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UNIÓN COLOMBIANA DEL SUR Iglesia Adventista del Séptimo Día Esperanza PLENA SERMONES PARA SEMANA SANTA

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UNIÓN COLOMBIANA DEL SUR

Iglesia Adventistadel Séptimo Día

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SERMONES PARA SEMANA SANTA

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Créditos:

Revisión general: Moisés Prieto Sierra

Diseño, carátula y diagramación: Jayzon García A.

Impreso y encuadernado por: Litografía ICOLVEN

Primera edición: 2019.

ISBN:

ESPERANZA PLENA

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Contenido

Introducción 5

Sábado ¿Qué harás con Jesús llamado el Cristo? 6

Sábado de noche La grandeza del servicio 12

Domingo Un siervo de siervos 17

Lunes En el Getsemaní 24

Martes Una vil traición 30

Miércoles El calvario y las 7 frases de Jesús 36

Jueves Consumado es 43

Viernes Jesús ha resucitado 48

Sábado Esperanza frente al sufrimiento 53

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introduCCión

Apreciado hermano, anciano y predicador.

Me gozo en colocar en tus manos esta serie de sermones ti-tulada, “ESPERANZA PLENA” que nos recuerdan y nos llevan a valorar y a internalizar el maravilloso sacrificio de Cristo Jesús, demostrado en la cruz del calvario en nuestro favor.

Anhelo que los mismos sean de bendición para tu vida, como también llenen de esperanza y consuelo a quienes los lean o los escuchen. Ya estoy orando para que cuando te levantes a predi-car, estés lleno del Espíritu Santo y de la Palabra de Dios.

Estos temas han sido preparados por algunos pastores y lí-deres de diferentes lugares de la Unión Colombiana del Sur, a quienes agradezco profundamente su ayuda y su colaboración.

Deseo que cuando te levantes a predicar cada noche, pue-das mantener en alto las palabras del apóstol Pablo cuando dijo: “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús” (2 Corintios 4:5).

Que Dios pueda usarnos a todos para llevar la esperanza plena de la vida de Cristo Jesús al mundo.

Dios te bendiga grande, rica y poderosamente

Pr. Moisés PrietoUnión Colombiana del Sur

Evangelismo, Ministerios Personales,Escuela Sabática y Mayordomía.

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¿quÉ harÁs con jesÚs llamadoel cristo?

Sábado

Autor: Moisés Prieto SierraDepartamental Unión Colombiana del Sur

Lectura bíblica: Mateo 27:22.

Introducción

“¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo?”

Esta pregunta hecha por Pilato al pueblo Judío, sigue resonan-do diariamente con gran intensidad. Unos han respondido a ella con devoción y fe, y otros con apatía o desprecio. Aunque en la Biblia encontramos que algunos personajes dieron respuesta a esta misma pregunta de diversas maneras, hoy día esta pregunta sigue teniendo suma importancia.

En la Biblia encontramos que en la última semana de la pasión de Cristo, varios personajes reaccionaron de manera diferente frente a Jesús.

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Los principales del pueblo

“Entonces los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y los ancianos del pueblo se juntaron al patio del pontífice, el cual se llamaba Caifás; y tuvieron consejo para prender por engaño a Jesús, y matarle. Y decían: No en el día de la fiesta, porque no se haga alboroto en el pueblo”. (Mateo 26:3-5).

Estos dirigentes estaban empeñados en matar a Jesús. Ya ha-bían visto sus milagros, conocían de su poder y esto les moles-taba a ellos como dirigentes. Pero su popularidad les afectaba y por ello temían enfrentarse al pueblo por miedo a algún motín.

“Caifás sirvió por dieciocho años, mucho más que otros sumo sacerdotes, lo que sugiere que colaboraba bien con los romanos. Fue el primero en recomendar la muerte de Jesús a fin de “salvar” la nación (Juan 11: 49-50)”. (Comentario de la Biblia del Diario Vivir).

Tuvieron a Jesús con ellos pero su respuesta fue drástica y destructora.

María

(Mateo 26: 6-13; Marcos 14: 3-9; Juan 12:1-8).

En estos textos se hace referencia a la actitud de María cuando Jesús llegó a casa de Simón. Este Simón que había sido curado de la lepra aún no estaba convencido del ministerio mesiánico de Jesús. Elena G. de White refiere que “la fiesta fue ofrecida en ho-nor de Jesús. Lázaro estaba también allí como invitado de honor. Marta servía y María Magdalena, a quien Simón había inducido a pecar y a quien Jesús había librado de la posesión demoníaca, también estaba presente”. (El Deseado de Todas las Gentes, p. 512-513).

Y dice la Biblia que cuando María derramó este valioso per-fume comenzaron a ocurrir reacciones en todos los presentes. Juan 12:4 dice que el primero en reaccionar y protestar de forma negativa y desconsiderada fue Judas. Su actitud de ladrón no po-día soportar este gesto tan especial de parte de María, ya que el valor del perfume era un año de salario.

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María dio todo para honrar a Jesús y fue recompensada. No fue mezquina en hacer o dar algo para Jesús. Le reconocía como Salvador y Señor y eso era lo más importante. “Este acto de de-voción de María reflejaba el mismo espíritu que había movido a Jesús a descender a este mundo tenebroso (Filip. 2:6-8)”.

Judas (Mateo 26:14-16).

Todos conocemos la historia de este personaje cuyo signifi-cado significa alabado. Aunque andaba con los doce y estaba con Jesús, su corazón estaba cerrado a la voz del Espíritu Santo. Cuando tuvo su primera oportunidad, planeó todo para entregar a Jesús y venderlo (Mat. 26:20-25). Fue un completo traidor. Su amor al dinero lo tenía dominado. Cerró su corazón a Jesús y fue tomado por el maligno para cometer vil ultraje. Realmente se vendió a sí mismo, porque vendió su alma a Satanás por el amor al dinero. (1Tim. 6:9,10).

Con un miserable beso entregó al Salvador del mundo a la muerte. Hizo lo peor que un ser humano puede hacer; vender y entregar a Jesús. Y esta es la triste realidad de muchos, incluyen-do a cristianos y líderes que tienen amor al dinero. Hacen cual-quier cosa y venden su alma y la de Cristo Jesús.

¿Qué harás en esta hora con Jesús llamado el Cristo?

Pedro (Mateo 26:31-35).

Hablar más de la cuenta, sin pensar y analizar lo que vamos a decir nos mete en problemas. Creer que podemos hacerlo por nuestros propios medios y que no vamos a fallar, también nos mete en problemas. Eso le pasó a Pedro. Él vociferó muchas veces que podía hacer cosas grandes, y que nunca traicionaría a su Maestro. Pero cuando menos pensó que lo haría, le negó. (Luc.22:54-62).

Él había vociferado delante de todos “aunque todos se escan-dalicen de ti, yo nunca me escandalizaré” (Mat.26:33). Pero en un momento se alejó de Jesús, confió en sí mismo, le siguió de lejos y también lo traicionó (Luc.22:54).

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Esto nos enseña que necesitamos dejar nuestra prepotencia, orgullo y vanidad para andar cerca de Cristo. Necesitamos cami-nar diariamente con Jesús, estudiar su palabra, orar y obedecerle para no negarle. Alabado sea Dios, porque Pedro se arrepintió, cambio su vida y alcanzó la victoria. Cuando aprendió a caminar con Jesús y a amarle escribió consejos maravillosos que nos ense-ñan cómo vivir para no caer (2 Pedro.1:5-10).

Los discípulos en el Getsemaní

En los momentos más críticos de la vida de Jesús, cuando estaba sellando la victoria para la salvación de este mundo sus discípulos lo dejaron solo y no pudieron velar con él ni darle con-suelo y fortaleza. Se quedaron dormidos y le dieron la espalda. No tuvieron ningún compromiso con apoyar a Jesús en oración.

Pero no solo eso, sino que más tarde cuando Judas vino con la turba para entregar y buscar a Jesús, reaccionaron de manera diferente. Pedro violentamente actuó con rabia y con un impulso no controlado, quitándole la oreja al siervo del pontífice (Juan 18:10). Y luego cuando Jesús fue tomado, todos le dejaron y huyeron (Mat.26:56).

La pregunta sigue sonando ¿Qué vas a hacer hoy con Jesús llamado el Cristo? ¿Cuál será tu respuesta?

El sumo sacerdote y los miembros del sanedrín

“Respondiendo el pontífice, le dijo: Te conjuro por el Dios vi-viente, que nos digas si eres tú el Cristo, Hijo de Dios. Jesús le dijo: Tú lo has dicho: y aun os digo, que desde ahora habéis de ver al Hijo de los hombres sentado a la diestra de la potencia de Dios, y que viene en las nubes del cielo. Entonces el pontífice rasgó sus vestidos, diciendo: Blasfemado ha: ¿qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora habéis oído su blasfemia. ¿Qué os parece? Y respondiendo ellos, dijeron: Culpado es de muerte. En-tonces le escupieron en el rostro, y le dieron de bofetadas; y otros le herían con mojicones, Diciendo: Profetízanos tú, Cristo, quién es el que te ha herido”.(Mateo 26:63-68).

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Este grupo ultrajó vilmente a Jesús blasfemando su nombre. Tuvieron la oportunidad de alcanzar la salvación y la desprecia-ron. Cada golpe que le daban a Jesús los alejaba más del alcance de la gracia de Dios.

Pilato (Mateo 27:22).

De todos los personajes que observaron los últimos momen-tos de las escenas de la pasión de Jesús, Pilato fue quien más tiempo observó y dialogó con Jesús. Estas pláticas están des-critas en el libro de Juan. Cuando el pueblo sorprendió a Pilato y pidió la liberación de Barrabás, Pilato formuló una pregunta que causó diversas reacciones. Por ello se dirigió al pueblo para pre-guntarles: ¿Qué haré con Jesús llamado el Cristo?

Pilato deseaba quedar bien con todos. Deseaba librar a Jesús de la muerte, pero también quería tener contento al pueblo (Mar. 15: 15). Según Lucas, cuatro veces declaró a Jesús inocente. Ma-teo dice que dos veces habló de Jesús como un hombre justo.

Pilato intentó ignorar aquel juicio y envío a Jesús a Herodes después de mandarlo a azotar. Finalmente al no poder resolver el dilema entre la justicia y la inocencia de Jesús y la presión del pueblo se lavó las manos y entregó a Jesús para que fuera cruci-ficado.

El pecado más grave de Pilato no fue lo que hizo, sino lo que no hizo. Por temor a perder su posición no liberó a Jesús. Y aun-que declaró, “este hombre es inocente”, selló su destino al reco-nocer al Salvador del mundo entregándolo a la muerte cruel.

¿Qué harás con Jesús llamado el Cristo?

Los soldados y el pueblo judío (Mateo 25: 27-44).

El pueblo judío también respondió de diversas maneras so-bre Jesús. Unos le condenaron y gritaban que fuera crucificado (Mateo 27:22-26). Otro grupo le tenían envidia y celos porque él había condenado algunas cosas que no estaban haciendo bien (Mar.15:10). Los soldados romanos lo ultrajaron vilmente y lo escupieron, lo golpearon, le colocaron la corona de espinas, lo hi-rieron con la lanza, repartieron sus vestidos y se burlaron vilmen-

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te de Jesús sellando así su destino. Otros lloraban y lamentaban su muerte y se condolieron de él como el caso de Simón de Cirene (Mat. 27:32), y José de Arimatea (Mat. 27:57-60).

