estructura psicopática y milicia
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MILICIA Y ESTRUCTURA PSICOPÁTICA
(Trabajo de grado para optar al Título de Psicólogo)
DIANA LORENA POVEDA SEGURA
Código: 453801
EMILIO MELUK CASTRO
Director
Universidad Nacional de Colombia
Facultad de Ciencias Humanas
Departamento de Psicología
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Bogotá, Octubre de 2008
MILICIA Y ESTRUCTURA PSICOPÁTICA
(Trabajo de grado para optar al Título de Psicólogo)
DIANA LORENA POVEDA SEGURA
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A mis padres María Helena y Fabio, y a mis hermanos Mónica y Fabián, por su amor, respaldo, comprensión y paciencia durante mi camino profesional.
A mis compañeros y conocidos por brindarme distintas perspectivas académicas y vivencias enriquecedoras.
A Ronhald por su compañía, amor y soporte.
Y, por su puesto, al profesor Emilio Meluk por sus inagotables conocimientos académicos.
A todos los nombrables e innombrables, un incansable gracias.
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TABLA DE CONTENIDOS
TABLA DE CONTENIDOS……………………………………………………………………. 4
Lista de Tablas………………………………………………………………………………....... 5
Resumen….…………………………………………………………………………………...… 6
INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………………..... 7
ESTADO Y FUERZAS MILITARES………………………………………………………..... 10
El Estado………………………………………………………………………….……..... 11
Fuerzas Militares………………………………………………………………………..... 12
Fuerzas Militares Colombianas………………………………………………………...… 14
Formación Castrense…………………………………………………………………...… 17
PSICOPATÍA………………………………………………………………………………...… 26
Etimología y evolución del concepto………………………………………………..….... 25
Diagnóstico Diferencial…………………………….……………………………...……... 31
Visión y explicación desde la óptica psicoanalítica………………….…………………... 40
ESTRUCTURA PSICOPÁTICA AL INTERIOR DE LAS FUERZAS MILITARES………... 49
Psicópatas en la milicia…………………………….…………………………………….... 50
Acoplamiento de la estructura psicopática en las Fuerzas Militares………………….... 54
Relación mando-obediencia y disociación………………………….……........ 54
Investimiento militar y narcisismo………………………….………………..... 59
Control y disciplina……………………….…………………………………….. 63
Ideología militar e instinto de destrucción…………………………………... 66
DISCUSIÓN…………………………………………………………………………………..... 70
Referencias……........………………………………………………………..…………….….... 78
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LISTA DE TABLAS
Tabla 1. Criterios diagnósticos de la psicopatía según Cleckley................………………….... 32
Tabla 2. Criterios diagnósticos del TAP según el DSM-IV.....……………………………...…. 36
Tabla 3. Criterios diagnósticos del trastorno disocial de la personalidad según CIE-10…..…. 37
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Resumen
El presente trabajo de grado explora, desde un acercamiento teórico y enfoque psicológico, la
dinámica presente entre personalidades psicopáticas y su inserción en una cultura rígida,
normativa y agresiva como las Fuerzas Militares. Con ello se pretende dar a conocer cómo las
prácticas, creencias, saberes y normas de este medio institucional, particularmente el ambiente
que se establece en torno a aquellos que tienen la tarea de enfrentarse en el campo de batalla,
favorecen la manifestación del estilo de ser propio de esta clase de estructuras de personalidad,
ofreciéndoles la posibilidad de encaminar sus características de manera funcional y productiva.
El tema se aborda a través de tres capítulos, mediante los cuales se describen las características
principales del ejercicio militar, el modo de funcionamiento del psicópata y, por último, el
acoplamiento que se da entre ambos. El análisis permitió concluir por medio de cuatro
caracterizaciones Relación mando-obediencia y disociación; Investimiento militar y
narcisismo; Control y disciplina; e Ideología militar y pulsión de muerte, que la milicia es un
medio de canalización social para la psicopatía.
Palabras clave: Estructura de personalidad, Psicópata, Psicopatía, Fuerzas Militares.
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INTRODUCCIÓN
Las Fuerzas Militares de los distintos países, con el transcurso del tiempo, se han
consolidado como instituciones encargadas de hacer cumplir las respectivas constituciones así
como de salvaguardar la soberanía nacional de sus Estados. Apoyadas en los principios de
libertad y orden que rigen a cada nación, ejercen con plenas facultades el uso legal de la fuerza y
de los medios necesarios para poder cumplir con la misión que se les ha encomendado.
Tanto el reclutamiento, bajo la figura de Servicio Militar Obligatorio, como la posibilidad de
realizar carrera militar dentro de esta organización, son instauradas como prácticas que permiten
a los Estados contar con la cantidad suficiente de hombres y, en algunas ocasiones, mujeres que
hagan presencia a lo largo y ancho de sus territorios.
Sus diferentes miembros, específicamente los combatientes, deben pasar por un
entrenamiento exigente y disciplinado, ya que éste debe prepararlos para asumir de manera
apropiada la vida en el campo de guerra. La disciplina, la hostilidad y la agresividad son
elementos esenciales en la victoria o derrota del oficio del combatiente y, por qué no, al interior
de una organización de esta envergadura, por lo que la implementación de las normas por parte
de los miembros exige rasgos de personalidad acordes a la maquinaria del ejercicio militar.
En combate, el soldado debe estar dispuesto a matar al enemigo a merced del cumplimiento
de la ley y el honor de la patria, pero ¿por qué existen soldados que matan al enemigo sin
contemplación mientras otros sufren a la hora de realizar su tarea?. Algunos autores plantean
que ello se encuentra relacionado con el hecho que existen personas que pueden ser catalogadas,
según Pierson (1999), como “asesinos naturales”, psicópatas controlados que pueden acoplar de
manera funcional su estructura de personalidad a la vida militar, gracias a que las características
de ésta son compatibles con su modo de ser y comportarse.
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Este tipo de estructura de personalidad, a pesar de carecer de emociones sociales legítimas y
recurrir frecuentemente a la violencia o manipulación como medios para obtener lo que quiere,
es productivo dentro del ámbito militar, ya que las Fuerzas Militares a través de rígidos controles
externos logra limitar la agresión del psicópata, proporcionándole otros medios de escape para la
misma, por ejemplo: el entrenamiento físico, las prácticas de tiro y, por su puesto, el combate,
espacio en el cual consigue desempeñarse eficaz y eficientemente.
Según lo expuesto anteriormente, el escrito a desarrollar se encuentra enfocado en la
comprensión de esta clase de estructura de personalidad dentro del ámbito militar, indagando
aspectos tales como: qué hace a este tipo de soldados matar, sus características, capacidades y
limitaciones dentro del campo de batalla. En términos generales, se pretende comprender, desde
un abordaje teórico y psicológico, de qué manera el psicópata se inserta dentro de las Fuerzas
Militares y cómo ésta se establece como una vía de canalización socialmente aceptable para este
tipo de estructuras de personalidad.
Para el desarrollo de esta temática, en el primer capítulo se hace una descripción de los
principales aspectos de las Fuerzas Militares: su definición, misión, el por qué se encuentra
legítimamente habilitada para dar muerte a sus enemigos, y, por supuesto, para efectos del
trabajo, la formación castrense recibida por sus miembros. Esto con la finalidad de centrar al
lector en elementos como: la deshumanización y des-individualización, la hostilidad y
agresividad, el odio al enemigo y su trato como objeto, así como el dominio y control de parte de
los superiores a los subalternos, elementos que posteriormente serán relacionados con
características de las estructuras psicopáticas.
En el segundo capítulo, se hace una revisión teórica acerca de los elementos relevantes
trabajados hasta el momento en cuanto a la definición y los componentes determinantes de la
Psicopatía, así como algunos planteamientos desde la teoría conductual y aportes provenientes
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de teorías psicoanalíticas. En este apartado se hace énfasis en el modo de relación que el sujeto
psicopático establece con las demás personas, el entorno y consigo mismo, con el propósito de
poner en evidencia cómo las fuertes frustraciones primarias y sus fijaciones de carácter oral-anal
se asocian a comportamientos dominantes, manipuladores, agresivos y a una tendencia a carecer
de empatía y remordimiento. Sin embargo, se enfatiza, a partir de aportes como Bergeret (1980),
Garrido (2003), Millón (1998) y Schneider (1980), su capacidad de adaptarse y desempeñarse
adecuadamente en distintos ámbitos sociales.
Finalmente, para el tercer capítulo se retoman los elementos mencionados sobre psicopatía
con el fin de dar cuenta de la forma como se acoplan las características conductuales, afectivas e
interpersonales más distintivas del psicópata a la vida militar, logrando una adaptación a esta
institución porque la organización y el funcionamiento de la misma le permiten canalizar su
estructura de personalidad.
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ESTADO Y FUERZAS MILITARES
“La potencia no puede residir exclusivamente en la máquina. Se necesitan hombres para manejar las máquinas y se necesitan hombres para chocar con el enemigo y para arrebatarles
sus bases de operaciones y sus centros de producción” (Marshall, G.)1.
Antes de explicar el acoplamiento que se presenta entre las dimensiones estructurales de las
personalidades psicopáticas y la dinámica militar, se hace necesario hacer una revisión de las
características generales del las Fuerzas Militares con el fin de enmarcar las condiciones sociales
bajo las cuales sus miembros deben desempeñarse, ya que éstas incidirán de forma directa en la
adaptación que las personas psicopáticas establecerán al interior del ámbito castrense.
Dicha revisión comprende la relación existente entre el Estado y las Fuerzas Militares,
quienes, según nuestra Carta Magna (1991)2, son dos entidades centrales a la hora de fortalecer
la unidad nacional y garantizar un orden político, económico y social justo. El Estado es el eje
central sobre el cual recae el poder político otorgado por parte de la nación soberana, mientras
que la Fuerzas Militares son la materialización coercitiva del primero o, como diría Alejo Vargas
(2002), del “monopolio de la violencia organizada”
Para poder entender a “grosso modo” la relación dada entre estas dos instituciones se
desarrollarán dos apartados básicos: uno concerniente al Estado, su constitución y función , y
otro en el que se explicará el papel de las Fuerzas Militares dentro del Estado y la nación.
Debido a que el interés del escrito recae en las Fuerzas Militares, las divisiones subsiguientes
abarcarán temas constitucionales y legales del mismo así como de su formación castrense, siendo
estos últimos elementos principalmente abordados dentro del contexto colombiano.
1 Citado por Perre, J. (1963). 2 Se trabajó la edición comentada de Peña, Rogelio (1998). Constitución Política de Colombia: Edición comentada. (3ª. Ed). Santa Fe de Bogotá, D. C: ECOE.
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El Estado
En esta primera parte del capítulo se pretende dar a conocer cómo el Estado se consolida en un
ente indispensable para el mantenimiento del orden y del control social de toda nación.
Su constitución es producto de fuertes transformaciones sociales que han entretejido diversos
tipos de asociaciones, tales como: “la familia, el clan o gens, la fratría, la tribu y la polis, hasta llegar
al Estado Moderno” (Acevedo, 1986, p. 30). Mientras las primeras presentan una organización
social en la cual toda la autoridad reposa sobre la voluntad exclusiva e incondicional de un solo
individuo, jefe o líder, fenómeno denominado por Naranjo (1997) “individualización del poder”, en
las segundas “la conducción del grupo y la satisfacción de los intereses colectivos del mismo”
(Burdeau citado por Naranjo, 1997, p. 83) está en manos de organizaciones políticas continuas y
objetivas, no supeditadas a intereses personales.
Este tipo de instituciones jurídicas, sus mecanismos constitucionales y administrativos, y su
estructura burocrática fuertemente definida, permitieron que se empezara a garantizar, en la medida
de lo posible, “una separación entre el poder y los individuos que lo ejercen” (Naranjo, 1997, p. 84);
un poder institucionalizado e impersonal de la ley, y, por tanto, subordinando a condiciones
preestablecidas3. Hecho que con el tiempo contribuyó a que distintas comunidades, con costumbres,
ideologías e historias compartidas, y asentadas dentro de un espacio físico y material, relativamente
definido, se consolidaran en poblaciones dominadas por un mismo gobierno. El cual con la intención
de mantener el orden interno y externo de su nación constituyó ejércitos estables y permanentes que
funcionaban como soporte de “las unidades de poder reciamente organizadas” (Heller, 1967, p. 142),
imponiendo a los ciudadanos el deber de obediencia con carácter general.
3 Normas jurídicas, instituciones y mecanismos permanentes que regulan la autoridad pública, cuyos representantes no pueden hacer nada que anticipadamente no esté autorizado. “Estas instituciones y normas tienen duración, permanencia y estabilidad superiores a la duración de la vida individual, de modo que una institución puede permanecer casi inmutable por años, aun cuando en ese tiempo sea «personificada» por varias generaciones diferentes”. (Vargas, 2000, web site).
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Como vemos, sea en estructuras de poder individualizado o de poder institucionalizado, la
mención de las palabras autoridad, poder y dominio implica una “relación de mando-obediencia,
donde los hombres que mandan se llaman gobernantes y los que obedecen se llaman gobernados”
(Araújo, 1996, p. 9).
Este tipo de relación, para algunos autores denominada “poder político/público” o “autoridad
soberana” (Acevedo, 1986; Andrade, 1987; Araújo, 1996; Heller, 1987; Naranjo, 1997), implica
subordinación por parte de quien recibe las órdenes, sea por legitimidad o por temor a la coerción
física.
Cuando se habla de legitimidad se hace referencia al hecho de que quienes estén sujetos a dicho
dominio, a causa de que “han renunciado al involucramiento de los asuntos públicos y, por
consiguiente, han delegado totalmente su voluntad al Estado” (Corral, 2006, p. 5) y a los
representantes del mismo, tengan razones para aceptarlo y admitirlo como válido y justo. Si el
pueblo percibe que la autoridad del Estado es ejercida conforme a lo establecido en la ley y en busca
de garantizar los derechos fundamentales de los ciudadanos, entonces se someterá sin ser necesario,
salvo en casos marginales, recurrir a la fuerza física.
Sumado a esto, la adopción de medidas coercitivas por parte de la autoridad, en ocasiones de
carácter colectivo, obedece a la búsqueda de una actuación que posibilite tanto prevenir alteraciones
de orden público como “reprimir las resistencias o insubordinaciones que ponen en peligro la
estabilidad institucional, la seguridad del Estado y la eficacia misma de tales medidas, cuyo objetivo
esencial debe ser el de preservar la tranquilidad pública y el estado de derecho” (Naranjo, 1997, p.
120); es decir, posibilitar la emergencia de una sociedad civil armónica en términos de deseos e
intereses.
Fuerzas Militares
A continuación se ampliarán aspectos como la función y estructura del cuerpo armado de las
Fuerzas Militares, representante del poder institucional, en busca de mostrar el marco general que
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determina su dinámica interna altamente jerárquica y disciplinada, indispensable para el
cumplimiento de su misión estatal, objetivo que le demanda hacer uso legítimo de las armas.
Como ya se ha hecho mención, el Estado tiene como función elemental el mantenimiento del
orden interno y externo de la nación, y, por tanto, la evitación de la dispersión de la violencia. Esta
misión ha tratado de ser cumplida a cabalidad con la instauración de las Fuerzas Militares, organismo
que al formar parte exclusiva -junto con la Policía Nacional- de la Fuerza Pública, es quien
representa el monopolio de la fuerza legítima, ya sea para la defensa de la soberanía nacional o el
ataque militar.
Aunque su estructura, tipo y cantidad de unidades son definidas según las necesidades y
posibilidades de cada país, esta clase de institución suele dividirse en tres cuerpos: (a) el ejército de
tierra, (b) la Fuerza Aérea -o ejército del aire-, y (c) la marina, también llamada Armada o ejército
del mar.
La amplitud y alcance de cada una de estos tres ejércitos hace necesario, debido a la extensión de
territorio y al número de ciudadanos, contar con un cuerpo militar entrenado y disciplinado que haga
presencia a lo largo y a lo ancho del territorio, lo cual es posible a través de la prestación por parte de
los ciudadanos del Servicio Militar Obligatorio o conscripción, llamado por los antiguos romanos
“delecto” (Librado & Urueña, 2005).
La conscripción fue implementada por Napoleón, y sigue siendo implementada en algunos países
en busca de asegurar una preparación rápida y eficaz de tropas inexpertas para el combate, las cuales
en tiempos de paz pueden vivir de manera habitual pero que en tiempos de guerra pueden engrosar
rápidamente las filas de los ejércitos. Aunque los ciudadanos no constituyen un pie de fuerza
permanente, la instrucción militar recibida los convierte en personas aptas para combatir cuando las
circunstancias del país lo exigen y el gobierno lo determine. Este elemento junto con lo mencionado
en el artículo “El servicio militar en Colombia: Inequidad, corrupción y propuesta para su reforma”
de la Fundación Seguridad y Democracia (2004) y en el libro Las mutaciones de la guerra moderna
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de Perre (1963), nos hace ver que la implementación del Servicio Militar Obligatorio obedece a tres
razones: (a) aumentar el número de fuerzas cuando se pasa a un estado de beligerancia, (b) reducir
los costos materiales y humanos que se producen al mantener una fuerza disponible en todo
momento, y (c) legalizar la estancia, por parte de civiles, en una institución armada.
Debido a que el reemplazo de tropas en el ejército por medio del Servicio Obligatorio sólo cuenta
para la prestación de un servicio a término fijo, los distintos gobiernos implementan otro método
para engrosar de forma permanente las filas de las Fuerzas Armadas: el Servicio Militar Profesional.
Éste consiste en que el ciudadano que se encuentra interesado, por deseo propio y convicción hacia la
causa de esta institución, puede ingresar al ejército y realizar carrera militar en las distintas
academias para formarse como Soldado Profesional; Suboficial u Oficial, siempre y cuando cumpla
con los requisitos estipulados por los estatutos de cada Estado.
Fuerzas Militares Colombianas
Las Fuerzas Militares de nuestro país se encuentran constituidas, de acuerdo con el artículo 217
de la Constitución Política de Colombia de 1991, “por el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea,
siendo su finalidad primordial la defensa de la soberanía, la independencia, la integridad del territorio
Nacional y del orden constitucional” (Peña, 1998, p. 161), elementos que son nuevamente reiterados
a través del decreto 1512 del 2000, en el cual se define a las Fuerzas Militares como “organizaciones
permanentes instruidas y disciplinadas conforme a la técnica militar, en busca de salvaguardar
nuestra nación, defendiendo la integridad territorial de nuestros límites actuales, los espacios
marítimos y el espacio aéreo nacional” (Ospina y Bolívar, 2004, p. 189)4.
El cumplimiento de la misión por parte de las Fuerzas Armadas Colombianas, exige que el
personal militar sea, por una parte, suficiente para abarcar y, si es el caso, cubrir la totalidad del
4 En este sentido, de una u otra manera, los distintos miembros de las Fuerzas Armadas, se encuentran legal y legítimamente autorizados, por mandato constitucional y bajo las restricciones que éste les impone, a portar armas y recurrir a ellas para “defender su nación y preservar los derechos fundamentales necesitados de protección” (Ospina y Bolívar, 2004, p. 11). Elementos que muchas veces, no sólo justifican el propósito inmediato de derribar al adversario o incapacitarlo, sino que en innumerables ocasiones conduce a dar muerte durante el enfrentamiento; una disposición a sacrificar la salud y hasta la vida por el honor y la integridad de la patria.
