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Espíritu en la Iglesia de Oriente JESÚS CASTELLANO CERVERA "Rey celestial Consolador, Espíritu de la verdad, que estás en todo lugar y llenas el universo, Tesoro de bienes y Dador de vida, ven a habitar en nosotros, puri/icanos de toda mancha, y salva, Tú que eres bueno, nuestras almas." @llvocación inicial al 'Espíritu Santo en la liturgia bizantina.) Empezar un discurso sobre el Espíritu Santo con una ora- ción es una opción metodológica. Si en Occidente la pneumato- logía puede parecer todavía especulación, en Oriente es "teog- nosis", conocimiento sapiencial de una teología contemplativa, orante, hecha en "sinergía" con el mismo Espíritu de quien se habla. Si la teología del Espíritu, incluso en los documentos con- ciliares, ha sugerido al P. Congar la imagen de un puñado de azúcar que se espolvorea sobre un bizcocho, una especie de aña- didura en Occidente, en Oriente es más bien la levadura que da cuerpo y sabor a toda la teología, desde la creación hasta la es- catología 1. El Espíritu es sujeto, objeto y método de la teología, considerada unitariamente como "theorÍa" o contemplación teo- 1 Una slntesis equilibrada sobre el Espíritu en la teología ortodoxa actual en J. MEYENDORFF, Initiation a la théologie bizantine, Cerf, Paris, 1975, pp. 225-238. Interesante desde varios puntos de vista la colección de ensayos de E. TIMIADIS, La pneumatologia ortodoxa, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1978. Dificil y discutible la gran obra de S. BOULGAKOV, Il Paraelito, Ed. Dehoniane, Bologna, 1971. REVISTA DE 'EsPIRITUALIDAD, 42 (1983), 119-150

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Page 1: Espíritu en la Iglesia de OrienteLa fuerza de esta visión transformadora y moderna del Espú'itu Santo la anunció como profecía para nuestros tiempos en Upssala, en 1968, el entonces

Espíritu en la Iglesia de Oriente

JESÚS CASTELLANO CERVERA

"Rey celestial Consolador, Espíritu de la verdad, que estás en todo lugar y llenas el universo, Tesoro de bienes y Dador de vida, ven a habitar en nosotros, puri/icanos de toda mancha, y salva, Tú que eres bueno, nuestras almas."

@llvocación inicial al 'Espíritu Santo en la liturgia bizantina.)

Empezar un discurso sobre el Espíritu Santo con una ora­ción es una opción metodológica. Si en Occidente la pneumato­logía puede parecer todavía especulación, en Oriente es "teog­nosis", conocimiento sapiencial de una teología contemplativa, orante, hecha en "sinergía" con el mismo Espíritu de quien se habla. Si la teología del Espíritu, incluso en los documentos con­ciliares, ha sugerido al P. Congar la imagen de un puñado de azúcar que se espolvorea sobre un bizcocho, una especie de aña­didura en Occidente, en Oriente es más bien la levadura que da cuerpo y sabor a toda la teología, desde la creación hasta la es­catología 1. El Espíritu es sujeto, objeto y método de la teología, considerada unitariamente como "theorÍa" o contemplación teo-

1 Una slntesis equilibrada sobre el Espíritu en la teología ortodoxa actual en J. MEYENDORFF, Initiation a la théologie bizantine, Cerf, Paris, 1975, pp. 225-238. Interesante desde varios puntos de vista la colección de ensayos de E. TIMIADIS,

La pneumatologia ortodoxa, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1978. Dificil y discutible la gran obra de S. BOULGAKOV, Il Paraelito, Ed. Dehoniane, Bologna, 1971.

REVISTA DE 'EsPIRITUALIDAD, 42 (1983), 119-150

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lógica orante, liturgia mistagógica (experiencia sacramental), vi­vencia totalitaria. El campo de exposición anunciado por el título es tan amplio como la historia de la teología oriental, tan denso como la experiencia y celebración del Santo Pneuma, tan rico como la liturgia y la espiritualidad de las Iglesias de Oriente, mosaico de tradiciones diversas. Un mínimo de modestia y rea­lismo me ha impuesto la necesidad de hablar de "fragmentos" y de adoptar en este tema una serie de opciones metodológicas.

1.a No vaya hacer una invesügadón exhaustiva. Recojo apuntes de lecturas hechas en los últimos diez años. Recuerdo con gratitud cuanto he recibido de la Iglesia ortodoxa, desde 1970. La lectura de sus teólogos ha sido para mí motivo de gozo espiritual y enriquecimiento en la fe. Me refiero sobre todo a una serie de teólogos modernos que representan la corriente "neopa­trística", una lectura fiel y actualizada de los Padres griegos, especialmente de Juan Crisóstomo, Gregorio Nacianceno, Basilio Magno, hasta Simeón el Nuevo Teólogo. Representan la tradi­ción bizantina, actualizada por la corriente eslava, tan fecunda en su especulación, providencial en la trasmisión de las riquezas de Oriente a la teología occidental de nuestros días 2.

2.a Hago una selección de temas. Propongo esa docena de cosas que más me han llamado la atención en la pneumatología ortodoxa, a veces en abierta polémica contra la teología occiden­tal. Las pongo bajo el denominador común de "experiencia del Espíritu"; las agrupo en torno a tres ejes rfundamentales, que son la teología, la liturgia y la vida espiritual. Comprendo que es como un rasguño en una roca, pero lo intento con el deseo de invitar a un conocimiento más profundo de la ortodoxia. La li­teratura teológica española, tan atenta y acomplejada ante la especulación protestante, está ayuna en textos y trabajos sobre teología, liturgia y espiritualidad orientales. Cuando se respira sólo con un pulmón se corre el riesgo de asfixia o al menos de raquitismo. Y Juan Pablo 11 ha recordado que tenemos que res­pirar con los dos pulmones de la Iglesia "de Oriente y de Oc­cidente" .

De entrada, quisiera advertir que estas páginas no estudian fósiles teológicos. Hay que superar la visión romántica de Oriente

2 Una presentaci6n de los te6logos de la tradici6n neopatrlstica en P. EVDOKIMOV,

Cristo nel pensiero russo, Citta Nuova, Roma, 1972, pp. 192·211.

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con su pátina de antigüedad, para recordar que se trata de una realidad viva, con profunda influencia en el campo teológico en ciertas áreas culturales, especialmente Francia, Inglaterra, Ale­mania y Estados Unidos. Con un influjo del que se ha beneficiado la misma Iglesia católica en este preciso campo de la pneumato­logía; con figuras espirituales de la altura de Atenágoras, del me­tropolita A. Bloom o del discípulo de Silvano del Monte Athos, el archimandrita Sofronio. Cuenta con teólogos de la clarividen­cia y modernidad de N. Nissiotis, C. Yannaras, I. Hazim y, sobre todo, O. Clément, uno de los testigos más escuchados por la juventud cristiana en Francia 3.

De esta realidad viva hablo en estos fragmentos sobre el Es­píritu Santo, invocado como "bueno y vivificante" en la liturgia, presente misteriosamente en un monaquismo reprimido, en unas iglesias minoritarias perseguidas que con la celebración litúrgica y la oración de Jesús "respiran Espíritu Santo" para la vida del mundo. La fuerza de esta visión transformadora y moderna del Espú'itu Santo la anunció como profecía para nuestros tiempos en Upssala, en 1968, el entonces Obispo l. Hazim, hoy su Bea­titud I'gnacio IV, Patriarca de Antioquía, con un texto de anto­logía en el que se funde la sabiduría patrística y modernidad de la antropología y de la salvación en dimensión cósmica: "¡Cómo nos podremos apropiar hoy el acontecimiento pascual, acaecido una vez para siempre? Por medio de aquel que desde el principio es su artífice ,y lo será en la plenitud de los tiempos: El Espíritu Santo. El es personalmente la Novedad que opera en el mundo. El es la Presencia del Dios-con-nosotros, "unido a nuestro Es­píritu" (Rom 8,16); sin él, Dios está lejos, Cristo permanece en el pasado, el Evangelio es letra muerta, la Iglesia una simple or­ganización, la autoridad un dominio, la misión pura propaganda, el culto una evocación y el obrar cristiano una moral de escla­vos. Pero en El, y en una indisociable sinergía, el cosmos es levantado y gime en el parto del Reino, el hombre lucha contra "la carne", Cristo Resucitado está aquí, el Evangelio es potencia de vida, la Iglesia significa la comunión trinitaria, la autoridad es un servicio liberador, la misión un Pentecostés, la Liturgia es

3 Una buena bibIlografla que recoge lo mejor de la teologla ortodoxa, con pocos tltulos en lengua castellana, en JAVIER MARTfN DE LUCAS, Espiritualidad de las igle­sias orientales. Fichero de materias, en «Comunidades», n. 32, enero-marzo 1981, páginas especiales. Me serviré de las obras de ilustres teólogos ortodoxos, publica­das sobre todo en francés y en italiano. Traduzco los textos.

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memorial y anticipación; y el obrar humano queda deificado. El Espíritu Santo realiza la ParusÍa en una epíclesis sacramental y místicamente realista, da la vida, habla por medio de los Pro­fetas, restablece cada cosa en el Diálogo, coloca todo en la co­munión a través de su efusión, arrastra hacia la segunda venida. El "Es Señor y da la vida". Por medio de Ella Iglesia y el mun­do invocan con todo su ser: "Ven, Señor Jesús" (Ap. 22,17-20). Esta energía del Espíritu Santo introduce en nuestro mundo ho­rizontal un dinamismo nuevo que es a la vez totalmente distinto y completamente interior" 4.

Esta página de un obispo ortodoxo con su estilo dialéctico y contemplativo, con sus intraducibles grecismos, nos ayuda a fran­quear la puerta del misterio de Aquel que es indecible y se dice a través de todo, que está escondido y es la manifestación del Padre y de Cristo, que nos lleva con el soplo vivificante de su acción sobrenatural y es llevado por aquellos que en la Iglesia son "pneumatóforos", portadores del Espíritu.

l. CENTELLAS DE LUZ EN UNA TEOLOGÍA DIALÉCTICA

DEL ESPÍRITU

P. Florenskij, teólogo ruso muerto en un campo de concen­tración después de haber sido honrado por los soviéticos como un gran científico, en una de las maravillosas Cartas quecom­ponen su obra cumbre, ha escrito a propósito del Espíritu San­to: "Acerca del Espíritu Santo se discute y se hacen afirmacio­nes diferentes, pero todas tienen un carácter formal y esquemá­tico, todas se distinguen de las correspondientes afirmaciones acerca del Hijo y del Padre como un diseño a lápiz de un cuadro se distingue de la tela terminada a colores" 5. No es, pues, ex­traño que muchas afirmaciones tengan una cierta carga provi­sional y dialéctica en la que se logran entrever algunas centellas de luz en este conocimiento apofático.

