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167 ESCOLLOS DE TRADUCCIÓN EN EL QUIJOTE (I) 1 PATRIZIA BOTTA Università di Roma “La Sapienza” AVIVA GARRIBBA Università di Chieti 1) Según reza mi título, hablaré de las dificultades encontradas en una reciente traducción al italiano del Quijote, una más, que llevamos a cabo en Roma para las celebraciones del IV Centenario, en 2005, cuando por doquier vimos multiplicarse a ritmo vertiginoso celebraciones y homenajes de todo tipo al libro más famoso de la cultura ibérica y al mito universal de Don Quijote, y cuando, en el mundo entero, asistimos a una densa agenda de congresos, seminarios, jornadas de estudio, ciclos de conferencias, volúmenes monográficos, números especiales de revistas, pelícu- las, videos, adaptaciones teatrales, exposiciones iconográficas, lecturas públicas en las plazas, ediciones-estrena y promocionales, pero también, y más burdamente, nos deparamos con una nutrida serie de posters, adhesivos, tarjetas postales, fran- queos, camisetas, pins, e incluso, en los aviones de Iberia, con el Quijote en las servilletas y en los sobres del azúcar, y en los folletos de la “ruta del Quijote” dis- tribuidos a los pasajeros junto con el papeleo de bordo. 1 En estas páginas en los puntos 1-5, se resume, en versión española, una de las secciones (La pre- sente traduzione, pp. V-XIII) de la Introd. a la traducción del Quijote llevada a cabo por el equipo de Español del Máster en Traducción Especializada de la Universidad de Roma “La Sapienza” y publicada en 2005, Miguel de Cervantes, Don Chisciotte della Mancia (Prima Parte), traduzione italiana in occa- sione del IV Centenario (1605-2005), a cura di Patrizia Botta, Pescara, Libreria dell’Università Editrice, 2005 (“Scaffale di Lettere”, n. 6), pp. XLVIII+426. También se reproduce la Bibliografía de las pp. XV- XXIV. En cambio, en el punto 6, se aducen ejemplos concretos de traducción que no figuraban en la Introd. cit. y que fueron redactados expresamente para estas Actas. En el plano de las responsabilidades, es de Patrizia Botta la presente redacción de los puntos 1-5 y es de Aviva Garribba la del punto 6.

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ESCOLLOS DE TRADUCCIÓN EN EL QUIJOTE (I)1

PATRIZIA BOTTA

Università di Roma “La Sapienza”

AVIVA GARRIBBA Università di Chieti

1) Según reza mi título, hablaré de las dificultades encontradas en una reciente

traducción al italiano del Quijote, una más, que llevamos a cabo en Roma para las celebraciones del IV Centenario, en 2005, cuando por doquier vimos multiplicarse a ritmo vertiginoso celebraciones y homenajes de todo tipo al libro más famoso de la cultura ibérica y al mito universal de Don Quijote, y cuando, en el mundo entero, asistimos a una densa agenda de congresos, seminarios, jornadas de estudio, ciclos de conferencias, volúmenes monográficos, números especiales de revistas, pelícu-las, videos, adaptaciones teatrales, exposiciones iconográficas, lecturas públicas en las plazas, ediciones-estrena y promocionales, pero también, y más burdamente, nos deparamos con una nutrida serie de posters, adhesivos, tarjetas postales, fran-queos, camisetas, pins, e incluso, en los aviones de Iberia, con el Quijote en las servilletas y en los sobres del azúcar, y en los folletos de la “ruta del Quijote” dis-tribuidos a los pasajeros junto con el papeleo de bordo.

1 En estas páginas en los puntos 1-5, se resume, en versión española, una de las secciones (La pre-

sente traduzione, pp. V-XIII) de la Introd. a la traducción del Quijote llevada a cabo por el equipo de Español del Máster en Traducción Especializada de la Universidad de Roma “La Sapienza” y publicada en 2005, Miguel de Cervantes, Don Chisciotte della Mancia (Prima Parte), traduzione italiana in occa-sione del IV Centenario (1605-2005), a cura di Patrizia Botta, Pescara, Libreria dell’Università Editrice, 2005 (“Scaffale di Lettere”, n. 6), pp. XLVIII+426. También se reproduce la Bibliografía de las pp. XV-XXIV. En cambio, en el punto 6, se aducen ejemplos concretos de traducción que no figuraban en la Introd. cit. y que fueron redactados expresamente para estas Actas. En el plano de las responsabilidades, es de Patrizia Botta la presente redacción de los puntos 1-5 y es de Aviva Garribba la del punto 6.

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En la hola del fervor de tan múltiples y tan variadas celebraciones promovidas por doquier de parte de españoles, de hispanistas, de cervantistas, de no cervantis-tas, y hasta de publicitarios y gerentes de negocios, también nuestra pequeña célula romana de hispanismo (la de la Facoltà di Lettere e Filosofia de Roma “La Sapien-za”), a raíz de la estancia ‘romana’ de Cervantes y precisamente desde la ciudad eterna que lo hospedó en su día, quiso dejar constancia de un tributo más de admi-ración hacia el genial Autor y de un firme deseo de festejar su obra, también en Roma, a través de un doble cauce de promoción: el primero, un ciclo de doce con-ferencias de tema quijotesco que organizamos en la capital a lo largo de 2005; el segundo, la publicación de un libro, concebido y realizado en Roma, que dejase testimonio de una lectura más de la estupenda prosa cervantina, acompañada sin embargo por un esfuerzo interpretativo nuevo que pudiese una vez más reproducir el texto en otro idioma: la nueva traducción italiana promovida por nuestro equipo, que ha visto la luz en 2005, y que es fruto de una experiencia de enseñanza muy provechosa, ella también en Roma.

2) En efecto, la idea del trabajo como contribución romana a las celebraciones

del IV Centenario nació bastante antes, dentro del curso de Español 2003-2004 del “Máster en Traducción” de la Universidad de Roma “La Sapienza”, o sea una nue-va traducción italiana de toda la Primera Parte del Quijote que preparar primero como tesis de Máster de cinco estudiantes de aquel curso y luego como publicación que proponer a la galería de las celebraciones de 2005 precisamente de la Primera Parte que se traducía. Autores de la traducción del Máster fueron Sara Bruckmann, Maria Lalicata, Daria Monteleone, Marco Ricciardi y Monica Verzilli. Autores de la cuidadosa revisión fueron los miembros del equipo de Español que yo coordino, los colegas Aviva Garribba, Carla Buonomi, Emiliano Bellini, y Elisabetta Vacca-ro, mientras que por mi cuenta corrió toda la coordinación y toda la unificación a fondo del texto traducido y revisado por un equipo de diez, para que no resultasen diez las manos sino que una sola2.

