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ESTUDIO-VIDA DE 2 TESALONICENSES MENSAJE UNO PALABRAS DE ALIENTO Lectura bíblica: 2 Ts. 1:1-12 La manera en que empieza 2 Tesalonicenses es muy similar a la manera en que comienza 1 Tesalonicenses. En 2 Tesalonicenses 1:1 y 2, Pablo dice: “Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios nuestro Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo”. Esta epístola y la primera epístola de Pablo a los tesalonicenses fueron dirigidas a la iglesia local en Tesalónica, una ciudad del Imperio Romano, ubicada en la provincia de Macedonia, al norte de la provincia de Acaya. Esta iglesia se componía de todos los creyentes de Cristo que vivían en esa ciudad. Tal iglesia local pertenece a los creyentes y está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Esto indica que nace de Dios el Padre con Su vida y naturaleza y está unida orgánicamente al Señor Jesucristo en todo lo que Él es y ha hecho. Por un lado, pertenece a seres humanos, en este caso, a los tesalonicenses; por otro lado, está en Dios y en el Señor Jesucristo. La unión orgánica en la vida y la naturaleza divinas es la base vital sobre la cual los creyentes pueden llevar una vida santa para la vida de iglesia. Éste es el tema de las dos epístolas escritas a los tesalonicenses. En el primer capítulo de 1 Tesalonicenses vemos la estructura de la vida santa necesaria para la vida de iglesia. Esta estructura se compone de fe, amor y esperanza. Como veremos, 2 Tesalonicenses también posee la misma estructura. ALIENTO Y CORRECCIÓN El libro de 2 Tesalonicenses es un libro en el que se imparte aliento y corrección. Los nuevos creyentes de Cristo que vivían en Tesalónica necesitaban más aliento, y también necesitaban un poco de corrección. Pablo ya había alentado a estos creyentes en su primera epístola; no obstante, en la segunda epístola, él les da más palabras de aliento, y, al mismo tiempo, también los corrige con respecto a ciertos asuntos. De hecho, 2 Tesalonicenses puede considerarse un libro de corrección más que un libro de aliento. Pablo era sabio, tierno y amable; él no empezaba dando corrección a los creyentes, sino que primero los alentaba y después los corregía. Si leemos esta epístola detenidamente, veremos que después de las palabras de aliento, se dan las palabras de corrección. Después de esto, vemos que se imparte más aliento, y luego, más corrección.

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ESTUDIO-VIDA DE 2 TESALONICENSES

MENSAJE UNO

PALABRAS DE ALIENTO

Lectura bíblica: 2 Ts. 1:1-12

La manera en que empieza 2 Tesalonicenses es muy similar a la manera en que comienza 1 Tesalonicenses. En 2 Tesalonicenses 1:1 y 2, Pablo dice: “Pablo, Silvano yTimoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios nuestro Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo”. Esta epístola y la primera epístola de Pablo a los tesalonicenses fueron dirigidas a la iglesia local en Tesalónica, una ciudad del Imperio Romano, ubicada en la provincia de Macedonia, al norte de la provincia de Acaya. Esta iglesia se componía de todos los creyentes de Cristo que vivían en esa ciudad. Tal iglesia local pertenece a los creyentes y está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Esto indica que nace de Dios el Padre con Su vida y naturaleza y está unida orgánicamente al Señor Jesucristo en todo lo que Él es y ha hecho. Por un lado, pertenece a seres humanos, en este caso, a los tesalonicenses; por otro lado, está en Dios y en el Señor Jesucristo. La unión orgánica en la vida y la naturaleza divinas es la base vital sobre la cual los creyentes pueden llevar una vida santa para la vida de iglesia. Éste es el tema de las dos epístolas escritas a los tesalonicenses.

En el primer capítulo de 1 Tesalonicenses vemos la estructura de la vida santa necesaria para la vida de iglesia. Esta estructura se compone de fe, amor y esperanza. Como veremos, 2 Tesalonicenses también posee la misma estructura.

ALIENTO Y CORRECCIÓN

El libro de 2 Tesalonicenses es un libro en el que se imparte aliento y corrección. Los nuevos creyentes de Cristo que vivían en Tesalónica necesitaban más aliento, y también necesitaban un poco de corrección. Pablo ya había alentado a estos creyentes en su primera epístola; no obstante, en la segunda epístola, él les da más palabras de aliento, y, al mismo tiempo, también los corrige con respecto a ciertos asuntos.

De hecho, 2 Tesalonicenses puede considerarse un libro de corrección más que un libro de aliento. Pablo era sabio, tierno y amable; él no empezaba dando corrección a los creyentes, sino que primero los alentaba y después los corregía. Si leemos esta epístola detenidamente, veremos que después de las palabras de aliento, se dan las palabras de corrección. Después de esto, vemos que se imparte más aliento, y luego, más corrección.

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Por lo tanto, este libro consta de dos secciones en las que se da aliento, y dos en las que se imparte corrección, y además tiene una introducción y una conclusión. En este mensaje examinaremos las primeras palabras de aliento que Pablo dirige a los creyentes de Tesalónica.

LA FE, EL AMOR Y LA ESPERANZA

En 1:3 Pablo declara: “Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es propio, por cuanto vuestra fe crece sobremanera, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con el otro”. Hemos subrayado el hecho de que la estructura básica de la vida cristiana genuina consta de la fe, el amor y la esperanza. Esta vida no tiene su origen en la capacidad del ser natural de los creyentes, sino en la infusión de todo lo que Dios es en ellos. Además llevan tal vida mediante su sacrificio de amor hacia su Señor, quien los amó y se dio a Sí mismo por ellos, y hacia los miembros de Su Cuerpo, a quienes Él redimió por medio de Su muerte en amor. Esta vida perdura y permanece inmutable por el poder sostenedor de la esperanza con la cual los creyentes aguardan con anhelo a su amado Señor, quien prometió que vendría a tomarles a Sí mismo. Esta vida es el contenido de 1 y 2 Tesalonicenses.

En 1:3 Pablo menciona la fe y el amor de los tesalonicenses. En la primera epístola, la fe y el amor eran considerados parte de la estructura de la vida que los creyentes llevan por causa de la iglesia. Aquí, en la segunda epístola, la fe y el amor crecen y abundan en la vida cristiana de ellos.

En el versículo 4, Pablo continúa diciendo: “Tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros entre las iglesias de Dios, por vuestra perseverancia y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que soportáis”. La perseverancia mencionada en este versículo provenía de la esperanza en el regreso del Señor y era sostenida por la misma. La perseverancia fundada en la esperanza va siempre acompañada de la fe; de ahí la expresión “vuestra perseverancia y fe”. En las persecuciones y tribulaciones se necesita tanto la perseverancia como la fe.

PADECER POR EL REINO

En el versículo 5 Pablo añade: “Esto da muestra evidente del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis”. El juicio de Dios es recto y justo sobre todos los hombres. Éste será finalizado en el futuro (Ro. 2:5-9; Ap. 20:11-15). La manera en que Dios disciplina a diferentes personas en esta era es un indicio, una muestra, una prueba de la ejecución futura de Su justo juicio.

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Los creyentes han sido llamados al reino de Dios y a Su gloria (1 Ts. 2:12). Para entrar en este reino, es necesario pasar por tribulaciones (Hch. 14:22). Por lo tanto, las persecuciones y las tribulaciones son una muestra evidente del justo juicio de Dios ejercido sobre nosotros a fin de que podamos ser tenidos por dignos del reino.

LA META DE LA VIDA CRISTIANA

El reino es la meta de la vida cristiana. Hoy vivimos en la vida de iglesia con la meta de que un día entraremos en el reino de Dios. El Nuevo Testamento hace hincapié en la cruz, en la iglesia y en el reino. La cruz produce la iglesia, y la iglesia abre el camino para el reino. Mientras vivimos en la vida de iglesia, nuestra meta es entrar en el reino de Dios.

Muchos cristianos han pasado por alto esta meta. Si usted preguntara a algunos cristianos cuál es la meta de su vida cristiana, probablemente le contestarían que su meta es ir al cielo. Esta clase de respuesta es muy pobre. La vida de iglesia no lleva a los creyentes al cielo, sino que los conduce al reino. De hecho, la vida de iglesia es el ente precursor del reino. Es la etapa preliminar del reino. Es por eso que, en un sentido muy real, el Nuevo Testamento considera que la vida de iglesia es el reino. Romanos 14:17 declara: “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. Ya que Romanos 14 habla de la vida de iglesia, el reino de Dios mencionado en este versículo representa la vida de iglesia. Según la comprensión de Pablo, la vida de iglesia es el reino. Por supuesto, la vida de iglesia hoy no es el reino en su plenitud, sino más bien, el reino en una etapa de desarrollo, en una etapa preliminar. Actualmente nos encontramos en esta etapa preliminar del reino y tenemos como meta el reino en plenitud. Estamos avanzando de la etapa preliminar a la etapa de plenitud. Éste es el entendimiento correcto de la verdadera meta de la vida de iglesia.

Muchos cristianos, incluyéndonos a nosotros, son tardos para entender la revelación genuina del Nuevo Testamento. Por ello, pese a que muchos leen la Biblia, no ven nada. Podemos comparar su condición con la de los israelitas que, en las palabras de Pablo, tienen un velo sobre su rostro cuando leen el Antiguo Testamento (2 Co. 3:14-15). Debido a este velo, no ven nada cuando leen la Biblia. Puesto que muchos cristianos tienen un velo que los cubre, no entienden lo que Pablo quiso decir cuando declaró que Dios nos llamó a Su reino y gloria. Según la interpretación de algunos cristianos, el reino es una mansión celestial. Según el entendimiento que tienen, entrar al reino es ir al cielo. Ellos se afierran a este concepto del reino porque tienen un velo. Así, pese a que leen la Biblia, no ven la revelación de Dios.

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El Señor en Su misericordia ha quitado de nuestros ojos gran parte de este velo. Ciertamente hemos visto algo de la revelación de Dios, y ya no seremos engañados. Nosotros sabemos que ir al cielo no es nuestra meta. La Biblia no revela semejante cosa. La meta de Dios es que llevemos una vida de iglesia que nos conduzca al reino. Esto significa que debemos vivir en la etapa preliminar del reino, de modo que seamos conducidos a la plena manifestación del mismo.

En 1:5 Pablo habla de ser “tenidos por dignos del reino de Dios”. Esto implica que algunos creyentes no serán tenidos por dignos del reino. Si hemos de ser tenidos por dignos del reino, nuestra fe debe crecer, nuestro amor debe abundar y nuestra perseverancia debe permanecer. Para poner en práctica la vida de iglesia, debemos llevar una vida compuesta de la estructura básica, la cual incluye una fe que crece, un amor que abunda y una perseverancia que perdura. Si vivimos de esta manera, seremos tenidos por dignos del reino de Dios.

En el versículo 5 Pablo dice también a los tesalonicenses que ellos sufrían por el reino. Esto corresponde a lo que leemos en Hechos 14:22, que dice: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”. Pablo instó a los santos a que soportaran los sufrimientos, debido a que es necesario sufrir para entrar en el reino de Dios.

EL JUICIO DE DIOS

En el versículo 6 Pablo declara: “Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan”. Este versículo indica que Dios juzga ahora y también juzgará en el futuro. No debemos pensar que Dios no juzga hoy en día. Tal vez haya ocasiones en que nos parezca que nuestro Dios no está activo. Es por eso que los ateos dicen: “¿Dónde está Dios? No parece que hubiera un Dios en este universo. Si Dios existe, debe de estar dormido o haberse jubilado”. No, Dios está juzgando.

Hace más de cincuenta años, dediqué mucho tiempo a estudiar las profecías de la Biblia. Presté especial atención a las profecías que hablaban del retorno de los judíos a su tierra y de que Israel volvería a formarse como nación. Mientras estudiaba la historia del mundo y observaba la situación mundial, me preguntaba cómo los judíos, quienes habían estado esparcidos por toda la tierra durante tantos siglos, podrían regresar a su tierra y formarse nuevamente como nación. Sin embargo, en 1948 Israel se formó como nación e incluso fue reconocida por las Naciones Unidas. Desde entonces, y particularmente desde 1967, el Medio Oriente ha sido el centro de atención mundial. ¡Cuán feliz me siento de ver el cumplimiento de las profecías concernientes a la nación de Israel! Dios está cumpliendo las profecías. Además, actualmente Él está llevando a

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cabo Sus juicios. Por consiguiente, en lugar de sentirnos turbados por la oposición, debemos estar del lado de Dios, de Aquel que juzga a los que afligen a Su pueblo. Como dice Pablo en 1:6, es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que atribulan a Su pueblo.

HALLAREMOS REPOSOCUANDO EL SEÑOR SE MANIFIESTE

El versículo 7 dice: “Y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de Su poder, en llama de fuego”. La palabra griega traducida “reposo” significa también alivio, tranquilidad, descanso, libertad. En esta era, los creyentes sufren persecuciones y problemas por causa del Señor. Al regreso del Señor, ellos serán liberados de sus sufrimientos y entrarán en el reposo del Señor y disfrutarán su libertad.

En este versículo, Pablo habla de la manifestación del Señor Jesús. El Señor está aquí ahora, pero está encubierto. Su venida será Su manifestación. Aunque el universo es inmensurablemente vasto, para el Señor la distancia no existe. Él está en todas partes. Un día, cuando Él vuelva, se manifestará y todos le verán.

Damos gracias al Señor porque nosotros no somos cortos de vista. Por Su gracia, tenemos perspicacia y visión. Podemos ver lo que está detrás del velo. Sin embargo, los incrédulos no saben lo que hay detrás del velo. Nosotros, los creyentes, en cambio, sabemos que el Señor Jesús se manifestará.

Cuando el Señor Jesús se manifieste desde el cielo con los ángeles de Su poder, nosotros reposaremos. El tiempo de nuestro reposo aún no ha venido. Nuestro reposo vendrá cuando el Señor regrese, esto es, cuando Él se manifieste.

DIOS TOMARÁ VENGANZA

En el versículo 8 Pablo dice: “Tomando venganza de los que no conocen a Dios y de los que no obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo”. Este versículo nos presenta dos requisitos y dos etapas. Dice que Dios toma venganza de los que no conocen a Dios y de los que no obedecen al evangelio de Cristo. Hay algunos que no conocen a Dios, y hay otros que no obedecen al evangelio.