, Publicado con otros estudios en 1. HAZIM, La Resurrezione e l'uomo d'oggi, Ave, Roma, 1970, pp. 25·26.

5 PAVEL FLoRENSRIJ, La colonna ed il fondamento della veritll, Rusconi, Roma, 1974, pp. 151-188; texto citado en p. 160.

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1. Kénosis y plenitud del Espíritu

Los teólogos ortodoxos hablan de una kénosis del Espíritu. En Cristo su kénosis consiste en la Encarnación con todas sus consecuencias, pero la unión de las dos naturalezas en la perso­na del Verbo favorece una revelación autónoma, personal y un discurso eficaz. La kénosis del Espíritu consiste en su misión de revelar plenamente a Cristo y perfeccionar la economía de la salvación en las personas de los cristianos. Esfuma un discurso serio y prolongado sobre su persona que se revela y actúa en Cristo, en María, en la Iglesia, en los cristianos. Se puede hablar más de su acción que de El mismo; mejor de sus símbolos que del misterio personal de Santo Pneuma.

Escribe V. Lossk,y: "El Espíritu Santo se comunica a las personas, marcando cada Iniembro de la Iglesia con el sello de una relación personal y única con la Trinidad, haciéndose pre­sente en cada persona. ¿Cómo? Aquí se esconde un misterio: el misterio de la kénosis del Espíritu Santo que viene a este mun­do. Sien la kénosis del Hijo la persona se nos ha manifestado mientras permanecía oculta la divinidad bajo las semblanzas del siervo, el Espíritu Santo con su venida manifiesta la naturaleza común de la Trinidad, pero deja que su persona sea disimulada bajo la divinidad. Permanece no revelado, escondido, por así de­cirlo por el mismo don, para que el don que El comunica sea plenamente nuestro, hecho propio en nuestras personas" 6. Y J. Meyendorff aclara el pensamiento recurriendo a un texto de San Basilio que involucra en esta reflexión: "El ser personal del Espíritu permanece escondido Inistéricamente aun cuando sea él el que actúa en cada gran etapa de la acción divina: creación, redención, cumplimiento final. Su [unción no es la de revelarse a sí mismo, sino la de revelar al Hijo "por el que todo ha sido hecho" y que es también conocido personalmente en su huma­nidad como Jesucristo. "Es imposible -escribe San Basilio­dar una definición precisa del Espíritu Santo en cuanto hypós­tasis -persona- y hemos de resistir simplemente a los errores que a este propósito surgen desde diversas partes." La existencia

6 V. LOSSKY, La teologia mistica della Chiesa di Oriente, Il Mullno, BOlogna, 1967, pp. 149-165, capítulo central sobre la economía del Espíritu Santo; palabras citadas en pp. 152-153.

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personal del Espíritu Santo permanece así un misterio. Es una existencia "kenótica" cuya finalidad 'consiste en manifestar el Reino del Lagos en la creación y en la historia de salvación" 7.

Estas reflexiones profundas apuntan directamente al misterio de las personas en la Iglesia en las que el Espíritu se ha anonadado, escondido, como brasa vivificante, como Hama de amor que pone en comunión y salvaguarda la personalidad irrepetible de cada uno con su misión y sus carismas en la Iglesia, como se verá más adelante.

El carácter escondido, kenótico, del Espíritu tiene como con­trapartida su absoluta plenitud; todo lo nena, está presente en todas partes, encierra en sí los extremos de la historia, desde la creación hasta la Parusía. Plenitud de acción, de carismas, de vida en abundancia. Tan difícil de hablar de él como Persona y tan fluido el discurso sobre su acción, como un esfuerzo por decir lo indecible; continuo recurso a los símbolos para compo­ner una inmensa letanía de evocaciones de su plenitud 8. Pero en la abundancia del discurso -posible sólo en dimensión litúr­gica y contemplativa, pues escapa a la especulación-, el sentido de aproximación, el deseo de romper el muro de la incognosci­bilidad de la persona. Dice O. Clément, tras haber enumerado la múltiple acción del Espíritu en la historia de la salvación: "El Espíritu es ya definitivamente el Dios secreto, el Dios interior que nos llega del centro de los centros, no un rostro, sino el re­velador de los rostros, no una santa Faz, sino santidad de cada semblanza humana, un Dios que se borra en la existencia pro­piamente personal del hombre para comunicar al hombre, para que verdaderamente se las apropie, la vida y la luz ... De tal for­ma el Espíritu que no tiene un nombre propio porque, como nota Santo Tomás de Aquino, Dios todo entero es Santo, todo El es Espíritu, recibe de algún modo en la apertura de los seres y de las cosas todos sus nombres: "llama de las cosas", icono de los rostros, "zarza ardiente" del árbol de la 'Vida, sacudido por el gran viento de Dios: "El deseo universal, el -gemido de todos te anhela / Todo cuanto existe te ora / y hacia ti todo ser que sepa leer en tu universo / eleva un himno de silencio ... Tú po-

7 J. MEYENDORFF, O. C., p. 226. • En su reciente, interesante obra acerca del Espíritu Santo en la liturgia,

S. RINAUDO, recoge una vasta letanía de nombres atribuidos al Espiritu Santo; cfr. La liturgia, epi/ania dello Spirito, Ldc, Torino, 1980, pp. 331-333.

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sees todos los nombres / ¿cómo te llamaré yo? / Tú, el sólo que nombrar no se puede" (Gregorio Nacianceno) 9.

En esta terrible inefabilidad se multiplican sus nombres, se cantan sus cualidades, se pregonan sus obras con dimensiones de auténtica plenitud y dinamismo. Tendremos ocasión de com­probarlo en algunos textos antológicos. Puede bastar por ahora este juego de imágenes cósmicas que recuerda O. Clément: "La presencia del Espíritu Santo se expresa en la Biblia con imágenes de movimiento: alzar el vuelo, brotar como fuente; es el viento, la llama, el agua, la paloma; movimiento que nos mueve hacia el Hijo y a través de El hacia el Padre ... Pero la venida del Es­píritu se expresa también en imágenes de plenitud, de paz, de reposo: planear, irradiación, acción cuasi femenina de presencia, nube, morada ... " 10. Las múltiples expresiones de la liturgia y de la predicación de los Padres componen un discurso poético y plenario del Espíritu que se ha hecho silencio activo, llama escondida de los seres para ser luz que revela a Cristo y en cada hombre revela su misterio. Es la kénosis personal del Espíritu que encierra un misterio de plenitud.

2. El Espíritu de Pentecostés: comunión y distinción de las per­sonas en la Iglesia

La pneumatología ortodoxa empieza a desvelar su originali­dad y su polémica cuando trata de explicar sus relaciones con la cristología. De V. Lossky a O. Clément el acontecimiento de Pentecostés se presenta como la gran manifestación del Espíritu a la cual queda supeditada toda la economía de Cristo. Es una forma de equilibrar la balanza entre cristología y pneumatología. Si el Espíritu está al servicio del misterio de Cristo, la economía cristológica es una preparación para la obra del Espíritu. De este hecho pentecostal se desprenden precisas consecuencias para la ec1esiología y para la antropología cristiana, finamente intuidas y expresadas por Lossky y sus discípulos. En el fondo, la espi­nosa cuestión del "Filio que" , que abordaré en el punto siguiente.

Escribe el insigne teólogo: "Pentecostés no es una 'continua-

9 O. CLEMENT, Il volto interiore, Jaca Book, Milano, 1978, pp. 68-69; dedica en esta colección de ensayos unas páginas penetrantes, a modo de notas dispersas, al misterio del Espíritu; cfr. pp. 66-89.

10 O. CLEMENT, O. c., p. 71; cfr. LOSSKY, o. c., pp. 155-156.

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ción' de la encarnación, es su fase sucesiva, la consecuencia: la creación se ha hecho apta para recibir el Espíritu Santo y él des­ciende sobre el mundo, llena con su presencia la Iglesia rescatada, lavada, purificada por la sangre de Cristo. Se puede decir en un cierto sentido, que la obra de Cristo preparaba la del Espíritu ... Pentecostés aparece como el objetivo, la ·finalidad última de la economía divina sobre la tierra. Cristo vuelve al Padre para que descienda el Espíritu" 11. Evdokimov ilustra las bases patrísticas de esta intuición con una referencia común al Padre: "Los Pa­dres ven la reciprocidad entre las dos economías (la del Hijo y la del Espíritu) y su mutuo servicio; pero Pentecostés no es una simple consecuencia de la Encarnación; posee por sí mismo todo su valor, ya que es e! segundo acto de! Padre ... Sin disminuir en absoluto la misión propia de Cristo y el lugar central que ocupa la cristología en la historia de la salvación, la visión de los Padres precisa el orden progresivo de los acontecimientos, mues­tra al Hijo y al Espíritu Santo, cada cual en su propia grande­za" 12,

Este marcado equilibrio entre las dos economías, con una referencia común al principio monárquico del Padre, tiene am­plias consecuencias en la teología ,yen la antropología cristiana, al menos según las acentuaciones de Lossky que siguen muchos ortodoxos actuales.

Ante todo, la afirmación lógica que la Iglesia es la continua­ción del acontecimiento de Pentecostés, un Pentecostés continua­do. Como punto de convergencia de las dos economías, la Iglesia aparece fundamentalmente con estas características: "La Iglesia es a la vez el Cuerpo de Cristo y la plenitud del Espíritu Santo. La unidad del Cuerpo se refiere a la naturaleza, que resulta como un "único hombre" en Cristo; la plenitud del Espíritu se refiere a las personas, a la multiplicidad de las hipóstasis humanas, cada una de las cuales representa un todo, y no sólo una parte. Así el hombre será al mismo tiempo una parte, un miembro del Cuer­po de Cristo por naturaleza; pero será tambien, en cuanto per-

11 V. LoSSKY, o. e., p. 152. Repiten la tesis de Lossky, con sus mismas palabras, P. Evdokimov, O. Clément, J. Meyendorff y otros.

