evolucÓn y revoluciÓn

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  • 7/28/2019 EVOLUCN Y REVOLUCIN

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    EVOLUCN Y REVOLUCIN

    EVOLUCIN POLTICA Y EVOLUCIN SOCIAL

    I

    Suele entenderse la evolucin como un desenvolvimiento constante,

    constantemente dirigido hacia un mismo fin. Nada ms lejos de la realidad.

    La evolucin es un desenvolvimiento discontinuo c on sus paradas, sus

    retrocesos y sus saltos, segn acusan los hechos. La finalidad no es sino una,

    resultando difcilmente determinable a priori. Slo a largos intervalos de

    espacio y de tiempo se advierte el progreso.

    El atento examen de cualquier gnero de sucesos pondr de manifiesto la

    exactitud de aquella afirmacin. Ni en lo poltico, ni en lo social, ni en lo

    econmico, el mejoramiento se verifica de modo continuo, seguido,

    uniforme.

    Hay siempre reacciones, somnolencias y tambin aceleraciones, fr uto todo

    ello de las resistencias opuestas a la direccin ideal del movimiento. La

    evolucin se cumple precisamente venciendo esas resistencias, lo que quiere

    decir que es en zig-zag como se avanza y no rectilneamente.

    Por ello, la necesidad y la fatalidad del progreso humano no son cosa de cada

    momento, sino materia de tendencia, de fin, de idealidad que realizar. Y as es

    como la evolucin, si bien tiene realidad unitaria en tiempo y espacio

    indeterminados, vara en cada instante y en cada lugar determi nados.

    Cualquier otro modo de entender el desenvolvimiento de las cosas humanas

    podr ser un artificio intelectual todo lo grande y profundo que se quiera, pero

    estar en abierta contradiccin con los hechos, de los que hemos de servirnos

    necesariamente para fundamentar bien nuestras opiniones y conocimientos, ya

    que ellos son la raz de toda ciencia.

    II

    Comnmente se considera la evolucin poltica como resumen o compendio

    de la evolucin general de las naciones. Se estudia el desenvolvimiento de las

    instituciones, de las leyes y de las prcticas polticas dejando en casi total

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    olvido el resto de la vida social. Aparte el prejuicio general, dbese aquel

    resultado a la circunstancia de los que cultivan tales estudios, viven, por lo

    comn, la vida poltica y de ella toman, como realidades objetivas, verdaderos

    prejuicios subjetivos.

    No resume la accin poltica toda la vida de un pas cualquiera. Es ms, puedeafirmarse que aqulla tiene parte insignificante en sta, que por aadidura, son

    frecuentemente antitticas. No hay ms que observar cmo el comerciante, el

    industrial, el hombre de negocios, el obrero, el empleado, cuando dan treguas

    al trfago de sus habituales ocupaciones, preguntan: Qu hay de poltica?,

    como si se tratara de una cosa extraa , ajena a la vida ordinaria. La

    neutralidad y la realidad desenvulvense aparte, del todo extranjeras a los

    sucesos polticos; y de ah se deriva esa frecuente pregunta que las gentes se

    hacen para entretener sus ocios con el espectculo de cosas que, si d espiertan

    y excitan la curiosidad, no agitan los sentimientos ni conmueven el alma.

    La evolucin poltica, reducida al mecanismo electoral y legislativofinanciero, ocupa nicamente a un puado de profesionales y aficionados. El

    resto de las gentes, pese a las apariencias, permanece ajeno e indiferente a la

    accin poltica. Si se descuenta el ruido de la prensa mercenaria, el gritero de

    los diputados y la verborrea de los aspirantes, se ver que la vida de un pueblo

    cualquiera es trajn de fbrica, bullir de mercaderes, labranza de campos,

    agitacin de trabajo en lo material; intercambio y lucha de afectos, de carios,

    de amores, debate de pasiones en lo moral; es en lo social y econmico batalla

    enconada de intereses y de idealidades en conjuncin incompr ensible para

    aqullos que se fabrican una realidad para su uso exclusivo.

    La evolucin poltica no es siquiera cientfica, esto es, no se rige por leyes de

    necesidad, sino que se modela y vaca en artificios y cbalas producidos

    arbitrariamente a voluntad de los que juegan esta partida de asaltos de la

    ambicin y de la vanidad. Encrucijadas de partido, zancadillas de camarilla,

    artilugios de bribones, fuerzan y dirigen los acontecimientos haciendo de la

    vida poltica un mundo superpuesto al mundo real que todos vivimos.

