envidia de yuri olesha, extracto. ed. acantilado

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YURI OLESHA ENVIDIA traducción del ruso de marta rebón barcelona 2009  acantilado

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Extracto de la novela Envidia de Yuri Olesha, editado por Acantilado.

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  • YurI OlEshA

    ENVIDIA

    traduccin del rusode marta rebn

    b a r c e l o n a 2 0 0 9 a c a n t i l a d o

  • t t u l o o r i g i na l Zavist

    Publicado por:a c a n t i l a d o

    Quaderns Crema, s.A.u.

    Muntaner, 462- 08006 BarcelonaTel.: 934144906 - Fax: 934147107

    [email protected]

    1985 by Varvara shklovskaya-Kordi de la traduccin, 2009 by Marta-ngrid rebn rodrguez

    de la fotografa de cubierta Carl Mydans, Time life Pictures, Getty Images

    de esta edicin, 2009 by Quaderns Crema, s.A.u.

    Este libro se ha negociado a travs de FTM Agency, ltd., russia

    Todos los derechos reservados:Quaderns Crema, s.A.u.

    i s b n : 978-84-96834-93-4d e p s i t o l e g a l : b. 314- 2009

    a i g u a d e v i d r e Grficaq u a d e r n s c r e m a Composicin

    r o m a n y - va l l s Impresin y encuadernacin

    p r i m e r a e d i c i n enero de 2009

    Bajo las sanciones establecidas por las leyes,quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin

    por escrito de los titulares del copyright, la reproduccin totalo parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mecnico o

    electrnico, actual o futuroincluyendo las fotocopias y la difusina travs de Internet, y la distribucin de ejemplares de esta

    edicin mediante alquiler o prstamo pblicos.

  • 1 1

    I

    Por la maana canta en el bao. Os podis imaginar la jo-vialidad de este hombre, la salud de la que goza. El deseo de cantar brota en l de forma involuntaria. Esas cancio-nes suyas, en las que no hay meloda ni palabras, sino slo un ta-ra-r entonado a voz en grito, en diferentes tonali-dades, pueden interpretarse as:

    Cmo me gusta vivir! Ta-r! Ta-r! Mi intestino es elstico ra-ta-ta-ta-ra-r los jugos fluyen dentro de m correctamente ra-ta-ta-du-ta-t Contrete, intes-tino, contrete Tram-ba-ba-bum!.

    Cuando sale por la maana de su dormitorio y pasa por delante de m (yo me hago el dormido) para ir a la puer-ta que conduce a las entraas del apartamento, al bao, mi imaginacin se va tras l. Oigo el estruendo en el pequeo retrete, demasiado estrecho para su voluminoso cuerpo. su espalda roza con la parte interior de la puerta despus de cerrarse bruscamente, sus codos chocan con las paredes y agita las piernas sin parar. En la puerta del bao est fijado un cristal mate de forma ovalada. l gira el interruptor, y el valo, iluminado por dentro, se convierte en un maravillo-so huevo opalescente. Veo, en mi imaginacin, ese huevo que cuelga en la oscuridad del pasillo.

    Pesa casi cien kilos. hace poco, mientras bajaba una es-calera, se percat de que los pechos le temblaban al ritmo

  • 1 2

    de sus pasos. Por eso ha decidido aadir una nueva serie de ejercicios a su tabla de gimnasia.

    Es un magnfico espcimen del gnero masculino.habitualmente no hace gimnasia en su dormitorio,

    sino en la habitacin sin uso especfico donde me alojo yo. Es ms espaciosa; en ella hay ms aire, ms luz, ms sol. El fresco penetra por la puerta abierta del balcn. Y adems hay un lavamanos. Trae una esterilla de su dor-mitorio. Va desnudo hasta la cintura; lleva unos calzonci-llos de punto que se abrochan con un botn en medio del vientre. El mundo azul y rosado de la habitacin gira en la lente ncar del botn. Cuando se tiende boca arriba sobre la esterilla y comienza a levantar las piernas por turnos, el botn no resiste. su ingle queda al descubierto. una ingle magnfica. una tierna mancha rojiza. un rinconcito veda-do. la ingle de un industrial. una vez vi una ingle as, de la misma cualidad mate de la gamuza, en un antlope ma-cho. una mirada suya, y las corrientes del amor se desatan entre las chicas que trabajan para l, sus secretarias y de-pendientas.

    se lava como un nio: sopla, bailotea, resuella, alla. Coge el agua a manos llenas y, antes de que sta le llegue a las axilas, se desparrama sobre la esterilla. El agua salpica la paja con gotas grandes, cristalinas. la espuma, al caer en el lavamanos, crepita como una crep. A veces el jabn lo cie-ga: entonces, echando pestes, l se enjuga los prpados con los pulgares. Cuando hace grgaras, monta un escndalo. Bajo el balcn la gente se para y levanta la cabeza.

  • 1 3

    Es la ms rosada y tranquila de las maanas. la prima-vera est en su plenitud. En todos los alfizares de las ven-tanas hay macetas con flores. A travs de sus grietas asoma el bermelln del inminente florecimiento.

