esconderse en las nubes. cuento

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Intentar hacer una serie de cuentos diferentes dónde siempre aparezcan la nubes. CUENTO DE LAS NUBES ESCONDERSE EN LAS NUBES Llovía. Llovía mucho. Por mi rostro resbalaba una mezcla de agua dulce y salada que insistía en colarse dentro de mi boca trayéndome sabor a mar. Aquellas persistentes gotas del cielo y de mis lágrimas me cegaban por momentos ocasionándome continuos choques con las gentes que iban y venían. Estaba triste, mucho, demasiado. Mi corazón estaba oprimido, encogido, como si no pudiera proseguir con sus latidos. Caminaba bajo la lluvia sin ningún rumbo. No sabía a dónde ir. ¿Existiría algún lugar donde aquel dolor se mitigara? Comencé a correr. Pensaba que así podría olvidar, que aquello se pasaría; inútil, la opresión seguía ahí. Aquel dolor intenso no desaparecía. Escuchaba ahora los gritos de mi corazón agotado de tanto esfuerzo. Me ahogaba. Tuve que detener mi carrera hacia ningún lugar, doblar la espalda y dejar caer cabeza y brazos hacia el suelo para poder recuperar la respiración. De mi pelo caían chorros de agua. Estaba empapada. No era consciente de lo mucho que llovía. Erguí la cabeza, dirigí la mirada al cielo y, entre aquella espesa cortina de agua, distinguí unas sombrías nubes: Iban desde el gris ceniza hasta el negro más profundo, pasando por distintas tonalidades de azul noche intenso. Flotando, en este mar de tinieblas, se distinguían pequeños dibujos de algodón muy blancos. Era un cielo tétrico, profundamente oscuro que atraía mi atención como si me hubiese hechizado. Me asustaba y fascinaba a partes iguales.

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Intentar hacer una serie de cuentos diferentes dónde siempre aparezcan la nubes.

CUENTO DE LAS NUBES

ESCONDERSE EN LAS NUBES

Llovía. Llovía mucho. Por mi rostro resbalaba una mezcla de agua dulce y salada que insistía en colarse dentro de mi boca trayéndome sabor a mar. Aquellas persistentes gotas del cielo y de mis lágrimas me cegaban por momentos ocasionándome continuos choques con las gentes que iban y venían.

Estaba triste, mucho, demasiado. Mi corazón estaba oprimido, encogido, como si no pudiera proseguir con sus latidos. Caminaba bajo la lluvia sin ningún rumbo. No sabía a dónde ir. ¿Existiría algún lugar donde aquel dolor se mitigara? Comencé a correr. Pensaba que así podría olvidar, que aquello se pasaría; inútil, la opresión seguía ahí. Aquel dolor intenso no desaparecía. Escuchaba ahora los gritos de mi corazón agotado de tanto esfuerzo. Me ahogaba. Tuve que detener mi carrera hacia ningún lugar, doblar la espalda y dejar caer cabeza y brazos hacia el suelo para poder recuperar la respiración. De mi pelo caían chorros de agua. Estaba empapada. No era consciente de lo mucho que llovía. Erguí la cabeza, dirigí la mirada al cielo y, entre aquella espesa cortina de agua, distinguí unas sombrías nubes: Iban desde el gris ceniza hasta el negro más profundo, pasando por distintas tonalidades de azul noche intenso. Flotando, en este mar de tinieblas, se distinguían pequeños dibujos de algodón muy blancos. Era un cielo tétrico, profundamente oscuro que atraía mi atención como si me hubiese hechizado. Me asustaba y fascinaba a partes iguales.

Deseé dar un gran salto y zambullirme en aquel mar. Apartarme del mundo. Esconderme allí. Quedarme acurrucadita entre aquellas tinieblas. Pero no, no podía, imposible llegar tan alto.

Me senté en el borde de la acera. Quería contemplar aquel cielo con más calma. El suelo, como yo, estaba anegado. Me daba igual; ya era insensible a la humedad, quería observar aquellas nubes. Quedé fascinada con sus formas que iban cambiando en segundos. Comencé a distinguir animales, personas, monstruos feroces que se peleaban unos con los otros. Me asustaban, pero entonces se convertían en figuras amables que me sonreían y el miedo pasaba. Parecía estar en un cine al aire libre con sesión continua. Mi madre me contaba que cuando era pequeña iban a cines donde podían ver una película tras otra mientras no paraban de tragar pipas o palomitas. Entonces recordé: mi madre, mi mamita, acababa de morirse. Volví a llorar

