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N. Salvador Miguel, “La Escuela de traductores de Toledo” Este artículo se publicó en Pabellón de España, núm. -3 (20 de enero de 1992), pp. 44-47.

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Page 1: Este artículo se publicó en · La Escuela de traductores de Toledo Nz'casio Salvador Miguel esde que la din'astía abba-sí ocupa el poder (750), el califato de Bagdad se con-vierte

N. Salvador Miguel,

“La Escuela de traductores de Toledo”

Este artículo se publicó en

Pabellón de España, núm. -3 (20 de enero de 1992),

pp. 44-47.

Page 2: Este artículo se publicó en · La Escuela de traductores de Toledo Nz'casio Salvador Miguel esde que la din'astía abba-sí ocupa el poder (750), el califato de Bagdad se con-vierte

' EL LEGADO DEL TIEMPO

La Escuela detraductores deToledoNz'casio Salvador Miguel

esde que la din'astía abba-sí ocupa el poder (750), elcalifato de Bagdad se con-vierte en un centro de re-cepción y traducción delos conocinu'entos científi-

cos y filosóficos provenientes de la In-dia, Persia, Biz'ancio y la antigua Gre-cia, que los árabes reelaboran y enri-quecen con aportaciones propias. Apartir del rem'ado de ‘Abd al-Rahma"n II(822-852), empieza a cundir' en la Es-paña musulmana el in'tere's por esos sa-beres, que se in’crementa a lo largo delSig'lo X, al m'staurarse en Córdoba elcalif’ato omeya, de modo que al-Anda-lus se erig'e en el centro intelectual deOriente. Por tales causas, se explicaque, ya a fines de esa centuria, dentrode la Marca Hisparu’ca, cuya culturadestaca entonces sobre el resto de Eu-ropa como consencuencia de la inmi-gración árabe, se traduzcan diversostratados arabes sobre el astrolabio enel monasterio de Ripoll. Asumsmo,Gerberto de Aurill'ac, que alcanzaríalue o el solio pontifi'cio con el nombrede il‘vestre Il, visita Córdoba a fin dein'struirse («causa soplu'ae»), segun’ elhistoriador contemporaneo Ademar deChabannes, posiblemente aprovechan-do los años de su estadía de aprendiza-je (967-970) junto al obispo de Vic, alque le había recomendado el condebarcelonés Borrell ll, quien mantenía«estrechas relaciones» con al-Adlus,segun' destacó R. Menéndez Pidal. Así,desde la Marca Hispánica y «a trave’sdel eje del Ródano (...), llegaron a Lo-rena y Alemania (Reichenau) las pri—nu'c)ias de la ciencia oriental» (J. Ver-net .

Mas, cuando en 1031 se derrumbael calif'ato omeya, la actividad culturalse desplaza a varios de los reinos detaifas surgidos de la disgregación, des-

tacando Sevilla, Zaragoza, Valencia yToledo. Concretamente, cl rcyczuelotoledano al-Ma’mun, con deseos deemular a su homónimo oriental del si-glo IX, apoyará a un grupo de sabios(lbn Burgu_t_, Alí b. Jalaf y Azarquiel)que, en torno al cadí lbn Sa_’id (1029-107O), se ocupará de medicina, astro-norru’a y botánica, amén de desarrollar«nuevos instrumentos de observación»(Vernet), para lo que contaban con eX-celentes bibliotecas, entre cuyos fon-dos se hallaban restos im‘portantes dela que había pertenecido al califa al-Hakam Il.

Así las cosas, cuando, en mayo de1085, Alfonso VI entra en Toledo, esmuy probable que, aun acuciado porprioridades políticas y militares, no lepasara m'advertida la ebullición m'telec-tual de la ciudad, en la que, desde esemomento, van a integrarse castellanos,leoneses y gallegos; la población autóc-tona (árabes, judíos y moza’rabes),que, pese a su diversidad e’tm’ca y reli-giosa, coincidía en una arabización cul-tural; y grupos de francos, ya que elmonarca castellano-leonés persigueuna europeización de su reino, deacuerdo con los patrones franceses en-tonces dominantes, de donde provienela reforma del clero, del monacato, dela liturgia o de la escritura. Consecuen-cia inmediata de tales preferencias esel nombranu'ento del cluniacense fran-ce’s Bernardo de Se'dirac como primerarzobispo del Toledo recién conquista-do, el 18 de diciembre de 1086.

