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90 Ann Skelton Ann creció bajo el violento régimen del apartheid en Sudáfrica. Cuando tenía 15 años, los chicos negros de su misma edad que protestaban eran baleados y encarcelados. Siendo una joven fiscal, vio niños que habían sido golpeados por la policía y mordidos por los perros policía que eran condenados a recibir azotes. Se transformó en una abogada que lucha por los derechos del niño y redactó leyes para protegerlos. Lleva los casos de los niños a la corte y cuando gana esos casos, muchos niños en situaciones similares a las de sus clientes son ayudados. Para Ann es importante que los adultos escuchen a los niños. “Los niños son personas. Necesitan la oportunidad de participar en las decisiones que afectan su vida.” E n la adolescencia, Ann odiaba todas las reglas de la escuela. “Cuando empecé el secun- dario, mis compañeros y yo teníamos que llevar un cartel con nuestro nombre en torno al cuello. Me parecía degra- dante y me negué a usarlo.” Pero esa fue sólo la prime- ra de una serie de humilla- ciones para Ann en el nuevo secundario. “Los chicos más grandes nos maltrataban, nos envia- ban a comprarles cosas y nos trataban como esclavos sólo porque éramos menores. Me rebelé contra todo ese acoso y por supuesto, me metí en problemas y acabé en la sala de castigo de la escuela. Siempre me sentí afuera de ese siste- ma en el que podías ser casti- gado por tener tus propias ideas y una opinión diferente.” NOMINADA • Páginas 90–109 ¿POR QUÉ SE NOMINA A ANN? Ann Skelton ha sido nominada al Premio de los Niños del Mundo 2012 por su exitosa lucha de más de 20 años por los derechos de los niños afectados por el sistema jurídico. Ann ha realizado una labor pionera por los niños de Sudáfrica, tanto en las cortes como al cambiar las leyes que afectan a la niñez. Cuando Nelson Mandela se convirtió en presidente, se le pidió a Ann que presidiera la comisión de redacción de la nueva ley que protegía a los niños con problemas legales. Por ejemplo, al ayudar a un niño en un caso de divorcio, a un niño maltratado en su casa, a un niño refugiado solo, a niños maltratados en prisión o a niños de escuelas de barro en malas condiciones, y alcanzar una decisión de la corte a favor de los niños, Ann ha ayudado y protegi- do a todos los niños de Sudáfrica en situaciones similares. Ann es la directora del Centro de Derecho Infantil de la Universidad de Pretoria y recibe la ayuda de dos jóvenes abogadas. Ann con estudiantes de los secundarios Pretoria Boys High School y Girls High School interesados en fomentar los derechos del niño. FOTO: MASI LOSI

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World's Children's Prize promotes a more humane world. The program is open for all schools and 57,450 schools with 26.8 million pupils in 102 countries supports it. Every year millions of children learn about the rights of the child, democracy and global friendship through the program. They gain faith in the future and a chance to demand respect for their rights. In the Global Vote, the children decide who receives their prestigious award for their work for the rights of the child. The candidates for the Prize are chosen by a child jury who are experts in the rights of the child through their own experiences. The Prize Laureates become role models for millions of children. The prize money is used to help some of the world's most vulnerable children to a better life. The patrons of the World's Children's Prize include Nelson Mandela, Queen Silvia of Sweden, Aung San Suu Kyi and Graça Machel.

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Ann Skelton

Ann creció bajo el violento régimen del apartheid en Sudáfrica. Cuando tenía 15 años, los chicos negros de su misma edad que protestaban eran baleados y encarcelados. Siendo una joven fiscal, vio niños que habían sido golpeados por la policía y mordidos por los perros policía que eran condenados a recibir azotes. Se transformó en una abogada que lucha por los derechos del niño y redactó leyes para protegerlos. Lleva los casos de los niños a la corte y cuando gana esos casos, muchos niños en situaciones similares a las de sus clientes son ayudados.

Para Ann es importante que los adultos escuchen a los niños.“Los niños son personas. Necesitan la oportunidad de participar en

las decisiones que afectan su vida.”

En la adolescencia, Ann odiaba todas las reglas de la escuela.

“Cuando empecé el secun­dario, mis compañeros y yo teníamos que llevar un cartel con nuestro nombre en torno al cuello. Me parecía degra­dante y me negué a usarlo.”

Pero esa fue sólo la prime­ra de una serie de humilla­ciones para Ann en el nuevo secundario.

“Los chicos más grandes nos maltrataban, nos envia­ban a comprarles cosas y nos trataban como esclavos sólo porque éramos menores. Me rebelé contra todo ese acoso y por supuesto, me metí en problemas y acabé en la sala de castigo de la escuela. Siempre me sentí afuera de ese siste­ma en el que podías ser casti­gado por tener tus propias ideas y una opinión diferente.”

NOMINADA • Páginas 90–109¿POR QUÉ SE NOMINA A ANN?Ann Skelton ha sido nominada al Premio de los Niños del Mundo 2012 por su exitosa lucha de más de 20 años por los derechos de los niños afectados por el sistema jurídico.

Ann ha realizado una labor pionera por los niños de Sudáfrica, tanto en las cortes como al cambiar las leyes que afectan a la niñez. Cuando Nelson Mandela se convirtió en presidente, se le pidió a Ann que presidiera la comisión de redacción de la nueva ley que protegía a los niños con problemas legales. Por ejemplo, al ayudar a un niño en un caso de divorcio, a un niño maltratado en su casa, a un niño refugiado solo, a niños maltratados en prisión o a niños de escuelas de barro en malas condiciones, y alcanzar una decisión de la corte a favor de los niños, Ann ha ayudado y protegi­do a todos los niños de Sudáfrica en situaciones similares. Ann es la directora del Centro de Derecho Infantil de la Universidad de Pretoria y recibe la ayuda de dos jóvenes abogadas.

Ann con estudiantes de los secundarios Pretoria Boys High School y Girls High School interesados en fomentar los derechos del niño. FOTO: MASI LOSI

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Reglas del apartheidAnn asistió a una escuela ‘sólo para blancos’ de Pietermaritzburg – en esa época, los niños blancos y negros estaban separados entre sí en todas las condicio­nes sociales. Literalmente, era un delito que un niño negro visitara a uno blanco en un vecindario para blancos sin un permiso que se llama­ba ‘pase’.

Ann recuerda el día en el que los chicos negros salieron a las calles a protestar contra el apartheid.

“Cuando tenía 15 años y vi en televisión cómo los chicos negros de Sudáfrica se rebela­ban contra las reglas del apar­theid, entendí los motivos de su queja en forma diferente a la mayoría en mi escuela y mi barrio sólo para blancos. Fue en 1976, cuando los chicos negros protestaron contra el gobierno del apartheid, que los obligaba a vivir en la pobreza y a aprender en afrikáans, el idioma de los blancos. Pero muchos chicos

que protestaron en las calles el 16 de junio de 1976 fueron encarcelados o asesinados a balazos por la policía, sólo por tener su propia opinión y por negarse a ser tratados como esclavos. Recuerdo que escribí un poema sobre mis sentimientos y los niños que tuvieron que pagar la libertad con su vida.”

La familia de Ann“Mi padre, que era hijo de un trabajador en una mina de

carbón en Inglaterra antes de que viniéramos a Sudáfrica cuando yo era pequeña, entendía lo que era ser pobre. Un día, cuando pasamos caminando por un lugar don­de muchas personas negras hacían fila fuera de una fábri­ca para intentar conseguir trabajo, mi padre dijo: “Pobre gente, recuerdo cómo era estar en una fila como esa”. En ese momento supe que mi familia no era diferente de las familias negras y que todos

éramos iguales, dignos de respeto.”

