es invierno y arturo bandini, hijo primogénito de

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Es invierno y Arturo Bandini, hijo primogénito de emigrantes italianosinstaladosenel corazónde losEstadosUnidos,estáenpleno tránsitoentre la infanciay laadolescencia.Supadre,Svevo,amantedelvinoylasmujeres,esalbañil, peroenpleno inviernoapenashay trabajoy lainactividad lodesespera.Sumadre,María, esunacatólica ferviente, auntiemposumisayferoz.EsperandolaprimaveracreceeljovenArturo,personaje contradictorio y conmovedor, adolescente turbulento queintentaabrirsecaminoen lavidaysobrevivira laagobiantepresióndeunafamiliarota.

JohnFante

Esperaalaprimavera,BandiniePubr1.0

Titivillus12.08.15

Títulooriginal:WaitUntilSpring,BandiniJohnFante,1938Traducción:Antonio-PrometeoMoya

Editordigital:TitivillusePubbaser1.2

Dedicoestelibroamimadre,MaryFante,conamorydevoción;yamipadre,NickFante,conamoryadmiración.

PREFACIO

Ahoraqueyasoyviejonopuedoevocareste librosinquesu rastrosemepierdaenelpasado.Aveces,cuandoestoyenlacamaporlanocheunafrase,unpárrafoounpersonajedeestaobratempranaseapoderandemíyenunestadosemioníricome entretejen elmelodioso recuerdo de un antiguo dormitorio deColorado,odemimadre,odemipadre,odemishermanosymihermana.Nocreoque loqueescribíhace tanto tiempome reporte lapazdeestas fantasías,pero tampoco tengo ánimo suficiente para mirar atrás, para abrir esta novelaprimeriza y leerla otra vez. Tengomiedo, no soporto quemi propia obramedesnude.Estoysegurodequenuncavolveréaleerla.Tambiénestoysegurodeotra cosa: todas las personas de mi vida literaria, todos mis personajes seencuentranenestaobradejuventud.Enellanoquedayanadademímismo—sólo un recuerdo de antiguos dormitorios y el rumor de las zapatillas de mimadrealdirigirsealacocina.

JOHNFANTE

1

Avanzabadandopuntapiésalaespesacapadenieve.Hombreasqueadoalavista.SellamabaSvevoBandiniyvivíaenaquellamismacalle,tresmanzanasmásabajo.Teníafríoyagujerosenloszapatos.Porlamañanahabíatapadolosagujerospordentroconelcartóndeunacajademacarrones.Losmacarronesnoloshabíapagado.Sehabíaacordadomientrasmetíaenloszapatoslostrozosdecartón.

Detestaba lanieve.Eraalbañily lanievecongelaba laargamasaqueponíaentre los ladrillos. Se dirigía a su casa, pero no sabía por qué. Cuando erapequeñoyvivíaenItalia,enlosAbruzos,tampocolegustabalanieve.Nohabíasol, no había trabajo.Ahora vivía en los EstadosUnidos, enColorado, en unlugar llamado Rocklin. Acababa de salir de los Billares Imperial. En Italiatambién habíamontañas, por supuesto, iguales que losmontes blancos que sealzabanaunoskilómetroshaciaoccidente.Losmonteserangigantescastúnicasblancasquecaíanaplomohacialatierra.Veinteañosantes,cuandoteníaveinteañosdeedad,habíapasadohambredurantetodaunasemanaentrelosplieguesdeaquellatúnicadespiadadayblanca.Habíaestadoconstruyendounachimeneaenunrefugiodemontaña.Erapeligrososubirallíeninvierno.Habíadichoalaporraelpeligro,porquesóloteníaveinteañosentonces,yunanoviaenRocklin,y necesitaba dinero. Pero el techo del refugio había cedido bajo la nieveaplastante.

No había momento en que aquella nieve hermosa no le torturase. Nocomprendía aún por qué no había emigrado a California. Pero permanecía enColorado,entre lasnievesprofundas,porqueyaerademasiado tarde.LanieveblancayhermosaeracomolamujerblancayhermosadeSvevoBandini,muyblanca,muyfértil,queyacíaenlacamablancadeunacasasituadacallearriba.WalnutStreetnúmero456,Rocklin,Colorado.

Elaire frío lehumedeció losojos.Erancastaños,erandulces,eranojosde

mujer. Le había quitado los ojos a su madre al nacer, ya que después delnacimiento de Svevo Bandini, lamadre no había sido ya lamisma, achacosasiempre,siempreconexpresióndeenfermadespuésdelparto,hastaquemurió,yaSvevoletocótenerojoscastañosydulces.

Setenta kilos pesaba Svevo Bandini y tenía un hijo llamado Arturo quedisfrutabaacariciándoleloshombrosmusculososypalpándolelasculebrasquele corrían por dentro.Era hombre apuestoSvevoBandini, todomúsculo, y sumujer,quesellamabaMaría,encuantopensabaenlosmúsculosdelosriñonesdelmarido,elcuerpoyelespírituse lederretíancualnievedeprimavera.EramuyblancaestaMaríaymirarlaeraverlaatravésdeunafinísimacapadeaceitedeoliva.

Diocane.Diocane.QuieredecirqueDiosesunperroySvevoselodecíaalanieve.¿Porquéhabríaperdidodiezdólaresaquellanocheenunapartidadepóquer en losBillares Imperial?Eramuy pobre y tenía tres hijos, y no habíapagadolosmacarrones,nilacasaenqueestabanlostreshijosylosmacarrones.Diosesunperro.

SvevoBandiniteníaunaesposaquenodecíanunca:damedineroparadardecomeralosniños,peroteníaunaesposadeojosgrandesynegrosqueelamorencendíahastaelempalago,unosojosmuysuyosqueleescrutabanfurtivamentelaboca, lasorejas,elestómagoy losbolsillos.Laastuciadeaquellosojoseratriste, pues siempre sabían cuándo le había ido bien en los Billares Imperial.¡Vaya ojos para una esposa!Veían todo lo que él era y esperaba ser, pero sualmajamás.

Locualeraextraño,porqueMaríaBandinieraunamujerparaquien todoseranalmas, tanto losvivoscomolosmuertos.Maríasabía loqueeraunalma.Unalmaeraalgoinmortalqueellaconocía.Unalmaeraalgoinmortalsobreloquenodiscutía.Unalmaeraalgoinmortal.Bueno,fueraloquefuese,elalmaerainmortal.

Poseía un rosario blanco, tan blanco que si se cayera en la nieve no seencontraríanunca,yMaríarezabaporelalmadeSvevoBandiniydesushijos.Ycomolefaltabatiempo,esperabaqueenalgúnlugardelmundo,alguien,unamonja de algún silencioso convento, alguien, cualquiera, tuviese tiempo pararezarporelalmadeMaríaBandini.

ASvevoleaguardabaunlechoblancoenquesumujeryacíaacostada,cálidae impaciente,yéldabapuntapiésa lanieveypensabaenalgoquealgunavezfabricaría. Sólo una idea tenía en la cabeza: un aparato quitanieves. Había

construidounamaquetaconcajasdepuros.Selehabíametidoenlacabeza.Depronto se estremeció como hombre al que un pedazo de metal frío toca elcostadoyrecordólasvecesincontablesquehabíayacidoenellechocálidoconMaría, y que la crucecita fría del rosario femenino le rozaba la carne en lasnochesinvernalescomounavíborarienteyfría,yqueélseretirabaconpremuraaunrincóndellechomásfríoaún,ypensóentonceseneldormitorio,enlacasaquenohabíapagado,enlaesposablancaeincansablementedeseosadepasión,yyanopudoresistirlo,yllevadodelafuriasehundióenlanievemásabundantedelacalzadaparadesfogarseenella.Diocane.Diocane.

TeníaunhijoquesellamabaArturoyArturoteníacatorceañosyuntrineo.Alentrarenelpatiodelacasaquenohabíapagado,suspiescorrierondeprontohacialacopadelosárboles,habíacaídodeespaldasyeltrineodeArturoseguíaenmovimiento,deslizándosehaciaun lilode floresvencidasporelpesode lanieve.Diocane!Ya lehabíadichoalchico,aaquel renacuajocabrón,quenodejase el trineo en la entrada. SvevoBandini sentía que el frío de la nieve leperforaba lasmanos comoun enjambredehormigas rabiosas.Sepuso enpie,alzólosojosalcielo,agitóelpuñohaciaDiosyapuntoestuvodemorirsedeunataquedecólera.Arturo,Arturo.¡Renacuajocabrón!Sacóeltrineodedebajodelaslilasyconmaldaddeliberadalearrancólasguías.Sólocuandoestuvohechoeldestrozorecordóqueeltrineolehabíacostadosietedólaresconcincuenta.Selimpiólanievedelaropa,notandouncalorextrañoenlostobillos,pordondelanieve se le había colado en los zapatos. Siete dólares con cincuenta centavoshechos trizas.Diavolo!Queel chico se compraraotro trineo.De todosmodospreferíaunonuevo.

La casa no se había pagado. Era su enemiga aquella casa. Tenía voz y lehablabasiempre,igualqueunloro,cotorreándolelomismosinparar.Cadavezquesuspiesdespertabancrujidosenel suelodel soportal, lacasa ledecíaconinsolencia:noeresmidueño,SvevoBandini,ynuncaseré tuya.Cadavezquerozabaelpomodelapuertaprincipaleralomismo.Durantequinceañoslacasale había importunado y exasperado con su cretina independencia. Habíaocasiones en que la quería dinamitar y reducir a escombros. Cierta vez habíasidomuyfuertelaprovocación,laprovocacióndeaquellacasaque,semejanteaunamujer,leincitabaaposeerla.Peroalcabodetreceañoshabíaacabadoporcansarse y renunciar y la arrogancia de la casa había aumentado. A Svevo

Bandiniyanoleimportaba.El banquero propietario de la casa era uno de sus peores enemigos. El

recuerdodelacaradelbanqueroleaceleróelcorazónconansiaabrasadoradeviolencia. Helmer, el banquero. La hez de la tierra. De vez en cuando habíatenidoqueiraverleparadecirlequenoteníadinerosuficienteparaalimentaralafamilia.Helmer,pelogrispulcramentepeinadoconraya,manosblandas,ojosde banquero que parecían ostras cuando Svevo Bandini le decía que no teníadineroparapagarleelplazodelacasa.HabíatenidoquehacerlomuchasvecesylasmanosblandasdeHelmerleenervaban.Nopodíahablarconunhombreasí.DetestabaaHelmer.LehabríagustadoromperleelcuelloaHelmer,arrancarleelcorazónypisoteárseloconlosdospies.PensabaenHelmerymurmuraba:yatecogeré, ¡ya te cogeré!Noera su casayno teníamásque rozar el pomode lapuertaparaacordarsedequenoerasuya.

Se llamabaMaría y la tiniebla era luz ante sus ojos negros.Anduvo él depuntillas hasta el rincón y la silla que allí había, al lado de la ventana con lapersianaverdeechada.Altomarasientolecrujieronambasrodillas.ParaMaríaeracomoel tintineodedoscampanillasyse leocurrióqueeraunalocuraqueuna esposa amara tanto a unmarido. Hacía mucho frío en la habitación. Porentre los labios jadeantes lebrotabanchorroscónicosdevaho.Gruñómientrasforcejeaba como un pugilista con los cordones de los zapatos. Siempre losdichososcordones.Diavolo! ¿Semoriría de viejo sin haber aprendido a atarseloscordonesdeloszapatoscomolosdemáshombres?

—¿Svevo?—Sí.—Nolosrompas,Svevo.Enciendelaluzyyotelosdesataré.Noteenfades,

novayasaromperlos.¡Dios del cielo! ¡Santísima Virgen María! ¿Era aquello una mujer?

¿Enfadarse? ¿Por qué había de enfadarse? ¡Lamadre que…! ¡Con qué ganashabría roto la ventana de un puñetazo! Arañó con las uñas el nudo de loscordones.¡Cordones,cordones!¿Porquéexistiríanloscordonesdezapatos?Ay,ay,ay.

—Svevo.—¿Qué?—Yalohagoyo.Enciendelaluz.Cuando el frío ha agarrotado los dedos, el nudodeun cordón es tan terco

como el alambre espinoso. Arrimó brazo y hombro para desahogar la

impaciencia.El cordón se rompióconchasquido secoyapuntoestuvoSvevoBandinidecaersedelasilla.Suspiró,suspirólaesposa.

—Ay,Svevo,otravezloshasroto.—Es igual —dijo él—. ¿O querías que me metiera en la cama con los

zapatospuestos?Dormíadesnudo,despreciabalaropainterior,aunqueunavezalaño,conlas

primeras nieves, en la silla del rincón le esperaban siempre los calzoncilloslargos que le habían preparado. Cierta vez se había reído de aquellasalvaguardia: fue el año enque casi habíamuertodegripeypulmonía; fue elinviernoenquesehabíalevantadodeunlechodemoribundo,delirandoacausadelafiebre,asqueadodelaspastillasylosjarabes,sehabíatambaleadohastaladespensa, se habíametido hasta el galillomedia docena de cabezas de ajos yhabía vuelto a la cama para sudar hasta la bilis. María creyó que lo habíancurado sus oraciones y a partir de entonces el ajo fue la religión curativa deBandini,peroMaríasosteníaqueelajoprocedíadeDios,argumentodemasiadoabsurdoparaqueSvevoBandinidiscutiera.

Eraunhombreynosoportabaverseconcalzoncilloslargos.EllaeraMaríaycadamanchadelaropainteriordelmarido,cadabotónycadahebra,cadaolorycadarocehacíaquelospezonesledoliesenconunjúbiloquebrotabadelcentrode la tierra.Llevabancasadosquinceaños,yél tenía lengua, sabíamoverla,yconfrecuenciahablabadecuantose leocurría,peromuypocasveces lehabíadichotequiero.Ellaerasumujer,yhablabaencontadísimasocasiones,peroaélleaburríaquesólosupieradecirtequiero.

Se acercó al lecho, metió las manos bajo las mantas y buscó a tientas elrosarioerrabundo.Actoseguidoseintrodujoentrelassábanasyseabrazóaellacon desesperación, enroscando los brazos alrededor de los de ella, atenazandolaspiernasdelamujerconlassuyas.Noerapasión,sóloelfríodeunanochedeinviernoyellaeraunamujercilla-estufaquedesdeelprincipiolehabíaatraídoporsucalidezysumelancolía.Quinceinviernos,nochetrasnoche,yuncuerpocálidodemujerqueacogíaunospiescomotémpanos,unasmanosyunosbrazoscomotémpanos;pensóélenaquellaclasedeamorylanzóunsuspiro.

Yhacíanada, losBillares Imperial sehabíanquedadocon losdiezdólaresque le quedaban. Si aquella mujer tuviese por lo menos algún defecto quecompensara un tanto sus debilidades… Fíjate en Teresa de Renzo. Se habríacasado con Teresa de Renzo, pero era una mujer extravagante, hablabademasiado,labocaleolíaaperromuertoy,hembrafuerteymusculosa,fingía

derretirseademásentresusbrazos.¡Casinada!¡Yeramásaltaqueél!Elcasoesque con una esposa como Teresa habría perdido a gusto diez dólares en losBillares Imperial en una partida de póquer. Habría pensado en su aliento, enaquel pico que no paraba, y habría dado gracias a Dios por presentársele laocasióndetirarundineroquehabíaganadoconelsudordesufrente.PeroconMaríano.

—Arturoharotolaventanadelacocina—dijoésta.—¿Quelaharoto?¿Cómo?—TiróaFedericodecabezacontraella.—Elmuyhijodeputa.—Fuesinintención.Sóloestabajugando.—¿Yquéhicistetú?Nada,imagino.—Le puse yodo a Federico. Se hizo un corte pequeño en la cabeza. Pero

nadaserio.—¡Nadaserio!¿Lecheseseso,nadaserio?¿QuélehicisteaArturo?—Estabafurioso.Queríairalcine.—Yfue,comosiloviera.—Aloschicoslesgusta.—Elmuyrequetecabronazo.—¿Porquéhablasasídeél,Svevo?Estuhijo.—Túlohasechadoaperder.Hasechadoaperderatodos.—Esigualquetú.Tútambiénerasmalodepequeño.—¿Queyo…?Yonoestampénuncaamihermanocontraunaventana.—Porquenotuvistehermanos.Peroatupadrelotirasteescalerasabajoyle

rompisteunbrazo.—¿Quéculpateníayodequemipadre…?Bah,dejémoslo.Seleacercóserpeandoyhundiólacaraentrelastrenzasdelamujer.Desde

elnacimientodeAugust,elhijomediano,eloídoderechodesumujerdespedíaciertooloracloroformo.Selehabíapegadoenelhospitalyhacíayadiezañosque lo tenía encima: ¿o eran imaginaciones suyas? Durante años se habíapeleadoporelloconsumujer,peroellanegabaqueeloídoderecholeolieraacloroformo.Hastaloschicoshabíanacercadolanarizparaversieracierto,perono habían olido nada. Sin embargo, el olor estaba allí, siempre allí, igual queaquella noche en la sala del hospital, cuando se había inclinado para besarladespuésdesuperaraquelmaltrago,tanalaspuertasdelamuerteysinembargoviva.

—¿Yquépasasitiréamipadreescalerasabajo?¿Quétienequeverconlootro?

—¿Teechasteaperderporeso?¿Eh?¿Teechasteaperder?—¿Cómoquieresquelosepa?—Puesnoseñor,noteechasteaperder—respondióMaríaconfirmeza.Pero¿quésartadebobadasestabadiciendo?¡Puesclaroqueeraunperdido!

Teresa deRenzo le había dicho siempre que era unmalvado, un egoísta y unperdido. A él le divertía. Y la chica aquella… como se llamaba… Carmela,CarmelaRicci,laamigadeRoccoSaccone,ellapensabaqueeraundemonio,yeraunachicalista,habíaestudiado,enlaUniversidaddeColorado,yteníatítulo,y lehabíadichoqueeraunbarrabás irresistible,cruel,peligroso,unaamenazaparalasjóvenes.PeroMaría…,bueno,Maríapensabaqueéleraunángel,másbueno que el pan. Bah. ¿Qué sabía ella? No tenía educación ni estudios, nisiquierahabíaterminadoelbachillerato.

Nisiquieraelbachillerato.SellamabaMaríaBandini,peroantesdecasarseconélsellamabaMaríaToscanaynoterminóelbachillerato.Ensufamiliaerandoshermanasyunhermanoyellaeralamenor.TonyyTeresa,losdoshabíanterminadoelbachillerato.¿PeroMaría?Lamaldicióndelafamiliahabíacaídosobreella,lamástontadelosToscana,lachicaquequeríavivircomolegustaseyquenohabíaterminadoelbachillerato.Toscanaignorante.Sóloellacarecíadecertificado de estudios secundarios; casi lo había conseguido después de tresañosymedio;peronolehabíandadoningúntítulo.TonyyTeresalotenían,yCarmelaRicci,laamigadeRocco,quehastahabíaestudiadoenlaUniversidadde Colorado. Dios estaba en contra de él. ¿Por qué de todas había ido aenamorarsedelamujerqueteníaallado,deaquellamujerquenisiquierateníauntítulodebachiller?

—ProntoseráNavidad,Svevo—dijoella—.Rezaunaoración.PideaDiosqueseanunasbuenasNavidades.

SellamabaMaríaysiemprelecontabacosasqueélsabíaya.¿EsquehacíafaltaqueledijeranquelaNavidadestabaalcaer?Ynadamenosqueelcincodediciembreporlanoche.¿Esquehaynecesidaddequecuandounhombresevaadormirconsumujereljuevesporlanocheledigaellaqueeldíasiguienteseráviernes?YaquelArturo…¿porquélehabríatocadoensuerteunhijoquejugabacontrineos?Ah,poveraAmerica!YteníaquerezarporquefuesenunasbuenasNavidades.Bah.

—¿Notienesfrío,Svevo?

Ya empezaba, siempre queriendo saber si tenía frío o no tenía frío.Levantabapocomásdemetroymediodel sueloyélnosabíanuncasiestabadormidaodespierta,asíeradecallada.Unfantasma,esoesloqueera,siemprecontentaensubrevemitaddelacama,rezandoelrosarioyrogandoporunafelizNavidad. ¿No era lógico que no hubiese pagado el plazo de la casa, de aquelmanicomiohabitadoporunaesposaqueteníametidalareligiónhastaeltuétano?Loqueunhombrenecesitabaeraunamujerquelepinchase,queleestimulara,quelehicieratrabajardefirme.¿PeroMaría?Ah,poveraAmerica!

Lamujerselevantóporsuladodellecho,suspies,sinequivocarseenmediodelaoscuridad,encontraronlaszapatillasqueestabanenlaalfombra,yélsupoque iba a ir al lavabo primero, y a ver cómo estaban los chicos después,inspecciónúltimaantesdevolveralacamaparanovolveralevantarseduranteel resto de la noche. Una esposa que siempre salía de la cama para echar unvistazoasustreshijos.¡Quéascodevida!Iosonofregato!

¿Cómoibaadormirunhombreenaquellacasa,siemprehechauninfiernoycon sumujer levantándose siemprede la cama sin decir ni pío? ¡A tomarporsacolosBillaresImperial!Unfulldereinas-dosesyhabíaperdido.Madonna!¡YencimateníaquerezarporunaNavidadalegre!¡UnasuertedeperrosyencimaponteahablarconDios!JesuChristi,sieraverdadqueDiosexistía,quehablasedeunamalditavez.

Volvióasuladotansilenciosacomosehabíaido.—Federicoseharesfriado.También él estaba resfriado; en el alma. Su hijo Federico soltaba unas

lagrimitas y María le frotaba el pecho con mentol y se pasaba media nochehablándoledeello,peroSvevoBandiniteníaquepadecersolo,ynocondolorescorporales,sinopeor,condolorenelalma.¿Habíaundolormásgrandequeelquesesentíaenelalma?¿LeayudabaMaría?¿Lepreguntabaalgunavezsiseresentíade losmomentosdifíciles?¿LehabíadichoalgunavezSvevo, cariño,cómotieneselalmaestosdías?¿Estássatisfecho,Svevo?¿Encontrarás trabajoesteinvierno,Svevo?DioMaledetto!¡YqueríaunaNavidadfeliz!¿CómosevaapasarunaNavidad feliz cuando teniendomujery treshijos se sigueestandosolo?Agujerosenloszapatos,malasuerteconlascartas,sinempleo,elcuellorotoporculpadeuntrineodemierda…yencimaunaNavidadfeliz.¿Esqueeramillonario?Lohabría sido si se hubiera casado con lamujer que le convenía.Bueno,paraelcarro:bastayadedecirestupideces.

Se llamaba María y él advirtió que el calor del lecho disminuía a sus

espaldas, y tuvo que sonreírse porque sabía que ella se le aproximaba, y loslabiosseleentreabrieronparaacogerlos:tresdedosdeunamanopequeñaqueleacariciabanloslabios,quelotransportabanaunpaíscálidoenelinteriordelsol,ysintióenlanarizelalientoligerodeunoslabiosfruncidosporlazalamería.

—Carasposa—dijo—.Mimujercita.SelehabíanhumedecidoloslabiosaMaría,quelosfrotócontralosojosdel

marido.Ésterióconsuavidad.—Voyamatarte—lemurmuró.Ellaseechóareír,peroseenvaródeprontoenactituddequienescucha,de

quienescuchaaversisehandespertadolosniñosenlahabitacióncontigua.—Chesarà,sarà—dijo—.SealoqueDiosquiera.SellamabaMaríayeramuysufrida,leesperaba,leacariciabalamusculatura

de los riñones, muy sufrida, le besaba en todas partes, y a él le devorabaentonceslallamaradaquelegustabatantoyellaseechabadeespaldas.

—Ay,Svevo.¡Esmaravilloso!Laamóconviolenciadelicada,muyorgullosodesí,sindejarderepetirse:no

es tan idiota la María, sabe lo que es bueno. La burbuja gigantesca queperseguían camino del sol reventó entre ambos y el hombre gruñó con aliviojubiloso, gruñó como hombre contento de haber podido olvidar muchísimascosasduranteunosinstantes,yMaría,silenciosaensubrevemitaddelacama,se quedó escuchando los latidos de su propio corazón y se preguntó cuántohabría perdido Svevo en los Billares Imperial. Mucho, sin duda; acaso diezdólares,porqueMaríanotendríatítulodebachiller,peroadivinabaladesdichadeunhombreporelalcancedesupasión.

—Svevo—lemurmuró.Peroéldormíayacomountronco.

Bandini, enemigo de la nieve. Se levantó a las cinco de aquella mismamadrugada, saltó de la cama igual que un cohete, haciéndole muecas al frío,burlándosedeél:bah,Colorado,enelquintopinodelacreación,siempreconunfríoquepela,mal sitioparaunalbañil italiano;vayavidaque lehabía tocadovivir. Anduvo con los pies de canto hacia la silla, cogió los pantalones eintrodujolasextremidadesenlasperneras,pensandoqueperdíadocedólaresaldía,eljornalbaseacordadoporelsindicato,ochohorasdetrabajoduro,¡ytodopor culpa de aquello! Tiró del cordón de la persiana; ésta subió de golpe

crepitandocomounaametralladora,ylamañanablancaypuraentróaraudalesen el dormitorio, envolviéndole de luz. Gruñó a la mañana. Sporcaccione, ledijo:soguarra.Sporcaccioneubriaca:guarraborracha.

Maríadormíaconelacechoamodorradodeunagataylapersianaladespertóconviveza,losojosdesentumecidosporelpánico.

—Svevo.Esdemasiadotemprano.—Siguedurmiendo.Nadietedicenada.Siguedurmiendo.—¿Quéhoraes?—Hora de que los hombres se levanten. Hora de que las mujeres sigan

durmiendo.Asíqueacallar.Nosehabíaacostumbradonuncaalevantarseahoratantemprana.Lassiete

erasuhoradelevantarse,salvocuandoestabaenelhospital,yunavezsehabíaquedadoencamahastalasnueveylehabíaentradodolordecabeza,peroaquelhombreconquiensehabíacasadosalíadelacamaalascincoeninviernoyalasseisenverano.Conocíasusangustiasenelpresidioblancodel invierno; sabíaque cuando se levantase dos horas después él habría limpiado ya la nieve detodoslossenderosdelpatioydesusalrededoresenunradiodemediamanzana,bajolascuerdasdetenderlaropa,hastaelextremodelcallejón,amontonándola,removiéndola,perforándolaconinquinaconlapala.

Así fue.Cuandose levantóe introdujo lospiesen laszapatillas, losdedosreventadoscomofloressecas,miróporlaventanadelacocinayvioqueestabaallí, metido en el callejón, del otro lado de la valla. Un gigante, un giganteencogidoyocultotraslavalladeunmetroconochenta,lapalavistaynovista,subiendoybajando,devolviendoalcielosusborlasdenieve.

Peronohabíaencendido laestufade lacocina.Desde luegoqueno, jamásencendíalaestufadelacocina.¿Quéeraélparatenerqueencenderelfuego,unamujer?Aunqueavecessí.Enciertaocasiónseloshabíallevadoalasmontañaspara regalarse con una fritada de carne y solamente él había contado con laautoridad suficientepara encender el fuego. ¡Pero enuna cocina! ¿Quéera él,unamujer?

Hacíamuchofríoaquellamañana,muchofrío.AMaríalecastañeteabanlosdientes, lasmandíbulas se le desbocaban.El linóleogris oscurohabría podidopasarporunacapadehielo, lamismaestufa eraunabarradehielo. ¡Valienteestufa!, déspota, incivilizada y con malas pulgas. Siempre la piropeaba, lamimaba,latranquilizaba,estufasemejanteaunosonegroquesufriesebrotesderebeldía,queladesafiaraparaversieracapazdeencenderla;estufaquisquillosa

que, cuando se calentaba y emitía un calorcillo suave, perdía los estribos derepente, se ponía al rojoblancoy amenazaba condestruir la casa entera.SóloMaríasabíatrataraquelcachonegrodehierromohínoylohacíaalimentándolacon una astilla tras otra, acariciando las llamas tímidas, poniendo un tronco acontinuación,luegootro,yotro,hastaqueronroneabagraciasasusatenciones,elhierrosecaldeaba,elvientreselehinchaba,elcalorlahacíavibrar,hastaquegruñíaygemíadeplacer,igualqueunidiota.EllaeraMaríaylaestufasólolaqueríaaella.SiArturooAugustleintroducíanunpedazodecarbónporlabocaávida,seponíafuriosaellasola,ennegrecíayagrietabalapinturadelasparedes,adquiría un color amarillo que daba miedo, un fragmento de infierno queprotestaba y exigía la presencia de María, que llegaba con el ceño fruncido,resuelta,conuntrapoenlamanoconelquelatoqueteabaaquíyallá,leajustabalasválvulas con experienciay le revolvía las entrañashastaque recuperaba laestúpida normalidad. María, de manos no mayores que rosas marchitas, peroaquel demonio negro era su esclavo y ella le profesaba un cariño sincero. Lamantenía viva, chisporroteando con perversidad, con la niquelada chapa de lamarca sonriéndole conmalicia, igual que unabocademasiadoorgullosa de suhermosadentadura.

Cuandoalcabobrotaronlasllamasylaestufalediolosbuenosdíasconungruñido,Maríalepusoencimaelaguaparaelcaféyvolvióalaventana.Svevoestaba aún en el patio trasero, inclinado sobre la pala, jadeando. Las gallinashabíansalidodelcobertizoypuéstoseacloquearnadamásverle,nadamásveraaquelhombrecapazdelevantardelsueloelblancocielodesplomadoyarrojarlopor encima de la valla. Pero desde la ventana advirtió que las gallinas no seatrevíanaacercársele.Ellasabíaporqué.Eransusgallinas;comíandesumano,peroaéllodetestaban;lorecordabanporquealgúnqueotrosábadoporlanochesepresentabaentreellasconánimodematar.Lascosascomoeran; leestabanagradecidas porque había quitado la nieve y ellas podrían escarbar la tierra,apreciabaneldetalle,pero jamásconfiaríanenél comoen lamujerque se lesacercabaconlasmanospequeñasllenasdemaíz.Ytambiénconespaguetis,enunafuente;labesabanconelpicocadavezquelesllevabaespaguetis;peroojoconelhombre.

Se llamabanArturo,AugustyFederico.Sehabíandespertadoya, castañoslosojosde los tresybien remojadosenel ríonegrodelsueño.Yacíanenunamismacama,Arturocondoceaños,AugustcondiezyFedericoconocho.Críositalianos, entreteniéndose con picardías, los tres en lamisma cama, emitiendo

una risa obscena, precipitada, característica. Arturo sabía muchísimo. Enaquellos instantes les contaba lo que sabía, y las palabras le salían de la bocaenvueltas en un vaho caliente y blanco en el frío de la estancia. Sabíamuchísimo.Habíavistomuchísimo.Sabíamuchísimo.Nosabéisloquehevisto.Estabasentadaenlosescalonesdelsoportal.Estabacasiencimadeella.Selovitodo.

Federico,deochoaños.—¿Quéleviste,Arturo?—Cierraelpico,enano.Nohablamoscontigo.—Nocontarénada.—Venga,cierraelpico.Eresdemasiadopequeño.—Entonceslocontaré.Unieronsusfuerzasyloecharondelacama.Cayóalsueloentregimoteos.

El aire frío le despertó una rabia repentina y le perforó con diez mil agujas.Chilló, quisometerse otra vez bajo lasmantas, pero eranmás fuertes que él,rodeó la cama corriendo y entró en el cuarto de la madre. Ésta se ponía lasmediasdealgodón.Elpequeñochillabaconaflicción.

—¡Mehanechadoapatadas!¡Arturo!¡YAugust!—¡Chivato!—gritaronenlahabitacióncontigua.AellaelFedericoleparecíahermosísimo;supielleparecíahermosísima.Lo

cogióenbrazosy le frotó laespalda, lepellizcóaquellapreciosidaddeculito,muy fuerte, para hacerle entrar en calor y él pensó en el olor de sumadre, sepreguntóquésería,sedijoquesentabamuybienporlamañana.

—Acuéstateenlacamademamá—ledijoella.Elpequeñosemetióenellechoconprestezaylamadreloenvolvióenlas

mantas,lozarandeóconalegría,yélcontentísimodeestarenelladomaternodelacama,conlacabezaenelhuecoquehabíadejadoelpelodemamá,porquelaalmohada de papá no le gustaba; olía agrio y fuerte, pero la demamá estabaperfumadayloenvolvíaenunaoladecalidez.

—Séotracosa—dijoArturo—.Peronopiensocontártela.Augustteníadiezaños;nosabíamucho.Porsupuestoquesabíamásqueel

mierdadeFederico,peronilamitadqueelhermanoqueteníajuntoasí,Arturo,quesabíamuchísimodemujeresyesascosas.

—¿Quémedassitelocuento?—lepreguntóArturo.—Tedaréunachapa.—¡Unachapa!¡Vayamierda!¿Yparaquéquieroyounachapaeninvierno?

—Teladaréenverano.—Nihablar.¿Quémedasahora?—Todoloquetengo.—Esoestámejor.¿Quétienes?—Nada.—Muybien.Entoncesnotecontarénada.—Notienesnadaquecontar.—¡Unhuevoqueno!—Cuéntamelogratis.—Deesonada,monada.—Mientes,poresonomelocuentas.Eresunmentiroso.—¿Mentirosoyo?—Serásunmentirososinomelocuentas.¡Mentiroso!SellamabaArturoyteníacatorceaños.Erasupadreenminiatura,perosin

bigote. El labio superior se le fruncía con idéntica crueldad bondadosa. Laspecasleinundabanlacaracomohormigasenunpastel.Eraelmayor,secreíaunmachoteynoibaaconsentirqueelbabosodesuhermanolellamaraembusterosinrecibirsumerecido.Cincosegundosmástarde,Augustseretorcíadedolor.Arturoestababajolasmantasalospiesdesuhermano.

—¿Tehagounallaveeneldedogordo?—¡Ay,ay!¡Suéltame!—¿Quiéneselmentiroso?—¡Nadie!LamadresellamabaMaría,peroelloslallamabanmamá;helaahorajuntoa

ellos,asustadaaúndelasresponsabilidadesmaternas,aúninseguraalrespecto.FíjateenAugust;erasencillosersumadre.Teníaelpelorubioycienvecesaldía, sin saber cómo ni por qué, pensaba en ello, en que su hijo mediano erarubio.Lobesabaenlosmomentosmásinesperados,seinclinabayleolíaelpelorubio,lepegabaloslabiosalasmejillasylosojos.Eraunbuenchico,deverdadque lo era.Claroquehabía sufridomuchopor su culpa.Riñones flojos, habíadicho el doctor Hewson, pero ya había pasado aquello y el colchón ya noamanecíahúmedo.Augustpodíacreceryayserunhombredebienquenuncasemojabaenlacama.Ciennocheshabíapasadoderodillasjuntoaélmientraselpequeño dormía, las cuentas del rosario tintineando en la oscuridad mientrassuplicabaalSeñor:tenpiedad,Diosbendito,ynopermitasquemihijovuelvaamojar la cama. Cien, doscientas noches. El médico había dicho que riñones

flojos; ellahabíadichoque lavoluntaddeDios;ySvevoBandinihabíadichoquéjodidafaltadedisciplinayfuepartidariodequeAugustdurmieseenelpatiotrasero, con pelo rubio o sin pelo rubio. Se había sugerido toda suerte deremedios.Elmédiconoparabaderecetarlemedicamentos.Svevoerapartidariodel jarabe de palo, pero ella se las había apañado siempre para burlar susintenciones; y la madre de la madre, Donna Toscana, había insinuado que elpequeñosebebieralapropiaorina.PeroellasellamabaMaría,lomismoquelamadredelSalvador,yhabíahabladoconestaotraMaríatrasrecorrerkilómetrosy kilómetros de rosario. Bueno, se había acabado, ¿no? Cuando le deslizó lamanodebajoaprimerahorade lamañana,¿noestabasecoycaliente?¿Yporqué?Maríasabíaelporqué.Nadiemáspodíaexplicarlo.Bandinihabíadichoyaerahora,joder;elmédicohabíadichoquelohabíancuradolaspastillasyDonnaToscana dijo que se habría acabado hacía mucho de haber seguido susinstrucciones. El mismo August estaba sorprendido y complacido cuando aldespertarpor lamañanasenotabasecoylimpio.Recordabalasnochesenquedespertabayveíaasumadrederodillasjuntoaél,lacarapegadaalasuya,lascuentas tintineando, el aliento materno en su nariz y el murmullo de frasescortas,DiostesalveMaría,DiostesalveMaría,queleresbalabanporlanarizylos ojos, hasta que, preso entre las dos mujeres, experimentó una melancolíairreal,undesamparoqueleconmovióylehizotomarlaresolucióndecontentaraambas.Yyanovolvióamearseenlacama.

Era fácil ser lamadre deAugust. Le acariciaba el pelo rubio siempre quequeríaporqueelmuchachohabíaheredadoelelementomilagrosoymisteriosode ella. Había hecho mucho por él la María. Lo había hecho crecer ydesarrollarse.HabíahechoquesesintieratodounmozoyqueArturodejaradeburlarseydeofenderleacausadesusriñonesflojos.Cuandoseleacercabaellaallechotodaslasnochesconpasosusurrante,nadamássentirélquelosdedoscariñosos le acariciaban el pelo, volvía a recordar que gracias a ella y a otraMaríahabíadejadodeserunmariquitaysehabíaconvertidoenunhombre.Eracomprensible que ella oliese tan bien. YMaría no olvidaba jamás aquel pelorubioprodigioso.DedóndeleveníasólolosabíaDios,yestabamuyorgullosadeél.

Desayunoparatresmuchachosyunhombre.SellamabaArturo,peronolegustaba y quería llamarse John. Se apellidaba Bandini, pero quería que fueseJones.Supadreysumadreeranitalianos,peroélqueríasernorteamericano.Supadreeraalbañil,peroélqueríaserpitcherdelosCubsdeChicago.Vivíanen

Rocklin,unpueblodeColoradodediezmilhabitantes,peroélqueríavivirenDenver,queseencontrabaacincuentakilómetros.Laspecaslecubríanelrostro,peroélloqueríalimpioydespejado.Ibaaunaescuelacatólica,peroélqueríairaunaescuelanacional.TeníaunanoviaquesellamabaRosa,peroellaleteníainquina. Era monaguillo, pero también un demonio que detestaba a losmonaguillos. Quería ser un buen chico, pero temía ser un buen chico porquetemíaque losamigos le llamasenbuenchico.Se llamabaArturoyqueríaasupadre, pero vivía con el temor de que llegase el día en que pudiese darle unapalizaasupadre.Venerabaasupadre,perosumadreleparecíaunacobardicayunaimbécil.

¿Porquénoerasumadrecomootrasmadres?Peroasíeraytodoslosdíaslocomprobaba. Lamadre de JackHawley le excitaba: le daba rosquillas con talgracia que el corazón se le ponía tierno. Lamadre de Jim Toland tenía unaspiernasdignasdeadmirarse.LamadredeCarlMollanuncallevabanadadebajodel vestido de guinga; cuando barría el suelo de la cocina de su casa, él sequedabaenelsoportaltraseroparacontemplarextasiadolosmovimientosdelaseñoraMolla,devorandoconlosojoslasoscilacionesdesuscaderas.Teníadoceañosentoncesyeldescubrimientodequesumadreno leexcitabahizoque ladespreciase en secreto. Siempre vigilaba a su madre por el rabillo del ojo.Amabaasumadre,perolaodiaba.

¿PorquésumadresedejabatiranizarporBandini?¿Porquéleteníamiedo?Cuando estaban en la cama y él permanecía despierto, sudando de furia, ¿porquédejabasumadrequeBandinilehicieraaquello?Cuandosalíaelladellavaboy entraba en el cuarto de los chicos, ¿por qué sonreía en la oscuridad?No lepodía ver la sonrisa, pero se la adivinaba en la cara, alegría de la noche cuyaternura realzaban la oscuridad y las luminarias ocultas que le aureolaban elrostro.Enaquellosmomentosodiabaalosdos,peroelodioquesentíaporellaera mayor. Le habría gustado escupirle y mucho después de que la madrehubiesevueltoalacama,elodioseguíaescritoensusfaccionesylosmúsculosdelasmejillasledolíanporsucausa.

Eldesayunoestabalisto.Oyóasupadrequepedíaelcafé.¿Porquésupadrevociferabacontinuamente?¿Nosabíahablarenvozbaja?Porculpadeaquellosgritos, todos losvecinossabían loqueocurríaen lacasa.LosMoreyvivíanalladomismo:puesno se les oíani estornudar, nuncanunca; gente silenciosaytranquila los norteamericanos. Pero a su padre no le bastaba con ser italiano,teníaqueserunitalianoescandaloso.

—Arturo—exclamólamadre—.Adesayunar.¡Comosinosupieraqueeldesayunoestaba listo! ¡Comosi todoColorado

nosehubieseenteradoyadequelosBandiniestabandesayunando!Detestabaelaguayeljabónynoalcanzabaacomprenderporquéhabíaque

lavarse la cara todas lasmañanas. Odiaba el cuarto de baño porque no habíabañera. Odiaba los cepillos de dientes. Odiaba el dentífrico que compraba sumadre.Odiabaelpeinedelafamilia,engorrinadosiempreconlaargamasadelpelode supadre, y aborrecía supropiopeloporque siempre se le despeinaba.Perosobretododetestabasucaramanchadadepecasyqueparecíaunaalfombrasobrelaquehubiesendesparramadodiezmilpeniquescobrizos.Loúnicoquelegustaba del cuarto de baño era el madero suelto del rincón. Debajo escondíaejemplaresdeScarletCrimeyTerrorTales.

—¡Arturo!¡Queseteenfríanloshuevos!Huevos.Diosdeluniverso,cuántoaborrecíaloshuevos.Se habían enfriado, bueno, ¿y qué?No eranmás fríos que los ojos de su

padre, que le observó con atención cuando se sentó a la mesa. Se acordóentonces,unamiradalebastóparasaberquesumadresehabíachivado.¡Cielos,oh, cielos! ¡Que su propia madre le hubiera delatado! Bandini señaló con lacabeza la ventana de ocho vidrios que había en la otra punta de la estancia,faltabauncristalyelhuecosehabíatapadoconuntrapodecocina.

—Asíquerompisteelcristalconlacabezadetuhermano,¿eh?FueexcesivoparaFederico.Volvióaverlotodootravez:Arturocabreado,

Arturoque lo empujaba contra la ventana, el ruidodel vidrio al romperse.Deprontoseechóa llorar.Nohabía lloradopor lanoche,perosehabíaacordadoahora: lasangreque lemanabadelpelo,sumadreque le lavaba laheriday ledecíaquefueravaliente.Habíasidoespantoso.¿Porquénohabíalloradoporlanoche?Noseacordaba,perollorabaahoraysefrotabalosojosconlosnudillosparasecarselaslágrimas.

—¡Aversitecallas!—ledijoBandini.—Sitetirasendecabezacontraunaventana—dijoFedericoentresollozos

—,veríascomotambiénllorabastú.Arturo no lo podía ni ver. ¿Por qué tenía que tener un hermano pequeño?

¿Por qué había tenido que ponerse ante la ventana? ¡Vaya gentuza aquellosMacarroni! Fíjate en el padre, anda.Mira cómo espachurra los huevos con eltenedorparaque losdemássepanqueestácabreado. ¡Miracómolechorrea layemaporlabarbilla!Yporelbigote.Claro,comoeraunEspaguetiniMacarroni

se tenía que dejar bigote, pero ¿hacía falta que semetiese los huevos por lasorejas?¿Esquenosabíadóndeteníalaboca?¡Diosbendito,lositalianos!

PeroFedericosehabíacalladoya.Elmartiriodelanocheanterioryanoleinteresaba; había descubierto una miga de pan en su vaso de leche que lerecordabaaunbarcoquesurcaseelocéano;ruuuuuum,hacíaelmotordelbarco,ruuuuuuum.Sielmarfuesedelechedeverdad…¿sepodríacogerheladoenelPoloNorte?Ruuuuuum,ruuuuuuum.Deprontosepusoapensarotravezenlanocheanterior.Losojosseleinundarondelágrimasycomenzóasollozar.¡Perolamigadepansehundía!Ruuuuuum,ruuuuuum.¡Notehundas,barquito,notehundas!Bandinilemirabaconfijeza.

—¡PorlosclavosdeCristo!—exclamó—.¿Quieresbebertelalecheydejardehacerelindio?

Mencionar el nombre de Cristo tan a la ligera fue para María como unbofetón en la boca.Al casarse conBandini no se le había ocurrido que fuesedadoalasblasfemias.Nuncasehabíaacostumbradodeltodo.AunqueBandiniblasfemabaporcualquiercosa.Loprimeroquehabíaaprendidoadecireningléshabía sido me cago en la hostia. Y estaba muy orgulloso de sus blasfemias.Cuandoseenfadaba,sedesahogabasiempreendosidiomas.

—Bueno —dijo—, ¿por qué tiraste a tu hermano de cabeza contra laventana?

—¿Yyoquésé?—dijoArturo—.Lohiceyyaestá.LosojosdeBandiniadquirieronunfulgormortífero.—Ah,¿sí?¿Ysiyotearrancolacalamorradeunguantazo?—Svevo—dijoMaría—.Svevo.Porfavor.—¿Quétepasaati?—Fue sin querer, Svevo —dijo la madre con una sonrisa—. Fue un

accidente.Cosademuchachos.Soltólaservilletadeungolpe.Losdienteslerechinaronysecogióelpelo

con lasdosmanos.Ysepusoaoscilaren la silla, adelanteyatrás, adelanteyatrás.

—¡Cosa de muchachos! —exclamó en son de burla—. El jodío cabrónestampaasuhermanocontralaventana¡yescosademuchachos!¿Yquiénvaapagar el cristal? ¿Quién pagará la factura del médico cuando lo tire por unprecipicio?¿Quiénpagaráalabogadocuandolometanenlacárcelpormatarasuhermano?¡Tenemosunasesinoenlafamilia!Diomio,aiutami! ¡Ayúdame,Señor!

María cabeceó sonriendo. Arturo curvó los labios y esbozó una sonrisacriminal:asíquesupadreestabatambiénencontrasuya,inclusoleacusabayadeunasesinato.LacabezadeAugustsebamboleabacontristeza,aunqueestabacontentoporquedemayornoseríaunasesinocomosuhermanoArturo;siporélfuera, sería cura; a lo mejor tenía que administrar los últimos sacramentos aArturoantesdequelosentaranenlasillaeléctrica.EncuantoaFederico,yaseveíamuertoamanosdesucoléricohermano,yaseveíaenelentierro,echadoenla caja; todos sus amigos de Santa Catalina estaban presentes, de rodillas yllorando;¡eraunespectáculoespantoso!Losojosselevolvieronahumedecerysollozóconamargura,preguntándosesisetomaríaotrovasodeleche.

—ParaNavidad,yoquierounalanchamotora—dijo.Bandiniselequedómirando,estupefacto.—Nimásnimenosqueloqueestafamilianecesita—dijo.Hizorevolotear

la lenguacon sarcasmo—.¿Túquieresunamotoradeverdad,Federico?¿Unaquehagapatpatpatpatpat?

—¡Sí, sí, quiero una así!—exclamó Federico riéndose—. ¡Una que hagapátitipátitipatpat!—Yaestabaenella,yalaconducíaporlamesadelacocinay por el LagoAzul, allá en lo alto de lasmontañas. La sonrisa despectiva deBandinileobligóapararelmotoryecharelancla.Sequedócalladoeinmóvil.LasonrisadespectivadeBandini leatravesabadeparteaparte.Federicoquisoecharseallorarotravez,peronoseatrevió.Bajólosojoshastaelvasodelechevacío,viounpardegotasenelfondoylasapurócongranderrochedepacienciamientras dirigía a su padre unamirada furtiva por encima del vaso.He allí aSvevo Bandini: sonriéndole con desprecio. Federico notó que se le ponía lacarnedegallina.

—Va,venga—murmuróacongojado—.Sinohehechonada.El silencio quedó roto. Todos se calmaron, hasta Bandini, que había

prolongadolaescenademasiado.Hablóconserenidad.—Nadadelanchasmotoras,¿entendido?Nadadelanchasmotoras.¿Aquello era todo? Federico suspiró de alegría. Todo el rato había estado

convencidodequesupadrehabíadescubiertoquehabíasidoélquien lehabíarobadolacalderillade lospantalonesdefaena,quienhabíaroto lafaroladelaesquina, quien había hecho en la pizarra aquel dibujo de la hermana MaryConstance, quien le había dado en un ojo a Stella Colombo con una bola denieveyquienhabía escupidoen lapiladeaguabenditade la iglesiadeSantaCatalina.

Ydijocongrandulzura:—No quiero una lancha, papá. Si no quieres que tenga una lancha, yo

tampocolaquiero,papá.Bandiniasintióasumujercontalantedequiensedaasímismolarazón:así

seeducabaaloshijos,decíaelcabeceo.Cuandoquierasqueuncríohagaalgo,mírale con fijeza; así es como se educa a un muchacho. Arturo arrebañó losrestos del huevo y esbozó una sonrisita: vaya tarao que tenía por padre. Él sísabía quién era Federico; él sí sabía lo cerdo y marrullero que era Federico;aquellacaritadeinocentenoleengañabaaélniporelforro,ydesúbitodeseónohaberleempotradoenlaventanalacabezasolamente,sinoelcuerpoentero,cabeza,piesytodo.

