ensayo las exposiciones universales

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UNIVERSIDAD AUTONOMA DE BAJA CALIFORNIA CENTRO DE INGENIERIA Y TECNOLOGIA UNIDAD VALLE DE LAS PALMAS ARQUITECTURA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA MODERNA E X P O S I C I O N E S U N I V E R S A L E S ALVAREZ MARTINEZ DIANA ALEJANDRA DUARTE MORA LUIS ALFONSO GRUPO: 151 1204982

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UNIVERSIDAD AUTONOMA DE BAJA CALIFORNIA

CENTRO DE INGENIERIA Y TECNOLOGIA

UNIDAD VALLE DE LAS PALMAS

ARQUITECTURA

HISTORIA DE LA ARQUITECTURA MODERNA

E X P O S I C I O N E S U N I V E R S A L E S

ALVAREZ MARTINEZ DIANA ALEJANDRA

DUARTE MORA LUIS ALFONSO

GRUPO: 151

1204982

La arquitectura moderna nace en virtud de los cambios técnicos, sociales y

culturales ligados a la revolución industrial, sin embargo, en el siglo XIX, van a ser

los ingenieros y no los arquitectos los que propongan un nuevo modo de

construcción que responda y dé solución a los problemas de la sociedad, pues la

formación de los ingenieros va a ser mucho más técnica y funcional que la de los

arquitectos, más atraídos por la estética. El principal campo de actuación de la

ingeniería va a ser la ciudad, donde se centrará la actividad y a donde irá la

población rural.

Ahora las ciudades necesitarán reformar sus infraestructuras: pavimentación,

alcantarillado, edificios públicos, etc.; tan necesarias. Así pues, en el siglo XIX,

serán otra vez los ingenieros los que se encarguen del urbanismo y la

planificación. La vivienda será otro problema, pues el traslado de la industria a la

ciudad y la explosión demográfica harán que la vivienda sufra una crisis debida a

la escasez de vivienda y de metros cuadrados por habitante. Por estos motivos se

precisará la construcción de nuevos barrios residenciales. Los nuevos edificios

se caracterizarán por la utilización del hierro fundido de Darby, y más tarde del

acero, creado en los hornos Bessemer a partir de 1870, material que se encargará

de la estructura con la cual se soportara el nuevo estilo arquitectónico llamado la

Arquitectura del Hierro, lo que contribuirá a la desaparición del muro exterior de

carga, que dará paso al muro cortina que podrá ser acristalado, pues no tendrá

función de carga. Por último hay que destacar también en el campo dela

construcción, la aparición del hormigón armado con estructura metálica interior

que le dará dureza y elasticidad. El hormigón armado fue desarrollado

simultáneamente en Francia con Hennebi que en 1890 y en Estados Unidos con

Ransomes. Al final, los arquitectos se adaptarán a los nuevos tiempos e

intervendrán otra vez en las construcciones, llevando un trabajo interdisciplinar

con los ingenieros. Hay que destacar que en esta época se da una contradicción o

contraste entre la modernidad de las estructuras y los estilos historicistas.

El empleo de los nuevos materiales arquitectónicos se difundió a través de las

Exposiciones Universales, que eran eventos que organizaban los distintos estados

para mostrar los avances de la ciencia y la técnica propios de su país. Para

albergar las máquinas y los nuevos inventos se requerían pabellones de grandes

dimensiones, por eso se construyen con los medios técnicos más avanzados y

buscando la máxima funcionalidad.

Las Exposiciones Universales surgen en Europa durante los comienzos del siglo

XIX ante la necesidad de las naciones de conseguir la notoriedad y el prestigio

necesarios para su estabilidad y ventaja en el ámbito de desarrollos tecnológicos

así como constructivos. Si bien sus orígenes se remontan a las ferias medievales,

solo que estas tienen un diferente enfoque y pierde su carácter comercial,

apareciendo las primeras exhibiciones sin finalidad mercantil las cuales serán un

reflejo de lo logrado gracias a la revolución industrial y a los cambios que ésta

ocasiona.

El precursor de estas muestras fue François de Neufchâteau, ministro francés del

Interior, quien tras impulsar la idea y la organización, el 19 de septiembre de 1798

inauguró en el parisino Campo de Marte una exposición de productos industriales

y artesanías francesas, con la intención de que a partir de entonces tuviera

carácter anual. Aunque este último objetivo no llegará a cumplirse, sí se seguirán

organizando estas exposiciones nacionales con una cierta regularidad: en 1801 y

1802, en los jardines del Louvre; en 1806, en la explanada de la Concordia; en

1818, 1819, 1823, 1827 y 1834, en la plaza de la Concordia, y en 1839, 1848 y

1849, en los Campos Elíseos.

