emociones ante la maternidad

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Ankulegi 14, 2010, 81-92 Fecha de recepción: 9-V-2010 / Fecha de aceptación: 22-XI-2010 ISSN: 1138-347 X © Ankulegi, 2010 81 Emociones ante la maternidad: de los modelos impuestos a las contestaciones de las mujeres Maribel Blázquez Rodríguez Universidad Complutense de Madrid [email protected] Mª Jesús Montes Muñoz Universitat Rovira i Virgili [email protected] Palabras claves: antropología, maternidad, atención sanitaria, mujeres, emociones. Resumen: “¡Ay, ser madre es lo más bonito de una mujer!” es una de las expresiones que con frecuencia se escuchan ante una mujer embarazada. Son emitidas tanto por familiares y acompañantes como por el propio personal sanitario que presta atención a lo largo del proceso. Reflejan las visiones socioculturales hegemónicas acerca de la maternidad y son mecanismos de socialización que orientan acerca de las emociones que las mujeres tienen que mostrar, vivir y emplear para dar sentido a sus experiencias. En nuestras investigacio- nes hemos recogido situaciones que visibilizan la diversidad de emociones que presentan las mujeres, y cómo algunas de ellas sugieren otras formas de significar su maternidad y el papel de esta en sus vidas. Introducción En este artículo queremos analizar la intermediación de las emociones en las prácticas socia- les centrándonos en el proceso concreto de la maternidad. Profundizamos en las experiencias de las mujeres, en las vivencias cotidianas de cómo ellas interpretan, perciben y contestan este modelo socialmente pautado, que se presenta impregnado de emociones positivas que llevan implícitos la felicidad y el amor naturalizado.

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antropologia y maternidad

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Page 1: Emociones Ante La Maternidad

Ankulegi 14, 2010, 81-92Fecha de recepción: 9-V-2010 / Fecha de aceptación: 22-XI-2010ISSN: 1138-347 X © Ankulegi, 2010

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Emociones ante la maternidad: de losmodelos impuestos a las contestaciones delas mujeresMaribel Blázquez RodríguezUniversidad Complutense de [email protected]ª Jesús Montes MuñozUniversitat Rovira i [email protected]

Palabras claves: antropología, maternidad, atención sanitaria, mujeres, emociones.Resumen: “¡Ay, ser madre es lo más bonito de una mujer!” es una de las expresiones quecon frecuencia se escuchan ante una mujer embarazada. Son emitidas tanto por familiaresy acompañantes como por el propio personal sanitario que presta atención a lo largo delproceso. Reflejan las visiones socioculturales hegemónicas acerca de la maternidad y sonmecanismos de socialización que orientan acerca de las emociones que las mujeres tienenque mostrar, vivir y emplear para dar sentido a sus experiencias. En nuestras investigacio-nes hemos recogido situaciones que visibilizan la diversidad de emociones que presentanlas mujeres, y cómo algunas de ellas sugieren otras formas de significar su maternidad yel papel de esta en sus vidas.

Introducción

En este artículo queremos analizar la intermediación de las emociones en las prácticas socia-les centrándonos en el proceso concreto de la maternidad. Profundizamos en las experienciasde las mujeres, en las vivencias cotidianas de cómo ellas interpretan, perciben y contestan estemodelo socialmente pautado, que se presenta impregnado de emociones positivas que llevanimplícitos la felicidad y el amor naturalizado.

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Nos interesa la maternidad en un doblesentido, por un lado, permite acercarnos aconocer cómo se construye a las mujeres y,por otro, por tratarse de un acontecimientoen el que ciertas relaciones se han dado porsupuestas, incluso desde la antropología,como por ejemplo “la especialización bioló-gica de las mujeres en la crianza y falta decuestionamiento del carácter del vínculomadre-cría” (Imaz, 2008: 85-86).

En el contexto español, somos herede-ros/as de un discurso específico occidentalacerca de la maternidad, como finalidadúnica de las mujeres, apoyado en la biología,reforzado por el mandato divino y comodeber social. La relación mujer-madre-maternal como única forma de realizaciónfemenina (Osborne, 1993) ha sido la cons-trucción ideológica mantenida durantesiglos por el poder político y las institucio-nes y, de acuerdo con ella, se ha erigido lavida de las mujeres. En ello, como revisaMontes (2007: 61-66), el discurso médicolegitimado, desde su triple autoridad –masculina, respaldada por la ciencia y alservicio del Estado–, difundirá este modelode base religiosa (Nash, 2000: 628), y sinintroducir modificaciones en las estructurasde las relaciones de poder establecidas(Ortiz, 1993: 109).