No hay excusa para no conocer a Dios. Algunos dirán: “Nunca me predicaron el evangelio. Yo viví antes de que el evangelio fuera predicado”. Los que razonan de esta manera no tendrán excusa alguna por no conocer a Dios. Según la Biblia, Dios se da a conocer por medio de Su creación (Ro. 1:20). Además, Dios se da a conocer en la

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conciencia del hombre. El hombre puede conocer a Dios a través de la creación y por medio de su conciencia. Nuestra conciencia nos testifica que existe un Dios. Por esta razón, nadie puede decir que no le es posible conocer a Dios. Todo aquel que no conozca a Dios sufrirá castigo. Asimismo, los que oyeron el evangelio y que no lo aceptaron ni lo obedecieron también serán castigados. Por consiguiente, Dios tomará venganza de dos categorías de personas: de los que no conocen a Dios y de los que no obedecen al evangelio.

DESTRUCCIÓN ETERNA

El versículo 9 dice: “Los cuales sufrirán pena de eterna destrucción, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de Su fuerza”. Los que no conozcan a Dios y los que no obedezcan al evangelio sufrirán pena de eterna destrucción. Esto se refiere a la perdición eterna.

CRISTO SERÁ GLORIFICADO EN LOS SANTOS

En el versículo 10 Pablo dice que Cristo vendrá para ser glorificado en Sus santos: “Cuando venga en aquel día para ser glorificado en Sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto el testimonio que os dimos fue creído)”. El Señor es el Señor de gloria (1 Co. 2:8); Él fue glorificado en Su resurrección y ascensión (Jn. 17:1; Lc. 24:26; He. 2:9). Ahora está en nosotros como la esperanza de gloria (Col. 1:27) para llevarnos a la gloria (He. 2:10). Cuando Él regrese, por un lado, vendrá desde los cielos con gloria (Ap. 10:1; Mt. 25:31), y por otro, será glorificado en Sus santos. El hecho de que sea glorificado en Sus santos significa que Su gloria se manifestará desde el interior de Sus miembros. Transfigurará el cuerpo de humillación de ellos en Su gloria conformándolo al cuerpo de Su gloria. Como resultado, los incrédulos le admirarán, se asombrarán de Él y se maravillarán de Él al verle en nosotros Sus creyentes.

Colosenses 1:27 nos revela que Cristo está en nosotros como nuestra esperanza de gloria. El Cristo que está en nosotros es la gloria venidera. Cristo vendrá de los cielos, pero también brotará de nuestro interior. Por consiguiente, la venida del Señor se manifestará de los cielos a la tierra y también de nuestro interior. El hecho de que Cristo brote de nuestro interior significa que Él será glorificado en nosotros. Cristo está ahora en nosotros como gloria. Sin embargo, este Cristo de gloria se halla oculto dentro de nosotros, y aún no se ha manifestado. A Su regreso, el Cristo de gloria que está en nosotros será glorificado en nosotros. Esto significa que Él brotará de nosotros y se manifestará desde nuestro interior. Por lo tanto, Su venida será una maravilla. Por ello, Pablo dice que, cuando Cristo venga, Él será glorificado en Sus santos y será admirado en todos los que creyeron.

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Como creyentes, quizás todos tengamos la certeza de que Cristo está en nosotros y de que Él es el Cristo de gloria. Pero nuestros parientes, amigos y vecinos que aún no han creído, no saben que Cristo está en nosotros. No obstante, cuando Cristo sea manifestado, no sólo al venir de los cielos sino también al brotar de nuestro interior, nuestros parientes, vecinos y amigos incrédulos se maravillarán.

Los incrédulos se maravillarán cuando vean a Cristo glorificado en nosotros. Quizás alguien le diga a cierto hermano: “¿No es usted mi yerno? ¿Qué le ha pasado?”. Entonces, este hermano le contestará: “Muchas veces le testifiqué que Cristo vivía en mí, pero en lugar de creerme, usted se burló de mí y me menospreció. Ahora usted se maravilla porque mi Cristo ha brotado de mi interior para manifestarse en gloria”. Un día nos sucederá algo semejante.

Cristo está en nosotros, y nosotros estamos en el proceso de ser llenos de Cristo. Pero nuestro Cristo está oculto, aun para nosotros. Cuando el Cristo de gloria brote de nosotros y se manifieste, los demás se maravillarán de nosotros.

A veces hasta a nosotros mismos nos resulta difícil de creer que en este mismo instante el Cristo glorioso está en nosotros. Doctrinalmente, sí creemos que Cristo está en nosotros; pero puede ser que tengamos algunas dudas de ello. En el pasado, yo me preguntaba si realmente Cristo estaba en mí. Me decía a mí mismo: “¿Está Cristo realmente en ti como la esperanza de gloria? Mira cuán lamentable es tu condición. Parece que estabas mejor hace unos años”. Quizás usted también haya dudado que Cristo está en usted. Pero vendrá el día en que el Cristo que está en usted, el Cristo que está oculto, se manifestará. Aquella manifestación será de hecho la glorificación de Cristo en nosotros. Cuando Él brote de nuestro interior, todos los incrédulos lo admirarán.

DIGNOS DEL LLAMAMIENTO

El versículo 11 dice: “Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de vuestro llamamiento, y que con poder cumpla toda vuestra buena voluntad de hacer el bien y vuestra obra de fe”. El llamamiento de Dios no consiste en llamarnos a los cielos; más bien, consiste en llamarnos a Su reino y gloria.

La palabra griega traducida “buena voluntad” significa también deleite. Los apóstoles oraron para que Dios cumpliera los buenos propósitos, el deleite, de los tesalonicenses con respecto a hacer el bien.

EL NOMBRE DEL SEÑORES GLORIFICADO EN NOSOTROS

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En el versículo 12 Pablo concluye, diciendo: “Para que el nombre de nuestro Señor Jesús sea glorificado en vosotros, y vosotros en Él, conforme a la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo”. La gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo es el Señor mismo dentro de nosotros como nuestra vida y suministro de vida. Es en virtud de esta gracia que podemos llevar una vida que glorifique al Señor y haga que seamos glorificados en Él.

En el versículo 12 Pablo dice que el nombre del Señor Jesús es glorificado en nosotros y que nosotros somos glorificados en Él. Esta glorificación es conforme a la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo. La gracia es mucho más que un favor inmerecido. La gracia es el Dios Triuno procesado, quien llega a ser el Espíritu vivificante y todo-inclusivo para que lo disfrutemos. Es conforme a esta gracia que el nombre del Señor Jesús será glorificado en nosotros y nosotros seremos glorificados en Él. A medida que disfrutemos esta gracia, el Señor Jesús será glorificado en nosotros y nosotros seremos glorificados en Él.

Cuando leemos estos versículos del capítulo uno de 2 Tesalonicenses, comprobamos que son realmente palabras de aliento. En 1:1-12, recibimos aliento relacionado con la estructura básica de una vida santa para la vida de iglesia. Recibimos aliento para nuestra fe, nuestro amor y nuestra esperanza.

ESTUDIO-VIDA DE 2 TESALONICENSES

MENSAJE DOS

PALABRAS DE CORRECCIÓNEN CUANTO AL CONCEPTO EQUÍVOCO

QUE TENÍAN LOS CREYENTESACERCA DEL DÍA DE LA VENIDA DEL SEÑOR

(1)

Lectura bíblica: 2 Ts. 2:1-12

En este mensaje examinaremos 2 Tesalonicenses 2:1-12. En dicha sección, Pablo da unas palabras de corrección a los tesalonicenses con respecto al concepto equívoco que ellos tenían acerca del día de la venida del Señor. Ya que el concepto equívoco que Pablo corrige es tan común actualmente entre los cristianos, estas palabras de corrección son tan necesarias hoy como lo fueron en aquellos tiempos, sino más. Antes de que examinemos 2:1-12 versículo por versículo, quisiera hablar brevemente sobre las distintas escuelas doctrinales que existen con respecto a la venida del Señor.

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TRES ESCUELAS DOCTRINALESCON RESPECTO A LA VENIDA DEL SEÑOR

Además de las enseñanzas que son claramente heréticas, existen principalmente tres escuelas doctrinales, entre los creyentes fundamentalistas, con respecto a la venida del Señor y el arrebatamiento de los creyentes. Una de estas escuelas ha sido llamada la escuela de la pretribulación. Ésta enseña que la venida del Señor Jesús ocurrirá antes de la gran tribulación. La palabra “tribulación” es un término especial en el estudio de las profecías. Denota el último período de la era de la iglesia. Al final de la era de la iglesia habrá un período de siete años, que es la última de las setenta semanas profetizadas en Daniel 9. Daniel 9 habla de setenta semanas de años, que están relacionadas con la historia de Israel. Primero, tenemos siete semanas, luego, sesenta y dos semanas, y finalmente, después de un extenso intervalo, tenemos la última semana, los últimos siete años.

Justamente antes del principio de estos siete años, se levantará un hombre poderoso, el anticristo. Aquí en 2 Tesalonicenses 2, al anticristo se le llama el hombre de iniquidad. Según las profecías, esta persona poderosa restaurará el Imperio Romano y se convertirá en el último Cesar de ese imperio. Entonces el anticristo, el hombre de iniquidad, hará un pacto, un acuerdo, con los judíos. Este pacto se fijará por siete años. Debido a que el anticristo tendrá tanto poder, los judíos sentirán temor de él; temerán que él los persiga por practicar su religión. Por esta razón, los judíos harán un pacto con él, en el cual él les prometerá dejarlos adorar con libertad. Los judíos quedarán muysatisfechos con este acuerdo, pues tendrán libertad para adorar al Dios de sus padres. Sin embargo, al cabo de tres años y medio, a mediados de los últimos siete años de la era de la iglesia, este hombre inicuo quebrantará el pacto que hizo con los judíos y empezará a perseguirlos.

Podemos dividir los últimos siete años en dos períodos, cada uno de tres años y medio. En la Biblia, al segundo período de tres años y medio también se le denomina un período de cuarenta y dos meses, o de mil doscientos sesenta días (Ap. 11:2-3; 13:5). Basándonos en nuestro estudio de la Biblia, podemos afirmar clara y enfáticamente que estos tres años y medio serán el período de la gran tribulación. Esto significa que la gran tribulación ocurrirá durante la segunda mitad de la última semana, y que durará tres años y medio, o cuarenta y dos meses, o mil doscientos sesenta días.

Muchos enseñan que la venida del Señor ocurrirá antes de la gran tribulación. Sin embargo, cuando hablan de la tribulación, por lo general se refieren a los últimos siete años. Según su entendimiento, la última de las setenta semanas de Daniel será el período de la gran tribulación. Ellos enseñan que Cristo regresará para arrebatar a los

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creyentes antes del período de la gran tribulación, es decir, antes de los últimos siete años de esta era. Es por eso que a esta escuela doctrinal se le llama escuela de la pretribulación.

La segunda escuela es la de la postribulación. Ésta enseña que la venida de Cristo ocurrirá después de la gran tribulación. Quienes enseñan que Cristo vendrá después de la tribulación se apoyan en muchos versículos de la Biblia como un sólido fundamento para sustentar su enseñanza. Los que pertenecen a esta escuela enseñan que Cristo volverá justo al final de la tribulación. Por ello, a su enseñanza se le denomina escuela de la postribulación.

La tercera escuela, representada por maestros de la Biblia tales como Pember, Govett y Panton, enseña lo relacionado a la venida del Señor de una manera más detallada que las escuelas de la pretribulación y la postribulación. Quienes pertenecen a esta escuela declaran que ni la escuela de la pretribulación ni la de la postribulación son totalmente correctas, sino sólo en parte. Las enseñanzas de las primeras dos escuelas son como un mapa que sólo muestra las calles principales, mientras que la enseñanza de la tercera escuela es semejante a un mapa que, además de mostrar las calles principales de la ciudad, nos muestra todas las demás calles y callejones. Así que, la enseñanza que corresponde a la tercera escuela es más detallada y más precisa.

Según la tercera escuela, la parousía (presencia) de Cristo probablemente comenzará un poco antes de la mitad de los últimos siete años y durará casi hasta el final de este período. Cristo dejará el trono, el cual está en el tercer cielo, y descenderá a los aires, oculto en una nube, y permanecerá allí aproximadamente por espacio de tres años y medio. Durante ese período sucederán varias cosas. El hijo varón mencionado en Apocalipsis 12 será arrebatado justo antes de que el anticristo comience a perseguir toda índole de religión —incluyendo al judaísmo y al catolicismo— y antes de que se exalte sobre todo objeto de adoración. El hijo varón no será arrebatado a los aires sino al trono de Dios. Además, según Apocalipsis 14, los ciento cuarenta y cuatro mil también serán arrebatados como primicias durante este período, antes de la segunda mitad de los últimos siete años. No debemos cometer el error de confundir los ciento cuarenta y cuatro mil de Apocalipsis 14 con el hijo varón de Apocalipsis 12, pues éstos son dos grupos distintos de vencedores. El hijo varón y los ciento cuarenta y cuatro mil serán arrebatados al trono de Dios. Luego, el Señor Jesús iniciará Su parousía, es decir, descenderá del trono de Dios al aire. Muy probablemente el hijo varón y los ciento cuarenta y cuatro mil descenderán con Él. Luego, al final de los últimos siete años, el Señor Jesús vendrá a la tierra. Refiriéndose a esto, 2 Tesalonicenses 2:8 dice: “Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor Jesús matará con el aliento de Su boca, y destruirá con la manifestación de Su venida”. La palabra griega traducida

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“venida” es parousía, que significa presencia. La manifestación de la parousía del Señor será al final de los últimos siete años, después de que se manifieste el anticristo, el hombre de iniquidad.

LA VENIDA DEL SEÑOR Y NUESTRO ARREBATAMIENTO

Examinemos ahora 2:1-12 versículo por versículo. En el versículo 1 Pablo dice: “Ahora bien, os rogamos, hermanos, con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con El”. Al igual que en el versículo 8, la palabra griega traducida “venida” es parousía. En este versículo se abordan dos asuntos: la parousía (la presencia) del Señor y nuestra reunión con Él (el arrebatamiento).

La parousía del Señor durará cierto tiempo. Comenzará con Su venida de los cielos a los aires (Ap. 10:1) durante la gran tribulación, la cual ocurrirá en los últimos tres años y medio de esta era, que es la segunda mitad de la última semana de Daniel 9:27 (Mt. 24:21; Ap. 11:2), y concluirá con su manifestación, “la manifestación de Su parousía” (2 Ts. 2:8; Mt. 24:30). Durante la parousía del Señor, los creyentes en su mayoría serán arrebatados para reunirse con el Señor en el aire (1 Ts. 4:17). Según el contexto, la expresión “el día del Señor”, hallada en 2 Tesalonicenses 2:2, se refiere al período de la parusía (la venida) del Señor, en el cual ocurrirá el arrebatamiento de la mayoría de los creyentes. El versículo 3 nos afirma que antes de este período, el anticristo será manifestado y jugará el papel principal durante la gran tribulación (v. 4; Ap. 13:1-8, 12-15). Esto revela de forma clara y definida que no es posible que la venida (parousía) del Señor y el arrebatamiento de la mayoría de los creyentes ocurran antes de la gran tribulación.

