eusebio de cesarea - historia eclesiástica

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  • 7/30/2019 Eusebio de Cesarea - Historia Eclesistica

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    Historia eclesistica

    SELECCIONESBAC

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    Eusebio de Cesarea

    HISTORIAECLESISTICA

    Texto, versin espaola, introduccin y notas porARGIMIRO VELASCO-DELGADO, OP

    Biblioteca de Autores Cristianos

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    Biblioteca de Autores Cristianos, 2010Don Ramn de la Cruz, 57, 1.. 28001 Madrid

    Tel.: 91 309 08 62www.bac-editorial.com

    ISBN: 978-84-220-1480-5Depsito legal:

    Impreso en Espaa por Fareso, S. A. Printed in Spain

    Ilustracin de cubierta: El papa Silvestre I (detalle) (s. XIII), fresco de la baslicade los Cuatro Santos Coronados (Roma)

    Diseo : BAC

    Cualquier forma de reproduccin, distribucin, comunicacin pblica o transformacin de esta obrasolo puede ser realizada con la autorizacin de sus titulares, salvo excepcin prevista por la ley. Dirja-se a CEDRO (Centro Espaol de Derechos Reprogrficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o esca-near algn fragmento de esta obra.

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    ndice general

    INTRODUCCIN ......................................................................................... IX1. Eusebio de Cesarea ......................................................................... IX

    a) Fuentes de su vida .................................................................... IXb) Primeros aos y actividad hasta la gran persecucin ............. Xc) Desde la gran persecucin hasta el concilio de Nicea ............ XVId) Concilio de Nicea y ltimos aos ............................................ XXIII

    2. La Historia eclesistica .................................................................... XXXIIa) Eusebio y la Historia ............................................................ XXXIIb) Plan y formacin de la Historia eclesistica ........................ XXXVc) Desarrollo del plan y cronologa .............................................. XLId) Las citas .................................................................................... LIIe) Divisin en libros y captulos .................................................. LVI

    HISTORIA ECLESISTICA

    Libro I ..................................................................................................... 3Libro II ................................................................................................... 45Libro III .................................................................................................. 89Libro IV .................................................................................................. 145Libro V ................................................................................................... 195Libro VI .................................................................................................. 255Libro VII ................................................................................................ 319

    Libro VIII ............................................................................................... 375Libro IX .................................................................................................. 411Libro X ................................................................................................... 439

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    Introduccin

    1. Eusebio de Cesarea

    a) Fuentes de su vida

    Una personalidad como la de Eusebio en el campo de lasletras cristianas y, sobre todo, en el de la historia de la Iglesia,bien mereca una vida que satisficiera nuestra curiosidadpor el hombre, puesto que las obras, al menos en su mayorparte, nos son bien conocidas.

    Una vida existi. El discpulo y sucesor de Eusebio en lasede cesariense, Acacio (h.350-366), la compuso despus de lamuerte de su maestro. Pero debi de perderse muy pronto.

    Nuestras fuentes de informacin, por consiguiente, que-dan reducidas a unas cuantas noticias que podemos encon-trar, adems de en san Jernimo, dispersas en las cartas de Ale-

    jandro de Alejandra, en las obras de san Atanasio, de Eusebiode Emesa y de Eusebio de Nicomedia, en las actas de los con-cilios, en las obras de sus propios continuadores en la histo-riografa eclesistica: Scrates, Sozomeno, Teodoreto, Filos-torgo, Gelasio de Ccico, etc., sin olvidar alguna fuente mstarda, como el proceso verbal del concilio de Nicea II y losAntirrhetica, del patriarca constantinopolitano Nicforo I.

    Pero sobre todo nos quedan las propias obras de Eusebio,en las que se pueden espigar no pocos e importantes datos,aunque, naturalmente, no sean completos. Eusebio tena algu-nas costumbres, excelentes desde este punto de vista; por ejem-plo: prologar y dedicar sus obras, lo que nos permite disponerde algunos indicadores que indirectamente nos ayudan a jalo-nar su carrera y a discernir la orientacin de sus simpatas per-sonales, particularmente en materia doctrinal. Pareja ayudanos presta cuando alude a las vicisitudes de su vida pasada omenciona los ttulos de sus obras anteriores o copia de ellas lar-gas tiradas, cosa en que no tiene el menor reparo.

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    Es una lstima que de su epistolario no quede apenas msque fragmentos dispares, conservados casi por pura casuali-dad, cuando l mismo se preocup de reunir una coleccin,

    lo ms completa posible, de las cartas de Orgenes (HC VI36,3), y bas gran parte de la documentacin de su Historiaeclesistica, segn se ver, en autorizadas colecciones de cartas,que de esa manera se salvaron para la posteridad.

    De las cartas recibidas por l apenas tenemos referencias, siexceptuamos las que l mismo dice que le escribi el empera-dor Constantino y que reproduce cuidadosamente en su Devita Constantini.

    La biografa de Eusebio ha ido tomando forma a medidaque todas estas fuentes han sido explotadas en una elabora-cin secular que va de Valois y Tillemont en el siglo XVII hastaSirinelli y Wallace-Hadrill, pasando por las extraordinariasfiguras de Lightfoot, Schwartz, Harnack, Lawlor, etc. Ellos sonnuestros grandes acreedores.

    b) Primeros aos y actividad hasta la gran persecucin

    Al comenzar a estudiar la vida de Eusebio y querer fijar lafecha de su nacimiento, hay que contar con la expresin con-temporneos que, por indicar los hechos ocurridos despusdel nacimiento del autor que la usa o las personas que an

    vivan cuando l naci, nos permite una aproximacin bas-tante estimable.

    Gracias a esa clave se ha podido fijar la fecha del nacimien-to de Eusebio entre los aos 260 y 264. Efectivamente, en suHistoria eclesistica, despus de haber contado la persecucin de

    Valeriano (258-260) (HE VII 10ss) y de haber establecido todoun catlogo de las obras de Dionisio de Alejandra, como si setratara de cosas pasadas, advierte expresamente que en ade-lante va a narrar lo acontecido en su propia generacin, indi-cado con la expresin contemporneos (HE VII 26,3).

    Y lo primero que sita ya en su propia generacin es laintervencin de su admirado obispo de Alejandra, Dionisio,en la polmica contra Pablo de Samosata, sucesor de Deme-triano en la sede antioquena (HE VII 27,1), y en el concilio

    X INTRODUCCIN

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    reunido en Antioqua para refutar sus errores. La enfermedadno le permite a Dionisio asistir personalmente, pero enva suscartas con su opinin (HE VII 27,2), y muere en 264 o 265

    (HE VII 28,3).Por consiguiente, el nacimiento de Eusebio debe fijarse

    entre las fechas indicadas.No es ms fcil determinar en dnde naci. Eusebio de Pa-

    lestina le llaman algunos, Eusebio de Cesarea, la gran mayo-ra, comenzando por sus contemporneos. Pero hasta el granprecursor del humanismo renacentista, Teodoro Metoquita(1260/61-1331), nadie seala expresamente que la patria de

    Eusebio haya sido Cesarea.La expresin de Cesarea despus del nombre es un recur-so de los contemporneos, que la emplean para distinguir anuestro Eusebio de su homnimo, el influyente obispo deNicomedia, y esta otra del mismo Eusebio, Mrtires de Palestina,escrita cuando ya era obispo de Cesarea, puede no indicar msque la sede episcopal. Una cosa es cierta, sin embargo: queEusebio, si no naci en Cesarea, la ciudad romana de Palestina

    ms importante, al menos pas en ella de hecho casi toda suvida. Los viajes que realiz y la posible ausencia por algn tiem-po para asistir a las lecciones del sabio presbtero antioquenoDoroteo, en los das de Cirilo de Antioqua, ltimo obispoantes de la gran persecucin (HE VII 32,2-4), no aminoran ennada el alcance de la afirmacin. El hecho de que se le hicieraobispo de la ciudad, habida cuenta de la prctica vigente enaquella poca, basta para darlo por confirmado.

    Pero no solo es incierta la patria. Mayor es an la oscuridadreinante acerca de su familia. A pesar de vivir en Palestina, noes probable que fuera juda, de lo contrario no se compren-dera muy bien la actitud de Eusebio frente a los judos cada

    vez que tiene que enjuiciarlos (HE II 6 y 19-20). Seguramentese trataba de una familia de origen griego o muy helenizada.Tampoco es posible determinar con certeza si los padres erancristianos o no. Harnack se inclina por la afirmativa. Es extra-o, sin embargo, que Eusebio, siguiendo su costumbre de dara entender al lector cuanto le puede favorecer, no haya deja-do caer en alguna parte de su obra alguna referencia a la cir-cunstancia de proceder de unos padres ya cristianos, circuns-tancia tan estimada en su tiempo, segn sugiere l mismo al

    INTRODUCCIN XI

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    hablar de Orgenes (HE VI 2), aunque tampoco alude en nin-guna parte a una conversin, circunstancia autobiogrficaexplotada tambin por algunos Padres que le haban precedi-

    do, como Justino, Clemente, Cipriano, etc. Eusebio, con todo,parece haber crecido en un ambiente bastante cristiano sumismo nombre sera tambin un indicio y es posible que almenos su madre fuera cristiana. Por de pronto, en Cesarea yen ese ambiente es donde Eusebio naci a la fe, se instruy yse form para llevar a cabo su gran obra.

    Pero si hallamos la base cristiana de esta formacin en eseambiente, su prosecucin y los medios materiales que la haran

    posible, as como el apoyo, la direccin y el ejemplo vivo sedebieron al hombre que polarizar toda su admiracin y todosu afecto agradecido, al menos durante la primera mitad de su

    vida: Pnfilo.Oriundo de Berito, en Fenicia hoy Beirut, de noble y

    acomodada familia, Pnfilo se haba formado en Alejandra,empapndose del ideal origeniano en su triple dimensin:filosfica, exegtica y asctica, y de sus mtodos, quizs bajo la

    direccin del ilustre presbtero alejandrino Pierio (HE VII32,26-27.30).Vuelto a su patria y despus de desempear, al parecer,

    algunos cargos pblicos, se traslad a Cesarea, de cuya iglesiafue ordenado presbtero, donde fund una escuela de investi-gacin (HE VII 32,25). Quizs el traslado, la ordenacin y lafundacin de la escuela se hallen estrechamente ligados entres y tengan la misma causa: el obispo Agapio. Despus de una

    serie de obispos discpulos de Orgenes Teoctisto, Domni-no, Teotecno y el electo Anatolio, todos ellos sobresalientespor sus dotes intelectuales (HE VII 14), es elegido obispo deCesarea Agapio, de quien Eusebio no puede elogiar ms queel celo pastoral y su generosidad para con los pobres, pero nolas cualidades que haba exaltado en los otros (HE VII 37,24),lo que hace sospechar que el mismo Agapio, consciente de suslimitaciones, decidi encargar el cuidado del legado origenia-no a otro ms capacitado que l. El hombre ideal por todos losconceptos era Pnfilo. No podemos saber si lo llam o se pre-sent l mismo siguiendo, quizs, las huellas de Orgenes; locierto es que Agapio, despus de ordenarlo presbtero, suposacar de l el mximo partido.

