evaluar la simulaciÓn, el fingimiento y la mentira

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REVISTA DEL CONSEJO GENERAL DE COLEGIOS OFICIALES DE PSICÓLOGOS 92 VOL. 26 - 2005 SEPTIEMBRE - DICIEMBRE PAPELES DEL PSICÓLOGO DETECCIÓN DE LA SIMULACIÓN EN LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA EVALUAR LA SIMULACIÓN, EL FINGIMIENTO Y LA MENTIRA FINGIMIENTO EN LOS ÁMBITOS FORENSE, CLÍNICO Y LABORAL

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Page 1: EVALUAR LA SIMULACIÓN, EL FINGIMIENTO Y LA MENTIRA

REVISTA DEL CONSEJO GENERAL DE COLEGIOS OFICIALES DE PSICÓLOGOS92 VOL. 26 - 2005

SEPTIEMBRE - DICIEMBRE

PAPELES DEL

PSICÓLOGO

DETECCIÓN DE LA SIMULACIÓN EN LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA

EVALUAR LA SIMULACIÓN, EL FINGIMIENTO Y LA MENTIRA

F I N G I M I E N T O E N L O S Á M B I T O S F O R E N S E , C L Í N I C O Y L A B O R A L

Page 2: EVALUAR LA SIMULACIÓN, EL FINGIMIENTO Y LA MENTIRA

PPAPELESAPELES DELDELPSICOLOGOPSICOLOGO

EditaColegio Oficial de Psicólogos, España

Consejo EditorialJunta de Gobierno del Colegio Oficial de Psicólogos

DecanoFrancisco J. Santolaya Ochando

Vicedecano 1Eduardo Montes Velasco

Vicedecano 2Manuel Berdullas Temes

SecretarioManuel Mariano Vera Martínez

VicesecretarioJulián Baltasar Jaume

TesoreroJuan Manuel Egurtza Muniain

VocalesRosario Carcas, Fernando Chacón, Aurora Gil Álvarez,José Ramón Fernández Hermida, Lorenzo Gil, RosaJiménez Tornero, Margarita Laviana, Cristina LópezDíaz, Manuel Enrique Medina, Manuel RodríguezFernández y Concepción Santo Tomás de Abajo.

Consejo AsesorJosé Antonio Aldaz, Esteban Alonso, Isaac Amigo, JoséArévalo Serrano, Pilar Arránz, José María Arredondo,Dositeo Artiaga, Ma Dolores Avia, Sabino Ayestarán,Francisco Bas, Vicent Bermejo, Amalio Blanco, CristinaBotella, Carmen Bragado, Gualberto Buela, JoséBuendía, Vicente Caballo, Francisco Cabello, JoséCáceres, Rosa Calvo, Fernando Calvo, Amalia Cañas,Antonio Capafons, José Carlos Caracuel, HelioCarpintero, Mario Carretero, José Antonio Carrobles,Miguel Costa, Antonio Coy, Sixto Cubo, Piedad Cueto,Fernando Díaz Albo, María José Díaz-Aguado, Jesús A.De Diego, Raúl De Diego, Andrés Duarte López, RocíoFernández Ballesteros, Nicolás Fernández Losa, JorgeFernández Del Valle, Concepción Fernández Rodríguez,Alfredo Fornos, Enrique García Huete, Miguel AnxoGarcía Álvarez, César Gilolmo, Jesús Gómez Amor,Jorge L. González Fernández, Julio Antonio GonzálezGarcía, José Gutiérrez Terrazas, Adolfo HernándezGordillo, Florencio Jiménez Burillo, Cristóbal JiménezJiménez, Annette T.Kreuz, Francisco Javier Labrador,José Carlos León Jarriego, Jesús Ramón Loitegui,Roberto Longhi, Aquilino Lousa, Araceli Maciá,Emiliano Martín, María Angeles Martínez Esteban, JoséJoaquín Mira, Luis Montoro, José Muñiz, NicomedesNaranjo, Conrado Navalón, José Ignacio NavarroGuzmán, Luis De Nicolás, Soledad Ortega Cuenca,Pedro Pérez García, Marino Pérez Álvarez, Félix PérezQuintana, José Luis Pinillos, José Antonio Portellano,José María Prieto, Ismael Quintanilla, Francisco Ramos,Jesús Rodríguez Marín, Carlos Rodríguez Sutil, JoséIgnacio Rubio, Carlos Samaniego, Aurelia SánchezNavarro, Javier Urra, Miguel Angel Vallejo y JaimeVila.

DirectorSerafín Lemos Giráldez

Directores asociadosJosé Ramón Fernández Hermida, Manuel EnriqueMedina Tornero, José Carlos Núñez Pérez y José MaríaPeiró Silla

Diseño y MaquetaciónJuan Antonio Pez Martínez

Redacción, administración y publicidadJuan Antonio Pez MartínezConsejo General de Colegios Oficiales de PsicólogosC/ Conde de Peñalver, 45-5º Izq.28006 Madrid - EspañaTels.: 91 444 90 20 - Fax: 91 309 56 15E-mail: [email protected]

ImpresiónIntigraf S.L.C/ Cormoranes, 14. Poligono Industrial La Estación.28320 Pinto Madrid

Depósito LegalM-27453-1981 / ISSN 0214-7823

De este número 92 de Papeles del Psicólogo se haneditado 46.600 ejemplares.Los editores no se hacen responsables de las opinionesvertidas en los artículos publicados.

R E V I S T A D E L C O N S E J O G E N E R A L D E C O L E G I O S O F I C I A L E S D E P S I C Ó L O G O S

Sección monográfica

57.57. INTRODUCCIÓN: Simulación, engaño y mentira.

Serafín Lemos Giráldez

59.59. Peritación psicológica de la credibilidad del testimonio, la huella

psíquica y la simulación: El Sistema de Evaluación Global (SEG).

Ramón Arce y Francisca Fariña

78.78. ¿Se pilla antes a un mentiroso que a un cojo? Sabiduría popular frente

a conocimiento científico sobre la detección no-verbal del engaño.

Jaume Masip

92.92. El análisis de contenido basado en criterios (CBCA) en la evaluación

de la credibilidad del testimonio.

Verónica Godoy-Cervera, Lorenzo Higueras

99.99. La simulación de enfermedad física o trastorno mental.

Mercedes Inda Caro, Serafín Lemos Giráldez, Ana María López

Rodrigo y José Luis Alonso Rionda

109.109.El engaño y la mentira en los trastornos psicológicos y sus

tratamientos.

Manuel Porcel Medina y Rubén González Fernández

115.115.Personalidad y deseabilidad social en contextos organizacionales:

Implicaciones para la práctica de la Psicología del trabajo y las

organizaciones.

Jesús F. Salgado

129.129.Evaluación de las distorsiones de respuestas mediante el MMPI-2.

Héctor González Ordi e Iciar Iruarrizaga Díez

Special Section

57.57. INTRODUCTION: Malingering, deception and lie.

Serafín Lemos Giráldez

59.59. Psychological evidence in court on statement credibility,

psychological injury and malingering: The Global Evaluation System

(GES).

Ramón Arce y Francisca Fariña

78.78. Is the liar sooner caught than the cripple? Popular wisdom versus

scientific knowledge about nonverbal detection of deception.

Jaume Masip

92.92. Criterial based content analysis (CBCA) on the statement credibility

assesment.

Verónica Godoy-Cervera, Lorenzo Higueras

99.99. Malingering of organic illness or mental disorder.

Mercedes Inda Caro, Serafín Lemos Giráldez, Ana María López

Rodrigo y José Luis Alonso Rionda

109.109.Deception and lie in psychological disorders and its treatments.

Manuel Porcel Medina y Rubén González Fernández

115.115.Personality and social desirability in organizational settings:

Implications for the practice of work and organizational psychology.

Jesús F. Salgado

129.129.Assessment of self-report distortions in the MMPI-2.

Héctor González Ordi e Iciar Iruarrizaga Díez

92SumarioContents

V O L U M E N 2 6S E P T I E M B R E - D I C I E M B R E

2 0 0 5

Papeles del Psicólogo está incluida en Psicodoc y enlas bases de datos del ISOC (Psedisoc) y en IBECS. También se puede consultar en la página WEB del

Colegio de Psicólogos:

http://www.cop.es

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s evidente que la simulación, el engaño y la mentiraforman parte de la naturaleza humana y están pre-sentes tanto en la esfera personal como en la vidasocial. Desde los más breves saludos estructurados,

del estilo de “Buenos días, ¿qué tal estás? Bien, gracias”, endonde las palabras pierden su significado genuino paradar paso a meras fórmulas de cortesía, hasta las formasmás elaboradas de comunicación en el complejo entrama-do social se apoyan en un juego de roles, en donde se en-tremezcla lo que la persona es con lo que aparenta ser, larealidad con la imagen, la función de autor con la de actor.

El engaño no es exclusivo de la especie humana sino quees también una característica que está presente en los pri-mates y en otros animales que viven en entornos sociales degran complejidad; y en los reinos animal y vegetal son nu-merosos los seres vivos que han desarrollado, en el procesoevolutivo, capacidades de camuflaje y de adaptación muyelaboradas, que han prosperado gracias al efecto de con-fundir a sus competidores o a sus depredadores.

La supervivencia en un medio social complejo ha favoreci-do el desarrollo de la neocorteza cerebral en el ser humanoy en otros mamíferos superiores, que ha hecho posible laadquisición de habilidades mentales extraordinarias, comoson la auto-conciencia y la teoría de la mente, que permitenno sólo reconocer características personales sino tambiénanticipar los pensamientos e intenciones de los congéneres,aumentando así las habilidades sociales y la cohesión gru-pal. Sin entrar a discutir si el primate es consciente de suconducta, si su pensamiento es reflexivo o si sus actos obe-decen a un plan preconcebido (hipótesis mentalista), o biensi dichas habilidades son resultado de meros reflejos inna-tos o de procesos de aprendizaje instrumental (hipótesisconductista), lo que parece evidente es que estas capacida-des están en el origen de lo que Whiten y Byrne (1997) handenominado “inteligencia maquiavélica”; teoría según lacual los primates han conseguido desarrollar diversas estra-tegias sociales que son ventajosas para la supervivencia,recurriendo al uso convenenciero de comportamientos ago-nistas o cooperativos, según lo exija la situación. La inteli-gencia maquiavélica es una capacidad que parece habersido inducida por la necesidad de dominar formas cadavez más refinadas de manipulación y defraudación en elmedio social, y que se manifiesta a través del uso de estra-tegias de disimulo, mentira y engaño tácticos. Como tam-bién señala Smith (2005), la inteligencia maquiavélica

pudo haber sido el motor que empujó a nuestros antepasa-dos a ir adquiriendo cada vez mayor inteligencia y a ha-cerse cada vez más aficionados a mudar de opinión, acerrar tratos, a farolear y a confabularse con otros; por loque estima que los seres humanos son mentirosos natos, ha-biendo desarrollado formas mucho más sofisticadas de disi-mulo que nuestros parientes primates más cercanos.

Pero el disimulo y el engaño a los demás no hubiera al-canzado tales órdenes de magnitud si los humanos no hu-biéramos desarrollado también la habilidad de engañarnosa nosotros mismos. El autoengaño nos ayuda a mentir aotros de manera más convincente, y la capacidad para cre-ernos nuestras propias mentiras nos ayuda a embaucarmás eficazmente a los demás. Por otra parte, nos permitealcanzar el grado de perfección de “mentir con sinceri-dad”, sin necesidad de hacer un montaje teatral para fingirque estamos diciendo la verdad. Esta es la tesis del socio-biólogo Robert Trivers (2002), quien sostiene que la funcióncapital del autoengaño es poder engañar más fácilmente aotros, por cuanto la credulidad en el propio cuento lo hacemás convincente para los demás.

Así pues, el disimulo, la mentira implícita o el engaño deli-berado forman parte de todos los escenarios en los quetranscurre la vida social humana. En un proceso evolutivocuyas etapas se van consumiendo desde la infancia, se vaperdiendo la espontaneidad conforme se asienta la convic-ción de que la sinceridad no siempre es posible ni conve-niente, porque puede perjudicar a la otra persona o a unomismo. Por eso, mienten los amigos bien intencionados conel fin de halagar, de edulcorar la realidad, de dar apoyo ode proteger a la persona estimada; mienten los gobernan-tes y los líderes sociales para conseguir sus propósitos, paraevitar problemas o para seducir al electorado (llegando ala paradoja de que son los más mentirosos quienes mues-tran el mayor empeño en desenmascarar las mentiras desus adversarios); mienten los medios de comunicación, ocul-tando información o publicando información interesada,enfatizando noticias o contrarrestándolas con otras; mien-ten los publicistas y los vendedores en todas las transacio-nes comerciales para persuadir a sus clientes; y, entre otros,mienten también los profesionales para defender sus intere-ses, el reconocimiento social o para lograr la satisfacciónde sus clientes. En definitiva, todas las personas intentanacomodar la realidad a sus propias intenciones, expectati-vas o necesidades; pero lo sorprendente es que, a sabien-

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Papeles del Psicólogo, 2005. Vol. 26, pp. 57-58 S e c c i ó n Mo n o g r á f i c aSIMULACIÓN, ENGAÑO Y MENTIRA

Serafín Lemos GiráldezFacultad de Psicología. Universidad de Oviedo

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das de que el mundo es así, actuamos como si todo fueraverdad o tal vez necesitamos persuadirnos de que lo es.

En los diferentes ámbitos del ejercicio profesional del psi-cólogo, el disimulo, el encubrimiento, la exageración, el fil-trado y el falseo de la información suministrada o lanegación de problemas son fenómenos muy frecuentes, yconstituyen un importante obstáculo a la hora de realizaruna correcta evaluación de cada caso y de tomar decisio-nes. Con toda seguridad, los mismos inconvenientes existenen cualquier otra actividad profesional; pero en nuestro me-dio, sin embargo, dichos comportamientos suelen estar de-terminados por diversas causas, a veces patológicas (laexistencia de algún trastorno mental), criminológicas (la ne-cesidad de evitar responsabilidades jurídicas) o meramenteadaptativas (conseguir determinados objetivos en circuns-tancias adversas) (Rogers, 1997).

Una premisa imprescindible para el ejercicio profesional delpsicólogo es la cooperación y la honestidad del cliente o pa-ciente; de tal manera que la correcta evaluación y el diag-nóstico psicológicos dependen de la honestidad y del deseode aportar información, por la persona evaluada, así comode la precisión y veracidad de los datos que ésta suministra.Aunque, en la práctica profesional, se suele asumir la veraci-dad de los testimonios y de los datos ofrecidos por los clienteso pacientes cuando describen sus comportamientos, sus esta-dos, sus síntomas o sus problemas psicológicos, este supuestopuede ser ingenuo. Como sabemos, numerosas razones pue-den dar lugar a la reserva y a la falta de cooperación, comoson la búsqueda de un determinado objetivo (económico,profesional o judicial), la duda respecto a la confidencialidadde los datos, el desacuerdo con los puntos de vista y con losvalores del profesional, la defensa de los propios intereses, lavoluntariedad o la imposición de la evaluación o, simplemen-te, la inadvertencia en la realización de test y en la cumpli-mentación de escalas o cuestionarios. La simulación, lasactitudes defensivas o de camuflaje, no obstante, no son fe-nómenos dicotómicos sino que suelen presentarse con nivelesde intensidad variable, dependiendo de las circunstancias ode los motivos que las impulsan.

Con el propósito de analizar estas cuestiones, hemos invita-do a expertos en diversos campos de la actuación profesionalde los psicólogos a expresar sus puntos de vista sobre cómo eldisimulo, el engaño y la mentira pueden afectar a la validezde la evaluación psicológica y cuáles son los procedimientos yestrategias utilizados para contrarrestar su efecto.

Los trabajos de Ramón Arce y Francisca Fariña, y de Ve-rónica Godoy y Lorenzo Higueras abordan una cuestiónmuy polémica, como es la credibilidad del testimonio en en-tornos forenses. La pregunta clave es si puede la credibili-dad de un testimonio ser objeto de investigación científica osi, por el contrario, ésta pertenece al ámbito de la subjetivi-

dad. En el trabajo de Arce y Fariña se presenta un procedi-miento sistematizado que estos autores han desarrolladopara tomar decisiones respecto a la fiabilidad y validez delas declaraciones, o la veracidad de la huella psicológicaaducida o denunciada por los demandantes; mientras queel trabajo de Godoy e Higueras somete a crítica un proce-dimiento dudosamente válido para determinar la credibili-dad de los testimonios, cual es el Análisis del ContenidoBasado en Criterios (ACBC), utilizado por algunos psicólo-gos forenses. El artículo de Jaume Masip aborda exhausti-vamente también una importante cuestión, de posibleinterés en el ámbito forense, como es si está fundamentadala creencia popular de que la mentira puede detectarse me-jor a través de conductas no verbales que mediante el aná-lisis de los mensajes verbales.

Otros dos artículos analizan la simulación y el engaño enel ámbito clínico. El trabajo de Mercedes Inda y cols. ofrecealgunas matizaciones conceptuales y metodológicas para elestudio de las conductas de simulación; describe las condi-ciones clínicas en las que, con mayor frecuencia, se mani-fiestan dichas conductas; y presenta algunos instrumentosespecíficamente diseñados para su desenmascaramiento.Manuel Porcel y Rubén González, asumiendo abiertamenteque la mentira y el disimulo forman parte esencial del com-portamiento humano, sostienen que las conductas patológi-cas son mera cobertura ficticia de los problemas de la viday que las intervenciones psicoterapéuticas, para tener éxito,deben operar bajo este supuesto.

El análisis y el manejo de la simulación y de la deseabili-dad social en las evaluaciones psicológicas llevadas a caboen los contextos organizacionales, fueron magníficamenteabordados por Jesús F. Salgado; mientras que, finalmente,el disimulo y las respuestas de acomodo o deseabilidad so-cial en el MMPI-2 son expuestos en el trabajo realizado porHéctor González Ordí e Iciar Iruarrizaga.

Agradecemos a todos los autores su participación en estemonográfico, y esperamos que las contribuciones aquí pre-sentadas serán de gran interés y utilidad práctica para lospsicólogos profesionales.

REFERENCIAS Rogers, R. (Ed.). (1997). Clinical assessment of malingering

and deception. New York: Guilford Press.Smith, D. L. (2005). Mentirosos natos. Mente y Cerebro, 14,

64-69.Trivers, R. (2002). Natural selection and social theory: Se-

lected Papers of Rober Trivers (Evolution and CognitionSeries). New York: Oxford University Press.

Whiten, A. y Byrne, R. W. (Eds.). (1997). Machiavellian in-telligence II: Extensions and evaluations. Cambridge:Cambridge University Press.

SIMULACIÓN, ENGAÑO Y MENTIRA

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a formación de juicios legales y la subsecuenteplasmación de los mismos en sentencias judicia-les, que constituyen la pieza angular del Sistema

Judicial (Sallmann y Willis, 1984), descansan en las dosdimensiones básicas formuladas por los Modelos de Inte-gración de la Información: la fiabilidad y la validez (Os-trom, Werner y Saks, 1978). Sucintamente, un juicio esuna evaluación de las pruebas en una dimensión. Losjuicios están basados en un conjunto de creencias sobrelas pruebas (v. gr., inferencias sobre los motivos del acu-sado, las capacidades) que son relevantes para la di-mensión de evaluación, de tal modo que cada creenciatiene un peso que incide en la evaluación de la pruebapara la dimensión de juicio. Este peso es conocido comoel valor escalar de la creencia. Ahora bien, no toda cre-encia contribuye por igual a la valoración de la prueba.Dicha contribución es el resultado de la estimación de lafiabilidad y validez de la creencia. La fiabilidad en laSala de Justicia viene definida fundamentalmente por lacredibilidad de los testigos. Por su parte, la validez estádeterminada por la relevancia de la prueba para el jui-

cio a llevar a cabo. No obstante, la credibilidad de lostestigos aporta el valor escalar más elevado en el juicioalcanzado tanto por jurados (Arce, Fariña y Real, 2000)como por jueces (Arce, Fariña, Novo y Seijo, 2001) y esla pieza clave para alcanzar juicios contrapuestos (p. e.,la asignación de una alta credibilidad al testimonio de lavíctima es un predictor muy robusto de culpabilidad entanto la falta de credibilidad en el testimonio de la vícti-ma pronostica fehacientemente un juicio de inocencia).La estimación de la credibilidad de un testimonio viene

a ser la apreciación de la exactitud que el testigo o unaparte de su declaración le inspira al evaluador y le indu-ce a creer que los hechos sucedieron tal y como declara(Mira, 1989). Para la estimación de la credibilidad sehan formulado dos modelos: el modelo subjetivo o socialy el modelo objetivo o científico (Vrij, 2000). Por modelosocial se entiende el recurso a indicadores subjetivos novalidados científicamente de credibilidad, en tanto elmodelo objetivo presupone la asunción de criterios em-píricos de credibilidad. En la práctica judicial diaria tan-to los expertos, esto es, jueces y magistrados (Piñeiro,2005) como los legos en derecho, o sea, jurados (Arce,Fariña y Seijo, 2003) se sirven de criterios subjetivos pa-ra la estimación de la credibilidad de los testimonios queno son eficaces en la correcta clasificación de la exacti-

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Papeles del Psicólogo, 2005. Vol. 26, pp. 59-77

PERITACIÓN PSICOLÓGICA DE LA CREDIBILIDAD DEL TESTIMONIO, LA HUELLA PSÍQUICA Y LA SIMULACIÓN: EL SISTEMA DE

EVALUACIÓN GLOBAL (SEG)

Ramón Arce* y Francisca Fariña*** Departamento de Psicología Social, Universidad de Santiago de Compostela

**Área de Psicología Básica, Universidad de Vigo

El presente trabajo presenta un procedimiento de detección de la mentira y el engaño en procesos judiciales adaptado al sis-tema judicial español: el Sistema de Evaluación Global. El S.E.G. resulta de un compendio de diversas estrategias de análisisde la fiabilidad (CBCA y Reality Monitoring) y validez de la declaración (SVA y SRA) a la vez que de la huella psicológica yde la simulación de la misma. Además, para poder obtener unos protocolos susceptibles del presente análisis se revisan y pre-sentan los diversos modos productivos y efectivos en la obtención de la declaración con adultos, menores, discapacitados asícomo la entrevista clínico-forense para la valoración del daño psíquico y de la simulación.

This paper presents a protocol adapted to the Spanish judicial system for the evaluation of malingering and deception in testi-mony, the Global Evaluation System (GES). The GES is the product of a combination of different strategies of assessment of thereliability (CBCA and Reality Monitoring) and validity (SRA and SVA) of the statements, as well as the evaluation of the psy-chological injury and malingenring. Moreover, this procedure has been validated for different cases and witness (children,adults and handicapped), thus we review the productive and effective interview protocols for the estimation of the credibilityand the psychological injury.

Correspondencia: Ramón Arce. Facultad de Psicoloxía. Departa-mento de Psicoloxía Social, Básica e Metodoloxía. Universidadede Santiago de Compostela. 15706 Santiago de Compostela. Es-paña. E-mail: [email protected].

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tud del testimonio. Por ello, la Sala de Justicia ha de acu-dir a técnicos que valoren de un modo empírico la credi-bilidad de los testigos mediante técnicas productivas ycientíficamente validadas. Al respecto, una revisión de laliteratura puso de manifiesto que los procedimientos lle-vados a cabo por psicólogos basados en el análisis decontenido de las declaraciones eran los más efectivos,clasificando correctamente, en contextos de simulación(o sea, con testigos simulados en casos de laboratorio),entre el 65% y el 85% de las declaraciones, en tanto queen estudios de campo (esto es, en condiciones de reali-dad) la eficacia llegaba al 100% (Vrij, 2000). No obs-tante, estos instrumentos presentan algunas limitacionesque es preciso encarar. Primera, las categorías de los di-versos procedimientos propuestos para el análisis decontenido no son homogéneas inter-sistemas. Segunda,no suelen cubrir a todo tipo de testigos (generalmente seproponen para niños). Tercera, estos procedimientos novan acompañados de protocolos de actuación, a la horade obtener la declaración, adecuados para cada contex-to (menores, adultos, discapacitados). Cuarta, dichosprocedimientos no analizan la totalidad de la tarea judi-cial (se suelen centrar en la supuesta víctima, obviandoal supuesto agresor, que puede ser la víctima real).Quinta, los mismos no se orientan a la búsqueda de lahuella psicológica del crimen: el trastorno de estrés pos-traumático. Sexta, no incluyen metodologías adecuadaspara la evaluación clínica en el contexto forense en elque debe sospecharse simulación, esto es, la mentira clí-nica. Séptima, los sistemas basados en el análisis decontenido de las declaraciones propuestos para el estu-dio de la credibilidad son técnicas semi-objetivas queprecisan ajustarse para alcanzar una mayor objetividad.Partiendo del estado de la literatura sobre la evalua-

ción empírica de la credibilidad del testimonio y con elobjetivo de afrontar las limitaciones previamente enume-radas, hemos creado (Arce y Fariña, 2002, 2005, enprensa) un protocolo psicológico forense, fruto de nume-rosos estudios propios y de la práctica profesional, en elque abordan la tarea en su totalidad, el Sistema de Eva-luación Global. Para su desarrollo revisaremos incial-mente y de un modo somero los procolos de obtenciónde la declaración, que constituyen requerimientos sinequa non se pueden aplicar los sistemas categoriales deanálisis de contenido. Posteriormente, presentaremos lossistemas de análisis de la credibilidad basados en elanálisis de contenido más productivos y efectivos. En ter-cer lugar presentaremos un protocolo de evaluación dela huella psíquica del acto delictivo y de la detección de

la simulación. Finalmente, integraremos todo ello en unprocedimiento adaptado al contexto legal español queevalúa la realidad de la huella de memoria y la huellapsíquica con el control de la simulación: el Sistema deEvaluación Global.

LA OBTENCIÓN DE LA DECLARACIÓNLas herramientas fundamentales para la obtención deinformación de los testigos son los interrogatorios y en-trevistas. Es bien sabido que el éxito de dicha entrevistao interrogatorio va a depender de factores tales comola pericia del entrevistador, el grado de colaboracióndel entrevistado, el tiempo transcurrido desde el suce-so, y, evidentemente, del tipo de entrevista (véase Me-mon y Bull, 1999). Los interrogatorios conforman elinstrumento por excelencia de la obtención del testimo-nio en las actuaciones policiales y judiciales, pero ladeclaración obtenida mediante éstos no es productivapara la aplicación de los sistemas de análisis de la cre-dibilidad basados en el contenido de las declaraciones.Asimismo no todos los tipos de entrevitas son válidaspara estos fines. De facto, las entrevistas dirigidas o se-midirigidas pueden introducir información engañosa enlas narraciones de los eventos de personas sinceras (p.e., Loftus, Korf y Schooler, 1988), de modo que las dis-toriones no serían fruto de la mentira, sino de la infor-mación introducida por e l entrevis tador. Enconsecuencia, se precisa de entrevistas en las que elentrevistador no mediatice la información a recuperarpor el testigo. Las entrevistas en formato narrativo dediscurso libre, tal como la entrevista cognitiva, se ajus-tan a estas demandas. Sobre éstas, Köhnken, Milne,Memon y Bull (1999), tras una revisión de la literatura,observaron que facilitaban una mayor tasa de recupe-ración de información, sobre todo correcta (36%), perotambién incorrecta (17,5%). Ahora bien, esto no signi-fica que la exactitud global sea mayor en un tipo deentrevista que en otro. De hecho, el porcentaje prome-dio de información correcta es en el formato de entre-vista policial (esto es, interrogativa) del 82%, en tantoen la entrevista cognitiva se cifra en el 84%. En esta lí-nea se han propuesto formatos de entrevista narrativaajustados al contexto y a las capacidades del entrevis-tado. A continuación revisamos brevemente cada unode ellos.

LA ENTREVISTA COGNITIVA1

La entrevista cognitiva comprende cuatro técnicas gene-rales de recuperación de memoria:

PERITACIÓN DE CREDIBILIDAD Y SIMULACIÓN

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S e c c i ó n M o n o g r á f i c a

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RAMÓN ARCE Y FRANCISCA FARIÑA

a) La primera técnica consiste en reconstruir mental-mente los contextos físicos y personales que existie-ron en el momento del crimen (o del hecho arecordar), esto es, la reinstauración de contextos.Esto implica que al testigo se le pida que trate de si-tuarse mentalmente en el lugar del suceso teniendoen cuenta:- Elementos emocionales (p.e., trata de recordar

cómo te sentías).- Elementos secuenciales (v. gr., piensa en lo que

estabas haciendo en ese momento).- Características perceptuales (vbgr., retoma la im-

gen de la escena del crimen y haz un dibujo dela habitación ¿A qué olía? ¿Qué oías?).

La razón que subyace a esta primera técnica es elprincipio de codificación específica de Tulving, estoes, la información contextual de un suceso se codifi-ca junto con el evento y se conecta asociativamente(Tulving y Thompson, 1973). A su vez, la recupera-ción verbal del suceso depende del grado en quelos índices ambientales de la situación a recuperarse solapen con propiedades previamente codifica-das (Tulving,1983). Esta primera técnica de la en-trevista cognitiva es similar a la usada por parte dejueces y policía, la llamada reconstrucción de loshechos, con la salvedad de que la reconstrucción enla entrevista cognitiva se realiza de forma mental.

b) La segunda técnica, el recuerdo libre, consiste en pe-dirle al testigo que narre todo lo sucedido, absoluta-mente todo, incluyendo la información parcial eincluso detalles que considere banales para la in-vestigación, porque éstos pueden llevar a otros,asociados entre sí en la memoria, que sean relevan-tes. Esta estrategia se presenta especialmente impor-tante a la hora de combinar la información dediferentes testigos. Además, los pequeños detalles,en ciertos casos, pueden producir buenas pistas.Con estas dos instrucciones, recuperación de la

imagen mental de los hechos e informar de todoslos detalles accesibles, se obtiene una primera ver-sión de lo sucedido. Esta declaración, por tanto, esde tipo narrativo, dejando al testigo hablar sin inte-rrupciones ni preguntas. Es preciso señalar que, entodo momento, ha de procurarse un ambiente pro-picio para la concentración del testigo, sin ruidos nipersonas que lo distraigan, y es obvio que el entre-vistador ha de ganarse la confianza del testigo para

que su declaración sea lo más sincera y productivaposible.

c) La tercera técnica, el cambio de perspectiva, trata deanimar al testigo a que se ponga en el lugar de lavíctima, o de otro testigo del suceso, incluso del sos-pechoso, y que informe de lo que vio o hubiera vis-to desde esa perspectiva, si estuviera ocupando ellugar de esa persona. Esta técnica se apoya en losestudios de Bower (1967), quien advirtió que los su-jetos, al imaginarse los personajes de una historia,recordaban más detalles propios de la perspectivadel personaje con quien se habían identificado, quede otros personajes. De esta manera se obtiene unasegunda versión de la entrevista, desde una pers-pectiva diferente.

d) El último componente es la instrucción que invita alrecuerdo desde diferentes puntos de partida, el re-cuerdo en orden inverso. En otras palabras, se pre-tende que el individuo narre los hechos desde unorden diferente a como se desarrollaron (v. gr., des-de el final al principio, desde el medio, hacia atrás)con el objetivo de recuperar pequeños detalles quepuedan haberse perdido al hacer una narración delos hechos siguiendo la secuencia temporal que és-tos tuvieron. Esta técnica intenta reducir los efectosque los conocimientos previos, las expectativas y losesquemas producen en el recuerdo y, además, pue-de ser efectiva para elicitar detalles adicionales(Memon, Cronin, Eaves y Bull, 1993). No en vano,como señalan Bower y Morrow (1990), tendemos arecordar el esquema o modelo mental que nos for-mamos de un evento más que el evento mismo.

La aplicación de la entrevista cognitiva no está limitadaa la reproducción de un suceso de episodio único, yaque permite extender su utilización para recordar hechosque ocurren frecuentemente de una manera similar(Mantwill, Köhnken y Ascherman, 1995). La entrevistacognitiva incluye, a su vez, técnicas suplementarias talescomo:a) Gimnasia memorística para la recuperación de la

apariencia física: ¿Te recordó el intruso a alguien aquién conozcas? ¿Había algo inusual en su apa-riencia?

b) Nombres: Trata de recordar la primera letra delnombre, recorriendo una a una todas las letras delalfabeto.

c) Objetos: Describe los objetos que había dentro y fue-

1 Las entrevistas han de grabarse para los posteriores análisis de contenido

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ra de la habitación ¿Parecían pesados de llevar?d) Conversaciones y características del habla: ¿Se utili-

zaron palabras extranjeras o inusuales? ¿Advertistealgún acento? ¿Tartamudeaba?

e) Número de matrículas de automóviles: ¿Te recorda-ron los números o las letras de la matrícula a algu-na cosa? ¿Los números eran altos o bajos?

Además de esta versión estándar de la entrevista cog-nitiva, Fisher y Geiselman (1992) propusieron una ver-sión mejorada. Ésta responde a una adaptación alcontexto judicial. No obstante, la efectividad y el proce-dimiento en términos cognitivos es el mismo. Las siguien-tes fases resumen la estructura general mejorada de lamisma.- Fase 1. Presentaciones y personalización de la entre-

vista (presentación, usar el nombre del entrevistado).- Fase 2. Establecimiento de la comunicación (creación

de una atmósfera agradable, de confianza a travésde la formulación de preguntas neutras).

- Fase 3. Explicación del propósito de la entrevista.- Fase 4. Reinstauración de contextos.- Fase 5. Recuerdo libre.- Fase 6. Preparación para el interrogatorio (pedirle

que se concentre intensamente, que diga lo que se leviene a la mente tal como llega, sin fabricarlo, quepuede decir no comprendo, no sé, no recuerdo, queactive y contraste imágenes).

- Fase 7. Interrogatorio compatible con el testigo (cadatestigo tiene una secuencia de memoria distinta delevento debiendo el entrevistador ajustarse a esa se-cuencia).

- Fase 8. Recuerdo desde diferentes perspectivas.- Fase 9. Recuerdo en orden inverso.- Fase 10. Resumen (realizado por el entrevistador en

función de lo que el entrevistado ha informado).- Fase 11. Cierre (desactivación emocional y de tensio-

nes en el entrevistado).

LA ENTREVISTA A NIÑOS TESTIGOSCuando los testigos son niños, el uso del procedimientode la entrevista cognitiva merece ciertas consideraciones.Primera, uno de los hallazgos más consistentes respectoa la memoria de los niños se relaciona con el rendimien-to. Sucintamente, en tareas de recuerdo libre los niñosrecuperan significativamente menos información que losadultos; esto es, el nivel de detalles y exactitud con elque se recuerda un suceso se incrementa con la edad(Davies, Tarrant y Flin,1989). Segunda, cuando la tareade recuerdo está relacionada con un contexto significati-

vo y familiar, las habilidades de memoria que exhibenlos menores son superiores a cuando se trata de un con-texto desconocido y vacío de significado (Bauer y Mand-ler, 1990). En otras palabras, en estos contextos lainformación que restauran no es necesariamente menosproductiva y exacta. Ya que el principal objetivo de laentrevista cognitiva es aumentar la información recupe-rada, éste es el procedimiento más indicado para utilizarcon niños (Memon y Bull, 1991). No obstante, se han demodificar las instrucciones para que el niño comprendalo que se le está pidiendo y adaptar las demandas de latarea a las capacidades mentales del mismo.Con el propósito de adaptar la entrevista cognitiva a

niños, el Ministerio de Interior y el Departamento de Sa-lud Británicos (Home Office and The Department of He-alth, 1992; en castel lano puede encontrarsedesarrollado en Bull, 1997) encargaron a los profesoresDiane Birch y Ray Bull la concreción de un protocolo deactuación para la obtención de la declaración de meno-res testigos. Sobre la base del borrador elaborado porestos profesores, junto con un foro de discusión con téc-nicos, se creó un protocolo de actuación específico paramenores. Previamente a la entrevista en sí, recomiendanrecabar información sobre el estado evolutivo del niño,nivel de lenguaje, y maduración física, social y sexual.Dicho protocolo consta de cuatro fases que debe com-pletar el entrevistador por este orden específico: entendi-miento y compenetración, recuerdo libre, interrogatorioy conclusión. La primera fase, entendimiento y compene-tración con el menor, es de una importancia transcen-dental para la obtención del test imonio. De noconseguirse que el niño se relaje y se sienta cómodo, nose obtendrá un buen flujo comunicativo. Así, ha de te-nerse presente que los niños generalmente están educa-dos para no hablar con extraños. Por el lo, serecomienda iniciar la tarea hablando de acontecimientosneutros tal como aficiones, amigos o colegio. El entrevis-tador también ha de mostrar un cuidado especial con losniños que puedan sentirse culpables o creer que han he-cho algo malo. Por todo ello, es necesario insistir y dejarmuy clara la necesidad de que digan la verdad. Por últi-mo, esta primera fase tiene por objeto informar al niñode lo que se espera que haga a partir de ese momento.En la segunda fase, el recuerdo libre, se les pide quecuenten todo lo acontecido (v. gr., ¿hay algo que te gus-taría contarme? ¿sabes por qué estamos aquí?). El entre-vistador puede actuar como facilitador pero nuncaformular preguntas específicas. Una atención especialmerecen las posibles cogniciones del niño. De hecho,

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con cierta frecuencia creen que los adultos ya saben loque ocurrió, o entienden que no deben informar sobrelos hechos (como ya hemos advertido previamente, losniños generalmente están instruidos para no hablar condesconocidos). Por todo ello, es preciso insistir en quetienen que contarlo todo. A lo largo de la entrevista, elentrevistador debe adoptar una postura de escucha acti-va, esto es, controlarse de intervenir en las pausas y si-lencios largos.