NO DEBEMOS DEJARNOS MOVER NI CONTURBAR

El versículo 2 dice: “Que no os dejéis mover fácilmente en vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor ha llegado”. Según Darby, la expresión “modo de pensar” (lit. de la mente) denota “una mente estable que juzga sobriamente”. Pablo no quería que los creyentes de Tesalónica se dejaran mover ni se conturbaran con respecto a la venida del Señor y el arrebatamiento. La expresión “por espíritu” se refiere a un espíritu que habla y profesa tener la autoridad de la revelación divina. Puede ser que alguien afirme tener el espíritu que lo capacita para hablar acerca de la venida del Señor. Así que, Pablo les dice a los creyentes que no se apresuren a escuchar a personas así, y también les dice que no se dejen mover “ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra”. Esto parece indicar que alguien había intentado escribir una carta usando el nombre del apóstol Pablo. Así que era como si Pablo les estuviera diciendo: “Hermanos,

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si alguna persona, por espíritu, por palabra, o por carta como si fuera nuestra, declara que el día del Señor ya llegó, no le hagáis caso. No os dejéis mover ni os conturbéis”.

LA APOSTASÍA Y EL HOMBRE DE INIQUIDAD

El versículo 3 dice: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de iniquidad, el hijo de perdición”. La palabra griega traducida “engañe” también puede traducirse “seduzca”, no sólo dando una falsa impresión, sino verdaderamente desviando a alguien.

En el versículo 3, la frase “no vendrá” se refiere al día de la venida del Señor. Ese día no vendrá sin que antes se manifieste la apostasía. Esta apostasía tendrá que ver con que muchos se apartarán del camino recto de la economía de Dios, tal y como se revela en las Escrituras. En la Biblia hay una profecía muy clara, según la cual, antes de la venida del Señor, habrá una apostasía entre el pueblo del Señor, en la que muchos se apartarán de la senda de la economía de Dios. Aun en la actualidad existe la tendencia entre algunos cristianos a apartarse del camino recto del Nuevo Testamento.

El versículo 3 también nos dice que el día del Señor no vendrá antes de que aparezca el hombre de iniquidad. El hombre de iniquidad es el anticristo, según lo profetizado en Daniel 7:20-21, 24-26; 8:9-12, 23-25; 9:27; 11:36-37; Apocalipsis 13:1-8, 12-18; 19:19-20. Él será el hombre sin ley, es decir, derribará la verdad, cambiará las leyes, destruirá y corromperá a muchos a un grado inconcebible, blasfemará contra Dios y engañará a los hombres. Por lo tanto, el Señor lo destruirá completamente, y él llegará a ser el hijo de perdición.

El versículo 3 indica claramente que el Señor no vendrá antes de la tribulación. Antes de la venida del Señor, vendrá primero la apostasía y también se manifestará el hombre de iniquidad. Eso significa que antes de la venida del Señor, primero debe manifestarse un asunto, la apostasía, y una persona, el anticristo.

Pablo dijo a los tesalonicenses que, puesto que la apostasía y el hombre de iniquidad tienen que manifestarse antes del día de la venida del Señor, ellos no debían dejarse mover por nada ni nadie que profesara que el día del Señor ya había llegado. Primero ocurrirá la apostasía, y luego el anticristo se manifestará. El anticristo se manifestará claramente durante la gran tribulación. Esto indica que el Señor retornará después de la tribulación, y no antes. El versículo 3 de 2 Tesalonicenses es un versículo en el que se basan los que siguen la escuela de la postribulación para afirmar que la venida de Cristo será después de la tribulación.

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En la Asamblea de los Hermanos, el maestro principal de la escuela de la pretribulación era J. N. Darby. Darby era un excelente maestro de la Palabra, y aprendimos mucho de él. Sin embargo, no seguimos su enseñanza sobre la pretribulación. La escuela de la postribulación es más acertada. En cuanto a la venida del Señor, en la enseñanza de Darby hay muchas conjeturas. Por ejemplo, él dice que en Apocalipsis 4, Juan fue arrebatado y que ese arrebatamiento tipifica el arrebatamiento de la iglesia antes de la tribulación. Según el concepto de Darby, la tribulación empieza a partir de Apocalipsis 4. Darby dice que en Apocalipsis 4, Juan era un representante de la iglesia y que su arrebatamiento alude al arrebatamiento de la iglesia antes de la tribulación. En este asunto, Darby hace demasiadas conjeturas o suposiciones.

Benjamín Newton no concordó con la interpretación de Darby. Él hizo referencia al segundo capítulo de 2 Tesalonicenses, donde Pablo dice claramente que la venida del Señor no sucederá sin que antes venga la apostasía y se manifieste el hombre de iniquidad, es decir, el anticristo. Como hemos dicho, esto significa que la venida del Señor ocurrirá después de la tribulación.

Ni los que defienden la escuela de la pretribulación ni los que siguen la escuela de la postribulación han visto toda la verdad concerniente a la parousía del Señor. Aquellos que solamente ven un aspecto de la parousía, enseñan que el Señor vendrá antes de la tribulación, y aquellos que ven el otro aspecto, enseñan que el Señor vendrá después de la tribulación. Debido a que nosotros hicimos un estudio exhaustivo de la parousía, no estamos a favor de la escuela de la pretribulación ni de la postribulación.

EL ANTICRISTO EN EL TEMPLO DE DIOS

En el versículo 4 Pablo da una descripción más detallada del anticristo: “El cual se opone y se exalta sobre todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios, proclamándose Dios”. Esto cumple la profecía acerca del anticristo dada en Daniel 11:36 y 37. Esto sucederá a la mitad de la última semana, como fue profetizado en Daniel 9:27.

El templo de Dios del que habla el versículo 4 es “el lugar santo” mencionado en Mateo 24:15. El versículo 4 indica que el templo de Dios será reedificado antes del regreso del Señor. El templo fue destruido hace más de diecinueve siglos. Sin embargo, este versículo declara que el anticristo se sentará en el templo de Dios. Por lo tanto, el templo tiene que ser reconstruido. Israel fue formado nuevamente como nación, y también le fue devuelta la ciudad de Jerusalén. Sin embargo, el templo aún no ha sido construido. Algunos judíos se sienten profundamente emocionados con respecto a la reconstrucción

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del templo. Un día, el templo será reedificado, y según la profecía de Daniel, el anticristo se sentará en él.

En el versículo 5 Pablo dice: “¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto?”. Pablo, a pesar de haber estado con los tesalonicenses solamente tres semanas, ya les había hablado de estas cosas.

EL MISTERIO DE LA INIQUIDAD

En el versículo 6 Pablo añade: “Y ahora vosotros sabéis lo que lo retiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste”. Este versículo indica que hay algún poder que impide que el hombre de iniquidad, el anticristo, sea revelado. Las palabras “a su debido tiempo” denotan el tiempo señalado por Dios, el cual será la última de las setenta semanas, como fue profetizado en Daniel 9:27; 7:24-26, y Apocalipsis 13:1-8.

En el versículo 7 Pablo dice a continuación: “Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad, pero sólo hasta que aquel que lo retiene ahora sea quitado de en medio”. La iniquidad que caracterizará al anticristo ya está operando misteriosamente en esta era. Se trata del misterio de iniquidad que opera hoy entre las naciones y en la sociedad humana. Aun hoy en día vemos que la iniquidad tiende a prevalecer.

El anticristo será la totalidad de la iniquidad. Nadie puede ejercer poder sin restricción alguna a menos que sea inicuo. Una persona justa no puede valerse de su poder de forma ilimitada, ya que es restringido por la ley. Los inicuos, quienes no aceptan las limitaciones que les impone la ley sino que hacen lo que les place, pueden llegar a ser muy poderosos. Hitler es un ejemplo de una persona inicua.

Por la soberanía de Dios, hay uno que lo retiene ahora, el cual será quitado de en medio. Esto probablemente significa que el factor restrictivo será quitado. Aunque el misterio de la iniquidad ya está en acción, la iniquidad ahora está restringida. Pero un día, lo que lo retiene será quitado. Debemos comprender que, de acuerdo con la profecía bíblica, un día el factor restrictivo será quitado, y entonces el anticristo actuará sin ninguna restricción.

En un país democrático como Estados Unidos, incluso el presidente está limitado por las leyes. Él no puede hacer lo que se le antoje. Pero si fueran quitadas las restricciones de la ley, el que está en el poder se volvería inicuo y haría lo que quisiera. En dado caso, el gobernante de un país podría llegar a ser muy poderoso. En la actualidad la iniquidad ya está en acción, pero el factor que la restringe todavía está presente. Es debido a este factor restrictivo que nadie puede obrar inicuamente ni llegar a ser muy poderoso. Pero

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cuando el factor restrictivo sea quitado, alguien se levantará, rechazará todo tipo de ley y hará lo que bien le plazca. Entonces llegará a ser extraordinariamente poderoso. Este hombre de iniquidad será el anticristo.

El versículo 8 dice: “Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor Jesús matará con el aliento de Su boca, y destruirá con la manifestación de Su venida”. Esto se cumplirá en Apocalipsis 19:19-20. Este versículo indica que la venida (parousía) del Señor estará oculta antes de ser manifestada abiertamente. Esto también indica que la venida del Señor durará cierto tiempo. Primero, ocurrirá en secreto, y después, se manifestará públicamente.

LA OBRA DE SATANÁS

En el versículo 9 Pablo declara: “Inicuo cuyo advenimiento es conforme a la obra de Satanás, con todo poder, señales y prodigios de mentira”. Este versículo revela que la venida del anticristo será conforme a la obra de Satanás. La razón por la cual el anticristo será tan inicuo es que él actuará bajo la obra de Satanás. Debido a la instigación de Satanás, él se volverá extremadamente poderoso. La obra de Satanás se efectuará con poder, señales y prodigios de mentira. La obra de Satanás, con la cual engaña a la gente (vs. 9-10), es, en su totalidad, una mentira, así como él mismo es mentiroso y padre de mentira (Jn. 8:44).

La obra de Satanás se ve en Apocalipsis 13. En aquel tiempo, la gente será engañada conseñales y prodigios de mentira. Una de estas señales será que un ídolo, la imagen inanimada del anticristo, podrá hablar.

NO RECIBIR EL AMOR DE LA VERDAD

El versículo 10 dice: “Y con todo engaño de injusticia entre los que perecen, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos”. Muchísima gente seguirá al anticristo. Ellos aceptarán su engaño por no recibir el amor de la verdad para ser salvos.

En el versículo 11 Pablo añade: “Por esto Dios les envía una fuerza de error, para que crean la mentira”. Como los que perecen no reciben el amor de la verdad, la cual Dios quería darles para que fueran salvos, Dios les enviará una fuerza de error, un poder activo de engaño, para que crean la mentira.

En el versículo 12 Pablo concluye, diciendo: “A fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia”. Los creyentes tienen buena voluntad de hacer el bien (1:11), mientras que los que perecen, quienes rechazan

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la verdad de Dios, se complacen en la injusticia. Para ellos, pecar es un deleite (Ro. 1:32).

Todos debemos tener claro todo lo relacionado con la venida del Señor y no dejarnos mover ni conturbarnos por enseñanzas extrañas. Hoy en día, hay quienes enseñan que los cristianos no pasarán por la tribulación, sino que serán arrebatados antes de la tribulación. Esta enseñanza azucarada no es acertada. No presten atención a semejantes enseñanzas acerca de la venida del Señor y de nuestro encuentro con Él. Lo que se nos dice en 2:1-12 es breve, pero es muy saludable y claro. Para conocer más detalles sobre este tema, les recomiendo que lean los mensajes del Estudio-vida de Mateo y de Apocalipsis.

No solamente debemos adquirir conocimiento acerca de la venida del Señor. También es preciso que llevemos una vida que cumpla los requisitos del Señor, a fin de que seamos tenidos por dignos de ser parte del hijo varón, o de estar entre los ciento cuarenta y cuatro mil, o entre los creyentes que aún estén vivos y sean arrebatados, según lo mencionado en Mateo 24. Aquellos creyentes que velen y estén preparados, serán arrebatados antes de la tribulación; no obstante, los que no velen ni estén preparados, tendrán que pasar por la tribulación.

ESTUDIO-VIDA DE 2 TESALONICENSES

MENSAJE TRES

PALABRAS DE CORRECCIÓNEN CUANTO AL CONCEPTO EQUÍVOCO

QUE TENÍAN LOS CREYENTESACERCA DEL DÍA DE LA VENIDA DEL SEÑOR

(2)

Lectura bíblica: 2 Ts. 2:1-12; Dn. 9:24-27

En el mensaje anterior examinamos las tres principales escuelas doctrinales respecto de la venida del Señor Jesús, Su parousía, y de nuestro encuentro, nuestro arrebatamiento, con Él. Éstas son las escuelas de la pretribulación, postribulación y la escuela que examina toda la parousía en detalle. También vimos que en 2 Tesalonicenses 2:1-12 Pablo da unas palabras de corrección respecto del concepto equívoco que tenían los creyentes acerca del día de la venida del Señor.

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En 2:1 Pablo habla de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestro encuentro con Él. En 2:2 y 3 Pablo les dice a los creyentes que no se dejen mover fácilmente en su modo de pensar, ni se conturben, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera de los apóstoles, que les dijera que el día del Señor ya había llegado. Asimismo, les encarga que no permitan que nadie los engañe. Después de esto, Pablo les dice que el día del Señor no vendrá sin que antes venga la apostasía y se manifieste el hombre de iniquidad, el anticristo. En la actualidad, aunque el misterio de la iniquidad ya está operando, hay un factor que lo restringe; sin embargo, un día será quitado. Entonces se manifestará el inicuo. No obstante, el Señor Jesús lo matará con el aliento de Su boca, y lo destruirá con la manifestación de Su venida (parousía, v. 8). La venida del inicuo será conforme a la obra de Satanás, con todo poder, señales y prodigios de mentiras, y con todo engaño de injusticia entre los que perecen, por cuanto no recibieron el amor a la verdad para ser salvos. Por esto, Dios les enviará una fuerza de error, para que crean la mentira.

LAS SETENTA SEMANAS

En el mensaje anterior hicimos notar que el hombre de iniquidad, el anticristo, se manifestará en la mitad de la última de las setenta semanas mencionadas en Daniel 9. Ahora, en este mensaje, quisiera decir algo más acerca de las setenta semanas de Daniel 9 en relación con las palabras de corrección que Pablo da en 2 Tesalonicenses 2:1-12.

