencias y valores son inauténticas porque no pueden no serlo, pues carecen del fondo del que nace la autenticidad. Viven sólo en la periferia de sí mismos. Lo inauténtico es siempre superficial, efímero y cambiante. Lo profundo, en cambio, tiene la denominación de origen en su carácter personal, duradero y estable.

La autenticidad, nos continúa explicando J. Marías (1994. pág. 204) considerada desde la persona, significa en último término saber responder a la pregunta: ¿quién soy?. Es un camino no exento de misterio, pues el hombre topa en él con el origen inagotable de su ser personal, pues vivir personalmente quiere decir entrar en últimas cuentas consigo mismo. El hombre, si es veraz, encuentra que es poca cosa; y al mismo tiempo descubre, con asombro y cierto espanto, que es una persona en la que se podría ahondar indefinidamente, más aún, que invita a ello, que lo reclama, y si no se hace se tiene la impresión de estar huyendo de uno mismo. La persona es un abismo insondable, fuente y origen de sus actos y de su vivir, hondura en el que éstos encuentran y en último término su sentido, su renovado advenir, y crear, y desplegarse.

4.3 La dimensión dinámica de la autenticidad

Es evidente que la autenticidad, nos explica J. Marías (1994, pág, 185) puede ser entendida como coherencia entre lo que pensamos y lo que somos. En este sentido, decir una cosa y hacer la contraria es calificado habitualmente como incoherencia. El uso sofístico del lenguaje es una incoherencia, como toda forma de engaño o autoengaño. En pocas palabras: rechazar la verdad significa inautenticidad. Hay tantas formas de la segunda como de lo primero. Cuando la verdad no comparece en la conducta o en lo dicho, éstos son inauténticos. En este caso, la verdad es lo que realmente se piensa. Pero, desde este punto de vista la autenticidad es algo evidente y de alguna manera obvio. Por eso, conviene seguir desarrollando su conexión con la libertad.

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El carácter histórico de la vida, afirma J. Marías (1995, pág.21) reside en que las tareas y trayectorias de que se compone exigen una intervención de la libertad, pues se trata de hacer una elección justificada, de tener un por qué y un para qué afrontarlas. La vida está personalizada, es de uno, y sus tareas también, si son fruto de una elección justificada. Si no lo están, son pura mimetización. Lo que el hombre hace, lo hace por algo y para algo, y por eso no es posible más que mediante una constante justificación, lo que le da su condición de responsabilidad.

La justificación de las decisiones tiene un carácter ético, pues el objeto formal de la ética es la cualificación de los actos. Tal cualificación respecto a decidir es justamente un dominio sobre la decisión que, si es buena, la ratifica, y si es mala, la rectifica. La persona como dominadora de actos está en el nivel de la cualificación, porque la persona es capaz de darse cuenta del valor de la decisión. La formaliza. El ejercicio de decidir no asegura la adecuación de esa decisión con la persona. Con lo que tiene que ser adecuada la decisión es con un valor ético, según afirma L.Polo (1982, pág.68).

La tabla de valores justifica las decisiones, las ratifica o rectifica. No es ahora relevante la adecuación de los actos singulares con los valores éticos, sino la existencia de un por qué en las decisiones. Es evidente que los proyectos y tareas que la libertad forja y asume son los que configuran la biografía, y los que, por decirlo así, deben ser auténticos. La autenticidad de esos proyectos y tareas proviene de la justificación que la libertad aporte, del conjunto de motivos, aspiraciones e ilusiones que uno tenga al decidir y emprender. Si son motivos, aspiraciones e ilusiones que realmente nos importan, si tienen carácter personal, entonces la trayectoria emprendida puede ser auténtica. Si, por el contrario, son reflejo imitativo, plegarse a una costumbre, uso, función o rol social del que no queremos, no sabemos o no podemos prescindir, la autenticidad puede faltar en la medida en que aquello no es lo que realmente buscamos ser y hacer. Hay entonces ausencia de libertad personalmente ejercida, falta de un definido proyecto de vida, mímesis mecánica frente a la moda.

Se puede objetar aquí que a uno puede importarle mucho algo realmente malvado. En efecto, y en tal caso estamos ante una conducta auténticamente perversa. La adecuación de los actos a los valores, a los bienes, da autenticidad objetiva a la conducta. La coherencia interna les da autenticidad subjetiva. Importa recalcar esta distinción. Aquí lo que nos interesa es cómo sumar a la autenticidad objetiva, que puede ser inconsciente, rutinaria o mimética, la autenticidad subjetiva, sin la cual la primera es en definitiva insuficiente, pues no es verdaderamente personal ni profunda. A su vez, la inautenticidad objetiva imposibilita la autenticidad subjetiva, pues ésta estaría edificada sobre el engaño, según se aclarará después.

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La realización de los proyectos vitales son el escenario de la autenticidad. Si éstos responden al fondo de la vida, a las aspiraciones que uno verdaderamente tiene, entonces hay conexión entre lo que somos y lo que deseamos ser, y entre lo que proyectamos ser y lo que realmente llegamos a ser. Y muy ligado a ello está el éxito, el fracaso y la felicidad. Todo ser humano lleva dentro de sí la posibilidad de ser él mismo o de no serlo y es así que vamos descubriendo quienes somos a medida que hacemos o nos pasan cosas a las que decimos sí desde el fondo de nuestra persona y no desde la conveniencia o la estimación objetiva vigente o el mero gusto. Cuando ese sí lo decimos desde nuestro fondo último, ése es el signo de la autenticidad.

Esto quiere decir que la autenticidad debe ser considerada también en relación con el origen biográfico. En este caso se identifica con la fidelidad o coherencia respecto de los propios orígenes a lo largo del camino en el cual se realizan las pretensiones, tareas y proyectos que llenan la propia vida. Se trata ahora de coherencia con lo que uno realmente es. Salta a la vista que el porqué de mi vida está en el pasado, en el origen, en el punto de arranque desde el cual la libertad ha preferido esto y no lo otro. Ser fiel a uno mismo significa aunar la memoria del pasado con el presente y proyectar el futuro en coherencia con lo que ya somos, pues ésta es la unidad del proyecto vital.

La madurez es uno de los frutos de la autenticidad, pues se trata de una conducta que manifiesta lo que se es por dentro, las convicciones, el modo mismo en que se vive, se cree y se ama. Y lo manifiesta sin rastro de temor, disimulo ni inseguridad, puesto que viene acompañada de una actitud interna y externa de serenidad e imperturbabilidad, nacida del orden interno, de la estabilidad, de la armonía de las distintas instancias que confluyen en el comportamiento de una persona que posee pacíficamente, desde sí misma e irradiando una cierta y siempre relativa plenitud humana.

4.4 La autenticidad como idea moral

Una vez que se ha llegado a este punto, explica Yepes (1996, pág. 76 -84) se hace necesario plantear la autenticidad como un ideal moral, como una condición que la persona debe tener y cultivar para mejorarse a sí misma, como una transparencia interior que armoniza y da unidad a su origen, su destino, su historia y su libertad. Respecto a esta condición personal se puede adquirir y conservar habitualmente mediante una educación y una práctica adecuadas, se podría hablar incluso de la virtud de la autenticidad, puesto que la virtud es un hábito, y una fuerza operativa. Y las tres condiciones vienen cumplidas por la autenticidad que impregna a la persona misma. La inautenticidad, por el contrario, aparecerá como debilidad y desintegración interior, como ignorancia de sí, como la no deseada presencia del mal dentro de nosotros.

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Es importante dejar muy claro que cuando hablamos de una doble perspectiva moral, nos referimos a la del objeto y fin de los actos por un lado y por el otro con la de la unidad de la vida, o coherencia de los actos con lo que la persona es y con el conjunto de la vida que está viviendo. La primera perspectiva toma la calificación moral de la cualidad o dirección de las acciones y trayectorias. La segunda toma la calificación moral de algo muy profundo, como lo es la autenticidad e intensidad de los actos de una persona, la armonía de éstos con el conjunto de su vida y de lo que esa persona es, la unidad interna de esa vida, y de su consideración global.

También debemos tener claridad, afirma J. Marías (pág. 25) sobre el hecho de que sobre cada acto y sobre la vida que cada cual vive recae un juicio, en términos de estar bien o estar mal, si se ha hecho lo mejor, o no. La justificación de los actos o su omisión depende del puesto que ocupan en un desarrollo vivencial del cual reciben su inteligibilidad y su cualidad. Esta es la visión moral del despliegue de la vida humana, en donde cada uno de sus elementos vuelve a obrar sobre todos los demás y recibe su sentido del conjunto.

Para Julián Marías la vida humana es un sistema, en el cual sólo la consideración global e interconectada de todos sus elementos es verdadera y realmente inteligible, pues para entender la vida de la persona hay que verla como un sistema con una estructura peculiar, ontológica y empírica al mismo tiempo, y cuyos elementos están todos interrelacionados, pues son las notas que definen a la persona, y la instalación de ésta en el espacio y el tiempo, con su correspondiente despliegue dinámico y proyectivo, por medio de la libertad, a partir del núcleo personal. La consideración abstracta o aislada de los elementos de la vida humana es irreal. Una persona es un ser vivo, libre, actuante y en sí mismo uno a lo largo del tiempo.

La autenticidad como idea moral

Bajo esta mirada, la moralidad aparece ante todo como justificación de los actos. La decisión siempre requiere justificación. Hay que tener y darse razones para hacer una cosa y no otra; la moralidad que pertenece intrínsecamente a la vida se refiere a los motivos, al por qué y para qué hacemos lo que hacemos. La justificación, o su ausencia, a todos los niveles, determinan el carácter moral o inmoral de cada acto, de las posibilidades descubiertas y aceptadas de cada vida, de los proyectos y su engranaje, de la configuración total de la vida. La condición moral que proporciona una justificación adecuada afecta a la vida entera, y desde ella a cada uno de sus momentos o aspectos.

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Ahora si también es importante, buscar el por qué auténtico y radical de los actos. Marías lo define como la vida acumulada, el proyecto radical en que se consiste, son los verdaderos motivos de lo que en cada momento se hace. Si tu vida es tu obra, si es biográfica de verdad, las decisiones y trayectorias que le dan contenido se justifican dentro de un conjunto vital o sistema. En caso contrario, no está bien vivida, no es verdaderamente humana, puesto que esas decisiones o trayectorias no se integran en ese conjunto, y por tanto son inauténticas, y por tanto inmorales. Si tus decisiones libres no responden a lo que verdaderamente eres y quieres ser, si no las tomas tú del modo adecuado, entonces son moralmente malas, puesto que te tomas por quien no eres: estás soñando con un yo que realmente no eres tú. Así habría que plantear una moral de la autenticidad.

Entonces es así que podemos afirmar que si la vida es una tarea para el hombre, no aceptarla es ya inmoral. No tendría sentido, por la indudable existencia del mal, la descalificación de la realidad. Desde la realidad, valiosa en sí misma y llena de posibilidades, empezando por la propia del hombre que va a hacer su vida, apoyándose en todas las instancias desde las que se pueden proyectar los diversos rumbos, con cuidadosa selección de la cualidad y orientación de éstos, la moralidad de la vida consiste en lograr la máxima intensidad. Y la intensidad, proviene de la profundidad e importancia que las cosas que hago tengan para mí.

Conviene, de todos modos, insistir de nuevo en esa doble dimensión de la moral que ya se ha mencionado, de tal modo que a la más clásica consideración de que los actos se especifican por sus objetos se añada que también se justifican desde la persona que los realiza. Es decir, la acción humana se especifica moralmente en primer lugar por su objeto o fin. En esto no cabe confusión ni olvido.

Pero además, es muy importante determinar dónde se elaboran las trayectorias, en qué zona de la persona, o fuera de ella. Se entra en una trayectoria por motivos muy diversos y esto establece ya una jerarquía entre las trayectorias, según su grado de autenticidad. Las hay verdaderas, nacidas de la persona que las sigue, también otras que son superficiales, y afectan a estratos periféricos o marginales de la persona, que no queda implicada en ellas desde su raíz. Y finalmente otras que son directamente falsas. No todo lo que una persona haga es digno o coherente con lo que es y con quien es. No todo importa de la misma manera, no todo debe ser tomado igualmente en serio. La moral también deja espacio para el humor, para relativizar lo menos importante.

En estas instancias ya puede concluirse que la autenticidad es, además del contenido argumental, el principal factor de moralidad de las trayectorias. Las falsas desvirtúan la vida, previamente a los actos y las conductas concretos. La autenticidad o inautenticidad de las trayectorias da a una vida

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su moralidad o inmoralidad global. Se puede decir por tanto que la autenticidad es un rasgo esencial de la moral.

4.5 Movimiento y fluidez de la vida

La vida es movimiento, es fluidez. Siempre que estamos reteniendo algo, sea lo que sea y en nombre de lo que sea, estamos yendo en contra de la verdad de la existencia, en contra de la verdad de uno mismo. En la medida en que uno es capaz de entregarse, de desprenderme, de fusionarme dinámicamente con todo, en la medida en que uno es capaz de darse del todo con inteligencia, con plena consciencia, con pleno centra miento, en esta medida es cuando uno empiezo a ser “yo”.

