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MaríaÁngelesDurán(dir.) Eltrabajodelcuidadoen AméricaLatinayEspaña Documentode Trabajonº54 CeALCI Fundación Carolina

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María Ángeles Durán (dir.)

El trabajo del cuidado enAmérica Latina y España

Bajo la denominación «Documentos de Trabajo» se publicanresultados de los proyectos de investigación realizados ypromovidos por el CeALCI. Además pueden ser incluidosen esta serie aquellos estudios que, previa aceptación porel Consejo Editorial, reúnan unos requisitos de calidadestablecidos y coincidan con los objetivos de la FundaciónCarolina y su Centro de Estudios.

El Centro de Estudios para América Latina y la Coope-ración Internacional (CeALCI) se crea, en noviembre de2004, con la voluntad de promover la investigación y eldebate en torno a la realidad de los países en desarrolloen general, y de América Latina en particular, y parapotenciar los estudios y propuestas sobre la mejor manerade enfrentar los problemas que aquejan estos países.

Documento deTrabajo nº 54CeALCI

Fundación

CarolinaCeALCI

Fundación

Carolina

DT54

CeALCI - Fundación [email protected]

EltrabajodelcuidadoenAméricaLatinayEspaña

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EL TRABAJO DEL CUIDADOEN AMÉRICA LATINA Y ESPAÑA

María Ángeles Durán (dir.)

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Estos materiales están pensados para que tengan lamayor difusión posible y que, de esa forma, contribuyanal conocimiento y al intercambio de ideas. Se autoriza,por tanto, su reproducción, siempre que se cite la fuentey se realice sin ánimo de lucro.

Los trabajos son responsabilidad de los autores y sucontenido no representa necesariamente la opinión dela Fundación Carolina o de su Consejo Editorial.

Están disponibles en la siguiente dirección:http://www.fundacioncarolina.es

Primera edición, diciembre de 2011© Fundación Carolina - CeALCIC/ General Rodrigo, 6 - 1.ª plantaEdificio Germania28003 [email protected]

Diseño de la cubierta: Alfonso GamoDERECHOS RESERVADOS CONFORME A LA LEY

Impreso y hecho en EspañaPrinted and made in SpainISSN: 1885-866-XDepósito legal: M-28.670-2010Impreso en papel reciclado

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ÍNDICE

PRESENTACIÓN,Maribel Rodríguez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

1. EL TRABAJO DEL CUIDADO EN EL MARCOMACROECONÓMICO,María Ángeles Durán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

2. DEMOGRAFÍA Y PREVISIÓN DE DEMANDAS DE CUIDADOS DE LOSADULTOS MAYORES EN AMÉRICA LATINA,Mercedes Pedrero Nieto . . . . . . . 33

3. DIFERENCIAS AUTONÓMICAS EN LOS SISTEMAS DE CUIDADO EN ESPAÑA:EL CASO DE ANDALUCÍA,M. Isabel García Rodríguez yEduardo Moyano Estrada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47

4. MÁS ALLÁ DE LAS CIFRAS: LA DIMENSIÓN TEÓRICA Y CUALITATIVADEL CUIDADO, Ramón Ramos Torre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75

5. EL REPARTO DEL CUIDADO EN AMÉRICA LATINA, Rosario Aguirre . . . . . . . . . . 89

6. TRABAJO NO REMUNERADO Y DESIGUALDADES DE GÉNERO.LA IMPORTANCIA DE HACER VISIBLE EL CUIDADO Y LA PRODUCCIÓNDE SERVICIOS DE SALUD EN LOS HOGARES, Lilia Jara . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105

7. LOS LUGARES DEL CUIDADO: ESPACIOS PRIVADOS Y ESPACIOS PÚBLICOS,Montserrat Díaz Fernández y Mª del Mar Llorente Marrón . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115

8. LAS POLÍTICAS DE CUIDADO EN AMÉRICA LATINA, Sonia Montaño Virreira . . . 135

NOTAS DE INVESTIGACIÓN

A. De la “buena vecina” a la cuidadora institucional. Los servicios públicosde cuidado como elemento de cambio en las relaciones vecinalesentre mayores, Chiara Cerri . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149

B. El cuidado familiar de adultos mayores y discapacitados en Chile,María Inés Araya Pérez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153

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C. El trabajo de cuidado en familias tradicionales: un estudio de caso,Mariela Zúñiga Gamboa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161

D. La implicación masculina en los cuidados en las sociedades cambiantesde América Latina: una reflexión sobre el caso mexicano,Marta Seiz . . . . . . . . . 167

E. ¿Un derecho o un deber? los hombres españoles ante los permisos parael cuidado de sus hijos, Pedro Romero Balsas, Dafne Muntanyola Sauray Jesús Rogero García . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171

RELACIÓN DE AUTORES/AS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173

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Desde su creación, el Centro de Estudiospara América Latina y la Cooperación In-ternacional (CeALCI) de la Fundación Caro-lina hadesarrollado su trabajo de análisis delas políticas públicas desde un enfoque dederechos humanos y de reducción de lasdesigualdades, es decir, con el claro objeti-vode fomentar sociedadesmás justas ymáscohesionadas. Esto ha supuesto prestaruna atención específica a la desigualdad degénero, que atraviesa de manera trans-versal a las demás brechas presentes en uncontexto social determinado.

A partir de 2006, en elmarco de la línea deestudios dedicada a los sistemas de pro-tección social en Europa y en América La-tina, se impulsaron varios estudios queabordaron lamanera enque estos sistemastrataban demanera diferente los hombresy las mujeres. A su vez, se dedicó un es-tudio específico a la relación histórica en-tre losmodelos sociales de patriarcado enAmérica Latina y la emergencia de dife-rentes regímenes de bienestar.

Además, el CeALCI profundizó este enfo-que de género en otros sectores como laspolíticas laborales ymás recientemente enla recaudación fiscal entendido como ins-trumento directo de redistribución de la ri-queza. De esta manera, se ha venido si-tuando análisis sensibles a las diferenciasde género en los espacios y debates durosde la economía desde los cuales no es ha-bitual asumir perspectivas feministas.

Ahora bien, este análisis de las políticas la-borales y de protección social no podía ob-viar un aspecto que influye fuertemente so-

bre las condiciones de inserción de lasmu-jeres en el trabajo y en la vida social y, porlo tanto, en su nivel de autonomía y de pro-tección ante los riesgos vitales. Este as-pecto, que es amenudo ignoradopor la po-lítica pública, se refiere al trabajo necesa-rio para la reproducción del bienestar co-tidiano y al cuidado de los dependientes yde los propios trabajadores.

La mayor incorporación de las mujeres ala actividad económica ha supuesto la ex-tensión de la “doble jornada” para las tra-bajadoras. Las mujeres han seguido sien-do las principales responsables del trabajode los cuidados y únicamente cuando susingresos lo han permitido, éste se ha ex-ternalizado en el mercado de provisión deservicios de cuidados, ampliamente fe-minizado, reduciendo así su carga total detrabajo.

Por su parte, el Estado, a través de sus po-líticas públicas, ha tenido escasa partici-pación real en la provisión de servicios decuidados.

Por lo tanto, hoy en día, ofrecer condi-ciones apropiadas para la conciliación, lacorresponsabilidad y el acceso a serviciosde cuidados al conjunto de la población esesencial para seguir avanzando en ámbitosestratégicos del empoderamiento de lasmujeres. Si se abordan estos tres retos demanera adecuada, la igualdaddegénero sepuede convertir en unnegocio social y eco-nómicamente sumamente rentable.

Es urgente dejar de considerar la provisiónde cuidados como un problema de muje-

PRESENTACIÓN

Maribel Rodríguez*

* Responsable del Programa de Cohesión Social, CeALCI-Fundación Carolina.

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Maribel Rodríguez

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res para verlo como un asunto de soste-nibilidad de la vida humana. Dado quenuestras sociedades se caracterizan poruna tendencia a tener más poblaciónmayor y menos nacimientos, considerarla tarea de los cuidados como un pro-blema social permitirá hacer frente al en-vejecimiento de la población, potenciar lanatalidad, armonizar los tiempos labora-les con los tiempos sociales, elevando asíla productividad y, ante todo, crear nue-vos yacimientos de empleos en un con-texto de contracción de los mercados la-borales.

Para llevar a cabo esta reflexión, se orga-nizó un encuentro bajo la dirección deMa-ría Angeles Durán, profesora e investiga-dora del Consejo Superior de Investiga-ciones Científicas (CSIC), quien ha sido pio-nera en la conceptualización y el estudio deltrabajo de los cuidados y que es hoy en díauna experta de reconocido prestigio in-ternacional en la materia.

Para contribuir a la difusión de los asuntosdebatidos, las ponencias centrales de esteseminario están recogidas en este libro, asícomo algunas de las comunicaciones quese presentaron allí.

En el primer artículo,María Angeles Duránofrece una aproximación y un panoramade la importancia que reviste social y eco-nómicamente el trabajo del cuidado, re-calcando el interés de asumirlo desde lascuentas nacionales, para hacerlo visible yposteriormente incluirlo en la agendade ac-ción de las políticas públicas.

El segundo trabajo, de Mercedes Pedrerode la Universidad Nacional Autónoma de

México, presenta una proyección de la de-manda de cuidados enAmérica Latina, quereafirma la importancia de potenciar polí-ticas de cuidados, y eso a pesar del bonodemográfico del cual se benefician ac-tualmente los países de la región.

A continuación, María Isabel García yEduardoMoyano del Instituto de EstudiosSociales Avanzados (IESA-CSIC), expo-nen el modelo andaluz y sus propuestaspara desfamiliarizar la provisión de servi-cios de cuidados y por lo tanto potenciarla autonomía de las mujeres.

Por su parte, RamónRamos, presidente delCentro de Investigaciones Sociológicas(CIS), plantea una reflexión sobre la rele-vancia de los cuidados y de la dimensióntemporal para la viabilidad de la existen-cia individual y social, así como sobre elvalor social que se les ha asignado histó-ricamente. Esta reflexión permite al lectorcomprender mejor la importancia que re-viste para nuestras sociedades el tema delos cuidados y del tiempo necesario parasu realización.

En su artículo, Rosario Aguirre, de la Uni-versidad de la República de Uruguay, nosguía a través de la diversidad de la realidaddeAmérica Latina, tanto enmateria de con-ceptualización de la noción del cuidado, suincorporación en las políticas públicas y enlos sistemas nacionales de estadística,como en su traducción a cambios reales.En su análisis, Aguirre pone en relación losavances en la voluntad de organización so-cial del cuidado e importantes cambios enlosmodelos de familias y de protección so-cial que se están produciendo en las dife-rentes realidades nacionales. Cambios

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Presentación

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que, no obstante, no han conseguidomo-dificar la desigual carga de los cuidadosque siguen soportando las mujeres.

Desde el sector de la salud, Lilia Jara, dela Organización Panamericana de la Sa-lud (OPS), señala el importante, aunqueescasamente reconocido, trabajo de cui-dados de salud que realizan las mujeresen las familias, en complemento a la pro-visión de cuidados por parte de los sis-temas sanitarios. Además, Jara alerta res-pecto de los cambios a futuro en la regiónlatinoamericana en términos demográfi-cos y epidemiológicos. La autora afirmaque éstos incrementarán la demanda to-tal de cuidados sanitarios y que, sin unaadecuada planificación, podrían recaer enlas mujeres.

Montserrat Díaz, de la Universidad deOviedo, presenta en su artículo el interésde utilizar el hogar como unidad de análi-sis de la demanda y de parte de la ofertade cuidados. La autora propone realizarproyecciones a futuro de esta demanda yoferta para planificar las respuestas nece-sarias desde las instituciones públicas de

manera a sostener la calidad del cuidadoa nivel nacional.

Por su parte, SoniaMontaño, de la DivisióndeAsuntos deGénero de la Comisión Eco-nómica para América Latina (CEPAL), ofre-ce un balance de los principales avancespolíticos enmateria de derechos humanosde las mujeres, incluyendo el esfuerzo devarios países por asignar un valor al tiem-po en las estadísticas y en las cuentas na-cionales. No obstante, también lamentaque estos progresos en el ámbito de la po-lítica pública todavía no han permitido su-primir los numerosos obstáculos a los cua-les lasmujeres deben enfrentarse para con-seguir mayores cuotas de poder y de au-tonomía personal.

Finalmente, se optó por abrir un espacio ajóvenes investigadores en diferentes te-máticas relacionadas con el trabajo del cui-dado. En este último apartado dedicado anotas de investigación se exponen dema-nera resumida algunos hallazgos de inte-rés de estudios en proceso, con el fin de es-timular la reflexión y apuntar ejes nove-dosos para este campo.

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1.1. EL DESINTERÉS TRADICIONALDE LA MACROECONOMÍA POR ELCUIDADO NO REMUNERADO

La elección del marco macroeconómicopara el análisis del cuidado es una opciónno exenta de riesgos, ya que en todo elmundo los principales impulsores, fi-nanciadores, usuarios y creadores de opi-nión en torno a la macroeconomía sonlos Bancos Centrales y los Ministerios deFinanzas; precisamente, las institucioneseconómicas más ajenas a la cotidianei-dad del cuidado. El desapego y desinte-rés de la macroeconomía hacia el temadel cuidado guarda paralelismo con elproceso seguido por la medicina mo-derna en relación con los sujetos que pa-decen las enfermedades. Hasta el sigloXVIII, el desconocimiento de las enfer-medades producía la indiferenciación delos enfermos; a quien se hacía objeto decuidado era al pobre y no al enfermo, ylo que justificaba su atención era el de-ber de caridad. Cuando la medicina ana-tomo-clínica y experimental logró obje-tivizar las causas de la enfermedad,también objetivó el cuerpo de los enfer-mos. La compasión no era una virtudasociada a la calidad científica, que bus-caba su propia excelencia a través deldistanciamiento y relegaba esta y otrasvirtudes de menor rango hacia personalsubalternizado, como las enfermeras. Apartir de la segunda mitad del siglo XXse inició un cambio que, lentamente y to-davía en la actualidad minoritario, pre-tende devolver la centralidad al enfermo,

frente a la enfermedad1. Un proceso si-milar es el que está siguiendo la econo-mía, que ha intentado objetivizar lasmercancías y los mercados a costa de ol-vidar que quienes producen y consumeno no llegan a acceder a los bienes y ser-vicios son seres humanos.

Las tradiciones culturales respecto al cui-dado son diversas. En lenguajes tan apa-rentemente próximas en el contextomun-dial como el español, inglés o francés, lostérminos “cuidado”, “care” o “soin” noson directamente traducibles, lo que pro-voca problemas conceptuales y metodo-lógicos en la investigación internacional.Antes de operativizar y llevar un concep-to a la investigación empírica, es impres-cindible aclarar su contenido, el sentido enque se usa por los políticos, los investiga-dores, los profesionales de diversas disci-plinas, y la gente común en su habla coti-diana. El “care” inglés se orienta al pen-samiento, a la atención. El francés “soin”se utiliza frecuentemente en plural, “lossoins”, señalando su fragmentación en di-versas tareas; es un conceptomás apega-do a la intervención física o instrumental,que en sanidad se asocia fuertemente a laidea de “soins infirmiéres”. El español “cui-dado” deriva de la voz latina cogitare, pen-sar. El Diccionario de la Lengua Españolalo define en primera acepción como “po-ner diligencia, atención y solicitud en la eje-cución de una cosa”; en la segunda, como“asistir, guardar, conservar”, y cita comoejemplos “cuidar a un enfermo, la casa, laropa”.

1. EL TRABAJO DEL CUIDADO EN EL MARCO MACROECONÓMICO

María Ángeles Durán*

* Profesora de Investigación. Departamento de Economía – CCHS. Consejo Superior de InvestigacionesCientíficas.1 Leféve, C. (2006), “La philosophie du soin”. La Matiere et l’esprit, nº 4, Médecine et philosophie, Univer-sité de Mons-Hainaut, abril 2006, pp. 25-34.

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2 Durán, M.A. (1994). “Viejas y nuevas desigualdades. La dialéctica entre observadores y observados”. Re-vista Internacional de Sociología, nº 8-9, pp. 61-89.

La acción de cuidar no genera un sujeto,el “cuidador”, de tan amplia utilización. Esuna voz poco usada, que se utiliza sobretodo en el contexto deportivo para desig-nar a los preparadores físicos, o se asimi-la a celador o vigilante. El Diccionario deUso del Español, de María Moliner, reco-ge losmismosmatices del cuidado que elDRAE, pero en la quinta acepción lo defi-ne como “atender a que ocurra o se hagauna cosa, o, por el contrario, a que no ocu-rra o no se haga”. Cita como ilustraciones,entre otras, “la mujer que cuida a los ni-ños”, “ha venido para cuidar a su hija” o“cuidaré de que todo esté a punto”.

Dentro del hogar se sintetizan todos es-tos matices del cuidado como pensa-mientos y acciones encaminadas a pro-curar que algo ocurra o deje de ocurrir,como vigilancia y prestación directa deservicios. Incluso se produce también otrafaceta del cuidado que los diccionariosidentifican como “cuidarse” y asimilan, enalgunos casos, a “darse vida regalada”.

En sus aspectosmás físicos, el cuidado seaproxima a las funciones de cura y lim-pieza, o a las de vigilancia (evitar per-cances o enfermedades); sin embargo, elcuidado tiene también componentes pró-ximos a la gestión, a la representación fa-miliar y a la comunicación, que son difí-ciles de deslindar conceptualmente y, másaún, de cuantificar en tiempos o asigna-ciones de valor.

Las diferencias conceptuales se trasla-dan inevitablemente a la investigación

empírica. En las encuestas, la estimacióndel tiempo dedicado al cuidado resultamuy afectada por el modo en el que elentrevistado interpreta lo que se le pre-gunta, así como su propia perspectiva einterés sobre las respuestas ofrecidas alos observadores. No se trata de errores,ni dementiras, y los resultados son tanrigurosos como los que se obtienen pre-guntando con otra finalidad, desde otrasperspectivas o de otros modos. Lo quesucede es que la realidad social es mu-cho más compleja que la simplificado-ra escisión a la que obligan las tomas dedatos (si/no), y a instancias del obser-vador externo los criterios de percepcióny clasificación varían considerable-mente. En cualquier cuestionario sub-yace un acuerdo semántico implícito, yun imperativo de ajuste al mismo. Afor-tunadamente, los cuestionarios que in-troducen temas o perspectivas pocousuales recrean la realidad al mismotiempo que extraen información sobreella, equilibrando o complementandootras visiones antiguas que sólo por serdominantes (y, a veces, exclusivas) sehabían aceptado como las únicas ver-daderas2.

La medición del tiempo de cuidado nofísico es compleja, pero no puede pe-dirse a los entrevistadores ni a los en-trevistados que en el curso del fugaz in-tervalo de una entrevista modifiquen,creen o expliciten todos los matices deuna realidad que, como hemos visto,cubre un arco muy amplio de signifi-cados.

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1.2. LAS FORMAS DEL CUIDADO:TRASLACIÓN ESPACIALY YUXTAPOSICIÓN TEMPORALCON OTRAS ACTIVIDADES

Por tratarse de una actividad mental, unpensamiento o preocupación, la actividadde cuidado es fácilmente compatible conotras actividades que no requieren con-centración mental, por ello resulta tras-ladable a espacios aparentemente ajenosa los sujetos cuidados. El lenguaje reco-ge bajo la forma de “dolores y quebra-deros de cabeza” algunas preocupacionesque bien pueden ser originadas por loselementos más conflictivos o difíciles deresolver del cuidado, y que se producenantes, en medio y después de las inter-venciones físicas.

La experiencia del trabajo extradomésti-co o del tiempo de ocio está veteada deyuxtaposiciones con otros tiempos de ac-tividad mental ajenos al motivo concretodel ocio o del empleo. Amenudo, el “cui-dado” se ejerce a distancia, por medio dela reflexión, el contacto telefónico o la ges-tión desde el propio centro de trabajo re-munerado. Esta traslabilidad de la preo-cupación tiene importantes consecuenciasmetodológicas: si el tiempo de cuidado sehace equivaler al de la prestación de ser-vicios con un claro componente físico (ba-ñar, servir comidas, etc.) el tiempo dedi-cado resulta fácilmente perceptible, peromucho más reducido que si se tienetambién en cuenta el cuidado de proxi-midad e interacción, o, más todavía, el cui-dado de planificación y previsión.

El tiempo real de cuidado se yuxtaponefrecuentemente al tiempo “vendido” y no

puede, por tanto, ser reconocido comotal, porque supondría una merma en eltiempo de intercambio estipulado. Muypocos trabajadores asalariados recono-cerán que, en horas de trabajo remune-rado, su preocupación se concentra en te-mas tan comunes como la reparación delautomóvil o el pago de la próxima liqui-dación de impuestos: o, en ilustracionesque corresponderían al ámbito de cui-dados, en la preparación mental delmenú de la cena, la lista de la compra delsábado o la cita con el tutor de los hijos.Sin embargo, todos estos son temas o ac-tividades de frecuente realización en loscentros de trabajo dentro de los horarioscorrespondientes al trabajo remunerado,tanto por parte de varones como demujeres.

1.3. AUTOCUIDADO Y CUIDADODE OTROS

La distinción entre autocuidado y cuida-do para otros es importante tanto con-ceptual como metodológicamente. Al-gunos investigadores sólo aceptan en sudefinición de cuidado el aplicado a otros,lo que reduce considerablemente sucampo de observación y sus estimacionesde la cantidad de cuidado que una so-ciedad necesita o produce. De modo si-milar a lo que sucede en la definición del“trabajo doméstico”, si el criterio de al-teridad se aplicase de modo riguroso, elcuidado y el trabajo no pagado realizadode los hogares unipersonales no podríaconsiderarse trabajo doméstico ni cui-dado. Generalmente, el autocuidado noalcanza ese nivel de calidad excesivaque los Diccionarios asimilan a darse vida

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El trabajo del cuidado en el marco macroeconómico

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regalada, o “cuidarse”, y que consiste enanteponer las inversiones de tiempo, di-nero y capital simbólico en uno mismo,muy por encima de los “otros”. Al con-trario, el nivel medio de calidad del auto-cuidado tiene poco de excelencia, porquees característico de los sujetos que “no tie-nen quien les cuide” ni “que se ocupe deellos”, y abundan especialmente entre lasmujeres con responsabilidades familia-res y entre quienes viven en hogares uni-personales: entre estos últimos tambiénsonmayoría lasmujeres, y a la falta de cui-dados prestados por otros se añaden enelevada proporción los problemas deriva-dos de la edad avanzada, la salud precariay la penuria económica.

Habitualmente, el cuidado se dirige a fa-miliares convivientes en el mismo hogar,pero en sociedades familistas el cuidadose extiende a familiares, amigos y veci-nos residentes en otros hogares.

1.4. DEMANDANTES Y PRESTADORESDE CUIDADO: DIFERENCIASINTERNACIONALES

El cuidado es un servicio, un flujo que ra-ramente puede acumularse como unstock. En cambio, los bienes previstospara atender al cuidado frecuentementeson stocks o patrimonios (por ejemplo,una vivienda), lo que plantea dificultadespara ajustar los unos y los otros.

La capacidad económica de los recepto-res del cuidado suele ser inversamenteproporcional a la necesidad de recibirlo.Hay cuatro grandes grupos de receptoresde cuidado:

a) los niñosb) los mayores de edad avanzadac) los enfermos dependientesd) los adultos que podrían cuidarsepor sí mismos pero por diversas ra-zones no lo hacen.

La demanda de cuidado de los niños esintensa, y en la mayor parte de los casossólo pueden recibirla en calidad de do-nación, aunque la legislación establezcaque tienen derecho a ella y sean sus pa-dres u otros familiares los obligados aproporcionarla. Se trata de un contrato so-cial intergeneracional implícito, un inter-cambio diferido en el tiempo en el que losdones recibidos se devuelven a medio ylargo plazo o se trasladan a la generaciónsiguiente.

Las personas de edad avanzada que re-quieren cuidados los reciben como reci-procidad en el ya señalado contrato socialintergeneracional, pero también disponende otros recursos económicos más con-vencionales para atender a su cuidado, ta-les como patrimonio acumulado, rentasy distintos tipos de seguros, subvencio-nes y ayudas.

Los enfermos y dependientes reciben elcuidado principalmente de sus familiares,aunque también disponen de recursoseconómicos para adquirir servicios en elmercado, directamente o a través de se-guros públicos y privados, y en ocasiones,de entidades sin ánimo de lucro.

En cuanto a los adultos de edades inter-medias, la forma más común de recibircuidados se basa en el contrato matri-monial, en la división de papeles econó-

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micos entre cónyuges. En las sociedadesmodernas, este tipo de división del trabajogenera fragilidad para los cónyuges queasumen simultáneamente absorbentesobligaciones laborales y familiares, lo queafecta especialmente a las mujeres.

Amedida que la globalización avanza, lossistemas de prestación de cuidados sehacen más similares, y a ello contribuyela reducción global de las tasas de na-talidad (se reduce la proporción de de-mandantes de cuidados de corta edad)y el aumento global de la esperanza devida (aumenta la proporción de deman-dantes de edad elevada). A pesar de estatendencia general a la homogeneiza-ción, las diferencias internacionales si-guen siendo enormes, tanto por lo quese refiere a la demanda de cuidados (can-tidad, distribución por edades, zonasgeográficas, sexo, área rural y urbana,clases sociales, etc.) como a los sistemasprevistos para atenderla. En Latinoa-mérica predomina la demanda de cui-dados para la población infantil, pero elrápido envejecimiento de la población envarios países latinoamericanos muestrala necesidad de anticiparse a las próxi-mas demandas sociales para poner losmedios imprescindibles para su solución.En Europa y Japón, en cambio, ya pre-domina la demanda de cuidados para lapoblación de edad avanzada. Algunospaíses de colosales dimensiones demo-gráficas, como China, han iniciado unatransición que en su primera etapa vie-ne acompañada por un fuerte bono de-mográfico, pero aboca inevitablementeal envejecimiento y al cambio en la es-tructura de la demanda y oferta de cui-dados. Este tema es objeto de estudio de-

tallado en la reciente investigación “Eltrabajo no remunerado en la economíaglobal” (Durán, 2011).

La prestación de cuidados es la cara com-plementaria de su demanda. No siemprese ajustan perfectamente, y existen de-mandas no satisfechas (incluso, ni si-quiera expresadas), igual que presta-ciones excesivas o rechazadas por aque-llos a quienes van dirigidas (especial-mente cuando conllevan internamientoo distintos grados de pérdida de libertad,o cuando la oferta de cuidado es inefi-ciente).

Los principales prestadores de cuidadosson los ciudadanos no especialistas, ensu múltiple condición de familiares, ami-gos o vecinos; son los ejecutores del cui-dado no formalizado que se presta en loshogares. El segundo gran prestador decuidados es la Administración Pública,aunque no tanto por la prestación directade los servicios como por la financiaciónde los mismos o las facilidades otorga-das a los familiares para que los realicen.Las administraciones públicas prestancuidados directamente a través de susservicios públicos, pero contribuyen a ga-rantizar el cuidadomediante los sistemasde pensiones de jubilación, orfandad, en-fermedad, desempleo, permisos de ma-ternidad/paternidad y atención a fami-liares dependientes, etc. También eje-cutan políticas públicas de ayudas, sub-sidios y transferencias directas en di-versas circunstancias.

En cuanto al mercado de servicios, es unmercado de creciente importancia, cadavez más internacionalizado. Por una par-

El trabajo del cuidado en el marco macroeconómico

Page 17: Eltrabajodelcuidadoen AméricaLatinayEspaña€¦ · 84.991 42.781 15,0 Excedente de explotación bruto 175.720 175.720 100,0 Renta mixta bruta 127.061 12.391 9,8 Excedente de explotación

te, existe un gran mercado internacionalde cuidadores individuales y empleadosde hogar que prestan cuidado a personasdependientes. Por otro lado, existe otrogran mercado en creciente internaciona-lización de entidades aseguradoras pri-vadas y de empresas que prestan servi-cios de cuidado directamente, tanto en loshogares como en instituciones (residen-cias, asilos, colegios, centros de día,etc.). También contribuyen a la prestaciónde cuidados las empresas y entidadesproductivas que, por obligación legal o ini-ciativa propia, proveen de días libres oventajas laborales a sus trabajadorespara que puedan atender a la conciliaciónentre vida laboral y familiar, así como asu propio cuidado.

1.5. EL SISTEMA DE CUENTASNACIONALES Y EL IMPACTODE LA VISIBILIZACIÓN DELCUIDADO NO REMUNERADO.

Los recursos invisibles destinadosal cuidado

Según la Encuesta de Empleo del Tiem-po 2002-2003 del INE, el porcentaje demayores de dieciocho años que diaria-mente prestan ayuda (cuidados) a adul-tos es 4’67%. Para la misma fecha, la En-cuesta de Uso del Tiempo realizada porel Grupo de Investigación Tiempo y So-ciedad, del Consejo Superior de Investi-gaciones Científicas, dedicada específi-camente a medir el trabajo no remune-rado, ofrecía cifras sensiblementemás al-tas; un 9’45% de los mayores de diecio-cho años declaraban ayudar (cuidar) aadultos mayores los días laborables. Se-

gún la primera encuesta el tiempo me-dio dedicado por los que ejercían la ac-tividad de cuidado a adultos mayores era1 hora y 57 centésimas, en tanto que lasegunda encuesta ofrecía un resultado de3 horas y 94 centésimas. Debido a que elobjetivo de la primera encuesta no eramedir el trabajo no remunerado y la se-gunda sí, es probable que para estepunto de la encuesta seanmás acertadoslos resultados de la segunda y que hayahabido infraestimación en la primera.Pero incluso si se tomase solamente enconsideración la encuesta del INE, elvolumen de horas dedicadas al trabajodel cuidado a lo largo del año es tan ele-vado y de tan importantes consecuenciassociales y políticas que bien merece unserio análisis desde la perspectiva ma-croeconómica.

En la tabla adjunta pueden verse dife-rentes escenarios de adscripción de valoral tiempo de cuidado: desde un valor in-ferior a la media del mercado informal deempleados de hogar por horas (genera-listas), fijado en seis euros/hora, hasta elvalor medio de la hora trabajada por losno asalariados en el sector de sanidad yservicios sociales (que es el más próximofuncionalmente al cuidado). El rango devariación es 8’6, y el gradiente va de 6 eu-ros por hora a 51’9 euros por hora.

