estudio cinetico de los sistemas de transporte...

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ESTUDIO CINETICO DE LOS SISTEMAS DE TRANSPORTE TRANSMEMBRANOSO DE SODIO EN L_A HIPERTENSIÓN ARTERIAL- ESENCIAL. Tesis presentada por O. Alejandro de la Sierra Iserte para aspirar al Grado de Doctor en Medicina. Junio, 1987 FACULTAD DE MEDICINA UNIVERSIDAD DE BARCELONA

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ESTUDIO CINETICO DE LOS SISTEMAS DE

TRANSPORTE TRANSMEMBRANOSO DE SODIO

EN L_A HIPERTENSIÓN ARTERIAL- ESENCIAL.

Tesis presentada por O. Alejandro de la

Sierra Iserte para aspirar al Grado de

Doctor en Medicina.

Junio, 1987

FACULTAD DE MEDICINA

UNIVERSIDAD DE BARCELONA

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Esta tesis está dedicada a mi

mujer Ana Paula y a mis padres.

11

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AGRADECIMIENTOS

Al Dr A. Coca, por la dirección de esta Tesis

Doctoral y su participación en la elaboración final

del manuscrito.

Al Dr. M. Inge1«o, por su constante ayuda y

estímulo.

Al Prof. A« Urbano—Marquez, por la confianza

depositada y la revisión final del manuscrito.

A la Dra. M.T. Aguilera, por su ayuda en el

trabajo de laboratorio.

Al Prof. A. Balcells, que orientó mis pasos

hacia el campo de la Medicina Interna.

Al Dr. F. Cardellach, por su inestimable ayuda

en mi formación como internista e investigador.

Al Prof. R.P. Garay, por su colaboración en el

planteamiento inicial del proyecto.

A los Dres. J.L. Vives Corrons y A. Merino,

del Laboratorio Central de Hematología, por la

supervisión y colaboración en la puesta a punto de

las técnicas de laboratorio.

A los Dres. fl. Rodara il ans y 3, To, del

i i i

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Laboratorio de Toxicologia, por las facilidades

prestadas en el aprendizaje y utilización de sus

instalac iones.

A la Srta. Rosa Memorado, por su meticulosidad

en la mecanografía del manuscrito.

A las Srtas. Margarita Cordoncillo, fia Jesús

Santos y Mercedes Roigé por su colaboración en las

extracciones.

A todo el personal del Laboratorio Central de

hematología, por su desinteresada colaboración.

A todos mis compañeros del Servicio de

Medicina Interna General, por su colaboración y

apoyo.

A todos los voluntarios y pacientes que

constituyen el material humano de esta tesis.

IV

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PRINCIPÓLES ABREVIATURAS UTILIZADAS EN EL TEXTO

ACTH

ADH

ADP

AMP

ARP

ATP

ATPasa

Bomba -

BPGS

Co -

Contra + =

DIDS

DS

EDTA

Hormona adrenocorticotropa

Hormona antidiurética

Adenosind ifosfato

Adenosinmonofosfato

Actividad renina plasmática

Adenosintrifosfato

Adenosintrifosfatasa

Hipertenso con disminución de la

afinidad aparente de la ATPasa para

el Na"" intracelular

2,3-difosfoglicerato sintetasa

Paciente con disminución de la

afinidad aparente del cotransporte

para el Na* intracelular

Paciente con aumento de la velocidad

máxima del contratransporte

¿f, ¿f ' -di isotioc i ano es t i lbeno-S ,2' -

disulfonato

Desviación estàndard

Acido etilen diamino tetraacético

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ECS

ESM

FNA

FP+

BMP

BSH

Hb

HTA

HTAe

HTAs

Hto

I MC

KNa

K50'/,

LEC

MOPS

C Na* 3

OMS

Electrocardiograma

Error estàndard de la media

Factor natriurético atrial

Hipertenso con alteración en la

constante de permeabilidad pasiva

para el Na*

Guanosinmonofosfato

Glutation

Hemoglobina

Hipertensión arterial

Hipertensión arterial esencial

Hipertensión arterial secundaria

Hematocrito

índice de masa corporal

Constante de disociación aparente

para el Na* intracelular

Concentración intracelular de Na* a

la que un sistema de transporte

alcanza la mitad de su velocidad

máxima

Constante de permeabilidad pasiva

para el Na*

Líquido extracelular

¿f- mor f o 1 inopropanesulf onato

Concentración intracelular de Na*

Organización Mundial de la Salud

vi

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PCMBS = 2,5-p-clormercuribenzosulfonato

3PG = 3-fosfoglicerato

PGK = Fosfogliceratocinasa

RT = Residual tipificado

RTA = Residual tipificado ajustado

S= = Varianza

TA = Tensión arterial

TAD = Tensión arterial diastólica

TAM = Tensión arterial media

TAS = Tensión arterial sistólica

Vmax = Velocidad máxima

X = Media aritmética

•J = Grados de libertad

V i l

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INDICE

i. justificación i

II. REVISION BIBLIOGRÁFICA 7

1. LA HIPERTENSIÓN ARTERIAL. IMPORTANCIA ACTUAL Y FUTURA ... B1.1. INTRODUCCIÓN 91.a. DEFINICIÓN DE HIPERTENSIÓN ARTERIAL 121.3. CLASIFICACIÓN DE LA HIPERTENSIÓN ARTERIAL 16

1.3.1. Clasificación etiológica la1.3.2. Clasificación clínica 18

1.4. PREVALENCIA DE LA HIPERTENSIÓN ARTERIAL 231.5. LA HTA COMO FACTOR DE RIESGO VASCULAR.

MORBILIDAD Y MORTALIDAD DE LA HTA 291.5.1. Morbilidad y mortalidad en relación

con la HTA 301.5.2. Labilidad de la HTA 321.5.3. Tensión arterial sistólica y tensión

arterial diastólica .......331.5.4. Composición del riesgo basado en

múltiples factores .341.6. EL TRATAMIENTO DE LA HTA COMO FACTOR MODIFI-

CADOR DEL RIESGO VASCULAR 35

a. METABOLISMO DEL SODIO 392.1. ABSORCIÓN, DISTRIBUCIÓN Y ELIMINACIÓN DEL SODIO 402.a. REGULACIÓN DE LA EXCRECIÓN RENAL DE SODIO 46

2.2.1. Factores hemodinámicos .472.2.2. El sistema renina-angiotensina-aldosterona .....542.2.3. Las hormonas natriuréticas 59

2.2.3.1. El factor natriurético atrial .........612.2.3.2. El factor natriurético "oua-

baína-like" 652.2.4. Regulación nerviosa .69

3. METABOLISMO CELULAR DEL SODIO .743.1. INTRODUCCIÓN 753.2. FLUJOS PASIVOS A FAVOR DE GRADIENTE 783.3. LA ATPasa Na*-K*. LA BOMBA DE Na*-K* 81

3.3.1. Estructura de la ATPasa Na*-K* B23.3.2. Mecanismo de acción de la ATPasa Na*-K* 843.3.3. Cinética enzimática de la ATPasa Na*-K* 95

vi i i

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3.3.4. Regulación endógena de la ATPasa Na*-K* 963.4. EL COTRANSPORTE Na*-K*-Cl- 1003.5. EL CONTRATRANSPORTE Na*-Li* 1043.6. OTROS SISTEMAS DE TRANSPORTE DE Na* 108

3.6.1. Contratransporte Na*-H* 1083.6.5. Transportador de aniones 109

3.7. EL TRANSPORTE DE Ca~* EN LA MEMBRANA CELULAR 1113.7.1. La ATPasa Ca**-dependiente. La bomba

de Ca*~ 1133.7.2. El contratransporte Na*-Ca** 114

4. EL SODIO COMO FACTOR PATOBENETICO DE LA HIPERTENSIÓNARTERIAL 1164.1. RELACIÓN ENTRE EL CONSUMO DE SAL Y LA

PREVALENCIA DE HIPERTENSIÓN ARTERIAL 1174.2. ALTERACIÓN DE LA EXCRECIÓN URINARIA DE SODIO

EN LA HIPERTENSIÓN ARTERIAL ESENCIAL 1244.3. LA REDUCCIÓN DE LA IN6ESTA DE SAL Y SU PAPEL

EN EL TRATAMIENTO DE LA HTA 1294.4. ALTERACIONES EN EL METABOLISMO CELULAR DEL

Na*. LOS SISTEMAS DE TRANSPORTE TRANSMEMBRA-NOSO DE Na* Y SU RELACIÓN CON LA HTA .1324.4.1. Introducción .........1324.4.2. Aumento de la concentración intracelu-

lar de Na* en hematíes y leucocitos .1344.4.3. Alteraciones de la difusión pasiva de

Na* 1364.4.4. Alteraciones en la ATPasa Na*-K* 1374.4.5. Alteraciones en el cotransporte Na*-

K*-C1- * 1414.4.6. Alteraciones en el contratransporte

Na*-Li * 1434.5. RELACIONES ENTRE LAS ANOMALÍAS DE LOS

SISTEMAS DE TRANSPORTE Y EL AUMENTO DE LACONCENTRACIÓ INTRACELULAR DE Na* 146

4.6. RELACIONES ENTRE EL AUMENTO DE LA CONCENTRA-CIÓN INTRACELULAR DE Na* Y EL TONO VASCULAR 149

III. OBJETIVOS 153

IV. MATERIAL. Y MÉTODOS 156

1. SELECCIÓN DE LOS PACIENTES 1571.1. GRUPO CONTROL 1591.2. GRUPO DE PACIENTES CON HIPERTENSIÓN ARTERIAL

ESENCIAL 160

2. MÉTODOS DE LABORATORIO 1652.1. METODOLOGÍA PARA LA DETERMINACIÓN DE LA

CINÉTICA ENZIMATICA DE LOS SISTEMAS DETRANSPORTE TRANSMEMBRANOSO DE SODIO 1662.1.1. Preparación de los eritrocitos 168

ix

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2. I.E. Modificación del contenido eritrocita-rio de Na* .................................... 168

S. 1.3. Determinación del Na* y K* intraeritrocitarias 171S. 1.4. Determinación de los flujos de Na*

dependientes de cada sistema de transporte ....1752.1.5. Cálculo de los parámetros cinéticos de

cada sistema de transporte .................... 1752.1.5.1. ATPasa Na*-K* y «transporte

Na* -K* -Cl- ........................... 1762.1.5.2. Contratransporte Na* -Li* ............. 1792.1.5.3. Permeabilidad pasiva al Na* . ......... 1B1

2.2. DETERMINACIÓN DE LA ACTIVIDAD RENIÑA PLASMÁ-TICA (ARP) ........................................... 181

2.3. DETERMINACIÓN DE LA ALDOSTERONA PLASMÁTICA ........... 182

3. ANÁLISIS ESTADÍSTICO . .3.1. MEDIDAS DE TENDENCIA CENTRAL: MEDIA ARITMÉTICA ....... 1863.2. MEDIDAS DE DISPERSIÓN ................................ 186

3.2.1. Desviación estàndard (DS) ..................... 1863.2.2. Error estàndard de la media (ESM) ............. 187

3.3. PRUEBA DE KOLMOGOROV-SMIRNOV ............... . ......... 1873\4. INTERVALO DE CONFIANZA ..... .......................... 1883.5. PRUEBA DE LA Xa DE PEARSON ................. .. ....... .1893.6. RESIDUALES ........................................... 1903.7. PRUEBA DE LA t DE STUDENT ............................ 1923.8. PRUEBA NO PARAMETRICA DE MANN-WHITNEY ................ 1933.9. COEFICIENTE DE CORRELACIÓN LÏNEAL .................... 1933. 10. ANÁLISIS DE LA VARIANZA ......................... .... 1953.11. PRUEBA NO PARAMETRICA DE KRUSKAL-WALLIS ............ 1973.12. SOPORTE INFORMÁTICO ........ ..... ---- .... ............ 198

V. REBULTADOS ..................................................... 200

1 . CARACTERISITCAS GENERALES DE LA SERIE ..................... 2011.1. GRUPO CONTROL ........................................ 202

1.1.1. Descripción de los parámetros ...... . ..... .....2021.1.2. Relación con la edad, sexo y tensión arterial .212

1 .2. GRUPO DE PACIENTES CON HTA ESENCIAL .................. 2361.2.1. Parámetros clínicos ................. . ......... 2361.2.2. Cationes intraeritrocitarios y

sistemas de transporte ............. .......... .2411.2.3. Relación con la edad, sexo y tensión arterial .248

2. DIFERENCIAS GLOBALES ENTRE LAS POBLACIONES CONTROL EHIPERTENSA ................................................ 274

3. SUBGRUPOS DE PACIENTES CON HTA ESENCIAL ................... 2833.1. FLUJOS DE Na* DEPENDIENTES DE LOS SISTEMAS DE

TRANSPORTE EN ERITROCITOS CON UNA CONCENTRA-CIÓN INTRACELULAR DE Na* FISIOLÓGICA ................. 284

3.2. PARÁMETROS CINÉTICOS ............. . ................... 286

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4. CARACTERÍSTICAS DE LOS SUBBRUPOS OBTENIDOS 289.4.1. SUBGRUPO DE PACIENTES SIN ANOMALÍAS (HIPER-

TENSOS NULOS) 2904.2. SUBGRUPO DE PACIENTES BOMBA - 2904.3. SUBGRUPO DE PACIENTES CO - 2924.4. SUBGRUPO DE PACIENTES CONTRA + 2994.5. SUBGRUPQ DE PACIENTES FP + 303

5. DIFERENCIAS ENTRE LOS SUBBRUPOS 3055.1. CARACTERÍSTICAS CLÍNICAS GENERALES 3065.2. CATIONES INTRAERITROCITARIOS 3145.3. FLUJOS DE Na* DEPENDIENTES DE LOS SISTEMAS DE

TRANSPORTE A LA CONCENTRACIÓN INTRACELULAR DENa* FISIOLÓGICA 314

VI. DISCUSIÓN 319

VII. RESUrCN Y CONCLUSIONES 353

VIII. BIBLIOGRAFÍA 366

IX. ÍNDICE DE TABLAS Y FIGURAS 446

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I . JUST" I F" I C AC I DIM

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Desde que en 1975 inicié los estudios de la

licenciatura de Medicina en la Universidad de

Barcelona, gran parte de mi vida ha transcurrido en

el recinto del Hospital Clínico y Provincial de

Barcelona. Primero como Alumno Interno por

oposición de la Cátedra de Patología General,

posteriormente como Médico Residente del Servicio

de Medicina Interna y, en la actualidad, como

Profesor Ayudante de la asignatura de Patología

General y Propedéutica Clínica, el Hospital y sus

miembros han llevado a cabo la tarea de formarme

como Médico Internista en sus tres vertientes:

asistencial, docente e investigadora.

Durante todos estos años, el diagnóstico y

tratamiento de los enfermos ingresados en las salas

de Medicina Interna, así como la atención a los

pacientes en la Unidad de Urgencias y en la

Policlínica de nuestro Servicio han ocupado la

práctica totalidad de mi tiempo. Aunque cada

enfermo supone un nuevo reto para el Médico

Internista, la hipertensión arterial ha sido una de

las patologías con mayor poder de atracción ya

desde el inicio de mi carrera profesional. Varios

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han sido los aspectos de esta enfermedad que han

despertado mi interés.

En primer lugar, la hipertensión arterial es

la enfermedad más frecuente de cuantas afectan a la

humanidad. Es, asimismo, uno de los principales

factores de riesgo del padecimiento de enfermedades

cadiovasculares, que son responsables de un número

de muertes en edades prematuras que ninguna otra

enfermedad supera. Por otra parte, los estudios

epidemiológicos han puesto de manifiesto que el

control de las cifras tensionales evita, en gran

medida, tanto la mortalidad como la morbilidad

cardiovascular. A la vista de estos datos, sería

lógico pensar que las estructuras sanitarias de los

diferentes países hubieran puesto en marcha todas

las medidas necesarias para una mayor detección,

control y tratamiento de los enfermos hipertensos.

Hasta el momento ello no ha sucedido y, si bien en

los últimos años el panorama ha empezado a cambiar,

los datos de que se disponen demuestran que menos

del 50'/. de los hipertensos de nuestro país tienen

conciencia de serlo. De ellos, aproximadamente la

mitad sigue algún tipo de tratamiento y menos de

una tercera parte se halla bajo control médico

habitual.

Este aparente menosprecio a la importancia que

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realmente tiene la hipertensión arterial está

probablemente en relación a la ausencia de

sintomatología y a que su padecimiento no influye,

o influye poco, en la calidad de vida del paciente.

Ello provoca no sólo el desinterés del enfermo sino

también en ocasiones, lo que es más grave, el del

médico que lo atiende. Así, cuando la hipertensión

arterial produce síntomas, la mayoría de las veces

éstos son ya debidos a complicaciones cardíacas,

cerebrales, arteriales o renales, en las que no

siempre es posible instaurar un tratamiento eficaz.

El interés por la hipertensión arterial pasa

obligadamente por el mejor conocimiento de su

etiopatogenia. En este sentido, menos del 5'/. de los

hipertensos son portadores de una patología

concreta que sea capaz de explicar la elevación de

su tensión arterial. Frente a ellos, en el 95'/.

restante no se consigue determinar cuál es la causa

de la hipertensión arterial. Son los llamados

hipertensos esenciales.

Los resultados de los estudios de diferentes

grupos de investigadores han dado pie a la

elaboración de diversas teorías sobre los

mecanismos etiopatogénicos y fisiopatológicos

implicados en la HTA esencial. Si bien ninguna de

ellas es capaz de explicarla en su totalidad, dos

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aspectos, no obstante, parecen evidentes. En primer

lugar existe un componente hereditario manifestado

por una importante agregación familiar y por la

presencia de individuos con una predisposición

genética a su padecimiento. En segundo lugar,

diferentes factores ambientales están también

implicados en la aparición de la HTA. De entre

todos ellos destaca por su importancia el elevado

consumo de sal en la dieta.

Estas circunstancias llevaron a Dahl a

considerar la HTA esencial como un trastorno del

metabolismo del sodio (1). Desafortunadamente, los

estudios del metabolismo de este catión tanto en

sus aspectos de balance entre ingesta y excreción

renal, como en los factores que regulan ésta

última, no han sido capaces, hasta el momento, de

explicar en su totalidad y de modo satisfactorio

los mecanismos que intervienen en el inicio y

mantenimiento de la HTA.

En los últimos años se han empezado a

investigar los aspectos relativos al metabolismo

celular del Na"" y, de manera especial, los sistemas

que regulan su transporte a través de la membrana

celular. La caracterización de anomalías de los

sistemas transportadores de sodio en los pacientes

hipertensos ha dado soporte a la hipótesis que

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postula que la HTA esencial puede originarse por un

trastorno en el metabolismo celular de Na* capaz de

incrementar su concentración intracelular.

En el Servicio de Medicina Interna General del

Hospital Clínico y Provincial de Barcelona ha

existido desde hace ya varios años un marcado

interés por la HTA esencial y, especialmente, por

los mecanismos etiopatogénicos en ella implicados.

El estudio del transporte de Na* a través de la

membrana celular fue iniciado por el director de

esta tesis, el Dr. A. Coca (2,3), que demostró la

existencia de una alteración del flujo catiónico

activo en los eritrocitos de los pacientes

hipertensos esenciales y sus hijos normotensos.

Estos trabajos constituyeron el inicio de una línea

de investigación y estimularon la búsqueda de

nuevos aspectos en la relación entre los sistemas

de transporte de Na* y la HTA esencial.

La presente tesis doctoral continúa la línea

de investigación iniciada por nuestro Servicio y

pretende aportar nuevos aspectos sobre la relación

entre las alteraciones del metabolismo celular del

Na* y la etiopatogenia de la HTA.

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II. REV ISI ON BI BL_ IOGR AF^ I CA

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1. LA HIPERTENSIÓN. ARTERIAL. IMPORTANCIA

ACTUAL Y FUTURA

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1.1. INTRODUCCIÓN

Durante là última mitad del siglo XX, las

enfermedades cardiovasculares han pasado a ser la

primera causa de muerte en todos los países del

mundo industrializado. Ya en los primeros años del

presente siglo se pudo observar que, paralelamente

al aumento de la esperanza de vida de la población,

se producía un incremento de las muertes por

enfermedad cardiovascular, a la par que un descenso

de mortalidad por otras causas, hecho que se

manifestó de forma constante desde el fin de la

Segunda Guerra Mundial. A pesar de que las modernas

terapéuticas surgidas en la última década han

conseguido reducir el número de muertes por dicha

enfermedad <^>, sigue ocupando el liderazgo de

mortalidad en la mayoría de países del mundo

actual.