    XII INTRODUCCIN

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    Puesto al frente de la biblioteca de Orgenes, Pnfilo pare-ce que continu el trabajo de este, tratando principalmentede reorganizar y completar la biblioteca y, mediante los mto-

    dos filolgicos aprendidos en Alejandra, sobre todo a base decopiar, colacionar y corregir los manuscritos de los libros escri-tursticos y las obras origenianas (entre ellas las Hexaplas, o almenos las Tetraplasdel AT), reconstruir y fijar el texto de laBiblia segn Orgenes (HE VI 32,3; VII 32,25). Le ayudan eneste trabajo su joven criado y a la vez autntico hijo espiri-tual, Porfirio, notable calgrafo, y otros dos jvenes, Afiano yEdesio, medio hermanos, de noble y rica familia de Gaga, en

    Licia, y excelentemente preparados en las ciencias jurdicas yfilosficas por las escuelas de Berito. Habiendo entrado encontacto con l, haban quedado cautivados por su personali-dad y le haban seguido incondicionalmente hasta la mismaCesarea, en donde continuarn trabajando juntos hasta queles alcance el martirio.

    Un da, no sabemos cundo, se les junt Eusebio. Su en-cuentro con el maestro lo describir as: En su tiempo (de

    Agapio) conocimos a Pnfilo, hombre distinguidsimo, verda-dero filsofo por su vida misma y considerado digno del pres-biterado de la comunidad local (HE VII 32,25). Es la mismaexpresin que utilizar igualmente para describir su primerencuentro aunque desde ms lejos con el otro hombreque ms tarde acaparar tambin su admiracin, Constantino:As lo conocimos tambin nosotros, cuando atravesaba lanacin de Palestina en compaa del ms antiguo de los

    emperadores1

    .Esta similitud de expresiones para relatar acontecimientostan capitales y decisivos para l nos ayudar a comprender y ano tomar en sentido estricto, porque no se compaginara conaquellas, esta otra en que llama a Pnfilo mi seor 2 y quehizo pensar a Focio que Eusebio poda haber sido esclavo dePnfilo, quien lo habra manumitido, hecho que vendra a serconfirmado por el genitivo posesivo que acompaa al nombrede Eusebio en el encabezamiento de sus obras ya desde tiem-

    INTRODUCCIN XIII

    1 EUSEBIO DE CESAREA,De vita Constantini, I 10.2 D., Mrtires de Palestina, II 1; rec.1: pues no me est permitido llamar de otra

    manera al divino y verdaderamente bienaventurado Pnfilo.

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    pos de san Jernimo y que hace tambin que Nicforo Calix-to le tenga por sobrino de Pnfilo. La expresin mi seor,mi dueo, con el acento enftico con que Eusebio la utiliza,

    expresa sin ms su devocin y entrega al maestro. Es la mismacon que a l le llama su tocayo el de Nicomedia, de quienArrio le hace, adems, hermano. En cuanto al genitivo quesi no lo adopt l, por lo menos lo acept responde perfec-tamente a la costumbre de los escritores y eruditos helenistasde aadir al propio nombre un distintivo. Eusebio habraescogido el nombre de su amigo y admirado y querido mode-lo de toda virtud.

    Tampoco sabemos si, cuando se incorpor al grupo de Pn-filo, Eusebio haba sido ya ordenado presbtero. Es muy pro-bable que fuera el propio Agapio quien lo ordenase, comohaba hecho con el mismo Pnfilo.

    Juntos formaron algo ms que un equipo eficaz de trabajo.A todos les una la misma pasin por el estudio, el mismoamor a las Sagradas Escrituras, pero sobre todo el mismo idealde vida cristiana en la lnea trazada por Orgenes: como l y

    sus discpulos, segn parece, llevaban vida comn y formabancomo una familia en la misma casa.La actividad del grupo, bajo la direccin y responsabilidad

    incluso econmica de Pnfilo, se centraba particular-mente, como ya dijimos, en la restauracin y ampliacin de labiblioteca origeniana y en la fijacin del texto bblico, queluego, bien garantizado, poda copiarse y ser enviado a otrasiglesias. En algunos manuscritos bblicos se han conservado

    testimonios de este trabajo, y concretamente de la interven-cin personal de Eusebio.Pero todo este trabajo de revisin, de exgesis y de crtica,

    con toda su problemtica, exiga un campo de lectura y estu-dio mucho ms vasto. Pronto formaron parte del programa lasobras de los autores cristianos ortodoxos y herticos, delos judos y de los paganos, as como los documentos de todoorden que podan servir a sus preocupaciones exegticas, apo-logticas o histricas.

    Por los resultados podemos afirmar que Eusebio se espe-cializ en este tipo de trabajo. Naturalmente, no poda llevar-lo a cabo sin una buena biblioteca. La de Cesarea, iniciada porOrgenes y ampliada gracias a los afanes de Pnfilo y de sus

    XIV INTRODUCCIN

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    colaboradores, dispona de los elementos ms fundamentales.Sin embargo, Eusebio busc nuevas fuentes de informacinen otras bibliotecas, segn se desprende de sus obras, y sinduda fue esto lo que motiv sus raras salidas fuera de Cesareaantes de la persecucin.

    Poco a poco fue acumulando Eusebio un material exegtico,apologtico e histrico incomparable, casi todo l de primeramano, proveniente de autores paganos, judos y, sobre todo,cristianos. Llegado el momento oportuno, todo este materialfue tomando forma concreta en obras propias o en colabora-

    cin con Pnfilo, algunas de las cuales estaban ya terminadas omuy avanzadas cuando comenz la gran persecucin.Dejando aparte la Historia eclesistica, de la que nos ocupa-

    remos luego en particular, citaremos la Crnica. Se componade dos partes, la primera de las cuales presentaba en prosaseguida un resumen de la historia general, y la segunda ofre-ca en columnas sincrnicas la cronologa de los hechos his-tricos, profanos y bblicos, reducidos a breves notas. Ningu-

    na de las dos partes se conserva en el griego original, salvoalgn que otro fragmento, pero se ha conservado completa enuna versin armena, y la segunda parte tambin en versinlatina realizada por san Jernimo. Aunque un poco alejadasdel original, por estar hechas sobre revisiones posteriores ymuy elaboradas, estas versiones nos permiten, no obstante,hacernos del mismo una idea bastante aproximada. As pode-mos comprobar que las breves notas histricas de la segunda

    parte se hallan ampliadas en la Historia eclesisticay que toda laCrnica, igual que sus otras obras prenicenas, est inspiradapor la misma preocupacin apologtica que haba inspirado alos grandes apologistas y a los mejores crongrafos que lehaban precedido y servido de gua, especialmente Sexto Julio

    Africano.A la misma poca pertenece la obra titulada Introduccin

    general elementalque constaba de diez libros, de los que no seconservan ms que cuatro (VI-IX) formando parte de otraobra, algo posterior, tituladaEclogae propheticae.

    INTRODUCCIN XV

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    c) Desde la gran persecucin hasta el concilio de Nicea (315)

    El 13 de febrero de 303 estallaba en Nicomedia la gran per-

    secucin contra los cristianos. Al da siguiente se promulgabael edicto imperial que la legalizaba. A Cesarea de Palestinalleg casi a fines de marzo, pero hasta el 7 de junio en quemuere mrtir Procopio de Escitpolis, de quien Eusebio diceque fue el primer mrtir de Palestina, no parece que la per-secucin fuera muy cruenta. A partir de entonces hubo algu-nas vctimas, como Zaqueo y Alfeo, martirizados el 17 denoviembre del mismo 303; pero hay que esperar a la publica-

    cin del cuarto edicto en 304, y sobre todo a la elevacin deMaximino Daza a la dignidad de csar en 305, para ver recru-decerse la persecucin y aumentar el nmero de vctimas, nopocas de las cuales se presentaron espontneamente al gober-nador, como lo hizo el compaero de Eusebio, Afiano, ejecu-tado el 1 de abril de 306. En general, el rigor de la aplicacinde los edictos se ve que dependa del celo y hasta de la vena-lidad de las autoridades locales y del mayor o menor influjo

    directo de los emperadores.En Cesarea de Palestina se dejaron sentir estos vaivenes dela persecucin. Fue en uno de esos momentos de recrudeci-miento, en noviembre de 307, cuando Pnfilo fue detenido yencarcelado. Su ejecucin no tendr lugar hasta tres aos mstarde, el 16 de febrero de 310, en medio de un nuevo recru-decimiento de la persecucin iniciado el 309, obra quizs delmismo gobernador Firmiliano, que los juzg y conden a la

    pena capital.Cmo atraves Eusebio la tormenta? No lo sabemos. Pode-mos afirmar solamente que durante la persecucin se ausentdos veces de Cesarea, sin que sepamos en qu momento qui-zs en los comienzos; acaso tras la muerte de Pnfilo ni porcunto tiempo ni por qu motivos. Lo cierto es que en Tiroasisti personalmente a los combates de algunos mrtires (HE

    VIII 7,1-2), y en la Tebaida de Egipto fue testigo ocular de eje-cuciones masivas de cristianos (HE VIII 9,4). Estuvo tambinEusebio encarcelado all, junto con el futuro acrrimo defen-sor de Atanasio, Potamn de Heraclea de Egipto? As pareceafirmarlo este cuando en el concilio de Tiro de 335 le echa encara a Eusebio el haber escapado con vida y con absoluta inte-

    XVI INTRODUCCIN

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    gridad fsica, mientras l, Potamn, haba salido de la pruebaen defensa de la verdad con un ojo de menos. El preciopagado por Eusebio, segn l, habra sido la apostasa, real o

    simulada; as parece confirmarlo san Atanasio al aludir a esteepisodio y concretar la acusacin en haber sacrificado, aun-que no parece muy convencido. Focio, en cambio, parece afir-mar que Eusebio estuvo preso juntamente con Pnfilo; porconsiguiente, en la misma Cesarea de Palestina. Lo ms pro-bable, de ser cierto su encarcelamiento, es que este hubieratenido lugar, efectivamente, en Cesarea, lo cual no contradicea la afirmacin de Potamn si este se encontraba entre los 130

    confesores egipcios que en el verano u otoo de 308 pasaronpor Cesarea camino de las minas de Palestina y que ya llega-ban mutilados, unos en los ojos y otros en los pies: el obispode Heraclea se enterara de quines se hallaban tambin allpresos, sobre todo de las personas ms destacadas, entre lascuales se contaban, naturalmente, Pnfilo y Eusebio.