—Cuandoyoerapequeño—comenzóBandini—.Cuandoyoerapequeño,alláenelpueblo…

FedericoyArturoabandonaronlacocinaenelacto.Estabanhartosdeoírlamisma historia. Sabían que por enésima vez iba a contar que ganaba cuatrochavosaldíaporcargarsepedruscosalaespalda,cuandoerapequeño,alláenelpueblo,porcargarsepedruscosalaespalda,cuandoerapequeño.SvevoBandinicaía en trance cuando contaba la anécdota. Era una especie de fantasía queborrabayconfundíaaHelmerelbanquero, losagujerosdeloszapatos, lacasaque no había pagado y los hijos que había que alimentar. Cuando yo erapequeño: delirio, fantasía. El paso de los, años, la travesía de un océano, laacumulación de bocas que alimentar, el ir de problema en problema, año trasaño,eraalgodeloqueporotrapartesepodíaalardear,comoelacopiodeunagran fortuna.Con ello nopodía comprarse unpar de zapatos, pero eran cosasque le habían sucedido a él. Cuando yo era pequeño…María, atenta una vezmás,sepreguntóporquélodecíasiempredeaquelmodo,aludiendoalosañostranscurridos,envejeciéndoseélsolo.

LlegóunacartadeDonnaToscana,lamadredeMaría.DonnaToscana,ladelalenguarojaygrande,aunquenolobastantegrandeparacontenerelflujodesaliva rabiosa que se le originaba al pensar en el matrimonio de su hija conSvevoBandini.Maríamiróyremirólacartaportodaspartes.Elcierrechorreabapegamento por donde la lengua gorda deDonna Toscana lo había empapado.MaríaToscana,WalnutStreet456,Rocklin,Colorado,porqueDonnasenegabaautilizarelnombredecasadadelahija.Laletragrandeybárbarahabríapodidoconfundirseconelrastrodelpicoensangrentadodeunhalcón,conlacaligrafíadeunacampesinaqueacabasede rebanarleelpescuezoaunacabra.Maríano

abriólacarta;conocíaelcontenido.LlegóBandini del patio trasero. Llevaba en lasmanos un buen pedazo de

carbón lustroso.Lo dejó en el cubo del carbón que estaba detrás de la estufa.Tenía las manos cubiertas de polvillo negro. Arrugó la frente; le daba ascotransportar carbón; era faenademujeres.Miró irritado aMaría.Ésta le indicóconlacabezalacartaapoyadaenelsaleroastilladoquehabíasobreelmanteldehule amarillo.La caligrafía gruesa de la suegra se retorció ante sus ojos igualqueun reguerode lombrices.Odiaba aDonnaToscana conunaviolencia querayabaenelmiedo.Cadavezqueseveíansepeleabancomodosfierasdesexoopuesto.Legustóasiraquellacartaconsusmanosennegrecidasymugrientas.Disfrutó rasgando el sobre con rabia, sin ningún miramiento para con elcontenido.Antesde leer lacartaobservóa sumujerconojospenetrantesparaquesupieraunavezmáslomuchoquedespreciabaalamujerquelahabíatraídoal mundo. María se sintió impotente; aquella enemistad no era asunto suyo,durantetodasuvidadecasadasehabíaesforzadopornopensarenella,yhabríarotolacartasiBandininolehubieraprohibidoinclusoqueabrieselasmisivasdesumadre.SvevoBandiniobteníaunplacermorbosoconlascartasdesusuegraque aterraba a María totalmente; había algo perverso y nauseabundo en ello,comomirardebajodeunapiedrahúmeda.Eraelplacermalsanodelmártir,deunhombrequedisfrutabadeunmodoperegrinocrucificandoaunasuegraquesealegrabadeladesdichadeaquélahoraquepasabaunamalaépoca.ABandinile encantaba aquel acoso porque le suscitaba un deseo violento de estarborracho.Pocasvecesbebíademasiadoporquelesentabamal,perounacartadeDonna Toscana le producía un efecto obnubilador. Era una excusa querecomendababuscarelolvido,porquecuandoestababorrachoodiabaasumadrepolíticahastababeardehisteria,yeracapazdeolvidar,eracapazdeolvidarlacasa que aún no había pagado, las facturas, la aplastante monotonía delmatrimonio.Significabahuir:undía,dosdías,una semanade trance:yMaríaalcanzabaarecordarmomentosenquelaborracherahabíaduradodossemanas.Nohabía formadeocultarle lascartas.Las recibíandeuvasaperas,perosólosignificabanunacosa:queDonnaToscanaqueríapasarconellosunatarde.Sisepresentaba sin haber visto la carta, Bandini sabía que se la había ocultado sumujer. La última vez que había sucedido, Svevo había perdido la paciencia yhabía dado a Arturo una somanta monstruosa por poner demasiada sal a losmacarrones, falta ridícula y que, por supuesto, habría pasado inadvertida encircunstanciasnormales.Pero se lehabíaocultado la cartay alguien teníaque

pagarlo.Aquellaúltimamisivallevabafechadelavíspera,8dediciembre,díadela

InmaculadaConcepción.MientrasBandinileíaelescrito,lacarnedelacaraselepusopálidaylasangreledesapareciócomoelaguadelreflujoquechupalaarena.Lacartadecía:

QueridaMaría:Hoyes lagloriosa festividadde laBenditaVirgenMaríayhe idoa la

iglesiapararezarportusdesgracias.Nosabescuántosufroportiyportuspobreshijos,que tienenquepadecer la situación trágicaenquevives.HepedidoaNuestraSeñoraquetengacompasióndetiyquelleveunpocodealegría a esos pequeñuelos que no merecen lo que les ha caído encima.EstaréenRocklineldomingoporlatarde,llegaréenelautobúsdelasocho.Todomiamorymuchosbesoscariñososparatiylosniños.

DonnaToscana

Sinmirarasumujer,Bandinidejólacartaycomenzóacomerselauñadeunpulgar,yaencolerizado.Setiródellabioinferiorconlosdedos.Larabiaempezóaconcentrarseaciertadedistanciadeél.Maríalasentíabrotardelosrinconesde la estancia, de las paredes y el suelo, un husmo que se arremolinaba conindependencia absoluta y que nada tenía que ver con ella. Se arregló la blusaparanopensarenaquello.Dijoconvozdesmayada:

—Svevo…Éste se incorporó, le hizo unamamola, esbozó una sonrisa demalignidad

paradecirlequeaquellaexhibicióndeafectonoerasinceraysaliódelaestancia.—¡Ay,María!—canturreóconvozexentademelodía,puessóloelodiole

podía arrancar de la garganta una canción de amor—.Ohi Marì, Ohi Marì!Quantasuonneaggiaperzopete!Fammedurmì!OhiMarì,OhiMarì! ¡Cuántosueñoperdidoportucausa!¡Déjamedormir,ohMaría!

Nohabíaformadequecallara.Escuchólasdelgadassuelasdelcalzadodelmaridoquechacoloteabancontraelsuelocomogotasdeaguaquecayesensobreunaestufa.Oyóelrumordesuabrigoremendadoyzurcidomientrasseloponía.Despuésunossegundosdesilencio,hastaqueoyólarascaduradeunacerilla,ysupoqueSvevohabíaencendidounpuro.LaviolenciadeSvevoerasuperiorasusfuerzas.Siseentrometía,Svevopodíasentirlatentacióndederribarladeungolpe.Contuvoelalientocuandolospasosdelmaridoseacercaronalapuerta

principal:habíaunpañodevidrioenaquellapuertaprincipal.Perono:lacerrócon normalidad y se alejó.Momentos después se reuniría con su buen amigoRocco Saccone, el cantero, el único ser humano al que ella despreciaba deverdad. Rocco Saccone, el amigo de infancia de Svevo Bandini, el solterochupawhisky que había tratado de impedir el matrimonio de Bandini; RoccoSaccone,que llevabasiemprepantalonesblancosde franelayse jactabadeunmodoquedabaascodelascasadasnorteamericanasqueseducíalossábadosporla noche en los bailes antiguos que se celebraban en elOddFellowsHall.EnSvevoconfiaba.Empinaríaelcodohastaqueelencéfaloleflotaseenunocéanodewhisky, pero no le sería infiel. Lo sabía. ¿Lo sería ella, no obstante? Consobresaltoreprimidosedejócaerenlasillaquehabíajuntoalamesayseechóallorarconlacaraocultaentrelasmanos.

2

Eran las tres menos cuarto en la clase de octavo de Santa Catalina. LahermanaMaryCelia,aquienlehacíadañoelojodevidrio,estabadeunhumormuy irritable.El párpado izquierdo, totalmente fuera de control, no hacíamásque contraérsele. Los alumnos de octavo curso, once chicos y nueve chicas,contemplabanelpárpadocontráctil.Lastresmenoscuarto:quinceminutosparalasalida.NellieDoyle,conlafinateladelvestidocapturadaporlapinzadelosglúteos, recitaba los efectos económicos de la desmotadora de algodón de EliWhitney,ydosde loschicosque teníadetrás, JimLaceyyEddieHolm,se lopasaban en grande, aunque sin hacer ruido, riéndose a costa del vestidocapturado por los glúteos de Nellie. Se les había dicho una y mil veces quevigilasen por si el párpado que cubría el ojo de cristal de la anciana Celiaempezabaasufrirsacudidas,peroeramuchomásinteresantemiraraDoyle.

—La desmotadora de EliWhitney provocó una revolución económica sinprecedentesenlahistoriadelaindustriaalgodonera—decíaNellie.

LahermanaMaryCeliasepusoenpie.—¡HolmyLacey!—exigió—.¡Levantaos!Nelliesesentósinsaberquésucedíaylosdosmuchachosseincorporaron.

Las rodillas deLacey crujieron, la clase se rió por lo bajo, Lacey esbozó unasonrisayactoseguidose ruborizó.TosióHolmmientras,con lacabezagacha,observabaloscaracteresdelamarcadesulápiz.Eralaprimeravezqueleíalainscripcióny sequedómásbien sorprendidoal advertirquenodecíamásqueFábricadeLápicesWalter.

—HolmyLacey—dijo lahermanaCelia—.Estoyhartade los tontosquesonríen en mi clase. ¡Sentaos!—Se dirigió entonces a toda la clase, aunquehablabaen realidadpara los chicos solamente, yaque las chicas casi nunca lecreabanproblemas—.Yalpróximosinvergüenzaquecojadistraídodurante lalecturasequedaráhastalasseis.Adelante,Nellie.

Nellie volvió a levantarse. Lacey y Holm, asombrados de haberse libradocontantafacilidad,sequedaronconlacabezavueltahaciaelotroextremodelaclase, temerosos de que les entrara otro ataque de risa si el vestido deNellieseguíaenganchado.

—La desmotadora de EliWhitney provocó una revolución económica sinprecedentesenlahistoriadelaindustriaalgodonera—dijoNellie.

Laceyhablóentresusurrosconelalumnoqueteníadelante.—Oye,Holm.MiraaverquéhaceelBandini.Arturoseencontrabaenelotroextremodelaclase,atrespupitresdelamesa

delamonja.Teníagachalacabeza,elpechopegadoalpupitre,yapoyadoeneltinterohabíaunpequeñoespejodemanoenquesemirabamientrasserecorríalanarizconlapuntadeunlápiz.Seestabacontandolaspecas.Lanocheanteriorhabíadormidoconlacaracubiertadezumodelimón;sedecíaqueerafabulosopara quitar las pecas. Contaba noventa y tres, noventa y cuatro, noventa ycinco…Leembargabalasensacióndequelavidaerainútil.Fíjate,lomáscrudodelinvierno,elsolquesólosedejabaverduranteunmomentoalacaídadelatarde, y el cómputo en torno de la nariz y en lasmejillas había añadido otrasnueveaunaspecasqueentotalsumabanyanoventaycinco.¿Quésentidoteníavivir?Yesoquelanochedelavísperasehabíapuestozumodelimón.¿QuiéneraaquellaembusteraqueenlasNoticiasLocalesdelDenverPostdelavísperahabíaescritoquelaspecas«seibancomoelviento»conelzumodelimón?Yaeraunadesgraciaserpecoso,pero,por loquesabía,éleraelúnicoMacarronipecoso que había en el mundo. ¿De dónde procedían? ¿De qué rama de lafamilia había heredado aquellas marcas cobrizas de Caín? Malhumorado, sepuso a contar alrededorde laoreja izquierda.Oía a lo lejos el tímido informesobre las repercusiones económicas de la desmotadora de Eli Whitney. EraJosephinePerlotta,que recitabadememoria:¿aquiéndiantres le importaba loquePerlottatuviesequedecirsobreladesmotadora?EraunaEspaguetini,¿quésabíaelladedesmotadoras?Enjunio,graciasaDios,saldríadeaquellaaburridaescuelacatólicaysematricularíaenunaescuelanacionaldesegundaenseñanza,dondelosMacarroniseranpocosyestabanmuyrepartidos.Laspecasdelaorejaizquierdasumabandiecisiete,dosmásquelavíspera.¡Pecasdelahostia!Ahoraeraotravozlaquehablabasobreladesmotadora,unavozparecidaaunviolíndelicado,quelehizovibrarlacarneycontenerelaliento.Dejóellápizyabriólaboca. Hela allí ante él, su hermosa Rosa Pinelli, su amor, su novia. ¡Oh,desmotadora de algodón! ¡Oh, benemérito Eli Whitney! Oh Rosa, qué

maravillosaeres.Teamo,Rosa,teamo,teamo,teamo.Eraitaliana,porsupuesto;pero¿quépodíahacerella?¿Noerataninocente

de ello como él? ¡Oh, fíjate en su pelo! ¡Y en los hombros! ¡Y en el bonitovestido verde! ¡Ah, escuchad esa voz! Háblales, Rosa. Háblales de ladesmotadora.Séquemedetestas,Rosa.Peroyoteamo,Rosa.Teamoyalgúndía me verás de centrocampista con los Yanquis de Nueva York, Rosa. Allíestaré,enelcampocentral,cariño,y túserásmichicayestarássentadaenunasientodepalco junto a la tercerabase,y llegaréyo, estaremosen la segundamitaddelanovenavueltaylosYanquisperderánportrescarreras.¡Peronotepreocupes, Rosa! Llegaré yo, con tres hombres en base, y te miraré, tú meenviarás un beso y yo reventaré el huevo contra la valla del campo central.Pasaréalahistoria,cariño.¡Mebesarásypasaréalahistoria!

—¡ArturoBandini!Además, ya no tendré pecas por entonces, Rosa. Habrán desaparecido,

siempresevancuandosecrece.—¡ArturoBandini!También me cambiaré el nombre, Rosa. Me llamarán el Bombardero, el

BambinoBombardero;Art,elBandidoBateador…—¡ArturoBandini!Aquellavezsílooyó.Elrugidodelamultitudqueasistíaalafinaldelaliga

sedesvaneció.Alzólosojosyvioa lahermanaMaryCelia inclinadasobresumesa,golpeandoéstaconelpuñoyconelojoizquierdodeshechoenguiños.Leestabanmirando,todoslemiraban,hastasuRosasereíadeélyelestómagosele fuea los tobilloscuandosediocuentadequehabíaestadohablandodesusfantasíasenvozalta.Quelosdemásserieransiquerían,peroRosa…ah,Rosa,ysurisaeramáspunzantequetodaslasdemás,sintióeldolorenlasentrañasylaodió:Espaguetina,hijadeunmineroMacarronique trabajabaenLouisville,ciudad de Canelonis: un minero de mierda. Salvatore se llamaba; SalvatorePinelli, tan bajo y arrastrado que tenía que trabajar en una mina de carbón.¿Acasosabíaconstruirunaparedqueduraseañosymásaños,cien,doscientosaños?¡Vamos,hombre!ElCaneloniteníaunzapapicoyuncandilenlagorra,ytenía que descender bajo tierra y ganarse la vida como una asquerosa rataCaneloni.ÉlsellamabaArturoBandiniysialgunodelaescuelateníaalgoquedecir,queabrieselabocayveríaloqueesbueno.

—¡ArturoBandini!—Sí—dijo con voz cansina—.Sí, hermanaCelia. La oigo.—Se puso en

pie. La clase le observaba. Rosa murmuró algo a la chica que tenía detrás,ocultandolasonrisaconunamano.Arturovioelmovimientoehizoamagodedarleungrito, pensandoquehabíahechoalgúncomentario sobre suspecas, osobreelenormeremiendodelarodilleradesuspantalones,osobreelcortedepeloquelehacíafalta,osobrelacamisaqueasupadrenolequedababienyalaquehabíanentradoparaadaptarlaasutalla.

—Bandini—dijosorCelia—.Amínomecabelamenordudadequeeresun retrasado mental. Ya te advertí a propósito de distraerte. Una imbecilidadcomolatuyamerecerecompensa.Despuésdeclasetequedaráshastalasseis.

Volvió a sentarse y el timbre de las tres resonó histéricamente por lospasillos.

EstabasoloconlahermanaCeliaquecorregíadeberesensumesa.Lamonjatrabajaba sin reparar en él, el párpado izquierdo presa de contraccionesincontenibles.Elsol,pálidoyachacoso,aparecióporelsuroeste,aunqueen latarde invernal parecíamás bien una luna fatigada.Apoyaba la barbilla en unamanomientrascontemplabaelsolfrío.Delotroladodelaventana,lahileradeabetosparecíamásfríaaúnbajosutristecargablanquecina.Enalgúnpuntodela calle sonó un grito juvenil y luego el rechinar de unas cadenas antinieve.Odiaba el invierno. Pensó en el rombo del campo de béisbol de detrás de laescuela, sepultado por la nieve, la valla que había tras la base del bateadorengalanadaconunafantásticahinchazóndecopos,unaescenallenadetristezaysoledad. ¿Qué podía hacerse allí en invierno? Casi le alegraba estar allí,sometidoauncastigoque ledivertía.Afindecuentas,encontrarseallínoerapeorqueencontrarseencualquierotrositio.

—¿Quierequehagaalgo,hermana?—preguntó.Sinlevantarlosojosdeloquehacía,lerespondiólamonja:—Quieroqueteestésquietoycallado;siesposible.Elmuchachosonrióydijoarrastrandolaspalabras:—Vale,vale,hermana.Durantediezminutosseguidosestuvieronquietosyensilencio.—Hermana—dijoArturo—,¿quierequelimpielaspizarras?—Ya pagamos a un mozo para que lo haga —dijo la monja—. Aunque

debieradecirquemásquedarleunjornallotratamosacuerpoderey.—Hermana,¿legustaelbéisbol?

—Prefieroel rugby—dijo lamonja—.Nomees simpáticoelbéisbol.Meaburre.

—Esoesporquenoentiendelosaspectosmássutilesdeljuego.—Calladeunavez,Bandini,hazmeelfavor.Cambióelmuchachodepostura,apoyólabarbillaenlosbrazosysequedó

mirandoalamonjaconfijeza.Elpárpadoizquierdoselecontraíasinparar.Sepreguntóporquétendríaunojodecristal.Siemprehabíapensadoquealguienlehabíagolpeadoconunapelotadebéisbol;ahoraestabacasi totalmenteseguro.Lamonja había llegado a SantaCatalina procedente de FortDodge, Iowa. SepreguntóquéclasedebéisboljugaríanenIowaysihabríaallímuchositalianos.

—¿Cómoestátumadre?—lepreguntólamonja.—Nolosé.Bien,supongo.La monja levantó la cara de lo que hacía por vez primera y se le quedó

mirando.—¿Cómo que lo supones? ¿No lo sabes acaso? Tumadre es una persona

muybuena,unapersonaexcelente.Tienealmadeángel.Porloquesabía,élysushermanoseranlosúnicosqueestudiabangratisen

aquel colegio católico. Sólo había que abonar dos dólares almes por alumno,pero ello equivalía a seis dólares mensuales por él y sus hermanos y no sepagaba el recibo. La sensación de que los demás pagaban y él no era unadistinciónqueleatormentabaloindecible.Detardeentarde,sumadremetíaunpar de dólares en un sobre y le decía que se los entregara a la HermanaSuperiora,acuenta.Locualeraaúnmásdetestablesicabe.Siempresenegabaconirritación.AAugust,sinembargo,noleimportabaentregaraquellossobresexcepcionales;antesbien,esperabaansiosolaocasión.OdiabaaAugustporello,porsacararelucirsupobreza,por lacomplacenciaquesentíaalrecordara lasmonjas que ellos eran pobres. En cualquier caso nunca había querido ir a uncolegiodemonjas.Loúnicoque lohacía soportableeraelbéisbol.Cuando lahermanaCelialedijoquesumadreeraunapersonaexcelente,sediocuentadequequeríadecirqueeraunapersonavalientequesesacrificabayseprivabadelcontenidodeaquellospequeñossobres.Aunque,asumododeverlascosas,nohabíaningunavalentíaenelgesto.Eramásbienalgohorribleyodiosoquelesdiferenciabade losdemásaélya sushermanos.Nosabíamuybien lacausa,peroerainnegablelaexistenciadeaquellasensaciónpersonaldequeeldetalleles diferenciaba del resto. En ciertomodo formaba parte de lamisma ley quehabíadecretadoquetuvierapecas,quenecesitaseuncortedepelo,quellevase

unremiendoenlarodillayquefueraitaliano.—¿Vatupadreamisalosdomingos,Arturo?—Claro.Seleformóunnudoenlagarganta.¿Porquéteníaquementir?Supadresólo

iba a misa el día de Navidad por la mañana y, a veces, el Domingo deResurrección.Pero,mentiraono,legustabaquesupadrenosetomaralasmisasen serio. Ignoraba por qué, pero le complacía.Recordó lo que había dicho supadre.HabíadichoSvevo:siDiosestáentodaspartes,¿porquétengoqueiryoalaiglesialosdomingos?¿PorquénopuedoiralosBillaresImperial?¿NoestáDios también allí? Su madre siempre se estremecía de horror ante aquellalecciónde teologíay recordaba la contestación insustancialquehabíadado, lamisma contestación que él había leído en su catecismo y que sumadre habíaleídoenelmismocatecismoañosatrás.Eranuestrodeberdecristianos,decíaelcatecismo.Laverdadesqueélibaamisaunasvecesyotrasvecesnoiba.Lasvecesquenoiba,seapoderabadeélunmiedotremendo,ysesentíaasustadoytristehastaquesedesahogabaenelconfesionario.

AlascuatroymedialahermanaCeliaacabódecorregirlosdeberes.Arturoestabaaburrido,cansadoyardíaendeseosdehacercualquiercosa,loquefuera.Elaulaestabayacasiaoscuras.Lalunasehabíaasomadoentretitubeosporelmonótono cielo oriental y resplandecería con toda su blancura si conseguíaliberarse. El aula le puso melancólico, sumida en aquella penumbra. Era unaclase ideal para que las monjas entraran, calzadas con zapatos gruesos ysilenciosos.Lospupitresvacíoshablabancontristezadelosniñosquesehabíanmarchadoyhastaelsuyoparecíacompadecerseporqueconcordialintimidadledecíaquesefueseacasaparapoderestarsoloconsuscompañeros.Arañadoymarcadoconsusiniciales,sucioymanchadodetinta,elpupitreestabatanhartode él como él del pupitre. En el presente casi se odiaban, aunque se dabangrandesmuestrasdetolerancia.

SorCeliasepusoenpiemientrasrecogíalospapeles.—Alascincopodrásirte—ledijo—.Peroconunacondición…LaapatíadeArturodiopasoaunpocodecuriosidadporaquellacondición.

Repantingadoycon laspiernasabrazadasalpupitre,no tuvomásremedioquetragarseelfastidioquesentía.

—Quiero que cuando salgas a las cinco te arrodilles ante el SantísimoSacramentoy lepidasa laVirgenMaríaquebendigaa tumadrey leconcedatodalafelicidadquemerecelapobrecita.

Se marchó entonces. La pobrecita. Su madre, la pobrecita. Aquello leprodujo tanta rabiaque losojosse lehumedecieron.En todaspartesera igual,siempresumadre,lapobrecita,siemprepobre,pobresiempre,siempreaquello,aquellapalabra,siempreconélyalrededordeél,ydesúbitodejódecontenerseen la clasemedio a oscuras y se puso a llorar, a exorcizar la pobreza con lossollozos,yllorabayseahogaba,aunquenoporaquello,noporella,noporsumadre, sinoporSvevoBandini,porsupadre,por lacaraque teníasiempresupadre,porlasmanosnudosasdesupadre,porlasherramientasdesupadre,porlas paredes que había construido su padre, las escaleras, las cornisas, laschimeneasylascatedrales,todosublimeyhermoso,puesnoleembargabaotrasensación cuando su padre se deshacía en elogios de Italia, de cierto cieloitaliano,deciertabahíadeNápoles.

A lascincomenoscuartose lehabíapasado la tristeza.Elaulaestabacasitotalmenteaoscuras.Sepasólamangapor lanarizyexperimentóunbrotedealegríaenelcorazón,unsentimientodebienestar,unsosiegoquehizoquelosquinceminutosquefaltabansepasasenvolando.Quisoencenderlasluces,perolacasadeRosaestabajuntoaldescampadodelotroladodelacalleydesdeelsoportaltraseroseveíanlasventanasdelaescuela.Lamuchachapodíaverlaluzencendidayrecordarqueélseencontrabatodavíaenelaula.

Rosa, su novia. Ella no le podía ni ver, pero era su novia. ¿Sabía que laamaba?¿Poresoleodiabaella?¿Descifrabalosmisteriosquelecorríanaélpordentroyporesosereíadeél?Fuehastalaventanayvioluzenlacocinadelacasa de Rosa. En algún punto, bañada por aquella luz, Rosa se movía yrespiraba.Talvezestuvieraestudiandolalecciónenaquellosmomentos,porqueRosaeramuyaplicadayobteníalasmejoresnotasdelaclase.

Seapartódelaventana,seencaminóhaciaelpupitredeella.Nohabíaotroigualenelaula:eramáslimpio,másfemenino,lasuperficieestabamásbrillanteymejor barnizada.Se sentó en el asientode ella y la sensación le produjounestremecimiento.Palpólamadera,el interiordelpequeñoanaqueldondeponíaella los libros. Los dedos encontraron un lápiz. Lo observó de cerca: estabaligeramenteseñaladoporlosdientesdeRosa.Lobesó.Besóloslibrosquehabíaenelpupitre,todosellospreciosamenteforradosconhuleblancoyperfumado.

Alascincoenpunto,desfallecidodeamorydesgranandoconloslabiosunincesanteRosa,Rosa,Rosa,bajó lasescalerasysalióalatardecer invernal.LaiglesiadeSantaCatalinaestabaalladodelcolegio.¡Rosa,teamo!

Anduvoentranceporellóbregopasillocentral,elaguabenditaenfriándole

aúnlapuntadelosdedosylafrente,lospiesdespertandorumoresenelcoro,elaromadelincienso,elaromademilentierrosymilbautizos,elolordulzarróndelamuerteyeloloragriodelosvivosmezclándoselebajolasaletasdelanariz,elresuello apagado de las velas encendidas, su propio ecomientras avanzaba depuntillasporlalarganave,yRosaensucorazón.

Se arrodilló ante el Santísimo Sacramento y se esforzó por rezar como lehabíandicho,perolacabezaletemblabayflotabaeneldeliriodelnombredelamuchacha,ydepronto sediocuentadequeestabacometiendounpecado,unpecadogordoyhorribleenpresenciadelSantísimoSacramentoporquepensabaen Rosa con malas intenciones, pensaba en ella de un modo que prohibía elcatecismo.Cerrólosojosconfuerzaytratódeahuyentaralmal,perovolvióconenergíaredobladayenlacabezaseleformóunaimagendepecaminosidadsinprecedentes,unpensamientoquenohabíatenidohastaentoncesentodasuviday abrió la bocano sólo a causadel horror que le producía el encontrarse anteDios con el almadesnuda, sino también a causa del éxtasis asombroso que leproducíalaimagen.Eraintolerable.Podíamorirporello:Diospodíafulminarleallí mismo en el acto. Se levantó, se santiguó y salió corriendo de la iglesia,aterrado, el pensamiento pecaminoso persiguiéndole como dotado de alas.Cuandollegóalacalleheladaseasombródeseguirvivo,porquelafugaporlanave larga por la que tantos muertos habían desfilado se le había antojadoinfinita. No quedaba rastro en su cabeza del mal pensamiento cuando seencontró en la calle y contempló las primeras estrellas del anochecer. Hacíademasiado frío. Se puso a tiritar inmediatamente, porque aunque llevaba tresjerseys no tenía abrigo ni guantes, y tuvo que dar palmadas para mantenercalientes lasmanos.Habíadadoun rodeodeunamanzana,peroesquequeríapasaruntelacasadeRosa.LacasadelosPinelli,deunsolopiso,seacurrucababajo los álamos a veinticinco metros de la acera. Las persianas de las dosventanasdelanterasestabanechadas.Enpieenelsenderoqueconducíaaella,con los brazos cruzados y lasmanos en las axilas paramantenerlas calientes,buscóconlosojosalgúnsignodeRosa,superfilenelmomentodepasarantealguna ventana.Golpeó el suelo con los pies, de la boca le surgían nubecillasblancas.NirastrodeRosa.Entonceslacaraheladaalosmontonesdenievequebordeabanelsenderoyobservóconatenciónunahuellapequeñademuchacha.Era de Rosa, ¿de quién, si no de Rosa, en aquel patio? Sus dedos heladosescarbaronlanievequerodeabalahuella,laalzódelsueloconambasmanosyselallevóconsigoporlacalle…

Alllegaracasavioquesusdoshermanosestabancenandoenlacocina.Otravezhuevos.Loslabiossehearrugaronmientrassecalentabalasmanosjuntoalaestufa.LabocadeAugustestaballenadepancuandolaabrióparahablar.

—Arturo,yahetraídoyolaleña.Atitetocarátraerelcarbón.—¿Dóndeestámamá?—Enlacama—dijoFederico—.VaavenirlaabuelaDonna.—¿Estáyaborrachopapá?—Noestáencasa.—¿Por qué va a venir la abuela Donna? —dijo Federico—. Papá se

emborrachasiempre.—¡Esaviejapelleja!—dijoArturo.AFedericoleencantabanlaspalabrasmalsonantes.Seechóareír.—Viejapellejayzorra—dijo.—Esoespecado—dijoAugust—.Dospecados.Arturosonriócondesprecio.—¿Porquédospecados?—Unopordecirpalabrasfeas,otropornohonraratupadreyatumadre.—LaabuelaDonnanoesmimadre.—Estuabuela.—Puesqueledenporelculo.—Esotambiénespecado.—Cierralabocazadeunavez.Cuando sintió que lasmanos le hormigueaban, cogió el cubo grande y el

cubo pequeño que había detrás de la estufa y abrió la puerta trasera de unpuntapié. Balanceando con cuidado los dos cubos, recorrió el trecho breve yseguro que le separaba de la carbonera. Quedaba ya poco carbón. Aquellosignificaba que su madre recibiría una buena bronca de Bandini, que nocomprendíaquesepudieragastartantocarbón.Estabaal tantodequelaBig4Coal Company se había negado a seguir dando crédito a su padre. Llenó loscubosypensóconadmiraciónenlahabilidadqueteníasupadreparaconseguircosas sin dinero. No le extrañaba que se emborrachase. También él seemborracharíasiestuvieseobligadoacomprarcosassindisponerdedinero.

ElruidodelcarbónalgolpearelmetaldeloscubosdespertóalasgallinasdeMaría en el cobertizo que había del otro lado del sendero. Se movieron con

torpeza soñolienta por el sector húmedo y bañado por la luz de la luna yboquearon hambrientas al muchacho, que seguía inclinado en la puerta de lacarbonera. Le saludaron cloqueando, con la testa ridícula empotrada en losagujerosdelatelametálicadelgallinero.Lasoyóelchico,queseincorporóyselasquedómirandocondesprecio.

—Huevos —dijo—. Huevos para desayunar, huevos para comer, huevosparacenar.

Cogióunpedazodecarbóndeltamañodesupuño,seechóatrásycalculóladistancia.Elpedazoestuvoapuntode segar la cabezaa laviejagallinapardaqueteníamáspróxima,perolerebotóenelcuelloyseperdióenlapartedelospollos.Elanimalsetambaleó,sedesplomó,seincorporócondebilidadyvolvióadesplomarsemientras losdemáscacareabandepánicoydesaparecíanen lospenetralesdelgallinero.Laviejagallinapardaestabaotravezenpieybailoteabaaturdidaenlapartenevadadelcorral,trazandounextrañodibujozigzagueanteyrojo en la superficie de la nieve. Murió despacio, arrastrando la cabezaensangrentada hasta un montón de nieve que subía hacia lo alto de la valla.Contemplólaagoníadelanimalconsatisfaccióneindiferencia.Cuandoaquélseestremecióporvezpostrera,Arturoemitióungruñidoyllevóloscuboscargadosalacocina.Unmomentodespuésvolvíapararecogeralagallinamuerta.

—¿Porquélohashecho?—dijoAugust—.Especado.—Cierraelpico—ledijoArturo,enseñándoleelpuño.

3

Maríaestabaenferma.FedericoyAugustentrarondepuntillaseneloscurodormitorio enque estaba lamadre, congeladopor el invierno, caldeadopor elperfumedelosobjetosquehabíaeneltocador,elolortenuedelpelodelamadreinundándolo todo,elolor fuertedeBandini,de sus ropas, tambiénpresenteenciertomodoen lahabitación.Maríaabrió losojos.Federicoestabaapuntodesollozar.Augustparecíaaturdido.

—Tenemoshambre—dijo—.¿Dóndeteduele?—Melevantaré—dijolamadre.Oyeron el crujido de sus articulaciones, vieron que la sangre le hacía

retrocederlapalidezdelacara,sintieronlahedentinaqueledesprendíalabocayladesdichaquelaenvolvíaatodaella.Augustnolopodíasoportar.Deprontosediocuentadequesupropioalientoteníaaquelmismosaborrancio.

—¿Dóndeteduele,mamá?DijoFederico:—Joder,¿porquétienequevenirlaabuelaDonnaaestacasa?Lamadreseincorporó,vencidaporeldeseodevomitar.Apretólosdientes

con fuerza para contener una basca repentina. Siempre se había encontradoindispuesta,perolasuyaerasiempreunaenfermedadsinsíntomas,undolorsinsangrenimagulladuras.Elcuartodabavueltasporculpadelapostracióndelamadre.Losdoshermanos sintieronelmismodeseodehuir a lacocina,dondehabíaluzycalor.Semarcharonconsensacióndeculpa.

Arturoestabaconlospiesapoyadosenlostroncosquehabíasobrelaestufa.La gallina muerta yacía en un rincón, un reguero rojo le manaba del pico.Cuando entróMaría, la miró sin inmutarse. Arturo observaba a Federico y aAugust,queobservabaalamadre.Lesdesilusionóquenosehubieraenfadadoalverlagallinamuerta.

—Todo elmundo a bañarse después de cenar—dijo lamadre—.Mañana

vienelaabuela.Loshermanossedeshicieronenquejasygemidos.Nohabíabañera.Bañarse

significabameterseenunatinadelavar,allímismo,enlacocina,yrecibircubosde agua, sinsabor que Arturo contemplaba con odio en aumento, puesto queestabacreciendoyyanopodíamoverseenlatinaconlibertad.

SvevoBandininohabíahechomásquerepetirdurantemásdecatorceañosque ibaa instalarunabañera.María recordabaeldíaenquehabíaentradoporprimeravezenaquellacasaencompañíadelmarido.Cuandoésteleenseñóloque hiperbólicamente calificó de cuarto de baño, se cuidó de añadir acontinuaciónquelasemanasiguienteharíaponerunabañera.Seguíadiciendolomismodespuésdecatorceaños.

—Lasemanaqueviene—decía—meencargarédelabañera.Lapromesasehabíaconvertidoentradiciónfamiliar.Loschicossedivertían

con ella. Todos los años le preguntaban Arturo o Federico: «Papá, ¿cuándotendremosbañera?»yBandinirespondíaconresolucióntajante:«Lasemanaqueviene»,obien:«Aprincipiosdesemana».

Cuandolosmuchachosseechabanareírporoírledecirsiemprelomismo,elpadre se les quedabamirando, ordenaba silencio y exclamaba: «¿Qué coñooshace tantagracia?».Hasta él gruñíaymaldecía a la tinade lavarde la cocinacada vez que se bañaba. Los chicos le oían echar pestes contra la suerte quehabíatenidoenlavida,entreviolentasmanifestaciones.

—¡Lasemanaqueviene,juroporDiosquelasemanaqueviene!MaríapreparabalagallinaparalacenacuandoFedericoexclamó:—¡El muslo para mí! —Y desapareció tras la estufa con una navaja.

Acuclilladosobrelacajademaderadelahornija,sepusoaesculpirbarcosconlos que jugar mientras se bañaba. Talló y amontonó una docena de barcos,grandes y pequeños, madera de sobra ciertamente para llenar la tina hasta lamitad,pornohablaryadel aguaque sucuerpodesplazaría.Perocuantosmásmejor: así podría organizar una batalla naval, aunque tuviera que sentarseencimadealgúnbarco.

August estaba encogido en un rincón, estudiando la liturgia en latín quetenían que saber los monaguillos cuando ayudaban a celebrar misa. El padreAndrew le había regalado el devocionario como premio por la notable piedadquemanifestabaduranteelSantoSacrificio,piedadqueerauntriunfodelapuraresistencia física, porque mientras que Arturo, que también era monago,cambiabasiempredepiernamientraspermanecíaarrodilladoduranteloslargos

servicios de las misas cantadas, o se rascaba, o bostezaba, o se olvidaba deresponder a las palabras del sacerdote, August no caía jamás en tamañasimpiedades. A decir verdad, August estaba orgullosísimo del récord más omenos oficial que ostentaba en la Asociación de Monaguillos. Por ejemplo:podía permanecer arrodillado y erecto con las manos cruzadas con devocióndurantemástiempoquelosdemásacólitos.Losotrosmonaguillosadmitíansinambages lasuperioridaddeAugustenesteapartadoyningunode loscuarentamiembros de la organización estaba interesado en rivalizar con él. Que suresistencia rotuliana, a prueba de reclinatorio, no encontrase con quiéncontender,incomodabaconfrecuenciaalcampeón.

Aquel fabuloso despliegue de piedad, aquel dominiomagistral del arte deayudar a decir misa, era para María una fuente inagotable de satisfacciones.CadavezquelasmonjasolosmiembrosdelaparroquiahablabandelaaptitudceremonialdeAugust, se le inundabaelalmade felicidad. Jamás faltabaa lasmisasdominicalesenqueayudabaAugust.Arrodilladaenelbancodelantero,alos pies del altar mayor, la imagen de su hijo mediano con la sotana y lasobrepelliz la hacía temblar de gozo.El revoloteo de las vestiduras cuando semovía, la exactitud de sus ademanes, el silencio de sus pasos sobre lamuellealfombrarojacomponíanunensueño,undelirio,unparaísoenlatierra.Augustseríasacerdotealgúndía;todolodemáscarecíadesentido;ellasufriríayseríaunaesclava, semoriríaunaymilveces,perosusenohabríadadoalSeñorunsacerdote, un sacerdote que la santificaría a ella, una elegida, madre de unsacerdote,miembrodelagranfamiliadelaBienaventuradaVirgenMaría…

Bandinipensabadeotromodo.August eramuypiadosoyquería sercura;bueno.Perocribbio!Mierdanegray jodía,yaarreglaríaélaquello.Elquesushijosfueranmonaguillosleprocurabamásdiversiónquealborozoespiritual.Lasrarasocasionesenqueibaamisaylosveía,porlogeneraleldíadeNavidadporla mañana, cuando la imponente ceremonia católica alcanzaba su cota máscompleja,nopodíapormenosdereírseporlobajoalverasustreshijosdesfilarpor la nave central en procesión solemne.No los veía entonces como a niñosconsagrados, recubiertos de encajes caros y en comunión profunda con elTodopoderoso;aquellaindumentariaporelcontrariosubrayabaelcontrasteyélselimitabaaverlosconmayorlucidez,comorealmenteeran,ynosóloaellossinotambiénalosdemásmuchachos:críosirreverentesysalvajesquellevabanaquella pesada sotana entre incomodidades y picores. La facha de Arturo,estranguladoporun ceñidocuellode celuloideque le llegabahasta lasorejas,

consucararojiza,pecosaehinchada,yelodioinconteniblequesentíaportodoelritual,hacíanqueBandiniserieraabiertamente.Encuantoalmenor,Federico,lacosanocambiaba,seguíasiendoundemonioapesardetodosaquellosavíos.A pesar de los seráficos suspiros de lasmujeres en sentido contrario,Bandiniconocíaelaturdimiento,lamolestia,elfastidioinaguantabledelosmuchachos.August quería ser cura; sí, sí; ya arreglaría él aquello. Se haría mayor y seolvidaría de aquellas ocurrencias. Crecería y se haría hombre, o si no, SvevoBandinilearrancaríalacabezotadecuajo.

Maríacogiólagallinamuertaporlaspatas.Loschicossetaparonlanarizysalieroncorriendodelacocinacuandolamadrelaabrióparaprepararla.

—Elmusloparamí—dijoFederico.—Yateoímosantes—dijoArturo.Estabadeunhumordeperros,laconciencianoparabadehacerlepreguntas

relativasalagallinaejecutada.Habíacometidounpecadomortal,¿oerapecadovenialmatar a una gallina?Echado en el suelo de la salita, con el calor de laestufa barrigona calentándole el costado, reflexionó con espíritu sombrío apropósito de las tres circunstancias que, según su catecismo, hacían que unpecado fuese mortal: 1) materia grave, 2) advertencia plena, 3) perfectoconsentimiento.

Lacabezalediovueltasentornodelúgubresfantasías.Recordólahistoriaque les había contado sor Justina acerca de aquel asesino que las veinticuatrohorasdeldía,despiertoydormido,veíaantesí lacaracontraídadelhombrealquehabíamatado;laapariciónsereíadeélyleacusaba,hastaque,alfinal,elasesino,aterrado, fueaconfesarseyrindiócuentasaDiosporelnegrocrimenquehabíacometido.

¿Sufriríatambiénélaquellapersecución?Ah,gallinaalegreyconfiada.Unahoraanteselanimalestabavivo,enpazconlatierra.Peroahoraestabamuerto,asesinadoasangrefríaporsupropiamano.¿Leacosaríalacaradeunagallinahastael findesuexistencia?Miróhacia lapared,parpadeó, tragósaliva. ¡Allíestaba,lagallinamuertalemirabafijamentealacaramientrascacareabadeunmodomaligno!Sepusoenpiedeunsalto,corrióaldormitorio,cerrólapuertaconpestillo:

—¡SantísimaVirgenMaría,dameunaoportunidad!¡Noquisehacerlo!¡JuroanteDiosquenoséporquélohice!¡Porfavor,gallinabonita!¡Queridagallina,sientohabertematado!

Y se puso a recitar en tropel Avemarías y Padrenuestros hasta que las

rodillasledolieron,hastaque,trashaceruncálculoexactodelosrezos,llegóala conclusión de que cuarenta y cinco Avemarías y diecinueve Padrenuestrossatisfacíancualquier contriciónque sepreciara.Peroun temor supersticiosoalnúmero diecinueve le obligó a recitar el Padrenuestro que completaba laveintena.Actoseguido,conelespírituinquietoaúnporlaposibilidaddehabersidomezquino,atacóotrasdosAvemaríasyotrosdosPadrenuestrosparaquenoquedase la menor duda de que no era supersticioso y de que no creía en losnúmeros,yaqueelcatecismohacíahincapiéenlareprobacióndetodacreenciasupersticiosa.

Habría podido seguir rezando, pero su madre le llamó para cenar. En elcentrode lamesade lacocinahabíapuestoaquéllaunabandejacon losrestosfritosdelagallinaparda.Federicochillabaygolpeabaelplatoconeltenedor.Elpiadoso August bendecía la mesa con la cabeza gacha. Mantuvo doblada ladolorida nuca hasta un buen rato después de haber acabado la oración,preguntándoseporquésumadrenodecíanada.FedericodiouncodazoaArturo,sevolvióaAugusty lehizoburlaagitando lamanoconelpulgarpegadoa lanariz.Maríaestabaantelaestufa.SediolavueltaconlasalseraenlamanoyvioaAugustconladoradatestainclinadacondevoción.

—MibuenAugust—dijoconunsonrisa—,¡Diostebendiga,hijomío!August alzó la cabezay se santiguó.PeroFederico ya se había lanzado al

ataque sobre la bandeja y se había hecho con los dos muslos de la gallina.Mordisqueabaunodeellos;elotroloteníaescondidoentrelaspiernas.LosojosdeAugustrecorrieronlamesaconirritación.SospechabadeArturo,queparecíadesganado.Maríatomóasientoentonces.Sindecirpalabra,extendióunpocodemargarinaenunarebanadadepan.

LoslabiosdeArturosehabíancurvadoenunamuecamientrasobservabaalagallinacrujienteydesmembrada.Unahoraanteshabíasidounanimalfeliz,ignorantedelcrimenqueibaacometerse.ObservóaFedericoylabocaquelechorreabamientrasdevoraba la carne suculenta.Ledio asco.María empujó labandejahaciaél.

—Arturo,¿nocomes?La punta del tenedor del muchacho rebuscó con selectividad fingida.

Encontró una presa solitaria, una presa desdichada cuyo aspecto empeoró alponérselaenelplato:eralamolleja.Diosmío,porfavor,nopermitasquevuelvaatratarmalalosanimales.Diounmordiscoreceloso.Noestabamal.Teníaunsabor delicioso. Dio otro mordisco. Sonrió. Buscó otros pedazos. Comió con

fruicióny sepuso abuscar los fragmentosmásblancos.RecordódóndehabíaescondidoFedericoelotromuslo.Metiólamanobajolamesaysinquenadiesediesecuenta,locogiódelregazodeFederico.Cuandohubodevoradoelmuslo,seechóareíryarrojóelhuesoenelplatodelhermanomenor.Federicosequedómirandoelhuesoysetanteóelregazoconalarma.

—Tejuroquemelaspagarás,ladrón—ledijo.Augustmirócon reprobacióna suhermanopequeño, sacudiendo lacabeza

rubia.Jurarerapecado;sindudanoerapecadomortal;sindudasólovenial,peropecado al fin y a la postre. Aquello le entristecía mucho, pero también sealegrabamuchopornoemplearpalabrasmalsonantescomosushermanos.

No era una gallina grande. La bandeja del centro acabó por vaciarse ycuando no quedaron más que los huesos, Arturo y Federico los abrieron amordiscosparachuparleslamédula.

—Esmejorquepapánohayavenidoacenar—dijoFederico—.Habríamostenidoquedejarleunaparte.

Maríamiróalostresconunasonrisa;teníanlacaramanchadadesalsayenelpelodeFedericohabíainclusorestosdecarne.SelosquitóconlamanoylesadvirtióquenoseportasenmaldelantedelaabuelaDonna.

—Sicoméiscomolohabéishechoestanoche,noosregalaránada.Amenazainútil.¡LaabuelaDonnaysusregalos!Arturolanzóungruñido.—Perosisólonosregalapijamas.¿Paraquéquieroyounpijama?—Seguroquepapáestáyaborracho—dijoFederico—.ÉlyRoccoSaccone.Maríacerróelpuño,quesepusotiranteyblanco.—Elmuyanimal—dijo—.¡Nolomientesenestamesa!ArturocomprendíaelodioquesentíasumadrehaciaRocco.Maríaletenía

muchomiedo,seponíamuyagitadacuandoestabacerca.Eraincombustibleeldesprecio que sentía hacia la amistad vitalicia que le unía a Bandini. Depequeños,cuandoaúnvivíanenLosAbruzos,yaeranamigos.Antesdecasarseconella,habíacompartidoconRocco laamistaddealgunasmujeresycuandoéste se presentaba en la casa, los dos bebían y se reían juntos sin motivoaparente, murmuraban unas palabras en un dialecto italiano y estallaban encarcajadas, lenguajeviolentodegruñidosy recuerdos,pletóricodealusionesyreferencias,aunqueinsignificantealmismotiempoysiempreenrelaciónconunmundo desconocido para ella y que jamás podría conocer. Fingía que no leimportaba lo que hubiera hecho Bandini antes de casarse, pero aquel RoccoSaccone y la risa obscena que Bandini compartía y con la que disfrutaba

componíanunasuertedesecretodelpasadoqueellaansiabadescifrar,poneraldescubierto de una vez por todas, pues le parecía que una vez al tanto de losmisterios de aquella primera época, el lenguaje privado de Svevo Bandini yRoccoSacconedesapareceríaparasiempre.

CuandoBandiniestabafuera,lacasanoeralamisma.Acabadalacena,loschicos, amodorrados por la comida, se echaron en el suelo de la salita, paradisfrutardelcalorentrañabledelaestufadelrincón.LeechócarbónArturoysepusoasilbaryacanturreardealegría,areírdulcementecuandolosmuchachossetendieron,saciadaelhambre,asualrededor.

Maríalavabalavajillaenlacocina,conscientedequehabíaunplatoyunatazamenos.Al devolverla a la despensa, la desportilladísima taza deBandini,más grande ymaciza que las demás, parecía exhibir un orgullo herido por nohaberseutilizadoen toda lacena.Enelcajóndondeguardaba loscubiertos,elcuchillodeBandini,elpreferidodeBandini,elmásperversoyafiladodetodoeljuego,emitióundestelloluminoso.

Lacasaperdióentoncessuidentidad.Unatejasueltasusurrabasarcasmosalviento; loscablesdela luzrozabanelsoportal trasero,produciendomurmullosdespectivos.Elmundodelosseresinanimadoscobrabavoz,charlabaconlacasaviejaylacasaparloteabacondeleiteconfabuladoacercadelainsatisfacciónquereinabadentrodesusparedes.Lostablonesquehabíabajosuspieschillabandeplacerinfeliz.