La tercera fase, el interrogatorio, presenta el siguienteorden de prelación en la formulación de las cuestiones:preguntas abiertas, preguntas específicas pero no suges-tivas, preguntas cerradas y preguntas profundas. Unavez el entrevistador esté totalmente seguro que el recuer-do libre ha terminado puede formular, en su caso, pre-guntas abiertas a fin de que el menor proporcione másinformación sobre algunos puntos no aclarados. Ahorabien, es preciso tener presente que las preguntas con elformato ¿por qué? pueden originar en el niño un senti-miento de culpabilidad. En consecuencia, estas cuestio-nes han de formularse con ciertas cautelas. Además,tanto la reformulación de preguntas como la solicitud derepetición de una respuesta deben evitarse sobre la basede que pueden interpretarlas como una crítica o una res-puesta incorrecta, respectivamente. Las preguntas especí-ficas tendrán como objeto la aclaración de algunoscontenidos obtenidos previamente. Pero, ha de ejercerseun control efectivo sobre la sugestión inherente a este ti-po de preguntas, esto es, la pregunta no llevará implícitala respuesta. Del mismo modo, las preguntas con dos al-ternativas de respuesta bipolares (por ejemplo, sí vs. no)tampoco tienen cabida en este momento de la entrevista.En todo caso, los contenidos de las preguntas estaránmediados por el nivel de desarrollo del niño. Las pregun-tas cerradas, por su parte, tendrán lugar si los modosanteriores no han dado los resultados apetecidos. Laspreguntas con sólo dos alternativas de respuesta han deevitarse en la medida de lo posible, dado que los meno-res presentan una tendencia a dar la primera alternativadisponible, especialmente si es un sí, por lo que, de con-siderarse imprescindibles, se ha de proporcionar una sa-lida de escape como no sé o no recuerdo. Finalmente, elentrevistador puede formular preguntas profundas queson aquellas que llevan implícita la respuesta. En desa-cuerdo con el protocolo original, desaconsejamos que sepregunte sobre la identidad del autor del delito por dosmotivos. Primero, no es tarea del perito identificar al au-tor, sino emitir un dictamen sobre la fiabilidad de los he-chos descritos. Segundo, sería muy aventurado dar

nombres, porque nuestros procedimientos de estimaciónde la realidad son para hechos, con lo que la transposi-ción o cambio intencionado de personas no podría serdetectado por nuestros medios. La cuarta fase, el cierrede la entrevista, consiste en una recapitulación en la quese indaga, usando un lenguaje adaptado a la evolucióndel niño, sobre si lo obtenido en la entrevista es correcto;y una clausura, en la que se pretende establecer un nivelde angustia y tensión normalizados (al igual que al ini-cio de la entrevista se introducen cuestiones neutras, sele agradece la colaboración, y se le hace saber que harespondido adecuadamente).A este protocolo general, nosotros le hemos añadido

unos procedimientos complementarios de actuación paracasos específicos. Primero, cuando nos proporciona in-formación sobre conceptos que el menor aún no ha ope-rativizado adecuadamente, tal como la estimación detiempos, longitudes u otros, acudimos a comparacionescon otros referentes bien establecidos. Así, si queremosconocer la extensión temporal de un determinado eventolo podemos comparar con un recreo (p. e., ¿fue más cor-to, más largo o igual que un recreo? Si la respuesta fue-ra más corto, ésta nos indicaría que muy probablementeduró menos de media hora). Segundo, procedemos conotros lenguajes complementarios para aquellos casos enque el nivel de desarrollo lingüístico del menor así loaconseja; esto es, en ocasiones el menor tiene las imáge-nes de los hechos, pero no las destrezas lingüísticas sufi-cientes para transformar algunas imágenes mentales enpalabras, o la falta de habilidades es tal que la declara-ción es muy corta y, por tanto, no es productiva paranuestros propósitos. En estos casos, el recurso a otrosprocedimientos de comunicación con el menor, no sóloson adecuados, sino también convenientes. Los sistemasde comunicación a los que recurrimos son los trazos dedibujos, la representación de los hechos o el uso deutensilios, tales como bolígrafos, con los que se les pideque ejecuten una determinada imagen mental que pose-en. Obviamente, estos lenguajes son complementarios yno deben usarse en aislado, porque pueden inducir fá-cilmente a un error de interpretación. Pero, cuando des-criben o intentan describir hechos que no comprenden ysu vocabulario no está formado pueden dibujarlo, seña-larlo en un modelo o en sí mismos, hacer una represen-tación de los mismos o reproducir la acción con objetos.Ha de tenerse presente que entre los objetos no es acon-sejable que se usen muñecos anatómicamente correctos,ya que conllevan una alta probabilidad de error en lasinterpretaciones del perito (Dammeyer, 1998), al tiempo

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que la memoria elicitada vía estos muñecos también in-crementa el número de respuestas incorrectas entre losmás niños (Goodman y otros, 1997). En todo caso, re-cordamos que la información obtenida por estos mediosha de ser únicamente aclaratoria o de investigación, ynunca por sí sola prueba de acusación.¿Cómo saber qué procedimiento seguir para recurrir a

la entrevista cognitiva o al protocolo de menores? La di-ferencia básica de ambos procedimientos está en las ha-bilidades cognitivas que se le exigen al menor. Laentrevista cognitiva requiere de capacidad de empatíapara, por ejemplo, el cambio de perspectiva. Así, si éstase adquiere de forma gradual a partir de los 8-9 años(Vrij y Winkel, 1996), es aconsejable recurrir al protoco-lo de niños con edades anteriores a éstas. En todo caso,los menores de 7 años tienen dificultades para seguir lastécnicas comprendidas en la entrevista cognitiva (Me-mon, Cronin, Eaves y Bull, 1996). Si bien, la entrevistacognitiva puede ser efectiva en menores de edades supe-riores a 7 años, se corren determinados riesgos tal comoque las respuestas estén mediatizadas por las caracterís-ticas de la demanda (Memon, Wark, Bull, y Köhnken,1997). En los otros casos, es recomendable iniciar con elprotocolo de entrevista cognitiva y de observarse falta dedestrezas cognitivas en el entrevistado cambiar al proto-colo de menores. Nosotros hemos comprobado que estesistema es factible en la práctica, no dando lugar a dis-torsiones.

LA ENTREVISTA A PERSONAS DISCAPACITADASLa literatura científica sobre la entrevista a personas dis-capacitadas es muy poco prolífica, siendo necesaria másinvestigación sobre las técnicas concretas a aplicar (Bull,1995). De hecho, se ha encontrado que mediante la en-trevista cognitiva recuperan en torno a un 32% más deinformación correcta, pero, al mismo tiempo, aumentasignificativamente el número de confabulaciones. En to-do caso, deben considerase aún más los problemas delas preguntas sugestivas, de las preguntas cerradas yprofundas. En esta línea, Cahill y otros (1988, citado enBull 1995) han confeccionado un listado de aspectosque se han de evitar:a) La aquiescencia del testigo con preguntas sugestivas,

de modo que la respuesta sea la solicitada.b) Una presión indebida que conduzca al testigo a con-

fabular (p. e., sentirse parte de un evento del que noha sido testigo).

c) Preguntar repetidamente sobre un punto particular,provocando que los testigos establezcan conjeturas

o se desvíen de su respuesta inicial (las preguntasrepetidas les conducen a asumir que la respuesta noera correcta).

d) Que el entrevistador no se precipite en etiquetar deambiguo o pobre el lenguaje usado por parte de es-tos testigos.

e) Que el entrevistador ofrezca descripciones a los testi-gos que tienen dificultad en encontrar sus propiaspalabras (v. gr., si la chaqueta no era oscura o cla-ra, entonces ¿dirías que era una especie de colormarrón?).

f) Que el entrevistador proporcione alternativas de res-puesta cerradas a los testigos (vbgr., ¿llevaba un re-volver o una escopeta?).

g) Cuando el testigo utilice una muletilla tal como ¿nosabes?, el entrevistador debe proceder de modoque no se quede sin información (una posibilidad esadvertir directamente al testigo que el entrevistadorno sabe, que se explique).

h) No ignorar un fragmento previo de información pro-veniente del testigo que no se ajuste con la asunciónque el entrevistador tiene sobre lo que ha ocurrido.

i) Que el entrevistador no comprenda todo lo que eltestigo narra.

j) Que el entrevistador no compruebe, usando los me-dios apropiados, que ha comprendido al testigo.

Ante este estado de la literatura y respondiendo a lasdemandas que se han formulado desde las Salas de Jus-ticia, Arce, Novo y Alfaro (2000) crearon unas pautas yun protocolo de actuación en estos casos. Previamente aproceder a realizar una evaluación del testimonio deuna persona supuestamente discapacitada, es precisodeterminar su capacidad como testigo. No en vanonuestro sistema jurídico prevé, primeramente, la obliga-ción general de declarar: La LECrim, en el Artículo 410,fija que toda persona que viva en el territorio español,nacional o extranjero, está obligado a concurrir al lla-mamiento judicial para declarar. Pero, asimismo, tam-bién establece una serie de exenciones a la obligación adeclarar entre los que se incluyen los incapacitados físi-ca o moralmente (V. Artículo 417, párr. 3). El procedi-miento se inicia con la cumplimentación de las escalasde Wechsler correspondiente, generalmente el WAIS.Éstas nos proporcionan información muy fiable sobre lacapacidad intelectual del individuo, y, además, son unindicador robusto de lesión cerebral. En concreto y en elWAIS, nos alertan de lesión posiblemente relevanteaquellos resultados con una diferencia significativa entrelas subescalas verbal y manipulativa (unos autores apun-

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tan >10 puntos en tanto otros los elevan a 15) (véaseWechsler, 1976 para una revisión) y, en el caso que nosatañe, debe ser mayor el coeficiente manipulativo que elverbal (posible organicidad en el hemisferio izquierdo).Asimismo, las entrevistas y antecedentes del sujeto apor-tarán información importante para definir si es o no fac-tible una lesión a la vez que el grado de minusvalía. Sinembargo, no toda lesión cerebral incapacita a los suje-tos para dar información, incluidos aquellos casos quepuedan ser incapacitados como testigos en la Sala deJusticia. Así pues, se procede, una vez detectada unaposible lesión cerebral o deterioro mental, a identificarlas áreas sobre todo cognitivas afectadas por la lesión odeterioro. Las herramientas aconsejables son el Test Bar-celona (Peña-Casanova, 1990) y el ERFC (Gil, 1999)por su fiabilidad y aunar en un único instrumento la eva-luación de las áreas que permiten ajustar al testimoniosobre los hechos judiciales las limitaciones que tiene eltestigo. En una primera aproximación, las lesiones ope-rativas se clasifican en afasias, alexias y acalculias. Ob-viamente, las lesiones suelen centrarse en alguna deellas. No obstante, cada agrupación se subdivide enáreas. Tras la evaluación global deberá realizarse unaevaluación de la adecuación del testimonio (esto es, con-creción de las áreas accesibles, las deficitarias y de losmodos de obtención del testimonio), y bajo qué condi-ciones se podría obtener un testimonio fiable (p. e., untestimonio ante un forense experto en este tipo de eva-luaciones puede ser válido, pero no así ante un juez, po-licía o abogados). Así, por ejemplo, una persona conanomia y praxis orofonatoria puede evidenciar dificulta-des en identificar comportamientos verbalmente e inter-cambiar palabras (v. gr., vejiga por vagina), lo cual noindica que carezca de fiabilidad en el testimonio aporta-do. También es frecuente encontrar testigos que presen-tan anomalías con claras implicaciones para laobtención de la declaración en la tarea memoria verbalde textos. En concreto, puede que no sean capaces derecuperar directamente el evento, pero sí de responder aun interrogatorio sobre el mismo, esto es, carecen dememoria episódica pero no de memoria de los eventos sies guiada por preguntas. En consecuencia, pueden res-ponder perfectamente a un interrogatorio y no tienen ca-pacidad para crear un testimonio falso congruente aladolecer de memoria episódica (hemos observado estecuadro entre consumidores habituales de drogas). En elmás adverso de los casos, o sea, cuando la deficienciaes severa, los sujetos pueden aportar igualmente infor-mación ya que las personas con daño neurológico, siem-

pre que tengan la visión intacta, pueden almacenar y re-cuperar información visual (Freed y otros, 1989; Hart yO’Shanick, 1993; Winograd, Smith y Simon, 1982). Defacto, sólo sería necesaria la reinstauración del contexto(téngase presente que muchos de ellos padecen de en-lentecimiento con lo que puede demorarse y, por tanto,se debe ser muy paciente a fin de no truncarlos en me-dio de la búsqueda). Bajo esta contingencia, no es posi-ble una mentira efectiva, y lo trascendente es buscar unsistema de comunicación que vendrá definido por elanálisis neurológico, siendo el más accesible la repre-sentación de los hechos. Este procedimiento se ha mos-trado productivo con muy diferentes tipos de deficienciasy ha sido validado judicialmente en varios casos.

LA ENTREVISTA CLÍNICO-FORENSEUna última fuente de obtención de información con im-plicaciones para la fiabilidad de un testimonio procededel ámbito clínico. Los instrumentos usuales de medidaclínica están desarrollados sobre la base de que estamosante un paciente. Por tanto, no tiene interés el estudio dela simulación. Por ello, las entrevistas estructuradas o se-mi-estructuradas, al igual que los listados de síntomas einstrumentos de medida psicométricos, no cumplen conel propósito de controlar la simulación de un trastornomental al propiciar información que la facilita. Por ejem-plo, ante la pregunta ¿tiene usted dolores de cabeza? (1ªpregunta del SCL-90-R, Derogatis, 2002), el sujeto simu-lador tiene ante sí un efecto facilitador de respuesta desimulación. Este tipo de preguntas proporcionan al suje-to un camino conducente para la selección de los sínto-mas asociados a una determinada enfermedad psíquica,con lo que ya sólo sería suficiente que tenga la habilidadprecisa para discriminar entre ítem pertenecientes a unapatología u otra. Al respecto, los datos muestran que nohay referencias basadas en la entrevista clínica tradicio-nal que lleguen al diagnóstico de simulación (v. gr., Ro-gers, 1997), a la vez que los sujetos son capaces desimular efectivamente una enfermedad y discriminarlade otras (p. e., Arce, Carballal, Fariña y Seijo, 2004;Arce, Fariña y Pampillón, 2002). Si bien algunos instru-mentos psicométricos cuentan con escalas del control devalidez de los datos del registro, no son prueba suficien-te para establecer fehacientemente simulación porque: a)el diagnóstico de simulación es compatible con la formu-lación de otras hipótesis alternativas (p. e., Graham,1992; Roig-Fusté, 1993), b) no clasifica correctamente atodos los simuladores (v. gr., Bagby, Buis y Nicholson,1995), y c) no proporcionan diagnósticos sino impresio-

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nes diagnósticas. En consecuencia, la toma de decisio-nes fundada única y exclusivamente en estos instrumen-tos deja la puerta abierta a la comisión sistemática dedos tipos de errores: falsos positivos (catalogar a enfer-mos reales como simuladores) y errores de omisión (nodetectar como simuladores a sujetos que realmente estánsimulando). Todo ello ha llevado a que se proponga, afin de minimizar estas fuentes de error, la adopción deuna estrategia de evaluación multimétodo (p. e., Rogers,1997). En este contexto, es donde tiene cabida una en-trevista de orden clínico que permita un diagnóstico ysirva de contraste a los datos obtenidos por otros méto-dos. Así, hemos concretado lo que denominamos Entre-vista Clínico-Forense. La entrevista, llevada a cabo porun entrevistador entrenado y con conocimientos de psi-copatología, consiste en pedir a los sujetos que relatenen un discurso narrativo libre los síntomas, conductas ypensamientos que tienen en el momento presente encomparación con el estado anterior al delito (esto es, EE-AG en el eje V del DSM-IV-TR). Si los sujetos no respon-den de motu propio, les será requerido por medio depreguntas abiertas, de acuerdo con el eje V del DSM-IV-TR (American Psychiatric Association, 2002), que infor-men igualmente sobre sus relaciones familiares (EEGAR);relaciones sociales (EEASL) y relaciones laborales (EE-ASL). Con este procedimiento, se solicita a los sujetos laejecución de una tarea de conocimiento de los síntomasque padecen en tanto con las entrevistas estructuradas,semi-estructuradas, listados de síntomas e instrumentospsicométricos desempeñan una tarea de reconocimientode síntomas. Es por ello que la entrevista no es en forma-to de interrogatorio, sino no directiva y orientada a lareinstauración de contextos. O sea, seguimos el procedi-miento de entrevista abierta y en formato de discurso li-bre seguida de una reinstauración de contextos. Esteprocedimiento de entrevista se mostró fiable, válido yproductivo en la detección de simulación de un trastornode estrés postraumático ligado a una falsa agresión se-xual e intimidación (Arce, Fariña y Freire, 2002), violen-cia de género (Arce y otros, 2004), accidente de tráfico(Arce, Fariña, Carballal y Novo, 2006) y de un trastornomental no imputable (Arce, Fariña y Pampillón, 2002).La obtención de esta información clínica debe ser gra-

bada y procederse al análisis de contenido de la misma.Las categorías de análisis son los síntomas descritos en elDSM-IV-TR. Así, creamos un sistema categorial mutua-mente excluyente, fiable y válido, en lo que Weick(1985) ha denominado sistemas de categorías metódi-cas. Una vez construidas las hojas de registro se marcan

los diferentes síntomas detectados. Si bien la gran mayo-ría de los síntomas, incluidos los más adversos, puedenser informados directamente por los sujetos (Lewis y Sa-arni, 1993), algunos sólo pueden observarse. En conse-cuencia, la detección de las categorías responde a dosmétodos complementarios: expresión directa del sujeto einferencias de los codificadores tras analizar los proto-colos. Por ejemplo, el deterioro de memoria puede sermanifestado directamente por el sujeto o ser inferido porel codificador tras la entrevista.

EN BUSCA DE LA VERDAD: ANÁLISIS DE CONTENIDODE LA DECLARACIÓNLa revisión y puesta en común de la literatura sobre aná-lisis de contenido de las declaraciones nos han llevadoen el Sistema de Evaluación Global a fraccionar la esti-mación de la credibilidad de las declaraciones de lostestigos en función de dos parámetros: la validez y lafiabilidad. La validez sirve para establecer la admisibili-dad de la prueba para el análisis de contenido en tantola fiabilidad se relaciona con los indicios de realidadcontenidos en la declaración.

ANÁLISIS DE LA VALIDEZ DE LA DECLARACIÓNEl estudio de la validez como prueba de la declaraciónse aborda a partir del procedimiento completo (v. gr.,declaraciones ante la policía o juez, otros testimonios,otras pruebas insertas en el procedimiento) y de las gra-baciones de las declaraciones prestadas ante los peritos.Dos son los sistemas que dan entrada a un análisis siste-mático de la validez de las declaraciones: El SRA y elSVA.El SRA, Statement Reality Analysis (Undeutsch, 1967,

1988), aborda el estudio de la validez de la declaracióna través de las siguientes categorías:a) Criterios negativos o de control:

- Carencia de consistencia interna (contradicciones).- Carencia de consistencia con las leyes de la natu-

raleza o científicas.- Carencia de consistencia externa (discrepancia

con otros hechos incontrovertibles).b) Criterios derivados de las secuencias de declaracio-

nes:- Carencia de persistencia (estabilidad en el tiempo

y contextos).- Declaración inconsistente con la anterior.

Por su parte, el SVA, Statement Validity Analysis (p. e.,Steller, 1989), recoge las siguientes categorías de eva-luación:

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a) Características psicológicas:- Adecuación del leguaje y conocimientos.- Adecuación del afecto.- Susceptibilidad a la sugestión.

b) Características de la entrevista:- Preguntas coercitivas, sugestivas o dirigidas.- Adecuación global de la entrevista.

c) Motivación:- Motivos del informe.- Contexto del informe o declaración original.- Presiones para presentar un informe falso.

d) Cuestiones de la investigación:- Consistencia con las leyes de la naturaleza.- Consistencia con otras declaraciones.- Consistencia con otras pruebas.

Como sistema de evaluación global de la declaraciónproponen el mejor ajuste a una de las siguientes catego-rías: creíble, probablemente creíble, indeterminado, pro-bablemente increíble o increíble.

LA FIABILIDAD DE LA DECLARACIÓNEl estudio de la fiabilidad de las declaraciones, esto es,la búsqueda de criterios de realidad en los contenidosde las declaraciones, que se lleva a cabo a partir de lasgrabaciones de las declaraciones prestadas ante los pe-ritos, ha conformado la gran aportación de la PsicologíaForense a la valoración de la prueba. Tres son los siste-mas categoriales, basados en el análisis de contenido,propuestos que se han mostrado productivos y efectivosen la estimación de la fiabilidad de la prueba: el RealityMonitoring, el SRA y el CBCA. El Reality Monitoring, enla propuesta seminal (Johnson y Raye, 1981), estableceque las declaraciones verdaderas contienen más atribu-tos contextuales (espacio-temporales) y sensoriales (soni-dos, olores, etc.) en tanto las fabricadas incluyen másoperaciones cognitivas, esto es, información idiosincrási-ca (por ejemplo, yo pensé, recuerdo ver, me sentía ner-vioso). Spörer (1997) amplió a ocho la lista de criterios:claridad (claridad, viveza en vez de vaguedad), infor-mación perceptual (información sensorial tal como soni-dos, gustos o detalles visuales), información espacial(lugares, ubicaciones), información temporal (ubicacióndel evento en el tiempo, descripción de secuencias deeventos), afecto (expresión de emociones y sentimientossentidos durante el evento), reconstrucción de la historia(plausibilidad de reconstrucción del evento tras la infor-mación dada), realismo (plausibilidad, realismo y senti-do de la historia) y operaciones cognitivas (descripcionesde inferencias hechas por otros durante el evento). Los

siete primeros se vinculan a veracidad y el octavo a fal-sedad, resultando más efectiva esta nueva recategoriza-ción. El contraste de los resultados de la declaración conlas prescripciones del modelo es el procedimiento habi-tual de validación del origen de los atributos de memo-ria, pero ésta también puede llevarse a cabo a través deun proceso de razonamiento que implica el análisis delas características cualitativas del trazo, las característi-cas de los trazos relacionados, y las suposiciones mnési-cas.El SRA (Undeutsch, 1967, 1988), también contiene ca-

tegorías para la evaluación de la realidad de la declara-ción. Éstas son:a) Criterios generales, fundamentales:

- Anclaje, fijación espacio-temporal (concreción dela acción en un espacio y tiempo).

- Concreción (claridad, viveza).- Riqueza de detalles (gran cantidad de detalles en

la narración).- Originalidad de las narraciones (frente a estereoti-

pos o clichés).- Consistencia interna (coherencia lógica y psicoló-

gica).- Mención de detalles específicos de un tipo concre-

to de agresión sexual.b) Manifestaciones especiales de los criterios anterio-

res:- Referencia a detalles que exceden la capacidad

del testigo (que van más allá de su imaginación ocapacidad de comprensión).

- Referencia a experiencias subjetivas (sentimientos,emociones, pensamientos, miedos).

- Mención a imprevistos o complicaciones inespera-das.

- Correcciones espontáneas, especificaciones y com-plementaciones durante la declaración.

- Autodesaprobación (declaración en contra de suinterés).

Con todos estos criterios de decisión se procede a unaevaluación conjunta, en la que los dos factores criteriosgenerales y manifestaciones especiales de los criteriosgenerales ponderan positivamente hacia la veracidad,esto es, la presencia de estos criterios indica que la de-claración es verdadera, pero su ausencia no implica quesea falsa. Por su parte, la presencia de los criterios devalidez los criterios de control y los criterios derivados delas secuencias de declaraciones restarían valor de ver-dad a la declaración. En todo caso, debe tenerse pre-sente que cada criterio tiene un peso limitado en la

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determinación categórica (verdadera vs. falsa) o del gra-do en que una declaración representa algo vivido por eltestigo. Además, prescribe el seguimiento de cuatro má-ximas en la determinación de si la narración describe unevento real o no:- La intensidad o grado de las manifestaciones en los

diferentes criterios.- El número de detalles de la narración que se relacio-

nan con un criterio (o más).- Las capacidades del declarante para informar (edad,

inteligencia, sugestión).- Las características del evento narrativo (p. e., comple-

jidad, relevancia).En 1994, Steller y Köhnken propusieron, a partir de las

aproximaciones anteriores, un sistema integrado de ca-tegorías que tiene por objeto la evaluación de las decla-raciones de menores víctimas de abusos sexuales. ElCBCA consta de cinco categorías principales con 19 cri-terios a evaluar, que son:a) Características generales:

- Estructura lógica (coherencia y consistencia inter-na).

- Elaboración inestructurada (presentación desorga-nizada).

- Cantidad de detalles (abundancia de detalles ohechos distintos).

b) Contenidos específicos:- Engranaje contextual (ubicación de la narración

en un espacio y tiempo).- Descripción de interacciones (cadena de acciones

entre el testigo y otros actores).- Reproducción de conversaciones (réplica de con-

versaciones).- Complicaciones inesperadas durante el incidente

(por ejemplo, interrupción imprevista).c) Peculiaridades del contenido:

- Detalles inusuales (detalles con baja probabilidadde ocurrencia).

- Detalles superfluos (detalles irrelevantes que nocontribuyen significativamente a los hechos).

- Incomprensión de detalles relatados con precisión(explicitación de detalles que el menor no com-prende pero realmente sí tienen sentido).

- Asociaciones externas relacionadas (inclusión deinformación externa a los hechos en sí pero rela-cionada con ellos, tal como en una agresión se-xual recordar conversaciones anteriores sobreeste tema).

- Relatos del estado mental subjetivo (referencias a

sentimientos, emociones o cogniciones propias).- Atribución al estado mental del autor del delito

(referencias al estado mental del agresor y atribu-ción de motivos).

d) Contenidos referentes a la motivación:- Correcciones espontáneas (correcciones espontá-

neas o mejoras de la declaración).- Admisión de falta de memoria (reconocimiento de

lagunas de memoria).- Plantear dudas sobre el propio testimonio.- Auto-desaprobación (actitud crítica sobre su pro-

pia conducta).- Perdón al autor del delito (la declaración de la víc-

tima favorece al acusado, o evitación de más acu-saciones).

e) Elementos específicos de la agresión:- Detalles característicos de la ofensa (descripciones

que contradicen las creencias habituales sobre eldelito).

Estos criterios de contenido pueden analizarse comopresentes o ausentes, o puntuarse en cuanto a fuerza ogrado en que aparecen en la declaración. En cualquiercaso, éstos, si se manifiestan, se interpretarán en el senti-do de que la declaración es verdadera en tanto que desu ausencia no puede desprenderse que sea falsa. Sobreel punto de corte para discriminar entre declaracionespropias o no de realidad, Steller (1989) encontró que lasdeclaraciones verdaderas contenían, al menos, 7 crite-rios de veracidad.

EN BUSCA DE LA HUELLA PSÍQUICA DEL DELITO: LADETECCIÓN DE LA SIMULACIÓN EN LA EVALUACIÓNCLÍNICASe entiende por victimación el hecho de haber sido obje-to de un delito pero también la amalgama de conse-cuencias de este acto. Éstas pueden ser de muy diversostipos: físicas, económicas, sociales o psíquicas. La huellapsíquica, al igual que la huella de memoria, puede enuna evaluación pericial convertirse en prueba de cargo.Pero, en un contexto como el que nos ocupa, el medico-legal, no es suficiente con diagnosticar un trastorno otrastornos, sino que ha de sospecharse simulación (Ame-rican Psychiatric Association, 2002). Para este doble ob-jetivo, el diagnóstico clínico y control de la simulación,no es efectiva la evaluación clínica ordinaria. De hecho,la evaluación clínica tradicional nunca ha informado desimulación (i.e., Rogers, 1997). Para la medida de lahuella psíquica y el control de la simulación (hipótesis acontrastar en la medida de la huella psíquica de un deli-

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to), Arce, Fariña y Pampillón (2002) han creado y vali-dado un protocolo de actuación en función de las res-puestas y estrategias seguidas por los simuladores. Ésteparte de la distinción operativa entre criterios positivos,que validan el protocolo, y negativos, que invalidan omitigan la validez del protocolo, de la simulación. Loscriterios positivos serían aquellos que no se detectan enlos protocolos de los simuladores y éstos fueron la noevitación de respuestas y la deseabilidad social. En con-creto, aquellos sujetos que sean evaluados por las esca-las de control del MMPI en el sentido de que seabstienen significativamente de dar respuestas (Escalade Interrogantes) y que tiendan a dar respuestas de de-seabilidad social, no siguen las estrategias típicas de si-mulación, lo que debe interpretarse más como indicio deveracidad del protocolo que un intento de simulación. Espreciso tener en mente que la ausencia de colaboracióncon la evaluación (no respuestas) se había propuesto co-mo un indicador fiable de simulación (v. gr., Rogers,1992; Lewis y Saarni, 1993; Bagby y otros, 1997), peroesta contingencia nunca fue observada entre los simula-dores en una evaluación forense. Los criterios negativos,esto es, observados en los protocolos de los simuladores,fueron: 1) los sistemas de medición, MMPI, entrevista uotros, no detectan, en protocolos válidos, enfermedadmental (en otras palabras, si los instrumentos de medidano detectan enfermedad mental alguna no se puede sos-tener la misma en el contexto legal); 2) las escalas decontrol de validez del MMPI y sus combinaciones detec-tan simulación; 3) la detección de alguna estrategia desimulación en la entrevista; y 4) la ausencia de concor-dancia inter-medidas. El primer criterio es eliminatorio, osea, si la enfermedad mental no es medible, no se puedesostener una huella psíquica en la victimación. Los res-tantes, en sí mismos, no son determinantes, con lo que serequerirá, cuando menos, la complementación de doscriterios y el estudio de las hipótesis alternativas paraconcluir en relación a la simulación de la huella psíqui-ca. Para estos últimos indicios de no validez es para losque formulamos el concepto de invalidez convergenteque requiere de, al menos, dos indicios totalmente inde-pendientes de invalidez para desestimar un protocolocomo inválido. En función de estos criterios se formuló lasiguiente propuesta de protocolo de actuación:a) Recurso a sistemas de medida complementarios y

concordantes, que presupongan la ejecución de ta-reas distintas y que contengan sistemas de controlde la validez. Así, se propone someter al sujeto auna evaluación psicométrica, que implica una tarea

de reconocimiento de síntomas, y a una medidamediante una tarea de conocimiento, la EntrevistaClínico-Forense. En relación al instrumento psicomé-trico a utilizar, el MMPI es el instrumento de referen-cia para la evaluación de daño psíquico en lapráctica forense (Butcher y Miller, 1999), pero re-quiere de un alto nivel de comprensión por partedel evaluado. Cuando éste presenta dificultades pa-ra cumplimentar el MMPI, el checklist SCL-90-R per-mite superar ese inconveniente al tiempo que cuentacon medidas de control de la validez del protocolo.Por ello, recomendamos este instrumento como susti-tuto del MMPI o, en caso de duda, como comple-mentario. La primera medida a tomar ha de ser através de la entrevista para controlar el efecto delaprendizaje de la tarea psicométrica en la tarea deconocimiento. En lo referente a la concordancia in-ter-medidas debe tenerse presente que ésta no va aser total. No se nos debe escapar que incluso lasmedidas test-retest distan mucho de la perfección.

b) Análisis de la consistencia interna de las medidas:escalas de control de los instrumentos psicométricos,y, en la entrevista, análisis de contenido en buscade las estrategias habituales de simulación. Las es-calas de control de validez del MMPI-2 (Hathawayy Mckinley, 1999) con implicaciones para el estudiode las simulaciones según este protocolo son las es-calas originales de validez (escalas de no respues-tas, L, F y K), los indicadores adicionales de validezdel protocolo (F posterior, TRIN, VRIN), así como losíndices que se han mostrado efectivos en la detec-ción de la simulación de trastornos, el índice F-K, yel perfil en V invertida (Duckworth y Anderson,1995). Si la evaluación psicométrica se obtiene através del SCL-90-R (Derogatis, 2002), las escalasde validez serían la PST, PSI, GSI y PSDI. Por suparte, las entrevistas se someten a un análisis decontenido tomando como categorías las estrategiasque siguen los simuladores en las entrevistas: evita-ción de respuestas, síntomas raros, combinación desíntomas, síntomas obvios, consistencia de síntomas,síntomas improbables, agrupación indiscriminadade síntomas y severidad de síntomas.

c) Es aconsejable que dos evaluadores, por separado,lleven a cabo la evaluación, con lo que se podrácontrastar la consistencia inter-evaluador. Sucinta-mente, esta salvaguarda sirve para controlar posi-bles sesgos de medida e interpretación en elevaluador.

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d) Estudio de la fiabilidad de la evaluación: consistenciainterna, inter-medidas, inter-contextos (antecedentes,pruebas documentales, etc.), e inter-evaluadores(Wicker, 1975).

e) Control de falsos positivos, esto es, enfermos reales,a través de un estudio de los antecedentes e historiageneral del sujeto, de las hipótesis alternativas encada indicador de no validez (véase Roig Fusté,1993, Graham, 1992), y del cumplimento de loscriterios del Modelo de Decisión Clínica para el es-tablecimiento de la simulación (Cunnien, 1997).

f) Anamnesis o estudio de los antecedentes. Con éste sepretende, en su caso, reforzar la evaluación con losantecedentes del sujeto, datos del entorno, un estu-dio de su comportamiento, el recabamiento depruebas documentales, otros testimonios, etc.

g) Estudio psicológico de la huella psíquica. Las medi-das clínicas proporcionan datos respecto a lo quelegalmente se denomina evaluación biológica, peroésta requiere, también según la demanda legal, delo que llaman evaluación psicológica en la que seclarifique la relación entre la huella psíquica medi-da y la huella psíquica esperada para ese caso.

h) Finalmente, también se puede poner a prueba la va-lidez discriminante. En otras palabras, realizar unamedida no relacionada con el caso, tal como de va-lores o personalidad (16-PF, SIV), esperando queno presente relación alguna con la evaluación obje-tivo y se descarte un intento de manipulación de laimagen, tanto en positivo como en negativo.

La impresión resultante sobre la simulación se ha deajustar a las siguientes categorías: probablemente simu-lador o probablemente no simulador. Es importante de-jar a un lado la intención de establecer la certeza (porejemplo, situar la impresión en una escala de variospuntos) porque crea confusión a los decisores (p. e., sen-tencia del TS de 29 de octubre de 1981, RA 3902), altiempo que es importante utilizar términos probabilísticospuesto que la evaluación psicológica está sujeta a error.

EL SISTEMA DE EVALUACIÓN GLOBALEl Sistema de Evaluación Global (SEG) se estructura entorno a 9 tareas que se describen y justifican brevementea continuación: obtención de la declaración, repeticiónde la declaración, contraste de las declaraciones reca-badas a lo largo del procedimiento judicial, análisis delcontenido de las declaraciones, análisis de la fiabilidadde las medidas, medida de las secuelas clínicas del he-cho traumático, evaluación de la declaración de los ac-

tores implicados, análisis de la personalidad y capacida-des de los actores implicados, y, finalmente, implicacio-nes para la presentación del informe. Las tareas aejecutar están mediadas por el caso a evaluar (p. e., sien un caso no es posible la evaluación del acusado, esafase no se lleva a cabo). Las fases en la versión máscompleta del sistema son:a) Obtención de la declaración (la huella de memoria).

Para que el procedimiento de evaluación psicológi-co forense de las declaraciones y la huella psíquicasea productivo, fiable y válido requiere de unos ins-trumentos de obtención de la declaración y medidadel estado clínico que permitan los subsecuentesanálisis de las mismas. Por ello, las declaracioneshan de obtenerse, según se trate de adultos, meno-res o discapacitados, por los siguientes procedi-mientos: Entrevista Cognitiva Mejorada (Fisher yGeiselman, 1992), Memorandum de Buenas Prácti-cas (Bull, 1997), o la Entrevista Forense a Discapa-citados (Arce, Novo y Alfaro, 2000). Por su parte,el daño o huella psíquica en tarea de conocimientose obtiene a través de la Entrevista Clínico-Forense(Arce y Fariña, 2001; Arce, Fariña y Freire, 2002;Arce, Pampillón y Fariña, 2002).

b) Repetición de la obtención de la declaración. Losmétodos propuestos se basan en una única medidade la huella de memoria. Ahora bien, con una úni-ca medida perdemos la posibilidad de análisis de laconsistencia de la declaración en el tiempo (poste-riormente se discute sobre la validez de las otrasobtenidas a lo largo del proceso judicial). En otraspalabras, no se da entrada a uno de los modos decontraste de la validez de la información: la consis-tencia temporal o intra-testigo (p. ej., Wicker, 1975;Schum, 1977). Asimismo, la doctrina legal ha perfi-lado la fiabilidad de un testimonio en función de loscriterios de oportunidad (oportunidad para obser-var, etc.), sesgo (control de los posibles intereses),consistencia temporal, plausibilidad, consistencia in-ter-testigos y crédito (Schum, 1977). También nues-tra jurisprudencia (p. e., Sentencia del TS de 29 deabril de 1997) establece, cuando el testimonio de lavíctima sea la única o la prueba central de cargo,que el testimonio debe reunir las 3 siguientes carac-terísticas: ausencia de incredibilidad subjetiva, algu-na corroboración periférica de carácter objetivo ypersistencia en el tiempo sin ambigüedades ni con-tradicciones. En esta línea, ya se han dictado sen-tencias que han anulado el valor de prueba del

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análisis de contenido (CBCA y SVA) de las declara-ciones basados en una única declaración (v. gr., APde Pontevedra, Sección 6ª, de 21 de enero de2004). En suma, tanto la metodología científica co-mo la doctrina legal y la jurisprudencia nos deman-dan más de una declaración para el estudio de laconsistencia temporal. Al respecto, se ha encontra-do que la repetición de la obtención de la declara-ción no t iene porqué contaminar los datosprocedentes de una entrevista no viciada externa-mente (v. gr., Campos y Alonso-Quecuty, 1999), taly como ocurre en los protocolos de obtención de ladeclaración anteriormente mencionados. En conse-cuencia, en la primera medida no se ha de proce-der de ningún modo con un interrogatorio, esto es,sólo se ha de acudir a la reinstauración de contex-tos, recuerdo libre, cambio de perspectiva y recuer-do en orden inverso. El interrogatorio, de sernecesario, se deja para la segunda medida a fin deno contaminar la memoria de eventos con el interro-gatorio. De una segunda medida se obtiene un aná-lisis de la consistencia que, de acuerdo con lahipótesis Undeutsch (1967, pág. 125), debe enten-derse en función de la centralidad/periferia del ma-terial que entra en contradicción. Así, señala quesólo es relevante la contradicción si afecta a detallescentrales para la acción de juicio. La inconsistenciaen la información periférica o la omisión de ciertainformación sólo es importante si es trascendentepara la construcción de un evento verdadero. Noso-tros, para dar cabida a las interferencias (teoría dela interferencia del olvido), a la entrada de nuevainformación (hipótesis constructiva del olvido) y a lacurva del olvido, estimamos el tiempo a transcurrirentre entrevista y entrevista en superior a 1 semana(pero no mucho más allá). Los axiomas que asumi-mos al respecto son tres. Primero, como quiera queel acto delictivo constituye un evento vital estresanteel efecto del desuso será menor (referido al testimo-nio tanto del denunciante como del denunciado, ycontiguo a los hechos). Segundo, una teoría de ra-cionalidad por parte del mentiroso que se plasmaen que la mentira es planificada, aprendida y, porextensión, consistente en el tiempo con lo que no es-tará mediada por interferencias e información post-suceso (hipótesis constructiva). Para esto, esimprescindible obtener la primera declaración enformato de discurso libre sin ningún interrogatorioporque a través de éste entraría información post-

suceso que el sujeto acomodaría a la nueva recons-trucción. El interrogatorio sólo procedería tras laobtención en discurso libre de la segunda declara-ción. Tercero, el sujeto que dice verdad narra imá-genes con lo que la descripción de los hechos aúnsiendo muy semejante, será de construcción distintaal no responder a esquemas episódicos. En suma yen formato de recuerdo libre, la declaración verda-dera será menos consistente y aunque el evento seael mismo, la narración será significativamente dis-tinta tanto en su recuperación como en el contenido(omisiones, elicitación de eventos distintos a los he-chos pero relacionados con ellos, inconsistencia eninformación periférica, recuperación de nueva infor-mación poco relevante para los hechos). Por su par-te, el sujeto mentiroso narra historias aprendidascon lo que las repetirá básicamente igual guiadopor un esquema episódico. Es importante tener pre-sente que esta segunda declaración siempre debeser vista desde la óptica de que no contribuya signi-ficativamente a una victimación secundaria.

c) Contraste de las declaraciones recabadas en el pro-ceso judicial. Asimismo, se analizan, de acuerdocon el procedimiento de estudio de la validez delSRA y del SVA, las otras declaraciones hechas a lolargo del proceso judicial (v. gr., sumario, diligen-cias). Ahora bien, el valor de éstas es relativo. Espreciso tener en mente que muchas de ellas sontranscripciones de lo que un testigo ha dicho con locual no reflejan fehacientemente lo testificado.Además, el tipo de interrogatorio puede haber me-diatizado la respuesta. Al respecto han de obser-varse, en línea con el SVA, los efectos sobre lavalidez de la declaración de las características dela entrevista (tipo de preguntas formuladas y ade-cuación de la entrevista) y motivación (motivos,contexto y presiones). Por ejemplo, en el caso deinterrogatorios a menores hemos encontrado mu-chas expresiones y conceptos que preguntado elmenor no sabe qué son (v. gr., en la declaracióndel menor aparece la expresión echó semen, si pre-guntado el menor qué es semen, y éste no lo sabe,es que no responde a su declaración tal expresión).A su vez, las declaraciones se suelen referir a ex-presiones (v. gr., me violó) no a narraciones de he-chos (esto es, un evento narrativo de los hechos)con lo que no se puede contrastar su fiabilidad yvalidez. Por tanto, la falta de consistencia de lasdeclaraciones obtenidas ante los peritos y otras re-

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cogidas en el sumario tiene un valor muy relativo.En su caso, debe explicarse que esta falta de con-sistencia no es relevante para el análisis de la plau-sibilidad de la declaración. Por otra parte, esimportante tomar con más precauciones de las quepodrían esperarse a priori las confesiones por par-te del acusado, y, muy especialmente, de las incri-minaciones a cambio de beneficios para elinformador. La fuente de sesgo viene de la manode los interrogatorios. Así, las técnicas habitualespara conseguir una confesión se basan en estrate-gias tales como las amenazas; la atribución de res-ponsabi l idad a causas externas como laprovocación por parte de la víctima; minimizaciónde la seriedad del crimen; o el desarrollo de unarelación personal con el sospechoso (esto es, la tí-pica estrategia de dos entrevistadores uno hostil, yotro amigable y protector). Finalmente, la estrate-gia basada en el dilema del prisionero para la ob-tención de la declaración puede llevar bien aestrategias de cooperación bien de competiciónque distorsionan la emisión del testimonio (v. gr.,Kelley y Stahelski, 1970). Al respecto, una decisiónde la Corte Suprema de los Estados Unidos (Miran-da v. Arizona, 1966) declaró este tipo de interro-gatorios coercitivos.