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desesperadamente pero sin dejar de observar aquel cielo. Solté un grito aterrador. En algún momento, de aquel mar de tinieblas, surgió una figura fantástica; evocaba una enorme hada de larguísimos cabellos blancos. Vestía traje de larga cola muy oscuro, sólo salpicado por pequeñas filigranas en plata y algodón. Era fascinante. No podía dejar de mirarla. Estaba embelesada observándola cuando me pareció que me hablaba. Me quité el agua que llenaba mis ojos, sacudí la cabeza e introduje los dedos en los oídos para comprobar que no era mi imaginación la que estaba actuando. Pero no, seguía hablándome; lo hacía con un tono suave, tranquilo. Su voz era armoniosa y sonaba como música en mis oídos. Me contaba historias tranquilizadoras que yo escuchaba fascinada. Mi corazón retornó a un ritmo tranquilo. Ahora sonaba acompasado y sereno. Mi hada mágica; mi nube, seguía hablándome; contándome historias sobre la tristeza. Con el mismo tono sereno, tranquilo y en ningún momento inquisitivo, me preguntó qué pasaba, por qué lloraba yo con tanta desesperación. Sería incapaz de contarle a nadie lo que había ocurrido, yo siempre fui muy reservada para mis cosas, pero a ella, sin saber cómo ni por qué enseguida empecé a narrarle mi desdicha, el vacío que sentía, el dolor tan intenso que me asolaba.

Si, mi madre acababa de morirse. No podía soportarlo, no era capaz de creérmelo. Mi mamá: la que siempre estaba dispuesta a ayudarme cuando las dificultades aparecían; la que me abrazaba y me decía “mi niña” cuando estaba enfada o triste; la que me cocinaba aquella leche frita por la que yo me pirraba; la que me apoyaba y era capaz de estar horas a mi lado cuando tenía exámenes y el cansancio y aburrimiento se apoderaban de mí; la que me animaba a ir con mi padre cuando yo me quejaba porque no me apetecía nada, sobre todos desde que tenía aquella mujer tan pija con la que sólo podía hablar de ropa o maquillajes; a la que adoraba acariciar y besar porque el tacto de su piel era como el de la seda o los pétalos de una rosa, la que olía tan bien ; la persona que más quería en el mundo y junto a la que corría ante la más mínima dificultad o miedo. Sí, es verdad, también están Álvaro y mi padre. Álvaro es mi amigo especial, vamos, mi ligue; me gusta mucho y le quiero, pero no es lo mismo, ella era mi apoyo, la persona que jamás me fallaba; la que me reñía cuando consideraba que podía hacerlo y me ponía límites que no consentía que yo pasara, pero era la única persona que jamás me fallaba, la que nunca me abandonaba. ¿Nunca? No, no es cierto, ahora me ha abandonado y para siempre. ¿Cómo me puede estar pasando a mí esto? ¿Qué va a ser de mí ahora? ¿Cómo podré soportar la vida? No, no podré, quiero morirme también. ¿A dónde iré?. Sí, ya sé que me olvido de mi padre, supongo que él querrá que me vaya a vivir con él. Claro que le quiero, es mi padre y siempre se portó bien conmigo, pero…¿ con mi padre y la pija? ¡Buf! Puedo soportarla un momento, pero todos los días….eso será imposible. Mi Hada nube me escuchaba con mucha atención, en silencio, pero animándome a que siguiera hablando con pequeños gestos. Continué, tenía la necesidad de seguir. necesitaba soltar a borbotones todo lo que había pasado y que yo aún no era capaz de asimilar, ni de creer. Sí, mi madre se había muerto, me había abandonado. Hace algo más de una semana me dijo que tenía