Cuando me quedo sin nada, es cuando yo soy realmente lo que soy; mientras creo ser esto o lo otro, no soy “yo”. El camino de la autenticidad pasa por un despojamiento de lo que no es auténtico. Mientras no demos todo lo que ha entrado, todo lo que se ha elaborado en nosotros, no volveremos a ser “yo”, es decir, ser lo que está detrás de todo lo adquirido, detrás de todo. La entrega total es el encuentro real con uno mismo. Es aquí donde tienen sentido esas ideas sobre la abnegación, sobre el sacrificio: es el retornar las cosas a su sitio, devolver lo que no es de uno, devolver lo que no soy “yo”.

Cuando devolvemos toda la vida, cuando lo hacemos circular todo, cuando no retenemos nada, porque no nos confundimos con nada, entonces es cuando estamos realizando el Gran Sacrificio, que, en realidad, no es un sacrificio sino una restitución, un volver las cosas a su sitio, un ordenar nuevamente las cosas. En este momento es cuando “yo”, eso que soy, esa realidad que soy y se expresa en mí, aparece de nuevo de modo claro.

Este proceso de expresión va inevitablemente acompañado del proceso de impresión. Impresión quiere decir que uno sea capaz de dejar que la vida entre, es decir, no solamente que uno la exteriorice, la dé, sino que uno sea capaz de recibir, de admitir. Debemos abrirnos a las experiencias. No estar siguiendo siempre una táctica de escamoteo respecto a las situaciones de las cosas. Pero solamente podremos abrirnos si nos sentimos fuertes, y sólo nos sentiremos fuertes cuanto más seamos “yo mismo”, cuanto más nos acerquemos a nuestro fondo. Entonces nos podremos abrir, y, al hacerlo, las experiencias, los impactos, entrarán hasta el fondo de mí, y, desde ahí, se producirá una respuesta auténtica, una respuesta total.

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Pero, mientras mantengamos un filtrado a través de nuestra mente, a nivel superficial, estaremos constantemente juzgando, interpretando, en función de nuestros deseos y de nuestros temores, todas las experiencias, y así no podremos vivir de un modo completo, total, ninguna experiencia; nos quedaremos en esquemas, en críticas, pero nunca con la verdad total de la experiencia, con la verdad total del instante.

Esa impresión es un proceso totalmente necesario. Es lo mismo que ocurre con el proceso de respiración en determinadas prácticas de respiración: cuando somos capaces de dejar que todo el impulso vital se exprese sin trabas, entonces la expresión de este impulso produce una entrada de aire, y esa entrada de aire nos renueva. Entonces responde todo nuestro ser a esta renovación, es nuestra nueva respuesta, respuesta creadora en cada instante.

Podemos ver los problemas o el grado de realización de la persona observando la capacidad que tiene de recepción o de impresión; una cosa es inseparable de la otra. Cuando existe miedo en el dar, hay también miedo en el recibir. Cuando uno se protege, se protege del todo, lo mismo que, cuando uno tiene miedo, no puede respirar profundamente. En la vida misma, observando nuestra dinámica natural, tenemos el medio para realizar un trabajo de ahondamiento, de desprendimiento, de autodescubrimiento constante de nosotros mismos.

Y esos dos movimientos: inspiración/espiración, recibir/expresar, tienen un tiempo de silencio, momento en que uno ni expresa ni recibe, instante en el que uno no hace nada, lapso de tiempo en el que parece como si la existencia se suspendiera por un momento, como si por un instante se detuviera el proceso del devenir. Esto que normalmente pasa inadvertido es la puerta de entrada a una Realidad Superior.

Cuando estamos vertidos en el movimiento de entrar y salir, nos realizando horizontalmente; pero, cuando aprendemos a estar despiertos, presentes, en el Silencio, en aquel momento en que no hay acción -pero que no hay acción de un modo natural, no una falta de acción que uno haya producido forzando y acallando su mente, sino un silencio que es el producto de haberlo dado todo, de haberlo entregado todo, de haber vivido del todo el instante-, entonces este silencio que ocurre es un silencio realizador, un silencio que nos conduce, no a nuevos conocimientos, sino a la conciencia de lo que es el eje de toda la experiencia, a lo que es la Persona Profunda, la Persona Central, este “yo” Espiritual del que estamos hablando.

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El ejercicio físico, la respiración, todas las prácticas que se hagan, son ayuda, son medios de trabajo. Pero, cuanto más profundamente lleguemos a comprender que nuestra realización depende de nuestra entrega total en el instante, de este abrirnos a la situación de un modo pleno, sea cual sea la situación, tanto si son en las prácticas, como en los negocios, como en la situación familiar, cuanto más veamos que el secreto de esta realización está en que todo “yo” me exprese en cada instante del todo, entonces es cuando convertiremos cada momento de la vida en un instante de trabajo, en un instante de Realización.

Hasta que llega un momento en que ya no hay que romper resistencias, porque hemos ido sintonizando con esa dinámica que desarrolla todo cuanto existe, un momento en que ya podemos vivir dinámicamente, pero en un silencio profundo, porque hemos descubierto que el Silencio y la Acción Exterior son dos planos distintos del mismo Ser, un silencio profundo que lo envuelve todo y una expresión de ese silencio que es lo que llamamos Manifestación.

Movimiento y fluidez de la vida humana

Esa impresión es un proceso totalmente necesario. Es lo mismo que ocurre con el proceso de respiración en determinadas prácticas de respiración: cuando somos capaces de dejar que todo el impulso vital se exprese sin trabas, entonces la expresión de este impulso produce una entrada de aire, y esa entrada de aire nos renueva. Entonces responde todo nuestro ser a esta renovación, es nuestra nueva respuesta, respuesta creadora en cada instante.

Podemos ver los problemas o el grado de realización de la persona observando la capacidad que tiene de recepción o de impresión; una cosa es inseparable de la otra. Cuando existe miedo en el dar, hay también miedo en el recibir. Cuando uno se protege, se protege del todo, lo mismo que, cuando uno tiene miedo, no puede respirar profundamente. En la vida misma, observando nuestra dinámica natural, tenemos el medio para realizar un trabajo de ahondamiento, de desprendimiento, de autodescubrimiento constante de nosotros mismos.

Y esos dos movimientos: inspiración/espiración, recibir/expresar, tienen un tiempo de silencio, momento en que uno ni expresa ni recibe, instante en el que uno no hace nada, lapso de tiempo en el que parece como si la existencia se suspendiera por un momento, como si por un instante se detuviera el proceso del devenir. Esto que normalmente pasa inadvertido es la puerta de entrada a una Realidad Superior.

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Cuando estamos vertidos en el movimiento de entrar y salir, nos realizando horizontalmente; pero, cuando aprendemos a estar despiertos, presentes, en el Silencio, en aquel momento en que no hay acción -pero que no hay acción de un modo natural, no una falta de acción que uno haya producido forzando y acallando su mente, sino un silencio que es el producto de haberlo dado todo, de haberlo entregado todo, de haber vivido del todo el instante-, entonces este silencio que ocurre es un silencio realizador, un silencio que nos conduce, no a nuevos conocimientos, sino a la conciencia de lo que es el eje de toda la experiencia, a lo que es la Persona Profunda, la Persona Central, este “yo” Espiritual del que estamos hablando.

El ejercicio físico, la respiración, todas las prácticas que se hagan, son ayuda, son medios de trabajo. Pero, cuanto más profundamente lleguemos a comprender que nuestra realización depende de nuestra entrega total en el instante, de este abrirnos a la situación de un modo pleno, sea cual sea la situación, tanto si son en las prácticas, como en los negocios, como en la situación familiar, cuanto más veamos que el secreto de esta realización está en que todo “yo” me exprese en cada instante del todo, entonces es cuando convertiremos cada momento de la vida en un instante de trabajo, en un instante de Realización.

Hasta que llega un momento en que ya no hay que romper resistencias, porque hemos ido sintonizando con esa dinámica que desarrolla todo cuanto existe, un momento en que ya podemos vivir dinámicamente, pero en un silencio profundo, porque hemos descubierto que el Silencio y la Acción Exterior son dos planos distintos del mismo Ser, un silencio profundo que lo envuelve todo y una expresión de ese silencio que es lo que llamamos Manifestación.

4.6 El valor de la autenticidad

En nuestro afán por liberar, expone Aguilar Vallejos (2010, pág. 47-48), la inteligencia de los mecanismos de las formas separadas de la realidad y del dogmatismo de las ciencias exactas, reconocemos que el grande problema, constante y siempre actual, es el de “saber estar en la realidad”. El saber o el conocer no es sólo un acto de la inteligencia, sino un estado; el estado de ser retenido intelectivamente por lo real en el real; algo así como un estar situados entre la inteligencia y lo real; resultando así, un estado de inquietud inagotable generalizada y determinada por la misma realidad en cuanto tal.

Sin duda alguna, hace falta reconocer que «la naturaleza intelectual de la persona humana se perfecciona y debe perfeccionarse por medio de la sabiduría, que atrae con suavidad la mente del hombre a la búsqueda y al amor de la verdad y el bien, e imbuido por ella, el hombre es llevado hacia lo invisible por medio de lo visible».

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Lo invisible del ser humano será verdad en él y para el si es conforme a lo visible —autenticidad—, así también, lo visible será verdad en él si él ha salido de su profunda interioridad, de su dato invisible de modo renovado —originalidad—; lo contrario a ello es falsedad, mentira y enfermedad social. Por ello, reitero que la verdad no es ni visible ni invisible, sino la verdad, la verdad real, la cual tiene un solo canal, un solo camino, una palabra, una sola imagen, una sola acción, un solo rostro: la persona del ser humano.

Si la persona no es el sujeto y objeto, actor y promotor de la verdad, entonces, ¿qué? Pero, ¡atentos!, en la persona lo más importante no es la verdad, sino la misma persona que va en busca de la verdad, que necesita ser ella misma como expresión sublime y humana de la verdad.

Toda vez que el error es identificado como tal, significa que la verdad como proceso dinámico e histórico está asumiendo procesos de gradualidad, a semejanza de un niño que afina sus primeros pasos, aunque débiles pero concretos y nuevos; son pasos de la ignorancia virtuosa hacia la sencillez; pasos que configura a toda persona cuando hace sentir su presencia humana de modo diverso y mejor en el dato social. De modo que, no es nada recomendable echar al basurero el dato del error o el equívoco, porque gran parte de la verdad se estaría eliminando. Lo que se investiga o se busca en la persona no es la verdad misma en sí, sino a la persona enfrascada en el error o flaqueza humana. A la persona hay que buscarla, encontrarla, liberarla y soltarla en el vasto campo del espacio humano y circundante.

El valor de la autenticidad

4.1.6 ¿Qué hacer entonces para ser auténticos?

Como continúa en su exposición Aguilar Vallejos( 2010, 40-42), el tipo de hombre que se pregunta, que se cuestiona, es aquel que, al haber concluido una acción, siente que debe comenzar de nuevo; perplejo de sí mismo y del ejercicio de su poder, perplejo de sus preguntas cuyas respuestas deben darse en el mismo, se cuestiona. Por ello, afectados por situaciones tan complejas, muchos de nuestros contemporáneos no pueden discernir bien los valores perennes y, al mismo tiempo, compaginarlos adecuadamente con los nuevos descubrimientos; de ahí que, agitados entre la esperanza y la angustia, les atormente la inquietud, interrogándose sobre la evolución actual del mundo. Esta evolución del mundo desafía a los hombres, más aún, les obliga a dar una respuesta. Este es el tipo de ser humano que actualmente preocupa en la diversidad de su

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ejercicio democrático, político y cultural; con sus profundas y angustiosas cuestiones buscando de cómo responder al curso de la historia que le exige una respuesta concreta; es el hombre que, inmerso en una compleja situación en la que él es a la vez causa y víctima, y «sabe muy bien que está en su mano dirigir correctamente las fuerzas que él ha desencadenado y que pueden aplastarle o servirle. Por ello, se interroga a sí mismo.

Todo ser humano asume sus partituras de profunda interrogación. En el fondo de su ser, el hombre siente la llamada de la autenticidad: vocación a ir siendo lo que en realidad cree que debe ser, a superar sus condicionamientos, a obtener la progresiva liberación y la afirmación satisfactoria del “yo”. Hay un tipo de hombre, incluso no creyente que no está dispuesto a recurrir al “absurdo es haber nacido y absurdo es tener que morir”, que no siente la náusea de J.P. Sartre ante la vida. Hay un deseo que se identifica con la conciencia del “yo” personal y que no se resigna a su propia desaparición, a su reducción a la nada.

A esta altura surge una pregunta, la pregunta radical: ¿Es sólo mi “yo” profundo el que me llama a salir de la inautenticidad? ¿No se me llama, en todo caso, a ser algo más que yo mismo? ¿Puede ser sólo mi yo profundo esencialmente paradójico, el que me empuje al amor, inversión a fondo perdido; al amor radicalmente inquieto por lo más, cuyo fuerza puede llegar al extremo de la autodestrucción de la persona visible por la muerte en aras de un tu?. Y si la muerte en aras de un tu amado no destruye eternamente la persona, ¿cuál es su nueva vida? ¿Cómo sigue amando si el amor es lo único que queda por encima de la esperanza que creyó en la tierra? ¿Son los valores objetivos los que en realidad llaman? ¿Es quizás la humanidad sólo paradójica?

