entrega crítica arquitectónica
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8/16/2019 Entrega Crítica Arquitectónica
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Tatiana Rodríguez Bello Teoría Unidad Avanzada
Aeropuerto Internacional El Dorado Fecha: 27/04/2016
REALIDAD (VIRTUAL)
Viajar se ha convertido en un factor constante en la vida de una persona, bien sea por
diversión o trabajo; nos hemos convertido en testigos de aterrizajes y despegues que oscilan
-por lo menos en Bogotá- entre los 300 a 450 diarios según las cifras oficiales del Aeropuerto
el Dorado. Al igual que hemos sido invadidos de una felicidad absoluta por subirnos a un
avión, también nos ha llenado la ira y la preocupación por aquellos retrasos en las operaciones
aéreas, de los cuales muchas veces, no obtenemos explicación. Será que esto es cuestión de
la infraestructura del aeropuerto? O nos hemos vuelto muy exigentes? O tal vez el diseño
planteado no satisface la proporción de oferta y demanda? Qué tantos factores han estado
involucrados en este proceso de renovación y evolución?
Según la ICAO (International Civil Aviation Ogranization), un aeropuerto
internacional debe cumplir con unos requisitos mínimos, impuestos y regulados por la misma
entidad. Entre los que se encuentra la adecuación de la infraestructura del proyecto –pistas,
seguridad, terminales, conexiones y redes- hasta obtener la capacidad de servir aviones de
gran tamaño que normalmente operan trayectos largos o transoceánicos.
Pero qué sucede cuando un
aeropuerto internacional es proyectado
diez años atrás de su construcción bajo
una economía cambiante como es la de
nuestro país? Sumándole el hecho de que
su renovación fuese bajo un concurso con
un planteamiento de convocatoria pobre,
para lo que se requiere en un buen
aeropuerto. Y aparte de esto, que haya
sido construido bajo una variedad de
concesiones y asociaciones? Si,
consecuentemente encontramos
estimaciones fallidas, saturaciones en los servicios, fallas técnicas, etc… Entonces, por qué
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no catalogar nuestro preciado aeropuerto como un proyecto visualmente satisfactorio pero
funcionalmente reducido como lo han llamado tantos de los arquitectos sin ejercer? No, no
es el John F. Kennedy, ni siquiera un cuarto del Barajas, pero no es el peor.
Simplemente, el aeropuerto El Dorado no fue precisamente una sucesión de hechos y
decisiones afortunadas, sino que presentó una cadena de errores que tiene como origen un
concurso de arquitectura –actualmente cuestionado- auspiciado por el Ministerio de
Transporte, la Aeronáutica Civil y la Sociedad Colombiana de Arquitectos. El cual fue
planteado bajo la convocatoria de “Concurso público para premiar un anteproyecto
arquitectónico de espacialidad, imagen y lineamientos paisajísticos, a partir de las directrices
funcionales del plan maestro del aeropuerto internacional El Dorado de Bogotá”. Que
realmente premió la mejor idea de fachada y los mejores renders, sin profundizar en aspectos
decisivos de la arquitectura y el urbanismo.
Aún cuando el arquitecto ganador, Javier Vera, fue más allá de lo requerido e incluso
planteó el desarrollo de espacios interiores, alternativas de estructura, esquemas de
funcionamiento, etc.; el proyecto se fue desdibujando poco a poco del original al ser
confrontado por la OPAIN y Aeropuertos de París ante cifras reales de flujos de pasajeros y
de carga, llegando a quedar en lo que es hoy, una construcción con el recuerdo de una buena
imagen y licitaciones a base de renders sin especificaciones técnicas.
Aquel concurso, originario del caos presente, dio paso a una multiplicidad de
empresas, constructoras, arquitectos y entidades involucradas en el proceso de proyección y
construcción. En consecuencia y aunque pueda ser un tanto arbitrario surgen preguntas que
probablemente ataquen el planteamiento de los concursos arquitectónicos. Pero, será que
realmente las entidades están preparadas para concebir concursos basados en cifras y datos
reales? O recaeremos en la costumbre de una regularización inconsecuente que nos lleve a la
creación de maquillajes en la arquitectura?
Recorriendo las calles sobresale la segunda.