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territorio nacional, y, por otra, se encuentre capacitado e instruido en la técnica militar y lo que ella
implica. Para esto el gobierno nacional, según la ley 48 de 1993, artículo 75, ha dispuesto el
cumplimiento obligatorio del servicio militar para todo ciudadano que se encuentre entre los 18 y 50
años de edad. Su duración varía de 12 a 24 meses, según la modalidad en que la persona sea
incorporada, ya sea como (a) Soldado Bachiller, (b) Soldado Regular, y (c) Soldado Campesino.
La figura de Soldado Bachiller comprende, como su nombre lo dice, a jóvenes que hayan tenido
la oportunidad de terminar el bachiller clásico, técnico o en otras modalidades. Debido a que poseen
una formación académica básica, son incorporados a unidades administrativas, “siendo
absolutamente prohibido que sean empleados en misiones de orden público” (Plata, 2003, p. 32).
Por su parte, los Soldados Regulares, aquellos jóvenes que no han terminado sus estudios de
secundaria y no se encuentran estudiando, al igual que los Soldados Campesinos, son concentrados
en unidades militares donde “reciben instrucción y capacitación para cumplir con varios ciclos de
entrenamiento y son adiestrados en las técnicas de contraguerrilla, manejo de armas y otras doctrinas
que debe conocer para enfrentar la realidad del conflicto colombiano” (Plata, 2003, p. 36). Aunque
la mayoría de las veces son empleados en operaciones de control militar de área, que comprenden
desde patrullajes, realización de actividades cívico-militares, hasta retenes de apoyo, en algunas
oportunidades, deben combatir “reductos de las FARC, del ELN o de las Autodefensas ilegales”
(Plata, 2003, p. 37).
Aparte de estas tres modalidades, existe otra figura, mencionada en páginas anteriores: el
Soldado Profesional. Son individuos que después de haber prestado el Servicio Militar Obligatorio,
escogen como opción de vida y profesional la carrera militar. Una vez que toman la decisión de
formar parte de la institución reciben entrenamiento y terminado éste se destinan a cualquiera de las
Unidades que acogen al Soldado Profesional.
5 Reglamentación del servicio de reclutamiento y movilización, en : http://www.secretariasenado.gov.co
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Dentro de las tres escuelas de mayor importancia se encuentran: la Escuela de Soldados
Profesionales, que materializa el proceso de transición entre el Servicio Militar Obligatorio al
Servicio Militar Profesional, la Escuela de Suboficiales y la Escuela Militar de Cadetes, cada una con
sus correspondientes escuelas de capacitación.
Debido al alto nivel de disciplina que debe tener un ejército su estructura es estrictamente
jerárquica, basada en Unidades Militares menores -como escuadras, pelotones y compañías-, y
mayores -como batallones, brigadas y regimientos-, por lo que cuenta con un sistema de escalafones
formados por militares de distintos rangos, lo que en última instancia termina por definir las
relaciones de mando y las funciones a ejercer por parte del personal militar. Los rangos
profesionales pueden abarcar, en forma ascendente, de cabo a sargento –pertenecientes a la categoría
de suboficiales- hasta grados como capitán, coronel efectivo o full, como lo llaman en la milicia, y
general, pertenecientes a las categorías de oficiales subalternos, oficiales superiores, y oficiales
generales, respectivamente. Estos nombres y los distintivos de cada grado varían dependiendo del
cuerpo armado al que se este haciendo referencia, por ejemplo, el contra-almirante –oficial de
insignia de la armada e infantería de marina- es equiparable al grado de brigadier general del
ejército6.
Dentro de la estructura de mandos anteriormente descrita, es notable recalcar que todos los
mandos inferiores deben obedecer a los mandos superiores directos, quienes por su mayor
antigüedad, conocimiento y experiencia tienen el derecho y deber de ejercer su autoridad en busca de
cumplir a cabalidad con la misión de la institución, pero siempre teniendo presente los mandatos
constitucionales, legales y reglamentarios que regulan la actividad de la fuerza pública (véase ley N.
522 de 1999)
6 Esta información fue recopilada de Ospina & Bolívar (2004), Librado, H., & Urueña, M. (2005), y páginas web como: www.cgfm.mil.co, www.ejercito.mil.co, www.fac.mil.co, y www.armada.mil.co.
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Formación Castrense
Los integrantes de las Fuerzas Militares, al ser garantes de la seguridad democrática y de la
defensa nacional, deben poseer una formación profesional que los habilite como conocedores tanto
del arte y de la ciencia militar, como de las responsabilidades que implican el uso legítimo de las
armas a ellos entregadas por la ciudadanía.
La obtención y el mantenimiento del nivel de preparación militar necesario son dados a través de
programas de instrucción y entrenamiento que son impartidos en forma práctica y teórica.
Actividades como reconocimiento de terreno, ubicación de puntos de escape, camuflaje, movilidad
en arrastre bajo, pruebas de entrenamiento físico, ejercicios de supervivencia, práctica de polígono, y
demás elementos de los diversos ramos del servicio son impartidos con el objetivo de que
contribuyan a que el individuo adquiera capacidades y habilidades para el combate. De acuerdo con
la lectura realizada en distintos manuales de arte militar y al artículo “Nuevos conceptos de la
educación militar” de Medina (2001), son cuatro los elementos centrales de la formación militar:
1. Desarrollo de capacidades intelectuales, comprensivas y reflexivas por parte del soldado en
cuanto a la misión institucional y su papel en la obtención de ésta, lo cual se logra por medio de la
instrucción teórica. Durante la formación académica militar los soldados consolidan conocimientos
respecto a los tres elementos fundamentales del arte de la guerra: la estrategia7, la táctica8, la
logística9, y en temas complementarios como topografía, lecturas de cartas, legislación militar,
régimen de instrucción y mando, entre otras.
7 La estrategia militar se ocupa del planeamiento y dirección de las operaciones militares para conseguir la victoria. Este diseño de actuación abarca determinar cómo se distribuye a los efectivos y/o unidades sobre el terreno de juego o teatro de operaciones, asignación de roles y tareas específicas a cada uno de ellos, así como el establecimiento de metas y tiempo de ejecución. (Escuela Militar de Cadetes, s.f; Medina, 2001) 8 La táctica consiste en la correcta ejecución de los planes estratégicos militares, a partir del adecuado empleo de los medios de acción en el desarrollo de la guerra. Involucra cómo cada equipo o individuo, a la vista y en presencia del enemigo, llega a realizar el rol que le ha sido asignado estratégicamente, cómo se disponen el personal sobre el terreno asignado y las acciones a desarrollar para llevar con éxito su rol. (Escuela Militar de Cadetes, s.f; Medina, 2001) 9 La logística es la ciencia que tiene por objeto planear, preparar, obtener, almacenar, distribuir y administrar los recursos de material y servicios que requieran las fuerzas militares para el cumplimiento de su función. (Medina, 2001; Escuela Militar de Cadetes ; s.f)
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2. Formación por parte del soldado de criterios propios como combatientes mediante el servicio
en el terreno. Es una instrucción práctica y técnica en el manejo de armas que los capacita para
iniciarse como oficiales especializados en los principios y procedimientos de la infantería, caballería,
artillería, ingeniería, armas blindadas y en los servicios de intendencia, material de guerra,
transmisiones y sanidad.
El entrenamiento no sólo abarca el adiestramiento en cuanto al modo y tiempo en que deben
disparar -disparos repetitivos ante la percepción de estímulos discriminativos concretos, cuyos
aciertos son reforzados a tal grado que la acción de disparar se convierte en un respuesta refleja10-,
sino también la manera como deben armar y desarmar su fúsil, lo que también incluye limpiarlo y
mantenerlo permanentemente en buen estado. Es obligatorio realizar todas las actividades con su
armamento en el hombro, y, en algunos casos, deben hasta acariciarlo, ponerle nombre y tratarlo
como una mujer. Todo ello con el propósito de que la proximidad de los combatientes a sus fúsiles
haga que éste se configure para el sujeto no sólo como instrumento potencial de victoria y de
supervivencia, sino que termine por incorporarlo como una extensión más de su propio cuerpo, de tal
manera que su “cuerpo se asuma con el arma” (Hoyos citado por Castro, 2002, p. 4) y ésta como su
identidad corpórea.
3. Desarrollo corporal del soldado que se obtiene por medio de la educación física que
comprende actividades como atletismo, gimnasia, deportes programados técnicamente, marchas,
entre otros. Este entrenamiento se implementa para acondicionar los cuerpos de los soldados de tal
manera que más tarde en las confrontaciones bélicas no lleguen a producir una inadecuada actuación.
4. Formación ética y humanística. La institución pretende infundir y desarrollar un conjunto de
principios -como la justicia, la lealtad, el honor, la disciplina-, creencias y convicciones cívicas-
10 En las últimas décadas, las Fuerzas Militares han buscado que los objetivos discriminativos sean lo más similares a la estructura física humana, para ello han hecho uso de siluetas tridimensionales, fotos reales y simulaciones. Si las tasas de disparo son las esperadas, los soldados son estimulados con refuerzos positivos o negativos, pero sí, por el contrario, no cumplen las expectativas de sus superiores recibirán castigos tales como aumento en la rutina de ejercicios o pérdida de salidas.
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militares, que tengan como referente la dignidad de las personas humanas y sus derechos
fundamentales y colectivos. Se busca que a partir de la interiorización de estos principios los
comportamientos ejecutados por los profesionales de las armas sean acordes a la filosofía y objetivos
de la institución. No obstante, el General Padilla (2004) nos aclara que esta interiorización va más
allá de que el soldado deba ser capaz de recitar de memoria los principios, valores y código de honor
del ejército, requiere que éste los haga parte de su vida cotidiana y posea un entendimiento profundo
del espíritu detrás de las reglas.
Si bien los programas de instrucción y entrenamiento11 hacen parte esencial del moldeamiento
físico, intelectual, técnico y moral del profesional militar12, el verdadero adiestramiento mental de
éste se encuentra cimentado en el ambiente exigente, rígido y normativo de esta institución, siendo el
acatamiento de las reglas y la sujeción a sus cánones ejes centrales en el adoctrinamiento de sus
miembros.
Conforme al reglamento interno de las Fuerzas Militares Colombianas, la disciplina como
ejercicio inmediato de las órdenes impartidas gira en torno a una cadena de poder, donde la
capacidad de mando y obediencia está dada por las atribuciones de quienes son considerados
superiores y las obligaciones de quienes son catalogados subalternos. En la medida en que cada
integrante tiene la obligación de dar cuenta de sus acciones a sus superiores directos, la estructura
jerárquica e inflexible de las Fuerzas Militares permite que la institución oriente y unifique el obrar
colectivo para la obtención de su objetivo final.
El estricto conocimiento y cumplimiento por parte de los militares de las tareas que le son
encomendadas, adquiere apremiante importancia durante el combate, ya que la mayoría de veces la
vida de sus miembros depende de la pronta y adecuada ejecución de las órdenes, y no sólo eso,
11 Para obtener mayor información en cuanto a los centros de educación militar y las distintas escuelas, dirigirse a la pagina web http://www.cemil.mil.co/ y http://www.cenae.mil.co/
12 Cuando el soldado llega al campo de batalla debe encontrarse preparado para soportar no sólo interminables meses y años de exposición a la selva, al calor, frío, lluvias extremas, extraños bichos, falta de alimentos, entre otros, sino también, y lo más importante, entrenado para enfrentar la más desgarradora exposición a sangre y muerte, donde sólo hay una vía de supervivencia: aceptar la idea de ofrecer la vida por su nación y matar a su enemigo en nombre de la misma.
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también de la sincronización y cohesión de las acciones del grupo. Por tanto, quien ingresa a este
tipo de instituciones debe desde un principio atenerse a una reglamentación donde la subordinación
es elemento indispensable para el mantenimiento del orden militar y su funcionamiento como ente
colectivo.
La sujeción por parte del soldado a esta dinámica interna se hace a través de la impartición de
normas fijas y claramente establecidas, avaladas por el Estado, que regulan, en todo tiempo y lugar,
los comportamientos verbales y no verbales de sus miembros. Esto se evidencia desde el momento
en que el recluta es aislado de su familia y amigos, siendo obligado a vivir en un cuartel, alejado de
los habitantes civiles, y con personas que le son totalmente ajenas. Es así que rápidamente se ve
expuesto a costumbres, prácticas y saberes militares que entran en contradicción con la libertad de
acción, privacidad e identidad que hasta el momento ejercía como ciudadano, buscando, como
veremos más adelante, reforzar la formación de hábitos a través de la repetición, pues como afirma el
General Padilla (2004), en el ámbito militar se considera que los valores y la conformación del
carácter moral de las personas se desarrollan a través de la reiteración de las acciones –ya sea que
implique acción u omisión-.
El soldado debe renunciar, sin quejas ni lamentos, a su apariencia, su forma de vestir, de hablar
y de comportarse. Su aspecto personal no puede salirse de los parámetros que dictaminan que todo
miembro del ejército durante su prestación de servicio o carrera militar debe tener el cabello corto y
portar el traje verde y las botas de manera pulcra e impecable.
Así mismo, el soldado debe aprender a hablar en el tono que el militar ha reglamentado. A través de la repetición se le obliga a una práctica constante. Se le pide siempre que hable en tono más fuerte, que cante los himnos más fuerte, que imite a sus superiores. Sin embargo, esto no queda allí, otro objetivo del ejército es enseñar al recluta la manera de caminar del militar. Se le enseña a marchar, a caminar erguido y con los procedimientos establecidos por el manual de orden cerrado (Atehortúa, 2005, p. 98).
Esto junto con otros actos -como la rutina diaria de aseo, la forma en que debe ser saludado cada
uno de los grados militares, las formaciones, marchas, y los controles de tiempo para acciones tan
- Milicia y Estructura Psicopática - 21
mínimas como ir al baño, vestirse, desayunar, entre otras-, en donde “cada actividad tiene un orden,
secuencia y duraciones estipuladas previamente”, dan cuenta de la existencia de una reglamentación
colectiva y extrema, “con la cual se busca vigilar la conducta de cada miembro en cada instante, y de
apreciarla, sancionarla, o medir sus cualidades y sus meritos” (Foucault, M. citado por Atehortúa,
2005, p. 61).
No obstante, “estas medidas aunque podrían parecer absurdas desde una perspectiva
desprevenida, en realidad poseen enorme significado en cuanto se trata tanto de eliminar el pasado
civil del conscripto” (Atehortúa, 2005, p. 43) como de abrir paso a la adopción del rol militar, donde
la constitución de una identidad colectiva tiene gran relevancia13.
Para ello, las Fuerzas Militares se valen de dos elementos: (a) el uso de discursos que exaltan la
vida militar y denigren la condición de civil, y (b) la implementación de castigos y refuerzos
positivos y negativos.
Respecto al primer elemento, vale la pena mencionar que desde su recibimiento, los reclutas
reciben un trato fuerte y enérgico por parte de sus superiores, quienes en forma continúa reiteran la
falta de hombría de aquellos que se niegan a prestar servicio militar, y , por otro lado, la berraquera
y valentía de aquellos que asumen su obligación con el país.
Al soldado se le señala que el servicio militar es justificable y que se presta en atención a
intereses nobles y elevados. El honor, la hombría, y el amor a la patria son insistentemente
mencionados, enfatizando que sólo la milicia es dador de tan grandes valores, y que sólo quienes
soportan las vicisitudes de ésta pueden ser considerados comos hombres con “conciencia del
sacrificio, del cumplimiento con la instrucción y con las órdenes por el bien de nosotros mismos y de
todo el país” (Atehortúa, 2005, p. 57). En esa dirección, finalmente la mayoría de soldados aceptan
como necesarias todas las acciones de sus superiores.
13 Así mismo se busca que los soldados, a través de este adiestramiento rígido y exigente, donde todos deben hacer las mismas cosas, al mismo tiempo y en el mismo lugar, aprendan a responder por fuerza de hábito a las órdenes específicas de combate; en otras palabras sean altamente condicionados.
- Milicia y Estructura Psicopática - 22
La exaltación de estos valores y sentimientos, sumado a las continuas recordaciones de las
tradiciones, héroes e ideologías de los países y de sus ejércitos nacionales, son elementos de los
cuales el poder armado se vale para crear en sus subalternos sentimientos comunes que los
identifiquen con la naturaleza y finalidad de la milicia y, como tal, con sus jefes y compañeros.
Además de esto, puede decirse que a medida que se inculca el amor a la patria y, con ello, la
voluntad de defenderla mediante el uso de las armas, se incentiva sentimientos de odio y agresión
hacia quienes pueden considerarse como enemigos de la soberanía. Elementos vinculantes del
grupo, que ante situaciones que amenazan con la muerte o daños corporales, determinan en gran
medida la actuación militar.
El discurso militar justifica el aniquilamiento y muerte del adversario. Éste al ser catalogado, en
forma legitima, por el Estado y la ciudadanía como amenazante para la tranquilidad nacional, queda
instaurado como un objeto, despojado de toda connotación humana, ante el cual no se puede ni se
debe mostrar compasión alguna, pues sí en algún momento esto sucede correrá riesgo su vida, la de
sus compañeros, su ejército y su nación.
El enemigo viene a ser un objeto, que se configura de la misma manera como se instala la noción
de las armas14. Si yo soy un arma puedo matar y si mi enemigo también lo es, entonces debo
aniquilarlo, puesto que si no lo hago, él lo hará conmigo; matar o ser matado, ver la muerte y
sobrevivir a ella, son reglas generales del combate.
En cuanto al segundo elemento, la amenaza del castigo y su aplicación misma forman uno de los
soportes básicos de la disciplina militar en el ejército colombiano. “El Código Penal Militar no sólo
es mencionado en forma repetitiva como medida alternativa frente a las faltas contra la disciplina,
14 El empleo de armas desde tiempos inmemorables ha tenido un significado relacionado con la hombría y el honor. Antiguamente, el duelo con el arma blanca indicaba la cercanía de los cuerpos en el combate. Morir en enfrentamiento cuerpo a cuerpo no era algo vergonzoso, sino que, por el contrario, era símbolo de valentía y orgullo. Con la invención de la pólvora, la distancia entre los combatientes se fue alargando; el distanciamiento con el enemigo implicó una mayor proximidad de los combatientes con sus fúsiles.
- Milicia y Estructura Psicopática - 23
también se recurre a él como expediente que infunde temor y construye orden” (Atehortúa, 2005, p.
81).
Las sanciones disciplinarias abarcan desde penalidades simples como realizar trabajos especiales
durante horas seguidas, pérdidas de salidas, hasta arrestos y destitución del cargo. Sin embargo, más
allá de la norma reglamentada, existen penalidades internas dadas por la tradición, que aunque no
están estipuladas en el régimen disciplinario sí hacen parte esencial de la formación militar. Por
ejemplo, el faltarle el respeto a un superior por no haber obedecido una orden, puede ser castigado
con flexiones de pecho, llamadas “las veinte” o “veintidós de pecho”, con vueltas alrededor de un
palo -el famoso “volteo”-, entre otros (Atehortúa, 2005).
Anexo a esto, dentro de la relación que se establece entre los mismos conscriptos se presentan
prácticas, que a la luz de la sociedad occidental no son muy aceptadas, pero que al interior del
ambiente militar sí. Ejemplo, se acostumbra a “cuadrarse”, denominación que hace referencia al
robo, así lo enuncia uno de los relatos de conscriptos referenciado por Atehortúa (2005):
El robo es común en el ejército. Se ejecuta para cuadrarse o como sistema de vida. Cuando a uno le roban una camiseta o un pantalón del uniforme, no queda alternativa: quitarle lo mismo al otro…Cuando a uno le roban y pone la queja, la respuesta del cabo es: ¿usted no es hombre? ¡Vaya busque, vaya cuádrese!..Es mejor quedarse callado. En el ejército se castiga mucho al sapo, al metido. Al que le va con quejas al cabo se le rechaza, se le persigue, se le jode y se le roba. (p. 115).