Los ladrones en la cruz (Lucas 23:39-43).

Todos conocemos la historia. Uno de ellos lo injurió y se burló de Jesús y el otro lo reconoció como su Salvador personal, al-canzando la gracia, el perdón, la esperanza y la salvación. Uno se humilló delante de Jesús y otro lo despreció en sus últimos momentos de vida.

Conclusión

Hoy hemos encontrado dos grupos de personas en la última semana de la pasión de Jesús: los que aceptaron y reconocieron a Jesús y los que teniendo la oportunidad de la salvación la des-preciaron.

¿Quién es Jesús para tu vida?

¿Qué vas a hacer con Jesús llamado el Cristo?

¿Cuál de estos ejemplos estudiados en este día vas a seguir?

Espero que estés en el grupo de los que aceptan a Jesús como tu Salvador personal. Deseo que estés en el grupo de aquellos que quieren vivir en esperanza plena de la vida eterna.

Llamado y oración

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la grandezadel servicio

Sábado de noche

Autor: Daruiwn GonzálezDepartamental Asociación de los Llanos Orientales

Lectura bíblica: Juan 13: 1-4.

Introducción

Al principio de este año, me encontraba caminando por las calles de Jerusalén, especialmente el lugar donde fue construido el templo de Jerusalén. Mi mente se cautivaba al ver las vestidu-ras de aquellos que llegaban en las horas del día sábado al muro de lamentos para adorar.

Pude observar vestidos que claramente mostraban más que limpieza y orden, un alto grado de dignidad y posición social. Algunos rostros mostraban interés por lo que ocurría, otros pare-cían estar molestos con algunos de nosotros, que estábamos de visita en el lugar.

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Personalmente me sentía intimidado, aunque tenía claro que estaba allí porque quería adorar a Dios. Y realmente junto con el grupo de compañeros buscamos no desconcentrarnos de nuestro propósito, porque estábamos allí reunidos para alabar a Dios.

Quiero invitarles a que juntos recordemos lo que sucedió ho-ras antes del sacrificio de Jesús en la cruz. Este incidente fue protagonizado por un grupo muy especial para Jesús, pero que de alguna manera se habían dejado invadir por aires de grandeza, recelos y enemistades entre sí.

Los discípulos de Jesús tenían un concepto errado de lo que significaba la verdadera grandeza de la vida. Habían estado mu-cho tiempo con Jesús, pero todavía no lo comprendían. De hecho, es mejor en una reunión social querer ser servido, disfrutar y sentirse importante, que disponerse a servir. Y Jesús tiene que dar aquel día grandes lecciones, para que todos aprendamos a actuar diferente.

La grandeza de Jesús

En la Biblia encontramos muchos textos que nos hablan de la grandeza de Jesús.

“Tuya es, oh SEÑOR, la grandeza y el poder y la gloria y la victoria y la majestad, en verdad, todo lo que hay en los cielos y en la tierra; tuyo es el dominio, oh SEÑOR, y tú te exaltas como soberano sobre todo”. (1 Crónicas 29:11).

“Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de su padre David” (Lucas 1:32).

“Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”. (Marcos 10.45).

Después de ver estos versículos que muestran la majestuo-sidad divina, no nos extraña ver a Jesús demostrando su gran-deza de rodillas; lavando los pies polvorientos de un grupo de hombres que en palabras inspiradas solo mostraban arrogancia, prepotencia y orgullo. Todo de sus vidas hasta ese momento con-trastaba con la vida del Salvador.

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Elena G. de White señala que “cuando los discípulos entraron en el aposento alto, sus corazones estaban llenos de resentimien-to. Judas se mantenía al lado de Cristo, a la izquierda; Juan estaba a la derecha. Si había un puesto más alto que los otros, Judas esta-ba resuelto a obtenerlo, y se pensaba que este puesto era al lado de Cristo. Y Judas era traidor”. (Consejos para la Iglesia, p. 543).

La irónica grandeza del ser humano

Judas estaba buscando grandezas. Otros habían pedido a Je-sús puestos en su reino y discutían por ello (Lucas 22:24). Todos al parecer discutían entre sí, porque tenían celos y envidias. To-dos querían ser importantes según sus propios deseos. Y en un momento cumbre cuando estaban en la cena de la Pascua, donde deberían demostrar amor y recordar lo que Jesús ya les había dicho, nadie tomo la iniciativa de inclinarse ante su hermano o compañero para disculparse, pedir perdón o incluso lavar los pies como era la costumbre.

Y cuan a menudo y familiar resulta este acto entre nosotros los miembros de la iglesia. Quizá hemos visto con tristeza que en algunas reuniones de hermanos no se apoyan los programas ni los eventos como debieran hacerse. Predominan discusiones en algunos lugares, solo por la búsqueda de la grandeza humana. Y peor aún, nos gusta recibir elogios aunque estemos lejos de merecerlos. No queremos pedir perdón y solo buscamos acomo-darnos, estar bien y ser importantes.

Por otro lado está otro grupo que solo espera en quietud para ver que va a ocurrir, sin preocuparse por hacer algo. Pero la quie-tud cuando es necesaria la acción, también es pecado. A veces el callar ante una injusticia o simplemente la inactividad del men-saje tan real que debemos predicar, podrá traer la perdida de la vida eterna a algunos (Ezequiel 33:6).

Pero nuevamente Cristo muestra su grandeza, ahora como un siervo. Jesús toma nuestro lugar para enseñarnos dónde está el secreto de la grandeza humana. Lucas 13:5 dice que “Luego puso agua en una vasija y comenzó a lavar los pies de los discípu-los y a secarlos con la toalla con que estaba ceñidos”.

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Y Elena G. de White declara que “esta acción abrió los ojos a los discípulos. Amarga vergüenza y humillación llenaron su co-razón. Comprendieron el mudo reproche, y se vieron desde un punto de vista completamente nuevo”. (Consejos para la Iglesia, p. 543).

Es nuestro deber nuestro dejar a un lado nuestras diferencias, dejar de preocuparnos en el YO, y entender que la verdadera grandeza está en exaltar a Cristo y servir a los demás. Nada que hagamos que traiga algún crecimiento a su causa vendrá jamás por nuestra capacidad mental, ni por lo habilidosos que hayamos nacido. Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto. (Santiago 1:17).

Juan 13:12-14 dice que Jesús “después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros”.

Y allí Jesús no solo da ejemplo del actuar, sino que les invi-ta a un cambio. Sabemos que entre nosotros siempre habrá algo que mejorar. Comparémonos con Cristo, que él sea nuestro único ejemplo a imitar; busquemos el bien de los demás.

Conclusión

Permitamos a Dios que Él transforme nuestros corazones. Re-cordemos que en un humilde pesebre de una aldea de dudosa re-putación y rodeado de personas no gratas a la sociedad vivió Je-sús. Pero aun así, su presencia física en esa tierra fue sin mancha.

“Nadie ocupaba un puesto tan exaltado como el de Cristo, y sin embargo él se rebajó a cumplir el más humilde deber. A fin de que los suyos no fuesen engañados por el egoísmo que habita en el corazón natural y se fortalece por el servicio propio, Cristo les dio su ejemplo de humildad. (Consejos para la Iglesia, p. 544).

El mensaje de Jesús sigue resonando en nuestras vidas. “En-tonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen

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sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para ser-vir, y para dar su vida en rescate por muchos”. (Mateo 20:25-28).

Jesús fue nuestro mayor ejemplo de servicio y nos invita a de-poner toda actitud egoísta y ambiciosa, para que podamos servir a otros y preocuparnos por sus necesidades. Saquemos toda acti-tud de superioridad y busquemos crecer en grandeza de servicio para Jesús y para los demás. La verdadera grandeza está en amar a Dios y amar al prójimo. Recuerda que Jesús dijo:

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande manda-miento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Mateo 22:37-39).

Hoy Jesucristo desea limpiar tu corazón, y emblanquecerlo. Él quiere no solo lavar con agua tus pies, sino toda tu vida. Hoy puedes nacer de nuevo. Hoy puedes iniciar tu relación con Él vi-viendo en esperanza.

Él está esperándote. ¿Aceptas a Cristo en tu vida?

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un siervode siervos

Domingo

Autor: Moisés Prieto SierraDepartamental Unión Colombiana del Sur

Lectura bíblica: Juan 13:4-15.

Introducción

Es día jueves por la noche y Jesús está sentado y reunido con los doce discípulos en el aposento alto de una casa en Jerusalén. La Biblia no da el nombre del dueño de la casa. Solo sabemos que Jesús les dijo a sus discípulos que buscaran y siguieran a un hom-bre que llevaba un cántaro, hasta la casa donde entrara, para que allí se hicieran los preparativos para la celebración de la Pascua (Lucas 22:8-13).

Era la última noche que Jesús iba a estar con sus discípulos. Era una noche muy diferente para todos. No entendían todo lo que estaba pasando. Pero en el corazón de Jesús había mucha

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tristeza porque el dolor torturaba su corazón por el peso de la cruz que sabía debía llevar. Generalmente “Las cenas de Pascua habían sido momentos de especial interés, pero en esta ocasión Jesús estaba afligido. Su corazón estaba apesadumbrado, y una sombra descansaba sobre su semblante”. (El Deseado de Todas las Gentes, p. 598).

Aunque pronto ascendería a su Padre, su amor de siervo por la humanidad eran puros. Era un espectáculo impresionante de humillación y de servicio dirigido por el Rey del Universo.

Mientras los discípulos albergaban pensamientos de reinado terrenal y discutían sobre quién sería el mayor en el reino de los cielos (Lucas 22:24), Jesús los miraba con tristeza y ternura, por-que sabía que tenía que enseñarles lecciones claves para sus vi-das. De hecho, ya la petición que Juan y Santiago habían hecho a Jesús de sentarse a la derecha y a la izquierda de su trono, había creado enojo y resentimiento entre ellos (Marcos 10:35-45). Y aquella noche las discusiones entre ellos no tardaron en aparecer. El Siervo de los siervos necesitaba demostrar su grandeza aquella noche de tensión, para enseñar grandiosas lecciones de humildad a la humanidad.

El significado de siervo

La palabra siervo viene del latín servus, y tiene a menudo una connotación negativa en nuestra cultura occidental. Según el diccionario de la RAE se usa la palabra siervo para llamar a un esclavo que está subordinado, “especialmente los que servían a los señores feudales en la Edad Media”. Pero para el cristia-no el verdadero siervo imita y revela un amor semejante al de Cristo Jesús. En el contexto bíblico “los siervos son los fieles que cumplen con los mandatos de una doctrina y siguen a una cierta autoridad”.

Sin embargo, existe una diferencia entre servir y tener un es-píritu de siervo. Podemos servir a Dios por diversas razones: conveniencia, obligación, satisfacción propia, beneficio personal o económico, o solo por el simple hecho de tener fama y alcanzar reconocimiento. Pero el verdadero siervo actúa y va más allá de lo externo. Lo impulsa un deseo interno de hacer lo mejor, imitando a Cristo Jesús.

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Dice la Palabra de Dios: “Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. Y les dijo: !Cuánto he deseado co-mer con vosotros esta pascua antes que padezca! Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios” (Lucas 22: 14-16).

