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ESPAÑAYMARRUECOS AYER, HOY Y MAÑANA CONFERENCIA DE Don Eduardo Caballero de Puga Vocal de la Real Sociedad Geográfica y de la Junta Central de la Liga Africanista Española dada en el Ateneo Científico, Artístico y Literario de Madrid el 2 de Abril de 1921 MADRID R. VELASCO, IMP., MARQUÉS DE SANTA ANA, 1 1 DUP.° TELÉFONO NÚMERO 551 1921

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ESPAÑA Y MARRUECOSAYER, HOY Y MAÑANA

CONFERENCIADE

Don Eduardo Caballero de PugaVocal de la Real Sociedad Geográfica

y de la Junta Central de la Liga Africanista Española

dada en el

Ateneo Científico, Artístico y Literario de Madridel 2 de Abril de 1921

MADRIDR. VELASCO, IMP., MARQUÉS DE SANTA ANA, 1 1 DUP.°

TELÉFONO NÚMERO 551

1921

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ESPAÑA Y MARRUECOSAYER, H O Y Y MAÑANA

CONFERENCIA

D. Eduardo Caballero de PugaVocal de la Real Sociedad Geográfica y de la Junta Central de la Liga .

Africanista Española

DADA EN EL

ATENEO CIENTÍFICO, ARTÍSTICO Y LITERARIO DE MADRID

EL DÍA 2 DE ABRIL DE 1921

M A D R I D

R. VELASCO, IMPRESOR, MARQUÉS DE SANTA ANA, 11 DUP.°

Teléfono número 551

1921

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ES PROPIEDAD

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SEÑORAS Y SEÑORES:

Declaro paladinamente que es para mí inmerecidohonor ocupar la tribuna de esta docta Casa en suSección de Ciencias Históricas. Pero la Real Socie-dad Geográfica me designó para ello, y como obe-diencia es cortesía, conste que no por propios mere-cimientos, y sí porque obedezco, estoy aquí.

Os pido gracia si soy prolijo al refrescar vuestramemoria sobre multitud de hechos históricos; pero elpasado fué siempre la base del futuro, y al presenteinteresa mucho a España cimentar con toda solidez.su tranquilidad del porvenir.

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I

Antecedentes geológicos.

Para llegar a soluciones definitivas en los grandesproblemas nacionales, suele ser el mejor procedimien-to estudiar las causas desde su origen, siguiendo las-enseñanzas de la Historia. Por eso, siquiera sea agrandes rasgos, debemos tomarla por base funda-mental para deducir derechos, y si, empezando por lageología, por esa ciencia sublime que estudia en elgran libro de la Naturaleza las transformaciones delplaneta en que vivimos, nos remontamos a impulsosde ella a miles de miles de años atrás, nos hallaremoscon una superficie del mundo muy distinta a la quehoy existe, con continentes, con razas, con especiesque pasaron para no volver y que en el eterno pro-ceso de las evoluciones sísmicas se hundieron en losinsondables abismos de la eternidad.

Sin ir tan lejos, en la Era secundaria de nuestroplaneta, los continentes que al presente denominamosEuropa y Africa estaban unidos por el montañoso

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istmo que ocupaba lugar próximo al que hoy llama-mos Estrecho de Gibraltar, y los mares Mediterráneoy Atlántico se comunicaban entre sí por dos estre-chos o canales marítimos llamados Bético del Norte, elque, comenzando en las costas de Murcia, corría enparte a lo largo de las que hoy son cuencas del Segu-ra y del Guadalquivir, estrecho que debió desaparecena fines de aquella Era; y debemos llamar Sur Rifeño,según Martín Peinador, al que se extendía por lascuencas actuales del Sebú inferior y las del Uargha,Innauen y bajo Muluya.

Por la acción de las inmensas fuerzas internas denuestro planeta, se formó en la Era Terciaria el siste-ma orográfico o montañoso que hoy conocemos, ycon él surgieron los Alpes europeos, que, al llegar alAfrica, constituyeron los grandes macizos del Atlasafricano y las cordilleras del Rif y de Yebala, unidas anuestra cordillera Penibética por el istmo de Hércules,cuyo caparazón rocoso, al hundirse más tarde por unaconvulsión subterránea, concluyó de cerrar los anti-guos estrechos y formó el canal marítimo que al pre-sente denominamos Estrecho de Gibraltar; pero estono alteró el sistema geológico de ambos territorios, yde aquí que brote espontáneamente, sobre todo ennuestro litoral del Mediterráneo, la flora del otro ladodel Estrecho, sea idéntica la meteorología en ambasregiones, se produzcan los frutos en las mismas épo-cas y padezcan de las mismas plagas.

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De lo dicho resulta que aquel territorio—en una uotra forma—estuvo y sigue estando dividido en doszonas: la Norte, netamente europea, y la zona Sur,que es esencialmente africana a partir del Atlas ma-rroquí, íntimamente relacionado con el Sahara. Porlo tanto, se debiera dar a cada territorio el nombreque le corresponde, según la zona que ocupa, y decirque el Africa real y efectiva comienza desde la ver-tiente Sur del Atlas marroquí, esto es, desde dondecomienza el Sahara.