“En mi último año del secundario, di un discurso sobre la desigualdad. Eso no me hizo popular, pues toda­vía era la época del apartheid, pero fue importante para mí porque aprendí a poner mis sentimientos y pensamientos de rebeldía en palabras. Entonces no sabía que iba a convertirme en una abogada que hablaría en nombre de los niños y lucharía por sus derechos. Pero eso fue lo que ocurrió.”

Niños en prisión “Años más tarde fui a estu­diar abogacía y en 1986 con­seguí mi primer empleo como fiscal en la corte. En ese tra­bajo, vi a muchos niños pre­sentarse en la corte, arresta­dos y golpeados por la policía,

La Ley de Justicia Infantil fue desarrollada por un comité diri-gido por Ann. La ley enfatiza la necesidad de cuidado y rehabi-litación de los delincuentes juveniles más que su castigo. La mayoría de los niños que tienen problemas con la ley en Sudáfrica ahora regresa con sus padres, o si son detenidos, la mayoría va a centros de aten-ción para niños, no a prisión.

Cuando Ann tenía 15 años, vio a los niños negros protestar contra el apartheid. Hector Pieterson, que tenía la misma edad que Ann, murió al ser baleado por la policía. Hector recibió póstumamente el Premio Honorífico de los Niños del Mundo en el año 2000.

Sólo las personas blancas podían nadar en esta playa.

El apartheid era el racismo legalEl racismo comenzó hace mucho tiempo en Sudáfrica, pero en 1948 fue legalizado y llamado apartheid, lo que significa ‘separación’. En esos tiempos, las personas blan­cas y negras se mantenían separadas y los negros se enfrentaban a la discriminación y a la persecución. Sudáfrica fue dividida en zonas para blancos y para negros. Millones de niños negros y sus familias tuvieron que irse a vivir a las zonas de ̀ negros .́ Los padres dejaban a sus hijos mientras iban lejos a buscar trabajo en los hogares, granjas y fábricas de los blancos. Muchos niños sólo veían a sus padres en navidad. Las personas negras eran arrestadas si entraban en una zona para blancos sin una autorización. No tenían permiso para usar los mismos autobuses, parques, baños públicos, restaurantes e incontables servicios reservados sólo para los blancos. Cuando los niños protestaron contra estas desigualdades y exigieron la libertad, la policía y los soldados usaron la violencia para acallarlos.

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Al ayudar en casos legales a Shaafi, de Somalia, y a otros niños refugiados solos, Ann protegió los derechos de todos los niños en esa situa-ción en Sudáfrica.

“Vi a muchos niños arrestados, golpeados por la policía y mor-didos por los perros policía.”

mordidos por los perros poli­cía y con las heridas aún abiertas. Algunos tenían frío, sin ropa que los abrigara. A menudo eran muy jóvenes y eran encerrados en celdas por mucho tiempo. Si eran halla­dos culpables de violar una ley, podían recibir la senten­cia de ser azotados con una vara.”

“Comprendí que el sistema era muy malo para los niños que tenían problemas con la ley y que necesitábamos cam­biarlo. Dejé la corte, fui a tra­bajar con Lawyers for Human Rights (Abogados por los Derechos Humanos) y armé un proyecto orientado a ayu­dar a los niños en prisión. Mis colegas abogados y yo podía­mos ir a la corte durante el día

y ver por nosotros mismos qué niños eran arrestados durante la noche.”

“A veces teníamos que sen­tarnos a esperar durante horas en duros bancos de las estaciones de policía, pues los oficiales hacían lo posible para que nos fuéramos. Pero esperábamos sentados hasta que nos mostraban a los niños. Hacíamos lo posible por contactar a las familias para decirles que sus hijos habían sido arrestados, para ayudarlos a ir a la corte de modo que pudieran llevar a sus hijos a casa. Deben recor­dar que en esa época no había teléfonos celulares. Incluso era difícil encontrar a un miembro de la familia que tuviera teléfono, pero cuando lo lográbamos, en verdad podíamos ayudar al niño y podía ser liberado.”

Asesinado a golpes“Un día en 1992, un chico de 13 años, Neville Snyman, y sus amigos entraron en una tienda, robaron dulces, papas fritas y bebidas frescas y cuando la policía los encon­tró, fueron arrestados y

enviados a prisión. Allí, Neville fue violado y asesina­do a golpes. Los periódicos de todo el país relataron la espantosa historia y mucha gente comprendió por prime­ra vez lo mala que era la situa­ción de los niños en las prisio­nes.”

Para Ann, fue la gota que rebalsó el vaso. Ya no podía tolerarlo.

“Entendí que hasta ese momento, sólo había ayudado a unos pocos niños de una ciudad y que necesitábamos ayudar inmediatamente a todos los niños presos en todo el país. Así que lanzamos una campaña llamada ‘Libera a un niño para navidad’. Llamé a cientos de personas y cada abogado de derechos huma­

nos de Sudáfrica llamó a otro abogado, que llamó a otro más… y así hicimos una cadena de adultos que traba­jaron juntos para asegurarse de enviar a casa para navidad a tantos niños como fuera posible. Fui a hablar con el gobierno y con las autorida­des de las cárceles y logré hacer que cooperaran conmi­go. ¡Ese año liberamos de pri­sión a 260 niños!”

Amenazada con la detenciónUn día, la policía de seguri­dad del apartheid allanó las oficinas donde trabajaban Ann y los demás abogados de derechos humanos. Tomaron expedientes y muchos docu­mentos donde Ann guardaba

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Cuando Nelson Mandela se convirtió en presidente en 1994, dijo: “¡Debemos vaciar las cárceles de niños!” Ann recibió la tarea de dirigir el comité que iba a escribir la nueva ley para niños.

Ann se convirtió en una abogada que habla en nombre de los niños y lucha por sus derechos.

información sobre los niños que estaba ayudando. Ann comprendió de inmediato que era posible que también la detuvieran a ella, pues la poli­cía de seguridad estaba arres­tando a sus colegas negros y a miles de otras personas de todo el país que en esa época luchaban contra las leyes del apartheid. Ann fue en segui­da a su casa y llamó a su mari­do. Le dijo que tenía que aprender a darle el biberón a su pequeño bebé ese mismo día, por si ella era la próxima en acabar en prisión. El espo­so se horrorizó, pero hizo lo que le pedía porque sabía que Ann no abandonaría su tra­bajo por los niños, ni siquiera si era detenida.

Corría el año 1992 y las cosas cambiaban rápidamen­te. El apartheid estaba llegan­do a su fin y era un momento apasionante en Sudáfrica. Al final, tras muchos años de lucha contra el sistema del apartheid, Nelson Mandela y otros luchadores por la liber­tad fueron liberados de pri­sión. Era tiempo de soñar cómo un buen país trataría a sus niños.

Nelson Mandela se convir­tió en presidente en 1994 y en su primer discurso al Parlamento dijo, “¡Debemos vaciar las cárceles de niños!” Y lo decía en serio. Le pidie­ron a Ann que presidiera un comité especial, que iba a redactar una nueva ley para niños que tenían problemas con la ley.

Le preguntó a los niñosMientras escribían la nueva ley, Ann y sus colegas decidie­ron preguntarles a los niños qué pensaban. Después de todo, ¡la nueva ley iba a afec­tarlos a ellos! Estos fueron algunos de los comentarios de los niños:

“Los niños menores de 10 años son demasiado pequeños para planear un acto delictivo a menos que haya una perso­na mayor que los esté alentan­

do a hacerlo.”“El policía me habló ama­

blemente la vez que fue a arrestarme. Pero en la esta­ción de policía las cosas cam­biaron. Me torturaron y hasta dije cosas que no había hecho porque él dijo que las había hecho. Es mejor que esté con­tigo alguien como un padre o un trabajador social cuando cuentas lo que ocurrió, para que no estés tan asustado.”

“La policía sólo me llevó y me encerró. No me dijeron que era mi derecho hacer un llamado telefónico. Incluso si te arrestan, tienen que decirte tus derechos.”

