esperando la carroza

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ESPERANDO LA CARROZA Personajes: JORGE SERGIO ANTONIO JUNIOR TIO FELIPE MAMA CORA SUSANA ELVIRA NORA EMILIA MATILDE JUANA GERTRUDIS SEÑORA SORDA PATRICIA Parte I: CASA DE JORGE. LLORA UNA GUAGUA. JORGE (en Off) ¡Susana! SUSANA No puedo dejar la mayonesa. ¿Quieres que se corte? (Aparece Mamá Cora con su aire “ido” como si flotara) MAMA CORA La guagua tiene hambre. Le voy a preparar la mamadera. JORGE (viniendo con el bebé en brazos) Hace media hora que tomó la última. MAMA CORA Entonces debe dolerle la guatita. Le voy a preparar una agüita de hierbas. SUSANA (molesta) No le dé nada, Mamá Cora. Métanle el chupete en la boca y déjenla tranquila. (Jorge pasea a la guagua) MAMA CORA Pero Susana, si le pongo el chupete lo escupe. Para mí que es tu leche. Has estado muy nerviosa últimamente. SUSANA ¡Ideas suyas! ¿Dónde me ve nerviosa? (A Jorge) Fíjate si se ensució. JORGE (fijándose) Se ensució. SUSANA Entonces cámbiale el pañal. JORGE Susana, sabes que no sé. MAMA CORA Yo la cambio. SUSANA ¡No! Deje, Mamá Cora, voy yo. (Sale con la guagua) MAMA CORA ¡Gran ciencia! ¡Cambiar un pañal! (Hacia adentro) ¿En qué puedo ayudarte, Susana? SUSANA (Off) En nada. No me ayude en nada. ¿Por qué no lee el diario tranquila? JORGE (yendo hacia dentro) Susana, deja que te ayude. Haces que se sienta inútil. SUSANA (Off) Prefiero que se quede tranquila. MAMA CORA (Mirando la mayonesa) ¡Ya sé, le ayudaré con los flancitos! (Saca leche, se la echa mientras revuelve) “no haga eso”, “no haga aquello” Como si yo nunca hubiese tenido una casa. Como si yo nunca hubiese mudado una guagua. Voy a meter estos flancitos a los moldes y al horno. (Va a la cocina con el recipiente.) JORGE Mamá Cora, ¿vio el alfiler de gancho?... ¡Bah!

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ESPERANDO LA CARROZA

Personajes: JORGE SERGIO ANTONIO JUNIOR TIO FELIPE

MAMA CORA SUSANA ELVIRA NORA EMILIA MATILDE JUANA

GERTRUDIS SEÑORA SORDA PATRICIA

Parte I: CASA DE JORGE. LLORA UNA GUAGUA.

JORGE (en Off) ¡Susana!

SUSANA No puedo dejar la mayonesa. ¿Quieres que se corte? (Aparece Mamá Cora con su aire “ido” como si flotara)

MAMA CORA La guagua tiene hambre. Le voy a preparar la mamadera.

JORGE (viniendo con el bebé en brazos) Hace media hora que tomó la última.

MAMA CORA Entonces debe dolerle la guatita. Le voy a preparar una agüita de hierbas.

SUSANA (molesta) No le dé nada, Mamá Cora. Métanle el chupete en la boca y déjenla tranquila. (Jorge pasea a la guagua)

MAMA CORA Pero Susana, si le pongo el chupete lo escupe. Para mí que es tu leche. Has estado muy nerviosa últimamente.

SUSANA ¡Ideas suyas! ¿Dónde me ve nerviosa? (A Jorge) Fíjate si se ensució.

JORGE (fijándose) Se ensució.

SUSANA Entonces cámbiale el pañal.

JORGE Susana, sabes que no sé.

MAMA CORA Yo la cambio.

SUSANA ¡No! Deje, Mamá Cora, voy yo. (Sale con la guagua)

MAMA CORA ¡Gran ciencia! ¡Cambiar un pañal! (Hacia adentro) ¿En qué puedo ayudarte, Susana?

SUSANA (Off) En nada. No me ayude en nada. ¿Por qué no lee el diario tranquila?

JORGE (yendo hacia dentro) Susana, deja que te ayude. Haces que se sienta inútil.

SUSANA (Off) Prefiero que se quede tranquila.

MAMA CORA (Mirando la mayonesa) ¡Ya sé, le ayudaré con los flancitos! (Saca leche, se la echa mientras revuelve) “no haga eso”, “no haga aquello” Como si yo nunca hubiese tenido una casa. Como si yo nunca hubiese mudado una guagua. Voy a meter estos flancitos a los moldes y al horno. (Va a la cocina con el recipiente.)

JORGE Mamá Cora, ¿vio el alfiler de gancho?... ¡Bah!

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SUSANA (Off) ¡Jorge! ¡El alfiler!

JORGE No lo encuentro. Ven a buscarlo tú.

SUSANA Velo debajo del sillón.

JORGE Debajo del sillón, ¿de cuál sillón?

SUSANA (Entrando) De este sillón. (Sacando una marraqueta) ¿Me quieres explicar qué hace este pan debajo del sillón?

JORGE Pero, por qué me preguntas...

SUSANA Como la matamos de hambre esconde comida hasta debajo de la almohada (Saliendo).

JORGE (Saliendo tras ella) Susana, deja que te ayude. Deja que se sienta útil.

SUSANA (Entrando con la guagua) No quiero que me ayude. (Suspira cansada) Bueno, tesoro, a dormir hasta la próxima mamadera, ¿me oyó? (A Jorge) ¿La acostamos en el cochecito?

JORGE ¿Me estás preguntando a mí?

SUSANA Mis otros maridos no están en este momento. ¿A quién quieres que le pregunte?

JORGE ¡Y yo qué sé!

SUSANA Arregla el asientito.

JORGE Pero Susana, si sabes que no sé.

SUSANA No puedo acomodar el asiento y tener a la niña en brazos al mismo tiempo.

JORGE (hace los arreglos y descubre una empanada a medio comer) ¡Una empanada! ¡La niña tiene ocho meses y ya come empanadas!

SUSANA ¡No seas estúpido! Esa empanada fue la que sobró anoche. Con razón que no la encontraba. A mí se me está acabando la paciencia.

MAMA CORA (Apareciendo) ¿Se durmió?

SUSANA Todavía no, pero está más calmada. (Acuesta la guagua en el coche) Jorge, llévala al cuarto y cierra la persiana. (Jorge se lleva el cochecito. Susana busca y rebusca sobre la mesa) ¡Qué raro! ¿No ha visto la fuente honda?

MAMA CORA ¿Cuál?

SUSANA La que dejé aquí. La fuente donde estaba haciendo la mayonesa.

MAMA CORA ¿Eso era una mayonesa?

SUSANA No, era cazuela. Ocho huevos tenía esa mayonesa y casi un litro de aceite.

MAMA CORA Yo creí...

SUSANA ¡Qué creyó!

MAMA CORA No parecía mayonesa.

SUSANA ¡Qué hizo con mí mayonesa!

MAMA CORA Flancitos de chocolate. (Susana corre a la cocina) Tú hablaste de flancitos anoche. (Aparece Jorge) Tú la oíste, Jorge. ¿Iba o no iba a hacer flancitos? (Susana regresa)

SUSANA (dramáticamente) Ocho huevos, litros de aceite, litros de leche, sal, mostaza y seguramente kilos de azúcar para tirar a la basura.

JORGE ¿Qué quieres decir?

SUSANA Quiero decir que tu mamacita me ha hecho perder la mayonesa.

JORGE Mamá, ¿Por qué hiciste eso?

MAMA CORA Es que, Jorge... No tenía cara de mayonesa.

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JORGE ¿Por qué no preguntaste? No hagas nada sin preguntar primero. (Susana se saca el delantal, lo arroja al suelo y sale de la casa. Jorge siguiéndola) ¿A dónde vas? ¿Susana? ¡Para!.

MAMA CORA No tenía cara de mayonesa.

Parte II: CASA DE ELVIRA Y SERGIO. ESTE EN PIJAMA, ACOSTADO EN EL SOFÁ,

LEE UN DIARIO. SE OYE LA RADIO DANDO NOTICIAS

SERGIO (Suena el teléfono) ¡Matilde! (Sigue sonando el teléfono) ¡Teléfono!

ELVIRA ¡Qué acaso tú no puedes atenderlo!

SERGIO Elvira, por Dios. Es domingo.

ELVIRA (Levantando el teléfono) Aló. ¿Qué José? (Colgando) Huevón ocioso.

SERGIO Otra vez te la hicieron.

ELVIRA Para la próxima contesta tú.

SERGIO Ni soñarlo. Que atienda Matilde, siempre es para ella.

ELVIRA Está durmiendo. No sabes que se acostó a las cuatro de la mañana la pobre.

SERGIO ¿Dónde estuvo hasta esa hora? ¿La vieron entrar los vecinos? ¿Quién la trajo? ¿Tú le diste permiso?

ELVIRA ¿Cuál de las cuatro preguntas quieres que te conteste primero?

SERGIO Yo no pienso moverme de este sillón.

ELVIRA Yo también quiero descansar, pero a ti se te ocurrió la excelente idea de invitar a tu hermano Antonio y a Nora.

SERGIO Ellos nos invitaron la semana pasada.

ELVIRA Nosotros los habíamos invitado la anterior.