Setenta semanas están divididaspor el bien de Israel y de Jerusalén

Daniel 9:24 dice: “Setenta semanas están divididas por el bien de tu pueblo y de tu santa ciudad, para terminar la transgresión, y poner fin al pecado, y hacer propiciación por la iniquidad, para traer la justicia eterna, y sellar la visión y al profeta, y ungir al santísimo”. En este versículo, una semana equivale a siete años. Por lo tanto, setenta semanas equivalen a setenta veces siete años, es decir, a cuatrocientos noventa años. A Daniel se le dijo que estas setenta semanas estaban divididas por el bien de “tu pueblo y de tu santa ciudad”. Eso significa que las setenta semanas están relacionadas con el pueblo de Daniel, los hijos de Israel, y con la santa ciudad, Jerusalén. Este versículo también habla de terminar la transgresión, de poner fin al pecado, de hacer propiciación por la iniquidad, de traer justicia eterna, de sellar la visión y al profeta, y de ungir al Santísimo. Si leemos este versículo con detenimiento, veremos que se refiere al fin de esta era. El traer justicia eterna se refiere al milenio, al reino de los mil años, cuando habrá justicia en la tierra. Por lo tanto, este versículo indica que las setenta semanas se extenderán hasta el fin de esta era y traerán el reino de los mil años.

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Hasta el Mesías Príncipe

Daniel 9:25 dice: “Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar, con calle y foso, en tiempos angustiosos”. Las siete semanas de este versículo denotan cuarenta y nueve años. Si estudiamos los libros de Esdras y Nehemías, veremos que desde el tiempo en que el rey de Persia dio la orden de volver a edificar Jerusalén hasta que terminó la reedificación pasaron cuarenta y nueve años. El versículo 25 también habla de un período de sesenta y dos semanas. Esto equivale a cuatrocientos treinta y cuatro años. Las primeras siete semanas y las sesenta y dos semanas suman cuatrocientos ochenta y tres años. Esto nos deja la última semana, un período de siete años, para el futuro. Los primeros cuarenta y nueve años se empiezan a contar desde la orden de reedificar a Jerusalén hasta la culminación de dicha reedificación. Los cuatrocientos treinta y cuatro años se empiezan a contar a partir de la edificación de Jerusalén hasta el Mesías Príncipe. La última parte del versículo 25 dice que “se volverá a edificar, con calle y foso, en tiempos angustiosos”. Esto se refiere a la edificación que se llevó a cabo durante las primeras siete semanas, es decir, durante el primer período que se compone de cuarenta y nueve años.

El príncipe que ha de venir

El versículo 26 dice: “Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, y no tendrá nada; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin habrá guerra; las desolaciones están determinadas”. Las palabras “se quitará la vida” se refieren a la crucifixión de Cristo, el Mesías. Cristo murió, no por sí mismo, sino por nosotros. Él fue crucificado por nosotros.

El “pueblo de un príncipe que ha de venir” se refiere al pueblo de Tito, un príncipe del Imperio Romano. En el año 70 d. de C. el ejército romano, bajo el liderazgo de Tito, destruyó por completo a Jerusalén y el templo, el santuario. La historia escrita por Josefo describe esta terrible destrucción.

El versículo 27 dice: “Y él hará un pacto firme con muchos por una semana; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la oblación y los reemplazará con las abominaciones del desolador, hasta que una destrucción completa, la que está determinada, se derrame sobre el desolador”. El pronombre “él”, que aparece al comienzo de este versículo, es el “príncipe” mencionado en el versículo 26. No obstante, aquí en realidad se está refiriendo al anticristo venidero. En tipología, Tito prefigura al anticristo. Lo que él hizo en el año 70 d. de C., lo repetirá el anticristo en el futuro. Es

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por eso que la profecía de Daniel 9 considera a los dos como uno solo: el primero, Tito, es la figura anticipada, y el segundo, el anticristo, será el cumplimiento.

El anticristo, quien es tipificado o prefigurado por Tito, según el versículo 27, “hará un pacto firme con muchos por una semana”. Este pacto será un acuerdo que se hará por un período de siete años. Estos siete años serán la última de las setenta semanas mencionadas en Daniel 9:24. A la mitad de la última semana, o sea, de los últimos siete años, el anticristo hará “cesar el sacrificio y la oblación”. Esto significa que impedirá que los judíos sigan ofreciendo sacrificios sobre el altar en el templo, y empezará a perseguir toda índole de religión.

La era de la iglesiaconsiderada como un paréntesis

Desde la salida de la orden para reedificar la ciudad de Jerusalén hasta la culminación de la reedificación pasaron cuarenta y nueve años, o sea, siete semanas. Luego, desde que se terminó la reedificación hasta la crucifixión de Cristo pasaron sesenta y dos semanas, o sea, cuatrocientos treinta y cuatro años. Después de la crucifixión de Cristo, hay una pausa en el cumplimiento de las setenta semanas. Esta pausa terminará al comienzo de los últimos siete años de esta era.

En los cuatro Evangelios el Señor Jesús dijo que a causa de Su crucifixión, Dios abandonaría a los hijos de Israel. Por lo tanto, la historia de ellos quedó interrumpida a partir de la cruz, y de ahí en adelante Dios los ha tenido abandonados, aunque, en realidad, Dios sólo los ha desechado temporalmente. A partir de entonces la historia divina empezó a llevarse a cabo con la iglesia. Eso significa que la historia de la iglesia es el período comprendido entre el final de la semana sexagésima nona y el comienzo de la semana septuagésima. En otras palabras, la era de la iglesia corresponde al período durante el cual se suspende el cumplimiento de las setenta semanas. También podemos decir que la era de la iglesia, es decir, la historia de la iglesia representa, de principio a fin, un paréntesis en la historia de los hijos de Israel.

Este entendimiento concuerda perfectamente con lo revelado en algunas de las parábolas que refirió el Señor Jesús en el Evangelio de Mateo. Por ejemplo, la parábola de Mateo 21:33-46 habla de la transferencia del reino de Dios. En esta parábola, la viña es la ciudad de Jerusalén, y los viñadores son los líderes de los israelitas. En Mateo 21:41 dice: “Le dijeron: A esos malvados los destruirá miserablemente, y arrendará la viña a otros viñadores que le paguen el fruto a su tiempo”. Esto se cumplió cuando el príncipe romano, Tito, y su ejército destruyeron a Jerusalén en el año 70 d. de C.

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En la parábola de la fiesta de bodas el Señor Jesús dice: “El rey, entonces, se enojó; y enviando sus tropas, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad” (Mt. 22:7). Éstas fueron las tropas romanas que, bajo el liderazgo de Tito, destruyeron a Jerusalén. Mateo 22:9 indica que la predicación del Nuevo Testamento se ha vuelto a los gentiles: “Id, pues, a las encrucijadas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis”.

La septuagésima semana,el milenio y la eternidad

Estas parábolas indican que, después de la crucifixión del Señor Jesús, Dios abandonó a los hijos de Israel y centró Su atención en la iglesia. Por lo tanto, a partir de la crucifixión de Cristo, se da una pausa en la historia de los hijos de Israel. Esta pausa se extenderá hasta el final de la era de la iglesia, cuando Dios una vez más visitará a los hijos de Israel. Entonces tendrá inicio la última de las setenta semanas de Daniel. Después de la septuagésima semana, vendrá el milenio, el reinado de Cristo, donde Cristo reinará en la tierra por mil años. Después del milenio vendrá el cielo nuevo y la tierra nueva con la Nueva Jerusalén. Esto será la eternidad.

El quebrantamiento del pacto

El anticristo será extraordinariamente poderoso. Por esta razón, los judíos le temerán y se verán obligados a hacer un acuerdo, un pacto, con él, pacto que supuestamente duraría siete años. Según dicho pacto, el anticristo les prometerá a los judíos que no se opondrá a su religión. Sin embargo, en la mitad de la última semana, los últimos siete años, el anticristo quebrantará este pacto y obligará a los judíos a cesar los sacrificios. Asimismo, se sentará en el templo de Dios y se proclamará Dios. Refiriéndose al anticristo, el hombre de iniquidad, 2 Tesalonicenses 2:4 dice: “El cual se opone y se exalta sobre todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios, proclamándose Dios”.

En la Biblia, la última de las setenta semanas se divide en dos secciones. Lo que divide esta semana en dos secciones es el hecho de que el anticristo quebranta el pacto con los judíos, les prohíbe seguir ofreciendo sacrificios y se sienta en el templo. La Biblia no dice mucho acerca de la primera mitad de la septuagésima semana; no obstante, describe muy detalladamente la segunda mitad. A esta segunda mitad se le llama “tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo”, esto es, tres años y medio; también se le describe como cuarenta y dos meses, o mil doscientos sesenta días (Ap. 11:2-3; 13:5).

EL DESCENSO DEL SEÑOR DEL TRONO AL AIRE

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Mientras el anticristo actúa en la tierra, el Señor Jesús empezará a desplazarse de los cielos al aire. No se nos dice claramente en qué momento el Señor lo hará. Como resultado de un esmerado estudio, yo diría que empezará a suceder muy poco antes de la mitad de los últimos siete años. Apocalipsis 12 nos muestra que el hijo varón será arrebatado al trono de Dios. El libro de Apocalipsis también nos muestra que los últimos tres años y medio comenzarán después que el hijo varón sea arrebatado. Cuando el hijo varón sea arrebatado, el Señor Jesús aún estará en el trono en el cielo.

Además, los ciento cuarenta y cuatro mil, las primicias para Dios y para el Cordero, mencionados en Apocalipsis 14, también serán arrebatados al trono de Dios. Estas ciento cuarenta y cuatro mil primicias no serán llevadas al aire, sino a los cielos, al monte Sion celestial. El arrebatamiento de las primicias a los cielos es tipificado por las primicias de Éxodo 23:19, las cuales eran llevadas a la casa de Jehová para Su disfrute: “Las primicias de los primeros frutos de tu tierra traerás a la casa de Jehová tu Dios”. Según Apocalipsis 14, la cosecha, la mayoría de los creyentes, será dejada en la tierra para que pase por la segunda mitad de los últimos siete años, período conocido como la gran tribulación. Poco después de que el hijo varón y las primicias sean arrebatados al trono, el Señor Jesús probablemente empezará Su descenso del trono a los aires, escondido dentro de una nube.

LA SIEGA DE LA COSECHA

¿En qué lugar de este cuadro encaja 1 Tesalonicenses 4? El arrebatamiento mencionado en 1 Tesalonicenses 4 debe de corresponder a la siega de la cosecha de Apocalipsis 14. Esta cosecha será segada, arrebatada, probablemente al final de los últimos tres años y medio. Eso significa que la cosecha será segada justamente al final de la gran tribulación.

En 2 Tesalonicenses 2:3 Pablo dice: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá [el día del Señor] sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de iniquidad, el hijo de perdición”. Después de la apostasía y de que se manifieste el hombre de iniquidad, ocurrirá la manifestación de la parousía del Señor. La manifestación del anticristo se llevará a cabo durante los últimos siete años. La manifestación del anticristo tiene que ocurrir primero, y después tendrá lugar la manifestación de la parousía del Señor.

En el versículo 8 Pablo dice: “Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor Jesús matará con el aliento de Su boca, y destruirá con la manifestación de Su venida”. Esto indica que la venida (parousía) del Señor se efectuará de manera oculta antes deque se manifieste abiertamente. También indica que la venida del Señor durará cierto

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tiempo. Se mantendrá en secreto por algún tiempo y después se manifestará públicamente. La parousía del Señor ocurrirá en secreto durante los últimos tres años y medio; luego, cuando el Señor Jesús dé muerte al anticristo, Su parousía se manifestará. De manera que, la parousía del Señor comenzará cuando Él descienda de los cielos al aire, y culminará cuando Él se manifieste públicamente.

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ESTUDIO-VIDA DE 2 TESALONICENSES

MENSAJE CUATRO

MÁS PALABRAS DE ALIENTO

Lectura bíblica: 2 Ts. 2:13—3:5

En este mensaje abarcaremos 2:13—3:5, un pasaje de 2 Tesalonicenses que contiene más palabras de aliento. En estos versículos Pablo abarca varios asuntos que son muy preciosos. En 2:13 Pablo dice: “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación en santificación por el Espíritu y en la fe en la verdad”. Dios nos amó (v. 16), nos escogió desde el principio y nos llamó mediante el evangelio (v. 14). Él nos escogió para salvación, la cual se efectúa mediante la santificación por el Espíritu, y nos llamó para que alcanzásemos la gloria del Señor. Ahora Él nos lleva adelante con consolación eterna y buena esperanza en gracia.

LA ELECCIÓN DE DIOS

Pablo, en sus palabras de aliento, les recuerda a los creyentes jóvenes de la elección de Dios. Les dice que desde el principio, esto es, desde la eternidad pasada (véase Ef. 1:4), Dios los escogió. Ciertamente es muy alentador saber que antes de que existiera el tiempo, Dios nos hubiera escogido. Esto quiere decir que nuestra salvación no comenzó en el tiempo; más bien, comenzó en la eternidad. En la eternidad pasada Dios pensó en nosotros y nos eligió. Desde el principio, Dios nos escogió para salvación.

LA SALVACIÓN SE EFECTÚAEN LA SANTIFICACIÓN POR EL ESPÍRITU

La salvación para la cual fuimos escogidos por Dios es una salvación que se efectúa en la santificación por el Espíritu. La santificación por el Espíritu es la transformación divina. Por medio de ella, somos completamente salvos de todas las cosas viejas y negativas, y somos hechos una nueva creación para alcanzar la gloria del Señor.

La santificación depende de la transformación, y la transformación implica un proceso. Ahora, los que hemos sido salvos estamos en el proceso de ser santificados, transformados.

Podemos usar la preparación de los alimentos para explicar el proceso de la santificación. Se puede comparar la vida de iglesia con una cocina. Cuando Dios nos

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llamó y nos salvó, Él nos compró como quien compra víveres en un gran supermercado. Cuando Dios salió a comprarnos, nos llamó. Ahora nos hallamos en el proceso de “preparación” en la “cocina” de la iglesia. El proceso de preparación en el que estamos es la santificación, la transformación.

Ya que la vida de iglesia es el lugar donde Dios cocina, la iglesia no siempre se verá muy limpia y ordenada. Éste es particularmente el caso de las cocinas donde se preparan buenos platillos. No espere que su iglesia local sea perfecta. La cocina es un lugar donde tiene lugar un proceso. Mientras este proceso se lleva a cabo, hay muchas cosas que todavía no están listas; no obstante, se encuentran en el proceso de ser preparadas. A veces me preguntan cómo puedo tolerar las situaciones que se presentan en la iglesia. Yo les respondo: “¿Por qué no habría de tolerarla? La iglesia es una cocina. Espere un poco y verá los resultados de la labor que se está realizando en la cocina”.