Cambio de perspectivas: ¿qué cambiaráen las Cuentas Nacionales?

Si, como es previsible tras las reco-mendaciones de Naciones Unidas y loscambios legislativos en muchos países,el trabajo no remunerado comienza a ha-

16

María Ángeles Durán

Page 18: Eltrabajodelcuidadoen AméricaLatinayEspaña€¦ · 84.991 42.781 15,0 Excedente de explotación bruto 175.720 175.720 100,0 Renta mixta bruta 127.061 12.391 9,8 Excedente de explotación

Categoría laboral equivalente Remuneración

1. Categoría laboral más baja del mercado 6 €/hora2. Media de los asalariados de toda la economía* 17’4 €/hora3. Media de los asalariados a tiempo completo del sector sanidad

y servicios sociales para el mercado** 16’3 €/hora4. Idem, para el sector de no mercado 22’8 €/hora5. Idem, para los no asalariados, del sector de no mercado 51’9 €/hora

TABLA 1. Opciones de valoración de la hora media de cuidado

Fuente: Durán, M.A. (2008a): “Integración del trabajo no remunerado en el análisis de los sectores de salud ybienestar social” en La economía invisible y las desigualdades de género, Organización Panamericana de laSalud, Washington, (pp. 99-150).* Estimando en 1.500 el número promedio de horas anuales trabajadas a tiempo completo y tomando la remu-neración total a asalariados y el número de empleos a tiempo completo registrados por la Contabilidad Nacional** Estimando en 1.500 las horas anuales trabajadas

El trabajo del cuidado en el marco macroeconómico

cerse visible en el marco de análisis ma-croeconómico, el sistema de CuentasNacionales tendrá que afrontar muchoscambios, no bastará con medir el tiem-po dedicado al cuidado y multiplicarlopor el valor/hora que se le adscriba. Latabla nº 2 corresponde a la ContabilidadNacional de España, publicada en 2010,y a continuación se explorarán todos losconceptos –y por ende, las magnitudes– que tienen conexión con el cuidado noremunerado y actualmente no lo refle-jan. El avance en la preparación de lascuentas satélites del trabajo no remu-nerado, así como su integración en unsistema de cuentas nacionales amplia-do no es tarea sencilla sino compleja, enel que el avance se irá produciendo poretapas, del mismo modo que ha idoavanzando la formulación y ejecución delos sistemas contables que actualmen-te conocemos. En este proceso serán ne-cesarios muchos debates, propuestasconceptuales y metodológicas, así comotoma de decisiones y acuerdos que,sin olvidar el realismo, faciliten la ho-

mologación y comparabilidad temporaly territorial. Las páginas siguientes secentran en el sector institucional de ho-gares, porque es el sector que concen-tra la mayor parte del cuidado. Para cadaconcepto se establece la proporcionali-dad entre su magnitud en el sector dehogares y en el conjunto de la economía,tal como ahora se conceptualiza. Estaproporcionalidad variará sensiblemen-te cuando se innove en la definición, me-dición e integración del trabajo no re-munerado del cuidado.

En la Contabilidad Nacional de España,las cuentas integradas se dividen entre:a) corrientes; b) de acumulación. Laopacidad del cuidado se puede consta-tar en todas las cuentas corrientes: pro-ducción, explotación, asignación de larenta primaria, distribución secundariade la renta, redistribución de la renta enespecie, utilización de la renta. Todasellas serían muy distintas si se tomara enconsideración el cuidado no remunera-do.

17

Page 19: Eltrabajodelcuidadoen AméricaLatinayEspaña€¦ · 84.991 42.781 15,0 Excedente de explotación bruto 175.720 175.720 100,0 Renta mixta bruta 127.061 12.391 9,8 Excedente de explotación

María Ángeles DuránTABLA2.Loshogaresen

laContabilidad

NacionaldeEspaña,2009

(millonesdeeuros)

I.C

uen

tade

pro

ducc

ión

Empleos

Operacionesyotrosflujosysaldos

contables

AB

%B/A

%B/A

BA

Totaldela

Totaldela

econom

íaHogares

Hogares

econom

íaProducción

22,5

435.703

1.932.994

Producción

demercado

21,6

354.927

1.641.908

Producción

parausofinalpropio

93,2

80.778

86.666

Otraproducción

node

mercado

0,0

0204.420

953.295

168.450

17,7

Consumos

intermedios

74.215

Impuestosmenos

subvencionessobrelosproductos

1.053.914

267.253

25,4

Valorañadidobruto/Productointeriorbruto

178.026

50.576

28,4

Consumode

capitalfijo

875.888

216.677

24,7

Valorañadidoneto/Productointeriorneto

II.1.1

Cuen

tade

explo

taci

ón

Empleos

Operacionesyotrosflujosysaldos

contables

AB

%B/A

%B/A

BA

Totaldela

Totaldela

econom

íaHogares

Hogares

econom

íaValorañadidobruto/PIB

25,4

267.253

1.053.914

Valorañadido

neto/Prod.interiorneto

24,7

216.677

875.888

516.799

49.273

9,5

Rem

uneraciónde

losasalariados

403.254

39.358

9,8

Sueldos

ysalarios

113.545

9.917

8,7

Cotizacionessocialesacargode

losem

pleadores

93.385

9.539

10,2

Cotizacionessocialesefectivas

20.160

378

1,9

Cotizacionessocialesimputadas

94.488

4.943

5,2

Impuestossobrelaproducción

ylasimportaciones

81.465

Impuestossobrelosproductos

18

Page 20: Eltrabajodelcuidadoen AméricaLatinayEspaña€¦ · 84.991 42.781 15,0 Excedente de explotación bruto 175.720 175.720 100,0 Renta mixta bruta 127.061 12.391 9,8 Excedente de explotación

19

43.396

Impuestosdeltipovalorañadido(IVA)

1.451

Impuestosyderechos

sobrelasimportaciones,excluido

elIVA

36.618

Impuestossobrelosproductos,excluidoselIVA

ylosimpuestossobrelasimportaciones

13.023

4.943

38,0

Otros

impuestossobrelaproducción

-18.084

-5.554

30,7

Subvenciones

-7.250

Subvencionesalosproductos

0Subvencionesalasimportaciones

-7.250

Otrassubvencionesalosproductos

-10.834

-5.554

51,3

Otrassubvencionesalaproducción

284.9

91

42.7

81

15,0

Exc

eden

tede

explo

taci

ón

bru

to175.7

20

175.7

20

100,0

Ren

tam

ixta

bru

ta127.0

61

12.3

91

9,8

Exc

eden

tede

explo

taci

ón

net

o155.6

24

155.6

24

100,0

Ren

tam

ixta

net

a

II.1.2

Cuen

tade

asig

nac

ión

de

lare

nta

pri

mar

ia

Empleos

Operacionesyotrosflujosysaldos

contables

AB

%B/A

%B/A

BA

Totaldela

Totaldela

econom

íaHogares

Hogares

econom

íaExcedentede

explotaciónbruto

15,0

42.871

284.991

Rentamixtaruta

100,0

175.720

175.720

Excedentede

explotaciónneto

9,8

12.391

127.061

Rentamixtaneta

100,0

155.624

155.624

Rem

uneraciónde

losasalariados

100,0

516.673

516.673

Sueldos

ysalarios

100,0

403.197

403.197

Cotizacionessocialesacargode

losem

pleadores

Cotizacionessocialesefectivas

100,0

93.316

93.316

Cotizacionessocialesimputadas

100,0

20.160

20.160

Impuestossobrelaproducción

ylasimportaciones

0,0

091.545

Impuestossobrelosproductos

0,0

078.522

Otrosimpuestossobrelaproducción

0,0

013.023

Subvenciones

0,0

0-11.937

El trabajo del cuidado en el marco macroeconómico

Page 21: Eltrabajodelcuidadoen AméricaLatinayEspaña€¦ · 84.991 42.781 15,0 Excedente de explotación bruto 175.720 175.720 100,0 Renta mixta bruta 127.061 12.391 9,8 Excedente de explotación

María Ángeles Durán

20

Subvencionesalosproductos

0,0

0-5.707

Otrassubvencionesalaproducción

0,0

0-6.230

254.154

15.477

6,1

Rentasde

lapropiedad

26,4

59.897

226.703

177.547

14.644

8,2

Intereses

17,4

26.005

149.330

64.306

00,0

Rentasdistribuidasde

lassociedades

35,5

22.944

64.564

535

00,0

Beneficiosreinvertidos

delas

0,0

01.038

inversionesdirectasdel/enelexterior

10.625

00,0

Rentasde

lapropiedadatribuidasalos

asegurados

1.141

833

73,0

Rentasde

latierra

74,0

844

1.141

1.029.541

779.684

75,7

Saldo

derentasprimariasbruto/Rentanacionalbruta

851.515

729.108

85,6

Saldo

derentasprimariasneto/Rentanacionalneta

II.2

Cuen

tade

dis

trib

uci

ón

secu

ndar

iade

lare

nta

Empleos

Operacionesyotrosflujosysaldos

contables

AB

%B/A

%B/A

BA

Totaldela

Totaldela

econom

íaHogares

Hogares

econom

íaSaldo

derentasprimariasbruto/entanacionalbruta

75,7

779.684

1.029.541

Saldo

derentasprimariasneto/Rentanacionalneta

85,6

729.108

851.515

100.564

76.179

75,8

Impuestoscorrientessobrelarenta,elpatrimonio,etc.

0,0

0101.010

157.010

157.010

100,0

Cotizacionessociales

0,2

378

157.407

136.850

139.850

100,0

Cotizacionessocialesefectivas

0,0

0137.247

20.180

20.160

100,0

Cotizacionessocialesimputadas

1,9

378

20.160

168.281

378

0,2

Prestacionessocialesdistintasde

las

100,0

168.328

168.328

transferenciassocialesen

especie

133.178

00,0

Prestacionesde

seguridad

socialen

efectivo

100,0

133.225

133.225

5.050

00,0

Prestacionessocialesde

sistem

as100,0

5.050

5.050

privadosconconstituciónde

reservas

21.220

378

1,8

Prestacionessocialesdirectas

delosem

pleadores

100,0

21.220

21.220

8.833

00,0

Prestacionesde

asistenciasocialen

efectivo

100,0

8.833

8.833

227.686

49.222

21,6

Otrastransferenciascorrientes

28,7

50.578

215.824

22.259

15.164

68,1

Primasnetasde

segurono

vida

0,0

022.403

22.403

00,0

Indemnizacionesde

segurono

vida

75,9

17.003

22.496

Page 22: Eltrabajodelcuidadoen AméricaLatinayEspaña€¦ · 84.991 42.781 15,0 Excedente de explotación bruto 175.720 175.720 100,0 Renta mixta bruta 127.061 12.391 9,8 Excedente de explotación

21

El trabajo del cuidado en el marco macroeconómico117.735

00,0

Transferenciascorrientesentreadministracionespúblicas

0,0

0117.735

2.892

00,0

Cooperación

internacionalcorriente

0,0

01.618

62.397

34.058

54,6

Transferenciascorrientesdiversas

68,3

33.575

51.572

1.018.569

716.179

70,3

Rentadisponiblebruta

840.543

665.603

79,2

Rentadisponibleneta

II.3

Cuen

tade

redis

trib

uci

ón

de

lare

nta

enes

pec

ie

Empleos

Operacionesyotrosflujosysaldos

contables

AB

%B/A

%B/A

BA

Totaldela

Totaldela

econom

íaHogares

Hogares

econom

íaRentadisponiblebruta

70,3

716.179

1.018.569

Rentadisponibleneta

79,2

665.603

840.543

142.070

00,0

Transferenciassocialesen

especie

100,0

142.070

142.070

93.125

00,0

Prestacionessocialesen

especie

100,0

93.215

93.125

820

Reembolsos

deprestacionesde

seguridadsocial

100,0

8282

1.603

0Otrasprestacionesde

seguridadsocialen

especie

100,0

1.603

1.603

91.440

00,0

Prestacionesde

asistenciasocialen

especie

100,0

91.440

91.440

48.945

00,0

Transferenciasde

bienesyserviciosno

demercado

100,0

48.945

48.945

individuales

1.018.569

858.249

84,3

Rentadisponibleajustada

bruta

840.543

807.673

96,1

Rentadisponibleajustada

neta

II.4.1

Cuen

tade

uti

lizac

ión

de

lare

nta

dis

ponib

le

Empleos

Operacionesyotrosflujosysaldos

contables

AB

%B/A

%B/A

BA

Totaldela

Totaldela

econom

íaHogares

Hogares

econom

íaRentadisponiblebruta

70,3

716.179

1.018.569

Rentadisponibleneta

79,2

665.603

840.543

819.206

586.554

73,5

Gastoen

consum

ofinal

Page 23: Eltrabajodelcuidadoen AméricaLatinayEspaña€¦ · 84.991 42.781 15,0 Excedente de explotación bruto 175.720 175.720 100,0 Renta mixta bruta 127.061 12.391 9,8 Excedente de explotación

María Ángeles Durán

22

728.624

586.554

82,2

Gastoen

consum

oindividual

90.582

00,0

Gastoen

consum

ocolectivo

1.497

00,0

Ajusteporlavariaciónde

laparticipaciónnetade

los

100,0

1.497

1.497

enlasreservasde

losfondos

depensiones

199.363

131.120

65,8

Ahorrobruto

21.337

80.546

377,5

Ahorroneto

II.4.2

Cuen

tade

uti

lizac

ión

de

lare

nta

dis

ponib

leaj

ust

ada

Empleos

Operacionesyotrosflujosysaldos

contables

AB

%B/A

%B/A

BA

Totaldela

Totaldela

econom

íaHogares

Hogares

econom

íaRentadisponibleajustada

bruta

84,3

858.249

1.018.569

Rentadisponibleajustada

neta

96,1

807.673

840.543

819.208

728.624

88,9

Consumofinalefectivo

728.624

728.624

100,0

Consumoindividualefectivo

90.582

00,0

Consumocolectivoefectivo

1.497

00,0

Ajusteporlavariaciónde

laparticipaciónnetade

los

100,0

1.497

1.497

hogaresen

lasreservasde

losfondos

depensiones

199.363

131.122

12,4

Ahorrobruto

21.337

80.546

377,5

Ahorroneto

Cuen

tas

de

acum

ula

ción

III.1

.1C

uent

ade

vari

acio

nes

delp

atri

mon

ione

tode

bida

sal

ahor

roy

las

tran

sfer

enci

asde

capi

tal

Empleos

Operacionesyotrosflujosysaldos

contables

AB

%B/A

%B/A

BA

Totaldela

Totaldela

econom

íaHogares

Hogares

econom

íaAhorroneto

377,4

80.546

21.337

Transferenciasde

capital,acobrar

16,3

5.143

31.554

Page 24: Eltrabajodelcuidadoen AméricaLatinayEspaña€¦ · 84.991 42.781 15,0 Excedente de explotación bruto 175.720 175.720 100,0 Renta mixta bruta 127.061 12.391 9,8 Excedente de explotación

23

El trabajo del cuidado en el marco macroeconómicoImpuestossobreelcapital

0,0

04.231

Ayudasalainversión

18,4

2.788

15.124

Otrastransferenciasde

capital

19,3

2.355

12.199

Transferenciasde

capital,apagar

3,4

-918

-27.075

Impuestossobreelcapital

84,2

-3.563

-4.231

Ayudasalainversión

0,0

0-11.257

Otrastransferenciasde

capital

-22,8

2.645

-11.587

25.816

84.771

328,4

Variacionesdelpatrimonionetodebidas

alahorroyalastransferenciasde

capital

III.1

.2C

uen

tade

adquis

icio

nes

de

acti

vos

no

finan

cier

os

Empleos

Operacionesyotrosflujosysaldos

contables

AB

%B/A

%B/A

BA

Totaldela

Totaldela

econom

íaHogares

Hogares

econom

íaVariacionesdelpatrimonionetodebidasalahorroyalas

328,4

84.771

28.816

transferenciasde

capital

257.370

67.110

26,1

Formaciónbrutade

capital

252.961

66.484

26,3

Formaciónbrutade

capitalfijo

-178.026

-50.576

28,4

Consumode

capitalfijo

4.409

634

14,4

Variación

deexistenciasyadquisiciones

menos

cesionesde

objetosvaliosos

450

-1.794

Adquisicionesmenos

cesionesde

activos

nofinancieros

noproducidos

-53.978

70.023

Capacidad(+)/N

ecesidad(-)definanciación

Fuente:Elaboración

deM.A.Durán

sobredatosde

laContabilidad

NacionaldeEspaña,2009,publicadaen

2010

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Las cuentas de acumulación (cuenta devariaciones del patrimonio debido alahorro y a las transferencias de capital,cuenta de adquisiciones de activos no fi-nancieros), también resultan afectadaspor la cantidad, calidad y modo de pro-ducirse y distribuirse el cuidado.

En la clasificación de la actividad econó-mica realizada por la Contabilidad Nacio-nal, se clasifica la actividad económica se-gún sectores institucionales; los principa-les son el S1 (Total de la economía), S14(Hogares), S13 (Administraciones Públicas),S12 (Instituciones Financieras), S11 (So-ciedades no financieras) y S15 (Institucio-nes Sin Fines de Lucro que prestan servi-cios a losHogares). Entre ellos, al sector ho-gares le corresponde como una de sus fi-nalidades principales la de producir yconsumir cuidados.

Aunque el impacto de la ausencia en elanálisis del cuidado según instituciones esnotable en el sector de hogares, tambiénes importante en los restantes sectores ins-titucionales, que no aparecen detallados enla tabla. En menor medida, producen cui-dados las Administraciones Públicas, lasSociedades no Financieras y las ISFLSH.Las únicas instituciones que permanecenrelativamente almargen del cuidado, y aúnasí no del todo, son las instituciones fi-nancieras, que por otra parte juegan un pa-pel muy relevante en la producción de in-formación económica.

Respecto a las Administraciones Públicas(S13), la Contabilidad Nacional establececuatro subsectores: la Administración Cen-tral, las Comunidades Autónomas, lasCorporaciones Locales y las Administra-

ciones de la Seguridad Socia. Todos estossubsectores intervienen en la producciónde cuidados y todos ellos serían modifi-cados si se aplicase a la economía una vi-siónmás comprensiva de la realidad, queincluya el cuidado no remunerado.

En la cuenta del sector Resto del Mundo,referida a los intercambios exteriores debienes y servicios, también tiene que re-flejarse el cuidado, tanto en importaciónde servicios como en transferencias (ca-denas internacionales de cuidado, re-mesas). En algunos casos, la inmigraciónocasiona una redistribución de los servi-cios ofrecidos por las AdministracionesPúblicas, y un reequilibrio en la contri-bución a las cargas fiscales.

Finalmente, como resultado de su pre-sencia en todos los subsectores, el cui-dado habría de reflejarse en la cuenta delTotal de la Economía.

En la cuenta de bienes y servicios, la Con-tabilidad Nacional clasifica tres tipos deproducción: de mercado, para uso finalpropio y de producción no de mercado.Sin embargo, la producción de cuidadosno se refleja salvo que sean producidospor el mercado o a través del mercado.

En las cuentas del total de la economía yde los sectores institucionales se detalla lavisión de la Contabilidad nacional sobre to-dos los sectores. Respecto a los hogares,se detalla la cuantía y procedencia de susrecursos, en qué se emplean y el ahorro re-sultante, pero no se toma en consideraciónel cuidado no remunerado y su influenciasobre todas las magnitudes considera-das. Los conceptos básicos son los de pro-

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ducción, consumo intermedio, impues-tos, subvenciones, valor añadido o pro-ducto interior bruto, consumo de capitalfijo, remuneración de asalariados, cotiza-ciones, renta mixta, cotizaciones, presta-ciones, transferencias, renta disponible,consumo final, reserva de los fondos depensiones, variaciones del patrimonio de-bidas al ahorro y las transferencias de ca-pital formación de capital, capacidad y ne-cesidad de financiación.

Todos estos conceptos adquieren una di-mensión diferente si se analizan desde laperspectiva del cuidado, especialmentedel cuidado no remunerado.

En las cuentas de producción y explotaciónpor ramas de actividad, el impacto de la in-clusión del trabajo no remunerado o delcuidado será heterogéneo. Energía, in-dustria y construcción son ramas de acti-vidad relativamente ajenas al cuidado,por lo que no resultaránmuy afectadas, ytampoco es importante en la agricultura(salvo en la preparación de alimentos). Encambio, el cuidado forma una parte esen-cial y no visibilizada de la ramade servicios:Administración Pública, educación, sani-dad, actividades sociales y servicios per-sonales, hogares que empleanpersonal do-méstico, hostelería, alimentación y trans-porte producen y consumen cuidados; in-cluso la rama inmobiliaria y la de inter-mediación financiera, así como los servi-cios no demercado, producen y consumentanto servicios como bienes relacionadoscon el cuidado, que sin embargo no se ha-cen visibles en la lectura de las cuentas.

En cuanto al consumo, la visibilización delcuidado requerirá cambios en los regis-

tros y clasificaciones. El COICOP es la cla-sificación del gasto en consumo final delos hogares (acrónimo del ingles Clasifi-cation of Individual Consumption Accor-ding to Purpose), realizada por la UnitedNations Statistical Division, y permite a laContabilidad Nacional clasificar el gastoentre doce grandes grupos. Si el consu-mo de cuidado se visibilizase con claridad,afectaría al apartado 1 (alimentos), al 4(especialmente al 4.3, sobre manteni-miento y reparación de la vivienda), al 5(especialmente al 5.6, sobre bienes yservicios para el mantenimiento corrien-te del hogar), al 6 (salud), al 7 (transpor-te, utilización de vehículos personalespara transportar a otros), al 8 (comuni-caciones), el ocio (especialmente el 9.4,sobre servicios recreativos y culturales),al 10 (educación, especialmente al 10.1 y10.2 sobre educación infantil, primaria, se-cundaria), al 11 (hoteles y restaurantes) yal 12 (12.1, cuidados personales y 12.4,protección social).

La inclusión del cuidado afectaría a todaslas magnitudes agregadas (valor añadidobruto, rentamixta, puestos de trabajo, em-pleo equivalente, horas trabajadas, etc.), yañadiría luz a los procesos de formación decapital (por la reducción de costes y por lareducción de ingresos) y a las operacionescon el Resto del Mundo.

La Contabilidad Nacional detalla el gas-to en consumo final de las Administra-ciones Públicas por componentes y sub-sectores. Por componentes, la Adminis-tración distingue entre los bienes y ser-vicios producidos por sí misma y los queadquiere sin transformación para trans-ferencias sociales en especie. Al primero

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le corresponde el 86% del consumo (año2009) y al segundo el 14% restante. Si esteprincipio se aplica al cuidado, equivale adistinguir entre el cuidado directamenteproducido y el comprado a terceros. Porsubsectores, los 222.782 millones de eu-ros gastados por las Administraciones Pú-blicas en 2009 se distribuyeron así:

Entre 2000 y 2009, el gasto en consumofinal de las Administraciones Públicas (eu-ros corrientes, sin deflactar), ha aumen-tado un 54%, más alto en las adquisicio-nes sin transformación (50%). Las activi-dades de cuidado no se reparten por igualentre los cuatro subsectores, tienen ma-yor peso en las Comunidades Autónomasy en las Corporaciones Locales que en laAdministración Central, cuyo principalgasto se destina a orden público y segu-ridad (30% del gasto) y a defensa (27% delgasto). En España, el proceso marcó unhito en 2002 y 2003 con la transferenciade competencias desde la AdministraciónCentral a las Comunidades Autónomas.

Consecuentemente, los cambios necesariospara el reflejo de las necesidades, deman-das y asignaciónde recursos al cuidado ten-dránmayor impacto en la Contabilidad delos Comunidades y Corporaciones que enla de la Administración Central.

1.6. ENTRE LA ECONOMÍA Y LAS LEYES.EL CÓDIGO CIVIL Y LA BASE PARALA VALORACIÓN ECONÓMICA DELCUIDADO NO REMUNERADO

La legislación española sobre el cuidado,igual que la de muchos países, está con-dicionada por su evolución histórica. Es-pecialmente resulta condicionada por elpeso de las épocas en que el patrimonio,principalmente agrario, era más impor-tante que las rentas del trabajo, y en lasque la esperanza de vida era muchomáscorta que en la actualidad. Consecuente-mente, algunas disposiciones legales demáxima importancia social, como el Có-digo Civil promulgado en 1889 (que sal-vo algunasmodificaciones sigue en vigoren el siglo XXI), están más orientadas aregular las acciones relativas a los bien-es que a los servicios, y a las obligacio-nes de los padres respecto a los hijos de-pendientes que a la inversa.

El cuidado recibe escasas menciones enel Código Civil. Una excepción es el artí-culo 68, que regula las obligaciones en-tre cónyuges: “Los cónyuges están obli-gados a vivir juntos, guardarse fidelidady socorrerse mutuamente. Deberán, ade-más, compartir las responsabilidadesdomésticas y el cuidado y atención de as-

Administración Central (S1311) 18%Comunidades Autónomas (S1312) 61%Corporaciones locales (S1313) 19%Administraciones de Seguridad Social (S1314) 2%

TABLA 3. La distribución del Consumo Final de las Administraciones Públicas por subsectores

Fuente: Contabilidad Nacional de España, 2009, publicada en 2010.

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cendientes y descendientes y otras per-sonas dependientes a su cargo”.

Lo que quizá resulte sorprendente paramu-chos economistas, estadísticos o respon-sables de políticas públicas, es que el Có-digo Civil español ofrece una base legalpara la valoración económica del cuidado.Por influencia de este Código, la legislaciónvigente enmuchospaíses latinoamericanoscontiene disposiciones semejantes. El ré-gimen económico matrimonial más fre-cuente en España, donde tradicionalmen-te la incorporación de lasmujeres casadasalmercado laboral ha sido escasa, es el desociedad de gananciales (regulado por losartículos 1.344 a 1410 del CódigoCivil) y si-gue siéndolo en la actualidad. Histórica-mente, elmodelode estricta divisióndel tra-bajo no se producía entre los campesinosmás pobres, y tampoco entre los pequeñoscomerciantes o artesanos, pero sí en los es-tratos sociales que acumulaban pequeñoso grandes patrimonios y necesitaban nor-mas que lo regulasen. Entre la detallada re-glamentación del CódigoCivil destacan losartículos 1344 (“Mediante la sociedaddega-nanciales se hacen comunes para los cón-yuges las ganancias o beneficios obtenidosindistintamente por cualquiera de ellos, queles serán atribuidos por mitad al disolver-se aquella”) y 1.379 (“Cada uno de los cón-yuges podrá disponer por testamento delamitad de los bienes gananciales”). Si, porponer un ejemplo, se disuelve por falleci-miento o divorcio el matrimonio com-puesto por un exitoso cirujano y un amadecasa sin empleo, la legislación española en-tiendequeamboshanaportado lamitaddelpatrimonio obtenido en común. En esen-cia, lo que esos artículos fijan es la equi-paración, dentro de cada matrimonio, del

valor del trabajo de ambos cónyuges; lle-vado a sus últimas consecuencias, y con in-dependencia del grado de cualificación, latecnología utilizada para desarrollar el tra-bajo o la cantidad de tiempo dedicado, se-gúnel CódigoCivil el valor atribuido a lo lar-go del ciclo matrimonial al esfuerzo apor-tadopor ambos cónyuges tiene idéntico va-lor económico. Lógicamente, lo quees equi-parable dentro de cada hogar habría de serequiparable para el conjunto de los hoga-res. Si se partiera de la hipótesis de que to-das lasmujeres casadas trabajasen exclu-sivamente para la unidad económica fa-miliar y todos los hombres casados traba-jasen exclusivamente para el mercado, elvalor del trabajodeunas yotros sería elmis-mo. Y si se supusiera que el tiempo dedi-cado al empleo y al hogar es el mismo, elvalor estimado para la hora de trabajo re-munerada por el mercado laboral (inclu-yendo las rentas mixtas de trabajo y capi-tal) sería idéntico al de la hora de trabajo noremunerado destinada a los hogares. Aun-que ambas hipótesis pueden refinarse, re-sulta innegable que la legislación vigenteofrece una base para la valoración iguali-taria del trabajo producido para el merca-do (remunerado) y para el hogar (no re-munerado).

Todavía hoy, las obligaciones económicasde ayuda entre parientes siguen denomi-nándose “deber de alimentos” (artículos142 a 153), porque en la época de pro-mulgación del Código Civil los alimentosconstituían el núcleo del consumo en loshogares. El Código Civil impregna el con-cepto de “deber de alimentos” con lamonetarización de losmismos en formadepagos o pensiones, estipulando sus plazoscon claridad (art. 148).

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El artículo 142 provee una definición am-plia del “deber de alimentos”, como “lo in-dispensable para el sustento, habitación,vestido y asistencia técnica”. A lo que esteartículo denomina “indispensable”, losartículos 143 y 148 se refieren de unmodomás estricto, como “auxilios necesariospara la vida” (art. 143), los que se “nece-sitan para subsistir” (art. 148). Sin embar-go, el Código reconoce la relatividad delconcepto de necesidad, ya que la cuantíadestinada a satisfacerla “será proporcio-nada al caudal o medios de quien los day a las necesidades de quien los recibe”(art. 146) y se ajustará a las variaciones enlas necesidades, igual que en la fortuna desu proveedor. No es a la necesidad vital desobrevivir a lo que el Código se refiere, sinoa las necesidades socialmente definidas; yesta distinción echa por tierra la idea deigualitarismo en la valoración de las ne-cesidades de servicios en distintos tipos dehogares. Además de los servicios básicos,cada hogar necesita y produce otros ser-vicios que se corresponden con su “caudalymedios”, o lo que es lomismo, con su es-trato social de pertenencia. Por tanto, pre-visiblemente el valor de la producción esdiferente en cada hogar. Esta perspectivaañade una nueva visión a la estudios rea-lizados hasta ahora sobre el valor de lo pro-ducido en los hogares, que se ha centradoen el número de horas de trabajo dedica-das, la cualificación de quienes le dedicansu tiempo, el coste de oportunidad, y la pro-porcionalidad entre el valor de lo producidoen el hogar y los ingresos obtenidos fue-ra del hogar mediante rentas del trabajo,del capital y otras rentas.