También existen las llamadas “perradas”, las cuales consisten en acciones y artimañas empleadas
por los conscriptos para tomar ventajas de sus compañeros, alcanzar satisfacciones negadas, y
desobedecer o desconocer órdenes sin peligro de retaliaciones. Existen buenas y malas, de acuerdo a
la intención de quien las realice. Las buenas son mecanismos para cumplir con mayor facilidad y
menor esfuerzo las disposiciones del servicio militar, en busca de ganar el aplauso de su superior,
mientras las perradas malas consisten en burlar las disposiciones militares y realizar actos
encubiertos pero para satisfacción propia y sin conocimiento ni aprobación del superior; actos que
regularmente perjudican a sus camaradas (Atehortúa, 2005, p. 103).
- Milicia y Estructura Psicopática - 24
Contrario al castigo aparece el estimulo. El permiso de salida para el fin de semana, media hora de descanso adicional, la posibilidad de disfrutar algún deporte, o la posibilidad de ascender a dragoneante se convierten en estímulos; reconocimientos o premios para la observación y el mantenimiento de buena conducta o disciplina (Atehortúa, 2005, p. 83).
Estos refuerzos se aplican en la medida de lo ya mencionado por el General Padilla (2004):
“cuanto más se refuercen las conductas positivas a un ser humano, más se condicionará a éste a la
repetición de las mismas” (p. 54), logrando inculcar los comportamientos aprobados y requeridos por
el ámbito militar. Claro está que esto también se logra a través de las coacciones ya nombradas.
Tanto los castigos como los refuerzos son aplicados de manera individual como colectiva, una
ejemplificación de esto puede ser el caso de que quien evade servicio por algunos días puede ser
penalizado con calabozo, o con el hecho de ponerlo a trotar con todo el material de la intendencia al
hombro. Pero también, el superior puede tomarse la atribución de imponer este castigo no sólo a
quien ha cometido la falta sino a toda su escuadra o pelotón. Esto es utilizado con el fin de que los
subalternos tomen en consideración que sus faltas individuales afectan el actuar grupal, creando así
una conciencia colectiva, donde “cada uno de sus miembros siente que hace parte de un todo que
opera de forma articulada, como aquellas colonias de hormigas que funcionan conjuntamente
interrelacionadas, en donde se da una noción de corporeidad del colectivo sin el cual no es posible
sobrevivir” (Librado & Urueña, 2005, p. 37).
Por supuesto que este sentido de adherencia y de adaptación a la milicia varía de acuerdo a cada
individuo. Como hemos venido viendo el fuerte sistema disciplinario impuesto a los soldados
infringe marcas en sus personalidades y, por tanto, en sus constituciones yoicas, sin embargo, el
grado en que éstas se dan se ven determinadas por las convicciones, ideologías, sistemas de valores y
modelos de comportamiento que los individuos han interiorizado durante su formación como civil.
Esto en tanto que su concepción de sí mismo y del mundo, lo faculta, según a lo que considere como
correcto o incorrecto, a actuar de determinada manera o abstenerse de hacerlo.
En la medida que la milicia exige a sus miembros estricta obediencia, la exteriorización de las
convicciones íntimas de cada soldado puede verse, en mayor o menor medida, violentada y, con ello,
- Milicia y Estructura Psicopática - 25
el ejercicio de la libertad de conciencia. Sin embargo, esta sujeción a las normas no implica un
seguimiento ciego de las misma por parte del subalterno, ya que éste puede objetar, en pro de sus
creencias y convicciones, aquellos imperativos jurídicos que violenten, en forma injustificada y sin
razón constitucional, sus preceptos individuales.
A manera de conclusión y retomando a Atehortúa (2005) puede decirse que la formación
profesional del militar se caracteriza por ser un escenario de dominación y disciplina, en el cual la
existencia del proceso fundamental, llamado por Goffman (1961) “mortificación del yo”, es
implementado a través de desvalorizaciones, degradaciones y humillaciones sistemáticas de su
condición individual y civil. Por otro lado, se instauran la agresividad y hostilidad como medios de
relación para el adecuado desempeño de sus combatientes, para lo cual incentivan la carencia de
remordimiento y culpa frente al enemigo, junto con la adherencia y dependencia al arma, a la nación
y a la patria. Elementos que, como veremos más adelante, se constituyen en mecanismos que
permiten a las personalidades psicopáticas manifestar su necesidad de aniquilamiento y destrucción.
Sin embargo, antes de ahondar en esto, se considera necesario hacer un breve repaso por el modo de
funcionamiento de dicha estructura. Ello en busca de conocer su dinámica, características
particulares y mecanismos de relación con el entorno.
- Milicia y Estructura Psicopática - 26
PSICOPATÍA
"La mía es una disposición pacífica. Mis deseos son tener sólo una cabaña humilde con su techo de paja, una buena cama, alimentos frescos, leche y mantequilla, un jardín de flores junto a mi ventana,
unos cuantos árboles a ambos lados del camino hacia mi puerta. Y si Dios quiere hacer mi felicidad completa, estoy seguro que me concedería el goce de ver a seis o siete de mis enemigos colgados de esos árboles". (Heine, H.)15
La psicopatía es un fenómeno apasionante y complejo que ha suscitado gran preocupación tanto
en los estudiosos del comportamiento humano como en la sociedad en general. En la actualidad esta
conmoción se ha acrecentado a causa de la difusión de carácter masivo de hechos extremadamente
crueles y violentos que han sido ejecutados por seres humanos contra sus semejantes, quienes han
sido calificados con el término: “psicópatas”.
Esta asociación no es rara, ya que dicha palabra desde sus inicios ha sido relacionada con
expresiones como degeneración y criminalidad -concepción dada, principalmente, desde una
perspectiva biológica/genética, la cual para el objetivo de este trabajo no desarrollaremos-. No
obstante, teorías como la de Hare y Cleckley, -en quienes nos basaremos por ser referentes
fundamentales en cuanto a la delineación de esta temática-, hoy por hoy, dan cuenta que aunque el
psicópata se caracteriza por la tendencia a carecer de empatía y remordimientos, ser propenso a la
acción, entre otros, su funcionamiento y desenvolvimiento social no está siempre e inevitablemente
asociado con la violación constante de las convenciones o normas sociales, es decir, con el actuar
delictivo o el ámbito carcelario.
Su estructura y rasgos de personalidad, teniendo en cuenta la definición dada al respecto por
Bergeret (1980) y Schneider (1980), muestran un nivel de adaptación y funcionalidad social
adecuados, más si su modo de ser se desenvuelve dentro de un ámbito social acorde con su modo de
funcionamiento, es decir, si las condiciones y dinámicas de determinada institución -para el caso de
15 Citado por Alarcón & Trujillo (1997).
- Milicia y Estructura Psicopática - 27
este escrito, la organización militar- le hace posible exteriorizar su psicopatía de forma socialmente
adaptada.
A continuación, se hace una breve presentación del desarrollo histórico del concepto. Luego de
ello, se dan a conocer las características definitorias del mismo tomando como referentes a Cleckley
(1976), Hare (1993), Garrido (2003), entre otros. Posteriormente, con el objetivo de presentar una
explicación de su modo de funcionamiento, nos centraremos en autores psicoanalistas como Bergeret
(1980), Joel Zac (1977), Liberman (1966).
Etimología y evolución del concepto
Palabras como “psicópata”, “psicopático”, “sociópata”, “antisocial”, entre otros, han sido
utilizadas para dar cuenta de este fenómeno. No obstante, en el transcurso de esta sección veremos
que existen algunas diferencias entre estas acepciones.
De acuerdo con Vicente Garrido (2003), la definición etimológica de psicopatía significa
enfermedad de la mente -de psico, mente, y patía, enfermedad-, siendo asociado a sintomatologías de
tipo psicótico. No obstante, según lo reportan distintos autores (Garrido, 2003; Marietán, 2004;
Millon 1998, 2006; Schneider, 1980), en la actualidad se sabe que este término no está relacionado
con la presencia de deliro, alucinaciones, -ya sean táctiles, auditivas o visuales-, ni desorientación y
pérdida de contacto con la realidad. Es decir, no hay deterioro de la capacidad intelectual ni del
razonamiento.
Esta distinción fue dada a principios del siglo XIX, cuando Philippe Pinel hace mención del
término “manie sans delire” o “la folie raisonnante” (Millon, 1998, 2006). Un “tipo de manía16
carente de alteraciones en las funciones del entendimiento, en la percepción…en la memoria, pero
con cierto desenfreno en las funciones afectivas” (Marietán, 2004, web site), siendo esto relacionado
con una tendencia a cometer actos impulsivos de violencia.
16 Pinel llamaba manía a los estados de furor persistentes y psicosis florida, distinto del concepto actual de manía (Berrios, 1993, p.15).
- Milicia y Estructura Psicopática - 28
A diferencia de Pinel, las teorías de autores contemporáneos como Rush (1812) y Pritchard
(1835) –referenciados por Marietán 1998, 2004- adquieren tintes moralistas al utilizar vocablos como
“depravación moral innata” y “locura moral”, respectivamente. El primero habla de un “patrón de
irresponsabilidad y carencia de culpa consciente…sobre las consecuencias destructivas de sus
acciones” (Millon, 1998, p. 448), mientras el segundo lo describe como una “perversión y
depravación de los principios activos y morales, y lo relaciona con la incapacidad de comportarse
con decencia y propiedad en la vida” (Garrido, 2003, p. 32).
Junto a estas definiciones basadas en juicios morales, que terminaron por impregnar la
connotación de psicopatía, se empieza a considerar que el deterioro de dichas facultades está
relacionado con una constitución defectuosa del cuerpo. Por ejemplo, Lombroso, además de afirmar
que existían individuos que estarían determinados biológicamente para el crimen, “delincuentes de
nacimiento”, consideraba que éstos presentaban rasgos físicos identificables y comunes como:
“mandíbula grande y proyectada hacia delante, orejas alargadas y frente despejada, eran zurdos y
físicamente robustos” (Millon, 2006, p. 169).
Sin embargo, es hasta 1891 que por primera vez aparece el término “psicopático”, cuando el
psiquiatra alemán Koch hace mención de las llamadas “inferioridades psicopáticas”. Esta
denominación busca acentuar la existencia de “inferioridades, congénitas o adquiridas, de la
constitución cerebral” (Millon, 1998, p. 450), que eran asociadas a comportamientos “extravagantes
y conductas perversas, en ocasiones antisociales, pero no alejadas del contacto con la realidad”
(Echeburúa, 1994, p. 67).
Por su parte, Kraepelin acuña la designación “personalidad psicopática” para denotar aquel
“conjunto de personas que no siendo ni neuróticos ni psicóticos, sí presentan un choque en cuanto a
los parámetros sociales imperantes” (Marietán, 1998, web site). Incluía siete subtipos que poseían
peculiaridades en su personalidad, todos ellos “con limitantes en la vida afectiva y en la voluntad”
(Millon, 1998, p. 451). En cuanto a la sub-categoría de los antisociales, Kraepelin menciona
- Milicia y Estructura Psicopática - 29
características muy similares a lo que ulteriormente sería etiquetado como trastorno de personalidad
antisocial:
…enemigos de la sociedad, con oscurecimiento de los elementos morales… destructivos y con una emocionalidad superficial. Es muy probable que hayan tenido problemas en la escuela…suelen empezar a robar desde muy jóvenes y cometen crímenes de varios tipos (Millon, 1998, p. 452).
Hasta ese momento seguía primando la idea de que las personalidades psicopáticas presentaban
defectos morales determinados constitucionalmente –vinculadas con disposiciones hereditarias o
degeneraciones biológicas u orgánicas-. Sin embargo, para 1914 el alemán K. Birnbaum, bajo el
término “sociopatía”, plantea la posibilidad de que las personalidades con inadaptación social -
específicamente, el no sometimiento a las leyes- fueran, por el contrario, “reflejo del aprendizaje
social y de influencias ambientales tempranas deficientes” (Millon, 1998, p. 452). Concepción que
también sería contemplada por Schneider (1980), pues éste aunque reconoce que la psicopatía tiene
una esencia innata, no por ello dejaba de anotar que toda personalidad se desarrolla, teniendo gran
importancia el papel del medio ambiente.
Kart Schneider en su libro Las Personalidades Psicopáticas (1980), texto en el cual amplía la
clasificación dada por Kraepelin, a pesar de tomar la psicopatía de una manera tan extensa -
terminando por incluir una ancha gama de trastornos que en el presente constituyen entidades
nosológicas diferenciadas-, concibe esta temática en términos de personalidad, dándole un enfoque
libre de los límites de perversión y delincuencia como se venía haciendo.
Según este autor, existe un grupo de enfermedades mentales o cerebrales, llamadas psicosis, y otro
grupo de variaciones de modo de ser psíquico, que al ser definidas como extremos de una distribución normal17, es decir, como modos de ser y de comportarse distintos a los de la mayoría de la población; apartado del término medio, son denominados personalidades anormales (López, Ortiz, & López, 1999, p. 109).
17 Esta clasificación está hecha de acuerdo con criterios estadísticos, -la frecuencia de un ítem en la población-, más no sociales. Esto debido a que al estudiar este fenómeno basándose en parámetros de los ideales individuales y colectivos, el debería ser, se tiende a caer en estigmatizaciones que no permiten el estudio científico y objetivo del mismo.
- Milicia y Estructura Psicopática - 30
Las personalidades psicopáticas formarían parte de estas últimas, siendo su particularidad el
hecho de “que sufren por su anomalía o hacen sufrir, bajo ella, a la sociedad” (Schneider, 1980, p.
32). Si bien, Schneider menciona, subraya y destaca propiedades excéntricas y poco comunes que
caracterizan de manera sorprendente a cada uno de los subtipos de personalidades psicopáticas, diez
en total, enfatiza que pese a que algunas de éstas podían culminar en conductas antisociales18 –los
que el llamaba psicópatas desalmados-, no necesariamente, el resto de las personalidades podían
homologarse a los delincuentes -concepción compartida por el psicólogo conductual Echeburúa
(1994)-.
Por el contrario, existían tipos de personalidades psicopáticas que podían vivir dentro de la
sociedad en forma normal, algunos presentando éxito inusual en el ámbito político o económico
(Millon, 1998). Por tanto, como dice Marietán (2004), aunque existen psicópatas que a su vez son
delincuentes, no necesariamente deben ser delincuentes todos los psicópatas.
Por ejemplo, para Schneider pueden existir psicópatas depresivos que a pesar de que siempre
“protestan y critican, y son pesimistas y anhedónicos…suelen tener un excelente desempeño en el
área del trabajo, ya que son meticulosos, muy responsables, cuidadosos, puntuales y, por supuesto,
rígidos” (Marietán, 1998, web site).
Lo mencionado nos da a entender que “la conducta del psicópata no es toda psicopática,
coexistiendo con ellas conductas adaptadas que le permiten pasar desapercibido en muchas áreas de
su desempeño social” (Marietán, 1998, web site). Esta integración conductual, “no psicopático –
psicopático”, se hace más difícil de ver cuando este último se presenta sólo en determinadas
circunstancias o sobre determinado tipo de personas.
Como veremos más adelante, dicho pensamiento es compartido tanto por autores conductuales
como psicoanalistas, lo que nos permitirá percatarnos que pese a, o ,más bien, gracias a algunas de
18 Cuando habla de psicopatías incluye diversidad de personalidades que, a diferencia de la posterior clasificación dada por el DSM IV: trastornos de personalidad, son contempladas no como desviaciones que causan dis-funcionalidades sociales o personales, sino como maneras de ser que aún cuando son algo excéntricas pueden ser útiles y adaptadas en algunos o muchos aspectos de sus vidas.
- Milicia y Estructura Psicopática - 31
sus características conductuales, cognitivas e interpersonales, éstos pueden desempeñarse
adecuadamente al interior de organizaciones cuyas prácticas sociales, según Carmen Vidaurre -citada
por Ortiz (1998)-, a pesar de estar impregnadas de aniquilamiento, no son vistas como negativas sino
como tolerables, incluso como aceptables o positivas.
Diagnóstico diferencial
Aún cuando a principios del siglo XX la definición de psicopatía empezó a designar un tipo de
trastorno caracterizado por impulsividad, irresponsabilidad, falta de remordimiento y emocionalidad
superficial, todavía no existía una delimitación clara del fenómeno lo que ocasionaba que distintos
autores hicieran uso de este concepto para cobijar muchas otras clases de trastorno.
Sin embargo, autores como Cleckley (1976) y Hare (1984, 1993), entre otros, empezaron a
postular descripciones mucho más particulares.
El psiquiatra norteamericano Hervey Cleckley en su libro The Mask of Sanity (1976), presenta
una de las descripciones clínicas más detalladas del individuo psicópata. A diferencia de las posturas
que toman la psicopatía como equivalente a antisocial o delincuente, este autor concibe el
comportamiento delictivo como una de las manifestaciones posibles de la psicopatía, cuyo núcleo
representativo estaría dado por falencias a nivel emocional e interpersonal: baja o nula capacidad
para experimentar o apreciar el significado emocional de los estímulos.
Así mismo, Cleckley describe este fenómeno Tcomo inherentemente paradójico, esto en tanto
que si se analizan los 16 criterios que postula, se evidenciará la co-existencia de un aparente ajuste
psicológico –entre éstos, encanto superficial y notable inteligencia, la ausencia de
alucinaciones/pensamiento irracional- con un desajuste conductual persistente –ejemplo,
irresponsabilidad, impulsividad, entre otros-, dos elementos contradictorios que le permiten, en cierta
medida, mantener un equilibrio psíquico.
Estos 16 criterios fueron posteriormente retomados por Robert Hare (1974), quien con base en
ellos diseñó un instrumento conocido como la Psychopathy Checklist (PCL), precursor del
- Milicia y Estructura Psicopática - 32
Psychopathy Checklist-Revised que consta de un total de 20 ítems (Hare 2003). Este psicólogo
distingue la psicopatía de otros trastornos por ser un patrón característico de síntomas afectivos,
interpersonales y conductuales (Hare, 1993). En el plano afectivo, estos individuos se caracterizan
por experimentar emociones superficiales, por su carencia de ansiedad, empatía y sentimientos
fidedignos de remordimiento y culpa, así como por su incapacidad para formar vínculos duraderos
con personas, principios u objetivos. A nivel interpersonal son impulsivos, irresponsables, suelen
quebrantar con facilidad las normas sociales, y se distinguen por un estilo de vida socialmente
inestable que incluye comportamientos parasitarios.
Tabla 1. Criterios diagnósticos de la psicopatía según Cleckley (Tomado de Barlow 2004; Echeburúa, 1994). ________________________________________________________________________________
1. Inexistencia de alucinaciones o de otras manifestaciones de pensamiento irracional. 2. Ausencia de nerviosismo o de manifestaciones neuróticas. 3. Encanto superficial y notable inteligencia. 4. Egocentrismo patológico e incapacidad de amar. 5. Gran pobreza de reacciones afectivas básicas. 6. Sexualidad impersonal, trivial y poco integrada. 7. Escaso o falta de sentimiento de culpa y vergüenza. 8. Indigno de confianza. 9. Mentiras e insinceridad. 10. Perdida específica de intuición. 11. Incapacidad para seguir cualquier plan de vida. 12. Conducta asocial sin aparente remordimiento. 13. Amenazas de suicidio raramente cumplidas. 14. Razonamiento insuficiente o falta de capacidad para aprender de la experiencia vivida. 15. Irresponsabilidad en las relaciones interpersonales. 16. Comportamiento fanático y abuso de alcohol.