Según 2:13, la salvación se efectúa en santificación. Eso significa que la salvación no produce el resultado inmediato de llevarnos al cielo. No, la salvación de Dios se lleva a cabo ahora mismo en santificación. Dios nos está santificando. Esto debe hacernos recordar las palabras de Pablo en 1 Tesalonicenses 5:23, donde dice: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo”. Actualmente todos nos hallamos en el proceso de santificación, en la “cocina” de la vida de iglesia. Todos sabemos lo que significa ser cocinados en esta cocina. Sin embargo, quienes no están en esta cocina, no saben a qué nos referimos cuando decimos que estamos en el proceso de ser cocinados.

No esperen que todo sea maravilloso y ordenado en la vida de iglesia. No existe ninguna iglesia local de la tierra que sea así. Además, no debemos pensar que las iglesias locales de la época de Pablo eran mejores que las iglesias de hoy. Al contrario, puesto que hemos mejorado en nuestra manera de cocinar, es posible que hoy las iglesias locales del recobro del Señor sean mejores que las iglesias de los días de Pablo.

Por lo general, el desorden en una cocina es indicio de que se están preparando allí excelentes platillos. Tal vez la cocina esté desordenada, pero la comida que se está preparando será muy deliciosa. Si quieren que la comida de su iglesia local sea sabrosa, tienen que estar dispuestos a tolerar cierto desorden en su cocina.

Supongamos que usted me invita a cenar a su casa. Si yo viera que en su cocina todo está limpio y ordenado, podría sentirme decepcionado pensando que quizás no habrá preparado mucho que comer. Pero si veo que su cocina está desordenada debido a la preparación de los alimentos, sabré que se está preparando un banquete. En una casa donde nadie cocina, tal vez la cocina se mantenga muy limpia y ordenada; en cambio, donde se están preparando suculentos platillos, la cocina no se verá muy ordenada. Si en

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una iglesia todo está limpio y ordenado, eso puede indicar que nadie está cocinando. Eso querría decir que hay carencias en el proceso de santificación.

Puedo testificar que la cocina de la iglesia en Anaheim está desordenada. Esto comprueba que en Anaheim estamos en el proceso de la santificación. Dios, conforme a Su elección, nos ha sometido al proceso de la santificación. En la iglesia en Anaheim muchos estamos siendo “cocinados”, es decir, estamos siendo santificados y transformados. A menudo, mientras estoy siendo cocinado, me pregunto qué está pasando. Luego, el Señor me recuerda que yo le he pedido que me transforme y que también he ministrado acerca de la transformación. En lo que respecta a Anaheim, puedo decir que yo “cocino” a los ancianos, y que los ancianos “me cocinan” a mí. Además, los ancianos están “siendo cocinados” por los santos. Pareciera que hay ciertos hermanos y hermanas que han sido puestos especialmente para cocinar a los ancianos. En realidad, nadie es cocinado en la cocina de la vida de iglesia por la mano humana; antes bien, es el Señor quien nos cocina según Su sabiduría y soberanía.

Dios nos eligió para salvación en santificación y no meramente para que nuestros pecados fueran perdonados. Para recibir el perdón de pecados, uno no necesita ser cocinado; sólo basta orar, diciendo: “Señor Jesús, me arrepiento. Confieso que soy pecador. Pero, Señor, creo en Ti, y te agradezco por morir en la cruz por mis pecados”. Una persona que ora de esta manera puede ser salva y recibir el perdón de sus pecados; pero en esto no consiste la santificación. Después de experimentar el perdón, tenemos que pasar por el proceso de santificación.

El Señor quiere santificarnos, es decir, transformarnos. La transformación es un proceso que no siempre es agradable. Sin embargo, es necesario que aprendamos a disfrutar al Señor, aun mientras estamos siendo cocinados.

En el versículo 13 Pablo nos dice que la santificación se efectúa por el Espíritu. ¿Sabe usted dónde está el Espíritu? Es preciso que usted comprenda que el Espíritu está en usted, con el propósito de santificarlo. En 1 Tesalonicenses 4 Pablo habla de la santificación, y esta santificación se lleva a cabo por el Espíritu. De hecho, el propio Espíritu que mora en nosotros es nuestra santificación. El Espíritu mora en nosotros con un solo propósito: santificarnos, transformarnos, cambiarnos metabólicamente. En esto consiste la santificación por el Espíritu.

FE EN LA VERDAD

En el versículo 13 Pablo también habla de fe en la verdad. La fe en la verdad es una experiencia que precede a la salvación en santificación por el Espíritu. Dios nos escogió

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desde el principio para la fe en la verdad y para salvación en santificación por el Espíritu.

FUIMOS LLAMADOS PARA ALCANZARLA GLORIA DEL SEÑOR JESUCRISTO

En el versículo 14 Pablo añade: “A lo cual también os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo”. Las palabras “a lo cual” se refieren a la salvación en santificación por el Espíritu y a la fe en la verdad, que se mencionan en el versículo 13. En la eternidad, Dios nos escogió para salvación en santificación por el Espíritu y en la fe en la verdad; luego, en el tiempo, nos llamó para que alcanzásemos la gloria de nuestro Señor. La salvación en santificación por el Espíritu y en la fe en la verdad, denota el procedimiento; mientras que alcanzar la gloria de nuestro Señor es la meta.

Dios primero nos escogió y después nos llamó. Nos escogió para la fe en la verdad y para salvación en santificación por el Espíritu. Luego, por medio del evangelio, Él nos llamó para que alcanzásemos la gloria del Señor Jesucristo. La gloria del Señor significa que Él es el Hijo de Dios Padre, y que, como tal, posee la vida y la naturaleza del Padre para expresarle. Por tanto, alcanzar la gloria del Señor significa estar en la misma posición que el Hijo de Dios para expresarle.

Dudo que la mayoría de los cristianos de hoy entiendan lo que significa ser llamado para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. En el versículo 14 Pablo no dice que Dios nos llamó para alcanzar el perdón, la justificación o la reconciliación; él dice que Dios nos llamó para alcanzar la gloria del Señor Jesús. En Juan 17:22 el Señor, en Su oración al Padre, dijo: “La gloria que me diste, Yo les he dado, para que sean uno, así como Nosotros somos uno”. La gloria que el Padre le dio al Hijo es la filiación con la vida y la naturaleza divinas del Padre (Jn. 5:26). La filiación fue dada para que el Hijo pudiera expresar al Padre en Su plenitud (Jn. 1:18; 14:9; Col. 2:9; He. 1:3). El Hijo ha dado esta gloria a Sus creyentes para que ellos también puedan tener la filiación con la vida y la naturaleza divinas del Padre (Jn. 17:2; 2 P. 1:4) a fin de expresar al Padre en el Hijo, en Su plenitud (Jn. 1:16). Dudo que muchos cristianos tengan este entendimiento con respecto a la gloria del Señor Jesús.

La gloria del Señor Jesús se debe al hecho de que el Padre le dio Su vida y Su naturaleza para que expresara al Padre. Ésta es la gloria que el Hijo nos ha dado. Esto significa que el Hijo nos ha dado la vida y la naturaleza del Padre para que pudiéramos expresarle. ¡Qué gloria tan maravillosa! Dios nos llamó para que alcanzáramos esta gloria, la gloria de la vida y naturaleza divinas, a fin de que expresáramos al Ser divino. Aunque es

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probable que usted nunca hubiera reflexionado sobre esto, ésta es la verdad que es según la revelación del Nuevo Testamento. ¡Aleluya por esta gloria tan maravillosa!

RETENER LAS INSTRUCCIONES

En 2:15 Pablo añade: “Así que, hermanos, estad firmes, y retened las instrucciones que os han sido entregadas y en que habéis sido enseñados, sea por palabra, o por carta nuestra”. [La expresión “las instrucciones ... entregadas” también se puede traducir “tradiciones”; así que,] no debemos pensar que las tradiciones son siempre malas. Las tradiciones a las cuales se refiere Pablo aquí son excelentes. Debemos estar firmes y retener dichas instrucciones.

CONSOLACIÓN ETERNAY BUENA ESPERANZA EN LA GRACIA

El versículo 16 dice: “Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza en la gracia”. Según este versículo, lo que tenemos no es una consolación temporal ni un fortalecimiento transitorio, sino una consolación eterna. Esta consolación eterna se debe a la vida divina y nos basta en cualquier ambiente y situación en que nos encontremos. Por ello, va acompañada de buena esperanza.

La consolación eterna está relacionada con la vida divina. Cada vez que usted se sienta desalentado, debe recordar que la vida divina está en usted. Si tan solo reflexiona un poco sobre el hecho de que la vida divina está en su interior, será consolado. ¿Sabe usted qué clase de vida tiene? Usted tiene la vida de Dios. La vida que le ha sido dada es la vida de Dios mismo. La consolación eterna, por ende, es en realidad la vida eterna.

Podemos ser consolados simplemente al reflexionar un poco sobre la vida eterna que hemos recibido. Si usted se siente débil, recuerde que tiene la vida eterna. Esto lo fortalecerá y consolará. Esta consolación eterna es suficiente en cualquier entorno y situación en que usted se encuentre. Dios nos amó y nos dio consolación eterna.

Dios nos ha dado también buena esperanza en la gracia. Ésta es la esperanza de gloria (Col. 1:27), la cual es la esperanza en la venida del Señor (1 Ts. 1:3), cuando seremos o resucitados o transfigurados para entrar en la gloria (1 Ts. 4:13-14; Fil. 3:21; He. 2:10). Esta buena esperanza se basa en la gracia, la cual es nada menos que el Dios Triuno, quien se procesó para llegar a ser el Espíritu vivificante y todo-inclusivo. Es en esta gracia que tenemos buena esperanza. Podemos afirmar que la gracia es Dios mismo, en Cristo, quien se da a nosotros para que lo disfrutemos y seamos santificados por Su Espíritu, y confortados y confirmados con consolación eterna y buena esperanza.

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Algunos santos me han dicho: “Hermano Lee, le hemos oído ministrar por muchos años, y usted realmente habla de una sola cosa. Es maravilloso que pueda dar miles de mensajes sobre lo mismo”. En realidad, esta manera de ministrar no es mía; es la manera que se muestra en la Biblia y también la manera que practicaba Pablo. ¿No han notado que en Romanos Pablo habla de una manera, y luego en 1 Corintios habla de lo mismo, pero de otra manera? Ahora vemos que en 2 Tesalonicenses 2 él habla otra vez de lo mismo, aunque de una manera diferente.

A mí me gusta especialmente la última parte del capítulo dos, los versículos del 13 al 17, porque en estos versículos Pablo presenta asuntos que son muy importantes para los nuevos creyentes. Su forma de escribir es sencilla, pero el contenido es muy profundo. Primero, Pablo dice que Dios nos escogió desde el principio para salvación en santificación por el Espíritu. Luego, dice que Dios nos llamó por medio del evangelio para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. En el versículo 16 Pablo dice que se nos dio consolación eterna y buena esperanza en la gracia. Pablo no usa la expresión “consolación eterna” en ninguno de sus otros libros. Juan habla de esto mismo, pero emplea diferentes términos. En 2:16 Pablo se refiere a la vida eterna como consolación eterna. En este versículo, el pronombre relativo “el cual” podría referirse tanto al Señor Jesucristo como a Dios el Padre; sin embargo, la frase “nos amó y nos dio” está en singular. Esto indica que Pablo consideraba al Señor y al Padre como uno solo.

Debemos aprender a usar las expresiones que Pablo usó, expresiones tales como consolación eterna. Si notamos que un hermano está débil o desalentado, podemos decirle: “Hermano, ¿acaso no has recibido consolación eterna? La consolación eterna es la vida eterna que está en ti”.

Supongamos que una persona que tiene un diamante en su bolsillo se siente muy triste. Si tan sólo ella viera el diamante, se sentiría consolada y se alegraría. Nosotros poseemos el verdadero diamante, y este diamante es la vida eterna como nuestra consolación eterna. ¿Se dan cuenta ustedes de que tienen este diamante en su bolsillo? ¿Por qué, entonces, ponen su mirada en sus problemas y sufrimientos en vez de ponerla en el diamante? ¡Oh, alabado sea el Señor por el diamante de la consolación eterna! Esta consolación es la vida eterna y la buena esperanza en la gracia.

CONFORTADOS Y CONFIRMADOS

En el versículo 17 Pablo, refiriéndose al Señor Jesucristo y a Dios el Padre, dice: “Conforte vuestros corazones, y os confirme en toda buena obra y palabra”. Si queremos que Dios nos conforte, debemos confortarnos a nosotros mismos. Si nos ayudamos a nosotros mismos, Dios nos ayudará. Pero si no nos ayudamos a nosotros mismos, Dios

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no nos ayudará. Si usted no está dispuesto a comer la comida que está sobre la mesa, nadie podrá hacer nada para ayudarlo. Pero si usted está dispuesto a comer, todos estarán dispuestos a ayudarlo. Este ejemplo nos muestra que tenemos que confortarnos y confirmarnos a nosotros mismos, para que así Dios pueda confortarnos y confirmarnos.

ORAR POR LOS MINISTROS DE LA PALABRA

En 3:1 Pablo dice: “Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo es entre vosotros”. Si la palabra del Señor ha de ser glorificada, es necesario que los creyentes manifiesten y expresen en su vivir las riquezas divinas contenidas en la palabra del Señor. Todos debemos aprender a permitir que la palabra del Señor corra y a hacer que la palabra del Señor sea glorificada en nosotros.

El versículo 2 dice: “Y para que seamos librados de hombres porfiados y malignos; porque no es de todos la fe”. Los ministros de la palabra de Dios necesitan que los santos ofrezcan tal oración por ellos.

GUARDADOS DEL MALIGNO

En el versículo 3 Pablo declara: “Pero fiel es el Señor, que os confirmará y guardará del maligno”. Somos guardados por medio de la consolación eterna y la buena esperanza (2:16-17). La vida eterna es lo único que nos puede guardar del maligno. El mundo entero yace en poder del maligno (1 Jn. 5:19), pero la vida divina, la cual tenemos por haber nacido de Dios, nos protege y guarda del maligno (1 Jn. 5:18, 4; 3:9). Tenemos una parte en nosotros que ha sido regenerada, que ha nacido de Dios. Esa parte, la cual es en realidad el Señor mismo, siempre nos guarda.