El Código Civil se refiere principalmente ala satisfacción del deber de alimentos por

medio de dinero, ubicándolo en una eco-nomía monetarizada en la que se aplicanconceptos como gasto (art. 142), pago (art.145) o ahorro (art. 148, 149), y en la que seestablecen plazos y previsiones contables(art. 145, 148). Pero el Código Civil tambiénreconoce la posibilidad de satisfacer el de-ber de alimentos mediante una fórmulamás tradicional y ajena almercado: “el obli-gado a prestar alimentos podrá, a su elec-ción, satisfacerlos, o pagando la pensiónque se fije, o recibiendo ymanteniendo ensu propia casa al que tiene derecho a ellos”(art. 149). En resumen, el Código Civil re-conoce que el hogar es un taller que legí-timamente produce bienes y servicios almargen y como alternativa del mercado.

La herencia es una institución central en lassociedades en que el patrimonio juega unpapel económico importante. En tantoque forman parte de unmismo tipo de ins-titución económica familiar, alimentos y he-rencia van inseparablemente unidos; porello el CódigoCivil dedica a la herenciamásde 400 artículos, los quemedian entre el art.657 y el 1087.

En cuanto a la ejecución del contrato fa-miliar implícito, el Código establece loscriterios de prioridad entre las relacionesfamiliares, asimilando el deber de ali-mentar y cuidar con el derecho a heredarpatrimonio (art. 144):

“La reclamación de alimentos, cuandoproceda y sean dos omás los obligados aprestarlos, se hará por el orden siguiente:

• Al cónyuge.• A los descendientes de grado máspróximo.

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•A los ascendientes, también de gra-do más próximo.• A los hermanos, pero estando obli-gados en último lugar los que sólosean uterinos o consanguíneos.• Entre los descendientes y ascen-dientes se regulará la gradaciónpor el orden en que sean llamadosa la sucesión legítima de la personaque tenga derecho a los alimentos”.

El Código Civil no hace ningunamenciónal género de quienes sufren la necesidado al de quienes han de hacer frente a laobligación del deber de alimentos, esta-bleciendo implícitamente que es condiciónindependiente o no relevante para ello. Elartículo 144 dice expresamente que cuan-do haya más de un obligado a la presta-ción de alimentos, en la relación entre des-cendientes y ascendientes “se regulará lagradación por el orden en que sean lla-mados a la sucesión legítima de la personaque tenga derecho a los alimentos” (art.144). Si sobre unamisma persona recae laobligación de atender a varios alimentis-tas y no puede abarcarlos a todos, se se-guirá el mismo criterio de priorizar el or-den de sucesión (art. 145). En este aspec-to, el Código Civil necesita complemen-tarse con otras perspectivas de análisiscomo la demográfica y sociológica, quemuestran la incidencia del género tanto enla formación de los caudales como de lasnecesidades.

Llevado al terreno del cuidado, hay que es-tablecer un paralelismo entre la salva-guardia de la fortuna personal y el derechoal propio tiempo, a la vida propia. ¿Cuálesson los límites en la obligación de cuidar?¿Hasta dónde llegan los derechos y obli-

gaciones del que necesita cuidados res-pecto a sus familiares, amigos, vecinos,conciudadanos (vía impositiva), Adminis-tración Pública, y respecto a las Comuni-dades Autónomas propias y ajenas?

El deber de proporcionar alimentos tieneslímites, tanto por el esfuerzo que exige alquehadeprestarlo comopor la justificaciónmoral de quien los necesita. El Código re-conoce que la cuantía de los alimentos esvariable (art. 146 y 147), establece límites deedad para el deber de proporcionar edu-cación (mientras sea menor de edad, art.142), de capacidad económica (“si la per-sona obligada legalmente a darlos no tu-viere fortuna bastante”, art. 145) o ésta seredujera (“hasta el punto de no poder sa-tisfacer sin desatender sus propias nece-sidades y las de su familia”, art. 152). El Có-digo también marca los límites de ade-cuación moral; el derecho a recibir ali-mentos se pierde si “la causa de la nece-sidad es imputable a quien los necesita”(art. 142, 143), “proviene demala conduc-ta o de falta de aplicación al trabajo” (art.152), o “hubiera cometido alguna falta delas que dan lugar a la desheredación”.

El cuidado es equiparable, pero no idén-tico, a la prestaciónmaterial de alimentoso al abono de los gastos de educación, ha-bitación, vestido y asistencia médica.Aunque puede trasladarse a terceros ymonetarizarse, el cuidado consiste bási-camente en asumir responsabilidades yen la cesión del tiempo propio. Los cri-terios de “disponibilidad de fortuna” notienen correspondencia exacta en la pres-tación de cuidados, ya que son los crite-rios de disponibilidad de tiempo y buenascondiciones físicas ymentales los queme-

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jor podrían asimilarse al “caudal” al queel Código Civil se refiere.

De especial interés para la determinaciónde las reglas de prestación del cuidado sonlos artículos 145 y 148, que prevén la con-tingencia de que no existan familiares fá-cilmente identificables y dispuestos a asu-mir el deber de alimentos; esta circunstan-cia sepresenta con relativa frecuencia en loshospitales, por ejemplo en pacientes quehan sufridoun ictus uotra enfermedado le-siónque les deja gravemente incapacitadosy con la perspectiva de un largo período desupervivencia en condiciones de absolutadependencia. El artículo 145 plantea la po-sibilidad de que haya dos omás personascon igual obligación de dar alimentos, porlo que los cuidados / alimentos se reparti-rán en cantidad proporcional a su caudalrespectivo. En circunstancias especiales opor urgente necesidad, el Código admiteque el Juez podrá “obligar a una sola deellas a que los preste provisionalmente, sinperjuicio de su derecho a reclamar de losdemás obligados la parte que les corres-ponda”. Si los obligados a proveer ali-mentos falleciesen, “el Juez, a petición delalimentista o delMinisterio Fiscal, ordenarácon urgencia lasmedidas cautelares opor-tunas para asegurar los anticipos que hagauna entidad pública u otra persona y pro-veer a las futuras necesidades” (art. 148).

Amodo de conclusión, hay que destacarque la preocupación por los alimentos ylos bienes que permiten la subsistencia escaracterística de las sociedades demográ-ficamente jóvenes. La adscripción a suspropios familiares de la solución de los pro-blemas de quienes carecen de los ali-mentos imprescindibles, es también ca-

racterística de una sociedad poco indivi-dualizada, en la que la economía de los ho-gares gira en torno a los patrimonios en lu-gar de las rentas. Ni una ni otra condiciónse producen ya en la sociedad española delsiglo XXI, una sociedad devenida indivi-dualista, postindustrial y sumamente en-vejecida. Por ello ha sido necesario pactarla Ley de Dependencia y por ello es im-prescindible avanzar en el análisis de lasimplicaciones de todo tipo que conllevanlos derechos y deberes relativos al cuida-do. Y así sucede, tanto si en el plano ma-croeconómico se esperan años de creci-miento y expansión como si, aún conma-yor motivo, se atraviesan años de estan-camiento y de reducción de las rentas dis-ponibles públicas y privadas.

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2. DEMOGRAFÍA Y PREVISIÓN DE DEMANDAS DE CUIDADOS DELOS ADULTOS MAYORES EN AMÉRICA LATINA

Mercedes Pedrero Nieto*

* Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, Universidad Nacional Autónoma de México.1 CEPAL: América Latina y el Caribe. Observatorio Demográfico. Año IV, núm. 7, abril 2009.

2.I. ANTECEDENTES

En el Siglo XX se dieron grandes transfor-maciones demográficas enAmérica Latina,en la primera mitad del siglo lo sobresa-liente fue la reducción acelerada de lamortalidad. En sus últimos tres decenios,lo demográfico trascendental fue la reduc-ción de la fecundidad que estuvo acom-pañada de una revolución económica-cul-tural, la incorporación masiva de las mu-jeres almercado de trabajo. Lamortalidaden varios países ha llegado a niveles bajoscon la expectativa de pocos cambiosmar-ginales, aunque como lo señala la CEPAL1

“existen importantes brechas en los nive-les demorbilidad ymortalidad, que son in-dicadores, entre otros factores, de las con-diciones económicas adversas en las quevive parte de la población yde la falta de ac-ceso equitativo a la atención de la salud”;sobre esto podemos puntualizar que lasbrechas se dan entre países y dentro de lamayoría de los países.

La fecundidad y la participación han se-guido sus tendencias en el primer deceniodel Siglo XXI acompañados de la agudiza-ción del fenómeno de la migración inter-nacional hacia regionesmás desarrolladas.

La reducción de la fecundidad correspon-dió a varios fenómenos:• En primera instancia, demanda latentederivada de la reducción de la mor-talidad infantil.• Menos posibilidades de considerar alos hijos comomano de obra poten-cial (dada la reducción de la agricul-

tura y de la producciónmanufactureraartesanal).• Exigencias de mayor inversión mo-netaria en la escolaridad de los hijos.•Mayor escolaridad de lasmujeres queles abrió horizontes y la posibilidad deproyectos de vida alternativos a lama-ternidad.• Políticas antinatalistas promovidas portodo tipo de agencias, especialmen-te norteamericanas al inicio y despuésadoptadas por los propios gobiernos.• Publicidad que acompañó a talespolíticas que fueron ampliamente di-fundidas gracias a la expansión de latelevisión.• Adopción demedidas anticonceptivasque se facilitó por el desarrollo los ser-vicios públicos de planificación fa-miliar del Sector Salud.

El número promedio de hijos por mujerpasódemásde 6hijos pormujeres en 1970a menos de 3 en la actualidad.

La incorporaciónmasiva de lasmujeres almercado de trabajo, a partir de los años se-tenta, ha obedecido a varios fenómenos.Entre los cuales, además de la reducciónde la fecundidad podemos enumerar:• Acelerado proceso de urbanizaciónacompañado de la expansión de ser-vicios, donde tiene cabida lamano deobra femenina.• Necesidad de las familias de contarcon más de un salario, tanto por lamonetarización de la economía (re-ducción de autoconsumo, pago deimpuestos y gastos en transporte), re-

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ducción de oportunidades de empleomasculino por cambios estructuralesde la economía (reducción del empleoagropecuario e industrial), así comola pérdida del poder adquisitivo de lossalarios de los proveedores econó-micos tradicionales (jefe del hogarhombre).• Demanda de mano de obra baratapara maximizar las ganancias de lasempresas transnacionales, resultan-do ideal la femenina, para procesos in-dustriales parciales (maquiladoras,in-bond industries) frente a una nue-va división del trabajo internacionaldada la competencia de empresasapátridas.• Avances de las luchas en favor de losderechos de las mujeres, en buenaparte resultadode losmovimientos fe-ministas, que abrieron oportunidadespara lasmujeres en ámbitos antes ve-dados para ellas; demanera destaca-da se incrementó su escolaridad.• Todo lo anterior conllevó a cambiosculturales que coadyuvaron al incre-mento de la participación femenina enel mercado de trabajo.

Alrededor de los años 70 la tasa neta departicipación mediaba alrededor de 20por ciento. Arriagada (2010: 53) señala quede 1990 a 2007 pasó de 37,9 a 52% lamas-culina descendió de 85 a 77%.

2.2. DIMENSIÓN DEL PROBLEMADEL CUIDADO DE LOS ADULTOSMAYORES

Frente a la dinámica demográfica enAmérica Latina de los últimos decenios an-tes descrita, se tiene la certeza del enve-jecimiento de la población que planteagrandes desafíos en las políticas públicasy para la sociedad en su conjunto paraatender los cuidados que necesariamen-te se requieren.

Dados los cambios en la fecundidad se po-dría pensar que disminuye el tiempo decuidado de los hijos2, y por lo tanto se li-bera tiempo para el cuidado de losmiem-bros de la tercera edad. Sin embargo, esaaseveración resulta cuestionable por variasrazones. En primer lugar, en el cuidado devarios hijos se dan economías de escala,es decir el tiempo de atención que se aho-rra por tener un hijo menos no es igual altiempo per-cápita de dedicación; además,en algunos contextos los hermanos ma-yores ayudan a cuidar a los pequeños;también se ha visto que amenor númerode hijos se aumenta la atención que se lesproporciona individualmente, especial-mente cuando se requiere apoyo en su for-mación escolar; por supuesto que todo va-ría de acuerdo al grupo social de perte-nencia. Por otra parte, sobre la posibilidadde tenermás tiempo disponible para el tra-

2 En el seminario organizado por la Fundación Carolina el 6 de junio de 2011, ocasión en que se presentóparte de este documento, Sonia Montaño de CEPAL hizo una observación crítica, refiriéndose a todos lostrabajos presentados, incluyendo al presente, sobre la omisión de abordar el tema de cuidados de los me-nores. Observación muy legítima, dada la importancia que aún tiene el cuidado infantil en la región y lascarencias existentes, quizás tal omisión fue una mala interpretación de la invitación recibida para elaborareste documento, y por la complejidad del problema no se pudo hacer la rectificación oportunamente, perosin duda el tema de cuidados debemos abordarlo globalmente, considerando a todos los grupos de edady circunstancias que demandan cuidados específicos.

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bajo doméstico, específicamente para cui-dados, no es realista dada la incorporaciónmasiva de las mujeres al mercado de tra-bajo, porque son ellas quienes se encargande los cuidados principalmente. Por otraparte, las familias han cambiado, Arriagada(2009: 53) sostiene que “las grandes trans-formaciones demográficas, sociales, eco-nómicas y culturales han afectado las for-mas de constitución y funcionamiento delas familias”; estos cambios afectan al pro-blema que nos ocupa, y que abordaremosmás adelante.

En primer lugar, abordaremos la dimensióndel envejecimiento de la población enAmérica Latina del año 1980 al 20303. En elCuadro 1 semuestran las proporciones delas personas en la tercera edad, con lími-te inferior de 60 y 65 años.

Como se puede observar, la proporción depersonas de 60 años omás edadhapasadode 6,54% en 1980 a 10%a la fecha y se es-tima que llegará al 17 % en 2030.

Los países que conforman a la región la-tinoamericana compartenmucha historiay la adopción de políticas económicas si-milares, pero desde sus orígenes han pre-sentado diferencias importantes, que se re-flejan en los procesos demográficos. Se ha-bla de diferentes etapas de la TransiciónDemográfica, esquemaquedescribe la evo-lución de la mortalidad y la fecundidad a

3 Cálculos basados en los cuadros publicados en CEPAL, 2009.

Año Proporción Proporción65 y + 60 y +

1980 4,39 6,541985 4,49 6,761990 4,77 7,171995 5,19 7,592000 5,67 8,212005 6,20 8,912010 6,88 9,982015 7,76 11,392020 9,03 13,072025 10,50 15,022030 12,20 16,99

CUADRO 1. Proporción de la población adultamayor respecto a la población total en el con-junto de los países latinoamericanos: 1980-2030

Fuente: Cálculos derivados de las proyecciones pu-blicadas en CEPAL, 2009.

País Hombres Mujeres

Cuba 28,73 33,01Uruguay 19,11 24,92Chile 20,75 24,50Argentina 15,63 21,69Brasil 17,05 20,69Costa Rica 17,39 19,36México 16,51 18,58Colombia 14,77 17,74Panamá 15,31 17,34Ecuador 14,60 16,65Venezuela 13,97 16,06El Salvador 12,12 15,67Perú 13,36 15,45Rep. Dominicana 13,35 15,23Nicaragua 10,68 12,67Paraguay 11,24 12,38Bolivia 9,62 11,64Honduras 9,02 10,49Haití 8,44 10,06Guatemala 6,86 8,73

CUADRO 2. Proporción estimada para 2030 depersonas mayores de 60 años según sexo,

en 20 países latinoamericanos

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través del tiempo; transición que ha sido di-ferente a lo largo de todo el continente. Lospaíses más envejecidos son Cuba y Uru-guay y los más jóvenes son Guatemala yHaití. La proporción de mujeres es mayorentre la población envejecida (Cuadro 2).

Se ilustran muy bien las diferencias sicomparamos las pirámides de edad entrepaíses que se encuentran en los extremosen su proceso de envejecimiento; en estecaso contrastamos a Guatemala con Uru-guay. Primero se compara la poblaciónpro-yectada para el año 2030 deGuatemala conla registrada en 1980 de Uruguay. Se ob-serva que la de Uruguay en 1980 ya esta-ba más envejecida que lo que se esperaparaGuatemala en 2030. Después se com-paran ambas poblaciones proyectadaspara 2030, el contraste enmás drástico porel agudo envejecimiento de Uruguay.

Desafortunadamente, no se puede plan-tear transferencias de personas entrepaíses latinoamericanos, aunque en la ac-tualidad en cierta medida sucede entrepaíses subdesarrollados y países conma-

yor poder adquisitivo (Ecuador-España;México-EstadosUnidos). Entre países sólosucede entre países limítrofes cuando haydiferencias económicas importantes ydentro de los países se presenta lamigra-ción rural hacia zonas urbanas dondeexisten grupos significativos conpoder eco-nómico. Sin embargo, es importante con-siderar que dadas las tendencias demo-gráficas, el envejecimiento les va a llegara todos los países.

Hakkert y Guzmán (2004: 479) señalan“que la capacidad para hacer frente a unnúmero cada vezmayor de personas en latercera edad depende tanto de la capacidaddel Estado para generar y aplicar políticaspúblicas de gran cobertura -especialmen-te en las áreas de seguridad social y salud-como patrones de organización familiar”.Veamos que posibilidades existen en estasdos instancias, primero consideraremos alas políticas públicas.

El semiestado de bienestar se intentó es-tablecer entre el final de la Segunda Gue-rra Mundial y el principio de la década de

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GRÁFICO 1. Pirámides de población de Uruguay (1980 y 2030) y Guatemala (2030)

Uruguay 1980 - Guatemala 2030

Gruposde

edad

Proporciones

Gruposde

edad

Guatemala y Uruguay, 2030

-6,00 -4,00 -2,00 0,00 2,00 4,00 6,00

90 y más80 a 8470 a 7460 a 6450 a 5440 a 4430 a 3420 a 2410 a 140 a4

Hom. Uru. 1980 Muj. Uru. 1980 Hom. Guat. 2030 Muj. Guat. 2030Proporciones

-6,00 -4,00 -2,00 0,00 2,00 4,00 6,00

90 y más80 a 8470 a 7460 a 6450 a 5440 a 4430 a 3420 a 2410 a 140 a4

Hom. Uru. 2030 Muj. Uru. 2030 Hom. Guat. 2030 Muj. Guat. 2030

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los ochenta con las políticas sociales, la le-gislación de familias y del trabajo, asícomo el desarrollo y la prestación de losservicios públicos de salud, educación, vi-vienda, entre otros. Se tuvieron algunos lo-gros importantes aunque se concibieronconforme a una visión androcéntrica de lasfamilias, en que el hombre es proveedorúnico (lo que hace que él sea el beneficia-rio directo de algunas prestaciones de la se-guridad social y las otras personas sólo sonbeneficiarias en tanto familiares depen-dientes), la mujer es la cuidadora y los hi-jos y las hijas deben asistir a la escuela (Ju-sidman, 2010: 429).

Sin embargo, las conquistas logradas hansufrido una involución en cuanto a los de-rechos laborales de los trabajadores. Lospaíses que estaban a la vanguardia enma-teria de pensiones de vejez han entrado enel camino de su desmantelamiento; la si-tuación es aún más dramática donde sudesarrollo era incipiente, cuando irrum-pieron las políticas neoliberales comoel ca-mino a seguir por los poderes hegemóni-cos. Sólo basta observar a los países delCono Sur que en la actualidad la cobertu-ra de pensiones supera al 60 por ciento; so-bresaliente el caso deUruguay con una co-bertura del 87 por ciento. La situación pre-vista en el mediano plazo es grave al con-siderar la cobertura actual de los contri-buyentes a los sistemas de pensiones re-ducidos drásticamente, es especialmentedramática en Argentina donde la propor-ción de contribuyentes a penas supera a untercio de la población en edad de trabajar,lo que contrasta con el hecho de quemás

de dos terceras partes de las personas deedad avanzada tienen pensión actual-mente. Las cifras de Seguridad Social ha-blan por sí mismas, en el Cuadro 3 semuestra que entre los 14 países para loscuales se tuvo información4, cuatro de ellosno tiene cubierta ni a una quinta parte porla seguridad social. Sólo dos países tienenuna cobertura demás de lamitad, pero queno llega al 60 por ciento.

A esta dramática situación hay que sumarlela consideración de que las cifras sólo sonpara un momento en el tiempo, para que

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País Proporción de Proporción dePensionados Contribuyentes

Uruguay 87,1 55,3Chile 63,8 58,2Argentina 68,3 34,6Brasil 85,9 45,2Costa Rica 36,6 46,6México 19,2 38,5Colombia 18,6 22,2Ecuador 15,2 21,9Venezuela 23,9 35,1El Salvador 14,5 29,7Perú 23,2 18,9Nicaragua 4,7 18,7Paraguay 19,6 13,9Guatemala 11,7 19,6

CUADRO 3. Proporción de pensionados respectoa la población en la tercera edad y proporciónde contribuyentes a fondo de pensión de retirorespecto a la población en edad de trabajar

4 Es probable que la mayoría de los países que no cuentan con información estadística, o no se tuvo acceso aellos, se encuentren en peores condiciones respecto a cobertura de seguridad social.

Fuente: OIT, Departamento de Seguridad Social,datos recabados alrededor de 2008, son los más re-cientes disponibles.

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un trabajador conserve su situación de am-parado por la seguridad social tiene que te-ner continuidad en su trabajo, lo cual esmuy incierto dadas las condiciones actua-les del mercado de trabajo global que do-mina internacionalmente.

Es decir, en la actualidad no hay cobertu-ra amplia de las Seguridad Social que ga-rantice una pensión económica a la ma-yoría de la población, incluso quienes tie-nen acceso a ella, para la mayoría les re-sulta insuficiente para una vida digna,dado que su monto es sumamente bajo.Por otra parte, para la población econó-micamente activa actual los salarios sonba-jos y la inestabilidad en el trabajo no per-mite poder hacer un fondode ahorros, ade-más de que el dinero depositado en ban-cos pierde su poder adquisitivo. A esta si-tuación de riesgo especulativo no sólo es-tán sujetos se han incorporado los ahorrosindividuales, también están bajo el riesgolas pensiones que antes eran manejadaspor el Estado, porque en varios países eseha sido el destino de los fondos de pensiónque se han trasladado a la banca privada(que incluso se puede declarar en quiebra);esa política se instaló primero en Chile en1981, y le han seguido Perú, Colombia, Ar-gentina, Uruguay, México, Bolivia y ElSalvador; seguramente se han sumado re-cientemente algunosmás a esta política enlos últimos5. Los bancos especulan con losfondos de pensión y cobran comisiones ex-cesivas, además con la privatización de losfondos de pensión se perdió el sustentoque se obtenía con el cálculo actuarial (losmuertos contribuían en beneficio de los so-

brevivientes porque sus fondos de pensiónque ya no usarán en su vejez cubren las delos más longevos) además de la respon-sabilidad del Estado del manejo de las re-servas financieras de esos fondos para pre-servar su valor real o compensarlo paramantener las pensiones ajustadas por la in-flación.

Las evidencias actualesmuestran que porahora los Estados no están atendiendo a es-tas necesidades, ni siquiera lo consideranen sus agendas para un futuro cuya gra-vedad ya está en puerta.

La política económica aplicada en Latino-américa (con excepción de Cuba), con pe-queñas variantes (modificada reciente-mente en el periodo presidencial de Lula)es de corte neoliberal –todo dejado a lasfuerzas del mercado– que ya se ha de-mostrado que el libre juego de los factoreseconómicos no es tal –el pez más grandese come a los pequeños–.

A la par se han adoptado políticas de sub-sidio a la pobreza, comomedidas de con-tención de inestabilidad social, para des-movilizar a posibles movimientos quecuestionen la política económica y con fi-nes de clientelismopolítico; pero que no in-ciden en el desarrollo económico ni en elbienestar permanente de la población. Setrata de subsidio al consumode corte asis-tencialista con efectos económicos en elcorto plazo sólo para una parte de la po-blación, que no es lamás pobre, porque seles asigna a pobladores de localidades dealmenos 5.000 habitantes, donde exista es-

5 Ayala, 1995; Lora y Pagés, 2000, publicaciones del BID, citadas por Hakkert, Ralph yGuzmán, JoséMiguel (2004).No se pudo actualizar esta información oportunamente.

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cuela y acceso a serviciomédico, cosa quedeja fuera a losmás pobres, quienes vivenen localidadesmás pequeñas, lo que hacepensar en demagogiamás que buscar so-luciones reales y definitivas6; esta política,si bien beneficia a un sector de la población,también ha tenido resultados perversos aldividir a las comunidades rompiendo la so-lidaridad que existía, al dividir a la pobla-ción entre beneficiarios y excluidos. Porotra parte, en algunas localidades se inicióhace algunos años un programa de esti-pendiosmonetarios para personasmayo-res de 70 años sinmás requisito que el desu edad y comprobación de bajos recursos,pero no tiene una amplia cobertura ni po-blacional ni geográfica.

La política inducida desde los años 80 porel Banco Mundial y el Fondo MonetarioInternacional sobre la estrategia de que elEstado tenga dimensiones mínimas fueadoptada por la mayoría de los países, yaque era la condición para obtener recur-sos financieros de las instituciones cita-das. A la par se desmantelan sindicatos yse desdibujan las leyes que proporciona-ban ciertas garantías laborales a los tra-bajadores. Esa política no sólo ha provo-cado la disminución en el fortalecimientoy la actualización de los servicios socialespúblicos, que de por sí presentaba reza-gos importantes, sino que están en francainvolución; los servicios que se desarro-llaron desde la postguerra hasta finales de

los años setenta se han deteriorado. Co-mo alternativa, la provisión de varios ser-vicios que son responsabilidad del Estado–como las estancias y guarderías infanti-les– se ha subrogado al sector privado, sinpotenciar las acciones de inspección y vi-gilancia de los servicios privatizados, ex-poniendo a riesgos a quienes son atendi-dos (Jusidman, 2010: 429).

De hecho, los rezagos históricos y los nue-vos que se acumulan día a día dada la dis-minución del gasto público enmateria deSeguridad Social han provocado que losservicios se tengan que cubrir por las fa-milias en la medida de sus capacidades.La oferta privada de servicios de cuidadotiene baja cobertura por ser muy reduci-da la población que la puede pagar,como lo evidencian los datos sobre dis-tribución del ingreso que se muestran enel Cuadro 4, en el que se observa que lospaíses que tienen una distribuciónmenosconcentrada son Uruguay y Venezuela, yaún en ellos en el diez por ciento de loshogares más ricos, en promedio, un ho-gar obtiene algomás de ingreso que cua-tro de los hogares más pobres. En losotros países la inequidad en el ingreso esaún más aguda.

La disminución del gasto social, en lama-yoría de los hogares, ha aumentado las car-gas de trabajo en el interior de las familiaspara la atención a adultosmayores, de los

6 ParaMéxico, en el informe sobre el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social del pasado 20 de ju-nio, revela que el subsidio a la gasolina que beneficia principalmente a las clases medias y altas es más deldoble del presupuesto asignado al programa “Oportunidades”, quizás en otros países opere de diferentema-nera. Aunque en muchos aspectos se parece la forma de operar de programas similares aunque llevan otronombre, como es el tiempo excesivo que tienen que invertir los beneficiarios para cobrar los subsidios(http://www.razon.com.mx).

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Participación en el ingreso total del:Países Año 40% más pobre 10% más rico

Uruguay 2009 21,8 26,1Venezuela 2008 19,2 24,8El Salvador 2009 16,6 31,4México 2008 16,0 34,5Ecuador 2009 15,9 32,6Perú 2009 15,9 29,2Argentina 2009 15,6 32,1Panamá 2009 14,8 31,4Nicaragua 2005 14,4 35,4Chile 2009 14,4 38,4Costa Rica 2009 14,3 33,0Paraguay 2009 13,8 32,6Brasil 2009 13,2 41,0Guatemala 2006 12,8 39,8Colombia 2009 11,8 39,5Bolivia 2007 11,2 35,5Dominicana 2009 10,7 40,2Honduras 2007 10,0 37,0

CUADRO 4. Proporción del ingreso que obtiene el 40 % de la población más pobre y proporción delingreso que recibe el 10 %más rico en países latinoamericanos (fecha más reciente disponible).

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)

7 Por ejemplo, en México (aparentemente lo mismo sucede en otros países del región) se están dando prácti-cas de dar de alta prematuramente a enfermos que aún requieren atención especializada como suministro desueros o diálisis, sólo con un entrenamiento rápido a una persona de la familia (generalmente unamujer); ade-más de la atención de enfermos en su casa que tienen que esperar meses para obtener una cita médica paraser atendidos.

enfermos crónicos y de las personas condiscapacidad porque no pueden pagarservicios privados. La carga de trabajo ge-neralmente recae sobre las mujeres7.

En resumen, las políticas públicas de hoyen día no asumen la responsabilidad delcuidado de los adultos mayores, ni en elpresente ni lo consideran para el futuro;aparentemente, el cuidado lo asume prin-cipalmente la familia, que es lo que plan-tean como alternativa Hakkert y Guzmán,

quemencionamosmás arriba. Veamosquetan factible es esto en América Latina, re-gión que, de acuerdo conEcharri (2010: 77),combina el familismo con el estatismo: “Enla tradición cultural latinoamericana la fa-milia patriarcal se percibe comoel lugar na-tural de la vida cotidiana. El hogar es la uni-dad de base de la reproducción; en su in-terior las relaciones entre los sexos y en-tre generaciones son jerárquicas, con unaclara división del trabajo y de los ámbitosde la actividad. Lasmujeres se encargan de

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Sexo Trabajo para Trabajo Carga Globalel Mercado Doméstico de Trabajo

Ecuador 2007Hombre 44:02 11:01 55:03Mujer 37:25 33:18 70:43

México 2009Hombre 48:10 11:43 61:05Mujer 39:59 35:29 76:01

Perú 2010Hombre 50:42 14:59 67:38Mujer 40:02 36:07 76:20

CUADRO 5. Promedio de horas trabajadas a la semana en trabajo para el mercado, en trabajo domés-tico y carga global de trabajo de las personas ocupadas en trabajo para el mercado; según sexo

Fuente: Elaboración propia a partir de las bases de datos de las encuestas sobre Uso del Tiempo en los res-pectivos países.

