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85 Especial Fútbol El deporte más En plena época de Códigos y Bestias que llevan impreso en la parte de atrás de la camiseta el número 666, solo el fútbol es capaz de redimirnos, de reunirnos a todos: viejos y jóvenes; hombres y mujeres; negros, chinos, cholos, blancos, cobrizos; serranos, costeños y selváticos. Y es verdad, aunque usted no lo crea. Para quien quiere “jugar pelota” basta un pedazo de tierra, pista, losa, grass; y si no le alcanza el billete ni para una Vini-Ball, la ‘redonda’ puede ser reemplazada hasta por una chapita. Dese usted su vuelta por los barrios populares –en los demás ya casi no se puede: los serenos son unas ladillas, y los vecinos también– y encontrará siempre chibolos que sueñan ser Jéffersons, Paolos, Claudios; los más exigentes, Kakás, Ronaldiños –¿dónde estuviste, Diño, durante el Mundial?–, Henryes, Messis… Si la democracia existe, vive en una cancha de fútbol o en la tribuna de un estadio. Verdad absoluta, dogma de fe... Póngase su mocho (short), agarre a sus hijos (y a sus hijas) de la mano, toque la puerta de la casa de sus patas y reúnalos. Busquen un balón. Vamos a jugar. A jugar fútbol. (José Luis Carrillo M.) BELLO del PLANETA Especial elaborado por José Luis Carrillo M. y Gerardo Saravia, con la colaboración de Róger Gonzales. Juega con la tierra // Como con una pelota // Báilala, estréllala, reviéntala // No es sino eso la tierra // Tú en el jardín // Mi guardavallas // Mi espantapájaros // Mi Atila, mi niño // La tierra entre tus pies // Gira como nunca // Prodigiosamente bella. (Blanca Varela: “Fútbol”)

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85Especial Fútbol

El deporte más

En plena época de Códigos y Bestias que llevan impreso en la parte de atrás de

la camiseta el número 666, solo el fútbol es capaz de redimirnos, de reunirnos a todos: viejos y jóvenes; hombres y mujeres; negros, chinos,

cholos, blancos, cobrizos; serranos, costeños y selváticos. Y es verdad, aunque usted no lo crea. Para quien quiere “jugar pelota” basta un pedazo de tierra, pista, losa, grass; y si no le alcanza el billete ni para una Vini-Ball, la ‘redonda’ puede ser reemplazada hasta por una chapita.

Dese usted su vuelta por los barrios populares –en los demás ya casi no se puede: los serenos son unas ladillas, y los vecinos también– y encontrará siempre chibolos que sueñan ser Jéffersons, Paolos, Claudios; los más exigentes, Kakás, Ronaldiños –¿dónde estuviste, Diño, durante el Mundial?–, Henryes, Messis…

Si la democracia existe, vive en una cancha de fútbol o en la tribuna de un estadio. Verdad absoluta, dogma de fe...

Póngase su mocho (short), agarre a sus hijos (y a sus hijas) de la mano, toque la puerta de la casa de sus patas y reúnalos. Busquen un balón. Vamos a jugar. A jugar fútbol. (José Luis Carrillo M.)

BELLO del PLANETA

Dese usted su vuelta por los barrios populares –en los demás ya casi no se puede: los serenos son unas ladillas, y los vecinos también– y encontrará siempre

Claudios; los más exigentes, Kakás, Ronaldiños , durante el Mundial?–,

de fútbol o en la tribuna de un estadio. Verdad

), agarre a sus hijos (y a sus hijas) de la mano, toque la puerta de la casa de

y reúnalos. Busquen un balón. Vamos a

El deporte más

l deporte más

l deporte

En plena época de Cóllevan impreso en la parte de atrás de

cholos, blancos, cobrizos; serranos, costeños y selváticos. Y es

deldel

Especial elaborado por José Luis Carrillo M. y Gerardo Saravia, con la colaboración de Róger Gonzales.

Juega con la tierra // Como con una pelota // Báilala, estréllala, reviéntala // No es sino eso la tierra // Tú en el jardín // Mi guardavallas //Mi espantapájaros // Mi Atila, mi niño // La tierra entre tus pies //Gira como nunca // Prodigiosamente bella.

(Blanca Varela: “Fútbol”)

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nº 177 julio 200686

Hace ya cuarenta años, cuando en distritos clasemedieros de Lima había todavía vendedores de enciclopedias puerta por puerta, mi viejo compró una de doce tomos y tapas duras azules cuyo título —Gran Enciclopedia Temática del Mundo— estaba impreso en color oro. No recuerdo en qué tomo aparecía el tema Fútbol —a esa edad yo creía que todo lo que había que decir sobre este deporte se decía en una tribuna, en la calle o en las páginas deportivas de los diarios—, pero sí que abría con una espectacular volada de Lev Yashin —La Araña Negra—, el legendario arquero de la URSS, y una bajada que rezaba: “El fútbol arrastra multitudes y las hechiza con el rodar de una pelota”. Supongo que quien redactó ese texto no imaginaba por entonces la magnitud que alcanzaría su aserto.

>>>

INTEGRADOS

Imposible no dejarnos atrapar por esa pasión y esa fiesta que desata cada Mundial de fútbol. Por eso, en ideele decidimos darnos una vuelta por el mundo de la pelota. Empezamos haciendo pataditas con los temas que hoy están en la mitad de la cancha en sendas conversaciones con los entendidos Philip Butters y Luis Puiggrós. En el entretiempo Romeo Grompone nos confiesa su verdadera vocación de comentarista deportivo en un sesudo análisis del Mundial que ya se fue y repasamos algunas cifras. Luego le cedemos el micrófono a las tribunas, donde los hinchas Iván Thays, Augusto Álvarez Rodrich, Fernando Tuesta, Alonso Cueto, Guillermo Giacosa, Enrique Sánchez y Santiago Pedraglio nos cuentan de sus más peloteras pasiones. Luego nos vamos a El Porvenir, en el blanquiazul distrito de La Victoria, para ver su “Mundialito”. Luego, resignados, heridos en el honor sudaca por las eliminaciones de Argentina y Brasil, encendemos la televisión para ver nuestra serie favorita, Los años maravillosos, en un capítulo especial sobre los mundiales a los que nuestra selección sí iba.

Al cierre, una noticia alentadora: nuestros muchachos de la Selección Peruana de Fútbol Callejero, que forma también parte de este reportaje, alcanzaron el 5º lugar en el Mundial de ese juego realizado en la mismísima Alemania de manera simultánea con el otro, el de los mayores.

vs.APOCALÍPTICOS

Perú

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87Especial Fútbol

El fenómeno es extraordinario: el recién terminado Mundial Alemania 2006 ha dejado a la FIFA una ga-nancia de 630 millones de dólares y al país anfi trión un ingreso por varios conceptos de 10 mil millones de euros. Tres mil millones de personas de todo el plane-ta han visto el torneo por televisión, y las principales fi rmas que fabrican ropa deportiva han incrementado sus ventas en 50 por ciento en promedio.

El fútbol ha dejado pues de ser un juego para convertirse en una profesión y un enorme negocio. Así dicha, esta frase de Perogrullo es quizá lo más parecido a un balón que, lanzado desde una punta, baja para encontrar simplemente la cabeza de un ariete que, sin más, se encargará de meterla en el arco; o que reposará en el pecho de un jugador más habilidoso que esperará que el balón caiga, le hará un sombrero al defensa rival y, sin que la redonda toque el suelo, la empalmará de volea con el mismo resultado conseguido por el más pragmático cabeceador: gol.