SERGIO Les hubieras dicho que no vinieran y basta.

ELVIRA ¿Y privarte de los mimos que te hace?

SERGIO ¿Qué mimos?

ELVIRA (Imitando a Nora) “Mi amante maravilloso”, “cosita mía”.

SERGIO Creí que apreciabas a Nora.

ELVIRA ¡A esa hipócrita! Sí. Le tengo cierta simpatía. Porque es fina y tiene clase, que es algo que no sobra en esta familia.

SERGIO Entonces déjate de protestar.

ELVIRA Deben de estar por llegar. ¿Por qué no te vistes?

SERGIO ¿Tengo que ponerme smoking para comer con mi familia?

ELVIRA En pijama no comes. Y anda a darte un baño que hace varios días que lo estás necesitando.

SERGIO Por favor, me bañé la semana pasada.

ELVIRA Te bañas o esta noche no entras en mi cama. (Se va a la cocina)

MATILDE (Off) ¡Mamá!

ELVIRA (Off) ¿Qué quieres?

MATILDE (Off) Cierra la llave.

ELVIRA (Off) No estoy ocupando el agua.

MATILDE (Off) Estoy toda enjabonada. (Aparece envuelta en una toalla, toda mojada y jabonada) Cortaron el agua.

SERGIO Y después viene tu madre insistiendo en que me bañe. Sin agua no se puede.

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MATILDE ¿Con qué me quito el jabón?

ELVIRA (Viniendo de la cocina) Otra vez cortaron el agua. (Va al teléfono y marca un número) ¿Señora Juanita? Soy yo, la Elvira. ¿Qué pasa con el agua? A mí no me avisó nadie. ¡Cuatro horas! ¿Desde cuándo? ¿Desde ahora mismo? Tengo que hervir los ravioles. ¿Usted también está haciendo ravioles? ¡Qué coincidencia! ¿Le pido un favor? No bote su agua. Hiérvalos y me llama para ir a buscarla. Gracias, Juanita. Usted es un ángel. (Cuelga) ¡Vieja de mierda! Yo hago ravioles, ella hace ravioles, yo hago porotos ella hace porotos.

SERGIO Velo por el lado positivo, ella nos va a convidar el agua de sus ravioles.

ELVIRA Matilde, vas a tener que ir al negocio a comprar unas botellas de agua mineral.

MATILDE Estoy toda enjabonada.

ELVIRA ¡Mejor! Así vas más rápido.

MATILDE Me acosté a las cuatro de la mañana.

SERGIO De eso, casualmente, quería hablar. ¿Se puede saber donde estuviste hasta esa hora?

MATILDE (yendo furiosa a su cuarto) En un cabaret con doscientos sicópatas sexuales.

SERGIO A ésta lo que le hace falta es un puro “tatequieto”

ELVIRA (Sentándose) Estoy cansada.

SERGIO ¿De qué?

ELVIRA ¿Acaso no sabes el trabajo que da una casa?

SERGIO ¡No lo voy a saber! ¡No hablas de otra cosa! Mi pobre madre quedó viuda a los treinta y cinco años y con seis hijos...

ELVIRA ¡Ese tango lo conozco! Cocinaba, zurcía, tejía, bordaba y seguramente culiaba y jamás se le oyó una queja. Me lo contaste más de un millón de veces. Pero yo soy de carne y ella era de hierro.

SERGIO ¡Pobre vieja! ¡Pobrecita! Cuando pienso en todo lo que sufrió y en la poca felicidad que tuvo...

ELVIRA Cuando piensas en todo eso no pasa nada. Lo pensaste un millón de veces y jamás pasó nada. (Entra Jorge y detrás de él, furiosa, Susana) ¿Qué pasa?

SUSANA Pasa que yo ya no doy más. Pasa que yo sólo tengo treinta años y que no me resigno a vivir en una casa que no es mi casa y en la que no soy nada más que una sirvienta.

ELVIRA Oigan, ¿por qué no van a lavar la ropa sucia en su casa?

SUSANA Porque sucede que esta ropa sucia también es de ustedes. (A Elvira) Hace cuatro años que tu suegra vive en mi casa y parece que tiene el firme propósito de no moverse de ella.

ELVIRA ¡Mi suegra!

SUSANA Sí, tu suegra (A Sergio, aún más furiosa) Y tu madre.

SERGIO Pero, ¿en qué te molesta la pobre santa?

SUSANA ¿Quieres que te diga en qué me molesta? No puedo moverme sin tenerla encima y tú me preguntas en qué me molesta.

SERGIO ¿Cómo puedes hablar así de una pobre anciana qué quién sabe sin le quedan unos tres años de vida?

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SUSANA Eso es lo mismo que me dijeron hace cuatro años cuando se vino a vivir con nosotros. Yo no quiero que se muera. ¡Que viva otros doscientos años, pero que viva en otra parte!

JORGE Susana estaba preparando una mayonesa y tuvo que dejarla un rato porque la guagua lloraba. Cuando volvió se encontró con que mamá había transformado la mayonesa en flancitos de leche con chocolate.

ELVIRA ¿Y por eso tanto escándalo?

SUSANA (A Jorge) ¿Y lo de los merengues? (A Elvira y Sergio) Huevo que compro le quita la clara para hacer merengue.

SERGIO Pero si el merengue es tan rico.

SUSANA ¿Y qué hago yo con todas las yemas que se van acumulando en el refrigerador?

ELVIRA ¡Mayonesa!

SUSANA Mira, Elvira. Esto no es un chiste. Tráela a vivir una semana a tu casa y vas a ver si tengo o no tengo razón.

SERGIO ¡Pobre mamá!

SUSANA Sí, pobre mamá. Ahora más encima se ensucia.

SERGIO ¿Se ensucia? ¿Cómo se ensucia?

SUSANA ¿Quieres que te haga un dibujito? ¿No sabes como se hacen caca los cabros chicos?

SERGIO ¿Quieres decir que...?

SUSANA Sí, se caga. Y no le voy a poner unos calzones de goma. Tengo que andar todo el santo día con el trapo en la mano.

JORGE ¡Por favor, Susana!

SUSANA ¡Por favor nada! Se va ella o me voy yo.

SERGIO ¡Pobrecita!

SUSANA Sí. Es muy fácil decir pobrecita a cuatro cuadras de distancia. Pero ella no es mi madre y yo no tengo por qué aguantarla. Mete las manos en todas partes, manosea todo...

SERGIO Te querrá ayudar.

SUSANA ¡Que se quede quieta! Yo no quiero ayuda. Si agarro una olla chica, ella dice que agarre una más grande. Me quita las cosas de las manos, prueba la comida mil veces para ver si está condimentada. Hace quince días, aprovechando que nosotros no estábamos, quiso bañar a la niña.

ELVIRA ¡Que ternura!

SUSANA ¡Casi me la ahoga!

JORGE Sergio, hazle un sitio aquí.

SERGIO Pero, Jorge...

JORGE Hazle un sitio. Tú también eres su hijo y tu mujer es mucho más paciente que la mía.

ELVIRA Paciente hasta por ahí no más, mijito. Porque yo también tengo mi genio y no estoy como para andar...

JORGE Espero, Elvira, que nunca te pase esto. Y si algún día te pasa, ojalá tu hija tenga paciencia para aguantarte. Mi madre fue una mujer tan dinámica como tú.

ELVIRA ¿Por qué no hablan con Antonio y Emilia?

SUSANA Emilia es viuda y trabaja como una negra para mantener al vago de su hijo.

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ELVIRA Miren. Hoy viene Antonio. Háganle la oferta a él, a lo mejor se tienta.

SUSANA (resentida) ¿Los invitaste a comer?

ELVIRA Ellos nos invitaron la semana pasada.

SUSANA Evidentemente nosotros no pertenecemos a la familia.

ELVIRA Pero, ¿por qué dices eso?

SUSANA Desde que me casé con Jorge, comí una sola vez en tu casa. Y fue hace tres años.

ELVIRA ¿Y tú? ¿Cuántas veces nos invitaste?

SUSANA Más de una vez.

ELVIRA No me saques en cara tus tallarines ni tu ensalada de apio que no gozan de gran reputación en el barrio.

SERGIO ¡Elvira!

ELVIRA ¿Y qué? Si sólo hace tallarines y ensalada de apio. (Entran Antonio y Nora. Ella viste de pieles y cuero aparatosamente, luce unas gafas oscuras que nunca se saca. Trae en la mano una bandejita muy pequeña) ¡Pasteles! Que mala eres, con lo que engordan.

NORA ¿Qué le hace el agua al pescado? ¡Más invitados! ¡Qué sorpresa más agradable! (A Susana) ¿Cómo estás linda?

SUSANA Mal.

NORA Yo estoy muerta de calor. (A Jorge) ¿Qué tal, cariñito? Tienes la felicidad pintada en la mirada. ¡Cuánto me alegro! (Besa a Sergio) ¿Cómo está mi amante maravilloso?

ELVIRA Ésta insiste mucho con lo del amante maravilloso. Está empeñada en que empiece a sospechar algo.

NORA Todo es cierto, querida. Todo es cierto. ¡Pero que idea maravillosa tuviste de invitarlos Elvira! ¡Hace tanto tiempo que no nos veíamos! ¡Con lo que yo los quiero! ¡Que bien se te ve, Susana! Siempre con esa serenidad que te caracteriza.