“En las celdas de la cárcel no hay camas. No puedes comprar comida. No hay nadie que te ayude cuando estás enfermo. Duermes con personas mucho más grandes que abusan de ti. Las celdas llevan a tener pensamientos suicidas cuando estás depri­mido.”

“Las cortes deben ser más para niños, con afiches de colores, pinturas, muebles y dulces. Los adultos no deben vestir largas chaquetas negras porque dan miedo.”

Los niños son personasAnn explica que los puntos

de vista de los niños sobre la prisión y la corte relataban historias de ira y desespera­ción. Expresaban el terror y la soledad que sentían los niños al entrar en conflicto con la ley.

“También nos decían cómo los adultos les fallaban a los niños cuando se metían en problemas. Pero también nos dicen que si consultamos sin­ceramente sus opiniones y tratamos sus pensamientos con dignidad y respeto, pue­den expresarse en forma lógi­ca y sensata, lo que a su vez nos ayuda a ayudarlos.”

Ann llama a los niños que ayuda sus “clientes niños”.

“Los niños son personas,” dice. “Necesitan la oportuni­dad de participar en las deci­siones que afectan su vida. Una de las cosas que más feli­

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cidad me da es ayudar a un niño a transformar su ira o rebeldía en una acción cons­tructiva, ¡para que el niño pueda hallar modos de ayudar a cambiar su propia situación!”

El delito hiereAnn sonríe mientras dice:

“Hoy tenemos la nueva ley que redactamos. Se llama Ley de Justicia Infantil. Entiende que los niños cometen errores y que los adolescentes tienden a quebrar las reglas. Si los tra­tamos como delincuentes, existe el peligro de que entren en contacto con verdaderos delincuentes, se endurezcan y al crecer cometan delitos gra­ves de verdad. Si entendemos que hicieron algo malo, pero les damos una segunda opor­

tunidad de enderezar las cosas sin llevarlos a las cortes y a prisión, entonces es proba­ble que aprendan de sus erro­res y al crecer sean ciudada­nos que acatan las leyes y res­petan los derechos de otras personas.”

“No se los debe hacer car­gar con las consecuencias de sus errores por el resto de su vida y tratarlos como delin­cuentes. La ley permite que se los derive a programas en los que puedan aprender lo que está bien y lo que está mal, cómo comportarse con las demás personas y por qué el delito hiere a los demás. Pueden crecer y convertirse en miembros de la sociedad que acatan las leyes.”

“No obstante, si continúan cometiendo delitos o su delito es tan grave como el asesina­to, el robo a mano armada o la violación, la nueva ley esta­blece que deben ser sometidos a juicio y si son hallados cul­pables, pueden ser enviados a un centro seguro de atención o a prisión. Si van a prisión, debe ser por el menor tiempo posible y deben estar separa­

dos de los adultos. Todos los niños tienen derecho a tener un abogado y si no pueden pagarlo, la Ayuda Legal de Sudáfrica (que recibe dinero del gobierno) les ofrecerá un abogado sin cargo.”

Un caso ayuda a muchos “Hoy mi trabajo no es sólo ayudar a los chicos que están en prisión. Llevo casos a la corte sobre muchos temas que afectan a los niños. Aunque ahora tenemos mejores leyes

en Sudáfrica, esas leyes no siempre se cumplen y los niños sufren. A veces lleva­mos un caso en nombre de muchos niños a la vez, para que se cumplan sus derechos. Otras veces llevamos un caso por un solo niño, y si gana­mos podemos ayudar a todos los niños en la misma situa­ción – el caso de Shaafi es así, el caso era sobre Shaafi, pero ayudó a todos los niños que solicitan ser refugiados en Sudáfrica, como Shaafi.”

En un caso que en un principio abarcaba a siete escuelas de barro de Sudáfrica, Ann señaló que ella y el Centro de Derecho Infantil representaban a los niños de toda Sudáfrica en la misma situación a la de las siete escuelas. El resultado del caso fue que el gobierno de Sudáfrica prometió invertir un total de 8.200 millones de rand (USD 1.200 millones) para reemplazar todas las escuelas de barro.

Ann cree que a menudo el sistema defrauda a los niños y que los adultos necesitan aprender a escuchar a los niños.

“Hoy, al llevar casos a la corte, ya no es para ayudar a niños que ya están en prisión, como durante el apartheid. Ahora aprendimos que lo que ocurre en la corte puede afectar a miles de niños.”

Antes, estos dos chicos que leen El Globo en un centro de atención infantil habrían estado en prisión. Pero la nueva ley para niños en la que Ann participó, enfatiza la necesidad de cuidado y rehabilitación de los delincuentes juveniles más que su castigo.

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Shaafi fue bombardeado, asaltado, ilegal y ahora legalCuando fue bombardeada la casa de Shaafi, en Somalia, él huyó y viajó a través de cuatro países antes de llegar a Sudáfrica. Allí se transformó en “ilegal” y fue arrestado. Pero cuando conoció a Ann Skelton, ella sabía que era “legal” y llevó su caso y el de otros niños refugiados a la Corte Suprema. Ann lo sabía porque había escrito las leyes para proteger a los niños…

O¡Abre la puerta!” El hombre da la orden

en voz baja, mientras los ojos de Shaafi se dirigen rápida­mente hacia el revólver que el hombre tiene en la mano sobre el mostrador de la tien­da que los separa. Corre a qui­tar el cerrojo de la puerta. Los dos hombres entran y golpean a Shaafi. Él cae al suelo.

“¿Dónde está el dinero?”, exigen los ladrones.

Shaafi señala las monedas y los billetes en dos cajas de car­tón junto al mostrador de la tienda.

“Si gritas pidiendo ayuda, te mataremos”, advierte uno de los hombres, apuntando a Shaafi con su revólver. El otro hombre vacía las cajas con monedas y billetes

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der. Ya les han robado antes y Shaafi está decidido a no defraudar a su empleador. Necesita el empleo.

Ora cinco vecesUnos minutos más tarde, una mujer viene a comprar pan. En su inglés chapurreado, Shaafi le dice que hoy no tienen cambio.

en una bolsa y toma algunas latas de pescado de atrás del mostrador.

Shaafi se levanta y echa el cerrojo luego de que salen. Las manos le tiemblan, pero se mantiene sereno y erguido. Hoy el dueño somalí de la tienda lo dejó a cargo del negocio porque tenía un asunto importante que aten­

“¿Cuántos huevos puedo llevar por el cambio del pan?”, pregunta.

Shaafi hace un rápido cál­culo mentalmente. “Tres,” contesta y envuelve con cui­dado los huevos en un viejo papel de diario.

Shaafi duerme bajo el pequeño mostrador de la tienda, donde guarda su col­chón y sus mantas durante el

día. Al atardecer, echa el cerrojo a la puerta detrás de él y al amanecer, lo quita. Durante ese tiempo, Shaafi está demasiado asustado para ir al baño, que tiene permiso para usar en el patio del vecino.

Junto a su cama, en un estante con la comida enlata­da, está su única posesión, su maleta. Dentro guarda su poca ropa, prolijamente

Niños no acompañadosLos niños que como Shaafi cruzan la frontera solos se llaman “niños o menores no acompañados”. Algunos de ellos lo hacen porque están huyendo de algo malo que ocurre en su propio país, como la guerra o la hambruna. Otros se van porque viven en un país donde la mayoría de las personas son pobres y esperan encontrar en otro país mejores oportunidades– tales como educa­ción o, si tienen más de 15 años, empleo. Otros pueden estar buscando a miembros de la familia de los que fue­ron separados. Puede ser peligroso que los niños via­jen solos, porque los extraños pueden intentar abusar de ellos. Una vez que llegan al nuevo país, les puede resultar difícil hallar un lugar donde vivir o una escuela adonde asistir, pues no tienen documentos para demostrar que tienen permiso para estar en ese país. Los abogados pueden ayudarlos a conseguir docu­mentos y evitar que sean ‘deportados’, que significa ser enviados de regreso a su propio país. Si un niño nunca puede regresar al país de donde vino porque allí la situación continúa siendo peligrosa, puede convertirse en ‘refugiado’ en el nuevo país y con el tiempo, obtener permiso para quedarse en forma permanente. En Sudáfrica hay muchos niños no acompañados de otros países africanos tales como Zimbabwe, Mozambique, R.D. del Congo y Somalia.

