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.... Elvira F ernández El color es un personaje ." ,, Sueño con un arte de equilibrio, de pureza, de tranquilidad, sin sujeto inquietante o preocupante, que sea, para todo el que trabaja con el cerebro, bien se trate de un hombre de negocios , bien un hombre de letras, un calmante cerebral, un objeto análogo a un buen sillón que lo consuele de sus fatigas físicas." Las palabras de Henri Matisse, extraídas de sus Notes d'un peintre, sintetizan la autonomía de la pintura , el triunfo del artista del color que supo liberarlo de la rig idez conceptual del modelo y convertir a la pintura en su propio sujeto. Las creaturas coloridas de Elvira Fernández, sus serios juguetes para grandes, sus manchas de color de calculada espontaneidad , cuya lectura no tiene otro lImite que aquel que les imponga el espectador, son fieles a la idea del maestro. Quien ve las manchas de Elvira Fernández,o elabora sus propias historias a partir de esas creaturas que -conquista del arte moderno- viven por sí solas , acaso no medite que tras ellas se encuentra un proceso que ha costado un largo periodo de contemplación. Su historia se remonta a un día de 1976, en Suecia. Elvira Fernández era entonces una economista, ex profesora de la Facultad de C iencias Políticas de la UNAM, recluida en su cuarto a causa de una pulmonía . Imaginemos la escena . Aún permanece en la habitación el recuerdo de la amiga que ha estado a visitarla . Además del calor de la visita , ha dejado un libro que acompañe ese viaje interior que llamamos enfermedad. Elvira lo toma del buró. Se trata de Lointain intérieur de Henri Michaux. Al tiempo que lo abre, mira el paisaje que el invierno ha dejado en el vidrio de la ventana: un primer plano de manchas acuosas y detrás, un paisaje de grises amortiguados que el vidrio de la ventana enmarca con una fidelidad que parece preconcebida. Paulatinamente, conforme la muchacha se absorbe en la lectura, aquellas manchas arbitrarias se transforman en sentidos , historias , personajes , del mismo modo en que el poeta abre compases entre el tiempo y el espacio, o en el espacio , para dominar al tiempo e instaurar el presente inextinguible del arte. 57 Más tarde, E/vira descubrirá que Michaux es también un artista de la lInea, un explorador de las múlt iples lecturas que una mancha proporciona . El encuentro con la obra de Michaux ha sido decisivo. Salida de la enfermedad física. que no de la obsesión creadora, se da cuenta de que ha quedado tendido un puente que parecía interrumpido. Se ha reanudado así una conversación con la niñez, aquella etapa donde sus cuatro años se aproximaban a la mesa de mármol con el afán de descifrar los signos que en el periódico , extendido sobre la mesa , parecían ofrecer la invitación a

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Page 1: Elvira Fernández El color es un personajelección de Michaux, entró en 1981 a estudiar grabado en el Atelier Lacouriére-Frélaut, de Montmartre, donde el miedo a expresar lo que

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Elvira Fernández

El color es un personaje

."

, , Sueño con un arte de equilibrio,de pureza, de tranquilidad, sin

sujeto inquietante o preocupante, quesea, para todo el que trabaja con elcerebro, bien se trate de un hombrede negocios, bien un hombre deletras, un calmante cerebral, unobjeto análogo a un buen sillón que loconsuele de sus fatigas físicas." Laspalabras de Henri Matisse, extraídasde sus Notes d'un peintre, sintetizanla autonomía de la pintura, el triunfodel artista del color que supo liberarlode la rigidez conceptual del modelo yconvertir a la pintura en su propiosujeto. Las creaturas coloridas deElvira Fernández, sus serios juguetespara grandes, sus manchas de colorde calculada espontaneidad, cuyalectura no tiene otro lImite que aquelque les imponga el espectador, sonfieles a la idea del maestro.Quien ve las manchas de ElviraFernández, o elabora sus propiashistorias a partir de esas creaturasque -conquista del arte moderno­viven por sí solas, acaso no mediteque tras ellas se encuentra unproceso que ha costado un largoperiodo de contemplación. Su historiase remonta a un día de 1976, enSuecia. Elvira Fernández era entoncesuna economista, ex profesora de laFacultad de Ciencias Políticas de laUNAM, recluida en su cuarto a causade una pulmonía. Imaginemos laescena. Aún permanece en lahabitación el recuerdo de la amigaque ha estado a visitarla. Además delcalor de la visita, ha dejado un libroque acompañe ese viaje interior quellamamos enfermedad. Elvira lo tomadel buró. Se trata de Lointain

intérieur de Henri Michaux. Al tiempoque lo abre, mira el paisaje que elinvierno ha dejado en el vidrio de laventana: un primer plano de manchasacuosas y detrás, un paisaje de grisesamortiguados que el vidrio de laventana enmarca con una fidelidadque parece preconcebida.Paulatinamente, conforme lamuchacha se absorbe en la lectura,aquellas manchas arbitrarias setransforman en sentidos, historias,personajes, del mismo modo en queel poeta abre compases entre eltiempo y el espacio, o en el espacio,para dominar al tiempo e instaurar elpresente inextinguible del arte.