ANTONIO ¿Cómo están esos ravioles que me prometiste?

ELVIRA Parece que lo único que vamos a comer son estos pastelitos. Es que nos quedamos sin agua y no tengo en qué hervirlos.

ANTONIO ¡Ah, no! ¡Con la ilusión que traía!

NORA ¡Antonio vive soñando con tus comidas, Elvira! Te recuerda cada vez que se ve las manchas de grasa que le quedan en las camisas. (Ríe) ¿Cuál es el secreto de tu grasa? No sale con nada.

ELVIRA ¿Es un halago o me estás criticando?

NORA Al contrario, Elvira. ¡Halago la estupenda idea que tuviste de invitar a Jorge y a Susana! Hace siglos que no los veía.

SUSANA Termina de una vez, Nora. Nosotros no estamos invitados. Hay que tener dinero para que lo inviten a uno. Nosotros somos pobres.

ANTONIO Por favor, queremos pasar un plácido domingo familiar.

SUSANA Entonces llegaron en mal momento.

ELVIRA No, querida. Quien llegó en mal momento eres tú.

SERGIO ¡Por favor! (A Nora) Me pasé toda la semana añorando que llegara el domingo y ahora, miren lo que tengo.

ELVIRA Si no te gusta, ya sabes lo que puedes hacer.

NORA (abrazando a Sergio) ¿Cómo te atreves a hablarle así a mi amante preferido?

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ELVIRA ¿No te lo dije? (A Antonio) ¿No te parece que aquí puede haber algo?

NORA Pero cariño, ¿qué puedo hacer para que me creas?

ELVIRA Nada. No es necesario que hagas nada.

NORA ¿Será posible que nadie me tome en serio?

ELVIRA Dame tus cosas y siéntate.

NORA Las gafas no. Odio la luz del mediodía.

ELVIRA ¡Ah, sí! ¡Es cierto! (Yendo al dormitorio) Sergio, ocúpate de los drinks.

NORA ¡Drinks! Parece que están funcionando las clases de idioma.

SERGIO Sí. Dice “no” en cuatro o cinco idiomas.

NORA Malo. Daría mi reino por un martini. A ver si así me despejo un poco.

ANTONIO (A Susana) ¿Cómo está la niña?

SUSANA (Agresiva) Bien.

NORA Todavía no cumple el añito, ¿no? Siempre me olvido de preguntar por ella. Pero eso no significa que yo no la quiera. Ella ocupa un sitio muy importante, tanto en mi corazón como en mis pensamientos. ¿No es cierto que siempre hablo de ella, Antonio?

ANTONIO (Distraído) ¿De quien?

NORA De la niña. Siempre le digo a Antonio que nunca en mi vida había visto a una criatura más preciosa. ¿No es verdad, Antonio?

ANTONIO ¿Qué cosa?

NORA Todavía no cumple el año, ¿no?

SUSANA No. Acaba de cumplir los ocho meses. (Entra Matilde vestida con un lindo vestido primaveral).

NORA Contigo se completa el cuadro familiar. Sospecho que éste va a ser el día más entretenido de mi vida. Esta criatura me devuelve la juventud.

MATILDE Buenos días, tío Jorge.

JORGE (Besándola) ¿Cómo estás? Nunca tienes un rato para ir a visitarnos. Estamos a cuatro cuadras de distancia y creo que todavía no conoces ni a tu prima.

MATILDE ¡Claro que la conozco! ¿No te acuerdas que fui al hospital a ver a tía Susana? (Besa a Susana) Hola, tía. (A Nora, después de besarla) ¡Qué bonito vestido!

NORA ¿Te gusta? (Dando vueltas de jactancia) Fue diseñado por el mismísimo Pierre Cardín. ¿No es precioso?

MATILDE ¡Un sueño!

ANTONIO (Tocándole el trasero a Matilde) ¿Y a mí no me saludas, cosita rica?

MATILDE ¡Ah! Disculpa tío. (Lo besa. Él le pone los labios)

SERGIO (Que ha sacado varias botellas del barcito) Matilde, llévale este Martini a tu tía. (Matilde va a buscarlo) Susana, ¿Qué vas a tomar tú?

SUSANA (Molesta) Si las tías toman Martini, creo que yo no voy a tomar nada.

NORA ¿Por qué dices eso?

SUSANA Porque mi cuñado dijo: “Matilde, llévale este Martini a tu tía”. Pudo haber dicho “a tu tía Nora”. Pero no. Él da por hecho que la única tía que tiene Matilde es Nora. Después de todo, yo soy pobre.

MATILDE Enseguida te sirvo, tía Susana.

SUSANA ¿No sabes que no tomo alcohol?

SERGIO ¿Y para qué armas tanto escándalo entonces? ¿Dónde está la botella de Coñac?

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MATILDE Mamá la tiene guardada.

ANTONIO Sírveme un Whisky, Sergio.

SERGIO ¡Whisky! ¡En estos tiempos! (A gritos) Elvira, ¿dónde guardaste el coñac?

ELVIRA (Off) ¡En el ropero! Ven a buscar la botella, Matilde. (Matilde va al dormitorio)

NORA (A Susana) ¿Cuando van a llevarme a la chicoca? ¡El jardín está tan maravilloso! Tienen que ir. ¿Cuándo van a ir?

SUSANA Cuando nos inviten. (Matilde regresa)

NORA Vayan mañana. (Rápidamente) ¡No! Mañana, no. Vayan el martes... ¡Ah! Tampoco, tengo un compromiso. Llámame el miércoles y nos ponemos de acuerdo, ¿Ok? La niña podrá correr por el jardín y tomar un poco de aire puro.

SUSANA Recién tiene ocho meses; todavía no corre.

NORA Pero imagino que respirará, ¿no? (Ríe) Adoro a los niños. Debe ser por eso que Dios me hizo estéril.

MATILDE ¿No consultaste al médico? A veces son los hombres los que no sirven.

SERGIO ¿De dónde sacaste eso?

ANTONIO ¡Épale! (Toma la mano de Matilde y la pone en su pene) Yo sirvo todavía, ricurita.

MATILDE ¿Cómo lo sabes? El hecho de que la tengas grande no quiere decir...

SERGIO ¡Matilde! ¡No estás hablando como una señorita!

MATILDE Estoy hablando de cosas naturales.

SERGIO En mi casa no quiero que hables de cosas naturales. ¿Eso es lo que te enseñan en la escuela?

NORA (Riendo) ¡Miren la cara que puso Sergio!

SERGIO ¡Así no hablan las señoritas que estudian en colegios religiosos!

MATILDE No pensarás que porque estudió en una escuela de monjas todavía soy virgen, ¿no?

SERGIO Por tu bien, espero que lo seas. ¡Elvira!

ELVIRA (Off) Quiso decir que no es tonta. ¿Verdad que sólo quisiste decir eso?

MATILDE Sí, mamá.

SERGIO Esta mañana volvió a las cuatro de no sé dónde.

ANTONIO (Acariciando las nalgas de Matilde) ¿Pero dónde estuviste hasta tan tarde?

MATILDE Fuimos a una fiesta de la parroquia con una amiga y la señora Juanita. No hicimos nada malo.

SUSANA ¿A qué le llamas hacer algo malo?

MATILDE A dar besos con lengua y a esas cosas. (Suena el teléfono)

ELVIRA (Off) ¡Contesten ese teléfono!

MATILDE (Contestando) Aló. ¿Sí? Hola, señora Juanita. Espere un ratito. (Deja el auricular descolgado sobre la mesa y se acerca a la puerta del dormitorio) ¡Mamá! ¡Es la vieja de al lado!

SERGIO ¡Idiota! ¿Quieres que te oiga? (Aparece Elvira con otro vestido más a tono con los invitados)

MATILDE Doña Juanita ya hirvió los ravioles, pero dice que el agua se le consumió un poco y que tiene demasiado almidón.

ELVIRA Anda a buscarla y ten cuidado de no quemarte.

MATILDE Siempre tengo que ir yo. (Matilde sale)

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ELVIRA Menos mal que esa vieja me imita en todo. Hago cazuela, hace cazuela. Hago tallarines, hace tallarines.

SERGIO ¡Elvira! El teléfono. (Elvira mira el teléfono con espanto).

ELVIRA ¿Habrá oído? ¡Ay, Dios mío, que no haya oído! (Toma el auricular. Se lo lleva al oído y cuelga rápidamente) Sí. Oyó. ¡Cabra estúpida! (Matilde regresa)

MATILDE La señora Juanita dijo que nos fuéramos todos a la conchesu...

ELVIRA (A Matilde) ¡Minusválida mental! ¿Quién te enseñó a dejar el teléfono descolgado?

MATILDE Nadie. Aprendí sola. (Todos ríen menos Susana y Elvira)

ELVIRA ¡Estúpida! (Disimulando) ¿Quién se iba a imaginar que el teléfono estaba descolgado? ¡Qué horror! ¡Con la lengua que tiene esa mujer! Siempre me

pasan estas cosas. (Nora y Antonio ríen)

SUSANA Eso te pasa por la increíble facilidad que tienes para juzgar a todo el mundo.

ELVIRA Que yo sepa, Susana, a esta fiesta nadie te invitó. ¿Cómo quedarán los ravioles hervidos en agua mineral?

ANTONIO Supongo que bien.

