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Este inteligente ensayo, publicadopor vez primera en 1979, fuepionero al abrir un serio debate,desde el punto de vista palestino,sobre el conflicto que desde hacemás de sesenta años desangraOriente Próximo.Said, con el rigor, inteligencia yclaridad que caracterizan su obra,presenta los orígenes delenfrentamiento entre los dospueblos, israelí y palestino, y lasconsecuencias que este provoca enla vida de los ocupantes, losocupados y la comunidad

internacional. Edición revisada yactualizada por el autor, con motivode los Acuerdos de Oslo, queconsideraba una rendición delpueblo palestino.

Edward W. Said

La cuestiónpalestina

ePub r1.0turolero 30.09.15

Título original: The question of PalestineEdward W. Said, 1979Traducción: Francisco J. Ramos Mena

Editor digital: turoleroAporte original: SpleenePub base r1.2

In memoriamFarid Hadad

Rashid Husein

Prefacio a la ediciónde 1992

Este libro se escribió entre 1977 y 1978y se publicó en 1979. Desde entonceshan ocurrido muchas cosas, incluida lainvasión israelí del Líbano en 1982, elinicio de la Intifada en diciembre de1987, la crisis y la guerra del Golfo en1990 y 1991, y la convocatoria de unaconferencia de paz para OrientePróximo a finales de octubre yprincipios de noviembre de 1991. Si aesta extraordinaria mezcla deacontecimientos se añaden sucesos tales

como los profundos cambios acaecidosen la Europa del Este y la disolución dela Unión Soviética, la liberación deNelson Mandela, la independencia deNamibia, el final de la guerra deAfganistán, y, por supuesto, ya en elámbito regional, la revolución iraní ysus secuelas, el resultado es que estamosen un mundo nuevo, aunque no por ellomenos peligroso y complejo. Y, sinembargo, de manera extraña ylamentable, la cuestión palestina siguesin resolver y sigue pareciendo taninsuperable como ingobernable.

Dos décadas después delSeptiembre Negro (1970), losprincipales rasgos de la vida palestina

continúan siendo la desposesión, elexilio, la dispersión, la privación dederechos (bajo la ocupación militarisraelí), y —en ningún caso en últimolugar— la resistenciaextraordinariamente generalizada y tenazfrente a tales penalidades. Miles devidas perdidas y muchas másirreparablemente dañadas no parecenhaber mermado el espíritu de resistenciaque caracteriza a un movimientonacional que, pese a sus numerososavances a la hora de obtenerlegitimidad, visibilidad y un enormeapoyo para su gente asombrosamentecontra todo pronóstico, no hadescubierto un método para detener o

frenar la implacable tentativa israelí deapoderarse de cada vez más y másterritorio palestino (además de otroterritorio árabe). Pero la discrepanciaentre los importantes avances políticos,morales y culturales, por una parte, y,por la otra, el monocorde bajo continuode la enajenación de tierras, constituyenhoy el núcleo del dilema palestino.Calificar esta discrepancia de irónica entérminos estéticos no equivale enabsoluto a reducir o trivializar su fuerza.Antes al contrario: lo que para muchospalestinos representa, o bien unacrueldad incomprensible del destino, obien un indicador de lo pésimas que sonsus perspectivas de resolver sus

reivindicaciones, puede entenderseprecisamente si se considera la ironíacomo un factor constitutivo de sus vidas.

Paradoja e ironía:La OLP y su entorno

Después de la guerra del Golfo, elsecretario de Estado norteamericanoJames Baker realizó una serie de ochoviajes a la región y estableciósatisfactoriamente las principalesdirectrices de una conferencia de pazencaminada a resolver el conflictoárabe-israelí en general y el componentepalestino-israelí de dicho conflicto enparticular. Parece ser que en los estadosárabes que visitó, todos los altosfuncionarios con los que habló le

dijeron que no cabía esperar ningunamejora en las relaciones —básicamenteinexistentes— de los estados árabes conIsrael mientras no se abordara en seriola cuestión palestina. Sin embargo, almismo tiempo todos los estados árabesde la coalición mostraban su rechazo ala OLP, los palestinos de los TerritoriosOcupados experimentaban dificultadesaún mayores debido a la interrupción delos fondos procedentes del Golfo, y lasituación de los palestinos residentes enlos estados del Golfo se hacía precaria.De manera especialmente dramática,toda la comunidad palestina de Kuwaitafrontaba graves tribulaciones, y latortura, la deportación, las detenciones

arbitrarias y las ejecuciones sumariasestaban a la orden del día. Dejandoaparte las incalculables pérdidasmateriales para esta comunidad y paraquienes dependen de ella en losTerritorios Ocupados, estaba el hechoadicional de que las restauradasautoridades kuwaitíes anunciaron que nose permitiría volver a los residentespalestinos que habían abandonadoKuwait durante la ocupación iraquí,dejando así a cientos de miles derefugiados en una Jordania yaseriamente agobiada. Los que sequedaron se enfrentan ahora a durasmedidas, entre ellas nuevasdeportaciones y encarcelamientos.

Así, la pretendida centralidad moraly política de la cuestión palestina en eldiscurso oficial árabe se ve cuestionadapor la relación real entre los palestinoscomo personas de carne y hueso,comunidad política y nación, por unaparte, y los estados árabes, por la otra.Esta particular contradicción nosretrotrae a 1967, puesto que elsurgimiento del movimiento palestinotras la guerra de junio se vio alimentadopor el deseo de compensar la pésimaactuación de los ejércitos árabes contraIsrael. En un importante sentido, pues, lacrítica y casi abrasiva relación entre laactividad palestina y el sistema estatalárabe es estructural, no secundaria. El

auge de la OLP a finales de la década de1960 trajo consigo actitudes tales comouna atrevida franqueza, un insólito ynuevo cosmopolitismo en el que figurascomo Fanon, Mao y Guevara seintrodujeron en el lenguaje políticoárabe, y la audacia (quizá inclusopresunción) propia de un movimientopolítico que se presentaba como capazde hacer las cosas mejor que muchos desus benefactores y patrocinadores.

Pero no deberíamos malinterpretaresta relación estructuralmente crítica yhablar de ella sólo como una relaciónantitética. Es cierto que, cuandopensamos en el conflicto entre elejército jordano y los grupos

guerrilleros palestinos en 1970 y 1971,o en los diversos combates entre la OLPy el ejército libanés a principios de ladécada de 1970, o en las terriblesmatanzas de Sabra y Chatila en 1982, oen el actual antagonismo entre la OLP,Egipto, Arabia Saudí, Kuwait y, porsupuesto, Siria, las tensiones implícitasrealmente parecen haber adoptadoformas dramáticamente desagradables.Pero existe toda una dimensión distintaque también debe ser recordada.Cualquier palestino sabe que suprincipal base de apoyo es árabe y quesu lucha se da en un contextoabrumadoramente árabe e islámico. Asípues, no es menos importante en esta

relación crítica la simbiosis y lasolidaridad entre las causas árabe ypalestina, el modo en que, por ejemplo,Palestina ha llegado a simbolizar lomejor y más vital de la tradición decooperación, la energía dramática y elespíritu panárabes.

Pero también aquí la paradoja y laironía son evidentes. No cabe duda deque la OLP posterior a Shukeiri quedurante dos décadas ha pasado a estardominada por Yasir Arafat al principiose veía a sí misma como un movimientoarabista en el sentido nasserista. Pero yadesde un primer momento laorganización se implicó en al menosotros tres, y quizá hasta cuatro o cinco

círculos o ámbitos de influencia regionale internacional, no todos elloscongruentes entre sí, ni todos ellosbásicamente similares. El primero fue elgolfo Pérsico, que desde 1948 ha tenidoun papel central en la economía y lademografía del avance palestino. Estono sólo comportó la perspectiva políticaen gran parte conservadora de muchosde los gobernantes de los países delGolfo, en un acercamiento a la OLP queduró años, sino también dos otrosfactores, cada uno de los cuales supusouna inflexión ideológica de caráctersignificativo: el dinero y el islam sunní.El segundo fue la Revolución iraní de1979, y el inmediato vínculo forjado

entre el régimen de Jomeini y la OLP.Esto supuso el importante apoyo estatalpara Palestina de una rama no árabe delislam shií, vinculado a uncuasimilenarismo en extremo inestableque se vería alarmantemente reflejadoen la formación de sectores entre losmiembros de la OLP. Y si laconvergencia iraní no bastaba, quedabaun tercer elemento, el eslabón orgánicoentre la lucha palestina y la mayoría delos movimientos progresistas deoposición en el seno del mundo árabe,desde los marxistas, nasseristas y gruposmusulmanes egipcios hasta toda unaserie de partidos, grandes y pequeños,personalidades y corrientes de opinión

en la región del Golfo, el CrecienteFértil y el norte de África.

El cuarto, y particularmentellamativo, es el mundo de losmovimientos de independencia yliberación. Un día, la historia deintercambio y apoyo entre la OLP ygrupos tales como el Congreso NacionalAfricano (CNA), la OrganizaciónPopular de África del Sudoeste(SWAPO), los sandinistas y los gruposrevolucionarios iraníes contra el sha,formará un extraordinario capítulo en lalucha del siglo XX contra las diversasformas de tiranía e injusticia. Nada tienede sorprendente que Nelson Mandela,por ejemplo, afirmara públicamente que

la oposición al apartheid y la adhesióna la causa palestina representabanesencialmente un esfuerzo común, ni lotiene tampoco que hacia finales de ladécada de 1970 no hubiera una solacausa política progresista que no seidentificara con el movimientopalestino. Asimismo, cuando se produjola invasión libanesa y la Intifada, Israelhabía perdido ya prácticamente toda laprimacía política de la que antaño habíagozado: ahora era Palestina y su gentelas que se alzaban con la superioridadmoral.

Lo importante de todas estasconfluencias, a menudo desconcertantes,no es que funcionaran mal o bien, sino el

mero hecho de que funcionaran,considerando el enorme número defuerzas extremadamentedesestabilizadoras latentes en lasrelaciones entre los palestinos y unaserie de estados árabes. Aun así, y comosostengo en este libro, cabe interpretargrandes tramos de la historia desde1970 como derivados de coyunturas queprimero se mantienen, después se dejande lado con animosidad y recriminación,para luego a veces reactivarse. Larelación palestino-jordana a principiosde la década de 1970 fue profundamenteantagónica, con una gran pérdida devidas y propiedades; más o menos unadécada después se había vuelto cordial,

por más que cautelosa, con una ententejordano-palestina lo suficientementebeneficiosa para las dos como parapermitir una reunión en Ammán delConsejo Nacional Palestino (CNP) en1984, la idea de una delegación conjuntapalestino-jordana en la ONU, y hasta laconfederación y una delegación conjuntaen las negociaciones de paz de 1991-1992. La presencia de Siria en elmovimiento ha sido igualmenteoscilante, aunque no siempre tancomprensiva: varias reuniones del CNPse celebraron en Damasco, y en losprimeros días de la guerra civil libanesahubo una alianza militar; pero desde quelas relaciones se agriaron, a principios

de la década de 1980, no se hanrestablecido. Con Egipto e Irak nunca hahabido conflicto armado, pero sí seriosaltibajos, el más reciente de los cualesha enemistado a la OLP y El Cairo, enparte debido a la alianza de la OLP conIrak, que se inició mucho antes del 2 deagosto de 1991, y que vino motivada porel distanciamiento con respecto a lapostura de apoyo a Palestina por partede los principales estados árabes amediados de la década de 1980. Encuanto al Líbano, aquí la historia esrealmente enmarañada, con losrepresentantes de los estados árabes,Irán o Israel, además de las milicias ypartidos locales, engatusando o

combatiendo activamente a lospalestinos, que fueron expulsadosoficialmente en 1982 y que (en elmomento de redactar estas líneas) hanregresado de nuevo, aunque adaptándosecon dificultad al Líbano posterior a Taifadministrado en la práctica por elejército sirio.

Dos temas emergen de esta historiade cambios en un entornoextremadamente incierto peroinevitablemente apasionante. El primeroes la ausencia de un aliado estratégicodel nacionalismo palestino. El segundocomplementa en cierta medida alprimero, a saber, la presencia indudabledurante décadas de una voluntad política

palestina relativamente independiente.Y, de hecho, el camino, enormementeintrincado, recorrido por el movimientonacional palestino sugiere que esavoluntad fue arrebatada del entorno. Así,en la cumbre de Rabat de 1974,celebrada inmediatamente después de laguerra de octubre, se calificaba a la OLPcomo «el único representante legítimodel pueblo palestino». En la reunión delCNP mantenida en 1984 en Jordania, laidea que se celebraba era que, tras lafunesta implicación palestina con elejército sirio en el norte del Líbano, lospalestinos podían mantener una reunióndel Consejo Nacional pese a laproximidad de Siria y las pretensiones

de su líder de ostentar la hegemonía dela estrategia regional. Pero el ejemplomás notable del ejercicio deindependencia palestino fue la reunióndel CNP celebrada en 1988 en Argel,durante la cual se forjó un compromisohistórico para los palestinos, que ahoraveían su lucha por la autodeterminaciónlocalizada en una Palestina dividida; almismo tiempo, en Argel se declarabatambién un Estado palestino guiado poruna serie de principios constitucionalesilustrados y absolutamente laicos.

Cambios ytransformaciones

Creo que no debemos menospreciar laimpresionante generosidad de la visión,la audacia de determinados pasos y lavalentía de ciertas formulaciones quehan ido surgiendo en la medida en quese ha ido forjando poco a poco lavoluntad palestina. En otras palabras, noha sido una cuestión sólo de que lospalestinos se adaptaran a la realidad,sino, a menudo, de anticiparse de hechoo de transformar dicha realidad. Por lamisma regla de tres, sería un error negar

los efectos educativos del contextointernacional en el carácter de lapolítica palestina.

El resultado más apreciable de esosefectos internacionales fue, obviamente,la transformación de un movimiento deliberación en un movimiento deindependencia nacional, ya implícita en1974 en la idea del CNP de un Estado yuna autoridad nacional. Pero hubo otroscambios importantes, como laaceptación de las resoluciones 242 y338 de las Naciones Unidas(innecesariamente estigmatizadas porparte de los oradores palestinos como lamaldad encarnada durante casi unageneración), un período de

realineamiento con Egipto después deCamp David, y la aceptación del PlanBaker en 1989-1990. Cuando secomparan estos acuerdos con la historiade obstinados rechazos que losprecedió, uno se sorprende al ver que,dado el contexto intensamente vivido depérdida y sufrimiento palestinos, esasdeclaraciones e indulgencias palestinasdestacan por su distinción cualitativa ypor la genuina esperanza que comportanpara la reconciliación con el Estadojudío. Contienen un proyecto a largoplazo para un acuerdo político, antesque militar, con un enemigo difícil, dadala conciencia adquirida a lo largo delcamino de que en realidad ni israelíes ni

palestinos tienen una opción militarfrente al otro. Pero lo que tambiéndestaca es el carácter implacable de lanegativa israelí a reconocer, tratar ollegar a cualquier clase deentendimiento con el nacionalismopalestino.

Es necesario subrayar este punto.Aunque uno habría deseado que laaceptación palestina de laResolución 242 hubiera tenido lugar unadécada antes, en la época en que sepublicó por primera vez este libro —en 1979-1980—, o que hubiera habido untono menos estridente en la retóricapalestina sobre «la lucha armada»durante los años setenta y ochenta, o que

los palestinos hubieran considerado quesu papel era, de hecho, el de unificar elmundo árabe en lugar de dividirlo aúnmás (sobre todo durante la crisis delGolfo), no cabe duda de que el objetivototal de la política palestina se ha idomoderando, antes que intensificando, ensus demandas y sus sueños. El hecho esque, bajo Arafat, la política palestina seha desplazado de la periferia al centrode un consenso internacional sobre lacoexistencia con Israel, así como sobrela existencia del Estado y laautodeterminación; al mismo tiempo, lapostura israelí ha ido en la direcciónopuesta, pasando de la astutamoderación aparente de los gobiernos

laboristas al extremismo maximalistacada vez más duro de los posterioresgobiernos dominados por el Likud apartir de 1977. Hoy, por ejemplo, losgrandes fanáticos e ideólogos de laextrema derecha israelí como Shamir,Sharon y Arens parecen casi centristasen un gabinete que incluye a YuvalNeeman y a un representante del partidoMoledet, que suscribe abiertamente la«transferencia» masiva de palestinosfuera del territorio de Palestina. Así, lapresencia de Arafat ha estabilizado elcurso de la política palestina —la hadomesticado, dirían algunos—, mientrasque en Israel ha ocurrido exactamente locontrario desde que el gobierno de

Menahem Begin asumiera el poder en1977. Y resulta pertinente señalar elhecho de que, cuando aquí hablamos dela política palestina bajo Arafat, nosestamos refiriendo no sólo a un puñadode pacifistas o progresistas de laoposición, sino a la corriente principalpalestina, formalizada y convergente enlas declaraciones del CNP, querepresenta a la nación palestina en sumás alto nivel legislativo y político.

Con este cambio se ha producidotambién una inversión de papeles en elnivel discursivo y simbólico, sobre laque más adelante tendré más cosas quedecir. Ya desde su fundación en 1948,Israel ha disfrutado de un asombroso

predominio en materia de erudición,discurso político, presenciainternacional y valorización. Seconsideraba que Israel representaba lomejor de las tradiciones occidental ybíblica. Sus ciudadanos eran soldados,sí, pero también granjeros, científicos yartistas; su milagrosa transformación apartir «de una tierra árida y vacía» fueobjeto de la admiración universal,etcétera, etcétera. Mientras tanto, lospalestinos eran o bien «árabes», o biencriaturas anónimas de una clase que sólopodía perturbar y desfigurar unanarrativa maravillosamente idílica. Y loque es aún más importante: Israelrepresentaba (por más que no siempre

hiciera ese papel) una nación en buscade la paz, mientras que los árabes eranbelicosos, sanguinarios, propensos alexterminio y presas de una violenciairracional, más o menos por siemprejamás. Hacia finales de la década de1980, esas imágenes pasaron a ajustarsemás a la realidad por medio de unacombinación de contraataque agresivo,erudición e investigación excelentes,resistencia política de una clase que laIntifada elevó a un nivel muy alto, y,desde luego, la creciente brutalidad y lavacuidad y el negativismo políticosofrecidos por el Israel oficial. Aunquela mayor parte de ello se debiera a laactividad palestina, es muy importante

señalar aquí la notable contribución demuchos judíos, e incluso de grupos eindividuos sionistas, tanto dentro comofuera de Israel, los cuales, mediante laerudición revisionista, la valentía dehablar claro en materia de derechoshumanos y la realización de una activacampaña contra el militarismo israelí,ayudaron a hacer posible el cambio.

Hay otro factor que debe agregarse aeste análisis del cambio: el crucialpapel desempeñado por los EstadosUnidos de América. Una forma de vercómo la selectiva presenciaestadounidense de comienzos de ladécada de 1970 se ha metamorfoseadoen lo que sin duda representa la

presencia institucional más masiva decualquier potencia extranjera en lamoderna historia de Oriente Próximo escomparar el papel de Henry Kissingeren la era de Nixon, por una parte, con lacimentación de una alianza estratégicaentre Israel y Estados Unidos durante losaños de Reagan, por la otra. Kissingerllevó a cabo su diplomacia itinerante yejerció su papel de hombre de Estadocon ruidosa fanfarria. Es cierto queayudó a negociar el final de la guerra de1973, y desde luego fue el artífice deSinaí II, como lo llamaron en 1975; yciertamente sentó las bases del acuerdode Camp David. Pero por más queEstados Unidos ofreciera a Israel un

masivo reabastecimiento bélico en1973, y por más que hubieraasociaciones y toda clase de esfuerzosconjuntos entre los dos países, lapresencia de la Unión Soviética, asícomo el hecho de que Estados Unidosvelara activamente por sus intereses enalgunos de los estados árabes, evitaronque se produjera de hecho algo parecidoa una conexión institucional entre ambospaíses. Así, durante los años setenta,mientras Richard Nixon se involucrabaen el Watergate y Kissinger parecíaincansable en sus autopromociones yperegrinaciones, Israel no constituía elfoco principal de la atenciónestadounidense; las partidas de ayuda

eran altas, pero aún no astronómicas; lacompetencia entre Egipto e Israeltodavía mantenía interés; y la guerrafría, Latinoamérica y Vietnamrepresentaban aún importantesprioridades.

Hacia el final del período que habíallevado a Ronald Reagan a lapresidencia en 1980, las cosas eran muydistintas. Egipto e Israel iban de la manoen todo lo concerniente a la legislaciónde ayuda exterior y, en cierta medida, ala percepción pública. Alexander Haighabía dado luz verde a Israel en elLíbano (comparemos esto con la severaadvertencia de Jimmy Carter al gobiernoBegin, durante su incursión libanesa de

1978, de que el ejército israelí tenía quemarcharse, algo que hizo de inmediato).Cuando George Shultz asumió el cargode secretario de Estado, en el verano de1982, se habían sentado las bases de lamayor ayuda exterior, asistencia military apoyo político casi incondicionalacordado entre Estados Unidos y ungobierno extranjero. Y todo estomientras la expropiación de tierrapalestina por parte de Israel proseguía abuen ritmo, mientras miles de palestinosperdían la vida a causa de la violenciaisraelí, y mientras la ilícita ignoranciade Israel de las resoluciones de lasNaciones Unidas, las convenciones deGinebra y La Haya, y las normas

internacionales sobre derechos humanos,se mantenía inmutable. Aunque estapráctica se había iniciado ya cuandoDaniel Moynihan era el embajadorestadounidense en la ONU, ahoraEstados Unidos se había quedado soloapoyando a Israel en esta organizaciónmundial, a menudo desafiando al sentidocomún y a la humanidad con posturasvergonzosas. En el verano de 1982,mientras proseguía el asedio israelí deBeirut, con literalmente cientos deincursiones aéreas descontroladas y laciudad privada de suministro deelectricidad, agua, alimentos ymedicinas, la resolución del Consejo deSeguridad de las Naciones Unidas que

conminaba a Israel a permitir el paso deprovisiones humanitarias fue vetada porEstados Unidos alegando que resultaba«desequilibrada».

Los mejores indicadoresnorteamericanos de lo cerca que habíanllegado a estar los dos países fueron, enprimer lugar, las declaraciones del jefedel Comité de Asuntos Públicos deEstados Unidos-Israel (AIPAC) en elsentido de que durante el períodoReagan el Congreso estadounidensehabía sido el más proisraelí de toda lahistoria (y aquel cuyos miembros habíansido más sancionados si no cumplíancon la actitud predominante, como fue elcaso del congresista Paul Findley y el

senador Charles Percy, ambos deIllinois); y, en segundo lugar, el hecho deque la ayuda estadounidense hubieraaumentado en progresión geométrica,pasando de 70 millones de dólaresanuales a finales de la década de 1960 amás de 5100 millones de dólaresanuales quince años más tarde. El totalestimado en la ayuda proporcionada aIsrael entre 1967 y 1991 es laasombrosa cifra de 77 000 millones dedólares. Y estos números no dicen nadasobre asuntos tales como el intercambiode información de inteligencia (que ladetención de Jonathan Pollard en 1986parece haber hecho muy poco porlimitar o someter a un mayor control), la

planificación militar estratégica, y todaclase de actividades conjuntas con losregímenes menos edificantes del TercerMundo (tal como documentarían losinvestigadores Jane Hunter y BenjaminBeit-Hallahmi).

Los extraordinarios poderesintervencionistas de Estados Unidos enOriente Próximo adquirieron unavisibilidad aún más espectacular ydestacada en episodios como, porejemplo, la fructífera negociación delpresidente Carter de los Acuerdos deCamp David, con la consiguientedevolución del Sinaí a Egipto y untratado de cuasinormalidad entre Egiptoe Israel, y, obviamente, la intervención

militar estadounidense en la región delGolfo en agosto de 1991, tras lainvasión y la anexión ilegal de Kuwaitpor parte de Irak. Nunca antes se habíanllevado tantas tropas estadounidenses ala zona (las incursiones en el Líbano de1958 y 1982-1983 palidecen encomparación), y jamás desde lasinvasiones mongolas del siglo XIII sehabía causado tanta devastación a unEstado soberano árabe por parte de unapotencia extranjera. Así, para bien opara mal, y como si fuera un hechonatural, Estados Unidos no cuenta conoposición alguna por parte de ningunapotencia estatal significativa en OrientePróximo. Su enorme interés en el

petróleo del Golfo, el estatus político(básicamente inmóvil) de la zona y suinfluencia geoestratégica favorablesobre toda ella: nada de todo esto estáahora seriamente en peligro. Sólo eldescontento que bulle en el seno dediversos grupos desfavorecidos omarginados —sobre todo, obviamente,las asociaciones islámicas— tienetodavía el potencial de complicar algolas cosas y (lo que es menos probable)darles un giro radical, como en Argeliay Sudán. Sólo en su escandalosacomplicidad con Israel, en la violaciónde las resoluciones de las NacionesUnidas, los malabarismos de doblerasero de Estados Unidos lo colocan

(incluso ante sus más fieles aliados,Arabia Saudí y Egipto) en una situaciónembarazosa y de perpetuo descontento.

Los palestinos y eldiscurso occidental

Por lo que respecta a la concienciaoccidental de los derechos palestinos, esnotable que las cosas empezaran amejorar desde el momento en que laOLP apareció como el auténtico líderdel pueblo palestino. Algunoscomentaristas expertos, comoThomas L. Friedman del New YorkTimes, han argumentado que lospalestinos deben su nuevo yrelativamente prominente lugar en laconciencia occidental al hecho de que

sus adversarios fueran judíos israelíes;pero lo cierto es que el cambio haocurrido debido a todo lo que lospalestinos han hecho constructivamentepara cambiar su estatus, y debido a todolo que se ha hecho como respuesta porparte de los judíos israelíes. Porprimera vez, los palestinos pasaron a sertratados por los medios decomunicación como independientes delcolectivo de los «árabes»; ese fue unode los primeros resultados del período 1968-1970, cuando Ammán estaba en elojo del huracán. A partir de entonces fueBeirut el que atrajo la atención de lospalestinos. El punto culminante de eseperíodo fue el asedio israelí de Beirut,

que duró desde junio hasta septiembrede 1982, con su espantoso resultado: lasmatanzas de los campamentos derefugiados de Sabra y Chatila amediados de septiembre, justo despuésde que el cuerpo principal decombatientes de la OLP se hubiera vistoobligado a abandonar el país. Pero noera sólo que los palestinos sedefendieran, tal como hicieron; eratambién el hecho de que proyectaban unavisión, si no siempre un programa claro,y encarnaban en sus propias vidas a unanación en el exilio antes que unimpreciso conjunto de individuos ygrupos en pequeña escala dispersos aquíy allá.

Está también la considerableimportancia del extraordinario éxito delos palestinos a la hora de hacer queotros adoptaran su causa, explotandocon inteligencia los múltiples niveles designificación relacionados con unaPalestina que no era un punto geográficoconcreto. Aquí resulta oportunosimplemente enumerar los lugares, tantoculturales como políticos, sobre los quese proyectó Palestina gracias a la labormovilizada y coordinada de lospalestinos y la OLP. A principios de ladécada de 1970, Palestina y la OLPocupaban un papel central en la LigaÁrabe, y, obviamente, en las NacionesUnidas. En 1980, la Comunidad

Económica Europea (CEE) habíadeclarado que la autodeterminaciónpalestina era uno de los principalespuntos en su agenda política en OrientePróximo, aunque seguía habiendodiferencias entre países como Francia,los estados escandinavos, España, Italia,Grecia, Irlanda y Austria, por una parte,y Alemania, Holanda y, sobre todo, elReino Unido dominado por Reagan, porla otra. Mientras tanto, diversasorganizaciones transnacionales como laOrganización para la Unidad Africana(OUA), la Conferencia Islámica, laInternacional Socialista y la Unesco,además del Vaticano, varias entidadesreligiosas internacionales y una

innumerable lista de organizaciones nogubernamentales, suscribían todas ellasla causa de la autodeterminaciónpalestina con notable énfasis, muchaspor primera vez. Aunque algunos deesos grupos fueron capaces de extenderdicho apoyo a sus equivalentes o filialesestadounidenses, en mi opinión existiósiempre una brecha profunda entre loque ocurría fuera de Estados Unidos y loque ocurría dentro de dicho país, entreel abierto apoyo a la autodeterminaciónpalestina producido en Europa y lacautelosa aceptación de los derechospalestinos en la postura estadounidenseequivalente, reformulada de forma hartotortuosa para eludir la censoria policía

del pensamiento del lobby israelí.Todavía ocurre en Estados Unidos

que ciertos productores de televisiónconsultan con el cónsul israelí sobre laposible participación de invitadospropalestinos en sus programas; noobstante, observemos cuán relativamentenovedoso es el mero hecho de invitar apalestinos. Todavía ocurre que losgrupos de presión proisraelíes organizanprotestas cuando hablan los palestinos,además de publicar listas de enemigos eintentar impedir la emisión deprogramas de televisión. Y tambiénocurre que, bajo presión, artistasprominentes como Vanessa Redgraveson castigados por su posicionamiento, y

que numerosas publicaciones rechazandifundir nada que sea siquiera levementecrítico con Israel, o cualquier voz árabeo musulmana que no se haya identificadoabiertamente como antiárabe yantimusulmana. Lo que pretendo indicar,pues, es la naturaleza todavía deprimidadel discurso público en Estados Unidos,que se sitúa fatalmente por detrás de suequivalente en la mayor parte de Europaoccidental y, desde luego, en el TercerMundo. El simbolismo de Palestina estodavía lo bastante potente como parasuscitar entre sus enemigos una negacióny oclusión totales, como, por ejemplo,cuando se cancelan representacionesteatrales o bien porque muestran

simpatía por los palestinos, o bienporque retratan críticamente el sionismo(como es el caso de Hakawati, delPublic Theater de Nueva York, o de laobra de Jim Allen, Perdition,representada en el Royal Court Theatrede Londres), cuando se publican librosargumentando que en realidad lospalestinos no existen (como el de JoanPeters, From Time Immemorial, con suscitas mutiladas y sus dudosasestadísticas), o cuando se organizancrudos ataques para retratar a lospalestinos como los herederos delantisemitismo nazi.

Como parte de la campaña contralos palestinos, ha habido una despiadada

guerra semiótica dirigida contra la OLPcomo su representante. Baste decir quela postura israelí, de la que condemasiada frecuencia se hace ecoEstados Unidos, es la de que la OLP noconstituye un interlocutor válido porquees «sólo una organización terrorista».De hecho, Israel no negociará nireconocerá a la OLP precisamenteporque esta representa a los palestinos.Así (como hasta el propio Abba Eban hareconocido), por primera vez en lahistoria del conflicto, una de las partesen liza se arroga el derecho a escoger alos dos equipos negociadores. Resultaincreíble que los amigos de Israel hayantolerado semejante disparate, que ha

tenido el efecto unilateral de permitir alos israelíes retrasar las negociacionesdurante años, y que asimismo hapermitido a unos cuantos gobiernos(¡algunos de ellos árabes!) darse tono enel ámbito internacional buscandorepresentantes palestinos convenientes,o alternativos, o aceptables, omoderados, o apropiados.

No hace falta detenerse aquí en losentresijos de lo que resulta o notolerable en las representaciones de lospalestinos en la sociedad civilestadounidense y europea. Lo principales que, gracias a que la lucha palestinapor la autodeterminación se hizo tannotable y se realizó a una escala tan

inequívocamente nacional, pasó aformar parte del discursoestadounidense, del que había estadoausente durante tan largo tiempo.

Hay otro importante aspecto que hade ser aclarado. El terrorismo ha sidoaquí la consigna, esa odiosa relaciónentre las acciones individuales yorganizadas del terror político palestino,por una parte, y el conjunto delmovimiento nacional palestino, por laotra. Yo lo explicaría del siguientemodo. Hasta la fecha, el principal —ybastante justificado— temor palestino esel de una negación que puedaconvertirse fácilmente en nuestro sino.Sin duda, la destrucción de Palestina en

1948, los años de subsiguienteanonimato, la dolorosa reconstrucciónde una identidad palestina en el exilio,los esfuerzos de muchos trabajadorespolíticos, luchadores, poetas, artistas ehistoriadores palestinos para sustentardicha identidad palestina: todo ello haconvivido con el confuso temor a ladesaparición, dada la sombríadeterminación del Israel oficial deacelerar el proceso de reducir,minimizar y asegurar la ausencia de lospalestinos como presencia política yhumana en la ecuación de OrientePróximo. Frente a ello, las respuestaspalestinas iniciadas a finales de ladécada de 1960 y principios de la

década de 1970 han incluido secuestrosde aviones, asesinatos (como en lasOlimpiadas de Munich, o en Ma’alot, y,más tarde, las matanzas de losaeropuertos de Roma y Viena por partedel grupo del renegado y anti-OLP AbuNidal en 1985) y otras desventurassimilares, entre las que destacan comodos de las más estúpidas el asesinato deLeon Klinghoffer en el secuestro delAchille Lauro a manos de Abu Abbas,en 1985, y el asalto a la playa de TelAviv en 1990. Que todos estos actospuedan ser hoy abiertamente condenadospor árabes y palestinos constituye unindicativo de hasta qué punto se hadistanciado de ellos en madurez política

y moralidad una comunidad por lodemás justificablemente inquieta. Sinembargo, el mero hecho de queocurrieran no resulta en absolutosorprendente: forman parte, por asídecirlo, del guión de todo movimientonacional (especialmente el sionista) quepretenda galvanizar a su gente, llamar laatención y dejar su impronta en unaencallecida conciencia mundial.

Por mucho que uno lamente y hastadesee de algún modo expiar la pérdidade vidas y el sufrimiento infligido ainocentes debido a la violenciapalestina, pienso que sigue existiendotambién la necesidad de decir queningún movimiento nacional ha sido tan

injustamente castigado, difamado ysometido a una venganzadesproporcionada por sus pecados comoel palestino. La política israelí decontraataques punitivos (o terrorismo deEstado) parece haberse propuesto matarde 50 a 100 árabes por cada víctimajudía. La devastación de los campos derefugiados, hospitales, escuelas,mezquitas, iglesias y orfanatoslibaneses; las detenciones sumarias,deportaciones, destrucciones de casas,mutilaciones y torturas de palestinos enGaza y Cisjordania; el empleo de unaretórica venenosa y deshumanizadorapor parte de los principales políticos,soldados, diplomáticos e intelectuales

israelíes para caracterizar todos losactos de resistencia palestinos comoterroristas y a los palestinos comoinhumanos («cucarachas»,«saltamontes», «alimañas de dos patas»,etc.); todo esto, junto al número devíctimas palestinas, la magnitud de laspérdidas materiales, las privacionesfísicas, políticas y psicológicas, haexcedido en mucho el daño causado porlos palestinos a los israelíes. Y hay queañadir también que la notabledisparidad, o asimetría, entre, por unaparte, la situación de los palestinoscomo un pueblo agraviado, desposeído yvíctima de ofensas, y, por la otra, Israelcomo «el Estado del pueblo judío» y el

instrumento directo del sufrimientopalestino, resulta tan grande como lo esla falta de voluntad para admitirla.

Aquí se da, pues, otra complejaironía: cómo las clásicas víctimas deaños y años de persecución antisemita ydel Holocausto se han convertido en sunueva nación en los verdugos de otraspersonas, que a su vez se hanconvertido, por eso mismo, en víctimasde las víctimas. Que haya tantosintelectuales israelíes y occidentales,judíos o no judíos, que no hayanafrontado este dilema de una formavalerosa y directa representa, creo, unatrahison des clercs de enormesproporciones, sobre todo en el hecho de

que su silencio, su indiferencia o supretendida ignorancia y neutralidadperpetúan los sufrimientos de un puebloque no merece tan larga agonía.Ciertamente, si no hay nadie que puedadar un paso adelante y decir, confranqueza: «Sí, los palestinos realmentemerecen expiar los crímenes históricoscometidos contra los judíos en Europa»,cabe afirmar por la misma razón que nodecir: «No, no debe permitirse que lospalestinos sufran más esas ordalías» esun acto de complicidad y cobardíamoral de dimensiones singulares.

Pero esa es la realidad. ¿Cuántosantiguos políticos o intelectualesactivamente comprometidos siguen

diciendo todavía en privado que sesienten horrorizados por las políticasmilitares y la arrogancia políticaisraelíes, o que creen que la ocupación,la subrepticia anexión y la colonizaciónde los territorios es inexcusable peroluego dicen poco o nada en público,donde sus palabras podrían tener algúnefecto? ¿Y cuán cínica, y hasta sádica,no resulta la actuación de lospresidentes estadounidenses quecelebran el valor de los disidenteschinos, rusos, de la Europa del Este oafganos que luchan por la libertad, y sinembargo no pronuncian una sola palabrade reconocimiento a los palestinos, quehan estado librando esa misma batalla

cuando menos igual de valiente eingeniosamente? Pues esa es la esenciade tantas décadas de esfuerzo palestino:la lucha por lograr que el dramapalestino se reconozca como lo que es,una narrativa política de una dificultadinsólita y hasta sin precedentes, objetodel valeroso compromiso de todo unpueblo. Ningún otro movimiento en lahistoria ha tenido un adversario tandifícil: un pueblo reconocido como laclásica víctima de la historia. Y ningúnotro movimiento de liberación o deindependencia en el período de laposguerra ha contado con una serie dealiados naturales tan poco fiables y aveces mortíferos, un entorno tan

inestable, una superpotenciainterlocutora tan reticente (comoEstados Unidos), y una superpotenciaaliada tan ausente (desde que la UniónSoviética, ya antes de su desaparición,abandonara en la práctica la causapalestina por deferencia a EstadosUnidos e Israel). Y todo esto esexperimentado por los palestinos sin quehaya la menor soberanía territorial enningún sitio; mientras la dispersión y ladesposesión siguen siendo el sino detoda la nación; y mientras sigue siendoobjeto de leyes punitivas en Israel y enlos países árabes, de una legislacióndiscriminatoria, y de unos edictosunilaterales (e inapelables) que van

desde la deportación hasta las órdenesde disparar en el acto, pasando por elacoso en los aeropuertos y el maltratoverbal en la prensa.

LAs relacionesentre Estados

Unidos y Palestina

Dado que el principal patrocinador yaliado estratégico de Israel es EstadosUnidos, y puesto que Estados Unidos, adiferencia de Europa, es la única fuerzaexterior dispuesta a desempeñar unpapel directo en Oriente Próximo,conviene observar su actual estatus conrespecto a Palestina. Las relacionesentre Estados Unidos y Palestina hansido excepcionalmente complicadas yexcepcionalmente insatisfactorias, lo

que en gran medida representa elresultado final, algo deslucido, de lapolítica interior estadounidense.En 1975, Henry Kissinger logró lahazaña de impedir el trato de EstadosUnidos con la OLP, justo en el momento,obviamente, en que esta última habíaempezado a modular su posturainternacional otorgando especialprioridad a las Naciones Unidas (en laúnica visita de Arafat a Estados Unidos,ya que en 1988 el secretario de EstadoShultz le impidió volver, presionado porlas organizaciones judías estadouniensesy violando el acuerdo de la ONU con sugobierno anfitrión). Dicha prohibición,basada de forma muy diversa en el

rechazo de la OLP a aceptar laResolución 242, en su presuntaparticipación repetida en actos deterrorismo, y en otros distintosrequisitos previos morales de un tipoque jamás se hizo extensivo a Israel,también hacía imposible la entrada en elpaís de los miembros de la OLP; en1988, la Enmienda Grassley solicitabala aprobación del Congreso paraprohibir cualquier trato de la OLP conEstados Unidos y requería el cierre dela Oficina de Información Palestina enWashington, así como de la misión deobservación de la OLP en las NacionesUnidas (esta última tentativa fuerechazada por el Tribunal de Distrito, de

modo que la oficina de la ONU sigueabierta). En el verano de 1979, elembajador estadounidense ante lasNaciones Unidas, Andrew Young, se vioobligado a dimitir por haber mantenidolo que en la práctica no fue más que unabreve reunión social con Zuhdi Terzi, eldelegado de la OLP ante las NacionesUnidas.

Esta asfixiante inhibición decualquier contacto entre losrepresentantes de Estados Unidos y losdel pueblo palestino permaneció envigor hasta finales de 1988, en granparte a instancias del lobby sionista y decomún acuerdo con los gobiernosisraelíes de derechas. No cabe

malinterpretar el verdadero carácter deesta inhibición, que de hecho era unaextensión de la duradera y cada vez másviolenta política oficial israelí de totalhostilidad hacia el pueblo palestino,como pueblo, y sus representantes. (EnGaza y Cisjordania, por ejemplo, seprohibió mencionar la palabra«Palestina», exhibir la banderapalestina, e incluso usar los colores dela bandera, que algunos comentaristasestadounidenses denominarongroseramente «la bandera de la OLP»,pese al hecho de que tanto la banderacomo sus colores eran anteriores a laexistencia de dicha organización).

Sin embargo —y aquí dejamos el

reino de las intenciones y entramos denuevo en el de los hechos—, ahí estabanlos contactos entre Estados Unidos yPalestina, la mayoría de ellos con algúnbeneficio inmediato, bastanteirónicamente, para Estados Unidos. Así,desde comienzos hasta mediados de ladécada de 1970, la OLP protegió laembajada estadounidense en Beirut, ycuando hubo que evacuar a un grannúmero de ciudadanos norteamericanosde Beirut por mar, en 1976, la operaciónse realizó bajo la custodia de guardiaspalestinos. En 1979, trece rehenesnorteamericanos fueron liberados de laembajada estadounidense en Teherángracias únicamente a la intercesión de

Yasir Arafat. Se mantuvieron numerososcontactos entre la OLP y EstadosUnidos, todos a través de terceraspartes, y la mayoría de ellos en secreto.

Sin embargo, raras veces talescontactos redundaron en beneficiopalestino. Durante al menos veinte añosse percibió una falta de sincronía casimaquinada entre Estados Unidos y lospalestinos: dos mundos que se movíanen paralelo pero siguiendo agendasdiferentes, con distintos ritmos yrespondiendo a diferentes presiones. EnEstados Unidos, la cuestión palestinaocupaba siempre un papel secundariocon respecto a los numerosos interesesestadounidenses en los estados árabes y,

por supuesto, en Israel; de hecho, hastapodría afirmarse que Palestina era unacuestión interna estadounidense,dominada desde 1948, casi sin objeciónalguna en ningún sector de la sociedad,por el lobby israelí. Es cierto, como yahe señalado, que, con el surgimiento delmovimiento nacional palestino, lospalestinos empezaron a asomarse a laconciencia estadounidense, aunque en ungrado considerablemente menor que enel Tercer Mundo o en la Europa orientaly occidental. La frustrante ironía es quela OLP empleó muy poco esfuerzo enmejorar su posición en Estados Unidos.Antes bien, Palestina se convirtió allí enuna cuestión independiente gracias, en

primer lugar, a los esfuerzos de lospalestinos y árabe-americanos locales.En segundo lugar, habría que mencionarel trabajo de la opinión, organizacionese individuos independientes yprogresistas (o de izquierdas) queforman la oposición pacifista yantiimperialista de Estados Unidos. Entercer lugar, habría que señalar lainfluencia de algunos judíosestadounidenses y europeos, un pequeñonúmero de organizaciones judíasestadounidenses y europeas, como laefímera Breira, o los diversos grupos deapoyo al movimiento Paz Ahora, y laresistencia pacifista y similar en Israel.En otras palabras, la batalla en Estados

Unidos era casi exclusivamenteestadounidense, algo de lo que, pordesgracia, la OLP —a diferencia de suactuación, infinitamente mejor, enEuropa occidental— no parecíapreocuparse lo suficiente, ya fuera porfalta de atención, o bien, más tarde,cuando ya no podía aducirse laindiferencia, por falta de conocimiento;pero ni lo uno ni lo otro es excusable.

Pese a los limitados cambios deactitud estadounidense con respecto a lacuestión palestina, sería un error ver elefímero diálogo entre los embajadoresde la OLP y Estados Unidos iniciado enTúnez en diciembre de 1988 y finalizadoa mediados de 1990 como algo más (de

nuevo irónicamente) que un ligerodesconchado en el gran muro delnegacionismo estadounidense ypresentado de cara a la galería como uncompromiso en curso con «el procesode paz». Cualquier posible logro del quepudieran disfrutar los palestinos cuandoEstados Unidos concedió el diálogo sedisipó desde el momento en que hastalos más optimistas consideraron elhumillante ritual por el que tuvieron quepasar antes de que el inflexible eincreíblemente indulgente (con Israel)George Shultz diera el visto bueno adicho diálogo. (No habría quedesaprovechar la oportunidad de decirque, cuando tomó el relevo del poco

llorado Alexander Haig, en julio de1982, a Shultz se le considerabavagamente proárabe; sus años de tratosempresariales a través de Bechtel y suscontactos amistosos con numerosossocios comerciales árabes, inclusopalestinos, habían predispuesto a lagente a pensar en él como en alguien queen cierta medida simpatizaba con losproblemas árabes. Pero con el tiempo seconvirtió quizá en el más proisraelí detodos los secretarios de Estadoestadounidenses, en lo que representóuna desconcertante, por no decirindignante, decepción para sus antiguosamigos). Shultz exigió que Arafatrepitiera una serie de declaraciones

escritas por el Departamento de Estadorenunciando al terrorismo, aceptando aIsrael y suscribiendo la Resolución 242de las Naciones Unidas —todo lo cualformaba ya parte de la política palestina—, como si fuera necesario unespectáculo público de penitenciapalestina y un compromiso formal debuena conducta (normalmenteinconcebible en el mundo de la políticay la diplomacia). En el diálogo quesiguió a continuación, Estados Unidosno aceptó nunca los principios de laautodeterminación palestina, el derechoa un Estado o la reparación de lasreclamaciones palestinas contra Israel.Cuando el diálogo se «suspendió» por

parte del secretario de Estado JamesBaker, el pretexto dado fue la estúpida ycompletamente inútil incursión de AbuAbbas en las playas de Tel Aviv (en laque sólo hubo víctimas palestinas). Unarazón más realista de dicha suspensiónera la presión del lobby israelí y la porentonces ya rutinaria falta degenerosidad oficial de Estados Unidospara con el pueblo más profundamenteatormentado y maltratado de OrientePróximo.

Aun así, la imparcialidad requiereque la parte palestina de esta tristehistoria sea sometida también a unriguroso análisis. Aquí parece habersido una actitud de despreocupación,

falta de oportunidad y error de cálculocasi increíble, junto a una clara negativaa concentrar esfuerzos diplomáticos ypolíticos en Estados Unidos, lo que hacaracterizado la forma de abordar porparte de la OLP el que, de hecho, es suprincipal ámbito de actuación fuera deOriente Próximo. A raíz de Camp David,una serie de iniciativas mantuvieron envigor un diálogo confidencial entre laadministración Carter y la OLP enBeirut. En 1979, por ejemplo, habríasido posible, y hasta seguro, establecerde manera rápida y ventajosa un diálogoentre Estados Unidos y la OLP, en el queesta organización habría aceptado laResolución 242, junto con una extensa

«reserva», es decir, una cláusula querecogiera la objeción palestina de que laresolución, en su forma original de1967, no decía nada sobre los derechospalestinos. Esta iniciativa fuedesconcertantemente rechazada a pesarde que el propio Jimmy Carter habíasido el primer presidente que pronunciólas palabras «una patria palestina» acomienzos de 1977. Si se me permitebasarme en la experiencia personal,también puedo dar testimonio denumerosas tentativas de palestinos yotros amigos residentes en EstadosUnidos de impulsar el compromiso delos líderes palestinos con la idea demantener, alimentar y desarrollar una

sensibilidad a gran escala, detallada ysofisticada con respecto a lo que pasabaen dicho país; esto apenas ocurrió, pormás que en países como Gran Bretaña,Francia, Suecia e Italia, así como en elconjunto de la CEE, los esfuerzospalestinos políticos e informativoshayan sido eficaces. La representaciónoficial palestina en Estados Unidossiguió siendo escuálida; las complicadascorrientes que atraviesan la sociedadestadounidense, sus instituciones y suhistoria realmente no han informado,cambiado o modulado nunca (excepto deun modo extremadamente aproximado)las actitudes de la OLP hacia, o el tratocon, Estados Unidos.

Gran parte del problema viene de ladura realidad de que la políticapalestina es una política esencialmenteárabe, mientras que Estados Unidos yEuropa occidental habitan un mundototalmente distinto, en el que, porejemplo, los medios de comunicación, elámbito académico y las instituciones deinvestigación, iglesias, asociacionesprofesionales y sindicatos de lasociedad civil desempeñan un papelcasi tan importante como el gobiernocentral en la sociedad política. Rarasveces el contraste entre ambos mundosse ha hecho tan evidente como cuando elpresidente Yasir Arafat ha aparecido entelevisión. Sus dificultades, no sólo con

la lengua, sino con toda la presentaciónde sí mismo y de su imagen, se hanutilizado regularmente en detrimentosuyo; y esto sólo se ha reducidolevemente cuando ha aparecido algunode sus ayudantes. El resultado neto,pues, ha sido una infrarrepresentacióngeneralizada de Palestina, algo muchomenos eficaz que los resultadosalcanzados en la concienciaciónoccidental debido a la Intifada. Peroesta diferencia resulta aún másexasperante cuando recordamos que enlas últimas décadas la opinión públicaoccidental, y en particular laestadounidense, se ha alzadoregularmente en favor de un Estado

palestino y del final de la ocupaciónisraelí.

A modo deevaluación

Y, sin embargo, la imparcialidad nosexige de nuevo reconocer que el análisisretrospectivo favorece siempre alanalista, haciendo poco más por laspartes implicadas que retratarlas, engeneral, de manera poco generosa. Lareciente historia palestina está llena demalas pasadas y hasta de catástrofes conrespecto a las que, en aquel momento,las plausibles alternativas eran sóloteóricamente posibles y de hecho norealizables. ¿Quién sabe si en 1970

podría haberse evitado unaconfrontación con el ejército jordano?¿O si la trayectoria de la OLP mientrasresidía en el Líbano podría haberlamantenido al margen de la febril espiraldel país hacia la guerra civil? ¿O sipodrían haberse ahorrado los estragosde la invasión israelí de 1982? ¿O si eranecesario pagar el costoso precio deldistanciamiento de Siria, con laconsiguiente insurrección de faccionesdisidentes de la OLP en la esfera siriaen 1983, la guerra de los campos derefugiados entre mediados y finales dela década de 1980, y el constanteconflicto con el presidente sirio? ¿O,por último, si los desastrosos resultados

del acercamiento de la OLP hacia Irak,que se inició al menos dos años antes dela invasión de Kuwait, podrían haberconcluido de manera distinta, sin lasespantosas pérdidas palestinas en casitodos los frentes? Me parece que toda laironía de la dinámica política regionalse hizo evidente de una forma aplastantesiempre que el impulso palestino haciala autodeterminación y la existencia delEstado adoptó una forma concreta, esdecir, cuando el componente palestinose planteó inevitablemente contra una uotra soberanía, atrajo su atención, lallevó a una crispada confrontación, yluego se encontró con que erademasiado tarde para parar. La ironía es

que, como expresión deautodeterminación nacional, la actividadpalestina fue en gran parteextraterritorial (sin soberaníaterritorial), y, por lo tanto, siempre vivióuna especie de vida sustitutiva en algúnsitio distinto de Palestina. Esto la hizovulnerable, por no decir completamenteexpuesta, a una hostilidad a vecesfuribunda.

El exilio es, pues, la condiciónfundamental de la vida palestina, lafuente de lo que esta tiene tanto desobredesarrollada como desubdesarrollada, la energía de lo que demejor hay, pongamos por caso, en loscomponentes de su notable literatura (la

obra de Emile Habibi Said elpesoptimista, las novelas de GhassanKanafani y Jabra, la poesía de RashidHusein, Fadwa Tuqan, Samih al-Qasim yMahmud Darwish, y el trabajo denumerosos ensayistas, historiadores,teóricos y autores de memorias) y en suextraordinaria red de comunicaciones,asociaciones y familias extensas. Y de lamano de todo esto ha ido también elempecinamiento palestino. En partedebido a su profundidad cultural,religiosa e histórica, y en parte porquelinda con tantos intereses, tanto localescomo internacionales, la causa palestinaha sido durante dos décadas la únicacausa no asimilable, no domesticada y

fieramente nacional y anticolonialtodavía viva: para sus partidarios, unafuente de esperanzas no realizadas y deun idealismo algo deslucido; para susdetractores, una espina y un permanentealter ego político que ni se marchará nise adaptará a una amable inexistencia.

Pero creo que nadie —ningúnpalestino, árabe o israelí— habríasospechado que los veinte años quecomenzaron con los horrores delSeptiembre Negro llegarían a produciruna serie de logros tan deslumbrantes yuna serie de desastres tan terribles —unidos los dos extremos por el hecho deque los palestinos estaban en el centrode ambos—, sin que de hecho se

liberara ni un centímetro de tierrapalestina. Uno apenas sabe qué nombredar a esta peculiar forma de experienciahistórica, pero conviene enumerarbrevemente sus principales rasgos.Desde 1948, los palestinos sedispersaron, y los pocos de entre ellosque permanecieron en su patriahistórica se vieron sumergidos en unnuevo Estado que decididamente no erael suyo. Tres décadas después, la OLPlideraba un enorme esfuerzo deautorreconstitución nacional. Unaimpresionante serie de instituciones querespondían a las necesidades palestinasen los ámbitos de la sanidad, laeducación, la industria, la investigación,

la capacidad militar y el derecho habíantransformado las vidas de todos lospalestinos, independientemente de dónderesidieran. En el centro de todo ellodestacaban instituciones políticas comoel Comité Ejecutivo de la OLP, losconsejos Central y Nacional palestinos,y un aparato de representación políticadecente, por más que de competenciairregular. Su liderazgo ha resultadonotoriamente duradero, aunqueterriblemente marcado por variosasesinatos de líderes prominentes, y aveces brillantes, cuya pérdida hareducido considerablemente lascapacidades palestinas: GhasanKanafani, Gamal Nasser, Kamal Adwan,

Yusuf Najjar, Abul Walid, Abu Yihad,Abu Iyad y Abul Hol. La lúgubre listatambién debe incluir a los asesinados enEuropa, hombres magníficos como NaimJidr, Ezzedine Qallaq, Said Hammami,Issam Sartawi y Majid Abu Sharrar,cuya cordura política representaba unobjetivo del terrorismo tanto como suformidable talento personal.

Aunque la comunidad palestinaestuviera dispersa y reubicada en unaserie tan increíblemente grande delugares, en el centro existía la necesariaconstancia, personificada por YasirArafat, una figura trágica de un fustepolítico bastante extraordinario. Muchasde las disputas entre partidos,

electorados y regímenes árabes, granparte de la temible enemistad de Israel yEstados Unidos, gran parte de laincoherencia y los recovecos internos, aveces anárquicos, del movimiento, sevieron reducidos y a menudoenderezados gracias a las maniobras deArafat. Este alcanzó una especie dedoble personalidad: por una parte, la delindudable e instantáneamentereconocible símbolo de Palestina, y, porotra, la del líder político con todos loslaureles y privilegios, además de losinconvenientes, que tal clase depersonalidad entraña. Entre suscontribuciones más valiosas se cuenta elaire de relativa democracia que

caracteriza a los procesos políticospalestinos (cuando se le compara con elentorno árabe, Arafat es el único líderque sigue siendo popular entre su gente).Su conducción de la nación en el exiliohacia la coexistencia con Israel es quizásu logro más duradero. Se ha mostradoabierto a un gran número de judíos deIsrael y de la diáspora, y ha establecidoun modo de interacción entre la genteque, aunque siempre le sitúa a él en elcentro o cerca de este, hace posible unaespecie de comunicación entre loslíderes y la gente normal y corriente queen gran medida resulta desconocida enel Tercer Mundo. Aunque en Occidentesea vilipendiado en un grado sin

precedentes, lo cierto es que —casi unhecho único entre los líderes de losmovimientos de liberaciónposcoloniales— Arafat ha evitado en lapráctica la enorme violencia sectaria ointrapalestina; ha soportado lascontinuas quejas de los palestinos,además de otras críticas, con asombrosapaciencia, y nunca ha permitido que loque podría ser su propio sentido de laortodoxia política anule o sofoque lapresencia de una heterodoxia bastanteviva en la vida política palestina.

También bajo el mando de Arafat hahabido pérdidas palestinas de grandesproporciones. Sería un error que yotratara aquí de valorar las culpas o

repartir las responsabilidades decualquiera de ellas; lo único que digo esque durante sus dos décadas deliderazgo los palestinos han sufrido nosólo una continuada pérdida de territorioa manos de colonos israelíes enCisjordania, Gaza y Jerusalén Este, sinotambién las trágicas pérdidas militares yciviles de la invasión israelí del Líbanoen 1982, las terribles secuelas quetrajeron los Acuerdos de Camp David, yla crisis del Golfo de 1990-1991. Debodejar a los posteriores historiadores ypolitólogos el balance de su liderazgocon respecto a Jordania, el Líbano ySiria, aunque no puede dudarse de quehubo terribles consecuencias para los

palestinos, libaneses, jordanos y otros.El éxodo de Beirut que siguió a tantadestrucción, odio, falta de entendimientoy derroche, por sí solo, representa yauna gran mancha en el historialpalestino.

Pero uno no puede por menos dereconocer, por último, que desde luegolos líderes políticos palestinosextrajeron las lecciones correctas de laIntifada, que comenzó a finales de 1987y que todavía continúa en el momento deredactar estas líneas. Todo palestino sesiente orgulloso de que, al final de dosdécadas de difícil y laborioso esfuerzo,hubiera surgido una insurrecciónnacional tan notable contra la injusticia

en los Territorios Ocupados. La Intifadaha proporcionado una fórmula para lavida política y social palestina queresulta duradera, relativamente noviolenta, inventiva, valerosa ydesconcertantemente inteligente.Basándose en unas normas decomportamiento no coactivas quecontrastan increíblemente con lasprácticas israelíes contra los palestinosen los Territorios Ocupados, la Intifadano tardó en convertirse en un modelopara los movimientos de protestademocrática, no sólo en países comoArgelia, Túnez y Jordania, sino tambiénen Europa oriental y parte de Asia yÁfrica. Mientras que las tropas israelíes

disparaban, golpeaban y hostigaban aciviles, los palestinos inventabanmaneras de rodear y cruzar barreras;mientras que las autoridades civiles ymilitares israelíes prohibían laeducación o la agricultura, lospalestinos improvisaban organizacionesalternativas para hacer lo quenecesitaban; mientras que lasprescripciones de una sociedad todavíaen gran medida patriarcal mantenían alas mujeres en la esclavitud, la Intifadales daba nueva voz, autoridad y poder.De la Intifada vino la inspiración y lafuerza que transformó la cautela yambigüedad de la diáspora palestina enclaridad y visión auténticas; y todo esto,

obviamente, se encarnó en lasdeclaraciones del CNP en Argel en1988.

Sin embargo, cuando la Intifada ibaavanzando, otras dos realidadesvinieron a irrumpir en la vida palestina,debilitándola e imponiéndole nuevascargas. Una, desde luego, fue la crisisdel Golfo, la cual, aunque requirió losesfuerzos de mediación palestinos,también empantanó a toda la nación enuna espantosa ciénaga. Hoy, lascomunidades palestinas del Golfo se hanquedado huérfanas; muchos palestinosestán otra vez sin hogar, sus bienes sehan esfumado y su futuro resultaradicalmente incierto. Como han

señalado Walid Jalidi y otros, huboprofundos fallos de principio y deliderazgo, algunos palestinos (quienesmenos podían permitírselo), algunosárabes y algunos estadounidenses. Elresultado es hoy un aislamiento en elcontexto internacional y, en ciertamedida, también árabe de la OLP, y ungolpe generalizado a toda la naciónpalestina, cuya recuperación resultaincierta y, de ocurrir, tardará en llegar.

La segunda realidad es el enormenúmero de judíos rusos (y, en muchamenor medida, etíopes) que hoyinmigran a Israel. Hay que señalar aquíque un acuerdo establecido en 1989entre Mijaíl Gorbachov y Estados

Unidos fijaba unas cuotas de salida muyrestrictivas para los judíos rusos acualquier lugar excepto Israel. Estosupuso, pues, la repentina presencia demuchos miles de judíos rusos comoinmigrantes hacendados en Israel en elmismo momento en que la enajenación yprivación de derechos de los palestinosse hacían más manifiestas. Se alzaronclamorosas voces reafirmando lasprerrogativas del Gran Israel, al tiempoque se dirigían numerosos llamamientosurgentes a Estados Unidos y los gruposjudíos más ricos de la diáspora pidiendoapoyo financiero. Es fácil ver que esosignificaba que el equilibriodemográfico desfavorecía

dramáticamente a los palestinos, queaumentaba las presiones (junto con lareactiva y belicosa anuencia del siempreatento general Sharon) para implantarnuevos asentamientos ilegales enCisjordania, y que hacía que el factortiempo resultara particularmentepunitivo para los palestinos.

De repente parecía que un impulsotardío y mesiánico impregnaba todo elsionismo, y, con él, los consecuentesinfortunios que este comportaba para losya largamente sufrientes palestinos.Ahora, sin embargo, corría el año 1991,y no 1947 o 1948. Ya no parecíaimportar a los fanáticos del GushEmunim el hecho de que, desde que se

iniciara la Intifada, la opinión públicainternacional hubiera pasado a ver a losisraelíes como sombríos y brutalesasesinos, considerando su «visión» nadamás que un cruel castigo impuesto aciviles indefensos. Lo que másimportaba era la fuerza y el poderderivados del impulso de losasentamientos, el constante cenagaldiplomático, el doloroso desorden ydesmoralización no sólo entre lospalestinos, sino entre los árabes engeneral tras la guerra del Golfo. Enresumen, no ha habido ningún elementoque impidiera o frenara la afluencia de,quizá, entre setecientos cincuenta mil yun millón de judíos; y, como siempre,

son los palestinos quienes pagarán elprecio.

Sin embargo, ni los israelíes ni lospalestinos tienen realmente una opciónmilitar contra el otro; este hecho resultatan chocante ahora como lo era cuandoescribí La cuestión palestina hace treceaños. La tarea del pueblo palestino siguesiendo todavía la de asegurar supresencia en la tierra, y, por una serie demedios, persuadir a los israelíes de quesólo un acuerdo político puede aliviar elasedio mutuo, la angustia y lainseguridad de ambos pueblos. No hayninguna otra alternativa secular —esdecir, real— aceptable.

Introducción

Aunque la mayor parte de este libro seescribió en el año 1977 y la primeramitad de 1978, su marco de referenciaen ningún caso se limita a eseimportantísimo período en la modernahistoria de Oriente Próximo. Por elcontrario, mi objetivo ha sido escribirun libro que presente al lectoroccidental una postura palestinaampliamente representativa, algo no muyconocido y sin duda no bien apreciadoni siquiera hoy, cuando se habla tanto delos palestinos y del problema palestino.Al formular esta postura, me he basado

principalmente en lo que creo que puedellamarse justamente la experienciapalestina, que a todos los efectos seconvirtió en una experiencia conscientede sí misma cuando la primera oleadade colonialistas sionistas alcanzó lasorillas de Palestina a comienzos de ladécada de 1880. Desde entonces, lahistoria palestina ha adoptado un rumbopeculiar y bastante distinto del de lahistoria árabe. Existen, obviamente,muchos nexos entre lo que han hecho lospalestinos y lo que han hecho otrosárabes en este siglo, pero lacaracterística definitoria de la historiapalestina —su traumático encuentronacional con el sionismo— es único de

esta región.Esa unicidad ha guiado tanto mi

objetivo como mi actuación (por muydeficientes que puedan ser ambos) en elpresente libro. Al ser yo mismopalestino, siempre he intentado serconsciente de nuestras debilidades ydefectos como pueblo. Para ciertosestándares quizá seamos un pueblo nadaexcepcional; nuestra historia nacional dafe de una fallida pugna con unaideología básicamente europea yambiciosa (además de práctica): hemossido incapaces de interesar demasiado aOccidente en la justicia de nuestracausa. Sin embargo, hemos empezado,creo, a construir nuestra propia

identidad política y nuestra propiavoluntad; hemos desarrollado unanotable resistencia y un resurgimientonacional aún más notable; hemosobtenido el apoyo de todos los pueblosdel Tercer Mundo; y sobre todo, y peseal hecho de que geográficamenteestamos dispersos y fragmentados, peseal hecho de que carecemos de nuestropropio territorio, nos hemos unido comopueblo en gran parte porque la ideapalestina (que hemos articulado a partirde nuestra propia experiencia dedesposesión y opresión exclusivista)tiene una coherencia a la que todoshemos respondido con positivoentusiasmo. Es el espectro íntegro del

fracaso y el posterior resurgimientopalestino el que he intentado describiren sus vívidos detalles en este libro.

Aun así, supongo que para muchosde mis lectores el problema palestinoevoca inmediatamente la idea de«terrorismo», y es en parte debido a esainjusta asociación por lo que en estelibro no dedico demasiado tiempo alterrorismo. Haberlo hecho habríasupuesto argumentar a la defensiva, obien diciendo que tal como se ha dadonuestro «terrorismo» está justificado, obien adoptando la postura de que eso delterrorismo palestino no existe. Pero loshechos son bastante más complejos, y almenos algunos de ellos son objeto de

cierto examen aquí. En meros términosnuméricos, en las crudas cifras decuerpos y propiedades destruidas, noexiste absolutamente comparaciónalguna entre lo que el sionismo ha hechoa los palestinos y lo que, en represalia,han hecho los palestinos a los sionistas.El casi constante ataque israelí a loscampos de refugiados civiles palestinosen el Líbano y Jordania durante losúltimos veinte años es sólo un indicativode ese historial completamenteasimétrico de destrucción. Lo queresulta mucho peor, en mi opinión, es lahipocresía del periodismo y el discursointelectual occidental (y ciertamente delsionista liberal), que apenas ha tenido

nada que decir sobre el terror sionista.[1]

¿Puede haber algo menos honesto que laindignada retórica utilizada a la hora deinformar del terror «árabe» contra«civiles israelíes», o «ciudades» y«pueblos» o «escolares», y la neutraretórica empleada para describir losataques «israelíes» contra «posicionespalestinas», un eufemismo que nadiepodría saber que alude a los campos derefugiados palestinos en el sur delLíbano? (cito textualmente de lasnoticias sobre incidentes recientesproducidos a finales de diciembre de1978). Desde 1967, en que Israelocupara Gaza y Cisjordania, no hahabido tregua alguna en el ultraje diario

de la ocupación israelí; y, sin embargo,nada galvaniza tanto a la prensaoccidental (y a los medios deinformación israelíes) como una bombaen un mercado de Jerusalén. Consentimientos que lindan con la másabsoluta repugnancia, debo señalar aquíque ni un solo periódico estadounidensepublicó la siguiente entrevista con elgeneral Gur, jefe del Estado Mayor delejército israelí:

PREGUNTA: ¿Es cierto [durante lainvasión israelí del Líbano en marzo de1978] que ustedes bombardearonaglomeraciones [de gente] sin hacerdistinciones?

RESPUESTA: Yo no soy una de esas

personas que tienen una memoriaselectiva. ¿Cree que pretendo no saber loque hemos hecho todos estos años? ¿Loque hicimos en toda la extensión del canalde Suez? ¡Un millón y medio derefugiados! De verdad: ¿en qué mundovive? […] Bombardeamos Ismailía, Suez,Port Said y Port Fuad. Un millón y mediode refugiados. […] ¿Desde cuándo lapoblación del sur del Líbano se ha vueltotan sagrada? Sabían perfectamente lo quehacían los terroristas. Tras la matanza deAvivim, hice bombardear cuatro pueblosdel sur del Líbano sin autorización.

P: ¿Sin hacer distinciones entre civilesy no civiles?

R: ¿Qué distinciones? ¿Qué habíanhecho los habitantes de Irbid [una granciudad en el norte de Jordania, depoblación principalmente palestina] paramerecer que les bombardeáramos?

P: Pero los comunicados militaressiempre hablaban de responder al fuegoenemigo y de contraataques sobreobjetivos terroristas.

R: ¡Por favor, seamos serios! ¿No sabeusted que todo el valle de Jordania sehabía quedado sin habitantes comoconsecuencia de la guerra de desgaste?

P: Entonces, ¿usted afirma que lapoblación debe ser castigada?

R: Por supuesto, y nunca he tenidoninguna duda sobre eso. Cuando autoricé aYanouch [diminutivo del comandante delfrente del norte, responsable de laoperación libanesa] a utilizar la aviación,la artillería y los tanques [en la invasión],sabía exactamente lo que hacía. Hoy sontreinta años, desde el momento de nuestraguerra de Independencia hasta ahora, losque llevamos luchando contra la poblacióncivil [árabe] que habitaba en los pueblos y

ciudades, y cada vez que lo hacemos seplantea la misma pregunta: ¿debemos o noatacar a los civiles? (Al-Hamishmar, 10de mayo de 1978).

Así, en el «terrorismo» una cosa esel desequilibrio en su percepción, y otrael desequilibrio en su perpetración.Cabría mencionar, por ejemplo, que entodos los casos en que se ha utilizado arehenes israelíes para intentar conseguirla liberación de palestinos encerradosen cárceles israelíes, han sido siemprelas fuerzas israelíes las que handisparado primero, causando asabiendas un baño de sangre. Perotampoco basta citar cifras y darexplicaciones, dado que el historial de

hostilidades entre judíos y árabes, entrepalestinos y judíos sionistas, entre lospalestinos y el resto de la humanidad (oeso parecería), entre los judíos yOccidente, resulta escalofriante. Comopalestino, me molesta y deploro el modoen que todo este horrible asunto sedespoja de todas sus resonancias ydetalles, a menudo moralmentedesconcertantes, para comprimirlosimple, cómoda e inevitablemente bajola rúbrica del «terror palestino». Sinembargo, como alguien que se ha vistoafectado por la cuestión de muchasformas distintas, debo decir también que—hablando ahora sólo como palestino— me he horrorizado ante el secuestro

de aviones, las misiones suicidas, losasesinatos y los atentados en escuelas yhoteles; horrorizado tanto por el terrorinfligido a sus víctimas como por elterror de los hombres y mujerespalestinos que se han visto impulsados ahacer tales cosas. Dado que no pretendoescribir como un observador imparcial,he creído que, en lugar de intentarabordar frontalmente el terror en sí, eramejor que intentara transmitir a mislectores algunas nociones de la largahistoria palestina de la que provienentodas esas cosas. Y si en últimainstancia dicha historia no logra —comono puede ser de otro modo— mitigar latragedia de pérdida e infelicidad, al

menos presentará finalmente a dichoslectores algo de lo que durante muchotiempo han carecido: la realidad deltrauma nacional colectivo que paracualquier palestino está contenido en lacuestión palestina.

Uno de los rasgos característicos decualquier pequeño pueblo no europeo esque este no suele ser rico endocumentos, ni en historias,autobiografías, crónicas, etcétera. Estomismo vale para los palestinos, yexplica la falta de un gran textoautorizado sobre la historia palestina.No he intentado aquí suplir esa carencia,por motivos claramente evidentes. Loque he intentado hacer es mostrar que la

experiencia palestina es una parteimportante y concreta de la historia, unaparte que en gran medida ha sidoignorada tanto por los sionistas, quedeseaban que nunca hubiera estado allí,como por los europeos yestadounidenses, que en realidad no hansabido qué hacer con ella. He intentadomostrar que los palestinos musulmanes ycristianos que vivieron en Palestinadurante cientos de años, hasta serexpulsados en 1948, fueron lasdesdichadas víctimas del mismomovimiento cuyo objetivo absolutohabía sido el de poner fin a lapersecución de los judíos por parte de laEuropa cristiana. Pero ha sido

precisamente debido al admirable éxitodel sionismo a la hora de llevar a losjudíos a Palestina y construir una naciónpara ellos por lo que el mundo no se hapreocupado de lo que tal empresaentrañaba en cuanto pérdida, dispersióny catástrofe para los palestinosautóctonos. Hoy hace falta algo parecidoa una doble visión irónica para sercapaces de ver a la vez el éxito de todosconocido y el desastre mucho menosconocido que Hannah Arendt ha descritoasí:

Después de la [Segunda] Guerra[Mundial] resultó que la cuestión judía,que se consideraba la única insoluble, dehecho se resolvió —a saber, mediante un

territorio colonizado y luego conquistado—, pero eso no resolvió ni el problema delas minorías ni de los apátridas. Antes alcontrario, como prácticamente todos losdemás acontecimientos de nuestro siglo,la solución de la cuestión judía no hizosino producir una nueva categoría derefugiados, los árabes, aumentando así elnúmero del apátridas en otras 700 000 o800 000 personas.[2]

Como afirmo a lo largo de todo ellibro, mientras que Israel y su historiahan sido celebrados sin interrupción, ala realidad de los palestinos, las vidasque han llevado, las pequeñas historiasque han experimentado, las aspiracionesque han sentido, sólo recientemente se leha reconocido su existencia. Pero, de

pronto, la cuestión palestina busca hoyuna respuesta: la opinión mundial haexigido que se dé la debida importanciaal punto crucial, hasta ahora ignorado,del impasse en Oriente Próximo.Aunque, por desgracia, la posibilidad deque actualmente se produzca un debateadecuado, y mucho menos una soluciónconvincente, es exigua. Los términos deldebate se han empobrecido, puesto que(como antes decía) a los palestinos seles ha conocido sólo como refugiados, ocomo extremistas, o como terroristas. Unimportante número de «expertos» enOriente Próximo han tendido amonopolizar la discusión,principalmente utilizando jerga

sociológica y clichés ideológicosenmascarados de conocimiento. Sobretodo, creo que existe una arraigadaactitud cultural hacia los palestinosderivada de ancestrales prejuiciosoccidentales sobre el islam, los árabes yOriente. Esta actitud, de la que elsionismo, por su parte, extrajo su visiónde los palestinos, nos ha deshumanizado,nos ha reducido al estado apenastolerado de una molestia.

Quizá resulte excesivo decir que lamayoría de los estudios académicos depolitología sobre Oriente Próximo ysobre los palestinos siguen esatradición. Pero sí es verdad, creo, quecuando menos tienden a hacerlo. En la

medida en que la mayor parte de ellos sebasan en, y aceptan incuestionablementede muy importantes formas, el marcoque ha legitimado el sionismo frente alos derechos palestinos, tienen muy pocoque aportar a un entendimiento de laverdadera situación en Oriente Próximo.Y ello porque es un hecho que casininguno de los estudios serios sobre elmoderno Oriente Próximo producidos eneste país desde la Segunda GuerraMundial puede preparar a nadie para loque ha estado ocurriendo en la región:esto resulta tan evidente con respecto alos recientes acontecimientos acaecidosen Irán como en relación con la guerracivil libanesa, la resistencia palestina, o

la actuación árabe durante la guerra de1973. Ciertamente, no he concebido estelibro como una polémica contra lo queacertadamente se ha calificado de sesgoideológico del trabajo de una sociologíaque finge objetividad científica, enparticular desde el advenimiento de laguerra fría; pero sí pretendoconscientemente evitar sus riesgos«gratuitos». Entre estos se incluyen lasdescripciones de la realidad políticaque se centran en la rivalidad de lassuperpotencias, que proclaman deseabletodo lo asociado a Occidente y sumisión modernizadora en el TercerMundo, que ignoran los movimientospopulares mientras elogian y valoran

toda una serie de regímenes clientelaresmediocres y opresivos, que descartancomo ahistórico todo aquello que no sepueda hacer encajar fácilmente con undeterminado fin último o unametodología particular cuyos objetivossean «racionales», «empíricos» y«pragmáticos». Las evidentesdeficiencias de tales nociones se hanesgrimido públicamente como culpablesde «nuestra» pérdida de Irán y «nuestra»incapacidad de pronosticar el«resurgimiento del islam», sin permitiral mismo tiempo el más mínimo examende las premisas en las que dichasnociones se basan. Así, de hecho, estasse ven reafirmadas, y una vez más los

politólogos con un importante papel quedesempeñar en la toma de decisionesaconsejan lo mismo con igual estrechezde miras, y una vez más la políticaexterior estadounidense se arriesga en loque, a los ojos de los inexpertos (comolos míos), son evidentes causasperdidas, visiones históricas regresivas.Incluso en el momento de redactar estaslíneas, los graves defectos de CampDavid parecen demostrar mi punto devista.

Hasta 1976, sin embargo, no creoque sea erróneo afirmar que incluso losmismos palestinos contribuyeron a supropio menoscabo, y, por ende, a supropia irrelevancia en la interpretación

de sionistas y expertos. Luego nosdescubrimos, descubrimos el mundo, yeste nos descubrió a nosotros. Trato dedescribir nuestra noche y nuestro lentodespertar, sin descuidar al mismotiempo el escenario de nuestra vida en elterritorio, en la región, en la políticamundial, etcétera. Pero toda nuestraexperiencia está atravesada por el hilodel sionismo. No se trata de una cuestiónteórica, ni tampoco tiene un sentidopeyorativo. Para nosotros, el sionismoha significado tanto —aunque de maneradistinta— como para los judíos.Tenemos que informar al mundo acercade cómo eso significó para nosotrosciertas cosas concretas, cosas de las que

colectivamente llevamos las huellasvivientes.

He calificado mi libro de ensayopolítico porque trata de presentarnuestra cuestión ante el lector occidentalno como algo hermético y terminado,sino como algo sobre lo que hay quereflexionar, que hay que probar, con loque hay que comprometerse; en resumen,un tema que hay que abordarpolíticamente. Durante demasiadotiempo hemos estado fuera de lahistoria, y sin duda fuera del debate; a supropia y modesta manera, este librointenta hacer de la cuestión palestina untema de discusión y entendimientopolítico. El lector no tardará en

descubrir —espero— que lo que sepropone en este libro no es una visión«experta» ni, para el caso, un testimoniopersonal. Más bien se trata de una seriede realidades experimentadas,fundamentadas en una noción de losderechos humanos y las contradiccionesde la experiencia social, y expresadasen la medida de lo posible en ellenguaje de la realidad cotidiana.

Cierto número de premisas básicasinforman la argumentación del libro.Una es la existencia continuada de unpueblo árabe palestino. Otra es que,para entender su experiencia, esnecesario entender el impasse existenteentre el sionismo y el mundo árabe. Otra

más es que el propio Israel, así comosus partidarios, han intentado borrar alos palestinos de palabra y obra porqueel Estado judío se basa, en muchosaspectos (aunque no en todos), en lanegación de Palestina y los palestinos.Hasta hoy, resulta un hecho asombrosoque la simple mención de los palestinoso de Palestina en Israel, o ante unsionista convencido, equivalga anombrar lo innombrable: tanpoderosamente nuestra mera existenciasirve para acusar a Israel de lo que nosha hecho. Por último, doy moralmentepor sentado que los seres humanos,individual y colectivamente, son sujetosde derechos fundamentales, uno de los

cuales es el de la autodeterminación.Con ello quiero decir que ningún serhumano debe ser amenazado con ser«transferido» fuera de su casa o de sutierra; que ningún ser humano debe serdiscriminado por no pertenecer a unareligión x o y; que ningún ser humanodebe ser despojado de su tierra, suidentidad nacional o su cultura, sea cualfuere la causa.

En el fondo, supongo que en estelibro planteo la pregunta: «¿Qué van ahacer Israel, Estados Unidos y losárabes con respecto a los palestinos?».Considerando las realidades de laexperiencia palestina, no creo enabsoluto, como hicieran el presidente

Anwar al-Sadat y sus diversospartidarios, que el 99 por ciento de lascartas de la baraja estén en manosestadounidenses, ni tampoco pienso queestén principalmente en manos de Israelo de los estados árabes; lo importante—de hecho, lo que hace posible estelibro— es que existen manos palestinas,por así decirlo, y que estas desempeñanun papel activo a la hora de determinarlas aspiraciones, las luchas políticas ylos logros palestinos, así como suscontratiempos. Y, sin embargo, no niegoque lo que los judíos y losestadounidenses piensen y hagan hoypueda ocupar un lugar importante en lacuestión palestina. Es a ese lugar al que

se dirige mi libro.Menciono lo que quizá resulta obvio

a fin de subrayar la base existencial dela que creo que depende nuestraexperiencia como pueblo. Nosotrosestábamos en la tierra llamada Palestina;¿acaso estuvo justificado que se nosdesposeyera y borrara del mapa, concasi un millón de nosotros obligados aabandonar Palestina y nuestra sociedadreducida a la inexistencia, por más quefuera para salvar a lo que quedaba delos judíos europeos que habíansobrevivido al nazismo? ¿En virtud dequé pauta moral o política se espera quedejemos de lado la reivindicación denuestra existencia nacional, nuestra

tierra y nuestros derechos humanos? ¿Enqué mundo se carece de argumentos pararesponder cuando se le dice a todo unpueblo que se halla jurídicamenteausente, pero al mismo tiempo se lanzanejércitos contra él, se realizan campañasincluso contra su nombre y se cambia lahistoria para «demostrar» suinexistencia? Por más que todas lascuestiones que rodean a los palestinossean complejas y en ellas intervengan lapolítica de las grandes potencias, lasdisputas regionales, la lucha de clases ylas tensiones ideológicas, el estimulantepoder del movimiento palestino esconsciente de esas preguntas, sencillas,pero de enormes consecuencias.

Pero no son los palestinos los únicosincomprendidos o ignorados porEstados Unidos en su tentativa deconstruir una política exterior en Asia yÁfrica. Sin duda, la oposición iraní quederrocó al sha en enero de 1979 es unbuen ejemplo de ello, pero no por faltade información (pese a las falsasacusaciones del presidente Carter contrala «comunidad de inteligencia» por sufracaso en Irán). Aunque es cierto quelos individuos prefieren las solucionessimples y ordenadas a las realidadescomplejas y desordenadas, eso mismodebería ser patentemente falso para lasinstituciones y gobiernos; sin embargo,con respecto al problema palestino, eso

es precisamente lo que hace el gobiernoestadounidense. La actualadministración inició su mandatoproclamándose a favor de una pazgeneralizada en Oriente Próximo, que sesuponía que incluiría una solución justadel problema palestino «en todos susaspectos»; y, no obstante, desde CampDavid se ha mostrado incapaz o bien dever todo el problema en su conjunto, obien de abordarlo de una manera seria.¿Por qué se supone que cuatro millonesde personas deberían contentarse conmenos (con la llamada «autonomía») delo que han aceptado todos los demásgrupos nacionales?, ¿por qué se suponeque pueden firmarse tratados en

ausencia de la parte principal de unadisputa?, ¿por qué se supone que puedellevarse a cabo una política exterior sinencontrarse siquiera cara a cara con elprincipal actor de la región?, ¿por quése supone que simplemente puedeapartarse a un lado a poderosos gruposde oposición?, ¿por qué se supone quelos palestinos deberían aceptar, más quecualquier otro pueblo, una permanentecolonización por parte de Israel?, ¿o porqué se supone que los palestinos no vana luchar indefinidamente por recuperarsus derechos nacionales, negados,usurpados o aplastados (tal como hanluchado en todas las crisis de OrientePróximo)?: todas estas preguntas son las

que en este libro intento plantear yresponder, considerando los cambioscasi asombrosamente turbulentos que enla actualidad se producen en OrientePróximo. Espero, asimismo, que en elcapítulo que concluye el libro el lectorencuentre expuesto un análisis imparcialde las cuestiones políticas inmediatasque gobiernan la actual políticaestadounidense, árabe y regional enOriente Próximo después de CampDavid, así como las posturas y actitudespalestinas.

No me ha resultado fácil escribireste libro. Gran parte de él se deriva delestudio y la reflexión sobre elsignificado de la moderna historia

palestina. Sin embargo, otra parteimportante proviene de unaparticipación activa en la búsqueda, amenudo desalentadora, de laautodeterminación palestina; unabúsqueda (en mi caso, al menos)realizada desde el exilio.Inevitablemente, me he visto afectadosobremanera por acontecimientosdiarios, por noticias y cambiosrepentinos, por discusiones casuales, yaún más por explicaciones erráticas.Dudo que haya escapado a la influenciade estas cosas, y en cualquier caso seríaun error escapar por completo de ellas.Pero sí he tratado conscientemente depresentar algo más que un resumen de la

historia reciente o una predicción de losacontecimientos del mañana. Miesperanza es haber dejado clara lainterpretación palestina de laexperiencia palestina, y haber mostradola importancia de ambas en la escenapolítica contemporánea. Explicar de esemodo la propia percepción de unomismo como palestino implica sentirseasediado. Para Occidente, que es dondeyo vivo, ser palestino es, en términospolíticos, lo mismo que ser una especiede proscrito, o, cuando menos, que seren gran medida un extraño. Pero eso esun hecho, y lo menciono únicamentecomo un modo de indicar la peculiarsoledad que entraña la empresa que

abordo en este libro.

Agradezco a Debbie Rogers, AsmaKhauwly y Paul Lipari su ayuda en lapreparación del manuscrito. Duranteaños me he beneficiado de lasnumerosas conversaciones que hemantenido con otros colegas palestinosque han luchado igual que yo porentender nuestra situación como pueblo.Un grupo de buenos amigos en EstadosUnidos, en Israel y en los países árabestambién han compartido conmigo susconocimientos, pero mencionar aquínombres y deudas específicas seríatrivializar innecesariamente nuestra

experiencia común, sin la cual no podríahaberse escrito este libro.

Los dos amigos cuyos nombres serecuerdan en la dedicatoria no podríanhaberse hecho a la idea de loprofundamente que sus vidas meafectarían e influirían en mí. Ambos eranpalestinos; ambos vivieron la extraña yobsesiva vida de los exiliados; ambostuvieron muertes amargamentedesdichadas y desafortunadas; ambos, enmi opinión, eran hombresfundamentalmente buenos. Farid Hadadera un médico que vivió y murió en unpaís árabe, donde le conocí bien durantevarios años. Más que ninguna otrapersona que yo haya conocido, poseía la

más penetrante percepción no sólo detodo lo relacionado con la injusticiahumana, sino también de lo que se podíahacer al respecto. Absolutamenteidealista y desinteresado, fue torturadohasta morir en prisión en 1961, aunqueen la época en que murió (al menos porlo que he podido saber) hizo lo que hizocomo ser humano y como militantepolítico, no necesariamente comopalestino. Rashid Husein fue un irónicopoeta palestino que dejó Israel en 1966y vivió hasta su muerte en EstadosUnidos. De él aprendí todo lo que sésobre la vida en los pueblos palestinosdesde 1948, una vida que informa sobrela cuestión palestina con una fuerza

única. Su generosidad de espíritu,franqueza y honestidad política fueronun regalo para todos los que leconocieron. Cuando falleció en 1977, deuna muerte particularmente inútil, habíasufrido ya demasiado por ser lo que era,un palestino independiente ygenuinamente radical. Entre ambos,Farid Hadad y Rashid Husein me hanesclarecido la causa palestina, por lacual, junto con tantos de nuestroscompatriotas en tantos lugares, dieron suvida.