Bandininovolveríaacasaaquellanoche.La percepción de que no iba a regresar, el saber que sin duda estaría

borrachoenalgunapartedelpueblo,queseausentabaadrede,eraalgoaterrador.Todo lonauseabundoydañinoquehabíaen la tierraparecíaestaral tantodelsecreto. Se sentía ya rodeada por las fuerzas de las tinieblas y el terror, quemarchabansobrelacasaenformaciónmacabra.

Una vez que estuvieron limpios los platos y en su sitio, despejado elfregadero,barridoelsuelo,sujornadaacabóderepente.Nohabíayanadaquelaocupase. A lo largo de catorce años había cosido y remendado tanto a la luzamarillenta de las bombillas que los ojos se le negaban a seguir haciéndolocuantasvecesvolvíaaintentarlo;eldolordecabezaseapoderabadeellayteníaquedejarlohastaeldíasiguiente.

Aveces,cuandolasencontraba,hojeabarevistasfemeninas;revistasvistosasyelegantesqueanunciabanavozencuellounparaísonorteamericanoparalasmujeres:muebleshermosos,hermososvestidos:mujeresbellasyatractivasque

vivíanhistoriasdeamorconlalevadura;mujereselegantesquediscutíansobrepapel higiénico.Aquellas revistas, aquellas imágenes, venían a simbolizar unacategoría inconcreta:«lasnorteamericanas».Ella siemprehablabacon temoryrespetodeloquehacían«lasnorteamericanas».

Creíaenaquellas imágenes.Sepasabahoras sentadaen lamecedoravieja,junto a la ventana de la salita, hojeando siempre revistas femeninas,humedeciéndosesistemáticamentelapuntadelíndiceparavolverlapágina.Laconviccióndequeestabaalmargendeaquelmundode«lasnorteamericanas»acababaactuandosobreellacomounnarcótico.

Heallíunafacetasuyade laqueBandiniseburlabaconresentimiento.Él,porejemplo,eraitalianopuro,deunafamiliacampesinaatadaalterruñodesdehacíamuchasgeneraciones.Noobstante, ahoraque sehabíanacionalizado,yanoseconsiderabaitaliano.Eranorteamericano;aveceslesonabaenlacabezaeltimbrecito de la nostalgia y se ponía a manifestar su orgullo de casta entrealaridos;peroaefectosprácticoseranorteamericanoycuandoMaríalehablabadeloquehacíanyseponían«lasnorteamericanas»,cuandosacabaarelucir laactividaddeunavecina,«lanorteamericanaesaquevivemásabajo»,élseponíahechounafuria.Porqueéleramuysensiblealasdiferenciasdeclaseyraza,alsufrimientoquecomportaban,yestabaresentidoconellas.

Bandinieraalbañilyparaélnohabíasobrelafazdelatierraunaprofesiónmássagrada.Sepodíaserrey,sepodíaserconquistador,pero,almargendeloquesefuese,habíaquetenerunacasa;ysiseteníadosdedosdefrente,lacasaseríade ladrillo;y,comoes lógico,construidaporunafiliadoal sindicatoquecobraríaelsalariomínimoestipuladoporelsindicato.Aquelloeraloimportante.

Pero María, sumida en el mundo fantástico de las revistas femeninas,contemplando entre suspiros las planchas eléctricas, las aspiradoras, laslavadoras automáticas y las cocinas eléctricas, no tenía más que cerrar laspáginas de aquel mundo quimérico y mirar a su alrededor: sillas incómodas,alfombrasraídas,habitacionesheladas.Noteníamásquemirarselapalmadelamano, llenade callos por culpa de la tabla de lavar, para darse cuenta de quedespués de todo ella no era norteamericana. Nada de ella, ni la cara, ni lasmanos,nilospies;nilacomidanilosdientesconquelamasticaba:nadadeella,nadaenabsolutolaemparentabacon«lasnorteamericanas».

Enelfondodesucorazónnonecesitabanilibrosnirevistas.Teníasupropiamanera de huir, su camino particular hacia la satisfacción: el rosario.Aquellaristradecuentasblancas,conlosdiminutosengarcesrotosenmúltipleslugaresy

atadosconfragmentosdehiloblancoqueacababanpocoapocoporromperse,era, abalorio tras abalorio, su sosegada fuga delmundo.Dios te salve,María,llena eres de gracia, el Señor es contigo. Y María comenzaba a ascender.Abalorio trasabalorio, laviday losvivosdesaparecerán.Dios tesalve,María,Dios te salve,María. Un sueño sin ensueño la vencía. Una pasión ajena a lacarnelaarrullaba.Unamorsinmuerteentonabalamelodíadelafe.Estabalejos:eralibre;yanoeraMaría,ninorteamericananiitaliana,nipobrenirica,niconlavadorasautomáticasyaspiradorasnisinellas;estabaenelreinodelosqueyaloteníantodo.Diostesalve,Diostesalve,unayotravez,milvecesycienmilvecesmás, oración tras oración, adormecimiento del cuerpo, fuga del espíritu,muertedelamemoria,espitadeldolor,fantasíaintensaymudadelafe.DiostesalveMaríayDiostesalve.Erasuúnicarazóndevivir.

Aquellanoche, el tránsito ensartadode la fuga, la alegría que el rosario leprocuraba, le bullía en la cabezamucho antes de apagar la luz de la cocina yentrar en la salita, en cuyo suelo yacían los hijos que roncaban amodorrados.Federicohabíacomidoconexceso.Dormíayacomounlirón.Yacíaconlacaravuelta, la boca abierta totalmente. August, boca abajo, contemplaba con fazinexpresivalabocadeFedericoypensabaque,cuandoleordenasensacerdote,obtendríaabuensegurounaparroquiaconmuchodineroycenaríapollo todaslasnoches.

Maríasedejócaerenlamecedoraquehabíajuntoalaventana.Elconocidocrujido de las rodillas maternas hizo que Arturo se encogiese con talanteenojado.Lamadresacóelrosariodelbolsillodeldelantal.Cerrólosojosnegrosyselemovieronloslabioscansados,murmulloaudibleeintenso.

Arturosediolavueltayobservólacaradesumadre.Lacabezaleibaatodavelocidad.¿Leinterrumpiríaparapedirlediezcentavosparaelcineoahorraríatiempoyproblemasyendodirectamentealdormitorioyrobándoselos?Nohabíapeligrodequelesorprendieran.Unavezquelamadreseponíaarezarelrosario,noabría losojoshastaque loacababa.FedericodormíayencuantoaAugust,erademasiadobeatoymemoparaenterarsede loquepasabaenelmundo.Sepusoenpieysedesperezó.

—Aoooooh.Voyabuscarunlibro.Yaenlacongeladaoscuridaddeldormitoriomaterno,levantóelcolchónpor

lapartedelospies.Tanteólasescasasmonedasquehabíaenelbolsoraído,de

céntimoycincocéntimos,perohastaelmomentoningunadediez.Losdedosselecerraronentoncesalrededordelaparvedadconocidaydelgadadeunamonedadediezcéntimos.Pusoelbolsoensusitio,entredosmuelles,yescuchósihabíaruidos sospechosos. A continuación, silbando a todo meter y pisando fuerte,entróensucuartoycogióelprimerlibrodelacómodaquetuvoalalcancedelamano.

Volvióa lasalitayse tumbóenelsuelo,al ladodeAugustyFederico.Elfastidioseledibujóenlacaracuandoadvirtióquélibrohabíacogido.Eralavidade santa Teresita delNiño Jesús. Leyó la primera línea de la primera página.«Cuandovayaalcielo,sólomededicaréahacerelbienen la tierra».CerróellibroyselopasóaAugust.

—¡Uf!—exclamó—.No tengo ganas de leer.Mevoy a ver si los amigosestánpatinandoenlamontaña.

Los ojos deMaría siguieron cerrados, pero curvó los labios un poco paraindicarquehabíaoídoyqueaprobabaelplan.Acontinuaciónmoviólacabezadespacio,deizquierdaaderecha.Erasumaneradedecirquenovolviesetarde.

—Deacuerdo—dijoArturo.Calientey llenode impacienciabajo los jerseysajustados, recorrióWalnut

Streetalacarreraunasveces,alpasootras,cruzólasvías,llegóalacalleDoce,dondeatajópor laestacióndeserviciode laesquina,cruzóelpuente,cruzóelparqueatodocorrerporqueelbultonegrodelosálamosledabamiedo,ymenosdediezminutosmástardeseencontrabajadeandobajolamarquesinadelCineIsis.Comosuelesucederenlospueblospequeños,unoscuantosmuchachosdesuedadholgazaneabananteelcine, sindinero,esperandoconmansedumbreaquelabondaddelencargadodelosacomodadoreslespermitiera,ono,segúnelhumorconqueestuviese,entrargratisbastantedespuésdecomenzadalaúltimapelícula de la noche.También él había estadomuchas veces allí, pero aquellanocheteníadiezcentavosyconunasonrisacampechanadirigidaalospequeñosparásitos,sacólaentradaysecolóenelinterior.

Eludióal acomodadoruniformadoque lehizo señasconeldedoyanduvosolo por la oscuridad. Primero se sentó en la última fila. Cincominutos mástarde avanzó dos filas.Un instante después volvía amudarse. Poco a poco, arachasdedoso tres filas, se fueacercandoa lapantalla resplandeciente,hastaqueporfinestuvoenlamismísimaprimerafilaynopudoseguiradelante.Yallísequedó,conelcuelloentensiónylanuezdeAdánsobresaliéndole,obligadocasi a mirar hacia el techo para ver las andanzas de Gloria Borden y Robert

PowellenIdilioenelrío.Elhechizodeaquelladrogadeceluloideseapoderódeélenelacto.Estaba

convencidodequesucarateníaunnotableparecidoconladeRobertPowellyno menos seguro de que la faz de Gloria Borden tenía una semejanzasorprendente con la de su maravillosa Rosa: con lo que se sintió totalmentecómodoyagusto,sereíaamandíbulabatientedelosingeniososcomentariosdeRobertPowellyseestremecíadevoluptuosidadcadavezqueGloriaBordenseponíamelosayapasionada.RobertPowellperdiópocoapocosuidentidadyseconvirtió enArturoBandini yGloriaBorden sumetamorfoseópaulatinamenteenRosaPinelli.TraselespantosoaccidentedeaviónenqueRosaacababaenlamesadeoperacionessinquenadie,salvoArturoBandini,pudiesellevaracabolaoperaciónurgentedelaquedependíalavidadelajoven,elmuchachodelaprimera fila se echó a temblar. ¡Pobre Rosa! Las lágrimas le corrían por lasmejillasysesecólanarizgoteantefrotándoselaconimpacienciaconlamangadeljersey.

Noobstante,sabía,teníalaintuicióndequeeljovendoctorArturoBandinirealizaríaunmilagromédico,que, comoerade esperar, ¡oh cielos, se realizó!Antesdeenterarsedeloquepasaba,elguapomédicoestababesandoaRosa;eraprimavera,elmundoerahermoso.Depronto,sinlamenoradvertenciaprevia,seacabó la película y Arturo Bandini, llorando y sollozando, permaneció en laprimera fila delCine Isis, turbadohasta lo indecible y angustiadopor haberseconducido como un gallina. Todos los usuarios del Isis le miraban. Estabaconvencido,yaqueerainnegablequeélyRobertPowellseparecíancomodosgotasdeagua.

Los efectos del estupor se le fueron pasando poco a poco. Las luces sehabíanencendido, la realidadhabía regresadoymiróa sualrededor.Nohabíanadie en diez filas a la redonda.Miró atrás, hacia lamasa de caras pálidas yexangüesdelcentroypartetraseradelcine.Sintióunadescargaeléctricaenelestómago.Contuvo la respiración con pavor espasmódico. Enmedio de aquelpequeñomardeinsulsez,unrostrorefulgíaigualqueundiamantealrededordeunosojosdebellezacegadora.¡EraelsemblantedeRosa!¡Yhacíaapenasunosmomentos que la había salvado en el quirófano! Pero todo era una mentiradesconsoladora. Él estaba allí, único espectador de las diez primeras filas deasientos.Agachándose hasta que la frente le quedó casi oculta, se sintió igualque un ladrón, un criminal, mientras echaba miradas furtivas a aquel rostroembriagador. ¡Rosa Pinelli! Estaba sentada entre su padre y su madre, dos

italianosgordoscomo toneles,depapadadoble,casien laúltimafiladelcine.Ellanolepodíaver;estabasegurodequehabíademasiadadistanciaparaquelereconociese,apesardequesusojoslasalvabansindificultadylacontemplabanmilímetroamilímetro,veíanlosrizossueltosquelesobresalíanpordebajodelsombrero, las cuentas oscuras que le circundaban el cuello, sus dientestachonadosdeestrellas.¡Demodoquetambiénellahabíavistolapelícula!Losojos negros y risueños de Rosa lo habían visto todo. ¿Habría advertido elparecidoquehabíaentreélyRobertPowell?

No:en realidadnohabíaningúnparecido; en realidadno.Noeramásqueuna película, y él estaba en primera fila, tenía calor y se dio cuenta de quesudaba.Tuvomiedodetocarseelpelo,miedodelevantarlamanoydeecharseelpelohaciaatrás.Sabíaqueloteníaerizadoydespeinadocomolacizaña.Lagente lo reconocía siempre porque tenía un pelo rebelde que el peine nodoblegabanuncayporquesiempreloteníademasiadolargo.PuedequeRosalehubieradescubiertoya.Ah,¿porquéunpeloquenopodíapeinarse?¿Porquéseolvidaba siempre de cosas así? Se fue encogiendo mientras echaba miradasfurtivas hacia lo alto para ver si el pelo le sobresalía del respaldo del asiento.Concuidado,centímetroacentímetro,alzólamanoparaalisarseelcabello.Peronopudo.Teníamiedodequelamuchachavieralamano.

Cuandolaslucesvolvieronaapagarse,respiródealivio.Peroalcomenzarlasegunda película se dio cuenta de que tenía que irse. Se apoderó de él unavergüenza inconcreta,unaespeciedeconcienciadeque llevaba jerseysviejos,dequellevabalaropaquellevaba,elrecuerdodeRosariéndosedeél,eltemorde que, a menos que se fuese furtivamente en aquellos momentos, pudiesecoincidirconellaenelvestíbulocuandoabandonaraelcineconsuspadres.Nosoportaba la idea de encontrarse con éstos. Sus ojos se cernerían sobre él; losojos de Rosa se agitarían de hilaridad. Rosa lo sabía todo de él; cadapensamiento y hazaña. Rosa sabía que le había robado una moneda de diezcentavos a sumadre, que tenía necesidad de ella.Rosa lemiraría y lo sabría.Teníaquevencerelmiedo;osalirdeallí;podíasucedercualquiercosa;laslucespodíanencenderseotravezyverleella;talvezsedeclaraseunincendio;podíasuceder cualquier cosa; tenía que levantarse e irse, así de sencillo.Podía estarconRosaenunaula,oenelpatiodelcolegio;peroaquelloeraelCineIsisyélparecíaunmíserovagabundoconaquellosharaposquelodiferenciabandetodoslosdemás,yhabíarobadoeldinero:noteníaderechoaestarallí.SiRosaleveía,leeríaensucaraquehabíarobadoeldinero.Sólodiezcentavos,sólounpecado

venial, pero pecado, se mirara como se mirase. Se puso en pie y recorrió elpasmoconpasos largos, rápidosy silenciosos, la caravueltahaciaun lado, lamanoocultándolelanarizylosojos.Cuandollegóalacalle,elfríoaterradordela noche le atacó de frente como con un látigo y echó a correr, el vientohoradándolelacara,suscitándolepensamientosnuevosyatrevidos.

Aldoblarporelcaminoqueconducíaalsoportaldesucasa,elperfildelamadreen laventanahizoque la tensiónquese lehabíaacumuladoenelalmasalieraconfuerzaalasuperficie;lapielselerompióypulverizócomounaolayenunarrebatoseechóa llorar,emergió laculpa,yésta le inundóyrodeóportodaspartes.Abriólapuertayseencontróenelinteriordesupropiacasa,enelcalordesucasa,queseleantojóintensoydelicioso.Sushermanossehabíanidoadormir,peroMaríanosehabíamovidoysupoquenohabíaabierto losojosmientras los dedos, con ciega convicción, daban vueltas a la interminablecircunferencia de abalorios.Cielos, qué formidable, qué buen aspecto tenía sumadre.¡Mátame,Señor,porquesoyuncerdo,ellaunasantayyodeboperecer!Mírame, mamá, porque te he robado los diez centavos y tú sigues rezando.Mátame,mamá,contuspropiasmanos.

Cayó de rodillas y se abrazó a ella aterrado, jubiloso y culpable. Lamecedorasesacudióa instanciasdesussollozos, lascuentas tintinearonenlasmanos maternas. La madre abrió los ojos y le sonrió, sus dedos delgados leacariciaron el pelo con dulzura y pensó que el muchacho necesitaba ir a lapeluquería. Los sollozos filiales satisficieron a lamadre como si se tratara decaricias,lainundarondeunaternuraquesecentróenlascuentasdelrosario,deunsentimientoquefundíaenunasolaunidadlascuentasylossollozos.

—Mamá—balbuceóelmuchacho—.Hehechounacosa.—Notepreocupes—ledijolamadre—.Yalosé.La respuesta le sorprendió. ¿Cómo lo sabía?Había birlado lamoneda con

periciademaestro.Habíaengañadoasumadre,yaAugust,yatodos.Loshabíaengañadoatodos.

—Rezabaselrosarioynoquisemolestarte—mintióelmuchacho—.Notequiseinterrumpirenmitaddelrosario.

—¿Cuántocogiste?—lepreguntóellaconunasonrisa.—Diezcentavos.Pudecogerlotodo,perosólocogídiezcentavos.—Losé.Sesintiómolesto.—Pero¿cómolosabes?¿Mevisteacaso?

—Elaguadelatinaestácaliente—dijolamadre—.Dateunbaño.Arturoseincorporóycomenzóaquitarselosjerseys.—¿Cómo lo sabías?¿Meviste?¿Meespiabas?Creíquecuando rezabasel

rosariosiempreteniascerradoslosojos.—¿Cómonovoyasaberlo?—dijolamadresindejardesonreír—.Siempre

mecogesmonedasdediezcentavosdelmonedero.Ereselúnicoquelohace.Losésiempre.¡Bueno,medoycuenta,loadivinoportuformadeandar!

Sedesatóloszapatosyselosquitódeunasacudida.Quélistaerasumadreapesardetodo.¿Ysilapróximavezsequitabaloszapatosyentrabadescalzoeneldormitorio?Meditólanuevatácticacondetenimientoalentrardesnudoenlacocina.

Lefastidióqueelsuelodelacocinaestuvieseencharcadoyfrío.LadeDioshabían organizado sus hermanos allí. Sus ropas estaban esparcidas y una tinaestaballenadeaguagrisáceayjabonosaydebloquesdemadera:losacorazadosdeFederico.

Hacía demasiado frío para bañarse aquella noche. Resolvió fingir que lohacía.Llenóunatinadeagua,cerrólapuertadelacocina,sacóunejemplardeScarletCrimey sentadodesnudoen lacalienteescotillade laestufaycon lospieschapoteandoenlatina,sepusoaleer«Unasesinatoinútil».Cuandohuboleído lo que le pareció que duraba normalmente un baño de verdad, escondióScarletCrime enel soportal trasero, semojóelpeloconcienzudamentecon lapalmadelamano,sefrotólapielsecaconunatoallahastaqueselepusodeunrosasubidoyentróenlasalitacorriendoytiritando.Maríaleobservómientrasseacuclillabajuntoalaestufa,sefrotabaelpeloconlatoallaygruñíasinpararapropósitodelapocagraciaquelehacíabañarseenlomáscrudodelinvierno.Aldirigirsealacamasefelicitóporlasoberbiaejecucióndeaquellaobramaestradelfingimiento.Maríanodejabadesonreírle.Alrededordelcuello,alcruzarelumbral,leviolamadreuncercodemugrequeledestacabacomounalzacuellonegro.Peronodijonada.Eraciertoqueaquellanochehacíademasiadofríoparabañarse.

Solaporfin,apagólaslucesysiguiórezando.Escuchabadevezencuandolos ruidos de la casa en medio de sus ensueños. La estufa suspiró, se quejópidiendomáscombustible.Porlacallepasabaunhombrefumandoenpipa.Loobservó,sabiendoquenopodíaverlaenlaoscuridad.LocomparóconBandini;era más alto, pero al andar le faltaba la vehemencia de Svevo. Le llegó deldormitorio la vozdeFederico, quehablaba en sueños.Arturo, a continuación,

quemurmurabasoñoliento:«¡Venga,cállateya!».Pasóotrohombreporlacalle.Gordo,brotándoledelabocaunvahoqueseesparcíaporelairefrío.Svevoeramuchomás apuesto que aquel individuo; gracias aDios, Svevo no era gordo.Pero no tenía que distraerse. Dejar que pensamientos caprichosos leinterrumpieran las oraciones era un sacrilegio. Cerró los ojos con fuerza yconfeccionó una lista mental de cosas que tenía que consultar con laBienaventuradaVirgenMaría.

Rezó por Svevo Bandini, rezó porque no se emborrachara demasiado ycayese en manos de la policía, como le había sucedido cierta vez, antes decasarse.RezóporquesemantuvieraapartadodeRoccoSacconeyporqueRoccoSaccone estuviera lejos de él. Rezó por la aceleración del tiempo, porque lanieve se derritiese y en Colorado fuese primaveramuy pronto, porque Svevotuviera trabajootravez.RezóporunaNavidad felizyporeldinero.RezóporArturo,porquedejasederobarmonedasdediezcentavos,yporAugust,porquefuesesacerdote,yporFederico,porquefueraunbuenmuchacho.Rezóporquetodosellos tuviesen ropaqueponerse,dineroparapagaren la tienda,yporelalmadelosmuertos,porelalmadelosvivos,porelmundo,porlosenfermosymoribundos,por lospobresy los ricos,porque se leconcedieravalory fuerzaparasoportarlotodo,yporqueseleperdonaranlasequivocacionesquecometía.

RezóunaoraciónlargayfervienteporquelavisitadeDonnaToscanafuesebreve, porque no sembrase demasiada discordia y porque SvevoBandini y sumadreentablasenalgúndíaunarelacióncordialypacífica.Estaoraciónpostrerafuecasidesesperadayellalosabía.CómopodíadisponerlamadredeCristoelcesede lashostilidadesentreSvevoBandiniyDonnaToscanaeraunmisterioque sólo el Cielo sabia. Siempre la turbaba llamar la atención de la VirgenSantísima respectode aquel problema.Era comopedir a la lunaunbrochedeplata. Al fin y al cabo, la Virgen Bendita le había concedido ya un maridohonrado y trabajador, tres hijos cariñosos y simpáticos, una buena casa, unasaludinquebrantableyfeenlamisericordiadivina.PeroquehubierapazentreSvevo y su suegra… bueno, había peticiones que desbordaban incluso lagenerosidaddelTodopoderosoydelaSantísimaVirgenMaría.

DonnaToscanallegóeldomingoamediodía.Maríaylosniñosestabanenlacocina. La queja que emitieron los tablones del soportal cuando puso el pieencimalesrevelóquesetratabadelaabuela.EnlagargantadeMaríaseformó

una bola helada. Donna abrió la puerta sin llamar y asomó la cabeza. Sólohablabaenitaliano.

—¿Está…elcerdodelosAbruzos?Maríaechóacorrerysearrojóenbrazosdesumadre.DonnaToscanaera

unamujervoluminosaquevestíasiempredenegrodesdelamuertedelmarido.Llevaba enaguas debajo de la seda negra exterior, cuatro enaguas, todas decolores chillones. Sus tobillos hinchados semejaban otros tantos cuellosafectadosporelbocio.Suszapatosdiminutosparecíanapuntodereventarbajoel peso de sus ciento veinte kilos. En el pecho parecían apretujársele, no dos,sino una docena de senos. Tenía la complexión de una pirámide, exenta decaderas.Enlosbrazosteníaabundanciadecarnequelecolgaba,nohaciaabajo,sino en ángulo, y los dedos hinchados le pendían comomorcillas. Carecía decuelloprácticamente.Cuandogirabalacabeza,lacarnecolgantesemovíaconlamelancolíadelaceraderretida.Porentreelralopelocanososeleveíauncuerocabelludo de color rosado. Tenía una nariz delgada y elegante, pero sus ojosparecían dos granos pisoteados de uva bodocal. Cada vez que hablaba, ladentadura postiza, de manera involuntaria, se ponía a chapurrear un idiomaprivado.

MaríacogióelabrigoyDonnasequedóenmitaddelaestancia,laolisqueóyconlostembloresdelagrasadelcuellodioaentenderalahijaylosnietosqueel olor que analizaban sus aletas nasales era pestilente y nauseabundo. Losmuchachos, recelosos, se pusieron también a olisquear. De pronto, la casaadquirióunolorquenohabíanadvertidonunca.Augustpensóenlasmolestiasrenalesque lehabíanaquejadodosañosantesysepreguntósi,alcabodedosaños,elolorseguiríaallí.

—Hola,abuela—dijoFederico.—Tieneslosdientesnegros—dijolamujer—.¿Teloslavasteestamañana?DesapareciólasonrisadeFedericoyconeldorsodelamanosecubriólos

labiosaltiempoquebajabalosojos.Apretólabocaytomólaresolucióndeiralcuartodebañoparamirarseenelespejoencuantopudiese.Eracuriosoquelosdienteslesupieranenefectoanegrura.

Laabuelaseguíaolisqueando.—Pero¿quépesteesésa?—preguntó—.¿Seguroquevuestropadrenoestá

encasa?Los chicos entendían el italiano porque Bandini yMaría lo hablaban con

frecuencia.

—No,abuela—dijoArturo—.Noestáencasa.DonnaToscanametiólamanoenellaberintodepechosysacóelmonedero.

Lo abrió y con la punta de los dedos sacó unamoneda de diez centavos, quemantuvoenalto.

—Vamos a ver —dijo con una sonrisa—. ¿Cuál de mis tres nietos dicemenosmentiras?Alquemedigalaverdadledaréestosdiecisoldi.Decidmeenseguida:¿estáborrachovuestropadre?

—Ah,mammamia—dijoMaría—.¿Porquépreguntasesascosas?Sinmirarlasiquiera,laabuelalereplicó:—Silencio,mujer.Esunjuegoparaloschicos.Losmuchachosseconsultaroncon lamirada:guardabansilencio,deseosos

detraicionarasupadre,aunquenolosuficiente.Laabuelaeraunatacaña,perosabíanqueteníaelmonederollenodemonedasdediezcentavosyquecadaunapremiaríaundatoinformativosobrepapá.¿Podíanhacercasoomisodeaquellapreguntayesperaralasiguiente,aotramenosinfamanteparapapá,oteníanquecontestarlas una tras otra? Porque no era cuestión de decir la verdad: aunquepapá no estuviese borracho. La única manera de ganar la moneda de diezcentavoserarespondercomolaabuelaquería.

María sedesesperaba.DonnaToscana teníauna lenguadevíbora, siempredispuesta a hacer de las suyas en presencia de los niños: episodios medioolvidadosdelainfanciayjuventuddeMaría,cosasquepreferíaquesushijosnosupieran para que su dignidad no acabase por los suelos: insignificancias quepodíanutilizarencontradeél.DonnaToscanayalashabíasacadoarelucirenotrasocasiones.Losmuchachossabíanyaquesumadrehabíasidolatontadelcolegio porque se lo había contado la abuela. Sabían ya que su madre habíajugado a papás ymamás con niños negros y que por ello le habían dado unapaliza.QuesumadrehabíavomitadoenelcorodeSantoDomingoenelcursodeunatórridamisacantada.Quesumadre,aligualqueAugust,sehabíameadoenlacamadepequeña,peroque,adiferenciadeAugust,aellaselaobligabaalavar el camisón.Que sumadre se había escapadode casa y que la policía lahabía encontrado y devuelto (en realidad no se había escapado, sólo se habíaperdido,perolaabuelainsistíaenquesehabíaescapado).Ymáscosasaún.Depequeñasenegabaatrabajarylaencerrabandurantehorasenlabodega.Nuncafue,nuncaseríaunabuenacocinera.Cuandonacieronsushijos,chillabacomouna hiena. Era una idiota, de lo contrario jamás se habría casado con unsinvergüenzacomoSvevoBandini…;además,carecíadeamorpropio,¿porqué,

sino,vestíasiempreconharapos?Sabíanquelamamáeraunapusilánimequesedejabadominarporelcerdodesumarido.QuelamamáeraunacobardequedeberíahabermandadoalacárcelaSvevoBandinihacíamuchotiempo.Asíquemásvalíanoprovocarasumadre.MásvalíarecordarelCuartoMandamientoyrespetarasumadreparaquesuspropioshijos,sinirmáslejos,larespetasenaella.

—Ybien—repitiólaabuela—.¿Estáborracho?Silencioprolongado.Federico,enaquelpunto:—Puedequesí,abuela.Peronolosabemos.—Mammamia—exclamóMaría—.Svevonoestáborracho.Estáfuerapor

asuntosdetrabajo.Volverádeunmomentoaotro.—Oíd,oídavuestramadre—dijoDonna—.Nolimpiabalatazadelretrete

ni cuando tenía edad suficiente para saber estas cosas. ¡Y ahora quiereconvencermedequeelperdidodevuestropadrenoestáborracho!¡Peroloestá!¡Borracho!¿Verdad,Arturo?Rápido:pordecisoldi.

—Nolosé,abuela.Deverdad.—¡Bah!—leespetólamujer—.¡Hijosidiotasdeunamadreidiota!Les tiró unas monedas a los pies. Se arrojaron sobre ellas como salvajes,

peleándoseyrevolcándoseporelsuelo.Maríacontemplabaelretorcidorevuelodebrazosypiernas.DonnaToscanacabeceócontristeza.

—Yencimasonríes—dijo—.Sedespedazancomoanimalesysumadresequedatanpanchaysonriendo.¡Ay,pobreNorteamérica!¡Ay,Norteamérica,tushijosseharánpedazosentresíymoriráncomobestiassedientasdesangre!

—Peromammamia,sonsólounosniños.Nosehacendaño.—¡Ay, pobre Norteamérica! —exclamó Donna—. ¡Pobre e indefensa

Norteamérica!Se puso a husmear por la casa. María había preparado el terreno: había

limpiadoalfombrasysuelos,quitadoelpolvoalosmueblesysacadobrilloalasestufas.Perountrapodelpolvonoquitalasmanchasdeuntechocongoteras;unaescobanohacedesaparecerlospuntosraídosdeunaalfombra;elaguayeljabónnoquitanlashuellasomnipresentesdelosniños:lasmanchasoscurasenderredordelpomodelaspuertas,lasmanchasdegrasaquedeprontoaparecenpor aquí y por allá; un nombre infantil garabateado con torpeza; dibujosimprovisadosparajugaraltresenraya;huellasdepiesenlaparteinferiordelaspuertas, fotos de calendario que criaban bigote de la noche a la mañana; un

zapato queMaría había guardado en el armario no hacía ni diezminutos; uncalcetín;unatoalla;untrozodepanconjamónenlamecedora.

Maríahabíatrabajadoyhechoadvertenciasdurantehoras:asíselepagaba.DonnaToscanaibadecuartoencuartoconmuecaderepugnanciaenelrostro.Comprobó la habitación de los niños: la cama hecha con escrupulosidad yrematada con una colcha azul que olía a naftalina; advirtió las cortinas reciénplanchadas,elrelucienteespejodelacómoda,laalfombraraídajuntoalacama,todoensulugarexacto,todoconlaimpersonalidaddeunmonasterio,ydebajodelasilladelrincón…,unoscalzoncillossuciosdeArturo,enviadosallídeunpuntapié, y extendidos como la sección de un cuerpo infantil que hubiesenpartidoendosconunasierra.

Laancianaalzólasmanosalcieloyselamentó.—Notieneremedio—dijo—.¡Quémujer!¡Ay,Norteamérica!—Bueno,nosécómohabránvenidoapararaquí—dijoMaría—.Losniños

siempresonmuycuidadosos.Cogiólaprendayselaguardóaprisabajoeldelantal,losojosfríosdeDonna

Toscanafijosenelladuranteunminutolargo.—Eresunainútil.Unamujerinútileindefensa.Toda la tarde fue lo mismo, el inagotable cinismo de Donna Toscana

humillándolayabatiéndola.Loschicossehabíanidoconlasmonedasalatiendadecaramelos.Comohabíapasadomásdeunahoraynovolvían,DonnasequejódelaescasaautoridaddeMaría.Cuandovolvieron,lacaradeFedericollenadechocolatelehizoponerelgritoenelcieloigualmente.Unahoradespuésdequevolvieran, se quejó de que hacían demasiado ruido y María les dijo que semarcharan. Cuando se hubieron ido, profetizó que, con la nieve que había,cogeríanunagripedemuerte.Maríalepreparóunatazadeté.Donnachascólalengua y determinó que le había salido flojo. María, armada de paciencia,consultóelrelojquependíasobrelaestufa.Alcabodedoshoras,alassieteenpunto, se marcharía su madre. El tiempo se detuvo, cojeó, se arrastró conimpotencia.

—Parecesenferma—dijoDonna—.¿Porquésetehanidoloscoloresdelacara?

Maríasepasólamanoporelpelo.—Estoybien—dijo—.Todosestamosbien.—¿Dóndeestá?—dijoDonna—.Elperdularioése.—Trabajando,mammamia.Haencontradootrotrabajo.

—¿Endomingo?—dijoconburlasumadre—.¿Cómosabesquenoestáporahíconalgunaputtana?

—¿Porquédiceseso?Svevonoesdeesaclasedehombres.—Elhombreconquientecasasteesunbrutoyunanimal.Perosecasócon

una imbécil y mucho me temo que no se llevará nunca su merecido. ¡Ay,Norteamérica!Sóloenestatierracorruptapodíanocurrirtalescosas.

MientrasMaría preparaba la cena, sumadre se sentó con los codos en lamesa, la barbilla en las manos. El menú se compondría de espaguetis yalbóndigas.HizoqueMaría limpiase lacacerolade lapastaconaguay jabón.Exigió que le enseñase la caja alargada de los espaguetis y la observó conatención,enbuscadelasseñalesquedejabanlosratones.Nohabíafrigoríficoenlacasa,lacarneseguardabaenelaparadordelsoportaltrasero.Eraunfiletedetapa,picadoparahacerlasalbóndigas.

—Traeaquí—dijoDonna.Maríalepusolacarnedelante.Laprobóconlapuntadeldedo.—Meloimaginaba—dijoconelceñofruncido—.Estápodrida.—¡Esimposible!—dijoMaría—.Silacompréanochemismo…—Loscarnicerosreconocensiemprealasimbéciles.LacenaseretrasómediahoraporqueDonnaquisoqueMaríalavaraysecara

losplatosqueyaestabanlimpios.Llegaronloschicos,muertosdehambre.Lesordenóqueselavaranmanosycara,yquesepusierancamisalimpiaycorbata.SepusieronagruñiryArturomurmuró«Viejapelleja»mientrasseanudabaunacorbatadetestable.Cuandopor finestuvo todo listo, lacenasehabíaenfriado.Loschicosse lacomieronde todosmodos.Laancianacomíacon indiferencialosescasosespaguetisqueteníadelante.Nolegustaronyapartóelplato.

—Todoestámalcocinado—dijo—.Losespaguetissabenaestiércol.Federicoseechóareír.—Puesamímegustan.—¿Quieresalgunaotracosa,mammamia?—¡No!Después de la cena,mandó aArturo a la estación de servicio para que le

pidierauntaxiporteléfono.Despuéssemarchó,discutiendoconeltaxistaparaquelerebajaraaveintecentavoslosveinticincoquecostabairalaestacióndelferrocarril.Cuandosehuboido,Arturosemetióunaalmohadabajolacamisa,seató un delantal alrededor y anduvo como pisando huevos por la casa,olisqueándolo todo con expresión displicente. Pero no se rió nadie. Nadie se

interesó.

4

Sin Bandini, ni dinero, ni comida. Si Bandini estuviera en casa diría«Póngaloenlacuenta».

Lunesporlatarde,sinBandiniaún,¡yaquellafacturadelatienda!Maríanopodía olvidarla en ningúnmomento. Igual que un fantasma incansable volvíaaterradoreslosdíasdelinvierno.

La tienda del señor Craik estaba al lado mismo de la casa de Bandini.Durante la primera época de casado, Bandini había abierto una cuenta en elestablecimientodelseñorCraik.Alprincipiopagabalasfacturaspuntualmente.Pero amedidaque los niños crecíanypedíanmás comida, y a unmal año leseguía un año malo, la cuenta aumentaba hasta alcanzar cifras escandalosas.Desdequecontrajeramatrimonio,cadaañoquepasabaleibanpeorlascosasaBandini. ¡Dinero! Después de quince años de casado había acumulado tantasfacturas que hasta Federico sabía que no tenía ni intención ni posibilidad depagarlas.

Perolacuentadelatiendaleatormentaba.CuandodebíaalseñorCraikciendólares,lepagabacincuenta;silostenía.Cuandoledebíadoscientos,lepagabasetentaycinco;silostenía.AsíseconducíaBandinicontodassusdeudas.Nohabía en ellas nada misterioso. No había motivos ocultos, ningún deseo deestafar a nadie. Ningún presupuesto las podía evitar. Ninguna economíaplanificadapodíamodificarlas.Eramuysencillo:lafamiliaBandinigastabamásdinerodelqueganaba.Svevosabíaquesuúnicasolucióneraunarachadebuenasuerte. La incesante seguridad de que esta racha estaba al caer le impedíarenunciardeltodoysaltarselatapadelossesos.Amenazabacontinuamenteconambascosas,peronohacíaninguna.Maríano sabíaamenazar.Eraajenoa sunaturaleza.

Pero el señor Craik, el tendero, se quejaba todos los días. Nunca habíaconfiado del todo enBandini. Si la familiaBandini no hubiera vivido al lado

mismodelatienda,dondepodíavigilarla,ysiúltimamentenohubieratenidoelpresentimientodequeibaapercibirporlomenosbuenapartedeldineroqueseledebía,habríadejadodefiarle.SimpatizabaconMaríaysecompadecíadeellaconesalástimafríaquelospequeñosempresariosmanifiestanhacialospobresengeneral y con lagélida apatía autodefensivaqueostentan cuando los tratanpersonalmente, uno por uno. Es que, Diosmío, también él tenía facturas quepagar.

Ahora que subía a tanto la cuenta de Bandini—cada invierno daba unossaltos pavorosos—, injuriaba a María, la ofendía incluso. Sabía que ella erahonradahastallegaralainocenciainfantil,aunquenoparecíaimportarlecuandoentrabaenelestablecimientoparaaumentarlacuenta.¡Comosilatiendafuerasuya! Él estaba allí para vender artículos, no para regalarlos. Negociaba conmercancías,noconsentimientos.Seledebíadinero.YelcréditoqueconcedíaaMaríaerauncréditoextra.Erainútilqueexigieraelpagodeladeuda.Loúnicoque podía hacer era acosarla hasta obtenerlo. Dadas las circunstancias, era lamejoractitudquepodíaadoptar.

Para entrar todos los días en el establecimiento,María tenía que hacer detripas corazón. Bandini no hacía caso de los sufrimientos que pasaba ante elseñorCraik.

Cárgueloenlacuenta,señorCraik,cárgueloenlacuenta.Todalatardeyhastaunahoraantesdelacena,Maríasepaseabaporlacasa

en impaciente espera de la inspiración que tanto necesitaba para dirigirse a latienda.Ibaalaventanaysequedabaallíconlasmanosmetidasenlosbolsillosdel delantal, una de ellas apretando el rosario; esperando. Ya lo había hechoantes, dos días antes tan sólo, el sábado, y el día anterior, y todos los díasprecedentes,enprimavera,enverano,eninvierno,añotrasaño.Peroafuerzadeabusardesupropiavalentía,éstaselehabíadormidoynoqueríadespertar.Yanopodríavolveraaquellatienda,adarlacaraaaquelhombre.

Desdelaventana,alaluzpálidadelatardecerinvernal,vioaArturoalotrode la calzada en compañía de un grupo de chicos del vecindario. Habíanentabladounabatalladebolasdenieveeneldescampado.Abriólapuerta.

—¡Arturo!Lo llamaba porque era el mayor. Él la vio en el umbral. Una oscuridad

blanca.Sombrasdensassedeslizabanaprisaporlanieveláctea.Lasfarolasdelacalle brillaban con frialdad, resplandor frío enmedio de una neblinamás fríaaún.Pasóunautomóvilconrechinarlúgubredecadenasantinieve.

—¡Arturo!Sabía lo que quería sumadre.Los dientes le rechinaron de fastidio.Sabía

que sumadredeseabaque fuese a la tienda.Erauna cagona, unamierda secaque, temerosa de Craik, le cargaba a él el muerto. Su voz poseía el trémolocaracterístico que le aparecía cuando había que ir a la tienda. Trató deescabullirse fingiendo que no la había oído, pero ella siguió llamándole hastaqueaélselepusieronlosnerviosdepunta,ylosdemáschicos,paralizadosporeltemblordesuvoz,dejarondetirarsebolasdenieveyselequedaronmirandocomosilerogaranquehiciesealgo.

Tiróéllaúltimaboladenieve,lavioreventaryechóaandarconfatigaporlanieveyporlacalzadahelada.Entoncespudoverasumadreconclaridad.Losdientes le castañeteaban a causa del frío del ocaso. Se abrazaba el cuerpecillofrágilconfuerzayremovíalosdedosdelospiesparamantenerlosencalor.

—¿Quéquieres?—dijoArturo.—Hacefrío—dijolamadre—.Entraytelodiré.—Venga,mamá,¿quépasa?Tengoprisa.—Quieroquevayasalatienda.—¿A la tienda? ¡No!Ya séporquéquieresquevayayo:porque tú tienes

miedoporeldineroquedebemos.Puesnopiensoir.Nunca.—Ve,porfavor—dijolamadre—.Eresbastantemayorparaentenderlo.Ya

conocesalseñorCraik.Y tanto que lo conocía.Detestaba aCraik, a aquel hediondo que no hacía

más que preguntarle si su padre estaba borracho o sobrio, y qué hacía con sudinero,ycómopodéisvivirlosMacarronisinunduro,yporquéelviejonoestánuncaencasaporlanoche,ysisehaliadoconalgunatíacircunstancialquelevacíalosbolsillos.ConocíaalseñorCraikynoloaguantaba.

—¿PorquénovaAugust?—replicó—.Todotengoquehacerloyo,hostia.¿Quiénvaporcarbónyporleña?Yo.Siempre.QuevayaAugust.

—Augustnoirá.Tienemiedo.—Bobadas.Esuncobarde.¿Dequéhayquetenermiedo?¿Eh?Mira,yono

voyair.Se dio la vuelta y volvió despacio con los chicos. La batalla de bolas de

nievesereanudó.Enelbandocontrarioestabaelhijodeltendero,BobbyCraik.Tevoyadarentodalacara,socerdo.Maríavolvióallamarledesdeelsoportal.Arturonorespondió.Gritabaparaquesuvozahogaseladesumadre.Yaestabaoscuro y las ventanas del señor Craik resplandecerían en la noche. Arturo

desenterróconelpieunapiedrahundidaen la tierraheladay lametióenunaboladenieve.ElpequeñoCraik estabaa cincometros,detrásdeunárbol.Laarrojóconunaviolenciaquelepusoentensiónelcuerpoentero,perofalló:porunoscentímetros.

ElseñorCraikpartíaconelhachaunhuesoenel tajocuandoentróMaría.Alzó losojosalchirriar lapuertay lavio:una figurapequeñae insignificanteenfundadaenunabrigonegroyviejoconcuellodepiel,depieltanraídaqueenla superficie negra habían aparecido manchas blancas. Un raído sombreromarrónlecubríalacabezahastalafrente;ydebajo,oculta,lacaradeunaniñamuypequeñaymuyvieja.Susmediasderayón,sinbrilloya,erandeuncolorcremaamarillentoquesubrayabalapresenciadeloshuesecillosylapielblancaque había debajo y hacía que los zapatos viejos que calzaba pareciesen másestropajosos y viejos. Andaba igual que una niña, con temor, de puntillas,abrumada, en aquel establecimiento conocido en que hacía las compras conregularidad invariable, alejándose al máximo del tajo del señor Craik, puntodondeelmostradorseencontrabaconlapared.

Añosatrássolíasaludarle.Peropensabaquealomejorelhombrenoqueríaahorauntratotanfamiliarysequedóensilencioensurincón,enesperadequeaquéllaatendiese.

Alverdequiénsetrataba,elhombrenohizocasoylamujerseesforzóporserunaespectadoracuriosaysonrientemientrasaquélagitabaelhacha.ElseñorCraikeradeestaturamedia,estabaunpococalvoyllevabagafasdemonturadeceluloide:unhombredecuarentaycincoaños.Llevabaunlápizgruesodetrásdeunaorejayuncigarrillodetrásdelaotra.Eldelantalblancolellegabahastaloszapatosy lo llevaba atado a la cinturaporvariasvueltasde cinta azul.Estabatroceandoelhuesodeunacaderarojizayjugosa.

—Sóloconmirarloalimenta,¿verdad?—dijoMaría.Golpeólacarneunayotravez,cortóunpedazocuadradodelrollodepapel

embalador, lo extendió sobre la báscula y le echó la carne encima. Sus dedosrápidos y blandos la envolvieron con pericia. Calculó lamujer que la chuletavaldríacasidosdólaresysepreguntóquiénlahabríacomprado:probablementealguna de las norteamericanas ricas que vivían en University Hill y que eranclientesdelseñorCraik.

El señorCraikseechóalhombroel restode lacaderaydesaparecióenelinteriordelacámarafrigorífica,cerrandolapuertaasusespaldas.Estuvounratomuy largoenaquellacámarafrigorífica.Reaparecióalcabo, fingiósorpresaal

ver aMaría, se aclaró la garganta, cerró la puerta de la cámara frigorífica, lepusoelcandadoqueleechabatodaslasnochesydesaparecióenlatrastienda.

SupusoMaría quehabía ido al lavabopara lavarse lasmanos, lo quehizoque se preguntara si aún le quedaba detergente Gold Dust; pero, de manerasúbitayrepentina,todoloquelehacíafaltaparalacasarompiólasmembranasdelamemoriayunaflojedadsemejantealdesmayoseapoderódeellaalpensarenlamontañadejabón,margarina,carne,patatasymuchasotrascosasqueseleveníaencima.

ReaparecióCraikconunaescobaysepusoabarrerelserrínqueescarchabalosalrededoresdel tajo.Maríaalzó losojoshastael reloj: lasseismenosdiez.¡PobreseñorCraik!Parecíacansado.Eracomo todos loshombres,deseosoyasindudadeunbuenplatocaliente.

El señor Craik interrumpió la limpieza para encender un cigarrillo. Svevosólofumabapuros,perocasi todoslosnorteamericanosfumabancigarrillos.ElseñorCraiklamiró,exhalóelhumoysiguióbarriendo.

—Maltiempotenemosestosdías—dijolamujer.Peroelhombretosíaenaquellosinstantesyellapensóquenolahabíaoído,

porque entró en la trastienda y volvió con una caja de cartón y un recogedor.Suspirandoalinclinarse,pusoelserrínenelrecogedorconlaescobaylovacióenlacajadecartón.

—Nomegustaquehagatantofrío—dijolamujer—.Estamosesperandoaquelleguelaprimavera,Svevosobretodo.

Volvió a carraspear el hombre y antes de que lamujer se diese cuenta yahabíadesaparecidoaquélenelfondodelestablecimientoconlacajadecartón.OyóMaríaelchorrodelaguacorriente.Elhombrevolviósecándoselasmanoseneldelantal,enaquelbonitodelantalblanco.PulsóaparatosamenteelbotóndeABRIRCAJAde lacaja registradora.Maríacambiódepostura,apoyándoseen laotra pierna. El reloj de péndulo tictaqueaba. Era uno de aquellos relojeseléctricosqueemitíanruidosraros.Yaeranlasseisenpunto.

El señor Craik cogió a puñados las monedas de la caja y las puso en elmostrador.Rasgóunatiradepapeldelrolloycogióellápiz.Seinclinóysepusoaanotar los ingresosdeldía. ¿Seríaposiblequeno sehubiesedadocuentadequeMaríaseencontrabaenelestablecimiento?¡Teníaquehaberlavistoentraryque estaba allí! El señor Craik humedeció la punta del lápiz con la lenguarosáceaysepusoasumarlascantidadesapuntadas.ArqueóMaríalascejasyse

acercó al escaparate para echar un vistazo a las frutas y verduras. Naranjas:sesentacentavosladocena.Espárragos,treintaycincocentavoselkilo.¡ÁngelaMaría!Unkilodemanzanastreintacentavos.

—¡Fresas!—exclamó—.¡Yeninvierno!¿SondeCalifornia,señorCraik?Elaludidometió lasmonedasenuna talegadebancoysedirigióa lacaja

fuerte,antelaqueseacuclillóyenlaquemarcólosnúmerosdelacombinación.Elrelojdepéndulotictaqueaba.Eranlasseisydiezcuandoel tenderocerrólacajafuerte.Uninstantedespuésvolvíaaperderseenelfondodelatienda.