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Tema 05: Dimensión social de la AcciónEstimados alumnos ¡bienvenidos! a la quinta semana del curso, donde estudiaremos la dimensión social de acción. Analizaremos como los hombres se asocian no sólo para sobrevivir y satisfacer sus necesidades materiales más perentorias, sino sobre todo para alcanzar los bienes que forman parte de la vida buena. En consecuencia, mantiene Aristóteles, la justicia, el respeto a la ley, la seguridad, la educación y los valores son los bienes que constituyen el fin de la vida social, pues sólo en ella se pueden alcanzar.

Introducción

El hombre concibe el espacio no de manera inmediata, sino mediante un proceso mental, complejo y difícil, el hombre llega a la representación de un espacio abstracto, homogéneo, indefinido, totalizante, sobre cuya naturaleza han elucubrado mucho los filósofos. Y también el hombre no vive sólo el ahora, porque su presente "está cargado del pasado y henchido de porvenir" es plenamente consiente de la continuidad y de la totalidad de su vida. Por eso piensa en la muerte y la previene; todo ello es impensable en el animal.

Precisamente porque el existir humano está transitado de temporalidad y porque el hombre conoce, piensa, reflexiona sobre el pasado, el presente y el futuro, y hasta cierto punto puede orientarlo o dominarlo, decimos que el hombre es un ser social, los animales no tienen historia, ni les interesa. Repiten indefinidamente los ciclos que les impone la naturaleza, y si alguna vez cambian por una mutación genética, ésta es independiente de sus decisiones, es totalmente inconsciente en ellos.

2.1 Herencia social del hombre

A lo largo de los temas anteriores hemos tratado de la persona y su perfeccionamiento personal gracias al ejercicio de la libertad. No obstante, explica Yepes (2005 pág. 129-135), la libertad no es

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una abstracción temporal ni espacial, puesto que mi personalidad se desarrolla en un escenario histórico determinado. Además, el desarrollo personal tampoco es una tarea aislada de un individuo frente a su entorno. Incluso su propio origen viene marcado por la relación amorosa entre dos personas. Estas consideraciones nos ayudarán a comprender que el estudio de la persona humana quedaría incompleto y deformado sin una referencia explícita a la vida social, porque la persona mediante su conocimiento y amor no sólo se abre al mundo, sino también, y principalmente, a los demás hombres, con los cuales aprende a vivir una vida verdaderamente humana. Desde la antigüedad es posible percibir en la Humanidad las primeras señales de comportamiento social, según los datos aportados por la paleontología. Por el análisis de objetos y útiles encontrados con restos fósiles humanos (hace 80.000 o 60.000 años) se comprueba que ya nuestros antepasados compartían la comida, cuidaban a sus enfermos o enterraban a sus familiares.

La concepción del hombre como ser social, continúa explicando Yepes (2005, pág. 139-142) se encuentra presente de modo explícito en el pensamiento griego. Para Aristóteles (Política I, II) un individuo humano que no vive en sociedad o es más que un hombre, es decir, un dios, o es menos que un hombre, es decir una bestia, aunque posea una apariencia humana. Es una manera gráfica de señalar que la sociabilidad no constituye para la persona humana algo sobreañadido extrínsecamente sino una exigencia de su naturaleza. Por eso se afirma en la concepción clásica que el hombre es un ser social por naturaleza. Sin embargo, a diferencia del colectivismo, la sociabilidad está al servicio de la persona. El individuo humano, para desarrollar una vida verdaderamente humana debe vivir en relación con los demás. Nunca la sociedad puede anular el bien de una sola persona, puesto que la persona ya es tal y posee un valor intrínseco, hablando desde la ontología, antes de gozar del reconocimiento social, pues aun cuando el ser y actuar se realizan junto con otros, su sujeto sustancial es siempre la persona. Los términos comunidad, sociedad o grupo social, se refieren a un orden accidental. Dice Wojtyla (2004 pág. 324) que el ser y actuar junto con otros no constituye un nuevo sujeto de actuación, sino que introduce nuevas relaciones entre las personas que son sujetos reales y verdaderos del actuar. Así pues, se puede concluir que el hombre está hecho para con-vivir; la convivencia es un medio imprescindible para la perfección y la felicidad del ser humano. Afirma Selles (2010 pág. 185-187) que para Aristóteles y Santo Tomás, el hombre precisa de la sociedad en primer lugar para vivir o sobrevivir, es decir, para cubrir sus necesidades básicas encaminadas a su propio mantenimiento. De aquí surge la diversificación de funciones laborales y sociales, como el ser agricultor, oficinista, artesano, etc. y que permite al hombre mantenerse con vida. El hombre solo no es autosuficiente; esto se percibe con claridad desde el mismo nacimiento, puesto que es fruto de una relación personal de dos personas y esto ya es una forma de sociedad llamada familia. Además, en el hombre el proceso de maduración y dependencia paterna de los hijos es mucho mayor que la del resto de los animales, mostrándose así la condición deficitaria de la persona fuera del ámbito social.Esta necesidad de la vida social no mira únicamente a los bienes materiales, como el alimento, la vivienda, o simple auto conservación, sino principalmente a los bienes morales.

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Esto es lo que Aristóteles (2012, pág. 7-18) denomina vivir bien, pues se trata de desarrollar una vida lograda, una vida verdaderamente humana. En otras palabras, el hombre es un ser naturalmente social porque todo individuo humano necesita la ayuda de otros individuos de su propia especie para vivir, no de cualquier manera, sino como hombre. Toda persona humana posee la innata tendencia a compartir con otras personas los bienes más elevados, y no sólo los meramente materiales. La formación de la personalidad exige del entramado social donde la persona asimila una lengua, unas costumbres y unos valores morales; donde aprende a vivir la experiencia de su propia libertad y a ejercitar las virtudes que le perfeccionan como persona.

2.2 El fin de la sociedad y sus elementos

Este vivir bien del que hablamos un poco antes, supone la convivencia con otros, y ésta es obra de la amistad. Los hombres se asocian no sólo para sobrevivir y satisfacer sus necesidades materiales más perentorias, sino sobre todo para alcanzar los bienes que forman parte de una vida buena. En consecuencia, mantiene Aristóteles, la justicia, el respeto a la ley, la seguridad, la educación y los valores son los bienes que constituyen el fin de la vida social, pues sólo en ella se pueden alcanzar. Según la visión aristotélica el fin de la vida social es la felicidad de la persona. En consecuencia, la sociedad y sus instituciones deben ayudar a los hombres a ser felices y plenamente humanos, es decir, deben ayudarles a ser virtuosos. El fin de la sociedad es lograr lo que conviene para una vida buena, pues si la vida social es el conjunto de las relaciones interpersonales, cuando éstas se ejercen en su forma más alta, el hombre alcanza su realización en y con los demás, en la dinámica del coexistir.

De todo esto podemos inferir que la vida social tiene mucho que ver con la ética. Dependiendo de cómo esté constituida una sociedad, ésta puede favorecer o impedir la libertad y la felicidad, el desarrollo de los que viven en ella. Por otro lado, no podemos considerar la vida social separadamente de su fin. Éste es dar al hombre los bienes que le permiten llevar una vida buena, y, en consecuencia, ser feliz. Corresponde al conjunto de la sociedad, y no sólo a cada individuo aislado, conseguir los bienes que constituyen la vida buena para aquellos que están dentro de ella.

¿Cuáles son los elementos de la vida social? En primer lugar, la acción humana, pues la sociedad surge de los intercambios de los hombres, de las relaciones que inventan entre ellos. Después, es el lenguaje, pues sin él no existiría sociedad, ya que no podríamos manifestarnos, ni compartir el

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conocimiento, ni ponernos de acuerdo con los demás. Aristóteles lo expresó de una manera que se ha hecho proverbial: (Política pág., 18)

La razón por la cual el hombre es un animal político, más que cualquier abeja y que cualquier animal gregario, es evidente: la naturaleza, como decimos, no hace nada en vano, y el hombre es el único animal que tiene palabra. Pues la voz es signo del dolor y del placer, y por eso la poseen también los demás animales, porque su naturaleza llega hasta tener sensación de dolor y de placer e indicársela unos a otros. Pero la palabra es para mostrar lo conveniente y lo perjudicial, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio del hombre frente a los demás animales: poseer el sólo, el sentido del bien y del mal, de lo justo y lo injusto, y de los demás valores, y la participación comunitaria de estas cosas es lo que constituye la casa y la ciudad.

El lenguaje es el vehículo para compartir el conocimiento, los sentimientos, los proyectos, los valores, para distribuir las tareas, para expresar, en suma, todo lo que hay en mi pensamiento y en mi intimidad, de modo que pueda articularse con el pensamiento y la conducta de los demás. El lenguaje tiene dos funciones: manifestarse y comunicarse. Sin comunicación no hay sociedad, como no existe la amistad o el amor sin diálogo. La sociedad puede definirse como un sistema de intercambio.

Para realizar este intercambio el hombre ha inventado un medio que mide los bienes repartibles, para igualarlos y regular su trueque: el dinero. La sociedad no se forma sin el intercambio de los bienes necesarios, los cuales necesitan ser comparados entre sí según un criterio que los mida a todos: ésa es la función del dinero. Es una convención, pero una convención universal, que todos aceptan, porque tiene un valor de cambio que él mismo fija: el dinero es el elemento básico y el término del cambio. La organización de la acción común, que conlleva la división del trabajo, y la autoridad, que es la que lleva a cabo esa organización, son también elementos constitutivos de lo social.

Es decir, resulta necesario que alguien haya emitido las órdenes para coordinar una acción conjunta de los hombres.Además, la división del trabajo, nace de la capacidad humana de producir mediante la técnica más bienes de una determinada clase de los que el sujeto productor necesita. El trabajo humano plantea enseguida el problema del intercambio, distribución y reparto de los bienes producidos.

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La autoridad aparece como la encargada de vigilar ese reparto y distribución que, en buena parte, ella misma ha encargado.La autoridad destaca enseguida, aún más que el dinero, el problema de la igualdad del reparto, de la distribución adecuada de bienes y tareas. Esa distribución necesita una regulación adecuada, unos criterios que permitan mantener la igualdad, la armonía, la comunicación y la acción concertada, y que no se destruya la vida social por la discordia y la violencia. Estamos ante la justicia y el derecho, elementos fundamentales de la vida social.

2.3 Los ámbitos de la sociedad: tipos de instituciones

Ya hemos hablado muchas veces de la vigencia del fin en la vida humana y de cómo el fin general del hombre es la felicidad. Pero a ésta se accede de diversos modos. En parte ha de estar presente en todas las etapas de la vida: la felicidad no puede entenderse como algo externo a la realidad de nuestro vivir, sino que este mismo vivir debe ser tal que se pueda decir de él: eso es una vida lograda. Por lo tanto, aunque el fin en general sea uno, hablamos de ser feliz, éste se concreta de muy diversos modos. Se trata ahora de señalar las instituciones que la sociedad humana ha arbitrado para ayudar al hombre a alcanzar esos fines, de modo que se pueda ver que la sociedad es un sistema de auxilios a la perfectibilidad humana. Es por ello muy importante poder distinguir hasta cinco tipos, según Yepes (2005), de fines humanos y sus instituciones correspondientes:

1) El hombre no se da la existencia a sí mismo, pues nace como hijo. Por eso debe ser criado. Más tarde, necesita alimentarse él y los suyos. Al decir los suyos no referimos a aquellas personas que tienen con él una comunidad de origen y de vida mediante la que se perpetúa. La familia constituye el hogar, verdadero centro de la existencia humana, de creación de la propia biografía. La familia es la institución humana más básica.

2) La producción, o la consecución de los medios para satisfacer necesidades, mediante la técnica y el trabajo, permite al hombre vivir bien administrando esos medios de los que dispone. El conjunto organizado de la red de instrumentos, en el momento en que se orienta a la subsistencia humana, forma la vida económica. Su expresión más importante hoy en día es el mercado, y dentro de él, la empresa.

3) La autoridad debe instaurar y defender un sistema que atienda al mantenimiento de la justicia, pues son las instituciones jurídicas y el conjunto del sistema legislativo, formado por quienes generan esas regulaciones, las aplican y velan por su cumplimiento. Pero la autoridad necesita

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también una institución que mande sobre esos poderes del Estado, que viene a ser el ya conocido poder ejecutivo, el gobierno, que implica un conjunto de organismos destinados a otorgar, dar uso y controlar o retirar si es necesario el poder a quienes lo ejercen. Toda esta maquinaria son las instituciones políticas, que en principio están al servicio de la organización de la sociedad y de la promoción de las instituciones comunitarias. Su tamaño es tan grande que se puede hacer difícil ver la relación que tienen con la vida buena.

4) El hombre necesita aprender durante su minoría de edad el uso de ese conjunto de instrumentos, en el que va a vivir, y esto implica un proceso largo y complejo. Las instituciones educativas capacitan al hombre para desempeñar su función en el desarrollo social. Esta capacitación consiste en dotar al hombre de una profesión. Sin embargo, la persona puede sufrir formas de miseria diferentes a la ignorancia, como la falta de salud. Se necesitan por ello instituciones que cuiden al hombre débil, que le asistan y le ayuden a salir de esas situaciones. Estas son las entidades asistenciales y las sanitarias, que velan por los seres humanos que no se valen por sí mismos.