    Efectivamente, fue durante la prisin de Pnfilo cuandocompusieron juntos cinco libros de la Apologa de Orgenes, a los

    que, muerto ya Pnfilo, Eusebio aadir el sexto (HE VI 36,4).Al decir de Focio, los dos compartan la crcel, aunque esto nosignifica necesariamente que los dos estaban presos. Eusebiose limita a decir que la compusieron l y el santo mrtir Pn-filo (HE VI 33,4). Por lo dems, bien sabido es que en laspocas en que la persecucin amainaba no era infrecuente elcontacto y hasta el trato casi normal de los cristianos libres conlos que se hallaban presos (HE VI 3,4). En Cesarea la mayor

    parte de las ejecuciones y con mayor razn de los arrestosrecaan sobre cristianos que haban provocado con su excesode celo a las autoridades. Indudablemente, Eusebio, aunquesincero admirador del martirio, no era de estos. De habersufrido realmente prisin, lo hubiera l mismo dado a enten-der ms de una vez, como tambin hubieran aireado y explo-tado sus enemigos con mucha ms frecuencia y saa sabe-mos que no se andaban con miramientos su crimen decobarda y apostasa si este hubiera existido fuera de la menteexaltada del fervoroso antiarriano Potamn, para quien nopoda haber otro modo de salir con vida de la prisin quemutilado o apstata. Pero, aun dando por cierta la prisin deEusebio, pudo salir de ella vivo y gozando de plena integridad

    INTRODUCCIN XVII

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    fsica y moral. As debieron de comprenderlo los fieles de Cesa-rea cuando, muerto su obispo Agapio y no mrtir eligie-ron a Eusebio para sucederle. Es la mejor prueba contra la acu-

    sacin de Potamn y en favor de la conducta de Eusebiodurante la persecucin. Es poco menos que inconcebible quelos cesarienses, aun sabindolo culpable, al menos de cobar-da, le hubieran elegido obispo, y que su prestigio fuera, comofue, en constante aumento a los ojos de sus propios fieles y antetodos sus contemporneos, incluidos los adversarios, sin contar

    ya el hecho de haber sido propuesto para la Iglesia de Antio-qua en 330, es decir, despus del concilio de Nicea, cuyos

    cnones a los que l apela para declinar el honor tan cla-ramente cerraban el camino de la ordenacin a los apstatas.El 30 de abril de 311, Galerio haca publicar en Nicomedia

    el edicto de tolerancia, firmado por los cuatro augustos, quepona fin a la persecucin y permita a los cristianos el ejerci-cio libre de su religin. El nico en no ponerlo en prctica fueMaximino, pero tampoco se atrevi a continuar la persecu-cin con carcter general, sino que se limit a sentencias de

    muerte dictadas aisladamente, siempre a peticin de las ciu-dades (HE IX 9a,4-11), hasta su derrota por Licinio el 30 deabril de 313.

    En Palestina, sin embargo, no hubo ya ms ejecuciones, yen Cesarea el ltimo martirio haba tenido lugar el 5 de marzode 310, a bien poca distancia de la ejecucin de Pnfilo, ocu-rrida exactamente el 16 de febrero anterior.

    Pronto se dejaron sentir en Oriente, fuera de los dominios

    de Maximino, los efectos de la poltica procristiana de Cons-tantino, seguido de Licinio, y Eusebio lo acusa en las sucesivasreelaboraciones de los ltimos libros de su Historia eclesistica.El mismo Maximino siente la necesidad de librarse de la acu-sacin de perseguidor, curndose en salud, como lo demues-tra en la carta que Eusebio nos ha transmitido (HE IX, 9a).

    La muerte de Agapio debi de ocurrir entre 313 y 315. Des-pus de los trabajos de Lightfoot y de Schwartz, no cabe admi-tir como sucesor inmediato de Agapio al Agricolao que apa-rece en el concilio de Ancira de 314 como obispo de Cesarea(en realidad se trata de Cesarea de Capadocia), por lo que ca-be suponer que fue Eusebio quien le sucedi, en fecha quepuede fijarse entre 313 y 315.

    XVIII INTRODUCCIN

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    Este acontecimiento marca un hito importante en la obraliteraria de Eusebio. Desde que comenz la persecucin, pesea las dificultades de todo gnero y a las ausencias, por lo que

    podemos apreciar desarroll una enorme actividad intelec-tual. En cambio, a partir de su consagracin episcopal, hastabien pasado el concilio de Nicea, encontramos un gran vacoen su obra literaria. No podemos determinar las causas, peros cabe suponer que no fue ajeno el ingente trabajo de recons-truccin material y espiritual de su Iglesia (HE X 2-3).

    Durante la persecucin, y ms exactamente durante elencarcelamiento de Pnfilo, hemos visto ya que escribi con

    l la Apologa de Orgenes(HE VI 36,3). De los aos de perse-cucin (303-312) datan asimismo los 25 libros Contra Porfirio,hoy perdidos salvo algunos fragmentos, y la obra titulada

    Extractos de los profetas, que inclua los libros VI-IX de la Intro-duccin general elemental, nicos conservados y que, al decir delmismo Eusebio, deban de ser un complemento de la Crnica.Posterior al ao 309, aunque no mucho, parece ser tambin elComentario al Evangelio de Lucas.

    En torno al 311 hay que fijar la reelaboracin y ampliacinde la Historia eclesisticay la composicin de Los mrtires dePalestina, como veremos ms en particular, y la adicin de losdatos correspondientes a los aos 304-311 en la Crnica. Lo msprobable tambin es que a estos aos de persecucin entodo caso es anterior a 313 pertenezca igualmente la Com-

    pilacin de antiguos martirios, que recoga documentos y actasde los martirios anteriores a la persecucin de Diocleciano;

    quizs porque gran parte de su contenido se hallaba tambinen la Historia eclesistica, se perdi.De finales de la persecucin o de los aos inmediatos pare-

    ce ser la obra apologtica Contra Hierocles, escrita para refutarel libro del que fue gobernador de Bitinia y prefecto de Egip-to durante la persecucin, Hierocles, libro titulado Philalethes,en el que estableca un paralelo entre Jess y Apolonio deTiana. El problema lo reasumi Eusebio en la Demostracinevanglica, pero con una perspectiva ms amplia.

    No muy posterior a la muerte de su maestro fue sin dudasu Vida de Pnfilo en tres libros, cuya prdida es lamentablepor muchos conceptos, pero ms especialmente porque enella daba Eusebio el catlogo de la biblioteca que Pnfilo ha-

    INTRODUCCIN XIX

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    ba logrado reunir en Cesarea enriqueciendo el fondo forma-do por las obras de Orgenes.

    En torno al ao 312 hay que fijar la composicin de la obra

    en dos partes titulada Sobre la discrepancia de los Evangelioso Pre-guntas y respuestas sobre los Evangelios dos libros dirigidos aEsteban y uno dirigido a Marino, de la que quedan sola-mente fragmentos y un resumen oEptomeque el propio Euse-bio hizo posteriormente, despus de componer la Demostra-cin evanglica,y que nos da una idea de la importancia que laobra tena para la critica bblica. Posiblemente pertenecen a lamisma poca las obras, hoy perdidas o no identificadas, cuyos

    ttulos eran: Sobre la poligamia y progenie numerosa de los antiguosvarones, Preparacin eclesisticayDemostracin eclesistica.Este conjunto de obras, y particularmente la Introduccin

    general elemental, fueron preparando el camino para otras dosobras de mayor envergadura, el dptico formado por los 15libros de la Preparacin evanglica, de una parte, y los 20 de la

    Demostracin evanglica, de otra, aunque, por desgracia, sola-mente quedan los 10 primeros y un largo fragmento del XVI.

    Terminada la primera, segn todos los indicios, hacia finalesdel 313 o comienzos del 314, debemos suponer que la otra notard en seguirla y que estuvo terminada antes de 318; en todocaso, antes de estallar el conflicto final entre Constantino yLicinio, en 311.

    No es posible sealar con absoluta nitidez el itinerario men-tal seguido por Eusebio al componer todas estas obras, comen-zando por la Crnica. Norma suya es reasumir los temas de sus

    producciones anteriores en obras nuevas, incorporndolos avoces literalmente o casi, completndolos, retocndolos y rea-daptndolos a puntos de vista y perspectivas diferentes, olvi-dndose en ocasiones de borrar lo que debiera ser eliminado.Sin embargo, podemos llegar a distinguir algunos puntos que

    jalonan toda la obra como expresin de sus centros de intersen los diversos momentos histricos por que ha atravesado.Sirinelli los resume as:

    1) Establecimiento de una cronologa que integra a losjudos en el lugar que les corresponde; 2) establecimiento dela relacin proftica y de la continuidad de los datos religio-sos entre los judos y la Iglesia cristiana; 3) una historia de esta

    XX INTRODUCCIN

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    Iglesia cristiana, que desemboca en el relato de sus xitos defi-nitivos, y, por ltimo, 4) una vuelta a la segunda etapa, perorepensando en ella todo lo adquirido, en funcin de la victo-

    ria presente la historia sirve ahora en ella para justificar ladoctrina, en una vasta y combinada visin en que se mezclanargumentos cronolgicos, filiacin y confrontacin de reli-giones y civilizaciones, y en donde se elabora, conscientemen-te o no, una imagen de la evolucin de la humanidad 3.

    La realizacin de todo este trabajo requera sobre todopoder disponer de un material inmenso. No cabe duda de queEusebio tena recogido ya mucho cuando estall la persecu-cin, adems de lo incluido en las obras ya terminadas. Perodebi de continuar luego, a pesar de las dificultades, y a unritmo notable, acentuado naturalmente al llegar la paz. Maspara ello necesitaba disponer de una buena biblioteca. Es casiseguro que las bibliotecas de Cesarea y de Jerusaln no sufrie-ron detrimento en la borrasca persecutoria y que Eusebiopudo utilizarlas, la primera todo el tiempo, y la segunda, almenos, despus de 311.

    Apenas consagrado obispo, la actividad cientfica y literariade Eusebio parece amainar y hasta casi cesar por completo. Enlos cuatro lustros que siguen, apenas se pueden situar algunaspequeas producciones. Cargado con la responsabilidad pas-toral, tiene que dedicar su tiempo a la urgentsima tarea dereconstruccin espiritual y material de su Iglesia. Su condi-cin de obispo de una ciudad tan importante, que le conver-ta en metropolitano de Palestina, y su creciente prestigio per-

    sonal le sacan de su vida retirada y estudiosa y le lanzan a laaccin, incluso fuera de los lmites de Cesarea.Con ocasin de la inauguracin de la Iglesia de Tiro entre

    314 y 318, por sealar las fechas extremas, acude a esta ciu-dad invitado por su amigo el obispo Paulino y pronuncia elPanegrico, que luego incorpor a su Historia eclesistica(HEX 4), en el nuevo libro con que la complet poco despus yque dedic al mismo Paulino de Tiro (HE X 1,2).

    La mayora de los historiadores consideran el ao 318 comopunto de partida del arrianismo. En todo caso no se puede

    INTRODUCCIN XXI

    3J. SIRINELLI, Les vues historiques dEusbe de Csare durant la priode prnicnene(Pars 1961) 26-27.

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    retrasar a ms ac de 313. Aunque Eusebio no haba estadorelacionado personalmente con Luciano de Antioqua, a cuyomagisterio apela Arrio, sin embargo, la afinidad de ideas teo-

    lgicas, y sobre todo las afinidades personales, le hacen incli-narse del lado de este ltimo cuando fue condenado y exco-mulgado por los obispos de Egipto reunidos con Alejandro de

    Alejandra. Si hemos de creer a Eusebio de Nicomedia en sucarta a Paulino de Tiro, Eusebio de Cesarea tom partidoenseguida por Arrio. Esta postura suya, que parece estar moti-

    vada ms por lo que representaba la actitud de Arrio frente alabsolutismo alejandrino que por estar convencido de la plena

    verdad de su doctrina de hecho, en lo doctrinal Eusebionunca estuvo del todo por ninguno de los dos partidos,fue, sin embargo, suficiente para impulsarle a escribir algu-nas cartas en favor del presbtero alejandrino, con el fin deobtener su rehabilitacin. De esta poca, efectivamente, sonlas cartas que escribe al obispo de Balanea, Eufratin, y al de

    Alejandra, Alejandro, de las cuales se citan sendos prrafosen las Actas del concilio de Nicea II. A pesar de ir acompaa-

    das por otras cartas de los obispos de Palestina Paulino deTiro y Teodoto de Laodicea entre ellos, no lograron elresultado apetecido.