ELVIRA (A Matilde) Anda a comprar media docena de botellas de agua mineral. (Matilde hace un gesto de fastidio y sale)

NORA Ay, Elvira, yo creo que viviría en tu casa. Me divierto tanto aquí. (Ríe) ¡Siempre pasan cosas tan descabelladas!

ELVIRA Sí. Me pasan muchas cosas y ésta es la peor de todas. No conoces a mi vecina. Es capaz de decir que me vio, con sus propios ojos, en la cama con el portero.

SERGIO ¡Cómo te pones el parche antes de la herida!

NORA ¡Cómo se descubren las cosas!

SERGIO Ya me parecía que el portero me saludaba con más amabilidad estos últimos tiempos.

ELVIRA ¿Por qué no se van a la misma mierda?

NORA Ay, ¡se puso colorada! (Ríe) Por fin podemos perder nuestros escrúpulos, amante mío adorado. (Abraza a Sergio. Ríen todos, menos Susana y Elvira)

ELVIRA (Yendo a la cocina) Váyanse al diablo.

JORGE ¿Vamos Susana?

NORA ¿Qué apuro tienen? No nos vemos nunca.

SUSANA Yo no tengo sirvienta.

NORA (asociando) ¿Cómo está mamá Cora?

SUSANA (encantada de tener una oportunidad de retomar el tema, vuelve sobre sus pasos) ¡Maravillosa!

ANTONIO Después de comer la llevaré a dar un paseo en auto. El aire le va a hacer bien.

SUSANA Lo que le haría bien es que la invitaras a pasar un tiempo en tu casa.

NORA ¡Ay, no! ¡Pobre! Se aburriría como una ostra. (Con intención) ¿No se siente feliz en tu casa?

SUSANA ¿Cómo se va a sentir feliz en esa ratonera? Sin aire, sin luz... ¡La pobre sería tan feliz cuidando las flores de tu jardín!

NORA ¡Pero si nunca estamos en casa!

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ANTONIO Además, confieso que tengo muy poca paciencia con los viejos.

SUSANA Pero con tu madre deberías tener un poco más. Hace cuatro años que vivo con ella y sé que la pobre sería muy feliz si pudiera descansar por un tiempo en la casa de otro hijo.

NORA Pero, ¿cómo puedes decirle a la pobre y querida anciana que se vaya a la casa de otro hijo, sin herirla?

SUSANA No tengas miedo, no se sentiría herida.

JORGE Mamá cumplió la semana pasada ochenta y tres años, Antonio.

ANTONIO ¡Puta! ¡Se me olvidó el cumpleaños! ¿Por qué no me llamaste para recordármelo?

JORGE ¿por que? Tienes una sola madre y pudiste haberte acordado sin ayuda.

ANTONIO Tengo otras cosas más importantes que el cumpleaños de mamá.

JORGE Nada debiera ser más importante que mamá.

ANTONIO No digas eso. Hiciste mal, Jorge. Debiste avisarnos. Al fin y al cabo ella vive en tu casa y por esa razón tienes más obligaciones que nosotros.

SUSANA Encima de que vive en casa, somos nosotros los que tenemos que cargar con todas las obligaciones. (Furiosa) En cuatro años fueron incapaces de preguntarle si necesitaba algo.

ANTONIO Supongo que Jorge le dará lo que ella necesita.

SUSANA ¿Sabes cuánto gana Jorge?

JORGE ¡Bueno, basta!

SUSANA Me pasé todo el invierno con mi abrigo viejo, juntando peso por peso para reunir la cantidad necesaria para comprarme otro. Cuando por fin logre reunirla, tu madre tuvo un ataque a la vesícula y la fortuna se me fue al diablo entre médicos y medicamentos. A ninguno de ustedes se les ocurrió preguntarnos si necesitábamos ayuda.

NORA Sí, realmente... creo que la manutención de mamá Cora, es algo que nos concierne a todos.

SUSANA Tampoco es sólo una cuestión de plata, Nora. No es sólo eso. Es que... bueno... yo estoy un poco cansada y quisiera vivir sola con mi marido y mi hija por un tiempo. ¿No tengo derecho a un mes de vacaciones?

NORA Estoy de acuerdo, pero insisto. Creo que sería muy cruel decirle a mamá Cora que se vaya a casa de otro hijo por un tiempo.

SUSANA Ella se sentiría feliz de que los hijos se la disputaran un poco.

ANTONIO Yo estaría dispuesto a pasarle una plata mensual. ¿Cuánto te parece, Jorge?

SUSANA No necesitamos tu dinero. Lo único que queremos es que te la lleves por un tiempo a tu casa.

MATILDE (Entrando con dos botellas de agua) ¿Se puede saber qué fue lo que dijo mi madre para que la vecina me mire con ojos de asesina? (Se va a la cocina)

NORA ¿Y si la lleváramos a la casa de Emilia?

SUSANA Emilia vive con su hijo en una pieza.

ANTONIO La pobre Emilia tiene unos problemas terribles.

NORA Pero sería la solución, incluso para Emilia, que entre todos le pasáramos una mensualidad.

JORGE Emilia es tan amargada. Mamá se moriría a los dos días de estar con ella.

NORA Realmente. ¡Qué horrible el carácter de esa mujer!

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SUSANA Tiene sus motivos.

NORA ¡Sí, claro, pobre! Si yo no quise decir...

SUSANA Emilia es viuda y muchas veces no tiene qué comer.

ANTONIO Por eso no voy a verla. No puedo soportar que pase hambre.

ELVIRA (Volviendo) Ya se está quejando la mosquita muerta. No haces más que quejarte y ¿quieres que te diga algo? No tienes derecho. Tú pudiste comprarte un televisor color y nosotros no.

SUSANA El televisor fue un regalo de casamiento. Y maldito sea el momento en que nos lo regalaron.

NORA ¿Por qué? Es una compañía maravillosa cuando una está sola.

SUSANA Gracias a él, siempre tenemos la casa a oscuras. Mamá Cora se pasa todo el día mirando esos estúpidos programas. Y a todo volumen, claro,

porque como está casi sorda... (Breve silencio) Antonio, se lo pedí a Sergio y ahora te lo pido a ti. Por favor, denme unas vacaciones sin mamá Cora. Nada más que un mes. (Silencio. Susana sale)

JORGE Está muy nerviosa y yo estoy desesperado. Si quieren lo pido de rodillas. Llévensela por un tiempo. Se los ruego. No aguanto más. (Sale. Silencio)

NORA ¡Qué histéricos!

ELVIRA ¿Ahora entiendes lo que te digo cuando hablamos de ella?

SERGIO ¡Pobre Jorge!

ELVIRA ¡Pobre! Es un estúpido. Un hombre de cincuenta años, en sus cabales, no se casa con una mujer veinte años más joven. Después de todo, a ella yo la comprendo. Susana es una mujer joven y no creo que Jorge la haga demasiado feliz.

NORA ¿Por qué? ¡Es tan bueno!

ELVIRA ¿Bueno? ¿Para qué? No precisamente para lo que ella quiere. Con el temperamento que tiene, tan volcánico, se casa con ese cadáver viviente. (Nora ríe)

ANTONIO ¡Qué horrible! Llegar a cierta edad y ser nada más que un estorbo en el camino de todos.

NORA ¡Pero qué estás diciendo! Mamá Cora no es un estorbo, ni nada que se le parezca.

ANTONIO Llevémosla a casa, Nora.

NORA ¡Claro! ¡Por supuesto! El próximo domingo la invitaremos a pasar el día.

ANTONIO No me refiero a pasar un día. Sino... por un tiempo.

NORA ¡eso si que no!

MATILDE (Entrando) Mamá, el agua está hirviendo.

ELVIRA Voy (Sale)

NORA Matilde, ¿tú quieres a la abuelita?

MATILDE ¡Claro!

NORA ¿Ven? Matilde sí tiene sentimientos y no dirá que “no” si le ponen una cama en su pieza para la pobre y querida abuela.

MATILDE Yo no quiero dormir con viejas.

NORA ¡Ay criatura! ¡Cómo puedes ser tan egoísta!

MATILDE La abuela está muy bien dónde está.

ANTONIO No, no está bien. Ya oíste a Susana. La pobre está muy vieja y quien sabe cuánto tiempo le quede de vida.

12

MATILDE ¿Y si se muere en mi pieza? ¿Quieren que me de un ataque? (Todos ríen)

ELVIRA (Reapareciendo) Matilde, ¿quieres poner la mesa? ¿De qué se ríen?

MATILDE Quieren meter a la abuela en mi cuarto.

ELVIRA ¿Con qué? ¿Con fórceps? (Cambiando tema) No se hable más del asunto. El que tenga necesidad de lavarse las manos o de hacer algo parecido, que lo haga. (A Sergio) Y tú, anda a ponerte decente, ¿quieres?

SERGIO Yo me siento decentísimo así como estoy.

ELVIRA ¡Te digo que te cambies! (Yendo a la cocina)

SERGIO (A Nora) ¿Y tú, qué opinas? ¿Me cambio?

NORA ¡Ay sí! Me deprimen tanto los hombres en pijama. (Sergio alza la mirada al techo y se va al dormitorio)

MATILDE Falta un cuchillo.

ELVIRA (Desde la cocina) Ven a buscarlo. (Matilde sale)

ANTONIO ¿Por qué no lo dejaste comer en pijama?

NORA Bastante me deprime la idea de comer ravioles preparados por esa arpía, como para soportar...