________________________________________________________________________________
Entre las expresiones comportamentales más obvias de estas tendencias de personalidad, Hare
(1993) destaca la conducta criminal, el abuso de sustancias psicoactivas y el fracaso en cumplir con
las obligaciones sociales o en hacerse cargo de las responsabilidades, pero ciertamente la
delincuencia no siempre se presenta como un criterio diagnóstico, puesto que gran parte de su
conducta podría considerarse legal, y a menudo lo es, porque saben operar dentro de los límites de la
ley (Hare, citado por REDES, s.f).
El mantenimiento de una posición interpersonal de distanciamiento y autonomía que se disfraza
de encanto y afabilidad, le proporciona un rango de acción favorable. Su “locuacidad, respuestas
- Milicia y Estructura Psicopática - 33
vivaces e historias improbables, pero convincentes” (Garrido, 2003, p. 35), son herramientas que le
permiten satisfacer sus necesidades inmediatas a través de la seducción, manipulación, engaño e
intimidación de sus semejantes, a quienes no reconoce como objetos autónomos, con voluntad e
iniciativa propias, tratándose de mantenerse irrealmente en una situación infantil de
irresponsabilidad, pero con supuesta independencia.
Esto da a entender que pese a que puede actuar ilusoriamente como una persona colaboradora,
divertida, aduladora y conversadora, teniendo una respuesta inteligente para todo, no se orienta por
principios altruistas sino por ganancias personales. Esto debido a la relativa ausencia de las
cualidades esenciales que permiten a los seres humanos vivir en sociedad.
Al respecto Cleckley (1976) sugirió que el psicópata padece de “demencia semántica”, no siendo
capaz de comprender las experiencias humanas en profundidad, aunque finge entenderlas. Esto
quiere decir que el psicópata es capaz de imitar la moral y otros sentimientos del ser humano, y no
tiene dificultad alguna de entender las normas de interacción social, pero le faltan las emociones
asociadas a dichas reglas. En concordancia con Cleckley, Robert Hare plantea que la mayoría de
estos elementos están dados por la existencia de un “déficit en la integración del mundo emocional
con el razonamiento y la conducta” (Garrido, 2003, p. 66) 19, esto en tanto que si bien tienen la
habilidad de interpretar los acontecimientos intelectualmente, ya que su inteligencia, memoria y
capacidad lingüística son normales, su razonamiento se ve coartado por una menor capacidad para
sentir y experimentar las emociones, terminando por actuar de manera netamente mecánica.
Esta falla en la actitud de entendimiento y aceptación del otro, cualidades que actuarían como
amortiguadores de la crueldad, puede ocasionar la realización de actos extremadamente
desconcertantes, ya que incluso aunque podrán tener pleno entendimiento a nivel racional del daño
19 La carencia de comprensión emocional se refleja en un experimento realizado por Hayes y Hare en 1997, el cual arrojó que a pesar que los psicópatas tenía una comprensión adecuada del sentido literal de metáforas, tendían a tener grandes errores al tratar de definir la orientación emocional de las mismas (Garrido, 2003, p. 76)
- Milicia y Estructura Psicopática - 34
que puede ocasionar, estas deficiencias hacen que el psicópata tenga muchas posibilidades de
incumplir normas o de ajustarlas a su conveniencia.
Dicha relación, impregnada de frialdad, desafecto y crueldad, es llamada por la psiquiatría
“cosificación del otro”. Tiene que ver –como lo destaca Marietán (1999, 2000)- con la no aceptación
del otro como sujeto, considerándolo como una cosa u objeto a su servicio. El psicópata le quita al
otro su rango de igual, su valoración de persona en sí y lo convierte en un ente manipulable, que
puede ser destruido y utilizado para su propio beneficio.
Sumado a esto, se muestran seguros de sí mismos y obstinados, atribuyendo cualquier falencia a
entes externos como a los amigos, la sociedad o el sistema de justicia, -lo que Marietán (1999)
catalogaría como “defensa aloplástica”-, haciéndose ver como la víctima de las circunstancias o
mostrándose totalmente justificado por las circunstancias en su forma de actuación.
En cuanto a la impulsividad y bajo auto-control, Garrido (2003) menciona que el psicópata no
suele pensar en los pros y los contras de una decisión ni en las posibles consecuencias de las mismas,
debido a que tiende a actuar en lugar de elaborar sus impulsos a través de mecanismos intra-
psíquicos, estando dispuesto a utilizar la agresión si es necesario.
Esta tendencia a actuar de forma rápida y espontánea, según algunos estudios, puede estar
relacionada con: (a) menores niveles de excitación cortical (Quay, 1965) y (b) disminución de la
actividad autónoma (Hare, 1974) ante la exposición a castigos o estímulos desagradables, mostrando
un bajo nivel de capacidad anticipatoria para experimentar respuestas emocionales de miedo y de
ansiedad.
Dado que la ansiedad esta asociada a la potencial sanción de un determinado acto, siendo ésta la
que ayuda a eliminar dicho comportamiento, su existencia resulta fundamental para el desarrollo de
la conciencia. Sin embargo, en los psicópatas la amenaza de una reprimenda, como emoción
negativa ante conductas de desaprobación de los padres, no promueve fácilmente la inhibición de
comportamientos, pues éstos presentan una menor sensibilidad al reforzamiento o al castigo,
- Milicia y Estructura Psicopática - 35
tendiendo a tolerar, en grados inusuales, las consecuencias negativas de sus actos. Otros autores
como los hermanos William y Joan Mc Cord, según Paolo Miglionico (1996), consideran que el
comportamiento agresivo es resultado de no haber aprendido formas socialmente aceptables para
derivar y manifestar su frustración, siendo las respuestas agresivas continuamente reforzadas por el
entorno como medio para obtener la satisfacción de sus necesidades.
Lo anterior da a suponer que este tipo de individuos, debido probablemente a que “buscan
incrementar sus niveles de excitación o a que su umbral de experimentación de temor es más alto que
la mayoría de sus congéneres” (Lykken, citado por Barlow, 2004, p. 446), son propensos a buscar
desafíos y riesgos, actuando como si fueran inmunes al peligro. De tal manera que las tareas que
encuentren rutinarias y no interesantes serán abandonadas.
Así mismo, de acuerdo con lo indicado, se postula la no interiorización de normas ni ideales de
actuación, lo que hace que tampoco exista una sensación de haber actuado en contradicción a los
principios sociales e individuales, y, por tanto, no haya muestra de culpa consciente y remordimiento
ni de reparación real. A pesar de sus manifestaciones de arrepentimiento, y aparente culpa, no se
origina cambio alguno en su conducta con las víctimas, ni existe preocupación por no conseguir
cambiarla. Así que para el psicópata “hacer algo bueno o malo no tendrá importancia, porque el
sentido moral de nuestra conducta no será un elemento esencial de su auto-concepto” (Garrido, 2003,
p.86). Según Millón (2006), éste sólo atenuará sus trasgresiones en la medida que es consciente del
duro castigo que la sociedad puede inflingirles debido a sus trasgresiones.
Desde la teoría de desarrollo moral de Kohlberg, de acuerdo a su libro Psicología del desarrollo
moral (1992), se diría que el psicópata no lograría superar el “nivel Preconvencional”, en el cual las
normas, como realidad externa y ajena a su conciencia interna, se reconocen y cumplen sólo
atendiendo a las consecuencias inmediatas de los actos -evitar una sanción u obtener un premio- o al
poder de quienes establecen y determinan qué se debe hacer y qué no. Citando a Piaget (1932), se
trata de una “moral heterónoma”, donde las nociones de justicia y el respeto por las reglas sociales se
- Milicia y Estructura Psicopática - 36
sustentan netamente en el temor al castigo y la obediencia a la autoridad. Además, a causa de que no
existe un reconocimiento de los intereses de los otros como diferentes de los propios y debido a que
las acciones se consideran sólo físicamente, no se da cabida al análisis de las intenciones -inferencias
acertadas de los estados emocionales de los demás-.
Simultáneamente a la postura de Hare, Cleckley, Garrido, se encuentra el Manual Diagnóstico y
estadístico de los trastornos mentales (DSM III, 1987; DSM III-R 1989; DSM IV, 1995) de la
Asociación Psiquiátrica Americana (APA). En este manual apareció por primera vez el término
Trastorno Antisocial de la Personalidad20 (TAP), categoría diagnóstica que incluye un listado de
criterios cuya característica principal es la exhibición de patrones de experiencia interna y
comportamientos que se organizan en torno al “desprecio y violación de los derechos de los demás”
(APA, 1995, pp. 662-666). Los patrones característicos de éste pueden verse en la siguiente tabla.
Tabla 2. Criterios diagnósticos del TAP según el DSM-IV (Tomado de APA, 1995; Mesa, 2000) _____________________________________________________________________________________________
_ 1. Fracaso para adaptarse a las normas sociales en lo que respecta al comportamiento legal, como lo indica el perpetrar repetidamente actos que son motivo de detención. 2. Deshonestidad, indicada por mentir repetidamente, utilizar un alias, estafar a otros para obtener un beneficio personal o por placer. 3. Impulsividad o incapacidad para planificar el futuro. Las decisiones se toman sin pensar, sin prevenir nada y sin tener en cuenta las consecuencias para uno mismo o para los demás.
4. Irritabilidad y agresividad, indicados por peleas físicas repetidas o agresiones. 5. Despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás.
6. Irresponsabilidad persistente, indicada por la incapacidad de mantener un trabajo con constancia o de hacerse cargo de obligaciones económicas. 7. Falta o poco remordimiento por las consecuencias de sus actos, como lo indica la indiferencia o la justificación del haber dañado, maltratado o robado a otros. Estas personas pueden culpar a las víctimas por ser tontos, débiles o por merecer su mala suerte, pueden minimizar las consecuencias desagradables de sus actos o, simplemente, mostrar una completa indiferencia.
Anexo a esto, el DSM IV (1995) menciona como criterio importante de diagnóstico la existencia
de algunos de los síntomas del trastorno disocial que empiezan antes de los 15 años cronológicos
20 De acuerdo con el DSM IV (1995), este tipo de sujetos tiene un trastorno de personalidad en tanto que sus rasgos -patrones permanentes de pensamiento, percepción y relación con el entorno y uno mismo- al ser inflexibles y desadaptativos, causan un deterioro funcional significativo o un malestar subjetivo” (p. 466). Sumado a ello, en el manual se enfatiza el que estos “patrones se apartan acusadamente de las expectativas de la cultura del sujeto” (p. 645).
- Milicia y Estructura Psicopática - 37
(Criterio C), los cuales pueden comprender comportamientos que estén relacionados con: “agresión
a las personas o los animales, destrucción de la propiedad, fraudulencia o hurtos, o violación grave
de las normas” (APA, 1995, p. 662).
Por su parte, la décima Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial
de la Salud (CIE-10, 1992), denomina a este fenómeno como trastorno disocial de la personalidad.
La presencia de un trastorno comportamental durante la infancia y adolescencia puede apoyar el
diagnóstico, aunque no tiene que presentarse siempre.
Tabla 3. Criterios diagnósticos del trastorno disocial de la personalidad según CIE-10 (1992) _________________________________________________________________________________ 1. Cruel despreocupación por los sentimientos de los demás y falta de capacidad de empatía.
2. Actitud marcada y persistente de irresponsabilidad y despreocupación por las normas, reglas y obligaciones sociales.
3. Incapacidad para mantener relaciones personales duraderas. 4. Muy baja tolerancia a la frustración o bajo umbral para descargas de agresividad, dando lugar incluso a un comportamiento violento.
5. Incapacidad para sentir culpa y para aprender de la experiencia, en particular del castigo. 6. Marcada predisposición a culpar a los demás o a ofrecer racionalizaciones verosímiles del comportamiento conflictivo.
7. Irritabilidad persistente. _____________________________________________________________________________________________
Sí analizamos detalladamente los criterios que el DSM-IV y la CIE-10 presentan se evidenciará
que éstos involucran la descripción de conductas y comportamientos observables –en su mayoría
alusivos a conductas delictivas-, prescindiendo o colocando en un segundo plano las dimensiones
afectivas o interpersonales del mismo. Este hecho ocasionó una gran polémica ya que algunos
autores plantearon que individuos que presentan conductas antisociales, pero que tienen actitudes y
motivaciones opuestas, podrían ser erróneamente etiquetadas con el mismo diagnóstico (Hare, 1996).
Ello se refleja en la tendencia a diagnosticar demasiados casos de psicopatía en poblaciones
criminales y pocos en poblaciones no criminales21.
21 Según la escala PCL-R, aproximadamente, el 1% de la población norteamericana es psicópata, mientras la tasa de prevalencia en centros penitenciarios se sitúa entre el 15 y 25% (Hare, citado por REDES, s.f), y, a partir del diagnostico de TAP, entre el 50% y 80%. (Abalos, Esquivel, & Gallardo, 2004)
- Milicia y Estructura Psicopática - 38
Lo anterior quiere decir que la aproximación dada por los sistemas de clasificación mencionados
no permite discriminar entre el delincuente ordinario y el psicópata descrito por Cleckley o Hare, ni
permite identificar a aquellos individuos que se ajustan a la descripción clínica del psicópata pero no
muestran comportamiento social desviado (Patrick, 2000).
Este punto trae a colación un aspecto muy importante. Como hemos visto, debido a que el
concepto clínico de psicopatía se desarrolló, en gran parte, para ayudar a entender o a explicar la
conducta criminal, la relación entre estos dos conceptos sigue manteniéndose, no obstante, según
distintas clasificaciones, la mayoría dadas a partir de la aplicación del PCL-R, y otros instrumentos
de evaluación, han permitido evidenciar que muchos de los individuos que presentan un
comportamiento antisocial no son psicópatas y también que, aún cuando los psicópatas suelen
transgredir las normas y costumbres de la sociedad, muchos de ellos logran evitar entrar en contacto
formal con la justicia (Babiak, 1995, Hare 1993).
Cleckley, por su parte, aunque reconoció que el psicópata prototipito puede cometer algún acto
extremadamente violento de forma ocasional, matizó que éste suele ser fortuito. De hecho este autor
aseveró que el comportamiento extremadamente violento no es una particularidad definitoria de la
psicopatía, ya que el encanto y la emocionalidad superficial del psicópata mitiga las manifestaciones
impulsivas y violentas (Cleckley, 1976). Esto lo llevó a contemplar la posibilidad de que las
personalidades psicopáticas no se encuentran únicamente en las instituciones penitenciarias, sino
también en algunas de las posiciones sociales más respetadas, como científicos, médicos, psiquiatras
y hombres de negocios con gran éxito.
De acuerdo con esto, no es extraño considerar, como lo afirman Hare, Cleckley y Garrido que a
pesar de que la expresión más violenta de la psicopatía es la conducta criminal, existen personas con
este tipo de estructura que no entran en conflictos importantes con la comunidad, ya que “pueden
- Milicia y Estructura Psicopática - 39
manifestar sus procesos dinámicos de distintas formas, dependiendo de las opciones de expresión
que ofrezca la sociedad”22 (Millon, 1998, p. 457).
Muchos individuos que son intrínsecamente psicópatas presentan una apariencia, unas maneras y
unos estilos de comportamiento bastante convencionales, canalizando su psicopatía a través, por
ejemplo, de su vida laboral. Claro está que a pesar de que no cometan crímenes atroces o violen la
ley civil, penal o administrativa reiteradamente, “su forma manipuladora y agresiva de manejar a los
demás, la desconsideración hacia las necesidades ajenas y su modo de tomar cualquier ventaja que se
le presenta por encima de cualquier otra consideración, sí puede perjudicar a los que lo rodean”
(Garrido, 2003, p. 39).
Aquí se estaría hablando de los “psicópatas de cuello blanco”, los cuales, según un estudio de
Babiak y Hare:
serían igual de egocéntricos, insensibles y manipuladores como el psicópata criminal medio, sin embargo, su inteligencia –elevado coeficiente intelectual-, historia familiar, habilidades y circunstancias sociales -alto estatus socioeconómico-, les permiten construir una fachada de normalidad y conseguir lo que quieren con relativa impunidad (citados por Freeman, 2001, p. 2).
Según esta consideración, puede pensarse que “los rasgos de psicopatía pueden darse de forma
gradual en diversos individuos”, de tal manera que su respectivo diagnóstico vendría dado “por la
presencia de un número de rasgos y la intensidad de los mismos” (Garrido, 2003, p. 104), de lo cual
dependería la posibilidad de que algunos sujetos encuentren instituciones cuyas condiciones y
dinámicas les posibilitan canalizar su psicopatía de manera socialmente adaptada.
Por ejemplo, Blackburn (citado por Mata, 2000) hizo inicialmente una distinción entre dos tipos
de psicópatas: primarios y secundarios. Ambos comparten rasgos de beligerancia (agresividad,
hostilidad, impulsividad) pero mientras el primero es extravertido, seguro de sí mismo, dominante y
con niveles bajos o medios de ansiedad, el psicópata secundario suele presentar alteraciones
22 Además, hay que tener en cuenta que los “rasgos psicopáticos coexisten con funciones del “yo” conservadas que le permiten una adaptación a la realidad” (Rascovsky y Liberman, 1966, p. 36).
- Milicia y Estructura Psicopática - 40
emocionales, un alto nivel de ansiedad social y un bajo nivel de autoestima, y se muestra retraído,
malhumorado y sumiso. Respecto a esto podría decirse que mientras el primario es posible que
presente una agresión de carácter instrumental, asociada a niveles de dominación social y ambición,
el segundo muestra una agresividad reactiva o defensiva a la menor frustración percibida, siendo
impulsivo (Seroczynski, 1999).
Visión y explicación desde la óptica psicoanalítica
Si bien las descripciones anteriores nos han proporcionado una visión global de las
peculiaridades de los sujetos psicopáticos, es relevante adentrarnos en la descripción y explicación
psicodinámica de este fenómeno, puesto que nos permitirá un mayor entendimiento de su desarrollo
y organización.
En primer lugar, es substancial precisar que cuando se habla de estructura de personalidad
psicopática no atañe únicamente a la sintomatología observable, ya que como hemos venido
afirmando, en algunos casos, aunque dos personas presenten síntomas similares, pueden diferir entre
sí en su funcionamiento psíquico23, siendo el juego de los mecanismos de defensa y las necesidades
pulsionales -factores internos de conflictualización- los elementos que realmente determinan que el
sujeto logre desempeñarse de manera mórbida o no mórbida (Bergeret, 1980).
De tal manera que cuando en páginas anteriores se dice que algunos tipos de psicópatas pueden
desempeñarse eficazmente en el ámbito social, se está afirmando que sus recursos internos le
posibilitan -a expensas de estar, en cierto grado, limitado por sus fijaciones conflictuales- maniobrar
sus problemas personales, adaptándose tanto a sí mismo como a los demás, sin paralizarse
interiormente ni hacerse recluir en prisiones u hospitales (Bergeret, 1980).
No obstante, siempre hay que tener presente que sus características funcionales pueden, en algún
momento, hacerlo fácilmente propenso a pasar de un estado de normalidad al ámbito de la patología
23 Refiriéndome a esto último como la disposición de los elementos constantes y esenciales del sujeto, llamado por Bergeret estructura de la personalidad y acondicionamiento de base (Bergeret, 1980).
- Milicia y Estructura Psicopática - 41
mental, pues si “las dificultades internas o externas superan sus facultades personales de defensa o de
adaptación a la realidad, no permitiéndole un manejo flexible de sus necesidades pulsionales ni de
sus procesos primarios y secundarios en los planos personales y sociales” (Bergeret, 1980, p. 32), el
psicópata puede terminar por actuar de manera aberrante.