La pregunta cae entonces por su propio peso, aunque a muchos les parezca ociosa: ¿ha permitido la industria-lización del “deporte más hermoso del mundo”, como lo llama la cadena ESPN, que el fútbol sea hoy mejor que hace, por decir una cifra arbitraria, setenta años? Y los campos están cada vez más divididos: los que no abrigan la más mínima duda de que la respuesta es “sí” aluden a la dinámica, la velocidad, el desarrollo de la tecnología al servicio del juego. La opinión de quienes están en la vereda de enfrente se puede resumir en una frase apocalíptica de Jorge Valdano, que algo sabe de esto, porque ha sido jugador (campeón mundial con Argentina en México ’86), entrenador (entre otros, del Real Madrid) y dirigente de Los Galácticos: “A este paso, dentro de unos años el fútbol se va a jugar sin arcos”. En buen romance, hay tantos intereses de por medio que los equipos ya no juegan a ganar sino a no perder.

Neutrales por mandato pero no por convicción, recu-rrimos a dos periodistas deportivos de generaciones y perspectivas diversas para poner el tema en el centro del campo: Luis Puiggrós, colaborador del diario El Comercio, y Phillip Butters, hoy en el noticiario de Frecuencia Latina, canal 2.

Oído a la música.

I

“¿Por qué el márquetin va a malograr el fútbol?”, se pre-gunta Butters. “El fútbol lo malogra, en última instancia, la gente que hace trampa y que se droga, la corrupción en la compra y venta de los jugadores”, añade.

“Es una huachafería”: así califi ca Butters el fenómeno antiglobal, y lo atribuye a quienes, en este amplísimo campo del fútbol, intentan encontrarle todo lo malo.

Cuando le tocamos el tema del fracaso de uno de los iconos de la Liga española, el Real Madrid, sin embar-go, el periodista del 2 afi rma: “En el caso del Real sí se puede decir que el márquetin lo ha afectado, porque ha priorizado a jugadores efectistas cuando lo que ha debido hacer es contratar a un par de buenos defensas centrales y un buen volante central”.

Para Butters, “los benefi cios del márquetin han sido la masifi cación del fútbol, el mayor nivel de competencia, el mejor desarrollo de los productos, el avance de las técnicas de aprendizaje, físicas y de alimentación de

los jugadores”.

“David Beckham es el prototipo de jugador exitoso y que tiene un gran márquetin pero juega como los dioses. Le quieren restar méritos.” (Butters)

Beckham fashion

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nº 177 julio 200688

Otra percepción que Butters combate con severidad es aquella según la cual el jugador de hoy está más propenso al estrés que el de antes: “Al que tiene los cojones y la personalidad suficientes no lo puede afectar el llamado estrés. Así es su trabajo. ¿Se puede hablar de estrés cuando pasas por caja a fin de mes y recibes un cheque de un millón de dólares?”, argumenta. “La gente los quiere ver como seres normales, pero no lo son, no son normales… La fama no les afecta, están acostumbrados a eso.”

“David Beckham” —prosigue Butters— “es el prototipo de jugador exitoso y que tiene un gran márquetin, pero juega como los dioses. Le quieren restar méritos. No es el mejor del mundo, pero cualquier equipo lo quisiera tener.”

“Además” —dice nuestro interlocutor—, “antes la so-breexigencia era peor, porque no existía la resonancia magnética. Antes el jugador decía ‘estoy bien, estoy bien’, se rompía y no volvía a jugar más. Muchísimos jugadores terminaban su carrera a los 28, 29 años, por un esguince mal curado. Ahora en tres meses están jugando. La tec-nología ayuda a que se juegue mejor. Los jugadores ahora son más fuertes, más veloces, más capaces.”

El último asunto del que tratamos con Butters fue el de los empresarios. Dice al respecto: “Los jugadores felices de que haya empresarios, porque así ganan más, y los dirigentes también. Pero claro, como en todo ámbito, hay buenos y malos, honestos y deshonestos”.

II

Debe de ser uno de los peruanos que más fútbol ha visto, y uno de los periodistas deportivos que posee más periódicos, revistas y vídeos del ‘deporte rey’ de nuestro país. Tiene un estudio repleto de estos mate-riales, y atesora joyas de esta naturaleza hasta en los

clósets de su dormitorio.

Una vez que suena el pitazo inicial, Puiggrós lanza su primera idea: “En este momento hay una gran corriente que consiste en impulsar el ‘fútbol-mercado’. Acá en el Perú todavía se cree que el presupuesto de los clubes está cubierto exclusivamente con las recaudaciones, mientras en los países de alto rendimiento la recauda-ción equivale a 10 por ciento o 15 por ciento del presu-puesto de los clubes. El resto se cubre con los derechos de televisión, que es hoy uno de los rubros principales, y con la venta de la marca asociada al club.”

“¿Por qué creen ustedes”, nos pregunta Puiggrós, “que a Beckham le pusieron el número 23 cuando el Real Madrid fue a los Estados Unidos. Muy simple: ese es el número que usaba Michael Jordan, una gloria del básquet de ese país. Hasta en eso se fijan.”

Puigróss, sin embargo, atribuye el fracaso del Madrid en los dos últimos años a que Florentino Pérez, entonces presidente del club, priorizó el márquetin antes que el ‘producto-fútbol’. Incluso, se atreve a pronosticar que también el próximo año el Madrid será un desastre y va a tener que empezar de cero, para conseguir resultados en dos o tres años.

A diferencia de Butters, Puiggrós sí cree que el ‘mercado-fútbol’ atenta contra el ‘deporte-fútbol’. En el caso, otra vez, del Real Madrid, se apostó por los consagrados, las grandes estrellas y no por los jóvenes: “Pero todos estos proyectos pasan por una persona, un caudillo, cuando el éxito proviene del trabajo en conjunto”, dice.

“El proyecto de márquetin” —sostiene Puigróss— “tiene que ir ligado a un proyecto deportivo exitoso. El Real Madrid tenía 300 millones de euros antes de que entrara Florentino Pérez. El terreno que tenía el Madrid para uso exclusivamente deportivo fue vendido y allí se construye-ron cinco grandes torres de departamentos para vivienda. Su único patrimonio, hoy, es el Santiago Bernabéu.”

“¿Por qué creen que a Beckham le pusieron el número 23 cuando el Real Madrid fue a los Estados Unidos? Muy simple: ese es el número que usaba Michael Jordan. Hasta en eso se fijan.” (Puiggrós)

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89Especial Fútbol

Un rasgo compartido por buena parte de los cronistas deportivos y los directores técnicos desocupados que analizan los campeonatos mundiales consiste en pasar de la euforia en los días previos a los balances escépti-cos cuando el torneo terminó. No es más que otra de las tantas variantes del conservadurismo: quedarse fi jados en un pasado que nunca existió tal como ellos lo imaginan y resistirse a los cambios.