Shaafi duermebajo el mostradorde la tienda.

Shaafi guarda sus únicas posesiones en una pequeña maleta. La abre cinco veces al día para tomar su Corán y orarle a Alá. Sus plegarias son para su familia y por su propio futuro.

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Shaafi Daahir Abdulahi ,17

frontera entre Sudáfrica y Zimbabwe. Allí declararon a los oficiales de frontera que estaban buscando asilo y pidieron un permiso para solicitar asilo político. Les dieron un permiso de tránsito que les concedía 14 días para llegar a la oficina de refugia­dos más cercana.

Preocupado y arrestado“Los adultos de mi grupo me pagaron el transporte a Johannesburgo y a cambio, cargué su equipaje,” dice

Shaafi. “Pero cuando llega­mos y fuimos a la oficina de refugiados para solicitar el permiso de asilo, las personas de allí me rechazaron porque dijeron que era un niño. Me dijeron que fuera al Ministerio de Gobierno de Desarrollo Social de Sudáfrica. Yo no sabía qué era eso ni dónde encontrarlo. Para entonces, empezaba a preocuparme porque mi per­miso de 14 días estaba por caducar. Tenía que encontrar un lugar donde vivir y traba­jar para comprar comida.”

“Fue cuando empecé a tra­bajar para el tendero somalí. Empecé a aprender inglés de los clientes. Busqué una escuela y me ofrecieron una vacante en una escuela musulmana, pero no pude anotarme porque no tenía documentos para probar

quién soy, ni pagar las cuotas escolares.”

“La policía allanó la tienda en diciembre de 2010 y pidió ver mi permiso. Como yo no sabía hablar inglés, el dueño de la tienda explicó que no había podido obtener un per­miso porque era un niño. El policía me arrestó y dijo que yo era ilegal, y que si en ver­dad era un niño, no debía estar trabajando. El dueño de la tienda le dio 30 rand y entonces me dejó ir.”

“Las leyes de Ann” protegen“Unas semanas más tarde, un policía allanó la tienda nueva­mente, pero por suerte no me llevó a prisión. Pero mi suerte se acabó cuando un policía exigió ver mi permiso mien­tras iba caminando por la cal­le. Me arrestaron y hostiga­

doblada, junto a su Corán, que usa cinco veces al día cuando le reza a Alá. Sus ple­garias son por su familia en Somalia, su seguridad, su propio futuro en Sudáfrica y muy especialmente, para ir a la escuela.

Hogar bombardeado¿Cómo terminó Shaafi traba­jando y viviendo en un nego­cio de una esquina en el peligroso suburbio Mamelodi de la ciudad de Tshwane en Sudáfrica?

En septiembre de 2010, el hogar de Shaafi en Mogadishu, la capital de Somalia, fue bombardeado. Su padre murió y su madre y sus hermanos huyeron en diferentes direcciones en los momentos de pánico que siguieron. Ese día, muchas casas fueron bombardeadas y los soldados del ejército mili­tar le dispararon a muchas personas. Shaafi se unió a un grupo de sobrevivientes que huyó para salvar la vida. Dejó su ciudad natal sólo con la ropa puesta, sin saber si su madre estaba viva o muerta.

Durante semanas, Shaafi y las familias refugiadas viaja­ron a pie y en auto camino a Sudáfrica, esperando poder vivir en ese país. Viajaron a través de Kenya, Tanzania, Zambia y finalmente Zimbabwe. Fue un viaje peli­groso. Les robaron el dinero en Zambia y tuvieron que pasar varias noches en la selva antes de al fin alcanzar la

AMA: Leer el Corán y orarpor la paz en la vida.ODIA: La guerra.LO PEOR: Cuando bombardearonmi casa, murió mi papáy mi mamá desapareció.LO MEJOR: Cuando Ann Skeltonme ayudó a ser legal enSudáfrica para que no mearrestaran más.ADMIRA A: Alá.QUIERE SER: Exitoso en la vida.Tener una familia propiay poder cuidarla.SUEÑO: Encontrar a mi mamá.

Entre el atardecer y el amanecer, Shaafi está demasiado asustadopara dejar la tienda e ir al baño, que puede usar en el patio de un vecino.

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ron en la furgoneta policial alrededor de una hora. Me liberaron cuando un amigo acudió a la estación de policía y pagó 50 rand por mí. Vivía con miedo y no tenía forma de poner mi vida en orden o siquiera pensar en la escuela.”

“Entonces otros somalíes me aconsejaron ir a Lawyers for Human Rights (Abogados por los derechos humanos) a pedir ayuda para conseguir el permiso. El abogado fue ama­ble y me explicó que el gobier­no sudafricano tenía una ley que protegía a niños refugia­dos como yo. Luego me lleva­ron a ese Ministerio de Desarrollo Social. Los adul­

tos de ese lugar se negaron a ayudarme y dijeron que no había ninguna ley que los obligara a ayudar a niños refugiados extranjeros.”

El Ministerio de Desarrollo Social no conocía las leyes de su propio país. Sudáfrica fir­mó la Convención de los Derechos del Niño, que pro­tege el derecho de los niños refugiados a buscar asilo. Ann Skelton decidió defender a Shaafi. Ella sabía que Sudáfrica tenía nuevas leyes que protegían a los niños, porque ella había estado a la cabeza al redactar esas leyes. Sabía que Shaafi tenía dere­cho a ir a la escuela, recibir tratamiento en un hospital cuando lo necesitara y ser protegido del acoso de la poli­cía y de otros adultos.

En la Corte SupremaJuntos, Shaafi y Ann fueron a la Corte Suprema. El juez

ordenó que el Ministerio de Desarrollo Social acudiera a la corte, ahora las personas que se habían negado a ayudarlo, tendrían que escu­char la historia de Shaafi. Esto es lo que Ann y Shaafi le pidieron a la Corte Suprema:•Darinmediatamentea

Shaafi su permiso para soli­citar asilo, que diga quién es

y le permita gozar de sus derechos legales.•Declararquesedebedarel

mismo permiso a todos los niños refugiados sin padres.•OrdenaralMinisteriode

Desarrollo Social confec­cionar una lista de todos los niños refugiados sin padres y redactar un plan para exi­gir sus derechos.

Shaafi es “legal”Ahora Shaafi es una persona “legal” con derecho, pero el permiso no puede protegerlo de la xenofobia de las perso­nas a las que no les agrada simplemente porque es de otro país y de otra religión. Pero el permiso permite a Ann ayudarlo a planear su futuro.

Shaafi tiene ahora permiso para solicitar asilo. Pero eso

Esta es la vista de Shaafi desde la pequeña tienda donde pasacasi las 24 horas del día.

Cuando no hay clientesShaafi juega con algunos jóvenes afuera de la tienda.