12 P. EvnOKIMOV, La novita dello Spirito, Ancora, Milano, 1979, pp. 269·270; estas afirmaciones pertenecen al artículo Panagion et Panagia sobre el Espíritu Santo y la Virgen María, páginas redactadas poco antes de morir, el 15 de septiembre de 1970. Idénticas afirmaciones en varios de sus libros sobre el tema, especial­mente en su monumental síntesis L'Ortodossia, I! MulillO, Bologna, 1965, pp. 205-211; Y en ·el libro sobre el Espíritu Santo: Lo Spirito Santo nella tradizione orto­dossa, E. Paolina, Roma, 1971.

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sona, un ser que contiene en sí todo. El Espíritu Santo que reposa como unción real sobre la humanidad de Cristo Cabeza de la Iglesia,comunicándose con cada uno de los miembros de aquel Cuerpo, crea, por decirlo así, muchos Cristos, muchos ungidos del Señor: personas en vías de deificación junto a la Persona divina. Ya que la Iglesia es obra de Cristo y del Espíritu, la ecle­siología tiene un doble fundamento: está radicada a la vez en la cristología y en la pneumatología" 13.

El paso obligado para formar parte de este Cuerpo y recibir con el Espíritu Santo la plena inserción en esía comunión ecle­sial, son los sacramentos de la iniciación cristiana. Bautismo en el Espíritu Santo y confirmación, como renovación del aconteci­miento salvífica y eclesial de Pentecostés, son los dos sacramen­tos que la Iglesia de Oriente confiere en un único acto, incluso a los niños recién nacidos; la unción es el sacramento de la efu­sión del Espíritu: "El Espíritu que descendía sobre los discípulos en lenguas de fuego, desciende ahora invisiblemente sobre los bautizados con el sacramento de la santa unción" 14.

y en esta perspectiva, el misterio de las lenguas de fuego que se posaron sobre cada uno de los apóstoles resulta el símbolo externo de una realidad fundamental de la vida cristiana: la co­munión en el mismo Espíritu, en el mismo Cuerpo, en la misma Iglesia, la irrepetible personalidad de cada bautizado que posee en plenitud la vida divina. Aquí despliega Lossky sus mejores cualidades de teólogo intuitivo y original. Escribe: "El Espíritu Santo ha aparecido bajo forma de lenguas de fuego separadas las unas de las otras y se posaron sobre cada uno de los que allí estaban, sobre cada uno de los miembros del Cuerpo de Cristo. N o se trata ,ya de una comunicación del Espíritu a la Iglesia en cuanto Cuerpo ... El Espíritu Santo se comunica a las personas marcando cada miembro de la Iglesia con el sello de una rela­ción personal y única con la Trinidad" 15. La comunión en la Iglesia recibe así, casi con una cierta dialéctica, el reflejo trini­tario de la diversidad de las personas, salvaguardando la liber­tad y la personalidad de cada ,cristiano, en la obra santificadora del Espíritu. Comenta Evdokimov: "En la unidad del Cuerpo cada miembro tiene su propio rostro ("estamos fundidos en un

13 V. LoSSKY, o. e., pp. 167 Y ss. " lb., p. 162. 15 lb., p. 160.

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solo cuerpo, pero divididos en personalidades", afirma Cirilo Alejandrino). El Espíritu diversifica al interno de la unidad en Cristo, y en la oración de la Iglesia cada miembro del Cuerpo es recordado con su propio y único nombre" 16. El pensamiento de Lossky ha sido aceptado por O. Clément con fórmulas como esta: "Si nosotros somos un sólo Hombre en Cristo, purificados y unificados por su misma sangre, cada uno de nosotros es una Persona incomparable en el Espíritu Santo. El día de Pentecostés, y a partir de entonoes siempre, las llamas del Espíritu se dividen y cada una ilumina una interioridad irreductible, asume una li­bertad, afirma una vocación, crea una existencia personal. Ser una persona es afirmar dentro de y al servicio de la comunión una novedad sin precedentes" 17. La Iglesia es esa maravillosa comunión en la que cada miembro se ilumina como un rostro irrepetible y transfigurado por la llama interior del Espíritu que salvaguarda su unidad irrepetible, su carisma y su misión.

Esta visión de la Iglesia y de los cristianos tiene en el fondo un principio polémico que se remonta a la negación de la pro­cesión del Espíritu Santo del Padre y del Hijo (el "Filioque") y que Lossky expresa así: "La venida personal del Espíritu Santo 'soberanamente libre' según las palabras de un tropario de Pen­tecostés, no podría ser concebida como una plenitud, como una riqueza infinita que se abre dentro de cada persona si la Iglesia no confesase la independencia de la hipóstasis del Espíritu Santo respecto al Hijo en su origen eterno ... Si El Espíritu Santo fuese considerado como dependiente del Hijo en cuanto persona divina se presentaría, incluso en su advenimiento personal, como un lazo de unión con el Hijo. La vida mística se desarrollaría como vía hacia la unión del alma con Cristo por medio del Espíritu Santo. Esto nos lleva de nuevo al problema de las personas hu­manasen la unión; tendrían que anonadarse uniéndose a la per­sona de Cristo, o la persona d~ Cristo se nos impondría desde 10 exterior. En este último caso la gracia sería concebida como algo externo respecto a la libertad y no como su desarrollo inte­rior. Ahora bien, precisamente en esta libertad se confiesa la

16 P. EVDOKIMOV, L'Ortodossia, p. 206. 17 O. CLEMENT, Questions sur l'homme, Stock, Paris, 1972. La intuición de Lossky

asume en el pensamiento moderno de Clément la fuerza de una tesis de antropo· logía cristiana, repetida constantemente en sus libros; cfr. o. C., pp. 53·75 (L'hornme en cornmunion); Il volto interiore, pp. 90·97 (L'uomo trinitario); L'autre Solell, Autobiagraphie spirituelle, Stock, Paris, 1975, pp. 144·155; La rivolta dello Spirito, Jaca Book, Milano, 1980, 95·99.

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divinidad del Hijo, manifestada a nllestro Espíritu por el Espí­ritu Santo que habita en nosotros" 18,

Persona y libertad, unicidad y comunión son los términos que están en juego en este discurso antropológico. La afirmación de la economía del Espídtu y su reciprocidad con la del Hijo cons­tituye una dialéctica en la que se expresa la unidad de la natu­raleza y la distinción y comunión de las personas, como en la Trinidad. Naturalmente, no hay aquí una tesis plenamente asu­mida por toda la teología ortodoxa; no se puede asegurar que estas intuiciones de Lossk,y sean totalmente de los Padres de la Iglesia. Pero constituyen una tesis de antropología, y antes toda­vía de eclesiología, que se remonta al misterio de la economía del Espíritu Santo y resulta una consecuencia de la espinosa cone

"

troversia acerca del "Filioque" en la que los ortodoxos con una sensibilidad instintiva se alzan en contra de la fórmula occiden­tal, con sospechas y consecuencias que quizá los occidentales nunca llegaron a calcular conscientemente.

3. El Espíritu Santo y la fórmula del "Filioque"; las razones de una sensibilidad exasperada

No voy a entrar en una cuestión tan difícil. Supera mi capa­cidad y los objetivos de este artículo. Pero no puedo ignorar la cuestión central de la pneumato10gía ortodoxa 19. He sentido pe­nosamente durante la celebración del Congreso de Pneumatología en Roma (marzo de 1982) el abismo que nos separa de la orto­doxia en este punto crucial. He visto cómo la asamblea, casi to­talmente de católicos, se inclinaba por las tesis irénicas de Con­gal' y pretendía llegar a una declaración común al respecto. Fle­xibilidad de los católicos hacia las tesis de los ortodoxos, dgidez odenta1 ante la teología católica. Una vez más se ha constatado que el "Filioque" no es una simple cuestión académica para

18 V. LoSSKY, o. e., pp. 161·162. 19 Sobre el tema ha escrito recientemente Y. CONGAR, Pour une christologie

pneumatique, in Je crois en l'Esprit Saínt, III, Cerr, Paris, 1980, pp. 219·278. Con motivo de las celebraciones del XVI centenario del Concilio Constantinopolitano I, se ha vuelto a escribir mucho sobre el tema y se han celebrado sesiones de estu· dios; las más importantes han sido los Coloquios ecuménicos de Chambessy, orga· nizados por los ortodoxos, y el Congreso romano de Pneumatología. Una crónica y balance: P. FERNÁNDEZ, Congreso Teológico Internacional de Pneumatologia, en «La Ciencia tomista», 109 (1982), pp. 351·359; una crónica de E. Lanne en «lréni· kon», 55 (1982), pp. 235·240.

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nuestros hermanos ortodoxos. Las reacciones son instintivas. Si para los -católicos el "Filioque" es un dogma (y no sólo un "theo~ logoumenon" como algunos pretenden), conscientemente de este dogma no se han sacado consecuencias en el ámbito de la ecle­siología y de la antropología. Para los ortodoxos, sin embargo, el "Filioque" es un temible principio dogmático que explica to­das las diferencias que los separan de la Iglesia católica a nivel de ec1esiología, de antropología, de vida espiritual. Una vez más los ortodoxos lanzaron su desafío: "Que nos preseten un texto clave de la Escritura que afirme ,con claridad la procesión eterna del Espíritu del Padre y del Hijo". Los mejores biblistas católi­cos no tuvieron respuestas convincentes. Ante el "impasse" que produce esta -cuestión ~para los católicos casi meramente aca­démica, para los ortodoxos vital y cargada de los peores recuer­dos históricos respecto a la intervención del Papa en Oriente­en el diálogo oficial ortodoxo-católico se ha empezado por hablar de los sacramentos desde una perspectiva trinitaria, última clave de interpretación de todo, fuente y meta de una teología unita­ria 20.

En una cuestión tan difícil quiero sólo aludir a dos proble­mas, tal como son presentados por los teólogos ortodoxos: la salvaguardia del equilibrio entre la economía del Hijo y del Es­píritu,servicio mutuo sin subordinación; la somera ilustración de esas temibles consecuencias que los ortodoxos, sin duda por razones que no son sólo teológicas, sacan de la doctrina del "Fi­lioque" .

Oigamos el parecer de un testigo representativo que ,con sus fórmulas quiere llegar hasta la aceptación del Filioque, pero exi­giendo como contrapartida el Spirituque para un equilibrio dog­mático de las dos economías. Evdokimov tiene la palabra en uno de esos textos síntesis que se repiten a menudo en sus libros:

"En sus manifestaciones, el Espíritu Santo es siempre un movimiento 'hacia J esús'con la finalidad de hacerlo presente y manifestarlo. Su presencia está escondida en el Hijo como el aliento y la voz se anulan en la palabra que permiten sea oída. Si el Hijo -es imagen del Padre, y si el Espíritu Santo es imagen del Hijo, el Espíritu, como dicen los Padres, es el único que no

20 Cfr. un resumen del trabajo realizado en las dos sesiones de estudio en el documento: Le mystere de l'Eglise et de l'Eucharistie a la lumrere du Mystere de la Sainte Trinité, in «Irénikon», 55 (1982), pp. 350-362.