d) Análisis de contenido de las declaraciones referidasa los hechos. El análisis de contenido de las decla-raciones se dirige a dos dimensiones: la validez y lafiabilidad del testimonio. De acuerdo con el Sistemade Evaluación Global, el primer cometido de la eva-luación pericial consiste en la estimación de validezde la declaración no como prueba judicial en sí,que corresponde a los Órganos Judiciales, sino co-mo prueba para ser sometida a análisis de la fiabi-lidad de la misma. Al respecto, los ataques a lavalidez pueden ser dos. Primero, la declaraciónpuede ser de tamaño insuficiente para ser objeto deun análisis de la realidad (Raskin y Steller, 1989).Segundo, la declaración puede resultar prueba noválida porque así lo informen los criterios de validezdel SRA y SVA (p. e., carencia de consistencia inter-na; carencia de consistencia externa con otras prue-bas robustas o incontrovertibles, tal como laspericiales, recabadas en el proceso judicial; decla-ración inconsistente con la anterior; carencia depersistencia en las declaraciones, inconsistencia conlas leyes científicas y de la naturaleza) y, en el casode menores, indicios que limitan la validez (indicios

de sugestión, inadecuación del afecto, inadecuacióndel lenguaje y conocimientos). De resultar pruebano válida, se concluye que las declaraciones noconstituyen prueba admisible o suficiente, y, de serválida, se pasa al análisis de la fiabilidad (consis-tencia con los criterios de realidad) de las declara-ciones. Como listado categorial de referenciatomamos las categorías del CBCA. Este procedi-miento de análisis, creado en principio para el testi-monio de menores víctimas de agresiones sexuales,es igualmente efectivo con adultos (Landry y Brig-ham, 1992; Zaparnuik, Yuille y Taylor, 1995; Spö-rer, 1997; Vrij, Edward, Roberts y Bull, 1999), ensecuencias de medidas, y en otros casos diferentesa la agresión sexual (Porter y Yuille, 1996; Spörer,1997; Arce, Fariña y Freire, 2002). En estos nuevoscontextos obviamente no todas las categorías sonproductivas. Así, Landry y Brigham (1992) limitan eluso a 14 categorías con adultos porque tres de ellassólo son aplicables a menores (incomprensión dedetalles relatados con precisión; perdón al autor deldelito; y detalles característicos de la ofensa) mien-tras que otras dos (elaboración inestructurada yasociaciones externas relacionadas) no eran pro-ductivas. Sin embargo, nosotros (Arce, Fariña yFreire, 2002) encontramos que la categoría perdónal autor del delito era productiva, en declaracionesde adultos, tanto en agresiones sexuales como enamenazas, esto es, la productividad está sujeta a unefecto de contexto. En suma, en principio debenconsiderarse todos los criterios en el análisis porquela productividad depende del tipo de caso, de lasparticularidades de la acción a examinar y del per-fil sociodemográfico del entrevistado. A su vez, lacombinación de los criterios del CBCA y RM es po-sible y efectiva, ya que pueden sumar sus efectos(Spörer, 1997; Vrij y otros, 1999). En concreto, lacombinación de ambos sistemas de evaluación, re-sultando de añadir al CBCA los criterios informa-ción perceptual y operaciones cognitivas del RM(Vrij, 2000), mejora ligeramente la fiabilidad delsistema. Por tanto, procede a la inclusión de estosdos nuevos criterios a añadir a los del CBCA. Esteprocedimiento se puede aplicar en medidas repeti-das (véanse las hipótesis a contrastar en el aparta-do repetición de la obtención de la declaración).

e) Análisis de la fiabilidad de las medidas. Los sistemasoriginales de análisis de contenido de las declara-ciones constituyen unas técnicas semi-objetivas por-

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que sólo someten a contraste la fiabilidad y validezde los instrumentos, pero no contienen procedimien-tos de control de la medida concreta, esto es, de lamedida pericial. Para subsanar esta laguna meto-dológica y acercarnos a un sistema objetivo, propo-nemos proceder con una metodología que posibiliteverificar la fiabilidad de la medida a través del aná-lisis de la consistencia inter- e intra-medidas, inter-evaluadores e inter-contextos (Wicker, 1975). Lafiabilidad inter-contexto se afronta recurriendo a unevaluador entrenado que haya sido efectivo y con-sistente en otros contextos previos, o sea, en peri-cias anteriores. El recurso a dos evaluadores,habiendo sido al menos uno de ellos entrenado yfiable en evaluaciones anteriores, que ejecuten latarea por separado posibilita obtener una aproxi-mación a la consistencia inter-evaluadores. Comoherramienta estadística de análisis de la consisten-cia inter-evaluadores proponemos el índice de con-cordancia [IC= Acuerdos/(acuerdos+desacuerdos)],que es más restrictivo que los valores kappa, toman-do como punto de corte ,80 (Tversky, 1977). Enotras palabras, sólo se consideran los resultados fia-bles si dos evaluadores, por separado, concuerdanen más de ,80 del total de evaluaciones en cada ca-tegoría de análisis. El constraste de la consistenciainter- e intra-medidas se aborda a través de la con-sistencia interna de las medidas (p. e., las escalasde validez del MMPI, de las declaraciones o del es-tudio de las estrategias de simulación en la entrevis-ta clínica), de la consistencia entre distintas medidas(v. gr., concordancia entre MMPI y entrevista clíni-ca, de las declaraciones en el tiempo) así como dela consistencia, esto es, complementación o no (ver-bigracia, una presenta indicios de veracidad y laotra de falsedad o están ausentes) de las evaluacio-nes obtenidas del denunciante y denunciado.

f) Medida de las secuelas clínicas del hecho traumático.El acto delictivo produce una serie de daños en lavíctima que básicamente son de orden físico, psíqui-co y económico. El daño psíquico conforma la de-nominada huella psíquica del delito y, como tal,puede aportarse como prueba de cargo. En rela-ción con la valoración del daño psíquico y la subse-cuente prueba judicial, los actos delictivos (p. e.,lesiones, allanamientos de morada, malos tratos,abusos sexuales, secuestros) pueden producir unarespuesta psicológica que se corresponde con eldiagnóstico del trastorno de estrés postraumático

(TEP) (Blanchard y Hickling; 2004, Echeburúa y Co-rral, 1998; Echeburúa, Corral, Zubizarreta y Sara-súa, 1995). Por ello, la medida del TEP es clavepara la detección de la huella psicológica. Especialcuidado debe tenerse con las medidas indirectas delTEP (p. e., hipocondriasis, histeria, depresión, an-siedad, distimia, aislamiento social, inadaptaciónsocial), que pueden servir como potenciadores deldiagnóstico del TEP pero no sustituirlo. Además, espreciso descartar otras causas al margen del actodelictivo. Por ejemplo, la unión de un proceso de se-paración con malos tratos, puede no permitir dife-renciar cuál es el origen del trastorno, dado queambas contingencias producen una huella psicoló-gica semejante. En todo caso, el perito ha de teneren cuenta las siguientes máximas: no todos los actosdelictivos producen un TEP en la víctima; y la nopresencia del TEP no implica que la agresión no ha-ya ocurrido. Al mismo tiempo, una vez identificadala huella psicológica del daño psíquico es precisocontrolar que ésta no sea producto de una simula-ción por lo que se sigue el protocolo anteriormentedescrito para la medida de la huella psíquica concontrol de la simulación.

g) Evaluación de la declaración de los actores implica-dos. Si bien en un principio las técnicas de análisisde contenido de las declaraciones y la evaluacióndel daño psíquico fueron creadas para la valora-ción del testimonio del denunciante, el mismo proce-dimiento de análisis de contenido de lasdeclaraciones también es susceptible de aplicaciónal denunciado, lo que permite llevar a cabo un estu-dio de las dos versiones. El procedimiento de justi-cia inquisitorial, como es el nuestro, permite estadoble confrontación, no así un sistema de adversa-rios. Con este procedimiento obtendremos una esti-mación de la validación convergente de los datos.

h) Análisis de la personalidad y capacidades de los ac-tores implicados. El estudio de la personalidad delas partes puede ser de suma trascendencia paraexplicar bien la denuncia, bien las claves explicati-vas de la agresión o cualquier enfermedad mentaldel denunciado con implicaciones jurídicas relevan-tes, o sea, se somete a estudio, dado el caso, la im-putabilidad del encausado [en Arce, Fariña yPampillón (2002) puede verse como se lleva a caboel estudio de la imputabilidad]. Como quiera que laevaluación clínica no es suficiente en el contexto fo-rense, se sigue el protocolo de evaluación clínica

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con control de la simulación de Arce, Fariña y Pam-pillón (2002). Por su parte, las capacidades cogniti-vas de los actores se miden a través de la EscalaWechsler correspondiente y como fuente de contras-te o para muestras con dificultades de lenguaje, malescolarizadas o escolarizadas fuera del territorio es-pañol, se toma el test de inteligencia no verbal TO-NI-2 (Brown, Sherbenou y Johnsen, 1995). Lafiabilidad de esta última medida se coteja a travésde la correspondencia de las respuestas con el gra-diente de dificultad de las preguntas y la consisten-cia inter-medidas. De la evaluación de lascapacidades cognitivas nos servimos para informarde la capacidad de testimoniar y, en su caso, de susefectos en la responsabilidad criminal.

i) Implicaciones para la presentación del informe. El sis-tema de la credibilidad de las declaraciones en 5categorías de respuesta, tal y como se recoge en elSVA, no se ajusta a los requerimientos de nuestrosistema de justicia. Así, el TS exige la seguridad ple-na, no la alta probabilidad (p. e., sentencia del TSde 29 de octubre de 1981, RA 3902). No obstante,toda medida, y muy especialmente la psicológica,está sujeta a error, por lo que debemos reconocerlo,pero absteniéndonos de establecer grados de certe-za que, de acuerdo con las consideraciones del TS,sólo conllevan a una mayor confusión. De este mo-do, las categorías más ajustadas serían probable-mente cierto, probablemente no-cierto y, en su caso,indeterminado (el perito psicólogo interesado podráobtener de los autores un formato de pericia basa-do en el SEG).Téngase presente también que el sis-tema es más robusto en la identificación de laverdad que de la mentira. Asimismo, no es aconse-jable que se haga una descripción de los hechosbasada en frases, sino en acciones de conjunto,porque el procedimiento valida hechos y no partesaisladas. Por ello, en ningún caso se recomiendaidentificar al agresor porque el procedimiento novalida tal punto.

CONSIDERACIONES FINALESLa fiabilidad de todo el procedimiento recae, en últimainstancia, en el entrevistador/evaluador. Es por ello quese hace preciso que la intervención se realice por profe-sionales con alta formación y experiencia, así como conuna alta capacidad de objetividad (Alonso-Quecuty,1993). Por eso, es imprescindible un entrenamiento ex-haustivo. Éste debe incluir: a) entrenamiento en los mo-

dos de obtención de la información en todas sus modali-dades (un procedimiento puede verse en Fisher y otros,1987); b) entrenamiento en análisis de las declaraciones[un programa estructurado puede verse en Köhnken(1999)]; c) entrenamiento en evaluación de la personali-dad y la huella psíquica, no con fines clínicos, sino fo-renses (véase Arce, Fariña y Freire, 2002; Arce, Fariñay Pampillón, 2002; Echeburúa, Corral y Amor, 2002;Rogers, 1997); d) entrenamiento en la detección de la si-mulación (véase en Arce, Fariña y Pampillón, 2002 lospasos a seguir); y e) ejecución de las primeras evalua-ciones forenses en compañía de un perito con experien-cia. Finalmente, nuestra experiencia nos dice que elmaterial de entrenamiento en análisis de contenido yevaluación clínica ha de ser real y no simulaciones puesla tarea ejecutada en estos contextos es distinta y la efi-cacia del procedimiento también (Vrij, 2000). La Unidadde Psicología Forense de la Universidad de Santiago deCompostela organiza periódicamente cursos de entrena-miento en estas técnicas.

Agradecimientos: Esta investigación fue financiada porla Secretaría Xeral de Investigación e Desenvolvemento,Xunta de Galicia, en el proyecto de Excelencia Investiga-dora Código PGIDIT03CS037401PR.

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a psicología social ha abordado en diversas oca-siones la relación entre el conocimiento psicológi-co y el sentido común (por ej., Garrido, Herrero y

Masip, 2004; Teigen, 1986; véanse las consideracionesde Kelley, 1992). Como han señalado algunos autores(por ej., Myers, 1999/2000), se critica la psicología so-cial porque estudia cosas que todo el mundo sabe, esdecir, que son “de sentido común” (Kelley, 1992; Schle-singer, 1949). Esta crítica se formula, casi siempre, unavez se ofrece al crítico la respuesta correcta (“¡esto ya losabía yo!”); pero por lo general le cuesta adivinar deantemano tan “obvia” respuesta (Kelley, 1992; Lazars-field, 1949).Hay dos ámbitos por los que siento un interés profesio-

nal especial desde hace algunos años en los que la dis-tancia entre el sentido común y los hallazgos científicos

es notable. Tales ámbitos son el de la comunicación no-verbal y el de la detección del engaño. Probablementepor su atractivo intrínseco, ambos estimulan la imagina-ción popular, dando lugar a “teorías” y visiones de lomás extravagantes que, por lo general, no tardan en ga-nar la más amplia aceptación popular. A esta difusiónsuelen contribuir un sinnúmero de libros oportunistas,mal llamados “de autoayuda”, firmados, en muchos ca-sos, por profesionales de formación dudosa que se apro-vechan de la ingenuidad del lector, movidosprobablemente por intereses económicos, obrando conello de modo éticamente reprobable. No pretendo cues-tionar todos los libros de autoayuda. Ciertamente, algu-nos de ellos son obra de reputados investigadores yestán escritos con absoluto rigor científico. Pero buenaparte de las publicaciones de este tipo se basan en lascreencias ingenuas y sin contrastar de sus autores, y noen el estado de conocimiento científico sobre el tema.Ello hace escaso bien a la difusión popular del conoci-miento, y no contribuye a la auto-ayuda que pueda ofre-

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Papeles del Psicólogo, 2005. Vol. 26, pp. 78-91

¿SE PILLA ANTES A UN MENTIROSO QUE A UN COJO? SABIDURÍA POPULAR FRENTE A CONOCIMIENTO CIENTÍFICO SOBRE

LA DETECCIÓN NO-VERBAL DEL ENGAÑO

Jaume MasipUniversidad de Salamanca

Existe una serie de creencias populares sobre los indicadores conductuales del engaño que no se ven corroboradas por la evidenciaempírica. Determinados libros “de autoayuda” contribuyen a la difusión de las mismas. En este trabajo se revisan varias décadas deinvestigación en psicología y comunicación sobre la detección no-verbal del engaño. Al contrario de lo que propugnan los libros “deautoayuda” y de lo que sostiene la sabiduría popular, detectar la mentira a partir del comportamiento no-verbal es extremadamentedifícil, apenas sí existen claves conductuales que permitan discriminar entre verdades y mentiras, su significado y poder de discrimi-nación varían en función de diversas variables contextuales, y la eficacia de los programas de entrenamiento es muy limitada. Frentea las cuestionables afirmaciones de determinados libros populares y dadas las graves consecuencias que en ciertos ámbitos puedentener los juicios de credibilidad erróneos, es necesario desmontar los falsos mitos existentes sobre la detección no-verbal de la menti-ra, sustituyéndolos por información más válida y científicamente contrastada.

There is a series of popular beliefs about the behavioral indicators of deception that are not supported by empirical research. A num-ber of “self-help” books are contributing to the spreading around of these beliefs. In this article, several decades of psychological andcommunication research on the nonverbal detection of deception are reviewed. Contrary to the claims of “self-help” books and to thetenets of popular wisdom, detecting deception from behavioral cues is extremely difficult, there are almost no behavioral cues to diffe-rentiate between truths and lies, their meaning and usefulness are under the influence of a number of contextual variables, and trai-ning programs have yielded only very limited improvements in accuracy. In view of the misleading contents of certain popular booksand the serious consequences of wrong credibility judgments in a number of contexts, it is necessary to dispel the existing false mythsabout the nonverbal detection of deceit, providing instead valid and scientifically tested information.

Correspondencia: Jaume Masip. Departamento de Psicología So-

cial y Antropología. Universidad de Salamanca. Facultad de Psi-

cología. Avda. de la Merced, 109-131. 37005 Salamanca.

España. E-mail: [email protected]

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cerse a sí mismo el interesado lector (razón por la que seentrecomilla en este trabajo el calificativo “de autoayu-da” referido a tales libros). Resulta curioso que, precisa-mente, sea el desconocimiento que el lector tiene de ladisciplina el factor que, por una parte, le impulsa a acu-dir a esas publicaciones, mientras que por otra parte leimpide apreciar el escaso valor científico de las mismas,haciéndole vulnerable a la desinformación que éstasdestilan. Específicamente en relación con el ámbito de la comu-

nicación no-verbal (o “lenguaje del cuerpo”, como sesuele llamar en tales libros) se da la circunstancia deque, tal como ocurre en otros campos de la psicología,todo el mundo “sabe” sobre el tema, y todo el mundoopina al respecto, osando negar, relativizar o matizar lapalabra del verdadero experto. Es como si los estereoti-pos populares tuvieran más valor que el conocimientocientífico obtenido mediante los rigurosos procedimien-tos aceptados en el ámbito de las ciencias. A menudouno se sorprende al encontrar publicidad en que seanuncian cursillos de “comunicación exitosa”, o con sen-sacionalistas títulos como “el lenguaje del cuerpo paralas ventas” o similares, ofrecidos por consultorías u otrosorganismos ajenos a nuestro ámbito de especialización,e impartidos por personas cuyos escasos conocimientosen psicología o comunicación interpersonal no les capa-citan en absoluto para impartir esos contenidos. Seríaabsurdo que un psicólogo pretendiera ofrecer un cursillosobre derecho, economía o ingeniería. Sin embargo, al-gunos abogados, economistas, ingenieros y profesiona-les de otros “gremios” alejados del nuestro no dudan enconsiderarse capacitados para adentrarse sin vacilar enel campo de la psicología, la comunicación y otras cien-cias sociales afines para impartir “conocimientos” espe-cializados. En mi opinión, esto merece el calificativo deintrusismo profesional.El resultado de tal estado de cosas no puede sino ser la

difusión de falsas creencias sobre el significado del com-portamiento, así como ofrecer la imagen distorsionadade que la conducta no-verbal es un “juego de niños”,con gestos de significado inequívoco y carente de todorelativismo. Así, por ejemplo, muchos creen que cruzarlas piernas o los brazos significa indudablemente que lapersona no está “abierta” psicológicamente al otro, queproyectar la mandíbula hacia delante es un signo de do-minancia, etc. Uno no puede sino sonreírse ante la inge-nuidad de tales creencias, que reflejan más una serie de

teorías implícitas a menudo equívocas que el verdaderoconocimiento científico de nuestra disciplina. Un buen ejemplo de la difusión de este tipo de creen-

cias lo constituye el popular libro El lenguaje del cuerpo,de Allan Pease (1981/1988). El autor, un vendedor acomisión, empezó a interesarse por el “lenguaje delcuerpo” al asistir a un seminario ofrecido en 1971 por elantropólogo Ray Birdwhistell. Resulta desafortunado que,en su obra, Pease no haga honor a la indiscutible repu-tación científica de Birdwhistell, pese a la engañosa afir-mación que incluye en el prólogo de que “en este librohe resumido algunos de los estudios realizados por losmejores especialistas en el comportamiento humano”(Pease, 1988, p. 9). Si bastante dañina es ya la difusión de falsas creencias

“disfrazadas” de conocimiento científico por legos en lamateria, el tema adquiere tintes escandalosos cuandoquienes las difunden son supuestos profesionales. PaoloAbozzi, que se erige en director de un llamado Centrodi Comunicazione Integrale en Roma y que afirma tenerformación en comunicación e hipnosis (véasehttp://digilander.libero.it/magopaolo/PAOLO%20ABOZZI.html), es autor de, entre otras obras, el libro La in-terpretación de los gestos (Abozzi, 1996/1997). La na-turaleza del mismo es idéntica a la del volumen dePease, y lo cierto es que el Centro di Comunicazione In-tegrale no es, como en principio podría pensarse, uncentro de investigación, sino un organismo que se dedi-ca a ofrecer cursillos y vídeos sobre hipnosis, grafología,programación neurolingüística y temáticas similares(http://digilander.libero.it/magopaolo/index2.html). Elpeligro que supone la difusión de falsos conocimientospor supuestos profesionales se fundamenta en el conoci-do impacto de la credibilidad de la fuente sobre la per-suasión (Kruglansi et al., 2005). El cliente ingenuo va aconsiderar ciertas esas informaciones por provenir de un“experto” en el tema, por lo que creerá a pies juntillastodas sus aseveraciones y seguirá las recomendacionesofrecidas. Ello puede llevar a decisiones erróneas degraves consecuencias en contextos como el interperso-nal, el laboral o el jurídico. El segundo ámbito al que hacía referencia anteriormente

es el de la detección de la mentira. Siendo tan “intrigante”como el del comportamiento no-verbal, se ve amenazadopor idénticos peligros. Estos se han concretado, por ejem-plo, en diversas técnicas o procedimientos elaborados porveteranos policías o militares cuya experiencia profesional

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DETECCIÓN NO-VERBAL DEL ENGAÑO

en contextos en que la mentira es frecuente les dota decierta credibilidad popular1. Pero el que un profesionaltenga experiencia no implica necesariamente que debaser un experto (en este sentido, y aplicado específicamenteal ámbito de la detección no-verbal del engaño, véanselos trabajos de DePaulo y Pfeiffer, 1986; Garrido, Masip yHerrero, 2004; Meissner y Kassin, 2002; Strömwall,Granhag y Hartwig, 2004). En consecuencia, sus reco-mendaciones pueden ser equivocadas. El auge de apara-tos tales como los evaluadores del estrés vocal (Masip,Garrido y Herrero, 2004) o de procedimientos como laTécnica SCAN (Masip, Garrido y Herrero, 2002a) sonclaros ejemplos de lo dicho. Desarrollados por veteranosprofesionales de los cuerpos de seguridad, tales artilugiosy procedimientos gozan de gran popularidad en ámbitosaplicados, debido en parte a la profesión de sus creado-res y en parte a los poderosos mecanismos de márketingdesarrollados a su alrededor. Sin embargo, su utilidad re-al para detectar mentiras ha sido seriamente cuestionadapor la investigación empírica. El riesgo es, una vez más,la gravedad de las consecuencias derivadas del uso de lainformación errónea proporcionada. Si el mito de que losevaluadores del estrés vocal o la Técnica SCAN son instru-mentos o procedimientos válidos y fiables está bien enrai-zado en la sociedad, probablemente la judicatura admitacomo prueba en los juicios la evidencia obtenida conellos. Pero si en realidad no discriminan adecuadamenteentre personas veraces y mentirosas se puede estar conde-nando de forma injusta a sospechosos inocentes, al tiem-po que los verdaderos culpables quedan en libertad (eneste sentido, véase el informe del National Research Coun-cil, 2003, referido al empleo de polígrafo).

Si el problema ya resulta de consideración al tomar encuenta separadamente el comportamiento no-verbal y ladetección de la mentira, no debe sorprender que la si-tuación sea poco alentadora cuando se trata de detectarla mentira a partir del comportamiento no-verbal. Haceunos años encontré anunciado en un catálogo un libroescrito por alguien llamado David Lieberman (1998)que llevaba por título Never be lied to again (algo asícomo “Que no te mientan nunca más”). Lo solicité, sibien con abierto escepticismo dada la naturaleza sensa-cionalista del título y mi absoluto desconocimiento delautor (era evidente que no se trataba de ningún investi-

gador relevante en esta área). El libro, subtitulado “có-mo saber la verdad en 5 minutos o menos en cualquierconversación o situación”, no contiene información al-guna con valor científico o práctico, sino una colecciónde absurdos consejos de naturaleza completamente en-gañosa. Lo más indignante del caso son las letras“Ph.D.” que figuran en la cubierta y el lomo del volumenjunto al nombre del autor, y que designan que éste esDoctor. Asimismo, en la solapa se ensalzan las supues-tas virtudes profesionales de dicho autor. No soy contra-rio a que cada cual se exprese libremente, escribiendolas más fantasiosas excentricidades; pero otra cosa muydistinta es intentar hacer pasar por información científi-ca y contrastada (como evidencia la inclusión de las le-tras “Ph.D.” y los datos de la solapa del libro) una seriede contenidos de ningún valor. Se trata, simple y llana-mente, de un fraude, y deberían emprenderse accioneslegales contra fraudes de esta naturaleza. Sólo quedaesperar que ningún profesional (policía, juez, abogado,etc.) de cuyas decisiones sobre la sinceridad de otrapersona dependa el destino de ésta lea el libro o se lotome con seriedad. Un ejemplo dramático de las consecuencias prácticas

que puede tener la difusión de datos o procedimientosacientíficos lo constituye el controvertido entrenamientode Inbau, Reid, Buckley y Jane (2001). Impartido por laempresa John E. Reid & Associates, dicho entrenamientose dirige a miembros de los cuerpos de seguridad quedeban interrogar a sospechosos. La compañía se jactade haber entrenado a más de 300.000 profesionalesdesde el primer seminario sobre interrogatorios y entre-vistas celebrado en 1974 (véase http://www.reid.com).Parte del entrenamiento de Inbau et al. (2001) se centrasobre las claves conductuales del engaño. Sin embargo,las claves que se enseñan se apartan de aquellas pocasque la investigación empírica ha mostrado que puedenser útiles (véase el interesante contraste ofrecido porBlair y Kooi, 2004). Asimismo, atender a tales indicado-res reduce la precisión de los policías al juzgar la credi-bilidad de declaraciones verdaderas (Mann, Vrij y Bull,2004). Además, Kassin y Fong (1999) han mostradoempíricamente que el entrenamiento en los indicadoresde Inbau et al. produce una reducción en la precisiónglobal alcanzada, acompañada de un sesgo a decir que

1 Por ejemplo, Garrido, Masip y Herrero (2004) hallaron que se considera que los policías son más capaces de diferenciar entre verdades ymentiras que la población en general.

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los sujetos mienten y de un incremento de la confianzaen los juicios. Si se tiene en cuenta que, en muchos países, antes de

someter al sospechoso a un severo interrogatorio la poli-cía sostiene una entrevista más distendida con él paraestablecer su inocencia o culpabilidad sobre la base delos indicadores conductuales del engaño, el peligro de ladesinformación que proporciona John E. Reid & Asso-ciates es obvio. Pero este peligro se magnifica si se tieneen cuenta el tipo de interrogatorio que John E. Reid &Associates propone, pues se trata de una aproximaciónaltamente agresiva y coercitiva que puede llevar a mu-chos inocentes a confesar el delito que se investiga (porej., Kassin, 2005; Kassin y Gudjonsson, 2004). En defi-nitiva, pues, la policía: (a) entrevista a un sospechoso;(b) observa determinados indicadores conductuales deescaso valor diagnóstico pero que cree asociados con elengaño, y en consecuencia resuelve que el sospechosomiente; y entonces (c) desde este convencimiento someteal sospechoso a un duro proceso de interrogatorio cuyanaturaleza puede hacer que incluso muchas personasinocentes confiesen (Kassin, 2004, 2005; Kassin y Gud-jonsson, 2004). Este proceso puede explicar buena partedel elevado número de casos, registrados en países co-mo los Estados Unidos (donde la técnica de Inbau y Reidgoza de cierta popularidad entre los miembros de lasfuerzas de seguridad), de personas que han sido encar-celadas sobre la base de una confesión que más tardese ha demostrado fehacientemente que era falsa (Driziny Leo, 2004).El objetivo del presente trabajo consiste en “desmante-

lar” una serie de creencias populares erróneas, en mu-chas ocasiones difundidas a través de cursillos o librosescritos por personas poco cualificadas, referentes a untema claramente “psicológico” como es la detección delengaño a partir del comportamiento no-verbal. La infor-mación que se proporciona en las siguientes páginas es-tá basada en la más rigurosa investigación científica enpsicología y comunicación interpersonal. Dicha informa-ción será de indudable interés para el profesional de lapsicología debido a tres razones: ser parte de su disci-plina, la utilidad que puede tener en muchos ámbitosaplicados de la misma, y por el papel asesor que el psi-cólogo desempeña al ser interpelado por otros profesio-nales, a cuyas consultas debe responder según la cienciapsicológica, cuestionando las creencias engañosas quepueda tener el que inquiere.

PRECISIÓN: ¿SE PILLA ANTES A UN MENTIROSO QUEA UN COJO?Una creencia popular muy extendida es la que se reflejaen el dicho “se pilla antes a un mentiroso que a un co-jo”. En otras palabras: es fácil pillar al mentiroso. ¿Escorrecta esta creencia? El examen de la precisión (nivel de aciertos) al hacer

juicios de veracidad ha sido uno de los temas más estu-diados en el área del engaño. El procedimiento experi-mental empleado suele consistir en presentar a unamuestra de sujetos observadores o receptores una seriede declaraciones efectuadas por un conjunto de sujetosemisores (los potenciales mentirosos). Dichas declaracio-nes se presentan en formato audiovisual o auditivo, em-pleando grabaciones electromagnéticas o unarepresentación “en vivo” (véase el Capítulo 3 de Miller yStiff, 1993, para una descripción de los paradigmas ex-perimentales empleados). En algunas ocasiones se per-mite que emisor y receptor interactúen libremente (Bullery Burgoon, 1996). Los receptores deben indicar, habi-tualmente en un formulario, si cada una de las declara-ciones presentadas es verdadera o falsa. En ocasionestambién se solicita de ellos que expresen el grado deconfianza en cada juicio y los indicadores a los que hanatendido para formular dicho juicio.Normalmente la mitad de las declaraciones presenta-

das son verdaderas y la otra mitad son falsas. De modoque, sólo por azar, los observadores pueden acertar lamitad de los juicios, es decir, pueden tener una precisióndel 50%. ¿Cuál es la precisión alcanzada realmente enlos estudios empíricos? En 1980, Kraut publicó una revi-sión de los estudios realizados hasta el momento. En ellase indicaba que la precisión media era del 57%. Veinteaños después, Vrij (2000) promedió la precisión obteni-da en 39 estudios relevantes. Ésta fue casi idéntica a lahallada por Kraut: 56.6%. Aproximadamente un tercio(n = 12) de los experimentos revisados por Vrij arroja-ban una precisión que se situaba en el estrecho rango li-mitado por el 54% y el 56%. En ningún experimento laprecisión estaba por debajo del 30% ni por encima del64% (Vrij, 2000).

Más recientemente se han realizado revisiones muchomás exhaustivas y actualizadas, basadas en un muestreomás meticuloso de estudios. Aamodt y Mitchell (en pren-sa) han llevado a cabo un meta-análisis sobre el efectode diversas variables individuales sobre la precisión alefectuar juicios de credibilidad. Examinando un total de

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193 muestras distintas de receptores, con una cantidadtotal de 14.379 observadores, han hallado una preci-sión media del 54.5%. En otro trabajo más amplio (in-cluye un total de 349 muestras de receptores, con22.282 sujetos que evaluaron la credibilidad de losmensajes de 3864 emisores), Bond y DePaulo (en pren-sa) hallaron una precisión media del 53.4%. Si bien éstaes significativamente superior al 50% esperado por azar,en términos absolutos es una precisión extremadamentepobre. Significa que de cada 100 mensajes hay 47 quese juzgan erróneamente. Es decir, tenemos casi la mismaprobabilidad de acertar nuestros juicios que de fallarlos.La precisión de los detectores humanos al hacer juiciosde credibilidad sobre la base de la observación del com-portamiento es, pese a lo que dice la sabiduría popular,extremadamente limitada. De hecho, de las diversasaproximaciones a la detección del engaño, la no-verbales la que arroja unos niveles de precisión más bajos2. Esta limitación se extiende asimismo a aquellos profe-

sionales para los cuales detectar mentiras es importantey que tienen experiencia en tareas de evaluación de lacredibilidad. Así, frente a la precisión del 54.2% obteni-da por estudiantes universitarios legos, Aamodt y Mit-chell (en prensa) informan de niveles del 50.8% para lasmuestras de detectives, del 54.5% para policías federalesnorteamericanos, del 55.3% para policías y para agen-tes de aduanas, del 59.0% para jueces y del 61.6% para

las cuatro muestras de psicólogos incluidas en su meta-análisis. Bond y DePaulo (en prensa) utilizan contrastesestadísticos para comparar la precisión de “expertos”(personal de los cuerpos de seguridad, jueces, psiquia-tras, auditores...) y “no-expertos”. Ni en las comparacio-nes intraestudio (al considerar conjuntamente todos losexperimentos en que se había hecho esta comparación)ni en las comparaciones interestudio (comparación delnivel de precisión en experimentos en que los observa-dores habían sido “expertos” con experimentos en queéstos habían sido “no-expertos”) las diferencias resultansignificativas. En las comparaciones interestudio los nive-les de precisión hallados han sido 52.9% para los “ex-pertos” y 56.9% para los “no-expertos”. En definitiva,los profesionales familiarizados con el engaño no sonmejores detectores que los observadores legos. La precisión no sólo es baja, sino que además es uni-

formemente baja. Hay evidencia de que existe un con-junto de factores situacionales y personales que influyende forma estadísticamente significativa sobre los juicios ylos niveles de precisión (Masip, Garrido y Herrero,2002b). Así, Bond y DePaulo (en prensa) hallaron quedeterminadas variables (canal de comunicación, motiva-ción del emisor, preparación, exposición previa a laconducta del emisor e interacción vs. no-interacción emi-sor-receptor) tenían un impacto significativo sobre el ni-vel de aciertos3. Sin embargo, lo cierto es que para

2 En un reciente informe oficial de la British Psychological Societyelaborado por Bull, Baron, Gudjonsson, Hampson, Rippon y Vrij (2004),se presentan los resultados de diversas revisiones sobre la validez del polígrafo. Con el empleo de la Prueba de la Pregunta Control (CQT),el porcentaje de mentirosos identificados oscila, según la revisión considerada, entre el 83% y el 89%, y el porcentaje de persona veracesidentificadas oscila entre el 53% y el 78%. Con el empleo de la Prueba del Conocimiento del Culpable (GKT), el polígrafo permite identifi-car prácticamente a todas las personas veraces (precisión del 98% y del 94% según la revisión considerada), pero posee una pobre capacidadpara detectar a los mentirosos (42% y 76%) (Bull et al., 2004). Entre los procedimientos verbales para evaluar la credibilidad destacan elAnálisis de Contenido Basado en Criterios (CBCA) y la aproximación del Control de la Realidad (RM). Con el CBCA se pueden identificarcorrectamente un 73% de las declaraciones verdaderas y un 72% de las declaraciones falsas (Vrij, 2005). La precisión del RM es similar, al-canzando un nivel de discriminación del 72% al clasificar tanto declaraciones verdaderas como falsas (Masip, Sporer, Garrido y Herrero,2005). Señalábamos en otro lugar (Masip, Garrido y Herrero, 2002b) que, a diferencia de los poligrafistas o los evaluadores que emplean elCBCA y el RM, los observadores de los experimentos llevados a cabo desde la aproximación no-verbal no están entrenados, por lo que lacomparación es inadecuada. Sin embargo, según se señala más adelante en el texto, los incrementos obtenidos mediante el entrenamiento enindicadores no-verbales son muy limitados. Una metodología que permitió buenos resultados a partir del análisis del comportamiento no-verbal es la empleada por Vrij, Edward, Roberts y Bull (2000), si bien sus hallazgos deben ser replicados. Sobre este tema, véase Masip etal. (2002b).3 Más exactamente, la precisión fue menor cuando los observadores estuvieron expuestos al canal visual que cuando estuvieron expuestos alos canales auditivo y audiovisual; las comparaciones intraestudio (pero no las interestudio) mostraron que se detecta mejor a los emisoresmotivados que a los no-motivados; también sólo en las comparaciones intraestudio la precisión fue menor cuando el emisor había podidopreparar el mensaje que cuando no lo había podido preparar; la exposición previa a la conducta habitual del emisor favoreció la detección; ylas comparaciones intraestudio (no pudieron hacerse comparaciones interestudio por haberse variado este factor sólo en raras ocasiones) in-dicaron que durante una interacción emisor-receptor la detección es mayor que cuando el receptor observa un mensaje continuo e ininte-rrumpido enviado por el emisor (Bond y DePaulo, en prensa).

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alguna de ellas (motivación y preparación) éste sóloapareció en las comparaciones intraestudio, pero no enlas comparaciones interestudio. Y además, pese a la sig-nificación de algunas diferencias, prácticamente en to-dos los casos en que los autores señalan los índices deprecisión éstos estuvieron por debajo del 60%. Por lotanto la influencia de estas variables, pese a ser estadís-ticamente significativa, es realmente muy reducida entérminos absolutos. Por su parte, el trabajo meta-analíti-co de Aamodt y Mitchell (2005) muestra que variablesindividuales tan importantes como la edad de los recep-tores, su sexo, su nivel educativo/capacidad cognitiva ylos rasgos de extraversión y neuroticismo no se relacio-nan significativamente con la precisión de los juicios. Só-lo la automonitorización parece tener una débil relaciónpositiva con ella (r = .14).Estos resultados se refieren a la detección de mentiras y

verdades (reflejan el porcentaje de clasificaciones correc-tas al considerar conjuntamente declaraciones verdaderasy falsas), pero ¿qué pasa específicamente con la detecciónde la mentira? La investigación muestra que las personasidentificamos con mayor facilidad verdades que mentiras(Levine, Park y McCornack, 1999). Esto es así porque pre-sentamos una tendencia a considerar que los demás dicenla verdad, lo cual incrementa nuestra precisión al juzgarverdades y la reduce al juzgar las mentiras (Levine et al.,1999; Masip et al., 2002b). Así, por ejemplo, en el meta-análisis de Bond y DePaulo (en prensa) se halló que elporcentaje medio de juicios de verdad fue del 55.0%, sig-nificativamente superior al 50% esperado por azar. Estohizo que la precisión al juzgar declaraciones verdaderasse situara en el 60.3%, sensiblemente por encima de laprecisión al juzgar declaraciones falsas, que alcanzó tansólo la tasa del 48.7%. Esta tendencia a juzgar las declaraciones como verda-

deras puede deberse a varias razones (véase Levine etal., 1999). Es posible que esté basada en un modo deprocesamiento heurístico (Stiff, Kim y Ramesh, 1992), oen el propio funcionamiento de la mente, que en princi-pio representaría como cierta toda aquella informaciónentrante que comprende (Gilbert, Krull y Malone, 1990),o puede derivarse de la estrategia adaptativa de creerlos mensajes que se reciben, ya que en la vida cotidiana

la mayor parte de ellos son ciertos (Anderson, Ansfield yDePaulo, 1999). Recientemente, sobre la base de dos es-tudios que muestran que cuanta más información se pro-porciona al receptor menor es el sesgo de veracidad,hemos propuesto que éste pudiera deberse a un artefac-to experimental (Masip, Garrido y Herrero, 2005, enprensa). Ciertamente, en la investigación realizada hastael momento los fragmentos de la conducta del emisorque se han utilizado como material estimular han sidomuy breves. Esta brevedad limita la cantidad de infor-mación que el observador puede recibir del emisor, deforma que, a la hora de formular sus juicios, el observa-dor se ve obligado a emplear un modo de procesamien-to heurístico. Y se da la circunstancia de que en tareasde evaluación de la credibilidad los juicios heurísticossuelen ser juicios de verdad (véanse Gilbert et al., 1990;Millar y Millar, 1997; Stiff et al., 1992). Por lo tanto, elsesgo de veracidad hallado en la investigación pudieradeberse a la brevedad de las muestras conductuales em-pleadas. En consonancia con esta idea, hemos mostradoque el empleo de muestras de conducta más extensas einformativas reduce este sesgo (Masip, Garrido y Herre-ro, 2005, en prensa). Sin embargo, este hallazgo debeser replicado por otros equipos de investigación, y que-dan todavía algunas preguntas por responder (Masip,Garrido y Herrero, 2005, en prensa).En cualquier caso, la tendencia a juzgar las declaraciones

como verdaderas parece ser menor entre aquellosprofesionales para quienes la detección de la mentira esmás relevante que en otras personas (Bond y DePaulo, enprensa). Se ha llegado incluso a afirmar, sobre la base delos resultados empíricos, que en realidad tales profesionalespresentan un sesgo opuesto que les lleva a considerar quelas declaraciones son falsas (Meissner y Kassin, 2002), yque presentan una tendencia generalizada a cuestionar laveracidad de las comunicaciones emitidas por los demás4

(Masip, Alonso, Garrido y Antón, 2005).En resumen, la investigación revisada en este apartado

muestra que: (a) la capacidad de los seres humanos pa-ra discriminar entre mensajes verdaderos y falsos es muyescasa; (b) esto es así incluso entre personas para quie-nes dicha discriminación tiene importancia profesional;(c) aunque hay algunas variables que afectan significati-

4 Recientemente, Kassin, Meissner y Norwick (2005) han hallado que los policías tienden más que los no-policías a considerar verdaderasuna serie de confesiones falsasde delitos, por lo que han modificado su visión inicial y sostienen que, más que un sesgo a considerar que lasdeclaraciones son falsas, lo que presentan tales profesionales es un sesgo a considerar que los emisores de tales declaraciones son culpables.