3) La traducción (que llevó un año), tras menuda revisión y unificación (que

llevó un año más), fue por fin publicada a fines de 2005 por la Libreria dell’Università Editrice di Pescara, en la colección “Scaffale di Lettere” dirigida

2 Se especifican a continuación las paternidades de traducción de la versión publicada, advirtiendo

que sobre la marcha uno de los traductores desistió del proyecto editorial (Marco Ricciardi) y su parte de labor entregada como tesis de Máster se volvió a escribir por la Redacción, y que otro de los traductores vino a fallecer prematuramente dos meses antes de salir el libro. Las atribuciones son: Monica Verzilli † (Preliminares, caps. I–X, cap. XXXVIII, cap. XL). Daria Monteleone (caps. XI–XXI, cap. XXXIX). Sara Bruckmann (caps. XXII-XXX, cap. XXXVII). Marco Ricciardi (Redacción y caps. XXXI-XXXVI). Maria Lalicata (caps. XLI-LII). Responsables de la revisión son, para toda la extensión del volumen, los ya mencionados editores y revisores de la labor (Patricia Botta, Carla Buonomi, Emiliano Bellini, Aviva Garribba, Elisabetta Vaccaro).

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por Paolo Trovato. Dicha colección va enderezada a un público de estudiantes de Humanidades y ofrece textos y documentos como herramienta (o materiales) para adoptarse en los cursos universitarios. Y de hecho, el libro va destinado a los alum-nos y no tiene la pretensión de competir comercialmente con los Quijotes traduci-dos por las grandes editoriales italianas (Mondadori, Mursia, Rizzoli, etc.) sino que se dirige más bien a un circuito preciso de jóvenes hispanistas en formación y de jóvenes traductores en las Carreras de Humanidades.

La publicación tuvo el patrocinio del Máster y el de nuestra Universidad, y pu-do afortunadamente beneficiar de una serie de patrocinios españoles prestigiosos: el de dos instituciones hispánicas romanas (Instituto Cervantes y Escuela Española de Historia y Arqueología del CSIC), y luego el de dos instituciones que en España dirigieron las celebraciones oficiales de 2005, la Universidad de Castilla-La Man-cha y la Sociedad “Quixote IV Centenario”, que acogieron la labor dentro del mar-co oficial de las manifestaciones. También la ciudad natal de Cervantes, Alcalá de Henares, quiso patrocinar la iniciativa a través de tres órganos oficiales: la Univer-sidad de Alcalá, el Ayuntamiento de Alcalá, y el Centro de Estudios Cervantinos. Este último, por demás, nos facilitó materialmente más de cuarenta ilustraciones italianas antiguas, o sea grabados que venían en las traducciones italianas del Qui-jote del siglo XVII y del siglo XIX, publicadas en Italia, las cuales, amén de embelle-cer el tomo3, ofrecen ellas también, al lado de una nueva visión italiana del texto como lo es la nuestra, un valioso testimonio documentario de como fue, en Italia, la historia de la recepción del Quijote incluso a nivel icónico y de imaginario colecti-vo, o dicho sea en otras palabras: imágenes del Quijote en Italia, barrocas y deci-monónicas (esto es, antiguas) como complemento visual de una nueva traducción italiana que, como la nuestra, se mantenía en lo posible ‘antigua’ y fiel al texto, y poco avezada a modernizaciones excesivas o a bruscos saltos al siglo XX, según diremos luego.

4) Antes de entrar en los detalles de los escollos y de las dificultades encontra-

das, diremos dos palabras sobre cuáles fueron los criterios, las herramientas y el método de trabajo seguido para la traducción.

En primer lugar el texto de referencia: el original escogido fue la edición crítica llevada a cabo por Florencio Sevilla Arroyo y publicada en las obras completas Todo Cervantes en un volumen 4, de acuerdo y con el permiso del autor que desde el principio fue informado del proyecto. Del mismo estudioso se tuvieron en cuenta las demás ediciones de la obra que él preparó para otras colecciones o editoriales (Castalia Didáctica, Alianza Editorial y Centro de Estudios Cervantinos -on line). Del texto crítico fijado por Sevilla, por tanto, deriva el texto de nuestra traducción,

3 Cfr. el cap. Illustrazioni italiane del “Don Chisciotte”(antologia) por Elisabetta Vaccaro, en la

Introd. cit., pp. XXXI-XLVIII. 4 Para toda referencia remitimos a la Bibliografía, infra.

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y se le ha seguido fielmente en toda su fijación ecdótica, desde la lectio cervantina conforme a la princeps de 1605 hasta la materialidad de la puesta en página (rúbri-cas, división en párrafos, cursivas, comillas, mayúsculas, paréntesis, corchetes, etc.). Sólo nos alejamos, a veces, de su edición para la puntuación y para ciertas mayúsculas, por exigencias de puntuación muy propias del italiano. También se acudió a las ediciones de Sevilla para todo el aparato de notas léxicas y de comen-tarios al pie, que fueron imprescindibles y constante Norte para verter la traducción hacia aquella determinada dirección, y no otra. Es por tanto fundamentalmente a la lectura y la interpretatio del texto de Sevilla que la traducción se ciñe, y de ella derivan casi todas las soluciones, que muchas veces difieren de las traducciones italianas anteriores.