ANTONIO Baja la voz.

NORA A ti tampoco te gustan los ravioles que hace esta estúpida, pero con tal de halagarla... (Matilde vuelve con un cuchillo y una panera con pan)

MATILDE Los ravioles quedaron durísimos.

ELVIRA (Entrando desalentada) Los ravioles quedaron durísimos. Y están pegados como con poxipol. El agua debe ser la culpable. Era poca y era con gas. Esta estúpida fue incapaz de pedir sin gas.

MATILDE ¡Y qué sabía yo!

ELVIRA Nunca sabes nada. (Muy preocupada) ¿Qué les doy de comer ahora?

NORA Abre una lata de cualquier cosa.

ELVIRA No tengo latas de cualquier cosa. Matilde...

MATILDE Yo no voy...

ELVIRA Matilde, anda a comprar medio kilo de...

MATILDE ¡Qué no! Y esa es mi decisión final. (Se va al dormitorio. Elvira la persigue)

ELVIRA (A gritos persiguiéndola) Anda a comprar vienesas y huevos.

MATILDE (Reapareciendo por la puerta del dormitorio y luego se dirige a la cocina. Elvira la persigue) No voy a ir a comprar otra vez.

ELVIRA ¡Matilde! ¡Qué van a decir tus tíos!

NORA Y ahora va a empezar a largar una indirecta tras otra para que vayas a comprar un pollo asado o algo así.

ANTONIO No seas mal pensada.

ELVIRA (Entrando) ¿Antonio, no podrías ir a comprar un pollo o algo así?

NORA (Aparte a Antonio) ¿No te dije? (A Elvira) No te preocupes. Comeremos la pasta tal como está. A nosotros nos encantan los ravioles pegoteados.

SERGIO (Apareciendo) ¿Cómo me veo ahora?

ELVIRA Como para salir con Antonio a comprar un pollo asado.

SERGIO ¿Qué te pasó? ¿Se te quemaron?

ELVIRA Sí. ¿Y qué?

SERGIO Por una vez que Antonio y Nora vienen a comer...

ELVIRA ¡Por una vez! Vienen domingo por medio.

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SUSANA (Entrando con Jorge detrás) ¿Está aquí?

SERGIO ¿Buscas a alguien?

SUSANA A mamá Cora. ¿Está aquí?

SERGIO No. ¿Dijo que venía?

SUSANA Se fue. La puerta estaba abierta y ella no estaba.

ELVIRA ¿Se fue de tu casa? (Mira a Nora)

SUSANA ¡Quién sabe para dónde se habrá ido!

ELVIRA ¿Y ahora te preocupas? (Elvira se va para adentro)

SUSANA Yo sabía que esta víbora iba a pensar lo peor. (Gritando) Nadie la echó.

NORA ¡Pobre señora!

ANTONIO Debe haber ido a casa de Emilia.

JORGE No te quedes ahí. Toma el auto y anda a ver si está allí.

SUSANA ¿Nos puedes dejar en la casa? Dejamos a la niña sola.

ANTONIO Claro. Vamos. (Los hombres y Susana salen. Nora se vuelve hacia la puerta de la cocina de donde sale Elvira)

NORA ¿Qué me dices? ¿No te asusta?

ELVIRA A mí ya no me asombra nada.

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Parte III: UNA HORA MÁS TARDE. CASA DE SERGIO. SUSANA, NORA Y ELVIRA EN

EL SOFÁ. JORGE EN UNA SILLA

NORA Mamá Cora debe estar en casa de Emilia y los hombres habrán ido a comprar algo para comer.

ELVIRA Esperamos por tu bien, Susana, que no le haya pasado nada.

SUSANA ¿Qué quieres decir con eso?

ELVIRA Que si algo le pasó, es por tu culpa. Eso quise decir.

SUSANA Si Mamá Cora hubiese vivido contigo y no conmigo la hubiéramos enterrado hace años.

NORA Por favor, sean buenas. No hablemos más de Mamá Cora hasta que los hombres regresen y sepamos de ella. ¿Con quien dejaste a la niña, Susana?

SUSANA (A Elvira) Desde el primer día que te vi, supe que eras...

JORGE ¡Ya basta!

SUSANA Supe que eran una "cagüinera", una chismosa, una peladora de mierda.

NORA ¿Con quien dejaron a la niña?

ELVIRA Yo cuando te conocí le dije a Jorge “¿Con esto te vas a casar? Esta calentona te pone el gorro al primer mes de casados” (A Jorge) ¿Te lo dije o no te lo dije?

JORGE ¿Quién habrá inventado a las mujeres? ¿Dios mío, por qué les diste lengua?

SUSANA ¿Se puede saber por qué le dijiste que lo iba a engañar en el primer mes de casados?

NORA ¡Susana, son cosas que pasaron hace cuatro años!

ELVIRA En primer lugar lo dije porque tengo lengua, en segundo lugar porque estamos en democracia y somos libres de decir cualquier cosa, y en tercer lugar... porque quise.

SUSANA Si yo me aprovechara de las tres estupideces que nombraste y dijera una cosita que yo me sé, te aseguro que perderías las ganas de hablar de la gente gratuitamente.

ELVIRA Si sabes algo, dilo ya.

JORGE ¡Córtenla de una vez! ¡Cotorras!

ELVIRA ¡Cotorra será tu abuela!

NORA Susana, te lo pregunto por tercera vez. ¿Quién se quedó con la niña?

JORGE Mis suegros.

NORA ¿Cómo están tus maravillosos padres, Susana?

JORGE Están bien.

NORA Hace siglos que no los veo. ¡Con lo que los quiero! Deben estar chochos con la nieta.

JORGE Los tiene hasta la coronilla, porque la niña llora. Llora todo el día, no sabemos por qué llora tanto. Yo no duermo hace ocho meses.

MATILDE (Entrando) ¿Quieres que te vaya a comprar ahora, mamita?

ELVIRA No. Tráeme una aspirina.

MATILDE Sí, mamá. (Va a la cocina)

ELVIRA (yendo tras Matilde) No te preocupes, Matilde. Yo voy.

JORGE No debiste.

NORA ¡Cómo pudiste inventar una cosa así!

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SUSANA No inventé nada.

NORA ¿Y con quién?

SUSANA Yo sé con quien.

NORA Hay que tener valor para engañar al marido. ¡Pobre Sergio! ¿Fue hace mucho?

SUSANA No.

JORGE No le hagas caso, Nora. ¿No ves que Susana está inventando?

NORA ¡Pero Jorge! Yo no voy a contar nada a nadie. (Vienen de la calle Sergio y Antonio)

JORGE ¿Y? ¡Hablen! ¿Estaba con Emilia?

SERGIO No. Emilia no sabe nada. Ya hicimos la denuncia en carabineros.

ANTONIO ¡Pasamos una vergüenza! No nos acordábamos del nombre. ¡Como siempre le hemos dicho mamá Cora!

SERGIO Ni siquiera recordamos los años que tiene.

ANTONIO ¿Cuántos dijiste que cumplió?

JORGE Ochenta y tres.

ANTONIO Yo dije noventa.

SERGIO El oficial puso “tirando a vieja”.

NORA ¡Qué vergüenza!

ANTONIO ¿Y Elvira?

NORA Se acostó un rato. No se siente bien.

SERGIO ¿Le pasó algo?

NORA Nada grave. ¿Por qué no vas a verla? (Sergio va para adentro. A Jorge) Tú también debieras ir a ver cómo está. Después de todo la discusión fue con tu mujer.

JORGE Tienes razón. Intentaré calmarla.

ANTONIO ¿Qué pasó?

NORA Si quieres enterarte, anda con ellos. Además, Elvira te quiere tanto que necesita de tu compañía. (Antonio sale. A Susana, inteligentemente) Me dejaste helada con la historia de Elvira.

SUSANA Yo no eché a Mamá Cora.

NORA Lo sé. Lo sé. (Silencio) ¿Te dije que me dejaste helada con la historia de Elvira?

SUSANA Nora, no pienso decirte nada. No pierdas el tiempo tratando de sonsacarme algo. Soy cualquier cosa, menos chismosa.

NORA ¡Pero Susana!

SUSANA Enviaste a todo el mundo adentro para hablar del asunto con comodidad. Pero te equivocaste. Yo no hablo.

NORA Está bien. Si no quieres hablar, no hables.

SUSANA ¿Para qué quieres saber con quién se acostó Elvira?

NORA ¡Para saber qué clase de mujer es!

SUSANA ¡Vamos Nora! Las mujeres no cambiamos por ser más o menos fieles a nuestros maridos. Ya ves, tú tienes amores con Sergio y para mí sigues siendo la misma. (Nora la mira espantada)

NORA ¡Cómo te atreves! ¡Esa es una infamia!

SUSANA No es una infamia. Lo sabe todo el mundo. Elvira es la única que no lo sabe. Como se ocupa tanto de la vida de los demás, descuida la suya.

NORA Esa es una más de tus mentiras.

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SUSANA ¿Mentira? Los vi salir de un motel. Ibas con lentes negros, pañuelo en la cabeza... Hace una año que lo sé y jamás dije nada.

NORA ¡Pero cómo puedes insistir! Viste hace UN año a una mujer con lentes negros, pañuelo en la cabeza y una capa negra y...

SUSANA Yo no dije que vi a una mujer con capa negra.

NORA (Aterrorizada) Susana yo te juro que fue una sola vez.