Maríanoseatrevíayaamirarle.Humillada,extenuada,ledolíanlospiesyconlasmanosenlazadasenelregazotomóasientoenunacajavacíaysepusoamirarlosescaparatescubiertosdeescarcha.ElseñorCraiksequitóeldelantalyloarrojósobreeltajo.Sequitóelcigarrillodeloslabios,lodejócaerenelsueloylopisóaconciencia.Luegovolvióalatrastiendayregresóconelabrigo.Sóloenelmomentodesubirseelcuellodelaprenda,sedirigióaMaríaporprimeravez.

—Vamos,señoraBandini.Nopuedoquedarmeaquítodalanoche.María perdió el equilibrio al oír la voz del tendero. Sonrió para ocultar la

turbación,pero teníagachos losojosy la fazenrojecida.Se llevó lasmanosalcuello.

—Esqueyo…—dijo—,¡leestabaesperando!—¿Yquéquierehoy,señoraBandini?¿Espalda?Nosemoviódelrincónyfruncióloslabios.Elcorazónleibatanrápidoque

noseleocurríanada.—Quiero…—fueadecir.—Aprisa,señoraBandini.Diosmío,yallevaaquímediahorayaúnnoseha

decidido.—Penséque…—¿Quiereunfiletedeespalda?—¿Acuántoestálaespalda,señorCraik?—Igualquesiempre.SeñoraBandini,porfavor.Haceañosquemecompra.

Estáalmismoprecio.Almismopreciodesiempre.—Quierocincuentacentavos.—¿Yporquénolohadichoantes?—preguntóeltendero—.Yaheguardado

todalacarneenlacámarafrigorífica.—Losiento,señorCraik.—Porestavez,pase.Peroenlosucesivo,siquierealgodeestatienda,venga

mástemprano.Diosmío,noséaquéhoravoyallegaracasa.Sacóunpedazodeespaldaysepusoaafilarelcuchillo.—Oiga—dijoelhombre—.¿QuéhaceSvevoestosdías?En los quince años y pico queBandini y el señorCraik se conocían, éste

aludíasiempreaaquél llamándoleporelnombredepila.Maríahabíapensadosiempre queCraik temía a sumarido. Era una convicción que la enorgullecíamuchoenprivado.HablaronentoncesdeBandiniyellarepitióporenésimavezlaaburridahistoriadelasdesdichasdeunalbañilenlosinviernosdeColorado.

—Esquelevianoche—dijoCraik—.CercadelacasadeEffieHildegarde.¿Laconoce?

No;nolaconocía.—Será mejor que vigile al Svevo ese —dijo el tendero con humorismo

insinuante—. Que no le quite el ojo de encima. Effie Hildegarde tiene unmontóndedinero.Yesviuda,además—añadió,mientrascomprobabalacarnequehabíapuesto enelplatode labáscula—.Ypropietariade la compañíadetranvías.

Maríaleobservólacaraconatención.Envolviólacarne,atóelenvoltorioylodejócaerenelmostrador,delantedeMaría.

—Poseeademásmuchos inmueblesenelpueblo—prosiguióelhombre—.Unamujerimponente,señoraBandini.

¿Inmuebles?Maríasuspiróaliviada.—Bueno,Svevoconoceamuchagenteasí.Talvezpiensequeellalepuede

dartrabajo.SemordíalauñadelpulgarcuandoCraikhablódenuevo.—¿Quémás,señoraBandini?Pidióelresto:harina,patatas,jabón,margarina,azúcar.—¡Ah,meolvidaba!—exclamó—.Tambiénquierofruta,mediadocenade

manzanasdeésas.Alosniñoslesgustalafruta.ElseñorCraikmaldijoporlobajo,abrióunabolsadeunasacudidaymetió

enellalasmanzanas.NolegustabaincrementarladeudadeBandiniconfruta:leparecíaridículoquelospobressepermitieranaquelloslujos.Carneyharina,bueno.Pero¿porquéteníanquecomerfrutacuandodebíantantodinero?

—Señor,Señor—murmuróelhombre—.Estodevenderalfiadotienequeterminarse, señora Bandini. No puede continuar así. Desde septiembre no herecibidoacuentaniuncentavo.

—¡Selodiréamimarido!—dijoMaría,retrocediendo—.Selodiré,señor

Craik.—¡Sí,claro!¡Demuchovaaservir!Maríarecogiólospaquetes.—Selodiré,señorCraik.Selodiréestamismanoche.¡Quéaliviosalira lacalle!Yquécansadaestaba.Ledolía todoelcuerpo.

Sonrió sin embargo al inhalar el aire frío de la noche y abrazó con afecto lospaquetescomosifueranlavidamisma.

ElseñorCraikseequivocaba.SvevoBandinierahombrehogareño.¿Yporquénopodíahablarconunamujerqueposeíabienesinmuebles?

5

ArturoBandiniestabaconvencidodequecuandomuriesenoiríaalinfierno.Para ir al infierno había que cometer un pecado mortal. Él había cometidomuchos, lo sabía, pero la confesión le había salvado. Siempre se confesaba atiempo,esdecir,antesdequelamuerteselepresentara.Ytocabamaderacadavezquepensaba en ello: que siempre habría tiempo antes demorir.DemodoqueArturo estaba archiconvencido de que cuandomuriese no iría al infierno.Pordosmotivos.Porlaconfesiónyporqueerauncorredormuyrápido.

ElPurgatorio,sinembargo,eselugarintermedioentreelInfiernoyelCielo,lepreocupaba.ElcatecismodecíaconclaridadloquehacíafaltaparairalCielo:el alma tenía que estar limpia del todo, sin lamenor sombra de pecado. Si elalma,enelmomentodelamuerte,noestabalobastantelimpiaparairalCielonilobastantesuciaparairalInfierno,sequedabaenlaregiónintermedia,enaquelPurgatorioenquearderíayarderíahastaquesusfaltassepurgasen.

HabíaunconsueloenelPurgatorio:que,almargendeltiempoquesepasaraen él, el Cielo estaba asegurado. Pero cuandoArturo se dio cuenta de que laestancia en el Purgatorio podía durar setecientos mil millones de billones detrillonesdeaños,ardiendoyardiendosinparar,pococonsuelohabíaenquealfinalseaterrizaseenelCielo.Afindecuentas,cienañoserayamuchotiempo.Cientocincuentamillonesdeañoserainconcebible.

Sí:ArturoestabaconvencidodequejamásiríaderechoalCielo.Pormásqueestaperspectivaleasustase,sabíaquelatemporadaenelPurgatorioseríalarga.Aunque¿nosepodíahacernadaparareducirlapruebadefuegodelPurgatorio?Lasolucióndeesteproblemalaencontróenelcatecismo.

Decíaelcatecismoqueparareducirelespantosoperíodopurgativohabíaquehacer buenas obras, rezar, practicar la abstinencia y el ayuno y acumularindulgencias.De las buenasobras nohabía ni quehablar, por lomenos en sucaso. Jamás había visitado a los enfermos porque no conocía a esta clase de

personas.Jamáshabíavestidoalosdesnudosporquenuncahabíavistodesnudoa nadie. Jamás había enterrado a los muertos porque para eso estaban losenterradores.Jamáshabíadadolimosnaalospobresporquenoteníanadaparadar; por otra parte, la palabra «limosna» le sonaba a rebanada de pan, ¿y dedónde podía sacar él las rebanadas de pan? Jamás había dado posada alperegrinoporque…bueno, no lo sabía; le parecíamásbienpropiodequienesvivíanenlospuebloscosterosyalquilabanhabitacionesalosmarinerosdepaso.Jamáshabíaenseñadoalquenosabíaporqueafindecuentastambiénéleraunignorante, de lo contrario no se le obligaría a ir a aquella escuela demierda.Jamáshabíaredimidoalcautivoporquenuncahabíaentendidoestegalimatías.Jamás había sufrido con paciencia los defectos del prójimo porque le parecíapeligroso y además porque no conocía personalmente a ningún individuodefectuoso:enlapuertadecasitodaslascasasdondehabíasujetosconviruelaysarampiónpodíaverselaseñaldelacuarentena.

En cuanto a los diez mandamientos, los había quebrantado prácticamentetodos,aunqueestabasegurodequenotodaslasinfraccioneseranpecadomortal.Avecesllevabaconsigounapatadeconejo,queerasuperstición,yportantounpecadocontraelprimermandamiento.Pero¿eramortal?Siemprelepreocupaba.Unpecadomortaleraunaofensagrave.Unpecadovenialeraunaofensaleve.Aveces,cuandojugabaalbéisbol,cruzabaelbateconalgúncompañerodeequipo:alpareceraumentabalasposibilidadesdeconseguirdoblebase.Ysinembargosabíaqueerasuperstición.¿Erapecado?¿Yerapecadomortalopecadovenial?Undomingohabíafaltadoamisaadredeparaescucharporradiolatransmisióndelafinaldelaligayenparticularparavercómojugabasuídolo,JimmyFoxx,delAtlético.Al volver a casa después del partido se le ocurrió de pronto quehabía infringidoel tercermandamiento: santificar las fiestas.Bueno,alno ir amisa había cometido un pecado mortal, pero ¿también era pecado mortalposponeraDiosTodopoderosoypreferir a JimmyFoxxdurante la finalde laliga?Habíaidoaconfesarseyentoncessehabíancomplicadolascosas.ElpadreAndrewlehabíadicho:«Sitúcreesqueespecadomortal,hijomío,entoncesespecadomortal». Joder.Alprincipiohabíapensadoquesóloerapecadovenial,pero tenía que admitir que, después de habermeditado la ofensa durante tresdías,antesdeconfesarse,sehabíaconvertidociertamenteenpecadomortal.

Segundomandamiento.EraabsurdodetenerseenélporqueArturodecía«Tejuro por Dios que…» unamedia de cuatro veces al día. Y eso sin contar lasvariantes:rediós,ponersecomouncristo,follarcomoDios…Porello,comose

confesaba todas las semanas, después del inútil examen de conciencia se veíaobligado a hablar de abstracciones y generalidades. Lomejor era ir al cura ydecirle:«He tomadoelnombredeDiosenvanounassesentayochoosetentaveces».Sesentayochopecadosmortalesenuna sola semana,y sólocontraelsegundomandamiento. ¡Ondiá!Aveces, arrodilladoen la iglesia fríamientrasesperabaanteelconfesionario,escuchabaconalarmaloslatidosdesucorazón,preguntándose si se detendría y él caeríamuerto antes de desahogar lo que leoprimía el pecho. Le exasperaba aquel galope cardíaco. Le obligaba a ir alconfesionario,nocorriendo,sinoconfrecuenciaandando,ymuydespacio,paranoagotarelórganoydesplomarsemuertoenlacalle.

«Honrarásatupadreyatumadre».¡Puesclaroquehonrabaasupadreyasumadre!Claroquesí.Aunqueallíhabía trampa:elcatecismoañadíaque lesdeshonrabacualquierdesobedienciafilial.Unavezmáslefallabalasuerte.Puesaunque honraba de verdad a su padre y a su madre, casi nunca obedecía.¿Pecados veniales? ¿Pecados mortales? Las calificaciones le fastidiaban. Lacantidaddepecadoscometidoscontraestemandamientoledabavértigo;cuandoanalizaba los días hora por hora y los contaba, sumaban centenares. Al finalllegó a la conclusión de que sólo eran pecados veniales, no lo bastante seriosparamerecerelInfierno.Aunasí,seguardómuchísimodeanalizarafondoestaconclusión.

Nuncahabíamatadoanadieydurantemuchotiempoestuvoconvencidodequenuncapecaríacontraelquintomandamiento.Perociertodía,enlaclasedereligión,sepusoapensarenelquintomandamientoydescubriódesazonadoqueeraprácticamente imposiblenopecarcontraél.Mataraunapersonanoera loúnico:lasprohibicionessecundariasdelmandamientoencuestióncomprendíanlacrueldad,hacerdaño,pelearseytodasuertedemaldadcontralaspersonas,lospájaros,losmamíferosytambiénlosinsectos.

Pero¿porqué,malditasea?Aélleencantabamatarmoscardas.Selopasabacojonudomatando ratas almizcleras y pájaros. Y disfrutaba peleándose. Y noaguantaba a las gallinas. Había tenidomuchos perros y los había tratado condureza y amenudo con crueldad. ¿Y la de perrillos de las praderas, palomos,gallinazasyliebresquehabíamatado?Bueno,sólocabíasacarelmejorpartidodeello.¿Oesqueerapecadoinclusopensarenmataroenhacerdañoaunserhumano?Porque,entonces,susuerteestabaechada.Pormásquelointentase,leera imposible no manifestar el deseo de que ciertas personas sufrieran unamuerteviolenta:porejemplo,lahermanaMaryCorta,yCraikeltendero,ylos

de primer año de universidad, que aporreaban a los chicos con palos y lesprohibíanentraraverlospartidosdebéisbolquesecelebrabanenelestadio.Sediocuentadeque,aunqueélnoeraunasesinodeverdad,alosojosdeDioseracomosilofuese.

Un pecado contra el quinto mandamiento que siempre le bullía en laconcienciaeraunepisodioacaecidoelveranoanterior,cuandoélyPaulieHood,otro chico católico, habían cogido viva una rata y la habían crucificado contachuelasenunapequeñacruzquehabíanplantadoencimadeunhormiguero.Fueunaacciónespeluznanteyhorriblequenoseleibanuncadelacabeza.Lotremebundodel caso era quehabían cometido aquellamala acción enViernesSanto,¡yminutosdespuésderecitarelVíaCrucis!Sehabíaconfesadollenodevergüenza, llorando mientras lo contaba, con arrepentimiento sincero, porquesabíaquehabíaacumuladomuchosañosdePurgatorioypasaroncasiseismesessinqueseatrevieraamatarotrarata.

No cometerás actos impuros; no pensarás en Rosa Pinelli, ni en JoanCrawford, ni en Norma Shearer, ni en Clara Bow. ¡Me cago en diez! ¡Rosa,Rosa,ypecados,pecadosymáspecados!Empezócuandoteníacuatroaños,sincometerpecadosentoncesporquenada sabía.Empezócuandociertodía, a loscuatroaños,setumbóenunahamacaysebalanceóhaciaaquí,haciaallá,dalequetepego,yaldíasiguientevolvióa lahamacacolgadaentreelcirueloyelmanzano del patio trasero y se balanceó hacia aquí, hacia allá, y dale que tepego.

¿Qué sabía él de fornicaciones, adulterios, pensamientos malos y actosimpuros?Nada.Sepasabadebutenenlahamaca.Yluegoaprendióaleeryloprimerode lomuchoque leyó fue los diezmandamientos.Cuando tenía ochoaños fue a confesarse por primera vez y cuando cumplió nueve tuvo quedesglosarlosmandamientosparasaberquésignificaban.

Adulterio.No se hablaba de él en la clase de religión de cuarto curso. LahermanaMary Ann se lo saltaba e invertía casi todo el tiempo en hablar deHonrarásatuPadreyatuMadreydeNoRobarás.Así,porinconcretosmotivosquenuncaalcanzabaacomprender,eladulteriosiempreestabaasociadoparaélcon atracar bancos. Entre los ocho y los diez años, cada vez que tenía queconfesarse y hacía examen de conciencia, pasaba por alto aquello de «Nodesearásalamujerdetuprójimo»porqueélnuncahabíaatracadounbanco.

Quien le habló acerca del adulterio no fue el padreAndrew, tampoco fueningunadelasmonjas,sinoArtMontgomery,quetrabajabaenlagasolineraque

habíaenelcrucedelacalleArapahoeylacalleDoce.Desdeaqueldía,teníalosriñones como si se los hubiera invadido unmillar de avispas zumbantes. Lasmonjas no hablaban nunca del adulterio. Sólo sabían hablar de malospensamientos,palabrasfeasyactosimpuros.¡Carayconelcatecismo!Todossussecretos íntimos y todos sus pensamientos placenteros los conocía aquelcatecismo de antemano. No había manera de darle esquinazo por muchaprecaución con que anduviera de puntillas por entre sus definiciones yexplicaciones. Ya no podía ir al cine porque él sólo iba al cine para ver lascurvasdelasactrices.Legustabanlaspelículas«deamor».Legustabairtraslaschicasalsubirescaleras.Legustabanlosbrazosdelaschicas,ylaspiernas,lasmanos,lospies,loszapatos,lasmedias,losvestidos,suolorysupresencia.Alcumplirlosdoceaños,loúnicoqueleimportabaenlavidaeraelbéisbolylaschicas, sólo que él las llamabamujeres. Le gustaba el sonido de esta palabra.Mujeres, mujeres, mujeres. La repetía una y otra vez porque le producía unasensación secreta. Incluso en misa, rodeado de cincuenta o cien especímenesfemeninos,secomplacíaensusplaceresíntimos.

Y todo ello pecado: la historia entera tenía la pegajosa impronta del mal.Hasta el sonidode ciertas palabras era pecado.Pelo.Agujero.Pezón.Las trespecado. Chupar. Carne. Carmín. Labios. Pecado las cuatro. Cuando rezaba elAvemaría.Diostesalve,María,llenaeresdegracia,elSeñorescontigo,benditatú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Laexpresión le sacudía como una descarga eléctrica. El fruto de tu vientre.Otropecadoalavista.

Todas las semanas, todos los sábados por la tarde, entraba en la iglesiaabrumado por los pecados adulterinos. Allí le conducía el miedo, el miedo amorir y a vivir después eternamente entre tormentos eternos. No se atrevía amentir al confesor.Elmiedo le arrancaba los pecados de raíz. Se confesaba atodavelocidad,atropellandoconsussuciedades,ávidodeserpuro.Hecometidounactoimpuro,osea,dosactosimpuros,hepensadoenlaspiernasdeunachica,entocarlaenunsitioprohibido,yheidoalcineyhetenidomalospensamientos,yo iba por la calle y una chica salía de un coche, y fue un pensamientomuymalo,ymehancontadounchisteverdeymehereído,yungrupodechicosnospusimosamirarunaparejadeperrosyyodijeunacosaimpura,fueculpamía,ellosnodijeronnada,fuiyo,yofuielresponsabledetodo,leshicereírconunaintención fea y también he arrancado una foto de una revista, la chica estabadesnudayyosabíaquenoestababien,perolohicedetodosmodos.Hetenido

malospensamientossobrelahermanaMaryAgnes;yosabíaquemisintencioneseranmalas, pero seguí pensándolo. También he tenidomalos pensamientos apropósito de unas chicas acostadas en la hierba, una de ellas con la faldalevantadahasta arriba, y yonohacíamásquemirar, sabiendoque estaba feo.Peromearrepiento.Pormiculpa,pormigrandísimaculpa,mearrepiento,mearrepiento.

Abandonabaelconfesionario,rezabalapenitencia,rechinándolelosdientes,los puños apretados, el cuello en tensión, prometiendo con todo su sermantenerse puro por siempre jamás. Al final le embargaba una sensación dedulzura,elsosiegolearrullaba,lerefrescabaunabrisayleacariciabalaternura.Salíadelaiglesiacomoenunsueño,ycomoensueñoscaminaba,ysinomirabanadie, le dabaunbeso aun árbol,mordisqueabaunahojade arbusto, enviababesosalcielo, rozaba laspiedras fríasde la iglesiacondedosdemago,conelcorazónrebosantedeunapazquenopodíacompararseconnada,salvoconunbatidodechocolate,unatriplebase,unabuenaventanaqueromper,lahipnosisdelinstantequeprecedealsueño.

No, no iría al Infierno cuando muriese. Era un corredor rápido, siemprellegabaatiempoalconfesionario.PeroleesperabaelPurgatorio.Élnoeradelosque suben disparados hacia la bienaventuranza eterna. Tendría que recorrer elcaminodelasdificultades,eldesvío.Porestarazóneramonaguillo.LadosisdepiedadquesentíaenestemundoleobligabaareducirlaspenasdelPurgatorio.

Era monaguillo por dos razones más. Primera, a pesar de sus gemidos ygritos de protesta, su madre se mantuvo en sus trece. Segunda, todas lasNavidades las chicas de la Asociación del Santo Nombre festejaban a losmonaguillosconunbanquete.

Rosa,teamo.EstabaenelsalóndeactosconlasJóvenesdelSantoNombre,decorandoel

árbolparaelBanquetedelosMonaguillos.Élmirabadesdeelsuelo,celebrandoconlosojoseltriunfodelosencantosdelamuchachadepuntillas.Rosa:papeldeplataybarrasdechocolate,elolordeunbalónnuevoderugby,lospostesdelaporteríaengalanadosconbanderas,untantocontodaslasbasesconquistadas.Tambiényosoyitaliano,Rosa.Mira,misojossonigualquelostuyos.Rosa,teamo.

LahermanaMaryEthelbertpasóporsulado.

—Vamos,Arturo,noteentretengas.Estaba a cargo de losmonaguillos. Fue tras sus hábitos negros y flotantes

hasta el «salón de actos pequeño» donde la esperaban los setenta chicos quecomponíanelestudiantadomasculino.Subióalestradoybatiópalmasparapedirsilencio.

—Bueno,chicos,avuestrospuestos.Formaron de dos en fondo, treinta y cinco parejas. Los bajos delante, los

altosdetrás.ElcompañerodeArturoeraWallyO’Brien,elquevendíaelDenverPost delante del First National Bank. Era el vigésimo quinto empezando pordelante,eldécimoempezandopordetrás.Arturodetestabaestacircunstancia.ÉlyWally eran compañeros desde hacía ocho años, desde el parvulario incluso.Cadaañoquepasabaretrocedíanenlaformación,yapesardetodonolohabíanconseguido,nohabíancrecido lo suficientepara estar en las tresúltimas filas,donde se encontraban los mayores y se fomentaba el ingenio. En fin, era elúltimoañoquepasabanenaquelcolegiodemierdayaúnestabanempantanadosenlacacadeloscagonesdesextoyséptimocurso.Ocultabanlahumillacióntrasunadurezaexageradayunafachadablasfemaparaimpresionaraloscagonesdesextocursoyobligarlesaquerespetaransussalvajessutilezas.

PeroWallyO’Brienteníasuerte.Enlaformaciónnoteníaningúnhermanomenorque lemolestara.Año tras añohabíavistoArturo con alarmacrecientequesushermanosAugustyFedericoretrocedíandelasprimerasfilasaltiempoqueavanzabanhaciaél.Federicoestabayaelnovenoempezandopordelante.Letranquilizabasaberqueelhermanomenornolealcanzaríanunca.Enjunio,Diosmediante, Arturo terminaría los estudios y dejaría para siempre de sermonaguillo.

La auténtica amenaza la constituía la cabeza rubia que tenía delante, lacabezadesuhermanoAugust.Ésteintuíayaunaapoteosisinmediata.Cadavezque se llamaba a formar parecía comparar su estatura con la de Arturo consonrisita de guasa. PuesAugust, la verdad sea dicha, era tresmilímetrosmásalto, peroArturo, que por lo general adoptaba posturas cargadas de hombros,solíaestirarselosuficienteparapasarlarevistadelahermanaMaryEthelbert.Elesfuerzoeraagotador.Teníaqueestirarelcuelloyapoyarseenelpulpejodelospies,conlostalonesamásdeuncentímetrodelsuelo.Enel ínterin,sometíaaAugust propinándole rodillazos de aquí te espero cuando la hermana MaryEthelbertnomiraba.

Novestíanlaindumentariareligiosaporquesóloeraunensayo.Lahermana

MaryEthelbertlossacódelsalóndeactospequeño,loscondujoporelpasilloylosintrodujoenelsalóndeactosgrande,dondeArturoentrevióaRosacolgandopapeldeplataenelárboldeNavidad.DiounrodillazoaAugustysuspiró.

Túyyo,Rosa:unmatrimonioitaliano.Bajaronporunaescaleradetrestramosycruzaronelpatiohastaalcanzarla

puertaprincipal de la iglesia.Laspilas de aguabendita no conteníanmásquehielo.Searrodillarona lavez; losdedosdeWallyO’Brien retorcieron losdelchico que tenía delante. Ensayaron durante dos horas, murmurando lasrespuestasenlatín,haciendogenuflexiones,desfilandocondevociónmilitar.Addeumquilaetificatjuventutemmeam.

Acabaron a las cinco en punto, aburridos y muertos de cansancio. LahermanaMaryEthelbert los formópara la inspecciónfinal.AArturo ledolíanlospiesde tantomalabarismo.Agotado,sedejócaersobre los talones.Fueunmomento de descuido que pagómuy caro. El ojo avizor de la hermanaMaryEthelbert descubrió en aquel preciso momento un bache en la hilera quecomenzaba y terminaba en la cabeza de Arturo Bandini. Adivinó éste lospensamientos de lamonja y se esforzó en vano por auparse con ayuda de losagotadosdedosdelospies.Demasiado,demasiadotarde.Aunaindicaciónsuya,élyAugustintercambiaronelpuesto.

El nuevo compañero era un chico llamadoWilkins, un alumno de cuartocursoque llevabagafasdemonturadePlásticoysemetíaeldedoen lanariz.Detrás de él, santificado victoriosamente se erguía August, con los labioscurvados en una sonrisa implacable y sin que brotara de ellos ni una palabra.WallyO’Brienobservabaasuanteriorcompañerocontristezaalicaída,porquetambiénaéllehumillabalairrupcióndeaqueladvenedizodesextocurso.ParaArturoeraelfin.MurmuróaAugustporlacomisuradelaboca:

—Socomemierda…Yanosveremosenlacalleyentoncesajustaremoslascuentas.

Arturoleesperóalterminarelensayo.Seencontraronenlaesquina.Augustmantuvo el paso rápido, como si no hubiese visto a Arturo. Éste aceleró lamarcha.

—¿Porquécorres,tíoalto?—Nocorro,enano.—Sí, tíoalto,esoes loqueeres.¿Tegustaríaquetemetieraenlabocaun

puñadodenieve?—Nomegustaría.Ydéjameenpaz,enano.

—Novoyahacertenada,tíoalto.Sóloquieroiracasacontigo.—Nointenteshacermenada.—Notepondrélamanoencima,tíoalto.¿Porquécreesquequierohacerlo?Seacercabanal callejónquediscurríaentre la IglesiaMetodistayelHotel

Colorado.Unavezquelorebasaran,August,alavistadelosdesocupadosquemosconeabanantelapuertadelhotel,estaríaasalvo.Echóacorrer,peroArturolosujetóporeljersey.

—¿Porquétienesprisa,tíoalto?—Simetocas,llamaréalapolicía.—¿Tocarteyo?Niporelforro.Pasóundeportivoamarchalenta.Arturosiguióladireccióndelarepentina

miradaboquiabiertadelhermanoyvioalosocupantesdelvehículo,unhombreyunamujer.Eraéstaquienconducíamientraselhombrelepasabaunbrazoporloshombros.

—¡Mira!Pero Arturo lo había visto ya. Le entraron ganas de reír. Era asombroso.

QuienconducíaelcocheeraEffieHildegardeyelhombreeraSvevoBandini.Losdoshermanossemiraronconatención.¡Demodoqueporaquellohabía

hecholamamátantaspreguntassobreEffieHildegarde!QuesiEffieHildegardeeraatractiva.QuesiEffieHildegardeerauna«mala»mujer.

AArturoseleaflojólaboca,prontaaestallarencarcajadas.Lasituaciónlecomplacía.¡Menudopájaroteníaporpadre!¡VayaconelSvevoBandini!Joder,tú.¡Yademás,menudahembraeraEffieHildegarde!

—¿Noshabrávisto?—No—dijoArturoconunasonrisadepicardía.—¿Estásseguro?—Lateníacogidaporloshombros,¿no?Augustfruncióelceño.—Esonoestábien.Salirconotrasmujeres.Lodiceelnovenomandamiento.Entraronenelcallejón.Eraunatajo.Laoscuridadaumentabaapasorápido.

Los charcos que encontraban estaban congelados bajo la creciente tiniebla.Siguieronandando,Arturoconunasonrisa.Augustestabaresentido.

—Esunpecado.Mamáesunamadreexcelente.Esunpecado.—Cierraelpico.SalierondelcallejónyentraronenlacalleDoce.Elgentíoqueinfestabael

barrio comercial para hacer las compras navideñas los separaba de vez en

cuando, pero siguieron juntos, esperándose cuando uno de los dos quedabarezagadoentrelagente.Seencendieronlasfarolasdelacalle.

—Pobremamá.EsmuchomejorqueesaEffieHildegarde.—Cierraelpico.—Esunpecado.—¿Quésabestú?Cierraelpico.—Esporquemamánotienevestidosbonitos…—Cierraelpico,August.—Esunpecadomortal.—Eresidiota.Ydemasiadopequeño.Nosabesnadadenada.—Séqueesunpecado.Mamánoharíaunacosaasí.Cómolateníacogidasupadreporloshombros.Habíavistomuchasvecesa

aquella mujer. Se encargaba de las actividades de las chicas durante lacelebracióndelCuatrode Julioenelparquede laCasaConsistorial.Lahabíavistoelveranoanterioren lasescalerasdelAyuntamientoagitando losbrazos,llamando a las chicas para el gran desfile. Recordaba su dentadura, su bonitadentadura, la boca roja, el cuerpo rellenito y delicioso. Había dejado a losamigos para esconderse entre lamaleza y observarlamientras hablaba con laschicas.EffieHildegarde.¡Chico,supadreeracojonudo!

Yéleraigualquesupadre.LlegaríaeldíaenqueélyRosaPinelliharíanlomismo.Cojamoselcoche,Rosa,yvayamosalcampo,Rosa.Túyyo,Rosa,alcampo.Túconducirásyyotebesaré,Rosa,peroconducirástú.

—Apuestoaquelosabeelpuebloentero—dijoAugust.—¿Yporquénopuedenhacerlo?Erescomolosdemás.Sóloporquepapáes

pobre,sóloporqueesitaliano.—Esunpecado—dijoelmenormientraspropinabapuntapiésalospedazos

dehieloqueencontraba—.Meesigualloquesea,ysupobrezatambién.Esunpecado.

—Túeresidiota.Untaraoqueaúnnohasalidodelcascarón.Augustnoreplicó.Tomaronelsenderoquellevabaalpuentequesalvabael

arroyo.Ibanenfilaindia,lacabezagacha,conlaatenciónpuestaenelsenderoabierto en la nieve profunda. Cruzaron el puente de puntillas, de traviesa entraviesa, diez metros por encima del arroyo helado. El ocaso silencioso leshablaba, les susurrabaapropósitodeunhombreque ibaencocheenaquellosmismosinstantesconunamujerquenoeralasuya.Descendieronelterrapléndelavíadel treny anduvieronporuncamino sindelimitarquehabían trazadoy

abierto ellosmismos a fuerzade ir y venir de la escuela a lo largode todo elinvierno, que cruzaba el pastizal de Alzi y que estaba bordeado por grandesmontonesdenieve, intactadesdehacíameses, compactay cegadora al caer latarde.Lacasaestabaaúnacuatrocientosmetros,aunamanzanadedistanciadelacercaquebordeabaelpastizaldeAlzi.Habíanpasadogranpartedesuvidaenaquellas tierrasque comenzabandondemorían lospatios traserosde la últimafiladecasasdelpuebloyqueseextendíanentreálamoscongeladosyasfixiadosenlaagoníainterminabledelosinviernoslargosyuntorrentequeyanocantaba.Debajodelanievehabíaarenablanca,muycalienteenotraépocayestupendadespués de un chapuzón en el arroyo…Había recuerdos en cada uno de losárboles.Cadapostedelacercaconteníaundeseoqueesperabacumplirsecadavezquellegabalaprimavera.Detrásdeaquelmontóndepiedras,entreaquellosdosálamoselevados,estabaelcementeriodondereposabansusperrosySuzie,la gata que había odiado a los perros y que ahora yacía a su lado. Prince,atropellado por un automóvil; Jerry, que comió carne envenenada; Pancho, elluchador,quedespuésdesuúltimapeleasealejóarrastrándoseyfalleció.Allíhabíanmatadoserpientes,abatidopájaros,acribilladoranas,cortadocabellerasalos indios, asaltado bancos, terminado guerras, gozado en paz. Pero aquelatardecersupadreestabaporahíconEffieHildegardey lablancaysilenciosaextensión de tierra no eramás que un lugar extraño que cruzaban camino decasa.

—Voyacontárseloamamá—dijoAugust.Arturoibadelante,atrespasosdedistancia.Sevolvióconrapidez.—Tendráslabocacerrada—ledijo—.Yatienemamábastantesproblemas.—Voyacontárselo.Yqueledésumerecido.—Nodigasnada.—Vacontraelnovenomandamiento.Mamáesnuestramadreyselovoya

decir.Arturolecortóelpasoponiéndoseconlaspiernasabiertas.Augustquisodar

un rodeo, más de medio metro de nieve a ambos lados del camino. Habíaagachadolacabezayteníacontraídalacaraporelmalestaryeldolor.Arturolocogióporlassolapasdelchaquetón.

—Novasadecirnada.Augustsesoltó.—¿Porqué?Esnuestropadre,¿no?¿Porquétienequehaceresascosas?—¿Quieresquemamásepongaenferma?

—Entonces¿porquélohace?—¡Cierra el pico! Y respóndeme. ¿Quieres quemamá se ponga enferma?

Porquesiseentera,sepondrámuymal.—Nosepondráenferma.—Desdeluegoqueno:porquenovasacontárselo.—¿Queno?EldorsodelamanodeArturogolpeóaAugustalaalturadelosojos.—Tedigoquenoselovasadecir.LoslabiosdeAugusttemblabancomounflan.—Selodiré.ElpuñodeArturoseagitóbajosunariz.—¿Lo ves? Pues lo probarás si se lo cuentas.—¿Por qué quería contarlo

August?¿Quépasabasisupadreestabaconotramujer?¿Quéimportanciateníamientras no lo supiera su madre? Además, no era otra mujer: era EffieHildegarde,unade lasmujeresmás ricasdelpueblo.Para supadre,cojonudo;cojonudísimo.Effienoeratanbuenapersonacomosumadre,peroesteasuntonoteníanadaqueverconlacuestión.

—Vamos,pégame.Voyacontárselo.ElfuertepuñoladeólacaradeAugust,queapartólacabezaconexpresión

dedesprecio.—Adelante.Pégame.Voyacontárselo.—Omeprometesquenolovasacontaroterompolacara.—Bah.Adelante.Voyacontárselo.Yadelantólabarbilla,enesperadelgolpe.AquelloenfurecióaArturo.¿Por

quéAugust teníaqueser tancretino?Noqueríapegarle.Enotrasocasionessíquedisfrutabadándoledetortas,peroenaquellosinstantesnoteníaganas.Abriólasmanosy,llenodefuria,pusolosbrazosenjarras.

—Escúchame,August—arguyó—.¿Nocomprendesquenovasasolucionarnada contándoselo a mamá? ¿No comprendes que sólo la harás llorar? Y enNavidad, encima. Le harás daño. Le harás muchísimo daño. Y tú no querráshacerledañoamamá,túnoquerráshacerledañoatupropiamadre,¿verdadqueno?¿Quiereshacermecreerquevasa ir adonde tupropiamadreparadecirlealgoquelevaadolermuchísimo?¿Noespecadohacereso?

LosojosfríosdeAugustparpadearonparareafirmarsudecisión.ElvahoquelesaliódelabocaalresponderconbrusquedadledioaArturoenlacara.

—¿Y qué pasa con él? ¿O es que no ha cometido ningún pecado? ¿Un

pecadopeorqueelqueyopuedacometer?Arturoapretólosdienteshastahacerloscrujir.Sequitólagorraylaarrojóa

lanieve.Conambospuñospreparados,hizounadesesperadaintentonafinal.—¡Novasacontárselo,mecagoenti!—Sívoyacontárselo.DerribóaAugustdeungolpe,unizquierdazoenlasien.Augustretrocedió

dando traspiés, resbaló en la nieve y aterrizó de espaldas. Arturo se le echóencima, enterrados los dos en la nieve esponjosa que había bajo la superficieendurecida.AtenazóconlasmanoselcuellodeAugust.Apretóconfuerza.

—¿Locontarás?Losojosfríosnoseinmutaron.Yacíainmóvil.Arturonolehabíavistonuncaenaquellaactitud.¿Quépodía

hacer? ¿Pegarlemás?Sin aflojar la presa,miró hacia los árboles a cuyos piesyacíansusperrosmuertos.Semordióellabioyenvanobuscóensuinteriorlarabiaquenecesitabaparadescargarelgolpe.

—Porfavor,August—dijoconvozapagada—.Nolocuentes.—Locontaré.Legolpeó,pues.Lediolasensacióndequelasangrebrotabadelanarizde

su hermano de manera casi instantánea. Se sintió horrorizado. Estaba ahorcajadassobreAugust,pisándole losbrazoscon lasrodillas.Verle lacara leresultaba intolerable. Por debajo de la máscara de sangre y nieve, Augustostentabaconactituddesafianteunasonrisaenmarcadaporelhilorojizo.

Arturoseapartóyquedóderodillasjuntoaél.Seechóallorar,sollozóconlacabezaenelpechodeAugust,hundiendolasmanosenlanieveyrepitiendo:«Porfavor,August,¡porfavor!Tedaréloquequieras.Podrásdormirenelladodelacamaqueprefieras.Tedarétodoeldineroquemedenparaelcine».

Augustcallabaysonreía.Volvióadominarlelaira.Volvióagolpear,aaplastarelpuñoconfuriaen

aquellosojosfríos.Lolamentóalinstante,ycomenzóaarrastrarseporlanieve,enderredordelafigurainmóvilyfláccida.

Porfinderrotado,sepusoenpie.Sesacudiólaropaparaquitarle lanieve,recogió la gorra y se chupó las manos para que le entrasen en calor. Augustseguía tendido, con la sangre brotándole aún de la nariz:August el vencedor,estirado como unmuerto, sangrando todavía, hundido en la nieve, alegres susojosfríosporaquellavictoriapacífica.

Arturoestabademasiadocansado.Yanoleimportaba.

—Comoquieras,August.Augustseguíainmóvil.—Levántate,August.Sepusoenpiesolo,rechazandoelbrazodeArturo.Seirguióconcalma,se

limpiólacaraconunpañueloysesacudióelpelorubioparaquitarselanieve.Nodijonada.Augustsetocóconcuidadolashinchazonesdelrostro.Arturoleobservaba.

—¿Estásbien?Siguió sin respondermientrasvolvía al senderoy se encaminabahacia los

primerosedificios.Arturolefuedetrás,mudodevergüenza;devergüenzaydeimpotencia.Advirtióalaluzdelalunaquesuhermanocojeaba.Sinembargonoeratantounacojeracomounacaricaturadecojera,semejantealpasodoloridoymortificante del novato que acaba de dar su primer paseo a caballo. Arturoobservóaquellacojeraconatención.¿Dóndehabíavistoantesaquello?Augustparecíasobrellevarlaconnaturalidad.Entonceslorecordó:eralaformadeandarque teníaAugusthacíados años, cuando se levantabade la cama trashabersemojadoporlanoche.

—August—dijo—.Siselocuentasamamá,contaréyoatodoelmundoquetemeasenlacama.

No había esperado más que una sonrisa de burla, pero, ante su sorpresa,Augustsegiróenredondoylemirófijamentealacara.Selehabíapintadoenellaunaexpresiónde incredulidad,yunasomodeduda lepasóporunosojosque habían perdido la frialdad. Arturo dio un brinco impresionante,entusiasmadoporsuinminentevictoria.

—¡Sí señor!—exclamó—. Se lo diré a todo el mundo. Lo pregonaré portodas las ciudades y países. Se lo contaré a todos los chicos de la escuela.Escribirécartasatodosloschicosdelaescuela.Selocontaréatodoelquevea.Se lo contaré a todo el pueblo. Diré queAugust Bandini semea en la cama.¡Vayaquesí!

—¡No! —exclamó August con voz ahogada—. ¡No, Arturo! —gritó contodassusfuerzas.

—¡Escuchadme todos, oh ciudadanos de Rocklin, Colorado! Escuchad loquetengoquedeciros:¡AugustBandinisemeaenlacama!Tienedoceañosysemea en la cama. ¿Habéis oído alguna vez nada semejante? ¡Viva, viva! ¡Quetodoelmundomeescuche!

—Porfavor,Arturo,nogrites.Nolocontaré.Noloharé,Arturo,telodigo

deverdad. ¡Nodiréniunasolapalabra!Peronogritesasí.Además,yanomemeoenlacama.Antessí,peroahorayano.

—¿Meprometesquenoselocontarásamamá?August tragósalvamientrascruzabalosdedosy losbesaba,ysedispusoa

esperarlamuerte.—Estábien—dijoArturo—.Estábien.Arturoleayudóacaminarysiguieronandandohaciasucasa.

6

Era innegable que la ausencia de papá tenía sus ventajas. Si estuviese encasa, los huevos revueltos de la cena serían huevos revueltos con cebolla. Siestuvieraencasa,nose lesdejaríaquitar lamigadelpanparacomersesólo lacorteza.Siestuvieraencasa,nodispondríandetantoazúcar.

Aun así lo echaban de menos. Era tan apática María… Todo el día enzapatillas,todoeldíamoviéndoseconlentitud.Enocasionesteníanquehablarledosvecesparaquelesoyera.Tomabatéporlastardesysequedabamirandoelinterior de la taza. Dejaba los platos sin recoger. Una tarde ocurrió algoincreíble:aparecióunamosca.¡Unamosca!¡Yeninvierno!Lavieronrevolotearcercadeltecho.Parecíamoversecongrandesapuros,comosituvieracongeladaslasalas.Federicosesubióaunasillaylamatóconunperiódicodoblado.Cayóal suelo. Se pusieron de rodillas y la observaron. Federico la cogió con losdedos.María hizoque la soltase deunmanotazo.Lo envió al fregaderode lacocinaparaqueselavaseconaguayjabón.Élsenegó.Ellalocogiódelpeloyloenderezódeuntirón.

—¡Harásloqueyotediga!Sequedaronestupefactos:mamánoleshabíapuestolamanoencimanunca,

nuncaleshabíadichonadadesagradable.Ahoraestabaotravezapática,sumidaenelhastíoabúlicodeunatazadeté.Federicoselavóysecólasmanos.Hizoentonces algo sorprendente.ArturoyAugust estabanconvencidosdeque algoandabamal,porqueFedericohundió lacaraenelpelode sumadrey labesó.Maríaapenassisediocuenta.Sonrióabstraída.Federicosepusoderodillasyapoyólacabezaenelregazomaterno.LosdedosdeMaríarecorrieronelperfildelanarizyloslabiosdelmuchacho.Sabíansinembargoquecasinoadvertíalapresencia de Federico. Se levantó sin decir palabra y Federico la miró condesilusión mientras la madre se dirigía a la mecedora que había junto a laventana de la salita.Y allí se quedó, sinmoverse ni un instante, con el codo

apoyado en el alféizar de la ventana, la barbilla en la mano, mientrascontemplabalacallefríaydesierta.

Épocaextraña.Losplatosnoselavaban.Avecesseibanalacamaylacamaestabasinhacer.Aellosnolesimportaba,perosepusieronapensar,apensarenlamadre,pegadaalaventanadelasalita.Porlamañanasequedabaacostadayno se levantaba para despedirles cuando se iban al colegio. Se vestían coninquietud, espiándola desde la puerta del dormitorio.Yacía como unamuerta,con el rosario en lamano. Los platos de la cocina se habían lavado en algúnmomentodelanoche.Volvieronaquedarsorprendidosydecepcionados:porquealdespertarhabíanesperadoquelacocinaestuvierasucia.Aquellocambiabalascosas.Leshabíagustadoque lacocina, envezde limpia,hubieseempezadoaestarsucia.Perono,fíjate,otravezlimpiayeldesayunodetodosenelhorno.Fueronaobservarlaantesdepartirparalaescuela.Sólosuslabiossemovían.

Épocaextraña.ArturoyAugustsedirigíanalcolegio.—Recuerda,August.Recuerdatupromesa.—Ajá.Notengoquedecírselo.Ellalosabeya.—No,nolosabe.—¿Porquésecomportaasí,entonces?—Porquelopiensa.Peroenrealidadnolosabe.—Eslomismo.—Noloes.Épocaextraña.Navidadalcaer,elpueblo llenodeárbolesnavideñosy los

SantaClausdelEjércitodeSalvacióndándolea lascampanillas.Sólo faltabantresdíaslaborablesparaNavidad.Sequedabanpegadosalosescaparatesdelastiendas con ojos angustiados por la escasez. Suspiraban y seguían andando.Todospensabanlomismo:ibanaserunasNavidadesdemierdayArturodetestóla festividad porque podía olvidar que era pobre si los demás no se lorecordaban:todaslasNavidadesigual,siempreinsatisfacción,siempredeseandocosas en que no había pensado antes y que le tenían que negar. Siempremintiendoaloschicos,diciéndolesqueleibanaregalarcosasqueeramásqueprobable que no tuviese nunca en realidad. A los niños ricos les daban losregaloseldíadeNavidad.Asílocontabanellosyélnoteníamásremedioquecreerles.

Invierno, época de quedarse junto a los radiadores del guardarropa, paraquedarseallísinmás,ycontarmentiras.¡Ojaláfueseprimavera!¡Cuántodaría

poroírelgolpedelbate,porsentirelescozordelpelotazoenlapalmaacolchadadelosguantes!Invierno,épocanavideña,épocadelosniñosricos:ellosteníanbotasdeagua,bufandasdebuenpañoyguantesdepiel.Perono le importabamucho. Su época era la primavera. ¡Nada de botas de agua y bufandas defantasíaenelcampodejuego!Siallísevaconunacorbatachulísimanosellegani a la primera base. Pero mentía a los demás. ¿Qué le iban a regalar porNavidad?Oh,un reloj nuevo,un trajenuevo,muchas camisasy corbatas, unabicicleta y doce pelotas Spalding, de las que se utilizan en el CampeonatoNacionaldeBéisbol.

Pero¿yRosa?Teamo,Rosa.Eratanasí,tandeaquellamanera.Erapobretambién,hijade

unminero,peroloschicosmariposeabanasualrededorparaescucharla,porquenolesimportaba,yéllaenvidiabaysesentíaorgullosodeella,altiempoquesepreguntaba si los que la rodeaban solícitos habían pensado alguna vez que éltambiéneraitaliano,igualqueRosaPinelli.

Hablaconmigo,Rosa.Mirahaciaaquíaunquesóloseaunavez,haciaaquí,Rosa,dondeyotemiro.

Teníaquehacerleunregalo,yrecorrió lascalles,miró losescaparatesy lecompró joyas y vestidos.No hay de qué, Rosa. Peromira el anillo que te hecomprado.Déjameque te lo ponga yo.Así.Oh, pero si no tiene importancia,Rosa.EsqueibaporPearlStreet,viabiertalajoyeríaCherry,entréylocompré.¿Simehacostadomucho?Quévaaaaaa.Trescientossólo.Tengomuchodinero,Rosa. ¿Nohasoídohablardemipadre?Somos ricos.Un tíodemipadrequevivía en Italia.Nos lo hadejado todo.Descendemosdegente biende allá, deItalia.No lo sabíamos, pero acabamos averiguándolo, somos primos segundosdelduquede losAbruzos.Parientes lejanosdel reyde Italia.Perono importa.Yo tehe amado siempre,Rosa,y el hechodequepormisvenas corra sangreazulnotieneningunaimportancia.

Épocaextraña.Unanochellegóacasaantesquedecostumbre.Laencontróvacía,lapuertatraseraabiertadeparenpar.Llamóasumadre,peronoobtuvorespuesta.Entonces advirtióque las dos estufas sehabían apagado.Buscóportoda la casa. El abrigo y el sombrero de su madre estaban en el dormitorio.¿Dóndeestabaentonces?

Salióalpatiotraseroylallamó.—¡Mamá!¡Eh,mamá!¿Estásaquí?Volvió a la casa y encendió el fuego en la habitación principal. ¿Dónde

estaría, sin sombrero ni abrigo con aquel tiempo? ¡Así confundieraDios a supadre!Agitóelpuñohaciaelsombreropaternoquecolgabaenlacocina.¡Ojalátepudras!¿Porquénovuelvesacasa?¡Mira loque lehashechoamamá!Laoscuridadsecernióderepenteytuvomiedo.Alcanzabaapercibirelolordesumadreenlacasa,entodaslashabitaciones,peroellanoestaba.Fuealapuertatraseraysepusoadarvocesotravez.

—¡Mamá!¡Eh,mamá!¿Dóndeestás?Elfuegoseapagó.Yanoquedabanicarbónnileña.Sealegró.Yateníaun

pretextoparasalirenbuscadecombustible.Cogióunodeloscubosdelcarbónyenfilóhaciaelsendero.

Laencontróenlacarbonera,sentadaenlaoscuridad,enelrincón,sobreunaartesa de albañil. Dio un salto al verla, estabamuy oscuro y ella estabamuypálida,ateridadefrío,nadamásqueconunvestidofino,ylemirabaalacara,aunquenodecíanada, igualqueunamuerta,sumadrecongeladaenel rincón.Estabaalejadadelpequeñomontóndecarbón,en lapartedel cobertizodondeBandiniguardabalasherramientas,elcementoylospaquetesdecal.Arturosefrotó los ojos para quitarse el deslumbramiento de la nieve, dejó caer el cubomientras seguía forzando la mirada y veía que el bulto materno adquiríaconcreción,quesumadreestabasentadaenunartesadealbañilenlaoscuridaddelacarbonera.¿Sehabríavueltoloca?¿Yquéeraloqueteníaenlamano?