    La evolucin social, por el contrario, comprende todas las manifestaciones de

    la existencia, incluso el mismo artificio poltico.

    En el avance general de los pueblos puede registrarse el rastro de todos loshechos culminantes as en la investigacin como en la realizacin de las ideas.

    Filosofa y ciencia marchan paralelamente como impulsoras de idealidad y de

    accin. Las aplicaciones mecnicas se desenvuelven prodigiosamente y

    hubieran realizado el bienestar humano si la evolucin econmi ca no estuviera

    en el crculo de conservacin del privilegio y amparada por el mecanismo

    poltico. Las artes, el trabajo, el comercio con su inmensa red de cambio, son

    factores de la evolucin harto ms importante que el factor poltico.

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    La vida, la verdadera vida, brota naturalmente de todo eso que es estudio, que

    es trabajo, que es arte, que es ciencia, que es cambio, que es reciprocidad, que

    es accin; de ningn modo de aquella ficcin en cuya virtud los legisladores

    suplantan la realidad y falsifican la historia.

    El desprecio que se siente por la poltica est, pues, bien justificado.

    Solamente que a los fines del desenvolvimiento social no basta el desprecio

    que deja en pie la divergencia evolutiva, sino que es necesaria la accin para

    destruir el obstculo.

    III

    Cuando se quiere convencer a las gentes de que la evolucin poltica es la

    sntesis de la vida social, se generaliza de tal modo que podra creerse que en

    el mundo no hay ms que ministros y diputados capaces de crearlo todo.

    Lo contrario sera ms exacto. Porque, en fin de cuentas, el individualismo, en

    el curso de su desarrollo, no ha hecho ms que servirse del instrumento

    poltico, cuya traduccin es el gobierno y su cortejo de tribunales, polizontes,

    fuerza armada, etc., para desentenderse de los negocios pblicos y holgarse en

    una segura libertad de accin. La propiedad, dentro y fuera, antes y despus de

    la ley, y no habr quien pretenda que el resultado verdaderamente asombroso

    de su evolucin sea debido a las artes polticas o a la a ccin gubernamental.

    Al contrario, no pocas veces propietarios, industriales y comerciantes han

    tenido que refrenar las pretensiones de los polticos, quienes, constituidos enverdadera casta de profesionales olvidaban su condicin servil. La sumisin

    de los polticos a los intereses reales de los poseedores es un hecho

    constantemente repetido en la historia.

    En la realidad, la casta es despreciada por todo el mundo.

    Los de arriba la tienen en condicin de inferioridad y los de abajo la juzgan,

    no sin razn, causa de los males que sufren porque ven que, adems de la

    explotacin directa de los poseedores, han de soportar las gabelas e impuestos

    necesarios al mantenimiento de la holganza oficial.

    En vano se esfuerzan algunos en demostrar que en lo poltico culmina la vida

    toda de los pueblos. Se engaan a s mismos dando al concepto una extensin

    tal que comprende, en prodigiosa sntesis, ciencia, arte, trabajo, filosofa,

    moral, negocios, vida de relacin y vida ntima. Dnde, cmo y cundo

    puede expresar esa ruin mecnica que entretiene los ocios de los charlatanes

    titulados, la vida entera, social? Los afanes de las gentes pobres y los de las

    gentes ricas, fuera de la poltica y muchas veces ignorantes de la poltica, se

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    libran en lucha abierta con las resistencias del poder y con las resistencias del

    ambiente. Slo que los primeros estn en situacin subordinada y los

    segundos en situacin preponderante. De donde resulta que sobre las pobres

    gentes carga el peso de los unos y de los otros y tambin la exp lotacin

    indispensable al sostenimiento de polticos y poseedores.

    Bien poco significa el prurito de hinchar el concepto poltico para deducir

    inmediatamente que andan equivocados u obedecen a intereses de exclusin o

    a ideas reaccionarias cuantos detestan la poltica. Para todo el mundo la

    poltica es la gran mentira de partidos y comits; mentira electoral y

    legislativa; mentira gubernamental y financiera. Si en ella se revela algo

    levantado es siempre como reflejo de acciones y reacciones exteriores, e

    influencias predominantes de trabajo, de cambio, de negocios, de

    intelectualidad, de tica general, como reflejo, en fin, de la accin plenamente

    social.