El análisis exhaustivo de este fenómeno desde

el punto de vista epidemiológico ha permitido

reconocer, en poblaciones aparentemente sanas, la

existencia de unas variables biológicas denominadas

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factores de riesgo de enfermedad cardiovascular,

capaces de influenciar la probabilidad del

padecimiento de accidentes cerebrovasculares,

enfermedad coronaria, insuficiencia cardiaca o

arteriopatía periférica. Los principales factores

de riesgo, detectados en virtualmente todos los

estudios, han sido la hipertensión arterial, la

hiperlipidemia, el consumo de cigarrillos y la

predisposición hereditaria. Cada uno de ellos es

capaz de modificar de forma independiente la

probabilidad de padecer enfermedad cardiovascular.

Por otra parte, la interacción de todos ellos entre

sí de manera compleja y no totalmente conocida,

confiere un mayor riesgo a aquellos individuos

portadores de más de uno de los factores. La

diabetes y la obesidad actúan también, según

parece, de forma independiente, aunque la última

ejerce su influencia nociva predominantemente a

través de los demás, agravando la hipertensión

arterial, la hiperlipidemia y la intolerancia a la

glucosa. El papel que puedan jugar otros factores

tales como la personalidad, el stress psíquico y

social o el estado de forma física es, por el

momento, controvertido (5).

Aunque todos los factores mencionados deben

ser considerados a la hora de evaluar el riesgo

10

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individual y de establecer planes de intervención,

la hipertensión arterial (HTA) es el más importante

tanto desde el punto de vista cuantitativo como

cualitativo y es, en nuestros días, uno de los

mayores focos de atención por parte de las

estructuras sanitarias de todos los países

desarro 1 lados.

11

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1.2. DEFINICIÓN DE HIPERTENSIÓN ARTERIAL

La definición del término hipertensión

arterial puede revestir diferentes concepciones y

no es sencillo encontrar la que mejor se adapte a

los requerimientos actuales.

La solución propuesta por Sir George Pickering

es, sin duda, la más correcta desde el punto de

vista conceptual y viene refrendada por las

estadísticas que otorgan un riesgo vascular preciso

para cada valor tensional. Según este autor (6), la

tensión arterial debe ser valorada como una

variable cuantitativa continua y, consecuentemente,

olvidar la tentación de establecer una línea

divisoria entre normotensión e hipertensión, entre

lo normal y lo patológico. Este autor afirmaba en

1.972 que... "La relación entre tensión arterial y

mortalidad es cuantitativa; a mayor presión, peor

pronóstico" <7).

Esta definición, aceptada por la mayoría de

epidemiólogos tiene, no obstante, la desventaja de

ser poco práctica para los clínicos. El diagnóstico

12

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y las decisiones terapéuticas que se adopten para

cada uno de los individuos en particular deben

realizarse mediante unos esquemas racionales que

permitan una diferenciación en grupos. Los estudios

de supervivencia actuarial realizados por las

compañías norteamericanas de seguros han puesto de

manifiesto, que para cualquier edad y sexo, la

esperanza de vida queda reducida de forma

significativa cuando la tensión arterial diastólica

se sitúa por encima de los 90 mm de Hg (8).

La definición "oficial" de HTA ha sido

propuesta por la Organización Mundial de la Salud

(OMS) que considera los tres apartados siguientes

(9) :

Normotension; tensión arterial sistólica

(TAS) inferior a l¿tO mm de Hg y tensión

arterial diastólica (TAD) inferior a 90

mm de Hg.

Hipertensión limítrofe o "borderline";

TAS entre 140 y 160 mm de Hg y TAD entre

90 y 95 mm de Hg.

Hipertensión; TAS superior a 160 mm de Hg

y/o TAD superior a 95 mm de Hg.

En estas definiciones hay por lo menos dos

puntos criticables. En primer lugar, el grupo

intermedio o hipertensión limítrofe ha dejado de

13

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tener unas características diferenciales propias

dado que se ha demostrado un incremento en la

mortalidad de estos individuos respecto a los

normotensos, por lo que sería más correcto

considerarlos como un subgrupo dentro de la HTA. En

segundo lugar, en la definición de HTA faltan las

características diferenciales que pueden conferir

la raza, edad o sexo.

Finalmente, es de destacar el razonamiento de

Rose (10) basado en conceptos de operatividad. Para

él, debe definirse como HTA aquel nivel tensional

en el cual los beneficios de una conducta

intervencionista superen los riesgos de la

inhibición. Este concepto debe ser ampliado pues la

intervención conlleva también riesgos y gastos,

mientras que la inhibición puede llevar aparejada

ciertos beneficios (11). Así pues, una definición

operativa apropiada de HTA sería aquélla en la que

se estableciera como cifra definitòria aquel nivel

de TA en el cual los beneficios (menos los riesgos

y costes) de la acción superaran a los riesgos y

costes (menos los beneficios) de la inhibición.

Los beneficios de la intervención incluyen la

prevención de la progresión de la hipertensión, la

reducción de los accidentes vasculares cerebrales,

de la insuficiencia cardiaca congestiva, del daño

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renal, la disminución de la mortalidad debida al

infarto de miocardio y el reconocimiento de

familiares con riesgo cardiovascular elevado.

Uno de los riesgos y costes que deben ser

considerados es la asunción del "rol o papel de

enfermo" por parte del individuo aparentemente

sano, así como la interferencia con su estilo de

vida. Otro riesgo es el de la inducción de

aberraciones bioquímicas relacionadas con el

tratamiento capaces de producir un aumento del

riesgo vascular, tales como la hipokaliemia

inducida por diuréticos o los más recientemente

descubiertos trastornos lipidíeos producidos por

diuréticos o (2-bloqueantes. Por último, no debe

olvidarse el coste de la medicación y de la

atención médica. Entre los beneficios de la

inhibición se incluye la continuidad del estilo de

vida propio del individuo, mientras que el mayor

riesgo lo supone el aumento de muertes por

enfermedad cardiovascular y la imposibilidad de

identificar familiares con predisposición a

padecerla.

15

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1.3. CLASIFICACIÓN DE LA HIPERTENSIÓN ARTERIAL

1.3.1. CLASIFICACIÓN ETIOLDGICA

Atendiendo a la causa responsable de la misma

la HTA se clasifica en dos grandes grupos:.»

hipertensión arterial esencial (HTAe) e

hipertensión arterial secundaria (HTAs). A falta de

otros mejores, ambos términos se siguen utilizando

aunque, como veremos, no reflejan exactamente su

contenido. El término esencial, acuñado en 1872, se

refiere a los pacientes con la entonces llamada

enfermedad de Bright (12), cuyos cambios hialinos

en las arteriolas sentaron el concepto de que una

presión alta era esencial para mantener la adecuada

perfusión de los tejidos a través de los vasos

alterados. Posteriormente, en 1.911 Frank (13)

utilizó por primera vez el término para significar

que la elevación de la tensión arterial era

idiopática, es decir, de origen desconocido.

Por el contrario, el término hipertensión

16

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secundaria se utiliza cuando junto a la HTA existe

asociada una enfermedad o factor capaz de aumentar

la tensión arterial, como las enfermedades renales

o la ingesta crónica de regaliz. No obstante, ello

no implica necesariamente que el mecanismo íntimo

por el que se eleva la tensión arterial esté

perfectamente establecido.

A pesar del avance en los métodos diagnósticos

y la exhaustiva investigación a la que son

sometidos los pacientes hipertensos en muchos

centros, el 95'/» de ellos siguen clasificándose

dentro del grupo de hipertensión esencial (14,15).

Desde 1965, uno de los focos de atención en la

investigación sobre' HTA ha sido el establecer

distintos patrones de comportamiento clínico o

analítico que permitieran una subdivisión de los

individuos clasificados como hipertensos

esenciales. Así, en los últimos años se han venido

distinguiendo hipertensos con gasto cardiaco normal

o alto (16), con expansión o contracción del

volumen plasmático (17) o con actividad renina

plasmática alta, normal o baja (18). A ellos deberá

añadirse, con toda probabilidad, una clasificación

basada en las anomalías del transporte

transmembranoso de sodio (19). Si estas aparentes

diferencias en los mecanismos fisiopatológicos

17

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reflejan, de hecho, diferentes etiologías de la

hipertensión o bien representan distintos estadios

de su desarrollo, es algo que está por dilucidar.

Aunque está suficientemente demostrado que estos

subgrupos muestran algunas características

diferenciales por lo que respecta a su historia

natural (HO) y a la respuesta a la medicación

antihipertensiva (19), no lo está el que sean

entidades independientes y, por lo tanto, no pueden

clasificarse por el momento como formas distintas

de la hipertensión arterial esencial (21).

Las causas de hipertensión arterial secundaria

son muchas y de muy variada índole y se enumeran en

la tabla I.

1.3.2. CLASIFICACIÓN CLÍNICA

Consideramos aquí aquella clasificación

destinada a establecer la severidad de los

pacientes hipertensos, en aras a facilitar la

adopción de decisiones referentes a la urgencia y

tipo de medicación, hospitalización o investigación

cl ínica.

Las complicaciones de la HTA están

18

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TABU I

Clasificación etiologies de la hipertensión arterial

l.HTA esencialS.HTA secundaria

2.1. Renal2.1.1. Parenquiaatosa

Gloaerulonefritis agudaBloierulonefritis crónica,pielonefritis, irradiación, lupuseriteaatoso sistéaicoPoliquistosis renalHidronefrosisTutor productor de reninaNefropatia diabética

2.2.Endocrina2.2.1. Tiroides

HipertiroidisaoHipotiroidisnD

2.2.2. SuprarrenalFeocroaocitoaaHiperaldosteronisao prisarioAdenoia suprarrenalHiperplasia suprarrenal congènita

deficiencia llí hidroxilasadeficiencia 17a hidroxilasa

Enfenedad de Gushing2.2.3. Paratiroides

Hiperparatiroidisao2.2.4. Hipófisis

Acroaegalia2.3. Neurógena

Acidosis respiratoriaTuaor cerebralEncefalitisPolioaielitis bulbarDisautonoiía faailiarPorfiria agudaTusores croaafines extradrenales

ParaganglioaasE. de Von Recklinghausen

2.4. Interferencia aecánica con el flujoFistulas arteriovenosas

E. de PagetPersistencia del ductus arterioso

Insuficiencia aórticaCoartación de la aortaHipertensión sistólica arteriosclerosi

2.5. Agentes exógenos2.5.1. Venenos

PloaoTalio

2.5.2. MedicaciónAainas siapaticoaiaéticasInhibidores de la HAD coabinados conefedrina o tiraaina, incluyendoal nientos ricos en esta últiaasustanciaAnticonceptivos hononalesGlucocorticoides

2.5.3. AliaentosRegaliz

2.5.4. YatrogénicaExceso de líquidos en lainsuficiencia renal tersinal

2.a, Toxeaia del eabarazo2.7. Miscelánea

PoliciteaiaSuesadurasSíndrome carcinoide

19

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directamente relacionadas con las cifras

tensionales y la duración de aquélla, aunque la

progresión varía notablemente de uno a otro

individuo. Al margen del valor de las

determinaciones de la TA, el juicio clínico

correcto respecto a la severidad de la HTA pasa por

el examen de los cambios producidos en los órganos

diana. En la práctica diaria ello se consigue

mediante la anamnesis y exploración física, el

examen del fondo de ojo, de la función renal,

análisis urinario y electrocardiograma. Al

considerar todo ello junto a la media de lecturas

de la TA puede establecerse una clasificación

clínica como la que muestra la tabla II o como la

que recomienda la OMS (9).

Tres principios básicos deben ser

considerados :

1. Las anomalías del laboratorio no

acompañan necesariamente a las cifras más

altas de TA y son éstas últimas las que

establecen la severidad en estos casos.

Las primeras se limitan a aumentar la

categoría de la severidad para cada cifra

de TA.

S. El examen del fondo de ojo, que

proporciona una visión cualitativa del

SO

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Tipo

TABLA II

Clasificación de la hipertensión arterial dependiendo de la severidad

TAD fondo de ojo ECS Función renal

HTA liaítrofe

HTA leve

HTA aoderada

HTA severa

HTA aaligna

90-95

95-10*

105-115

> 115

> ISO

noraal nomal norial

norial o grado I-II norial o HVI norial

grado I-II HVI nornal o disminuida

grado I-II HVI-SVI noraal o disainuida

grado III-IV HVI-SVI disainuida

21

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daño vascular, es un elemento de máxima

importancia. Así, la presencia de una

retinopatía de grado III en la escala de

Keith-Wegener (hemorragias o exudados) o

de grado-IV (edema de papila) condicionan

el grado de severidad sin tener en cuenta

el nivel tensional.

3. Para cada nivel de severidad la HTA

puede estar o no complicada. El adjetivo

complicada se añade a cada categoría si

existe evidencia de insuficiencia

cardíaca congestiva, arritmia cardíaca o

angina, o si existen o se han producido

fenómenos vasculares tales como infarto

de miocardio, accidente vascular cerebral

o aneurisma aórtico.

S2

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1.4. PREVALENCIA DE LA HIPERTENSIÓN ARTERIAL

La prevalencia de la HTA viene condicionada,

como es lógico pensar, por la definición que de

aquélla se haga. Así, gran número de estudios

llevados a cabo en la población norteamericana

difieren de manera significativa en sus

conclusiones. El Health and Nutrition Examination

Survey (HANES) realizado entre 1971 y 197 por el

D.S. Public Health Service examinó una muestra

representativa de la población americana con un

total de 17.796 individuos. La hipertensión fue

definida como una TAS superior a 160 mm de Hg o una

TAD superior a 95 mm de Hg, en una sola lectura.

Las cifras de prevalencia seguían una correlación

lineal con la edad (fig. 1) siendo así que una

tercera parte de la población mayor de 60 años

estaba afecta de HTA. La estimación general de

hipertensión en la población adulta era de 23,2

millones de personas en los Estados Unidos, con un

porcentaje total del 17'/. en la raza blanca y del

28'/. en la raza negra (22).

23

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as.LU

Ooo

os.LUC_

<c_JLUca

as.o.

60-

40-

30-

20-

10-

• Varones negros. —-« Mujeres negras

+ Varones blancos« Mujeres blancas

18-24 25-34 35-44 45-54 55-64 65-74

Figura 1. Prevalencia de la HTA en Estados Unidos en re

lación a la edad, sexo y raza.

24

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Otra estimación diferente es la obtenida del

Hypertension Detection and Follow-up Program (23).

Aquí fueron examinados 15.900 individuos con edades

comprendidas entre 30 y 69 años procedentes de 14-

comunidades americanas. Si el punto de corte entre

hipertensión y normotensión se tomaba en los 90 mm

de Hg la prevalencia llegaba al £5,3%, descendiendo

al 1V/. si se restringía a aquellos individuos con

cifras iguales o superiores a 95 mm de Hg (fig.S).

Otra de las conclusiones que pudieron extraerse de

este estudio fue la tendencia a presentar lecturas>

tensionales más bajas cuando la determinación se

repetía algunos días más tarde.

¿Cual es la cifra tensional óptima para

definir la HTA? ¿Cuantas determinaciones deben

realizarse? No existen respuestas contundentes a

estas dos preguntas pero, en cualquier caso, puede

afirmarse categóricamente que la HTA es la

enfermedad más frecuente en todo el mundo.

En España se ha empezado a disponer de

información sobre prevalencia de HTA a partir de

1980. En estos últimos años han aparecido diversos

estudios cuyas conclusiones se han obtenido, en su

mayoría, tras la práctica de una sola lectura

tensional y con el inconveniente, en algunos de

ellos (24-,25), de tener su origen en poblaciones

25

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laborales con restricciones de sexo o edad, con lo

que difícilmente pueden ser representativos de la

población general.

Un excelente estudio ha sido el llevado a cabo

por Fardel l et al (26) sobre una muestra de 621

individuos en la población urbana del área de

L'Hospitalet de LLobregat (Barcelona). Con una sola

determinación y tomando la medida de la TAD en la

¿tS fase auscultatoria de Korotkoff se encontró una

preval ene i a de HTA (TASM60 o TAD>95) del 17'/. y de

HTA límite del 28%. No es posible deducir de este

trabajo qué porcentaje de individuos se sitúan con

una TAD superior a 90, dado que en el grupo de HTA

límite se incluían aquéllos cuya TAS se situaba

entre 14-0 y 160 aunque la TAD no fuera superior a

90. Ello explica, con toda probabilidad, el hecho

de encontrar una cifra global de prevalencia (al

juntar ambas categorías) del 45'/., lo que parece

excepcionalmente elevado si se compara con otros

estudios. A pesar de ello, y por lo que puede

deducirse de otros trabajos publicados en nuestro

país, nuestras cifras de prevalencia tienden a

situarse por encima del 20'/., lo que nos coloca en

los niveles más altos entre los países

industrializados. Si a ello añadimos la escasa

atención que a esta enfermedad prestan las

27

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autoridades sanitarias, el panorama que se nos

presenta es altamente preocupante.

En cuanto a la distribución por edad y sexo

existe un incremento progresivo de la prevalencia

con el envejecimiento y, mientras que el predominio

es de los varones en la juventud, a partir de los

50 años este protagonismo corresponde a las

mujeres. La explicación a este fenómeno ha sido

proporcionada por Dawer (£7) a partir de los datos

del estudio Framingham y se basaría en la mayor

resistència de las mujeres a las consecuencias de

la HTA, mientras que la población masculina se

vería mermada debido al fallecimiento precoz por la

cardiopatía isquémica.

S8

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l.S. LA HTA COK] FACTOR DE RIESGO VASCULAR.

MORBILIDAD Y MORTALIDAD DE LA HTA

Las campañas que en los últimos años se han

desarrollado para la detección y el control de la

HTA tienen su origen en la demostración de que para

cualquier edad y en ambos sexos, la expectativa de

vida se reduce de forma significativa cuando la TAD

es superior a 90 mm de Hg.

Los estudios epidemiológicos, tanto

longitudinales como transversales, de muestras al

azar en poblaciones aparentemente sanas han vertido

numerosa información sobre la relación entre las

variables biológicas llamadas factores de riesgo y

la enfermedad cardiovascular. De estos estudios,

uno de los más valiosos fue el de las Siete

Naciones sobre la enfermedad coronaria, coordinado

por Keys y en el que se incluyeron un total de

1E.770 varones de edades comprendidas entre ¿fO y 59

años, con un seguimiento de 5 años. A pesar del

hallazgo de grandes variaciones en las cifras de

morbilidad y mortalidad entre las distintas

29

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poblaciones, las cifras de prevalencia se hallaban

en todas ellas directamente relacionadas con las de

TA y colesterol sérico (28).

El más importante de los estudios

longitudinales a largo plazo ha sido el de

Framingham, cuyos hallazgos han sido generalmente

confirmados en otras poblaciones. No obstante, con

vistas a examinar esta apiicabi 1idad, los datos de

5 estudios diferentes realizados en Estados Unidos

de América fueron reunidos en el llamado Pooling

Project (S9). Los resultados de éste último indican

que el valor prédictive de los factores de riesgo

es, en general, válido para todas las poblaciones

de raza blanca, al menos en aquel país. Asimismo,

los estudios europeos (30) concuerdan con los

americanos por lo que se refiere a la

cuantificación del riesgo para dichas poblaciones.

Más difícil es extrapolar estos resultados a otras

razas y culturas.

1.5.1. MORBILIDAD Y MORTALIDAD EN RELACIÓN CON

LA HTA

Si clasificamos a las personas en normotensas

30

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(TA<140/90) e hipertensas (TAM60/95) es evidente

que las cifras de mortalidad total y cardiovascular

son, al menos, el doble en el segundo grupo

respecto al primero, aunque no existe una división

natural entre ambos (31). El riesgo cardiovascular

es proporcional a los niveles de TA desde los

valores más bajos hasta los más altos que puedan

encontrarse en la población (3S). El riesgo

absoluto para cualquier nivel de TA es el doble en

los varones que en las mujeres, aunque el relativo

es prácticamente el mismo en ambos sexos y no

disminuye con la edad. Se puede calcular el

incremento en un 30 '/. para cada aumento de 10 mm de

Hg.