La fiesta de la pascua

El Comentario Bíblico Adventista dice que esta pascua era “la cuarta del ministerio de Jesús…y la tercera celebrada con los discípulos en Jerusalén”. Y la fiesta de la pascua se celebraba anualmente para conmemorar la noche en que fueron muertos todos los primogénitos de los egipcios y los israelitas salieron de Egipto. Era un recordativo de liberación de la esclavitud. Y fue en esa misma noche de celebración, donde Jesús estableció el rito de la humildad y el rito de la comunión para recordarnos lecciones y verdades eternas relacionadas con la celebración de la cena del Señor.

Mientras Jesús está celebrando la pascua con sus discípulos necesita decirles y enseñarles algunas lecciones a fin de prepa-rarlos para su muerte y resurrección. Quería mostrarles un gran ejemplo de servicio humildad y abnegación.

Elena G. de White menciona que “era costumbre, en ocasión de una fiesta, que un criado lavase los pies de los huéspedes, y en esa ocasión se habían hecho preparativos para este servicio. La jarra, el lebrillo y la toalla estaban allí, listos para el lavamien-to de los pies; pero no había siervo presente, y les tocaba a los discípulos cumplirlo. Pero cada uno de los discípulos, cediendo al orgullo herido, resolvió no desempeñar el papel de siervo. Todos manifestaban una despreocupación estoica, al parecer incons-cientes de que les tocaba hacer algo. Por su silencio, se negaban a humillarse”. (El Deseado de Todas las Gentes, p. 600).

Como no había ningún siervo en la sala para lavar los pies, Jesús espero un rato para ver que iban a hacer, pero nada sucedió. Sus pensamientos eran otros. Entonces Jesús decide mostrarles su gran amor que lo recordarían por siempre.

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Una gran lección

Dice la Palabra que Jesús “se levantó de la cena, y se quitó su ropa, y tomando una toalla, se ciñó. Luego puso agua en una vasija, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a limpiar-los con la toalla con que estaba ceñido. Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dice: ¿Señor, tú me lavas los pies? Respondió Jesús, y le dijo: Lo que yo hago, tú no [lo] entiendes ahora; mas lo entenderás después. Le dice Pedro: No me lavarás los pies jamás. Le respondió Jesús: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. Le dice Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, mas aun las manos y la cabeza. Le dice Jesús: El que está lavado, no necesita sino que [se] lave los pies, porque está todo limpio; y vosotros limpios sois, aunque no todos. Porque sabía quién era [el] que lo entregaba; por eso dijo: No sois limpios todos. Así que, después que les hubo lavado los pies, y tomado su ropa, volviéndose a sentar a la mesa, les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis, Maes-tro y Señor; y decís bien; porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavar los pies los unos de los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su Señor, ni el apóstol es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis, si las hiciereis”.(Juan 13:4-17).

¡Qué gran ejemplo de humildad! ¡Qué gran demostración para enseñarnos que el servicio amante y la verdadera humil-dad, constituye la verdadera grandeza de una persona! Definiti-vamente fue una cena sinigual. El resentimiento, el orgullo y la suficiencia propia fueron develados. “Esta acción abrió los ojos de los discípulos. Amarga vergüenza y humillación llenaron su corazón. Comprendieron el mudo reproche, y se vieron desde un punto de vista completamente nuevo. (El Deseado de Todas las Gentes, p. 600).

Un Siervo de siervos

Imaginemos la escena de aquella noche. Imagínate al Rey del Universo lavando los pies de sus discípulos. Veámoslo tomando la vasija, colocando el agua y tomando la toalla. Veámoslo camina-

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do hasta donde estaban su discípulos para lavarles los pies. Con amor, ternura y compasión comienza a lavar aquellos polvorien-tos y agrietados pies. Mira a Jesús tomando con bondad y ternura los pies de cada uno. Imagina el color del agua sucia que quedaba en la vasija. No quisieron humillarse el uno al otro, pero el rey del Universo a quien todavía no lo comprendían se había humillado hasta lo sumo.

Pero cuando llegó el turno de Pedro, éste reaccionó de mane-ra impulsiva: “¿Señor, tú me lavas los pies?.. ¡No me lavarás los pies jamás!” (Juan 13: 6-7). Y Elena G. White dice que “la con-descendencia de Cristo quebrantó su corazón. Se sintió lleno de vergüenza al pensar que ninguno de los discípulos cumplía este servicio. “Lo que yo hago—dijo Cristo,—tú no entiendes ahora; mas lo entenderás después.” Pedro no podía soportar el ver a su Señor, a quien creía ser Hijo de Dios, desempeñar un papel de siervo. Toda su alma se rebelaba contra esta humillación. No com-prendía que para esto había venido Cristo al mundo. Con gran énfasis, exclamó: “¡No me lavarás los pies jamás!”.

Solemnemente, Cristo dijo a Pedro: “Si no te lavare, no ten-drás parte conmigo.” El servicio que Pedro rechazaba era figura de una purificación superior. Cristo había venido para lavar el corazón de la mancha del pecado. Al negarse a permitir a Cristo que le lavase los pies, Pedro rehusaba la purificación superior incluida en la inferior. Estaba realmente rechazando a su Señor”. (El Deseado de Todas las Gentes, p. 602).

Y no comprendiendo aún el acto de Cristo entonces le dice: “Señor no solo mis pies sino también las manos y la cabeza” (vr 9). Pero Jesús le dijo “el que está limpio solo necesita lavarse los pies. Vosotros ya estáis limpios aunque no todos (vr 10).

“Cuando Jesús se ciñó con una toalla para lavar el polvo de sus pies, deseó por este mismo acto lavar el enajenamiento, los celos y el orgullo de sus corazones. Esto era mucho más importan-te que lavar sus polvorientos pies. Con el espíritu que entonces manifestaban, ninguno de ellos estaba preparado para tener co-munión con Cristo. Hasta que fuesen puestos en un estado de hu-mildad y amor, no estaban preparados para participar en la cena

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pascual, o del servicio recordativo que Cristo estaba por instituir. Sus corazones debían ser limpiados. El orgullo y el egoísmo crean disensión y odio, pero Jesús se los quitó al lavarles los pies. Se realizó un cambio en sus sentimientos. Mirándolos, Jesús pudo decir: “Vosotros limpios estáis.” Ahora sus corazones estaban unidos por el amor mutuo. Habían llegado a ser humildes y a estar dispuestos a ser enseñados. Excepto Judas, cada uno estaba listo para conceder a otro el lugar más elevado. Ahora, con corazones subyugados y agradecidos, podían recibir las palabras de Cristo. (El Deseado de Todas las Gentes, p. 602).

Conclusión

Para ser verdaderos ciudadanos del cielo necesitamos ser hu-mildes. La humildad en el servicio es la verdadera grandeza que Jesús quiere ver en nosotros. Jesús nos recuerda claramente: “Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, voso-tros también debéis lavar los pies los unos de los otros” (vr 14).

Todos necesitamos ir a Cristo Jesús para obtener su gracia pu-rificadora. Necesitamos llevarle todas nuestras flaquezas y con-taminación de pecado para que nos limpie. Debemos recordar que no estaremos preparados para la comunión con Jesús a me-nos que seamos limpiados por su sangre.

Como seguidores de Jesús e hijos de Dios, debemos servir a los demás con humildad. No debemos pensar que somos impor-tantes, ni esperar que otros se levanten para servirnos. Debemos humillarnos. “Mientras se alberga orgullo y divergencia y se con-tiende por la supremacía, el corazón no puede entrar en comu-nión con Cristo. No estamos preparados para recibir la comunión de su cuerpo y su sangre. Por esto, Jesús indicó que se observase primeramente la ceremonia conmemorativa de su humillación”. (El Deseado de Todas las Gentes, p. 605).

Todos “los que quieren participar de sus atributos, y con él compartir el gozo de ver almas redimidas, deben seguir su ejem-plo de ministerio abnegado”. (El Deseado de Todas las Gentes, p. 607).

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Apreciado amigo y hermano; el Rey del universo nos invita en esta noche a imitar su amor y su ejemplo. Nos llama a dejar nues-tro orgullo, suficiencia propia, rencor, crítica y enojo con otros y rendirnos a sus pies. Es hora de dejar de discutir y de pelear unos con otros por asuntos efímeros. Él nos sigue diciendo:

“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. (Filipenses 2:3-8).

¿Estás listo para escuchar la voz de Jesús en esta noche? ¿Es-tás dispuesto a servir a tus semejantes? ¿Deseas colocándote en pie pedirle a Jesús que coloque en tu vida Su humildad y Su amor? Él quiere limpiar no solo el polvo de tus pies sino limpiar todo el polvo espiritual del egoísmo de nuestra vida.

Sigamos su ejemplo, alcancemos la salvación y vivamos con la esperanza de la vida eterna. Dios te bendiga.

Oración final

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en elgetsemanÍ

Lunes

Autor: Alejandro AtenciaSecretario de la Misión Pacífico Sur

Lectura bíblica: Mateo 26:36-46.

Introducción

Era casi la medianoche, cuando Jesús y su pequeño grupo de discípulos llegaron al huerto de Getsemaní. Este era el lugar don-de Jesús acostumbraba ir a orar. Era el lugar donde Jesús ganaría la batalla de todos los siglos. La batalla de liberación del pecado de la raza humana. Aquel jueves de noche Jesús ha venido a pre-pararse a sí mismo y preparar a sus discípulos para enfrentar la muerte cruel el día siguiente.

Ocho de sus discípulos han quedado a la entrada del huerto. Los miró y les animó que permanecieran cerca de la entrada del huerto. Solo lleva a Pedro, Jacobo y Juan quienes formaban parte

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del su circulo mas allegado. Era un momento muy difícil y nece-sitaba apoyo y compañía. Él iba a aquel lugar a orar y a reclamar unción y poder para enfrentar la terrible prueba.

Getsemaní viene de una palabra aramea que significa “prensa de aceite”. El Comentario Bíblico Adventista dice que Jesús “con frecuencia había venido a este lugar para meditar, orar y descan-sar (Luc_22:39; Jn_18:2), y allí también había pasado muchas noches (Luc_21:37; DTG 637). Es probable que Jesús hubiera pasado aquí las noches del martes y del miércoles antes de la crucifixión”.

Una noche de agonía

Estudiemos algunos detalles paso a paso en aquella noche de agonía.

1. Comenzó a entristecerse y angustiarse en gran manera. (Vr 37).

a. Había llegado la hora de su fin ministerial para Jesús en esta tierra.

b. Su angustia en gran manera no era por la muerte atroz que iba a pasar.

c. El momento más duro para Jesús era apartarse del lado de su Padre para siempre.

d. Tenía que llevar los pecados del mundo pecaminoso y esta-ba angustiado por la gran responsabilidad.

Elena G. de White dice que “Sentía que el pecado le estaba separando de su Padre. La sima era tan ancha, negra y profunda que su espíritu se estremecía ante ella. No debía ejercer su poder divino para escapar de esa agonía. Como hombre, debía sufrir las consecuencias del pecado del hombre. Como hombre, debía soportar la ira de Dios contra la transgresión. Sintiendo quebran-tada su unidad con el Padre, temía que su naturaleza humana no pudiese soportar el venidero conflicto con las potestades de las tinieblas. En el desierto de la tentación, había estado en juego el destino de la raza humana”. (El Deseado de Todas las Gentes, p. 637).

