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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 75 (2016), 313-335 - ISSN: 0034 - 8147 ESTUDIOS El “evangelio” de Pablo: Testimonio de la misericordia divina FRANCISCO BRÄNDLE RESUMEN: En la carta a los Romanos, Pablo desarrolla su visión más acen- drada de la condición del hombre frente a Dios. Esta visión ha surgido de su conocimiento de quien le amó y se entregó por él, que es Mesías, e Hijo de Dios: Jesús de Nazaret al que ha conocido ya según el Espíritu. Sólo así se puede llegar a una antropología que tiene su principio en un Dios Padre de las misericordias, donde misericordia traduce el dinamismo del ser de Dios frente al hombre como criatura nacida de su amor. PALABRAS CLAVE: Misericordia, justicia, antropología. Predestinación The Gospel According to Paul: Witness to Divine Mercy SUMMARY: In the Letter to the Romans, Paul develops his most refined vi- sion of the condition of the human person before God. This visión arises from his knowledge of the One who has loved and given Himself up for him and who is the Messiah, the Son of God: Jesus of Nazareth, whom Paul has now come to know according to the Spirit. Only in this way is it possible to arrive at an anthropology which has its origin in God the Father of Mercy---a mercy which communicates the dynamism of the being of God before the human per- son who is a creature born of God’s love. KEY WORDS: Mercy, justice, anthropology, predestination.

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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 75 (2016), 313-335 - ISSN: 0034 - 8147

ESTUDIOS

El “evangelio” de Pablo: Testimonio de la misericordia divina

FRANCISCO BRÄNDLE

RESUMEN: En la carta a los Romanos, Pablo desarrolla su visión más acen-drada de la condición del hombre frente a Dios. Esta visión ha surgido de su conocimiento de quien le amó y se entregó por él, que es Mesías, e Hijo de Dios: Jesús de Nazaret al que ha conocido ya según el Espíritu. Sólo así se puede llegar a una antropología que tiene su principio en un Dios Padre de las misericordias, donde misericordia traduce el dinamismo del ser de Dios frente al hombre como criatura nacida de su amor.

PALABRAS CLAVE: Misericordia, justicia, antropología. Predestinación

The Gospel According to Paul: Witness to Divine Mercy

SUMMARY: In the Letter to the Romans, Paul develops his most refined vi-

sion of the condition of the human person before God. This visión arises from his knowledge of the One who has loved and given Himself up for him and who is the Messiah, the Son of God: Jesus of Nazareth, whom Paul has now come to know according to the Spirit. Only in this way is it possible to arrive at an anthropology which has its origin in God the Father of Mercy---a mercy which communicates the dynamism of the being of God before the human per-son who is a creature born of God’s love.

KEY WORDS: Mercy, justice, anthropology, predestination.

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“Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado” (MV, 2).

Esta afirmación de la Bula “Misericordiae vultus”, queremos que sea el pórtico de cuanto hemos de decir acerca de la visión paulina del rostro misericordioso de Dios revelado en el Cristo que Pablo tra-ta de presentar a los fieles de la comunidad de Roma en aquella carta tan cuidadosamente elaborada por el apóstol.

¿Qué puede compartir Pablo con los fieles de Roma? No conoce a la comunidad, no la ha fundado. Es fácil que los capítulos finales (12-15) los escribiera después de haber escuchado a Priscila y Áquila lle-gados de Roma a Corinto, que aluden ya a temas concretos1. Lo que verdaderamente le une es la experiencia de vida creyente que todos tienen por haber conocido el evangelio: El poder de Dios para la sal-vación de todos los creyentes (cfr. Rom 1, 16).

El evangelio de Pablo, como muy bien se puede llamar a los ocho primeros capítulos de esta carta, encierran esa visión de la humanidad que refleja perfectamente lo que está llamado a ser el hombre desde la mirada misericordiosa de Dios. La vida del hombre encuentra dos ámbitos en los que puede vivirse, el del “pecado” que lleva a la “muerte”, el de la “justicia” que lleva a la “vida”. Ponerlo de relieve y expresar la forma concreta en la que la vida en gracia se desarrolla es el contenido de su testimonio, que se proyecta en la esperanza de vi-vir desde el amor de Dios, abandonada la vieja existencia en el peca-do. El amor de Dios que es la más clara forma de entender una reali-dad como la misericordia que se ha ligado tan directamente al perdón de los pecados, y no tanto a la liberación de la situación de pecado.

La experiencia paulina, acerca de la misericordia de Dios, alcanza su culmen cuando piensa en el pueblo elegido. ¿Cómo es posible que haya podido rechazar la salvación que Dios le ha preparado? No tiene que ir muy lejos, si contempla su propia vida, puede comprender co-mo también él mismo la rechazó en su momento.

1 Cfr. J. MURPHY-O´CONNOR, Pablo, su historia, Madrid, San Pablo,

2008, p. 327.

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A lo largo de estas páginas que siguen trataremos de abordar des-de esta esperanza el contenido de la verdad de Dios, que es miseri-cordia, tal y como se puede comprender en el testimonio de Pablo.

La visión paulina, tan arraigada en su propia experiencia nos lleva a tratar de presentar lo que decimos desde esta clave. Trataremos de buscar el contenido de su testimonio en el contexto en el que lo está ofreciendo, al tiempo que busca el ser comprendido y arropado por el testimonio de quienes reciben su carta. Los creyentes de Roma, eran sin duda una comunidad formada por judíos y gentiles, pero no hay ya en ella testimonio de una dura oposición, entre ambas posturas, si-no un camino de comprensión que Pablo trata de fomentar. No obs-tante, quiere dejar claro desde su presentación doctrinal la barrera que unos y otros han debido de superar para alcanzar la justificación en la fe que salva a unos y otros. Desarrollamos primero la realidad del pe-cado, desde la doble visión en la que lo ofrece Pablo, desde el mundo gentil y desde el mundo judío. No nos detenemos en comentar si la iglesia de Roma era una iglesia procedente del judaísmo o formada más por gentiles que habían pasado por el judaísmo. Nos atenemos a que Pablo se acerca a las dos visiones: la gentil y la judía, lo que hace suponer que sin haber estado en Roma ha sabido por testigos venidos de ella lo que le interesa para presentar su evangelio2.

Se trata de descubrir el edificio espiritual desde el que Pablo con-templa la realidad que envuelve a los fieles -vengan del judaísmo unos, o de la gentilidad otros- de Roma, para poder con ellos venir a vivir la plenitud de la vida que han descubierto y ser así evangeliza-dores, portadores de esa vida que es verdad y justicia para todos los hombres.