Adiós al ‘10’, la vida continúa

A mi criterio, han ocurrido en Alemania novedades que a veces me entusiasmaron y otras me dejaron perplejo. Se ha insistido más de la cuenta acerca del fi n del ‘10’, el enganche, el que marcaba la diferencia, aquel que permitía soñar “con la dinámica de lo impensado”, como se dijo una vez apropiadamente de Maradona. En mi opinión, este cambio no ha disminuido un ápice la creatividad en el fútbol.

En el reciente Mundial hemos encontrado, en com-pensación, dos posiciones en las que algunos técnicos esperaban de sus jugadores imaginación e iniciativa.

Delante de la línea de cuatro de la defensa está per-diendo vigencia el volante “perro de presa” y cobrando importancia los creadores de juego que incluso llegan hasta el área contraria. Pienso en Frings (Alemania), en Maniche (Portugal), en otro estilo el argentino Maxi Rodríguez y, por sobre todos ellos, Pirlo en Italia y Vieira en Francia; el primero marcando el ritmo del juego, el segundo poniéndose al equipo al hombro, impecable en el traslado de la pelota, e irrumpiendo por sorpresa en el ataque. El alemán Ballack también tenía que retroceder —y se quejó por ello—, y hasta era una obligación que debía asumir ocasionalmente el argentino Riquelme, quien me da la sensación de que representa un estilo de juego cansino y previsible que ya pasó, y para bien.

Y márgenes de libertad y espacios para la improvisación quedaban también en los pies de jugadores como Totti y Zidane, un poco detrás del único delantero. Lo trató de hacer también el español Raúl, sin demasiada suerte.

El fin de la soledad del ‘carrilero’

Quizá por una suerte de justicia divina, la decadencia de los brasileños Cafú y Roberto Carlos, probablemente los mejores ‘carrileros’ de la historia del fútbol, hizo que esta función tuviera menor importancia que en otros mundiales. Probablemente la gravitación que alcanzaron los volantes desplegados en línea quitaba sorpresa a esos largos recorridos de los laterales que a mí me dieron siempre la sensación de heroísmo y soledad, vaya a saberse por qué.

Casualidad o no, el campeón mundial insistió en este sistema con Zambrotta y Grosso, Ashley Cole fue un representante solitario en esta tarea en Inglaterra, Miguel en Portugal y otro tanto ocurrió en España con Pernía, quien a mi criterio no daba la talla para semejante responsabilidad. El alemán Lahm, quizá por ser derecho y jugar por la izquierda, tenía un recorrido más corto y en diagonal, y el argentino Sorín hacía cuando se proyectaba un recorrido menos ortodoxo. Este movimiento del marcapunta gaucho alteraba el “dibujo táctico”, como les gusta decir a los cronistas

(A propósito del Mundial de Alemania)

Los nuevos pasos en la

Romeo GromponeSociólogo

DANZA INTERMINABLE

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nº 177 julio 200690

cifras

Los jóvenes a la obra, los viejos a la gloria

Cifras mundiales

El julbo perucho

Goleadores y goleados

RED NDAS(Roger Gonzales)

• Jugador más joven en ganar un Mun-dial: Pelé. Con apenas 17 años y 237 días, Brasil, con el Rey en la cancha, le ganó la final a Suecia en 1958.

• Jugador más viejo en ganar un Mundial: En 1982, el arquero italiano Dino Zoff se consagró campeón en el Mundial de España. Tenía 40 años y 4 meses.

• Jugador más viejo en un mundial: Róger Milla. En el partido entre Camerún y Rusia del Mundial Estados Unidos ’94, el delantero africano tenía 42 años y 39 días.

• 40% de los telespectadores son mujeres.

• 16 millones de euros se llevó el campeón.

• 1.450 millones de euros gana la FIFA en derechos por retransmisión televisiva.

• Se vendieron 3 millones de entradas. La más cara costó 600 euros.

• El 60% de los ingresos de la FIFA proviene de los derechos de televisión.

• 539 millones de euros (630 millones de dólares) aportaron a la FIFA los quince patrocinadores oficiales del evento.

• 5,5 millones de turistas durmieron en Alemania.

• En 1892 se jugó un partido entre limeños y chalacos. Así comenzó la historia del fútbol peruano.

• Según una encuesta de Apoyo realizada en el 2004, Alianza Lima es el equipo con mayor hinchada joven (34% sobre 33% de Universitario de Deportes).

• El goleador histórico del fútbol peruano es Waldir Sáenz, quien anotó más de cien goles con la camiseta de Alianza Lima.

• Máximo goleador de los mundiales: Ronaldo convirtió 15.

• Máximo goleador en un Mundial: En 1954,

Just Fontaine, de Francia, anotó 13 goles

en 6 partidos (promedio: 2,16).

• En mundiales, el italiano Walter

Zenga mantuvo su valla invicta durante

517 minutos.

peruanos con indisimulable mal gusto e imitando a los

argentinos de Fox, ya que Argentina quedaba entonces

con una línea de tres al fondo, compuesta por Ayala,

Heinze y los impresentables Burdisso o Coloccini.

Otros delanteros, otros volantes

Contra lo que podía preverse, los equipos que jugaban

con dos delanteros —pocos, si nos ponemos a contar-

los— no lo hacían de la manera a la que estábamos

acostumbrados: uno en el área y otro por fuera. En

general, uno actuaba más retrasado que el otro, o

se alternaban. Quedan las imborrables imágenes de

las paredes de los alemanes Klose y Podolski que,

lejos de todos los pronósticos, demostraron que esa

variante de juego no ha desaparecido. Algo hicieron

en esta línea los argentinos Saviola y Crespo, pero

cuando sustituyeron al primero por Tevez, y al mar-

gen del talento de este jugador, se lo obligó a hacer

un recorrido muy largo y así quedó desconectado

del ‘9’ tradicional.

No fue defi nitivamente el tiempo del delantero centro

y tres volantes de vocación ofensiva, uno en el medio y

dos desplegados por las puntas. Holanda, que tiene en

este estilo una suerte de segunda naturaleza, jugó un

partido muy confuso con Portugal, en el que ya nadie

sabía a qué atenerse. El equipo lusitano me pareció un

cuadro sobreestimado en el que Cristiano Rolando y

Figo corrían desordenadamente por las puntas, Deco

falló en el centro y Pauletta en la delantera no se to-

maba la molestia de correrse unos metros atrás para

salir del encierro en que estaba metido, probablemente

siguiendo órdenes del técnico Scolari. Hubo atisbos de

esta forma de jugar en Francia, cuando Ribery —sobre-

cargado de tareas y haciéndolas todas bien— y Malouda

atacaban por los extremos. Me da la impresión de que

no se trata de un estilo obsoleto de jugar, sino que

más bien infl uyeron un conjunto de desafortunados

fracasos individuales.

Un interrogante final

Mis amigos de ideele me dieron espacio de escribir hasta

aquí. Digo lo último. Solo México jugó con línea de tres

—Rodríguez, Osorio y Márquez—, cinco volantes y dos

delanteros, que es la manera de pararse de un equipo

que personalmente prefi ero. Lo que demuestra que

estoy un poco perdido y desinformado; preocupación

menor, pero preocupación al fi n.