LA CONFIANZA DE LOS APÓSTOLES

En el versículo 4 Pablo añade: “Y tenemos confianza respecto a vosotros en el Señor, en que hacéis y haréis lo que os hemos mandado”. Esta exhortación es muy similar a las exhortaciones que encontramos en 1 Tesalonicenses 4:2-4, 9-12; 5:11-22; 2 Tesalonicenses 2:2, 15; 3:6, 10, 12-15.

EL SEÑOR ENCAMINA LOS CORAZONESDE LOS CREYENTES

En el versículo 5 Pablo concluye diciendo: “Y el Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios, y a la perseverancia de Cristo”. El Señor encamina nuestros corazones a

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través de la dirección del Espíritu, mediante el cual el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones (Ro. 8:14; 5:5). El amor de Dios mencionado en este versículo es nuestro amor para con Dios, el cual procede del amor de Dios (1 Jn. 4:19) que ha sido derramado en nuestros corazones. En términos positivos, necesitamos disfrutar del amor de Dios para poder amarle y vivir para Él; en términos negativos, necesitamos perseverar con la perseverancia de Cristo para poder soportar los sufrimientos, así como Él lo hizo, y así resistir a Satanás, el enemigo de Dios.

En 2:13—3:5 Pablo habla una vez más de la fe, del amor y de la esperanza. Esto indica que 2 Tesalonicenses es la continuación de 1 Tesalonicenses. Esta sección de 2 Tesalonicenses es una conclusión que Pablo dirige a los nuevos creyentes en cuanto a la estructura básica de la vida cristiana para la vida de iglesia. Como hemos mencionado, esta estructura básica incluye la fe, el amor y la esperanza. Por la fe fuimos salvos y entramos en el proceso de la santificación. Fuimos llamados para alcanzar la gloria del Señor, y tenemos consolación eterna, la cual es la vida eterna, y también buena esperanza en la gracia. Ahora, según 3:5, necesitamos que el Señor encamine nuestros corazones al amor de Dios y a la perseverancia de Cristo.

ESTUDIO-VIDA DE 2 TESALONICENSES

MENSAJE CINCO

ESCOGIDOS POR DIOS PARA SALVACIÓNEN SANTIFICACIÓN POR EL ESPÍRITU

(1)

Lectura bíblica: 2 Ts. 1:3-5, 10-11; 2:13-14, 16

UNA VIDA SANTA PARA LA VIDA DE IGLESIA

Los libros de 1 y 2 Tesalonicenses tienen un total de ocho capítulos. El tema en todos estos capítulos es el mismo: una vida santa para la vida de iglesia. Cada vez que leamos 1 y 2 Tesalonicenses, no debemos distraernos con otros asuntos. Por supuesto, en los ocho capítulos de estos dos libros se abordan otros asuntos; así que, debemos tener cuidado de no distraernos con ellos. Cuando leamos 1 y 2 Tesalonicenses, debemos tener presente que la idea central de estas epístolas es: una vida santa para la vida de iglesia.

La estructura de esta vida santa para la vida de iglesia se compone de fe, amor y esperanza; y la manera en que podemos vivir tal vida es ser santificados por completo. En 1 Tesalonicenses 5:23 Pablo dice: “Y el mismo Dios de paz os santifique por

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completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Si deseamos ser santificados por completo, necesitamos que nuestro corazón sea afirmado irreprensible en santidad, y tenemos que guardar nuestro vaso, nuestro cuerpo, en santificación y honor. Además, todas las partes de nuestro ser —nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo—deben ser guardados perfectos. Esto tiene como fin que todo nuestro ser sea santificado, de modo que podamos llevar una vida santa para la vida apropiada de iglesia.

En 2 Tesalonicenses Pablo repite muchas de las cosas que menciona en 1 Tesalonicenses. Pablo, al igual que un padre que ama a sus hijos, repite las mismas cosas. Ésta es una característica de los padres que se acentúa cada vez más a medida que pasan los años. Ellos les dicen a sus hijos las mismas cosas una y otra vez. Así que, 2 Tesalonicenses repite y desarrolla más ampliamente lo dicho en 1 Tesalonicenses. Repite las mismas cosas junto con algunas advertencias y correcciones. En 2 Tesalonicenses 2 Pablo dice a los creyentes que no se dejen engañar. También los corrige para traerlos de nuevo al camino correcto. No obstante, el tema principal —una vida santa para la vida de iglesia— es el mismo en ambos libros. Además, tanto en 1 Tesalonicenses como en 2 Tesalonicenses vemos la estructura básica de la vida cristiana, la cual incluye la fe, el amor y la esperanza.

LA FE CRECE Y EL AMOR ABUNDA

En 2 Tesalonicenses 1:3 y 4 Pablo dice: “Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es propio, por cuanto vuestra fe crece sobremanera, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con el otro; tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros entre las iglesias de Dios, por vuestra perseverancia y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que soportáis”. En el versículo 3 Pablo habla del amor y de la fe de los creyentes. Dice que su fe crece y que su amor abunda. En 1 Tesalonicenses 3:2 Pablo dice que había enviado a Timoteo para confirmar y alentar a los tesalonicenses respecto a su fe. En 1 Tesalonicenses 3:10 vemos que Pablo estaba ansioso por verlos nuevamente a fin de completar lo que faltaba a su fe. Además, en 1 Tesalonicenses 3:12 Pablo insta a los creyentes a crecer en amor: “Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros”. Luego, en 1 Tesalonicenses 4:9, Pablo les dice a los creyentes que de Dios habían sido enseñados a amarse unos a otros. Por lo tanto, en 1 Tesalonicenses Pablo deseaba que la fe de los creyentes fuera perfeccionada y que el amor de ellos creciera y abundara. Ahora, en 2 Tesalonicenses 1:3, Pablo alienta a los nuevos creyentes de Tesalónica al decirles que los apóstoles daban gracias a Dios porque la fe de ellos crecía sobremanera y porque su amor abundaba. Esto indica que Pablo, al hablarles nuevamente sobre la fe y el amor, añade palabras de aliento.

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PERSEVERANCIA EN LA ESPERANZA

¿Pero en qué parte de 2 Tesalonicenses Pablo habla de la esperanza? La primera referencia que Pablo hace respecto a la esperanza de los creyentes se encuentra en 1:4, donde él dice que se gloriaba de la perseverancia y fe de los creyentes en todas sus persecuciones y tribulaciones. La esperanza está implícita en la palabra “perseverancia”. La perseverancia de ellos provenía de la esperanza en el regreso del Señor y fue sostenida por la misma. La perseverancia que proviene de la esperanza siempre está acompañada de la fe. Es por ello que Pablo habla de la perseverancia y de la fe de ellos. En 2:16 Pablo habla nuevamente de la esperanza: “Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza en la gracia”. Pablo, como excelente escritor que era, en sus epístolas a los tesalonicenses se refería continuamente a la estructura básica, cuyos elementos eran la fe, el amor y la esperanza.

SANTIDAD Y SANTIFICACIÓN

En 1 Tesalonicenses 3 Pablo habla de la santidad; en el capítulo cuatro, habla de la santificación; y en el capítulo cinco, habla de ser santificados. En 1 Tesalonicenses 3:13 él dice: “Para afirmar vuestros corazones irreprensibles en santidad delante de nuestro Dios y Padre, en la venida de nuestro Señor Jesús con todos Sus santos”. En 1 Tesalonicenses 4:3, él dice: “Pues ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación”, y en el versículo 4 dice: “Que cada uno de vosotros sepa poseer su propio vaso en santificación y honor”. Luego, en 1 Tesalonicenses 5:23, Pablo dice: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Ésta es la santidad y la santificación de las cuales se habla en 1 Tesalonicenses y las cuales se requieren para llevar una vida santa para la vida de iglesia, una vida compuesta de tres elementos: fe, amor y esperanza.

En 2 Tesalonicenses 2:13 Pablo dice algo más acerca de la santificación: “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación en santificación por el Espíritu y en la fe en la verdad”. Dios nos escogió para salvación en santificación, y esta santificación se efectúa por el Espíritu. Lo que Pablo dice aquí sobre la santificación hace alusión a todo lo que él dijo acerca de la santidad y la santificación en 1 Tesalonicenses. En otras palabras, él aquí se está refiriendo a lo que dijo respecto de la necesidad de que nuestro corazón sea afirmado irreprensible en santidad, de que nuestro cuerpo sea guardado en santificación y de que el Dios de paz nos santifique por completo.

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EL PUENTE DE LA SALVACIÓN

En 2:13, ni la santificación ni la salvación son temas sencillos. Cuando era joven, yo pensaba que la salvación de Dios era un tema muy sencillo. Al principio estaba muy ansioso por saber si realmente había sido salvo. Con el tiempo, me di cuenta de que efectivamente había sido salvo. A partir de entonces la salvación llegó a ser el tema principal de mis conversaciones con los demás. Cada vez que conocía a alguien por primera vez, quería saber si era salvo o no. Poco a poco fui comprendiendo que la salvación no es un tema tan sencillo. Hoy en día, si me preguntaran si ya soy salvo, respondería: “Fui salvo, aún estoy siendo salvo, y seré salvo. Al final, seré salvo de manera completa, plena y cabal”.

Otra pregunta que me podrían hacer acerca de mi experiencia de salvación sería: “Hermano Lee, usted dice que fue salvo, que está siendo salvo y que será completamente salvo. Díganos en qué medida ha sido salvo. Además, ¿qué tanto está siendo usted salvo día tras día? Sabemos que usted ha sido cristiano por más de cincuenta años. Díganos, por favor, ¿cuánto ha sido salvo y cuánto aún le falta por ser salvo?”. Me valgo de este tipo de preguntas para mostrarles que la salvación no es un tema tan sencillo.

Si alguien llegara a preguntarle a usted si ha sido salvo y en qué medida ha sido salvo, usted debería decir: “Yo se qué fui salvo; mas no sabría decirle qué tanto he sido salvo. Lo que sí sé es que necesito ser salvo mucho más. He participado de la salvación de Dios hasta cierto grado, pero necesito participar de ella a un grado mucho mayor”.

En 2:13 Pablo dice que Dios nos escogió para salvación. Esta salvación comprende un largo período. Hasta donde entendemos, la salvación empieza con la regeneración y concluye con la glorificación. Pese a que nos encontrábamos en una condición caída, y éramos pecaminosos y estábamos muertos, Dios vino y nos regeneró. Por medio de la regeneración, empezamos a participar de la salvación de Dios. Sin embargo, en lo que a esta salvación se refiere aún nos queda mucho camino por recorrer.

Podemos asemejar el transcurso de la salvación de Dios a un gran puente. El puente de la salvación empieza en el tiempo y se extiende hasta la eternidad. Si ustedes me preguntaran en qué parte del puente me encuentro, les diría que no lo sé. Lo que sí sé es que aún no he terminado de cruzarlo. Sé que me encuentro en algún punto del puente de la salvación, pero sólo Dios sabe exactamente dónde estoy.

Si bien no sabemos dónde nos encontramos en el puente de la salvación de Dios, sí podemos saber con certeza que nunca perderemos nuestra salvación ni nuestra regeneración. Una vez que somos regenerados, somos regenerados por la eternidad. La

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regeneración es algo que se experimenta una vez y para siempre. Puede compararse con el nacimiento que tuvimos como seres humanos. Una vez que una persona nace, nunca dejará de ser un ser humano, una persona. Bajo el mismo principio, la regeneración se experimenta una vez y para siempre, por la eternidad.

EL GRADO AL QUE HEMOS SIDO SALVOSY LA MEDIDA EN QUE HEMOS SIDO SANTIFICADOS

El grado al que hayamos sido salvos depende de la medida en la que hayamos sido santificados. Cuánto más santificados seamos, más salvos seremos. Quizás ayer usted se encontraba más adelante en el puente de la salvación que hoy. Tal vez ello se deba a que usted se enojó en la mañana con su cónyuge, lo cual le hizo retroceder un poco. Este descuido le hizo perder un poco de su santificación, y por tanto, hoy no está tan santificado como lo estaba ayer.

Suponga que una de sus amistades pasadas le visita y lo invita a participar en cierto entretenimiento mundano. Si usted acepta su invitación, perderá aun más santificación y retrocederá aun más en el puente de la salvación; sin embargo, si en vez de ello rechaza la invitación, y además de eso le predica el evangelio a su amigo y le ayuda a hacerse cristiano, usted recuperará la santificación que había perdido y avanzará aun más en el puente de la salvación. Como resultado, usted será más santificado y más salvo. Lo que queremos decir es que lo que determina la medida en que hemos sido salvos, es el grado al que hayamos sido santificados. Es muy importante que veamos que la salvación de Dios no es tan sencilla y que está relacionada con la santificación.

Supongamos que un hermano joven se cansa de asistir a las reuniones de la iglesia, y un día, en vez de asistir a la reunión, decide ir a la playa. La próxima vez que venga a una reunión, probablemente se sentirá sumido en la muerte. Esto se debe a que él perdió algo de su santificación. No guardó su espíritu ni su alma ni su cuerpo.

LA SANTIFICACIÓNY LA JUSTIFICACIÓN

Martín Lutero contendió ardientemente por la verdad de la justificación por la fe. Puesto que él participó en esa batalla, no debemos culparlo por no haber visto otros aspectos de la plena salvación de Dios. Lutero enseñó que la justificación era por la fe. Según esta verdad, si creemos en el Señor, seremos justificados. Sin embargo, en cierto sentido, la justificación es también una cuestión de grado. Por un lado, la Biblia dice que la justificación precede a la santificación (Ro. 6:19); pero, por otro, también nos muestra que la santificación ocurre primero, y que después viene la justificación (1 Co. 6:11). En

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este sentido, la justificación de Dios depende de la santificación, es decir que, si no hemos sido santificados, no podemos ser justificados.

EL PROCESO DE LA SALVACIÓNQUE DIOS NOS HA CONCEDIDO

La salvación que Dios nos ha concedido implica un proceso. Tiene un comienzo y tendrá una consumación. Una vez más, pongamos como ejemplo la vida humana. Nuestra vida comenzó desde el momento en que nacimos. Pero después de que nacimos, se comienza un largo proceso de crecimiento. Yo he estado creciendo en la vida humana por muchos años, y aún no he llegado a la consumación. El mismo principio se aplica a la salvación que Dios nos ha otorgado. Sin embargo, muchos cristianos tienen un concepto muy sencilla de la salvación. Además, la teología sistemática presenta la salvación como algo muy sencillo y bien definido. Pero la salvación de Dios no es tan sencilla y, en cierto sentido, no es tan fácil de definir. En vez de ello, vemos que la salvación tiene un comienzo, sigue un proceso y llega a una consumación. Ni siquiera nuestra vida humana es sencilla. ¿Por qué, entonces, debiéramos esperar que la plena salvación que Dios nos ha concedido fuera tan sencilla?