1

La cuestión palestina

I. Palestina y lospalestinos

Hasta aproximadamente los últimostreinta años del siglo XIX, todo lo queestaba al este de una línea imaginariatrazada en algún sitio entre Grecia yTurquía se llamaba Oriente. Comodesignación concebida en Europa,«Oriente» representó durante muchossiglos una mentalidad especial, como enla expresión «la mentalidad oriental»,así como una serie de especialescaracterísticas culturales, políticas yhasta raciales (en nociones tales como

déspota oriental, o sensualidad,esplendor o impenetrabilidadorientales). Pero, sobre todo, Orienterepresentaba para Europa una especiede generalidad indiscriminada, asociadano sólo a la diferencia y la otredad, sinotambién a espacios inmensos, masasindiferenciadas de gente, sobre todo decolor, y a los lugares románticos yexóticos y el misterio de «las maravillasde Oriente». Sin embargo, cualquieraque esté mínimamente familiarizado conla historia política de finales delperíodo victoriano sabrá que la enojosay mayormente política «cuestiónoriental», como se llamaba, tendió areemplazar a «Oriente» como objeto de

interés. Se calcula que en 1918 laocupación colonial de las potenciaseuropeas abarcaba aproximadamente el85 por ciento del planeta, del que unimportante segmento pertenecía a lasregiones en otro tiempo conocidassimplemente como orientales.[3] Así, lavisión romántica de Oriente fuereemplazada por la problemática detratar con Oriente, primero encompetencia con otras potenciaseuropeas que allí operaban, y luego conlos propios pueblos coloniales en sulucha por la independencia. De ser unlugar que estaba «allá lejos», Orientepasó a convertirse en un espacio deextraordinariamente urgente y preciso

detalle, un lugar con numerosassubdivisiones. Una de ellas, OrientePróximo, sobrevive hoy como unaregión de Oriente que connota infinitascomplejidades, problemas y conflictos.En el centro de estos se halla lo que hedado en llamar la cuestión palestina.

Cuando nos referimos a un tema,lugar o persona con la expresión «lacuestión de», podemos aludir a una seriede cosas distintas. Por ejemplo, unoconcluye un examen de asuntoscorrientes diciendo: «Y ahora pasaré ala cuestión de x». Lo importante aquí esque x es un tema aparte de los demás, ydebe ser tratado aparte. En segundotérmino, «la cuestión de» se utiliza

también para referirse a algunosproblemas de larga duración,particularmente difíciles e insistentes: lacuestión de los derechos, la cuestiónoriental, la cuestión de la libertad deexpresión… En tercer lugar —lo queresulta menos habitual—, «la cuestiónde» puede emplearse de modo quesugiera que el estatus del objeto aludidoen la frase sea incierto, cuestionable,inestable: la cuestión de la existenciadel monstruo del lago Ness, porejemplo. En relación con Palestina, lautilización de «la cuestión» entraña lostres tipos de significado. Como eseOriente del que forma parte, Palestinaexiste en otro mundo distinto del

atlántico habitual. Palestina representatambién, en cierto modo, el másespinoso problema internacional de lavida de posguerra: la lucha por, para yen Palestina, que ha absorbido lasenergías de más gente que ninguna otradurante un período de tiempocomparable. Por último —y esta es unade las principales razones de este libro—, el de Palestina es, en sí mismo, unconcepto sumamente debatido, y hastacuestionado. La mera mención delnombre, por una parte, constituye paralos palestinos y sus partidarios un actode importante y positiva afirmaciónpolítica, mientras que, por otra, para susenemigos es un acto de negación

igualmente enérgico, pero mucho másnegativo y amenazador. Baste recordaraquí que las manifestaciones realizadasen las calles de los grandes centroscosmopolitas estadounidenses a finalesde la década de 1960 y la mayor partede la década de 1970 fueron organizadaspor facciones que afirmaban «Palestinaexiste» o «No hay ninguna Palestina».Hoy, en Israel, es costumbre referirseoficialmente a los palestinos como «losllamados palestinos», lo que resulta unafrase algo más amable que la crudaafirmación de Golda Meir, en 1969, deque los palestinos no existían.

El hecho cierto es que hoy Palestinano existe, excepto como un recuerdo, o,

lo que es más importante, como unaidea, una experiencia política y humana,y un acto de constante voluntad popular.Mi objeto en este ensayo serán todasesas cosas sobre Palestina, aunque nipor un momento pretendo que Palestina,para alguien que hoy vive y escribe enOccidente, no sea «la cuestión de». Peroincluso admitir eso supone yaaventurarse en un terreno relativamentedesconocido. Para demasiadas personasque leen la prensa, que ven la televisióny escuchan la radio, que pretenden teneralgo más que nociones de culturapolítica, que confían en las opiniones delos expertos en la controversiainternacional, Oriente Próximo es

esencialmente el conflicto (disputa,problema, lucha, etc.) árabe-israelí, ypoco más. Obviamente, existe unconsiderable reduccionismo en estaopinión, pero lo que en realidad tiene demalo es que la mayor parte del tiempoimpide literalmente a Palestina teneralgo que ver con el Oriente Próximo dehoy, que desde septiembre de 1978parece estar absolutamente simbolizadopor la imagen de Menahem Begin,Anwar al-Sadat y Jimmy Carterencerrados juntos en Camp David. Granparte de la bibliografía sobre OrientePróximo, al menos hasta 1968, producela impresión de que la esencia de lo queocurre en Oriente Próximo es una serie

de guerras interminables entre un grupode países árabes e Israel. Que hayahabido una entidad llamada Palestinahasta 1948, o que la existencia de Israel—su «independencia», como sueledecirse— fuera el resultado de laerradicación de Palestina: la mayoría delas personas que siguen losacontecimientos de Oriente Próximo sonmás o menos ignorantes, o inconscientes,de estas verdades incuestionables.[4]

Pero lo más importante es la constanteelusión o ignorancia de la existenciaactual de aproximadamente cuatromillones de árabes musulmanes ycristianos que se identifican a símismos, y son identificados por otros,

como palestinos. Ellos constituyen lacuestión palestina, y si no hay ningúnpaís llamado Palestina no es porque nohaya palestinos. Los hay, y este ensayoes una tentativa de presentar su realidadal lector.

Gran parte de la historia recienteimplica a los palestinos, y, como surealidad actual, es una historia dispersaen lugares probables e improbables.Ningún simposio de asuntos exteriores,libro escolar o actitud moral estácompleto sin la debida referencia alterrorismo palestino (a veces tambiéndenominado «árabe»). Cualquierdirector de cine que se respete y queplanifique una película sobre alguna

atrocidad actual, y probablementeinventada, no dejará pasar la ocasión deintroducir a un palestino en su repartocomo una especie de terrorista concarnet. De inmediato vienen a la mentepelículas como Domingo negro y Cargamaldita. Por otra parte, a los palestinosse les ha asociado canónicamente contodas las características de losrefugiados que —dependiendo de laocasión— se pudren en los campos,representan una «pelota» políticautilizada por los estados árabes, sonterreno de cultivo para el comunismo,tienden a procrear como conejos,etcétera. Otros comentaristas másanalíticos y pragmáticos han señalado

con frecuencia que los palestinosconstituyen una élite en el mundo árabe.No sólo parecen tener un mayor niveleducativo que cualquier otro gruponacional; también están bien situados enposiciones estratégicas en lugaresestratégicos de toda la comunidad árabe.Puntos de presión tales como ministeriosdel petróleo e instalaciones petrolerasen el golfo Pérsico, asesoríaseconómicas y educativas, y un ampliosegmento de puestos de la alta burguesíaárabe (banqueros, empresarios,intelectuales…), están ocupados porpalestinos, todos los cuales se suponeque están hambrientos de problemas yde venganza.

Por último, y más recientemente, porprimera vez desde 1948 el debatepolítico estadounidense ha vuelto alproblema palestino. Empezando con elpresidente Carter, ya no se considerauna señal de puro antisemitismo decirque la paz en Oriente Próximo por findebe abordar con seriedad el problemade los palestinos. La de la «patriapalestina» y la espinosa cuestión de larepresentación palestina en lasconferencias de paz propuestas sonasuntos enormemente importantes queahora debe afrontar la concienciapública. Debido a su primera aparicióndesde 1948 como tema independiente enla agenda de la Asamblea General de las

Naciones Unidas en 1974, encarnada enla controvertida presencia allí de YasirArafat, «la cuestión palestina» hairritado y ha penetrado en la concienciageneral de un modo nuevo yposiblemente propicio, por más que laautodeterminación palestina se hubieravotado ya afirmativamente en lasNaciones Unidas en 1969. (LaResolución 2535B de la AsambleaGeneral expresaba su seriapreocupación porque «la negación delos derechos [palestinos] se ha vistoagravada por los supuestos actos decastigo colectivo, detención arbitraria,toques de queda, destrucción de casas ypropiedades, deportación y otros actos

represivos contra los refugiados y otroshabitantes de los territorios ocupados»,y luego pasaba a «reafirmar losderechos inalienables del pueblo dePalestina»; un año más tarde, laResolución 2627C reconocía «que elpueblo de Palestina es acreedor a laigualdad de derechos y laautodeterminación en consonancia con laCarta de las Naciones Unidas»).

A pesar de estas inequívocasdecisiones, los palestinos siguen siendoun pueblo especializado en servirbásicamente como un sinónimo deproblemas, infundados, estúpidos ygratuitos. No se marchan como deberíanhacer, no aceptan la suerte de otros

refugiados (que, al parecer, simplementese han resignado a ser refugiados y, porlo tanto, se contentan con serlo): elloscausan problemas. Se citan las recientescrisis que implican a los palestinos en elLíbano y Jordania como casos quedemuestran este hecho. Y si elcomentarista resulta ser algo mássofisticado, también puede aludir al«hecho» de que los palestinos formanparte de lo que es indudablemente unacontecimiento temible, el resurgimientodel islam.[5] Según esta visión un tantoparanoica, si hasta el presidente deEstados Unidos se refiere al problemapalestino como una parte intrínseca de lapaz en Oriente Próximo, ello se debe al

petróleo musulmán, al fanatismomusulmán, al chantaje musulmán.

Lo que todo este material enmascaraen parte es algo totalmente inabordable,algo que se resiste absolutamente acualquier teoría, a cualquier explicaciónsimple, a cualquier exposición desentimientos o actitudes. Me refiero alsencillo e irreducible núcleo de laexperiencia palestina durante losúltimos cien años: el hecho de que en latierra llamada Palestina existió, comouna enorme mayoría y durante cientos deaños, un pueblo en gran parte nómada,pero sin embargo social, cultural,política y económicamente identificable,cuya lengua y religión eran (para la

inmensa mayoría) el árabe y el islam,respectivamente. Este pueblo —o, si sedesea negarles cualquier concepciónmoderna de sí mismos como pueblo,este grupo de personas— seidentificaba con la tierra que labraba yen la que vivía (bien o mal esirrelevante), tanto más después de quese tomara la decisión casi totalmenteeuropea de repoblar, reconstituir yreconquistar dicha tierra para los judíos,a los que se llevaría hasta allí de otraspartes. Como cualquiera puededeterminar, no se ha dado ningún casode ningún gesto palestino significativoencaminado a aceptar esta modernareconquista o aceptar que el sionismo

haya expulsado permanentemente a lospalestinos de Palestina. Siendo así, larealidad palestina estaba ayer, está hoy ymuy probablemente estará mañanabasada en un acto de resistencia a estenuevo colonialismo extranjero. Pero esmás probable que permanezca laresistencia inversa que ha caracterizadoal sionismo y a Israel desde elprincipio: la negativa a admitir, y laconsiguiente negación de, la existenciade los árabes palestinos, que no sonsimplemente una inoportuna molestia,sino una población con un vínculoindisoluble con la tierra.

La cuestión palestina es, pues, lapugna entre una afirmación y una

negación, y es esta pugna previa, que seremonta a más de cien años atrás, la queanima y da sentido al actual impasseentre los estados árabes e Israel. Dichapugna ha sido casi cómicamentedesigual desde el principio. Sin duda,hasta ahora y en lo que respecta aOccidente, Palestina ha sido el lugardonde una creciente población de judíosrelativamente avanzada (por europea) harealizado milagros de construcción ycivilización, y ha librado con éxitobrillantes guerras técnicas contra lo quesiempre se había representado como unapoblación estúpida y en esenciarepelente de habitantes autóctonosárabes incivilizados. No cabe duda de

que la pugna en Palestina ha sido entreuna cultura avanzada (y que avanza) yotra relativamente atrasada y más omenos tradicional. Pero debemos tratarde entender cuáles fueron losinstrumentos de esa pugna, y cómoconfiguraron la historia posterior demanera que hoy esa historia parezcaconfirmar la validez de lasreivindicaciones sionistas sobrePalestina, denigrando así lasreivindicaciones palestinas.

En otras palabras, debemos entenderla lucha entre los palestinos y elsionismo como una lucha entre unapresencia y una interpretación, donde laprimera parece estar constantemente

doblegada y erradicada por la segunda.¿Cuál era esa presencia? Por muyatrasados, incivilizados y silenciososque fueran, los árabes palestinosestaban en esa tierra. Ojéese cualquierrelato de viajes a Oriente del siglo XVIIIo XIX —Chateaubriand, Mark Twain,Lamartine, Nerval, Disraeli—, y seencontrarán crónicas sobre loshabitantes árabes del territorio dePalestina. Según fuentes israelíes, en1822 no había más de 24 000 judíos enPalestina, menos del 10 por ciento deltotal de una población abrumadoramenteárabe. Es cierto que en su mayor partese describía a esos árabes como faltosde interés y subdesarrollados, pero al

menos estaban allí. Sin embargo, casisiempre, puesto que esa tierra eraPalestina y, por lo tanto, para lamentalidad occidental estaba controlada,no por sus realidades y habitantesactuales, sino por su glorioso yprodigioso pasado, y por el potencial enapariencia ilimitado de su(posiblemente) no menos gloriosofuturo, Palestina se veía como un lugarpara ser poseído de nuevo yreconstruido. Alphonse de Lamartine esun perfecto ejemplo de ello. En 1833realizó y produjo una descripción devarios cientos de páginas de sus viajes,Voyage en Orient. Cuando publicó laobra, le añadió un «Résumé politique»

en la forma de una serie de sugerenciasal gobierno francés. Aunque en elVoyage propiamente dicho habíadetallado numerosos encuentros concampesinos árabes y habitantes de laspoblaciones de Tierra Santa, el«Résumé» declaraba que el territorio noera en realidad un país(presumiblemente, sus habitantestampoco eran «verdaderos»ciudadanos), y, por lo tanto, constituíaun maravilloso lugar para que Franciaemprendiera un proyecto imperial ocolonial.[6] Lo que hace Lamartine esanular y trascender una realidad fáctica—un grupo de árabes residentes—mediante un deseo futuro —el de que la

tierra se quede vacía para el desarrollode una potencia que la merece más—.Es precisamente esta clase depensamiento, casi al pie de la letra, elque informaría el eslogan sionistaformulado por Israel Zangwill paraPalestina hacia finales de siglo: unatierra sin gente, para una gente sin tierra.

Y ello porque Palestina siempre harepresentado un papel especial en laimaginación y en la voluntad política deOccidente, que es donde se originótambién de común acuerdo el modernosionismo. Palestina es un lugar decausas y peregrinaciones. Fue el trofeode las cruzadas, así como un lugar cuyopropio nombre (y el interminable

nombrar y renombrar histórico dellugar) ha sido una cuestión deimportancia doctrinal. Como ya hedicho, llamar al lugar Palestina, y no,pongamos, Israel o Sión, es ya un actode voluntad política. Ello explica enparte la insistencia de numerosabibliografía prosionista en la dudosaafirmación de que «Palestina» se utilizósólo como una designaciónadministrativa en el Imperio romano, ynunca después de él; salvo, obviamente,durante el período del MandatoBritánico a partir de 1922. Loimportante aquí ha sido mostrar quePalestina es también una interpretación;y una interpretación con mucha menos

continuidad y prestigio que Israel. Peropuede verse en ello otro ejemplo delmismo mecanismo empleado porLamartine: la utilización de un sueñofuturo o pasado para borrar lasrealidades que subyacen entre pasado yfuturo. La verdad es, obviamente, que siuno lee a los geógrafos, historiadores,filósofos y poetas que escribieron enárabe a partir del siglo VIII, encontraráreferencias a Palestina; por no hablar delas innumerables referencias a Palestinaen la literatura europea desde la EdadMedia hasta hoy. Este aspecto puede sersecundario, pero sirve para mostrarcómo epistemológicamente el nombre dePalestina, y sin duda la propia presencia

de habitantes en ella, se han transmutado—debido a que Palestina lleva unacarga imaginativa y doctrinal tan pesada— de una realidad a una irrealidad, deuna presencia a una ausencia. Miafirmación más importante aquí es que,en lo que a los árabes palestinos serefiere, el proyecto sionista para, y laconquista de, Palestina ha sidosimplemente el de mayor éxito y hasta elmomento el más prolongado de entre losmuchos proyectos europeos que hahabido desde la Edad Media. Y lo digocomo una afirmación históricarelativamente simple, sin que en estemomento quiera decir nada sobre elrelativo mérito intrínseco del sionismo

con respecto a otros proyectosanteriores.

Palestina se convirtió en un país conpredominio árabe e islámico haciafinales del siglo VII. Casiinmediatamente después, sus fronteras ysus características —incluido su nombreen árabe, Filastin— pasaron aconocerse en todo el mundo islámico,tanto por su fertilidad y belleza comopor su importancia religiosa. A finalesdel siglo X, por ejemplo, encontramoseste pasaje en árabe:

Filastin es la más occidental de lasprovincias de Siria. En su mayor longitud,desde Rafah hasta la frontera de Al Lajjun(Legio), un jinete necesitaría dos días para

recorrerla; y parecido tiempo se tarda encruzar la provincia a lo ancho desde Yafa(Jaffa) hasta Riha (Jericó). Zugar (Segor,Zoar) y el país del pueblo de Lot (DiyarKaum Lot); Al Jibal (las montañas deEdom) y Ash Sharah hasta Ailah —Al Jibaly Ash Sharah son dos provincias distintas,pero contiguas— se incluyen en Filastin, ypertenecen a su gobierno.

Filastin es regada por las lluvias y elrocío. Sus árboles y sus tierras cultivadasno necesitan de riego artificial; y sólo enNablus se encuentran aguas corrientesaplicadas a este fin. Filastin es la másfértil de las provincias sirias. Su capital ymayor ciudad es Ar Ramlah, pero laCiudad Santa (Jerusalén) le sigue muy decerca en tamaño. En la provincia deFilastin, pese a su pequeña extensión, hayunas veinte mezquitas, con púlpitos para elrezo del viernes.[7]

En 1516, Palestina se convirtió enuna provincia del Imperio otomano, peroeso no la hizo menos fértil, ni menosárabe o islámica. Un siglo más tarde, elpoeta inglés George Sandys hablaba deella como «una tierra de la que manabaleche y miel; en medio como sidijéramos del mundo habitable, y con unclima templado; adornada por hermosasmontañas y exuberantes valles; conrocas que producen aguas excelentes; ysin ninguna parte desprovista de deleiteo de beneficio».[8] Tales descripcionespersisten de forma profusa durante lossiglos XVIII y XIX, no sólo en relatos deviajeros, sino también, a finales delsiglo XIX, en los informes científicos

trimestrales publicados por el Fondo deExploración de Palestina (unainstitución británica).

Pese a la constante llegada aPalestina de colonos judíos a partir de1882, es importante tener en cuenta quehasta unas pocas semanas antes de lacreación de Israel, en la primavera de1948, nunca hubo allí otra cosa que nofuera una inmensa mayoría árabe. Así,por ejemplo, en 1931 la población judíaera de 174 606 habitantes frente a untotal de 1 033 314; en 1936, el númerode judíos había aumentado a 384 078, yla población total a 1 366 692; en 1946había 608 225 judíos en una poblacióntotal de 1 912 112 habitantes.[9] En todas

esas estadísticas, los «nativos»resultaban fácilmente distinguibles delos colonos que llegaban. Pero ¿quiéneseran esos «nativos»?

Todos ellos hablaban árabe y eranprincipalmente musulmanes sunníes,aunque una minoría de ellos erancristianos, drusos y musulmanes shiíes,todos los cuales hablaban tambiénárabe. Aproximadamente, el 65 porciento de los árabes palestinos eranagricultores que vivían en unosquinientos pueblos, donde se plantabancultivos bajos, además de frutas yhortalizas. Las principales ciudadespalestinas —Nablus, Jerusalén, Nazaret,Acre, Jaffa, Jericó, Ramallah, Hebrón y

Haifa— fueron construidas en sumayoría por árabes palestinos, quesiguieron viviendo allí aun después deque las usurpadoras colonias sionistasse ampliaran hasta muy cerca. Habíatambién una respetable clase intelectualy profesional palestina, una pequeñaindustria incipiente, y una conciencianacional altamente desarrollada. Lamoderna vida social, económica ycultural palestina se organizaba en tornoa las mismas cuestiones deindependencia y anticolonialismopredominantes en la región, con ladiferencia de que los palestinoshubieron de luchar más o menos a la vezcontra el legado del dominio otomano,

luego del colonialismo sionista, y luegodel Mandato Británico (después de laPrimera Guerra Mundial). Todos losárabes palestinos, casi sin excepción, sesentían parte del gran despertar árabesurgido en los últimos años delsiglo XIX, y fue ese sentimiento el quedio aliento y coherencia a una historiamoderna por lo demás perturbadora.Escritores e intelectuales palestinoscomo Hakam Darwazeh, Jalil Sakakini,Jalil Beidas y Najib Nassar,organizaciones políticas como laFuttuwa y Najada, los Altos ComitésÁrabes, y la Liga de LiberaciónNacional Árabe (que sostenía que lacuestión palestina sólo se podía

solucionar por los árabes y judíosjuntos),[10] todos ellos formaron grandesbloques nacionalistas entre la población,canalizaron las energías de lacomunidad palestina «no judía», crearonuna identidad palestina opuestaigualmente al dominio británico y a lacolonización judía, y consolidaron elsentimiento palestino de pertenenciabasado en la continuidad de residenciade un grupo nacional claramentediferenciado, con su propia lengua (eldialecto árabe palestino) y su propiosentido comunitario concreto(amenazado en particular por elsionismo).

Desde que se iniciara en serio la

planificación sionista de Palestina (esdecir, aproximadamente desde elperíodo contemporáneo einmediatamente posterior a la SegundaGuerra Mundial), puede detectarse elcreciente predominio de la idea de quehabía que construir Israel sobre lasruinas de esta Palestina árabe. Alprincipio la idea se declaraba conbastante prudencia, y se la hacía encajaren las concepciones de un colonialismoreconstructor, tan crucial en el primerimperialismo europeo. En 1895,Theodor Herzl anotaba en sus Diariosque había que hacer algo con lospalestinos autóctonos:

Tendremos que hacer desaparecer a lapoblación indigente a través de la fronterabuscándole empleo en los países detránsito, al tiempo que le negamoscualquier empleo en nuestro propio país.

Tanto el proceso de expropiacióncomo el de eliminación de los pobresdeben realizarse de manera discreta ycircunspecta.[11]

Lord Rothschild mantuvocorrespondencia con el gobiernobritánico en nombre de los sionistas enla fase que llevó a la publicación de laDeclaración Balfour. Su memorando del18 de julio de 1917 menciona «elprincipio de que Palestina deberíareconstituirse como el Hogar Nacionaldel Pueblo Judío». Chaim Weizmann no

tardaría en hablar del hecho de que losbritánicos entendían que «sólo losjudíos eran capaces de reconstruirPalestina y de darle un lugar en lamoderna familia de las naciones». Elgran rabino de Inglaterra, el doctorJ. H. Hertz, habló con elocuencia del«poderoso apoyo [británico] alrestablecimiento en Palestina de unhogar nacional para el pueblo judío».[12]

Ninguna de estas afirmaciones resultademasiado clara con respecto a qué eslo que en ese momento se encontraba enPalestina. Sin embargo, la «re-constitución» y «reconstrucción» delpaís implicaban inequívocamente que suvigente constitución —incluidos cientos

de miles de árabes— había dedisolverse (cómo o dónde hacerlo noquedaba muy claro) para que en sulugar apareciera un nuevo Estado judío.El estilo de estas declaraciones deintenciones es el de omitir cualquierreferencia inequívoca al hecho, sin dudainconveniente, de que el país ya estabaconstituido (aunque sólo fuera como unacolonia) y que resultaba de lo másimprobable que sus habitantes sesintieran contentos con su«reconstitución» por parte de una nuevafuerza colonial. Pero las declaracionesen sí mismas son absolutamente exactas:Palestina fue reconstruida, reconstituiday restablecida. Creo que lo brutales que

resultaron esos actos quedaperfectamente de manifiesto en estasobservaciones de Moshé Dayánrealizadas en abril de 1969:

Vinimos a este país que ya estabapoblado por árabes, y aquí estamosestableciendo un Estado hebreo, es decir,judío. En considerables zonas del país [elárea total era aproximadamente del 6 porciento] les compramos las tierras a losárabes. Donde había pueblos árabes seconstruyeron pueblos judíos. Ustedes nisiquiera saben los nombres de aquellospueblos árabes, y no les culpo, puesto queaquellos libros de geografía ya no existen;no sólo no existen los libros, sino que lospueblos árabes tampoco están allí. Nahalal[el propio pueblo de Dayán] surgió enlugar de Mahalul, Gevat en lugar de Jibta,

[Kibutz] Sarid en lugar de Haneifs, y KefarYehoshua en lugar de Tell Shaman. No hayni un solo lugar construido en este paísque no tuviera una antigua población árabe(Haaretz, 4 de abril de 1969).

Incluso la terminología de Dayán,pese a su franqueza, resulta eufemística,ya que, cuando dice que «los pueblosárabes tampoco están allí», en realidadquiere decir que fueron sistemáticamentedestruidos. Un israelí indignado porello, el profesor Israel Shahak, quecalcula que hay casi cuatrocientospueblos eliminados de ese modo, haexplicado que dichos pueblos fueron«completamente destruidos, con suscasas, vallados, y hasta tumbas y

lápidas, de modo que no quedaliteralmente piedra sobre piedra, y a losvisitantes que están de paso se les diceque “todo esto era desierto”».[13] Nodeja de haber cierta desagradablecongruencia en el hecho de que, tras laocupación israelí de Gaza y Cisjordaniaen 1967, se trasladara allí la mismapolítica de destrucción: según el SundayTimes de Londres del 19 de junio de1977, a finales de 1969 se habíanarrasado 7554 casas árabes, y en agostode 1971 se habían demolido 16 212.

Pero eso no era todo. Según loscálculos más precisos realizados hastala fecha, en 1948 hubo aproximadamente780 000 árabes palestinos desposeídos

y desplazados para facilitar «lareconstitución y reconstrucción» dePalestina.[14] Son los refugiadospalestinos, que hoy suman bastante másde dos millones. Y, finalmente, debemosañadir que los árabes que desde 1967permanecen en los Territorios Ocupados(que Menahem Begin asegura haber«liberado») totalizan una cifra de 1,7millones, de los cuales medio millónforman parte del Israel anterior a 1967.La transformación de Palestina que dioorigen a Israel ha sido un proyectoextraordinariamente costoso, sobre todopara los árabes palestinos.

II. Palestina y eloccidente liberal

Todos los proyectos de transformaciónde Palestina, incluido el sionismo, hanracionalizado la negación de la presenterealidad palestina con uno u otroargumento relativo a un interés, causa omisión «más alto» (o mejor, o másdigno, o más moderno, o más adecuado;los comparativos son casi infinitos).Supuestamente, tales cosas «más altas»autorizan a sus partidarios no sólo apretender que los habitantes autóctonosde Palestina, por serlo, no merecen ser

tenidos en consideración y, por lo tanto,son inexistentes; también se sienten conderecho a pretender que los habitantesautóctonos de Palestina, y la propiaPalestina, han sido definitivamentedesbancados, completamentetransformados sin remisión, y ello apesar de que esos mismos habitantesautóctonos han estado demostrando todolo contrario. Aquí, de nuevo, el árabepalestino se ha visto enfrentado a unantagonista sin duda superior cuyaconciencia de sí mismo y del palestinoes exactamente, posicionalmente,superior. Entre los numerosos ejemplosde esta superioridad expresada ydemostrada se cuenta, obviamente, la

Declaración Balfour, realizada ennoviembre de 1917 por el gobiernobritánico en la forma de una carta a lordRothschild (que en esta ocasiónrepresentaba a los intereses sionistas),en la que el gobierno se comprometía a«ver favorablemente el establecimientoen Palestina de un hogar nacional para elpueblo judío». Lo importante de ladeclaración es, en primer lugar, quedurante mucho tiempo esta harepresentado la base jurídica de laspretensiones sionistas sobre Palestina, yen segundo término, y de manera máscrucial para nuestro propósito en estelibro, que constituye una afirmacióncuya fuerza posicional sólo puede

apreciarse si se tienen claramente encuenta las realidades demográficas ohumanas de Palestina. Es decir, que ladeclaración se hizo: a) por parte de unapotencia europea; b) en relación con unterritorio no europeo; c) con unaabsoluta indiferencia con respecto tantoa la presencia como a los deseos de lamayoría autóctona residente en dichoterritorio, y d) adoptando la forma deuna promesa sobre ese mismo territoriorealizada a otro grupo extranjero, demodo que ese grupo extranjero pudiera,bastante literalmente, hacer de dichoterritorio un hogar nacional para elpueblo judío.

Hoy no tiene mucho sentido

lamentarse de un texto como laDeclaración Balfour. Parece más útilverla como parte de una historia, de unestilo y una serie de características queconstituyen el núcleo de la cuestiónpalestina tal como puede analizarse aúnhoy. Las afirmaciones de Balfour en ladeclaración dan por sentado el derechosuperior de una potencia colonial adisponer de un territorio como leconvenga. Como aseguraba el mismoBalfour, eso resultaba especialmentecierto cuando se trataba de un territoriotan significativo como Palestina y de unaidea tan trascendental como la sionista,que consideraba que lo que estabahaciendo era nada menos que reclamar

un territorio prometido originariamentepor Dios al pueblo judío, al mismotiempo que preveía un final al problemajudío. El propio Balfour era bastanteclaro en estas cuestiones. Puedeobservarse, en el siguiente extracto deun memorando que escribió en agosto de1919, que, como miembro del gabinete,era bien consciente de las diversaspromesas contradictorias hechas a laspartes en el escenario de OrientePróximo, y de que lo que al finalcontaba no era la violación de algunasde esas promesas, sino su (esto es, comomiembro privilegiado de una castasuperior política, cultural y hasta racial)propio sentido de las prioridades

importantes:

La contradicción con la carta de laAlianza [la declaración anglofrancesa de1918 prometiendo a los árabes de lasantiguas colonias otomanas que, comorecompensa por apoyar a los Aliados,podrían acceder a su independencia]resulta aún más flagrante en el caso de lanación independiente de Palestina que enel de la nación independiente de Siria. Yello porque en Palestina no proponemossiquiera pasar por el formulismo deconsultar los deseos de los actualeshabitantes del país, por más que laComisión Americana sí haya pasado por elformulismo de indagar quiénes son. Lascuatro grandes potencias estáncomprometidas con el sionismo, y elsionismo, sea acertado o erróneo, bueno omalo, está arraigado en una tradición

ancestral, en unas necesidades presentes,en unas esperanzas futuras, deimportancia mucho más profunda que eldeseo y los prejuicios de los 700 000árabes que hoy habitan en aquellaantigua tierra. En mi opinión, eso escorrecto. (Las cursivas son mías.)[15]

Esta, sin embargo, no era la meraexpresión de una opinión: era unadeclaración política que alteraríaradicalmente el curso de la historia, sino para el mundo entero, sí desde luegopara los 700 000 árabes y susdescendientes sobre cuya tierra sepronunciaba. Más adelante hablaré de lapropia fuente de tal poder endeclaraciones como esta; ahora, sin

embargo, prefiero ahondar en mianterior observación de que la pugna hasido entre una realidad supuestamente«más alta» y otra humilde.

Más o menos en el mismo momentoen que Balfour escribía su memorandohabía una serie de datos —y me refiero,en este caso, a personas cuyo número sepodía contar (como, de hecho, se contópara el censo británico de Palestina en1922)— sobre los que no podía haberdebate en grandes términos numéricos,por más que las cuestiones cualitativasestuvieran sujetas a interpretación. Elcenso, que es la única fuente fiable de laque disponemos sobre la realidaddemográfica de aquel momento (y que,

pese a haberse quedadoconsiderablemente corto, también hasido usado constantemente por loshistoriadores israelíes), calcula lapoblación de 1914 en «689 272personas, de las cuales no más (y quizámenos) de 60 000 eran judías». El censomuestra, además, que en 1922 «unas590 890 (el 78 por ciento) eranmusulmanas; 73 024 (el 9,6 por ciento)eran cristianas, principalmente árabes,aunque se incluían algunas británicas yotras europeas; menos de 10 000 (el 1por ciento) eran otras [sic], y 83 794 (el11 por ciento) eran judías. De estasúltimas, quizá dos terceras partes eraninmigrantes europeos y sus

descendientes, algunos de los cualeshabían llegado a finales del siglo XIX, yotros desde los comienzos del gobiernobritánico». Como ya he dicho antes,hacia el final de la Segunda GuerraMundial la proporción no judía de lapoblación en Palestina era del 70 porciento, y del 30 por ciento restante queconstituía la población judía, el 70 porciento se concentraba, no «en la tierra»,donde se suponía que se estaba haciendoflorecer el desierto, sino en los pueblosy ciudades.[16] Además, desde un puntode vista demográfico, la políticabritánica hacía del sionismo subeneficiario. El aumento natural de lapoblación es normalmente del 1,5 por

ciento anual, pero entre 1922 y 1946 losjudíos en Palestina aumentaron a unpromedio del 9,0 por ciento anual,ayudados por la política británica deforzar una mayoría judía en el país. Sóloen el año 1927 el incremento alcanzó lacifra del 28,7 por ciento, y en 1934llegó al 25,9 por ciento.[17]

El único modo de hacer aceptablesestas crudas y políticamentemanipuladas desproporciones entreautóctonos y no autóctonos era elrazonamiento empleado por Balfour.Una idea superior a la del mero númeroy la mera presencia debía gobernar enPalestina, y esa idea —el sionismo—representaba la única legitimidad dada

hasta 1948, y también después. Por suparte, los sionistas se veían claramente así mismos como los beneficiarios deesta visión. Lejos de las multitudesárabes que daban testimonio de unatierra ya habitada, para los primeroscolonos sionistas estas eran gentes a lasque se debía ignorar. Se dieron diversasrazones, la mayoría de ellas basadas enun presupuesto esencialmente idéntico alde Balfour. Un reciente libro sobre losisraelíes, escrito por un israelí, hadescrito la ceguera de los colonos deprincipios y mediados del siglo XX enPalestina, sin hacer ninguna relación conBalfour y la epistemología moral delimperialismo.[18] Esta ceguera resultaba

tan cierta en los ideólogos ymovimientos de izquierdas como BerBorojov y Hapoel Hatzair como en losllamados románticos de derechas comoVladímir Jabotinsky y sus revisionistas(los antepasados políticos de MenahemBegin). En el fondo, tal como hamostrado Amos Elon con bastanteexactitud, los sionistas consideraban elproblema árabe como algo que, o bienhabía que evitar por completo, o bienhabía que negar (y, por lo tanto, atacar)por completo. No hay distinción entre laideología de Balfour y la del sionismo,aun cuando los judíos sionistas tuvieranforzosamente una percepción distinta,una historia y una experiencia histórica

diferentes de las ideas sobre Palestina.Pese a todas sus diferencias (y estaseran numerosas), tanto el imperialistabritánico como la visión sionistacoinciden a la hora de minimizar eincluso anular a los árabes en Palestinacomo algo de una u otra formasecundario e insignificante. Amboselevan la importancia moral de lasvisiones muy por encima de la merapresencia de habitantes autóctonos en unterritorio enormemente significativo. Yambas visiones (como veremos en elcapítulo 2) forman partefundamentalmente del talante distintivode una «misión civilizadora» europea —decimonónica, colonialista, incluso

racista— basada en diversas nocionessobre la desigualdad de los hombres, lasrazas y las civilizaciones; unadesigualdad que permitía las formas másextremas de los proyectos deautoexaltación, y las formas másextremas de disciplina punitiva contralos desafortunados habitantes autóctonoscuya existencia, paradójicamente, senegaba.

Más adelante diré algo más sobrelos proyectos y la disciplina sionistas enrelación con los palestinos autóctonos.Ahora deseo señalar sobre todo que,durante la mayor parte de su historiamoderna, Palestina y su poblaciónautóctona se han visto sometidas a

negaciones de un tipo muy riguroso. Yello porque, para mitigar la presencia deun gran número de habitantes autóctonosen una tierra que deseaban, los sionistasse convencieron de que dichoshabitantes autóctonos no existían, yluego tan sólo posibilitaron su existenciaen las formas más enrarecidas. Primeronegar; luego bloquear, reducir, silenciary cercar. Es esta una políticaenormemente compleja, ya que incluyeno sólo las políticas de los sionistaspara con los árabes autóctonos, sinotambién las políticas de Israel para consus colonias árabes, así como elcarácter de las fuerzas de ocupaciónisraelíes en Gaza y Cisjordania desde

1967. De estos asuntos me ocuparé másadelante en este libro. Sin embargo,parece más interesante preguntarse porqué esos aspectos de la experienciapalestina son tan poco conocidos ycomentados en Occidente. Nosenfrentamos aquí a ciertos atributosespeciales de la interacción entresionistas y palestinos.

Si, como he dicho, Palestina fue ellugar de una pugna entre una presenciaautóctona y una forma de culturaavanzada llegada de fuera, básicamenteeuropea/occidental, ello se ha traducidoen el hecho de que una parteconsiderable de dicha pugna se realizarafuera de la propia Palestina. Antes de

1918, Palestina era una provincia delImperio otomano; a partir de ese añoentró oficialmente en la esfera deinfluencia británica. Por lo que serefiere a la minoría judía en Palestina, elsionismo tenía muy poco que ver conella. A pesar del interés de los judíos detodo el mundo en la DeclaraciónBalfour, en la comunidad judía dePalestina no se hizo ninguna publicidadal respecto.[19] Ese hecho se hallaba ensintonía con el espíritu, si no con laletra, de la opinión de Balfour de que nohacía falta consultar a «los habitantesactuales», por más que resultara queentre esos habitantes actuales seincluyeran también algunos judíos. Más

tarde, en sus declaraciones ante elConsejo Supremo de Guerra cuando sepreparaba la Conferencia de Paz deParís, Sylvain Lévi (un distinguidoorientalista francés: la profesión esimportante para el propósito de estelibro) habló en nombre de la delegaciónsionista, argumentando «que, aunque lalabor de los sionistas era de granimportancia desde el punto de vistamoral, Palestina era una tierra pequeña ypobre con una población de 600 000árabes, y los judíos [que llegaran], altener un nivel de vida superior,tenderían a desposeerlos».[20] SegúnWeizmann, esto colocaba a los sionistasen una situación embarazosa, ya que,

como él mismo diría más tarde, «elmundo juzgaría al Estado judío [y,presumiblemente, al movimientosionista] por lo que este hiciera con losárabes».[21] De hecho, el mundo hizoposible el éxito del sionismo, y lapercepción sionista del mundo comorespaldo y audiencia desempeñó unconsiderable papel práctico en la luchapor Palestina.

No todos mostraban la cruelindiferencia de Balfour con respecto alos habitantes autóctonos, aunquetambién es cierto que a finales delsiglo XIX y principios del XX hastaalgunos antiimperialistas como JohnHobson creían en la existencia de «razas

sometidas» cuyas opiniones no contabandemasiado en una lista de prioridades.Sin embargo, los sionistas y hasta losbritánicos sabían que de un modo u otrola población autóctona aparecería —ycon lo de aparecer me refiero a algomás que al mero hecho de que losautóctonos se hicieran físicamenteperceptibles, cuando menos, a losobservadores—, y dicha aparición daríaa conocer al mundo su resistencia. Nopasó desapercibido a británicos ysionistas que, según el mejor estudioárabe sobre la lucha por laindependencia (El despertar árabe, deGeorge Antonius), el renacimiento árabeharía a los árabes conscientes de la

imposible contradicción entre, por unaparte, sus proyectos para sí mismos ypara su territorio (obviamente,incluyendo Palestina), y, por otra, losproyectos formulados por Balfour, lossionistas y los franceses. Además,entonces como ahora, la mayor parte delos judíos del planeta no estaban enPalestina, sino en «el mundo», definidocomo el mundo europeo/americano. Latarea pasó a ser entonces la de convertirPalestina en un Estado judío, sin que almismo tiempo se posibilitara que elmundo tomara en serio (o, más tarde,conociera siquiera) la protesta de lapoblación autóctona. La negaciónsistemática de una sustancial presencia

árabe autóctona en Palestina vinoacompañada, como ya he dicho antes, desu destrucción, bloqueo y confinamientoen Palestina, y su bloqueo yconfinamiento en los foros del mundo;además, los sionistas supieron difundirsus opiniones y su realidad por encimade las opiniones y la realidad de losárabes palestinos. Así, un proyecto denegación —de negación y bloqueo—entrañó un proyecto positivo igual yopuesto: un proyecto de difusión.

No hablo aquí de mera propaganda,la cual, de haber dependidoprincipalmente de mentiras sobrePalestina, jamás habría posibilitado larealización del sionismo en Israel. Lo

que me preocupa mucho más es lafuerza del proceso de difusión, cuyoprincipal foco fue la colonizaciónsionista de Palestina, sus éxitos, sushazañas y sus notables instituciones; aligual que hoy, la fuerza de lainformación israelí reside en suadmirable autoestima y la celebraciónde su espíritu «pionero», con el que alos estadounidenses en particular les haresultado muy fácil identificarse. Unaspecto intrínseco de esa fuerza dedifusión ha sido la represión sistemáticade la realidad árabe en Palestina. Lamayor parte de los relatos sobre elkibutz, por ejemplo, prescinden de loshechos de que, ya desde antes de que

existiera el Estado de Israel (y,obviamente, también después), losárabes nunca han sido admitidos en elloscomo miembros, que la mano de obrabarata (árabe o judía oriental) resultaesencial para el funcionamiento delkibutz, o que se fundaban y se fundankibutzim «socialistas» en tierrasconfiscadas a los árabes.[22] En lugar detratar de responder por anticipado a lasacusaciones que podrían formularsesobre la política sionista para con losárabes autóctonos de Palestina, losportavoces sionistas se limitaron a nodecir ni una palabra sobre ellos. En elcaso del kibutz, pues, la instituciónpareció crecer y prosperar más o menos

espontáneamente en una tierradeshabitada, donde unos emprendedoresinmigrantes judíos idearon esa —por lodemás bastante singular— unidad socialque fue el kibutz.

Y la historia siguió en Palestina coninstrumentos tales como el Avoda Ivrit(«trabajo judío»), cuyo objetivo, segúnAmos Elon,

aspiraba al establecimiento de un sectoreconómico completamente independientepara los recién llegados [los judíosllegados a Palestina como parte delproyecto sionista]. El trabajo autóctonono debía ser «explotado» en lareconstrucción del país por parte de losjudíos. Los judíos tenían que hacerlo todopor sí solos. Los autóctonos seguirían

beneficiándose indirectamente de lamejora general y el incrementoeconómico, en particular en el comercio.Pero en lo sucesivo los judíos debíanintentar ser autosuficientes y hacer todoel trabajo físico con sus manos, incluidoel más difícil, el peor pagado y el másingrato. Si no había «explotación» demano de obra árabe, los trabajadoresárabes no podrían oponerse«objetivamente» a los sionistas. […] ElAvoda Ivrit se basaba en parte en unailusión doctrinal; estaba plagado deincoherencias intelectuales. De hecho,creaba una subcultura, libre de lasdemandas de la sociedad en su conjunto,que no era parásita de ella, y, sobre todo,que disfrutaba de aquella clase deinmunidad frente a la «realidad» —fueraturca, británica o árabe— que permitía asus miembros entregarse a sus sueños.[23]

El beneficio principal y directo parala población autóctona fue la pérdida desu país; pero en general laargumentación de Elon es acertada: elAvoda Ivrit, y los otros mecanismossionistas para enajenar la tierra de lapoblación autóctona, no permitían anadie decir que había una explotaciónobjetiva. «Objetiva», en este contexto,adopta el más directo y cruel de lossignificados. Significa (y significaba)que el sionismo realizaría su laborpreparatoria y ganaría sus primerasbatallas objetivamente en su propiocampo, y no contra alguien, definiendo aese «alguien» en este caso (y enadelante) como no judío. Se ha de tener

en cuenta que ni siquiera Elon es capazde ver la distinción moral entre la«realidad» británica y árabe enPalestina. Ni se le ocurre que, en virtudde su existencia ininterrumpida enPalestina durante siglos, la presenciaautóctona tenía y sigue teniendo unaautoridad moral incomparablementemayor que la de la potencia imperialeuropea. Y tampoco se les ocurriósiempre a los sionistas, que desde 1948hicieron todo lo posible por eliminarobjetivamente a los árabes palestinos.Una visión representativa de lo ocurridoes la observación de Weizmann de que«fue una milagrosa limpieza de la tierra;la milagrosa simplificación de la tarea

de Israel».[24]

Así pues, todos los llamamientos ennombre del sionismo fueron por fuerzallamamientos internacionales. Elescenario de la lucha sionista fue sóloparcialmente Palestina; la mayor partedel tiempo hasta 1948, y aun después —y la propia labor de Weizmann es elmejor ejemplo de ello—, la lucha setuvo que librar, avivar y alimentar en lasgrandes capitales de Occidente. Por unaparte, la resistencia autóctona a lossionistas fue minimizada o ignorada enOccidente; por otra, los sionistas sequejaron de que Gran Bretañabloqueaba su cada vez mayorpenetración en Palestina. Entre 1922 y

1947, la gran cuestión que presenció elmundo en Palestina no fue, como legustaría imaginar a un palestino, la luchaentre autóctonos y nuevos colonos, sinouna lucha que se presentaba como unadisputa entre Gran Bretaña y lossionistas. La gran ironía de esta notablehazaña epistemológica —y utilizo aquíel término filosófico porque no hay otromás adecuado para expresar semejantecapacidad de borrar de la conciencia laexistencia de casi un millón dehabitantes autóctonos— se hace aúnmayor cuando recordamos que en 1948,en el momento en que Israel se declaróun Estado, legalmente poseía poco másdel 6 por ciento del territorio de

Palestina, y su población de judíosconsistía en sólo una fracción de lapoblación palestina total. La coherenciade esta actitud con el Avoda Ivrit es casiabsoluta: basta dirigirse al mundo comoagraviado, con Gran Bretaña (unapotencia colonial) como enemigo;ignorar a la población autóctona, y nodecir ni una palabra sobre ella, durantetanto tiempo, objetivamente, que nadiepueda considerar que se la estáexplotando abiertamente.

La difusión del sionismo enOccidente, y su posterior reavivamientopor parte de Occidente, contóobviamente con el liderazgo de laspropias comunidades judías de

Occidente. La esencia de la campañasionista en defensa de la conquista dePalestina fue, y sigue siendo hoy, unllamamiento lo bastante específico, perolo bastante lleno de justificacióngeneral, como para hacer que cualquieroposición a él resulte a la vezextremadamente generalizada ygeneralmente inadmisible. Ello tuvo elefecto de poner de su lado a la mayorparte del Occidente liberal e ilustrado.Permítanme poner algunos ejemplos de aqué me refiero. Tal como lo concibierainicialmente Herzl a finales delsiglo XIX, el sionismo era unmovimiento destinado a liberar a losjudíos y a solucionar el problema del

antisemitismo en Occidente; más tarde,las elaboraciones posteriores de esaidea adoptaron Palestina como el lugardonde esa concepción había dematerializarse (después de haberconsiderado y descartado diversosemplazamientos en Sudamérica y Áfricaoriental). Además de ser el lugar dondeexistía ya un vínculo espiritual en formade una alianza entre Dios y los judíos,Palestina tenía la ventaja añadida de seruna provincia atrasada de un imperiotodavía más atrasado. En consecuencia,desde un primer momento el esfuerzo detoda la apologética sionista consistió enreivindicar Palestina como un territorioatrasado y en gran parte deshabitado, y,

a la vez, como un lugar donde los judíos,disfrutando de un privilegio históricoúnico, podrían reconstituir el territoriopara convertirlo en una patria judía.

De ese modo, oponerse a tal idea enOccidente equivalía de inmediato aalinearse con el antisemitismo. Yapoyarla, por su parte, equivalía a haceruna serie de cosas mucho másinteresantes y aceptables quesimplemente desplazar o ignorar a unpuñado de residentes autóctonosbásicamente desprovistos de interés. Setrataba, una vez más, de resolver unproblema concreto con una soluciónconcreta, una perspectiva —comoveremos— que llevaba aparejada no

sólo la ideología de una aventuracolonial constructiva, sino también laactitud científica y disciplinada de unasolución social positiva a una cuestiónsocial e intelectual positiva. Además, laidea de un Estado judío en (o unmovimiento judío en favor de) Palestinaadquirió una notable aureola deprestigio moral, más aún desde eladvenimiento del fascismo en Europa.He ahí un pueblo identificado desdetiempos antiguos con la tierra de Israel;identificado también con una prodigiosahistoria de sufrimiento, de grandezamoral e intelectual, y, por encima detodo, con la dispersión. Palestina era lamás específica y, al parecer, la más

liberal de todas las respuestas a susnecesidades.

Oponerse a este plan, como he dichoantes, equivalía a no encontrar apoyoalguno en ninguna parte de Occidente.Esto sigue siendo más o menos ciertoaún hoy. El sionismo siempre habuscado respuestas concretas:inmigración, hospitales y, más tarde,armas para su defensa, dinero… Estasrespuestas atraen apoyos, dado que sunegación parece ser principalmente soloeso, una negación, y encima unanegación abstracta y general. Incluso elgran libro de George Antonius basaba suargumentación en el despertar árabe (noen la presencia palestina), que había que

entender —afirmaba— en términos de laarabización e islamización de todoOriente Próximo.[25] Cualquiera quealbergara dudas, entonces y ahora, sobrelas conquistas sionistas en Palestinainevitablemente tendría que enfrentarseal «hecho» de que aquello a lo queapoyaba era, como resultado, un bloqueárabe e islámico generalizado. Y esebloque, tanto en su amorfa naturalezacomo en su oscura abstracción, hacíatodavía más elegante y atractiva laimagen de un puñado de judíos europeosforjando una civilización fresca yluminosa en el oscuro mar islámico (auna razonable distancia de Europa). Lossionistas ocupaban un lugar que hacía

posible interpretar Palestina y susrealidades en Occidente en términos queel propio Occidente pudiera entender yaceptar fácilmente, tanto de manerageneral como específica. Y a la inversa,la negativa a aceptar el argumentosionista dejaba a cualquiera enOccidente con la más pobre de lasalternativas: ser simplemente negativo,antisemita, o apologista del islam y losárabes. En cualquiera de esos casos, laalternativa al sionismo resulta, como hedicho antes, demasiado general odemasiado vergonzosa; a modo decontraste, el sionismo ofrecía lapulcritud de una solución (o respuesta)concreta a un problema concreto. Al fin

y al cabo, ¿quién podía saber quéquerían, cómo eran o a favor de quéestaban los árabes o el islam? Incluso elmero hecho de plantear tal pregunta hizoposible entonces (y también ahora, pordesgracia) argumentar que «los árabes»eran una masa amorfa de sujetosgeneralmente desagradables, que cuandolograban presentarse eran objeto de unaacogida glacial y temerosa. El hecho esque los «árabes» siempre eranrepresentados, y nunca podían hablarpor sí mismos; esto, sumado —paradójicamente— a su visibilidadpolítica cada vez más evidente, explicapor qué se les ha negado de manera tanabrumadora un lugar decente en la

realidad, a pesar de estar asentados enla tierra. Hoy, por ejemplo, laOrganización para la Liberación dePalestina (OLP) es reconocida por másde cien naciones, y, obviamente, portodos los palestinos, como la únicarepresentante legítima del pueblopalestino, y, sin embargo, ni EstadosUnidos ni Israel aceptan que la OLPrepresente a los palestinos. Por elcontrario, Camp David arrogóexpresamente el derecho derepresentación palestina a EstadosUnidos, Israel y Egipto.

Para hacer atractivo el sionismo —es decir, para hacer que atrajera unapoyo genuino en el sentido más

profundo—, sus líderes no sóloignoraron al árabe; cuando fue necesariotratar con él, lo hicieron inteligible, lorepresentaron ante Occidente como algoque podía entenderse y manejarse deformas concretas. Entre el sionismo yOccidente había, y sigue habiendo, unacomunidad de lengua y de ideología;pero en cuanto al árabe, este no formabaparte de esa comunidad. En muy granmedida, dicha comunidad dependefuertemente de una notable tradición enOccidente de enemistad con Oriente engeneral y con el islam en particular. Enotro lugar he documentadodetalladamente esta tradición, y remitoal lector a mi estudio sobre lo que he

denominado el orientalismo para másdetalles y para una descripción de unahistoria larga y coherente que culminahoy en el hecho, por ejemplo, de queprácticamente el único grupo étnico conel que en Occidente se toleran, y aúnalientan, agravios raciales son losárabes.[26] Los árabes y el islamrepresentan la maldad, la venalidad, elvicio degenerado, la lascivia y laestupidez en el discurso tanto popularcomo académico. De esta representacióncolectiva de los árabes y el islam seaprovechó el sionismo, al igual que susparientes ideológicos occidentales.Cómo se aprovechó y dónde seposicionó cuando lo hizo son cuestiones

que merecen aquí nuestra atención,puesto que se trata de un perfectoejemplo de cómo la propaganda, laerudición politizada y la informaciónideológica tienen poder, ponen enpráctica políticas concretas y, al mismotiempo, pueden aparecer como la«verdad objetiva».

Ante todo, los sionistas seatrevieron, como un pueblo parcialmente«oriental» que se había emancipado delos peores excesos orientales, a«explicar» los árabes orientales aOccidente, a asumir la responsabilidadde expresar cómo y qué eran realmentelos árabes, y a no dejar nunca a losárabes aparecer en pie de igualdad con

ellos como existentes en Palestina. Estemétodo permitió siempre al sionismoparecer a la vez implicado y superior alas realidades autóctonas de laexistencia en Oriente Próximo. Comoejemplo, veamos esta carta,extraordinariamente reveladora, deWeizmann a Balfour, escrita el 30 demayo de 1918:

Un gran sentido de la responsabilidadme lleva a escribirle para tratar de hablarlede la situación aquí y de los problemasque afronta la Comisión Sionista. […]

Los árabes, que son superficialmenteinteligentes y de ingenio rápido, adoranuna cosa y sólo una: el poder y el éxito.De ahí que, aunque sería erróneo decir queel prestigio británico ha sufrido por el

impasse militar, desde luego este no se haincrementado. […] Las Autoridadesbritánicas […] conociendo como conocenla naturaleza traidora del árabe, tienen quevigilar atenta y constantemente que noocurra nada que pueda dar a los árabes elmás ligero sentimiento de agravio omotivo de queja. En otras palabras, hayque «cuidar» a los árabes para que noapuñalen al ejército por la espalda. Elárabe, rápido como es para calibrar unasituación, intenta aprovecharla al máximo.Grita todo lo que puede y chantajea todolo que puede.

El primer grito se oyó cuando seanunció su Declaración. Se atribuyeron ala declaración toda clase detergiversaciones y malentendidos. Losingleses, dijeron, van a entregar a losárabes pobres a los judíos ricos, que estántodos aguardando tras el ejército del

general Allenby, listos para precipitarsecomo buitres sobre una presa fácil yexpulsar a todo el mundo del territorio.[…]

A la cabeza de la Administraciónvemos a funcionarios ingleses cultos yhonestos, pero el resto de la maquinariaadministrativa se ha dejado intacta, y todoslos puestos se han cubierto conempleados árabes y sirios. […] Nosotrosvemos a esos funcionarios corruptos eineficaces, lamentando los viejos tiemposen que la gratificación era el único mediopor el que podían resolverse los asuntosadministrativos. […] Cuanto más justointenta ser el régimen inglés, másarrogante se vuelve el árabe. También hayque tener en cuenta que el funcionarioárabe conoce la lengua, los hábitos ycostumbres del país [lo que quizá noresulte tan insólito, dado que es del país,

que al fin y al cabo es árabe; obsérvesecómo Weizmann hace que parezca que losárabes poseen una ventaja injustasimplemente por estar allí], es un libertinoy, por lo tanto, tiene una gran ventaja sobreel funcionario inglés, justo y de mentelimpia, que no está versado en las sutilezasde la mente oriental. De manera que losingleses están «controlados» por losárabes.

Esta forma de administración esclaramente hostil a los judíos […] elinglés que dirige los asuntos es justo yequitativo, y al tratar de regular lasrelaciones entre los dos principalessectores de la comunidad [árabes y judíos:llamarlos «principales» más o menosigualmente resulta algo exagerado, peroWeizmann lo hace de todos modos] esmeticulosamente cuidadoso para mantenerel equilibrio. Pero su única guía en esta

difícil situación es el principiodemocrático, que cuenta con la fuerzanumérica relativa, y los crudos númerosactúan contra nosotros, puesto que haycinco árabes por cada judío. […]

El actual estado de cosasnecesariamente tendería hacia la creaciónde una Palestina árabe si hubiera un puebloárabe en Palestina [aquí Weizmann usacriterios para definir lo que es un«pueblo» especialmente diseñados en elsiglo XIX para privar a los negrosafricanos y a los indígenaslatinoamericanos del derecho a resistirsea los colonialistas blancos, que esos síque eran un pueblo]. En realidad no seproducirá tal resultado porque el felahestá al menos cuatro siglos atrasado, y elefendi (que, por cierto, es quienrealmente sale ganando con el actualsistema) es deshonesto, inculto, avaro y

tan poco patriota como ineficaz.[27]

La ingenuidad de Weizmann resultainstructiva. Su principal argumentoretórico es el de identificarse conBalfour como un europeo que conoce ladiferencia entre la mente oriental y laoccidental. De esa distinción se siguentoda clase de conclusiones. Los árabesson orientales y, por lo tanto, menoshumanos y valiosos que los europeos ylos sionistas; son traicioneros,irredentos, etcétera. Sobre todo, nomerecen tener un país, por más que suventaja numérica parezca darles derechoa ello. Weizmann recapitula básicamentelos argumentos de John Stuart Mill sobre

el gobierno representativo, por los quese negaba a los indígenas el derecho agobernarse a sí mismos debido a queestaban varios siglos «por detrás» delos ingleses.[28] Así, Weizmannestablece fácilmente la identificacióntotal del sionismo con los aspectos másreprensibles de la hegemonía blancacultural y racial europea, comoestablece también la identificación, másútil, de sí mismo con el conocimientoexperto de Oriente por lo generalreservado a los orientalistas, losexpertos orientales, los empleados de laOficina Árabe y demás. El sionista sefusiona con el europeo blanco contra eloriental de color, cuya principal

reivindicación política parece ser sólocuantitativa (sus números brutos) y porlo demás carece de calidad; y asimismoel sionista —puesto que «entiende lamente oriental desde dentro»—representa al árabe, habla en su nombre,lo «explica» al europeo. El sionista y eleuropeo comparten los ideales del juegolimpio, la civilización y el progreso,ninguno de los cuales podría entender eloriental. Tal como lo explica Weizmann,el conflicto en Palestina es una lucha porarrebatar el control de la tierra a losautóctonos; pero es una luchadignificada por una idea, y la idea lo estodo.

En segundo lugar, se consideraba

que el conflicto del sionismo con losárabes en Palestina y en otras partes dela región ampliaba, perpetuaba y hastarealzaba (en beneficio de Occidente) elancestral conflicto entre Occidente yOriente, cuyo principal representante erael islam. Este no era sólo un asuntocolonial, sino un tema de civilizaciones.Para los defensores occidentales delsionismo como Balfour se hizoperfectamente evidente que lacolonización de Palestina había deconvertirse en un objetivo para laspotencias de Occidente desde losmismos comienzos de la planificaciónsionista: Herzl utilizó la idea, Weizmannla utilizó también, y desde entonces

todas las personalidades israelíes la hanutilizado. Israel era un mecanismo paramantener a raya al islam, y más tarde ala Unión Soviética, o al comunismo. Elsionismo e Israel se asociaron alliberalismo, a la libertad y lademocracia, al conocimiento y lailustración, con aquello que «nosotros»entendemos y por lo que luchamos. Porel contrario, los enemigos del sionismoeran simplemente una versión delsiglo XX del espíritu, ajeno a nosotros,del despotismo, la sensualidad y laignorancia orientales, y otras formassimilares de atraso. Si «ellos» noentendían la gloriosa empresa querepresentaba el sionismo, era porque

«ellos» estaban sin esperanza fuera delalcance de «nuestros» valores. Noparecía importar que el atrasadomusulmán tuviera sus propias formas devida, a las que tenía derecho como serhumano, o que su apego a la tierra en laque vivía era tan grande —y quizá aúnmayor, en virtud de los siglos quellevaba habitándola de hecho— como eldel judío que suspiraba por Sión en suexilio. Lo único que realmenteimportaba eran unos idealesetnocéntricos, apropiados por elsionismo, que avalaban la superioridaddel hombre blanco y un derecho sobre elterritorio que se creía en consonanciacon dichos ideales.

Cuántas de estas nociones se hanconvertido en ideas aceptadas en eldiscurso común de la democracia liberalilustrada estadounidense es algo quedebe documentarse de forma inmediata ydecidida. Cada uno de los ejemplos quecitaré argumenta en favor del sionismo yde Israel de dos maneras relacionadas.Una es que el sionismo, por derechopropio, es una cosa maravillosa yadmirable que no debe responder antenadie ni nada principalmente porque secorresponde por completo con las ideasoccidentales sobre la sociedad y elhombre. La otra es que los obstáculos alsionismo y/o a Israel son infames,estúpidos o moralmente indecentes, y —

esto resulta crucial— no debenescucharse directamente. Sólo elsionismo puede hablar en su nombre.Tomemos a Reinhold Niebuhr como unprimer ejemplo. Por lo que sé, paraempezar tenía muy poco que ver con elmundo árabe o el islam, excepto por elhecho de apropiarse incondicionalmentede determinadas ideas culturales sobreellos. Junto con otros seis notables,Niebuhr firmó una larga carta al NewYork Times el 21 de noviembre de 1947apoyando la idea de dividir Palestina.He aquí el núcleo de su argumentación:

Políticamente, nos gustaría ver a losterritorios de Oriente Próximo practicarla democracia como hacemos aquí. Social

y económicamente, quisiéramos que esosterritorios se desarrollaran de un modoque mejorara las condiciones de vidalocales y abriera tanto los recursos comolos mercados de la región. En otraspalabras, se mire como se mire, losintereses estadounidenses, contempladoscon una visión de largo alcance, dictan unarápida modernización de Oriente Próximoen todas las esferas del esfuerzo humano.

Quienquiera que observe OrientePróximo con un mínimo de objetividadtendrá que admitir que hasta ahora sólohay una vanguardia de progreso ymodernización en Oriente Próximo[obsérvese aquí la apropiación de unlenguaje cuasimarxista para promover unesquema fundamentalmente colonialista],y esa es la Palestina judía. Un segundofactor de progreso es el Líbano cristiano,que en este momento está artificialmente

sometido por los panarabistas y lospanislamistas de la Liga Árabe en contrade la voluntad y los sentimientos de lamayoría cristiana del Líbano. Pero paraestas dos islas de civilización occidental,la Palestina judía y el Líbano cristiano, elOriente Próximo árabe-musulmánrepresenta un panorama sin esperanzadesde el punto de vista estadounidense.

La autoridad intelectual de Niebuhrha sido muy grande en la vida culturalestadounidense. Lo que dice aquí, pues,cuenta con la fuerza de tal autoridad.Pero para el árabe palestino, en lamedida en que él es el objeto de dichafuerza, los comentarios de Niebuhrresultan nada menos que violentos. Paraestas tierras —pobladas por millones de

árabes musulmanes cuando Niebuhrhabló de ellas—, las fórmulas «nosgustaría ver» y «quisiéramos» sugierenque lo que quieren y desean tiene muypoco interés. Nuestros deseos debenanular a los suyos. Nuestros deseosestablecen por un irreducible mandatoque «hay sólo una vanguardia deprogreso», constituida por dos diminutasminorías, una importada y la otraautóctona. En ningún momento parecióocurrírseles a los firmantes de la cartaque los deseos de la inmensa mayoría dela población de Oriente Próximo eran«naturales», y que la «artificialidad» dela que hablaban Niebuhr y sus amigospodía atribuirse más propiamente a los

sionistas y a los maronitas (aparte deprofetizar sin saberlo los posterioresproblemas de la región, esto es, losproblemas de Israel y de un Líbanodesgarrado por la guerra civil). Esas«islas» —de haber sido menoshipócrita, Niebuhr tendría que haberlasllamado «colonias»— mitigan elpanorama por lo demás «desesperado»presentado por el mundo musulmán.Pero ¿desesperado para quién y paraqué? Niebuhr no considera necesariodecir lo que debería resultar evidentepara cualquier occidental civilizado. Elislam es el enemigo del judaísmo y elcristianismo y, en consecuencia,«nuestra» política debe ser la de apoyar

una Palestina judía y un Líbanocristiano. Que pueda haber personasviviendo en la región de la que Niebuhrhabla tan imperiosamente es unaposibilidad en la que no se piensa enabsoluto. La pantalla ideológicaliteralmente la borra del mapa,permitiéndoles a él y sus amigos hablarcomo lo hacen. El sionismo es progresoy modernidad; el islam y los árabes sontodo lo contrario. Sólo Niebuhr puedehablar por todas las partes; no debemosdejar de ver cierta condescendenciaincluso en su sesgo parcial en favor delos judíos palestinos y los cristianoslibaneses.

Un año antes, Niebuhr había escrito

un artículo titulado «A New View ofPalestine» para The Spectator. Susinflexiones resultaban aquí algo másconciliadoras, considerando que «elconsejo o la crítica de unestadounidense sobre la cuestiónpalestina difícilmente serán bienacogidos en Gran Bretaña en elmomento actual»; el momento encuestión era una crisis en torno alinterminable problema de limitar lainmigración judía a Palestina. Aun así,Niebuhr se siente obligado a ofrecer, sino consejo, sí una nueva visión, o almenos una opinión que sea de ayudapara los británicos. A diferencia de lacarta del New York Times, aquí se dirige

directamente a una autoridad imperial,como hablando de un organismoimperial a otro.

Sé que en Estados Unidos no seconsideran suficientemente los derechosárabes o la situación embarazosa de GranBretaña a la hora de tratar con el mundoárabe. Me resulta incomprensible, por otraparte, que el ciudadano medio hable aquíde una «opinión» árabe sin sugerir que talopinión está limitada a un pequeño círculode señores feudales, que no hay clasemedia en ese mundo y que las masasmiserables se hallan en una pobreza tanabyecta que una opinión representa un lujoimposible para ellas. Una dificultad delproblema árabe es que la civilizacióntécnica y dinámica que los judíos podríanhaber ayudado a introducir, que debería

tener el apoyo del capital estadounidense,y que incluiría el desarrollo fluvial, laconservación del suelo y el empleo deenergía autóctona, no resultaría aceptablepara los caciques árabes por más quebeneficiara a las masas árabes. Esta, por lotanto, habría de imponerseprovisionalmente, pero tendría unaposibilidad de ser aceptada en últimainstancia por las masas (The Spectator, 6de agosto de 1946, p. 162).

Ni antes ni después de que seescribiera este texto se podía acusar aNiebuhr de mencionar, y mucho menosde apoyar, los «derechos árabes».Simplemente nunca lo hizo. Su primerafrase, pues, es poco más que unaestratagema retórica para plantear su

principal argumento, el de que laopinión árabe no cuenta (por las falsasrazones sociológicas que da, como si lasmasas no necesitaran también un pedazode tierra en el que llevar su vida deignorancia, atraso y decadencia). Pero nisiquiera esa es su verdadera intención,que no es otra que decir que, tengan o notengan opinión, no se debería permitir alos árabes obstruir «la civilizacióntécnica y dinámica» llevada a Palestinapor los judíos europeos. Podría habersido más fácil defender suargumentación si, por ejemplo, pudieraafirmar sin rodeos: a) que los árabeseran peculiarmente inferiores, y b) queeran simplemente las criaturas, sin

voluntad u opinión, de una pequeña ydesesperadamente decadente clasefeudal de «señores» que manipulaban alas «masas» como marionetas. Encambio, Niebuhr escoge la forma másculturalmente válida de afirmación, ysostiene que su argumentación enrealidad no se hace sólo en nombre «dela civilización técnica y dinámica»llevada allí por el sionismo, sino quetambién piensa en las masas árabes.

Dejemos aparte el hecho de queNiebuhr podría haber encontradomuchos casos en la reciente historiaárabe palestina de levantamientos demasas puramente espontáneos contra elsionismo, o que podría haber encontrado

casos de campesinos árabes que acudíanen vano a los colonos sionistas en buscade ayuda contra terratenientesabsentistas árabes. Lo que él no ve —como no lo vio Marx cien años antes,cuando escribió sobre los ingleses en laIndia— es que había un derechonacional que estaba siendo violado por«una civilización técnica y dinámica»cuando esta hacía incursiones colonialesentre «las masas miserables». Además,y en opinión de un famoso teólogocristiano, uno habría esperado (y enaños posteriores, ha esperadoinfructuosamente) cierta apreciación delhecho de que por cada inmigrante judíoque llegaba a Palestina probablemente

habría uno o más árabes desplazados, ysus derechos humanos consecuentementeserían suprimidos. Por último,habríamos esperado que Niebuhrhubiera hecho algún esfuerzo porescuchar a «las masas miserables» y susdeseos, o que al menos hubiera supuestoque entre sus deseos más o menosnaturales habría estado el de no serdesplazadas o tan violentamente«beneficiadas» por una civilizaciónsuperior.

Si Niebuhr hubiera hablado de lasituación en Sudáfrica o Sudamérica, nose habría tolerado tal condescendenciani tales implicaciones raciales, situaciónque puede apreciarse mejor cuando uno

es consciente, como ya he dicho antes,de que Niebuhr cree que estáexpresando una opinión avanzada, oprogresista, o liberal. Entonces, nospreguntamos, ¿es posible que Niebuhrno supiera lo que pasaba en Palestina, obien (como creo que es el caso) que enrealidad pensara que el sionismo eraculturalmente superior a la«decadencia» árabe?

Esto me lleva a mi segundo ejemplo,que ilustrará el grado en el que el apoyoal sionismo, en todos sus aspectospositivos y afirmativos, entrañaba nosólo la aceptación a regañadientes decualquier realidad árabe en Palestina,sino también un sentimiento afirmativo y

positivo de que el sionismo había hechobien en destruir la Palestina árabe.Aparte de portavoz y figura de prestigiocultural no menor al de Niebuhr,Edmund Wilson era asimismo un críticonotablemente brillante y católico, de laliteratura, la sociedad, la historia y lamoral. Mucho más que Niebuhr,ejemplificaba el proyecto vital dedistinguir entre aquellos elementos de lacultura occidental (y mundial) queenriquecen la vida (la expresión resultaalgo sensiblera, pero la usosinceramente) y aquellos que laempobrecen. Aparte de lo que pudierahaber sido, Wilson nunca se identificócon el Estado, o con nada que tuviera el

más mínimo tinte chovinista, o siquierainstitucional. Cualquiera de sus lectores—y fue el hombre de letras más leídoque dio su país— lo sabe. Wilson estabaparticularmente interesado en los judíos,los hebreos y el Antiguo Testamento;cuando cumplió sesenta años, escribióen un ensayo sobre los judíos que «nohay ningún otro pueblo [como el inglés,y luego como los puritanosestadounidenses] cuya cultura parecehaber sido tan profundamenteinfluenciada por ellas [las frases yvisiones de la Biblia hebrea]»;[29] y suestudio del hebreo, así como su librosobre los Manuscritos del Mar Muerto,dan testimonio de su especial interés por

los judíos y el judaísmo. Obviamente,tal actitud no tiene por qué representarun problema, excepto cuando Israelentra en juego.

Su obra Black, Red, Blond andOlive incluye un largo y confusoapartado derivado de la visita de Wilsona Israel. El texto es episódico y estáescrito en forma de diario como unamuestra arbitraria de sus impresiones endicho país, la mayor parte de ellassuscitadas por su lectura de literaturahebrea y su interés en el judaísmo. Encierto momento habla del terrorismo quedio existencia al Estado, y de cómo todoel asunto podría tener algo dereprensible. Considera que el terrorismo

«fue el resultado de las persecucionesnazis y de la política de los británicos»,pero agrega con desaprobación que enIsrael «se ha establecido el hábitoterrorista» y, con él, un «elemento defanatismo moral». Sin embargo, Wilsonlleva el asunto lo bastante lejos comopara comentar «que los israelíes, enrelación con los árabes, han mostradociertos signos de volver a la cruelintolerancia de los israelitas en relacióncon el pueblo al que desposeyeron».Sobre el hecho de la desposesión,Wilson no parece adoptar ningunapostura concreta, excepto la de que,como en la Biblia, ocurrió. Ello podríasugerir cierta neutralidad histórica por

su parte en relación con las diversasdesposesiones producidas aquí y allá enel mundo, aunque no podamos dejar derecordar que, mientras escribe, Wilsonestá en un lugar donde la desposesión yla intolerancia están sucediendorealmente. Nos damos cuenta de que noestá hablando de la Biblia cuando, alcabo de una frase o dos, hace lasiguiente descripción:

Así la posición de los árabes en Israel—especialmente tal como uno los ve en elpaís— se asemeja más bien a la de unpueblo feroz pero aun así pintoresco ypatéticamente atrasado, que está aisladode la comunidad principal pero quepresenta un problema recurrente. En unagran ciudad árabe como Acre, la miseria

de las bulliciosas calles inspira en unisraelí la misma aversión que al visitanteoccidental. Para el judío, que se toma tanen serio las relaciones familiares y que,en Israel, ha trabajado tan cuidadosamentecon los huérfanos de Polonia y Alemania,y con los hijos de los iletrados yemeníes,el espectáculo de las bandadas depilluelos, sucios, faltos de instrucción,enfermos, gritando y chillando y pidiendoen las estrechas y sucias calles, inspiraincluso horror moral. Si las restriccionesimpuestas al matrimonio por la antigua leyrabínica son consideradas por muchosdemasiado rígidas, la facilidad deldivorcio entre los árabes, la cual, juntocon sus hábitos nómadas, alienta al padrede una familia simplemente a abandonar asu descendencia y trasladarse a tomar unamujer en otra parte, debe percibirse comoun mal mucho peor. No es que cierto

desprecio por los árabes no sea naturalpara cualquiera educado en Occidente, nique cualquier crueldad de Israel no se veaigualada por la obstinación más bienestúpida de los refugiados árabes enJordania, que han rechazado las ofertas dela UNRWA de acomodarlos en otroslugares y siguen insistiendo en volver asus pueblos y granjas en Israel. Aquí meinteresa únicamente destacar elfuncionamiento en Israel de ciertatendencia judía a la exclusividad —másadelante trataré del opuesto de esta, loselementos vivificantes de la tradiciónjudía— como una influencia limitadora y aveces destructiva.[30]

A juzgar por los árabes que Wilsondescribe aquí, la exclusividad judía noparece demasiado mala. En su breve

retrato de ellos, se ve a los árabes comototalmente repugnantes y carentes detodo atractivo; la razón de su pobrezaparece menos importante que su aspecto,aunque a Wilson no le habría resultadodifícil obtener los datos sobre losárabes en Israel. En cuanto a suscomentarios sobre el árabe y su sentidode la familia, sólo pueden interpretarsecomo cabe interpretar los comentarioscon respecto a que los «orientales» notienen el mismo respeto por la vidahumana que nosotros. En otras palabras,los árabes no cuidan de sus hijos, nosienten amor o ira, son simplementeanimales que se reproducen con rapidez.Ese «cierto desprecio» por los árabes se

extiende hasta considerar al árabepalestino «estúpido» por su obstinaciónal no aceptar ser acomodado en otraparte; pero donde se revela la másexasperante deshonestidad es en el usoque hace Wilson del término«exclusividad» para hablar del trato delos sionistas a los árabes que no semarcharon hasta 1948. En la época en laque estuvo en Israel, las leyes aplicadasa los árabes eran las Regulaciones deDefensa de Urgencia inicialmentediseñadas e implementadas en Palestinapor los británicos para ser utilizadascontra judíos y árabes. Esas leyesresultaron abiertamente racistas en tantoque nunca se usaron en Israel contra los

judíos. Cuando Israel decidiómantenerlas después de 1948 a fin deemplearlas para controlar a la minoríaárabe, estas vetaban a los árabes elderecho de movimiento, el derecho acomprar tierras, el derecho deasentamiento, etcétera. Bajo el MandatoBritánico, las regulaciones habían sidohabitualmente denunciadas por losjudíos como coloniales y racistas. Peroen cuanto Israel se convirtió en unEstado, aquellas mismas leyes pasaron autilizarse contra los árabes. Wilson, sinembargo, no tiene nada que decir alrespecto. Una vez más, caben pocasexcusas para tal omisión, dado que,como uno puede averiguar fácilmente en

la obra de Sabri Jiryis The Arabs inIsrael,[31] había numerosos textossionistas posteriores a 1948 en los quese denunciaban los abusos de lasantiguas reglas coloniales aplicadas porlos israelíes para reprimir y manipular alos árabes.

Además de todo lo explícito en eltexto de Wilson, está la verdad implícita(o así parece) de que cualquiera, sobretodo un liberal humanista ilustrado,puede escribir, tener una opinión expertao tratar de la situación en OrientePróximo. Creo que esto es muyimportante, ya que si en el siglo XIX seacudía al erudito orientalista experto enbusca de conocimientos sobre Oriente,

la situación cambió drásticamente en elXX. Hoy, el occidental busca susevidencias y sus conocimientos sobreOriente (y los orientales) en el sionista.Lo que Wilson ve —y, para el caso, loque ve el occidental en general— deOriente Próximo es algo que se ve desdela perspectiva sionista. Israel es lanorma, los israelíes son la presencia, ysus ideas e instituciones lasverdaderamente autóctonas; los árabesson una molestia, los palestinos unarealidad cuasimítica (sobre todo,prosigue esta argumentación, unarealidad propagandística), etcétera. Seolvidan los orígenes israelíes: Israel esuna democracia occidental, hoy atacada,

bastante gratuitamente, por los árabesantisemitas. La inversión de la realidades completa. Este es el mayor éxito de loque antes he denominado la prácticasionista de difusión de la «verdad». Enotras palabras, los comentarios deWilson sobre los árabes no soninexactos; por el contrario, son bastanteexactos como copia más o menos textualde lo que los israelíes (comocolonialistas occidentales que viven enuna zona atrasada) piensan de losárabes, de sus hábitos «nómadas»,etcétera. Pero la elipsis es tan completaque uno se olvida de que la relaciónentre israelíes y árabes no es un hechonatural, sino el resultado de un proceso

concreto y constante de desposesión, dedesplazamiento y de apartheid colonialde facto. Y también tiende a olvidar quelos sionistas llegaron a Palestinaprocedentes de Europa.

III. La cuestión de larepresentación

Lo que he tratado de argumentar es queun texto como el de Wilson puedetomarse como el símbolo perfecto deuna realidad política integrada en lo quehe estado llamando el discurso comúnde la democracia liberal ilustradaestadounidense. Es la completa fusiónhegemónica entre la visión liberaloccidental de las cosas y la visiónisraelí-sionista. Uso aquí la palabrahegemónica a sabiendas, con todas susresonancias en Antonio Gramsci, el gran

marxista italiano que analizó laimportancia de la cultura y de losintelectuales en la política. Y elloporque, en la elaboración de uno de sussignificados, Gramsci asignó a lahegemonía la noción de consentimiento;en otras palabras, hay hegemonía no poruna mera dominación, sino porconsentimiento, por aquiescencia. Amediados del siglo XX, como muestranlos ejemplos de Niebuhr y Wilson,existía una identificación deliberadaentre el discurso liberal occidental y elsionismo. Las razones de dichaidentificación son complejas (quizáincluso tengan una justificaciónaceptable), pero para el árabe palestino

el significado concreto de esa relaciónhegemónica resultó desastroso. No hayvuelta de hoja. La identificación delsionismo y el liberalismo en Occidentesignificó que, en la medida en que habíasido desplazado y desposeído enPalestina, el árabe había dejado de serpersona, tanto porque el propio sionistase había convertido en la única personaen Palestina como porque lapersonalidad negativa del árabe(oriental, decadente, inferior) se habíaintensificado. En el sionismo, elOccidente liberal veía el triunfo de larazón y el idealismo, y sólo eso (porqueeso es lo que el liberalismo desea verprincipalmente); y en el liberalismo, el

sionismo se veía a sí mismo tal comodeseaba verse. En ambos casos, el árabeera eliminado, excepto como problema,como negación, como valores «malos».Este es seguramente un caso único en elque la ideología anula a la simpleeconomía. Y ello porque, hasta el día dehoy, en términos puramente económicos(y considerando la inmensa cantidad deayuda que se ha dado a Israel y alsionismo), Israel es un desastre, por másque su triunfo al promover la razónjustifique cada vez más ayuda, cada vezmás afirmación, al tiempo que la base dedicha afirmación se va reduciendo pocoa poco.

Niebuhr y Edmund escribían en los

años cuarenta y cincuenta,respectivamente. En la década quesiguió a la guerra de junio de 1967, lasfronteras de Israel se ampliaronenormemente; y como resultado seacumuló una gran población dealrededor de un millón de árabes.Nadie, y aún menos los israelíes, podíaeludir el problema de esta nuevarealidad palestina. La palabra árabe yano servía para describir a cualquieraque no fuera judío. Estaban los «viejos»árabes de Israel, el nuevo grupo de Gazay Cisjordania, los militantes quecombatían por la liberación (más tardela OLP), y las diversas comunidadesdispersas en el Líbano, Jordania, Siria y

el golfo Pérsico. Durante más de diezaños, Israel ha estado ejerciendo laocupación militar de territorios ypersonas reales. Es verdad que aCisjordania se la designa como «Judea ySamaria», pero a la población que allíhabita no va a ser tan fácil disolverla, oal menos no todavía. En consecuencia,el nuevo obstáculo para el sionismo-liberalismo es el problema de laocupación. Israel insiste en que laocupación militar en realidad significa«convivencia», un concepto que resultalo bastante adecuado al New York Timescomo para garantizar de vez en cuandouna aprobación generalizada. El 2 demayo de 1976, el principal editorial del

periódico denunciaba a los«propagandistas árabes» por toda clasede abominaciones (la principal, atacarla ocupación de territorio árabe), yluego —haciéndose eco de la líneaoficial israelí— proclamaba que laocupación militar de Gaza y Cisjordaniaera «un modelo para la futuracooperación» entre árabes y judíos en laantigua Palestina. En ningún otrocontexto podría hacerse una declaraciónasí. Una ocupación militar seconsideraba representativa de lasbuenas relaciones entre la gente, la basesobre la que construir un futuro común, yjustamente la «autonomía» que sesuponía que realmente querían «los

árabes de Eretz Israel».Pero eso no era todo. Lo que hay que

ver aquí de nuevo es lo que implica larepresentación, un tema siempre latenteen la cuestión palestina. He dicho antesque el sionismo siempre habla ennombre de Palestina y los palestinos;ello ha entrañado una operación debloqueo, por la que al palestino no se lepuede escuchar (o representar)directamente en la escena mundial. Talcomo el experto orientalista creía quesólo él podía hablar (paternalmente, porasí decirlo) en nombre de los «nativos»y las sociedades primitivas que habíaestudiado —de modo que la presenciade él comportaba la ausencia de estos

—, así también los sionistas hablaban almundo en nombre de los palestinos. Estono ha sido posible en todas partes ni entodo momento, como han aprendido parasu provecho todos los movimientosinsurgentes desde la Segunda GuerraMundial. En una era de masas y de unacomunicación a veces instantánea, lashazañas sensacionalitas guerrilleras oterroristas pueden «hablar»directamente, pueden representardirectamente a una presencia por lodemás bloqueada. Con el tiempo, estapresencia reprimida aflora, más aúncuando se la niega, como ocurre con lamayor parte de los israelíes. A fin decuentas, esta última negación de los

palestinos ha resultado ser el mayor(aunque el más inevitable) errorcometido por el sionismo desde suscomienzos. Pero eso es algo de lo quehablaré en el capítulo siguiente; aquídetallaré algunos casos recientes de launión hegemónica liberal-sionista paracompletar la serie de ejemplos que heiniciado con Niebuhr y Wilson.

