ensayo burns

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Sofía Zirión Martínez América Siglos XIX y XX 17/marzo/2016 Reseña de: E. Bradford Burns, La pobreza del progreso. América Latina en el siglo XIX, México, Siglo XXI, 1990, 214 pp. Introducción La propuesta principal de este ensayo se centra en un enfoque interpretativo cuya teoría principal consiste en que la historia de América Latina durante el siglo XIX estuvo marcada por la imposición de un modelo social y de un estilo de vida ajenos, en la mayoría de sus aspectos, a los que conocían los grupos sociales de la región antes de la formación de las naciones modernas. Y que esta situación más que acarrear desarrollo social y bienestar, constituyó la causa principal de la dependencia y el empobrecimiento de América Latina. Para efectos de un mejor entendimiento de los planteamientos de la obra, dividiremos esta reseña en cuatro apartados. En un primer apartado nos limitaremos a describir brevemente el enfoque interpretativo de Burns, algunos de sus puntos más importantes y las principales conclusiones a las que su estudio le llevó. En segundo lugar explicaremos los conceptos principales que Burns utiliza, aspecto en el que consideramos importante detenernos debido a los diferentes usos que se les tiende a dar, tanto en los trabajos académicos como en la comunicación cotidiana. En una tercera parte explicaremos más a fondo los argumentos de Burns, apoyándonos de algunos ejemplos concretos que desarrolla en su ensayo. Por último presentaremos nuestros comentarios personales a la obra. Enfoque interpretativo La imagen global de América Latina que muestra Burns a lo largo de todo su ensayo es la de un enfrentamiento constante entre las élites “modernizadoras” –que acompañaban sus acciones con la bandera ideológica del progreso y el orden, ideas que identificaban con la modernización material, política y cultural de las naciones “noratlánticas”, es decir Estados Unidos, Inglaterra y Francia–, y las clases populares, conformadas étnica y culturalmente por la mezcla entre españoles, indígenas y negros, cuyos objetivos de vida y en algunos casos de proyecto nacional, diferían mucho al que tenían

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Ensayo acerca de la obra de Bradfurd Burns, "La Pobreza del Progreso"

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Page 1: Ensayo Burns

Sofía Zirión MartínezAmérica Siglos XIX y XX17/marzo/2016

Reseña de: E. Bradford Burns, La pobreza del progreso. América Latina en el siglo XIX, México,Siglo XXI, 1990, 214 pp.

Introducción

La propuesta principal de este ensayo se centra en un enfoque interpretativo cuya teoría principal

consiste en que la historia de América Latina durante el siglo XIX estuvo marcada por la imposición de

un modelo social y de un estilo de vida ajenos, en la mayoría de sus aspectos, a los que conocían los

grupos sociales de la región antes de la formación de las naciones modernas. Y que esta situación más

que acarrear desarrollo social y bienestar, constituyó la causa principal de la dependencia y el

empobrecimiento de América Latina.

Para efectos de un mejor entendimiento de los planteamientos de la obra, dividiremos esta

reseña en cuatro apartados. En un primer apartado nos limitaremos a describir brevemente el enfoque

interpretativo de Burns, algunos de sus puntos más importantes y las principales conclusiones a las que

su estudio le llevó. En segundo lugar explicaremos los conceptos principales que Burns utiliza, aspecto

en el que consideramos importante detenernos debido a los diferentes usos que se les tiende a dar, tanto

en los trabajos académicos como en la comunicación cotidiana. En una tercera parte explicaremos más

a fondo los argumentos de Burns, apoyándonos de algunos ejemplos concretos que desarrolla en su

ensayo. Por último presentaremos nuestros comentarios personales a la obra.

Enfoque interpretativo

La imagen global de América Latina que muestra Burns a lo largo de todo su ensayo es la de un

enfrentamiento constante entre las élites “modernizadoras” –que acompañaban sus acciones con la

bandera ideológica del progreso y el orden, ideas que identificaban con la modernización material,

política y cultural de las naciones “noratlánticas”, es decir Estados Unidos, Inglaterra y Francia–, y las

clases populares, conformadas étnica y culturalmente por la mezcla entre españoles, indígenas y

negros, cuyos objetivos de vida y en algunos casos de proyecto nacional, diferían mucho al que tenían

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las élites “europeizadoras”. En una posición intermedia entre ambos grupos se encuentran los

hacendados y la Iglesia católica, cuyo papel en este proceso queda poco representada en este ensayo,

aunque sí es tomada en cuenta.