Otra de estas herencias del mito de lamaternidad tiene que ver con la existenciadel “instinto maternal”, cuyo carácter socio-cultural ha sido revisado por diferentes auto-ras, entre las que destaca Élisabeth Badinter(1991). La ideología que ha sustentado ladefinición de mujer-madre anclada en unanaturalización biológica ineludible mantie-ne las desigualdades de poder y la inferiori-dad naturalizada de las mujeres, justificandola división del trabajo y las diferencias en elvalor de producción y reproducción

(Narotzky, 1988: 132), y en “la configura-ción de las emociones” (Esteban, 2000:208).

Por otra parte, nos interesan las prácticasque se relacionen con la “maternalización delas mujeres”, planteamiento que estableceque esta tarea de convertirse en madres nopuede dejarse solo en manos del presuntoinstinto maternal, de la intuición de lasmujeres, si no que es necesario dar orienta-ciones e instruir a las madres. Así, desdeprincipios del siglo XX, instituciones comola medicina desarrollaron saberes técnicosque las mujeres debían aprender, motivo porel cual surge posteriormente la puericultura.De manera que la institución sanitaria hasido uno de los principales agentes de con-trol sobre las vidas de las mujeres (Ortiz,2006: 176-179).

Si bien la maternidad, apunta CarmenDíez Mintegui, “sigue siendo una metáforaorganizadora en nuestra sociedad, las res-puestas de las mujeres son diversas” (1995:157). No hay un único modelo del ejerciciode la maternidad, y las experiencias vividasy transmitidas por las mujeres muestran susestrategias para equilibrar los propios deseoso proyectos y necesidades con las exigenciassocioculturales heredadas. Así pues, y comopropone Montse Juan (1991: 43), debiéra-mos hablar, más que de una maternidad, dematernidades.

La maternidad se presenta enraizada en lasemociones entendidas como experiencias per-sonificadas que responden a un sistema devalores morales, ideas o creencias cultural-mente construidas, que forman parte de lacosmovisión de un determinado contexto derelaciones. Ante esto, como veremos, lasmujeres dan respuestas diferenciadas que lespueden generar contradicciones. En primerlugar, vamos a dar cuenta de algunas de las

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expresiones de sus procesos emotivos respectoa su maternidad, que se gestionan principal-mente en relación con las pautas que recibendel sistema sanitario. Sin embargo, a pesar deesta endoculturación concreta, ellas muestransus convergencias a la par que sus disidenciascon las emociones impuestas, y relatan otrasformas de vivir estas experiencias.

Nuestros datos no hacen distinción entreemoción y sentimiento, pues el propósitoque aquí nos mueve es hacer visible el lugarque ocupan en la construcción de la mater-nidad. Nos alejamos de las propuestas queconciben las emociones como una esenciahumana, relacionada con lo biológico, lo psi-cológico, y no con la historia, la cultura o laideología (Jimeno, 2004: 31), pues las emo-ciones son un vehículo de expresión y trans-misión de contenidos sociopolíticos.

En este texto queremos dar cuenta, comoapuntan Catherine Lutz y Lila Abu-Lughod(1990), de cómo esta clasificación de senti-mientos y emociones es una forma del poderde género. Es decir, este ámbito de lo emo-cional se ha utilizado, y con nuestros datoscomprobamos que se sigue utilizando, paradistinguir e identificar qué es lo femenino.Y, además, la endoculturación emocional esuna forma de poder, un mecanismo de con-trol y subordinación de las mujeres, dondese establece cómo deben ser y vivir –en concreto la maternidad–, que las obliga asometerse a los modelos, a interiorizarlos,produciendo y reproduciendo diferencias ydesigualdades entre ellas y con respecto a loshombres.

Las investigaciones sobre las que se apo-yan nuestros datos están contextualizadas endos comunidades autónomas de España ycorresponden a Montes (2007), realizada enTarragona y su provincia entre los años 2003y 2007, y a la de Blázquez (2009), en Madrid

en el período 2005-2008. En ambas etnogra-fías las técnicas empleadas han sido la obser-vación participante, las entrevistas y el análi-sis documental, que describimos de formaresumida.