Hablamos de edificio espiritual porque trataremos de mostrar que no estamos ante una estructura teológica ligada a una revelación inte-lectual, sino ante aquella experiencia sapiencial que se descubre en el camino de la vida de quien busca la verdad, a través de un mundo fa-laz, que se encarna en el mundo gentil, o en el judío, pero que en su seno se descubre siempre ese resquicio de búsqueda, que permite la

2 El comentario de R. PENNA, Carta a los Romanos. Introducción, ver-sión y comentario. Estella (Navarra), Verbo Divino, 2013, nos ofrece una buena presentación a lo que aludimos, con abundantes referencias a docu-mentos clásicos como a comentadores modernos en las pp. 24-42.

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entrada al evangelizador. Pablo no se constituye en juez, sino en evangelizador para acercar así a los hombres al encuentro del Señor. Tres son los textos que nos servirán de fondo para desarrollar lo afir-mado:

“conociendo a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que entontecieron en sus razonamientos, viniendo a obscu-recerse su insensato corazón” (Rom 1, 21).

“Tú, en suma, que enseñas a otros, ¿Cómo no te enseñas a ti mismo? Tú, que predicas que no se debe robar, ¿robas? Tú que dices que no se debe adulterar, ¿adulteras? Tú, que abominas de los ídolos ¿Te apropias los despojos de los templos? Tu, que te glorías de la Ley, ¿deshonras a Dios traspasando la Ley? Pues escrito está “Por causa vuestra es blasfemando entre los gentiles el nombre de Dios” (Rom 2, 21-24).

“Mas ahora, sin la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios, atestiguada por la Ley y los Profetas; la justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que creen sin distinción “ (Rom 3, 21-22).

1. CUANDO LA EXPERIENCIA DE DIOS SE ENCIERRA EN LO SENSIBLE ROM 1, 21

La sociedad romana, al igual que otros lugares del imperio, está fundamentalmente abierta a una visión religiosa del hombre. Su vida, de un modo u otro, viene condicionada por la visión del mundo divi-no que se tenga. La visión que Pablo nos ofrece en Rom 1, 18-3, 20 nos acerca a aquella visión que pueden tener delante los cristianos de Roma, bien sea del mundo gentil, o del mundo judío.

¿Qué juicio le merece a Pablo, apóstol de Jesús el Señor, esta vi-sión religiosa del mundo gentil? Es fácil presentar su juicio desde unas categorías intelectuales que marcarían una respuesta moral, son culpables pues habiendo podido conocer a Dios (Rom 1, 21), obran en contra de esta verdad. Sin embargo, Pablo, se coloca en el plano de la vivencia, de la experiencia religiosa, que no hay que confundir -insistimos- con la visión moral con la que muchas veces son enjuicia-dos estos textos. Nos queremos acercar a Pablo desde lo que pudo ser

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su propia experiencia y la urgencia por la que se ve llamado como “apóstol” de Jesucristo a presentar su “evangelio”3.

Está claro que, como afirma Barth en su comentario, la vida del hombre adquiere sentido en este mundo sólo mediante la relación con el Dios verdadero4. Para Barth, sin embargo, “no existe más relación con el Dios verdadero que aquella que se produce por el camino de Job.. Si esa fractura no tiene lugar, entonces el razonamiento es hue-co, formal, puramente crítico, estéril, incapaz de dominar la plétora de los fenómenos, de comprender lo individual en el contexto de la totalidad. El razonamiento inquebrantable se entrega a su verdadera relación con las cosas. En cambio, el corazón inquebrantable, la sen-sación de las cosas no despertada por una inteligencia última, se sus-trae al dominio del razonamiento: entregado de forma oscura, ciega y acrítica a la causalidad, representa una entidad en sí. Insensible, inte-ligente sin visión, y, por tanto, vacío es el razonamiento; irreflexivo, viendo sin inteligencia, y, por tanto, ciego es el corazón. Extraña al mundo es el alma, y carente de alma está el mundo si ambos no se encuentra en el reconocimiento del Dios desconocido, si el hombre esquiva al Dios verdadero, a quien debería hacer entrega de sí mismo y del mundo, para reencontrar ambas cosas…”5.

Si Barth nos habla de una visión marcada por su talante dialéctico, frente al Dios verdadero, el hombre no tiene más salida que cogerlo en su radical impotencia, -con lo que abre camino a una considera-ción existencial de la experiencia paulina-, la mayoría de los autores se inclinan por una consideración moral, donde se enjuicia al hombre frente a Dios acogiendo o rechazando su presencia, que siempre cabe en la capacidad de un hombre que no vive desde esa radicalidad bart-

3 No es fácil justificar esta postura. La presentación de estos textos, desde

la misma era de los Padres está hecha con ese carácter sapiencial, que marcó también al mundo judío cuando se enfrentaba al mundo gentil, y ha marcado la tradición de la iglesia (cfr. BRAY, G., Romanos, en La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia y otros autores de la época patrística, t. 6. Ma-drid, Ciudad Nueva, 2000, 79-172.

4 BARTH, K., Carta a los Romanos. , Madrid, Biblioteca de Autores Cris-tianos, 2002, p. 96.

5 K. BARTH, íd., p. 96.

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hiana, donde el hombre es incapaz de Dios. Así se explicaría la ira divina6.

No podemos olvidar que Pablo habla a la iglesia de Roma para confirmarles en su experiencia religiosa, que se abre a la verdadera revelación de Dios. Su enseñanza se mueve en este campo de la expe-riencia religiosa y no de los razonamientos morales y teológicos. Si es verdad que la manera de vivir la realidad divina tendrá sus conse-cuencias morales, por lo mismo será una señal la conducta errada y deshumanizadora del mundo gentil, y que Pablo no dejará de recordar en la parte final de su carta. Lo importante en este pasaje de la carta es que el acercamiento a Dios, desde la perspectiva religiosa gentil, nos lleva a ese juicio de Rom 1, 21, que queremos comentar desde es-ta perspectiva:

“por cuanto conociendo a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se entontecieron en sus razonamientos, viniendo a oscurecerse su insensato corazón”.

Si partimos de una consideración de conocimiento racional, me-tafísico, tendríamos que reconocer con Penna que conocen lo que de Dios es cognoscible, para luego venir a destacar, comentando así lo que San Pablo expresa, la enorme distancia que se da entre la dimen-sión teórico-noética y los resultados concretos, vitales7.