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tiene una imagen suya en otra Persona y permanece esencial­mente misterioso, escondido, inasible. Es el Paráclito" 21,

Todo e! interés de la teología ortodoxa radica en salvaguar­dar el recurso al único principio del Padre para las dos Perso­nas, acentuar la Trinidad de las Personas, salvaguardar el senti­do de la frase de San Ireneo "el Verbo y el Espíritu son las dos manos del Padre", establecer un necesario equilibrio entre las dos economías, la del Hijo y la del Espíritu, hasta el punto de acentuar si es necesario, como ha hecho Lossky y han 'criticado otros ortodoxos, la duplicidad -que no contradicción- entre las dos operaciones de Cristo y del Espíritu 22, Si la teología oc­cidental acentúa la misión del Espíritu Santo por parte de Cristo, como un reflejo de la procesión intratrinitaria, los ortodoxos oponen, y a mi parecer con razón, que la encarnación del Verbo y su obra salvadora -desde el bautismo hasta la resurrección­está bajo la activa moción del Espíritu Santo. Evdokinov, al lí­mite de las concesiones, reclama esta reciprocidad: "La fórmula (aceptable porque es patrística) per Filium significa que el Filio­que latino no puede ser "ortodoxo" si no queda equilibrado por la fórmula correspondiente Spirituque ... Así el Hijo en su gene­ración recibe de! Padre el Espíritu Santo del que es eternamente inseparable; El ha nacido ex Patre Spirituque. Igualmente e! Es­píritu procede del Padre y reposa en el Hijo, lo que corresponde al per Filium y al ex Patre Filioque"23.

¿Bizantinismos? No. Cuestiones de hondas repercusiones en la vida de la Iglesia. A favor de los ortodoxos está en sus reivin­dicaciones que el Filioque no pertenece al texto original del Sím­bolo Niceno-Constantinopolitano, que la adición tardía fue local y libre hasta que llegaron las primeras imposiciones, que fue par­te esencial de aquel "fratricidio moral" de las excomuniones mutuas entre Roma y Constantinopla, según el texto de la terri­ble Bula del Cardenal Humberto de Silva Cándida, puesta sobre e! altar de Santa Sofía en julio del año 1054. Si un ortodoxo se cris­pa ante el Filioque es, sin duda, por las rencillas históricas y psi­cológicas que evoca. Pero a nivel teológico y eclesiológico se le

21 P. EvnOKIMOV, La novita, p. 269. 22 Una información sobre armonías y críticas a las tesis de Lossky en campo

ortodoxo, en M. M.a GARIJO-GUEMBE, La pneumatologla en la moderna teología ortodoxa, en El Esplritu Santo ayer y hoy, IX Semana de Estudios trinitarios, Salamanca, 1975, pp. 17·203.

23 P. EvnOKIMOV, La novita, pp. 267-277; idénticas afirmaciones en L'Ortorlossia, pp. 193-199; cfr. Lo Spirito Santo nella trarlizione ortodossa, pp. 99·101.

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atribuye a esta disputa la ausencia de sensibilidad pneumatoló­gica en la teología, liturgia y espiritualidad de Occidente, en lí­neas generales; y un unilateral cristomonismo aplicado a la ecle­siología en términos de acentuación del Primado del Papa sobre el Colegio Apostólico, del centralismo romano contra la variedad de las Iglesias locales, de la infalibilidad pontificia contra la in­,fabilidad en la fe de todo el Pueblo de Dios. Al Filioque se le culpa del excesivo juridicismo, de una acentuación de la autoridad ,frente a los carismas. Quizá las consecuencias sacadas son exce-

• Z4 Slvas... .

n. LA LITURGIA, ACCIÓN Y EFUSIÓN DEL ESPÍRITU

La pneumatología ortodoxa despliega toda su originalidad en el espacio donde el Espíritu se revela .Y actúa: la liturgia. Si los occidentales, en la nueva teología litúrgica, desarrollan el con­cepto de presencia de Cristo y de misterio pascual, los orientales lo prolongan hasta Pentecostés como dimensión esencial de la li­turgia cristiana. Es conocida la fórmula de S. Boulgakov a pro­pósito de la liturgia oriental: el cielo sobre la tierra. La frase teológica recoge el estupor de unos eslavos ante la liturgia cons­tantinopolitana. Más allá del sentido poético de la frase está su realidad, hecha posible por la presencia del Espíritu. La poliva­lente acción del Santo Pneuma se manifiesta en todos los sacra­mentos, en la oración litúrgica, en los iconos que son presencia sacramental de los misterios y personas que representan. En tér­minos dialécticos se puede hablar de la liturgia como lugar del Espíritu, del Espíritu ,como espacio de la celebración de los mis­terios; toda la celebración es a la vez anámnesis en el Espíritu Santo e inmensa ·epíclesis en la que el Espíritu se invoca, se pide a sí mismo en la Iglesia; todos los sacramentos suponen una ac­ción y una efusión del Espíritu Santo; en ellos es a la vez actor y don. Son todas estas perspectivas típicamente orientales 25.

24 Cfr. por ejemplo algunas afirmaciones en O. CLEMENT, La rivolta dello Spirito, pp. 64-75, a prop6sito de la crisis del cristianismo occidental; cfr_ también L'Autre solell, pp. 127-132.

25 Sobre la presencia del Espíritu Santo en la liturgia ha escrito artículos su­gestivos el Padre B. BOBRINSKOY, Le Saint-Esprit dans la liturgie, en «Studia theo­logica», 1 (1962), pp. 47-70; In., Quelques réflexions sur la pneumatologie du culte, en AA. VV_, Le Saint-Esprit dans la liturgie, Edizioni Liturgiche, Roma, 1977, 29-38; Lo., Comment le Christ et le Saint-Esprit se sltuent·ils l'un par rapport a l'autre dans la Liturgie?, in AA. VV., Le Christ dans la liturgie, Edizionl Liturgi· che, Roma, 1981, 27-35. Nota con precisión el aspecto pneumatol6gico de los sacra-

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No se puede negar el influjo benéfico que la liturgia oriental ha ejercido sobre la liturgia romana renovada. Baste aludir a la introducción de las epíclesisen las oraciones eucarísticas o en la modificación de la fórmula de la -confirmación con una anti­gua expresión de la actual liturgia bizantina. La fecundidad del pensamiento oriental en este caso es patente; su influjo ecumé­nico es decisivo, como demuestra un reciente documento ecu­ménico del grupo de Dombes sobre el Espíritu Santo y los Sa­cramentos 26,

He aquí una serie de cosas inter,esantes de tipo general que nos proponen los pensadores ortodoxos.

1. La liturgia, "reino del Espíritu"

La observación es de Pave1 Florenskij, pero la repiten casi todos los teólogos ortodoxos modernos: "la celebración litúrgica y los sacramentos son manifestaciones externas del Reino de Dios en la vida de la Iglesia ... Cada día pedimos que se realice la plenitud de este Reino, del Espíritu Santo. Porque, como ates­tigua San Gregorio de Nisa, el Padre nuestro tenía una variante importante, ausente en el texto actual: Padre nuestro, venga tu Santo Espíritu sobre nosotros y nos purifique (cfr. Lc 11,2). Confrontando las variantes del único paso, Gregario Niseno de­duce la igualdad de significado de las expresiones de 'Reino de Dios' y 'Espíritu Santo', es decir, que 'El Espíritu Santo es el Reino'. Basándose sobre esta 'conclusión desarrolla la admirable doctrina del Espíritu Santo como Reino del Padre y unción del Hijo" 27. La liturgia -es, en la perspectiva mistagógi-ca de Oriente, el Reino de Dios presente en este mundo. Se invoca al Espíritu como "Rey celestiaL.. que lo llenas todo"; al principio de la li­turgia eucarística se anuncia: "Bendito sea el Reino del Padre y del Hijo ,y del Espíritu Santo ... " Y al final de la Eucaristía,

mentos P. EVDOKIMOV, Lo Spirito Santo pensato dai Padri e vissuto nella liturgia; ID., Il saeerdozio regale, stato earismatieo dei cristiani, in AA. VV., Lo Spirito Santo e la Chiesa. Una rieerea eeumeniea, Ave, Roma, 1970, pp. 239-264, 265-284; síntesis del mismo en su libro Lo Spirito Santo nella tradizione ortodossa, pp. 127-139.

" Texto en italiano: Lo Spirito Santo, la Chiesa e i saeramenti. Documento ecu­ménico del Grupo de Dombes, en «11 RegnojDocumenth>, n. 7, 1 aprile 1980, pp. 179-181.

27 P. F'LORENSICIJ, o. e., pp. 182-183; recogen la misma observación muchos orto­doxos modernos.

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tras haber participado en los santos misterios, la asamblea can­ta: "Hemos visto la luz verdadera, hemos recibido el Espú·itu celestial, hemos encontrado la verdadera fe, adorando la Trini­dad invisible."

El Reino del Espíritu actualiza y anticipa el Reino de Cristo sobre la tierra en una experiencia de la posesión de aquellas rea­lidades de las que por el bautismo y el don del Espíritu somos ya coherederos con Cristo, como recuerda Evdokimov 28.

2. La liturgia, inmensa epíclesis

La celebración de los misterios tiene en Oriente el carácter de una inmensa invocación al Espíritu Santo. Toda la liturgia participa de esta dimensión orante, en la que el Espíritu se une a nuestro espíritu para pedirse y obtenerse; la misma proclama­ción de la palabra -está bajo una invocación del Espíritu Santo, que tiene que hacerla fecunda en quien la pronuncia y en quien la escucha. Se puede aplicar a esta visión de las cosas las pala­bras del Apocalipsis: "El Espíritu y la Esposa dicen: Ven, Se­ñor" (Ap. 22,17). Y la respuesta es la venida de Cristo, indiso­lublemente unido a su Espíritu.

Como ha notado P. Evdokimov, hay en todos los sacramen­tos de la Iglesia explícitamente una invocación epicléptica y una alusión esencial al Espíritu Santo. Las fórmulas sacramentales son más bien deprecativas que indicativas, para subrayar el mi­nisterio orante de la Iglesia que se abandona con absoluta cer­teza a la acción del Espíritu que se le ha prometido. Las conti­nuas letanías de intercesión por la paz y la unión de todos -lla­madas "irínikas" - son la epíclesis del "bueno y vivificante Es­píritu" sobre el mundo, el desplegar las alas de la paloma para que proteja la humanidad y toda la creación. La epíclesis es cós­mica 29.