En segundo lugar, se ha consultado también, por supuesto, una rosa escogida de otras ediciones españolas del Quijote, y fueron muchas, en papel y en la red, si bien limitadas a las más al uso y a las más conocidas (como por otra parte es lógico que sea en un campo tan infinito como el de la bibliografía cervantina y de los miles de ediciones del texto, de todo tipo, florecidas incluso últimamente para las celebra-ciones). Así, concretamente, fueron consultadas a cada paso para la interpretación y comentario al pie de la palabra tal o cual las ediciones clásicas de Diego Clemen-cín, Andrés Murillo, Martín de Riquer, Vicente Gaos, John Jay Allen y Francisco Rico. Y luego también se acudió a las ediciones colgadas en la red (Sevilla, Rico) que nos daban el texto informatizado del Quijote para las imprescindibles pesquisas léxicas y para interrogar, cara a cara con dichas concordancias, el usus scribendi del propio autor. Y este tipo de consulta informática de ediciones españolas ultimí-simas y ricamente comentadas en la red, y a la par, de herramientas que nos da internet cada vez más completas y rebuscadas, sin duda alguna representa un gran privilegio y una puesta al día de que ha podido disfrutar solo nuestra traducción, y no otras italianas anteriores: de hecho el conjunto de las demás traducciones que nos precedieron –la última de La Gioia es de los años 90– no pudieron acudir, por fecha, a este banco de datos y a toda esta herramienta informática, noticiera e inter-pretativa, de ultimísima generación. Y ello por supuesto fue muy útil a la hora, por ejemplo, de unificar la forma de traducir una palabra a lo largo de los 52 capítulos de la Primera Parte, y no solo para eso.

En tercer lugar, se aprovechó constantemente la bibliografía específica sobre cuestiones de la lengua del Quijote (los conocidos trabajos de Spitzer, Haztfeld, Rosenblat, Rodríguez Cuadrados, y otros sobre proverbios, o sobre la difícil sin-taxis cervantina), y desde luego toda clase de Vocabulario o de Glosario exclusivo Cervantino, en papel y en la red. Y lógicamente se consultó también la bibliografía cervantina básica y de corte general que no puede faltar en un trabajo como éste, que sin embargo tuvo que ser selecta y entresacarse del maremagnum de la biblio-grafía mundial sobre el Quijote como la más pertinente a los problemas concretos de la traducción –o de la interpretatio– que íbamos encontrando.

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Otro tipo de herramienta, imprescindible, fueron los trabajos sobre las dificulta-des de traducción escritos por varios hispanistas italianos, cervantistas o filólogos (como Morreale, Ruffinatto, Ruta, Martín Morán, Pini Moro y otros) que de alguna manera se enfrentaron con los problemas que en general plantea el traducir la len-gua de Cervantes, aunque no el Quijote.

Y por supuesto se tuvieron en cuenta también los prólogos y demás trabajos de quienes en cambio sí tradujeron el Quijote hasta el día de hoy, una decena de tra-ductores italianos que nos precedieron, y cuyas anotaciones prologales o disemina-das en trabajos sueltos tuvimos muy en cuenta (aunque hay que decir que no todos dejaron constancia del problema, esto es, dejaron escrita una reflexión sobre la labor de traducción llevada a cabo, o sobre sus criterios, o sobre las dificultades encontradas, o sobre las soluciones que hallaron o propusieron). Dichas traduccio-nes italianas anteriores son, en el orden, una temprana y de época barroca, la de Lorenzo Franciosini (aparecida en 1622-1625) que ha dominado en el mercado por dos siglos; luego, una decimonónica de Bartolomeo Gamba (1818-1819) que se impuso hasta avanzado el siglo XX; y luego, a seguir, nueve traducciones apareci-das en la centuria pasada, desde las primeras décadas hasta los años 90, a saber: Alfredo Giannini (1923), Ferdinando Carlesi (1933), Gherardo Marone (1954), Vittorio Bodini (1957), Cesco Vian y Paola Cozzi (1960), Gianni Buttafava, Ada Feliciani y Giovanna Maritano (1967), Letizia Falzone (1989) y por último Vin-cenzo La Gioia (1997), siendo que cada una de ellas fue varias veces reeditada incluso ahora para el Centenario. Huelga decir que para cada línea de texto traduci-da una consulta constante y cotidiana, con el libro abierto en la mesa, fue hecha de todos nuestros predecesores italianos, y de todas sus formas de traducción y solu-ción que fueron adoptando ante el problema tal o cual planteado por la prosa del Quijote. De su consulta se puso de manifiesto que algunas de ellas acusaban malen-tendidos, otras eran de gran valor y elegancia literaria, y otras salpicadas de liberta-des o acomodaciones al siglo XX que a veces desbordaban en la refundición antes que en la traducción. De todas formas, esta herramienta de la consulta diaria del conjunto de traducciones italianas anteriores, que nos daba para cada problema la historia diacrónica de su interpretación y un acervo de soluciones que tener en cuenta, mucho ha contribuido a forjar nuestra propia forma de resolver la traduc-ción caso por caso.

Por último, pero no último, toda la herramienta de la Lengua, o sea la Lexico-grafía tanto para la lengua española antigua del Texto-fuente cuanto para la lengua italiana moderna del Texto-meta (uso la terminología de García Yebra)5. En este caso, los instrumentos lexicográficos consultados han sido muchos y de distinto tipo, comenzando por los Diccionarios de la Lengua Española que más servían para aclarar un texto del Seiscientos, desde los históricos y etimológicos como Covarru-bias, Autoridades, Corominas, Real Academia y banco de datos del sitio de la RAE

5 Cfr. Valentín García Yebra, Traducción. Historia y teoría, Madrid, Gredos, 1994.

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(con sus maravillas del CORDE y CREA), pasando por los muchos diccionarios de especialidad y del léxico sectorial (marginalismo y hampa, indumentaria, armas, refranes, etc.) hasta llegar a los modernos ideológicos, sinonímicos, ilustrados, enciclopédicos, del uso, y mucho más.

Del frente de Italia, la lexicografía italiana fue consultada en sus grandes clási-cos (desde el Vocabolario della Crusca al Grande Dizionario Enciclopedico, a Devoto, a Zingarelli, a De Mauro, etc.) y mucho se ha trabajado, para la Lengua-meta, con los Diccionarios de Sinónimos. Y lógicamente no ha faltado la lexicogra-fía bilingüe ítalo-española, desde el imprescindible Franciosini, coetáneo de Cer-vantes, hasta la producción bilingüe de última generación.

5) Pero a pesar de tanta herramienta, de tantas buenas intenciones, de tanto

equipo animado y joven, de tanto método fijado y concordado, y a pesar también de las lógicas competencias previas en Filología Textual, en Historia de la Lengua, en Historia de la Literatura, en Historia, y en Historia de las Costumbres, y a pesar además de estar avezados, por profesión, con el manejo diario de un texto antiguo como para enfrentar un trabajo como éste, a pesar de todo esto, traducirlo a Cervan-tes es una experiencia de todas formas dura, durísima, y a veces hasta generadora de parálisis y de desalientos.