“Tenía 8 años de edad cuan­do los soldados de la comu­nidad Mai Mai me llevaron de la escuela. Antes de eso vivía con mi madre en Bukavu, que queda en la parte este de la República Democrática del Congo. Había muchos otros chicos que se llevaron al mis­mo tiempo que a mí a otro lugar y les enseñaron cómo

usar armas. Después de un tiempo logré escapar junto a cuatro de mis amigos. Viajamos por diferentes paí­ses y nos quedamos en varios lugares. ¡Conozco bien el mapa de África! Finalmente terminé en Sudáfrica. Me han brindado ayuda, tengo un lugar donde vivir y me pagan las cuotas

escolares y el transporte hacia la escuela. A algunos sudafricanos no les agradan los extranjeros y a veces los atacan debido a la xenofobia. En momentos así, me dio miedo salir y llegado un pun­to no asistí a la escuela por todo un mes porque tenía miedo de tomar el tren. No obstante, compartí mi histo­

ria con los chicos de mi escuela porque quiero que otros chicos entiendan que puede ser difícil para los niños separados de su familia y lejos de casa. Después de este año, me queda uno más en la escuela. Cuando la complete, espero estudiar política internacional.”Joshua Masudi, 17

Difícil vivir lejos de casa

Badly treated99

RacismXenopho

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nos. Ahora tiene una nueva misión. Está pensando cómo crear un hogar de niños especial para refugiados, donde los niños como Shaafi se sientan libres de recordar la cultura de su familia sin ser discriminados ni sentir miedo.

no es suficiente. Una fría tar­de de invierno, Ann Skelton conduce hasta el suburbio de Mamelodi donde trabaja Shaafi. Se arriesga a que la asalten o incluso a perder la vida al sentarse con él junto a la tienda de la esquina para averiguar lo que Shaafi quiere para su futuro. Quiere ayu­darlo a reconstruir su vida y realizar sus sueños.

“Hay algo que quiero con­tarte,” dice él, “Hace poco conocí a otro chico que huyó de mi ciudad natal en Somalia, donde la guerra aún continúa. Me contó que mi hermano menor estaba con vida. Los soldados se lo lleva­ron para hacerlo soldado igual que ellos en la guerra. Dijo que nadie había visto ni oído nada de mi madre.”

Respeten mi religión“Shaafi, ahora que tus

derechos fueron reconocidos en Sudáfrica, ¿quieres que encuentre para ti un hogar de niños seguro y una escuela adonde ir?”, pregunta Ann.

Shaafi no tiene que pensar la respuesta. “Quiero ir a la escuela, pero no a un hogar de niños.”

“¿Por qué no quieres ir a un hogar seguro?”, quiere saber Ann.

“No me dejarían orar cinco veces al día ni respetarían mi religión. Mi cultura es dife­rente y los demás niños me acosarían o se burlarían de mí, como hacen aquí.”

Ann asiente, ella entiende. Muchos adultos le habrían dicho que es desagradecido y que debería ir adonde le orde­nan que vaya. Pero Ann lo escucha. Sabe que la libertad de religión sin ser acosado es un derecho humano básico y que los niños son seres huma­

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Ann Skelton le preguntaa Shaafi qué quiere hacerahora que sus derechosen Sudáfrica han sidoreconocidos.

“No quiero ir a un hogar de niños porque no respetarían mi religión y los demás niños se burlarían de mí”, dice Shaafi.

Cuéntanos tu opinión sobre la xenofobia y el racismo¿Has experimentado la xenofobia o el racismo? Cuenta al Premio de los Niños del Mundo tu histo­ria y tus pensamientos acerca de tratar mal a “otras” personas.

‘Xeno’ significa extraño y ‘fobia’ significa miedo, así que la palabra xenofobia lite­ralmente significa ‘miedo a los extranjeros’. ¿Por qué la gente tendría miedo de los extranjeros, que son seres humanos como nosotros? En algunos países, en especial donde mucha gente es pobre, tienen miedo de que

los extranjeros que llegan a vivir en el país consigan tra­bajo y otras oportunidades, tales como educación, en vez de ellos. A veces las per­sonas que le temen a los extranjeros usan formas vio­lentas de intentar obligarlos a irse – los amenazan, los lastiman o dañan su propie­dad, y en algunos casos

incluso los matan. Esto asus­ta mucho a los extranjeros, incluyendo a los niños extranjeros. A menudo no pueden regresar a su propio país debido a las guerras o a otras cosas que ponen en peligro la vida allí. La xenofo­bia también puede convertir­se en racismo.

La xenofobia y el racismo hacenque se maltrate a otros seres humanos

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Niños encerradosEl caso de Ann cambió la ley para todos los niños de Sudáfrica

Quiero ir a casa todos los días

Michael

El Tribunal Constitucio­nal de Sudáfrica es una

corte muy importante, por­que puede decidir si una ley respeta los derechos garan­tizados en la Constitución de Sudáfrica. La Constitución es la ley más importante del país y ni las demás leyes ni el accionar de las personas pueden ir en su contra. Cualquiera que vea afecta­dos sus derechos puede lle­var un caso a la Corte, inclu­so los niños, siempre que alguien los asista.

Uno de los casos que Ann llevó al Tribunal Constitucio­nal en nombre de todos los niños de Sudáfrica fue sobre una ley que permitía enviar a prisión a los niños por largo tiempo, e incluso la cadena perpetua. La Constitución dice que detener a los niños en prisión debe ser una medida tomada como último recurso, la corte siempre debe intentar hallar otro tipo de sentencia, y por el menor período de tiempo posible.

El Tribunal Constitucional halló que la ley que permitía largas penas y cadena per­petua para los niños era con­traria a los derechos del niño en la Constitución y ordenó que fuera quitada de los tratados de derecho. Los niños ya no pueden ser sen­tenciados a cadena perpe­tua. Este importante caso cambió la ley para todos los niños de Sudáfrica, porque todos los jueces de todas las cortes del país deben seguir lo que dice el Tribunal Constitucional.

Cuando Nelson Mandela llegó a ser presidente en 1994, había mu­

chos niños en prisión en Sudáfrica. El gobierno de Mandela le pidió a

Ann Skelton que desarrollara un nue­vo sistema de justicia para los niños. En 2010 se aprobó una nueve Ley de Derecho Infantil, desarrollada por un comité dirigido por Ann. La ley enfatiza la necesidad de cuidado y rehabilitación de los menores que delinquen antes que el castigo. La mayoría de los niños que tienen problemas con la ley en Sudáfrica, ahora regresan con sus padres. Si son detenidos, la mayoría va a centros de atención infantil donde reciben un tratamiento especial y donde hay aulas para aprender artes, carpintería, soldadura, plomería, talleres de tapicería y deportes.

Cuatro chicos del centro Horizon BOSASA, de Ciudad del Cabo, cuentan cómo se metieron en problemas y cuáles son sus sueños para el futuro.

“Tuve una buena niñez con la mejor madre que un chico pueda tener. Cuando tenía dos meses de edad, mi madre se divorció de mi padre porque él consumía drogas. No vi a mi padre hasta que tuve 5 años de edad. Tuve una buena vida hasta los 15, cuando un amigo me introdujo en las drogas. Pronto me volví adicto y empecé a robar. Mi madre vio que estaban faltan­do cosas, que yo adelgazaba y que no comía mucho. Así que una noche me preguntó, “Dominique, ¿estás consu­miendo drogas?” Le dije, “¿Estás loca?” Con el tiempo, mamá me puso en un hogar para chicos adictos a las drogas. Me quedé allí alrededor de una semana. Entonces robé una laptop y terminé detenido. Es por eso que estoy en BOSASA. Sigo un programa que me ayuda con mi adicción. Aquí los adultos son amables con nosotros, pero quiero ir a casa, todos los días.

Quiero dejar de ser drogadicto y lle­gar a ser conservacionista ambiental algún día. Así es como podré pedirle perdón a mi madre por lastimarla.”Dominique

La cara feliz es el saludode Dominique para su mamá.

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Niños encerrados

Tomé decisiones equivocadas Lo siento, mamá

Mi familia es todo el mundo

Los chicos escriben la historia de su vida.

Brandon

“Cuando tenía 3 años, mi madre y mi padre empezaron a beber y a golpear­me. Una trabajadora social me llevó a un hogar para niños. Cuando tenía 7 años, me enviaron con padres de acogida a los que no conocía. Me quedé por un año y luego me escapé porque se bur­laban de mí. A los 9 años de edad, me llevaron a otro hogar de acogida. Peleaba mucho porque cuando me pre­guntaban si tenía verdaderos padres, se reían. Fue por eso que me enojé mucho y empecé a pelear.