    Es, por otra parte, incuestionable que la gobernacin de todos los pasesllamados civilizados est sometida a los Intereses y a los fines de las grandes

    entidades financieras, grandes empresas dueas absolutas de las riquezas

    pblicas y privadas. En sus manos son los polticos ridculos peleles con los

    que juegan al pim, pam, pum.

    En oposicin a todo eso no hay ms que una fuerza real que concurre a la

    determinacin del desarrollo social, y esta fuerza es el proletariado militante,

    ya el agrupado por intereses de clase, ya el organizado para la lucha por

    ideales sociales. Y es de notar cmo el carcter a la vez materialista e idealista

    de esta fuerza imprime a la evolucin un rumbo determinado, una orientacinfrancamente opuesta a los privilegios polticos y econmicos, cosa de la que la

    oera de los intelectuales y de los gobernantes tienen un complet o

    desconocimiento.

    En medio del elemento de conservacin que utiliza el instrumento poltico

    para garantizar por la fuerza, su posicin ventajosa y del elemento de

    renovacin que slo tiene a su alcance para el combate la asociacin y la

    rebelda, queda una gran masa capaz de inclinar la balanza actuando por viles

    ambiciones a favor del primero o por generosos ideales a favor del segundo.

    Es la clase media, compuesta de pobres decentes, de proletarios de levita, que

    no tienen blanca y presumen de potentados, que quieren y no pueden, que sepasan la vida persiguiendo la fortuna y mueren al servicio del enriquecimiento

    ajeno. La evolucin social se determinar decididamente en el sentido del

    futuro el da que la asociacin y la rebelda de las falanges prolet arias sean

    bastante poderosas para arrollar, para arrastrar, para dirigir esa multitud

    vacilante que tiene hipotecada el alma al demonio de la riqueza.

    Un hecho que anuncia la proximidad de los grandes cambios sociales es la

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    manera cmo el proletariado va adquiriendo capacidad de cooperacin y de

    direccin fuera precisamente de la accin poltica. En las asociaciones

    obreras, sobre todo en aqullas que no rigen las prcticas polticas, los

    trabajadores van adquiriendo poder de iniciativa, prcticas de admi nistracin,

    hbitos de libertad y de intervencin directa en los asuntos comunes, facilidad

    de expresin y soltura mental, cosas todas cuyo desarrollo es nulo en lasentidades polticas que tienen por base la delegacin de poderes y, por tanto,

    la subordinacin y la disciplina, la obediencia a los elegidos. En las

    asociaciones de tipo social las iniciativas proceden de abajo y de abajo

    proceden las ideas, la fuerza y la accin. As se hacen los hombres libres, as

    se sueltan a andar. En las agrupaciones de tipo poltico, todo viene impuesto

    de arriba, pese a la ficcin democrtica. Son los gobiernos, son los jefes, las

    juntas, los comits, los que dan la orden, tienen el poder, la iniciativa, la idea,

    la accin. Al que se rebela, al que se siente persona, se le arroja, se le expulsa,

    se le anatematiza. As se esclaviza a los hombres, as se perpeta la

    servidumbre. El eterno hombre de las piernas ligadas jams echar a andar por

    s mismo.

    Si un estrecho espritu de bandera no cegara a muchos hombres de verd adera

    inteligencia, reconoceran que, al presente, la evolucin social entera est

    intervenida de tal modo por el asociacionismo obrero y por la tendencia

    socialista, sin distincin de escuelas, que el verdadero nudo del porvenir est

    en esta intervencin que lo llena todo. Las luchas polticas sometidas a esta

    influencia estn con sus pujos de actuar socialismo; y hasta las relaciones

    internacionales, la enftica diplomacia, estn, sometidas asimismo a la palabra

    que el proletariado lance en el momento opo rtuno de una ruptura o de una

    alianza.

    La accin ha de estar regida por la realidad ambiente y ha de acomodarse a la

    finalidad indiscutible de una gran renovacin social. No en el terreno poltico,

    sino en el de los ideales sociales est el verdadero camp o de accin de

    nuestros das. Empearse en continuar la rutina es laborar por el quietismo, es

    aoranza de pretendidas ruinas, es poner diques a la impetuosa corriente que

    va hacia el porvenir.

    La accin social es la fuerza incontrastable del presente y s er la realidad

    viviente del futuro.

    (ACCION LIBERTARIA. nm. 9 y 10. Gijn. 13 -20 enero 1911.)