Las dificultades de su lengua que se convierten en otros tantos escollos de la traducción son muy numerosas y de distinto grado, como las que enunciamos a continuación en un listado que no pasa de ser somero y provisional. Son, por ejem-plo:

a) error textual de la princeps, que vuelve más difícil la lectura; b) estadio antiguo de la lengua, complicado por arcaísmos aun más vetustos de

las hablas anticuadas del Hidalgo; c) acepción antigua de palabras homógrafas de las del día de hoy, frecuente

trampa para caer en un desliz fatal (con lugar que significa ‘aldea’, razón ‘pa-labra’, discreto ‘inteligente’, recordar ‘despertar’, otro día ‘ayer’, etc.);

d) alusiones históricas y culturales que hay que glosarle al público italiano pero que antes ha de conocer –y reconocer– el traductor;

e) elevado número de refranes y de modismos, que hay verter con otros tantos re-franes o formas equivalentes en italiano;

f) constante desnivel entre la lengua baja, campesina e incorrecta, de Sancho y la lengua alta, retórica y de sintaxis compleja, de Don Quijote;

g) registro lingüístico diferenciado para cada género que visita y experimenta el Autor, tanto en las novelas intercaladas como con los distintos tipos sociales a quienes deja hablar (lengua pastoril, picaresca, ciudadana, amoroso-cortés, hablas montañesas, soldadescas, moriscas, etc.);

h) léxico bisémico y jergal de ladroncillos y de prostíbulo, y léxico de todas for-mas polisémico con el que enfrentarnos;

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i) neologismos que se divierte en forjar el Autor, fruto de relativismo y de pers-pectivismo lingüístico (como el famoso baciyelmo);

j) multitud de juegos verbales generadores de genuina comicidad que reproducir en italiano (deturpaciones de Sancho de palabras cultas, nombres propios par-lantes e interpretatio nominis fuente de mucha risa, y un constante humorismo confiado a la lengua que no hay que perder vertiendo al otro idioma);

k) prosímetro y alternancia de prosa y formas métricas, que son un desafío para el traductor que opte por la traducción métrica (manteniendo rimas, endecasí-labos, sonetos, romances, versos de cabo roto, etc.) y no por la mera versión en prosa (que predomina, en cambio, entre quienes nos precedieron);

l) lenguajes de alta especialidad, como el del Paratexto preliminar (licencia, im-primatur, privilegio real) que tampoco fue traducido hasta ahora por nuestros predecesores;

m) juegos retóricos y sonantes simetrías de repeticiones que un traductor ha de reconocer y saber mantener;

n) morfología y sintaxis sueltas y no sujetas a normas, y a menudo imposibles de traducir si no es a coste de constantes acomodaciones a modalidades de lógica italiana (como el largo período que en italiano habría que fragmentar, falta de concordancia entre sujeto y predicado, elipsis, anacolutos, repetición del que coloquial o narrativo, uso de la negación no en sentido afirmativo, loísmo y la-ísmo en lugar de leísmo, alternancia de personas gramaticales y de formas de cortesía con bruscos cambios del tú al vos en un mismo parlamento dirigido a un mismo interlocutor, puesto que concesivo y no causal, paso del estilo direc-to al indirecto guardando el lenguaje de quien estaba hablando, tiempos verba-les –máxime el conjuntivo– con perspectiva multitemporal); y muchas dificul-tades más, que aquí omito, que son dificultades de lengua, de interpretación, antes de ser escollos de la traducción. No de casualidad es el Quijote una “obra de arte del lenguaje”, según lo titulaba Hatzfeld.

Pasar al italiano todo esto no es fácil y puede llegar a ser desalentador, e incluso

inhibitorio si pensamos en la conocida desconfianza del Autor hacia la traducción:

me parece que el traducir de una lengua en otra […] es como quien mira los tapices flamencos por el revés que, aunque se ven las figuras, son llenas de hilos que la es-curecen y no se ven con la lisura y tez de la haz. (Don Quijote, II, 62)

Si bien Cervantes, por otra parte, acaba por confiar toda la historia verdadera

del Hidalgo precisamente a una traducción, al morisco aljamiado que traduce el famoso manuscrito autorial de Cide Hamete Benengeli, por lo que una traducción

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será eje principal de la narración y un traductor intermediario y fuente de conoci-miento de la obra6.

A la zaga de esta fecunda ambigüedad cervantina hacia la traducción, al final nos animamos y fuimos desafiando el universo de la prosa quijotesca y navegando por una mar de dudas y por una experiencia única a nivel filológico, en dura labor de interpretatio textus (antes de la Primera Parte festejada y ahora también de la Segunda). Nuestra traducción es fiel, o mejor, fielísima. Lejos de nosotros el super-ponernos a la pluma de Cervantes y ceder a la tentación de una prosa italiana bri-llante y desenvuelta, o al placer de la reescritura y de la refundición, con marcas de siglo XX de audaz acomodación al lector de hoy. Un texto del Seiscientos es un texto del Seiscientos y Cervantes es Cervantes, ni por otra parte somos escritores o refundidores sino traductores de Cervantes, con Cervantes transparente en primera línea. Su período largo y complicado ha sido nuestro período largo y complicado, y toda su lengua y todos sus alardes (o acrobacias) han sido nuestra dura labor y nuestros intentos de amoldarnos a un original multifacético. Por ello mismo, la traducción lleva varias notas al pie para comentar problemas de versión al italiano de pasajes difíciles de la prosa cervantina y notas de explicación para aclararle al lector italiano las referencias históricas y literarias necesarias a la lectura7.

El listado (no exhaustivo) de los problemas de la lengua del Quijote que fui enunciando representa también el listado de los que fueron otros tantos escollos en la traducción. Primero interpretar y entender (en el mejor de los casos) y luego reproducir en otra lengua o intentar mantener en dicha lengua los infinitos juegos verbales y las chispas brillantes del original. Es que el traductor ha de interpretar el texto dos veces (esto es, más que el lector común), la primera para entender la len-gua del original, y la segunda entenderla tanto que sea capaz de reproducirla en otro idioma. Un verdadero desafío, sobre todo cuando la lengua es cómica, o mejor, cuando a la lengua se le confía buena parte de la risa, con miles de juegos sabrosos que hay que mantener en otro idioma (aunque algunos son francamente irreprodu-cibles). Los ejemplos que se dirán a continuación no son de todas las dificultades enumeradas sino una selección que nos parece ilustradora de las soluciones-tipo que fuimos encontrando. Pero antes de pasar a los ejemplos, solo dos palabras para anunciar que ya está en marcha nuestra traducción de la Segunda Parte del Quijote que es, esta vez también, una labor de equipo, nuevamente del Máster en Traduc-ción, y que además llevará algunos capítulos traducidos por nombres muy conoci-dos del Hispanismo italiano y sobre todo del Cervantismo italiano (Aldo Ruffinat-

6 Sobre la historia narrada en el Quijote como una traducción del árabe, cfr. los recientes trabajos de

Carlos Alvar (cit. infra, Bibliografía), y el cap. “El Quijote y la traducción” en García Yebra, Traduc-ción cit., pp. 187-202.