    Es entonces cuando Eusebio toma, al parecer, la iniciativade convocar un snodo de obispos, que se tiene efectivamenteen Palestina seguramente en Cesarea, y en el que los obis-pos congregados acceden a las peticiones de Arrio y de suspartidarios, permitindoles reincorporarse a sus funciones

    ministeriales en Alejandra, pero con la condicin de some-terse a su obispo Alejandro.La ocasin de responder se le present a Alejandro con la

    muerte del obispo de Antioqua Filogonio en diciembre de314. Reunidos los sufragneos antioquenos para elegir unsucesor, aprovechan la oportunidad para pronunciarse acercade la doctrina discutida y promulgan una profesin de feestrictamente antiarriana, en la misma lnea que la de Alejan-dro. Al negarse a suscribirla, Eusebio de Cesarea, Teodoto deLaodicea y Narciso de Neroniade fueron excomulgados, aun-que solo provisionalmente. Efectivamente, la carta sinodal de

    Antioqua parece suponer que Constantino haba convocadoya el concilio de Ancira.

    XXII INTRODUCCIN

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    Constantino haba quedado dueo absoluto del Imperiotras derrotar a Licinio en septiembre de 324, y uno de susobjetivos ms acariciados fue, desde el primer momento, man-

    tener a toda costa la unidad poltica del Imperio, contra lacual no podan menos de conspirar las contiendas que los cris-tianos traan entre manos. Primero haba tenido que enfren-tarse con las disensiones suscitadas en Occidente por los dona-tistas. Ahora se encontraba con un caso similar en Oriente,por obra de los arrianos. Para con estos sigue un procedimien-to anlogo al seguido con aquellos.

    Posiblemente, Constantino se hizo ya presente en el suso-dicho concilio de Antioqua por medio de Osio, lo que expli-cara el resultado que ya hemos visto y la eleccin de Eustaciode Berea para suceder a Filogonio. Este resultado tan rotun-damente unilateral no debi, sin embargo, de convencer aConstantino, a quien no interesaba la victoria de un partido,sino la paz entre todos, y as, antes incluso de disolverse laasamblea de Antioqua, les hizo llegar la convocatoria para unconcilio ms amplio y representativo que se celebrara en

    Ancira, lugar que pronto, por razones de clima y, sin duda,tambin polticas, cambi por Nicea, en Bitinia.

    Eusebio debi de realizar el viaje con su amigo Paulino deTiro, y antes de llegar a Nicea se detuvieron en Ancira y tuvie-ron alguna intervencin pblica, como da a entender Marce-lo de Ancira.

    d) Concilio de Nicea y ltimos aos

    No sabemos en qu disposicin de nimo lleg Eusebio aNicea, marcado como estaba por la excomunin antioquena.Comnmente se admite que las sesiones comenzaron entre el15 y el 20 de mayo de 325, en el palacio imperial de Nicea,bajo la presidencia y direccin del propio emperador Cons-tantino. El viejo problema de quin fue el presidente eclesis-tico sigue sin resolver, pero hoy se puede afirmar que en modoalguno pudo ser Eusebio de Cesarea, en contra de lo queparece aseverar Sozomeno, que interpreta mal quizs un pasa-

    je del mismo Eusebio en suDe vita Constantini.

    INTRODUCCIN XXIII

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    Hubo un tiempo en que los autores sobrevaloraron el papelde Eusebio en el desarrollo de este concilio, sobre todo en lasdiscusiones teolgicas, basndose fundamentalmente en las

    supuestas actas del concilio transmitidas por Gelasio de Ccico.La realidad parece haber sido muy otra. El nico documentoautntico que nos habla del asunto es su propia Carta a la Igle-sia de Cesarea,y en ella es palmario el esfuerzo que hace Euse-bio por justificar ante sus diocesanos su decisin final lafirma del documento conciliar, exagerando el papel que elcredo cesariense, presentado y defendido por l, habra tenidoen la formulacin definitiva de la fe nicena firmada por todos.

    Segn l, lo habra propuesto como base de discusin, y sola-mente despus de mucha resistencia por parte suya se habranaadido algunos retoques que lo adecuaban mejor para res-ponder al problema arriano, sin por ello correr peligro desabelianismo, con lo cual, prcticamente, el concilio en plenohabra adoptado su credo bautismal.

    Los hechos, con todo, tuvieron sin duda otro cariz. Euse-bio, en su calidad de excomulgado, necesitaba a toda costa

    demostrar la ortodoxia de sus convicciones, y para ello nadams eficaz que presentar el credo que haba profesado, juntocon toda la comunidad de Cesarea, como laico, como presb-tero y como obispo. Aceptada por este camino su defensa, lqued libre de su excomunin, y los padres conciliares pudie-ron esquivar la enojosa obligacin de tener que confirmar oratificar la excomunin de uno de los hombres de mayor pres-tigio intelectual de la asamblea, y que, sin duda, con su respe-

    tuosa y moderada actitud, se haba ganado el aprecio delemperador. Sin embargo, su firma de la fe de Nicea, que tantole haba costado, quedaba supeditada al mantenimiento fielde la formulacin del concilio, sin posibilidad para nadie deinterpretaciones tendenciosas.

    Estas interpretaciones, a juicio de Eusebio, no tardaron enllegar, y no solamente sirvieron para enfrentarlo de nuevo conlos antiguos adversarios, entre los que ahora destacaban, ade-ms, Atanasio y Eustacio de Antioqua, sino tambin paraimpulsarle a tomar otra vez la pluma y reanudar su trabajo deinvestigador y escritor.

    Apenas terminado el concilio, inicia una nueva etapa deintensa actividad literaria. De sus controversias con Eustacio

    XXIV INTRODUCCIN

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    quedan solamente simples alusiones en Scrates, Sozomeno yTeodoreto, pero puede darse como muy probable que a estapoca pertenecen el Comentario a Isaas, el Onomsticon, dedi-

    cado a Paulino de Tiro, muerto hacia el ao 331, y el tratadoSobre la fiesta de la Pascua, dedicado a Constantino, en queexplicaba el significado tpico de la pascua juda y su cumpli-miento en la pascua cristiana, adems de pronunciarse contrala prctica antioquena de celebrarla en domingo. Posible-mente date de esta poca tambin el encargo que le hizoConstantino de cincuenta ejemplares de las Escrituras, cuida-dosamente ejecutadas, que destinaba a las iglesias de la nueva

    capital Constantinopla.Pero estos aos que siguieron a Nicea no fueron aos sere-nos, de sosegada labor en la paz de su biblioteca cesariense.Fueron, por el contrario, aos en que tuvo que simultanear sutrabajo intelectual con una intensa actividad de poltica ecle-sistica y de polmica doctrinal.

    Todava en 315 o comienzos de 326, Eusebio interviene efi-cazmente en la deposicin de Asclepas de Gaza, uno de los

    que le haban excomulgado en Antioqua, antes de Nicea. Enjunio de 328 sube, como sucesor de Alejandro, a la sede deAlejandra, Atanasio, que une sus fuerzas a las de Eustacio deAntioqua. La controversia de este con Eusebio se agudiza, ala vez que Eusebio de Nicomedia y Teognis de Nicea sonrepuestos en sus sedes, quizs por influjo de Constancia, ypronto, en 330, la lucha culmina con la reunin de un conci-lio en Antioqua, en el que toman parte numerosos obispos,

    entre ellos Eusebio de Cesarea. Los manejos de los arrianos yproarrianos como Eusebio, que no retrocedan ni siquieraante la calumnia, dieron resultado, pues lograron la deposi-cin y destierro de Eustacio de Antioqua a Trajanpolis deTracia.

    Eliminado Eustacio, haba que buscar un sucesor. Por loque deja entender Eusebio, el asunto no era fcil, debido aldescontento del pueblo antioqueno por la deposicin de suobispo. Aunque deja entender que el candidato reclamadoera l mismo, lo cierto es que el nombrado fue su amigo Pau-lino de Tiro, que debi de morir muy pronto, a los seis meses,sucedindole, quizs como recurso de compromiso, un talEulalio, que tampoco dur mucho, pues muri pronto. La

    INTRODUCCIN XXV

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    divisin del pueblo antioqueno se hizo ms patente y violen-ta. El partido que propugnaba la vuelta de Eustacio era fuer-te, pero iba contra el parecer del emperador. Por su parte, el

    partido contrario no deba de ponerse de acuerdo tampocoen cuanto a su propio candidato. Por fin parece que se reu-ni un nmero suficiente de votos para pedir al emperadorque les diera como obispo a Eusebio de Cesarea. Para este,dicha eleccin representaba, sin duda, el mayor triunfo de sucarrera eclesistica, pero supo valorar adecuadamente la gra-

    vedad de la situacin de la Iglesia antioquena y, contentn-dose con el honor, prefiri declinar la carga aneja que ade-

    ms le apartara de sus libros y renunci, apelando alcanon 15 de Nicea. El emperador acept la renuncia en cartaextremadamente laudatoria, que Eusebio se complace enreproducir junto con las otras referentes al asunto de la elec-cin antioquena.

    Como consecuencia de los desrdenes provocados en Ale-jandra por arrianos y melecianos, unidos contra Atanasio, elemperador convoc en 333 o 334 un snodo que deba cele-

    brarse en Cesarea de Palestina por sugerencia de los arria-nos, segn Teodoreto, y en l deba Atanasio justificarse delas acusaciones que se le hacan. Este, sospechando una tram-pa, no compareci, disculpndose ante el emperador. Enton-ces Constantino convoc un segundo snodo que se celebraraen Tiro, y al que deberan comparecer todos, Atanasio inclui-do, naturalmente, so pena de destierro. Atanasio lleg en juniode 335. Haban pasado exactamente diez aos desde Nicea.

    Pero no lleg solo, pues por los resultados vemos que las fuer-zas andaban equilibradas. Menudearon las acusaciones de unaparte y de otra, y fue entonces cuando Potamn acus a Euse-bio de apostasa. El concilio, segn parece, se disolvi en elmayor desorden; Atanasio march a Constantinopla paraentrevistarse con el emperador y pedirle justicia, mientras susenemigos, dueos del campo, dictaban sentencia contra l yenviaban a buscar nuevas pruebas. No podemos determinar elinflujo que Eusebio tuvo en todo esto. En suDe vita Constanti-nilo pasa por alto y dedica toda su atencin a los sucesos de

    Jerusaln con motivo de las tricennaliade Constantino.Constantino quiso realzar la celebracin del fausto e inha-

    bitual acontecimiento, que era el poder contar sus treinta aos

    XXVI INTRODUCCIN

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    de imperio, con la solemne dedicacin de la iglesia del SantoSepulcro, o de la Resurreccin, edificada a su iniciativa yexpensas, y orden que todos los obispos reunidos en Tiro se

    trasladasen a Jerusaln para tomar parte en las grandes solem-nidades. La dedicacin tuvo lugar el 14 de septiembre de 335(segn el Chronicon paschalehabra sido el 17, pero de 334). Esel suceso que acapara toda la atencin de Eusebio y, como decostumbre, procura presentrsenos como uno de los principa-les protagonistas del mismo, sobre todo por sus dotes oratorias.