La actividad traductoria de Toledo

Entre otras actividc'ides, Bernardologró atraer hacia España a jóvenesclérigos franceses bien ilustrados («iu-venes dociles et litteratos»), los cualesocuparon diversas sedes episcopales.Entre los mismos se encontraba donRaimundo, natural de Salvetat (Gascu—ña), quien en l 109 accedio' al obispadode Osma, pasando a suceder a Bernar-do, como arzobispo de Toledo y prima—do de Iu‘span‘a, desde 1125 hasta sumuerte, en l 51.

Durante el gobierno de don Rai-mundo, Toledo, aprovecltando cl factor

material (libros y bibliotecas) y huma-no (concurrencia de sabios peninsula-res y foráneos), deviene en un foco denotabili'sima actividad traductoria, don-de se suceden las versiones del árabe,al latín y, en mucho menor num’ero, dela’rabe al hebreo. Tal labor fue la que J.A. Jourdain, en un libro de 1843, deno-Irun'ó Colegio de traductores toledo-nos, si bien el te’rmin'o escuela se im-puso de inm'ediato, mientras se in'sti-tuía a don Raimundo como sufundador, apreciación repetida por mu-chos hasta nuestros días.

Estos asertos hay que situarlos,con todo, en la categoria de z'de’esregues, pues, en la buena compani“a deSánchez Albornoz y Juan Vernet, seme hace del todo improcedente hablarde una escuela, ya que ésta exige, porun lado, maestros y enseñanzas comu-nes y, por otro, normas, pautas y dir'ec-trices que afecten al conjunto de losintegrantes y conduzcan a unos resul-tados snni'lares. No tenemos constan-cia, sin embargo, de que estos presu-puestos se cumplieran en la ciudad to-ledana, donde, más bien, existierongrupos o equipos traductorios queaprovecharon, como en otros lugares(Barcelona, Tarazona, Pamplona), aun-que con mayor eficacia, las c1r'cunstan-cias socioculturales y el apoyo del ar-zobispo. No pudo don Raimundo, enefecto, crear una escuela que no exis-tió como tal, pues, mientras Alfonso X,siglo y pico después, no sólo seleccio-naba las materias a tratar sm'o que or-gaiu'zaba y distribuia el trabajo entresus colaboradores e incluso realizabauna nivelación personal del lenguaje,Raimundo no pasa de ser un mentor,cuya labor se reduce a la ayuda, al pa-trocinio y al mecenazgo de varios tra-ductores. En suma, lo que cabe esta-blecer como seguro es que, durante el

W

Nncasuo Salvador Miguel es doctor en Filología Románlca. con premio extraordinario, por Ia Universrdad Complutense de Madrid, en la que es catedrático de Literaturamedieval espanola y director del Departamento de Filología Españo|a II. Conferencuante en umversudades de todo el mundo. ha sido catedrático VISItante en las de Tou-louse, Los Angeles, Berkeley y Harvard. Entre mas de un centenar de publlcaCIones, destacan sus edICIones del LIbe de buen amor, Cano/onero de Estu'n'iga y Looresde Nuestra Señora. de Berceo, tunto a sus IIbrOS Teatro medieval El mester de c/ereCIa y La poesra cano/onenl.—_.—_——————_———

PAE? LLON DE ESPANA44

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PABELLON DE ESPANA 45

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ÑI———’ELLEGADO DEI. TIEMPO

a_rzobispado de don Raim'undo, se 1m"-c1ó en Toledo una amph'a actividad tra-ductoria que gozó de su apoyo y queV1n'o fac1Í1"tada por el ambiente espec1f1’-co que en Toledo concurría.