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las actividades domésticas… ; los hombrestienen a su cargo las tareas asociadas conla esfera pública…” y como evidencia dela asignación del trabajo doméstico tene-mos las cifras del Cuadro 5, en el que senosmuestra para tres países latinoameri-canos (con información reciente) lamenordedicación de la poblaciónmasculina al tra-bajo doméstico que en Ecuador y Méxicoes de un tercio de la jornada femenina; enPerú esmenos dispar, aunque lasmujereslos superan a ellos en casi un 60 por cien-to en la jornada doméstica. Lo interesan-te del discurso antes expuesto sobre los ro-les de la familia es que no se enfatiza el do-ble rol de lamujer, que además de efectuarel trabajo doméstico participa en el mer-cado; si bien la proporción que participa enel mercado es inferior a la masculina,cuando lo hacen no dejan el rol domésti-co y trabajan jornadas significativas en elmercado, en todos los casos el tiempopro-medio supera a las 35 horas de trabajo parael mercado al que se le suman las de tra-

bajo doméstico. La dedicación de los hom-bres en el trabajo para el mercado superahasta en 10 horas el de las mujeres, perono compensa la sobrecarga de trabajo delas mujeres, vista globalmente.

Las cifras que son contundentes sobre laexcesiva carga de trabajo que llevan a cues-tas las mujeres son las de la Carga Globalde Trabajo, que considera conjuntamenteel tiempo total de trabajo integrando a am-bos tipos de trabajo, en dos de los paísessupera a la jornadamasculina en 15 horasy en el otro en 9. La jornada completa deellas es de más de 70 horas a la semana.

El hecho de que lamujer sea la encargadadel trabajo doméstico se perpetúa por lasprácticas en el interior de las familias; comopodemos ver en el Cuadro 6, siempre lashijas realizanmás trabajo que sus herma-nos, es en los hogares donde se gestan lasinequidades de género, reforzadas por elconjunto de la sociedad, también se re-

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quiere trabajo de concientización al res-pecto, dado que el trabajo doméstico nopuede dejar de existir es necesario distri-buirlo al interior de los hogares con equi-dad de género.

De acuerdo con Jusidman (2010: 429), seobserva una falta de sincronía entre loscambios en el ámbito legislativo y de las ca-pacidades reales de desarrollo e instru-mentación de las instituciones. Se requie-ren cambios en la arquitectura institucio-nal, de manera que se actualice para res-ponder a las transformaciones de las fa-milias. En particular no se puede seguir de-mandando que lamujer se haga cargo delos cuidados; simplemente NO TIENETIEMPO, si lo sigue haciendo es a costa desu salud, bienestar y posibilidades de supropio crecimiento. Se tiene que cambiarla legislación y códigos de familia a la luzde la realidad. Porque, como lo señalan Ler-ner y Melgar (2010: 9), hablar de familiasen el siglo XXI es hablar de diversidad, plu-ralidad, variedad de arreglos cohabitacio-nales y de convivencia. Es también hablarde cambios sociales, económicos, políticosy culturales ligados a esa diversidad quehan incidido en las necesidades, las ex-pectativas, las funciones y los deseos de laspersonas, así como en los roles de géne-

ro, en las relaciones de poder y la autori-dad entre las distintas generaciones y enlas propias estructuras familiares. Hablarde familias es hablar de afectos y deberes,de obligaciones y deseos de solidaridad yviolencia, de derechos y valores. Arriaga-da (2010: 53) puntualiza “las grandes trans-formaciones demográficas, sociales, eco-nómicas y culturales han afectado las for-mas de constitución y funcionamiento delas familias…” y lo documenta con cifraspara el lapso entre 1990-2005:

El modelo más importante de familia nu-clear, la biparental con hijos se redujo del46,3% al 41,1%. Estemodelo coexiste conla familia de tres generaciones que re-presentómás de una quinta parte (21,7%),las familias monoparentales, principal-mente a cargo demujeres (12,2%) y los ho-gares unipersonales (9,7%). Nuclear sin hi-jos: el 8,2%; el resto son las compuestas ylas sin núcleo conyugal. Es decir, elmodelotradicional alcanza únicamente a uno decada cinco (20,9%) de los hogares latino-americanos urbanos. Por otra parte, Echa-rri (2009: 152) nos dice que en la literatu-ra semenciona la asociación entre la exis-tencia de hogares extensos y ruralidad, yla mayor incidencia de hogares uniperso-nales en zonas urbanas, pero él al con-frontar las cifras de las encuestas encuen-tra un panorama diferente. En las locali-dades más grandes es donde encuentramayor presencia de hogares extensos(núcleo más otros familiares, que incluyea tres generaciones) y que la prevalenciade hogares unipersonales disminuye al au-mentar el tamaño de la localidad y tambiénal aumentar el estrato económico. O sea,entre los hogaresmáspobres haymásgen-te sola. Sin embargo, toda la legislación se

Hijos Hijas

Ecuador 2007) 7:50 20:11México (2009) 9:14 23:07Perú (2010) 12:44 26:41

CUADRO 6. Horas promedio a la semanaque los hijos y las hijas dedican al trabajo

doméstico en varios países

Fuente: Cálculos propios a partir de las bases dedatos de las encuestas en los respectivos países.

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Demografía y previsión de demandas de cuidados de los adultos mayores en América Latina

basa en elmodelo tradicional y no se tomaen cuenta la realidad para la cual ya se hanrealizado investigaciones que se deberíantomar en cuenta para el cambio en las ins-tituciones. En resumen, ni el Estado ni la or-ganización familiar en símismas están pre-parados para asumir la responsabilidad decuidados, tal como se encuentran en la ac-tualidad ni con su evolución prevista.

2.3. PROPUESTAS PARA EL CUIDADODE LAS PERSONAS EN LATERCERA EDAD

Para enfrentar el reto para los cuidados delas personas de la tercera edad debemosconsiderar además del Estado y las fami-lias, atendiendo a las carencias detectadasen la actualidad, a otras dos instancias: elpropio autocuidado y la comunidad.

Primero comentaremos algunas cuestionesque es necesario revisar sobre las dos pri-meras y finalmente abordaremos a lasotras dos.

1) Respecto al Estado, CEPAL (2009: 15) hahecho planteamientosmuy claros: “El en-vejecimiento demográfico plantea impor-tantes retos para los gobiernos, las fami-lias y las personasmayores. Existe el con-senso en que, para garantizar la seguridadeconómica, es preciso aumentar la cober-tura de la fuerza de trabajo actual…Los sis-temas de seguridad social deben preservaren mantener y aumentar la capacidad delos sistemas de pensiones para cumplir consus objetivos sociales, garantizar su viabi-lidad financiera ymejorar su capacidad derespuesta ante los cambios de la sociedad.Asegurar la igualdad de oportunidades

para hombres ymujeres enmateria de em-pleo y protección social y la cobertura delas poblaciones rurales”. En el documen-to de CEPAL se ahonda en conceptos re-levantes que será necesario tomar encuenta, aquí sólo se exponen algunospuntos sobre políticas públicas dirigidas alas personas de la tercera edad y de polí-tica económica conprevisiones para los an-cianos del futuro:

a. Pensiones Económicas que les per-mita vivir dignamente.

b. Acceso a servicios de salud y terapiasprofesionales.

c. Servicios públicos adecuados, porejemplo el transporte.

d.Programas que les garantice el abas-to y los servicios básicos.

e. Replanteamiento de las retribucionesa los trabajadores activos demaneraque sus salarios sean más elevadosque les permita tenermejor calidad devida, incluso poder ahorrar.

f. Recuperar los sistemas de pensionespor parte del Estado introduciendo elcálculo actuarial comobasepara sudi-seño (es autofinanciable, si no fueranegocio los bancos no lo adoptarían).

g.Formación de recursos humanos quecreepersonal calificadopara una aten-ción integral de las personasmayores.

2) En cuanto a la familia:

a.Revisar la legislación sobre respon-sabilidades familiares basándose en ladiversidad de familias que se en-cuentran en la realidad, y también con-siderar a personas solas, sin familia.

b.Introducir en la agenda de las políti-cas de conciliación el tema de cuida-

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dos, que se supone toman en cuen-ta a la doble jornada, con compensa-ciones para las personas que se en-carguen de los cuidados, tales como:exención de impuestos, turnos priori-tarios para atención médica en insti-tuciones públicas, compensación eco-nómica, acceso a bancos de tiempopara suplencias para cubrir las nece-sidades de cuidadoras/es.

c. Mantener lazos sanos de solidaridadentre generaciones para el intercam-bio de cuidados.

d. Orientación psicológica para evitarsimbiosis y dependencia anímica in-trafamiliar.

3) Del autocuidado:

Las propias personas a lo largo de su vidadeben actuar para conservar su salud físi-ca ymental, demanera que los deteriorosnaturales que se dan por la edad no se ace-leren y produzcan discapacidades que loslleven a dependencia en su vida cotidiana.Una causa mayor es la pobreza que difi-culta impedirlo, pero también la ignoran-cia cuenta para adoptar hábitos alimenti-cios insanos. Algunas se deben realizar enuna etapa de la vida en que no se tiene con-ciencia de la futura vejez, por lo tanto tie-nen que estar acompañadas de políticaspúblicas. Por ejemplo, la estructura ósea seconsolida durante la adolescencia me-diante actividad física al aire libre, lo cualesmuy importante para soportar caídas sinfracturas en edades avanzadas; por lo tan-to las prácticas deportivas deberían ser obli-gatorias en la educación básica.

El autocuidado comprende evitar acci-dentes discapacitantes que están ligados

necesariamente con políticas públicas deurbanismo, y otra es conservar la saludmental para lo cual juega un papelmuy im-portante la comunidad, de estos aspectostratamos en el siguiente inciso.

4) En la comunidad se pueden llevar acabo muchas prácticas de urbanismo ysolidaridad:

a. Se pueden evitar accidentes evitandola discapacidad física. Vigilar medidasde desarrollo urbano que jamás tomanen cuenta a este grupo poblacional; lasmedidas urbanas están para el tránsi-to vehicular, en las banquetas se les daprioridad a las entradas para los autoscon rampas que interrumpen el tránsitoseguro para las personas. La cons-trucción de grandes viaductos rompenbarrios de convivencia; en el mejor delos casos se construyen puentes pea-tonales, ¿pero se toman en cuentalas distancias?, ¿cuentan con eleva-dores para aquellos que se les dificul-ta subir y bajar escaleras?. Con fre-cuencia las calles y banquetas están enmal estado, incluso con coladeras des-tapadas, se ponen anuncios o mer-cancías que estorban al paso en las zo-nas peatonales; todo eso se convierteen trampasmortales. Al respecto se tie-ne que desarrollar una legislación es-pecífica con mecanismos para su vi-gilancia y llevar a cabo campañas pararesolver estos problemas de infraes-tructura para que se tome concienciasobre estos problemas, paralelamen-te a establecer un sistema de respon-sabilidad de los gobiernos para sufra-gar los gastos por accidente y sus cui-dados posteriores de personas que se

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Demografía y previsión de demandas de cuidados de los adultos mayores en América Latina

accidenten por negligencia de las au-toridades del gobierno encargadas devigilar el buen estado de la infraes-tructura urbana.

b. Los ancianos bien saben que las caí-das son fatales en su edad se deben evi-tar a toda costa; los problemas citadosen el inciso anterior llevan a la consi-deración de no salir de su domicilio queles permitiría hacer alguna compra parasualimentacióno simplemente apasear.La consecuencia es que si no salen ha-cenmenos ejercicio, lo cual es fatal parasu salud física, y si se aíslan con lo cualdisminuye su sociabilidad, aumenta ladepresión, afectando su estado aními-co al no hablar con diferentes personasy se atrofia su actividad mental.

c. En las ciudades avanzan los grandescentros comerciales (supermercados)que destruyen al pequeño comercio debarrio donde prevalecen las relacionescomerciante-cliente que le dan a las per-sonas de la tercera edad cierta autono-mía para allegarse alimentos básicos.Esto es más grave en las ciudadesamericanas, especialmente en EstadosUnidos, pero con tendencia dominan-te en América Latina.

d. En Europa en algunas ciudades sub-siste el pequeño comercio aunque congrandes dificultades por el alza de los al-quileres, pago de impuestos y la impo-sibilidad de competir contra los mons-truos monopólicos. Tendrían que pro-tegerse con políticas públicas estos es-tablecimientos que aún sobreviven. EnMadrid, por ejemplo, al menos en al-gunos barrios, los bares acogen a hom-

bres ancianos durante lapsos impor-tantes lo cual tieneuna función social pri-mordial, también hay algunos parquesdonde haymesas para jugar cartas, do-minóo ajedrez, si el clima lo permite. Deesto se deriva la propuesta de la nece-sidad de la generalización deCentros deBarrio con infraestructura sencilla (ba-ños accesibles, sillas ymesas y protec-ción contra inclemencias del tiempo)ayudaríanmucho amantener la convi-vencia entre adultosmayores y en con-secuencia la salud mental.

e. En las zonas rurales latinoamericanas,particularmente, entre las culturas in-dígenas latinoamericanas semantieneel sentido de comunidad, donde pre-valecen tradiciones y aunque dramáti-camente empobrecidos se siguen ayu-dando, aunque cada díamás difícil porla emigración de los jóvenes activos.Pero en el ámbito urbano no se ha des-arrollado ese sentido comunitario quees necesario fomentar.

En síntesis, se tiene que trabajar sobre es-tas instanciasdemanera combinadaporquela dimensión del problema lo requiere.

2.4. EPÍLOGO

Dos estrofas de la canción “Llegar a viejo”de Joan Manuel Serrat:

Y después de darlo todo–en justa correspondencia–todo estuviese pagadoy el carné de jubiladoabriese todas las puertas…

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Si no estuviese tan oscuroa la vuelta de la esquina…o simplemente si todosentendiésemos que todosllevamos un viejo encima.

BIBLIOGRAFÍA

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ECHARRI CÁNOVAS, Carlos Javier (2010):“Hogares y Familias enMéxico: una visión

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HAKKERT, Ralph y Guzmán, José Miguel(2004): “Envejecimiento demográfico yarreglos familiares de vida en América La-tina”. En Marina Ariza y Orlandina de Oli-veira, Imágenes de la familia en el cambiode siglo”. Universidad Nacional Autóno-ma de México, pp. 479-517.

JUSIDMAN, Clara (2010): “¿Políticas gu-bernamentales o políticas públicas? Algu-nas reflexiones para el cambio”. En Susa-na Lerner y LucíaMelgar, (coordinadoras),Familias en el siglo XXI: realidades diver-sas y políticas públicas. El Colegio deMé-xico y ProgramaUniversitario de Estudiosde Género de la UNAM.

LERNER, Susana y Lucía Melgar (2010):“Realidades de las familias enMéxico: di-versidades, transformaciones y retos”. EnSusana Lerner y Lucía Melgar (coordina-doras), Familias en el siglo XXI: realidadesdiversas y políticas públicas. El Colegio deMéxico y ProgramaUniversitario de Estu-dios de Género de la UNAM .

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3.1. INTRODUCCIÓN

La invitación de la Fundación Carolina esuna excelente ocasión para reflexionarsobre una realidad que afecta y afectará alconjunto de los ciudadanos y ciudadanascomo es el cuidado, ya sea porque se pres-ta ya porque se recibe. Nos centraremos enla realidad de Andalucía, Comunidad que,si bien no difiere significativamente de lasotras, presenta algunos rasgos propios.Para exponerlos demanera sistemática, he-mos utilizado fuentes estadísticas, legis-lación, la investigación titulada La desfa-milización para un nuevo modelo pro-ductivo: análisis de las políticas familia-res de la Junta de Andalucía y una se-lección de bibliografía relacionada con eltema que nos ocupa.

El uso del término “cuidado” debe ser to-mado con cautela. La realidad a la que hacereferencia está constituida por dimensio-nes objetivas y subjetivas; se puede utili-zar para conocer quién realiza determina-das tareas ymedir el tiempo empleado ensu desarrollo, pero también se puede uti-lizar para conocer y comprender las con-secuencias de esta actividad sobre el es-tado de ánimo y la salud de quienes lasrealizan, o para conocer sus condicionesde vida: sociales, económicas, laborales,etc. Su aplicación al análisis de la realidadsocial supone investigar alguna dimen-sión de un fenómeno que moldea reali-dades complejas, cuyos efectos son in-dividuales y sociales, de género y de cla-se social, entre otros.

El uso del término viene siendo discutidoen diferentes ámbitos académicos (Martín,2008), entre otros el feminista, en los quese trata de aquilatar con más precisióncuáles son las diferentes realidades quesubyacen al término cuidado, quienes sonlos/las principales afectados por la orga-nización del mismo y, si caben alternati-vas para intervenir, decidir cuáles son lasmás eficientes teniendo como objetivo laigualdad.

Noobstante, el texto que nos ocupa nopre-tende ser tan exhaustivo, ni establecer unadiscusión respecto al uso del término.Nuestro objetivo es presentar el SistemadeCuidados enAndalucía, cómo se estructuray cómo se articulan los recursos destina-dos al cuidado en la Comunidad desde quese implantó el SistemadeAtención a la De-pendencia (en adelante SAAD), para lo cualasumiremos que el cuidado es la herra-mienta que permite identificar y describirlas actividades y prácticas sociales enca-minadas a asegurar la supervivencia básicade las personas a lo largo de su vida (To-bío, 2010).

En primer lugar y en general, haremos re-ferencia al contexto social que provoca eldebate sobre los cuidados. En segundo lu-gar, mostraremos el sistema de cuidadosen Andalucía como el espacio en el queconfluyen los agentes del agregado debienestar (Moreno, 2009) Estado,Mercadoy Familia, en el que cada uno participa conunpeso relativomuydiferente. En tercer lu-gar, centraremosnuestra atención enel Sis-

3. DIFERENCIAS AUTONÓMICAS EN LOS SISTEMAS DE CUIDADOEN ESPAÑA: EL CASO DE ANDALUCÍA

M. Isabel García Rodríguez*1

Eduardo Moyano Estrada*

* Instituto de Estudios Sociales Avanzados, IESA-CSIC.1 La autora agradece la financiación de la investigación a la Fundación Centro de Estudios Andalucesbajo el contrato PRY031/10.

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2 Resultados provisionales de la investigación La Desfamilización para un nuevo modelo productivo. Análisisde las políticas familiares de la Junta de Andalucía, PRY031/10, financiado por la Fundación Centro de Estu-dios Andaluces, convocatoria de 2010.

Fuente: Encuesta de población activa. Serie 2005-2010. Medias de los cuatro trimestres del año. INE.

GRÁFICO 1. Ocupados por sexo y Comunidad Autónoma. Valores absolutos.Unidad: miles de personas

tema de Cuidados diseñado por Ley39/2006, de 14 de diciembre, de Promociónde la Autonomía Personal y Atención a lasPersonas en situacióndeDependencia y susprincipales resultados, teniendo en cuentaen este último caso, algunos aspectos deldiscursode los andaluces respecto a las po-líticas sociales de la Junta deAndalucía condimensión familiar clara, es decir, queapoyan a diferentesmodelos de familia ensus tareas de cuidado2. Se trata de resul-tados provisionales de la investigación: LaDesfamilizaciónpara unnuevomodelo pro-ductivo. Análisis de las políticas familiaresde la Junta de Andalucía.

El debate sobre la necesidad e importan-cia que han adquirido los cuidados en la ac-tualidad, está directamente relacionado con

el proceso de cambio social iniciado hacedécadas, en elmarco de transformación delas sociedades industriales occidentales ensociedades avanzadas postindustriales.Durante sudesarrollo se hangeneradonue-vos escenarios en los que procesos comola incorporaciónmasiva de las mujeres almercado de trabajo, el avance del enveje-cimiento demográfico de la población o elcambio producido en la consideración dela familia y en la estructura y tamaño de loshogares, transforman circunstancias queantes eran individuales y podían ser re-sueltas en el entorno familiar en NuevosRiesgos Sociales (Beck, 1998), por tanto,afectan al conjunto social y deben ser re-sueltos con la participación fundamental delos poderes públicos. Veamos cada uno deestos escenarios.

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Varones Total Mujeres Total

Nacional Andalucía Nacional Andalucía

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a. La incorporación masiva de las mu-jeres al mercado de trabajo ha supues-to un incremento de la población activafemenina cada año en una proporciónalgomayor que la tasamasculina, has-ta alcanzar el 50,6% en Andalucía y el52,26% en el conjunto nacional3. En losúltimos años ha disminuido algo, coin-cidiendo conel descensode la tasamas-culina a partir de 2008, momento en elque se empiezan a hacer visibles losefectos de la crisis sobre el empleo.

Es evidente que la participación de lasmu-jeres en el empleo no es una situación co-yuntural, sino más frecuente cada vez, yesto supone que la organización de la vidacotidiana se vuelvamuchomás compleja,tanto, que la organización de las tareas ycuidados se ha transformado en una tareaen sí misma.

Sin embargo, la articulación entre losproyectos laborales de hombres y muje-res con las tareas de cuidado no se haplanteado como unameta necesaria y po-sible en el corto/medio plazo. Las actua-ciones y los recursos que facilitan en al-guna medida esta situación están frag-mentadas y carecen de suficiente apoyopúblico y financiero, por tanto su intensi-dad protectora y cobertura son débiles, demodo que se produce un retorno al apo-yo informal (PRY031/10). Cabe preverque sin la organización de un sistema in-tegrado de recursos y servicios para aten-der las necesidades de cuidados del es-pacio doméstico con la participación deciudadanos y ciudadanas, se produciránalgunos escenarios cuyos efectos sobre lasituación demográfica, la igualdad o lossistemas de protección social serán in-ciertos.

3 Tasas de Actividad por sexo y Comunidad Autónoma. Encuesta de Población Activa para el periodo 2005-2010. Media de los cuatro trimestres del año. INE.

Fuente: Proyecciones de Población para el Libro Blanco del Envejecimiento Activo en Andalucía, 2010. IEA.

Diferencias autonómicas en los sistemas de cuidado en España: el caso de Andalucía

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FIGURA 1. Proyecciones de población en Andalucía 2009-2050

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2009 2025 2050

Hombres Mujeres

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2000 2009Miles hogares % Miles hogares %

Hogares familiares 1.906,0 85,5 2.340,1 81,4Pareja en núcleo 1.668,2 87,5 2.015,7 86,1Con hijos 1.300,1 77,9 1.414,9 70,2Sin hijos 368,1 22,1 600,8 29,8Monoparentales con hijosdependientes 51,9 2,7 91,7 3,9De madre sola 44,7 86,1 80,6 87,9De padre solo 7,2 13,9 11,1 12,1Otros 186,0 9,8 232,7 9,9Hogares no familiares 312,1 14,1 536,2 18,6Unipersonales 265,9 85,2 459,3 85,7Mujeres 170,4 64,1 257,4 56,0Hombres 95,5 35,9 201,9 44,0Otros 46,2 14,8 76,9 14,3Con dependientes 5,3 11,5 9,3 12,1Sin dependientes 40,9 88,5 67,6 87,9

TOTAL 2.218,2 100 2.876,3 100

TABLA 1. Evolución de los hogares en Andalucía 2000 - 2009

Fuente: Explotación de la Encuesta de Población Activa del INE. IEA.

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b) El cambio en el escenario demográ-fico, caracterizado por el envejecimientode la población, especialmente entre losmás longevos, que viven la etapa quese hadado en llamar envejecimiento delenvejecimiento, nos plantea la posibi-lidad de que se incremente la deman-da de cuidados de larga duración condedicación intensiva. Andalucía no esuna excepción en este proceso, comomuestran las proyecciones de poblaciónen 2025 y 2050, aunque su evolución esalgo más lenta.

c) El proceso de individualización pro-pio de las sociedades posindustriales

afecta al modelo familiar en diferentesformas. Una de ellas supone el incre-mento en la diversidad demodelos fa-miliares, de modo que aumenta el nú-mero de hogaresmonoparentales o re-constituidos. Otra consecuencia es lareducción del tamaño de los hogares,como indica el incremento de hogaresunipersonales. Este proceso nos sitúafrente a la realidad de unos hogaresque necesitarán cuidados y atenciónen ausencia de redes familiares y co-munitarias con capacidad suficientepara asumir dichas tareas, si el con-texto que generan las políticas socia-les actuales se mantiene constante. El

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análisis de la Encuesta de PoblaciónActiva 2000-2009, nos permite conocerla medida del cambio que se ha pro-ducido en los hogares en los últimosaños. Como vemos, las familias nu-cleares con dos hijos han reducido suproporción, pero se ha incrementadola de hogares unipersonales y mono-parentales.

En definitiva, nos encontramos en un es-cenario en el que se producen nuevas si-tuaciones de riesgo social, definidas porla incorporación de las mujeres al mer-cado de trabajo sin que se haya produ-cido la participación sistemática de loshombres en la responsabilidad del espa-cio doméstico y sin la colaboración nece-saria del sector empresarial (PRY031/10).Al tiempo, se plantea como hipótesis queel envejecimiento de la población au-mentará la proporción de ciudadanos quenecesitarán cuidados de larga duración,pero las transformaciones producidas enla familia, dificultarán el funcionamientodel modelo actual de cuidados, que sefundamenta principalmente sobre el cui-dado informal proporcionado por muje-res o dependientes de segundo orden(Serrano, 2004). La confluencia de estassituaciones plantea un escenario incier-to que lleva a algunos autores a expresarsu preocupación por la existencia deuna crisis de cuidados y los modos enque ésta se gestiona (Setien, 2009).

A continuaciónmostraremos cómo se or-ganiza y quién desempeña el trabajo de cui-dado enAndalucía y algunos resultados degestión del sistema formal que comenzó suandadura en 2006.

3.2. SITUACIÓN DEL TRABAJOINFORMAL DE CUIDADO ENANDALUCÍA

En los países mediterráneos, la genera-ción de bienestar social está asociada auna fuerte participación de la familia enla socialización y apoyo emocional de susmiembros, en la provisión de recursos yen la prestación de servicios a aquellosque lo necesitan, mayores omenores de-pendientes y enfermos. Este Régimen deBienestar está compuesto por diferentesactores que, demanera agregada (Esping-Andersen, 2000), son responsables de laprovisión de recursos y prestación de ser-vicios, asumiendo como criterio para sufuncionamiento una fuerte segregación deespacios y roles, así como la responsa-bilidad de las mujeres en la organizacióny ejecución de las tareas del espacio do-méstico-privado construido (Murillo,2006), que incluye la realización de las ta-reas de cuidado.

En Andalucía como en España el sistemade cuidado se articula a través de la com-binación de cuidados informales y forma-les, que se prestan en el ámbito familiar oen establecimientos residenciales públicoso privados, estos últimos procedentes delmercado.

A pesar de los avances experimentadospor la sociedad andaluza en las últimasdécadas, concretados en la incorporaciónde las mujeres al empleo y su perma-nencia en el mismo después de formar unhogar, la participación de éstas en el sis-tema educativo o el incremento de la es-peranza de vida al nacer y a los 65 años (4,1y 3,7 años en mujeres y hombres respec-

Diferencias autonómicas en los sistemas de cuidado en España: el caso de Andalucía

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tivamente)4, etc., la familia continúa sien-do la principal institución responsable e im-plicada en la atención a las situaciones dedependencia o necesidad que afectan a susmiembros.Como muestra la investigación Depen-dencia y Solidaridad en las Redes Fami-liares deAndalucía, la familia es quien pres-ta mayoritariamente los cuidados a la po-blación que los necesita, mientras que losotros elementos que componen el agre-gado de bienestar tienen un peso relativobastantemenor en estas tareas. El merca-do solo llega al 17,3% de la población y elsector público tan solo al 3,5%.

Las referencias a la familia como elemen-to del agregadodebienestar, oculta las des-igualdades de género y la asimetría en lasrelaciones intrafamiliares, dado que son lasmujeres quienes se ocupan mayoritaria-mente de las tareas de cuidado. El 70% delasmujeres andaluzas atiende necesidadesbásicas y las tareas relacionadas con el ho-gar cuando algún miembro de su familianecesita ayuda5.

Visto de este modo, podría decirse quenuestro modelo familiar responde al tipo

de familia parsoniana (Fromm et al., 1998)en la cual el hombre es el responsable delsostén económico del hogar, a través delejercicio de las relaciones productivas yeconómicas familiares, mientras que lasmujeres son las responsables del mante-nimiento del hogar y de las relaciones fa-miliares. Este modelo de familia, demalebreadwinner (Moreno, 2009) se encuentraen proceso de cambio, paulatinamente seva transformando en un modelo más si-métrico.

El discurso social mayoritario legitimaeste proceso de cambio en el modelo fa-miliar, pues la situación preferida por es-pañoles y andaluces es la participación dehombres y mujeres en el mercado de tra-bajo y la simetría en las relaciones de gé-nero en el ámbito intrafamiliar.

El 67,6% de los españoles/as prefiere ma-yoritariamente una familia en la que los dosmiembros de la pareja tengan un trabajoremunerado conparecida dedicación y am-bos se repartan las tareas del hogar y el cui-dado de los hijos si los hay6. La poblaciónandaluza también muestra su preferenciapor un modelo familiar de doble ingreso

4 Movimiento Natural de la Población, INE, 2010.5 Dependencia y relaciones familiares en Andalucía 2005. IEA.6 CIS, Estudio 2.844. Barómetro de septiembre, 2010.

Total Familiares Amigos, Pesona Ayuda a Voluntariosvecinos remunerada domicilio

78,5 87,3 6,2 17,3 3,5 0,1

TABLA 2. Quién presta ayuda en Andalucía

Fuente: Dependencia y Solidaridad en las Redes Familiares de Andalucía, 2005. IEA.Base: Necesitan ayuda y la reciben. Población Andaluza que necesita ayuda: 10,8%.

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procedente del empleo de ambos miem-brosde la pareja, corresponsables de la ges-tión del hogar. La segregación de espaciosy roles así comoel empleo femeninoa tiem-po parcial, en cambio, son preferenciasmi-noritarias entre los andaluces y andaluzas.