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vamente al nivel de aciertos, en términos absolutos lasvariaciones oscilan entre el 50% y el 60%, manteniéndo-se siempre por debajo de niveles de precisión acepta-bles; (d) la investigación muestra que las personastendemos a prestar credibilidad a lo que otros nos dicen,por lo que detectamos más verdades que mentiras; sinembargo, hay indicios de que este resultado pudiera de-berse al modo en que habitualmente se ha hecho la in-vestigación; (e) por el contrario, los profesionales paraquienes la evaluación de la credibilidad es importantemuestran una tendencia a considerar que los mensajesson falsos.

CONFIANZA: ¿SOMOS CONSCIENTES DE NUESTRA(IN)CAPACIDAD PARA DETECTAR MENTIRAS?Una vez establecido que es difícil detectar mentiras so-bre la base del comportamiento no-verbal pasamos aotra cuestión examinada por la investigación: ¿existe al-guna relación entre la confianza depositada en nuestrosjuicios y nuestra precisión? DePaulo, Charlton, Cooper,Lindsay y Muhlenbruck (1997) hicieron un meta-análisisde la investigación sobre la confianza al hacer juicios deveracidad. Con la muestra de los 18 estudios relevantesque pudieron localizar, encontraron una correlación me-dia prácticamente nula: r = .04. Aamodt y Mitchell (enprensa) han examinado la misma cuestión, añadiendoexperimentos más recientes a los incluidos en el meta-análisis de DePaulo et al. (1997). La correlación prome-dio en 58 estudios hallada por Aamodt y Mitchell esvirtualmente la misma: r = .05. En definitiva, las perso-nas no tenemos conciencia de lo correctos o incorrectosque son nuestros juicios de credibilidad. Otro hallazgo de interés relacionado con la confianza es

la evidencia de que tendemos a sobreestimar nuestra ca-pacidad de discriminar entre verdades y mentiras. DePau-lo et al. (1997) compararon la confianza y la precisión enseis estudios en los que ambas variables se habían medi-do en una escala de 0 a 100 (o en los que las puntuacio-nes se podían transformar a dicha escala). Hallaron una

precisión media del 57.20% y una confianza media ensus juicios del 72.91%, claramente superior.

INDICADORES: MÍRAME A LOS OJOS Y DIME LAVERDADMuchos libros populares sobre comunicación no-verbalpresentan la detección de la mentira como una tareasencilla: basta con examinar si el emisor muestra deter-minadas señales conductuales claramente visibles paradeterminar si está mintiendo o no. Por ejemplo, Lieber-man (1998) y Pease (1981/1988) afirman que taparsela boca, tocarse la nariz, frotarse un ojo o el cuello o ti-rar del cuello de la camisa son indicación de que el in-terlocutor está mintiendo. Asimismo, las personas tienen creencias muy claras so-

bre cuáles son los indicadores conductuales del engaño(véanse entre otras las revisiones de Strömwall et al.,2004; Vrij, 2000). Por ejemplo, una creencia popularmuy extendida (y que también se encuentra en el librode Lieberman) es que los mentirosos apartan su mirada.En un reciente trabajo transcultural se ha hallado que es-te estereotipo tiene validez universal. Cuando se pregun-tó a personas de 58 países distintos “¿Cómo puedessaber si alguien está mintiendo?”, los habitantes de 51de ellos mencionaron que las personas apartan la mira-da al mentir (Global Deception Research Team, en pren-sa). En un segundo estudio se empleó un cuestionariocon preguntas cerradas. Una de éstas aludía al contactoocular. Las tres opciones de respuesta eran que la gentemira más a los ojos del interlocutor al mentir que al decirla verdad, que mira menos, y que mira en igual medida.En 61 de los 63 países estudiados los participantes esco-gieron la segunda de estas tres opciones con más fre-cuencia que ninguna de las otras dos (Global DeceptionResearch Team, en prensa). ¿En qué medida son correc-tas tales creencias? ¿Existen indicadores claros del enga-ño? ¿Cuáles son? En diversas revisiones se han comparado los resultados

de los estudios centrados en los indicadores reales del

5 Los indicadores realesdel engaño se estudian comparando la medida en que diversas categorías conductuales (por ej., dirección de la mira-da, tartamudeos, etc.) están presentes en comunicaciones verdaderas y falsas. Para examinar los indicadores percibidosdel engaño la compa-ración se establece entre comunicaciones juzgadasverdaderas y comunicaciones juzgadasfalsas por los observadores. Las creencias oestereotipossobre los indicadores del engaño se estudian preguntando a las personas qué claves creen ellas que permiten diferenciar entrecomunicaciones verdaderas o falsas. Como hemos visto al presentar los resultados del trabajo del Global Deception Research Team (enprensa), se pueden emplear preguntas abiertas o cerradas. Además, éstas pueden formularse en términos generales (“¿cómo puedes saber sialguien está mintiendo?”) o, como sucede en Masip, Garrido, Herrero, Antón y Alonso (en prensa), pueden referirse a un juicio o conjuntode juicios específicos (“¿en qué te has basado para concluir que esta persona estaba mintiendo/diciendo la verdad?”).

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engaño (conductas que diferencian entre declaracionesverdaderas y falsas) con los de aquellos estudios quehan examinado los indicadores percibidos o las creen-cias de la gente sobre los índices del engaño. Los indica-dores percibidos son aquellos que las personas utilizanrealmente para hacer sus juicios de credibilidad, y lascreencias son los indicadores que las personas dicen queson útiles para discriminar entre verdades y mentiras5

(Masip y Garrido, 2000, 2001). En general, las coinci-dencias entre las últimas dos categorías y la primera sonmuy escasas, reflejando que las personas tenemos ungran desconocimiento de las claves que realmente pue-den discriminar entre comunicaciones verdaderas y fal-sas (Burgoon, Buller y Woodall, 1994; DePaulo, Stone yLassiter, 1985; Vrij, 2000). Por ejemplo, Vrij (2000) ob-serva que si bien la gente cree que, en comparación conquienes dicen la verdad, los mentirosos mueven más susextremidades, desvían más la mirada, parpadean más,sonríen más, muestran más automanipulaciones y gestosilustrativos, cambian con mayor frecuencia de postura ymueven más el tronco, los resultados de la investigaciónempírica muestran que, en realidad, los mentirosos mue-ven sus extremidades menos que los veraces, y que la re-lación entre las demás conductas y el engaño no essignificativa. Otras creencias populares examinadas porVrij, como que los mentirosos cometen más errores y pre-sentan más vacilaciones al hablar, que hacen más pau-sas, etc., no han recibido apoyo claro de la investigación,puesto que se han hallado resultados contradictorios de-bido a que determinadas variables, como la complejidadcognitiva de la mentira, pueden mediar la expresión delas conductas relevantes. Hay dos creencias popularesque, según Vrij, son acertadas: la de que al mentir se ha-bla con un tono de voz algo más agudo y la de que laspausas al hablar son de mayor duración al mentir que aldecir la verdad. En conclusión, la abrumadora mayoríade las creencias populares sobre los indicadores no-ver-bales del engaño son erróneas. Por desgracia, sucede lomismo con las creencias que presentan profesionales ta-les como policías, jueces, etc., las cuales se solapan engran medida con las del ciudadano medio (véase Ström-wall et al., 2004, para una discusión en profundidad).

Una posible explicación de esta falta de concordanciaentre creencias y realidad nos la ofrece Kelley (1992)cuando hipotetiza que las nociones del sentido comúnprobablemente sean menos válidas cuando se refieren almicronivel que cuando se refieren al mesonivel. En el mi-cronivel, Kelley ubica los “acontecimientos que ocurrenrápidamente ..., en escalas pequeñas de magnitud omasa (por ej., pequeñas contracciones de los músculosfaciales o cambios en la fijación ocular), y a menudo deforma invisible...” (Kelley, 1992, p. 6). El mesonivel es el“nivel de la conducta individual molar...” (Kelley, 1992,p. 6), y comprende “consecuencias inmediatas y direc-tas, periodos de tiempo de minutos a días ... Este nivel esel centro de atención en la vida diaria...” (Kelley, 1992,p. 6). Indudablemente, la identificación de claves discre-tas del engaño se inserta en el micronivel de Kelley.Sea como fuere, la discrepancia entre los estereotipos

populares y la realidad empírica puede dar cuenta delescaso valor de las claves conductuales para formularjuicios correctos de mentira. Park, Levine, McCornack,Morrison y Ferrara (2002) preguntaron a un grupo deestudiantes que recordaran un caso en el que hubierandescubierto que otra persona les había mentido y queindicaran qué estrategias habían empleado en esa oca-sión para descubrir el engaño. Los resultados muestranque los métodos más usados fueron la información deterceras personas, la evidencia material y la confesióndel propio mentiroso. Prestar atención a las claves no-verbales y verbales estuvo entre las estrategias menosempleadas (2.1%). En definitiva, el papel de tales clavespara formular juicios correctos de mentira es ínfimo6.El trabajo de Vrij (2000) descrito anteriormente revisa

sólo parte de la literatura. Con posterioridad al mismo,DePaulo, Lindsay, Malone, Muhlenbruck, Charlton y Co-oper (2003) han publicado el trabajo meta-analítico másexhaustivo realizado hasta el momento sobre los indica-dores no-verbales y verbales del engaño. Aunque nocomparan tales indicadores con las creencias populares,sus resultados son del máximo interés, pues permiten ais-lar las claves que, potencialmente, pueden ser útiles paradiscriminar entre verdades y mentiras. DePaulo et al.examinaron un total de 116 informes de investigación en

6 Park et al. (2002) interpretan los resultados como indicativos de que las personas no emplean indicadores verbales y no-verbales para hacersus juicios de credibilidad. Sin embargo, al haber limitado los autores su exploración a mentiras que llegaron a descubrirse, sólo podemosconcluir que tales claves tienen un efecto limitado sobre los juicios correctos de mentira. Es posible que esas claves se utilicen con frecuen-cia pero que sean muy poco discriminativas.

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los que se explora la relación de 158 claves conductua-les con el acto de mentir o decir la verdad. Los autoresdiferenciaron entre dos conjuntos de claves. Primero,aquellas que se habían examinado por lo menos en tresocasiones distintas, habiendo podido calcular con preci-sión el tamaño del efecto para al menos dos de ellas. Eltamaño del efecto es, en este caso, un índice de la rela-ción entre la presencia/ausencia de la clave y si el emi-sor miente o dice la verdad. Sólo puede calcularse conexactitud si se proporciona la suficiente información enlos informes de investigación originales, lo cual no suce-día en todos los examinados por DePaulo et al. El segun-do conjunto de claves comprendía a todas las demás.Los cálculos referentes al primer conjunto son más váli-dos, dado el mayor número de muestras y la mayor pre-cisión en los cálculos del tamaño del efecto. Los autores hallaron que sólo 24 claves de las 88 del pri-

mer grupo diferenciaron entre declaraciones verdaderas yfalsas. A éstas se añadieron 17 del segundo grupo. Enconjunto, 24 + 17 = 41 claves de un total de las 158 exa-minadas; esto es el 26.0%. Si sólo consideramos las 24claves significativas del primer grupo, cuyo cálculo pre-senta más garantías, el porcentaje es del 15.2%. En con-clusión, a diferencia de lo que promulgan una serie delibros “de autoayuda” y de lo que sostiene la sabiduríapopular, hay muy pocas diferencias entre la conducta delas personas cuando mienten y cuando dicen la verdad. Con el fin de aislar los indicadores más válidos del en-

gaño, DePaulo et al. (2003) se centraron en aquellos ba-sados en un número de comparaciones superior a cincoy con un tamaño del efecto igual o superior a 0.20 envalores absolutos. Sólo hallaron 12 de tales indicadores,la mayoría de naturaleza verbal. La clave más discrimi-nativa (d = -0.55) parece ser la inmediaticidad verbal yvocal. Esto significa que al mentir las personas respon-den de manera menos directa, relevante y clara que aldecir la verdad, y que además lo hacen de forma evasi-

va e impersonal (DePaulo et al., 2003). Además, encomparación con las comunicaciones de quienes dicenla verdad, las comunicaciones de los mentirosos parece-rán más ambivalentes y discrepantes (por ej., habrá faltade concordancia entre lo expresado a través de unos ca-nales y otros) (d = 0.34). Asimismo, las mentiras tendránmenos detalles (d = -0.30), una estructura menos lógica(d = -0.25) y un menor engranaje contextual (d = -0.21)que las verdades. Éstos son tres criterios verbales delAnálisis de Contenido Basado en Criterios o CBCA7 (Ga-rrido y Masip, 2000, 2004; Masip, Garrido y Herrero,2003; Vrij, 2005). Las narraciones falsas también pare-cerán menos plausibles (d = -0.23) y contendrán másafirmaciones negativas y quejas (d = 0.21) que las ver-daderas. El narrador parecerá inseguro y vacilante en suvoz y en sus palabras (d = 0.30), dará la impresión deestar más nervioso o tenso (d = 0.27), su voz tambiénsonará tensa (d = 0.26) y de hecho su tono fundamental(frecuencia de la voz) será más agudo (d = 0.21). Ade-más, la implicación personal del narrador a nivel verbaly no-verbal será menor en declaraciones falsas que endeclaraciones verdaderas (d = -0.21). Es importante se-ñalar que ninguna de las pintorescas claves antes men-cionadas que describe Pease (1981/1988) se encuentraen esta lista basada en un riguroso meta-análisis de lainvestigación relevante, ni tampoco el contacto ocular8. Es extremadamente importante tener en cuenta que es-

tos resultados se derivaron de todo el conjunto de estu-dios y condiciones experimentales de los trabajosanalizados por DePaulo et al. (2003). Pero se detectaronuna serie de circunstancias que influyen sobre la utilidadde los indicadores para discriminar entre declaracionesverdaderas y falsas. Así, la motivación del emisor, el ob-jeto que se persigue con el engaño (ocultar una transgre-sión vs. otros fines), la extensión de la respuesta (tiempodurante el que el emisor se expresa) y la preparaciónprevia de la mentira influyeron sobre el significado y el

7 La estructura lógica implica que los diversos detalles describen idéntico curso de sucesos, la declaración en su conjunto es coherente y ló-gica y sus partes “encajan”. Por engranaje contextualse entiende que el acontecimiento descrito está inserto en un contexto espacio-tempo-ral rico y complejo (véase Garrido y Masip, 2001).8 El tamaño del efecto para el contacto ocular fue d = 0.01, y para la conducta de desviar la mirada d = 0.02; ambas ds fueron no-significati-vas. Las claves que arrojaron tamaños del efecto superiores a 0.20 en valores absolutos pero que se calcularon sobre la base de 5 o menoscomparaciones (en realidad 3 a 5 comparaciones) fueron cooperatividad (d = -0.66), admisión de falta de memoria (d = -0.42), dilataciónpupilar (d = 0.39), duración del discurso (d = -0.35), asociaciones externas relacionadas (d = 0.35), inmediaticidad verbal (d = -0.31), correc-ciones espontáneas (d = -0.29), elevación de la barbilla (d = 0.25), atribuciones sobre el estado mental del otro (d = 0.22), repeticiones de pa-labras y frases (d = 0.21) y autodesaprobación (d = 0.21). Los valores positivos de d indican que la conducta se muestra más al mentir que aldecir la verdad; los valores negativos tienen el significado opuesto.

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poder discriminativo de diversos indicadores (DePaulo etal., 2003; DePaulo y Morris, 2004). Por ejemplo, cuan-do la comunicación no estaba preparada de antemanola latencia de respuesta (tiempo transcurrido entre el fi-nal de la pregunta y el inicio de la respuesta del emisor)fue mayor al mentir que al decir la verdad, pero cuandola comunicación estaba preparada de antemano la la-tencia fue mayor al decir la verdad que al mentir. Asi-mismo, hubo varias claves (por ej., parpadeos) quediscriminaron cuando se mentía sobre transgresiones pe-ro que no discriminaron al mentir sobre otros temas (pa-ra una descripción completa de los efectos de lasvariables moderadoras sobre los indicadores, véanseDePaulo et al., 2003; DePaulo y Morris, 2004). En resu-men: (a) el significado de los mismos indicadores (porej., latencia de la respuesta) puede cambiar según lascircunstancias; (b) hay conductas (por ej., parpadeos)que discriminan significativamente en unas circunstan-cias pero no en otras; y (c) hay claves (por ej., parpade-os) que no discriminan en términos generales pero que sílo hacen en circunstancias muy específicas, y viceversa.Así pues, al contrario de lo que se afirma en muchos li-bros de autoayuda, no sólo hay pocas claves del enga-ño, sino que éstas son muy específicas de cadasituación. Como señala Kelley (1992), el sentido comúnes más sensible a los efectos principales que a las inte-racciones que la ciencia desvela, y además la cienciadescubre factores subyacentes que no están en el puntode vista del observador lego y que tienen gran influenciaen los resultados.

ENTRENAMIENTO: ¿EXISTE ALGUNA REMOTAESPERANZA?El panorama que se dibuja en las páginas anteriores esciertamente desolador: los seres humanos somos pésimosdetectores de mentiras, nuestra confianza no se relacionacon la precisión de nuestros juicios, tendemos a sobreesti-mar nuestra capacidad de detectar mentiras, nuestras cre-encias sobre los indicadores del engaño son erróneas yutilizamos claves equivocadas al hacer tales juicios. ¿Exis-te alguna esperanza de aprender a hacerlo bien? Se han realizado muchos intentos de entrenar a las

personas para detectar el engaño (véanse las revisionesde Bull, 2004; Frank y Feeley, 2003; Vrij, 2000). Vrijobserva que se han utilizado tres tipos de entrenamiento.Uno consiste en proporcionar a los sujetos retroalimenta-

ción sobre sus resultados, de forma que puedan apren-der de sus errores y sus aciertos al ir efectuando los jui-cios de credibilidad. Otro tipo de entrenamiento se basaen una estrategia informacional, consistente en indicar alos observadores cuál es la verdadera relación entre de-terminados indicadores y el engaño. Un tercer tipo deentrenamiento se basa en una estrategia atencional, enque se focaliza la atención de los observadores sobredeterminadas claves reveladoras (sin explicitar necesa-riamente su significado), o bien sobre aquellos canalesmás transparentes (por ej., el canal auditivo). Según Vrij,con independencia del método empleado, en general losobservadores han logrado incrementar su nivel de acier-tos en la condición de entrenamiento. Pero el autor tam-bién indica que tales incrementos han sido muy pobres:precisión media del 54% en los grupos no-entrenados vs.del 57% en los grupos entrenados. En un trabajo posterior al de Vrij (2000) y más sistemáti-

co que éste, Frank y Feeley (2003) meta-analizan la inves-tigación realizada hasta el momento sobre elentrenamiento no-verbal en detección de la mentira. Sutrabajo considera 20 comparaciones efectuadas en 11trabajos publicados, con un total de 1072 observadoresen los grupos de entrenamiento y 1161 en los grupos con-trol. Encuentran que el incremento de precisión debido alentrenamiento es estadísticamente significativo, pero muypequeño: se informa de un nivel medio de aciertos del54% en los grupos no-entrenados y del 58% en los gruposentrenados; nótese que los valores son casi idénticos a loshallados por Vrij (2000). Los autores argumentan que laescasa calidad de los programas de entrenamiento emple-ados puede estar detrás de tan pobre incremento. Sin em-bargo, aunque es cierto que los programas empleadospresentan una serie de limitaciones, un problema más fun-damental atañe a la escasa relación, antes señalada, en-tre indicadores conductuales y el engaño, así como elrelativismo de esta relación en función de diversas circuns-tancias (DePaulo et al., 2004). Esto puede afectar negati-vamente a la eficacia de las tres modalidades deentrenamiento identificadas por Vrij (2000). Así, lo que sepueda aprender mediante la retroalimentación en un pro-grama del primer tipo será confuso, relativo y de escasovalor. En el caso de una estrategia informacional, pocaserá la información consistente y válida a nivel transitua-cional que pueda proporcionarse a los observadores. Porúltimo, el empleo de una estrategia atencional también

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presenta problemas. Si se orienta a los observadores aque focalicen su atención sobre determinadas claves dis-cretas, éstas tendrán necesariamente una validez limitaday dependiente de las circunstancias. Y si lo que se preten-de es focalizar la atención de los observadores sobre loscanales auditivo y audiovisual, significativamente mástransparentes que el canal meramente visual en el meta-análisis de Bond y DePaulo (en prensa), antes se debe te-ner en cuenta que, en las comparaciones interestudio(Bond y DePaulo no presentan los índices concretos deprecisión en las comparaciones intraestudio), los nivelespromedios de precisión alcanzados ante tales canales fue-ron del 53.7% (canal auditivo) y del 53.9% (canal audio-visual), frente al 50.2% del canal visual. Recuérdese que elnivel de aciertos por azar está en el 50%, y que la preci-sión total corresponde al 100%. Poca es, en consecuencia,la precisión final que podrán alcanzar los observadores alpedirles que presten atención a los canales auditivo o au-diovisual. Sobre la base de un análisis parcial de la investigación

relevante, Meissner y Kassin (2002) sugieren que, másque incrementar la precisión, lo que hacen los progra-mas de entrenamiento es incrementar la tendencia de losobservadores a decir que los mensajes son falsos. Deforma consistente con tales apreciaciones, en el meta-análisis más amplio de Frank y Feeley (2003) el incre-mento debido al entrenamiento fue nulo al juzgarverdades (precisión del 58% en los grupos no-entrena-dos vs. 56% en los entrenados), pero sustancial al juzgarmentiras (49% vs. 55%). Este efecto no debe sorprender.Aunque Vrij (2000) identificara las tres aproximacionesdescritas anteriormente, en realidad la mayoría de losprogramas de entrenamiento se han basado en la estra-tegia de informar a los observadores sobre la supuestarelación entre ciertas claves conductuales y el engaño.Normalmente tales entrenamientos se centran específica-mente sobre los indicadores de la mentira, y no sobre losindicadores de la verdad. Se señalan ciertas conductas,se dice que suelen aparecer con más frecuencia al men-tir que al decir la verdad, y se invita a los observadoresa que traten de identificarlas en los vídeos experimenta-les para determinar si los emisores están mintiendo (y nopara diferenciar si los emisores mienten o dicen la ver-dad). Pero el que determinadas claves aparezcan conmayor frecuencia al mentir que al decir la verdad, nosignifica que aparezcan exclusivamente cuando se mien-

te. De modo que los observadores buscarán activamenteesas claves indicadoras de engaño, y en cuanto perci-ban su más mínimo atisbo resolverán de inmediato y confirmeza que el emisor está mintiendo. Ésta puede ser larazón de que el entrenamiento incremente sólo la fre-cuencia de juicios de mentira, pero no la precisión aljuzgar verdades. Probablemente, un entrenamiento foca-lizado sobre las claves de la verdad, o bien un entrena-miento más equilibrado en el que se presenten, conidéntico énfasis, los indicadores de la verdad y los de lamentira (sus opuestos), y en el que la tarea no consistaen detectar mentiras, sino en discriminar entre declara-ciones verdaderas y falsas, tendría efectos muy distintos.Nuestra investigación más reciente está explorando estaposibilidad.

CONCLUSIONESLa sabiduría popular sostiene que “es más fácil pillar a unmentiroso que a un cojo”. La mayoría de personas mues-tra gran confianza en sus juicios de veracidad. Existenademás claros estereotipos populares sobre el comporta-miento de las personas al mentir. Se encuentra asimismoen el mercado un sinnúmero de libros “de autoayuda”,que cuentan con gran aceptación popular, en los que sepresenta la detección de la mentira a partir del comporta-miento no-verbal como una tarea sencilla de aprender, yen los que se ofrecen extensas relaciones de supuestos in-dicadores del engaño de validez universal. Frente a las creencias populares y a las afirmaciones

de los libros “de autoayuda”, se han presentado en estaspáginas los resultados de varias décadas de rigurosa in-vestigación realizada por psicólogos y comunicólogos.Es importante que el lector tenga en cuenta que la mayorparte de los hallazgos descritos en el presente trabajoproviene de estudios meta-analíticos muy abarcadores,por lo que las muestras son extremadamente amplias yheterogéneas (y, por ende, representativas), y los resul-tados reflejan fielmente los hallazgos globales de virtual-mente toda la investigación realizada. Tales resultadosse oponen frontalmente a las creencias populares y a loque se afirma en la mayoría de los libros “de autoayu-da”. Así, se concluye lo siguiente: (a) la capacidad delser humano para discriminar entre verdades y mentirases extremadamente limitada; esto es así incluso en gru-pos profesionales para quienes la detección del engañoes una tarea importante en su trabajo; (b) las personas

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no tenemos conciencia de lo correctos o incorrectos queson nuestros juicios de credibilidad; (c) tendemos a so-breestimar nuestra capacidad de identificar verdades ymentiras; (d) utilizamos claves equivocadas al hacer jui-cios de credibilidad; (e) las creencias populares sobre losindicadores del engaño son erróneas; (f) las creencias delos profesionales para quienes la detección del engañoes una tarea importante son también erróneas y simila-res a las de las otras personas; (g) no se ha demostradoque los indicadores conductuales que se mencionan enla mayoría de los libros “de autoayuda” permitan unaadecuada discriminación entre verdades y mentiras; (h)existen muy pocas conductas que realmente permitan di-ferenciar entre verdades y mentiras; (i) al contrario de loque se da a entender en muchos libros “de autoayuda” yde lo que sostiene la sabiduría popular, el significado yel poder de discriminación de las claves conductualesdependen de una serie de variables situacionales; (j)también al contrario de lo que afirman determinados li-bros dirigidos al gran público, aprender a discriminarentre verdades y mentiras es extremadamente difícil, co-mo muestra la limitada eficacia de distintos programasde entrenamiento; y (k) en lugar de incrementar la preci-sión global, los entrenamientos al uso aumentan el sesgoa decir que las declaraciones son falsas.En ocasiones, determinados colectivos profesionales cu-

ya labor les exige evaluar la credibilidad se dejan llevarpor sus creencias ingenuas. Otras veces, en un loableafán de aprender y capacitarse profesionalmente, bus-can información en determinados libros, en muchas oca-siones aparentemente escri tos por reputadosprofesionales de la psicología, pero que de hecho sonobra de autores poco cualificados que sólo ofrecen inge-nuos consejos de nulo valor científico. En otras ocasionesvan más allá y asisten a cursillos o seminarios; pero amenudo éstos son impartidos por personas ajenas a loscampos de la psicología o de la comunicación, o porcompañeros más experimentados que, en muchos casoscon la mejor de las intenciones, se limitan a transmitirsus intuiciones y creencias de sentido común, desvincula-das del avance científico en el campo de conocimientorelevante. En determinados ámbitos, las consecuenciasde un juicio erróneo de la credibilidad pueden ser de-vastadoras (condena de un inocente; limitación del acce-so a determinado empleo o su pérdida; etc.), por lo quees necesario que quienes deban hacer tales juicios reci-

ban la información más rigurosa y actualizada en elárea de la detección del engaño. Los psicólogos estánentre ellos, pero tienen además la importante responsa-bilidad adicional de asesorar a otros profesionales (y alegos) sobre la verdadera relación entre las claves con-ductuales y el engaño. En este sentido, quisiera haberpodido ofrecer una lista clara de indicadores conductua-les específicos, claramente perceptibles, y carentes deambigüedad que fueran indicadores incuestionables dela mentira. Esto es lo que hacen los libros “de autoayu-da”, pero, por desgracia, la realidad es mucho máscompleja. Ésta es la lección que conviene aprender.

Agradecimientos: El autor desea expresar su agradeci-miento a Eugenio Garrido, Nuria Hernández y RobertoVivero por su amabilidad al acceder a leer versiones an-teriores de este trabajo y formular comentarios y suge-rencias de gran ayuda.

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o es poco común que en las investigaciones poli-ciales se cuente únicamente con la declaración dela víctima y la declaración del acusado como úni-

cas pruebas disponibles del delito. Ante esta necesidad,varios investigadores se han centrado en el desarrollo demétodos sistemáticos que ayuden a identificar informeshonestos de aquellos informes que han sido fabricados.Vrij (2000) y Vrij, Edward y Bull (2001) han clasificadoestos procedimientos en tres grupos. El primero se centraen el registro y análisis de la actividad psicofisiológicade la persona que miente. El segundo se encarga deexaminar la conducta no verbal del sujeto (Vrij, Edward,Roberts y Bull, 2000). El tercer grupo, y sobre el cual nosvamos a centrar, se encarga del estudio del contenido dela declaración del testigo (Masip, Sporer, Garrido y He-rrero, 2005; Ruby y Brigham, 1997).

DESARROLLO DEL ANÁLISIS DE CONTENIDO BASADOEN CRITERIOS (CBCA)El Statement Validity Assessment (SVA) (Evaluación de laValidez de la Declaración) es la técnica más empleadapara evaluar la veracidad de las declaraciones verbales(Vrij, 2000). El SVA se desarrolló en Alemania y se sus-tentó en la experiencia clínica de diversos psicólogos.

Alrededor de 1950, Udo Undeutsch realizó la primeradescripción del SVA (ver Undeutsch, 1989) y posterior-mente fue modificada hasta su forma actual por Steller yKöhnken (1989) y Raskin y Esplin (1991). En un princi-pio, el SVA se desarrolló para valorar las declaracionesverbales de niños que habían sido víctimas de abuso se-xual. Sin embargo, en años recientes se ha intentado va-lidar y generalizar la aplicación de este instrumento aadultos (Vrij et al., 2001; Vrij et al., 2000). A pesar deque es un instrumento ampliamente utilizado en el ámbi-to forense como prueba psicológica no se le debe consi-dera un test o una escala estandarizada, sino un métodosemi-estandarizado para la evaluación de la credibili-dad de las declaraciones (Steller, 1989). El desarrollodel SVA está fundamentado en lo que Steller (1989) hadenominado la hipótesis de Undeutsch. De acuerdo a es-ta hipótesis, un testimonio basado en una experiencia re-al difiere en cuanto a su calidad y contenido de untestimonio basado en un acontecimiento imaginado.El Criteria-Based Content Análisis (CBCA) (Análisis de

Contenido Basado en Criterios) es el componente princi-pal del SVA lo que lo ha llevado a ser el elemento másfrecuentemente estudiado por los investigadores (Ruby yBrigham, 1997) y sobre el cual se va a centrar este tra-bajo. El SVA está formado por tres componentes mutua-mente dependientes: a) una entrevista estructurada conla víctima, b) el CBCA que evalúa el contenido de la de-

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Papeles del Psicólogo, 2005. Vol. 26, pp. 92-98

EL ANALISIS DE CONTENIDO BASADO EN CRITERIOS (CBCA) EN LA EVALUACIÓN DE LA CREDIBILIDAD DEL TESTIMONIO

Verónica Godoy-Cervera, Lorenzo HiguerasUniversidad de Granada

Este trabajo está dirigido por un lado a la descripción del Análisis de Contenido Basado en Criterios (CBCA), procedimiento enfoca-do originalmente a la evaluación de la credibilidad del testimonio de niños, y por otro, a la presentación de algunas investigacionesrealizadas en torno a este tema. En los últimos años, sin embargo, ha habido un creciente interés por generalizar la aplicación de es-te procedimiento a adultos, por lo que otro de nuestros objetivos será comentar los estudios encaminados a emplear esta prueba enla evaluación de la credibilidad de las declaraciones de adultos. Finalmente comentaremos algunos inconvenientes de esta técnica yfuturas líneas de investigación.

This work is directed on the one hand to the description of the Criterial Based Content Analysis (CBCA), a procedure focused origi-nally on the evaluation of children’s testimony credibility, and by other one, to present several investigations done regarding this topic.Over the last years, nevertheless, there has been an increasingly interest about the application of this procedure on adults, therefore,another purpose was to bring up studies focussed to the use of statement credibility analysis technique on adults. Finally, disadvanta-ges and future research on the field on the use of this technique are discussed.

Correspondencia: Verónica Godoy Cervera. Facultad de Psicolo-gía. Universidad de Granada 18071. Granada España. E-mail:[email protected]

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claración de la persona, y c) la integración del CBCA conla información derivada de un set de preguntas denomi-nado Lista de Validez, el cual combina la información ex-traída del análisis del contenido de la declaración conotra información relevante del caso y con la informaciónobtenida a partir de la exploración de la entrevista o en-trevistas previamente realizadas (Horowitz, 1991). La entrevista debe preceder a la aplicación de los crite-

rios del CBCA. El objetivo primordial es obtener materialsobre el cual aplicar dichos criterios. Es importante queel entrevistador esté familiarizado con el contenido delos criterios ya que de ello dependerá que la entrevistase desarrolle de forma adecuada. Así mismo, debe in-tentar obtener la mayor cantidad posible de informaciónempleando una entrevista diseñada de forma que maxi-mice la cantidad de información aportada por el testigoy minimice cualquier tipo de contaminación generada yasea por el entrevistador o por cualquier otro adulto (Ras-kin y Esplin, 1991). El CBCA se aplica al contenido de la declaración y su

propósito es determinar si su calidad y sus contenidosespecíficos son indicativos de una narración generada apartir de registros de memoria o si son producto de lainvención, la fantasía o la influencia de otra persona.Cualquier análisis realizado empleando el CBCA se veinfluenciado por las características de la entrevista y porlo que el sujeto ha experimentado o no. A lo largo deeste proceso, es importante que el entrevistador tome encuenta la edad de la persona, su experiencia y el nivelde sus habilidades cognitivas (Raskin y Esplin, 1991).Una de las mayores limitaciones del CBCA es la dificul-tad que presenta al ser aplicado a situaciones en las queel testigo tiene información a partir de la cual puede in-ventar una acusación que incorpore algunos de los crite-rios. Por ejemplo, un niño que ha sido abusadosexualmente con anterioridad puede suministrar un testi-monio falso pero que parezca convincente derivado deregistros de memoria originados de otras experiencias.Este aspecto debe ser considerado cuando se lleve a ca-bo la revisión del caso a través de la Lista de Validez(Raskin y Esplin, 1991). El contenido verbal de la decla-ración es analizado mediante la aplicación de una seriede 19 criterios (véase Tabla1), los cuales están organiza-dos dentro de cinco grandes categorías y tienen como fi-nalidad diferenciar entre declaraciones verdaderas ydeclaraciones fabricadas. Se parte de la idea de que untestimonio veraz contiene un mayor número de criterios

(para una descripción detallada de estos criterios véaseSteller y Köhnken, 1989).El análisis de la entrevista a través de los 19 criterios

del CBCA se realiza otorgando puntuaciones numéricasa cada uno de los criterios. Según indica Steller (1989),se asigna 2, 1 ó 0 puntos en función de si el criterio seencuentra fuertemente presente, presente o ausente en ladeclaración. Otros autores (Lamb, Sternberg, Esplin,Hershkowitz, Orbach y Hovav, 1997) proponen se pun-túe 1 ó 0 si el criterio está presente o ausente en la de-claración. Ni la entrevista ni los resultados obtenidos apartir de los criterios son completamente válidos hastaque hayan sido puestos en contexto por medio de la Lis-ta de Validez, la cual, está compuesta por cuatro cate-gorías generales de información (Steller y Köhnken,1989): a) Características psicológicas. En esta categoría es im-

portante evaluar la adecuación del lenguaje y elafecto y la susceptibilidad a la sugestión.

VERÓNICA GODOY-CERVERA, LORENZO HIGUERAS

TABLA 1EL ANÁLISIS DE CONTENIDO BASADO EN CRITERIOS (CBCA).

MODIFICADO DE STELLER Y KÖHNKEN (1989)

Características Generales

1. Estructura lógica.2. Elaboración desestructurada.3. Cantidad de detalles.

Contenidos específicos

4. Engranaje contextual.5. Descripción de interacciones.6. Reproducción de la conversación.7. Complicaciones inesperadas durante el incidente.

Peculiaridades del contenido

8. Detalles inusuales.9. Detalles superfluos.10. Incomprensión de detalles relatados con precisión.11. Asociaciones externas relacionadas.12. Alusiones al estado mental subjetivo.13. Atribución del estado mental del autor del delito.

Contenidos referentes a la motivación

14. Correcciones espontáneas.15. Admitir fallos de memoria.16. Plantear dudas sobre el testimonio.17. Auto-desaprobación.18. Perdón del autor de delito.

Elementos específicos de la ofensa

19. Detalles específicos de la ofensa.

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b) Características de la entrevista. El evaluador deberárealizar un análisis sobre la calidad de la entrevistavalorando el tipo de preguntas formuladas (pregun-tas sugerentes, directivas o coactivas) y la adecua-ción global de la misma.

c) Motivación para realizar acusaciones falsas. Esta ca-tegoría pretende descartar aquellos aspectos de ín-dole motivacional que pudieran estar influyendopara que la persona proporcione una declaraciónfalsa. No hay que olvidar también que el menor po-dría estar presionado por una tercera persona parafalsear su testimonio. Un aspecto importante de estacategoría es hacer una valoración del contexto en elque se genera el informe.

d) Aspectos relacionados con la investigación. Esteapartado está diseñado con el fin de valorar la con-sistencia entre las declaraciones e investigacionesprevias y partes médicos.

El evaluador deberá analizar la información relaciona-da con las cuatro categorías antes mencionadas y en fun-ción de ello determinar si dicha información apoya eltestimonio de la persona. Así mismo, la Lista de Valideztiene por objetivo valorar varias hipótesis explicativasexaminando toda la información del caso con la que secuenta. Raskin y Esplin (1991) plantean que son cinco lashipótesis que deben ser comprobadas por el evaluador: a) La declaración es válida, pero el menor ha rempla-

zado la identidad del agresor por la de una perso-na distinta.

b) La declaración es válida, pero el menor ha sido in-fluenciado o ha inventado información adicionalque no es verdadera.

c) El menor ha sido presionado por una tercera personapara que formule una versión falsa de los hechos.

d) Por intereses personales o para ayudar a terceras per-sonas el menor ha presentado una declaración falsa.

3) A consecuencia de problemas psicológicos, el menorha fantaseado o inventado su declaración.

Es importante resaltar que el propósito del SVA es rea-lizar una evaluación de la credibilidad del contenido dela declaración, no realizar una valoración sobre la cre-dibilidad de la persona en sí (Steller y Köhnken, 1989).Una de las grandes limitaciones del CBCA es que hasta

ahora no se ha fijado una regla de decisión que nosayude a establecer cuántos criterios determinan que unadeclaración sea clasificada como creíble o no creíble.Menos aún se ha precisado el peso que cada criterio de-

be recibir. Alonso-Quecuty (1999) plantea que el pesode cada criterio debe ser asignado tomando en cuentadiversos factores, tales como: el número de entrevistasprevias por las cuales ha atravesado el niño, la compleji-dad del incidente, la edad del menor y el paso del tiem-po. Una vez aplicados los criterios del CBCA y la Listade Validez, el resultado final del análisis nos permite cla-sificar cualitativamente la declaración según cinco cate-gorías (Alonso-Quecuty, 1999; Steller, 1989):

- Creíble.- Probablemente creíble.- Indeterminado.- Probablemente increíble.- Increíble.

INVESTIGACIONES REALIZADAS EN TORNO AL CBCAEn años recientes, los estudios sobre el CBCA han incre-mentado debido a su alta incidencia en el contexto judi-cial. Las líneas de investigación han seguido dosvertientes: 1) aquellas que emplean casos reales de me-nores que presuntamente han sido abusados sexualmen-te y en las que se utilizan otros elementos del caso comomedidas de veracidad; y 2) estudios experimentales enlos que se induce a los sujetos a manipular su declara-ción proporcionando ya sea un testimonio verdadero ouno falso (Ruby y Brigham, 1997).

Estudios realizados con niños Debido a que el CBCA fue diseñado para ser aplicado alas declaraciones de menores presuntas víctimas de abu-so sexual, la mayoría de las investigaciones publicadashan trabajado con muestras de estas características. Acontinuación se exponen brevemente algunos estudiosrealizados con menores. Una investigación importante por cuanto trabaja con

niños que presuntamente habían sufrido abuso sexual larealizaron Lamb et al. (1997). Su muestra estuvo com-puesta por 98 niños israelíes (28 niños y 70 niñas), conedades de entre 4 y 13 años (media 8,72). Como medi-da de la veracidad de la declaración emplearon otroselementos del caso como: evidencia material o física, ladeclaración del acusado, etc. Tal y como habían predi-cho, hubo una mayor presencia de los criterios del CB-CA en los relatos creíbles (media 6,74) en comparacióncon los relatos no creíbles (media 4,85). Sin embargo,los autores afirman que las diferencias encontradas nofueron tan significativas como lo fueron en estudios ante-riores.