Además de esto, es primordial aclarar que el funcionamiento mórbido o no mórbido de las
estructuras de base puede variar dependiendo del grado de maduración de las funciones del yo, del
nivel de las fijaciones pre-edípicas y/o edípicas o del nivel de regresión de la libido. Debido a esto,
es casi imposible encontrarse con estructuras netamente psicopáticas que cumplan ciento por ciento y
en todas las áreas con las características descritas en este apartado.
Por ejemplo, aunque algunas de sus fijaciones al ser tan profundas pueden hacer que el psicópata
emplee identificaciones proyectivas de forma extremadamente rígida -lo cual con el tiempo “limita
cada vez más las experiencias relacionales autenticas; y el yo tiende, poco a poco, hacia la
descompensación y distorsión de la realidad (Bergeret, 1980)-, el sostenimiento del equilibrio, en
este caso, se mantendría a costa de un gran desgaste energético psíquico, necesario para el éxito del
“mantenimiento incesante de las formaciones reaccionales, pero considerablemente bien adaptadas a
las condiciones de la realidad externas, pues permiten que no reaparezca la angustia al interior del
yo” (Bergeret, 1980, p. 208), lo cual sería altamente perturbador para la constitución de un yo
inmaduro como el del psicópata.
Así mismo, el empleo de elementos sublimatorios por parte de este tipo de personalidades facilita
la integración de las pulsiones en el funcionamiento no obstaculizado del yo, asegurando cierta paz a
los sistemas pulsionales y defensivos al evitar de manera constante recurrir a los procesos habituales
de represión (Bergeret. 1980).
Este proceso psíquico permite que los deseos insatisfechos conviertan su energía en algo útil o
productivo. Por ejemplo, las pulsiones agresivas y la tendencia al acto del psicópata pueden en algún
- Milicia y Estructura Psicopática - 42
grado ser satisfechas por vías socialmente admitidas como el boxeo o actividades belicosas como la
milicia, las cuales les permite, de forma indirecta, libre gratificación del instinto de muerte.
Ya habiendo proporcionado la descripción dinámica de la denominada estructura de personalidad
psicopática, expondremos las explicaciones dadas por Joel Zac (1977), Kernberg (1980), y Liberman
(1966), entre otros, con el ánimo de dar cuenta de la importancia de las experiencias primarias en la
génesis de la psicopatía, así como de la deficiente constitución superyoica y sus repercusiones en la
constitución e integración del self.
Según David Liberman (1966) y Joseph B. (1960), en concordancia con lo dicho por Bergeret
(1980), las personas psicopáticas no son enfermos mentales o criminales, sino que, por el contrario,
son sujetos que se encuentran en un estado de equilibrio, a costa de inversiones libidinales costosas,
que las preserva de caer en conductas asociales arraigadas y permanentes, por una parte, y en la
psicosis, por otra, manteniéndose en el límite de éstas.
El origen de sus fallas se ubica en un momento del desarrollo pre-edípico (Liberman, 1966; Paz,
1966), cuando el niño debe adquirir una capacidad suficiente de símbolos verbales ligados a la
acción, pero independientes de ella, que le permitan lograr y conservar cierto grado de introspección
de sus necesidades y la satisfacción de las mismas, aspectos que a la larga serán indispensables para
el registro y transmisión de emociones.
Al no haber elaboración intrapsíquica de las experiencias, el sujeto depende casi por completo de
la acción, la cual se constituye entonces en el medio que le posibilita el manejo no sólo de la realidad
externa sino también de las tensiones y angustias internas emergentes ante frustraciones (Liberman,
1966).
Esta tendencia del psicópata de pasar sin transición de la percepción a la acción motriz, viviendo
afuera lo que normalmente tendría que vivir en su mundo interno, según distintos autores, estaría
- Milicia y Estructura Psicopática - 43
dada por la presencia de dificultades en el proceso de introyección de experiencias gratificantes24,
concretamente, durante las fases oral canibalística y anal expulsiva.
Siguiendo a Bion, Grotstein y Ogden (citados por Seligman, 1999), la figura materna al no
recibir las proyecciones más primitivas del infante, transformando para él sus experiencias no
elaboradas, y capacitándolo para re-introyectarlas de una manera menos primitiva y más tolerable,
imposibilita que el pequeño adquiera gradualmente las funciones mentales necesarias para el
desarrollo de un aparato psíquico capaz de pensar sobre su propia experiencia así como de
comprender y modular sus estados emocionales. Lo que con el tiempo le impedirá generar técnicas
comunicativas distintas a la acción; movilidad corporal difusa que habrá utilizado durante sus
primeros años de vida como medio casi exclusivo para transmitir sus angustias y necesidades.
Para Winnicott (1975, 1984), esta carencia de cuidados y adaptaciones maternas “suficientemente
buenas” a las necesidades cambiantes que van surgiendo de la maduración, “holding o sostén”
adecuado, acaba por entorpecer el proceso de diferenciación (yo- no yo, posteriormente sujeto-
objeto), y, con ello, el establecimiento de relaciones en términos de objetos totales, lo que incluye la
integración de aspectos positivos y negativos, así como el reconocimiento del otro con deseos,
intenciones y existencias independientes y distintas a las propias.
Este tipo de vivencia abrumadora y función no continente hace que el sujeto, en busca de
amortiguar la sensación de indefensión absoluta -llamado por Bion (1962) “terror sin nombre” o por
Main (1993) “temor sin pensamiento”-, termine por actuar no como el niño que come y goza lo que
tiene, sino como aquel infante que a través de sus movimientos busca anular de manera impulsiva su
necesidad –busca una incorporación voraz-. Lo que da a entender que situaciones que son
vivenciadas por el niño como traumáticas y que, por algún motivo, no logran ser atenuadas, hacen
que este tipo de personas continuamente busquen apoderarse del objeto, –pecho bueno-, con el ánimo
24 Carencia o insuficiencia de adecuadas introyecciones de figuras parentales que se hicieran cargo de la necesidad interna y re-codificaran el pensamiento del infante. Recordemos que debido a que el niño se encuentra en un estado de indiferenciación, es la madre quien se encarga de atribuir significado a los estados emocionales de éste así como de devolvérselos atenuados, de manera que el bebé pueda asimilarlos fácilmente.
- Milicia y Estructura Psicopática - 44
de complacerse en el momento y en la medida que deseen. Sin embargo, como dice Liberman
(1966), a pesar de que terminan por paralizar al objeto, el fracaso de la provisión ambiental durante
su infancia y/o su energía libidinal constitucionalmente excesiva no le permite incorporar bien,
viviendo en una constante insatisfacción.
Asociado con esto, Cristopher Bollas es su libro La estructura de la maldad -citado por Chavero,
Kalmanowiecki y Zelicovich, 2007-, considera que la constitución de este tipo de estructuras está
asociada a experiencias de abandono o maltratos por parte de las figuras parentales que desintegrarán
el self del niño y que sobreviven como ataques de odio. Teniendo presente que cuando hablamos de
self, hacemos referencia a la definición dada por Carvajal (1993), “como el sí mismo: todo aquello
que consideramos propio y que nos identifica dentro de nosotros mismos” (p. 130), cabe considerar
que la actuación psicopática tiene como objetivo hacer experimentar a sus víctimas la muerte del self
que vivenció en su infancia.
Este elemento esta relacionado con la posición esquizo-paranoide, explicada por Melanie Klein
(citado por Seligman, 1999). Según Melanie, esta fase temprana del desarrollo, por la cual debe
pasar todo ser humano, se caracteriza por oscilaciones de la ubicación de las ansiedades y falencias
psíquicas como bondad y maldad entre el self y el objeto, ya que no hay una adecuada diferenciación
yo- no yo. Sin embargo, se espera que con el tiempo a medida que el niño desarrolle una representación
interior valorativa de sí mismo y de los que lo rodean, la utilización de éste y otros mecanismos se vaya
amortiguando.
No obstante, lo que vemos en el psicópata, es todo lo contrario. Al no haber durante su primera
infancia una interiorización de suficiente amor y estimación recibida desde fuera –madre buena-, el
psicópata “crece con la sensación de estar rodeado de objetos amenazadores, siéndole imposible
desarrollar sentimientos de confianza y seguridad en los otros” (Barreto, 2002, p. 127). Sin embargo,
esta angustia de carácter primario es contrarrestada con una imagen de grandiosidad de sí mismo,
fruto de la identificación inconsciente primaria con el objeto idealizado y destructivo interno, que le
permite disociar y negar la relación objetal internalizada de odio, ubicándolo en el afuera. “De esta
- Milicia y Estructura Psicopática - 45
manera, el individuo cree que él mismo es suficiente como fuente de gratificación personal, mientras
que los aspectos agresivos de su interacción con los otros son expulsados y proyectados hacia fuera
en la forma de representaciones levemente paranoicas” (Barreto, 2002, p. 127).
Lo anterior, y teniendo en cuenta el artículo “La prueba de Rorschach y la personalidad
antisocial” (2006) de Dörr & Viani, y el libro Agresividad, narcisismo y autodestrucción (2004) de
Kernberg, evidenciaría que el psicópata debido a sus falencias afectivas primarias tendría como rasgo
principal tendencias paranoides asociadas a formas primitivas de proyección (identificación
proyectiva), siendo la acción una forma defensiva de afrontar un mundo que para él sólo busca
aniquilarlo. Por esto, no es raro que toda aprobación social o consejo que no es buscado activamente
por el psicópata despierte en éste suspicacias, pues estos comportamientos, debido al uso sostenido
de la disociación (splitting) de las partes del yo, actúan como actos confirmatorios de la existencia de
enemigos potenciales que están desplegando tácticas de engaño, con la finalidad de apropiarse de su
voluntad y utilizarlo para su propio beneficio. El psicópata en un intento por transformar al otro -
representación del objeto odiado que domina, devora y frustra permanentemente- en un objeto
complaciente, se convierte él mismo en un perseguidor maligno.
En busca de apoderarse, controlar y utilizar al otro, en palabras de Joel Zac (1977), inocula en
éste la tensión y el malestar que él mismo no puede tolerar. La totalidad del cuerpo del interlocutor,
principalmente su voluntad y musculatura, pasa a formar parte del cuerpo y de la voluntad del
psicópata (Liberman, 1966). Pero, si bien la comunicación es intensa en lo referente a cercanía e
intensidad, la información que trasmite la persona de acción es ínfima, puesto que cuanto más
información deja escapar más se encuentra expuesto a que el otro adquiera autonomía e influya en él
(Liberman, 1966). Por medio de la acción que el psicópata efectúa sobre la otra persona –quienes no
son vistos como objetos totales, sino como prolongaciones de su propio cuerpo-, ésta deja de percibir
sus necesidades, abandona sus propias normas y se convierte en un instrumento de aquél.
- Milicia y Estructura Psicopática - 46
Christopher Bollas -citado por Kreiselman, 2005- nos habla de un proceso que concuerda con la
formulación de Joel Zac. Este autor menciona ocho pasos en los que da a conocer los distintos
móviles de actuación del psicópata, pasando, en primera instancia, de mostrarse seductor y
bondadoso, ofreciéndole al otro el anhelo que podrá satisfacer sus necesidades -elementos del deseo
y del goce inconscientes de su partenaire- a producir una desilusión catastrófica, donde el sujeto
queda en un estado de dependencia e infantilización, originándose en él una muerte psíquica, es
decir, el asesinato de su yo (Chavero y cols, 1997). En otras palabras, el psicópata no establece
relaciones de carácter afectuoso, o, si lo hace, es de tipo pasivo-parasitario (Marietán, 2004a);
manteniendo relaciones interpersonales gracias a mentiras, engaños y explotación, con el ánimo de
obtener beneficios25.
Según lo que hemos venido manifestando, la acción en el psicópata constituye entonces una
modalidad defensiva, una entre muchas otras a las que el yo puede recurrir para liberar las tensiones
intolerables para su psiquis y satisfacción de los impulsos destructivos primarios26. La acción le
posibilita defenderse de toda sensación de inseguridad, inferioridad e insuficiencia que podría
ocasionar la pérdida del equilibrio psicopático, lo que le permite luchar activamente para que se
cumplan sus deseos momentáneos.
En los términos empleados por Joel Zac (1977), el psicópata vendría a caracterizarse por una
tendencia a la acción, un “acting out27, que en alemán corresponde a la palabra “agieren”,
mencionada reiteradamente por Freud (1914, 1940). Éste consiste en que la movilidad corporal y las
verbalizaciones vendrían a ser utilizadas por los psicópatas más que para trasmitir sentimientos e
25 Pese a que el psicópata es incapaz de sentir culpa, a nivel inconsciente este sentimiento sí existe y adquiere matices persecutorios. “Por la modalidad anal expulsiva, correspondiente a su punto de fijación, la culpa es percibida por el psicópata como desconfianza, por lo que desarrolla una curiosidad perspicaz ante las demás personas – mantiene los sentimientos de culpa disociados y depositados en otras personas-. Esta percepción persecutoria y proyectiva de la culpa hace que el psicópata, en lugar de estar preocupado por la reparación, busque consolidar sus impulsos al servicio del ataque, que para él significa autodefensa” (Liberman, 1966, p. 163, 164). 26 Impulsos intensos de destrucción, voracidad y envidia, y la persistencia de las ansiedades paranoides existentes desde los primeros estadios del desarrollo y que se hacen muy evidentes a medida que transcurre el segundo semestre del primer año. 27 Entendido como un empuje a repetir el pasado infantil en acto, para aliviar, sin saberlo, tensiones interiores de asuntos del pasado infantil a las cuales no tiene acceso con la comprensión del orden simbólico -significantes verbales- (Lander, 2007).
- Milicia y Estructura Psicopática - 47
información –para comunicar-, como medios para influenciar y manejar a los demás: en palabras de
Liberman (1966) como lenguaje de acción destinado a obtener un efecto premeditado en el otro.
Su constitución yoica inmadura y procesos psíquicos secundarios mal instaurados no sólo son los
únicos responsables de la emergencia en el psicópata de actings outs repetitivos. Éstos también
obedecen a una tendencia del psicópata a buscar satisfacción en la agresividad, forjada por la
preeminencia de la pulsión de muerte sobre la pulsión de vida, y del principio de placer sobre el de
realidad, persistiendo de por vida en la tendencia infantil de la gratificación inmediata. Donde la
acción queda controlada por el deseo de destrucción y aniquilamiento tanto de sí mismo –en forma
indirecta- como del otro.
En la medida que en el psicópata no existe una adecuada mediación entre las exigencias
pulsionales y las limitaciones que impone la realidad externa, el deseo desmesurado se instala como
forma permanente de relación. Ello debido a que la fijación o estado regresivo de carácter narcisista
del sujeto da como resultado una integración del superyo deficiente (Barreto, 2000; Glover 1960),
siendo una parte de dicha instancia psíquica altamente indulgente con la actuación y las conductas
asociales, las cuales provendrían de una imagen parental en la que la crueldad y la desconsideración
estarían idealizadas y aceptadas como parte de una ética familiar (Rascovsky y Liberman, 1966).
Las exigencias y prohibiciones parentales y culturales no logran interiorizarse en el self como
propios (Carvajal, 1993), ocasionando un constante oposicionismo a todo lo que implique la
connotación de ley y autoridad, y con ello el deterioro de su capacidad de sentir preocupación y culpa
consciente para sí mismo y para los demás, y una modalidad de valores éticos que no obedecen al
funcionamiento cultural.
Ya para finalizar, podría decirse que el elemento acabado de mencionar, junto con las demás
herramientas conceptuales psicoanalíticas expuestas, dan cuenta de la génesis y constitución de los
elementos descriptivos dados por los manuales DSM y CIE-10, y autores como Robert Hare, Hervey
Cleckley y Vicente Garrido, tales como: carencia de empatía y remordimientos, falta de integración
- Milicia y Estructura Psicopática - 48
del mundo emocional con el pensamiento, conducta verbal y no verbal agresiva, e impulsividad.
Para ello, se enmarcan como factores determinantes las fuertes frustraciones primarias vivenciadas
por el psicópata y los distintos niveles de fallas tanto en el desarrollo mental como en la instauración
del superyo. Componentes que vendrían a configurar una estructura yoica caracterizada por la
internalización de relaciones objetales agresivas, con predominancia de la actuación como medio de
relación con el mundo. Así mismo, el uso de operaciones primitivas de escisión, identificación
proyectiva e idealizaciones se constituyen para el psicópata en los mecanismos que le permiten
escapar, a costa de un gasto energético considerable, de sus ansiedades paranoides y de un mundo
percibido como persecutorio.
Por otra parte, tanto la perspectiva conductual como la dinámica convergen en que este tipo de
alteraciones raramente están generalizadas a la totalidad del yo, lo que posibilita al psicópata, -con un
self relativamente integrado y con ayuda de su inteligencia y elementos sublimatorios-, manejarse
adaptativamente en algunos aspectos –desempeñarse de manera funcional y socialmente aceptada-
mientras muestra sus conductas antisociales en otros.
Ya habiendo desarrollado una corta descripción y explicación de la psicopatía, en el siguiente
apartado se intentará establecer nexos entre los conceptos acabados de mencionar y los rasgos
distintivos de la cultura militar. Ello con el fin de indicar y desarrollar los mecanismos que operan y
vinculan a ambos.
- Milicia y Estructura Psicopática - 49
Estructura Psicopática al interior de las Fuerzas Militares
Quizá esto sea sólo para locos. Recuerdo que el primer fin de semana que salíamos, nuestro comandante, el capitán segundo de infantería Javier Solis Martínez, nos dijo "si a alguno le regresa la cordura, puede desertar". (Bras, A.)28
La sociedad, de acuerdo con la época y la cultura, ofrece múltiples opciones de canalización de
los procesos dinámicos de la personalidad de los individuos. Estilos de ser y de comportarse –
estructuras de personalidad y rasgos de carácter- que, por excéntricos que parezcan, al ser acordes a
las necesidades y demandas del medio social o laboral en que se desenvuelven, logran constituirse
como seres humanos socialmente estables y productivos29. Como se afirmó en el capítulo anterior,
esto se cumple para el tipo de personas de quienes hemos hablado en el transcurso del escrito: los
psicópatas, personalidades que pueden encontrar medios de canalización en culturas institucionales
distintas, siendo una de éstas las Fuerzas Militares, organización en la cual recae el interés del
presente trabajo.
Lo anterior con el propósito de entender cómo las dinámicas y comportamientos del psicópata, de
acuerdo a sus vivencias primarias, pueden ser contempladas como funcionales en la medida en que la
misión que deben desempeñar dentro de esta institución, junto con los valores y prácticas que son
exaltados al interior de la misma, giran en torno a la agresión y hostilidad hacia el enemigo y al uso
habilitado de la coacción física, siendo este ambiente : rígido, impersonal, y beligerante, una cultura
organizacional que se ensambla a su “estilo psíquico” (Espina, 1999).
Antes de continuar, es importante aclarar que el foco de este escrito no apunta a los militares en
general, sino particularmente a aquellos que tienen la tarea de enfrentarse en el campo de batalla,
quienes en la mayoría de las circunstancias, según el Coronel Plata (2003), ingresan al ejército bajo
la figura de Soldados Regulares; mientras las tareas administrativas son comúnmente ejercidas por
28 Bras, A. (2001, junio). Mi Estancia en el Ejército. Panóptico. Obtenido en julio 26, 2008, de http://www.hiperactivos.com/panoptico/tx000148.shtml
29 Claro está que otros personajes, tal vez más audaces, más que adaptarse, crean y logran imponer sus propias opciones de canalización en la sociedad (E. Meluk, comunicación personal, julio 16 de 2008).
- Milicia y Estructura Psicopática - 50
militares que prestan el Servicio Militar Obligatorio como Soldados Bachilleres (Plata, 2003).