Blázquez ha centrado su observación pri-mordialmente en la atención sanitaria que sepresta a las mujeres desde el embarazo hastael postparto en los servicios sanitarios públi-cos. Montes detiene más su mirada en laobservación y acompañamiento a un grupode mujeres y profesionales –comadronas ymédicos–, tanto del sistema sanitario públi-co como de otros privados, dirigidos a laatención del embarazo y el nacimiento.

Se realizaron entrevistas abiertas en pro-fundidad. En Madrid han sido a 16 mujeresy 22 profesionales, mientras que las infor-mantes de Tarragona son 16 mujeres a quie-nes se les realizó en su domicilio una mediade 7 entrevistas de alrededor de una hora ymedia de duración a lo largo del embarazo yhasta dos meses tras el parto, y a 5 profesio-nales con una única entrevista.

La última técnica, el análisis documental,ha ido dirigida a la revisión de los documen-tos generados y utilizados en los centros deobservación, normativas sanitarias comoprogramas, protocolos, etc., y otras publica-ciones de organizaciones profesionales,mujeres y expertos en torno al nacimiento.

A pesar de las diferencias de ambos estu-dios, existen concordancias tanto en los obje-tivos perseguidos al tratar de informar de laexperiencia de la maternidad, vista en diálo-go con las pautas que reciben del sistemasanitario, y principalmente en los datos halla-dos, que nos han permitido hablar de estegrupo de mujeres de una forma conjunta yuniforme, obviando su variabilidad interna,la cual existe, y en otros lugares hemos dadocuenta más ampliamente que aquí.

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Protocolos emocionales en el ámbitosanitario

La atención sanitaria ordena cómo debe ser laasistencia a las mujeres desde el embarazohasta que se recuperan después del parto.Pero además normativiza cómo deben ser lasvivencias de las mujeres contemporáneas entorno a la maternidad, como se constata ensus declaraciones en forma de protocolos yguías, al igual que en la práctica de sus pro-fesionales. Del análisis documental se resaltala insistencia en el “instinto maternal”; ins-tinto que se supone da comienzo en el emba-razo y se refuerza con el nacimiento y el con-tacto o vínculo con la criatura. Tanto desde elProtocol de Seguiment de l’Embaràs a Cata-lunya (1998) como desde el Protocol d’As-sistència al part i al Puerperi i d’Atenció alNadó (2003) el vínculo se presenta principal-mente asociado a la lactancia materna y seconsidera el elemento clave que asegura eldesarrollo y la salud de la criatura.

Esta misma tendencia se observa en laEstrategia de Atención al Parto Normal delMinisterio de Sanidad (2007), especialmenterespecto a los beneficios de la lactancia mater-na, ya que si bien inicialmente no se revisanestudios que midan el instinto, en las conclu-siones sí se presenta como una realidad: “Elpostparto inmediato es un período sensible deextrema importancia para el establecimientode la lactancia materna y también desempeñaun papel importante en el desarrollo del vín-culo” (2007: 73). Aunque se hace alusión alvínculo madre/padre-criatura, la insistenciaen la lactancia materna justifica el discurso dela relación “natural”, a partir del funciona-miento hormonal, del que la mujer no puedesustraerse y que va a condicionar su conducta.En el mismo documento encontramos que elinstinto se confunde, en nuestra opinión, con

la capacidad de supervivencia de la criatura,como si esta dependiera exclusivamente de larelación con la madre:

Las criaturas recién nacidas, depositarias delinstinto, necesitan, para que pueda desenca-denarse correctamente, permanecer en ínti-mo contacto con su madre preferiblementedurante las dos primeras horas después delparto. […] Posponer el contacto significaque la criatura recién nacida ya no pone enmarcha su instinto con la misma efectividad(2007: 32, 73).