Sin embargo, Pablo está en otro plano, su propia experiencia reli-giosa, haber sido alcanzado por Cristo Jesús (Fil 3, 9), haber sido lle-

6 No nos detenemos en presentar los muchos comentarios, nos remitimos

a algunos de los más conocidos y autorizados: ZEDDA, Silverio, Para leer a San Pablo, Salamanca, Sígueme, 1965, p. 307. PENNA, Romano, Carta a los Romanos. Introducción, versión y comentario. Estella (Navarra), Verbo Di-vino, 2013 (edición original italiana, 2008), pp.180-183. BARBAGLIO, Giu-seppe, La teología de San Pablo, Salamanca, Secretariado Trinitario, 2006 (2.ed. italiana, 2001), pp.332-333. Este autor se inclina a descubrir más su vertiente teológica, no reparando tanto en la conducta antropológica, y con ello explicar que la ira de Dios no es un sentimiento negativo en Dios, sino un signo destructivo de los malvados. La dificultad está en cómo conjugar el Dios de nuestro Señor Jesucristo, único Dios verdadero, con este signo de su presencia entre los hombres, si nada puede destruir la presencia de Cristo en el mundo que sería la meta del verdadero conocimiento de Dios (Rom 8, 35).

7 Cfr. R. PENNA, o.cit., p.180.

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vado a conocer la verdadera revelación de Dios (Gal 1, 11-16), le hace descubrir la limitación en la que viven los gentiles. Éstos al ex-presar y manifestar su experiencia religiosa parten de un acercamien-to a Dios, que se traduce en algo tan contrario a la verdad de Dios como es el descubrir en el mundo de lo divino la “ira”8. No se mueve en el campo de la teodicea, o de la teología, se mueve en el campo de la experiencia religiosa, que falsamente vivida percibe también expe-riencias negativas de Dios. Pablo, que vendrá a reconocer en el marco de estos mismos capítulos la posibilidad de abrirse al Dios de nuestro Señor Jesucristo desde una vida gentil buscadora de la verdad, que les lleva al camino de la revelación auténtica, que pasa por una Ley es-crita en el corazón, y desde ahí vivida (Rom 2, 13-16). Lo contrario de lo que les pasará a muchos que viviendo la fe judía, preciados de sí, se cierran a la verdadera experiencia de Dios, que ha de esperar porque así lo muestra la fidelidad de su Dios (Rom 3, 1-3), que les llevará a la plenitud de la salvación.

Es cierto que detrás de Pablo podemos ver una tradición judía sa-piencial para juzgar al gentil9, pero el apóstol está más allá de ese jui-cio de condena, está en la necesidad de evangelizar paganos y judíos, y en este caso a los paganos, pues la justicia de Dios también a ellos les alcanza por Jesús.

La retórica paulina, nos lleva a pensar que su argumentación no trata de convencer a su interlocutor, -en nuestro caso los fieles de la comunidad de Roma- de lo que es un hecho claro: la vida religiosa de los gentiles, sino de qué vivencias en orden a su salvación conlleva. Es aquí donde Pablo, con un claro dominio de la retórica10, trata de presentarles la situación “de injusticia”, que es “no-salvación”, en la que viven.

8 Creemos entender a Pablo, cuando le aplicamos ese lenguaje traslaticio,

Está expresando lo que les sucede a los gentiles.. Es lo que viven éstos desde su falsa concepción de Dios (impiedad), y su visión marcada por dioses que condenan y se vengan (aprisionan la verdad con la injusticia (Rom 1, 18).

9 En esta línea se mueven la mayoría de los comentarios a este capítulo. 10 Sobre la retórica en Pablo, hay buenos estudios, entre ellos recordamos

el de: J.-N., ALETTI, SJ., La présense d´un modèle rhétorique en Romains: Son rôle et son importance, En Biblica (1990), pp. 1-24.

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Está claro que como bien señala Penna11, frente a la justicia de Dios, alcanzada por la fe (Rom 1, 16-17: argumento de todo su escri-to), la carta presenta ahora la antítesis, la expresión de lo que sería la experiencia de lo que no puede ser la justicia de Dios. Tanto desde el mundo gentil, como desde el mundo judío (Rom 1, 18-3, 20). En un primer momento, (v. 18) al hablar del mundo gentil, lo que se pone de relieve es la “justicia del hombre”, es decir la expresión de lo que el hombre, en su ignorancia, ahora ya inexcusable, viene a vivir: una verdad aprisionada en la “injusticia” (el pecado, otra clave paulina para entender al hombre sin la justicia que viene de Dios), que es el resultado de estar bajo la “ira” de Dios, tal y como la pueden percibir los gentiles.

Si admitimos que Pablo utiliza un lenguaje retórico, les está expo-niendo a los fieles de Roma lo que él entiende que es la experiencia errónea de aquellos gentiles con los que conviven y han de evangeli-zar. Se trata de una visión, la de los gentiles, que nada tiene que ver con el evangelio, que pondrá más de relieve lo que es la justicia ema-nada de la fe que viven los fieles de Roma, es la visión de la humani-dad envuelta en la injusticia, que experimenta la ira de Dios.

No es fácil pensar que Pablo, que ha conocido al Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo, pueda argumentar desde aquí que Dios ma-nifiesta su ira. El versículo cobra todo su sentido si se descubre desde la mentalidad del gentil sumergida en una religiosidad como la que impera en Roma, donde sean los dioses que sean hay que aplacar su ira, y venir a experimentar sus pasiones y gozos12.

El desarrollo hecho por Pablo viene a poner de relieve lo más des-tacable externamente de su conducta. Son “inexcusables”. El vocablo

11 Después de haber comentado Rom 1, 16-17 donde pone Pablo como principio la justicia de Dios que se ha revelado en la fe, el título de la sección siguiente es la antítesis: La justicia de Dios fuera de la óptica evangélica, o.cit., p. 163. Este mismo autor hace una buena consideración en su comenta-rio para explicar lo que se entendería por la ira de Dios, superando algunas dificultades que vendrían ligadas a la misma tradición exegética desde los Padres. A ella nos remitimos como una de las mejores expresiones dentro de la exégesis actual, que no nos detenemos en presentar en este trabajo.

12 Un buen testimonio para documentar lo dicho puede encontrarse en los primeros libros de la “ciudad de Dios” de San Agustín.

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utilizado por Pablo en Rom 1, 20, no es fácil de interpretar. Por una parte sólo aquí aparece en la Sagrada Escritura. No lo utilizan los LXX. Pablo lo hace aquí y en Rom 2, 1, un contexto muy parecido. Si admitimos que no quiere hacer un juicio condenatorio, su contenido apunta más que a su imposible disculpa, a su negligencia. La religio-sidad que viven no les permite descubrir el camino de la búsqueda que les llevaría a abrirse a una visión más esperanzadora de la verdad de Dios.

El camino de su experiencia pasa por unas consideraciones erró-neas y por unas conductas reprobables. Trocaron la verdad de Dios por la mentira y adoraron y sirvieron a la criatura (Rom 1, 25). El re-sultado es que vinieron a caer en conductas marcadas por sus pasio-nes vergonzosas.