Creo que hasta la fecha puedeafirmarse en términos generales que unindicador casi infalible de laaceptabilidad y la legitimidad políticaen Estados Unidos es el de quién hablaen favor de qué. Una de las razones dela poderosa (aunque muy selectiva)legitimidad del Frente Nacional de

Liberación (FNL) en este país fue elamplio espectro de figuras, muy biensituadas, sumamente visibles y por lodemás prominentes, que clamaron contrala intervención estadounidense enVietnam. Cuando el doctor Spock, JaneFonda, Noam Chomsky y el senadorMcGovern condenan todos ellos lomismo, se puede considerar que validanlo contrario de lo que condenan. Y a lainversa en el caso de Israel: cuandohablar calurosamente por y a favor deIsrael se considera de rigor paracualquiera en la vida pública ointelectual, la mera imposibilidad deencontrar un espacio en el que hablar enfavor de los palestinos es enorme; de

hecho, cada declaración en nombre deIsrael intensifica y concentra la presiónsobre el palestino para quedarse calladoy aceptar la represión. Así, es legítimo yaceptable estar a favor de Israel y encontra de los palestinos. El principiomás activo que emana de este axioma esque muy a menudo se encuentranartículos de israelíes sobre Israel, peromuy raras veces artículos de árabessobre ellos mismos. Esto no constituyesólo una gran desproporción numérica(que tiene mucho que ver con ladiferencia en tamaño y, ciertamente, encalidad entre las comunidades árabes yjudías residentes en Estados Unidos),sino también cualitativa. Durante la

guerra de 1973, por ejemplo, el NewYork Times Sunday Magazine publicó,una determinada semana, un ensayo deun prominente abogado israelí sobre loque él opinaba de estar en guerra; a lasemana siguiente apareció un artículosupuestamente simétrico, pero este loescribió un antiguo embajadorestadounidense en Siria. Cuando seescucha una voz árabe, se selecciona demodo que cause la menor impresiónposible, o, como ya he dicho antes,cuando se plantea una visiónrepresentativa árabe, o bien lo hace unexperto occidental, o bien se trata de una«declaración» árabe cuasioficial.Cantidad y calidad se consideran

equivalentes.Durante la década posterior a 1967,

muchas personalidades conocidasvisitaron Israel y, en el caso de losescritores que hubo entre ellas, estosdejaron constancia escrita de susimpresiones. El ejemplo más reciente esel de Saul Bellow; otros incluyen aStephen Spender, Francine Du PlessixGray, Renata Adler y Gary Wills.Después de 1967 —a diferencia delperíodo sobre el que escribiera EdmundWilson—, ya no era posible evitar oignorar los territorios ocupados o a losárabes que allí vivían. En consecuencia,todos los relatos de visitas a Israelincluyen algo sobre los palestinos. En

todos los casos se trata con los árabes através de un experto árabe israelí, por logeneral un funcionario colonial conmucho mundo, y a veces una figuraacadémica con un pasado en lainteligencia militar. En este aspecto,Bellow y Spender actuaron exactamenteigual.[32] Su humanitarismo liberal, supreocupación por la «posible» violaciónde la democracia israelí por laocupación militar, se demostraron pormedio de una conversación con unexperto que representó ante ellos la«realidad» árabe, alivió supreocupación por los valores humanos,y les tranquilizó con respecto a lademocracia israelí. A su vez, esta visión

del árabe palestino dentro de losterritorios ocupados pasó a significar loque el árabe palestino era, lo que queríay cómo se sentía. Sería exactamentecomo enviar a un funcionario blanco de«asuntos negros» a explicarle a unintelectual occidental de visita enSudáfrica lo que la mayoría negrasudafricana realmente era, realmentequería y realmente sentía. Sólo que,obviamente, tal tergiversación seríarechazada por increíble. La obra deBellow Jerusalén, ida y vuelta obtienesu fuerza precisamente de esta clase derepresentación, aceptada y legitimada.

No es que no hubiera ningunaevidencia sobre lo que en realidad

estaba pasando en Israel. Muchosisraelíes que han visitado EstadosUnidos han señalado que la principaldiferencia entre un israelí y unprosionista estadounidense es que esteúltimo se muestra mucho menos franco yabierto con respecto a Israel y su«problema» árabe que el primero.[33] Yello porque en Estados Unidos (enEuropa esto resulta hoy menos cierto) lacausa de Israel y el sionismo esprácticamente sacrosanta; de lafundación de Israel en 1948 se habla conla misma reverencia y en el mismo altonivel que del Plan Marshall. Sectoresenteros de las comunidades intelectual yacadémica —por no hablar de toda la

industria de los medios de comunicación— observan una serie de rituales conrespecto a Israel y lo que representa queno tienen comparación con ninguna otracausa. Con cualquier pretexto, en 1974 y1975, grandes figuras de las artes, de lavida pública y de la política firmarondeclaraciones protestando contra la«expulsión» de Israel, como se llamóentonces, de la Unesco y la condena delsionismo por parte de las NacionesUnidas como una forma de racismo.Sólo de vez en cuando había alguien —por lo que he podido determinar, NoamChomsky fue la única voz— que decíaalgo sobre lo que el sionismo e Israelhabían hecho y seguían haciendo a los

árabes palestinos, dado que las diversasprácticas discriminatorias contra los «nojudíos» en Israel resultabanindistinguibles de otras formas deopresión racial en otros lugares. Encambio, se podía ver a Daniel PatrickMoynihan atacando la vileza ydefendiendo la libertad en el vacíomoral e intelectual reservado a Israel yal sionismo.[34]

La sociología de lo que normalmentedefine una «causa», o quizá de lo queuna cuestión debe ser para convertirseen una causa, se viene abajocompletamente en el caso del Israelactual, al menos en la medida en queIsrael es objeto de discusión o debate

público. A ningún progresista se le haríacallar por defender la causa de losderechos humanos en la UniónSoviética, o en Chile, o en África. Perocuando se trata de asuntos similares enIsrael, hay un silencio casi total. El temadel gobierno militar, los abusos que loacompañan y las violaciones de losderechos humanos en Israel se resistencon tenacidad a cualquier tentativa dehacer de ello una «causa», lo cualresulta particularmente asombroso encasos en que las fuentes citadas por lospropios —y escasos— críticos de Israelson fuentes israelíes. Durante años, laLiga Israelí de Derechos Humanos haestado difundiendo información sobre

asuntos tales como la demolición decasas árabes, la expropiación de tierrasárabes, el trato dado a los trabajadoresárabes, la tortura y la detención ilegal deárabes, todos ellos casos documentadosprincipalmente por traducciones deartículos en periódicos y revistasisraelíes. Ninguno de estos artículosllega a ver nunca la luz en EstadosUnidos, y no porque no se envíen adirectores de publicaciones, periodistasde la televisión, progresistasprominentes (y por lo general) sin pelosen la lengua, etcétera. Hay literalmentedecenas de agencias de prensa, boletinesde noticias progresistas y publicacionestrimestrales progresistas israelíes que

tratan regularmente de temasrelacionados con los árabes palestinostanto en el Israel anterior a 1967 comoen los Territorios Ocupados —por nohablar de los informes de las NacionesUnidas, los textos escritos por losantiguos funcionarios de la ONUencargados de la supervisión de lasfronteras y del armisticio, los informesde agencias internacionales comoAmnistía Internacional y la Cruz Roja, olas decenas de estudios árabes y árabe-americanos—, ninguno de los cuales sepublica nunca para su ampliadistribución y difusión en EstadosUnidos. El más reciente, y en muchosaspectos el más extravagante, de tales

actos deliberados de omisión es elrelacionado con un informe sobre latortura en Israel publicado en ellondinense Sunday Times el 19 de juniode 1977. Empleando una exhaustivaserie de técnicas de investigación, elTimes revelaba que la tortura de árabeses un mecanismo regular, metódico yoficialmente aprobado en Israel; quecentenares de árabes son detenidos ytorturados; que existen evidenciastotalmente convincentes de que elEstado tolera la práctica como un modode intimidar, controlar y aterrorizar a lapoblación «nativa» en los TerritoriosOcupados. Con sólo una excepciónconocida (el Boston Globe), ni un solo

gran periódico estadounidense (orevista, semanario de noticias oinformativo de televisión) reprodujo elinforme, la mayor parte de ellos apenaslo mencionaron siquiera, y ningunoaludió a los diversos informesderivados de ello y elaborados porAmnistía Internacional, la Cruz Roja yotros. Sobre esta escandalosanegligencia informativa, Nicholas vonHoffman señalaba acertadamente:

Como mínimo, las autoridadesisraelíes deberían estudiar la acusaciónformulada contra ellas [por el informe delSunday Times sobre la tortura por partede las autoridades israelíes] y ofrecer algomás convincente que la declaración

emitida por su embajada en Londres, quesimplemente decía: «En los últimos añosse han hecho repetidamente acusacionesde esta naturaleza por fuentes de lapropaganda árabe, y han demostrado sertotalmente infundadas a la luz deinvestigaciones detalladas ydocumentadas». La descalificación y laconfianza en las investigaciones aducidaspor Israel para su propia exoneración noharán. […] La grotesca ironía de utilizar elgas como instrumento de tortura deberíahaber sido demasiado hasta para losfuncionarios israelíes que creen que tratarasí a seres humanos promueve la causa dela democracia.

La mayoría de los estadounidensesnunca sabrán nada de esto. Por [ahora]sólo un periódico (el Boston Globe) hajuzgado adecuado publicar el informe. Laindiferencia no se debe a las dudas sobre

la talla de los periodistas. El equipo delSunday Times que hizo el reportaje esmundialmente respetado en la profesión.

La falta de interés en esta ocasiónpuede explicarse por el hecho de que elNew York Times informara sobre lainvestigación de la tortura en un artículode 86 palabras publicado en la página 13.En cierta medida, todas las noticias enEstados Unidos son las que el New YorkTimes considera tales, pero aún más en elcaso de las noticias extranjeras. […] ¡Tanpocos son los jefes de redacción de laprensa impresa, o de la radio y latelevisión, capaces de formular juiciosindependientes sobre las noticias!Simplemente carecen del carácter y latalla necesarios para tener su propiaopinión, y prefieren la seguridad de dejarque el más prestigioso de los periódicosnacionales tome las decisiones por ellos.

Esto resulta particularmente fácil conuna cuestión como la de Israel, dondecualquier publicidad adversaprobablemente le valdrá a un jefe deredacción los ruidosos improperios dellobby mejor organizado de la nación. Perono ocurre igual en el extranjero, donde losmedios de comunicación de masas dan a laopinión pública de las otras democraciasreportajes mucho menos sesgados.[35]

En el caso de que un reportaje ocolumna ocasional, como la de VonHoffman, se publique o consiga unacierta atención, su rareza y aislamiento—que proviene de la ausencia de uncontexto o tradición donde insertarse—la despojan de cualquier efectividad. Elpoder de un consenso generalizado, de

una tradición, de un discurso coherentecomo el que existe entre Israel y laopinión progresista estadounidense, esque su mera presencia institucionaldisipa cualquier evidencia en sentidocontrario, la aparta de un plumazo comoirrelevante. Es más: puede convertir loque uno esperaría que fuerandevastadores desafíos en apoyos.Tomemos como ejemplo más reciente laelección de Menahem Begin. Duranteaños y años, Begin ha sido conocidocomo terrorista, y él no ha hecho elmenor esfuerzo por ocultar ese hecho.Su libro La rebelión puede encontrarseen cualquier universidad o bibliotecapública de tamaño medio como parte de

la habitual colección sobre OrientePróximo. En este libro, Begin describesu actividad terrorista —incluida lamatanza a gran escala de mujeres yniños inocentes— en franca (y glacial)profusión. Admite ser responsable de lamatanza, en abril de 1948, de 250mujeres y niños en el pueblo árabe deDeir Yassin. Y, sin embargo, unassemanas después de su elección, enmayo de 1977, salió en la prensa con suterrorismo olvidado, como un«estadista» al que se comparabaimplícitamente con Charles de Gaulle.No puede decirse que las evidencias dela actividad terrorista de Begin sehubieran eliminado. Estaban ahí,

siempre han estado ahí ante cualquieraque estudiara el Israel moderno, y se hanmencionado regularmente (por ejemplo,para distinguir entre Begin y, pongamospor caso, David Ben Gurión o GoldaMeir, que se suponía eran ejemplos deestadistas). Pero es tan generalizado elconsenso que decreta que los líderes deIsrael son democráticos, occidentales,incapaces de males normalmenteasociados a los árabes y a los nazis (aquienes, al fin y al cabo, se supone queIsrael ha negado con su existencia), quehasta un personaje tan incómodo comoBegin se ha transmutado simplemente enotro estadista israelí más (además de sernombrado doctor honoris causa por la

Universidad Northwestern de Chicagoen 1978 y, para colmo, compartir elPremio Nobel de la Paz ese mismo año).Precisamente los mismos progresistasque descubren causas y agravios entodas partes resulta que no tienen nadaque decir sobre Begin, sobre la torturaen Israel o sobre la literalmenteimparable política anexionista delEstado israelí.

Algo muy parecido sucede con lospalestinos como refugiados. Existecierto debate en torno a cuántospalestinos se vieron obligados aabandonar su país y sus tierras en 1948(las cifras oscilan entre los 500 000 ylos 800 000; hasta las fuentes israelíes

discuten la cifra, aunque no el éxodo ensí), pero el caso es que hay un acuerdototal con respecto a que dichosrefugiados existen. Casi treinta años deexistencia lejos de su territorio, asícomo la ausencia del derecho deautodeterminación para ellos,«demuestran» (el término resulta pocoafortunado cuando se entiende susignificado humano en este contexto) laexistencia de un mayor o menor grado deinjusticia hacia ellos. Pero cuando unopregunta quién o qué les ha convertidoen refugiados, cuando se plantea lacuestión del agente, no sólo se consideraa Israel exento de culpa oresponsabilidad (empezando por el

presidente Carter, que de manera similarabsolvió a Estados Unidos de cualquierresponsabilidad por la devastación deIndochina), sino que encima se elogia aIsrael (como a Estados Unidos) por suhumanitarismo. Se nos dice que lospalestinos fueron un «intercambio» porlos judíos que abandonaron los paísesárabes para trasladarse a Israel; que semarcharon pese a que la Haganah lesinstaba a no hacerlo; que a los que sequedaron les va mejor que a sushermanos de los países árabescircundantes; que sólo hay un refugiopara los judíos y veintitantos para losárabes, y que por qué los árabes nopueden ser como los judíos y acoger a

sus propios refugiados; que la ocupaciónde más territorio palestino en 1967produjo de hecho una existencia«binacional» entre árabes y judíos; quela ocupación de Cisjordania representael cumplimiento de profecías bíblicas;que hay una Palestina, y está enTransjordania; que otros refugiados (dela India musulmana, de la Alemanianazi) se han reasentado en otras partes, ypor qué los palestinos no lo entienden;que los palestinos no son más que unpeón o una pelota política utilizada porlos regímenes árabes y, en consecuencia,en realidad no plantean ningún problemauna vez que se hace ver a dichosregímenes que dicha táctica no puede

darles resultado indefinidamente. Todoesto, por supuesto, no hace sino darvueltas en torno a la cuestión, queparece haberse convertido en unapoderosa evidencia de la moralidad ylas elevadas pautas de conducta delsionismo.

IV. Derechospalestinos

Pero aquí, como con la mayoría de losotros temas que conforman la cuestiónpalestina, tenemos que unir unas cosascon otras, y ver que no se trata de queestén ocultas (ninguna de las evidenciasque cito aquí y en otras partes resultaarcana u oscura: la mayoría de ellas seencuentran en documentos fácilmenteaccesibles), sino de que son ignoradas onegadas. El contexto apropiado paratratar el problema de los refugiados esmuy simple: los refugiados palestinos,

¿quieren ser repatriados, ocompensados, o reasentados en otraspartes? Y en segundo lugar, ¿existe unconsenso internacional y moral en tornoa las respuestas teóricas, así comoprácticas, a esas cuestiones? En tercerlugar, ¿qué mecanismo existe en Israelpara convertir a los judíos europeos yamericanos en inmigrantes, y luego enciudadanos, y cómo ese mecanismoimpide beneficiarse a los refugiadosárabes palestinos? Las respuestas atodas esas preguntas son morales, desdeluego, pero resultan interesantes eimportantes debido a su realidadpolítica; en otras palabras, no se trata decuestiones académicas, sino de

preguntas que afectan directamente a lasvidas de millones de personas, a losestados y al orden internacional.Repasemos a continuación esaspreguntas de manera desapasionada.

Antes de 1948, la mayor parte delterritorio llamado Palestina estabahabitado, sin ningún género de dudas,por una mayoría de árabes, que despuésdel nacimiento de Israel fueron o biendispersados (se marcharon, o se lesobligó a marcharse), o bien rodeadospor el Estado como una minoría nojudía. A partir de 1967, Israel ocupómás territorio árabe palestino. Comoresultado de todo ello, actualmente haytres clases de árabes palestinos: los que

habitan en el Israel anterior a 1967, losque habitan en los Territorios Ocupados,y los que habitan en otras partes fuera dela antigua Palestina. Jamás se harealizado un plebiscito entre lospalestinos para conocer sus deseos. Hayrazones obvias para ello: el mero hechode su enormemente complicada ydispersa presencia, repartida en variasjurisdicciones; la imposibilidad políticade realizar dicho plebiscito, sobre todoen países bajo cuyos auspicios tampocose celebran elecciones de todosmodos… la lista de motivos puede sermuy amplia, y todos ellos se añaden a ladificultad actualmente insuperable derealizar tal plebiscito. Sin embargo, esto

no equivale a decir que no haya otrosmedios por los que, aun en su dispersióny su exilio, los palestinos podríanhaberse expresado. A juzgar por el granatractivo y legitimidad populares de laOrganización para la Liberación dePalestina; por la constante resistencia yrechazo al dominio militar israelí en losTerritorios Ocupados; por lasmanifestaciones, huelgas y gestospolíticos de resistencia diarios allí yentre los árabes del Israel anterior a1967; por todas las organizaciones demasas y privadas creadas por y parapalestinos, existen numerosas evidenciasque muestran que, tomado globalmentecomo el conjunto de miembros de una

comunidad cuya experiencia común es ladesposesión, el exilio y la ausencia decualquier patria territorial, el pueblopalestino no se ha conformado con suactual destino. Lejos de ello, lospalestinos han insistido repetidamenteen su derecho de retorno, su deseo deejercer la autodeterminación y su tenazoposición al sionismo tal como este lesha afectado.

Esta insistencia palestina no es unaaberración única y descontextualizada;está plenamente respaldada por todoslos convenios internacionales legales ymorales conocidos del mundo moderno.El artículo 13 de la DeclaraciónUniversal de Derechos Humanos (1948)

estipula:

1. Toda persona tiene derecho a circularlibremente y a elegir su residencia en elterritorio de un Estado.

2. Toda persona tiene derecho a salir decualquier país, incluso del propio, y aregresar a su país.

El Pacto Internacional de DerechosCiviles y Políticos (1966) afirmatambién estos derechos fundamentalesde las personas, y desde 1976 ha sidoaceptado como portador de la fuerzaúnica que le otorga el voto unánime (consólo cinco abstenciones) de la AsambleaGeneral de las Naciones Unidas. Su

artículo 12 reza:

2. Toda persona tendrá derecho a salirlibremente de cualquier país, incluso delpropio…

3. Nadie podrá ser arbitrariamenteprivado del derecho a entrar en su propiopaís.

Además, la Comisión de DerechosHumanos de las Naciones Unidasasevera:

a) Todo el mundo tiene derecho, sinninguna clase de distinción de raza, color,sexo, lengua, religión, opinión política uotra, origen nacional o social, propiedad,nacimiento, matrimonio u otro estatus, avolver a su país.

b) Nadie será privado arbitrariamente desu nacionalidad u obligado a renunciar asu nacionalidad como medio dedespojarle del derecho a volver a su país.

c) Nadie será privado arbitrariamentedel derecho a entrar en su propio país.

d) A nadie se le negará el derecho avolver a su propio país por no tenerpasaporte u otro documento de viaje.[36]

La mayor parte de los razonamientosque intentan refutar estas clarasdeterminaciones, al menos para lospalestinos, se han concentrado en unconjunto limitado de argumentos. Si lospalestinos se fueron en 1948 —se nosdice—, lo hicieron porque los estados

árabes les instaron a ello a fin de que,tras una alardeada victoria, pudieranregresar triunfalmente. Mi propiaexperiencia y todas las evidenciassugieren que la razón concluyente deléxodo árabe palestino de 1948 fue otradistinta. Pero en lo que se refiere alverdadero argumento en torno alderecho de retorno palestino, la razón dela huida de los palestinos resulta enúltima instancia irrelevante. Lo queimporta es que tienen derecho a volver,como estipula la legislacióninternacional, como afirman numerosasresoluciones de las Naciones Unidas(votadas por Estados Unidos), y comoellos mismos desean. (La primera

resolución de la Asamblea General delas Naciones Unidas —la número 194—que afirmaba el derecho de lospalestinos a volver a sus casas ypropiedades se aprobó el 11 dediciembre de 1948; desde aquellaprimera fecha se ha renovado nadamenos que veintiocho veces). Mientrasque el derecho moral y político de unapersona a volver a su lugar deresidencia ininterrumpida es reconocidoen todas partes, Israel ha negado laposibilidad del retorno, en primer lugarmediante una serie de leyes que declaranque las tierras palestinas de propiedadárabes son de propietarios absentistas y,en consecuencia, susceptibles de

expropiación por parte del FondoNacional Judío (que legalmente posee latierra en Israel «en nombre de todo elpueblo judío», una fórmula sin parangónen ningún otro Estado o cuasi-Estado) y,en segundo lugar, por la Ley de Retorno,por cuyas disposiciones cualquier judíonacido en cualquier parte tiene derechoa reclamar la inmediata ciudadanía yresidencia israelí (algo que ningún árabepuede, por más que demuestre suresidencia y la de su familia en Palestinadurante numerosas generaciones). Estasdos categorías exclusivistas hacenimposible sistemática y jurídicamente,en base a razón alguna, que un árabepalestino pueda volver, ser compensado

por sus propiedades, o vivir en Israelcomo un ciudadano igual ante la ley queun judío israelí.

Otro argumento es que si sepermitiera volver a tantos palestinosbásicamente hostiles, lo que le ocurriríaa Israel sería, de hecho, un suicidiopolítico. Además, Israel es un Estadopara judíos, y estos siempre deben tenerla opción infinitamente abierta de unpotencial «regreso» a Sión. Ambosargumentos poseen la fuerza, y de hechola convicción y la intensidad, de laauténtica pasión. Resulta inútil para unárabe palestino negárselas, del mismomodo que es inútil imaginar que losjudíos israelíes probablemente querrán

volver alguna vez a sus lugares deorigen. Gran parte de la desesperación yel pesimismo que uno siente ante todo elconjunto del conflicto palestino-sionistareside en la incapacidad de ambaspartes de considerar el poder y lapresencia existencial de otro pueblo ensu tierra, su desafortunada historia desufrimiento y su inversión emocional ypolítica en dicha tierra, y, lo que espeor, en pretender que el Otro es unamolestia temporal que, con tiempo yesfuerzo (y violencia punitiva de vez encuando), acabará por desaparecer. Larealidad es que las vidas y los destinospolíticos de los palestinos y los judíosisraelíes están hoy plenamente

imbricados, quizá no de un mododefinitivo —tema que no es de fácildiscernimiento en un debate racional—,pero sí en este momento y en un futuroprevisible. Aun así, hay que ser capacesde discriminar entre la presenciapolítica que invade, desposee ydesplaza, y la presencia que resultainvadida, desplazada y desposeída. Noson ambas iguales, ni en última instanciauna va a prevalecer siempre y a dominardefinitivamente a la otra. Así pues, elhecho de que el sionismo perpetúe unsistema político, jurídico yepistemológico cuyo objetivo inmediato,constantemente renovado, e incluso alargo plazo es excluir a Palestina y los

palestinos, creo que es algo a lo que hayque oponerse y que debe someterse a unriguroso análisis.

¿Cuál es el sentido y la forma de taloposición? Debido a las circunstanciaspolíticas y epistemológicas que antes hedescrito, oponerse a cualquier cosarelacionada con Israel y el sionismoparece equivaler, en el mejor de loscasos, a abogar en favor delantisemitismo, y en favor del genocidioen el peor. Obviamente, extraer talesconclusiones de lo que yo esperomostrar que constituye una plataforma deoposición moderada y basada enprincipios resulta tan dañino comodestructivo; y, sin embargo, es algo que

se hace de todos modos y, por desgracia,se seguirá haciendo durante lospróximos años. Pero lo importante deldebate racional, en el que yo creofirmemente, es intentar cambiar lostérminos y las perspectivas desde losque se interpretan los problemas queparecen irresolubles; y los israelíes ypalestinos juntos constituyen uno de esosproblemas, y también requieren juntosese cambio racional.

Hubo una oportunidad perfecta parael cambio al alcance de la mano cuandola Unión Soviética y Estados Unidospublicaron su declaración conjunta del 1de octubre de 1977. Lo más notable dedicha declaración consistía en que esta

hablaba de derechos palestinos (y nosimplemente intereses) como objeto dediscusión en cualquier solución pacíficadefinitiva del problema de OrientePróximo. El coro de insultos y dehisterismo que acogió aquelladeclaración por parte de la opiniónorganizada judía resultó desalentador.La reacción interna judeoamericana nosólo resultó abusiva, sino que seenorgulleció de ello, ya que los líderesjudíos alardearon de haber inundado laCasa Blanca con miles de cartas yllamadas telefónicas. La pretendidalección era la de que cualquier cosa quese percibiera como una amenaza a Israel(y cualquier cosa que se percibiera

como una desviación de lo que seesperaba que fuera la línea de actuacióndel gobierno estadounidense, deaceptación incondicional de todo lo quehiciera Israel) movilizaríacompletamente a todos y cada uno de losjudíos y a todos y cada uno de lospartidarios de Israel contra laadministración. El sentido de talintimidación era mantener OrientePróximo como una cuestión internaestadounidense, y no meramente comoun asunto de política exterior. El otrosentido, sin embargo, es que el miedoconstituye la vía más fácil paramovilizar a la gente.

Uno se pregunta, no obstante, si el

miedo, la represión y el descaradoterrorismo intelectual están justificados,o bien sirven a un interés casiincreíblemente corto de vista y, enúltima instancia, nada inteligente.¿Acaso las únicas alternativas a hablarde los palestinos son la amenaza de loque equivale a una guerra civil entre lacomunidad judía y la administraciónestadounidense, y lo que con frecuenciase ha descrito en la prensa por parte defuncionarios israelíes y estadounidensescomo una potencial guerra deaniquilación librada por Israel contralos árabes? (véase, por ejemplo, JimHoagland en el Washington Post del 26de octubre de 1977). ¿Qué es eso tan

temible que provoca una reacción tanviolenta?, y, lo que es más importante,¿puede hacerse desaparecer o bienmediante amenazas de guerra, o bien porla propia guerra?

Hablar de los palestinosracionalmente es, creo, dejar de hablarde guerra o genocidio y empezar a tratarseriamente de la realidad política. Hayun pueblo palestino, hay una ocupaciónisraelí de tierras palestinas, haypalestinos viviendo bajo la ocupaciónmilitar israelí, hay palestinos —650 000de ellos— que son ciudadanos israelíesy que constituyen el 15 por ciento de lapoblación de Israel, y hay una granpoblación palestina en el exilio: estas

son las realidades que Estados Unidos yla mayor parte del mundo hanreconocido directa o indirectamente, yque Israel también ha reconocido,aunque sólo sea en forma de negación,rechazo, amenazas de guerra y castigo.La historia de los últimos cuarenta añosha mostrado que, lejos de reducirse, lospalestinos han crecido políticamentebajo la influencia de toda clase derepresiones y dificultades; y la historiade los judíos ha mostrado también que eltiempo sólo aumenta el apego a la tierra,históricamente saturada, de Palestina.Salvo que sean destruidos por completo,los palestinos seguirán existiendo yseguirán teniendo sus propias ideas

sobre quién los representa, dóndequieren establecerse, y qué quierenhacer con su futuro nacional y político.

Criticar hoy el sionismo, pues, escriticar no tanto una idea o una teoríacomo más bien un muro de negaciones.Es decir firmemente que no se puedeesperar que millones de árabespalestinos se vayan, o se conformen conla ocupación, o se contenten con undesignio israelí, o egipcio, oestadounidense, con respecto a sudestino, su «autonomía» o suemplazamiento físico. Es decir tambiénque ha llegado el momento en que lospalestinos y los judíos israelíes sesienten y hablen de todas las cuestiones

pendientes entre ellos: los derechos deinmigración, la compensación por lapérdida de propiedades, etcétera, todoello en el contexto de una discusióngeneral de la paz futura, y todo ellotambién en el contexto intelectual de unaaceptación sionista del hecho de que laliberación nacional judía (como a vecesse la llama) se edificó sobre las ruinasde otra existencia nacional, y no en elvacío. Y, finalmente, es reconocer que lacuestión palestina no es sólo un debatehermético entre sionistas con respecto acómo deben comportarse en teoría elsionismo e Israel en la tierra que antañofue Palestina, sino un tema político vitalque implica a árabes y judíos, residentes

en un territorio comúnmentesignificativo.

En toda esta discusión, sin embargo,hay que recordar que las diversascuestiones se perciben y formulan noestrictamente como cuestiones localesentre la población de Oriente Próximo,sino —tal como he tratado de mostrar—como cuestiones que implican a doscomunidades que se consideran a símismas en el exilio, comunidades cuyadisputa ha implicado a todo el mundo enel ámbito internacional. Las partes son,por un lado, el sionismo, la alianza judíay la historia judía, supervivientes delmás trágico destino impuesto a cualquierpueblo, y, por otro, una población del

Tercer Mundo antiimperialista yanticolonialista cuya base para la acciónincluye su propia desposesión comopueblo, así como su oposición a ladiscriminación racial, la expropiaciónterritorial y la ocupación militar. Estostemas universales implican al mundoentero en uno u otro aspecto de la lucha,y aunque siempre se corre el peligro deque las pequeñas disputas magnificadasse vuelvan irresolubles, también escierto que esta magnificación nos da unaidea de todo el conjunto de problemas eideas que animan una disputa.

Pero hay que reducir la escala deesta disputa, quizá demasiadoimponderable. Mi opinión es que tanto

los palestinos como los judíos dePalestina tienen mucho que ganar —y,obviamente, también algo que perder—si se adopta una visión de su situacióncomún basada en los derechos humanos,en lugar de una perspectivaestrictamente nacional. Con demasiadafrecuencia se olvida que el OrientePróximo moderno ha heredado casi demanera incondicional un legado políticoterriblemente disgregador delcolonialismo decimonónico. El Imperiootomano, así como aquellas partes de élque pasaron a estar bajo protectoradooccidental, estaba gobernado enprincipio por minorías cuyos intereseslocales las hacían aliadas de la potencia

colonial. Actualmente hay gobiernosminoritarios en el Líbano, Jordania,Siria, Israel, Kuwait y Arabia Saudí: lamayoría regional es islamita sunní,aunque cada uno de estos países estágobernado por un grupo no sunní o poruna familia y/o una oligarquía regionalno abiertas al conjunto de la población.Como resultado, los gobiernos centralesde los estados de la zona son en esenciarepresivos con respecto a la mayoría dela población, y ello resultamanifiestamente cierto no sólo en losestados árabes, sino también en Israel.Esa mentalidad minoritaria, junto conuna admiración acrítica hacia el Estadopor sí mismo, han hecho que la suerte

del ciudadano concreto resulte precaria.En Israel, por ejemplo, el Estado sedivide entre judíos y no judíos, y, deforma aún más discriminatoria, entrejudíos europeos y judíos orientales. Enotras partes de la región, los derechosdel ciudadano dependen no sólo de lagarantía de la ley, sino también de ladiscreción de un poder estatal centralcelosamente guardado. En consecuencia,un paso con el fin de lograr ciertaequidad en, así como alguna soluciónpara, el conflicto palestino-israelíconsistiría en reconsiderar el problemaentre los dos grupos, reformularlo comouna disputa que implica a personas queesperan que llegue un momento en el que

se garanticen los derechos para todoslos habitantes propiamente dichos(pasados y presentes) del territorio.Llegado ese momento, Israel ya nopodría ser el Estado de todo el pueblojudío, resida allí o no, sino el Estado desus actuales ciudadanos, judíos y nojudíos; y lo mismo con respecto a losdemás estados de la región.

Pero hasta un paso tan básico resultaprácticamente imposible en estemomento. Las relaciones entre israelíesy palestinos están tan inflamadas quecualquier cosa que suene a equidad y aresolución resulta impensable. Pero sólopor el momento. El objetivo a largoplazo es, creo, el mismo que para todos

los seres humanos: que políticamente seles permita vivir libres de temor,inseguridad, terror y opresión, y librestambién de la posibilidad de ejercer unadominación desigual o injusta sobreotros. Este objetivo a largo plazo tienesignificados distintos para los árabespalestinos y los judíos israelíes. Paraestos últimos, significa liberarse de laterrible presión histórica delantisemitismo, cuya culminación fue elgenocidio nazi; liberarse del miedo a losárabes, y liberarse asimismo de laceguera del sionismo programático en supráctica contra los no judíos. Para losprimeros, por su parte, el objetivo alargo plazo implica liberarse del exilio

y la desposesión; liberarse de losestragos culturales y psicológicos de lamarginalidad histórica, y liberarsetambién de las actitudes y prácticasinhumanas hacia el opresor israelí.¿Cómo se pueden evaluar los actualesobstáculos a esos objetivos de largoalcance?

El primer paso, quizá muy pequeño,consiste en intentar entender. Ya hedicho antes que el sionismo ha sidoestudiado y examinado como siconcerniera sólo a los judíos, mientrasque en realidad han sido los palestinosquienes han pagado su extraordinariocoste humano, un coste tan importantecomo no reconocido. En consecuencia,

hoy conviene tratar de aceptar elsionismo como teoría, ideología yprograma de acción histórico-políticacon consecuencias concretas para losárabes palestinos, así como para losisraelíes y otros judíos. Una vezadmitida esa realidad en el debate y enla comprensión racional, podemosempezar a entender también qué animala vida árabe. En otras palabras, miobjetivo aquí será abrir la discusión dela cuestión palestina a una realidad tannegada como reprimida: la de los árabespalestinos, a quienes yo mismopertenezco.

Estos primeros pasos quizá noresulten tan modestos y académicos

como en principio podría parecer. Lapremisa de mi discusión será que, tantoen Palestina propiamente dicha como enel debate en torno a Palestina, no se haprestado atención realmente en serio a laplena realidad humana del árabepalestino como un ciudadano conderechos humanos, alguien que no es unmero símbolo del refugiado intratable,antisemita y terrorista.Providencialmente, sin embargo, no hahabido ninguna ocasión anterior en quetal discusión pudiera haber sidofructífera, y no digamos ya posible.Pero, dado que de manera intermitenteparece prevalecer un talante conciliador—aunque hoy sea igualmente real la

existencia de más guerra y de másconversaciones insensatas en torno a un«proceso de paz»—, la necesidad deuna amplia comprensión de estos temasparece imperativa. En las páginas quesiguen propongo una tentativa decomprensión dividida en dos partes:primero, en el capítulo 2, unaconsideración del sionismo tal como haafectado al árabe palestino, que no erasu beneficiario, sino su víctima; luego,en el capítulo 3, un análisis descriptivode la moderna experiencia palestina,incluida la realidad contemporánea de lavida corporativa, la cultura y lasinstituciones políticas y socialespalestinas. El capítulo 4 concluirá con

una discusión de la política presente ypasada de Estados Unidos con respectoa Oriente Próximo, además deconsiderar los problemas que habrá queafrontar si los procesos de pazfinalmente se inician en serio para lospalestinos.

2

El sionismo desde el puntode vista de sus víctimas

I. El sionismo y lasactitudes del

colonialismo europeo

Toda idea o sistema de ideas existen enalgún sitio, están mezclados concircunstancias históricas, forman partede lo que, de una manera muy simple,puede llamarse «realidad». Sinembargo, uno de los atributospermanentes del idealismo interesado esla noción de que las ideas son sóloideas, y que existen únicamente en elreino de las ideas. La tendencia aconsiderar que las ideas pertenecen sólo

a un mundo de abstracciones aumentaentre la gente para la que una idea es enesencia perfecta, buena, incontaminadapor el deseo o la voluntad humana. Estemismo punto de vista se aplica tambiéncuando las ideas se consideran malas,absolutamente perfectas en su mal,etcétera. Cuando una idea se ha vueltoefectiva —es decir, cuando su valor seha visto probado en la realidad por suaceptación generalizada—, obviamenteparece necesario revisarla en mayor omenor medida, puesto que hay queconsiderar que dicha idea ha adoptadoalgunas de las características de larealidad bruta. Así, se argumenta confrecuencia que una idea como la del

sionismo, pese a todas sus tribulacionespolíticas y las luchas emprendidas en sunombre, es en el fondo una ideainmutable que expresa el anhelo depoder materializar la autodeterminaciónpolítica y religiosa judía —laindividualidad nacional judía— en latierra prometida. Dado que el sionismoparece haber culminado en la creacióndel Estado de Israel, se afirma tambiénque la realización histórica de la ideaconfirma su esencia inalterable, asícomo —no menos importante— elmedio empleado para sumaterialización. Se dice muy poco sobrelo que el sionismo implicó para los nojudíos que tuvieron la mala fortuna de

tropezarse con él; y si a eso vamos, nadase dice tampoco acerca de dónde (apartede la historia judía) se produjo y dedónde extrajo su fuerza el sionismo en elcontexto histórico de la Europa delsiglo XIX. Para los palestinos, paraquienes el sionismo fue una idea ajenaimportada a Palestina y que tuvieron quepagar y sufrir de manera muy concreta,todas esas cosas que se olvidan sobre elsionismo son precisamente las queresultan más fundamentalmenteimportantes.

En resumen, pues, las ideas políticasefectivas como el sionismo deben serexaminadas históricamente de dosmodos: 1) genealógicamente, para

poder demostrar su procedencia, sulinaje y ascendencia, su afiliación tantoa otras ideas como a institucionespolíticas; 2) como sistemas prácticos deacumulación (de poder, tierras,legitimidad ideológica) ydesplazamiento (de personas, de otrasideas, de legitimidades previas). Lasactuales realidades políticas y culturaleshacen que dicho examen resulteextraordinariamente difícil, tanto porqueen el Occidente postindustrial elsionismo ha adquirido por sí mismo unahegemonía casi incontestada en eldiscurso del establishment liberal,como porque, en sintonía con una de susprincipales características ideológicas,

el sionismo ha ocultado, o ha hechodesaparecer, literalmente el terrenohistórico en el que se ha desarrollado,su coste político para los habitantesautóctonos de Palestina y susdiscriminaciones militantementeopresoras entre judíos y no judíos.

Veamos, como un asombrosoejemplo de lo que quiero decir, elsimbolismo que entraña el hecho de quea Menahem Begin, antiguo jefe de laorganización terrorista Irgún, en cuyopasado existen numerosos (y confrecuencia admitidos) asesinatos asangre fría, se le honrara como primerministro israelí en la UniversidadNorthwestern de Chicago, en mayo de

1978, con un doctorado en derechohonoris causa; a un líder cuyo ejército,apenas un mes antes, había creado300 000 nuevos refugiados en el sur delLíbano, y que hablaba constantemente de«Judea y Samaria» como partes«legítimas» del Estado judío (unareivindicación basada en el AntiguoTestamento y sin hacer referencia algunaa los habitantes actuales del territorio);y todo ello sin que la prensa o lacomunidad intelectual mostraran elmenor indicio de comprender que ladestacada posición de Menahem Beginhabía sido posible literalmente aexpensas del silencio árabe palestino enel «mercado de ideas» occidental; que

la duración histórica de un Estado judíoen Palestina antes de 1948 había sido entotal un período de sesenta años hacedos milenios, y que la dispersión de lospalestinos no era un hecho natural, sinoel resultado de fuerzas y estrategiasconcretas. Así, actualmente la ocultaciónpor parte del sionismo de su propiahistoria ha pasado a ser un hechoinstitucionalizado, y no sólo en Israel.Sacar a la luz esa historia tal como encierto sentido les fue arrancada aPalestina y los palestinos, esas víctimasde cuya represión han dependido elsionismo e Israel, constituye, pues, unatarea intelectual/política concreta en elactual contexto de la discusión en torno

a «una paz global» en Oriente Próximo.El lugar especial —hasta podría

calificarse de privilegiado— que ocupaesta discusión en Estados Unidos resultaimpresionante, y ello por toda una seriede razones. En ningún otro país, exceptoIsrael, se venera el sionismo como unbien incuestionable; y en ningún otropaís existe una coyuntura tan fuerte depoderosas instituciones e intereses —laprensa, la intelectualidad progresista, elcomplejo industrial-militar, lacomunidad académica, los sindicatos—para los que, como ya he dicho en elcapítulo 1, el apoyo acrítico a Israel y alsionismo tiene el efecto de aumentar suprestigio tanto a nivel nacional como

internacional. Aunque recientemente hahabido cierta moderación en estenotable consenso —debido a lainfluencia del petróleo árabe, elcontrapeso representado por laemergencia de ciertos estadosconservadores aliados de EstadosUnidos (como Arabia Saudí o Egipto), yla imponente visibilidad política ymilitar del pueblo palestino y susrepresentantes de la OLP—, persiste latendencia predominante proisraelí. Y nosólo porque esta tiene profundas raícesculturales en Occidente en general y enEstados Unidos en particular, sinotambién debido a lo sistemático de sucarácter negativo y prohibitivo con

respecto al conjunto de la realidadhistórica.

Sin embargo, uno no puede pormenos de reconocer la formidablerealidad histórica de que, al tratar deabordar todo lo que el sionismo hareprimido con respecto al pueblopalestino, hay que tocar también elproblema absolutamente desastroso delantisemitismo, por una parte, y, por laotra, la compleja interrelación entre lospalestinos y los estados árabes.Cualquiera que viera la presentaciónque en la primavera de 1978 hizo laNBC de su serie Holocausto pudo serconsciente de que al menos parte delprograma se concibió como una

justificación del sionismo; y ello a pesarde que casi al mismo tiempo las tropasisraelíes causaban en el Líbanodevastación, miles de víctimas civiles yun sufrimiento tan inenarrable quealgunos audaces reporteros locompararon con la devastaciónestadounidense de Vietnam (véase, porejemplo, H. D. S. Greenway, «Vietnam-style Raids Gut South Lebanon: IsraelLeaves a Path of Destruction»,Washington Post, 25 de marzo de 1978).Del mismo modo, el furor creado por elacuerdo global establecido a comienzosde 1978 como consecuencia del cual sevendieron aviones de combateestadounidenses a Israel, Egipto y

Arabia Saudí hizo que el vínculo entreel problema de la liberación árabe y losregímenes árabes de derechas se hicieraaún más intenso. Pero la tarea de lacrítica, o, dicho de otro modo, el papelde la conciencia crítica en tales casosconsiste en ser capaz de establecerdistinciones, de producir diferencias allídonde en ese momento no las hay. Por lotanto, escribir críticamente sobre elsionismo en Palestina no ha supuestonunca, ni supone hoy, ser antisemita; y ala inversa, la lucha en favor de losderechos y la autodeterminaciónpalestinos no implica apoyar a la familiareal saudí, ni a las anticuadas yopresivas estructuras estatales de la

mayoría de las naciones árabes.Hay que admitir, sin embargo, que

todos los progresistas, y aún los más«radicales», han sido incapaces desuperar el hábito sionista de equipararantisionismo y antisemitismo. Así,cualquier persona bienintencionadapuede oponerse al racismo sudafricanoo estadounidense y, al mismo tiempo,apoyar tácitamente la discriminaciónracial sionista de los no judíos enPalestina. La ausencia casi total decualquier conocimiento históricofácilmente accesible procedente defuentes no sionistas; la difusión porparte de los medios de comunicación desimplificaciones maliciosas (como, por

ejemplo, «judíos contra árabes»); elcínico oportunismo de varios grupos depresión sionistas; la tendencia endémicade los intelectuales de los mediosuniversitarios a repetir acríticamentefrases sesgadas y clichés políticos (esees el papel que Gramsci asignaba a losintelectuales tradicionales: el de ser«expertos en legitimación»); el miedo atocar el tema, sumamente delicado, de loque los judíos hicieron a sus víctimas enun época de exterminio genocida dejudíos, todo ello contribuye a laimposición regulada y entorpecedora deun apoyo casi unánime a Israel. Sinembargo, como ha destacadorecientemente I. F. Stone, esa

unanimidad supera incluso al sionismode la mayoría de los israelíes.[37]

Por otra parte, sería totalmenteinjusto olvidar el poder del sionismocomo idea para los judíos, o minimizarlos complejos debates internos quecaracterizan al sionismo, su verdaderosignificado, su destino mesiánico,etcétera. El mero hecho de hablar deeste tema, y no digamos ya intentar«definir» el sionismo, es una cuestiónbastante difícil para un árabe; pero debeintentarse honestamente. Permítanmeponerme a mí mismo como ejemplo. Lamayor parte de mi educación, y desdeluego toda mi formación intelectualbásica, es occidental; en lo que he leído,

en aquello sobre lo que escribo y hastaen lo que hago en mi posición política,me hallo profundamente influenciadopor las actitudes occidentalesestablecidas con respecto a la historiade los judíos, el antisemitismo y laaniquilación del pueblo judío europeo.A diferencia de casi todos los demásintelectuales árabes, la mayoría de loscuales, obviamente, no han tenido unhistorial como el mío, yo he estadoexpuesto directamente a aquellosaspectos de la historia y la experienciajudías que más han importado en lalectura y el pensamiento sobre lahistoria judía por parte tanto de losjudíos como de los occidentales no

judíos. Sé, tan bien como puede sabercualquier occidental no judío culto, loque el antisemitismo ha significado paralos judíos, sobre todo en este siglo. Porconsiguiente, puedo entender la mezclade terror y exultación que ha alimentadoel sionismo, y creo que al menos puedocaptar el significado de Israel para losjudíos, e incluso para los progresistasoccidentales cultos. Sin embargo, dadoque soy un árabe palestino, tambiénpuedo ver y sentir otras cosas; y sonesas cosas las que complicanconsiderablemente el asunto, puesto queme llevan a tener también en cuentaotros aspectos del sionismo. Creo quemerece la pena describir el resultado de

ello, no porque lo que yo pienso resulteespecialmente crucial, sino porque esútil ver el mismo fenómeno de dosmaneras complementarias que por logeneral no se suelen relacionar la unacon la otra.

Podemos empezar con un ejemploliterario, la última novela de GeorgeEliot, Daniel Deronda (1876). Loinsólito del libro es que su tema centrales el sionismo, aunque en la novela hayaotros temas principales que resultanfácilmente reconocibles para cualquieraque haya leído la narrativa anterior deEliot. Visto en el contexto del interésgeneral de la autora por el idealismo yel anhelo espiritual, para ella el

sionismo formaba parte de una serie deproyectos mundanos de la mentalidaddecimonónica comprometida todavíacon la esperanza de una comunidadreligiosa secular. En sus librosanteriores, Eliot había estudiado unaserie de entusiastas afanes, todos ellosreemplazos de la religión organizada, ytodos ellos atractivos para personas quehabrían sido como santa Teresa de habervivido durante un período de fecoherente. La referencia a santa Teresala hizo originariamente la propia Elioten Middlemarch, una novela anterior; alutilizarla para describir a la heroína dela novela, Dorothea Brooke, Eliot habíaquerido elogiar su propia energía

visionaria y moral, sostenida pese a laausencia en el mundo moderno decertidumbres que sustenten la fe y elconocimiento. Dorothea aparece al finalde Middlemarch como una mujerescarmentada, obligada a ceder a susgrandiosas visiones de una vida«realizada» a cambio de un éxitodoméstico relativamente modesto comoesposa y madre. Es esta visión limitadade las cosas la que Daniel Deronda, y elsionismo en particular, pretenden revisaral alza, para un proyecto sociorreligiosogenuinamente esperanzador en el que lasenergías individuales puedan fusionarsee identificarse con una visión nacionalcolectiva, la cual emana íntegramente

del judaísmo.La trama de la novela alterna entre

la presentación de una amarga comediade costumbres que implica a unsegmento sorprendentementedesarraigado de la alta burguesíabritánica, y la gradual revelación aDaniel Deronda —un joven exótico cuyaascendencia se desconoce, pero que esel pupilo de sir Hugo Mallinger, unaristócrata británico— de su identidadjudía, y, cuando se convierte en eldiscípulo espiritual de Mordecai EzraCohen, de su destino judío. Al final dela novela, Daniel se casa con Mirah, lahermana de Mordecai, y se comprometea realizar las esperanzas de este con

respecto al futuro de los judíos.Mordecai muere cuando la joven parejase casa, aunque queda claro que susideas sionistas se habían transmitido aDaniel ya mucho antes de su muerte,hasta tal punto que entre los«espléndidos regalos de boda» de losrecién casados se cuenta «un equipo deviaje completo» proporcionado por sirHugo y lady Mallinger. Y ello porqueDaniel y su esposa van a viajar aPalestina, presumiblemente para poneren marcha el gran plan sionista.

El aspecto crucial del modo en quese presenta el sionismo en la novelaconsiste en que su telón de fondo es unasituación apátrida generalizada. No sólo

los judíos, sino incluso los hombres ylas mujeres ingleses de buena cuna de lanovela, aparecen retratados como seresvagabundos y alienados. Si los inglesesmás pobres de la novela (como, porejemplo, la señora Davilow y sus hijas)parecen estar siempre mudándose de unacasa alquilada a otra, tampoco losaristócratas ricos se ven menos alejadosde una residencia permanente. Así, Eliotutiliza la penosa situación de los judíospara hacer una declaración universalsobre la necesidad decimonónica de unhogar, dado el desarraigo espiritual ypsicológico reflejado en la desazónfísica casi ontológica de sus personajes.Cabe remontar, pues, su interés en el

sionismo a su reflexión, realizada en unmomento anterior de la novela, de que

[…] creo que una vida humana deberíaestar bien arraigada en algún punto de unatierra natal, donde pueda obtener el amorde una tierna afinidad por la faz de latierra, por los trabajos que emprenden loshombres, por los sonidos y acentos que lafrecuentan, por todo lo que dote a esetemprano hogar de una diferencia familiar,inequívoca, en medio de la futura difusióndel conocimiento.[38]

Encontrar ese «temprano hogar»significa encontrar el lugar dondeoriginariamente uno se hallaba en casa;una tarea que debe ser emprendida, demanera más o menos intercambiable, por

los individuos y por el «pueblo».Resulta, pues, históricamente apropiadoque los individuos y el «pueblo» quemejor se adaptan a la tarea sean losjudíos. Sólo los judíos como pueblo (y,por consiguiente, como individuos) hanconservado tanto el sentido de su hogaroriginal en Sión como un marcado, ysiempre contemporáneo, sentimiento depérdida. Pese al predominio delantisemitismo en todas partes, los judíosson un reproche a los gentiles que desdehace mucho han abandonado la«observancia» de cualquier creenciacomunitaria civilizadora. Así, Mordecaiplantea positivamente esos sentimientoscomo un programa definido para los

judíos de hoy:

Ellos [los gentiles] desprecian laobservancia ignorante de nuestro pueblo;pero la ignorancia más execrable es la quecarece de observancia alguna, sumida en laastuta avaricia del zorro, para la que todala ley no es más que una trampa o el gritodel sabueso que le acosa. Hay unadegradación muy por debajo de lamemoria que ha decaído en superstición.En las multitudes de ignorantes que entres continentes observan nuestros ritos yrealizan la confesión de la Unidad divina,el alma del judaísmo no está muerta.Revive el centro orgánico: que la unidadde Israel que ha hecho crecer y ha dadoforma a su religión sea una realidadexterna. Al dirigir la vista hacia una tierray una unidad política, nuestro pueblodisperso en todos los rincones de la tierra

puede compartir la dignidad de una vidanacional que tenga una voz entre lospueblos de Oriente y Occidente; quesembrará la sabiduría y la habilidad denuestra raza para que esta pueda ser, comoantaño, un medio de transmisión yconocimiento. Que tal cosa suceda, y elcalor viviente se extenderá a los extremosdébiles de Israel, y la superstición sedesvanecerá, no en la anarquía delrenegado, sino en la iluminación de losgrandes hechos que ensanchan elsentimiento, y vivifican todo elconocimiento como la joven progenie deamados recuerdos.[39]

«La iluminación de los grandeshechos que ensanchan el sentimiento» esuna frase característica de Eliot, y nocabe duda de que su aprobación hacia

los sionistas se deriva de su creencia deque estos constituían un grupo queexpresaba casi exactamente sus propiasideas grandiosas sobre una vida dilatadaen sentimientos. Pero si existe unarealidad sentida en torno a «los pueblosde Occidente», tal realidad no existe, encambio, con respecto a «los pueblos deOriente». Se les nombra, es verdad,pero no tienen más trascendencia queuna frase. Las pocas referencias aOriente que aparecen en DanielDeronda son siempre a las coloniasindias de Inglaterra, por cuyo pueblo —como personas que tienen deseos,valores, aspiraciones— Eliot expresa lacompleta indiferencia del silencio

absoluto. Del hecho de que Sión se«siembre» en Oriente, Eliot no dademasiadas explicaciones; es como si laexpresión «los pueblos de Oriente yOccidente» abarcara lo que,territorialmente al menos, será unarealidad inaugural neutral. A su vez,dicha realidad será sustituida por unlogro permanente cuando el reciénfundado Estado se convierta en el«medio de transmisión y conocimiento».¿Cómo podía concebir siquiera Eliotque los pueblos orientales se opusierana tan magníficos beneficios para todos?

Hay, sin embargo, una inquietanteinsistencia en estos temas cuandoMordecai prosigue su discurso. Para él,

el sionismo significa que «nuestra razaadopta de nuevo el carácter de unanacionalidad […] una labor que será elmerecido fruto de la larga angustia porla que nuestros padres mantuvieron sualejamiento, rechazando la facilidad dela mentira». El sionismo debe ser unadramática lección para la humanidad.Pero lo que debería captar la atencióndel lector en relación con el modo enque Mordecai ilustra su tesis es sudescripción de la tierra:

[Los judíos] tienen bastante riquezapara redimir el suelo de conquistadoresdepravados y empobrecidos; poseen lahabilidad del estadista para idear, la lenguadel orador para persuadir. ¿Y no hay

ningún profeta o poeta entre nosotros quehaga zumbar de vergüenza los oídos de laEuropa cristiana ante el horrible oprobiodel conflicto cristiano que el turcoobserva atentamente [la referencia aludea la larga historia de disputas europeas entorno a Tierra Santa] como una lucha debestias a las que él ha prestado laarena? Hay sabiduría de sobra entrenosotros para fundar una nueva unidadpolítica judía, grandiosa, simple, igualque la de antaño; una república dondehaya igualdad de protección, una igualdadque brillaba como una estrella en la frentede nuestra antigua comunidad, y que le dioalgo más que el resplandor de lalibertad occidental entre losdespotismos de Oriente. Entoncesnuestra raza tendrá un centro orgánico, uncorazón y un cerebro para observar y guiary ejecutar; el judío ultrajado tendrá una

defensa en el tribunal de las naciones,igual que el inglés o el americanoultrajado. Y el mundo ganará en la medidaen que Israel gane. Puesto que habrá unacomunidad a la vanguardia de Oriente quelleve en su seno la cultura y las simpatíasde toda gran nación; habrá una tierraestablecida como lugar de cese deenemistades, un terreno neutral paraOriente como lo es Bélgica paraOccidente. ¿Dificultades? Sé que haydificultades. Pero que el espíritu de lasublime hazaña se asiente entre losgrandes de nuestro pueblo, y se iniciará lalabor. (Las cursivas son mías.)[40]

La propia tierra se caracteriza dedos formas distintas. Por un lado, seasocia a conquistadores depravados yempobrecidos, a una «arena» prestada

por el turco a unas bestias que combatenentre sí, a una parte del Orientedespótico; por el otro, al «resplandor dela libertad occidental», a naciones comoInglaterra y Estados Unidos, a la idea dela neutralidad (Bélgica). En resumen,pues, a un Oriente degradado e indigno,y un Occidente noble y culto. El puenteentre los representantes enfrentados deOriente y Occidente será el sionismo.

Curiosamente, Eliot no puedesustentar su admiración por el sionismosi no es viéndolo como un método paratransformar Oriente en Occidente. Ellono equivale a decir que la autora nosimpatice con el sionismo y con lospropios judíos; es evidente que lo hace.

Pero existe toda una zona de laexperiencia judía, que reside en algúnpunto situado entre el anhelo de unapatria (que todo el mundo siente,incluidos los gentiles) y el hecho deconseguirla realmente, sobre la que semuestra difusa. Por lo demás, esbastante capaz de ver que el sionismopuede adaptarse fácilmente a diversasvariedades del pensamiento occidental(a diferencia del oriental), la principalde las cuales es la idea de que Orienteestá degradado, que necesita unareconstrucción en base a las nocionesoccidentales ilustradas sobre la política,y que cualquier parte de Orientereconstruida puede hacerse, con

pequeñas reservas, «tan inglesa comoInglaterra» para sus nuevos habitantes.Lo que subyace en todo esto, sinembargo, es la ausencia total decualquier pensamiento sobre loshabitantes reales de Oriente en general,y de Palestina en particular. Estosresultan irrelevantes en Daniel Derondatanto para los sionistas como para lospersonajes ingleses. La claridad, lalibertad y la redención —todos ellostemas clave para Eliot— debenrestringirse a los europeos y los judíos,estos últimos prototipos europeos en loque a la colonización de Oriente serefiere. Existe una notable carenciacuando se trata de tener en cuenta

cualquier cosa no europea, aunquecuriosamente todas las descripciones dejudíos que hace Eliot acentúan susaspectos exóticos, «orientales». Alparecer, la humanidad y la compasiónson dotes exclusivas de la mentalidadoccidental; buscarlas en el despóticoOriente, y no digamos ya encontrarlas,es una pérdida de tiempo.

Conviene aclarar dos puntos deinmediato. Uno es que Eliot no esdistinta de otros apóstoles europeos dela compasión, la humanidad y elentendimiento para quienes lossentimientos nobles o bien se quedaronolvidados en Europa, o bien se hicieronprogramáticamente inaplicables fuera de

ella. Ahí están los aleccionadoresejemplos de John Stuart Mill y KarlMarx (de quienes ya he hablado en milibro Orientalismo),[41] dos pensadoresconocidos doctrinalmente por oponersea la injusticia y la opresión; y, sinembargo, ambos parecían creer queideas tales como la libertad, el gobiernorepresentativo y la felicidad individualno debían aplicarse a Oriente porrazones que hoy calificaríamos deracistas. El hecho es que la cultura de laEuropa decimonónica era racista, conmayor o menor grado de virulencia enfunción del individuo: el escritor francésErnest Renan, por ejemplo, era unrotundo antisemita, mientras que a Eliot

le eran indiferentes las razas que nopodían asimilarse a las ideas europeas.

Aquí llegamos al segundo punto. Ladescripción que hace Eliot del sionismoen Daniel Deronda está concebida comouna especie de respuesta gentil deaprobación a las corrientes judeo-sionistas predominantes; por lo tanto, lanovela sirve como un indicativo decuánto había en el sionismo delegitimado y, de hecho, valorizado porel pensamiento gentil europeo. En unacuestión importante existía un acuerdocompleto entre las versiones gentil yjudía del sionismo: su visión de TierraSanta como un lugar básicamentedesprovisto de habitantes, no porque no

los hubiera —los había, y se lesdescribía con frecuencia en numerososrelatos de viajes, en novelas comoTancred de Benjamin Disraeli, y hastaen las diversas guías de viaje delsiglo XIX—, sino porque se les negabasistemáticamente su estatus de habitantessoberanos y humanos. Aunque en estepunto se podría diferenciar entre lossionistas judíos y gentiles (dado queunos y otros ignoraban a los habitantesárabes por razones distintas), el hechoes que al árabe palestino se le ignorabade todos modos. Esto es lo que hay quesubrayar: hasta qué punto las raíces delsionismo judío y gentil se hallan en lacultura del temprano liberal-

capitalismo, y en qué medida la labor desus liberales de vanguardia comoGeorge Eliot vino a reforzar, y quizáincluso a completar, las tendenciasmenos atractivas de esa cultura.

Nada de lo que he dicho hasta ahorase aplica adecuadamente a lo que elsionismo significó para los judíos o a loque representó como idea avanzada paralos no judíos entusiastas; se aplicaexclusivamente a aquellos seres menosafortunados que resultaba que vivían enaquel territorio, personas a las que seignoró. Lo que se ha olvidado durantedemasiado tiempo es que, mientras unaserie de importantes pensadoreseuropeos reflexionaban sobre el destino

deseable, y más tarde probable, dePalestina, sus tierras se labraban y seconstruían pueblos y ciudades que eranhabitados por miles de autóctonos quecreían que esa era su patria. Pero,mientras tanto, su existencia física realse ignoraba; y más tarde se convertiríaen un detalle molesto.Sorprendentemente, pues, Eliot suenamuy parecida a Moses Hess, uno de losprimeros idealistas sionistas, que en suobra Roma y Jerusalén (1862) empleael mismo lenguaje teórico puesto enboca de Mordecai:

Lo que tenemos que hacer en estemomento para la regeneración de lanación judía es, primero, mantener viva la

esperanza del renacimiento político denuestro pueblo, y, luego, despertar denuevo esa esperanza allí donde estéadormilada. Cuando las condicionespolíticas en Oriente se configuren demodo que permitan la organización de unprincipio de la restauración del Estadojudío, este principio se expresará en lafundación de colonias judías en la tierrade sus ancestros, empresa a la que Franciaindudablemente echará una mano. Francia,amada amiga, es la salvadora que devolveráa nuestro pueblo su lugar en la historiauniversal. Igual que una vez buscamos enOccidente un camino hacia la India, ycasualmente descubrimos un nuevomundo, así también nuestra patria perdidaserá redescubierta en el camino a la Indiay China que hoy se construye en Oriente.[42]

Hess prosigue su panegírico deFrancia (todo sionista veía en una u otrade las potencias imperiales supatrocinadora) citando con ciertaextensión la obra de Ernest LaharanneLa nueva cuestión oriental, de la queHess extrae el siguiente pasaje para superorata:

«Una gran vocación está reservada alos judíos: ser un canal de comunicaciónviviente entre tres continentes. Seréis losportadores de la civilización a los pueblosque todavía son inexpertos y sus maestrosen las ciencias europeas, a las que vuestraraza tanto ha contribuido. Seréis losmediadores entre Europa y la lejana Asia,abriendo los caminos que llevan a la Indiay China, aquellas regiones desconocidas

que en última instancia deben abrirse depar en par a la civilización. ¡Vendréis a latierra de vuestros padres adornados con lacorona del multisecular martirio, y allí,finalmente, seréis completamente sanadosde todos vuestros males! Vuestro capitalvolverá a someter a cultivo extensasfranjas de tierra yerma; vuestro trabajo eindustria convertirán de nuevo el antiguosuelo en fructíferos valles, ganados a lasinvasoras arenas del desierto, y el mundorendirá de nuevo su homenaje al másantiguo de los pueblos».[43]

Hess y Eliot coinciden en que elsionismo debe ser materializado por losjudíos con la ayuda de las grandespotencias europeas; que el sionismorestaurará «una patria perdida», y alhacerlo mediará entre las distintas

civilizaciones; que la Palestina actualestaba necesitada de cultivo, decivilización y de reconstitución; que elsionismo finalmente traería ilustración yprogreso allí donde en ese momento nohabía ni lo uno ni lo otro. Las tres ideasque dependen mutuamente unas de otrasen Hess y Eliot —y más tarde en casitodos los pensadores o ideólogossionistas— son: a) la inexistencia dehabitantes árabes; b) la posturacomplementaria judeo-occidental conrespecto a un territorio «vacío», y c) elproyecto sionista restaurador, querepetiría reconstruyéndolo un Estadojudío desaparecido y lo combinaría conelementos modernos como colonias

disciplinadas e independientes, unorganismo especial para la adquisiciónde tierras, etcétera. Obviamente, ningunade esas ideas tendría fuerza alguna de noser por el hecho adicional de serabordadas, configuradas y surgidas deun contexto internacional (esto es, nooriental y, por ende, europeo). Estecontexto era la realidad, no sólo debidoal razonamiento etnocéntrico quegobernaba todo el proyecto, sinotambién a causa de los aplastanteshechos de las realidades de la diásporay la hegemonía imperialista sobre todoel espectro de la cultura europea. Hayque señalar, no obstante, que el sionismo(como la visión de Norteamérica como

una tierra vacía sostenida por lospuritanos) constituía una visión colonialdistinta de las de la mayor parte de lasotras potencias europeas decimonónicas,para las que los habitantes autóctonos delos territorios remotos estaban incluidosen su redentora misión civilizadora.

Desde las primeras fases de sumoderna evolución hasta que culminó enla creación de Israel, el sionismo apelóa una ciudadanía europea para la que laclasificación de los territorios yhabitantes de ultramar en varias clasesdesiguales era canónica y «natural». Deahí que, por ejemplo, actualmente todosy cada uno de los estados o movimientosde los territorios de África y Asia

colonizados en el pasado seidentifiquen, apoyen totalmente yentiendan la lucha palestina. En muchoscasos —como espero demostrar aquí—,se da una inequívoca coincidencia entrelas experiencias de los árabes palestinosa manos del sionismo y las experienciasde aquellas gentes de piel negra,amarilla o morena descritas comoinferiores e infrahumanas por losimperialistas del siglo XIX. Y elloporque, si bien coincidió con una era delmás virulento antisemitismo occidental,el sionismo coincidió asimismo con unperíodo de adquisición territorialeuropea sin parangón en África y Asia; yfue en el contexto de ese movimiento

generalizado de adquisición y ocupaciónen el que Theodor Herzl dio su impulsoinicial al sionismo. Durante la últimafase del mayor período de expansióncolonial europea, el sionismo tambiéndio sus primeros y cruciales pasos en elcamino hacia la obtención de lo que hoyse ha convertido en un importanteterritorio asiático. Y es importanterecordar que, al unirse al generalentusiasmo occidental por la adquisiciónterritorial en ultramar, el sionismonunca se refirió a sí mismo de manerainequívoca como un movimiento deliberación judío, sino más bien como unmovimiento judío de asentamientocolonial en Oriente. Para las víctimas

palestinas a las que el sionismodesplazó, no puede tener valor algunoen cuanto causa suficiente el hecho deque los judíos fueran víctimas delantisemitismo europeo; y, dada lacontinua opresión de los palestinos porparte de Israel, pocos palestinos soncapaces de ver más allá de su realidad,esto es, que en Israel los judíosoccidentales, antaño víctimas ellosmismos, se han convertido en opresores(de los árabes palestinos y los judíosorientales).

Estas no pretenden serobservaciones históricas retrógradas,puesto que de una manera muy vitalexplican y hasta determinan gran parte

de lo que ahora ocurre en OrientePróximo. El hecho de que ningún sectorimportante de la población israelí hayasido capaz aún de afrontar la terribleinjusticia social y política infligida a lospalestinos autóctonos constituye unindicativo de lo profundamentearraigadas que están las (por ahora)anómalas perspectivas imperialistasbásicas del sionismo, su visión delmundo, y su percepción de un «otro»nativo inferior. Asimismo, el hecho deque ningún palestino, con independenciade sus ideas políticas, haya sido capazde reconciliarse con el sionismo sugierehasta qué punto, para el palestino, elsionismo ha resultado ser una práctica

inflexiblemente exclusivista,discriminatoria y colonialista. Tanpoderosa ha sido, y tan a rajatabla se haacatado, la radical distinción sionistaentre los judíos privilegiados y los nojudíos no privilegiados en Palestina, queno ha podido surgir nada más, y ningunaposible percepción de una existenciahumana sufriente ha escapado a los dosbandos así creados.[44] Como resultado,ha sido imposible para los judíosentender la tragedia humana causada alos árabes palestinos por el sionismo; yha sido imposible para los árabespalestinos ver en el sionismo otra cosaque una ideología y una práctica que lesmantiene a ellos, y mantiene a los judíos

israelíes, encarcelados. Pero pararomper ese círculo de hierro deinhumanidad hemos de ver cómo seforjó, y en ello son las propias ideas y lapropia cultura las que desempeñan elpapel principal.

Veamos el caso de Herzl. Si el casoDreyfus fue el primero que despertó suconciencia judía, más o menos al mismotiempo le acudió a la mente la idea de unasentamiento colonial en ultramar paralos judíos como un antídoto contra elantisemitismo. La propia idea eracorriente a finales del siglo XIX, inclusopara los judíos. El primer contactosignificativo de Herzl fue el barónMaurice de Hirsch, un rico filántropo

que durante algún tiempo había estadodetrás de la Asociación de ColonizaciónJudía destinada a ayudar a los judíosorientales a emigrar a Argentina yBrasil. Más tarde, Herzl pensó enSudamérica en general, y luego enÁfrica, como lugares para estableceruna colonia judía. Ambas áreasresultaban ampliamente aceptables comodestinos del colonialismo europeo, yseguramente es comprensible que lamente de Herzl siguiera la líneaimperialista ortodoxa de su época. Loimpresionante, sin embargo, es el gradoen el que Herzl había asimilado einteriorizado la perspectiva imperialistasobre los «nativos» y su «territorio».[45]

No podía haber duda alguna en lamente de Herzl de que a finales delsiglo XIX Palestina estaba poblada. Esverdad que se hallaba bajo laadministración otomana (y, por lo tanto,era ya una colonia), pero había sidoobjeto de numerosos relatos de viajes,la mayoría de ellos célebres, deLamartine, Chateaubriand, Flaubert yotros. Y aun en el caso de que nohubiese leído a esos autores, Herzl,como periodista, seguramente debió deconsultar una guía de viajes y averiguarque Palestina estaba de hecho habitada(en la década de 1880) por 650 000personas, en su mayoría árabes. Peroeso no le impidió considerar su

presencia como un hecho controlablecon métodos que en su diario explicódetalladamente con una prescienciabastante escalofriante de lo que mástarde ocurriría. La masa de autóctonospobres había de ser expropiada, y,añadió, «tanto el proceso deexpropiación como el de eliminación delos pobres deben realizarse de maneradiscreta y circunspecta». Ello debíallevarse a cabo «[haciendo] desaparecera la población indigente a través de lafrontera buscándole empleo en lospaíses de tránsito, al tiempo que lenegamos cualquier empleo en nuestropropio país». Con un cinismoextrañamente preciso, Herzl predijo que

se podría «tener, por un precio», unapequeña clase de grandes terratenientes,como en efecto sucedería. El proyectopara desplazar a la población autóctonade Palestina excedía con muchocualquiera de los planes entonces enboga para apoderarse de grandesextensiones de África. Como afirmaacertadamente Desmond Stewart:

Herzl parece haber previsto que, al irmás lejos de lo que hasta entonces habíaido ningún colonialista en África,provocaría temporalmente el rechazo de laopinión civilizada. «Al principioincidentalmente —escribe en las páginasen las que describe la “expropiacióninvoluntaria”—, la gente nos evitará.Olemos mal. Para cuando se haya

completado la reforma de la opiniónmundial en favor nuestro, estaremosfirmemente establecidos en nuestro país,sin temor ya a la afluencia de extranjeros,y recibiendo a nuestros visitantes conaristocrática benevolencia y orgullosaamabilidad».

No era esta una perspectiva quepudiera encantar a un peón en Argentina oa un felah en Palestina. Pero Herzl notenía intención de que su diario sepublicara de inmediato.[46]

No hace falta aceptar plenamente eltono de complicidad de estoscomentarios (los de Herzl o los deStewart) para convenir en que la opiniónmundial no se ha mostrado —hasta lasdécadas de 1960 y 1970, cuando los

palestinos impusieron a la fuerza supresencia en la política mundial—demasiado preocupada por laexpropiación de Palestina. Ya he dichoantes que en este sentido la principalhazaña sionista fue la de conseguir lalegitimación internacional de suspropios logros, haciendo de ese modoque el coste palestino de dichos logrospareciera irrelevante. Pero parece claroa partir del pensamiento de Herzl que talcosa no podría haberse logrado de nohaber existido una tendencia europeaprevia a ver a los autóctonos comoirrelevantes ya de entrada. Es decir, quelos autóctonos encajaban ya en unacuadrícula clasificatoria más o menos

aceptable, que les hacía inferiores suigeneris a los hombres occidentales oblancos; y es de esa cuadrícula de la quese apropiaron los sionistas como Herzl,adaptándola de la cultura general de suépoca a las necesidades peculiares deun nacionalismo judío en desarrollo.Hay que repetir que lo que en elsionismo sirvió a los fines, sin dudajustificados, de la tradición judía,salvando a los judíos como pueblo de sucondición apátrida y del antisemitismo,y devolviéndoles una nacionalidad,también colaboró en aquellos aspectosde la cultura occidental dominante (en laque el sionismo vivíainstitucionalmente) que posibilitaban a

los europeos ver a los no europeoscomo inferiores, marginales eirrelevantes. Para el árabe palestino,pues, ha sido esa colaboración la que hacontado, y no, en absoluto, el bien hechoa los judíos. El árabe ha sido eldestinatario último, no del sionismobenigno —que se ha limitado a losjudíos—, sino de una culturaesencialmente discriminatoria ypoderosa de la que, en Palestina, elsionismo ha sido un mero agente.

Debo hacer aquí una digresión paradecir que la gran dificultad actual deescribir sobre lo que le ha ocurrido alárabe palestino como consecuencia delsionismo es que este último ha tenido un

gran número de éxitos. Pienso sin duda,por ejemplo, en que la mayoría de losjudíos realmente consideran el sionismoe Israel como hechos de vitalimportancia para la vida judía, enparticular debido a lo que les haocurrido a los judíos en este siglo. Porotra parte, Israel también tiene algunoslogros políticos y culturales notables ensu haber, aparte de sus espectaculareséxitos militares hasta fecha reciente. Ylo más importante, Israel representa untema sobre el que, en general, se puedenalbergar sentimientos positivos conmenos reservas que los experimentadosal pensar en los árabes, que al fin y alcabo son orientales extraños y hostiles;

seguramente, esto es un hecho obviopara cualquiera que viva en Occidente.En conjunto, estos éxitos del sionismohan generado una visión predominantede la cuestión palestina que casifavorece totalmente al vencedor y queapenas tiene en cuenta a la víctima.

Pero ¿qué sintió esa víctima cuandovio llegar a los sionistas a Palestina?¿Qué piensa cuando ve cómo sedescribe hoy el sionismo? ¿Dónde buscaen la historia del sionismo paraencontrar sus raíces y los orígenes desus prácticas hacia él? Estas son laspreguntas que nunca se formulan; y sonprecisamente las que estoy intentandoplantear, y también contestar, aquí, en

este examen de los vínculos entre elsionismo y el imperialismo europeo. Miinterés estriba en tratar de dejarconstancia de los efectos del sionismoen sus víctimas, y dichos efectos sólopueden estudiarse genealógicamente enel marco proporcionado por elimperialismo, incluso en el siglo XIX,cuando el sionismo era todavía una ideay no un Estado llamado Israel. Para elpalestino que hoy escribe críticamente afin de ver lo que ha significado suhistoria, y que intenta —como yo intentoahora— ver lo que ha sido el sionismopara los palestinos, resulta relevante laobservación de Antonio Gramsci de que«la conciencia de lo que uno realmente

es… es “conocerte a ti mismo” como unproducto del proceso histórico hasta lafecha, que ha depositado en ti unainfinidad de rastros, sin dejar uninventario». La tarea de producir eseinventario es una necesidad vital,prosigue Gramsci, y también debe serloahora, cuando el «inventario» de lo quehan soportado las víctimas del sionismo(no sus beneficiarios) raramente seexpone a la luz pública.[47]

Por más que nos hayamosacostumbrado a hacer fastidiosasdistinciones entre ideología (o teoría) ypráctica, seremos más exactoshistóricamente si no lo hacemos contanta facilidad en el caso del

imperialismo europeo que de hecho seanexionó la mayor parte del mundo en elsiglo XIX. El imperialismo fue y siguesiendo una filosofía política cuyoobjetivo y razón de ser es la expansiónterritorial y su legitimación. Sería, noobstante, subestimar seriamente elimperialismo considerar el territorio deun modo demasiado literal. Obtener ymantener un imperio significa obtener ymantener un dominio, lo que incluye unaserie de operaciones, entre ellasestablecer un área, aumentar sushabitantes, y tener poder sobre susideas, su gente y, por supuesto, su tierra,convirtiendo a la gente, la tierra y lasideas a los objetivos y al uso de un

diseño imperial hegemónico; y todo ellocomo consecuencia de la capacidad detratar la realidad de forma«apropiativa». Así, la distinción entreuna idea que se siente como propia y unpedazo de tierra cuyo derecho depropiedad se reclama (pese a lapresencia en dicha tierra de habitantesautóctonos que la trabajan) en realidadno existe, al menos en el mundo de lacultura decimonónica de la que surgió elimperialismo. Reivindicar una idea yreivindicar un territorio —dada la ideaextraordinariamente corriente de que elmundo no europeo estaba ahí para serreclamado, ocupado y gobernado porEuropa— se consideraban distintas

caras de una misma actividadesencialmente constitutiva, que contabacon la fuerza, el prestigio y la autoridadde la ciencia. Además, dado que encampos tales como la biología, lafilología y la geología la concienciacientífica constituía principalmente unaactividad de reconstitución, restauracióny transformación que convertía ennuevos los viejos ámbitos, el vínculoentre una actitud imperialista rotundacon respecto a territorios distantes deOriente y una actitud científica conrespecto a las «desigualdades» de razaconsistía en que ambas actitudesdependían de la voluntad europea, de lafuerza determinante necesaria para

cambiar realidades confusas o inútilesen un conjunto ordenado y disciplinadode nuevas clasificaciones útiles aEuropa. Así, en los trabajos de CarlosLinneo, Georges Buffon y GeorgesCuvier las razas blancas se hacíancientíficamente distintas de las cobrizas,amarillas, negras y aceitunadas, y, enconsecuencia, los territorios ocupadospor dichas razas acababan de quedarvacantes, abiertos a las colonias,desarrollos, plantaciones y colonosoccidentales. Asimismo, se dabautilidad a las razas menos igualesconvirtiéndolas en aquello que la razablanca estudiaba y llegaba a entendercomo parte de su hegemonía cultural y

racial (como en Joseph de Gobineau yOswald Spengler); o bien, siguiendo elimpulso del colonialismo categórico, sedaba a esas razas inferiores un usodirecto en el imperio. Cuando en 1918Georges Clemenceau declaraba quecreía tener un «derecho ilimitado areclutar tropas negras para ayudar a ladefensa del territorio francés en Europasi Francia era atacada en el futuro porAlemania», estaba diciendo que, poralgún derecho científico, Francia teníael conocimiento y el poder paraconvertir a los negros en lo queRaymond Poincaré denominaba unaforma económica de «carne de cañón»para el francés blanco.[48] Obviamente,

no puede culparse a la ciencia delimperialismo; pero lo que hay que ver esla relativa facilidad con que esta podíadeformarse para convertirla en unaracionalización de la dominaciónimperial.

Un elemento que sustentaba lataxonomía de una historia naturaldeformada en una antropología socialcuyo verdadero objetivo era el controlsocial, era la taxonomía lingüística. Conel descubrimiento de la existencia deuna afinidad estructural entre grupos ofamilias de lenguas por parte delingüistas como Franz Bopp, WilliamJones y Friedrich von Schlegel, se iniciótambién la injustificada extensión de la

idea sobre las familias de lenguas a unaserie de teorías sobre la determinaciónde tipos humanos en función decaracterísticas etnoculturales y raciales.En 1808, por ejemplo, Schlegeldistinguía una clara división entre laslenguas indogermánicas, por una parte,y, por otra, las lenguas semítico-africanas. Las primeras, afirmaba, erancreativas, regeneradoras, vivas yestéticamente agradables; las segundaseran mecánicas en su funcionamiento,estáticas y pasivas. A partir de estaclase de distinción, Schlegel, y mástarde Renan, pasaron a generalizar sobrela gran distancia que separaba la mente,la cultura y la sociedad arias,

superiores, de las no arias, inferiores.Probablemente, la deformación o

traducción más eficaz de la ciencia enalgo más parecido propiamente a laadministración política se produjo en elámbito amorfo que aunaba lajurisprudencia, la filosofía social y lateoría política. Para empezar, unatradición bastante influyente delempirismo filosófico (recientementeestudiado por Harry Bracken)[49]

abogaba sin ambages por un tipo dedistinción racial que dividía el génerohumano en razas inferiores y superioresde hombres. Los problemas reales(principalmente en Inglaterra) de tratarcon un imperio indio con trescientos

años de existencia, así como losnumerosos viajes de descubrimiento,hicieron posible mostrar«científicamente» que algunas culturaseran avanzadas y civilizadas, y otrasatrasadas e incivilizadas; estas ideas,más el duradero significado socialconferido al hecho del color (y, porende, de la raza) por filósofos comoJohn Locke y David Hume, convirtieronen axioma a mediados del siglo XIX laidea de que los europeos debíangobernar siempre a los no europeos.

Esta doctrina fue reforzada de otrasmaneras, algunas de las cuales tuvieronuna influencia directa, creo, en lapráctica y la visión sionista en Palestina.

Entre las supuestas distincionesjurídicas entre pueblos civilizados y nocivilizados se contaba una actitud haciala tierra, casi una doxología de la tierra,de la que supuestamente carecía la genteno civilizada. Se creía que un hombrecivilizado podía cultivar la tierraporque esta significaba algo para él; porella, consecuentemente, producía artes yoficios útiles, creaba, realizaba yconstruía. En cambio, en el caso de lagente incivilizada la tierra o bien secultivaba mal (esto es, de una maneraineficaz según los estándaresoccidentales), o bien se la dejabapudrirse. De esta serie de ideas, por lascuales a sociedades autóctonas enteras

que llevaban viviendo durante siglos enterritorios americanos, africanos yasiáticos de repente se les negaba elderecho a vivir en dichas tierras,surgieron los grandes movimientos dedesposesión del moderno colonialismoeuropeo, y, con ellos, todos los planespara redimir la tierra, reasentar a los«nativos», civilizarlos, domesticar suscostumbres salvajes y convertirlos enseres útiles conforme a la normaeuropea. La tierra de Asia, África yAmérica estaba ahí para su explotacióneuropea, puesto que Europa entendía elvalor de la tierra de una forma queresultaba imposible para la poblaciónautóctona. A finales de siglo, Joseph

Conrad dramatizó esta filosofía en Elcorazón de las tinieblas, y la encarnópoderosamente en la figura de Kurtz, unhombre cuyos sueños coloniales paralos «lugares tenebrosos» de la tierraestaban hechos de «toda Europa». Peroaquello en lo que Conrad se inspiró,como de hecho se inspiraron también lossionistas, era la clase de filosofíaexpuesta por Robert Knox en su obraThe Races of Man,[50] donde loshombres se dividían en blancos yavanzados (productores), por una parte,e inferiores, oscuros y ociosos, por laotra. Del mismo modo, pensadores comoJohn Westlake y, antes que él, Emer deVattel dividieron los territorios del

mundo en vacíos (aunque habitados pornómadas y una clase inferior desociedad) y civilizados; y los primerosfueron luego «revisados», pasando aconsiderarlos disponibles para suadquisición en base a un derechosuperior y más civilizado a ellos.

Esto simplificó, sobremanera lafutura transformación por la quemillones de hectáreas fuera de la Europametropolitana se declararon, así, vacías,al tiempo que se decretaba que supoblación y sus sociedadesrepresentaban un obstáculo al progreso yel desarrollo, y con la misma rotundidadse declaraba su espacio abierto a loscolonos europeos blancos y su

explotación civilizadora. En la décadade 1870, en particular, se multiplicaronlas nuevas sociedades geográficaseuropeas, en un signo de que lageografía se había convertido, segúnlord Curzon, en «la más cosmopolita detodas las ciencias».[51] Por algo, en Elcorazón de las tinieblas Marlow admitesu

pasión por los mapas. Podía pasar horasenteras observando Sudamérica, África oAustralia, y perderme en las glorias de laexploración. En aquella época había en latierra muchos espacios en blanco [esdecir, poblados por «nativos»], y cuandoveía uno en un mapa que me resultabaespecialmente atractivo (aunque todos loparecían), solía poner el dedo encima y

decir: Cuando crezca iré aquí.[52]

La geografía y la pasión por losmapas dieron lugar a una materiaorganizada dedicada principalmente a laadquisición de vastos territorios enultramar. Y también en palabras deConrad:

[esta] conquista de la tierra, que por logeneral consiste en arrebatársela a quienestienen una tez distinta o naricesligeramente más chatas que las nuestras,no es nada agradable cuando se observacon atención. Lo único que la redime es laidea. Una idea que la respalda: no unpretexto sentimental, sino una idea; algoque se puede enarbolar, ante lo que unopuede postrarse y ofrecerse en sacrificio.[53]

Creo que Conrad plantea elargumento mejor que nadie. El poder deconquistar territorio es sólo en parte unacuestión de fuerza física: hay un fuertecomponente moral e intelectual que haceque la propia conquista remita a unaidea, la cual dignifica (y, de hecho,precipita) la fuerza bruta con argumentosextraídos de la ciencia, la moral, la éticay una filosofía general. Todo lo quehabía en la cultura occidentalpotencialmente capaz de dignificar laadquisición de nuevos dominios —talcomo una nueva ciencia, por ejemplo,adquiere nuevo territorio intelectualpara sí misma— podía ponerse alservicio de las aventuras coloniales. Y,

de hecho, se puso, con la «idea»informando siempre la conquista,haciéndola absolutamente digerible. Unejemplo de tal idea, mencionada sinrodeos como una justificación bastantenormal a lo que hoy se calificaría deagresión colonial, puede encontrarse enestos pasajes de Paul Leroy-Beaulieu,un destacado geógrafo francés de ladécada de 1870:

Una sociedad coloniza cuando,habiendo alcanzado un alto grado demadurez y de fuerza, procrea, protege,coloca en buenas condiciones dedesarrollo y aporta virilidad a una nuevasociedad a la que ha dado origen. Lacolonización es uno de los fenómenosmás complejos y delicados de la

fisiología social.

No hay ninguna necesidad deconsultar a los habitantes autóctonos delterritorio donde se va a dar origen a esanueva sociedad. Lo que cuenta es queuna sociedad europea moderna tienesuficiente vitalidad e intelecto para ser«magnificada por este su raudal deactividad exuberante en el exterior».Dicha actividad debe de ser buenapuesto que se cree en ella, y puesto quetambién lleva en sí la saludablecorriente de toda una civilizaciónavanzada. Por lo tanto, Leroy-Beaulieuañade:

La colonización es la fuerza expansiva

de un pueblo; es su poder dereproducción; es su engrandecimiento ysu multiplicación en el espacio; es lasubyugación del universo o de una vastaparte de él a la lengua, las costumbres, lasideas y las leyes de dicho pueblo.[54]

El imperialismo era la teoría; elcolonialismo, la práctica de transformarlos territorios inútilmente desocupadosdel mundo en útiles y nuevas versionesde la sociedad metropolitana europea.Todo lo que hubiera en dichos territoriosque sugiriera desperdicio, desorden,recursos incontables, debía convertirseen productividad, en orden, en riquezagravable y potencialmente desarrollada.Basta con deshacerse de la mayor parte

de la plaga humana y animal que causaproblemas —ya sea porque simplementese propaga sin orden ni concierto portodas partes o porque deambula de unlado a otro improductiva ydesenfrenadamente— y confinar el restoa reservas, recintos o bantustanes dondese pueda contar, gravar y utilizar demanera rentable, y luego podráconstruirse una nueva sociedad en elespacio desocupado. Así se reconstituyóEuropa en el extranjero, y se proyectó ygestionó con éxito su «multiplicación enel espacio». El resultado fue un grupoampliamente variado de «pequeñasEuropas» dispersas por toda Asia,África y América, cada una de las

cuales reflejaba las circunstancias ypeculiaridades específicas de la culturamadre, sus pioneros y su vanguardia decolonos.[55] Pero todas ellas eransimilares en otro importante aspecto —pese a sus diferencias, que eranconsiderables—, y era el hecho de quesu vida transcurría con cierto aire denormalidad. Las más grotescasreproducciones de Europa (Sudáfrica,Rodesia, etc.) se consideraronapropiadas; la peor discriminación y laspeores exclusiones de los «nativos» sejuzgaron normales por ser«científicamente» legítimas; la meracontradicción de vivir una vidaextranjera en un enclave situado a

muchos kilómetros físicos y culturalesde Europa, en medio de unos «nativos»hostiles que no entendían nada, dioorigen a un sentido de la historia, a unapertinaz especie de lógica, a un Estadosocial y político que decretaba que lavigente aventura colonial era normal,justificada y buena.