En nuestras investigaciones, en general,profesionales y mujeres hablaron del instin-to y raramente del amor materno, aunque elinstinto se describa como la base del amormaternal. Parece aceptarse que el instintopuede darse o no, pero el amor de la madrees incuestionable y siempre está. Aunquealgunas mujeres coincidieron en que “hastaque no la vea no la puedo querer”, otrasparece como si esperaran a que el amor hicie-ra su presencia de forma espontánea y natu-ral en el espacio imaginario del instinto. Porparte de las profesionales, informan e instru-yen a las mujeres, en los cursos grupales deeducación durante el embarazo, en lo quevan a sentir al ser madres indicándoles:

Estad tranquilas, es una experiencia que cadauna tiene que vivir. Al principio es fácildesde el punto de vista instintivo, porque tesalen las cosas y las haces. Tened confianza yseguridad. […] El instinto y el conocimien-to favorece que hagas las cosas, dejaos llevarpor lo que os diga el cuerpo (Sol, Madrid).

El instinto unido al amor lo encontramosen grupos y asociaciones de carácter ecolo-gista, humanista y naturista que se sitúan afavor del parto natural, y reivindican el dere-

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cho a cuidar de forma intensiva a sus criatu-ras, al menos durante los primeros años devida. En esta línea destacamos las afirmacio-nes del ginecólogo Michel Odent, dedicadoal estudio de la salud durante el período fetaly el primer año siguiente al nacimiento, elllamado “período primal”. Explica la impor-tancia del amor en la constitución del indi-viduo y su influencia en todo lo que le ocu-rrirá en la vida, apuntando:

Después de observar los antecedentes de laspersonas que presentan una clara alteraciónde la capacidad para amar, sea para amarse así mismo o a otros, parece que la capacidadpara amar está determinada por tempranasexperiencias de la vida fetal y el período peri-natal (2007: 14).

El amor que reciban las criaturas, asegu-ra el autor, es construido como condicionan-te de su desarrollo. Es visto como el efecto dela acción hormonal en la conducta de lasmujeres, de forma que se habla de la oxitoci-na como la hormona del amor, ya que parti-cipa en el parto y en los orgasmos, y la pro-lactina como la hormona de la maternidadque activa la lactancia materna. De ahí queparte de la atención sanitaria basada en lahumanización del parto, desde el enfoquefisiológico (Blázquez, 2010: 218-221), bus-que mantener unas condiciones en el entor-no de la mujer para que estas hormonas fluyan e impregnen madre y criatura asegu-rando el profundo vínculo de amor entreambos1. Aparece, así, una determinada con-

figuración y socialización de las emociones,donde el amor ocuparía el lugar central.Además, estos discursos que revitalizan laconstrucción del vínculo materno-filialestán más legitimados al proceder de lamedicina y la ciencia.

El instinto maternal, que sostiene estasemociones, se plantea como algo natural,procedente de la naturaleza propia de lasmujeres y de lo femenino, olvidando que elinstinto “es en realidad solamente un mito”(Ferro, 1991: XII), un constructo culturalampliamente demostrado y discutido(Badinter, 1991; Osborne, 1993; Moore,1996; Tubert, 1996; Scheper-Hughes,1997); una expresión de dominación, que hallevado –y sigue llevando, como vemos– a la“tendencia generalizada de establecer un vín-culo indisociable entre la vida de las mujeresy su fisiología” (Moore, 1996: 43).

Por consiguiente, valoramos que nom-brar como protocolos de lo emocional lasintervenciones sanitarias permite entenderel carácter prescriptivo que tienen sobre lasemociones de las mujeres ante la materni-dad: cómo deben ser –desde el amor mater-nal–, cuándo deben aparecer –tras la media-ción de las hormonas del parto y delvínculo– y por qué deben darse –comogarantía del cuidado de las criaturas–. Estasocialización no impide que las respuestas delas mujeres, como abordamos a continua-ción, revelen, además de ciertas convergen-cias, alternativas con respecto a las emocio-nes propuestas y a sus significados.

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1 Odent señala el lugar de la biología en la materni-dad: “En lo que concierne al parto y al nacimiento,todo lo que es específicamente humano debe ser eli-minado, al tiempo que las necesidades mamíferas

deben ser satisfechas. Suprimir lo que es específica-mente humano implica primero liberarse de todas lascreencias y costumbres que han interferido la fisiolo-gía de este proceso durante milenios” (2007: 52).