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91Especial Fútbol

Alianza Lima: Los ojos, el debut y la pelota

Enrique Sánchez Hernani Poeta y periodista

La primera vez que ingresé al Estadio Nacional lo hice por la tribuna de Occidente y por las puertas de la ceguera. Obnubilado como iba por ver a mis more-nísimos ídolos en el gramado más grande que había contemplado en mi vida, tardé en entender que tan inconmensurable placer iba a ser, apenas, una pantalla desenfocada. Nada más saliendo el equipo blanquiazul, y tras el estallido de las tribunas en vítores y aplau-sos, mi diminuta alma de recién estrenado hincha comprobó que mi equipo estaba más lejos de lo que hubiese querido: no podía ni verlos. Así se lo dije a mi padre, hombre práctico, que en vez de atribuir todo a mis lágrimas y la emoción del momento, sacó una categórica conclusión:

—Carajo, eres miope.

En efecto, en ese crucial momento de mi vida, a los 11 años, no solo comprobé que por toda mi vida sería hincha de Alianza Lima sino que también, poco más o menos, ciego. Pero los ojos del corazón, y una voz que salía de una radio japonesa a pilas (novedad de la época), me fueron relatando las jugadas. Así pude conservar por siempre tan esférico recuerdo, tanto amor a la camiseta listada en blanco y azul que seguro conservaré aun en

la otra vida, en caso exista, y por si allí también hay estadios. Eso sí: en caso ocurra tan futbolístico milagro, pido a Dios (cuya pierna izquierda está formada por César Cueto y Diego Armando Maradona) la gracia de ver en un partido a Manguera Villanueva.

Por entonces —año de 1965, campeonaría Alianza—, el

gramado se alumbraba con las piruetas geniales de dos

muchachos de lustroso color moreno: Pedro Pablo Perico

León y Víctor Pitín Zegarra. Qué tales jugadas. Y conste que

en aquel entonces no había pizarra de acrílico ni los equipos

se acuartelaban antes de los partidos. Lo sabré yo.

Desde entonces, decenas de jugadores se han sucedido. En la planta de los chimpunes ya no hay toperoles de madera, y las pelotas ya no son cosidas ni tienen blá-der. La camiseta de Alianza ha tenido algunos diseños extraños. Hasta las canchas se han hecho raras, y en vez de pasto tienen un mejunje plástico que lo imita. Pero algo permanece intacto: la aurora blanquiazul, el buen trato a la pelota, la fi nta, la alegría.

Dios conserve por muchos años a Alianza Lima y que le dé más piernas izquierdas y también derechas. De los goles nos encargamos nosotros. Arriba Alianza.

Fuerza y voluntad de ganar

Santiago Pedraglio Periodista

La primera selección que me apasionó fue la de Bra-

sil del año 1958. Como aún no había televisión que

transmitiera los partidos, había que soñarlos… sobre

todo los goles. La Tercera de La Crónica ayudaba con sus

fotos inmensas. Me imaginé hasta el cansancio el gol

de Pelé al País de Gales, ese del ‘sombrerito’ fantástico

y el remate en el aire, en primera.

Ese año viví con Brasil su revancha del Maracaná. Mis

hermanos mayores eran pro uruguayos y no habían

dejado de narrarme la terrible derrota brasileña en la

fi nal de 1950. En ese 1958, al ganar por primera vez un

Campeonato Mundial, se reivindicaron los “negros”, la

sangre caliente de Brasil, hombres hábiles al extremo,

que supuestamente no tenían la garra necesaria para

ser campeones.

Más tarde vi varias veces en Lima al Santos de Pelé.

Me impresionaban sus arranques desde la media

cancha y sus paredes con Coutinho, tanto como

YO, EL HINCHA

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nº 177 julio 200692

La primera imagen que tengo grabada en la mente es la

de Mario Alberto Kempes levantando los brazos luego

de meter uno de los goles que sellarían el triunfo de

Argentina sobre Holanda en Argentina ‘78. Esa postal,

que vi milagrosamente a los 9 años en el televisor de mi

casa a pesar de que mi padre no tenía mayor interés por

el fútbol, definió dos cosas accesorias pero significativas

para mi vida futura: a) sería un apasionado del fútbol

para siempre; y, b) apenas pudiera me dejaría el pelo tan

largo como el de Kempes.

Kempes me demostró que en la vida uno tiene que

luchar, insistir, tener vergüenza deportiva, garra,

Los brazos del Peluca Kempes

Iván ThaysEscritor

hacer hasta lo imposible para conseguir algo que

uno añora mucho (recuerden a Kempes volando

como arquero para atajar un remate polaco en un

partido de las semifinales). Y Kempes me demostró

que, si uno realmente se esfuerza e insiste, puede

conseguirlo.

Supongo que hay algo romántico, un sentimiento al

mismo tiempo nostálgico y desvalido, en admirar a un

jugador como Kempes en medio de una constelación

de atletas más dotados que él física y técnicamente,

y con mucho más glamour que el Pelucas cordobés.

Pero Kempes es para mí como uno de esos precur-

la presencia enorme de Zito, en la jerga actual, un

volante central mixto al que le llegaban por arte de

magia todas las pelotas.

Es extraña la pasión que sentí por la Selección de Brasil

y su juego, porque me hice hincha de la ‘U’ debido a su

garra a la uruguaya. No soporté nunca el firulete de

los aliancistas, a pesar de que admiré abiertamente a

Huaqui Gómez Sánchez, Víctor Benítez (debió ser de

la ‘U’), Perico León y José Velásquez, como ahora a

Jéfferson Farfán y Paolo Guerrero. Más aun: jugué —y

bastante— con ese estilo: fuerza, choque y velocidad.

Será por eso que me molesta tanto escuchar a comenta-

ristas deportivos que, con aire docto, dicen que se jugó

fuerte y con dinámica, “pero con poco fútbol”. ¿Qué

puede ser el fútbol, si no fuerza y voluntad de ganar?

Esos comentarios son fiel reflejo del fútbol peruano,

que se aterra ante la eventualidad del triunfo.

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93Especial Fútbol

No me acuerdo desde cuándo me gusta el fútbol y soy

hincha de Alianza Lima. En la década de 1960, si no ibas

al estadio no había posibilidad de ver a tu equipo: no

transmitían los partidos por televisión. Solo quedaba

leer y ver las fotos en La Crónica y Última Hora, o escuchar

Ovación de Radio El Sol con Pocho Rospigliosi o Pregón

Deportivo, con Óscar Artacho, en Radio Unión.

Por esos tiempos fui por primera vez al Estadio Nacio-

nal, un domingo en el que se programaban tres partidos.

Cuando llegó el de fondo, el estadio lucía lleno. Alianza

enfrentaba al Octavio Espinosa de Ica, que tenía a

Adolfo Donayre como back centro. Cuando salió Alianza

al campo, lo hizo con una delantera histórica: Julio

Baylón, el Nene Cubillas, Perico León, Pitín Zegarra y

Babalú Martínez. Desde aquel momento nunca dejé de

ir al estadio y fui más hincha que nunca.

El fútbol une tanto que me acuerdo haber estado en

Popular Norte, increíblemente, con José Luis Réñique,

Pepo Velásquez, hinchas de la U, para ver un Perú-Brasil,

que perdimos 2-0, pero la suerte se jugó de la mano de

una niña que por sorteo nos llevó a la fi nal del Cam-

peonato Sudamericano, que ganamos con gol de Sotil.