Si examinamos por separado los diferentes

tipos de enfermedades cardiovasculares podemos

observar que los hipertensos tienen un riesgo dos

veces mayor de arteriopatía periférica, tres veces

mayor de enfermedad coronaria, cuatro veces más

probabilidad de desarrollar insuficiencia cardiaca

y siete veces más de padecer accidentes vasculares

cerebrales (33). Aquéllos considerados como

hipertensos limítrofes o "borderline" (TA 1^0-

159/90-94O presentan unas cifras de mortalidad

intermedias entre ambas poblaciones, por lo que no

están exentos de riesgo. En este sentido, sería

31

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interesante destacar que, si bien para un individuo

en particular el mayor riesgo corresponde a los

niveles tensionales más altos, la visión para la

población general es diferente, dado que la mayoría

de individuos .se situarían en niveles tensionales

menores. Es decir, que si la cifra de mortalidad

observada para cada incremento de TA se multiplica

por el número de individuos que se hallan en este

nivel, obtendremos el porcentaje de mortalidad

atribuible a la HTA para cada nivel tensional.

Analizando estos datos podemos ver que el 60'/ del

exceso de riesgo en la población general incide en

aquellos individuos con TAD entre 90 y 104-,

considerados como hipertensos leves (34-).

1.5.2. LABILIDAD DE LA HTA

La TA considerada a título individual presenta

una enorme variabilidad horaria y diaria. No es

pues infrecuente que algunos individuos oscilen

entre la situación de normotensión y la de

hipertensión, pudiéndose suponer que se hallan en

una etapa intermedia entre uno y otro grupo. No

obstante, los estudios epidemiológicos no apoyan

3H

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esta suposición (35) y las determinaciones

tensionales casuales tienen un alto valor

predictivo, tanto en lo que respecta a futuras

cifras de TA, como a la morbilidad cardiovascular

OS, 36) .

Esta variabilidad de la TA no se limita a la

hipertensión limítrofe sino que va aumentando con

el incremento de las cifras tensionales (35). Por

otra parte, no existe ninguna evidencia de que las

tensiones arteriales en condiciones básales o en

reposo se correlacionen mejor con el riesgo

vascular que las lecturas casuales, al menos en los

adultos.

1.5.3. TENSIÓN ARTERIAL SISTOLICA Y TENSIÓN

ARTERIAL DIASTOLICA

Clásicamente se ha considerado la TAD como un

mejor indicador de la HTA, dado que supone una

medida indirecta de las resistencias periféricas y

está sujeta a menor variación que la TAS. No

obstante, los resultados del estudio de Framingham

demuestran que mientras ambas se correlacionan con

la morbilidad y mortalidad cardiovascular, la TAS

33

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lo hace mejor en los grupos de mayor edad y es

además, capaz de predecir el riesgo vascular en los

grupos con TAD normal (32,37).

1.5.4. COMPOSICIÓN DEL RIESGO BASADO

EN MÚLTIPLES FACTORES

El riesgo individual que confiere la HTA está

influenciado en gran manera por la presencia o*

ausencia de otros factores que interaccionan entre

Sí .

Así , para un hombre de 4-0 años con una TAS de

195 mm de Hg, la probabilidad de un evento

cardiovascular en los próximos 8 años puede oscilar

entre 0,046 y 0,708 dependiendo de la presencia o

no de otros factores tales como la hiper1ipidemia,

la intolerancia a la glucosa, el consumo de

cigarrillos o la detección previa de una

hipertrofia ventricular izquierda en el ECB

(36,38).

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I.A. EL TRATAMIENTO DE LA HTA COPIO FACTOR

MODIFICADOR DEL RIESGO VASCULAR.

En algunos países europeos y americanos se ha

podido constatar una disminución de la mortalidad

cardiovascular atribuïble a un mejor y más eficaz

tratamiento de la HTA, descenso más acusado que el

producido por el control de otros factores de

riesgo (39). En Estados Unidos de América la

expectativa de vida se ha incrementado en 3 años

durante la década de los 70 (40). El papel que en

ello ha jugado el control tensional es incierto,

aunque respecto al descenso de la mortalidad

coronaria supondría el 24% del total en la

evaluación de Byngton (41), repartiéndose el

porcentaje restante entre la disminución de los

niveles de colesterol plasmático (58%) y del

consumo de cigarrillos (48%).

Aunque esta menor mortalidad pudiera deberse

también a la mejor atención médica de que gozan los

pacientes afectos de infarto de miocardio o

accidente cerebrovascular, existe la evidencia

35

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estadística de un descenso real de su incidencia,

lo que debe estar forzosamente en relación con una

disminución de los factores de riesgo.

Para valorar el posible beneficio del control

tensional se han llevado a cabo numerosos estudios.

A pesar de que los efectos beneficiosos de la

reducción del peso y la ingesta de sal o el aumento

en la ingesta de potasio han sido reseñados por

varios de ellos, la mayoría de los grandes estudios

han incluido algún régimen farmacológico. Aquellos

considerados de mayor importancia se describen en

la tabla III (41-53) .

En conjunto (54), todos ellos han demostrado

inequívocamente que el tratamiento hipotensor

mejora el pronóstico de toda la población

hipertensa y, de manera especial, en algunos

subgrupos de pacientes tales como el de los varones

de mediana edad con TAD superior a 95 mm de Hg,

detectada repetidamente en determinaciones

sucesivas.

No obstante, en algunos casos no ha podido

establecerse el beneficio con claridad. Así, los

pacientes mayores de 70 años, las mujeres de raza

blanca o los afectos de hipertensión sistólica

aislada no mostraron una mejoría franca en sus

cifras de mortalidad a pesar del tratamiento

36

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TABLA III

Estudios más representativos sobre el efecto de la medicación en la

morbilidad y mortalidad de la hipertensión arterial

1. Veterans Administration Cooperative Study on Antihypertensive Agentsdisminución del número total de complicaciones

2. Hypertension Stroke Cooperative Studydisminución del número total de complicaciones

3. U S Public Health Service Mild Hypertension Trialdisminución del número total de complicaciones

4. Australian Terapèutic Trial on Mild Hypertensiondisminución de la mortalidad globaldisminución de la mortalidad cardiovasculardisminución de la mortalidad por coronariopatíadisminución del número de accidentes cerebrovascularesdisminución del número total de complicaciones

5. Hypertension Detection and Follow-up Programdisminución de la mortalidad globaldisminución del número total de complicaciones

6. Oslo Studydisminución del número de accidentes cerebrovasculares

7. Göteborg Studydisminución de la mortalidad globaldisminución del número de complicaciones coronarias

37

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fármacológ ico.

Por lo que respecta a la morbilidad, si bien

parece evidente el beneficio en la prevención de

accidentes vasculares cerebrales, éste no es .tan

claro en lo que a la coronariopatía isquémica se

refiere. En cualquier caso, el objetivo del médico

dedicado al cuidado de los pacientes con HTA debe

ser la consecución de una reducción de la TAD a

cifras inferiores a los 90 mm de Hg así como el

mantenimiento de estas cifras.

38

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S. METABOLISMO DEL SODIO

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E.I. ABSORCIÓN, DISTRIBUCIÓN Y ELIMINACIÓN DEL

SODIO

La sal administrada por vía oral se absorbe

rápidamente en el intestino, desde el duodeno hasta

el recto. La absorción de sodio (Na*) se produce

contra gradiente electroquímico merced a un

transporte activo en las células de la mucosa

intestinal, que requiere la energía de la

glucolisis y que está relacionado con la absorción

de glúcidos (55).

Tras la absorción se produce su distribución

por el organismo. Del sodio corporal total el 11,SM

se halla en el plasma, el S9'/. en el líquido

intersticial, el 11,7'/. en el tejido conjuntivo y

cartilaginoso, el ¿t3, I'/, en el hueso, el S,V/. en el

líquido intracelular y el S,6*/. en las secreciones

glandulares (56). Sin embargo, el sodio distribuido

en estos compartimentos no puede intercambiarse

libremente entre ellos en su totalidad. Su mayor

contingente se halla en el hueso formando parte de

la estructura cristalina, no es osmóticamente

¿tO

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activo y sólo unas mínima porción es intercambiable

(57,58), por lo que no influye apenas en el

metabolismo hidrosalino del organismo. Del resto,

la mayor parte se halla en el líquido extracelular

(LEO, constituido por el líquido intersticial,

arterial, capilar y venoso. Por tanto, el sodio

intercambiable es significativamente menor a la

cantidad total del mismo existente en el organismo

y no representa más del 70*/. del sodio corporal

total (59).

Por su efecto osmótico, el Na* es el principal

determinante del volumen del LEC. El hecho de que

siendo este catión muy permeable a través de las

membranas celulares se halle en su mayor parte

localizado en el compartimento extracelular,

obedece a su continua salida desde el interior al

exterior de la célula por efecto de diversos

mecanismos, entre los que destaca el catalizado por

la adenosintrifosfatasa (ATPasa) de la membrana

celular. La acción combinada de todos estos

mecanismos consigue mantener una concentración de

Na* intracelular de alrededor de 5-10 mmol/litro de

células y una concentración extracelular de 135-

145 mmol/litro. Al ser libre el paso de agua a

través de la membrana celular, el volumen de LEC

vendrá determinado fundamentalmente por el Na*

¿ti

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extracelular osmóticamente activo.

Cuando se produce una sobrecarga salina brusca

entran en juego los mecanismos homeostáticos

propios del metabolismo sódico. Una parte del mismo

es retenida en el LEC, produciendo por efecto

osmótico un aumento de su contenido acuoso a

expensas del agua intracelular que disminuye y de

una mayor ingesta a través del mecanismo de la sed,

con lo que se produce un aumento de peso.

Contrariamente, la interrupción brusca de la

sobrecarga salina condiciona un balance negativo de

Na"1" hasta que los mecanismos homeostáticos se

adaptan a la nueva situación. Así, el volumen del

LEC y el gasto cardíaco sufren cambios paralelos a

la ingesta de Na*.

La concentración de Na* en plasma no es un

criterio suficiente para valorar el balance de

sodio, ya que al acompañarse de modificaciones del

volumen de agua corporal, variaciones importantes

del balance sódico pueden no verse reflejadas en

cambios de la natremia. Por el contrario, el sodio

intercambiable determinado mediante análisis

isotópico con Sí*Na no varía apenas con la edad y

sexo (59) y suministra un índice mucho más fiable y

útil del balance sódico (60).

El organismo elimina el Na* mediante diversos

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sistemas. A través de la piel por mecanismo de

sudoración y "perspiratio insensibi 1 is", por las

heces, lágrimas, leche, pelo, uñas y demás faneras.

Pero junto con el primero, el mecanismo más

importante de excreción sódica es su eliminación

renal.

El Na* llega por el plasma al glomérulo renal

donde es filtrado. La cuantía de la filtración es

del orden de 25.200 mmol/24- horas dependiendo del

producto del filtrado glomerular y la natremia. De

esta importante cantidad de Na* filtrado sólo el I'/.4

será eliminado al exterior, lo que supone que la

mayor parte del Na* filtrado es reabsorbido en el

tabulo renal. Parece por tanto lógico pensar que

los mecanismos que regulan la excreción de Na*

deben actuar fundamentalmente a nivel de la

reabsorción tubular (61). Uno de estos mecanismos

es conocido como balance glomerulotubular y depende

de la cantidad de Na* filtrado, produciéndose un

aumento de la reabsorción cuando aumenta la

filtración y viceversa (62). No obstante, cuando

las variaciones del Na* filtrado son debidas a

modificaciones de la natremia, este mecanismo

parece tener menos efecto ya que la hiponatremia

aumenta (63) y la hipernatremia disminuye (6¿f) la

reabsorción tubular de Na*.

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La reabsorción de Na"*" se produce a lo largo de

todo el túbulo renal. En el túbulo proximal se

reabsorbe entre el 60'/. y el SO'/, del sodio filtrado

merced a un transporte activo hasta el espacio

intersticial peritubular, lo que junto a la

reabsorción de cloro y bicarbonato determina un

importante efecto osmótico. Este último es el

responsable de la reabsorción de agua por difusión

pasiva a través del laberinto de canales

intercelulares hasta el líquido intersticial

peritubular como resultado de las fuerzas del

equilibrio de Starling (65,66). Con ello se

reabsorben las dos terceras partes de agua y

solutos del filtrado (67), siendo una reabsorción

isoosmótoca que no modifica la osmolaridad del

filtrado glomerular cuando éste alcanza la primera

porción del asa de Henle (68).

El asa de Henle actúa como un sistema

multiplicador contracorriente pues en su porción

ascendente se produce un transporte activo de Cl~ y

secundariamente de Na"1" al espacio intersticial,

provocando la salida de agua por efecto osmótico en

la porción descendente y con ello un gradiente

osmótico cada vez más elevado a medida que el asa

profundiza en la zona medular del riñon (69). Al

abandonar el asa de Henle, la orina tiene una

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osmolaridad de aproximadamente 100 miliosmoles pues

proporcionalmente se ha reabsorbido más soluto que

agua. En esta zona del túbulo renal se reabsorbe

aproximadamente entre el 25*/, y el 30'/. del Na*

filtrado. Por último, a nivel del túbulo

contorneado distal se produce reabsorción de Na*,

intercambiándose por K* o H*, a través de un

mecanismo mediado por la aldosterona. De este modo

sólo pequeñas cantidades de Na* llegan al túbulo

colector, donde se produce una reabsorción

destinada a conseguir un ajuste fino que permite

que sólo el l'A del Na* filtrado sea eliminado al

exterior, oscilando entre los 130 y 260 mmol/24

horas, cifra dependiente de la cantidad de Na*

ingerido en la dieta.

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.a. REGULACIÓN DE LA EXCRECIÓN RENAL DE SODIO

El volumen del espacio extracelular viene

determinado primordialmente por la concentración de

Na* osmóticamente activo. Un aumento de la ingesta

de sal condiciona hipernatremia y aumento de la

osmolaridad del LEC, por lo que el paso de agua del

interior de la célula al LEC provocará un aumento

de éste. Simultáneamente se produce una

estimulación hipotalámica a nivel del llamado

"centro de la sed", que incrementa la ingesta

hídrica y la liberación de hormona antidiurética

(ADH), la cual disminuye la eliminación de agua a

través de un incremento de su permeabilidad a nivel

de los túbulos colectores (70). De este modo,

frente a una determinada cantidad de Na* en el LEC,

el organismo regula la cuantía del agua corporal

para mantener constante la natremia a niveles de

140 mmol/litro. Por tanto, si la osmolaridad de los

líquidos corporales tiende a mantenerse constante a

través del balance de agua mediado por los

osmoreceptores y la ADH, el control del volumen del

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LEG dependerá en gran medida de la regulación de la

excreción de Na* por el riñon. Así, un incremento

de la ingesta de sal condiciona un aumento del

volumen extracelular por estimulación hipotalámica

del "centro de la sed" y la reabsorción de agua por

la ADH (70). En esta situación se van a poner en

marcha gran número de mecanismos que culminarán

aumentando la natriuria y por ende normalizando el

volumen del LEC. Unos actuarán provocando cambios

en el filtrado glomerular que modifiquen la cuantía

del Na-*" que llega al túbulo proximal, otros

regularán la reabsorción de grandes cantidades de

Na* en el túbulo proximal, asa de Henle y túbulo

distal, para que por último sea el túbulo colector

el que realice los ajustes más precisos que

determinarán la cuantía de la excreción final de

sodio por la orina.

E.2.1- FACTORES HEMODINAMICOS

Independientemente del hecho de que la

regulación final de la excreción de sodio dependa

de una serie de factores hormonales o nerviosos que

actúan modificando directamente la reabsorción

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tubular o indirectamente a través de cambios

hemodinámicos intrarrenales parece evidente que los

cambios renales se inician, al menos en parte,

debido a variaciones extrarrenales del líquido

extracelular que alguna estructura debe ser capaz

de reconocer (71).

Diversos investigadores habían sugerido que

los receptores de volumen podrían residir en alguna

zona del sistema cardiovascular, estimulándose por

distensión de la aurícula izquierda (7H) o del

lecho arterial (73), así como por el incremento del

gasto cardíaco (7¿t). Sin embargo, el que el aumento

del gasto cardíaco en ausencia de expansión de

volumen no tenga apenas efecto en la excreción de

sodio (75) y el que la denervación cardiaca no sea

capaz de evitar la respuesta natriurética frente a

una infusión salina (76), sugiere la existencia de

receptores de volumen en otras zonas. Existen

evidencias experimentales de que la excreción de

sodio no depende exclusivamente de los cambios de

volumen intravascular, pues cuando éste se expande

con una solución hiperosmótica que simultáneamente

disminuye el volumen del líquido intersticial

extravascular, la excreción de sodio aumenta muy

poco (77,78). Sin embargo, el aumento del volumen

intravascular con soluciones isoosmóticas que no

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modifican el volumen intersticial extravascular

incrementa notablemente la natriuresis (77,79),

aunque la mayor respuesta natriurética se obtiene

por la expansión del LEC con soluciones salinas

(77). Parece pues que es la expansión simultánea

del líquido intravascular e intersticial el

estímulo más intensa de la natriuresis y que,

además de receptores de volumen, deben existir

receptores capaces de estimularse por la sola

presencia del sodio.

Los cambios del volumen efectivo del árbol

arterial que tienen lugar tras la expansión del LEC

condicionan modificaciones de la presión de

perfusión de la arteria renal (presión

hidrostática), del tono adrenérgico y del nivel de

sustancias vasoactivas circulantes, probablemente a

través del aumento de presión en la aurícula

izquierda (80), todos ellos factores capaces de

modificar la excreción renal de sodio. También en

el lecho venoso y aurícula derecha (81) hay

receptores de volumen y las maniobras que

disminuyen el retorno venoso disminuyen la

natriuria, mientras que aquéllas que lo aumentan

condicionan un incremento de la natriuresis (83).

Por otra parte, la contracción del LEC sin

cambios en la osmolaridad plasmática puede aumentar

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la secreción de ADH y uno de los factores que

regulan su secreción es el grado de estimulación de

los barorreceptores de las paredes auriculares

(83). En el riñon existen receptores de volumen

para la regulación de la excreción de sodio por un

mecanismo independiente del sistema renina-

angiotensina-aldosterona (73). La demostración de

la existencia de osmorreceptoi*es hepáticos (8¿t) y

que la infusión de soluciones hipertónicas en la

vena porta provoca aumento de la natriuria (85) a

través de reflejos nerviosos, indican que el

parénquima hepático interviene de algún modo en la

regulación de la natriuresis. En conjunto, los

receptores de volumen podrían ser los responsables

de una disminución del tono simpático frente a la

expansión extracelular (86) que, a través de

cambios en la filtración glomerular o alteraciones

hemodinámicas intrarrenales, conducen a un aumenta

de la natriuresis.

Es conocido desde hace tiempo que diferentes

factores hemodinámicos tales como la tensión

arterial, el flujo sanguíneo renal y la resistencia

vascular entre otros, modifican la natriuresis.

Cualquier aumento de la tensión arterial se asocia

a un aumento de la natriuresis por un mecanismo no

bien establecido. Se ha sugerido un efecto directo

50

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del aumento de la presión hidrostática per i tubular

dificultando la reabsorción tubular de sodio por

alteración del transporte activo (87). La

vasodilatación arteriolar renal que se consigue con

la administración de acetiIcolina, bradiquinina o

prostaglandinas se acompaña de un aumento de la

natriuresis sin que se objetiven cambios

significativos en el filtrado glomerular, por lo

que el mecanismo más probable apunta a una

disminución de la reabsorción tubular de sodio

(88). En este sentido se ha podido demostrar que la

vasodilatación renal disminuye la reabsorción

tubular proximal de sodio, siendo atribuido este

fenómeno a un aumento de la presión hidrostática

del capilar peritubular (77). Por otra parte, el

aumento de la presión oncótica del capilar

peritubular disminuye la natriuresis (77) y la

reabsorción proximal de sodio correlaciona

directamente con la presión oncótica peritubular

(89). Así, durante la vasodilatación renal se

produce una disminución de la fracción de

filtración con descenso de la presión oncótica y

aumento de la presión hidrostática del capilar

peritubular, factores ambos que aumentan la

natriuresis (9O,91).

También la composición del contenido

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intravascular puede modificar la excreción renal de

sodio, de forma que la dilución de la sangre que

llega a la arteria renal condiciona aumento de la

natriuresis (95). La hemodilución se acompaña de un

descenso del hematocrito y de la viscosidad

sanguínea, secundaria a la disminución de la

concentración de las proteínas plasmáticas (77).