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Las mujeres: encuentros y desencuen-tros ante los protocolos emocionales

La socialización en estas pautas hegemónicasproduce que haya un grupo de mujeres que seajusten y vivan, definan y expresen esta expe-riencia de acuerdo a lo establecido, pero nocon la misma intensidad ni a lo largo de todoel proceso. Así, habría tres momentos dondeparticularmente se espera que ellas se mues-tren emotivas: ante la visión fetal en la prime-ra ecografía (Montes et ál., 2009), tras elparto en los primeros días del nacimiento dela criatura y ante la lactancia materna. Enestos momentos, uno de los registros másvalorados es el llanto como manifestación dela alegría y felicidad que viven. Estas emocio-nes, subrayamos, se describen como naturales,pues proceden del instinto maternal. Comoejemplo descubrimos a Hortensia, joven de30 años, en su segundo embarazo, de Madrid:

Estoy muy feliz, aunque nos educaron paratener unos estudios y un trabajo, para quefuéramos libres al decidir parejas, pero la ver-dadera fuente de la felicidad es ser madre, loque realmente nos realiza en esta vida es estarcon nuestras criaturas, al atenderlas nosvamos haciendo.

A la par también se revelan mujeres quemanifiestan sus contradicciones con esteorden pautado de lo emocional, donde lovivido no se corresponde con lo esperado,como explica Cristina, de Tarragona: “Teníaque estar contenta y feliz porque voy a tenerun hijo, ¿no? Pues no, estoy como… ¡yo quésé! Como insípida. Mitifican mucho elembarazo”. Y Natalia, de Madrid, coincideen negar estas emociones:

Yo solo lloraba y me decía a mí misma: “¡estono puede ser, ahora un hijo!”, y cada vez me

sentía peor, porque parecía que no quería ami hijo. Tenía que ser feliz, ¡iba a tener unhijo, con lo que cuesta ahora quedarte emba-razada! Pero para mí no era lo que quería.Nadie lo entendía: tenía una pareja estupen-da, estábamos muy bien y ¿por qué entoncesno dejaba de llorar?

Al igual, algunas mujeres se cuestionarondurante el embarazo la existencia del instin-to maternal, como Laura y Montse, de Tarra-gona: “Yo no tengo instinto de maternidadni cosas raras de esas, ¡pues ya me saldrá!¿No?”. En nuestras investigaciones, “tener ono instinto”, según la percepción de las pro-pias mujeres, no estuvo relacionado con eldeseo del hijo/a o la planificación del emba-razo. Aunque a muchas de ellas no les supo-nía un problema el no sentirlo, otras preferi-rían tenerlo por considerar que podía ser unapoyo ante las dudas o contradicciones quese les plantearon.

Ante el nacimiento surgen también emo-ciones múltiples que responden a estas pau-tas establecidas. Las mujeres, pero sobre todolas parejas de Tarragona, lo expresaron así:“Muy intenso, súper intenso. ¡No sé!, es queme parece que para explicarlo hay que vivir-lo” (Roser); y el momento más emotivo:“Cuando nos dieron al niño. Todo lo deantes… ya se me ha olvidado, ¡cuando nosdieron al niño…! ¡Fue algo tan bonito! (pare-ja de Roser). En el primer encuentro con lacriatura, para muchas mujeres es habitual elllanto, mezcla de liberación, agradecimientoy descarga de las tensiones del parto. Para susparejas, el acompañamiento supuso, entreotras cosas, una espera tensa con sentimien-tos de inutilidad e impotencia ante sucesosen los que no podían intervenir.

A pesar del discurso uniforme que se pre-tende aportar sobre la plenitud de la viven-cia de la maternidad, las mujeres constatan

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las dificultades de las primeras semanas ensu adaptación ante la lactancia materna y elcuidado de la criatura. Surgen otro tipo deemociones junto con la ambivalencia o con-flicto respecto al amor porque:

Llega un momento que estoy tan cansada quelloraría. ¡Estás tan cansada que ya no eres tú!Yo no pensaba que dar el pecho fuera tan can-sado, pensaba que era una cosa muy plácida.¡Pero cansa! (Clara, Tarragona).

No estoy maravillada todo el día, y no meavergüenzo de decirlo. No me siento efusivaporque me está costando ¡muchos dolores deespalda!, ¡mucho agobio!, muchas noches…(Alicia, Tarragona).

Yo quería estar sola, ni siquiera quería estarcon mi pareja, y que la familia se empeña envenir a verte, en que él estuviera contigo todoel rato, y que parece que eres una borde si nolos quieres ver. […] En el primero te callasmucho, lo pasas muy mal, todo el día sola encasa con el bebé en la teta, a veces no puedesni preparar la comida. Le llamas para quepare en el bar de enfrente y traiga algo decomida. Él ni lo entiende (Sonia, Madrid).

