entre la sabiduria y la ignorancia
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EL PROFESOR Y SU MEDIACIÓN ENTRE LA IGNORANCIA Y SABIDURIA DE
SUS ALUMNOS
Una de las múltiples tareas del docente, es la de ser un buen mediador de la
información e interactuar con el alumno, para que se apropie del conocimiento a
través de sus diversas fuentes, fomentar la investigación, desarrollar materiales
didácticos que apoyen al estudiante y a tener claro que es lo que van a aprender.
En el ámbito educativo el término mediación es muy popular. Se utiliza de manera profusa y con un sentido que lo relaciona directamente con la enseñanza. En su uso cotidiano el término adquiere muchas y muy variadas connotaciones, de tal suerte que se puede referir a un recurso didáctico. (CRESPO, ENRÍQUEZ, & RIVERA, 2008:11)
La mediación, es el camino que el docente tiene, para acompañar al estudiante a
dejar el lugar de la ignorancia, como mediador el docente funge como vínculo
entre los materiales y el estudiante, entre él y sus compañeros, entre ellos
mismos, los contenidos, los medios, el ruido, la asignatura etc., ya que su función
prioritaria es complementar, actualizar, facilitar y posibilitar la mediación
pedagógica a través de operaciones lógicas y estratégicas en un marco contextual
implicadas necesariamente en estrategias de estudio.
También tener en cuenta que es un proceso, donde la comunicación debe ser
empática como una condición básica que facilite el aprendizaje; además se debe
propiciar un clima áulico donde la interacción entre el estudiante y el ambiente
organizado propicie el camino a seguir y la competencia a alcanzar.
Para lograr lo anterior, es necesario tener presente que todos los seres humanos,
emergemos en el seno de una sociedad, misma que se desenvuelve en una
cultura determinada, que conlleva un conjunto de creencias, costumbres y
conocimientos que permean en los sujetos que la integran y que caracterizan al
individuo en lo particular. “Para funcionar, las sociedades producen ideas sobre el
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mundo y sobre sí mismas, las que se organizan y se jerarquizan según los
ámbitos de vivencia de cada grupo, de acuerdo a las exigencias de los individuos
y conforme a las características de cada sociedad”. (AMODIO, Cultura,
comunicación y lenguajes, 2005: p.18)
Estos saberes se apropian en el núcleo más elemental de la sociedad: la familia;
sin embargo, no es suficientemente para adaptarse exitosamente en la sociedad
en la que transita. Para que un sujeto se considera culto, es porque se ha
apropiado de otros saberes específicos que la sociedad ha avalado y aunque se
apropie de otros conocimientos no legitimizados, su capacidad estará configurada
para desempeñarse en el entorno socioeducativo de su contexto.
Los saberes culturales, producidos a lo largo de la historia de cada sociedad, pueden diferenciarse en comunes y especializados: en los primeros participan todos los individuos y son puestos en práctica, sobre todo, durante su vida cotidiana; los especializados son elaborados por individuos particulares y sirven para resolver problemas específicos: curar una enfermedad o construir un tendido eléctrico. Es importante resaltar que, generalmente, los saberes culturales comunes funcionan de manera automática, una vez adquiridos por los individuos a través de los procesos de enculturación desarrollados durante la infancia. Son los procesos de socialización y aprendizaje de su propia cultura. (AMODIO, Cultura, comunicación y lenguajes, 2005: p. 18)
Sin embargo, el profesor debe tener conciencia que los sujetos con los que
interviene, vienen de contextos diversos, donde se nacen con ciertas sensaciones
de que la cultura que poseemos impone ciertas situaciones no deseadas y
precisamente Bucay nos lo enfatiza “La cultura nos carga de cosas y ser capaces
de cuestionar sus fundamentos sin necesidad de enojarse, sin tomar la decisión
de volverse anarquista y, sobre todo, sin salir a pegarle una patada al primer
congénere que se nos cruce, es ya un paso adelante en nuestra evolución”
(2007:73).