5) Pero esta diversidad de instituciones, al final, será lo que sea la cultura de una sociedad, es decir, lo que sean elconjunto de saberes y obras humanas, lo que determine los valores y los fines de una sociedad determinada. Por ejemplo, si la atención de una sociedad se vuelca completamente en el éxito económico, en primer lugar lo asistencial perderá fuerza o que se convierta de alguna manera en negocio, luego, la educación buscará fundamentalmente lo útil, y la economía será liberal y probablemente poco solidaria. También la familia puede verse limitada a esos criterios de éxito y, por lo tanto, ser una institución débil. Si, en cambio, se trata de una sociedad de corte marcadamente tradicional, o gremial, todo tendrá otro patrón, en donde la familia será el núcleo fuerte, la inmovilidad sustituirá al éxito en lo económico, las leyes serán distintas según el estrato social al que se pertenezca, etc. Las instituciones culturales más importantes son aquellas que difunden en la sociedad unos criterios de conducta referidos al conjunto de la vida humana y a su sentido. Éstas son especialmente la moral y la religión. La moral, como tal, puede ser enseñada por una comunidad con fines culturales o artísticos, o como objeto de estudio de una universidad, etc. Sin embargo, siempre ha solido ser enseñada dentro de la religión, la respuesta última del hombre acerca del sentido de su vida. Los dos tipos de instituciones más adecuados para enseñar la moral son la familia y las instituciones religiosas. La religión habla de la vida humana como una tarea que nos es común a todos, y nos da criterios para orientarla hacia su destino. En la familia, de un modo similar y quizá más íntimo, más dirigido al quien que cada hombre es, se nos enseña a vivir.

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2.4 El planteamiento individualista de la vida social. Parte 01

Es propio de la época actual, la tendencia a considerar la sociedad como un conjunto de individuos autónomos, a los que no les queda más remedio que convivir, aunque haya que recortar un poco la libertad de cada uno, puesto que así se obtiene una seguridad que de otro modo se vería amenazada. Esta visión, expuesta por Thomas Hobbes en su obra Leviatán, es el origen del individualismo liberal moderno. Éste se puede caracterizar en dos ideas:

1) la libertad de cada individuo es un poder de elección que se extiende hasta donde empieza la del vecino;

2) lo que el hombre busca, ante todo, es su propio interés: el hombre es incapaz de acciones desinteresadas.

Esta visión del hombre eleva a nivel teórico ideas bastante diversas. Por un lado, un pensamiento tan loable como que la libertad individual es un bien radical de la persona, y que debe ser desarrollada según el modo de ser de cada uno. Por otro lado, tiene dos supuestos que determinan una visión muy concreta y pesimista del ser humano: decide afirmar que el hombre es naturalmente egoísta y que su capacidad de convivir siempre es interesada, que se reduce a un medio para combatir el miedo a una muerte violenta. Si bien individualismo y egoísmo no son lo mismo, sus características se aproximan enormemente.

El egoísmo, según Yepes (2005),  es un amor apasionado y exagerado hacia la propia

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persona que induce al hombre a no referir nada sino a uno mismo y a preferirse en todo y el individualismo es un sentimiento reflexivo y apacible que induce a cada ciudadano a aislarse de la masa de sus semejantes y a mantenerse aparte con su familia y amigos; de suerte que después de formar una pequeña sociedad para su uso particular, abandona a sí misma a la grande. El egoísmo es un vicio tan viejo como el mundo, y pertenece a cualquier forma de sociedad. El individualismo es propio de las democracias, y amenaza con desarrollarse a medida que las condiciones se igualan.

Si por egoísmo entendemos la actitud de no dar cuando se puede dar, el individualismo es una conducta que no comparte, que no dialoga ni acepta ayudar o realizar tareas comunes, porque considera que el hombre es autosuficiente y no necesita de los demás. Ambas cosas no son exactamente lo mismo, pero en las dos el resultado es que cada quien tiene que arreglárselas por sí mismo, en un mundo en el que nadie ayuda a nadie, en el que todos están solos.

En primer lugar, el individualismo establece una excesiva separación entre lo público y lo privado, entre lo íntimo y lo compartible, entre lo personal y lo genérico. Habría dos esferas en la sociedad, la primera en donde el individuo actúa en su intimidad disfrutando de su propio bienestar y la segunda donde todos interactúan teniendo como árbitros el Estado y las instituciones. Aparece así una dualidad muy característica en nuestros días, constituida de un lado por la vida verdadera de cada hombre que se daría en un ámbito privado como el hogar, las aficiones, la familia, o el fin de semana; mientras que por otro lado aparece la vida en lo público y que sería aquella donde el hombre debe enfrentarse con lo serio, a la vez que con lo alienante. Lo público constituiría ese mal menor inevitable causado por la necesidad de sobrevivir. 

Allí está el trabajo, las obligaciones, la masa y el ser parte de la masa, los lunes a viernes y su rutina, el Estado y sus amenazas, etc. La esfera privada estaría completamente separada de la pública. El individualismo no acepta la idea de que lo común y los valores puedan ser públicos, puesto que concibe la vida social como un conjunto de reglas organizativas que regulan a

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individuos autónomos, pero no hay tareas comunes más allá de las leyes, de lo obligatorio, de los deberes que nos impone el Estado.

 

El planteamiento individualista de la vida social: parte 02

De este modo, esa separación radical tiende a dejar en la penumbra el papel de muchas instituciones y su modo propio de articular la vida social. Y es que lo común sólo se daría en la esfera privada y la pública estaría presidida por el interés y la utilidad. En la época en la que estas doctrinas fueron formuladas se concibió la sociedad como un gran mercado en el que un individuo queda frente a los demás, y sobre todos ellos vigila un Estado que poco a poco va creciendo, y los dos, mercado y control estatal, bastarían para coordinar a los individuos.

Además, los individuos se relacionarían entre sí sólo mediante contratos libremente asumidos y rescindidos, sin un compromiso más allá de la letra escrita. Lo determinante es el acuerdo alcanzado por derecho y por lo tanto vivido también por miedo a la pena al incumplirlo, pero la sociedad ya no es lugar para cosas como el honor, cumplir la palabra dada, la acción solidaria desinteresada, etc. Parece que el hombre ya no es capaz de plantearse algo más allá de su propia utilidad, que incluso lo más generoso, en el fondo se hace, por el placer que produce, porque uno se siente a gusto con ello. Las relaciones se reducen a acuerdos. Así se está manejando una interpretación de la libertad en la que la buena elección fuese aquella que se elige por acuerdo.

Por tanto, se puede de igual modo establecer una promesa o romperla, con tal de que se elija así. Desde este punto de vista la sociedad no tiene más fijeza que la que el hombre quiera darle. La realidad tampoco. Toda relación humana, incluido el matrimonio, el amor y el sexo, es contractual, y sólo está en vigor mientras dure la libre elección del individuo sobre ella. Es un mero pacto. Las insuficiencias que presenta el individualismo han sido criticadas desde hace tiempo. Primeramente, este modelo de relaciones Interpersonales tiende a reflejar una lógica capitalista del mercado y de la mentalidad burguesa y empresarial. El modelo nace como una determinada interpretación de la vida económica, acostumbrada a manejar bienes útiles. Aplicarlo al resto de las esferas de la vida social no se puede hacer sin instrumentalizar los bienes ajenos a la lógica puramente económica.

Las instituciones educativas, asistenciales, culturales y religiosas son aquellas en las que crece con más propiedad ese tipo de bienes, y el modo de funcionar de estas exigen una lógica solidaria. Si se reducen a la búsqueda de beneficio se degradan, se corrompen, para ello basta con ver la

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elevada cantidad de fraudes que se llevan a cabo desde organismos supuestamente asistenciales, como por ejemplo, el dinero que no llega al Tercer Mundo, pobres que acaban esclavizados de mafias nacionales, engaños a los más indefensos, etc.

El individualismo tiende a desentenderse de las consecuencias que a largo plazo producen las opciones del individuo. Confía en que, debido a que la naturaleza es por sí misma buena, esa espontaneidad producirá por sí misma una armonía social. Pero esta suposición ha resultado ser falsa, ya que las cosas humanas nunca son mecánicas. La armonía social no es espontánea, sino que para que el bien triunfe es necesario el constante esfuerzo y la rectificación en todos los miembros de esa sociedad. Cualquiera que piense que se puede tener una vida buena sin asumir responsabilidades acabará bajando la altura de su ideal hasta identificarlo con su propia falta de carácter.

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TEMA 06:: Derechos humanos e identidad culturalEstimados alumnos ¡bienvenidos! a la sexta semana del curso, donde estudiaremos el vínculo de los derechos humanos con nuestra identidad cultural. Por su naturaleza, esta asignatura, se va a dedicar al estudio de las concepciones de derecho natural, pues son las que expresan que el ser humano, por el solo hecho de existir, es persona y posee derechos y obligaciones.

IntroducciónNos parece importante realizar una descripción que proporcione ideas claras sobre la naturaleza de los derechos humanos, de modo que nos permitan tomar consciencia de su importancia y nos ayuden a desempeñar un papel activo en su ejercicio y en su promoción.

Desde antiguo existen dos perspectivas que han tenido relevancia histórica, sostiene Maritain (2001, pág. 14-15) y siguen vigentes en la actualidad. Una, que sostiene que los derechos humanos son aquellos que el Estado otorga en su orden jurídico y otra que afirma que el Estado sólo los reconoce y los garantiza en cierta medida. La primera perspectiva revela una concepción o matiz positivista; en la segunda, se presenta claramente una postura de derecho natural

Por su naturaleza, esta asignatura, se va a dedicar al estudio de las concepciones de derecho natural, pues son las que expresan que el ser humano, por el solo hecho de existir, es persona y posee derechos y obligaciones; es decir, el Estado no puede desconocer esta situación, y lo único que realiza es el reconocimiento de este hecho, para que a partir de él sean garantizadas diversas series de derechos, a los cuales en la actualidad se les denomina derechos humanos.

Entonces queda claro, que las concepciones de derecho natural, explica Maritain (pág. 31 -32), coinciden entonces en este tronco común de pensamiento y a partir de él toman caminos muy diversos. Por ejemplo, algunas versiones expresan que la persona tiene una dignidad intrínseca por el hecho de estar en relación directa con lo absoluto. Otras, consideran que no es correcto plantear el problema en esta forma, sino que la base de los derechos humanos se encuentra en la dignidad de la persona, y nadie puede legítimamente impedir a otro el goce de esos derechos. El hombre sólo puede realizarse dentro de la comunidad social, y esta comunidad no tiene otro propósito que servir a la persona. El fin de la comunidad es la realización de una obra en común, y ésta consiste en que cada hombre viva como persona; es decir, con dignidad humana.

Visto así, los derechos humanos, constituyen mínimos de existencia, y al saberse que serán respetados y promovidos, la persona se moviliza con libertad para lograr vivir con dignidad. Es oportuno reafirmar, comenta Verdross (1962, pág.433), que por encima del derecho positivo, del que hablamos al principio, existen una serie de principios, cuyo fundamento es la noción de dignidad humana, como principio que se ha reconocido internacionalmente y que es parte esencial

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de nuestro acervo cultural. Un principio universal porque la historia de los pueblos coincide en su lucha por hacerlo objetivo. La dignidad de la persona como principio superior que ningún ordenamiento jurídico puede desconocer.

Después de, esta argumentación, ya es posible expresar una primera conclusión en referencia a que, el fundamento de los derechos humanos se encuentra en la noción de la dignidad humana, motivo por el cual resulta adecuado examinar qué es ésta y cuáles son sus alcances conceptuales.

En la concepción del derecho natural se encuentran nociones que implícitamente están relacionadas con la idea de la dignidad humana desde la Grecia clásica

Aprendizajes esperadosCAPACIDADES

Organiza y aplica estrategias para la construcción de un juicio crítico en defensa de la cultura del sano humanismo en su propio contexto social.

Explica, valora y se reconoce inserto en un espacio específico determinado, llamado a transformarlo con dignidad y creatividad humana.

ACTITUDES

Participa y dialoga sobre la problemática personal, académica y social, proponiendo alternativas concretas.

Muestra interés al reconocer el sentido de la vida humana, asumiendo una actitud de defensa, respeto y promoción de la misma.

Promueve la tolerancia, la creatividad y el trabajo en equipo.

Mapa conceptual

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6.1 La Dignidad Humana.Como hemos estudiado en los temas de semanas anteriores, el hombre posee la facultad de construir su destino mediante su libertad; y es el hombre quien decide si desea parecerse a una planta o a un animal cualquiera, o si, por el contrario, por medio de su raciocinio va a desplegar al máximo sus facultades específicamente humanas. El hombre debe cuidar el don de la libre elección con responsabilidad y aunar a su libertad, su voluntad, inteligencia, deseo de aprender, y búsqueda de la verdad.