Salimos en caravana —esa actividad que los jóvenes

Así es el fútbol Fernando Tuesta SoldevillaPolitólogo

de hoy solo conocen por televisión— por la avenida

Arequipa y libamos como si fuera el último día, al

igual que la clasifi cación al Mundial de Argentina ‘78

y España ‘82.

Pero no hay pasión sin disputa, por lo que todo país

que se precie tiene que tener un clásico, como en el

nuestro Alianza Lima-Universitario. Sin embargo, ese

bipartidismo deja algunos pequeños espacios donde uno

encuentra rarezas. Por ejemplo, los hinchas del Muni-

cipal son cuatro gatos y yo conozco a cinco: Rolando

Ames, Toni Zapata, Jorge Deustua, Fernando Parodi y

Julio Calderón. Los del Sport Boys son más, seis más

Lucho Soltau, siete. Cienciano dice que ahora tiene

hinchas: Efraín Gonzales, por ejemplo. (Felizmente,

el rectorado de nuestra PUCP está resguardado con

los aliancistas Luis Guzmán Barrón y Marcial Rubio.)

Pero si de la antipasión se trata, entonces llamen a los

del Cristal, que, salvo el querido Toño Cisneros, son tan

pecho-fríos como Jorge Soto.

En realidad, la pasión está en el Clásico. Las gallinas son

menos, pero son. A veces toman la forma de analistas

como Santiago Pedraglio, Carlos Basombrío o Fernan-

do Rospigliosi; otras veces como periodistas objetivos

sores que a uno le enseñan a querer y admirar en la

historia, un adelantado que prepara el camino para

el héroe casi mitológico que lo sucederá (en este

caso Maradona). Un profeta, en todo caso, como

aquel cuya cabeza pidió Salomé, pero antes bautizó

a Jesús y dijo: “Él es”.

Maradona, qué duda cabe, le dio al fútbol un valor épico

y mítico que no tiene ningún deporte. Pero Kempes fue

su profeta. El fútbol es el deporte que más se parece a

la vida cotidiana, con sus errores, con sus hazañas, con

sus grandes victorias y profundas frustraciones. Pero,

además, el fútbol es el único deporte realmente artístico,

porque se exige un condicionamiento casi antinatural,

fuera de la norma, y esa exigencia es, como cualquier

otra en el arte, lo que brinda el real sentido al juego:

es el único deporte en que se usa exclusivamente los

pies. Como los poetas clásicos encontraban su enorme

libertas y exploraban su creatividad obligados a una

métrica y un ritmo, así los jugadores deben explotar

sus limitaciones: jugar con el instrumento más inútil

e incluso torpe, como son los pies, en desmedro de la

inmediatez de la mano (usarla invalida el juego, para

mayor exigencia) y convertir esa extensión humana en

productora de jugadas bellas, habilidosas o inteligentes.

O las tres al mismo tiempo, como en el gol de Maradona

a los ingleses en México ‘86.

¿Por qué me gusta el fútbol? No lo sé. Quizá solo porque

el fútbol permitió que Kempes levante los brazos y que

yo descubra, en ese instante, aun de manera inconscien-

te pero ya defi nitiva, por qué estoy en este mundo.

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nº 177 julio 200694

Si nuestros oídos pudiesen afinarse selectivamente

hasta un límite ideal, y si la parte emocional de nuestro

cerebro pudiese percibir lo que ocurre a la distancia

y no solo en su entorno, lograríamos escuchar los

destemplados gritos de guerra que emiten las treinta

y tantas tribus que están compitiendo en Alemania

2006 y sentir los desgarradores sentimientos que se

generan en los corazones de cada uno de los integrantes

de esas tribus.

Ya todos están pintados con sus colores de guerra; ya

todos han afinado sus tambores, aceitado sus flechas,

realizado sus ritos, olvidado sus diferencias internas,

y se disponen a la dura batalla que implica el logro del

trofeo. Son cazadores del paleolítico que reconstruyen

y remedan, guiados por las partes más primitivas del

cerebro, el comportamiento de nuestros antepasados

De eso se trata el fútbol: del regreso a nuestra condición

de tribu y de la supresión de la razón durante el tiempo

en el que las tribus combaten.

El combate de las tribus

Guillermo GiacosaPeriodista

Es una réplica virtual de la lucha por la supervivencia

elevada a la categoría de espectáculo y destinada a ge-

nerar millones de dólares, dar un respiro a las angustias

de los habitantes del planeta y contribuir a que muchos

hechos que terminarán dañando a nuestra propia tribu

pasen desapercibidos.

Amo tanto el fútbol, amo tanto la libertad que me permi-

ten esos noventa minutos mágicos, amo tanto la cama-

radería democrática que genera, amo tanto la expansión

física y la creatividad lúdica que permite, que no puedo

menos que indignarme cuando lo veo reducido a negocio

millonario dirigido por una banda de cuervos necrófilos

que solo piensan en sus cuentas bancarias.

Amo el fútbol y el circo, detesto el fútbol convertido en circo,

pero como lo amo más de lo que puedo detestarlo, estaré

cretinamente sentado frente a la pantalla viendo jugar

a todos los latinoamericanos, sufriendo por cada uno de

ellos, pero padeciendo hasta el espasmo cuando mi tribu, la

Argentina, salga a competir y, por supuesto, a ganar.

como el Efraín Trelles, Raúl Tola o Eddie Fleischman,

que cuando era mi alumno no jugaba ni canicas. Por

lo demás, nadie podía acusar a ONPE de no ser plural,

cuando teníamos en el Comité de Gerentes a Carlos

Reyna, Wálter Twanama, Benito Portocarrero, que si

bien son hinchas por televisión, no dejan de ser de la

‘U’. Pero los aliancistas somos como tribus, por lo que

asistimos y nos encontramos en el estadio con Marcos

Cueto, Iván Hinojosa, Eduardo Cáceres, los hermanos

Glave, Aldo Panfichi, Carlos Monge, Humberto Cam-

podónico, Quique Sánchez Hernani, Augusto Álvarez

Rodrich, Alonso Cueto, Augusto Ortiz de Zevallos,

Javier de Belaunde, Juan Monroy, Lucho Pizarro,

Constantino Carvallo, Elio Casaretto y, por cierto,

Siomi Lerner y Gonzalo García, antes aliancistas que

humalistas.

Quien no ha sufrido, quien no ha llorado, no es hincha

de Alianza: así dice un cántico del ‘Comando Svr’. Como

hincha he sufrido varias veces, pero nunca con tanto

dolor como cuando murió Sandro Baylón, en un acci-

dente automovilístico y, sobre todo, con el accidente

del avión Fokker, en diciembre de 1987, cuando murió

todo el equipo. Mucha gente me llamaba para darme el

pésame y no se equivocaron, pues eran también como

nuestra familia.

Por todo esto, en estos días que tanto se ha hablado de

fútbol, me acuerdo de mis amigos.

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95Especial Fútbol

Quizá desilusione el comprensible entusiasmo mundialista

de ideele en este mes de fútbol, fútbol y más fútbol, pero la

verdad es que el fútbol ya no me produce la pasión que me

despertaba hace algunos años (varios, para ser honesto).

