ensayo histórica relación del reyno de chile

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En 1641, Alonso de Ovalle fue enviado como procurador de la viceprovincia jesuita chilena a Madrid y a Roma. Ovalle debía conseguir independizar a la Viceprovincia chilena de la Provincia peruana y gestionar la autorización para traer cuarenta y seis jesuitas a Chile. Su estadía en Roma coincidió con la VIII Congregación General de la orden (1646 y 1647), a la que asistió en su calidad de procurador. En Roma, sin embargo, Ovalle se encontró con que había “tan poco conocimiento” sobre Chile “que en muchas partes aún ni sabían su nombre”, lo que dificultaba su tarea. Con el fin de poder cumplir con la misión que se le había encomendado, Ovalle implementó un ambicioso programa de publicaciones. Así, en 1646 publicó la Tabula GeographicaRegni Chile, un mapa de Chile dedicado a Inocencio X que mostraba el número y la ubicación de las misiones y colegios jesuitas, ilustrado con descripciones en latín de la geografía y los aspectos más relevantes de la flora y la fauna chilenas. Ese mismo año, salió a la luz en Roma su obra más importante, la Histórica relación del Reyno de Chile, publicada simultáneamente en español e italiano. Aun cuando la Histórica relación ha sido leída mayoritariamente como depositaria de una serie de valores más propios de la construcción ideológica del Estado- nación que del período barroco, es necesario entenderla como parte de una tendencia general entre las historias escritas por sacerdotes y misioneros jesuitas durante el siglo XVII. A diferencia de los grandes intentos totalizadores, como la Historia natural y moral de las Indias, de José de Acosta (1599), los jesuitas que escriben hacia la mitad del siglo toman la pluma para redactar textos centrados en las regiones donde trabajaban, y que tendían a concentrarse en la labor evangelizadora realizada por la orden. En su mayoría, estas historias enfatizaban las dificultades y peligros encontrados por los jesuitas en el cumplimiento de su misión, a la vez que resaltaban el papel cumplido por la orden en el éxito político y económico de las regiones donde se encontraban trabajando. La obra de Ovalle encaja perfectamente en este patrón general. Su narración, que comienza con una descripción acuciosa de la geografía, clima y naturaleza chilena, para después narrar los cien años de historia civil y, fundamentalmente, militar de Chile, termina con una amplia relación de las actividades pastorales y evangelizadoras de los jesuitas chilenos. En la Histórica relación, la naturaleza y la historia están subordinadas a la promoción de Chile y de la viceprovincia jesuita, un factor que Ovalle veía como fundamental para el cumplimiento de su misión en Roma.

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Page 1: Ensayo histórica relación del reyno de chile

En 1641, Alonso de Ovalle fue enviado como procurador de la viceprovincia jesuita

chilena a Madrid y a Roma. Ovalle debía conseguir independizar a la

Viceprovincia chilena de la Provincia peruana y gestionar la autorización para

traer cuarenta y seis jesuitas a Chile. Su estadía en Roma coincidió con la VIII

Congregación General de la orden (1646 y 1647), a la que asistió en su calidad de

procurador. En Roma, sin embargo, Ovalle se encontró con que había “tan poco

conocimiento” sobre Chile “que en muchas partes aún ni sabían su nombre”, lo

que dificultaba su tarea. Con el fin de poder cumplir con la misión que se le había

encomendado, Ovalle implementó un ambicioso programa de publicaciones. Así,

en 1646 publicó la Tabula GeographicaRegni Chile, un mapa de Chile dedicado a

Inocencio X que mostraba el número y la ubicación de las misiones y colegios

jesuitas, ilustrado con descripciones en latín de la geografía y los aspectos más

relevantes de la flora y la fauna chilenas. Ese mismo año, salió a la luz en Roma su

obra más importante, la Histórica relación del Reyno de Chile, publicada

simultáneamente en español e italiano.

Aun cuando la Histórica relación ha sido leída mayoritariamente como depositaria

de una serie de valores más propios de la construcción ideológica del Estado-

nación que del período barroco, es necesario entenderla como parte de una

tendencia general entre las historias escritas por sacerdotes y misioneros jesuitas

durante el siglo XVII. A diferencia de los grandes intentos totalizadores, como la

Historia natural y moral de las Indias, de José de Acosta (1599), los jesuitas que

escriben hacia la mitad del siglo toman la pluma para redactar textos centrados en

las regiones donde trabajaban, y que tendían a concentrarse en la labor

evangelizadora realizada por la orden. En su mayoría, estas historias enfatizaban

las dificultades y peligros encontrados por los jesuitas en el cumplimiento de su

misión, a la vez que resaltaban el papel cumplido por la orden en el éxito político y

económico de las regiones donde se encontraban trabajando. La obra de Ovalle

encaja perfectamente en este patrón general. Su narración, que comienza con una

descripción acuciosa de la geografía, clima y naturaleza chilena, para después

narrar los cien años de historia civil y, fundamentalmente, militar de Chile, termina

con una amplia relación de las actividades pastorales y evangelizadoras de los

jesuitas chilenos. En la Histórica relación, la naturaleza y la historia están

subordinadas a la promoción de Chile y de la viceprovincia jesuita, un factor que

Ovalle veía como fundamental para el cumplimiento de su misión en Roma.

Page 2: Ensayo histórica relación del reyno de chile

La descripción de la naturaleza chilena hecha por Ovalle incluye elementos de lo

que varios críticos han señalado como la naciente tradición protonacionalista

criolla junto a otros propios de la ciencia barroca jesuita. En las páginas que siguen,

me concentraré fundamentalmente en la función que cumplen los portentos y

maravillas dentro de la obra de Ovalle, como el sitio privilegiado donde la retórica

protonacionalista de alabanza de la patria aparece combinada con las actitudes

mentales propias de la ciencia jesuita del siglo XVII. Como se verá, maravillas

como el árbol en forma de cruz hallado en Limache, o los portentos que

precedieron al parlamento de Quilín en 1641, cumplen una función unificadora de

dos tipos de discursos vitales para la misión de Ovalle, configurando, por un lado,

una defensa típicamente criolla de la patria y, por el otro, un poderoso elemento de

propaganda a favor de la actuación de los jesuitas chilenos en la víspera de la VIII

Congregación General de la Compañía en Roma.