3. El significado ortodoxo de la epíclesis eucarística

Desde hace siglos Occidente y Oriente se han enfrentado con un problema de teología eucarística: laepíclesis. Visto superfi­cialmente parece un problema acerca del lugar de la consagra-

,. P. EVDOKIMOV, Lo Spirito Santo ... , pp. 129·131. 29 lb., pp. 132·139.

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ción. Es normal que desde este punto de vista, los latinos que rezaban el canon romano donde no había ninguna alusión explí­cita al Espíritu, indicaran polémicamente como momento de la consagración las palabras de la Institución eucarística; y es nor­mal que los teólogos griegos que celebraban con las anáforas de San Juan Crisóstomo y San Basilio en las que hay una solemne petición del Espíritu Santo después de la consagración, lo colo­caran en este lugar, dado el tono solemne que tenía la epíc1esis: "Te ofrecemos también este culto espiritual e incruento, y te pe­dimos, y te rogamos y te suplicamos: envía tu Santo Espíritu sobre nosotros y sobre estos dones aquí presentes, y haz de este pan, el precioso cuerpo de tu Cristo. Amén. Y de lo que hay en este cáliz, la preciosa sangre de tu Cristo. Amén. Transformán­dolos con la virtud de tu Santo Espíritu. Amén, amén, amén" 30.

Demasiado solemne esto ,epíclesis de la anáfora de San Juan Cri­sóstomo para desposeerla de sentido indicativo.

Puesto el problema en términos del momento de la consagra­ción no se encuentra el verdadero sentido de la insistencia orien­tal y se minimiza su teología. Supuesto el acuerdo acerca de la Eucaristía como misterio pascual y sobre el valor de las palabras de la Institución como eficaces, como ya atestigua Justino, la aportación de Oriente en este caso ofrece muchas luces a la teo­logía occidental.

Ante todo, la afirmación que el misterio de Cristo se hace eficaz siempre por medio del Espíritu, y que el misterio pascual se proyecta eficazmente en Pentecostés; la Eucaristía es Pente­costés de la Iglesia. Laepfc1esis tiene en la liturgia oriental un rito explicativo, tras la fracción del pan, al que Nicolás Cabasi­las, el comentador de la liturgia (siglo XIV), atribuye una im­portancia decisiva. Se echa en el cáliz un poco de agua caliente, el "zeón", con estas palabras: "Fervor de la fe, plenitud del Espíritu Santo"; este signo para Cabasilas tiene un significado preciso: "los dones eucarísticos han recibido su última perfec­dón y se les añade el signo de Pentecostés", el fuego del Espí­ritu 31. Cuando los fieles hayan comulgado con los santos dones se habrá realizado en ellos la perfecta "koinonía" del Espíritu Santo; la Iglesia habrá sido renovada en el misterio pascual y en la gracia de Pentecostés; habrá hecho una experiencia de pleni-

30 Liturgia de San Juan Crisóstomo, Roma, 1964, pp. 40·41. 31 Explicación de la divina liturgia, c. 37: P. G. 150, p. 452.

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tud que toca el culmen de lo que en absoluto se puede experi­mentar como ecIesialidad en esta vida 32,

A este aspecto tan importante -la Eucaristía es la presencia del misterio de Pentecostés- la epíclesis eucarística, en la pers­pectiva de los ortodoxos, añade otro significado más profundo. A la teología latina que pone de relieve el ministerio sacerdotal in persona Christi en la proclamación eficaz de las palabras de la consagración, la tradición oriental contrapone otro punto de vista: una obra tan maravillosa como es la presencia del mis­terio sacramental de Cristo, de su cuerpo y de su sangre sacrifi­cados y gloriosos, sólo puede realizarse por obra del Espíritu Santo. Si el sacerdote actúa in persona Christi lo puede hacer sólo, pOl'que actúa a la vez in virtute Spiritus Sancti; si sus pala­bras son eficaces es porque es eficaz la oración de la Iglesia, proferida por el sacerdote, y es eficaz la acción del Espíritu in­vocado y regalado por el Padre para actualizar el misterio de Cristo 33.

Me parece, además, 'que la insistencia de los ortodoxos en el tema de la epíclesis quiere salvaguardar el misterio eucarístico de excesivas 'especulaciones acerca de la naturaleza del cambio; asegurada la realidad de la transubstanciación, se excluye todo minimalismo simbólico, que no necesitaría la acción profunda del Espíritu, se supera todo concepto puramente filosófico o meta­físico que no respete el misterioso realismo de una acción pro­funda del Espíritu Creador y re-creador 34.

4. La Eucaristía, cuerpo pneumatizado; el cáliz, fuego del Es­píritu

Los teólogos ortodoxos se refieren con frecuencia a expre­siones paradójicas de la tradición antioquena antigua, o siro-an-

32 N. CABASILAS, La vida en Cristo, Madrid, 1954, p. 196. 33 P. EvnOKIMOV, L'Ortodossia, pp. 361·364. La cuestión de la epíclesis ha sido

virtualmente zanjada a nivel litúrgico con la introducción de una epíclesis pre· consacratorla, según el esquema de las anáforas de la familia alejandrina. A nivel teológico ha sido virtualmente superada la controversia con fórmulas Irénicas que reconocen en el misterio eucaristico la actuación de Cristo y de su Espíritu yacen· túan el ministerio presbiteral en Cristo y en el Espiritu; cfr. por ejemplo la sin· tesis de Y. CONGAR, Sur l'epiclese eueharistique, in Je erois en l'Esprit Saínt, IU, Cerf, Paris, 1980, pp. 294·330.

34 Téngase en cuenta que el concepto de presencia real eucarística entre los ortodoxos es más complejo de lo que en principio parece, como afirma P. Evno· KIMOV, L'Ortodossla, pp. 356·359.

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tioquena. Denominador común de esta tradición que cuenta con una riquísima liturgia inspirada en San Efrén, Isaac de Antioquía, Santiago de Saroug, N arsai, es la sensibilidad a la acción del Es­píritu, como ha demostrado recientemente E. P. Siman 35.

La Eucaristía se presenta como el misterio del Cuerpo del Señor donde arde el fuego de su Espíritu. La realidad del cuerpo y de la sangre del Señor, invadidas por su Espíritu, es tema co­mún en la patrística griega. En esta tradición siro-antioquena las expresiones son más fuertes y alcanzan, en el lirismo de la poesía, una expresividad paradójica. He aquí algunas afirmaciones: "El fuego y el Espíritu están en nuestro bautismo; en el pan y en el cáliz también están el fuego y el Espíritu." "En tu pan se escon­de el Espíritu que no puede ser comido, en tu vino hay un fuego que no puede ser bebido. El Espíritu en tu pan, el fuego en tu vino, maravilla sublime que nuestros labios han recibido ... En el Pan y en el Cáliz, Fuego y Espíritu Santo." Un texto de la liturgia invita a la comunión: "He aquí el Cuerpo y la Sangre, son un horno del que el Espíritu es el fuego, a él se acerca quien es puro, de él se aleja el que es disoluto." Dice Isaac de Antio­quía: "Venid a beber, comed la llama que os convertirá en án­geles de fuego, ,y gustad el sabor del Espíritu para que vuestros nombres sean inscritos entre las potencias espirituales" 36.

La teología ortodoxa nos hace intuir así una experiencia sa­cramental del Espíritu que a través de todos los sacramentos llega a los cristianos para "pneumatizarlos", llenarnos de su fuerza, del fuego divino de Pentecostés. O. Clément ha contado en su autobiograña su propia experiencia al redbir el bautismo y la unción, con estas palabras que desvelan la invasión del Espíritu: "He recibido el bautismo en la Iglesia ortodoxa. Tenía entonces treinta años ... Llovía aquel día. Era elIde noviembre. He ca­minado bajo la lluvia por las calles de París, queriendo hacer a pie esta peregrinación decisiva ... Siguió el momento de la cris­mación: "Sello del don del Espíritu Santo, dice el sacerdote al ungir la frente, los ojos, los oídos, la nariz, la boca, el pecho cerca del corazón, las manos, los pies. Para que de ahora en ade-

35 E. P. SIMAN, L'expérience de l'Esprit par l'Église d'aprés la tradition syrlenne d'Antioche, Beauchesne, Paris, 1971, especialmente pp. 222-244; una síntesis intere­sante en el artículo del mismo autor: La dimensión pneumática de la Eucarlstia según la tradición siria de Antioqula, en La experiencia del Espíritu, número es­pecial de «Concilium» en homenaje a E. Schillebeeckx, Madrid, noviembre 1974, pp. 82-98.

36 Textos citados por E. P. Slman.

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Iante se piense, se vea, se entienda, se respire, se hable, se actúe y se mueva en el Espíritu Santo. Es 'como si el espacio de la muerte, por medio de la cruz vivificante, se convirtiese en espa­do del Espíritu" 37.

La liturgia bautismal y de la unción, la 'gracia de la comunión con Cristo en el Espíritu, por los dones .que nos hacen participar en el misterio de Pentecostés, harán del cristiano un "pneuma­tóforo" en una vida espiritual .que se desarrolla en el misterio del Espíritu, se convierte en una experiencia del Espíritu Santo.

III. LA VIDA SEGÚN EL ESPÍRITU

La tradición ascética y mística de la I'glesia de Oriente coloca toda la vida de los cristianos bajo la economía del Espíritu; en ella el Santo Pneuma ejerce su servicio a la economía del Hijo, conservando, según la perspectiva de V. Lossky, su acción irre­petible en cada cristiano.

En algunas perspectivas sintéticas condenso un tema que me­rece más amplia atención en todo el ámbito de la teología espi­ritual 38.

1. La adquisición del Espíritu Santo, meta de la vida cristiana

La vida espiritual, el sentido de la vida cristiana, es la adqui­sición del Espíritu Santo. Los teólogos ortodoxos citan con agra­do un texto clave de la experiencia ortodoxa del siglo XIX: el Coloquio con Motovilov del santo "starezt" Serafín de Sarov 39.