En cuanto al Estrecho de Gibraltar, hay que tenerpresente que las aguas de ese canal marítimo, lejos desepararnos, son las que nos unen a la costa de enfren-te. Sus aguas, como todas las de los mares, de los ríosy de las cascadas, nos hablan de la incesante renova-ción de la vida de los siglos; vida que varía de forma,pero que sigue estable en el fondo, a semejanza delagua que en diversas transformaciones muge en eltorrente, brama entre las piedras, se deshace en espu-mas, y es, no obstante, el agua misma que aparecemás tarde en el lago tranquila y transparente.

En la Naturaleza todo cambia, todo se invierte,todo varía, y, sin embargo, todo es permanente, por-que no hace más que mudar de forma. Los carbonesde las entrañas de la tierra, hoy base de la riquezahumana, de la civilización y del progreso, no sonotra cosa que los exuberantes bosques milenarios que,calcinados por las erupciones volcánicas, fueron a

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parar bajo las capas terrestres; riquezas inexplotadas,entonces y que hoy el trabajo humano nos las devuel-ve para trocarlas en fuerza, en vida, en calor yen luz.

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II

Razas primitivas. —Fundación de Tánger. —invasión ro-mana. —La Mauritania. —Fundación de Melilla. —LasHispanias. —Formación de Europa. —Invasión visigoda.Primeras leyes contra los judíos. —lnvasión sarracena.Batallas de Guadalete, de Covadonga y comienzo dela Reconquista.

Muchos siglos antes de la Era cristiana poblaronnuestra Península los iberos, hombres de raza more-na, acaso, y sin acaso, los mismos bereberes del Nortede Africa. La semejanza entre el vascuence y un dia-lecto bereber, lo demuestran. Más tarde, quince siglosantes de Jesucristo, una raza rubia de ojos azules, lacelta, viniendo del Norte y del Oriente, nos invadióa su vez y formó con los iberos el pueblo mixto quese llamó Celtíbero.

Vivían aquellas gentes sin formar nación, divididasen multitud de tribus. Cruzaron el Estrecho y se es-tablecieron en ambas regiones, como puede compro-barse en uno y otro continente con multitud de mo-numentos celtas y por la existencia en ambos territo-rios de una raza rubia, de ojos azules, que tiene rasgosidénticos, según afirman los frenólogos.

Casi al mismo tiempo que los celtas, llegaron a

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nuestras costas los fenicios, que crearon, entre multi-tud de colonias, Cádiz, Málaga, Sevilla y Córdoba.Pasaron el Estrecho, fundaron Tingis—hoy Tánger—,y quién sabe si al dar a nuestro territorio el nombrede Span, que significa apartado, lo hicieron, no sólopor ser el lugar más remoto de los entonces cono-cidos, si que también porque la irrupción de lasaguas del Estrecho lo habían apartado del continenteafricano. De Span formaron los romanos el nombrede Hispania, hoy España.

Siguieron a los fenicios, los griegos, los cartagine-ses y, tras ellos y con ellos en lucha, los romanos,que al invadir nuestra Península, y cual si fuera partede ella, también invadieron el Norte de Africa, al quellamaron Mauritania, siendo los fundadores de Meli-lla, a la que dieron el nombre de Rusadir.

No obstante la desunión de los celtíberos por suestructura de origen, Roma vió—en su titánica luchapara apoderarse de la Península—desaparecer en ellala flor de sus ejércitos y fracasar sus mejores genera-les. En los seiscientos catorce años de su dominaciónno consiguió unificarla, y hubo de dividirla y subdi-vidirla en regiones, colonias y ciudades con diversascategorías y condiciones políticas.

El emperador Oton unió a nuestra Bética la parteNorte de Africa con el nombre de Hispania Tingitana,y los de origen español Adriano y Teodosio la divi-dieron en siete Hispanias con distintos apelativos,

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proviniendo de aquí el origen de que nuestros mo-narcas se titulasen Reyes de las Españas.

Tal fué la forma en que nuestra Patria llegó a serprovincia romana, sin que se lograse vencer por com-pleto sus instintos de independencia ni se pueda deciren absoluto que somos de pura raza latina.

España dió a Roma emperadores, estadistas, gene-rales, oradores, filósofos, historiadores y poetas, quefueron orgullo de la que era entonces la dueña delmundo.

Llegado el decaimiento del Imperio romano, co-menzó a constituirse Europa en forma muy semejan-te a la actual, tomando España carta de naturalezacomo nación independiente.

Sobrevino la invasión visigoda, y fué Leovigildo elprimer rey que usó cetro y corona y que hizo de To-ledo (1) la capital de Hispania. Recaredo abjuró elarrianismo para lograr la fusión de su raza con elpueblo Hispano, y, siguiendo el ejemplo de Europaque expulsaba a los judíos para ampararse de sus ri-quezas, dictó contra ellos las primeras leyes que, ex-tremadas por Sisebuto, Recesvinto y Ecija, fueroncausa de futuros males.

Rebelados los nobles contra Witiza, proclamaronrey a Rodrigo, y sucedió que mientras se hallaba en

(1) En hebreo, Toledot, que significa Ciudad de genera-ciones, atribuyéndose los judíos su construcción.