Ambos factores pueden modificar la cuantía del

filtrado glomerular en magnitud suficiente como

para variar la cantidad de sodio filtrado y por

tanto de sodio reabsorbido. Está además»

suficientemente probado el efecto directo de la

dilución sobre la reabsorción tubular de sodio, a

través de alteraciones de las presiones

hidrostáticas y oncóticas del capilar peritubular

(77,79). De este modo, sea por disminución de la

concentración de proteínas plasmáticas, sea por

efecto indirecto a través del descenso del

hematocrito y de la fracción de filtración

(filtrado glomerular / flujo plasmático) al

mantenerse constante el numerador y aumentar el

denominador, la presión coloidosmótica

postglomerular disminuye, mientras que aumenta la

presión hidrostática del capilar peritubular al

reducirse la resistencia vascular por el descenso

de la viscosidad. Ambos factores se suman en el

52

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equilibrio de Starling (65,66), que rige la

reabsorción tubular, en el sentido de disminuir la

reabsorción tubular de agua y sodio, por lo que el

resultado final es el aumento de la natriuresis.

El incremento de la ingesta de agua y sal

supone una expansión del LEC que condiciona un

aumento de la presión de perfusión de la arteria

renal y de la presión hidrostática del capilar

peritubular, disminución del nivel de sustancias

vasoactivas circulantes y del tono adrenérgico, que

junto al descenso del .hematocrito y de la

viscosidad de la sangre contribuyen a la

disminución de las resistencias vasculares

intrarrenales. El aumento de la presión

hidrostática del capilar peritubular junto a la

disminución de la presión oncótica por el efecto

dilucional hacen que, por el equilibrio de

Starling, disminuya la reabsorción tubular proximal

de Na"" y agua, lo que conlleva al aumento de la

natriuria y de la eliminación de agua tendente a

mantener constante el volumen del LEC. Sin embargo,

trabajos recientes parecen demostrar que la presión

oncótica peritubular no es un factor importante en

el control de la reabsorción de Na* y agua en el

túbulo proximal (93-96). El resultado de todos

estos estudios sugiere que los cambios en la

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reabsorción tubular proximal observados con la

modificación de la presión oncótica de la sangre

que perfunde el riñon, deben atribuirse a efectos

colaterales como el descenso del hematocrito y

viscosidad, la dilución de sustancias del filtrado

glomerular que sean responsables de algún modo de

la reabsorción tubular proximal y al aumento de la

presión hidrostática del capilar peritubular (97).

S.a.2. EL SISTEMA RENINA-ANGIOTENSINA-

ALDOSTERONA

Las células granulares de la arteriola

aferente glomerular, las células no granulares de

la arteriola eferente, las células de la mácula

densa del túbulo distal y las células mesangiales

de Goormaghtigh (situadas entre la mácula densa y

el glomérulo) constituyen el aparato

yuxtaglomerular, unidad anatomofuneional

responsable de la síntesis, almacenamiento y

secreción de la enzima proteolítica renina. Más del

90'/. de la misma se halla en las células granulares

de la arteriola aferente, alrededor del 5% en las

células de la mácula densa y menos del 1% en las

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células de Goormaghtigh y en las células no

granulares de la arteriola eferente glomerular

(98). La renina es liberada en su mayor parte a la

corriente sanguínea de la arteriola aferente y sólo

una mínima porción pasa directamente al territorio

general a través de las vías linfáticas. Aunque los

mecanismos de control de liberación de renina son

múltiples y complejos, los dos principales corren a

cargo de los barorreceptores de las células

yuxtaglomerulares de la arteriola aferente (99) y

las células de la mácula densa sensibles al sodio

(100,101). Los receptores de la arteriola aferente

responden a cambios de tensión de la-pared vascular

independientemente de la resistencia vascular

(diámetro del vaso), por lo que la liberación de

renina por las células granulares depende de

cambios en el gradiente transmural de presión, de

los nervios simpáticos renales que controlan el

tono vascular de la arteriola, de factores

miogénicos intrínsecos de autorregulación y

alteraciones en los componentes elásticos de la

pared vascular (102). Por su parte, el papel de la

mácula densa se interpreta de dos maneras

diferentes. Vander y Miller (100) opinan que la

liberación de renina es inversamente proporcional a

la cantidad de sodio que alcanza la mácula densa,

55

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mientras que Thurau et al (101) defienden la

Hipótesis contraria, existiendo en ambos casos

evidencias que las apoyan, por lo que el tema sigue

en discusión. Guyton et al (103) han defendido una

teoría que compagina las dos anteriores consistente

en un mecanismo de "feed-back" intrarrenal, según

el cual, un aumento en la concentración de sodio en

la mácula densa daría lugar a una activación de la

renina almacenada en forma fisiológicamente

inactiva en las células yuxtaglomerulares. Ello

conduciría a la formación local de angiotensina II,

constricción de la arteriola aferente, reducción

del filtrado glomerular y de la reabsorción tubular

proximal. En consecuencia resultaría aumentada la

concentración de sodio en la mácula densa,

disminuyendo la activación de renina de las células

yuxtaglomerulares. Se justificaría así un doble

papel de la mácula densa, como reguladora por

"feed-back" de la función de un nefrona y como

sensor de la liberación de renina por las células

yuxtaglomerulares.

Además de los factores mencionados, las

variaciones en la concentración plasmática de sodio

y potasio son estímulos para la liberación de

renina, observándose descensos de la actividad

renina plasmática (ARP) por infusión salina en

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individuos sanos

La renina secretada por el riñon, a través de

los diferentes mecanismos qué acabamos de comentar

no tiene ningún efecto fisiológico directo sino que

actúa sobre el angiotensinógeno (alfae-

glucoproteína producida por el hígado) hidrolizando

la unión leucina10-leucinax1 del angiotensinógeno y

liberando el decapéptido angiotensina I. Esta

sustancia tiene poco efecto fisiológico pero a su

paso por la circulación pulmonar, gracias.a la

acción de la enzima convertasa cinasa II

(depeptidiIcarboxipeptidasa), es convertida en un

octapéptido, la angiotensina II (105) que, es la

principal hormona de todo el sistema renina y posee

numerosas funciones. Produce vasoconstricción

arteriolar y es la sustancia con mayor potencia

hipertensora conocida (10é>), aumenta los niveles

plasmáticos de aldosterona (107), aumenta la

liberación de catecolaminas por la médula

suprarrenal (108-110) y la síntesis de

prostaglandinas renales (111). Produce

venoconstricción, aumento del gasto cardíaco y

tiene un efecto inotrópico positivo (112). En el

sistema nervioso central actúa sobre el "centro de

la sed", provoca secreción de ACTH y ADH, aumenta

el tono adrenérgico y por ello la tensión arterial

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(113).

La angiotensina II es nuevamente hidrolizada

por una aminopeptidasa para formar un heptapéptido,

la angiotensina III, que parece tener cierta

importancia en la estimulación de la aldosterona

(114). Todas las formas de angiotensina son

degradadas por angiotensinasas a fragmentos menores

inactivos y del mismo modo, la renina es inactivada

por el hígado y en menor cuantía por enzimas

proteolí ticas o excretada por el riñon y la bilis.

Además del sistema renina-angiotensina, la

secreción de aldosterona es regulada por la ACTH y

las concentraciones de sodio y potasio. Depleciones

agudas del volumen extracelular, del retorno

venoso, o la administración de dietas hiposódicas

son potentes estímulos para la secreción de

aldosterona. Por el contrario, la expansión del

espacio extracelular, el aumento del retorno venoso

o las dietas ricas en sodio disminuyen la secreción

de aldosterona. A pesar de que la aldosterona es un

potente estimulador de la reabsorción de sodio en

el tabulo contorneado distal, no desempeña un papel

importante en el control del balance de sodio y en

la regulación del volumen del LEC. Así, pacientes

en los que se inhibe la secreción endógena de

aldosterona son capaces de mantener correctamente

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el volumen de LEC y responder adecuadamente frente

a ingestas variables de sodio. Del mismo modo,

pacientes con secreción autónoma de aldosterona

aumentada que inicialmente incrementan la

reabsorción de sodio, con un balance positivo de

agua, sal y descenso de potasio, posteriormente son

capaces de aumentar la natriuresis y restablecer a

la normalidad el balance hidrosalino (115).

Este fenómeno de "escape de la aldosterona"

refleja el hecho de que la estimulación de la

reabsorción de sodio por la misma es ampliamente

superada por la inhibición de esta reabsorción

debida a la expansión de volumen del LEC, merced a

otro factor regulador que ha sido denominado

"tercer factor" o "factor natriurético".

S.a.3. LAS HORMONAS NATRIURETICAS

Hemos visto hasta ahora que si -bien los

cambios hemodinámicos y el eje renina-angiotensina-

aldosterona juegan el papel más importante en la

homeostasis del Na*, no son suficientes para

explicarla de forma completa.

El concepto de un sistema natriurético con

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regulación extrarrenal no es nuevo. En 1952, antes

del reconocimiento del eje renina-angiotensina-

aldosterona, Peters (116) propuso un sistema

osmorregulador capaz de percibir cambios en el

volumen de la sangre del lecho arterial e inductor,

a su vez, de cambios en la excreción de Na*. Este

mismo autor sugirió que una alteración en este

mecanismo estaría implicada en la génesis del edema

de la insuficiencia cardíaca.

Posteriormente, Smith (117) en 1957, consideró

la aurícula como el lugar más probable donde

residiría esta regulación de volumen y propuso que

la natriuresis acelerada, característica de algunos

pacientes con HTA esencial, podía revelar la

presencia de una lesión fisiopatológica relacionada

con un receptor en la aurícula. Este punto de vista

se basaba en el trabajo de Gauer et al (118) que

mostraba que varios procedimientos que distendían

la aurícula derecha inducían una diuresis acuosa

cuya excreción de Na* podía estar, asimismo,

incrementada. Estos autores pensaban que la

respuesta renal estaba mediada a través del nervio

vago aferente, suprimiendo la secreción de

vasopresina y el tono simpático. No obstante, otros

autores (119) cuestionaron esta explicación y el

interés en este mecanismo como un método de

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eliminación del exceso de Na* decreció.

La existencia de un "tercer factor" regulador

del balance de Na* fue sugerida por un experimento

llevado a cabo por De Hardener et al (120). Dicho

experimento, corroborado por muchos otros autores,

mostraba que cuando se pinzaba la arteria renal de

un perro y se le sometía a una sobrecarga salina,

se producía una considerable, aunque retrasada,

natriuresis en el riñon con la arteria pinzada,

casi superponible al riñon contralateral. Esta

natriuresis no podía deberse a cambios en el»

filtrado glomerular o en la secreción de

aldosterona, que permanecían constantes, por lo que

fue atribuida a una supuesta hormona capaz de

disminuir la reabsorción tubular de Na*.

En los últimos años, estas dos hipótesis han

seguido vías paralelas y han llevado a la

demostración de la existencia de dos hormonas

natriuréticas que intervienen en la homeostasis

sódica.

S.a.3.1. EL FACTOR NATRIURETICO ATRIAL

Los primeros estudios ultraestructurales de

los miocitos auriculares de los mamíferos

sugirieron que estas células contráctiles podían

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tener, además, una función secretora. Esta

afirmación se basaba en que dichas células poseían

unos granulos esféricos formados en el aparato de

Solgi (151,152). Estos granulos no estaban

presentes en las fibras musculares de los

ventrículos de los mamíferos, aunque sí en los de

otras especies (1S3).

La posibilidad de que las aurículas se

hallaran involucradas en la homeostasis hidrosalina

se basó en la observación de que la cantidad de

granulos presentes en las fibras musculares de las

aurículas disminuían con la sobrecarga salina y

aumentaban con la deprivación de Na* y agua

(124,155). De Bold et al obtuvieron la evidencia

definitiva al demostrar, en ratas, que la infusión

de extractos de tejido atrial producía una rápida e

importante natriuresis, lo que no ocurría cuando el

extracto se obtenía del tejido ventricular (126).

Estos mismos autores demostraron que dichos

extractos eran capaces de disminuir la TA, lo que

fue confirmado por otros autores (127,128).

Desde este descubrimiento, varios laboratorios

han aislado péptidos atriales de ratas y humanos

con mínimas variaciones estructurales, todos con

actividad natriurética y vasorrelajante (129,130).

Tres han sido los péptidos aislados en el tejido

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humano y consisten en residuos de SS, 56 y 126

aminoácidos, respectivamente. Aparentemente, todos

ellos derivan de un precursor de 151 aminoácidos

conocido como atriopeptinógeno, que se acumularía

en el tejido atrial y constaría de una porción

activa en su extremo carbono-terminal de 1S6

aminoácidos (1S9). Las formas circulantes activas

son, probablemente, fragmentos de dicho precursor y

todas contienen la secuencia de los primeros £4-

aminoácidos de la porción C-terminal y sus

diferencias pueden ser debidas a las distintas

metodologías empleadas en su aislamiento (130).

El factor natriurético atrial (FNA o

atriopeptina) es liberado al torrente sanguíneo

cuando se eleva la presión de la aurícula

izquierda, ya sea por expansión de volumen (131),

por la presencia de agentes vasoconstrictores

(13S), inmersión en agua (133), taquicardia

auricular (134) o dietas ricas en Na*.

Una vez en la circulación, el FNA ejerce

diversos efectos, la mayoría mediados por aumento

de los niveles intracelulares del GMP cíclico

(135,136), con importantes repercusiones en el

riñon y sistema cardiovascular.

A nivel renal, la infusión de FNA en animales

de laboratorio produce una rápida, aunque

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transitoria, natriuresis y diuresis así como una

moderada kaliuresis. El filtrado glomerular y la

"fracción de filtración permanecen elevados durante

la infusión y disminuyen súbitamente cuando ésta se

detiene (129,137,138). A nivel tubular, parece

existir una disminución de la reabsorción del Na*

en los túbulos distal (139) y colector (140).

A nivel de la musculatura lisa vascular el FNA

es un potente vasorrelajante, no sólo a nivel

renal, sino en arterias aisladas previamente

contraídas de otros territorios (135,136,144).

Dicha relajación se produce, por un lado a través

de un aumento en los niveles de BMP cíclico

intracelular por acción directa sobre la guanilato

ciclasa (135,145) y por otro, por disminución del

Ca*"1" intracelular al disminuir el flujo del Ca*~

dependiente del K* (146).

Otras acciones del FNA las constituyen la

disminución de la secreción de la renina, aunque

esta acción es debida probablemente a las grandes

cantidades de Na* que llegan a la mácula densa

(147), la disminución de la secreción de

aldosterona, tanto basal como estimulada por

angiotensina II (148-150) y, finalmente, el bloqueo

de la liberación de ADH mediada por deshidratacion

o hemorragia (151).

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En conjunto, todas estas acciones (Fig. 3) van

a tener por objeto la eliminación de agua y

electrolitos, asi como la disminución del tono

vascular, lo que reducirá la presión auricular.

Ello actúa como mecanismo 'de "feed-back" negativo

para suprimir la producción y liberación del

atriopeptinógeno.

Por todo ello es obvia la deducción de que el

FNA es una sustancia hipotensora, lo que ha sido

demostrado en animales de experimentación (152-

15 ). No obstante, la corta duración de su acción

(155) dificulta su potencial valor terapéutico. El

desarrollo farmacológico de sustancias análogas de

acción más prolongada podría tener efectos

revolucionarios en el tratamiento de la HTA,

insuficiencia cardíaca congestiva e insuficiencia

renal (15<b).

2.E.3.2. EL FACTOR NATRIURETICO "OUABAIM-LIKE"

£n 1969, Dahl (157) propuso como explicación a

sus experimentos de parabiosis en ratas, la

existencia de una sustancia natriurética con

capacidad para aumentar la TA. Posteriormente,

Haddy y Overbeck (158) sugirieron que el mecanismo

de acción de dicha sustancia consistía en una

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AVP

ffcmeostasishidroelectro-líticavascxilar

t t t t ATRIOPEPTINOGENO

ATRIOPEPTINA

Forma circulante

Figura 3. Diagramas esquemático del sistema hormonal de la atriopeptina.

El atriopeptinógeno, prohormona de 126 aminoácidos se almacena

en los granulos perinucleares de los miocitos atriales. El au-

mento del volumen vascular promueve la liberación de atriopep-

tina, que actúa en el riñon aumentando el flujo sanguíneo re -

nal y el filtrado glomerular (FG). Asimismo, provoca un aumento

del volumen urinario (Vol U), de la excreción de Na+ (Na U) y

suprime la producción de renina y aldosterona. A nivel vascular

disminuye la tensión arterial. El descenso del volumen vascular

actúa como "feed-back" negativo inhibiendo la producción de -

atriopeptina.

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inhibición del transporte de Na"*" que produciría, a

su vez, natriuresis y aumento de la TA. El

descubrimiento posterior del factor natriurético

atrial (126) y su acción predominantemente

hipotensora, no ha -servido precisamente para

umentar la robustez de estas hipótesis. No

obstante, la evidencia acumulada durante todos

estos años, parece indicar que debe existir otro

factor presente en el organismo, capaz de provocar

natriuresis y, al mismo tiempo, elevar la TA.

El mecanismo de acción de esta sustancia es la

inhibición de la ATPasa Na*-K* <159-165) que, a

nivel renal produce una disminución de la

reabsorción tubular de Na* y, consiguientemente,

natriuresis. A nivel de las células de la

musculatura lisa vascular, esta misma inhibición

promovería una sobrecarga sódica intracelular. La

relación de esta sobrecarga de Na* con el aumento

del tono vascular no se conoce, aunque podría estar

en relación con cambios en el potencial de membrana

(163) o en la concentración intracelular de Ca**

(164).

Hasta el momento, esta sustancia natriurética

no ha sido aislada ni su lugar de producción

determinado. Si bien se ha demostrado que extractos

de plasma y orina humanos, así como"de diversos

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tejidos distintos al corazón, tienen actividad

natriurética y son capaces de inhibir la ATPasa

Na*-K~, en ninguna de estas fracciones se ha

conseguido aislar una única sustancia responsable

(165). En cuanto al lugar de producción, existen

evidencias de que el inhibidor de la ATPasa Na*-K*

puede tener un origen cerebral y más concretamente

hipotalámico (166-168). No obstante, no se ha

demostrado que estos inhibidores de la bomba tengan

actividad natriurética (165).

Los derivados de la digital tienen capacidad

de inhibición de la ATPasa Na*-K*. La existencia de

receptores celulares para estas sustancias hace

pensar que la hormona natriurética, al igual que

los opiáceos, pueda ser una sustancia "digital-

like" (169). No obstante, la presencia de

reactividad cruzada de los anticuerpos antidigital

con otras sustancias no afines, como por ejemplo

los esteroides, pone en duda esta afirmación (165).

En resumen, la existencia de una o varias

sustancias natriuréticas capaces de inhibir la

ATPasa Na^-K* y de ocasionar HTA parece

suficientemente probada, aunque hasta el momento

todos los esfuerzos destinados a su caracterización

han sido infructuosos.

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S.a.4. REGULACIÓN NERVIOSA

El papel que pueda desempeñar el sistema

nervioso en la regulación de la reabsorción tubular

de sodio y agua sigue en discusión desde que Claude

Bernard observó modificaciones en el flujo urinario

tras la sección del nervio esplácnico en el animal

anestesiado (170). El fenómeno de la "diuresis por

denervación" no se consideró real, sino inducido

por las condiciones experimentales especiales en

que se obtuvo, pues la anestesia podía modificar la

hemodinámica renal por fenómenos de

vasoconstricción (171). Sin embargo, recientes

trabajos utilizando técnicas capaces de aumentar y

disminuir la frecuencia de impulsos nerviosos

renales, así como la denervación farmacológica y la

denervación localizada de determinadas zonas del

riñon han aportado luz sobre este controvertido

aspecto (17E).

Se había considerado clásicamente que los

túbulos renales apenas tenían inervación, hasta que

Muller y Barajas (173,174), utilizando histoquímica

y microscopía electrónica, demostraron la presencia

de terminaciones nerviosas adrenérgicas en contacto

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directo con las membranas básales del túbulo

proximal y distal en el riñon del mono (173) y de

la rata (174-). Con técnicas similares se han

demostrado también en el perro (17S).