Es cierto modo, el concepto “cultura” representa una suma de normas aceptadas y
estipuladas en leyes y reglamentos que se establecieron por la costumbre, por
hábitos, por la fuerza, amenazas, etc., y que llegaron a nuestra vida
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predeterminados como reglas de una sana convivencia, de buenos modales, de
conservación familiar, etc.
El saber transmitido por la escuela procede del mundo externo, tanto de la cultura general como de los productores del saber especializado. Estos saberes no son elegidos por los maestros o por la familia, sino que es el Estado quien determina su contenido y su gradualidad en el tiempo, a menudo con la colaboración de varias instituciones: Iglesias, universidades... Por experiencia sabemos que los estudiantes que no logran adaptarse a los saberes escolares quedan excluidos del sistema, ocurriendo algo semejante, aunque de un modo diferente, con las familias y educadores. (AMODIO, Producción y transmisión del saber: oralidad, escritura e imágenes, 2006: p.67)
De ahí que la sociedad a la que pertenecemos ha y sigue pretendiendo conservar
su identidad e idiosincrasia de sus integrantes, a través de instituciones (religión,
escuelas, leyes, etc.) que han desarrollado para preservar dichas características y
que diseminan sus valores a través de ellas.
Los profesores, somos uno de esos agentes de la socialización, y aceptamos y
validamos esos valores, sin embargo, los enseñantes como parte medular de la
transformación educativa, podemos proporcionar elementos que apoyen a la
reflexión a las nuevas generaciones, para que haya cambios evolutivos que
permitan transitar a otras esferas.
Los contenidos educativos representan las herramientas psicológicas que la cultura ofrece a los alumnos, para prepararlos para el trabajo productivo, pero también para la formación de la conciencia, es decir para el desarrollo mental.
Las herramientas psicológicas que el niño aprende fueron formuladas por un grupo social a través de su devenir histórico con la finalidad específica, por ejemplo de resolver un problema de cálculo, comunicarse de manera eficiente o simplemente mejorar el sistema de producción. Por lo tanto, es necesario que quienes pretendan enseñar estas herramientas conozcan: qué son, cuáles son sus características, cómo se emplean, qué producen, como se relacionan con otras herramientas. Este conocimiento permite que los profesores intencionen su enseñanza de manera más eficiente. (CRESPO, ENRÍQUEZ, & RIVERA, 2008:39)
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En este marco cultural del cual procedemos se dan ciertos sesgos, uno de ellos
son los inconformes o sujetos que se salen de los parámetros establecidos por la
sociedad a la que pertenecemos, y es que son vistos de diferente forma porque
realizan acciones fuera de esos parámetros mencionados y en muchas ocasiones
se les considera raros o no adaptados, y son observados por los sujetos que se
adaptan a la cultura o que la controlan e incluso intentan coaccionarlos de
diversas formas para que el sujeto “descarriado” vuelva a la senda que la sociedad
le indica, sin embargo no alcanzan a comprender que dichos sujetos son los
detonantes de los cambios futuros.
El mediador debe instrumentar recursos para lograr el cambio y es precisamente
la sabiduría un medio, no anárquico la que nos puede librar de la soga del yugo
del poder, la sabiduría es un don que se conquista con esfuerzo y perseverancia,
misma que exige de nosotros las competencias que internamente poseemos, para
saber adquirirla en los momentos cruciales y pertinentes de nuestro desarrollo.
El papel de los educadores debe ser el de mediador entre el alumno y el contexto, por lo que el profesor debe demostrar a los alumnos la manera de emplear las herramientas en los contextos problemáticos, para que la enseñanza sea situada en el mundo real y tenga sentido práctico para los alumnos. (CRESPO, ENRÍQUEZ, & RIVERA, 2008:39)
Cuando el mediador en su acompañamiento, incentiva al estudiante a empezar a
adquirir saberes, se promueve a llenar los vacios, que no pueden llenarse con
cosas tangibles o materiales, el conocer nos ofrece la serenidad interna que
trasciende desde la introspección y que se refleja en la manera de vivir,
transformándonos a cada ente, en un buscador de la verdad.