Cuando tenía 12 años, empecé a pre­guntar dónde estaban mis verdaderos padres. Me puse muy agresivo. Fue por eso que me enviaron a otro lugar lejano. Un día les pedí un poco de dinero a mis padres de acogida y me maldijeron. Escapé y empecé a entrar en las casas y robar las cosas de la gente. Me atra­paron y me condenaron a seis meses de prisión. Luego de eso volví a robar y en 2010, me condenaron a 2 años de prisión. No estoy orgulloso de lo que estoy haciendo. Tomé decisiones equi­vocadas en la vida. Por eso quiero que alguien me ayude a dejar de robar en las casas.”Michael

“Mi mamá y mi papá se divorciaron hace mucho tiempo. Papá volvió a casarse y tiene cinco hijos con su esposa. Yo no le importo y mi mamá trabaja sola por mi hermana y por mí. Fui a la escuela hasta noveno grado, pero entonces empecé a consumir drogas con mis amigos. Eso arruinó toda mi vida. Empezamos a robar para pagar las drogas. Me arres­taron por invasión de domicilio y robo. En la corte, me enviaron a la prisión Pollsmoor por cuatro semanas, pero cuando volví a aparecer en la corte, me enviaron a BOSASA. Espero que la próxima vez que vaya a la corte me envíen a casa. Si me dan una pena, me enviarán nuevamente a la prisión Pollsmoor porque tendré más de 18 años de edad y ya no seré un niño.

Quiero decirle que lo siento a mi madre, que trabajó tan duro para pagar mis cuotas escolares. Si tengo la sufi­ciente suerte como para no ser senten­ciado, quiero terminar la escuela y tra­bajar para convertirme en ingeniero automotriz.”Kevin

“Mi padre murió cuando yo tenía 7 años en un accidente con la motocicleta. Mi madre también iba en la motocicleta y a causa del accidente, no puede trabajar. Así que en casa luchábamos por nues­tras necesidades. Mi familia es todo el mundo para mí.

Anduve con malos amigos y terminé en las calles buscando dinero para mi problema con las drogas. Dejé de ir a la escuela. Me arrestaron porque estaba enojado con mi mamá y arruiné todo debido a las drogas. Le pegué en la espalda y se lastimó. Me denunció en la estación de policía porque dijo que yo debía aprender que eso estaba muy mal. Mi mamá dijo que levantaría el caso si yo cooperaba. La corte me envió a BOSASA, donde ahora sigo un progra­ma de manejo de la ira que me ayuda con mis ansias por las drogas. Mi sueño es terminar la escuela, ser soldador en una plataforma petrolera algún día y tener una bonita casa y un auto.”Brandon

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Kevin

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No hay escuela para si llueve

El caso de Ann ganó millones para las escuelas de barro

El caso ‘escuelas de barro’ comenzó con siete escuelas primarias de la Provincia Oriental del

Cabo, Sudáfrica, que carecen de las necesidades más básicas de una escuela. Los edificios están hechos de barro, no hay agua corriente y los niños no tienen sufi­cientes pupitres ni sillas.

La escuela de Zinathi, Tembeni Junior Primary, es una de esas escuelas. Tiene 220 alumnos que comparten 53 pupitres y en algunas clases no hay ni una sola silla. En otra escuela, Nomandla Senior Primary, los alumnos se ven obligados a usar la espalda de algún compañero de clases como superficie para escribir, pues no hay pupitres. Los padres y los niños de estas escuelas deci­dieron ir a la corte (ayudados por sus abogados del Centro de Recursos Legales) para exigir que reparen las escuelas, tener agua corriente y que haya suficien­tes pupitres y sillas.

Ann redactó un acta notarial (una promesa de estar diciendo la verdad) para la corte. En ella, dijo que su organización, el Centro de Derecho Infantil, apoyaba lo que los padres y los niños de las siete escuelas querían, pero también que este problema era mucho mayor. Señaló que había muchas escuelas en toda Sudáfrica que también estaban hechas de barro y no tenían sufi­cientes pupitres ni sillas. La importancia de que el Centro de Derecho Infantil se uniera al caso es que representó a niños de toda Sudáfrica en la misma situa­ción de los que iban a las siete escuelas. Esto significó que el Gobierno no podía sólo solucionar los problemas de las siete escuelas.

El resultado del caso fue que el Gobierno de Sudáfrica prometió por escrito que en los próximos tres años repararía todas las escuelas de barro del país y se aseguraría que todas tuvieran agua corriente y suficien­tes pupitres y sillas. Prometieron gastar 84 millones de rand (USD 11,5 millones) en las siete escuelas y un total de 8.200 millones de rand (USD 1.200 millones) para reemplazar todas las escuelas de barro de Sudáfrica.

7 am Zinathi se levanta de su esterilla de juncos y se lava con un cuenco de agua.

Zinathi es una alumna de Tembeni Junior Primary, una de las muchas escuelas de barro de Sud áfrica. Si ha estado lloviendo, Zinathi y sus compañeros no pueden entrar en el aula sin usar para ello planchas a modo de pequeños puentes.

“Como mi sueño de cambiar nuestra vida depende de ir a la escuela, me disgusta no poder hacerlo”, dice Zinathi. Espera que ahora mejore, ya que su escuela es una de las escuelas de barro que el Gobierno de Sudáfrica prometió reemplazar.

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ZinathiNo hay escuela para si llueve

El Apartheid destrozó los bosquesL

Zinathi están en peligro. Esta área era una así llamada patria que llevó el nombre de Transkei hasta que se abolió el apartheid en 1994. Miles de personas vivían apiñadas en una pequeña extensión de tierra y por lo tanto esta se usó en forma excesiva para el ganado y la labranza. Las personas son muy pobres aquí y dependen de los escasos y pequeños bosques que quedan para obtener leña, agua y pasturas para sus ani­males. Pero en otras partes de la Provincia Oriental del Cabo, el Gobierno ha establecido programas de protección del medio ambiente y reservas naturales para proteger los recursos naturales.7.30 am

Zinathi camina hacia la escuela con su amiga, Amanda Puzi. Es una larga caminata de cuatro kilómetros hasta allí. “¡Nos mantiene en forma!”, dice Zinathi.

8 am Zinathi y Amanda forman fila con los demás chicos de la escuela y marchan hacia el aula de barro, donde aprenden hasta las 2 pm.

Z inathi está sentada junto al fuego que da calor a la

tradicional casa de su familia en un pequeño pueblo de Ngqeleni. Ella mira las chis­pas desprenderse de las llamas y confundirse con el humo que se eleva hacia el pequeño orificio para el humo en el techo de pasto de su casa.

Afuera llueve a cántaros. Hoy Zinathi y sus amigos no pueden ir a la escuela porque

el camino está lleno de barro y además deben caminar cua­tro kilómetros hasta la escue­la. Todos estarían empapados al llegar allí.

Sacan el agua“Cuando llegamos a la escue­la luego de una lluvia como esta, tenemos que sacar el agua del aula antes de poder aprender. Tomamos las planchas que usamos de

os bosques que rodean el pueblo donde vive

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Zinathi Ngxokagi, 12AMA: Tener suficiente comida con carne para mi familia y para mí.ODIA: El delito.LO PEOR: Cuando mi amiga sufrió abusos en nuestro vecindario, pues ahora ya nadie está a salvo.LO MEJOR: Cuando tengamos una nueva aula con ventanas, un techo y muchas sillas.ADMIRA A: Nelson Mandela.Quiere ser: Una mujer policía, para poder detener a los crimi­nales.SUEÑO: Estar a salvo en mi vecin­dario. Tener un nuevo vestido verde.

pupitres para hacer un pequeño puente desde la entrada al aula. Nuestra es cuela está hecha de barro y no tiene ventanas ni puertas y la lluvia gotea sobre los libros. Es difícil aprender en nuestra aula, incluso cuando no llueve.”