De este modo, como nos explica Pico della Mirándola (2009, pág. 15 -18), en ejercicio de su libertad, dispone, y al hacerlo corre riesgos; su dignidad es, en esencia, libertad para decidir. Diversos pensadores coinciden en que la dignidad humana se caracteriza por la razón y la libertad que la persona posee, por la racionalidad humana que le permite tomar decisiones deliberadas, por la superioridad de la persona sobre todos los

Nogueira Alcalá (2009, pág., 11 -14)), ofrece una definición clara y fácil de entender. Explica que la dignidad de la persona es el rasgo distintivo de los seres humanos respecto de los seres vivos, la que constituye a la persona como un fin en sí mismo, impidiendo que sea considerada un instrumento o medio para otro fin, además de dotarlo de capacidad de autodeterminación y de realización del libre desarrollo de la personalidad.demás seres y por la pura intelectualidad, entendida como la capacidad de comprensión directa de las cosas, incluso de las espirituales, por estar el hombre dotado de inteligencia y libertad, por ser distinto y superior al resto de la naturaleza.

De la dignidad de la persona humana irradia la libertad y la igualdad como principios básicos que se van a concretar en derechos humanos. Bidart señala que, asimismo, del concepto de dignidad derivan los derechos personalísimos, como los derechos a la vida, a la integridad física y psíquica,

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al honor, a la privacidad, al nombre, a la propia imagen, al estado civil, y el propio derecho a la dignidad personal.

Con todo esto, la concepción de la dignidad humana, no conduce a un individualismo; sino que por el contrario, reconoce el valor de la comunidad, pues se exige respeto a la dignidad frente al Estado, grupos y otras personas que poseen igual dignidad. Se es consciente de todo lo que se debe a los otros y cuanto se los necesita. Nos comunicamos mediante un idioma que aprendimos de nuestros semejantes, así como muchos otros aspectos y pensamientos que estructuran nuestra personalidad, y que cada uno de los demás tiene su propia dignidad, que debo respetar. Cada persona es un universo que convive con terceros universos, cuya esencia es la misma que la suya, es decir, la dignidad humana. En el seno de la comunidad tenemos el derecho a ser nosotros mismos, a nuestra independencia e individualidad.

La dignidad humanaLos derechos basados en la dignidad humana, afirma Pico della Mirándola (pág. 34 -35), no convierten al hombre en una singularidad peculiar, sino que destacan su calidad de persona, impulsan al hombre a superarse y a lograr, dentro del marco social, su realización como ser humano. Esta realización no la consigue en forma aislada y egoísta, sino en la sociedad y persiguiendo finalidades, no sólo dentro de las fronteras nacionales, sino con una perspectiva más amplia, como lo es, la realización propia, entre la de millones de destinos, como hombre y ciudadano de un mundo.

Observamos que la primera conclusión se reafirma, pues volvemos a comprobar que la base y esencia de los derechos humanos se encuentra en la dignidad humana y ésta carecería de sentido sin la existencia de aquéllos. En realidad, forman una unidad indestructible.

Entonces, ¿qué es realmente la dignidad humana?

¿Y en qué consiste valor tan especial?Diremos que es el reconocimiento del especial valor que tiene el individuo en el universo

En que la vida es valiosa, porque sin vida nada existe, pero vida también la poseen los animales y las plantas. Lo que diferencia al hombre de éstos es la razón, es su facultad de razonar. De la razón se deriva la capacidad de decisión, lo que necesariamente implica un margen de libertad,

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Del ser racional, único y singular en este mundo, derivan otras características que sólo él posee entre los seres vivos, como el apropiarse y que frente a él se encuentran muchos hombres y mujeres que poseen idéntica característica, a saber, la razón, por lo cual todos y todas son iguales y merecen el mismo respeto y los mismos derechos.

Para ser consecuente con los conceptos expresados en los temas anteriores, sólo apuntaremos que el ser humano no es únicamente razón, es un ser complejo con inteligencia emocional, centro de pasiones de la más diversa índole e incluso de irracionalidades que pueden afectar su propia dignidad, como es el caso de la existencia de los fanatismos de cualquier índole. No obstante, la persona dotada de razón es la que ha construido este mundo y el contexto social, político, económico y cultural en el cual se vive. Ella construye los rascacielos y los aviones; pero también crea los holocaustos.conocimientos acumulados y mejorados por generaciones anteriores; aprende un lenguaje conceptual para comunicarse con sus semejantes, se adueña de la historia que le antecede, tiene la posibilidad de hacer historia, de forjarse una personalidad y de construir su existencia, dentro de la sociedad, con decisiones en ejercicio de su libertad y emanadas de su razón y de su voluntad.

La dignidad humana es el reconocimiento de que la persona es algo especial y extraordinario, debido a su racionalidad y a todo lo que ello implica y, en consecuencia, hay que protegerla y defenderla. Así, la dignidad humana singulariza y caracteriza a la persona humana, de los otros seres vivos, debido a su razón, voluntad, libertad, igualdad e historicidad.

Siendo esta exposición aparentemente tan razonable, la primera vez que se reconoció en un documento jurídico el concepto de dignidad humana fue en el ámbito internacional, en la Carta de las Naciones Unidas de 1945.

6.2 Definición y características

6.2. Definición y características delos derechos humanos

Desde perspectiva en que hemos venido tratando este tema, una primera definición de los derechos humanos podría ser:

El conjunto de atribuciones reconocidas en los instrumentos internacionales y en las Constituciones para hacer efectiva la idea de la dignidad de todas las personas y, en consecuencia, que puedan conducir una existencia realmente humana desde los ámbitos más diversos, como el individual, el social, el político, el económico y el cultural.

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Pérez Luño (2004, pág. 46), los define como “Un conjunto de facultades e instituciones que en cada momento histórico concretan las exigencias de la dignidad, la libertad y la igualdad humana, las cuales deben ser reconocidas positivamente por los ordenamientos jurídicos a nivel nacional e internacional”. Esta concepción lleva implícita una dimensión axiológica, al hacer referencia los valores inherentes a la dignidad de todo ser humano; una dimensión fáctica, referida a la concreción histórica y cultural de los valores inherentes a la dignidad personal y una dimensión normativa, en cuanto los riesgos referentes a la dignidad humana deben concretarse en un elemento articulado de normas morales y jurídicas.

Las definiciones de derechos humanos son muchas y bastantes de ellas enfatizan que son aquellos que la persona posee por su propia naturaleza y dignidad, son aquellos que le son inherentes y no son una concesión de la comunidad política; que son los que concretan en cada momento histórico las exigencias de la dignidad, la libertad y la igualdad humanas, los cuales deben ser reconocidos positivamente por el orden jurídico nacional e internacional; que son los que corresponden a la persona por esencia, simultáneamente en su vertiente corpórea, espiritual y social, y que deben ser reconocidos y respetados por todo poder o autoridad y toda norma jurídica positiva, pero que ceden en su ejercicio ante las exigencias del bien común; que son expectativas no previstas con claridad en alguna norma jurídica, incluso se llega a identificarlos con los “derechos morales”; que son aquellos imprescindibles para poder conducir una vida digna y auténticamente humana, y constituyen el elemento fundamental de un Estado constitucional democrático de derecho.

Características

Los derechos humanos revisten características, como sostiene Carpizo (2010, pág. 141), que los singularizan; y éstas son:

a. Universalidad: significa que todo ser humano posee una serie de derechos con independencia del país en que haya nacido o habite. Es el sentido de la Declaración Universal de Derechos Humanos y de los pactos de la ONU, de 1966. La universalidad hace énfasis en que la cuestión de los derechos humanos no es sólo un asunto de cada Estado, sino de la comunidad internacional.

b. Historicidad. La historicidad se refiere a tres aspectos diversos: b.1) la evolución de la civilización; b.2) nuevos problemas, necesidades y retos, y b.3) el contexto social y cultural de cada país.

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b.1) El reconocimiento de los derechos humanos y de su contenido es, en buena parte, resultado de la historia universal y de la civilización y, en consecuencia, sujeto a evolución y modificación

b.2) Se precisan derechos por la existencia de necesidades que con anterioridad no existían o protegerlos no revestía mayor importancia.

b.3) Reconocimiento de la evolución política de su pueblo, su contexto cultural, sus realidades, las relaciones individuo-sociedad, y las peculiaridades de esa nación.

c. Progresividad. La característica de la progresividad implica que su concepción y protección nacional, regional e internacional se va ampliando irreversiblemente, tanto en lo que se refiere al número y contenido de ellos como a la eficacia de su control. A su vez, esta característica implica la irreversibilidad de los derechos. Una vez reconocidos no es posible desconocerlos. No hay un hacia atrás

d. Aspecto protector: estriba en que se ampara a toda persona humana, en virtud de que hasta el más poderoso puede llegar a necesitarlo, incluso se ha llegado a sostener que los derechos humanos no deben proteger sólo a la persona sino también a la comunidad nacional; sociológica y políticamente a toda la nación

e. Indivisibilidad: implica que todos los derechos, ya sean civiles, políticos, económicos, sociales, culturales o de solidaridad forman una unidad. Desde luego que no se puede conducir una existencia humana si se carece de libertad, igualdad y seguridad jurídica, pero éstas no son suficientes si no se cuenta con un nivel adecuado de satisfactores económicos, sociales y culturales, y será muy difícil disfrutar de esos derechos si el país enfrenta una guerra civil o externa por ejemplo.

f. Eficacia directa: significa que los derechos humanos reconocidos en la Constitución y en los instrumentos internacionales ratificados por un país vinculan obligatoriamente a todos los poderes públicos, como por ejemplo, el ejecutivo, legislativo, judicial y órganos constitucionales

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autónomos, así como a autoridades, grupos y personas, y para ello no es necesario que una ley desarrolle los alcances de ese derecho humano, aun en el supuesto de que la Constitución señale la existencia de esa ley de desarrollo, si bien ha generado un crecimiento económico, ha detenido el proceso de hiperinflación así como ha obtenido un ostensible mejoramiento en los indicadores macroeconómicos, ha creado, paralelamente, un malestar y tensión social al verse frustradas las expectativas de mejoramiento de la calidad de vida de amplios sectores económicamente preteridos. Es necesario, armonizar los valores éticos y los económicos, para lograr una paz social cierta y duradera que asegure una sana convivencia.

6.3 El término identidad(El presente apartado ha sido cedido en colaboración por el Lic. Ysaac Galán, Salazar. (2012). Guía didáctica de Cátedra Señor de Sipán. Universidad Señor de Sipán.)

El vocablo identidad tiene diferentes acepciones y conforme pasa el tiempo su significado se sigue ampliando.

El Diccionario de la Real Academia Española en su 22va edición (2001), amasa los siguientes significados sobre identidad (Del b. lat. identĭtas, -atis). f. Cualidad de Idéntico. || 2.Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás.|| 3.Conciencia que una persona tiene de ser ella misma y distinta a las demás.|| 4.Hecho de ser alguien o algo el mismo que se supone o se busca. || 5.Mat. Igualdad algebraica que se verifica siempre, cualquiera que sea el valor de sus variables.

Podemos decir que la identidad es como nuestra huella dactilar que nos hace únicos e irrepetibles, dueños de ciertos elementos o rasgos biológicos y culturales que nos caracterizan y diferencian de los demás. Es decir, la identidad también connota la existencia de los otros o de los “demás”.

6.3.1. Dimensiones de la identidad:

Teniendo en cuenta estas primeras aproximaciones sobre el término identidad podemos decir que ésta contiene dos dimensiones:

a) La identidad personal o individual.

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b) la identidad cultural o colectiva.

Diferenciar ambas dimensiones no significa que sean excluyentes, sino por el contrario están íntimamente relacionadas. Por lo tanto es importante señalar sus diferencias sustanciales.

a) La identidad personal o individual, hace referencia principalmente a los rasgos corporales o físicos y sobre todo a los psicológicos, afectivos, intelectuales y actitudinales que el individuo ha desarrollado y constantemente sigue fortaleciendo. Estas características permiten una identificación personal.

b) La identidad cultural, contiene los elementos o significados que hemos heredado de nuestra familia y comunidad

El encuentro de estas dos identidades se da cuando afirmamos que cada persona en su obrar también actúa según su identidad cultural, en otras palabras, se comporta según un conjunto articulado de valores, tradiciones, símbolos, creencias, maneras de ver la vida que ha adquirido en el seno familiar y que luego son ampliados o reducidos cuando se interrelaciona con los miembros de su comunidad a lo largo de toda su existencia.que son producto de un proceso de construcción e interpretación del mundo a través del tiempo. Estos significados agrupan a nuestra lengua, valores, conocimientos, modos y costumbres de vida, etc. creados en sociedad y que nos imprimen una identidad, nos hacen parte de un pueblo o comunidad con historia, trascendencia y nos ubican en el espacio y tiempo. Es decir, la identidad cultural de un pueblo tiene un origen histórico, se desarrolla, también entra en crisis e incluso puede desaparecer.

6.4 Identidad CulturalTodo ser humano se desarrolla y pertenece a una matriz cultural (Albó, 2003), es decir, pertenece a una familia y a una comunidad que le imprime una identidad por intermedio del aprendizaje. Este tipo de identidad es cultural. Por lo tanto, como hemos reconocido anteriormente, tanto hombres y mujeres, ya sea como individuos o constituidos en grupos humanos, en pueblos, comunidades o naciones, son poseedores de una identidad. Sin embargo, cuando se afirma que un individuo o una nación no tiene identidad se cae en un error, lo que puede suceder es que la identidad se encuentra en “reacomodo” o en crisis por el hecho que factores internos y externos influyen en la separación de la unidad o en el alejamiento de los individuos con su matriz cultural. Esto puede suceder pues la identidad siempre está en constante movimiento, se aprende y se desarrolla.