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    LOS GRANDES RESORTES

    Sin la sugestin de las ideas y el impulso de los sentimientos, no se

    produciran las hondas sacudidas pasionales que hacen camina r al mundo.

    Las mnimas agitaciones de partido apenas alteran la lisa superficie de la vida.

    Encasilladas las gentes en articulados diversos, actan mecnicamente y

    apenas su obra alcanza a desbrozar el camino y limpiarlo de malezas. No son

    estriles, pero si impotentes tales medios para mover las pasiones y

    encarrilarlas hacia ideales superiores. Su punto de mira es generalmente

    inmediato y muy limitado. Las revoluciones ni se hacen con programas, ni a

    plazo fijo, ni con lmites preconcebidos. Motines y r evueltas, s; acaso son los

    preliminares obligados de las grandes transformaciones del mundo. Pero no

    todos, ni siempre. En la complicada trama de la vida moderna no es fcil

    distinguir los movimientos debidos a altas idealidades de aquellos otros que se

    derivan de mezquinos intereses de bandera poltica o de materiales

    monopolios. Dos rdenes de hechos producen dos corrientes distintas. De un

    lado todo es artificio, falseamiento de la Naturaleza; de otro, todo realidad e

    ideacin hacia perfeccionamientos que de la Naturaleza arrancan. A veces se

    entremezclan hechos y direcciones; en tal caso el discernimiento es poco

    menos que imposible.

    Por otra parte no puede echarse en olvido el mvil econmico. Histricamente

    el materialismo parece inspirar y dirigir los movimientos sociales. No

    obstante, a primera vista se advierte que si el punto de partida, el curso de la

    evolucin y el punto de llegada tienen un fondo comn de materialismo, unsubstractum econmico, los resortes, los grandes resortes del progreso s on

    idealsticos y pasionales.

    Parecer a algunos contradictoria esta afirmacin con el movimiento

    proletario actual. Las masas jornaleras luchan a brazo partido por mejoras

    econmicas, con fines econmicos se organizan y frecuentemente se niegan a

    toda idealidad. Mas esto es puro formalismo. De hecho, remontndose un

    poco sobre los detalles y abarcando de un golpe de vista el conjunto de la

    lucha social, es indudable que el proletariado sigue una direccin totalmente

    ideolgica: la emancipacin humana. Tod ava ms, sus combates parciales no

    adquieren notoria importancia sino cuando a los fines inmediatos de

    mejoramiento econmico se sobreponen los fines esencialmente morales de

    solidaridad, de dignidad, de altruismo. Todos los grandes movimientos

    modernos en que ha sido agente principal la clase trabajadora, todas las

    hondas sacudidas que pasarn a la historia, han tenido inspiracin y finalidad

    ideales. Como que las grandes pasiones no estallan sino aguijoneadas por las

    grandes ideas. No sern las numerosas luchas por el aumento de jornal o por

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    la modificacin del horario los puntos salientes que sealen en el curso del

    tiempo los avances del movimiento y an, si se quiere a la representacin del

    conjunto. Pero los enormes saltos en lo desconocido, los avanc es heroicos,

    reservados estn a la idealidad.

    En las luchas cotidianas de finalidad inmediata perdura el egosmo de losintereses, flotan las pasiones mezquinas, los celos, las envidias, las ruindades.

    Es posible la derrota porque el hermano traiciona al hermano, el listo burla al

    simple, el egosta explota al bonachn, el vanidoso se pone a horcajadas de la

    sencilla multitud de los modestos y el ambicioso emerge triunfante de entre la

    enredada malla de todas las concupiscencias. Las pequeas cosas tienen sus

    defectos pequeos y sus pequeas virtudes. La vida, sin embargo, se compone

    de todas estas pequeeces.

    Si queremos sobrepujarlas, entrar en los dominios de lo grande, de lo noble y

    de lo bello, habremos de entregarnos en cuerpo y alma a la idealidad. Las

    grandes revoluciones humanas han sido, en das de grandes y heroicasvirtudes, sugeridas por altas aspiraciones y gloriosos movimientos pasionales.

    Las multitudes se ennoblecan, los delitos menguaban; todo lo pequeo

    quedaba ahogado. En su lugar brotaban vivos anhelos de mejoramiento

    universal, de exaltacin de los ms hermosos sentimientos. Se estaba siempre

    pronto al sacrificio, pronto al combate, pronto al herosmo. Ruindades, celos,

    envidias, vanidades, traiciones, si surgan eran rpidamente casti gadas. Las

    grandes cosas tienen sus grandes virtudes y tambin sus grandes defectos. La

    multitud puede verse arrastrada a tremendas injusticias. Por lo menos tendr la

    justificacin de un mvil elevado, noble, generosamente humano. La ruin no

    tiene ninguna justificacin.