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Más recientemente, Santtila, Roppola, Runtti y Niem(2000) analizaron el efecto que la edad, la habilidadverbal (medida con la escala verbal del WISC-R) y el es-tilo emocional del entrevistador tenían sobre la presenciade los criterios del CBCA en las declaraciones de 68 ni-ños pertenecientes a tres grupos de edad diferente: 7-8,10-11 y 13-14 años. En el experimento, se le pidió a ca-da niño que narrara dos experiencias personales, unareal y una falsa. Los resultados mostraron una tasa declasificación correcta del 66%. También comprobaronque la edad y la habilidad verbal del menor, así como laconducta del entrevistador influían en el número de crite-rios del CBCA que se presentaban en las declaraciones,independientemente de que éstas fueran verdaderas ofalsas. Así mismo, hallaron que se presentaban diferen-tes criterios según el rango de edad en el que se encon-traba el menor. Los autores sugieren integrar lainformación del CBCA con la lista de validez, y conclu-yen que las decisiones judiciales no deberían recaer ex-clusivamente en los resultados aportados por elCBCA-SVA. Los estudios también se han centrado en analizar la in-

fluencia que la familiaridad del suceso a recordar tienesobre la presencia de los criterios del CBCA. Por ejem-plo, Pezdek et al. (2004) realizaron un experimento con114 niños y se plantearon como hipótesis que las des-cripciones de eventos familiares tenían mayor probabili-dad de ser catalogadas como veraces que lasdescripciones de eventos no familiares. Los resultadosapuntaron a una mayor presencia de criterios del CBCAen las narraciones de sucesos familiares que en las na-rraciones de sucesos no familiares. En esta misma línea, Blandon-Gitlin, Pezdek, Rogers y

Brodie (2005) empleando una muestra de 94 niños ana-lizaron la interacción entre la familiaridad del suceso yla veracidad del mismo. En el estudio se encontró que laspuntuaciones obtenidas a través del CBCA fueron másfuertemente influidas por la familiaridad del suceso quepor la veracidad del mismo. En ambos estudios, los au-tores concluyen sugiriendo que el CBCA, en su forma ac-tual, es de limitada utilidad como herramienta paraevaluar la credibilidad del testimonio en menores.

Estudios realizados con adultosDebido a los buenos resultados obtenidos con niños, laaplicación del CBCA ha intentado generalizarse a adul-tos. Sin embargo las investigaciones no son tan abun-

dantes como lo son en el caso de menores. A continua-ción comentaremos algunas de ellas. Algunas investigaciones se han centrado en analizar

qué criterios son los que se encuentran presentes en ma-yor medida en las declaraciones veraces y que por con-siguiente serían los más sensibles en la discriminación detestimonios veraces y falsos. Por ejemplo, en un meta-análisis Ruby y Brigham (1997) encontraron que los cri-terios que más se presentaban en las declaracionesveraces eran el 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 12, 14, y 15. Porotro lado, Köhnken, Schimossek, Aschermann y Höfer(1995) hallaron que los testimonios veraces incluían unmayor número de detalles (criterio 3), eran desestructu-rados (criterio 4) y las personas tendían a admitir enmayor medida falta de memoria (criterio 15). Tambiénencontraron que cinco de los seis criterios adicionalesque incluyeron en su experimento resultaron significati-vos (expresión de inseguridades, estilo de reporte, justifi-cación de la falta de memoria y clichés). No obstante,uno de estos seis criterios (repeticiones) resultó significa-tivo, pero en contra de las predicciones se presentó enmayor medida en las narraciones de sujetos sinceros(para una descripción detallada de los criterios adicio-nales incluidos en este estudio ver Köhnken et al., 1995).Así mismo, Vrij, Akehurst, Soukara y Bull (2004a) repor-taron que los criterios 1, 3, 4, 5 y 6 fueron los más efec-tivos para diferenciar entre testimonios veraces y falsos. La gran mayoría de los estudios que analizan la efica-

cia del CBCA ha empleado muestras de sujetos europeoso sujetos de raza blanca. Por este motivo, Ruby y Brig-ham (1998) investigaron las diferencias que podían sur-gir entre sujetos pertenecientes a distintos grupos étnicos.Los autores partieron de la idea de que existen diferen-cias a nivel verbal, en cuanto al estilo y contenido, entrelas narraciones aportadas por individuos de diferentesrazas. Plantearon como hipótesis que, debido a que elCBCA se desarrolló en una cultura europea de razablanca, la aplicación de la prueba sólo sería eficaz paradiscriminar entre los testimonios realizados por personasde esta raza y que las narraciones realizadas por perso-nas de raza negra incluirían significativamente menoscriterios. Los resultados reportaron que el CBCA funcio-naba diferente según la raza de la persona y que distin-tos criterios fueron mejores predictores de veracidadpara un grupo étnico que para otro. En las narracionesveraces realizadas por sujetos de raza negra, los crite-rios que más se presentaron fueron el 3, 6, 12, 14, y 17

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en comparación con las narraciones veraces de los suje-tos de raza blanca. En las narraciones veraces propor-cionadas por sujetos de raza blanca en comparacióncon las narraciones de sujetos de raza negra no existióningún criterio que se presentara de forma significativacon mayor frecuencia. Considerando los testimonios delos sujetos de ambas razas, se observó que determina-dos criterios se presentaban significativamente más enlas declaraciones veraces (criterios 2, 5, 7, 8, 9, 14 y15). Sin embargo, en las narraciones falsas también hu-bo una mayor presencia de ciertos criterios: 1, 4, 11, 12y 17. En cuanto a la clasificación de las declaracioneslos resultados no fueron positivos. Encontraron que si setomaban como veraces todas aquellas declaraciones enlas que se encontraban presentes 5 criterios, el porcenta-je de clasificación correcto para las narraciones veracesera del 89%, sin embargo, con esta regla un alto por-centaje de narraciones falsas eran clasificadas tambiéncomo veraces (92%). Cuando emplearon criterios de de-cisión más rígidos (tomando en cuenta la presencia de 6o 7 criterios), el número de narraciones veraces correc-tamente clasificadas descendía y el número de narracio-nes falsas correctamente clasificadas ascendía, es decir,con este criterio menos narraciones falsas eran clasifica-das como verdaderas. Por otro lado, los estudios también han revelado que exis-

ten diferencias en las puntuaciones del CBCA cuando secomparan los resultados de niños y adultos. Así lo revelaun estudio realizado por Vrij et al. (2004a). También se haencontrado que el conocimiento previo del contenido de loscriterios del CBCA influye de forma negativa en la validezdel instrumento y que los sujetos instruidos para mentir queanticipadamente conocen los criterios pueden proporcionardeclaraciones que podrían aparentar ser verdaderas (Vrij,Akehurst, Soukara y Bull, 2002). La eficacia del CBCA también ha sido comparada con

otros procedimientos de evaluación del contenido de lasdeclaraciones y se ha investigado si la combinación deestos métodos mejora la clasificación de los testimonios,concretamente es el reality monitoring (Jonson y Raye,1981) el procedimiento con el que más se le ha compa-rado. El reality monitoring, que, procediendo de la in-vestigación básica, tuvo más tempranas aplicacionesclínicas, ámbito en el que ha desarrollado una abundan-te investigación (véase por ejemplo, Bentall, Baker y Ha-vers, 1991; Brebion, Smith, Gorman y Amador, 1997;Harvey, 1985; Johnson, Raye, Hasher y Chromiak,

1979; Raye y Johnson,1980) y que posteriormente fueaplicado al ámbito forense (véase para una revisión Mit-chell y Johnson, 2000), postula que los recuerdos de lorealmente visto tienen unas características distintas de lono visto. Las autoras plantean que las memorias de ori-gen externo tendrían más atributos contextuales y senso-riales, serían más detalladas semánticamente y tendríanmenos información de operaciones cognitivas que lasmemorias de origen interno (Jonson y Raye, 1981). Un estudio que contrasta los resultados del CBCA y del

reality monitoring es el realizado por Sporer (1997). Ensu experimento empleó una muestra de 40 estudiantesde psicología (20 varones y 20 mujeres). A los sujetos seles daba la instrucción de narrar dos experiencias perso-nales: una que fuera real y otra falsa. El objetivo del au-tor era comprobar la eficacia del CBCA y el realitymonitoring en la discriminación de narraciones fabrica-das y veraces y si el empleo de ambas pruebas mejora-ba la clasificación de dichas narraciones. Los resultadosdemostraron que el CBCA fue efectivo en el 65% del to-tal de las clasificaciones, con un 70% de eficacia en laclasificación de las narraciones verdaderas y un 60% deeficacia en la clasificación de las narraciones falsas. Enlo que concierne al reality monitoring, el 71,3% de lasdeclaraciones fueron correctamente clasificadas. De lasdeclaraciones verdaderas el 75% fueron correctamenteclasificadas y de las narraciones falsas el 67,5% fueroncorrectamente clasificadas. Al integrar el CBCA y el rea-lity monitoring el porcentaje de clasificación incrementóa un 79%. En un estudio posterior, Vrij, Akehurst, Souka-ra y Bull (2004b) encontraron que los testimonios vera-ces obtenían mayores puntuaciones tanto en el CBCAcomo en los criterios del reality monitoring, con una efi-cacia de clasificación del 60% y el 74% respectivamente.No obstante, al integrar los resultados de ambas prue-bas no encontraron mejoras y el porcentaje de clasifica-ción se mantuvo en un 74%, en esta ocasión no seencontraron mejoras al integrar ambas técnicas. Varios estudios también han planteado como opción

combinar los procedimientos de evaluación del conteni-do verbal de las declaraciones con indicadores conduc-tuales del engaño. Vrij et al. (2001) encontraron que laspersonas que mentían obtenían menores puntuacionesen los criterios del CBCA y en lo del reality monitoring ypresentaban en mayor medida determinadas conductasque eran indicativas de engaño, como esperar muchotiempo antes de dar una respuesta, hablar más rápido,

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etc. Incluso encontraron que tanto el CBCA como el rea-lity monitoring eran las herramientas más sensibles en ladetección del engaño en relación a otras variables comola conducta no verbal. En un estudio anterior, Vrij et al.(2000) encontraron que utilizando de forma conjuntaindicadores no verbales e indicadores verbales del enga-ño (CBCA y reality monitoring) el porcentaje de clasifica-ciones correctas incrementaba. Estos resultados fueronratificados en un estudio más reciente por Vrij et al.(2004a) al examinar la conducta verbal y no verbal deniños y adultos.

CONCLUSIONESEl Análisis de Contenido Basado en Criterios (CBCA) aúndista mucho de ser una herramienta completamente efi-caz en la detección de testimonios engañosos y aún que-da mucho por refinarla. Independientemente de que estatécnica se aplique a niños o a adultos existen muchosfactores que influyen de forma negativa y que puedenmodificar sus resultados. Como muestran las investiga-ciones, existen diferencias individuales, como la edad, lahabilidad verbal, la actitud del entrevistador (Santtila etal., 2000), la familiaridad del evento (Blandon-Gitlin etal., 2005; Pezdek et al., 2004), el conocimiento previode la prueba, (Vrij et al., 2002) y el grupo étnico de lapersona (Ruby y Brigham, 1998), que hay que tener encuenta y controlar en la medida de lo posible cuando seemplee esta técnica y que, por consiguiente impiden lainmediata aplicación individual del CBCA.Por otro lado, y aunque los estudios demuestran que las

declaraciones veraces contienen un mayor número de cri-terios frente a las declaraciones fabricadas, la principal ymayor desventaja del CBCA es que no existe un consensogeneral que establezca un número mínimo de criterios quedebe incluir una declaración para ser catalogada comocreíble y el peso que cada uno de ellos debe recibir.Landry y Brigham (1992) han propuesto como mínimo lapresencia de cinco criterios para que una declaración seacatalogada como veraz. Sin embargo otros autores hanmanipulado en su experimento el número de criterios enla clasificación de las declaraciones y sus resultados nofueron tan positivos como esperaban (Ruby y Brigham,1998). Así mismo, aún queda por definir el número decriterios que deben incluirse en la valoración del testimo-nio de adultos. Debido a que el CBCA se desarrolló paravalorar las declaraciones de menores, es probable que al-gunos criterios no funcionen con adultos, como es el caso

del criterio 10 (incomprensión de detalles relatados conprecisión). En esta misma línea, también hace falta estu-dios encaminados a definir un grupo de criterios aplica-bles a los testimonios de adultos. En cuanto al peso quedebe recibir cada criterio, las investigaciones distan aúnmás en cuanto al establecimiento de un parámetro gene-ral. Sin embargo, se ha encontrado que ciertos criteriosdiscriminan mejor que otros entre testimonios veraces yfalsos (Ruby y Brigham, 1997, 1998). Posiblemente algu-nos de estos criterios deban recibir una mayor puntuaciónen la valoración general del CBCA, no obstante es indis-pensable realizar futuras investigaciones que nos ayudena esclarecer esta problemática. De acuerdo a lo expuesto, una alternativa viable en la

detección de testimonios engañosos es la combinación devarias técnicas, como lo son el reality monitoring y los in-dicadores conductuales del engaño (Vrij et al., 2001; Vrijet al., 2000) que, como expusimos, en la mayoría de lasocasiones mejoran la clasificación de las declaraciones.Con base en los inconvenientes antes mencionados, lo

que sí queda claro es que el CBCA debe considerarseexclusivamente como un instrumento de apoyo y nuncacomo herramienta única sobre la cual se base la tomade decisiones judiciales (Santtila et al, 2000), o al menosno por el momento.

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ANÁLISIS DE CONTENIDO BASADO EN CRITERIOS

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l término “simulación”, en su vertiente psicológica,está lleno de matices por cuanto alude a actitudesde encubrimiento (en el inglés británico, descritas

como dissimulation o deception), de fingimiento o engaño(en el inglés americano, faking), o bien de invención cons-ciente y deliberada de un trastorno mental o físico (en in-glés, malingering), o de una incapacidad producida porun accidente o enfermedad, que en realidad no fueroncausantes de esta, y de la que se deriva alguna ventajapersonal. Esta es la acepción utilizada en el DSM-IV cuan-do la define como “la producción intencionada de sínto-mas físicos o psicológicos desproporcionados o falsos,motivados por incentivos externos como no realizar el ser-vicio militar, evitar un trabajo, obtener una compensacióneconómica, escapar de una condena criminal u obtenerdrogas. Bajo algunas circunstancias, la simulación puederepresentar un comportamiento adaptativo: por ejemplo,fingir una enfermedad mientras se está cautivo del enemi-go en tiempo de guerra” (American Psychiatric Associa-tion, 1995, p. 698).Este concepto es matizado por Resnick (1997) cuando

diferencia entre simulación pura (pure malingering) ofingimiento de un trastorno no existente; simulación par-cial (partial malingering) o la exageración consciente desíntomas presentes o de un trastorno ya superado; y fal-sa imputación (false imputation), la atribución erróneade síntomas reales a una determinada causa, debido a

un engaño inconsciente o a una mala interpretación dela situación. Gorman (1982) diferenció también entre el acto y el

estado de simular, por cuanto un acto implica voluntad,actitud asertiva de deseo y de propósito; mientras que elestado, desde un punto de vista legal, sería inherente ala persona, debido a su condición social o a posibles li-mitaciones. Por otro lado, se plantea la cuestión de si la simulación

puede ser, en sí misma, reflejo de algún trastorno men-tal. Ello puede resultar bastante claro en el llamado tras-torno “facticio” o f ict icio (American PsychiatricAssociation, 1994), en donde la persona finge síntomasfísicos o psicológicos intencionadamente, con el fin deasumir el papel de enfermo; en el trastorno histriónico dela personalidad, por la falta de control sobre su conduc-ta manipuladora; pero también pudiera ser un compor-tamiento neurótico la exageración consciente demolestias físicas o mentales para conseguir un objetivoeconómico, laboral, profesional, etc., ya que ningunapersona en sus cabales suele llegar a esos extremos, niescogería rutas tan tortuosas y dolorosas, para obtenerposibles ganancias. Sin embargo, desde el Derecho, nose hacen estas matizaciones y se considera que ciertoscomportamientos tienen una intención clara por parte dela persona que los lleva a cabo (Gorman, 1982).La incidencia de la simulación después de un accidente

no es muy conocida, estimándose entre el 1 y el 50% delos casos (Henderson, 1986; Miller y Catlidge, 1972), de-pendiendo de si la fuente de información es el abogadodel demandante o las compañías de seguros. Un factor in-

LA SIMULACIÓN DE ENFERMEDAD FÍSICA O TRASTORNO MENTAL

Mercedes Inda Caro*, Serafín Lemos Giráldez*, Ana María López Rodrigo* y José Luis Alonso Rionda**

* Facultad de Psicología. Universidad de Oviedo. ** Servicios de Salud Mental de Asturias

Se analiza la naturaleza y la frecuencia de la simulación de síntomas clínicos, y se describen algunos instrumentos de medida generales,que han sido utilizados para determinar la validez de los síntomas, así como pruebas específicas para tomar decisiones respecto a laexistencia de simulación en el ámbito clínico. En particular, se presentan algunos criterios de utilidad para evaluar la existencia de simu-lación de un trastorno de estrés post-traumático, de un síndrome orgánico cerebral, de amnesia y de un trastorno psicótico.

The purpose of this article is to analyze the nature and incidence of malingering, to describe several general measures used to deter-mine symptom validity, as well as some instruments specifically created to assess deception or malingering in clinical settings. Particu-larly, some useful criteria in detecting the faking of post-traumatic stress disorder, organic brain syndromes, amnesia, and psychoticdisorders, are discussed.

Correspondencia: Mercedes Inda Caro.Facultad de Psicología.Universidad de Oviedo. Plaza Feijóo, s/n. 33003 Oviedo. España.E-mail: indamarí[email protected]

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Papeles del Psicólogo, 2005. Vol. 26, pp. 99-108

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fluyente son las condiciones económicas y laborales, yaque se ha observado que aumenta cuando se esperandespidos inminentes en una empresa y disminuye cuandolas personas mejoran su situación financiera o laboral. Ladisparidad respecto a la incidencia de la simulación pue-de deberse a la dificultad existente a la hora de diferen-ciar entre quienes inventan completamente los síntomas ylas personas que exageran molestias ya existentes; en cu-yo caso, podría hablarse más bien de “pacientes”.Por otra parte, la identificación de simuladores y la in-

vestigación sobre estos comportamientos han sido tradi-cionalmente muy complicadas. Así, por ej., en el ámbitode la reclamación de indemnizaciones por secuelas deri-vadas de algún accidente, al igual que en procesos judi-ciales en donde se reclaman derechos o la exención oatenuación de responsabilidades, se comprueba que laspersonas que tienen acceso a información relacionadacon las alteraciones cerebrales y las pruebas neuropsico-lógicas pueden alterar con mayor probabilidad sus re-sultados (Coleman, Rapport, Millis, Ricker y Farchione,1998; Youngjohn, Lees-Hayley y Binder, 1999). Los estu-dios de simulación han mostrado que el entrenamiento(como es proporcionar información de los déficit más co-munes asociados con una lesión cerebral o llamar laatención sobre la presencia de medidas en la detecciónde posible simulación) es otro de los factores que puedeafectar a la validez de los índices de simulación. Los es-tudios que se realizan con estudiantes universitarios, en-trenados en simular una enfermedad orgánico-cerebral,muestran que sus ejecuciones se parecen más a las delos pacientes reales que la que realizan simuladores no-vatos o sin experiencia en el campo de la evaluaciónneuropsicológica. Sin embargo, su ejecución es exage-radamente peor que la que realizan personas con ver-daderas lesiones cerebrales. Una de las muchas limitaciones observadas en este tipo

de investigaciones es la excesiva utilización de muestrasde estudiantes universitarios, a quienes se les invita a si-mular un daño cerebral (Strauss et al., 2002; Vickery,Berry, Inman, Harris y Orey, 2001), por cuanto no soncomparables con los verdaderos simuladores, ya que es-tos buscan un beneficio económico por su “lesión”, suelentener un amplio conocimiento del problema por haber es-tado expuestos a múltiples evaluaciones por diferentes ex-pertos, frecuentemente repetidas en intervalos de entreuna y dos semana, han observado a otros pacientes comoellos, pasando por un entrenamiento inadvertido e incons-ciente, y suelen tener más tiempo para preparar su futuraevaluación. Obviamente, los verdaderos simuladores noreconocen dicha condición y, en consecuencia, difícilmen-

te son incluidos en estudios de investigación. Pese a estasdificultades, en los estudios con análogos es posible abor-dar la simulación a través de las inconsistencias en las eje-cuciones repetidas de una prueba. De hecho, es bastantedifícil mantener la misma ejecución cuando se empleanbaterías de gran amplitud, por lo que este método permiteobtener un índice válido para detectar una posible simula-ción (Cullun, Heaton y Grant, 1991). Cuando se compa-ran pacientes implicados en litigios por sus lesiones conpacientes con las mismas lesiones pero sin demandas judi-ciales, se ha encontrado que en el primer grupo hay me-nor consistencia entre sus evaluaciones que en el segundogrupo, siendo los resultados de las últimas evaluacionespeores que los de las primeras evaluaciones (Reitan yWofson, 1996, 1997).

TRASTORNOS QUE SUELEN SER OBJETO DESIMULACIÓNTrastorno de estrés post-traumático (TEPT)Para establecer el TEPT es necesario hacer una descrip-ción meticulosa de los síntomas, los tratamientos previa-mente aplicados, y una cuidadosa corroboración sobrela veracidad de la información. En la fase de obtenciónde información, el clínico debe ser muy cuidadoso de noproporcionar información alguna a la persona sobrecuales son los síntomas claves de este trastorno. Además,si el clínico comienza la evaluación cuestionando las res-puestas del paciente, la naturaleza agresiva de la eva-luación podría afectar al estilo de respuesta y a laposibilidad que la persona intentase justificar su dañocon la presencia de síntomas extremos. Uno de los in-convenientes que tiene el diagnóstico clínico es que sebasa en el auto-informe del paciente sobre los síntomassubjetivos; por lo que la actividad que tenía la personasupuestamente afectada una semana antes a la ocurren-cia del estresor deberá ser comparada con la actividadque mantiene en el momento de la evaluación, y exami-nar si existe una razonable relación entre los síntomas yel estresor, el tiempo transcurrido entre el estresor y lossíntomas desarrollados, y la relación entre algún trastor-no previo y los síntomas actuales. El psicólogo debe in-sistir en que el sujeto proporcione una descripcióndetallada de los síntomas del trastorno. Los simuladorespuede que tengan un amplio conocimiento acerca decuales son los síntomas característicos que configuran elTEPT, pero normalmente fallan en adecuar esos síntomasa su vida cotidiana dando una descripción poco detalla-da. Los síntomas inventados suelen ser vagos o bastantesartificiosos y forzados (Pitman, Sparr, Saunders y Mc-Farlane, 1996). Otra indicación que habrá que seguir

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para considerar una posible simulación es si la personaminimiza otras posibles causas de sus síntomas y exage-ra como causa de sus síntomas el accidente o situaciónpor la que solicita una compensación. Resnick (1997) sugiere que terceras personas no debe-

rían estar presentes durante la evaluación, por dos razo-nes: la primera, porque la presencia de parientes oamigos cercanos pueden ser empleados como fuentes“independientes” para corroborar la veracidad de lossíntomas; y la segunda porque es mas fácil para el clíni-co hacer frente a un posible simulador cuando se enfren-ta a él solo. Otro aspecto que señala este autor es laconveniencia de que el clínico adopte una postura ama-ble y cordial a la hora de comunicar al sujeto que sesospecha que puede estar exagerando los síntomas, y nohacerlo con una actitud que exprese agresividad o humi-llación, empleando, p. ej., testigos; ya que de este modopuede negarse a admitirlo y mostrar enfado. Resnick es-tablece algunos criterios a seguir por el clínico que sos-pecha de la existencia de un TEPT simulado (Tabla 1), yun modelo de decisión clínica para determinar la exis-tencia de simulación de este trastorno (Tabla 2).

Síndrome de daño cerebral post-traumáticoEste trastorno es bastante frecuente en la sociedad actual,en gran medida como consecuencia de accidentes labora-les y de tráfico. Se suele manifestar con dolores de cabe-za, mareo, estados de ansiedad, inestabilidad emocional,visión borrosa, déficit de concentración y problemas dememoria. De todos los síntomas, los más fáciles de simularson los emocionales. El daño cerebral post-traumáticopuede ser confundido con el TEPT, al ser también bastantefrecuente después de sufrir un traumatismo craneoencefáli-co. Ambos trastornos tienen componentes comunes comoson la amnesia de algún elemento del hecho traumático,síntomas depresivos (anhedonia, afecto restringido, actitudpesimista hacia el futuro), alteraciones del sueño, irritabili-dad, dificultades de concentración e intolerancia a los so-nidos fuertes; sin embargo, algunos autores, como Price(1994), sostienen que no es posible que ambos trastornosse encuentren en la misma persona porque, quien ha su-frido una lesión cerebral con pérdida de la conciencia, nova a poder reexperimentar el acontecimiento traumático,de modo que el carácter excluyente de ambos trastornosjustificaría la conclusión de simulación cuando se presen-tan conjuntamente.

AmnesiaLas principales medidas desarrolladas para detectar lasimulación de trastornos de la memoria incluyen test muy

simples, que pueden ser realizados correctamente inclu-so por personas con daño cerebral, en los que los simu-ladores suelen mostrar mayores défici t que losverdaderos pacientes. Se denomina efecto suelo cuandoel simulador novato exagera su papel y comete muchosfallos en estas pruebas; sin embargo, Cercy, Schretlen yBrandt (1997) señalan varios problemas en el empleo deestas técnicas. En primer lugar, las personas con expe-riencia en simular síntomas amnésicos se dan cuenta deesta estrategia y evitan ejecutar demasiado mal las prue-bas. En segundo lugar, a pesar de la aparente simplici-dad de las pruebas, algunos pacientes con verdaderosdaños cerebrales o con trastornos neuro-psiquiátricostienen bastante dificultad en ejecutarlas correctamente.

MERCEDES INDA CARO, SERAFÍN LEMOS GIRÁLDEZ, ANA MARÍA LÓPEZ RODRIGO Y JOSÉ LUIS ALONSO RIONDA

TABLA 1CRITERIOS A SEGUIR EN LA EVALUACIÓN DE UN POSIBLE CASO

DE SIMULACIÓN DEL TEPT (RESNICK, 1997). LA PRESENCIASIMULTANEA DE DOS O MÁS DE ESTAS CARACTERÍSTICAS

SUGIERE QUE LA PERSONA SE ENCUENTRA EN EL UMBRAL DEUNA SIMULACIÓN

1. Registro de un pobre rendimiento.2. Anteriores situaciones de “incapacitación”.3. Discrepancia entre el rendimiento mostrado y el realizado en su

tiempo libre.4. Sueños repetitivos e invariables. 5. Rasgos de personalidad antisocial.6. Funcionamiento excesivamente bueno antes del accidente o

suceso traumático.7. Actitud evasiva ante ciertas preguntas.8. Descripción inconsistente de los síntomas.

TABLA 2MODELO DE DECISIÓN CLÍNICA PARA ESTABLECER UN

DIAGNÓSTICO DE SIMULACIÓN DEL TEPT (RESNICK, 1997)

A. Establecimiento de un motivo lógico y plausible para simularun TEPT.

B. Presencia de, al menos, dos de los siguientes criterios:1. Situación laboral irregular o insatisfacción en el trabajo.2. Reclamaciones anteriores por daños.3. Capacidad para realizar actividades en su tiempo libre, pero

no en el trabajo.4. Ausencia de pesadillas, o presencia de pesadillas que son

exactas al hecho traumático sucedido.5. Rasgos de personalidad antisocial.6. Actitud evasiva y contradicciones.7. Actitud de no cooperación durante la evaluación.

C. Confirmación de simulación por una de estas dos situaciones:1. Admisión de estar simulando los síntomas.2. Evidencia psicométrica inequívoca de simulación o fuerte

corroboración de estar simulando los síntomas.

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Una nueva corriente se está desarrollando para poderdetectar la simulación de los trastornos amnésicos, re-presentada por el análisis del fenómeno de la interferen-cia proactiva. Este fenómeno sucede cuando unainformación aprendida interfiere en la adquisición o elrecuerdo posterior de un nuevo mensaje, y ello se anali-za, por ejemplo, mediante el paradigma de aprendizajede una lista de palabras, según su posición serial en lamisma. La interferencia proactiva se manifiesta como undeclive en el recuerdo, a medida que se va avanzandoen la lista de palabras, de modo que las primeras pala-bras aprendidas interfieren la codificación y almacena-miento de las últimas. La interferencia es mayor cuandola nueva información es muy similar a la ya almacenadaanteriormente, como sucede con palabras que pertenez-can a la misma categoría semántica, que cuando se pre-senta una categoría de palabras diferentes de laspreviamente almacenadas; lo que produce cierta recupe-ración en los procesos de memoria (Wikens, 1970). Elefecto de la interferencia proactiva se ha constatado enpacientes con verdaderas lesiones cerebrales, pero no enlas personas que quieren simular daños en su memoria,recordando mejor las últimas palabras de la lista que lasprimeras. Este fenómeno, sin embargo, no ha sido con-firmado por otros autores, al no haber encontrado dife-rencias de grado entre simuladores y pacientes con ungenuino daño cerebral (Baker, Hanley, Jackson, Kim-mance y Slade, 1993). El interés por utilizar la interfe-rencia proactiva como detector de simulación parte delsupuesto de que es este un proceso cognitivo automático,que está fuera del control consciente del sujeto. Baker y cols. (1993) investigaron también la influencia

que tendría un distractor en el recuerdo de un conjuntode estímulos cuando aparece entre la exposición estos yla tarea de recuerdo; pero no encontraron diferenciassignificativas cuando el recuerdo de los ítem se solicitabadespués de un intervalo de 20 segundos en los que lo su-jetos debían contar hacia atrás. Los falsos pacientes, encambio, ejecutaron mucho peor esta prueba.Otros estudios se han centrado en la detección de la si-

mulación a través de pruebas de memoria implícita(García Domingo, Gregredo López y Fernández Guinea,2004). Las personas amnésicas generalmente muestranuna cercanía a las personas normales en la ejecución detest con el efecto del priming, y en tareas que no requie-ren un recuerdo explícito del episodio aprendido. Porejemplo, cuando un paciente con amnesia procesa unaserie de palabras sin anunciarle que posteriormente se leva a pedir que las recuerde, y más adelante se le pre-senta la raíz de la palabra o fragmentos de la misma, la

probabilidad que recuerden la palabra correcta es muygrande. Este fenómeno de priming se considera que estácontrolado por procesos neurocognitivos independientes.Wiggins y Brandt (1988) sospecharon que los simulado-res realizarían más pobremente estas pruebas de memo-ria implíci ta que los verdaderos pacientes, y,efectivamente, encontraron que la ejecución de los simu-ladores fue comparativamente peor, pero no encontra-ron diferencias estadísticamente significativas. Otro procedimiento para detectar a los simuladores ha

sido valorando lo que se ha llamado feeling-of-knowing,o la sensación del individuo acerca de si tiene un recuer-do parcial; es decir, si es consciente que sufre amnesia;sin embargo, algunos autores consideran limitado esteíndice, debido a la variabilidad existente entre los verda-deros pacientes amnésicos. Sí se ha encontrado que per-sonas que simulaban trastornos de memoria y quehabían ejecutado peor un test de elección forzada mos-traron niveles bajos en el feeling-of-knowing (Schacter,Harbluck y McLachlan, 1984).

PsicosisLa prevalencia del fingimiento de la psicosis es descono-cida, pero Resnick (1984) considera que, debido al mo-vimiento de la desinstitucionalización, podría ir enaumento, ya que miles de enfermos crónicos, que prefe-rirían vivir en un ambiente más protegido, se encuentranen la actualidad en situación de marginalidad social.Con los drásticos recortes en los programas sociales ylas mejoras en las condiciones de hospitalización, laspersonas con trastornos mentales podrían exagerar sussíntomas para conseguir una ayuda médica; como es elcaso de los pacientes con esquizofrenia, que muestrannotable habilidad para parecer sanos o enfermos segúnlos objetivos que tengan en el momento (Rogers, Kropp,Bagby y Dickens, 1992). La simulación de un trastornopsicótico puede responder a diversas razones: evitar res-ponsabilidades en el caso de estar implicado en juiciospenales; tiempo atrás, evitar realizar el servicio militar olibrarse de un destino peligroso; obtener algún beneficioeconómico por secuelas o daños psicológicos; o dejar depermanecer en prisión, simulando un estado psicóticopara conseguir el traslado a un hospital, para obtenermás fácilmente drogas o para tener más oportunidadesde escapar. Los especialistas se lamentan de la falta de criterios

diagnósticos para establecer la existencia de simulaciónen estos casos. Resnick (1997), no obstante, sugiere al-gunos principios a tener en cuenta por el clínico que sos-pecha de un caso de simulación. Así, respecto a las

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alucinaciones auditivas, los simuladores deberán ser pre-guntados acerca de las estrategias que emplean para re-ducir o hacer desaparecer las voces. Además de que losverdaderos pacientes suelen tener una disminución deeste tipo de alucinaciones cuando la esquizofrenia se en-cuentra en una fase de remisión mientras que en los bro-tes agudos se dan con mucha frecuencia, las estrategiasde afrontamiento que emplean los pacientes con esqui-zofrenia incluyen realizar actividades específicas comotrabajar o ver la televisión, cambiar la postura, porejemplo tumbarse o andar, mantener una conversacióncon una persona cercana, o tomar rápidamente la medi-cación. En general, comprueban que sus alucinacionessuelen disminuir cuando se implican en cualquier activi-dad. Estas acciones espontáneas y el correspondienteefecto amortiguador de las alucinaciones, debería eva-luarse en los supuestos simuladores; ya que si la personano tiene un conocimiento profundo de la enfermedad,durante la entrevista no proporcionará esta información.Las alucinaciones genuinas se caracterizan por un am-plio rango de susurros a gritos sin sentido; sin embargola cadencia del discurso es normal. Por el contrario, lossimuladores a veces refieren el contenido de sus alucina-ciones con un lenguaje artificioso y demasiado compli-cado. Respecto a las alucinaciones visuales, señalatambién Resnick que cuando el contenido es dramático oatípico debe ser sospechoso de simulación. En relación con los delirios, los simuladores refieren su

aparición de repente, cuando es sabido que un delirio re-al se va construyendo a lo largo de meses o años, hastasu sistematización. Cuando aparecen las ideas delirantes,estas suelen tener poca influencia en la vida diaria del pa-ciente, aunque esté convencido de la veracidad de lasmismas. En la valoración del carácter genuino de un deli-rio, Resnick indica que hay que tener en cuenta su conten-dido. El contenido de los delirios fingidos suele serpersecutorio, y en ocasiones de grandiosidad, pero rarasveces auto-despreciativos. Además, el comportamiento delos simuladores no suele ser acorde con el supuesto deli-rio, mientras que en las personas con una verdadera psi-cosis es mayor la relevancia conductual. Otro síntoma que suelen presentar las personas con un

trastorno psicótico es la conducta de mutismo. El mutis-mo puede aparecer como síntoma aislado o como partede una psicosis simulada. La conducta catatónica o laflexibilidad cérea son muy difíciles de mantener duranteun periodo prolongado; de modo que una manera decomprobar si una persona esta fingiendo puede ser ob-servar cómo reacciona a un pinchazo en la espalda. Laspersonas con un verdadera catatonia responderán de la

misma manera independientemente si previamente ven ono el estímulo doloroso; mientras que los simuladoresresponderán de manera diferente dependiendo si antici-pan o no el estímulo doloroso. Si la persona ve al exami-nador aproximarse con un alfiler, mostrará una pequeñareacción, ya que previamente habrán tensado los mús-culos; pero si se le pincha sin haber visto el alfiler mos-trará menor contracción muscular y dilatación pupilar.En el caso de los trastornos de conversión, es más difícil

determinar si se está produciendo una situación de simu-lación. Resnick señala que el criterio diferencial es si laconducta de mutismo se encuentra bajo el control volun-tario de la persona. Conocer los detalles exactos a cercade cómo la persona dejó de hablar es muy importante, ajuicio de este autor. Las personas con un trastorno deconversión suelen ser capaces de escribir y de susurrar,y suelen tener historia de otros síntomas de conversión,como un trastorno disociativo; mientras que es más fre-cuente hallar en la historia del simulador conducta anti-social con frecuentes mentiras o un historial criminal. Respecto a la simulación de una depresión psicótica, es

sabido que la variación diurna de los síntomas formaparte de su manifestación clínica; mostrando el pacientegenuino mayor gravedad de los síntomas y estados deánimo más disfóricos por las mañanas y una cierta me-joría al final de la jornada. Esta oscilación clínica es másprobable que no sea referida por los simuladores, al ca-recer de un conocimiento profundo del trastorno.

MÉTODOS DE EVALUACIÓNLos procedimientos de valoración de la simulación, en elámbito clínico, se han basado en el uso de medidas neu-ropsicológicas convencionales y en el empleo de test es-pecíficos para tal fin.Dentro de la primera opción, se han analizado las cur-

vas de ejecución en tareas de dificultad variable (Bakeret al., 1993; Frederick, Crosby y Wynkoop, 2000; Tehu-la y Sweet, 1996), los aciertos en pruebas de recuerdo,de reconocimiento y tareas en las que se exige discrimi-nar entre dos tipos de estímulos (Coleman et al., 1998;Slick, Iverson y Green, 2000; Suhr y Gunstad, 2000;Sweet et al., 2000), tareas de memoria (Davis, King,Bajszar y Squire, 1995; Hanley, Baker y Ledson, 1999),la amplitud de memoria para los dígitos (Strauss et al.,1999; Suhr, Tranel, Wefel y Barrash, 1997); la compa-ración de índices de atención e índices de memoria (Mit-tenberg, Azrin, Millsaps y Heilbronner, 1993), y elconocimiento semántico (Mittenberg, Theroux-Fichera,Heilbronner y Zielinski, 1995). Si bien pruebas de estetipo se han considerado muy óptimas para detectar posi-

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bles casos de simulación, se contempla la necesidad deaplicar pruebas complementarias para mejorar la vali-dez y fiabilidad de los resultados. Lezak (1995) refierelos siguientes test neuropsicológicos clásicos para la de-tección de posibles simuladores:- Test de Bender, con la recomendación de llevar a ca-

bo un retest, transcurridos bastantes días desde laprimera evaluación, ya que al sujeto se le olvidarácuáles eran los patrones de respuestas, e invirtiendoel orden de las tarjetas.

- Test de Retención Visual Benton, en donde los simula-dores cometen más errores de distorsión que los pa-cientes con lesiones cerebrales, pero no más erroresde omisión.

- La Batería de Halstead-Reitan (incluyendo el WAIS),en la que los simuladores ejecutan peor los test quelos pacientes lesionados, a excepción del Test de Ca-tegorías, el Test de Ejecución Tactil y la parte B delTest de Trazado (Trail Making Test).

- El MMPI, en donde también los simuladores obtienenpeores perfiles que los verdaderos pacientes.

- El PICA (Porch Index of Communicative Ability), parala simulación del trastorno afásico.

Entre las pruebas diseñadas específicamente para eva-luar la simulación, se advierten dos vertientes metodológi-cas. Una se basa en el llamado “paradigma de validaciónde síntomas” (Pankratz, Fausti y Peed, 1975), original-mente diseñado para evaluar los déficit en el funciona-miento sensorial, siendo luego extendido para detectar elfingimiento de lesiones relacionadas con la memoria (Bin-der y Willis, 1991; Frederick y Foster, 1991; Iverson,Franzen y McCracken, 1991; Pankratz, 1983). Este para-digma implica la administración de pruebas de elecciónforzada de dos alternativas de respuesta, que basan losresultados en términos de probabilidades (Slick, Hopp,Strauss y Thompsom, 1997; Tombaugh, 1996), y en lasque se establecen unos intervalos de confianza, por deba-jo o por encima de los cuales se consideran las puntuacio-nes como indicativas de fingimiento o exageración desíntomas y se establecen puntos de corte a partir de loscuales se seleccionan las respuestas. Por ejemplo, en unapersona que no está intentando simular, sus respuestasdeberán tener al menos un 50% de aciertos, que es el re-sultado esperado cuando se responde al azar. Este fue elprimer sistema de corte empleado, pero se encontró que,cuando se ensayaba con personas normales que fingíanser simuladores, estas no puntuaban por debajo de los ni-veles de respuesta esperados por azar, aunque sí teníanmayor número de errores que los verdaderos pacientesdañados y honestos; por ello, se optó por establecer pun-

tos de corte en relación con la ejecución que se espera deuna persona con una verdadera lesión y sin propósitos deexageración o fingimiento.Algunos investigadores han empezado a explorar la

utilidad de medidas encubiertas, obtenidas a partir delas respuestas “objetivas” que emiten los simuladores,que no puedan ser manipuladas por estas personas o“mejoradas” con las sucesivas evaluaciones. Un ejemplode ello es la versión computerizada del Portland DigitRecognition Test de Rose, Hall y Szalda-Petree (1995),en la cual incluye una medida de la latencia de respues-ta del sujeto. Estos autores encontraron que la incorpora-ción de esta medida a la versión original creada porBinder y Willis (1991) mejoraba la sensibilidad de laprueba en la identificación de los posibles simuladores. La segunda vertiente metodológica consiste en el estu-

dio del tipo de respuesta que ejecuta el paciente; porejemplo, la manera en que el paciente lee palabras muysencillas o cuenta el número de puntos que aparecen enuna pantalla (Boone et al., 2000; Strauss et al., 2002).Un ejemplo sería el Dot Counting Test (Binks, Gouvier yWaters, 1997), prueba en la que al sujeto se le presentauna serie de tarjetas con puntos agrupados y sin agru-par y se pide que cuente el número del puntos que ve enla pantalla, se mide el número de aciertos y el tiempoempleado en contar los estímulos.