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Navarra sometiendo a los vascos, del otro lado delEstrecho desembarcaron en las inmediaciones de Al-geciras 15. 000 berberiscos a las órdenes de Tarik-ben-Zoyán, de origen hebreo, quien inició con tal rapidezla conquista de la Península, que ni tiempo dió paraaprestarse a la defensa. Acudió Rodrigo con su ejér-cito, y empeñada la batalla entre el Guadalete y ellago Janda, los descontentos, que formaban las dosterceras partes de aquél, se pasaron al enemigo enpleno combate. Tal suceso, al producir la derrota, diómoralmente por terminada la época visigoda, a lostrescientos dos años de su existencia.

La facilidad con que bereberes y árabes lograroninstalarse en casi toda la nación, se explica por la an-tipatía de ésta hacia el régimen visigodo y por elacierto de aquéllos de respetar las creencias religiosasy abstenerse de toda violencia o atropello, lo que diólugar a que morasen los cristianos en la parte porellos dominada con el nombre de Muzárabes, y conel de Mudéjares los mahometanos.

En tanto, vivían en Asturias con los celto-romanosmuchos de los vencidos del Guadalete que, unidosante el peligro común, eligieron por jefe a Pelayo,noble montañés, rubio, de origen celta. Apercibidosde ello los invasores, enviaron con fuerte ejército auno de sus generales, quien fiado en lo numerosas desus huestes, aceptó la célebre batalla de Covadonga,donde fué derrotado, hasta el extremo de ser muy

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pocos los que escaparon con vida. Los vencedoresaclamaron rey a Pelayo sobre el campo de batalla,siendo el primero de la estirpe asturiana.

Así comenzó la Reconquista.La derrota del Guadalete y el triunfo de Covadon-

ga señalaron en la Historia el fin de una civilizacióndecayente y el comienzo de otra grande y esplen-dorosa.

El pertinaz batallar de los cristianos, que en pocomás de siglo y medio reconquistaron una gran partedel territorio, y las guerras civiles en Africa y en laPenínsula entre árabes, sirios y berberiscos, desgarróde tal suerte la nación musulmana, que habría llega-do a desaparecer de no surgir Abderramán III, elhombre de más clara inteligencia de la España árabe.En sus tiempos, en los de Alhaquen I, su hijo, y aúnde Hixem, su nieto, llegó a su mayor apogeo la civi-lización musulmana, volviendo a quedar reducidoslos cristianos casi a la misma situación en que se ha-llaban al principio de la Reconquista. Pero a partirdel año 1002 se reanudaron las luchas entre árabes yberberiscos, hasta que, destronado el último jalifa, seproclamaron independientes las principales ciudades.Se perdió el Africa y los cristianos se hicieron dueñosde las dos terceras partes de la Península.

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III

La civilización Ibera y la importada de Oriente. —SantaFe. —La toma de Granada.

Terminado este recuerdo histórico—preciso paranuestro propósito—, procede dar a conocer el estadode cultura de los españoles al llegar la invasión sarra-cena y la que ésta aportó durante su permanencia.

La raza ibera, inteligente y pronta a apropiarse todolo bueno, había aprendido de los fenicios el arte denavegar, el comercio, la industria, el modo de utilizarlos metales y los frutos de la tierra, la salazón de lospescados, la extracción del aceite, la escritura y laaritmética. De los griegos, sus artes, su idioma, sureligión y sus costumbres. De los romanos, su espe-cial civilización; su lengua, origen de la nuestra; suarquitectura, de la cual conservamos portentosos mo-numentos; sus leyes, de las que quedan restos; elmodo de fabricar armas, siendo ya célebres las deToledo; la confección de lienzos, velos y tejidos enque descollaban Asturias, Cartagena, Játiva y Tarra-gona; la renombrada cerámica de Sagunto; la agricul-tura, tan difundida, que llegó a llamarse España elgranero de Roma; los actuales Municipios, el Derecho

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y el Cristianismo. De los visigodos, el Fuero Juzgo,Código que comprendía el Derecho político, civil,eclesiástico y penal, que, atendiendo a las necesidadesde su época, era muy superior a todo lo hecho, ade-lantado a España en más de dos siglos al resto deEuropa.

Tal era el estado de cultura de los españoles cuan-do al invadir nuestro territorio los musulmanes nosimportaron la civilización de Oriente. En nuestraPenínsula se fusionó con la de Occidente, tomó cuer-po y vida nueva, y, por mediación de España, se di-vulgó por toda Europa. Ellos nos trajeron de Persiala fabricación de tapices y tejidos; de China, el gusa-no de seda, que dió origen a nuestras fábricas deGranada y Sevilla; de Oriente, la caña de azúcar, quenosotros llevamos a Puerto Rico y Cuba; de Palesti-na, la fabricación del papel; de las márgenes del Nilo,del Tigris, del Eufrates y de las gargantas del Atlas,los canales, las acequias, los pantanos y las norias,que fueron base para que el esfuerzo humano hicierasurgir sobre la inútil estepa, la vega de Zaragoza; sobreestériles arenales, la maravillosa huerta valenciana, y,como por arte de magia, los bancales de Alicante, losbosques de palmeras de Elche, el pensil murciano ylos Cármenes de Granada. Ellos nos trajeron el arroz,el naranjo, el limonero, el granado, el algarrobo, elalmendro, el membrillero, el níspero, el plátano y laschumberas, fuentes hoy de riqueza de muchas de