También, en algunas entrevistas, ciertasmujeres reconocen la inseguridad y el miedoque encuentran ante el cuidado de la criatu-ra en esta nueva etapa:

Cuando nos fuimos a casa, la niña empezó allorar, parecía que tenía mucha hambre. Eranlas 4 de la mañana, ¿a quién llamas? ¿Quéhaces? Así que David fue a una farmacia y ledijeron que sería hambre, le dieron bibero-nes. Nosotros no sabíamos nada, nadie tehabía dicho que te podía pasar esto (Paloma,Madrid).

Estas incertidumbres, dificultades y con-tradicciones las exponen en las entrevistas

abiertas cuando se ha establecido una rela-ción de confianza con la investigadora.Algunas mujeres manifestaron lo bien queles había hecho la entrevista porque habíanpodido expresar sus malestares. Otras,comentaron que era la primera vez que tra-taban estos asuntos que tan mal les hacíansentirse y que no se atrevían a desvelar niante sus parejas ni ante otras personas de suentorno.

Cuando las mujeres expresan alguna quejaa los y las profesionales, las respuestas, en lamayoría de los casos, consisten en recordarleslos sentimientos positivos que produce lamaternidad y la transitoriedad de estosmalestares: “No te preocupes, verás como conel tiempo estás encantada”; “Si los hijos sonlo más bonito de una mujer”; “Ya verás, si loshijos son una de las alegrías de la vida”.

Esto es también compartido por el entor-no de las mujeres, según lo manifestaronalgunas personas en las consultas sanitarias:“¡Si ser madre es lo más bonito de unamujer! (Mujer mayor acompañante); o: “Yono entiendo que las mujeres quieran sercomo los hombres si ser madre y formar unafamilia es lo más importante” (hombreacompañante). Todo ello opera en la direc-ción de construir/mantener un mito, o másbien de transmitírselo ya fabricado a lamujer, algo que solo en algunas situacionesse corresponderá con la realidad.

Otras respuestas que encontramos en lasprofesionales fueron los juicios que se esta-blecen. La mujer que presente un determi-nado tono emocional más cercano a la queja,a la ira o a la ansiedad, despierta la sospecha.Así lo expuso una enfermera de Madrid:

Te das cuenta enseguida, en cuanto entras enuna habitación, por cómo hablan, por suscaras, de quién quería ese hijo, si la madre o

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el padre. Ves de todo, desde mujeres que noquerían ser madres y se han sentido obliga-das, pero luego no quieren ni darles el pechoni atenderles. En cambio, hay padres que sedesviven.

En el carácter innato que se atribuye a lasemociones maternales se olvida que son pro-ducto de una relación entre la criatura cuida-da y las personas que la cuidan, puesto que“no hay ninguna esencia natural, innata, delser madre, ni el apego filial es producto delparir” (Osorio, 1999: 68). Estas pueden irsurgiendo en algunas mujeres a medida queavanza su embarazo, en otras tras el parto,pero, sobre todo, en el progresivo contactocon la criatura y la actualización de habilida-des propias para el manejo de dichas situa-ciones. En definitiva, el amor maternal esuna construcción cultural desde la que seresponsabiliza a las mujeres del cuidado delas criaturas como respuesta biológica natu-ralizada (Montes, 2007: 66), cuando el amorno sería el factor diferencial del cuidado y lacrianza; como hemos constatado, todas lasmujeres quieren y desean “lo mejor” para suscriaturas. Sin embargo, no todas parten delas mismas condiciones, ni tienen las mis-mas oportunidades, como también sostieneEllen Lazarus (1988: 39).

Por otro lado, también encontramosalgunas profesionales que reconocen elcarácter cultural y progresivo de esta rela-ción, como Julieta:

Yo, cuando veo a las mujeres, les preguntocómo están para que dejen de sentirse tanculpables con lo que deberían sentir. Es difí-cil, claro, de repente tienes una cosa ahífuera, que no es que no lo quieras, pero, claro,te quedas ahí parada, superada. Las mujeresno tienen instinto maternal, el instinto se vaconstruyendo, y a veces se piensa que las

madres biológicas lo van a tener, y en reali-dad se necesita un tiempo.