A pesar de la legitimidad social que al-canzan la simetría entre los miembros dela pareja y la corresponsabilidad en la de-finición del hogar ideal, estas preferenciasno se materializan posteriormente en lasprácticas sociales desarrolladas en la coti-dianeidad de los individuos, aún alejadasde estemodelo. Incluso en la gestión de la“bolsa común” en parejas que forman ho-

gares de doble ingreso, lasmujeresmues-tranmenor capacidad de negociación quelos hombres (Ibáñez, 2008) y sumayor es-pecialización en la gestión del hogar.

Lasmujeres se dedican a las labores del ho-gar en exclusiva enmayormedida que loshombres, aunque se vienen produciendoalgunos cambios en los últimos años en eldesempeño de estas actividades.

En números absolutos, podemos ver cómodesde 2005 se está produciendo un des-censo del número demujeres inactivas de-dicadas a estas labores exclusivamente enAndalucía,mientras que entre los hombres

Diferencias autonómicas en los sistemas de cuidado en España: el caso de Andalucía

Total Hombres Mujeres

Una familia en la que el hombre y la mujertrabajen fuera de casa y se repartan las tareasdel hogar y el cuidado de los hijos/as 72,4 68,8 75,7

Una familia en la que la mujer trabaje a tiempoparcial y se ocupe de la mayor parte de lastareas del hogar y cuidado de hijos/as 9,4 8,8 10,1

Una familia en la que solo trabaje el hombrey la mujer se ocupe de las tareas del hogary el cuidado de los hijos/as 13,8 17 10,7

La madre o el padre viviendo solo/a consus hijos/as y con trabajo a tiempo completo 0,7 0,6 0,8

Vivir solo/a y sin hijos 1,2 0,7 0,7

Otras 0,9 0,6 0,6

NS/NC 1,7 1,8 1,6

TOTAL 100% 100% 100%

TABLA 3. Modelo ideal de familia en Andalucía

Fuente: Barómetro de Opinión Pública de Andalucía, 2010.

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Población inactiva dedicada a labores del hogarVarones Mujeres Ambos

2005 45,9 969,4 1.015,32006 50,1 932,6 982,72007 57,1 923,8 980,92008 53 890,6 943,62009 61,4 824,7 886,12010 61,2 783,3 848,6

TABLA 4. Inactivos por clase principal de inactividad y sexo en Andalucía.Unidades: miles de personas

Fuente: Encuesta de población activa. Serie 2005-2010. Medias de los cuatro trimestres del año. INE.

7 La Cuenta Satélite de Producción de los Hogares son un ejercicio contable que pretende completar las prác-ticas contables existentes. Trata de arrojar algo de luz sobre lun ámbito de los procesos económicos por lo ge-neral poco o mal estudiados –a menudo directamente ignorado–, dentro del sistema de Contabilidad Nacio-nal (Durán, 2005).

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andaluces el número se incrementó en2009. En nuestra opinión, este efecto noestá indicando un cambio en las preferen-ciasmasculinas, sinoquese tratadeunefec-to coyuntural producido por el desempleoenuncontextode crisis prolongada. El cam-bio que sí nos parece significativo es el des-censo en el número demujeres, continua-do, que, junto con el incremento en las ta-sas de población activa femenina, noshace suponer que las preferencias de lasmujeres se encuentran enproceso de cam-bio. Este descenso podría ser interpretadocomoun indicadorde ladisminucióndel va-lor social del trabajo doméstico comoocu-pación principal y de la tomade concienciapor parte de lasmujeres del riesgo de vul-nerabilidad y exclusión social que suponepara ellas permanecer al margen del mer-cado de trabajo (PRY031/10).

Desde hace tiempo, en el ámbito cientí-fico se viene elaborando la Cuenta Saté-

lite de la Producción de los Hogares7, queproporciona una imagen global de las ac-tividades productivas de los hogares(Durán, 2006) y, una vez cuantificada suimportancia económica, nos parece queel reconocimiento social del valor de lastareas de cuidado es imprescindible paraavanzar hacia un cambio demodelo y ha-cia una sociedadmás igualitaria, porqueel tiempo es el recurso que más utilizanlos hogares en sus actividades econó-micas y no está remunerado (Durán,2006).

Por otra parte, en el espacio doméstico lasmujeres aún no se han emancipado de laparte de responsabilidad que no les co-rresponde y que no es compartida con susparejas masculinas. Hombres y mujeresemplean el tiempo en actividades dife-rentes y a cada una les asignan diferen-tes tiempos medios también. De nuevo,los datos indican que las mujeres se en-

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Actividades Principales Hombres Mujeres% de Duración % de Duración

Personas Media diaria personas Media diaria

Cuidados personales 100,0 11:35 100,0 11:29Trabajo remunerado 38,6 7:54 28,6 6:35Estudios 14,4 5:27 15,1 5:09Hogar y familia 74,4 2:28 92,2 4:25Trabajo voluntario y reuniones 9,1 2:01 14,4 1:43Vida social y diversión 56,0 1:49 58,1 1:38Deportes y actividades al aire libre 41,8 1:57 35,1 1:33Aficiones e informática 36,0 2:02 23,6 1:37Medios de comunicación 87,7 3:08 89,0 2:51Trayectos y empleo del tiempono especificado 87,4 1:25 82,0 1:21

TABLA 5. Porcentaje de personas que realizan la actividad en el transcurso del día y duraciónmedia dedicada a la actividad por dichas personas

Fuente: Encuesta de Empleo del Tiempo, 2009-2010. INE.

Diferencias autonómicas en los sistemas de cuidado en España: el caso de Andalucía

cargan en mayor medida que los hom-bres del espacio doméstico: familia y ho-gar y que también le dedican un tiempomedio mayor.

Lasmujeres destinan un tiempomediome-nor al trabajo remunerado y a actividadesrelacionadas con el ocio y los intereses per-sonales, por tanto, el compromiso con lagestión y mantenimiento del cuidado fa-miliar sigue teniendo un peso importanteen sus vidas, lo cual repercute directamentesobre la organización y funcionamiento delsistema formal de cuidado.

De hecho, la proporción de mujeres queocupan trabajos a tiempo parcial para po-der ocuparse también de cuidar a los/asniños/as y personas enfermas o depen-dientes es muy superior a la proporciónde hombres en lasmismas circunstancias.

En la tabla 6 se puede observar la mag-nitud de la diferencia entre ambos grupos.Esta circunstancia incrementa los nivelesde vulnerabilidad social de las mujeres,debido a lamayor precariedad de sus con-diciones laborales y a la asimetría en ladistribución de la doble jornada, queasumen para “cuidar”. Los efectos de es-tas circunstancias sobre las condicionessociales de las mujeres son clave: se pro-duce una merma de los ingresos, puestrabajan más y cobran menos, ya que ladoble jornada se realiza gratuitamente, altiempo que pierden derechos sociales de-bido a su integración parcial en el mer-cado de trabajo. Esta situación está re-forzada por discursos sociales atávicos ypor normas contemporáneas, de modoque se van produciendo avances perotambién retrocesos.

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3.3. LA TRAYECTORIA DEL CUIDADOFORMAL EN ANDALUCÍA

Como apuntamos en el epígrafe anterior,los cuidados informales tienen un peso im-portante en el conjunto del sistema debi-do, en parte, a la ausencia histórica de po-líticas, instituciones y estructuras destina-das a esemenester. Pero también se debe,en nuestra opinión, al sistema de valoressociales y actitudes que subyacen a las es-trategias que se ponen en marcha para“cuidar” (Flaquer, 2004). Y ambas se re-troalimentan, porque en el desempeño deestas tareas generalmente intervienen fac-tores como la necesidad económica, elafecto o la responsabilidad junto a cues-tiones de naturaleza más simbólica. Paramodificar esta situación es necesario el re-levo generacional junto el cambio en losdiscursos de los agentes de socialización,así como un diseño más adecuado de laspolíticas públicas (Gracia, P. y Bellani, D.).La actual política de cuidados, en términosgenerales, aborda situaciones que tienenlas siguientes características:

a. Las necesidades de cuidado suelenprolongarse en el tiempo hasta trans-formarse en una situación que requie-re cuidados de larga duración, espe-cialmente cuando se trata de personasmayores o de enfermos crónicos. Lacontinuidad en los cuidados es la quedetermina, precisamente, que el com-ponente residencial seamuy importante(Stone, 2000), porque puede ser deci-sivo en la provisión del tipo de recursoa utilizar: residencias, ayuda a domici-lio u otros.

b. Se trata de tareas que para su des-empeño no requieren una gran com-plejidad tecnológica o un elevado gra-do de conocimientos, si bien, el avan-ce de la tecnología está exigiendo cadavezmás cualificación y especializacióna los cuidadores formales e informales(Casado, 2001) al tiempo que se pro-mociona la autonomía personal me-diante el uso de ayudas técnicas yadaptaciones funcionales del hogar(PRY031/10).

La necesidad de atender determinadas si-tuaciones a través de cuidados formales,se recoge en la Constitución Española de1978, aunque no ha sido hasta hace pocosaños, cuando se ha diseñado e imple-mentado un SistemaNacional, específico,que ha sido dado en llamar “cuarto pilar delEstado de bienestar”, expresión sobre laque albergamos algunas reservas y que ex-pondremos más adelante.

Como decíamos, estas situaciones tienenuna mención en la CE de 1978, en los ar-tículos 40 y 50 respectivamente. En con-creto, hacen referencia a los “disminuidos

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Fuente: Encuesta de Población Activa. 2005-2011,IT. INE.

Año Varones Mujeres Ambos

2011 IT 11,00 314,7 325,72010 IT 11,00 306,7 317,72009 IT 7,8 356,5 364,32008 IT 5,8 363,9 369,72007 IT 5,5 348,7 354,22006 IT 6,5 300,9 307,42005 IT 14,2 293,2 307,4

TABLA 6. Ocupados a tiempo parcial pormotivo de la jornada parcial y sexo.

Unidades: miles de personas

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físicos, sensoriales y psíquicos” y a la “Ter-cera Edad” como sujetos susceptibles deser protegidos por los poderes públicos. Setrata, a fin de cuentas, de grupos que re-quieren buena parte de la actividad de cui-dado de larga duración.

La protección a dichos grupos se empren-de teniendo en cuenta la articulación terri-torial del Estado vigente en elmarco cons-titucional, que reconoce a las ComunidadesAutónomas como las titulares de las com-petencias enmateria de Servicios Sociales(art 148.20) y Sanidad (art. 148.21), es de-cir, son responsables de la prestaciónde losservicios relacionados con el cuidado en elterritorio, y por tanto, de sus estructuras.

Años después, en 1988, se firma el PlanConcertado de Servicios Sociales entre laAdministración Central, las ComunidadesAutónomas y los Entes Locales, con la in-tención de establecer y consolidar una RedBásica de Servicios Sociales dirigidos atoda la población, asumiendo cada uno delos niveles territoriales la responsabilidadde financiar almenos un tercio del coste to-tal. Este Plan garantiza, en forma de pres-tación básica, uno de los servicios pione-ros en atención en el domicilio a personasen situación de dependencia o con disca-pacidad: la Prestación Básica de Ayuda aDomicilio.

La existencia de un Sistema de ServiciosSociales de responsabilidad pública supone

un avance cualitativo respecto a los me-canismos de atención asistencial previaprocedentes de la beneficencia, pero noge-nera un sistemanacional ni autonómico deatención a la dependencia o de cuidados,solo atiende determinadas situaciones y demanera heterogénea. La Prestación esuna competencia municipal que cadaAyuntamiento organiza según sus criterios.En Andalucía, esta situación ha dado lugara diferencias intermunicipales8 en al acce-so al servicio, pues en unas la Prestaciónse gestiona como un derecho de ciudada-nía y en otras no.

Las leyes de Servicios Sociales aprobadasposteriormente por las Comunidades Au-tónomas para desarrollar su marco com-petencial, los diferentes planes de actuacióndirigidos a intervenir sobre determinadoscolectivos y las distintas Políticas paraatender situaciones de dependencia o fal-ta de autonomía personal (Plan de Apoyoa las Familias Andaluzas), tampoco fueroncapaces de articular un sistema o una redde recursos con un grado de protección su-ficiente para afrontar los cuidados de lar-ga duración o los que requieren las per-sonas dependientes.

Cada Comunidad, pues, es competentepara legislar sobre políticas sociales en suterritorio, lo cual genera cierta fragmenta-ción en el conjunto de España9, al depen-der su existencia e implementación, ma-yoritariamente, de las circunstancias polí-

Diferencias autonómicas en los sistemas de cuidado en España: el caso de Andalucía

8 Entre los municipios de más de 20.000 habitantes que tienen competencia sobre los Servicios Sociales Co-munitarios. En los municipios demenos de 20.000, la competencia recae sobre las Diputaciones Provinciales.9 Actualmente existe un debate interesante respecto a la recentralización de los Servicios Sociales, en el quese ponen demanifiesto algunos problemas derivados del diseño del Sistema, y propuestas que incluyen la ela-boración de una Ley Básica de Servicios Sociales.

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10 La Ley Reguladora de Bases del Régimen Local de 1985 ya atribuye competencias en materia de ServiciosSociales a los Ayuntamientos mayores de 20.000 habitantes

ticas y financieras del momento. En cadaComunidad, las políticas sociales han ex-perimentado un grado de desarrollo des-igual a la vez que, internamente, están con-dicionadas por la existencia de dos nivelesde atención: el básico y el especializado,competencia de las administracionesMu-nicipal10 y Autonómica respectivamente.

En 2004 la Junta deAndalucía aprobó laOr-den de 9 de Marzo de 2004, por la que sepublica un texto 137/2002, de 30 de abril, deapoyo a las familias andaluzas, integradorde los Decretos 18/2003 de 4 de febrero, y7/2004 de 20 de enero, ambos de amplia-ción de lasmedidas de apoyo a las familiasandaluzas. Esta orden refuerza los recursosy servicios propios de la administración au-tonómica para atender situaciones de de-pendencia, ampliar los recursos de respirofamiliar y residencial, prestar atención a lasalud en el domicilio, atender situacionescrónicas de cuidadoy facilitar la conciliaciónentre vida laboral y familiar.

Hasta 2006 pues, el sistema formal de cui-dado enAndalucía estaba conformado, fun-damentalmente por la Prestación BásicaConcertada deAyuda aDomicilio y por losrecursos del Plan de Apoyo a las FamiliasAndaluzas, de la Junta de Andalucía.

Desde los años 90 había cobrado impor-tancia el debate sobre la necesidad de es-tablecer un derecho de ciudadanía que ga-rantizara la atención a las personas de-pendientes, pues obviamente, la dedicaciónplena de las mujeres a la ejecución de ta-les tareas había disminuido durante esos

años y se preveía una evolución similar enel futuro. En 1999 el debate sobre la aten-ción a la dependencia se incorpora a laagenda política y se proponen varias al-ternativas para organizar un sistema deprotección. La posibilidad de utilizar el Sis-tema de Seguridad Social como elemen-to que vehiculara el SAAD, el diseño de unsistema de seguro público y la posibilidadde poner en marcha un sistema de segu-ro privado exclusivamente, fueron algunasde las alternativas propuestas en las ne-gociaciones entre los actores sociales,que encontraron algunos escollos para al-canzar un acuerdo sobre el diseño final.

La publicación del Libro Blanco de la De-pendencia pone de manifiesto la magnituddel problema y expone claramente la nece-sidaddeponer enmarchaun sistemade cui-dado para atender a las situaciones de de-pendencia. En2006seaprueba la Ley39/2006,de 14 de diciembre, de Promoción de la Au-tonomía Personal y Atención a las personasen situacióndedependencia, que inicia la pri-mera fase de implantación del sistema.

3.4. CUIDADO FORMAL EN EL ÁMBITODE LA DEPENDENCIA

El Sistema Nacional de Atención a la De-pendencia (SAAD) es un proyecto ambi-cioso y complejo, que aún se encuentra enfase de implantación. Expondremos acontinuación algunos de los elementos quelo caracterizan con algún detalle y, poste-riormente, mostraremos algunos datossobre su proceso de implantación.

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11 Según la definición usada en la Escala para valorar la implantación y el desarrollo de la Ley en las CC.AA.Los grados son los siguientes: a) Ha desarrollado el Sistema de Atención a la Dependencia desde los serviciosde proximidad, b) haciendo partícipes a las corporaciones locales en el desarrollo de la Ley desde la integra-ción en la red de Servicios Sociales municipales, c) con un apoyo económico efectivo. V Dictamen del Obser-vatorio para el desarrollo de la Ley de promoción de la autonomía personal y atención a las personas en si-tuación de dependencia.12 Para quienes careciendo de nacionalidad, reúnen los requisitos se regirán por lo establecido en la Ley Or-gánica 4/2000, de 11 de enero, sobre derechos y deberes de los extranjeros en España y su integración social,en los tratados internacionales y en los convenios que se establezcan con el país de origen.

Diferencias autonómicas en los sistemas de cuidado en España: el caso de Andalucía

Definición y principios del Sistema

La Ley 39/2006 consagra el derecho uni-versal a la atención a las situaciones de de-pendencia tanto a personasmayores comomenores. Con su implantación se articulael Sistema para la Autonomía Personal enel que intervienen los tres niveles territo-riales del Estado, a través de sus Admi-nistraciones Públicas, cada una de lascuales contribuye bien a la financiación,bien a la dirección, planificación y gestiónde los servicios en el territorio o bien a laprestación de los mismos. La integracióndel Sistema en la estructura administrati-va de las Comunidades no se ha produci-do demanera homogénea. En Andalucía,se ha integrado en la estructura de los Ser-vicios Sociales Básicos11 mientras que enotras comoExtremadura o Valencia, no hasido así. En este sentido, Andalucía ha sidoeficiente en la forma de implantación delsistema ymás adelante veremos que tam-bién lo ha sido en el ritmo. Comoseñala Ja-cobzone (1999) respecto a los sistemas decuidados implementados en otros paísesantes que en el nuestro, la orientaciónma-yoritaria en el entorno de la OCDE ha sidola de situar a nivel local la gestión de losservicios públicos destinados a personasdependientes por considerarse que losayuntamientos podían valorar y gestionarlas necesidades de los ciudadanos de

modo más preciso que los niveles de go-bierno superiores. Esta estrategia ha per-mitido implantar la ley sin adoptar grandescambios administrativos, pues los serviciossociales básicos habían sido hasta el mo-mento los responsables de dicha atenciónsocial en el territorio.

Entre los rasgosmás característicos del Sis-tema, destacamos los que siguen por-que, en nuestra opinión, son los que me-jor lo representan en el momento actual,después deunos años de vigencia pero aúnen proceso de implantación, ya que el ca-lendario prevé la conclusión delmismo en2013/14, con la integración del grupo de de-pendencia moderada, grado I.

a. En primer lugar, el carácter público delas prestaciones y el enfoque universalde la Ley, que garantiza el acceso al Sis-tema a todos los titulares del derecho.Estos/as son todas las personas que seencuentren en situación de dependen-cia en alguno de los grados y niveles es-tablecidos12, siempre que resida en Es-paña y lo haya hecho al menos cincoaños antes. Nos parece muy relevanteeste hecho, dados los intereses y posi-ciones tan dispares que se manifesta-ron en los encuentros previos al diseñode la Ley entre los agentes sociales, al-guno de los cuales expresó su prefe-

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rencia por una opción de seguro pri-vado.

b. La financiación del Sistema se reali-za mediante impuestos generales, sibien, la Ley introduce la figura del co-pago en función de la capacidad eco-nómica de los beneficiarios/as. No obs-tante, la ley también prevé que ningúnciudadano quedará sin cobertura pormotivos económicos.

c. La Ley cuenta con la participación deagentes públicos, privados y con las fa-milias para proporcionar una adecuadaprovisión de servicios y recursos.

d. Introduce laperspectivadegéneroparaabordar adecuadamente las necesidadesespecíficas de hombres y mujeres, tanimportantes para las personas depen-dientes y para las personas cuidadoras.De hecho, esta perspectiva es funda-mental para la evaluación de la implan-tación y el funcionamiento del sistema.

e. Establece medidas de prevención yrehabilitación para mantener e incre-mentar los niveles de autonomía per-sonal y establece, al igual que otras po-líticas relativas a los cuidados, comopreferencia la permanencia de las per-sonas en su domicilio cuando la situa-ción así lo permita.

Configuración y articulación del Sistema

El Sistema diseñado por la LAAD, crea unared que integra centros y servicios públicos

y privados, previos y de generación poste-rior a la Ley, dispuestos demanera coordi-nada, para atender las necesidades de cui-dado derivadas de las situaciones de de-pendencia, que se clasifican, según su gra-vedad, en losgradosque siguen, condosni-veles cada uno: grandes dependientes, de-pendencia severa ydependenciamoderada.

Financiación

La Ley garantiza la protección social entodo el territorio, de modo que la Admi-nistración General del estado Establece elnivel mínimo de protección. Un segundonivel de protección se acuerda entre la Ad-ministración General del Estado y las Ad-ministraciones Autonómicas mediante lafigura del Convenio, que recoge los acuer-dos alcanzados sobre objetivos, medios yrecursos necesarios para la aplicación deservicios y prestaciones. Se incrementa deese modo el nivel mínimo de protección,pero la Ley aúnprevé un tercer nivel de pro-tección adicional por parte de cada Co-munidad Autónoma.

Cooperación entre administracionespúblicas

Para garantizar el principio de cooperacióninteradministrativa en la articulacióndel Sis-tema, se crea elConsejo Territorial del Sis-temapara laAutonomía yAtención a laDe-pendencia formado pormiembros delMi-nisterio y de las Comunidades –miembrosde los Consejos de Gobierno13–, cuyas de-cisiones son las que dan homogeneidad alsistema, básicamente, pues entre ellas es-

13 Titulares de las Consejerías responsables de la competencia. En Andalucía, se trataría de la Consejera titu-lar de la Consejería para la Igualdad y el Bienestar Social.

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Catálogo de servicios y prestaciones económicas de la Ley de promoción de laautonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia

Catálogo de servicios Prestaciones económicas

FIGURA 2. Catálogo de Servicios y Prestaciones Económicas

Fuente: Ley 39/2006 de 14 de diciembre.

• Servicios de prevención de las situaciones dedependencia• Servicios de promoción de la autonomíapersonal

• Servicio de Teleasistencia• Servicio de Ayuda a Domicilio- Atención a las necesidades del hogar- Cuidados personales• Servicio de Centro de Día y de Noche- Centro de Día para mayores- Centro de día para menores de 65 años- Centro de día de Atención Especializada- Centro de Noche• Servicio de Atención Residencial- Residencia de personas mayores en situaciónde dependencia- Centro de atención a personas mayores en si-tuación de dependencia, en razón de los distin-tos tipos de discapacidad

Regulados por la Ley 16/2003, de 28 de mayo,de Cohesión y Calidad del Sistema Nacional deSalud.

• Prestación económica vinculada al servicio

• Prestación económica para cuidados en elentorno familiar y apoyo a cuidadores noprofesionales• Prestación económica de asistenciapersonal

La cuantía se acuerda en el Consejo Territo-rial y se aprueba por el Gobierno medianteReal Decreto

Diferencias autonómicas en los sistemas de cuidado en España: el caso de Andalucía

tán: determinar la intensidad y cuantía deservicios y prestaciones, establecer los cri-terios para la participación de los benefi-ciarios en el coste de los servicios – copa-go -, adoptar el baremopara la clasificaciónen el nivel y grado de dependencia, tomardecisiones relacionadas con la evaluacióndel sistema y facilitar y compartir datos.

Reconocimiento del derecho

Una vez configurado el sistema, es nece-sario establecer unmecanismo o procedi-miento que reconozca el derecho de la per-sona beneficiaria, tomando como refe-rencia la valoración de su situación. Esteprocedimiento se inicia con el Plan Indivi-

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dual de Atención(PIA) que, en Andalucía,comienza en los Servicios Sociales Co-munitarios y se resuelve en la administra-ción autonómica, indicando grado y nivelde dependencia y los servicios o presta-ciones que corresponden a la personaafectada.

Prestaciones económicas y catálogode servicios

La ley expresa el carácter prioritario quetendrán los Servicios integrados en la Reddel Sistema, aunque, si éstos no tuvierancapacidad para atender la demanda plan-teada, se prevé el uso de diferentes pres-taciones económicas. No expondremos demanera detallada el catálogo de serviciosni los tipos de prestación económica que,en esquema, se muestran en la tabla quesigue, si bien, nos gustaría hacer referen-cia a dos cuestiones que están teniendopeso en la aplicación de la ley. En primerlugar, la diversidad de recursos es grande,lo cual nos lleva a pensar que la ley se pro-pone atender las necesidades lo más in-dividualizadamente posible, introduciendode estemodo un criterio de garantía de ca-lidad. En segundo lugar, la posibilidad deque la persona dependiente, o su entornofamiliar, tenga capacidad para decidir so-bre el recurso más conveniente, en prin-cipio, parece redundar en el intento poradecuar los recursos a las necesidades y ala realidad de cada usuario. Sin embargo,la realidadmuestramatices preocupantesen este punto, que dejamosplanteado aquí,y sobre el que volveremos más adelantecuando mostremos los resultados de laaplicación de la Ley.

3.5. ALGUNOS RESULTADOS DELPROCESO DE IMPLANTACIÓN DELSISTEMA

El sistema no está implantado en su tota-lidad, pero ya podemos hacer una valora-ción del proceso seguido hasta ahora.Las estadísticas sobre seguimiento y aná-lisis de la implantación del Sistema sonunas herramientas muy útiles para esta-blecer comparaciones entre ComunidadesAutónomas, y valorar aspectos como el rit-mo con el que se incorporan las personasal sistema, las prestaciones que se entre-gan con más frecuencia y el perfil de losusuarios/as. Estos datos, entre otros, sonlos quemostraremos a continuación. En elgráfico 2, se muestran las solicitudes pre-sentadas en relación a la población de cadaComunidad, entre las que destacan An-dalucía, Aragón y Asturias como las másactivas.

El gráfico 3, permite observar el ritmo devaloración y emisión de dictámenes, es de-cir, el ritmo de incorporación de los usua-rios al sistema, de cuya agilidad dependerála proporción de beneficiarios/as que ha-gan efectivo su derecho. Tras el reconoci-miento del derecho, no todos los benefi-ciarios reciben la prestación o el servicio in-mediatamente, se producen tiempos de es-pera para un conjunto de usuarios, que per-manecen en lo que se ha dado en llamarel “limbo de la dependencia”, que no esmás que el número de personas con el gra-do y nivel de dependencia acreditado quelas hace acreedoras al derecho de serasistidas y que, no obstante, están a la es-pera de la asignación de un servicio o pres-tación en virtud del Plan Individual deAten-ción (Observatorio, 2010). El retraso en la

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Diferencias autonómicas en los sistemas de cuidado en España: el caso de Andalucía

entrega de las prestaciones a los/as titula-res del derecho afecta significativamentea la calidad del Sistema.

Andalucía, La Rioja y Cantabria son las Co-munidades en las cuales los procesosdeva-

loración y emisión de dictámenes sonmáságiles, lejos deCanarias, Baleares oMadrid,que son lasmenos ágiles. Hay que tener encuenta que2011-2012 esperiododeentradaal sistema para los ciudadanos con de-pendenciamoderadadeGrado I nivel 2, por

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Fuente: Sistema de Gestión del SAAD. IMSERSO.

GRÁFICO 2. Solicitudes en relación a la población de las CC.AA.Situación a 1 de Junio de 2011

Andalucía

Aragón

Asturias

Baleares

Canarias

Cantabria

CastillaLeón

CastillaLaMancha

Cataluña

C.Valenciana

Extremadura

Galicia

Tota

l

Madrid

Murcia

Ceutay Melilla

Navarra

PaísVasco

LaRioja

5

4,5

4

3,5

3

2,5

2

1,5

1

0,5

0

Fuente: Sistema de Gestión del SAAD. IMSERSO.

GRÁFICO 3. Dictámenes en relación a la población de las CC.AA.Situación a 1 de Junio de 2011

Andalucía

LaRioja

Cantabria

CastillaLaMancha

PaísVasco

Murcia

Extremadura

Aragón

Cataluña

CastillaLeón

Tota

l

Navarra

Asturias

Galicia

Ceutay Melilla

C.Valenciana

Madrid

Baleares

Canarias

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1

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lo que cabe esperar que a lo largo del añono se resuelvan por completo los tiemposde espera para hacer efectivo el derecho.

La agilidad del sistema puede ser valora-da por el número de dictámenes emitidosy también por el número de personas be-neficiarias con prestación. En este caso seencuentran en mayor proporción en Can-tabria, La Rioja y Andalucía, siendo de nue-vo Canarias, Baleares y, en este caso Va-lencia, las Comunidades que incorporanmenos ciudadanos/as al sistema y a un rit-mo más lento.

En general, Cantabria, La Rioja y Andalu-cía son aquellas en las que el Sistema haalcanzado un grado de implantación máselevado.

En cuanto al perfil de los/as beneficia-rios/asquepercibenprestación, observamosen losgráficos5y6que, atendiendoal sexo,

la proporción de mujeres es muy superiora la de hombres y, según la edad, la pro-porciónmás importante corresponde al in-tervalodeedadde80añosymás, adistanciadel segundo grupo, de 65 a 79. En definiti-

Fuente: Sistema de Gestión del SAAD. IMSERSO.