Ahora el fútbol me produce, principalmente, recuerdos,

casi todos muy buenos. Asocio los partidos memorables

—los triunfos imborrables y las derrotas estrepitosas—

con algunos momentos de mi vida. Ver en la televisión,

con mi padre y mi hermano, la clasifi cación al Mundial

de México ‘70, en La Bombonera, y luego salir en el viejo

Plymouth por la avenida Wilson para celebrarla; el terre-

moto que ocurrió poco después de la inauguración de ese

Mundial, en mayo de 1970; la campaña del bicampeonato

de Alianza Lima entre 1977 y 1978; los partidos del Mun-

dial de Argentina ‘78 entre parciales universitarios; o el

primer Clásico al que fui con mi hijo mayor, Sebastián,

y que Alianza le ganó 6-3 a la ‘U’.

Suelo ir con mis hijos a todos los partidos de la Selección

Nacional, y aunque esta última temporada he estado

ausente del Estadio de Matute, asisto con frecuencia

a los juegos del Alianza. Básicamente por costumbre

—que es bueno no perderla— y porque, por fortuna,

El fútbol es un espectáculo hecho de rugidos y cantos. En él se unen una estética minuciosa en los pases y una furia repentina en los disparos al arco. A diferencia del toreo, en el que ronda la muerte y por lo tanto el silencio, una tribuna de fútbol nunca está callada. Un estadio cierra sus puertas al mundo para celebrar el grito que estalla en el rugido del gol, un instante de revelación del submundo primitivo del que están hechos los hombres. Sucedáneos de los ejércitos, los equipos de fútbol son nuestros representantes militares en el campo del juego y en los terrenos de la historia. La autoestima colectiva es fundamental. Un equipo africano se siente un poco menos cuando juega con un europeo, y las antiguas guerras se vuelven a jugar cuando se enfrentan las se-lecciones de Inglaterra y Argentina o las de Portugal y Angola. Es la única ocasión que nos queda para justifi car el grito de batalla.

El sonido y la furia Alonso CuetoEscritor

Menos pasión, más exigencia técnica

Augusto Álvarez RodrichPeriodista

mi hijo menor, Matías, tiene el entusiasmo apasionado

por el fútbol que yo tenía hace varios años, y que en

algún momento fui perdiendo. Más me entusiasma el

entusiasmo de Matías que el propio partido.

Ahora sigo el fútbol con un interés permanente, pero

de un modo más distante, menos pasional y con mayor

frialdad. Me interesa ver a Ronaldinho con el Barcelona

o a Brasil cuando se pone las pilas. Pero, también, a la

República Checa o a Ecuador dando muestras de buen

fútbol. La globalización, por un lado, que permite ver

en directo los partidos de los campeonatos de España,

Alemania, Inglaterra, Argentina o Brasil, y la debacle

del fútbol nacional, por el otro, que obliga a ver unos

partidos intrascendentes por todo el país, me han con-

vertido en un observador más frío y exigente. Menos

pasión, más exigencia técnica.

Por ello, el Mundial es una magnífi ca oportunidad para

ponerme al día con lo que ocurre hoy en el fútbol. Y es una

ocasión propicia para ver si retomo el entusiasmo pasional

por el fútbol, aun cuando más entusiasmo me produzca los

partidos que juega Matías en su campeonato de los días

sábado por la mañana.

CAMBIAR FOTO

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nº 177 julio 200696

La tierra es redonda, dijo Colón varios siglos atrás. Y aunque hace algún tiempo la ciencia ha querido desmentirlo, el navegante genovés ha terminado por ser más profeta de lo que se pensó: cada cuatro años el mundo se encarga de recordárnoslo.

La tierra es redonda, qué duda cabe, y esa esférica verdad se infla y rueda por todas las canchas y países, haciendo a un lado todas las diferencias entre los seres humanos. Aunque los entendidos digan que una cosa es fútbol, otra fulbito —‘futbolito’, corregiría don Marco Aurelio—, otra fútbol callejero, otra julbo y una última fútbol de mujeres, el nombre (y la pinta) es lo de menos: cuando una pelota se libera, no le pregunten por conceptos.

Cierto que en el país no hemos tenido la suerte soñada con nuestro fútbol querido, pero los múltiples reco-rridos de la pelota nos han deparado otras grandezas. Ahí está la calle para sacar pecho, las mujeres para

mostrarlo(s), los mundialitos del barrio para jugarnos un sueño. Y nosotros para contarlo.

El fútbol y El Porvenir

“¿Mundiales?, los de mi barrio”, dice el peluquero Wálter Carbonel (a) Peluca, y con toda razón: su barrio es El Porvenir, cantera de mundialistas, quimberos, gambe-teadores, jugadores... “Y ‘jugadorazos’”, agrega el Ché Mendoza recordando quizá las nuevas tendencias.

Como “Mundialito de El Porvenir” quedó bautizado allá por 1952 el campeonato interbarrios que año a año realizaban los anfitriones del barrio El Porvenir, en el distrito de La Victoria. ¿El estadio? Una losa ubicada en la cuadra 6 de la avenida Parinacochas, acondicionada con estrado cada vez que toca torneo.

Debe su origen a la iniciativa de Mauro El Chueco Chávez, un vecino aficionado a la hípica que decidió ordenar las pichanguitas de los fines de semana. “El ‘Mundialito’ viene de una costumbre de jugar los sábados. Se hacían partidos entre todos los pasajes: Dos de Mayo, La Mar, Defensor El Porvenir, Leoncio Prado. Luego se incor-

LOS MUNDIALITOS

Exploraciones peloteras

POR… VENIR>>>

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97Especial Fútbol

poraron otros barrios”, cuenta el Ché Mendoza, quien en sus años mozos fue protagonista del campeonato y luego se dedicó a organizarlo y, junto con otros jueces, a arbitrar los partidos.

El “Mundialito” empezó cuando el fútbol de barrio estaba prohibido. Al presidente Odría le parecía de mal gusto que se jugase pelota en las calles, y mandaba que la Policía persiguiese a quienes lo practicaban. Eran tiempos de los últimos manotazos de la República Aris-tocrática, y el fulbito de pista se convertía en el presagio del desborde popular que ocurriría más tarde.

La historia del “Mundialito” tiene pinta de leyenda. Cuentan que los primeros partidos se realizaban con una pelota de trapo (“testigo del primer gol”, como dice la entrañable canción), y los arcos, como en todo barrio que se respete, eran dos piedras, que luego servían para defi nir todo tipo de controversias.

No pueden faltar, por supuesto, las historias trágicas, como las del Ché Mendoza, quien también aprendió a gritar los goles en su propio arco: “El ‘Mundialito’ me dio una hija y me quitó un hijo. Yo estaba feliz arbitrando una fi nal con dos ‘fi fas’ a mi costado y ese mismo día unos delincuentes hijos de mala madre mataron a mi hijo”. Y el Ché árbitro lloró de pito, de rabia y de pena.

Las canchas de El Porvenir han visto nacer a mundia-listas de la talla (y del ancho) de Julio Baylón y el Cholo Sotil. Y han recibido a ilustrísimos invitados. Cuente usted: el Loro Cueto, el Nene Cubillas, el Tanque La Rosa, el Chiquillo Duarte. Para qué más…

Hoy, sin embargo, los tiempos han cambiado. Ahora por sus canchas —o, más propiamente, por sus aires—viajan los hedores de los estupefacientes, según el hablar técnico del Peluca. El pastel, la grifa, el moño y el porrito les son jugados en cortito a sus infantes y así sellan autogoles letales antes de que puedan estrenarse como goleadores de verdad: “Ahora la expectativa ha bajado, porque hay mucha droga y delincuencia. Existen muy buenos valores, pero la droga los pierde y se dedican a asaltar”.