Los recuerdos del fiel discípulo de Serafín empiezan con esta confidencia del monje: "Desde mi juventud he buscado la res-

37 L'Autre Soleil, pp. 171-172. " Cabría citar aquí el libro de V. LoSSKY, La teologla mistica ... que comprende

también el ensayo La visione di Dio, o. c., pp. 245-400; o el libro de E. Timiadis ya citado en nota n. 1; y. los libros de A. Bloom, y toda la controversia sobre el palamismo. Una síntesis de un católico, profundo conocedor de Oriente, en T. SPIDLIK, La Spiritualité de l'Orient Chrétien. Manuel systematique, Roma, 1978. Otras indicaciones bibliográficas en el subsidio de Javier Martín de Lucas citado en la nota 3.

39 IRINA GoRAINOFF, Serafino di Sarov. Vita, coloquio con Motovilov, scritti spirituali, Gribaudi, Torino, 1981. Una síntesis de la vida y espiritualidad de S. Se­rafín en O. CLÉMENT, Il volto interiore, pp. 99-131 (San Serafina di Sarov, profeta e testimone della luce). Existe una traducción española del COloquio con Motovi­lov en Espiritualidad rusa, Rialp, Madrid, 1965, pp. 19-67. Sigo la reciente tra­ducción italiana compulsada con la edición original rusa.

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puesta a esta pregunta: ¿cuál es la v~rdadera finalidad de la vida cristiana?" He aquí la respuesta: "La oración, el ayuno, las vi­gilias y las otras prácticas 'cristianas, por buenas que puedan pa­recer de por sí, no constituyen el fin de la vida cristiana, aunque ayudan a alcanzarlo. La verdadera finalidad de la vida cristiana es la adquisición del Espíritu Santo de Dios. En cuanto a la ora­ción, el ayuno, las vigilias, la limosna u otra buena acción hecha en nombre de Cristo son solamente medios para adquirir el Es­píritu Santo" 40. El Coloquio, que parte de estas afirmaciones fun­damentales, se convierte en un auténtico tratado de vida espiritual que pone el acento sobre el Espíritu Santo, su revelación en la Escritura, el modo de obtenerlo, su presencia en la oración pura.

En realidad, Serafín de Samv no ha hecho más que llevar a una auténtica catequesis espiritual -que culminará como vere­mos en una experiencia comunitaria oel Espíritu~ la doctrina tradicional de los Padres. La deificación -la théosis~ es una gracia del Espíritu. Como afirma Evdokimov, resumiendo la doc­trina de los Padres griegos: "La creación es el término del mo­vimiento descendiente de los actos de Dios: del Padre y por el Hijo en el Espíritu Santo. La ascensión del hombre, la economía de la salvación sigue el orden inverso: del Espíritu (que según el aforismo patrístico nos es más íntimo e interior que nosotros mismos), por el Hijo, hacia el Padre; de la interioridad pneuma­tófora mediante la estructura erística (miembros del Cuerpo di­vino humano) hacia el abismo del Padre. En esta elevación el Espíritu Santo ... se revela como Espíritu de vida de donde ema­na el amor agápico... La economía del Hijo ~ la del Espíritu convergen hacia el Padre, fuente de la unidad trinitaria y de la vida espiritual de los hombres. Los santos son perfectamente mo­delados en la realidad de la Encarnación y "su corazón se infla­ma de amor por la creación entera"... El alma queda cristifica­da por la gracia pneumatófora" 41.

La santidad cristiana es auténticamente erística y se expresa en el esplendor de la divino-humanidad; es profundamente obra del Espíritu y el santo es un "pneumatikós" -un hombre del Espíritu- o un "pneumatóforo" -un portador del Espíritu-. Se realiza el adagio de los Padres: Dios se ha hecho portador de nuestra carne ("sarkoforos"), para que el hombre Hegue a ser

" Cfr. r. GoRAINOFF, o. c., PP. 156·157. 41 P. EVDOKIMOV, L'Ortodossia, pp. 158·162.

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portador del Espíritu ("pneumatóforos") 42. En el culmen de la santidad habrá también una operación culminante del Espíritu, llamado por la tradición oriental "Iconógrafo" interior de los santos, o "Iconoplastés", plasmador de la imagen. A su acción pertenece hacer los santos a imagen y semejanza de Cristo. Por eso todos los santos son la maravilla del Santo Espíritu, el ico­nógrafo por e~celencia que perfecciona en cada uno, irrepetible­mente, las semblanzas del Primogénito 43.

Una forma típica de la santidad es el ejercicio de la paterni­dad espiritual. El adjetivo en este caso es tremendamente alusivo a la acción del Espíritu Santo. Como dice Evdokimov: "La con­dición esencial para ser "padre espiritual" es haber llegado a ser un verdadero "pneumatikós" espiritual. S. Simeón el Nuevo Teó­logo lo dice: "El que no ha sido todavía engendrado no es capaz de engendrar hijos espirituales"; y añade: "Para trasmitir el Es­píritu Santo hay que poseerlo" 44.

La vida cristiana, en su devenir y en sus manifestaciones se convierte así en una experiencia del Espíritu Santo. El santo es portador en su humanidad de esta gracia personal y a través de él el Espíritu Santo se manifiesta y obra en la humanidad.

2. Una experiencia mística del Espíritu Santo

No es fácil encontrar en la tradición espiritual una experien­cia mística del Espíritu. La mística de los orígenes es sobria, y en general no abundan experiencias espirituales, de tipo místico y con características de testimonio experiencial 45. Es célebre, sin embargo, en la tradición ortodoxa, la experiencia de Serafín de Sarov con su discípulo Motovilov. Vale la pena recoger el testi­monio por lo insólito y bello de la experiencia espiritual y por su característica de experiencia comunitaria que envuelve a dos personas.

Cuenta Motovilov en su Coloquio que durante la conversa­ción con Serafín le preguntó: "¿Cómo me será posible reconocer

" Cfr. O. CLEMENT, Il volto interiore, p. 71; repite un adagio famlliar a Ev· dokimov.

43 lb., pp. 91.02. " P. EVDOKIMOV, La novitiL dello Spirito, p. 154. " A la gran tradición mística ha ofrecido recientemente una buena aportación

O. CLEMENT con la publicación del libro Sources. Les mystiques chrétiens des ori· gines. Textes et commentaires, Stock, Paris, 1982.

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en mí la presencia de la gracia del Espíritu Santo?" Tras una breve explicación llegó el momento culminante: "El Padre Sera­fín me agarró por los hombros y me dijo: Estamos los dos en la plenitud del Espíritu Santo. ¿Por qué Í10 me miras? -No puedo, Padre, en sus ojos btillan rayos de luz y su rostro se ha heoho más luminoso que el sol. Me hacen mal los ojos. -No tengas miedo, amigo de Dios; también tú te has hecho luminoso como yo. También tú estás ahora en la plenitud del Espíritu Santo, de lo contrario no habrías podido verme. E inclinándose hacia mí me susurró al oído: Da 'gracias al Señor que te ha concedido esta gracia inefable. Has visto que no he hecho ni siquiera la señal de la ,cruz. He orado silenciosamente en mi corazón: Se­ñor, hazlo digno de ver claramente con los ojos de la mente la venida del Espíritu Santo, como lo has concedido a tus siervos elegidos, cuando te dignaste aparecer ante ellos en los resplan­dores de tu glotia. Dios ha escuchado enseguida la humilde ora­ción del miserable Serafín" 46.

La narración prosigue ,con una desctipción del rostro de San Serafín, iluminado por la luz interior del Espíritu: "Levanté los ojos para mirar su rostro y un miedo tremendo se apoderó de mí. Tratad de imaginar un hombre que mientras os habla tiene el rostro (:omo en el sol de mediodía. Lográis apenas ver los labios que se mueven, la expresión cambiante de su semblante; lográis percibir el sonido de su voz, sentís sus manos que estre­chan vuestros hombros, pero al mismo tiempo no lográis percibir ni sus manos, ni su cuerpo ni el vuestro; sólo una luz fulgurante que se difunde a vuestro alrededor, a diversos metros de distan­cia, iluminando la nieve que cubría el prado y que continuaba cayendo sobre mí y sobre el estarezt..." Tras la experiencia de luz, los efectos inefables de la presencia del Espíritu Santo: el silencio interior y la paz, una dulzura extraordinaria, un gozo inmenso, un calor extraordinario en medio de las inclemencias del invierno ruso, un perfume suave ... y Serafín concluye la mis­tagogía del Espíritu: "Así deben ser las cosas, ya que la gracia divina habita en nosotros, en la profundidad de nuestro corazón. El Señor ha dicho: "El Reino de los cielos está dentro de vos­otros" (Lc 17,21). Por Reino de los delos Jesús entiende lagra-

46 1. GoRAlNOFF, O. o., p. 177. Serafín recuerda el fundamento sacramental de esta gracia en el bautismo y la unción; o. O., pp. 171·172; cfr. LosSKY, o. C.,

pp. 162·163.

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da del Espíritu Santo. Este Reino de Dios está ahora en nosotros; el Espíritu Santo nos ilumina y nos calienta. Llena el aire de perfumes deliciosos, alegra nuestros sentidos y nutre nuestros corazones con un gozo inefable ... Amigo de Dios, mira qué gozo incomparable se ha dignado concederte el Señor. Comprende lo que significa estar "en la plenitud del Espíritu Santo" 47.

He aquí en síntesis una extraordinaria experiencia del Espí­ritu Santo que expresa en cierto modo el pensamiento teológico de la Iglesia de Oriente y lo inspira a la vez.

Junto a la figura de Serafín de Sarov habría que aludir a la doctrina y experiencia del Espíritu del humilde monje molinero del Monte Athos, Silvano, cuya biografía espiritual ha escrito su discípulo Sofronio, que ha recogido los apuntes espirituales de Silvano. Pero también Sofronio demuestra una altísima experien­cia del Espíritu en su último libro, que tiene un significativo títu­lo que nos recuerda el misterio de la vida en Cristo y en el Es­píritu: Su vida es la mía 48.

3. Caminos de hoy hacia el Espíritu

La experiencia del Espíritu Santo no se reduce a la intimidad del hombre. Si tiene dimensiones antropológicas .Y cósmicas, está en la totalidad del hombre y del mundo. Y hay que desvelar esta presencia que tal 'vez es un gemido de la 'creación.

O. Clément, digno representante de la mejor teología orto­doxa actual, se ha asumido la tarea de desvelar estos caminos del Espíritu, de decir una palabra salvadora, desde la tradición patrística, sobre las realidades de este mundo que pueden llevar a la experiencia del Espíritu. Entre ellas, algunas que a primera vista nos parecen tan lejanas del Espíritu en una teología que no se ilumina con la dimensión de la salvación del hombre entero y del mismo cosmos: "Entre los modos actuales de acercarse al Espíritu, voy a evocar sin un orden (el orden no podría ser sino sinfónico): el silencio, la belleza, el eros, la feminidad, el cos­mos, la vida ... " 49. Citaré sólo una palabra de gracia, escrita por este autor, sobre cada uno de estos itinerarios.