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que hablar conmigo. La noté muy seria, me asusté y pregunté con ansiedad que era lo que pasaba. Serenamente, sin ningún drama, me contó que acababa de llegar del médico, que no me había contado nada para no preocuparme, pero que hacía algo más de un mes se había caído en el jardín, le había dado un mareo y desde ese día tenía fuertes dolores de cabeza. Había acudido al centro de salud y le habían mandado hacer unas pruebas, hoy le tocaba la consulta para hablar de los resultados. Estos no habían sido buenos; había algo malo dentro de su cabeza, no podían operarla porque lo malo estaba en un lugar donde no podían manipular y que no podían hacer nada más. Me contó que en cualquier momento podía morirse. Todo esto lo dijo sin inmutarse, ni siquiera lloró, todo lo expresaba dulcemente, como si me estuviera narrando una historia fantástica. Yo no comprendía nada, parecía estar escuchando una novela que nada tenía que ver conmigo. Me levanté y marché muy enfadada, como si mi madre me acabara de hacer una faena, me hubiera traicionado o contado una mentira. A la mañana siguiente, me abrazó muy fuerte y me dijo que teníamos que seguir hablando, que había que arreglar muchas cosas. Yo me negué, dije que ya lo haríamos en otro momento, que ahora tenía mucha prisa. En la noche se acercó a mi habitación, pero yo me hice la dormida. No quería aquella conversación, no quería escuchar nada más, pero ¿De qué me estaba hablando?. Quería seguir con mi vida de siempre, con ella, con Álvaro, con mis amigas, mis estudios y …vale, si, de vez en cuando con mi padre y la pija de su mujer. Nada más, eso me llegaba., era suficiente. Llevo haciéndome la despistada toda la semana. Pero…hoy; hoy cuando estaba en clase de matemáticas observando el chaparrón que caía al otro lado de la ventana, alguien llamó a la puerta, era el bedel. Habló con la profesora susurrando. Esta transformó su expresión quedándose muy seria y rápidamente me pidió que acompañara al bedel. No me gustó nada la idea. Me molestaba mucho ser el centro de atención, pero no tuve más remedio que levantarme y cruzar toda la clase. Le seguí y ante mi desagradable sorpresa vi que me conducía al despacho de la directora. No era capaz de comprender que pasaba. Yo no recordaba haber hecho nada tan grave como para que esta tuviera que llamarme la atención. Con voz muy solemne me mandó sentar. Yo la miraba con los ojos como platos y con cara compungida ¿Qué me iba a decir a mí esta? Con gesto severo me contó que le había pasado algo grave a mi madre. Abriendo todavía más los ojos, si esto era aún posible, pregunté levantándome del asiento que le había pasado y cómo de grave. Se mantuvo un momento en silencio y a continuación con una voz muy baja que casi no escuchaba contestó que mi madre había muerto. Me quedé muda, no fui capaz de pronunciar una sola palabra. Di un salto y salí por la puerta corriendo, sin ningún rumbo, sin saber a dónde ir. Sólo con un enorme dolor en el pecho y con la boca seca e incapaz de hablar. Sé que corrí mucho hasta que no podía más, tuve que parar porque me ahogaba. Ahora estoy aquí, empapada, contándole todo esto a mi hada nube. No quiero irme de aquí. Quiero que mi hada nube me deje estar con ella, subir a ese mar de tinieblas y quedarme ahí, escondida, que nadie me vuelva a encontrar. Pero… si yo era muy feliz hasta ahora.

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¿Por qué tiene que pasarme a mí esto? No puedo comprenderlo. Es cierto que hace algún tiempo, cuando yo tenía ocho años pasamos una etapa mala. Fue cuando mi padre y mi madre se separaron. Antes vivíamos los tres juntos. Yo me sentía la niña más feliz del mundo. Quería a mi papá y a mi mamá. Bueno, la verdad es que siempre me sentí más cerca de mamá, pero papá era muy importante para mí. Jugaba conmigo, me aupaba muy alto, me hacía cosquillas, me enseñó a andar en bici. Lo que más me gustaba era cuando íbamos los tres al campo o al parque. Me sentía muy dichosa cuando cogida de la mano de los dos y siguiendo el ritmo de canciones que yo ya me había aprendido me levantaban, yo sentía que volaba sobre los suelos. Era mágico, me gustaba la sensación cuando me dejaban caer y un hormigueo me recorría desde el estómago hasta la garganta. Entonces me reía a carcajada y pedía ”otra vez” y así hasta que acababan agotados. Pero cuando tenía ocho años, algo cambió. Comencé a observar en mi madre un aire de tristeza. Disimulaba delante de mí y seguía jugando y riendo conmigo, contándome fabulosas historias y cantando hermosas canciones, pero alguna noche escuché como lloraba amargamente.

Una tarde íbamos paseando por el parque. Nos divertíamos aprendiendo los nombres de las flores que con su colorido y olor alegraban a todos los que pasábamos por allí. Estábamos pasando delante de unas blanquísimas gardenias cuando de repente mi madre se quedó parada y muda. La observé , tenía la cara muy pálida y veía fijamente hacia algún lugar del parque. Rápidamente trató de girarme, pero yo volví la cabeza y pude observar como mi padre besaba en la boca a una chica morena, de larga melena. Quise correr hacia él y preguntarle quien era esa chica y por qué la besaba si no era mamá. Pero mamá no me dejó. Me dijo que nos íbamos y que ya hablaríamos en otro momento. En el camino de vuelta pude ver cómo le caían enormes lagrimones por el rostro. Ya en casa me dio la cena y me acercó a la habitación. Me arropó y me abrazó amorosamente.