Así, el enfoque del ensayo, a pesar de la formación marxista del autor, destaca que lo que

existió fue una confrontación cultural más que una lucha de clases constituidas homogéneamente. Este

enfoque de conflicto cultural no es nuevo dentro de la historiografía de este período, de hecho los

estudios al respeto son abundantes. En este respecto se puede decir que el ensayo de Burns sigue

fielmente la línea del modelo del enfrentamiento entre el pensamiento de tradición liberal (que en esos

momentos se encontraba en auge en el mundo occidental) y las concepciones políticas y culturales

propias del antiguo régimen, a las que Burns pone el adjetivo de coloniales.

Sin embargo, consideramos que el objetivo principal de la obra de Burns no es indagar en las

diferentes formas que tomó este enfrentamiento ni explicar en qué consistían cada una de las

tradiciones culturales enfrentadas, sino mostrar que la imposición del modelo “europeo” en América

Latina (es decir, el modelo liberal) el cual conllevaba la inclusión de los mercados latinoamericanos a

la economía mundial y la eliminación o transformación de las expresiones culturales de la mayoría de

la población, tuvo como consecuencias la dependencia cada vez más profunda de las naciones

latinoamericanas respecto de las potencias mundiales, y la disminución de la calidad de vida de la

mayoría de la población. Es pertinente decir que Burns no entra en las diferencias existentes entre los

sectores enfrentados de las élites, como pudieran ser los liberales y conservadores mexicanos. Acepta

que las doctrinas de las élites muchas veces diferían entre sí, pero lo que le interesa destacar es que las

acciones que llevaban a cabo terminaban dañando por igual a las masas populares.

Otro aspecto importante de la interpretación de Burns es el lugar que le da a los caudillos

locales, provinciales y nacionales dentro de este conflicto cultural decimonónico. Siguiendo la

interpretación del historiador argentino José Luis Romero, los identifica con la tradición cultural de las

masas populares, son los defensores de los pueblos frente a las élites “europeizadoras”, pues comparten

la cultura “colonial” de los pueblos y son los que tienen las posibilidades de llevar a la acción política

los deseos de éstos.

Por último es importante señalar que Burns dedica todo un capítulo a las producciones

culturales, sobre todo literarias, de una parte de la élite latinoamericana que denunciaba a través de

ellas las consecuencias negativas del modelo “europeizador” en todos los aspectos de la vida,

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económico, cultural, político y social. En otra sección expone los diferentes proyectos políticos y

movimientos sociales que a su juicio estuvieron guiados por su deseo de echar abajo el modelo

modernizador de las élites.

Conceptos centrales de la obra

A lo largo de toda su argumentación Burns utiliza conceptos e ideas que resultan fundamentales para

entender su planteamiento a detalle. Aunque a lo largo de la obra explica de forma más o menos clara a

qué se refiere con cada uno de los conceptos, su polisemia en la utilización común del lenguaje hace

pertinente una explicación acerca de cómo los entiende el autor en esta obra.

Comenzaremos por el concepto central de la obra, el progreso, el cual se utiliza en la obra con el

significado que, según Burns, le daban las élites del momento, es decir, el de modificar las nuevas

naciones por medio de la implantación de los “valores, ideas, modas, invenciones y estilos más

recientes en Europa y Estados Unidos”1. Aunado a esto, los términos modernizar, modernización o

moderno que eran usados en la época como sinónimos de progreso, en la obra se utilizan en esta misma

acepción, pero centrándose aún más en su dimensión material, es decir, Burns entiende por modernizar

el implantar la tecnología europea de la época en los países que no contaban con ella.

Dentro de la misma lógica se encuentran los términos europeizar, europeo, etc. Burns

caracteriza a las élites como europeizadoras porque tenían las pretensiones de instaurar en sus países

los modelos modernizadores que consistían en copiar las condiciones materiales de los países europeos

industrializados. El adjetivo de europeo, sin embargo, lo restringe a los países del noratlántico

(Inglaterra, Francia, Holanda, Alemania) en donde también entra Estados Unidos.