Con referencia específica aPalestina, lo que había de convertirse enlas actitudes institucionales sionistaspara con los árabes palestinosautóctonos y sus supuestas pretensionesde una existencia «normal», estaba yamás que prefigurado en las actitudes yprácticas de los eruditos,administradores y expertos británicos

que participaron oficialmente en laexplotación y el gobierno de Palestinadesde mediados del siglo XIX. A modode ejemplo, veamos lo que el obispo deSalisbury les decía en 1903 a losmiembros del Fondo de Exploración dePalestina:

Creo que nada de lo que ha sidodescubierto nos hace sentir el menorpesar por la supresión de la civilizacióncananita [un eufemismo para referirse alos árabes palestinos autóctonos] porparte de la civilización israelita. [Lasexcavaciones muestran que] la Biblia noha tergiversado en absoluto laabominación de la cultura cananita que fuedesbancada por la cultura israelita.

Miriam Rosen, una joven estudiosaestadounidense, ha recopilado unainquietante muestra de actitudesbritánicas hacia los palestinos; unasactitudes que, de manera extraordinaria,prefiguran la visión oficial sionista,desde Weizmann hasta Begin, sobre elpalestino autóctono. A continuación, sereproducen algunas citas del importantetrabajo de la señora Rosen.

Tyrwhitt Drake escribía sobrePalestina occidental:

El temor de los fellahin a quetengamos planes secretos parareconquistar el país es una fecunda fuentede dificultades. Superado este, permanece

la extrema estupidez que no puede dar unarespuesta directa a una pregunta sencilla,cuyo objeto exacto no entiende; ya que¿por qué un franco querría saber elnombre de un uadi o una colinainsignificante de su tierra?

Los fellahin pertenecen todos a lapeor clase de humanidad con la que me hetropezado en Oriente. […] El fellahcarece totalmente del menor sentidomoral. […]

El deán de Westminster, hablando delos «obstáculos» que habían de afrontarlos trabajos de inspección del Fondo deExploración de Palestina, decía:

Y esos trabajos hubieron de realizarse,no con la ayuda de quienes allí estaban,sino a pesar de los absurdos obstáculos

planteados a dicha labor por aquellasingular combinación de astucia,ignorancia y estupidez que sólo puedeencontrarse en los orientales.

Afirmaba el militar y político lordKitchener, hablando concretamente de lainspección de Galilea:

Esperamos rescatar de manos de esedespiadado destructor, el árabe inculto,una de las ruinas más interesantes dePalestina, consagrada por las huellas denuestro Señor. Me refiero a la sinagoga deCafarnaum, que está desapareciendo conrapidez debido a que sus piedras sequeman para obtener cal.

Un tal C. R. Conder declaraba en unartículo titulado «La situación actual de

Palestina»:

Vale la pena dedicar unas palabras adescribir al campesinado autóctono. Sonbrutalmente ignorantes, fanáticos y, sobretodo, mentirosos empedernidos; perotienen cualidades que, si se desarrollaran,les convertirían en una población útil [másadelante cita su inteligencia, energía,resistencia al dolor y al calor, etc.].

El egiptólogo sir Flinders Petrieafirmaba:

El árabe está rodeado de un enormehalo de romanticismo absolutamenteinjustificado. Resulta asquerosamenteincapaz, como la mayoría de los demássalvajes, y no es más digno deromanticismo que los pieles rojas o losmaoríes. Estaré encantado de volver con

los relativamente listos y sensiblesegipcios.

He aquí las reflexiones delorientalista francés Charles Clermont-Ganneau en su artículo «Los árabes enPalestina»:

La civilización árabe es un meroengaño: lo único que existe son loshorrores de la conquista árabe. No es másque el último destello de la civilizacióngriega y romana que gradualmente seextingue en las impotentes perorespetuosas manos del islam.

Esta es la opinión del escritorStanley Cook sobre el país:

[…] rápido deterioro, que (parecería)

sólo fue temporalmente detenido por losenérgicos cruzados. Los viajerosmodernos a menudo han observado ladebilidad inherente al carácter de loshabitantes, y, como Robinson, hancomprendido que, para que vuelva laprosperidad, «no hace falta sino la manodel hombre que cultive la tierra».

Por último, he aquí lo que opinaba elarqueólogo irlandés R. A. S. Macalister:

No es ninguna exageración decir queen todos estos largos siglos los habitantesautóctonos de Palestina no parecen haberhecho una sola contribución de ningunaclase a la civilización material. Quizá eraeste el país más subdesarrollado sobre lafaz de la tierra. Toda su cultura se derivaba[…][56]

Estos son, pues, algunos de losaspectos que deben tenerse en cuentapor lo que respecta al origen delsionismo en las actitudes imperialistas ocolonialistas europeas. Y ello porque,hiciera lo que hiciese por los judíos, elsionismo esencialmente veía a Palestinaigual que el imperialista europeo, comoun territorio vacío paradójicamente«lleno» de innobles y quizá hastaprescindibles «nativos»; este se alió —como Chaim Weizmann señalaría conbastante claridad tras la Primera GuerraMundial— con las potencias imperialesen la realización de sus planes paraestablecer un nuevo Estado judío enPalestina, y no pensó salvo en términos

negativos en los «nativos», que sesuponía que aceptarían con pasividadlos planes ideados para su tierra; talcomo han demostrado empíricamenteincluso historiadores sionistas comoYehoshua Porath y Neville Mandel, lasideas de los colonizadores judíos dePalestina (mucho antes de la PrimeraGuerra Mundial) siempre se tropezaroncon una inequívoca resistencia local, noporque la población autóctona pensaraque los judíos eran malos, sino porquela mayoría de ella no acogía bien la ideade tener a colonos extranjeros en suterritorio;[57] además, al formular elconcepto de una nación judía que«reclamaba» su propio territorio, el

sionismo no sólo aceptó los conceptosraciales genéricos de la cultura europea,sino que también se apoyó en lacircunstancia de que Palestina estabapoblada de hecho, no por un puebloavanzado, sino atrasado, al que debíadominar. Así, esa asunción implícita dedominación condujo expresamente en elcaso del sionismo a la práctica deignorar a los habitantes autóctonos en sumayoría como no merecedores de unaconsideración seria.[58] El sionismo sedesarrolló, pues, con una peculiarconciencia de sí mismo, dejando muypoco o nada a la desafortunadapoblación autóctona. El historiadorMaxime Rodinson acierta plenamente al

decir que la indiferencia sionista conrespecto a los palestinos autóctonos era

una indiferencia vinculada a la supremacíaeuropea, que benefició incluso a losproletarios y las minorías oprimidas deEuropa. De hecho, no cabe duda de que, sila patria ancestral había sido ocupada poruna de las consolidadas nacionesindustrializadas que entonces gobernabanel mundo, una que se había establecidoplenamente en un territorio al que habíainfundido una potente conciencianacional, entonces el problema dedesplazar a habitantes alemanes, franceseso ingleses e introducir un nuevo elementonacionalmente coherente en medio de supatria habría sido prioritario en laconciencia de hasta los más ignorantes eindigentes sionistas.[59]

En resumen, pues, todas las energíasconstitutivas del sionismo se basaban enla presencia excluida, esto es, laausencia funcional de «poblaciónnativa» en Palestina: así, seconstruyeron deliberadamenteinstituciones cerradas a los autóctonos;cuando surgió Israel se promulgaronleyes que aseguraban que los autóctonospermanecerían en su «no lugar», losjudíos en el suyo, etcétera. No resultasorprendente que hoy día la únicacuestión que electriza a Israel comosociedad sea el problema de lospalestinos, cuya negación es el hiloconductor más consistente que atraviesael sionismo. Y es quizá este

desafortunado aspecto del sionismo elque lo vincula ineluctablemente alimperialismo, al menos en lo que a lospalestinos se refiere. Citando de nuevo aRodinson:

El elemento que hizo posible conectaresas aspiraciones de los comerciantes,vendedores, artesanos e intelectualesjudíos en Rusia y en otras partes con laórbita conceptual del imperialismo fue unpequeño detalle que parecía no tenerninguna importancia: Palestina estabahabitada por otro pueblo.[60]

II. Población sionista,despoblación

palestina

He hablado de la extraordinariadesigualdad en el sionismo entre elcuidado hacia los judíos y unaindiferencia casi total hacia los nojudíos o la población árabe autóctona entérminos conceptuales. El sionismo y elimperialismo europeos sonepistemológicamente y, por ende,histórica y políticamente coincidentes ensu visión de los residentes autóctonos;pero es el modo en que esta irreducible

visión imperialista funcionó en el mundode la política y en las vidas de laspersonas para las que dichaepistemología era irrelevante el quejustifica detenerse a examinarprecisamente esa epistemología. En esemundo y en esas vidas, entre ellas las devarios millones de palestinos, puedendetallarse los resultados, no como merasvisiones teóricas, sino como el productode una eficacia sionista inmensamentetraumática. Creo que puede verse bienplasmada una reacción generalizada delos árabes palestinos frente al sionismoen la siguiente frase, escrita en 1922 enla respuesta de las delegaciones árabesal Libro Blanco de Winston Churchill:

«La intención de crear el HogarNacional Judío es causar ladesaparición o la subordinación de lapoblación, la cultura y la lenguaárabes».[61] Lo que varias generacionesde árabes palestinos vieron, pues, era lamaterialización de un diseño cuyasraíces más profundas en la historia y enla terrible experiencia judías se veíannecesariamente oscurecidas por lo queestaba ocurriendo ante sus ojos, asícomo a los de los habitantes dePalestina. Los árabes vieron ahíencarnada

una doctrina despiadada, que exigía unaautodisciplina monástica y un fríodesapego del entorno. Los judíos que se

vanagloriaban de representar al obrerosocialista interpretaron la hermandad enun sentido estrictamente nacionalista, oracial, puesto que esta significaba unahermandad con judíos, no con árabes. Alinsistir en trabajar la tierra con sus propiasmanos, dado que consideraban anatema laexplotación de otros, excluyeron a losárabes de su régimen. […] Creían en laigualdad, pero para ellos. Vivían del panjudío, cultivado en suelo judío que estabadefendido por un rifle judío.[62]

El «inventario» de la experienciapalestina que intento hacer aquí se basaen la sencilla verdad de que a losexultantes o (más tarde) aterrorizadosjudíos que llegaron a Palestina se lesvio básicamente como extranjeros cuyo

destino declarado era crear un Estadopara los judíos. ¿Y qué pasaba con losárabes que estaban allí?, era la preguntaque hoy debemos seguir formulándonos.Lo que descubriremos es que todo lopositivo desde el punto de vista delsionista se veía como absolutamentenegativo desde la perspectiva de losárabes palestinos autóctonos.

Y ello porque estos jamás podíanencajar en aquella grandiosa visión. Noes que dicha «visión» fuera simplementeuna cuestión teórica; lo era, pero, en lamedida en que posteriormente iba adeterminar el carácter y hasta losdetalles de la política de gobiernoisraelí con respecto a los árabes

palestinos autóctonos, la «visión»representaba asimismo el modo en quelos líderes sionistas veían a los árabespara más tarde (y, desde luego, tambiénen aquel momento) tratar con ellos. Así,como he dicho antes, tengo en mentetoda la dialéctica entre la teoría y laefectividad real cotidiana. Mi premisaes que Israel se desarrolló como unidadpolítico-social a partir de la tesissionista de que la colonización dePalestina había de realizarse a la vezpor y para los judíos, y mediante eldesplazamiento de los palestinos; ytambién que, en sus ideas conscientes ydeclaradas sobre Palestina, el sionismointentó primero minimizar, luego

eliminar, y después, al fallar todo lodemás, finalmente subyugar a losautóctonos como una manera degarantizar que Israel no fuerasimplemente el Estado de susciudadanos (entre los que, obviamente,se incluía a los árabes), sino el Estado«de todo el pueblo judío», dotado deuna clase de soberanía sobre la tierra ysobre las personas que ningún otroEstado poseía ni posee. Es esta unaanomalía frente a la que los árabespalestinos han estado intentandooponerse desde entonces y, a la vez,proporcionar una alternativa.

Se puede aprender mucho de lasdeclaraciones realizadas por una serie

de líderes sionistas estratégicamenteimportantes cuya labor fue, a partir deHerzl, traducir el designio en acción. Deinmediato viene a la memoria ChaimWeizmann, tanto por su extraordinariapersonalidad como por sus brillanteséxitos a la hora de convertir el sionismode una idea en una victoriosa instituciónpolítica. Su tesis sobre la tierra dePalestina revela hasta qué punto repite aHerzl:

Parece que Dios haya cubierto elsuelo de Palestina de rocas y marismas yarena, de modo que su belleza sólo puedaser revelada por quienes la aman y van adedicar su vida a curar sus heridas.[63]

El contexto de esta observación, sinembargo, es una venta hecha a lossionistas por un rico propietarioabsentista (la familia libanesa Sursuk)de una marisma poco prometedora.Weizmann admite que esta ventaparticular era de alguna —en ningúncaso mucha— tierra palestina, por másque la impresión que da es la de todo unterritorio esencialmente noaprovechado, no valorado eincomprendido (si es que puedeemplearse tal término en este contexto).Pese a la gente que allí vivía, Palestinadebía, pues, hacerse útil, valorada ycomprensible. Curiosamente, se creíaque sus habitantes autóctonos estaban al

margen de la historia, de lo que parecíaderivarse que en realidad no estabanpresentes. En el siguiente pasaje,redactado por Weizmann para describirPalestina cuando la visitó por primeravez en 1907, puede observarse cómo elcontraste entre la negligencia y elabandono del pasado y «el tono yespíritu progresivo» del presente(escribía en 1941) pretende justificar laintroducción de colonias yasentamientos extranjeros.

En general era un país lastimoso, unode los rincones más descuidados del yamiserablemente descuidado Imperio turco[aquí, Weizmann emplea descuidado paradescribir a los habitantes autóctonos de

Palestina, cuya residencia no es razónsuficiente para definir Palestina comootra cosa que un territorio esencialmentevacío y pasivo, que aguarda a gentes quemuestren un cuidado apropiado por él]. Supoblación total estaba algo por encima delos seiscientos mil, de los cualesaproximadamente ochenta mil eran judíos.Estos últimos vivían sobre todo en lasciudades. […] Pero ni las colonias ni losasentamientos urbanos se parecían enmodo alguno, por lo que a vigor, tono yespíritu progresista se refiere, a lascolonias y asentamientos de hoy día.[64]

Una ventaja a corto plazo era que elsionismo «aumentó el valor de la […]tierra», y los árabes podían beneficiarsede ello aunque políticamente lesestuvieran arrebatando esa tierra.

Contra la negligencia y decrepitudautóctonas, Weizmann predicaba lanecesidad de la energía, la voluntad y laorganización judías para recuperar, para«redimir», la tierra. Su lenguaje rozabala retórica del voluntarismo, con unaideología de voluntad y sangre nuevaque se apropiaba para el sionismo degran parte del lenguaje (y, más tarde, delas políticas) de los colonialistaseuropeos que trataban de enfrentarse alatraso autóctono: «Había que llevarsangre nueva al país; había queintroducir un nuevo espíritu deempresa». Los judíos habían de ser losimportadores de colonias y colonos,cuyo papel no debía ser simplemente el

de apoderarse de un territorio, sinotambién el de ser las escuelas de unautorrenacimiento nacional judío. Así, sien Palestina «había grandesposibilidades», la cuestión pasaba a sercómo hacer algo con respecto al hechode que «faltaba la voluntad. ¿Cómohabía de despertarse esta? ¿Cómo poneren movimiento un procesoacumulativo?». Según Weizmann, lossionistas se salvaron del desalientodefinitivo sólo gracias a «nuestrosentimiento de que una gran fuente deenergía aguardaba a ser explotada; elimpulso nacional de un pueblomantenido temporalmente en jaque poruna interpretación errónea del método

histórico».[65] El «método» al que sealudía era la tendencia mostrada hastaentonces por el sionismo a depender degrandes benefactores extranjeros comolos Rothschild y a «descuidar» eldesarrollo de instituciones colonialesautónomas en el propio territorio.

Para hacer eso, era necesario pensary luego poner en práctica un plan paracrear una red de realidades —unlenguaje, una trama de colonias, unaserie de organizaciones— para convertirPalestina de su actual estado de«abandono» en un Estado judío. Másque atacar las «realidades» existentes,dicha red las ignoraría, creceríaparalela a ellas, y finalmente las taparía

tal como un bosque de grandes árbolestapa a un pequeño grupo de hierbajos.Una importante necesidad ideológica detal programa era adquirir la legitimidadnecesaria para ello, dotándola de unaarqueología y una teleología que rodearapor completo y, en cierto modo, hicieraobsoleta la cultura autóctona que seguíafirmemente arraigada en Palestina. Unade las razones por las que Weizmannmodificó la concepción de laDeclaración Balfour, pasando defavorecer el establecimiento de unHogar Nacional Judío a favorecer su«restablecimiento», era precisamente lade circundar el territorio con las«realidades» más antiguas y de mayor

alcance posibles. La colonización dePalestina procedió siempre como unhecho de repetición: los judíos nosuplantaban, destruían ni rompían unasociedad autóctona. Dicha sociedadconstituía ella misma el hecho insólitoque había roto una pauta de sesenta añosde soberanía judía sobre Palestina,perdida hacía dos milenios. En elcorazón de los judíos, sin embargo,Israel siempre había estado allí; unarealidad difícil de percibir para lapoblación autóctona. El sionismo, pues,reclamaba, redimía, repetía, replantabay realizaba Palestina, así como lahegemonía judía sobre ella. Israelrepresentaba un retorno a un estado de

cosas anterior, por más que los nuevoshechos mostraran una semejanza muchomayor con los métodos y los éxitos delcolonialismo europeo del siglo XIX quecon aquellos misteriosos antepasadosdel siglo I.

Aquí es necesario dejar una cuestiónmuy clara. En todos y cada uno de losproyectos para «restablecer» lasoberanía judía sobre Palestina hubosiempre dos componentesfundamentales. Uno era la cuidadosadeterminación de implementar la propiamejora de los judíos. De esto,obviamente, el mundo se enteró desobra. Se dieron grandes pasos paraproporcionar a los judíos un nuevo

sentimiento de identidad, para defendery darles derechos como ciudadanos,para revivir una lengua nacional«patriótica» (gracias a los trabajos deEliezer Ben Yehuda), para dar a todo elmundo judío un sentido vital decrecimiento y destino histórico. Así,«había un instrumento [en el sionismo]al que recurrir, un instrumento que podíaasimilarlos a la nueva vida».[66] Para losjudíos, el sionismo era una escuela; y sufilosofía pedagógica era siempre clara,dramática e inteligente. Pero el otrocomponente dialécticamente opuesto delsionismo, existente en su interior dondenunca se veía (aun cuando seexperimentara directamente por parte de

los palestinos), era la frontera asimismofirme e inteligente entre sus beneficiospara los judíos y nada (y más tarde, uncastigo) para los no judíos de Palestina.

Las consecuencias de la bifurcacióndel programa sionista para Palestina hansido inmensas, sobre todo para losárabes que han intentado seriamentetratar con Israel. Tan efectivas han sidolas ideas sionistas sobre Palestina paralos judíos —en el sentido de cuidar delos judíos e ignorar a los no judíos—que lo que dichas ideas han expresadopara la población árabe ha sido sólo unrechazo de los árabes. Así, el propioIsrael ha tendido a aparecer como unaentidad completamente negativa, algo

construido para «nosotros» con el únicofin de excluir o subyugar a los árabes.La solidez interna y la cohesión deIsrael, de los israelíes como pueblo ycomo sociedad, han escapado en granmedida a la comprensión de los árabesen general. Así, a las murallasconstruidas por el sionismo se hanañadido otras construidas por un tipo dearabismo dogmático, casi teológico.Israel ha dado esencialmente laimpresión de ser un instrumento retóricoproporcionado por Occidente parahostigar a los árabes. Y lo que haentrañado esta percepción para losestados árabes ha sido una política derepresión y una especie de control

mental. Durante años estuvo prohibidoincluso aludir a Israel en letra impresa;esta especie de censura condujo demanera bastante natural a laconsolidación de estados policiales, laausencia de libertad de expresión y todauna serie de violaciones de los derechoshumanos, todas ellas supuestamentejustificadas en aras de «combatir laagresión sionista», lo que significabaque cualquier forma de opresión internaresultaba aceptable, puesto que servía ala «sagrada causa» de la «seguridadnacional».

Para Israel y para los sionistas detodas partes, los resultados delapartheid sionista han sido igualmente

desastrosos. A los árabes se les veíacomo sinónimos de todo lo degradado,temible, irracional y brutal. Institucionescuya inspiración humanista y social (yhasta socialista) era patente para losjudíos —el kibutz, la Ley de Retorno,los diversos proyectos de aculturaciónde inmigrantes— resultaron, de formaprecisa y concreta, inhumanas para losárabes. En su cuerpo y su alma, y en lassupuestas emociones y psicología que sele asignaban, el árabe expresaba todo loque por definición quedaba fuera, másallá del sionismo.

Creo que la negación de Israel porparte de los árabes era algo muchomenos sofisticado y complejo que la

negación, y, más tarde, la minimización,de los árabes por parte de Israel. Elsionismo no sólo fue una reproduccióndel colonialismo europeo del siglo XIX,pese a toda la comunidad de ideas quecompartía con dicho colonialismo. Elsionismo aspiraba a crear una sociedadque no podía ser otra cosa que «nativa»(con los mínimos vínculos con un centrometropolitano) al mismo tiempo quedecidía no entenderse con los propios«nativos» a los que estaba reemplazandopor otros nuevos (aunque estos enesencia europeos). Tal sustitución teníaque ser absolutamente económica: nodebía haber ninguna merma en el pasode la sociedad árabe palestina a la

israelí, y los árabes pasarían a ser, si nohuían, meros objetos dóciles y serviles.Y todo lo que permaneció desafiando aIsrael pasó a verse, no como algo queestaba allí, sino como un signo de algoexterno a Israel y al sionismo que tendíaa su destrucción, desde fuera. Aquí elsionismo asumió literalmente latipología empleada por la culturaeuropea sobre un Oriente temibleenfrentado a Occidente, salvo por elhecho de que el sionismo, comomovimiento de vanguardia, redentor yoccidental, enfrentaba a Oriente conOriente. Observar lo que el sionismo«realizado» tenía que decir sobre losárabes en general, y los palestinos en

particular, equivale a ver algo parecidoal siguiente pasaje, extraído de unartículo publicado en el periódicoisraelí Ma’ariv el 7 de octubre de 1955.Su autor era un tal doctor A. Carlebach,que resultaba ser un ciudadanodistinguido y no un burdo demagogo. Suargumento es que el islam se opone alsionismo, aunque de hecho encuentretambién espacio en su razonamiento paralos palestinos:

Estos países árabes islámicos nosufren de pobreza, o de enfermedad, o deanalfabetismo, o de explotación; sólosufren de la peor de todas las plagas: elislam. Allí donde rige la psicologíaislámica se da el dominio inevitable del

despotismo y la agresión criminal. Elpeligro reside en la psicología islámica,que no puede integrarse en el mundo deeficacia y progreso, que vive en un mundoilusorio, perturbada por ataques decomplejos de inferioridad y megalomanía,perdida en los sueños de la espada sagrada.El peligro se deriva de la concepcióntotalitaria del mundo, la pasión por elasesinato profundamente arraigada en susangre, de la falta de lógica, los cerebrosfácilmente inflamados, la jactancia, y,sobre todo, la blasfema indiferencia haciatodo lo que es sagrado para el mundocivilizado […] sus reacciones —antecualquier cosa— no tienen nada que vercon la sensatez. Son absolutamenteemocionales, desequilibrados,instantáneos, insensatos. Es siempre elloco el que habla por su boca. Se puedehablar de «negocios» con cualquiera, e

incluso con el diablo. Pero no con Alá.[…] Eso es lo que grita cada centímetrode este país. Hubo aquí muchas grandesculturas, e invasores de toda clase. Todosellos —hasta los cruzados— dejaronsignos de cultura y florecimiento. Pero enla senda del islam hasta los árboles hanmuerto. [Todo esto encaja perfectamentecon las observaciones de Weizmann sobreel «abandono» de Palestina; cabe suponerque, de haber escrito más tarde, Weizmannhabría dicho cosas similares a las deCarlebach.]

Añadimos el pecado al delito cuandodistorsionamos la imagen y reducimos ladiscusión a un conflicto fronterizo entreIsrael y sus vecinos. Ante todo, esa no esla verdad. El núcleo del conflicto no es lacuestión de las fronteras: es la cuestión dela psicología musulmana. […] Además,presentar el problema como un conflicto

entre dos partes similares es dar a losárabes el arma de una reivindicación queno es la suya. Si la discusión con ellos esrealmente política, en ese caso se puedever desde ambas partes. Entoncesaparecemos como los que vinimos a unpaís que era completamente árabe, yconquistamos y nos implantamos como uncuerpo extraño entre ellos, y los cargamosde refugiados y constituimos un peligromilitar para ellos, etcétera, etcétera. […]se puede justificar uno u otro bando —ytal presentación del problema, sofisticaday política, resulta comprensible para lasmentes europeas— a costa nuestra. Losárabes plantean reivindicaciones quetienen el sentido para el entendimientooccidental de un simple litigio. Pero enrealidad, ¿quién sabe mejor que nosotrosque esa no es la fuente de su actitudhostil? Todos esos conceptos políticos y

sociales no han sido nunca los suyos. Laocupación por la fuerza de las armas, a suspropios ojos, a los ojos del islam, no seasocia en absoluto a la injusticia. Por elcontrario, constituye un certificado y unademostración de auténtica propiedad. Laaflicción por los refugiados, por loshermanos expropiados, no tiene sitio ensu pensamiento. Alá los expulsó, Aláproveerá. Jamás un político musulmán seha conmovido por tales cosas (a no serque, de hecho, la catástrofe pusiera enpeligro su propio estatus personal). Si nohubiera refugiados ni conquista, seopondrían a nosotros exactamente igual.Al discutir con ellos a partir de conceptosoccidentales, estamos vistiendo a unossalvajes con el hábito de una justiciaeuropea.

Los estudios israelíes sobre las

«actitudes árabes» —como la obracanónica del general Harkabi—[67]

prescinden de análisis como este, queresulta más mágico y racista quecualquiera que uno pueda encontrarescrito por un palestino. Pero ladeshumanización del árabe, que seinició con la visión de que lospalestinos no estaban allí, o eransalvajes, o ambas cosas, lo impregnatodo en la sociedad israelí. Así, durantela guerra de 1973 no se consideródemasiado insólito que el ejércitopublicara un folleto (con un prefacio delgeneral Yona Efrati, del mando central)escrito por el rabino del mando central,Abraham Avidan, que contenía el

siguiente pasaje clave:

Cuando nuestras fuerzas encuentran aciviles durante la guerra o en el curso deuna persecución o una incursión, se puede,e incluso según las reglas de la Halajá sedebe, matar a los civiles encontrados,siempre que no pueda determinarse concerteza que son incapaces de volversecontra nosotros. En ningún caso se debeconfiar en un árabe, por más que dé laimpresión de ser civilizado.[68]

La literatura infantil está plagada devalientes judíos que siempre terminanmatando a árabes viles y traicioneros,con nombres como Mastoul(«chiflado»), Bandura («tomate») oBukra («mañana»). Como decía un

colaborador del periódico israelíHaaretz (el 20 de septiembre de 1974),los libros infantiles «abordan nuestrotema: el árabe que asesina a judíos porplacer, y el muchacho puro judío quederrota al “cerdo cobarde”». Pero tanentusiastas ideas tampoco se limitan aautores individuales que producen librospara el consumo de masas; comomostraré más adelante, esas ideasemanan más o menos lógicamente de laspropias instituciones del Estado, a cuyaotra cara —la benevolente—corresponde la tarea de regular demanera humanística la vida judía.

Hay ilustraciones perfectas de estadualidad en Weizmann, para quien esos

temas se traducían de manera inmediataen políticas, acciones y resultadosdetallados. Weizmann admira a SamuelPevsner, al que considera como «unhombre de gran capacidad, enérgico,práctico, ingenioso y, como su esposa,sumamente culto». Nadie puede tener lamenor objeción a eso. Pero luego vieneinmediatamente lo siguiente, sinsolución de continuidad: «Para estagente, ir a Palestina era de hecho ir a unpáramo social; que es algo que debenrecordar quienes, cuando van a Palestinahoy, encuentran en ella recursosintelectuales, culturales y sociales noinferiores a los del mundo occidental».[69] El sionismo ocupaba absolutamente

el primer plano; todo lo demásrepresentaba el fondo, y tenía que sersometido, suprimido y reducido paraque los logros culturales del primerplano pudieran aparecer como una«pionera labor civilizadora».[70] Sobretodo, había que ver al árabe autóctonocomo un irremediable opuesto, algoparecido a una mezcla de salvaje ysobrehumano, y en todo caso un ser conel que resulta imposible (e inútil) tratarde entenderse.

El árabe es un discutidor y polemistamuy sutil —mucho más que el europeoculto medio—, y hasta que uno no haadquirido la técnica se halla en francadesventaja. En particular, el árabe tiene un

inmenso talento para expresar opinionesdiametralmente opuestas a las nuestrascon tal exquisita e indirecta cortesía queuno cree que está en completo acuerdocon él y a punto de estrecharle la mano deinmediato. La conversación y lasnegociaciones con los árabes no difierenmucho de perseguir espejismos en eldesierto: llenos de promesas y agradablesde contemplar pero que probablemente lellevarán a uno a morir se sed.

Una pregunta directa resulta peligrosa:provoca en el árabe una hábil retirada y uncompleto cambio de tema. El problemadebe enfocarse por caminos tortuosos, yse necesita un tiempo interminable parallegar al meollo del asunto.[71]

En otra ocasión, relata unaexperiencia que en realidad fue el

germen de Tel Aviv, cuya importanciacomo centro judío se deriva en granmedida del hecho de haber neutralizadoa la ciudad árabe adyacente (y muchomás antigua) de Jaffa. En lo queWeizmann le dice al lector, sin embargo,sólo se hace una ligerísima alusión alhecho de que ya había vida árabe endicha localidad, que más tarde pasaría aintegrarse en el municipio de Tel-Aviv.Lo que importa es la producción de unapresencia judía, cuyo valor parece sermás o menos evidente.

Yo estaba en Jaffa cuando Ruppin vinoa verme y me llevó a dar un paseo por lasdunas del norte de la ciudad. Cuando noshabíamos adentrado ya bastante en la arena

—recuerdo que nos llegaba a los tobillos— se detuvo y me dijo, en tono muysolemne: «¡Aquí crearemos una ciudadjudía!». Lo miré con cierta consternación.¿Por qué la gente iba a venir a vivir a estepáramo donde no podría crecer nada?Empecé a acosarle con preguntas técnicas,y él me contestó de manera minuciosa yexacta. Técnicamente, me dijo, todo esposible. Aunque en los primeros años lascomunicaciones con el nuevoasentamiento serían difíciles, pronto sushabitantes serían autosuficientes eindependientes. Los judíos de Jaffa setrasladarían a la nueva ciudad moderna, ylas colonias judías de la vecindad tendríanun mercado central para sus productos. Elinstituto se levantaría en el centro yatraería a numerosos estudiantes de otraspartes de Palestina y a judíos delextranjero, que querrían que sus niños se

educaran en una institución judía en unaciudad judía.

Así, fue Ruppin quien tuvo la primeravisión de Tel Aviv, que estaba destinada aexceder, en tamaño y en importanciaeconómica, a la antigua ciudad de Jaffa, ya convertirse en uno de los centrosmetropolitanos del Mediterráneo oriental.[…][72]

Con el tiempo, obviamente, lapreeminencia de Tel Aviv se vioreforzada por la toma militar de Jaffa. Elvisionario proyecto se convirtió en elprimer paso de una conquista militar; laidea de una colonia se transformó en laaparición real de una colonia, con suscolonizadores y sus colonizados.

Es cierto que Weizmann y Ruppin

hablaban y actuaban con el apasionadoidealismo de los pioneros; y tambiénhablaban y actuaban con la autoridad deunos occidentales que inspeccionaban unterritorio y a una población autóctona nooccidentales fundamentalmenteatrasados, planeando el futuro paraellos. El propio Weizmann no sólopensaba que, como europeo, estaba máspreparado para decidir por la poblaciónautóctona qué era lo que mejorredundaba en interés de esta (porejemplo, que Jaffa debía ser superadapor una moderna ciudad judía), sino quetambién creía que «entendía» al árabetal como realmente era. Al afirmar queel «inmenso talento» del árabe era, «de

hecho», el de no decir nunca la verdad,estaba repitiendo lo que habíanobservado otros europeos sobre losautóctonos no europeos de otras partes,para quienes, como los sionistas, elproblema consistía en controlar a unagran mayoría autóctona con un puñadorelativamente reducido de intrépidospioneros:

Cabe preguntarse muy bien cómo esque somos capaces de controlar, con unasfuerzas absurdamente insuficientes, arazas tan viriles y capaces, con tales dotesfísicas y mentales. La respuesta es, creo,que pueden encontrarse dos defectos: ladotación mental y moral del africanomedio. […] Digo que la falta dehonestidad intrínseca es el primer gran

defecto. […] Relativamente pocas vecespuede un africano fiarse de que otromantenga su palabra. […] Salvo en muyraros casos, es un hecho deplorable queeste defecto aumente en lugar dedisminuir por el contacto con lacivilización europea. El segundo es la faltade iniciativa mental. […] A no ser que sevea obligado desde fuera, el nativo rarasveces se sale del camino establecido, yeste letargo mental es característico de sumente.[73]

Esto es lo que afirma C. L. Templeen Native Races and Their Rulers(1918); el autor era asesor de FrederickLugard en el gobierno de Nigeria, y,como Weizmann, su punto de vista noera tanto el de un racista protonazi como

el de un liberal fabiano.Tanto para Temple como para

Weizmann, la realidad era que losautóctonos pertenecían a una culturainmóvil y estancada. Incapaces, portanto, de apreciar la tierra en la quevivían, tenían que ser estimulados, yquizá hasta trastornados, por lasiniciativas de una cultura europeaavanzada. Ahora bien, seguramenteWeizmann se apoyaba en lasracionalizaciones adicionales dereconstituir un Estado judío, salvar a losjudíos del antisemitismo, etcétera. Peroen lo que se refería a la poblaciónautóctona, inicialmente poco podíaimportarle a esta que los europeos a los

que se enfrentaba en la colonia fueraningleses o judíos. Y del mismo modo,por lo que se refería a los sionistas enPalestina o a los británicos en África,Weizmann era realista, veía hechos ytrataba de hechos, y conocía el valor dela verdad. Sin embargo, pese al «hecho»de su larga residencia en un territorioautóctono, el no europeo eludía siemprela verdad. La visión europea entrañabala capacidad de considerar no sólo loque había allí, sino lo que podía haber:de ahí la conversación entre Weizmann yRuppin sobre Jaffa y Tel Aviv. Latentación concreta del sionista enPalestina era la de creer —y planificar— la posibilidad de que los árabes

autóctonos no estuvieran realmente ahí,una eventualidad que sin duda demostrósu eficacia a) cuando los autóctonos noreconocieron la soberanía judía sobrePalestina, y b) cuando a partir de 1948se convirtieron legalmente enextranjeros en su propia tierra.

Pero el éxito del sionismo no sederivaba exclusivamente de su audazdiseño de un Estado futuro, o de sucapacidad para ver a los autóctonos enfunción de la insignificante cantidad querepresentaban o que podrían llegar arepresentar. Lejos de ello, creo que laeficacia del sionismo a la hora deabrirse camino frente a la resistenciaárabe palestina residía en el hecho de

constituir una política detallada, y nouna mera visión general colonial. Así,Palestina no era sólo la TierraPrometida, un concepto de los másdifusos y abstractos con los que uno sepodía tropezar. Era sobre todo unterritorio concreto con característicasconcretas, que fue inspeccionado hastael último milímetro, escogido,planificado, construido, etcétera, deforma detallada. Desde el principio dela colonización sionista, esto fue algopara lo que los árabes no tuvieronrespuesta, algo frente a lo quecarecieron de una contrapropuestaigualmente detallada. Supusieron, quizácorrectamente, que puesto que ellos

vivían en la tierra y la poseíanlegalmente, en consecuencia esta erasuya. No entendieron que se tropezabancon una disciplina del detalle —dehecho, más propiamente una cultura dela disciplina por el detalle—, por la quepodía construirse en Palestina un reinohasta entonces imaginario, centímetro acentímetro y paso a paso, «acre a acre, ycabra a cabra», como diría en ciertaocasión Weizmann. A ello los árabespalestinos opusieron siempre unapolítica general basada en principiosgenerales: el sionismo, decían, eracolonialismo extranjero (algo que, ensentido estricto, ciertamente era, talcomo admitieron los primeros

sionistas); era injusto para la poblaciónautóctona (cosa que también admitieronalgunos de los primeros sionistas, comoAhad Ha’am), y estaba condenado amorir a causa de sus diversasdebilidades teóricas. Aún hoy, lapostura política palestina en general seagrupa en torno a esos aspectosnegativos, y todavía no tratasuficientemente de encarar la empresasionista detalle a detalle; actualmenteexisten, por ejemplo, 77 coloniassionistas «ilegales» en Cisjordania, eIsrael ha confiscado alrededor del 27por ciento de las tierras árabes deCisjordania y, sin embargo, lospalestinos parecen mostrarse casi

físicamente impotentes para detener elcrecimiento o «engrosamiento» de estanueva colonización israelí.

Los palestinos no han entendido queel sionismo ha sido mucho más que unamo colonialista injusto contra el queuno podía apelar ante toda clase de altostribunales, siempre en vano. No hanentendido el desafío sionista como unapolítica de detalle, de instituciones, deorganización, por la que una serie depersonas (hasta hoy) entran ilegalmenteen el territorio, construyen casas en él,se establecen, y se atribuyen la tierracomo propia, mientras el mundo enteroles condena. Puede vislumbrarse lafuerza de ese impulso orientado a

establecer, y en cierto sentido aproducir, una tierra judía en undocumento que, en palabras deWeizmann, «parecía anticipar la formaque tomarían los acontecimientos» queluego sucedieron. Se titulaba «Esbozode un programa para el reasentamientojudío en Palestina según lasaspiraciones del movimiento sionista»;apareció a comienzos de 1917, y vale lapena citarlo:

El Gobierno del Protectorado [esdecir, cualquier gobierno, aliado o no, acargo del territorio] sancionará laformación de una compañía judía para lacolonización de Palestina por judíos.Dicha Compañía estará bajo la protección

directa del Gobierno del Protectorado [esdecir, que todo lo que pasara en Palestinadebería ser legitimado, no por lapoblación autóctona, sino por algunafuerza exterior]. Los objetivos de laCompañía serán: a) apoyar y fomentar elasentamiento judío existente en Palestinade todas las maneras posibles, y b) ayudar,apoyar y animar a los judíos de otrospaíses que deseen y sean aptos paraasentarse en Palestina organizando lainmigración, proporcionandoinformación, y mediante cualquier otraforma de ayuda material y moral. Lospoderes de la Compañía serán tales que lepermitan desarrollar el país en todos losaspectos, agrícola, cultural, comercial eindustrial, e incluirán plenos poderes paracomprar y aprovechar tierras, y funcionesespeciales para la adquisición de lastierras de la Corona, la constitución de

derechos de carreteras, puertos yferrocarriles, la capacidad de crearcompañías navieras para el transporte debienes y pasajeros a y desde Palestina, ycualquier otra capacidad necesaria para laapertura del país.[74]

Lo que subyace en esteextraordinario pasaje es la visión de unamatriz de organizaciones cuyofuncionamiento reproduce el de unejército. Y ello porque es un ejército elque «abre» un país al asentamiento, elque organiza asentamientos en territorioextranjero, el que ayuda y desarrolla «detodas las maneras posibles» asuntostales como la inmigración, el transportey el abastecimiento; el que, sobre todo,

convierte a meros ciudadanos en agentes«aptos» y disciplinados cuyo trabajoconsiste en estar en la tierra e invertir ensus estructuras, organización einstituciones.[75] Tal como un ejércitointegra a los ciudadanos normales ycorrientes para sus fines —vistiéndolosde uniforme, ejercitándolos en lastácticas y maniobras, disciplinando atodo el mundo para sus propósitos—,así también el sionismo «vistió» a loscolonos judíos con el sistema de trabajojudío y tierra judía, cuyo uniformerequería que sólo los judíos fueranaceptables. El poder del ejércitosionista no residió en sus líderes, ni enlas armas que reunió para sus conquistas

y su defensa, sino más bien en elfuncionamiento de todo un sistema, deuna serie de posturas adoptadas ysostenidas —como diría Weizmann— enla agricultura, la cultura, el comercio yla industria. En breve, pues, la«compañía» del sionismo era latraducción de una teoría y una visión enun conjunto de instrumentos parasostener y desarrollar un territoriocolonial judío justo en medio de unterritorio árabe inspeccionado ydesarrollado con indiferencia.

No podemos detenernos aquí muchomás en la fascinante historia del aparatocolonial sionista y de su «compañía»;pero al menos conviene señalar algunos

aspectos de su funcionamiento. El IICongreso Sionista, celebrado en Basileaen agosto de 1898, creó el BancoColonial Judío; más tarde, en 1903, sefundó una subsidiaria en Jaffa, laCompañía Anglo-Palestina. Así nació unorganismo cuyo papel en latransformación de Palestina resultaríaextraordinariamente crucial. Del BancoColonial surgió en 1901 el FondoNacional Judío (FNJ), autorizado acomprar tierra y conservarla enfideicomiso para «el pueblo judío»; laredacción de la propuesta original decíaque el FNJ sería «un fondo para elpueblo judío, el cual. […] puedeutilizarse exclusivamente para la compra

de tierras en Palestina y Siria». El FNJestaría siempre bajo el control de laOrganización Sionista Mundial, y en1905 se hicieron las primeras comprasde tierras.

Desde sus comienzos como unorganismo operativo, el FNJ existiópara explotar, comprar o arrendartierras, sólo para judíos. Como muestraconvincentemente Walter Lehn (en unaimportante investigación sobre el FNJ,en la que me he basado para los detallesque aquí menciono),[76] el objetivosionista era adquirir tierras para asentara colonos en ellas; así, en 1920, despuésde la fundación de la Compañía deAprovechamiento de Tierras en

Palestina en el seno del FNJ, se creó unFondo para la Fundación de Palestinadestinado a organizar la inmigración y lacolonización. Al mismo tiempo, se hizoun especial énfasis institucional en laadquisición y el mantenimiento detierras para «el pueblo judío». Estadesignación dejaba claro que el Estadosionista sería distinto de cualquier otroen el hecho de que no iba a ser el Estadode sus ciudadanos, sino más bien elEstado de un pueblo entero la mayorparte del cual estaba en la diáspora.Aparte de convertir a las personas nojudías de dicho Estado en ciudadanos desegunda clase, esto hizo que lasorganizaciones sionistas, y más tarde el

Estado sionista, conservaran un granpoder extraterritorial, además de lasvitales posesiones territoriales sobre lasque el Estado había de tener soberanía.Incluso las tierras adquiridas por el FNJ—como diría John Hope Simpson en1930— fueron «extraterritorializadas.Dejan de ser unas tierras de las que elárabe puede obtener algún beneficio niahora ni en ningún momento futuro». Nohubo ningún esfuerzo equivalente porparte de los árabes para institucionalizarla propiedad de tierras árabes enPalestina, ni se pensó que pudiera sernecesario crear una organizacióndestinada a la posesión de tierras «aperpetuidad» por parte del «pueblo

árabe», ni, sobre todo, se hizo ningunalabor para informar, recaudar dinero oejercer presión, como hicieron lossionistas en Europa y Estados Unidospara expandir el territorio «judío» y,paradójicamente, dotarlo también de unapresencia judía y de un estatusinternacional casi metafísico. Losárabes, equivocadamente, pensaron quebastaba con poseer la tierra y estar enella.

Pese a todo este sofisticado yprevisor esfuerzo, el FNJ adquirió sólo936 000 dunams[*] de tierra en su casimedio siglo de existencia antes de queIsrael surgiera como Estado, mientrasque el área de tierra total del mandato

de Palestina era de 26 323 000 dunams.Junto con la pequeña cantidad de tierrasque pertenecían a propietarios privadosjudíos, la posesión de tierras sionista enPalestina a finales de 1947 era de1 734 000 dunams, es decir, el 6,59 porciento del área total. A partir de 1940,cuando la autoridad mandatariarestringió la propiedad de tierras judíasa determinadas zonas concretas dePalestina, siguió habiendo compra (yventa) ilegal en el 65 por ciento del áreatotal restringida a los árabes. Así,cuando en 1947 se anunció el plan departición, este incluyó las tierrasposeídas ilegalmente por judíos, que seincorporaron como un hecho consumado

dentro de las fronteras del Estado judío.Y cuando Israel anunció su fundacióncomo Estado, un impresionante conjuntode leyes vinieron a asimilar legalmenteenormes extensiones de tierra árabe(cuyos propietarios se habían convertidoen refugiados y fueron declarados«propietarios absentistas» para poderexpropiar sus tierras y evitar su regresobajo ninguna circunstancia) al FNJ. Elproceso de enajenación de tierras(desde la perspectiva árabe) se habíacompletado.

El significado ideológico,profundamente político, de los logrosterritoriales de la «compañía» ilustra lacontroversia posterior a 1967 sobre el

destino de la tierra árabe ocupada porIsrael. Un importante sector de lapoblación israelí parece creer que latierra árabe puede convertirse en tierrajudía a) porque dicha tierra había sidoya judía hace dos milenios (una parte deEretz Israel), y b) porque en el FNJexiste un método para metamorfosearlegalmente la tierra «descuidada» enpropiedad del pueblo judío.[77] Una vezque se han construido y pobladoasentamientos judíos, y una vez queestos se conectan a la red estatal, seconvierten en propiedad extraterritorial,en categóricamente judíos, y no árabes.A esta nueva tierra se le agrega tambiénun razonamiento estratégico: que es

necesaria para la seguridad israelí. Perosi estas cosas fueran simplemente unasunto de interés interno israelí, y si conesos sofísticos argumentos sepretendiera apelar sólo a una opiniónpública israelí, se podrían analizardesapasionadamente como poco más queuna mera curiosidad. El hecho es, sinembargo, que estos afectan —comosiempre— a los residentes árabes de losterritorios, y para ellos presentan unacara distinta. Tanto en la teoría como enla práctica, su eficacia reside en cómojudaízan el territorio al tiempo que lodesarabizan.

Creo que existe una evidenciaprivilegiada de este hecho en las

palabras de Yosef Weitz. Desde 1932,Weitz fue director del Departamento deTierras del Fondo Nacional Judío; en1965 se publicaron en Israel sus diariosy papeles con el título de My Diary, andLetters to the Children. El 19 dediciembre de 1940 escribía:

[…] tras la [Segunda] Guerra [Mundial], lacuestión de la tierra de Israel y la cuestiónde los judíos se plantearían más allá delmarco del «desarrollo»; entre nosotros.Debe quedar claro que no hay lugarpara los dos pueblos en este país.Ningún «desarrollo» nos acercará más anuestro objetivo, ser un puebloindependiente en este pequeño país. Si losárabes dejan el país, este será ancho yabierto de par en par para nosotros. Y si

los árabes se quedan, el país seguirásiendo estrecho y miserable. Cuandotermine la guerra y hayan ganado losingleses, y cuando los jueces se sienten enel trono de la Ley, nuestro pueblo debellevar sus peticiones y su reclamaciónante ellos; y la única solución es EretzIsrael, o al menos Eretz Israel occidental,sin árabes. ¡Sobre este punto no haylugar para el compromiso! Hasta ahora,la empresa sionista, en lo que respecta apreparar el terreno y allanar el caminopara la creación del Estado hebreo en latierra de Israel, cumplió perfectamente ensu momento, y pudo realizar la «comprade tierras»; pero eso no traerá el Estadode Israel; este debe venir de una vez, en laforma de una Salvación (este es el secretode la idea mesiánica); y no hay otra opciónque transferir a los árabes de aquí a lospaíses vecinos, transferirlos a todos; a

excepción tal vez de Belén, Nazaret y laCiudad Vieja de Jerusalén, no debemosdejar un solo pueblo, ni una sola tribu.Y la transferencia debe dirigirse a Irak, aSiria e incluso a Transjordania. Para tal finencontraremos dinero, y mucho. Y sólocon dicha transferencia el país será capazde absorber a millones de nuestroshermanos, y la cuestión judía quedarásolucionada de una vez por todas. No hayotra salida. (Las cursivas son mías.)[78]

Estos no son sólo comentariosproféticos sobre lo que iba a ocurrir;son también declaraciones políticas, enlas que Weitz hablaba con la voz delconsenso general sionista. Huboliteralmente cientos de declaracionescomo estas hechas por sionistas,

empezando por Herzl, y cuando llegó la«salvación», fue con esas ideas en mentecomo se realizó la conquista dePalestina y el desahucio de sus árabes.Se ha escrito mucho sobre la confusiónque reinó en Palestina desde que terminóla Segunda Guerra Mundial hasta finalesde 1948. Pese a las complejidades de loque puede o no haber ocurrido, lospensamientos de Weitz arrojan un rayode luz sobre tales acontecimientos,apuntando a un Estado judío, con lamayor parte de sus originarioshabitantes árabes convertidos enrefugiados. Es cierto queacontecimientos tan importantes como elnacimiento de un nuevo Estado, que se

produjo como resultado de una luchacasi inimaginablemente compleja y conmuchos bandos, y una guerra a granescala, no pueden reducirse a unasencilla formulación. No tengo el menordeseo de hacer tal cosa, pero tampocoquiero eludir el resultado de esa lucha, olos elementos determinantes queintervinieron en ella, o siquiera laspolíticas llevadas a cabo en Israel desdeentonces. Lo que importa para lospalestinos —y para los sionistas— esque un territorio antaño lleno de árabessurgió de una guerra a) esencialmentevaciado de sus residentes originales, yb) que hacía imposible el regreso de lospalestinos. Tanto los preparativos

ideológicos y organizativos del esfuerzosionista para conseguir Palestina, comola estrategia militar adoptada, preveíanapoderarse del territorio y llenarlo denuevos habitantes. Así, el Plan Dalet, talcomo lo describirían los historiadoressionistas Jon y David Kimche, consistíaen «tomar cotas estratégicas quedominaran las líneas más probables deavance de los ejércitos árabesinvasores, y llenar el vacío dejado porlas fuerzas británicas en retirada de talmodo que permitiera crear un áreacontigua de dominio judío que seextendiera de norte a sur».[79] En lugarescomo Galilea, el área costera desdeJaffa hasta Acre, partes de Jerusalén, las

ciudades de Lod y Ramlah, por nohablar de las partes árabes de Haifa, lossionistas no sólo se apoderaban de lasposiciones británicas, sino que tambiénocupaban el espacio donde vivían losresidentes árabes que estaban, enpalabras de Weitz, siendo«transferidos».

Contra las proposicionesfrecuentemente mencionadas —que lospalestinos se marcharon porque se loordenaron sus líderes, que los ejércitosárabes invasores fueron una respuestainjustificada a la declaración deindependencia de Israel en mayo de1948— debo afirmar categóricamenteque nadie ha producido la menor

evidencia de que hubiera tales órdenessuficientes para producir tan vasto ydefinitivo éxodo.[80] En otras palabras,si queremos entender por qué en 1948 sefueron 780 000 palestinos, debemoscambiar de perspectiva para tener encuenta algo más que los acontecimientosinmediatos de 1948; lejos de ello,debemos ver el éxodo como resultadode una relativa falta de respuestapolítica y organizativa palestina a laeficacia sionista, y, junto con ello, untalante psicológico de fracaso y terror.No cabe duda de que atrocidades comola matanza en Deir Yassin de 250 civilesárabes por parte de Menahem Begin ysus terroristas del Irgún, en abril de

1948, tuvieron su efecto. Pero pese atodo su horror, Deir Yassin no fue másque una entre muchas de esas matanzas,iniciadas en el período inmediatamenteposterior a la Primera Guerra Mundial,y que produjeron un conscienteequivalente sionista al exterminio de losindios americanos.[81] Lo queprobablemente ha influido más ha sidola maquinaria empleada para mantener adistancia a los palestinos civilesdesarmados, una vez que estos sedesplazaron (en la mayor parte de loscasos) para evitar las brutalidades de laguerra. Tanto antes como después de quese marcharan hubo instrumentossionistas concretos para, de hecho,

borrar su presencia. Ya he citado aWeitz en 1940. Este es un texto suyo del18 de mayo de 1948, donde narra unaconversación con Moshé Shertok (luegoSharett), del Ministerio de AsuntosExteriores:

Transferencia post factum;¿deberíamos hacer algo para transformarel éxodo de los árabes del país en unhecho, para que no vuelvan más? […] Surespuesta [de Shertok]: bendice cualquieriniciativa en ese sentido. Su opinión estambién que debemos actuar de tal modoque nos permita transformar el éxodo delos árabes en un hecho establecido.[82]

Más tarde, aquel mismo año, Weitzvisitó un pueblo árabe evacuado,

haciendo la siguiente reflexión:

Fui a visitar el pueblo de Muar. Trestractores están completando sudestrucción. Me sorprendí: nada en mí seconmovió al ver la destrucción. Ni pesarni odio, como si ese fuera el modo en quefunciona el mundo. Pues queremossentirnos bien en este mundo, y no enalgún mundo venidero. Simplementequeremos vivir, y los habitantes de esascasas de barro no querían que nosotrosexistiéramos aquí. Ellos no sólo aspiran adominarnos, sino que también queríanexterminarnos. Y lo interesante es que esaes la opinión de todos nuestrosmuchachos, de un extremo a otro.[83]

Está describiendo algo que ocurrióen toda Palestina, pero parece

completamente incapaz de tener encuenta el hecho de que las vidashumanas que albergaba aquelladevastada aldea —por más modestas yhumildes que fueran— significaban algopara las gentes que las vivían. Weitz nointenta negar la realidad de losaldeanos; simplemente admite que sudestrucción significaba sólo que ahora«nosotros» podemos vivir allí. Semuestra completamente indiferente a laidea de que para los palestinosautóctonos él, Weitz, es sólo unextranjero que ha venido a desplazarles,o que resulta del todo natural oponerse atal perspectiva. Lejos de ello, Weitz y«los muchachos» adoptan la tesis de que

los palestinos quisieron «exterminarles»a ellos, y, en consecuencia, aprueban ladestrucción de casas y pueblos. Trasvarias décadas de tratar a los árabescomo si no estuvieran allí en absoluto,el sionismo hizo valer plenamente sufuerza destruyendo activamentecualquier rastro árabe posible. De unainexistencia teórica a una inexistencialegalmente fáctica, el árabe palestinovivió la terrible modulación de unasituación lamentable a otra, plenamentecapaz de atestiguar, aunque en lapráctica no de comunicar, su propiaextinción civil en Palestina.

Primero fue un «nativo»inconsecuente; luego pasó a ser

absentista; y después, en el Israelposterior a 1948, adquirió el estatusjurídico de una persona menos real quecualquier individuo perteneciente al«pueblo judío», tanto si este últimoestaba presente en Israel como si no.Quienes abandonaron el paísaterrorizados se convirtieron en«refugiados», una abstracción fielmentereproducida en las resoluciones anualesde las Naciones Unidas que pedían aIsrael que —como este había prometido— aceptara su regreso, o bien loscompensara por sus pérdidas. La lista deindignidades humanas, y, desdecualquier punto de vista imparcial, elhistorial de subyugación inmoral

practicado por Israel contra los árabespalestinos que se quedaron, resultanespeluznantes, en particular si secontrapone dicho historial al coro dealabanzas a la democracia israelí. Comosi castigara a aquellos 120 000desdichados (hoy alrededor de 650 000)por su temeridad al quedarse en el lugaral que pertenecían, Israel adoptó lasRegulaciones de Defensa de Urgencia,utilizadas por los británicos paramanejar a judíos y árabes durante elmandato, desde 1922 hasta 1948. Dichasregulaciones habían representado, conrazón, uno de los principales blancos dela agitación política sionista, pero apartir de 1948 pasaron a utilizarse, sin

modificación alguna, por parte de Israelcontra los árabes.

Por ejemplo, en aquellas partes deIsrael que todavía conservan unamayoría árabe sigue aplicándose a buenritmo una anacrónica —aunque no porello menos eficaz y detallada— políticade «judaización». Así pues, al igual queen otro tiempo Ruppin y Weizmannprevieron una Tel Aviv que «superaría»a la Jaffa árabe, el actual gobiernoisraelí crea una nueva Nazaret judíapara que supere a la antigua ciudadárabe. He aquí el proyecto, descrito porun israelí en 1975:

La Alta Nazaret, que se fundó hace

unos quince años, «para crear uncontrapeso a la Nazaret árabe», constituyeuna piedra angular de la política de«judaización de Galilea». La Alta Nazaretse erigió en las colinas que rodean aNazaret como un cordón de seguridad quela rodeaba casi por todas partes. Seconstruyó sobre miles de hectáreas detierras que fueron expropiadasarbitrariamente, pura y simplemente por lafuerza, de asentamientos árabes, enparticular Nazaret y Rana. La propiaelección del nombre de «alta» Nazaret,que implica un énfasis en lo de alta,constituye un indicativo de la actitud delas autoridades, que otorgan a la nuevaciudad privilegios especiales de acuerdocon su política de discriminación y defalta de atención para con la ciudad deNazaret, la cual, a sus ojos, se halla en elextremo inferior de la jerarquía. El

visitante de Nazaret puede reconocer consus propios ojos el abandono y la falta dedesarrollo de la ciudad, y si desde allí«sube» a la alta Nazaret, verá las nuevasconstrucciones, las calles anchas, elalumbrado público, las escaleras, losedificios de muchos pisos, las empresasindustriales y artesanas, y podrá percibirel contraste: desarrollo arriba y falta deatención abajo; constante construcciónpública arriba y ninguna construcción enabsoluto abajo. Desde 1966, el Ministeriode Vivienda [israelí] no ha construido niuna sola residencia en la antigua Nazaret(Yosef Elgazi, en Zo Hadareh, 30 de juliode 1975).

El espectáculo de la minoríadirigente se representa vívidamente enNazaret. Con todas sus ventajas, la Alta

Nazaret —es decir, la judía— alberga a16 000 residentes; abajo, la ciudadárabe tiene una población de 45 000personas. La ciudad judía se beneficiaclaramente de la red de recursos paralos judíos, mientras que los no judíosson quirúrgicamente excluidos. Elsionismo utiliza la brecha entre ellos ylos judíos para significar un estado dediferencia absoluta entre los dos grupos,no meramente cuantitativa. Si cualquierjudío de Israel representa a «todo elpueblo judío» —una población formadano sólo por los judíos de Israel, sinotambién por las generaciones de judíosque existieron en el pasado (de las quelos actuales israelíes son el remanente)

y los que existirán en el futuro, ademásde los que viven en otros lugares—, elno judío en Israel representa unaprohibición permanente con respecto nosólo a sus posibles beneficios pasados,presentes y futuros en Palestina, sinotambién con respecto a cualesquieraotros. El no judío vive una existenciapobre en pueblos sin bibliotecas,centros juveniles, teatros, centrosculturales… la mayoría de los pueblosárabes, según el alcalde árabe deNazaret —que habla con la autoridadúnica de un no judío en Israel—,carecen de electricidad, comunicacionestelefónicas y centros médicos; ningunotiene alcantarillado, excepto la propia

Nazaret, que sólo dispone de él demanera parcial; ninguno cuenta concarreteras o calles pavimentadas. Y elloporque, mientras que el judío tienederecho al máximo, al no judío apenasse le da el mínimo. De una poblaciónactiva total de 80 000 trabajadoresárabes, 60 000 trabajan en empresasjudías. «Esos trabajadores consideran suciudad y sus pueblos como meroslugares de residencia. Su única“industria” próspera es la creación y elsuministro de mano de obra.»[84] Unamano de obra sin importancia política,sin base territorial, sin continuidadcultural; al no judío de Israel, si seatrevió a permanecer allí tras el

surgimiento del Estado judío en 1948,sólo le ha quedado la miserablesubsistencia de estar ahí, impotente paracasi todo salvo para reproducirse élmismo y reproducir su miseria más omenos ininterrumpidamente.

Hasta 1966, los ciudadanos árabesde Israel estuvieron regidos por ungobierno militar que existíaexclusivamente para controlar, doblegar,manipular, aterrorizar y sabotear cadafaceta de la vida árabe prácticamentedesde el nacimiento hasta la muerte.Desde 1966, la situación apenas hamejorado, como testimonian una serieinterminable de disturbios ymanifestaciones populares; las

Regulaciones de Defensa de Urgencia seutilizaron para expropiar miles dehectáreas de tierras árabes, o biendeclarando que la propiedad árabe sehallaba en una zona de seguridad, o biendeclarando que las tierras eran depropietarios absentistas (por más que,en muchos casos, tales «absentistas»estuvieran presentes; una ficción legalde sutileza kafkiana). Cualquierpalestino conoce perfectamente elsignificado de la Ley de PropiedadesAbsentistas de 1950, la Ley deAdquisición de Tierras de 1953, la Leyde Requisamiento de Propiedades enTiempos de Emergencia de 1949, o laLey de Prescripción de 1958. Además, a

los árabes se les prohibía y se les sigueprohibiendo viajar con libertad, o tomaren arriendo tierras de judíos, o siquierahablar, hacer campaña o recibireducación libremente. Hubo casos enque se impusieron de repente toques dequeda en determinados pueblos, y luego,pese a que resultaba manifiestamenteimposible que la gente que estabatrabajando se hubiera enterado del toquede queda, los campesinos «culpables»fueron sumariamente fusilados; elepisodio más gratuito y brutal ocurrió enKafr Qasim en octubre de 1956, cuandola guardia fronteriza —una secciónparticularmente eficiente del ejércitoisraelí— fusiló a 49 campesinos

desarmados. Después de que el hechoprodujera cierto escándalo, el oficialresponsable de la operación fueprocesado, declarado culpable y luegocastigado con una multa de una piastra(menos de un céntimo de euro).

Desde la ocupación de Gaza yCisjordania en 1967, Israel ha pasado atener aproximadamente un millón más dehabitantes árabes. Su historial no hamejorado, pero eso no debesorprendernos.[85] De hecho, la mejorintroducción a lo que ha estadoocurriendo en los Territorios Ocupadoses el testimonio de los árabes israelíesque sufrieron la brutalidad legal deIsrael antes de 1967. Véase, por

ejemplo, la obra de Sabri Jiryis TheArabs in Israel; la de Fouzi El-AsmarTo Be an Arab in Israel, o la de Elia T.Zwrayk The Palestinians in Israel: AStudy in Internal Colonialism. Elobjetivo político israelí ha sido el demantener a los árabes pacificados,constantemente incapaces de evitar sucontinua dominación por parte de Israel.Cada vez que un líder nacionalistaadquiere cierta talla política, esdeportado, o encarcelado (sin juicio), o«desaparece»; el ejército hace saltar porlos aires las casas árabes(aproximadamente 17 000) para imponercastigos ejemplares a los transgresoresnacionalistas; prevalece la censura

sobre todo lo escrito por o sobreárabes, y todo árabe es directamentesometido a regulaciones militares. Paraencubrir la represión e impedir que estaperturbe la tranquilidad de la concienciaisraelí, se ha desarrollado un cuerpo de«expertos árabes», es decir, judíosisraelíes que supuestamente entienden la«mentalidad» árabe. Uno de ellos,Amnon Lin, escribía en 1968 que «lagente confió en nosotros y nos dio unalibertad de acción de la que no hadisfrutado ningún otro grupo en el país,en ningún ámbito». Por consiguiente,

con el tiempo hemos alcanzado unaposición única en el Estado comoexpertos, y nadie osa cuestionar nuestras

opiniones o nuestras acciones. Estamosrepresentados en todos los departamentosdel gobierno, en la Histadrut y en lospartidos políticos; todo departamento yoficina tiene a sus «arabistas», que sóloejercen su cargo entre los árabes.[86]

Este cuasigobierno interpreta ydirige a los árabes tras su fachada deprivilegiada pericia. Como ya heseñalado en el capítulo 1, cuando losprogresistas que están de visita deseanaveriguar algo sobre «los árabes», estosles proporcionan una descripciónconvenientemente edulcorada.[87] Almismo tiempo, obviamente, semultiplican los asentamientos israelíesen territorios ocupados (más de noventa

de ellos desde 1967); la lógica de lacolonización después de 1967 sigue lamisma pauta, dando como resultado losmismos desplazamientos de árabes queantes de 1948.[88]

Hay un sionismo y un Israel parajudíos, y un sionismo y un Israel para nojudíos. El sionismo ha dibujado unaclara línea de separación entre judíos yno judíos; Israel construyó todo unsistema para mantenerlos separados,incluyendo los tan admirados kibutzim(que no dejan de ser una forma deapartheid), de los que jamás ha formadoparte ningún árabe. En la práctica, losárabes están regidos por un gobiernoaparte basado en la imposibilidad de

una isonomía que valga a la vez parajudíos y no judíos. A partir de estanoción radical resultó un hecho naturalque el gulag árabe desarrollara supropia vida y creara sus propiasprecisiones, su propio detalle. UriAvneri lo expresaba así en la Knesset:

Un gobierno completo […] se creó enel sector árabe, un gobierno secreto, nosancionado por la ley […] cuyosmiembros y métodos no los conoce […]nadie. Sus agentes están dispersos por losministerios del gobierno, desde laAdministración de Tierras de Israel hastael Ministerio de Educación y elMinisterio de Religiones. Toma fatídicasdecisiones que afectan a vidas [árabes] enlugares desconocidos sin documentos y

las comunica en conversaciones secretaso por teléfono. Así se toman decisionessobre quién va al seminario de profesores,o quién obtendrá un tractor, o quién seránombrado para un cargo de gobierno, oquién recibirá subvenciones financieras, oquién será elegido para la Knesset, o quiénserá elegido para el consejo local —casode haberlo—, y así sucesivamente para mily una razones.[89]

Pero de vez en cuando se hanfiltrado pistas inadvertidas sobre estegobierno para árabes en Israel que nohan escapado a los observadores másatentos. El ejemplo más imprudente fueun informe secreto redactado por IsraelKoenig, comisionado del ministerio parael distrito norte (Galilea), destinado al

entonces primer ministro Isaac Rabin, yque trataba sobre «el manejo de losárabes en Israel» (posteriormente sefiltró el texto completo al periódico Al-Hamishmar, que lo publicó el 7 deseptiembre de 1976). Su contenidoresulta escalofriante, pero cumpleperfectamente los presupuestos delsionismo hacia sus víctimas, los nojudíos. Koenig admite con franqueza quelos árabes representan un problemademográfico, dado que, a diferencia delos judíos, cuyo incremento natural esdel 1,5 por ciento anual, la poblaciónárabe aumenta a un ritmo anual del 5,9por ciento. Además, asume que lapolítica nacional para con los árabes es

la de mantenerlos en situación deinferioridad, por más que puedan sernaturalmente susceptibles de agitaciónnacionalista. El asunto principal, sinembargo, es el de cómo asegurarse deque en áreas como Galilea la densidadde la población árabe, y, porconsiguiente, su potencial para causarproblemas, se vea reducida, contenida ydebilitada. Por lo tanto, sugería queconsideraba necesario

ampliar y profundizar el asentamientojudío en áreas donde la contigüidad de lapoblación árabe sea prominente, y dondeesta supere considerablemente en númeroa la población judía; examinar laposibilidad de diluir las actuales

concentraciones de población árabe. Debeprestarse especial atención a las zonasfronterizas del noroeste del país y a laregión de Nazaret. El enfoque y laexigencia de rendimiento tienen quedesviarse de la rutina que se ha adoptadohasta ahora. Simultáneamente, se ha deaplicar la ley estatal para limitar que losasentamientos árabes «se abran camino»en varias áreas del país.

La estrategia cuasimilitar de estassugerencias resulta bastante patente. Loque también debemos señalar es laadhesión incondicional de Koenig a losimperativos sionistas que trata de poneren práctica. Nada en su informe insinúael menor escrúpulo con respecto a lafinalidad claramente racial que

promueven sus sugerencias; tampocoduda de que lo que dice resulta del todocoherente con la historia de las políticassionistas hacia aquellos no judíos quehan tenido la mala suerte de estar enterritorio judío, aunque fuera en unnúmero inquietantemente grande. Luegopasa a argumentar —de formacompletamente lógica— quecualesquiera líderes árabes queparezcan causar problemas deberían sersustituidos, que el gobierno deberíaempezar a «crear» (el término tiene untono casi teológico, muy en sintonía conla política judía hacia los árabes)«nuevas figuras [árabes] de alto nivelintelectual, figuras que sean equitativas

y carismáticas», y completamenteaceptables para los gobernantesisraelíes. Además, a la hora de«disipar» a los líderes nacionalistasinquietos, cuyo principal pecado pareceser que animan a otros autóctonos asentirse irritados por su forzadainferioridad, el gobierno debería formar«un equipo especial […] para examinarlos hábitos personales de los […]líderes y otras personas negativas, y esainformación debería ponerse adisposición del electorado».

No contento con «diluir» ymanipular a los ciudadanos árabes deIsrael, Koenig pasa a sugerir formas de«neutralizarlos» y «entorpecerlos»

económicamente. Muy poco de estopodía ser eficaz, sin embargo, a no serque hubiera algún método de mantener araya de algún modo a «la gran poblaciónde intelectuales frustrados forzados poruna necesidad mental de buscar alivio[cuyas] expresiones se dirigen contra elestablishment del Estado israelí».Koenig parecía creer que resultababastante natural mantener esa frustraciónde los árabes, ya que en la lectura de sussugerencias hay poco que nos recuerdeque los árabes son un pueblo, o que elsuyo no era un informe escrito sobre losjudíos por un nazi durante la SegundaGuerra Mundial, sino escrito en 1976por un judío sobre sus conciudadanos

árabes. El golpe maestro del plan deKoenig viene cuando trata de laingeniería social necesaria para utilizarel atrasado «carácter mediterráneooriental» del árabe contra sí mismo.Dado que los árabes en Israel son unacomunidad desfavorecida, hay quepotenciar esa realidad del siguientemodo:

a) Los criterios de ingreso para losestudiantes universitarios árabesdeberían ser los mismos que paralos estudiantes judíos, y ello debeaplicarse también a la concesión debecas.

Una meticulosa implementaciónde estas normas producirá una

selección natural [la terminologíadarwiniana resulta elocuente por símisma] y reduciráconsiderablemente el número deestudiantes árabes. En consecuencia,el número de graduados de bajonivel también disminuirá, un hechoque facilitará su asimilación altrabajo tras los estudios [el planconsiste aquí en asegurarse de quelos jóvenes árabes fueran asimiladosfácilmente a empleos de bajacategoría, garantizando así suemasculación intelectual].

b) Alentar la canalización de estudianteshacia profesiones técnicas, lasciencias físicas y naturales. Estosestudios dejan menos tiempo paraveleidades nacionalistas y el índicede abandonos es superior [las ideas

de Koenig sobre la incompatibilidadentre ciencia y valores humanossuperan a las de C. P. Snow;seguramente es este un siniestroejemplo del uso de la ciencia comocastigo político, algo nuevo hasta enla historia del colonialismo].

c) Hacer más fáciles los viajes deestudios al extranjero, al tiempo quese dificulta el regreso y el empleo;esta política es apropiada paraalentar su emigración.

d) Adoptar medidas severas en todos losniveles contra los diversosagitadores entre los estudiantessuperiores y universitarios.

e) Preparar por adelantado posibilidadesde asimilación para la mayor partede los graduados en función de sus

calificaciones. Esta política puedeimplementarse gracias al tiempodisponible (una serie de años) con elque las autoridades pueden planearsus pasos.

De haber sido tales ideas formuladaspor estalinistas o socialistasorwellianos, o incluso nacionalistasárabes, el clamor progresista habríaresultado ensordecedor. Sin embargo,las sugerencias de Koenig parecenuniversalmente justificadas por la lógicade unos acontecimientos que enfrentan auna pequeña y valiente poblaciónoccidental de judíos contra una inmensay amorfa, metastásica yextraordinariamente ignorante población

árabe. Nada en el informe de Koenigestá en desacuerdo con la dicotomíabásica del sionismo; esto es:benevolencia hacia los judíos y unahostilidad esencial pero paternalistahacia los árabes. El propio Koenigescribe desde el punto de vista de unideólogo o teórico, además de hacerlodesde una posición de autoridad y depoder en la sociedad israelí. Comogobernante de árabes en Israel, Koenigexpresa tanto una atención oficial albienestar de los judíos, cuyos interesesmantiene y protege, como un dominiopaternalista y directivo sobre los«nativos» inferiores. Su postura, pues,está consagrada por las propias

instituciones del Estado judío;autorizado por estas, piensa en términosde un futuro máximo para los judíos ymínimo para los no judíos. Todas estasnociones se expresan perfectamente enel párrafo siguiente de su informe:

La aplicación de la ley en un país conuna sociedad en desarrollo como la deIsrael es un problema que debesolucionarse con flexibilidad, cuidado ymucha prudencia. Al mismo tiempo, noobstante, la autoridad administrativa yejecutiva en el sector árabe debe serconsciente de la existencia de la ley y suaplicación para evitar la erosión.[90]

Entre Weizmann y Koenig existe unadistancia temporal de varias décadas.

Lo que era una proyección visionariapara el primero se convirtió para elsegundo en un contexto jurídico real.Entre la época de Weizmann y la deKoenig, el sionismo, para los árabesautóctonos de Palestina, pasó de ser unanaciente intrusión en sus vidas aconvertirse en una realidad consolidada—un Estado-nación— que les rodeabapor todas partes. Para los judíos, apartir de 1948 Israel no sólo supuso larealización de sus esperanzas políticas yespirituales, sino que siguiórepresentando el faro de una nuevaoportunidad que guiaba a aquellos quetodavía vivían en la diáspora, al tiempoque mantenía a los que vivían en la

antigua Palestina en la vanguardia deldesarrollo y la autorrealización judíos.Para los árabes palestinos, en cambio,Israel representó un hecho básicamentehostil con varios corolariosdesagradables. A partir de 1948, todoslos palestinos desaparecieron tanto anivel nacional como legal. Luegoalgunos palestinos reaparecieronjurídicamente como «no judíos» enIsrael; los que se quedaron seconvirtieron en «refugiados», y mástarde algunos de ellos adquirieronnuevas identidades árabes, europeas oamericanas. Pese a ello, ningúnpalestino perdió su «antigua» identidadpalestina. Sin embargo, el palestino

finalmente ha resurgido de ficcioneslegales tales como la inexistenciapalestina en Israel y en otras partes; y loha hecho con una considerable atenciónpor parte de la opinión públicainternacional, dispuesta por fin a tomarnota crítica de la teoría y la praxissionistas.

El clamor producido en Occidentecuando en 1975 se aprobó la resoluciónde las Naciones Unidas afirmando que«el sionismo es racismo» fue, sin duda,genuino. Los logros judíos de Israel —omejor dicho, sus logros enrepresentación de los judíos europeos, yno tanto de la mayoría judía sefardí(oriental)— son visibles para el mundo

occidental; son logros considerablesdesde casi todos los puntos de vista, yes correcto no empañarlos a la ligeracon la aplastante denuncia retóricaasociada al «racismo». Para el árabepalestino que ha vivido y que luego haestudiado los procedimientos delsionismo hacia él y hacia su tierra, eldilema es complicado pero, en últimainstancia, nada confuso. Sabe que la Leyde Retorno permite a un judío la entradainmediata en Israel exactamente talcomo le impide a él volver a su hogar;también sabe que las incursionesisraelíes han matado a miles de civiles,todo ello con el aceptable pretexto decombatir el terrorismo,[91] pero en

realidad debido a que los palestinoscomo raza se han convertido ensinónimo de un terrorismo irredento ybásicamente inmotivado; entiende,aunque quizá no sea capaz de dominar,el proceso intelectual por el que suviolada humanidad se ha vistotransmutada, de manera inaudita einvisible, en alabanza a la ideología quecasi le destruye. El de racismo es untérmino demasiado vago: el sionismo esel sionismo. Para el árabe palestino,esta tautología tiene un sentido queresulta perfectamente congruente con —aunque exactamente opuesto a— lo quesignifica para los judíos.

Agobiado por un presupuesto militar

que se lleva el 35 por ciento de suproducto nacional bruto; aislado,excepto por sus escasos, y cada vez máscríticos, amigos atlánticos; acosado porproblemas sociales, políticos eideológicos que sólo puede abordaralejándose completamente de ellos,Israel afronta hoy un futuro sombrío. Lamisión de paz del presidente Sadat haocasionado al fin una apariencia deoposición a la fosilizada locurateológica de Begin; pero es dudoso que,en ausencia de un aparato conceptual, yno digamos institucional, para asimilarhumanamente las realidades palestinas,pueda venir por ese lado cualquiercambio decisivo. La poderosamente

influyente comunidad judíaestadounidense sigue imponiendo sudinero y su visión reduccionista de lascosas sobre la voluntad israelí. Por otraparte, tampoco hay que pasar por alto el—todavía más temible— estamento dela defensa estadounidense, muyconveniente para saciar el hambre delsector industrial por los mercadosárabes cargados de petróleo, mientrassigue entregando montones de armasavanzadas a un Israel y luego a unEgipto dispuestos cada día a combatir el«radicalismo», a la Unión Soviética o acualesquiera otras de las pesadillasgeopolíticas de Estados Unidos. Elefecto neto en el desenfrenado

militarismo israelí se manifiesta deforma precisa en un artículo publicadoen el periódico Haaretz el 24 de marzode 1978, en el que se celebra la aventuralibanesa en los siguientes términos:

Lo que ha ocurrido esta semana pasadaha mostrado a todo el que tenga ojos en lacara que la fuerza de defensa israelí es hoyun ejército estadounidense tanto en lacantidad como en la calidad de suequipamiento: los rifles, los transportesde tropas, los F-15, y hasta los avionesKfir con sus motores norteamericanos,constituyen un testimonio que convenceráa todo el mundo.

Pero ni siquiera este panegírico a loque su autor califica como «desbordante

equipamiento militar» de Israel se veigualado en su perniciosa influencia porlos intelectuales occidentales e israelíesque han estado celebrando a Israel y alsionismo sin pestañear durante treintaaños. Estos han desempeñadoperfectamente el papel gramsciano de«expertos en legitimación», deshonestose irracionales pese a sus protestas ennombre de la sabiduría y la humanidad.Basta repasar su vergonzoso historialpara ver que apenas hay un puñado deellos —como Noam Chomsky, IsraelShahak, I. F. Stone, Elmer Berger oJudah Magnes— que han intentado verlo que el sionismo ha hecho a lospalestinos, no sólo una vez, en 1948,

sino a lo largo de los años. Este silenciocasi total con respecto a las doctrinas yel trato del sionismo hacia los palestinosautóctonos constituye uno de losepisodios culturales más terribles delsiglo. Hoy cualquier intelectual que serespete está dispuesto a decir algo sobrelas violaciones de los derechos humanosen Argentina, Chile o Sudáfrica; perocuando se presentan evidenciasirrefutables sobre detencionespreventivas, torturas, transferencias depoblación y deportaciones de árabespalestinos en Israel, no se diceliteralmente nada. Las simples promesasde que en Israel se respeta lademocracia bastan para dar la impresión

a Daniel Moynihan o a Saul Bellow, porejemplo, de que todo es correcto en elfrente moral. Pero quizá el verdaderoalcance de esta estatolatría sólo puedaapreciarse si se examina el texto sobrela reunión celebrada en 1962 entreMartin Buber y Avraham Aderet,publicado en el número de diciembre de1974 de Petahim, una revista trimestralreligiosa israelí. Aderet alaba elejército como una experiencia queimprime carácter a los jóvenes, y utilizacomo ejemplo un episodio acaecidodurante la guerra de 1956 con Egipto,cuando un oficial pidió un grupo desoldados simplemente para matar a«todos los prisioneros de guerra

egipcios […] que estaban en nuestrasmanos». Varios voluntarios dieron unpaso al frente, y los prisioneros fuerondebidamente fusilados, aunque uno delos voluntarios afirmara que «cuandodisparó cerró los ojos». En este puntodice Aderet: «No cabe duda de que estaprueba puede causar confusión encualquier hombre con conciencia y conexperiencia de la vida, y aún más a losmuchachos que están empezando a vivir.Lo malo no fue la confusión queexperimentaron aquellos jóvenes en elmomento de los hechos, sino la que lesminó por dentro después». Ante estaedificante interpretación, Buber —filósofo moral, pensador humanista,

antiguo partidario de la solución de losdos estados— sólo es capaz deresponder: «Es una magnífica yverdadera historia: debería ustedescribirla». Ni una palabra sobre elhorror de la historia, o sobre lasituación que la hace posible.

Pero al igual que en los últimos cienaños no ha habido ningún judío que nose viera influenciado por el sionismo,del mismo modo tampoco ningúnpalestino ha dejado de verse afectadopor él. Sin embargo, no hay que olvidarque la realidad del palestino no haestado simplemente en función delsionismo. Su vida, su cultura y supolítica tienen su propia dinámica y, en

última instancia, su propia autenticidad,sobre la que debemos centrarnos acontinuación.

3

Hacia la autodeterminaciónpalestina

I. Los que sequedaron, los

exiliados, los queestán bajo ocupación

Actualmente hay entre 3,5 y 4 millonesde árabes palestinos dispersos por todoel mundo. Aproximadamente 650 000 deellos son los llamados árabes israelíes,un millón viven en Gaza y Cisjordaniabajo la ocupación militar israelí, otromillón más o menos viven en Jordania,alrededor de 450 000 viven en elLíbano, y el resto están dispersos por

los estados del golfo Pérsico, Siria,Egipto, Libia, Irak, y, en mucho menornúmero, en Europa, Norteamérica ySudamérica. Estoy seguro de quecualquiera de esas personas diría queestá en el exilio, aunque resultamanifiesto que las condiciones y el tipode exilio varían enormemente. Encualquier caso, detrás de cada palestinohay un importante hecho general: queanteriormente —y no hace tanto tiempo— vivía en su propia tierra, llamadaPalestina, la cual ya no es su patria. Nohace falta connotación alguna para queun palestino haga tal declaración, queparece admitir muy pocas condiciones osalvedades. Sin embargo, tal como

afirmaba Tolstói de las familias que lasfelices eran todas iguales y las infeliceseran todas distintas en su infelicidad, eltrauma individual palestino parece seruna entre 3,5 millones de variacionessobre el mismo tema. He aquí una detales variaciones, expresada en relacióncon los acontecimientos producidos enuna pequeña aldea árabe de Galileaoccidental que cayó ante las fuerzassionistas en la primavera de 1948.Quien habla es una anciana campesinaque en la actualidad vive en un campode refugiados en el Líbano; su historiase publicó en inglés en 1973:

Aquella noche dormimos en los

huertos del pueblo. A la mañana siguiente,Umm Husein y yo fuimos al pueblo. Lospollos estaban en la calle, y Umm Huseinme sugirió que fuera a buscar un poco deagua. De camino a la plaza del pueblo vi aUmm Taha. Ella me dijo a gritos: «¡Másvale que vayas a ver a tu marido muerto!».Lo encontré. Le habían pegado un tiro enla nuca. Lo arrastré hasta la sombra y fui abuscar a Umm Husein para que me ayudaraa enterrarlo. Yo no sabía qué hacer. Nopodía cavar una tumba para él. Lo llevamossobre un trozo de madera al cementerio ylo enterramos junto a la tumba de sumadre. […] Hasta hoy me inquieto y rezopor que lo haya enterrado de la formacorrecta, en la posición apropiada. Mequedé en Kabri [su pueblo] seis días sincomer nada. [Luego] Decidí marcharme yunirme a mi hermana, que había escapadoantes con su familia a Siria. Le pedí a Abu

Ismail Arkeh, un hombre anciano, que meacompañara a Tarshiha, y él lo hizo.Dejamos a los demás en el pueblo. No séqué les ocurrió. Abu Ismail se quedó consu hijo en Tarshiha, y yo seguí hasta Siria.[92]

Antes de mediados o finales de ladécada de 1960 habría sido imposibleencontrar un relato así publicado eninglés. Durante los veinte añossiguientes a la aparición de Israel, elmundo supo sólo de una manera vaga ygeneral de la existencia de «refugiadospalestinos», y lo más normal es queoyera hablar únicamente de «refugiadosárabes». Uno de los textos clásicos de lasociología estadounidense sobre Oriente

Próximo escritos en los años cincuenta,Social Forces in the Middle East,editado por Sydney N. Fisher (CornellUniversity Press, Ithaca [NY], 1955),dedicaba a los palestinos un capítuloentero, pero no daba ninguna indicaciónal lector de la existencia de este pueblosalvo como un impedimento menor al«progreso» en la región, o como un datoestadístico en el marco de la agenda delas Naciones Unidas para los refugiadosen general. (Una carencia académica yde «inteligencia» similar se dio en tornoa la oposición iraní al sha, que cuandoestalló en 1979 cogió a todo el mundopor sorpresa: no porque dicha oposiciónno existiera, ¡sino porque nadie la

consideraba un desafío a la estabilidaddel sha!).