Los primeros estudios sobre el efecto de la

estimulación simpática renal en la reabsorción de

sodio eran poco valorables al producirse

simultáneamente importantes cambios hemodinámicos

intrarrenales. La Grange et al (175) consiguieron

una estimulación eléctrica del nervio renal, capaz

de aumentar la concentración de renina en la vena»

renal sin modificar el flujo sanguíneo ni el

filtrado glomerular, que permitió observar un

descenso de hasta el Bé>'/> del sodio excretado sin

modificación del sodio filtrado bajo estas

condiciones experimentales. Este y otros estudios

(176,177) aportaron la evidencia de que el aumento

de la actividad simpática renal tenía un efecto

directo en la reabsorción tubular de sodio. La

respuesta antinatriurética originada por la

estimulación adrenérgica renal se ha estudiado

también interrumpiendo la transmisión

neuroadrenérgica con un antagonista de los

receptores alfa-adrenérgicos, la fenoxibenzamina

(178) y con bloqueantes postgang l iónicos como la

guanetidina (177), observándose en ambos casos la

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abolición del previamente demostrado efecto

antinatriurético frente a la estimulación

simpática. Estos resultados indican que la

respuesta natriurética puede ser modificada

directamente por la inervación adrenérgica tubular.

Con el objeto de investigar el papel regulador

fisiológico que el sistema nervioso vegetativo

pueda tener en la excreción renal de sodio, se ha

estudiado la respuesta natriurética frente a la

activación simpática por estimulación del seno

carotídeo sin modificar la presión de perfusión de

la arteria renal. Los estudios de Zambraski et al

(179) demuestran que también la activación del

reflejo fisiológico de los nervios simpáticos

renales condiciona un aumento de la reabsorción

tubular de sodio, de la que es responsable la

inervación adrenérgica de los túbulos renales. En

efecto, aunque es conocido que la estimulación de

los nervios renales provoca la liberación de renina

(175) y prostaglandinas (180) por el riñon y que

tanto la angiotensina II (181) como la

prostaglandina PGEi (IBS,183) aumentan el

transporte activo de sodio, estudios realizados

bloqueando la angiotensina II (184) y la síntesis

de prostaglandinas con indometacina (185) han

demostrado que, en estas condiciones, no se afecta

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la respuesta antinatriurética frente a la

estimulación adrenérgica moderada. Por ello, el

efecto regulador adrenérgico parece ser debido

directamente a la inervación tubular y no a la

liberación intrarrenal de angiotensina o

prostagíand iñas.

Por el contrario, la denervación renal

condiciona incremento de la natriuresis, que si

bien había sido atribuida a un incremento del sodio

filtrado en relación al aumento del filtrado

glomerular, los trabajos de Bello-Reuss et al

<1S6,187) demuestran que el incremento en la

diuresis y natriuresis observado tras la

denervación renal aguda es debido a una marcada

reducción de la reabsorción de agua y sodio en el

túbulo proximal, con sólo una muy discreta

compensación en los segmentos más distales de la

nefroña. Estas respuestas ocurren en ausencia de

cambios hemodinámicos intrarrenales y demuestran

sin lugar a dudas un efecto directo de los nervios

adrenérgicos sobre la función del túbulo proximal

renal. Aunque el asa de Henle puede tener

inervación adrenérgica, los estudios realizados

hasta el presente no indican ninguna modificación

valorable de la reabsorción de agua y sodio en este

segmento de la nefrona bajo influencias nerviosas

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adrenérgicas (172).

En conclusión, la modificación directa o

refleja de la frecuencia de impulsos nerviosos de

los nervios renales condiciona cambios en la

reabsorción tubular proximal de sodio y agua por

efecto directo de las fibras adrenérgicas que

inervan el túbulo proximal. Estas modificaciones no

dependen del filtrado glomerular, flujo plasmático

renal, ni de cambios en la distribución intrarrenal

del flujo sanguíneo. Quedan todavía por aclarar

aspectos tan importantes como el conocimiento de

los procesos celulares que tienen lugar tras la

liberación de catecolaminas desde el filete

nervioso adrenérgico, la naturaleza y lugar de

interacción con el sistema transportador de sodio,

el mecanismo final responsable de la modificación

en la reabsorción de sodio a través de la membrana

de las células del túbulo proximal y el significado

cuantitativo de este sistema de control fisiológico

del balance sódico.

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3. METABOLISMO CELULAR DEL SODIO

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3.1. INTRODUCCIÓN

El metabolismo celular del Na* no es tan bien

conocido como el del oxígeno o la glucosa. Ello es

debido al hecho de que las proteínas implicadas en

su metabolismo son sistemas transportadores de

membrana por lo que su extracción, purificación y

cristalización supone una grave dificultad.

Las concentraciones de Na*, K* y Ca**.

intracelular no son muy diferentes entre las

células de distintos tejidos. La concentración de

Na* intraeritrocitario oscila entre 5 y 15

mmol/litro de células, la de K* entre 75 y 140

mmol/litro de células y la de Ca** entre 1 y 2

Hmol/litro de células.

Por otra parte, las concentraciones

plasmáticas de Na* son del orden de 135 a 145

mmol/litro, las de K* de 3 a 5 mmol/litro y las de

Ca** de 1 mmol/litro. La membrana er itrocitaria,

aunque poco, es permeable a los cationes por lo que

sería de esperar se produjeran flujos iónicos de

Na* desde el exterior al interior del hematíe, así

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como de K* en sentido contrario, hasta alcanzar un

equilibrio a ambos lados de la membrana.

En efecto, si las células se incuban a baja

temperatura se puede observar este fenómeno, con la

consiguiente ganancia celular de Na* y pérdida de

K*. Ello no obedece a una lesión de la membrana por

efecto del frío sino a la inhibición de la

glucolisis por la baja temperatura, ya que se

consigue el mismo resultado cuando se incuban

hematíes en ausencia de glucosa o en presencia de

inhibidores metabólicos de la glucolisis (188).

La ganancia pasiva de Na* por los hematíes

sometidos a baja temperatura es superior a la

pérdida de K*, con lo que las células aumentan su

volumen al incrementar el contenido de agua

intracelular (188). Al incubar los hematíes a 37° C

en presencia de glucosa se vuelve a la situación

inicial, revierten los flujos y la salida de Na*

contra gradiente electroquímico supera a la entrada

de K* en aproximadamente la misma cuantía, de modo

que tanto en el proceso de difusión pasiva como en

el proceso activo contra gradiente, el flujo de Na*

supera al de K* en la relación de 3 a S (189).

Estos experimentas traducen la existencia de

dos sistemas principales que regulan los

movimientos de Na* a través de la membrana celular.

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Por un lado, la difusión pasiva a favor de

gradiente ocasiona un flujo neto de Na* desde el

espacio extracelular al interior de la célula. Por

otro, un sistema de transporte activo contra

gradiente electroquímico es capaz de provocar una

extrusión neta de Na*, lo que lleva aparejado una

ganancia de K*, mediante la energía que produce la

hidrólisis del ATP. Hoy en día, se conocen además

la existencia de otros sistemas de transporte que

catalizan pequeños movimientos de Na* a uno y otro

lado de la membrana y que actúan como sistemas

reguladores de los pequeños desequilibrios que

pueden existir entre los 2 principales sistemas ya

comentados. Entre ellos cabe destacar al

cotransporte Na*-K*-Cl-, contratransporte Na*-l_i*,

contratransporte Na*-H* y transportador de aniones.

Finalmente, existe la evidencia de que los

movimientos de Na* y K* a través de la membrana

celular pueden promover, a su vez, flujos de Ca** a

través de dicha membrana.

En el presente capítulo procederemos a la

revisión de todos estos sistemas de transporte.

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3.2. FLUJOS PASIVOS A FAVOR DE GRADIENTE

En los hematíes humanos normales el Na* entra

en la célula a favor de gradiente en una cuantía

del orden de 3 mmol/litro de células/hora"1 y el K"*

sale a una velocidad de 2 mmol/litro de

células/hora"1, con un cociente entrada de

Na"Vsalida de K~" de aproximadamente 1,5. Estos

valores relativamente bajos del flujo pasivo

catiónico están relacionados con el bajo contenido

intraeritrocitarió de Ca** y con la presencia de

grupos sulfhidrilo (-SH) en la membrana celular.

El 90tf de los grupos sulfhidrilo de los

hematíes se hallan en la molécula de hemoglobina y

el resto, aproximadamente un 10'/., repartidos entre

el glutation (GSH) y la membrana celular (19O). Los

grupos -SH presentes en la membrana (un 5% del

total celular) se hallan distribuidos en su espesor

y en sus superficies externa e interna, tanto con

capacidad estructural como funcional, en relación

al transporte de glucosa y al movimiento pasivo de

cationes (190).

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El efecto de los metales pesados sobre los

hematíes ha sido ampliamente estudiado (191). Así,

la incubación de hematíes en presencia de plomo,

mercurio, oro, cobre, cadmio o zinc, en orden

decreciente de potencia lesiva, condiciona una

pérdida de K* intracelular. Este efecto es

atribuïble a la lesión de la membrana y se produce

incluso a concentraciones inferiores a 1 jjmol de

metal por mililitro de células tratadas. El

mercurio, tanto en su forma catiónica divalente

(Hg"1""*") como en forma de compuesto orgánico,

reacciona intensamente con los grupos -SH de la

membrana. Debido a su escasa penetración

eritroc itaria, el derivado orgánico mercurial que

más se ha utilizado para bloquear los grupos -SH es

el 2,5-p-clormercuribenzosulfonato (PCMBS). Gracias

a los estudios del transporte transmembranoso de

cationes bajo los efectos de los derivados

mercuriales se ha podido averiguar que de un 4% a

un 18% de los grupos -SH presentes en la membrana

eritrocitaria se hallan implicados en el

mantenimiento de la baja permeabilidad pasiva a los

cationes en condiciones fisiológicas (191,193). A

pesar de ello, los flujos pasivos de Na* y K* a

favor de gradiente acabarían modificando el

equilibrio celular, por lo que son compensados por

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el transporte activo dependiente de la ATPasa

(193).

Aparte del PCMBS, los flujos pasivos de Na* se

han medido mediante técnicas radioisotópicas (1940

o bien como la extrusión de Na* en un medio rico en

sacarosa y Mg"1"1", resistente a la ouabaína y

bumetanida, sustancias capaces de bloquear la

ATPasa Na*-K* y el cotransporte Na*-K*-Cl~,

respectivamente (195).

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3.3. LA ATPasa Na+-K+. LA BOMBA DE N«H—K+

La demostración de que el transporte de Na"" y

K* a través de la membrana depende de un sistema

enzimático capaz de hidrolizar ATP bajo el estímulo

de estos cationes, se debe a los trabajos de Skou

(1.96) en nervios de cangrejo y a los de Post et al

<197) en membranas eritrocítarias aisladas.

La enzima responsable es la ATPasa Na*-«"*" que

requiere Mg*"" para su actuación y se halla incluida

en el espesor de la membrana celular, emergiendo a

ambos lados de la misma. Promueve un flujo de

salida de Na* y de entrada de K* contra gradiente

electroquímico (198) por lo que ha sido llamada

"bomba de Na~-K~". La energía necesaria para su

actuación proviene del ATP generado por la

glucolisis anaerobia eritrocitaria o vía de Embden-

Meyerhoff.

El número de unidades proteicas presentes en

la membrana er i troc itaria es sensiblemente inferior

al hallado en otras células del organismo tales

como las células tubulares renales o las neuronas

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simpáticas (199). Estas proteínas disponen de unas

zonas o "locus" donde se fijarán específicamente

los cationes para ser transportados. Unos locus se

hallan situados en la región externa de la membrana

y los otros en la región interna. Las funciones

fisiológicas de la ATPasa Na*-K* son varias. En

primer lugar, contribuye a crear y mantener el

potencial de membrana al transportar mayor cantidad

de Na* al exterior que K* al interior (SOO). En

segundo lugar, juega un papel importante en la

regulación del volumen celular a través de los

movimientos catiónicos. Asimismo, contribuye al

mantenimiento de una elevada concentración

intracelular de K"", necesaria para un gran número

de reacciones enzimáticas celulares. Finalmente, en

las células intersticiales o tubulares es esencial

para los procesos de reabsorción iónica que allí se

llevan a cabo.

3.3.1. ESTRUCTURA DE LA ATPasa Na*—K+

La bomba de Na^-K*-ha sido purificada a partir

de membranas celulares procedentes de muy diversos

tejidos y en todos los casos se han podido aislar

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dos tipos diferentes de subunidades proteicas

(201). La subunidad mayor ha sido denominada <x y

tiene un peso molecular de 100.000 daltons.

Contiene unos locus internos para la fijación de

Na* e hidrólisis de ATP y otros externos.para

fijación de K* y ouabaína (205). La ouabaína, así

como otros muchos compuestos digitálicos ejercen un

efecto inhibidor sobre el transporte activo de Na*

y K* a través de su fijación al locus externo de la

membrana (S03). Puesto que el ATP procede del

interior de la célula y la ouabaína del exterior,

es de suponer que la subunidad atraviesa la

membrana en su totalidad y emerge tanto a nivel de

la superfície celular interna como externa.

La subunidad menor denominada ß tiene un peso

molecular de aproximadamente 38.000 daltons y es

una glucoproteína. Aunque la función precisa de la

subunidad ß es aún desconocida, su presencia es

necesaria al igual que la de la subunidad a para el

desarrollo de la actividad enzimática. Es posible

utilizar anticuerpos frente a las subunidades a o

ß con la consiguiente inhibición de la actividad

enzimática (204). Asimismo, los anticuerpos

antienzima han sido también utilizados para

identificar su presencia a nivel de la membrana

mediante microscopía electrónica de transmisión.

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Para ello se han empleado anticuerpos marcados con

ferritina o peroxidasa (505,506). En la figura ¿t se

representa un supuesto modelo de la enzima en

configuración (í<xcx(í (207,508) , 'aunque debido a que

su est'ructura exacta es aún desconocida es pasible

que la configuración real sea ßü-aaßz- (S09).

3.3.B. MECANISMO DE ACCIÓN DE LA ATPasa Na+-K+

El primer problema que se plantea al estudiar

el mecanismo de acción de la ATPasa Na*-«* es el de

determinar si . la actividad enzimática depende

exclusivamente de las subunidades ot y (3, o si se

requiere algún otro componente de la membrana

celular. Se han puesto a punto las técnicas

necesarias para purificar la enzima extrayéndola de

la membrana celular e insertándola en otro sistema

de membrana artificial, que permita la

cuantificación del transporte catiónico. Este

sistema se consigue añadiendo la ATPasa Na*-K*

purificada a una solución de fosfat id i Ico 1ina

previamente emulsionada con una sal biliar (colato

sódico). Al eliminar el colato por diálisis se

forman unas pequeñas esferas lipídicas que

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CAM EJtTEftMA

CARBOHIDRATOS

UP1OOS

Na+CARA INTERNA

Figura 4. Modelo de la ATPasa Na+ - K+ en el que se observa como

las subunidades alfa de mayor peso molecular atraviesan

completamente la membrana, emergiendo en las caras ex-

terna e interna. Las subunidades beta son glucoproteinas

de menor peso molecular y sólo emergen en la superficie

externa de la membrana, donde están situados los "locus"

de fijación del X-t- y ouabaína. Los "locus" de fijación

del Na+ y ATP se hallan en la superficie interna de la

membrana.

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contienen la enzima incluida en la estructura de la

membrana. Parte de la enzima queda orientada en

sentido contrario al fisiológico, es decir, con el

locus de hidrólisis de ATP situado en la cara

externa de la vesícula y el locus de la ouabaína en

la cara interna (210). De esta forma la adición de

ATP al medio extravesicular permite el transporte

de Na* hacia el interior de la vesícula. Este

modelo experimental ha permitido demostrar que la

ATPasa Na*-K* obtenida de células de diferentes

tejidos (S07), una vez purificada e insertada en

una vesícula lipídica artificial posee capacidad

para el transporte activo de Na* y K*.

El progresivo perfeccionamiento ' de esta

metódica (211) ha permitido estudiar la actividad

de las subunidades a y (í aisladamente,

demostrándose con ello la obligada presencia de

ambas para que exista actividad enzimática. Aún con

el mayor grado de purificación de la enzima, en

ausencia de otras proteínas de peso molecular

superior a 12.000 daltons, se ha podido comprobar

que por cada molécula de ATP hidrolizada se

transportan tres iones Na* y dos iones K* en

sentido contrario, tal como sucede en las células

nerviosas (212) y en los hematíes (198).

Sin embargo, el mecanismo molecular exacto del

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transporte activo no es conocido, si bien el

estudio de las propiedades físicas y cinéticas de

la ATPasa Na*-K* permite predecir con relativa

seguridad el mecanismo más probable.

El complejo enzimático no gira sobre sí mismo

ni difunde a través de la membrana exponiendo sus

locus de transporte a uno y otro lado de la misma.

Lo que parece más probable es que tanto el Na* como

el K* crucen la membrana a través de un "canal" o

compartimiento acuoso de contorno proteico que

atraviesa todo el espesor de la membrana. Otra

posibilidad sería el paso de los iones por

mecanismo de interacción polar o hidrófila con las

subunidades proteicas de la enzima (210).

El factor condicionante del transporte activo

es la energía liberada en la hidrólisis del ATP,

que induce cambios en la configuración espacial de

las subunidades de la enzima. Existen trabajos

experimentales <2OB) que sugieren que el transporte

es un proceso cíclico iniciado por el Na*. La

fijación de tres iones Na* a los locus de

transporte de la enzima situados en 'la superficie

£nterna ,-je ia membrana, probablemente regiones

hidrofílicas situadas entre las dos subunidades a

de la ATPasa, condiciona la hidrólisis del ATP

previamente fijado a su locus interno de la

S7

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subunidad <x. La hidrólisis del ATP provoca, junto a

la liberación de ADP al medio intracelular, la

formación de un compuesto enzimático fosforilado al

establecerse un enlace covalente transitorio entre

el fósforo inorgánico (Pi) y la subunidad a. La

fosforilación induce un cambio en la configuración

espacial de la enzima (SOS) que facilita la

penetración de los tres iones Na* en el canal

acuoso situado entre las subunidades.

La formación de un compuesto fosforilado

intermediario ha sido estudiada en un gran número

de tejidos, habiéndose demostrado claramente que en

presencia de Na*, K* y Mg**, el Pi es liberado al

medio intracelular de acuerdo con la reacción

siguiente:

ATPasa + ATP "«>•*•"q•*•-*> ATPasaj. * P i + ADP

ATPasax « Pi "c»** fr ATPasae ~ Pi

ATPasae ~ Pi t ATPasa + Pi

La ATPasa Na*-K* en presencia de Mg** y Na*

hidroliza el ATP, libera ADP al medio intracelular

y forma un complejo fosforilado intermediario, la

ATPasaiSPi, que por efecto del Mg** cambia

inmediatamente su configuración espacial y se

transforma en ATPasas^Pi. Es esta forma enzimática

la que facilita la penetración de tres iones Na* al

interior dei canal acuoso situado entre las

S3

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subunidades oc. En esta situación, la presencia de

dos iones K* en el medio extracelular provoca la

liberación de Pi al medio intracelular, tres iones

Na* al medio extracelular y la captación de K*

entre las subunidades de la enzima, siendo liberado

al medio intracelular cuando la ATPasa fija de

nuevo el ATP en su locus interno (S12). Mediante

este proceso se produce la salida de tres iones Na*

del interior de la célula y la penetración de dos

iones K* con hidrólisis de una molécula de ATP

(fig. 5).

Aunque en la membrana eritrocitaria la

demostración de esta secuencia resulta difícil

debido a la escasa cantidad de ATPasa Na""-«*, tanto

la fosforilación dependiente del Na* como la

dependiente del K* con liberación de Pi han sido

demostradas (213), objetivándose una correlación

entre la actividad ATPasa y la cantidad de

compuesto fosforilado intermediario. La unión entre

el grupo fosfato y la enzima tiene lugar a nivel de

los grupos carboxílicos de los aminoácidos

glutamato (214) y aspartato (215) a través de la

formación de un enlace acilfosfato. La

fosforilación dependiente del Na* puede ser

inhibida mediante hidrólisis alcalina o por acción

del molibdato, hidroxi lamina, o la enzima

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ZOMA EXTERNA

ZOMA INTERNA

Figura 5. Representación esquemática de los cambios de configuración

espacial de la ATPasa Na+ - K+ durante el transporte acti-

vo. La fijación de 3 iones Na+ va seguida de la hidrólisis

del ATP, formación de un enlace covalente transitorio de

fosfato y liberación de ADP al medio intracelular. La fija

ción de 2 iones K+ en la zona externa provoca el cambio de

la configuración espacial de la enzima, que libera 3 Na+

al medio extracelular y Pi al intracelular. La liberación

de 2 K+ al interior de la célula supone la fijación de ATP

al "locus" interno, iniciándose un nuevo ciclo.

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aciIfosfatasa (216).