Es importante que tengamos el conocimiento correcto respecto de la salvación de Dios. Si entendemos correctamente este tema, comprenderemos que el grado al que hayamos sido salvos depende del grado al que hayamos sido santificados. Según las palabras de Pablo en 2:13, la salvación se lleva a cabo en santificación por el Espíritu.

Con respecto a nuestra experiencia de la salvación de Dios, unas veces avanzamos en el puente de la salvación hacia delante, y otras veces retrocedemos. Tal vez usted ceda a cierta tentación, y retroceda en el puente de la salvación. Sin embargo, aun en aquellos momentos, el Espíritu santificador continúa operando en usted y, como resultado, el paso que dio hacia atrás, puede ayudarle a avanzar aun más de lo que había avanzado antes. Por ejemplo, tal vez un hermano se enoje con su esposa y discuta con ella. Sin duda, su fracaso le hará retroceder en el puente de la salvación. No obstante, si este hermano se arrepiente y se vuelve al Señor, avanzará una vez más e irá más lejos de donde había llegado antes.

En nuestra experiencia, ninguno de nosotros avanza continuamente en el puente de la salvación, sino que más bien nos desplazamos hacia adelante a medida que retrocedemos y avanzamos. Aunque quizás ésta no sea una doctrina que se revela claramente en la Biblia, todos sabemos por experiencia que es así como avanzamos en el puente de la salvación de Dios.

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ESTUDIO-VIDA DE 2 TESALONICENSES

MENSAJE SEIS

ESCOGIDOS POR DIOS PARA SALVACIÓNEN SANTIFICACIÓN POR EL ESPÍRITU

(2)

Lectura bíblica: 2 Ts. 1:3-5, 10-11; 2:13-14, 16

Los libros de 1 y 2 Tesalonicenses fueron escritos con un estilo muy sencillo porque eran cartas dirigidas a santos que recién empezaban la vida cristiana, que eran nuevos creyentes. Estas dos epístolas pueden compararse a los libros que se usan para estudiantes de escuela primaria. Aun así, hasta en escritos tan elementales como éstos podemos encontrar elementos básicos.

En 2 Tesalonicenses 2:13 Pablo habla de la salvación en santificación por el Espíritu. Aquí encontramos tres elementos básicos: la salvación, la santificación y el Espíritu. Todos estos términos se refieren a elementos básicos relacionados con la salvación de Dios.

Según lo que dice Pablo en 2:13, Dios nos escogió para salvación. La palabra “para” significa “con miras a”. Aquí Pablo dice que Dios nos escogió con miras a la salvación; nos escogió para que entrásemos en la salvación. En el mensaje anterior comparamos la salvación a un largo puente, un puente que abarca una gran distancia. El puente de la salvación de Dios se extiende del tiempo a la eternidad; nos lleva de la era presente a la eternidad. Dios nos escogió con el propósito de ponernos en este puente.

ESCOGIDOS DESDE EL PRINCIPIO

Para entender bien estos escritos sencillos dirigidos a los tesalonicenses, les sugiero que analicemos algunas de las palabras y expresiones que usa Pablo. En 2 Tesalonicenses 2:13 leemos: “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación en santificación por el Espíritu y en la fe en la verdad”. La frase “desde el principio” en este versículo hace alusión a la eternidad pasada. El hecho de que Dios nos haya escogido corresponde a Su elección. Dios el Padre nos escogió, nos eligió, en la eternidad pasada. Pablo habla de esta elección en Efesios 1:4, donde dice: “Según nos escogió en El antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de El en amor”. En la eternidad pasada, Dios el Padre formuló un plan, un

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propósito. A fin de cumplir dicho propósito, Él nos escogió. Todos fuimos elegidos por Dios; fuimos escogidos según Su presciencia. Mucho antes de que naciéramos, aun antes de la fundación del mundo, Dios el Padre nos vio y nos conoció. Al vernos, Él se sintió muy complacido. Probablemente dijo respecto de usted: “Quiero a esta persona para Mi propósito eterno”.

Jacob y Esaú

El caso de Esaú y Jacob es un buen ejemplo de la elección de Dios. Romanos 9:13 dice: “Según está escrito: ‘A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí’”. Mientras Dios miraba a los gemelos, a Esaú y a Jacob, probablemente dijo: “No quiero a Esaú, el mayor de los dos; no me siento complacido con él. Prefiero al segundo, a Jacob, el suplantador”.

Si me pidieran que les explique por qué Dios amó a Jacob y aborreció a Esaú, les diría que no soy capaz de explicarlo. No tengo la menor idea por qué Dios amó a Jacob y aborreció a Esaú. Sólo Él sabe por qué. Dios tiene Sus gustos. La Biblia nos dice que Dios amó a Jacob y aborreció a Esaú, mas no nos da ninguna explicación de ello.

Cuando yo era joven, pensaba que Dios era injusto. A mi parecer, Esaú era mucho mejor que Jacob. Jacob era un ladrón y un engañador. Finalmente, no tuve otra alternativa que aceptar lo que la Biblia dice con respecto a que Dios amó a Jacob y aborreció a Esaú.

Como aquellos que han sido elegidos por Dios el Padre, todos somos Jacobs. Ninguno de nosotros es un Esaú. Ya que somos Jacobs, no debiéramos pensar que somos personas muy honorables. No, al igual que nuestro antepasado Jacob, somos suplantadores. No obstante, somos suplantadores que fueron escogidos por Dios el Padre en la eternidad pasada.

No podemos escaparnos

Quisiera dirigirme especialmente a los jóvenes. Ya que ustedes fueron elegidos por Dios en la eternidad pasada, es inútil que traten de escapar de Él. En realidad, Dios es un gran pescador, y Él los “atrapó” a ustedes. Ustedes cayeron en Su anzuelo en la eternidad. Por lo tanto, es imposible que logren zafarse de Su anzuelo.

En la eternidad pasada Dios tendió muchos anzuelos. El anzuelo en el que usted fue atrapado estuvo flotando libremente hasta que un día vino a usted, y usted quedó atrapado en él. Ahora usted no puede zafarse del anzuelo. Dios el Padre lo escogió a usted, y ya no puede escapar.

LA APLICACIÓN DEL ESPÍRITU

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Después de que el hombre fue creado, cayó y se corrompió. Por ello, Dios el Hijo vino a redimirnos y a cumplir lo que Dios había planeado. Después de esto, Dios el Espíritu vino para aplicar lo que Dios había planeado y lo que Cristo, el Hijo de Dios, había realizado. Esta aplicación es la santificación.

Es probable que nosotros nunca hubiéramos pensado en Dios ni tenido ningún interés en Cristo. Sin embargo, un día fuimos atrapados por el Espíritu, y el Espíritu comenzó a aplicarnos lo que el Padre había planeado y lo que el Hijo realizó. Como resultado de ello, y aparentemente sin ningún motivo, creímos en el Señor Jesús.

Aunque nuestros amigos, vecinos, compañeros de escuela y colegas no crean en Cristo, nosotros no podemos evitar creer en Él. Yo puedo testificar de esto por experiencia propia. Un día, empecé a amar al Señor Jesús. A pesar de que nunca lo he visto, lo amo. ¡Él es tan bueno conmigo! Otros dirán que esto es mera superstición y pensarán que el Señor no significa nada. A ellos, les diría: “Tal vez a ustedes no les importe el Señor Jesús, pero yo lo amo”. Esto no es ninguna superstición. Es la aplicación del Espíritu.

Como hemos hecho notar, Pablo se refiere a la aplicación del Espíritu cuando habla de la santificación en 2:13. Cuando recibimos la aplicación del Espíritu, somos apartados para el Señor.

Mis amigos y compañeros de clase no lograban entender lo que me había sucedido, y ni yo mismo podía explicarlo. Lo único que sé es que a la edad de diecinueve años, de repente perdí interés en otras cosas y lo único que me interesaba era el Señor. Me encantaba orar, invocar el nombre del Señor, leer la Biblia, asistir a las reuniones y contarles a otros cuán adorable era el Señor Jesús. Algunos se preguntaban si alguien me pagaba por hacer esto. Yo les dije: “No he sido contratado por nadie; aun más, estoy dispuesto a gastar todo lo que tengo para imprimir los tratados que yo mismo he escrito”. Ésas fueron mis primeras experiencias de la santificación por el Espíritu.

Recuerdo que de joven me deleitaba en jugar fútbol. Después de que fui salvo, un día, mientras jugaba fútbol, alguien me pasó la pelota y una voz en mi interior me dijo: “¡Detente! No sigas jugando y abandona la cancha de fútbol”. Los demás jugadores se quedaron muy sorprendidos; no sabían qué me había sucedido. Simplemente me salí de la cancha y les dije que ya no jugaría más fútbol. Aquello fue una experiencia de la santificación por el Espíritu.

Muchos de nosotros podrían dar testimonios acerca de la santificación por el Espíritu. Aunque usted sea muy joven en el Señor, el Espíritu está siendo aplicado a usted. Todo lo que el Espíritu aplique a usted, es un aspecto de su santificación.

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Debido a que hemos experimentado la aplicación del Espíritu, no sentimos libertad de hacer ciertas cosas que otros pueden hacer. Esto no tiene que ver con enseñanzas, sino con el hecho de que Dios el Espíritu vive dentro de nosotros.

Dios el Padre nos ama y nos escogió. Dios el Hijo murió por nosotros y efectuó la redención por nosotros. Ahora Dios el Espíritu ha venido para aplicar todo esto a nosotros.

Yo creo que muchas hermanas pueden testificar que la santificación del Espíritu ha afectado la manera en que hacen sus compras. Puesto que han sido santificadas por el Espíritu, hacen sus compras de manera diferente. Mientras toman la decisión de comprar o no comprar cierto artículo, el Espíritu que está en ellas quizás les diga: “Ni toques ese artículo”. De hecho, pareciera que la mayoría de las veces el Espíritu les dice que no y muy pocas veces les dice que sí. Nadie enseña a las hermanas a que cambien su manera de hacer las compras. Ellas cambian su manera de comprar debido a la santificación efectuada por el Espíritu. Es en esta santificación que somos salvos. En esto consiste la salvación en santificación por el Espíritu.

Es muy fácil que surjan riñas entre el esposo y la esposa. Esto es muy común en la vida matrimonial. Sin embargo, puedo testificar que debido a la santificación efectuada por el Espíritu he sido salvo muchas veces de discutir con mi esposa. Si no experimentara esta santificación, probablemente discutiría con mi esposa todos los días. Sin embargo, puedo testificar delante del Señor que en mi vida matrimonial he experimentado la salvación en santificación por el Espíritu, la cual me ha librado de discutir con mi esposa.

UNA PERSONA QUE NOS SANTIFICA SUBJETIVAMENTE

Cada día, e incluso minuto a minuto, estamos siendo santificados. Aquel que nos santifica es el Espíritu. Es por eso que la Biblia nos habla de la santificación efectuada por el Espíritu. Durante todo el día, el Espíritu, el tercero de la Trinidad, está santificándonos y aplicando lo que el Padre planeó y lo que el Hijo realizó. ¡Oh, tenemos una persona que nos santifica de una manera tan práctica, viviente y subjetiva!

Incluso cuando pecamos, el Espíritu nos santifica. Tal vez usted esté cometiendo un pecado, y aun en ese momento el Espíritu esté operando en usted para santificarlo. ¡Cuán lleno de gracia es Él!

En Hebreos 10:29, al Espíritu incluso se le llama el Espíritu de gracia. Todos nosotros, como creyentes de Cristo, hemos recibido al Espíritu de gracia. El Espíritu de gracia nos

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santifica incondicionalmente, es decir, sin ponernos ninguna condición. Al Espíritu se le encomendó la tarea de santificarnos. Él nos fue dado con el propósito de llevar a cabo de manera completa esta obra de santificación en nosotros.

LA MARCA DEL DIOS TRIUNO

La santificación nos aparta para Dios al poner sobre nosotros una marca. Esta marca es, de hecho, el propio Dios Triuno. Cuando somos santificados, nos es puesta la marca del Dios Triuno. Como resultado, otros pueden ver al Dios Triuno en nosotros. Además, esta marca crece y se intensifica cada vez más. Año tras año, esta marca se ha venido forjando profundamente en mi vida. Ésta es la obra santificadora del Espíritu. Por la obra santificadora del Espíritu estamos siendo salvos. Además, es de esta manera que llevamos una vida santa para la vida de iglesia.

LLEVAR UNA VIDA SANTA PARA LA VIDA DE IGLESIA

Nuestro espíritu necesita ser guardado

Llevar una vida santa para la vida de iglesia equivale a que nuestro espíritu, alma y cuerpo sean guardados. Pablo habla de esto en 1 Tesalonicenses 5:23, donde dice: “Y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Es preciso que nuestro espíritu sea guardado de la muerte. Esto significa que debemos vivir en nuestro espíritu. Debemos tener contacto con Dios a cada momento y servirle de una manera viva. Debemos siempre recibir un sentir de parte de Él de forma directa. Además, nuestra conciencia debe estar libre de toda ofensa; es decir, debemos mantener nuestra conciencia, la parte principal de nuestro espíritu, en una condición que sea buena y pura. Guardar nuestro espíritu significa guardarlo de la muerte, de la contaminación y de las ofensas. Si hacemos esto, nuestro espíritu será viviente, capaz de percibir el sentir que da Dios, y además gozaremos también de paz en nuestra conciencia. Esto es lo que significa guardar nuestro espíritu.

Nuestra alma necesita ser guardada

Necesitamos también que nuestra alma sea guardada. Nuestra mente necesita ser renovada y transformada, y debe recuperar la sobriedad. Nuestra voluntad debe ser sumisa y flexible, y a la vez firme. Nuestra parte emotiva debe ser siempre equilibrada. Si nuestra parte emotiva es apropiada, amaremos lo que debemos amar y aborreceremos lo que debemos aborrecer. Ésta es la parte emotiva que satisface a Dios. Si ésta es la condición de nuestra mente, voluntad y parte emotiva, nuestra alma será

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guardada. No seremos injustos en ningún aspecto, y nuestra alma será recta en todo sentido.