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nuestras preciadas provincias del Mediodía. Ellos nosperfeccionaron en la fabricación de los cueros deCórdoba, de la bonetería de Toledo, de los paños deBaeza y Murcia, de la moneda, del cristal, de la loza,de los azulejos de reflejos metálicos, y al compenetrar-se con la nuestra su genial incomparable arquitectura,surgió la mudéjar, que nos distingue en el mundo.Ellos, y con ellos los hebreos, llevaron nuestro comer-cio a la costa septentrional del Africa y al Bajo Impe-rio, exportando azúcar, aceite, seda, azufre, antimonio,armas y guarniciones militares a cambio de los frutosde Oriente que aquí no se pudieron implantar. Bajosu dominio alcanzaron fama por sus industrias Mur-cia, Sevilla, Almería, Córdoba, Málaga, Toledo y Já-tiva, y fueron nuestros puertos de mayor comerciolos de Almería, Málaga, Cádiz y Sevilla. Tomada delos griegos, nos importaron la geometría de posición,que es hoy la universal, y de éstos, de los egipcios,indios y chinos, las nociones de química, que aquí seconvirtió en ciencia. La botánica, mejor dicho, suimplantación, se debió al musulmán español AbenBeitar, y el primer jardín botánico del continente sefundó en Córdoba. Ellos nos trajeron la medicina yla farmacia, hasta entonces desconocidas en Europa;aquí se crearon sus primeras escuelas fundamentales;discípulos de ellas fueron los que implantaron la fa-mosa de Montpellier, y aquí, de nuestras escuelas,surgió la figura más grande de la Medicina en el

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siglo XIII, el médico español Arnaldo de Villanueva.En ciencias, artes y en las diferentes ramas que abarcala Literatura, sobre todo en Historia y Geografía, losjalifas de España se propusieron superar a sus enemi-gos de Oriente. Cuantos libros se escribían en Siria,Persia y Alejandría, eran traídos a la biblioteca deCórdoba, que llegó a reunir—en aquellos tiempos enque aún no se conocía la imprenta—la fabulosa cifrade 400. 000 volúmenes. La densidad de poblaciónsuele ser la norma de su riqueza, y Córdoba llegó atener un millón de habitantes.

Como preciadas joyas de su brillante arquitectura,España conserva fortalezas, torres, puertas, templos,centenares de monumentos, y entre ellos el Alcázary la Giralda de Sevilla, la Alcazaba de Málaga, la Al-jafería de Zaragoza, Santa María la Blanca y la Puertadel Sol de Toledo, la Mezquita de Córdoba, el Gene-ralife y la incomparable Alhambra de Granada. Ellaes el único ejemplar existente en el mundo que, através de las edades, conserva aún todos los esplen-dores del arte musulmán. Han desaparecido cuantospalacios construyeron los árabes en Egipto, en Asia yen el Norte de Africa, como desaparecieron en ItaliaEl Kaszr, Jalesa, Ab-Azziza y Almanzuriya, que enSicilia construyeron los musulmanes y fueron orgu-llo de Palermo. De todos ellos sólo queda lo quecuentan los libros, mientras la Alhambra, construidacon frágiles materiales, hace siete siglos y medio que

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existe, por ese cariño, por ese sentimiento del Arteque, como dice Pí y Margall, han sentido para honrade España todos los reyes, todos los Gobiernos y to-dos los españoles. Nuestra Patria es digna de la grati-tud universal por haber sabido sostener y conservar,entre otras joyas, ese tesoro artístico, único en suclase.

Negar lo mucho y bueno que hicieron los musul-manes, sería negar la verdad; pero, sin quitarles mé-ritos, hay que tener presente que permanecieron ochosiglos entre nosotros y que si realizaron tanto y tanbueno, fué porque hallaron aquí elementos, ambienteapropiado y, sobre todo, una raza tan inteligente queno hay idea que no se apropie, realice y mejore. Queesto es verdad, queda demostrado coa sólo fijar laatención en que ni antes, ni mucho menos después,realizaron tos árabes en conjunto en su país, ni enotro alguno, lo que hicieron aquí.

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IV

Término de la Reconquista.

Volviendo a nuestro relato histórico, diremos quedurante la invasión sarracena Córdoba, Marruecos,Sevilla y Fez fueron las capitales en que alternativa-mente residió el Gobierno Supremo, común a marro-quíes y españoles de una y otra orilla del Estrecho, yfué tal la compenetración a que llegaron estas dosramas hermanas ante la Historia, que hubo necesidadde traducir el Corán al castellano y la Biblia al árabepara que rezaran en sus mezquitas y en sus iglesias,porque los de una y otra religión, al nacer en uno uotro lado, habían llegado a olvidar su primitiva len-gua. Y tanto es así, que el idioma español aún con-serva más de mil ochocientas palabras árabes y ellosun sinnúmero de palabras españolas.

Pero todo llega y todo pasa, y pasó la época de subrillante apogeo. Las eternas discordias mermarondía tras día su poderío, hasta el extremo de que re-ducidos al reino de Granada, derrotado Boabdil yhecho prisionero por los reyes Fernando e Isabel enlos campos de Lucena, le pusieron en libertad a con-

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dición de que, si lograban tomarle las principales ciu-dades de su reino, les había de entregar Granada.