Por supuesto, si no cabe hablar deuna escuela propiamente dicha, huelgala pretensión de establecer períodos,segun’ algunos estudiosos han intenta-do, aunque sí debe precisarse que tallabor traductoria, lejos de cem”'rse a laetapa de don Raimundo, tiene una con-tin'uidad con sus sucesores, especial-mente con Don Juan (1151-1166), y seprolonga hasta prin'cipios del srg'lo XIII,si bien muy amenguada desde la déca-da de 1180, en que muere Gerardo deCremona.

Los traductores y la técnica detraducción

Como, frente a la anonirru'a de lostraductores y el Silencio sobre la auto-ría de los escritores trasladados, carac-terísticas habituales antes del siglo XII,los incipits y colofones nos transnu'tenahora no pocas noticias, conocemos nosólo la labor sino el nombre de los másdestacados.

Así, en la etapa raim'undiana sobre-salen Dorru'nicus Gundisalvus (Dorru'n-go Gonzalez), arcediano de Segovia eirn'pulsor del grupo mas cercano al ar-zobispo, cuya vida llega a una fechacercana a 1181; y Juan de Sevilla, per-sonaje de identidad discutida (se le haconsiderado homónim'o de Juan Hispa—no, Juan de Toledo y Avendauth), deorigen judío y, en cualquier caso, «elin'telectual ma’s irn'portante del sigloXII» (Vernet). Junto a ambos, cuyotrabajo en colaboración se encuentraatestiguado, destacó Herman el Dalma-ta (fl. 1138-1143), y acaso Adelardo deBath, que parece haber sido el prim'erextranjero en acudir a Toledo entre1126 y 1129. En los años inmediata-mente posteriores, la figura mas repre-sentativa es Gerardo de Cremona(1114-1187), a quien se une Daru'el deMorley, cuya llegada a la ciudad del T —jo se data alrededor del año 1167. Peroau'n, entre fines del XII y principios delXIII, sobresalen personajes como Alfre-do de Sareshel, Miguel Scoto y Marcosde Toledo; y todavía entre 1240 y 1256realiza traducciones Herman el Ale-ma’n, quien. al colaborar luego con Al-fonso X. constituye, en cierta medida,

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una especie de puente entre la viejatradición traductoria y la nueva empre-sa cultural que dirigirá y amparara' elRey Sabio.

Uno de los pilares cn que se hansustentado muchos estudiosos paradefinir la actividad traductoria toleda-na como una escuela seus“ strícto esla hipotética existencia de un métodode trabajo común a la hora de trasladaral latin” los textos árabes. Así, desdemediados del siglo XIX, viene repitien-dose un pasaje del prólogo a la versiónque Dorru'ru'cus Gundisalvus y Juan de.Sevilla realizaron de la obra De (wzz’rr’za,de Avicena, en el que se dice que Juanpasaba el texto a’rabe, oralmente y demodo literal, al romance, de donde Do-nung'o lo vertía al latin’. Puesto que,consta el origen judío de Juan de Sevi-lla y se sabe que, en 1263, «se traducede modo semejante a Azarquiel» (G.Menéndez Pidal), se ha deducido quela colaboración entre un judío que po-ru'a el origm'al en lengua vulgar y uncristlano que lo trasladaba al latín, conel literalismo como base, constituyó «elSistema general» de las traduccionestoledanas y, para alguno, in'cluso el me-todo «generalmente seguido en laEdad Media por los traductores delarabe» (R. Menendez Pidal).