A nadie se le escapa que Pablo tiene delante las distintas fiestas celebradas en los muchos santuarios con los que contaba Roma13. En-tre las distintas realidades que allí acontecen le interesa destacar lo más visible. La conducta sexual tan degradada. Era un hecho que así sucedía, la experiencia religiosa de quienes se acercaban a estos san-tuarios pasa por estas conductas, que Pablo constata, y que además desembocan en una serie de vicios que reflejan claramente que no han sido salvados: malicia, avaricia, maldad, envidia, dados al homi-cidio, a contiendas, a engaños, chismosos, calumniadores (Rom 1, 29-32).

En Romanos, Pablo busca descubrir a sus lectores la necesidad que tiene la sociedad en la que viven de una verdadera evangeliza-ción. Está para él claro que el mundo de los gentiles, con una religio-sidad marcada por los sentidos nunca puede descubrir la verdad de Dios. Queda bien reflejado en esos versículos del primer capítulo que han de ser leídos e interpretados en esta clave de experiencia para lle-gar a su contenido más hondo, es en el que Pablo se mueve.

13 Basta con recordar lo que Agustín recuerda en el libro II de la “Ciudad

de Dios”, para hacerse una idea de lo que sucedía en las distintas fiestas de los dioses paganos en todo lo referente a la conducta sexual en el marco de las fiestas religiosas en torno a determinados santuarios y que Pablo ha queri-do destacar como lo más llamativo.

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2. CUANDO LA EXPERIENCIA DE DIOS SE QUIERE ENCERRAR EN EL LE-GALISMO

Otro mundo muy distinto envuelve también a los fieles de Roma, que sin duda tendría entre sus miembros algunos procedentes del ju-daísmo. Una serie de reflejos de lo que Pablo piensa de ellos viene recogido en estos versículos siguientes: Rom 2, 1- 3, 20.

Barth reconoce que es algo chocante, llamativo que este grupo vi-va cara a Dios, cuando en realidad lo ocultan. Y resume su postura recalcando: “Dios no vive del derecho que nosotros le otorgamos; él es Dios por derecho propio. Dios no es un fundamento cualquiera, no es una respuesta que al final nosotros mismos seríamos capaces de dar. De ahí su actuación imprevisible, carente de fundamente huma-no, su juzgar según su propio derecho. Existe un derecho a ser salva-dos de la ira de Dios. Se da solo cuando Dios mismo mata toda pre-tensión, cuando se reconoce el NO de Dios como definitivo, la ira de Dios como inevitable, cuando se reconoce a Dios como Dios; se da allí donde comienza la historia entre Dios y hombre, de la que no hay que narrar historia alguna porque ella, simplemente acaece, acontece eternamente, existe ese derecho allí donde el hombre se atreve a lan-zarse al vacío y a amar al Dios insondable. De eso se trata en Jesu-cristo”14.

No podemos dejar de reconocer que Pablo busca dar a conocer a los fieles de Roma la imposibilidad de alcanzar por el camino de la Ley, tal y como la viven los judíos, la verdadera salvación, pero no lo hace desde una concepción de Dios que puede desgajar de su expe-riencia ligada a Jesús. No es un juicio de conducta moral el que busca poner de manifiesto. Lo que quiere probar es lo imposible de un en-cuentro con Dios allí donde siguen presentes los grandes obstáculos que ya pusieron de relieve los profetas, una religión que es al fin ido-latría, y falso trato con Dios.

La visión de Dios que proyecta en sus asertos nace de la retórica utilizada. Él se coloca ahora en el lugar del creyente judío. Es el Dios de la esperanza, que se revelará plenamente en Jesús, pero que el fiel judío no convertido no puede aún contemplar. Va desgranado diver-

14 K. BARTH, o. cit., p. 124.

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sos puntos de vista, todos en orden a mostrar la necesidad de una evangelización que ha de alcanzar también al judío.

¿Qué piensa un judío? Juzgar a quienes desde su Ley son conde-nados por su conducta. No encuentra para ellos camino alguno de salvación, porque el Dios de la Ley no puede acercarse a ellos. En ese camino su visión de Dios le lleva a ser duro de corazón y no descubrir al Dios que en la Ley se revela, en el que no hay acepción de perso-nas (Rom 2, 1-11). Porque está claro que según la tradición judía la retribución responde a las obras (v.6). Parece claro que este versículo responde a esa visión judía, que Pablo retóricamente retoma. Son los presupuestos ideológicos que conocen los fieles de Roma y que con-templa en sus vecinos judíos. Está claro que Pablo no está haciendo un discurso cristiano, sino proyectando una visión típicamente jud-ía15.

En esta primera toma de contacto con el mundo judío que está en el entorno de la comunidad de Roma, Pablo insiste en algo que parece responder a la mentalidad del mundo judío: pese a su conciencia de ser elegidos, no podían dejar de reconocer que en Dios no hay acep-ción de personas (Rom, 2, 11). Barth juzga que ello lleva consigo el que de nada sirve la búsqueda de seguridades ante Dios como pudie-ran pretender los fariseos16, no obstante, su visión viene condicionada por su teología. Pablo está enjuiciando el pensamiento judío desde su visión de Dios, que responde a la que se revela en Jesús, aquella en la que desemboca la esperanza judía, que cuenta ya con este aserto en su tradición, y se ofrece como camino para venir a su plena revelación en el Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo. La exhortación respon-de a la visión que desde la mentalidad judía refleja el actuar de Dios. Es la visión de un profeta antes de haberse manifestado el sentido último del querer de Dios en Cristo. Le interesa a Pablo poner de re-lieve una visión más positiva del hombre, puede obrar el bien, que Dios recompensa (Rom 2, 10).

Pablo busca ante todo abrir la perspectiva de la visión judía a la esperanza, que ha de nacer de una visión renovada de la fe judía, tal y como en su momento promovieron los profetas. Si como buen judío,

15 Cfr. R. PENNA, o. cit., p 215 con abundante bibliografía sobre el tema. 16 K. BARTH, o. cit., p. 112.

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le diría en su lenguaje retórico, descansas en la Ley, te glorías en Dios, conoces su voluntad, sabes estimar lo mejor, y presumes ser gu-ía de ciegos, luz de los que viven en tinieblas, preceptor de rudos, maestro de niños, que tienes en la Ley la norma de la ciencia y de la verdad (Rom 2, 17-21), no puedes caer en las graves conductas que condenaron los profetas. No vives la verdadera relación de solidari-dad con el prójimo (tan denostada por Amós), ni con tu Dios, al que ofendes como la mujer infiel al marido (Oseas), y vives un culto en-gañoso (Jeremías). Nunca podrán dar testimonio ante el mundo gentil de la verdad de Dios, como ya profetizara Isaías (Rom 2, 24 = Is 52, 5).