Aunque no nos centraremos en estos últimos: en los militares que no guerrean, vale la pena
mencionar que algunos o muchos de éstos al presentar un tipo de estructura de personalidad
psicopática pueden manifestar gran parte de los componentes que hemos de señalar.
A continuación se citarán autores –entre éstos Crozier, Grossman, Marshall, Pierson, Watson-
que postulan la presencia de estructuras psicopáticas al interior de las Fuerzas Castrenses:
“psicópatas integrados y controlados”. Posteriormente, en la sección Acoplamiento de la
estructura psicopática en las Fuerzas Militares, se procederá a explicar y detallar el modo en que
este tipo de personalidad se ajusta al funcionamiento y organización militar junto con sus ventajas y
limitaciones.
Psicópatas en la milicia
El permanente entrenamiento y adoctrinamiento impartido por las Fuerzas Militares y requerido
para sus miembros –los que han de manejar armas y desempeñarse en enfrentamientos bélicos-
tienen como objetivo generar cuerpos armados altamente adiestrados en neutralizar y destruir al
enemigo; en palabras de Murray, Grossman, & Kentridge (2000) soldados, oficiales y sub-ofiales
físicamente armados y mentalmente preparados para matar al adversario en pro del bienestar de la
soberanía nacional30.
Esta tarea no es nada fácil de cumplir si tomamos en consideración el hecho de que algunos de
los hallazgos del campo de la psicología militar, reportados por Crozier 2006; Grossman & Siddle
2000; Grossman 2000ª; y Pierson 1999, evidencian alta resistencia a matar por parte de los futuros
combatientes, sobre todo aquellos que ingresan a la milicia bajo la figura del Servicio Militar
Obligatorio sin poder salvaguardarse en el reconocimiento legal de la objeción de conciencia,
pues ésta, en el caso de algunos países como Colombia, no está habilitada para la ley de
30 Es paradójico que aunque el trabajo del soldado en área de combate es matar a su adversario, en los manuales militares, tal como lo menciona Grossman (citado por Crozier 2006), nunca se encuentra estipulada como tal la palabra “matar”. Quizás por ser un vocablo cuyo calificativo siempre evoca juicios nagativos.
- Milicia y Estructura Psicopática - 51
reclutamiento. Recordemos, según lo planteado en el apartado Estado y Fuerzas Militares, que el
sentido de adherencia y de adaptación de los conscriptos a la milicia varía de acuerdo a cada
individuo, siendo las constituciones yoicas y, por ende, las vivencias, ideologías, sistemas de valores
y los modelos de comportamiento que han interiorizado durante su infancia, los componentes
determinantes en el proceso de ajuste de los soldados al ambiente castrense. Para algunos sujetos el
deber como militar: matar durante la confrontación bélica, así como la infinidad de prerrogativas
implementadas en busca de disciplinarlo y concienciarlo de su adherencia al cuerpo armado, se
hacen intolerables; mientras que para otros este ambiente se configura en un espacio que
compagina con sus intereses y competencias.
Según entrevistas post-combate, efectuadas durante la Segunda Guerra Mundial por el
General Brigadier Marshall y consignadas en su libro Men Against Fire de 1947 -referenciado por
Whiteclay 2003 y Sampson 2000-, un mínimo porcentaje de la totalidad de los infantes, entre un
15% y 20%, disparó sus armas contra un enemigo al alcance. La tasa de disparo tendía a
incrementarse bajo la supervisión cercana de un líder o cuando el disparo se hacia en conjunto;
mientras que disminuía en ausencia de estos elementos.
Sus hallazgos -reiteradamente corroborados por estudios posteriores de batallas históricas como:
la Guerra de las Malvinas, Guerra Civil Norteamérica y regimientos Napoleónicas, entre otras
(Grossman, 2000b; Murray y cols., 2000)- dan cuenta de dos aspectos: (a) la mayoría de los
combatientes a lo largo de la historia parecieran no tener una intención natural de matar a sus
congéneres, y (b) la necesidad de implementar mecanismos y tácticas grupales de acondicionamiento
físico y mental para forzar a los conscriptos a sobreponerse a dicha resistencia, garantizándoles
capacidad para matar, supervivencia y éxito en medio del fuego (Crozier, 2006).
A raíz de estas conclusiones se dio un mejoramiento en los entrenamientos militares, los cuales, a
partir de la implementación de cientos de sucesivas repeticiones de asociaciones estímulos-
respuestas reforzadas, conseguían que la acción motora voluntaria de disparar se convirtiera en
- Milicia y Estructura Psicopática - 52
un reflejo automático31, tanto así que para la guerra de Corea y Vietnam el perfeccionamiento del
condicionamiento operante individual y colectivo alcanzó tasas de disparo del 55% y 95%,
respectivamente (Grossman, 2000a, Murriay y cols., 2000, Pierson, 1999).
Sin embargo, Pierson (1999) propone que no sólo el condicionamiento físico y mental es
determinante para que un soldado de muerte, de forma efectiva y eficaz, a su rival, también la
personalidad juega un papel fundamental.
Un estudio de Swank y Marchand –citado por Grossman 2000b y Pierson 1999-, reveló que
después de 60 días continuos de combate el 98% de los soldados norteamericanos sobrevivientes de
la Segunda Guerra Mundial se habían convertido en víctimas psiquiátricas; mientras el 2% restante
fueron identificados como “personalidades psicopáticas agresivas” que no presentaban
remordimiento o trauma asociado con matar y, por tanto, posteriormente no mostraban problemas
psiquiátricos tales como trastorno de estrés postraumático. Este hallazgo sustentaría la existencia de
psicópatas en el ámbito castrense y que éstos podrían demostrar en tiempos de guerra alto desempeño
debido a que sus “componentes de personalidad actuarían como amortiguadores que regulan la
intensidad de estresores ambientales continuos y sostenidos en el tiempo” (Casullo & Castro, 2005,
p. 208).
Pierson (1999) los describe como máquinas para combatir que pueden influir drásticamente
en el curso de los enfrentamientos bélicos. Según este autor, estos hombres han existido a lo
largo de la historia militar y sus hazañas han sido exaltadas como heroicas, y, aunque
constituyen menos del 4% de la fuerza norteamericana, algunas investigaciones muestran que
hacen casi la mitad de la matanza32, siendo un recurso vital para una unidad, siempre y cuando
sean ubicados en el cargo y situación correcta. Esto último coincide con la concepción de
31 Esto en tanto que su sistema nervioso autónomo al ya haber establecido asociaciones entre estímulos que representen amenazas y respuestas de supervivencia como disparar, combatir o huir empuja al cuerpo a reaccionar de manera automática. 32 Durante la segunda guerra mundial el 40% de la matanza aire-aire de la Fuerza Aérea fue hecha por el 1% de los pilotos (Grossman citado por Pierson, 1999)
- Milicia y Estructura Psicopática - 53
Garrido (2003), psicólogo que a pesar de manifestar y reiterar las características negativas de
esta estructura, es claro en señalar la existencia de psicópatas que tienen más autocontrol y son
más brillantes, en buena parte fruto de un ambiente con instrucción.
Las afirmaciones de Pierson (1999) encuentran sustento en los resultados arrojados por un
estudio realizado por M. Casullo y A. Castro en el año 2005, quienes al tratar de establecer si las
variables de personalidad y cognitivas permiten predecir las trayectorias de los cadetes en una
instrucción castrense, hallaron que aquellos que obtenían trayectorias de alto rendimiento académico
y militar eran asociados a un perfil de personalidad competitivo:
Tenían metas y actitudes en extremo individualistas, ya que pensaban y actuaban en función de sus intereses, tomando muy poco en cuenta las opiniones y sentimientos de los demás. Se mostraban frecuentemente a la defensiva evitando eventos negativos. Tenían una orientación cognitiva interna, procesaban la información a la luz de la razón y la lógica. En cuanto a las conductas actuaban de modo independiente y no conformista, eran muy dominantes y audaces en las relaciones personales, obrando siempre de modo independiente. Obstinados y ambiciosos, frecuentemente irritables y hostiles cuando sentían que eran incomprendidos y poco apreciados. En términos generales, aparecían como retraídos y poco dados a las relaciones sociales (p. 206). Dicho prototipo concuerda con lo encontrado por Henry Dicks –citado por Watson, 1982-. Este
psiquiatra estudio a ocho nazis involucrados en genocidios y realizó 138 entrevistas a soldados
alemanes capturados, resaltando las siguientes características:
Casi todos habían mantenido una relación difícil con su padre, no expresaban sentimiento alguno hacia al madre, no toleran la ternura, y evidencian tendencias antisociales sádicas y una proyección de intentos hostiles hacia el exterior….Entre los rasgos de personalidad se identificaron: mayor tendencia a la acción que hacia el pensamiento, predispuestos a proyectar en cualquier otra cosa sus responsabilidades…también se menciona que comprobó que todos ellos habían sido ciudadanos respetuosos de la ley y que una vez en prisión, se constituyeron en reclusos de mejor comportamiento (p. 139).
Si analizamos lo mencionado tanto por Casullo y cols como por Dicks veremos que sus
descripciones coinciden con la delimitación de estructura de personalidad psicopática dada a
conocer en el capítulo preliminar, lo que nos ayuda a establecer la presencia de psicópatas
- Milicia y Estructura Psicopática - 54
adaptados dentro de la milicia, por tanto proseguiremos a desarrollar el modo en que se da dicho
acoplamiento.
Acoplamiento de la estructura psicopática en las Fuerzas Militares
Ángel Espina (1999) considera que las típicas canalizaciones pulsionales establecidas por la
reglamentación e ideología de la subcultura castrense, configuran una clase determinada de
personalidad o, al menos, ejercen un gran impacto sobre las tendencias que cada uno de los
integrantes poseen, sobretodo en aquellos sujetos que se identifican con su proceder. Para el
caso de este escrito, más que hablar de un impacto psicológico y social en la constitución
psíquica de quien entra a filas (Bandrés & Llavona, 1997), se plantea que el particular estilo de
pensar, relacionarse y ser del psicópata concuerda con las canalizaciones pulsionales
determinadas por la milicia, donde el primero -dependiendo de sus vivencias primarias y el nivel
de sus correlaciónales conflictos intrapsíquicos y mecanismos de resolución de los mismos-
podría manifestar su psicopatía a través del segundo, sin ser catalogado como inadaptado o un
peligro para la sociedad.
Para desarrollar este planteamiento se abordan cuatro aspectos: (a) Relación mando-
obediencia y disociación, (b) investimiento militar y narcisismo, (c) control y disciplina, y (d)
ideología militar y pulsión de muerte.
Relación mando-obediencia y disociación
De acuerdo a lo referido en el capítulo Estado y Fuerzas Militares, y retomando a Araújo
(1996), toda estructura institucional implica una relación mando-obediencia o dominación-
sumisión, no siendo la excepción las Fuerzas Militares. Los miembros de esta organización se
encuentran sujetos -sea por rango, experiencia, conocimiento o antigüedad, así sea de días- a
ejercer una doble posición militar: como superior y como subalterno, correspondiendo la
- Milicia y Estructura Psicopática - 55
primera al ejercicio de mando, mientras la segunda hace alusión a la “obediencia debida”
(Calandra, 2005).
Este carácter dual de las relaciones militares, junto con la marcada estructura jerárquica y el
establecimiento de reglas inflexibles, pareciera compaginar con la visión disociada que el
psicópata posee del mundo y de sí mismo. Como sabemos, esta estructura de personalidad
percibe al otro, por acción del splitting, de una manera o totalmente devaluada o totalmente
enaltecida, visiones que se alternan permanentemente entre sí en función de que el psicópata conciba
que el otro satisfaga sus necesidades o, por el contrario, se convierta en un obstáculo para las
mismas.
Su incapacidad de integrar; de vivir al objeto en su totalidad –madre buena, madre mala-, no le
posibilita aceptar términos medios ni relativos, por eso en el campo castrense su subalterno, como la
palabra lo expresa, al ser suyo e inferior, puede ser vivenciado como alguien a quien debe
desvalorizar, castigar y humillar, salvo que no lo perciba como un impedimento sino como un aliado
para satisfacer sus necesidades pulsionales, en cuyo caso igualmente lo sigue vivenciando como una
cosa a manipular. No olvidemos que este trato, al igual que los castigos físicos y verbales, están
habilitados por el gremio militar y por el Estado en busca de moldear y capacitar a los soldados para
las adversidades que ha de enfrentar en el campo de guerra.
El mismo reglamento castrense exige al subalterno manifestar comportamientos y expresiones
verbales que den muestra de sumisión y obediencia ante sus superiores, lo que da a entender que es
por su propia voluntad que el soldado se expone como inferior ante el otro, pues reconoce en éste –
conforme a lo expresado en el primer capítulo- una legitima autoridad. De esta forma, las relaciones
frías y agresivas del psicópata son permitidas y aceptadas por la cultura militar; todo por el deber y la
obligación, elementos – a su modo de ver- indispensables para la formación del espíritu militar.
Por otra parte, la jerarquía castrense al ser piramidal, basada en rangos y en antigüedad –aspecto
detallado en el apartado correspondiente a la temática militar-, proporciona a cada uno de sus
- Milicia y Estructura Psicopática - 56
integrantes la oportunidad de impartir pruebas de iniciación, recibimiento, castigos y demás
mecanismos de sujeción a rangos inferiores, lo que le facilita al psicópata, según la descripción dada
por Joel Zac (1977) y Christopher Bollas (citado por Chavero y cols, 2007) en el capítulo de
psicopatía, poder operar sobre su inferior como ojo vigilante, haciéndolo actuar conforme a lo que
quiere y cuando lo quiere, y, por tanto, satisfaciendo sus necesidades inmediatas de dominio y
control. Así que el recluta, a través de la proyección del psicópata, termina por hacerse cargo de la
ambivalencia y hostilidad de éste, sufriendo por él y para él. Es decir, este tipo de estructura de
personalidad consigue cosificar a su subalterno, despojándolo de su valor como sujeto (Marietán
1999, 2000).
Se debe tener presente que el obligar a un soldado a “voltear”, el pegarle patadas por estar
cansado, el forzarlo a tirarse al agua amarrado de un lazo, son formas de maltrato del cuerpo,
actividades que se realizan para apropiarse del otro en la obediencia de quién se proclama amo por
tener transitoria o definitivamente el poder (Díaz, 2001). De tal manera que esta clase de prácticas
hace que los psicópatas puedan convertirse, en algún momento, en déspotas que pretenden dominar a
cuantos los rodean y que constituyen en ocasiones una dificultad para el mando institucional.
Recordemos que según el DSM-IV (1995), el CIE-10 (1992) y autores como Garrido (2003), el
psicópata tienen un alto componente agresivo y en parte impulsivo, de ahí la importancia de la
imposición por parte de la milicia de la vigilancia y control, además de la implementación y el uso de
otros canales de agresión, de los cuales hablaremos más adelante.
De otro lado, cuando hablamos de la contraparte mencionada, donde el psicópata debe asumir su
condición de subalterno, salen a relucir dos elementos. Primero, el lenguaje militar: mi superior,
refleja algo muy característico del psicópata: sus dificultades de diferenciación yo – no yo, donde el
otro pasa a ser parte de él, y, por ello, es concebido como una extensión más de su yo corporal. Esto
debido a que la falta de un “holding” adecuado durante la infancia (Winnicott, 1975, 1984) interfiere
- Milicia y Estructura Psicopática - 57
en el progresivo proceso de integración psíquica, emocional y corporal y, con ello, en el
reconocimiento del otro y de sí mismo como objeto total y separado.
En consecuencia, cuando el psicópata hace uso del vocablo militar: mi subalterno o mi superior
son identificaciones que realiza con los objetos exteriores, donde el otro es una imagen parcial y
especular de sí mismo, por lo que no queda de más decir que para “este tipo de sujetos la agresión del
superior es su propia agresión, merecida y deseada” (E. Meluk, comunicación personal, julio 16 de
2008).
Segundo, debido a que no posee un superyo bien integrado (Barreto, 2000; Glover 1960) se
esperaría que tendiera a oponerse a la autoridad y a quienes la representan, pero gracias a que ésta se
imparte dentro de un ambiente altamente rígido y disciplinado, donde el trato fuerte es abiertamente
reconocido y promovido como un sistema adecuado de formación, el psicópata puede concebir las
reglas y el cumplimiento de las mismas como lógicamente necesarias para obtener un estado mental
y físico que permita enfrentar y destruir a los enemigos. Además, si retomamos a Rascovsky y
Liberman (1966), se podría afirmar que el psicópata podría aceptar esta clase de trato en tanto que
existe una parte del superyo altamente condescendiente con la actuación asocial, derivada de una
imagen parental en la que la crueldad y la desconsideración estarían idealizadas y admitidas dentro
de la dinámica familiar e interpersonal.
No obstante, esto no quiere decir que el psicópata no haga uso de su capacidad intelectual y
manipulación con el ánimo de conseguir eludir responsabilidades y burlar sus obligaciones. Según lo
enunciado en el primer apartado, los militares denominan a este tipo de tretas: “perradas”
(Atehortúa, 1995). Pero para los psicópatas dichas prácticas no entrarían a ser parte de las perradas
buenas, sino por el contrario estarían encaminadas a su exclusiva satisfacción, muy a expensas de sus
compañeros. Esta descripción encaja con el actuar irresponsable y parasitario del psicópata
nombrado por Hare (1993), pero siempre sabiendo proceder dentro de los límites de los estatutos
legales. Basta con ver otras de las prácticas de los conscriptos, por ejemplo, el robo o “cuadre”, el
- Milicia y Estructura Psicopática - 58
cual al ser común en el ejército facilita que este tipo de personalidad se encuentre en libertad de
cometerlo sin ser etiquetado como delincuente.
Si bien el nivel de agresividad dado al interior del ejército, y reflejado en las costumbres
mencionadas, es valorado positivamente –racionalizado y transformado en instrucción para atacar al
enemigo- éste debe ser mínimo, pues de no ser así el grupo corre el riesgo de fraccionarse.
Relacionado con esto, vale la pena mencionar uno de los tres principios básicos grupales
postulados por Bion -referenciado por Pinzón (2001, web site)-: el proceso inconsciente primario de
lucha y fuga. El cual básicamente hace alusión al hecho de que el sentimiento de unidad colectiva
yace en la convicción de la existencia de un enemigo común, ubicado fuera del grupo, de quien hay
que huir o a quien se debe atacar. Dicho de otro modo, “para fortalecer la identificación y lealtad
grupal uno de los principales recursos es dotarlo de un enemigo externo” (Koestler citado por
Leshan, 1995, p. 19), ya que:
cuando existe alguien externo a un grupo a quien odiar, las tensiones internas de éste se reducen; si sentimos y expresamos hostilidad hacia quienes se hallan fuera de manera entusiasta, seremos mejor aceptados por el grupo, y nos volveremos más entusiastas hacia él (Leshan, 1995, p. 92).
Siendo así, la agresividad, la manipulación y el engaño son elementos válidos y considerados
como armas letales de la guerra y la victoria, siendo lícito su empleo en la lucha contra el adversario
siempre y cuando no se dirijan contra los amigos y aliados (Koyré, s.f., web site), es decir, sopesen a
nivel exogrupal más que endogrupal, de lo contrario la unidad corporal, ese “todo indiferenciado en
el cual cada quien ha perdido su individualidad e independencia” (Pinzón, 2001, web site), corre
riesgo.