Otro problema, que en cierto modoaislaba al palestino de sí mismo y delmundo exterior, era la división existentedesde hacía veinte años en lacomunidad: estaban los palestinos quevivían manifiestamente en el exilio y losque vivían un exilio interior en Israel.Los primeros tendían a verse a símismos en función de la política árabe,o a tratar de asimilarse a sus nuevoslugares de residencia; los segundosestaban aislados del mundo árabe, altiempo que trataban de configurar susvidas en la medida de lo posible dentrodel pequeño espacio que la dominación

de Israel les proporcionaba. En amboscasos, el elemento que faltó durantelargo tiempo fue una fuerza políticaaglutinante suficiente para hacer de laexperiencia palestina algo más que unapesadilla pasiva situada en algún puntode una historia irrecuperable.

Sin duda, lo primero que faltaba eraun país, que hasta el momento en quePalestina fue suplantada por Israel habíasido de carácter predominantementeárabe (musulmán y cristiano).Precisamente, la actitud sionista yoccidental frente a este hecho es lo quehe intentado describir en los dosprimeros capítulos de este libro; peropara cualquier palestino no cabía duda

de que su país poseía su propio caráctery su propia identidad. Es cierto quePalestina había formado parte delImperio otomano hasta el final de laPrimera Guerra Mundial, y también lo esque no había sido independiente enningún sentido aceptable. Sin embargo,sus habitantes se referían a sí mismoscomo palestinos, a la par que hacíanimportantes distinciones entre ellos, lossirios, los libaneses y los transjordanos.Gran parte de lo que se puede calificarcomo autoafirmación palestina searticuló en respuesta a la afluencia deinmigrantes judíos a Palestina desde ladécada de 1880, así como a lasdeclaraciones ideológicas sobre

Palestina realizadas por organizacionessionistas. Bajo la sensaciónconstantemente percibida de unainvasión extranjera, durante el períodode entreguerras los árabes palestinosfueron uniéndose cada vez más comocomunidad. Todo lo que hasta entoncesse había dado por sentado —laestructura de la sociedad, la identidadlocal y familiar, las costumbres, lacocina, el folclore, el dialecto, loshábitos distintivos y la historia— seadujo como evidencia, por palestinos ypara palestinos, de que aún comocolonia el territorio había sido siempresu patria, y de que ellos formaban unpueblo. El 60 por ciento de la población

se dedicaba a la agricultura; el resto sedividía entre habitantes urbanos y ungrupo nómada relativamente reducido.Todos ellos se considerabanpertenecientes a una tierra llamadaPalestina, a pesar de su sentimiento deformar parte también de una gran naciónárabe; y durante todo el siglo XX serefirieron a su país como Filastinuna(«Nuestra Palestina»).

El tópico que se esgrime actualmentees que, dado que los palestinos formanparte del núcleo de la «crisis de OrientePróximo», deben implicarse también enla resolución de dicha crisis. Aunque laargumentación de este libro obviamenteapoya ese tópico, en realidad intenta

hacer algo más que limitarse adefenderlo de manera convincente. Miargumento es que, precisamente porqueexiste una amplia aceptación general (yreciente) de la identidad políticapalestina, existen también una serie deriesgos de que una solución generalpudiera pasar por alto, y de hechodestruir, la realidad específica yconcreta de los palestinos. Por lo tanto,en este ensayo he intentado insistir en lariqueza de «la cuestión palestina», unariqueza a menudo oscurecida, ignorada ovoluntariamente tergiversada. He dadopor supuesto que los grupos de sereshumanos —en particular losdirectamente implicados en la lucha

palestino-sionista— actúan en funciónde una convicción apasionada, o cuandomenos comprometida. Esto vale tantopara lo que los judíos sienten conrespecto al sionismo e Israel como paralo que sienten los palestinos. Sinembargo, la asimetría entre lainterpretación común del sionismo y delos palestinos ha suprimido en generallos valores y la historia de losproblemas que han espoleado a lospalestinos durante todo este siglo, yaque la mayoría de los estadounidensesparecen no ser conscientes de que lospalestinos en realidad vivían enPalestina antes de que existiera Israel.Pero sólo si se tienen en cuenta tales

valores y tal historia podremos empezara ver las bases del compromiso, delacuerdo y, finalmente, de la paz. Mitarea consiste en presentar la historiapalestina; la sionista es ya mucho másconocida y apreciada.

No creo que sea una exageracióndecir que, pese a la repentina atenciónque hoy se les presta, los palestinostodavía son percibidos —de vez encuando hasta por ellos mismos— comoun conjunto de atributos básicamentenegativos. Debido a ello, el procesohacia la plena autodeterminaciónpalestina resulta extraordinariamentedifícil, puesto que la autodeterminaciónsólo es posible, por definición, cuando

existe claramente un sujeto porautodeterminar. El exilio y la dispersiónponen de manifiesto de inmediato elproblema. Durante la mayor parte deeste siglo, los palestinos han hecho sushistóricas apariciones en la escenamundial en gran parte en forma derechazos y negativas. Se les havinculado a la oposición al sionismo, seles ha considerado el «corazón» delproblema de Oriente Próximo,terroristas, intransigentes… la lista eslarga y poco halagüeña. Han tenido laextraordinaria mala suerte de tenerfundamentos sólidos para resistirse a lainvasión colonial de su patria, pero, a lavez, en lo que a la escena internacional y

moral se refiere, también el máscomplejo moralmente de todos losadversarios, los judíos, con una largahistoria de persecución y terror tras desí. El mal absoluto del colonialismoresulta en extremo diluido, y quizá hastadisipado, cuando dicho colonialismoutiliza la supervivencia judía, en la quese cree fervientemente, para plantear supropio destino. No dudo de que todopalestino inteligente, o cuando menosaquellos, como yo mismo, cuyas pruebasse han visto amortiguadas por la buenafortuna y el privilegio, sabe de un modou otro que todos los paralelismos realesentre Israel y Sudáfrica perturban confuerza su conciencia cuando reflexiona

con seriedad sobre la diferencia entrelos colonos blancos en África y losjudíos que huyeron del antisemitismoeuropeo. Pero las heridas y cicatrices delas víctimas de África y Palestina seproducen en gran parte del mismo modo,por más que los verdugos sean distintos.El vínculo entre los pueblos oprimidosno europeos, sin embargo, ha provocadoel distanciamiento de los judíos que hanoptado sin reservas por Occidente y susmétodos en Palestina.

Hasta ahora, la batería dedificultades resulta formidable; pero,curiosamente, su propia existencia haproporcionado a Palestina parte de sudurabilidad y de su capacidad de

supervivencia; y ello pese al hecho deque la mayor parte de esas dificultadeshan sido manipuladas por fuerzasansiosas por ver desaparecer a lospalestinos. Más curiosa todavía ha sidola total ignorancia de la psicologíahumana básica por parte de los sionistasy de otros (también muchos árabes) quehan tenido que tratar con los palestinos.Aquí la ceguera de la política y latosquedad del poder opresivo aparecencasi en forma de manual. Tanto en unnivel teórico como práctico, loscolonizadores judeo-sionistas dePalestina quizá esperaban que los árabesse marcharían o que no les molestaría siellos, los palestinos, eran ignorados,

abandonados y marginados. Más tardecreyeron que castigar a los palestinoscon violencia y terrorismo lespredispondría a aceptar el sionismo. Apartir de 1948, el Estado de Israelutilizó a la población árabe autóctonapara borrar sus propios rastros dehumanidad, intentando reducirla a unaespecie de objetos estúpidos, casiinmóviles y obedientes. Desde 1967 seactuó con más ferocidad hacia losárabes de las tierras ocupadas deCisjordania, los Altos del Golán, elSinaí y la Franja de Gaza. No se reparóen medidas contra los árabes, desde latortura hasta campos de concentración,deportaciones, pueblos arrasados,

campos defoliados (por ejemplo,diezmando los campos de trigo consustancias químicas arrojadas desde unavión Piper Cub el 28 de abril de 1972,en la aldea cisjordana de Aqraba, talcomo informó Le Nouvel Observateur el3 de julio del mismo año), casasdestruidas, tierras confiscadas,poblaciones «transferidas» con un totalde miles de personas… Aun así, lospalestinos no han desaparecido, aunquea los ojos del mundo se hayanconvertido sólo en una expresión —«lacuestión palestina»— que simboliza, senos dice, la definitiva e insalvablebrecha entre Israel y los estados árabes.

La forma de supervivencia palestina

es lo que aquí me ocupa. Tomemosprimero las principales dificultades: unacomunidad dividida y dispersa sin supropia soberanía territorial, que afrontaconstantemente la opresión sionista y laindiferencia mundial, a la que se haadjudicado (sin habérselo consultado) elrol de interlocutor ausente oabsolutamente negativo, desempeñandoun papel involuntario en la dinámicainterárabe, la competencia entre lasgrandes potencias y las diversas luchasideológicas por el poder regional. Portodas partes, la subordinación y larepresión amenazan a los palestinos,pese a que en las desafortunadascircunstancias actuales no puede haber

—salvo a través de la retórica, los actosde voluntad o desesperaciónindividuales y casi siempre inconexos, ola deliberada y en última instanciaarriesgada confrontación abierta con unou otro país de acogida— unaautoafirmación palestina completamenteunificada. No existe, excepto para lacalamidad histórica colectiva que hemencionado hace un momento, unasituación palestina global como tal,aunque yo crea que se puede hablardesde una postura colectiva palestina.En el Líbano, por ejemplo, hay una granpresencia armada palestina, simbolizadapor la autoridad en dicho país de laOrganización para la Liberación de

Palestina (OLP); pero en realidad elLíbano está controlado (y puesto enjaque) por Siria, de modo que en ciertosentido la situación de la OLP en elLíbano está mediada por Siria. Lospalestinos de Jordania tienen derecho ala ciudadanía jordana, pero también allíla necesaria mediación de Jordania (queejerce la prerrogativa de los estadossoberanos sobre sus poblacionesresidentes) resulta problemática para laconciencia palestina en virtud de laguerra antipalestina de Jordania en 1970-1971. Los palestinos de Irak y losestados del golfo Pérsico, por muyprominente que pueda ser la posición demuchos de ellos, están sujetos a las

mismas leyes que hacen que la plenalibertad civil resulte imposible inclusopara los ciudadanos autóctonos. Losárabes de Cisjordania y Gaza, y losdenominados árabes israelíes, viven enmedio de una maraña de leyes y dedominación que hace su situacióncolectiva difícil de comparar con la desus hermanos palestinos de Jordania o elLíbano.

Cada comunidad palestina debeluchar por mantener su identidad almenos en dos niveles: primero, comopalestina con respecto al encuentrohistórico con el sionismo y la pérdidaprecipitada de una patria; y segundo,como palestina en el entorno existencial

de la vida cotidiana, respondiendo a laspresiones del Estado de residencia.Ningún palestino tiene Estado comopalestino por más que sea «de», sinpertenecer a, un Estado en el queactualmente reside. Hay palestinoslibaneses y palestinos estadounidenses,igual que los hay jordanos, sirios ycisjordanos; su número se incrementaproporcionalmente más que el de judíosisraelíes u otros árabes, como si lamultiplicación de las complicaciones seextendiera incluso a la multiplicación delos cuerpos. Hoy nacen niños palestinosen lugares tales como Nueva York oAmmán, pero siguen identificándosecomo procedentes «de» Shefa-’Amr, o

de Jerusalén, o de Tiberíades. Estasafirmaciones resultan casi un sinsentidosalvo porque añaden una genealogía auna paradójica presencia palestina quese establece contra la lógica de lahistoria y la geografía. Y ello porque lospalestinos tienen una percepción deldetalle y de la realidad que utiliza lapauta de una fusión extremadamenteconcreta del espacio-tiempo. Dichapauta se inicia en Palestina con unpedazo de tierra, una casa, una región,un pueblo, o quizá sólo un patrono,reales, pero en parte mitificados;después pasa a abarcar la desapariciónde una identidad nacional colectiva(aunque uno permanezca dentro de la

antigua Palestina), el nacimiento de unexilio concreto, absolutamente siempreuna colisión frontal (luego más sutil) conlas leyes diseñadas expresamente paralos palestinos, y, por último, ciertosentido reciente de esperanza revivida yde orgullo por los logros palestinos. Yla hostilidad está por todas partes. Unniño nacido después de 1948, enconsecuencia, afirma la conexiónoriginal con la Palestina perdida comouna evidencia simbólica de que lospalestinos han continuado a pesar detodo: de no haber sido por 1948, él oella habrían nacido allí. Ese es elaspecto sentimental. El otro es que unniño posterior a 1948 lleva grabadas

todas las andanzas y tribulaciones de suspadres, y aun así sigue siendo unindividuo capaz de expresar tantonuestro avance hacia el futuro como supropio modo de ser ese futuro.

Los palestinos del siglo XX nopueden compararse con otros pueblosdesposeídos de la historia excepto enunos pocos aspectos obvios. No es unacuestión de quién ha sufrido más, o dequién ha perdido más: talescomparaciones resultanfundamentalmente indecentes. Lo quequiero decir es que ningún otro pueblo—para bien o para mal— está tancargado de un significado múltiple, a lavez que inalcanzable o inasimilable,

como los palestinos. Su relación con elsionismo y, en última instancia, con eljudaísmo político y hasta espiritualsupone para ellos una carga formidablecomo interlocutores de los judíos. Luegosus relaciones con el islam, elnacionalismo árabe, la luchaanticolonialista y antiimperialista delTercer Mundo, el mundo cristiano (consu vinculación histórica y cultural únicacon Palestina), los marxistas, el mundosocialista: todo esto representa tambiénpara el palestino una carga deinterpretaciones y una multiplicidad depersonalidades que prácticamente notiene parangón en la moderna historiapolítica o cultural; un hecho que resulta

más impresionantemente oneroso debidoa que pasa por un filtro de negaciones ysalvedades. Está claro que nosotros lospalestinos luchamos por nuestraautodeterminación, salvo por el hechode que no tenemos ningún lugar, ningúnterreno convenido y físicamentedisponible en el que realizar nuestralucha. Está claro que somosanticolonialistas y antirracistas ennuestra lucha, salvo por el hecho de quenuestros adversarios son las mayoresvíctimas del racismo en toda la historia,y probablemente nuestra lucha se libraen un incómodo período poscolonial dela historia moderna del mundo. Estáclaro que luchamos por un futuro mejor,

salvo por el hecho de que el Estado quenos impide tener nuestro propio futuroya le ha proporcionado un futuro a supropio y desafortunado pueblo. Somosárabes, pero no sólo árabes. Somosexiliados, pero sólo huéspedes toleradosen algunos países de nuestro exilio.Podemos hablar en las Naciones Unidasde nuestros propios problemas, perosólo como observadores. De ningún otropueblo tan claramente desposeídopodría decir con cautela un presidenteestadounidense (en esta época de interésen los derechos humanos yautodeterminación wilsoniana) quedeberíamos participar en ladeterminación de nuestro futuro (tanto

rodeo para evitar el términoautodeterminación resulta grotesco), almismo tiempo que casi con certezadicho presidente nunca se ha reunido niha hablado con un verdadero palestinovivo, o que su gobierno ha aplicadopolíticas que entrañan impedir quepuedan oírse directamente las voces delos palestinos sobre la cuestión de laautodeterminación palestina. De ningúnotro grupo nacional puede decirse quesu opresor ha hablado tanto y tan alto entorno a su inexistencia política ycultural, pese a que mientras tanto ese«no pueblo» muestra, proclama ycombate a su opresor diariamente. Parael palestino, las categorías de

«demasiado», «nada en absoluto» y«casi, salvo por…» se funden unas conotras de manera imperceptible, siemprea sus expensas.

Estas no son dificultadesprimordialmente psicológicas. Tienenconsecuencias psicológicas, pero aquíestoy hablando de verdaderasdificultades históricas, materiales. Esoes lo que hace tan insólita la suerte delpalestino oprimido. Su historia y sucontemporaneidad son cubistas, conplanos que se superponen abruptamentepenetrando en uno u otro ámbito, cultura,esfera política, formación ideológica,régimen nacional… Cada uno adquieresu propia identidad problemática; y

todos ellos son reales, requierenatención, e imploran y exigenresponsabilidades. Hoy, estadesordenadamente múltiple realidadpalestina incluye una agenda máximacuyos temas individuales quizá tengansentido, pero cuya totalidad es lapesadilla de un politólogo. Dejandoaparte por el momento los incipientespero distintos problemas de lospalestinos de Gaza y Cisjordania, y delos de Israel, hay decisiones cotidianasque tomar sobre las relaciones de laOLP con Arabia Saudí, China y la UniónSoviética; hay decisiones que tomarsobre las relaciones con todos lospaíses árabes, Siria y Egipto entre ellos,

donde están en juego considerablesintereses políticos palestinos; está lacuestión de los asuntos de la OLP en lasNaciones Unidas, y sus organizacionessubsidiarias; cada día en el Líbano, porejemplo, hay que alimentar, enseñar,armar, entrenar e informar a muchosmiles de personas, y ello implica rocescon el ejército sirio, con la derechalibanesa, con los aliados locales;asimismo, de un modo u otro lasdiversas comunidades palestinas, cadauna con sus propias prioridadesdefinidas, deben mantenerse en contactomutuo, reduciendo o eliminando lasrelaciones tensas y fomentando lasalianzas. Y, por encima de todo eso, está

siempre el objetivo de mantener laspresiones sobre Israel, cuyas fronterasparecen lejanas y difíciles de alcanzarpara los exiliados palestinos. Así, seancuales fueren los problemaspsicológicos que podamos quererdescubrir en la psique palestina —unnuevo objeto de examen entre lospalestinos y otros «expertos» en elanálisis del carácter nacional—, creoque parecerán relativamente efímeros encomparación con esta serie deimperativos materiales para la acción.

De un modo muy literal, el dilemapalestino desde 1948 es el de que serpalestino ha significado absolutamentevivir en una utopía, en una especie de no

lugar. En consecuencia, y de un modoigualmente literal, la lucha palestina eshoy profundamente tópica, y eso ilustralo que diré más adelante sobre elcambio en la política palestina de lafantasía a la eficacia. Un rasgofavorable de la forma cubista de la vidapalestina es que esta se centra en elobjetivo de conseguir un lugar, unterritorio, en el que localizarse comonación. El mero hecho retrospectivo dehaber estado antaño en ese mismo lugar,o el mero hecho contemporáneo de serhoy «no personas» en ese mismo lugar,ya no proporciona a los palestinos larazón o la ira suficientes para seguirluchando. La guerra de 1967, e

irónicamente la adquisición adicional deterritorio palestino por parte delsionismo, pusieron a los palestinosexiliados y dispersos en contacto con sulugar. Partiendo de una políticaesotérica de tratar con los palestinoscomo si no estuvieran ahí, como seresutópicos cuya presencia bruta se podíadistribuir y hacer desaparecer en unlaberinto de regulaciones queprohibieran su presencia nacional, elsionismo israelí pasó a manifestarseabiertamente en 1967. He ahí que habíamuchos cientos de miles de palestinos, yallí, explícitamente, por encima de ellos,gobernándolos militarmente ante unmundo que de inmediato comprendió el

significado de la ocupación militar,estaba Israel. La búsqueda de pazpalestina adoptó un significadoconcreto, que era el de conseguir que sepusiera fin a la ocupación israelí deaquel lugar. Dentro del marco desoluciones posibles para todo elembrollo regional, la autodeterminaciónpalestina ha desembocado en general enla necesidad de un Estado independienteen una parte liberada del territoriooriginal de Palestina.

De haber sido esa la cuestiónpalestina hoy, sin embargo, habríaresultado un tema mucho más manejable.Pero Palestina tiene una dimensión demayor envergadura, interárabe e

internacional (por no mencionar lainterpalestina), como consigna. Nadieque haya dedicado sus energías a ser unpartisano ha dudado nunca de que lapalabra «Palestina» ha desatado tambiénun gran número de asuntos de otraíndole. El término se ha convertido ensímbolo de la lucha contra la injusticiasocial: durante las manifestacionesestudiantiles egipcias de comienzos dela década de 1970, un eslogan frecuenteera: «Todos somos palestinos». Losmanifestantes iraníes contra el sha en1978 se identificaban con los palestinos.En el mundo no blanco existe laconciencia de que la tendencia de lapolítica moderna a gobernar sobre las

masas populares como poblacionestransferibles, silenciosas y políticamenteneutrales tiene una ilustración concretaen lo que les ha ocurrido a lospalestinos, y lo que, de formas distintas,les ocurre a los ciudadanos de losantiguos territorios colonialesrecientemente independientes,gobernados por regímenes militaresantidemocráticos.[93] La idea de laresistencia obtiene su contenido y sufuerza de Palestina; y más útilmente, laresistencia obtiene de Palestina unenfoque detallado y positivamente nuevode la microfísica de la opresión. Sipensamos que Palestina tiene la funcióntanto de un lugar al que volver como de

un lugar completamente nuevo, unavisión parcial de un pasado restaurado yde un nuevo futuro, quizá hasta undesastre histórico transformado enesperanza en un futuro diferente,entenderemos mejor el significado de lapalabra.

Para los propios palestinos, laoscilación en su lucha política entre elretorno (a su tierra, a un contacto con supatrimonio, su historia, su cultura, a larealidad política) y la novedad (elnacimiento de una nueva sociedadpluralista y democrática; el fin de ladiscriminación religiosa y/o racial comobase del gobierno; la adquisición nosólo de una genuina independencia

política, sino también de un gobiernorepresentativo y responsable) respondeperfectamente a la pauta básica de susactuales emplazamientos geográficos.Los palestinos que están en un exiliomanifiesto quieren volver; los que estánen el exilio interior (en Israel o bajoocupación militar) quierenindependencia, libertad y autonomíadonde ya están. Un refugiado de Galileao Jaffa que ahora viva en el Líbano o enKuwait piensa principalmente entérminos de lo que perdió cuando semarchó en 1948 o más tarde; quiere quese le permita volver, o lucha paravolver, a Palestina. Desea el retorno.Inversamente, el actual residente

palestino de Gaza, Nazaret o Nablus seenfrenta o, de algún modo, se tropieza adiario con un poder ocupante, sussímbolos de autoridad y su dominaciónbásicamente descontrolada sobre él;quiere ver ese poder eliminado, o, en elcaso del ciudadano árabe israelí, ya nodesea ser conocido y tratadonegativamente como un «no judío».Desea la novedad. Un palestino quieretrasladarse; el otro, quedarse dondeestá: ambos quieren un cambio bastanteradical. Pero ¿acaso estos deseos, quearraigan en circunstancias urgentementemateriales, se complementanmutuamente? ¿Hay un conciertoimplícito en las aspiraciones políticas

palestinas?Un rápido «sí» sería una respuesta

demasiado retórica, demasiado general.Las huellas de la historia vivida —cuyoinventario he intentado hacer— handividido muy profundamente a lacomunidad palestina. Tomemos sóloalgunos sencillos aspectos básicos de lahistoria palestina en esta últimageneración, y veremos aparecerdiferencias asombrosas entre losexiliados y los que se quedaron. Aun siempezamos por conceder que 1948significó lo mismo para todos, hay aquídetalles que debemos considerar. En elIsrael posterior a 1948, el horizonte delpalestino lo proporcionaba la legalidad

sionista. Este se definía como mejorpodía en el contexto de partidospolíticos israelíes como el Mapai, enlos debates de la Knesset, en lostribunales, en tierras cuyo derecho depropiedad estaba casi en continuadisputa, pero cuya presencia y solidezidentificables nunca existían para él. Lasoportunidades educativas en Israel eran(y siguen siendo) pobres encomparación con las de los judíos. Dehecho, el Estado no vela por elcumplimiento de la enseñanzaobligatoria para los alumnos árabes y elíndice de abandono escolar es alto.Existe una dramática escasez deprofesores, y los que trabajan están casi

todos poco cualificados; hasta 1956, elEstado no abrió una escuela demagisterio en Jaffa, pero aun asítampoco se han abordado en serio losproblemas para elevar el nivel de laenseñanza árabe. Quizá esta política debenigno abandono pueda parecerjustificable, ya que Israel es un Estadopara judíos, y no para no judíos; pero eldaño positivamente causado a los árabesen Israel ha tenido el efecto políticoverificable de aislar y deprimir a losciudadanos árabes israelíes.

Dentro de Israel, tradicionalmente seha visto al árabe como alguien que hayque evitar que llegue a adquirir unaconciencia nacional. El currículo

escolar se cambia de repente, lasescuelas e instalaciones escolaresárabes están en unas condicionessensiblemente malas, y se enseña alárabe de todas las formas posibles aaceptar su inferioridad y su abyectadependencia del Estado. A principios dela década de 1970 todavía había sólo500 graduados universitarios entre losmás de 400 000 árabes que vivían enIsrael. A esta cifra debe añadirse elhecho de que el número de estudiantesuniversitarios palestinos fuera de Israelen la misma época era de 11 por cada1000 refugiados. Los graduados enformación profesional eran másnumerosos, pero también aquí, como

señala Sabri Jiryis, se mantiene apropósito la desproporción entre judíosy no judíos: «19 escuelas de formaciónprofesional con una asistencia de 1048alumnos en el sector árabe, y 250escuelas y 53 847 alumnos en el sectorjudío». En todo el sistema escolar yuniversitario se favorece el estudio delhebreo sobre el del árabe, se prestamucha más atención a la historia judíaque a la árabe («32 horas, de un total de416 horas reservadas durante elprograma de cuatro años de la rama deletras [de la universidad] se dedican a lahistoria de los árabes, sin mencionar laEspaña musulmana, [mientras que] lahistoria judía se enseña extensamente en

cada etapa»), y cuando se enseñan temasárabes, siempre se presentan desde unaperspectiva que hace hincapié en ladecadencia, la corrupción o la violenciaárabes; una reciente revisión depreguntas de exámenes revelaba que nose preguntaba nada sobre Mahoma,Harun al-Rashid o Saladino. Jiryis damás detalles acerca de cómo laspolíticas de educación del gobiernoisraelí para con los árabes aspiran agenerar «lealtad al Estado» y unaconciencia «que subraya el aislamientode los árabes en Israel», tal comoseñalaba una comisión gubernamental afin de modificar el currículo para losárabes en un artículo publicado en

Haaretz el 19 de marzo de 1971. DiceJiryis:

Hay amplios temas políticosentremezclados, especialmente en lahistoria árabe y hebrea y los programas delengua. Incluso un examen superficial delprograma de historia muestra que este seha diseñado para celebrar la historia de losjudíos y presentarla de la manera máspositiva posible, mientras que la visión dela historia árabe se deforma hasta un puntoque roza la falsedad. La historia árabe serepresenta como una serie derevoluciones, matanzas y continuasdisputas, de modo que todos los logrosárabes quedan oscurecidos. Asimismo, eltiempo dedicado al estudio de la historiaárabe es escaso. En quinto curso, porejemplo, los niños de diez años dedicandiez horas (o períodos) al estudio de los

«hebreos» y sólo cinco al de la «penínsulaarábiga». Y hasta cuando estudian lapenínsula arábiga, la atención se centra enlas comunidades judías de allí, tal comoestipula el programa. En sexto curso,treinta de un total de sesenta y cuatroperíodos de historia se dedican a«Historia islámica», desde sus inicioshasta finales del siglo XIII, incluyendo elestudio de Moisés Maimónides y delpoeta judeo-español Ibn Gabirol. Enséptimo curso no hay mención alguna a lahistoria árabe, pero una sexta parte de losperíodos de historia se dedican a estudiarlas relaciones entre los judíos de ladiáspora e Israel. En octavo curso haytreinta horas para estudiar «el Estado deIsrael» y sólo diez para la historia de losárabes desde el siglo XIX hasta hoy. Estodeja un vacío de cinco siglos en la historiade los árabes. Entre los temas cubiertos

en octavo curso están las crisis religiosasde Siria y el Líbano, y la disputa entredrusos y maronitas en 1860.[94]

Esta política ha servido hasta hacepoco no sólo para aislar a losciudadanos árabes israelíes de otrosárabes y palestinos; también ha hechomucho más difícil para otros árabes ypalestinos entenderse con los árabespalestinos de Israel. Un sorprendenteresultado político ha sido la sensaciónde incertidumbre producida en ambossentidos. Los ciudadanos árabesisraelíes llevan pasaportes de Israel,razón por la cual les ha resultado muydifícil visitar el mundo árabe, y cuandoha habido reuniones entre exiliados y los

llamados árabes israelíes, ha existidosiempre un considerable recelo mutuoque ha habido que vencer antes de que laconfianza pudiera convertirse en la basede un intercambio. Inevitablemente, unexiliado alimentado por la nostalgia desu patria junto con una fuerte dosis deideología nacionalista árabe sepreguntará si su compatriota de Nazaretno se habrá convertido en agente israelí;por su parte, su colega de Israel habrátenido que recurrir en soledad a lalectura de la literatura hebrea o elderecho israelí, y percibirá el genuinodistanciamiento que le separa de losacontecimientos producidos en la culturaárabe autóctona.

En tales circunstancias, pues, loscaminos abiertos a los palestinos deIsrael para la mejora personal y, mástarde, para la lucha contra su maltratopor parte del Estado siempre se hanvisto restringidos por la legalidadisraelí, que resulta fuertementedesfavorable a los no judíos. Dado queIsrael no tiene Constitución (la basejurídica de la autoridad del Estado es unconjunto de «leyes básicas»), laoposición palestina dentro de Israel hadependido, en primer lugar, de lasvalerosas iniciativas adoptadas por elPartido Comunista (que cuenta conmiembros judíos y árabes) y, en segundolugar, de grupos nacionalistas cuyos

horizontes se han enmarcado en lalegalidad israelí. Desde mediados hastafinales de la década de 1950, surgieronen Israel grupos como el Frente Popularpara defenderse de los abusos másinaceptables cometidos por el Estadocontra los palestinos. Pero quizá lafuerza política palestina nacionalistamás significativa que apareció fue laUsrat al-Ard. Fue fundada por un grupode jóvenes nacionalistas palestinos en1958, y aunque su historia fue breve,catalizó el descontento de la comunidadautóctona dentro de Israel. (Aquídebemos tener presente cuál fue larespuesta política de la comunidadexiliada a su suerte: la Organización

para la Liberación de Palestina). Usrat al-Ard significa «familia de la tierra» enárabe, un nombre que captabaperfectamente los intereses de lacomunidad de los que se quedaron. Larazón de ser del grupo era el derecho delos palestinos a estar en Palestina; desdeun primer momento trató de realizar sulabor, no insistiendo en la liberación,sino intentando desarrollar unapresencia política árabe palestinaindependiente en el marco de lahegemonía israelí. Su principal logrofue, en mi opinión, de carácter negativo.La Usrat al-Ard demostró laimposibilidad de la igualdad para los nojudíos en Israel: a comienzos de la

década de 1960, y a pesar de quesiempre había procurado realizar sulabor legalmente, había caído víctima deleyes que prohibían la publicación desus periódicos, el funcionamiento de susimprentas, o hasta el hecho de poderregistrarse como partido político legal.La Usrat al-Ard fue el primer grupopolítico árabe palestino que reclamó laexistencia de un Estado palestinoindependiente.

Más adelante volveré a la evoluciónde los palestinos en Israel. Lo que deseoacentuar ahora es la especial estructurade su identidad, en el sentido de quedicha identidad funciona políticamente afavor de la independencia y la

liberación de la opresión. La realidadirreductible de estos palestinos era suprecaria presencia en la tierra dentro deun Estado que los consideraba unamolestia inoportuna aunquetemporalmente inevitable. La estabilidadfundamental de sus vidas provenía de latierra o, paradójicamente, de la ausenciade cualquier legitimidad viable de suvinculación a la tierra como no judíos enIsrael. (En una considerable medida,existe una identidad similar para lospalestinos que viven en los territoriosocupados por Israel en 1967, aunquedichos palestinos han tenido una largahistoria de conexión con el mundoexterior árabe). Uno de los poemas más

llamativos escritos por un miembro dela comunidad de los que se quedaron es«Baqun» («Permaneceremos»), deTawfiq Zayyad, cuyo diáfano lenguajede tenacidad elemental aspira a recordara los israelíes que los palestinos soncomo «el cristal y el cactus / en vuestrasgargantas». La conciencia palestina seexpresa en cierto nivel como un conjuntode «veinte imposibilidades»; en otro,Zayyad ve sus propias humillaciones(lavar platos en hoteles, servir «bebidasa los amos») como ennoblecedoras,puesto que…

Aquí tenemos un pasadoun presente

y un futuro.Nuestras raíces se afianzanprofundamente en la tierra.Como veinte imposibilidadespermaneceremos.[95]

Los palestinos en el exilio sientenexactamente lo contrario. Sus vidas sehan hecho insoportables porque dondeestán ahora no tienen raíces de ningúntipo. Su horizonte lo forman organismosinternacionales como la Agencia de lasNaciones Unidas para los Refugiados dePalestina en Oriente Próximo(UNRWA), los campos de refugiados enuno u otro país árabe, y suscircunstancias inmediatas (y

ampliamente diferenciadas). Describir odefinir con brevedad a la comunidadexiliada —la ghurba, como se ladenomina— resulta casi imposibledebido a que, en conjunto, esta hareflejado y ha contribuido a laconciencia sociopolítica —en todas susvariantes— de la moderna vida árabe.[96] Actualmente hay palestinosresidentes en campos, intelectuales,ingenieros, trabajadores o campesinossin tierra en la mayoría de los paísesárabes; sus divisiones de clase siguenlas principales estructuras de los paísesde acogida, pero inevitablementetambién se han subordinado (en especialdesde 1967) a una u otra concepción

primordial de una personalidad políticapalestina. Creo que se puede hablarlegítimamente de palestinos nasseristas,palestinos baazistas, palestinosmarxistas, de una burguesía palestina…cada uno de ellos, a su propia y enocasiones peculiar manera, haformulado una teoría, si no siempre unplan práctico de retorno. Más adelantevolveré a estas ideas y partidospolíticos.

El funcionamiento cotidiano de lavida palestina en el exilio, a diferenciade la del interior de Israel, obviamentese ha distribuido de manera desigualentre el país de acogida, el aparatointernacional encargado de las

operaciones con refugiados y lospropios palestinos. El año 1967representó un punto de inflexión.Simbolizó el fracaso del sistema árabeconvencional; y, en cierta medida, elorigen de la afirmación palestina paraasumir su propia capacidad de ayuda,responsabilidad e identidad, en forma deorganizaciones políticas de consenso,puede situarse en 1967. Hasta entonces,todos los países árabes apoyaban a lospalestinos de un modo congruente notanto con las aspiraciones palestinascomo con la razón de Estado, y —hayque añadir también— con vistas asatisfacer el sentimiento sinceramentepopular de implicación nacionalista en

la tragedia palestina. Se habíanestablecido organismos internacionalescomo la UNRWA para que ayudaran enel problema concreto de los refugiadospalestinos en sus principales lugares deexilio, aunque el principal objetivo hasido siempre la supervivencia de lospalestinos sin llegar nunca a laindependencia política; las políticas dela UNRWA han estado en sintonía con laresolución anual de la AsambleaGeneral de las Naciones Unidasinstando a Israel a dejar volver a losrefugiados, pero el llamamiento se hahecho siempre en base a razoneshumanitarias más o menos neutrales, denuevo sin llegar nunca a reconocer que

los palestinos y los israelíes seenfrentan mutuamente por razonesnacionales y políticas.

La ambivalencia del sentimientopalestino hacia la UNRWA constituye untema complejo en sí mismo, y nopretendo estudiarlo aquí. Lo que sí mepreocupa, no obstante, es lainsatisfacción constantemente latenteante el papel de dicho organismo. Hayque recordar ante todo que losrefugiados no tardaron mucho enconvertirse (y así han permanecido) enun grupo sumamente politizado. Como sipretendiera evitar la formación de unaconciencia nacional explícita en sustutelados palestinos, la UNRWA actuaba

en función de un paternalismo apolíticorepresentado por el reparto de alimentosy de ropa, además de instalacionesmédicas y educativas. El interésbenéfico de la UNRWA por el desastrepolítico de los palestinos parecíareducirse a cifras estériles: cuántasbocas por alimentar, cuántos cuerpospor vestir y tratar, etcétera. Creo que escorrecto decir que el palestino que vivíaen el capullo político que se suponía quele proporcionaba la UNRWA no podíadeterminar si alguna vez llegaría aromperlo para pasar a una genuinaautodeterminación. Dado que la visiónde la UNRWA era que los refugiados sehallaban en una fase de transición entre

el desalojo previo y el reasentamientoen algún sitio y en algún momentofuturos, la temporalidad de suexistencia, junto con el temor obvio aque la transición condujera aalternativas peores, hicieron inevitablela inquietud palestina con respecto a laUNRWA. Por otra parte, dado que elpersonal de las escuelas de la UNRWAera palestino, surgieron otra serie detensiones a raíz de lo que se enseñaba endichas escuelas sobre el sionismo yPalestina. En la medida en que cada vezmás niños acudían a esas escuelas, estospodían ver con disgusto la disparidadque existía entre su historia y su realidadactual; pese a sus esfuerzos, la UNRWA

asimiló ese disgusto, y hasta esahostilidad.

Algunos miembros del personal dela UNRWA eran funcionariosinternacionales, muchos de los cualeseran palestinos. Aunque nadie haestudiado este fenómeno, es probableque los palestinos que trabajaban en laUNRWA tuvieran un importante papel enel cambio producido en el Líbano yJordania, países con la mayorconcentración de campos de refugiados.En ambos países, los palestinos fueronasumiendo de manera gradual laresponsabilidad de los serviciossociales, una transición que se completóoficialmente en el ámbito político

(aunque la UNRWA continuara con sutrabajo) con el surgimiento de la OLP,una organización programáticamentenacional que asumió una supervisióncuasigubernamental de los palestinostanto dentro como fuera de los campos.En cualquier caso, el reemplazo parcialde la UNRWA por la OLP no puedesepararse de otro fenómeno: la relacióncada vez más áspera de los palestinoscon sus países de acogida, de nuevoprincipalmente Jordania y el Líbano.

Ya he dicho antes que la guerra de1967 fue un acontecimientotrascendental. No sólo desacreditó elenfoque árabe convencional de lacuestión de Israel; también dejó claro a

la mayoría de los palestinos que suconflicto con el sionismo no podíaresolverse en su nombre por ejércitos yestados mediadores. El hecho crucialdel gran número de palestinos en elLíbano y Jordania se debe a que casitodos ellos eran refugiados del Israelanterior a 1967. En cuanto Israel ocupóGaza y Cisjordania, el esfuerzo porponer fin a la ocupación israelí asumiócomo parte de su objetivo unosterritorios sobre los que los palestinosjordanos y libaneses no teníanespeciales reivindicaciones. Estos nopodían pedir ser repatriados aterritorios de los que no procedíanoriginariamente; de ahí que los llamados

«negacionistas» entre ellos se opusierana la idea de un Estado palestino enCisjordania. Además, su difícilsituación, en dos países inmediatamenteadyacentes a Israel, cristalizó elproblema de la dispersión palestina y lanecesidad de una u otra fórmula deregreso a Palestina, ya fuera a un Estadoen Cisjordania o a todo el territoriopalestino. En la medida en que serecibió un apoyo cada vez mayor de lascomunidades de exiliados de otrospaíses, la presencia palestina enJordania y el Líbano pareció cuestionarla autoridad de los regímenes de cadauno de dichos países, especialmentecuando el surgimiento de una fuerza

palestina creíble y armada vino a llenarel vacío dejado por los derrotadosejércitos árabes. Desde finales de ladécada de 1960, los palestinos seencontraron con el triple problemaplanteado por su dispersión: suaspiración a la autodeterminación, laausencia de una base territorial segura yfactible, y la necesidad de estableceruna autoridad palestina que, de serposible, no se implicara en disputas conla autoridad local. Cabe situar en estostres retos el origen de todas y cada unade las dificultades palestinas desde1967 hasta el presente.

Y una gran parte de lo que pareceríahaber de excéntrico en torno a la

Organización para la Liberación dePalestina puede explicarse también si setienen presentes los tres. Sin duda escierto que originariamente la OLP fuefundada por la Liga Árabe en 1964como una forma de institucionalizar (yquizá hasta de contener) las energíaspalestinas. Creo, sin embargo, que seríaun error decir que los palestinos notuvieron ni voz ni voto en el asunto.Desde luego que tuvieron, pero alprincipio la organización no era tanto unaparato político como retórico, de modoque atrajo a los funcionarios antes que alos responsables políticos. Con eltiempo, y como intentaré demostrar unpoco más adelante, la OLP pasó a atraer

también a militantes a quienes parecióque una organización como aquella (adiferencia de la UNRWA) podía llegar ahacerse genuinamente nacional,responsable y gubernamental. Sinembargo, a diferencia de otrasorganizaciones de liberación nacional, ogobiernos provisionales, la OLP no teníaningún territorio autóctono en el queoperar; este era quizá el defecto trágicoen su estructura de movimiento deliberación de exiliados, y noprincipalmente de autóctonos que luchancontra sus opresores in situ. En ciertomodo, la OLP era una agrupacióninternacional-nacional. Pronto logró unalegitimidad nacional internacional, a

pesar de que sobre el terreno encontróproblemas con los gobiernos soberanos.Hasta hoy no ha resuelto la cuestión desi es realmente un movimiento deindependencia nacional o de liberaciónnacional. Pero el caso es que logró crearservicios sociales bastante avanzadospara sus beneficiarios, organizó ymovilizó a los exiliados palestinos conun éxito espectacular, y con los años seha ganado el compromiso de unaaplastante mayoría de los palestinos,exiliados, sometidos a ocupación, oresidentes en Israel.

Una de las aportaciones másimportantes a la OLP ha sido la de lafuerte tradición nacionalista que se ha

mantenido viva en el exilio. En 1956 sehabían formado una serie de pequeñosgrupos palestinos para atacar a losisraelíes después de que estos ocuparanGaza. En 1960 o 1961 habíaprobablemente unas cuarentaorganizaciones palestinas en el exilio,todas ellas consagradas a la idea delretorno y la hostilidad a Israel.Asimismo, casi desde el momento enque el primer refugiado dejó Palestinaempezó a aparecer una enorme cantidadde literatura: poemas, panfletospolíticos, historia, periodismo… Granparte de esta producción fue alentadapor los estados árabes, pero una partesustancial se debió a la iniciativa

palestina. El mundo árabe pasaba por unimportante período de autoafirmaciónnacional, al que los exiliados palestinosaportaron su peculiar talento, además desu testimonio único. Si los añoscincuenta y sesenta estuvierondominados por la figura de GamalAbdel Nasser, hay que recordar que lasideas de este sobre la unidad árabe, elantiimperialismo y la lucharevolucionaria tenían una gran deudacon sus experiencias palestinas.

En la adversidad y en el exilio, losgrupos nacionales en germen setransforman en grupos nacionales dehecho. Las circunstancias de ladispersión en tantos países distintos

impidieron a los palestinos convertirseen un pueblo socialmente homogéneo.Incluso los residentes en campos fueronintegrándose poco a poco en lassociedades que les rodeaban; los másafortunados estudiaron en universidades,montaron negocios o se hicieronprofesionales. Pero el hecho de lapérdida —pese a estar normalmentereprimido— creó una auténticacomunidad separada de la sociedad deacogida. Mis propias experienciasfueron características de algunosexiliados en tanto que durante largotiempo mi historia concreta estuvocubierta —al parecer adecuadamente—por el paraguas del mundo árabe en

general; pero llegó un momento en queyo, como cada vez más y más palestinos,empezamos a considerar nuestras vidasy nuestras actuales circunstanciasindependientemente del resto del mundoárabe. Lo que todos los palestinoscalifican hoy como la Revoluciónpalestina no es la distinción negativa deser diferentes de los demás, sino unapercepción positiva de toda laexperiencia palestina como un desastreque hay que remediar, y de la identidadpalestina como algo comprensible nosólo en términos de lo que perdimos,sino también como algo que estábamosforjando: una liberación de lainexistencia, la opresión y el exilio.

Como la principal organización deexpatriados, históricamente la OLP se hainteresado en el retorno como elresultado y beneficio más importante dela liberación. Aquí el contraste con losobjetivos de la comunidad palestina deIsrael es importante. Normalmente, losque se quedaron se identificaron con ellenguaje y las tácticas propuestas por laorganización Usrat al-Ard (como ya seha dicho, la «familia de la tierra»); enIsrael, su línea de acción se configuró envirtud del imperativo de permanecer enla tierra, reforzar la cohesión de lacomunidad y adaptarse al régimenisraelí, aunque, no obstante, luchandopor la igualdad de derechos en el seno

de este. En otras palabras, los palestinosse sintieron poseedores de su propiaidentidad nacional, la cual, en virtud delo que era obviamente un hechomaterial, tenían que redefinir para darcabida a Israel. Aun así, lacontradicción de ser un no judío en unEstado judío no se abordó de frente,como tampoco se abordaron laspolíticas específicamente exclusivistassurgidas del sionismo. Por otra parte,los exiliados —quizá con algo delidealismo romántico propio delexpatriado— expresaron sus políticas entérminos holísticos: ellos eran exiliados,no de partes concretas de Palestina, sinode toda ella, y, por lo tanto, era la

totalidad de Palestina la que había deser liberada. A causa de lo que habíahecho y seguía haciendo a los árabespalestinos autóctonos, el sionismo noera ni justificable como movimiento nimoralmente aceptable como sociedad.Lo que los exiliados no explicaron otuvieron suficientemente en cuenta fue elapoyo que Israel había obtenido de susciudadanos judíos y de una parte de lacomunidad mundial; más crucial fue elhecho de que los palestinos ignorarancómo, para sus escogidos ciudadanos,Israel había adquirido una legitimidad yuna coherencia que lo habían convertidoen un Estado (por más que para susciudadanos no judíos, y sus exiliados,

fuera un Estado malvado).En este punto podemos apreciar

adecuadamente la importancia para lalucha palestina de su último elemento, eltercer sector de la población: los que derepente se encontraron bajo laocupación israelí en 1967. Hasta aquelmomento, Jordania consideraba a loshabitantes de Cisjordania ciudadanosjordanos; los de Gaza estaban bajo laadministración egipcia; y obviamente,los dos habían sido separados unos deotros. Ambos (aunque más los de Gaza)pasaron a adquirir una carga común enla forma del gobierno militar israelí.[97]

A excepción de los residentes deJerusalén Este (que es árabe), que se

encontraron con su ciudad anexionada enla práctica por Israel, los demáspalestinos empezaron a revivir lasexperiencias de los árabes del interiorde Israel y a experimentar asimismoalgunas de las dificultades del exilio.Cualquier palestino de Nablus o deRamallah podía ser deportado, y muchoslo fueron; miles de familias vierondestruidas sus casas por una serie de«supuestos» delitos (sobre todo de laclase que cualquier población ocupadase siente con derecho a emprendercontra los ocupantes); miles de personasfueron «transferidas» de un lugar a otro(esto fue dolorosamente cierto para unos20 000 beduinos de Gaza, y también

para muchos otros de otras partes); y,sobre todo, a los residentes palestinosde los territorios ocupados se les negócualquiera de los privilegios de laciudadanía en su propia tierra. Ellos noeran ni jordanos ni israelíes; en ciertomodo, se convirtieron en refugiados.Pero, a diferencia de los primeros780 000, ellos se quedaron en elterritorio; y a diferencia de losrefugiados anteriores, estos palestinosvivían sus vidas ante una opiniónpública mundial que podía verperfectamente a los soldados israelíespatrullando en jeeps por pueblos yciudades árabes desarmados, de vez encuando matando y habitualmente

golpeando a los árabes. Y todo estomientras el mundo en general condenabala ocupación, además de decenas deasentamientos israelíes ilegales cuyajustificación era un anacrónicoargumento bíblico.

La conquista militar también hatenido un marcado efecto en la sociedad,un hecho que no ha pasadodesapercibido a los palestinos. Israelpasó a ser una potencia ocupante, y yano simplemente un Estado judío.Algunos israelíes afrontaron por primeravez el problema palestino comofundamental para cualquier acuerdo queIsrael tuviera que hacer en serio contoda la región, y, desde luego, a nivel

mundial. El renovado contacto entre losárabes israelíes y los habitantes de Gazay Cisjordania estimuló un repentinoaumento de la conciencia política, delmismo modo en que estos dos sectoresde palestinos empezaron a mirar altercero, el de los exiliados, como ungrupo organizativamente vinculado aellos, pese a la distancia y las barrerasimpuestas por Israel. Además, lapolítica israelí sobre Gaza y Cisjordaniaera estúpidamente miope. Como hicieranlos administradores coloniales en todaspartes de Asia y África, los israelíescreyeron que era posible sofocar hastael menor signo de resistencia «nativa» algobierno militar; cualquier palestino que

pareciera ser siquiera un líder potencialdel nacionalismo palestino eradeportado o encarcelado. La «agitación»o la colaboración con los supuestosenemigos de Israel se castigaban con ladetención administrativa para lospalestinos. Por primera vez en suhistoria, Israel produjo, fabricóliteralmente, una clase nueva depersona, y esta no fue tanto el «árabe»(que desde 1948 había quedadoatrapado en una red legal creada porIsrael para sus ciudadanos «no judíos»,pero al que nunca se consideró aparte deuna legalidad reservada exclusivamentepara árabes) como el «terrorista».

Para este «terrorista», Israel parecía

tener sólo una definición muy restringiday particularmente falta de imaginación—se suponía que era un enemigo de laseguridad del Estado—, pero loimportante de él era que se convertíaindefectiblemente en un patriotanacionalista. Una diferencia entre losárabes que vivían bajo la ley israelíantes de 1967 y los sometidos a laocupación israelí después de ese año esque el sionismo ya se ocupóepistemológicamente de los primerosmucho antes de que Israel se convirtieraen un Estado; pero no se podíaacomodar a los nuevos árabes en elviejo régimen y, por lo tanto, a estos nose les podía hacer desaparecer

limpiamente bajo un laberinto de biendiseñadas regulaciones para no judíos(o «no personas»). Cada medida ad hocadoptada por Israel para administrar losnuevos territorios parecía improvisada,torpe y hasta contraproducente, dado quela oleada popular de sentimientonacionalista palestino aumentóextraordinariamente. Y cuanto másidentificaba Israel a la OLP con el«terrorismo» en los TerritoriosOcupados, más consideraban lospalestinos a dicha organización su únicaesperanza política. Antes de 1948,parecía que colonizar Palestina ysometer a los autóctonos era unaempresa legítima; pero la tesis de que a

partir de 1967 la tarea podía ampliarsemás allá de las fronteras internacionalesconvenidas de Israel se convirtió en unaidea expansionista, ajena a la labor decivilizar o incluso redimir la tierra. Enel plazo de una generación, los israelíeshabían pasado de estar oprimidos a serlos amos y señores. Y para variar, ahoraapareció el palestino, esta vez comopalestino.

No creo que, salvo un pequeñoporcentaje de la población, los israelíeshayan sido capaces de aceptar la ideadel palestino como una realidad políticasui generis, pero al menos se ha ganadoel estatus de realidad demográfica. Lalínea oficial israelí sobre los palestinos

se manifiesta suficientemente en lasfrases empleadas para describirlos porlos recientes primeros ministros.En 1969, Golda Meir dijo que no habíapalestinos (mientras sus departamentosde información, así como sus arabistasacadémicos, insistían en esa misma líneadiciendo que en realidad los palestinoseran «sirios meridionales»); Isaac Rabinse refirió siempre a ellos como los«llamados» palestinos (al tiempo quesus autoridades de ocupaciónaconsejaban abrir las fronteras conJordania y una política que hicierarealmente del palestino un jordano);Menahem Begin alude a ellos como losárabes de Eretz Israel, los «propios»

negros de Israel (y les ofrece laautonomía, bajo la protección militarisraelí). Los tres se han mostradoresueltos a destruir políticamente a lospalestinos; los tres han sancionado unterrorismo de Estado a gran escalacontra civiles palestinos fuera de Israel,y una indiferencia absoluta ante lahistoria israelí de desposesión de lapoblación autóctona de Palestina. Elaspecto más desalentador de la políticaisraelí hacia los palestinos en todaspartes es el triunfo oficial casi total dela ideología sobre la razón y hasta sobreel sentido común. Negar la existencia delos palestinos tiene sentidoepistemológicamente si uno cree que

Palestina sigue siendo un desierto vacíoque espera a ser curado de su abandono.Creer en semejante tontería cuando locontrario resulta manifiestamenteevidente es negar a la razón un papel enla propia política; además, la idea deque Israel tiene derecho a poseer unterritorio por motivos bíblicos y deseguridad (aun después de que esemismo territorio se revelaraespecialmente vulnerable en la guerra)desafía la credulidad de hasta los másfervientes aliados de Israel.

Cabe buscar el origen de losimponentes éxitos internacionales de laOLP, y del continuado éxito de laorganización en toda la comunidad

palestina, en los aspectos negativos dela política israelí y la convergencia dela voluntad popular palestina en torno adiversas alternativas a las posturasisraelíes. Los palestinos fueron laprimera comunidad árabe que abordó elproblema de una población multiétnica.Ningún otro grupo adoptó una posicióntan avanzada como la de proponer unEstado laico y democrático paramusulmanes, cristianos y judíos enPalestina. Ninguna otra organizaciónpolítica de la región, árabe o judía, semostró tan sensible a las realidadesdramáticamente alteradas de la épocaposterior a 1967. En primer lugar, laOLP se propuso conscientemente ser

responsable de todos los palestinos: losque estaban en el exilio, los sometidos aocupación y los que estaban en Israel.Era la primera tentativa jamás realizadapor unos líderes palestinos de tratar auna población casi increíblementefragmentada en el marco de una visiónintegradora, lo que al menos en teoríaaseguraba una importante presencia(sociedad, electorado, régimen…) judía.En concreto, la OLP asumió laeducación, el armamento, la protección,la alimentación y el abastecimiento engeneral de los palestinos, fuera dondefuese. En segundo lugar, la OLP utilizósu autoridad internacional parainterpretar la realidad palestina, que

había pasado desapercibida al mundodurante casi un siglo; al mundo y, lo quees más importante, a los propiospalestinos. Surgió una identidaddiplomática palestina independiente, asícomo un impresionante aparatoinformativo y de investigación, incluidoscentros de estudio, institutos deinvestigación y editoriales. Esteconjunto de organismos deinterpretación finalmente puso a lospalestinos colectivamente en contactocon otros pueblos colonizados deÁfrica, Asia y América, y en ciertamedida el sionismo perdió (para lospalestinos y otros árabes) sudesconcertante fuerza hermética. El

colono sionista de Palestina pasóretrospectiva y realmente de ser un amoy señor implacablemente silencioso aconvertirse en un equivalente a loscolonos blancos de África; las actitudeshacia él pronto se transformaron en unafuerza movilizable. En tercer lugar, laOLP, como organización política, seabrió decisivamente de par en par paraadmitir a toda la comunidad en sus filas.De hecho, no resulta exagerado decirque la OLP hizo que ser palestino nosólo fuera posible (dada la catastróficafragmentación de la comunidad), sinotambién valioso para todos lospalestinos, con independencia de cuálfuera su lugar de residencia y cuál fuera

su compromiso ideológico definitivo. Lagenialidad de la OLP ha convertido alpalestino de un ser pasivo en un activoparticipante político; pero también harepresentado una fuente de incoherenciaacaso peligrosa, tal como veremos másadelante.

Creo que la mejor descripción decómo pueden considerarseconjuntamente todas estas partesdispares de la historia y la evolución delos palestinos se encuentra en unreciente análisis de Ibrahim Abu-Lughod, que es uno de los pensadorespalestinos más lúcidos. Inmediatamentedespués de 1948, los palestinosexiliados y los que se quedaron en Israel

adoptaron, nos dice, «una política deadaptación»; aunque despolitizados, losprimeros pudieron participar en lapolítica árabe (no palestina), en granparte porque no había ningunaalternativa y porque, a diferencia delsionismo, el arabismo no eraexclusivista; los que se quedaron sesometieron al régimen israelí ymantuvieron las formas tradicionalespalestinas de hacer política en el marcoque les imponía el sionismo. En los añoscincuenta, «los exiliados y los que sequedaron participaron en lo que sepodría denominar una política derechazo», que en Israel adoptó la formade la Usrat al-Ard, y para los exiliados

la de un rechazo a la despolitizacióncombinado con la crítica a las políticas«fraternales» árabes con respecto a «laliberación de Palestina».

Hizo falta la conmoción de la guerrade junio de 1967 para abrir las puertas auna política de revolución y esperanza.Para los exiliados, significócomprometerse con la resistencia, dejarde participar en la política árabe, y asumiruna afirmación palestina más abiertaencarnada a la larga en la Organizaciónpara la Liberación de Palestina y suprograma. Para los que se quedaron,significó una mayor militancia en elsistema y un mayor apoyo al PartidoComunista y su postura favorable a laexistencia de dos estados en Palestina,afirmando al mismo tiempo la unidad del

pueblo palestino independientemente desu fragmentación. Ambos sectoresafirmaron sus afinidades culturales con la«nación» árabe, pero minimizaron elprograma político árabe de unificación. Encierta medida, hoy estamos presenciandouna convergencia en los planteamientos deesos dos sectores [aunque personalmentecreo que habría que añadir un tercer sectora los dos mencionados por Abu-Lughod:los palestinos de los TerritoriosOcupados].[98]

Sin embargo, la «política derevolución y esperanza» no ha estadoexenta de angustia y de contratiempos.La densidad de este períodocontemporáneo, en cualquier caso,merece una especial atención, y a

continuación pasaré a hablar de ello. Mecentraré, pues, en el desarrollo de unaconciencia de la propia identidadpolítica palestina genuinamenteunificada, minuciosamente involucradaen la historia contemporánea yminuciosamente adaptada al lentoprogreso de la comunidad hacia laautodeterminación.

II. El surgimiento deuna conciencia

palestina

Apenas hace falta decir que, a la hora detratar un tema tan sensible a la historiacomo la conciencia de la propiaidentidad nacional, habría que estardispuesto a sacrificar la claridadabstracta en aras de la precisiónconcreta. Actualmente, la situación delos palestinos resulta tremendamentecomplicada, y cualquier nuevadescripción que yo pudiera dar de loque representa su percepción pasada y

futura de sí mismos, la percepción de suidentidad histórica y política, debe tenertambién en cuenta, por una parte, lo quedicha percepción ha generado en sudestino, y, por otra, lo que ha tenido queafrontar en realidad. Pero no es esta laúnica cuestión. Existe la complicaciónadicional de tener que tratar de laintricada y problemática situación delpueblo palestino con un telón de fondode extremada turbulencia y hastaconfusión. La guerra libanesa de 1975-1977, por ejemplo, no fuesimplemente una puesta en escena deldrama libanés-sirio-palestino. De hecho,la guerra en sí representó unmicrocosmos de la política

internacional, los intereses de lasgrandes potencias, la historia de lasminorías en el mundo árabe, larevolución sociopolítica, y todo eltrágico legado del colonialismooccidental y el imperialismo en OrientePróximo. Lo primero que hay que hacerahora es proporcionar el esbozo mássencillo posible de estos temas comopreludio al asunto fundamental quepretendo abordar, los problemas de lasupervivencia palestina y la articulaciónde la identidad nacional palestina en laépoca posterior a 1967.

Consideremos el Líbano en primerlugar. Un historiador sagaz del OrientePróximo árabe señalaría de inmediato el

hecho de que lo que ocurrió en elLíbano, de no haber sido por lospalestinos y los sirios que allí estaban,era una repetición de lo ocurrido ya en1845 y 1860. Dos de las principalescomunidades libanesas —los maronitasy los drusos— se encontraronenfrentados en acerba oposición.Entonces, como hoy, descubrimos laimplicación de las grandes potencias,así como el conflicto social y políticoentre las dos comunidades, las cuales —hay que decirlo— no se definen hoy, nise definían entonces, única yexclusivamente en términos religiosos.Pero creo que aquí termina esta útilanalogía entre el siglo XIX y el XX.

Desde la Segunda Guerra Mundial sehan producido una serie de cambios yadiciones cruciales, por no decirdeterminantes, en lo que un ciudadanode la zona ha percibido de sí mismo y desu sentimiento de pertenencia política.El primero de ellos es que ha habido unconsiderable incremento en lossentimientos de apego de la gente a suEstado-nación. Hay, obviamente,diversos grados de intensidad en esteapego a un Estado-nación, igual que segeneran diversos grados y tipos deemoción cuando la independencia o laentidad territorial de los estados-naciónse ven amenazadas. Lo que esindudablemente cierto desde otro punto

de vista es que el Estado y el aparatodel Estado han adquirido unaimpresionante autoridad desde laSegunda Guerra Mundial; una vez más,la clase de autoridad varía de un Estadoa otro, pero hoy existe un tipo deautoridad totalmente distinta de la que,por ejemplo, se dotó en su día elImperio otomano; esto es válido a todoslos niveles.

El segundo gran cambio producidoen el siglo XX es que, en lo que alpensamiento político se refiere, existeuna probabilidad mucho mayor de quelas cuestiones puramente locales seancomprendidas, abordadas, analizadas ydiscutidas en el marco de grandes

generalidades globales. Esto se aplicasin duda alguna al modo en que lossionistas libraron la lucha por Palestina.También ha sido frecuente, por ejemplo,que los fanáticos maronitas del siglo XXconsideraran que su postura encarnabala esencia de la civilización occidentalprotegiéndose contra las hordasbárbaras que llaman a su puerta. Demodo similar, desde 1967 los palestinoshan tendido a ver su lucha en el mismomarco que incluye Vietnam, Argelia,Cuba y el África negra. Este cambio deenfoque se debe en parte a unaconciencia política mundial acrecentada,formada como resultado de una ampliadifusión de ideas sobre la libertad y el

conocimiento, y también como resultadode la lucha universal contra elcolonialismo y el imperialismo.Además, la influencia de los medios decomunicación de masas ha unidoregiones del planeta ampliamenteseparadas y grupos de ideas aún másampliamente separados, a veces demanera indiscriminada, y a vecesjustamente. Si a ello se añade latendencia generalizada de los medios decomunicación y de la mente asimplificar y dramatizar, la reaccióncomo consecuencia será una burdaretórica política, exagerada yenfatizadora, y unos temas y accionesimpregnados de teologización. Nadie ha

escapado a esto.Probablemente siempre ha sido

cierto que los seres humanos ven susdiferencias mutuas como cuestiones deinterpretación. Decir que en el siglo XIXhabía una actitud característicamentefrancesa o británica con respecto a algoequivale a decir —aunque seavagamente— que había una maneracaracterísticamente francesa o británicade abordar la realidad. Tal afirmaciónincluye también la percepción de queexistía algo así como unos interesesmateriales exclusivamente franceses obritánicos en los que dichas actitudes sebasaban. En las actuales circunstanciasse hacen afirmaciones similares sobre

Oriente Próximo y sobre sus pueblos;pero debido a las dos realidadestransformadas que antes he mencionado,tales afirmaciones han adquirido unnivel bastante peligroso de margen deinterpretación. Cuando hoy hablamos delos árabes, o los libaneses, o los judíos,o los israelíes, parece que estemoshablando de entidades estables, mientrasque en realidad hablamos deinterpretaciones que resultanextremadamente inestables y aún másextremadamente especulativas. Es ciertoque hay estados a los que se puedeseñalar con certeza, pero —y aquí elsegundo gran cambio del siglo XX chocacon el primero— dichos estados están

atrapados en un vocabulario político yhabitan un ámbito político cuyoscimientos parecen estar cambiandoconstantemente. El efecto de estefenómeno en las transacciones yprocesos políticos resulta inequívoco.¿Cuál es, tras la invasión siria delLíbano en 1976, el significado deexpresiones unificadoras tales como«los árabes»? ¿Cuál es el significado deexpresiones como «estados árabesradicales»? ¿Cuál es el significadoexacto de las preguntas —como las quehan hecho Israel y Estados Unidos—formuladas a los árabes inquiriendo si«reconocerán» a Israel o no,especialmente teniendo en cuenta que no

está claro con respecto a qué Israel seestá preguntando a los «árabes»: elIsrael de 1948, el de 1967, o el Israelcuyos patrulleros han bloqueado obombardeado la costa sur del Líbano (aveces en colaboración con barcossirios)?

Me parece perfectamente posibleargumentar que los problemas comoestos han constituido un rasgo regular dela vida política, y que todo lo que hoyparece excéntrico en Oriente Próximo enrealidad no lo es tanto. Mi respuesta esque precisamente debido a la granimportancia que recientemente se hadado a la necesidad y la trascendenciade los estados y las estructuras estatales

en la zona, y precisamente tambiéndebido a que la propia definición de losestados se halla tan confusamentevinculada a generalidades de ambicióncasi cósmica, la excentricidad delmoderno Oriente Próximo se ve aún másacentuada. Si añadiéramos a esta seriede problemas la posición estructuralúnica en ellos de los palestinos, lasanomalías se multiplican todavía más.Antes que ningún otro grupo autóctonode Oriente Próximo, los palestinosafrontaron la cuestión del nacionalismoárabe tanto en su forma amplia, generale interpretativa como en la forma, muchomás concreta, de la exigencia de unEstado. En el choque de los árabes

palestinos con la colonización dePalestina por parte del movimientosionista, a estos se les planteó una dobleexigencia: 1) la necesidad de identificarsu resistencia con la lucha árabepostotomana por la independenciapolítica y el Estado, y 2) la necesidad deafrontar la demanda de un Estadoespecíficamente judío, que parecía —como más tarde hizo— excluirles a elloscomo colectivo.

En cierta medida, los palestinos y laregión a la que pertenecen compartendilemas similares con otras partes delantiguo mundo colonial. Sin embargo, ycomo indicaba en el primer capítulo, unaspecto extraordinariamente importante

de la historia de Oriente Próximo hasido la presencia de organismos deinterpretación activos y bien articulados,por no decir beligerantes —normalmente encarnados en gobiernosminoritarios—, cada uno de los cualesno sólo se ha aventurado, sino que en unmomento u otro también ha luchado(como Israel) por imponer su propiavisión de las cosas en el mundo del queforma parte. Añadir este elemento a loscambios del siglo XX que ya hemencionado, junto con la tendencianatural de las minorías a contar conpoderes externos que patrocinen susesfuerzos, nos dará mucha mejor idea delo que hoy ocurre en Oriente Próximo.

Esas minorías han conservado supeculiar conciencia de la propiaidentidad, que Albert Hourani hadescrito así:

En general, estos grupos formaroncomunidades cerradas. Cada uno era un«mundo», suficiente para sus miembros, alos que exigía su lealtad definitiva. Losmundos se tocaban, pero no se mezclabanunos con otros; cada uno de ellos mirabaal resto con recelo y hasta con odio. Casitodos eran anquilosados, inmutables ylimitados; pero el mundo sunní, aunquedesgarrado por toda clase de disensionesinternas, tenía algo universal, unaconfianza en sí mismo y un sentido deresponsabilidad de los que los demáscarecían. Estos eran todos marginales,excluidos del poder y la decisión

histórica.[99]

Las minorías de Oriente Próximo, yapequeñas y numerosas, les parecentodavía más pequeñas a sus miembros, yademás estos tienden a actuar de maneraque las hacen aún más pequeñas. Lasminorías se aíslan de su entorno humano,y casi siempre se subdivideninternamente. Esto ha sido así en Israel,donde los judíos orientales y europeos(por no hablar de los árabes) subdividende manera significativa el país. Loscristianos de Oriente Próximo(normalmente enmarcados en elcristianismo oriental), incluso en paísescomo el Líbano donde no han sido en

absoluto un grupo desapercibido oinvisible, parecen preocuparseespecialmente por sus diferencias,oponiéndose unas sectas a otras con elmismo chovinismo y habilidad que en sugran desavenencia con el islam. Laconflagración libanesa ha parecidoenfrentar a «musulmanes» contra«cristianos», pero lo que ha pasadodesapercibido es que fueron losmaronitas, una variedad especial delcristianismo oriental, los que alprincipio de la guerra se opusieron a losmusulmanes sunníes, que por su parte noformaban alianza con los populososmusulmanes shiíes; y la feroz luchamaronita no ha incluido en absoluto a las

comunidades ortodoxas griegas oprotestantes o armenias o católicasgriegas con casi tanta unanimidad comocabría esperar. Luego está también elactivo papel israelí a la hora de incitar alos maronitas, a los que hanproporcionado armas, provisiones yapoyo político. La política israelí en elLíbano ha estado regida en parte, no porsus simpatías hacia «los cristianos»,sino por una minoritaria causa comúncon la ambición de la derecha cristianade destruir a los palestinos. Ya antes dela Segunda Guerra Mundial (en elCongreso del Consejo Mundial delPoalei Zion, celebrado del 29 de julio al7 de agosto de 1937), David Ben Gurión

hablaba de cómo «la vecindad delLíbano representa un tremendo apoyopolítico al Estado judío. El Líbano es elaliado natural del Eretz Israel judío. Loscristianos del Líbano afrontan un destinosimilar al de los judíos».

Creo que hay que decir también quelas minorías militantes de OrientePróximo casi siempre se han mostradocontrarias a lo que Hourani denominarala universalidad, la confianza en símismo y el sentido de responsabilidaddel islam sunní, es decir, mayoritario.Tomemos, por ejemplo, la historia de lasrelaciones cristiano-musulmanas en laregión, que Norman Daniel aborda en sulibro Islam and the West: The Making

of an Image.[100] Para un cristianooriental contemporáneo, o para unarabista israelí que cree que el islam ola «mentalidad» árabe son sus enemigos,el libro de Daniel constituye confrecuencia un motivo de granincomodidad. Lo que el libro muestra esque fueron los cristianos sirios, entreellos san Juan Damasceno (c. 675-c.749) y el filósofo del siglo IX al-Kindi,quienes primero proporcionaron alcristianismo europeo los materialesteológicos y doctrinales (y por logeneral difamatorios) con los que atacaral islam y a Mahoma. Esos materialesposteriormente pasaron a integrarse enla corriente principal de la cultura

occidental, donde todavía se puedenencontrar. La mayoría de losestereotipos comunes sobre Mahomacomo putero, como falso profeta o comosensualista hipócrita provienen de loscristianos sirios, los cuales, dado quesabían árabe y alguna que otra lenguaeclesiástica, fueron capaces de propagartales mitos ofensivos. Sus motivosresultan comprensibles: el islam era unareligión proselitista y conquistadora, y,como baluartes cristianos, los siriosconsideraban que era su deberencabezar un ataque contra el islam queles valiera el apoyo de poderososaliados europeos. De este punto departida, olvidado desde hace largo

tiempo, se derivan muchos de losrencores que hoy sienten los cristianos ymusulmanes del Líbano. Y muchossionistas se han adherido también a estelegado tan poco edificante. Por otraparte, en Palestina, y entre los palestinoscontemporáneos en general, dado que nose dio nunca la presencia de unacomunidad cristiana dominante einvariable, y dado asimismo que desde1880 hubo un enemigo común para losárabes en los primeros colonos sionistaseuropeos, tales mitos nunca formaronparte de la educación de nadie comocristiano.

Cuando la conciencia minoritaria sealía con el hábito de una ambiciosa

generalización política, y cuando ambosse ven inmersos a la fuerza en lasoberanía única de la estructura delEstado, normalmente surgen problemasen la forma de un separatismodisgregador. Hoy, en la mayoría de losestados de Oriente Próximo, incluidoIsrael, existe un conflicto latente ypertinaz entre la tendencia alautoaislamiento político, por una parte,y, por la otra, la tendencia a laautogeneralización política. En Egipto,por ejemplo, el impulso hacia la unidadárabe está bloqueado en la lucha con lacompleja versión ideológica de unaidentidad nacional específicamenteegipcia, manifestada en su forma más

radical durante «la sagrada misión» delpresidente Sadat. Lo que ha causadodesunión ha sido la probabilidad más omenos natural de que el Estado se aliaracon el exclusivismo, el separatismo y lafalta de autoconfianza de la concienciaminoritaria, así como con lasgeneralizaciones políticasindiscriminadas. Si se piensa en ladialéctica entre el nacionalismo árabeen Siria y los diversos retraimientos delnacionalismo árabe por razones deEstado —como en el Líbano en estepreciso momento—, quedará clara miargumentación. Espero que tambiénquede claro que la dialéctica dependesobremanera de las interpretaciones

divergentes de las ideas de soberanía,unidad árabe y demás. Las ironías deeste mundo de interpretacionescontrapuestas se hicieron másmanifiestas cuando, en su discurso del21 de julio de 1976, el presidente Hafez al-Asad de Siria justificaba su políticalibanesa y su ataque a la OLP afirmandoque lo hacía en nombre del nacionalismoárabe y la revolución palestina. Y lo queresultaba aún más irónico era queaquella política siria se basara, no enintereses árabes, sino en razones deEstado.

El curioso destino de los árabespalestinos del siglo XX es que, adiferencia de todos los demás habitantes

autóctonos de la región, ellos no hantenido su propia patria, al menos desdeel período de posguerra. Dicho destinose vio aún más acentuado por laconcreción de su privación política ytambién por el hecho de que, desde losmismos comienzos de la lucha contra loque para ellos era claramente unaocupación extranjera de su tierra, seopusieron al sionismo basándose en que,por lo que a la región se refería, este nosólo era extranjero, sino a la vez unacultura política minoritaria. Del mismomodo, vale la pena recordar que lasprimeras formas de vida judía enPalestina tomaron el camino delprovincianismo minoritario con respecto

a la mayoría circundante. Esta tendenciaha continuado en el Estado israelí desdeentonces. Quizá debido a que no teníavínculos orgánicos con la mayoría árabesunní de la región, el sionismo seconvirtió en un mundo cerrado en símismo en mayor medida que otrascomunidades minoritarias de la zona.Había, así, una simetría exacta (ypreocupante) entre la forma concreta deEstado judeoisraelí y la forma concretade identidad árabe palestina en el exilio,que pasó a basarse ideológicamente enel hecho de la privación.

Como he ido diciendo, pues, losprincipales postulados de la identidadpalestina se basan hoy en la necesidad

de recuperar la tierra y de materializarel Estado palestino. El sionismo hanegado siempre no sólo la legitimidadde esas necesidades, sino también surealidad. Cuanto mayor ha sido lainsistencia palestina, más profunda haresultado ser la negación sionista y deforma más concreta se ha articulado laconciencia minoritaria de Israel, que sinduda aumenta en los períodos deconflicto. Aproximadamente un añoantes de la guerra de 1967, una conocidafigura militar y «arabista» israelíescribía:

Surge la pregunta: ¿qué tienen ellos[los árabes] que a nosotros nos resulteapropiado imitar? Eso no significa que no

haya excelentes características ymanifestaciones entre los árabes, peroestas no constituyen una base para unprograma político. En cuanto a forma devida y organización, los árabes tienden atratar de abandonar sus manerastradicionales y mirar hacia Occidente, ysería absurdo que nosotros adoptáramoslo que ellos abandonan. Asimismo, en elaspecto cultural, no estoy seguro que lasdos partes tengan mucho que ofrecersemutuamente. Se supone vagamente que lacultura árabe, cuyos principales activosson de la Edad Media [sic], fascina alhombre del siglo XX, pero es dudoso quecontenga algo que le guíe e inspire y queresponda a sus preguntas más acuciantes.Para una generación que ha llegado a laLuna, es difícil sentirse impresionado porla poesía del desierto de los Mu’allaqat oel estilo de las Maqamat, o siquiera por

las meditaciones filosóficas de losgrandes pensadores árabes como al-Ghazali, cuya espiritualidad es tan distintade la de hoy. No creo que eso sea muydiferente en lo que concierne a nuestracultura con respecto a la de los árabes. Lacultura europea tiene mucho más queofrecer.[101]

Ampliado lógicamente, esteargumento afirma que, dado que losestadounidenses han caminado sobre laLuna, Shakespeare ha quedado obsoleto.Pero lo que aquí más nos interesa esquizá que la respuesta sionista alagravio concreto palestino frente aIsrael se expresa en términos desuperioridad cultural minoritaria; encambio, no se hace ningún comentario

sobre el acto concreto de la desposesióny exclusión palestina. Sólo existe la grantesis general ofrecida, y esta no puede—o quizá no quiere— tener en cuenta laqueja concreta dirigida por lospalestinos al sionismo.

Hay algo más en este pasaje quedebe mencionarse. Hemos depreguntarnos cómo una privaciónpalestina dolorosamente real ha sidotransmutada por un polemista israelí enuna hostilidad «árabe» generalizada alsionismo. Para este experto, Israel se hametamorfoseado, pasando de ser unEstado a convertirse en un símbolo decultura europea progresista (al estilo deGeorge Eliot), exactamente como los

palestinos han pasado de ser uncampesinado empobrecido einconsecuente a convertirse en elsímbolo mismo de la inferioridadcultural árabe. No hace falta que señalede nuevo el origen común del sionismo yel colonialismo europeo, ni tampoco esnecesario aludir a la facilidad con quelos primeros colonos judíos de Palestinaignoraron a los árabes exactamente delmismo modo que los europeos blancosde África, Asia y América creyeron quelos habitantes autóctonos de aquelloslugares eran inexistentes y sus tierras,deshabitadas, «descuidadas» y estériles.Lo que quiero acentuar ahora es labúsqueda palestina de un refugio

político e ideológico en la generalidadde la cultura árabe, y la consecuenteexplotación de esta búsqueda tanto porparte de Israel como de los otros árabes.¿Cómo y por qué se produjo el cambiode la adaptación al rechazo, larevolución y la esperanza?

El dilema existencial palestino hasido la sentida necesidad desupervivencia política combinada conlas consecuencias tangibles de laenajenación territorial además depolítica. Incluso el sentimiento decomunidad entre el árabe palestino y suscompatriotas islámicos y/o árabes deotras partes de Oriente Próximo lleva laimpronta distorsionadora de este dilema.

Para el palestino, los demás árabes sonfraternales en un nivel, pero en otro hayuna brecha insalvable que les separa delos palestinos. Esta paradójica relaciónse da, por así decirlo, en el presente,puesto que es un problema del presente,el problema de la contemporaneidad queune y separa al palestino de los otrosárabes. Para el palestino, hay un pasadoárabe y un futuro común a OrientePróximo y los árabes; pero es hoy, en elpresente, cuando se presentan lainestabilidad de la comunidad y lospeligros de su disolución.

No puedo señalar un ejemplo másconcreto y elocuente de esta difícilrelación que la escena inicial de una

novela del escritor palestino GhasanKanafani, Rijal fil Shams (Hombres alsol). Kanafani permaneció en Israelhasta comienzos de la década de 1960;luego pasó al exilio, se hizo periodista yescritor militante, y en 1972 fueasesinado por los israelíes en Beirut. Heaquí el pasaje:

Abu Qais apoyó el pecho en el suelohúmedo por el rocío. De inmediato latierra empezó a palpitar: los latidos de uncorazón cansado, desbordándose a travésde los granos de arena, penetrando hasta lomás hondo de su ser […] y siempre queapoyaba el pecho en el suelo sentía lamisma palpitación, como si el corazón dela tierra no se hubiera parado desdeaquella primera vez en que él se había

tendido en el suelo, en que había cruzadoun difícil camino desde lo más profundodel infierno hacia una luz que seaproximaba, cuando una vez le habíahablado de ello a su vecino, que compartíacon él el cultivo de un campo, allí en latierra que había dejado hacía diez años. Surespuesta había sido burlona: «Lo queoyes es el sonido de tu propio corazónaplastado contra la tierra».

¡Qué fastidiosa malicia! Y el olor,¿cómo lo explicaba? Él lo había inhalado,mientras atravesaba sus sienes, y luego sedesvanecía en sus venas. Cada vez querespiraba tendido boca abajo se imaginabaimpregnándose del olor del cabello de suesposa cuando esta aparecía después detomar un baño de agua fría. […] Aquellaevocadora fragancia del cabello de unamujer, lavado en agua fría, y todavíahúmedo, extendido sobre su cara para

secarse […] el mismo pulso: como si unpajarillo se refugiara entre tus palmasahuecadas. […][102]

La escena prosigue cuando Abu Qaisva despertando poco a poco a larealidad de su entorno exacto, situado enalgún sitio cerca del estuario de los ríosTigris y Éufrates; está allí aguardando aque se hagan los arreglos pertinentespara hacerle entrar ilegalmente enKuwait, donde confía en encontrartrabajo. Como en el pasaje citado,«entenderá» su posición, y la situaciónde la escena en el presente, mediante unrecuerdo de su pasado: la voz de suprofesor en una escuela rural palestinaantes de 1948, entonando la lección de

geografía, una descripción del estuario.El propio presente de Abu Qais es,pues, una amalgama de recuerdosinconexos con la fuerza unificadora desu difícil situación actual; es unrefugiado con una familia, obligado abuscar empleo en un país cuyo solcegador representa la indiferenciauniversal a su destino. Descubriremosque la luz que se aproxima es unareferencia proléptica al episodio finalde la novela: junto con otros dosrefugiados palestinos, Abu Qais esintroducido clandestinamente en Kuwaiten la cuba vacía de un camión cisterna.Pero dejan a los tres demasiado tiempoen el camión mientras se negocia con la

inspección de fronteras. Bajo el sol, lostres hombres mueren asfixiados,incapaces de dar siquiera señales de supresencia.

Este pasaje es una de las numerosasescenas en las que se divide la obra. Encasi cada una de ellas, el presente,temporalmente hablando, es inestable yparece estar sujeto a los ecos delpasado, a la sinestesia, en la medida enque la vista cede al sonido o el olor y unsentido se entrelaza con el otro, a lacombinación de una postura defensivacontra el duro presente y la protecciónde algún fragmento del pasadoparticularmente querido. Incluso en elpropio estilo de Kanafani (que en esta

traducción puede parecer torpe, pero meha parecido importante trasladar lacompleja estructura de las frases lo másexactamente posible) uno ni siquieraestá seguro de a qué momentos deltiempo alude el centro de la conciencia(uno de los tres hombres). En el pasajecitado, «siempre» se funde con «desdeaquella primera vez», que tambiénparece incluir, de manera confusa, «allíen la tierra que había dejado hacía diezaños». Las tres cláusulas estándominadas figurativamente por laimagen de cruzar un camino desde laoscuridad hacia la luz. Más adelante, enla parte medular de la novela, hay queseñalar que en buena medida la acción

transcurre en la calle polvorienta de unaciudad iraquí donde los tres hombres,independientemente unos de otros,piden, suplican y negocian con«especialistas» para que les hagancruzar la frontera. El conflicto principaldel libro gira en torno a esa lucha delpresente: obligado por el exilio y ladeslocalización, el palestino debeabrirse camino hacia la existencia, quepara él no es en absoluto una realidad«dada» o estable, ni siquiera entreárabes fraternales. Como la tierra quedejó, su pasado parece haberseinterrumpido justo antes del momento enque podía dar fruto; y, sin embargo, esehombre tiene familia, responsabilidades

y la propia vida a las que dar respuestaen el presente. Y ello porque no sólo sufuturo es incierto: hasta su situaciónpresente se hace más difícil en lamedida en que apenas logra mantener elequilibrio en el vertiginoso tráfico de lapolvorienta calle. El día, el sol, elpresente: todo está allí al mismo tiempo,hostil, aguijoneándole para queabandone la protección, a veces difusa ya veces dura, de la memoria y lafantasía. Cuando los hombres finalmenteabandonan su desierto espiritual paradirigirse al presente, hacia el futuro, queellos mismos eligen a regañadientespero por necesidad, morirán; de formainvisible, anónima, muertos por el sol,

en el mismo presente que les ha llevadoa salir de su pasado y se ha burlado desu impotencia e inactividad.

Así interpreta Kanafani lasrudimentarias luchas que afrontan lospalestinos en sus primeros días dedesposesión. El palestino tiene quecrear el presente, ya que el presente noes un lujo imaginario, sino unanecesidad literal, existencial. Unaescena que apenas se adapta a él y seconvierte en una provocación: laparadoja de la contemporaneidad resultapara el palestino abrupta. Si el presenteno puede ser algo simplemente «dado»(es decir, si el tiempo no le va a permitiro bien diferenciar con claridad entre su

pasado y su presente, o bien conectarambos, debido a que el desastre de 1948—no mencionado salvo como unepisodio oculto entre episodios—impide la continuidad), sólo resultainteligible como un logro. Sólo si loshombres son capaces de lograr salir dellimbo para entrar en Kuwait, podrán seren un sentido que trasciende el de lamera duración biológica, en el que latierra y el cielo son una confirmaciónincierta de la vida en general. Puestoque tienen que vivir —para morir enúltima instancia—, el presente les urge ala acción, la que a su vez proporcionaráa escritor y lector el material de la«ficción».

En relación con todo esto, debomencionar otra obra de ficción palestinarealmente de primer orden, la novela deEmile Habibi Al Waqa’ il Ghareeba FiIkhtifa’ Said Abi Nahs Al-Mutasha’il(Los extraordinarios hechos querodearon la desaparición de Said,padre de calamidades, el pesoptimista).Habibi reside en Haifa, fue miembro dela Knesset durante más de veinte años, yes una de las principales vocespalestinas en Israel. Su novela epistolares única en la literatura árabe por sucoherente ironía, en la que explota unenérgico estilo maravillosamentecontrolado para describir la condiciónpeculiarmente «invisible» y

«excepcional» de los palestinos enIsrael. Junto con la obra de Kanafani, lade Habibi esboza un exhaustivopanorama de la identidad palestinacomo no podría hacer ningún panfletomeramente político. Ambos autores danconstancia de la kafkiana alternancia queexperimentan los palestinos entre estar yno estar ahí, ya sea en Israel o en elmundo árabe. (Puede verse un brillanterepaso a una gran parte de la literaturapalestina contemporánea en la obra deHanan Ashrawi ContemporaryPalestinian Literature UnderOccupation, Birzeit UniversityPublications, Birzeit,Cisjordania, 1976).

Me he detenido a hablar aquí endetalle de la literatura palestina porquecreo que esta dramatiza de manera tanprecisa como conmovedora la naturalezaexacta de la supervivencia palestina enel entorno árabe-islámico. Comosímbolo de la derrota árabe en 1948 y1967, el palestino representa una formade memoria política que no es fácilignorar. En su deambular, en su ubicuapresencia, y sobre todo en su propiaconciencia de que él y su escritura sonel tema de una gran parte de la modernacultura árabe, su figura representa unapreocupante e impelente urgencia.Cuando se le puede acomodar a laprioridad de la independencia árabe, no

hay ningún problema. Pero cuando lascosas empiezan a ir mal se pasa aconsiderarlo una amenaza para laestabilidad —de estados, de partidos,de gobiernos o de sectas— existente asu alrededor, y ello pese a suextraterritorialidad apátrida. En los añostranscurridos desde 1967, suparticipación en la empresa vigente delpluralismo retórico árabe-islámicosiempre ha recordado a los otros árabesque dicho pluralismo no puede tener unsignificado real a no ser que él, elpalestino, la víctima de un virulentoexclusivismo, pueda ser reintegrado y sereencuentre con su tierra natal. Así, conel tiempo el palestino se ha convertido a

la vez en un representante árabe y unparia.