Es más, aquellas mujeres que no exterio-rizan las emociones de satisfacción, alegría ygozo ante su embarazo o maternidad songeneralmente miradas con extrañeza e inme-diatamente se pueden plantear dudas respec-to a su voluntad de ser madres, su equilibriohormonal o sobre la existencia de otros pro-blemas. Se buscan razones que expliquenestas respuestas consideradas anómalas, yaque no encajan dentro de los esquemassocioculturales. De esta manera, se activanprocesos de patologización de las emocionesconsideradas no “naturales” o “normales”,como en el caso de la tristeza tras el parto2.Se etiquetan bajo el diagnóstico de depre-sión puerperal, que sirve como un cajón desastre de todas estas situaciones sin revisarlas experiencias reales de las mujeres. Otraideología que se maneja actualmente en elámbito sanitario es que “las mujeres debenconfiar en su naturaleza, en su interior estáescrito lo que es mejor para ellas y para susbebés” (Fernández del Castillo, 2006: 148),de forma que, si no sienten el supuesto vin-culo que facilitará el cuidado a la criatura yla crianza, es que no han sabido buscar den-tro de sí mismas. Entendemos que los mode-los sociales que se emplean para referirse a lamaternidad, más que estar centrados en lasnecesidades y expectativas de las mujeres, lasconducen a desarrollar situaciones de culpa-bilidad, y a que estos sentimientos sean eti-quetados como problemas o riesgos para susalud mental.

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2 Maroto (2004: 20) define la tristeza como un episo-dio de corta duración, caracterizada por algunos sín-tomas como el llanto o la inseguridad, y relacionadacon el inicio de depresiones más graves.

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Las respuestas sanitarias que se dan antelas mujeres que no hablan, no lloran, no semuestran alegres, se deben, como afirmaLutz (1990: 71), a que estas emociones seenmarcan e interpretan dentro de un contex-to cultural y social, con valores, relacionessociales y condiciones económicas determi-nadas. El modelo de maternidad sobre el quese apoya nuestra sociedad y se reproduce en elsistema de atención sanitaria es una ideologíaconcreta de la maternidad, occidental y degénero (Esteban, 2000: 223). Por ello, Sha-ron Hays (1998: 14-15) habla de la “mater-nidad intensiva” como un modelo actual queexige no solo atender a las necesidades de lascriaturas, que, por otra parte, cada vez se pre-sentan más costosas, sino, además, mantenerun fuerte compromiso emocional por partede las mujeres, lo que hace que vivan estaexperiencia con una enorme cantidad de exi-gencias, y no tengan cabida otras emocionesmás allá de la felicidad y la alegría.

Esta construcción del amor materno,como la emoción central de la maternidad,obliga a las mujeres a eliminar y no transpa-rentar otras como la ansiedad, la hostilidad,la inseguridad o la preocupación, la culpa olos conflictos, que se convierten en tabúes.Es decir, no se permite verbalizar o elaborarlos pensamientos y los sentimientos negati-vos que pueden y, de hecho, acompañan a lamaternidad. Esta prohibición social, lanegación de otras emociones diferentes alamor, conduce a una autocensura de las pro-pias mujeres y a un aislamiento emocionalcuando disponen de experiencias diferentes alas que el modelo indica.

Ante este panorama brevemente dibuja-do, se puede afirmar que la maternidad es unasunto firmemente atravesado por lo emoti-vo, puesto que se conceptualiza desde emo-ciones como el amor, la alegría y la felicidad,

y se espera que las mujeres las incorporen,las vivan, las expresen y las utilicen para darsentido a esta experiencia y a todo lo que larodea. A pesar de esta firme socialización, lasmujeres describen sus vivencias también conemociones como la duda, la ira, el miedo, ladecepción, la culpa, etc., que, aunque nopermitidas, permean sus narrativas cuestio-nando la vigencia y legitimidad de estasvisiones.

Las vivencias que las mujeres contempo-ráneas poseen de la maternidad arrastranaspectos del “modelo heredado de la mater-nidad” (Montes, 2007; Imaz, 2008; Bláz-quez, 2009), que, de acuerdo a las nuevascoordenadas sociales e históricas, son revisa-das por las mujeres proponiendo nuevos sig-nificados y, de manera simultánea, haciendopervivir algunos de sus aspectos.