En años sucesivos logró D. Fernando conquistarLoja y Vélez-Málaga, y tras formidable sitio, Málagay Baeza. Cercó a Granada, postrer baluarte de la me-dia luna, y un voraz incendio redujo a cenizas elcampamento cristiano que, con pasmosa actividad,fué reconstruido con casas de piedra en vez de tien-das de lona, y así surgió el pueblo que se llama desdeentonces Santa Fe.

El 2 de Enero de 1492 entregó Boabdil Granada alos reyes Fernando e Isabel, previa promesa de éstosde respetar la religión, leyes y costumbres de los ven-cidos, y seguido de los suyos, fué a tomar posesióndel territorio que se le dió en la Alpujarra, cuya sobe-ranía permutó por dinero al siguiente año, pasando aMarruecos, donde murió en un combate.

Así terminó la Reconquista.

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V

Origen de la Inquisición. —Los Reyes Católicos. —El Car-denal Cisneros. —Luchas con los marroquíes y guerrade 1860.

Después del triunfo del Cristianismo, una ola de-exaltación religiosa había invadido a Europa. LosConcilios, los Papas y los obispos dictaron severísi-mas penas espirituales contra las herejías, siendo a lapar perseguidos los judíos, que fueron por siete vecesexpulsados de Francia. Inglaterra y los Países Bajoslos trataron de una manera cruel; Portugal hasta lesprohibió que se llevaran a sus hijos menores de cator-ce años, y en Italia los patronos de los barcos los so-lían asesinar para robarlos, haciendo granjeria de susmujeres.

Sucedió también que como los representantes delEvangelio no debían derramar sangre ni matar a sussemejantes, los Papas, con el apoyo de algunos prín-cipes, dispusieron que los herejes fuesen entregadosal Poder civil, único que podía imponer castigos cor-porales, y mediante la ficción de considerar delitoscontra el Estado los delitos contra la fe, se aplicó eltormento y se quemó a centenares de seres humanos,

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con grave mengua de la religión cristiana. Tal fué elorigen del Tribunal que se llamó de la Inquisición oSanto Oficio, el cual se estableció en Roma, pasó aFrancia y de ésta a Aragón, e impulsados los reyesD. Fernando y D. a Isabel por el bajo clero y la plebe,implantaron—para realizar la unidad religiosa—laInquisición en Castilla y decretaron la salida de losjudíos del Reino en el término de cuatro meses, aexcepción de los que abrazaran el Cristianismo, to-mando análogas medidas para los mudéjares, con loque la inmensa mayoría de unos y otros se expatrió,siendo los menos los que, sin fe y sin convicción, re-cibieron el bautismo.

Estos hechos valieron a Fernando e Isabel el títulode Reyes Católicos que les dió el Papa.

Con la expulsión de los hebreos y los moriscos de-cayeron la cultura y la riqueza nacional. La resolu-ción de los Reyes Católicos fué desleal, desacertada ycruel; mas no fueron ellos, fué su tiempo quien lohizo. Y la prueba está en que cosas mucho peores serealizaron en el resto del continente. Se habla muchode la Inquisición, pero muy poco—permítase la fra-se—de las bestialidades cometidas por los hugonotes,católicos, luteranos y demás de Europa. Malo, muymalo es quemar vivo a un ser racional; pero es mu-cho peor hacerlo Cardenal, como hacían en Francialos hugonotes a los católicos; esto es, levantarles elpellejo de la cabeza y dejarles con su birrete púrpura

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de carne viva, adonde acudían las moscas y otros in-sectos, hasta que el paciente moría entre horrendosdolores y calenturas. La leyenda negra de España esuna de tantas falsedades. El germen de cuanto malohicimos, vino siempre de fuera.

Volviendo a nuestro relato, la obra de la Recon-quista quedó incompleta, porque no se realizó a con-tinuación lo que constituye el primer deber de Espa-ña en el mundo: la reconquista del Africa septentrio-nal, indispensable para la seguridad de entonces, delpresente y del mañana. Verdad es que el descubri-miento de América atrajo de tal modo la atención detodos, que disculpa en parte tamaño error.

Comprendiéndolo así, el Cardenal Cisneros envióen tiempos de su Regencia un fuerte ejército que re-conquistó a Melilla, tomó a Orán, Argel, Túnez,Tremecén, Mazalquivir y el Peñón de la Gomera, sinque desde entonces haya transcurrido un solo sigloen que España no regase con su sangre el suelo ma-rroquí, logrando con la gloriosa guerra de 1860 abrirlas puertas de aquel Imperio en favor de todas las na-ciones de Europa, dándose el triste caso de que lasmás favorecidas sean hoy las que nos regatean la po-sesión de Tánger.

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VI

Nuestra misión en Marruecos. —Lamentable estado delos marroquíes. —Importancia del idioma español. —intereses mercantiles. —Los hebreos.

De todo lo expuesto resulta que, si bien distintosen cultura y creencias, peninsulares y marroquíes so-mos dos ramas de un mismo tronco. Nosotros, la quea impulsos de la civilización florece y progresa antela generadora luz del Mediodía; ellos, la que bajo lapesadumbre aisladora de un absolutismo enervantevegeta, débil y retrasada, en el occidente africano.Ellos nos trajeron un día la civilización del Oriente,que, incorporada a la nuestra, fué a desbordarse portoda Europa. Pero en el constante contrabalanceo dela Historia, los hechos se repiten, y ahora que a nues-tra vez los hemos invadido, cumple a nuestro decoroy responde a nuestra hidalguía hacer lo que estamoshaciendo: sacar a ese país del estado primitivo en quese encuentra y convertirlo en próspero y civilizadopor la magia creadora de nuestra raza. Hay que decir-lo muy alto: España fué la primera nación coloniza-dora del mundo, y por su historia, por sus aptitudes,

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por su vocación, no hay otra capacitada para serlohoy en las fronterizas costas africanas.