Desde 1967, la tensión irónica entreel palestino y los otros árabes haaumentado, tal como se refleja enrarezas tales como el prestigiodiplomático de la OLP, un tremendo«redescubrimiento» de los palestinos, yun relativo descenso del interés en elpanorama general árabe. Del mismomodo, las instituciones palestinascontienen y de hecho tipifican laparadoja de la autonomía palestina,mientras que el apoyo estatal árabe a lacausa palestina no parece versereducido por las periódicas expulsionesde palestinos de uno u otro Estado

árabe. Y ello porque, a pesar de todo, elpalestino no construye su vida fuera dePalestina; no puede liberarse delescándalo de su exilio total; todas susinstituciones repiten el hecho de suexilio. Esto es manifiestamente ciertotambién entre los árabes palestinos hoysometidos en Gaza y Cisjordania a ladominación israelí y entre los queresiden en Israel. Cada logro palestinoadolece de esta paradójica verdad: la deque cualquier supervivencia fuera dePalestina se ve arruinada en cierto modopor su transitoriedad, su falta defundamento, su carencia de una voluntadsoberana específicamente palestinasobre el futuro del palestino, pese a los

extraordinarios éxitos simbólicos de laOLP. Cada logro, pues, se arriesga a lapérdida de su identidad, corre el peligrode ser engullido por la generalidad de lacomunidad árabe, como de hecho lalibertad de la OLP se ve influidacontinuamente por los estados árabes. Ya la inversa, cada logro palestino puedeinterpretarse como una crítica concretade la comunidad árabe en general, queha aprendido a vivir con lasconsecuencias de la derrota, salvo lasprincipales consecuencias de la derrota,en este caso los palestinos.

Como resultado, mucho de lo que lospalestinos hacen, y mucho de lo quepiensan, concierne a la identidad

palestina. Soy renuente a calificarlo deintrospección, ya que este no ha sidoexclusivamente un tema deautoexploración, sino en gran medidauna cuestión política desde el primermomento. Por otra parte, los afanesespecíficos y las dificultades concretasde ser palestino han ejercitado el talentode todos nuestros escritores, hasta elpunto de que la literatura árabe (que nocuenta con una extensa tradición laica deescritura autobiográfica o íntima) hoy seenorgullece de un género de literaturapalestina, denominada «de resistencia»,que tiene el significado de una escriturade autoafirmación y de resistencia alanonimato, a la opresión política,

etcétera. Si hay algo escrito por unpalestino que pueda calificarse depoema nacional, son los breves versosde Mahmud Darwish «Bitaqit Hawia»(«Carnet de identidad»). La curiosafuerza de este pequeño poema reside enque, cuando apareció, a finales de ladécada de 1960, no representaba tantocomo encarnaba al palestino, cuyaidentidad política en el mundo se habíavisto prácticamente reducida a unnombre y un carnet de identidad.Darwish tomó este hecho y, en ciertomodo, leyó ese carnet, lo amplificó, ledio voz, sin poder hacer mucho más queeso. Todo el poema está regido por elimperativo Sajil («Escribe»), que se

repite periódicamente como hablando aun funcionario de policía israelí al queuno solo pudiera dirigirse en elempobrecido marco proporcionado porun carnet de identidad, pero al que hayque recordar que el lenguaje de latarjeta no hace plena justicia a larealidad que supuestamente contiene. Laironía es crucial en este poema deDarwish, que empieza así:

Escribeque soy árabe,y el número de mi carnet es el

cincuenta mil;que tengo ya ocho hijos,y mediado el verano llegará el

noveno.

¿Te enfadarás por ello?

Dos estrofas después, prosigue:

Escribeque soy árabe,sin nombre, sin apodo,paciente en un paísde gente airada.

La parte media del poema laconfigura la genealogía privada delnarrador, una letanía de desgracias ypérdidas; pero el poema termina con loque se convertirá en el motivo habitualde una gran parte de la literatura de y

sobre palestinos de los años setenta: elsurgimiento palestino.

Escribe, pues.Escribeen el comienzo de la primera

páginaque no aborrezco a nadie,ni a nadie usurpo nada.Más, que si tengo hambre,devoraré la carne de quien a mí me

usurpe.¡Cuidado, pues!¡Cuidado con mi hambrey con mi ira!

En «Carnet de identidad», elsurgimiento palestino se ve amenazado;

unos años después sería elacontecimiento de actualidad másconstantemente reiterado en la vidapolítica árabe, no ya como una amenaza,sino como una presencia, y casi siemprecomo una esperanza. De manera hartosignificativa, el principal novelista delmundo árabe, Naguib Mahfuz, cuyasnovelas siempre habían sidoprofundamente egipcias en todos susdetalles, hizo del surgimiento palestinoel clímax de su novela de 1973 sobre unEgipto que no estaba ni en guerra ni enpaz: Hub taht al Mattar (Amor bajo lalluvia). La última escena nos presenta alguerrillero palestino Abul Nasr al-Kabir(«Padre de la Gran Victoria»), cuya

opinión sobre la «iniciativaestadounidense» más reciente, queengaña y confunde a los nerviososprotagonistas egipcios, es que hay queadoptar una perspectiva a largo plazo delos acontecimientos que estánsucediendo en este momento. Irónicoimpenitente, Mahfuz subrayaba doscosas a la vez: cómo los palestinosarmados habían asumido de repente elpapel de portavoces revolucionarios delos árabes, y cómo las promesas y laretórica revolucionarias se habíanconvertido ya en una parodia de símismas. El padre de la gran victoriaseguía siendo sólo un padre in potens,aunque Mahfuz no pretendía (ni sus

lectores podían) minimizar el hecho deque ahora cualquier cálculo políticotendría que incluir a los palestinos.

Otra ironía de la novela de Mahfuz,no menos que del mundo árabe deprincipios de la década de 1970, es lade que, para todo el mundo, la identidadpalestina parecía haber surgidofirmemente fuera de Palestina. AbulNasr, el guerrillero palestino de Mahfuz,vive en El Cairo, no en Nazaret o enNablus. Y por lo que todo el mundosabía, la existencia —reducida a uncarnet de identidad— de Darwish enIsrael resultaba tan insatisfactoria einfeliz como antes. Hasta 1975 o 1976,los árabes palestinos israelíes llevaron

las de perder frente al glamour de losexiliados. Y su surgimiento fue tanimportante para la ironía esencial comopara el historial de logros concretos dePalestina. Pasemos a considerar esteaspecto.

III. El auge de laOLP

Por lo que yo sé, no hay ningunaexplicación analítica completamentesatisfactoria, ningún informe paso a pasodel todo lógico acerca de cómo, de serrefugiados, los exiliados palestinospasaron a convertirse en una fuerzapolítica de estimable importancia. Perolo mismo puede decirse de todos losmovimientos populares que parecen sermucho más que la suma matemática desus elementos. Creo que la secuencianarrativa de esta transformación

palestina resulta engañosamente simple.Al-Fatah inició su existencia en 1965con una pequeña incursión en Israel.Desde entonces, el número deorganizaciones militantes palestinas haaumentado, como lo ha hecho la serie dechoques militarmente importantes con (yen) Israel. Hasta marzo de 1968, sinembargo, el esfuerzo palestino seencuadra mejor en el marco general deldesarrollo nacional árabe(específicamente nasserista o baazista).En marzo de 1968, y más en concretodespués de la guerra de junio de 1967,el movimiento palestino adquirió unnuevo aspecto que política ysimbólicamente pasó a diferenciarlo del

entorno árabe. La importancia de lafecha estriba en que esta marcó laprimera batalla de la época posterior a1967 y posterior a 1948 entre fuerzasregulares israelíes, que habían cruzadoel río Jordán para atacar una ciudadpalestina llamada Karameh, enclavadaen Jordania, y fuerzas irregularespalestinas. Más avanzado el combate,que se prolongó durante todo el día, losguerrilleros palestinos contaron con elapoyo de soldados regulares del ejércitojordano, pero (según la versiónpalestina) el peso de la batalla recayóen los israelíes y los palestinos. Losdefensores de Karameh no sóloresistieron el ataque, sino que

infligieron numerosos daños y causaronnumerosas bajas entre las columnasblindadas israelíes, que hasta aquelmomento estaban acostumbradas (porejemplo, en la aldea cisjordana de as-Sammu) a pasearse impunemente a suantojo, destruir propiedades, matarárabes, y salir bastante indemnes.

Karameh marcó el principio de lafase de mayor crecimiento palestino;surgieron voluntarios de todas las partesdel mundo árabe, y en el plazo de un añolos fedayines palestinos constituían unafuerza con la que había que contar enJordania. Pero durante ese período tomóforma también la que sería (como ya hemencionado antes) la gran vacilación

palestina —o, más correctamente, de laOLP— entre una direcciónrevolucionaria (liberación) y una queparecía transformar las estructuras depoder palestinas en las de un Estadoárabe (independencia nacional). Ambasson resultado necesario de la paradójica«situación» palestina que he descrito eneste libro. En teoría, estas dosposibilidades no tenían por qué seropuestas, por más que en el marcoglobal del problema de la identidadpalestina estuvieran en conflicto entre sí.Ni siquiera cuando se tomó una opciónclara se terminaron los problemas queplanteaban las dos alternativas. Dadoque adquirieron un gran número de

armas y empezaron rápidamente aorganizarse en agrupaciones políticas ymilitares, y, obviamente, porque estosiempre ocurrió, no en Palestina, sino enun Estado fraternal árabe, los nuevosmilitantes palestinos parecieronrepresentar un desafío a la autoridadestatal central. Aunque con el tiempo sehizo evidente que la autodeterminaciónpalestina se había comprometido con elobjetivo original de un Estado en partede Palestina, mientras tanto la OLPcontrolaba un cuasi-Estado parapalestinos dentro de un Estado árabeanfitrión. Y ese Estado, primero enJordania y más tarde en el Líbano,entraba en colisión con el de acogida.

Por otra parte, la gran fuerza política eideológica del movimiento palestinoera, primero, su capacidad de atraer acasi todos los elementos de vanguardiade la región. En cierto sentido,«palestino» era sinónimo de novedad enel mejor sentido de la palabra.

Y también lo es de política. No creoque sea una exageración decir que todomovimiento político o corriente de ideaso de debate significativo surgido en elmundo árabe desde 1948 ha estadodominado de uno u otro modo por lacuestión palestina. De inmediato resultaevidente cuánto más cierto es esto en elcaso del debate, la discusión o laorganización palestinas. El resultado

neto es bastante fructífero. En losúltimos años, la política palestina se hallevado a cabo en términos deorganizaciones —de las cuales las másprominentes han sido las agrupadas entorno a la OLP, a saber, al-Fatah, elFrente Popular para la Liberación dePalestina (FPLP), el Frente PopularDemocrático para la Liberación dePalestina (un vástago del FPLP), As-Saika (una agrupación patrocinada porSiria) y numerosas unidades bastantemás pequeñas—, y en términos defilosofías, tendencias y lealtadespagadas que vinculan las cuestionesespecíficas palestinas a la políticaárabe, la política del Tercer Mundo y

otros diversos intereses. A veces, lapolítica palestina resultadesconcertantemente incoherente —pormotivos de los que hablaré en sumomento—, a veces sangrienta, y otrasveces muy clara. Aun así, existe siempreuna sorprendente unanimidad en torno ala necesidad de la autodeterminación yla independencia palestinas, junto con—lo que resulta aún más notable— unhistorial absolutamente ininterrumpidode rechazo a la posibilidad de venderse,de abandonar la lucha, de aceptar latutela o la ocupación sin protestar.

La mayor agrupación palestina es al-Fatah, dominada por Yasir Arafat y unaserie de cuadros cuyas líneas de fuerza,

influencia y pensamiento políticoinvolucran, con mucho, al mayor númerode palestinos en el exilio y en la regiónde Gaza y Cisjordania. Los modelos deal-Fatah (y, de hecho, de Arafat) sonbásicamente nasseristas, aunque, adiferencia de Nasser, al-Fatah y Arafathan adoptado como cuestión práctica lapostura de no implicarse demasiado enla política local de ningún Estado árabe(siendo el Líbano y Jordania las doscostosas —por más que, en cierto modo,inevitables— excepciones). Con lo depolítica nasserista quiero decir no sóloque hay un símbolo de autoridadsiempre visible —el zaim Arafat,también conocido como «el Viejo», cuya

mera presencia constante garantiza laexistencia de la causa palestina—, sinoque el movimiento se guía básicamentepor una filosofía nacionalista centrista.Esto representa en cierto sentido unadesventaja, puesto que ha significadoque la organización política se mantengaen un mínimo excepto en lo relativo acombatir al sionismo, y así Arafat, y al-Fatah en general, pueden identificarsefácilmente sólo como árabes ypalestinos. Pero en otro sentido esbueno, ya que ha significado: a) que al-Fatah alienta tácitamente unademocracia real en su idea y estilopolítico, y b) que nadie ha podido nuncademostrar que, pese a las conexiones de

al-Fatah, pongamos, con Arabia Saudí,Libia, la Unión Soviética o la RepúblicaDemocrática Alemana, no seaindependiente de dichos países, y, por lotanto, palestina por encima de todo. Y lomás importante: al-Fatah representa elhecho primordial de ser un palestinooprimido, sin implicar necesariamente atodo palestino en una teoría de guerrapopular o un análisis de clase.

Pero eso no es todo lo que al-Fatahrepresenta. La organización tienenumerosos partidarios, una historiarelativamente larga de lucha, un montónde recursos (miles de combatientes yagentes entrenados, etc.) y, sobre todo,una visión del mundo relativamente

optimista. Esta última afirmación puedeparecer algo peculiar, pero definebastante bien la confianza, la naturalfamiliaridad, la manera positiva en queal-Fatah interactúa políticamente con elmundo. Ello se debe en parte no sólo aque se ha insertado en la línea principalde la política nacionalista árabeestablecida por Gamal Abdel Nasser,sino a que ha hecho bien poco porocultar su espíritu cultural islámicosunní (en realidad muy progresista). Es,en resumen, un grupo mayoritario, y seconsidera a sí mismo (creo queacertadamente) representante de laCuestión Palestina; de ahí, también, supredominio en el conjunto de la OLP.

Sin embargo, mucho de lo que al-Fatahes y significa se define, en cierto modo,negativamente: por lo que sus rivalespolíticos dicen de él y por lo que estosafirman que aporta al mundo de lapolítica palestina. Aquí hay que señalaralgunos puntos importantes.

Si es cierto que la historia de lapolítica palestina se ha caracterizadopor una frecuente negativa a participaren planes para Palestina diseñados enotras partes (desde la DeclaraciónBalfour hasta Camp David, pasando porel Plan de Partición de 1947), entoncespuede decirse que al-Fatah es un partidopolítico menos «negacionista» (porrepetir el término antes utilizado) que

cualquier otro. En otras palabras, dadoque negocia desde una posición decreciente fuerza, al-Fatah es el grupopolítico palestino con másprobabilidades de llegar a un acuerdopolítico responsable con sus enemigos.Al-Fatah en general, y Arafat enparticular, son pragmáticos, lo quesupuestamente significa que dedicanmucho tiempo, atención y habilidad a latáctica y la maniobra, y mucho menos ala ideología y la estrategia disciplinada.Los rivales de al-Fatah, principalmenteel Frente Popular y, más tarde, elimpresionante Frente PopularDemocrático, han tenido desde el primermomento una conciencia mucho más

problemática de la que parecía tener al-Fatah de las dificultades, el contexto ylas cuestiones ideológicas que rodeabana la cuestión palestina. El FrentePopular, por ejemplo, apelaba a unarevolución árabe como forma derecuperar Palestina, y se ha mostradocategórico en su negativa a considerarcualquier tipo de acuerdo político(aunque no militar) con Israel, EstadosUnidos o la «reacción árabe». El FrenteDemocrático (FDP), que ha formado elnúcleo de lo que hoy es una de lasprincipales agrupaciones marxistas-leninistas de la región, sostiene unalínea política más sutil, ytradicionalmente ha representado la

vanguardia del cambio progresista enlas posiciones colectivas palestinasdesde su nacimiento en 1969. Fue elFDP el que primero articuló el programade transición adoptado por la OLP en1974 como un objetivo inmediatoconsiderablemente alejado de laliberación de toda Palestina. Elprograma, perfeccionado en 1977,aceptaba la idea de una autoridadnacional palestina (ahora un Estado) quehabía de establecerse en alguna parte dePalestina evacuada por Israel.

Pero el verdadero desafío de losnegacionistas (entre los que se incluyenpequeñas organizaciones financiadaspor Libia e Irak) y el FDP (que no es un

grupo negacionista) estriba en que semuestran críticos con la política más omenos improvisada, y en algunos casoshasta de estilo familiar, de al-Fatah.Para ellos, dichas críticas sonideológicas, de organización,estratégicas. ¿Cuáles han de serexactamente los supuestos vínculos entrela OLP y Arabia Saudí o Siria? ¿Cómoactuamos con respecto a Jordania, quedemográficamente tiene una mayoríapalestina? ¿Por qué y con qué finesespecíficos en mente se celebraron en elotoño de 1976 las reuniones entremiembros de la OLP y ciertas figuraspúblicas israelíes? ¿Por qué no seformuló allí una condena global a Sadat

tras el viaje de este a Jerusalén? ¿Cuáles la visión de al-Fatah de la futurasociedad palestina? ¿Por qué no hay unadeterminación clara de al-Fatah en tornoa los problemas del imperialismo, unadeterminación que elimine de una vezpor todas cualquier clase de devaneocon Estados Unidos y sus aliados? Y,sobre todo, ¿cuánto tiempo puedecontinuar la política palestina realizadapor al-Fatah con un poquito de aquí y unpoquito de allí, un líder diciendo x yotro diciendo y, la burocracia y loseslóganes haciendo el papel de laorganización y concienciaciónrevolucionarias, el clientelismo comosustituto del trabajo bien hecho, y el

seguidismo en lugar de unaresponsabilidad seria?

A veces estos debates consumen másenergía que la lucha contra el sionismo.En ocasiones, una decisión crucial sobrealgo de la máxima importancia para todoel pueblo palestino —pongamos porcaso, la postura de la OLP sobre laResolución 242 de las Naciones Unidasde finales de 1977— se formula en unpar de frases rápidas, mientras que unacuestión que implica una disputatransitoria entre un negacionista en unaoficina y un cuadro de al-Fatah en laoficina de al lado acaba llenandopáginas y páginas de prosadetalladamente argumentada (y, por lo

general, opaca). La percepción deprioridades sesgadas, la incoherencia ala que me he referido antes, están enfunción no sólo de unas filosofíaspolíticas mutuamente enfrentadas, sinotambién de la forma cubista deexistencia palestina. Sin ningúnterritorio bajo los pies resultamanifiestamente difícil saber con certezacuál es, en un sentido abstracto, el mejorrumbo a seguir. Luego está la amalgamaa menudo desesperada de lealtades yafiliaciones políticas que, como unamaraña de cordones umbilicales laxos,une a los palestinos entre sí y con lospaíses en los que residen. Sólo en elmundo árabe cada Estado o régimen

considera necesario asegurarse algunaclase de influencia, de voz mediadora, oalgún partido real que actúe en lapolítica palestina; tan poderoso es elprestigio de legitimidad y autoridad queconfiere a los políticos árabes unavinculación con la lucha palestina. Porese motivo, casi todo palestino —aveces conscientemente, a veces no—realiza su política con una cargaconsiderable de bagaje intelectual ymaterial iraquí, egipcio, sirio, saudí (olo que sea) sobre los hombros. Arafat hasido en cierto modo un genio a la horade contener todo esto, inclusoutilizándolo en su provecho (comoNasser), aunque a veces se ha traducido

en sangrientas guerras intestinas, como,por ejemplo, el conflicto entre al-Fatahy los negacionistas patrocinados porIrak durante el primer semestre de 1978.Pero, en general —y esto quizá resultaalgo paradójico—, la política palestinatiende a la adaptación antes que alconflicto. Esta es una forma de señalarel hecho de que, en comparación con losmovimientos de liberación vietnamita yargelino, el movimiento palestino no seha caracterizado por las luchas violentasentre facciones donde los rivalescompiten entre sí e intentan liquidarseunos a otros. Algunos críticos creen queesto constituye un serio defecto delmovimiento, sugiriendo que los

palestinos en general (y al-Fatah enparticular) no creen que el poder vengadel cañón de una pistola, sino de superara los rivales en la argumentación. Otrosreconocen esta verdad a fin de criticar ala OLP por depender de un meromilitarismo sin la suficiente voluntadpolítica y revolucionaria.

En mi opinión, a demasiadospalestinos se les ha hecho creererróneamente que la energíagalvanizadora del movimiento era sufilosofía de la lucha armada: se suponeque ese es el nuevo conceptointroducido por los grupos palestinos;ese, y la teoría general de la guerrapopular. Y ello porque, sin duda, a

finales de la década de 1970 sólo elpalestino se atrevía todavía a concebirla lucha árabe en términosantiimperialistas; a partir de 1967, engeneral, Nasser y los baazistas habíanaceptado la inevitabilidad de lacosmovisión inspirada por laResolución 242 de las Naciones Unidas,cuyo signo fue la aceptación del PlanRogers en 1970. El verdaderosignificado de la lucha armada palestinaresultaba complejo, pero al menos en unaspecto representaba también el final dela lucha de liberación y el principio deun esfuerzo nacionalista en el que seutilizarían las armas (y los ejércitos)para proteger una autoridad nacional

central. Esto es lo que laResolución 242 de las Naciones Unidashizo al nasserismo y al baazismo, puestoque convirtió el ejército de fuerzarevolucionaria antiimperialista (enteoría) en defensor, necesariamenteconservador, del statu quo. En esamedida, pues, las armas palestinastenían menos probabilidades de serrevolucionarias de lo que serían lasarmas de un Estado en ciernes.

Así, en las batallas entre el ejércitojordano y la OLP, las armas palestinasdefendieron una identidad palestinaindependiente, por así decirlo. Lasarmas no podían hacer progresosrevolucionarios porque en el contexto

del Estado jordano, las pistolas podían,como mucho, cuestionar el monopoliode la violencia ejercido por el Estado,basándose para ello en la protección deun interés palestino institucionalizado eindependiente dentro del Estado. Sinembargo, lo que en un aspectoembarrancó a los palestinos en laciénaga jordana, en otro les dio unaextraordinaria libertad. Y ello porque,de haber sido la lucha armada y lafilosofía de la guerra popular lo únicoque había en el movimiento palestino, lafuerza de dicho movimiento se habríaterminado en Jordania. Algo queclaramente no hizo, debido al hecho deque la visión palestina, lo que en otra

parte he denominado «la ideapalestina», y los valores que estaimplicaba han trascendido las disputasmomentáneas interárabes así como laviolencia sangrienta interárabe.Adoptada inicialmente por la OLP, laidea de un Estado laico y democráticoen Palestina representaba la verdaderanovedad y la fuerza revolucionaria delmovimiento; y esta idea proponía losvalores democráticos que ello implicabapara una región todavía encadenada pornumerosas clases de reacción yopresión, y también prometía mucho másque la visión de un montón de armasblandidas, o incluso de una airadavenganza restablecedora sobre la

historia.Así, en el período inmediatamente

posterior a Karameh el movimientopalestino alternó entre la visiónrevolucionaria y la maniobranacionalista práctica. En general, y apesar de una serie de reveses militaresque culminaron en su expulsión deJordania, la OLP resurgió como unaorganización mucho más poderosa quela suma aritmética del conjunto de susmandos, cuadros, guerrilleros ysimpatizantes. Una de las cosas que losanalistas occidentales del movimientohan entendido mal casi siempre es elhecho de que la OLP no consiguió supopularidad, o sus partidarios, o

siquiera los voluntarios que se unieron aella, porque fuera un «mecanismo»inventado para aterrorizar al mundo.[103]

Antes bien, lo que la organizaciónrepresentaba era el funcionamiento deun consenso palestino generalizadosensible a la historia y las aspiracionespalestinas. Si a veces la OLP parecía sercaótica en su actuación general, tambiéneso se debía en parte a su genio peculiarpara reclutar palestinos de muchasorientaciones a la vez. Sin duda, lasdiversas facciones políticas de la OLP—el Frente Popular, el FrenteDemocrático y los otros grupos— eranzarandeadas por, a la vez quezarandeaban, las corrientes de ideas

palestinas (y árabes en general); pero laprofunda y duradera legitimidad de laOLP permaneció constante. De hecho,desde 1974 su base de apoyo se ha vistoreforzada.

Una vez más, las razones no son enrigor reducibles a elementos simples. Yomismo me siento enormementeimpresionado por la generosa presenciaen la OLP de valores, ideas, debateabierto, iniciativa revolucionaria…activos humanos intangibles, creo, cuyopapel ha excedido con mucho y hainspirado más lealtad de la que podíatener la organización rutinaria de unpartido militante. Incluso el desarrollode una burocracia palestina en el seno

de la OLP ha estado acompañado deestos activos intangibles. Hay que teneren cuenta que en una fecha tan recientecomo finales de la década de 1970, lospalestinos todavía vivían su vidaíntegramente dentro del marco políticoofrecido por los estados árabes. En elplazo de una década surgieron una seriede organizaciones palestinasasombrosamente activas, todas ellasgestionadas en cierto sentido por unaOLP sensible al consenso. Haynumerosas organizaciones estudiantiles,grupos de mujeres, sindicatos, escuelas,programas de bienestar y asistencia paraveteranos de un nivel increíblementesofisticado y humanitario, una vasta red

sanitaria y de abastecimiento… la listaes bastante extensa, y, lo que es más, seestá perfeccionando constantemente enla medida en que se responde a unnúmero cada vez mayor de necesidadespalestinas. En suma, el papel de la OLPes el de representar a los palestinoscomo no puede hacerlo ninguna otraorganización (y también aquí la OLP dacabida de inmediato a cualquierpalestino de cualquier parte; este ha sidosu logro más importante) y, asimismo, ya pesar de los defectos de sus políticaso de sus mandos, el de mantener viva lacausa palestina, algo de mayorenvergadura que unas organizaciones opolíticas provisionales.

Hay que mencionar otros dosfactores, ninguno de los cuales ha sidoobjeto de la atención que merece. Elprimero es la dirección y administracióngeneralmente acertada de los recursospalestinos por parte de los principaleslíderes, sobre todo Yasir Arafat, unpersonaje político bastanteincomprendido y difamado. Creo que nosería impertinente decir que Arafat es elprimer líder palestino que hace doscosas esenciales: 1) mantener un controlrealmente inteligente de todos losfactores principales que afectan a lospalestinos en todas partes (losproblemas interpalestinos, losproblemas árabes y regionales, las

corrientes internacionales), y 2)mantener un dominio igualmenteasombroso de los detalles de la vidapalestina. De ahí que haya ocupado unlugar tan central, con tanta habilidad ydurante tan largo tiempo. En el períododel Mandato Británico había existidouna especie de liderazgo, pero estehabía tenido también una mentalidadoligárquica, y asimismo —lo que quizáresultaba más perjudicial para sueficacia— no podía asumir unaresponsabilidad central nicuasigubernamental en sentido ampliode lo que hacía. Eso es precisamente loque han hecho Arafat y al-Fatah,mediante su atención al detalle y su

sensibilidad al todo, sin que al mismotiempo parecieran nunca ser despóticoso caprichosos. El segundo factor, queresulta mucho más difícil de trataranalíticamente, es el dinero. Permítanmedescribirlo con brevedad.

Los exiliados palestinos contribuyencon regularidad al Fondo NacionalPalestino. Como todos los organismospalestinos, incluida la propia OLP, elfondo responde directamente ante elConsejo Nacional Palestino, que realizala función de un parlamento o poderlegislativo. El consejo formula lapolítica general, cuya responsabilidadde implementación recae en la OLP ysus diversos organismos. Con el tiempo,

el presupuesto palestino ha aumentadohasta el punto de que paga de hecho losservicios, el abastecimiento, laeducación y el armamento deaproximadamente un millón de personas.Para complementar el dinerovoluntariamente aportado por lospalestinos existe una suma anualvariable obtenida de diversos estadosárabes, entre ellos Arabia Saudí, Kuwaity otros países ricos en petróleo.Además, Siria y Egipto han obtenidocierta influencia en virtud de suscontribuciones, que se han basado másen su prestigio que en su tamañomaterial. Lo importante de todo esto esque, al igual que el desarrollo educativo

palestino, contradice la situaciónpolítica y territorialmente desfavorecidade la población. El análisis clásico deun movimiento popular del TercerMundo, que convierte la enajenación ypobreza continuadas en la principalconstante del movimiento, se ve aquíquebrantado. Una parte sustancial de lapoblación palestina es todavía indigente,pero hay una importante minoría cultaque dispone de impresionantes recursos.Esta contradicción dramatizaagudamente ciertos problemas. Una cosaes el conflicto entre ideales sociales einstituciones por naturaleza más bienconservadoras, y otra la probabilidad deque las convenciones estatales árabes a

la hora de hacer negocios políticoschoquen abiertamente con las corrientesprogresistas que a menudo impulsan eldesarrollo palestino. Por último, existela peligrosa perspectiva de unaburguesamiento palestino. Obviamente,se podría argumentar que dichaperspectiva acentuará saludablemente, yluego causará explícitamente, una luchade clases abierta entre los palestinos,hasta el punto de que tal conflictoterminará en una victoria de la claseobrera y, por lo tanto, beneficiará a laRevolución.

Pero tal argumento elude el temaabsolutamente sustancial de lo quesignifica tener un conflicto interno en el

exilio. En la medida en que lo que buscaPalestina es una autodeterminaciónnacional, todo lo que la desvíe de esabúsqueda probablemente resultarádañino antes que beneficioso. Por otraparte, la versión conservadora de dichabúsqueda palestina resulta tantohistórica como moralmente intolerable:la idea de que podamos volver todos a1948, a nuestra propiedad, a un paísárabe, presumiblemente gobernado porlos tradicionales déspotas árabes. Talbúsqueda choca con la visión palestinaque ha atraído a tantas víctimas de lainjusticia de todas partes. Pero sí existela desagradable verdad de que laacumulación de propiedad y éxitos en el

exilio alimenta una visión retrógrada delfuturo. Así pues, el problema consiste enreconocer la utilidad (y, en este caso, lainevitabilidad) de un período de riquezaárabe incomparable, sin caer víctima desus más que probables corrupciones.

En bastante medida, sin embargo,cualquier causa extrema que separara alos exiliados, polarizara a la comunidady, en consecuencia, la paralizara, hastaahora se ha visto neutralizada por losvínculos internos que mantienen unidos alos palestinos. Nunca se debe minimizarel efecto del exilio ni siquiera en la máspróspera burguesía. Además, la historiaconcreta del período posterior a 1967 haunificado con eficacia a la comunidad

del mismo modo que, espiritualmente almenos, se ha mantenido unida desdecomienzos del siglo XX. Tras lacatastrófica derrota de 1967, se hizoobvio que los estados árabes no podíansolucionar militarmente su disputa conIsrael. El nuevo orden del día era elacuerdo político, junto con un drásticoresurgimiento de la influenciaestadounidense en la región. Antes demorir en 1970, Gamal Abdel Nasserhabía experimentado un cambioideológico, pasando de la unidad árabey la lucha de liberación antiimperialistaa la colaboración política con EstadosUnidos, el respeto a la integridad detodos los estados de la zona, y unos

objetivos políticos limitados, todos loscuales implicaban la aceptación (dondeantaño había habido negación) de Israel.Entre los efectos de este cambio en lospalestinos se han incluido las crisisjordana y libanesa de 1970-1971 y 1975-1976, respectivamente.

No creo que sea una exageracióndecir, como he hecho antes, que estasdos crisis, con su terrible peaje de vidashumanas, eran inevitables, tal como hasido inevitable que su paradójicoresultado fuera un incremento de laautoridad nacionalista de la OLP. Ladecisión de la Conferencia de Rabat en1974 de designar a la OLP como laúnica representante legítima del pueblo

palestino fue un resultado del choquejordano-palestino de 1970 y 1971. Porsu parte, uno de los resultados de laconflagración libanesa fue elreagrupamiento casi absoluto de todoslos sectores de la comunidad palestina(incluidos los de los TerritoriosOcupados e Israel) en torno a la OLP.De manera previsible, pues, lospalestinos fueron atacados por supresencia extraterritorial en Jordania yel Líbano —por diferentes que fueranlas circunstancias concretas—, y sereafirmaron de formas diversas en susrestringidas aspiraciones nacionalistas.Una vez más vemos la presión en torno ala necesidad de una definición viable de

la identidad palestina, además de unarespuesta palestina a dicha presión y alas realidades políticas rápidamentecambiantes.

Entre las dos grandes crisis deJordania y el Líbano, la guerra de 1973se interpuso como si pretendiera a sumanera intensificar la idea de laadaptación política, aun después de queel Plan Rogers y la Misión Jarringhubieran fracasado tan estrepitosamenteen los dos años anteriores. Lo que elpresidente Sadat, y menos claramentelos sirios y los jordanos, ofrecieron en1971 fue lo mismo que el propio Sadatofreció en 1973 y, de nuevo, lo quepareció ofrecer cuando fue a Jerusalén a

finales de 1977: la paz con Israel y unEstado palestino, partiendo de unacompleta e inequívoca retirada israelíde los Territorios Ocupados. La posturapalestina se había movido bastante conaquella oferta. Después de la reunióndel Consejo Nacional Palestino en 1974,y más rotundamente tras la reunión de1977, los palestinos habían optado porun Estado, aunque había una posturaminoritaria (con un gran atractivoemocional) que seguía propugnando lacompleta liberación. Creo que lo quefinalmente decantó a la OLP fue unafuerte y nueva base de apoyo para sulínea central nacionalista: los palestinosde Gaza y Cisjordania, quienes, en las

elecciones municipales de 1976, ydespués de casi una década de durogobierno israelí, habían mostrado unfirme respaldo a la OLP como surepresentante. Asimismo, los palestinosde Israel habían acogido a la OLP demodo similar; su medio de expresarlo(fieles a su historia de lucha) había sidoel Día de la Tierra (Yom al-Ard), el 30de marzo de 1976. Desde entonces hahabido literalmente decenas demanifestaciones, declaraciones ydemostraciones de apoyo palestinas a laOLP. Nunca antes una organizaciónpolítica palestina ha respaldado y haestado respaldada por su gente de unamanera tan firme y fundamental como

hoy la OLP.

IV. Los palestinostodavía en cuestión

Sin embargo, la dificultad fundamentalpalestina persiste, y la historia haconsolidado y ha acumulado tristementesus ironías en torno a dicha dificultad.Ya he dicho repetidamente que elpalestino vive un curioso destino; y enningún momento esto ha sido másdolorosamente cierto que ahora.Castigado por su presencia en Palestinaen el momento del asentamiento colonialdel sionismo en el territorio, luego hasido castigado asimismo por su ausencia

de Palestina. Como paria, como un sertransnacional y extraterritorial, comouna inexistencia oprimida en Israel, elpalestino se ha visto confirmado comoun elemento central en —o que configurael núcleo de— el problema de OrientePróximo. En 1974, más de un centenarde países de las Naciones Unidasaceptaron a la OLP como larepresentante de los palestinos; pero lospaíses más íntimamente relacionadoscon los palestinos cuestionaron la idea,así como la propia existencia de unaidentidad palestina. No obstante, pese aque se le niega el reconocimiento básiconacional y legítimo otorgadointernacionalmente a toda sociedad, el

palestino vive en un nivel de visibleprominencia, éxito y desarrollo mayorque en cualquier otro momento en suhistoria. Asimismo, nunca ha estado tanpolíticamente unido a sus compatriotas através de la OLP como ahora; y, noobstante, su fragmentación geográfica ydemográfica nunca ha representado unobstáculo tan sumamente difícil devencer como ahora.

Pero las paradojas e ironías que lorodean no son menos severas.Recordemos que desde las guerras de1967 y 1973 el mundo árabe ha acabadoaceptando la idea de la paz con Israel y,sin embargo, nunca ha habido tantaviolencia interárabe. La causa palestina

es la que ocupa el lugar prioritario en laagenda de todo gobierno árabe, si bienel número de palestinos muertos amanos de gobiernos árabes esterriblemente alto. Se supone que en laregión hay paridad de superpotencias, almenos en lo que conlleva la maquinariade la paz; así, por ejemplo, EstadosUnidos y la Unión Soviética son loscopresidentes de la Conferencia de Pazde Ginebra, aunque este último país sevea limitado a un papel marginal comoproveedor de armas, mientras que elprimero domina la zona con impunidad.Hoy se ha extendido en todo el mundo laidea de que los palestinos debeninvolucrarse en el proceso de paz; pero

si hubiera que buscar a un palestinorealmente involucrado en él no seencontraría a ninguno. En cambio, loslíderes de Egipto, Israel, EstadosUnidos y otros hablan en nombre delpalestino, formulando por él susobjetivos y sus normas de conducta.Parece que todas las puertas esténabiertas al palestino en la teoría, peroninguna en la realidad. Para ver un casoconcreto de esta contradicción,consideremos la respuesta general yreciente de Estados Unidos a lospalestinos y Oriente Próximo.

En los meses transcurridos desde losacuerdos del Sinaí de 1974 y 1975, lapolítica estadounidense de Henry

Kissinger en la región acentuó elgradualismo y el bilateralismo; esto vinoa desgastar las grandes y a menudoilusorias estructuras de la unidad árabe,concentrándose con cierta estrechez demiras en conservar las barrerascelosamente mantenidas que separan losestados de la zona. Pocos analistas hanseñalado que toda la tendencia delpensamiento estadounidense conrespecto a la región, revelada en losAcuerdos Provisionales de 1975 entreIsrael y Siria y Egipto, alentaba apensar, no en el pasado ni en el futuro,sino sólo en el presente, esto es, en el(históricamente muy inestable) statuquo. La esencia de esta tendencia, cuyo

punto culminante fueron los Acuerdos deCamp David, ha sido la de reducir launidad de atención e importanciapolítica; en lugar de ver las cosas en suintegridad dinámica, Estados Unidosalentó a los regímenes de la región averlas congeladas en su concreciónpresente. La continuidad entre las cosas,y la coherencia de la vida humana, se havisto bruscamente quebrantada comoresultado. Las relaciones entre estados,entre comunidades que cohabitan, entrelos problemas del presente y los delpasado y el futuro, todo ello parecía serdeclarado anodino. Sólo parecíaimportar el encadenamiento de«acuerdos» por parte de un peripatético

alcahuete estadounidense, quizá otroKissinger. Estados Unidos se arrogó lafacultad de mediar entre los estados, lospueblos y las instituciones, haciendo quesus intereses —su propia visión,extremadamente comercializable, de lascosas— vinieran a sustituir lacooperación regional entre estados ycomunidades.

Hoy, pues, en Oriente Próximo losintereses comunes han pasado a serpercibidos como parte, no de unpanorama integrador de mayorenvergadura, sino de un estrechobilateralismo que alía a diversasminorías —gobiernos minoritarios ypequeñas comunidades minoritarias—

unas con otras para su propiapreservación. El viejo sistema de lasmillet otomanas, y el pensamientosubyacente a él, están, pues, a la ordendel día. Y, sin duda, la única comunidadtransnacional, los palestinos, está aquífuera de lugar. Así, se ha hecho pagaríntegramente a los palestinos una y otravez el precio de su exilio, y el dilemairresoluble del Líbano es la encarnaciónconcreta de ello. Dado que han sidodispersados y que carecen de su propioterritorio, ahora todos los estados de lazona ven su supervivencia como lacuestión que afecta y agrava a todas lasdemás.

Pero el vocabulario conceptual para

situar al palestino y formular la cuestiónde su supervivencia (y hasta laspalabras utilizadas para describirlo) datestimonio de un eficiente y afásicosistema para esquematizar su presenciay hacer de sus necesidades, su historia,su cultura y su realidad política palabrasimpronunciables. En Occidente, lospalestinos han sido relacionados deinmediato con el terrorismo, tal comoIsrael se ha encargado de que ocurra.Despojado de su contexto, un acto dedesesperación palestina parece unasesinato gratuito; como de hecho yo heconsiderado que muchos aventuradosactos individuales (el secuestro, elrapto, etcétera) eran actos de

destrucción desequilibrada y, en últimainstancia, inmoral e inútil. Pero hay queseñalar que, al menos desde comienzosde la década de 1970, la OLP ha evitadoy ha condenado el terror. Lo que amenudo se ignora y se silenciaescandalosamente en Estados Unidos esque acontecimientos tales como elsuceso de Ma’alot, en mayo de 1974estuvieron precedidos por semanas deconstantes bombardeos israelíes connapalm de campos de refugiadospalestinos en el Líbano.[104] Del mismomodo, la colocación de bombas enIsrael, o en Gaza y Cisjordania, debeentenderse en el contexto de la coaccióny la brutalidad cotidianas de una larga

ocupación militar. Además, no hay nadaen la historia palestina, absolutamentenada, que rivalice con el historial deterror sionista contra los árabes, contraotros judíos, contra funcionarios de lasNaciones Unidas o contra los británicos.Asimismo, la historia de injerenciasionista en los asuntos internos dediversos países árabes (el del Líbano essólo el último y el menos oculto de talescasos), de opresión israelí depalestinos, de tortura sancionada por elEstado, de ilegalidad internacional (lanegativa a cumplir con las resolucionesde las Naciones Unidas, las violacionesde las convenciones de Ginebra en eltrato a las poblaciones civiles, la

renuencia a firmar el Tratado de NoProliferación Nuclear, el asesinatoisraelí de árabes en países europeos,por no hablar de las repetidasincursiones contra palestinos enJordania y el Líbano), todo esto hace del«terror» palestino algo bastante tenue eincompetente. Pero yo no desearía quefuera de otro modo.

Para Israel, pues, el palestino es, obien un «terrorista», o bien un enteesencialmente apolítico (por ser nojudío) que sirve para cumplimentar lasestadísticas israelíes, o bien un sujetodócil y útil. Hoy, una mano de obra deentre 80 000 y 100 000 árabes de Gaza yCisjordania llena las filas del mercado

laboral israelí, por más que todos estosárabes sean, por decirlo con unaexpresión bíblica, «leñadores yaguadores».[105] En el lenguaje comúnisraelí, el adjetivo «árabe» es sinónimode sucio, estúpido e incompetente.Mientras que cualquier otra historia deexplotación parecida —realizada atodos los efectos en virtud de la raza—habría sido mundialmente condenada enel Occidente democrático liberal, elhistorial de Israel no sólo es perdonado,sino incluso elogiado. ¿Y por qué? Puesporque Israel ha sabido cerrar suspropios ojos y los del mundo ante lo quese les ha hecho a los palestinos. Peoraún, toda una falange de intelectuales y

pensadores de Occidente (como, porejemplo, los distinguidos personajesconvocados por el bando israelí cuandose publicó la condena de la Unesco a lasprácticas de Israel en Jerusalén) loanunos logros cuyo lado oscuro, entérminos humanos y nacionales, haarruinado la existencia de todo unpueblo.

La reciente aparición de diversosgrupos de «palomas» israelíes,[106]

dispuestos a correr ciertos riesgos ennombre de la paz y el entendimiento,resulta alentadora; pero sigue siendodescorazonador que los viejosargumentos sobre la seguridad israelí ylas amenazas árabes arrasen

regularmente todas las alternativas quese les ponen por delante. Tampoco esmucho mejor la situación para elpalestino en los estados árabes, dondesu existencia se ve como un satélite delos propios intereses de cada Estado.Ningún Estado árabe deja pasar laoportunidad de adoptar una posturasobre la cuestión palestina, muy amenudo como una abstracción cuyo«carácter sagrado» proporciona alrégimen de turno un mínimo derespetabilidad adicional. Sin embargo, anivel internacional esa respetabilidad nose ha percibido como tal; antes bien, laretórica propalestina se interpreta condemasiada frecuencia como

antisemitismo, y hasta las mejoresintenciones políticas, que a menudo sonreligiosas además de culturales, pierdensu credibilidad. ¿Quién puede estarseguro hoy de que Egipto, el Líbano,Jordania y Siria realmente desean lamisma autodeterminación palestina quelos propios palestinos? ¿Hasta qué puntose puede estar seguro de que la lucha ennombre de los derechos palestinossignifica en realidad lo que los árabeshan acordado con Israel?

Incluso este examen superficial de loque impide el logro de laautodeterminación palestina nos da unaclara idea del desalentador contextopolítico. No es el menor de los

obstáculos la relativamente escasafrecuencia de una afirmación palestinasostenida con respecto a cuál es elcontenido positivo de laautodeterminación. Con ello quierodecir lo siguiente: puesto que lospalestinos son un pueblo desposeído ypolíticamente alienado, y puesto que(como he dicho repetidamente) uno delos principales factores del éxito delsionismo israelí es su eficaz poder deautoafirmación, los palestinos exiliados,tanto como los que viven bajo eldominio israelí, a menudo se hanlimitado a negar su inexistencia. Y estapostura de negación, de resistencia, deoposición, cuenta en la actual cultura

política palestina con una fuertetradición. El gran logro internacional delsionismo consiste en haber tomadoPalestina desde dentro de Palestina y —lo que no es menos importante— haberhecho que sea la población autóctonapalestina la que parezca forastera. Casisiempre, a partir de entonces, lospalestinos se han encontrado en lasituación de alguien que se asoma desdefuera y se encuentra con que el hecho deldestierro constituye la principalcaracterística definitoria de suexistencia. Afirmar una pertenenciaprevia, una larga «patriación» histórica,ha implicado para nosotros unaprolongada negación de aquello en lo

que nos hemos convertido ahora:forasteros desheredados. Y cuanto máslo negamos, más lo confirmamos, a noser que dejemos de ser forasteros ypodamos ejercer nuestraautodeterminación nacional. Entoncesnos encontramos de inmediato con lasdificultades que enumeraba hace unmomento. ¿Cómo se alza uno por encimade las circunstancias limitadoras, porencima de la negatividad, pasando a unaafirmación positiva de lo que somos y loque queremos? No es sólo una cuestiónde voluntad: es también una cuestión deencontrar la modalidad precisa, lascombinaciones precisas de fuerzas porexplotar, la retórica y los conceptos

precisos con los que movilizar a nuestropueblo y a nuestros amigos, el objetivopreciso que afirmar, el pasado precisodel que desprenderse, y el futuro precisopor el que luchar.

Creo que estamos empezando aconseguir todas estas cosas, aunque,como ya he dicho antes, todavía no losuficiente y con un poder lo bastanteeficaz y sostenido. Las fuerzasdesplegadas contra nosotros son todavíamuy formidables, y nuestras relacionescon los diversos estados árabes,superpotencias y aliados amistosos, y aveces demasiado exigentes —por nohablar de las turbaciones de la historiacontemporánea—, representan un

importante límite. Aun así, me pareceque hay unas cuantas verdadesesenciales que hoy forman parte de larealidad palestina, y en virtud de ellasestamos empezando a construir nuestrofuturo. Creo que, a diferencia de losisraelíes, la mayor parte de lospalestinos son plenamente conscientesde que su Otro, el pueblo judeoisraelí,es una realidad política concreta con laque deben convivir en el futuro. No esmenos importante ser consciente de quela cuestión de la autodeterminaciónpalestina incluye a todos los palestinos,y no sólo a los de Gaza y Cisjordania.Este sentimiento de haber ganado unacomunidad es, obviamente, el principal

logro de la OLP, y se deriva de losacontecimientos posteriores a lasguerras de 1967 y 1973. Pero si hay unsentimiento holístico en torno a lospalestinos, y si este se encarnaconcretamente en el funcionamiento y lacomposición de la OLP, existe tambiénuna interpretación bien definida delnuevo futuro para los palestinos. Alexperimentar el cambio de un objetivode liberación general a uno deliberación particular —es decir, de laesperanza de un Estado democráticolaico en toda Palestina a la de un Estadopalestino en Gaza y Cisjordania—, lacomunidad palestina ha conservado suobjetivo de la autodeterminación, así

como sus valores. Creo que para lamayoría de nosotros siemprepermanecerá el sentimiento de unaprofunda y evocadora pérdida; queJaffa, Haifa y Galilea no volverán a sernunca como eran en 1948; que miles denosotros hemos perdido lo que hemosperdido para siempre. Pero ganaríamosuna especie de soberanía en pie deigualdad en Palestina, donde de hechono teníamos ninguna; y aunque se lleguea una solución de compromiso en arasde un miniestado, un pasaporte, unabandera y una nacionalidad, no cabeduda de que el gran ideal —que loshombres y mujeres no deben ser nidefinidos ni confinados por su raza o su

religión— seguirá ejerciendo suinfluencia.

Mi propia creencia —queargumentaré con mayor detalle en elúltimo capítulo de este libro— es que enesta etapa se requiere un Estadopalestino independiente y soberano pararealizar nuestra historia como pueblodurante el último siglo. El inventario delo que somos, de lo que hemos hecho yde lo que nos han hecho nunca podrájustificarse, o siquiera encarnarse,íntegramente en un Estado. Lo contrariode esta visión, que un Estado puederectificar, defenderse y encarnar lamemoria de una historia pasada desufrimiento, les ha parecido a los

palestinos que explicaba la teorizaciónisraelí y la práctica sionista a la hora decrear un Estado aparte para los judíos.Tanto en Israel como en la diáspora, losjudíos salen perdiendo cuando se aíslande los problemas palestinos que hancausado en gran parte. Seguramente hanpasado por alto la posibilidad departicipar con otro pueblo en labúsqueda común, en un territorio ahoracomún, de un futuro común (en lugar deuno exclusivista). Estoy muy lejos de serel único que trabaja por una patriapalestina porque creo que ese es elsignificado positivo de nuestra historiaen este siglo. Pero tampoco soy el únicoque cree que dicha patria constituiría el

primer paso, y quizá el más importante,hacia la paz entre árabes palestinos yjudíos israelíes. Y ello, porque la pazentre estados vecinos significaráfronteras comunes, intercambiosregulares y entendimiento mutuo. Con eltiempo, ¿quién no puede imaginar quelas propias fronteras significarán muchomenos que el contacto humano quetendrá lugar entre personas para las quelas diferencias alentarán un mayorintercambio antes que una mayorhostilidad?

Sin embargo, incluso el tipo de esasdiferencias ha cambiadoextraordinariamente y, con él, la calidaddel progreso hacia la autodeterminación

palestina. En consecuencia, paranosotros se ha hecho evidente que Israelera y es la culminación de una políticade cierta clase de eficacia. Esto valeigual hoy para el judío israelí que parael árabe palestino: uno comobeneficiario inequívoco; el otro comoperdedor. Para el palestino árabe, unacosa ha sido ver esto, y otra muy distintasaberlo. Puedo citar dos experienciasdrásticamente distintas y opuestas de mivida con respecto a lo que estas doscosas han significado para los árabes.Cuando era niño, a mediados de ladécada de 1940 en Palestina, a menudosolía escuchar las discusiones políticasde los adultos. Me sentí particularmente

impresionado en cierta ocasión, quenunca he olvidado, en que un ancianoamigo de la familia —un abogado queocupaba un lugar prominente en lacomunidad árabe de Jerusalén y que eraperfectamente consciente de la cada vezmás fuerte e institucionalizada presenciasionista en el país— se permitió haceruna observación optimista. Hastaentonces, el talante de la discusión habíasido desalentador. «¡Ellos están tan bienorganizados…!», decían todos a coro.«Ellos se entrenan, se arman hasta losdientes y, obviamente, tienen planessobre nuestras propiedades», etcétera.Entonces habló él, como si viera lascosas desde arriba: «Cuando llegue el

momento de una batalla real entrenosotros y ellos, sacaremos a un grupode jalilis [los residentes árabes deHebrón, que eran conocidos por sufuerza algo irreflexiva, pero siemprebeligerante] y ellos ahuyentarán a todoslos sionistas con palos».

Durante años, aquella observacióntan inocentemente estúpida sobre elsionismo en Palestina me acompañócomo un paradigma de la respuestapalestina a la lucha por la tierra. Sinembargo, también puedo ver que miactitud crítica hacia ella ha sido algoinjusta. Las turbaciones, las presiones,los problemas contrapuestos que hanafrontado los árabes palestinos en este

siglo han sido enormes, y muy poco ensu historia o su sociedad les habíapreparado para tal calvario. La sociedadpalestina se organizaba en torno a pautasfeudales y tribales; esto no quiere decir,sin embargo, que no tuviera su propiacoherencia. Ciertamente, la tenía; perosu integridad nacional no pudo afrontarcon facilidad las tres potentes tensionesque se le impusieron principalmentedespués de la Primera Guerra Mundial:el Mandato Británico, el esfuerzocolonial sionista y el comienzo de lamodernización. Abordarsatisfactoriamente una o quizá hasta dosde estas tensiones habría sido ya unlogro para una sociedad que empezaba a

pensar en términos de su independenciadespués de cuatro siglos de gobiernootomano. Pero si hubo solidaridadnacional con respecto al sionismo, huboen cambio cierta confusión ocasional (yninguna ideología antiimperialista clara)rigiendo las políticas árabes conrespecto al gobierno del MandatoBritánico que controló Palestina hasta1948. Además, las fisuras creadas en lasociedad entre un liderazgotradicionalista de «notables», laoposición británica y sionista a este, lalealtad del campesinado y la claseobrera árabe a este, además de laalienación económica y social de este,todo ello impuso divisiones que se

reflejaron en una conciencia árabedesastrosamente imperfecta acerca de loque se podía o se era capaz de hacerefectivamente para continuar comosociedad en Palestina.

Sin embargo, la idea de aquellasociedad, ya que no la sociedad comotal, ciertamente ha continuado. Esto esalgo que apenas resulta sorprendente.Los palestinos no han renunciado aldeseo del retorno; tampoco hanconsiderado durante un período detiempo significativo la alternativa dedisolverse indiscriminadamente en elocéano árabe circundante. Ningunacomunidad árabe, en un plazo de tiempotan corto —poco menos de una

generación—, ha reflexionado tanprofunda y seriamente como comunidadsobre el significado de su historia, sobreel significado de una sociedadpluralista, dada la triste suerte de lascomunidades multiétnicas en el mundo,sobre el significado de la independencianacional y la autodeterminación con eltelón de fondo del exilio, la opresiónimperialista y la desposesióncolonialista. Pero lo que ha permitidotodos estos indicadores de madurezcolectiva palestina, y en lo que de hechose han basado, es el enfoque palestinode la eficacia política, que constituye unfenómeno nuevo en la historia de estepueblo.

Lo cual me lleva a la segundaexperiencia, que ilustra el conocimientodramáticamente aprendido (a diferenciade un testimonio silencioso) de lo quesignifica esa eficacia política. En laprimavera de 1977 participé comomiembro en las deliberaciones delConsejo Nacional Palestino, que es elparlamento palestino en el exilio. Elconsejo, reunido en El Cairo, en eledificio de la Liga Árabe, agrupó a unos290 delegados; unos 150 palestinos deCisjordania no pudieron estar presentesporque, de haber asistido a la reunión,Israel no les habría dejado volver a suscasas. Pese a ello, el consejo eraampliamente representativo de toda la

comunidad palestina y de cada individuopalestino. Durante la semana dediscusión abierta que tuvo lugar antes deque se formularan y debatieran lasresoluciones, la pauta de discusión fueun repaso a los recientesacontecimientos relacionados con lospalestinos; el tema de fondo era qué tallo había hecho la OLP, dado que en estecaso la OLP era el brazo ejecutivo delpoder legislativo del consejo. Habíanocurrido muchos acontecimientos deconsiderable importancia desde laanterior reunión del consejo celebradaen 1974: se había producido la guerralibanesa, numerosos cambiosdiplomáticos y políticos, y un gran

número de cambios internos en lasposturas palestinas, entre los cualesdestacaban las decisiones de optar porun Estado junto al de Israel y deempezar a reunirse con las «palomas»israelíes (en este caso, sionistas) quehabían expresado su apoyo a losderechos palestinos.

Desde entonces me ha sorprendidoque, entre el enorme cuerpo deperiodistas y representantes de losmedios de comunicación, no hubiera niuno solo que tuviera la perspicacia dever que en El Cairo estaban pasandocosas trascendentales. Esta carencia semanifestó asimismo, en los meses quesiguieron a la reunión del consejo, entre

el enorme cuerpo de «expertos» enOriente Próximo de Europa y EstadosUnidos. Por primera vez en la memoriareciente, había un organismo nacionalampliamente representativo en el mundoárabe debatiendo asuntos importantes deforma totalmente democrática. La OLPfue objeto de fuertes críticas; su comitéejecutivo, Yasir Arafat y el resto sesometieron a un minucioso y críticoexamen. No hay ningún país árabe en elque ocurran estas cosas, en el que sepretenda que los líderes rindan cuentas yse examine, discuta, analice y juzgueabiertamente su responsabilidad de unaforma ordenada. Hay que tener en cuentaque los hombres y las mujeres reunidos

en El Cairo eran exiliados, todos ellossin un territorio propio, todos ellosresidentes en uno u otro país endiversas, pero esencialmente limitadas,condiciones de libertad política. Sinembargo, el hilo conductor de lasactividades del consejo, tal como yo lasvi, y pese a la predecible insensatez demuchos discursos, fue la voluntadcolectiva de entender con detalle todo loque afectaba a la cuestión palestina.Dudo que nadie se entregaraerróneamente a un optimismo accidentalo siquiera a un estímulo momentáneo porel mero hecho de tener un ConsejoNacional Palestino, o una OLP conprogramas sociales, militares y

diplomáticos. Todos ellos eranimportantes para una comunidad queveía negada su existencia por el mismopueblo que la había expulsado de supatria, una comunidad tan compleja ensu dispersión (allí había palestinos deNorteamérica y Sudamérica, Europa,Siria, Jordania, Arabia Saudí, Kuwait,Egipto, Libia… y ninguno de ellosresidía de hecho en Palestina), unacomunidad que todavía estaba muy lejosde haber alcanzado su objetivomínimamente aceptable de que lastropas israelíes salieran del terciomenos poblado de su patria nacionaloriginaria. Allí todo el mundo queríasaber cómo podía continuar la lucha,

con todos los detalles posibles odisponibles. Además —y esto es lo másimpresionante—, se hizo una tentativade tratar con Israel y los judíos, no comoun hecho político en última instanciainevitable por más que temporalmenteevitable, sino como algo esencial paraentender el destino político palestino. Elmovimiento sionista, que se habíabasado en una negación total de lapresencia palestina, no podría habertenido un reconocimiento másmeticuloso de su realidad global comoel que tuvo lugar en El Cairo.

La distancia política entre estas dosexperiencias esencialmente palestinas esformidable. Pero la medida de dicha

distancia no tiene nada que ver conhaberse vuelto «realista» en un sentidovulgar y quizá oportunista. En amboscasos, el de allá por los años cuarenta yel de ahora en los setenta, los palestinoshablaban desde el punto de vista de unpueblo que perdía sus derechospolíticos y humanos. El palestinocontemporáneo, sin embargo,recuperaba su percepción de lo que eraprobable y posible para él, y en eseaspecto era fundamental su marcadapercepción de la eficacia, la concienciade lo que uno era, de dónde estaba, decómo realizaba su propia lucha en elpresente, el cual se veía como productodel pasado y a la vez como productor de

un nuevo futuro. En gran medida,obviamente, la realidad actual delpalestino está dominada por lo que hasufrido a manos del sionismo. No hayevasión posible de esa historia y esarealidad, del mismo modo que no puedehaber ningún futuro palestino sintrascenderla. Por lo tanto, una parteimportante del debate de El Cairo secentró en la realidad concreta que esIsrael, y en cómo dicha realidad haafectado y, hasta cierto punto, haconfigurado las respuestas palestinas.

Así, el principal paso adelante, porasí decirlo, en la conciencia palestina hasido una comprensión colectiva nacionaly detallada, una crónica, una aceptación,

una visión de la eficacia cotidiana delsionismo y de Israel en su opresión de lapoblación autóctona de Palestina. Visióny reconocimiento, en esta manerapalestina, responden dialécticamente ala ceguera sionista. Juntos, estasvisiones y reconocimientos en cierneshan permitido al palestino formular unacrítica de y una alternativa al sionismocomo práctica de asimilar a los judíos ydiscriminar a los no judíos. Talalternativa no sería posible sin unameticulosa crítica basada en laexperiencia histórica real. Y así, una delas principales plataformas del actualprograma político palestino —y habloaquí de un amplio consenso no

suficientemente representado (o, para elcaso, representable) por uno u otrodocumento, o una u otra declaraciónpública concreta de uno u otro líderintelectual palestino— es que larealidad debe definirse ante todohistóricamente como el efecto precisodel sionismo en sus víctimas, por másque se reconozcan también los éxitos delsionismo para sus escogidosbeneficiarios. En tales términos, pues, larealidad política palestina ha cambiado,pasando de ser un programa deresistencia de curtidos aldeanosarmados con palos a una resistenciacuyo punto de partida es unaincorporación y revisión de la eficacia

sionista contra el árabe palestinoautóctono. De ese modo surge poco apoco una eficacia palestina.

Bastante literalmente, el significadoirreductible y funcional de ser palestinoha implicado experimentar el sionismoprimero como un método para adquirirPalestina; segundo como un método paradesposeer y exiliar a los palestinos, ytercero, como un método para mantenera Israel como un Estado en el que lospalestinos son tratados como no judíos,y del que políticamente siguen siendoexiliados a pesar (en el caso de los650 000 ciudadanos palestinosisraelíes) de su continuada presencia enel territorio. En todos estos casos, el

sionismo se basaba en la premisa deevacuar de Palestina a la mayoría de sushabitantes autóctonos. Como ya he dichoantes, no cabe minimizar esta crudaverdad, y todos los líderes sionistas derenombre la han afrontado abiertamente.Fundar un Estado en Asia y poblarlo conuna población en su mayoría inmigranteprocedente inicialmente de Europaimplica despoblar el territorio original.Este ha sido el sencillo desideratum delsionismo, con ramificaciones muycomplejas. Pero para el árabe palestinoautóctono y para el judío inmigrante queocupó su lugar, el mero hecho de lasustitución nunca ha variado realmente.Y es por este hecho por donde debe

empezar la búsqueda de la paz enOriente Próximo, por más que todavíano haya empezado siquiera a abordarse.

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La cuestión palestinadespués de Camp David

I. Términos dereferencia: Retórica

y Poder

Cabría esperar que hoy las discusionesen torno a Oriente Próximo y el mundoárabe estuvieran dominadas o bien porpreguntas ansiosas sobre lo que va apasar o no va a pasar ahora —especialmente con relación al tratado depaz egipcio-israelí y los palestinos—, obien por embelesados comentarios,positivos o negativos, sobre la nueva erainiciada en Camp David, o sobre el Iránposterior al sha. Ya desde los mismos

comienzos de la administración Carter,los acontecimientos de Oriente Próximohan resultado desorientadores en sudramática confusión, por más que laspautas que empiezan a surgir tras larevolución iraní con cada vez mayorclaridad parezcan preparar el terrenopara un cambio definitivo. Muchosanalistas de Occidente argumentan quelas energías profundamente percibidas,casi sublimes, del sentimientoantiimperialista y de liberación quealimenta la vida política árabe desde laSegunda Guerra Mundial parecenhaberse debilitado.[107] Como resultado,las viejas y respetadas delimitaciones,las devociones observadas y las

comunidades estables han perdidoimportancia. Y creo que es cierto que enel mundo árabe hay un nacionalismo máscerrado, menos generoso, que hasta sepodría calificar de faccionalismo. En elsorprendente acercamiento y posteriorpaz con Israel del presidente Sadat, elmundo árabe presenció una acciónteatral que, por una vez, superaba losgestos y la retórica teatrales. Hoy lainfluencia estadounidense se haconvertido, no sólo en una corriente,sino en una institución, garantizada poracuerdos internacionales firmados ysellados en Washington y en las colinasde Maryland, lo más lejos posible de loscampos de batalla del Sinaí, los

naranjales y llanuras palestinas, y lascumbres sirias. El Líbano, antaño elcentro intelectual del debate cultural ypolítico árabe, hoy apenas tiene entidad,con sus ciudades y pueblos devastados,sus ciudadanos castigados más allá delos límites aceptables, y sus idealesconvertidos en un puñado de memoriassarcásticas. Por todas partes donde unomira, hay hechos de extraordinariariqueza árabe, extraordinaria confusiónárabe y extraordinaria represión árabe.Se sitúan unos junto a otros sin apenassolución de continuidad. No obstante, apesar —y más allá— de la llamadamuerte del arabismo, también puedeverse el potencial colectivo de una gran

nación árabe que, aunque hoy parezcapasar por una fase de desunión, todavíapuede movilizar los corazones y lasmentes de su gente a condición de que suvisión sea verdadera y auténtica. Esta esuna realidad que no habría quesubestimar.

Y, sin embargo, pese a la enormeatención prestada en los últimos meses aOriente Próximo, dicha atención no hatenido una especial calidad analítica.En Estados Unidos, la prensa, losexpertos, la intelectualidad y, sobretodo, los propagandistas del gobiernohan tratado Oriente Próximo como unespectáculo con el que se suponía queuno tenía que sentirse entusiasmado.

Estaban en juego interesesestadounidenses, ha habido frecuentesalusiones a la importancia estratégica ycivilizadora de la región, ha habidofrecuentes estallidos de titulares tansolemnes como dramáticos: un monarcadepuesto aquí, una cumbre teatral allá,una flotilla de buques de guerra o de F-15 desarmados que aparecían derepente… Pero ¿cuál era el marcogeneral de todo esto? ¿Cómo, con elconflicto constante todavía en plenoapogeo, se podía hablar racionalmentedel problema palestino en los nuevosentornos proporcionados por el tratadoegipcio-estadounidense-israelí, losacontecimientos iraníes, la cumbre de

Bagdad de noviembre de 1978, lassituaciones en Afganistán, Etiopía,Yemen y Extremo Oriente, lasconversaciones SALT, y lo que unperiódico calificaba como «el nuevo(des)orden mundial»?[108]

Se puede empezar diciendo que elmundo árabe oriental, a diferencia deChina, a diferencia de Cuba, adiferencia de Vietnam e incluso adiferencia de Argelia, ocupa un lugarcuriosamente intermedio, mixto, en lahistoria, la geografía y la cultura. Elmundo árabe es a la vez igual y distintoque muchas regiones del Tercer Mundo.Así, hay muchas posibles analogíasentre la resistencia argelina y la

palestina, pero en última instanciadichas analogías se rompen. Del mismomodo, mientras que en su trato a lapoblación árabe autóctona es cierto queIsrael es un Estado colonial y se parecea Sudáfrica, también resulta manifiesto,como ya he dicho antes, que cualquiersimilitud total entre judíos y afrikánereses simplemente falsa. El mundo árabe noes como la India, China o Japón en surelativa capacidad para aislarse deOriente o de Occidente, ni tampoco separece a dichos países en la relativaautonomía de algunas de susinstituciones. Todas estas cosas dancomo resultado la verdad, acasoconfusa, de que el mundo árabe está a la

vez por delante y por detrás, que es a lavez igual y distinto, a la vez diferente ysimilar, que el resto del Tercer Mundo.Así, debido a las disyunciones, lasrupturas, las discontinuidades de tiempoy espacio, cualquier gran idea —como,por ejemplo, las ideas del islam o delarabismo o de la liberación nacional—no puede aplicarse, ni se aplica,fácilmente. Para utilizar tales ideas hayque redefinirlas, no en términos derestaurar un pasado mitológico, sino entérminos de vivir una realidad y unfuturo posible. Este problema deredefinición y de aplicación política hasido un gran problema asimismo en lamoderna cultura árabe y en los análisis

occidentales de la región. Etiquetasideológicas con un inmenso podermiasmático vienen a sustituir al análisisconcreto, tanto en el calor del debateárabe como en la atmósferasupuestamente fría del análisis de laspolíticas estadounidenses, o académico.

Concretamente, ¿qué significa ver elmundo árabe con exactitud?Principalmente significa que, aunque unopueda calificar la región árabe como unaparte diferenciada del mundo, con supropia coherencia histórica y su propiaidentidad cultural, el mundo árabe sigueestando en el mundo, y forma parte deAsia y África y, en cierto modo, inclusode Europa. Sin embargo, si uno escucha

la mayor parte del debate ideológicoárabe, u observa el reciente pensamientosociocultural árabe, advierte que unagran parte de él trata de separar elmundo árabe de todo lo demás parareafirmar la singularidad árabe oislámica, un tipo peculiar árabe devirtud o de pecado, un destino peculiar.En estas irreales empresas no ha habidoprecisamente escasez de expertosoccidentales dispuestos a insistir una yotra vez en quimeras tales como la«mentalidad» islámica o árabe, lapersonalidad asiática, o la vuelta al«islam» (como si todos estos fueranconceptos simples y monolíticoscapaces de explicarlo todo). En

consecuencia, tanto los occidentalescomo los árabes a menudo se hanencontrado en la posición de negarse aafrontar cualquier argumento o cualquierrealidad que no se conforme a una ideareduccionista. Como resultado, losargumentos y pensamientos parecen aveces estar incluidos en paquetesherméticos. Pero la ironía es que dichospaquetes herméticos tienen menossentido político, sustraen el análisis delmundo, y lo hacen menos independientede lo que uno quisiera. Y ello porque, envez de entender el modo preciso en quetoda experiencia nacional o grupocultural es diferente del resto del mundoy, sin embargo, se relaciona con él, el

modo en que cambian los tiempos ycambian las personas, con frecuenciaOriente Próximo en su conjunto haresultado vulnerable o bien ageneralizaciones (y políticas) fácilesque le hacen parecerse a otras culturas ynaciones de maneras favorecedoras yfáciles de captar, o bien a merasexpresiones de autocomplacencia quesugieren que uno puede tener la historiaexclusivamente en sus propios términos.

Esto resulta especialmente cierto dela idea de liberación y, en relación conella, las ideas de modernización, paz,independencia, desarrollo y progresorevolucionario. Es fácil argumentar queha sido precisamente la incapacidad de

distinguir entre las ideas meramenteprestadas y las genuinamente elaboradassobre la liberación lo que ha llevadocolectivamente a los árabes a susituación actual. Una de las finalidadesde la iniciativa de Sadat, que haculminado en la paz con Israel en lostérminos establecidos por EstadosUnidos, era la de responder a la cuestiónde si el discurso de la liberación, elredoble de los tambores de la liberación—junto con la represión en casa y laincapacidad o bien de dar un buenrendimiento en el campo de batalla, obien de presentarse siquiera en el campode batalla—, es mejor que confesarabiertamente la derrota y la incapacidad

de luchar, si, haciendo esto último, unopuede conseguir territorio ocupado deIsrael, además de enormes cantidades deayuda estadounidense. No obstante,sigue quedando la otra alternativa a loque hizo Sadat, aunque parezcaimprobable que esta se adopte. Todo elmundo sabe lo que significa librar unaguerra nacional: significa movilizaciónplena, significa sacrificio, y significalíderes que sean auténticos líderes convisión y coraje. Actualmente hay muypocos ejemplos de tales líderes y detales luchas nacionales. Demasiado amenudo existen sólo en una retóricahermética, en un vocabulario inflado y—me ha parecido siempre—

melodramático.El presente imprime al mundo árabe

la necesidad de preguntarse por quéclase de liberación lucha (o incluso sies la liberación aquello por lo quelucha), además de qué van a hacer losárabes cuando sean «liberados». Unavez más, las respuestas importadasbasadas en falsas analogías no servirán,aunque lo hagan durante un breveperíodo (mientras despotricar y hacerpomposas amenazas se considerenrespuestas a los actuales dilemas). Encualquier caso, y como ha argumentadoGérard Chaliand en su obra —bastanteacerba— Mythes révolutionnaires duTiers-monde,[109] da mucho que pensar

el hecho de que la mayoría de las luchasde liberación del Tercer Mundo hayanproducido regímenes mediocres,dominados por el culto al Estado, laburocracia improductiva y las fuerzaspoliciales represivas. Aun en el caso deque uno asuma que en este momento elmundo árabe se halla a una distanciaconsiderable de alcanzar la liberación,sigue siendo ventajoso decidir ahora loque hay que evitar en el futuro, así comolo que se desea. Sin embargo, cualquierreflexión en ese sentido llevará deinmediato a darse cuenta de que,bastante sorprendentemente, no hahabido la suficiente discusión en torno ala comunidad humana en la cultura

política y social árabe contemporánea.Ni tampoco se ha prestado una atenciónseria a la naturaleza del Estadoposcolonial. Este fracaso puede versede manera fehaciente yuxtaponiendo dostrabajos muy distintos: Muqadimat lidirasit al mujtama’ al’araby (Teoríadel cambio distorsionado en lasociedad árabe), de Hisham Sharaby, yel estudio de Murray Bookchin sobre elmovimiento anarquista español entre1868 y 1936.[110] Permítaseme explicarlo que intento decir en función de estasdos obras diferentes.

El libro de Sharaby trata dediseccionar la sociedad árabe paramostrar que su principal defecto es su

estructura familiar desesperadamentepatriarcal, autoritaria y atávica. Se estéde acuerdo o no con el diagnóstico deSharaby, uno no puede por menos depreguntarse al final del libro quépropone el autor, un conocido yprestigioso intelectual árabe que ejercela docencia en Estados Unidos, parareemplazar a esa familia. Y entonces unose encuentra con un vacío casi total. Escierto que se formulan vagas sugerenciassobre la libertad, la democracia y lamodernidad que los árabes conseguiríansi se destruyera la familia tradicional,pero no son más que sugerenciasdispersas aquí y allá. ¿Y por qué? Por lasencilla razón de que Sharaby no ha

pensado en ello y, de hecho, nuestropropio pensamiento social moderno —almenos en su vertiente académica—parece haberle proporcionadoinsuficientes ideas concretas sobre laclase de comunidad humana por la queluchan los árabes. Y aquí es donde elemotivo estudio de Bookchin sobre elmovimiento anarquista español desde ladécada de 1860 hasta 1936 me pareceque proporciona una importanteperspectiva. El anarquismo expresaba eldeseo de millones de campesinos ytrabajadores españoles en su mayoríapobres y atrasados de dotarse decomunidades libres de represión,burocracia centralizada y gobierno

autoritario. Ningún otro país de Europatuvo un movimiento como este, por másque, obviamente, se relacionara contodos los movimientos producidos enOccidente bajo la influencia delutopismo y el marxismo. Lo primero quequiero resaltar aquí es que, con las dosexcepciones del hoy casi olvidadointento palestino de hablar de una nuevaforma de organización social y latentativa del Movimiento NacionalLibanés surgido durante la guerra civilde 1975-1977 de provocar el debatesobre nuevas formas de sociedadlibanesa, apenas ha habido formassociales concretas por las cuales lagente, los intelectuales y las sociedades

del mundo árabe hayan luchadoespecíficamente, salvo en declaracionesvagamente redactadas y herméticamentecerradas sobre la liberación y la naciónárabe. Lo segundo que quiero resaltar esque, como resultado, uno mira alrededorinfructuosamente buscando los términosen los que abrir esta clase de debate, yasea sobre el Estado, la estructura de lasociedad o las formas reales de la vidaárabe moderna.[111] Sobre todo, uno seencuentra con dos tipos de retórica: laretórica de la crítica negativa, elrechazo y la denuncia, por una parte, y,por la otra, la retórica de la vanagloria,la presunción y la autocomplacenciaárabe. Ambos lenguajes tienen muy poco

que ver, en última instancia, con lahistoria o con la política, además deestar demasiado aislados el uno delotro. Y simplemente garantizan que en elfuturo el mundo árabe parecerá un lugaral que le han ocurrido cosas; un lugar, enotras palabras, cuyos hombres y mujeresno han hecho bastante para cambiarlosegún una serie de ideas y valores sobrela comunidad humana por los que hanestado luchando.

Las carencias generales árabesreflejadas en la presente situación secomplementan con lo que —a falta deuna expresión más afortunada— sepodría denominar la visiónestadounidense de las cosas en el mundo

árabe y en Oriente Próximo. Hay ciertadiversidad de opiniones en la prensa, elgobierno y la intelectualidad académicaestadounidense; pero la tosca improntade la política de Estados Unidos y suconcepción de lo que son los interesesnorteamericanos se encuentra en todaspartes. No es una exageración decir conrespecto a esta política que susimperativos principales son conseguirpetróleo y forjar alianzas armadas enoposición a las corrientes populares y/onacionales. Esto representa una crudaregresión a la visión del mundo de JohnFoster Dulles. La declaración más clarade la actual política estadounidense sehizo el 12 de junio de 1978 por parte del

subsecretario de Estado Harold H.Saunders en su testimonio ante laSubcomisión del Congreso sobre Europay Oriente Próximo. Saunders enumerabaun «catálogo básico de intereses» engeneral que incluía el deseoestadounidense de evitar el conflicto, un«compromiso irrevocable con laseguridad, la fuerza y el bienestar deIsrael», un reconocimiento de laimportancia del mundo árabe (enparticular, «la fuerza y moderación delos principales países árabes») y «uncompromiso moral y humano con lapoblación de Oriente Próximo paraayudar a poner fin a un conflicto que hacausado una generación de sufrimiento».

De acuerdo con estos intereses,Saunders esbozaba cuatro premisas dela política estadounidense:

Primera: Puesto que todos y cada uno denuestros intereses en Oriente Próximoson importantes, la única política nacionalviable es aquella que nos permitaperseguir todos esos intereses al mismotiempo. […]Segunda: La experiencia de los cuatroúltimos años ha mostrado que somos losmás capaces de perseguir todos esosintereses simultáneamente encircunstancias en las que haya progresohacia una solución pacífica del conflictoárabe-israelí. […]

Tercera: En los últimos años ha habido uncambio significativo con respecto a

Occidente en las relaciones entre lasprincipales naciones de Oriente Próximoy las grandes potencias externas a OrientePróximo. […]

Aquí Saunders enumeraba el final dela hegemonía de la Unión Soviética en laregión y el hecho de que las naciones deOriente Próximo prefirieran a«Occidente, [que] ofrece la tecnología ylas capacidades de gestión necesariaspara el desarrollo de sus países». Luegopasaba a citar el aspecto, no menosimportante, de que los «líderes árabesmoderados han acudido a EstadosUnidos en busca de cooperación paraalcanzar la paz y el desarrollo. Su éxitolimitará el papel de las fuerzas

radicales…».

Cuarta: Sin restar importancia en absolutoa nuestros restantes compromisos, unadefinición de los interesesestadounidenses en Oriente Próximo debetener seriamente en cuenta las nuevasdimensiones de las relacioneseconómicas de Estados Unidos con lazona.

Un poco más avanzado sutestimonio, Saunders afirmaba que esahabía pasado a ser la políticaestadounidense después de la visita deSadat para convertir Estados Unidos enalgo más que «un cartero entre los dosbandos». Tres cuestiones —la naturalezade la paz, la retirada israelí, «y las

medidas de seguridad que acompañaríana la retirada», así como «el papel de lospalestinos»— configuraban el núcleo delas conversaciones de Estados Unidoscon Israel, Egipto, Jordania, Siria, elLíbano y Arabia Saudí, aunque EstadosUnidos tenía importantes acuerdos ydesacuerdos sobre estas cuestiones tantocon los estados árabes como con Israel.Había un aspecto concreto sobre el queSaunders se mostraba (o al menosparecía mostrarse) categórico: «Ennuestra opinión, el futuro de Gaza yCisjordania se halla estrechamenteasociado a Jordania y… un Estadopalestino independiente que albergara unsentimiento irredentista en este territorio

truncado no sería una solución realista oduradera».[112]

Todo el testimonio de Saunders seorganizaba en torno a «la paz y lamoderación», una expresión obviamentediseñada para excluir el «radicalismo»,el nacionalismo y la oposición popularal statu quo militar, social y económico.Pero creo que es más importante laopinión implícita de que cualquierconflicto —justo o injusto, razonable oirrazonable, real o irreal— es malo paraEstados Unidos, dado que lo queimporta para «nosotros» es la ausenciade cambios, la accesibilidad de lascorporaciones estadounidenses alpetróleo y al vasto mercado de consumo

de Oriente Próximo, y los vínculosbilaterales entre el gobiernoestadounidense y todos y cada uno delos principales regímenes «moderados»de la región. Así, tiene que producirseuna reducción en el nivel del conflictoárabe-israelí, no en aras de solucionarlos problemas de los que dicho conflictose deriva, sino en aras de EstadosUnidos; tan sencillo como eso. Si depaso se pueden resolver tambiéncuestiones territoriales, militares ydiplomáticas, pues mejor que mejor.Para eso es claramente para lo que sediseñó el tratado egipcio-israelí,además de proporcionar a EstadosUnidos lo que Saunders calificaba de

«una presencia nacional, y no sólogubernamental». Pero la principalprioridad se reservó al establecimientode convergencias militares favorables aEstados Unidos y a poder serdesfavorables para los radicales, losnacionalistas o los movimientospopulares que veían las cosas de maneradistinta. El resultado neto es que, paracumplir el acuerdo, Egipto e Israel sehan convertido en clientescompletamente dependientes de laindustria armamentista estadounidense.

Examinemos un poco más losintereses políticos de Estados Unidos.Tras la importancia del petróleo y lageopolítica subyace una voluntad, no

simplemente de oponerse alnacionalismo y al radicalismo (de losque nunca se habla con claridad), sinode identificarse con sus adversarioslógicos y, por ende, proclamar laenemistad incondicional de EstadosUnidos con aquellas fuerzas que, comolos movimientos iraní y palestino, seoponen a una alianza estadounidense. Esmás, Estados Unidos se identificaactivamente como adversario decualquier tentativa de transformarregímenes clientelares (conindependencia de lo opresivos eimpopulares que sean), a pesar de suproclamado interés oficial en losderechos humanos.[113] En Irán, esto no

sólo supuso que Estados Unidos apoyaraal sha, sino que implicó asimismoabastecer de petróleo al ejército duranteel mes de enero de 1979, después de queel sha hubiera abandonado ya el país,con la esperanza de que los militaresorganizaran un golpe de Estado contralas fuerzas de Jomeini. Supuso firmar untratado de paz independiente egipcio-israelí frente a la oposición jordana,saudí y kuwaití. Supuso seguir alineandolos intereses de Estados Unidos conregímenes aislados y represivos cuyaprincipal virtud, en los casos de Israel yEgipto, consistía en ser voluntariososdestinatarios de las armas, los créditos ylos conocimientos técnicos

estadounidenses, de un modo quecontribuía a «transistorizar» y hacerpolíticamente analfabeta a la inmensamayoría de la gente, a cuyos intereses denada podían servir las importaciones defranquicias de Kentucky Fried Chicken,de Coca-Cola, de automóviles deDetroit y de hoteles Marriott. Y por cadafracaso demostrado de esta política —desde Vietnam hasta Irán, pasando porEtiopía, Afganistán, Pakistán o Jordania— se producía un renovadocompromiso, más firme y más costoso,de seguir con ella, como si EstadosUnidos tuviera una capacidad deadicción infinita a los fiascos como losdel sha y Haile Selassie.

Es cierto que, mientras EstadosUnidos cuente con clientes entusiastascomo Sadat y Begin, la políticaestadounidense se elaboraráirremisiblemente en su favor. Pero unavez más, uno se pregunta qué leccionesse aprendieron de Irán, donde miles demillones de dólares estadounidenses, yarmas, y numerosas y fervientesdeclaraciones de apoyo al sha (y a suaparato de inteligencia y policial), nolograron salvar el trono de unaoposición básicamente popular ybásicamente desarmada. Quizá lo que seaprendió se encarna de manera directaen el tratado egipcio-israelí, dondeEstados Unidos se convierte en —y se

hace intercambiable con— uno de esosgobiernos regionales que dicen sinrodeos que están dispuestos a ir a laguerra para quedarse con recursoseconómicos que pertenecen a otros, queestán dispuestos a atacar cualquiermovimiento no inmediatamentesubordinado a las ideas importadas depaz, moderación y progreso, que estánansiosos por suspender el bien comúnpor deferencia a lo que Estados Unidosprevé que la Unión Soviética podríahacer o dejar de hacer.

La verdadera dificultad de analizar,de hecho hasta de afirmar, los defectosde tales visiones políticas en el actualcontexto es que los medios de

comunicación y la intelectualidadprogresista —incitados por un gobiernoa cuyos intereses sirven gratuitamente—han reservado conceptos tales como losde paz, moderación, modernización yprogreso para las peculiares estrategiasde Estados Unidos y sus aliados. Inclusoa analistas extremadamenteindependientes como I. F. Stone lesresulta difícil resistirse a lasdisposiciones realizadas en CampDavid, y más difícil aún evitar hablardel presidente Carter excepto como unhéroe épico.[114] La idea era, como otroscolumnistas progresistas se aprestaron aargumentar a partir de septiembre de1978 —siendo Anthony Lewis

particularmente apasionado en ese punto—, que Camp David «era todo lo queteníamos», y que cualesquiera otrasideas sobre la paz en Oriente Próximoresultaban, en consecuencia,esencialmente violentas, dañinas ymaliciosas. De hecho, parecía que elacuerdo entre Begin y Sadat era un pasoadelante; ¿y acaso no significabatambién que no habría guerra entre Israely el país árabe más grande yformidable?, ¿no significaba asimismoque aquellos otros árabes que seoponían a Camp David eranantiamericanos, contrarios a la paz yantisemitas? Y lo mejor de todo, ¿acasono era verdad que por primera vez había

un acuerdo público internacional sobrela existencia de, y hasta el modo deresolver, la cuestión palestina? ¿AcasoCamp David no tenía la virtud adicionalde excluir el comunismo y asegurar lapaz y la prosperidad de los buenosárabes? ¿Acaso ahora no ocurriría que,en vez de dedicar sus energías a unaguerra inútil, los árabes y los judíos porfin podrían empezar a construirsociedades nuevas, progresistas yprósperas bajo los auspiciosestadounidenses?