La ouabaína y otros glucósidos cardíacos

actúan desde el lado externo de la membrana

fijándose a uno de los locus de la subunidad ex

donde compiten con el K*, aunque se -trate de un

locus diferente al de la fijación de éste. Se

supone que la inhibición de la actividad de la

ATPasa por los glucósidos cardíacos obedece a un

efecto alostérico (217), según el cual se produce

una modificación de la configuración espacial de la

enzima que impide al K"*" reconocer y unirse a su

locus correspondiente. De esta forma, la ouabaína a

bajas concentraciones evita la acción del K* sobre

el compuesto fosforilado intermediario ATPasaes:Pi ,

impidiendo la liberación de Pi al medió

intracelular. A elevadas concentraciones se afecta

también la fosforilación dependiente del Na*

(ATPasai~Pi). El efecto inotrópico positivo de la

digital sobre el músculo cardiaco se ha pretendido

explicar por la relación entre la inhibición de la

bomba de Na~-K* y la disminución del gradiente de

Na* a ambos lados de la membrana, pues el descenso

en la extrusión del mismo acoplada a la entrada de

Ca*"~ favorecería el aumento intracelular de Ca*"1" y

con ello la contractilidad muscular. Sin embargo,

esta explicación ha sido recientemente cuestionada

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(S18-SSO) por lo que el mecanismo real no se conoce

todavía con precisión. Independientemente, llama

poderosamente la atención que la ATPasa Na^-K"*"

posea un locus para fijar la ouabaína. Una

situación parecida es la existencia de receptores

cerebrales para opiáceos, cuya significación

fisiológica ha sido descubierta recientemente al

demostrarse que el organismo produce "endorfinas"

que son sustancias endógenas similares a los

opiáceos. Del mismo modo, estudios recientes

parecen haber detectado en el cerebro de ciertos

mamíferos una sustancia con actividad similar a la

de la digital (S21, 222).

En condiciones fisiológicas la bomba es

asimétrica, es decir, sólo funciona en el sentido

expuesto anteriormente. Si la bomba funcionara en

sentido contrario, el Na* entraría en la célula a

favor de gradiente, el K* saldría a favor de

gradiente y se sintetizaría una molécula de ATP

desde el ADP y el Pi. No obstante, en condiciones

muy especiales se ha podido demostrar dicha

reversibilidad (223). Así, al deplecionar de Na'*

las células y resuspenderlas en un medio muy

abundante en Na"*" se observa incorporación de

fósforo radiactivo <C3BPi ) al ATP, lo que viene a

corroborar la asociación entre la hidrólisis del

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ATP y el transporte de cationes. Sin embargo,

aunque teóricamente existe la posibilidad de que la

bomba Na^-K"1" actúe en los dos sentidos, en

condiciones fisiológicas siempre lo hace en uno de

ellos.

Parece probable que el ATP utilizado en la

fosforilación dependiente del Na* se localice en un

compartimento dentro de la propia membrana

c itoplasmática (224), aunque la naturaleza y

características del mismo son aún desconocidas.

Asimismo, se desconoce la posible existencia de

intercambio entre el ATP de membrana y el existente

en el citoplasma celular. No obstante, lo que

parece más probable es que la membrana

er i trocítaria produzca su propio ATP a través de la

transformación de 1,3-difosfoglicerato (glicerato

1,3-Pe) en 3-fosfogl icerato (3PB), reacción

catalizada por la fosfogliceratocinasa (PGK), una

enzima situada en la superficie interna de la

membrana. El glicerato 1,3-P= es un metabolito de

la glucoLisis que se halla también en el

citoplasma, donde por acción de la 2,3-

difosfoglicerato sintetasa (BPGS) se transforma en

2,3-difosfogl icerato (glicerato 2,3-P¡») cuya acción

sobre la afinidad de la hemoglobina por el oxígeno

es bien conocida (188).

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La única fuente de ATP del hematíe es por

tanto la glucolisis, lo cual se demuestra por el

cese del transporte activo que acompaña a la

inhibición de la misma. Si bien una considerable

proporción del ATP producido en la glucolisis se

utiliza en la bomba Na*-K"% cabría esperar que la

vía glucolítica se viera afectada en su actividad

dependiendo de la cuantía del transporte activo y

de la velocidad a la que trabaja la bomba. Se ha

podido establecer que la ATPasa Na^-K* actúa como

un marcapaso de la glucolisis. Así, el descenso de

K"* extracelular disminuye la actividad de la bomba

y paralelamente la intensidad de la glucolisis.

Igualmente, un incremento del Na* intracelular

produce una activación jde la ATPasa y

simultáneamente un aumento de la glucolisis. Por

otra parte, la inhibición de la ATPasa por la

ouabaína disminuye la glucolisis (198,225). Por

todo ello se puede concluir que la cuantía de la

producción energética de la célula está en parte

controlada por la magnitud del transporte activo de

cationes, aunque hay autores que incluso hoy

cuestionan el que el ATP sea la única fuente de

energía de la bomba Na*-K* (226-228).

Aunque no existe unanimidad al considerar la

proporción de ATP producido a nivel de la

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glucolisis que se consume en la bomba Na*-K*, suele

oscilar alrededor del 20'/, aunque puede incluso

alcanzar el 75'/. si la bomba es estimulada por

incrementos de Na* intracelular o de K*

extracelular <2S5). Del resto de ATP de la

membrana, parte se utiliza para el funcionamiento

de la bomba de Ca** y parte para el mantenimiento

de la propia estabilidad de la membrana.

3.3.3. CINÉTICA ENZIMATICA DE LA ATPasa Na+-K+

En condiciones fisiológicas, es' decir, cuando

existe K* en el espacio extracelular, la bomba de

Na* cataliza el intercambio de Na"*" intracelular por

K* extracelular. No obstante, la ausencia de K*

extracelular o Na"" intracelular puede dar lugar a

un intercambio Na*-Na* (BS9) o K*-K* <H30),

respectivamente.

La velocidad de transporte de la ATPasa en

condiciones no limitantes respecto a la fuente de

energía depende, básicamente, de la concentración

intracelular de . Na*. Conforme ésta aumenta, la

velocidad de transporte también aumenta siguiendo

una curva de activación sigmoide como la

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representada en la figura é>, que puede expresarse

por la siguiente ecuación:

VmaxV =

1 +CNat 3 /

donde V es la velocidad de transporte, Vmax es la

velocidad máxima, KM« es la constante de

disociación aparente para el Na* y CNai.] es la

concentración intracelular de Na*. El exponente 3

es un factor fenomenológico que en este caso

coincide con el número de locus de fijación interna

para el Na* (S31).

3.3.4. REGULACIÓN ENDÓGENA DE LA ATPasa Na+-K+

Las catecolaminas, insulina, aldosterona,

hormona antidiurética y gran número de sustancias

han sido propuestas como reguladores fisiológicos

de la ATPasa Na*-«*, en unos casos regulando su

síntesis y en otros su actividad (210).

Estudios recientes indican que la hormona

tiroidea induce un aumento de la actividad ATPasa,

que se acompaña de un aumento del número de locus

de fijación de la ouabaína (23S) y de las zonas que

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ce

XLU -I_> 5)ca ue/> -*a= xLU —1VI O

8-

6-

4-

2 -

.

Ha*

vl/3 22

20

18

U 16/•max

r^ 14

^**C¿ 12

'ff 10

¿ «

___ - - / 4

- / -^

/

X ^50%

- //

O

-> 10 20 30 *[Na*] INTRAERITROCITARIO

(mmol/l.cel)

! 1

O

10 20 30 40 50

CONCENTRACIÓN INTRAERITROCITARIA DE NA* («moi/i.ceii

Figura 6. Estimulación del flujo de Na+ dependiente de la

ATPasa Na+ - K+ (flujo sensible a la ouabaína) por

el Na+ intracelular. En la parte derecha de la

figura se representa la transformación lineal de

la curva mediante un gráfico de Hanes. La

velocidad máxima (Vmax) corresponde a la pendiente

de la recta y la constante de afinidad aparente

para el Na+ intracelular (KNa) a su intersección

con la abscisa en valor absoluto.

97

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pueden ser fòsfor i latías transitoriamente por el ATP

(233). También se ha observado que la

triyodotironina (T ) es capaz de incrementar la

incorporación de aminoácidos a las subunidades a de

la ATPasa (23¿O, argumentos todos ellos que

sugieren una estimulación de la biosíntesis de la

enzima por la hormona tiroidea.

El vanadio inhibe la actividad ATPasa (235,

236). El ion vanadato tiene una estructura atómica

similar a la del fosfato, el producto normal de la

hidrólisis del ATP y se supone puede sustituirlo en

su enlace covalente transitorio con la ATPasa en el

locus de fijación del ATP situado en la cara

interna de la membrana. El mecanismo inhibitorio se

produce porque el complejo enzima-vanadato es mucho

más estable que el complejo enzima-fosfato, con lo

que no tiene lugar el efecto alostérico y el cambio

de configuración espacial de la enzima necesario

para canalizar los iones Na* hacia el exterior.

Precisamente la acción activadora de la ATPasa

inducida por las catecolaminas parece estar en

relación con el vanadato, pues se forman complejos

catecolamina-vanadato que lo neutralizan (237), por

lo que la inactivación de un inhibidor endógeno

conlleva indirectamente a un aumento de la

actividad enzimática.

98

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Recientemente Kaj i et al (238) han observado

que los glucocorticoides incrementan el número de

unidades de ATPasa funcionante- en la membrana

er i trocítaria y que bajo este efecto se produce un

descenso del Na* y aumento del K* intracelular.

Ninguno de los mecanismos de regulación está

absolutamente demostrado y son necesarios más

estudios en este campo para valorar la importancia

real de los reguladores conocidos en condiciones

fisiológicas.

99

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3.4. EL COTRANSPORTE Na-*—K-*—Cl-

Este sistema de transporte fue 'descrito en

por Wiley y Cooper (S39) al observar que el

flujo pasivo de Na* al interior de la célula, tras

el bloqueo de la bomba de Na* por la ouabaína, era

sensiblemente superior al que cabía esperar por la

simple difusión pasiva. Dicho flujo dependía

básicamente de la presencia del K* extracelular y

se inhibía tanto por la ausencia de dicho ion como

por la presencia de furosemida (S39). En los años

posteriores este sistema ha sido mejor

caracterizado (S^O,S^1) y hoy en día se conoce como

cotransporte Na*-K"1"-C 1~~. Su mecanismo de acción

consiste en el transporte a través de la membrana

celular y en ambos sentidos, de una molécula de Na*

acoplada a otra de K* y a dos moléculas de Cl~. El

resultado es, por tanto, una ausencia de cambios en

la carga eléctrica de la membrana celular <S^2).

El cotransporte Na*-K*-Cl~~ es inhibido por la

furosemida, así como otros diuréticos del asa,

tales como la bumetanida, piretanida o el ácido

100

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etacrínico (242). Si bien el cotransporte es capaz

de producir movimiento iónico en ambos sentidos, en

condiciones fisiológicas cataliza la salida de Na*,

K* y Cl- al exterior de la célula (243). El K- y

Cl~ son transportados a favor de gradiente

electroquímico mientras que el Na* lo es contra

gradiente. Esta es la razón de la antaño

denominación de este sistema de transporte "segunda

bomba de Na-" (244) .

Al contrario de la ATPasa Na*-K*, el

cotransporte Na^-K^-Cl", incluso a su velocidad

máxima, no utiliza la energía producida por la

hidrólisis del ATP (245) ni, en condiciones de

anaerobiosis, provoca cambios en la velocidad de la

glucolisis (246). No obstante, la presencia de ATP

intracelular es necesaria para su actividad,

probablemente actuando en la fosforilación de

alguna proteína necesaria para el funcionamiento de

este sistema de transporte (242).

La función primordial del cotransporte en

condiciones fisiológicas es la regulación del

volumen celular (243,247). En efecto, cuando existe

una disminución de dicho volumen al incubar las

células en medios hipertónicos, se produce una

activación del cotransporte que promueve una

entrada de iones al interior de la célula. El

101

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resultado final es una ganancia de K"" y L

mientras que el Na* es intercambiado por K*

través de la ATPasa Na"--«"*". Como consecuencia d

todo ello el volumen intracelular aumenta y e.

cotransporte es, entonces, desactivado (246).

En otro-orden de cosas, el cotransporte es «

capaz de promover una salida de Na* en condiciones '

de sobrecarga salina (248). Ello adquiere una gran

importancia cuando existe una inhibición de la

ATPasa Na*-K*, sea ésta producida en condiciones

experimentales con ouabaína o "in vivo" por un

inhibidor circulante "ouabaína-1ike" con actividad

natriurética (165). Hasta el momento, la estructura

molecular del cotransporte Na*-K*-Cl~ no es

conocida. Recientemente, utilizando irradiación con

H3-bumetanida se ha podido comprobar la fijación

específica a una proteína de membrana de 34.00O

daltons, que probablemente forma parte de la

estructura de este sistema de transporte (2 9). Por

otro lado, la estimulación del cotransporte con

catecolaminas ha permitido aislar otra proteína de

200.000 daltons que no parece formar parte del

sistema, aunque sí puede jugar algún papel en su

regulación (2¿f2> .

Diversas hormonas influencian la actividad del

cotransporte. De especial interés es la

102

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estimulación de este sistema por las catecolaminas,

a través de un aumento en los niveles

intracelulares de AMP cíclico, estimulación que es

inhibida por el propranolol, lo que indica la

presencia de un receptor $—adrenérgico en la

membrana (S50,251).

El flujo de salida de Na* a través del

cotransporte Na*-K*-Cl~ es estimulado por el

aumento en el contenido intracelular de Na*, y

tiene unas características cinéticas similares a

las de la ATPasa Na*-«"*", es decir, una curva de

activación sigmoide. No obstante, tanto la

constante de disociación aparente para el Na* (KiN«)

como la velocidad máxima alcanzada (Vmax) son

sensiblemente inferiores en el cotransporte Na*-K*-

103

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3.5. EL OJNTRATRANSPORTE Na-*—Li*

Haas et al (253) en 1975, demostraron en

eritrocitos humanos, la presencia de un sistema de

transporte capaz de intercambiar una molécula de

Na* intracelular por otra extracelular. Estos

hallazgos fueron confirmados posteriormente por

Duhm et al (254) y Pandey et al (255).

En este sistema de transporte el Li* puede

reemplazar al Na* <2565, teniendo el transportador

una afinidad 20 veces mayor por el primero, lo que

ha originado que el Li* se use en general como

análogo para el estudio de dicho sistema, por lo

que se le conoce como contratransporte Na*-Li*.

En condiciones fisiológicas el transportardor

cataliza la salida de una molécula de Na* desde el

interior al exterior de la célula intercambiándose

por otra molécula extracelular del mismo ion. No

existen, por tanto, cambios en la concentración

intracelular. de Na*, ni creación de gradiente

electroquímico de dicho ion.

Hasta la actualidad éste es su único mecanismo

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de acción en los eritrocitos de las especies

mamíferas y, probablemente, en la mayoría de las

células del organismo por lo que se considera un

sistema de transporte vestigial (257). No obstante,

recientemente se ha postulado la posibilidad de que

el H* pueda reemplazar al Na* O58) y que sea este

sistema el responsable de la reabsorción de Na"* a

nivel del túbulo proximal del riñon <259,260).

El contratransporte Na*-l_i* ha sido

determinado por la mayoría de autores como el flujo

de salida de Li* en eritrocitos incubados con un

medio extracelular rico en Na* (261). No obstante,

puede medirse también como el flujo de salida de

Na*, estimulado por el Li* extracelular (262). En

este sentido, Hannaert y Garay (263). han

caracterizado el modelo cinético de este sistema de

transporte. Según estos autores, el flujo de salida

dependiente del contratransporte Na^-Li* se ajusta

a una cinética típica de Michaelis-Menten tal como

se muestra en la figura 7 y puede cuantificarse por

la siguiente ecuación:

VmaxV =

donde V es el flujo de salida, Vmax es la velocidad

máxima alcanzada por el sistema, K^« es la

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CONCENTRACIÓN INTRAERITROCITARIA DE NA*

5O

Figura 7. Estimulación del flujo de Na+ dependiente del

Contratransporte Na+ - Li+ (flujo estimulado por

Li+) por el Na+ intracelular. En la parte derecha

de la figura se representa .la transformación

lineal de la curva mediante un gráfico de Hanes.

La velocidad máxima (Vmax) corresponde a la

pendiente de la recta y la constante de afinidad

aparente para el Na+ intracelular (KNa) a su

intersección con la abscisa en valor absoluto.

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constante de disociación aparente para el Na* y

CNaj.3 es la concentración intracelular de dicho

ion.

107

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3,6. OTROS SISTEMAS DE TRANSPORTE DE Na+

3.6.1. CONTRATRANSPORTE

Este sistema de transporte fue descubierto en

1976 en vesículas preparadas de membranas de

células tubulares renales (264). A este nivel juega

un importante papel en la eliminación de H*, así

como en la regulación de la reabsorción de sal y

agua (265).

En los últimos años el contratransporte Na^-H*

ha sido identificado en un gran número de células,

incluidos los eritrocitos (266). Es inhibido por la

amilorida y su función consiste en la eliminación

de H"1- intracelulares intercambiándolos por Na*

extracelular. Actúa como un mecanismo compensador

de los cambios intracelulares del pH, aunque en

condiciones fisiológicas su actividad es mínima

(267). Dicho sistema puede activarse por multitud

de agentes exógenos, entre los que se encuentran

algunas hormonas presoras como las catecolaminas,

108

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vasopresina y angiotensina (265), por lo que es

teóricamente posible que pueda estar implicado en

la patogenia de la HTA.

3.6.a. TRANSPORTADOR DE ANIONES

El mecanismo del transporte de aniones a

través de la membrana celular es peor conocido que

el de cationes. Ello es debido a que los primeros

juegan un papel de menor importancia fisiológica en

la regulación del metabolismo celular (268). El

sistema de transporte mejor conocido es el

transportador de C1~/HC03~ (anión carrier). En

condiciones fisiológicas este sistema cataliza la

salida de HCOa~ intercambiándolo por Cl~. La

proteína responsable del transporte se conoce como

banda 3, y es una proteína de membrana de 95.000

daltons (269) que es inhibida por el DIDS (4, '-

diisotiocianoestilbeno-2,2'-d isu1fonato).

La función fisiológica del transportador de

aniones consiste en la eliminación del COs producto

del metabolismo celular. Este sistema de transporte

puede funcionar en los dos sentidos, el Na* y Li*

pueden sustituir al H* del HCO»"" y se considera que

109

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el 50'/. del flujo pasivo de Na* al interior del

hematíe en condiciones fisiológicas entra a través

de este sistema (270). Otros aniones pueden

sustituir al HCOs~ en el transportador y así el

POí,Na~ se utiliza para modificar la concentración

intracelular de Na"* sin inducir cambios en el pH

CE71).

110

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3.7. EL TRANSPORTE DE Ca-n- EN LA MEMBRANA

CELULAR

La contracción del músculo cardíaco, de la

musculatura lisa arteriolar en respuesta a la

noradrenalina y angiotensina, la liberación de la

noradrenalina inducida por acetiIcolina, la

secreción de aldosterona por las células

glomerulosas de la suprarrenal y probablemente la

liberación de renina por las células

yuxtaglomerulares, dependen del Ca*"1" intracelular

que actúa como mensajero entre el estímulo y la

respuesta (272). En cada una de estas situaciones,

el Ca"1""* entra en la célula desde el medio

extracelular a través de canales propios para este

ion, dando lugar a un aumento transitorio de su

concentración ei topiasmática, tras lo cual es

extraido de nuevo al medio extracelular por

sistemas de transporte activo.

La concentración de Ca*"* extracelular es del

orden de 1.000 ^mol/litro de células, existiendo un

gradiente transmembranoso extraordinariamente

111

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grande (273). No sólo la membrana citoplasmática

regula el Ca*'*' intracelular, pues en la homeostasis

calcica juegan un importante papel las membranas

mitocondriales y las del retículo sarcoplásmico. En

el interior de la matriz mitocondrial se acumula

calcio, formando compuestos no iónicos con fosfato

y ATP, siendo la mitocondria el compartimiento

intracelular que alberga más calcio (273,2740. Le

sigue en importancia el retículo sarcoplásmico, que

tiene. su papel en la regulación del Ca"*""

ci toplasmático y en la contracción de diversos»

tipos de fibras musculares (275). Este retículo

sirve como fuente del Ca"*"* necesario para iniciar

una respuesta dependiente del catión, pero no es un

compartimiento encargado de regular constantemente

su concentración intracelular. Es fundamentalmente

la membrana citoplasmática la responsable de la

homeostasis del Ca*"*", merced a unos sistemas de

transporte capaces de extraerlo al medio

extracelular y mantener el gradiente

transmembranoso. Dos son los principales sistemas

de transporte de Ca"*"*~ a través de la membrana

celular.