SUSANA No jures nada (Suena el teléfono. Susana atiende.) Aló. Sí. Diga, soy la cuñada. Bueno, espere un momento. (Llama) Sergio, te llaman del retén de carabineros. (Vienen corriendo Sergio, Antonio, Jorge y Matilde. Luego aparece Elvira con el pañuelo sobre la frente. Sergio toma el teléfono)

SERGIO ¿Aló? Sí, soy yo. Dígame. (Pausa dramática) ¿Dónde?

SUSANA ¿Qué pasó?

SERGIO ¡Mamita! ¡Pobrecita!

SUSANA ¿Qué pasó, Sergio?

SERGIO Sí, sí, por supuesto. (Cuelga. Guarda silencio. Todos esperan que diga algo) Una anciana se tiró al tren, cerca de la estación. (Todos se remecen) Tenemos que ir a la morgue a reconocer el cuerpo.

JORGE No puede ser ella, no fue para tanto.

ANTONIO Sergio...

SERGIO Vamos. (Se dirigen a la puerta los hermanos y Susana)

SUSANA (Saliendo) ¡Qué no sea ella, Dios mío! Que no sea ella. (Salen)

ELVIRA ¡Ojalá que sea ella! ¡Ojalá que sea ella! Sólo para que la conciencia le remuerda como se merece por haber echado a la calle a esa pobre vieja.

EMILIA (Entrando desesperada) ¿Y? ¿Apareció?

ELVIRA (Sin darle importancia a la recién llegada) Tus hermanos fueron a la morgue a reconocer el cadáver. (Emilia se desmaya) ¡Pero Emilia, por dios! Matilde, anda a buscar el frasco de colonia a mi dormitorio. (Matilde va. Emilia vuelve en sí) No, Matilde. Ya no vayas, no es necesario (Matilde se devuelve)

EMILIA Pero,... ¿Qué pasó?

ELVIRA Nada. Se tiró a la línea del tren (Emilia se vuelve a desmayar.) Ahora sí, Matildita. Anda a buscar la colonia. (Elvira cachetea a Emilia, ésta vuelve en sí desvanecida) No te pongas así. Todavía no se sabe si es ella. (Matilde vuelve con el frasco de perfume)

EMILIA ¡Cuatro hijos! Y de los cuatro no hace uno. El infierno nos merecemos en el juicio final. No merecemos que Jehová nos lleve a su reino.

ELVIRA No nos vengas con tus prédicas que los católicos nos guardamos las palabras.

EMILIA Ella. Ella que sacrificó toda una vida por nosotros. ¡Que el Nazareno la tenga en su santo reino!

ELVIRA (Burlándose) ¡Aleluya! (Amenazándola) ¡Ándate a canutear a otra parte! ¿Quieres?

EMILIA Está bien... pero que Dios las perdone y las ampare en su santo reino. (Sale. Suena el teléfono.)

ELVIRA (Contestando) Aló. ¿Quién es? Eres tú, Sergio. No te reconocí la voz. ¡Qué!

NORA ¿Es ella?

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ELVIRA (Asiente) ¿Y no podríamos velarla en casa de Antonio? ¿Aquí? Sergio, sabes lo sensible que es Matilde. ¿Quieres traumatizarla? Sí, querido, ya sé que es tu madre. Bueno, ¡Qué le vamos a hacer! ¡Pero que Susana no me pise esta casa, eh! (Cuelga) ¡Qué vida, Dios mío!

MATILDE ¿La van a traer aquí?

ELVIRA Tú te callas. ¿Dónde quieres que la velen? ¿En la casa de la bruta de tu tía? Anda a comer algo antes de que lleguen, después no vas a poder. ¡Pobre Sergio! ¡Tenía una voz! Dice que quedó tan destrozada que apenas se le reconoce. Por los zapatos supieron que era ella. La traen para acá.

MATILDE ¿Por qué la tienen que traer aquí? ¿No pueden velarla en la morgue?

ELVIRA Es la madre de tu padre, Matildita. No seas dura de corazón. (Entran

violentamente Jorge y Susana)

JORGE Elvira, no pueden hacerme esto. Vivió conmigo toda la vida. Mamá no sabía lo que hacía. Nora,... ¿Puedes imaginar lo que será de mi vida de ahora en adelante?

ELVIRA Un calvario. Como debe ser.

JORGE Las cosas no sucedieron como ustedes se imaginan. No pueden hacerme esto.

NORA ¿Qué te estamos haciendo, Jorge? ¿Quieres explicarte?

JORGE Sergio y Antonio decidieron velarla aquí y no en mi casa.

ELVIRA Se mató por culpa de ustedes, ¿no?

SUSANA No sé para qué vinimos a pedir el apoyo de ésta. Tú eres el mayor y por lo tanto tienes más derechos que los otros.

ELVIRA ¿Por qué no pensaron en eso antes de echarla a la calle?

JORGE ¿Pero, quién la echó? (Se deja caer de rodillas, presa de la desesperación) ¿Quién la echó? Susana había preparado una mayonesa para hacer...

ELVIRA Ya lo sabemos. Ahora no te molestará más. ¿No querían que alguien se la llevara por algún tiempo? Pues bien, Dios los oyó y se la llevó para siempre. ¿De qué se quejan?

SUSANA ¿Por qué no te ocupas de tus asuntos, en lugar de hociconear cómo lo sabes hacer?

ELVIRA ¿De qué asuntos debiera preocuparme, por ejemplo?

SUSANA De Nora y de Sergio, por ejemplo.

NORA y JORGE ¡Susana!

JORGE Debería darte una...

ELVIRA ¿Qué pasa con Nora y Sergio?

NORA ¿Cómo puedes inventar cosas así, Susana? Sobre todo en este momento.

ELVIRA ¿Pero qué quiso decir con eso? (A Nora) Que tú y Sergio...

MATILDE Yo mejor me voy, porque aquí la cosa se está poniendo negra... (Se va)

ELVIRA ¿Qué quisiste decir?

SUSANA Lo que dije. (Se dirige a la puerta) Vamos, Jorge. Antes que tenga que hacerle un dibujito para que se dé cuenta.

ELVIRA ¿Ahora te vas? (La detiene) Arrojaste la piedra, no escondas la mano ahora.

NORA Elvira, no hay que olvidar a la pobre vieja.

ELVIRA ¿Qué vieja?

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NORA Mamá Cora.

ELVIRA ¡Ah!

NORA ¡Pobrecita! ¿Cómo puedes ofenderte por lo que diga Susana en este estado? Yo la perdono. A mí, que me ha ofendido más que a ti, yo la perdono.

ELVIRA ¿Yo soy la cornuda y a ti te ofende más?

JORGE No te preocupes hoy por ti, Elvira. ¿No te das cuenta de que pasaron cosas mucho más importantes? (Susana se acerca a Elvira mas calmada, pero seca)

SUSANA Perdóname. Inventé esa mentira para hacerte sufrir.

NORA (Rápidamente) Que no se hable más del asunto. Las palabras son sólo palabras y se las lleva el viento.

ELVIRA No para mí. (A Susana) Guárdate tu perdón en un bolsillo y sal de esta casa inmediatamente.

JORGE Pero ¿Qué hacemos con mamá?

ELVIRA A tu mamá te la puedes meter en el cu… (Elvira va a contestar, pero Nora le tapa la boca)

JORGE Nosotros no hicimos ni la mitad de lo que debimos haber hecho por la pobre vieja, pero a tu lado, Susana y yo, somos dos santos.

ELVIRA Sí, pero salgan antes de que los canonice. (Antonio irrumpe violentamente)

ANTONIO Ya la bajan. ¿Prepararon la pieza?

NORA ¡Antonio! (Se abrazan)

SERGIO (Entrando) ¡Elvira! (Ella abraza a su marido. Se abrazan todos, incluidos Susana y Jorge. Hay intercambio de abrazos durante algunos segundos. Matilde viene de su cuarto)

SERGIO ¡Murió la abuelita, Matilde! (Abraza a Matilde)

JORGE ¡Por favor! ¡Por favor! Dejen que me la lleve a casa.

SERGIO Ya es tarde.

JORGE (desesperado) ¡Antonio, por favor, por favor!

ANTONIO (hacia afuera) ¡Apúrense con el cadáver!

JORGE (enloquecido) No me hagan esto. ¡Ladrones! (Saliendo) ¡Ladrones!

ELVIRA (arreglándose el pelo) ¡Ay, todo se hace a última hora! ¡No tuve ni tiempo de llamar a la familia! (A Nora) Hagamos la lista de invita... quiero decir... ¿a quién llamamos?

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PARTE IV: CUATRO HORAS MÁS TARDE. LA PUERTA QUE COMUNICA CON LA

HABITACIÓN DE MATILDE ESTÁ ABIERTA. ALLÍ VELAN AL CADÁVER Y POR LO TANTO

DE ALLÍ NOS LLEGAN LOS LLANTOS Y LOS REZOS DE LOS DEUDOS. MATILDE ESTÁ

SOLA. LLORA, PERO SOSPECHAMOS QUE LO HACE MÁS IMPULSADA POR EL HECHO

DE QUE VELAN A LA MUERTA EN SU CUARTO, QUE POR UN AUTÉNTICO DOLOR. LA

PUERTA DE CALLE ESTÁ ABIERTA. POR LAS PERSIANAS BAJAS ENTRAN LOS

ANARANJADOS RAYOS DEL SOL DE LA TARDE.