Otro concepto cuyo uso conviene aclarar es el de nacionalismo. Burns califica de

“nacionalistas” a todos los sectores que divergían del proyecto de las élites y que generalmente

defendían el estilo de vida de las masas populares así como los planes políticos y económicos más

acordes al bienestar de los países, en contraste con la “modernización europeizadora” que acarreó más

desgracias y dependencia. Otro concepto importante para la tesis de Burns es el de desarrollo, pues una

de sus tesis es que en América Latina no hubo un verdadero desarrollo, si éste se entiende –como lo

entiende él– como el mejoramiento gradual de las condiciones de vida de la sociedad, en realidad hubo

un deterioro considerable respecto a las condiciones de vida en la colonia, a pesar –o más bien a causa

1 Bradford Burns, La pobreza del progreso América Latina en el siglo XIX, México, Siglo XXI, 1990, p. 19

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de– la modernización y el progreso material pregonado por las élites.

Por último, otro concepto, el de los patriarcas, que si bien no es central para la argumentación

de la obra si constituye un punto importante a tener en cuenta a la hora de analizar esta interpretación,

puesto que se refiere a un sector de la población cuyas preferencias y acciones complejizan las

relaciones entre una élite modernizadora y las masas tradicionales. Se trata de los dueños de haciendas

y estancias, cuyas concepciones sociales y políticas, correspondían más al sistema colonial, por lo cual

muchas veces se mostraban reacios –por muchas y distintas razones– a los cambios introducidos por las

élites, al igual que la Iglesia católica.

Ideas principales y argumentación

Aclarados estos conceptos procederemos ahora a describir con más detalle el esquema que propone

Burns, los argumentos que utiliza y las conclusiones a las que llega.

Durante el siglo XIX, caracterizado en América Latina por la entrada de la región al capitalismo

internacional, el conflicto cultural radicaba en el choque entre dos concepciones del mundo totalmente

distintas, de las cuales Burns hace un somera definición. Las élites pertenecían a una tradición de

pensamiento completamente formada por la Ilustración europea, el positivismo y las teorías del

darwinismo social. Por el contrario, las masas populares pertenecían a una tradición cultural

caracterizada por un mayor arraigo a la tierra y a la comunidad, “provenían de un pasado de

interdependencia, integración, solidaridad y armonía”2. Una tradición que se identificaría tanto con las

costumbres indígenas, como con las prácticas españolas de Antiguo Régimen.

A lo largo de este siglo a medida que la modernización industrial y la integración de los países

latinoamericanos al mercado mundial avanzaba, las condiciones de las sociedades rurales y

comunitarias tradicionales, que eran la mayoría, se iban degradando sobre todo por el avance de la

propiedad privada capitalista y la concentración en pocas manos de las tierras idóneas para el cultivo,

las cuales eran utilizadas para la producción destinada a la exportación. Las élites gobernantes (y cada

vez más también las clases medias urbanas) que a la vez eran las culturales y económicas, se centraron

en la importación de las tecnologías europeas: ferrocarriles, telégrafos, electricidad, buques de vapor,

etc., lo que provocó el endeudamiento constante de los Estados. Además, esta modernización se valió

2 Op. cit., p. 21

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bastante de las inversiones extranjeras, lo que agravó la situación de acaparamiento de las tierras de las

comunidades indígenas y de los campesinos y por consiguiente la intensificación de la pobreza de la

mayoría3. Aunado a esto, el crecimiento urbano y la desintegración de los lazos de comunidad de los

pueblos iban formando una masa de mendigos urbanos, trabajadores unidos por las deudas a las

haciendas, y proletariado rural sin tierras.

Así, esta intensificación de la pobreza encuentra sus causas principales en las consecuencias de

las medidas económicas tomadas por las élites, sin embargo, la justificación de estas medidas y su

implementación se sustentaba en la idea de la creación de una nación a imagen y semejanza de las

civilizaciones del norte de Europa, entendida como la única posible vía para crear las condiciones

materiales y culturales propicias para el bienestar de los ciudadanos de las nueva naciones. Esta

civilización llevaba inherentes aspectos imposibles de asimilar y de aceptar por las culturas

tradicionales, como son la propiedad privada, el individualismo, la competencia mercantil, así como

otros conceptos de sociabilidad política que Burns no se detiene a analizar.