112

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3.7.1. LA ATPasa Ca-n—DEPENDIENTE. LA BOMBA DE

La bomba de Ça*"" es el mecanismo básico para

mantener el gradiente transmembranoso de Ca*"*". La

proteína responsable (ATPasa Ca~*"*"-depend iente) se

encuentra en el interior del espesor de las

membranas celulares y se compone de una cadena

polipeptídica de 115.OOO daltons (276). Dicha

cadena consta de una porción hidrofóbica incluida

en el espesor de la capa lipídica de la membrana y

otra hidrofílica que emerge a ambos lados (S77). La

bomba de Ca*"1" utiliza la energía producida por la

hidrólisis del ATP y cada unidad proteica posee un

locus de fijación para el Ca"1"" intracelular aunque

la tendencia natural es a una agregación formando

dameros (278) que transportan dos moléculas de Ca**

por cada molécula de ATP hidrolizada.

La ATPasa Ca^^-dependiente provoca una salida

de Ca"1"1" al exterior celular. En analogía con la

bomba de Na"1" se supuso originariamente que el

sistema introducía Mg*"*" (279) al interior de la

célula para compensar el gradiente electroquímico

113

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generado por la salida de Ca*"1". No obstante,

estudios posteriores no han confirmado esta

hipótesis (S80) y hoy en día se cree que la bomba

de Ca""" no contratransporta ningún otro catión. Es

posible que el flujo electroquímico originado sea

compensado por la entrada de Na* y K"1" a través de

otros mecanismos de transportes propios de estos

iones (278).

La bomba de Ca"*"* se estimula por la acción de

la calmodulina (581), una proteína que se fija al

sistema y es capaz de acelerar la reacción tanto

por aumento de la velocidad máxima de la bomba como

por disminución de la constante de disociación

aparente para el Ca"1""*" (H82) provocando, pues, un

aumento del flujo activo de salida de Ca"*"* al

exter ior.

3.7.2. EL CONTRATRANSPORTE Na+-Ca-w-

Reuter y Seitz (283), en 1968, propusieron la

existencia de un mecanismo en la membrana

c i toplasmática de células del miocardio capaz de

intercambiar Na"" por Ca"*"*". Hoy en día este sistema

se ha caracterizado en varios tejidos y parece

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jugar un papel primordial en la contracción

muscular (284,285).

Este mecanismo se encuentra en las membranas

ci toplasmáticas de varios tejidos, especialmente

células musculares y neuronas, aunque no en las

membranas de las organelas intracelulares, salvo

quizás, en las mitocondrias (286). Es capaz de

transportar 3 ó más moléculas de Na* por cada una

de Ca""*", por lo que genera un gradiente

electroquímico. A su vez tiene la facultad de

actuar en ambos sentidos, lo que depende de las

concentraciones de Na* y Ca"*"" intra y extracelular.

No se conocen hasta el momento qué mecanismos

regulan este sistema de transporte aunque sí es

sabido que algunas sustancias farmacológicas pueden

inhibirlo, especialmente la amilorida (287). El

hecho de que pueda ser un mecanismo regulador de la

contracción muscular ha originado que sea uno de

los principales focos de atención en la

investigación molecular de la HTA (288).

115

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. EL SODIO COMO FACTOR PATGSENETICO DE

LA HIPERTENSIÓN ARTERIAL

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.l. RELACIÓN ENTRE EL CONSUMO DE SAL Y LA

PREVALENCIA DE HIPERTENSIÓN ARTERIAL

La cantidad diaria de sal presente en los

alimentos que un individuo ingiere actualmente, en

los países desarrollados, es del orden de 3 a A- g 5

la cantidad con que aquéllos se sazonan durante la

preparación culinaria puede oscilar entre 4 y 8 g;

si a ello sumamos la que el individuo añade en el

momento de la ingesta, podemos afirmar que

diariamente ingresamos una cantidad cercana a los

10 g de sal. Según los Comités de Expertos en

nutrición, tales como la "Food and Drug

Administration" o la "Conferencia Internacional

sobre aspectos biológicos del consumo de sal"

(289), la cantidad de sal necesaria por persona es

de 17 mg por kilo de peso y día, es decir, unos H g

al día para un individuo medio de 70 Kg. Al

comparar la cifra considerada como necesaria con la

que realmente ingerimos vemos que ésta es por lo

menos S veces superior a la ideal y, aunque no

existe conciencia de ello, la sal no es un

117

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componente inocuo de la dieta (S9O-S93).

Si analizamos el excesivo consumo de sal de la

población general y la importante prevalencia de

hipertensión arterial esencial, es cuanto menos

tentador el relacionar ambos aspectos. Sin embargo,

el hecho de que no todos los individuos desarrollen

hipertensión en estas condiciones sugiere la

existencia de una susceptibilidad individual al

sodio, probablemente transmitida genéticamente. La

demostración de esta hipótesis ha sido un reto

constante para gran número de investigadores que a

través de estudios epidemiológicos, experimentales

y clínicos han podido determinar el decisivo papel

del sodio en la etiopatogenia de la hipertensión

arterial.

Desde el punto de vista epidemiológico se han

realizado numerosos estudios, en pequeños y grandes

núcleos de población, comparando la prevalencia de

hipertensión entre comunidades caracterizadas por

su bajo o elevado consumo de sal en la dieta (Fig

8). El análisis de estos parámetros aporta

resultados coincidentes con los obtenidos en los

trabajos experimentales y clínicos. Si bien Miall

(294) y Dawber et al (295) no encuentran relación

entre consumo de sal e hipertensión, la mayoría de

autores han podido objetivar una correlación

118

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zO

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I*

Raratonga

Hort» d« Japon

*USA

USA

*Sur <to Japón

Bantu

* USAIaia« Maruuail

Islam d« S0

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1

150

1

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1

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300

1

35O100 ISO 200 25O 300 35O 40O

EXCHKCION URINARIA 01 SODIO ( nMol/24 horas )

¿SO

Figura 8. Distribución geográfica de la relación entre

prevalencia de hipertesnsión arterial y excreción

urinaria de Na+ como expresión de la ingesta

.salina en la dieta. (Mac Gregor y De Wardener.

Clin Exp Hypertens 1981; 3: 815-830).

119

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directa entre la ingesta de sodio en la dieta y la

prevalencia de hipertensión arterial.

La alimentación de los esquimales es puramente

carnívora, compuesta casi exclusivamente por foca,

morsa, ballena y cachalote (296). Con este tipo de

alimentación ingieren de 1 a a g de sodio al día,

pues no añaden nunca sal en la elaboración de los

alimentos, ni los conservan en salazón al disponer

de "frigoríficos naturales". Scott et al (S97)

demostraron la práctica ausencia de hipertensión

entre los esquimales, cuya tensión sistólica media

es de 130 mm Hg y la diastólica de 75 mm Hg.

Poco o nulo consumo de sal ha sido observado

en otros núcleos de población, tales como los

habitantes de Nueva Guinea y Malasia (H98,299),

islas Easter (300), algunas tribus del Amazonas en

Brasil (301), islas de San Blas y Panamá (302),

islas Vírgenes (303), algunos pobladores de Nueva

Zelanda (3O4-) y tribus nómadas del desierto de

Kalahari (305). Todos los grupos étnicos

mencionados tienen en común la práctica ausencia de

hipertensión entre sus miembros y su bajo consumo

de sal, aunque para explicar lo primero se han

invocado otros factores asociados, tales como el

elevado grado de desnutrición, la consecuente

ausencia de obesidad y la falta de stress en su

120

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"modus vivendi" habitual.

Más interesante es el estudio de estas

poblaciones cuando son trasladadas a zonas en las

que el consumo de sal es mayor, o cuando éste

aumenta "in situ" en relación al cambio de hábitos

y costumbres que supone la "civilización" de estos

pueblos por gobiernos o misioneros. Shaper (306)

objetivó un rápido aumento de la presión arterial

en un grupo de individuos de raza negra, procedente

de tribus situadas al norte de Kenia, cuando

cumplían su servicio militar y pasaban, de una»

dieta originaria exenta en sal, a consumir 15 g al

día. Del mismo modo, Maddoks (298) en Nueva Guinea

y Shaper (302,306) en Kenia, constataron un

incremento de la presión y del peso en un plazo de

2 a 6 años, en un grupo de nativos que por diversas

razones aumentaron su consumo de sal.

Prior et al (3O7), estudiando dos poblaciones

de la Polinesia, observaron que los Raratonga, cuyo

consumo de sodio es del orden de 150 mmol/día,

presentaban cifras tensionales muy superiores a los

Pukapuka, cuyo consumo es sólo de unos 70 mmol/día.

Del mismo modo, los incrementos tensionales que se

producían con el aumento de edad de los individuos

eran mucho más importantes en los primeros. Un

estudio de similares características fue realizado

121

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por Lowenstein (301) en dos tribus del Amazonas de

idénticos hábitos alimentarios. Al ser

cristianizada una de ellas, con el consiguiente

cambio social y dietético, se pudo demostrar un

aumento de la tensión en relación a la edad,

fenómeno que no tuvo lugar entre los pobladores de

la otra tribu, que permanecieron en su estado

primit ivo.

En Japón se han observado importantes

diferencias tensionales entre los habitantes de la

costa y los pobladores de las montañas del norte

del país. Los primeros se alimentan de vegetales,

carnes y pescado fresco. Los segundos necesitan

conservar sus manjares, siendo su dieta muy

abundante en salazones de pescado y carne. Mientras

que los pobladores ribereños tienen una

supervivencia normal, los montañeses mueren en un

elevado número por afecciones cardiocirculatorias y

su esperanza de vida es notablemente inferior

(308). Por su parte, Page et al (309) han estudiado

2.586 individuos pertenecientes a seis tribus de

las islas Salomón, tres de las cuales ingieren

abundante sal (entre 100 y SOO mmol/día) mientras

que las tres restantes ingieren menos de 30

mmol/día. La presión arterial media es proporcional

al consumo de sal en cada tribu.

122

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Así pues, gran número de estudios

antropológicos y epidemiológicos han puesto de

manifiesto una clara relación entre la ingesta de

sal y la prevalencia de hipertensión arterial.

Cuando la ingesta diaria de sodio en la dieta es

inferior a los 60 mmol, tal como ocurre en

poblaciones muy primitivas (297-304,310,311), la

prevalencia de hipertensión es prácticamente nula.

Por el contrario, cuando la ingesta diaria supera

los 400 mmol, tal como sucede entre los pobladores

de las zonas montañosas del norte de Japón (308),

la prevalencia de hipertensión es del 40%. En

aquellas poblaciones cuya ingesta diaria de sodio

oscila entre los <bO y 400 mmol, la prevalencia de

hipertensión fluctúa entre los dos extremos citados

y su relación con la cantidad de sal ingerida es

evidente (31S).

123

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.2- ALTERACIÓ«! DE LA EXCRECIÓN URINARIA DE

SODIO EN LA HIPERTENSIÓN ARTERIAL

ESENCIAL

Borst y Borst de Geus (313) fueron los

primeros en sugerir que la hipertensión arterial

esencial era debida a la alteración del control

renal de la excreción de sodio. Los estudios

experimentales efectuando trasplantes renales

cruzados en ratas hipertensas apoyan esta hipótesis

(314-319) al observarse que "la hipertensión sigue

al riñon".

Estudios efectuados en gemelos humanos

monocigóticos y dicigóticos normotensos, muestran

que la excreción renal de sodio tras una sobrecarga

salina está determinada genéticamente (320). El

hallazgo de que los familiares en primer grado de

los pacientes hipertensos excretan menos sodio que

los controles, tras sobrecarga salina (321), apoya

el carácter hereditario de la anomalía renal. Luft

et al (322,323) han observado entre los individuos

con predisposición a la hipertensión, tales como

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norteamericanos de raza negra y de raza blanca de

edad superior a 4-0 años, una dificultad en la

excreción urinaria de sodio tras sobrecarga salina

antes del desarrollo de la hipertensión,

observación también comprobada en las ratas

sensibles al sodio ( 324- ) .

No se sabe todavía cual es la lesión renal

responsable de la dificultad en la excreción de

sodio. Lee (3S5) sugirió la existencia de un

defecto en la producción renal de prostaglandinas

como posible mecanismo implicado en la génesis de

la hipertensión arterial esencial. Estudios

posteriores han corroborado el descenso de

prostaglandinas en los hipertensos esenciales (326-

328) , especialmente de PGEj- en la hipertensión

hiporreninémica (326-329), tal vez a consecuencia

de un descenso de angiotensina II, necesaria para

activar la síntesis de PGEa <330). La reducción de

PGEj- puede aumentar la reabsorción de sodio en la

porción ascendente del asa de Henle y túbulo

colector, provocando retención de sodio y expansión

del LEC (331-333). Tampoco se conoce el papel

patogenético que pueda desempeñar la regulación

neurogénica de la reabsorción de sodio, aunque se

ha sugerido que un aumento de la actividad

simpática intrarrenal podría incrementar la

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reabsorción de sodio en el asa de Henle de la rata

hipertensa (334,335).

En la rata se- ha invocado un descenso del

número de glomérulos (336) y de la tasa de

filtración (337). En el hombre» la barrera de

filtración glomerular aumenta de espesor con la

edad (338) y se sabe que, aún sin ser hipertensos

(339), los norteamericanos de raza negra muestran

una progresión más rápida de las alteraciones

vasculares renales que la de los de raza blanca. En

base a ello se ha sugerido que una disminución del

coeficiente de filtración glomerular podría

explicar el defecto de la natriuresis en los

individuos de raza negra, en los de edad superior a

40 años (322) y en los hipertensos esenciales

(340), aunque otros trabajos no encuentran ningún

dato que apoye esta hipótesis en los familiares de

los hipertensos (322).

Aunque el mecanismo íntimo permanece

desconocido, hay suficientes pruebas que señalan

como defecto inicial la disminución de la excreción

urinaria de sodio, de forma que su retención en el

organismo sería la causa de la ulterior expansión

del LEC. Así, al igual que sucede en las ratas

hipertensas, se ha demostrado claramente que los

pacientes con hipertensión arterial esencial

126

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presentan una natriuresis acelerada después de la

sobrecarga salina (34-1-343) y que aquélla es mucho

mayor en los hipertensos con descenso de actividad

renina plasmática (344). El incremento de la

natriuresis en estos pacientes no es atribuïble a

cambios de la presión coloidosmótica o hidrostática

del capilar peritubular renal (345), lo cual

también se ha observado en las ratas hipertensas

(346). Aquélla, no sólo tiene lugar cuando la

hipertensión está establecida sino que, al igual

que en la rata (347,348), se ha podido demostrar

antes de su desarrollo en hijos normotensos de

hipertensos esenciales (349).

La acelerada natriuresis es sugestiva de un

estado de corrección permanente del volumen del LEC

(350). En los hipertensos esenciales no ha sido

posible medir con precisión el volumen del LEC, por

lo que a pesar de que gran número de estos

pacientes son hiporreninémicos (351), las

evidencias son circunstanciales. Sin embargo, se ha

podido comprobar la corrección de volumen del LEC

en el hiperaldosteronismo primario (35S,353) y en

sujetos normales tras la administración de

aldosterona (352). Estos pacientes también

presentan un cambio en el ritmo circadiano de la

excreción renal de sodio (354), lo cual se ha

127

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objetivado tanto en hipertensos esenciales (355)

como en algunos de sus hijos normotensos (322). El

hallazgo de un descenso de actividad renina

plasmática en individuos de raza negra y de edad

superior a ¿*0 años (322), el que los hijos

normotensos de los hipertensos esenciales presenten

un aumento del flujo plasmático renal y un descenso

de la actividad renina (356), son evidencias que

sugieren que en la hipertensión arterial esencial

existe un estado de continua corrección de la

expansión del LEC, a pesar de que recientes

estudios (357) no hayan podido demostrar una

correlación significativa entre la excreción

urinaria de sodio y las cifras de tensión arterial.

128

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4.3. LA REDUCCIÓN DE LA INGESTA DE SAL Y SU

PAPEL EN EL TRATAMIENTO DE LA HTA

El efecto de la restricción en la cantidad de

sodio dietético como tratamiento primario de la HTA

es de difícil interpretación (35B). Ello es debido

a que los diferentes estudios llevados a cabo son,

en su mayoría, de corta duración, difieren en el

grado de restricción sódica y en los métodos para

determinar la cantidad de Na* ingerido.

Los primeros estudios llevados a cabo en este

sentido tienen en común la disminución del Na*

ingerido por debajo de 20 mEq/día. Ambard y

Beaujard, en 1904 (359) demostraron una reducción

significativa de la TA en más del 7O'/. de los

hipertensos al ingerir una dieta pobre en sal.

Posteriormente, Allen y Sherrill (360) confirmaron

los resultados de Ambard y Beaujard. Kempner (361),

en 19¿f¿f, con una dieta de agua, vegetales y arroz

consiguió la reducción de las cifras tensionales en

322 (66*/«> de 500 pacientes estudiados. Otros

trabajos posteriores (362,363) han confirmado esta

129

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reducción de la TA con dietas muy pobres en Na*,

aunque en todos los casos, la normalización

posterior de la dieta ha supuesto el retorno a las

cifras tensionales previas. Este hecho, así como la

dificultad de mantener este tipo de dietas por

largos periodos de tiempo ha hecho que las

restricciones severas de Na* se hayan abandonado

como tratamiento de la HTA (358).

La restricción moderada de Na* también ha sido

utilizada como tratamiento de la HTA. En 1978

Morgan et al (364-,365) conseguían una reducciónt

media de 7,3 mm de Hg en 31 hipertensos con

tensiones de entre 95 y 109 mm Hg al someterlos a

una dieta de 70-100 mEq/día de Na* durante un

periodo de S años.

Por su parte, Kawasaki et al (366) demostraron

una reducción significativa en 9 de 20 pacientes

con una ingesta de Na* de 9 mEq/día. A estos

pacientes los llamó hipertensos sodio-sensibles por

analogía con las ratas sensibles al sodio y en

contraposición con el resto de pacientes en los que

la restricción de Na* no conseguía cambios

significativos en los niveles tensionales (sodio-

resistentes) .

Otros autores han estudiado las

características de esta respuesta hipotensora a la

130

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reducción del Na*. Así Longworth et al (367)

observaron esta respuesta preferentemente en los

pacientes con renina plasmática baja. Skrabal (36B)

la relacionó con un aumento de la respuesta presora

frente a la infusión de norepinefrina y en los

últimos años se ha postulado que la respuesta

hipotensora es debida a la disminución de los

niveles de hormona natriurética "ouabaína-1ike"

(165). En cualquier caso toda la evidencia

acumulada en este sentido parece indicar que el

excesivo consumo de sal es un factor importante en

el desarrollo de la HTA y que su reducción moderada

es una pieza clave en el tratamiento de la misma

(369-373).

131

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t*.t*. ALTERACIONES EN EL METABOLISMO CELULAR

DEL Na-*-. LOS SISTEMAS OE TRANSPORTE

TRANSMEMBRANOSO DE Na+ Y SU RELACIÓN CON

LA HTA

.1. INTRODUCCIÓN

La idea de que la HTA pueda estar asociada con

alteraciones del "pool" intracelular de Na* fue

sugerida por vez primera por Tobian y Binion <37¿t)

en 1952, al encontrar un aumento del contenido

intracelular de Na* en la arteria renal de

individuos hipertensos en la examinación post-

mortem. Desde entonces y hasta nuestros días, se

han caracterizado diferentes alteraciones en la

concentración intracelular de Na*, en los sistemas

enzimáticos que catalizan su transporte

transmembranoso, así como la presencia de

sustancias moduladoras de dicho transporte. Si bien

la amplia literatura al respecto ha mostrado en

muchas ocasiones resultados contradictorios, en la

133

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mayoría de los casos las anomalías descritas

tienden a provocar aumentos en la concentración

intracelular de Na* que podrían estar ligados con

la etiopatogenia de la HTA.