También en Inglaterra se habían celebrado algunas exposiciones de carácter

local. Pero será Londres la ciudad que acogería por primera vez, en 1851, una

"gran exposición de los productos de la industria de todas las naciones", bajo el

auspicio del príncipe Alberto y la labor de un eficiente funcionario llamado Henry

Cole.

Las exposiciones universales estuvieron muy de moda en la segunda mitad del

siglo XIX .Aquel siglo que conforme a la histografía dará comienzo a la Era

Contemporánea, marca una nueva visión para la sociedad y los movimientos

nacientes. Este desarrollo constante genera la necesidad de mostrar a todo el

mundo los avances de las potencias, tanto como competición como escenario

donde adquirir conocimientos y descubrir lo último de la época.

Definición: Exposición Universal es el nombre genérico de varias exposiciones de

gran envergadura celebradas por todo el mundo desde la segunda mitad del siglo

XIX. La organización que se ocupa oficialmente de nombrar las ciudades

organizadoras de este tipo de eventos es la Oficina Internacional de Exposiciones

(BIE).Las exposiciones aprobadas por el BIE pueden ser consideradas

Registradas con una duración mínima de 6 semanas y máxima de 6 meses o

Reconocidas (”internacionales” para fines de promoción e información), con

una duración de entre 3 semanas y 3 meses. No obstante, cualquier país o

ciudad puede organizar ferias y exposiciones similares sin el patronazgo del BIE.

El concepto de exposición universal contribuyó fuertemente a la comunicación

social de los logros imperialistas, al incorporarse como curiosidades elementos

etnográficos propios de las culturas dominadas por parte de las grandes potencias

imperiales. De este modo, en estas ferias se mostraban los grandes avances de la

invención tecnológica al lado de las últimas expresiones del arte.

Esta referencia al carácter no comercial de las Exposiciones Internacionales es de

enorme importancia para comprender bien los objetivos perseguidos, que no van

enfocados a la venta directa de bienes o servicios expuestos, sino a conseguir un

posicionamiento prestigioso en la mentalidad colectiva como países a tener en

cuenta en el concierto de las naciones.

Estos encuentros fueron fundamentales no sólo para el avance de la ciencia en el

mundo o para la difusión de determinados inventos de notable utilidad para la vida

diaria. Aunque no se suele prestar tanta atención a otro aspecto igualmente

seminal, las exposiciones universales sirvieron para fortalecer una determinada

conciencia de época, para alimentar un ideario o para transmitir determinados

patrones estético-culturales; de hecho, sin acudir a tales eventos; de hecho, sólo

de apelar a tales eventos se entiende la evolución de las artes decorativas, el

avance en la arquitectura industrial, así como la expansión del Art nouveau, el

Art Déco, el Modernismo o la Vanguardia.

En la Gran Exposición de 1851, en plena época victoriana, la sociedad británica

mostró el grado de avance experimentado en todos los ámbitos y su indudable

preeminencia con respecto al resto del mundo. El magno acontecimiento se

celebró en el Palacio de Cristal, obra de

Joseph Paxton, a iniciativa del Príncipe

Alberto, marido de la Reina Victoria. A

Henry Cole, perteneciente a la Sociedad

de las Artes, se debe el hecho de haber

animado al Príncipe Alberto para

organizar exposiciones anuales.

El Joseph Paxton ofrece un impresionante telón de fondo para la exhibición de los

productos de casi todas las naciones importantes. La arquitectura del Palacio de

Cristal no solo representó una adaptación de los conservatorios británicos

grandes, sino que también se caracterizó por sus grandes salas, con mucha luz.

Los visitantes que acudieron a la exposición de todo el mundo aseguraron ante la

Comisión Real de Exposiciones un beneficio considerable, con la que podría

ser la preeminencia para que la industria nacional aumentara aún más.

Contra todas las costumbres victorianas, Joseph Paxton había desdeñado en gran

medida los elementos decorativos en su diseño. El edificio de la exposición era

para una función determinada, limitada en el tiempo, y fue construido sólo para

este fin. Sólo colores diferentes hincapié en los elementos constructivos

diferentes: el interior estaba pintado de blanco, rojo, azul y amarillo, mientras que

el exterior se mantuvo en un azul claro. El techo estaba

cubierto de 124 por 25 centímetros placas de cristal, de

los que un tercio de toda la producción británica de

vidrio al año era necesario. Estas placas de cristal no

sólo determina la parrilla para el techo, pero para todo

el edificio.