VOCES Dios te salve María. Llena eres de gracia... (Siguen oyéndose las voces salmodiando el rezo, mezcladas con llantos. Tío Felipe viene del cuarto de Matilde y se dirige a un mueble. De allí saca una botella de

Coñac. Bebe de la botella)

TIO FELIPE ¡No te pongas así, Matildita!

MATILDE Pero, tío Felipe...

TIO FELIPE Que no sigas llorando, hija.

MATILDE Es que los muertos me asustan, tío.

TIO FELIPE Así es la vida, ¿qué se le va a hacer? Un traguito. Con este calor uno se deshidrata y se le seca la garganta. (Vuelve a tomar, pero se atraganta porque en la puerta aparece un jovencito con una corona de flores. El viejo esconde la botella debajo del saco y se va a la cocina)

JUNIOR ¿Es aquí dónde hay una dama muerta?

MATILDE Una vieja muerta.

TIO FELIPE (Deteniéndose brevemente al oír a Matilde) ¡Esa no es manera de tratar a tu abuelita! (Desaparece en la cocina)

JUNIOR ¿Dónde la dejo? (Matilde lo mira sin comprender) La corona.

MATILDE Llévala para adentro.

JUNIOR No podría. Perdóneme, pero los muertos me asustan. (Matilde gritonea un llanto) La acompaño en el sentimiento y le dejo la corona aquí, si no le importa. (Elvira viene del cuarto de Matilde)

ELVIRA No llore más, m’hijita. Se va a enfermar.

MATILDE ¿Por qué la tenían que poner en mi pieza?

ELVIRA ¡Matilde!

MATILDE Los muertos me asustan.

ELVIRA ¡Es tu abuela!

MATILDE Eso no impide que sea un muerto.

ELVIRA Cállate de una vez. (Al jovencito) ¿No esperarás una propina en un día de dolor como el de hoy, no?

JUNIOR No señora. De todos modos la acompaño en el sentimiento.

ELVIRA Gracias, hijo. ¿Quieres entrar a ver a la muertita?

JUNIOR No señora.

ELVIRA Tienes que ver cómo quedó esa pobre cristiana, toda desmenuzada. Imagínate que se tiró al tren.

JUNIOR Señora, es que...

ELVIRA Pero, anda, hijo. No es ninguna molestia. (Prácticamente empuja al jovencito adentro. Luego se acerca a la corona) Que haga un poco de bulto. ¡Vino tan poca gente! (Leyendo la tarjeta de la corona) Dora y Alfonsina.

NORA (Viniendo de dentro) ¿Quién es ese chiquillo que acaba de entrar?

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ELVIRA No sé. Trajo esta corona.

NORA ¡Está que vomita! ¡Tiene una cara de espanto! Tuve que interrumpir mi llanto para reírme de él. He llorado tanto que ya estoy prácticamente deshidratada.

ELVIRA Es que habría que ser de piedra para no llorar. (Entra Doña Gertrudis) ¡Doña Gertrudis! ¿Qué me dice de esta tragedia?

GERTRUDIS (Con leve acento francés) Aún no lo puedo creer.

ELVIRA Nadie lo puede creer. (A Nora) ¿Conoces a la profesora de francés de Matilde? Esta es Nora, mi cuñada.

GERTRUDIS Enchantée.

NORA Enchantée.

GERTRUDIS ¡Quel tragedie! Aún no lo puedo creer.

ELVIRA Nadie lo puede creer. ¡Que perdida tan irreparable!

GERTRUDIS Era una santa. ¡Y qué condiciones tenía para el francés!

ELVIRA Estaba llena de condiciones para muchas cosas. Sí, era una santa.

GERTRUDIS ¿Pero pourquoi? ¿Pourquoi?

ELVIRA Es lo que todos nos preguntamos. (Llorando falsamente) ¿Sorcua? ¿Sorcua? Vaya a verla, que le dará una gran alegría. (Gertrudis se dirige al cuarto)

GERTRUDIS ¡Ay, pobre mamá Cora!

ELVIRA (a Nora, burlándose) ¡Pobre mamá Cora! ¡Tenía ochenta y tres años! ¡Qué querían! ¿Qué llegara a los cien? Si yo llegara a vivir un día después de los ochenta, me suicido.

NORA Es lo que ella hizo.

MATILDE Mamá, ¿puedo ir a la casa de la Patty?

ELVIRA ¡No! ¿Qué va a decir la gente? Quédate y llora un poco más o ándate a mi cuarto y acuéstate un rato en mi cama. (Matilde sale)

TIO FELIPE (Apareciendo desde la cocina) He perdido el sentido de la orientación, Elvirita. ¿Dónde está el velorio?

ELVIRA (Indicándole) Por ahí. (El tío sale) Este viejo se va a tomar hasta el agua de las flores. (Aparece Sergio, desde la pieza de Matilde) ¿Qué hace nuestra querida cuñadita?

SERGIO Está llorando. (Toma un vaso de agua)

ELVIRA ¡Hipócrita! ¿Sabes qué me insinuó esta tarde? Que tú y Nora eran amantes (Sergio se atraganta con el agua)

NORA ¿A quién le importa lo que diga? Yo tengo la conciencia tranquila.

SERGIO ¡Mujeres! ¿Cómo pueden ir y venir con chismes en un momento así? (Entran Doña Juanita, con un enorme recipiente de plástico con agua, y su nieta Patricia)

JUANA En momentos así no hay lugar para el rencor. Te traje el agua de los ravioles.

ELVIRA ¡Qué corazón el suyo, Doña Juanita! (A Patty) Patita, agarra eso y llévalo a la cocina. (La jovencita va a la cocina con el recipiente)

JUANA Mi más sentido pésame.

SERGIO Gracias, doña Juanita.

JUANA ¿Para qué nacerá uno? Es tan corto el tránsito por la vida que sinceramente no vale la pena.

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ELVIRA Es lo que decimos todos. No vale la pena, no. Pase, doña Juanita. Pase, que el alma de la pobre se sentirá muy reconfortada. (Juanita va adentro. Patty vuelve de la cocina)

PATRICIA ¿Y Matilde?

ELVIRA Matilde está en mi cuarto. Anda a distraerla un poco, tesoro. ¡Qué linda estás con ese vestidito nuevo! Pareces una modelo. (Patty sonríe y se va) ¡Qué horrible está esta cabra chica! Cada día se parece más al padre. ¡Otra vez me duele la cabeza! Voy a tomarme una aspirina. (Sale hacia la cocina)

SERGIO ¿Por qué aprovecharía Susana un día como el de hoy para hablar de lo nuestro?

NORA ¡Nos vio saliendo del Valdivia, pero yo lo negué! Si Antonio se enterará...

SERGIO ¡No! ¡Sería terrible para mi pobre hermano! ¡Con lo que yo lo quiero!

NORA Parece que ella también te está poniendo cuernos.

SERGIO (Que hasta ahora estuvo susurrando, explota a gritos) Mi esposa jamás me ha puesto cuernos. (Emilia viene del velorio)

EMILIA ¡Un poco de respeto por la madre muerta!

JORGE (Apareciendo con Junior desmayado en brazos) ¿Quién dejó entrar a esta criatura? Los velorios no son para niños. (Jorge lo acuesta sobre el sofá. Elvira viene de la cocina)

ELVIRA (Gritando) ¿Qué pasó?

EMILIA No grites.

JORGE (A Elvira) ¿Por qué lo dejaste entrar?

ELVIRA ¡Yo no lo dejé entrar! ¡Él quiso verla! (El jovencito vuelve en sí) Bueno m’hijito, recupérate luego y ándate, que un velorio es algo serio. ¿Te sientes mejor?

JUNIOR Sí. (Se incorpora) Los acompaño en el sentimiento. (Sale, mientras Emilia y Jorge vuelven al velatorio y Susana viene desde allí)

ELVIRA (A Nora) Explícale que esto no es una fiesta, por si no lo sabe.

SUSANA (A Nora) Dile que ya que se está dando el gusto de velarla aquí, que por lo menos traiga más sillas.

NORA ¿Quieren dejarse de hueviar? Tengan piedad de mis nervios.

ELVIRA ¡Nora!

NORA (tratando de recomponer su imagen) Tengo los nervios destrozados.

ELVIRA Si te sientes así, no es culpa mía.

SUSANA Ni mía tampoco. Yo no eché a mamá Cora. Perdí la paciencia, eso es todo...

ELVIRA Si vuelves a contarme lo de la mayonesa, te juro que te pego un combo. (Suena el teléfono) ¡Qué falta de respeto! ¡Llamar en un día de duelo! (Atiende) Aló. ¿Sí? Yo soy la esposa. Hable. ¡No! Repítamelo. (Nora y Susana se le acercan. Emilia se asoma. Elvira ríe)

EMILIA ¿No te da vergüenza reírte en un día como hoy?

ELVIRA Pero... ¿está seguro? No, yo no me fijé y si los propios hijos no se dieron cuenta...

EMILIA ¿De qué no nos dimos cuenta?

ELVIRA De que se equivocaron de muerta. Ese cadáver es de otra persona. (Emilia vuelve a desmayarse, pero ya nadie le hace caso porque están acostumbrados)

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SUSANA Tenía los mismos zapatos.