—¡Mamá!—exclamó—.¿Quéhacesaquí?Noobtuvorespuesta,peroseabriólamanomaternayArturoviodequése

trataba:eraunapaleta,unallanadealbañil,ladesupadre.Unclamordeprotestasacudiótodosuser.Sumadreenlaoscuridaddelacarbonera,conlallanadesupadre.Erauna intrusiónen la intimidaddeunrecintoqueerasuyoydenadiemás. Sumadre no tenía ningún derecho a estar en aquel sitio.Era como si lahubieradescubiertocometiendoelpecadode loschicosallímismo,enel sitioexactoenqueseescondíaélen talesocasiones;puesallíestaba,provocándolerecuerdos irritados, y se enfureció con el hecho, con que estuviera en aquellugar,conlallanadesupadreenlamano.¿Quésentidoteníaaquello?¿Porquéteníasumadrequeacordarsedeél,querevolverlelaropa,tocarsusilla?Bueno,lahabía sorprendidomuchasvecesmirandosu sitiovacíoen lamesa;yahoraallílatenías,consullanaenlamano,metidaenlacarbonera,pasandounfríodemuerte y sin que le importase, como una muerta. Le invadió una rabiadesaforada,diounpuntapiéalcuboysepusoagritar.

—¡Mamá! ¿Qué haces? ¿Por qué estás aquí fuera? ¡Te vas a morir aquí,

mamá!¡Tevasacongelar!Se incorporó lamadre y anduvo hacia la puerta con lasmanos blancas al

frente,lacaraamoratadadefrío,singotadesangreenella,pasóporsuladoyaccedióalasemioscuridaddelanochecer.Ignorabacuántohabríaestadoallísumadre,unahoratalvez,acasomás,peroloquesísabíaeraqueteníaqueestarmediomuertade frío.Andabaaturdida,mirandoa todaspartes comosinuncahubieravistoaquellugar.

Arturollenóelcubodecarbón.Lacarbonerateníaeloloragriodelacalyelcemento.DeunavigacolgabaunmonodeBandini.Locogióylorasgóporlamitad. Que estuviera por ahí de picos pardos con Effie Hildegarde le parecíabien,leparecíacojonudo,pero¿porquéteníaquesufrirtantosumadreyhacerlesufriraél?Detestótambiénasumadre;eraunaimbécilporquerermatarseporaquello, sin pensar en los demás, en él, enAugust y en Federico. Todos eranunosimbéciles.Elúnicosensatodetodalafamiliaeraél.

María estaba acostada en la cama cuando volvió al edificio. Aunque bienarropada,tiritababajolasmantas.Lamiróconmuecasdeimpaciencia.Bueno,era culpa suya: ¿por qué había querido salir de aquella manera? Creía sinembargoquedebíaseramable.

—¿Estásbien,mamá?—Déjame sola —dijo la boca temblorosa de la madre—. Déjame sola,

Arturo.—¿Quiereslabotelladeaguacaliente?No contestó. Le miró por el rabillo de los ojos, un vistazo rápido,

exasperado. Fue una mirada que Arturo interpretó como de odio, como siquisieraperderledevistaparasiempre,comosiéltuviesealgoquevercontodoaquello. Silbó de sorpresa: joder, qué rara era su madre; se tomaba aquellodemasiadoenserio.

Saliódepuntillasdeldormitorio,noporquetuviesemiedodesumadre,sinoporquetemíaloquesupresenciapudieseprovocarle.CuandoAugustyFedericollegaronacasa,selevantóehizolacena:huevosescalfados,pantostado,patatasfritasyunamanzanaporcabeza.Ellanocomiónada.Despuésdecenarlavierondondesiempre,enlaventanaquedabaalacalle,mirandolacalleblanca,conelrosariotintineandoalrozarlamecedora.

Época extraña. Era una noche en que sólo se podía vegetar y respirar. Seinstalaron en derredor de la estufa y esperaron a ver qué sucedía. Federico searrastróhastalamecedoraypusolamanoenlarodilladelamadre.Sindejarde

rezar,cabeceócomosiestuvieseen trance.ErasuformadedecirleaFedericoquenolainterrumpiera,quenolatocase,queladejarasola.

Alamañanasiguientevolvióaserladeantes,tiernaysonrienteduranteeldesayuno. Los huevos se habían preparado «al estilo de mamá», una recetaespecial,conlayemacubiertaporlaclara.¡Ynohabíamásquemirarla!Elpelobien peinado, los ojos bien abiertos y luminosos.CuandoFederico puso en elcafésuterceracucharadadeazúcar,leregañóconseveridadfingida.

—Asíno,Federico.Yoteenseñaré.Yvaciólatazaenelfregadero.—Si quieres una taza de café bien dulce, yo te la prepararé. —Puso el

azucareroenelplatodeFedericoenvezde la taza.Elazucareroestabapor lamitad.Lo llenódecafé.HastaAugust seechóa reír,aunque tuvoqueadmitirqueaqueldespilfarropodíaserpecaminoso.

Federicoloprobósintenerlastodasconsigo.—Super—dijo—.Peronohaquedadositioparalaleche.Lamadreseechóa reír,con lamanoenelcuello,y todossealegraronde

verlacontenta,aunquesiguióriendo,sacudiendolasillaydoblándoseacausadelascarcajadas.Aquellonoeratangracioso;nopodíaserlo.Lacontemplaroncontristeza,sinquelarisafinalizaseaúncuandolostreslamirabanfijamenteysinexpresión. Vieron sus ojos llenos de lágrimas, la cara que se le hinchaba yamorataba.Sepusoenpie,conunamanoenlaboca,yseacercóalfregadero.Sepuso a beber agua hasta que el líquido le chorreó por el cuello y no pudocontinuar,actoseguidoanduvodespaciohastaeldormitorio,dondeseechóenlacamaysiguióriendo.

Otravezestabacallada.Se levantaronde lamesay fueronaverlaacostada.Estaba rígida, losojos

como puntos oculares demuñeca, de la boca jadeante le brotaban chorros devahoqueseesparcíanporelairefrío.

—Vosotros,alaescuela—dijoArturo—.Yomequedaréencasa.Cuandosehubieronido,corriójuntoalacama.—¿Quieresquebusqueapapá?—Vete,Arturo.Déjamesola.—¿LlamoaldoctorHastings?—No.Déjamesola.Vete.Vetealaescuela.Vasallegartarde.—¿Quieresquebusqueapapá?—Niseteocurra.

Pareciódeprontoqueaquelloeraloquehabíaquehacer.—Voyabuscarle—dijo—.Esloquevoyahacer.—Ycorrióenbuscadel

chaquetón.—¡Arturo!Lamadre saltóde lacamacomoun felino.AlvolverseArturo,queestaba

anteelarmario,conunbrazoyadentrodeun jersey, sequedóboquiabiertoalcomprobarquehabíallegadohastadondeélseencontrabaenunabrirycerrardeojos.

—¡Novayasabuscaratupadre!¿Meoyes?¡Niseteocurra!—Hablabaconla cara tan cercade la suyaque le salpicaron algunasgotasde saliva caliente.Retrocedióhasta el rincóny le dio la espalda, asustadode sumadre, asustadoinclusodemirarla.Conunafuerzaqueleasombró,locogióporelhombroyleobligóadarselavuelta.

—Lehasvisto,¿verdad?Estáconesamujer.—¿Quémujer?—Sealejóconunademánysepusoadartironesaljersey.

Lamadrelepusolasmanosenloshombros,clavándolelasuñasenlacarne.—¡Mírame,Arturo!Lehasvisto,¿verdad?—No.Pero sonrió; no porque quisiera atormentarla, sino porque creía que había

sabido mentir con convicción. Sonrió demasiado pronto. La boca materna secerró y la cara se le relajó, vencida. Esbozó una sonrisa ligera, odiando saberperolejanamentesatisfechadequeelhijohubieraqueridoocultarlelanoticia.

—Comprendo—dijo—.Comprendo.—Nocomprendesnada,nodicesmásquetonterías.—¿Cuándoleviste,Arturo?—Tedigoquenolehevisto.Lamadreseenderezóyechóloshombrosatrás.—Vealcolegio,Arturo.Yoyameencuentrobien.Nonecesitocompañía.Sequedóapesardetodo,vagabundeópor lacasa,mantuvoencendidas las

estufas, echó algún vistazo ocasional al cuartomaterno, donde lamadre yacíaacostada como siempre, con los ojos fijos en el techo, las cuentas del rosariotintineando.NovolvióadecirlequefueraalcolegioyArturosesintióunpocoútil, pensóque se tranquilizaba con su presencia.Un ratomás tarde, cogía unejemplar deHorrorCrimes del escondite del suelo y se sentaba a leer en lacocina,conlospiesapoyadosenuntroncoincrustadoenelhorno.

Siemprehabíaqueridoquesumadrefueraguapa,quefuerahermosa.Laidea

leobsesionóenaquelinstante,atravesólaspáginasdeHorrorCrimesysecentróen la desdicha de mujer que yacía en la cama. Dejó la revista y comenzó amordisquearse el labio. Hacía dieciséis años su madre había sido una mujerhermosa, porque la había visto en una foto. ¡Y qué foto! En incontablesocasiones,alvolverdelaescuelayverlacansada,preocupadaynadahermosa,habíacorridoalbaúlylahabíacogido:eralafotodeunajovendeojosgrandes,tocadaconunapamela,sonriendoyenseñandomúltiplesdientespequeños,unaauténticabellezasentadaalospiesdelmanzanodelhuertodelaabuelaToscana.¡Oh,mamá,sihubierapodidobesarteentonces!Mamá,¿porquéhascambiado?

Tuvo el deseo súbito de volver a mirar aquella foto. Escondió la revistabaratayabriólapuertadelcuartovacíoqueestabajuntoalacocinaydondeseguardabaelbaúldesumadre.Cerróconpestillotrasdesí.Vaya,pero¿porquéhacía aquello? Quitó el pestillo. El cuarto parecía una nevera. Fue hasta laventanadondeseencontrabaelbaúl.Volviósobresuspasosyechóelpestillootravez.Sentíavagamentequenodeberíahaceraquello,aunque,porotrolado,averporquénopodíahacerlo:¿esquenopodíaecharunvistazoaunafotodesumadresinqueleembargaselasensacióndequehacíaalgomalo?Bueno,alomejornoerasumadreen realidad;pero lohabíasido;¿qué importancia tenía,pues?

Laencontródebajodelalenceríaylosvisillosquelamadreguardabahastaque «encontremos una casa mejor», debajo de las cintas y ropa infantil queantañohabíanllevadoélysushermanos.Latuvoenaltoycontemplópasmadoaquella cara encantadora: he allí la madre con quien siempre había soñado,aquellachica,denomásdeveinteaños,cuyosojossabíaqueseparecíanalossuyos. No aquella mujer cansada que estaba en la otra punta de la casa, conaquelrostroamargadoyconsumidoyunasmanosgrandesyhuesudas.Haberlaconocidoentonces,recordarlotododesdeelprincipio,habersesentidoenlacunade aquel vientre maravilloso, haber vivido acordándose de todo desde elcomienzo; sin embargo no recordaba nada de aquella época y sumadre habíaestadosiempreigualqueahora,cansada,conaquellaexpresióndeamargura,susojos grandes como si fueran de otra persona, y la bocamás fláccida, como sihubieralloradomucho.Recorrióconeldedoelperfildelacaramaterna,labesó,suspiróyhablóentremurmullosdeunpasadoquenohabíaconocidonunca.

Al dejar la foto vio algo en un rincóndel baúl.Era un joyero pequeñodeterciopelomorado.Nolohabíavistonunca.Lesorprendiósupresencia,porquehabía revuelto ya muchas veces el baúl. La cajita se abrió cuando apretó el

cierre.Enelinterior,engastadoenundiminutocojíndeseda,habíauncamafeocon una cadena dorada. Una frase escrita en una tarjeta que había debajo delcojíndiminutoleaclaróloqueera:«ParaMaría,ennuestroprimeraniversario.Svevo».

Se puso a pensar muy aprisa mientras se metía en el bolsillo la cajita ycerraba el baúl. Rosa, feliz Navidad. Un regalito. Lo he comprado, Rosa. Heahorradomuchotiempoparacomprarlo.Esparati,Rosa.FelizNavidad.

AlasochoenpuntodelamañanasepusoaesperaraRosajuntoalafuentedelpatiodelcolegio.Sólofaltabaundíadeclaseparalasvacacionesnavideñas.SabíaqueRosa llegabasiempre tempranoalcolegio.Él llegabapor logeneraldespués del último timbrazo y las dos últimasmanzanas que le faltaban parallegaralcolegio lassalvabaa lacarrera.Estabaconvencidodeque lasmonjasque pasaban le miraban con recelo, a pesar de sus sonrisas amables y susfelicitacionesnavideñas.EnelbolsilloderechodelchaquetónsentíaelabrigadoyrelevantebultodelregaloqueibaadarleaRosa.

Losalumnoscomenzaronallegaraesodelasochoycuarto:chicas,comoeslógico,peronoRosa.Consultóelrelojeléctricodelapared.LasochoymediayRosa sin aparecer. Arrugó el entrecejo con disgusto: toda una media horaesperando allí y ¿para qué? Para nada. Sor Celia, con el ojo de cristal másbrillantequeelsano,aparecióporlasescaleras,procedentedelasdependenciasdel convento. Al verle allí en actitud de quien espera, a Arturo, que por logeneralllegabatarde,miróelrelojquellevabaenlamuñeca.

—¡Diosbendito!¿Semehabráparadoelreloj?Comprobólahoraenelrelojeléctricodelapared.—¿Haspasadolanocheencasa,Arturo?—Puesclaro,hermanaCelia.—¿Quieresdecirquehasllegadoadredemediahoraantesestamañana?—Paraestudiar.Voyatrasadoenálgebra.Lamonjasonriódubitativa.—¿Cuandosólofaltaundíaparalasvacacionesnavideñas?—Puessí,asíes.Élsabía,noobstante,queaquellocarecíadelógica.—FelicesPascuas,Arturo.—Igualmente,hermanaCelia.

LasnuevemenosveinteyRosasinaparecer.Todosparecíanmirarle,hastasushermanos,que sequedaronboquiabiertoscomosi en realidadestudiaraenotrocolegioyenotraciudad.

—¡Peromiraquiénestáaquí!—Dateelpiro,cagón.—Seinclinósobrelafuenteparabeberaguafría.A las nuevemenos diez abrió lamuchacha el portal de la entrada.Allí la

tenía, sombrero rojo, abrigo de pelo de camello, chanclos de cremallera, surostro,sucuerpoenteroencendidoporlasllamasfríasdelamañanainvernal.Sefue acercando con los brazos en derredor de un montón enorme de libros.Saludabaasusamistadesconunainclinacióndecabeza,susonrisasemejanteaunamelodíaquesonaraenelpatio:Rosa,lapresidentadelasJóvenesdelSantoNombre,laamadadetodos,seacercaba,seacercabaconlospequeñoschanclosgolpeandoelsueloconjúbilo,comosiellostambiénlaamasen.

Apretó con fuerza lamano enque tenía el joyero.Un repentino chorro desangrelerugióenlagarganta.ElaleteovivazdelosojosfemeninosseposaronduranteunsegundotránsfugaenlacaradeArturo,atribuladaporeléxtasisylatortura,ensubocaabierta,enaquellosojosqueparecíansalírseledelasórbitasmientrastragabasalivaparadominarelnerviosismo.

Sehabíaquedadosinhabla.—Rosa…yo…miraesto…Lamiradadelajovensiguiósucurso.Elfruncesetrocóensonrisacuando

unacompañerallegócorriendoylaarrastróconsigo.Entraronenelguardarropaysepusieronaparlotearconanimación.Arturosentíaunaopresiónenelpecho.Copón.Seacercóalafuenteysepusoatragaraguafría.Copón.Escupióelaguaconasco,doliéndoletodalaboca.Copón.

Pasó la mañana escribiendo esquelas a Rosa y rompiéndolas. La hermanaCeliahabíaordenadoa laclasequeleyeraElcuartoReyMago,deVanDyke.Pero,acostumbradocomoestabasuespíritua losmássaludablesrelatosdelasrevistasbaratas,seaburría.

Sinembargo,cuandolellegóaRosaelturnodeleer,sepusoaescucharaladvertirquelajovenpronunciabalaspalabrasqueleíaconciertorespeto.SóloentoncesadquirióalgunaimportanciaaquellabasuradeVanDyke.Sabíaqueerapecado,peronosentíaelmenorrespetoporlahistoriadelnacimientodelNiñoJesús,lahuidaaEgipto,yloquelepasóalniñoenelpesebre.Peropensarasíerapecado.

Laacechódurante el recreodelmediodía;peronuncaestaba sola, siempre

conamigas.Enciertomomento,rodeadadeungrupodecompañeras,miróporencimadelhombrodeunay levio,comosihubieraadivinadoque laseguían.Desistióentonces,avergonzado,yfingióquepaseabaporelpatiosinnadaquehacer.Sonóeltimbreycomenzólaclasevespertina.MientraslahermanaCeliahablabaen tonomisteriosode laInmaculadaConcepción,escribiómásnotasaRosa,querompíapararedactarotrasacontinuación.Sediocuentaentoncesdequeno ibaa sercapazdeentregarleel regalopersonalmente.Otro tendríaquehacerlo.Lanotaconlaquequedósatisfechodecíaasí:

QueridaRosa:Heaquíunregalonavideñode

AdivinaQuién

Ledoliócaerenlacuentadequelajovennoaceptaríaelregalosireconocíala caligrafía. Con paciencia terca reescribió la nota con la izquierda, con unacaligrafíatorpeyanormal.Ahorabien:¿quiénleentregaríaelregalo?Observóla cara de los compañeros que le rodeaban. Se percató de que ninguno seríacapazdeguardarunsecreto.Resolvióelproblemalevantandodosdedos.Conladulzarronaamabilidaddela temporadanavideña,sorCelia lediopermisoparasalirdelaula.Anduvodepuntillasporelpasillolateral,caminodelguardarropa.

Identificó inmediatamenteelabrigodeRosa,porque lohabíavistomuchasvecesylohabíaacariciadoyolidoenmomentoscomoaquél.Metiólanotaenlacajitaydejólacajitadentrodelbolsillodelabrigo.Abrazólaprenda,aspirósuperfume.Enelbolsillolateralencontróunpardeguantespequeñosdecabritilla.Estabanmuygastados,habíaagujerosenlosdedos.

Ay, ÁngelaMaría, qué agujeritos más monos. Los besó con ternura. Losqueridos agujeritos de los dedos. Agujeritos de miel. No lloréis, agujeritosbonitos,sedvalientesytenedcalientessusdedos,susdeditospreciosos.

Volvió al aula y recorrió el pasillo lateral hasta llegar a su pupitre, con lamirada apartada de Rosa hasta donde podía, ya que ella no debía saberlo, nisospecharnuncaquehabíasidoél.

Cuandosonóeltimbrequeanunciabaelfinaldelasclases,fueelprimeroensalirporelportalprincipalyechóacorrerporlacalle.Aquellanochesabríasiaella le importaba, porque aquella noche era elBanquete del SantoNombre enHonorde losMonaguillos.Mientras recorríaelpueblo,mantenía losojosbien

abiertosporsiveíaasupadre,peronofuerecompensadaestavigilancia.Sabíaquehabríatenidoquequedarseenlaescuelaparaelensayodelosmonaguillos,pero esta obligación se le había vuelto insoportable por tener detrás a suhermanoAugust y al lado, por compañero, aunmerluzodesgraciaode cuartocurso.

AlllegaracasavioconasombrounárboldeNavidad,unapequeñapicea,enel rincónde laventanade la salita.Lamadre, que tomaba té en la cocina, noparecíamuyinteresadaporél.

—Noséquiénera—dijo—.Unhombrequeconducíauncamión.—¿Quéhombre,mamá?—Unhombre.—¿Quéclasedecamión?—Uncamiónybasta.—¿Quéponíaenelcamión?—Nolosé.Noprestéatención.Sabíaquesumadrenodecíalaverdad.Ladesprecióporaceptarlavidaque

llevabancomosisetratasedeunapruebamartirial.Habríatenidoquetirarleelárbol a la cara a aquel hombre. ¡Caridad! ¿Qué se creían que era su familia?¿Unos pobretones?Sospechaba de la familiaBledsoe, que vivía al lado: de laseñoraBledsoe,quenodejabaquesuDannyysuPhillip jugasenconel jovenBandiniporqueera1)italiano,2)católico,y3)unchicodemalosinstintosquecapitaneaba una banda de gamberros que le llenaban de basura el soportaldelantero cuando llegaba la víspera de Todos los Santos. Bueno, ¿no habíamandadoaDannyconunacestadeAccióndeGraciasenlapasadacelebracióndel Día de Acción de Gracias, cuando ninguna falta les hacía, y no habíaordenadoBandiniaDannyqueselallevaraotravezasucasa?

—¿ErauncamióndelEjércitodeSalvación?—Nolosé.—¿Llevabagorramilitarelhombre?—Nomeacuerdo.—EraelEjércitodeSalvación, ¿verdad?Apuestoaque lo llamó la señora

Bledsoe.—¿Yqué,sifueasí?—Lamadrehablóentredientes—.Quieroquetupadre

veaelárbol.Quieroquelomireysedécuentadeloquenoshahecho.Hastalosvecinoslosaben.¡Queseavergüence,queseavergüence!

—Alamierdalosvecinos.

Seacercóalárbolconlospuñosadelantadosenactitudcombativa.—Alamierdalosvecinos.Elárbolteníamásomenossuestatura,metroymedio.Seabalanzósobresu

frondosidaderizadadeespinasy tratóde romperle las ramas.Éstasposeían laresistenciadeunsaucetierno,securvabanycrujían,perosinromperse.Cuandolohubodeformadoaplacer, loarrojóalanievedelpatiodelantero.Lamadre,conlosojososcurosymeditabundosfijossiempreenlatazadeté,nohizonadaporimpedírselo.

—EsperoqueloveanlosBledsoe—dijoArturo—.Asíaprenderán.—Dioslecastigará—dijoMaría—.Pagaráporloquehahecho.PeroArturopensabaenRosayenloquesepondríaduranteelBanquetede

losMonaguillos.Él,Augustysupadresepeleabansiempreporlacorbatagris,Bandini alegando que era demasiado seria para unos chicos, y él y Augustreplicándolequeerademasiadojuvenilparaunadulto.Peseatodoselallamabasiempre«lacorbatadepapá»porqueposeíaunagradableairepaternal,consusdesvaídasmotasdecolorburdeosyaquelolorquerecordabadelejosalospurosToscanelli. Le encantaba aquella corbata y se resentía siempre que se la teníaqueponerdespuésqueAugust,yaqueentoncesledesaparecíadealgúnmodolamisteriosacualidadpaterna.Tambiénlegustabanlospañuelosdesupadre.Eranmucho mayores que los suyos y como la madre se los lavaba y planchabamuchasveces,habíanadquiridosuavidadyfragancia,ylavagasensacióndequehabía allí algo de su padre y de sumadre almismo tiempo.No eran como lacorbata,totalmentepaterna,ycuandoutilizabaunodelospañuelosdesupadreteníalaoscuraimpresióndereunirasupadreyasumadre,comosifuerapartedeunafoto,deunordengeneraldelascosas.

DuranteunbuenratoestuvoanteelespejodesucuartohablandoconRosa,ensayando el modo de acoger el agradecimiento de la muchacha. Estabaconvencido ya de que el regalo, de manera automática, ponía su amor aldescubierto.Elmododemirarlaaquellamañana,elmododeseguirladuranteeldescanso del mediodía…, era indudable que Rosa asociaría aquellospreliminaresconlaalhaja.Estabacontento.Queríaquesussentimientossalieranalaluz.Imaginóqueellaledecía:siempresupequeerastú,Arturo.Sindejardemirarsealespejo,respondióelaludido:«Bueno,Rosa,yasabescómosonestascosas,esNavidadyaunolegustahacerleunregaloasuchica».

Ya estaba vestido cuando a las cuatro ymedia llegaron sus hermanos.Noteníaningúntrajecompleto,peroMaríasiempreleteníapulcramenteplanchados

lospantalones«nuevos»y lachaqueta«nueva».Nocasaban,aunquecasicasi,porquelospantaloneserandesargaazulylachaquetaeradecortedeportivo,dealgodónycolorgris.

Alponerselaropa«nueva»setransformóenelvivoretratodeladesilusiónyladesdicha,sentadoahoraenlamecedora,conlasmanosjuntassobreelvientre.Loúnicoquehacíacuandoseponíalaropa«nueva»,yquesiemprelesalíamal,erasentarseaesperarquellegaraeltristedesenlacedelajornada.Faltabanaúncuatrohorasparaelcomienzodelbanquete,peroseconsolabaunpocopensandoqueporlomenosaquellanochenocomeríahuevos.

Cuando August y Federico se pusieron a formular un sinfín de preguntasacerca del árbol navideño que yacía roto en el patio de la entrada, la ropa«nueva» le pareció más estrecha que nunca. La noche prometía ser cálida ydespejada,porloquesepusoencimadelachaquetagrisunjerseyenvezdedos,ysemarchó,contentodealejarsedelamelancolíadelacasa.

Mientrascaminabapor lacalledeaquelmundoumbríoenblancoynegro,experimentó la serenidad de la cercana victoria: la ansiada sonrisa de Rosaaquella noche, con el regalo alrededor del cuello mientras atendía a losmonaguillosenelsalóndeactos,todassussonrisasparaél,solamenteparaél.

¡Ah,quénoche!Hablabaconsigomismomientrasandaba,aspirandoelaireenrarecidodelos

montes,recreándoseeneldisfrutedesusposesiones,minoviaRosa,Rosaparamí y para nadie más. Sólo una cosa le molestaba, aunque por encima: teníahambre, pero el vacío del estómago le desaparecía entre el júbilo desbordantequeleembargaba.AquellosBanquetesdelosMonaguillos,yhabíaasistidoyaasieteentodasuvida,eranauténticoshitosgastronómicos.Yaloteníatodoantesí: fuentes inmensas de pollo y pavo frito, bollos calientes, boniatos, salsa dearándanosytodoelheladodechocolatequepodíacomer,yporencimadetodo,Rosaconuncamafeocolgadodelcuello, su regalo, sonriéndolemientrasél seatracaba,sirviéndoleconlosojazosnegrosllenosdeluzyconaquellosdientestanblancosquehacíanlabocaagua.

¡Quénoche!Seagachóparacogerunpuñadodenieve,selametióenlabocaparaquesederritieraysintióqueellíquidofríolecorríagargantaabajo.Lohizomuchasveces,chuparladulzuradelanieveydisfrutardelfríoqueleproducíaenlagarganta.

Lareacciónintestinalal líquidofríoqueteníaenelestómagofueunligeroronroneoqueseledespertóalaalturadelombligoyquelesubíahacialaparte

del corazón.Cruzaba el puente, estaba en el centro justo cuando todo se pusonegro ante sus ojos. Los pies dejaron de responderle. Se puso a respirar consacudidas espasmódicas. Sin darse cuenta se encontró tendido en el suelo, deespaldas.Sehabíadesplomadoenredondo.Enelinteriordelpecho,elcorazónseesforzabapormoverseapuñetazos.Seloapretóconambasmanos,presadelterror.Semoría:¡DiosSanto,ibaamorirse!Elpuenteenteroparecíasacudirseconlaviolenciadeloslatidosdesucorazón.

Perocinco,diez,veintesegundosmástardeseguíavivo.Elterrordelinstanteleoprimíaaúnelcorazón.¿Qué lehabíapasado?¿Porquésehabíacaído?Sepusoenpieycruzóelpuentecorriendo,temblandodepavor.¿Quéhabíahecho?Porque era el corazón, sabía que el corazón le había dejado de latir y que sehabíavueltoaponerenmarcha,pero¿porqué?

Meaculpa,meaculpa,meamaximaculpa!Eluniversomisteriosolerodeóporloscuatrocostados,sesintiósoloenlavíadeltren,echóacorrerhacialascalles donde pasearan hombres y mujeres, donde no hubiera tanta soledad, ymientrascorríalepasóporlacabezalaidea,semejanteaunhazdepuñales,dequesetratabadeunavisodeDios,dequeaquéllaeraSuformadedecirlequeDiosestabaaltantodesudelito:él,elladrón,eldesvalijadordelcamafeodesumadre, el infractor del decálogo entero. Ladrón, ladrón, proscrito por Dios,criaturainfernalqueostentabaunamarcanegraenellibrodelalma.

Le podía ocurrir otra vez. Ya habían transcurrido cinco minutos. Diezminutos.Diostesalve,María,llenaeresdegracia,mearrepiento.Nocorríaya,sino que iba al paso, caminando con energía, como para dominar la temiblesobrecargadelcorazón.AdiósaRosa,adiósalospensamientosamorosos,adiós,adiós,ybienvenidosseanelpesaryelremordimiento.

¡Ah,laastuciadeDios!¡Ah,québondadosoeraconélelSeñor,queledabaotraoportunidad,queleadvertíaquenoleibaaquitarlavidaporlopronto!

¡Fijaos! Vedme andar. Respiro. Estoy vivo. Camino hacia Dios. Tengo elalmanegra.Diosmelalimpiará.Esbondadosoconmigo.Tocoelsueloconlospies,unodos,unodos.AvisaréalpadreAndrew.Tengoquecontárselotodo.

Pulsó el timbre quehabía junto al confesionario.Cincominutosmás tardeaparecíaelpadreAndrewporlapuerta lateraldela iglesia.Elsacerdotealtoysemicalvo enarcó las cejas, sorprendido de no encontrarmás que un alma enaquellaiglesiaengalanadaparalaNavidad:ydequedichaalmafueraladeunmuchacho, con los ojos cerrados con fuerza, los dientes apretados, los labiosagitándose como si musitaran una oración. Sonrió el sacerdote, se quitó el

mondadientes de la boca, hizo una genuflexión y se dirigió al confesionario.Arturo abrió los ojos y lo vio avanzar como un bulto de negrura hermosa,seguridadensupresenciaycalidezensusotananegra.

—¿Cómoteva,Arturo?—lepreguntóconmurmulloagradable.PusolamanoenelhombrodeArturo.FuecomosiletocaraeldedodeDios.

Latensióncomenzóadiluírselebajolasuperficie.Unapazmuylejanaselefueinstaurandopordentro,adiezmilkilómetrosdeprofundidad.

—Quieroconfesarme,padre.—Claro,Arturo.ElpadreAndrewseajustólafajayentróenelconfesionario.Fuetrasél,se

arrodilló en el apartado de los penitentes, separado del cura por una rejilla demadera.Traselritualderigor,dijo:

—Ayer,padreAndrew,mepusearevolverelbaúldemimadreyencontréuncamafeocolgadodeunacadenadorada,yloafané,padre.Meloguardéenelbolsillo,noeramío,erademimadre,mipadreselodioaella,ytuvoquecostarmuchísimodinero,perolorobédetodosmodos,yhoyselohedadoaunachicadelcolegio.LedicomoregalodeNavidadunobjetorobado.

—¿Dicesqueesvalioso?—lepreguntóelcura.—Loparecía—respondióél.—¿Cuánto?—Mucho,padre.Estoymuyarrepentido,padre.Novolveréarobarmientras

viva.—Escucha, Arturo —le dijo el sacerdote—. Te daré la absolución si me

prometesqueledirásatumadrequelerobasteelcamafeo.Cuéntaselocomomelohascontadoamí.Siellaloapreciayquiererecuperarlo,prométemequeselopedirása lamuchachayquese lodevolverása tumadre.Ahorabien,sino teatreves,prométemequelecomprarásatumadreotroigual.¿Noteparecejusto,Arturo? Creo que Dios estará de acuerdo si te comprometes a actuar conecuanimidad.

—Lodevolveré.Haréloquepueda.Agachó lacabezamientraselcuramurmuraba los latinesde laabsolución.

Ya estaba. Más sencillo que pegar un sello. Se alejó del confesionario y searrodillódecaraalaltarmayorcon lasmanosunidassobreelcorazón.Éste lelatíaconsosiego.Estabasalvado.Vivíaenunmundocojonudoapesardetodo.Estuvoarrodilladounbuenrato,disfrutandodeladulzuradehaberselibradoporlospelos.Erancolegas,élyDioserancolegas,yDioserauntíolegal.Perono

quiso correr riesgos.Durante dos horas, hasta que el reloj dio las ocho, recitótodaslasoracionesquesabía.Todosalíabien.Nopresentabaningunadificultadelconsejodelcura.Aquellanoche,despuésdelbanquete,lecontaríaasumadrelaverdad:quelehabíarobadoelcamafeoyqueselohabíaregaladoaRosa.Alprincipiosequejaría.Peronodurantemuchotiempo.Conocíaasumadreysabíacómosonsacarlecosas.

Cruzó el patio del colegio y subió las escaleras que conducían al salón deactos.Rosafuelaprimerapersonaquevioenelpasillo.Lajovenechóaandardirectamentehaciaél.

—Quierohablarcontigo—ledijo.—Claro,Rosa.Lasiguióescalerasabajo,temerosodequefueraaocurriralgohorrendo.Ya

al final de las escaleras, esperó a que Arturo abriese la puerta, resuelta labarbilla,envueltaprietamenteenelabrigodepelodecamello.

—Tengomuchahambre—dijoél.—¿Deveras?—repusoellaconvozfría,desdeñosa.Sequedaroneneltramoquehabíadelotroladodelapuerta,enelbordedel

rellanodecemento.Lajovenalargólamano.—Toma—ledijo—.Noloquiero.Eraelcamafeo.—Noaceptoobjetosrobados—añadió—.Mimadredicequeseguramentelo

robaste.—¡Mentira!—mintióeljoven—.¡Mentira!—Cógelo—dijoella—.Noloquiero.Arturose lometióenelbolsillo.Sindecirpalabra,Rosasedio lavueltay

entróeneledificio.—¡PeroRosa!Lainterpeladasevolvióenlapuertaconunasonrisadedulzura.—Nodeberíasrobar,Arturo.—¡Yonoherobado!—Selanzósobreella,laapartódelaentradayledioun

empujón.Lamuchacharetrocedióhastaelbordedelrellanoycayóenlanievetras agitarseymover losbrazos inútilmenteparamantener el equilibrio.Enelmomentodetocartierra,abriólabocaylanzóungrito.

—Nosoyunladrón—dijoél,mirándoladesdeloalto.Saltó del descansillo a la acera y echó a correr lo más aprisa que pudo.

Observó el camafeo durante un segundo al llegar a la esquina y lo arrojó con

todassusfuerzassobreeltejadodelacasadedospisosqueflanqueabalacalle.Entoncesreanudólacaminata.AlamierdaelBanquetedelosMonaguillos.Yanoteníahambre.

7

Nochebuena. Svevo Bandini volvía a casa, zapatos nuevos en los pies,desafíoenlaquijada,culpaenelcorazón.Bonitoszapatos,Bandini,¿dedóndeloshassacado?Noosimporta.Teníadineroenelbolsillo.Loapretóconfuerzaentrelosdedos.¿Dedóndehassacadoeldinero,Bandini?Jugandoalpóquer.Heestadojugandodurantediezdías.

¡Nomedigas!Claroqueestoeraloquecontabaél,perosisumujernolecreía,quesefuera

a laporra.Hundía loszapatosnegrosen lanieve,aplastándolacon los taconesnuevosydebordesafilados.

Leesperaban:sinsabercómo,estabanaltantodesullegada.Lacasamismaparecía reflejarlo.Todo estaba en su sitio.María rezaba el rosariomuy aprisajuntoalaventana,comosinotuvieramuchotiempo:otropuñaditodeoracionesantesdequeélllegara.

FelicesPascuas.Loschicoshabíanabierto los regalos.Unoparacadauno.PijamasdelaabuelaToscana.Formaronuncírculoalrededordelospijamas:alaespera. ¿De qué?No saberlo estimulaba: algo iba a suceder. Pijamas azules yverdes.Se los habíanpuestoporqueno teníanotra cosaquehacer.Pero iba apasar algo. En el silencio de la espera resultaba extraordinario pensar, sindecirlo,quepapáibaavolveracasa.

Federicotuvoqueestropearlo.—Apuestoaquepapávuelveestanoche.Elhechizoquedó roto.Eraunpensamientoque todoscompartíansindecir

nada.Silencio.Federicolamentósuspalabrasyempezóapreguntarseporquénolehabíanrespondido.

Pasos en el soportal. Aunque todos los hombres y mujeres del mundohubieran pisado aquel soportal, nadie lo habría hecho de aquel modo. SequedaronmirandoaMaría.Éstacontuvoelalientoysepusoarezarotraoración

conpremura.Seabriólapuertayentró.Cerróconcuidado,comosidesdeniñosehubieradedicadoalacienciaexactadecerrarpuertas.

—Hola.Él no era un chicuelo a quien hubieran sorprendido robando canicas ni un

perroaquienhubierancastigadoporromperunzapato.EraSvevoBandini,unhombrehechoyderechoqueteníamujerytreshijos.

—¿Dóndeestámamá?—preguntó,mirándoladirectamenteaella,igualqueunborrachoquequieredemostrarsucapacidadparaformularpreguntasserias.Lavioencogidaenelrincón,exactamentedondesabíaqueestaba,yaquealversuperfildesdelacallehabíasufridounsobresalto.

—Puesahí.Teodio,sedijoella.Quierosacartelosojosconestosdedosydejarteciego

parasiempre.Eresunanimal,mehashechodañoynodescansaréhastaquetelodevuelva.

Papáconzapatosnuevos.Crujíanacadapasoquedabacomosicontuvieranratoncitosmuypequeños.Cruzó laestancia,caminodelcuartodebaño.Ruidoextraño:papáencasaotravez.

Ojalátemueras.Novolverásatocarme.Teodio,¡Diosmío,quemipropiomaridomehayahechoesto!,teodio.

Alvolversequedóenelcentrodelaestancia,deespaldasasumujer.Sacóeldinerodelbolsillo.Ydijoasushijos:

—Podríamos ir al centro antes de que cerraran las tiendas, vosotros, yo ymamá,todosjuntos,acomprarregalosparatodos.

—¡Yoquierounabicicleta!—exclamóFederico.—Claro,tendrásunabicicleta.Arturonosabíaloquequería,niAugusttampoco.Elmalquehabíahechole

retorcíalasentrañasaBandini,perosonreíaydijoqueyaencontraríanalgoparatodos.UnbuenárboldeNavidad.Elmayordetodos.

Loimaginóconlaotraenlosbrazos,lahueloensusropas,lehallenadolacaradebesosyelpechodecaricias.Medaascoyquierohacerledañohastaquesemuera.

—¿Yquélecompramosamamá?Se volvió para darle la cara, con la mirada puesta en el dinero mientras

desenrollabalosbilletes.—¡Cuántodinero!Serámejordárseloamamá,¿no?Lohaganadotodopapá

jugandoalascartas.Papáesunjugadorestupendo.

Alzó los ojos y la miró, la vio con las manos sujetas a los brazos de lamecedora,comodispuestaa saltar sobreél,y sediocuentadeque la temía,ysonrió,nodealegría,sinodemiedo,porqueelmalquehabíahecho le restabavalor.Agitólosbilletescomounabanico:habíadecincoydediez,inclusounode cien, y a semejanza de un condenado que se dirige al lugar del castigo,mantuvo la sonrisita tonta mientras se acercaba y le alargaba los billetes,esforzándoseporpensaren lasantiguaspalabras, lassuyas, lasdeélyella,sulenguaje común.María se aferró horrorizada a la mecedora, luchando por noapartarse de un salto de la sierpe culpable que configuraban los rasgosnauseabundosdelacaradelmarido.Seacercóélunpocomásyquedóaescasoscentímetrosdelpelodelamujer,ridículoamásnopoderconaquellasmuestrasdedesagravio,hastaqueMaríayanopudoresistirlo,yanopudocontenerse,yconunabrusquedadquetambiénlasorprendióaella,seabalanzósobrelosojosdelmarido con los diez largos dedos por delante y se puso a darle arañazos,fuerzasilbanteenaquellosdiezdedoslargosquedibujaronfranjasdesangreenlacaradelmarido,quegritóydiounpasoatrás,enlapecheradelacamisa,yenelcuellodecarneyenelcuellodelaprenda,querecogieronlasgotasvelocesdecolorrojizo.¡Perosusojos,Diosmío,misojos,misojos!Yretrocedióyselostapóconlasmanos,pegadoalapared,conlacaracontraídadedolor,temerosodeapartarlasmanos,temerosodehabersequedadociego.

—María—dijoentresollozos—.Diosmío,¿quémehashecho?Veía; de manera confusa por entre el velo rojo, veía, y dio unos cuantos

pasossinrumbofijo.—María,María,¿quéhashecho?¿Quéhashecho?Sepusoadarvueltasporlaestancia.Oíaelllantodeloshijos,laspalabras

deArturo:«Hostia,hostia,hostia».Diovueltasymásvueltas,sangreylágrimasenlosojos.

—JesuChristi,¿quémehapasado?Enelsueloestabanlosbilletesverdesquegolpeabaypisabaconloszapatos

nuevos, gotitas rojas sobre la reluciente puntera negra, vueltas ymás vueltas,gimiendo y buscando a tientas la puerta, el exterior, la calle, la noche fría, lanieve, hundido en el montón de nieve del patio sin dejar de gemir, cogiendonieve con ambasmanos, como si de agua se tratase, y apretándosela contra lacaraqueleardía.Lanieveblancaleresbalabasincesardelasmanosyvolvíaala tierra, roja y apelmazada. Los hijos se habían quedado dentro de la casa,petrificados,conlosnuevospijamaspuestos,antelaabiertapuertadelacalle,la

luz cegadora de la estancia impidiéndoles ver a un Svevo Bandini que seenjugabaelrostroconlasábanadelfirmamento.Maríaseguíaenlamecedora.Nosemovía, fijos losojosen la sangreyeldineroquecubríanel suelode lahabitación.

Mecagoenella,sedijoArturo.Ojalásepudra.Lloraba, herido por la humillación que había sufrido su padre; su padre,

aquelhombresiemprefirmeypoderoso,ylehabíavistoretroceder,sufrir,llorar,asupadre,quenuncalloraba,quejamásretrocedía.Quisoestarconsupadre,sepuso los zapatos y salió corriendo, hasta donde Bandini yacía encogido,atragantadoytembloroso.Perolesatisfizocomprobarquedecíaalgoapesardeque se asfixiaba, quemaldecía y daba rienda suelta a la cólera.Se estremeciócuandoleoyódecirquejurabavengarse.Lamataré,lojuroporDios,lamataré.Comenzabaarecuperarse.Lanievelehabíaestimuladolacirculaciónsanguínea.Jadeaba, semiraba las ropasmanchadas de sangre, lasmanos goteandoperlascarmesí.

—Alguienmelasvaapagar—dijo—.SanguedellaMadonna!¡Estonovaaquedarasí!

—Papá…—¿Quéquieres?—Nada.—Entraencasaentonces.Veteconesamadrelocaquetienes.Aquellofuetodo.Echóaandarporlanieve,alcanzólaaceraysealejóporla

calle.Elmuchacholeviomarchar,conlacaralevantadahacialanoche.Erasuformadeandar,titubeantepeseatodasudeterminación.Perono;sevolviótrasrecorrerunosmetros:

—FelizNavidadparavosotrostres.Cogedeldinero,idalcentroycompraosloqueosdélagana.

Siguió andando, la barbilla alta, avanzando en la dirección del viento frío,dándoseánimosapesardelaheridaprofundaqueyanosangraba.

Volvióalacasaelmuchacho.Eldineronoestabaenelsueloya.Unvistazoa Federico, que sollozaba con amargura mientras sostenía un fragmento debilletedecincodólaresleexplicólosucedido.Abriólaestufa.Losrestosnegrosdelpapelquemadodespedíanhilosdelgadosdehumo.Cerrólaestufayobservóel suelo, limpio salvopor lasmanchasde sangreque se secabanya.Miróconodioasumadre.Éstanosemovía,nisiquieramirabaaningúnsitio,aunqueloslabiosseleabríanycerraban,porquehabíareanudadoelrosario.

—¡FelizNavidad!—dijoentonodespectivo.Federicogemía.Augustestabademasiadoimpresionadoparahablar.Sí,unaNavidadmuyfeliz.¡Ah,papá,papá,daleunapaliza!Losdos,papá,

tú y yo, porque sé cómo te sientes, porqueme ha pasado amí también, perodebierashaberhecholoqueyo,papá,debierashaberlezurradodelolindo,igualqueyo,y tesentiríasmejor.Porquenopuedosoportarlo,papá, túsoloporahíconlacaraensangrentada,nolosoporto.

Salióalsoportalytomóasiento.Supadrellenabalanoche.Violasmanchasrojas en el lugar dondeBandini se había refugiado y donde se habla aplicadonievealacara.Sangredepapá,misangre.Abandonóelsoportalysepusoadarpatadas a la nieve para limpiar la zona, hasta que la despejó. Nadie lo vería,nadie.Entróentoncesenlacasa.

Sumadrenosehabíamovido.¡Cuántolaodiaba!Dominadoporunimpulso,arrebató el rosario de manos de la madre y lo rompió en pedazos. Ella leobservó, igualqueunamártir.Sepusoenpieysiguióhastaelexterioralhijoqueaúnllevabaelrosariorotoenlamano.Arturololanzóalolejos,alanieve,dondeseesparciócomosemillas.Lamadreseaventuróenlanieve,enposdelrosario.

Sindarcréditoasusojos, laviohundirsehastalasrodillasenlasuperficieblanca,mientrasmiraba en derredor como persona aturdida. Encontró algunascuentas dispersas mientras cogía un puñado de nieve tras otro. Arturo sintióasco. Su madre revolvía el lugar mismo en que la sangre de su padre hablacoloreadolanieve.

A lamierda con ella. Semarchaba.Quería estar con su padre. Se vistió yanduvo calle abajo. Felices Pascuas. El pueblo se había pintado de verde yblancoconmotivodelasfiestas.Ciendólaresenlaestufa,¡yqueledieranporelculoaél,yasushermanos!Sepodíaserpersonareligiosaeintransigente,pero¿por qué tenían que sufrir todos? Demasiado Dios había en el espíritu de sumadre.

¿Yadóndeirahora?Loignoraba,peroacasaotravez,consumadre,desdeluegoqueno.Comprendíaasupadre.Unhombreteníaquehacercosas:notenernuncanadaquehacererademasiadoaburrido.Teníaqueadmitirlo:sielpudieraelegir entre María y Effie Hildegarde, escogería siempre a Effie. Cuando lasitalianasllegabanaciertaedad,laspiernasselesadelgazaban,seleshinchabalabarriga,lospechosselescaíanyperdíanelencanto.SeesforzóporimaginaraRosaPinelliconcuarentaaños.Laspiernasseleadelgazaríancomoasumadre;

elestómagoselepondríacomountonel.Perofueincapazdeimaginarlo.¡Rosa,con loencantadoraqueera!Sídeseóencambioque semuriese.Fantaseóconque una enfermedad la consumía hasta que tenía que celebrarse el entierro.Aquellolepondríamuycontento.Acudiríajuntoallechodelamoribundaysequedaríaallí.Ella,sinfuerzasya,lecogeríalamanoentresusdedoscalientesylediríaqueseibaamorir,yélresponderíaquélevamosahacer,Rosa;tuvisteunaoportunidad,peroyoterecordarésiempre,Rosa.Acontinuación,elentierro,elllanto,yaRosalametíanbajotierra.Peroélmantendríaunaactitudfríaantetodo ello, se limitaría a estar y, habida cuenta de sus grandes proyectos, sesonreiría un poco.Años después, en el campo de béisbol de losYanquis, porencimadelgriteríodelamultitud,recordaríaaunajovenagonizantequelecogiólamanoy lepidióperdón;sólosedetendríaenaquelrecuerdounossegundos,trasloquesevolveríahacialasmujeresdelamultitudylesharíaunaseñalconla cabeza, a sus mujeres, ninguna italiana entre ellas; serían rubias, altas ysonrientes,pordocenas,comoEffieHildegarde,yniunasolaitaliana.

¡Dalepuesunasomanta,papá!Yoestoycontigo,colega.Algúndía,loharéyotambién,algúndíatendréunanoviaigualqueella,peronoserádelasquemearañenlacara,noserádelasquemellamenladronzuelo.

Aunque, ¿cómo sabía que Rosa no se estaba muriendo? Bueno, en ciertomodosí,igualquetodoelmundo,que,cadaminutoquepasaba,seacercabaunpocomásalatumba.Perosupongamos,sóloporhacerunapuñeterasuposición,queRosaseestuvieramuriendodeverdad.¿QuélepasóasuamigoJoeTannerel año anterior?Muertomientras iba en bicicleta; un día vivo y al otro en elataúd.¿YquélepasóaNellieFrazier?Unapiedrecilladenadaenelzapato;noselapudoquitar;infeccióny,degolpeyporrazo,defunciónyentierro.

¿CómosabíaqueaRosanolahabíaatropelladounautomóvildesdequelaviera por última y espantosa vez? Cabía la posibilidad. ¿Cómo sabía que nohabíamuertoelectrocutada?Cosasasí sucedíancontinuamente.¿Porquéno lehabía podido ocurrir a ella? Como es lógico, en realidad no quería que ellamuriese; en el fondo, en el fondo, no; por éstas y queme caigamuerto ahoramismo;perocon todoyconeso,cabía laposibilidad.PobreRosa, tan jovenytanguapa…ymuerta.