Pablo quiere mostrar la necesidad de llevar el evangelio al mundo judío, que al igual que el gentil está necesitado de justificación. El signo que muestra la condición de judío: la circuncisión, no es sólo una señal externa que garantiza un acercamiento al proyecto de Dios sobre el hombre. En su reflexión, Pablo sigue considerando el puesto del judío ante Dios, partiendo de la mentalidad de los judíos que co-noce, y que pasa por su misma mentalidad antes de la conversión. No se trata de encontrar un camino para justificar su conducta, sino para demostrar hasta qué punto necesitan ser evangelizados, y ello en con-traste con el mundo gentil, porque así se puede probar mejor la nece-sidad de ella, ya que nada les hará más capaces de acercarse a Dios, si no son convertidos a la fe en Jesús 17.

Rom 2, 25-29 ofrece a los fieles de Roma la ocasión de conocer mejor esta situación de los judíos con los que conviven, y que en el fondo pueden ser también muchos de ellos, miembros de la comuni-dad, que no han llegado a descubrir toda la verdad de lo que significa su pertenencia a la comunidad cristiana. La verdadera circuncisión, la que abre el camino de la salvación, es la que abre el camino a la plena manifestación del Espíritu, abriendo así el camino de la salvación que gratuitamente Dios ofrece al hombre. Es el camino para su plena ma-nifestación, lo descubrió Barth dentro de su visión dialéctica, pero más allá de esa reflexión barthiana, está la convicción de Pablo que le lleva a ver dentro del judaísmo un camino interior que le abre paso a los tiempos últimos en los que se revelará la acción del Espíritu (Rom 2, 29).

17 K. BARTH, o. cit., p. 124.

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La doble visión, gentil y judía, con la que Pablo introduce su carta concluye con una consideración última que dispone a los lectores a descubrir la verdad del evangelio que han recibido, que han de vivir y transmitir (Rom 3, 1-20). Una vez más nos encontramos con la difi-cultad de descubrir el sentido de aquello que Pablo quiere transmitir con el uso de una retórica que esconde en muchas ocasiones la expe-riencia vivida por Pablo, judío y educado en un contexto gentil. ¿Quiénes son los que se encierran en esa forma de hablar en primera persona? (Rom 3, 5-20). Y ¿quienes los que retóricamente se pregun-tan por las diferencias entre judíos y gentiles en orden a la salvación? (Rom 3, 1-5).

Son preguntas inquietantes que reflejan las preguntas que Pablo entiende pueden hacerse, ante sus consideraciones anteriores, los fie-les de la comunidad de Roma. Se trata de comprender el momento que viven, y que más adelante resaltará con más fuerza cuando trate de poner de manifiesto el evangelio que quiere dar a conocer al mun-do. Se comprende que la salvación que nos trae la justicia de Dios se hace patente ante la experiencia de pobreza que se pone de relieve en el mundo gentil angustiado por la ira de Dios. El camino de los genti-les revela la experiencia negativa de Dios, por ese camino Dios no salva, y claro queda que sólo así puede el gentil buscar y encontrar el verdadero camino de la justicia, que muestra el verdadero Dios justo del evangelio que Pablo predica, que ha alcanzado a los fieles de Roma, y que han de dar a conocer en el mundo en que viven (Rom 3, 1-7). Los interrogantes que se le plantean al judío que vive la fe del evangelio, son para Pablo entender que sus correligionarios judíos con este mensaje del evangelio, llegarían a pensar que su búsqueda por la fidelidad a la Ley habría sido inútil, porque venir al evangelio se alcanzaría al margen de su búsqueda de Dios por la Ley. Así se en-tiende que Pablo exprese su disconformidad con este planteamiento: “Pero si la veracidad de Dios resalta más por mi mendacidad, para gloria suya, ¿por qué voy a ser juzgado pecador? ¿Y por qué no decir lo que algunos calumniosamente nos atribuyen, asegurando que de-cimos: Hagamos el mal para que venga el bien? La condenación de esos es justa, según la justicia que brota de la conducta humana ce-rrada a la salvación como experiencia de plenitud en el camino de la alianza. Se comprende que frente a esa situación de gentiles y judíos, que no se abren al evangelio, -una vez más Pablo identificándose con

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sus correligionarios en un lenguaje retórico-, recuerde en su buen co-nocimiento de las Escrituras los muchos textos que lamentan la con-dición del hombre frente a Dios si no se abre a la salvación. Son tex-tos de amenaza profética (Rom 3, 10-18) que Pablo quiere utilizar como último argumento para venir a comprender definitivamente el camino de la salvación en el proyecto de Dios manifestado en Jesús. 3. LA SALVACIÓN QUE LLEGA POR LA FE.

“Mas ahora, sin la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios, atesti-guada por la Ley y los Profetas, la justicia de Dios por la fe en Jesucris-to, para todos los que creen sin distinción” (Rom 3, 21-22).

Estamos ante el momento clave de la carta, lo es porque Pablo apunta con la expresión temporal “ahora” algo que sobrepasa la expe-riencia del tiempo y lo remite a la dimensión escatológica de la expe-riencia cristiana. Barth desde su perspectiva dialéctica se expresa así: Nos hallamos ante la abolición total e irresistible del mundo del tiem-po, de las cosas y de los hombres… Todo ser es arrollado por el no-ser superior a él”. Por eso habrá respuesta para la pregunta entre otras muchas que nos propone Barth: ”¿De qué altura superior vienen esas ideas críticas? ¿Y de qué profundidad mana nuestro saber acerca de las cosas últimas, desconocidas, con las que, sin embargo, medimos todo?” Para venir a concluir: “el tiempo atemporal, el lugar no espa-cial, la posibilidad imposible, la luz de la luz increada caracterizan, pues, al “pero ahora” con el que se fundamenta a sí mismo el mensaje del cambio, del cercano reino de Dios, del sí en el no, de la salvación en el mundo, de la absolución en la condena, de la eternidad en el tiempo, de la vida en la muerte…”18.

Cuanto afirma desde su visión teológica Barth, hemos de llegar a descubrirlo desde la experiencia genuina de Pablo, donde la teología se hace historia no en un devenir dialéctico, sino en la vida encarnada de Jesús de Nazaret, que abre la contemplación de la humanidad a una visión histórico-salvífica. Lo llegaremos a comprender cuando vengamos a descubrir en Pablo lo que para el significa el descubri-

18 BARTH, o. cit., p. 140.

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miento de Jesús19. En nuestro versículo y en la expresión “fe en Jesús”, lo encierra. Tanto el fruto de la misma, como su realidad misma, necesitan ser clarificadas, no tanto desde una antropología te-ológica, cuanto desde una experiencia de comunión con Jesús, que autentifica el sentido de esta fe. Descubrir lo que aquí afirmamos será sin duda un camino que se aparta de los ya recorridos hasta el mo-mento por la mayoría de los comentadores del texto paulino, y que incluso ha dado pie a una visión del cristianismo, como la vivida en la Reforma, que pensamos no responde plenamente al mensaje del Pa-blo que alienta la fe de los fieles de Roma desde su propia experien-cia.