ELVIRA (Al teléfono) Bueno, venga a buscarla enseguida. Que la estamos velando en la pieza de mi hija y ya hemos llorado como locos. (Cuelga)

ANTONIO (Viniendo del velatorio) ¿Qué pasa? (Al entrar tropieza con Emilia) ¿Emilia, qué haces aquí? ¿Te parece el momento apropiado para dormir una siesta? (Aparecen todos)

EMILIA (Gateando y gimiendo como una niña) ¡Mamá! ¿Dónde está mi mamá?

ELVIRA ¡Que alguien le tape la boca a esa mujer! La muerta que estamos velando es una húngara que antes de suicidarse dejó una carta a la policía.

EMILIA ¿Dónde está mamá? ¿Dónde? (Aparecen Matilde y Patricia)

MATILDE ¿Qué pasa?

ELVIRA Que esa muerta que estamos velando, no es tu abuela. Es una húngara.

MATILDE (Histérica) ¡Yo no duermo más en esa pieza!

SRA. SORDA (Entrando desde la calle) ¡Que tragedia! Acabo de enterarme. ¿Por qué lo hizo? Pobre santa. ¿Dónde está? ¿Dónde está mi amiga?

ELVIRA No se preocupe, que no es ella.

SRA. SORDA ¡De cuánto dolor está sembrada la vida! (Va al cuarto de Elvira, vuelve a salir y se dirige al de Matilde, ante la mirada de todo el mundo que le sigue los pasos) Tú que fuiste una santa entre todos los santos y que nos dejaste antes de tiempo para bendecirte...

ELVIRA Déjenla llorar. ¿Que hacemos? Sáquenme a esa húngara de la pieza de la niña.

JUANA No nos apuremos, Elvira. Quizás ese llamado haya sido una broma. Llamen a la policía, sólo así sabremos la verdad.

MATILDE Yo no duermo más en esa pieza.

ELVIRA ¡Cállate! (Sergio busca el número en la guía) ¡Tanta lágrima inútil! ¡Tanto dolor malgastado! (A Sergio) ¿Lo encontraste? (Sergio marca un número de teléfono)

EMILIA ¡Pobre mamá! Si llegara a ser ella... ni un velorio tranquilo pudo tener la pobre.

ELVIRA No llores más hasta que sepamos. ¿Para qué derramar lágrimas por muertos ajenos?

SERGIO (Hablando por teléfono) Aló. Buenas tardes. Mire... esta tarde denunciamos la desaparición de una señora anciana y dos horas más tarde nos llaman para decirnos que la habían encontrado y que estaba en la morgue. ¿Cómo? Sí. Muerta, claro. Entonces nos fuimos a la morgue y la reconocimos por los zapatos, porque el resto estaba desfigurado. Imagínese, se tiró al tren. Después de llenar no sé cuántos trámites, conseguimos traerla a casa con este calor. Hace cuatro horas que la estamos velando y ahora resulta que recibimos otra llamada y nos dijeron que el cadáver que tenemos en mi casa no es el de mi madre, sino el de una húngara. ¿Averigüemelo, por favor? (Tapa el auricular) Fue a ver.

ELVIRA Por Dios, no se aglomeren. Hace un calor de perros.

SERGIO (volviendo al teléfono) ¿Sí? Ah. Pero no sabe quién... ¿Está seguro?... Bueno. Gracias. (Cuelga) Dice que no sabe nada de ninguna húngara.

GERTRUDIS Voilá.

ELVIRA ¡Cuánta gente baja hay en este mundo, madre mía! Bueno, a seguir entonces con el velorio, que aquí no ha pasado nada. (Todos vuelven

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automáticamente a llorar mientras se dirigen nuevamente al velatorio. Los únicos que quedan son Elvira, Nora, Matilde, Patty y Sergio)

MATILDE Mamá, ¿Podemos ir a la casa de...?

ELVIRA ¡Qué no! Te he dicho mil veces que no. (Matilde vuelve a la pieza de Elvira con Patty)

NORA Se me parte la cabeza. Nunca había pasado un domingo más miserable.

TIO FELIPE (Apareciendo desde el velatorio) Tengo la garganta seca, Elvirita. ¿No tendrás algún licorcito por ahí?

ELVIRA No, ya se los tomó todos. Vaya a rezar por mamá Cora como buen cristiano. (Sergio lleva a tío Felipe al velatorio. Mientras entra mamá Cora, como si flotara en el aire. Elvira se incorpora automáticamente)

¿Qué me dice usted de esta tragedia? (Nora se incorpora aterrada) Se cono... (Reaccionando espantada) ¡Mamá Cora!

MAMA CORA ¿Cómo están hijas?

ELVIRA ¿Dónde estuvo metida todo el día? ¡Qué inconsciente! Tenemos la casa llena de gente. (Se escuchan los rezos desde dentro. Nora abraza a la vieja llorando histéricamente)

MAMA CORA ¿Qué sucede?

ELVIRA ¿Qué hacemos ahora? ¿Qué hacemos, Nora?

NORA Llévala a tu dormitorio.

ELVIRA Venga, mamá Cora. ¡Pero qué inconsciente! (Elvira la guía hasta su cuarto, pero mamá Cora se detiene al escuchar los rezos y llantos)

MAMA CORA Alguien está llorando en la pieza de Matilde.

ELVIRA No se preocupe. Es la televisión. (A la vieja se le ilumina el rostro)

MAMA CORA ¿La televisión? (Intenta encaminarse hacia el velatorio. Elvira la detiene)

ELVIRA Es la tele de la casa de al lado. Venga, recuéstese un ratito en mi cama. (La lleva. Silencio. En ese momento se escuchan los gritos histéricos de Matilde y Patty. Aparecen gritando como poseídas. Corren alrededor de Nora que está al borde de una crisis. Los parientes y amigos de mamá Cora se asoman. Las niñas dan una última vuelta y salen a la calle, siempre gritando)

TODOS: ¿Y ahora qué pasa? ¿Qué es esto? ¿Qué pasa?

SERGIO ¿Qué pasa?

ELVIRA (viniendo de su habitación) ¿Dónde hay un voluntario que quiera darle unas cachetadas a esas cabras? El barrio se va a alborotar. (Gritando a la calle) ¡Matilde!

SERGIO ¿Qué pasa?

ELVIRA Pasa que el llamado de hoy ERA del departamento de policía.

GERTRUDIS Pero ma fille, no hagas caso de ese llamado. Deja que la pobre tenga un velorio tranquilo.

ELVIRA La que tiene un velorio tranquilo es esa húngara. Mamá Cora está en mi pieza.

SUSANA ¡Gracias a Dios! (Susana, Emilia, Jorge, Sergio y Antonio corren hacia dentro)

ELVIRA ¡Qué domingo! ¡Madre! ¡Qué domingo!

TIO FELIPE (Apareciendo) ¿Qué pasa? He oído gritos. ¿Pasa algo, Elvira?

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ELVIRA Sí. Pasa algo. (Mamá Cora vuelve con sus hijos)

TIO FELIPE ¡Dios! Este es un aviso. No tomo más. (Sale tambaleándose a la calle)

GERTRUDIS ¡Mamá Cora!

MAMA CORA ¡Gertrudis! ¿Qué pasa aquí? ¿Alguien está de cumpleaños?

JUANA ¿Dónde estuvo todo el día?

MAMA CORA En el cine. Era un programa triple con películas de Carlos Gardel.

JUANA ¡Pero todo el día!

MAMA CORA Para no molestar a Susana y a Jorge. Los pobres están nerviosos y quise dejarlos solos por unas horas. (A Elvira) ¿Por qué gritó Matilde cuándo me vio entrar?

ELVIRA No sé. ¡Esa niña está tan rara!

MAMA CORA Ni que yo fuese un fantasma. Pero,... ¿qué hace toda esta gente aquí?

JUANA Venimos para ver si querías acompañarnos a un velorio.

MAMA CORA ¿Quién murió?

JUANA Una pobre húngara.

MAMA CORA Yo conocí a una húngara hace muchos años.

JUANA Seguro que es la misma.

MAMA CORA No hay que dejar de ir, entonces. ¡Ay, qué corta es la vida! ¡Dios mío!

SRA. SORDA ¿Qué pasó? ¿No te habías muerto?

MAMA CORA ¡Qué cosa!

ELVIRA La húngara las está esperando. Vayan rápido. Si se apuran, encontrarán buenos sitios. (Los viejos comienzan a movilizarse) Adiós a todo el mundo. No se despidan que no terminaríamos nunca. Qué Dios los bendiga. (Los ancianos van saliendo)

JUANA Elvira, la niña se me escapó con Matilde. Cuando vuelva la envías a casa.

ELVIRA ¿Por qué no me la presta hasta mañana? Para que acompañe a Matilde. La pobre va a tener miedo de dormir sola en su pieza.

JUANA Está bien. Quédate con ella. Yo le aviso a su papá.

MAMA CORA ¿Será la misma húngara?

ELVIRA No cabe duda. (A Nora que recoge sus cosas como una zombie para irse) Nora, planeemos algo divertido para el próximo domingo. ¿Qué te parece? Cuando nos juntamos no lo pasamos tan mal, ¿verdad? (Susana ríe histéricamente) ¿Y tú? ¿De qué te ríes?

SUSANA ¿De qué me río? De ti. De todos nosotros me río. (Y se echa a llorar al mismo tiempo que se deja caer sobre el sillón desesperada)

TELÓN