7 También son de certa utilidad para el lector italiano las noticias sobre Vita e opere di Cervantes por Daria Monteleone (Introd. cit., pp. XXV-XXIX), seguidas por las citadas páginas sobre las ilustra-ciones históricas italianas.

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to, Caterina Ruta, Giuseppe Grilli, Giuseppe Di Stefano, Blanca Periñán, Giuseppe Mazzocchi, Pina Rosa Piras, Marcella Trambaioli, y otros). Las dificultades que van apareciendo en la Segunda Parte, a medida que avanza la traducción, en su mayoría, coinciden con las de la Primera, pero en otros casos difieren y son esco-llos nuevos. De dichas novedades daremos noticia en otra ocasión y de momento nos limitamos a brindar ejemplos de la Primera Parte.

6) Veamos, pues, unos casos concretos de algunos de los escollos mencionados,

que solo serán una pequeña muestra8. a) Para los arcaísmos de Don Quijote –él mismo un arcaísmo viviente que mati-

za toda su acción caballeresca con una lengua ya en desuso en el siglo XVII– hemos acudido a menudo a las traducciones italianas antiguas de los siglos XVII y XIX, o sea las de Franciosini y Gamba. De éstas hemos ido sacando palabras y formas de sabor antiguo como periglio, periglioso, acciocché, perciocché, financo, fintanto-ché, meriggio, senza cagione, in tal guisa, dove più le talenti, cotal, beltà, beltade, desio, favellare y otras semejantes que hemos desparramado por doquier a lo largo de la traducción, para que también en italiano estuviera reflejado aquel contraste, patente en el original, entre la lengua de la narración o de los demás personajes y la lengua de las hablas de Don Quijote que hasta a los coetáneos les sonaba como anticuada y vetusta.

b) En cambio, para las hablas de Sancho, campesinas e incultas, renunciamos a

darle una connotación dialectal (que fue nuestra primera tentación, pues pensába-mos atribuirle al principio un habla típica del Centro-Sur de Italia –el ciociaro–), y preferimos al final un italiano de nivel bajo y escueto, manteniendo a menudo su sintaxis simple e incorrecta.

Por lo que atañe a sus constantes malentendidos y deturpaciones fonéticas de

palabras que pronuncia el Hidalgo con solemnidad y que Sancho desconoce, hemos intentado, en la medida de lo posible, forjar equívocos equivalentes en italiano. Así, el caso de soberana señora (I, 25), que en boca de Sancho pasa a ser sobejana señora, lo tradujimos con un juego entre “sovrana” y “soprana” que mantiene el mismo tipo de error fónico y, de alguna manera, la connotación ridícula de la pala-bra usada por Sancho, ya que soprana en italiano es la forma inexistente del feme-nino de soprano (mientras que Bodini opta por “sottomana” jugando con los con-

8 Los ejemplos de los apartados b) y g) ya fueron comentados por Patrizia Botta en su trabajo “Al-

gunas calas en la risa áurea y en los problemas de su traducción”, en Demócrito Áureo. Los códigos de la risa en el Siglo de Oro, eds. Ignacio Arellano y Victoriano Roncero, Sevilla, Editorial Renacimiento, 2006, pp. 77-112 (en las pp. 93-98).

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ceptos de “sovra” e “sotto”, esto es, ‘arriba’ y ‘abajo’, y por su parte Giannini pre-fiere trastrocar “pregiata” con “pressata”)9.

Otro ejemplo es el de Fierabrás que en boca de Sancho pasa a ser feo Blas (I, 15). En italiano feo se dice “brutto”, y no daría cuenta cabal del juego y por eso se optó por “fiacco” (eso es, ‘flaco, débil’) también de connotaciones negativas y que empieza por -f-, base fonética del malentendido: “Fierobraccio/fiacco Biagio”. Los demás traductores, en cambio, mantienen “fiero” que es la misma raíz de “Fiero-braccio” pero que no tiene connotaciones negativas –fiero en italiano es positivo: ‘orgulloso, valiente’– (así Giannini “fiero Blasso” y Bodini “fiero Biagio”), per-diendo pues el jueguillo del original de la deturpación fonética que, en el plano de lo semántico, también es peyorativa y deturpadora de sentido, amén que de sonidos.

Otro caso es el de homicidios trastrocado por Sancho en homecillos (I, 10), que por significar ‘rencor, odio’, hemos traducido como “odicidi”, forjando una paro-nomasia parecida (“omicidi/odicidi”).

Una deturpación más es la del nombre de Catón Censorino o el Censor que en boca de Sancho se convierte en Catón Zonzorino (I, 20) y para más evoca el adjeti-vo sonso, ‘tonto’. Por seguir el juego lo hemos traducido con “Catone Cretinino”, mientras que otros traductores dejan tal cual el nombre del original, perdiendo el lector italiano, en este caso también, el chiste alusivo.

Casos semejantes son los malentendidos de otros personajes bajos e incultos como Sancho, por ejemplo los pastores (I, 12) que no entienden la palabra ecliplis y dicen cris en su lugar y poco después malentienden estéril en estil, que en italiano se han podido traducir casi tal cual (“eclissi/cris”, y “sterile/stile”), mientras que los demás traductores los cambian, respectivamente, en Giannini “ecrisso/stérlile”, Bodini “il clisse/strile” y La Gioia “le crisi/strile”.

También el ama suele malentender alguna palabra, por ejemplo el nombre de Frestón que muda en Fritón y Muñatón (I, 7), voz ésta de alcahuetería que hemos mantenido con el it. “Mignottone”, también de prostíbulo, mientras que otros tra-ductores conservan “Mugnatone”, que nada significa, perdiendo una vez más el matiz picante del malentendido.