2. Criollos, patria y la escritura de historias regionales

El hecho de que jesuitas como Ovalle consideraran la historia de la orden y la

historia de la conquista y colonización de las regiones donde trabajaban como

parte de una y la misma narrativa se debía a dos factores principales. A un nivel

general, la naturaleza misma del sistema de gobierno español estimulaba un cierto

sentido de independencia entre las diversas unidades administrativas que

conformaban el imperio. De hecho, lo que denominamos “el imperio español” no

era un imperio propiamente tal, sino más bien una confederación de principados y

reinos bajo el control de un solo monarca. Castilla, Aragón, Nápoles, Flandes y

Portugal (entre 1580 y 1640) tenían cada uno diferentes leyes, fueros y tradiciones

políticas que el rey estaba obligado a respetar. De modo inevitable, los impulsos

centralizadores de la corona y la defensa de los fueros e independencia de los

distintos reinos bajo su mandato generaron tensiones e incluso, a veces, violentas

revueltas, como ocurrió en Aragón en 1590 y en Cataluña en 1640. Estas tensiones

entre el centro castellano y las diversas periferias españolas se verificaban también

a nivel del discurso. Al menos desde el siglo XV convivían en España dos

tradiciones historiográficas, una fuertemente centralizadora que se concentraba en

los hechos de los monarcas y sus representantes, y otra que buscaba subrayar la

nobleza, antigüedad yrelevancia política de las distintas regiones y ciudades de la

Page 3: Ensayo histórica relación del reyno de chile

península. Estas dos tradiciones tuvieron una difícil coexistencia, pues mientras los

cronistas reales constantemente encontraban errores en las historias locales, los

historiadores regionales escribían para contrarrestar lo que ellos percibían como un

excesivo e injustificado centralismo en la historiografía oficial. En la península, la

historiografía regional alcanzó un peak durante la primera mitad del siglo XVII,

para declinar levemente en los siguientes cincuenta años, aunque siempre

manteniendo su relevancia para las élites locales. Como ha señalado Richard

Kagan, el surgimiento de las historias regionales en España.

En América, aunque legalmente parte de Castilla, desde muy temprano los colonos

comenzaron a referirse a las distintas colonias y territorios usando un lenguaje

similar al de las diversas unidades políticas que conformaban la península. Así, las

divisiones administrativas, ya fuesen gobernaciones, capitanías generales o

virreinatos, eran llamadas frecuentemente “reinos”. Jorge Cañizares-Esguerra ha

enfatizado que este estatus de “reinos” excedía lo meramente simbólico o retórico.

Las élites criollas que controlaban buena parte de la tierra y de los aparatos

productivos en las colonias disfrutaron de una considerable autonomía por lo

menos hasta el siglo XVIII. Casi desde el comienzo mismo de la colonización, los

conquistadores y sus descendientes habían aspirado ha convertirse en una

aristocracia terrateniente similar a la surgida en España durante la Reconquista,

mediante la perpetuidad de las encomiendas. Sin embargo, para finales del siglo

XVI y comienzos del XVII, se volvía cada vez más evidente para las élites criollas

que la Corona les cerraba la puerta a sus pretensiones al ir

vaciandopaulatinamente las encomiendas y al nombrar cada vez a más

peninsulares para los más altos cargos administrativos y eclesiásticos en las

colonias. Al mismo tiempo, los criollos estaban comenzando a ocupar cada vez

más posiciones en el clero, ya fuese como sacerdotes seculares o como miembros

de las órdenes religiosas. Desde estas posiciones, las prácticas discursivas de los

clérigos criollos durante el siglo XVII se concentraron en lo regional, e intentaron

transformar las colonias en “reinos”. Como ocurrió también con la historiografía

regional española, estos textos coloniales enfatizaban las relaciones mutuamente

beneficiosas, recíprocas o contractuales entre la monarquía y sus posesiones

ultramarinas. Al exaltar la posición de sus respectivas regiones dentro del contexto

del imperio español, los escritores criollos estaban a la vez expresando y

fomentando un temprano sentimiento patriótico.

Page 4: Ensayo histórica relación del reyno de chile

El segundo factor que puede ayudarnos a explicar la correspondencia entre las

historias locales y la historia de la Compañía de Jesús está directamente

relacionado con la evolución de las divisiones administrativas de la orden. Aunque

en un comienzo la provincia jesuita del Perú tenía bajo su jurisdicción un territorio

que se correspondía con el del virreinato mismo, pronto la dificultad de establecer

un control efectivo sobre las áreas más remotas del continente donde los jesuitas

habían comenzado a expandir su labor misionera llevó a la orden a establecer una

serie de subdivisiones administrativas. Así, en 1607 Paraguay se transformó en una

provincia independiente; y Chile se transformó en una viceprovincia

semiautónoma, dependiente primero del Paraguay y, desde 1625, del Perú, hasta

su elevación a provincia independiente en 1683. En 1605, Quito también se

transformó en una viceprovincia dependiente de la provincia peruana, cubriendo

el territorio hoy comprendido por Ecuador, Colombia y Venezuela. Varias de estas

subdivisiones (como Chile o Paraguay) se correspondían casi exactamente con las

divisiones políticas del imperio español. Dado que cada provincia y viceprovincia

jesuita contaban con sus propios colegios y noviciados, comenzaron a depender

cada vez más de las élites locales para reclutar a sus miembros. Los colegios

convictorios de la Compañía, especialmente, se transformaron en los centros

educativos por excelencia de las élites criollas. En Chile, por ejemplo, los jesuitas

abrieron en 1611 el Colegio Convictorio San Francisco Javier, a petición de la Real

Audiencia. El provincial Diego de Torres afirmaba tener puestas grandes

esperanzas en este colegio, “y no será la menor el criarse en el gente que después

pueda ser recibida en la compañía”. Escritores como Alonso de Ovalle a menudo

provenían de estas nuevas camadas de jesuitas formados en casa.