Nuestro cuerpo necesita ser guardado

Además de esto, también es necesario que nuestro cuerpo sea guardado. Si nuestro cuerpo ha de ser guardado, no debemos vivir más conforme al viejo hombre. Si dejamos de vivir según nuestro viejo hombre, nuestro cuerpo será esclavo de la justicia, en lugar de ser esclavo del pecado. En términos positivos, guardamos nuestro cuerpo al presentarlo a Dios en sacrificio vivo (Ro. 12:1). De este modo, nuestro cuerpo incluso llegará a ser un miembro de Cristo (1 Co. 6:15), lo cual nos permitirá vivir a Cristo, expresarle, magnificarle. Aun más, nuestro cuerpo llegará a ser el santuario del Espíritu Santo, donde Dios mora (1 Co. 6:19). Dios habita en nuestro cuerpo a fin de poder actuar y expresarse, a fin de ser glorificado. De esta manera, nuestro espíritu, alma y cuerpo serán guardados en el Dios Triuno. En esto consiste llevar una vida santa, y esto es lo que significa ser salvos en santificación por el Espíritu. Ésta es la vida que es apta para la vida de iglesia. La vida de iglesia depende de una vida santa que posee estas características.

En 1 y 2 Tesalonicenses, Pablo escribió a los nuevos creyentes acerca de ciertos asuntos básicos. Espero que todos prestemos atención a lo que Pablo dice en estos libros, para que día a día seamos santificados y sean guardados nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo, y también para que nuestro corazón, el delegado o representante de nuestra alma, pueda ser afirmado irreprensible en santidad. ¡Alabado sea el Señor porque es posible llevar tal vida santa para la vida de iglesia!

ESTUDIO-VIDA DE 2 TESALONICENSES

MENSAJE SIETE

PALABRAS DE CONCLUSIÓN

Lectura bíblica: 2 Ts. 3:6-18

En este mensaje nos concentraremos en 2 Tesalonicenses 3:6-18. En 3:6-15 Pablo corrige a los que andan desordenadamente, y en 3:16-18 él concluye su epístola.

PALABRAS DE CORRECCIÓN A LOS QUE ANDAN DESORDENADAMENTE

Las secciones en las que concluye este libro ciertamente tienen un tono apropiado para nuevos creyentes. Después de que Pablo aborda asuntos profundos en 2:13—3:5, escribe

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una palabra de corrección a los que andan desordenadamente. En 3:6 él dice: “Ahora bien, os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según las instrucciones que os fueron entregadas y que recibisteis de nosotros”. Un andar desordenado no sólo es conforme a la carne (Ro. 8:4), sino que además es contrario a la edificación de la vida de iglesia (1 Ts. 5:11; Ro. 14:19; 1 Co. 10:23).

Tal vez nos parezca que andar desordenadamente es un asunto secundario; no obstante, es muy práctico. Yo creo que el desorden de Tesalónica surgió de los conceptos erróneos que había respecto a la venida del Señor. Algunos creyentes pensaban que el Señor Jesús regresaría pronto y que, por ende, no necesitaban trabajar. Es probable que entendieran que mientras tuvieran un poco de comer, apenas como para sobrevivir, eso sería suficiente. Quienes abrigan este tipo de concepto se convierten en “supercreyentes”, pues van más allá de los límites de la espiritualidad adecuada.

Hace algunos años, hubo un grupo de jóvenes que pensaban que en tanto que amaran al Señor Jesús y llevaran la vida de iglesia, no tendrían necesidad de procurar una educación alta. Pensaban que era suficiente desempeñar trabajos sencillos. Yo me enteré de esa situación y de inmediato supe que ese concepto era absolutamente erróneo. La época en la cual vivimos exige que tengamos una buena educación. Si hemos de vivir apropiadamente en esta época, necesitamos una buena educación. Sin una educación apropiada, nos será difícil ganarnos la vida. Así, pues, les hablé con franqueza a estos jóvenes y les aconsejé asistir a la universidad. Incluso les dije que, de ser posible, debían hacer un posgrado. Les recomendé además a que estudiaran carreras tales como medicina o abogacía. Me siento muy agradecido al Señor porque ellos recibieron mis palabras. En los años subsiguientes, muchos terminaron sus estudios. Hoy ellos mismos pueden dar testimonio de cómo les ayudó este consejo.

No debemos pensar que mientras seamos espirituales, busquemos al Señor y nos entreguemos por completo al testimonio del Señor y Su recobro, no necesitamos adquirir una buena educación para trabajar. Vivimos en una época en la que se da mucha importancia a la educación, al conocimiento, a la ciencia y a la industria. Si los jóvenes no adquieren una educación apropiada, les será difícil llevar una vida humana apropiada. Por lo tanto, insto a todos los jóvenes a que obtengan una buena educación.

En el versículo 6 Pablo manda a los creyentes que se aparten de todo hermano que ande desordenadamente. Esto indica que para Pablo, el andar desordenadamente era un asunto serio, pues esto trae perjuicio a la vida de iglesia.

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Al respecto, quisiera añadir que es mejor no hacer ninguna cosa con la cual los hermanos no estén de acuerdo. Si usted desea hacer algo y a los hermanos no les parece bien, usted debe detenerse y reconsiderarlo. La comunión de los hermanos es su protección y salvaguardia. Ella lo guardará en la vida de iglesia. Tal vez usted piense que sabe más que los hermanos; de hecho, es posible que así sea. Sin embargo, siempre es más seguro prestar atención a los hermanos, pues esto es una protección y salvaguardia para nosotros.

Pablo nos ordena que nos apartemos de todo el que ande desordenadamente. Si seguimos andando con este tipo de personas, es posible que esto las anime a que continúen viviendo desordenadamente. Pero si nos apartamos de ellas, esto les servirá de advertencia, y, a nosotros, nos guardará de cometer el mismo error.

Un andar desordenado trae malestares a la vida de iglesia. Si queremos tener una vida de iglesia apropiada, debemos aprender a llevar una vida ordenada y a apartarnos de todo el que ande desordenadamente.

EL EJEMPLO DE LOS APÓSTOLES

En los versículos del 7 al 9, Pablo recuerda a los tesalonicenses que, en lo que se refiere a llevar una vida ordenada, los apóstoles eran un modelo para ellos: “Porque vosotros mismos sabéis de qué manera debéis imitarnos; pues nosotros no anduvimos desordenadamente entre vosotros, ni comimos de balde el pan de nadie, sino que trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros; no porque no tuviésemos derecho, sino por darnos a vosotros como ejemplo para que nos imitaseis”. Los apóstoles estaban dedicados a la edificación de la iglesia en todo aspecto (2 Co. 12:19); ellos jamás anduvieron desordenadamente entre los creyentes, sino que fueron un modelo que los creyentes podían imitar.

Los cristianos, debido a la influencia de su formación religiosa, a menudo dicen: “Nosotros no seguimos a ningún hombre. Seguimos sólo al Señor. Uno no debería imitar a ningún hombre, sino más bien, imitar al Señor únicamente”. En cierto sentido, esto es correcto. Sin embargo, no es fácil imitar al Señor directamente, ya que ninguno de nosotros le conoció físicamente. Quienes insisten en que se debe imitar únicamente al Señor, tal vez respondan: “Deberíamos estudiar los cuatro Evangelios y ver cómo anduvo el Señor Jesús. Así podremos seguir Sus pisadas”. No obstante, en muchos asuntos relacionados con la vida humana, no encontramos pisadas del Señor que podamos seguir. Por ejemplo, Él nunca se casó. ¿Cómo, entonces, podría alguien imitarle en su vida matrimonial? No obstante, podemos seguirle indirectamente al seguir a otros creyentes. Hay razones prácticas por las cuales Pablo exhortó a los

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creyentes corintios que le siguieran así como él seguía al Señor (1 Co. 11:1). Ya que Pablo era imitador de Cristo, nosotros debemos ser imitadores de Pablo.

Por supuesto, esto de seguir a otro creyente depende de la situación. Por ejemplo, supongamos que un arzobispo viene a nosotros y nos pide que lo imitemos. Tendríamos que decirle: “Querido arzobispo, no podemos seguirte o imitarte en el aspecto de ser un arzobispo”.

Hoy muchos creyentes están confundidos con respecto a quién seguir y a quién no seguir, a quién imitar y a quién no imitar. Pero en el recobro del Señor, nosotros hemos sido alumbrados por la palabra del Señor. Yo no les animaría a seguir a ninguna persona en particular; más bien, usando las palabras de Pablo, les animaría a seguir “las instrucciones que os fueron entregadas y que recibisteis de nosotros” (2 Ts. 3:6). Las instrucciones de las que Pablo habla aquí, son enseñanzas o instrucciones que fueron dadas verbalmente o por escrito. No podemos negar que el Señor en Su recobro, nos habla y nos da Su enseñanza e instrucción. Así, pues, aunque no les pediría que imitasen a ninguna persona en particular, sí les insto a que presten atención a todo lo que se ha hablado, y a las enseñanzas e instrucciones que han recibido. Éstas son las instrucciones que nos fueron entregadas y son del Señor, así que debemos seguirlas. Puesto que estas instrucciones están libres de la influencia de la religión, es seguro seguirlas.

En este capítulo, Pablo anima a los creyentes a no simplemente imitar su andar, sino especialmente a seguir sus instrucciones, sus enseñanzas. En esto consiste andar conforme a las instrucciones que los creyentes recibieron de los apóstoles.

EL SIGNIFICADO DE ANDAR DESORDENADAMENTE

Los versículos 7 y 8 nos muestran qué significa andar desordenadamente. Según el contexto, andar desordenadamente consiste principalmente en no trabajar y, aun así, comer. Si alguno no trabaja, y aun así come, anda desordenadamente. Los apóstoles, por el contrario, no andaban desordenadamente; ellos no comieron de balde el pan de nadie, sino que trabajaron noche y día para no ser gravosos a los creyentes.

En el versículo 10 Pablo añade: “Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma”. No trabajar y aun así comer, es andar desordenadamente. Eso significa que un hermano andaría ordenadamente si no trabaja ni tampoco come. Es no trabajar y comer lo que constituye andar desordenadamente.

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El versículo 11 dice: “Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entrometiéndose en lo ajeno”. Estos creyentes estaban muy activos, mas “no trabajando en nada”, sino ocupados solamente en lo que no les incumbe. Los entrometidos no aportan nada, y con ellos el Cuerpo de Cristo no puede ser edificado. Ninguno de nosotros debe ser una persona entrometida. Todos debemos aprender a estar ocupados, esto es, debemos hacer nuestro trabajo apropiadamente.

En el versículo 12 Pablo añade: “A los tales mandamos y exhortamos en el Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan”. Aquí vemos que debemos trabajar sin chismear, y comer nuestro propio pan. No inviten a cenar a su casa a aquellos que no quieren trabajar. Mientras no estén dispuestos a trabajar, no debieran invitarlos a comer. Invitarlos a comer de balde es mostrarles amor de una manera inapropiada.

En los versículos del 13 al 15, Pablo les dice a los creyentes que no se desanimen al hacer bien; que no se asocien con nadie que no obedezca a lo que el apóstol dice en esta carta; y que lo amonesten como a hermano, que no lo tengan por enemigo. La idea principal de esta sección es que todos debemos aprender a llevar una vida ordenada. Andemos ordenadamente para que los hermanos aprueben lo que hacemos.

PAZ DE PARTE DEL SEÑOR DE PAZ

El versículo 16 dice: “Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera. El Señor sea con todos vosotros”. Al obedecer el mandato dado en los versículos del 12 al 15, los creyentes reciben continuamente paz del Señor en todas las cosas. Mientras haya desorden en alguna iglesia, no podrá haber paz. En la vida de iglesia debemos estar en paz con todas las cosas, en todo aspecto y con todos los hombres. Para ello, necesitamos que el Señor de paz nos dé paz siempre en toda manera.

DISFRUTAR AL SEÑOR COMO GRACIA

En los versículos 17 y 18 Pablo concluye, diciendo: “La salutación es de mi propia mano, de Pablo, que es el signo en toda carta mía; así escribo. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros”. Es sólo cuando disfrutamos al Señor como gracia que podemos proteger la vida de iglesia de cualquier clase de desviación y desorden. Si hemos de llevar una vida de iglesia apropiada y conservarla en el debido orden, es preciso que disfrutemos al Señor como la gracia que nos abastece. Es solamente por la gracia que nosotros podremos llevar una vida apropiada para la vida de iglesia.

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PALABRAS FINALES SOBRE LA VIDA SANTAPARA LA VIDA DE IGLESIA

Hemos recalcado el hecho de que los libros de 1 y 2 Tesalonicenses tratan de una vida santa para la vida de iglesia. En estas epístolas, las palabras “santo”, “santificación” y “santificados” se usan repetidas veces. En 1 Tesalonicenses 4:3 Pablo dice: “Pues ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación”. La voluntad de Dios es que seamos santificados. En 1 Tesalonicenses 4:7 Pablo dice también: “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino en santificación”. Luego, en 1 Tesalonicenses 5:23, Pablo expresa su deseo de que el Dios de paz nos santifique por completo. Versículos como éstos indican que el objetivo en 1 Tesalonicenses es que los creyentes lleven una vida santa.

En 2 Tesalonicenses 2:13 se nos dice que Dios nos escogió para salvación en santificación por el Espíritu. Aquí vemos que la salvación se lleva a cabo en santificación. Esto significa que ser santificado equivale a experimentar la salvación de Dios de un modo práctico.

Ambas epístolas, 1 y 2 Tesalonicenses, tratan de tal vida santa, una vida apartada para Dios y santificada por completo por Dios y para Dios. Esta vida santa tiene como objetivo la vida de iglesia.

Algunos tal vez se pregunten cómo podemos demostrar, basándonos en 1 y 2 Tesalonicenses, que la vida santa tiene como fin la vida de iglesia. Esto lo demuestra el simple hecho de que ambas epístolas fueron dirigidas a la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Esto indica que Pablo escribió a los creyentes tesalonicenses sobre el tema de una vida santa con la intención de que ellos llevaran esta clase de vida por el bien de la vida de iglesia.

Las dos epístolas a los tesalonicenses también hacen hincapié en la estructura básica de la vida cristiana, una estructura compuesta de fe, amor y esperanza. La fe es el fundamento, el amor es la edificación y la esperanza es la piedra cimera. Una y otra vez en estos libros Pablo habla de la fe, del amor y de la esperanza. Él alienta a los creyentes a ser confirmados en estas cosas. También desea fomentar, de manera tierna, el desarrollo de la fe de ellos, así como de su amor y de su esperanza, y animarles a crecer en estas cosas.

Para poder experimentar la salvación en santificación y crecer en la estructura básica de la vida santa para la vida de iglesia, requerimos la vida eterna como la consolación eterna. Además, necesitamos al Espíritu como gracia, y necesitamos la gracia misma. Así, pues, por medio de la vida eterna como consolación eterna, por medio del Espíritu

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como gracia y por medio de la gracia misma, que es el Dios Triuno procesado, nosotros podemos llevar una vida santa para la vida de iglesia. Ésta es la revelación presentada en 1 y 2 Tesalonicenses.