En sus lados fueron de 14 metros de altura, naves laterales, en los lados de la

nave central se construyeron galerías, aumentando así el área de exhibición. Esta

nave principal se dividió en medio de un barril nave cruz cubierta. Este techo barril

de la cierta intimidad hacia la naturaleza. Esto agregó un gusto y popularidad al

edificio por su singular forma y diseño teniendo una exposición más, la cual se

refería al entorno a su alrededor. Dado que sólo las paredes laterales de las naves

laterales eran de madera, el resto del edificio fue hecho enteramente de hierro

fundido y cristal, a través del cual la luz del día entró sin filtrar.

Ya en este primer evento, se ponía de manifiesto la curiosa conjunción entre el

progreso y el pasado, fenómeno característico del siglo XIX: el Palacio de Cristal

tenía una habitación medieval decorada con objetos y libros que procedían de

aquella época o que imitaban su arte

La Exposición Universal de París de 1889 contó con una Galería de Máquinas,

construida según el proyecto del arquitecto Louis Dutert y del ingeniero

ContaminAlgo menor que el Crystal Palace

londinense, huía del aspecto de invernadero y

sus monumentales pilares descansaban sobre

40 pilastras de albañilería. La bóveda, cuya

altura alcanzaba los 43 metros, cubría, sin

ningún apoyo intermedio, una superficie de 4,5

hectáreas.

El edificio despertó una expectación similar a la que en su día ocasionara el

pabellón de Paxton. Así la describió y valoró el

arquitecto Jourdain: "La galería de máquinas, con su

fantástica nave de 115 metros sin tirantes, su vuelo

audaz, sus proporciones grandiosas y su decoración

inteligentemente violenta, es una obra de arte tan

bella, tan pura, tan original y tan elevada como un

templo griego o una catedral".

Años antes, en la edición también parisina de 1867, un

joven ingeniero francés, Gustave Eiffel (1832-1923), se

haría famoso por calcular y construir, junto con J. B.

Kranz, otra Galería de Máquinas. Pero sería en la

Exposición Universal de París ya citada de 1887,

conmemorativa del centenario de la Revolución francesa,

donde Eiffel lleva adelante otro ejemplo de la nueva

arquitectura. Se trata de la famosa torre que tomó su nombre, una obra que

sorprendió y desató entonces toda suerte de reacciones, negativas en su mayoría.

La construcción de la torre Eiffel, de 300 metros de altura, requirió, entre otros

muchos números mayúsculos, la ejecución de 5.300 dibujos que detallaban las

18.038 piezas diferentes que integraban su estructura y cuyo ensamblaje requirió

siete millones de remaches. Dos años de trabajo y un promedio de doscientos

cincuenta obreros posibilitaron su

finalización, cuya realidad trataba de

rivalizar con los monumentos más altos

del mundo. Una vez más, la innovación

y la originalidad que suponía el

emblemático proyecto de Eiffel

propiciaron la expansión de

descalificaciones y de negros presagios. Ya desde el inicio de las obras, no

faltaron especialistas y matemáticos empeñados en demostrar

su seguro derrumbamiento cuando se alcanzaran los 228 metros de altura. No

obstante tan virulento ataque, la torre Eiffel vendría a convertirse en el símbolo de

la modernidad. Con ella, su autor demostró que el arte no era destruido por la

técnica, sino que la técnica se limitaba a ofrecer nuevos recursos

para el desarrollo del arte.

Se celebró en el magnífico y deslumbrante laberinto del Palais du Champ de Mars,

cuya estructura ocupaba nada menos que una tercera parte del terreno total del

parque acotado para el evento. Aquí nació el concepto de pabellón internacional,

pues cada uno de los que formaron esta Exposición estaba construido con los

rasgos propios de cada una de las arquitecturas nacionales. De todos modos,

como en tiempos pasados ocurriera en Londres, lo llamativo y lo exótico

prevalecieron sobre lo educativo.