Ni siquiera el nombre de Don Quijote se salva de las deturpaciones ya que Do-rotea, burlándose, lo trastrueca en Don Azote y Don Gigote (I, 30), que tradujimos atendiendo a los significados del malentendido, por tanto ‘sferza’ para azote y ‘car-ne tritata’, esto es ‘molida’, para gigote, que dieron respectivamente en “Don Sfer-zotte” y “Don Tritotte”. En cambio se alejan de este sentido los demás traductores optando por soluciones que significan muy otra cosa: Gamba “Don Cazzotto/Don Cicciotto”; Carlesi “Don Ricotte/Don Fischiotte” (ambos utilizando palabras que terminan con sufijos parecidos a –otte); La Gioia “Don Ossarotte/Don Prendibotte” (nombres que evocan las numerosas palizas de las que es víctima el hidalgo), mien-tras que el traductor que más se acerca a nuestra solución es Vian con “Don Sfer-

9 Para las traducciones italianas mencionadas remitimos a la Bibliografía.

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zotte/Don Risotte”, este último basado en risotto (un guiso de arroz). En cambio Giannini y Bodini dejan igual “Don Azotte/Don Gigotte”.

c) Un ejemplo de habla totalmente disparatada es la del vizcaíno que habla mala

lengua castellana y peor vizcaína (I, 8), y, en este caso, nos hemos atrevido a tra-ducirla con un dialecto italiano, el napolitano, para dar cuenta de la diversidad lingüística y del efecto cómico que ésta produce:

–Anda caballero que mal andes; por el Dios que crióme que, si no dejas coche, así te matas como estás ahí vizcaíno. –¿Yo no caballero? Juro a Dios tan mientes como cristiano. Si lanza arrojas y espada sacas, ¡el agua cuán presto verás que al gato llevas! Vizcaíno por tierra, hidalgo por mar, hidalgo por el diablo, y mientes que mira si otra dices cosa.

–Vattenn’, cavaliere, che caschi malamente; ché in nome del Signore che m’ha fatto, se nun lasse ‘a carozza, t’accido comm’ evvero che song’ biscaino. –Non cavaliere io? Giuro ‘ngoppe ‘o Signore che sei buciardo comm’è overo che sei nu cristiano. Se butti ‘a lancia e tieni ‘a spada, vedrai quanta polvere ‘a da mangiá. Biscaino in terra, gentiluomo in mare, gentiluomo pel diavolo! Ed è falso chi sta a dicere n’ata cosa.

d) Un campo muy estimulante es el de la traducción de los refranes, de los que

el Quijote es un acervo impresionante, máxime en los parlamentos de Sancho, quien opone a la cultura libresca de su amo y a sus sentencias cultas y altisonantes su propia sabiduría popular y sus refranes burdos y prosaicos, si bien a veces de gran peso y llamativos. Los refranes en la obra se citan de varias maneras: en su forma completa, o bien truncados y tan solo con sus primeras palabras seguidas por un etcétera, o incluso adaptados al contexto por lo que resultan ser más bien un eco del proverbio. Para su reconocimiento e interpretación fueron muy útiles las notas al pie de las distintas ediciones consultadas. Sin embargo, también fue necesario acudir a instrumentos paremiológicos específicos, como el Vocabulario de Correas u otros repertorios italianos para encontrar refranes equivalentes en Italia.

Algunos refranes no plantean problemas porque en las dos lenguas presentan la misma forma y es, por tanto, muy fácil traducirlos. Un ejemplo es: Donde una puerta se cierre otra se abre (I, 21) que hemos traducido con ”Chiusa una porta si apre un portone”. Otros ejemplos son: El que compra y miente, en su bolsa lo siente (I, 25) cuyo correspondiente en italiano es casi idéntico: “Chi va al mercato e men-te, la borsa sua lo sente”, y váyase el muerto a la sepultura y el vivo a la hogaza (I, 19) que también tiene su correspondiente italiano “ai morti la fossa e ai vivi la pagnotta”.

En otros casos, en cambio, tuvimos que elegir un refrán equivalente en cuanto a significado pero con forma lingüística muy distinta, como por ejemplo Muchos piensan que hay tocinos y no hay estacas (I, 25) que tradujimos con “Molti pigliano

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lucciole per lanterne”, refrán utilizado comúnmente para comentar un error cabal en juzgar algo.

e) Otro aspecto interesante es el de las frases hechas y de los modismos cuyos

correspondientes italianos suelen tener una forma lingüística distinta, por ejemplo el caso doble de andar de Ceca en Meca y de zoca en colodra (I, 18), traducido como “andare a zonzo e passare dalla padella nella brace”, mientras que para Y a los escuderos, que se los papen los duelos (I, 18) hemos utilizado la locución popu-lar “andare in malora”: “e gli scudieri che se ne vadano in malora”. Otros ejemplos son: Allá se lo hayan (I, 25), dado como “se la vedano fra di loro”, y de mis viñas vengo (I, 25), que no tiene un correspondiente italiano, dado con la locución “mi faccio gli affari miei”.

En el caso de ¿Quién puede poner puertas al campo? (I, 25) hemos decidido no utilizar, por desusada, la frase hecha italiana “l’acqua e il popolo non si puó tenere” y la hemos modificado con “ma chi puó trattenere l’acqua?”. Un ejemplo más es: que de Dios dijeron (I, 25) que hemos traducido con “che anche di Dio dicono peste e corna”, siendo la frase hecha italiana “dire peste e corna” equivalente preci-samente a ‘decir –o hablar– mal’.

Otro modismo frecuente en el Quijote es moler a coces (I, 8), que hemos traducido con “pestare a calci”, una traducción literal pero que respeta el uso figurado del verbo pestare (‘moler’), muy usado en el sentido de ‘pegar’. En este caso también nos hemos alejado de otras traducciones italianas que optan por soluciones como “lo riempirono di calci” (Bodini), o “gli dettero tanti calci” (La Gioia). Asimismo se distingue nuestra versión de otras en el caso de un modismo de significado similar, Moler como a cibera (I, 44), para el que utilizamos uno italiano de cierto sabor dialectal “gonfiare come una zampogna”, mientras que los demás traductores intentaron mantener la imagen original sin acudir a un modismo italiano equivalente (como Bodini, “lo trebbió come grano sull’aia”, y La Gioia, “tante di quelle legnate da macinarlo”). Dos casos más que exigie-ron una traducción muy alejada de la letra son fue tortas y pan pintado (I, 17) que en italiano dimos como “sono state rose e fiori”, y de mala traza y de peor talante (I, 15), que tradujimos, de acuerdo con Franciosini, con el correspondiente modismo “conciati per le feste”.

f) Uno de los aspectos que hace de la traducción del Quijote un verdadero desa-

fío para el traductor es la constante presencia de juegos retóricos, que hemos inten-tado respetar y reproducir. Veamos algunos ejemplos comenzando por unos casos de antítesis.