A pesar de estos malos aires, el “Mundialito de El Porve-nir” sigue siendo año a año la sede metropolitana de su majestad, la pelota. Y como todo mundial que se respete, este tiene sus estrellas, mitos y estadísticas propias, como la epopeya de don Ernesto Mendoza, rebautizado en estas pistas como el Menotti peruano: aquel día en el que conquistó el título mundialista por sexta vez —tres con el Galaxia Polo y las otras tres con Baterías Huarcaya, equipo en el que jugaron Hugo Sotil, William Huapaya y Pechito Farfán—, y en un gesto que es ya leyenda, el Ché se agachó y besó la cancha diciendo: “Te tengo dominada”. O los más de quinientos policías que año a año van a resguardar el

evento. Y aquella última fi nal que tuvo que ser arbitrada por diez jueces FIFA para evitar complicaciones.

Todos estos recuerdos forman parte de los anales histó-ricos de La Cachina y de una infranqueable pertenencia colectiva. Es que cuando el fútbol, cansado de tanta adversidad, se refugia en El Porvenir (hijo de La Victo-ria), entonces la esperanza adquiere forma de pelota y el criadero de potrillos por excelencia se convierte en una reserva nacional de la alegría.

[Posdata: Si el fútbol no es alegría, ¿de qué michi esta-mos hablando?]

De machas, mechas y muchas

Hace ya bastante tiempo que el fútbol de mujeres ha dejado de pertenecer al reino del asombro y lo pintoresco. Hasta hace algunos años podía ser el tema favorito de los magazzines domingueros que matan por la originalidad. Ahora tiene un sitio en los canales deportivos, la FIFA hace años que lo oleó y sacramentó y en el Perú hay gran-des clubes que ya cuentan con su equipo de mujeres.

Lo nuevo está en el tránsito de lo ofi cial a la calle. “Ahí está el detalle”, como diría Cantinfl as. La práctica del softball en el Perú es absolutamente normal, pero no se ve a chicas por los parques en práctica masiva. Con el fútbol y sus aplicaciones callejeras sucede lo contrario. “La práctica está creciendo sobre todo en categorías menores conforme los prejuicios disminuyen. Los mismos padres, que antes lo prohibían, llaman para que sus hijas participen”, cuenta Lorena Bosman, entrenadora de la Selección Nacional de Fútbol. Ahora vemos en colegios y parques campeonatos, seudocampeonatos y hasta pichanguitas una fémina adora-ción a la pelota, una costumbre que hasta hace algunos años era solo el cumplimiento burocrático de las disposiciones FIFA o el ameno motivo del rating dominical.

Si bien el fútbol ha dejado de ser monopolio exclusivo de los hombres, la práctica es la misma pero no es igual.

El fútbol es hijo de la calle y del potrero.

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nº 177 julio 200698

Además de que el fútbol femenino no tiene el millonario despliegue del que goza el masculino, hay también dife-rencias de concepción: “Hay más lealtad para jugar entre las mujeres, mayor sutileza. Los varones se van con todo sin importar si le rompes el tobillo a un rival; las mujeres somos más correctas”, cuenta Camy Pacheco, infaltable pichanguera de los sábados por la tarde en la Universidad Agraria, quien confiesa que antes se sentía discriminada por los hombres pero que ahora eso ha cambiado y ahora la llaman hasta para integrar equipos mixtos.

Y, con el perdón por la redundancia, por suerte la suerte que acompaña a los varones no es la misma que aquella que han corrido las mujeres: estamos entre los tres prime-ros de Sudamérica. En 1996 la selección peruana quedó segunda en el Sudamericano; el año pasado, en los Boli-varianos de Armenia, Colombia logró la medalla de oro, y ahora piensan reeditar el éxito en el ODESUR. Además, estamos en el puesto 32 en el mundo: “La diferencia con los hombres es que las chicas no viven del fútbol. Ellas estudian y trabajan, y se dan un tiempo para acomodar su trabajo a cambio de lo que se les pueda brindar. Ellas no reciben grandes premios ni astronómicos sueldos; para ellas el fútbol es un hobby y una pasión”.

A este paso, los hombres derrotados en su cancha ya no solo verán el fútbol femenino para esperar sentados el intercambio de camisetas (¡ups!), sino también para aprender de ellas. Una vez más.

¡Perú, Alemania 2006!

¿Quién dijo que no clasificamos al Mundial de Alemania? El fracaso de la Selección Peruana de Fútbol no alcanzó a nuestros máximos representantes de fútbol de barrio que amarraron bien los pasadores de sus taiwanesas de diez lucas para participar del Mundial de Fútbol Callejero que se jugó paralelamente con aquel otro, el de las Nike y las Adidas.

Así es: la calle se puso la camiseta que los otros guardaron en el ropero hace veinticuatro años. Como ninguno de

los integrantes de nuestra selección callejera supera los 20 años de edad, no hay uno solo que haya visto a una Selección Peruana de Fútbol en un Mundial. Cansados de tanta nostalgia, que ni siquiera es propia, estos muchachos fueron decididos a ser protagonistas de la anhelada cita mundial.

El Streetfootbalworld Festival 06 —vaya nombrecito para el Mundial de Fútbol Callejero— se jugó en si-multáneo con la Copa Mundo FIFA 2006, y contó con la participación del equipo peruano seleccionado por el Proyecto Escuelas, Deporte y Vida que dirige Sara Diestro. El certamen formó parte del Programa Oficial de Arte y Cultura de la Copa del Mundo Alemania 2006. Tomaron parte de él veinticuatro equipos represen-tantes de otros tantos proyectos que se desarrollan en cinco continentes. El propósito: utilizar la práctica del balompié en la lucha contra la delincuencia y las drogas.

Antes de su viaje, conversamos con algunos de los chi-cos. “Me encuentro con muchas expectativas y quiero triunfar. Siempre ha sido mi sueño y el de todos mis compañeros jugar con la selección”, dijo Jared Moreno, una de las estrellas del equipo, mientras sus demás compañeros lo aplaudían como si en lugar de hablar estuviera haciendo una huacha.

El equipo nacional lo conformaron Karen Paredes, Rubén Cano, Aldaír Medina, César Gutiérrez, Edson Zapata, Emmanuel Rivera y Juan Carlos Cortina, y fue conducido por Émerson Calderón. Como se puede ver, incluye una mujer, y la razón de que no hayan sido más es puramente burocrática. Les hubiese convenido, porque en este Mundial los goles femeninos valen más.

El reglamento del fútbol callejero difiere mucho del ofi-cial. Aquel se juega sobre la pista, no sobre grass, y cada equipo tiene cinco jugadores. No hay un árbitro, sino un mediador que reúne a los jugadores de los dos equipos para pactar las normas. No gana el equipo que más goles anote, sino aquel que acumula mayor puntaje.