Yaenel centro, sepusoadarvueltas, sinvernada interesante, sólogentecon prisa y cargada de paquetes. Se encontraba ante los Almacenes Wilkes,contemplando los artículos deportivos del escaparate. Se puso a nevar. Miróhacialasmontañas.Estabancubiertasdenubesnegras.Unapremoniciónextraña

se apoderó de él: Rosa Pinelli había muerto. Estaba segurísimo de que habíamuerto.LoúnicoqueteníaquehacererarecorrertresmanzanasporPearlStreetyotrasdoshaciaelesteporlacalleDoce,yverloconsuspropiosojos.Podíairandando hasta allí y comprobar que en la puerta principal de la casa de losPinelli había una corona fúnebre. Estaba tan seguro que echó a andar en ladirecciónmencionadasinpensarlodosveces.Rosahabíamuerto.Eraunprofeta,un espíritu capacitado para entender fenómenos anormales. Así pues, habíaocurridoalfinal:loquedeseabasehabíahechorealidadyRosahabíamuerto.

Vaya,vaya;mundocuriosoaquél.Alzó losojosalcielo,a losmillonesdecamposquedescendíanhacialatierra.ElfindeRosaPinelli.Hablóenvozalta,dirigiéndoseaoyentesimaginarios.YoestabadelantedelosAlmacenesWilkesydeprontotuvelacorazonada.Medirigíalacasa,y,efectivamente,habíaunacorona en la puerta.Ay, Rosa, dulce criatura.No quería verlamuerta. Corrióentonces,lapremoniciónendeclive,yaumentólavelocidadparallegarmientrasdurase aquélla. Lloraba: oh, Rosa, por favor, no temueras, Rosa. Quiero queestésvivacuandollegue.Yavoy,Rosa,amormío.Directamentedesdeelestadiode los Yanquis en un avión especial. Aterricé en los jardines de la casaconsistorial,yapuntoestuvedecargarmeatrescientaspersonasqueestabanallíobservándome. Pero lo he conseguido, Rosa.Y aquí estoy, sano y salvo, a lacabeceradetucama,justoatiempo,yelmédicodicequevivirásyporesodeboirme, para no volver jamás. Vuelvo con los Yanquis, Rosa. A Florida, Rosa.Entrenamiento de primavera. Los Yanquis también me necesitan; pero sabrásdondeestoy,Rosa,notienesmásqueleerlosperiódicosyteenterarás.

NohabíaningunacoronafúnebreenlapuertadelosPinelli.Loquevioensulugar,yque lehizoabrir labocahorrorizadohastaqueviomejorporentre lanieve cegadora, fue una corona navideña. Se puso muy contento y se alejocorriendoentrelanevasca.¡Claroqueestoycontento!¿Cómovoyadesearquesemueranadie?Peronoestabacontento,noestabacontentoenabsoluto.Élnoera ningún campeón que jugase con los Yanquis. No había llegado en aviónespecial. No se iba a Florida. Era Nochebuena en Rocklin, Colorado. CaíanchuzosdepuntaysupadrevivíaconunamujerllamadaEffieHildegarde.Losdedosdesumadrehabíandesgarradolacaradesupadreysabíaqueenaquellosinstantessumadrerezaba,sushermanosllorabanylascenizasquehabíaenlaestufadelasalitahabíansidohacíamuypocounbilletedeciendólares.

¡FelicesPascuas,Arturo!

8

Una carretera solitaria al oeste de Rocklin, estrecha y menguante, quedesaparece bajo la nieve que cae.Ahora sí que nieva de verdad. La carreteradiscurrehaciaeloesteyhaciaarriba,esunacarreteraenpendiente.Másallásealzanlasmontañas.¡Lanieve!Sepultaelmundoydelantehayunvacíopálido,nadamás que la angosta carretera que se va estrechando a pasos agigantados.Una carretera con trampas, llenade recodosy cuestaspara sortear a los pinosencogidosquealarganlosblancosbrazoshambrientosparaatraparla.

María,¿quélehashechoaSvevoBandini?¿Quémehashechoenlacara?Un hombre fornido avanza dando traspiés, hombros y brazos cubiertos de

nieve.Enaquelpuntoescuestaarriba;asciendeconesfuerzo,lanieveprofundalefrenalaspiernas,hombrequevadeaunaguaquenosehaderretido.

¿Haciadóndeahora,Bandini?Instantes atrás, hacía apenas cuarenta y cinco minutos, había bajado

corriendoporaquellacarretera, totalmenteseguro,poníaaDiospor testigo,deque no volvería nunca. Cuarenta y cinco minutos…, ni siquiera una hora; yhabían sucedido demasiadas cosas y ahora volvía por una carretera que habíaesperadoolvidar.

María,¿quéhashecho?Svevo Bandini, un pañuelo ensangrentado cubriéndole la cara y la ira del

inviernocubriendoaSvevoBandinimientrassubíaporlacarretera,caminodelacasa de la viuda Hildegarde, hablaba con los copos de nieve mientras subía.Cuéntaselo a los copos, Bandini; cuéntaselo mientras te sacudes las manosheladas de frío. Bandini sollozó: un adulto, de cuarenta y dos años, llorabaporqueeraNochebuenayvolvíaalpecado,porquepreferiríaestarconsushijos.

María,¿quéhashecho?Escucha,María,lascosashansucedidoasí:hacediezdías,tumadreescribió

lacarta,mepusehechounbasiliscoymefuidecasaporquenosoportoaesa

mujer. Tenía que irme cuando se presentase. Y me fui. Tengo muchosproblemas,María.Losniños.Lacasa.Lanieve:miralanieveestanoche,María.¿Creesque cuando caepuedoponer ladrillos?Además, estoypreocupadoy tumadrevaavenir,entoncesmedigo:oye,mevoyalcentroatomarunascopas.Porquetengoproblemas.Porquetengoniños.

Ay,María.Habíaidoalcentro,alosBillaresImperial,yallísehabíaencontradoconsu

amigoRoccoSacconeyRoccolehabíadichoquefueranasucuarto,paratomarunacopa,fumarseuncigarroycharlar.Viejosamigos,élyRocco:doshombresen una habitación llena de humo de tabaco, que bebían whisky en un día deperros y que charlaban.Navidad: unas copas. Felices Pascuas, Svevo.Gratia,Rocco.UnaNavidadfeliz.

Rocco había mirado a su amigo a la cara y le había preguntado por susproblemas,yBandiniseloshabíacontado:nohaydinero,Rocco,loschicosylaNavidad.Ylasuegra,asísepudra.Roccoeratambiénunhombrepobre,aunqueno tan pobre como Bandini, y le ofreció diez dólares. ¿Cómo iba Bandini aaceptarlos? Ya le había pedido mucho dinero prestado a su amigo y ahoraaquello.No,Rocco, gracias. El licor que bebo es tuyo y ya es suficiente.Asípues,alasalute!,porlosviejostiempos…

Untragoyacontinuaciónotro,doshombresenunahabitaciónconlospiesapoyadosenel radiadorhumeante.Entoncessonóel timbrequehabíasobre lapuertadelahabitacióndelapensióndeRocco.Unavezyluegootra:elteléfono.Rocco se incorporó de un salto y salió corriendo al pasillo, donde estaba elteléfono.Volvió al cabode un rato, con la cara relajada y complacida.Roccorecibíamuchas llamadas en la pensión, ya que había puesto un anuncio en elRocklinHerald:

RoccoSaccone,albañilyconstructor.Reparacionesdetodasclases.Especializadoenobrasdehormigón.LlamaraPensiónM.R.

Eslaverdad,María.UnamujerllamadaHildegardehabíallamadoaRoccoylehabíadichoquelachimeneanolefuncionaba.¿PodíairRoccoparaarreglarlaenseguida?

Rocco,suamigo.—Ve tú, Svevo —le dijo—. Así tendrás unos dólares antes de que la

Navidadseteecheencima.Fue así como empezó. Con la bolsa de las herramientas de Rocco a la

espalda,salióde lapensión,cruzóelpuebloendirecciónoestey tomóaquellamismacarreteraalcaerlatardehacediezdías.Aquellamismísimacarretera,yrecordó que bajo aquel árbol de allí, había visto una ardilla que se le habíaquedado mirando al pasar él. Unos dólares por arreglar una chimenea; unachapuzadetreshorasacaso,acasomás:unoscuantosdólares.

¿La viuda Hildegarde? Pues claro que sabía quién era, ¿y quién no enRocklin?Unpueblodediezmilhabitantesyunamujerqueposeíacasitodalatierra:¿quiéndeaquellasdiezmilpersonasnolaibaaconocer?Peroconlaquenoteníatratosuficienteparadirigirleelsaludo,ésaeralaverdad.

Aquellamismacarretera,diezdíasatrás,conunpocodecementoy treintakilosdeherramientasdealbañilalaespalda.Fuelaprimeravezqueviolacasadecampode laHildegarde, lugarcélebreen losalrededoresdeRocklinporsuelegante factura de piedra.Al subir aquella tarde, la casa baja, construida conlosasblancasyenclavadaentrelosaltospinos,seleantojóunsitiodeensueño:unlugarirresistible,comoelquetendríaalgúndíasipodíapermitírselo.Duranteun rato largo la estuvo mirando y remirando, con ganas de haber podidointervenirensuedificación,enlosplaceresdelaalbañilería,enlacolocacióndeaquellas losas blancas, dóciles en manos de un albañil, pero lo bastanteresistentesparasobreviviraunacivilización.

¿Quépiensaunhombrecuandoseacercaalapuertablancadeunacasaasíyalargalamanohacialapulidaaldabadebroncequesemejaunacabezadezorro?

Mal,María.Nuncahabíadirigido lapalabraaaquellamujerhastael instanteenque le

abriólapuerta.Unamujermásaltaqueél,rellenaydeampliahumanidad.Fijo:unamujerdebuenver.NocomoMaría,sinoelegante.Pelonegro,ojosazules,unamujerqueparecíatenerdinero.

Elsacodelasherramientaslepesaba.AsíqueeraRoccoSaccone,elalbañil.¿Quétal?No,peroeraamigodeRocco.Roccoestabaenfermo.No importaba quién fuera,mientras pudiese arreglar una chimenea. Entre,

señorBandini, la chimenea está allí.Entró pues, el sombrero en unamano, elsaco de las herramientas en la otra.Una casa hermosa, alfombras indias en el

suelo, vigas grandes que cruzaban el techo, ebanistería trabajada con lacaamarilla.Lehabríacostadoveinte,talveztreintamildólares.

Haycosasqueunhombrenopuedecontarasumujer.¿EntenderíaMaríaelapocamientoquehabíasentidoalcruzaraquellapreciosaestancia, la turbaciónquelehabíaembargadoaltambalearsecuandosuszapatosgastados,húmedosacausa de la nieve, habían resbalado en el reluciente suelo amarillo? ¿Podíacontar a María que aquella mujer atractiva se había compadecido de él? Eraverdad:aunqueledabalaespalda,intuyóelinmediatodesconciertodelaviudaporsucausa,porsuanómalatorpeza.

—Estámuyresbaladizo,¿verdad?Laviudaseechóareír.—Yoestoysiempreresbalándome.Aunqueaquellofueparaayudarleadisimularsuturbación.Unanadería,un

gestoamableparaquesesintieracómodo.A la chimenea no le ocurría nada complicado, unos ladrillos sueltos en el

revestimientodelconducto,unachapucilladeunahora.Perotodooficiotienesutrucoylaviudaerarica.Alincorporarsedespuésdeinspeccionareldesperfecto,ledijoque la reparación lecostaríanadamenosquequincedólares,preciodelmaterial incluido.Laviudanopusoningunaobjeción.ABandinise leocurrióentonces con resentimiento que el motivo de la liberalidad femenina era elestado de sus zapatos: le había visto las suelas gastadas al arrodillarse parainspeccionar el hogar. La forma en que le miraba, de arriba abajo, aquellasonrisadecompasión,lehablarondeunacomprensiónquehizoqueelinviernoseleconcentraseenlacarne.NolepodíacontaraquelloaMaría.

—Siéntese,señorBandini.El hondo sillón de lectura lo encontró voluptuoso y cómodo, un sillón del

mundo de la viuda, y se acomodó en él y observó con detenimiento la bonitahabitación,ordenadayllenadelibrosyobjetosdeadorno.Unamujercultaquese refugiaba en el lujode su educación.Ella sehabía sentado en el diván, laspiernasgordezuelasenfundadasensedapura,piernasricasquehacíanrasparlasedacadavezquesecruzabanantesusojosmaravillados.Lepidióquetomaraasiento y charlase con ella. Él se sentía tan agradecido que no podía articularpalabra, sólo balbucir gruñidos de alegría ante cualquier cosa que dijera ella,aquellaprofundagargantadelujodelaquefluíanpalabrasadineradasyexactas.Comenzó a hacerse preguntas respecto de ella, con los ojos dilatados por lacuriosidadqueledespertabaaquelmundoprotector,limpioyelegante,comola

sedacaraqueconcretabaellujogordezuelodesusbonitaspiernas.Maríasehabríaburladodesaberquéhabíadicholaviuda,porqueélhabía

sentido un nudo enmudecedor en una garganta demasiado abrumada por laextrañeza del momento: la mujer, allí mismo, la rica señora Hildegarde, unamujerquevalíacien,quizádoscientosmildólares,yapocomásdeunmetrodedistancia:tancercaquelahabríatocadoconsóloestirarlamano.

¿Era italiano entonces? Magnífico. Hasta el año pasado no había podidoviajar a Italia.Preciosa.Teníaque sentirsemuyorgullosode aquellaherencia.¿SabíaqueItaliaera lacunade lacivilizaciónoccidental?¿HabíavistoalgunavezelCampoSanto, labasílicadeSanPedro, los frescosdeMiguelÁngel,elMediterráneoazul?¿LaRivieraitaliana?

No, no había visto aquellas cosas. Con palabras sencillas le contó queprocedíade losAbruzos,quenuncahabíaestado tanalnorte,quenuncahabíaestadoenRoma.Depequeñohabíatrabajadoduro.Nohabíatiempoparamás.

¡LosAbruzos!Laviudalosabíatodo.Entalcaso,eraprobablequehubieseleídolasobrasdeD’Annunzio,quetambiéneradelosAbruzos.

No,nohabíaleídoaD’Annunzio.Habíaoídohablardeél,peronuncahabíaleído nada suyo. Sí, sabía que el gran hombre era de sumisma provincia. Lecomplacía.Ydio lasgraciasaD’Annunzio.Ya teníanalgoencomún, aunqueadvirtiócondesalientoqueera incapazdedecirnadamásal respecto.Duranteunminuto entero le observó la viuda, inexpresivos sus ojos azules cuando seconcentraron en los labios del hombre. Apartó él la cabeza, confuso, con lamirada fija en las vigas macizas que cruzaban la sala, las cortinas llenas deadornos,laschucheríasrepartidasconmeticulosaprofusiónpordoquiera.

Unamujer amable,María: unamujer buena que acudía en su ayuda pararelajarlaconversación.¿Legustabaponerladrillos?¿Teníafamilia?¿Treshijos?Maravilloso. También ella había querido tener hijos. ¿Era también italiana sumujer?¿HacíamuchoquevivíaenRocklin?

El tiempo. La mujer habló del tiempo. Ah. El hombre hablóatropelladamente de los agobios del tiempo. Se lamentó casi gimiendo delestancamiento laboral que padecía, y expuso el odio brutal que sentía haciaaquellosdíasfríosynublados.Hastaque,asustadaporelparloteoresentidodelhombre, consultó ella el reloj y le dijo que volviera al día siguiente por lamañana para la reparación de la chimenea. Ya en la puerta, Bandini esperó,sombreroenmano,laspalabrasdedespedidadelamujer.

—Póngase el sombrero, señor Bandini —le dijo sonriendo—. Se va a

resfriar.—Sonriendoél también,con lasaxilasyelcuello inundadosdesudornervioso,sepusoelsombrero,confusoysinsaberquédecir.

Pasó la noche con Rocco. Con Rocco, María, no con la viuda. Al díasiguiente,trascomprarladrillosrefractariosenelalmacén,volvióalacasadelaviuda para reparar la chimenea. Puso un trapo sobre la alfombra, mezcló laargamasa en un cubo, quitó los ladrillos sueltos del revestimiento y puso losladrillosnuevosensulugar.Resueltoaquelafaenaleduraseunajornadaentera,quitótodoslosladrillosrefractarios.Habríapodidoterminarenunahora,habríapodidoquitarsólodosotres,peroamediodíaestabaaúnporlamitad.Aparecióentonces la viuda, serena, procedente de una de las habitaciones que olían aperfume.Otravezelnudoen lagarganta.Otravezsinpoderhacernadasalvosonreír.¿Cómoleibaeltrabajo?Lohabíahechotodoaconciencia:niunagotade argamasa deslucía la cara de los ladrillos que había puesto.Hasta el trapoestaba limpio, los ladrillos viejos apilados con limpieza a un lado. Ella loadvirtióy él se sintió complacido.No le incitóningúndeseo lujurioso cuandoellaseinclinóparaverlosladrillosnuevosdelinteriordelhogaryseledestacóel traseroceñidoyapetitosoalponerseencuclillas.No,María,ni sus taconesaltosnisublusatransparenteni lafraganciadesupelonegroledespertaronlamenorintencióndeserleinfiel.Aligualqueantes,lacontemplabaconasombroy curiosidad: unamujer que tendría cien, tal vez doscientosmil dólares en elbanco.

Nopudoponerenprácticasuplandebajaracomeralpueblo.Encuantolooyó ella, insistió en que se quedara y fuese su invitado. Los ojos del hombreevitaron los fríosojosazulesde lamujer.Bajó lacabeza, removióel trapodelsuelo con el piey se excusó. ¿Comer con laviudaHildegarde? ¿Sentarse a lamesadeellaymetersecomidaenlabocamientrasteníadelanteaaquellamujer?Apenaspudopronunciarlaspalabrasdedisculpa.

—No,no.Seloagradezcomucho,señoraHildegarde.Unmillóndegracias,perono,porfavor.Gracias.

Pero se quedó, temeroso de ofenderla. Sonriendo mientras alargaba lasmanos sucias de argamasa, le preguntó si podía lavarse y ella le condujo alcuartodebañoporelpasilloblancoeinmaculado.Elcuartodebañoparecíaunjoyero:relucientesbaldosasamarillas,pilaamarilla,visillosmalvadeorgandíenlaventanaalta,unbúcarodeflotesmoradaseneltocadorconespejo,frascosdeperfumedecoloramarillento,unjuegoamarillodecepilloypeine.Segiróconprecipitación y a punto estuvo de salir corriendo. No se habría sentido tan

impresionadosiellahubieraestadodesnudaenaquelinstante.Susmanossuciaseranindignasdetocarloqueveía.Preferíaelfregaderodelacocina,comohacíaencasa.Pero ladesenvolturade lamujer le tranquilizóyentróenelcuartodebaño lleno de pavor, casi de puntillas, y se quedó ante la pila con indecisiónangustiosa.Abrióelgrifoconelcodo,temerosodedejarlahuelladesusdedos.El jabón verde y aromático no había ni que tocarlo: se apañó comopudo conagua sola. Cuando terminó, se secó lasmanos con los faldones de la camisa,haciendocasoomisodelastoallasmullidasyverdesquecolgabandelapared.Teníamiedo de lo que pudiera suceder durante la comida. Antes de salir delcuartodebaño,sepusoderodillasylimpióconlamangadelacamisaunpardesalpicadurasdeagua…

Comida consistente en lechuga, piña y requesón. Sentado a lamesa de lacocina, conuna servilleta rosa en las rodillas, sepusoa comer, aunqueno sinrecelarquesetratabadeunabroma,quelaviudasedivertíaasucosta.Peroellatambién comió y con tal fruición que a lomejor era cierto que aquello podíacomerse.SiMaría lehubiesepuesto aquella comida, se lahabría tiradopor laventana.Acontinuación,laviudalesirviótéenunadelicadatazadeporcelana.Habíadospastitas en labandeja, nomayoresque lauñade supulgar.Té conpastas.Diavolo! Siempre había identificado el té con el afeminamiento y ladebilidad y no le gustaban los dulces ni las galletas. Pero la viuda, quemordisqueabalapastaquesujetabaconlosdedos,sonreíacongraciainenarrablemientrasélsemetíalasgalletasenlabocacomoquienrechazaunmedicamentodemalsabor.

Mucho antes de que lamujer terminase de engullir la segunda pastita, yaestabaéllisto,latazadetésinunagota,yrecostadosobrelaspatastraserasdelasiento, con el estómago deshecho en retortijones y protestas por el extrañocombustible con que lo había llenado. No habían hablado durante toda lacomida,niunapalabra.Lacircunstancialehizoadvertirquenoteníannadaquedecirse.Ellasonreíadevezencuando,enunaocasiónporsobreelbordedelatazadeté.Elhecholeturbóyentristeció:lavidadelosricos,dictaminó,noeraparaél.Encasahabríacomidohuevos fritosconuncachodepan,y lohabríaregadotodoconunvasodevino.

Alterminarlaviuda,ytrasrozarselascomisurasdelabocacarmináceaconlapuntadelaservilleta,lepreguntósiqueríaalgomás.Fueapreguntarle«¿Quémás tiene?», pero lejos de ello se tocó el estómago, y se lo acarició con unbufido.

—No,gracias,señoraHildegarde.Estoylleno…llenohastalasorejas.La mujer esbozó una sonrisa al oír aquello. Con las manos colgadas del

cinturón, permaneció recostado en el asiento, chupándose los dientes y conganasdefumarseunpuro.

Unamujermuyelegante,María.Unamujerqueadivinabalosdeseosdeuno.—¿Fumausted?—lepreguntólaviuda,sacandounacajetilladecigarrillos

delcajóndelamesa.DelbolsillodelacamisasacóéllaretorcidacolilladeunpuroToscanelli,lequitódeunmordiscolapunta,queescupióalsuelo,encendióuna cerilla y aspiró una bocanada. La mujer insistió en que se quedase allí,cómodoyagusto,mientrasellaretirabalosplatos,conelcigarrillocolgándoledelacomisuradelaboca.Elpurolerelajó.Conlosbrazoscruzados,laobservóconmás confianza, se fijó en sus caderas rellenitas y en sus brazos blancos ysuaves.Hastaentonceshabíaconservadolapureza,sinqueningunasensualidaderrabundalenublaseelentendimiento.Ellaeraunamujerricayélestabajuntoaella,sentadoenlacocinadeella;leagradecíaeltratoconfianzudo:peroaquelloynadamás,poníaaDiosportestigo.

Al terminarse el puro, volvió a la faena. A las cuatro y media habíaterminado.Tras recoger lasherramientas,esperóaquevolviesea lasala.A lolargo de toda la tarde la había oído en otra parte de la casa. Esperó un rato,carraspeando fuerte, dejando caer la llana, cantando una melodía con laspalabras«heacabado,yaestátodo,heacabado,heacabado».Elruidolaatrajoporfinalsalón.Volvíaconunlibroenlamanoyllevabapuestasunasgafasdeleer. Bandini esperaba que le pagase en el acto. Se quedó de una pieza sinembargo cuando ella le dijo que se sentara un momento. Ni siquiera habíaechadounaojeadaaltrabajodealbañilería.

—Esusteduntrabajadormuyescrupuloso,señorBandini.Muyescrupuloso.Leestoymuyagradecida.

Que María se burlase, pero aquellas palabras casi le hicieron derramarlágrimas.

—Lo hago lomejor que puedo, señoraHildegarde. Lo hago lomejor quepuedo.

Peronomanifestóellalamenorintencióndepagarle.Otravezlosojosazulclaro.Elpalpableexamenaquelosometíanleobligóadesviarlamiradahacialachimenea.Losojossiguieronclavadosenél,observándoleporencima,comoen trance, comosidepronto sehubierapuestoa fantasear conotrascosas.Seacercóélalachimeneayrecorrióelmantoconlamirada,comoparamedirsu

inclinación, y frunció los labios con idéntica expresiónde cálculogeométrico.Cuandosediocuentadequeseguirhaciendoaquellopodíabordearelabsurdo,regresó al cómodo sillón y volvió a tomar asiento. La mirada de la viuda leseguíamecánicamente.Bandiniquisohablar,pero¿quépodíadecir?

Porfinrompióellaelsilencio:teníamástrabajoparaél.Teníaunacasaenelpueblo,enWindsorStreet.Tampocolefuncionabalachimenea.¿Podríairallíaldíasiguienteparaecharleunvistazo?Selevantó,recorriólasalahastallegaralescritorioquehabía juntoa laventanayapuntó ladirección.Lehabíadado laespalda,coneltóraxvueltoporlacintura,lasredondascaderasvoluptuosamentedestacadas,yaunqueMaríalesacaselosojosyescupieseenlasórbitasvacías,élestabadispuestoajurarporlomássagradoqueningúnmalpensamientolehabíaempañado lamirada, que ningún deseo lujurioso se le había introducido en elcorazón.

Aquellanoche,acostadoenlaoscuridadjuntoaRoccoSaccone,losagudosronquidosdel amigo le impidierondormir, aunquehabíaotromotivoparaqueSvevo Bandini se hubiera desvelado, y era la promesa del día siguiente.Gorjeabadealegríaenlaoscuridad.Mannaggia,élnoeraidiota;eralobastantelisto para darse cuenta de que había entrado a la viudaHildegarde por el ojoderecho.Esposiblequesecompadecieradeél,esposiblequelehubierahechootroencargosóloporquepensasequeéllonecesitaba,pero,almargendeloquefuera, era innegable la habilidad deBandini; le había calificado de trabajadorescrupulosoylepremiabaconmásfaena.

¡Queelinviernoimpusierasuley!¡Quelatemperaturasepusiesebajocero!¡Que la nieve se acumulase y sepultara el pueblo! No le importaba: al díasiguiente tenía trabajoquehacer.Ydespuésde aquél, siemprehabríamás.LehabíacaídobienalaviudaHildegarde;respetabasudestreza.Coneldinerodeellayladestrezadeél,habríatrabajosuficienteparareírsedelinvierno.

A las siete en punto de la mañana siguiente entró en la casa deWindsorStreet.Novivíanadieenlacasa;lapuertaprincipalseabriónadamástocarla.Nohabíamuebles:sólohabitacionesvacías.Ynovioningúndesperfectoenlachimenea.Noera tanelegantecomolade lacasade laviuda,perosí igualdebienhecha.Laargamasanosehabíaresquebrajadoylosladrillosrespondieroncon solidez a su martilleo. ¿Qué le pasaba entonces? Encontró leña en elcobertizodelapartetraserayencendióelfuego.Elconductoaspirabalallamaconfuerza.Lahabitaciónsecaldeó.Nolepasabanada.

A las ocho en punto estaba otra vez en casa de la viuda. La encontró

enfundada en una bata azul, fresca y con una sonrisa en los labios. ¡SeñorBandini!Nosequedeahí fuera,conel fríoquehace.Pasey tomeuna tazadecafé.LasexcusasseledetuvieronaBandinienlaboca.Sefrotólanievedeloszapatoshúmedosysiguióa la flotantebataazulhasta lacocina.Tomóelcaféapoyado en el fregadero, tras derramarlo en el platito y soplarle para que seenfriase.Nomirabaalamujerpordebajodeloshombros.Noseatrevía.Maríano se lo creería nunca. Nervioso y sin poder hablar, se comportaba como unhombre.

LedijoquenohabíavistoningúndesperfectoenlachimeneadelacasadeWindsor Street. Le satisfizo su propia sinceridad, sobre todo después delexagerado despliegue de actividad del día anterior. La viuda pareciósorprenderse. Estaba segura de que algo le pasaba a la chimenea deWindsorStreet. Le pidió que aguardase mientras ella se vestía. Le llevaría aWindsorStreetylediríadóndeestabaelfallo.Enaquellosinstantes,lamujerlemirabaconfijezalospieshúmedos.

—SeñorBandini,ustedgastauncuarentaycuatro,¿verdad?La cara del hombre se cubrió de rubor y escupió en el café. Lamujer se

disculpóenel acto.Eraunapésimacostumbreque tenía, aquellaobsesiónporpreguntar a todo elmundo qué número calzaba. Era una especie de juego desuposicionesalquejugabaellasola.¿Seríacapazdeperdonarla,señorBandini?

El episodio impresionó mucho a Bandini. Para disimular la vergüenza sesentó inmediatamente a la mesa, los zapatos mojados ocultos por el mueble,fuerade suvista.Pero laviuda seguía sonriendoe insistió. ¿Habíadadoenelclavo?¿Calzabauncuarentaycuatro?

—Puessí,señoraHildegarde.Mientrasesperabaaque lamujersevistiera,SvevoBandinipensóquepor

fincomenzabaatenersuerte.Apartirdeentonces,queseandaranconcuidadoHelmer el banquero y sus restantes acreedores. Bandini también tenía amigospoderosos.

Pues¿quéteníaélqueocultardeaqueldía?Nada:estabaorgullosodeaqueldía.Juntoa laviuda,enelcochedeésta,cruzólapoblaciónporelcentro,porPearl Street, la viuda al volante y enfundada en un abrigo de piel de foca. SiMaríayloscríoslehubieranvistocharlandoamistosamenteconella,sehabríanenorgullecidodeél.Habríanalzadoconsoberbialabarbillaydicho:¡porallívapapá!PeroMaríalehabíaarañadolacara.

¿Quéocurrió en la casa vacía deWindsorStreet? ¿Llevó a la viuda a una

habitaciónvacíaylavioló?¿Labesó?Veentoncesaesacasa,María.Hablaconlashabitacionesfrías.Quitalastelarañasdelosrinconesypregúntales;preguntaa los suelos desnudos, pregunta a los cristales empañados de las ventanas;pregúntalessiSvevoBandinihizoalgomalo.

Laviudasedetuvoantelachimenea.—Yave—dijoelhombre—.Elfuegoqueencendítiraaún.Nolepasanada.

Funcionaalaperfección.Ellanolasteníatodasconsigo.Todoaquelhollín,dijo.Quedabafeoenunachimenea.Queríaquepareciese

limpia y nueva; tenía un inquilino en perspectiva y todo tenía que estar a laperfección.

Peroéleraunhombredehonorquenoqueríaestafaraaquellamujer.—Todaslaschimeneasseponennegras,señoraHildegarde.Esporelhumo.

Todasseponenasí.Esinevitable.No,aellanoleconvencía.Éllehablódelácidomuriático.Unasolucióndeácidoclorhídricoyagua.Se

pasabaconuncepillo:quitaríaelhollín.Bastaconunpardehorasdetrabajo…¿Doshoras?Noerasuficiente.No,señorBandini.Ellaqueríaquetodoslos

ladrillos refractarios se quitaran y se pusiesen otros nuevos. Bandini cabeceóanteelcapricho.

—Setardarádíaymedio,señoraHildegarde.Lecostaráveinticincodólares,materialincluido.

Searrebujóconelabrigo,estremeciéndoseacausadelfríodelahabitación.—No se preocupe por los costes, señor Bandini—dijo ella—. Tiene que

hacerse.Quierolomejorparamisinquilinos.¿Quépodíaresponderél?¿EsperabaMaríaquerechazarael trabajo,quese

negaseahacerlo?Secomportócomounhombresensatoquesealegradeteneruna oportunidad de ganar más dinero. La viuda le llevó en coche hasta elalmacén.

—Hacemuchofríoenesacasa—dijoella—.Deberíatenerustedalgoparacalentarse.

Respondió Bandini con un revoltillo de frases confusas con el que quisopuntualizarquesihayfaenahaycalor,quecuandounhombretienelibertaddemovimientos, basta con ello, porque la sangre se le calienta entonces. Pero loquetambiénlecalentabaydesconcertabamientrasibaconellaenelcocheeraaquellapreocupaciónquesentíaporél,aquellaperfumadapresenciasuyaquele

acosaba mientras él no podía por menos de aspirar de manera incansable lafraganciaenvolventedesupielysusprendas.Lasenguantadasmanosfemeninasgiraronelvolanteparadetenersejuntoalbordillo,delantedelAlmacénGage.

ElviejoGageestabajuntoalaventanacuandosalióBandinidelvehículoyse despidió de la viuda con una reverencia. Ella le asaeteó con una sonrisaperennequelehizotemblarlasrodillas,aunquesepavoneabacomoungallodepeleacuandoentróeneldespacho,diounportazoconchulería, sacóunpuro,encendió una cerilla rascándola en elmostrador, aspiró a conciencia y exhalóunabocanadadehumoenlacaradelviejoGage,queparpadeóydesviólosojosuna vez que la implacable mirada de Bandini le hubo perforado el cráneo.Bandinigruñíadesatisfacción.¿DebíaalgúndineroalAlmacénGage?PuesqueelviejoGageestuvieraaltantodeloshechos.Querecordaraqueconsuspropiosojos había visto a Bandini entre personas poderosas. Encargó cien ladrillosrefractarios,unsacodecementoyunmetrodearena,yquetodoseentregaraenladireccióndeWindsorStreet.

—Yaprisa—dijo por encima del hombro—.Lo necesito dentro demediahora.

Volviópavoneándosea lacasadeWindsorStreet, labarbilla apuntandoalcielo, el humo fuerte y azul del Toscanelli revoloteándole por encima delhombro.MaríateníaquehabervistolacaradeperroapaleadoqueponíaelviejoGage,laprestezaservicialconquetomónotadelencargodeBandini.

Elmaterialseestabadescargandocuandollegóalacasavacía,elcamióndelAlmacén Gage había reculado hasta el bordillo. Tras quitarse el abrigo, pusomanosalaobra.Sejuróqueaquélibaaserunodelostrabajosmáselegantesdealbañileríamenorde todoelestadodeColorado.Cincuentaañosdespués,cienañosdespués,doscientos, lacampanadeaquellachimeneaseguiríaensusitio.PorquecuandoSvevoBandinihacíaalgo,lohacíabien.

Canturreómientrastrabajaba,unacanciónprimaveral:VolveraSorrento.Enlacasavacíasuspirabaeleco,lashabitacionesheladassellenabanconeltimbrede su voz, el golpeteo del martillo, el tintineo de la paleta. Día de fiesta: eltiempo pasó volando. La estancia se caldeó con el calor de su energía, loscristalesde lasventanas llorarondealegríaal fundirse laescarchayalcanzóaverselacalle.

Un camión se acercaba a la casa. Bandini hizo un alto para observar alconductordechaquetónverdequecogíaunobjetobrillanteylollevabahacialacasa.UncamiónrojodelaFerreteríaWatson.Bandinidejólallanaenelsuelo.

No había hecho ningún pedido a la Ferretería Watson. No: jamás encargaríanada a los empleados deWatson. En cierta ocasión habían conseguido que leembargasenlapagaporculpadeunafacturaquenopodíaabonar.DetestabalaFerreteríaWatson,unodesuspeoresenemigos.

—¿SellamaustedBandini?—¿Leimporta?—Amíno.Firmeaquí.UnaestufadepetróleodepartedelaseñoraHildegardeparaSvevoBandini.

Firmó el papel y semarchó el conductor. Bandini se quedó junto a la estufacomo si se tratara de la viuda en persona. Silbó de admiración. Aquello erademasiadoparacualquierhombre;demasiado.

—Todaunamujer—dijo,cabeceando—.Unagranmujer.De pronto se le humedecieron los ojos. La llana se le cayó de lamano al

arrodillarse para inspeccionar la estufa cromada y brillante. Es usted lamujermásexquisitadelpueblo,señoraHildegarde,ycuandoacabecon lachimenea,estaráorgullosísimadeella.

Reanudóeltrabajounavezmás,sonriendoalaestufadetardeentardeporencimadelhombroyhablándolecomosilehicieracompañía.

—Ah,hola,señoraHildegarde.¿Aúnestáaquí?Mirandocomotrabajo,¿eh?Se ha dado cuenta de lo que vale SvevoBandini, ¿verdad? Porque tiene anteustedalmejoralbañildetodoColorado,señora.

Eltrabajofuemásrápidodeloquepensaba.Noloabandonóhastaquefueyademasiadooscuroparavernada.Aesodelasdocedeldíasiguienteestaríaterminado.Recogiólasherramientas, lavólallanaysedispusoasalir.Sóloenaquelmomento,bañadoporlaluzsuciadelasfarolasdelacalle,sediocuentadequenohabíaencendidolaestufa.Lasmanosledolíandefrío.Pusolaestufaenelhogardelachimenea,laencendióyajustólallamaalmínimo.Allíestaríabien:arderíatodalanocheyevitaríaquelaargamasablandasecongelase.

Nofueacasaconsumujerysushijos.SequedóconRoccoaquellanochetambién. Con Rocco, María; no con una mujer, sino con Rocco Saccone, unhombre.Ydurmiócomounbendito; sin soñarquecaíaenpozosnegrosy sinfondooqueleperseguíanserpientesdeojosglaucos.

YapodíapreguntarleMaríaporquénohabíaidoacasa,porqueeraasuntosuyo.Diorospo!¿Esqueteníaquedarexplicacionesportodo?

Alascuatrodela tardesiguienteestabaantelaviudaconlafacturadesusservicios.LahabíaescritoenpapeltimbradodelaPensiónMontañasRocosas.

Suortografíanoeramuybuenay losabía.Asíquesehabía limitadoaponer:PorelTrabajo,40,00dólares.Yhabíafirmado.Lamitaddeestacifraeraporlosmateriales.Susbeneficiosnetosascendíanaveintedólares.Laviudanisiquieramirólafactura.Sequitólasgafasdeleer,lehizopasaryledijoquesesintieracomo en su casa. Él le dio las gracias por la estufa. Estaba contento deencontrarseensucasa.Yanoteníatancongeladascomoanteslasarticulaciones.Sus pies se habían acostumbrado al suelo resplandeciente. Aún no se habíasentado en el mullido diván, pero ya se sentía en él. La viuda desestimó laimportanciadelaestufaconunasonrisa.

—Esacasaeraunanevera,Svevo.Svevo.Lehabíallamadoporelnombredepila.Seleescapóunacarcajada.

Nohabíatenidointencióndereírse,perolaexcitacióndequelabocafemeninapronunciarasunombre lehabíapuestomuynervioso.Elfuegode lachimeneadespedíauncaloragradable.Habíaacercadoloszapatoshúmedos.Unoloragriobrotaba de ellos. La viuda estaba a sus espaldas, haciendo no sé qué; no seatrevióamirar.Volvíaasentiragarrotada lagarganta.Aqueldichoso témpanodelaboca:erasulengua;ynopensabamoverse.Aquellatidoenlassienesqueleproducíalasensacióndequeleardíaelpelo:erasucerebromartilleante;ynopensaba transmitirle ninguna palabra. La guapa viuda de los doscientos mildólaresenelbancolehabíallamadoporsunombredepila.Lostroncosdepinodel hogar chisporroteaban con alborozo silbante. Se quedómirando las llamasconunasonrisainmóvilenloslabiosmientrastrababayflexionabalasmanos,yloshuesoslecrujíanconalegría.Nosemovió,agarrotadoporlapreocupaciónyel placer, torturadopor la pérdida de la voz.Al final se las arregló para deciralgo.

—Unbuenfuego—dijo—.Muybueno.Nohuborespuesta.Miróporencimadelhombro.Ellanoestabaallí,perola

oyóavanzarporelpasillo,sevolvióyclavólosojosbrillantesdeexcitaciónenlas llamas.Llegó lamujerconunabandejaconunabotellayunpardevasos.Dejó aquélla en la repisa de la chimenea y escanció el licor. Bandini vio elrelampagueode losdiamantesen losdedos femeninos.Leobservó lascaderasfirmes,elperfil,lacurvadelfeminísimotrasero,lagraciagordezueladelbrazoalservirelvinodelabotellagorgoteante.

—Tenga,Svevo.Nolemolestaráquelellameasí,¿verdad?Cogió el hombre el vaso de licor parduzco y se lo quedó mirando,

preguntándosequé sería aquellabebidaque tenía el colorde suspropiosojos,

aquellabebidaque lasmujeres acaudaladas se echabanal coleto.Recordóqueella le había dicho algo acerca de su nombre. La sangre le corría a todavelocidad,bombeándolelostórridosyenrojecidoslímitesdelacara.

—No,nomeimporta,señoraHildegarde.Llámemecomoleplazca.Lehizoreíraquelloysesintiócontentodehaberdichoporfinalgogracioso

al estilo norteamericano, aunque de un modo totalmente fortuito. El vino eramálaga, elvinoespañoldulce, fuertey confortante.Lo saboreóconcuidadoyactoseguidose loechóa lagargantacon imperturbableenergíadecampesino.Serelamióysepasóporloslabioslospoderososmúsculosdelantebrazo.

—PorlaVirgenqueestáestupendo.Lamujer le sirvió otro vaso.Él puso las objeciones de rigor, con los ojos

saltándoseledeplacermientraselvinocaíaentrerisasenelvasoquealargaba.—Tengounasorpresaparausted,Svevo.Fue al escritorio y volvió con un paquete envuelto en papel navideño. Su

sonrisa se trocó enmueca de dolor cuando rompió los cordones rojos con losdedosenjoyadosymientraselhombremirabaconexcitaciónsofocante.Abrióelpaquete y el papel de dentro se arrugó como si por él correteasen animalespequeños. Era un par de zapatos. Se los alargó al hombre, un zapato en cadamano,ycontemplóeljugueteodelasllamasenlosenfurecidosojosdelhombre.Svevonopudo soportarlo.Laboca se le curvóenunamuecade escepticismoatormentadoporelhechodequeellasupiesequelehacíanfaltaunoszapatos.Sequejó entre gruñidos, se removió en el diván, se pasó por el pelo los dedosnudosos,jadeóporentreunasonrisaforzadaylosojosledesaparecierontrasunanubedelágrimas.Denuevoalzóelantebrazo,selopasóporlacarayseenjugólahumedaddelosojos.Tanteóenelbolsillo,sacóuncrujientepañuelorojodelunaresysesonólanarizconunarápidasucesióndebufidos.

—No sea tonto, Svevo —le dijo ella con una sonrisa—. Pensé que legustaría.

—No—dijoél—.No,señoraHildegarde.Miszapatosmeloscomproyo.Sellevólamanoalcorazón.—Ustedmedatrabajo—añadió—,peromiscosasmelascomproyo.Sacudió ella la mano, como si se tratase de un sentimiento absurdo.

Contemporizaron con el vaso de vino. Apuró el suyo Bandini, se levantó, lollenóotravezyvolvióavaciarlo.Lamujerseleacercóylepusolamanoenelbrazo.Vioél en sucara la sonrisadecomprensiónydenuevo lebrotóde losojos un torrente de lágrimas que le inundó las mejillas. Le irritaba la

autocompasión. ¡Que tuviera que verse en situación tan embarazosa!Volvió asentarse, las manos aferradas a la barbilla, los ojos cerrados. ¡Que aquello leocurrieraaSvevoBandini!

Noobstante,ysindejardellorar,seinclinóparadesatarseloszapatosviejosy esponjosos. Se descalzó el derecho con estampido de ventosa, dejando a lavistauncalcetíngrisconagujerosenlosdedos,elpulgarrojizoydesnudo.Loagitó sin saberporqué.Laviuda seechóa reír.Ladiversión femenina fue sucuración. Le desapareció la angustia. Se entregó con entusiasmo a la tarea dequitarseelotrozapato.Laviudatomóunsorbodevinoysequedómirándolo.

Loszapatoserandepieldecanguro,ledijoella,eranmuycaros.Bandiniselospusoysintióelaliviodesufrescadulzura.¡Diosdelcielo,vayazapatos!Selos ató y se puso en pie. Ni que hubiera andado descalzo por una alfombramullida; así de blandos eran aquellos objetos cariñosos que tenía en los pies.Anduvoporlahabitaciónparaprobarlos.

—Perfectos—dijo—.¡Ymuybuenos,señoraHildegarde!Yahora¿qué?Lamujerlediolaespaldaytomóasiento.Bandinifuehastala

chimenea.—Se los pagaré, señora Hildegarde. Reste de la factura lo que le hayan

costado.Fueunatorpeza.Enlacaradelamujersehabíapintadounaexpectacióny

unadesilusiónqueélnoalcanzóadesentrañar.—Losmejoreszapatosquehe tenidoen todamivida—dijo, sentándosey

estirando las piernas para contemplarlos.Lamujer se trasladó al otro extremodeldiván.Convozcansadapidióalhombreque le sirvieraotrovasodevino.Obedecióelhombreyellalocogiósindarlelasgracias,sindecirnadamientrassorbíaelvino,suspirandoconcrispaciónapenasperceptible.Bandini intuyósuincomodidad.Talvezsehabíaquedadoen lacasademasiadorato.Sepusoenpie. Percibió por encima el sofocante silencio de la mujer. Tenía los dientesapretados, la boca se le había convertido en una raya delgada. Tal vez seencontrabamalydeseabaestarsola.CogióBandini loszapatosviejosyse lospusobajoelbrazo.

—Mevoy,señoraHildegarde.Lamujermirabalasllamasconfijeza.—Gracias, señora Hildegarde. Si alguna vez tiene otro trabajo que

encargarme…—Naturalmente, Svevo.—Lamujer alzó los ojos y sonrió—.Es usted un

trabajadormagnífico,Svevo.Estoymuysatisfecha.—Muchasgracias,señoraHildegarde.¿Y la paga por el trabajo realizado? Cruzó la habitación y titubeó ante la

puerta.Ellanosehabíavueltoparaverlemarchar.Aferróelpomoconlamanoylogiró.

—Adiós,señoraHildegarde.Lamujer se incorporó de un salto.Unmomento.Había una cosa que ella

queríapreguntarle.Elmontóndepiedrasdelpatiotrasero,sehabíanquedadoallíalconstruirlacasa.¿Querríaecharlesunvistazoantesdeirse?Podríadecirlequéhacer con ellas. Bandini fue tras las caderas rellenas por el pasillo y hasta lagaleríatrasera,desdecuyaventanamirólaspiedras,lasdostoneladasdepiedrascubiertasdenieve.Meditóun instanteehizosugerencias:podíahacermuchascosasconaquellaspiedras:construirunaacera,levantarunmurodepocaalturaen torno del jardín, hacer un reloj de sol y bancos de jardín, una fuente, unincinerador.Lacarafemeninaestabapálidayasustadacuandoélseapartódelaventanaylerozólabarbillaconelbrazo.Lamujersehabíainclinadosobreelhombrodeél,aunquesintocarle.Bandinisedisculpó.Ellasonrió.

—Hablaremosdeellootrodía—dijo—.Enprimavera.Ynosemovió,obstaculizándoleelaccesoalpasillo.—Quieroquetodaslasfaenasquenecesitemelashagausted,Svevo.Recorrió al hombre con los ojos hasta detener la mirada en los zapatos

nuevos.Volvióasonreír.—¿Cómolequedan?—Sonlosmejoresquehetenido.Aún había otra cosa. ¿Le importaba esperar un momento, mientras ella

pensaba? Había otra cosa… otra cosa… otra cosa, chascando los dedos ymordiéndoseel labioenactitudreflexiva.Volvieronporelestrechopasillo.Lamujersedetuvoantelaprimerapuerta.Tanteóelpomoconlamano.Habíapocaluzenelpasillo.Lamujerabriólapuerta.

—Micuarto—dijo.Bandiniadvirtiólavenaquelatíaenelcuellodelamujer.Lacaradeéstase

habíavueltogrisáceaylosojoslebrillaronacausadelainmediatavergüenza.Conlamanoadornadadealhajasseocultólaagitacióndelcuello.Bandiniviolahabitación por encima del hombro femenino, la cama blanca, el tocador, lacómoda. Entró ella en el dormitorio, encendió la luz y describió unacircunferenciaenelcentrodelaalfombra.

—Esagradable,¿noleparece?Bandinilamirabaaella,noeldormitorio.Lamirabaysusojosibandeellaa

la cama y de la cama a ella. La cabeza se le caldeó, deseó disfrutar de laquintaesenciadelaescena:lamujer,eldormitorio.Laviudasedirigióallechoyloslabiosseleagitaronigualqueunnidodeserpientescuandosedejócaerenlacamaysequedóenella,haciendoconlamanounademánvacuo.

—Seestámuybienaquí.Un gesto fortuito, gratuito como el vino. La fragancia del lugar aceleró el

ritmo cardíaco del hombre. Los ojos de la mujer ardían y los labios se leentreabrieron con una expresión angustiada que le hizo enseñar los dientes.Bandininoestabasegurodesí.Seletorciólavistamientraslamiraba.No:eraimposiblequefueraaquéllasuintención.Aquellamujerteníademasiadodinero.Suriquezaobstaculizabalafantasía.Erancosasquenopasaban.

La mujer estaba tendida de cara a él, con la cabeza apoyada en el brazoestirado.Lavaga sonrisa teníaque resultardolorosa,porqueparecíaesbozarseconinquietudymiedo.Lagargantadelhombrereaccionóconbruscaafluenciade sangre; tragó salivaydesvió lamirada,hacia lapuertaquedabaalpasillo.Mejor olvidar lo que había pensado. Aquella mujer no se interesaba por unhombrepobre.

—Creoqueserámejorquemevaya,señoraHildegarde.—Tonto—dijoella,sonriendo.Sonrió Bandini con confusión, fruto del estado caótico de su circulación

sanguíneaysucerebro.Elairenocturnolodespejaríatodo.Sediolavueltaysedirigióporelpasillohacialapuertadelacalle.

—¡Idiota!—oyódeciralamujer—.Sopatán.Mannaggia!Ytampocoestavezlehabíapagado.Loslabiosselecurvaron

en sonrisa despectiva. Que llamara idiota a Svevo Bandini cuantas vecesquisiera. La mujer se levantó de la cama para correr a su encuentro con losbrazosabiertosparaabrazarle.Unsegundodespuésforcejeabaporapartarse.Sedeshacía en muecas de alegría frenética cuando retrocedió el hombre con lasmanosasidasalosjironesdelablusadelamujer.