    Con este motivo, Eusebio compuso una descripcin deltemplo inaugurado, que dedic al emperador. Los elementos

    descriptivos posiblemente quedaron incorporados a suDe vitaConstantini3,24ss, y con los teolgicos form la segunda parte(c.11-18) de suDe laudibus Constantini, para completar la pri-mera (c.1-10), formada fundamentalmente con el panegricoque haba pronunciado en Constantinopla para celebrar lastricennalia de Constantino. Resultado: la obra conocida por

    De laudibus Constantini, seguira como apndice alDe vita Cons-tantini, segn parece indicar Eusebio mismo enDe vita Constan-

    tini,y data, evidentemente, de 335 o 336 a ms tardar.Pero en Jerusaln hubo ms que fiestas, discursos y luci-miento personal. En Tiro se haba condenado a Atanasio; en

    Jerusaln, sus enemigos lograron la rehabilitacin completade Arrio, que el emperador quiso imponer al mismo Atanasio.Este, sin embargo, supo maniobrar con suficiente habilidadcomo para lograr que el emperador convocase de nuevo a losmismos obispos en Constantinopla, mientras su amigo y de-

    fensor, Marcelo de Ancira, trataba de desacreditar ante la cortea los eusebianos, especialmente con su escrito contra el sofis-ta Asterio.

    Segn Schwartz, acudieron como representantes del parti-do antiatanasiano solamente unos cuantos, entre los cuales sehallaban los dos Eusebios: el de Nicomedia, cabecilla del par-tido, y el de Cesarea, y fue en esta ocasin cuando el cesarien-se pronunci su discurso tricenal. Todo es posible, teniendoen cuenta las dificultades, insalvables por el momento, conque se tropieza para una dotacin segura. Lo cierto es que

    Atanasio, bien por influjo de los eusebianos, que cambiaron elcontenido de sus acusaciones, bien porque l mismo terminpor chocar personalmente con el emperador, fue desterrado

    INTRODUCCIN XXVII

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    a Trveris, mientras su amigo se vea depuesto y sustituido porotro en la sede.

    Marcelo quedaba depuesto, pero no refutado. De esto

    encargaron los eusebianos a nuestro Eusebio, quien lo hizo enlos dos libros Contra Marceloy en los tres tituladosDe la teologaeclesistica, que les siguieron de cerca. Ambas obras dejan mu-cho que desear, sobre todo en cuanto al mtodo y al logro desu objetivo.

    Pocos aos le quedaban ya de vida a Eusebio, pero, no obs-tante, fueron de los ms fecundos de su vida literaria. A ellospertenece sin duda, puesto que menciona la construccin de

    la iglesia del Santo Sepulcro, el gran Comentario a los salmos,obra de enormes proporciones, aunque se ha perdido en granparte. Tambin podemos datar de estos ltimos aos su Teofa-na, de cuyo texto original quedan solamente fragmentos,aunque se conserva una traduccin siraca bastante literal.

    El 22 de mayo de 337, domingo de Pentecosts, moraConstantino en su villa de Ancirona, cerca de Nicomedia.Eusebio crea tener motivos suficientes para mantener alto el

    recuerdo del emperador, y enseguida puso manos a la obra deerigirle un monumento literario digno de su grandeza. Asnaci la obra conocida comnmente bajo el ttulo De vitaConstantini, equvoco por dems, que no es una biografa, sinoun elogio o panegrico fnebre, con toda la complejidad quelleva consigo este gnero literario, agudizada por la insercinen l de documentos oficiales, cartas y edictos que pretendendar plena fe histrica. Al hacerlo, Eusebio cree cumplir un

    deber sagrado, pero no motivado por razones de amistad o decompromiso ulico l nunca fue un obispo ulico, hay quereconocerlo, sino por razones teolgicas. En realidad, apesar de los tpicos usuales que hacen de l poco menos queun rastrero adulador palaciego, el contacto personal de Euse-bio con el emperador fue muy escaso y poco propicio parauna profundizacin en la amistad. No debi de pasar muchoms all de los lmites estrictos de la cortesa y de las exigen-cias oficiales. La confidencia aludida en De vita Constantini1,28 no obsta para la verdad de esta afirmacin: nada indicaque se tratase de una confidencia exclusiva a Eusebio.

    Estos contactos episdicos incluidos los epistolares, ofi-ciales podan a lo ms halagar la vanidad de Eusebio, pero

    XXVIII INTRODUCCIN

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    nada ms. Lo que verdaderamente lo movi a realizar estaobra hay que buscarlo en otro plano, en el teolgico, y msconcretamente en el eclesiolgico.

    Para Eusebio, Constantino realizaba su propio ideal de em-perador cristiano como cabeza de la Iglesia en funcin de vica-rio de Dios y del Logos. Esta conviccin condicion toda suactitud a la hora de tratar del emperador en todos sus escritosen que deba hablar de l, pero sobre todo en esta obra dedi-cada a ensalzar sus virtudes; en ella se muestra consumado pa-negirista en el recto sentido de la palabra. Nadie puede real-mente negarle absoluta sinceridad y pleno desinters.

    Sin embargo, poco habra de sobrevivir Eusebio a su admi-rado emperador; apenas dos aos. Sin duda los ocup en con-tinuar su obra literaria, a pesar de sus setenta aos bien pasa-dos, aunque no sepamos qu obras pudo componer en esetiempo. Tampoco aparece ya su nombre despus de 337. En341, con motivo del concilio reunido en Antioqua para lainauguracin de la iglesia del Oro, ya no es l quien repre-senta a la comunidad de Cesarea, sino su sucesor, Acacio. Por

    otra parte, Scrates coloca su muerte entre la vuelta de Ata-nasio a Alejandra en 337 y la muerte de Constantino II, en losprimeros meses de 340. Ahora bien, el viejo Martirologio siracoconmemoraba a Eusebio el 30 de mayo. Si esta fecha (no olvi-demos que dicho martirologio se compuso apenas cincuentaaos despus) seala el dies depositionis, Eusebio habra muer-to un 30 de mayo, sin duda el anterior a la muerte de Cons-tantino II, es decir, de 339.

    Ni la Vidao elogio fnebre que escribi su discpulo y suce-sor en el episcopado cesariense, Acacio, ni su inclusin en elMartirologio siracoentre los mrtires y confesores de Cesareaen l se incluye tambin a Arrio, ni siquiera su merecidafama de escritor extraordinariamente fecundo y polifactico,de la que tantos se aprovecharon, impidieron que, una vezmuerto, se perdiese aquel respeto que todos sus coetneos,incluso adversarios, le profesaron, con la excepcin de Pota-mn, sealada ms arriba. Su memoria sufri vicisitudes muy

    varias, siendo objeto particularmente de los ataques virulentosde los antiarrianos los arrianos le hacan suyo, de losantiorigenistas siempre haba defendido a su maestro, dedi-cndole incluso una Apologa, y de los anti-iconoclastas del

    INTRODUCCIN XXIX

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    concilio de Nicea II los iconoclastas apelaban a la autoridadde su carta a Constancia. De poco le sirvieron la tmidadefensa que intenta Scrates o las reticencias delDecreto Gela-

    sianopara incluir sus obras entre las proscritas.En realidad, con el paso de los siglos, sus obras, en la medi-da que se han salvado, han sido las que mejor han reivindica-do su memoria. Siempre se leyeron mucho y se copiaron nopoco. Ciertamente, en el Occidente latino se redujeron casiexclusivamente a la Crnicay a la Historia eclesistica, a travs desus traducciones, hechas, respectivamente, por san Jernimo yRufino. Por el contrario, en Oriente no solo fueron amplia-

    mente utilizadas en el griego original, sino que tambin fue-ron en su mayor parte traducidas al siraco y al armeno. Noolvidemos que su obra abarca casi toda la temtica del saberteolgico y auxiliares, desde la exgesis bblica y la teologadogmtica hasta la topografa y la crtica literaria, pasando porla historia, la apologa, la predicacin, el panegrico, etctera.

    Por otra parte, es un venero incomparable de documenta-cin para la antigedad, cristiana y pagana, conservada exclu-

    sivamente por l. Como dice De Ghelling:Aparte de la Carta a Diognetoy de los escritos gnsticos

    coptos, nada se ha encontrado hasta ahora que no figure enforma de mencin o de cita en la gran obra de Eusebio deCesarea. Querr esto decir que el crculo de esta literaturano se extiende ms all de lo que conoca Eusebio y que yaquedan pocas esperanzas de ver todava alargarse mucho lalista de los hallazgos? Esto, indudablemente, sera mucho afir-

    mar, pero, hasta ahora, la plenitud de informacin que mani-fiestan las pginas tan documentadas de Eusebio nos hacecreer que pocas piezas importantes han quedado fuera delmbito de sus lecturas 4.

    Lo mismo podra decirse de las piezas de literatura profanaantigua, de variadsima temtica, que de no haber sido porEusebio se habran perdido irremediablemente en su totali-dad. La humanidad culta debe estarle sumamente agradecida.Por otra parte, como dice Lightfoot:

    XXX INTRODUCCIN

    4J. DE GHELLING, Ltude des Pres de lglise aprs quinze sicles. Progrsou recul?: Gregorianum14 (1933) 185-218.

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    Dejando aparte su doctrina, Eusebio merece el ms altocrdito por su inteligente seleccin de los temas. Ningnescritor ha mostrado nunca una penetracin ms aguda en la

    eleccin de los temas que podran tener un inters perma-nente para las futuras generaciones. Viva en los confines dedos pocas, separadas una de otra por una de esas anchas lne-as de demarcacin que solo aparecen con intervalo de variossiglos. Eusebio vio la magnitud de la crisis y se apoder de laoportunidad. l, y solamente l, preserv el pasado en todassus fases, en historia, en doctrina, en criticismo, incluso entopografa, para instruccin del futuro 5.

    Su estilo, como bien dice Focio, no es agradable ni bri-llante, y con mucha frecuencia el material acumulado le des-borda, le domina y le hace ser prolijo, confundirse y hasta caeren contradiccin; pero, en conjunto, el tema sale, finalmente,airoso de la prueba y deja en los lectores una idea clara de loque el autor haba pretendido transmitirles, sobre todo cuan-do se trata de temas apologticos, que sin duda son, ya por lapoca en que vivi, ya por sus circunstancias personales, los

    temas que ms extensa e intensamente cultiv. Temas directa-mente apologticos o tratados con miras apologticas, comoson los histricos, pues, como bien dice Sirinelli, en las mis-mas obras que parecen ser simples compilaciones, como losCnones, aparecen trasfondos de pensamiento apologtico opolmico, y nunca la historia es en Eusebio, sean cuales fue-ren sus escrpulos y su amor a la verdad, el simple proceso ver-bal de su documentacin 6.

    INTRODUCCIN XXXI

    5J. B. LIGTHFOOT, Eusebius of Cesarea, also know als Eusebius Pamphili, enW. Smith H. Wace (dirs.), A Dictionary of Christian Biography, Literature, Sects andDoctrines, II (Londres 1877) 345.