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2. Mi alma está muy triste hasta la muerte (vr 38).

a. Era la decisión de quedarse con el Padre o quedarse con la raza humana

b. Quedarse con el Padre significaba abandonar el plan de redención y dejar la raza humana a su suerte (perdición eterna)

c. Quedarse con la raza humana era abandonar su permanen-cia eterna con su Padre para entregarse a rescatar la raza humana.

d. Jesús decidió quedarse sufriendo por amor a la raza huma-na. Sin embargo aquellos a quienes se había comprometido a salvar, aquellos a quienes amaba tanto, estaban a las ma-quinaciones de Satanás. Y esto traspasaba su alma. Era un conflicto terrible.

3. Quedaos aquí y velad conmigo (vr 38 up).

a. Jesús deseaba el sostén y compañía que estos discípulos podrían proporcionarle en su hora de angustia.

b. Velad conmigo es una súplica más que un mandato. Jesús los necesitaba más que nunca. Por eso los había llevado. Pero tristemente ellos le fallaron cuando más los necesita-ba. Y todos se quedaron dormidos.

c. “Por un tiempo habían estado despiertos y habían unido sus oraciones a las de él, pero luego les sobrevino un letar-go abrumador. Podrían haberse liberado de él si hubieran persistido en oración”. (Comentario Bíblico Adventista).

4. Padre mío, si es posible, pasa de mi esta copa. (vr 39).

a. La copa ya estaba rebosada de tristes y amargas experien-cias vividas.

b. El enemigo le atormentaba con terribles pruebas y acusa-ciones. Era algo muy terrible. “Satanás le decía que si se hacía garante de un mundo pecaminoso, la separación se-ría eterna. Quedaría identificado con el reino de Satanás, y nunca más sería uno con Dios”. (El Deseado de Todas las Gentes, p. 637).

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c. El plan de la salvación ya estaba hecho por Dios desde an-tes de fundación del mundo. (1 Pedro 1:19-20; Tito 1:2).

d. La única solución para la raza humana era que Jesús bebie-ra la copa.

5. No se haga mi voluntad sino la tuya (ver 39 u.p.)

a. Cristo era uno con Dios. Él solo había venido a cumplir la voluntad del Padre Dios. (Juan 3:16). En ese momento es-tán sometido a la voluntad del Padre.

b. Jesús tomó la gran decisión de su vida quedándose con nosotros al morir en la cruz

c. En esta decisión estaba la suerte de raza humana, vida o muerte.

d. Jesús sentía en ese momento que había una posibilidad de no ir a la cruz. Sin embargo, ratificó su disposición de cum-plir el propósito para el cual había venido al mundo.

e. Ahora pide que se acabe el reinado del pecado y que llegue el momento cuando la voluntad de Dios sea tan universal-mente cumplida en la tierra, así como es en todos los otros dominios y mundos de la creación de Dios donde el pecado no entró.

6. Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo (vr 40).

a. Jesús se sintió muy chasqueado aquella noche. Sintió una gran desilusión.

b. Si no habían sido capaces de permanecer despiertos, mu-cho menos podrían realizar algo más difícil.

c. Por eso les dice con mucha tristeza: ¿No habéis podido velar conmigo una hora? Les había faltado fuerza física.

d. ¿Podría estar aconteciendo lo mismo en nosotros?

7. Velad y orad para que no entréis en tentación (vr 41).

a. Los discípulos necesitaban velar y orar por su propio bien. Era una necesidad vital para los discípulos.

b. Ellos también iban a ser probados duramente el día siguien-

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te. Por esto era necesario vencer la prueba en ese momen-to.

c. “Si ellos hubiesen estado buscando refugio en Dios para que los agentes satánicos no pudiesen prevalecer sobre ellos, habría quedado consolado por su firme fe. Pero no habían escuchado la amonestación repetida: “Velad y orad…No comprendían la necesidad de velar y orar fer-vientemente para resistir la tentación”. (El Deseado de To-das las Gentes, p. 639).

Aun en su gran agonía, procuraba disculpar su debilidad. Tres veces vino y los encontró en la misma circunstancia. No hubo quien lo consolara. Pero Dios sufrió con su Hijo.

“Los ángeles contemplaron la agonía del Salvador. Vieron a su Señor rodeado por las legiones de las fuerzas satánicas, y su naturaleza abrumada por un pavor misterioso que lo hacía es-tremecerse. Hubo silencio en el cielo. Ningún arpa vibraba. Si los mortales hubiesen percibido el asombro de la hueste angélica mientras en silencioso pesar veía al Padre retirar sus rayos de luz, amor y gloria de su Hijo amado, comprenderían mejor cuán odioso es a su vista el pecado”…

En medio de su terrible agonía y soledad Jesús decidió “salvar al hombre, sea cual fuere el costo. Acepta su bautismo de sangre, a fin de que por él los millones que perecen puedan obtener vida eterna. Dejó los atrios celestiales, donde todo es pureza, felicidad y gloria, para salvar a la oveja perdida, al mundo que cayó por la transgresión. Y no se apartará de su misión”. (El Deseado de Todas las Gentes, p. 642).

Conclusión

Gloria a Cristo Jesús quien determinó dejar el cielo, su estadía eterna con el Padre, para quedarse con nosotros. Por su gracia y su sacrificio somos salvos del pecado. Él venció para que juntos tengamos vida eterna.

Por eso en apocalipsis 21: 1-3 dice que Jesús se trasladará con su trono del cielo a la tierra porque la Victoria ha sido alcanzada. El versículo 3 dice: “el tabernáculo de Dios está ahora con los

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hombres, Él (Jesús) morará con ellos, ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos como su Dios”.

Llamado

Jesús tomó la decisión más difícil que haya jamás existido en este universo. Y gracias a esta gran decisión hoy todos nosotros tenemos la garantía completa de ser salvos.

¿Qué decisión tomarás hoy por tu vida? Cuida que no te que-des dormido y abandones a Jesús, perdiendo la vida eterna.

Jesús rechazó toda la pompa y gloria del cielo por ti y por mi (Filipenses 2: 5-8).

¿Qué cosas de este mundo tienes que dejar? ¿Qué te impide vivir una vida completa con Dios? Hoy la decisión es tuya ¿Acep-tas la invitación? En él hay esperanza.

Oración final

Querido Padre gracias por el gran regalo que diste en la per-sona de Jesús. Gracias Jesús por tu gran decisión de venir a morir por nosotros. Gracias por rescatarnos del pecado y la maldad. Ayúdanos en esta tierra a tener la victoria en nuestra decisión, antes de que termine el tiempo de gracia. En el nombre de Jesús, AMEN.

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una viltraiciÓn

Martes

Autor: Favian Navarro Distrito Mocoa, Putumayo

Lectura bíblica: Marcos 14:43-50.

Introducción

Cuando usted coloca la palabra “Judas” en el buscador de Google, o en un diccionario, el contenido siempre va a estar rela-cionado con “traición o engaño”.

¿Alguna vez fuiste traicionado por alguien? ¿Por un compa-ñero de estudio, por un compañero de trabajo o por tu mejor amigo?

Quizá podría estar hablando a alguien que está apenas recu-perando la confianza en su esposo o esposa. Quizá a algún padre que siente decepción de algún hijo, o de un hijo que ve acabada su relación con sus padres. Tal vez a un miembro de nuestra igle-sia que ve traicionada su confianza por algún hermano de iglesia.

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Lo cierto es que el mayor tiempo lo pasamos con personas que se ganan nuestra confianza, y en muchas ocasiones llegamos a compartir nuestros más íntimos secretos con quien nos genera más confianza.

Jesús y sus discípulos habían creado grandes lazos de amis-tad, pues habían vivido más de tres años juntos. Viajaban juntos, comían juntos, habían creado un vínculo familiar. Sin embargo en los momentos más difíciles de su vida uno de sus discípulos lo traicionó y los demás lo abandonaron.

Cabe decir que no somos los únicos en sufrir una traición. Pero es bueno reflexionar de qué lado de la historia estaremos al final.

I. El beso de la traición

El traidor sabía dónde encontrar a Jesús (Juan18:2). Elena G. de White menciona que ”un poco antes de la Pascua, Judas había renovado con los sacerdotes su contrato de entregar a Jesús en sus manos. Entonces se determinó que el Salvador fuese prendi-do en uno de los lugares donde se retiraba a meditar y orar.” (El Deseado de Todas las Gentes, p. 663).

¿Qué llevó a ese apóstol tan promisorio y altamente honrado por Dios a convertirse en traidor de su propio Maestro?

Fueron sus defectos de carácter lo que marcaron en gran ma-dera el declive de un hombre que pudo llegar a tener un futuro prometedor en la obra de Dios, junto con los demás discípulos.

Como pueblo de Dios, cada día estamos expuestos a fallar; tenemos en la vida de Judas una historia que no debemos repetir y así evitar traicionar al Maestro.

Dios está llamando nuestra atención de aquellas cosas, que de manera silenciosa pueden llevarnos de manera gradual a ser un vil traidor de Jesús.

En algunas ocasiones somos deshonestos en nuestra vida cristiana. En el estudio diario de la Biblia, en la oración y en la testificación. Esta negligencia puede llevarnos a tomar decisio-nes equivocadas durante el día. Como ser deshonestos en algún

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negocio, hacer trampa en un examen, mentir sobre nuestra pareja y terminar nuestro día de la peor manera.

Si analizamos la vida de Judas, encontramos que fueron esos detalles que tanto minorizamos, los que le arruinaron su vida.

Deshonestidad, avaricia, negligencia, espiritualidad superfi-cial, falsedad y finalmente, traición.

Judas se dirige al monte donde Jesús acostumbraba a adorar, pero él no va a pasar la noche en oración, no se dirige a adorar a su Señor, no va a compartir con los discípulos. Vino a traicionar a Jesús con un beso (Juan 18:2-3). ¿Con que intención vamos a Jesús? ¿Cuál es el motivo verdadero al buscar a Dios?

II. El precio de la traición

Una frase que se atribuye a Charles Spurgeon dice: “Quien le sirve a Dios por dinero, le servirá al diablo por un mejor salario”. Esto se aplica a Judas y es una advertencia para todo el que apa-rentemente es cristiano, pero no lo es (1 Timoteo 6:9-10).

Judas tenía por naturaleza un fuerte apego al dinero. Los lí-deres judíos le ofrecieron 30 monedas de plata, el precio que se pagaba por un esclavo de la época (Mateo 26:14-16).

Judas estaba vendiendo a su libertador, convirtiéndose así en un esclavo de Satanás.

“El Salvador no rechazó a Judas. Le dio un lugar entre los doce. Le confió la obra de un evangelista. Le dotó de poder para sanar a los enfermos y echar a los demonios. Pero Judas no llegó al punto de entregarse plenamente a Cristo. No renunció a su am-bición mundanal o a su amor al dinero. Aunque aceptó el puesto de ministro de Cristo, no se dejó modelar por la acción divina. Creyó que podía conservar su propio juicio y sus opiniones, y cultivó una disposición a criticar y acusar”. (El Deseado de Todas las Gentes, p. 664).

Hoy día la iglesia tiene hombres y mujeres de mentes brillan-tes y con un poder de influencia maravilloso, pero tristemente algunos de ellos mantienen una actitud de crítica hacia la misma iglesia. Ven en sus dirigentes una deficiencia que según ellos pue-de llevar a la iglesia a la destrucción. Eso mismo pensaba Judas.