Para la Exposición parisina de 1889, el proyecto seleccionado por las autoridades

mexicanas para representar al país corrió a cargo de Antonio Peñafiel. Se trató de

un homenaje a las culturas antiguas del país, en

especial a la azteca, pero presentadas bajo los

códigos de la arquitectura neoclásica. El edificio

incorporaba elementos de los sitios arqueológicos

de Huexotla, Teotihuacán, Xochicalco y Mitla. El

conjunto escultórico del exterior del edificio corrió a

cargo de Jesús Contreras.

La idea era transmitir no la realidad indígena, que en todo caso estaba

representada mediante los productos exhibidos en el interior, sino la grandeza

histórica de la nación, interpretada por la filantropía y el cientifismo de la elites

ilustradas del Porfiriato, que, como es bien sabido, abogaba por una revisión

afrancesada de lo estilístico.

El Pabellón mexicano plantea ese espíritu científico en el marco de una

arquitectura “imperialista” en las mismas raíces de la nación, las prehispánicas:

nada mejor para conseguir una visión “moderna”, de corte clásico, pero al mismo

tiempo exótica de lo mexicano.

Para la gran exposición parisina de 1900, la apuesta por la inspiración

prehispánica estaba ya agotada. Los debates

sobre la cuestión, intensos entre políticos y

arquitectos, fueron solucionados por una

apuesta directa por el estilo neoclásico.

El mensaje no podía ser más claro: México era

una nación tan moderna y evolucionada como cualquier otro país europeo, por lo

que sus imaginarios estilísticos también iban en la misma línea que los europeos.

El Pabellón mexicano fue encargado al arquitecto Antonio M. de Anza. Este

incluyó alusiones a las etapas históricas del México moderno: la Independencia, la

Reforma y la “Pax” porfiriana.

Ya en 1901 comienzan a observarse ciertos cambios de

rumbo en la forma en que las autoridades porfirianas

plantean el estilo nacional. En Búfalo se proyecta un

pabellón que abandona los modos clasicistas y se vincula

su imagen a una suerte de eclecticismo en el que imperan alusiones hispánicas y

moriscas.

En la Exposición de Río de 1922-1923, organizada con

motivo del Centenario de la independencia de Brasil, se

puede observar el más sorprendente proyecto de todos los

que México realizó hasta la fecha. La Revolución está

prácticamente

finalizada y el país sometido a las zozobras de una

redefinición total de su pasado e identidad. Es en este

contexto, que el nuevo Secretario de Educación Pública,

José Vasconcelos, impulsa personalmente un pabellón de estilo colonial. Esta

decisión, aparentemente sorprendente, hay que entenderla a través de la propia

figura de Vasconcelos, que en aquellos días promovía un práctica artística de

estado, que a modo de nueva evangelización republicana recogiera la raíz

popular de la expresión nacional, que él identificaba en el barroco novohispano.

El proyecto ganador fue obra de los arquitectos Carlos Obregón Santa Cilia y

Carlos Tarditi. La propuesta no puede ser considerada más que en términos casi

alucinatorios. El proyecto presentaba nada más y nada menos que un palacio

colonial con el pórtico propio de una iglesia. Y en el centro del mismo, en vez de

imágenes religiosas, un escudo de México, con el águila, la serpiente y el nopal,

sacralizando la nación mexicana, en sintonía con la función “nacional” de la

imagen de la Guadalupe, impulsada por “lo popular”.

En 1929, la lucha revolucionaria ha acabado y México, mientras lame sus heridas

y se apresta a una nueva formulación de sí mismo,

acude a la exposición sevillana con un discurso de

autoafirmación nacional, tamizada de guiños

hispanófilos dirigidos a la comunidad

latinoamericana y en especial a las autoridades

españolas, un tanto preocupadas por la actitud

iconoclasta del obregonismo y del “maximato” (el gobierno y alargada sombra del

presidente Plutarco Elías Calles), fuentes de lo que llegará a ser el PRI (Partido

Revolucionario Institucional). Se trataba de marcar el nuevo perfil revolucionario

de la nación (sobre todo a partir de interpretaciones de lo “popular”) pero sin cortar

las amarras de ciertos mercados y foros.

El pabellón mexicano en Sevilla fue diseñado por el arquitecto Manuel Amábilis

Domínguez en un estilo “neomaya” combinado con sobrios elementos modernos.

Para los murales y las escultores, se contó con la participación de Víctor M. Reyes

y Leopoldo Tommmasi López, respectivamente.