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El significado más inmediato de identidad cultural es aquel que se refiere a un conjunto de elementos culturales tangibles y no tangibles que hacen peculiar a una persona, familia, pueblo o a una nación caracterizándolos frente a otros. Estos elementos van desde la a historia, costumbres, el tipo de vivienda, vestidos, herramientas y utensilios que se emplean en la cotidianeidad, incluido el territorio que ha sido modificado, hasta el modo de pensar de las personas. Estos elementos de identidad son los que dan unidad y homogeneidad al individuo y al grupo. En otras palabras, se puede decir que la identidad cultural es la cultura particular de un pueblo o la cultura contextualizada que le da unidad.

En esta primera aproximación, si analizamos el término identidad, notaremos que connota esencia, lo cual implica invariabilidad, homogeneidad, permanencia. Sin embargo, si aceptamos esta acepción resulta riesgosa pues las cosas no son tan simples como parecen; pues cuando se analiza con profundidad se reconoce que las identidades cambian, “nacen” y en muchos de los casos, desaparecen al diluirse una cultura o un grupo étnico.

Por otra parte, se reconoce que el término identidad cultural también hace referencia a temas afectivos y valorativos. Esto se da cuando el individuo ha desarrollado la capacidad de sentirse integrante de un pueblo, reconociendo y valorando su historia, tradiciones, modos de vida, valores, costumbres, etc. Y cuando busca la forma de proyectarlos al futuro.

Por ello, podemos afirmar que la identidad cultural es como nuestra huella dactilar que nos hace distintos culturalmente a los demás y nos permite sentirnos enraizados y parte de un pueblo que está en constante movimiento. En definitiva se refiere a un sentimiento de pertenencia y valoración a conjunto de elementos culturales y que son constitutivos de la matriz cultural de donde procede el individuo.

Para Pedro Delgado Rosado (2003) “la expresión identidad hay que tomarla como sinónimo de tradición, orgullo, pertenencia, sentimiento, imagen, conciencia, autoestima, espíritu, liderazgo, valoración(valores), consenso, ser colectivo, etc.”(p.7). Pedro Delgado Rosado indica que la identidad

se manifiesta a nivel de comunidad, de colectividad humana; se va adquiriendo en el contexto social en el que nace y se va moldeando según las influencias y la educación que recibe del grupo donde se desarrolla el individuo.

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No obstante, hay que reconocer que no basta con haber nacido en algún lugar determinado para poseer una identidad cultural fortalecida, sino hay que sentirse arraigado o parte de ella, dado que la identidad cultural se adquiere.

Para Rodrigo Montoya (citado por Figueroa 2003) identidad cultural significa: “La conciencia de una pertenencia. El consenso y orgullo de esa pertenencia. La reivindicación de raíces y tradiciones. La existencia de un proyecto futuro colectivo. La capacidad de desarrollo de la cultura que con sus propios recursos y los elementos de otras que incorpora en su matriz, sigue creando su propio modo de ver y sentir, de pensar y vivir” (p.24).

Esta definición enumerativa de identidad cultural es sumamente importante y responde en un primer momento a una definición que muchos sociólogos denominan endógena y responde a la pregunta ¿cómo un individuo o pueblo se autodefine y busca su trascendencia respetando lo suyo?; y en un segundo momento a la definición exógena que responde a la pregunta ¿cómo nos definen los demás culturalmente? Identidad cultural no sólo es reconocer el conjunto de características que permiten distinguirnos de otros, sino que además es tomar conciencia de estas características y convertirlas en motivo de orgullo. De esta manera presentaremos una forma particular de ser, sentir y actuar que nos determine como seres individuales y colectivos, y que además que “los otros” nos reconozcan y definan como tales.

Asimismo, la noción de identidad cultural sugiere que los individuos y el pueblo en su conjunto deben tener la capacidad de unir elementos culturales propios y foráneos para seguir desarrollando su identidad, dando sentido y trascendencia a su propia cultura; no olvidemos que una característica principal de la cultura es que constantemente se está construyendo de la mismo forma que ocurre con la identidad.

6.5 Características de la identidad culturalSe aprende y fortalece, a partir de la familia en una determinada colectividad, pueblo o grupo social. La identidad empieza a construirse desde la matriz familiar, que es el primer espacio sociocultural donde los niños y niñas se desarrollan; y es en la familia donde aprenden, en un primer momento, por imitación, los patrones culturales de su pueblo, luego es influenciada por otras instituciones sociales más amplias, como la escuela, la iglesia, el centro de trabajo, y la comunidad misma, así como por los medios de comunicación.

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La identidad es un proceso sociocultural que se aprende y desarrolla articulando al individuo con su comunidad, permite dar pautas culturales de conocimientos y tecnologías para desenvolverse en la sociedad.

Es dinámica, constantemente se está construyendo o desarrollando. Esta característica es importante resaltar, pues se reconoce que no hay identidades que hayan permanecido estáticas en el tiempo. La identidad cultural de un pueblo se desarrolla y enriquece producto de la interacción o los contactos culturales que se dan con otras culturas, ya sea de manera violenta o pacífica. Si esto no sucede, un pueblo puede agotarse y desaparecer. Por tanto, hay que asumir la identidad cultural como un proceso y no como un producto acabado.

No hay que olvidar que como todo proceso histórico presenta cambios y continuidades –elementos que trascienden en el tiempo-. Estos elementos que perduran constituyen el núcleo y la esencia que permite el reconocimiento y el vínculo del grupo con sus ancestros, también nos recuerdan constantemente ¿Quiénes somos? y de ¿dónde venimos?

6.6 Como se construye la identidad culturalEsta es una de las preguntas más controvertidas y difíciles planteadas en torno a la identidad cultural. Desde distintos ángulos científicos, principalmente de las disciplinas sociales, se viene buscando respuestas. Para responder nos apoyaremos en los aportes que han realizado la antropología, sociología y psicología.

Los estudios antropológicos e históricos nos indican que la identidad se desarrolla a partir del reconocimiento, identificación y revaloración de los patrones culturales de una comunidad como: las tradiciones, costumbres, modos de vida, cosmovisión y todos los elementos que son herencia del pasado. En el pasado está la esencia de la identidad, por eso el estudio cabal de las matrices geo históricas culturales de un pueblo es fundamental.

Desde el punto de vista sociológico la identidad cultural se construye en interacción con los demás y que es en la familia donde el niño comienza a construir su identidad cultural, luego es llevada a otros espacios de socialización como la escuela, y el centro de trabajo.

Los estudios psicológicos sostienen que la identidad cultural inicia su construcción cuando, desde edades tempranas, se responde a la pregunta ¿quién soy yo? efectivamente al analizar esta propuesta vamos a encontrar un componente cognitivo y afectivo de la identidad que demanda

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autodefiniciones, valoraciones para luego desencadenar en comportamientos que den muestras de la aceptación que va desde el propio cuerpo, hasta aceptar la cultura originaria.

Lecturas RecomendadasPara saber más

Ponemos a tu disposición y te invitamos a revisar un interesante documento que te ayudara a reforzar y ampliar el tema que hemos estudiado:

Documento 6:

Dirección: Entorno virtual, Semana 06, sección Recursos

Breve descripción:

La idea principal que nos transmite el autor en este artículo consiste en que la base de los derechos humanos es la dignidad de la persona, la cual está por encima de consideraciones positivistas y, debido a ella, nadie puede legítimamente impedir a otro el goce de sus derechos. Esta idea está robustecida con dos nociones cuidadosamente elaboradas por el autor. Por una parte, la de dignidad humana, que es lo que singulariza a la persona de otros seres vivos debido a su razón, voluntad, libertad, igualdad e historicidad y, por otra, la de los derechos humanos que son el conjunto de atribuciones reconocidas por instrumentos jurídicos para hacer efectiva la idea de dignidad de todas las personas, lo que permite una existencia humana desde diversos ámbitos relacionados entre sí, como son el individual, social, político, económico y cultural.

Conclusiones de la sexta semana

El fundamento de los derechos humanos se encuentra en la noción de la dignidad humana, motivo por el cual resulta adecuado examinar qué es ésta y cuáles son sus alcances conceptuales. Pérez Luño, los define como “Un conjunto de facultades e instituciones que en cada momento histórico concretan las exigencias de la dignidad, la libertad y la igualdad humana, las cuales deben ser reconocidas positivamente por los ordenamientos jurídicos a nivel nacional e internacional”. Esta concepción lleva implícita una dimensión axiológica, al hacer referencia los valores inherentes a la

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dignidad de todo ser humano; una dimensión fáctica, referida a la concreción histórica y cultural de los valores inherentes a la dignidad personal y una dimensión normativa, en cuanto los riesgos referentes a la dignidad humana deben concretarse en un elemento articulado de normas morales y jurídicas.

La identidad empieza a construirse desde la matriz familiar, que es el primer espacio sociocultural donde los niños y niñas se desarrollan; y es en la familia donde aprenden, en un primer momento, por imitación, los patrones culturales de su pueblo, luego es influenciada por otras instituciones sociales más amplias, como la escuela, la iglesia, el centro de trabajo, y la comunidad misma, así como por los medios de comunicación.

La identidad es un proceso sociocultural que se aprende y desarrolla articulando al individuo con su comunidad, permite dar pautas culturales de conocimientos y tecnologías para desenvolverse en la sociedad.

MetacogniciónLas siguientes preguntas te ayudarán a reflexionar sobre tus propios aprendizajes, es un ejercicio recomendado para razonar e identificar nuestro esfuerzo intelectual, la finalidad es regular nuestras acciones y procesos mentales

1. ¿La identidad cultural, no excluye la identidad colectiva?

2. ¿Cuándo la identidad cultural puede entrar en crisis?

3. ¿Según Delgado Rosado, cómo se manifiesta la identidad cultural?

4. ¿Cómo un individuo o pueblo se autodefine y busca su trascendencia respetando lo suyo?

Referencias Bibliográficas Carpizo, J. y Valdés, Diego. (2010). Derechos humanos, aborto y eutanasia. Madrid: Dykinson.

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Maritain, J. (2001). Los derechos del Hombre. Madrid: Edit. Palabra

Nogueira Alcalá, H. (2009). La interpretación constitucional de los derechos humanos, Lima: Ediciones Legales.

Pérez Luño, A. (2004). Los derechos fundamentales, Madrid: Tecnos.

Pico della Mirándola, G. (2009) Discurso sobre la dignidad del hombre. México: UNAM

Verdross Alfred.(1962). La filosofía del derecho del mundo occidental. México: UNAM-Centro de Estudios Filosóficos.

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Persona y su acción

Tema 07: Reflexionemos sobre la Ética cómo medio para humanizar la vida Social

Estimados alumnos, sean bienvenidos a la séptima y última semana de estudio. Aquí ofreceremos una formulación ética del valor de la vida humana. Para conseguir esto abordamos diversas teorías éticas que intentan responder a cuestiones prácticas fundamentales de la ética: ¿qué debo hacer? ¿Cómo debo vivir? Lo que se busca con este tema es enfocar una ética relativa a la orientación de la conducta. Seguidamente brindaremos una explicación de la ética fundamental de la vida humana, remarcando una ética coherente. Al final haremos unas reflexiones sobre el sentido de la vida, y responderemos a la pregunta con la experiencia de casos concretos sobre el peso y significado de la vida humana.

Introducción

La preocupación moral es el cuestionamiento del hombre sobre lo que debe ser y hacer; es decir, acerca de su coherencia de vida.

La vida humana gira en torno a la ética por simple naturaleza. Suele definirse a la ética, nos dice Yepes (2010, pág.232) como la ciencia que versa acerca de la rectitud de los actos humanos partiendo de los últimos principios de la razón. Se tiene datos de que el hombre ha comenzado a distinguir entre el bien y el mal moral por lo menos desde hace cuatro mil años, según lo muestra las inscripciones sepulcrales egipcias del tercer milenio antes de Cristo. Aristóteles fue el primer filósofo que escribió no uno sino cuatro tratados sobre la ética.

La dignidad de la persona se confirma y se desarrolla a través del comportamiento humano; es necesario, además de hablar de una dignidad personal (naturaleza humana), hablar de una dignidad moral (cultura humana). La moral no es complicada, sino precisa, y brota de la estructura dinámica de los actos humanos. Obrando es cuando nos damos cuenta de los problemas morales.

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Al bien moral está ligada una obligación, que no se reduce a cumplir reglas. El comportamiento moral es la respuesta que le doy a un bien. El hombre siempre se ha preocupado por las grandes cuestiones del bien y del mal. Los conflictos éticos o morales acompañan la existencia humana desde antes del nacimiento hasta la muerte. El único ser que por ser libre es sujeto de un actuar ético u opuesto al deber ser es el ser humano.

Aprendizajes esperadosOrganiza y aplica estrategias para la construcción de un juicio crítico en defensa de la cultura del sano humanismo en su propio contexto social.

Explica, valora y se reconoce inserto en un espacio específico determinado, llamado a transformarlo con dignidad y creatividad humana.

Actitudes

Participa e interactúa sobre la problemática personal, académica y social, proponiendo alternativas concretas.