Marruecos tiene en el mayor abandono la culturade su pueblo y la extraordinaria riqueza de sus cam-pos, en que se producen cereales, hortalizas, frutas,legumbres de exquisita calidad, vides y almendros. Suganadería puede llegar a ser inmensa y grandes losproductos de sus bosques de cedros, álamos, encinas,robles, alcornoques, nogales, pinos y olivos, siendoincalculable el número de sus minas de cobre, plomo,hierro, cinc, manganeso, cinabrio, alumbre, sal gemay hasta de plata y oro. Además, su arqueología guardanumerosas joyas de inestimable valor.

Pues bien, en medio de esa riqueza inexplotadavive hace más de cuatro siglos una población igno-rante, pobre y miserable, con detestables viviendas,sin escuelas, sin buenas mezquitas, sin bibliotecas, sinmédicos y sin caminos. España, que fué la civilizado-ra de un nuevo mundo y la generadora de florecien-tes naciones, sabrá hacer de ese Marruecos un pueblorico, culto, tolerante y floreciente, y si es preciso tro-cará en hermosa realidad el mitológico jardín de lasHespérides.

Pueblan el territorio mogrebino berberiscos, moros,judíos y negros, de los que el cuarenta por cientopertenecen a la raza bereber, que es la que habita laregión montañosa de la zona de nuestro Protectorado.

En tales condiciones, España debe considerar a las

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cábilas que con nosotros combaten, no como a unenemigo y sí como a un enfermo a quien hay quepreparar convenientemente antes de la operación qui-rúrgica. Ellos son el paciente; nosotros, el operador.El momento del encuentro, de la lucha, de la batalla,es la operación cruenta, terminada la cual hay queacudir inmediatamente a cicatrizar las heridas paraque termine la cura en un fraternal abrazo entre eloperado y el operador.

España en Marruecos no es una extranjera, no; Es-paña en el Norte de Africa camina por tierra propiaen busca de mayor extensión a sus dominios.

Nos importa mucho conocer bien a Marruecos, yel mejor medio de conocer un pueblo es empezar porestudiar su idioma. Si nuestros soldados supieran ára-be, tendríamos mucho adelantado.

Hoy se estudia el español en todas las principalesnaciones, porque España, considerada mercantilmen-te, es un factor importantísimo en el mercado inter-nacional y porque el conocimiento de nuestro idiomaes la gran palanca para explotar, en perjuicio nuestro,el comercio de la América española y el de Ma-rruecos.

Nuestro Protectorado—andando el tiempo—deberendir grandes beneficios al Estado español y no seruna ruina. Claro que hay que sembrar para recoger;pero no para que otros recojan en perjuicio de la Pa-tria y sí para que el Gobierno lo recaude en provecho

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de ésta. Hay que vivir del presente, pero con mirasal porvenir.

Es de urgente necesidad dar en nuestra zona deinfluencia un gran impulso a todos los gérmenes devida, porque cada tienda que se abre, cada industriaque se plantea, es una posición, es un baluarte que setoma y que, lejos de costar sangre y dinero, crea lazosde amistad y rendimientos al Erario. Para ello hayque considerar los puertos de la Península y los denuestro Protectorado como puertos de cabotaje paratodo lo nuestro que de aquí vaya y para todo lo deellos que de allí venga, suprimiendo los derechos deAduana. Con eso y con las primas de exportaciónpara lo que llevemos, nuestro comercio adquirirá in-mensas proporciones y se pondrá fin al desprestigioque produce el que, teniéndolos nosotros a catorcemillas de distancia, figuremos en segunda línea entrelos importadores por superarnos otras naciones encantidad y en economía. España tiene condicionespara ocupar un puesto prestigioso en el comerciouniversal, y hay que hacer que se nos cotice en lomucho que valemos.

Hoy el sesenta por ciento del tráfico marroquí estáen manos de los hebreos. A ellos se debe su principalincremento. La honradez, la laboriosidad y el instintocomercial son su característica, teniendo por costum-bre dividir su capital en tres partes: una para la adqui-sición de propiedades, otra para comerciar y la res-

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tante como capital disponible. Jamás emplean todosu dinero en un solo asunto.

La inmensa mayoría de los españoles desconoce loque son los hebreos; sólo recuerdan, por tradición,que fueron los judíos actores en el drama del Calva-rio. Pero ni los hebreos de hoy son aquéllos ni nos-otros somos los españoles de la Inquisición.

Hay que no olvidar que Jesús era hijo de padresjudíos; que el Antiguo Testamento y los Mandamien-tos de la ley de Dios, base del Cristianismo y de lamoral universal, son judíos, y que tan obligados estánellos a cumplirlos como los cristianos.

Los hebreos se hallan divididos en dos ramas. Laprimera la forman los sefarditas, procedentes de Sefa-rad, nombre con que en lengua hebrea se designa laPenínsula Ibérica, y la segunda los asquenasin, descen-dientes de los eslavos.