Unos gritos me despertaron. Eran mamá y papá discutiendo, Mamá estaba muy enfadada y papá repetía una y otra vez las mismas palabras. Después de unos días de mucha tensión en casa, dónde yo me sentí muy incómoda, mamá se sentó a mi lado y abrazándome me dijo que ella y papá se separaban, que ya no viviríamos juntos, pero que tanto ella como papá nos seguían queriendo mucho y que podría estar con los dos, pero por separado.

Papá se mudó de casa, a un piso que estaba al otro lado de la ciudad y yo me quedé con mamá . Muchos fines de semana me recogía y yo me quedaba en su piso. Prefería estar en casa con mamá, pero también me alegraba verle a él. Si, no me importaba acompañarlo pero no me gustaba ella; no sabía que decirle y me aburría muchísimo a su lado. Lo intenté, juro que lo intenté, pero no pudo ser; no teníamos absolutamente nada que ver. Mamá, mi madre , intentaba una y otra vez convencerme de que era una buena chica y de que hacía feliz a papá, pero yo ni siquiera la odiaba, no me caía mal, simplemente no me caía. Hacía el esfuerzo de ir a casa de papá e intentaba ser

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simpática como me hacía prometer mamá, pero yo estaba siempre deseando volver a la que consideraba mi verdadera casa, junto a mamá. Y ahora ya no está, no puedo creerlo. Volví a llorar desconsoladamente. Mi Hada nube creo que alargó una mano y me la pasó suavemente por el costado. Me sentí mejor y reconfortada. Quería quedarme allí, con ella para siempre. Era la única que me podía ayudar a estar mejor. Me tumbé en la acera y creo que me quedé dormida. Ahora veo unas luces en el techo que pasan con mucha rapidez. Estoy con mi hada nube y con mamá ¡Qué feliz me siento! Volamos entre las nubes, nos columpiamos encima de ellas, las cogemos en las manos y vemos como se escapan entre los dedos suavemente, saltamos de una nube a otra. ¡Qué divertido! Soy tan feliz.

Ahora acabo de sentir una mano que acaricia la mía. No sé quién puede ser, no soy capaz de abrir los ojos. Entonces escucho a alguien que me susurra palabras muy cariñosas. ¡Es papá! Intento de nuevo abrir los ojos y lo veo entre nubes. ¿También él se habrá subido a las nubes como mamá y mi hada nube? Sigue hablándome y diciéndome que no cierre los ojos. Que ya estoy mucho mejor. Poco a poco voy viendo con más nitidez aunque estoy muy desorientada, no sé dónde estoy, aquella no es mi casa y tampoco el piso de mi padre. Intento ver a mi alrededor y aquello no me gusta nada. Huele raro y hay otras camas cerca de la mía y muchas personas vestidas de blanco. Con mucho esfuerzo consigo preguntar a mi padre dónde estoy. Él me contesta con mucha ternura que estoy en la UCI de un hospital, que llevo allí más de quince días inconsciente, pero que ahora ya pronto me podré ir para casa. Pregunto por mamá y, papá con lágrimas en los ojos me dice que se ha muerto. Lloro otra vez desesperadamente y él me consuela aunque también llora como yo. Han accedido a que me pueda visitar Älvaro, me trata con mucha dulzura y me dice que me ha echado muchísimo de menos, que me quiere mucho . Me cuenta las muchas cosas que quiere que hagamos juntos. También dejan entrar un día a mis amigas, me rio con ellas y me pintan las uñas y los ojos. Ya estoy más guapa.

Esta mañana me acaban de decir que ya puedo irme para mi casa. ¿Mi casa? Sin mamá no quiero estar allí. Papá me dice que me iré a vivir con él. Que se mudará más cerca del Instituto y de dónde vivía con mamá. No me seduce la idea. No quiero vivir con la pija. Se lo digo a papá con mucho tacto. Él me contesta que se han separado, que viviremos solos. No puedo evitar una pequeña sonrisa. Ella no me gustaba.

Sigo estando profundamente triste, no olvido a mamá y la echo infinitamente de menos. Estoy bien viviendo con papá, él es muy cariñoso conmigo y me ayuda en todo. También soy feliz con Älvaro, hacemos muchas cosas divertidas juntos. Con mis amigas me río y nos contamos intimidades. Pero sigue habiendo numerosos momentos en los que nos puedo dejar de recordar a mamá. Entonces busco en el cielo a mi hada nube. Ella siempre aparece y me reconforta. No, no había sido un sueño. Ella existe y siempre está ahí, como ella, como lo estaba mi mamá.

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Gracias hada nube. Gracias mamá.