GRÁFICO 4. Personas beneficiarias con prestaciones en relación a la población de las CC.AA.Situación a 1 de Junio de 2011

GRÁFICO 5. Perfil de la persona beneficiaria conprestación: sexo. Situación a 1 de Junio de 2011

Fuente: Sistema de Gestión del SAAD. IMSERSO

Mujer, 471.90067%

Hombre, 232.71833%

2,5

2

1,5

1

0,5

0

Cantabria

LaRioja

Andalucía

CastillaLeón

CastillaLaMancha

Aragón

Murcia

PaísVasco

Extremadura

Cataluña

Tota

l

Asturias

Navarra

Ceutay Melilla

Madrid

Galicia

Baleares

C.Valenciana

Canarias

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va, observamosque lasmujeres son lasquealcanzanunosniveles dedependenciamáselevados, sobre todoenel tramo final de suvida. Su esperanza de vida a los 65 es su-perior a lade loshombres, loque lespermitealcanzar el tramodeedadquesehadadoenllamar“envejecimientodel envejecimiento”,que según las proyecciones del Instituto deEstadística yCartografíadeAndalucía, irá in-crementándose en el futuro. Esta situación,a laqueyahicimos referenciaal principiodeltexto, supone un argumento relevante, ennuestra opinión, para realizar una reflexiónen torno al sistema de cuidados que la so-ciedad necesitará en el futuro: su grado decobertura, su financiación, la intensidadprotectora de sus servicios y prestaciones,etc, pero tambiénhabrá que tener en cuen-ta las necesidades de la población emple-ada que no tendrá opciones para atender asus responsabilidades domésticas/ familia-res y las consecuencias que esta situación

puede tener sobre variables como las tasasde fecundidad, los niveles de pobreza y ex-clusión social, la igualdaddegénerooel im-pacto sobre los sistemas de protección so-cial, enparticular el SistemaSanitario yel deSeguridad Social.

En la tabla que sigue, se puede observar elusode los recursos del Sistemaen cadaCo-munidad Autónoma, teniendo en cuentalas prestaciones y servicios entregados acada uno/a de los beneficiarios/as.

Las prestaciones económicas suponenuna proporción bastante elevada respec-to al conjunto de opciones, se trata del re-curso que se entrega con mayor frecuen-cia, a pesar de la preferencia por los ser-vicios que expresa la ley. Entre Comuni-dades se aprecian diferencias interesantes,por ejemplo, Aragón muestra una prefe-rencia muy sólida por las PECF14, que

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Diferencias autonómicas en los sistemas de cuidado en España: el caso de Andalucía

Fuente: Sistema de Gestión del SAAD. IMSERSO.

GRÁFICO 6. Perfil de la persona beneficiaria con prestación: edadSituación a 1 de Junio de 2011

14 Prestaciones Económicas por Cuidados Familiares.

50

45

40

35

30

25

20

15

10

5

0< 3 años 3 a 18 19 a 30 31 a 45 46 a 54 55 a 64 65 a 79 80 y +

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comprenden el 63,26%de su oferta,mien-tras que enMadrid son el 18%. Por otra par-te, Canarias atiende en centros residen-ciales al 25,03% de sus beneficiariosmientras que Andalucía utiliza este recursoen el 7,36% de las ocasiones. De hecho, enesta Comunidad, al igual que ocurre enAragón, las PECF son el recurso que se en-trega con mayor frecuencia, seguidaspor servicio de Teleasistencia y la Ayudaa Domicilio. Los otros recursos se entre-gan en proporción mucho menor, porejemplo, la atención residencial o los derespiro familiar (centros de día/noche).También es interesantemencionar que los

recursos destinados a prevención repre-sentan la proporción más pequeña en eltotal de prestaciones y servicios entrega-dos, podríamos decir que están subde-sarrolladas.

3.6. EFECTOS DEL SISTEMA Y DEOTRAS POLITICAS QUE FACILITANEL CUIDADO

Andalucía se encuentra entre las comu-nidades en las que el Sistema está te-niendo un grado mayor de implanta-ción, como muestra la proporción de

Servicios Prestaciones económicasPrevención Teleasistencia Ayuda a Centro Atención Vinculada Cuidados Asist.

Domicilio Día/Noche Residencial al servicio Familiares Personal

Andalucía 0 22,9 19,89 4,22 7,36 1,28 44,31 0,01Aragón 0 0 0 3,7 13,75 19,3 63,26 0Asturias 0 3,14 11,59 8,76 20,27 10,12 46,12 0Illes Balears 0 0 0 6,01 18,74 3,93 71,31 0,01Canarias 0,47 0 0 22,08 25,03 1,32 51,1 0Cantabria 0 5,31 5,06 8,5 21,48 0 59,64 0Castilla León 7,67 3,71 11,93 7,62 14,87 17,51 36,63 0,07CLM 1,59 13,2 11,74 2,85 14,77 5,38 50,44 0,02Catalunya 1,05 6,44 9,57 3,29 11,4 8,34 59,91 0,01C. Valenciana 0 13,1 0 5,09 24,57 6,15 51,08 0Extremadura 2,59 1,5 3,65 3,33 17,79 26,01 45,13 0,01Galicia 0,34 1,89 18,31 6,81 14,46 9,98 48,09 0,12Madrid 6,12 14,49 21,88 12,83 23,25 3,36 18,02 0,03Murcia 6,12 14,49 21,88 12,83 23,25 3,36 18,02 0,03Navarra 0,33 6,36 4,39 2,14 14,94 13,14 58,69 0,01País Vasco 0 12,45 10,53 11,54 17,64 2,44 44,25 1,15La Rioja 6 9,39 19,35 7,53 11,95 3,7 42,02 0Ceuta y Melilla 9,46 7,97 15,26 1,94 7,43 1,17 56,78 0TOTAL 1,7 12,47 12,91 6,04 13,81 6,14 46,84 0,08

TABLA 6. Prestaciones entregadas. Situación a 1 de Junio de 2011

Fuente: Sistema de Gestión del SAAD. IMSERSO.

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Diferencias autonómicas en los sistemas de cuidado en España: el caso de Andalucía

dictámenes emitidos y de beneficiarioscon prestación en relación a la poblaciónde la Comunidad, así como una integra-ción consolidada en la Red Básica de Ser-vicios Sociales. El ritmo de desarrollo dela Ley en Andalucía está motivado por ra-zones de diversa índole.

Podríamos decir, en primer lugar, que elcontexto ha sido propicio para la implan-tación del sistema. El impulso que han re-cibido las políticas sociales en Andalucía alo largo de las últimas décadas es intere-sante desde un punto de vista incremen-tal (Naldini, 2009), porque se ha interveni-do y se han asignado recursos para satis-facer necesidades sociales, diversas, quenunca habían formado parte de las priori-dades ni de la agenda política. Alguna deellas, como el Plan deApoyo a las FamiliasAndaluzas, supuso un hito en el desarrollode políticas con dimensión familiar, en par-ticular de cuidado, no solo por los recursosque puso a disposición de los ciudadanosy ciudadanas, sino sus efectos sobre el pro-ceso de desfamilización en Andalucía(PRY031/10). Esto mismo ocurre con laLAAD porque cada vez se ha ido haciendomás evidente la necesidad de hacer un es-fuerzo colectivo para adaptar a las necesi-dades sociales la estructura y organizaciónde los servicios, así como las prestacionesofrecidas (Bazo, 2004) y, aunque este pro-ceso está enmarcha, aún estamos lejos delobjetivo.

Otras políticas previas relacionadas con ladiscapacidad también fueronobjeto depla-nificación social y contribuyeron al incre-mentode la sensibilidadde lapoblaciónan-daluza respecto a la necesidad de incre-mentarymejorar los recursosparacuidados.

Podría decirse que las políticas citadas com-plementan a los cuidados de larga dura-ción, dan contenido al sentidomás exten-so del cuidado. Sus efectos más intere-santes se muestran en el discurso de loshogares andaluces, que los concretan enel incremento de los niveles de accesibili-dad a servicios, recursos y espacios paramenores en el sistema educativo y parapersonas que necesitan ayuda aunque nosean dependientes.

Asimismo, en el discurso político andaluzse valoranmuy positivamente los efectosde las políticas sociales, pero sobre todo sepone énfasis en su contribución a la ge-neración de una conciencia y de un dis-curso social que reconoce la importanciaque tienen los cuidados en el ámbito fa-miliar y la necesidad de que el sector pú-blico sea un agente principal en la provisiónde recursos y servicios, porque la familiabasada en la segregación de roles, encar-gada del cuidado sistemático es ya inefi-ciente, además de ser un agente de re-producción de la desigualdad de género.En la generación y consolidaciónde ese dis-curso ha tenido una influencia clave elmo-vimiento asociativo de personas con dis-capacidad, un movimiento organizado yproactivo que tiene entre sus objetivos elincremento de los niveles de autonomíapersonal.

En segundo lugar, el compromiso de losdecisor-makers andaluces con la igualdad,en particular con la igualdad de género, estransversal al discurso político. Este com-promiso, es fundamental para el desarrollode la LAAD, pues ésta es valorada comounimpulso de calado para las políticas de des-familización (Rodríguez,M. J., 2008), es de-

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cir, para que sean los poderes públicos yno lasmujeres los principales responsablesde las tareas de cuidado.

Por último, el momento de la puesta enmarcha del SAAD fue oportuno en térmi-nos políticos, pues las actuaciones delgobierno gozaban de una elevada legiti-midad social. También el contexto econó-mico fue propicio, pues aún no se sospe-chaba la existencia de “la crisis” ni lamag-nitud de la misma, que en 2010, antes dedar por finalizado el proceso de implanta-ción del sistema, afectaría a la retroactivi-dad de las prestaciones previstas en la ley.Hasta aquí hemos mencionado breve-mente algunas razones que han facilitadoel proceso de implantación de la Ley enAn-dalucía. Sin embargo, hay que considerarotros factores para comprender el tipo desistema que, en la realidad, se está confi-gurando. Uno de ellos es el tipo de pres-taciones que se entregan mayoritaria-mente a los beneficiarios/as, sus efectos ylas razones por las que en Andalucía lasprestaciones económicas son las que se en-tregan con más frecuencia.

Podemos referirnos, en primer lugar, a lacapacidad de la estructura de servicios pre-via a la puesta en marcha de la Ley, en-cargada de asumir la demanda posterior.Esta estructura parece no haber tenido ca-pacidad suficiente para afrontar las nece-sidades, y almenos hasta elmomento, noes posible conocer si ha sufrido un incre-mento significativo con posterioridad a laaprobación de la Ley, a la luz de los datospublicados.

La segunda tiene que ver con la gestióndel acceso al sistema. A saber, en Anda-

lucía, las personas dependientes queeran atendidas en establecimiento resi-denciales antes de la entrada en vigor dela Ley, no fueron incorporadas al sistemainmediatamente, se incorporaban sola-mente las personas valoradas, con dic-tamen. En otras Comunidades comoMa-drid si fueron incorporadas al sistema, portanto, es difícil establecer una compara-ción realista en relación al número de per-sonas atendidas en el marco de la LAADy el grado de desarrollo real de la red derecursos.

En tercer lugar, debemos tener en cuentaque la Ley establece que se podrá decidirel recurso más adecuado por parte de laspersonas beneficiarias o de sus familiares,o almenos, podrán opinar al respecto. Estaopción permite que se materialice la pre-ferencia por las prestaciones económi-cas. Otro asunto es dilucidar las razones porlas que se produce esa situación.

La situación social y económica de Anda-lucía puede aportarnos alguna explicación,junto a las que pueden derivarse del pro-pio sistema. Como apuntamos al principiodel documento, en Andalucía la familia tie-ne un peso relativo muy importante en elámbito del cuidado, que exige una dedi-cación intensiva por parte de mujeresque, bien no se han incorporado al mer-cado de trabajo, o bien, combinan tareaslaborales y domésticas, utilizando para ellodiferentes estrategias.

La proporción de mujeres que presta cui-dado a algún pariente necesitado de ayu-da es en Andalucía el 23%, de las cuales el29% tiene una edad comprendida entre los55 y 64 años. Pero el 27% tiene entre 30 y

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54 años15. Es probable que en estas cir-cunstancias las cuidadoras perciban laprestación económica por cuidados en elentorno familiar comouna oportunidad deremuneración de sus tareas de cuidado, te-niendo en cuenta que para emplearse enel mercado encontrarían algunas dificul-tades, dada su situación sociodemográfi-ca de edad, sexo y formación, junto a lascargas familiares.

No debemos olvidar que la socialización enroles de género orienta los comporta-mientos de las mujeres hacia los propiosde la ética del cuidado (Kymlicka, 1995)como muestra el hecho de que el 68% delas mujeres cuiden a su familiar por razo-nes afectivas y el 36,8%porque consideranque es su responsabilidad16.

Por otra parte, las condiciones económicasde los hogares podrían actuar como in-centivo para preferir la prestación cuandoéstas son precarias. En Andalucía el 53,4%de lasmujeres en situación de inactividad(que no son retiradas ni paradas) se en-cuentran en riesgo de pobreza17. Este ries-go se incrementa cuando en los hogareshay algúnhijo dependiente. En hogares conpresencia de dependientes cuyos miem-bros trabajan todo el año el porcentaje depoblación en riesgo de pobreza se incre-menta del 4,8% al 10,8%. En hogares conpresencia de dependientes cuyos miem-bros no trabajan a lo largo del año, el ries-

go pasa del 9,8% cuando no existe de-pendencia al 13,8%18

Asimismo, en determinados tipos de ho-gares vulnerables, próximos a la exclusiónsocial, en los que vive una persona de-pendiente, la prestación da continuidad alos ingresos en los casos en los que se ago-tan las ayudas por desempleo o el Ingre-so Mínimo de Inserción19.

El sistema, comosehadicho, tambiéndebeasumir una parte de responsabilidad en laconfiguración de estas preferencias. Poruna parte, la posibilidad de decidir el tipode recurso que le será entregado, permi-te que los hogares se sientan inclinados adar continuidad a las circunstancias que co-nocen y que sonmayoritarias, a saber, quelasmujeres son las cuidadoras principales(PRY031/10). Por otra parte, la Ley nootorgó capacidad de prescripción faculta-tiva al dictamen profesional, por lo que elprofesional pierde capacidad de interven-ción y de responsabilidad (Observatorio,2010). Asimismo, la existencia del copagodesincentiva el uso de servicios, que su-ponen gasto aunque seamínimo,mientrasque las prestaciones, aunque exiguas, soningreso.

En definitiva, la preferencia por la presta-ción en Andalucía se justifica por razoneseconómicas, sociales y propias del Siste-ma, que actúan a favor del paradigma asis-

15 Dependencia y Solidaridad en las Redes Familiares, IECA, 2005.16 Ibíd.17 Valor del umbral de riesgo de pobreza en Andalucía en 2009: 6.630,9 euros Explotación de la Encuesta deCondiciones de Vida de 2009.18 Encuesta de Condiciones de Vida, 2009.19 Condiciones de Vida en Córdoba, 2009. Instituto de Estudios Sociales Avanzados, IESA-CSIC. En prensa.

Diferencias autonómicas en los sistemas de cuidado en España: el caso de Andalucía

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tencial que precisamente la Ley pretendíaevitar. ¿Cuáles son los efectos de esta si-tuación?

La prestación cumple la función propia deuna renta básica, en algunos casos la úni-ca, para hogares en situación de vulnera-bilidad o en riesgode pobreza. Por otra par-te, facilita la permanencia en el entorno fa-miliar a lasmujeres que consideran el cui-dado como parte de su responsabilidad ya las que tienen edades que dificultan el ac-ceso al empleo. Finalmente, el escasodesarrollo de los servicios, con la excepciónde la ayuda a domicilio, dificulta que la ad-ministración los prescriba en mayor me-dida que las prestaciones.

En definitiva, la prestación, en lugar de con-ducir a la emancipación de las mujeres ya la desfamilización de las relaciones de cui-dado, refuerza la división sexual del trabajo,que afecta sobre todo a lasmujeres que notienen empleo y a hogares vulnerables,aunque, ciertamentemejore algo sus con-diciones de vida.

En cuarto lugar, la Ley generó expectativasrazonables degeneraciónde empleo, siem-pre que los servicios tuvieran undesarrolloacorde con la incorporaciónde las personasbeneficiaras al sistema. El Libro Blanco dela Dependencia estimaba la creación de300.000 empleosdirectos, sin embargo, a lolargo de su desarrollo, los servicios deproximidad no se han desarrollado sufi-cientemente, excepto en Andalucía.

Según los datos de la Seguridad Social a31 de diciembre de 2010, en el sector deservicios sociales asociado a la depen-dencia se hanproducido 260.406 nuevas al-

tas, de las que 110.841 corresponden anue-vas afiliaciones en el Régimen General,mientras que 149.565 personas se handado de alta en el Convenio Especial deCuidadores no Profesionales. La situacióna 1 de Junio de 2011 es que el alta de cui-dadores en el Convenio Especial es 161.361obligatorios y de 906 voluntarios.

3.7. CONCLUSIONES

Después de este breve recorrido por el sis-tema de cuidado en Andalucía apuntamosalgunas conclusiones, entre las quenosgus-taría destacar la importancia que tiene el he-chodeque la Ley consagre underecho sub-jetivo a todas las personas en situación dedependencia, el de ser cuidado, aunque laintensidad protectora sea débil, porque su-pone un incremento de su capacidad de de-cisión y un avance en su autonomía per-sonal, pero sobre todo, es un punto de in-flexión que permitirá seguir avanzando enel debate social y académicode lo quedebeser un análisis alternativo del Estado deBienestar (Daly y Lewis, 2000) y la necesi-dad de plantear un nuevo contrato socialque garantice efectivamente a todos los ciu-dadanos/as el derecho a recibir unos cui-dados de calidad organizados teniendo laigualdad como horizonte.

M. Isabel García Rodríguez y Eduardo Moyano Estrada

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Fuente: Gestión del SAAD. IMSERSO.

Hombres Mujeres

10.661 150.700

TABLA 7. Cuidadores no profesionales en elConvenio Especial. Obligatorios.

1 de junio de 2011

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La segunda conclusión es que el SAAD su-pone un incremento importante de la con-tribución del sector público a tal menes-ter, aunque ésta sea a todas luces insufi-ciente para lograr un proceso desfamili-zador adecuadamente profundo en lasociedad andaluza, que permita desem-peñar actividades laborales, personales yfamiliares a hombres y mujeres en igual-dad de condiciones.

La tercera, es que el SAAD tiene un ritmoy un grado de implantación diferente en-tre las CC.AA. siendo Andalucía una de lasaventajadas en todos los sentidos, juntocon Cantabria y la Rioja. Pero a pesar delbuen ritmo, en todas las Comunidades semantiene el “limbo de la dependencia” yse detecta un sesgo hacia las prestacio-nes económicas por cuidados en el en-torno familiar.

Toda política social siempre tiene efectossobre la población, en unos casos son po-sitivos, pero en ocasiones sus efectos so-bre determinados grupos no son los es-perados o son negativos. Así pues, lacuarta conclusión que proponemos tieneque ver con los efectos no deseados dela Ley, que en nuestra opinión son los quesiguen.

En primer lugar, la ley no ha conseguidomodificar la distribución de los roles de gé-nero en el ámbito del cuidado, esmás, aho-ra se reproducen, pues la percepción de laprestación mantiene a las mujeres ancla-das en el entorno familiar. En segundo lu-gar, el sistema no ha logrado desarrollar elvolumen de empleo que preveían sus ex-pectativas, al no haberse desarrollado su-ficientemente la capacidad de los servicios

públicos para afrontar la demanda. En ter-cer lugar, en comunidades como Andalu-cía donde se ha producido un desarrolloimportante de los servicios deAyuda aDo-micilio, la adjudicación de los contratos pú-blicos a grandes empresas está provo-candomuchas dificultades e incluso el cie-rre de cooperativas y pequeñas y media-nas empresas locales,muchas de ellas for-madas por mujeres, ya que su capacidadpara abordar la prestación en el conjuntode la ciudad es más limitado.

En definitiva, la LAAD y el Sistema Nacio-nal de Atención a la Dependencia, pre-sentan claroscuros, aunque nosotros pre-ferimos recordar una vez más que el re-conocimiento de underecho subjetivo a sercuidado, tiene una importancia funda-mental en sí mismo, porque supone unavance en el logro de una sociedad con ungrado de desfamilizaciónmás elevado, portanto,más propicia para la igualdad de gé-nero y la inclusión social. A pesar de ello,el sistema tiene dos retos fundamentales:corregir los procesos que han tenido efec-tos no deseados y procurar el incrementode su intensidad protectora, demodo quesu participación en el agregado de bien-estar vaya cobrando protagonismo.

BIBLIOGRAFÍA

Adelantado, J. (ed.) (2000): Cambios en elEstado de Bienestar, Barcelona, Icaria.

Barriga, L. et al. (2010): Desarrollo e im-plantación territorial de la Ley de Promo-ción de la Autonomía Personal y Atencióna Personas en Situación deDependencia VObservatorio para el desarrollo de la Ley de

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Diferencias autonómicas en los sistemas de cuidado en España: el caso de Andalucía

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M. Isabel García Rodríguez y Eduardo Moyano Estrada

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Voy a tratar de ceñirme a lo anunciado enel título demi intervención, es decir, a unareflexión de orden preferentemente teóri-co, a sabiendas que otros conferencianteshan tratado y tratarán casosmás pegadosal terreno que aportan una mayor infor-mación sobre el problema que nos ocupa.Por otro lado, dado que seme ha invitadosabiendo a qué me dedico en el orden dela teoría, espero que acepten que mis re-flexiones se sitúen en el plano del tiempoy específicamente del tiempo social. Cier-tamente, no engeneral, sino en lo concreto:en sus relaciones con el sistema de las ac-tividades sociales y,más específicamente,con las actividades de cuidado.

Aproximar el tema de las actividades aten-diendo a sus determinaciones temporalesse ha convertido en una perspectiva muycompartida en la ciencia social contem-poránea: en nuestro país ha dado lugar atrabajosmuy relevantes, como los deMa-ría Ángeles Durán (1988, 2000), SoledadMurillo (1996), Cristina García (2003), Cris-tina Carrasco (2001) y muchas otras per-sonas, algunas muy jóvenes y con apor-tacionesmuy notables, que acabarán sien-do nombradas al hilo de esta exposición.

Ese tipo de aproximación es tan obvia queparece poco necesitada de una simultáneaclarificación teórica1. Y así es como se sue-le hacer: dando por descontado y apro-blemático el tiempo del que se habla y susrelaciones con el sistema completo de lasactividades o con un conjunto específicode ellas (las actividades ligadas al traba-

jo o al ocio o, como en este caso, a los cui-dados).

Nome parecemal que las cosas se haganasí, pues si estuviéramos dándole conti-nuamente vueltas almarco analítico con elque pensamos el mundo, probablementela realidad se nos escaparía del campo deobservación y obtendríamos poca infor-mación sobre ella. Pero no pareciéndomemal esta aproximaciónque se encamina re-suelta al asalto de lo que tenemos a la vis-ta, creo que también es bueno descansarde vez en cuando y ponerse a perfilar con-ceptos más finos y más sutiles relacionesentre ellos. Llega entonces elmomento dela teoría, que no es otra cosa queun intentode contemplar con más sosiego y distan-cia emocional mejor lo que aparece o, di-cho de otramanera, pensarmás cosas a lavez y de formamás abstracta. Sólo así po-demos enmarcar la observación de la rea-lidad de forma (moderadamente) reflexiva.

4.1. METÁFORAS DEL TIEMPO

Pero entremos en el tema propuesto, de-jando a un lado estas reflexiones de ordengeneral. El punto de partida es el recono-cimiento de una obviedad y es que actuar,hacer algo, implica tiempo. Aquí el con-senso es universal y el descubrimientonulo; es lo obvio. Menos obvio es que esetiempo que suponemos como inseparablede las actividades se dice y concibe legíti-mamente de muchas maneras. Si es así,entonces no se puede reducir a un con-

4. MÁS ALLÁ DE LAS CIFRAS: LA DIMENSIÓN TEÓRICAY CUALITATIVA DEL CUIDADO

Ramón Ramos Torre*

* Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).1 El trabajo de referencia en las reflexiones sociológicas sobre el tiempo sigue siendo el libro de BarbaraAdam (1990).

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cepto único, simple, estático, siempre elmismo, sino que resulta más bien polié-drico o, por decirlo con los clásicos, pro-teico. Es muchas cosas distintas a la vez,algunas muy mezcladas, otras más sepa-radas. Resulta, además, que es fácil que sepase de las unas a las otras, demodo queal final resulta difícil saber en cuál de suscaras se está y qué podemos observar pormedio de ellas.

Sobre cuáles son esas caras, esas formas,o esas variantes del tiempo existe una li-teratura desbordante que arranca del pen-samiento clásico antiguo. Es evidente queno voy a entrar en sus complejísimos jue-gos de espejos2. Lo que aquí nos puedebastar es contar con (y aclarar) un conceptosuficientemente complejo del tiempo quehaga justicia a lo que intentamos describiry saber cuando abordamos el estudio delas actividades sociales y, en concreto, elestudio de esa específico conjunto de ac-tividades que llamamos cuidados.

La propuesta que hago es que para poderabordar convenientemente ese tema nosbastaría con tomar en consideración lo quevoy a denominar cuatrometáforas del tiem-po3. Estasmetáforas están en el lenguaje co-mún en cuyo marco los actores sociales secomunican y dotan de sentido (o de sin-sentido) a lo quehaceny les ocurre. Sonme-táforas, porque en todos estos casos no setiene la pretensión de fijar lo que el tiempoesensí, sinoaquéseparecey cómohayque

tomarlo en consideraciónyactuar en sumar-co; es decir, no senosdice queel tiemposeaesto o aquello o lo demás allá, sino a qué seasemeja y conqué imágenes expresivas he-mos de denominarlo, vivirlo y actuarlo.

No profundizomás en esto, a la espera deque la cosa se vaya aclarando según va-yamos avanzando. Pero supongamos quela propuesta sea sensata y que podamosdar cuenta del tiempo social en elmarco decuatrometáforasmuy arraigadas en el len-guaje del día a día. ¿Cuáles son? Las pasoa anunciar a la espera de irlas aclarandopaso a paso4.

La primera es lametáfora que convierte altiempo en un recurso del que se disponeal actuar. Desde este punto de vista, es unacosa con un estatuto idéntico al de lasmúl-tiples cosas que pueblan nuestra expe-riencia (mesas, billetes demetro, naranjas)y que nos apropiamos, administramos,usamos, perdemos, ganamos, intercam-biamos, etc. Lo relevante en estos casos esque con el tiempo –y sólo gracias a dis-poner de él– podemos hacer algo; si no lotuviéramos todo quedaría en unquerer, so-ñar, idear, etc., hacer algo, pero sin acciónefectiva –una simple pretensión de un ha-cer que no se hace–.

La segunda metáfora presenta al tiempocomo un marco o, mejor, como un entor-no en el que la acción (y nuestra vida enge-neral) se desarrolla. Aquí estamos también

2Sobre distintasmaneras de concebir el tiempo, consúlteseAA.VV. (1978), Adam (1990), Fraser (1980), Gale (1968).3 La relevancia de las metáforas (también las del tiempo) en el lenguaje cotidiano ha sido destacada por La-koff y Johnson (1991). En el campo filosófico los mejores análisis sobre las metáforas de fondo en cuyo mar-co se construye el pensamiento están en Blumenberg (2003).4 Un análisis más detenido de las cuatro metáforas y del material empírico a partir de ha podido reconstruir-las se halla en Ramos (2007 y 2009).

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Ramón Ramos Torre

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ante una aproximación que concibe eltiempo comoun algo que está ahí fuera, enelmundo, pero en este caso amodode en-torno externo al que nos hemos de aco-modar o amoldar, en el que están fijadas lasconstricciones a quehemosde someternosy las posibilidades que podemos explotar.Más adelante se podrá comprobar y espe-cificar esto con mayor riqueza de detalle.

La tercerametáfora, por su parte, concibeel tiempo como algo que forma parte denosotros, hasta el extremo de que podrí-amos concebirlo (y vivirlo) como si fueralomás propio de nuestro ser. En el caso deesta tercerametáfora, el tiempo es cuerpo,es decir, es una determinación entrañadaen nosotrosmismos como seres vivos quenacen, se desarrollan, decaen y mueren.Llamaré a estametáfora, la del tiempo en-carnado o incorporado–o la del tiempocomo cuerpo–.

Hay, por último, una cuartametáfora en laque el tiempo se nosmuestra y lo decimoscomo un horizonte en el que es dado con-templar conjuntos variados de aconteci-mientos. En este caso, el tiempoes tambiénalgo que no está ahí fuera con indepen-dencia de lo que hagamos, sino algo queestá en el interior de nuestra conciencia,aunque dependa del punto de observaciónen el que nos encontremos –como cual-quier horizonte–. En ese horizonte, comohabrá ocasión de comprobar, recorda-mos lo que denominamos pasado, espe-ramos lo que llamamos futuro y atende-mos a lo que percibimos como presente.

Hasta aquí la propuesta en una presenta-ciónmuy comprimida. Las preguntas quesurgen inmediatamente son obvias: ¿porqué ésas cuatro metáforas y no algunasmás, o algunasmenos?; ¿por qué ésas, tanespecíficas, y no cualesquiera otras que pa-recen también asentadas en el lenguaje?Pues bien, que las metáforas puedan sermás y que, lógicamente, haya otras dis-tintas de las enunciadas es algo que doypor descontado5. Si se estuviera en otrocontexto de análisis, es muy probableque hubiera que dejar de lado estas me-táforas, o que nobastaran, y que se tuvieraque considerar otrasmás relevantes u ope-rativas. Pero en el contexto actual, en el queahora se está centrando la atención, pare-cen especialmente adecuadas.

¿Cómo se puede saber? ¿Cómo es posi-ble asegurar que para dar cuenta del su-cederse de las actividades sociales en eldía a día cuatro son lasmetáforas del tiem-po recurrentes y que son justamente lasenunciadas? Estas cosas sólo se puedenasegurar (o más bien conjeturar) de for-mamínimamente solvente si resulta quela propuesta es el resultado de un esfuerzode investigación que, planteándose elproblema del tiempo desde la óptica de losactores sociales legos (y no en el marcode las polémicas entre los especialistas enciencias y humanidades), ha acabado re-conociéndolas en sus intervenciones dis-cursivas. En efecto, la propuesta sobre lascuatrometáforas es el resultado obtenidoen una investigación emprendida haceunos años6.

5 En un trabajo clásico, Brumbaugh (1978) analiza otras posiblesmetáforas. También en el libro de Lakoff y John-son (1991) se acotan otras metáforas del tiempo.6 Sobre las características de esa investigación y sus resultados, véase Prieto, Ramos y Callejo (2008).