Muestra interés al reconocer el sentido de la vida humana, asumiendo una actitud de defensa, respeto y promoción de la misma.

Promueve la tolerancia y la creatividad.

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Esquema 18: Mapa conceptual

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7.1 DefiniciónLa vida humana, nos explica Gómez Pérez (2010, pág. 12 – 17), nos la han dado, pero no hecha. El hacerla conlleva una tarea. Pues bien, la ética se deduce de tomar la vida humana como tarea. Tarea indica esfuerzo. No es ético, pues, el pasivo, el que se duerme en los laureles, el que no saca partido de su vida, el que, en lenguaje aristotélico, se queda en potencia y no se actualiza, el que es como el hombre dormido. Tarea implica asimismo meta, fin. La tarea de la vida sin tener como fin la felicidad sería absurda

El motor de la ética, por tanto, es la felicidad. Pero sin bienes mediales, que precisamente por ello lo son en orden al fin, sin normas de actuación, que iluminen el camino que acerca progresivamente al fin, y sin virtudes que fortalezcan la tendencia de la voluntad en orden al fin, la felicidad es inalcanzable. De ahí el papel central de éstas bases. Por eso, el que sólo busca posesiones prácticas, o pasarlo bien (sociedad del bienestar) se castiga a la infelicidad.

Vista desde la antropología, la ética es el modo de conducirse del hombre; el estudio del crecimiento del hombre como hombre; el modo según el cual lo personal se manifiesta en lo natural. Pero dado que lo natural humano es lo humano abierto por la libertad humana, “la ética es la ciencia que considera al hombre como sistema libre”. Sólo la persona humana eleva su naturaleza, su humanidad, siempre abierta a crecimiento irrestricto. Por eso, no cabe ética al margen de antropología. A la par, la ética que se fragua depende del hombre que se es.

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Suele describirse la ética, según Yepes (2010, pág. 235), como “la parte de la filosofía que estudia la moralidad del obrar humano”, esto es, el estudio de los actos humanos en cuanto que son buenos o malos. A lo largo de la historia se vincula la ética o sólo a bienes, o sólo a normas o sólo a virtudes. En síntesis, se la reduce o sólo a la búsqueda de algún bien real, o sólo al conocimiento del mismo, o sólo a la inclinación de voluntad hacia éste, a quererlo. En ningún caso, y es la denuncia clave de K. Wojtyla, se relaciona la acción humana con la persona (Persona y acción).

Por lo demás, la ética no se puede desvincular de los bienes, de las normas y de las virtudes, siendo la acción humana el engarce de esas dimensiones. Por tanto, la ética es ese saber humano, vivido, acerca del hombre mismo que hace referencia a la acción humana en tanto que en ésta se entretejen los bienes reales, las normas presentadas por el conocimiento y las virtudes de la voluntad. Como ese saber a ese nivel no es sólo teórico sino connatural a la propia vida del hombre, la ética es la expresión del núcleo íntimo de la vida personal en la esencia humana.

7.2 Importancia de la ética en el ser humanoLa importancia, nos dice Gómez Pérez (2010, pág.23 – 25), de la ética se deriva del estudio de la moral, desde que el hombre se agrupo en sociedades tuvo la necesidad de desarrollar una serie de reglas que le permitieran regular su conducta frente a los otros miembros de la comunidad; de manera que la moral es una constante de la vida humana y los seres humanos no pueden vivir sin normas ni valores.

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Por ello diremos que, la ética, no es una cosa abstracta, desligada de la vida, pues continuamente estamos dando juicios éticos. Vamos a verlo con dos ejemplos, cuya importancia está en la mente de todos:

¿Es bueno o es malo dominar de tal modo la naturaleza, de forma que la técnica haga daño o arruine totalmente lo que tiene que ser el ámbito y el paisaje del hombre?

¿La vida humana es algo que pertenece a cada persona o la sociedad o el Estado pueden disponer de ella? ¿Qué juicio moral hay que dar sobre la pena de muerte?

En el trato interpersonal, en las relaciones en el seno de la familia, en las relaciones de trabajo, en la vida política, en las relaciones internacionales se plantean continuamente problemas éticos o morales. Esto es tan importante que se puede decir, aunque sea simplificando un poco, que una persona es lo que sea su comportamiento ético o moral.

Todo esto explica la importancia del conocimiento de la ética o de la moral en la educación de la persona. El período de educación que en realidad dura toda la vida, no llega a su pleno cumplimiento, a su realización, hasta que la persona no adquiere una jerarquía de valores morales que le sirve de orientación y de guía.

La ética al pertenecer a la filosofía, participa de las características de esta disciplina y la coloca en un puesto relevante debido a que le interesa el estudio de la esencia de los actos humanos, o sea, trata de establecer cuáles son las características propias de todo acto humano, una de ellas es la libertad, sin ella no hay acto humano sino acto del hombre, la condición indispensable de un valor moral es decir un acto ejecutado libremente. A la ética también le interesa el estudio de la esencia de los valores y, en especial el del valor moral, tratar de ver en que consiste un valor, y lo propio de un valor moral; lo interesante del carácter filosófico de la ética es el intento de penetración hasta la esencia de la bondad de la conducta humana.

El individuo necesita crear una sociedad más ética, explica Savater (2009, pág. 58), más justa, y esto se logra por el actuar individual, mediante el ejemplo, a través de las obras que permiten el bien común, que encamina a la construcción

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de nuevos proyectos de nación, que son resultados al amor a la patria y la humanidad, estas cosas las necesitamos y nuestras futuras generaciones las requerirán todavía más; la ética no es una ciencia experimental, sino ciencia racional ya que fundamenta sus modelos éticos por medio de la razón. Esta razón nos proporciona causas y razones, se puede decir que la ética le concierne proporcionarlas razones por las que ciertas conductas son buenas y por lo tanto dignas de realizarse, también de argumentar en contra de conductas malas como el homicidio, la drogadicción, el engaño, el robo, etc.

7.3 La ética, como ciencia teórica y prácticaAhora podemos ya comprender cómo la ética es, a la vez, ciencia teórica y práctica. En primer lugar, vemos que la ética no es una ciencia simplemente teórica. Cuando se estudia qué es el acto moral, explica Gómez Pérez (2010, pág. 37), cuáles son sus condiciones, cuál es el fin del hombre, cuál es el sentido de la vida, etc., se hacen afirmaciones teóricas, pero no para quedarse en ellas, sino para ordenar de ese modo la vida humana, para que coincida la vida con la doctrina.

En segundo lugar, la ética no es una ciencia puramente práctica, no es un análisis de lo que se va dando, para buscar soluciones transitorias, efímeras, válidas sólo para un período de tiempo. La ética quiere alcanzar y lo consigue la esencia del hombre.

Ahora podemos ya resumir los dos aspectos, con la afirmación, de que la ética es una ciencia que no busca el conocer por el conocer ni el hacer por el hacer; sino que busca el conocer para hacer.

Esto quiere decir también que la ética no es una simple práctica, ni un conocimiento experimental de lo que sucede en el hombre y en la sociedad. Para esto último están algunas ciencias humanas; por ejemplo, la psicología individual o social, la sociología, la antropología, la economía, la demografía, etc. La ética trata de hechos, pero de hechos con relación a una norma o ley, que dice lo que se debe hacer y lo que se debe evitar.

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7.4 La ética y la sociedadEl ámbito de esta ciencia teórica y práctica, que es la ética, es la sociedad. Esto está ya dicho en aquella famosa frase de Aristóteles de que el hombre es un “animal político”, es decir, “social por naturaleza”. Algunas veces la literatura se ha entretenido en considerar al hombre como un “animal solitario”. Pero esto es una ficción; un hombre completamente solitario dejaría de existir, pues la vida del hombre, que nace muy desvalido, necesita física y afectivamente el cuidado de otro ser humano, de la madre o de alguien que realice este papel.

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Afirma Yepes (2010, pág.238), que no se puede vivir completamente fuera de la sociedad. Los que no ejercen su plena actividad en la sociedad, que viven su vida fuera de la gran corriente de la vida social, quedan disminuidos como hombres. Sin duda conocemos casos de hombres y mujeres que han elegido vivir aislados y apartados. Pero en estos casos hay que tener en cuenta, en primer lugar, que ya habían recibido de la sociedad gran parte de lo que habían llegado a ser; y, en segundo lugar, que ese apartamiento era sólo una forma diversa de servir a los demás, como en el caso de algunos hombres religiosos, o de grandes artistas o descubridores o inventores.

Sólo los hombres viven en sociedad, son socios; los animales viven en colmenas, rebaños, manadas o piaras. Este carácter de socio no anula en absoluto la persona humana. Se podría decir, sintéticamente, que su manera de ser persona es siendo socio. El hombre no se agota, por tanto, en el conjunto de las relaciones sociales de las que forma parte; pero, a la vez, es cierto que no puede vivir como auténtica persona sin esas relaciones sociales.

Teniendo esto en cuenta, se deduce que no hay una distinción neta y tajante entre la ética personal y la ética social. Toda consideración ética se refiere a la persona viviendo en sociedad, que es el único modo en el que el hombre puede vivir.

Una ética exclusivamente individualista, que se desentiende de la sociedad, es un error; como lo es también toda ética exclusivamente colectivista, es decir, que anula la libertad y la peculiaridad de la persona dentro del todo social.

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7.5 Objeto de la éticaLa ética trata de actos humanos, según Savater (2010, pág., 97), pero no en un sentido general, sino en un sentido muy preciso. En efecto, cabe distinguir entre actos del hombre y actos humanos:

- actos del hombre son aquellos que realiza el hombre, pero sin dominio racional y voluntario sobre ellos; por ejemplo, la circulación de la sangre, el ritmo cardíaco, etc. Sin duda se habla de una buena o de una mala circulación, pero no se atribuye a esto un sentido moral o ético. Nadie es poco honrado porque tenga mal el corazón.

- actos humanos son aquellas acciones, externas o internas, que el hombre realiza con conocimiento, es decir precisamente con advertencia, de lo que hace, con deliberación y voluntad libre, porque quiere.

Estos requisitos de los actos humanos son esenciales y guían a la hora de tratar sobre el carácter ético de los temas estamos examinando.

El conocimiento implica tener suficiente advertencia de lo que se va a hacer. Por el conocimiento sabemos de antemano lo que vamos a realizar y podemos decidirnos a realizarlo. No es preciso que ese conocimiento sea perfecto y total, cosa difícil de conseguir incluso para acciones sencillas.

La voluntad como requisito del acto humano exige que ese acto sea querido realmente por nosotros como algo nuestro. Ha de ser, por tanto, una voluntad libre, con capacidad de elegir. Si alguien es forzado a firmar una confesión en la que se declara culpable de algo, ese acto no es moral, porque no ha sido

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realizado con libertad. Sin libertad no puede haber ética, porque para actuar moralmente es preciso diferenciar, con conocimiento, entre el bien y el mal; y se requiere también que, con voluntad libre, uno se dirija hacia una actuación, externa o interna, considerada como propia y de la que uno responde personalmente.

Un acto es voluntario directo cuando se busca o se intenta en sí mismo el efecto que producirá ese acto. Se llama voluntario indirecto cuando, al realizar directamente una cosa, se produce también un efecto no intentado ni querido. Para que sea lícito realizar un acto del que se siguen dos efectos, uno bueno y uno malo, tienen que darse las siguientes condiciones:

a) que la acción sea buena en sí o indiferente; así, no es lícito mentir, aunque de ello se deriven efectos buenos;

b) que el efecto primero e inmediato sea el bueno y no el malo; por ejemplo, no es lícito robar para, con lo obtenido, dar limosna;

c) que el fin del que actúa sea honesto, es decir, que busque únicamente el efecto bueno y se limite a permitir el malo;

d) que haya una causa proporcionada a la gravedad que el efecto malo va a producir. Por ejemplo, no es lícito jugar a algo si del juego se produce el efecto malo de la grave enemistad entre algunos de los que juegan.

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7.6 La Persona y sus exigencias éticasEn la vida real, nos explica Gómez Pérez (2010, pág., 38 -43), sólo existen individuos, es decir, realidades que tienen una unidad intrínseca y que se

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distinguen por eso de las demás realidades. No se puede llamar “individuo” a una cosa, ya sea algo natural, como una piedra, una nube, etc., o algo artificial, como una mesa, una lata de cerveza, un libro, etc. Pero filosóficamente son cosas individuales; como ya se ha dicho, las únicas que existen.

Entre los seres vivos, conforme aumenta la complejidad y la superioridad de su vida, aumenta la individualidad. Indudablemente un árbol es un individuo, pero lo es más un caballo o un perro. Los animales, a diferencia de los vegetales, pueden ya conocer, de forma sensible, no intelectual, pero conocen de todos modos.

Entre todos los seres que viven en la Tierra, sólo el hombre es persona. Una de las cualidades de la persona es la libertad. Con la libertad, el hombre escapa al reino de la necesidad, en el que están insertados, sin posibilidad de trascenderlo, los vegetales y los animales.

La existencia de la libertad, entendida como poder elegir o no elegir, poder elegir esto o aquello, es ya una demostración de la existencia de la inteligencia, es decir, de la superación del instinto. Actuar con libertad quiere indicar que existe, previamente, una deliberación, un cierto juicio, una valoración. Y eso sólo lo puede hacer la inteligencia.