En I, 19 Don Quijote le dice al encamisado a quien hizo caer de su mula que él es un caballero que va por el mundo enderezando tuertos y desfaciendo agravios (en it. “raddrizzando torti e riparando offese”) y el hombre, malherido, le responde (con detenido juego antitético, derivativo y de equivocatio –ya que tuerto significa ‘agravio’ pero también ‘torcido’):

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a mí de derecho me habéis vuelto tuerto, dejándome una pierna quebrada, la cual no se verá derecha en todos los días de su vida; y el agravio que en mí habéis des-hecho ha sido dejarme agraviado de ma-nera que me quedaré agraviado para siempre; y harta desventura ha sido topar con vos, que vais buscando aventuras.

da dritto, mi avete fatto diventare storto, lasciandomi una gamba rotta che non siraddrizzerá per tutto il resto della vita; e l’offesa che nel mio caso avete riparato è stata quella di lasciarmi offeso in modo tale che rimarró offeso per sempre. Fin troppa sventura quella di imbattermi in voi, che andate cercando avventure.

Gracias a la raíz común de español e italiano, como ven por los subrayados,

nuestra traducción consigue en este caso mantener muchos de los juegos, a través de la repetición de palabras derivadas de “dritto” y de otras derivadas de “offesa” (por agravio). Asimismo ha sido posible guardar el juego antitético y paronomásico de desventura y aventura.

Otras veces las antítesis cervantinas no son tan fácilmente reproducibles a tra-vés de una traducción literal, como en el caso de las palabras de la pastora Marcela que, al defenderse de las acusaciones, declara que no quiere que le molesten: el que me llama ingrata, no me sirva; el que desconocida, no me conozca (I, 14). El juego retórico etimológico y antitético entre desconocer y conocer, patente en el original, se perdería en una traducción literal (“chi mi crede irriconoscente non mi frequen-ti”). Hemos optado, pues, por traducirlo con otra pareja: “chi irriverente, non mi riverisca” para mantener el mismo juego entre étimo y antítesis del original.

Otro ejemplo de traducción no literal sino paralela de antítesis cervantina es cuando se dice de Grisóstomo que fue pastor de ganado / perdido por desamor (I, 14). En el original ganado es bisémico (sustantivo y participio pasado del verbo ganar, que se opone a perdido). En italiano este juego no se podría mantener tradu-ciendo a la letra (ganado es “bestiame”, no homógrafo de “guadagnato”) y optamos pues por otra pareja (“armenti/disarmato”) para mantener siquiera un juego fónico, por compensación.

Pasemos ahora a ver un caso de paronomasia intraducible al italiano, que resol-vimos con otra paronomasia italiana que nos pareció adecuada al contexto. Se trata de una frase de Sancho que, fastidiado por los constantes disparates de su amo, se desahoga diciendo: que todo debe de ser cosa de viento y mentira, y todo pastraña, o patraña, o como lo llamáremos (I, 25). La palabra pastraña es la forma anticuada de patraña, eso es, ‘cuento’. No pudiendo mantener, con una traducción literal, la misma repetición paronomásica, hemos introducido otra paronomasia italiana, “trottole o frottole”, de efecto semejante, si bien no trae a colación dos sinónimos ni variantes de la misma palabra como ocurre en el original.

Otras veces las paronomasias cervantinas se complican por la presencia de re-cursos derivativos y de figuras etimológicas generadoras de picardías y dobles sentidos eróticos, como en el caso de trucha/truchuela (I, 2). Dado que era imposi-ble de mantener en una traducción literal, lo dimos en italiano con un juego equiva-

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lente entre “luccio/lucciole”, siendo el “luccio” también un pescado (como trucha) y siendo “lucciole” (que literalmente sería ‘luciérnagas’) un eufemismo para aludir a las prostitutas, como en el caso de truchuelas. Aunque entre “luccio” y “lucciole” no corre parentesco etimológico como en el original, sí se produce el mismo efecto cómico de pseudo derivatio. Los demás traductores han elegido soluciones distintas y ninguna de ellas parece mantener la alusión erótica: por ejemplo Carlesi tradujo literalmente “trote/trotine”, mientras que Bodini eligió “salacco/salacchini” (nom-bre de pescado) y, en la frase siguiente “pesce grande/pesci piccoli”.

g) Pasemos ahora a lo que fue un verdadero rompecabezas: el de cómo traducir

los nombres propios. El amplio sistema de la Onomástica quijotesca alcanza las cumbres más altas de la interpretatio nominis de ascendencia medieval y caballe-resca, aunque mudado el signo en clave humorística. Frente al gran arraigo de nombres parlantes como Amadís (de amar), Palmerín (de palma), Florisbel (de bella flor) y también Tristán (de triste) y demás personajes épicos y heroicos, una parodia de un género, el caballeresco, también ha de ser parodia de los nombres propios ya desde las primeras páginas. Así, para empezar, el nombre Quixote toma el sufijo –ote del noble Lanzarote, pero se reúne con un apellido mucho más pro-saico, incierto entre Quixada, Quesada o Quexana, con sus significados burdos de ‘maxila’, ‘queso’ y ‘queja’. Y aquí empieza el reto para el traductor, ya desde las primeras líneas, y continúa después a cada paso con juegos etimológicos y semánti-cos cada vez más sutiles y rebuscados en cuanto a nombres propios de persona y de lugar, para los que una ayuda imprescindible la ofrece el conocido trabajo de Leo Spitzer. Nuestras soluciones han sido múltiples y de distinto tipo, según las circuns-tancias: conservación del nombre original, grafía italiana del nombre español, tra-ducción literal, forma equivalente, etc. Veamos algunos ejemplos.