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“Judas era tenido en alta estima por los discípulos, y ejercía gran influencia sobre ellos. Tenía alta opinión de sus propias cua-lidades y consideraba a sus hermanos muy inferiores a él en jui-cio y capacidad. Ellos no veían sus oportunidades, pensaba él, ni aprovechaban las circunstancias. La iglesia no prosperaría nunca con hombres tan cortos de vista como directores. Pedro era im-petuoso; obrada sin consideración. Juan, que atesoraba las verda-des que caían de los labios de Cristo, era considerado por Judas como mal financista. Mateo, cuya preparación le había enseñado a ser exacto en todas las cosas, era muy meticuloso en cuanto a la honradez, y estaba siempre contemplando las palabras de Cristo, y se absorbía tanto en ellas que, según pensaba Judas, nunca se le podría confiar la transacción de asuntos que requiriesen pre-visión y agudeza. Así pasaba Judas revista a todos los discípulos, y se lisonjeaba porque, de no tener él su capacidad para manejar las cosas, la iglesia se vería con frecuencia en perplejidad y em-barazo. Judas se consideraba como el único capaz, aquel a quien no podía aventajársele en los negocios”. (El Deseado de Todas las Gentes, p. 664).

III. El perdón de la traición

“Cuando el juicio se acercaba al final, Judas no pudo ya so-portar la tortura de su conciencia culpable. De repente, una voz ronca cruzó la sala, haciendo estremecer de terror todos los co-razones: ¡Es inocente; perdónale, oh, ¡Caifás!

Asiéndose vivamente del manto de Caifás, le imploró que sol-tase a Jesús y declaró que no había hecho nada digno de muerte. Caifás se desprendió airadamente de él, pero quedó confuso y sin saber qué decir. La perfidia de los sacerdotes quedaba revelada. Era evidente que habían comprado al discípulo para que traicio-nase a su Maestro.

“Yo he pecado --gritó otra vez Judas-- entregando la sangre inocente.

Judas se echó entonces a los pies de Jesús, reconociéndole como Hijo de Dios, y suplicándole que se librase. El Salvador no reprochó a su traidor. Sabía que Judas no se arrepentía; su confe-sión fue arrancada a su alma culpable por un terrible sentimiento

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de condenación en espera del juicio, pero no sentía un profundo y desgarrador pesar por haber entregado al inmaculado Hijo de Dios y negado al Santo de Israel. Sin embargo, Jesús no pronunció una sola palabra de condenación. Miró compasivamente a Judas y dijo: “Para esta hora he venido al mundo.”

Un murmullo de sorpresa corrió por toda la asamblea. Con asombro, presenciaron todos la longanimidad de Cristo hacia su traidor. Otra vez sintieron la convicción de que ese hombre era más que mortal. Pero si era el Hijo de Dios, se preguntaban, ¿por qué no se libraba de sus ataduras y triunfaba sobre sus acusado-res?

Judas vio que sus súplicas eran vanas, y salió corriendo de la sala exclamando: ¡Demasiado tarde! ¡Demasiado tarde! Sintió que no podía vivir para ver a Cristo crucificado y, desesperado, salió y se ahorcó”. (El Deseado de Todas las Gentes, p. 669-670).

Hermano y amigo, podemos ir a una iglesia y hasta tener un ministerio exitoso, y aun así, nunca formar parte de la iglesia de Dios.

La historia de Judas debe hacer reflexionar a toda persona que dice ser cristiana. Podríamos tener a muchos Judas en nuestras filas: “cristianos” que quieren a Cristo como un simple fin para algo más. Personas que, aunque están cerca de la predicación de la verdad, tienen sus corazones lejos de ella.

Aquella noche cuando tomaron a Jesús, todos lo traicionaron. No solo fue Judas. “Pedro, el discípulo que en forma más ve-hemente había hecho alardes de su lealtad (Mat. 26:33-35), fue quien propuso a los otros que se salvaran, por miedo a la turba”. (El Deseado de Todas las Gentes, p. 646).

Conclusión

Ana Frank fue una niña alemana con ascendencia Judía. Fue conocida mundialmente conocida gracias al Diario de Ana Frank, la edición de su diario íntimo, donde dejó constancia de los casi dos años y medio que pasó ocultándose, con su familia y cuatro personas más, de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

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Dice la historia que cuando Ana Frank se escondía de la Ges-tapo (policía secreta del estado nazi), en un anexo secreto del almacén de su padre en Ámsterdam, ella escuchó un pequeño golpe en la pared. No podía estar segura de quién o qué era, y eso la asustó.

Tenía razón en estar asustada: tan solo meses después, el 4 de agosto de 1944, la policía descubrió el escondite durante una redada y la arrestó a ella y a otros siete que vivían en un aparta-mento cuyo acceso estaba detrás de un librero desplazable. To-dos, excepto Otto Frank, su padre y posteriormente el editor de El diario de Ana Frank, murieron en campos de concentración nazis.

Quién los delató ha permanecido como un misterio. Ahora, casi 75 años después, un equipo de expertos encabezado por un agente jubilado del FBI aplica la ciencia forense y la criminología moderna con la esperanza de revelar uno de los más famosos casos sin resolver de la historia.

La figura del traidor es importante en la vida de Ana Frank porque, a diferencia de la policía y los soldados que serían res-ponsables de su muerte, el traidor posiblemente era un conoci-do de la familia Frank, y es casi seguro que no fue alguien que llevara un uniforme oficial”. (https://www.elobservador.com. uy/nota/-quien-delato-a-ana-frank--20171114500).

Jesús fue traicionado por Judas. Pero la realidad hoy es que nosotros también en muchas oportunidades traicionamos a Jesús.

Llamado

Hoy debes tomar una decisión. Piensa un momento de qué lado de la historia estarás. No te escondas de Jesús. No lo trai-ciones.

Dios te está dando una nueva oportunidad, no dejes que la mentira y la traición ahorquen el perdón que Dios te ofrece.

Dios está dispuesto en perdonar tu pasado, en perdonar tu traición y en hacer de ti una nueva persona. En él hay esperanza.

¿Quieres aceptar la invitación de Dios?

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el calvario y las 7 frases de

jesÚs

Miércoles

Autor: Jaime Joseph Presidente de la Misión Sur Andina

Lectura bíblica: Lucas 23:34

Introducción

En la cruz del calvario, en esa cima como un púlpito, fue don-de Jesús pronunció su último mensaje antes de morir, nacido del dolor, de la angustia, del pesar y de la tristeza. Más que siete pa-labras como algunos lo han dicho, lo constituyen siete frases muy solemnes. ¿Quién no se conmueve por esas palabras? El poeta Ismael Serrano refiere un poema para recordar aquel momento:

“La deuda que en la cruz pagaste,

la golondrina esgrime con su canto;

ya mi sentimiento del mal borraste,

ya se elevaron de mí el odio y el espanto.

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La deuda de la cruz que tu sufriste,

que el asno en el pesebre ignoraba,

el sentimiento vil, mi mal heriste,

insensible a tu palabra me encontraba.”

Les invito a abrir la palabra de Dios para que juntos estudie-mos cada una de las frases dichas por Jesús desde la cruz del calvario.

1. Padre perdónalos porque no saben lo que hacen (Lucas 23:34).

Los ojos ensangrentados de Cristo ven al ser humano como niños que no perciben el mal que están haciendo. Los ve reírse del sufrimiento ajeno. Burlas, risas, golpes y mofas, atraviesan el alma del Divino Maestro que desea ver compasión en sus criatu-ras que él solo perdona. Lo mismo sucede hoy cuando ve al padre que abandona a su esposa y a sus hijos, que se divierte comiendo y bebiendo y dándose en casamiento.

Por otro lado ¿cómo colocarse algo que no es para ti? Allí es-tán una ropa, unos calzados que no te quedarán, pero los recibes, aunque no eran para ti… Eran para Barrabás.

La cruz era para Barrabás, pero hubo cambio de planes. Allí está Jesús magullado y ensangrentado. La carga para el Salvador era pesada en su condición débil y doliente. La cruz fue pues-ta sobre la naturaleza humana que no pudo soportar más. Cayó desmayado bajo la carga. En Boxeo se diría un Nocaut técnico. Comenzaron a contarle como se le cuenta a alguien que está en un cuadrilátero por defenderme a mí y a ti. No hubo compasión de los espectadores, solo burlas y gritos “párate” “ponte de pie”.

El canto dice: “Señoras y señores pongan toda su atención, les presento un Ganador, en esta esquina la verdad y la fe, ensan-grentado él está. Es alto como el cielo y pesa más que el sol, su alcance es sin límite, su edad es eternal”.

Su propio cuerpo mientras caminaba se desplomaba sobre sí. Los peores golpes que recibía era ver a quienes estaban en la tribuna vociferando toda clase de insultos. Veía el odio y la turba enfurecida.

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Algunas mujeres que habían presenciado sanar enfermos y dolientes, se enternecieron y se quebrantaron, expresaron sim-patía, aprecio y compasión. Jesús las vio y les dijo: No lloréis por mí, sino por vosotras mismas y por vuestros hijos.

Al llegar al calvario Jesús no opuso resistencia, ya se había escrito: “Como cordero fue llevado al matadero, enmudeció y no abrió su boca” (Isaías 53:7).

Su madre y unos pocos apóstoles querían entrar al cuadrilá-tero donde el enceguecido adversario lo golpeaba y lo golpeaba, y lo chuzaban con clavos. El dolor era intenso, su madre no pudo soportar y se desmayó y la sacaron de la escena pavorosa.

El peleador divino no dejó oír murmullo de queja, permaneció sereno, pero había grandes gotas de sudor en su frente. Deshi-dratado seguía en pie, como valiente que no se rinde, mientras el rocío de la muerte lo acompañaba. Mientras los encarnizados soldados hacían su terrible obra, no podían quitarle lo que le sos-tuvo toda su vida en la tierra: la oración. Jesús oraba por ellos y por todos sus enemigos.

Por eso en medio de su dolor declaró: PADRE PERDÓNALOS PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN. No invocó maldición ni venganza sobre los soldados que lo trataban rudamente ni por los que se regocijaban en su ignorancia y culpa. Si supieran lo que estaban haciendo el remordimiento y el horror se hubiera apoderado de ellos.

Los enemigos de Jesús desahogaron su furia sobre él mientras pendía de la cruz. Le sacaban la lengua con escarnio para ridicu-lizarlo. Todos pueden gritar lo que quieran, pero Jesús anhelaba que el cielo se abriera y testificara sobre él. Sin embargo, el cielo y la voz del padre callaban. Y fue durante su agonía en la cruz cuando la llegó a Jesús un rayo de consuelo.

En medio de la escena la petición de un ladrón arrepentido que antes había sacado provecho de su oficio. En medio de la algarabía, al comienzo se había burlado de él junto con el otro la-drón que tenía una actitud desesperada y desafiante. Pero ahora todo había cambiado. Él no era un criminal empedernido. Había matado pero no lo hacía como deporte. Robaba para suplir sus

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vicios, se había extraviado por malas compañías, como muchos jóvenes, niños y adultos profesionales. Era menos culpable que los mismos soldados. Había estado junto a Jesús en el tribunal y camino al calvario y había escuchado a Pilato decir que ningún crimen veía en Jesús. Ahora tenía una clara convicción de que ese era el Cristo.