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Más tarde, E/vira descubrirá queMichaux es también un artista de lalInea, un explorador de las múltipleslecturas que una mancha proporciona.El encuentro con la obra de Michauxha sido decisivo. Salida de laenfermedad física. que no de laobsesión creadora, se da cuenta deque ha quedado tendido un puenteque parecía interrumpido. Se hareanudado así una conversación conla niñez, aquella etapa donde suscuatro años se aproximaban a lamesa de mármol con el afán dedescifrar los signos que en elperiódico, extendido sobre la mesa,parecían ofrecer la invitación a

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mundos nuevos. Ese mismo asombrola invadirá años más tarde, cuando,ante los papeles goteados de pintura,su vista ya educada la conduzca adescubrir reinos y personajes en esasfiguras arbitrarias, como el niño quese tiende a mirar las metamorfosis delas nubes.

"Trabajo sin usar bocetos, sin utilizaruna referencia inmediata, jugando conel armazón y con las fibras, como silos encontrase; como si al recogertrozos de alambre retorcido, cortezasde un árbol, les diese un nombre,reconociéndolos." Sin embargo, parallegar a esa síntesis, a ese orden y

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pureza que Piet Mondrian considerabael punto extremo del quehacerartístico, fue preciso aceptar losrígidos moldes de la disciplina. Eldescubrimiento de Michaux la habíallevado al convencimiento de que suvocación era la escritura. Decidida atraducir al español su poesía, pudo

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conocerlo en persona.Recuerda sus entrevistas con el poetaque amaba, como parte de la vida, elmisterio: la recibía con lentes oscurosy siempre con una mesa de pormedio. Licenciado Vidriera, fuerza enparadójico punto de ruptura, suactitud ante la vida era tan exigente

como la que supone la lectura de suobra .Los caminos, sin embargo, iban a serotros. Elvira Fernández, sin olvidar lalección de Michaux, entró en 1981 aestudiar grabado en el AtelierLacouriére-Frélaut, de Montmartre,donde el miedo a expresar lo que ella

era en realidad, la llevó a adoptar latécnica tiránica y laboriosa delgrabado. Necesitaba atarse las manosy el alma, ejercitar una técnica, antesde llegar hasta sí misma y decir estavoz es mía. Posteriormente comenzóa trabajar con el "objeto encontrado"de los años treinta, lo cual la llevó a

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una mayor libertad expresiva: a partirde un hueso, establecía lastransformaciones del objeto.Determinante en estos años fueconocer al grabador checoslovacoDado, también -las afinidadeselectivas de Goethe- amigo deMichaux.Cuando se dio cuenta de que elgrabado era insuficiente para la

libertad que precisaba, ElviraFernández pasó a la litografía. Ingresóal Atelier Clos y Bramsen, donde elambiente era muy estimulante. Ahí, laartista empezó a recoger papelessalpicados de manchas, materiales dedesecho, objetos elevados por el azara una dimensión que acaso les hapertenecido desde siempre y sóloesperan el soplo que los reconozca y

los redescubra. "Al pintar, leo lasformas obtenidas y van apareciendoun ojo, una carcajada, un personajefurtivo o reservado, una larva omuchas, que me divierte conservar enel acrílico en un estado transitorio yde evidente carencia ."Otro de los maestros de E/viraFernández fue el pintor y escultorJean Dubuffet, cuyos Prospectus ettous écrits suivants leía entonces conasiduidad. Matisse y Dubuffetcomenzaron a hacer escultura paracomprender tangiblemente lo querepresentaban en launidimensionalidad de la superficie.Para Elvira Fernández, la diferenciaentre Picasso y Matisse, y supreferencia por el arte de este último,consiste en que en éste el color noestá sujeto por el dibujo: el color esel personaje. Dubuffet, uno de losprimeros en trabajar con materialesde desecho, aspiraba a que las líneasformaran contornos: de ahí su llegadaa la escultura. De acuerdo con eseprecepto, Elvira Fernández cree que laescultura es un pretexto parasostener un trozo de color en elespacio, y actualmente trabaja en unaescultura de dos metros, tituladaLúdica, donde se sintetizan losintentos anteriores. Ha proyectadoasimismo la maqueta de un parque dediversiones donde los juegos seanesculturas, objetos en los cuales elespectador se transforme en usuarioy viva el arte, de acuerdo con la ideadel escultor Henry Moore, quienabogó siempre porque desaparecieranlos letreros NO TOCAR que invadenlos museos y la escultura llegarahasta nosotros también a través deltacto."Trabajar con yeso, que fragua caside inmediato, sin un proyecto previo,me obliga a aceptar lo irremediable, acederle un lugar importante al azar. Lafuerza de gravedad, la memoriavegetal, las leyes de la químicatrabajan conmigo arrebatándome elmodelado de mis personajes. Estaviolencia es lo que me atrae: elmisterio que elabora una fibra, unpliegue o una gota, siguiendofórmulas implacables, fríamenteprecisas." ()

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