47 lb., pp. 178-181. ,. ARCHlMANDRITA SOFRONIO, Silvano del Monte Athos. La vita, la dottrina, gli

scritti, Gribaudi, Torino, 1978; algunos fragmentos de Silvano han sido traducidos al castellano en el libro Espiritualidad rusa, pp. 127-193; ARCH. SOPHONY, Sa vie est la mienne, Cerf, Paris, 1981.

49 O. CLEMENT, Il volto interiore, p. 73.

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El silencio. Hoyes normal buscar la paz y una cierta auto­salvación a ,través de los caminos del silencio, inspirados en las doctrinas y técnicas del Oriente no cristiano. Observa Clément: "Si queremos que esta búsqueda del silencio no disuelva la exis­tencia personal en las místicas de la absorción, o, más sencilla­mente, si queremos integrar y purificar estas místicas en la ple­nitud de la divino-humanidad, es necesario encontrar el silencio para acercarnos al Espíritu Santo. Porque el Espíritu Santo es a la 'vez, el Soplo que sostiene la Palabra y el Silencio que está en su centro" so. Palabra silenciosa de la liturgia, palabra afina­da por el silencio de la oración y por la ascesis negativa en la teología; palabra vuelta al silencio de la contemplación. "Hoy no solamente el ruido, sino un silencio de auto-deificación ame­naza en Occidente un cristianismo de la sola palabra. Sólo un cristianismo de la Palabra .Y del silencio, inseparables, pueden dar respuesta a este desafío, a esta búsqueda. Un cristianismo que declare su fe en el Soplo que viene del Padre para anunciar el Verbo y reposar en El" 51,

La belleza. Hoy existe una búsqueda de belleza que llega in­cluso a la exasperación y se reduce a comercio de la fealdad. Los Padres han hablado del Espíritu Santo como del creador y la fuente de la belleza. Debió de ser San Juan Crisóstomo el que dijo que era el Espíritu Santo el que hacía guapas a las jóvenes. y María, la Theotókos, es la sede del Espíritu de la belleza 52. Apun­ta O. Clément: "Es necesario hallar de nuevo la última belleza, la que confieren y llevan los soplos y fuegos del Espíritu. Pues el Espíritu Santo es la "hipóstasis de la belleza". La última be­lleza es la del Rostro de Dios en el hombre, icono del Resuci­tado, y la de los semblantes de los hombres en Dios, iconos de los resucitados. En el espacio de la divino-humanidad está el es­pado mismo del Espíritu, zarza ardiente de la tierra unida al cielo" 53. La belleza tiene que ser como una forma de manifesta­ción del Espíritu para el mundo en la Iglesia, promotora de be­lleza cósmica en el arte auténtico, en la liturgia -del canto, de las imágenes, de la oración del corazón que transfigura la mira-

50 lb., p. 74. 51 lb., p. 75. m Cfr. sobre este tema p. EVDOKIMOV, Teologia della bellezza. L'arte della bellez­

za, E. Paoline, Roma, 1981, 2." ed., p. 40; Y V. LossKY, o. e., pp. 186-187. 53 O. CLEMENT, o. e., pp. 76-79.

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da- para que se cumpla el sueño de Dostojeski: "La belleza salvará al mundo."

El eros. Nada más lejano del Espíritu Santo en apariencia que la fuerza del eros; y nada más cercano en realidad si el amor está emparejado con la fuerza creadora y con la llama misma de la caridad. Observa Clément: "El eros es algo más que la libido freudiana. Vibrando a través de todo tipo de actividad humana y habiendo encontrado su plenitud en la contemplación, es el mismo ímpetu del Soplo creador." Si el eros ha sido exasperado fuera de su órbita por el pecado, ha recibido en Cristo la sal­vación. En el monje que acepta el celibato por el Reino de los cielos se transforma en amor apasionado por la belleza de Cris~ to; San Juan Clímaco ha escrito: "Que el eros físico sea para ti un modelo en la búsqueda de Dios." Debe alcanzar en el matri­monio la bendición real que la liturgia oriental concede en el rito "de las coronas", para realizarse como eros que se purifica y dignifica en la 'comunión de las personas. "El mensaje de la Iglesia ¡y del Espíritu podría ser la integración del eros en el en­cuentro, la maduración del encuentro a través de una realización duradera, para que el instante no sea violación, sino fruto de auténtica eternidad" 54.

La feminidad. La teología ortodoxa ha precedido a la occi­dental en el acercamiento entre el misterio del feminismo y del Espíritu Santo; la raíz,como nota Evdokimov y O. Clément, está en el hecho mismo que la palabra ruah (Espíritu) en las lenguas semíticas tiene timbre femenino; y al Espíritu Santo se le atri­buyen funciones de protección, de vida que están en la esfera arquetípica de lo ,femenino, hasta la 'culminación de su unión en la Virgen María. El mito de la mujer, su función materna y su característica sapiencial nos ayudan a descubrir el misterio del Espú'itu, que a la vez proyecta sobre la feminidad una luz trans­cendente 55.

El cosmos. El reencuentro con el cosmos, la valoración de la tierra, abre también caminos a la comprensión del misterio del Espíritu creador y vivificante, llamado a llevar a la consumación

54 lb., pp. 79·82. 55 lb., pp. 82-85. En este discurso Clément es deudor de las grandes intuiciones

de su maestro P. EVDOKIMOV, La mujer y la salvación del mundo. Estudio de an­tropologla cristiana sobre los carismas de la mujer, Sigueme, Salamanca, 1981.

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la nueva creación, los cielos nuevos y la tierra nueva. En Clisto y en el Espíritu se abre el cosmos a su propia salvación. Las mo­dernas investigaciones acerca del cosmos hacen pregustar la úl­tima y trascendental irrupción del Espíritu. "La última de estas irrupciones de la Trascendencia es la resurrección de Cristo, que abre de paren par no sólo al alma individual, sino a la historia, al cuerpo, a la tierra, la posibilidad de escapar a un destino de muerte, gracias a una última metamorfosis" 56. Es el anuncio de un Pentecostés cósmico.

La vida. El último sentido de la vida hay que buscarlo en aquel que tiene por nombre "vivificante". "Los hombres bus­can la vida hasta el paroxismo y no encuentran más que la muer­te. La vida más poderosa que la muerte no es otra cosa que la divino-humanidad, el apelativo más constante del Espíritu "da­dor de vida", "principio de vida", "agua viva", "Soplo vivifican­te". El Espíritu comunica a la tierra las energías divinas y la tierra hace ·florecer la belleza y la santidad. El Espíritu impide a la historia asfixiarse y marca con sello de eternidad tanto las creaciones de las diversas culturas como la paciencia amorosa de lo cotidiano." Este Espíritu Santo manifestado en la Resu­rrección de Cristo, presente con sus energías en los sacramentos, en los lugares para "regenerarse", en los hombres portadores del soplo de la vida. "El Espíritu Santo es el único sí a la tierra que no es resignación a la muerte" 57.

4. Panagion y Panagia: El Espíritu Santo y la Virgen María

El Espíritu Santo es invocado en la liturgia como "Santísimo (Panagion), bueno y vivificante". Y la Virgen María es la "San­tísima" o "Toda santa" (Panagia). La semejanza de los títulos en griego ha sugerido a los mejores teólogos ortodoxos el para­lelismo de relaciones. No hace falta llegar a las especulaciones híbridas de algunos teólogos rusos de la corriente sofiánica para establecer una relación entre la Virgen María y el Espíritu Santo. Vladimir Lossky recogía lo mejor de las intuiciones patrísticas

56 O. CLEMENT, o. e., pp. 85-88; Y P. EVDOKIMOV, L'Ortodossia, pp. 445-459. 51 O. CLEMENT, o. e., pp. 88-89. Los temas fundamentales tratados en notas

dispersas por O. Clément han tomado cuerpo en su libro, que sin ser explicita­mente una pneumatologfa, supone una de las más penetrantes meditaciones acerca del Espfritu y el mundo moderno: La rivolta dello Spirito (cfr. supra nota 17).

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en esta afirmación: "En la Virgen María encontramos el centro místico de la Iglesia, uno de sus misterios más secretos, su per­fección ,ya realizada en una persona humana que está plenamente unida a Dios y que se encuentra ya más allá de la Resurrección y del Juicio: esta persona es María, la Madre de Dios. La que da la humanidad al Verbo y engendra a Dios hecho hombre en este mundo, se hace voluntariamente instrumento de la Encar­nación, actuada en su naturaleza, purificada por el Espíritu San­to. Pero el Espíritu desciende de nuevo sobre la Virgen en el día de Pentecostés; esta vez para darse a su persona, para ser ins­trumento de su deificación. La naturaleza purísima que llevó en ella el Verbo, ha entrado en unión perfecta con la divinidad en la persona de la Madre de Dios" 58.

P. Evdokimov ha desarrollado plenamente la analogía en su último artículo, dejado casi sin acabar, a la vigilia de su muerte. En estas últimas páginas del himnólogo pensante, una síntesis sapiencial que en la referencia a Cristo, al Espíritu y a la Virgen nos lleva hasta el abismo -principio sin principio- que es el misterio del Padre: "Si el Espíritu Santo -Panagion- hipos­tatiza, personifica la santidad divina, María -Panagia- per­sonaliza la santidad humana. Ontológicamente unida al Espíritu Santo, María aparece como consolación vivificante, Eva-Vida que protege y salva toda criatura y se eleva así a ser figura de la Iglesia y de su ministerio de oración... La hipóstasis humana de la Virgen Madre intercede, encarna la misericordia, la ter­nura maternal, porque a través de ella el Espíritu Santo mani­fiesta su ministerio de Abogado y Consolador y traduce el Amor del Padre, la sonrisa d~ su Amor que contemplaremos y cantare­mos por toda la eternidad ... El Espíritu Santo no tiene un lugar de Encarnación, pero posee en María el receptáculo único y es­pecífico de su presencia ... La Theotókos, en su maternidad, tra­duce a nivel humano este misterio como una imagen fiel y autén­tica. En este sentido María es el icono misterioso del Padre" 59.