En la víspera de su partida hacia el viejo continente jugaron su último partido en las calles de Villa El Salvador, frente a la atenta mirada de unos patas de barrio; los siguientes fueron en el coloso de Kreusberg, ubicado en el corazón de Berlín, que tiene una capacidad para 2 mil 200 espectadores y cientos de periodistas. Moreno nos dejó un mensaje antes de subir al avión que los llevó a Alemania: “Les diría que depositen su confianza en nosotros, porque vamos a dejar bien en alto el nombre del Perú no solo a nivel deportivo sino también cultural”. Y nos contagia las ganas a nosotros, que tan acostumbrados estamos a los desánimos.

Selección peruana de fútbol callejero.

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99Especial Fútbol

Érase una vez el Perú en un Mundial de Fútbol. Ocurrió en el primero de ellos, en 1930, cuando fuimos invitados por el Uruguay y José María Lavalle dio una lección de marinera en el césped del hoy mítico Centenario. Treinta y nueve años más tarde, ese maestro del fútbol y de la vida cotidiana conocido como Didí nos condujo a México ’70. En 1978, en la Argentina, el banco fue ocupado por el Oso Marcos Calderón, para muchos un técnico ‘defensivo’, aunque la cifras digan que fue el DT peruano más exitoso. A España ’82, por último, nos llevó el Viejo Elba de Padua Lima, Tim, amante del buen fútbol pero, dicen, poco afecto al trabajo y con escasa capacidad para imponer autoridad.

Sí, pues: hace veinticuatro años que nuestra Selección no sabe lo que es asistir a la máxima cita del fútbol mundial. Ahora, jugadores e hinchas nos limitamos a verlos por televisión. Y aunque algunos digan que no se puede vivir de recuerdos, nosotros pensamos (y sentimos) que la esperanza, alimentada por la memoria, es suficiente razón para seguir intentándolo.

Preguntamos a algunos de nuestros entrañables mundialistas (término en proceso de extinción: dícese del jugador peruano que participó en algún Mundial de Fútbol) por los recuerdos que atesoran de esa enorme experiencia, regateándole, de pasada, una sonrisa a la memoria. Total: ¡Nadie nos quita lo bailao!

Los años MARAVILLOSOS

Hugo Sotil(México ‘70, Argentina ‘78)

Para un futbolista, estar en un Mundial defendiendo a su país es

la cosa más importante, y siempre existe el nerviosismo de todo

muchacho que va por primera vez. Por eso siempre hacíamos bro-

mas que permitían sobrellevar la situación. Yo hice una apuesta con

Orlando el Chito La Torre cuando estábamos en la preselección. Él

me decía que yo no podía hacer ningún gol, y cuando nos tocó jugar

contra un equipo ruso apostamos que si yo lograba hacer un gol él

se cortaba el pelo, pero si no me lo tendría que cortar yo. Hice dos

goles en ese partido, y al día siguiente lo busqué para que cumpliese

su promesa. Así, seis muchachos de ese equipo lo acompañamos a

que se corte el pelo. Yo di el ‘play de honor’ arrancándole el primer

mechón. Cuando ya me iba, me agarraron Rubiños, el finadito Gallardo

y el Chato Del Castillo y me empezaron a rapar. Es que Orlando era

bien picón y no quería perder solo. Por eso los siguientes partidos

los tuve que jugar pelado.

Hector Chumpitaz(México ’70, Argentina ‘78, España ‘82)

Creo que en México ‘70 el resultado fue positivo, porque pese a todo

se perdió con el equipo que luego se coronó campeón mundial: Brasil.

No me interesa lo que hasta ahora se dice del 6-0 contra Argentina

en el Mundial de 1978, porque me siento tranquilo de haber dejado

todo en la cancha.

Los mundiales obviamente son distintos si no veo a Perú participan-

do. Hay que trabajar mucho para lograr ese objetivo. Creo que es

exagerada la cantidad que ganan los futbolistas ahora, sobre todo

los que juegan en Europa. En nuestros tiempos la marca Adidas nos

pagaba, por partido, aproximadamente 300 dólares, y conforme

ibas pasando etapas la suma iba ascendiendo. Y para nosotros

eso era una fortuna.

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nº 177 julio 2006100

Percy Rojas(Argentina ‘78)

El Mundial de Argentina ‘78 fue un gran mundial, porque clasifi-camos a la siguiente fase como primeros en nuestro grupo. Lue-go, lamentablemente, quedamos eliminados por un marcador abultado. Los rumores de que ese partido fue arreglado nacen de los brasileños, porque con ese resultado ellos quedaron eliminados, y si realmente lo creen entonces que lo prueben, porque la verdad no llegó ningún ofrecimiento al vestuario. Diría que fuimos superados ampliamente esa noche.

Lo que recuerdo de cuando jugábamos los mundiales es que antes de salir al campo nos reuníamos y nos alentábamos entre todos. Lógicamente, eso se hace en un partido cualquiera, pero en un mundial es especial; todos estábamos muy eufóricos. El mundial de ahora tiene mayor difusión.

Jaime Duarte(Argentina ‘78, España ‘82)

Cuando, en España ’82, empatamos con Camerún, no sabíamos realmente con quién íbamos a jugar. El empate fue un desastre para la prensa peruana, que pensaba que habíamos jugado con un equipo que pateaba sandías y que eran rápidos solo porque les soltaban a los leones. No sabían que todos esos futbolistas estaban jugando en Francia.

Como hecho anecdótico recuerdo que en Argentina ‘78 nosotros hicimos un buen papel en la primera etapa, y que en el partido que jugamos contra Holanda uno de los hermanos Van der Kerkoff me pidió cambiar la camiseta. Y era tan fuerte el humor del holandés que a pesar de haber pasado tantos años y de haber lavado tantas veces la camiseta, hasta ahora no se le quita el ‘alacrán’.

Germán Leguía(Argentina ‘78, España ‘82)

La experiencia de asistir a un Mundial es algo impresionante, porque te encuentras

con los mejores jugadores del mundo. Cuando era chiquillo y empezaba a jugar, mis

ídolos máximos eran Platini y Zico, y de pronto me encontré con ellos cara a cara. Para

mí, el haber jugado con Roberto Chale era ya para desmayarme. Era, lógicamente,

apabullante pero a la vez muy bonito, porque te animaba a jugar mejor.

Recuerdo que en 1982, terminado el partido contra Camerún, me tocó pasar la prueba

antidopaje, y como yo sudo mucho dentro del campo me demoro en orinar. Ese día

batí un récord mundial: tardé cinco horas y quince minutos, y me tuvieron que dar

champaña y cerveza para facilitar el proceso. El segundo partido fue contra Italia y

nuevamente salí sorteado. Los encargados de la prueba me bromeaban diciendo que

yo no quería orinar para que me den más licor.

Ramón Mifflin(México ‘70)

A México ’70 la Selección llegó

con buenos pergaminos, por-

que había eliminado a Argen-

tina. Sin embargo, sufrimos un

golpe muy fuerte en el partido

contra Bulgaria. El primer tiempo

terminó 2-0 en contra nuestra.

En el entretiempo entró en el

camerino Javier Aramburú, en

ese entonces presidente del

IPD. Había llenado un poto

de chicha con tierra que, dijo,

era peruana, y nos metió una

señora guapeada. Terminó

echando la tierra al piso, y así

todos refregamos en ella los

chimpunes. El segundo tiempo

fue distinto: las palabras de

Aramburú nos trasformaron y

logramos remontar el marcador.

Al final ganamos 3-2.

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101Especial Fútbol

¡Ya llegará!