    6J. SIRINELLI, Les vues historiques dEusbe de Csare durant la priode prnicnene,o.c., 12-13.

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    1. La Historia eclesistica

    a) Eusebio y la Historia

    Fue tesis de K. Hase que la historiografa eclesistica nocomenz con Eusebio, sino con las Centurias de Magdeburgo.Sin embargo, al cabo de ms de cien aos de incesante bs-queda, se ha hecho ms firme la conviccin de que el verda-dero padre de la historia eclesistica es Eusebio de Cesarea.Padre de la historia eclesistica, no de la historia de la Iglesiaen el moderno sentido de esta expresin. Ni tampoco en elsentido en que entendieron la historia y la historiografa losgrandes historiadores antiguos. Cuando Eusebio utiliza lapalabra historia, puede referirse tanto al relato de un aconte-cimiento como al acontecimiento mismo, pero nunca al con-

    junto de acontecimientos relatados como un desarrollo org-nico sometido al juego de las causas y los efectos en mutuaconexin e interdependencia con proyeccin universal.

    En Eusebio, historiano significa la historia en sentido uni-versal, es decir, en cuanto abarca el acontecer de la experien-cia humana en su plenitud y totalidad. Es este un conceptoenteramente ajeno a Eusebio. Eusebio no escribe una Histo-ria de la Iglesia, sino una Historia eclesistica. Del pasadoeclesistico quiere dar a conocer todo lo que personas,obras, acontecimientos merece que se salve y pueda ser sal-

    vado para la posteridad, todo lo que l considera que puedeinteresar a un cristiano, obispo, clrigo o laico. Y se limita areunir material eclesistico del pasado, es decir, material quepertenece al pasado de la vida de la Iglesia.

    Tampoco pretende hacer historia de gran estilo, al modode Tucdides, por ejemplo. Sus preceptos y reglas no le per-mitiran aducir constantemente y de modo directo el mayornmero posible de documentos testificales, sobre todo enforma de citas y extractos. Precisamente el mrito mayor de laHistoria eclesistica radica en poner directamente a nuestroalcance y haber salvado la riqueza incalculable de sudocumentacin, prescindiendo de su carcter apologtico enlos siete primeros libros, y panfletario en los tres ltimos.Eusebio conoca, evidentemente, las seculares reglas de la an-

    XXXII INTRODUCCIN

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    tigua historiografa. Si las conculca, mejor, si no las sigue, es,sin duda, por una decisin consciente: su Historia eclesisticano ha de ser una exposicin histrica de gran estilo. Prefiere

    atenerse al significado ms primitivo de la palabra historia, queapunta al saber acumulado por no importa qu clase de inves-tigacin y que haba sido recogido y cultivado por la filologaalejandrina hasta recibir la configuracin concreta de reuninde material. La especificacin le vendr del mismo materialacumulado. Como en Eusebio se trata de material eclesistico:obispos, sucesin, libros cannicos, escritores, mrtires, herejes,etc., su Historia eclesisticase definir como reunin o acopio

    de material eclesistico.Sin embargo, no es material inerte, sin inters histrico, enel sentido moderno de la palabra. Por el contrario, ese interses mximo. Tampoco se puede decir que el material reunidoest simplemente amontonado, sin ningn lazo interno que led cierta cohesin y unidad. No hemos de olvidar que la ideade componer su Historia eclesistica nace en Eusebio de lanecesidad de ampliar y completar los datos expuestos en la

    Crnica (HE I 1,6) y que esta se halla montada ya sobre unesquema cronolgico bien patente, que sigue las reglas de losfillogos alejandrinos y est orientada desde un punto de vistaclaramente apologtico. La preocupacin por el encuadra-miento cronolgico del material es constante en toda la His-toria eclesistica,y una buena parte del material ha sido aporta-do justamente como esclarecimiento cronolgico, sobre todocuando se trata de elucidar fechas de escritos y de escritores

    eclesisticos, para lo cual va aduciendo listas, catlogos, datospersonales, etc.La abundancia de esta ltima clase de material convierte a

    la Historia eclesisticaen la primera fuente para una historia dela literatura cristiana. No de otro modo lo entendi san Jer-nimo, que extrajo de ella lo mejor del material para su histo-ria literaria, la obra tituladaDe viris illustribus, que encaja per-fectamente en la tradicin de la antigua historia literaria.

    Por otra parte, la orientacin apologtica del material acu-mulado representa otra especie de lazo interno que sirve tam-bin para darle cohesin y unidad, lo mismo cuando pone derelieve las desgracias llovidas sobre los judos por su crimencontra Cristo que cuando presenta los martirios como prueba

    INTRODUCCIN XXXIII

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    de la verdad y de la fuerza cristianas, o las sucesiones episco-pales como garanta del triunfo de la verdad divina sobre laenvidia del demonio, por poner algn ejemplo. De hecho,

    como concluye Overbeck, en el trabajo de Eusebio, la histo-riografa eclesistica aparece como un producto tardo de laantigua apologtica cristiana, ya que brota inmediatamente dela antigua cronografa cristiana que, a su vez, es hija de di-cha apologtica y lleva todava en sus elementos bsicos los

    vestigios de ese fondo materno de aquella cronografa 7.Overbeck se refiere a la cronografa representada por

    Sexto Julio Africano, muy utilizada por Eusebio. Efectivamen-

    te, Eusebio ha tomado de Africano no solo las principales lis-tas de obispos, sino tambin los apndices cronolgicos quelas ilustran. Y, sin embargo, Eusebio es consciente de lo quehace cuando proclama que no ha tenido precursor en su tarea(HE I 1,3). Africano se mueve dentro del modo apocalpticode escribir la historia, heredado de los judos, y su cronologa,por muy buen material que pueda contener en particular, enel fondo no es nada ms que una formulacin cuasi-cientfica

    de una realidad en modo alguno cientfica: el milenarismo8.Eusebio, en cambio, sigue, en el manejo y distribucin delmaterial, las normas impuestas por una concepcin cientficade la historia de la literatura y biogrfica, o, si se prefiere, delas diadocha, que son realmente el tema central y el hilo con-ductor de los siete primeros libros.

    Por otra parte, el hecho de que Eusebio escribiera una His-toria eclesistica,y no una Historia de la Iglesia, no depende sola-

    mente de su idea de la historia, sino tambin de su conceptode la Iglesia. Resumiendo, diremos con K. Heussi que, paraEusebio, la Iglesia no es una magnitud histrica, sino supra-histrica, trascendente y estrictamente escatolgica desde suorigen, sin posibilidad de experimentar mutacin histricaalguna 9. En su concepto, la Iglesia, trascendente, no es suje-to de historia. Lo son sus hombres comenzando por el Hijode Dios, hecho hombre verdadero, sus instituciones, sus

    XXXIV INTRODUCCIN

    7 F. OVERBECK, Uber die Anfnge der Kirchengeschichtschreibung. Programm zurRectoratsfeier d. Univ. Basel (Basilea 1892; Darmstadtr1965) 64.

    8 E. SCHWAERTZ, Ueber Kirchengeschichte. Gesammelte Schriften, I (Berln 1938) 120.9 K. HEUSSI, Zum Geschichtsverstndnis des Eusebius von Csarea: Wissens-

    chaftl. Zeitschr. der Friedrich-Schiller Universitt Jena-Thringen7 (1957-1958) 89.

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    doctrinas: hombres, instituciones, doctrinas eclesisticos. Poreso su historia es historia eclesistica.

    b) Plan y formacin de la Historia eclesistica

    El plan que se haba propuesto Eusebio al comenzar aescribir su Historia eclesisticano tenemos que buscarlo: l mis-mo nos lo facilit en los dos primeros prrafos que abren laobra:

    Es mi propsito dice consignar: 1) las sucesiones delos santos apstoles, y 2) los tiempos transcurridos desde nues-tro Salvador hasta nosotros; 3) el nmero y la magnitud de loshechos registrados por la historia eclesistica, y 4) el nmerode los que en ella sobresalieron en el gobierno y en la presi-dencia de las iglesias ms ilustres, as como 5) el nmero delos que en cada generacin, de viva voz o por escrito, fueronembajadores de la Palabra de Dios; y tambin 6) quines, ycuntos, y cundo, sorbidos por el error y llevando hasta elextremo sus noveleras, se proclamaron pblicamente a smismos introductores de una mal llamada ciencia y esquilma-ron sin piedad, como lobos crueles, al rebao de Cristo; y,adems, 7) incluso las desventuras que se abatieron sobretoda la nacin juda enseguida que dieron remate a su cons-piracin contra nuestro Salvador, as como tambin 8) elnmero, el carcter y el tiempo de los ataques de los paganoscontra nuestra doctrina, y g) la grandeza de cuantos, por ella,

    segn las ocasiones, afrontaron el combate en sangrientas tor-turas; y, adems, 10) los martirios de nuestros propios tiem-pos, y 11) la proteccin benvola y propicia de nuestro Salva-dor (HE I 1,1-2).

    Sin embargo, comparando este plan con el texto, tal comoha llegado a nosotros, enseguida nos percatamos de que nocoinciden exactamente. Los nueve primeros nmeros delplan concuerdan perfectamente con la temtica de los sieteprimeros libros, aunque no siguiendo un orden riguroso detema por libro, ni siquiera aproximado, sino correspondien-do, ms o menos, todos los temas con cada poca que va trans-curriendo hasta llegar a la propia generacin de Eusebio. En

    INTRODUCCIN XXXV

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    cambio, para los dos ltimos temas anunciados, contamos conel ltimo captulo del libro VII y los libros VIII-X.

    Esto hizo pensar ya a H. de Valois, en su edicin de 1659,

    que la formacin de la Historia eclesisticatuvo sus etapas. Des-pus de l todos han coincidido en que no se complet deltodo hasta las vsperas del concilio de Nicea, pero discrepan ala hora de establecer las etapas de formacin.

    Lightfoot crea ya en 1880 que Eusebio debi de escribirlos libros I-IX mucho despus de la publicacin del edicto deMiln (313), y que a ellos aadi el X entre 323 y 325.

    Para Schwartz, sin embargo, el proceso fue diferente. Segn

    l, Eusebio tena ya recogido todo el material cuando terminla persecucin en 311, pero no lo tuvo en condiciones depublicacin hasta los primeros meses de 312. Ajustndose a losdatos conocidos, seala como fecha de publicacin el perodocomprendido entre finales de 311 (se haban publicado ya lasActa Pilati)y la cada de Maximino, en el verano de 313. Estaprimera edicin constaba, segn l, de ocho libros que secerraban con el edicto de tolerancia, o palinodia, de Galerio.