En este sentido, la Histórica relación de Ovalle debe ser vista como parte de una

importante tendencia historiográfica entre los jesuitas sudamericanos. Como ha

señalado David Brading, los textos producidos por los clérigos y académicos

criollos durante el siglo XVII, ya fuesen sermones, memoriales dirigidos a la

Corona, poemas o narrativas históricas, estaban en su mayoría informados por una

retórica patriota que buscaba resaltar las aptitudes, capacidades y derechos de

nacimiento de los descendientes de los conquistadores. Textos como el publicado

por Alonso de Ovalle en Roma eran expresiones de una naciente identidad criolla,

pero una que incluía elementos peculiarmente jesuitas. Junto a los temas

Page 5: Ensayo histórica relación del reyno de chile

característicos de la defensa criolla de la patria y sus habitantes (los que, en

muchos casos, compartían una afinidad temática con las corografías peninsulares),

encontramos en Ovalle rasgos de la estética y la ciencia propiamente jesuitas, como

cierta preferencia por las representaciones emblemáticas, o un interés por la lectura

moralizante de las maravillas y las singularidades de la naturaleza, antes que una

descripción de su regularidad. Es a estas características de las tradiciones criolla y

jesuita en el texto de Ovalle que ahora volvemos nuestra atención.

3. Ovalle y la descripción de los cuerpos indígenas

La descripción de Chile que Ovalle presenta a sus lectores europeos estaba

informada por una retórica de alabanza a la patria, según la cual el territorio del

„reino‟ estaba definido no tan solo por sus características geográficas, sino que

además por una serie de valores comunes a otras historias regionales, ya

fuesepeninsular o americano. Las historiaslocales y municipales, cuya producción

alcanzó un peak en España precisamente en los años en que Ovalle trabajaba en

su Histórica relación, buscaban, entre otras cosas, dotar a las ciudades y localidades

que las habían encargado con una historia datable desde la Antigüedad, resaltar la

cristiandad de la ciudad y sus continuos servicios a la Corona, y mostrarla como

una polis ideal, rodeada por una rica naturaleza y abastecida por una fértil

campiña. Todos estos objetivos se aprecian en la Histórica relación. Citando

ampliamente la autoritativa Historia natural y moral de las Indias de su predecesor

jesuita José de Acosta, Ovalle señalaba que la antigüedad de Chile debía

considerarse no a partir de la llegada de los primeros españoles, sino a partir de

los orígenes de sus habitantes indígenas. Según Acosta, después del Diluvio

Universal, los primeros pobladores de América habrían arribado al continente tras

una larga migración desde Asia, cruzando un puente terrestre natural que Acosta

especulaba se encontraba en el extremo norte de América, uniendo los dos

continentes. Ovalle acepta esta teoría, que resume en su libro para señalar el

origen de los indígenas chilenos. Los indígenas americanos no solo poseían una

historia que se remitía a los tiempos bíblicos; también habían producido

imperios nobles y poderosos, como el Inca. Pero ni con todo su poderío militar

habían sido capaces los incas de someter a los indígenas chilenos, quienes,

según Ovalle, derrotaron un ejército de 50.000 soldados profesionales incas, un

hecho sin precedentes en la historia precolombina (Ovalle 84-85). De forma aún

Page 6: Ensayo histórica relación del reyno de chile

más sorprendente, aunque los españoles habían sido capaces de conquistar

rápidamente casi todos los territorios americanos, incluyendo a los imperios

aztecas e inca, habían sido incapaces de dominar a los indómitos mapuches (83).

Estas proezas guerreras eran un certificado de nobleza para los mapuches. Así

como en España las familias más nobles del reino podían trazar sus derechos

nobiliarios hasta alguna hazaña militar de sus fundadores durante la

Reconquista, las hazañas de los mapuches en el campo de batalla les habían

dado el derecho a un reclamo de nobleza similar. Por esta razón, para Ovalle, los

mapuches eran “los valerosos Cántabros de la América, que así como los de la

Europa, merecen el titulo de nobles, por el valor con que se defendieron de sus

enemigos” (86).

Pero aun cuando Ovalle podía describir a los mapuches como nobles, estos

seguían siendo a sus ojos unos bárbaros, que “en sus venganzas son

notablemente crueles, despedazando inhumanamente al enemigo cuando le han

a las manos, levantándole en las picas, arrancándole el corazón,

haciéndolopedazos, y relamiéndose como fieras en su sangre” (88). Esta

ambigüedad en la imagen de los indígenas chilenos, presentados

simultáneamente por Ovalle como nobles guerreros y como envilecidos salvajes,

se explica por el doble origen que Ovalle le atribuía a las características morales

de los mapuches. Por un lado, su barbarismo y su violencia desmedida se

deberían a un exceso del humor colérico en sus complexiones (Ovalle 88). El

humor colérico, o bilis amarilla, era tradicionalmente considerado como cálido y

seco y, al menos para algunos tratadistas médicos españoles, una complexión

excesivamente seca impedía el uso de todas las facultades racionales del

individuo (San Juan 257). En tanto individuos coléricos, los mapuches eran

propensos a ataques de ira que oscurecían sus capacidades racionales,

llevándolos a ejecutar horribles venganzas sobre sus enemigos. Pero si sus

características negativas se debían a un desbalance en los humores del cuerpo

indígena, sus atributos positivos, tales como su nobleza, su valor, su fuerza

física y su amor por la libertad y la patria se derivaban de la generosa naturaleza

de la tierra en que vivían. Citando un tratado perdido del franciscano Gregorio

de León, Ovalle insistía en que estos atributos provenían de “la fertilidad de la

tierra, que como el dice, y es así, casi no necesita nada de fuera, a que añade el

Page 7: Ensayo histórica relación del reyno de chile

nacer y vivir esta gente trayendo debaxo de los pies tanto oro como se cria en ella,

y beber continuamente de las aguas, que passan por sus minerales, participando

de su buenas, y generosas cualidades”. La benéfica influencia de las estrellas y

constelaciones que iluminaban la noche chilena también podían ser la causa de

estos positivos rasgos morales (83).