Veamos brevemente lo que se ha podido decir, primero desde la perspectiva de Barth que de un modo muy unilateral descartó la teo-logía liberal20 para dar paso a su visión dialéctica, después acudiendo a uno de los comentarios actuales que más extensamente recogen el pensamiento de la exégesis actual, el de Romano Penna.

Lo que Pablo confiesa es que en esa fe de Cristo el hombre es al-canzado por una fuerza salvífica capaz de librarle de la situación de pecado de la que no pudieron rescatarle las prácticas religiosas de ninguna de las religiones conocidas, ni el mundo gentil con sus cul-tos, ni el mundo judío con el culto promovido por la Ley. La visión barthiana convierte esa fe en el “a pesar de” más radical, así como la justicia de Dios, es también un radical “a pesar de”. La fe en Jesús, es lo inaudito, sentir y comprender el amor de Dios totalmente “insensi-ble, hacer la enojosa y escandalosa voluntad de Dios, llamar dios a Dios en su total invisibilidad y ocultamiento. La fe en Jesús es la osadía más osada. Ese “a pesar de”, ese inaudito, esa osadía es el ca-

19 El estudio detallado de esto que proponemos excede las dimensiones

de lo que aquí nos proponemos. Nos limitamos a la carta a los Romanos y en concreto a lo que encierra este versículo, pero no podemos dejar de recordar que Fil 3, 3-17; y Gal 1, 11-2, 11), donde llegamos a descubrir en toda su di-mensión lo que la vida de Jesús significó para Pablo, como gesto de autoen-trega amorosa por él.

20 Aludimos aquí a ella porque en alguna medida en nuestra exposición vendremos a buscar ese equilibrio que descubre en la historia la encarnación de Dios, y no meramente una proyección de la vida divina.

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mino…”21. El punto de referencia está en que esa fe exigida es la que se pide en nombre de Jesús, en el que esa exigencia nos alcanza a no-sotros mismos. Aquí el talante barthiano impide descubrir la empatía por la que la fe, se hace no exigencia desde Jesús, sino don, como ve-remos22.

Al comentar estos versículos y su contexto, R. Penna23 recuerda que la revelación de la justicia de Dios acontece en la sangre de Cris-to, donde se da la verdadera justicia salvadora; pero para ello se pone el acento en la realidad de la fe, hasta el punto que nuestro autor apunta a que tal insistencia podría correr el peligro de devaluar el acontecimiento mismo. Sin embargo, hay que afirmar que “el Apóstol no tiene mucho que rebatir a sus destinatarios sobre el dato objetivo de la cristología; él y ellos están sustancialmente unidos en esta cues-tión (hasta el punto de que Pablo retoma del patrimonio judeo-cristiano el concepto de “hilasterion” instrumento de expiación”). Se pregunta el autor por el valor que hay que atribuir a la fe, entendida ahora como hermeneuta de ese acontecimiento, -la salvación de Dios, entendida bajo la categoría de justificación-, de modo que así se pue-de entender la justificación. No estamos ante un abstracto tratado de teología sobre el Dios que puede salvar, sino para decir y subrayar hasta qué punto dicha justicia divina está esencialmente orientada a poner en marcha un proceso distinto y nuevo de justificación del hombre, que por otro camino no lo ha alcanzado, ni lo alcanzará. Se trata de crear una novedad en el plano humano. La novedad que re-sulta a propósito de la idea de Dios mismo, de un Dios que deja a un lado la lógica retribucionista para adoptar una de absoluta misericor-dia, y esta novedad en la relación con Dios procede no de la teoría especulativa, sino de la concreción de la historia, es decir, del hecho de que Cristo muerto por los pecadores y de que la fe del creyente permite apropiarse de lo inaudito que allí ha acontecido “por noso-tros” (Cfr. Además Rom 8, 31).

La explicación del cómo de la justificación que aborda en Rom 3, 22 pone claramente de manifiesto esto. Es la fe en Jesucristo. Nos en-

21 K. BARTH, o. cit., p 147. 22 K. BARTH, o. cit., p.148. 23 R. PENNA, o. cit., pp. 310-341, en estas páginas encuentra el lector el

comentario a la perícopa Rom 3, 21-26.

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contramos con la clave, que necesita ser entendida y vivida. Ya hemos recordado el camino dialéctico por el que Barth busca la com-prensión de este pasaje. Ahora Penna nos propone entenderlo desde la contraposición con esa fallida justicia por la Ley. “La construcción preposicional del complemento: “mediante la fe en Jesucristo”, re-cuerda claramente la construcción “por la Ley” (Rom 2, 12, 3, 20b, 27; 4, 13; 7, 5-7, cf. También Gal 2, 19, 21). “Precisamente, escribe Penna, este último texto se debe tener presenta porque es particular-mente significativo para entender bien la expresión paulina: “si la jus-ticia (nos viene) mediante la Ley, entonces Cristo ha muerto en vano” (Gal 2, 21). De hecho, la alternativa planteada por Pablo en Rom 3, 21ss es precisamente entre la Ley y Cristo, la una ha sido excluida, el otro afirmado. Pero en el origen de la expresión y de la afirmación hay un agente, que es Dios (no el hombre, pero tampoco propiamente Jesucristo): ¡no en vano la justicia en cuestión es la suya! Hay que re-conocer, entonces, que, según Pablo, Dios mismo ha realizado un cambio en su relación con la Ley, la cual no es ya considerada eficaz con vistas a la justificación, en consecuencia, también ha cambiado su relación con los hombres, puesto que ahora Dios decidió relacionarse con ellos sólo mediante Jesucristo. Este cambio a nivel teológico comporta también, inevitablemente otro simétrico a nivel antropoló-gico: ahora al hombre se le propone relacionarse con Dios ya no me-diante la Ley, sino mediante Jesucristo.