En la escuela, como en la sociedad, los medios a través de los cuales se transmite el saber son múltiples, desde la oralidad y la escritura hasta las imágenes. Es importante añadir que, dentro de la institución escolar, el saber que se transmite está regulado más o menos rígidamente, es decir, depende de los planes de estudio establecidos por el estado, lo que implica una constricción, a veces muy fuerte, sobre educadores y educandos. (AMODIO, 2006: p. 32)
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Si bien es cierto que en la senda de cada ser, inicia con el almacenaje de reglas,
hábitos mandatos, etc., que la sociedad le demanda, y como en todo comienzo no
hay reflexión, ni aprovechamiento ni nada, solo se recuerda esa experiencia como
parte de la vida, en ese momento estamos en un estado de ignorancia y por lo
tanto poco podemos hacer. Pero, cuando empezamos el contacto con el
conocimiento, es el enseñante-mediador el responsable de que lo haga de manera
crítica, de no hacerlo seguiremos estacionados en el mismo sitio en que nacimos:
la ignorancia
Y ya que hablamos de ignorancia, que se define simplemente como contrario a la
sabiduría, dos puntos referenciales de extremos de un cuerpo subjetivo del
conocimiento y que es importante analizarlos desde sus diferentes matices que
tiene, mismos que habremos de considerar para denotar la importancia que se
establece en nuestro esfuerzo como buscadores de la verdad.
Para iniciar el camino hacia la sabiduría habremos de comenzar en alguna parte,
en esta ocasión iniciaremos en el extremo opuesto: la ignorancia. Hay un dicho
popular: “el ignorante es alguien que ni siquiera sabe que no sabe”; este tipo de
personas no tienen toda la culpa de ser así, pues en muchas ocasiones son seres
que fueron hechos así y por lo tanto no se puede esperar más de ellos, la
obediencia y la confianza son para él características muy propias, ya que le
genera la única posibilidad de conseguir recompensas en su familia, trabajo,
asensos, etc., a este tipo de personas les gusta la tranquilidad, le encanta siempre
decir un “si” sin reflexión, no le gustan los cambios, y les parece peligroso y difícil
realizar algo diferente pues les implica miedo y la posibilidad de enfrentarse, a
nuevos conocimientos para ser innovadores, les aterra.
Por eso, un “ignorante es siempre un esclavo del pasado, un servidor del poder,
un camello llevado por quien lo monta,…” (BUCAY, 2007:95) sometido por sus
propias creencias que tiene y que otros le han enseñado, y solamente se sentirá
libre si llega a ser triunfador celebre, con renombre o con dinero obviamente,
siendo el eco de otros que lo manipulan a su arbitrio, recibiendo ordenes
conscientemente o a sus espaldas sin que esto le moleste; “pues en el mundo de
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los ignorantes no hay subjetividad. La mayor característica de sus habitantes, es
que nada hay adentro de ellos diferente de lo que se les ve desde afuera”
(BUCAY, 2007:97).
En el entorno de la ignorancia se manifiestan dos tipos específicos de ignorantes
(BUCAY: 2007): los fans-incondicionales y los seudoprotagonistas; el primero son
los que miran a los segundos y los idolatran, estos a su vez generan la necesidad
de ser mirados por los primeros y realizan acciones que los lleven a ese rubro,
reflejando así su interdependencia. Es por eso que el ignorante lucha, trabaja, se
esfuerza para conseguir sus metas, requiere que alguien lo mande, lo condicione
a través de halagarlo, pero lo defina en esos campos mencionados; por eso
cuando pide atención o apoyo de otros deberá pagar por ello y parecerse a lo que
los otros quieren que sea.
Solo los ignorantes gastan su energía en tratar de hacer responsables a los
demás de lo malo que sucede, pues es la etapa en la que se nace y no consigue
por si mismo, por eso se adaptan con mucha naturalidad. La ignorancia te hace
creer que la vida funciona por casualidades, vive de la razón que le prestan, como
no tiene ideas propias, tiene que subsistir de las ajenas.