Quien traiciona a su ejército y a su Estado, rompe todo vínculo de confianza y lealtad, pues
amenaza la supervivencia de la patria misma (Fernández, 2005). Así que virtudes como el honor, el
cual es respaldado por los distintos códigos militares, queda al acecho cuando el engaño es utilizado
al interior del grupo, sin embargo, éste es justificado, tolerado, e incluso recomendado en los casos
que es empleado para obtener ventaja de quien es etiquetado como una amenaza; mientras no se
- Milicia y Estructura Psicopática - 59
ejerza dentro del grupo, del “nosotros”, sino fuera de él; mientras no se engañe a los “suyos” (Koyré,
s.f., web site).
Anexo a lo anterior, el trato al ser impersonal, donde los nombres propios quedan al olvido y la
relación se limita por un no mi cabo o un sí mi sargento, permite que el psicópata interactué
fácilmente sin evidenciar su sociabilidad superficial y renuencia a los vínculos emocionales. Las
relaciones sociales son muy restringidas; permanentemente tienen que hablar en tono definido y
con palabras precisas –utilizadas de manera impersonal y homogénea-, lo cual de cierta forma
hace que el trato se reduzca a órdenes lineales y apelativos, medio idóneo para la estructura
psicopática, ya que esto posibilita que una de las características principales de este tipo de
personalidad: su poca capacidad para experimentar el significado emocional y baja comprensión
empática (Cleckley, 1976) salga a relucir sin mayores juzgamientos.
Las ordenanzas concretas y literales, con pocas abstracciones y de características netamente
lógicas, son un lenguaje que para el psicópata en fácil de entender, pues son vocablos que al no estar
cargados de palabras emocionales le permite desempeñarse de forma totalmente disociada a la
emoción, dejando de lado las interpretaciones afectivas que tanto se le dificultan. De esta forma, su
habilidad para interpretar los acontecimientos en términos intelectuales, ya que su inteligencia y
capacidad lingüística son normales, y su actuación mecánica e instrumental topan con una forma
funcional de ser usadas (Garrido, 2003).
Investimiento militar y narcisismo
El componente narcisista del psicópata encuentra alimento en su nueva posición social.
Como sabemos, el uniforme y los símbolos adheridos a él, unas de las tantas marcas que les son
impuestas a los militares, unas para diferenciarlos del enemigo, “donde la más sutil distinción hace la
voraz diferencia” (Castro, 2002, p. 2), y otras para hacerlos igual a sus compañeros, a su colectivo
armado, revela un nuevo estatus del sujeto en su propio cuerpo: el del guerrero. Cada uno de los
distintivos, los cuales son cosidos en el uniforme, -indicando el rango, el arma, el batallón y el
- Milicia y Estructura Psicopática - 60
ejército al cual pertenece-, son sellos sobre la piel, a manera de tatuaje, que indican la entera
pertenencia del sujeto a un cuerpo armado, el cual al representar y portar los emblemas típicos del
ejército se presenta ante la sociedad como sujeto privilegiado, con dominio y control físico sobre la
ciudadanía.
El uniforme actúa en el psicópata como el nutriente de su sentido de omnipotencia; se siente un
ser superior, en una posición diferente y favorecida frente al civil común. Sin embargo, éste no es el
único elemento mediante el cual se puede manifestar su narcisismo -como libido fijada y centrada en
el yo-. Retomando el primer capítulo, el discurso militar imparte la idea de que quienes pertenecen a
esta institución y soportan sus embates son dignos de ser considerados hombres de honor; mientras
que quienes se niegan a prestar sus servicios a la misma son etiquetados como faltos de hombría.
Esta política de pensamiento juega un papel importante en el investimiento libidinal que el psicópata
hace de su propio yo, y no sólo eso, debido a que este discurso inculca humillaciones y
depreciaciones de la condición civil, el psicópata puede desfogar a través de éstas su agresividad
mortífera, ya que al investirlo con los valores del guerrero: hombría, honor y valor, le permiten
acrecentar su sentido de grandiosidad, mando y vigilancia sobre el otro.
Servir a un mismo ideal y portar los emblemas típicos del ejército son dos elementos que
configuran el sentido de pertenencia de los sujetos al cuerpo armado, además de reafirmar en ellos el
compromiso. Los símbolos adquieren un valor sagrado y la fidelidad al grupo se vuelve obligación
suprema (Koyré), recayendo su punto de honor33, como diría Mazzeo (2003), en el deber con la
institución, o en la llamada “disciplina del deber”, la cual involucra el sacrificio y la muerte por las
Fuerzas Militares y por la misma nación, ya que, de acuerdo a Padilla (2004), el soldado se debe por
y para la patria34. Desde esta mirada, para el psicópata muerte y patria vendrían a desempeñar dos
33 El significado de honor ha cambiado dependiendo de la época, lugar, género, institución a la que se haga alusión y demás, ya que éste tiene un alto componente subjetivo pero así mismo depende de la identidad de cada comunidad y del punto de vista colectivo que le es propio (Pitt-Rivers, 1992).
34 Según el Código de Honor del Ejército Colombiano y el General Freddy Padilla de León, el honor es para los soldados colombianos un sentimiento interno, profundo e íntimo que expresa la satisfacción del deber cumplido y representa la coherencia entre el pensar y el actuar, siendo fuente de inspiración y mandato de conciencia. Por su parte,
- Milicia y Estructura Psicopática - 61
aspectos relevantes. La muerte, llamada en el argot militar “baño de sangre o de fuego”, designa su
autoafirmación. Esto en tanto que morir es tomado para éste y la mayoría de los militares como
el sacrificio por una causa tras la cual encontrará la vida de la inmortalidad; destruyéndose en
aquello que los eternizará (Castro, 2003).
De cierta forma, pareciera que el ideal militar reforzará el impulso destructivo, que en el interior
del psicópata se vivencia como aquel “terror sin nombre” de Bion (1962), esa indefensión absoluta
durante sus vivencias primarias que encuentra una justificación visible en la guerra, haciéndole su
dolor más soportable (Espina, 1999). Pues según Ángel Espina (1999), poner en peligro constate su
vida es un modo de paliar lo que en un principio obstaculizó su desarrollo emocional e impregnó su
proceder de agresividad y hostilidad.
Por su parte, retomando al autor en mención, la madre patria o madre tierra vendría a ser análoga
a la figura materna35, y en esta medida ocultaría tras sus ideales supremos a la madre que frustra,
priva y hiere, la cual debido al amor insuficiente dado a su hijo genera en él una ambivalencia
afectiva donde imperan las tendencias destructivas. El simbolismo de morir en combate en nombre
de nuestro país, siendo el mayor de los honores –según la milicia-, es una medio para conseguir por
parte del psicópata un estado de bienestar pleno en el amor fusional primario, que al alcanzarse a un
costo tan elevado entraña la pulsión de muerte y la madre devoradora (Espina, 1999).
Este sacrificio, en tanto componente narcisista, lo lleva a existir como un ser omnipotente, más
allá de su existencia física; pues pese a que el cuerpo puede morir, él sobrevivirá eternamente como
ideal, ya que para el militar, como diría Emilio Meluk: “Morir por la patria es vivir para siempre”.
(Comunicación personal, julio 16 de 2008).
Francisco José de Caldas afirma que el honor militar respecto del que lo obtiene consiste esencialmente en el cumplimiento exacto de todas las obligaciones que le impone la noble profesión de las armas; pero respecto a los demás, es la reputación o concepto ventajoso que formamos de las acciones militares de aquél (Padilla, 2004).
35 Citando al Coronel Caldas, la patria “es una madre tierna en cuyo regazo crecéis para volverla en edad más avanzada servicios importantes…faltarla sería clavar el puñal en su pecho generoso” (Padilla, 2004).
- Milicia y Estructura Psicopática - 62
Pero si el honor castrense está dado por la integración del individuo con los ideales, principios y
pautas de la institución y, por ende, por la identificación con los valores de la misma (Huerta, 2006;
Leshan, 1995), qué hace que los psicópatas se adhieran a éstos y los convierten en razones básicas
que fundamentan y rigen su accionar, al ser estimados como correctos y válidos.
Para responder este interrogante cabría citar al psicoanalista André Green –en la entrevista
realizada por Marie Gautheron (1992)-, quien concibe que el honor está vinculado al ideal del yo y se
manifiesta a través de las figuras de renunciamiento, tales como el asceta o el héroe. Según este
autor, estos personajes
están dispuestos a dar la vida para preservar algo que es más importante que su vida misma, debido a que las heridas narcisistas, que afectaron al yo en su estructura y el en el sentimiento de valor que tiene de sí mismo, se constituyen en los puntos de desgarramientos y deshonra…A tal grado que el carácter narcisístico de la vergüenza, al traer la deuda consigo mismo, sólo puede desaparecer con la propia desaparición: el sacrifico (Gautheron, 1992). Las carencias afectivas primarias, al no permitir el desarrollo de un ideal del yo maduro ni
posibilitar la adquisición de una adecuada instauración de la ley y, por tanto, una estructuración del
superyo que sirva como medio de regulación del yo ideal omnipotente, hacen que prevalezcan las
satisfacciones narcisísticas infantiles y las idealizaciones del self . Lo cual quiere decir, según André
Green, que el individuo acaba por
anclarse a un ideal del yo tiránico, en el que el yo se reprocha pretender perpetuamente más de lo que es. El honor siempre hay que salvarlo, está siempre amenazado con ser mancillado, y, por su debilidad, eternamente susceptible de ser la causa de un daño irreparable a la estima de sí (Gautheron , 1992, p.36).
Según esto, al configurarse un ideal del yo primitivo y arcaico que no tolera ninguna
imperfección y ningún alejamiento de la idealización de sí mismo, los sentimientos de vergüenza e
inferioridad derivados de la distancia siempre infranqueable entre el yo y el ideal terminan por
abrumar el mundo interno del psicópata, no obstante, estos son parcialmente compensados a través
del despliegue de su mundo imaginario (Pinto, 2001). Jugando en este último elemento un
- Milicia y Estructura Psicopática - 63
importante papel la ideología militar y sus símbolos, pues son éstos en quienes el psicópata deposita
y vive su propia omnipotencia.
Si en la milicia los valores los constituyen aquellas creencias como la integridad, valentía y
patriotismo que diferencian lo correcto de lo incorrecto (Huerta, 2006), siendo este último el amor y
fervor a la patria; la valentía haciendo referencia a la disposición para enfrentar las dificultades a
sabiendas de los riesgos; y la integridad enfatizando la devoción por el cumplimiento del deber y
hacer lo correcto –porque creen que debe ser así- (Huerta, 2006), se diría que el psicópata puede
tomar los aspectos mencionados y vivenciarlos en extremo, ya que si los valores son únicos,
absolutos e inamovibles quien no cumpla con ellos es merecedor, de acuerdo a su modo de
pensamiento autorreferencial, de ser castigado e incluso de morir. Posiblemente aquí entren los
psicópatas fanáticos y nacionalistas, quienes al tomar las diferencias menores –en sí mismas
irrelevantes- y trasformarlas en grandes distinciones (Ignatieff, 2002) terminan por participar en
matanzas, fundamentando y racionalizando su proceder en los ideales militares
De ahí la relevancia tanto de los rituales que se implementan con el ánimo de generar y mantener
la capacidad de contenerse, disciplinarse y así de canalizar la agresividad, como la creación de los
códigos de honor de los guerreros, que como sistemas éticos establecen normas de combate y
etiquetas morales que permiten a los combatientes respetarse mutuamente (Ignatieff, 2002, p. 163) y
hacer uso responsable del monopolio de la fuerza.
Control y disciplina
Las formas de ordenamiento del cuerpo –como se expresó en el apartado de milicia- no son
ajenas a las regulaciones institucionales y jurídicas del estilo de vida militar. Según Atehortúa
(2005) y Espina (1999), cómo manejar el cuerpo, qué hacer con él, los modos de higiene, de hacerlo
trabajar o descansar, y demás, son señaladas por los ordenamientos discursivos y por los ideales que
incentivan este tipo de instituciones.
- Milicia y Estructura Psicopática - 64
Su estructura posibilita tener un control sobre el psicópata y orientarlo de manera productiva para
la milicia. Pues, si bien, como se ha afirmado anteriormente, las personalidades psicopáticas tienen
la suficiente capacidad intelectual para regir su vida, su impulsividad, en cierto modo, los hacen ser
semejantes a los niños, ya que reaccionan de forma inmediata a los estímulos, siéndoles necesario la
imposición de límites claros.
Retomando el segundo capítulo del escrito, se supondría que la educación impartida por los
padres y por la sociedad en general, y su correspondiente interiorización, actuarían como reguladores
del principio de placer, donde éste se va adaptando progresivamente al principio de realidad, sin
embargo, como ya se había dicho, parece que este tipo de personas por deficiencias en su
constitución superyoica no aprenden a tener un alto nivel de auto-control, lo que ocasiona que
tiendan a presentar conflictos con el código interno de las Fuerzas Militares. Pueden cometer
transgresiones que vayan en contra de la seguridad del Estado, la disciplina y el servicio, pero, como
lo dice Hare (1993), serán quebrantamientos menores ya que su inteligencia les permite estar
concientes que el delito militar no es rentable para sus metas a corto plazo –evaluación costo-
beneficio y control de daños inmediatos que los afecten-.
Así mismo, cabe mencionar que el bajo control interno y su tendencia a la agresividad pueden
ser controladas si el ambiente en que se desenvuelven les impone limitaciones a través de rígidos
controles externos, pero que igualmente les suministra mecanismos mediante los cuales su baja
tolerancia a la frustración y dificultades en la postergación de la descarga pueden ser
manifestadas (Pierson, 1999). De tal forma que si son frustrados por el control de su superior
directo, este tipo de personalidad psicopática logre pasar de la agresión directa a buscar otro
blanco para la misma; válvulas de escape legal y socialmente admitidas, tales como el
entrenamiento físico, maniobras de campo, prácticas de tiro, entre otras, que actúan como
mecanismos de canalización para la agresión y hostilidad propia de la estructura psicopática
(Pierson, 1999). Espacios que vendrían a constituirse como medios sublimatorios (Bergeret,
- Milicia y Estructura Psicopática - 65
1980) que permiten el funcionamiento adecuado del yo, ya que además de evitar recurrir a
procesos económicamente desgastantes, permiten que las pulsiones agresivas y la tendencia al acto
puedan en algún grado ser satisfechas por vías como deportes de contacto o actividades belicosas, las
cuales pasan a manifestarse de manera adaptada tanto personal como socialmente.
Si los psicópatas son personas que tienden a aburrirse con facilidad y a evitar o abandonar
situaciones que sean rutinarias, siéndoles necesario, según lo enunciado en el segundo capítulo,
incrementar sus niveles de excitación (Lykken, citado por Barlow, 2004), cabe pensar que en
tiempos de paz las unidades administrativas no sean las más adecuadas para ellos, siendo una vía
para satisfacer sus necesidades de estimulación las actividades físicodeportivas –de contacto, con
metas a corto plazo, agresivas, competitivas, y con reglas de juego claras- y labores similares que, de
acuerdo a Pierson (1999), se constituyen en entrenamientos de agresión de largo plazo y actúan
como catárticos a corto plazo.
En cuanto a ello, Pierson (1999) indica que en tiempos de guerra estos sujetos se desempeñan de
forma rápida y concreta al ser capaces de asumir riesgos y aventuras desmesuradas, sin inhibir su
acción por miedo o temor al peligro. Los cataloga como personas que pueden ser líderes naturales
que motivarán a otros soldados para matar, lo que es válido si traemos a colación su menor
sensibilidad a la expresión emocional y empatía, cuestión que les permitirá matar sin mayores
obstáculos psíquicos y sin remordimientos, causando el mayor número de bajas al ejército enemigo,
cumpliendo de esta manera con el objetivo principal de la guerra. Casi se podría decir, según lo
sugerido, que esta clase de soldados están motivados por la competición y la excitación, más que
por el sentido de sacrificio (Pierson, 1999), por refuerzos sociales como elogios o por beneficios
futuros (Knight-Jadczyk, s.f).
Sin embargo, como ya se dijo, también hay inconvenientes para los psicópatas en una unidad
militar. Su naturaleza altamente agresiva puede actuar como un catalizador para la violencia en
situaciones delicadas como operaciones de mantenimiento de paz (Pierson, 1999). Por esto, la
- Milicia y Estructura Psicopática - 66
milicia busca coartar el impulso agresivo y su gusto por la agresión, quedando el individuo bajo
una especie de vigilancia continua. Entonces quienes ingresan a la milicia estarán sometidos
permanentemente a pautas definidas de comportamientos, que canalizan sus actings por medio de la
habituación y estereotipia del actuar. Este punto expone el poder que la institución debe mantener
sobre quienes pertenecen a ella para permitir su supervivencia y eficacia, logrando canalizar los
impulsos en función de la realidad.
Ideología militar e instinto de destrucción
El proceso de desensibilización a la violencia a la que son sometidos los militares, está
diseñado con el objeto de que éstos acepten la agresión como algo cotidiano y necesario para su
supervivencia. El fuerte trato físico y verbal -horas interminables corriendo con cargas pesadas;
todos con las cabezas rapadas haciendo las actividades juntos y vestidos iguales, perdiendo su
individualidad- se implementa en cada actividad de tal manera que se consiga instaurar en el recluta
un nuevo conjunto de valores que abarcan la destrucción, la violencia y la muerte como formas de
vida, sin dar cabida a remordimientos y culpas.
No obstante, para el caso de la estructura psicopática este proceso de condicionamiento y
moldeamiento más que ser una preparación mental y física se instaura como un medio social que le
ofrece un conjunto de valores acordes con su personalidad. El psicópata no necesita ser
desensibilizado, ya que por su tendencia impulsiva y carencia de sentimientos de culpa y
remordimientos -en algunos más que en otro- tiende a actuar rápida, espontánea y hostilmente frente
a los demás, quienes al ser depósitos de sus ansiedades y angustias pasan a configurarse como
objetos persecutorios y desvalorizados que deben ser aniquilados: matar o ser matado ya hace parte
de su proceder.
La sangre, la destrucción de cuerpo, la muerte, el temor y la ansiedad quieren ser evaporizados a
través del discurso militar, con el ánimo de que éste se configure de tal modo en el sujeto que logre
evitar que la situación del combate sobrepase las capacidades yoicas, y ,con ello, una posible
- Milicia y Estructura Psicopática - 67
descompensación estructural. Sin embargo, el discurso del guerrero: héroe que sacrifica su vida por
su patria, más que desempeñar incentivo, motivación y preparación psíquica para el psicópata, es una
herramienta que justifica su proceder, que en muchos casos puede terminar por generar,
especialmente en situaciones de combate donde estas estructuras se caracterizan por su liderazgo
(Pierson, 1999), atrocidades humanas como el genocidio o distintos delitos de lesa humanidad.
No dejemos de lado que “aún cuando estudios sugieren que pese a que las condiciones que se
presentan en una guerra pueden hacer de cualquiera un genocida en potencia, algunos hombres están
más propensos a matar en forma indiscriminada que otros” (Peter Watson, 1989, p.140). Sería el
caso de las estructuras psicopáticas cuyo sistema nervioso al ser, relativamente, insensible a bajos
niveles de estimulación (Hare, 1974) hace que en tiempos de guerra sean un gran elemento de
ataque. El encontrarse menos afectados por la amenaza del dolor o castigo, siendo más
tolerantes a éstos, les permite encarar situaciones que la mayoría de personas tiende a evitar.