A tales argumentos, y tales —ensemejantes términos— preguntas sinrespuesta, les acompañaba un silencioabsoluto, una ahistórica y terriblemente

obstinada negativa a ver qué másimplicaba Camp David, sobre todo enrelación con la cuestión palestina. Nadiecomentó que Camp David no abordaba—de hecho, ni siquiera llegaba amencionar— los asentamientos israelíesen Cisjordania, Gaza y los Altos delGolán. Tampoco se hizo comentarioalguno del hecho de que, durante eldebate sobre Camp David en la Knesset,la presentación de Begin se hizoexplícitamente de modo que dependierade un intercambio, un acuerdo, que eramejor para Israel que para Egipto y «losárabes»: el Sinaí se devolvería a Egipto,mientras que Israel conservaría los otrosterritorios. Nadie sugirió que la OLP, así

como todos y cada uno de los palestinos,tenía razones para denunciar el llamadoplan de autonomía. Esto no era siquieraun engaño, sino un plan abierto a fin decolocar para siempre a los palestinosbajo la autoridad militar israelí en unbantustán, cuyo principio en África, porejemplo, había denunciado EstadosUnidos como incoherente con laautodeterminación. Es cierto que durantey después de las negociaciones de CampDavid se hizo la sugerencia (queapareció tímidamente en lo que sin dudaeran «informes oficiales» autorizados yescenificados para la prensa) de que elplan de autonomía fuera el primer pasode un proceso «irreversible» que llevara

en última instancia a laautodeterminación palestina. Y, sinembargo, ni los documentos de CampDavid, ni Sadat, el autoproclamadopaladín de Palestina, hicieron menciónalguna de ello en el texto de losacuerdos, sino sólo en una serie decartas anexas a estos; cartas que a su vezserían anuladas por otras cartas israelíesque neutralizaban las esperanzas deindependencia de Cisjordania yPalestina.[115] (Cristalizaba así una pautainiciada durante la visita de Sadat aIsrael: durante el viaje en coche de TelAviv a Jerusalén, Dayán le había dicho asu ministro de Asuntos Exteriores enfunciones que suprimiera cualquier

mención a la OLP de su discurso ante laKnesset;[116] durante las ceremonias dela firma, el 26 de marzo de 1979, Sadatsimplemente excluyó de sus comentarioshablados cualquier mención a lospalestinos por miedo a que ello pudiera«irritar» a los israelíes). Allí donde sehablaba con claridad sobre lo que sesuponía que iba a ser el plan deautonomía para los palestinos, se tratabasiempre de claridad israelí y, de maneramucho más concluyente, de acciónisraelí sobre el terreno. El día que sefirmó la «paz», Israel anunció 20 nuevosasentamientos en Cisjordania, quecontaba ya con 77 de tales asentamientosdispersos.

Enseguida volveré a la políticaisraelí sobre los Territorios Ocupados.La cuestión que hay que plantear aquí espor qué, tanto por parte del gobiernocomo de la prensa y la intelectualidadprogresista estadounidenses, no seestableció relación alguna entre lo queel «proceso de paz» hacía de hecho alos palestinos y lo que los palestinos (y,para el caso, la mayor parte del restodel mundo) decían o experimentaban alrespecto. El día después de la firma deltratado de paz en Washington, el NewYork Times publicaba un reportaje deJonathan Kandell sobre Halhul, unaciudad de Cisjordania sometida a uncastigo colectivo por manifestarse

contra el tratado el 15 de marzo, en unajornada de protesta durante la cual untrabajador de veintiún años y unaestudiante de diecisiete habían muerto amanos de soldados israelíes. A sus 8000habitantes se les impuso un toque dequeda de veintitrés horas, se cortaronlos teléfonos, se clausuró la escuela, loscomercios y las actividades agrarias;asimismo, proseguía Kandell,

no se permiten las visitas de forasteros.Durante una hora diaria, bajo los ojosvigilantes de soldados israelíes armados,se deja salir a los residentes de sus casas:las mujeres para comprar comida, losniños para hacer ejercicio, y los hombres,forzosamente ociosos, para chismorrear.

«¡No le hable! —le gritó un soldado

israelí a un periodista que se habíaacercado a un anciano en la calle principal,en los límites de la ciudad, durante la horade tregua—. ¡No se permite a nadiehablarles!» (27 de marzo de 1979).

Cuando el Departamento de Estadonorteamericano publicó su informe de1978 sobre violaciones de derechoshumanos, el Times sacó un editorialdonde se atacaba al gobierno poratreverse a confundir las cosas (la pazcon las «acusaciones» de tortura), comosi pretendiera decir que sucesos como elrelatado por Kandell, que violan todaslas convenciones sobre derechoshumanos conocidas, eran hechosmenores e irrelevantes. Pero lo que ha

sido peor, creo, es el presupuestosubyacente en el discurso sobre el«proceso de paz» de que los palestinos,jamás consultados, jamás representados,jamás considerados, deberíancontentarse con lo que con tantamunificencia se les presenta, por supropio bien. Y esto exactamente almismo tiempo que cientos de miles depalestinos sometidos a ocupación, laOLP y los palestinos literalmente detodas partes rechazaban el plan deautonomía, afirmaban el apoyo a susobjetivos de autodeterminación eindependencia, y hacían oír su voz entodo el mundo. La cuestión es por quénadie en Estados Unidos se preguntaba

en voz alta cómo es que unos cuatromillones de personas, dispersas más omenos por todas partes, han seguidoluchando por su derecho inalienable aponer fin al exilio y la ocupación, si noes porque realmente sentían lo quedecían, y realmente consideraban que loque se sugería para ellos erainaceptable.

En cambio, Zbigniew Brzezinski lesdecía a los palestinos que suorganización, la OLP, estaba acabada:«¡Adiós, OLP!». El presidente Carter,que tan magnánimamente había afirmadoque los palestinos tenían derecho aparticipar en la determinación de supropio futuro (una concesión nada

insignificante después de todo lo que sehabía dicho y hecho), argumentabatambién que «para nosotros» la OLP erauna organización como el Partido Naziestadounidense, el Ku Klux Klan o elPartido Comunista, «y deseamos quedesaparezca». En los años transcurridosdesde que tomó posesión del cargo, elpresidente Carter ha expresado susopiniones sobre los palestinos ennumerosas ocasiones, pero que se sepahasta ahora ni siquiera se ha reunidonunca con un palestino, y no digamos yahablar con representantes palestinos. Encuanto a los judíos «blandos»progresistas, los líderes proderechosciviles o las figuras de autoridad moral

de la sociedad estadounidense, ningunode ellos ha adoptado una posturapública sobre la cuestión de losderechos palestinos, como si lospalestinos fueran una figura retórica quehubiera que evitar entre la gente fina,como si aquellos civiles palestinossistemáticamente maltratados por Israel—según admiten los propios israelíes—no fueran el mismo pueblo que habíasido desplazado y desposeído por unsionismo invasor que seguía tratando decolonizar sus últimos restos. CuandoMenahem Begin se reunió con la prensa,en ningún momento le preguntaron cómoera que había resultado elegido con unaplataforma que prometía la anexión de

Cisjordania además de Transjordania, ocómo casaba su celo moral con relaciónal sionismo con la destrucción de lasociedad palestina. En cambio, cuandoaparecía Yasir Arafat, la prensa siemprele preguntaba sobre lo de expulsar a losjudíos hasta el mar, sobre lo dereconocer a Israel o sobre lo de lasalianzas de la OLP, sin hacer siquiera lamenor mención al hecho de que él y lospalestinos a los que representaba eranatacados a diario por un Estadoconsagrado a la aniquilación palestina.

No es exagerado decir que laretórica de paz en Oriente Próximoutilizada hoy sin la menor disensión porparte de Estados Unidos linda con el

deseo de rebajar, y quizá hasta de hacerdesaparecer, la cuestión palestina. Y esa esta solución final, estuviera de hechoplaneada o no, a la que el pueblopalestino se resiste hoy. No deberíasorprender, pues, que la «paz» asídefinida no haya encontrado a ningúnpalestino dispuesto a participar en ella,un hecho tanto más maravilloso cuantotambién se recuerda que durante cienaños de lucha contra la colonizaciónsionista el pueblo palestino no haproducido ni un solo colaboracionista,ni un solo «representante» dispuesto aaceptar la subordinación palestina a unaaplastante falange de fuerzas hostilesoficialmente santificadas por las

potencias occidentales. En un sentidomuy real, la paz en Oriente Próximoparece alcanzable por dos caminosposibles, y en un sentido no menos realla diferencia entre ellos resultaactualmente irreconciliable. Unoempieza en Camp David y termina conuna «autonomía» sobre la que Israel,Egipto y Estados Unidos gobernaránindefinidamente. El resultado es sinduda la continuación del conflicto, unsuministro (y un uso) de armas cada vezmayor, y unas fuerzas populares enaumento alzadas contra Estados Unidosy sus clientes. Ese camino se basa en laesperanza de que el poder sea lobastante persuasivo como para

quebrantar la voluntad deautodeterminación palestina; así desencillo. No importa cómo se adorne esehecho con promesas de modernización,progreso y ayuda estadounidense: no sepuede suavizar lo esencial del trato, quees que, a cambio de su obediencia, sepromete a los palestinos su constante noindependencia nacional.

Los indicadores de ese caminoresultan bastante fáciles de leer paracualquier palestino, por más que a muypocos estadounidenses, por ejemplo, seles haya ofrecido una guía apropiada desu simbolismo. Pero cuando se recuerdaque en los pocos años transcurridosdesde 1970 los palestinos han tenido

que librar cuatro grandes guerras(iniciadas por Siria, Jordania, Israel y laderecha libanesa, con el apoyo,frecuentemente explícito, de EstadosUnidos, que todavía no se decide adeclararse a favor de laautodeterminación palestina, una idea nodel todo irrazonable, dado el crecientecoste que le supone a la región tratar dehacer desaparecer a los palestinos), lamilitancia palestina resulta entoncesalgo menos difícil de entender. A la luzde lo que ocurrió después de unapolítica similar en Irán —donde EstadosUnidos se alió con un gobierno títererepresivo contra la inmensa mayoría delpueblo iraní—, las consecuencias de

emprender de nuevo ese camino, con uncoste estadounidense directo muchomayor, son funestas. Además, Israeltiene firmada su paz separada con unEgipto manifiestamente encantado detener las manos libres frente a Libia y deverse liberado de las obligacionespolíticas y sociales a las que sus lídereshan renunciado en aras de la paxamericana. Dispuesto a una mayoragresión contra los palestinos y lo quequeda del nacionalismo árabe,abastecido de armas casi ilimitadas porparte de Estados Unidos, y olvidado dela necesidad real de su pueblo de llegara entenderse en un momento u otro conel mundo árabe, Israel afronta ahora su

futuro.Cómo se supone que todo esto ha de

conducir a una paz global en OrientePróximo es una cuestión que desafía elanálisis. Cualquier evaluación honestaidentificaría el camino que aquí hedescrito con el que Eqbal Ahmad, elbrillante intelectual paquistaní miembrodel Instituto de Estudios Políticos deWashington, recientemente ha calificadocomo un «caso de instintos heredadosque ciegan a los líderes ante losprocesos históricos» (New York Times,26 de marzo de 1979). ¿Es que laoposición de los líderesestadounidenses a cualquier cosa quehuela a nacionalismo popular es tan

ciega, tan acríticamente aceptadadespués de Vietnam e Irán, que esincapaz de dar una respuesta que no seaincrementar los esfuerzos para vendermás armas y financiar más planes comoel tratado egipcio-israelí?

Esta obstinación resultaespecialmente desalentadora, y sealimenta al pueblo estadounidense conuna retórica que insulta a la inteligencia,en un momento en el que existenclaramente otras oportunidades: elsegundo camino del que he habladoantes. En las páginas siguientes detallarélas realidades de este otro camino;ahora sólo quiero subrayar el hecho deque todos los estados árabes han

aceptado la Resolución 242 de lasNaciones Unidas como la base para lapaz en la región; la OLP ha indicadoque, a cambio de una declaraciónestadounidense de apoyo a laautodeterminación palestina que culmineen un Estado independiente, formularápropuestas de paz muy concretas.[117]

Además, por primera vez en la modernahistoria palestina han surgido a) unoslíderes palestinos legítimos; b) unconsenso nacional palestino, y c) unacapacidad en ambos casos no sólo dedefinir la forma de su autodeterminación(en las líneas definidas con detalle enlas tres últimas reuniones del ConsejoNacional Palestino celebradas en 1974,

1977 y 1979), sino también de cambiarsu postura de tal modo que se promuevaactivamente la paz. Si a todo esto seagrega la evidente «moderación» de loslíderes árabes con respecto a las futurasrelaciones con Estados Unidos, y lapredisposición de esos mismos líderes,tras una generación de oposiciónestadounidense al nacionalismo árabe, aseguir sosteniendo determinados idealessobre Estados Unidos, entonces elatractivo de una política estadounidensemás amplia y menos paranoide deberíaresultar irresistible para losnorteamericanos.

La cuestión ahora es durante cuántotiempo Estados Unidos seguirá hablando

un lenguaje de buena voluntad y paz altiempo que persigue objetivos enflagrante contradicción con dicholenguaje. El presidente Jimmy Carter,como muchos de sus precursores, intentaconvencer a todo el mundo de que laestrechez de miras, el militarismo, elfaccionalismo y el intervencionismopueden en un momento dado traducirseen una paz justa y generalizada. Miopinión es que tal transmutación nopuede ocurrir mientras se mantenganesos términos restrictivos, puesto que latransformación se basa, como ha sidosiempre históricamente, en la premisa deque los palestinos renuncien a suexistencia nacional. Mientras no se

entienda esa inaceptable «conexión», semantendrán los espejismos, la violenciay las pérdidas humanas.

II. Egipto, Israel yEstados Unidos: qué

más implicaba eltratado

Mientras posaban juntos en Washingtonel 26 de marzo de 1979, estrechándosela mano jubilosos y listos para una pazque supuestamente auguraba el final delos problemas en Oriente Próximo,Jimmy Carter, Anwar al-Sadat yMenahem Begin parecieron borrar enaquel instante la terrible y tortuosahistoria que tan triunfalmente les había

situado en el centro de la escenamundial. Esta imagen, que pretendíarepresentar el final de una línea deconflicto y de hostilidad, tenía unenorme poder. Pero no hacía, de hechono podía hacer, más que imponer unaespecie de anuncio televisivo a unadialéctica continuada contra la que, porprimera vez oficialmente, EstadosUnidos comprometía ahora directamentesu enorme poder. En ese mismomomento, alrededor de un centenar deasesores militares estadounidensesestaban en Yemen del Norte ayudando alrégimen de dicho país a combatir aYemen del Sur. En otra parte de laregión, Estados Unidos actuaba en

silencio para reforzar (o, como en loscasos de Jordania y Arabia Saudí,camelar) a todo lo que se alzara contrael «desorden» popular, la inestabilidady la que se había dado en llamar «MediaLuna de crisis». La posturaestadounidense no podía menos designificar una decidida falta de voluntadde alentar en Oriente Próximo aquellosmismos procesos históricos a los queEstados Unidos rendía homenaje en supropia historia: la lucha por laindependencia, los derechos humanos yla liberación de la tiranía. Con lamentalidad popular incitada además asentir temor y repugnancia ante lainsurrección islámica —¿con qué

frecuencia se podían leer artículos sobrela amenaza a la civilización occidentalemanada del Oriente islámico?—, y conel creciente resentimiento ante la subidade los precios del petróleo árabe, elesfuerzo de la administraciónestadounidense por hacer pasar eltratado egipcio-israelí como algo buenose topó con una oposición bastantelógica. Un sondeo realizado por la CBSy el New York Times a finales de marzode 1979 reveló que la mayoría de lapoblación no estaba convencida con eltratado. La valoración popular era quehabía costado demasiado; existía unadesaprobación generalizada conrespecto a la cantidad de armas

prometidas a Egipto e Israel (lasestimaciones variaban entre los 5000millones y los 15 000 millones dedólares); y más del 70 por ciento de losencuestados desaprobaban la promesaestadounidense de suministrar petróleo aIsrael durante los próximos quince años.[118]

Sin embargo, como he dicho muchasveces, había una paradoja que seríadeshonesto limitarse a descartar. JimmyCarter era el primer presidenteestadounidense que había habladoseriamente —aunque de manera bastanteabstracta— del pueblo palestino.También diversos miembros de laoposición israelí como Shimon Peres

habían empezado a hablar, por primeravez, de los derechos y/o los interesespalestinos, y esto sugería una notablediferencia con respecto al pasado. Así,se reconocía que los palestinos eran unapresencia con la que había que tratar enserio, aunque habría que decir tambiénque políticamente su posición estaba tanamenazada y su existencia tan a menudoen peligro que les resultaba difícilcomunicar en esencia su posición y susnecesidades más allá del mundo árabe.Pero, dada esta nueva atmósfera, ¿porqué el tratado les escatimaba tantascosas? ¿Qué otra cosa sucedía a la queno se prestaba la suficiente atención?

Empecemos por Egipto. Ha habido

una actitud tan polémica en torno a Sadat(contra él en el mundo árabe, a favor deél en Occidente) que también se haconvertido en una imagen despojada dehistoria y de significado político. Ya en1971, durante la misión de GunnarJarring en nombre de las NacionesUnidas en Oriente Próximo, Sadatprometió el reconocimiento y lanormalización de las relaciones conIsrael a cambio de territorio; la secciónpalestina de su política siempre ha sidoun anexo de su bastión principal egipcio.En esta actitud, obviamente, sediferenciaba de Nasser y también de losbaazistas sirios, que competían conEgipto por la influencia en el mundo

árabe.[119] Sin embargo, estas dosfilosofías pronto se vieron igualadas enhegemonía por dos bandos nacionalistasno árabes, el Egipto de Sadat y laArabia Saudí enriquecida por elpetróleo. Durante los años setenta, pues,y por primera vez en este siglo, elmundo árabe empezó también a serobjeto de disputa por parte de losestados, y de hecho por parte delsistema estatal árabe, y noexclusivamente de las filosofíaspolíticas transnacionales panárabes.Sadat llevó a cabo la guerra de 1973contra Israel como una guerra políticaegipcia, diseñada en un momentocuidadosamente escogido para implicar

a Estados Unidos en los acontecimientossubsiguientes. Cuando más tarde Sadatdijo que las principales barreras entreEgipto e Israel eran psicológicas, lo queestaba diciendo de hecho era que ningúnárabe en este siglo se había propuestoafrontar el sionismo en el propioterritorio de este, esto es, en el terrenopsicocultural que este manteníaindisputable en Occidente, indisputableporque los árabes nunca se aventurabana acudir allí. Que Sadat quisieraconfrontar al sionismo precisamente allí,ganar apoyos para sí mismo lejos deIsrael y en la conciencia occidental, eratodo un logro, y de hecho la guerra de1973 fue el primer paso importante que

finalmente llevaría a Jerusalén y luego aWashington. Pero Sadat desperdició sujugada más creativa.

Su programa era completamenteegipcio, desde luego, y no eracasualidad que una parte importante deél fuera un desmantelamiento teatral delos programas, el legado y la postura deNasser en el mundo árabe. La eficaciade la estrategia de Sadat consistía, no enluchar contra Israel directamente, sinoen atacar el monopolio israelí del apoyoestadounidense. Su razonamiento eraque, en tanto él pudiera conservarsiempre la iniciativa y mantener elasunto vivo en la escena mundial, Israelreaccionaría intentando aferrarse a lo

que tenía, con el resultado de que élhabría logrado mermar la posiciónisraelí. Del mismo modo que era obvioque Israel no podía librar una guerra sinel apoyo directo de Estados Unidos,también lo era que, cuanto más unieraSadat a Israel, Egipto y Estados Unidos,más fuerte sería su posición y más débilla de Israel. A tal fin, rompiócompletamente su relación con la UniónSoviética.

No hay contradicción alguna en elhecho de que Sadat fuera el primer líderárabe que consiguiera que el sionismodiera marcha atrás con respecto aalgunas de las posturas que antessostenía: esa había sido su estrategia en

todo momento. Los árabes saudíes, encomparación, estaban demasiadoparalizados por su enormementeengorrosa riqueza, y por la disparidadentre su riqueza y su poder político-militar, para hacer otra cosa quedefenderse, y limitar la marea opositoraen el mundo árabe, mediante un apoyomasivo y generalizado a las fuerzasenfrentadas, como la derecha libanesa yla OLP. Así, tanto Egipto como ArabiaSaudí se encontraron oponiéndose a losfuegos todavía intensos delnacionalismo árabe, con el conflicto enel Líbano encendido y avivado. El año1975, pues, fue crucial, ya que a partirde aquí los caminos de Egipto y Siria,

aliados en la guerra de 1973, sedividieron, al tiempo que se ensanchabade manera concluyente la brecha que lesseparaba. Sinaí II fue el artífice de loprimero; la guerra libanesa, de losegundo. Sadat dio los pasos que dio enSinaí II para empezar a recuperar suterritorio, mientras que Siria veía eldilema del territorio perdido entérminos árabes: este se recuperaríadespués de un acuerdo global. Susposturas en este punto siguen siendoopuestas todavía hoy, y la actualimplicación de Siria en el Líbano indicapara sus partidarios la importancia delinternacionalismo árabe, mientras quepara sus detractores el Líbano

demostraba el estancamiento derivadode aquellas políticas. Y ello porque latesis siria-baazista era que elnacionalismo árabe había de tenerprioridad sobre cualesquiera tentativasde salirse del redil colectivo árabe (queel baazismo se encargaba desupervisar). Siria estaba dispuestaigualmente a enfrentarse alparticularismo egipcio o incluso, comofue el caso en junio de 1976, alnacionalismo palestino —la causa árabemás sagrada de todas—, al que elpresidente sirio Asad creía que la OLPhabía traicionado cuando su ejército loatacó en el Líbano.

El acuerdo político elaborado

durante la Conferencia de Riad enoctubre de 1976 puso de nuevo a Egipto,la OLP y Siria en contacto mutuo,aunque temporalmente, bajo losauspicios saudíes. Entonces JimmyCarter asumió la presidencia de EstadosUnidos. Para un mundo árabeuniformemente incapaz de evaluar, oafrontar, sus repentinas declaracionessobre los palestinos y la paz global, suaccesión al cargo precipitó cambiosimportantes. Para empezar, parecía casiseguro que Carter —ya fuera portemperamento o por análisis— sehallaba más cerca del argumentonacionalista árabe (es decir, baazistasirio) en torno a la solución al conflicto.

Hasta mediados de noviembre de 1977,todo apuntaba inevitablemente hacia laaceptación de la tesis siria. No sóloCarter dijo en mayo que se sentíaenormemente impresionado por Asaddespués de que ambos se reunieran enGinebra, sino que Estados Unidosparecía ansioso por coordinar laaprobación árabe de una conferencia depaz en dicha ciudad, así como lapresencia allí de los palestinos, y —loque era más importante— lacooperación de la Unión Soviética. Aprincipios de octubre ya no habíaninguna duda de que se celebraría unaconferencia en Ginebra organizada entorno a las tesis árabes en

contraposición a las israelíes. Estoseñalaba el final de la política debilateralismo de Henry Kissinger, peroasustó a Egipto e Israel, que ahora veíansurgir la posibilidad de un acuerdopolítico que uniera a la mayoría de losárabes con los palestinos y a las dossuperpotencias contra Israel.

Sadat se opuso, pues, no menos quelos israelíes a la declaración conjuntade Estados Unidos y la Unión Soviéticadel 1 de octubre de 1977. Dichadeclaración no sólo situaba la cuestiónpalestina en pie de igualdad con ladevolución de territorio egipcio, sinoque significaba asimismo una claravictoria del panarabismo sirio. Después

de los terribles disturbios motivados porla escasez de alimento producidos enEgipto a comienzos de 1977, Sadat nopodía arriesgarse a: a) aplazar larecuperación de tierras y el final delestado de guerra; b) abrir políticamenteEgipto a las corrientes ampliamenteprogresistas y antagonistas que losdisturbios habían desencadenado, lascuales creía —acertadamente— queestaban vinculadas a tendenciaspolíticas como las de Palestina, o c)descuidar la desastrosa desintegracióneconómica y social de su país. Todo loque hizo durante el año 1977 —porejemplo, su ataque a Libia en julio— sediseñó para asegurarse la atención y el

beneplácito estadounidense, aunquehasta que anunció su viaje a Jerusalén el17 de noviembre no logró captar enserio y sin reservas la mirada deEstados Unidos. Ese anuncio lo cambiótodo.

La administración estadounidenseafirmó que el anuncio le había cogidocompletamente por sorpresa. Yo no creoque eso fuera cierto, puesto que todo loque había estado haciendo Sadat duranteal menos siete años hasta finales de1977 indicaba su completa (y suscríticos añadirían que descarada)voluntad de hacer las paces con Israelunilateralmente. Fuera como fuese,Estados Unidos se adaptó con rapidez a

la nueva situación, reordenando susprioridades para que se adecuaran a untratado de paz independiente egipcio-israelí. Lo primero que desapareció dela agenda fue la cuestión palestina talcomo se había desarrollado a través delas Naciones Unidas; luego vinierontambién la declaración conjunta deEstados Unidos y la Unión Soviética, yla acordada representación palestina enla Conferencia de Ginebra. Por su parte,Sadat se apresuró a desvincularse de laOLP —en privado se comentaba quehabía dicho que Arafat no podía«pronunciarse» sobre nada— y de loque quedaba del nacionalismo árabe.Toda la oposición nacionalista de Egipto

fue silenciada, la causa palestina fuereformulada (por así decirlo) para quepareciera que Sadat era su paladín, yEgipto mostró su disposición a noconsiderar imposible ninguna concesióna Israel y Estados Unidos. Sadat contabaastutamente con el hecho de que susoponentes (salvo la OLP) eran o biendemasiado impopulares en sus propiospaíses para aventurarse a ir contra él, obien demasiado débiles (Arabia Saudí yJordania) para hacer otra cosa quenegarse miserable e ineficazmente aunirse a la iniciativa.

No dudo que Sadat había estado encontacto con los israelíes mucho antesde noviembre, y que una de las primeras

cosas en las que coincidieron fueron losbeneficios económicos que tendría paraambos países una alianza conjunta conlas bendiciones de Estados Unidos, unaalianza que todos ellos creían que lossaudíes favorecerían implícitamentecomo una especie de esfera decoprosperidad mutua. Aparte de losbeneficios inmediatos para los sectoresmilitar y de consumo de ambaseconomías, la alianza tendría la ventajade dividir Oriente Próximo entre«ricos» y «pobres», siendo en esteúltimo sector donde lo que quedaba delradicalismo y el arabismo se veríaprimero confinado y luego extinguido.Además, Sadat podría concentrar sus

energías en África —de hecho, existíaya una implicación encubierta de Egiptoen el Chad, Zaire y Somalia— y en latransformación de Egipto en parte delnuevo mundo trilateral. En agosto de1978 había llegado incluso al punto deponer su desierto occidental adisposición de Austria y Francia para elvertido de residuos nucleares. Cuandose celebraron las reuniones de CampDavid en septiembre, losacontecimientos de Irán habíanreforzado la determinación de Sadat deconcluir su acuerdo de paz con EstadosUnidos e Israel, aunque también fueraobvio que la cumbre de Bagdad (sobretodo la inminente unión de Siria e Irak

tras diez años de hostilidades) más lainsurrección iraní y la incipiente alianzaentre Irán y la OLP, suponían una duraprueba para su resolución. Pese a sufuriosa retórica superficial, entreseptiembre de 1977 y marzo de 1979todos los estados árabes estuvieron encontacto unos con otros. Cada uno deellos parecía tratar de impresionar a losdemás con su fuerza y su sentido de laresponsabilidad; y de ese modo tambiénse podía tratar de convencer a EstadosUnidos e Israel. La idea era parecer quese ofrecía a Estados Unidos otrasalternativas atractivas a una pazindependiente egipcio-israelí. NingúnEstado árabe dejó lugar a dudas en

cuanto a su predisposición a convivircon Israel, ni con respecto a supredisposición a abandonar la UniónSoviética a cambio de la ayuda y laamistad de Estados Unidos.

De todos modos, Estados Unidos seaferró a su prioridad cada vez másestrechamente definida de una pazegipcio-israelí, que se argumentaba quepodría representar un firme primer pasohacia un acuerdo global. Lo pretendierao no, el caso es que Estados Unidosapoyó de hecho en el ínterin todo lo quehabía de intransigente y regresivo entorno a Egipto e Israel. Y de manera másdesastrosa, creo, esta resuelta einflexible política norteamericana

distanció a Estados Unidos de lospalestinos, las masas árabes y el restodel Tercer Mundo, que pasaron a verlacomo una reacción defensiva yretrógrada a la revolución iraní. No meparece que esta sea una interpretaciónincorrecta. A los europeos dementalidad independiente y, obviamente,a la mayoría de los árabes, les parecíaque Sadat había logrado introducirse enla conciencia de Estados Unidos comoun americano dedicado y leal en elTercer Mundo. Y daba la impresión deque con ello se aprovechaba del hábitofatal de Estados Unidos de dejarseengañar por personajes como elmariscal Cao Ky, Chang Kai-shek o el

sha Muhammad Reza Pahlavi,excluyendo en cambio a otros líderesmás genuinamente populares yrepresentativos. Pero lo más desastrosode todo era que los estadounidensesparecían no ver la consecuencia de suapoyo a líderes como Sadat, Begin y elsha: a saber, que Estados Unidos estabareforzando su determinación deconsiderar sólo aquello que se adecuabaa sus objetivos inmediatos (y, por logeneral, más impopulares), los cualestenían que ver sobre todo con mantenerintacto su poder actual.

En ninguna parte era esto más ciertoque en Israel. El primero y, en miopinión, el más ominoso signo de ello

fue la rapidez con la que MenahemBegin fue rehabilitado de su extremismoy terrorismo, y asimilado al proceso deSadat y Estados Unidos. Hay que deciren su honor que Begin no hizo ningunaconcesión sustancial a nadie: él creía enla conservación de los TerritoriosOcupados, consideraba a los árabespalestinos como los culíes de Israel, yno vacilaba en su deseo de mantener aIsrael como el Estado occidentalsuperior de la región. Durante sumandato como primer ministro, Begincambió eficazmente la postura de Israelsobre la Resolución 242. El hombre quemás tarde se convertiría en surepresentante ante las Naciones Unidas

argumentó ante una comisiónparlamentaria en 1977 que Israel teníatodo el derecho a conservar susterritorios, y que lo que hacía en dichosterritorios no contravenía la Convenciónde Ginebra ni ninguna otra, que, encualquier caso, no eran ni serían nuncaaplicables allí.[120] Paralelamente, Israelestrechó sus vínculos con Sudáfrica,Chile y Nicaragua, mientras sus líderesmilitares adoptaban repetidamente lapostura de que Israel era un Estadoconquistador y su política para con losárabes (en concreto los palestinos) erala de reconquistarlos indefinidamente.El 19 de enero de 1979, cuando lepreguntaron al jefe del Estado Mayor

sobre los asentamientos judíos en«Judea y Samaria» (Cisjordania), esterespondió que Israel no sólo tenía laintención de conservarlos, sino que losárabes que vivían en Galilea (que estádentro del Israel anterior a 1967 y es laregión con la mayor concentración depalestinos israelíes) estaban«entregados a un proceso de conquistade la tierra, conquista del trabajo,inmigración ilegal y terror». Esimportante tener en cuenta que el generalEytan estaba hablando de unospalestinos que simplemente hanpermanecido allí (en condicionesbastante miserables) durante los últimostreinta años, no de unos recién llegados.

Pero eso no bastaba para él. Tenía quereafirmar el hecho de que «antes de queexistiera el Estado de Israel vinimosaquí a conquistar este país, y por esarazón se estableció el Estado» (YediotAharonot, 19 de enero de 1979).

Dado que Israel no tenía ningúnverdadero conflicto territorial conEgipto, era relativamente fácil prometerla devolución del desmilitarizado Sinaía Sadat, con la fácil ventaja añadidapara Israel de obtener una serie de cosasque el sionismo ha estado buscandodurante cien años: legitimidad, laneutralización del mayor Estado árabe ysu aislamiento político de todo el mundoárabe, un acuerdo general «de

seguridad» con Estados Unidos, unsuministro de petróleo aseguradodurante quince años, aproximadamente15 000 millones de dólares en armas yayuda, un mercado árabe grande yextremadamente vulnerable que explotar,y una enorme reserva de mano de obraegipcia no cualificada y barata. Pero allídonde el territorio era un problema, setomaron las medidas másextraordinarias para asegurarse de queIsrael lo controlara siempre. La prensaestadounidense, con sólo unas pocasexcepciones, ha prestado muy pocaatención a lo que Israel decía y hacía enCisjordania, en la que puede ser una delas omisiones más escandalosas de toda

la historia del periodismo. Y elloporque, al dar la impresión de que la«autonomía» que se ofrecía a lospalestinos guardaba alguna semejanzacon el significado de este término, laprensa estadounidense realizó unprodigio de legitimación para queprosiguieran la represión, elasentamiento y la consolidaciónisraelíes en Gaza y Cisjordania. Y loque es peor aún, la ausencia total decrítica, ya fuera en la prensa o en eltexto de los acuerdos de Camp David, ala política israelí en los TerritoriosOcupados hizo que la negativa palestinay jordana a participar en elestablecimiento de la «autonomía» o

«autogobierno» pareciera irracional ygratuita. Dada la predisposiciónestadounidense y egipcia a secundartácitamente lo que ocurría en Gaza yCisjordania, Israel tenía, enconsecuencia, las manos libres no sólopara decir y planificar lo que iba ahacer, sino —como los palestinos queviven bajo la opresión de Israel sabíanpor propia experiencia— para hacerlo.

Históricamente, con el sionismosiempre ha ocurrido que los detalles hancontado bastante más que los principiosgenerales. El hecho de cubrir esosdetalles tanto con la fuerza como con«hechos» legales ha asegurado alsionismo la permanencia de nuevas

«realidades creadas». En el marco deeste programa, pues, Begin vino a añadirsus particulares habilidades legales a loque habían hecho los anterioresgobiernos laboristas. Su política sediferenciaba de la del general Rabin,por ejemplo, sólo en el hecho de queBegin confiaba mucho menos en la merafuerza y/o la improvisación. LosTerritorios Ocupados o Administradospasaron a conocerse como territorios«liberados», y, junto con la concesiónque le sonsacó a Sadat en Ismailía el 26de diciembre de 1977 de que el ataquede Israel a los árabes en 1967 habíasido defensivo (un argumento que hallóbuena aceptación no sólo en la derecha

estadounidense, sino también en elpropio corazón del establishmentprogresista de izquierdas),[121] ellopermitió a Begin considerar laadquisición de territorio árabelegalmente justificada. Hay que señalaraquí que, cuando David Ben Gurióndeclaró el nacimiento del Estado deIsrael en 1948, deliberadamente excluyóde su declaración cualquier mención alas fronteras israelíes.[122] Begin dio elpaso mucho más hábil de asegurar lalegalidad de dichas fronteras,constantemente en expansión. Además,cuando propuso su plan para laautonomía palestina, tuvo buen cuidadode distinguir entre el autogobierno de

sus habitantes y la soberanía delterritorio en el que vivían. ComoVladímir Jabotinsky, su maestroideológico, Begin estaba reconociendola inconveniencia (de hecho, el perjuiciopositivo) para los judíos de tener quepreocuparse de una raza inferior, almismo tiempo que conservaba paraIsrael el derecho al poder y alasentamiento en todo lo que Dios habíadicho (estuviera donde estuviese) queera territorio judío. Sobre esta mezclade teología, refinamiento legal y merasfalsedades, la prensa estadounidense,junto con la comunidad académicaprogresista, ha tenido muy poco quedecir, pese a haber publicado numerosas

expresiones de auténtica consternaciónante los excesos islámicos de Irán. Almismo tiempo que se prolongabanindefinidamente las angustiadasdisquisiciones, en su mayor parteignorantes, sobre el posible significadode la República Islámica de RuhollahJomeini, no se hacía el menor esfuerzopor entender la teocrática visión de lascosas de Begin, y mucho menos porseñalar detalladamente lo que estequería decir cuando hablaba deautonomía para la gente pero no para elterritorio en el que vivía.

Hay que decir en su honor que losperiodistas y figuras políticas israelíesse mostraron muy abiertos sobre estos

temas. Aunque como siempre,obviamente, las obras hablaban bastantemás convincentemente que las palabras.Poco después de la Conferencia deCamp David, Begin empezó a pedir másasentamientos, un proyecto que dejó enlas capaces manos del general ArielSharon, ministro de Agricultura y el«superhalcón» más radical del país,cuyo historial incluye varias incursionesmortíferas en asentamientos civilespalestinos.[123] A finales de 1978, Israeltenía 77 asentamientos sólo enCisjordania, y había confiscadoaproximadamente el 27 por ciento de latierra. Aunque es cierto que el «marco»de Camp David especificaba «una

reducción» del número de tropasisraelíes que permanecerían sobre elterreno durante el período de transiciónde cinco años, estaba el hecho muchomás significativo de una crecientepoblación de colonos israelíes cuyavanguardia era el Gush Emunim, ungrupo de fanáticos cuyo celo y violenciahacen que las hordas «islámicas»parezcan decididamente apacibles.Incluida la Jerusalén árabe, fuentesfidedignas sitúan su número en 90 000,con planes de añadir a varios cientos demiles más.

Para los palestinos no quedaba dudaalguna de que la autonomía jamás podríaconvertirse en algo más que una reserva

cuidadosamente regulada yminuciosamente controlada paraconfinarles y, como lo expresaba unaautoridad en nacionalismo palestino queenseñaba la materia en la Universidadde Tel Aviv, «para eliminar susaspiraciones nacionales».[124] EnCisjordania se hicieron varias cosasimportantes para asegurarse de ello.[125]

Según la tesis denominada «de la dobleespina dorsal», la parte de Israel situadaal este de la Línea Verde (fronteraanterior a 1967) sería vulnerable a unataque a menos que la propiaCisjordania se reconstituyera como unaespina dorsal militar paralela a laestructura de Israel propiamente dicha.

A tal fin, Cisjordania sería —y ha sidoya— dividida en sectores por una seriede carreteras norte-sur y este-oeste(véase el mapa de la página siguiente).Estas serían carreteras de accesomilitares (gracias a la generosidad delos presidentes Carter y Sadat, permitidaen el «marco» de Camp David), ademásde configurar las fronteras exteriores deuna serie de cuadrantes en los que seconcentraría a la población palestina.Así, en torno a cada grupo importante depalestinos habría carreteras queasegurarían el control militar israelí dela zona; además, las propias carreterasserían reforzadas por asentamientosisraelíes. Como explicaba Sharon en una

entrevista publicada en Ma’ariv el 26de enero de 1979: «No sólo [deberíahaber allí] asentamientos: debería habercarreteras que aseguraran la continuidadterritorial entre las ciudades y losasentamientos. Y no sólo carreteras: unaamplia infraestructura de campamentosdel ejército y cinturones deentrenamiento militar». Así pues,continuidad para el sionismo ydiscontinuidad para los palestinos.

Ya que alrededor del 30 por cientodel suministro de agua de Israelproviene de Cisjordania, debeasegurarse el uso israelí de las fuentesde agua, con o sin autonomía. De ahí quela estructura de abastecimiento de aguashoy funcione de manera completamenteindependiente de la autoridad municipalde Cisjordania. La actual situación deseguridad en Gaza y Cisjordania otorgaal gobernador militar poder paracensurar todo lo que se escribe;deportar, detener y destruir las casas delos sospechosos de subversión, yemprender prácticamente cualquieracción cuyo objetivo sea proteger al

Estado de Israel. Pero lo que es seguro,como explicaba Zeev Schiff en Haaretzel 14 y 16 de enero de 1979, es que laautonomía palestina dará al gobierno yal ejército israelíes el derecho acontinuar con este estado de cosas más omenos indefinidamente. Según lasdisposiciones de Camp David, Israeltiene derecho a combatir la«subversión» política, cuyo objetivo,como decía el mismo Schiff con bastanteclaridad, es cualquier cosa que puedaincrementar la probabilidad delnacimiento de un futuro Estadopalestino. Así pues, la detención, ladeportación y el castigo colectivoproseguirán, dado que el ejército

permanecerá en Cisjordania. Así escomo Schiff preveía «las operaciones deseguridad» en la autonomía, cuyoconsejo de gobierno está formado porrepresentantes palestinos, israelíes,jordanos y egipcios:

Las autoridades de seguridad general[en Gaza y Cisjordania] han logradoextender una red de inteligencia buena ycompleja. Se puede suponer que estasituación seguirá existiendo bajo laautonomía. Pero el problema no reside enrecabar información. La cuestión es quéhabría que hacer con esa información.¿Podrán actuar libremente, o se veránlimitados a registrar la información yconocer la situación?

Para asegurar el correcto uso de lainformación de inteligencia a fin de

combatir a los terroristas [Schiff usa lapalabra clave estándar israelí para aludir alos nacionalistas palestinos que quieren laindependencia], se requieren condicionesespeciales que afectan a otros aspectos.Unas fuerzas locales de policía fuertes,como se mencionaba en el acuerdo deCamp David, no bastan; la consulta entrelos policías palestinos y las autoridades deseguridad israelíes no es suficiente. Estáclaro desde el punto de vista de laseguridad que nadie que desee combatir alos terroristas puede dejar el derecho adetener a las personas sospechosas deterrorismo o de hostilidad en manos deotros.

Un policía palestino, que recibainformación de la seguridad israelí sobrepersonas sospechosas de actos terroristas,no durará mucho si no hace saber a lossospechosos que están en peligro. Por lo

tanto, la cooperación de la policía local[esto es, palestina] en tales detencionessólo debería ser formal. Y no cabe duda deque los interrogatorios en asuntos deseguridad también deberían dejarse en elfuturo en manos de las autoridades deseguridad general israelíes. Esta es unacondición fundamental si queremos teneréxito en la lucha contra los terroristas enla autonomía y en Israel. La situación esdistinta en cuanto al procesamiento legalde los terroristas. En este caso puedehaber plena cooperación entre Israel y lasautoridades gobernantes de la autonomía.También puede haber cooperación en elárea judicial, pero este es un tema másdelicado que el procesamiento. En estetema Israel debería tener alguna prioridad,y lo mismo vale para los representantesisraelíes en el comité que debe permitir laentrada a los refugiados y que está claro

que actuarán según las directricesestablecidas por las autoridades deseguridad general [israelíes] (Haaretz, 16de enero de 1979).

Como en muchas de las otras cosasque Israel prevé con respecto a sugobierno sobre una autonomía que sesupone que satisface las demandas deautodeterminación palestina,[126] Schiffconcluye que, en consecuencia, elaparato de seguridad israelí «tocarátodos los aspectos de la vida palestina».Se puede entender muy bien cómo estaproyectada visión de la autonomíacoincide con la hostilidad israelí hacialos palestinos, pero lo que uno busca envano es un razonamiento que presente

este plan como algo aceptable para lospalestinos que tendrían que experimentarsus rigores. Nada en Israel (y desdeluego nada en lo que ha dicho Begin)permite a los palestinos la menoresperanza de que la «autonomía» seaalgo más que una continuación de ladominación militar. Recuérdese tambiénque la autonomía y el autogobierno seaplican sólo a los palestinos de Gaza yCisjordania: las disposiciones para larepatriación de refugiados afectan sólo alos palestinos que originariamenteresidían en Cisjordania o Gaza, es decir,las alrededor de 150 000 personas quefueron expulsadas en 1967. Dado queincluso los aspirantes «legítimos» a la

repatriación van a ser cribados porIsrael, resulta manifiestamenteimposible que se incluya a los más dedos millones de palestinos que noproceden de Gaza o Cisjordania, y quehoy viven en el exilio. Según MoshéDayán, se espera que esos palestinos sequeden donde están. Así, tal como ladescribía un distinguido escritorpalestino, la autonomía en el marco deCamp David significa de manera precisa—y nada vaga— lo siguiente:

A una fracción del pueblo palestino(menos de un tercio del total) se lepromete una fracción de sus derechos(entre los que no se incluye el derechonacional a la autodeterminación y a tener

un Estado) en una fracción de su patria(menos de una quinta parte del área total);y esa promesa va a realizarse dentro devarios años, a través de un proceso gradualen el que Israel va a ejercer un poder deveto decisivo sobre cualquier acuerdo.Aparte de eso, se condena a la inmensamayoría de los palestinos a la pérdidapermanente de su identidad nacionalpalestina, a ser permanentementeexiliados y apátridas, a una permanenteseparación unos de otros y de Palestina, auna vida sin una esperanza o un significadonacional.[127]

El tratado egipcio-israelí consagraesta situación sin la menor ambigüedaden absoluto. El argumento progresistaestadounidense es que: a) en las actualescircunstancias esto es más de lo que se

ha dado nunca a los palestinos y, enconsecuencia, deben aceptarlo, y b)además, una vez iniciado el proceso deautogobierno —con elecciones, una vidapolítica normalizada, etc.—, las cosasprobablemente evolucionarán hacia unEstado palestino. Así que dicho Estadosimplemente surgiría como por arte demagia, como se daba a entender en unsimpático artículo de Anthony Lewistitulado «And Now the Palestinians»publicado el 26 de marzo de 1979 en elNew York Times. Pero lo que todos estosargumentos no tienen en cuenta son lostres factores que han hecho de lacuestión palestina precisamente elproblema que ahora es: 1) la realidad

del sionismo como una prácticasistemática para los judíos y contra losno judíos; 2) la realidad de la historiapalestina, que no es una variopinta seriede acontecimientos casuales, sino unaexperiencia coherente de desposesiónpor parte del sionismo, así como unarespuesta dialéctica en forma deprogreso beligerante hacia laautodeterminación; 3) el verdaderoconflicto entre el sionismo y lospalestinos, un conflicto que no es unmalentendido, sino un auténticoenfrentamiento entre fuerzas opuestas, yademás un conflicto insertado en unaregión concreta, con una historiaconcreta, y que pone en juego una

conjunción de numerosos factoresregionales, internacionales y culturalesdiversos. Hay una ironía casidesesperada en el contraste entre laenmarañada densidad de estos tresfactores y el optimismo expresado enocasiones por responsables políticosbienintencionados. Y la ironía seagudiza aún más cuando el éxito delautogobierno palestino se hace dependerobviamente de la muerte —o, cuandomenos, la desaparición— de la OLP, yla conveniente aparición en su lugar decolaboracionistas palestinos«razonables» ansiosos por negociar suemasculación política indefinida. Hastaahora no ha aparecido ninguno, aunque,

desde luego, no puede haber ningunagarantía de una resistencia continuada.

Ahora debemos preguntarnos qué eslo que —aparte de rechazarunánimemente la clase de acuerdoexplícito en el marco de Camp David yel tratado egipcio-israelí— han hecho ydicho los palestinos. Es este pococonocido drama el que pasaremos aexaminar a continuación.

III. Realidadespalestinas yregionales

Cuando antes he hablado de OrientePróximo como un lugar mixto,intermedio, tenía en mente laexcentricidad del problema palestino,además de las particularidades de laregión en la que se sitúa cultural,política e históricamente. En otraspalabras, aunque para los palestinos seacierto que su desposesión se haproducido a manos de un colonialismoinvasor, esta visión se corresponde sólo

con lo que les ha pasado como víctimas;pero no incluye ni los auténticoshorrores del antisemitismo europeo, nitampoco, en el contexto actual, habla delos hechos de que Israel es un Estadocon auténticos logros para los judíos;que cuenta con el compromiso de supueblo y de muchas partes del mundo;que el sionismo israelí y la resistenciapalestina no poseen las característicasprístinas y relativamente sencillas quetiene, por ejemplo, la lucha de lamayoría negra frente a la minoría blancaen el sur de África. Luego está tambiénel hecho problemático de que la luchade liberación árabe, a diferencia de lamayoría de las demás luchas similares,

está relativamente bien financiada; lamera presencia y disponibilidad de uncapital casi ilimitado guarda una extrañarelación incluso con la propia idea deliberación. Creo que no hace faltademasiada argumentación para afirmarque ese mismo problema —aunquecualitativamente no tan acentuado—surge al hablar de la «lucha deliberación árabe», como normalmente sela denomina. En este contexto retórico,basta preguntarse por el significadopreciso de la liberación árabe (cuando,al mismo tiempo, los estadospetrolíferos árabes han sido asimiladosde buen grado por las economíasoccidentales, cuando su vida política no

tiene básicamente nada de liberada, ycuando hasta los más radicales de entreellos han mostrado, en el mejor de loscasos, una escasa predisposición aapoyar la lucha palestina) paraconvencerse de ello de manera eficaz.

Aun así, tengo que repetir lo que yahe dicho en este mismo libro y tambiénen mi obra Orientalismo: que ladiscusión sobre el mundo árabe engeneral, y sobre los palestinos enparticular, resulta en Occidente tanconfusa e injustamente sesgada que senecesita un gran esfuerzo para ver lascosas tal como, para bien o para mal,son en realidad para los palestinos ypara los árabes. El peligro estriba en

que, al tratar de representar de unamanera justa las complejascircunstancias del conflicto palestino-sionista, puede que personalmente noesté haciendo bastante para disipar lagran acumulación de mentiras,distorsiones y voluntaria ignorancia querodea la realidad de nuestra lucha.Quizá en tales casos no haya ningunafórmula sencilla para dejar que laverdad aflore, pero, desde luego, yoañadiría que en mi caso concreto tengola firme creencia de que la suficienciahistórica y moral de la causa palestina alfinal sobrevivirá y superará acualesquiera tentativas de tergiversarla.Al final, obviamente, es la lucha de un

pueblo, y no sólo de quienes escribensobre ese pueblo, la que determina suhistoria. Pese a ello, la escrituraciertamente vale para algo y, por lotanto, conviene aclarar ciertos aspectos.

El primero es que, a pesar de todo loque se habla sobre los palestinos, hahabido siempre una tendencia política,periodística y hasta cultural a posponeruna discusión seria sobre ellos.Interpreto que eso es lo que vienen adecir algunas figuras inteligentes delestablishment como George Ball (véasesu artículo de opinión publicado en elNew York Times del 1 de abril de 1979titulado «The Mideast Challenge»). Ensu comprensible celo por proteger y

santificar la paz egipcio-israelí, es másque probable que el gobiernoestadounidense esté apoyando esatendencia al aplazamiento. ¿Por qué, sino, el gobierno sigue sosteniendo laabsurda idea de que puede prescindir dela OLP cuando resulta evidente (comovarios altos funcionarios de laadministración han estado diciendo enprivado) que la OLP es la cuestiónpalestina, y resulta igualmente evidenteque no hay siquiera la más remotaposibilidad de que surja un liderazgopalestino alternativo, ya que la OLP esun organismo demasiado legítimo yrepresentativo como para que tal cosaocurra? Según los términos de Sinaí II y

el acuerdo establecido entre HenryKissinger y los israelíes, EstadosUnidos no reconocerá o hablará con laOLP a menos que esta última acepte laResolución 242 y reconozca a Israel.Esta condición tan extremadamenterígida y académica, que ata conimpudicia a una gran potencia a lospetulantes caprichos de un Estadoclientelar y restringe el tema palestinoexclusivamente a un problema derefugiados, ha negado legitimidad a laOLP y, por ende, a los palestinos en elámbito político estadounidense.Obviamente, esto ha contribuido alaplazamiento del que hablaba Ball. Ytambién, obviamente, ha alentado a

Israel y a sus intransigentes partidariosen Estados Unidos a seguir asociando ala OLP (y a los palestinos en general)con el terrorismo, el radicalismo y lairresponsabilidad.

Esta no es sólo una cuestión deestrategia retórica. Para empezar, laprensa y la comunidad intelectual hanapoyado este punto de vista con sóloocasionales excepciones. Cuandorecientemente una importante cadena detelevisión dio el paso gigantesco demostrar en realidad un retratorelativamente comprensivo de lospalestinos en una hora de granaudiencia, lo hizo en forma de películaacerca de por qué «los terroristas» son

terroristas (es decir, que tienen algunarazón para ser terroristas). El narradorhizo un discurso sin precedentesasegurando a la audiencia que él nojustificaba el terrorismo; y, sobre todo,el programa se emitió sin ningúnpatrocinio comercial. Creo que es unasimple constatación que la mayoría delos estadounidenses que sienten quedeben declarar su apoyo a Israel comoEstado no tienen ni idea de que lospalestinos vivían donde ahora estáIsrael, y son refugiados no porque seanantisemitas, sino porque los sionistassimplemente echaron a muchos de ellos.Esta circunstancia ha servido muy bien ala propaganda sionista, y ha impedido

que se escuchara, y mucho menos tomaraen serio, cualquier opinión discrepante.En consecuencia, hablar de derechospalestinos es verse obligado o bien aaceptar el marco carcelario de CampDavid, o bien a explicar defensivamentelas alianzas de la OLP, o cómo es que alos «árabes» les gusta matar judíos, opor qué el Israel democrático tiene queaguantar a un montón de musulmanesmedievales y represivos. Mientras tanto,el gobierno puede seguir usando el«radicalismo» palestino —por no hablarde seguir aislando a estados como Irak yLibia— como un modo de fomentar laspolíticas en las que tan imprudentementeha invertido, o de mantener viva la

opción de un ataque militar contra lospalestinos, los libios o los iraquíes.

Tales demonios sirven a unpropósito útil. ¿Cómo, si no, cabeentender el silencio total de EstadosUnidos y de su intelectualidadprogresista en torno a la criminalatrocidad de la incursión israelí demarzo de 1978 en el sur del Líbano? Alos aliados de Estados Unidos se lespermitió llevar a cabo masivas guerras«preventivas» con armasestadounidenses como bombas deracimo contra civiles para demostrarque se castigaba el «radicalismo» y el«terrorismo». Mientras, cuando losaliados estadounidenses como Israel

patrocinan guerras manifiestamentegenocidas (otro ejemplo: la continuamatanza de civiles por parte deIndonesia en Timor Oriental), no se diceni una palabra. El principal resultado deello ha sido el de mantener a Israelasociado a causas políticamente«buenas» como la disensión judía en laUnión Soviética, y contribuir aún más ala eliminación del nacionalismopalestino.

El círculo de discusión, formaciónpolítica y debate cultural se hace cadavez más pequeño, con una tendenciarestrictiva alimentando y reforzando a laotra. La principal víctima de ello hasido la cuestión palestina, que ha

representado uno de los factores másimportantes de la moderna políticaárabe y de Oriente Próximo.[128] Enningún momento esa minimización yempobrecimiento del debate hanresultado más desastrosos que ahora, yello por razones que apenas hace faltamencionar aquí. Lo que trataré de haceren las páginas que siguen es, pues, dotarde sentido a los procesos que implican alos palestinos y a los árabes. De estemodo, quizá pueda ayudar al lector aentender las cosas en cierta medida talcomo las ve una inmensa mayoría depersonas en Oriente Próximo, y esposible que a partir de ahí surja poco apoco un marco más amplio y más

preciso de discusión y de debate. Almenos podrá devolverse algo deurgencia humana y política a cuestionesque, por lo general, se tratan comoeslóganes reificados y convencionales.Y, sobre todo, me gustaría continuar conlo que he intentado hacer a lo largo detodo el libro: comunicar una descripciónde la cuestión palestina como algo queha movido a mucha gente por genuinasrazones humanas, como algo vivido y nomeramente acontecido, dinámico ehistórico al mismo tiempo.

Quiero desarrollar especialmentedos ideas, las cuales, considerando loque acabo de decir, son tan importantescomo por lo general ignoradas en los

análisis del período posterior a CampDavid. En cualquier caso, es necesarioentenderlas si se pretende comprenderlas realidades políticas de OrientePróximo. La primera idea es que hahabido algunos cambios yacontecimientos muy importantes en lapostura palestina desde 1967, y estos sehan expresado, aunque nunca se les hayadado el peso político que tanurgentemente merecen. La segunda esque, sólo si se contempla la cuestiónpalestina en su filiación a los grandesprocesos históricos de Oriente Próximo,se puede evaluar o apreciargenuinamente su importancia y su poder.

He empezado este libro hablando de

la diferencia entre Palestina comorealidad histórica (que ya no existe) ycomo actual causa política, comoproceso hacia la autodeterminación paralos palestinos, que no tienen Estado niexistencia nacional propiamente dicha.Entre el momento en que desaparecióPalestina y el momento en que resurgiósu causa como factor político en laescena mundial hubo de transcurrirmucha historia, sobre todo en la propiacomunidad palestina. Para aquellospalestinos que realmente perdieronPalestina —la generación de mis padres,en términos de nuestros líderes políticos—, Palestina era la Palestina árabe,Filastin Arabiyah. En ningún aspecto

significativo podía esa generaciónaceptar el hecho de que Palestina sehubiera convertido en Israel, o quenunca jamás en su vida volvería a ser unpaís predominantemente árabe. Granparte de la vida política y cultural delmundo árabe en el período transcurridoentre 1948 y 1967 reflejaba opinionessimilares. Israel, a la vez la causainnombrable de todos nuestros males yla menos conocida de nuestrasrealidades, absorbía las energíasnacionales árabes en extraordinariamedida. Israel determinaba los límitesdel arabismo, definía a nuestrosenemigos por nosotros (el imperialismo,Occidente, etc.), y legitimaba regímenes

en más o menos todo lo que hacían paracombatir al «sionismo». La historia deesos años —con la perspectiva de unasinstituciones ya sesgadas y desviadaspor el colonialismo, y sesgadas todavíamás por la desigual batalla entre Israel yunos regímenes militares represivos eincompetentes— todavía está porescribirse.[129] Pero nada en esa historiaofreció demasiado a los palestinos,excepto filosofías y partidos políticosbasados en un nuevo y glorioso retorno ala «nación árabe» y a una Palestinaárabe.

Digo todo esto debido a losdramáticos acontecimientos quesucedieron a partir de 1967. El

nasserismo, el baazismo, el movimientonacionalista árabe y el fundamentalismoislámico, además de casi todo elespectro de partidos de izquierda,naufragaron dramáticamente tras laguerra de junio. Todavía no se hanrecuperado de aquella derrota, aunqueen algunos casos sigan llevando unaexistencia privilegiada. Mi opinión esque la mayoría de dichos movimientosestaban sólo parcialmente en contactocon las realidades sociopolíticas yculturales que abordaban; por lo demás,se trataba de filosofías prestadas dediferentes partes del mundo, dediferentes períodos de la historia, noasimiladas e insuficientemente

reformuladas para los papelescontemporáneos que se les habíaasignado. En ninguno de los paísesárabes orientales (ni siquiera Egipto) sehabía producido una ruptura decisivaentre los períodos colonial yposcolonial. Sin duda, esto resultapatente cuando se compara Argelia con,digamos, Siria, Egipto o Irak. Cadacambio de régimen comportó sobre todoun cambio de personal; aunque laestructura de clases, las formacionesculturales y las instituciones económicasexperimentaron avances de profundaimportancia, no llegaron en absoluto aalcanzar el punto de la transformaciónrevolucionaria. También en este sentido

el Oriente Próximo árabe siguió siendoun lugar intermedio, situado en unaespecie de equidistancia entre laestabilidad burguesa generalizada delmundo atlántico y las catastróficasrevoluciones del Tercer Mundo en laposguerra.

Gamal Abdel Nasser fue el únicolíder de su generación que se tomó enserio la idea del antiimperialismo en elTercer Mundo, pero hasta su interés enla izquierda y en la Unión Soviética vinodespués de que Occidente le hubierarechazado. Creo que este hechoconfiguró siempre su política; hizo de élun gran líder en un sentido, y una figurasumamente limitada en otro. Como sus

numerosos seguidores en las filas de laélite política árabe, subordinó eldesarrollo de una cultura nacional degenuina oposición a nivel popular aldesarrollo de un Estado sobrecargadopor arriba de seguridad nacional, entrecuyos principales oponentes se incluíanuna abstracción llamado «sionismo», laizquierda egipcia, Estados Unidos (queEgipto anhelaba atraerse), y cualquierlíder árabe que no aceptara de buengrado la hegemonía egipcia. Por eso elmarxismo nunca arraigó con fuerza enEgipto, aunque no deje de ser un hechointeresante que en los años de Nasserfuera la cultura egipcia, y la culturaárabe en general, la que desempeñó un

papel político de vanguardia, muy pordelante de los diversos regímenes.[130]

Aun así, Nasser fue una figuragigantesca que, a pesar de sus defectos,despertó las energías nacionales árabesde su prolongado letargo. Y de paso,hizo de Egipto el punto focal del mundoárabe, mientras que hoy, al haberperdido su aureola árabe, el Egipto deSadat se ha transformado en un paísgrande e inclasificable como Nigeria oBrasil.

Como ya he dicho antes, hasta 1967la política palestina pasó por fases dedesarrollo similares y muy influenciadaspor las corrientes del mundo árabe.Cuando el movimiento de resistencia

palestino recuperó fuerzas después de1967, se alzó como el primermovimiento político del mundo árabeque afrontaba de forma inmediata lapresencia de judíos en Palestina.Durante la dominación jordana deCisjordania, entre 1948 y 1967, elnacionalismo palestino siguióprosperando,[131] pero la ocupaciónisraelí situó íntegramente la cuestiónpalestina en una posición deenfrentamiento en extremo directo conrespecto al sionismo israelí. Esto nuncahabía pasado antes. En 1948, laoposición palestina al sionismo no habíasido ni políticamente coherente nieficaz; la pérdida del país se consideró

sobre todo una pérdida árabe, y laspolíticas sionistas, como ya he dicho, sediseñaron principalmente para vaciar elpaís y no para gobernar a los árabes. Apartir de 1967 esta situación cambió.

Pese a la dispersión y el exilio, elmovimiento de resistencia palestino(que más tarde pasaría a conocersecomo la OLP) formuló una idea y unavisión de Oriente Próximo que rompíaabruptamente con todas las ideaspasadas: era la idea de un Estadodemocrático laico en Palestina paraárabes y judíos. Por más que se hayaconvertido casi en un hábito ridiculizaresta idea, no hay forma alguna deminimizar en serio su tremenda

importancia. Aceptaba lo que variasgeneraciones de árabes y palestinos nohabían sido capaces de aceptar nunca —la presencia en Palestina de unacomunidad de judíos que había ganadosu Estado por conquista—, pero iba másallá de la mera aceptación de los judíos.La idea palestina postulaba el quetodavía sigue siendo, a mi entender, elúnico destino posible y aceptable parael pluricomunitario Oriente Próximo: lanoción de un Estado basado en derechoshumanos laicos, no en una exclusividadreligiosa o minoritaria, ni tampoco,como había ocurrido con losnacionalistas sirios, en una unidadgeopolítica idealizada. Del conflicto

confesional y civil había de surgir unanueva base para organizar la vida socialen una región cuya política había estadodeterminada o por el colonialismo o porla religión. El Estado del gueto, elEstado de la seguridad nacional, elgobierno minoritario, había de sertrascendido por un régimen democráticolaico, en el que las comunidades seadaptaran unas a otras en aras del biensuperior del conjunto.

Esta visión palestina planteaba nopocos problemas. En el fondo, habíapocas personas dispuestas a aceptar laidea, y, desde luego, nadie tenía losmedios precisos para llevarla a lapráctica. Pero su mera formulación

representaba ya la mayor parte deltrabajo. Por primera vez, la idea de unaPalestina árabe experimentaba unaaculturación histórica. Por primera vezen la historia moderna de la región —yeso es lo que considero de inmensovalor—, se hacía una tentativa deabordar el material humano y político alque en el pasado habían servidofilosofías importadas y absolutistas(como el sionismo y el arabismo). Casisin excepción en absoluto, los analistaspolíticos de Occidente han sidoincapaces de comprender el significadode este cambio.

Tampoco lo ha entendido nadiedentro del establishment sionista. En

consecuencia, durante mucho tiempo laidea no ha merecido siquiera una nota apie de página en la actual discusiónpolítica sobre la paz en OrientePróximo. Se suponía que los palestinoseran terroristas ignorantes; sus alianzassupuestamente demostraban unainmutable determinación de exterminar alos judíos y al sionismo, y se convirtióen un hábito comparar la idea del Estadodemocrático laico con el genocidio.[132]

Al mismo tiempo, Israel seguíarefiriéndose a los palestinos como nojudíos, o bien —en un importante avance— como «los árabes de Eretz Israel».Mientras Israel proseguía sucolonización del resto de Palestina, y

mientras cientos de miles de palestinoseran gobernados por autoridadesmilitares, la intelectualidad progresistaoccidental tenía poco que decir sobre laexplotación israelí de niños palestinos,o el modo en que se encerraba a lospalestinos que trabajaban en Israel ensus lugares de trabajo por la noche, ocómo se utilizaba regularmente la torturaen los interrogatorios, o cómo seaplicaban leyes especiales sólo a losárabes y no a los judíos en Israel y enlos Territorios Ocupados.[133] Por elcontrario, era una hipocresía respetablehablar de la benigna ocupación deIsrael, o reprobar los beneficioseconómicos que la ocupación israelí

reportaba a los palestinos. Y mientraslos campos de refugiados palestinos enel Líbano eran rutinariamentebombardeados, ametrallados o rociadoscon napalm por los aviones israelíes,uno aprendía a aceptar esos rigores dela guerra como una «limpieza deconcentraciones terroristas».

Cuando se recuerda la historia delos diez últimos años, resulta difícilsaber qué era exactamente lo que seesperaba de los palestinos. Sus amigos yaliados querían alguna restitución de losderechos palestinos, pero, desde luego,en lo sucesivo sólo habría un apoyolimitado para algo más de lo que laResolución 242 parecía implicar. La

OLP afrontaba el problema, pues, detener que liderar a un conjunto deexiliados cuyo grueso no procedía ni deCisjordania ni de Gaza (la mayoría delos varios cientos de miles de palestinosdel Líbano, por ejemplo, proceden deHaifa, Jaffa y Galilea), al mismo tiempoque Gaza y Cisjordania parecían ser ellugar más probable para establecer unanación palestina. Sin embargo, cuantomás presionaban los palestinos en favorde sus objetivos nacionales, mayor eratambién la presión que se aplicabacontra ellos, y más conflicto atraíanhacia sí. Jordania y el Líbano eran losdos ejemplos más costosos de talconflicto. Cada día que pasaba traía

evidencias de que la autodeterminaciónpalestina requeriría la improbablecoordinación de la independenciapalestina con el apoyo árabe, doselementos con frecuencia violentamenteenfrentados.

Al mismo tiempo, Israel controlabaPalestina y se sentía atraído —a vecespor razones políticas, a vecessimplemente porque los extremistastomaban la iniciativa— por la vieja ideade convertir el territorio ocupado enterritorio colonizado. El dominio sobreGaza y Cisjordania producíainstituciones coloniales, con las que a lolargo de los años cada gobierno parecíaestar más comprometido. No cabe duda,

asimismo, de que por primera vez en suhistoria Israel tenía que lidiar conciudadanos judíos que reconocían a lospalestinos como un problema que habíaque abordar. En Israel, en Europa, enEstados Unidos, los judíos (por todaclase de razones distintas) despertabancon preocupación a la realidad de lospalestinos. Indudablemente, laresistencia y agresividad palestinas(hasta el punto del terror) desempeñaronun papel en ello, pero también lo hizo larealidad de ver a los palestinos comocuerpos tratados a empujones por lossoldados israelíes o acorralados por elpersonal de seguridad judío. Pero nadaera tan importante, en mi opinión, como

la mera persistencia de los palestinos:ellos no se marcharían, ni siquieradespués de haber sido dispersados,expulsados y conquistados. Seguíanllamándose a sí mismos palestinos,seguían creyendo que tenían derecho avolver a Palestina, seguían sintiéndoseincómodos ante la idea de un amo yseñor israelí (o incluso árabe), conindependencia de cuántascompensaciones se les ofrecieran.Justamente porque el sionismo habíaignorado históricamente a los palestinos,a finales de la década de 1960 y a lolargo de la de 1970 a los israelíes lesparecía siempre que la política palestinaestaba en función del alarmante número

de palestinos. Una cosa era aceptar laidea de los palestinos; y otra muydistinta ofrecer sugerencias prácticascon respecto a lo que podía hacerse conellos, lo que significaba encontrar unsitio donde se les pudiera colocar sininvadir el territorio de Israel.

Hay que conceder que si losisraelíes y sus partidarios se hanmostrado elocuentes y persuasivos entorno a la necesidad de que los judíostuvieran un Estado, no ha ocurrido lomismo a la hora de entender por qué lospalestinos no se han mostradodispuestos simplemente a marcharse yno molestar a nadie. Lo cierto es que,como los palestinos seguían estando ahí,

el simple hecho de «estar ahí» planteabaya de por sí una reivindicación a Israel.Admitir la existencia de palestinos conuna reivindicación nacional siquierafuera sobre una parte de Palestinaequivalía a refutar las pretensionessionistas; y, como decían de vez encuando los fanáticos más sinceros delGush Emunim, admitir que los judíos notenían ningún derecho a instalarse enNablus o en Hebrón podría significarque los palestinos empezaran apreguntar sobre su presencia en Jaffa oHaifa. Incluso las «palomas» sionistasque tenían escrúpulos sobre losasentamientos israelíes en Cisjordania, yque sentían una genuina necesidad de

compensar a los palestinos, se sentíanincómodos al hablar de que lospalestinos podrían tener Gaza yCisjordania para establecer allí unEstado. Judea y Samaria no eran eldesierto del Sinaí; si se admitía que eranpalestinas, ¿no se convertiría Israel demanera más evidente en una realidad deconquista y suplantación? Nada, exceptola conciencia individual y la política deextrema izquierda, en Israel o en la vidapolítica sionista, podía dar cabida a lospalestinos; no podía despejarse paraellos ningún territorio, ningún espaciopolítico o social. Incluso Gaza yCisjordania —candidatas bastanteobvias para el resto del mundo—

parecían un riesgo para la «seguridad».Aunque por lo general se insinuara queun Estado palestino allí constituiría unabase guerrillera para atacar Israel, elhecho —ciertamente pertinaz— que seocultaba era que el sionismo siemprehabía negado la existencia de un derechonacional opuesto al suyo sobrePalestina. Un Estado palestinorepresentaba un grave riesgo político,como también el nacionalismo palestinoo simplemente los palestinos.

Hablar de terrorismo era confrecuencia una forma de desviar laatención del dilema. Pero ni siquiera lascampañas israelíes y occidentales quetrataban de identificar a los palestinos

con el terrorismo podían ocultar elhecho de que a) el terror palestino hainfligido un mínimo número de víctimas,y b) como señalaba el general Gur enmayo de 1978, la política militar israelíoficial ha consistido en atacar a civilesárabes en masa. En 1974, sin embargo,los líderes palestinos llegaron a unaimportante conclusión. Por una vez, eraevidente al mismo tiempo que laPalestina árabe no podría ser restaurada,pero que tras la guerra de 1973 ciertacombinación de presión militar ypolítica árabe podría limitar lahegemonía israelí. Además, laConferencia de Rabat confirmó lo queya era evidente: la OLP era la única

representante posible de todos lospalestinos. Así, cuando Yasir Arafat fuea las Naciones Unidas en noviembre de1974, se había abandonado ya cualquieridea de una solución puramente militarpara la cuestión palestina. Por primeravez en su historia, los palestinosentraron más o menos conscientementeen la escena política internacional dondelos sionistas les habían precedido desdehacía casi un siglo.

Una y otra vez, la OLP manifestó supredisposición a aceptar un Estadopalestino en Gaza y Cisjordania. Dosreuniones del Consejo Nacional,celebradas en 1974 y, de nuevo, en1977, comprometieron a toda la

comunidad nacional con esta idea y, porende, con un reconocimiento implícitode Israel como vecino. Pero estoscambios se produjeron con muchadificultad. Arafat pedía a la mayoría desus partidarios que empezaran a pensar,no en términos de los hogares y laspropiedades y los derechos que habíanperdido irrevocablemente a manos deIsrael, sino en términos de los nuevosbeneficios políticos: una estructura deEstado, la nacionalidad, el gobierno ylos derechos que se habían negado a lospalestinos. Sus oponentes argumentabanque había capitulado ante el«imperialismo sionista»; el Frente proRechazo pedía una interminable lucha

revolucionaria en todas partes, como sipretendiera demostrar que todo lo quehacía Arafat mermaba las ambicionespalestinas, mientras que el negacionismolas ampliaba. Los sionistas, por su parte,ignoraron las ofertas políticas que leshacían Arafat y la OLP; simplemente semantuvo la línea oficial con firmeza: lospalestinos no existían, la OLP era unabanda nazi, y Arafat un asesino de niños.Las «palomas» israelíes trataron deaceptar a la OLP en ciertos niveles, perose distanciaron de ella en otros. Seexigió el reconocimiento previo deIsrael y el abandono de la lucha armada,se pidió a Arafat que hicieraconcesiones simbólicas, etcétera,

etcétera. No se hizo el menor aprecio alo que la OLP había cambiadorealmente, ni a lo que podría estardispuesta a hacer si hubiera unarespuesta del otro bando. Mientras tanto,Israel proseguía su política de«engrosar» los asentamientos en Gaza yCisjordania, mientras se hacíandesganados esfuerzos para crear unliderazgo palestino «alternativo» enambas áreas.

Durante los tres años transcurridosentre 1974 y 1977, Estados Unidosdesempeñó un papel asombrosamentedestructivo e irresponsable. HenryKissinger y los dos presidentes a los quesirvió le dieron a Israel más armas, y en

un período más corto de tiempo, que entoda su historia. La políticaestadounidense consistió en ignorardeliberadamente a los palestinos,intentar reducir el sentimientonacionalista árabe en la región, y forzarun movimiento político hacia procesosbilaterales graduales. Consideradasiempre un asunto internoestadounidense, la cuestión palestinapareció transmutarse en una cuestión decómo se podía hacer que Palestinadesapareciera de la política egipcia osiria o saudí. Ha habido indicios de quelas ideas de Kissinger llegaron hasta elpunto de utilizar a la CIA paraintensificar la guerra libanesa mientras

esta consumiera a la OLP.[134] Irán era elbaluarte de la política estadounidense enel este, al tiempo que la capacidad dedefensa de Israel en el oeste se ampliabaenormemente para complementar la delsha. De ese modo, Estados Unidosplaneaba un largo período de veto a laUnión Soviética y de creación de supropia estabilidad, con la muerte porasfixia de los movimientos nacionalistasy radicales que todavía amenazaban alos regímenes impopulares.[135]

Las señales palestinas transmitidas ala comunidad mundial y a EstadosUnidos eran deliberadamente ignoradas.Armada con la Resolución 3236 de lasNaciones Unidas (del 22 de noviembre

de 1974), que garantizaba su derechointernacional a luchar por laautodeterminación y a ser la únicarepresentante legítima de los palestinos,la OLP trataba ahora con mayorconfianza de ser la interlocutora deEstados Unidos. En el Líbano, porejemplo, en 1975 y 1976 la organizaciónhizo todo lo posible por proteger a losciudadanos estadounidenses. El 22 deenero de 1976, la OLP apoyóabiertamente una resolución del Consejode Seguridad que replanteaba lacuestión de que «se debería permitir alpueblo palestino ejercer su derechoinalienable a la autodeterminación,incluido el derecho a establecer un

Estado independiente en Palestinaconforme a la Carta de las NacionesUnidas». La resolución pasaba asimismoa afirmar explícitamente que todos losestados de la zona tenían derecho a viviren paz, a la integridad territorial y laindependencia; una declaraciónabsolutamente inequívoca sobre elderecho de Israel a existir. Con undiscurso especialmente idiota yampuloso, el embajador estadounidenseDaniel P. Moynihan vetó la resolución.

Cuando el presidente Carter accedióal cargo, y cuando realizó susimportantes declaraciones «palestinas»en marzo de 1977 en Clinton(Massachusetts), la respuesta de la OLP

fue sumamente positiva. El ConsejoNacional Palestino se reunía porentonces en El Cairo, y el principaldiscurso de Arafat ante dicho organismoexpresó con cuidado una postura dereciprocidad palestina con respecto alas declaraciones de Carter. Todo eltalante de la reunión vino a situar a lospalestinos más cerca del diálogo conEstados Unidos, un país que —hay querecordarlo— tradicionalmente se habíaopuesto a las aspiraciones palestinas.Más tarde, aquel mismo año, las cosasparecieron resultar aún más propicias.Kissinger había incorporado en el anexoestadounidense-israelí de Sinaí II unacláusula declarando que Estados Unidos

no reconocería o hablaría siquiera conla OLP a no ser que esta aceptara laResolución 242, un documento políticoque jamás podría resultar aceptable paralos palestinos: aceptar laResolución 242 equivalía a negar ladimensión nacional de la cuestiónpalestina, ya que dicha resoluciónhablaba sólo de «refugiados». Sinembargo, a finales del verano de 1977, ya través de la mediación saudí, egipcia ysiria, Estados Unidos y la OLP habíanllegado a un acuerdo en torno a laResolución 242. La OLP la aceptaría,pero con «una reserva»: una cláusulaespecificando que la 242 no afectaba alos derechos nacionales palestinos, los

cuales eran inalienables. A cambio,Estados Unidos reconocería a la OLP,hablaría con ella, y diría algo concretosobre la autodeterminación palestina. Enel último momento, a finales de agosto,se hizo saber a la OLP que EstadosUnidos no iría más allá de un «diálogo».Así, la recompensa por tragarse la 242no iba a ser la autodeterminación, sinosólo el beneficio nada incondicional depoder hablar con Estados Unidos.

Obviamente, la OLP no podíaaceptar la resolución sobre esta basedado que ello significaba renunciar atodas sus ganancias políticas,reduciendo la cuestión palestinanacional a un nuevo problema de

refugiados y volviendo a empezar desdecero. El mes antes de que Sadat viajaraa Jerusalén, diversos contactosindirectos entre Estados Unidos y laOLP lucharon por encontrar algún modode posibilitar la participación palestinaen una conferencia celebrada enGinebra, pero estos esfuerzos secancelaron bruscamente el 19 denoviembre.

Y, sin embargo, Arafat siguiómostrando gestos de buena voluntad. Ennumerosas ocasiones afirmó lapredisposición palestina a aceptar unEstado, reconocer a Israel de facto, ytratar directamente con Estados Unidosen tanto que —como me diría en cierta

ocasión— «no me pidan cosasimposibles». En mayo de 1978, Arafatle dijo a Anthony Lewis, del New YorkTimes, que podía aceptar un Estado y, apartir de ahí, convivir pacíficamente conIsrael; en enero de 1979, le dijo lomismo al congresista Paul Findley. Perolas cosas imposibles seguían estando ala orden del día: reconozca a Israel poradelantado; modifique las alianzas de laOLP; entregue sus armas; disuelva laOLP; acepte la oferta de Sadat y acuda aEl Cairo sin condiciones previas… Encada coyuntura, la gente de Arafat sehallaba bajo un constante ataque: en elLíbano, en otras partes del mundo árabe,en Gaza y Cisjordania, en Estados

Unidos… En el verano de 1978, y denuevo a comienzos de 1979, se llevó acabo una campaña de asesinatos contrasus ayudantes personales en elmovimiento; se enfrentó a 30 000soldados israelíes en el sur del Líbano;el apoyo político árabe pasó de serretórico a no ser ni siquiera eso. Y, sinembargo, el presidente Carter sededicaba a hablar de «la cuestiónpalestina en todos sus aspectos», comosi «sus aspectos» —o, para el caso, suesencia principal— estuvieran en algunaparte del espacio exterior, esperandopara iniciar su aterrizaje.

Nada en el marco de Camp Davidbastaba para tentar a los palestinos, o al

rey Husein de Jordania, a sentirsealentados. Con los asentamientosisraelíes estrangulando el territorio encuestión, con Sadat eficazmenteapartado de cualquier papel serio fuerade Egipto (el tratado le aislaba porcompleto del mundo árabe, unaconsecuencia que seguramente debieronde haber previsto Israel y EstadosUnidos), casi toda la estrategia consistíaen mantener una postura de rechazo, loque, obviamente, no constituía unapolítica en absoluto. La situación tieneahora todos los visos de una ironíatragicómica. Por una parte, Sadatfanfarronea sobre la recuperación de losderechos palestinos, quizá inconsciente

de que, sin la Unión Soviética, sin elapoyo árabe, sin el apoyoestadounidense más allá de su limitadotratado con Israel, su influencia seríacomo mucho verbal. Estados Unidos,por otra parte, parece dudar acerca decómo definir su futuro papel, o lastentaciones en favor o en contra delintervencionismo, o su esperanza de queArabia Saudí y Jordania al menosfinalmente entren en razón, o sucompromiso, hoy institucionalizado, con«la cuestión palestina en todos susaspectos». Asimismo, hay unapredisposición palestinamanifiestamente evidente a avanzarhacia la paz (al fin y al cabo, ¿qué

pueblo puede estar tan comprometidocon su propia miseria como para nopensar seriamente en aliviarla?), concada vez menos terreno —tantoliteralmente como en sentido figurado—en el que asentarse. En mutuodesacuerdo unos con otros, EstadosUnidos, Egipto y la OLP luchan enbeneficio de Israel.

Aquí, en Estados Unidos, lacomunidad judía organizada ha acogidoel tratado a regañadientes y lo hacriticado con cautela (véase TheodoreDraper, «How Not to Make Peace in theMiddle East», Commentary, marzo de1979). Las razones para aceptarlo sonque neutraliza a Egipto y proporciona

cierto respiro a Israel, mientras que a lavez se lo ataca porque podría abrir lapuerta a la autodeterminación palestina,un presupuesto que ahora sostienen lossionistas estadounidenses. Pero estacomunidad tiene opiniones mucho másacríticas sobre la política israelí quenadie en Israel, salvo la extremaderecha, que también tiende a ver todolo relacionado con los palestinos —hasta su mera existencia— como unabsoluto desastre. Aparte de que talopinión es del todo irracional, tambiénresulta, cuando se plantea por parte derevistas como The New Republic yCommentary (la primerasorprendentemente de manera más

obstinada que la segunda),intelectualmente vengativa. ¿Y qué es loque esto insta a hacer a los palestinos enrespuesta? ¿Simplemente decir: «Sí,ustedes nos expulsaron con sus armas,ahora les aceptamos, ya no somospalestinos, sólo variopintos refugiadosárabes cuyas reivindicaciones han sidoeliminadas por los judíos de las tierrasárabes, son ustedes maravillosos, por lapresente abandonamos el campo parasiempre»? ¿O acaso la visión deCommentary/The New Republic les estádiciendo incontestablemente a lospalestinos: «Hemos tomado nota de susquejas, pero es una lástima: ustedesfueron expulsados (no se pueden hacer

tortillas sin romper huevos), pero elcaso es que se marcharon; ustedes sonun pueblo atrasado y terrorista, y pidendemasiado; si les damos un dedo setomarán hasta el codo; no podemosadmitir que ustedes existan, porque nosarriesgamos a perder demasiadacredibilidad moral en la escena mundialy, lo que es aún peor, dentro de nuestracomunidad; deben contentarse siemprecon lo que les demos, que en realidadnunca equivaldrá a nada en absoluto»?

Y es también aquí donde, en lo queconcierne a la postura oficial de EstadosUnidos, se fundamenta la cuestión. Hacealgún tiempo habría sido posiblerecordar al presidente Carter que había

accedido al cargo dando prioridad en suagenda, entre otras cosas, al famosoInforme Brookings de 1975.[136] Al fin yal cabo, el asesor de seguridad nacionalBrzezinski formaba parte del grupo queredactó el informe, mientras que elayudante de Brzezinski, William Quandt,era también miembro de dicho grupo.Pero actualmente el informe no es másque una reliquia olvidada de tiempospasados. La cortina producida por eltratado egipcio-israelí aísla hoy a Siria,Irak, la OLP, y hasta Arabia Saudí yJordania. Todos los indicios de que elsionismo finalmente ha logrado lo quehabía estado deseando durante sesentaaños, la legitimidad por parte de un

régimen árabe y el posterior aislamientode dicho régimen, parecen pasardesapercibidos a los ojos de EstadosUnidos, que presupone que inundar laregión de armas y promesas en torno al«proceso de paz» convertirámilagrosamente el agua insípida deCamp David en burbujeante vinoespumoso.[137]

En cuanto a la propia región, ¿cuálesson las realidades importantes? Enprimer lugar, ahora existe la posibilidadde que, por primera vez desde 1967,pueda desarrollarse una respuestanacionalista árabe genuinamente populara Estados Unidos y sus aliados en eltratado, y ello presagia una oleada de

extraordinaria agitación en la zona. Lacuestión palestina, como ya he sugeridoantes, ha pasado a ser mucho más que unasunto irredentista: se ha convertido enel nexo simbólico de casi todos lostemas árabes, islámicos y popularestercermundistas (en el sentido literal dela palabra) de la región. Una de lasprincipales preguntas que ahora cabeformular es si Arafat y la OLP estarándispuestos indefinidamente a refrenar lacuestión. La respuesta iraní a lospalestinos desde febrero es unindicativo de lo que quiero decir; peroha habido otros, no menos potentes. ElParlamento kuwaití se cerró a finales de1976 debido a que allí la cuestión

palestina había cristalizado como unelemento que unía a la oposición alrégimen. La OLP no explotó esasituación, pero obviamente podríahaberlo hecho. Se amordaza a la prensaen la mayor parte de la región, peroPalestina se ha convertido en el tropoaceptable mediante el cual criticar a laautoridad del Estado, y dicho tropogalvaniza de forma muy marcada a laoposición. La reunión de la Conferenciade Bagdad celebrada en marzo de 1979se mostró unida en su oposición a Sadat,Israel y Estados Unidos, pero fue la OLPla que sacó a la palestra la desmañadapelota árabe. Cada día se liberan más ymás corrientes ocultas: sectarismo

regional, cuestiones de nacionalidad,numerosas (y a menudo lastimosamentesimplistas) formas de aspiración a unrenacimiento islámico y, siempre, laacuciante cuestión de la distribucióndesigual de la riqueza, a vecesvinculada a la opresión sexual y étnica.

El peligro de todo esto no es elcambio revolucionario como tal; es unaincoherencia prolongada, y, para la OLP—ahora una realidad nacional concreta—, un aplazamiento prolongado dellogro de sus reivindicaciones nacionalesen torno a la cuestión palestina. Ni larespuesta inmediata ni la respuesta amedio plazo a la cuestión palestinapueden hallarse en un pacto tipo

avestruz entre Israel y Egipto queexcluye completamente a los palestinos.Ambos países, cada uno según supeculiar dinámica interna, endureceránen tal contexto su aparato militar,ideológico y político en contra de laregión, y, en consecuencia, se harán cadavez menos parte de ella y se convertiráncada vez más en una fortaleza solitaria,aislada y vulnerable de formas que hoyno podemos imaginar.

Los imperativos están claros;permítaseme perfilarlos a continuaciónmuy brevemente.