EVALUACIÓN MEDIANTE ENTREVISTAS YAUTOINFORMESOtra manera de detectar la simulación consiste en valo-rar la sintomatología conductual del problema. Las pri-meras aproximaciones se hicieron mediante pruebascuyo objetivo específico no era la detección del engaño,pero que incluían alguna subescala para medir la vali-dez del instrumento. El primero de ellos y el más conoci-do es el Minnesota Multiphasic Personality Inventory(MMPI), cuya Escala F tiene el fin de detectar estilos atí-picos de respuesta. Con esta escala, sin embargo, se de-tectaron varios problemas, como el solapamiento entrelas puntuaciones obtenidas por verdaderos pacientes ylas obtenidas por los posibles simuladores, y la falta desensibilidad de esta escala para detectar situacionesconcretas de simulación como, por ejemplo, la simula-ción de trastornos de memoria. También se ha puesto encuestión la utilidad de la subescala DM del 16 PF deCattell para estos fines. El M Test (Beaber, Marson, Michelli y Millis, 1985) fue

el primer instrumento desarrollado con el objetivo prima-rio de detectar posibles simuladores. Sin embargo, losestudios de validación también han puesto en entredicho

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esta prueba, indicando Hankins, Barnard y Robbins(1993) que parece detectar más bien a personas quemanifiestan déficit o deterioro cognitivo. En un intento demejorar este test, Rogers y cols. desarrollaron un nuevosistema de puntuación para este test obteniendo resulta-dos óptimos en la diferenciación entre pacientes psiquiá-tricos de un correccional y de un hospital (Rogers, Bagbyy Gillis, 1992). Smith, Forum y Schinka (1993), sin em-bargo, no confirmaron estos resultados con una pobla-ción similar.La Malingering Scale (Schretlen, 1986) ha sido otro in-

tento de construir una prueba para detectar a los simula-dores mediante una evaluación psicométrica. Esteinstrumento consta de dos escalas: la escala de simula-ción de deficiencia mental (malingering retardation,MgR), y la escala de simulación de locura (malingeringinsanity, MgI). Sin embargo Smith y Burger (1997) indi-can que los estudios que se han desarrollado para la va-lidación de la prueba tienen déficit metodológicos,relativos a la selección sesgada de la muestra, así comoprácticos, como la longitud de la prueba (150 ítem) y lanecesidad de contar con un evaluador experimentadopara la aplicación de la misma. Rogers y cols. han desarrollado la SIRS (Structured In-

terview of Reported Symptoms) con el objetivo de desen-mascarar a las personas que están fingiendo oexagerando algún trastorno mental (Rogers, Gillis yBagby, 1990; Rogers, Gillis, Dickens y Bagby, 1991;Rogers, Kropp et al., 1992). La SIRS es una entrevistaque consta de 172 preguntas, distribuidas en 8 escalasprimarias y 5 escalas adicionales o complementarias.Las primeras se emplean para diferenciar entre personasque son honestas en sus respuestas y simuladores, asícomo en la descripción de los estilos de respuestas. Lasescalas primarias exploran: Síntomas raros (Rare Symp-toms, RS) (genuinos, pero poco comunes); Síntomas im-probables y absurdos ( Improbable and AbsurdSymptoms, IA); Combinación de Síntomas (SymptomsCombination, SC) (en referencia a la poca probabilidadde que dos síntomas verdaderos se produzcan simultá-neamente); Síntomas Obvios (Blatant Symptoms, BL); Sín-tomas Sutiles (Subtle Symptoms, SU) (en referencia asíntomas que son vistos por los pacientes como proble-mas, cuando en realidad no lo son); Síntomas selectivos(Selective Symptoms, SEL); Síntomas graves (SeveritySymptoms, SEV); y Síntomas referidos frente a observa-dos (Reported versus Observed Symptoms, RO). Con las escalas complementarias el clínico puede reali-

zar una interpretación de los estilos de respuesta del suje-to. Este segundo bloque lo forman: Valoración directa de

honestidad (Direct Appraisal of Honesty, DA); Actitud deestar a la defensiva (Defensive Symptoms, DS); Síntomasiniciales (Symptom Onset,, SO); Síntomas demasiado es-pecíficos (Overly Specified Symptoms, OS); Síntomas deinconsistencia (Inconsistency of Symptoms, INC).Las preguntas se pueden agrupar en tres categorías: (a)

preguntas detalladas, que se dirigen a explorar la gra-vedad de sintomatología específica; (b) preguntas repeti-das, de control, sobre las respuestas a las preguntas delapartado a; y (c) preguntas generales, que tratan de in-vestigar patrones de síntomas y problemas psicológicos. Para la creación de la SIRS, Rogers (1984) realizó una

revisión literaria para identificar estrategias de posibleutilidad para la detección de simuladores. A partir deaquí, seleccionó las estrategias que cumplían los siguien-tes criterios: (a) las que parecían relevantes para detec-tar la simulación de una enfermedad mental encontraposición a otras formas de engaño, y (b) aquellasestrategias que eran fáciles de estandarizar. Basándoseen estos criterios, Rogers seleccionó quince estrategias, apartir de las cuales generó 330 preguntas, que confor-maron la primera versión de la SIRS. La construcción for-mal de las escalas se llevó siguiendo dos pasos: por unlado, mediante el consenso de ocho expertos en simula-ción se buscó la validez aparente y validez descriptivade las escalas propuestas, asignando los ítems a la es-trategia que creían más adecuada, de modo que cuandoal menos cinco de los ocho expertos coincidían con laclasificación de Rogers el ítem era situado en la escalacorrespondiente; y, por otro lado, se calculó las correla-ciones item-escala, eliminándose aquellos ítems que nocorrelacionaban con la escala asignada. Los coeficientesalpha de las escalas se situaron entre 0.66 y 0.92, conuna media de 0.86 (Rogers, 1997). Los resultados para cada una de las escalas son clasifi-

cados en cuatro categorías: honestos, indeterminados,probable fingimiento o engaño definitivo. Se consideraque la persona está intentando engañar si la puntuaciónen tres o más de las escalas primarias se sitúa en el ran-go de fingimiento probable; o si la puntuación total delSIRS (la suma de los ítems de las preguntas generales ylas detalladas) excede de 76. Se considerará que estásiendo honesta si la puntuación en seis o más de las es-calas primarias está en el rango de honesto o la puntua-ción global es igual o inferior a 71.Finalmente, la SIMS (Structured Inventory of Malingered

Symptomatology) (Smith y Burger, 1997) es otro instru-mento para evaluar la simulación, que consiste en un au-toinforme de 75 ítem dicotómicos (verdadero/falso),agrupados en cinco escalas desarrolladas para detectar

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posible falsación en las cinco condiciones clínicas máscomunes de simulación: baja inteligencia, trastornosafectivos, daño neurológico, psicosis y amnesia. Se ob-tiene una puntuación total a partir de las cinco escalas.Los ítem fueron obtenidos de dos fuentes diferentes: laprimera, a partir de instrumentos ya existentes como elMMPI, el SIRS y el WAIS-R, los cuales han demostradocierta utilidad en la detección de una posible simulación.Estos ítem fueron modificados para aumentar su sensibi-lidad en la detección de situaciones concretas de simula-ción. Y una segunda fuente fue a partir de lascaracterísticas cualitativas de personas simuladoras (Res-nick, 1984; Rogers, 1984; Seamons, Howell, Carlisle yRoe, 1981).

CONCLUSIONESLa simulación, el engaño o el fingimiento, potencialmen-te se pueden manifestar en todo tipo de enfermedadessomáticas y trastornos mentales. Por eso, es necesarioutilizar también procedimientos de evaluación diferentespara desenmascarar a las personas que pudieran pre-sentar o exagerar síntomas de muy diverso orden; yaque no es lo mismo simular daño físico, como una lesióncerebral, que daño psicológico, como un trastorno men-tal. Cualquiera que sea la naturaleza de los síntomas,con frecuencia es conveniente contar con la participa-ción del psicólogo, a la hora de evaluar su autenticidad;y en particular cuando las molestias referidas por la per-sona afectan a las funciones cognitivas, como la aten-ción o la memoria, y son susceptibles de evaluaciónneuropsicológica. A pesar de que las exploraciones mé-dicas pueden descartar daños o alteraciones orgánico-cerebrales, en ocasiones el paciente no deja de referirproblemas en su vida diaria a la hora de conducir, deacordarse de cosas, etc., siendo estos los argumentosempleados por los peritos en las diferentes causas judi-ciales y sobre los que es necesario tomar una decisión. La credibilidad sobre el carácter verdadero o simulado

de los síntomas o de estos testimonios, en cuanto que en-tra dentro de las opiniones subjetivas, difícilmente puedeser objeto de investigación científica. Sin embargo, sípuede ser analizada la validez de los síntomas o delcuadro clínico que la persona manifiesta, para determi-nar con criterios científicos una probable situación defingimiento o exageración. En este sentido, se sugierehacer una aproximación multifactorial para determinarla existencia de una situación de simulación; para locual, es necesario: (1) determinar la gravedad del daño,mediante un registro de los diferentes síntomas; (2) eva-luar al paciente mediante pruebas estandarizadas; (3)

considerar diagnósticos psicológicos o médicos alternati-vos para explicar la causa del los síntomas aducidos porla persona; (4) utilizar pruebas que se ajusten a las ca-racterísticas demográficas de los sujetos evaluados; y (5)utilizar, simultáneamente, pruebas neuropsicológicas eindicadores de validez específicos, para determinar laposible simulación de los síntomas. Esbec Rodriguez y Gómez-Jarabo (1999) han descrito,

por ejemplo, hasta veinte características que pueden in-dicar la existencia de simulación de un trastorno mental;de entre las cuales, destacan dos como las más impor-tantes: la presencia de algún beneficio o ganancia exter-na clara por el padecimiento de estos síntomas y laconstatación que el sujeto ya había presentado previa-mente síntomas similares a los alegados en el momentoactual. La Psicología Forense, en consecuencia, tiene en Espa-

ña un importante reto por delante, en lo que se refiere ala determinación, con base científica, de la validez delos testimonios y de la sintomatología aducida por perso-nas que están en proceso de enjuiciamiento o que hansido víctimas de accidentes o agresiones. En particular,es necesario desarrollar procedimientos estructurados yestandarizados, que permitan emitir juicios fundamenta-dos sobre la posible existencia de simulación. Los proce-dimientos desarrollados por Arce y Fariña (2005), eneste sentido, son un ejemplo a seguir en la consecuciónde este objetivo.

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ENFERMEDAD FÍSICA O TRASTORNO MENTAL

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xisten diversas frases que, de forma condensaday efectista, pretenden definir al hombre: “el hom-bre es un animal que usa herramientas”; “el hom-

bre es un animal que posee la capacidad de lenguaje”;“el hombre es una animal que come pan”. Nuestra con-tribución al catálogo de frases es la siguiente: “el hom-bre es un animal que miente”. Es evidente que otrosanimales utilizan las apariencias para sobrevivir, pero esquizás el hombre el único animal que trata con la menti-ra de manera reflexiva, es decir, el único capaz de usarla mentira en relación a su persona, a su identidad. Siun camaleón camufla su cuerpo los humanos serían ca-paces de camuflar hasta lo más profundo de sus entra-ñas. La sugestión es un prodigio de la mentalidadgenuinamente humana. Sólo el hombre puede ver fan-tasmas.Aunque excede en mucho los austeros objetivos de este

artículo, queremos manifestar que la importancia de lamentira, en cuanto que se puede relacionar con la su-

gestión, es máxima, porque detrás se esconde el funda-mento de la propia psicología: el yo, la reflexividad.

LA VERDAD DE LA VIDA Y TEXTURA VITAL DE LOSPROBLEMAS PSICOLÓGICOSVamos a discutir este punto de la exposición ayudándo-nos de una metáfora y esto lo vamos a hacer así por dosmotivos fundamentales. El primero es por un motivo di-dáctico y facilitador de la comprensión y de la explica-ción. El segundo es en honor a la psicoterapia quenosotros ejercitamos, que no es otra que una actualiza-ción o acomodación de una psicoterapia genérica cono-cida como Terapia de Aceptación y Compromiso. Y siutilizamos una metáfora, le hacemos honor a esta tera-pia porque uno de sus principios generales es el conven-cimiento de que las metáforas son verdaderasherramientas terapéuticas en el contexto clínico. Se utili-zan para hacer ver al cliente una serie de conceptos yde fenómenos que, de otra manera, serían mucho másdifícil de discernir.La metáfora que vamos a utilizar es la del “camino”. Y

no vamos a pensar en un camino poético, poco transita-

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Papeles del Psicólogo, 2005. Vol. 26, pp. 109-114

EL ENGAÑO Y LA MENTIRA EN LOS TRASTORNOS PSICOLÓGICOS Y SUS TRATAMIENTOS

Manuel Porcel Medina* y Rubén González Fernández***Departamento de Orientación Laboral de la Unión General de Trabajadores. **Centro Privado de Atención Psicológica

Este artículo pretende examinar los fenómenos de la mentira, el engaño y el autoengaño como términos que están directamen-te relacionados con los problemas psicológicos y sus tratamientos. Veremos que, en numerosas ocasiones, el engaño y el au-toengaño no son más que la cobertura psicológica o ficticia de los problemas de la vida. Pero como los problemaspsicológicos sólo pueden neutralizarse a través de psicoterapia, veremos que toda psicoterapia que se precie deberá incorpo-rar en sus juegos terapéuticos a la mentira. Y el terapeuta ejercitará esta mentira de la psicoterapia, de una manera muy efec-tiva, a través de la técnica que conocemos como “intención paradójica”. En efecto, será esta técnica intrincada en la mentirala que pueda contrarrestar la propia mentira del cliente aquejado de un problema psicológico. La intención paradójica fun-cionará cuando se administre acompasada con el movimiento del cliente, moldeando dicho movimiento en el camino que elpropio cliente estará transitando en cada momento.

This article tries to examine lie, faking, and self-deception phenomena as directly related terms to psychological problems andits treatments. We will realize that, in many occasions, faking and self-deception are not more than a psychological or fictitiouscoverage of life problems. Inasmuch as psychological problems can only be neutralized by means of psychotherapy, we willsee that all self-respecting psychotherapies ought to incorporate the lie in its therapeutic games. And the therapist will put intopractice this lie of the psycotherapy, in a very theatrical way, by means of the technique known as “paradoxical intention”. In-dead, this lie-involved technique will be the best way to counteract self-deception in a psychologicaly disordered client. Para-doxical intention will work when paired up with client’s movement, shaping this movement through the way the clientconcerned will cover at a given moment.

Correspondencia: Rubén González Fernández.

E-mail: [email protected]

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do y perdido en un paraje que, precisamente, por estarperdido, tiene un encanto y misterio particulares. No vaa ser de esta especie. El camino que vamos a usar comometáfora es un camino moderno, urbano, con su roton-das o glorietas, con sus centros comerciales a los lados,con cruces de caminos muy transitados y regulados porsemáforos, pasos de peatones, cedas el paso, etc.Y tiene que ser un camino moderno, urbano, porque

los problemas psicológicos han surgido en un contextomoderno y urbano que no es otro que el contexto de laciudad. En las sociedades arcaicas había poco espaciopara los problemas psicológicos en tanto que la vida es-taba muy normalizada. Era una sociedad cerrada y estosignifica que el modo de vida y los problemas derivadosde tal modo de vida estaban estrictamente pautados. Laciudad, en cambio, es en su génesis un cruce de modosde vida. Podríamos decir que ya no es la familia la queregula los modos de vida sino el “mercado”. Ahora todose comercializa: el alimento, la ropa, los enseres de lavida. Pero también se mercadea con los modos de vida yse ofrecen diferentes alternativas profesionales, familia-res, de ocio, que no sólo son alternativos sino que ade-más, en muchos casos, son incompatibles ycontradictorios. Y el problema de tener diferentes modosde vida disponibles para usar es que el individuo empie-za a ejercitar la “responsabilidad de elegir”. Podríamosdecir, y ya adelantamos la que será nuestra tesis másfuerte, que los problemas psicológicos van a tener quever, de una manera más o menos directa u oblicua, conesta responsabilidad de elegir.Volviendo a nuestra metáfora del camino moderno y ur-

bano, imaginemos que la vida es una rotonda. Una roton-da tiene la función de repartir el tráfico. Es la ordenaciónde un cruce de caminos y es la parte del camino urbanoque nos facilita dejar una dirección para coger otra.¿Qué ocurriría si no existiesen estas rotondas? Proba-

blemente uno dejaría un camino y emprendería otro sinmás dilación, de manera directa, sin una estación detránsito. ¿No habéis dado alguna vez más de una vueltaa nuestra rotonda para aclarar las ideas en cuanto a ladirección que tenemos que tomar? Es una especie detiempo extra-decisional. Pero, ¿y si permanecemos en larotonda por tiempo indefinido sin tomar ninguna ruta?Estos son para nosotros los problemas psicológicos. Esun “atasco vital” en la decisión de qué camino empren-der a partir de un determinado momento. Tenemos va-rios alternativos y todos ellos presentan sus ventajas ysus inconvenientes. Unos son muy fáciles de recorrer pe-ro nos llevan a lugares poco atractivos. Otros son muy

duros, con mucho tráfico, con semáforos, no obstantenos llevan a lugares más atractivos que los anteriores.Pero no tomamos una decisión, estamos “atascados”.Mientras sólo uno de nosotros esté atascado en la roton-da, no hay mayor problema. El problema crece cuandola rotonda se colapsa y ya no permite que otros la utili-cen adecuadamente. Es cuando el problema psicológicoindividual se convierte en un problema de calado social.Y el problema también aumenta cuando, al estar perma-nentemente en la rotonda, no llegamos a ningún destino,no cumplimos con nuestro trabajo en la ciudad, no cum-plimos con nuestras obligaciones familiares, etc.A tal fin se ha creado todo un entramado circulatorio

alternativo y ajeno a la vida que nos permite seguir con-duciendo, aunque a ningún destino. Conducimos en cír-culo porque necesitamos movernos. No tenemos másobjetivo que permanecer en pausa el tiempo que necesi-temos para volver a nuestro camino urbano ordinario.Este entramado circulatorio alternativo, ajeno a la vida

y estéril es la psicologización. Y no nos referimos solo ala psicologización que se ejercita mediante el verbo, sinotambién aquella que se practica con fármacos, con flores–léanse las “flores de Bach” por ejemplo-, con magia,con futurología. Todo este entramado está al servicio deaquellos que quedaron atrapados en la rotonda indefini-damente y que no lograron tomar una decisión vital.La psicoterapia se ha convertido en una institución inter-

media (Pérez Álvarez, 1999), entre instituciones que fa-llan. Cuando la gente se colapsa entre varias alternativasde vida y ninguna de ellas le satisface, surge una vía en-cubierta, con sentido momentáneo pero sin sentido últimoque son los problemas psicológicos. La institución psicote-rapéutica ofrece la cobertura necesaria a los problemaspsicológicos dando una explicación funcional. Una perso-na puede vivir entre las alternativas conflictivas de quererestar delgada y atracarse de comida. El colapso vital deesta persona estaría en diferir infinitamente la decisiónque ha de tomar por uno u otro camino. Atiborrarse decomida no importando las consecuencias o intentar llevaruna alimentación adecuada. El camino intermedio (la ro-tonda de la vida psicopatológica) suele ser atiborrarse ypurgar lo ingerido. Soportar la certeza de que tomar unou otro camino depende de uno mismo es, a todas luces,insoportable. Es así como se alimenta la tercera vía muer-ta y vacía de llamar a esta ausencia de decisión personal:“problema psicológico”. Empieza aquí todo un entramadonormativo que da cobijo y explicación al comportamientotan irracional de atiborrarse y purgar lo ingerido. El pro-blema psicológico se llama bulimia y el profesional que ha

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de acabar con ella es el psicólogo o psiquiatra. Justo des-de este momento la única persona que podría dar un gol-pe de efecto a esta situación –la persona con bulimia-queda subyugada a la institución psicoterapéutica que yahace las cosas por ella. Es precisamente esta pérdida deresponsabilidad lo que hace que los problemas de la vida,los atolladeros coyunturales, se conviertan en problemaspsicológicos, en callejones sin salida estructurales. Pero claro, por paradójico que parezca, es únicamente

desde la psicoterapia desde donde se puede restablecerla cordura perdida. A saber, es a través de psicoterapiacomo hemos de revertir los problemas psicológicos enproblemas de la vida, en pruebas o dificultades que re-quieren una continua toma de decisiones por parte delque vive. Cuando la toma de decisión se enquista –y nosatrapa la rotonda- estamos alimentando un problemahasta hacerlo psicológico. Para decirlo con una frase, he-mos de despsicologizar al cliente desde la propia psicolo-gía. Despsicologizar significa, en este contexto, eliminarla cobertura psicológica, por tanto externa e inafrontablepor parte del cliente, de los problemas de la vida. Las de-cisiones las tiene que tomar el cliente y el deber del psicó-logo es precisamente no caer en la tentación de hacerlellegar las suyas propias. Utilizando la conjugación quepermite una explicación cabal y comprehensiva de losproblemas psicológicos, “autor-actor” (Quiroga Romero,1999), decimos que la psicoterapia desde los quicios quemanejamos aquí (contextual, conductual, ontológica) essencillamente el intento de hacer pasar al cliente por elgradiente desde una irresponsabilidad e indecisión de lavida que está viviendo siendo meramente actor de un pa-pel, hasta la responsabilidad y toma de contacto real conla vida que le ha tocado vivir llegando a ser el propio au-tor de la misma. Cómo lograr este cambio es algo que in-tentamos explicar más abajo.

EL AUTOENGAÑO COMO MODULADOR DE LOSTRASTORNOS PSICOLÓGICOSUn aspecto relevante en la casuística psicopatológica senos revela con el fenómeno del autoengaño. Si el enga-ño en general es un elemento de interacción social abso-lutamente extendido en el funcionar de las sociedadesmodernas, que va desde los aspectos económicos y polí-ticos hasta los más íntimos, el autoengaño, se podría de-cir, resulta ser la extensión de-generada que acaba porimpregnar de caminos obtusos la conciencia y la volun-tad personal. Podríamos definir el autoengaño como un modo de di-

rigir nuestra vida cuando no sólo ignoramos lo que com-

porta la dirección elegida sino, sobre todo, cuando ig-noramos o pretendemos ignorar que en realidad, sin re-medio, hemos tomado algún camino que t ieneaparejado una serie de consecuencias. Este es el sentidoque ya le daba Plutarco al término, cuando expresabaque el autoengaño era algo más que la incapacidad dereconocer que no sabemos de muchas cosas, pues al finlo dramático es que no sabemos lo que somos. Si la in-certidumbre y la inseguridad nos paraliza y por pruden-cia decidimos estancarnos, cabe preguntarse si laparálisis no será también una opción acompañada deriesgos y, por tanto, en ocasiones, carente de prudencia.Una mentira puede tener distintas variantes. Puede ser

inocente, humorística, puede ser algo perversa y puedeser hasta bondadosa y útil. El autoengaño, en cambio sepodría decir que, sin perjuicio de su consideración comoinocente, humorístico, perverso, piadoso y útil, no tomaninguna variante especial siendo acaso un poco de to-do. El engaño apunta a un objetivo consciente, pero elautoengaño es inconsciente no sabiendo uno lo que ha-ce, porque, como dijera el famoso escritor, “más de unespejo es un velo” (Wilde 1889). Los trastornos psicoló-gicos exhiben esta peculiaridad en la mayoría de lasocasiones. Así, una persona afectada de anorexia igno-ra muchas veces su temor al rechazo público afanándo-se en adelgazar o peleándose con su cuerpo. Unneurótico con conductas compulsivas ignora que, tras laconducta de lavarse las manos constantemente y su pa-vor a la contaminación, se esconde su obstinación de noaceptar el carácter obligadamente incierto de la vida. El problema principal que se encuentra un psicólogo

suele ser el de mostrar claramente cuál es el verdaderoproblema, que por lo general está oculto a los ojos dequien lo padece. De manera general, la persona con problemas psicoló-

gicos sufre por algo que ella misma excluye o aparta ycon lo que, sin embargo, está comprometida. La volun-tad consciente, diríamos, está entregada a la actitud depelearse reflexivamente con los elementos psicológicosmolestos y, por tanto, la distracción favorece el descuidoen reconocer, y si acaso vencer, el verdadero problemaque está afectando su vida. Como bien ha detectado lafilosofía de la Terapia de Aceptación y Compromiso yotras filosofías y autores antes, lo que subyace a la dedi-cación o la lucha de una persona en el control de los sín-tomas emocionales y cognitivos (que paradójicamenteacaba por alimentar) es una evitación existencial o vital(experiencial), una dificultad en aceptar las cosas que nose pueden cambiar (Luciano y Hayes, 2001).

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Aparece aquí el fenómeno del autoengaño como algocrucial, en el sentido de que el esfuerzo en concentrarseen los elementos psicológicos acaba por ocultar los ele-mentos sustanciales de un conflicto personal no resuelto(Fuentes Ortega, 1994) y eso termina por dar naturalezapsíquica a un problema que sólo el afrontamiento perso-nal finalmente puede resolver. Un individuo que se quejade depresión puede ensombrecer así su responsabilidaden el afrontamiento del dolor, el sufrimiento y la pena porsu insistencia de permanecer acostado, apático y poco ac-tivo. Pero sólo cuando se abandona a una continua tortu-ra auto-inflingida, reprochándose su actitud deprimida,cristaliza el autoengaño o un verdadero problema psicoló-gico (se cierra el circulo), pues en la reflexión crítica consi-go mismo acaba por crear un espacio inerte, donde sededica a intentar despejar un entramado psíquico cuyo úl-timo sentido es oscurecer el afrontamiento del verdaderoproblema. En este esquema el auto engañado acaba porperder ya la perspectiva del problema original y muchasveces reclama ayuda para salir de un circuito fatal que fueemprendido con la intención de calmar la percepción mo-lesta de un conflicto, pero que acabará, posteriormente,por dejar a la persona sin capacidad de respuesta o ciegoante ese conflicto que, no por no percibir, deja de inquie-tar y en el fondo sostener y consolidar el malestar psicoló-gico. Al respecto resulta sugerente el ejemplo que hacePaul Watzlawick cuando recuerda cómo la antropólogaMargaret Mead distinguía a los americanos de los rusosdiciendo que mientras los primeros simulaban dolor decabeza para eludir responsabilidades, los segundos, ne-cesitaban realmente sufrir el dolor de cabeza para el mis-mo fin (Watzlawick, 1975). Pues bien, tal vez unproblema psicológico sea, sobre todo, un dolor de cabeza“ruso” generado por uno mismo para pasar de puntillaspor aspectos importantes de la vida, y ya sobrevenido, seagudiza cuando uno se dedica a intentar buscar analgési-cos para un mal que la cefalea sólo trataba de sortear. Al fin el autoengaño, como pretendemos dibujarlo, es

perfectamente solidario con la idea del síntoma según hasido descrito en un ensayo reciente (Pérez Álvarez,2003), y comparte el trance de la expresión o manifesta-ción de un problema real, pero también cumple la fun-ción de ser un intento adaptativo, una tregua o inclusouna forma de vida.

LA EXTRAÑA VERDAD DE LOS TRATAMIENTOSPSICOLÓGICOSEn multitud de ocasiones, un psicólogo tiene que disimu-lar, callar, decir verdades a medias, hacer comentarios

sesgados que tienen que ver con el engaño, con la men-tira o, cuando menos, con no mostrar la verdad desnu-da. Unas veces por no herir la sensibilidad de supaciente y otras por mera educación. Sin embargo pen-samos que la función simulativa y la apariencia jueganun papel sustancial y no sólo anecdótico en el trabajo te-rapéutico. Utilizando un ejemplo de la medicina, diríamos que el

cirujano puede operar sin la conciencia del paciente. Lamedicación, por lo demás, funciona con relativa inde-pendencia de las creencias reales de la persona que lastoma, pero no ocurre lo mismo en el quehacer psicológi-co. Si algo caracteriza a la terapia psicológica es la im-portancia radical del fenómeno de la apariencia, hastael punto de ser imposible desarrollarla sin aparentar, sinaparentársele el psicólogo al paciente y viceversa (inclu-so cabría dudar si una verdadera terapia se podría rea-lizar sin conciencia de que tal proceso -el terapéutico-está en marcha). El médico puede estar ausente, el psi-cólogo tiene que estar, al menos, co-presente. Bajo nuestro punto de vista, un tratamiento psicológico

es algo similar al juego en un partido de fútbol (otrasanalogías similares han sido ensayadas anteriormente:la terapia como una partida de ajedrez y en general co-mo un juego y como un desafío lleno de giros inespera-dos aparecen, por ejemplo, en las novelas del psicólogoexistencialista Irvin D. Yalom (Yalom, 1992; 1996). Eljuego determinará la victoria aunque, para ganar, eljuego debe desarrollarse en el marco de un partido queobliga a ciertas reglas, pero que nunca fija de antemanoel éxito. El tratamiento psicológico se da en el marco deuna ceremonia (García Sierra, 2001), la ceremonia psi-coterapéutica, la podemos llamar.Respecto a la impor-tancia del concepto de ceremonia para la psicología, sepuede recurrir a la lectura de un trabajo significativo deJuan Fuentes y Ernesto Quiroga (Fuentes y Quiroga,1998). Al decir esto, pretendemos simplemente indicarque la terapia siempre se desarrolla en el marco de unaserie de secuencias transitorias que obedecen a ciertasnormas: las sesiones tienen unos tiempos aproximada-mente pautados tanto para el inicio como para su finali-zación, el psicólogo y el paciente pueden hablar enturnos sucesivos donde las correcciones se hacen más enun sentido que en otro, donde la autoridad le pertenecemás a uno que a otro, etc. Dicho esto, nuestra postura es la siguiente: un trata-

miento o terapia es, sobre todo, una táctica puesta enjuego, como lo es en el fútbol la táctica del entrenador,pero que debe ajustarse de continuo a las condiciones

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reales de lo que ocurre en el campo, de lo que se hablaen la consulta. Un psicólogo no puede aplicar sin másuna serie de pasos hasta alcanzar un fin porque tieneque acompasar continuamente sus pasos con los del pa-ciente, como lo haría un delantero con respecto al defen-sa del equipo contrario, y esto significa, digámoslo sintapujos, que la terapia es un juego de mentiras arriesga-das donde el psicólogo tiene que mantener al pacienteen el convencimiento de que le va a dar una solución asu problema, solución que decíamos antes, nunca tienelograda previamente, que sólo será verdad en la medidaque se consiga mantener durante el proceso la mentirade que se dispone de tal solución. Se puede resumir todoesto eufemísticamente: El psicólogo, si aspira a ser mere-cedor de tal título, debe mantener la credibilidad. Perosin eufemismos añadimos: a través de distintos movi-mientos de prestidigitación.El moldeamiento es un procedimiento utilizado por los

terapeutas de conducta que consiste en partir de una se-rie de comportamientos previos e ir extendiendo progre-sivamente logros parciales hasta alcanzar un punto ologro final. Un agorafóbico puede, por ejemplo, aceptarcircular por ciertos lugares pero no aceptaría otros enabsoluto. El secreto, se podría decir, consiste en lograrque el paciente recorra los lugares que no aceptaría re-correr empezando por lograr que recorra aquéllos queacepta recorrer sin mucha resistencia. Si uno lo piensadetenidamente, se da cuenta de que lo que realmente es-tá en juego es la voluntad del paciente y que para con-trolarla, de alguna manera, hay que someterla aengaño, porque realmente no está claro que la habitua-ción no pudiera alcanzarse haciendo directamente loque no se quiere hacer, pero puede resultar más efectivoconseguir que haga lo que no le importa hacer para, fi-nalmente, indicarle hacer lo que no haría por muchoque se lo pidiésemos y que realmente es lo necesario pa-ra tener éxito. Las técnicas de aproximaciones sucesivastienen este sentido. No es que un fóbico a los ascensoressea incapaz de subir a un sexto piso, es que el psicólogotiene que conseguir que se decida a subir a dicho piso y,además, debe ser el propio paciente quien decida subirpor el ascensor voluntariamente pese a acudir a la ayu-da del profesional porque no está dispuesto a subir porvoluntad propia. No es difícil adivinar que todo lo quehay por medio contiene mucho de creencia más que derealidad, pues el cliente tiene que atribuir al procedi-miento un valor que no es estrictamente cierto: no es lahabituación la que hace disminuir el miedo y por tanto lepermite subir a un piso alto, es su decisión de subir la

que hace que el proceso de habituación se ponga enmarcha y es con la libre decisión del paciente con la queno puede dejar de trabajar nunca un psicólogo. Las técnicas racionalistas cognitivas también tienen su

punto de pericia engañosa, pues se basan muchas vecesen contrarrestar un rígido pensamiento catastrofista conevidencias contrapuestas igualmente sesgadas, porquelo cierto es que el discurso del terapeuta no es, muchasveces, más que un decir, que en realidad él puede rea-daptar a cada caso hasta el punto de decir una cosa yla contraria, según convenga, con el objetivo funcionalde vencer una rigidez más que de convencer al pensantede otra verdad, lo que podría ser contraproducente.Algunas técnicas como el intercambio de papeles dejan

patente en qué consiste el juego terapéutico, a saber: en-contrar la verdad a través de la apariencia. El psicólogoadopta el papel de paciente para que éste se de cuentade que algún elemento de su discurso es un obstáculopara avanzar. Pero, ¿por qué no decírselo directamen-te? El sentido de la técnica es que el cliente se de cuentasin sentirse agraviado o atacado de modo que reaccionedefensivamente e ignore lo fundamental.Todas las terapias, se podría decir, contienen elemen-

tos paradójicos y tanto en terapias conductistas, cogniti-vas y otras, abundan componentes de este orden. Pero adecir verdad, los apuntes anteriores con respecto al mol-deamiento, los sesgos y el cambio de papeles habríande interpretarse como casos particulares de una clase omodo general posible de abordar la terapia. En la litera-tura psicológica aparece incorporada, de hecho, unatécnica aplicada con carácter plenamente consecuente,global y, creemos, particularmente exitosa si cumple lafunción para la que está diseñada y pensada; a saber,la técnica de la intención paradójica. Ya desde Adler,pasando por Víctor Frankl hasta la actual Terapia deAceptación y Compromiso existe una tradición que hahecho de ella todo un modo de proceder. En esta tradi-ción psicológica la técnica mencionada puede interpre-tarse no ya tanto como una técnica más o como unaspecto residual de programa terapéutico, sino como to-da una manera de tratar con los problemas psicológicos.Esa es, por otra parte, la postura comprometida en elpresente trabajo.La intención paradójica nos revela nítidamente el fenó-

meno del autoengaño presente en los trastornos psicoló-gicos. Alguien con una disfunción eréctil puede desearlas relaciones sexuales pero no quiere arriesgarse a que-dar mal parado. Un fóbico social puede desear la rela-ción con otras personas pero le cuesta aceptar la

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posibilidad de tener contratiempos en las relaciones so-ciales. Alguien puede desear insinuarse a otra personapero teme ponerse colorada. Hay quien desea adelga-zar pero no le agrada la posibilidad de hacer ejercicioni dieta. En todos estos casos la empresa del pacienteacaba por enfocarse hacia la lucha contra los elementossecundarios de orden psicológico (miedo, angustia, ru-miaciones...) no afrontando el conflicto original. De estamanera, la intención paradójica resuelve, o trata de re-solver, el enredo con un disfraz, a saber, intentando in-volucrar al paciente en elementos secundariosparadójicos para así arrojarle al enfrentamiento con elconflicto base. Si producto de la angustia alguien co-mienza a rumiar el modo de no atascarse al hablar sepide al paciente que desee voluntariamente tropezar alhablar, ya que así el elemento rumiativo pierde sentidofuncional, enfrentando a la persona con el conflicto dehablar aun a riesgo de tropezarse, lo que muy fácilmen-te ayudará a la fluidez del hablante. La maniobra de la intención paradójica se basa en de-

sacreditar al conflicto secundario (psicológico) intentan-do que el cliente se involucre en provocar un mal que élatribuye a una emoción o sentimiento y no a la voluntadde no afrontar. Así las cosas, si el paciente pone su vo-luntad a trabajar para sufrir los efectos psicológicos in-cómodos, estos desaparecerán.

La intención paradójica aprovecha el autoengaño dela persona que vive su problema (emoción como impedi-mento de la acción de afrontar) para alentar un logropsicológico (alivio cognitivo-emocional) a través de laacción. El éxito, como se entenderá, es más que proba-ble, pues aunque el afrontamiento se ponga en marchacon intenciones de alivio psicológico, la acción está des-haciendo de facto el conflicto de base que explica todoel entramado. Lo que destruye la intención paradójica esla coartada de anteponer el contenido psicológico a laacción y esto lo consigue haciendo creer al paciente quemediante una acción paradójica, que por lo demás semostrará efectiva, desaparecerá el contenido psíquicoadverso. Y desaparecerá probablemente, pero, comodecimos, porque deja de tener sentido utilitario para lapersona al estar de hecho enfrentando el conflicto pri-mario, es decir, corriendo el riesgo de tomar una direc-ción y no quedarse indefinidamente dando vueltas en larotonda. Tampoco es asunto menor que la intención pa-radójica, por su sustancialidad e importancia al hacer fi-gurar el conflicto de fondo, viene bien presentarla(esconderla) bajo el formato del humor consistente en re-írse de uno mismo (Frankl ,1946)

Acabamos ya diciendo que lo escrito supone sólo un in-tento franco de reconocer que la mentira, la estrategia, lavía oblicua, son aspectos ineludibles y definidores de granparte de lo que llamamos Psicología, lo que no hemos dever necesariamente como despectivo. Acaso ya lo expre-sara de otro modo uno de los padres de nuestra discipli-na, Alfred Binet, cuando para medir la inteligenciadescubrió que lo que realmente hacía era asignar valor alos fallos y no a los aciertos: “mientras la Lógica se intere-sa por los procesos intelectuales que tienen que ver con laverdad, la Psicología se interesa especialmente por losprocesos intelectuales que tienen que ver con el error”.