Los sefarditas ostentan con orgullo su origen espa-ñol y son, por decirlo así, la aristocracia de la raza.Los de Tánger, Tetuán, Arcila, Larache, Alcazarqui-vir, Mazagán, Xexauen y de las ciudades del litoralAtlántico, hablan como lengua propia el español an-ticuado; es el idioma de la familia y con el que seentienden con todos los hebreos de origen ibérico, deesos españoles sin Patria, de los distintos países delmundo, que transmiten con prolijo cuidado nuestroidioma a sus descendientes, que conservan incólumesu cariño a España, la Patria de sus antepasados; que

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lloran en sus desventuras, que gozan con sus triunfosy que sienten por ella el amor inquebrantable de loshijos por su madre.

Hay que decirlo muy claro: el Estado español eshoy, por sus leyes, uno de los más libres y tolerantesdel mundo. Esta libertad, esta tolerancia religiosa y eltalento de nuestro Rey, nos permite contar en Ma-rruecos con el patriótico auxilio de las asociacionesde los sefarditas, que se han impuesto el deber de pro-pagar el idioma castellano, el fomento de las relacio-nes comerciales, científicas, industriales, literarias ydel amor a la Patria común en nuestra zona marroquí.

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VII

Los rifeños. —La hermosa obra de España. —En pro delEjército. —Nuestros derechos. —Tánger.

Si bien las estadísticas sólo se han implantado enlas poblaciones ya sometidas a nuestro Protectorado,puede calcularse en más de un millón los indíge-nas que corresponden a nuestra zona, de los cuales540. 000 habitan en el Rif, o sea en la antigua provin-cia Tingitana, cuyas únicas poblaciones son españo-las y se titulan Melilla, Alhucemas y el Peñón. De lacifra expresada, 320. 000 viven en las montañas y sedividen en diversas cábilas o tribus que se fraccionanen multitud de grupos, y se puede calcular que deltotal, 76. 000 están armados con excelentes rifles ygumías, son formidables luchadores y más astutos ybravos que sus hermanos los yebalas. En general, ca-recen de instrucción, saben el Corán de memoria,pero no se dan cuenta de sus máximas.

Los moros son hombres fuertes, recios, frugales,bravos y vivos. Aman su independencia, cosa lógicasi se tiene en cuenta que el Rif pocas veces estuvosometido a poder alguno.

El rifeño es valiente y en la lucha llega a la temeri-

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dad, impulsado más que por su fanatismo religiosopor el botín, por el afán de lucro. Perseverante en lavenganza, premedita con crueldad sus ataques y seensaña con el vencido, lo cual no impide que rindaculto a la gallardía y al valor. Es fatalista y acata loshechos consumados como voluntad de Dios. Avaro yegoísta, halla buenos todos los medios que le lleven alograr su propósito. Es falso, porque con el transcursode los siglos perdió la nobleza que adquirió en Espa-ña. Indolente y haragán, considera el trabajo comoun estigma, dejando al tiempo la resolución de todolo difícil, y es receloso porque en los pueblos incultosy sujetos a un régimen despótico impera siempre elsoborno, el engaño y el crimen, considerando la be-nevolencia como un signo de debilidad.

Hoy, en la infancia de su civilización y de su cul-tura, escucha a todos y de todos duda, sin perjuiciode utilizar y admirar la manera rápida con que Espa-ña—en menos tiempo que Francia—ha construidomuchos cientos de kilómetros de carreteras, caminosestratégicos, pistas y ferrocarriles, que no son más queel comienzo de la red que ha de transformar el país.Los faros erigidos en las costas; la apertura de nuevospuertos; el importante acrecentamiento de nuestrasCompañías mineras; la instalación de diversas indus-trias y de las fábricas de luz eléctrica; las redes tele-gráficas y telefónicas; la telegrafía sin hilos; el estable-cimiento de los Tribunales de Justicia; los servicios

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de Correos, del Giro postal y Bancos de ahorro; elsaneamiento y suministro de aguas; las granjas agrí-colas; el impulso de la agricultura; la instalación decentros veterinarios, de hospitales y dispensarios, alos que acuden los moros con verdadera veneración;la instrucción pública, difundida con tal diligenciaque ya existen cientos de escuelas para indígenasy españoles; el restablecimiento de la UniversidadMahometana de Tetuán; la constante inmigración es-pañola, que se eleva a cerca de 200. 000 compatriotas;el asombroso crecimiento y transformación de Meli-lla, todo esto y mucho más, al utilizarlo los naturalesdel país, nos los atrae y honra al Protectorado espa-ñol, y sobre todo y en primer término a nuestro ad-mirable Ejército, digno heredero de las glorias de sushéroes en las pasadas centurias.

Como se ve, nuestro Protectorado es ya un hechoefectivo, y nuestra presencia en Marruecos no repre-senta sólo el esfuerzo militar, no; nuestro Ejércitotiene a la vez y lleva tras sí una misión moral, políti-ca, civilizadora, mercantil y diplomática, base precisapara la españolización del Imperio marroquí.

El Cardenal Cisneros dijo que España se veía en eldilema de «imperar en Marruecos o mendigar antelos pueblos de Europa», y, desgraciadamente, teníarazón. El que sea dueño de la costa de enfrente, seráel centinela amenazador de nuestra casa.