LehabíadesgarradolablusaigualqueMaríalehabíadesgarradoaéllacara.Al recordarlodespués, lanochepasadaeneldormitoriode laviudaadquiriríaparaélunvalorinmenso.Ningúnotroservivoalentabaenlamansión,sóloélyla mujer que se le oponía, que chillaba de dolor y éxtasis, que llorabasuplicándole piedad, el llanto una ficción, una demanda de misericordia. El

campesinopobrelanzóunacarcajadadetriunfo.¡Laviuda!Ellaysusternezas,muelles y adineradas, ella, víctima y esclava de su propia provocación,sollozandoconel jubilosoabandonode laderrota, cada jadeounavictoriadelhombre. Hubiera podido matarla si hubiera querido, reducir sus gritos a unsusurro,peroselevantóyfuealasala,dondeelhogarllameabaconperezaenlavelozoscuridaddel invierno,dejándolaen lacamaconsus lágrimasehipidos.Tambiénellaseacercóalachimeneaycayóderodillasanteelhombre,conlacara húmeda de lágrimas, yBandini le sonrió y volvió a dejarse llevar por ladeliciosa tortura que la viuda proponía. Y cuando la dejó sollozando desatisfacción,bajóélporlacarreteraembargadodeunaalegríaintensa,resultantedecreerseelamodelmundo.

Ya estaba. ¿Contárselo a María? Era un asunto que sólo concernía a supropiaalma.Adecirverdad,habíahechounfavoraMaría,ellaysusrosariosyoraciones, susmandamientos e indulgencias. Si ella le hubiera preguntado, lehabríamentido. Pero no había preguntado nada.Al igual que un felino, habíadadounsaltoantelasconclusionesescritasensucaraseñalada.Noadulterarás.Bah.Laculpahabíasidodelaviuda.Élhabíasidounavíctimadesusmanejos.

Ellasíquehabíaadulterado.Unavíctimavoluntaria.DurantelasemanadeNavidadestuvotodoslosdíasensucasa.Unasveces

silbaba al llamar con la aldaba de cabeza de zorro. Otras guardaba silencio.Siempreseabría lapuertaalcabodeunos instantesysusojos tropezabanconunasonrisadebienvenida.Nosepodíalibrardelaturbaciónqueleatenazaba.Aquellacasaerasiempreunlugarajenoaél,emocionanteeinalcanzable.Ellalerecibíaconvestidosazules,convestidosrojos,amarillosyverdes.Lecomprabapuros,marchaChancellor,envueltosenpapelderegalo.Ylosdejabaenlarepisadelachimenea,dondeélpudieseverlos;élsabíaqueeranparaél,perosiempreesperabaaqueellaleinvitaseacogeruno.

Citasextrañas.Sinbesosniabrazos.Cuandoélentraba,ellaleestrechabalamanoconcordialidad.Estabamuycontentadeverle…¿Noleapetecíasentarseunrato?Él ledabalasgraciasyrecorría lasala,caminode lachimenea.Unaspalabrasapropósitodeltiempo;uninterrogatorioconcisoydiscretoapropósitodelasaluddelhombre.Silencioalenfrascarseellaotravezenellibroqueleía.

Cincominutos,diez.Ningúnruido,salvoel frufrúde laspáginas.Lamujer levantaba losojosy

sonreía.Élsequedabasiempreconloscodosenlasrodillas,elgruesopescuezoembotado,conlosojosfijosenlasllamas,pensandoensuscosas:ensucasa,sushijos, la mujer que tenía al lado, su riqueza, su pasado. La mujer volvía alevantar la vista. ¿Por qué no encendía un puro? Eran suyos: podía servirsecuandoquisiera.Gracias,señoraHildegarde.Yloencendía,aspirabadelahojaperfumada,contemplabaelhumoblancoquelebrotabadelaboca,pensandoensuscosas.

Eradewhiskylagarrafadelamesita,yjuntoaellahabíavasosytónica.¿Leapetecíatomaruntrago?Élesperabaentonces,losminutospasaban,laspáginaspasaban,hastaquelamujervolvíaamirarleconunasonrisaqueeraunamuestrade cortesía para darle constancia de que se acordaba de que el hombre estabaallí.

—¿Noquieretomarnada,Svevo?Excusas,elremoverseenelasientodelhombre,ladecapitacióndelaceniza

delpuro,elestiróndelcuello.No,gracias,señoraHildegarde:élnoeraloquesedice un bebedor. De vez en cuando, sí. Pero hoy no. Ella le escuchaba consonrisaservicial,observándoleporencimadelasgafasdeleer,sinescucharleenrealidad.

—Sileapetece,nolodude.Pero al cabo se sirvió un vaso pequeño hasta arriba, que vació con gesto

profesional.Elestómagolorecibiócomosifueraéter,secándoloycreándolelanecesidad de seguir ingiriéndolo.El hielo se había roto. Se sirvió otro y otro;whisky caro de una botella de Escocia, cuarenta centavos la ración en losBillares Imperial. Pero siempre había un pequeño preámbulo de inquietud, unsilbidoenlastinieblas,antesdeservirse;algúncarraspeo,obiensefrotabaéllasmanosy se levantabapara que ella supiera que iba a tomar otro trago, o bientarareabaunamelodíasinformanitítulo.Después,todoerasencillo,ellicorleliberabayselozampabasinningúnempacho.Elwhiskyeraparaél,comolospuros.Cuandose iba, lagarrafaestabavacía,ycuandovolvía,estabaotravezllena.

Siempreeralomismo,laesperadelassombrasdelanoche,laviudaleyendoyélfumandoybebiendo.Nopodíadurar.Nochebuenayseacabaríatodo.Habíaalgoenlaocasiónylatemporada—laNavidadinminente,elañoquemoría—queleindicabaquenoibaadurarmásqueunosdías,yparaélqueellatambiénestabaaltanto.

Sebajabalacolinayenlaotrapuntadelpuebloestabasufamilia,sumujery

sushijos.LaNavidaderaparaestarconlamujery loshijos.Cuandosefuera,seríaparanovolver.Yloharíaconlosbolsillosllenosdedinero.Mientrastanto,legustabaestarallí.Legustabaelbuenwhisky,lospurosaromáticos.Legustabaaquellasalacómoday lamujer ricaque lahabitaba.Noestabaellamuy lejos,leyendoel libro,yalcabodemuypocosedirigiríaaldormitorioyél iría trasella. Jadearía y sollozaría y él se iría al anochecer, el triunfo espoleándole laspiernas.Lo quemás le gustaba era elmomento demarcharse.Aquel brote deentusiasmo, aquel oscuro patrioterismoque le cuchicheaba que no había en latierra quien pudiese compararse a los italianos, aquella refocilación en susorígenes campesinos. La viuda tenía dinero, eso era indudable. Pero ella sequedabamordiendoelpolvoyporCristocrucificadoqueBandinieramejorqueella.

Habríaidoacasatodasaquellasnochesdehabertenidolasensacióndequesehabíaacabadotodo.Peronohabíatiempoparapensarenlafamilia.Unosdíasmásylaspreocupacionescomenzaríanotravez.Puesapasaraquellosdíasenunmundodiferentedelsuyo.Nolosabíanadie,salvosuamigoRoccoSaccone.

Rocco estaba contento por él, le prestaba camisas y corbatas, dejaba a sudisposicióntodosuampliosurtidodetrajes.Acostadoenlaoscuridadantesdeconciliar el sueño, esperaba a que Bandini le contase las anécdotas del día.Cuandohablabandeotrosasuntoslohacíaneninglés,perodelaviudasiempreenitaliano,entresusurrosíntimos.

—Quiere casarse conmigo—ledecíaBandini—.Sepusode rodillas ymesuplicóquemedivorciaradeMaría.

—¡Nomedigas!—respondíaRocco.—Ynosóloeso,mehaprometidoademáscienmildólares.—¿Yquéledijiste?—Meloestoypensando—mentía.Roccoabriólaboca,seagitóenlaoscuridad.—¡Pensando!Sangue dellamadonna! ¿Has perdido el juicio? ¡Acéptalos!

¡Quédate con cincuentamil! ¡Condiezmil!Acepta lo que sea… ¡no importa,hazlogratis!

No, le decía Bandini, aquella propuesta era inviable. Cien billetes lesolucionaríancasitodoslosproblemas,peroRoccoparecíaolvidarquehabíaallíuna cuestión de honor y Bandini no tenía ningunas ganas de deshonrar a sumujeryasushijosporelvilmetal.Roccogruñía,setirabadelpelo,murmurabamaldiciones.

—¡Burro!—exclamaba—.Ah,Dio,¡québurroeres!Bandiniestabaasombrado.¿QueríadecirleRoccoqueélvenderíaenseriosu

honorpordinero,porcienmildólares?Rocco,exasperado,diounmanotazoalinterruptordelaluzquehabíasobrelacama.Yseincorporó,conlafazlívida,losojos saltones, con lasmanazas rojas aferradas al cuellode su ropa interiorinvernal.

—¿Quieres saber si yo vendería mi honor por cien mil dólares? —lepreguntó—. ¡Mira, mira!—Con lo que imprimió un tirón al brazo y la ropainterior se le abrió y desgarró, y los botones saltaron y se esparcieron por elsuelo.Empezóadarsepuñetazosenelpechodesnudo,alaalturadelcorazón—.Nosólovenderíamihonor—exclamóavozencuello—.¡Mevenderíaentero,encuerpoyalma,aunquesólofuesepormilquinientosdólares!

FueaquellalanocheenqueRoccolepidióaBandiniquelepresentasealaviudaHildegarde.Bandinicabeceódubitativo.

—No la comprenderías, Rocco. Es una mujer muy culta, con títulouniversitario.

—¡Venga,venga!—dijoRoccoconindignación—.¿Quiéncoñotecreesqueerestú?

BandinilecontóquelaviudaHildegardeleíaunlibrotrasotro,mientrasqueRocconisiquierasabíaleeryescribireninglés.Másaún,hablabaelinglésmuymal.Loúnicoqueharíasuintromisiónseríaperjudicaralosdemásitalianos.

Roccoesbozóunasonrisaburlona.—¿Yqué?—dijo—.Hayotrascosas,apartede leeryescribir.—Cruzó la

habitaciónhastallegaranteelropero,queabriódeuntirón—.¡Leeryescribir!—dijoentonodespectivo—.¿Quéhassacadotúconello?¿Tienestantostrajescomo yo, acaso? ¿Y tantas corbatas? Tengo más ropa que el rector de laUniversidaddeColorado;yamedirásparaquélesirveaélsaberleeryescribir.

LedivertíaqueRoccorazonaradeaquellamanera,peroenelfondopensabaque tenía razón. Albañiles y rectores universitarios, todos eran iguales. Todoradicabaeneldóndeyelporqué.

—Lehablaréa laviudade ti—leprometió—.Peroaellano le interesa laropadeloshombres.Diocane,esqueesprecisamentelocontrario.

Roccoasintióconsabiduría.—Entoncesnotengoporquépreocuparme.Susúltimashorasconlaviudafueronigualquelasprimeras.Holayadiós,y

lomismodesiempre.Eranextrañosentresí,loúnicoquesalvabaelabismode

susdiferenciaseralapasiónynohubopasiónaquellatarde.—MiamigoRoccoSaccone—ledijoBandini—tambiénesunbuenalbañil.Bajóellael libroylemiróporencimadelbordedelasgafasdelecturade

monturadeoro.—Estupendo—murmuró.Elhombrejugueteóconelvasodewhisky.—Esunhombrebueno,entodoslossentidos.—Estupendo—repitió ella.Siguió leyendodurante cincominutos.Tal vez

nodeberíahaberledichoélaquello.Lapalpableinsinuaciónquehabíahabidoensuspalabrasleasustó.

Cavilóapropósitodelembrolloenquesehabíametido,sudandoacausadelesfuerzo, y con una sonrisa absurda inmovilizada entre las angustiosasconvulsiones del rostro.Más silencio. Bandinimiró por la ventana. La nochecomenzabaacaer,extendiendoalfombrassombríassobrelanieve.Seacercabalahorademarcharse.

Eratristeydecepcionante.Sientreélyaquellamujerhubieraalgomásquerelaciones animalescas…Si por lomenos pudiese correr el velo que le poníadelanteelhechodequeella fuese rica…Entonceshablaríaconellacomoconcualquiermujer.Eraellaquienlevolvíaunimbécil.JesuChristi!Élnoeraunidiota. Sabía hablar. Tenía una cabeza que pensaba y que tenía que resolverproblemasmayoresquelosdeella.Loslibrosyaeranotracuestión.Ensuvidaapaleadayllenadepreocupacionesnohabíahabidotiempoparaloslibros.Pero,apesardesusmuchoslibros,sabíaleerenelidiomadelavidamejorqueella.Ypodíahablardeunsinfíndecosas.

Mientraslamirabaporúltimavez,segúnsuscálculos,sediocuentadequenoteníamiedodeaquellamujer.Dequenuncalehabíatenidomiedo,dequeeraellaquienletemíaaél.Laverdadleirritó,elespírituselerebelóalpensarenlaprostituciónaquehabíasometidosucarne.Ellanolevantabalavistadellibro.Ellanoveía la soberbiaobsesivaque se le dibujaba enun ladodel rostro.Desúbitosesintiócontentodequetodofueraaacabarse.Selevantósinprisasysedirigióalaventana.

—Yaoscurece—dijo—.Muyprontomeiréparanovolvermás.Ellibrodescendióalinstante.—¿Decíaustedalgo,Svevo?—Quemuyprontomeiréparanovolvermás.—Bueno,hasidodelicioso,¿noleparece?

—Ustednoentiendenada—dijoél—.Nada.—¿Quéquieredecir?Élno losabía.Creíasaberlo,perose leescapaba.Abrió labocaparadecir

algo,extendiólasmanosabiertas.—Unamujercomousted…Nosupodecirmás.Siseguíahablando,lesaldríademaneratorpeybrusca,y

estropearía lo que en realidad quería decir. Se encogió de hombros conresignación.

Déjalocorrer,Bandini;olvídalo.La mujer se alegró de ver que el hombre volvía a sentarse, le sonrió

satisfecha y volvió al libro. Él la miró con resentimiento. Aquella mujer nopertenecía a la especie humana. Eramuy fría, un parásito de su vitalidad. Leofendíansusbuenosmodales:todoeraunapatraña.Ladesprecióaconcienciayconplacer,maldijosubuenacrianza.Ahoraqueyasehabíaacabadotodoyé1ibaamarcharse,podíaellahacerunesfuerzoydejarellibroparahablarconél.Esposiblequenotuviesennadaimportantequedecirse,peroélqueríaintentarlo,mientrasqueellano.

—Quenomeolvidedepagarle—dijolamujer.Ciendólares.Loscontóelhombreyselosguardóenelbolsillotrasero.—¿Essuficiente?—preguntóella.Elhombresonrió.—Si no me hiciese falta este dinero, ni con un millón de dólares me

conformaría.—Oseaquequieremás.¿Doscientos?Mejor no discutir.Mejor irse y que se acabara para siempre, sin rencores.

Metiólasmanosenlasmangasdelchaquetónymasticólapuntadelpuro.—Vendráavisitarme,¿verdad?—Claroquesí,señoraHildegarde.Peroestabaconvencidodequenovolveríanuncamás.—Adiós,señorBandini.—Adiós,señoraHildegarde.—FelicesPascuas.—Igualmente,señoraHildegarde.

Adiósyholaotravezenmenosdeunahora.

La viuda abrió la puerta al oír su llamada y vio el pañuelo moteadocubriéndole todo salvo los ojos inyectados en sangre. Contuvo el aliento conhorror.

—¡Diossanto!Sequitóelhombreapatadas lanievede lospiesy se frotó lapecheradel

chaquetón con la mano. La mujer no veía el placer amargo que había en lasonrisaqueocultabaelpañuelonioíalasamordazadasmaldicionesenitaliano.AlguienteníalaculpadeaquelloydichoalguiennoeraSvevoBandini.Susojoslaacusaronnadamásentrar, lanievedesuszapatossederretíayformabaunamanchaenlaalfombra.

Lamujerretrocedióhastalalibrería,observándole,sinpoderhablar.Elcalordelachimeneamordisqueólacaradelhombre.Conungruñidodefuriacorrióhacia el cuarto de baño. Ella fue tras él y se quedó junto a la puerta abiertamientras el hombre se echaba agua fría con lasmanos. Al oír sus jadeos, unsentimiento de lástima comenzó a dibujársele en el rostro.Bandini semiró alespejo,viosuimagencontorsionadayllenadearañazos,sintióascodesímismoycabeceódederechaaizquierda,confuriososmovimientosdenegación.

—¡Ay,pobreSvevo!¿Quéeraaquello?¿Quéhabíapasado?—¿Quécreeusted?—¿Suesposa?Sepusoungüentoenlasheridas.—¡Peroesoesimposible!—Bah.Lamujerseenvaró,alzólabarbillaconsoberbia.—Ledigoqueesimposible.¿Quiénpuedehabérselodicho?—¿Ycómoquierequeyolosepa?Encontróunbotiquínenelarmarioysepusoahacer tiraspequeñasconla

gasayelesparadrapo.Elesparadrapoeraresistente.Sedeshizoenuntorbellinodemaldiciones al comprobar la obstinación de la cinta y la rompió contra larodillacontalviolenciaqueretrocediótambaleándosehacialabañera.Ensondetriunfo, sepusoante losojos la tiradeesparadrapoy ledirigióunasonrisadedesprecio.

—¡Conmigonovalenlaschulerías!—dijoalesparadrapo.Lamujerhizoademándeayudarle.—No—gruñóél—.NingúnesparadrapopuedederrotaraSvevoBandini.

La mujer se alejó. Al volver, Bandini se estaba poniendo la gasa y elesparadrapo.Cuatrotiraslargasenambasmejillasqueleibandelabarbillaalosojos.Alverla,sesobresaltó.Sehabíavestidoparasalir:abrigodepiel,bufandaazul, sombrero y chanclos. La serena elegancia de su encanto, la adineradasencillez del pequeño sombrero ladeado con garbo, la vistosa bufanda de lanaque brotaba del exuberante cuello del abrigo, los chanclos grises de bonitashebillasy los largosguantesgrisesdeconducir,dabanuna imagencabalde loque era: unamujer rica que afirmaba su diferencia de unmodo sutil.Bandiniestabaimpresionado.

—Lapuertadelfinaldelpasillocorrespondeauncuartodehuéspedes—dijoella—.Puedequedarse.Volveréaesodemedianoche.

—¿Vaaalgúnsitio?—EsNochebuena.—Lodijocomosi,dehaber sidootra fecha, sehubiera

quedadoencasa.Se fue, el ruido del coche que bajaba en puntomuerto por la carretera de

montaña. Un impulso extraño se apoderó de él. Estaba solo en la casa,totalmente solo. Fue al dormitorio de la mujer y se puso a revolver suspertenencias.Abrió cajones, inspeccionó cartas antiguas y papeles.Levantó eltapóndetodoslosfrascosdeperfumequehabíaeneltocador,losolióylospusoexactamentedondeestabanantes.Eraundeseoquehacíatiempoexperimentaba,yqueahoraqueestabasoloeraincapazdedominar,undeseodetocar,deoler,deacariciare inspeccionaraplacer todocuantopertenecíaa laviuda.Acariciósuropainterior,apretóconambasmanossusfríasalhajas.Abriólos incitantescajoncitos del escritorio, observó las estilográficas y los lápices, los frascos ycajitasqueallíhabía.Husmeóenlosestantes,revolvióbaúles,sacóunaprendatras otra, todas las chucherías, todas las joyas, todos los recuerdos, y losinspeccionóconparticularcuidado,losevaluóylosdejóenelsitiodedondeloshabíacogido.¿Eraunladrónenbuscadebotín?¿Queríadescubrirelsecretodelpasadodeaquellamujer?No,decididamenteno.Teníaantesíunmundonuevoyqueríaconocerlototalmente.Nadamás.

Eranlasoncepasadascuandosehundióenlamullidacamadelahabitacióndeloshuéspedes.Heahíunacamacomonohabíanconocidojamássushuesos.Seleantojóquesehundíaakilómetrosdeprofundidadhastaalcanzareldulcefondo.Sintióenelcuelloelpesocálidoysuavedelosedredonesderaso.Lanzóun suspiro que pareció un sollozo. Por fin habría paz aquella noche. Hablóconsigomismo,concalma,ensuidiomanatal.

—Todosaldrábien; al cabodeunosdías, todo sehabráolvidado.Ellamenecesita.Mishijosmenecesitan.Selepasaráenunoscuantosdías.

Oyóalolejoselrepicardelascampanas,lallamadaalaMisadelGalloquesecelebrabaen la iglesiadelSagradoCorazón.Se incorporóapoyándoseenelcodo y escuchó. Lamadrugada del día de Navidad. Vio a sumujer enmisa,arrodillada,asustreshijosdesfilandoenprocesióndevotahastaelaltarmayor,mientras el coro cantaba Adeste fideles. Su mujer, su conmovedora María.Aquella noche llevaría el sombrero viejo y estropeado, tan antiguo como sumatrimonio,yrehechotodoslosañosparaacomodarsealmáximoalosnuevosestilos. Sabía él que aquella noche—ni eso, en aquel mismo instante— ellaestaríapostradasobresusrodillasdeshechasyrezandoconlabiostrémulosporélyporsushijos.¡Oh,estrelladeBelén!¡Oh,natividaddelNiñoJesús!

Vioporlaventanaloserrabundoscoposdenieve,SvevoBandinienlacamade otramujermientras sumujer rezaba por su alma inmortal. Permaneció deespaldas,tragándoselaslágrimascomopuñosquelecorríanporlacaravendada.Al día siguiente volvería a casa. Tenía que hacerlo. Pediría perdón y paz derodillas.Derodillas,cuandoloshijossehubieranmarchadoysumujerestuviesesola.Noloharíanuncaenpresenciade loschicos.Sereiríany loestropearíantodo.

A lamañana siguiente, unamirada al espejo echó por tierra la resolución.Ante sí tenía la imagen nauseabunda de su faz destrozada, ahora amoratada ehinchada, con borlas negras bajo los ojos.Nopodría ver a nadie con aquellascicatricesdelatoras.Suspropioshijossehorrorizarían.Gruñendoymaldiciendo,sedejócaerenunsillónysetiródelpelo.JesuChristi!Noseatrevíaniasaliralacalle.Nadie,alverle,dejaríadeleerelidiomadelaviolenciagrabadoafuegoen sus facciones. Por más mentiras que contase—que había resbalado en elhielo,quesehabíapeleadoconunhombreduranteunapartidadecartas—,nocabríalamenordudadequelaresponsabledelasheridasdesucarahabíasidounamanodemujer.

Sevistió,pasódepuntillasante lapuertacerradade laviudayentróen lacocina,dondetomópanconmantequillaycafésoloparadesayunar.Volvióasuhabitacióndespuésdelavarlosplatos.Sevioreflejadoenelespejodelacómodaporel rabillodelojo.El reflejo leenfureció tantoqueapretó lospuñosy tuvoque contenerseparano romper el espejo.Sedejó caer en la camagimiendoymaldiciendo, cabeceando con furia al darse cuenta de que transcurriría unasemanahastaqueselecerrasenlasheridas,selebajaralahinchazónytuviesela

caralistaparaafrontarlamiradadelasociedadhumana.Día deNavidad nublado.Había cesado de nevar. Se quedó escuchando el

goteo de los témpanos que se derretían.A eso de las doce oyó los golpecitoscautosdelosnudillosdelaviudaenlapuerta.Sabíaqueeraella,ysinembargosaltódelacamacomouncriminalperseguidoporlapolicía.

—¿Estáustedahí?—preguntólamujer.Elhombrenoseatrevíaaenfrentarseconella.—¡Unmomento!—dijo.Abrióconrapidezelprimercajóndelacómoda,sacóunatoallademanosy

se rodeó la cara con ella, cubriéndoselo todomenos los ojos.Abrió la puertaentonces.Sileasustósuaspecto,nolomanifestó.Llevabaelpelorecogidoporuna redecilla muy fina, el cuerpo gordezuelo enfundado en una bata rosa devolantes.

—FelizNavidad—ledijosonriendo.—La cara —dijo él, excusándose, y señalándosela—. La toalla me la

mantienecaliente.Asísepondrámejormásaprisa.—¿Hadormidobien?—Eslamejorcamaqueheprobadoenmivida.Unacamaestupenda,muy

blanda.Entró ella en la habitación y tomó asiento en el borde del lecho, dando

pequeñosbotesparaprobarlo.—Vaya—dijo—.Esmásblandaquelamía.—Sí,esunacamamuybuena,excelente.Lamujer titubeóy a continuación se puso enpie.Lemiró fijamente a los

ojos.—Usted sabequeen esta casa esbien recibido—ledijo—.Esperoque se

quede.¿Quédebíadecirél?Permanecióensilencio,buscandounarespuesta,hasta

quedioconlamásindicada.—Lepagarélacamaylacomida—dijo—.Lepagaréloqueustedpida.—¡Vayaocurrencia!—exclamólamujer—.¡Niseatrevaasugerirtalcosa!

Esustedmiinvitado.Estonoesunapensión,esmicasa.—Esustedunamujerbuena,señoraHildegarde.Unamujerextraordinaria.—¡Tonterías!Detodosmodos,élteníaintencióndepagarle.Dosotresdías,hastaquela

caraselepusiesebien…Dosdólarespordía…Lootro,nuncamás.

Quedabaalgo,noobstante:—Tendremosquetenermuchocuidado—dijolamujer—.Yasabeustedque

alagentelegustamurmurar.—Sí,losé,losé—dijoBandini.Quedabaotracosaaún.Metióella losdedosenelbolsillode labata.Sacó

unallaveconunacadenitadeabalorios.—Eslallavedelapuertatrasera—dijo.Ladepositóen lapalmamasculinayelhombre laobservó,haciendocomo

queeraunobjetodelomásextraordinario,aunquenoeramásqueunallavequealcabodelratoseguardóenelbolsillo.

Máspegas:Esperabaqueaélnoleimportase,peroeraNavidadeibaarecibirvisitaspor

latarde.Regalosnavideñosycosasasí.—Creoquelomejorsería…—Claro—dijoél,interrumpiéndola—.Locomprendo.—Nohayprisa.Dentrodeunahoramásomenos.Semarchó entonces. Bandini se apartó la toalla de la cara, se sentó en el

lechoysefrotólanucaconcrispación.Volvióafijarseenlaimagenespantosaque le devolvía el espejo.DioChristo! Si parecía estar peor que antes. ¿Quéharíaahora?

De pronto se vio desde otra perspectiva. Le sublevó la estupidez de lasituación.¿Quéclasedeasnoeraél,quesedejabatirardelcabestroporqueibaair gente a la casa? Él no era ningún delincuente; era un hombre, un hombrehonradoademás.Teníaunoficio.Estabaafiliadoalsindicato.Eraunciudadanonorteamericano.Eraunpadredefamilia,conhijos.Sucasanoestabamuylejos;esposiblequenofuerasuya,peroerasucasa,eltechoquelecobijaba.¿Quélehabíasucedidoparaquetuvieraqueescabullirseyescondersecomounasesino?Habíaobradomal—certamente—,pero¿habíaalgúnhombreenlatierraquenohubieraobradomal?

Sucara,¡bah!Seplantóanteelespejoysonrióconmuecadedesdén.Sequitólasvendas

una trasotra.Habíacosasmás importantesque sucara.Además,enunosdíasvolveríaaestarcomounreloj.Noeraningúncobarde;eraSvevoBandini;porencimadetodo,unhombre,unhombrebragado.Ycomounhombre,sepondríadelantedeMaríaylepediríaperdón.Nosuplicaría.Norogaría.Perdóname, lediría.Perdóname.Meheportadomal.Novolveráaocurrir.

La determinación le produjo un escalofrío satisfactorio que le recorrió porentero. Cogió el chaquetón, se caló el sombrero hasta los ojos y saliótranquilamentedelacasasindecirunapalabraalaviuda.

¡Navidad! Abrió el pecho al día, tragando profundas bocanadas de aire.¡MenudaNavidad iba a ser!Era fabuloso tener valor suficiente para poner enpráctica las propias convicciones. ¡La gloria de ser un hombre bragado y dehonor!Alllegaralaprimeracalledelpueblo,vioaunamujerconsombrerorojoque se le acercaba.Había llegado la hora de poner a prueba la cara.Echó loshombrosatrás,alzólabarbilla.Comprobóconalegríaquelamujernisiquieralemirabatrasecharleunrápidovistazo.SilbóAdestefideleselrestodelcamino.

¡Aquíestoy,María!Nosehabíaquitadolanievedelsenderode laentrada.Oseaqueloscríos

habíanestadohaciendoelvagoensuausencia.Bueno,aquelloseibaaterminarinmediatamente.Apartirdeaquelmomento,lascosasibanasermuydistintas.Nosóloél, la familiaentera ibaaemprenderunavidanuevaapartirdeaqueldía.

Era extraño, pero la puerta principal estaba cerrada con llave y se habíancorrido lascortinas.Bueno,noera tanextraño: recordóqueeldíadeNavidadcelebrabancincomisasenlaiglesia,laúltimaamediodía.Loschicosestaríanenlaiglesia.María,sinembargo,siempreibaalaMisadelGallodeNochebuena.Teníaqueestarencasa,pues.Llamóenvanoalapuerta.Rodeólacasa,fuealapuerta trasera y comprobó que también estaba cerrada con llave.Miró por laventanadelacocina.Unacolumnadehumoquesurgíadelatetera,queestabasobrelaestufa,leinformóinequívocamentequehabíaalguienenlacasa.Volvióallamar,estavezconambospuños.Nohuborespuesta.

—Quélechespasará—murmuró,ysiguiórodeandolacasahastallegaralaventanadesudormitorio.Aunquesehabíaechadolapersiana,laventanaestabaabierta.Tabaleóenellaconlasuñasylallamóporsunombre.

—María.Vamos,María.—¿Quiénes?—Lavozparecíasoñolientaycansada.—Soyyo,María.Abre.—¿Quéquieres?Oyóque se levantabade la cama,y el ruidodeuna silla, como si hubiese

tropezadoenlaoscuridad.Seabrióunboqueteenelladodelapersianayviolacara femenina, abotargada de sueño, los ojos vacilantes y en retroceso ante lanieveblancaycegadora.Bandiniseatragantó,emitióunarisabrevedealegríay

miedo.—María.—Largo—dijoella—.Noquieroverte.—PeroMaría.¡Escucha!Lavozfemeninasonótensaycrispada.—Noquieroestarcercadeti.Vete.Nosoportotupresencia.Bandinipusolasmanosenlacelosíayempujóéstaconlacabeza,enactitud

desúplica.—María, por favor. Tengo que decirte una cosa. Abre la puerta, María,

déjamehablar.—¡Diosmío!—exclamólamujer—.¡Vete,vete!¡Teodio,teodio!Algoseestrellóconruidoenlacelosía,apartólacabezademodoinstintivo,

el desgarrónde la telametálica tan cerca de su oreja que creyóque le habíanalcanzado.OyódentrolossollozosehipidosdeMaría.Seechóatrásyobservólapersianaylacelosíarota.Hundidashastaelmangoenésta,habíaunastijeraslargas.Sudabaportodoslosporosalvolveralacalleyelcorazónlelatíacomouna maza. Al meter la mano en el bolsillo para sacar el pañuelo, sus dedosrozaronalgofríoymetálico.Eralallavequelehabíadadolaviuda.

Deacuerdo.Sea,pues.

9

Terminaron las vacaciones navideñas y el 6 de enero se volvió a abrir laescuela.Habíansidounasvacacionesdesastrosas,llenasdepeleasytristeza.Doshoras antes de que sonara el primer timbrazo, August y Federico estabansentados en las escaleras de la entrada de Santa Catalina, en espera de queabrieseelbedel.Noestababienpregonarloaloscuatrovientos,peroestarenelcolegioeramuchomejorqueestarencasa.

NopensabaArturolomismo.Cualquier cosa antes que afrontar otra vez a Rosa. Salió de casaminutos

antesdequecomenzaranlasclases,andandodespacioydeseosodellegartardeparaquenohubieraningunaoportunidaddeencontrárselaenelvestíbulo.Llegóquinceminutosdespuésde sonar el timbrey subió las escaleras casi a rastras,como si se le hubieran roto las dos piernas. Su actitud semetamorfoseó en elinstanteenquetocóelpomodelapuertadelaula.Despiertoyalerta,jadeandocomosiacabasedecorrerde lo lindo,giróelpomo,se introdujoenel interiorcomounaflechaycorriódepuntillashaciaelasiento.

LahermanaMaryCeliaestabaalapizarra,enelextremoopuestoalpupitredeRosa.Arturosealegró,porqueaquelloleevitabaunencuentrocasualconlosdulcesojosdeRosa.LahermanaCeliaexplicabacómoseaveriguabaeláreadeuntriángulorectángulo,y,nosinviolencia,rompiendolatizamientrasdibujabaconfuriafigurasgrandeseimponentesenlapizarra,repartíalaatenciónvisualentre la pizarra y Arturo, con el ojo de vidrio más destellante que nunca.Recordóelmuchachoel rumorquecorríaentre loscompañerosapropósitodeaquelojo:que,porlanoche,cuandolamonjadormíayelojodescansabaenlacómoda,elojoseponíamásbrillantesihabíaladronescerca.Lamonjaacabódedibujarenlapizarraysesacudiólasmanosparalimpiárselasdetiza.

—Bandini —dijo—. Has empezado el año nuevo con una asombrosafidelidadatusantiguascostumbres.Justificatuproceder,porfavor.

Arturosepusoenpie.—Estoseponedivertido—murmuróalguien.—Fui a la iglesia a rezar el rosario —dijo Arturo—. Quería pedir a la

SantísimaVirgenquemeconcedieraunañobueno.Unargumentoasíerasiempreincontestable.—Chorradas—murmuróalguien.—Quierocreerte—dijolahermanaCelia—.Aunquemecuesta.Siéntate.Serecostósobreelpupitre,tapándoseelladoizquierdodelacaraconlasdos

manos.Losanálisisgeométricoscontinuaronconmonotonía.Abrióel librodetextosindejardetaparselacaraconlasmanos.Peroteníaqueverla.Abriólosdedosymiróporelresquicio.Entoncessepusorecto.

El pupitre deRosa estaba vacío.Arturomiró a su alrededor. La joven noestabaenelaula.Rosanoestabaenlaescuela.Durantediezminutosseesforzóporserenarseysentirsecontento.EntoncesvioalarubiaGertieWilliamsalotroladodelpasillo.GertieyRosaeranamigas.

—Psssssst,Gertie.Lachicavolviólacabeza.—Oye,Gertie,¿dóndeestáRosa?—Nohavenido.—Yalosé,imbécil.¿Dóndeestá?—Nolosé.Ensucasa,supongo.OdiabaaGertie.Siemprelehabíacaídogorda,igualqueaquellamandíbula

suya, puntiaguda y pálida, que no hacía más que moverse de tanto masticarchicle.SiempresacabanotableenlosexámenesporqueRosalaayudaba.Gertieera tan transparente que se le podía ver la nuca a través de los ojos pálidos ycomprobarasíqueentreambosextremosnohabíanada,nadaenabsolutosalvoganasdeestarconchicos,aunquenoconchicoscomoél,porqueéleradelosdeuñassucias,porqueGertie teníaunairedistantequehacíaqueéladvirtiesesudesdén.

—¿Lahasvistoúltimamente?—Últimamenteno.—¿Cuándolavisteporúltimavez?—Haceyabastante.—¿Cuándo,sogilipollas?—EldíadeAñoNuevo—dijoGertieconsonrisadedesprecio.—¿Semarcha?¿Cambiadecolegio?

—Creoqueno.—¿Cómopuedessertanceporra?—¿Esquenotegusta?—¿Túquécrees?—Entonces nome dirijas la palabra, Arturo Bandini, porque yo no tengo

ningunasganasdehablarcontigo.Mierda.Yase lehabíaestropeadoeldía.Durante todosaquellosañosély

Rosahabíanestadoenlamismaclase.Llevabadosenamoradodeella;díatrasdía,durantesieteañosymedio,Rosahabíaestadoenelmismorecintoqueélyahoraestabavacíosupupitre.Loúnicoqueleimportabaenelmundo,casitantocomoelbéisbol,yhabíadesaparecido,sóloaireenrarecidoalrededordel lugarqueantañoadornabasucabelleranegra.SóloaireyunpequeñoPupitrerojoconunafinacapadepolvoencima.

La voz de la hermanaMary Celia se volvió áspera y odiosa. La clase degeometría engarzó con la de lengua. Sacó el Anuario Spalding de Béisbol yanalizólamediadegolpesypelotasrecogidasporWallyAmes,tercerbasedelosMundhensdeToledo,delaFederaciónNorteamericana.

Agnes Hobson, aquella enana chiflada, pelotillera y falsa que tenía lossaltonesincisivosenvueltosenhilodecobre,leíaenvozaltaLadamadellagodeWalterScott.

Jo,vayapeñazo.Paracombatirelaburrimiento,calculó lamediadeWallyAmesa lo largode todasuactividadprofesionaly lacomparócon ladeNickCullop, incontenible quebrantabarreras de los Crackers de Atlanta, de laFederaciónMeridional.LamediadeCullop,despuésdeunahoradeabstrusasoperacionesmatemáticasque llenaroncincocuartillas, estabacincopuntosporencimadeladeWallyAmes.

Suspiródeplacer.Habíaenaquelnombre—NickCullop—algoquelehacíapensar en trompazos y batacazos y que le gustabamás que el prosaicoWallyAmes. Acabó por detestar a Ames y por especular sobre Cullop, sobre suaspecto,sobresustemasdeconversación,sobreloqueharíasiArturolepidieseun autógrafo por carta. El día terminaba. Le dolía el culo y los ojos se lehumedecían a causa del sueño. Bostezaba y sonreía con desprecio y sinexcepción, ante todo lo que explicaba la hermana Celia. Pasó la tardelamentandoconamarguralascosasquenohabíahecho,lastentacionesaquesehabía resistido durante las vacaciones que ya habían pasado y acabado parasiempre.

Díasintensos,díastristes.Fuepuntualalamañanasiguiente,ycalculólavelocidadparaqueelinstante

deponerelpieenelumbralcoincidieseconeldeltimbrazo.SubiócorriendolasescalerasysepusoamirarhaciaelpupitredeRosaantesdeverlotraseltabiquedelguardarropa.Elpupitreestabavacío.LahermanaMaryCeliapasabalista.

Payne.Presente.Penigle.Presente.Pinelli.Silencio.VioquelamonjaponíaunaXenlalista.Laguardóenelcajóndelescritorio

yllamóalordenalaclasepararezarlasoracionesmatutinas.Laordalíahabíaempezadootravez.

—Sacadellibrodegeometría.Andayquetezurzan,dijoArturoparasí.Psssssst,Gertie.—¿HasvistoaRosa?—No.—¿Estáenelpueblo?—Nolosé.—Esamigatuya.¿Porquénoloaveriguas?—Puedequesí.Ypuedequeno.—Buenachica.—¿Tegustamejorasí?—Loquemegustaríaeshacertetragarelchicledeunpuñetazo.—¡Atrévete,chulo,másquechulo!Amediodíasedejócaerporelcampodebéisbol.NonevabadesdeNavidad.

El solpegabacon fuerza,manchabaelcielodeamarillo iracundo,vengándoseasí de unmundomontañoso que en su ausencia se había quedado dormido ycongelado. Bloques de nieve se desplomaban de los álamos desnudos querodeaban el campo y daban en tierra, donde aún sobrevivían lo que la bocaamarilladelcielo tardabaenenviarlosa la regióndelolvidoa lengüetadas.Latierra rezumaba vapor, un vaho neblinoso quemanaba de la tierra y se perdíaentreesguincesyrequiebros.Haciaeloeste,lasnubestormentosasseretirabancon ruidoso galope, renunciando al asalto de las montañas, cuyos picospoderosose inocentesestiraban lospuntiagudos labioshaciaelsolenseñaldeagradecimiento.

Undíacálido,perodemasiadohúmedoparajugarabéisbol.Hundiólospiesenelbarronegroysilbantequerodeabalazonadelpitcher.Mañana,talvez.Opasado.Pero¿dóndeestabaRosa?Seapoyóenunodelosálamos.AquéleraelterritoriodeRosa.AquéleraelárboldeRosa.Porquelohasmirado,porquetalvez lo hayas tocado. Y aquéllas son las montañas de Rosa, que acaso estémirandoenestosinstantes.

Pasóantesucasa,por laaceradeenfrente,al salirdelcolegio.WigginselRumiante, que repartía elDenverPost, se acercaba con la bicicleta, arrojandovespertinoshaciatodoslossoportalesconindiferenciaabsoluta.Arturolesilbóysepusoasualtura.

—¿ConocesaRosaPinelli?ElRumianteescupióunchorrodesalivaatabacadasobrelanieve.—¿Terefieresalachorbaitalianaquevivetrescasasmásabajo?Puesclaro

quelaconozco,¿porqué?—¿Lahasvistoúltimamente?—No.—¿Cuándolavisteporúltimavez,Rumiante?ElRumianteseinclinósobreelmanillar,selimpióelsudordelacara,volvió

a escupir un chorro de saliva atabacada y se entregó a una concienzudacomprobaciónmental.Arturoaguardóconpaciencia,deseosodeoírunabuenanoticia.

—Laúltimavezquelavifuehacetresaños—dijoporfinelRumiante—.¿Porqué?

—Pornada—dijoArturo—.Olvídalo.¡Haciatresaños!Yelmuycapullolohabíadichocomositalcosa.

Díasintensos,díastristes.En casa reinaba el caos. Al volver de la escuela, encontraron las puertas

abiertasylacasaamerceddelatardecerfrío.Lasestufasestabanapagadasyconel brasero rebosante de ceniza. ¿Dónde estámamá?Y se pusieron a buscarla.Nuncasealejabamucho,aveceshastaelantiguoestablodepiedradelpastizal,dondesesentabaenunacajaoseapoyabaenlapared,loslabiosenmovimientocontinuo. Una vez la estuvieron buscando hasta bien entrada la noche,recorrierontodoelvecindario,miraronenestablosycobertizos,yrastrearonsushuellas por la orilla del torrente que, de la noche a la mañana, se había

metamorfoseado enun fierabrásparduzcoyblasfemoquedevoraba la tierra ylos árboles rugiendo con espíritu de desafío. Se sentaron en la orilla ycontemplaron la revuelta corriente. No hablaban. Se separaron y buscaron enambossentidosdel río.Unahoradespuésvolvieronacasa.Arturoencendióelfuego.AugustyFedericoseapelotonaronalrededor.

—Volveráenseguida.—Claro.—Puedequeestéenlaiglesia.—Puede.Laoyeronbajosuspies.Allílaencontraron,enlabodega,arrodilladaantela

barricadevinoquepapáhabíaprometidonoabrirhastaquetuvieradiezaños.No prestó atención a las súplicas de los hijos.Miró con indiferencia los ojoslloriqueantes de August. Los tres eran conscientes del escaso interés quedespertaban.Arturolacogiódelbrazocondulzuraparaponerlaenpie.Eldorsodelamanodelamadrelecruzólacaraenelacto.Idiota.Seechóareír,unpocoinvoluntariamente,ysefrotólamejillaenrojecidaconlamano.

—Dejadlasola—dijoa losdemás—.Quiereestar sola.OrdenóaFedericoque le llevaseunamanta.Elmuchacho lacogióde lacamaybajóconella, laextendióy lapusosobre loshombrosdesumadre.Éstaseenderezó, lamantaresbaló y le cubrió las piernas y los pies. Ya no podía hacerse nada más.Subieronyesperaron.

Aparecióalcabodeunbuenrato.Estabansentadosalamesadelacocina,jugandoconloslibros,procurandoseraplicados,procurandoserbuenoschicos.Vieronelamoratamientodeloslabiosdelamadre.Oyeronsuvozopaca.

—¿Habéiscenado?Claroquehabíancenado.Unacenadeórdago,además.Lahabíanpreparado

ellosmismos.—¿Quéhabéiscomido?Tuvieronmiedoderesponder.HastaqueArturodijo:—Panymantequilla.—No hay mantequilla—dijo la madre—. Hace tres semanas que no hay

mantequillaenestacasa.Federicoseechóalloraraloíraquello.

Dormíaporlamañanacuandolosmuchachossefueronalaescuela.Augustquisosubirparadarleunbesodedespedida.YlomismoFederico.Lequisierondecir algo a propósito de la comida de los tres, pero dormía, dormía aquellaextrañaacostadaquelestratabaconindiferencia.

—Másvaledejarlasola.Suspiraronysefueron.Alaescuela.AugustyFedericojuntos,yArturoun

instantedespués,trasreducirelfuegoyecharunúltimovistazoalacasa.¿Ysiladespertaba?No,quedurmiera.Llenóunvasoconaguayselodejójuntoalacama.Alaescuelaya,ysealejódepuntillas.

Psssssst.Gertie.—¿Quéquieres?—¿HasvistoaRosa?—No.—¿Quélepasa?—Nolosé.—¿Estáenferma?—Imaginoqueno.—Túeresincapazdeimaginar.Eresidiotaperdida.—Puesnomedirijaslapalabra.Amediodíavolvióalcampodebéisbol.Elsol seguía irritado.El terraplén

querodeabaelrombosehabíasecadoycasitodalanievesehabíaderretido.Enun oscuro rincón pegado a la valla del campo derecho el viento habíaamontonado la nieve y bordado encima un encaje de porquería. Pero por lodemás estaba bastante seco, y hacía un tiempo ideal para entrenarse. Pasó elrestodeldescansodelmediodíaconsultandoconlosmiembrosdelequipo.¿Quéosparecesientrenamosestanoche?Elterrenoestáperfecto.Leescucharonconcara de extrañeza, hasta Rodríguez, el catcher, el único de todo el colegio aquienelbéisbolleentusiasmabatantocomoaél.Espera,ledijeron.Esperaalaprimavera, Bandini. Discutió con ellos por aquella cuestión. Ganó la disputa.Peroalacabarlasclases,traspermanecersentadoysoloduranteunahoraalpiedelosálamosqueflanqueabanelcampo,supoquelosdemásnoacudiríanysefueacasadespacio,pasandoantelacasadeRosa,porelmismoladodelacalle,pegadoalbordedelcéspeddelaentrada.Lahierbaestabatanverdeyhermosaquesentíasusaboren laboca.Unamujersalióde lacasadeal lado,cogióelperiódico, repasó los titulares y se le quedómirando con suspicacia.No hagonada:esquepasabaporaquí.Sepusoasilbarunhimnoysiguióandandoporla

calle.Díasintensos,díastristes.Sumadrehabíalavadoropaaqueldía.Llegóalacasaporelcallejónylavio

tendidaenlascuerdas.Habíaoscurecidoysehabíadesatadounfríorepentino.La ropa pendía helada y rígida. Fue tocando las prendas rígidas mientrasavanzabaporelsendero,pasándoleslamanoporencimahastaquellegóalfinalde las cuerdas.Extrañomomentopara lavar ropa,porquedesde siemprehabíasidoelluneseldíadelacolada.Yaqueldíaeramiércoles,juevestalvez;perolunes,seguroqueno.Unacoladaextraña,porotraparte.Sedetuvoenelsoportaltraseroparameditarapropósitodeaquellaextrañeza.Comprendióentoncesdequé se trataba: todas las prendas tendidas, rígidas y limpias, pertenecían a supadre.Nohabíaningunasuyanidesushermanos,nisiquieraunoscalcetines.

Polloparacenar.Sedetuvoenlapuertayfueretrocediendoamedidaqueelaromadelpolloasadoleatacabalasnarices.Pollo,pero¿dedóndehabíasalido?ElúnicoanimalquequedabaenelgallineroeraTony, elgallogigantesco.Sumadre nomataría nunca a Tony.Quería al Tony aquel por su cresta airosa ygrande y sus plumas hermosas y coquetas. Le había puesto ajorcas rojas deplástico sobre los espolones de las patas y semoría de risa al ver la vanidosaarrogancia de sus movimientos. Pero era Tony; en el escurridor vio las dosajorcaspartidasporlamitad,semejantesadosuñasrojas.

Lotrocearonenunabrirycerrardeojos,aunquelacarneestabadura.Maríanoloprobó.Loúnicoquehizofuemojarpanenlacapaamarillentadeaceitedeoliva quehabía en su plato.Recuerdos deTony; ¡había sidoungallo colosal!Reflexionaron sobre su largo reinado en el corral: evocaron su época. Maríamojabaelpanenaceitedeolivaymirabaalvacío.

—Pasancosasquenopuedenmencionarse—dijodesúbito—.PorquesisetienefeenDios,hayquerezar,peroyonovoyporahípregonándolo.

Selesdetuvieronlasmandíbulasyselaquedaronmirando.Silencio.—¿Quédices,mamá?—Nohedichonada.FedericoyAugust semiraronyesbozaronuna sonrisa forzada.Lacarade

August se puso blanca como la tiza, se levantó y abandonó lamesa. Federicocogióuntrozodepechugayfuetrasél.Arturoescondiólasmanosbajolamesayselasestrujóhastaqueeldolorlecontuvoeldeseodellorar.

—¡Cómoestabaelpollo!—exclamó—.Deberíasprobarlo,mamá.Aunque

sólofueraunbocado.—Ocurra lo que ocurra, la fe es necesaria —dijo la madre—. No poseo

vestidos elegantesynovoy al baile con él, pero tengo fey ellosno lo saben.PeroDios sí lo sabe, y laVirgenMaría, y suceda lo que suceda, lo saben.Avecesmequedoaquítodoeldía,ylosaben,almargendeloqueocurra,porqueDiosmurióenlacruz.