A todos nos cuesta confesar nuestra ignorancia con relación a los temas
definitivos de nuestra existencia; nos avergonzamos al plantear preguntas cuyas
respuestas debemos conocer; y disimulamos nuestras inhabilidades y procuramos
ocultar con una falsa jactancia dicha ignorancia, detrás de la cual sabemos que
existen aspiraciones más profundas
Todos somos ignorantes en cierto aspecto, ya que el proceso de desarrollo es
pasar por esa etapa, pero muchos nos quedamos en ella y no consideramos salir
de ahí; para lograr hacerlo debemos comenzar por la reflexión de autoreproche de
nuestras acciones y romper todos los moldes, hábitos, mandatos, miedos,
modelos y condicionamientos impuestos y comenzar a crecer en un habitus
diferente y consensuado; que nos permita recorrer un camino deseado en pro del
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verdadero bienestar, donde el aprender sea un placer con experiencias
agradables y lúdicas que nos permita recrear el saber.
El mediador debe incentivar al alumno con el deseo de salir esa etapa, que hace
que cualquier ignorante se transforme en un buscador de la verdad, misma que lo
va llevar a transitar en la senda de la sabiduría, y luego de empezar el trayecto,
empieza a vislumbrar todo lo que no sabe y a cuestionar lo que otros conocen,
intentando llegar a nuevos saberes.
Esta desobediencia es marcada por muchos (ignorantes) como nefasta, pues se
salen de las normas establecidas y a pesar de que, muchas situaciones históricas
incomodas se dieron por sujetos que argumentaron posteriormente, que
solamente habían obedecido.
El mediador debe estimular a los alumnos, a que ejerzan la criticidad como medio
para conocer, indagar y reflexionar la realidad que se vive, de otra manera serán
sujetos fácilmente manipulables a los cantos de sirena.
El pensamiento crítico como arma de construcción en todos sus sentidos. El pensamiento crítico como ejercicio creador hacia una ciencia libre, sin mordazas y sin sectas. El pensamiento crítico como herramienta de transformación creadora en acción directa contra toda calamidad, injusticia, abuso, robo, mentira o alienación que mientras es para unos dolor, ignorancia, engaño... para otros es negocio, privilegio, placer, imperio.(ABAD, 2006:401)
Para iniciar a los alumnos en el trayecto del cuestionamiento, tenemos que
hacerles notar de tener el coraje para soportar la posibilidad de quedar solos ante
las decisión que tomen y perder el miedo a equivocarse, pues el error es una de
las estrategias más antiguas para aprender; también hacerlos conscientes de que
tenemos que pagar un precio, por atrevernos a establecer desafíos de una
desobediencia reflexiva.
El que solamente obedece nunca se siente solo, el poder lo acompaña mientras lo vigila. Al ponerse voluntariamente del lado del que manda, participa aunque sea en forma tangencial del poder al que se somete. De alguna manera se siente seguro y protegido, por la verdad que comparte
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con el poderoso y por ello se siente más fuerte… si un buscador no solo se atreve a decir que no a las normas del poder, sino que además decide crear sus propias normas, no solo se vuelve un desobediente, sino que también se define frente a todos, como una potencial amenaza al orden establecido (BUCAY, 2007:139).
En el trayecto a la sabiduría está lleno de sinsabores, los errores que
cometeremos serán muchos, pero no olvidemos que los más frecuentes serán
caer en ser: un necio niega que sabe y que reniega de lo que no sabe y por eso se
encapricha o un soberbio que cree que lo poco que sabe es mucho; los dos
pretenden demostrar que son los mejores y están por encima de los demás y para
demostrarlo transforman su vida en una competencia, y al hacerlo se olvidan de
sus amigos y compañeros, para solo ver competidores. Desde luego que tienen
muchos atributos como: vanidosos, simuladores, ambiciosos, perversos, y otros
que coadyuvan a conseguir sus fines, buscando atajos para llegar a sus metas
perjudicando a quien lo obstaculice.