1851Londres-Inglaterra

1855 París-Francia

1862 Londres-Inglaterra

1867 París-Francia

1873 Vienne-Austria

1876 Philadelphie-EEUU

1878 París-Francia

1880 Melbourne-Australia

1888 Barcelona-España

1889 París-Francia

1893 Chicago-EEUU

1897 Bruxelles-Bélgica

1900 París-Francia

1904 Saint Louis-EEUU

1905 Liege-Bélgica

1906 Milán-Italia

1910 Bruxelles-Bélgica

1913 Gant-Bélgica

1915 San Francisco-

EEUU

1929 Barcelona-España

1933 Chicago-EEUU

1935 Bruxelles-Bélgica

1936 Stockholm-Suecia

1937 París-Francia

1938 Helsinki-Finlandia

1939 Liege-Bélgica

1939 New York-EEUU

1947 París-Francia

1949 Stockholm-Suecia

1949 Port-au-Prince-Haití

1949 Lyon-Francia

1951 Lille-Francia

1953 Jerusalem-Israel

1953 Rome-Italia

1954 Nápoles-Italia

1955 Turín-Italia

1955 Helsingborg-Suecia

1956 Beit Dagon-Israel

1957 Berlín-Alemania

1958 Bruxelles-Bélgica

1961 Turín-Italia

1962 Seattle-EEUU

1965 Munich-Alemania

1967 Montreal-Canadá

1968 San Antonio-EEUU

1970 Osaka-Japón

1971 Budapest-Hungría

1974 Spokane-EEUU

1975 Okinawa-Japón

1981 Plovdiv-Bulgaria

1982 Knoxville-EEUU

1984 N Orléans-EEUU

1985 Tsukuba-Japón

1985 Plovdiv-Bulgaria

1986 Vancouver Canadá

1988 Brisbane-Australia

1991 Plovdiv-Bulgaria

1992 Gene-Italia

1992 Sevilla-España

1993 Taejon-Corea

1998 Lisbonne-Portugal

2000 Hanovre-Alemania

2005 Aichi-Japón

La revolución industrial fue el movimiento más representativo de la humanidad

debido al cambio total del sistema político, social y cultural dando como resultado

lo que actualmente conocemos como la “Globalización” un ejemplo desde un

punto de vista son estas exposiciones universales que terminaron por romper las

barreras culturales entre las naciones en más de una forma, la industria de todo

tipo, cultura y de más fueron expuestos en países siendo el caso principalmente

en las sedes europeas de Londres y París como una manera de mostrar los

avances, técnicas y competencia entre una y otra, todo ello involucrado

directamente al desarrollo de la ciencia y tecnología, colocando en un plano aparte

el sentido espiritual y cultural.

Durante este periodo de la historia se dieron a conocer diferentes tipos de avances

tanto como tecnológicos, científicos, constructivos, etc., los cuales marcan la pauta

para seguir las tendencia dadas en los países de primera potencia, dentro de lo

cual las exposiciones universales en un medio más que ayudan a difundir la

evolución de los conocimientos adquiridos en las principales ciudades.

Para este tipo de exposiciones se realizan edificaciones en las cuales se

albergaran dichos eventos, por lo cual se crea, principalmente, iniciando en

Inglaterra con el Palacio de Cristal, donde se simbolizan la mezcla entre la

Revolución Industrial, por la utilización de estructuras de acero, y los invernaderos

representativos de su autor Joseph Paxton, el cual tiene una gran aceptación entre

los diferentes asistentes en esta exposición en la cual se reconoce el gran logro

del arquitecto al lograr dichas estructuras.

La edificación diseñada para la Exposición Universal de Paris en 1889 donde se

edifica la Galería de Maquinas aportando ante la arquitectura un avance logrado

en la ingeniería donde se pueden percibir las estructuras realizadas en hierro con

gran monumentalidad creando una edificación digna para un país de primer

mundo y pueda diferenciarse de la grande obra del Palacio de Cristal.

Pero en verdad la obra que más me gusta dentro de estas exposiciones es la

creación de la Torre Eiffel, por la estructuración meticulosa de cómo se realiza y

por la capacidad que tiene este ingeniero/arquitecto que tiene para levantar dicha

obra en esta época donde los avances tecnológicos eran muy escasos, pero es

un claro ejemplo de aplicación de ingeniería al máximo así como un diseño

totalmente innovador con lo cual sé que plasmado para toda la eternidad como el

símbolo indicativo de Paris.

El mensaje de estas exposiciones es ante todo de orden político. La glorificación

de las naciones pasa por la edificación de edificios de estilos representativos

del país, que exponen objetos producidos in situ, todo ello organizado y pagado

por el país participante.