De nuevo, sin embargo, me veoobligado a señalar que hay que poneren cuarentena esta opinión tan genera-h'zada, porque, con escasísln'ias excep-ciones, carecemos de monografías enque se hayan enfrentado y comparadolos textos latin'os con los originales a’ra-bes y, en muchos casos, resulta imposi-ble identificar los manuscritos arabesde que partieron los traductores tole-danos. Puede hasta señalarse algúnejemplo concreto que desmiente elpretendido literalismo, como sucedecon Juan de Sevilla, quien omite, resu-me o edulcora pasajes que no le pare-cen convenientes desde su perspectivacristiana. Por otro lado, estas versionespresentan algunos rasgos comunes atodo proceso de traducción, desde loserrores derivados de una mala lecturadel original a los problemas planteadospor la inexistencia de algún termino enla lengua a que se trasladaba o por elinsuficiente conocimiento de, la culturaarabe por parte de los traductores.

La aportación cultural

Si parece obvio, a tenor de cuantoqueda apuntado, que deben sometersea revisión bastantes de los conceptosheredados sobre la denomimula Es("ue/(1 (¡e frudm‘lmws de ’Ib/edo, es in-eontestable, sin embargo, la riquisinutaportacion cultural que para toda Eu-ropa significó la labor de Versiones quese desarrollo en Toledo desde la epocaraiuuuullana, bien de textos arabes,bien (le obras griegas previamentetrasludmlas al arabe y sometidas porlos esl udiosos musulmanes a minucio»sos [n‘ocesos de <x\*plan¿u'io'n y amilisis.lla lllosol'ia, por un lado, y las (11'\,v(\I-S¿IS

ciencias, por otro, se beneficiaron deesa actividad traductoria, aunque conuna enorme ventaja en lo que atañe alas segundas.

Así, por lo que a la filosofía respec-ta, llldCIK‘IldlGIIÍCIUE‘HÍP. de algunasobras originales, los traslados, amén dedar a conocer producciones de Aristó-teles o a e’l atribuidas, se concentraronen unos pocos pensadores musulma-nes, como Avicena y Algacel, vertidospor Juan de Sevilla, mientras que al-Fa‘ra‘bi fue traducido por Juan de Sevi-lla y, de, modo más completo, por Ge-rardo de Cremona.

Las aportaciones científicas, sinembargo, fueron más amplias y varia-das, centrándose en obras de matemá-ticas, astronomía y astrología, óptica ymedicina. En matemática, por caso,Adelardo de Bath facilitó la primeratraducción completa de los Elementosde Euclides, de la que llegó a realizartres versiones, mientras que, deceniosmas tarde, volvia a trasladarla Gerardode Cremona; y posiblemente el nu'smoBath, aunque también se atribuye aJuan de Sevilla, tradujo el De numerotazd/orzun, de al-JwarizmT, texto que,junto con el Liber algorismz', contri-buyó a difundir en Europa la numera-ción arabe. En cuanto a la astrononu'a,Bath vertió unas tablas astronónu'casque permitían calcular las efemérides;Juan de Sevilla dio a conocer una im'—portante obra cosmogra’fica de al-Farga‘nï, traducida asun'ismo por Ge-rardo de Cremona, quien también tras-ladó el De coclo de Aristóteles, lasTabulae {o/Íetavz‘ae de AZ'arquiel, a tra-ve's de las que penetraron en Occiden-te conocin’u'entos de. trigonometria, yvarios libros, cuyo contem‘do oscflabaentre la geometría y la astrononu’a(Euclides, Teodosio, Autólico, Arquí-medes, Aristarco, Hípsicles, Menelao).Por lo que atañe a la astrología, se ver-tieron unas cuantas obras que se ocu-paban de aspectos relacionados con laastrología horaria y sus variantes: Juande Sevilla, por ejemplo, tradujo un re-sumen del Tetrabz'blos de Ptolomeo,con el comentario de lbn al-Daya, y elCewn‘loquium de Battani, n‘u‘entrasque, en colaboración con Gundisalvus,trasladó varias obras de ltlasálla‘h. Enel campo de la óptica, Bath puso en la-tín la Optica de Euclides, y (x‘erardo de(Zremona la obra de lbn al-Haytam. AGerardo se debe, asimismo, la versiónde textos medicos y Í'zirmatrológieos

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EL LEGADO DEL TIEMPO

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