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No entro en los detalles de esa investiga-ción. Buscaba (en colaboración con otroscolegas) indagar las relaciones entre eltiempodel trabajo y el tiempode la vida co-tidiana. Para conseguir un acceso cualita-tivo al problema, se diseñaron y realizaron14 Grupos de Discusión, en cuyas carac-terísticas no es necesario entrar aquí. Loque sí parece pertinente es destacar alme-nos tres de los resultados alcanzados porla investigación: el primero asegurabaque el tiempo era central en las interven-ciones discursivas de los actores que for-maban parte de los grupos de discusióncuando relataban a los demás, en sus dis-cursos, retazos de su vida cotidiana; el se-gundomostraba que, a la hora de dar cuen-ta de su compleja experiencia temporal, losdiscursos emergentes utilizaban un re-pertorio demetáforas pormedio de las quesementaba y daba sentido al tiempo, queno quedaba así arrinconado como lo in-asible o lo oscuro, sino convertido enalgo reconocible, mentable y casero; y eltercer resultado a destacar fue que, sicomo analista uno se esforzaba en recon-ducir a un número limitado de casos esasmetáforas del tiempo, se podían recondu-cir a las cuatro anteriormente enunciadas.

Las cuatro metáforas del tiempo no son,pues, oscuras (o luminosas) intuiciones delmomento, sino el resultado de una inves-tigación empírica que intentó tambiénabrir espacios de reflexión teórica. Si seatendiera a lo que en términos de análisissociológico suponen esas metáforas, secomprobaría que se relacionan con loque, a mi entender, hay que considerarcomoaspectos cruciales de la acción social.

Los podemos reconducir a un doble eje dedistinciones. El primer eje es el de la agen-cia/paciencia, en el que se toma en consi-deración que la acción social supone unagente propiamente dicho que decide y ac-túa en razón de las decisiones que adop-ta, pero también un actor que sufre (de ahíel aspecto de paciencia) los embates,constricciones y posibilitaciones del en-torno en el que la acción se desarrolla7. Elsegundo eje es el del cuerpo/intencionali-dad, que toma en consideración que los ac-tores incorporan o encarnan determina-ciones que si no se tomaran en conside-ración harían ininteligible lo que hacen,pero que también son actores intenciona-les que toman decisiones de acción en elmarco de horizontes temporales que lespermiten recordar, esperar y atender.

Ciertamente, perseguir en profundidadestas someras indicaciones supondría unaempresa que requeriría el tiempo, las pre-cisiones y el cuidado que en el contexto deuna intervención circunscrita y breve sonimposibles. Dejo ahí esbozado lo que meparece que está por detrás (en términosanalíticos) de las cuatro metáforas deltiempo, para desembocar en el temade susrelaciones con las actividades, que es loque interesa en este contexto.

4.2. TIEMPO Y CUIDADOS

Interesa dar cuenta de ese conjunto for-mado por las actividades que denomina-mos cuidados. Fijar su semántica quedapor fuera de esta aproximación. Es obvioque convendría adentrarse en su estudio,

7 Este eje agencia/paciencia es fundamental en la teoría de la acción de Arendt (1993); de esa fuente lo recojo.

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considerando no sólo lo que se fija en laabundante literatura que se acumula en lasciencias sociales sobre el tema, sino tam-bién lo que dicen los actores socialescuando realizan esas actividades, lo que su-pondría investigaciones de orden cualita-tivo que otra gente ha emprendido. Su-pongo que en el marco de esa literatura yde esas investigaciones, podemos fijaruna semántica de los cuidados que acoteen qué actividades se plasman, qué signi-fican para quienes las realizan, con quéotras actividades se emparentan, etc. Puesbien, puedo asegurar que, en cuanto se en-tra en ese espacio de análisis, acabamosencontrando que los cuidados, como cual-quier otra actividad, están temporalizadosde una forma que no resulta trivial y queesa temporalización se vive y se dice en elmarco de las cuatrometáforas del tiempode que venimos hablando.

Empecemos por la primera metáfora,aquella que presenta el tiempo comoun re-curso que se utiliza para actuar. En la in-vestigación a la que antes me he referidose detectaba que, lejos de los tópicos de al-gunos analistas, ese recurso-tiempo nosólo se concibe en términos económicos,sino también en otros términos –ya seanmorales o políticos. Que el tiempo sea unrecurso económico quiere decir que es unalgo que se puede usar o invertir en estoo aquello en pos de la consecución de undeterminado bien. Que eso sea así es untópico instalado en el lenguaje, que alcanzasu apoteosis en los tiempos de la nueva so-ciedad industrial y capitalista (Adam, 1999).Pero el recurso-tiempo no se puede limi-tar a ser dicho y vivido como un puro re-curso económico. Es también, y de formamuy principal, un recurso moral.

¿Qué significa esto? Algo obvio y de lama-yor importancia, y es que no se adminis-tra según la lógica de la utilidad, la renta-bilidad y el beneficio, sino según las de-terminaciones de un código en el que pri-man las distinciones que enfrentan lo quese debe y no se debe hacer, lo que es bue-no y lo que es malo. Es así como el tiem-po-recurso quedamoralizado en el lenguajedel día a día. De ahí que cuando la genteutiliza su tiempo en algo, actuando comoun agente que, haciendo eso en concreto,eventualmente podría hacer algo muy di-ferente, no lo hace necesariamente sólo se-gún un cálculo de utilidades, sino tambiénen cumplimiento de ciertas normas mo-rales en las que cree o por las que es creí-do. Actúa, en consecuencia, como un ac-tor moral que cree hacer lo que es debidoy lo que es bueno, y que en razón de ellono pretende alcanzar ventajasmateriales,sino la aprobación (o reprobación) de sussemejantes.

Tomar esto en consideración es crucial paracomprender la temporalidad propia delas actividades de cuidado. Utilizando es-tos esquemas analíticos de fondo, una jo-ven investigadora, Matxalen Legarreta(2008), ha mostrado de qué forma la mo-ralización del tiempo como recurso va delamano de lo que denomina el tiempo do-nado, que constituiría un tiempo caracte-rístico de los cuidados.

En efecto, en gran parte (omejor: en su par-te diferencial y estratégica) el tiempo quese utiliza como recurso a invertir en las dis-tintas actividades de cuidado es concebi-do y vivido como un recurso moral so-metido al código del deber y el bien. Sehace lo que se hace (es decir: cuidar al otro)

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porque se trata de un deber moral, un de-ber que se concreta en la inversión de unacierta cantidad de tiempo en la atención alotro. Así concebidos y vividos los cuidados,su tiempo no se invierte propiamente,sino que se dona.

Esta donación es su rasgo distintivo. Y esevidente que incluso en sus dos variantesmás dispares, la donación (dominadasiempre por las pulsiones morales) sedespliega según una lógica temporal es-tricta, muy distinta de la propia de las ac-ciones y los acuerdos contractuales.

La variante más tópica de la donación –yque ha sido objeto de atención desde lasinvestigaciones de Marcel Mauss (1973)–es la que se materializa siguiendo el prin-cipio de reciprocidad que hace que lo quehoy donome sea retornado en el futuro:dout des, he aquí su fórmula clásica. Hay asíun círculo del tiempo8 que hace que los ob-jetos donados vuelvan a su punto de par-tida y todo quede restaurado según era ini-cialmente. En última instancia, en ese cír-culo se despliega la solidaridad interge-neracional que hace que el tiempo dadopor los padres sea devuelto por lo hijos,que a su vez se introducirán en ese círcu-lo en el que todo es dado y devuelto en elseno de un tiempo circular y eterno.

La otra variante de la donación esmás ra-dical: se da sin esperar nada a cambio,como una entrega graciosa y gratuita queno presupone reciprocidad. Se trata y sevive comopuro cumplimiento de un deberde protección y cuidado de los desvalidos,

un deber que se sitúa por encima del tiem-po y no espera compensación futura –todolo más: agradecimiento–.

Estamos ante variantes del tiempo comorecurso que semuestran especialmente enlas actividades de cuidado. Es evidente –talcomo lomuestra sumercantilización– queel tiempo de cuidado puede aparecer tam-bién como un recurso económico que seusa, compra, paga, contabiliza y rentabili-za. Pero sería reductivo considerarlo sólodesde ese punto de vista. Es también y fun-damentalmente, como se acaba de com-probar, un recurso moral que se dona enel seno de complejos círculos de recipro-cidad. ¿Hay algo que iguale los dos casos?Sin duda hay algo y es, además, relevan-te. Se trata del hecho de que, ya sea inter-cambiado según utilidad, ya sea donado,en ambos casos el tiempo es un recursomedible, cuantificable. En ambos casos po-demos determinada la cantidad de tiempoque se emplea en el cuidado, ya sea pararecibir una compensación económica acambio, ya sea como fruto de unadonaciónque no busca compensación económica yfunciona según otra lógica.

Con todo, el tiempo-recurso no es el úni-co medible y medido. También cuando eltiempo aparece, no ya como un recursoque uso, sino comouna determinación delentorno en el que se despliega la acción,se muestra y es tratado como un conjun-to de duraciones que los relojes y calen-dariosmiden y hacen públicos. Estaríamosentonces en el ámbito propio de la segundametáfora del tiempo, la que lo presenta

8 Malinowski (1973) hablaba del círculo del kula para dar cuenta de esta circularidad en el intercambio, segúnel principio de la reciprocidad, de los regalos que se donan.

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como unmarco o entorno en el que la ac-ción se desarrolla y al que hemos deadaptarnos.

¿En qué radica la diferencia con la anterior?En algo fundamental: el tiempo como en-torno de la acción fija cuándo y durantecuánto tiempo se puede o debe hacer algo,con independencia de que dispongamosdel recurso-tiempo para que la acción seafactible. Pueda o no pueda venir a una con-ferencia, quiera o no quiera venir, el hora-rio en que se va a impartir está prefijadoy sólo el que está en el aquí y el ahora enel que ocurre puede asistir a su desarrollo.Es el tiempo como entorno: un tiempo quepasa ante nosotros (o por el que hemos depasar) y al que debemos adaptarnos, por-que está fijado socialmente con indepen-dencia de nuestros deseos y conveniencias.

¿Qué problemas nos plantea esa confor-mación del tiempo? Seme ocurren alme-nos tres (que han sido tratados en abun-dancia por la literatura especializada9) y quesonpertinentes para abordar los problemastemporales de las actividades de cuidado.Esos problemas tienen nombre: el encajetemporal, la jerarquía temporal y la sin-cronización. El encaje plantea el problemade si puedo acoplar, acomodar o encajarel tiempo del que dispongo con el que estáprefijado en el entorno en el quememue-vo: ¿consigo o no consigo encajarlo?,¿hay un hueco en el que se pueda insertar?La jerarquía plantea el problema de esta-blecer prioridades en los relojes y calen-darios sociales a favor del tiempo que ocu-pan unas u otras actividades: ¿a qué ho-

rarios han de ser sacrificados los demás?;¿es el horario de los niños el que dominael horario de los adultos, o las cosas ocu-rren al revés?; ¿quién fija el tiempo al quelos demás nos adaptamos? La sincroniza-ción plantea, por su parte, el problema delencuentro en el tiempo de los actores so-ciales y sus actividades: ¿disponemos deun tiempo común, participado por todos?;¿podemos quedar en un momento deltiempoque sea comúnpara todos?; ¿quiénhace quémientras el otro acomete otra es-pecífica tarea?; ¿podremos quedar al ter-minar?, etc.

La proyección de todo esto sobre el tiem-po de los cuidados es obvia. Ya sea en laforma de las políticas de conciliación10

que se pusieron enmarcha en laUnión Eu-ropea desde los años 80 y que a finales delos 90 han tenido su traducción legal en Es-paña, ya sea en la variantemás ambiciosade lo que en Italia se ha denominado polí-ticas del tempo della donna e della città, enambos casos el problema de los cuidadoses abordado como aquél en el que se ven-tilan las relaciones entre un conjunto de ac-tividades (repartidas desigualmente entrelos actores sociales) y un tiempo-entornoque se plasmaenhorarios y calendarios detrabajo, ocio, aprendizaje, vida familiar y cui-dados. En todos los casos, se enfrentan lostres problemas que se acaban de enunciar:el problemadel encaje de unos tiempos enotros (¿es posible dejar a los niños en el co-legio antes de entrar al trabajo?), pero tam-bién el problema de la jerarquía temporal(¿han de seguir dominando los horarios detrabajos sobre el resto de los horarios so-

9 El trabajo de referencia es el de Lewis y Weigert (1992).10 Sobre el tema véanse el reciente trabajo de Inés Campillo (2010) y la abundante literatura en ellos citada.

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ciales?) y, cómo no, el problema de la sin-cronización (¿cómo es posible organizar elsistema del tiempo familiar de modo quehaya encuentros en los que losmiembrosdel grupo puedan comunicarse y retejer susolidaridad y sus afectos?).

Se trata de una pequeña muestra de losproblemas temporales que la problemáti-ca social de los cuidados ha enfrentado enestos años y para los que se han dictadonormas con orientaciones políticas y so-ciales muy dispares. No entro en la eva-luación de las distintas políticas desarro-lladas en este campo. Lo que me interesaes destacar que, en todos los casos, el pro-blema es de orden temporal y que la ima-gen que mejor la retrata es la del tiempocomoun entorno externo de la acción. Lasrelaciones sociales en su conjunto y laigualdad de género, en concreto, justa-mente se juegan en ese plano decisivo enel que el tiempo se muestra como un en-torno exigente al que se acopla la accióny sus actores. De ahí que las políticas so-ciales y las políticas de género deban serdiseñadas como políticas del tiempo.

Abordemos la tercerametáfora, la que de-nominaba antes del tiempo incorporado oencarnado –o del tiempo como cuerpo–. Adiferencia de las dos anteriores, el tiempono aparece aquí como una cosa de la queme puedo apropiar, o como una determi-nación exterior que me condiciona, sinocomo algo que es propio y constitutivo demímismo en cuanto que ser vivo y que seencarna en las determinacionesmás hon-das de cuerpo que soy.

Todos sabemos que los organismos vivosson sistemas en los que se conjugan y co-

ordinan una multiplicidad de relojes bio-lógicos cuyos ciclos tienen duracionesdistintas, desde los períodos breves o in-fra-dianos, hasta los demás larga duracióno supra-dianos (Moore-Ede, Sulzman y Fu-ller, 1982). También nosotros estamos es-tructurados por esos tiempos que se ins-criben en nuestro organismoyque nos vanconfigurando desde el nacimiento, a lo lar-go de nuestras distintas etapas vitales, has-ta la muerte. Esta evidencia ha sido inter-pretada de formamuy diferente por partede los pensadores que forman parte denuestra tradición. Pero ya se conciba a loshumanos como seres para lamuerte (Hei-degger, 1998), o como seres para la vida(Adam, 1990), o como seres que, por he-cho de nacer, están abocados a protago-nizar un comienzo (Arendt, 1993), en cual-quier caso lo que se destaca es que el tiem-po no es un bien a nuestra disposición, ouna determinación del entorno en el queactuamos, sino la estructura más profun-da de nuestro ser: somos tiempo.

Todo esto es, a mi parecer, de enorme in-terés, pero ¿qué relevancia tiene desde elpunto de vista de la acción y más espe-cíficamente de las actividades relaciona-das con el cuidado? Pues bien, que sea-mos tiempo tiene al menos dos conse-cuencias importantes en este contexto deanálisis.

La primera es que, en razón de nuestras de-terminaciones más hondas como orga-nismos vivos, no toda acción está dispo-nible en cualquier momento de nuestraexistencia. Desde este punto de vista, lo queprima es la oportunidad, eso que los grie-gos llamaban kairos y que los clásicos tra-ducían como la ocasión o el momento

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oportuno11. Cualquier sociología del trabajo,de la reproducción o de la educación ha detomar esto en consideración. Cuando la jo-ven trabajadora pierde su oportunidad depromoción en el trabajo porque está em-barazada o porque es yamadre, o cuando,alcanzada una cierta edad, tiene que apar-tarse de ciertos espacios públicos para de-dicar su tiempo a la reproducción y la crian-za, en todos estos casos el tiempo incor-porado es el que tiene unprotagonismode-cisivo. Aquí no se depende de un tiempoque está a nuestra disposición, ni se tratade acomodarse a lo quemandan horarioso calendarios convencionales, sino que setrata de hacer socialmente posible lo queestá inscrito en la estructura temporaliza-da del organismo. Que eso suponga des-igualdad, derivas sacrificiales o discrimi-nación en razón del género es evidente porsímismoyhabrá que hacerlo inteligible entérminos de análisis social. Por decirlo enfrase manida que aparenta decir más delo que dice: el cuerpo temporalizado estambién una construcción social. Perocuando damos cuenta de esa construccióny atendemos al tiempo que en ella se dra-matiza, hemos de subrayar siempre queese tiempo no está fuera, ahí, en el mun-do, sino aquí, en mí, y que es mi cuerpo.

La otra consecuencia que anunciaba esque, en razón de que somos organismosvivos y, por ello, seres temporalizados, es-tamos abocados a establecer sistemassociales de solidaridad inter-generacionalcuyos principios pueden sermás omenosracionales y justos, pero que han de exis-

tir por razones evolutivas. Me impresionómucho, hace ya tanto tiempo, la teoría dela fetalización que el sociólogo alemánAr-nold Gehlen adoptó y adaptó en términossociológicos. Dice la tal teoría que nacemosprematuramente y que gran parte de nues-tro proceso de fetalización o desarrollo fe-tal no ocurre en el vientre de nuestra ma-dre, sino en el seno del grupo social que,convertido en un gran útero, ha de cui-darnos para que asegurar nuestra viabili-dad. Esto significa que el cuidado de la ge-neración joven –pero es evidente que se po-dría alargar la tesis al cuidado de la gene-ración anciana– constituye una tarea quehabría que considerar comoundestinoma-nifiesto –asumible y realizable demuchasmaneras socio-culturales, pero al fin y alcabo ineludible–. El tiempo incorporadomarca nuestra capacidad de acción. El po-der de que disfrutan los organismos ma-duros no puede ser arbitrario, sino que esun poder para asumir la obligación de cui-dado que le compromete con las genera-ciones más jóvenes y más ancianas, am-bas desvalidas. No asumir las responsa-bilidades sociales que arrastra consigo eltiempo incorporado es ponerse de espal-das a la gran responsabilidad evolutiva quecontraemos por el hecho de nacer. Yendoincluso más lejos –y en este contexto se-rían de gran ayuda las reflexiones de HansJonas (1995) sobre lo que denominó elPrincipio de Responsabilidad– podríamosasegurar que ese deber de cuidadohay quealargarlo, yendo más allá de nuestros se-mejantes humanos, al conjunto de la na-turaleza. El cuidado sería así la determi-

11 La relevancia del kairos en la teoría del tiempo ha sido destacada últimamente por Marramao (1992). En elcampo de la sociología, Jacques (1984) he construido su teoría del tiempo social sobre la contraposición kro-nos/kairos.

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nación fundamental de lo vivo, la condiciónfundamental para asegurar nuestra viabi-lidad como especie en unmundo someti-do a riesgos de destrucción ecológica.

Queden aquí estos simples apuntes queapuntanmuy lejos y que,más allá del tiem-po hecho cuerpo, nos llevan a plantear unasemántica de largo alcance del cuidadoacorde con sólidas tradiciones filosóficasy con temas centrales en esta época de lacrisis ecológica que nos ha tocado vivir.

Cumple ahora hacer una breve aproxima-ción a la otra metáfora del tiempo, paramostrar su pertinencia en la descripción yel análisis de las actividades de cuidado. Eneste cuarto supuesto el tiempo no es ni re-curso, ni entornoexternode la acción, ni de-terminación de un cuerpo vivo, sino un ho-rizonte que se contempla en la conciencia.

Nuestro lenguaje cotidiano colapsaría e im-pediría la comunicación si no introdujeraconstantemente distinciones entre lo quesuponemos que ocurre en la actualidad, loque ocurrió (o debió ocurrir) en el pasadoy lo que eventualmente ocurrirá (o podráocurrir) en el futuro. Esta distinción pasa-do/futuro realizada en el presente de la ac-ción es precondición de lo que podemosdecir y hacer en el mundo. Desde las re-flexiones de Agustín de Hipona (1984) so-bre el tema, sabemos que pasado y futu-ro no son sino horizontes del presente enel que nos hallamos, nos interrogamos yactuamos. Por lo tanto, proponer que lacuarta metáfora del tiempo lo presenta

comoundoble horizonte es tanto comode-cir que lo muestra como un paisaje o pa-norama que contempla la conciencia y enel que se sitúan las cosas que recordamoso las cosas que esperamos o barruntamos–con o sin temor, con o sin esperanza–.

Desde la perspectiva de la acción, ese do-ble horizonte del tiempo es precondiciónpara resolver el problemadel sentido de lascosas. Lo que vivimos adquiere o no sen-tido en el seno de historias o relatos queunen lo que ocurre con lo que ocurrió enel pasado, prologándolo hacia un final quese sitúa en un futuro12. Ese sentido del fi-nal13 de los relatos es condición de posi-bilidad del sentido de lo que decimos y dela identidad en la que nos afirmamos. Seruna persona es estar situado en una his-toria (eventualmente colectiva) que vienedel pasado y que nos encamina hacia unfuturo en el que habrá de concluir.

Todo esto esmuy evidente –o así parece–.Pero ¿qué relevancia tiene para el temaquenos ocupa, es decir, para las actividades decuidado? La relevancia no es tan directacomoen los casos anteriores, porque es deun ordenmás general, pero no deja de sig-nificarse. Para comprobarlo me voy a li-mitar a reflexionar sobre dos casos (quesurgen, por cierto, de la investigación em-pírica) en los que los horizontes del tiem-po se entrañan en el modo de concebir laactividad de cuidado.

El primero surge al hilo de lo que, en la in-vestigación anteriormente referida, conta-

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12 El análisismás completo (e influyente) sobre el relato y las aporías del tiempo se encuentra en lamagna obrade Paul Ricoeur (1983-5).13 La expresión es de Kermode (1983), que realiza un análisis sistemático sobre su honda significación cultural.

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bauna trabajadorade turnode tardeque lle-gaba a su casa a tiempo todavía para acos-tar a loshijos y contarles lashistoriasdel día.En sí el caso es trivial: unos hijos que es-peran y atienden, y una madre que, antesde dormirlos, los entretiene contándoles loque ha deparado la jornada, qué ha ocurri-do, qué han hecho los clientes, qué los je-fes. Pero a poco que se atienda, tendremosque reconocer que lo que así se activa noes un suplemente de las actividades de cui-dado, sino algo que es central en ellas: po-ner a disposición de aquellos a los que secuida los relatos que los van situando en elmundo, quehilvanan las anécdotas del día,conformando una historia que se conectacon las historias de los días anteriores, has-ta constituir las historias de lamadre –o delpadre, lo mismo da– que, contando cómoes el mundo, dan sentido al acontecer delgrupo familiar, definen sus personajes, lossitúan en sudespliegue enel tiempoyasig-nan sentido a lo que ocurre.

El segundo caso tiene que ver con la con-formaciónmoral del pasado, es decir, conla necesidad de convertirlo en fuente de en-señanzas morales que nos permitan fijarmodelos plausibles de acción. El caso se re-fiere a las historias de familia que cuentanlas jóvenesmujeres trabajadoras para en-frentar la experiencia que les toca vivir. Enesas historias sobre la infancia aparece lamadre comoprotagonista de un relato am-bivalente: por un lado, comomujer entre-gada de forma incondicional a la crianza delos hijos; por otro, como un peón o, másduro aún, como la esclava de un varón quele impone el servicio a su persona y los hi-jos comoundestino. Esas historias son his-toriasmorales, en las que el pasado es en-juiciado para conseguir un modelo plau-

sible en el presente y, sobre todo, despe-jar las incógnitas del futuro. Situarse en loshorizontes del tiempo constituye, pues, lacondición para definirse a sí mismo comoactor que asume frente a los otros los de-beres de cuidado que asumieron los quenos precedieron en el tiempo, pero inten-tando no caer en sus errores, esquivandoel destino sacrificial ejemplificado en losprotagonistas familiares de las historias dela infancia. Definir socialmente el cuidadosólo se logra así por medio de la puesta adisposición de un pasado convertido en unhaz de historias.

4.3. CIERRE

Acabo aquí la exposición. Anunciaba alprincipio que pretendía abrirme a refle-xiones quemostraran de quémanera en elplano de los cuidados y sus actividades eltiempo es un aspecto fundamental, perotambién un aspecto complejo que hay quereconstruir en susmúltiples caras. Esperohaber hecho plausible que esa complejidades reconducible a las cuatrometáforas quehe propuesto y que, al explorarlas, se ha-yanhecho a la luz aspecto decisivos del uni-verso práctico de los cuidados que es el queaquí centra nuestra atención.

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5. EL REPARTO DEL CUIDADO EN AMÉRICA LATINA

Rosario Aguirre∗

5.1. INTRODUCCIÓN

Aún reconociendo la gran heterogeneidady las trayectorias nacionales particularesde los países latinoamericanos en mate-ria de desarrollo del Estado Social1, sepueden señalar, a pesar de las diferencias,ciertos rasgos comunes. Sigue existien-do una enorme desigualdad en el accesoa los mecanismos de protección social yuna institucionalidad social débil. Laspolíticas públicas presentan notablesdesfasajes respecto a las transformacio-nes demográficas, familiares y de los mer-cados laborales.

En la actualidad, existe un extendido re-conocimiento del limitado alcance que tu-vieron sobre la pobreza y la desigualdadlas políticas de los años noventa orien-tadas a la focalización y la privatización.Lo cual ha conducido a poner en la agen-da política el debate de cómo los estadosdeben en el presente brindar protecciónsocial a su población.

El reciente retroceso de las reformas neo-liberales y la victoria electoral de partidospolíticos progresistas –en buena parte de laregión– permite vislumbrar cambios en lamatriz de protección social, con diferenciassegún las trayectorias históricas de lospaíses. Como sugiere Filgueira (2011) las re-alidades políticas y las posibilidades técni-cas estarían uniéndose y estaríamos en-caminándonos hacia la creación de verda-deros regímenes de bienestar.

Los debates sobre los sistemas de pro-tección social que se están desarrollandoen la actualidad en estos países abrenuna oportunidad para incorporar comotema central el aporte de todas las formasde trabajo –remuneradas y no remune-radas– y sus implicaciones para el bien-estar social y la equidad de género.

La primera década de este siglo muestraavances en varias direcciones: a) Se han aportado nuevos conocimientosacerca de las relaciones entre autonomíaeconómica de las mujeres, efectivo ejer-cicio de sus derechos y división sexualdel trabajo en los hogares.

b) Se dispone de más conocimientos de lasdistintas dimensiones de la llamada“crisis del cuidado” y sus repercusionesen la reproducción de las desigualdadessociales y de género.

c) Se le ha otorgado visibilidad estadís-tica al trabajo no remunerado y suaporte a la economía y al bienestar.

d) Se ha logrado su reconocimiento cons-titucional y legal en varios países

e) Se ha incorporado el concepto de cui-dado al lenguaje de las políticas so-ciales, al mismo tiempo que se deba-te sobre su contenido y significado.

f) Se incorpora el marco analítico sobrela organización social del cuidado, loque permite identificar el papel de lasdistintas esferas institucionales pres-tadoras de cuidado y su necesaria ar-ticulación para lograr una nueva orga-nización social de los cuidados.

* Universidad de la República, Uruguay. 1 Existe acuerdo en la literatura especializada en considerar que en América Latina no ha habido un ver-dadero Estado de Bienestar, dado que las prestaciones sociales del sistema de políticas sociales han ca-recido de la cobertura y calidades adecuadas.

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g) Se comienza a considerar el cuidadocomo un problema de política públicaque debe ser abordado en forma trans-versal a través de distintos arreglos ins-titucionales.

Aún en los países en que se ha avanzadomás en los debates (entre ellos Brasil, Chi-le, Costa Rica, México, Ecuador y Uru-guay) aparecen tensiones derivadas delas demandas diferenciadas de distintosgrupos que requieren cuidados.

Se hace presente el lastre del asistencia-lismo y del “maternalismo”. Se encuen-tran dificultades para transversalizar po-líticas, las que se ven enfrentadas a lafuerza de las relaciones de poder de losámbitos sectoriales.

Adicionalmente, las demandas de reco-nocimiento de derechos y redistribuciónde responsabilidades que tienen como re-ferente un marco general de justicia so-cial se enfrentan a, por lo menos, tres con-cepciones y discursos de política que en-tran en tensión con el cuidado como de-recho universal. El enfoque basado en laidea de inversión social en capital humanoque prioriza la atención a la infancia y eldesarrollo infantil. El enfoque antipobre-za que antepone la urgencia en atendera los más desposeídos mediante pro-gramas sociales de diferente tipo. Entercer lugar, el desarrollo de políticas de

empleo que promueven la articulaciónentre familia y trabajo, como herramien-ta que facilita los tiempos de cuidado y lapermanencia de las mujeres madres en elmercado de trabajo.

Al día de hoy se pueda afirmar que Uru-guay tiene al cuidado en el centro de laagenda pública. Ello se explica por el le-gado histórico en materia de protección so-cial2 y por la articulación virtuosa entre aca-demia, organización de mujeres, Institutode las Mujeres y apoyo de la cooperacióninternacional. Este espacio permitió in-corporar necesidades de cuidado de dife-rentes colectivos, construir la noción de de-recho al cuidado y ser reconocido como es-fera legítima de intervención pública. Unpapel central le cupo a la red de Género yFamilia que desde 2007 viene realizando ac-ciones de intercambio académico, sensi-bilización pública e incidencia política conel apoyo de la cooperación internacional,especialmente UNFPA y UNIFEM (ONUMujeres). A través de mesas de diálogo sedebatieron distintas visiones y perspecti-vas sobre la necesidad de avanzar hacia laconstrucción de un sistema de cuidado. Enellas se presentaron estudios empíricos so-bre los trabajos no remunerados, se ana-lizaron desde el enfoque de género los prin-cipales servicios y prestaciones públicas decuidados y se hicieron propuestas de cri-terios para el diseño de un sistema nacio-nal de cuidados3.

2 Argentina y Uruguay tuvieron los primeros planes de seguridad social y desarrollaron tempranamente sis-temas masivos de educación básica y de salud pública. 3 Se concibe al sistema de cuidados como un componente central del sistema de protección social. Refie-re al conjunto de acciones públicas y privadas intersectoriales que se desarrollan de forma articulada parabrindar atención directa a las personas y apoyar a los integrantes de las familias en el cuidado de sus miem-bros. Se basa en la definición del cuidado como una dimensión de la ciudadanía social que no esté sesgadapor el género, la raza, la clase social, el lugar en el territorio ni la etnia. (ver Red Género y Familia, 2011).