La imagen que nos da este ensayo es la de la completa libertad de que gozaban las empresas

privadas (nacionales y extranjeras) para actuar en los territorios con la aceptación, y muchas veces la

ayuda de las élites gobernantes, cuya participación era imprescindible. La influencia política de las

empresas en los gobiernos es un factor esencial para explicar el empobrecimiento y la dependencia.

Para ilustrar esta situación Burns da una gran cantidad de casos a lo largo de todo el continente.

El caso de Costa Rica en donde la implantación de infraestructura para la producción y exportación de

café hizo que “los puertos, las minas, el alumbrado eléctrico, las principales obras públicas y el

comercio exterior”4, pasaran a estar en manos de los inversionistas británicos. Bolivia terminó por

hacer depender su economía de la exportación del estaño, mientras que, debido a las necesidades

comerciales de las empresas ferrocarrileras, sus mercados locales eran inundados de bienes agrícolas

importados5. El gobierno de Honduras a finales del siglo llegó a estar completamente subordinado a los

intereses comerciales de la New York and Honduras Rosario Mining Company6. Chile vio su economía

minera completamente subordinada a los intereses de las casas inglesas, su dependencia de la

exportación de nitratos y cobre lo llevaba a aceptar cualquier medida impuesta por las empresas

3 Op. cit.,p. 1654 Ibid.5 Op. cit, p. 1646 Op. cit, p. 166

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extranjeras, lo que contribuyó al deterioro de la industria y las redes de transporte propias7.

Y los ejemplos continúan a lo largo de todo el continente. Burns califica a la economía

Argentina como completamente subordinada a los intereses ingleses, sobre todo debido a que las vías

de ferrocarriles estaban en sus manos y los ingresos del Estado provenían en gran medida de los

productos que aquellos sacaban del país. En el caso de México, Burns sitúa entre 1876 y 1910 el

proceso que intensificó la dependencia económica, la expansión de los latifundios y la reducción

significativa de las pequeñas propiedades y las tierras indígenas, todo esto debido en gran parte a los

intereses de las ferrocarrileras, las mineras y la agricultura de exportación8.

En el caso de las haciendas y los “patriarcas” la explicación de Burns es un tanto limitada,

aunque no por ello errónea en su planteamiento principal. A fin de cuentas, a medida que las élites

“europeizadoras” tomaban más control y se iban creando las condiciones económicas para que los

hacendados y los hijos de éstos se relacionaran con las actividades capitalistas de corte urbano, se

fueron borrando las diferencias ideológicas entre poderosos –hacendados (que procuraban mantener su

herencia ibérica) y élites urbanas (apegados a los planteamientos del liberalismo noreuropeo)– lo que

formó un sincretismo entre las diferentes instituciones productivas, siempre en beneficio de las

empresas privadas y en detrimento de las condiciones que en tiempos pasados habían permitido a los

campesinos y trabajadores una relación estable con las haciendas, obteniendo de ellas protección y

aislamiento cultural9. Es por esto que Burns no duda en afirmar que el siglo XIX reforzó los sistemas

agrarios coloniales, es decir los latifundios, que crecían y pasaban a manos de empresas privadas, lo

que impidió el verdadero desarrollo de los nuevos países.

Tal vez el caso que ilustra mejor esta imagen del enfrentamiento entre élites y clases medias

europeizadoras por un lado y comunidades campesinas e indígenas por el otro, es el de Argentina. Sara

Ortelli y Raúl Mandrini nos muestran10 cómo una vez conseguida la estabilidad política con la

integración de Buenos Aires a la Confederación Argentina, la élite estaba de acuerdo en que los pueblos

y las tierras de los indígenas no podía seguir manteniéndose con sus propias instituciones y expresiones

culturales, debían ser integrados a la nación o directamente eliminados. Mientras, se favorecía legal y

7 Op. cit, p. 1678 Op. cit, p. 1639 Op. Cit, p. 10510 Sara Ortelli y Raúl Mandrini, “Fronteras interiores: sociedades indígenas y construcción del Estado nación. Argentina enla segunda mitad del siglo XIX” en Ortelli y Hernández Silva, América en la época de Juárez, México-Oaxaca, UAM-UABJO, 2007, pp. 463-488.