Esta ambigüedad entre las afirmaciones de una benévola influencia del ambiente

sobre los cuerpos nativos y su descripción como bárbaros crueles e inhumanos no

es una característica exclusiva del texto de Ovalle. Como Jorge Cañizares-Esguerra

ha demostrado, las tensiones entre la descripción idealizada de América como una

tierra cuasi paradisíaca que ejercía una influencia benéfica sobre sus habitantes y la

necesidad de describir a los indígenas como una raza flemática que debía ser

disciplinada mediante el trabajo, era una constante en los textos escritos por las

élites criollas del siglo XVII (Nature, Empire, and Nation 83-84). En la Histórica

relación, sin embargo, los cuerpos nativos aparecen dominados no por la pereza

resultante de una complexión flemática (como sí es el caso en la mayoría de los

textos estudiados por Cañizares-Esguerra), sino más bien por la ira y el afán de

venganza derivados de un exceso de humor colérico. Esto no puede sorprendernos.

Como miembro de una orden religiosa fuertemente opuesta al servicio personal,

Ovalle presentó a los mapuches como formidables enemigos antes que como a

una raza floja e indolente que debía ser disciplinada mediante trabajos forzados.

Los mapuches descritos por Ovalle eran una raza trabajadora, aun cuando solo

fuese en las artes de la guerra, y sus fuertes y robustos cuerpos (cuya descripción

está claramente influida por Ercilla, otra de las autoridades frecuentemente

citadas por Ovalle) eran testimonio claro de la exigente preparación física a que

eran sometidos desde niños (Ovalle 88-89). Los cuerpos indígenas eran así

producto de una tierra excepcionalmente rica y fértil, mientras que sus defectos

morales se debían a una disposición del temperamento. Una conceptualización

como esta tenía claras ventajas para un propagandista de la actividad jesuita

como Ovalle. El desbalance humoral de los mapuches que les daba su furibundo

carácter podía ser fácilmente corregido, como indicaba ya desde la Antigüedad

Galeno, mediante un cambio en sus dietas (183); la aculturación, y no la guerra, a

la larga cambiaría las costumbres bárbaras de los indígenas, reteniendo sus más

nobles cualidades.

Page 8: Ensayo histórica relación del reyno de chile

4. La retórica de alabanza a la patria

Los beneficios de la naturaleza chilena alcanzaban no solo a los indígenas, sino

también a los cuerpos de los colonos europeos, quienes encontraban en Chile un

ambiente incluso más adecuado para sus complexiones y estilo de vida que el

europeo. El Libro 1 de la Histórica relación tiene, de hecho, el propósito evidente

de comparar Chile con Europa, una comparación de la que la colonia emerge en

una posición superior a la de la metrópolis. Chile era tan “semejante a Europa, que

el que ha viuido entrambas partes, no hazedifferencia de la vna a la otra, sino en la

oposicion de los tiempos de Primauera y Estio, en vna parte, quando es Otoño, y

Hibierno [sic] en la otra; tiene propriedades, que verdaderamente la singularizan”

(2). El clima temperado, la casi absoluta falta de tormentas eléctricas, granizo u otra

clase de mal tiempo severo, hacían la vida cómoda en todas las estaciones. “No es

de menos estima otra buena calidad, que tiene este Reyno, y es no hallarse en toda

la Tierra biuoras, serpientes, alacranes, escuerços, ni otros animales ponçoñosos, de

manera que puede vn hombre en el campo sentarse debaxo de cualquier arbol, y

reuolcarse entre las yerbas sin temor de que le pique vna araña” (2). En Chile

tampoco se encontraban jaguares, onzas, ni ninguno de los grandes felinos que

abundaban en otras regiones de América (2). Ni pulgas ni piojos habían sido vistos

en Chile, un hecho sorprendente si se tenía en cuenta lo abundantes que eran estos

insectos, así como las tormentas eléctricas y los animales ponzoñosos en la vecina

región de Cuyo. Todas estas molestias eran mantenidas a raya por la cordillera de

los Andes, cuyos montes “hazen como un fuerte muro, que lo son del Reyno de

Chile, la vltimabateria” (3).

De acuerdo a Ovalle, en ningún otro lugar de América más que en Chile podrían

los europeos sentirse como en el Viejo Mundo. En los trópicos, por ejemplo, el calor

y la humedad eran insoportables durante todo el año; en otros lugares, como en

Potosí o en los Andes centrales, el clima era demasiado frío. En algunas zonas de

América, la temporada de lluvias era durante el verano, en los meses más

calurosos. En otras, no se encontraba trigo, aceite o vino, o bien faltaban otras

frutas a las que los europeos se hallaban acostumbrados (3). En Chile, en cambio, el

colono europeo podía

disfrutar cuatro estaciones claramente diferenciadas, como en Europa, así como

Page 9: Ensayo histórica relación del reyno de chile

todas las frutas, verduras y productos característicos de la cocina del Viejo Mundo.