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7.7 La realidad de la conscienciaPodemos afirmar que todos los hombres juzgan, cuando actúan, si están obrando bien o mal. La conciencia es, pues, una forma de conocimiento típicamente humana, es decir un conocimiento intelectual y en definitiva diremos que la conciencia es una realidad de experiencia.

La inteligencia de la persona humana, explica Gómez Pérez ( 2010, pág. 44 – 48), tiene un conocimiento práctico de los primeros principios del obrar, como por ejemplo, hay que hacer el bien y evitar el mal, o no podemos hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros. Bajo de esos principios, la conciencia juzga sobre los actos concretos. Por eso puede decirse que la conciencia moral es un juicio en el que se aplican esos primeros principios a los actos concretos. Si yo sé, por ejemplo, que hay que obrar el bien; y se me presenta la posibilidad de quedarme con algo que pertenece a otro; la conciencia dicta, juzga, y me dice interiormente que eso es malo.

De esta manera vemos que los primeros principios morales son evidentes y la aplicación concreta de los principios a los actos singulares se puede presentar también con un carácter evidente. Pero la conciencia también puede equivocarse, es decir, puede considerar que es bueno un acto malo; o, al revés, que es malo un acto bueno. La conciencia que juzga la bondad o malicia de un acto en conformidad con estos principios se llama conciencia verdadera y obliga siempre. Actuar en contra de lo que dicta la conciencia verdadera es, en realidad, actuar en contra de uno mismo, de sus convicciones más profundas y de los primeros principios evidentes de la actuación moral.

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Si no preguntáramos, ¿qué pasa con la conciencia que se equivoca, con la conciencia errónea, es decir, con la conciencia que, por ignorancia, cree que un acto malo es bueno o que un acto bueno es malo? Hay que seguirla, porque obliga, siempre que se trate de una ignorancia que uno no puede superar porque ni siquiera se da cuenta de que está en la ignorancia.

Lo podemos ver mejor con algunos ejemplos. Como consecuencia de una educación deficiente, pienso que beber alcohol, aunque sea moderadamente, es malo. En una reunión me ofrecen cerveza; y luego pienso que “Beber esto es malo”. Si, sin embargo, lo bebo, hago algo malo, aunque ese hecho sea en sí indiferente. La razón del ¿por qué? Es que el acto se ha realizado en contra de lo que me dicta mi conciencia. También puede verse un caso contrario. Por una mala costumbre, adquirida sin darme cuenta, en el ambiente en que me he criado, pienso que es bueno leer cartas y otros escritos privados de los demás. Realizo así acciones que son objetivamente malas, pero no he actuado en contra de mi conciencia y, por tanto, no he hecho, para mí, nada malo.

Es preciso saber que estos casos, aunque se den a veces, no son frecuentes. Lo corriente es que la conciencia errónea esté basada en un error que se puede superar y, en ese caso, la misma conciencia obliga a salir del error. La ignorancia puede vencerse con la rapidez razonable que ponen las personas en los asuntos importantes. Por eso la ignorancia vencible es culpable, porque se permanece en ella voluntariamente.

Podemos encontrar otras divisiones importantes, como la conciencia cierta, que es la que emite su dictamen de forma categórica y firme, sin temor a equivocarse; y conciencia dudosa, que es la que vacila sobre la licitud o ilicitud de una acción.

Uniendo lo que antes se dijo sobre la conciencia verdadera y la errónea con lo que se acaba de ver sobre la conciencia cierta y la dudosa, puede concluirse en esto: sólo es norma de moralidad la conciencia cierta si es además verdadera. Por tanto, no se puede actuar con conciencia dudosa ni con conciencia venciblemente errónea; en estos casos hay que salir de la duda y vencer el error. De todo esto se

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deduce la importancia de la formación de la conciencia, para conocer de un modo cierto y verdadero la ley moral.

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7.8 Exigencias éticasGarcía Cuadrado (2009, pág. 196 – 199), afirma que, gracias a la inteligencia y a la libertad, el hombre entiende un tipo de necesidad que escapa siempre a los animales, hablamos aquí de la necesidad moral o ética, el deber. Los animales no tienen más remedio que actuar como actúan, ya sea por el instinto natural, ya por un aprendizaje condicionado, no libre. El hombre, incluso en sus necesidades materiales, como el alimento por ejemplo, hace intervenir el entendimiento y la libertad. Es una necesidad comer y, desde este punto de vista, el instinto debe satisfacerse necesariamente; pero el hombre siempre puede comer más o menos, comer esto o aquello e incluso dejar de comer por el motivo que sea, a pesar de que el instinto le recuerde continuamente esa necesidad.

La necesidad ética, llamada de manera más adecuada, exigencia o deber, va dirigida a la inteligencia y a la voluntad libre. Las necesidades o exigencias éticas presentan un doble aspecto muy característico:

a) Son debidas a la persona, es decir, que sin ellas la persona no llega a desarrollar lo que es. En este sentido, no es moral privar a la persona del uso y del desarrollo de su inteligencia y del uso y desarrollo de su libertad;

b) El hombre debe cumplirlas, satisfacerlas, aunque físicamente no pueda cumplirlas; por eso se habla de necesidad, pero de necesidad moral.

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En resumen se puede decir, que el ser libre, es una exigencia ética fundamental de la persona, y que se da para que el hombre cumpla determinadas exigencias éticas, como pueden ser, el desarrollo de su inteligencia y de su libertad, respeto a la inteligencia y a la libertad de los demás, cumplimiento de la justicia, trabajo a favor de toda la humanidad, etc.

7.9 Importancia de la LibertadAlgunos filósofos han afirmado, que el hombre no es realmente libre. El conjunto de su universo, es un poco más complicado que el de otros animales superiores, pero no sería esencialmente distinto. Por esta razón, el hombre actuaría siempre movido por la necesidad, y la realidad llamada libertad no sería otra cosa sino el reconocimiento de esa necesidad, el darse cuenta de que es así.

Desde siglos anteriores, explica Gómez Pérez (2010, pág. 43 -49), filósofos como Spinoza y Hegel, sostienen esta teoría y, con algunas modificaciones, podemos también encontrarla entre los pensadores marxistas. Desde la perspectiva biológica, ha sido defendida por algunos científicos especialistas en la ciencia del comportamiento animal, o etología. El resultado, aunque con matices, es el mismo, pues lo que se llama ética o moral no escaparía de la fuerza de la necesidad.

Adoptado este esquema, no cabe hablar de un deber moral. Todo lo que se pueda hacer físicamente sería moral porque sería necesario.

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Las consecuencias sociales y políticas de esta posición son tales que, en la práctica, no es sostenida casi por nadie. En efecto, en nombre de la libertad entendida como “inteligencia de la necesidad” se podría legitimar cualquier sistema totalitario, así como la violación de los derechos humanos. Por otro lado, incluso en sistemas sociales que admiten teóricamente esa doctrina sobre la libertad, se registra la figura del delito, del delincuente, al que se imputa el delito y, en general, se habla de que los hombres son responsables de sus propias acciones.

En la práctica, por tanto, la libertad y la responsabilidad personal son de hecho realidades reconocidas por todos. Y existe también una coincidencia casi general en que de la dignidad de la persona destaca su carácter libre, y en que el hombre debe tender al bien por sí mismo y no forzado por la necesidad. En este sentido se considera un progreso humano superar las condiciones de necesidad, ya sean estas, materiales, económicas, sociales, etc. para que el hombre pueda elegir cada vez con más libertad y menos forzado por las circunstancias.

7.10 Consideraciones finales.La consideración actual de la decisión moral pone un énfasis particular en el análisis de las posibles desviaciones “ideológicas” del juicio ético. La crítica y la

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sospecha son horizontes imprescindibles para entender hoy los procesos de la decisión moral.

El discernimiento ético, para que tenga la garantía de suficiente criticidad y legitimación, tiene que reunir un conjunto de condiciones formales post-marxianas y post-freudianas. Marx y Freud han puesto de relieve cómo detrás de los procesos morales se esconden ideologizaciones opresoras u objetivaciones de una inmadurez neurótica socialmente compartida.

Al subrayar la importancia de las perspectivas críticas en la configuración del discernimiento ético se pone de relieve la función sociopolítica de la decisión moral. Frente a una consideración preponderantemente intimista y “espiritual” del discernimiento es necesario destacar el flanco de su funcionalidad social y “material”.

La estructura del empeño sociopolítico puede ser pensada y vivida desde la categoría del discernimiento. De este modo el discernimiento ético logrará distinguir “entre el Espíritu de la liberación de los pobres y el espíritu de opresión de los poderosos”, ya que “si se desvincula e acto del discernimiento de la orgánica articulación con la praxis política de las clases oprimidas y de las naciones periféricas (los pobres de todas las naciones y los pobres del mundo), dicho discernimiento no tendrá pautas o criterios reales, concretos e históricos con que se realiza su interpretación estimativa”.

Integrando la actitud de cuestionarse y la urgencia ética de discernir se configura la actitud de ir en busca de la verdad.

La ética actual ha incorporado suficientemente las perspectivas personalistas de la cultura actual. El discernimiento ético es impensable hoy día si no se tiene en cuenta los “tópicos” personalistas de la hora actual. La decisión moral brota del núcleo autónomo de la persona. Únicamente tiene sentido una decisión ética cuando es “responsable”, es decir, cuando es una “respuesta” del yo ante las exigencias de su propia realización.

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Por otra parte, la decisión moral se expresa de modo prevalente a través de opciones y actitudes y no mediante actos atomizados y casuísticos. El discernimiento ético se instala preferentemente en la opción fundamental de la persona y desde ahí orienta todo el dinamismo moral humano. Además, la decisión moral, sin dejar de tener en cuenta la función secundaria de las instancias exteriores (ley, autoridad, tradiciones, etc.), las valora como ayuda para realizar un discernimiento ético realista y contrastado.

Pero es necesario decir que para la ética, el principio de semejanza en el ser humano asume relieve de prioridad conceptual: entre las personas no hay diferenciación, sino sólo diversidad. Toda persona es expresión del ser humano; no es una parte ni una forma relativa, sino expresión absoluta y plena del ser humano; en la sociedad “humana” las partes no son partes de la misma sino presencias absolutas, diversificadas entre sí, expresivas en plenitud del todo que es la misma sociedad tildada de “humana”; de modo que la negación a una persona, es negación al ser humano, y por lo mismo, afecta a todas las personas humanas.

A modo de conclusión del apartado, diremos que la preocupación moral es el cuestionamiento del hombre sobre lo que debe ser y hacer; es decir, a cerca de su coherencia de vida.

La vida humana gira en torno a la ética por simple naturaleza. Suele definirse a la ética como la ciencia que versa acerca de la rectitud de los actos humanos partiendo de los últimos principios de la razón. Se tiene datos de que el hombre ha comenzado a distinguir entre el bien y el mal moral por lo menos desde hace cuatro mil años, según lo muestra las inscripciones sepulcrales egipcias del tercer milenio antes de Cristo. Aristóteles fue el primer filósofo que escribió no uno sino cuatro tratados sobre la ética.

La dignidad de la persona se confirma y se desarrolla a través del comportamiento humano; es necesario, además de hablar de una dignidad personal (naturaleza humana), hablar de una dignidad moral (cultura humana). La moral no es complicada, sino precisa, y brota de la estructura dinámica de los actos humanos. Obrando es cuando nos damos cuenta de los problemas morales.

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Al bien moral está ligada una obligación, que no se reduce a cumplir reglas. El comportamiento moral es la respuesta que le doy a un bien. El hombre siempre se ha preocupado por las grandes cuestiones del bien y del mal. Los conflictos éticos o morales acompañan la existencia humana desde antes del nacimiento hasta la muerte. El único ser que por ser libre es sujeto de un actuar ético u opuesto al deber ser es el ser humano.

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Conclusiones de la séptima semanaEscuchar el siguiente audio:

La ética actual ha incorporado suficientemente las perspectivas personalistas de la cultura actual. El discernimiento ético es impensable hoy día si no se tiene en cuenta los “tópicos” personalistas de la hora actual. La decisión moral brota del núcleo autónomo de la persona. Únicamente tiene sentido una decisión ética cuando es “responsable”, es decir, cuando es una “respuesta” del yo ante las exigencias de su propia realización.

Por otra parte, la decisión moral se expresa de modo prevalente a través de opciones y actitudes y no mediante actos atomizados y casuísticos. El discernimiento ético se instala preferentemente en la opción fundamental de la persona y desde ahí orienta todo el dinamismo moral humano. Además, la decisión moral, sin dejar de tener en cuenta la función secundaria de las instancias exteriores (ley, autoridad, tradiciones, etc.), las valora como ayuda para realizar un discernimiento ético realista y contrastado.

Pero es necesario decir que para la ética, el principio de semejanza en el ser humano asume relieve de prioridad conceptual: entre las personas no hay diferenciación, sino sólo diversidad. Toda persona es expresión del ser humano; no es una parte ni una forma relativa, sino expresión absoluta y plena del ser humano; en la sociedad “humana” las partes no son partes de la misma sino presencias absolutas, diversificadas entre sí, expresivas en plenitud del todo que es la misma sociedad tildada de “humana”; de modo que la negación a una persona, es negación al ser humano, y por lo mismo, afecta a todas las personas humanas.

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