—Puesclaroquelosaben—dijoArturo.Selevantó,laabrazóylediounbeso.Leechóunvistazoalpecho:blancos

senoscolgantes,ypensóenniñospequeños,enlainfanciadeFederico.—Pues claro que lo saben—repitió. Pero sentía una vaga inquietud y no

podíasoportarlo—.Claroquelosaben,mamá.Echóatrás loshombrosysalióde lacocina, rumboal roperodesucuarto.

Descolgólabolsadelaropasuciadelganchoquehabíadetrásdelapuertayseenvolviólacaraconella.Entoncesdioriendasueltaasusemocionesy lloróychillóhastaqueledolieronlascostillas.Cuandoacabó,secoylimpiopordentro,libre de dolor, excepción hecha del escozor de los ojos, supo, al entrar en laclaridaddelasalita,queteníaqueencontrarasupadre.

—Vigiladla—dijoa sushermanos.Lamadrehabíavueltoaacostarsey lapodíanverporlapuertaabierta,lacaravueltahaciaunlado.

—¿Quéhacemos,siseleocurrehacercualquiercosa?—preguntóAugust.—Noharánada.Estaosquietosysedamables.El claro de luna. Luz suficiente para jugar al béisbol. Tomó el atajo del

puente.Debajode él, debajodel puente, ungrupodepersonas se apelotonabaalrededor de un fuego rojo y amarillo. A medianoche cogerían el velozmercancías que iba a Denver, a cincuenta kilómetros de distancia. Se puso ainspeccionarlacaradelosreunidosporsiveíaladesupadre.PeroBandininoestaríaallí;elsitioidealparaencontrarasupadreeralosBillaresImperialolahabitacióndeRoccoSaccone.Supadreestabasindicado.Noestaríadebajodelpuente.

NienelsalóndejugaralascartasdelImperial.Jimelcamarero.—SefuehaceunpardehorasconeseMacarroniquetrabajadepicapedrero.—¿SerefiereustedaRoccoSaccone?—Elmismo,eseitalianodepintaasí,muychula.Encontró aRocco en su habitación, sentado ante elmueble de la radio, al

ladodelaventana,comiendonuecesyoyendomúsicadejazz.Asuspieshabía

unperiódicodesplegadopara recoger lacáscarade lasnueces.Sequedóen lapuerta,laoscuridaddulcedelosojosdeRoccoledioaentenderquenoerabienrecibido.Perosupadrenoestabaenelcuarto,nirastrodeél.

—¿Dóndeestámipadre,Rocco?—¿Porquétengoquesaberlo?Estupadre,noelmío.PeroArturoposeíauninstintoinfantilparalaverdad.—Creíquevivíaaquícontigo.—Tupadrevivesolo.Sediocuentadequeeramentira.—¿Dónde?Roccoagitólasmanos.—Nosé.Yanonosvemos.Otramentira.—Jimelcamarerodicequehasestadoconélestanoche.Roccosepusoenpiedeunsaltoyagitóelpuño.—EseJim,¡esementirosocabrón!Siempremetelanarizdondenolellaman.

Tupadreesunhombre.Sabeloquesehace.Entoncescayóenlacuenta.—Rocco—ledijo—.¿ConocesaunamujerquesellamaEffieHildegarde?Roccopareciódesconcertado.—¿Effie Hildegarde?—Escrutó el techo—. ¿Quién es esa tía? ¿Para qué

quieressaberlo?—Paranada.Ahoraestaba seguro.Roccocorrió trasélporelpasilloy legritódesde lo

altodelaescalera:—¡Niño,niño!¿Adóndevas?—Amicasa.—Bienhecho—dijoRocco—.Losniñostienenquequedarseencasa.

Estabaentierraprohibida.AmitaddecaminodelacasadeEffieHildegardesupo que no se atrevería a mirar a su padre a la cara. Allí no tenía ningúnderecho.Supresenciaeraunaintrusión,unatrevimiento.¿Cómoibaadecirleasu padre que volviese a casa? ¿Y si su padre le replicaba: vete a la mierda?Porque sabía que era exactamente lo que le diría su padre. Lomejor era darmedia vuelta y volver a casa, porque se estaba adentrando en una esfera de

experienciasdesconocidasparaél.Allíarribaestabasupadreconunamujer.Enello radicaba la diferencia. Recordó algo entonces: cierta vez, siendo él máspequeño,fueabuscarasupadrealosbillares.Elpadreselevantódelamesayfuetrasélhastaelexterior.Allímeatenazóelcuelloconlosdedos,sinapretarperoconganasdeapretar,ymedijo:novuelvasahacerlo.

Teníamiedo a su padre, tenía unmiedo pavoroso a su padre.No le habíadadomásquetrespalizasensuvida.Sólotres,peromuyviolentas,aterradoras,delasquenoseolvidan.

No,gracias:nuncamás.Sedetuvoalsocairedelapinadadensaquellegabahastaelcaminocurvode

laentrada,apartirdelcualseextendíaunasuperficiedecéspedqueterminabaante la casa de piedra. Había luz tras las persianas venecianas de las dosventanas delanteras, pero las persianas cumplían su cometido. La vista de lacasa,muypálidaalaluzdelalunayalresplandordelasmontañasblancasquedescollaban hacia occidente, la vista de aquel lugar tan hermoso hizo que sesintiera muy orgulloso de su padre. Sobraban las palabras: era sencillamentegenial.Supadreerauntiraoyunmierdaytodolodemás,peroahoraestabaenaquella casa, lo cual demostraba algo sin lugar a dudas. No serás tan tiraocuando eres capaz de agenciarte algo así.Eres un tío de pelo en pecho, papá.Eresfenomenal.Mamá,yasabes,peroerescojonudo.Losdoslosomos,túyyo.PorquealgúndíaloharéyotambiényellasellamaRosaPinelli.

Anduvo de puntillas por el camino de grava hasta una franja de céspedempapado que discurría hacia el garaje y el jardín trasero. El revoltillo depedruscos,tablones,calderetasdeargamasayelcedazodelaarenaquehabíaenel jardínle informaronquesupadreestabahaciendoallíalgúntrabajo.Loqueconstruía,fueraloquefuese,sealzabasemejanteauntúmulonegro,cubiertodelonaypajaparaevitarquelaargamasasehelase.

Deprontosintióunadesilusiónamarga.Esposibleque,afindecuentas,supadrenovivieraallí.Talvezselehabíacontratadocomoaunalbañilvulgarycorrientequese ibapor lanocheyvolvíapor lamañana.Alzó la lona.Eraunbancodepiedraoalgoparecido;leeraigual.Todoeraunapatraña.Supadrenovivíaconlamujermásricadelpueblo.Joder,sólotrabajabaparaella.Volvióala carretera con hastío, por el centro del camino de grava, demasiadodecepcionadoparapreocuparsepor loscrujidosquesuspiesdespertabanen lagrava.

Al llegara lospinos,oyóelchasquidodeunacerradura.Seechócuerpoa

tierrainmediatamente,hundiólacaraenunmontónhúmedodepúasdepinoyun chorro de luz procedente de la puerta de la casa barrió la oscuridad de lanoche.Unhombresalióporlapuertaysequedóalbordedelpequeñosoportal,la rojapuntadeunpuroencendidoysemejanteaunacanicaencarnadaen losalrededores de la boca. Era Bandini. Miró al cielo y aspiró el aire frío abocanadas.Arturoseestremeciódeplacer.¡PorloshuevosdeSanJudas,perosiparecíaunduque!Llevabazapatillasdecolorrojosubido,unpijamaazulyunabatarojaconborlasblancasen losextremosdelcinturón. ¡PorsanJudasy loshuevosdetodoslossantos,perosiparecíaHelmerelbanquero,yelpresidenteRoosevelt! ¡Y el rey de Inglaterra! ¡Qué tío, oye! Cuando su padre volvió alinterior y cerró la puerta tras de sí, se puso a besar la tierra de alegría, amordisquearlasamargaspúasdepino.¡Ypensarquehabíaidoparallevarseacasa a su padre! Qué idiota. Por nada en el mundo alteraría la imagen de supadrerodeadodelesplendordeaquelmundonuevo.Sumadresufriría;élysushermanos pasarían hambre. Pero valía la pena. Ah, qué aspecto tan señorial.Mientras corríamontaña abajo, dando saltos, arrojando piedras al barranco detarde en tarde, devoraba con avidez los detalles de la escena que acababa depresenciar.

Perounamiradaalacaraconsumidayagotadadelamadrequedormíaconelsueñoquenodescansalebastóparavolverasentirodioporsupadre.

Lazarandeó.—Lehevisto—dijo.Lamadreabriólosojosysehumedecióloslabios.—¿Dóndeestá?—Vive en la PensiónMontañasRocosas. En elmismo cuarto queRocco,

conRoccosolamente.La madre cerró los ojos y ladeó la cara, apartando el hombro de la leve

cariciadelamanofilial.Arturosedesnudó,apagólaslucesdelacasa,semetióenellechoysepegóalaespaldacalientedeAugusthastaqueselepasóelfríoqueledabanlassábanas.

Despertóenciertomomentodelanoche,abriólosojoslegañososyvioasumadresentadajuntoaél,sacudiéndoleparaquesedespejara.

—¿Quétedijo?—preguntólamadreentresusurros.—¿Quién?—Pero se acordó en el acto y se incorporó—.Dijo que estaba

deseandovolveracasa.Quenoleabandonaras.Dijoqueseríascapazdeecharleapatadas.Tienemiedodevolver.

Maríaseirguióconsoberbia.—Selomerece—dijo—.Nopuedehacermeesoamí.—Parecíamuytristeyabatido.Comosiestuvieraenfermo.—¡Ja!—Quierevolveracasa.Sufremucho.—Mejor —dijo María, arqueando la espalda—. Así aprenderá lo que

significaresponsabilizarsedeunacasa.Queestéporahíunosdíasmás.Vendráarrastrándosederodillas.Loconozco.

Arturo estaba muy cansado y se quedó dormido mientras escuchaba a sumadre.

Díasintensos,díastristes.Cuandodespertóalamañanasiguiente,vioqueAugustestabaconlosojos

abiertosdeparenparylosdossepusieronaescucharlosruidosqueleshabíandespertado.Eramamá,queestabaenlasalitapasandolaaspiradoramanualporlaalfombra,laaspiradoramanualquehacíaesquíquidi-bamp,esquíquidi-bamp.El desayuno consistía en pan y café. Mientras se lo tomaban, la madre lespreparólosbocadillosconlassobrasdelpollodelavíspera.Loschicosestabanmuycontentos:lamadresehabíapuestosubonitabataazulysehabíapeinadoaconciencia,másaconcienciaquenunca,conunmoñoen loaltode lacabeza.Nuncalahabíanvistoconlasorejastanaldescubierto.Porlogeneralllevabaelpelosueltoyéstelasocultaba.Unasorejasbonitas,pequeñasydecolorderosa.

YAugustquedecía:—Hoyesviernes.Tendremosquecomerpescado.—Cierralabenditaboca—ledijoArturo.—No sabía que fuera viernes—dijo Federico—. ¿Por qué has tenido que

recordárnoslo,August?—PorquenacióeldíadesantaRosaynossaliócapullo—dijoArturo.—Noespecadocomerpolloenviernescuandonosepuedecomprarpescado

—dijoMaría.Así se habla. Tres hurras por mamá. Todos a-buuuhbuuuuh-chearon a

August,queemitióunbufidodedesprecio.—Meesigual,hoynopiensocomerpollo.—Comoquieras,capullito.Perosemantuvoensustrece.Maríalepreparóunbocadillodeaceiteysal.

Suracióndepolloselarepartieronsusdoshermanos.

Viernes.Díadeexámenes.SinRosa.Psssst,Gertie.Lainterpeladahizounapompadechicleysevolvióhacíaél.No,nohabíavistoaRosa.No,nosabíasiRosaestabaenelpueblo.No,nohabíaoídonada.Peroaunquesehubieraenteradodealgo,nose lo

diría.Porque,sihabíadeserlefranca,preferíanohablarconél.—Cabraloca—ledijo—.Quenoparasderumiar.—¡Macarroni!Arturoenrojecióymedioselevantódelasiento.—¡Putaguarra,putacerda,putaasquerosa!Lamuchachatragósalivaysetapóelrostrohorrorizada.Día de exámenes. Hacia las diez y media sabía que le habían cargado la

geometría.Cuandosonóel timbredelmediodíaaúnbregabacon laspreguntasde lengua.Noquedabanadiemásenel aula, estaba soloconGertieWilliams.Cualquier cosa por terminar antes que Gertie. Hizo caso omiso de las tresúltimaspreguntas,recogióaprisalascuartillasylasdoblóporlamitad.Yaantela puerta del guardarropa, miró por encima del hombro y sonrió con burlatriunfalaGertie,surubiopeloenmarañado,susdientesderatamordisqueandoconnerviosismolapuntadellápiz.Lamuchachaledevolvióunamiradadeodioinefableconojosquedecían;melaspagarás,ArturoBandini,melaspagarás.

Alasdosenpuntodelatardevengabalaafrenta.Psssssst,Arturo.Lanotaquelehabíaescritolamuchachacayósobreelmanualdehistoriadel

joven.LadeslumbrantesonrisadeGertie,ladesquiciadaexpresióndesusojosylas mandíbulas que habían dejado demovérsele aconsejaron a Arturo que noleyeselanota.Perosentíacuriosidad.

EstimadoArturoBandini:Hay listos y listos, y también simples extranjerosquenopuedenhacer

nada por evitarlo. Tú te crees muy listo, pero caes gordo a muchos delcolegio,ArturoBandini.PeroaquienmásgordocaesesaRosaPinelli.Tedespreciainclusomásqueyo,peroporqueyoséqueeresunpobreitalianoyno me importa que vayas sucio siempre. Sé que los que no tienen nada

suelenacabardedicándoseal robo,asíquenome sorprendióquealguien(adivinaquién)medijeraquerobasteunajoyaparadárselaasuhija.Ellaerademasiadohonradaparaquedárselaycreoquealdevolverlademostróque tenía carácter. Por favor, Arturo Bandini, no vuelvas a preguntarmenuncamásporRosaPinelli,porqueRosaPinellinoteaguanta.Anochemedijoqueledabasmiedoporqueerasdelapieldeldiablo.Yocreoquealomejoresporqueeresextranjero.

ADIVINAQUIÉN

Sintióqueelestómagose le iba flotandoyensus labios trémulosbailoteóunasonrisa triste.SevolviódespacioysequedómirandoaGertieconcaradehaba y sonrisa triste. En los ojos claros de la joven había una expresión deplacer,pesaryhorror.Arrugólanota,sedesplomóhastadondelaspiernasselopermitíanysetapólacara.Salvoporelrugidocardíaco,estabamuerto,nooía,noveía,nosentíaabsolutamentenada.

Un momento después advertía el rumor general que se despertaba a sualrededor, el cuchicheo creciente y nerviosoque se extendía por el aula.Algohabía sucedido, se notaba en el aire. La hermana superiora se alejaba y lahermanaCeliavolvíaalamesadelatarima.

—Poneostodosenpieyarrodillaos.Sepusieronenpieyenmediodelsilencioningunoapartabalamiradadelos

ojosserenosdelamonja.—AcabamosderecibirunanoticiatrágicadelhospitaldelaUniversidad—

dijo—. Tenemos que ser valientes y ponernos a rezar. Nuestra queridacompañera, nuestra queridísimaRosaPinelli, hamuerto a las dos enpuntodeestamismatardeaconsecuenciadeunapulmonía.

Había pescado para cenar porque la abuela Donna había enviado cincodólares por correo.Una cena tardía: no se sentaron hasta las ocho.Y sin quemediara motivo alguno. El pescado se cocinó y terminó de preparar muchoantes,peroMaríalotuvoenelhorno.Cuandosereunieronalrededordelamesahubounpequeño revuelo,Federico yAugust se disputabanun sitio.Entoncesvierondequésetrataba.Mamáhabíavueltoaponerelcubiertodepapá.

—¿Vaavenir?—preguntóAugust.—Puesclaroquevaavenir—dijoMaría—.¿Dóndequieresquecene,sino?

Curiosa charla. August la observó con atención. Llevaba otra bata limpia,estavez laverde,ycomíaconapetito.Federicoengulló suvasode lechey selimpiólaboca.

—Oye,Arturo.Sehamuertotunovia.Enclasenospusieronarezar.Arturo no comía, jugueteaba con su ración de pescado con el extremo del

tenedor.Durantedosañossehabía jactadoantesuspadresyhermanosdequeRosaerasunovia.Ahorateníaquetragarsesuspalabras.

—Noeraminovia.Erasólounaamiga.Peroagachólacabezaaladvertirlamiradadesumadre,lacomprensiónque

recibíadelotroladodelamesayqueleasfixiaba.—¿RosaPinelli?¿Hamuerto?—preguntólamadre—.¿Cuándo?Ymientras los hermanos la informaban, la comprensiónmaterna, cálida y

aplastante,sevolcósobreélytuvomiedodealzarlosojos.Corriólasillaatrásyselevantó.

—Notengohambre.Mantuvolosojosalejadosdesumadrealdirigirsea lacocinayaccederal

patio trasero. Quería estar solo para dar rienda suelta a sus emociones, paraliberarlaopresióndelpecho,porqueellamedetestabayyoledabamiedo,perosumadre no le dejaba en paz, ya salía del comedor, oía sus pasos, así que seenderezóysaliócorriendodelpatiotraseroyseinternóenelcallejón.

—¡Arturo!Fueandandoporelpastizalhastadondeyacíanenterradossusperros,hasta

dondenohubiera luzynopudieranverle,y seechóa llorar conamargura, sesentóconlaespaldaapoyadaenelsaucenegro,porquemedetestaba,porquefuiunladrón,pero,¡Rosa,mecachisenlamar!,selorobéamimadre,asíquenofueunrobodeverdad,sinounregalonavideño,yademásmeperdonaron,fuiaconfesarmeyquedétotalmentelimpiodepecado.

Oyóasumadrequelellamabadesdeelcallejón,queledijesedóndeestaba.«Yavoy»,dijoél,yseaseguródequeteníalosojossecosyselamióloslabiospara quitarse el sabor de las lágrimas. Saltó la cerca de alambre espinoso quelimitabaelpastizalylamadreavanzóhaciaélporelcentrodelcallejón,conunchal sobre los hombros y con miradas furtivas hacía la casa. Le dijoinmediatamentequeabrieselamanoqueelhijoteníacerradaconfuerza.

—Chisssst.NodigasnadaaAugustniaFederico.Arturoabriólamanoyvioenellaunamonedadecincuentacentavos.—Vete al cine—lemurmuró lamadre—.Cómprate unhelado con lo que

sobre.Pero,ojo.Niunapalabraatushermanos.Arturosedio lavueltacon indiferencia, recorrióelcallejón,sinhacercaso

delamonedaqueteníaentrelosdedos.Alcabodeunosmetrosvolvióallamarlolamadreyelhijosediolavuelta.

—Tampocodigasnadaatupadre.Yprocuravolverantesqueél.Fuealdrugstore,quehabíaenfrentedelaestacióndeservicioysetomóun

batido sin ganas. Entró un pelotón de estudiantes que monopolizó todos lostaburetesquehabíaanteelmostradordelosheladosyrefrescos.Unachicaalta,deunosveintitantosaños,tomóasientojuntoaél.Seaflojólabufandayseechóatráselcuellodelacazadoradecuero.Laobservóporelespejoquehabíatraselmostrador de los refrescos y helados, las mejillas sonrosadas, estimuladas acausa del aire frío de la noche, los ojos grises y grandes y llenos de vida.Lajovendescubrióqueéllamirabaporelespejo,sevolvióylededicóunasonrisaquepusoaldescubiertounosdientesperfectosydeblancuracegadora.

—Quéhay—ledijolamuchacha,susonrisadelasquesereservanparaloschicosmuy jóvenes.Él respondió: «Hola», pero ellano ledijonadamásy sededicóporcompletoalestudiantequeteníaalotrocostado,unsujetoceñudoqueostentaba en el pecho una «C» bordada en oro y plata. La chica poseía unentusiasmoyunavitalidadque lehicieronolvidar la tristeza.Porsobreeloloretéreode losmedicamentosyproductosdedrogueríapercibió la fraganciadelperfumedelilas.Leobservólasmanoslargasyafiladas,lafrescuragordezueladeloslabiosfirmesqueaspirabanlaCocacola,elróseocuelloquepalpitabaalpasar el líquido. Pagó el batido y se alejó del mostrador de los helados yrefrescos.Lachicasevolvióalverquesemarchaba,lasonrisaestremecedorasumodode decirle adiós.Nohubo nadamás, pero cuando se encontró fuera delestablecimientoestabaconvencidodequeRosaPinellinohabíamuerto,dequehabía sido una noticia falsa, de que estaba viva y coleando, y riendo como launiversitariadellocal,comotodaslaschicasdelmundo.

Cincominutosmás tarde, bajo la farola callejera que había ante la casa aoscurasdeRosa,observóconhorrorydesdichaelobjetoblancoyfantasmalquedespuntabaenlanoche,laslargascintasdesedaagitándosecuandounaráfagadevientolasacariciaba:laseñaldelosmuertos,unacoronafúnebre.Labocaselellenódeprontodesalivaarenosa.Sediolavueltayanduvoporlacalle.¡Losárboles, los árboles suspirantes! Aceleró el paso. ¡El viento, el viento frío ysolitario!Echóacorrer. ¡Losmuertos, losmuertosaterradores!Corrían trasél,caíansobreélprocedentesdelcielonocturno,llamándole,quejándose,lanzados

en confuso pelotón a la carrera, ávidos de cogerle. Corrió como un rayo,chillandolascallesconelecodesuspiesvertiginosos,enelcentrodelaespaldauna viscosidad fría y obsesiva. Tomó el atajo del puente. Tropezó en unatraviesa de la vía y cayó con las manos abiertas por delante en el terraplénhelado.Volvióaecharácorrerantesinclusoderecuperarlaposiciónerguida,ytropezó y cayó y volvió a levantarse y a salir de estampía.Cuando llegó a sucalleaminoró lavelocidadycorrióal trote,ycuandoestuvoaunosmetrosdecasalaredujoaunpasonormalmientrassesacudíalasuciedaddelaropa.

Sucasa.Helaallí,con luzen lasalita.Sucasa,un lugardondenadasucedíanunca,

dondehacíacalorydondenomorabalamuerte.—Arturo…Sumadreestabaenlapuerta.Pasójuntoaella,entróenlasalitacálidayla

olió, la sintió, sedeleitó en ella.August yFederico sehabían acostadoya.Sedesnudóaprisa,confuria,enlasemioscuridad.Luegoseapagólaluzdelasaltaylacasaquedóaoscuras.

—Arturo.Fuejuntoalacamadesumadre.—Sí.Lamadreapartólasfrazadasyletiródelbrazo.—Acuéstate,Arturo.Amilado.Hastalosdedosseleantojarondisueltosenlágrimascuandoseacostójunto

asumadreysesumergióenelcalordulcedesusbrazos.

ElrosarioporRosa.Allíestuvoeldomingoporlatarde,arrodilladoconsuscompañerosdeclase

anteelaltardelaSantísimaVirgen.Muydelante,conlacabezamorenaalzadahacialavirgencerúlea,estabanlosfamiliaresdeRosa.Eranmuyaltoseinfinitoslosque se estremecíany convulsionabanmientras lavoz secadel cura flotabaporlaiglesiafríacomounpájarocansadoycondenadoabatirlasalasotravezenunviaje interminable.Puesnoocurríaotracosaa laspersonasquemorían:algún día moriría él también y en algún lugar de la tierra se repetiría aquelacontecimiento.É1noestaríaallí,aunquenoeranecesarioestarallí,puestodonoseríayamásqueunrecuerdo.Estaríamuertoysinembargolosvivosnoleseríandesconocidos,puesaquellovolveríaasuceder,recuerdodelavidaantes

dehaberlovivido.Rosa, Rosamía, no puedo creer queme odies porque no hay odio donde

estás ahora, aquí, entre nosotros, y al mismo tiempo muy lejos. Sólo soy unmuchacho,Rosa,yelmisteriodedondeteencuentrasnoestalmisteriocuandopiensoenlahermosuradeturostroyelreírdetuschancloscuandorecorríanelpasillo.Porqueerasuncielo,Rosa,fuisteunachicaestupenda,yyotequería,yuntiponopuedesermuymalocuandoamaaunachicatanbondadosacomotú.Ysimeodiasahora,aunquenopuedocreerqueahorameodies,contemplamidoloryconvéncetedequequieroqueestésaquí,dequetambiénalbergobuenossentimientos.Séquenopuedesvolver,Rosa,miúnicoamor,peroestatardesedejasentirtupresenciaenestaiglesiafría,sedejasentirelsosiegodetuperdón,latristezadenopodertocarte,porqueteamoyteamaréeternamente,ycuandoun día vuelvan a reunirse aquí pormi causa, lo sabré antes incluso de que sereúnan,ynonoscausaráningunaextrañeza…

Despuésdelamisaestuvieronreunidosunratoenelatrio.LahermanaCelia,que sollozaba con un pañuelo diminuto pegado a la nariz, pedía calma ytranquilidad. El ojo de cristal, según advirtieron, se le habíamovidomucho yapenasseleveíalapupila.

—El entierro será mañana a las nueve —dijo—. Los alumnos de octavocursotendránfiestatodoeldía.

—¡Jolín,quésuerte!Lamonjalofulminóconelojodecristal.EraGonzález,eltontodelaclase.

Retrocedióéstehastalapared,hundióelcuelloentreloshombrosysonrióconturbación.

—¡Túteníasqueser!—dijolamonja—,¡tú!Elchicosonreíaconimpotencia.—Loschicosdeoctavoqueporfavorvayanalaulainmediatamentedespués

dequesalgamosdelaiglesia.Laschicasquedandispensadas.Cruzaronensilencioelpatioexterior,Rodríguez,Morgan,Kilroy,Heilman,

Bandini, O’Brien, O’Leary, Harrington y los demás. Nadie habló mientrassubían las escaleras y se dirigían al respectivo pupitre del primer piso.ContemplaronensilencioelpupitredeRosa,cubiertodepolvo,loslibrosaúnenelestante.EntróentonceslahermanaCelia.

—Los padres de Rosa han solicitado que seáis sus compañeros de clase

quienesllevéismañanaelataúd.Losquequeráishacerlo,porfavor,levantadlamano.

Siete manos buscaron el cielo. Lamonja tuvo a los siete en cuenta y losllamó por su nombre para que se adelantaran. Harrington, Kilroy, O’Brien,O’Leary, Bandini. Arturo se colocó entre los escogidos, entre Harrington yKilroy.LamonjareconsiderólapresenciadeArturoBandini.

—No,Arturo—dijo—.Creoquenoereslobastantefuerte.—¡Sí lo soy!—replicó Arturo, mirando a Kilroy, a O’Brien, a Heilman.

¡Bastante fuerte! Los demás le sacaban una cabeza, pero les había zurrado atodos, en una ocasión u otra.Hasta en parejas les podía sacudir, en cualquiermomento,dedíaodenoche.

—No,Arturo.Siéntate,porfavor.Morgan,venaquí,porfavor.Tomóasientoconunasonrisaqueseburlabadelaironíadelepisodio.¡Ah,

Rosa!Lahabríallevadoenbrazosalolargodemilesdekilómetros,consusdosbrazossolamente,hastauncentenardetumbas,idayvuelta;peroalosojosdelahermana Celia no era lo bastante fuerte. ¡Monjas! Tan bondadosas, tanamables…ytancretinas.TodaseranigualquelahermanaCelia;veíanporunsoloojoyelotrono lesservíaparanada.Sabíaqueenaquellosmomentosnoteníaqueodiaranadie,peronopodíaremediarlo;detestabaasorCelia.

Llenodeascoycinismobajólasescalerasdelaentradayaccedióalatardeinvernalcuyofríoibaenaumento.Emprendióelcaminodecasaconlacabezagachay lasmanosen losbolsillos.Al llegara laesquinaalzó losojosyvioaGertieWilliamsenlaaceradeenfrente,laspaletillasdiminutasdelamuchachaagitándose bajo el abrigo rojo de lana. Avanzaba despacio, con las manosmetidas en los bolsillos del abrigo que le perfilaba las caderas lisas. ArturoapretólosdientesconfuerzaalacordarsedelanotadeGertie.Rosateodiayledasmiedo. Gertie le oyó al poner el pie en el bordillo de la acera. Le vio yaceleróelpaso.Arturonoteníaganasdehablarconellanideseguirla,peroencuantolavioapretarelpasoseapoderódeéleldeseodeirtrasellaytambiénélaceleró lamarcha.De repente, en algún punto situado entre los omoplatos deGertieviolaverdad.Rosanohabíadichoaquello.Rosanolohabríadicho.Denadie.Eramentira.GertiehabíaescritoquehabíavistoaRosaeldía anterior.PeroeraimposibleporqueaqueldíaRosaestabamuyenfermayhabíamuertoenelhospitaldurantelatardedeldíasiguiente.

EchóacorreryGertiehizo lomismo,peronopudohacernada frentea lavelocidad del muchacho. Cuando éste la alcanzó y se puso ante ella con los

brazos abiertos para evitar que se le escabullera por un costado, la chica sedetuvo en el centro de la acera con los brazos en jarras y desafío en sus ojosclaros.

—Noteatrevasatocarme,ArturoBandini.Delocontrariogritaré.—Gertie—dijoél—,sinomediceslaverdadsobreaquellanota,tearranco

laquijadadeunguantazo.—¡Sí,sí!—lereplicólajovenconaltanería—.¡Deesosísabestúmucho,de

eso!—Gertie—dijoArturo—.Rosanodijonuncaquemeodiaseytúsabesque

esverdad.Gertie le dio unmanotazo en el brazopara que la dejara pasar, los bucles

rubiosseleagitaronenelaire,ydijo:—Bueno,perosinolodijo,estoyseguradequelopensaba.Arturo se quedó inmóvil y la vio alejarse dignamente por la acera,

sacudiendolatestacomounponydelasIslasShetland.Entoncesseechóareír.

10

Elentierrodellunesporlamañanaeraunepílogo.Noteníaganasdeir;yateníasuficientessinsabores.CuandoAugustyFedericosefueronalaescuela,sesentóenlospeldañosdelsoportaldelanteroysedejóacariciarporelsolcálidodeenero.Unpocomásyseríaprimavera:dosotressemanasmásylosequiposmás importantes se dirigirían al sur para los entrenamientos de primavera. Sequitólacamisaysepusobocaabajoenelcéspedsecoyoscuro.Nadacomounbuenbronceado,nadacomobroncearseantesquelosdemáschicosdelpueblo.

Bonitodía,undíacomounachica.Rodódecostadoparaponersebocaarribay contempló las nubes que avanzaban hacia el sur. Allá en lo alto soplaba elventarrón;habíaoídoqueprocedíadirectamentedeAlaska,deRusia,pero lasaltasmontañasprotegíanelpueblo.PensóenloslibrosdeRosa,enqueestabanforrados con hule azul, un azul igual que el color que tenía el cielo aquellamañana.Díatranquilo,dosperrosqueibandeaquíparaalláyquesedeteníanbrevementeentodoslosárboles.Pegóeloídoalatierra.Enlazonaseptentrionaldelpueblo,enelCementerioAlto,metíanaRosaenlatumba.Leechóelalientoalatierra,labesó,laprobóconlapuntadelalengua.AlgúndíaencargaríaasupadrequetallaraunalápidaparalatumbadeRosa.

ElcarterosaliódelsoportaldelosGleason,quevivíanenfrente,ysedirigióhacialacasadelosBandini.Arturosepusoenpieycogiólacartaqueleentregóel hombre. Era de la abuela Toscana. La llevó dentro y observó a su madrecuandolaabrió.Conteníaunaesquelayunbilletedecincodólares.Lamadreseguardóelbilleteenelbolsilloyquemólaesquela.Arturovolvióalcéspedysetumbóotravez.

UninstantemástardesalióMaríadelacasaconelmonederodeiralcentro.Arturo no alzó la mejilla del césped reseco ni dijo nada cuando la madre lecomentóquevolveríaalcabodeunahora.Unodelosperrosseleacercóporelcéspedy leolisqueóelpelo.Eranegroy canela, conpatasgrandesyblancas.

Sonriócuandolalenguaenormeycalientelelamiólasorejas.DoblóelbrazoyelperroapoyólacabezaenelcododeArturo.Elanimalsequedódormidoenunperiquete.Arturoacercóeloídoalpechopeludodelanimalylecontóloslatidosdelcorazón.Elperroabrióunojo,sepusoenpiedeunsaltoylelamiólacaracon cariño desbordante. Aparecieron otros dos perros, muy aprisa, muyocupados a lo largo de la fila de árboles que flanqueaba la calle. El canela ynegro enderezó las orejas, se presentó con un ladrido prudencial y corrió trasellos.Losotrossedetuvieron,legruñeron,leordenaronquelesdejaraenpaz.Elcanela y negro volvió con tristeza al lado de Arturo. Éste se compadeció delanimal.

—Quédateconmigo—ledijo—.Serásmiperro.Yte llamarásYumbo.MibuenYumbo.

Yumboretozóconalegríayseleabalanzóalacaraotravez.Bañaba a Yumbo en el fregadero de la cocina cuando volvió María del

centro.Diounchillido,dejócaerlosbultosyentrócorriendoeneldormitorio,cerrandolapuertaasusespaldas.

—¡Échalodeaquí!—exclamógritando—.Llévatelodeaquí.Yumbo se soltó de una sacudida y salió aterrado de la casa, salpicándolo

todo de agua y jabón. Arturo fue tras él, rogándole que volviese. Yumbo serevolcabaentierrasindejardecorrerenampliocírculo,poniéndosebocaarribaysacudiéndoselahumedaddelpelo.Alfinaldesaparecióenlacarbonera.Delapuertabrotóunanubedepolvillonegro.Arturosequedóenelsoportaltraseroyemitió un gruñido. Los gritos que lanzaba la madre en el dormitorio seguíanoyéndose en todas partes. Corrió hasta la puerta y la tranquilizó, pero ella senegóasalirmientrasnocerraselasdospuertas,ladelanteraylatrasera.

—PerosiesYumbo—dijoArturoensonapaciguador—.Noesmásqueunperro,Yumbo.

VolvióMaríaa lacocinayechóunvistazofurtivopor laventana.Yumbo,negroacausadelpolvodecarbón,seguíacorriendoencírculocomounloco,searrojabapanzaarriba,sealejabacorriendoyvueltaaempezar.

—Pareceunlobo—dijoMaría.—Esmediolobo,peromuycariñoso.—Noloquieroaquí—dijoMaría.Aquél, sabía Arturo, era el comienzo de una polémica que duraría por lo

menosdossemanas.Siempresucedíalomismocontodossusperros.Yalfinal,Yumbo,comotodossusantecesores, laseguiríafielmentepor toda lacasa,sin

hacercasodelrestodelafamilia.Arturo se puso a mirar a su madre cuando ésta empezó a desenvolver la

compra.Espaguetis,salsadetomate,quesoitaliano.Perosientresemananocomían

nunca espaguetis… Si cenaban espaguetis en exclusiva los domingos por lanoche.

—¿Ocurrealgo?—Esunapequeñasorpresaparatupadre.—¿Vuelveacasa?—Hoyvolverá.—¿Cómolosabes?¿Lehasvisto?—Nohagaspreguntas.Séquevendráhoyyesotienequebastarte.Arturo cortó un trozo de queso para Yumbo, salió y llamó al perro.

Descubrió que Yumbo sabía erguirse sobre las patas traseras. Estaba muycontento:noeraaquélunperrovulgar,sinounperrointeligente.Indudablementese debía a su herencia lobuna. Acompañado de Yumbo, que no dejaba decorretearcon lanarizpegadaalsuelo,olisqueándola,señalizando todosycadauno de los árboles de ambas aceras, unas veces adelantándose una manzana,otrasrezagándosemedia,alcanzándolelasrestantesyladrándole,anduvohaciaponiente, hacia el pie de las colinas, los picachos blancos descollando en elhorizonte.

En los limites del municipio, donde el camino de la casa de la señoraHildegardedescribíaunacurvacerradahaciaelsur,Yumboaullócomounlobo,inspeccionólospinosymatorralesquelerodeabanydesaparecióenelbarranco,suaullidoamenazadorunaadvertenciaparacuantosanimalessalvajeslesalieranalpaso.¡Unsabueso!Arturoleviohusmearentrelosmatorralesconelvientrepegadoalsuelo.¡Quéanimal!Mitadloboymitadsabueso.

Acienmetrosde lacimadelcerrooyóun ruidoque recordabaconcariñodesde su más tierna infancia: el chasquido del mazo de su padre cuandogolpeaba el cincel y partía la piedra en dos. Se sintió contento: aquellosignificaba que su padre vestiría ropa de faena y le gustaba la imagen de supadreenropadefaena,eramásfácildeabordarcuandollevabalaropadefaena.

HubounrevueloenlosmatorralesdelaizquierdayYumbovolviócorriendoal camino. Llevaba entre las fauces un conejomuerto,muerto hacía semanas,quedejabatrasdesíelrastronauseabundodeladescomposición.Yumbotrotóporelcaminounadocenademetros,soltólapresaysesentóaobservarla,conla

barbillapegadaalsuelo,eltraseroenpompa,losojososcilandoentreelconejoyArturo.DelagargantalebrotóungruñidosalvajecuandoseacercóArturo…Elhedorerarepugnante.Tomócarrerayquisoapartarelconejodelcaminodeunpuntapié,peroYumboseloarrebatóantesdequeelpieencontrarasuobjetivoyelperrosaliódisparado,corriendoconportetriunfal.Apesardelhedor,Arturolo contempló admirado. ¡Chico, qué perro! Un poco de lobo, otro poco desabuesoyelrestodeperdiguero.

Pero se olvidó de Yumbo, se olvidó de todo, olvidó incluso lo que teníapensadodecircuandolapartesuperiordesucabezaremontólacolinayvioasupadremirándoleconelmazoenunamanoyelcincelenlaotra.Sedetuvoenloaltodelacolinayesperóinmóvil.Bandinilemirófijamentealacaraduranteunminuto largo. Alzó luego el mazo, equilibró el cincel y volvió a golpear lapiedra.Arturosupoquenoerabienrecibido.RecorrióelsenderodegravahastallegaralbancomacizoenquetrabajabaBandini.Tuvoqueesperarunbuenrato,parpadeando para eludir las esquirlas que saltaban de la piedra, hasta que supadreabriólaboca.

—¿Porquénoestásenelcolegio?—Nohaycolegio.Hahabidounentierro.—¿Quiénsehamuerto?—RosaPinelli.—¿LahijadeMikePinelli?—Sí.—No es un buen hombre el Mike Pinelli ese. Se dedica a boicotear las

huelgasdelosmineros.Esuninútilcabal.Siguió trabajando. Labraba la piedra, lamoldeaba para que encajara en el

asiento del banco de piedra que había junto al lugar donde trabajaba. TeníagrabadasaúnenlacaralasseñalesdeNochebuena,trescicatriceslargasquelerecorríanlamejillacomorayastrazadasporunlápizmarrón.

—¿CómoestáFederico?—preguntó.—Bien.—¿YAugust?—Bientambién.Silencio,excepciónhechadelgolpeteodelmartillo.—¿CómolevaaFedericoenlaescuela?—Creoquebien.—¿YaAugust?

—Muybien.—¿Ytú?¿Sacasbuenasnotas?—Noestánmal.Silencio.—¿SeportabienFederico?—Claro.—¿YAugust?—Muybien.—¿Ytú?—Creoquesí.Silencio. Hacia el norte alcanzó a ver las nubes que se concentraban, la

niebla que reptaba hacia la cima de los picos elevados.Miró alrededor por siveíaaYumbo,peronoencontróelmenorrastrodeél.

—¿Vabientodoencasa?—Todovafabuloso.—¿Noestámalonadie?—No.Todosestamosbien.—¿DuermebienFedericoporlanoche?—Ytanto.Todaslasnoches.—¿YAugust?—Lomismo.—¿Ytú?—Demiedo.Alfinallodijo.Tuvoquedarlelaespaldaparaello,darlelaespalda,coger

unapiedramacizaqueleexigíatodalafuerzadelcuello,laespaldaylosbrazos,yasílesaliócomounapreguntarápidayentrecortada.

—¿Cómoestámamá?—Quiere que vuelvas a casa —dijo Arturo—. Ha preparado espaguetis.

Quierequeestésencasa.Melohadicho.Cogióotrapiedra,mayorquelaanterior,unesfuerzosobrehumano, lacara

se le amorató.No tardó en estar encima de ella, respirando con dificultad. Sellevólamanoalojo,elíndiceapartóunamotajuntoalanariz.

—Tengoalgoenelojo—dijo—.Arenilla.—Yalosé.Amítambiénmehaocurrido.—¿Cómoestámamá?—Bien.Muybien.

—¿Yanoseportacomounaloca?—Quéva.Quierequevuelvasacasa.Melohadicho.Hayespaguetispara

cenar.Noesportarsecomounaloca.—Noquieromáslíos—dijoBandini.—Nosabenisiquieraqueestásaquí.CreequevivesconRoccoSaccone.Bandinilebuscólacaraconlosojos.—Es que vivo con Rocco —dijo—. He estado en su habitación todo el

tiempo,desdequemeechó.Unamentirafríaycalculada.—Losé—dijoArturo—.Selodije.—Selodijiste—Bandinibajóelmazo—.¿Ycómolosabíastú?—Roccomelodijo.Consuspicacia:—Entiendo.—¿Cuándovasavolver,papá?Silbódistraído,unacanciónsinmelodía,sóloporsilbarloquefuera.—Puedequenovuelvanunca—dijo—.¿Quépiensastú?—Mamáquierequevuelvas.Teespera.Teechademenos.Setiródelcinturón.—¡Quemeechademenos!¿Yqué?Arturoseencogiódehombros.—Yosóloséquequierequevuelvasacasa.—Puedequevuelva…,ypuedequeno.Lacaraselecontrajodesúbito,lasaletasdelanarizseleagitaron.Arturo

tambiénloolía.Yumboestabaacuclilladoasusespaldas,elanimalmuertoentrelas patas delanteras, la lengua enorme goteando saliva mientras miraba haciaBandiniyArturoylesdabaaentenderquequeríajugarotravezatocarycorrer.

—¡Lárgate,Yumbo!—dijoArturo—.¡Llévateesodeaquí!Yumboenseñó los colmillos, le brotóun rugidode la gargantay apoyó la

barbillaenelconejo.Fueungestodedesafío.Bandinisetapólanariz.—¿Dequiéneselperro?—dijoconvoznasal.—Mío.SellamaYumbo.—Llévatelodeaquí.PeroYumbo no queríamoverse. Enseñó los largos colmillos cuando se le

acercóArturo y se alzó sobre las patas traseras comodispuesto para saltar, elsalvaje gruñido gutural resonándole en la garganta con eco asesino. Arturo

contemplófascinadoyadmiradoalanimal.—Yaloves—dijo—.Nopuedoacercarmeaél.Meharíapedazos.Yumbo lo comprendió, según parece.El rugido aumentó de volumen y se

prolongóconconstanciaaterradora.Golpeóelconejoconlapata,locogióysealejótranquilamente,meneandolacola…Cuandollegóalbordedelospinos,seabrió la puerta trasera y apareció la viudaHildegarde olisqueando el aire conalarma.

—¡Enelnombredelcielo,Svevo!¿Quéeseseolorrepugnante?Yumbolamiróporencimadelhombro.Volviólosojosalapinadaylamiró

otravez.Soltóelconejo,losujetóconpresamásfirmeyanduvocontoneándoseporelcésped,endirecciónalaviudaHildegarde.Éstanoestabadehumorparatravesuras.Cogióunaescobaysalióalencuentrodelanimal.Yumboencogióloslabios,loscontrajohastaquelosdienteslargosyblancoslerelampaguearonalsol, hilillos de saliva chorreándole de las fauces. Lanzó un gruñido, salvaje,escalofriante, una señal que fue almismo tiempo un silbido y un gruñido. Laviuda detuvo la marcha, se calmó, observó la boca del perro y cabeceó confastidio.Yumbosoltólapresaysacósatisfecholalengualarga.Losteníaatodosaraya.Cerrólosojosyfingiódormirse.

—¡Llévateaestebichodeaquí!—dijoBandini.—¿Estuyo?—lepreguntólaviuda.Arturoasintióconorgullocontenido.Laviudalemirócondetenimiento,luegoaBandini.—¿Quiénesestejovencito?—preguntó.—Esmihijomayor—dijoBandini.—Puesllévateesabasurademistierras—dijolaviuda.¡Jo!¡Puesvayaconlaseñora!¡Vaya,vaya,vayaconlaseñora!Resolvióno

hacernadaenrelaciónconYumbo,porquesabíaqueelperroselimitabaajugar.Sin embargo, le gustó pensar que Yumbo era tan agresivo como aparentaba.Avanzóhaciaelperro,muydespacio,apropósito.Bandinilodetuvo.

—Espera—dijo—.Yoloarreglaré.CogióelmartilloyavanzóconprudenciahaciaYumbo,quemeneabalacola

y temblaba entre resuellos. Cuando levantó el trasero, alargó la barbilla ycomenzó el gruñido de advertencia,Bandini estaba ya a tresmetros de él. Laexpresión de su padre, la determinación dematar por fanfarronería y soberbiaporquelaviudaestabadelantehizoquesepusieraanteBandini,sujetaraconlasdosmanoselmartilloyse loarrebataradeun tirón.Enaquel instantesepusoYumbo en movimiento, dejó la presa y avanzó derecho hacia Bandini, que

retrocedió.ArturosedejócaerderodillasycontuvoaYumbo.Elperrolelamióla cara, gruñó a Bandini y volvió a lamerle la cara al muchacho. Cadamovimiento del brazo de Bandini obtenía por respuesta un gruñido canino.Yumbonojugabaya.Estabalistoparaelcombate.

—Jovencito—dijo la viuda—.O te llevas ese perro de aquí o llamo a lapolicíayhagoquelepeguenuntiroaquímismo.

Aquellolepusofurioso.—¡Niteatrevas,mecagoenti!Yumbomiróconagresividadalaviudayleenseñólosdientes.—¡Arturo!—lerecriminóBandini—.Ésanoesformadehablaralaseñora

Hildegarde.YumbosevolvióhaciaBandiniydeunbufidolehizocerrarlaboca.—Monstruito despreciable —dijo la viuda—. Svevo Bandini, ¿permitirás

queestejovenzuelodepravadosesalgaconlasuya?—¡Arturo!—lechillóBandini.—¡Campesinos!—dijolaviuda—.¡Extranjeros!Soistodosiguales,vosotros

yvuestrosperros,todossoisiguales.SvevoavanzóporelcéspedhacialaviudaHildegarde.Entreabrióloslabios.

Llevabalasmanosunidasantesi.—SeñoraHildegarde—dijo—,esmihijo.Hágameelfavordenohablarlede

esemodo.Elchicoesnorteamericano.Noesningúnextranjero.—¡Merefierotambiénausted!—dijolaviuda.—Brutaanimale!—dijoelhombre—.Puttana!Lesalpicólacaradesaliva—¡Unanimalesloqueesusted!—dijo—.¡Animal!SevolvióaArturo.—Andando—dijo—.Nosvamosacasa.La viuda se quedó quieta. Hasta Yumbo intuyó su cólera y se alejó,

abandonandoelrepulsivobotínenelcésped,delantedelamujer.Enelsenderodegrava,dondelospinosdabanpasoalcaminoquebajabalacolina,Bandinisedetuvoparamiraratrás.Teníalacaramorada.Agitóelpuño.

—¡Animal!—dijo.Arturoaguardabaenelcamino,aunosmetrosdedistancia.Bajaron juntos

poreldifícilcaminorojizo.Nohablaban,Bandinijadeabaaúndecólera.Desdealgún punto del barranco gruñó Yumbo, que avanzaba por la espesura entrecrujidos.Lasnubessehabíanacumuladoenlascimasy,aunqueelsolbrillaba

aúnseadivinabalafrescuradelaire.—¿Ytusherramientas?—dijoArturo.—Nosonmisherramientas.SonlasdeRocco.Quetermineéleltrabajo.Al

finyalcaboesloquequería.Yumbosaliócorriendode lamaleza.Llevabaunpájaromuertoen laboca,

unpájaroarchimuerto,muertohacíamuchosdías.—¡Perrodemierda!—exclamóBandini.—Esunbuenperro,papá.Esunpocoperdiguero.Bandinimiróunamanchaazulhacialevante.—Prontoseráprimavera—dijo.—¡Sí,sí!Aúnnohabía terminadodehablarcuando lecayóalgoblandoy fríoenel

dorso de lamano. Vio derretirse el diminuto copo de nieve, semejante a unaestrella…

JOHN FANTE (1909-1983), hijo de emigrantes italianos de procedenciamuyhumilde, trabajócomoguionistaenHollywoodydedicósuvidaalaliteratura,aunquesóloalcanzóelplenoreconocimientodecríticaypúblicodespuésdesumuerte. Su nombre ha evocado comparaciones con escritores como KnutHamsun,Dostoievski,NathanaelWest,RaymondCarvery,enespecial,CharlesBukowski, cuyo entusiasmo por sus libros fue decisivo para suredescubrimiento.Al igualqueéste, suobraalcanzó lagloria enEuropaantesque en su propio país, en el que fue reconocido póstumamente y premiado e1987conelLifetimeAchievementAwardporelPEN.