    As se explica y no de otro modo cmo en un momento dado quedan

    sofocadas todas las pequeas pasiones y muertos los egostas intereses por la

    subversin de las obedientes multitudes. En da de revolucin, como por

    encanto, las gentes se sienten transportadas a un mundo de no soadas

    magnanimidades. El luchador no es el ser raqutico de la vspera, conocido por

    el odio, por la envidia, por la avaricia, por la ambicin, por la lujuria. El

    partidario se olvida de sus idolatras. La idealidad h a transformado a la bestia

    en hombre. He ah todo.

    Pues estos resortes son los que hay que poner en juego. Aunque el combatehaya de librarse a golpes de maza, es preciso que inculquemos en las gentes y

    en nosotros mismos la altura de mira ideal, que hagamos de forma que las

    pasiones, en lugar de perderse en las encrucijadas de la bajeza moral, se

    encarrilen a las cumbres de lo bello, de los justo y de lo bueno, segn la frase

    consagrada. Propendemos demasiado a lo deleznable; convienen en nosotros,

    por herencia y por hbito, las ms despreciables inclinaciones, y si un aliento

    de sublimacin de la vida, de exaltacin de nosotros mismos, no nos anima,

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    caeremos irremediablemente en el abismo de la bestialidad de que

    procedemos.

    El progreso es una ascensin, de ningn modo una regresin. Es la escalera

    sin fin a que es preciso trepar puesta la mirada en lo alto y sin reparar en los

    peldaos prximos. Volver la vista atrs, detenerse en la contemplacin de loactual, encastillarse en el maana inmediato, podr ser necesario, pero no es

    suficiente. Arriba el pensamiento y el corazn!

    La realidad har de todos modos su obra. Sern as mejor vencidas las

    contingencias del presente, porque cuando se tiene ambicin de lo pequeo, la

    satisfaccin se obtiene con lo mezquino.

    No har el ideal milagro; no est en el pensamiento y la pasin todo el

    contenido del progreso humano. Requirese la accin, la labor incesante de

    todas las potencias; preciso es que en la conflagracin de los intereses, as lo

    pequeo como lo grande agite, conmueva, sacuda; pero sin estos grandesresortes de la idealidad y de la pasionalidad exaltados, el avance del mundo

    sera nulo.

    Trabajemos, cualquiera que sea nuestra etiqueta, por el ennoblecimiento de la

    vida.

    (ACCION LIiBERTARIA, nm . 26. Gijn, 7 julio 1911.)

    LAS REVOLUCIONES

    Los espritus superficiales suelen juzgar de las cosas, ms que por sus

    circunstancias de esencia, por aquellas que son de mero accidente. La

    continuidad y la .persistencia de un fenmeno escapan a su pene tracin y slo

    los signos exteriores y fugaces se fijan en su retina mental.

    As, las revoluciones tienen para los tales una significacin simplista reducida

    al acto de fuerza; y fuera del rudo batallar, de la lucha cruenta en que la bestia

    interior triunfa soberana, no hay motivo de emocin ni causa de estudio. La

    vista de estos miopes no alcanza ms all del estruendo homicida y del rencor

    inhumano.

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    Y, sin embargo, acaso el acto de fuerza es lo de menos en cualquier

    transformacin profunda as de la vida individual como de la existencia

    colectiva; acaso no es ms que un signo; tal vez se contrae al papel de simple

    instrumento que obra ciegamente en la inconsciencia del por qu y para qu

    de su actuacin. Las revoluciones, en este sentido restringido de a ctos defuerza, son siempre movimientos instintivos en que la humanidad aparece

    sojuzgada por la animalidad. Las muchedumbres arrastradas por el furor

    revolucionario, obran ciegas por no importa qu causa. Una vez puestas en el

    carril de la violencia, caminan automticas sin saber dnde. Para cada hombre

    consciente de su labor, mil ignoran por qu matan y mueren. Para cada

    hombre que sabe que la revolucin no es precisamente la exaltacin de la

    fuerza, sino la consecuencia de estados de opinin y de alma y de necesidades

    fsicas y morales, son a millares los que no trasponen los umbrales de la fiera

    que hiere por herir y mata por matar. Por esto mismo, mientras el hombre

    consciente sucumbe antes que someterse, la manada depone fcil sus furias y

    se rinde a nuevos amos y a nuevos seores. Por eso mismo en toda la historiade la humanidad se ve a las multitudes sublevarse y someterse

    alternativamente, casi sin fruto. Mientras lucha la bestia, parece guiada por un

    anhelo de justicia y libertad; mas prontamente c ede a la astucia y se deja

    domar mansa por los mitos que revisten formas seductoras y simulan

    promesas de futura dicha. Oscilamos entre el animal fiero y el animal

    domstico.