Zinathi se siente frustrada por no poder ir a la escuela, pero tiene que ponerse al día con mucho trabajo de la casa. Su tarea es ayudar a mantener la provisión de harina de maíz de la familia, una labor que lleva tiempo hacer.

Quiere un cambioLa lluvia ha amainado lo sufi­ciente como para que Zinathi encienda afuera una fogata para cocinar. Cuando hierve el agua de la vasija negra, agrega algunas tazas de hari­na de maíz recién molida al agua caliente, revuelve y lo

deja cocinar alrededor de una hora. Hoy una amiga le dio a su madre un poco de azúcar. Agregando un poco de jugo de limón, hoy las gachas ten­drán un buen sabor agridulce.

Mientras espera, Zinathi trabaja tejiendo la esterilla que ha estado haciendo de juncos que recoge del río. Duerme sobre una esterilla de juncos en el piso de tierra del dormitorio de la familia.

Pero Zinathi está cansada de comer harina de maíz todos los días y dormir sobre una esterilla de juncos en el suelo. Quiere aliviar la pobre­za de la familia.

“Quiero ir a la escuela, para poder tener buenos resulta­dos y ser mujer policía. Sé que ir a la escuela, un día me ayu­dará a acabar con la clase de vida que llevamos. No quiero comer harina de maíz cada noche. Además quiero dormir en una cama con una almoha­da mullida, como vi que hacen otros niños del pueblo.”

“Con mi primer salario como mujer policía, voy a comprar un refrigerador, como tiene mi vecino, y pon­dría carne y verduras en él.”

Robo y abusoAbastecer a su familia no es la única razón por la que Zinathi quiere ser mujer policía cuando termine la escuela algún día.

“Hay muchas personas en este pueblo que no trabajan y

le roban a otros,” dice.“Quiero cambiar eso. Mi

sueño es convertirme en mujer policía cuando crezca, para poder cuidar a mi fami­lia y a mi vecindario.”

Hace muy poco, la amiga de Zinathi fue atacada por un hombre en el bosque que está junto a su casa. Desde enton­3 pm

Zinathi llega a casa y come un poco de gachas de la vasija sobre el fuego. Hoy tiene azúcar y limón para agregarle – ¡un gusto!

4 pmZinathi va a buscar agua y leña al bosque. Cuando llega al arroyo, lava su ropa en un cuenco.

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ces, las chicas tienen miedo de alejarse de sus casas. No obstante, tienen que armar pequeños grupos e ir al bos­que casi a diario porque dependen de los árboles para recoger leña y del arroyo para tener agua para beber y lavar. En el pueblo de Zinathi no hay tiendas y la gente tiene que arreglárselas con los recursos de la naturaleza para poder vivir.

“Por eso me disgusto cuan­do no podemos aprender en la escuela. Mi sueño de cam­biar nuestra vida depende de ir a la escuela. Sólo puedo ir a la Academia de Policía si ter­mino la escuela con buenas notas.”

5 pmEs hora de hacer más tareas domésticas. Zinathi muele maíz para hacer harina para las gachas. Toma varios puñados de semillas de maíz secas y las pone en la vieja piedra para moler de su abuela.

9 pmZinathi duerme en el suelo, sobre la esterilla de juncos.

Zinathi está tejiendo su nueva esterilla para dormir y un cesto. Conoce tan bien el diseño del tejido que puede hacerlo con los ojos cerrados. Es un arte tradicio-nal que aprendió cuando era pequeña.

¡La nueva escuela!Pronto estará lista la mudanza a la nueva escuela. Zinathi barre el exterior.

Uniforme escolar limpioSi ha llovido, el uniforme escolar se ensucia rápido en la larga caminata hacia la escuela. Zinathi lo lavó para que esté bonito.

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Los amigos de Zinathi

“Me gusta mirar TV. Me desa­gradan la pobreza y el delito en mi vecindario. Quiero estudiar y llegar a ser enfermera algún día.”Amanda Puzi, 12

“Me gusta jugar al fútbol. No me gustan los bravucones en la escuela. Un día quiero ser rico para poder comprar buena comida para mi familia, una casa y un auto.” Magwenqana Masithebe, 12

“Me divierto jugando. No me gusta el delito, porque hiere a la gente. Quiero ser una estrella de TV.” Emihle Sawulisi, 12

“Me gusta jugar al fútbol. No me gusta la escuela. Quiero vivir en una casa hecha de ladrillos con ventanas y conducir un auto.”John Asiphe, 13

“Me gusta conducir un auto. Odio la violencia que hay en mi pueblo y quiero ser maestra algún día para poder ayudar a las personas a llegar a algo en la vida.” Nelisa Sonyaka, 11

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Un Rap para el Ángel de Wonder

A los 10 años, Wonder Machethe empezó a huir de su casa. A los 12,

lo encerraron en un hogar de niños donde los chicos deberían haber

recibido amor, una buena vida y edu­cación. En cambio, Wonder vivía asustado

y cuando llovía, se mojaba su cama.Cuando Ann Skelton apareció en la vida

de Wonder, hizo lo que ha venido haciendo durante años, ayudar a muchos niños llevan­do su caso a la corte. Llevó a juicio hasta la Corte Suprema al hogar de niños y ganó. El juez dijo: “Traicionamos a estos niños”, y ordenó que el hogar de niños cambiara y fuera un buen lugar para ellos. Desde enton­ces, esa decisión debe ser cumplida por los hogares de niños de todo el país.

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L era demasiado dolorosa para mí. Compartíamos

una casa con varias familias, muchas de las cuales eran muy pobres, como nosotros. Siempre había alguien que estaba gritando, ebrio o dro­gado, peleando con su esposa, su vecino o su hijo. A menudo tenía miedo y un día, simple­mente abrí la puerta y corrí. No sabía adónde ir, pero ter­miné haciendo dedo fuera de la ciudad. Sabía que mi tío vivía en un pequeño pueblo en la provincia de Limpopo y decidí tratar de encontrar su casa. Me llevó días, pero finalmente lo logré. Cuando llegué a su casa, fue amable, pero me dijo que debía regre­sar a la casa de mis padres. Me subió a un autobús.”

“De regreso en Johannesburgo, primero me quedé, pero otra vez me cansé tanto del maltrato en la escuela y de la violencia en casa, que volví a escapar. Estuve deambulando mucho y una noche terminé dur­miendo en los baños de la estación de trenes de Johannesburgo. Temprano la mañana siguiente, un guardia me encontró. Me entregó a la policía porque dijo que no tenía permiso para dormir allí.”

Se sintió amenazadoLa vida como fugitivo de Wonder había terminado. Tenía 12 años cuando lo ence­rraron en un hogar de niños

llamado Luckhoff School.“Era un lugar terrible. La

lluvia se filtraba sobre nues­tras camas y siempre me sen­tía amenazado por el profesor encargado y su esposa. No les importaban los niños y nos castigaban duramente. Cuando un niño le clavó un cuchillo a otro, lo pusieron en una celda por tres semanas, pero salió peor que antes.”

“Era un lugar donde la poli­cía y el Estado ponían a los niños cuyos padres no podían cuidar de ellos. Lo llamaban escuela de oficios, pues se suponía que aprendíamos algún oficio, como soldadura, carpintería o mecánica de motores de auto. Pero no aprendíamos nada de eso.”