Debido a su generosa naturaleza y su clima moderado, Chile aparece en la

narrativa de Ovalle como una versión mejorada de Europa, el único lugar en

América donde los cuerpos europeos podían hallarse tan bien como en casa. “De

aqui se sigue, como aduierten varios autores, y lo muestra la experiencia, la grande

semejança, que ay entre los hombres, animales, frutas, y mantenimientos de Chile

con los de Europa” (4). De hecho, las únicas personas que podían llegar a necesitar

un período de aclimatación en Chile eran aquellos provenientes de las áreas

tropicales de América (4).

La imagen de Chile que proyecta Ovalle en su Histórica relación es la de una tierra

privilegiada, bendecida con un clima y una producción agrícola que aseguraban a

los europeos los productos que necesitaban tanto en la vida cotidiana como en el

culto divino. Ovalle reitera una y otra vez sus alabanzas a la fertilidad de Chile y a

su ventajoso clima, así como a la disposición de la tierra de retribuir con largueza

el trabajo y esfuerzo invertidos en ella. Ya se tratase de flores o de cultivos

económicamente significativos, la fertilidad del suelo y la bondad del clima

producían resultados asombrosos, tanto que “en muchas partes no se distinguen

los campos incultos de los sembrados” (5). Incluso aquellos cultivos que

usualmente requerían de cuidados especiales se daban en Chile prácticamente sin

intervención humana, y de forma tan abundante que tanto al ganado vacuno como

al caballar se le dejaba pastar en esos campos (5). Aunque Ovalle reconocía que

algunas frutas originarias de México o del Perú no crecían en Chile, “este

beneficio . . . [de] toda la vniversidad de arboles, frutas, semillas, plantas, y carnes

Europeas corresponde a todo el Reyno [de Chile]” (55) y en tal cantidad que la

gente dejaba las puertas de sus huertas abiertas, para que cualquiera pudiese ir y

tomar cuanta fruta quisiese (8). La generosidad de la tierra no se limitaba a las

abundantes cosechas, sino que se extendía también a sus riquezas minerales, en

especial en lo que respecta al oro. Citando una vez más el libro hoy perdido de

Gregorio de León, Ovalle declaraba que Chile podía ser llamado sin exageración

una “plancha de oro” pues había tantas minas en su territorio, que era inútil

siquiera el intentar contarlas todas (36)[4].

5. Cómo interpretar un portento

Page 10: Ensayo histórica relación del reyno de chile

Chile es descrito en la Histórica relación como una verdadera espejo, como una

tierra generosa que ha sido bendecida por Dios, quien la ha distinguido por sobre

todos los otros reinos y provincias de América (36). Quizás el mejor ejemplo de

esta concepción casi milagrosa que Ovalle sostenía acerca de la fertilidad de la

tierra y las bendiciones y mercedes a ella otorgadas por Dios se encuentre en su

discusión de una auténtica maravilla: el árbol en forma de crucifijo encontrado en

un bosque en Limache. La descripción del árbol es materia del capítulo 23, que

cierra el Libro 1. Es la conclusión de una larga descripción de árboles chilenos y

funciona, por tanto, como un final ejemplarizador del tema y, a la vez, como un

cierre alegórico de la descripción de la naturaleza chilena. Su importancia está

realzada por la presencia de un grabado que ilustra la maravilla (véase Figura 1) y

por su inclusión en la Tabula geographica, el mapa que Ovalle dedicó a Inocencio X

el mismo año de la publicación de laHistórica relación.

De acuerdo a Ovalle, el árbol había sido encontrado en 1636 por un indio de

servicio que se encontraba en el monte buscando leña. Un español piadoso compró

el árbol y construyó una capilla para exhibirlo, donde Ovalle, acompañado por el

Obispo de Santiago, pudo examinarlo de cerca. El árbol, a primera vista, parecía

completamente artificial. En forma de cruz, sus ramas no crecían de los lados del

tronco, sino que daban la impresión de que “artificiosamente se le

hubieraencaxado de manera que parecen estos braços de la Cruz hechos aposta de

otro leño, y pegados a este tronco” (59). Súper-impuesto sobre esta cruz

aparentemente artificial había crecido un bulto de forma humana, “en el qual se

ven clara, y distintamente los braços, que aunque vnidos con los de la Cruz se

releuan sobre ellos, como si fueran hechos de media talla, el pecho, y costado

formados de la misma suerte sobre el tronco, con distincion de las costillas, que

casi se pueden contar . . . como si un escultor los hubiera formado” (59). La

estructura del árbol parecía violar todos los postulados y principios de la “raçon

natural”, y Ovalle se confesaba incapaz de explicar el fenómeno por medios

naturales (59)[5].

Esta irrupción de la maravilla y lo prodigioso en la obra de Ovalle es una de sus

más importantes características. Como han señalado algunos críticos, en

la Histórica relación, los portentos son tratados como una manifestación directa de

la voluntad divina y funcionan como elementos narrativos que puntúan la historia

Page 11: Ensayo histórica relación del reyno de chile

natural, militar y religiosa de Chile, a la vez que como mecanismos heurísticos que

ayudan a comprender la historia y la naturaleza chilenas (Fischer 39, Adorno 196-

98). Cuando el Obispo de Santiago vio el árbol de Limache, nos relata Ovalle,

“quedó admirado, y consolado de ver, vn tan grande, y nueuo argumento de

nuestra fee, que comiença en aquel nueuo mundo a hechar [sic] sus raizes quiere el

autor de la naturaleza, que las de los mesmos arboles broten y den testimonios de

ella, no ya en jeroglificos, sino en la verdadera representacion de la muerte, y

passion de nuestro Redentor, que fue el vnico, y efficaz medio con que ella se

planto” (59). Ya que las causas y razones naturales se mostraban insuficientes para

explicar las singularidades de los portentos, ellos devenían en claros y evidentes

signos (“no en jeroglificos”) de la voluntad divina de incluir a América,

y a Chile en particular, dentro de la economía de la salvación. Los portentos,

entonces, dejaban de ser objetos adecuados para la investigación racional y se

transformaban en emblemas, en signos celebratorios de la aprobación divina del

trabajo de los misioneros, signos que representaban literalmente el proceso

mediante el cual la fe católica echaba raíces y florecía en Chile.