Conclusiones

A la luz de lo enunciado, parece urgente revi-sar y preguntarse por el mantenimiento deeste modelo hegemónico que normativiza lamaternidad y modela a las mujeres para quevivan el ser madre desde esta presunta felici-dad y jerarquía del amor. Desde este modelo,se sigue vinculando a las mujeres con lo emo-cional, que algunas autoras han destacadocomo la base de la dominación de las muje-res (Lutz y Abu-Lughod, 1990; Eichenbaumy Orbach, 1990; Lutz 1990; Comas d’Arge-mir, 1993), y las coloca como únicas respon-sables en la dedicación, el cuidado y la crian-za de sus criaturas, en respuesta a laexistencia de este instinto maternal “natura-lizado”, a su intuición femenina procedentede su biología, de su capacidad de embara-zarse, parir y amamantar –lo que marca una visión diferencialista de los hombres y

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las mujeres–. De lo contrario, se supone queaquellas mujeres que vivan su maternidadalejadas de estas emociones legitimadas noestarán dejando hablar a sus cuerpos y esta-rán haciendo un planteamiento más racionalde su maternidad y sus vidas, alejado de lofemenino, que no ayudará al desarrollo de sus criaturas. En resumen, serán conside-radas “malas madres” o “madres desnatura-lizadas”.

La naturalización de estas vivencias yemociones de la maternidad, olvida quedependen tanto de la cultura como de lascondiciones en que se encuentren las muje-res, como pueden ser la edad, la situaciónlaboral, la clase social, la situación económi-ca, las experiencias previas de maternidadpropias y de su entorno, el tener pareja y eltipo de relación, el enfoque de la atenciónsanitaria, del parto, de lo que se ha aprendi-do –y está legitimado– socialmente, y no dela “naturaleza” y de lo “innato”. Entendemos

que “no hay nada ‘natural’ que haga a lasmujeres más capaces de cuidar […], inclusoel amor y los sentimientos, que parecen tanespontáneos e instintivos, se aprenden”(Comas d’Argemir, 2000: 190), afirmaciónque también fue cuestionada por Scheper-Hughes (1997: 329), mostrando cómo elamor maternal es una experiencia construida.

Por consiguiente, planteamos que es pre-ciso actualizar y hacer visibles la pluralidadde vivencias y sentimientos que relatan lasmujeres al transitar por la maternidad, comohemos hecho en nuestras etnografías, aligual que otras colegas como Imaz (2008).Con ello esperamos que se ayude a desvelarlas naturalizaciones y esencialismos que per-manecen en nuestros entornos sociales ysanitarios, que tejen nuestras visiones yexperiencias, y que no solo excluyen a loshombres de la maternidad, sino también atodas aquellas mujeres que no las compartano sientan de esta manera.

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Gako-hitzak: antropologia, amatasuna, osasun-laguntza, emakumeak, emozioak.Laburpena: “Ene! Ama izatea da emakume izatearen gauzarik politena!” da haurdun dago-en emakume baten aurrean sarrien entzuten dena. Senide eta lagunei ez ezik, prozesuhorretan laguntzaile diren osasun arloko langileei ere entzuten zaie. Amatasunaren inguru-ko ikuspegi soziokultural nagusiak islatzen dituzte, eta beren esperientziei zentzua emate-ko emakumeek erakutsi, bizi eta erabili behar dituzten emozioen inguruan orientatzekosozializazio-mekanismoak dira. Gure ikerketetan, emakumeen emozio askotarikoak erakus-ten dituzten egoerak bildu ditugu, eta beste esanahi batzuk ematen dizkiete horietakobatzuek amatasunari eta horrek emakumeen bizitzan duen funtzioari.

Keywords: anthropology, motherhood, health care, women, emotions.Abstract: “Ay! Motherhood is the most beautiful event in a woman’s life!” This is one ofthe commonest expressions that can be heard when a woman is pregnant. These expres-sions are articulated by family, relatives as well as by health professionals. They mirrorhegemonic socio-cultural understandings about motherhood. They act as a mechanism ofsocialization that dictates how women should feel and define which emotions are appro-priate to make sense of their experiences. This paper is based on our PhD projects and itexamines the multiple ways in which women experience motherhood. We reflect on how some emotional experiences diverge from prescribed cultural norms and assumptionsabout motherhood, by doing so women are advocating for alternative models of mother-hood.

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