El nombre mismo Quijote, por uno de sus significados, habría podido traducirse con “Don Cosciale” o más bien con “Don Cosciotto”, para mantener la terminación de Lancillotto (Lanzarote), sin embargo no hemos querido modificar la forma Chisciotte, bien arraigada en la cultura italiana10. Por la misma razón los apellidos Quixada, Quesada o Quixana los hemos simplemente italianizado en su grafía (“Chisciada”, “Chesada”, “Chisciana”) y no los hemos traducido, renunciando a los juegos de palabras que contienen y que habrían dado por resultado “Ganasciata”, “Caciata” y “Lamentana” (pues “ganascia” es la ‘quijada’, “cacio” es el ‘queso’ y “lamento” la ‘queja’). Asimismo preferimos no traducir el nombre de Cide Hamete

10 La forma italiana del nombre “Chisciotte” es puro préstamo con grafía adaptada (Chi- en lugar de

Qui-, y -sci- en vez de -x-) y dicho equivalente gráfico documenta muy a las claras cómo en pleno siglo XVII la letra -x- aún representaba el sonido palatal /š/ (fricativo y sordo), italianizado en -sci-. Dicho sonido ha pervivido inerte en el nombre italiano del Quijote hasta el día de hoy, desentendiéndose de la posterior evolución de /š/ a fricativa velar sorda /χ/ con grafía -j- (sin equivalente en italiano) y conser-vándonos cristalizado el nombre del “Chisciotte” con su sonido del siglo XVII.

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Benengeli (que juega con berenjena), y dejamos para la nota al pie la pauta de su posible equivalente en italiano, “Signor Hamid Melenzeni” (ya que berenjena en italiano se dice “melanzana”).

Para otros casos de nombres parlantes, preferimos en cambio traducirlos para que resultara claro su significado y valor cómico, diferenciándonos de los traducto-res anteriores que casi siempre dejan el nombre en su forma original o lo adaptan simplemente al sistema gráfico italiano.

Ejemplos son los nombres de gigantes, como Pandafilando de la Fosca Vista (I, 30) traducido en “Baroscippando dallo Sguardo Losco” por ser compuesto de pan-da (que es ‘trampa en el juego’, y en it. “baro” es ‘tramposo’) y filar (que en ger-manía significa ‘cortar, robar’, en it. “scippare”), mientras que otros traductores lo dejan igual, “Pandafilando”, y sólo traducen lo que sigue (Giannini “Pandafilando il Torvo”, Carlesi “Pandafilando dalla Foscavista”, Bodini “Pandafilando dallo sguardo bieco”). Dicho nombre Sancho no tardará en estropearlo por malentendido en Pandahilado (I, 30), dando lugar a sentidos obscenos, porque hilado en lenguaje prostibulario significa ‘fornicar’ y esta deturpación la tradujimos “Barochiavato”, por el it. “chiavare” (mientras que Carlesi se sale por la tangente con su traducción literal de hilado con “filato”, o sea “Pappafilato”).

Otro nombre de gigante es Caraculiambro (I, 1), que tradujimos con “Facciacu-landro” para mantener su comicidad (a la par que Carlesi lo da como “Visoculo-nio”, otro correspondiente), mientras que otros, como Giannini y Bodini, lo dejan sin traducir.

Un nombre más es el del duque Alfeñiquén del Algarbe (I, 18), que juega con alfeñique (dulce) y que por ello mismo lo tradujimos como “duca Zuccherino dell’Algarve”, siendo el “zuccherino” un terrón de azúcar, mientras que los demás traductores mantienen el nombre en español sea con grafía española (Giannini y Carlesi) sea con grafía italiana (Bodini), y en casos como éstos el lector italiano no se entera del juego semántico que hay detrás del nombre propio, y se pierde una parte de la risa.

Otros nombres parlantes son de trasfondo erótico, como Juan Haldudo (I, IV), derivado de halda, y traducido como “Juan Ingonnatore”, ‘que se mete en las hal-das’, con matiz distinto de las demás traducciones (Giannini y Carlesi “Gonnella”, literalmente ‘faldeta’, Bodini “Gonnalunga”, que en cambio significa ‘falda larga’, y La Gioia “Gonna”, ‘falda’ a secas), y éste es buen ejemplo de cuántas maneras de interpretación desencadena un nombre jocoso como Haldudo.

También tratamos de mantener la deturpación de Urganda que da en Hurgada, con matiz picante (I, 5), a través de la pareja “Urganda/Mutanda” (que en italiano significa ‘bragas’).

Un caso más es un topónimo burlesco, la laguna Meona, digo, Meótides (I, 29) donde se juega con un nombre de verdad, Meótides, que se encuentra allá por el Mar Negro, y el nombre Meona, inventado y que solo alude al sentido de ‘mear’, jocosamente. En nuestra traducción hemos mantenido el juego con “Pisciona” y

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“Pisciotide” respectivamente, si bien renunciando al topónimo real, de acuerdo con La Gioia que también cayó en la cuenta (“mare Piscione, volevo dire Pisciotide”) mientras que Carlesi opta por un análogo, también de efectos cómicos, “gran palu-de del Cacai, cioè del Catai”, manteniendo el guiño pero mudando de lugar geográ-fico (“Catai”) y optando por un verbo análogo, cagar en vez de mear (y “cacai” es pretérito). En cambio tanto Giannini como Bodini prefieren no tocar el original y dejar tal cual, “Meona/Meotide”.

En definitiva, los ejemplos comentados ofrecen una pequeña muestra de los

principales escollos con que nos topamos al hundirnos en la genialidad y en la complejidad de la prosa cervantina y al llevar a cabo la versión italiana de una obra maestra como el Quijote. Nuestro esfuerzo interpretativo ha sido constante y tras multitud de revisiones y de reinterpretaciones, línea por línea, a la luz de la biblio-grafía, de las herramientas y del método que enunciamos al principio, hemos llega-do a adoptar, en algunos casos, soluciones que juzgamos inéditas y originales para esta nueva versión italiana con la que nuestro equipo de hispanistas romanos quiso celebrar el IV Centenario del mayor clásico de la Literatura Española.

Y nuevas soluciones han de venir para la traducción de la Segunda Parte en marcha, que de momento, amén de presentar problemas parecidos, también nos depara con escollos nuevos y de distinto tipo, que poco a poco vamos anotando e inventariando a medida que el trabajo avanza. De todos éstos y de sus nuevas solu-ciones daremos noticia en próximas entregas11.

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11 Estamos preparando la segunda entrega, “Escollos de traducción en el Quijote (II)”, de pronta

aparición.

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184 ESCOLLOS DE TRADUCCIÓN EN EL QUIJOTE (I)

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