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n los últimos quince años, la evaluación de lapersonalidad se ha convertido en un tema degran interés para los profesionales e investigado-

res de la Psicología del Trabajo y las Organizacionesdebido a su utilidad para tomar decisiones en relacióncon procesos revelantes para el trabajo. Diversos meta-análisis llevados a cabo tanto en América, como en Eu-ropa, África y Asia, han llegado esencialmente a lasmismas conclusiones: las medidas de personalidad son

buenos predictores de diversos criterios organizacionalesrelevantes (ver Barrick y Mount, 1991; Barrick, Mount yJudge, 2001; Hogan y Holland, 2003; Hough, 1992;Hurtz y Donovan, 2000; Mount y Barrick, 1995; Roth-man, Meining y Barrick, 2002; Salgado, 1997; 1998;2002; 2003; Yoo y Ming, 2002). La base fundamentalde estas conclusiones convergentes es la utilización delmodelo de personalidad de los cinco grandes factores(Big Five) como taxonomía para integrar los resultadosde los centenares de estudios de validez singulares (loca-les) llevados a cabo durante más de sesenta años. Deacuerdo a este modelo, cinco grandes dimensiones de

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Papeles del Psicólogo, 2005. Vol. 26, pp. 115-128

PERSONALIDAD Y DESEABILIDAD SOCIAL EN CONTEXTOSORGANIZACIONALES: IMPLICACIONES PARA LA PRÁCTICA DE LA

PSICOLOGÍA DEL TRABAJO Y LAS ORGANIZACIONES

Jesús F. SalgadoUniversidad de Santiago de Compostela

Este artículo presenta una revisión de la validez de las diversas medidas de personalidad para predecir diversos criterios or-ganizacionales, entre los que se incluyen, el desempeño laboral, el éxito en la formación, la emergencia del liderazgo, la efi-cacia del liderazgo, los accidentes laborales, la satisfacción laboral, la rotación en el empleo, las conductascontraproductivas, el absentismo y el salario. Seguidamente, se ocupa de examinar uno de los problemas principales a losque se han enfrentado las medidas de personalidad en el trabajo: la deseabilidad social y la distorsión de las respuestas a loscuestionarios. De este examen se desprende que la deseabilidad social tiene un efecto promedio de inflar (o desinflar) las pun-tuaciones alrededor de 0.38 unidades de desviación en contextos de selección, aunque no afecta a la validez predictiva delas medidas de personalidad, ni es una variable mediadora, moderadora o supresora de la validez de dichas medidas. Tam-bién se osberva que la deseabilidad social no está relacionada con el desempeño en el trabajo. En tercer lugar, se revisanlas distintas estrategias utilizadas para reducir y neutralizar la deseabilidad y se observa que sólo dos de ellas son efectivas:(a) informar a los evaluados de que se examinarán sus respuestas en relación con la deseabilidad social y que la distorsiónpodrá tener consecuencias negativas para los distorsionadores, y (b) crear baremos a partir de muestras de solicitantes o depersonas que contestan a las medidas de personalidad en contextos que puedan suscitar la deseabilidad social (pe., decisio-nes de promoción). La última parte del artículo contiene las conclusiones y las sugerencias para los profesionales de la Psicolo-gía del Trabajo y las Organizaciones.

This article consists of four sections. The first section presents a validity review of personality measures for predicting several orga-nizational criteria, including job performance, training success, leadership emergence, leadership effectiveness, work accidents,job satisfaction, turnover, counter-productive behaviours, absenteeism, and salary. Next, the literature on social desirability andthe distortion of responses to the personality questionnaires, one of the main problems of personality measures, is examined. Thisexamination points out that social desirability has an average effect size of 0.38 standard deviation units on the personality mea-sures, inflating the scores in personnel selection settings. However, social desirability has no effect on the predictive validity of per-sonality measures and it is not a moderator, mediator or suppressor variable. It is also observed that social desirability is notrelated to job performance. In the third section, the various strategies developed for reducing social desirability are reviewed andit was found that only two are effective: (a) warning applicants that the responses will be checked for social desirability and thatthe distortion will be penalized, and (b) to develop norms using applicant samples or samples including individuals respondingpersonality measures in contexts which can produce social desirability (e.g., promotion decisions). The article finishes with someconclusions and some suggestions for the practitioners of Work and Organizational Psychology.

Correspondencia: Jesús F. Salgado. Departamento de PsicologíaSocial, Básica y Metodología. Universidad de Santiago de Com-postela, 15782 Santiago de Compostela. España. E-mail: [email protected]

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personalidad han resultados replicables a través de dife-rentes muestras, en diferentes culturas, con diferenteslenguajes y diferentes técnicas evaluativas. La denomina-ción de tales factores varía entre los diversos investiga-dores del campo de la psicología de la personalidad enel trabajo, pero la más ampliamente utilizada es la suge-rida por Costa y McCrae (1992). De acuerdo a ellos, lascinco dimensiones o factores de la personalidad serían:estabilidad emocional (reverso de neuroticismo), extra-versión (opuesto a introversión), apertura a la experien-cia (frente a cierre a la experiencia), amigabilidad(opuesto a antagonismo) y conciencia (frente a irrespon-sabilidad). Las denominaciones de los factores de estabi-lidad emocional y extraversión son las que más consensohan obtenido. Las tres restantes, quizás por ser más re-cientes, han recibido otras denominaciones alternativas.Por ejemplo, la dimensión de apertura a la experienciaha sido denominada también cultura o intelectualidad; ladimensión de amigabilidad ha sido también llamadaamistosidad y la dimensión de conciencia ha recibidoetiquetas tales como escrupulosidad, minuciosidad, res-ponsabilidad o afán de logro. Los resultados de los me-ta-análisis mencionados más arriba han demostrado quedos factores de personalidad, estabilidad emocional yconciencia, son predictores válidos del desempeño ocu-pacional en todas las ocupaciones. También se ha de-mostrado que estos dos factores junto con extraversiónson predictores válidos de éxito en la formación (trainingproficiency) y que el factor de conciencia y el de amiga-bilidad predicen el comportamiento contraproductivo. Además de lo anterior, la investigación en el ámbito de

la personalidad en las organizaciones también ha de-mostrado que las medidas de la personalidad centradasen criterios ocupacionales (Criterion-focused Occupatio-nal Personality Scales, COPS), tales como los tests de in-tegridad, orientación al servicio del cliente, potencial dedirección, tolerancia al stress o potencial comercial sonexcelentes predictores de diversos criterios organizacio-nales, incluyendo el desempeño ocupacional, el éxito enla formación y los comportamientos contraproductivos(ver Ones y Viswesvaran, 2001a y b, para un resumen).La investigación también ha demostrado que estas medi-das (COPS) son una combinación de tres de los factoresbásicos de la personalidad: estabilidad emocional, ami-gabilidad y conciencia. En las Tablas 1, 2 y 3 que apa-recen a continuación, figura un resumen de la validez de

PERSONALIDAD Y DESEABILIDAD SOCIAL EN ORGANIZACIONES

TABLA 1RESUMEN DE LOS RESULTADOS META-ANALÍTICOS SOBRE LA

RELACIÓN ENTRE LAS MEDIDAS DE PERSONALIDAD Y DIVERSOSCRITERIOS Y VARIABLES ORGANIZACIONALES.

(Fuente original de la Tabla: Salgado y De Fruyt, 2005)

Dimensión K N Validez

Desempeño Laborala

Conciencia 133 33,668 .33Establidad Emotional 108 19,880 .21Extroversion 111 21,916 .10Apertura a la Experiencia 82 13,895 .09Amigablidad 110 21,911 .19

Éxito en la Formación b

Conciencia 20 3,909 .31Estabilidad Emocional 25 3,753 .09Extroversion 21 3,484 .28Apertura a la Experiencia 18 3,177 .33Amigabilidad 24 4,100 .14

Emergencia del Liderazgo c

Conciencia 17 nd .33Estabilidad Emocional 30 nd .24Extroversion 37 nd .33Apertura a la Experiencia 20 nd .24Amigabilidad 23 nd .05

Efectividad del Liderazgo c

Conciencia 18 nd .16Estabilidad Emocional 18 nd .22Extroversion 23 nd .24Apertura a la Experiencia 17 nd .24Amigabilidad 19 nd .16

Satisfaccion Laboral d

Conciencia 79 21,719 .26Estabilidad Emocional 92 24,527 .29Extroversion 75 20,184 .25Apertura a la Experiencia 50 15,196 .02Amigabilidad 38 11,856 .17

Conductas Desviadas (Contraproductivas) (Invertida la Validez) e

Conciencia 13 6,276 .26Estabilidad Emocional 15 3,107 .06Extroversion 12 2,383 -.01Apertura a la Experiencia 8 1,421 -.14Amigabilidad 9 1,299 .20

Rotación en el Empleo (Invertida la Validez) e

Conciencia 5 748 .31Estabilidad Emocional 4 554 .35Extroversion 4 554 .20Apertura a la Experiencia 4 554 .14Amigabilidad 4 554 .22

Accidentes Laborales (Invertida la Validez) f

Conciencia 9 1125 .30Estabilidad Emocional 13 1198 .28Extroversion 12 1524 -.09Apertura a la Experiencia 7 570 -.50Amigabilidad 7 420 .61

Nota. K= numero de estudios; N= Tamaño total de muestra; nd= no disponi-ble; a=Salgado (2004); b Barrick, Mount y Judge (2001); c Judge, Bono,Ilies, y Gerhardt (2002); d Judge, Heller y Mount (2002); e Salgado (2002); f

Clarke y Robertson (2005).

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las distintas dimensiones y compuestos de personalidadpara la predicción de diversos criterios organizacionales.A la vista de los resultados de las investigaciones meta-

analíticas mencionadas, resulta evidente por qué las me-didas de personalidad han sido utilizadas profusamenteen las decisiones organizacionales en la última década yque hayan suscitado el interés de los profesionales. Aun-que de modo prioritario se han utilizado para propósitosde selección de personal, también se han utilizado enprocesos de formación, de desarrollo (p.e., coaching), opara el establecimiento de perfiles de competencias.Sin embargo y a pesar de este reciente éxito de las me-

didas de personalidad para predecir el desempeño ocu-pacional, su utilización en ámbitos organizacionales noestá exenta de problemas y dificultades. Entre ellos, la dis-torsión y el sesgo en las respuestas a los ítems que compo-nen dichas medidas han sido dos de los que han recibidomayor interés y sobre los que ha habido mayor preocupa-ción, resultando, en consecuencia, abundantes los estudiosque se han ocupado de esta cuestión en los últimos años.

Hace sesenta años ya que Mehl y Hathaway (1946) y Ellis(1946) señalaron que, en efecto, las personas cuando seles instruye para hacerlo pueden distorsionar las respues-tas a los cuestionarios de personalidad

LA DISTORSIÓN DE LAS RESPUESTAS A LOS ÍTEMS DELAS MEDIDAS DE PERSONALIDADLa distorsión y el sesgo en las respuestas a los ítems delas medidas de personalidad, especialmente en contex-tos organizacionales, donde las decisiones basadas enlas respuestas a los cuestionarios de personalidad tienenimportantes implicaciones para las personas que contes-

JESÚS F. SALGADO

TABLA 2RESUMEN DE LOS RESULTADOS META-ANALÍTICOS SOBRE LARELACIÓN ENTRE COPS Y DIVERSOS CRITERIOS Y VARIABLES

ORGANIZACIONALES.(Fuente original de la tabla: Salgado y De Fruyt, 2005)

Dimensión K N Validez

Desempeño Laboral

Integridad (tests de personalidad)a 102 27,081 .37

Escalas de Drogas y Alcohol b 7 1,436 .19

Escalas de Tolerancia al Stress b 13 1,010 .42

Escalas de Servicio al Cliente b 33 6,944 .39

Escalas de Violencia c 14 4,003 .41

Éxito en la Formación

Integridad (tests de personalidad) d 2,364 .38

Conductas Desviadas (Contraproductivas) (Invertida la Validez) e

Integridad (tests de personalidad) a 138 158,065 .32

Escalas de Tolerancia al Stress b 5 594 .42

Escalas de Servicio al Cliente b 5 740 .42

Escalas de Violencia c 4 533 .46

Absentismo

Integridad (tests de personalidad) e 16 5,435 .36

Nota. K= numero de estudios; N= Tamaño total de la muestra; a =Ones, Vis-

wesvaran y Schnmidt (1993); b = Ones y Viswesvaran (2001a); c = Ones y

Viswesvaran (2001b); d= Ones y Viswesvaran (1998a); e= Ones, Viswesva-ran y Schmidt (2003).

TABLA 3RESUMEN DE LOS RESULTADOS META-ANALÍTICOS ENTREVARIAS VARIABLES DE PERSONALIDAD (Y MODELOS) Y

DIVERSOS CRITERIOS Y VARIABLES ORGANIZACIONALES. (Fuente original de la tabla: Salgado y De Fruyt, 2005)

Dimensión K N Validez

Desempeño Laboral

Conciencia-NFFM a 36 5,874 .18

Estabilidad Emotional-NFFM a 25 4,541 .05

Extroversion-NFFM a 26 4,338 .08

Apertura a la Experiencia-NFFM a 29 4,364 .08

Amigabilidad-NFFM a 31 4,573 .13

Autoeficacia Generalizada b 11 1,506 .43

Locus de Control c 35 4,310 .22

Autoestima c 40 5,145 .26

Éxito en la Formación

Autoeficacia Generalizada b 4 422 .29

Rendimiento en el Puesto

Inteligencia Emocional d 19 2,652 .24

Satisfacción Laboral

Afectividad Positiva e 15 3,326 .49

Afectividad Negativa e 27 6,233 -.33

Autoeficacia Generalizada c 8 1,411 .29

Locus de Control c 80 18,491 .32

Autoestima c 56 20,819 .26

Salario

Autoeficacia Generalizada b 5 468 .28

Absentismo

Autoeficacia Generalizada b 4 718 .21

Nota. K= número de estudios; N= Tamaño total de la muestra; NFFM= medidasa partir de cuestionarios no basados en el modelo de los cinco grandes facto-

res; a =Salgado (2003); b=Salgado y Moscoso (2000); c =Judge y Bono

(2001) d=Van Rooy y Viswesvaran (2004); e =Connolly y Viswesvaran (2000).

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tan a dichos cuestionarios (pe., ser contratado o no), harecibido considerable atención desde hace más de cin-cuenta años. La distorsión en las respuestas puede sertanto de signo positivo (pe., tratar de causar una buenaimpresión), como de signo negativo (pe., tratar de suge-rir que hay un problema o trastorno psicológico). En elámbito de las organizaciones, aunque el segundo tipode sesgo existe en determinadas circunstancias, es el pri-mero, la distorsión positiva, la que ha resultado más pre-ocupante, dado que las medidas de personalidad hansido utilizadas preferentemente con propósitos de selec-ción de personal y, por tanto, `tratar de causar una bue-na impresión´ es una opción frecuente como respuesta alos tests y cuestionarios. A la vista de que la distorsiónde las respuestas en un sentido favorable podría favore-cer las posibilidades de los candidatos para ser contra-tados, Seisdedos (1988), en uno de los escasos estudiosrealizados en España sobre este fenómeno en las orga-nizaciones, ha denominado a este sesgo “AdaptaciónInteligente”. Sin embargo, las denominaciones frecuentespara este sesgo son otras, tales como`Deseabilidad So-cial´, `Sinceridad¨ y `Distorsión Motivacional´. Tambiénse han utilizado denominaciones como `Simulación´,`Virtudes Infrecuentes´ o `Distorsión de la Respuesta´. Detodas estas denominaciones, `Deseabilidad Social´ es lamás frecuentemente utilizada y todas las demás cabendentro de esta etiqueta.La deseabilidad social o distorsión de la respuesta ha

sido definida como “la tendencia a contestar a los ítemsde modo que se responde a las presiones sociales o nor-mativas en lugar de proporcionar un autoinforme verídi-co” (Ellingson, Smith y Sackett, 2001, p.122). Aunquemuchas veces la deseabilidad social ha sido consideradacomo un constructo unidimensional y muchas medidassólo proporcionan una medida global de la misma, deacuerdo a la investigación más reciente, llevada a caboprincipalmente por Paulhus (1984, 2002), la deseabili-dad consiste en dos dimensiones, que han sido denomi-nadas manejo de impresiones (impresión management)y auto-engaño (self-deception). El manejo de impresio-nes indica una tendencia a adaptar intencionalmente laimagen pública de uno mismo con objeto de obteneruna visión favorable por parte de los demás. El auto-en-gaño, por el contrario, se refiere a la tendencia no inten-cionada de describirse a uno mismo de un modofavorable y que se manifiesta en auto-descripciones ses-

gadas positivamente pero en las que se cree honesta-mente. En este sentido, el manejo de impresiones es unamanipulación voluntaria de la propia imagen para quelos demás nos perciban de modo positivo mientras queel auto-engaño no es una manipulación deliberada aun-que pueda conducir a distorsiones en la percepción quelos otros tienen de nosotros. Teniendo en cuenta esta di-ferenciación entre las dos dimensiones de la deseabili-dad social, en el ámbito de la Psicología del Trabajo ylas Organizaciones, los efectos del manejo de impresio-nes sobre las puntuaciones de las medidas de personali-dad parecen más relevantes. La diferenciación entre manejo de impresiones y auto-

engaño es relevante a la vista de los sugerido por algu-nos investigadores del campo de la psicología de lapersonalidad y según lo cual existen diferencias indivi-duales en la deseabilidad social (Block 1965; McCrae yCosta, 1983). Esto significa que la deseabilidad socialpodría no ser sólo una tendencia a adaptarse a las si-tuaciones sino una característica estable de la personali-dad que indicaría diferencias más sustantivas ysignificativas. Por ejemplo McCrae y Costa, (1983),Ones, Viswesvaran y Reiss (1996) y Salgado, Iglesias yRemeseiro (1996) han encontrado que la deseabilidadsocial correlaciona con la estabilidad emocional y con ladimensión de conciencia. Como han señalado McCrae yCosta (1983), esto significaría que una persona que ver-daderamente puntúa alto en el factor de conciencia, quees emocionalmente estable y cooperativo (puntúa alto enamigabilidad) aparecería también como alto en desea-bilidad social. Sin embargo, y esta es la paradoja, seríauna persona honesta y fiable pero sería acusada de dis-torsionar o mentir en los cuestionarios de personalidad. Los efectos de la deseabilidad social sobre las medidas

de la personalidad y sobre otros instrumentos evaluativos(pe., entrevistas) están ampliamente documentados en laliteratura y son particularmente conocidos por los res-ponsables de la selección de personal en las organiza-ciones. El principal efecto es que la deseabilidad socialtiende a inflar (aumentar) las puntuaciones en las dimen-siones que están (o que los candidatos creen que están)relacionadas positivamente con el desempeño laboral ya desinflar (reducir) las puntuaciones en aquellas dimen-siones que están (o que los candidatos creen que están)relacionadas negativamente con el desempeño laboral.La investigación reciente ha revisado meta-analíticamen-

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te y mediante estudios con muestras grandes los efectosde la deseabilidad social sobre las respuestas a las me-didas de personalidad. En general, tal investigación em-pírica ha consistido en la utilización de tres tipos dediseños: (a) comparaciones entre grupos en situacionesde laboratorio, con participantes instruidos para distor-sionar sus respuestas; (b) comparaciones intra-sujetos ensituaciones de laboratorio, con participantes instruidospara distorsionar, y (c) comparaciones en situaciones re-ales de selección, examinando las diferencias entre laspersonas que muestran deseabilidad social y las que no. Ones y sus colaboradores (Ones y Viswesvaran 1998a y

b ; Ones, Viswesvaran y Reiss, 1996; Viswesvaran, Onesy Hough, 2001), Hough y sus colaboradores (1998;Hough, Eaton, Dunnette, Kamp y McCloy, 1990; Hough yPaullin, 1994) y Christiansen y sus colaboradores (Chris-tiansen, Goffin, Johnston y Rothstein, 1994; Goffin y Ch-ristiansen, 2003) son los principales investigadores de losefectos de la deseabilidad social en ámbitos organizacio-nales, aunque muchos otros investigadores han hechocontribuciones relevantes. Los principales resultados hansido los siguientes. En los estudios con comparaciones en-tre grupos en situaciones de laboratorio con distorsión po-sitiva inducida se encontró que, en los cuestionarios quemiden dimensiones de personalidad (pe., los Big Five) laspersonas distorsionadoras puntúan, en promedio, 0,6 uni-dades de desviación más que las no distorsionadoras. Es-to significa lo siguiente: si utilizamos puntuaciones T(media=50; SD=10), el grupo de personas distorsionado-ras puntuaría en promedio 56 frente a una puntuación de50 correspondiente al grupo de personas no distorsiona-doras. Cuando los estudios realizan comparaciones intra-sujeto en situaciones de laboratorio con distorsióninducida y con respuesta honesta, la diferencia en laspuntuaciones en las medidas de las dimensiones de perso-nalidad entre las dos condiciones para los mismos sujetoses de 0,72 unidades de desviación típica, lo que en térmi-nos de puntuaciones T significa que la distorsión hace ele-var las puntuaciones de una misma persona de 50 a 57,2puntos. Cuando no se tiene en cuenta el tipo de diseño, ladiferencia es de 0,5 unidades de desviación. Por tanto, es-tos resultados indican que la deseabilidad social tieneefectos sobre las puntuaciones de las personas distorsio-nadoras que se sitúan ligeramente por encima de mediaunidad de desviación. También muestran que el tipo dediseño de investigación tiene efectos importantes sobre el

tamaño de la distorsión. Este mismo tipo de estudios se re-alizaron con las medidas de compuestos de personalidad(COPS), por ejemplo los tests de integridad, y los resulta-dos han sido muy semejantes ya que la diferencia entrelas personas instruidas para contestar de un modo distor-sionado positivo frente a las personas instruidas para con-testar honestamente ha sido de 0,50 unidades dedesviación.Los resultados acabados de exponer pueden considerar-

se indicadores de los efectos de la deseabilidad social ensituaciones de rendimiento máximo (cuando trata de en-contrarse la mayor diferencia posible entre las condicionesde deseabilidad y de honestidad). Sin embargo, los estu-dios sobre los efectos de la deseabilidad social en condi-ciones “reales”, esto es, cuando se comparan lasrespuestas de las personas distorsionadoras y las no dis-torsionadoras en situaciones verdaderas de selección, serí-an indicadores de situación de rendimiento típico (cuandose trata de encontrar la diferencia habitual entre las doscondiciones mencionadas en un contexto típico laboral). Aeste respecto, Hough (1998) llevó a cabo tres estudiosparticularmente relevantes. En el primero de ellos comparóuna muestra de 963 ocupantes de puestos en la industriade las telecomunicaciones con una muestra de 14.442 so-licitantes de empleo en la misma industria y encontró que,en una medida de responsabilidad (una de las subdimen-siones del factor de conciencia), existía una distorsión pro-medio de 0,45 unidades de desviación a favor de lossolicitantes. En un segundo estudio, en puestos para la po-licía local, con una muestra de ocupantes de 508 perso-nas y otra de solicitantes de 24.433, usando una medidadel factor de conciencia, encontró que la distorsión pro-medio era de 0,33 unidades de desviación a favor de lossolicitantes. En el tercer estudio, con una muestra de 270guardias estatales y otra de solicitantes de 681 personas,encontró una distorsión promedio de 0,13 en una escalade personalidad compuesta de las facetas de búsquedade experiencia, y auto-estima. Otros estudios llevados acabo por Hough, Eaton, Dunnette, Kamp y McCloy(1990), reflejan resultados semejantes. Por tanto, en con-junto los datos disponibles indican que en el tercer tipo dediseño de investigación (comparación de ocupantes y soli-citantes en situaciones reales), los efectos promedio de ladeseabilidad social, aunque existen, son mucho menoresque los encontrados en las situaciones de laboratorio. Enotras palabras, en situaciones de rendimiento típico (pe.,

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selección de personal), los efectos de la deseabilidad so-cial se reducen en comparación con los encontrados ensituaciones de rendimiento máximo (pe., manipulación ex-perimental). Además del efecto de inflar las puntuaciones en las me-

didas de personalidad, un segundo posible efecto que hasido mencionado en diversas ocasiones y que, probable-mente, es el que más ha preocupado a los profesionalesde la Psicología del Trabajo y las Organizaciones que tie-nen responsabilidades derivadas del uso de las medidasde medidas de personalidad (pe., decisiones de contrata-ción, formación desarrollo, promoción, etc.), es el que serefiere al impacto de la deseabilidad sobre la validez dedichas medidas. Algunos investigadores y no pocos profe-sionales creen que la deseabilidad social afecta negativa-mente a la validez de las medidas, haciendo que esta sereduzca y que, en consecuencia, lleguen a ser inválidas.Dicho en otras palabras, la capacidad de predicción deldesempeño ocupacional y otros criterios organizacionalesque tienen las medidas de personalidad se vería sustan-cialmente reducida o incluso anulada como consecuenciade los efectos de la deseabilidad (Goffin y Christiansen,2003; Mueller-Hanson, Heggestad y Thornton, 2003;Rosse, Stecher, Miller y Levin, 1998). Esta creencia ha lle-vado a que se haya cuestionado seriamente el uso de lasmedidas de personalidad en ámbitos organizacionales yque incluso algunos profesionales rechacen abiertamentesu utilidad para tomar decisiones. A este respecto, se han llevado a cabo recientemente

investigaciones meta-analíticas y estudios singulares conmuestras grandes (N > 1200) que han examinado losefectos de la deseabilidad social sobre la validez de lasmedidas de personalidad. Así, por ejemplo, en relacióncon la validez de constructo, Ones, Viswesvaran y Reiss(1996) han demostrado que la deseabilidad social ape-nas tiene efecto sobre la validez convergente y discrimi-nante de las medidas de personalidad, siendo loscrementos promedio en las correlaciones del orden de.015, es decir, irrelevantes desde el punto de vista prác-tico. Por lo que respecta a la validez de criterio (predicti-va), Ones y Viswesvaran (1998b) han examinado susefectos tanto si se la considera como una variable mode-radora, mediadora o supresora. Los resultados de susmeta-análisis indican que la deseabilidad social no tieneimpacto sobre la validez de las medidas de personali-dad, tanto sean referidas a las dimensiones básicas (pe.,

Big Five), como a compuestos (pe., integridad), perma-neciendo la validez esencialmente la misma una vez quehan sido parcializados los efectos de la deseabilidad so-cial. Los estudios de Hough (1998; Hough y otros, 1990)llegaron básicamente a los mismos resultados. En conse-cuencia, se demostró que era falsa la creencia sostenidapor algunos investigadores y bastantes profesionales res-pecto a los efectos negativos de la deseabilidad socialsobre la validez de las medidas de personalidad.

¿COMO SE DETECTA (MIDE) LA DESEABILIDAD SOCIAL?Dado el interés que ha suscitado la cuestión de la desea-bilidad social y sus efectos sobre las puntuaciones de lasmedidas de personalidad, diversos investigadores seplantearon como detectarla y, a lo largo de los años, di-ferentes instrumentos han sido creados, aunque casi to-dos ellos beben en la fuente común del MinessotaMultiphasic Personality Inventory (MMPI). En efecto, loscreadores del MMPI, Hathaway y MacKinley, desarrolla-ron dos escalas para detectar la posible distorsión en lasrespuestas al cuestionario. Una es llamada la escala K ycon ella se trata de detectar los sesgos negativos o, loque es lo mismo, la tendencia a aparentar una peor ima-gen de uno mismo. La segunda es la escala Lie (mentira)que en ocasiones se interpreta como sinceridad y quetrata de detectar los sesgos positivos o la tendencia aaparentar una buena imagen personal. Ambas escalasfueron desarrolladas como tests o pruebas orientadas alcriterio, como lo habían sido las restantes escalas delMMPI. Siguiendo la senda del MMPI, Harrison Gough, elcreador del California Personality Inventory (CPI; 1987)y alumno de Hathaway, desarrolló también una escalapara medir la deseabilidad social en su cuestionario y ladenominó Good Impression Scale (Escala de Buena Im-presión). Puesto que el CPI estaba diseñado para evaluarla personalidad normal (ajustada) a diferencia del MMPIque se había diseñado para evaluar desórdenes de per-sonalidad (desajuste), el interés de Gough residía en latendencia a distorsionar positivamente. Eysenck, en suprimer cuestionario de personalidad, Maudsley Persona-lity Inventory (MPI; predecesor del Eysenck Personality In-ventory; EPI), incluyó también una escala para evaluar ladeseabilidad social. Dicha escala fue derivada tambiénde la escala L del MMPI. Sobre esta senda, a lo largo delos años, se han creado multitud de escalas para medirla deseabilidad social y muchos cuestionarios de perso-

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nalidad incluyen entre sus ítems alguna escala o medidade esta distorsión. Además de las mencionadas másarriba, han sido muy populares, por ejemplo, la escalade deseabilidad social de Edwards (1957), la escala dedeseabilidad social de Crowne-Marlowe (1964), la es-cala de sinceridad de Eysenck (Eysenck y Eysenck,1964; originalmente es una escala de mentira), la escalade distorsión motivacional positiva del 16PF (Cattell,Eber y Tatsuoka, 1970) y la escala de deseabilidad so-cial de Occupational Personality Questionnaire (SHL,1999). La totalidad de estas escalas fueron confecciona-das considerando que la deseabilidad social es un con-cepto unidimensional. Sin embargo, a raíz de lasinvestigaciones de Paulhus ya mencionadas, hoy seacepta que la deseabilidad social consiste en dos dimen-siones y el Balanced Inventory of Desirable Responding(BIDR, Paulhus 1984, 2002) es el más popular de los in-ventarios modernos. Este inventario contiene 40 items,con dos subescalas de 20 items cada una, que evalúanel `manejo de impresiones´ y el `auto-engaño´.No obstante, es de señalar también que en la actuali-

dad muchos de los cuestionarios recientes de personali-dad, sobre todo los basados en el modelo de los cincograndes factores, no utilizan ninguna escala para detec-tar la deseabilidad social. Este es el caso, por ejemplo,del NEO-PI-R (Costa y McCrae, 1992), el Hogan Perso-nality Inventory (HPI, Hogan y Hogan, 1995), el IP/5F(Salgado, 1996) y el Jackson Personality Inventory (JPI,Jackson, 1994).

ESTRATEGIAS PARA REDUCIR LOS EFECTOS DE LADESEABILIDAD SOCIALUna vez determinados los efectos de la deseabilidad so-cial en contextos organizacionales y viendo que éstos sereducen a la inflación o deflación de las puntuaciones delas medidas de algunas dimensiones y facetas de la per-sonalidad, la siguiente cuestión a tratar es cómo se pue-den reducir o anular dichos efectos. A este respecto, a lo largo de los años, se han propues-

to diversas estrategias de muy distinta naturaleza. Entrelas mismas figuran las siguientes: (a) utilización de esca-las con ítems de elección forzosa, habiendo emparejadolos items de acuerdo a su similitud en deseabilidad social(esta modalidad se denomina también `medida ipsativa´o `puntuación ipsativa´), (b) usar escalas de detección dela deseabilidad y descartar a aquellas personas que

puntúan moderadamente alto (pe., 2 unidades de des-viación sobre la media) en dichas escalas; (c) usar lasescalas de detección y subjetivamente “ajustar” las pun-tuaciones en las medidas de personalidad de aquellaspersonas que puntúan moderadamente alto en las esca-las de deseabilidad; (d) usar escalas de detección y “co-rregir” mecánicamente las puntuaciones en las medidasde personalidad de aquellas personas que distorsionanmoderadamente alto y utilizando para ello una fórmulamatemática; (e) informar a los evaluados sobre la exis-tencia de métodos de detección durante la evaluación einstruirlos sobre las posibles consecuencias de la distor-sión; (f) desarrollar baremos específicos para muestrasde solicitantes en vez de utilizar los baremos de lasmuestras normativas de la población general. En la Ta-bla 4 figura un resumen de las estrategias anterioresEn la actualidad es realmente escasa la utilización de

escalas con formato de elección forzosa para evaluar lapersonalidad en ambientes organizacionales y, especial-mente, para propósitos de selección de personal. Noobstante, existen cuestionarios que emplean este formatocon la idea de que reducirá la distorsión de las respues-tas. Ejemplos de cuestionarios de personalidad que utili-zan este formato de respuesta son el OccupationalPersonality Questionnaire 3.2 (OPQ 3.2; SHL, 1999), elPersonality Inventory de Thomas, también conocido co-mo el DISC (Thomas Internacional) o el Description inCinq Dimensions (D5D, Rolland y Mogenet, 2001). El su-puesto de partida de los creadores de cuestionarios coneste formato es que si los ítems están agrupados, porejemplo en tétradas, con similar deseabilidad social y losevaluados tienen que indicar cual de los ítems es el quemejor lo define y cuál es el que peor, descartando losotros dos, la respuesta final reflejará mejor sus caracte-rísticas de personalidad y eliminará los efectos de la de-seabilidad social. Hicks (1970, p.181) sugirió que lajustificación para el uso de medidas de elección forzosa(ipsativas) requeriría demostrar tres condiciones: (1) queexiste un sesgo importante en las respuestas a los cues-tionarios de personalidad, (2) que este sesgo disminuyela validez y (3) que el formato de elección forzosa dismi-nuye el sesgo y aumenta la validez en mayor cantidadque lo hacen otros controles no ipsativos del sesgo. Esteautor concluyó que no se había dado ningún caso en elque se demostrasen esas tres condiciones conjuntamente.Veinticinco años mas tarde, Bartram (1996) consideraba

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que lo conclusión de Hicks seguía siendo verdad. A esterespecto hay que indicar lo siguiente: (a) la investigaciónmás reciente y exhaustiva, mencionada en apartadosprecedentes, ha demostrado que existe un sesgo y quepuede ser importante en situaciones reales de evaluaciónen contextos organizacionales (pe., selección de perso-nal) y (b) la investigación también ha demostrado que ladeseabilidad social no disminuye la validez. Con respec-to a la tercera condición, la referida a que los formatosde elección forzosa (ipsativos) disminuyen el sesgo y au-mentan la validez, en los últimos años se han publicadodiversas investigaciones que examinaron esta cuestión.Por ejemplo, Christiansen, Burns y Montgomery (2005)han realizado un conjunto de estudios en los que mues-tran que (1) las escalas de elección forzosa son tan sus-ceptibles de ser distorsionadas como las escalastradicionales normativas, (2) que las personas con pun-

tuaciones más altas en las medidas de habilidad mentalgeneral tienen más éxito en mejorar sus puntuaciones enlas escalas de elección forzosa (en el sentido de ser másajustados al perfil deseable), sugiriendo, por tanto, quetales escalas son manipulables en función de la habilidadmental general de los evaluados. Baron (1996), una ar-diente defensora de este formato para las medidas depersonalidad, reconoce que un pequeño grupo de candi-datos distorsiona de un modo potente las puntuacionesen estos cuestionarios. En consecuencia, la tercera condi-ción planteada por Hicks no se cumple en la práctica a laluz de los datos recientes. Por tanto, y teniendo en cuentaque este formato de respuesta tiene muchas y serias limi-taciones de índole psicométrica, tanto en lo que se refierea su fiabilidad, como a su factorización, como a su vali-dez y a la comparación entre individuos (véanse, porejemplo, las revisiones de Baron, 1996; Bartram, 1996;

TABLA 4ESTRATEGIAS DE REDUCCIÓN DE LA DESEABILIDAD SOCIAL Y SUGERENCIAS A LOS PROFESIONALES

Estrategia Descripción Limitaciones Eficacia Recomendación

Escalas de Elección Forzosa Elegir entre ítems con similar Teóricas, metodológicas Limitada No recomendablegrado de deseabilidad social y prácticas

Usar escalas de Deseabilidad Incluir una medida de distorsión Teóricas, prácticas Ineficaz No recomendableSocial y descartar a los sujetos y excluir a los que puntúen por y legalesaltos en DS. encima de un punto de corte.

Usar escalas de Deseabilidad Se ajustan “subjetivamente” las Teóricas y prácticas Ineficaz No recomendableSocial y ajustar las puntuaciones puntuaciones de los sujetos quede los distorsionadores se consideran distorsionadores,(Estrategia Subjetiva) basándose en la experiencia del

evaluador.

Usar escalas de Deseabilidad Se ajustan “mecánicamente” las Teóricas y prácticas Ineficaz No recomendableSocial y ajustar las puntuaciones puntuaciones de los sujetos quede los distorsionadores se consideran distorsionadores,(Estrategia objetiva) basándose, por ejemplo, en una

ecuación de regresión.

Informar a los evaluados Se informa a los evaluados que No tiene Eficaz Recomendableexiste la posibilidad de ser eliminados o penalizados sidistorsionan sus respuestas.

Elaborar baremos basados Baremar las puntuaciones de No tiene Eficaz Recomendableen muestras de solicitantes los evaluados después de crear

un baremo confeccionado conmuestras de solicitantes en vezde una muestra de la poblaciónen general.

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Closs, 1996; Cornwell y Dunlap, 1994; Hicks, 1970 yMeade, 2004), la decisión respecto a esta estrategia esque debería ser descartada y no utilizada con propósitosde evaluación en contextos organizacionales en los cuá-les haya que comparar personas entre sí (pe., selección). La segunda estrategia, descartar a aquellas personas

que puntúan alto en las escalas de deseabilidad socialintroduce serias complicaciones de orden teórico, prácti-co e incluso podrían ser de orden legal. Desde el puntode vista teórico, es posible, como han señalado McCraey Costa (1983) que personas totalmente honestas en susrespuestas, pero con unas características de personali-dad que se ajustan al perfil típico del distorsionador, se-an excluidas sin más consideración. Es decir, estaríamosante casos de `falso positivos´ y esta estrategia no losconsideraría. Además, y desde el punto de vista teórico,habrá que demostrar que las personas que puntúan másalto en las escalas de distorsión motivacional muestranposteriormente un desempeño laboral inferior al de laspersonas que no distorsionan. Y esto no sólo no se hademostrado, sino que se ha demostrado que no hay re-lación entre la deseabilidad y el desempeño laboral(Ones y Viswesvaran, 1998b). Por otra parte, tampocose ha demostrado que las personas que distorsionan y,consecuentemente, presentan puntuaciones más altas enalgunas dimensiones de personalidad (pe., conciencia)relacionadas con el desempeño en el trabajo, muestrenposteriormente cuando han sido contratadas, un desem-peño inferior al de las personas que puntúan en nivelessemejantes pero que no han distorsionado sus respues-tas. Desde el punto de vista práctico, la exclusión de unnúmero de personas del conjunto de evaluados puedeser contraproducente si el ratio de selección es alto (porejemplo se aproxima a 1), esto es, si el número de va-cantes y de candidatos es semejante. Por último, desdeel punto de vista legal, la exclusión de candidatos ba-sándose en sus respuestas distorsionadas no puede serdefendible ante los tribunales cuando se sabe, comoahora sabemos, que no hay relación negativa entre de-seabilidad social y desempeño laboral. Por tanto, haberdistorsionado no puede ser causa de exclusión desde unpunto de vista legal, y cualquier candidato que recurrie-se ante los tribunales una decisión basada en este puntotendría muchas posibilidades de obtener una sentenciafavorable. En consecuencia, esta estrategia tampoco de-bería ser utilizada por los profesionales de la Psicología

del Trabajo y las Organizaciones en determinadas prác-ticas en contextos laborales.La tercera y la cuarta estrategias consisten en usar las

escalas de detección y subjetivamente “ajustar” las pun-tuaciones en las medidas de personalidad de aquellaspersonas que puntúan moderadamente alto en las esca-las de deseabilidad o bien “corregir” mecánicamente laspuntuaciones en las mediadas de personalidad de aque-llas personas que distorsionan moderadamente alto yutilizando para ello una fórmula matemática. Como pue-de apreciarse, ambas estrategias son muy semejantes ytienen problemas parecidos. La corrección de las pun-tuaciones, aumentando o disminuyendo la puntuación delas personas, según el grado de distorsión detectado enla escala de deseabilidad social ha sido una estrategiamuy habitual entre los psicólogos en general y entre lospsicólogos del trabajo y las organizaciones en particu-lar. Ello se debe a que dos de los más utilizados y popu-lares cuestionarios de personalidad incluían sistemas de`corrección´ de las puntuaciones: el MMPI y el 16PF. Enel caso de estos dos cuestionarios, la estrategia es lacuarta, es decir, la corrección mecánica (a partir de unaecuación de regresión derivada de la distorsión motiva-cional), pero ha dado lugar a que muchos profesionalesconsiderasen la corrección de un modo subjetivo, basa-do en la experiencia o en el `ojo clínico´ del evaluador yajustasen las puntuaciones de acuerdo a dicha experien-cia. Un problema común a los dos métodos, y habitual-mente no considerado por los profesionales, es que lacorrección de las puntuaciones altera la validez de cons-tructo de los cuestionarios (véase, Ones y Viswesvaran,1998a y b) y, por tanto, implica la alteración de la me-dida y su fiabilidad, no mejorando su validez de criterio(predictiva) y sí pudiéndola empeorar (véase, Hough1998). Por tanto, las puntuaciones derivadas de la co-rrección y ajuste de los datos directos podrían no res-ponder a las auténticas características de personalidaddel evaluado. Además, la estrategia tercera es práctica-mente inviable cuando hay que tratar con un númeroelevado de evaluados ya que requiere el examen de ca-da perfil particular para llegar a hacer la corrección. Enconsecuencia, también estas dos estrategias son contra-rias a una buena práctica profesional basada en el co-nocimiento empírico disponible hasta el momento. No esde extrañar, por tanto, que en la última versión del 16PFla corrección las puntuaciones haya dejado de utilizarse.