Su instinto destructivo, tanático o de muerte, los lleva no sólo a disfrutar del combate, a halar
el gatillo sin reflexiones y a matar al objeto amenazante sino también a exponerse a su propia
muerte. A menudo tienden a minimizar los riesgos y peligros, y a exponerse a situaciones
dañinas, dolorosas y angustiantes en busca de conseguir un placer excesivo y sin límites. Quizás
esta autodestrucción esté relacionada con la culpa inconsciente (Liberman, 1966), la cual sale a
la luz bajo la forma de una mortificación, una ansiedad o un descontento, cuando no, bajo la
forma de una necesidad de castigo, que empuja al sujeto hacia lo peor (Bernal, 2000). Casi siempre
se trata de algo que les hace daño a ellos o a las personas que los rodean, sin embargo, no pueden
abstenerse ni privarse de hacerlo.
Los tiempos de guerra le proporcionan al psicópata un mecanismo directo para evadir el tedio
y aburrimiento, producto de la depresión generada por la carencia del objeto necesitado e
inalcanzable y de la agresión que se vuelve hacia adentro y en contra del propio sujeto, y lo
conduce al logro de un equilibrio que se manifiesta por el acto psicopático. Esa voracidad
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insaciable que expropia y paraliza al otro como manifestación de las fantasías primarias de envidia y
celos, en busca de dañar lo valioso del otro que le es negado al sujeto (Liberman, 1966).
Pero más que la envidia y los celos es el odio el que se va constituyendo en un elemento que
ampara, cohesiona, mantiene y promueve la satisfacción del placer, sentimiento que se configura en
el psicópata como el eje de sus interrelaciones sociales, y que al interior de la milicia es promovido
como elemento vinculante entre los combatientes. Por eso, no es sorprendente ver que a los
enemigos se les tache de chulos, perros, insectos o se le asignen nombres generales como los hacían
los soldados de los dos bandos durante la Segunda Guerra Mundial: los alemanes llamaban
“Tommys” a los ingleses y los norteamericanos llamaban “Fritz” a los alemanes. De tal manera que
el rival funciona para el psicopático como objeto donde es asequible poner toda su agresividad y
odio, dando rienda suelta a su impulsividad pero en la medida que es integrado en un grupo. En
palabras de Leshan (1995), la guerra le ofrece una forma de canalizar las tensiones internas que
dificultan los procesos de adaptación y que además, según éste autor, son socialmente estimulados a
utilizar.
Anexo al afán desmesurado de aniquilar a su enemigo –que en últimas es él mismo, pues
inquiere resolver afuera lo que adentro no tolera-, se suma la tendencia del psicópata de exteriorizar
la culpa, denominada por Marietán “defensa aloplástica”. La búsqueda de culpables externos para
sus fallos personales, -ya que, bajo su criterio, siempre habrá injusticia hacia él-, encuentra resguardo
en la cohesión del grupo a medida que éste, al estar legalmente habilitado para matar, concibe que es
el bando contrario el que actúa indebidamente, siendo de esta forma merecedor de castigo y muerte,
y, por el contrario, todo lo que ellos hagan contra estos objetos malignos es no sólo justificable sino
incluso bueno (Leshan, 1995).
En dado caso que se presenta algún exceso, en conformidad con los derechos internacionales de
guerra, el psicópata racionalizará sus actos englobándolos dentro de la ideología y causa militar,
resguardándose en el colectivo armado, pues no olvidemos que reiteradamente les inculcan que
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cualquier decisión debe ser tomada en función, para y como grupo. Esta integridad le facilita actuar
desconociendo, en cierto sentido, la responsabilidad social de sus actos, pues ésta queda, en parte,
traslapada por la responsabilidad de la unidad militar.
Con el ánimo de sintetizar todo lo anteriormente mencionado se puede afirmar que la disociación
y dificultad de diferenciación yo no-yo del psicópata encuentran salida en una situación innegable
como la guerra, donde el enemigo al ser real, de carne y hueso, y la justificación al ser reconocida y
aceptada por la sociedad en general, solventan el mantenimiento de un estilo de pensamiento y modo
de actuación frío y distante, pero funcional por su operatividad en la lucha armada. Entonces la
dicotomía “ellos” y “nosotros”, el pensamiento absoluto y el vivir el ahora -el momento de la batalla-
(Leshan, 1995), son tres ejes que alimentan las características paranoides y proyectivas de este tipo
de sujetos, quienes experimentan la destrucción externa tal como vivencian sus conflictos internos.
En conclusión, serían tres procesos sociales, sugeridos por Kelman y Hamilton (citados por
Alarcón & Trujillo, 1997), los que debilitarían las restricciones morales inhibidoras de la violencia
en al ambiente militar, y que para el psicópata se le presentan como anillo al dedo: la autorización, la
rutinización y la deshumanización, tres procesos que en la cultura castrense se han institucionalizado
por su misma razón de ser.
- Milicia y Estructura Psicopática - 70
DISCUSIÓN
Haciendo un análisis detallado de lo manifestado en los tres capítulos anteriores se puede
observar que dichos apartados se fundamentan en la idea de que cada individuo posee una
estructura de personalidad particular, entendiendo ésta como el modo de organización
permanente más profundo que se caracteriza por una dinámica específica entre las necesidades
pulsionales y los procesos primario y secundario. Si esto se tiene presente es viable comprender
que, dependiendo del interjuego de los elementos mencionados y sus respectivas manifestaciones
comportamentales, las personas pueden ser más aptas para desenvolverse en ciertos ámbitos
laborales que en otros, claro está que esto igualmente se encuentra sujeto a la capacidad del
medio para proveerles culturas institucionales acordes con sus características de ser, pensar y
actuar.
Aquí se está hablando de estructuras no mórbidas de funcionamiento mental más no de
categorías nosológicas alusivas a enfermedades psíquicas y organizaciones de personalidad
descompensadas. Lo cual quiere decir que independientemente del tipo de estructura –sea
histérica, obsesivo-compulsiva, psicopática, límite, entre otras-, se puede dar un funcionamiento
sintónico tanto interno como externo, siempre y cuando sus recursos psíquicos le permitan, de
una u otra manera, adaptarse al ambiente y éste al mismo tiempo le proporcione medios, dentro
de los parámetros sociales aceptados, para manifestar su estilo de personalidad.
Con esto último se hace referencia al hecho de que obedeciendo a la misión y razón de ser
de los distintos espacios laborales y a la variedad de cargos al interior de los mismos y sus
correspondientes demandas, ciertas estructuras de personalidad por su modo de funcionamiento
pueden presentar un mejor acoplamiento.
Desde esta perspectiva se trataría de la actual tendencia que existe en el área de psicología
organizacional de utilizar la conocida “selección de personal”, que consiste en ajustar
- Milicia y Estructura Psicopática - 71
experiencia, habilidades y competencias de los aspirantes a los requerimientos del área en que se
van a desempeñar.
En el caso específico que hemos venido trabajando, se contempla que quienes hacen parte
de las Fuerzas Militares, particularmente los combatientes, para lograr un buen desempeño en
esta institución necesitan de muchos de los elementos psicopáticos; o, dicho de otra manera, son
las mismas Fuerzas Castrenses que en busca del cumplimiento de su misión requieren personas
con características psicopáticas, entre las cuales se encuentran propensión a la acción,
impulsividad, pensamiento concreto , necesidad de altos niveles de estimulación y demás.
Con esto no se quiere llegar a un determinismo; aseverar que el ciento por ciento de los
sujetos que ingresan a estas instituciones, ya sea porque así lo desean o porque son obligados a
realizarlo, son psicópatas. Por el contrario, únicamente se pretende poner en evidencia que este
tipo de estructura de personalidad, por sus características definitorias, se acoplan fácilmente a las
necesidades y demandas de la vida militar, y que el grado en que se da dicho acoplamiento varía
de cuán psicópata se es, cuestión difícil de establecer a nivel cuantitativo si tomamos en
consideración, como afirma Marietán (1998), que no se es completamente psicopático sino que
existe una integración “psicopático-no psicopático”, dependiendo de múltiples factores el que
prime más uno que el otro.
Por ejemplo, aunque el estudio realizado por Casullo y Castro (2005) demuestra la
existencia de una relación entre un perfil de personalidad competitivo, coincidente con la
estructura de personalidad psicopática, y un alto rendimiento académico y militar, no se tiene
conocimiento del nivel en que dichas características deben presentarse. Por tanto, qué tan
psicopático se debe ser para no ser expulsado de las Fuerzas Militares y, en vez de ello, lograr
ser catalogado como un militar exitoso es un interrogante que queda por resolver, si es que es
posible tener una respuesta para ello.
- Milicia y Estructura Psicopática - 72
Del mismo modo, no existe una regla absoluta que dictamine que las personalidades
psicopáticas eligen de manera consciente el ambiente militar porque concuerda con su forma de
ser, ni mucho menos se está afirmando que haya un precepto inquebrantable que establezca que
son las similares normativas institucionales a las que los grupos militares se ven sometidos las
que determinan las evoluciones de personalidad parecidas, como se dice al interior del ejercito:
“la personalidad militar”.
Si bien sabemos que de quienes ingresan al Servicio Militar Obligatorio no todos muestran
un buen desempeño durante éste, y que muchos de ellos debido a su psiquismo, o encuentran un
medio a fin a su forma de ser o chocan con los factores institucionales, se debe tener presente,
por un lado, que la mayoría de sus integrantes ingresan a la edad de 18 años, etapa de la vida en
que la estructura psíquica no se ha consolidado del todo, de ahí la influencia que las prácticas,
normas, valores y saberes castrenses pueden ejercer en los militares, y, por otra parte, que estas
influencias ambientales siempre están trabajando sobre las experiencias y vivencias infantiles
que cada individuo trae consigo y que de cierta manera han trazado el camino de su subjetividad.
Entonces, para que una persona presente o desarrolle durante su trayectoria militar no sólo
características psicopáticas sino todo un modo de funcionamiento psíquico de este tipo, al
momento de ingresar a la milicia ya debe tener consigo elementos observables y no observables
similares al estilo psicopático -tales como tendencia a no sentir remordimiento ni empatía,
orientación al riesgo, alta utilización de mecanismos de defensa de carácter primario, entre los
que se destacan la identificación proyectiva, entre otros-, otra cosa es que la instrucción militar y
todo lo que ésta implica terminen por afianzar dichas cualidades.
En palabras de Espina (1999), lo que aquí se intentó hacer fue tratar de analizar, desde una
visión teórica y psicológica, la confluencia entre las variables pertenecientes al área individual, o
- Milicia y Estructura Psicopática - 73
del psiquismo, con los factores institucionales o sociológicos militares, y, cómo se tendería a dar
dicha confluencia, sin entrar en ningún momento en el terreno de la causalidad.
Aparte de lo ya indicado, se dice que para que haya un adecuado acoplamiento entre los
psicópatas y la institución no sólo basta con que éstos ingresen a las Fuerzas Militares, también
es indispensable que sean ubicados en el cargo y la situación correcta y con la disciplina
necesaria; es decir, sean asignados dentro del porcentaje de hombres destinados a guerrear,
práctica que por ser aceptada como necesaria para el mantenimiento de paz les permite canalizar
sus ansiedades persecutorias internas, resultado de fuertes frustraciones preedípicas, sin entrar en
conflicto con la ley.
Lo anterior en la medida que, y retomando los tres capítulos, primero: Las Fuerzas
Militares al constituirse en un medio social donde prima el trato fuerte, impersonal y agresivo,
permiten que la agresividad, hostilidad y superficialidad en las relaciones interpersonales se
conviertan en acciones lícitas. Segundo, al ser garantes de la seguridad nacional, en
representación del Estado, conceden a quienes forman parte de ella la facultad para poseer y
utilizar armas, y, en consecuencia, los habilitan a matar a quien amenace o atente contra el
territorio, no obstante esto se restringe a las circunstancias definidas en los códigos y protocolos
castrenses. Tercero, su estructura y dinámica regida por la vigilancia, el control y la disciplina
los adiestra para canalizar su actuar, orientándolos positivamente en función de la realidad: la
guerra, la cual inevitablemente siempre existirá y se necesitarán hombres para combatir en ella.
Y cuarto, el discurso e ideología militar, y todo lo que gira en torno a ellos, generan sentido de
unidad y omnipotencia, exaltando el poderío del yo y engrandeciendo la vitalidad corporal.
Estos componentes conformarían una escenario adecuado para que el psicópata: (a)
Proyecte sus profundas angustias internas -creadas por los fantasmas y peligros ilusorios- en el
mundo externo. Al interior de la institución en el subalterno, y al exterior de ésta en el enemigo,
- Milicia y Estructura Psicopática - 74
quienes se constituyen en depositarios de su odio –sentimiento que da cohesión al grupo-, (b)
racionalice su proceder apoyándose en la razón de ser de la organización, encasillando como
único y absoluto culpable al enemigo, el cual es reconocido socialmente como su oponente, (c)
escinda su pensamiento de la emoción, y además disocie el mundo en dos únicas alternativas:
completamente buenos que vendrían a ser “ellos” y completamente malos que entrarían a ser
conformados por “los otros”, y (d) nutra su narcisismo primario a partir de la mística militar;
principios e ideologías que generan y mantienen la sensación de omnipotencia ante quienes no
son miembros del grupo castrense. El espíritu de cuerpo propio de los ejércitos y valores como
el honor y la patria -encarnados en los himnos, banderas, uniformes, entre otros- son vivenciados
por el psicópata como una extensión de su yo, que al ser investidos por éste, a la larga, son
reflejo del investimiento que el psicópata hace de sí mismo.
En cuanto a las limitaciones externas impuestas por la regulación militar a sus miembros,
como ya se ha dicho, son asumidas por las estructuras psicopáticas desde un enfoque netamente
racional, percibiéndolas como necesarias para su preparación como combatiente. Pero de igual
forma puede aseverarse que al interior de la milicia existen prácticas que permiten que los
militares hagan uso de la manipulación con el fin de burlar las obligaciones, como las
mencionadas “perradas”, el “cuadre”, y las “volteadas”. También ofrecen mecanismos por
medio de los cuales pueden manifestar su baja tolerancia a la frustración, actuando como canales
sublimatorios que posibilitan el funcionamiento adecuado de su yo, por ejemplo sus actings out
pueden satisfacerse a través de deportes de contacto o actos belicosos, que operan como
catárticos a corto plazo y simultáneamente como instrucción a largo plazo.
De acuerdo a esto, se puede decir que las Fuerzas Militares es un medio social e
institucional en el que el psicópata puede desempeñarse productivamente, ya que su particular
estilo de pensar, relacionarse y ser concuerda con las canalizaciones pulsionales fijadas por
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la milicia. Es decir, el psicópata encuentra su identidad en la estructura funcional de la
institución castrense como en la cultura y el discurso militar.
Sin embargo, volvemos al tema de cuán psicópata se es, ya que dependiendo de los
elementos que primen pueden llegar a desempeñarse como destacados militares que, según
Pierson (1999), hacen la mitad del total del número de bajas y actúan como verdaderos héroes de
guerra, estando dispuestos, a toda costa, a glorificar la patria y la misma institución. Pero
igualmente puede que exista la posibilidad de que sean catalogados como militares fanáticos que
infringen los lineamientos del enfrentamiento armado salvaguardándose en el honor y la causa
militar, tal como algunos combatientes nazis lo hicieron durante la segunda guerra mundial.
Con relación a esto, y con el ánimo de tener una mejor comprensión, sería necesario
realizar estudios de carácter cualitativo que den cuenta o, al menos, den luces de los elementos
que diferencian a aquellas estructuras psicopáticas que terminan como héroes y aquellos que se
vuelven infractores del código militar. Así mismo, con la intención de ampliar los datos
encontrados por el psiquiatra Henry Dicks (Watson, 1982) a partir de entrevistas hechas a
soldados alemanes capturados, sería necesario efectuar una investigación a gran escala de las
vivencias infantiles de los militares, ya que según lo que aquí se ha planteado, si los psicópatas
se caracterizan por haber experimentado fuertes frustraciones primarias y se afirma que hay una
relación entre milicia y estructura psicopática, se esperaría que los combatientes de las Fuerzas
Castrenses tendieran a suministrar información que ratifique esto o que, en alguna medida,
permitiera inferirlo.
Por otro lado, todavía queda en el tintero otro interrogante, recordemos que en la
descripción que se hizo la psicopatía se enfatizó en la posible existencia de “psicópatas de cuello
blanco”, personas que aunque comparten características intepersonales, conductuales y
cognitivas -ésta última haciendo referencia a la preeminencia del razonamiento concreto-, su
- Milicia y Estructura Psicopática - 76
inteligencia, clase social y educación pueden desempeñar papeles de gran relevancia a la hora de
que sujetos de estructura de personalidad psicopática logren desenvolverse dentro de los
parámetros sociales de forma adecuada o, por el contrario, terminen por actuar fuera de ellos.
Esto en tanto a que menores recursos económicos existe mayor riesgo de involucrarse con
modelos sociales de los cuales se pueden aprender habilidades y actitudes ilegales, así como
también se tiene menores oportunidades de educación o de encontrar ambientes que ofrezcan un
tipo de instrucción que posibilite el desarrollo de potencialidades e influyan en la capacidad de
auto-control y regulación de la conducta. Si esto se presenta, y se le suma un bajo nivel de
inteligencia, se supondría que ello puede llevar a la persona a desenvolverse dentro del ámbito
del delito, realizando actividades ilegales que vendrían a satisfacer sus tendencias impulsivas.
De ahí la importancia de la estructura altamente jerárquica y vigilante de la milicia y las
oportunidades que les brinda a sus miembros en pro de su desarrollo mental y corporal, eso sí en
beneficio de la institución. Al respecto falta investigación que de cuenta de la relación planteada
entre el nivel de inteligencia, el estrato socio-económico, la educación y la psicopatía, es decir, si
los primeros tres factores o alguno de ellos influye de manera significativa en que ciertas
estructuras psicopáticas terminen por desenvolverse en el ámbito delictivo o consigan
incursionar al interior del ámbito social de la legalidad, aún cuando compartan muchos
elementos del funcionamiento psíquico y rasgos de personalidad.
No obstante, la carencia de estudios en cuanto el anterior planteamiento no implica que la
información existente no sirva para acabar con el imaginario social que existe en cuanto a la
equivalencia psicópata-criminal, ya que como se ha tratado de dar a entender en el trascurso del
escrito, hasta la persona más pro-social puede cometer delitos si se le proporciona suficiente
beneficio y se le asegura riesgo mínimo, y hasta el sujeto más antisocial dadas las ganancias
- Milicia y Estructura Psicopática - 77
adecuadas, obedecerá la ley, siendo socialmente productivo, pues la profunda diferencia no
radica en sus actos sino en sus motivaciones y procesos internos.
Anexo a ello, es preciso ahondar en una de las características definitorias del psicópata: su
baja o nula capacidad de empatía y remordimiento, que involucra no poder sentir con el otro y
como el otro. Si bien aquí se expuso la posible explicación de ello, explicación de corte
psicoanalítico, cabría profundizar en esta temática desde un enfoque que contemple la
diferenciación entre el tipo de inteligencia medida por los clásicos tests y “la inteligencia
emocional” descrita por Goleman (1996) o que Gardner (1943) divide en “intrapersonal” e
“interpersonal”, diferencia que parece no ser muy clara en los distintos estudios pero que es
necesaria debido a que cuando se habla de psicopatía más que referirse a una deficiencia en la
cognición en general, se sugiere la presencia de fallas en un tipo de cognición social -distinta al
pensamiento abstracto y razonamiento lógico, más no incompatible a ellos- que faculta o facilita
comprender a las otras personas.
Y si desde hace unos años se ha venido hablando de la inseparabilidad del razonamiento y
la emoción, pues sin la segunda las disposiciones que se toman pueden no ser precisamente las
más adaptativas, a pesar de que hayan sido elegidas con aparente lógica, cabría estudiar
experimentalmente qué clase de implicaciones tiene esto en la toma de decisiones del psicópata y
en su juicio a la hora de interactuar con el mundo.
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