La cuestión palestina constituye,como he intentado mostrar en este libro,un tema con una historia detallada cuyo

rastro puede seguirse en la vida de cadauno de los cuatro millones de palestinos.No es algo que pueda hacersedesaparecer por medios legislativos,militares, culturales o psicológicos. Sinembargo, y este es el aspecto positivo enel que quiero insistir, la cuestiónpalestina es un tema histórico concretoque puede comprenderse en términoshumanos: no se trata de ningúngigantesco monstruo psicológicodispuesto a amenazar al mundo entero.Pero es precisamente así como se harepresentado. El sionismo primero senegó a reconocer la existencia dehabitantes autóctonos en Palestina, yluego, cuando lo hizo, reconoció sólo a

unos habitantes autóctonos sin derechospolíticos o nacionales; y en la medida enque dichos autóctonos reclamaronderechos, se instruyó sistemáticamente aOccidente para que comparara la luchapor tales derechos con el terrorismo, elgenocidio y el antisemitismo. Esto nosólo es un sinsentido, sino querepresenta asimismo un aval paraampliar durante otro largo período detiempo lo que hoy constituye ya un siglode violencia contra los palestinos, ypara negarse más o menosindefinidamente a aceptar la historia y laverdad. Peor aún: tal actitudsimplemente asegura la repetición demás violencia, más sufrimiento, más

despilfarro, y más fútiles «medidas deseguridad».

La imposibilidad casi total de hablarhoy racionalmente sobre la cuestiónpalestina en Estados Unidos nobeneficia ni a este país ni a los judíos.En todos los niveles, me parece unhecho incontrovertible que una posturade negación, de rechazo, de miedo —que es lo que ha significado laperseverancia sionista y estadounidensecontra los palestinos— sólo producirámás miedo, menos paz. ¿Acaso noentraña una asombrosa ironía un estadode cosas por el que Estados Unidos nopermite a los miembros de laOrganización para la Liberación de

Palestina hablar o viajar libremente endicho país,[138] mientras que al mismotiempo afirma que la cuestión palestinase halla en el centro de todo el conflictode Oriente Próximo? Al final habrá deaceptar que los palestinos no van adesaparecer; además, Estados Unidosdebe reconocer oficialmente que eltemor a los palestinos y susrepresentantes unánimementereconocidos no puede mitigarse sólopretendiendo que en conjunto noequivalen a nada serio.

En realidad comprendo, entiendo tanprofundamente como soy capaz, el temorque lleva a creer a la mayoría de losjudíos que la seguridad de Israel

representa una genuina protección frentea futuras tentativas genocidas contra elpueblo judío. Pero hay que señalar queno puede haber forma alguna de vivirsatisfactoriamente una vida cuyaprincipal preocupación sea impedir queel pasado se repita. Para el sionismo,los palestinos se han convertido hoy enel equivalente de una experienciapasada reencarnada en la forma de unaamenaza presente. El resultado es que elfuturo de los palestinos como puebloestá hipotecado a dicho temor, lo cualconstituye un desastre tanto para elloscomo para los judíos. He intentado aquípresentar a los palestinos comorepresentables, en términos de nuestra

experiencia colectiva, nuestrapercepción colectiva de las cosas,nuestras aspiraciones colectivas, sobretodo, como una realidad verdadera ypresente (en cuanto histórica). Nada delo que he dicho en este libro debeentenderse salvo como unreconocimiento de la historia palestina yjudía, en feroz conflicto mutuo durantedeterminados períodos de tiempo, perofundamentalmente reconciliable siambos pueblos hacen el intento de verseel uno al otro dentro de una perspectivahistórica común. Mejor un conflictoplenamente reconocido que temoresocultos y no expresados, y fantasíasrígidamente teologizadas sobre el Otro.

No habría entrado en tanto detallesobre la experiencia palestina delsionismo si no creyera que elmovimiento nacional palestino hoy hacristalizado en —y en torno a— unconjunto de aspiraciones nacionalesconcreto. Mi objetivo, pues, no eraresucitar el pasado, sino verlo conclaridad para poder superarlo. Lasaspiraciones nacionales palestinas sederivan íntima y urgentemente de nuestraexperiencia concreta como pueblo, ycreo que son aspiraciones alcanzablesdada nuestra historia, la realidad deIsrael, la realidad del resto del mundoárabe, y las configuraciones políticasinternacionales.

No es una exageración decir que,por primera vez en nuestra lucha contrael sionismo, Occidente parece dispuestoa escuchar nuestra versión de la historia.Por lo tanto, debemos contarla; debemosestar en la escena internacional creadapor nuestra lucha contra el sionismo, ydesde ahí debemos difundirdrásticamente nuestro mensaje. EnOccidente especialmente, nuestroobjetivo debería ser primero suscitar elinterés del establishment sionistaprogresista (tanto judío como no judío)que durante tanto tiempo ha dado laespalda a las víctimas del sionismo.Cada día, las prácticas de ocupaciónisraelí en Gaza y Cisjordania, así como

los ataques israelíes a civiles en elLíbano, se suceden sin que se produzcael menor gesto de desaprobación porparte de unos intelectuales judíos quetradicionalmente han estado en lavanguardia de las causas en favor de losderechos humanos. Esta comunidad deescritores, intelectuales, eruditos yprofesionales ha traicionado su misiónhumana. ¿Por qué, por ejemplo, laexpulsión en masa de 250 000 civiles desus casas en el sur del Líbano, en laprimavera de 1978, por parte de unasfuerzas israelíes que emplearon bombasde racimo, no suscitó ni una solaexpresión pública de condena? Losultrajes se suceden cada día, pero nadie

dice nada. ¿Puede explicarsesuficientemente este silencio por elargumento de que un Israel asediado porterroristas no puede hacer nadaincorrecto, o, cuando menos, nada queprovoque una sola palabra de crítica porparte de los judíos responsables? Ensegundo lugar, debemos entrar de llenoen el debate político y cultural sobre lapaz en Oriente Próximo; ya no podemoscontentarnos con el estatus deobservadores, ni con las vacuasrepeticiones en el sentido de que elproblema palestino es (o deja de ser) elcentro del rompecabezas de OrientePróximo.

Hemos hecho ya buenos progresos

en ambas tareas. Es un motivo deorgullo nacional que el palestino de hoyesté mejor instruido en las maneras de lademocracia política que ningún otroárabe, y ello pese a la dispersión y elexilio. Más palestinos que nunca hablanhoy con positivo detalle de lo que elfuturo debe traer tanto para los judíoscomo para los árabes. Ningunacomunidad árabe entiende los procesosde historia política más íntimamente quela palestina, y ninguna comunidad tienemás probabilidades que la nuestra decontinuar una participación democráticadirecta en la vida nacional. De ahí queuna de las facetas de la misión palestinasea la de demostrar la pobreza de la

dominación institucional e ideológica, ycómo hasta los más oprimidos y los másdominados pueden concebir un generosoestado de cosas políticas. En los últimosaños, destacados palestinos han habladoocasionalmente, desde lasprofundidades de su exilio y miseria, deun tiempo en el que Palestina seconvertirá en el emplazamiento de dossociedades que coexistirán, codo concodo, en paz y armonía.[139] Quizá con eltiempo algo así resulte inevitable; ahora,obviamente, parece algo muy lejano.Pero si más palestinos, más judíos yestadounidenses, en resumen, si máspersonas se toman la cuestión palestinacomo un asunto relacionado con el bien

común de los árabes palestinos y losjudíos israelíes, entonces ese día llegarábastante pronto.

Por lo que a mí respecta, la misiónpalestina es una misión de paz. Estoyseguro de que lo mismo vale para lainmensa mayoría de nuestro pueblo. Nosomos simplemente una población deexiliados buscando la restitución y laautodeterminación nacional: nos hemosrecreado como pueblo a partir de ladestrucción de nuestra existencianacional, y nuestra organizaciónnacional, la Organización para laLiberación de Palestina, ha simbolizadotanto la soledad de nuestra visión comoel maravilloso poder de nuestra fe en

ella. Sin duda, cuando se compara laOLP con el ejército o la fuerza aéreaisraelíes, y cuando nuestros civiles enlos campos de refugiados apoyan a laOLP exponiéndose voluntariamente a losbombarderos israelíes, resulta evidenteque la causa palestina representa unaopción de paz y voluntad humana frenteal acero y la fuerza bruta. Nuestrapresencia en la escena política, comopoetas, escritores, intelectuales,militantes, ha vigorizado por completoal mundo árabe y al Tercer Mundo comono lo ha hecho ninguna de sus ideologíaspolíticas. En última instancia, la misiónpalestina se reduce a individuos —ya setrate de un líder como Yasir Arafat, de

un poeta como Samih al-Qasim, o de unode los miles de abnegados hombres ymujeres del Líbano, Gaza, Nazaret oDetroit— que, alzándose ante el mundoy ante el sionismo, puedan formular lapregunta: ¿Va usted a erradicarme paradejar sitio a alguien más; y, de ser así,qué derecho tiene a hacerlo? ¿Por qué esválido que un judío nacido en Chicagoemigre a Israel, mientras que unpalestino nacido en Jaffa es unrefugiado? La verdadera fuerza delpalestino reside precisamente en estainsistencia en el ser humano comodetalle; el detalle que suele versearrollado a la hora de realizar unproyecto grandioso. El palestino, pues,

se alza sobre un pequeño trozo de tierratercamente llamado Palestina, o sobreuna idea de paz basada, no en unproyecto para transformar a un puebloen un «no pueblo», ni en una fantasíageopolítica sobre el equilibrio de poder,sino en una visión del futuro en la quecaben los dos pueblos con auténticosderechos sobre Palestina, y no sólo losjudíos.

Debo ser franco en cuanto a laalternativa. Oriente Próximo está muchomás armado, más políticamentemovilizado para la guerra que cualquierotra región del mundo. En la actualidad,Israel está ayudando a Sudáfrica con suprograma nuclear y no ha firmado el

Tratado de No Proliferación de ArmasNucleares. Hay al menos media docenade estados cuyos regímenes estánseriamente amenazados por fuerzas tantointernas como externas. Estados Unidosse ha implicado en la región de formasque su propia ciudadanía —o, para elcaso, su propio gobierno— apenaspuede comprender. Hay petróleo, haymercados, hay «intereses» geopolíticos,y hay opciones nucleares en juego.Además, la Unión Soviética se imbricacon Estados Unidos en Oriente Próximo,lo que duplica los problemas. A esteenorme cúmulo de imponderables se haañadido con frecuencia un análisispolítico provisto principalmente con

clichés ideológicos de una espantosa ycegadora simplicidad. Israel, porejemplo, todavía no ha dado el paso dedescartar la división oficial de su propiapoblación en «judíos» y «no judíos».Raras veces los conceptos de justicia,realismo y compasión han desempeñadopapel alguno, y mucho menos un papelmínimamente serio, en las tentativas dereflexión sobre Oriente Próximo, quehan estado dominadas por generalidadesobsoletas como un tosco nacionalismo olos intereses de las grandes potencias, yen raras ocasiones por las ideas sobrederechos humanos individuales. Enúltima instancia, será finalmente elinstrumento más humilde y más básico el

que traerá la paz, y sin duda talinstrumento no es un avión de combate ouna culata de fusil. Ese instrumento es lalucha racional consciente de sí misma yrealizada en interés de la comunidadhumana. Es, para Oriente Próximo, paraEstados Unidos y para el mundo,formular realmente la cuestiónpalestina, esforzándose al máximo enbuscar respuestas, hablando,escribiendo, actuando conjuntamente conotros para asegurarse de que se optasólo por las respuestas justas ycorrectas. La evasión, la fuerza, el temory la ignorancia ya no servirán.

IV. Futuro incierto

Hay dos cosas seguras: los judíos deIsrael permanecerán; los palestinostambién permanecerán. Afirmar muchomás que eso con seguridad constituye unriesgo sin sentido. Tengo pocas dudas deque Estados Unidos seguirá adelante conlas negociaciones entre Israel y Egiptoen torno a la autonomía palestina, de queJordania no participará a corto plazo, deque Begin adoptará posturas cada vezmás duras, o de que ningún palestino decierta relevancia participará en eldesagradable proceso. Peroconsideremos las diversas variables.

Egipto representa un enorme signode interrogación. ¿Aumentará laoposición a Sadat? ¿Podrá sobrevivir elrégimen durante mucho tiempo a suaislamiento del mundo árabe? ArabiaSaudí y Jordania se hallan hoy día enuna posición peculiarmente extrema, quetambién está destinada a sufrir uncambio. ¿Podrá alguno de estos dospaíses, o ambos, seguir resistiéndose alas presiones estadounidenses?;¿sobrevivirán sus familias dirigentes asus propios problemas internos?; ¿sedejará sentir con más fuerza al efecto dela revolución iraní? El propio Iránseguirá experimentando agitacióndurante los próximos meses, con

enormes consecuencias para la región,la economía mundial y la geopolítica.Siria e Irak pueden o no llegar adesempeñar en la política árabe el papelque su prevista unión parece prometer.Cada país tiene una percepción de susprioridades regionales tan peculiarmenteindividual (comparemos el papel sirioen el Líbano con la actitud de Irak haciaIrán) que hace que el resultado de laalianza de Bagdad resulte imposible dedeterminar.

El comportamiento saudí en lospróximos años es de la mayorimportancia. No creo que la familia real(internamente dividida como está)precipite la ruptura total con ningún

Estado o agrupación árabe; la cuestiónes hasta qué punto los saudíespresionarán económicamente en favor deuna u otra línea política en la región. Yen lo que respecta a regímenes tanvolubles como el libio, resulta aún másdifícil ser preciso. Seguramente, nopuede descartarse la posibilidad de queLibia sea objeto de un severo ataque,que quizá venga de Sadat o quizá vengade otra parte; pero no será fácil que suriqueza petrolífera se entregue a Egipto,al que en el actual orden de cosasestadounidense es mejor mantenereconómicamente inseguro. Existeasimismo la inquietante probabilidad deque el incierto statu quo de Jordania

pueda tentar a Israel a lanzar un ataque,sobre todo si por el hecho de que Israelhaga tal cosa se consigue que loshachemíes den luz verde a alguna clasede régimen palestino en Transjordania.

La política israelí —no menos quela estadounidense— parece bastante másfija y determinada de lo que en realidadpuede ser. Diversas personalidadescomo Moshé Dayán han estado haciendogestos de aproximación a Siria y la OLP,pero el coro de protestas (tanto enEstados Unidos como en Israel) haresultado ensordecedor. Talesiniciativas pueden continuarindefinidamente sin que se produzca uncambio significativo en la postura

oficial israelí. Tras el ataque israelí alsur del Líbano en la primavera de 1978se ha llegado a pensar en serio en una«solución final» para los palestinos;para los partidarios palestinos, CampDavid es el diseño político que dacrédito a esta visión pesimista. Hastadónde convergen las concepciones de laautodeterminación palestina de Israel yEstados Unidos constituye ahora lapregunta principal. Un factor decomplejidad adicional es el papel deEgipto, tanto con Israel como, en ciertamedida, contra él.

Es seguro que diversas cuestioneseconómicas de enorme importancia, asícomo la revolución social —la región es

intrínsecamente abundante en ambascosas—, influirán en el futuro de pazpara Oriente Próximo. Estados Unidos,por ejemplo, ha dejado constancia de supredisposición a invadir un paísimportador de petróleo si lossuministros energéticos parecenamenazados; y, ciertamente, desde lacaída del sha, tanto Israel como Egiptohan estado anunciando su papel depolicías bien dispuestos. La cuestiónfundamental, que puede resultarirracional, es qué potencia va a tolerardeterminado nivel de provocacióneconómica o política. ¿Se convertiráalgún movimiento de protesta eninsurrección?; ¿la emprenderá otro

régimen contra uno de sus vecinos?; ¿laefervescente anarquía del Líbano (porejemplo, el constante apoyo israelí a losmilitantes cristianos renegados del sur)o la persistencia de la revolución en Irántentarán a algún servicio de inteligenciaa tramar algún que otro complot?; ¿seextenderá Israel hacia el este o hacia elnorte?; ¿aumentará Estados Unidos suapoyo militar directo a diversosregímenes? Las preguntas son múltiples,y actualmente no hay ningún modo decontestarlas. Mi opinión es simplementeque no puede haber ningún programa oguión (por muy sofisticado y exacto quesea) lo suficientemente complejo comopara que abarque todos y cada uno de

los posibles impulsos, todos ellos desuma importancia, que rodean a lacuestión palestina.

En su postura defensiva y en suansiedad por proteger sus interesesimperiales, la política estadounidenseproyecta algo parecido a un programapara Palestina. Desde luego, suselementos principales son el«autogobierno» y la «autonomía», muyalejados de la autodeterminación y laindependencia. Y el presupuesto es que,debido a su poder y a sus intereses,Estados Unidos tiene derecho a decidiren nombre de pueblos como lospalestinos qué es lo mejor para ellos.Pero todos y cada uno de tales esfuerzos

de intervencionismo liberal en lareciente historia estadounidense hanfracasado, y no hay razón alguna parasuponer que la proyectada tutelapalestina no fracasará también.Personalmente no soy tan determinista ymecanicista como para creer que talfracaso se producirá, o que laautodeterminación palestina estágarantizada como resultado. Prefieroconfiar en la voluntad deautodeterminación palestina, que hetratado de describir en estas páginas, yen mi esperanza de que en EstadosUnidos un grupo considerablementegrande de personas llegarán a darsecuenta de que las políticas que

acarrearon el desastre en Vietnam nodeben utilizarse contra el pueblopalestino.

No tengo ninguna duda de que habráuna significativa respuesta palestina a loque ahora está ocurriendo comoresultado de Camp David. La OLPobtiene nuevos apoyos cada minuto quepasa, y a corto plazo también atraerá unamayor oposición y apoyo israelíes. Perodado que la situación actual esesencialmente un callejón sin salida, ydado que las actuales ideas que excluyena la OLP están en decadencia, resultademasiado tentador afirmar con ciertaseguridad que surgirá una iniciativapolítica palestina, y que esta hará

avanzar a toda la región. En muchosaspectos, tal eventualidad sería unresultado positivo del tratado egipcio-israelí. Pero no debemos olvidar quePalestina también está saturada desangre y violencia, y que a corto plazocabe esperar, siendo realistas, muchasturbulencias, y numerosas y terriblespérdidas humanas. Lamentablemente, lacuestión palestina se renovará de formademasiado conocida. Pero también lohará el pueblo de Palestina —árabes yjudíos—, cuyos vínculos pasados yfuturos les mantienen inexorablementeunidos. Su encuentro aún está porproducirse a una escala de ciertaenvergadura. Pero se producirá, lo sé, y

será en beneficio mutuo.

Epílogo

Como para demostrar su capacidad deestablecer vínculos cuando y como leconviene, Estados Unidos unió a Israel,los palestinos, Jordania, Siria y Egiptoen una Conferencia de Paz para OrientePróximo celebrada en Madrid el 30 deoctubre de 1991. Con su victoria militaren la guerra del Golfo deslustrada por lasupervivencia de Sadam Husein y eldespiadado triunfo de este tanto sobrelos kurdos como sobre sus enemigosinternos, la administración Bush trató,de manera bastante transparente, decoronar su papel de última

superpotencia con la escenificación deun impresionante espectáculo depacificación. Hasta se invitó a participara la prácticamente extinta UniónSoviética de Mijaíl Gorbachov como«copatrocinadora», al tiempo que seexcluía completamente a las NacionesUnidas (por más que Estados Unidosutilizara cada día al Consejo deSeguridad para sus constantesintervenciones contra Irak), preparandoel terreno para lo que se calificabacomo un avance histórico.

Entre el final de la guerra del Golfo,en marzo de 1991 —durante cuyoejercicio de proyección de poderEstados Unidos se negó a permitir que

se estableciera cualquier vínculo entrela ilegal ocupación iraquí de Kuwait ylos veinticuatro años de ocupaciónisraelí, no menos ilegal, de tierrasárabes—, y los últimos días de octubrede 1991, el secretario de Estadonorteamericano James Baker estuvoyendo y viniendo de Oriente Próximo,poniendo de acuerdo a las principalespartes implicadas. A Israel se leconcedieron prácticamente todas susdemandas: no se permitiría laparticipación de la OLP; ningúnresidente de Jerusalén Este podría sermiembro de la delegación palestina; nodebía estar presente ningún «exiliado»palestino (que en conjunto constituyen

más del 50 por ciento de la poblaciónpalestina total); la delegación palestinadebía formar parte del grupo jordano; nohabría ninguna discusión sobre temas de«estatus final» en las conversacionesbilaterales; no se daría papel alguno alas Naciones Unidas, y Estados Unidosconvocaría las conversaciones, pero nolas gestionaría ni dirigiría de ningúnmodo. La concesión de estas demandasfue obtenida por Baker en forma decondiciones arrancadas a losnegociadores palestinos, Faisal Huseiniy Hanan Ashrawi, que, aunqueafirmaban actuar en nombre de la OLP,se suponía que no lo hacían. Así, lospueriles y defectuosos procedimientos

de la conferencia, con innumerables yunilaterales concesiones por parte de lospalestinos, se diseñaron para reflejar elprecio de la debilidad palestina; eran elresultado del apoyo de Estados Unidos aIsrael, y de lo que se calificabarutinariamente como el «alineamiento[de la OLP] con Irak». En cada una delas diversas ocasiones en las que Bakerviajó a Israel para mantenerconversaciones, los israelíesestablecieron con descaro uno o dosnuevos asentamientos, que hoy suman untotal de aproximadamente doscientos.

Ni que decir tiene que lascondiciones y prácticas de Israel en losTerritorios Ocupados eran exactamente

las mismas antes de la guerra del Golfo,y se hicieron mucho peores después deella. Pero el torpemente llamado«proceso de paz» estuvo plagado decontradicciones. Después de susesfuerzos a la hora de negociar laparticipación palestina con Baker,Ashrawi y Huseini fueron excluidos dela delegación oficial palestina (queestuvo encabezada por el doctor HaidarAbdel Shafi) y relegados en Madrid auna delegación «consultiva» a la quefísicamente se prohibió la entrada en eldenominado Palacio de la Paz. En suproceso de proyectar una imagen de símismo como imparcial, Estados Unidosse limitó a mirar hacia otro lado o a

protestar diplomáticamente cuandoIsrael aumentó sus violaciones de losderechos palestinos en general. EnMadrid no se hizo mención alguna porparte de Estados Unidos de los 17 000presos políticos retenidos en cárcelesisraelíes; ni de las 2000 casasdemolidas; ni de los 120 000 árbolesarrancados; ni de las universidades yescuelas cerradas; ni de los toques dequeda; ni de los impuestos, controles detránsito y leyes punitivos; ni de loscientos de libros censurados; ni,finalmente, de las más de mil muertespalestinas provocadas por la violenciamilitar israelí desde que se iniciara laIntifada a finales de 1987. Mientras que

el Consejo de Seguridad de lasNaciones Unidas había aprobado más desesenta resoluciones (la más reciente, enenero de 1992), condenando esasprácticas ilegales, lo más que pudieronlograr el presidente Bush y el secretarioBaker fue una frase mencionando que losasentamientos representaban un«obstáculo para la paz». Pero lejos dedetenerlos, Israel los aumentóimplacablemente. Y la desposesión delos palestinos siguió su curso.

Gran parte del foco (si no todo) delos medios de comunicación en Madridse centró en lo que se describió como«la nueva imagen palestina». Es verdadque los discursos y conferencias de

prensa constituyeron una ocasión parapoder escuchar el mensaje de paz yreconciliación palestino; pero eso no eranada nuevo en absoluto, y ya se habíamencionado, puesto en práctica yreiterado innumerables veces con escasaatención de los medios decomunicación, cuya poco meditadaopinión seguía siendo la de que elprincipal motivo de preocupación deIsrael era el terrorismo y el rechazopalestinos. También se anunció unavance con respecto a la políticaestadounidense en Madrid, aunquetambién allí las continuidades con elpasado resultaran bastante evidentes.Había, de manera fundamental, un

compromiso inalterado de EstadosUnidos con Israel, que incluía unasubvención anual de alrededor de 5000millones de dólares, además de unasostenida renuencia a recortar la ayudacon independencia de lo que Israelhiciera. Así, el informe anual deAmnistía Internacional señalaba que,junto con Turquía y Egipto, Israelocupaba el primer puesto entre los tresprincipales receptores de ayudaextranjera, a pesar de que,contraviniendo las leyesestadounidenses, violaba los derechoshumanos a gran escala sin que hubieraninguna amonestación o reducción dedicha ayuda. La ley simplemente se

suspendía, y la ayuda seguía fluyendo.Asimismo —la otra cara de su política—, Estados Unidos se mostró renuenteen Madrid a hablar de«autodeterminación» para el pueblopalestino, así como a reconocer a laautoridad nacional palestinauniversalmente reconocida, la OLP.

Sin embargo, también es cierto queel equipo Bush-Baker era distinto delequipo Reagan-Shultz, en cuanto que elvicepresidente de Reagan no dependíapara su reelección en 1988 del votojudío estadounidense, y tampoco eraningún secreto su descontento conrespecto a la política israelí bajoShamir. En cualquier caso, Bush y Baker

hicieron lo que había resultadoimpensable durante una década:posponer la consideración de lasdemandas israelíes de ayuda adicional(en este caso, 10 000 millones dedólares en garantías crediticias paraalojar a inmigrantes judíos soviéticos,muy probablemente en los TerritoriosOcupados) y hacer que Israel sepresentara en una conferencia de paz.Pero las cosas no fueron mucho máslejos. En las conversaciones bilateralescelebradas en Washington a primeros dediciembre de 1991, Israel pospusopetulantemente su presencia durante unasemana, dejando plantadas a lasdelegaciones árabes. Cuando finalmente

se presentaron, los israelíes se negarona reunirse con los palestinos comodelegación independiente,contraviniendo así tanto el espíritu comola letra de la invitación estadounidense,que había previsto discusionesseparadas entre Israel y los jordanos,por una parte, y entre Israel y lospalestinos, por otra.

El problema central es la negativaoficial israelí a reconocer o aceptar elhecho del nacionalismo palestino.También aquí la deprimente continuidadde una actitud histórica de ceguera ynegación resulta más que evidente. Aligual que las primeras generaciones decolonos sionistas llegaron a Palestina

como si fuera un país vacío, oescasamente poblado, que era suyo envirtud de la colonización, así tambiénsus sucesores se muestran incapaces dever en el pueblo palestino algo más queun puñado de «extraños» de los que hayque librarse, o, cuando menos, reducir ala insignificancia. Obviamente, haymuchos judíos israelíes y no israelíesque no piensan de ese modo y que hantratado durante al menos dos décadas deoponerse a la política israelí; peronunca han sido más que una minoríavehemente y a menudo muy valerosa,tanto en Israel como en la diáspora.Tales individuos y grupos han hechopocas cosas realmente significativas

para parar al general Ariel Sharoncuando sus pseudocolonos acribillanciudades de Gaza y Cisjordania,expulsan a la gente de sus casas en laJerusalén Este árabe (Silwan) y obliganal gobierno a deportar a palestinos allídonde hay resistencia a la intimidaciónisraelí.

Más relevante me parece el hecho deque, durante al menos tres generaciones,los progresistas occidentales hayanseguido apoyando a Israel en todo lo quehace, en gran parte, pienso, debido a susentimiento de culpa por elantisemitismo occidental, y tambiénporque la imagen de Israel en Occidentede algún modo ha escapado a la

contaminación de las propias políticas yprácticas del país hacia los palestinos.En el momento de redactar estas líneas,doce destacados palestinos de losTerritorios Ocupados van a serdeportados en represalia por elasesinato de un colono israelí; nadie enconcreto ha sido acusado de su muerte,luego las deportaciones constituyen uncastigo colectivo expresamenteprohibido por las convenciones deGinebra, las cuales hay que recordar quefueron solemnemente acordadas por lacomunidad internacional (incluidoIsrael) a raíz de las inhumanas políticasde persecución nazis. Hace unassemanas, el Ministerio de Defensa

israelí renovó por otros tres meses suclausura de la Universidad de Birzeit, laprincipal institución de enseñanzasuperior de Cisjordania, que tieneconstantemente prohibido abrir suspuertas desde principios de 1988.Apenas ha habido protestas entre losintelectuales o académicos occidentales,ni se ha hecho campaña alguna en apoyode los estudiantes y el cuerpo docente,que han visto negado su derecho aenseñar y aprender durante cuatro añospor parte del gobierno de un Estado quedesde 1967 ha recibido 77 000 millonesde dólares de Estados Unidos. Adiferencia de Sudáfrica, Israel no hasido objeto de boicot alguno, por más

que lo que Israel hace en Gaza yCisjordania supera con creces lasprácticas del gobierno sudafricanodurante los peores días del apartheid.

Mientras tanto, la situación delpueblo palestino va de mal en peor.Israel se niega categóricamente acomprometerse con lo que todos losárabes han acordado: un intercambio deterritorio en aras de una paz segura. Losprincipales estados árabes se muestran oindiferentes u hostiles; en todos loscasos, no obstante, más que otra cosa, seven impotentes ante Estados Unidos, quecon su devastadora guerra contra Iraklos han convencido a todos de que suúnico recurso como regímenes

impopulares y aislados es un indolentecumplimiento de los deseos (ycaprichos) de Washington. Otras fuentesde apoyo a la causa de Palestina en elmundo islámico, africano o europeooriental se han reducido en gran medidadel mismo modo en que el entusiásticoapoyo a la célebre resolución de lasNaciones Unidas sobre «el sionismocomo racismo» se disolvió también sinque hubiera siquiera un debate sobre lacuestión de si el sionismo discriminabao no a los palestinos (no judíos). Sinembargo, lo que parece perfectamenteclaro es que la valerosa resistencia delos propios palestinos sin dudaaumentará con el tiempo, y que estos ni

desaparecerán ni renunciarán a sulegítimo derecho a un Estadoindependiente en confederación conJordania. Aunque la lucha sobrePalestina se fundamenta en la propiatierra, su asombrosa resonanciainternacional —especialmente en loscorazones y las mentes de losciudadanos occidentales y, en particular,estadounidenses— sigue siendo crucial.Palestina es la última gran causa delsiglo XX con raíces que se remontan alperíodo del imperialismo clásico. Estoyseguro de que sus partidarios, árabes yjudíos, sobrevivirán a la oposición,porque es seguro que la coexistencia, lavoluntad de compartir y el espíritu

comunitario han de triunfar sobre elexclusivismo, la intransigencia y elnegacionismo.

Hoy el pueblo palestino constituyeuna nación en el exilio, y no un grupoarbitrario de individuos. Cualquiera quesepa lo más mínimo sobre este puebloconoce, también, los profundos lazosexistenciales que le mantienen unido yque lo conectan histórica, cultural ypolíticamente a la tierra de Palestina.Durante demasiados años, las políticasoficiales de Israel y de Estados Unidos,de manera completamente distinta de lasactitudes del resto del mundo, han dadopor supuesto que los palestinos sediluirían en el mundo árabe, que

Jordania se convertiría en Palestina, quelos palestinos aceptarían un servilismopermanente bajo una «autonomíalimitada» tipo bantustán (o, comoexpresa la fórmula del Likud: unaautonomía para la gente, no para latierra), y que este pueblo hasta podíaestar dispuesto a realizar un acto desuicidio político colectivo y declararsenulo y sin efecto. Esto equivale a sertotalmente incapaz de captar la realidad,en términos tanto morales comopsicológicos. Nada que no sea laautodeterminación palestina funcionará;y sólo esta logrará apaciguar al yaexcesivamente explosivo OrientePróximo. Sin embargo, de hecho algunos

judíos israelíes y no israelíes hanentendido ya que si israelíes ypalestinos pretenden tener un futurodecente, este ha de ser un futuro común,no basado en la anulación de unos porparte de los otros. En 1988, nosotros lospalestinos dimos como pueblo un pasogigantesco hacia la reconciliación y lapaz. Ahora esperamos un gestoequivalente por parte del pueblo israelíy de su gobierno.

EWSNueva York,

10 de enero de 1992

Nota bibliográfica

Existe una enorme y tremendamenteproliferante cantidad de textos sobreOriente Próximo en general y lospalestinos, el sionismo y su conflicto enparticular. No puedo pretender aquídejar constancia más que de unapequeña parte de ellos. Sin embargo,creo que es útil resaltar en especial elmaterial con el que probablemente estámenos familiarizado el lectorangloamericano, dado que lo másprobable es que este conozca sólo lalínea estándar de los expertos enciencias políticas o bien los textos

directamente prosionistas.Un buen punto de partida —aunque

hay que tener en cuenta que la mayoríade las referencias que mencionaré aquíno suelen estar disponibles salvo engrandes bibliotecas— es la extensísimay detallada bibliografía de Palestineand the Arab-Israeli Conflict: AnAnnotated Bibliography, eds. WalidJalidi y Jill Khadduri (Institute forPalestine Studies, Beirut, 1974). Esteinstituto de Beirut publica una grancantidad de material en inglés, francés yárabe, incluido The Journal ofPalestine Studies, una revista trimestralque puede solicitarse en esta dirección:P.O. Box 19449, Washington, D.C.,

20036. Las dos recopilacionesindispensables para cualquier estudiopreliminar de la cuestión palestina sonlas de Ibrahim Abu-Lughod,Transformation of Palestine(Northwestern University Press,Evanston, IL, 1971), y Walid Jalidi,From Haven to Conquest: Readings inZionism and the Palestine Problemuntil 1948 (Institute for PalestineStudies, Beirut, 1971). La obra clásicasobre la lucha árabe y palestina es la deGeorge Antonius, The Arab Awakening(1938; reed. en G. P. Putnam’s Sons,Nueva York, 1948). Esta debecomplementarse con la colección dedocumentos publicada por Doreen

Ingrams en Palestine Papers, 1917-1922: Seeds of Conflict (John Murray,Londres, 1972). Véase también, deA. L. Tibawi, Anglo-Arab Relations(Luzac, Londres, 1978), su A ModernHistory of Syria, Including Lebanonand Palestine (Macmillan,Londres, 1969), y su British Interests inPalestine (Oxford University Press,Londres, 1961). La investigaciónhistórica de Tibawi es la mejorproducida hasta la fecha por unpalestino, y en todas partes se consideraun excelente trabajo tanto por sushallazgos como por su honestidad.Puede verse una historia testimonial enSami Hadawi, Bitter Harvest,

Palestine 1914-67 (New World Press,Nueva York, 1967), que deberíacompletarse con el remarcableautorretrato de un palestino en el exiliode Fawaz Turki, The Disinherited:Journal of a Palestinian Exile (MonthlyReview Press, Nueva York, 1972). Laobra de John Davis The Evasive Peace(John Murray, Londres, 1968) es unadescripción de los problemas de unantiguo jefe de la UNRWA; comocontexto de la obra de Davis puedeverse Gary V. Smith, Zionism: TheDream and the Reality, a JewishCritique (David and Charles,Londres, 1974), y Alan R. Taylor,Prelude to Israel: An Analysis of

Jewish Diplomacy (PhilosophicalLibrary, Nueva York, 1959). Un buenestudio reciente es el de David Waines,A Sentence of Exile: ThePalestine/Israel Conflict, 1897-1977(Medina Press, Wilmette, IL, 1977), quepuede utilizarse en conjunción con lahistoria política estadounidenseestándar, en conjunto fiable a pesar desus claros sesgos: J. C. Hurewitz, TheStruggle for Palestine (1950, reed. enSchocken Books, Nueva York, 1976).

Dos libros de expertos periodistasque tratan del resurgimiento de laresistencia palestina en los años sesentay a partir de entonces son los de GérardChaliand, La Résistance Palestinienne

(Seuil, París, 1970), y David Hirst, TheGun and the Olive Branch: The Rootsof Violence in the Middle East(Harcourt Brace Jovanovich, NuevaYork, 1977). Puede verse un interesantecontexto, aunque algo incompleto, sobrela reciente resistencia palestina enAdnan Abu-Ghazaleh, Arab CulturalNationalism in Palestine During theBritish Mandate (Institute for PalestineStudies, Beirut, 1973). Habría que leerasimismo el principal estudio de lacorporación RAND sobre el movimientoguerrillero palestino: William Quandt,Fuad Jabber y Ann Mosely Lesch, ThePolitics of Palestinian Nationalism(University of California Press,

Berkeley, 1973). Quandt es actualmentemiembro del Consejo de SeguridadNacional estadounidense, y esconsiderado el hombre de Brzezinski enOriente Próximo; por ello, véasetambién su Decade of Decisions:American Policy Toward the Arab-Israeli Conflict (University ofCalifornia Press, Berkeley, 1977).Puede verse un material periodístico (yconservador) adicional sobre el períodoque abarca Quandt en EdwardR. F. Sheehan, The Arabs, Israelis, andKissinger: A Secret History ofAmerican Diplomacy in the MiddleEast (Reader’s Digest Press, NuevaYork, 1976); se dice que la mayor parte

de la información privilegiada deSheehan se la filtró el propio Kissinger,dado que este es el héroe del libro. Lainformación anterior sobre la políticaexterior estadounidense se estudiacríticamente en Richard Stevens,American Zionism and U.S. ForeignPolicy 1942-1947 (Institute for PalestineStudies, Beirut, 1962), y puede verse undetallado trabajo sobre la influencia delvoto judío en las elecciones de 1948 enla aleccionadora descripción de JohnSnetsinger, Truman, The Jewish Voteand the Creation of Israel (HooverInstitution Press, Stanford, 1974).

Una fiel historia palestina es la deLorand Gaspar, Histoire de la Palestine

(Maspero, París, 1978), y para echar unvistazo a la poesía de los palestinosdurante su lucha véase la recopilaciónpublicada en Naseer Aruri y EdmundGhareeb, Enemy of the Sun: Poetry ofPalestinian Resistance (Drum andSpear Press, Washington, 1970). La obrade Sabri Jiryis, The Arabs in Israel(Monthly Review Press, NuevaYork, 1976), basada casi exclusivamenteen fuentes israelíes, narra en detalle lahistoria de cómo se oprimejurídicamente a los árabes que sonciudadanos israelíes; un importantetrabajo, que puede leerse junto con el deFouzi al-Asmar, To Be An Arab in Israel(Frances Pinter, Londres, 1975), una

versión íntegramente personal de lamisma historia. Una obra más reciente ysociológicamente más sofisticada es lade Elia T. Zurayk, The Palestinians inIsrael: A Study in Internal Colonialism(Routledge & Kegan Paul,Londres, 1979).

Aparte del de Isaac Deutscher (Eljudío no sionista, Ayuso,Madrid, 1971), el principal estudiosocialista europeo de Oriente Próximoes el del orientalista francés MaximeRodinson: véase su Israel and the Arabs(Pantheon, Nueva York, 1968) y suIsrael: A Colonial-Settler State?(Monad Press, Nueva York, 1973). Lamejor descripción no radical de lo que

ocurre en Israel está en AmnonKapeliouk, Israel: La Fin des mythes(Albin Michel, París, 1975). Losartículos de Kapeliouk publicados en LeMonde y Le Monde Diplomatiqueresultan siempre tan impresionantescomo importantes; junto con David Hirst(Manchester Guardian), Eric Rouleau(Le Monde) y John K. Cooley(Christian Science Monitor), su laborperiodística se halla en un nivel muysuperior al de todo lo que se publicaregularmente en periódicos como el NewYork Times.

Los más sostenidos y brillantesanálisis radicales de Oriente Próximoson los de Noam Chomsky: véase su

Peace in the Middle East? Reflectionson Justice and Nationhood (PantheonBooks, Nueva York, 1974). También haycríticas israelíes al sionismo. The OtherIsrael: The Radical Case AgainstZionism, ed. Arie Bober (Doubleday,Nueva York, 1972) es una. Luego haytambién una serie de potentes librospublicados por Ithaca Press en Londres:Documents from Israel, 1967-1973,eds. Uri Davis y Norton Mezvinsky;Israel and the Palestinians, eds. UriDavis, Andrew Mack y Nira Yuval-Davis (1975); Felicia Langer, With MyOwn Eyes (1975), un relato sombrío ybastante aterrador configurado por lanarración que hace una abogada radical

de su defensa de los árabes frente alEstado, y Dissent and Ideology inIsrael: Resistance to the Draft, 1948-1973, eds. Martin Blatt, Uri Davis yPaul Kleinbaum.

Sin duda, no obstante, el materialmás impresionante procedente de Israelse debe a Israel Shahak, profesor dequímica en la Universidad Hebrea, unformidable erudito y presidente de laLiga Israelí de Derechos Humanos.Shahak traduce artículos, realiza suspropios y detallados estudios, y organizacampañas en favor de los derechoshumanos en Israel y en los TerritoriosOcupados. Sus materiales (los PapelesShahak) pueden obtenerse actualmente

en esta dirección: Palestine HumanRights Campaign, 1322 18th Street NW,Washington, D.C. 20036; un soloconjunto de ellos (basado en lo quesucede en unas tres semanas) vale másde lo que cualquier combinación deperiódicos occidentales puedeproporcionar a sus lectores en unadécada. Los informes regulares deShahak deben complementarse con laúnica descripción en un solo volumenconvenientemente disponible de lasprácticas de ocupación israelíes:Treatment of Palestinians in Israeli-Occupied West Bank and Gaza: Reportof The National Lawyers Guild 1977Middle East Delegation (National

Lawyers Guild, Nueva York, 1978).Además de la Campaña Palestina de

Derechos Humanos, que regularmentecelebra reuniones y distribuyebibliografía, varias organizaciones enEstados Unidos y en otros paísespublican material documental. LaAsociación de Graduados UniversitariosÁrabe-Americanos (AAUG) publicalibros, artículos sueltos, etcétera;pueden obtenerse escribiendo a: AAUG,P.O. Box 7391, North End Station,Detroit, MI, 48202. El Proyecto deInvestigación e Información sobreOriente Próximo (MERIP) es el únicocolectivo de investigación radical seriosobre Oriente Próximo de Estados

Unidos, y está dirigido casi íntegramentepor estadounidenses; MERIP publica unboletín mensual, además de artículossueltos. Puede escribirse a: MERIP, P.O.Box 3122, Columbia Heights Station,Washington, D.C., 20010. Otrosmateriales periódicos útiles puedenobtenerse de las publicaciones Reviewof Middle Eastern Studies (IthacaPress), Gazelle, Israleft, Khamsin,Monthly Review, In These Times ySeven Days, así como las columnas deAlexander Cockburn y James Ridgewayen Village Voice. Zed Press enInglaterra, y Maspero en Francia,publican asimismo importantes librossobre el tema. También considero

interesante leer revistas militares, TheWall Street Journal, las audiencias delCongreso estadounidense, los archivosdel Departamento de Estado, y otraspublicaciones periódicas oficialessimilares para ver el punto de vista quesostienen. La perspectiva oficialestadounidense sobre Oriente Próximoen particular está representada por unarevista trimestral, The Middle EastJournal. Como antídotos, especialmentecon respecto a las guerras de 1967 y1973, véanse: Ibrahim Abu-Lughod, ed.,The Arab-Israeli Confrontation ofJune 1967: An Arab Perspective(Northwestern University Press,Evanston, 1970), y Naseer Aruri, ed.,

Middle East Crucible: Studies on theArab-Israeli War of October 1973(Medina Press, Wilmette, IL, 1975).Véase también Aharon Shen, Israel andthe Arab World (Funk and Wagnallis,Nueva York, 1970).

Hay que hacer dos matizaciones: 1)los lectores occidentales todavía nopueden acceder fácilmente al materialproducido en árabe, que resultaobviamente crucial, como son losperiódicos, los estudios, o los informeselaborados por el Centro deInvestigación de la OLP en Beirut; 2) encomparación con el material prosionista,todo lo que he enumerado, con muypocas excepciones, resulta mucho más

difícil de conseguir, una situación, comoya he dicho antes, resultado de laconnivencia de las grandes redes,editoriales, agencias de prensa ydistribuidoras.

Hay que mencionar varias obras másbastante recientes: Michael C. Hudson,Arab Politics: The Search forLegitimacy (Yale University Press, NewHaven, 1977) habría de leerse paracontrarrestar el Israel de Nadav Safran,The Embattled Ally (Harvard UniversityPress, Cambridge, MA, 1978).A. W. Kayyali, Palestine: A ModernHistory (Croom Helm, Londres, 1978),es una competente historia árabe quedebería complementarse con la

remarcable obra de Rosemary Sayigh,Palestinians: From Peasants toRevolutionaries (Zed Press,Londres, 1979). Saul Mishal, West BankEast Bank: The Palestinians inJordan 1949-1967 (Yale UniversityPress, New Haven, 1976), y SammySmooha, Israel: Pluralism and Conflict(Routledge & Kegan Paul,Londres, 1978), son dos útiles trabajosisraelíes. Finalmente están también laenormemente informativa obra deAlfred M. Lilienthal, The ZionistConnection: What Price Peace? (Dodd,Mead & Company, Nueva York, 1978), yel fascinante libro-entrevista de AbuIyad (un alto cargo de la OLP), Abu

Iyad: Palestinien sans patrie:Entretiens avec Eric Rouleau (Fayolle,París, 1978).

Actualizaciónbibliográfica

La obra más exhaustiva y mejordocumentada de entre las de recienteaparición es la de Noam Chomsky, TheFateful Triangle: The United States,Israel and the Palestinians (South End,Boston, 1983; El triángulo fatal:Estados Unidos, Israel y Palestina,Popular, Madrid, 2002), que parte de lainvasión israelí del Líbano en 1982,pero se ocupa de cuestiones históricas ymorales de mayor envergadura. Israel inLebanon (Ithaca Press, Londres, 1983)

es el informe de una comisióninternacional dirigida por Sean McBridey Richard Falk. Tres recientes estudiosderivados del contexto estadounidenseson los de Cheryl Rubenberg, Israel andthe American National Interest(University of Illinois Press,Urbana, 1986); John Quigley, Palestineand Israel: A Challenge to Justice(Duke University Press, Durham, 1990),y Edward W. Said y ChristopherHitchens, eds., Blaming the Victims:Spurious Scholarship and thePalestinian Question (Verso, Londres yNueva York, 1988). Un importanteestudio sobre la opinión públicaoccidental es el de Elia Zureik y Fouad

Moughrabi, Public Opinion and thePalestine Question (Croom Helm,Londres, 1987). Véanse también lasrevelaciones de Paul Findley, They Dareto Speak Out: People and InstitutionsConfront Israel’s Lobby (LawrenceHill, Westport, 1988).

Ha habido algo parecido a unestallido de erudición revisionistaisraelí. Los trabajos más notables son:Simha Flapan, The Birth of Israel:Myths and Realities (Pantheon, NuevaYork, 1987); Tom Segev, 1949: TheFirst Israelis (The Free Press, NuevaYork, 1986); Benny Morris, The Birth ofthe Palestine Refugee Problem, 1947-1949 (Cambridge University Press,

Cambridge, 1987); Avi Shlaim,Collusion Across the Jordan: KingAbdullah, the Zionist Movement andthe Partition of Palestine (ColumbiaUniversity Press, Nueva York, 1988);Benjamin Beit Hallahmi, The IsraeliConnection: Who Israel Arms and Why(Pantheon, Nueva York, 1987), yGershon Shafir, Land, Labor, and theOrigins of the Israeli-PalestinianConflict 1882-1914 (CambridgeUniversity Press, Cambridge, 1989).Dov Yermiya, My War Diary: Lebanon,June 5-July 1, 1982 (South End Press,Boston, 1983), es un devastador relatoen primera persona de la invasión delLíbano por parte de un coronel israelí

disidente. Véase también Jane Hunter,Israeli Foreign Policy: South Africaand Central America (South End Press,Boston, 1987).

Por primera vez, hoy puedeencontrarse un impresionante número deestudios sobre la historia, la sociedad,la política y la cultura palestinaspublicados en inglés. Todas las obrasaquí citadas simpatizan con el punto devista palestino y constituyen al mismotiempo excelentes trabajos; muchas deellas son de autores palestinos: PhilipMattar, The Mufti of Jerusalem: Al-HajjAmin al-Husayni and the PalestinianNational Movement (ColumbiaUniversity Press, Nueva York, 1988);

Muhammad Y. Muslih, The Origins ofPalestinian Nationalism (ColumbiaUniversity Press, Nueva York, 1988);Michael Palumbo, The PalestinianCatastrophe: The 1948 Expulsion of aPeople from Their Homeland (Faber &Faber, Londres, 1987); David Gilmour,Dispossessed: The Ordeal of thePalestinians 1917-1980 (Sidgwick &Jackson, Londres, 1980); B. K. Nijim yB. Muammar, Toward the De-Arabization of Palestine/Israel 1945-1977 (Kendall/Hunt, Dubuque, IA,1984); Rashid Jalidi, Under Siege: PLODecisionmaking During the 1982 War(Columbia University Press, NuevaYork, 1986).

Ha habido asimismo una serie debuenos ensayos fotográficos, todos loscuales han humanizado y dotado designificado la imagen de los palestinos:Walid Jalidi, Before Their Diaspora: APhotographic History of thePalestinians 1876-1948 (Institute ofPalestine Studies, Washington, 1984);Jonathan Dimbleby, con fotografías deDonald McCullin, The Palestinians(Quartet, Londres, 1979), que se centraen la vida palestina en el Líbano; SarahGraham-Brown, Palestinians and TheirSociety 1880-1946: A PhotographicEssay (Quartet, Londres, 1980); EdwardW. Said, con fotografías de Jean Mohr,After the Last Sky: Palestinian Lives

(Pantheon, Nueva York, 1986).Ha habido también varios estudios

sobre la artesanía popular palestina. Elmás detallado, con mucho, es elbrillantemente ilustrado y comentadoPalestinian Costumes de Shelagh Weir(British Museum, Londres, 1989). Unequivalente verbal es la obra de IbrahimMuhawi y Sharif Kanaana, Speak Bird,Speak Again: Palestinian ArabFolktales (University of CaliforniaPress, Berkeley, 1989). Véase tambiénInea Bushnaq, Arab Folktales (Pantheon,Nueva York, 1987).

La vida de los palestinos dentro yfuera de Palestina se ha beneficiado deltrabajo de Laurie A. Brand,

Palestinians in the Arab World:Institution Building and the Search forState (Columbia University Press,Nueva York, 1988); Said K. Aburish,Children of Bethany: The Story of aPalestinian Family (Indiana UniversityPress, Bloomington, 1988); FadwaTuqan, A Mountainous Journey: AnAutobiography (The Women’s Press,Londres, 1990); Raja Shehadeh, TheThird Way: A Journal of Life in theWest Bank (Quartet, Londres, 1982), yJulie Peteet, Gender in Crisis: Womenand the Palestinian Resistance(Columbia University Press, NuevaYork, 1991).

La ocupación israelí y la Intifada se

describen muy bien en Zachary Lockmany Joel Beinin, eds., Intifada: ThePalestinian Uprising Against IsraeliOccupation (South End, Boston, 1989);Jamal R. Nassar y Roger Heacock,Intifada: Palestine at the Crossroads(Praeger, Nueva York, 1990); GeoffreyAronson, Creating Facts: Israel,Palestinians and the West Bank(Institute for Palestine Studies,Washington, 1987); Joost R. Hilterman,Behind the Intifada: Labor and Women’s Movements in the OccupiedTerritories (Princeton University Press,Princeton, 1991); Naseer H. Aruri, ed.,Occupation: Israel Over Palestine (2.ªed., AAUG, Belmont, 1989); Gloria

Emerson, Gaza, A Year in the Intifada:A Personal Account (Atlantic Monthly,Nueva York, 1991). Tres extraordinariostestimonios de médicos que trabajaronen campos de refugiados son: PaulineCutting, Children of the Siege(Heinemann, Londres, 1988); Swee ChaiAug, From Beirut to Jerusalem (GraftonBooks, Londres, 1989), y ChrisGiannou, Besieged: A Doctor’s Story ofLife and Death in Beirut (Key PorterBooks, Toronto, 1990).

Por último, las siguientes obrasproporcionan una perspectivainesperada no sólo de los aspectos judíoe israelí de la cuestión palestina, sinotambién del futuro de las relaciones

palestino-israelíes: Edwin Black, TheTransfer Agreement: The Untold Storyof the Secret Pact Between the ThirdReich and Jewish Palestine(MacMillan, Nueva York, 1984);Edward Tivnan, The Lobby: JewishPolitical Power and American ForeignPolicy (Simon & Schuster, NuevaYork, 1987); Mark A. Heller y SariNusseibeh, No Trumpets, No Drums: ATwo-State Settlement of the Israeli-Palestinian Conflict (Hill and Wang,Nueva York, 1991); Marc H. Ellis,Beyond Innocence and Redemption:Confronting the Holocaust and IsraeliPower (Harper & Row, NuevaYork, 1990); Rosemary Radford Reuther

y Marc H. Ellis, eds., BeyondOccupation: American, Jewish,Christian and Palestinian Voices forPeace (Beacon Press, Boston, 1990).

EDWARD W. SAID (1935-2003) nacióen Jerusalén y pasó parte de su juventuden el Líbano y El Cairo. Se educó en elVictoria College de El Cairo, en elMount Hermon School de Massachusettsy en las universidades de Princeton yHarvard. En esta última ejerció ladocencia durante breves períodos, así

como en las universidades de Yale yJohns Hopkins, pero fue en laUniversidad de Columbia dondedesarrolló casi toda su carrerainvestigadora como catedrático deliteratura inglesa y comparada. Suactividad como pensador se extendió ala literatura, la política, la música, lafilosofía y la historia. Colaboróasiduamente en las publicaciones TheNation, The Guardian, London Reviewof Books, Le Monde Diplomatique,Counterpunch y Al Ahram. En 2002recibió, junto con Daniel Barenboim, elPremio Príncipe de Asturias a laConcordia por su aportación alacercamiento entre jóvenes talentos

árabes e israelíes. Entre su numerosa eimportante producción destacan Culturae imperialismo y las siguientes cincoobras, publicadas por Debolsillo:Orientalismo, un clásico entre losestudios culturales y literarios; Nuevascrónicas palestinas; las memoriasFuera de lugar, con las que obtuvo elPremio New Yorker al Mejor Libro deEnsayo de 1999; El mundo, el texto y elcrítico, y Música al límite. Falleció enNueva York en septiembre de 2003.

Notas

[1] En relación con un tipo análogo decensura, véase Noam Chomsky, «10Years After Tet: The Big Story That GotAway», More, 8, 6 (junio de 1978), pp. 16-23. <<

[2] Hannah Arendt, The Origins ofTotalitarianism, Harcourt BraceJovanovich, Nueva York, 1973, p. 290(hay trad. cast.: Los orígenes deltotalitarismo, Alianza, Madrid, 2010).<<

[3] Edward W. Said, Orientalism,Pantheon Books, Nueva York, 1978, pp. 31-49 (hay trad. cast.: Orientalismo,Debate, Barcelona, 2002). <<

[4] Existe una detallada descripción de lacensura de prensa y editorial impuesta(por consenso) en torno al problemapalestino en Inglaterra en ChristopherMayhew y Michael Adams, Publish ItNot: The Middle East Cover-Up(Longman Group, Londres, 1975).Obsérvese asimismo que cualquier libroisraelí o proisraelí aparece reseñadorutinariamente en el New York Times poruno u otro proisraelí conocido (así, porejemplo, Irving Howe reseña el libro deSaul Bellow To Jerusalem and Back;Saul Bellow, el libro de Teddy Kolleken torno a su experiencia como alcalde

de Jerusalén, etc.). Sin embargo,cualquier libro escrito por un árabe opor alguien que se muestre crítico conIsrael es reseñado, no menosrutinariamente, por un crítico prosionista(por ejemplo, Michael Walzer reseña ellibro de Noam Chomsky Peace in theMiddle East?; o Nadav Safran, laautobiografía de Sadat). The New YorkReview of Books no ha publicado casiliteralmente nada de ningún palestinodesde que la cuestión palestina saltó a lapalestra a partir de 1974. En 1978,NYRB ciertamente publicó algunosartículos más o menos críticos conIsrael, a cargo de I. F. Stone, GuidoGoldman y Stanley Hoffmann, todos los

cuales respaldaban una u otra clase deautodeterminación palestina; y, sinembargo, parmanece la barrera de hierrocontra la posibilidad de que lospalestinos —de los que no hayprecisamente escasez— se representen así mismos. Más grave es la escandalosafalta de información en torno a lo queocurre en Israel o en los TerritoriosOcupados; existe un bloqueoinformativo casi total de noticias sobrelas prácticas del gobierno de Israel (lamayoría de ellas rutinariamente tratadasen la prensa israelí), todas las cuales, dehaberse producido en cualquier otrolugar del mundo, habrían sido noticia deprimera página. <<

[5] El locus classicus es Bernard Lewis,«The Return of Islam», Commentary,enero de 1976; se trata de una versiónrefundida de su ensayo «The Revolt ofIslam», publicado en Bernard Lewis,The Middle East and the West, IndianaUniversity Press, Bloomington, IN,1964. Ambos son útiles ejemplos depropaganda sionista: véase mi análisisde ellos en Orientalism, pp. 316-319.<<

[6] Alphonse de Lamartine, Voyage enOrient (1835), reed. en Hachette,París, 1887, vol. 2, p. 533 (hay trad.cast.: Viaje a Oriente, Abraxas,Barcelona, 2007). <<

[7] Citado de Istakhari e Ibn Hankal, enGuy Le Strange, Palestine Under theMoslems: A Description of Syria andthe Holy Land from a. d. 650 to 1500Translated from the Works of theMedieval Arab Geographers (1890),reed. en Khayati, Beirut, 1965, p. 28. <<

[8] Citado en Richard Bevis, «Makingthe Desert Bloom: An Historical Pictureof Pre-Zionist Palestine», The MiddleEast Newsletter, V, 2 (febrero-marzo de1971), p. 4. <<

[9] The Anglo-Palestine Yearbook 1947-1948, Anglo-Palestine Publications,Londres, 1948, p. 33. <<

[10] Véase Adnan Abu-Ghazeleh, ArabCultural Nationalism in Palestine,Institute for Palestine Studies,Beirut, 1973. <<

[11] Theodor Herzl, Complete Diaries,ed. de Raphael Patai, trad. de HarryZohn, Herzl Press & T. Yoseloff, NuevaYork, 1960, vol. I, p. 88. <<

[12] Palestine Papers 1917-1922: Seedsof Conflict, ed. y notas de DoreenIngrams, John Maney, Londres, 1972,pp. 19 y ss. <<

[13] Documents From Israel, 1967-1973: Readings for a Critique of Zionism,ed. de Uri Davis y Norton Mezvinsky,Ithaca Press, Londres, 1975, p. 44. <<

[14] Janet Abu-Lughod, «TheDemographic Transformation ofPalestine», en The Transformation ofPalestine, ed. de Ibrahim Abu-Lughod,Northwestern University Press,Evanston, IL, 1971, pp. 153-161. <<

[15] Citado en Christopher Sykes,Crossroads to Israel, 1917-1948(1965), reed. en Indiana UniversityPress, Bloomington, IN, 1973, p. 5. <<

[16] J. Abu-Lughod, «The DemographicTransformation», pp. 141-142 y 152-153. <<

[17] A Survey of Palestine 1946:Prepared in December 1945 andJanuary 1946 for the Information of theAnglo-American Committee of Inquiry,Jerusalén, 1946, p. 146. <<

[18] Amos Elon, The Israelis: Foundersand Sons (1971), reed. en BantamBooks, Nueva York, 1972, pp. 194 y ss.<<

[19] Véase Ingrams, Palestine Papers,pp. 20 y 28. <<

[20] Ibid., p. 58. <<

[21] Chaim Weizmann, Trial and Error:The Autobiography of ChaimWeizmann, Harper & Row, NuevaYork, 1959, p. 462. <<

[22] Puede verse un informedesmitificador sobre los kibutzim en TheCandid Kibbutz Book, MERAG,Londres, 1978. <<

[23] Elon, The Israelis, pp. 220 y 222.<<

[24] Citado en James McDonald, MyMission to Israel, Simon & Schuster,Nueva York, 1951, p. 176. <<

[25] George Antonius, The ArabAwakening: The Story of the ArabNational Movement (1938), reed. enG. P. Putnam’s Sons, Nueva York, 1946,p. 15. <<

[26] Trato este tema en detalle enOrientalism, pp. 284-328. <<

[27] Ingrams, Palestine Papers, pp. 31-32. <<

[28] Este tema se trata en Eric Stokes,The English Utilitarians and India,Clarendon Press, Oxford, 1959. <<

[29] Edmund Wilson, A Piece of MyMind: Reflections at Sixty, Doubleday& Co., Nueva York, 1958, p. 85. <<

[30] Edmund Wilson, Black, Red, Blondand Olive, Oxford University Press,Nueva York, 1956, pp. 462-463. <<

[31] Sabri Jiryis, The Arabs in Israel,trad. de Inea Engler, Monthly ReviewPress, Nueva York, 1976. <<

[32] Saul Bellow, To Jerusalem andBack, The Viking Press, NuevaYork, 1976 (hay trad. cast.: Jerusalen,ida y vuelta, Península,Barcelona, 2004), y Stephen Spender,«Among the Israelis», en The New YorkReview of Books (6 de marzo de 1975);véase también Noam Chomsky, «WhatEvery American Should Believe»,Gazelle Review, 2, Ithaca Press,Londres, 1977, pp. 24-32, para unacrítica de Bellow. <<

[33] Véase I. F. Stone, «Confessions of aJewish Dissident», publicado comoepílogo en su Underground toPalestine, and Reflections Thirty YearsLater, Pantheon Books, NuevaYork, 1978, pp. 229-240. <<

[34] Esta postura aparece perfectamenteexpuesta en la obra de Moynihan ADangerous Place, Little, Brown &Company, Boston, 1978. <<

[35] Nicholas von Hoffman, AnaheimBulletin, 11 de julio de 1977. <<

[36] Citado en The Right of Return of thePalestinian People, United NationsPublications, 1978, pp. 6-7. <<

[37] I. F. Stone, «Confessions of a JewishDissident», en Underground toPalestine, and Reflections Thirty YearsLater, Pantheon Books, NuevaYork, 1978. <<

[38] George Eliot, Daniel Deronda,Penguin Books, Londres, 1967, p. 50(hay trad. cast.: Daniel Deronda, HomoLegens, Madrid, 2010). <<

[39] Ibid., p. 592. <<

[40] Ibid., pp. 594-595. <<

[41] Edward W. Said, Orientalism,Pantheon Books, Nueva York, 1978, pp. 153-157, 214 y 228. <<

[42] Arthur Hertzberg, ed., The ZionistIdea: A Historical Analysis and Reader,Atheneum Publishers, NuevaYork, 1976, p. 133. <<

[43] Ibid., p. 134. <<

[44] Véase Sabri Jiryis, The Arabs inIsrael, Monthly Review Press, NuevaYork, 1976, passim; también contieneuna buena argumentación The Non-Jewin the Jewish State: A Collection ofDocuments, ed. de Israel Shahak(publicado por el propio Shahak, 2Bartenura Street, Jerusalén), 1975. <<

[45] Véase Imperialism: TheDocumentary History of WesternCivilization, ed. de Philip D. Curtin,Walker & Company, Nueva York, 1971,que contiene una buena selección de laliteratura imperialista de los últimosdoscientos años. Personalmente,examino el contexto intelectual y culturaldel período en Orientalismo, caps. 2 y3. <<

[46] Citado en Desmond Stewart,Theodor Herzl, Doubleday & Co.,Garden City, NY, 1974, p. 192. <<

[47] Antonio Gramsci, The PrisonNotebooks: Selections, ed. y trad. deQuintin Hoare y Geoffrey Nowell Smith,International Publishers Co., NuevaYork, 1971, p. 324. Puede verse el textocompleto original en Antonio Gramsci,Quaderni del Carcere, ed. de ValentinoGerratana, Einaudi Editore, Turín, 1975,vol. 2, p. 1363 (hay trad. cast.: Cartasdesde la cárcel, Veintisiete Letras,Madrid, 2010). <<

[48] Véase Hannah Arendt, The Originsof Totalitarianism, Harcourt BraceJovanovich, Nueva York, 1973, p. 129.<<

[49] Harry Bracken, «Essence, Accidentand Race», Hermathena, 116 (inviernode 1973), pp. 81-96. <<

[50] Véase Curtin, Imperialism, pp. 93-105, que contiene un importanteextracto el libro de Knox. <<

[51] George Nathaniel Curzon, Subjectsof the Day: Being a Selection ofSpeeches and Writings, George Allen &Unwin, Londres, 1915, pp. 155-156. <<

[52] Joseph Conrad, Heart of Darkness,en Youth and Two Other Stories,Doubleday, Page, Garden City, NY,1925, p. 52 (hay trad. cast.: El corazónde las tinieblas, Mondadori,Barcelona, 2009). <<

[53] Ibid., pp. 50-51. <<

[54] Agnes Murphy, The Ideology ofFrench Imperialism, 1817-1881, TheCatholic University of America Press,Washington, 1948, pp. 110, 136 y 189.<<

[55] Amos Oz, un destacado novelistaisraelí (considerado también una«paloma»), lo expresa magníficamente:«Mientras viva, me sentiré emocionadopor todos aquellos que vinieron a laTierra Prometida para hacer de ella, obien un paraíso bucólico o [un conjuntode] igualitarias comunas tolstoianas, obien un enclave centroeuropeo culto y declase media, una réplica de Austria oBaviera. O por aquellos que queríanlevantar un paraíso marxista, queconstruyeron kibutzim en lugaresbíblicos y anhelaban en secreto quellegara un día en que Stalin hubiera de

admitir: “¡Condenados judíos! Lo habéishecho mejor que yo”» (Time, 15 demayo de 1978, p. 61). <<

[56] He extraído todas estas citas de unaexcelente e inestimable tesis delicenciatura presentada por MiriamRosen en el Hunter College en 1976:«The Last Crusade: British Archeologyin Palestine, 1865-1920», pp. 18-21. <<

[57] Véase Neville J. Mandel, The Arabsand Zionism before World War I,University of California Press,Berkeley, 1976, y Yehoshua Porath, TheEmergence of the Palestinian-ArabNational Movement, vol. I, 1918-1929,Frank Cass & Co., Londres, 1974. <<

[58] Véase la sincera descripciónhistórica de Amos Elon, The Israelis:Founders and Sons (1971), reed. enBantam Books, Nueva York, 1972, pp. 218-224. <<

[59] Maxime Rodinson, Israel: AColonial-Settler State?, trad. de DavidThorstad, Monad Press of the AnchorFoundation, Nueva York, 1973, p. 39.<<

[60] Ibid., p. 38. <<

[61] Citado en David Waines, «TheFailure of the Nationalist Resistance»,en The Transformation of Palestine, ed.de Ibrahim Abu-Lughod, NorthwesternUniversity Press, Evanston, IL, 1971, p.220. <<

[62] Ibid., p. 213. <<

[63] Chaim Weizmann, Trail and Error:The Autobiography of ChaimWeizmann, Harper & Row, NuevaYork, 1959, p. 371. <<

[64] Ibid., p. 125. <<

[65] Ibid., pp. 128-129 y 253. <<

[66] Ibid., p. 128. <<

[67] Yehoshafat Harkabi, Arab Attitudesto Israel, Keter Press, Jerusalén, 1972.Harkabi era jefe de la inteligenciamilitar hasta que fue destituido en 1959por Ben Gurión. Más tarde se convirtióen profesor de la Universidad Hebrea yexperto arabista, y, de hecho, en elprincipal propagandista en Israel contratodo lo árabe y/o especialmentepalestino. Véase, por ejemplo, suvirulenta obra antipalestina (distribuidagratuitamente en Estados Unidos por laembajada israelí) Palestinians andIsrael, Keter Press, Jerusalén, 1974.Sorprendentemente, el general Harkabi

se ha convertido hace poco en una«paloma» y en uno de los partidarios delmovimiento Paz Ahora. <<

[68] Reproducido en HaOlam Hazeh, 15de mayo de 1974. El director deHaOlam Hazeh, Uri Avnery, ha escritoun interesante libro, aunque algodemagógico, al que vale la pena echarun vistazo por la luz que arroja sobre lapolítica israelí: Israel Without Zionism:A Plea for Peace in the Middle East,Macmillan Publishing Co., NuevaYork, 1968. La obra contiene cáusticosataques a personas como Moshé Dayán,a quien Avnery describe básicamentecomo un «cazador de árabes» (enreferencia a los «cazadores de indios»del oeste americano). <<

[69] Weizmann, Trial and Error, p. 130.<<

[70] Ibid., p. 188. <<

[71] Ibid., pp. 215-216. <<

[72] Ibid., p. 130. <<

[73] C. L. Temple, The Native Races andTheir Rulers (1918), reed. en FrankCass & Co., Londres, 1968, p. 41. <<

[74] Weizmann, Trial and Error, pp. 156-157. <<

[75] Sobre el ejército como eje deorganización de la sociedad, véaseMichel Foucault, «Questions à MichelFoucault sur la géographie», Hérodote,1, 1 (primer trimestre de 1976), p. 85.Véase también Yves Lacoste, LaGéographie, ça sert, d’abord, à faire laguerre, Maspero, París, 1976. <<

[76] Detalles extraídos de Walter Lehn,«The Jewish National Fund», Journal ofPalestine Studies, III, 4 (verano de1974), pp. 74-96. Vale la pena señalarque durante el curso académico 1977-1978 Lehn, profesor jubilado delingüística, fue profesor visitante en laUniversidad de Birzeit, la únicainstitución árabe de enseñanza superioren la ocupada Cisjordania. Durante eseaño prosiguió su investigación sobre elFondo Nacional Judío, y también firmóuna carta abierta, el 6 de enero, enprotesta (como testigo presencial) por lasalvaje agresión a dos jóvenes

estudiantes palestinos por parte desoldados israelíes (uno de ellos tuvoque ser hospitalizado tras quedarinconsciente a consecuencia de lapaliza). A comienzos de mayo de 1978,las autoridades militares de Cisjordanianegaron el permiso de trabajo a Lehn y aotros seis profesores; ni un soloperiódico estadounidense se hizo eco dela noticia. Véase también Uri Davis yWalter Lehn, «And the Fund Still Lives»,Journal of Palestine Studies, VII, 4(verano de 1978), pp. 3-33. <<

[77] A modo de ejemplo, considérese eldestino de Umm al-Fahm, un importantepueblo árabe cedido a Israel en 1949por el rey Abdalá de Jordania en elmarco del acuerdo Rhodes. Antes de1948, el municipio tenía 140 000dunams, con una población de 5000personas. En 1978, Umm al-Fahmcontaba con unos 20 000 habitantesárabes, pero la extensión de sus tierrasse había reducido a 15 000 dunams, casitodas ellas rocosas y pobres para elcultivo. Las mejores tierras fueronconfiscadas por medio de variosdecretos «legales», entre ellos la Ley de

Tierras, Seguros y Compensaciones de1953. Probablemente, la mayor ironía esque en las tierras árabes confiscadas secrearon dos kibutzim socialistas:Megiddo y Givat Oz. El resto se cedió aun moshav, o asentamiento agrariocooperativo. <<

[78] Yosef Weitz, My Diary and Lettersto the Children, Massada, TelAviv, 1965, vol. II, pp. 181-182. <<

[79] Jon y David Kimche, A Clash ofDestinies: The Arab-Jewish War andthe Founding of the State of Israel,Praeger Publishers, Nueva York, 1960,p. 92. Véanse también los dosimportantes artículos de Walid Jalidi,«The Fall of Haifa», Middle EastForum, XXXV, 10 (diciembre de 1959),pp. 22-32, y «Plan Dalet: The ZionistBlueprint for the Conquest of Palestine»,Middle East Forum, XXXVII, 9(noviembre de 1961), pp. 22-28. <<

[80] El estudio más exhaustivo sobre eléxodo palestino realizado hasta la fecha,después de revisar toda la prensa y lasemisiones radiofónicas del período, noreveló absolutamente evidencia algunade la existencia de «órdenes demarcharse», o de otra cosa que no fuerainstar a los palestinos a permanecer ensu país. Por desgracia, el terror resultódemasiado grande para una población ensu mayor parte desarmada. VéaseErskine Childers, «The Wordless Wish:From Citizens to Refugees», en TheTransformation of Palestine, ed. deIbrahim Abu-Lughod, Northwestern

University Press, Evanston, IL, 1971,pp. 165-202. Childers, de origenirlandés, era un periodista freelancecuando realizó su investigación; sushallazgos resultan devastadores para losargumentos sionistas. <<

[81] Véase Avnery, Israel WithoutZionism. <<

[82] Weitz, My Diary, vol. III, p. 293. <<

[83] Ibid., p. 302. <<

[84] Tawfiq Zayyad, «Fate of the Arabs inIsrael», Journal of Palestine Studies,VI, 1 (otoño de 1976), pp. 98-99. <<

[85] Sin embargo, en su editorial del 19de mayo de 1976, el New York Timescalificaba a la ocupación israelí deGaza y Cisjordania como «un modelo defutura cooperación» entre los dospueblos. La destrucción israelí de casasárabes, la tortura, la deportación, elasesinato, la detención administrativa…todo ello ha sido denunciado porAmnistía Internacional, la Cruz Roja, eincluso el informe de 1978 delDepartamento de Estado norteamericanosobre violaciones de los derechoshumanos. Y, a pesar de ello, la represióncontinúa, tanto de las maneras crudas y

groseramente brutales que hemencionado como también de otrasformas distintas. El castigo colectivo eshabitual: en 1969, el gobernador militarprohibió la venta de carne de corderocomo castigo en toda la ciudad deRamallah; en 1970, en plena temporadade la vendimia, se prohibió la venta, lacosecha, etcétera, de uva, a menos quelos notables denunciaran la propagandade la OLP. En abril de 1978 se impusoun toque de queda de siete días enNablus debido a que «los habitantes nocolaboraban con la policía». <<

[86] Citado en Jiryis, The Arabs inIsrael, p. 70. <<

[87] Véase Saul Bellow, To Jerusalemand Back, The Viking Press, NuevaYork, 1976, pp. 152-161 y passim. <<

[88] El trabajo de John Cooley,«Settlement Drive Lies Behind LatestIsraeli “No”», Christian ScienceMonitor, 25 de julio de 1978, deja claroque para el año 2000 Israel planeaoficialmente poblar Cisjordania con unamayoría judía (1,25 millones) y pretendeconvertir Yamit (en la zona de Rafah, enel Sinaí ocupado) en una gran ciudadisraelí, hoy en construcción. Según AryeDuzin, presidente de la Agencia Judía,Yamit «debe permanecer siempre bajola soberanía judía», tal como preveía elEjecutivo Sionista en 1903. Muchos delos asentamientos se poblarán con judíos

sudafricanos (de ahí la estrechacooperación militar —de hecho, nuclear— de Israel con Sudáfrica, y susrelaciones especialmente cordiales conel primer ministro John Vorster, un naziconvicto), estadounidenses y, porsupuesto, rusos. <<

[89] Jiryis, Arabs in Israel, p. 70. <<

[90] El Informe Koenig se publicóíntegramente, en traducción inglesa, enSWASIA, III, 41 (15 de octubre de 1976).<<

[91] Tomemos como ejemplo la incursiónrealizada en Ma’alot por los palestinosen mayo de 1974. Hoy este suceso de haconvertido en sinónimo de terrorismopalestino, pero ni un solo periódicoestadounidense dejó constancia delhecho de que, durante dos semanasseguidas antes del incidente, se utilizó laartillería y la fuerza aérea israelíes parabombardear despiadadamente el sur delLíbano. Más de 200 civiles murieron acausa del napalm, y al menos otros10 000 se quedaron sin hogar. A pesarde todo ello, sólo se recuerda Ma’alot.<<

[92] Citado en Nafez Nazzal, «TheZionist Occupation of WesternGalilee, 1948», Journal of PalestineStudies, III, 3 (primavera de 1974), p.70. <<

[93] Se encontrará una visión europeaalgo desafecta sobre este tema enGérard Chaliand, Restoration in theThird World: Myths and Prospects,trad. ing., The Viking Press, NuevaYork, 1977. <<

[94] Sabri Jiryis, The Arabs in Israel,Monthly Review Press, NuevaYork, 1976, pp. 210-212. <<

[95] Enemy of the Sun: Poetry ofPalestinian Resistance, ed. de NaseerArari y Edmund Ghareeb, Drum andSpear Press, Washington, 1970, p. 66.<<

[96] Véase Rosemary Sayigh,Palestinians: From Peasants toRevolutionaries, Zed Press,Londres, 1979. <<

[97] Sobre el estado de los árabes bajo ladominación israelí, pueden encontrarseexcelentes informes en los documentoselaborados por la Campaña proDerechos Humanos en Palestina(Palestine Human RightsCampaign, 1322 18th Street, NW,Washington, D.C.), el doctor IsraelShahak en el propio Israel (sus informesy traducciones realizados en nombre dela Liga Israelí de Derechos Humanossuele distribuirlos la Campaña proDerechos Humanos en Palestina), ydiversos grupos progresistas como elComité de Servicio de los Amigos

[cuáqueros] Estadounidenses, el ComitéCentral Menonita, el Consejo Mundialde Iglesias, etcétera; y asimismo,Amnistía Internacional, la Cruz Roja, eincluso el informe sobre derechoshumanos del Departamento de Estadonorteamericano, que en 1977 y 1978mencionaba el trato dado por Israel asus súbditos no judíos. <<

[98] Abu-Lughod, reseña de Jiryis, TheArabs in Israel, en MERIP Reports, 58(junio de 1977), p. 24. <<

[99] Albert Hourani, Minorities in theArab World, Oxford University Press,Londres, 1947, p. 22. <<

[100] Norman Daniel, Islam and theWest: The Making of an Image,University Press, Edimburgo, 1960. <<

[101] Yehoshafat Harkabi, The Positionof Israel in the Israeli-Arab Conflict,Dvir, Tel Aviv, 1967, p. 84. <<

[102] Ghasan Kanafani, Rijal fil Shams,Dar-al-Taliah, Beirut, 1963, pp. 7-8 (haytrad. cast.: Hombres al sol, Pamiela,Navarra, 1991). <<

[103] Esto resulta especialmente cierto enel caso de los informes de prensa, peroen el trabajo estándar estadounidensecuasioficial sobre los palestinos apenasse conocen los factores humanos quepermitieron cosechar apoyos a la OLP.Véase William Quandt, Fuad Jabber yAnn Mosely Lesch, The Politics ofPalestinian Nationalism, University ofCalifornia Press, Berkeley, 1977,estudio realizado por la CorporaciónRAND. <<

[104] El fiasco de la prensaestadounidense en torno a Irán, el olvidode lo que está ocurriendo en TimorOriental y en otras partes, todo ello sederiva de la misma falta deinvestigación independiente, la mismapredisposición a ignorar una historiaperturbadora, y la misma aceptación dela propaganda estatal. Véase William A.Dorman y Elsan Omeed, «Reporting Iranthe Shah’s Way», Columbia JournalismReview, XVII, 5 (enero-febrero de1979), pp. 27-33; asimismo, sobre lacuestión de Timor Oriental y su olvidopor parte de la prensa, véase el discurso

pronunciado por Noam Chomsky anteel IV Comité de la Asamblea General delas Naciones Unidas en noviembre de1978; con respecto a las informacionesinexactas sobre el «islam», véaseEdward W. Said, «Whose Islam?», TheNew York Times, 29 de enero de 1979.<<

[105] Véase Sarah Graham-Brown, «TheStructural Impact of IsraeliColonization», MERIP Reports n.º 74,IX, 1 (enero de 1979), pp. 9-20. Este esel análisis más completo sobre el temadel que actualmente se dispone. <<

[106] El movimiento Paz Ahora,extremadamente comprometido y lejosde estar unido en sus objetivos, es unode ellos; otro es Sheli, la agrupaciónrepresentada en la Knesset por ArieEliav; y otro más es el enmarcado en elConsejo Israelí-Palestino por la Paz.Ninguno de estos grupos ha llegadonunca tan lejos como Rakah, la LigaIsraelí pro Derechos Humanos o lasdiversas ramificaciones de Matzpen,todos los cuales constituyen, comomucho, una minoría dentro de otraminoría. <<

[107] Un reciente ensayo sosteniendo estepunto de vista —en mi opinión, demanera excesivamente indiscriminada—es el de Fouad Ajami, «The End of Pan-Arabism», Foreign Affairs, 57, 2(invierno de 1978-1979), pp. 353-373.<<

[108] John Steinberg, «The New World(Dis)order», Seven Days, III, 3 (30 demarzo de 1979), pp. 14-16. <<

[109] Gérard Chaliand, Revolution in theThird World: Myths and Prospects,trad. ing., The Viking Press, NuevaYork, 1977. <<

[110] Hisham Sharaby, Muqadimat lidirasit al mujtama’ al’araby, Dar alMutahida, Beirut, 1975; MurrayBookchin, The Spanish Anarchists: TheHeroic Years, 1868-1936 (1977), reed.en Harper & Row, Nueva York, 1978(hay trad. cast.: Los anarquistasespañoles; los años heroicos 1868-1936, Grijalbo, Barcelona, 1979).<<

[111] Una posible excepción (hay varias)es el trabajo de Munif al-Razzaz, delque sin embargo apenas se dispone detraducciones. Puede verse una buenamuestra del reciente pensamientopolítico y cultural árabe en las dosselecciones editadas por Anwar AbdelMalek: Anthologie de la littératurearabe: Les essais, Seuil, París, 1965, yLa Pensée politique arabecontemporaine, Seuil, París, 1970. <<

[112] Harold Saunders, en MERIPReports, n.º 70, 8, 7 (septiembre de1978), pp. 13-15. <<

[113] Puede verse una desmitificación deesta visión oficial en Noam Chomsky,«Human Rights» and American ForeignPolicy, Spokesman Books,Washington, 1978. <<

[114] Véase I. F. Stone, «The Case forCamp David», New York Review ofBooks, 28 de octubre de 1978. <<

[115] Véanse las siguientes cartas: deSadat a Carter, de Carter a Sadat, deBegin a Carter, de Carter a Begin; todasellas firmadas y anexas a los Acuerdosde Camp David, 18 de septiembre de1978. <<

[116] Sobre este tema, véase AmnonKapeliouk, «De l’affrontement à laconvergence», Le Monde Diplomatique(diciembre de 1977), p. 18. <<

[117] Walid Jalidi, «Thinking theUnthinkable: A Sovereign PalestinianState», Foreign Affairs, 56, 4 (julio de1978), pp. 695-713. <<

[118] Véase el New York Times del 29 demarzo de 1979. <<

[119] Véase Malcolm Kerr, The ArabCold War 1958-1967: A Study ofIdeology in Politics, 2.ª ed., OxfordUniversity Press, Londres, 1967. <<

[120] Testimonio de Yehuda Zvi Blum enThe Colonization of the West BankTerritories by Israel, Hearings Beforethe Subcommittee on Immigration andNationalization of the Committee of theJudiciary, U.S. Senate, 17 y 18 deoctubre de 1977, pp. 24-46. <<

[121] Véanse los argumentos justificandolas agresiones israelíes de MichaelWalzer, Just and Unjust Wars: A MoralArgument with Historical Illustrations,Basic Books, Nueva York, 1977 (haytrad. cast.: Guerras justas e injustas: unrazonamiento moral con ejemploshistóricos, Paidós, Barcelona, 2005).Véase también la crítica a la indulgenciade Walzer con respecto a Israel en NoamChomsky, «An Exception to the Rules»,Inquiry, 17 de abril de 1978, pp. 23-27,y Richard Falk, «The Moral Argumentas Apologia», The Nation, 25 de marzode 1978, pp. 341-343. <<

[122] Michael Bar-Zohar, Ben-Gurion: ABiography, Weidenfeld and Nicolson,Londres, 1978, p. 161. <<

[123] Véanse los detalles de la trayectoriaprofesional del general Ariel Sharon(especialmente en la notoriaUnidad 101) publicados en The Voice ofZionism, editado por Middle EastInternational (Room 105, GrandBuildings, Trafalgar Square, WC2N5EP, Londres), s.f., pp. 46-57. <<

[124] Clinton Bailey en The JerusalemPost, 22 de febrero de 1979. <<

[125] Un reciente informe sobreapropiaciones de tierras y asentamientosen los Territorios Ocupados es el dePaul Quiring, «Israeli Settlements andPalestinian Rights», Middle EastInternational, 87 (septiembre de 1978),pp. 10-12 y 88 (octubre de 1978), pp. 12-15. <<

[126] Véase Amnon Kapeliouk, «L’Autonomie selon Israel», Le MondeDiplomatique, enero de 1979. <<

[127] Fayez Sayegh, «The Camp DavidAgreement and the Palestine Problem»,Journal of Palestine Studies, VIII, 2(invierno de 1979), p. 40. <<

[128] Véase Michael C. Hudson, ArabPolitics: The Search for Legitimacy,Yale University Press, NewHaven, 1977. <<

[129] Parte de esta labor se ha hecho ya.Véase el importante artículo de BarbaraKalkas, «Diverted Institutions: AReinterpretation of the Process ofIndustrialization in Nineteenth CenturyEgypt», Arab Studies Quarterly, 1, 1(invierno de 1979), pp. 28-48. <<

[130] El mejor libro sobre el tema es elde Anwar Abdel Malek, Egypt, MilitarySociety, trad. de Charles Markham,Random House, Nueva York, 1968. <<

[131] Sobre el nacionalismo palestinoentre 1949 y 1967, véase Saul Mishal,East Bank West Bank: The Palestiniansin Jordan, 1940-1967, Yale UniversityPress, New Haven, 1978. <<

[132] El más «experto» defensor de estavisión es el general Yehoshafat Harkabi,cuyos libros constituyen una lecturaestándar para el ejército israelí y sedistribuyen rutinariamente en lasembajadas y consulados israelíes deOccidente. Véase su Palestinians andIsrael, Keter Press, Jerusalén, 1974. <<

[133] Véase, por ejemplo, The Market ofArab Children in Israel: A Collectionby the Israel League for Human andCivil Rights, P.O. Box 14192, TelAviv, 1978. <<

[134] Véase Roger Morris, UncertainGreatness: Henry Kissinger andAmerican Foreign Policy, Harper &Row, Nueva York, 1977, p. 261. <<

[135] El análisis más convincente de lapolítica estadounidense en este períodose encuentra en Eqbal Ahmad, «WhatWashington Wants», en Middle EastCrucible: Studies on the Arab-IsraeliWar of October 1973, ed. de Naseer H.Aruri, Medina Press, Wilmette, IL,1975, pp. 227-264. Véase también miestudio sobre el período anterior, «TheUnited States and the Conflict of Powersin the Middle East», Journal ofPalestine Studies, II, 3 (primavera de1973), pp. 30-50. <<

[136] «Towards Peace in the MiddleEast», informe de un grupo de estudio,The Brookings Institution, 1975. <<

[137] La mejor descripción del problemaes la de Amnon Kapeliouk, «Le Pari»,Le Monde Diplomatique, abril de 1979.<<

[138] Sobre este tema, y el problema dela prohibición de hablar a los palestinosen Estados Unidos, véase el editorialdel Washington Post del 12 de abril de1979. <<

[139] Prácticamente se presenta el mismoargumento en Salah Khalaf (Abu Iyad)en Palestinien sans patrie: Entretiensavec Eric Rouleau, Fayolle,París, 1978. <<

[9] Un dunam equivale a 0,10 hectáreas.<<