Los moribundos ya nada tienen que temer de los hombres, pero mientras esté la convicción de que hay un Dios, no importa que estés en un quirófano, en una unidad de cuidados intensivos, en una bancarrota familiar, económica, física, moral, espiritual. Puedes exclamar como el ladrón en la cruz, aun antes que termi-ne la historia de tu vida. Al ser condenado por su crimen el ladrón se había llenado de desesperación. El Espíritu lo iluminó y llegó a su mente y corazón la convicción de que Jesús era el Cristo. La esperanza se mezcló con la angustia y se aferró a su salvador moribundo. Suplicando le dijo: “Señor Acuérdate de mí cuando vinieres en tu Reino”.

En ese momento llegó la respuesta en tono suave y melodioso. De los labios de Jesús salieron palabras llenas de amor, compa-sión y poder

2. Te digo hoy, estarás conmigo en el paraíso (Lucas 23:43).

Aquel hombre en la décima hora de su vida, como los tra-bajadores de la viña; en la última hora de su trabajo, recibió lo pactado. Jesús pronunció palabras de esperanza viva y plena que nunca antes había oído. Vio un rayo de luz viva y brillante. El la-drón arrepentido sintió la perfecta paz de la aceptación por Dios.

Y mientras el boxeador herido, agitado, sangriento, miraba a la multitud que le rodeaba, una figura llamó su atención al pie de la cruz de ese cuadrilátero feroz. Allí estaba su madre, sostenida por el discípulo Juan. Ella no podía permanecer lejos de su hijo, usted debe entender eso, cuando su hijo está hospitalizado, cuan-do se va de viaje, desde cuando se es pequeño una madre quiere estar ahí, nada ni nadie la reemplaza y máxime cuando el fin se acercaba. Jesús la miró con compasión y pronunció:

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3. Mujer he ahí tu hijo, y luego a Juan, he ahí a tu madre (Juan 19:26,27).

Quisiera que todos los que me escuchan, acepten el cometido de aceptar mutuamente el deber de cuidar tiernamente a los que amamos. Eso es lo que se llama cuidado reflexivo y tierno. Eso es deber, eso es honra, eso es amor.

A veces no se necesita dinero para cuidar, sino dejar legado precioso. Hay gente que lo que más necesita es simpatía y eso es una gran bendición, la verdadera religión es respetar a los padres y cuidar de ellos. Jesús nos enseñó a tener compasión por quienes amamos. Aun mientras Jesús agonizaba en la cruz, seguía ocu-pándose de su familia.

4. Eloi, Eloi, lama sabactani? Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado? (Mateo 27:46).

Era la hora novena, 3 de la tarde, era una densa oscuridad. Se fue la luz, no hubo más sol, no hubo estrellas, no hubo luna. Dios se ocultó en la densa oscuridad, en las tinieblas, pero Dios y sus santos ángeles estaban al lado de la cruz.

Que cuadro más bello, llorar para que no vieran el dolor y las lágrimas del padre. Dios llora, Jesús llora, y todos hemos llorado alguna vez. El padre estaba con su hijo, aunque su presencia no se reveló y Cristo no fue consolado por el padre. ¿No sé si entiendes eso? Estas al lado, cerca, pero no haces nada por el que sufre: “Frustración”.

La angustia del padre, un silencio sepulcral, parecía haber caí-do sobre el calvario un terror sin nombre, solo rayos fulgurantes se dejaban ver. La agonía física fue espantosa pero lo fue mucho más el período de separación espiritual con su Padre Dios. Pero Jesús sufrió la muerte para que nosotros nunca tuviéramos que experimentar la separación eterna de Dios.

5. Sed tengo (Juan 19:28-30).

Cuando las tinieblas se alzaron de su Espíritu oprimido, re-cobró su sentido de los sufrimientos físicos y le dio sed, pero le ofrecieron vinagre. Esta porción fue ofrecida a Jesús, pero al pro-

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barla rehusó. No quería recibir algo que turbase su inteligencia, debía aferrarse a Dios, era su única fuerza, enturbiar sus sentidos seria dar una ventaja a Satanás.

Esa debe ser la consigna, mantenernos sobrios, sin ingerir sus-tancias nocivas que desvíen nuestra atención de las decisiones vitales que debemos tomar, vuestro cuerpo es templo del Espí-ritu Santo. Tengo sed, no de líquidos gaseosos, no de alcohol ni de sustancias psicoactivas. ¿De qué es tu sed? ¿Cómo la sacias?

6. Consumado es (Juan 19:30).

En silencio los espectadores miraron el fin de la terrible esce-na. El sol resplandeció, pero la voz estaba envuelta con la conta-minación atmosférica del pecado, rodeada de tinieblas. La nube densa se había posado sobre Jerusalén. El sol de justicia retiraba los rayos de la ciudad, de repente la lobreguez, la oscuridad se retiraron de la cruz, como si el padre viniera a ungir a su hijo en los momentos finales y en tono claro, como de trompeta que se escuchara en toda la creación exclamó: CONSUMADO ES.

Jesús había consumado la salvación de Dios. Todo el complejo sistema de sacrificios terminaba, porque Jesús cargó con todos nuestros pecados. Ahora todos podemos acercarnos con libertad a Dios. Al creer en su muerte y resurrección, podemos vivir por la eternidad con Dios y escapar de la muerte y el pecado. Satanás había fracasado en sus intentos de desbaratar el plan de la salva-ción. La victoria de Cristo aseguraba la salvación de los hombres (El Deseado de Todas las Gentes, p. 706-713).

7. Padre en tus manos encomiendo mi espíritu (Lucas 23:46).

Cristo no dejó su vida y su alma a la deriva. Murió sumiso a la voluntad del Padre. Guardó su alma en los depósitos del cielo. Y es allí donde todos debemos procurar dejar nuestro último de-pósito. Entregar a Dios el resto de la vida que nos queda, inclinar la cabeza y morir reconciliado con Dios, amistado con Dios sin angustia de perdición (Job 22:21). Dichosa es la persona que vive y muere en las manos de Dios. Es una gran bendición. Todo lo que tenemos solo estará seguro si lo colocamos en las manos de Dios.

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Conclusión

Steve Green canta una maravilloso canto que dice: “En la cruz con Cristo estoy y ya no vivo yo, Cristo ahora vive en mí.

Toma la cruz, la cruz de Cristo, un precio habrá: todo dar a Dios, tu sacrificio verás es muy pequeño al lado de riquezas que Cristo nos guardó.

Toma el amor, la cruz requiere. Asir a Dios el cual por ti sufrió, recibirás la compasión de Cristo, él es quien moldea tu corazón a Dios. Preciosa cruz descansamos en ti, Dios haznos más valientes para enfrentar la vergüenza y el mal que a hombros tú cargaste.

Toma el vivir que hay en la muerte, pisando allí donde por ti pisó. Termina el calvario en una tumba vacía y, por tanto, tu cruz soporta ya. Toma la cruz, toma la cruz, la cruz de Cristo”.

Cristo no entregó su vida hasta que no hubo cumplido la obra que había venido a realizar y en su último aliento exclamó: CONSUMADO ES.

El campeón había ganado la batalla; había conquistado la vic-toria. Los escarnios, las burlas, las mofas, la furia, los golpes, las heridas y el sufrimiento, jamás pudieron cambiar el carácter de Jesús.

Llamado

Cada palabra representa la administración de la gracia y la misericordia en momentos finales. Jesús quien no se olvidó del moribundo ladrón en la cruz, tampoco se olvidará de nosotros.

Hoy puedes decir aferrado a Jesús, quitando la mirada de todo lo que te ata a este mundo: “Señor acuérdate de mí y de mi fami-lia cuando vengas en tu reino”.

Hoy puedes venir a su encuentro y encontrar palabras de amor y perdón con una mirada de ternura y compasión. Déjate abrazar en esta noche por Jesús. Déjate alcanzar por su gracia.

¿Quieres reconocer a Jesús como Señor y salvador de tu vida para siempre?

¿Quieres venir a él en esta noche? Ven y alcanza la esperanza plena para tu vida.

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consumadoes

Jueves

Autor: Moisés Prieto SierraDepartamental Unión Colombiana del Sur

Lectura bíblica: Juan 19:30.

Introducción

Ayer estudiamos sobre las siete frases de Jesús en la cruz. Y hoy vamos a detenernos a analizar más detalladamente la última frase de Jesús registrada en el evangelio de Juan.

Abramos la palabra de Dios en Juan 19:30. Dice la Biblia: “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu”.

Yo no sé cuántas veces te has detenido para reflexionar en esta frase de victoria. No sé cuánto significado tenga para tu vida. Creo que es necesario que nos detengamos en esta noche a analizar nuestra vida y lo que significa la culminación del sacrifi-

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cio de Jesús en nuestro favor. Alabado sea Dios porque después de largas horas de agonía y sufrimiento, Jesús venció como Re-dentor del Universo. “¡Consumado es!” es una frase de Victoria contra el pecado y la maldad.

Consumado es

La palabra que se traduce como consumado es la palabra grie-ga teléo que según el Diccionario Bíblico de James Strong signifi-ca: “terminar, completar, ejecutar, concluir, descargar (una deu-da):-pagar, satisfacer, acabar, consumar, cumplimiento, cumplir”.

Elena G. de White nos dice que “La batalla había sido gana-da. Su diestra y su brazo santo le habían conquistado la victo-ria. Como Vencedor, plantó su estandarte en las alturas eternas. ¡Qué gozo entre los ángeles! Todo el cielo se asoció al triunfo de Cristo. Satanás, derrotado, sabía que había perdido su reino”. (El Deseado de Todas las Gentes, p. 706).

Consumado significa, que la misión de Jesús cumplida en la cruz, alcanzó resultados eternos. Beasley-Murray dicen que las últimas palabras de Jesús “interpretan su sufrimiento y muerte como la conclusión culminante y el cenit de la obra que había rea-lizado en perfecta obediencia a la voluntad del Padre… Por otro lado Orígenes lo describe así: “Jesús inclinó la cabeza y tomó su partida en el acto de apoyarla, como parece, sobre la falda del Padre, quien podría apreciarla y fortalecerla en su regazo”. (Co-mentario Bíblico Mundo Hispano).

Jesús cumplió divinamente su misión

Jesús vino a la tierra para morir en la cruz por los pecados del mundo. Fielmente cumplió con el encargo de cumplir la voluntad de su Padre y la cumplió hasta la muerte. El propósito final fue logrado.

“El clamor, “Consumado es,” tuvo profundo significado para los ángeles y los mundos que no habían caído. La gran obra de la redención se realizó tanto para ellos como para nosotros. Ellos comparten con nosotros los frutos de la victoria de Cristo”. (El Deseado de Todas las Gentes, p. 706).

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Jesús cumplió las profecías descritas sobre él

Y esto puede verse en el mismo libro de Juan. Varias veces Juan usa la frase: “Esto pasó para que se cumpliera la Escritura”. El plan de redención ideado por Dios desde la eternidad y llevado a cabo por Jesucristo fue revelado gradualmente a los hombres. Dios lo fue revelando desde tiempos antiguos a los profetas de Israel. Y todo se cumplió tal cual la Biblia decía.

En Isaías 53 Dios reveló claramente los escenarios de la muer-te de Jesús en la cruz. La obra redentora de Cristo está validada y verificada por la Palabra de Dios desde siglos antes de su venida. Leamos lo que dice Isaías 53: 1-12.