“Yo era bueno en la escuela y en verdad disfrutaba el deporte. Jugaba fútbol y entré en el equipo. Eso aumentó mi

confianza y me sentí muy bien cuando el profesor de deportes me invitó a su casa un sábado por la tarde. Vino a recogerme. Le dije cómo me sentía y que en verdad quería una oportunidad en la vida para trabajar duro y jugar deportes. Le dije que me sen­tía en peligro de probar las drogas que los chicos llevaban y sacaban a escondidas del lugar. Él me escuchó y me hizo sentir que un adulto me entendía por primera vez en mi vida.”

Ann toma acciónAnn Skelton encontró a Wonder en ese lugar cuando él tenía 12 años. Él dice que Ann es un ángel. Ann recuer­da bien el día en que conoció a Wonder. Fue cinco años atrás, cuando visitó la escuela de oficios Luckhoff para inspec­cionar el lugar, luego de reci­bir un llamado telefónico anónimo de una persona que le contó la difícil situación de los chicos en la escuela. Ann y Wonder piensan que fue el profesor de deportes de Wonder el que la llamó, poco después de que Wonder con­fiara en él.

“Fui a hacer una inspección

en la escuela y la hallé en terribles condiciones. Las camas de los niños eran malas, el techo goteaba y cuando llovía, se mojaban. Los colchones eran delgados y estaban gastados. Las ven­tanas estaban rotas y no había seguridad en torno al edificio.”

Ann no perdió el tiempo y llevó a la escuela Luckhoff a la Corte Suprema. Los adultos de esta escuela estatal inten­taron defenderse en la Corte diciendo que no tenían dine­ro para comprar colchones. ¡Pero tuvieron dinero para pagar el juicio!

“Los traicionamos”El juez declaró que la escuela Luckhoff violaba los derechos del niño y las leyes del país. Les ordenó entregar inmedia­tamente a cada niño una bol­sa de dormir y construir un cerco de seguridad en torno a la escuela. También les dijo que redactaran un plan para que cada niño recibiera bue­nos cuidados de adultos capa­citados y que regresaran a darle un informe tras unas semanas para ver los progre­sos. Dijo:

“¿Qué mensaje les damos a los niños al decirles que los

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Wonder con sus dos hermanas, Ashley, 12, y Robin, 10. Ashley dice:“Admiro a mi hermano porque me cuida, habla conmigo. Asistió a una

buena escuela, así que me ayuda con la tarea y me dice que estudiar en la escuela es algo bueno que puedo hacer por mi vida.”

a violencia en mi hogar

Ann Skelton encontróa Wonder en el orfanato cuando él tenía doce años de edad.

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alejamos de sus padres porque merecen mejores cuidados y luego fallar por completo en brindarles esos cuidados? Los traicionamos y les enseñamos que no pueden confiar en la ley ni en las instituciones estatales para que los prote­jan.”

Ann dice que no es suficien­te con redactar buenas leyes que protejan a los niños.

“También debemos ense­ñarles esas leyes a los adultos, como hicimos en la escuela Luckhoff. Muchos adultos no saben cómo proteger y apoyar a los niños. Deben aprender un nuevo modo de tratar a los niños amablemente. Este caso marcó la diferencia no sólo para los niños de la escuela Luckhoff, sino para todas las escuelas como esa del país.”

“Mi vida cambió”Ann entendió que la capaci­dad de Wonder de trabajar duro en la escuela y su talento para jugar al fútbol debían ser alimentados. Invitó a un benefactor a subvencionar los estudios de Wonder en una escuela secundaria privada de Johannesburgo por cinco años.

“Eso cambió mi vida,” dice Wonder. “Por primera vez, la gente me trataba con respeto y aprendí a confiar en un gru­po de hermanos. Vivía en el albergue de la escuela y allí los niños no eran alecciona­dos con violencia, sino con palabras y orientación. Llegué a ser excelente en el fútbol y estuve en el mejor equipo de la escuela. ¡Terminé los estudios el año pasado y aprobé los exámenes!”

“Mi madre ahora se mudó a un lugar mejor y vivo en casa, donde comparto un cuarto con ella y mis hermanas. Mi experiencia también ayudó a mis hermanas menores, Ashley y Robin, porque pue­do ayudarlas con su tarea. Hablo con ellas para que puedan trabajar duro para tener una vida mejor en el futuro.”

Un rap para AnnCuando Wonder supo que Ann había sido nomina­da al Premio de los Niños del Mundo, le escribió un rap. Dice que el rap es como poesía con ritmo, tiene un mensaje y puede expresar tu pasión y tu dolor.

“Cuando tenía 12 años, me llevaron del infierno al paraíso.

Crecí marginado, pero ahora mi vida pasó de ser mala a ser buena.

Seis años después, te nominan al Premio de los Niños del Mundo.

Lo que hiciste por mí es difícil de describir, ¡me diste amor desde un ángulo diferente!

Juro que cuando te vi por primera vez, parecías un ángel.

Me levantaste cuando había caído, supongo que es mi turno de cambiar las cosas,

porque me encontraste siendo un pecador – pase lo que pase ese día, ¡para mí siempre serás la ganadora!”

Cuando Ann llevó a la Corte Suprema al hogar de niños donde vivía Wonder, lo hizo para ayu-dar a Wonder y a los demás niños de allí, pero también para ayudar a todos los niños de todos los hogares de Sudáfrica. Aquí, Wonder le escribe un rap a Ann, a quien llama ángel.

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A abogada de Sarisa, le dijo al juez que cuan­

do los padres se divorcian, se debe consultar a los niños sobre decisiones que afectan su vida, tales como cuánto tiempo deberían pasar con uno de los padres.

Esto marcó la diferencia para Sarisa, porque el juez la escuchó y debido a eso, los adultos también lo hicieron. Pero también marcó la dife­

rencia para muchos otros niños, porque comenzó un proceso de oír la voz de los niños en los casos de divorcio de sus padres. El caso de Sarisa fue el primero en Sudáfrica en el que un niño en una batalla por su custodia tuvo su propio abogado para ayudarlo. El caso de Sarisa sentó precedente para otros casos. Ahora ya no es inusual que los niños tengan repre­sentación legal en la Corte.

“Los niños opinan en batallas por su custodia”, afirma el perió-dico Pretoria News luego de que el juez accediera a escuchar a Sarisa van Niekerk cuando tenía 12 años de edad (ahora tiene 19). Sus padres no se ponían de acuerdo en cómo compartir su custodia. Ann Skelton fue la abogada de Sarisa y fue la primera vez que un niño de Sudáfrica tuvo su propio abogado para ayudarlo en una batalla por su custodia.

Mi voz debe ser oídaCuando Sarisa tenía doce años de edad, se encontraba en medio de un caso judicial entre sus padres divorciados. No estaban de acuerdo en cómo compartir la custodia de ella y su hermana. Sarisa estaba triste porque sus opiniones no eran oídas y le escribió una carta al juez.

Tengo 12 años de edad y estoy involuc

rada en un

caso judicial en la Corte de Apelaciones relacion

ado

con mis derechos humanos como persona y como niña.

La primera vez que oí sobre los derechos del n

iño fue

en la escuela, cuando tenía 10 años d

e edad.

Aprendí que los derechos del niño eran p

arte de la

constitución llamada Declaración de Derechos, pero

no siempre se considera a los niños incluidos

entre los

que tienen derechos.

Todos los niños tienen derecho a recibir

la ayuda de

un abogado. Un abogado es una perso

na entrenada

para entender la ley y ayudarte. A veces un caso

judicial podría resultar injusto para u

n niño si un

abogado no lo ayudara.

Todos los niños tienen derecho a ser pr

otegidos de ser

tratados de un modo que los haga sentir mal acerca

de sí mismos y también de ser heridos por otros.

El Centro de Derecho Infantil me ayudó a conseguir

una orden de la Corte para que se de

signara para mí

un abogado de mi propia elección, quien ahora me

representa en la Corte para que mis derechos como

niña también sean protegidos y para que también mi

voz sea oída en asuntos que afectan m

i vida.

Sarisa

nn Skelton, que fue la