El énfasis en las maravillas, monstruos y otras singularidades de la naturaleza era

una característica relativamente común en las historias naturales de la edad

moderna temprana[6]. La interpretación que Ovalle hizo de las maravillas

descritas en su libro se encuadra dentro de una tradición hermenéutica que veía en

los portentos, prodigios y maravillas signos de lo por venir, tradición que se

basaba tanto en la autoridad bíblica como en las tradiciones populares que

entendían a lo maravilloso como heraldo del futuro[7]. Como Mary Baine

Campbell ha señalado, la maravilla, en tantocategoría de pensamiento, era

entendida en la edadmodernatemprana “as a register . . . which embraces surprise,

enjoys the excess and alteration which generate it, is constitutively open to the

rewriting of the past as well as the future, the making of new worlds” (3). Lo

maravilloso, el portento y los monstruos eran todos ejemplos de singularidades

capaces de producir asombro, donde las leyes de la naturaleza se suspendían

momentáneamente para revelar sentidos diversos a los habituales, abriéndose a

lecturas e interpretaciones alegóricas o simbólicas. El portento, entonces, podía ser

usado como una herramienta heurística para obtener acceso a un conocimiento

trascendente sobre el mundo físico y natural, una aproximación a la filosofía

natural a la cual los jesuitas a ambos lados del Atlántico se sentían bastante

Page 12: Ensayo histórica relación del reyno de chile

inclinados (Ashworth 157, Findlen 92). Era precisamente en la contemplación de

portentos como el árbol de Limache que el “piadoso letor” de Ovalle podía

“admirar la diuinasabiduria de nuestro Dios, y su altissimaprouidencia en los

medios, y motiuos, que nos ha dado, avn en las cosas naturales, y insensibles para

confirmacion de nuestra fee, y aumento de la piedad, y deuocion de sus fieles” (Histórica

relación 60). Los portentos eran un sitio privilegiado de conocimiento, no solo

natural, sino principalmente moral y religioso.

La descripción realizada por Ovalle de la naturaleza chilena está salpicada de

prodigios y eventos excepcionales. Por ejemplo, Ovalle comienza su discusión de

los volcanes chilenos señalando una erupción en particular que ocurrió el año de

1640 en las tierras del cacique Aliante. El volcán lanzó rocas ardientes y la

explosión fue tan violenta, que a varias leguas de distancia la gente pensó que eran

salvas de cañón. Pero esta breve descripción de la erupción volcánica solo

intentaba capturar la atención del lector, pues inmediatamente Ovalle anuncia que

no tratará de ella en el presente capítulo, sino “en la relacion, que traigo mas

adelante de la nueuasugecion con que toda aquella tierra se rindio a nuestro

catholico Rey, mouida de estos, y otros prodigios” (15). De manera similar, en el

capítulo dedicado a las aves, Ovalle notaba que, aunque las águilas eran un

elemento común en el paisaje chileno, las (míticas) águilas imperiales solo habían

sido vistas en dos ocasiones: durante la primera expedición española a Chile y “el

año de quarenta [1640], quando como veremos adelante, los Araucanos rebeldes

rindieron otra vez su indomitaceruiz a su Dios, y a su Rey, interpretando esta por

una de las señales, que tuuieron de la Diuina voluntad para tomar la resolucion”

(45). Todos estos prodigios, que se encuentran dispersos a lo largo de la

descripción de la naturaleza chilena, son presentados simultáneamente al lector en

un grabado que acompaña el capítulo dedicado a las paces de Baides, el cual está, a

su vez, basado en el panfleto publicado por Ovalle en Madrid en 1642 (véase

Figura 2).[8] Es precisamente en la lectura que Ovalle hace de estos prodigios

donde su retórica de alabanza de la patria se intersecta de manera explícita con la

propaganda a favor de los jesuitas chilenos que ya anticipaba el árbol de Limache.

6. Monstruos, estantiguas y parlamentos

Tanto en recursos como en vidas. Su insistencia en enviar misioneros paraEl

parlamento celebrado entre el gobernador Francisco López de Zúñiga, Marqués de

Page 13: Ensayo histórica relación del reyno de chile

Baides, y los líderes de los principales grupos mapuches que luchaban contra los

españoles fue presentado por Ovalle al público europeo como el final definitivo de

la centenaria guerra por el control del territorio. Del lado español, el parlamento

estuvo claramente influido por los jesuitas. En el cortejo del Marqués se

encontraban dos miembros de la Compañía, Francisco Vargas, su confesor, y Diego

de Rosales, quien actuaba como intérprete pero también como consejero privado

de López de Zúñiga (Barros Arana 4: 355-59, Foerster, 182-83). Probablemente

debido a esta fuerte influencia jesuita en su entorno, la aproximación de López de

Zúñiga a la guerra chilena estaba más cerca de las tesis de la guerra defensiva

propuestas por Luis de Valdivia que a la estrategia más ofensiva puesta en práctica

por Fernández de Córdoba, quien había declarado el fin de la guerra defensiva en

1626. El Marqués de Baides, por su parte, consideraba que la estrategia de ataque

frontal desarrollada hasta 1640 había tenido un costo muy alto, por Luis de

Valdivia que a la estrategia más ofensiva puesta en práctica por Fernández de

Córdoba, quien había declarado el fin de la guerra defensiva en 1626. El Marqués

de Baides, por su parte, consideraba que la estrategia de ataque frontal

desarrollada hasta 1640 había tenido un costo muy alto, asegurar la paz con los

grupos recientemente pacificados en lugar de incrementar la presencia militar en el

área lo colocan, al menos en principio, mucho más cerca de las tesis de Valdivia

que de la ideología guerrera de sus predecesores en el cargo.