En elculmen de la creación la Virgen María como espeje, de la belleza y de la santidad que son obras del Espíritu, como una síntesis del misterioso influjo del Santo Pneuma en la economía

5. V. LossKY, La teologia mistica ... , pp. 185-186. " La novita dello Spirito, pp. 289-295. He tratado expresamente el aspecto ma­

riológico de la doctrina de P. EVDOInMOV en mi artículo, El misterio de Maria en la Iglesia ortodoxa. Doctrina y testimonio' de Pablo Evdokimov, en «Revista de Espiritualidad», 36 (1977), 253-268.

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de la salvación. El es también el iconógrafo de la belleza de la Virgen y de su santidad ontológica que la recubre como un manto de púrpura, el fuego de un amor que ha absorbido en la casti­dad virginal toda la fuerza del eros.

CONCLUSIÚN

He dado con 'generosidad la palabra a los teólogos ortodoxos de hoy. Era necesario, dado el deber de fidelidad y la penuria de textos en lengua castellana. En esta docena de cosas intere­santes y en parte nuevas que los ortodoxos nos dicen acerca del Espíritu, se revela un estilo teológico intuitivo, poético, no estric­tamente especulativo, según los cánones de un frío raciocinio.

Sin embargo, y se puede 'constatar en la lectura, hay siempre un deseo de acercarse a la realidad, una finura antropológica, una búsqueda de plenitud que sea capaz de abarcar todas las realidades, para que nada quede sin la esperanza de ser vivifica­do por el Espíritu Santo.

Hay ciertas acentuaciones de la pneumatología 'que parecen excesivas y atribuyen al Espíritu funciones ;y campos que en Occidente ocupa la cristología. Es el tiempo de la síntesis. Los ortodoxos modernos a partir de los grandes teólogos rusos de finales del siglo pasado y de los primeros decenios de éste, se han esforzado por recuperar para el Espíritu espacios perdidos u olvidados por la teología, con un deseo grande de renovar la conciencia de Pentecostés como acontecimiento significativo de la I'glesia. Como escribía N. Berdjaev, como una profecía de re­surrección: "El Espíritu ha sido parcialmente sofocado en el cris­tianismo histórico y la historia ha seguido una dirección contraria al cristianismo. Ha sido éste un momento pasajero que ha llevado a una ruptura entre lo divino y lo humano. Al final de esta fase se desvelará la muerte que precede la resurrección ... Una angus­tia terrible se apoderará de la humanidad. Pero el tiempo se ace­lerará, surgirá la última hora. La Iglesia se revelará tal como es en su esencia inalienable, llena del Espíritu Santo ... " 60.

60 Citado por O. CLEMENT, Il volto interiore, pp. 66-67. Muchas de las perspec­tivas teológicas y espirituales acerca del Espíritu Santo se pueden encontrar en el hermoso libro de O. CLEMENT, DialOgUes avec le Patriarche Athénagoras, Fayard, París, 1976, deuxieme edition augmentée. Desde el punto de vista catequético es interesante la presentación global hecha en el catecismo ortodoxo Dieu est vivant.

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Desde esta profecía del Espíritu, el anuncio de un nuevo Pen­tecostés que no puede empezar sino por una mayor conciencia y una esperanza más tensa de esta efusión del Espíritu Santo "que es Señor y da la vida".

TEXTOS ANTOLOGICOS DE LA IGLESIA DE ORIENTE SOBRE EL ESPIRlTU SANTO

1. Oración mística de nuestro Santo Padre Simeón (el nuevo Teólogo): Invocación al Espíritu Santo por aquel que ya lo ve *

Ven, luz verdadera. Ven, eterna vida. Ven, misterio oculto. Ven, te­soro sin nombre. Ven, realidad inefable. Ven, persona inconcebible. Ven, felicidad sin fin. Ven, luz sillJ ocaso. Ven, esperanza infalible de los que tienen que salvarse. Ven, despertar de los que están dormidos. Ven, re­surrección de los muertos. Ven, tú que eres Poderoso, y continuamente creas, recreas y transformas todo por tu simple querer. Ven, tú que eres invisible, y totalmente inasible e impalpable. Ven, tú que permaneces siempre inmóvil y a cada instante te mueves totalmente y vienes a nos­otros, echados en los infiernos, tú que estás por encima de los cielos. Ven, nombre querido, por doquier repetido, sin que podamos expresar su ser ni conocer su naturaleza. Ven, eterno gozo. Ven, corona inmar­cesible. Ven, púrpura del gran Rey nuestro Dios. Ven, cintura cristalina, incrustada de perlas. Ven, paso ligero. Ven, vestido imperial. Ven, mano real y poderosa. Ven, tú que mi alma desea y ha siempre deseado. Ven, tú el Solo, a mi alma sola, pues ya me ves que estoy solo. Ven, tú que de todo me has separado y me has hecho solitario en esta tierra. Ven, tú que te has convertido en mi anhelo, que te has hecho desear y nadie te puede alcanzar. Ven, soplo vital y vida mía. Ven, consuelo de mi pobre ser. Ven, tú que eres mi alegría, mi gloria, mi deleite sin fin.

Te doy gracias porque te has hecho un solo espíritu conmigo, sin confusión, sin cambio, sin transformación, tú que eres el Dios que está 'por encima de todo, y por mí te has hecho presencia universal, alimento indecible y perfectamente gratuito, que desbordas, sin acabarte, los labios de mi alma; manantial inagotable de mi corazón, vestido esplendoroso que reduce a cenizas al demonio, purificación que me sumerges en ince­santes y santas lágrimas, don gracioso para las almas que gozan de tu visitación. Te doy gracias porque eres para mí luz sin ocaso, sol que no

Catechisme pour les familles, par une equipe de chrétiens ortodoxes, Cerr, Paris, 1979, especialmente pp. 276 Y ss. No he aludido al tema fundamental de la oración de Jesús y a su relación con la experiencia del Espíritu. Sobre este tema cfr. el testimonio de un gran teÓlogo espiritual ortodoxo D. STANILOAE, Priere de Jésus et expérience du Saint-Esprit, Desclée de Brouwer, Paris, 1981; también lo trata con profundidad el Archimandrita Sofronio, discípulo de Silvano del Monte Athos, en el libro citado en nota 48.

• SYMEON LE NOUVEAU THÉOLOGIEN, Hymnes 1-15, Cerf, Paris, 1969, pp. 150-155. Col. Sources Chrétiens, n. 156.

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declina; porque tú no tienes donde esconderte, tú que con tu gloria llenas todo el universo. No, jamás te has escondido a criatura alguna; somos nosotros los que huimos de ti y rehusamos llegamos a ti. Pero ¿dónde podrás esconderte tú que en ningún lugar encuentras la morada de tu descanso? ¿Y por qué vas a esconderte tú que no niegas tu mirada a nin­guna criatura, que no rechazas a ninguno de los seres de este mundo? Ven, Señor, planta hoy en mí tu tienda; haz en mí tu morada y habita en continuidad, sin nunca separarte hasta el fin, en mí que soy tu es­clavo, oh Bondad sin: límites; y haz que también yo, al salir de este mun­do y después de mi éxodo, vuelva a encontrarme en tí, bondadoso Señor, y reine contigo que eres el Dios que está por encima de todo. Permanece en mí y no me dejes solo, tú que eres mi Dueño, para que a la llegada de mis enemigos, los que siempre desean devorar mi alma, te encuentren habitando en mi morada y huyan despavoridos, sin poder hacerme algún mal al verte a ti, todopoderoso, instalado en mi morada, en la interioridad de mi pobre alma. Sí, Señor, del mismo modo que te has acordado de mi cuando estaba en el mundo y en medio de mi ignorancia, has sido tú el que me has elegido y separado de este mundo, me has puesto delante de tu gloria, consérvame ahora en la intimidad, de pie para siempre, inque­brantable, en la morada que has puesto en mí. Que viéndote eternamente, yo que estoy muerto, viva; que poseyéndote, yo que soy pobre, viva siem­pre en la opulencia, más rico que todos los reyes. Que yo te coma y te beba, que yo me vista cada instante de ti, que camine de deleite en de­leite y goce de los bienes inefables. Porque eres tú todo bien y gloria y deleite; tuya es la gloria, santa, consustancial y vivificante Trinidad. Te veneran, confiesan, adoran y sirven en el Padre, en el Hijo y en Espíritu Santo todos los fieles, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

2. Textos litúrgicos orientales de Pentecostés sobre el Espíritu Santo

a. Himno de la liturgia siro-antioquena ("Sedro" de Pentecostés) **

Gloria a ti, Señor Dios nuestro, Espíritu Santo. Tú eres alabado y adorado con el Padre y con el Hijo, con igual dignidad, majestad, poder, potencia y operación. Con ellos eres consustancial. Eres una Persona sub­'sistente y, en cuanto Dios, tú santificas. Tú eres el dador de los carismas celestiales, perfectos e inefables, y tú brillas no como un servidor, sino como un Señor sobre aquellos que son dignos. Tú eres una de las perso­nas de la santa y augusta Trinidad que son ignales en esencia y tú actúas en todo tiempo y en todas las cosas que se refieren a Dios en cuanto es Dios. Antaño has hablado simbólicamente por los Profetas y la Ley, y hoy has bajado bajo forma de lenguas de fuego sobre los Apóstoles. Tú has enseñado espiritualmente las letras a los iletrados y has hablado con lenguas nuevas de realidades completamente inéditas. Por medio de tus apóstoles has arrancado del mundo entero las raíces del pecado y has

.* Cfr. E. P. SIMAN, L'expérience de l'Esprit par l'Église, Beauchesne, Paris, 1971, pp. 303·304.

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adornado a la Santa Iglesia con carismas divinos. Cada día renuevas tu soplo vital en las personas santas y las santificas. Tú eres el Espíritu de la verdad de la boca de Dios y con tu poder nos revelas que eres Dios, que tú procedes del Padre, que tú eres el Espíritu de la. verdad que el Padre ha enviado por medio de su Hijo.

b. ¡diamela del lunes de Pentecostés (del Santo y vivificante Espíri­tu). Rito bizantino ***

El Espíritu Santo es luz y vida, manantial vivo y espiritual; es Espíritu de sabiduría. Espíritu de ciencia, bueno, recto inteligente, dominador, pu­rificador de los pecados. Es un Dios que diviniza; un fuego que procede del fuego, que habla, actúa, distribuye sus dones. Gracias a él han recibido la corona de la gloria todos los profetas y los apóstoles de Dios, todos los testigos de la fe. Es un prodigio difícil de entender, extraño a la mi­rada humana. Es fuego que se divide para difundir sus dones .

••• Cfr. Anthologion, t. III (en griego), Roma, 1980, pp. 628-629.