    (las cosas no me quieren. los muebles tratan de poner-me la zancadilla. una vez, la esquina de un mueble lacado me mordi, literalmente. Mi manta y yo siempre hemos te-nido una relacin complicada. la sopa que me sirven a m nunca se enfra. si una fruslera cualquierauna moneda o un gemelocae de la mesa, por lo general va a parar deba-jo de un mueble difcil de mover. Yo me arrastro por el sue-lo y, al levantar la cabeza, veo al aparador rindose de m).

    las cintas azules de los tirantes le cuelgan a ambos la-dos del cuerpo. Va a su dormitorio, encuentra los quevedos encima de la silla, se los pone frente al espejo y vuelve a mi habitacin. Ah, de pie, en medio del cuarto, se sube los ti-rantes, los dos a la vez, con tal movimiento que parece car-garse un peso a las espaldas. No me dirige la palabra. Yo finjo dormir. Dos haces ardientes de rayos solares se con-centran en los pasadores metlicos de sus tirantes. (las co-sas le quieren).

    No necesita peinarse, ni tampoco arreglarse la barba y el bigote. lleva el pelo al rape y un bigotito bien recortado a ras de nariz. Parece un nio gordinfln ya entrado en aos.

    Coge un frasco. El tapn de cristal emite un leve tin-tineo. Vierte agua de colonia en la palma de su mano y se la pasa por el globo de la cabeza: desde la frente hasta la nuca, y a la inversa.

  • 1 4

    Por la maana bebe dos vasos de leche fra. Coge una ja-rrita del aparador, se sirve la leche y bebe, sin tomar asiento.

    la primera impresin que tuve de l me desconcert. Nunca habra podido pensar ni imaginar la existencia de se-mejante individuo. Estaba enfrente de m, perfumado con lavanda, con su elegante traje gris. Tena los labios levemen-te abombados, jugosos. Era, a todas luces, un petimetre.

    A menudo, por la noche, me despierta su ronquido. Amodorrado, no acierto a comprender qu es lo que ocurre. una voz amenazante parece repetir una y otra vez: Kraka-t krra ka tuu.

    le han concedido un apartamento estupendo. Qu ja-rrn tiene junto a las puertas del balcn, sobre un pedestal lacado! un jarrn de la porcelana ms fina, alto y panzudo, cuya transparencia revela un rubor delicado. uno no puede evitar pensar en esa ave llamada flamenco. El apartamento est situado en el segundo piso. El balcn flota en la leve-dad del espacio. la amplia calle de las afueras parece una carretera. Abajo, en la acera de enfrente, hay un jardn; un jardn frondoso, de tupida arboleda, tpico de las afueras de Mosc, un agolpamiento catico que ha crecido, como en un horno, entre las tres paredes de un solar.

    Es un glotn. suele comer fuera de casa. Anoche vol-vi hambriento y decidi picar algo. No encontr nada en el aparador. sali (hay una tienda en la esquina) y volvi con un montn de cosas: doscientos cincuenta gramos de jamn, una lata de boquerones, caballa en conserva, una barra grande de pan, una buena medialuna de queso ho-

  • 1 5

    lands, cuatro manzanas, una docena de huevos y un bote de mermelada El guisante de Persia. Pidi una tortilla y t (la casa cuenta con una cocina comunal donde dos cocine-ras sirven por turnos).

    Zampe, Kavalrovme invit, al tiempo que se aba-lanzaba sobre la comida.

    Comi la tortilla directamente de la sartn, rompiendo los trozos de clara como si desconchara esmalte. los ojos se le inyectaron en sangre, se pona y se quitaba los quevedos, chasqueaba los labios, resoplaba, se le movan las orejas.

    Me entretengo con mis observaciones. Os habis fija-do en que la sal cae de la punta del cuchillo sin dejar rastro alguno y en que el cuchillo brilla como si nada lo hubiese tocado; que los quevedos se desplazan por el caballete de la nariz como una bicicleta; que el ser humano est rodeado de inscripciones diminutas, un hormiguero desmandado de minsculos epgrafes: en los tenedores, en las cucharas, en los platos, en la montura de los quevedos, en los boto-nes y en los lpices? Nadie repara en ellas. libran una bata-lla por la existencia. Pasan de una forma a otra hasta con-vertirse en las enormes letras de las carteleras. se sublevan, clase contra clase. las letras de las placas con los nombres de las calles hacen la guerra a las letras de los carteles.

    se dio un atracn de padre y muy seor mo. Por lti-mo, se precipit hacia las manzanas cuchillo en ristre, pero en cuanto cort el pmulo amarillo de una la tir.

    un comisario del pueblo, en un discurso, dijo de l, con elevadas palabras de elogio:

  • 1 6

    Andri Bbichev es uno de los hombres ms nota-bles de este pas.

    l, Andri Petrvich Bbichev, es el director de un trust de productos alimenticios. Es un gran fabricante de salchi-chas, pastelero y cocinero.

    Y yo, Nikoli Kavalrov, soy su bufn.

    NACA_la envidia.pdf