La guerra que sostenemos en Marruecos es dura,

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llena de peligros; pero, por suerte, la lleva admirable-mente nuestro Ejército, y esto no lo decimos nos-otros, lo dice la crítica extranjera.

La paz es la consecuencia final de toda guerra;pero los superhombres extranjeros han estado tanpoco afortunados en la reciente, que hay que vivirprevenidos, porque ya se vislumbran otras guerraspeores.

Es doloroso decirlo, pero tenemos que hacer unesfuerzo y, siguiendo el ejemplo de diversas Poten-cias, aumentar el presupuesto de Guerra para dotarholgadamente a nuestro Ejército de cuantos elemen-tos pueda tener el más perfecto. Hoy sólo pesan en labalanza internacional las naciones que tienen solda-dos en condiciones de combatir en todo acto y mo-mento. Hay que rendirse a la evidencia; cuanto sehaga en pro de nuestro Ejército, se hará en bien dela Patria.

Nosotros ni podemos ni debemos abandonar Ma-rruecos, porque es una prolongación de nuestro terri-torio, y mucho menos prescindir de Tánger, a quienla Historia, la Geografía, la raza y la razón nos adju-dican con legítimo derecho. En Tánger todo es espa-ñol: el Instituto Microbiológico, las magníficas Escue-las de Alfonso XIII, las Escuelas Hispano-Arabes, elidioma, los sentimientos, la moneda, la prensa, elteatro, la Cocina Económica, la Gota de Leche, diver-sas instituciones culturales y hasta los nombres de las

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calles; tanto, que parece una ciudad andaluza en terri-torio africano.

España no puede tolerar que Tánger continúe enla forma que hoy está constituido, porque resulta unfoco de conspiración, de rebeldía y de contrabandopara nuestro Protectorado, y mucho menos consentirque quede fuera de nuestro dominio, porque tenemosen él 14. 000 españoles que no podemos abandonar,porqué desde él ha de partir el camino de América,y, sobre todo, porque equivaldría a tolerar un segun-do Gibraltar en la otra embocadura del Estrecho.

Tánger, que por ser la clave de ese canal marítimosería en poder de cualquier nación un factor impor-tantísimo y un peligro para todos, incluso para Ingla-terra, es para España cuestión de vida o muerte.Conste, pues, que España lo necesita, así como laplena posesión de entrambas costas, para la seguridadde su propio territorio y para garantía de todas lasnaciones en la neutralidad del Estrecho.

Si en vez de la ley de la mayor o menor fuerza ma-terial fuera la ley del derecho y la razón la que impe-rara en las querellas diplomáticas, Tánger sería espa-ñol desde hace muchos años.

Hay que despertar al pueblo; hay que hacerle com-prender la importancia inmensa que para España tienela absoluta posesión del territorio marroquí; hay queabandonar nuestra indolencia internacional y hay queactuar constante y enérgicamente, porque a pasos ace-

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lerados llegan los momentos decisivos y urge defen-der lo que se nos concedió en las cláusulas secretasdel Acuerdo franco-inglés de 1904, esto es, todo elNorte de Africa desde el Muluya al Sebú, y puestoque nos pertenece, hay que nacionalizarlo y reconsti-tuir de una vez para siempre la España Tingitana,denominando Mediterráneo español el que, al bañarsus márgenes, baña también las de la Metrópoli.

La insana debilidad de nuestros Gobiernos es causade que Francia, mientras demora sin límites la redac-ción de los Estatutos que deben posesionarnos deTánger, cree en él contingentes militares y realiceactos para los cuales carece de derecho.

España no puede consentir que otra nación—cuan-to más poderosa peor—ocupe un punto cualquierafrente a nuestras costas del Estrecho. Eso sería cues-tión de honra nacional, y el mundo entero sabe queEspaña, en cuestiones de honra, jamás regateó nisangre ni sacrificios.

No olviden los que sueñan con atenazarnos por elNorte y por el Sur para convertirnos en patio de supropia casa, que la más fuerte tenaza se corta con unsencillo alambre, y que los patios, al surgir un incen-dio, se convierten en volcanes que destruyen y ani-quilan cuanto los rodea. No existe interés alguno quepueda anteponerse al interés de España en la costarifeña. En diversos tratados se nos otorga el Protecto-rado de todo el Norte de Marruecos, y Tánger está

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enclavado dentro de esa zona. Hay, pues, que incluir-lo de hecho en el Protectorado español, sin alianzasni compromisos, puesto que nada se nos da al tomarlo que es nuestro ni procede pago alguno por acatarlo pactado.

España, por lo que es, por su posición geográfica ypor el indomable espíritu de sus veinticinco millonesde habitantes, puede ser en todo momento una in-comparable amiga, y, por mutua y garantizada conve-niencia, la más hermosa ruta entre Europa, Africa yAmérica. Pero también puede ser infranqueable barre-ra si con menosprecio de sus legítimos derechos nose la considera en cuanto vale y se merece.

Lo heroico de nuestra raza, su hidalguía, su genioprepotente y nuestro incomparable idioma, fueronnuestra gloria de ayer y han de ser nuestra gloria delmañana.

En una u otra forma, España va a resurgir. ¡Salu-demos a la aurora del futuro!

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