De este modo, Pablo nos orienta en la comprensión del debatidí-simo significado que se ha de dar al genitivo griego (pistis Iesou Christou). Según Penna habría de plantearse en la doble alternativa ¿se debe entender como un genitivo objetivo o como subjetivo? En el primer caso, Jesucristo es objeto de nuestra personal fe/confianza res-pecto a él, en el segundo es sujeto de una fe/fidelidad suya propia; de manera que el origen y el fundamento de la identidad cristiana sería, respectivamente, o un comportamiento humano de fe alternativo al del cumplimiento de las obras de la Ley, o bien el comportamiento histórico de Cristo en cuanto fiel a Dios hasta la efusión de su sangre. El estudio detallado del tema y sus distintos enfoques y matizaciones nos pueden entrar dentro de las dimensiones de nuestro trabajo, aun-que son de sumo interés, sobre todo para entender mejor el que noso-tros pretendemos ofrecer al lector.

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Se trata de no crear tal dicotomía e incluir las dos realidades. Pa-blo no se ha encontrado con una realidad histórica aséptica, sino que una persona, Jesús, a la que sin conocer en la carne, es decir, en su realidad histórica material: haber coincidido con él en algún momento y en algún lugar, y sobre todo por haberlo conocido en otro sentido en la carne, por haberlo enjuiciado cuando a él le llegaron noticias desde el testimonio de sus seguidores, según la carne, pasa a descubrirlo desde el Espíritu, como aquel que le amó y se entregó por él (Gál 2, 20).

Se trata de preguntarnos qué significa descubrir ese amor y esa entrega, no puede ser un dato que excluya esa ósmosis vital en la que los sentimientos de Jesús, su fe/fidelidad al Padre, son también patri-monio de los que le conocen y ponen su fe/fidelidad en él. Se estable-ce así una relación de vida que hace posible que la fe pueda verse también como esa forma humana de vida que en Jesús se hace camino hacia el Padre y total apertura a su proyecto sobre el hombre, con una justicia salvadora que Pablo trata de compartir con los fieles de Ro-ma, y animarles a ser como él evangelizadores de la sociedad en la que viven.

Entendemos que esta comprensión de la justificación nos permite superar el planteamiento polémico que se da entre los que defienden que Pablo lucha contra las obras de la Ley, porque sólo la fe justifica, y aquellos que entienden que Pablo no es el crítico del judaísmo que al ofrecer la apertura en la fe cristiana a todo hombre renegara de su condición de judío. Tampoco vamos a detenernos en este punto, que encuentra abundante bibliografía, y que en su vertiente polémica han podido plantear algunos autores desde su condición de judíos que buscan un camino de encuentro con los cristianos, no sólo a través de una fuerte defensa de la condición judía de Jesús, sino ampliándola a Pablo24.

24 En este sentido, y como testimonio le ofrecemos al lector una obra su-

gerente de una autora judía, pero profesora en universidades católicas: Pame-la EISENBAUM, Pablo no fue cristiano. El mensaje original de un apóstol mal entendido. Estella (Navarra), Verbo Divino, 2014. La obra está escrita en 2009. Aborda directamente estos versículos del c. 3 de Romanos en su libro, en un capítulo que titula: Justificación mediante Jesucristo, y apunta a esa in-terpretación subjetiva del genitivo.

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Más allá de posturas polémicas, la presentación que buscamos ofrecer del pensamiento y la conducta de Pablo nos llevan a una con-sideración cristológica en la que la humanidad ve abierto su camino a Dios. Es el gran testamento de Pablo en la carta a los Romanos, de modo que presentado el tema, y con esa afirmación que se señala en Rom 1, 16-17, se analiza en los capítulos siguientes, 1, 18-3, 31, y se convierte en una serie de consideraciones que abren la puerta a lo que Pablo afirmará como definitivo, la elección en Cristo, como cumbre de la justicia- misericordia del Padre.

Pablo descubre que el mismo Jesús crucificado es Mesías, Cristo, e Hijo de Dios, porque nos abre un camino hacia Dios que rompe las barreras del judaísmo y del mundo gentil. Ese camino es el de la Mi-sericordia de Dios Padre, que justifica a los impíos, ofreciendo su gracia de modo universal, para todos los hombres y pueblos. Por eso “lo he perdido todo, -nos dirá en Filipenses-, y lo tengo todo por ba-sura, a fin de ganar a Cristo y ser hallado en él; sin pretender una jus-ticia mía, según ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que proviene de Dios por la fe” (Fil 3, 7-9)25. En su trayectoria cara a Dios Pablo llega a descubrir en la fe que Jesús le comunica, y en la que desarrolla su vida cara a Dios, alcanza la justicia más alta, como expresión de la misericordia salvadora de Dios en Cristo.

Esta visión del hombre, totalmente liberado de barreras es fruto de la “justicia de Dios” que nace de su misericordia y se expresa en Jesús (crucificado por la Ley). En la Cruz Pablo ha descubierto la verdad del hombre abierto a la comunión en una justicia más alta, que nace de la misericordia del Padre. Pablo desarrollará en Romanos una amplia consideración en torno al gentil (Rom cc. 4-5) y al judío (Rom cc. 6-7) para desembocar en el hombre hijo de Dios, movido por el Espíritu (Rom 8). En esa predestinación a la salvación está la verda-dera misericordia divina.

Esta estructura tan reiterativa en la carta, de proyectar las tres vi-siones del hombre frente a Dios, no son fruto de un juicio que quiera hacer Pablo sobre la situación diferente en que puedan encontrarse los hombres, sino de una necesidad de hacer patente la urgencia de

25 http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php, XABIER PIKAZA, Mise-

ricordia y justicia, 3. Pablo, Marcos, Lucas, 19.09.2016, 8,52.

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“evangelizar”. No olvidemos que la carta la escribe Pablo estando en Corinto, consumando su labor apostólica de comunión, con el proyec-to de llevar la colecta a Jerusalén en favor de los “santos”, y salir de allí a evangelizar los confines de occidente, llegando hasta España (Rom 15, 25-29). 4. “A LOS QUE PREDESTINÓ, LOS LLAMÓ, A LOS QUE LLAMÓ, LOS JUS-TIFICÓ; A LOS QUE JUSTIFICÓ LOS GLORIFICÓ (ROM 8, 29)

“Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado” (MV, 2).

Esta cita de la Misericordiae vultus, nos ayuda a comprender el recorrido hecho hasta aquí en la carta a los Romanos. Hemos llegado a descubrir que Pablo nos lleva a interpretar su contenido en el evan-gelio que él predica, la misericordia es la justicia entendida desde la fe en Cristo, según hemos visto. Más aún es en el ser amados por Dios donde se encuentra la razón de la vida del hombre, como vamos a poner de manifiesto en la cita que encabeza nuestro apartado, pues es así como se encarna su justicia en la historia.

Una vez más recurrir a Barth es apuntar a una visión que nos per-mite salir de una consideración legalista, o sentimental de ese ser amados por Dios. Para él “el amor es sólo y siempre don y obra de Dios, siempre y sólo llamamiento en virtud de un designio decidido en Dios, antes de todo tiempo y por ende, antes de cada instante sin-gular del tiempo”26.