Jesús culminó con el sistema de sacrificios de animales

El sacrificio de Jesús puso fin a la “antigua dispensación de la salvación”. Todos los rituales religiosos que se realizaban para perdón de pecados y que apuntaban a la obra redentora de Cristo ahora quedan atrás. Las ceremonias y los sacrificios fueron con-sumados; ya no tienen más valor en sí mismo. Cristo el Cordero de Dios se convirtió en el cordero redentor de todo aquel que le acepte.

El gran predicador Charles Spurgeon en uno de sus grandes sermones explica lo que Jesús quiso decir con la frase “Consu-mado es:

1. Todos los tipos, promesas, y profecías fueron ahora plenamen-te cumplidos en Él.

2. Todos los sacrificios tipo de la antigua ley judía fueron aboli-dos y también fueron explicados.

3. Su obediencia perfecta había sido consumada.

4. La satisfacción que Él dio a la justicia de Dios había sido con-sumada.

5. Jesús había destruido totalmente el poder de Satanás, del pe-cado, y de la muerte.

6. Él ratificó el pacto hecho al Padre.

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7. Su Padre fue honrado, y la divina justicia fue plenamente ma-nifiesta.

8. Él mismo fue glorificado. (http://www.spurgeon.com.mx/ser-mon421.html).

Y finaliza diciendo que este es un mensaje que debemos pu-blicarlo. Digamos al mundo que Cristo ya alcanzó la Victoria para que juntos seamos salvos (Colosenses 1:13). Cristo nos ha lavado con su sangre y por eso hoy tenemos esperanza.

Jesús derrotó a Satanás

Nuestra salvación fue consumada en la cruz. Cuando Jesús dijo “Consumado es”, nos compró por medio de su sacrificio y nos liberó del enemigo. Sin el sacrificio de Cristo, no tendríamos esperanza.

“A la muerte de Cristo, Satanás comprendió que había sido derrotado. Vio que su verdadero carácter había sido revelado cla-ramente a todo el cielo, y que los seres celestiales y los mundos que había creado Dios estarían plenamente de parte de Dios... La humanidad de Cristo demostraría por los siglos eternos la cues-tión que definía la controversia”. (Mensajes Selectos T.1, p. 297-299).

“Satanás vio que su disfraz le había sido arrancado. Su admi-nistración quedaba desenmascarada delante de los ángeles que no habían caído y delante del universo celestial. Se había revelado como homicida. Al derramar la sangre del Hijo de Dios, había perdido la simpatía de los seres celestiales. Desde entonces su obra sería restringida. Cualquiera que fuese la actitud que asu-miese, no podría ya acechar a los ángeles mientras salían de los atrios celestiales, ni acusar ante ellos a los hermanos de Cristo de estar revestidos de ropas de negrura y contaminación de pecado. Estaba roto el último vínculo de simpatía entre Satanás y el mun-do celestial”. (El Deseado de Todas las Gentes, p. 709).

“Bien podían, pues, los ángeles regocijarse al mirar la cruz del Salvador; porque aunque no lo comprendiesen entonces todo, sabían que la destrucción del pecado y de Satanás estaba asegu-rada para siempre, como también la redención del hombre, y el

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universo quedaba eternamente seguro. Cristo mismo comprendía plenamente los resultados del sacrificio hecho en el Calvario. Los consideraba todos cuando en la cruz exclamó: “Consumado es”. (El Deseado de Todas las Gentes, p. 713).

Conclusión

Apreciado amigo, la Biblia nos dice que sin Cristo estamos muertos. Él ya lo sufrió todo por nosotros. Él llevó nuestras cul-pas y pecados. Necesitamos recibir la vida de Cristo Jesús. Nece-sitamos contemplarle y alcanzar su perdón. Necesitamos pensar más en valorar su sacrificio. Consumado es, significa que la sal-vación es una obra terminada por Cristo para nuestra bendición.

“Sería bueno que dedicásemos una hora de meditación cada día para repasar la vida de Cristo desde el pesebre hasta el Calva-rio. Debemos considerarla punto por punto, y dejar que la imagi-nación capte vívidamente cada escena, especialmente las finales de su vida terrenal. Al contemplar así sus enseñanzas y sus su-frimientos, y el sacrificio infinito que hizo para la salvación de la familia humana, podemos fortalecer nuestra fe, vivificar nuestro amor, compenetrarnos más profundamente del espíritu que sos-tuvo a nuestro Salvador. (Joyas de los Testimonios, T. 1, p. 517).

Jesús sufrió todo apreciado hermano y amigo para darnos li-bertad. Él lo hizo todo para liberarnos del miedo, de la angustia y de la condenación. Su sacrificio renueva nuestras esperanzas y reaviva nuestro ser. Él es nuestra esperanza plena; Él es todo para nosotros.

¿Qué le vas a responder hoy a Jesús? ¿Cómo vas a correspon-der a su amor? ¿Qué mensaje vas a dar al mundo?

Es hora de proclamar que Jesús es nuestro Salvador y que gra-cias a su sacrificio podemos ser libres.

Llamado y oración final.

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jesÚs haresucitado

Viernes

Autor: Emerson Lemos CarabalíDistrito Puerto Asis, Putumayo.

Lectura bíblica: Mateo 28:5-6.

Introducción

Cuando alguien al que amas y de quien esperas grandes co-sas es expuesto a la muerte, en circunstancias de las cuales hay un 99.9% de posibilidades de perecer y no regresar, genera an-gustia, dolor, impotencia y tantos otros más sentimientos que al final quisieras que todo dependiera de ti para poder cambiar esa terrible realidad.

En cierta ocasión, un niño de 11 años aproximadamente fue a nadar con su hermano 2 años mayor que él. Sin conocer mucho el lugar y poca experiencia en nadar en lagos, se precipitó descui-dadamente al agua y de manera casi inmediata comenzó a tener

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problemas para mantenerse a flote. Minutos más tarde desapare-ció en medio del agua de aquel lago.

Su hermano mayor sin poder hacer nada por él solo gritaba. De pronto corrió hasta donde estaba yo su familiar más cercano y de confianza. Cuando llegué con él al lugar, me di cuenta que el asunto superaba mis posibilidades y capacidades pues era solo un niño de15 años.

Ya habían pasado cerca de 5 minutos y ahora estábamos los dos sin saber qué hacer y donde ir. En mi corazón se apoderó un vacío, tristeza, angustia e impotencia y mi pregunta era ¿Dios mío y ahora qué hago?...

El sueño de una promesa

Hace más dos mil años un pequeño grupo que anhelaba el cumplimiento de grandes promesas que Dios había dado a su pueblo, esperaban que aquel a quien habían aprendido a amar y de quien esperaban grandes cosas permaneciese a su lado como garantía de aquellas promesas (Isaías 9:6 -7).

1). ¿Quién era aquel amado en el cual el pequeño grupo esperaba el cumplimiento de esa promesa?

R//. JESÚS; sí. Era nuestro Señor y salvador Jesucristo (Lucas 1:30 – 33).

2). ¿Cómo entender que este anuncio de siglos atrás era una rea-lidad en aquel tiempo? Y ¿qué necesitaban entender?

R//. JESÚS; es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29). Él es el cumplimiento de esa promesa (Juan 1:30 – 34).

Para muchas personas este anuncio y otros más, les colmaba de esperanza, que muy pronto sus anhelos serian cumplidos. Pero nadie imaginaba que el cumplimiento de tan anheladas promesas estaba envuelto de acontecimientos contradictorios para sus ex-pectativas. Y es por ello que la esperanza de muchos de ver sus vidas transformadas tuvo un antes y un después.

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Las escrituras declaraban en (Isaías 53: 3-5) lo siguiente: “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el cas-tigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”.

Esto parecía ser contrario a toda promesa. Y cuando aquellos cuya esperanza estaba puesta en Jesús comenzaron a escuchar de sus labios lo que había de suceder no les fue fácil de entender ni de aceptar.

3. ¿Cómo Jesús comenzó a articular la esperanza de aquellos que le seguían y esperaban el cumplimiento de las promesas?

R//. Que era necesario morir, pero que Él resucitaría al tercer día (Lucas 9:22).

R//. Que Él tenía poder para morir y volver a la vida (Juan 10:17 –18).

Cuando llegó el momento de aquel acontecimiento se espera-ba que muchos comprendieran que su muerte era el paso al cum-plimiento de las grandes promesas. Pero no sucedió así hasta que Jesús mismo dio la más grande señal de su cumplimiento.

El camino a Emaús es la evidencia que aún no entendían (Lu-cas 24:15-17;19-21). Fue la gran oportunidad de Jesús para mos-trarles el verdadero cumplimiento de las promesas (Lucas 24:36-39).

Recuerdo claramente aquel día cuando el pequeño de 11 años estaba sumergido al fondo de las aguas de aquel lago. Creíamos por un momento que no lo volveríamos a ver con vida. Pero mien-tras estábamos allí desesperados de repente se lanzó al agua un hombre que vivía cerca del lugar y finalmente le vimos salir al final con el pequeño entre sus brazos.

Ahora estaba la incertidumbre; ¿estaba vivo o muerto? Y con ansias y expectativas su hermano y yo, esperábamos los intentos

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por revivirlo. De repente miramos que el pequeño abrió su boca y expulso agua comenzando a incorporarse rápidamente.

No lo podíamos creer, yo estaba emocionado, pero a la vez estaba atónito. Ahora había una nueva esperanza, todo estaría bien, porque el pequeño vivía. Oh Dios ¡fue grandioso! Pero es-toy seguro que más grandioso fue ver aquel día a Jesús en medio de sus discípulos. Él estaba frente a ellos, estaba vivo…

Jesús ha resucitado

¡Que maravillosa noticia! Él había regresado. El gozo era in-descriptible, el más grande acontecimiento de la historia de la humanidad estaba ante sus ojos y era posible que todo lo que había sido prometido se cumpliera.

a) Todo aquel que crea en Cristo aunque este muerto vivirá y no morirá eternamente (Juan 11:25)

b) Si Cristo no hubiese resucitado vana seria nuestra fe (1 Corin-tios 15:12-14).

c) Somos cristianos porque Jesús es nuestra esperanza, es pri-micia para los que han muerto y para los que hemos de morir (1 Corintios 15:20-21).

d) El mundo de hoy necesita entender que este gran aconteci-miento no es el principio de nuestros planes y propósitos. Es el cumplimiento de la más grande promesa de Dios para la humanidad.

e) Dios amo tanto al mundo que no quiere que perezca (Juan 3:16).

f) Este acontecimiento no puede ser reducido a meras celebra-ciones, pues él es la esperanza de la humanidad (1 Timoteo 1:1).

Conclusión

Jesús ha resucitado, era necesario que muriera y resucitara al tercer día, se cumplió, y también dijo que volverá (Juan 14:1-3).

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Jesús ha resucitado para darnos esperanza. Por su muerte te-nemos vida y por su resurrección tenemos esperanza. En la tum-ba no quedó. Él resucitó. Muchos que dicen ser salvadores han muerto y no han resucitado. Pero Jesús murió, resucito y ascendió a los cielos. Y muy pronto vendrá para buscar a quienes le buscan con sinceridad y le creen a sus promesas.

¿Estás dispuesto a aceptar a Jesús en esta noche?

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esperanza frente al

sufrimiento

Sábado

Autor: Abdiel Trejos Bermúdez.Presidente de la Asociación Central

Texto bíblico: Hechos 3:5-7.