La hipertensión arterial es una enfermedad

producida por un aumento de las resistencias

periféricas que, en gran medida, es debido al

aumento del tono de la fibra muscular lisa

vascular. El estudio del metabolismo celular del

Na* a este nivel plantea serios problemas de índole

ético y técnico en los individuos humanos. Es por

ello que la mayoría de autores han dedicado sus

esfuerzos al estudio de dicho metabolismo en las

células sanguíneas, especialmente los hematíes por

su fácil obtención y manipulación. Es evidente que

éstas células no poseen una implicación directa en

los mecanismos que regulan la TA y su estudio debe

considerarse como un modelo de lo que ocurre en

otros lugares del organismo. Es de destacar, no

obstante, que la mayoría de los sistemas de

transporte transmembranoso de Na* son comunes a

todas las células del organismo y que las

alteraciones halladas en hematíes y leucocitos, han

podido reproducirse en animales de experimentación,

en fibras musculares lisas vasculares, células del

túbulo renal y neuronas adrenérgicas.

133

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Las principales alteraciones del metabolismo

celular del Na* observadas en la HTA se describen a

continuación.

4-.4-.a. AUMENTO DE LA CONCENTRACIÓN

INTRACELULAR DE Na* EN HEMATIES Y

LEUCOCITOS

En 1960, Losse et al (375) demostraron un

aumento del contenido de Na* en eritrocitos de

hipertensos esenciales. Desde entonces, numerosos

autores han medido, mediante técnicas diversas, la

concentración de Na* en eritrocitos y leucocitos.

Muchos de ellos han encontrado aumentos

significativos de este contenido en eritrocitos de

hipertensos esenciales < 194-,376-390) o en ratas

hipertensas espontáneas (391-394-). Particularmente,

un estudio de Wessels y Zumkley (385), efectuado en

300 pacientes demostró un incremento del IS*/, de la

concentración intraeritrocitaria de Na*. Otros

autores han hallado esta concentración normal

(S61 ,395-4-03) o disminuida (4-04,4-05), aunque en

muchos de ellos existe un subgrupo de hipertensos

con una concentración por encima del rango normal,

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por lo que puede deducirse que la curva de

distribución del Na* intraeri trocítario en la

población hipertensa aparece sesgada hacia sus

valores más altos <4-06>.

Asimismo, la mayoría de autores han encontrado

un incremento de la concentración de Na* en

leucocitos de hipertensos esenciales (¿t05-4-16).

Algunos individuos normotensos con

antecedentes de HTA en familiares de primer grado

han demostrado tener un contenido eritrocítario de

Na* mayor que aquéllos con una historia familiar

negativa (¿fl7-4-21). De ello podría deducirse que

algunos cambios en el metabolismo celular del Na*

podrían ser détectables en una etapa

prehipertensiva, aunque también podría ser

indicador de una falta de correlación entre la

concentración intracelular de Na* y la tensión

arterial (4-11). Ello vendría avalado por la

presencia de alteraciones en la concentración

intracelular de Na* en otras enfermedades tales

como algunas anemias hemolíticas o distrofias

musculares (¿tSH).

Dado que el metabolismo celular del Na*

depende básicamente de los sistemas de transporte

transmembranoso, el aumento del contenido celular

detectado en los hipertensos debe ser atribuido a

135

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alguna anomalía en estos sistemas (384,399,4-23).

.3. ALTERACIONES DE LA DIFUSIÓN PASIVA DE

El principal sistema de entrada de Na* en el

hematíe lo constituye la difusión pasiva a favor de

gradiente a través de la capa lipídica de la

membrana. Wessels et al (384), mediante técnicas

isotópicas, midieron la entrada de Na* radiactivo

(=£=Na) en el interior del hematíe. El aumento de

este flujo de entrada les llevó a sospechar que el

anormalmente elevado contenido er itrocitario de Na*

era debido a un aumento de su entrada por difusión

pasiva. No obstante, en las condiciones

experimentales por ellos utilizadas, la entrada de

S£3Na era mediada en parte por el cotransporte Na*-

K-% contratransporte Na*-Na*, transportador de

aniones y, quizás, algún otro sistema de transporte

todavía no conocido. Posteriormente, Garay et al

(248) demostraron que el flujo de la extrusión de

Na* de los hematíes en un medio rico en sacarosa y

Mg** que contenía ouabaína y bumetanida (sustancias

capaces de inhibir la bomba de Na* y el

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cotransporte, respectivamente), mostraba las

propiedades cinéticas (dependencia linear del

contenido eritrocitario de Na* e independencia de

la concentración interna y externa de K*) de la

difusión pasiva. En un trabajo reciente, Garay y

Nazaret (195) demostraban un aumento de este flujo

de salida de Na* por difusión pasiva en una

población de hipertensos esenciales y

caracterizaban un subgrupo de pacientes cuyos

valores de difusión pasiva se hallaban claramente

por encima de los valores más altos de normalidad.

A este subgrupo se les denominó hipertensos "leak

+". Este aumento de la difusión pasiva ha sido

posteriormente confirmado también por Wessels y

Zumkley

.*». ALTERACIONES EN LA ATPasa Na-i—K+

El segundo tipo de alteración en el transporte

de Na* capaz de modificar la concentración

intracelular del mismo es un cambio en la actividad

de la ATPasa Na*-«"", principal mecanismo de

extrusión activa de Na*. La bomba de Na* se halla

presente en virtualmente todas las membranas del

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organismo y el flujo de Na* de ella dependiente

puede ser modificado por sustancias moduladoras de

su actividad, así como por cambios en el número de

unidades proteicas de bomba de la membrana celular.

En la hipertensión arterial esencial y en las ratas

hipertensas espontáneas se han descrito diversos

cambios en el sentido de estimulación (425-432),

inhibición (415,433-439), normalidad (402,440-442)

y presencia de sustancias circulantes con capacidad

inhibidora (160-162,412,443).

No obstante, esta variedad de aparentemente

controvertidos hallazgos pueden reconciliarse para

dar lugar a conclusiones lógicas. Por ejemplo, si

un inhibidor circulante de la ATPasa Na -K"*" juega

un papel primordial en la HTA esencial o

experimental, las observaciones que demuestran

aumento o disminución del flujo dependiente de la

ATPasa pueden explicarse en base a pequeñas

diferencias en las condiciones experimentales. Con

las bombas parcialmente inhibidas puede anticiparse

que existirá un aumento compensador en el número de

bombas por célula, tal como se observa durante el

tratamiento crónico con digitálicos (444-445).

Bajo estas circunstancias las células y

tejidos de pacientes o animales de experimentación

hipertensos pueden mostrar una actividad normal,

138

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aumentada o disminuida dependiente de que el

inhibidor se disocie de las bombas durante la

manipulación experimental, de que haya existido un

cambio previo en la concentración de Na"*" como

resultado de la inhibición o de que se produzca un

aumento compensador en el número de bombas.

En este sentido, Walter y Distler (4-01) han

encontrado que el flujo absoluto de Na* dependiente

de la ATPasa no difiere entre la población de

hipertensos y normotensos. No obstante, dado que

los primeros presentan un aumenta de la

concentración de Na* intracelular, el flujo

sensible a la ouabaína corregida para el Na"1"

intracelular es notablemente inferior en los

hipertensos.

La búsqueda de una sustancia natriurética ha

sido un hecho constante en la literatura médica. En

los últimos años ha existido un renovado interés en

la búsqueda de inhibidores circulantes de la ATPasa

y su papel en la génesis de la HTA.

Los experimentos de Milner et al <4-46) son

particularmente instructivas. Al estudiar dos

grupos de individuos normotensos, unos con historia

familiar de HTA y otros sin ella, demostraron en

los primeros una disminución en el flujo de Na"1"

sensible a la ouabaína. Tras 7 días de tratamiento

139

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diurético este flujo aumentaba hasta la normalidad

mientras que en el grupo de sujetos sin

antecedentes familiares de HTA permanecía

inmodificado. Estos hallazgos son consistentes con

la idea de que los individuos susceptibles en el

estado prehipertensivo requerirían niveles

anormalmente altos de un inhibidor de la ATPasa

Na*-K* (hormona natriurética "ouabaína-1 ike" ) para

excretar la sobrecarga salina diaria. En el estado

prehipertensivo, los reflejos cardiovasculares

prevendrían el aumento del tono vascular y el

exceso de hormona circulante a nivel renal

contribuiría a mantener el balance sódico (4S3). El

tratamiento con diuréticos, capaz de promover una

pérdida de Na* y agua y, por tanto, una contracción

del LEC, supondría la desaparición del estímulo

para la secreción de la hormona natriurética. Ello

explicaría el aumento en el flujo de Na* sensible a

la ouabaína y la disminución del Na* intracelular

que se observa en los hematíes de pacientes

hipertensos o sus hijos normotensos cuando son

sometidos a tratamiento diurético (410).

Recientemente Díez et al (447) han estudiado

las propiedades cinéticas de la ATPasa Na*-K* en

una población de hipertensos esenciales

consiguiendo caracterizar un subgrupo de pacientes

14O

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que presentan una disminución de la afinidad

aparente de la ATPasa Na*-K* para el Na*

intracelular. En la mayoría de estos pacientes, no

obstante, la velocidad máxima de la bomba se halla

aumentada. Estos resultados sugieren que, en al

menos un pequeño subgrupo de hipertensos, existe

una anomalía intrínseca de la bomba de Na* que no

depende de la presencia o no de un inhibidor

circulante. A estos individuos se les denomina

"bomba -".

. .5. ALTERACIONES EN EL COTRANSPORTE

Cl-

El cotransporte Na*-K*-Cl~ es un sistema

presente en la membrana del hematíe que cataliza

flujos de Na* y K* acoplados en ambos sentidos de

la membrana (¿t 8).

En 1979, Garay y Meyer (399) pudieron

demostrar un descenso en la actividad del

cotransporte Na"1"-K* en individuas hipertensos.

Estos hallazgos fueron confirmados por los mismos

autores, tanto al estudiar la actividad del sistema

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en condiciones básales, como en eritrocitos

sometidos a una sobrecarga salina (449-451).

Desde entonces, diversos autores han llevado a

cabo estudios sobre la actividad del cotransporte.

En la mayoría de los casos el flujo de Na*

dependiente de este sistema se ha medida a una

concentración intracelular determinada de Na*, ya

sea la fisiológica o tras haber sometido a los

hematíes a una sobrecarga salina. Los resultados

son enormemente controvertidos. Mientras varios

autores han demostrado una disminución del

cotransporte en subgrupos de hipertensos esenciales

y en ratas hipertensas espontáneas

(397,398,420,441 ,452-4-62) , otros no han encontrado

diferencias significativas (406,463-470) e incluso

algunos lo han encontrado aumentado (471).

Existen asimismo marcadas diferencias

raciales, y parece evidente que en la raza negra

existe un mayor porcentaje de individuos con un

cotransporte anormalmente bajo (457,458,461).

De todo ello parece deducirse que la población

hipertensa es heterogénea por lo que respecta al

cotransporte. En este sentido Garay et al (252) han

llevado a cabo un estudio de las características

cinéticas de cotransporte en una población de

hipertensos esenciales. Midiendo el flujo de Na*

142

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sensible a la furosemida a diferentes

concentraciones intracelulares del catión han

podido observar que existe un subgrupo de pacientes

con una anomalía del cotransporte en sus

eritrocitos. Esta anomalía viene definida por una

disminución de la afinidad aparente del sistema

para el Na* intracelular lo que, de alguna manera

indica que los eritrocitos de estos pacientes

requieren mayores concentraciones intracelulares de

Na* para conseguir una actividad normal "del

cotransporte. En estos pacientes la velocidad

máxima del sistema puede estar aumentada, normal o

disminuida lo que podría explicar la controversia

en los hallazgos cuando el sistema se estudia a la

concentración fisiológica de Na* o en células con

una sobrecarga máxima de este ion.

.4.6. ALTERACIONES EN EL CONTRATRANSPORTE

Na-«—Li+

En 1980, Canessa et al (£61) demostraron un

aumento de la actividad del contratransporte Na*-

Li* en los pacientes afectos de HTA esencial. En

este trabajo los hematíes eran incubados en un

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medio isotónico rico en Li* con lo que se conseguí'a

sobrecargar a los hematíes con este ion.

Posteriormente se determinaba el flujo de salida de

Li* en un medio extracelular rico en sodio. Otros

autores (463) han determinado el contratransporte

como el flujo de entrada de Li* inhibido por la

floretina, o bien como el flujo de salida de Na*

estimulado por el Li* extracelular (263).

La mayoría de autores han encontrado un

aumento en la velocidad máxima (Vmax) de este

sistema en las poblaciones de HTA (260,261,397,441,

468,471-477), así como en individuos normotensos

con historia familiar de HTA (478,479). La

proporción de hipertensos afecta de esta anomalía

es extremadamente variable y viene influenciada por

la raza, la edad y la existencia de historia

familiar de HTA (481).

Se ha postulado que el contratransporte Na*-

Li* sería capaz de intercambiar Na* por H* a nivel

del túbulo contorneado proximal del riñon (258). Es

esta una hipótesis especialmente atractiva, dado

que los pacientes con un aumento en el

contratransporte Na*-Li* podrían tener un

incremento en la reabsorción tubular de Na*,

mecanismo que podría estar directamente implicado

con la patogénesis de la HTA. En este sentido el

144

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trabajo de Weder apoyaría esta hipótesis al

encontrar una correlación inversa entre la

actividad del contratransporte Na^-Li*

eritrocitario y el aclaramiento renal de litio, que

es una medida indirecta de la reabsorción tubular

de Na* (SÓO).

Los estudios simultáneos del cotransporte Na"~-

K~" y el contratransporte Na^-Li"1", tales como los de

Dagher y Canessa (4é>0) y Garay et al (195,252,481),

demuestran que en la población de hipertensos

existen 2 subgrupos bien diferenciados: unos que

presentan una anomalía del cotransporte Na^-K*

caracterizada por la disminución de la afinidad

aparente del sistema transportador para el Na""

intracelular y en los cuales la Vmax del

contratransporte Na*-Li* es normal, y otros en los

que la Vmax del contratransporte Na*-Li* es

anormalmente alta mientras que la función del

cotransporte Na*"-K* es normal. A los primeros se

les denomina "Co -" y a los segundos "Contra •*•".

145

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4.5. RELACIÓN ENTRE LAS ANOMALÍAS DE LOS

SISTEMAS DE TRANSPORTE Y EL AUMENTO DE LA

CONCENTRACIÓN INTRACELULAR DE Na+

Es evidente que el aumento de la entrada de

Na* en las células por difusión pasiva es capaz de

promover un aumento de la concentración

intracelular de dicho ion.

Es asimismo evidente que una disminución en la

extrusión de Na* mediada por un descenso en la

actividad de la ATPasa Na*-K* puede tener los

mismos efectos.

El hecho de que en la mayoría de hipertensos

la concentración intracelular de Na* se halle

dentro de los límites normales, hace suponer que

dichas alteraciones únicamente se pondrían de

manifiesto en condiciones en las que exista una

sobrecarga salina. En esta situación, el mal

funcionamiento de alguno de los sistemas de

transporte produciría un desequilibrio entre la

entrada y la salida de Na* que daría lugar a

aumentos de la concentración intracelular de Na*,

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que serían probablemente transitorios y únicamente

manifiestos durante la situación de sobrecarga

salina.

El aumento de la difusión pasiva sería una

anomalía probablemente genética, mientras que la

disminución de la ATPasa podría tener un origen

genética o bien ser inducido por la presencia de un

inhibidor circulante con capacidad natriurética. El

hecho de que los eritrocitos aislados de algunos

pacientes hipertensos muestren una disminución de

la afinidad de la bomba para el Na~" intracelular y

de que esta anomalía sea reproducible en estados

prehipertensivos sugiere que el trastorno

fundamental sea, al menos en estos pacientes, de

origen genético.

Aparentemente más complejo resulta explicar el

mecanismo por el que la disminución del

cotransporte puede dar lugar a un aumento en el

contenido intracelular de Na*, dado que el flujo

catalizado por este sistema es del orden de unas 10

veces inferior al de la ATPasa. No obstante, si

existe un inhibidor circulante de ésta última, el

cotransporte se convierte en el principal mecanismo

regulador del exceso de Na* pudiendo aumentar hasta

10 veces el flujo de salida en condiciones básales.

Es, por tanto, lógico pensar que los pacientes con

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anomalías en la función del cotransporte sean

incapaces de reaccionar frente a una sobrecarga

salina, especialmente si tenemos en cuenta que es

en esta situación cuando se produce una expansión

del LEC capaz de iniciar el proceso de liberación

de la hormona natriurética inhibidora de la ATPasa

Na*~K*.

Las anomalías en el contratransporte Na*-Li*

no pueden ser responsables de cambios en la

concentración intracelular de Na* dado que, en

condiciones fisiológicas, este sistema no es

responsable de flujos netos de Na* a través de la

membrana celular. La evidencia acumulada hasta el

momento apunta hacia la relación entre el aumento

de actividad del contratransporte y 1.a reabsorción

proximal de Na* en el riñon. En este sentido, esta

reabsorción incrementada podría provocar la

expansión del LEC y consecuentemente la liberación

de un inhibidor circulante de la ATPasa y el

aumento subsiguiente en la concentración

intracelular de Na*.

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.6. RELACIONES ENTRE EL AUMENTO DE LA

CONCENTRACIÓN INTRACELULAR DE Na* Y EL

TONO VASCULAR

Hemos visto hasta el momento la existencia de

diversas anomalías del transporte transmembranoso

de Na* que, en conjunto, tienden a aumentar la

concentración del Na* intracelular o bien a

provocar una expansión del LEC, que supone el

estímulo para la secreción de un inhibidor

circulante de la ATPasa Na*-K* con lo que el

resultado final va a ser, asimismo, el aumento de

la concentración intracelular de Na*.

El aumento del tono vascular dependiente del

aumento en la concentración intracelular de Na* o

de la inhibición de la ATPasa Na*-K* es el punto

clave que permite relacionar las alteraciones del

transporte iónico con la etiopatogenia de la HTA.

Hasta el momento, varias hipótesis han tratado

de explicar esta relación.

En 1960 (48S), Tobian et al sugirieron que el

aumento del Na* intracelular podía promover una

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sobrecarga acuosa en la pared vascular dando lugar,

por este mecanismo, al aumento del tono vascular.

No obstante, el aumento en el contenido de agua no

ha podido ser nunca demostrado en estudios "in

vivo" (4-83). En experimentos con perros tratados

con glucósidos digitálicos durante 1 mes se ha

podido comprobar un mínimo aumento del contenido

acuoso en arteria mesentérica (6*/.) pero no el

desarrollo de HTA <48¿t).

La ATPasa Na*-«* es electrogénica por lo que

su inhibición puede resultar en una despolarización

de la membrana celular capaz de producir un aumento

de la contract i 1 i 1idad de forma directa o

indirecta. Un mecanismo directo es difícilmente

aceptable dado que existe un considerable retraso

en observar cambios contráctiles cuando a arterias

o venas aisladas se les añade una concentración de

ouabaína suficiente para inhibir la ATPasa

( 85, 86). Indirectamente, la inhibición de la

ATPasa podría dar lugar a un aumento de la

sensibilidad a las sustancias vasoconstrictoras,

especialmente a las cateco laminas (4-87). Estudios

recientes indican que la concentración intracelular

de Na* puede regular la unión de los receptores

adrenérgicos de la membrana con sus agonistas. En

este sentido existe la evidencia de una interacción

150

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entre la adrenalina y los receptores <xK de las

plaquetas. Cuando se aumenta la concentración

plaquetaria de Na* se produce un aumento en la

respuesta mediada por su agonista que, en este

caso, Be traduce en una mayor agregabi1idad

plaquetaria (¿t88,4-89>.

En el capítulo anterior hemos descrito la

existencia de un mecanismo de intercambio Na*-

Ca"1""1". Este mecanismo, que no poseen los hematíes

humanos ( 90), ha sido bien caracterizado en otras

células directamente relacionadas con el

mantenimiento de la TA, como puedan ser las

neuronas adrenérgicas, las fibras musculares lisas

vasculares o las células de los túbulos renales

(491-494).

Según la hipótesis de Blaustein

( 91, 93,4-95, 96) este mecanismo puede jugar un

papel relevante en la patogenia de la HTA. El

aumento del Na* intracelular puede suponer un

estimulo para la activación de este sistema de

transporte cuyas consecuencias finales serían la

entrada de Ca** a través del contratransporte

Na^/Ca*"", con el consiguiente aumento en la

concentración intracelular de dicho ion. Una

correlación directa entre el contenido de Ca**

plaquetario y la presión arterial ha sido

151

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recientemente demostrado por Erne et al ( 97) lo

que supone un firme soporte a la hipótesis de

Blaustein.

152