Situados en el horizonte escatológico en el que nos coloca la justi-cia divina por la fe, el cristiano ha de venir a entender el verdadero sentido de la predestinación en Cristo, que proclama este versículo de la carta a los Romanos. Y donde se entiende el amor de Dios, como don y gracia. Cada creyente es un llamado desde esa predestinación, o pre-elección divina que nace de la fe en la que Dios espera ser aco-gido por el hombre. Más allá de toda especulación sobre los eternos decretos de Dios, al estilo de la antigua apocalíptica, o de la especula-

26 K. BARTH, o. cit., p. 390.

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ción teológica que marcó la visión de Agustín o de los calvinistas. Pablo recuerda a los fieles de Roma el verdadero sentido de su voca-ción cristiana como proyecto de Dios centrado en Cristo al crear una humanidad a imagen del Hijo, primogénito de muchos hermanos27.

Penna desarrolla el contenido de estos vv. 28-30 como una con-clusión teológica general de los vv. que anteceden. La visión que ofrece vuelve a ser una consideración en la que no entra para nada la experiencia de encuentro de Pablo con Jesús, que subyace a toda su presentación. Sólo desde su propia experiencia y la llamada a una evangelización nacida de ella puede hablarse del amor de Dios que explica la propia predestinación en el Hijo, manifestado en la vida de Jesús.

Si Barth entiende este amor con esas notas de trascendencia, y por tanto sin historia, sino fruto de esa conexión tangencial con la vida de Jesús, Penna abre el camino, sin luego desarrollarlo en este sentido, a que con la fe cristiana el hombre es llamado y hasta introducido en una relación muy particular con Dios, hecha no sólo de reconoci-miento hacia él, sino también de comunión con él28. Lo valioso de es-tos versículos 28-30 del capítulo octavo a los Romanos estriba en que ellos confirman la gran convicción de Pablo que se hará presente a lo largo de toda su vida después de su conversión. La vida con Cristo no es algo que adviene desde fuera sino desde su plena asimilación a ella en el misterio de la fe. Sólo así se entienden los versículos finales en los que Pablo abriendo su corazón a los fieles de Roma les confiesa con toda confianza: “¿Qué diremos pues a esto? Si Dios está por no-sotros, ¿quién contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, antes le entregó por todos nosotros, ¿Cómo no nos ha de dar con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Siendo Dios quien justifica, ¿Quién condenará? Cristo Jesús, el que murió, aún más, el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, es quien interce-de por nosotros…” (Rom 8, 31-34).

Esta visión de la condición del hombre que emana de la fe abre el nuevo camino de encuentro con Dios que desvela su proyecto sobre el ser humano. Nos predestinó a ser imagen de su Hijo. El nuevo

27 Cfr. G. BARBAGLIO, o. cit., p. 392-393. 28 R. PENNA, o. cit., p. 665.

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acercamiento a Dios que brota de la experiencia creyente nos adentra en su misericordia eterna. Ser imagen del Hijo hace de la condición humana una expresión de la vida divina encarnada a semejanza de la de Jesús.

Desde aquí se llega a lo que ha de ser la motivación última en el actuar del cristiano llamado a ser expresión de esa nueva humanidad y que dará sentido a los capítulos 12, 14 y 15 de nuestra carta. Lo ha descrito con acierto Penna en su comentario: “La intención originaria de Dios, su proyecto, no es sino crear una comunión y precisamente una familia, hecha concretamente posible por la filiación única de Je-sucristo y por la participación en él de los cristianos. Así las cosas, no me parece que la intención principal de Pablo sea referirse tan solo a un estadio futuro… Más bien, él es ya, desde ahora, el primogénito dentro de un amplio marco familiar, donde los demás miembros son constituidos hermanos en virtud de una adopción y por tanto en virtud de su inserción en una insospechada intimidad con Cristo y con su Padre29.

La visión paulina del hombre justificado por la fe, lejos de crear un mundo divido descubre que la misericordia de Dios se expresa en el descubrimiento de esta vocación del hombre a crear esa nueva humanidad, la comunidad de los fieles de Roma no es para él una comunidad desconocida, sino un signo más de lo que él espera alcan-zar por su labor evangelizadora en todo el mundo. Era la esperanza que ha visto cumplida cuando como fariseo esperaba el mundo anun-ciado por los profetas, donde la ley del Espíritu haría nueva la rela-ción con Dios. Esta esperanza es la que añora para el pueblo judío, su pueblo, verdadero elegido en este camino de la predestinación divina, como claramente deja escrito en los cc. 9-11 de nuestra carta. Pero ya no hay camino fuera del de la misericordia divina. El contraste entre las visiones gentil y judía -que tan de manifiesto se han puesto en la carta-, frente a la visión cristiana de la que es apóstol, hace más ur-gente la llamada a ser evangelizadores de la misericordia.

29 R. PENNA, o. cit., p. 671. Nuestro autor recuerda también que en esta

misma línea comentó san Juan Crisóstomo el texto en sus Homilías a la Car-ta a los Romanos PG 60, 541.

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5. PALABRAS FINALES

Leer la carta a los Romanos es refrescarse en este proyecto de Dios en Jesús, que desarrollarán los evangelios al recoger la vida de Jesús desde esta perspectiva. Pablo entiende que esta vida es la que da sentido a su vida y a la de todo creyente, y se proyecta en el mun-do en las comunidades que se han creado a lo largo y ancho del impe-rio romano, ya desde esa primera generación cristiana. Está a punto de consumar su esfuerzo por acercar a este proyecto a la comunidad de los santos de Jerusalén a través de la colecta que ha recogido en Asia Menor (2Cor. 9), y por ello les pide oraciones: “Mas ahora parto para Jerusalén en servicio de los santos, porque Macedonia y Acaya han tenido a bien hacer una colecta a beneficio de los pobres de entre los santos de Jerusalén. Y lo han querido así considerándose deudores suyos, ya que, si los gentiles comunican en los bienes espirituales de ellos, deben ellos servirlos con los bienes materiales… Os exhorto, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por la caridad del Espíritu, a que me ayudéis en esta lucha mediante vuestras oraciones a Dios por mí… “ (Rom 15, 25-30). Con este gesto último de la fe que mueve al creyente para crear esa nueva humanidad, de la que espera gozar también entre la comunidad de Roma, a la que escribe con esta espe-ranza de ver el fruto de la fe cristiana en aquella sociedad del Imperio Romano”.

La gran visión evangelizadora de Pablo continúa abierta. El año de la misericordia es una nueva manera de mantener viva esta vida teologal, en fe, esperanza y amor que ha de marcar la vida del cristia-no.