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La quinta estrategia mencionada más arriba consiste eninformar a las personas que están siendo evaluadas me-diante cuestionarios de personalidad que entre los mismosse incluyen métodos de detección de la deseabilidad socialy otros posibles sesgos, solicitando que sean lo más since-ros y honestos posible. Al propio tiempo se les instruyeque, aquellas personas que sean detectadas como distor-sionadotas, podrían ser excluidas de posterior considera-ción o cualquier otra penalización o consecuencia negativaque se considere apropiada para el caso. Por ejemplo,Hough (1998) utilizó esta estrategia en varios procesos deselección e instruía a los solicitantes diciéndoles que aque-llas personas que distorsionaran sus puntuaciones en elcuestionario de personalidad serían detectadas y los quefuesen identificados por haber proporcionado auto-des-cripciones excesivamente virtuosas serían descalificadasdel proceso de selección durante seis meses, momento enel que podrían ser evaluados otra vez. Aunque Hough noestimó la eficacia de esta estrategia ya que ella estaba inte-resada en comparar la diferencia de sesgo entre los ocu-pantes y los solicitantes, a partir de los datosproporcionados por Hough (1998) y los proporcionadospor Ones, Viswesvaran y Reiss (1996) podemos establecerel grado de eficacia de esta quinta estrategia. Los tres estu-dios de Hough (1998) tienen una muestra total acumuladade 40.297 personas y la distorsión promedio ponderadapor el tamaño de la muestra de los solicitantes frente a losocupantes es de 0,37 unidades de desviación. Teniendo encuenta que en el presente caso se trata de comparar a losdistorsionadores frente a los no distorsionadores, se puedeutilizar como estimación de esta última comparación la ob-tenida por Ones et al. (1996) para comparaciones entregrupos en situaciones de rendimiento máximo y que resultóser de 0,60 unidades de desviación. Por tanto, descontado0,37 unidades correspondientes a los distorsionadores ensituaciones de selección de 0,60 unidades que es la distor-sión máxima alcanzable, se obtiene un resultado de 0,23unidades de desviación menos, que son directamente atri-buibles a la estrategia de información a los evaluados. Asípues, los resultados de estos dos estudios indican que estaestrategia es eficaz en la reducción de la deseabilidad so-cial, consiguiendo reducir la misma en más de un 38%.Dado que la penalización sugerida por Hough sólo post-pone la decisión de contratación de los candidatos distor-sionadores, esta estrategia es legalmente defendible. Másrecientemente, McFarland (2003) examinó, en un contexto

de laboratorio, los efectos de esta estrategia para reducirla distorsión y evaluó sus efectos sobre las reacciones delos solicitantes en relación con la justicia organizacionalpercibida. Los resultados de McFarland indicaron que laestrategia era muy eficaz para reducir la deseabilidad so-cial (0,45 unidades de desviación en promedio) y que,además, no tiene efectos negativos sobre las percepcionesde los solicitantes (en un caso incluso fueron positivos) y re-duce la multicolineraridad entre las variables de personali-dad. En consecuencia, esta es una estrategia válida(reduce la distorsión) y económica, ya que no es necesarioincluir una medida de la deseabilidad social, basta con in-formar que existe y que puede ocasionar una penaliza-ción.La última estrategia mencionada consiste en desarrollar

baremos específicos para contextos de selección de perso-nal. En otras palabras, en vez de utilizar los baremos co-rrespondientes a la población general o a gruposparticulares que se confeccionaron a partir de puntuacio-nes recogidas en situaciones en las cuáles las personas notenían ningún interés en distorsionar dichas puntuaciones,esta estrategia sugiere que se confeccionen baremos apartir de las puntuaciones obtenidas en situaciones en lasque las personas tengan un interés directo en distorsionar(pe., en situaciones de selección de personal). Es obvioque los baremos confeccionados de esta manera incluyenya una parte de la puntuación normativa que correspondea la distorsión y que es común a todos los evaluados. Portanto, la deseabilidad habrá sido ya parcialmente neutra-lizada. Es decir, se habrá desarrollado y aplicado un mar-co común a todos los evaluados, en vez de utilizar unmarco que sólo es común a las personas que no distorsio-nan nunca, como sería el basado en los baremos creadoscon una población normativa que contestó al cuestionarioen una situación de nula deseabilidad social (pe., conmuestran de estudiantes no inducidos a distorsionar).

CONCLUSIONES Y SUGERENCIAS PARA LA PRÁCTICALa posibilidad de que las respuestas a los cuestionariosde personalidad sean distorsionadas, tanto de modo po-sitivo como de modo negativo, es real y desde hace másde sesenta años se conoce este fenómeno. Este hecho hapreocupado y sigue preocupando a los profesionales dela psicología del trabajo y las organizaciones que tienenresponsabilidades en la utilización de medidas de perso-nalidad para sus trabajos cotidianos (pe., selección de

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personal). Dicha preocupación ha conducido a dichosprofesionales a optar por diferentes aproximaciones a lahora de posicionarse sobre el uso de las medidas depersonalidad. Entre tales posiciones ha habido tres másfrecuentes: (a) la de aquellos que a la vista de la posibledistorsión de las respuestas, descalificaron la utilizaciónde las medidas, considerando que la distorsión invalida-ba la capacidad predictiva de las mismas y que no sepodían tomar decisiones correctas a partir de dichoscuestionarios de personalidad. Por tanto, la opción co-rrecta era descartarlas de la bolsa de herramientas delpsicólogo organizacional; (b) la de aquellos que, aun re-conocimiento que existía la posibilidad de distorsión,consideraban que las medidas de personalidad seguíansiendo válidas y útiles para el trabajo profesional y, portanto, deberían buscarse fórmulas para superar o neu-tralizar esta deficiencia. Este es el caso de los psicólogosque utilizaban medidas correctoras de las puntuaciones.(c) la última posición vendría representada por aquellosque consideraban que la deseabilidad social no era unproblema importante y que sería mucho peor no utilizarmedidas de personalidad en su práctica profesional.La investigación llevada a cabo en las dos últimas dé-

cadas y especialmente en los últimos diez años, ha per-mitido llegar a conclusiones sólidas sobre los efectos ylos posibles paliativos de la deseabilidad social. Lo si-guiente es un resumen de dichas conclusiones:1) Las medidas de personalidad, tanto las basadas en

el modelo de los cinco grandes factores, como loscuestionarios de personalidad ocupacional orienta-dos al criterio, como otra medidas de personalidadbasadas en modelos alternativos, son excelentes pre-dictores de desempeño ocupacional, del éxito en elaprovechamiento de la formación, de las conductascontraproductivas, del liderazgo, de la satisfacciónlaboral, del compromiso organizacional, de la ad-quisición del conocimiento y de muchos otros crite-rios relevantes para las organizaciones. En algunoscasos, las medidas de personalidad son los mejorespredictores de dichos criterios (pe., conductas con-traproductivas, satisfacción).

2) La deseabilidad social afecta a todos los métodos deevaluación de la personalidad basados en cuestio-narios, incluso a aquellos que pretendidamente noles afecta, como son los cuestionarios de elecciónforzosa o medidas ipsativas. Es decir, no existe nin-

gúna medida auto-informe de personalidad que estalibre de deseabilidad social.

3) La deseabilidad social, como distorsión relevante,sólo afecta a un porcentaje pequeño de las personasevaluadas en los procesos organizacionales.

4) El efecto de la deseabilidad social varía según laforma elegida para suscitar dicha deseababilidad.En las situaciones habituales de selección, la desea-bilidad tiene un efecto promedio de 0.38 unidadesde desviación. Puesto en puntuaciones T, hace quese incrementen o decrementen las puntuaciones en3.8 puntos.

5) La deseabilidad social se compone de dos factores,el manejo de impresiones y el auto-engaño. En loscontextos organizacionales, el primero es el más re-levante y el que infla (o desinfla) las puntuaciones enlos cuestionarios de personalidad.

6) La deseabilidad social no esta relacionada con eldesempeño laboral, por tanto no tiene efectos sobrela validez de las medidas de personalidad. En otraspalabras, si se eliminan los efectos de la deseabili-dad social de las medidas de personalidad, éstas notienen una validez más alta para predecir el desem-peño ocupacional. Por tanto, la creencia menciona-da más arriba, referida a que la deseabilidad socialinvalida la capacidad predictiva de las medidas depersonalidad es simplemente errónea.

7) A lo largo de los años se han desarrollado diversasestrategias para neutralizar o reducir los efectos dela deseabilidad y la mayoría de ellas ha resultadoser ineficaz o contraindicada:a) La estrategia de los ítems de elección forzosa no

impide que sean distorsionados, no mejora la va-lidez predictiva de las medidas, afecta negativa-mente a su fiabilidad, tiene serios problemaspsicométricos y no permite comparar a los eva-luados entre sí, por lo cual no puede ser utilizadaapropiadamente en aquellas situaciones que re-quieran comparar a los candidatos (pe selección,formación). Por tanto, no debería ser utilizada.

b) La estrategia de descartar a los candidatos quepuntúen alto en las escalas de deseabilidad so-cial tiene serias complicaciones teóricas, prácti-cas y legales. Por tanto, no debería ser utilizada.

c) La estrategia de “corregir” las puntuaciones demodo subjetivo tiene complicaciones teóricas y

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prácticas. Afecta a la validez de constructo y pre-dictiva de las pruebas y es inviable con númeroselevados de candidatos. Por tanto, no debería serutilizada.

d) La estrategia de “corregir” mecánicamente (pe.,mediante una ecuación de regresión) las puntua-ciones adolece de las mismas complicaciones teó-ricas que la estrategia anterior. Por tanto, nodebería ser utilizada.

e) La estrategia de informar a los evaluados sobrela existencia de detectores de distorsión y alertar-los sobre las posibles consecuencias de dicha dis-torsión reduce considerablemente la misma y esun medio barato de control de la deseabilidadsocial. Debería ser utilizada en todos los proce-sos y evaluaciones en los que la deseabilidad so-cial pudiera estar presente.

f) La estrategia de crear baremos a partir de muestrasde solicitantes de empleo neutraliza los efectos dela deseabilidad social. Por tanto, debería ser utili-zada en todos los procesos de selección. Y los pro-fesionales deberían utilizar en tales casosinstrumentos que hayan elaborado tales baremos.

8) La combinación de las estrategias de informar a losevaluados y usar baremos elaborados con muestrasde solicitantes produce los resultados óptimos parala reducción de la deseabilidad social. Esta última esla mejor opción para los profesionales.

Las anteriores conclusiones están basadas en la eviden-cia disponible en la actualidad, fundamentalmente lo-grada a partir de meta-análisis y de estudios conmuestras grandes (N > 1200). A la vista de las mismas,los profesionales de la psicología del trabajo y las orga-nizaciones pueden utilizar con confianza las medidas depersonalidad para tomar decisiones, con las limitacionesinherentes a cualquier medida psicológica (es decir, fia-bilidad, validez y utilidad), sin que la deseabilidad so-cial sea un problema que inhabilite su uso. Más bienparece que la cuestión de la deseabilidad social ha sidola manifestación de la creación artificial de un problemade escasa relevancia para la profesión.

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PERSONALIDAD Y DESEABILIDAD SOCIAL EN ORGANIZACIONES

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a mentira, el engaño, o la ocultación, la deforma-ción y tergiversación de la información son con-ductas consustanciales al ser humano (Martínez

Selva, 2005), que persiguen diversos fines en el procesode interacción social como ofrecer una impresión positi-va a los demás, auto-beneficiarse y beneficiar a otros,evitar un castigo potencial o simplemente mantener unabuena interacción social procurando no herir innecesa-riamente los sentimientos de los demás (Vrij, 2001). Imagínese por un momento el lector que fuéramos inva-

didos por seres extraterrestres que tuvieran el don de laubicuidad y lo vieran todo, lo oyeran todo, dijeran siem-pre la verdad sobre todo, y se dedicaran simplemente aobservarnos e inmiscuirse permanentemente en las con-versaciones humanas; seguramente sucumbiríamos rápi-damente en un caos absoluto al no podernos enfrentar asemejante “juego de la verdad” (por cierto, este ejemploes el argumento central de una deliciosa novela de Cien-cia Ficción escrita por Fredric Brown, “Marciano, vete acasa”). El empleo de diversas estrategias para distorsionar la

información buscando un fin determinado es una parte

constituyente del proceso de interacción social, conoci-do, aceptado y consensuado por las partes integrantes,siempre y cuando dichas estrategias se encuentren den-tro de los dominios de lo socialmente admisible (Kashy yDePaulo, 1996).El ámbito de la evaluación psicológica mediante au-

toinforme no es ajeno a la existencia de distorsiones dela información producidas por diversos motivos por lossujetos evaluados: las distorsiones de respuesta (Miguel-Tobal, 1993; Baer, Rinaldo y Berry, 2003). El estudio delas distorsiones de respuesta y de las estrategias o instru-mentos más eficaces para detectarlas es un campo enpleno auge y evolución que, sin duda, tiene y tendrá im-portantes consecuencias en la práctica clínica, forense ymédico-legal.Entre los distintos tipos de distorsión de respuestas po-

demos encontrar los siguientes (Baer, Rinaldo y Berry,2003):1. Patrones de “mala imagen”, estilos de respuesta so-

bredimensionados, o simulación (faking bad o ma-lingering), cuando el sujeto intenta deliberadamentecrear la impresión de tener alguna alteración o de-terioro mediante la exageración o fabricación desíntomas, problemas y maximizando las característi-cas negativas de si mismo.

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Papeles del Psicólogo, 2005. Vol. 26, pp. 129-137

EVALUACIÓN DE LAS DISTORSIONES DE RESPUESTA MEDIANTE EL MMPI-2

Héctor González Ordi e Iciar Iruarrizaga DíezUniversidad Complutense de Madrid

El Inventario Multifásico de Personalidad de Minnesota 2, MMPI-2, es uno de los instrumentos multiescalares deamplio espectro mejor validados para explorar estilos de respuesta aleatorios, simulación de psicopatología y de-fensividad. En el presente artículo se exponen en detalle las distintas posibilidades, estrategias y escalas que pro-porciona el empleo del MMPI-2 para la evaluación de estilos de respuesta sobredimensionados (escalas F, Fb,F(p), índice F-K positivo, FBS y DsR), estilos de respuesta infradimensionados (escalas L, K, índice F-K negativo, Sy Wsd) y estilos de respuesta aleatorios (escalas ?, F, Fb, VRIN y TRIN).

The Minnesota Multiphasic Personality Inventory 2, MMPI-2 is one of the best validated multiscale measures forirrelevant responding, malingered psychopathology, and defensiveness. The present paper presents in detail diffe-rent possibilities, strategies and scales provided by the MMPI-2 for the detection of overreporting responding (F,Fb & F(p) scales, F-K index: positive, and FBS & DsR scales), underreporting responding (L & K scales, F-K index:negative, and S & Wsd scales), and random responding (cannot-say, F, Fb, VRIN & TRIN scales).

Correspondencia: Dr. Héctor González Ordi. Departamento dePsicología Básica II (Procesos Cognitivos). Facultad de Psicolo-gía. Universidad Complutense de Madrid. Campus de Somosa-guas s/n. 28223 Madrid. España. E-mail: [email protected]

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2. Patrones de “buena imagen”, estilos de respuesta in-fra-dimensionados, defensividad, deseabilidad so-cial o disimulación (faking good), cuando el sujetopretende deliberadamente presentar una impresiónfavorable de si mismo, soslayando, negando o en-cubriendo síntomas, problemas y destacando sus ca-racterísticas positivas.

3. Estilo de respuesta aleatorio, cuando el sujeto res-ponde independientemente del contenido de losítems, debido a dificultades de lectura y/o compre-sión de los mismos, falta de cooperación, descuido,falta de concentración o presencia de estados confu-sionales. Dentro de este apartado, la “aquiescencia”y la “no-aquiescencia”, reflejan la tendencia a res-ponder indiscriminadamente “verdadero” o “falso”,respectivamente, sin considerar el contenido de losítems a los que se está respondiendo.

INVENTARIO MULTIFÁSICO DE PERSONALIDAD DEMINNESOTA: MMPI, MMPI-2 Y MMPI-AEl Inventario Multifásico de Personalidad de Minnesota(MMPI), desarrollado originalmente por Hathaway y Mc-Kinley (1940) y su posterior revisión y restándarizaciónpara adultos, el MMPI-2 (Butcher, Dahlstrom, Graham,Tellegen y Kaemmer, 1989) y adolescentes, el MMPI-A(Butcher, Williams, Graham, Archer, Tellegen, Ben-Po-rath y Kaemmer, 1992), realizada a finales de la déca-da de los 80, es uno de los cuestionarios másampliamente utilizados para evaluar alteraciones psico-patológicas en el ámbito clínico en general (Lubin, Lar-sen y Matarazzo, 1984; Piotrowski, 1998) y en elcontexto forense en particular (Bartol y Bartol, 2004;Boccaccini y Brodsky, 1999). Como veremos, el MMPI-2 incluye diversos indicadores

de validez que han demostrado su utilidad en la detec-ción de simulación (Elhai, Naifeh, Zucker, Gold, Deitschy Frueh, 2004; Guriel y Fremouw, 2003; Rogers, Sewell,Martin y Vitacco, 2003). De hecho, según Rogers(1997), el MMPI y MMPI-2 son los instrumentos multies-calares de amplio espectro mejor validados para explo-rar estilos de respuesta aleatorios, simulación depsicopatología y defensividad.Butcher y Ben-Porath (2004) enumeran algunas de las

características que contribuyen a la popularidad y am-plia aplicación de este instrumento de evaluación psico-patológica de amplio espectro a lo largo de más de

sesenta años de existencia: (1) incluye una amplia seriede factores psicopatológicos y de personalidad que handemostrado ser fiables, válidos y estables a lo largo deltiempo; (2) se han ido incorporando nuevas escalas pa-ra dar cuenta de los avances conceptuales en psicopato-logía, renovando y re-actualizando el instrumento; (3)permite contrastar perfiles individuales con una ampliabase de datos normativa acumulada durante deceniosde investigación; (4) permite una interpretación objetivasiguiendo normas estandarizadas; y (5) se ha traducidoy adaptado a diversos idiomas y países, lo que permitela comparación cross-cultural.La adaptación española del MMPI-2 (Butcher, Dahls-

trom, Graham, Tellegen y Kaemmer, 1999) incluye 7 es-calas de validez, las 10 escalas clínicas básicasoriginales del MMPI con sus 31 subescalas específicas,15 escalas de contenido y 15 escalas suplementarias dediversos autores, que se han ido añadiendo a la pruebaa lo largo de los años. En total, 78 escalas y subescalas,que confieren a esta prueba una riqueza de informaciónrealmente única, amplia y diversa, tal y como puede ver-se en la Tabla 1.

PROCEDIMIENTO DE EVALUACIÓN DE LASDISTORSIONES DE RESPUESTA MEDIANTE EL MMPI-2El protocolo de valoración de las distorsiones de respuestaque seguiremos en este artículo está basado en los pasosde evaluación de la validez del MMPI-2 propuestos porGreene (1997), que en esencia consta de cinco fases, tal ycomo puede verse en la Tabla 2: una vez que el MMPI-2ha sido administrado y cumplimentado, se procede a ladetección del número de omisiones (ítems no respondidos)e ítems mal respondidos por parte del sujeto; tras lo cualse valora el grado de consistencia y fiabilidad de las res-puestas emitidas y, siempre y cuando las distorsiones en-contradas no aconsejen lo contrario, se procedefinalmente a la interpretación clínica de las escalas bási-cas y sus subescalas, escalas de contenido y escalas suple-mentarias. A continuación, nos detendremos con mayordetalle en cada una de estas cinco fases.

Administración del MMPI-2El MMPI-2 en su versión completa o estándar (la más ha-bitual y recomendable), es un cuestionario de 567 ítems,con un formato de respuesta dicotómico verdadero-falso,que está diseñado para ser aplicado en adultos (≥ 18

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TABLA 1: MMPI-2Escalas y subescalas contenidas en la adaptación española (modificado de González Ordi y Gómez Segura, 2002)

ESCALAS DE VALIDEZ?= Interrogantes L= Mentiras F= Escala de Infrecuencia (Exageración de síntomas)K= Corrección (Defensividad sutíl) F(b)= F posterior VRIN= Inconsistencia a respuestas variablesTRIN= Inconsistencia a respuestas verdadero

ESCALAS CLÍNICAS BÁSICAS Subescalas de Harris y Lingoes

1. Hs= Hipocondria

2. D= Depresión D1= Depresión subjetivaD2= Retardo psicomotorD3= Disfunción físicaD4= Enlentecimiento mentalD5= Rumiación

3. Hy= Histeria Hy1= Negación de ansiedad socialHy2= Necesidad de afectoHy3= Lasitud-malestarHy4= Quejas somáticasHy5= Inhibición de la agresión

4. Pd= Desviación Psicopática Pd1= Discordia familiarPd2= Problemas con la autoridadPd3= Frialdad socialPd4= Alienación socialPd5= Autoalienación

5. Mf= Masculinidad-Feminidad

6. Pa= Paranoia Pa1= Ideas persecutoriasPa2= HipersensibilidadPa3= Ingenuidad

7. Pt= Psicastenia

8. Sc= Esquizofrenia Sc1= Alienación socialSc2= Alienación emocionalSc3= Ausencia control del yo, cognitivoSc4= Ausencia control del yo, conativoSc5= Aus. control del yo, inhibición defectuosaSc6= Experiencias sensoriales extrañas

9. Ma= Hipomania Ma1= AmoralidadMa2= Aceleración psicomotrízMa3= ImperturbabilidadMa4= Autoenvanecimiento

0. Si= Introversión Social Subescalas “Si”Si1= Timidez/autocohibiciónSi2= Evitación socialSi3= Alienación respecto a si mismo y a los otros

ESCALAS DE CONTENIDOANX= Ansiedad ASP= Conductas antisociales FRS= Miedos TPA= Comportamiento Tipo AOBS= Obsesividad LSE= Baja autoestima DEP= Depresión SOD= Malestar socialHEA= Preocupación por la salud FAM= Problemas familiares BIZ= Pensamiento extravagante WRK= Interferencia laboralANG= Hostilidad TRT= Indicadores negativos de tratamiento CYN= Cinismo

ESCALAS SUPLEMENTARIASA= Ansiedad R= Represión Es= Fuerza del YoMAC-R= Escala revisada de alcoholismo de MacAndrew O-H= Hostilidad excesivamente controlada Do= DominanciaRe= Responsabilidad social Mt= Inadaptación universitaria GM= Rol de género masculinoGF= Rol de género femenino PK= Escala de estrés postraumático PS= Escala de estrés postraumáticoMDS= Malestar matrimonial APS= Escala de potencial de adicción AAS= Escala de reconocimiento de adicción

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años), con un tiempo de administración estimado entre 1y 2 horas para la mayoría de los casos. En pacientescon psicopatología severa puede conllevar un tiempo deadministración más prolongado, entre 3 y 4 horas. Ex-

cepcionalmente existe una forma de aplicación abrevia-da, administrando solamente los ítems del 1 al 370,aunque resulta poco recomendable debido a que única-mente se podrían obtener resultados fiables para las es-calas clínicas básicas y las escalas de validez, pero nopara el resto de las escalas (Nichols, 2001).

Detección de omisiones o respuestas erróneasUna vez que el MMPI-2 ha sido adecuadamente cumpli-mentado, el primer paso en la valoración de las distor-siones de respuesta es detectar el número de omisiones orespuestas erróneas que el sujeto evaluado haya podidocometer, a través de la Escala de Interrogantes (?). Al seruna prueba larga, es frecuente que la mayoría de los in-dividuos, presenten psicopatología o no, dejen de res-ponder a algunos ítems o marquen ambas respuestas,verdadero y falso, erróneamente. De hecho, Greene(1997) ha estimado que el rango esperable de omisio-nes suele encontrarse entre 1-15 para sujetos normales y0-20 para pacientes psicopatológicos. En general, seconsidera que el protocolo de administración quedaríainvalidado si el individuo deja sin contestar 30 ó másítems dentro de los primeros 370; si estas omisiones seproducen a partir del ítem 370, pueden interpretarse lasescalas clínicas básicas y las escalas de validez, pero noel resto de las escalas. Se considera que la omisión exce-siva de ítems suele estar relacionada con patrones dedefensividad, indecisión, descuido, fatiga o incapacidadpara leer y comprender el contenido de los ítems (But-cher y Williams, 1992; Graham, 1993).

Valoración de la consistencia de las respuestasUna vez que hemos confirmado que el número de omi-siones e ítems erróneamente respondidos se encuentrandentro de los límites aceptables asegurar la validez delprotocolo, la siguiente fase en la valoración de las dis-torsiones de respuesta en el MMPI-2 es estudiar si el su-jeto evaluado ha respondido consistentemente a los ítemsde la prueba. El sujeto puede responder inconsistente-mente a los ítems de varias maneras: contestando prefe-rentemente “verdadero” (aquiescencia), contestandopreferentemente “falso” (no aquiescencia) o simplementerespondiendo de forma aleatoria. Los perfiles distorsio-nados que se obtienen en el MMPI-2 cuando se produ-cen estas tres formas de respuesta inconsistente puedenverse en la Figura 1.

TABLA 2PROCEDIMIENTO DE EVALUACIÓN DE LAS DISTORSIONES DE

RESPUESTA MEDIANTE EL MMPI-2 (BASADO EN GREENE, 1997)

FASES OBJETIVOS ESCALAS

Fase 1 Administración del MMPI-2 Estándar: 567 ítemsAbreviada: 370 ítems

Fase 2 Detección de omisiones e Escala de interrogantes (?)ítems mal respondidos

Fase 3 Valoración de la consistencia Perfiles aleatorios, Escalasde las respuestas VRIN y TRIN, Escalas F

y Fb, tendencia a contestarverdadero o falso

Fase 4 Valoración de la fiabilidad de las respuestas:1. Patrones de respuesta Escalas F, Fb, Índice F-K

sobredimensionados2. Patrones de respuesta Escalas L, K, Índice F-K

infradimensionados

Fase 5 Interpretación clínica del Escalas clínicas básicasMMPI-2 y sus subescalas, escalas

de contenido y escalas suplementarias

FIGURA 1PERFILES DE RESPUESTA DISTORSIONADOS EN EL MMPI-2

“TODO VERDADERO”, “TODO FALSO” Y “ALEATORIO” (EN PUNTUACIONES T)

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Una de las escalas más sensibles del MMPI-2 para de-tectar patrones de respuesta inconsistente es la Escala deInfrecuencia o escala F (Clark, Gironda y Young, 2003;Sewell y Rogers, 1994), que como puede apreciarse enla Figura 1, aparece inusualmente elevada (por encimadel punto de corte normativo T=65) para las tres formasde respuesta inconsistente. La Escala F, y su homónimala Escala F posterior (Fb), son escalas diseñadas paradetectar respuestas infrecuentes o respuestas que respon-derían afirmativamente menos de un 10% de la pobla-ción normativa; en este sentido, las puntuaciones altasen F y Fb (T ≥ 65) indicarían una desviación significativade los patrones normativos y preponderancia de estilosde respuesta no convencionales (Nichols, 2001).Una vez confirmada la elevación significativa de la Es-

cala F, resta averiguar cuál es la dirección del patrón derespuestas inconsistentes. Las Escalas TRIN y VRIN resul-tan de gran utilidad para discriminar las característicasdel supuesto patrón inconsistente de respuesta. La Escala TRIN (True Response Consistency Scale) está

diseñada para detectar si existe un patrón distorsionadode respuestas aquiescente (tendencia a contestar verda-dero) o no-aquiescente (tendencia a contestar falso). Co-mo puede observarse en la Figura 1, el perfil derespuestas de “todo verdadero” se caracteriza por eleva-ciones muy marcadas en la Escala TRIN; mientras que enel perfil de respuestas “todo falso”, TRIN presenta pun-tuaciones extremadamente bajas. La Escala VRIN (Varia-ble Response Consistency Scale) sin embargo estádiseñada para detectar específicamente estilos de res-puesta aleatorios, no consistentes con el contenido de losítems. Efectivamente, en la Figura 1 puede apreciarseque VRIN sólo aparece inusualmente elevada para el ca-so del perfil de respuesta “aleatorio”, pero no en los ca-sos de “todo verdadero” y “todo falso”. TRIN nosconfirma que el sujeto ha respondido descuidadamentea la prueba, sin reparar excesivamente en si su respues-ta al contenido de los ítems era consistente o no.

Valoración de la fiabilidad de las respuestasLa valoración de la fiabilidad de las respuestas pretendeexplorar la existencia o no de patrones de respuesta dis-torsionados que dificulten la adecuada interpretación clí-nica del MMPI-2. Básicamente, existen dos tipos depatrones a considerar en este apartado: (1) patrones de“mala imagen”, estilos de respuesta sobredimensiona-

dos, o simulación (faking bad o malingering) y (2) patro-nes de “buena imagen”, estilos de respuesta infradimen-sionados, defensividad, deseabil idad social odisimulación (faking good).

Estilos de respuesta sobredimensionadosLas escalas de infrecuencia (F y Fb) han demostrado suutilidad para identificar eficazmente individuos que pre-tenden presentarse de forma poco favorable (mala ima-gen), simulando o sobredimensionando deliberadamentesíntomas psicopatológicos (Bury y Bagby, 2002; Elhai,Naifeh, Zucker, Gold, Deitsch y Frueh, 2004; Graham,Watts y Timbrook, 1991; Nicholson, Mouton, Bagby,Buis, Peterson y Buidas, 1997; Strong, Greene y Schin-ka, 2000). De hecho, estas escalas contienen ítems selec-cionados para detectar estilos de respuestas atípicos oinusuales, ya que el contenido de sus ítems está centradoen síntomas extravagantes o inusuales de psicopatologíasevera (Nichols, 2001). Como acertadamente indicaGreene (1997), las puntuaciones altas en estas escalaspueden deberse a la existencia de estilos de respuestainconsistente (tal y como vimos en el apartado anterior),a la presencia de psicopatología real severa, o bien a unpatrón de simulación de respuestas, lo que en definitiva,sobredimensionará las puntuaciones de las escalas clíni-cas básicas del MMPI-2; mientras que las puntuacionesbajas suelen asociarse a la ausencia de psicopatologíareal, o bien a patrones de defensividad, infradimensio-nando las puntuaciones obtenidas en las escalas clínicasbásicas del MMPI-2. Respecto a los patrones de “malaimagen” o sobredimensionados, Butcher (2005) reco-mienda considerar la existencia de simulación, o exage-ración deliberada de síntomas, cuando F y/o Fbmuestren puntuaciones T mayores de 100 y VRIN seamenor o igual a 79.Otro indicador interesante de simulación es el índice F-

K de Gough (1950). Este índice se obtiene substrayendola puntuación directa de la Escala K de validez respectode la puntuación directa de la escala F de validez (F me-nos K). Si el índice es positivo a partir de un determina-do punto de corte, el sujeto evidenciaría una tendencia ala exageración deliberada de síntomas (fake bad o malsimulador); si el índice es negativo a partir de un deter-minado punto de corte, el individuo mostraría una ten-dencia a la negación o encubrimiento de síntomas –defensividad (fake good o buen simulador).

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Uno del los problemas del índice F-K es que no existeconsenso entre los diversos autores en relación a los pun-tos de corte definitivos recomendados para clasificar efi-cazmente a individuos simuladores de individuos que nolo son, ya que dichos puntos de corte dependen en granmedida de las muestras utilizadas en su obtención. De he-cho, la literatura científica señala puntos de corte reco-mendados para exageración de síntomas que oscilanentre +6 y +27 y entre -11 y -20 para el encubrimiento onegación de síntomas, siempre en muestras norteamerica-nas (ver Butcher y Williams, 1992; Greene, 1997; Me-yers, Millis y Volkert, 2002; Nichols, 2001; Pope Butchery Seelen, 1993). Respecto al uso del índice F-K en nuestropaís, se han calculado específicamente los puntos de corteestimados para exageración y encubrimiento de síntomastanto para el MMPI-2 (González Ordi y Gómez Segura,2002) como para el MMPI-A (González Ordi, 2005) enbase a las muestras de referencia que sirvieron para laadaptación española de ambas pruebas.A pesar de que investigaciones recientes sugieren que

no es más eficaz en la detección de simulación que laescala F por sí sola (Bury y Bagby, 2002; Butcher, 2005;Nicholson et al., 1997), este indicador es suficientementesensible a la detección de la exageración de síntomas(de hecho se comporta mucho mejor que con la evalua-ción del encubrimiento o negación de síntomas segúnNichols, 2001) como para que merezca la pena seguirteniéndolo en cuenta como información adicional en ladetección de simulación, porque además correlacionapositiva y significativamente con instrumentos de evalua-ción de la simulación mediante autoinforme de últimageneración, como es el caso del SIMS - Structured Inven-tory of Malingered Symptomatology (Widows y Smith,2005) y sigue teniendo un uso extendido en el ámbito dela evaluación forense como ayuda en la detección de laexageración deliberada de sintomatología psicopatoló-gica (Ben-Porath, Graham, Hall, Hirschman y Zaragoza,1995; González Ordi y Gancedo Rojí, 1999).

Estilos de respuesta infra-dimensionadosLos índices del MMPI-2 más ampliamente utilizados paravalorar patrones infra-dimensionados de respuesta sonlas escalas L y K (Baer y Miller, 2002). La escala de Mentiras, escala L, consiste en quince ítems

seleccionados con el fin de identificar a individuos que tra-tan deliberadamente de mostrar un patrón defensivo de

respuestas en el sentido de ocultar aquellos aspectos másnegativos de su personalidad, especialmente si se obtie-nen puntuaciones T por encima de 66 (Butcher, 2005). Laspuntuaciones T entre 60 y 65 reflejarían un intento del in-dividuo por mostrar una imagen lo más favorable posiblede sí mismo (disimulando problemas de ajuste personal oa la realidad), incapacidad para admitir las transgresio-nes morales más leves y un excesivo sentido de la virtud yla moralidad (Butcher y Williams, 1992; Graham, 1993).La escala K fue desarrollada como una medida de de-

fensividad y como un factor corrector de la tendencia delos individuos a negar la existencia de problemas psico-patológicos (Butcher, 2005). Como factor corrector, seaplica en diferentes valores a las escalas clínicas básicasHs, Pd, Pt, Sc y Ma para ajustar su puntuación final. Co-mo escala de validez independiente, cuando K presentapuntuaciones T entre 60 y 69 refleja la tendencia del in-dividuo por mostrar una imagen favorable de sí mismo,minimizando su problemática en lo posible; cuando Kpresenta puntuaciones T igual o superiores a 70, es facti-ble considerar que el individuo presente un patrón de-fensivo de respuestas (Butcher y Williams, 1992; Pope.Butcher y Seelen, 1993).Finalmente, también el índice F-K puede resultar útil co-

mo información adicional respecto a la tendencia del in-dividuo a infra-dimensionar sus respuestas en elMMPI-2, tal y como ya se señaló anteriormente.Es importante hacer notar en este punto que, mientras

que las escalas diseñadas para explorar la tendencia a so-bredimensionar las respuestas en el MMPI-2 (F, Fb, índiceF-K positivo) han gozado de un mayor interés investigadory cuentan con un mayor respaldo empírico en cuanto a sueficacia para detectar la exageración deliberada de sínto-mas psicopatológicos y clasificar correctamente a los lla-mados “malos simuladores” de los no simuladores, lasescalas diseñadas para detectar la tendencia a ofrecer unaimagen favorable de uno mismo, disimulando u ocultandosíntomas o problemática psicopatológica (L, K, índice F-Knegativo) no presentan un apoyo empírico tan unánime ygeneralizado, y es necesario un mayor esfuerzo investiga-dor en este sentido (ver Baer y Miller, 2002).

ESCALAS DERIVADAS DEL MMPI-2 PARA LAEVALUACIÓN DE LAS DISTORSIONES DE RESPUESTAAdemás de las escalas de validez incluidas rutinaria-mente en la versión castellana del MMPI-2, existen un

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cierto número de escalas derivadas empíricamente delpropio MMPI-2 pero que no formaban parte originaria-mente del mismo y que han que actualmente se utilizancomo fuente de información adicional para la evalua-ción de patrones de distorsión de respuesta.

Escala F Psicopatológica [F(p)] La escala F Psicopatológica o F(p) (Arbisi y Ben-Porath,1995) fue creada como una medida de validez adicio-nal para explicar más específicamente las elevacionesencontradas en la escala F de validez del MMPI-2. Dehecho, Arbisi y Ben-Porath (1995) sugieren que cuandoF y F(p) presentan puntuaciones elevadas, es más pro-bable atribuir con mayor seguridad dichas elevaciones aun patrón de simulación de respuestas que a la existen-cia de psicopatología real severa, especialmente si lasescalas VRIN y TRIN no están elevadas significativamen-te. En este sentido, considerar conjuntamente las escalasF y F(p) resultaría más eficaz para discriminar entre gru-pos con psicopatología genuina de grupos de simulado-res que la escala F por sí sola (Bury y Bagby, 2002;Rothke, Friedman, Jaffe, Greene, Wetter, Cole y Baker,2000; Storm y Graham, 2000; Strong, Greene y Schin-ka, 2000).

Escala FBS (Fake Bad Scale)La escala FBS (Less-Haley, English y Glenn, 1991) se di-señó específicamente con el fin de ayudar a detectar si-mulación de quejas somáticas en el ámbito forense.Incluye ítems referidos a síntomas somáticos, alteracióndel sueño, síntomas relacionados con tensión y estrés,falta de energía o anhedonia, etc. Aunque recibió ciertovolumen de investigación como posible escala para de-tección de simulación durante la década de los noventa,recientes estudios desaconsejan utilizarla como escalapara detectar patrones de simulación, señalando másbien que se trataría de una escala que evalúa la tenden-cia a la expresión de sintomatología psicopatológica se-vera, centrada en los aspectos más somáticos, y distrésemocional (Butcher, Arbisi, Atlis y McNulty, 2003).

Escala de Disimulación de Gough revisada [DsR] La escala de Disimulación de Gough revisada (Gough,1957) o escala DsR ha sido empleada en el ámbito fo-rense para diferenciar entre sujetos que simulan sínto-mas de carácter neurótico, pacientes con síntomas

genuinos y población normal. Aunque su empleo estámenos extendido que otras escalas para detectar estilossobredimensionados de respuesta, como la F(p), siguesiendo utilizada como indicador adicional de posible si-mulación (Bury y Begby, 2002; Storm y Graham, 2000).

Escala Superlativa (S) La escala Superlativa o escala S (Butcher y Han, 1995)fue diseñada para detectar individuos que se presentana sí mismos de manera superlativa, potenciando exage-radamente los aspectos positivos de sí mismos. De he-cho, correlaciona positiva y significativamente con laescala K de validez (Greene, 1997), ofreciendo informa-ción adicional sobre la tendencia a ofrecer una imagenfavorable de uno mismo, disimulando u ocultando sínto-mas o problemática psicopatológica; en este sentido,Butcher (2005) sugiere que cuando la escala S presentepuntuaciones típicas superiores a 70 se considere la po-sibilidad de existencia de un patrón defensivo de res-puestas.

Escala de Deseabilidad Social (Wsd)La escala de Deseabilidad Social o escala Wsd (Wig-gins, 1959) es un instrumento clásico en la historia delMMPI y se diseñó para evaluar la tendencia a presentar-se de manera socialmente deseable. Es una de las esca-las más tradicionalmente utilizadas para la exploraciónde los estilos infradimensionados de respuesta o patro-nes de defensividad.A lo largo del texto, hemos intentado exponer las posi-

bilidades que ofrece el MMPI-2 para explorar las distor-siones de respuesta y la simulación. A lo largo de sus 65años de vida, el MMPI y su re-estandarización, el MMPI-2, han resultado ser instrumentos de evaluación de psi-copatología en continuo cambio y renovación, con uninterés especialmente centrado en la elaboración de es-trategias mediante autoinforme para detección de distor-siones de respuesta, que han tenido y tienen importantesconsecuencias y aplicaciones en los contextos clínico, fo-rense y médico-legal. El MMPI-2 en la actualidad ofrece múltiples posibilidades

para la evaluación de los estilos de respuesta sobredimen-sionados (escalas F, Fb, F(p), índice F-K positivo, FBS yDsR), estilos de respuesta infra-dimensionados (escalas L,K, índice F-K negativo, S y Wsd) y estilos de respuesta ale-atorios (escalas ?, F, Fb, VRIN y TRIN). El empleo de la in-

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formación que se deriva de estas escalas permite asegurarla detección de las distorsiones de respuesta que se pue-dan producir cuando un individuo se enfrenta a la realiza-ción de esta prueba, especialmente si pretende simular;pero para el establecimiento definitivo de la existencia desimulación de respuesta, el profesional cualificado deberátener en cuenta otras fuentes de información además de laaportada por el MMPI-2, ya que el estudio de la simula-ción requiere necesariamente una evaluación psicológicamultimétodo/multisistema pormenorizada (González Ordiy Gancedo Rojí, 1999).

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