Considerando el propósito explícito de publicitar los logros de la Compañía de

Jesús en Chile que animaba el programa de publicaciones de Ovalle, no puede

sorprendernos su conceptualización de las paces de Baides como el momento

climático de la historia de Chile y la culminación de su narrativa histórica. Sin

lugar a dudas, la implementación del plan de la guerra defensiva de Luis de

Valdivia fue la acción política más importante de los jesuitas chilenos durante la

primera mitad del siglo XVII. Ovalle dedicó todo el Libro 7 de su Histórica

relación a narrar los esfuerzos de Valdivia por implementar su plan. Las acciones

políticas de Valdivia aparecen así en la obra como el nexo entre la historia militar

(narrada en los libros 4, 5 y 6) y la historia de la evangelización de Chile, a la cual

dedica el Libro 8, con el que termina la Histórica relación. Reforzando esta conexión,

Ovalle colocó su relato de las paces de Baides exactamente al final del Libro 7,

presentando así las negociaciones entre López de Zúñiga y los líderes mapuches

Page 14: Ensayo histórica relación del reyno de chile

como un retorno a la estrategia de la guerra defensiva, y trasladando

metonímicamente su presunto éxito a los jesuitas chilenos. Es difícil imaginar una

mejor propaganda política para el procurador chileno en Roma. La centralidad del

parlamento en los esfuerzos de Ovalle por promocionar a los jesuitas chilenos

puede verse no solo en el hecho de que haya publicado por separado un relato de

las paces. Estas negociaciones fueron también incluidas en sendas ilustraciones que

decoraban la Tabula geographica, el

mapa de Chile dedicado al papa que Ovalle publicó en Roma en 1646. En la

esquina superior derecha del mapa, un recuadro muestra al Marqués de Baides y a

Antehueno, vocero de los mapuches, negociando. La ilustración trae el elocuente

título de “Pax inter Hispanos et Indos”. En el fondo, para que nadie dudara de los

métodos que hicieron posible estas conversaciones, un grupo de indígenas es

mostrado sacrificando una llama frente a una gran cruz. Para contextualizar

adecuadamente el significado de este evento, en la esquina superior izquierda hay

otro recuadro del mismo tamaño, mostrando una batalla entre españoles y

mapuches, cuyo título en latín reza: “La atroz guerra entre españoles e indios que

duró por cien años”.

Si en su mapa Ovalle escogió resaltar la importancia de las paces de Baides

mediante una representación gráfica del evento mismo, en la Histórica

relación prefirió mostrar su trascendencia para la colonia chilena ilustrando no el

pacífico encuentro entre los dos líderes, sino los aterrorizadores signos y portentos

que precedieron al parlamento. La leyenda al pie de la imagen explica la lógica de

esta elección: todos estos prodigios movieron a los mapuches a dar la paz y jurar

fidelidad al rey de España. Aunque Ovalle dejó en claro desde un comienzo que

esta interpretación de los portentos no era suya, sino que la explicación que habían

dado los nativos, su exposición de los prodigios representados en el grabado no

constituía intento alguno por refutar la naturaleza supersticiosa de estas

explicaciones. Por el contrario, en el texto Ovalle buscaba afirmar más allá de toda

duda la realidad de las apariciones. Así, por ejemplo, la aparición de las

estantiguas, o ejércitos fantasmales que luchan en el aire, y cuya representación

ocupa el tercio superior del grabado, mostrando prominentemente al apóstol

Santiago guiando la carga española, era muy probablemente una versión gráfica de

un auténtico relato mapuche. Sabemos por otros cronistas que los mapuches

observaban cuidadosamente las nubes, en especial durante las tormentas eléctricas,

Page 15: Ensayo histórica relación del reyno de chile

para predecir el resultado de alguna batalla (Rosales 1: 163). Pero Ovalle no

menciona esta costumbre como una explicación del portento. En lugar de eso, le

recuerda al lector que la aparición de ejércitos fantasmas se encuentra atestiguada

en la literatura clásica y que un caso similar puede encontrarse en la Biblia, en el

Libro de los Macabeos (Histórica relación 302). Las gigantescas águilas que pueden

verse en el fondo del grabado atacando lo que parece ser una aldea indígena ya

habían sido descritas antes, en el capítulo dedicado a las aves, y tratadas, por lo

tanto, al mismo nivel que otros hechos irrefutables de la naturaleza chilena, al igual

que la erupción volcánica.

Pero sin duda el portento más importante representado en el grabado y en el texto

que lo acompaña es el monstruo que emerge del cráter del volcán en erupción,

remontando las aguas del aluvión en el tronco de un árbol. Es, de hecho, la

aparición de este monstruo lo que llevó a Ovalle a considerar la erupción del

volcán de Aliante como un hecho singular. Como en el caso del árbol de Limache,

Ovalle prefirió asignarle un valor espiritual antes que natural a la bestia. Una

contemplación piadosa de su cuerpo, “llena de hastas retorcidas la cabeça, dando

espantosos bramidos, y lamentables

vozes” (303) demostraba que se trataba de la misma bestia descrita por Juan en el

Apocalipsis, la que, de acuerdo a los expositores de las Escrituras, representaba a

“la Gentilidad, idolatría, y deshonestidad, que tan arraigada está entre estos Indios”

(303). El significado del prodigio era claro:

Con que parece podemos esperar en la diuina misericordia,

se ha llegado ya el tiempo, en que por medio

de Predicadores Apostolicos, por quien clama ya este

Gentilismo, quiere que sea desterrada a despecho suyo

esta bestia, que ha tenido tiranizada a su Dios, y a su Rey

esta tierra, y dando vozes por verse desaloxada, y lançada

de su antigua possession, abriendo el abismo su boca, la

trague y consuma despedaçada entre los dientes de sus

furiosas olas, y encendidas corrientes. (303)

Claramente, los predicadores apostólicos por quienes clamaba la tierra eran los

jesuitas, y los medios por los cuales tanto la paz como la cristiandad se instaurarían

Page 16: Ensayo histórica relación del reyno de chile

en el reino eran las negociaciones conducidas por el gobernador López de Zúñiga y

sus consejeros jesuitas. Presagiadas por una constelación de portentos y maravillas,

las paces de Baides fueron descritas por Ovalle como el fin de una era, marcada

por la guerra y la lucha por someter a los mapuches, y el comienzo de otra, un

tiempo donde la predicación pacífica del cristianismo pudiese tener lugar.