    La palabra mgica se convierte a su vez en un mito y por la revolucin vamos

    en pos de intiles violencias. Adoptamos el culto de la fuerza por la fuerza.

    Sustituimos el accidente a la esencia; lo circunstancial y pasajero a lofundamental y permanente. Cedemos al instinto todas nuestras prerrogativas

    de seres pensantes. Ya no somos hombres.

    Pero las revoluciones no son simples sediciones. El acto de fuerza no es la

    revolucin misma. Las revoluciones se cumplen en varios periodos de honda

    transformacin. Los actos de fuerza no son ms que signos, revelaciones,

    burbujas de la fermentacin interior. La resultante a distancia es lo nico que

    nos permite reconocer nuestra obra cumplida.

    Ahora mismo, en el mundo sedicente civilizado se est operando la ms

    honda, la ms grande de las revoluciones. Pasan los sucesos a nuestra vistacasi imperceptibles. Escapan a nuestra penetracin los cambios acaecidos.

    Sentimos que algo se transforma, en la inestabilidad del momento actual, pero

    no podramos precisar resultados y consecuencias. Ms tarde podremos

    reconocer el camino andado. Ahora no. Ahora nos exaltamos en la

    contemplacin de los signos exteriores, chispazos que se escapan del rescoldo

    profundo, vapores de hervor oculto, revelaciones de que algo muy hondo

    gesta un porvenir que pensamos venturoso. Y nada ms.

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    Los hombres conscientes de su obra transformadora no pueden engaarse; no

    se pueden abandonar a la seduccin de la violencia, ni al espejuelo de los

    cambios milagrosos. El tiempo de los prodigios ha pasado. Y si alguien se

    hiciera la ilusin de un retorno, laborara por nuevos y estril es sacrificios en

    provecho de nuevos seores y de nuevos mitos.

    Es larga y lenta la obra revolucionaria. Nadie podra situar su acabamiento

    ms ac o ms all. Donde quiera que haya de concluir, conviene actuar

    siempre sacudiendo en las muchedumbres el sentido de la responsabilidad, la

    conciencia que escinde el animal del hombre, la razn que sojuzga al instinto

    y lo vence. Las multitudes que actan ciegas sin saber por qu y para qu, no

    culminarn jams en una obra de libertad. Renovarn fatalmente a la

    esclavitud. Satisfecha la bestia, el hombre domstico doblar de nuevo la

    cerviz.

    Por atavismo, por educacin, somos propensos a la violencia. Por error o porcortedad de vista atribuimos a la violencia las ms excelsas virtudes

    revolucionarias. Acabamos de sustituir los medios al fin. Y naturalmente, la

    fuerza acaba en dolo, olvidados de que por la violencia se han afirmado y

    constituido todos los poderes y todas las tiranas.

    La violencia en s misma es odiosa. Y si es verdad que fatalmente hemos de

    confiar a la fuerza la solucin definitiva de las contiendas humanas, no lo es

    menos, que las revoluciones son algo ms profundo y ms humano y ms

    grande que las brbaras matanzas que en el curso de los siglas no han hecho

    ms que afirmar la bestia y someter al hombre.

    La revolucin que ahora se est cumpliendo es algo ms que los chispazos de

    rebelda, que el estruendo del batallar sin tregua que distingue a nuestra poca

    de todas las precedentes.

    Atentos a lo esencial, no daremos a lo que es mero acciden te ms importancia

    de la que realmente tiene. Y habremos de proseguir, en la medida de nuestras

    posibilidades, la obra de hacer conciencias, despertar el sentido de la

    personalidad libre, exaltar la razn sobre el instintivo, aniquilar la animalidad

    para que el hombre surja soberano de s mismo.

    La bestia interior gobierna todava al mundo. La revolucin acabar con ella.

    (EL LIBERTAR1O, nm. 20. Gijn, 21 diciembre 1912.)