Introducción

“Nacidas para sufrir” es el título de una película española del año 2009. El nombre de la misma es bastante peculiar. Este tí-tulo pareciera ser una realidad en algunas personas cuya vida es tan difícil, que pareciera que nacieron para sufrir. Tal vez conoz-cas a alguien con una historia de vida llena de sufrimiento. Tal vez se trate de algún familiar. Hoy quiero compartir contigo la histo-ria de un hombre que tal vez pensó que solo nació para sufrir.

1. Un hombre nacido para sufrir

La historia de hoy habla de un hombre cuya vida había estado

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marcada por la aflicción de una limitación permanente. Hechos 3: 2 dice que “había un hombre, cojo de nacimiento, que era lle-vado y dejado cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna...” Según Elena G. de White “desde su nacimiento había estado afligido por el dolor y la en-fermedad”. (Hechos de los Apóstoles, p. 47).

Como sucede en la mayoría de nacimientos humanos, pode-mos suponer que los padres de aquel hombre al nacer estaban expectantes, ansiosos por recibir a su bebé. Su anhelo era verlo nacer bien, completo en cada parte de su cuerpo, normal en cada una de sus funciones. Igual que sucede al nacer cada uno de nues-tros hijos; hay alegría y un poco de tensión por confirmar que viene saludable, completo y sin problema alguno.

No sabemos en qué momento descubrieron su malformación y discapacidad. Quizá fue al nacer, o tal vez cuando llegó el mo-mento de caminar. Pero debió ser doloroso para sus padres y fa-miliares. No lo verían correr libremente con los otros niños, no lo verían jugar saltando por los prados, no lo verían correr a los brazos de sus padres para recibirlos al regresar a casa. Solo vería a los demás niños desde la puerta o ventana de su casa, sentado en alguna silla. Sus ojitos brillarían emocionado por jugar, pero su emoción desparecería al recordar que no podía correr. ¿Qué ex-plicación le darían los padres cuando hiciera preguntas difíciles?

Una realidad adicional del caso de aquel hombre era: ¿quién iba a lidiar con él cuando fuera adulto? Mover a un adulto dis-capacitado es una tarea agotadora. Tal vez hemos visto alguna vez padres ancianos cuidar un hijo discapacitado o enfermo. Las propias fuerzas de esos padres se consumen al luchar y cuidar a esos hijos. Aquel hombre había sufrido mucho por el dolor y la enfermedad. La Escritura dice en Hechos 4:22 que había llevado su sufrimiento más de cuarenta años.

2. Un hombre frustrado y sin esperanza

Hechos 3:2 dice que lo llevaban cada día a la puerta del tem-plo, llamada la Hermosa. Pero podríamos hacernos algunas pre-guntas ¿cómo resultó allá? ¿Quién lo llevó? Acaso ¿Vivía cerca del templo en Jerusalén? Elena G. de White dice que “este desdi-

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chado había deseado durante largo tiempo ver a Jesús para que lo curase, pero estaba impedido y muy alejado del escenario en donde operaba el gran médico”. (Hechos de los Apóstoles, p. 47).

Aquel hombre vivía lejos y sin esperanza. Pero un día alguien le habló del maestro que sanaba leprosos, expulsaba demonios y levantaba muertos. Había oído que Jesús había estado en el tem-plo y una luz de esperanza nació en su mente atribulada. Pero ¿Cómo iba a llegar hasta la puerta del templo? ¿Quién lo iba a llevar? Estaba impedido y muy lejos del escenario en donde ope-raba el gran médico. Pero para quien confía en Dios no hay nada lejos. No importa la distancia, no importa tu lucha o tu dolor; Dios puede alcanzarte.

Aunque aquel hombre veía su sanidad como algo imposible, su ilusión no desaparecía. Quería ver al Cristo de los milagros. Ima-gínalo contando a sus conocidos su deseo o su ilusión. Aunque algunos lo animaban y otros lo desanimaban. Pero “sus ruegos movieron por fin a algunos amigos a llevarlo a la puerta del tem-plo...” (Hechos de los Apóstoles, p. 47).

¿Se imaginan la alegría de aquel hombre al prepararse para el viaje? Esa noche tal vez no pudo dormir. Solo esperaba el mo-mento de estar en la puerta del templo.

Finalmente cuando llegan a Jerusalén había mucha expecta-tiva y optimismo. No podía creer que había llegado al lugar que había anhelado. Pronto terminaría su dolor y estaría libre de su sufrimiento. Pero lo que no imaginaba era que vendría otro golpe emocional, otra frustración para su vida.

Cuando preguntó por el Maestro Sanador, le contaron de la terrible noticia. Pasó lo que nunca había pensado que podría sucederle. “Al llegar allí supo que Aquel en quien había puesto sus esperanzas había sido muerto cruelmente”. (Hechos de los Apóstoles, p. 47).

Era tanto su dolor que “su desconsuelo excitó las simpatías de quienes sabían cuán anhelosamente había esperado que Jesús lo curase, y diariamente lo llevaban al templo con el objeto de que los transeúntes le diesen una limosna para aliviar sus necesida-des.” (Hechos de los Apóstoles, p. 47).

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Definitivamente, sin Jesús todo es dolor y frustración. Sin Jesús no existe la esperanza y el futuro es tan solo incertidum-bre. No sabemos cuánto lloró, ni cuánto sufrió ese momento este pobre hombre. Pero el vacío y soledad que lo oprimieron no le sucedieron solo a él. También los discípulos sufrieron este terrible chasco.

“Con la muerte de Cristo, perecieron las esperanzas de sus discípulos. Miraban sus párpados cerrados y su cabeza caída, su cabello apelmazado con sangre, sus manos y pies horadados, y su angustia era indescriptible. Hasta el final no habían creído que muriese; apenas si podían creer que estaba realmente muerto.” (El Deseado de Todas las Gentes, p. 717).

Otros discípulos que regresaban de Jerusalén a Emaús esta-ban descorazonados y muy tristes porque Jesús ya no estaba con ellos. El dolor de quedarse sin Jesús los embargaba mientras ca-minaban (Lucas 24:13-21).

El dolor por la muerte de Jesús también lo vivieron decenas y centenas de personas que veían en él la esperanza para Israel. Ese sábado mientras Jesús descansaba en la tumba y en adelante, escenas muy conmovedoras se vivieron en Jerusalén. Elena G. de White lo registra así:

“Nunca había atraído Cristo la atención de la multitud como ahora que estaba en la tumba. Según su costumbre, la gente traía sus enfermos y dolientes a los atrios del templo preguntando: ¿Quién nos puede decir dónde está Jesús de Nazaret? Muchos habían venido de lejos para hallar a Aquel que había sanado a los enfermos y resucitado a los muertos. Por todos lados, se oía el clamor: Queremos a Cristo el Sanador. En esta ocasión, los sacerdotes examinaron a aquellos que se creía daban indicio de lepra. Muchos tuvieron que oírlos declarar leprosos a sus espo-sos, esposas, o hijos, y condenarlos a apartarse del refugio de sus hogares y del cuidado de sus deudos, para advertir a los extraños con el lúgubre clamor: ¡Inmundo, inmundo! Las manos amisto-sas de Jesús de Nazaret, que nunca negaron el toque sanador al asqueroso leproso, estaban cruzadas sobre su pecho. Los labios que habían contestado sus peticiones con las consoladoras pala-

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bras: “Quiero; sé limpio,” estaban callados. Muchos apelaban a los sumos sacerdotes y príncipes en busca de simpatía y alivio, pero en vano. Aparentemente estaban resueltos a tener de nuevo en su medio al Cristo vivo. Con perseverante fervor preguntaban por él. No querían que se les despachase. Pero fueron ahuyenta-dos de los atrios del templo, y se colocaron soldados a las puertas para impedir la entrada a la multitud que venía con sus enfermos y moribundos demandando entrada. Los que sufrían y habían ve-nido para ser sanados por el Salvador quedaron abatidos por el chasco. Las calles estaban llenas de lamentos. Los enfermos mo-rían por falta del toque sanador de Jesús”. (El Deseado de Todas las Gentes, p. 721).

Había un gran dolor porque no tenían ni veían a Jesús. Defini-tivamente, sin Jesús el mundo muere. Sin Jesús el ser humano se condena a vivir bajo la carga del dolor, el sufrimiento y la deses-peranza. ¿Entendemos por qué estaba este hombre en la puerta del templo mendigando?

Este hombre estaba aparentemente sin esperanza. Tenía que pedir dinero para poder sobrevivir. Sin Jesús vagamos por la vida mendigando. Eso le pasó a este hombre. Vino a buscar sanidad en Jesús pero al llegar no la encontró porque supo que Jesús ha-bía muerto. Ahora estaba lejos de su casa sin poder regresar. No tenía los medios ni la gente que le ayudara. Por eso tuvo que que-darse en Jerusalén y el único medio que encontró para sobrevivir, fue mendigar.

3. Un hombre a quien Jesús devuelve la esperanza

Absorto en sus clamores de mendigo aquel hombre vio unos creyentes acercarse al templo (Hechos 3:3-6). Como de costum-bre pidió una limosna. Las palabras que escuchó no lo animaron, por lo menos al instante. Pues Pedro le dijo “no tengo plata ni oro”. Pero lo que oyó después le pareció increíble: “en el nombre de Jesús levántate y anda”.

¿No era a ese Jesús a quien buscaba? ¿Sería el mismo Jesús que había sido muerto? ¿Podía ser cierto que estuviera vivo? La Biblia señala que de un salto caminó libre de su problema de na-cimiento. Pedro “tomándole por la mano derecha le levantó; y al

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momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y sal-tando, y alabando a Dios”. (Hechos 3:7-8).

Llamado

Realmente, no conozco la historia de tu vida, ni cuánto has su-frido desde que naciste hasta hoy. Hay personas que han sufrido la pobreza, la enfermedad, la violencia o el abuso. Hay personas que lo tienen todo pero sufren el vacío de una vida sin Dios. Lo tienen todo materialmente pero a nada le encuentran sentido. Y cuando miran el futuro lo ven incierto y sombrío.

Tal vez como el hombre de la historia buscas una salida a tu problema, pero a cada paso recibes una nueva frustración, y un nuevo golpe de la vida hiere tu corazón y mata tu ilusión.

Esta historia es el llamado de Dios a luchar de nuevo aunque te digan que se acabó la esperanza. Es un llamado a esperar aun-que no veas posibilidad de alcanzar tu anhelo o encontrar una respuesta. Ese día en el templo el hombre cojo supo que Jesús sí había muerto pero ahora está vivo nuevamente. Supo que todavía sanaba, todavía salvaba, todavía amaba a cada ser humano y le brindaba su perdón.

Ese día en el templo ese hombre recibió a Jesús y transformó su vida. Ese día aquel hombre no vio a Jesús pero lo encontró. Jesús vino a su encuentro por medio de los apóstoles, para darle la esperanza plena. Hoy Jesús ha venido a tu encuentro. Él hoy ha venido a buscarte. ¿Le recibirás tú también hoy? ¿Dejarás de mendingar para saltar de gozo y alegría alabando a Dios?

Hoy tienes una gran oportunidad. Acepta a Jesús y alcanza la bendición. Sí hay esperanza para tu sufrimiento. No te rindas, mantén la fe y la esperanza.

Oración final.

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