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económicamente a los extranjeros que quisieran instaurarse en las tierras productivas, se les daba la

ciudadanía y se les proveía de facilidades legales, a despecho de las condiciones de vida de los

campesinos criollos (los habitantes que se encontraban en la zona en los tiempos anteriores a la

independencia).

Por otro lado, Burns se centra en hacer ver que los movimientos sociales, las protestas de

esclavos, campesinos e indígenas, no estuvieron para nada ausentes durante este proceso. Aunque toma

en cuenta que se trató de movimientos más bien aislados con motivaciones y objetivos distintos, los

califica antes que nada, como de resistencia a la modernización que le imponían las élites a las

sociedades tradicionales, las cuales luchaban por conservar sus tradiciones culturales y sus modos de

producción. Es interesante que Burns sitúa dentro de esta misma lógica de resistencia a la

modernización, a regímenes políticos tan diversos como el de Rafael Carrera en Guatemala (1838-

1865), el de Juan Manuel de Rosas en Argentina (1832-1852), el de Manuel Belzu en Bolivia (1848-

1855) y los regímenes paraguayos de José G. Rodríguez de Francia y los dos Solano López (1814-

1870).

A todos estos personajes los califica de nacionalistas sobre todo por dos cuestiones. En primer

lugar porque se trató de regímenes cuyo líder era identificado por el pueblo como parte de y defensor

de sus tradiciones culturales. Y por otro lado, pero relacionado con lo anterior, las medidas económicas

que tomaron ciertamente iban dirigidas a un mayor proteccionismo frente a las empresas extranjeras, y

un mayor deseo de desarrollo de infraestructura propia. Paraguay es el caso modelo de esto último.

Otro punto que destaca Burns, justamente en su capítulo destinado a estos regímenes titulado

“Habla el pueblo”, es que hubo un sector importante de las élites culturales urbanas y rurales cuya

producción intelectual y artística se centró en denunciar la lógica que llevaban las élites

modernizadoras. Infinidad de manifestaciones, entre las cuales Burns destaca la narrativa brasileña; las

tradiciones folclóricas argentinas, sobre todo la poesía gauchesca; y los corridos mexicanos, dan cuenta

del rechazo a los sistemas de gobierno que importaban el modelo europeo, sobre todo por las

consecuencias económicas desastrosas y la erosión cultural que provocaba.

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Comentarios y conclusiones

El principal objetivo de la obra de Burns es demostrar que el siglo XIX en América Latina significó el

deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de la población, constituida por una mayoría rural,

campesina e indígena, con respecto a la situación en la que vivían durante la colonia. Esto se debió a

que las élites gobernantes se centraron en una modernización tecnológica y política que no tomó en

cuenta las contradicciones y conflictos que la implantación de este proyecto provocaba. Este proyecto

es el que Burns califica como europeizador, pues se caracterizaba por querer formar a las nuevas

naciones a imagen y semejanza de Europa.

Si bien no ponemos en duda la existencia de este conflicto cultural entre las élites liberales y las

sociedades tradicionales, creemos que la explicación que proporciona Burns es un tanto simplista, tanto

más cuanto que su intención en esta obra es explicar las causas y las características de un proceso

económico, como es el deterioro de la calidad de vida de las clases populares centrándose en el aspecto

material aunque también incluyendo cuestiones de erosión cultural y social. Por lo que si bien el marco

que propone es ilustrativo, convendría complementarlo con estudios económicos a nivel regional.

Aunque resulta útil la interpretación a tono de denuncia que realiza Burns acerca de lo

perjudicial que resultaron las acciones de las élites –sobre todo teniendo en cuenta que fueron ellas y

sus herederas del siglo XX los principales constructores del discurso histórico de las naciones– y

aunque el enfoque del conflicto cultural es central para entender la historia latinoamericana del siglo

XIX, creemos que la reducción a las categorías “europeizador” y “nacionalista” resultan ambiguos,

tanto más cuanto que en este ensayo son utilizados para designar de forma absoluta a los actores

perjudiciales y a los benefactores respectivamente, sin tomar en cuenta por ejemplo la importancia que

le atribuían las élites a la idea de nación y sus influencias en la construcción de los nacionalismos

latinoamericanos que llegarían a todos los sectores de la poblaciones.

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