    Pero la derrota que Licinio infligi a Maximino cambi lasituacin de la Iglesia en Oriente, y Eusebio se anim arefundir su Historia eclesisticaen una nueva edicin. Aadien el libro VIII la descripcin de las tiranas de Majencio y deMaximino (VIII 13,12-15,2), y un libro ms, el IX, en el quese destacaba la hostilidad de Maximino para con los cristia-nos y describa su muerte y la de Majencio. El conjunto ibacoronado con la coleccin de documentos que ahora apare-

    cen en X 5-7. Eusebio public esta segunda edicin, lo mstarde, en 315.La inauguracin de la nueva iglesia de Tiro, para la cual

    compuso un largo y solemnsimo sermn, y la muerte de Dio-cleciano fueron la ocasin que provoc una tercera edicin.La insercin del sermn hubiera alargado desmesuradamenteel libro IX, y Eusebio opt por aadir uno ms, el X, hacien-do as alcanzar a su Historia eclesisticaun nmero de perfec-cin (HE X 1,3). Dedic este libro X a su amigo Paulino deTiro y aadi un apndice al VIII sobre la muerte de los cua-tro soberanos, adems de retocar y corregir no pocos pasajes,basndose ms en criterios personales que propiamente hist-ricos. Esta tercera edicin datara de hacia el ao 317.

    XXXVI INTRODUCCIN

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    Pero el ao 323, con la rebelin de Licinio, signific unviraje completo en la marcha de la historia. Al quedar soloConstantino en el Imperio tras derrotar a Licinio, Eusebio

    tuvo que revisar lo que de este haba escrito y dar cuenta de lalocura que le condujo a perseguir a los cristianos, as comosu derrota y perdicin. Esta cuarta y ltima edicin es, pues,posterior a 323, aunque anterior a 325. Es muy posible que enella Eusebio suprimiera algunos documentos relativos a Lici-nio, pero, al haberse conservado en ejemplares de la terceraedicin, han podido recuperarse. As Schwartz.

    Para H. J. Lawlor y J. E. Oulton, el proceso de formacin

    es parecido al propuesto por Schwartz, pero no idntico. Paraellos, Eusebio haba comenzado a escribir su Historia eclesis-ticaya en 305, puesto que hace referencia a lasEclogae prophe-ticaeque fueron escritas durante la persecucin, aunque nopudo publicar su primera edicin, que comprenda los librosI-VIII, coronados con la palinodia de Galerio, hasta el ao311. De cerca siguieron las dos recensiones de los Mrtires dePalestina:la larga, como obra independiente, y la breve, resu-

    men de esta, como suplemento del libro VIII (en las edicio-nes posteriores se la fue relegando al ltimo lugar, tras losnuevos libros aadidos). El conjunto Historia eclesisticayMrtires de Palestina estuvo terminado a finales de 311. Dosaos despus, a fines de 313 o comienzos de 314, tuvo Euse-bio que proceder a una revisin de su obra. Da cuenta deledicto de Miln y de la muerte de Maximino, pero todava noaparecen indicios de las desavenencias entre Licinio y Cons-

    tantino de 314. Esta segunda edicin comprenda nuevelibros. Por ltimo, pasados algunos aos, public una nuevaedicin, la tercera, en la que correga bastantes pasajes dellibro IX y aada uno ms, el X, que seguramente fue escritoa finales de 324 o comienzos de 325, en todo caso antes delconcilio de Nicea.

    Pero quien, a nuestro entender, ha llegado a comprenderms a fondo y autnticamente el proceso de formacin de laHistoria eclesisticade Eusebio, tras un anlisis filolgico verda-deramente paradigmtico de la obra y del tratadoDe los mr-tires de Palestina, es Richard Laqueur en su obra Eusebius alsHistoriker seiner Zeit (Arbeiten zur Kirchengeschichte, II),publicada por Walter de Gruyter (Berln-Leipzig), en 1929.

    INTRODUCCIN XXXVII

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    Laqueur tiene en cuenta los trabajos de Schwartz y de Law-lor-Oulton, sobre todo del primero, y de ellos parte para rea-lizar su investigacin. Las conclusiones a que llega me parecen

    las ms justas.Segn l, los libros VII, VIII y X presentan evidentes mues-tras de haber formado en diferentes momentos la conclusinde la Historia eclesistica, a diferencia de los restantes libros, quecarecen en absoluto de semejantes indicios. Concretamente,el libro IX nunca constituy el final de la obra.

    Por otra parte, Laqueur percibe en la exposicin del plan dela obra, arriba citado, dos actitudes y estados de nimo de Euse-

    bio muy diferentes. Dicho plan comprende dos partes, de lascuales la primera es incompatible con el hecho de la persecu-cin y de la victoria final del cristianismo, a que apunta preci-samente la segunda, que dice as: y adems los martirios denuestros propios tiempos y la proteccin benvola y propicia denuestro Salvador. La primera parte expone los temas desde unpunto de vista objetivo: lo que importa son los temas cuyos ep-grafes, vlidos para todas las pocas, irn apareciendo una y

    otra vez, alternando con ms o menos regularidad, a lo largo delos siete primeros libros. La segunda parte, en cambio, comien-za por salirse del mbito del ltimo epgrafe de la primera partelos martirios cristianos de cualquier tiempo y entra delleno en una perspectiva claramente cronolgica: de nuestrostiempos. El punto de vista es, pues, completamente distinto.

    De todo ello deduce Laqueur que esta segunda parte delplan de la obra es un suplemento o apndice aadido poste-

    riormente. Teniendo en cuenta adems el ingente materialque Eusebio tiene que manejar, para lo cual necesita muchotiempo, se aparta de Schwartz y propone su teora, segn lacual la obra comprenda inicialmente solo siete libros, sin lamenor referencia a la gran persecucin, los cuales sustancial-mente venan a ser nuestros actuales libros I-VII.

    Ahora bien, dada la estrecha relacin existente entre laHistoria eclesisticay la Crnica, anterior, es de suponer quedatan de fechas muy aproximadas. Por consiguiente, Laqueurconcluye que Eusebio public la primera edicin de su Histo-ria eclesisticaen siete libros muy poco tiempo despus de suprimera edicin de la Crnica, en todo caso antes ya de 303,ao en que estall la gran persecucin. El tener publicada ya

    XXXVIII INTRODUCCIN

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    su obra le permiti dedicar mayor atencin, en los aos quesiguieron, a los acontecimientos de que fue testigo ocular.

    Naturalmente, estos acontecimientos no podan dejarle

    indiferente, sobre todo contemplando con sus propios ojoshazaas no menos gloriosas en los propios contemporneosque las descritas por l en su obra, realizadas por los mrtiresde otros tiempos.

    Estos acontecimientos pusieron de nuevo la pluma en susmanos, y se dispuso a completar lo que ya tena publicado,describiendo la gran persecucin de su tiempo. Fiel a su mto-do de trabajo, apenas retoc lo ya terminado, y puso su des-

    cripcin de la persecucin como suplemento en forma de unnuevo libro, el VIII. No debi de comenzar a redactarlo hastala calma de 311, y tena que basarse casi exclusivamente en susexperiencias personales, por lo que su descripcin quedabamuy limitada. Apenas poda disponer de fuentes escritas, debi-do sobre todo a que Maximino, a cuya jurisdiccin pertenecaPalestina, no public en sus dominios el edicto de Galerio, ypronto renov en muchas zonas la persecucin. Los principa-

    les acontecimientos de esta persecucin de 311-313 los recogeen el Apndice, que aade al libro VIII. Por consiguiente, estasegunda edicin de la Historia eclesistica comprenda ocholibros, ms el Apndice.

    Con el ao 313, cado Maximino, llega definitivamente lapaz. Eusebio comienza entonces a recibir material de todaspartes y puede informarse detalladamente de lo ocurrido enlas dems Iglesias. Esto le condujo a una revisin y transfor-

    macin total de su historia de la persecucin. Sin embargo,como no quera dejar perderse el material acumulado por supropia experiencia, es decir, los martirios de que haba sidotestigo ocular y que haba expuesto por orden cronolgico enel libro VIII de su segunda edicin, los sac de aqu y, as des-gajados de la Historia eclesistica, fueron cuajando poco a pococomo obra independiente con el ttuloDe los mrtires de Pales-tina. Los sustituy por un resumen (eptome lo llama l; sehalla en VIII 1,4-11,10) en el que expone los martirios de losdiversos lugares siguiendo un orden topogrfico. Esta terceraedicin segua constando de ocho libros.

    Sin embargo, hacia el ao 317, por el mismo tiempo en quepronunciaba en Tiro su gran sermn de inauguracin de la

    INTRODUCCIN XXXIX

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    nueva iglesia de dicha ciudad, llegaron a manos de Eusebiotoda una serie de textos referentes a la historia poltica gene-ral, que l se apresur a aprovechar para sus propios fines.

    Eran unos textos procedentes de la curia imperial, hbilmen-te orientados para justificar la poltica de Constantino y deLicinio frente a los tiranos Maximino y Majencio. Parecidaintencin tenan otros documentos imperiales en que sepona de relieve, como contrapunto a la poltica de estos, loque haban hecho por el cristianismo los dos primeros, los dosemperadores amados de Dios. A travs de ese material,Eusebio vea asegurado el triunfo de la religin cristiana. La

    inauguracin de Tiro lo confirmaba. Este material aumentconsiderablemente el volumen del libro VIII, por lo que Euse-bio se decidi a reestructurarlo.

    No sabemos cundo lo hizo, pero fue, ciertamente, des-pus de 317. Con el material del libro VIII y una parte delmaterial que le haba llegado form dos libros, el VIII y el IX,dejando para un X libro el resto y el gran sermn de Tiro,

    junto con la trascripcin de algunos documentos y actas impe-

    riales. En esta cuarta edicin, pues, la obra alcanz los diezlibros que han llegado hasta nosotros.Pero no sera la edicin definitiva. En 313-324, Licinio, tras

    perseguir a los cristianos, se rebelaba contra Constantino. Estemarch contra l y lo venci. Dueo absoluto del ImperioConstantino, Eusebio tena que reflejar estos acontecimientosen su Historia eclesisticay explicarlos desde su punto de vista.No sabemos si lo hizo con recursos de su propia cosecha o

    sobre la base de textos facilitados por el mismo Constanti-no. La expresin ms caracterstica de esta situacin la halla-mos en el ltimo captulo del libro X. Pero no es el nico tes-timonio, sino que la nueva situacin le ha obligado a cambiarel tenor y la orientacin de otros pasajes, y no solamente delos ltimos libros. Como no sola destruir las partes cambia-das, sino que dejaba a las partes envejecidas coexistir con lasnuevas o remozadas, se puede seguir perfectamente la pista aldetalle, y Laqueur la sigue escrupulosamente, poniendo derelieve el modo tpico de trabajar que tena Eusebio. As sepuede ver que Eusebio cambi en esta ltima edicin todo loque de las anteriores poda favorecer a Licinio, pero no lo eli-min por completo. Y si suprimi algn documento, quedaba

    XL INTRODUCCIN

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    en ejemplares de la edicin anterior, de manera que prctica-mente nos han llegado todos.

    Esta ltima revisin de su Historia eclesisticadebi de lle-

    varla a cabo despus de 324, ciertamente antes de 326, cuan-do Crispo fue ejecutado por orden de su padre Constantino:en HE X 9,6 Crispo es todava emperador amadsimo de Dios

    y semejante en todo a su padre.

    c) Desarrollo del plan y cronologa

    El plan comprende, por consiguiente, dos partes, que de-bemos distinguir cuidadosamente: la que se halla en los sieteprimeros libros y la que se contiene en los tres ltimos.

    El material de historia eclesistica reunido en los siete pri-meros libros, resumido en los epgrafes del plan original conque se inicia la obra, se distribuye muy desigualmente, perono sin cierto mtodo, al que se atiene Eusebio.