El mediador debe enfatizar en los alumnos que: en el camino, nunca permitan que
los sobrevaloren o los marquen como especiales, ni que pretendan ser mejores
que aquellos que les brindaron el apoyo cuando lo requirieron, porque caerán en
la tentación de la vanidad y empezaran a comportarse como dotados,
extraordinarios, que saben más que otros, y aunque sean ciertas no las alardees,
porque el que sabe nunca grita lo que sabe.
Cuando logremos, como profesores que los alumnos aprendan que el autoengaño,
la falsedad, la hipocresía, son algunos espacios confortables para aquellos que
viven el mundo de la ignorancia, ya que siempre es posible crear mentiras a
nuestra medida, que se ajusta a sus necesidades, que no cuestan mucho, estas
son mentiras verdaderas se pueden encontrar en todas partes.
La hipocresía es una mentira que no debes cultivar, puesto que el término
hipócrita viene del griego hipokriteis que significa “un actor de teatro”, de ahí su
doble sentido de actuar simulando y disimulando una acción ajena a su realidad;
significa también que un sujeto con esta “virtud” puede engañar, ser lo que
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realmente no es y que oculta sus verdaderos pensamientos y actitudes hacia las
personas con quienes se relaciona.
Los mediadores debemos ponderar que el que sabe o es buscador de la verdad,
debe evitar las mentiras, pues éstas están listas para servir, son fascinantes,
hermosas, amables y no obligan a comprometerse; no así la verdad, ya que esta
no sirve a nadie y no tiene disfraces, por lo que hiere al mentiroso, lo descubre, lo
destroza y derriba falsas idolatrías, razón que obliga a perseguirla para conocerla
e iluminarse en su destello, ya que la verdad esta en constante transformación,
razón por lo cual no acepta condiciones, ni pertenece a nadie y al ser libre va
creando una ciencia con conciencia y ésta es un elemento primordial de la
sabiduría.
El sabio es aquel que sabe que sabe, si llegamos a serlo en muchos aspectos
dependerá del sujeto, si esta dispuesto a confrontar su sapiencia en pro de un
mundo mejor, ya que un cambio interno conlleva a un cambio en el exterior.
No hay otra forma de conectar y alinear la mente que a través de la sabiduría, es
el camino correcto y apropiado de aplicar el conocimiento y trabajar la información
ya que te enseña que todo lo que ocurre tiene un profundo significado, que no es
fruto de la casualidad, sino de saberes que se han acumulado en el pasado.
La sabiduría entiende, conoce, recibe y da, tiene la virtud de acrecentarse en
aquellos que son ágiles en buscarla y disminuir en los que la menosprecian, sobre
todo en los insensatos, pero amada por el que desea crecer y mejorar su calidad
de vida, como habilidad para que trates inteligentemente las variadas experiencias
de la vida y no te amargues en la existencia del proceso.
El maestro, como sujeto histórico social es un conocedor, pero no alguien que
conozca todas las respuestas, ni que pueda explicarlo todo, solamente es un
buscador de la verdad y que sirve a ésta, propiciando estrategias mediadoras que
ayuden a los alumnos a redescubrirla, para ellos le sigan los pasos e iluminarse
con su halo destellante, que deja en el sendero que lleva a la casa de la sabiduría.
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El maestro es un mediador, pero también es un ejemplo de transformación que
acompaña a sus alumnos en el trayecto a la sabiduría y si en su decir se
contradice con su hacer, dejara huella marcada como un icono de mansedumbre y
de matador de conciencias.
AMODIO, E. (2005). Cultura, comunicación y lenguajes. Caracas, Ven.: IESALC UNESCO.
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Autor: Profr. Lorenzo Alberto Guzmán Barraza Asesor de la UPN-162
Zamora, Mich. Email: lorenzoagbotmail.com