7. Conclusión

La lectura alegórica de los portentos que precedieron las conversaciones de paz

entre Antehueno y López de Zúñiga, lectura análoga a la realizada anteriormente

con el árbol de Limache, han sido tradicionalmente considerados por la crítica

como un defecto, una muestra de la credulidad de Ovalle, quien ha sido mejor

valorado como prosista que como historiador. “Ovalle sobresale más como artista

de estilo fácil y brillantes que como historiador”, ha comentado Miguel Ángel Vega.

“Como historiador comenta de segunda mano y sin la objetividad y el verismo

indispensable”. Su prosa descriptiva, en cambio, sobre todo del paisaje chileno,

“logra resultados que la crítica en general ha aplaudido con fervoroso entusiasmo”.

En su introducción a la única edición moderna de la Histórica relación completa,

César Bunster también destaca la sensibilidad estética y las cualidades como

paisajista de Ovalle por sobre su calidad como historiador o naturalista. Más

recientemente, José Promis ha señalado que tanto la superioridad de la prosa

descriptiva por sobre la precisión histórica como la tendencia a incluir portentos y

maravillas “son producto de una mirada distante, enmarcada por la nostalgia y la

añoranza, además de un profundo amor a la tierra natal” (194). Según Promis,

sería a causa de este “temple de ánimo” que el discurso histórico cede lugar a un

registro puramente literario “donde la imaginación es a veces más poderosa y

dominante que el simple registro de información sobre hechos ocurridos” .

Sin embargo, como se ha visto en estas páginas, tanto el interés de Ovalle por los

portentos y las maravillas, así como la lectura alegórica de los mismos, que

descubre un significado espiritual allí donde las leyes naturales parecen haber sido

suspendidas, son parte de una tradición bien definida dentro de la historia y la

filosofía naturales de los siglos XVI y XVII, que eran además defendidas por

prominentes escritores jesuitas. Tan solo unos años después de la estadía de Ovalle

en Roma, el más importante escritor de la orden, AthanasiusKircher, señalaba en

Page 17: Ensayo histórica relación del reyno de chile

suObeliscusPamphilii (1650), dedicado a Inocencio X, que, tal como Dios huía de la

comprensión del vulgo mediante la utilización de comparaciones y parábolas,

deseaba que quien quisiera acceder al verdadero conocimiento investigara los

secretos de la naturaleza estudiando sus símbolos y enigmas, para así descubrir los

designios divinos encerrados en ellos (cit. en Rowland 16). En el caso de los

portentos y maravillas presentadas por Ovalle, su lectura revelaba la explícita

aprobación divina al trabajo evangélico desarrollado en Chile por los jesuitas, un

trabajo que literalmente daba sus frutos al mismo tiempo que expulsaba al

monstruo de la “gentilidad, idolatría y deshonestidad”. Es, precisamente, en la

imagen del monstruo vencido, expulsado violentamente por la tierra misma,

donde convergen los proyectos políticos y misioneros de los jesuitas chilenos.

La tierra que expulsa a los monstruos de su seno y produce árboles y piedras con

imágenes piadosas unifica dos discursos diversos, pero no incompatibles, que

informan el texto de Ovalle: el interés jesuita por la lectura trascendente de las

singularidades y la apropiación de los tópicos de las corografías e historias

municipales españolas por la naciente tradición protonacionalista criolla. Ninguno

de estos dos discursos entra en forma subrepticia al texto de Ovalle; más bien

forman parte de un diseño pensado para promocionar los éxitos y trabajos jesuitas

frente a la curia y a la jerarquía de la orden, presente en la VIII Congregación

General, y para atraer a los jóvenes jesuitas que quisieran dedicar sus vidas al

trabajo en las misiones ultramarinas. En lugar de ser una expresión de credulidad

del autor, los milagros, monstruos, maravillas y portentos que puntúan el texto son

elementos fundamentales en el armazón retórico de la Histórica relación,

permitiéndole a Ovalle la imbricación de la retórica de alabanza de la patria, el

discurso naturalista jesuita y la presentación de los éxitos político-militares del

gobierno español como parte de la acción jesuita en Chile.

A pesar de lo intenso de su actividad propagandística, la misión de Ovalle tuvo

relativamente poco éxito. Aun cuando Ovalle logró privilegios y exenciones para

los colegios y misiones en Chile, los jesuitas chilenos deberían esperar hasta 1683

para poder constituirse en provincia independiente del Perú. Sin embargo, su

descripción de Chile, su clima, flora, fauna y gentes sí consiguió mover a algunos

novicios y jóvenes jesuitas italianos a acompañarlo de vuelta a Chile. Cuando

Ovalle abandonó Roma el 12 de diciembre de 1646, con él iban NiccolòMascardi,

quien dedicaría su vida a la evangelización de los mapuches, puelches y poyas, y

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Giuseppe Adamo (Rosso 14, Hanisch 84 y 92), quien como procurador en Roma

conseguiría, más de cuarenta años después, la elevación de Chile a provincia

independiente.