    Como se desprende del prlogo del libro II, Eusebio con-sidera al primero como introduccin y queda, por tanto, fueradel plan expuesto. Sin embargo, de hecho, ya desde I 5 mani-pula material histrico, por lo que la historia queda funda-mentalmente limitada al material comprendido entre I 5 y VII31,32.

    Eusebio divide este material en grandes perodos que, mso menos, vienen a coincidir con cada uno de los siete libros yque abarcan hasta la persecucin de Diocleciano. La conclu-sin de cada perodo coincide en lneas generales con la con-clusin de cada libro. Mas, para un analista bien avezado comoera Eusebio, acostumbrado en la Crnicaa seguir los aconteci-mientos ao por ao, esta divisin deba de resultarle bastanteincompleta, ya que en cada perodo tena que tratar, como sehaba propuesto, todos los temas enumerados en I 1,1-2.

    Para facilitarse, pues, la tarea, Eusebio busca una divisinms manejable, dentro de la anterior, y la encuentra en losaos de imperio de cada emperador (o de dos, o de tres, peroeso solo en casos contados: dos en VI 21,1 y VII 28,4; tres en VII30,22). Como a veces puede disponer de otra unidad de tiem-po: la duracin del episcopado de un obispo eminente, tam-

    INTRODUCCIN XLI

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    bin la utiliza, sobre todo cuando trata el principal de los temasde su plan, el de las sucesiones (I 1,1; VII 32,32). Colocadasbajo los reinados a que pertenecen, estas subdivisiones, seala-

    das casi siempre con la fecha de acceso al cargo, son muy ti-les para la comprensin del conjunto, aunque a primera vistamuchas veces parecen cortar el hilo de la narracin.

    Bajo estos esquemas cronolgicos, que hunden sus racesen la filologa alejandrina, va Eusebio desarrollando todos lostemas que se ha propuesto y los que, de paso, va incorporan-do porque los cree de inters, aunque no se hallen en la enu-meracin inicial.

    En conjunto, Eusebio se atiene a su plan. A veces, sinembargo, se descuida, o parece descuidarse, y lo abandona.Unas veces tal abandono se explica por la misma fuente queutiliza, que no da ms de s y deriva hacia otro tema que puedetener su inters, al parecer de Eusebio, como ocurre con nopocos pasajes de Dionisio de Alejandra citados en el libro VII.Pero otras veces responde a una decisin deliberada, comosucede siempre que se trata de los libros cannicos. No se lo

    ha propuesto como tema, porque, para l, la Biblia cae, por sucarcter, fuera de la investigacin histrica y literaria; perocomprende que no puede dejar de tratar de esos libros paraesclarecer el problema de la autenticidad de algunos, lo quehace basndose sobre todo en el uso que de los mismos hanhecho los autores cristianos catlicos, es decir, ortodoxos, y lesdedica tanta atencin que, por su importancia, se conviertenen el segundo tema de la Historia eclesistica.

    El primero es sin duda ninguna el de la sucesin apostli-ca, tanto que en lneas generales se puede asignar a cada unode los siete libros, como hizo el padre Salaverri, la exposicinde las etapas de esta sucesin. En torno a l se desarrollan conms o menos regularidad las etapas de los dems temas enu-merados en I 1,1-2. La base son las sucesiones de las principa-les Iglesias: Roma, Alejandra, Antioqua y Jerusaln, de cuyaslistas de obispos poda disponer Eusebio. Con ellas podadejar bien probada la tradicin ininterrumpida que va desdeel Salvador hasta los obispos de su propia generacin.

    El contenido de los tres ltimos libros sigue, en cambio, supropio desarrollo. Eusebio establece claramente la diferenciade tema: Despus de haber descrito en siete libros enteros la

    XLII INTRODUCCIN

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    sucesin de los apstoles, creemos que es uno de nuestros msnecesarios deberes transmitir, en este octavo libro, para cono-cimiento tambin de los que vendrn despus de nosotros, los

    acontecimientos de nuestro propio tiempo, pues merecenuna exposicin escrita bien pensada (HE VIII, prl.). Loslibros IX y X son, como vimos, resultado de la reelaboracin yampliacin del libro VIII primitivo. Se rigen, pues, por el prin-cipio o principios rectores de este.

    Sin embargo, lo difcil es determinar cul o cules son esosprincipios. Los acontecimientos que se relatan parecen amon-tonarse uno tras otro sin gran orden ni aparente relacin de

    unos captulos con otros. El ltimo captulo termina con eledicto de tolerancia de 311, pero no sigue en los dems unorden cronolgico. Comienza exponiendo los inicios de lapersecucin, la conducta de los cristianos ante ella y el desa-rrollo de la misma en Nicomedia. Sigue una exposicin de lamisma en varios lugares del imperio y termina con una some-ra informacin poltica, seguida del edicto de Galerio.

    Este orden local que parece seguir no resulta muy satisfac-

    torio sobre todo por sus lagunas y por su confusin cronol-gica, pues por ejemplo, describe acontecimientos que supo-nen la existencia del cuarto edicto de persecucin y, sinembargo, no hace de l la menor referencia. Quizs se deba alhecho de haber desgajado de este libro los relatos de los mr-tires de Palestina, en donde se hallan las referencias cronol-gicas. Sin duda sigue otro orden.

    R. E. Sommerville ofrece una sugerencia que bien podra

    dar la clave que de alguna manera explicase la distribucin dela materia de este libro que, sin embargo, responde a un solotema: la persecucin de Diocleciano. Eusebio, despus de ex-poner el porqu de la persecucin, al final del captulo I citalos versculos 40-46 del salmo 88, y comienza el captulo II conesta afirmacin: Todo esto se ha cumplido efectivamente ennuestros das. Es decir, para Sommerville se cumple en lo quese narra en los doce captulos que siguen. Ese fragmento delsalmo 88 sera el verdadero principio ordenador del libro VIII.El paralelo entre las lamentaciones del salmo y los aconteci-mientos narrados sera el siguiente: v.4o = c.1,7-8 y 2,15; v.41 =c.3; v.42-43 = c.4; v.44 = c.5-6,1-5; v.45 = c.6-13, seguidos de lapalinodia de Galerio.

    INTRODUCCIN XLIII

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    Para tener una visin de conjunto de toda la obra, veamosen esquema de qu forma ha distribuido Eusebio todo elmaterial acumulado en los diez libros:

    LIBRO PRIMERO

    Prlogo1,1-2: Plan de la obra.

    3-8: Dificultades de la empresa.Introduccin.

    2,1-5: Preliminares.6-13: Las teofanas.14-16: Preexistencia del Verbo.17-22: Razn de no manifestarse antes a todos.23-27: La encarnacin.

    3,1-5: Los nombres Jess y Cristo en Moiss.6-7: El nombre Cristo en los profetas.8-20: Relacin de los sumos sacerdotes, reyes y profetas con Cristo.

    4: Antigedad del cristianismo.

    Imperio de Augusto(44 a.C.-14 d.C.)

    5: Fecha del nacimiento de Cristo.6: Cumplimiento de Gn 49,10.7: Las genealogas de Cristo.8,1-2: Los magos de Oriente.

    3-16: Juicio de Dios sobre Herodes.9,1: Arquelao.

    Imperio de Tiberio(14-37)9,2-4: Pilato y las falsas Acta Pilati.

    10,1-6: La predicacin de Cristo.7: Vocacin de los Doce y de los setenta discpulos.

    11,1-6: Juan Bautista.7-9: testimonio de Flavio Josefo sobre Jess.

    12: Los apstoles y los setenta discpulos.13: Tadeo y Abgaro.

    LIBRO SEGUNDO

    Prlogo1: Comienzos de la Iglesia.2: Informe de Pilato a Tiberio.

    XLIV INTRODUCCIN

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    3: Expansin de la Iglesia.4,1: Herodes Agripa I, rey de los judos.

    2-3: Filn de Alejandra.

    5-6: Desventuras de los judos.7: Final de Pilato

    Imperio de Claudio(41-54)

    8: Hambre bajo Claudio.9: Persecucin de la Iglesia.

    10: Final de Herodes Agripa I.11: Teudas.12: Elena, reina de Adiabene.

    13-14: Simn Mago.15: Origen del evangelio de Marcos.16: Marcos, fundador de la iglesia de Alejandra.17: Filn y los antiguos cristianos de Alejandra.18,1-8: Obras de Filn.

    9: Aquila y Priscila.19: Desventuras de los judos.

    Imperio de Nern(54-68)

    20: Sectas y facciones judas.21: El falso profeta egipcio.22: ltimos aos de Pablo.23: Martirio de Santiago el Justo.24: El primer obispo de Alejandra.25,1-4: Persecucin contra los cristianos.

    5-8: Martirio de Pablo y Pedro.26: Comienzo de la guerra juda.

    LIBRO TERCERO

    1: Trabajos apostlicos.2: El primer obispo de Roma.3: Escritos de Pedro y de Pablo.4,1-2: La predicacin de Pablo y de Pedro.

    3-11: Seguidores de Pablo.

    Imperio de Vespasiano(69-79)

    5,2-3: Dispersin de los apstoles y de los cristianos de Jerusaln.4-7: La guerra juda.

    6-8: La guerra juda.9-10: Flavio Josefo y sus escritos.

    INTRODUCCIN XLV

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    11: Sucesin de los obispos de Jerusaln.12: Vespasiano persigue a los judos.

    Imperio de Tito(79-81)13-15: Sucesin de obispos en Alejandra y Roma.16: Carta de Clemente de Roma.17-20,1-7: Persecucin de Domiciano.

    Imperio de Nerva(96-98)

    20,8-9: Imperio de Nerva. El apstol Juan vuelve del destierro.

    Imperio de Trajano(98-117)

    21: Imperio de Trajano.22: Sucesin de obispos en Antioqua y Jerusaln.23-24,1: ltimos das del apstol Juan.24,1-18: Escritos de Juan y orden de los evangelios.25: Los libros del Nuevo Testamento.26: Menandro.27: Los ebionitas.

    28: Cerinto.29: Nicols y los nicolatas.30: Apstoles casados.31,1-5: Muerte de Juan y de Felipe.

    6: Resumen de los captulos precedentes.32.: Persecucin en Jerusaln.33: Persecucin en otros lugares.34-35: Sucesin de obispos en Roma y Jerusaln.36: Ignacio y Policarpo.37-38: Cuadrato y Clemente de Roma.39: Papas.

    LIBRO CUARTO

    1: Sucesin de obispos en Alejandra y Roma.2: Rebelin juda.

    Imperio de Adriano(117-138)

    3: Cuadrato y Arstides.4-5: Sucesin de obispos en Roma, Alejandra y Jerusaln.6: Destruccin de Jerusaln y fundacin de Elia Capitolina.7,1-2: Herejas.

    3-8: Saturnino.

    XLVI INTRODUCCIN

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    9: Carpcrates.10-14: Calumnias contra los cristianos.15: Defensores de la fe.

    8,1-2: Hegesipo.3-5: Justino Mrtir.6-8: Rescripto a Minucio Fundano.

    9: Texto del rescripto.

    Imperio de Antonino Po(138-161)

    10: Sucesin de obispos en Roma.11,1-5: Valentn y Cerdn.

    6-7: Sucesin de obispos en Alejandra y Roma.8-10: Justino Mrtir