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Es así que por una resolución del presenteaño el Poder Ejecutivo (863/010) creó unGrupo de Trabajo en el ámbito del Gabi-nete Social para coordinar el diseño delSistema Nacional de Cuidados, con re-presentantes de ministerios y organismospúblicos4 cuyas propuestas serán some-tidas en los últimos meses del presenteaño a discusión en mesas de debate conrepresentantes de organizaciones socia-les, actores políticos y gubernamentales.El propósito es lograr la integración deun sistema de políticas públicas de cui-dado dentro de la matriz de protección so-cial de la cual forman parte las políticaseducativas, de empleo, de salud y de se-guridad social. En este proceso que reciénse inicia seguramente estarán presenteslas tensiones derivadas de las conse-cuencias que tienen los distintos enfoquesantes mencionados para el diseño del sis-tema de cuidados en gestación.

5.2. EL CUIDADO: UN CONCEPTO POLISÉMICO EN CONSTRUCCIÓN

En la región latinoamericana el debateacadémico y político sobre la noción decuidado comienza recién con el inicio deeste siglo, pero se incorpora a la investi-gación y a la agenda política en muy pocotiempo. Si bien se encuentran antece-dentes teóricos en la literatura sociológicasobre la división del trabajo, en el pen-samiento feminista sobre el trabajo do-

méstico y en documentos emanados deorganismos internacionales, la utiliza-ción actual de la noción de cuidado bus-ca establecer un campo específico de pro-blemas de investigación y de intervenciónsocial que cuenta con actores, institucio-nes y formas relacionales propias.

En la literatura especializada y en los de-bates políticos actuales refiere al conjuntode actividades, ya sean remuneradas o noremuneradas, destinadas al bienestar delas personas. Es concebido bajo la formade un apoyo multidimensional: mate-rial, económico, moral y emocional a laspersonas dependientes, pero también atoda persona, en tanto sujeto en situaciónde riesgo de pérdida de autonomía.

Una visión multidimensional del cuidadoabarca distintas dimensiones depen-diendo de las características de las per-sonas cuidadas. La dimensión materialimplica el uso del tiempo en la realizaciónde la tarea y el costo económico que con-lleva. La dimensión cognitiva refiere al co-nocimiento y las destrezas necesarias. Ladimensión relacional alude a los vínculos“invisibles” entre la persona que cuida-da y la que es cuidada. La dimensiónemocional supone una cierta gestión dela expresión de las emociones5.

Involucra tanto a quienes otorgan cuida-do como a quienes lo reciben. Como re-lación social, en ella se encuentran rela-

4 Ministerio de Salud Pública, Ministerio de Economía y Finanzas, Ministerio de Desarrollo Social, Minis-terio de Trabajo y Seguridad Social y la Oficina de Planeamiento y Presupuesto de la Presidencia de la Re-pública, convocando al Banco de Previsión Social, al Instituto del Niño y Adolescente, la Administración deServicios de Salud del Estado, Gobiernos Departamentales y Municipales.5 Ver la interesante propuesta de Angelo Soares (2010) para la distinción analítica de distintas dimensio-nes del trabajo en los servicios y específicamente en el cuidado.

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ciones asimétricas atravesadas por elgénero, la edad, la raza o etnia y la clasesocial y por relaciones de poder que exi-ge a las trabajadoras manejo de situa-ciones y calificaciones específicas.

El trabajo de cuidado que se realiza en loshogares, tanto si es realizado de forma re-munerada como no remunerada, se en-cuentra en una zona imprecisa en la quese mezclan actividades propias del trabajodoméstico con aquellas específicas delcuidado.

Cuando lo realizan las empleadas do-mésticas, las tareas de cuidado quedansubsumidas en tareas genéricamente de-nominadas “domésticas”, las que noson valoradas de forma diferencial. Es asíque cuando se determinan los salarios delas trabajadoras domésticas no se tiene encuenta el valor diferencial del cuidado.

Existe otra zona de indefinición y es la re-lación entre cuidado infantil y educacióninicial. La noción de cuidado es cuestio-nada por las y los educadores quienesidentifican el cuidado con una actividadno profesional. Ello tiene consecuenciaspara el diseño institucional de la presta-ción de cuidados para los más pequeños.

En sentido estricto, el trabajo de cuidadoque recibe atención pública refiere a loscolectivos que demandan más tiempo yrecursos para su atención. Es así que losdebates actuales se focalizan en el cui-dado de niños, adultos mayores, disca-pacitados y enfermos. Se tiende a ponerel acento en los colectivos receptores decuidado, descuidando a los que prestancuidados en forma no paga o a las tra-

bajadoras remuneradas, ubicadas gene-ralmente en empleos de baja calidad ycon escasa visibilidad.

5.3. LA ORGANIZACIÓN SOCIAL DELCUIDADO EN DEBATE

A partir de los influyentes textos de Es-ping-Andersen (1993 y 2000) y de la crí-tica feminista de Ann Orloff (1993) se handesarrollado estudios que han incorpo-rado en el análisis de las políticas socia-les a los mercados, al Estado y a las fa-milias para entender las operaciones bá-sicas y los criterios que las orientan. Laaplicación de este concepto a la organi-zación social del cuidado se ha mostradoútil para conceptualizar los regímenes decuidado de niños, enfermos y mayoresdependientes. Permite observar las polí-ticas sociales como un conjunto interre-lacionado y tener en cuenta cuáles son lasesferas institucionales que asumen eltrabajo, la responsabilidad y el costo: Es-tado, familias, mercado y comunidad. Seintenta en la medida en que la informa-ción lo permite analizar empíricamente losservicios, las transferencias de dinero, losbienes y el tiempo proporcionados porlas distintas esferas y la distribución de laprovisión entre ellas.

La provisión del cuidado cruza diversossectores: infraestructura, salud, educa-ción, protección social, políticas de mer-cado de trabajo. Se avanza hacia unaaproximación comprensiva e integradoraen su estudio y en el diseño de políticas.

Los regímenes de cuidado en la región, sibien con diferencias entre países, son ca-

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racterizados predominantemente como“familiaristas”, en tanto la responsabili-dad principal del cuidado corresponde alas familias en cuyo seno las mujeres pro-porcionan cantidades enormes de traba-jo invisible, con programas residuales di-rigidos a las familias más pobres. Arria-gada (2011) los designa como “mixtos”considerando que si bien el cuidado estáfundamentalmente a cargo de las familias,también deben reconocerse un conjuntodesarticulado de transferencias públicasy servicios sociales públicos y privados. Aún no se ha prestado suficiente atencióna la diversidad de “mundos del cuidadoremunerado” que se realiza en los ho-gares, donde coexisten relaciones detrabajo formales e informales, personalprofesional y personal no calificado.

En la región la provisión de cuidados re-munerados a los hogares está en una altaproporción a cargo de las empleadas do-mésticas, en proporción variable según laestructura social de los países. Esta acti-vidad en la región concentra a la mayorproporción de empleadas en una ocupa-ción. En general, están regidas por unanormativa especial, con contenidos dis-criminatorios. Recientemente, Costa Rica

y Ecuador introdujeron reformas en la re-gulación de la jornada de trabajo o en elacceso a la seguridad social6.

La reciente ley 18.065 aprobada en 2006 enUruguay marca un cambio radical en lanormativa sobre el trabajo doméstico en ca-sas particulares7. Se le define como “el quese presta, en relación de dependencia, unapersona a otra u otras, o a una o más fa-milias, con el objeto de consagrarles su cui-dado y su trabajo en el hogar, en tareas vin-culadas a éste, sin que dichas tareas pue-dan representar para el empleador una ga-nancia económica directa”. Se reconocepor primera vez a las empleadas del ser-vicio doméstico los derechos laborales ad-quiridos por los trabajadores, como lajornada de ocho horas, el descanso inter-medio de media hora para las que no vi-ven en casa del empleador, y de dos horaspara las que viven en la misma vivienda.También se establece un descanso sema-nal de 36 horas ininterrumpidas. Se re-glamenta la indemnización por despido, elderecho a subsidio por desempleo y la co-bertura de salud. La edad mínima para em-plearse se fija en 18 años y queda esta-blecido el sistema de fijación del salario enforma tripartita8. Una de las aspiraciones

6 En Argentina, en marzo de 2010 el Poder Ejecutivo Nacional elevó al Parlamento un proyecto de ley para lacreación de un “Régimen especial de contrato de trabajo para el personal auxiliar de casas particulares”, conel régimen general establecido en la Ley de Contrato de Trabajo. Establece la extensión de derechos en rela-ción al salario, horas extras, duración de la jornada de trabajo, descanso semanal, licencia por maternidad yel preaviso, indemnización, subsidio por maternidad y asignaciones familiares. Aprobado en la Cámara de Di-putados está pendiente su aprobación por el Senado. Actualmente existen distintas interpretaciones sobre elimpacto que la modificación del estatuto vigente desde 1956 tendrá en los aportes de los empleadores.7 Esta ley fue redactada y consensuada tripartitamente (gobierno, empleadores y trabajadores) y votada porunanimidad en el Parlamento Nacional.8 En 2008 en la tercera ronda de los Consejos de Salarios se agregó un nuevo grupo, el grupo 21, de las tra-bajadoras del hogar o servicio doméstico y se designó a la Liga de Amas de Casa, Consumidores y Usuarioscomo representante del sector empleador.

El reparto del cuidado en América Latina

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del sindicato que las nuclea (Sindicato Úni-co de Trabajadoras Domésticas, SUTD) esllegar a una categorización que reconozcalas diferentes actividades del trabajo do-méstico y del cuidado y establezca una va-lorización económica diferencial9.

Debe tenerse presente que la provisión decuidados remunerados a los hogares serealiza no solamente a través del típicoservicio doméstico sino también a travésde otras modalidades por trabajadoras“niñeras”, “acompañantes”, auxiliares deenfermería, prestadoras individuales o através de empresas.

Una característica nueva en plenodesarrollo en los últimos años –en augeen Uruguay– es la expansión de “segun-das familias”10, modalidad de prestaciónmercantil de servicios de compañía en do-micilio y en centros sanitarios, principal-mente a personas mayores.

Las trabajadoras de estas empresas decuidado a los mayores son por lo gene-ral de edades intermedias y carecen de ex-periencia profesional previa. Tienen ba-rreras para organizarse por razones degénero: existencia de un sentimiento deresponsabilidad por el bienestar ajeno,imposibilidad de conseguir otro trabajopor razones de edad o de no tener tra-

yectoria laboral anterior en el mercado.Un trabajo antes cumplido sin pago,como cuidado familiar, se mercantiliza sinadquirir un status profesional, carente deprotección social.

Una visión abarcativa de las distintas mo-dalidades de provisión de cuidados en loshogares llevaría a mostrar que esta al-ternativa es utilizada no sólo por los es-tratos de más altos ingresos sino que exis-te una oferta disponible para “consumi-dores” de cuidado en los distintos nive-les socioeconómicos.

La rentabilidad de los servicios de cuidadoinfantil y a los mayores depende en granmedida de la oferta de calidades disparessegún la capacidad de pago de los usua-rios, presentando una alta proporción detrabajo femenino precario e informal.

5.4. INNOVACIONES EN LAGENERACIÓN DE INFORMACIÓN.LAS ENCUESTAS SOBRE USO DELTIEMPO

Los indicadores elaborados en los países en los que se han realizado encuestas deuso del tiempo para la medición del trabajono remunerado han tenido un papel fun-damental en la visibilización estadística. Es-

9 La Organización Internacional del Trabajo (OIT) impulsa el proyecto de convenio sobre “Trabajo decente paralas y los trabajadores domésticos” en la Conferencia Anual nº 100, Ginebra, 1º al 17 de junio 2011. Con fecha1 de junio de 2011 el Senado de Uruguay emitió una declaración de respaldo a la delegación oficial que representaal país en Ginebra en relación al apoyo a la aprobación del proyecto de convenio que “reconociendo que es-tas normas garantizan a los y las trabajadoras domésticas los derechos fundamentales del trabajo en condi-ciones de libertad, igualdad, seguridad y dignidad humana, avanzando con ello en el logro del bienestar de laspersonas y el progreso social y económico de sus países”.10 Esta es la expresión utilizada por un empresa para promocionar sus servicios de acompañantes en do-micilio y en centros sanitarios.

Rosario Aguirre

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El reparto del cuidado en América Latina

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tos indicadores se han constituido en unaherramienta política que es utilizada por or-ganizaciones y redes de mujeres, actorespolíticos y agencias internacionales. Los es-tudios empíricos a partir de encuestas deuso del tiempo en los hogares han pro-porcionado fuertes evidencias sobre lasdesigualdades sociales y de género quepueden ser visibilizadas a través del uso deltiempo e en el trabajo que se realiza porfuera del ámbito mercantil. Han sustenta-do el reconocimiento constitucional y legaldel trabajo no remunerado en países comoBolivia y Ecuador. Es un ejemplo del papelcentral que tiene la producción de conoci-mientos para las organizaciones sociales,actores políticos y decisores.

En los últimos 10 años se realizaron 18 en-cuestas en 12 países de la región, móduloso preguntas de uso del tiempo destinadasa captar el trabajo no remunerado. En la úl-tima ronda de encuestas ha habido un no-torio progreso en el mejoramiento de la ca-lidad de la información, aunque todavía elanálisis comparativo plantea importantesretos. La clasificación de actividades y elgrado de desagregación no es homogénea.La cobertura de las muestras es variable(metropolitanas, regionales y nacionales).Existen diferencias en el período de refe-rencia y variaciones en la elección de la per-sona que responde la encuesta.

En el caso uruguayo se ha desarrollado uninteresante proceso de interacción deactores en las distintas fases de diseño yejecución de las encuestas en el queparticiparon investigadores/as naciona-les y extranjeros, productores de infor-mación, usuarios, tomadores de decisio-nes y cooperación internacional.

El Grupo de Investigación del Departa-mento de Sociología de la Facultad de Cien-cias Sociales de la Universidad de la Re-pública acompañó este proceso directa-mente y a través de la Red de Género y Fa-milia. En todo este proceso se ha contadocon el invalorable apoyo y estímulo de lostrabajos de María Ángeles Durán y del gru-po de investigación “Tiempo y Sociedad”que ella dirige en el CSIC.

5.5. LOS AVANCES REGIONALES EN LA MEDICIÓN DEL TRABAJO NOREMUNERADO Y DEL CUIDADO

Desde el punto de vista de la elaboracióny análisis de la información la innovaciónmás importante es el indicador de cargaglobal de trabajo. Este indicador juntocon los indicadores sobre tasas de parti-cipación y tiempo promedio destinado altrabajo no remunerado y al cuidado infantilson los que han impactado más en los de-bates iluminando la situación de la divisiónsexual del trabajo en la región. El trabajode CEPAL “Recopilación de experiencias deencuestas de uso del tiempo en los países”realizado por la División de Asuntos de Gé-nero (2010) constituye insumo invalorablepara el avance del conocimiento sobre lasdesigualdades de género y la división se-xual del trabajo en la región.

La carga global de trabajo en países seleccionados

Las principales tendencias que mues-tran los indicadores de la carga global detrabajo en los cinco países seleccionadospor CEPAL (Brasil, Colombia, Ecuador,México y Uruguay) son las siguientes:

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1. La carga global de trabajo femenina esmayor a la masculina. Más allá de las di-ferencias en las magnitudes, en todos loscasos los tiempos de trabajo total es ma-yor para las mujeres que para los hombres.

2. El tiempo promedio del trabajo remu-nerado de las mujeres es siempre inferioral de los varones ya que dedican la ma-yor parte de su tiempo al trabajo no re-munerado

3. Las brechas entre mujeres y varones enla carga global de trabajo son mayores enel medio rural (con excepción de Brasil).

La persistente desigualdad del repartode trabajo en el hogar cuando se trabajapara el mercado

La información obtenida revela que cuan-do las mujeres trabajan en forma remune-rada, aún cuando lo hagan a tiempo com-

pleto, la participación y el tiempo destina-do al trabajo sigue siendo muy desigual. Aigual tiempo de trabajo para el mercado eltiempo que destinan hombres y mujeres altrabajo no remunerado es sustancialmen-te distinto. Con jornadas reducidas de has-ta 20 horas semanales, los hombres desti-nan 16 horas semanales al trabajo no re-munerado y las mujeres 41 horas. Con jor-nadas muy extensas (mayores a 41 horassemanales) los hombres destinan 14 horasy las mujeres 29 horas. Las marcadas des-igualdades del reparto del trabajo no re-munerado aún cuando las mujeres traba-jan para el mercado y las mayores dife-rencias cuando ellas tienen jornadas labo-rales a tiempo parcial desata debates sobreel papel que tiene el trabajo a tiempo par-cial como impedimento para el logro de unmejor balance de género en los hogares.

Dado el escaso tiempo promedio que des-tinan los varones al trabajo no remunera-

Rosario Aguirre

Fuente: Boletín del Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe Nº 2 abril 2011.

GRÁFICO 21 América Latina (5 países) Tiempo destinado al trabajo total según sexo y área de residencia (Población ocupada de 15 años y más, en horas semanales)

96

1009080706050403020100

Horas sem

anales

Trabajo doméstico no remunerado

H MRuralBrasil 2008 Colombia 2007 Ecuador 2008 México 2009 Uruguay 2007

H MUrbana

H MUrbana

H MUrbana

H MUrbana

H MUrb.

H MRural

H MRural

H MRural

H MRural

Trabajo remunerado

Trabajo total

50,754,5

63,854,8

62,4

47,7

64 67

88,7 85,1 86,778,9

04 24 04 17 05 28 05 21 07 29 07 27 14 51 17 45 16 51 19 4341 27 43 37 47 36 49 42 41 35 47 40 44 37 49 40 41 37 40 3845 51 48 54 52 64 55 62 48 64 54 67 58 89 66 85 53 87 56 79

47,64552,1

56,365,8

52,958,554,4

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do es esperable encontrar que sus jorna-das de trabajo no remunerado sean muyreducidas.

Se encuentra que hay una proporción im-portante de hombres ocupados que no re-alizan trabajo no remunerado (14%) yotros que trabajan menos de 5 horas se-manales (22%), en el colectivo de muje-res se observa una proporción alta de mu-jeres ocupadas que realizan más de 50 ho-ras a la semana (25%). Las notables di-ferencias en las jornadas de trabajo plan-tea de manera clara la necesidad de pen-

sar en la reorganización social y familiarde los tiempos del trabajo.

Vivir en familia y desigualdades en lacarga global de trabajo

Vivir en un hogar unipersonal suponepara varones y mujeres asumir una car-ga de trabajo equivalente. Sin embargo,cuando se vive en pareja aparece el des-balance en la carga global de trabajo lacual se agudiza en los hogares biparen-tales con hijos, que es donde las muje-res tienen la mayor carga de trabajo. Enlos hogares trigeneracionales hay tambiénuna alta carga de trabajo de las mujeresy una elevada desigualdad de género. Sepodría hipotetizar que esta mayor pres-cindencia masculina en estos hogares po-dría deberse a la existencia de arreglos fa-miliares más tradicionales en los que bue-na parte de las tareas de cuidado son asu-midas por las abuelas.

Desigualdades sociales y desigualdadesde género en el trabajo no remunerado

En la región las grandes desigualdades so-ciales están estrechamente vinculadas a la

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El reparto del cuidado en América Latina

Fuente: En base al Módulo sobre Uso del Tiempo yTrabajo No Remunerado de la Encuesta Continua deHogares, 2007, INE

Jornada Tiempo Tiempo Dif. laboral promedio promedio M/V

mujeres varones

Hasta 20 h 41,6 16,2 25,421 a 40 h 33,9 16,4 17,541 h y más 29,2 14,5 14,7

CUADRO 1. Uruguay: tiempo promedio dedicado al trabajo no remunerado por sexo

según extensión de la jornada laboral

Fuente: En base al Módulo sobre Uso del Tiempo y Trabajo No Remunerado de la Encuesta Continua de Ho-gares, 2007, INE.

Horas semanales de trabajo remunerado0 1-5 5-10 10-15 15-20 20-25 25-30 30-35 35-40 40-45 45-50 +50 T

Mujeres 4,3 6,7 7,5 8,1 7,6 6,8 7,5 7,1 6,7 6,7 4,9 25,0 100

Varones 14,6 21,5 16,8 13,0 10,1 6,8 4,8 3,3 2,6 2,0 1,5 3,0 100

CUADRO 2. Uruguay: distribución de los/las ocupados/as qye realizan trabajo no remunerado según horas promedio semanal

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provisión desigual del cuidado familiar ysocial conformando un círculo viciosodado que quienes tienen más recursos dis-

ponen de mayor acceso a cuidados de ca-lidad, cuando además tienen menos miem-bros que cuidar. Aquellos que disponen demenores recursos monetarios para acce-der a los cuidados mercantiles y que tienenmás cargas de cuidado acumulan des-ventajas por el mayor peso del trabajo do-méstico familiar, por las dificultades en elacceso a los escasos servicios públicos yla necesidad de recurrir a cuidadoras “in-formales”.

Las mujeres con más alta dedicación altrabajo no remunerado son las más po-bres. A medida que las mujeres se mue-ven del quintil más pobre al más rico dis-minuye su dedicación al trabajo no re-munerado en el hogar. En cambio, en elcaso de los varones su dedicación per-manece casi invariable independiente-mente del nivel socioeconómico. La car-ga de trabajo no remunerado de las mu-

Fuente: En base al Módulo sobre Uso del Tiempo yTrabajo No Remunerado de la Encuesta Continua deHogares, 2007, INE

Estructura Mujeres Varones Dif.hogar M/V

Unipersonal 65,7 64,5 0,8Pareja sola 70,5 62,6 7,9Biparental 77,3 65,7 11,6Monoparental 72,9 57,1 15,8Trigeneracional 74,1 60,7 13,4Otros extensosy compuestos 70,4 61,69 8,5Total 73,8 640 68,3

CUADRO 3. Uruguay: carga global de trabajoen horas promedio semanales según

estructura del hogar y sexo

Fuente: En base al Módulo sobre Uso del Tiempo y Trabajo No Remunerado de la Encuesta Continua de Ho-gares, 2007, INE.

GRÁFICO 2. Uruguay: tiempo promedio semanal dedicado al trabajo no remunerado según sexo y quintiles de ingreso del hogar, 2007 (en horas)

Rosario Aguirre

98

MujeresVarones

42,5

15,4 16,1 15,5 16,314,9

38,7

34,6

25,9

23,8

Primero Segundo Tercero Cuarto Quinto

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Fuente: En base al Módulo sobre Uso del Tiempo y Trabajo No Remunerado de la Encuesta Continua de Ho-gares, 2007, INE.

Parentesco Niño 1 año Entre 1 y 2 años Entre 3 y 4 años 5 años Total

Pareja

Varón 15 23 23 21 21

Mujer 61 55 58 69 58

Hijoas/as

Varón 2 2 4 1 3

Mujer 13 13 9 5 11

Parientes

Varón 1 2 1 0 1

Mujer 8 5 6 3 6

Total 100 100 100 100 100

CUADRO 4. Uruguay: proporción de tareas de cuidado infantil realizadas por los integrantes delos hogares según presencia de niño/as hasta 5 años

El reparto del cuidado en América Latina

99

jeres pobres aparece como un indicadorindispensable a la hora de diseñar políti-cas sociales dirigidas a atender las emer-gencias sociales.

5.6. EL REPARTO DEL CUIDADOINFANTIL FAMILIAR EN URUGUAY

Los indicadores sobre el tiempo de cui-dado de los niños, en particular de losmás pequeños, también han tenido unfuerte impacto en los debates.

Los resultados de la EUT 2007 de Uruguayponen de manifiesto:

1. La mayor responsabilidad de cui-dado infantil corresponde a las mu-jeres. Los varones tienen una menorparticipación e invierten menos tiem-po en las actividades de cuidado.

2. Las mujeres destinan más del doblede tiempo semanal que los varones alcuidado de los niños.3. El mayor tiempo dedicado a la aten-ción infantil se incrementa en los tra-mos del ciclo vital asociados a la te-nencia de niños y niñas, mientras queen el caso de los varones permanececasi constante.4. La magnitud del tiempo destinadoa las actividades de cuidado se incre-menta en los niveles socioeconómicosmás bajos.

Quiénes cuidan a los niños/as en los hogares

La división sexual del trabajo de cuidadoinfantil al interior de los hogares sigue lí-neas de género muy definidas en el tipode tareas que realizan mujeres y varones

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Fuente: En base al Módulo sobre Uso del Tiempo y Trabajo No Remunerado de la Encuesta Continua deHogares, 2007, INE.

Hogares según presencia de niños Mujeres Varones Dif M/Ven el hogar por edades

Al menos un menor de 3 años 24,1 11,7 12,4

Al menos un menor de entre 4 y 5 años 15,7 9,1 6,6

Al menos un menor de entre 6 y 12 años 11,4 7,6 3,8

CUADRO 5. Uruguay: horas semanales destinadas al cuidado infantil en los hogares según presencia y edad de los niño/as

y también en la intensidad y cantidad detiempo dedicada a las mismas.

En los hogares con menores de 6 años,para todos los roles al interior del hogar,la división sexual del trabajo está muymarcada. La persona responsable delhogar si es mujer realiza una proporciónaltísima de las tareas de cuidado infantil.Esta proporción es más acentuada cuan-to menor es el niño y la brecha mayor seobserva en los menores de un año. A par-tir de que los niños cumplen un año au-menta levemente la proporción de tareasde cuidado que realizan los padres. Las hi-jas también participan en el cuidado desus hermanos pequeños, no así los hijosvarones. Se hace visible el protagonismode las mujeres de la parentela (abuelasfundamentalmente) en el cuidado infantil,sobre todo de los más pequeños, a dife-rencia de lo que sucede con los abuelos.

Estas características sugieren la necesidadde observar la evolución en el tiempo deesas características, para poder contarcon más elementos de evaluación de loscambios y permanencias en las relacionesde género en las parejas y entre genera-

ciones, cambios que parecen ser todavíamuy lentos y donde aún se mantiene unarígida división de las tareas de cuidado delos niños entre varones y mujeres.

Los niños pequeños, los mayores consumidores de tiempo

La existencia de uno o más niños en el ho-gar así como la edad de los mismos es-tán en directa relación con el tiempo quededican los integrantes de los hogares asu cuidado. Los hogares en los que mástiempo se destina al cuidado infantil sonaquellos con niños más pequeños, me-nores de 3 años. La dedicación semanalen estos casos asciende a 24 horas paralas mujeres y a 11 horas para los varones.Cuando el menor de los hijos tiene entre4 y 5 años, el número de horas se redu-ce significativamente para ambos y con-tinúa descendiendo en los hogares quetienen un hijo menor entre 6 y 12 años. Seobserva que cuanto menor es el niño oniña, mayor es la diferencia que apareceen la dedicación de mujeres y varones.

En años recientes varios países han co-locado en la agenda pública el tema de la

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Rosario Aguirre

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El reparto del cuidado en América Latina

educación preescolar y países como Cos-ta Rica, Perú, Uruguay y países del Cari-be han hecho esfuerzos para su amplia-ción. Según CEPAL (2009) que toma losdatos de cobertura del tramo de edad de3 a 5 años, aún los países que tienen ma-yor cobertura, de los que se tiene infor-mación, esto es, Venezuela, Chile, Ar-gentina y Brasil, Uruguay la cobertura re-presenta apenas dos tercios de la asis-tencia a la educación primaria, con la ex-cepción de Uruguay que alcanza un 74%debido a la expansión de la educaciónpreescolar que adquirió carácter obliga-torio para los niños de 4 y 5 años.

En todos los países la cobertura institu-cional de la atención de los niños pe-queños, especialmente de aquellos com-prendidos entre 0 y 3 años es muy redu-cida, los indicadores antes mencionadoshan mostrado la importancia del tiempodestinado a su cuidado. Numerosos es-tudios han revelado que son precisa-mente los problemas derivados del cui-dado de los niños más pequeños los quemás inciden en la posibilidad de trabajode las madres con hijos.

En el caso de Uruguay hay que conside-rar que el país en términos de coberturapresenta dos realidades bien diferencia-das según se trate de niños de 0 a 3 añosde edad o niños ubicados entre 4 y 5 años.Estos a partir de la reforma educativa de1995 están incorporados a la educaciónpreescolar obligatoria, para la cual exis-ten servicios públicos gratuitos.

Para los niños de 0 a 3 años prácticamen-te no existen servicios institucionales pú-blicos, a excepción de aquellos destinados

a sectores de bajos recursos (Centros deAtención a la Infancia y la Familia, CAIF).La relativa alta cobertura del 21% para losniños menores de 3 años se explica por lacombinación de este programa estatal di-rigido a los sectores más pobres y al sur-gimiento de centros privados dirigidostanto a la demanda de altos ingresos comoa los de medios y bajos. Para estos últimosexisten servicios informales a cargo de mu-jeres que cuidan en sus domicilios.

Se ha avanzado en el desarrollo de ins-tancias de regulación, supervisión y con-trol de la oferta privada existente. Porotra parte, en este período de gobierno sehan destinado recursos para ampliar el nú-mero de servicios de atención educativapara enseñanza primaria que brindan aten-ción de tiempo completo en áreas de con-texto sociocultural crítico, actualmente seestán realizando estudios para elaborar pro-puestas para su universalización.

El actual debate sobre las distintas con-figuraciones para el cuidado de los niñosmás pequeños da cuenta de posicionesdiversas en los actores involucrados (tra-bajadoras de los servicios educativos, ex-pertos en cuidado infantil). También en-tran en juego las preferencias de madresy padres acerca del modelo de cuidadoque debería implantarse en el país, cues-tión que recién comienza a estudiarse.

Una tarea pendiente: avanzar en el conocimiento del tiempo de cuidado de los mayores dependientes

Por el momento las encuestas sobre usodel tiempo realizadas en la región han pro-porcionado poca información sobre el cui-

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dado de los mayores dependientes. Enmuchas de ellas no se realizan preguntasespecíficas para captar a esta población,por lo que aparecen incluidos dentro decategorías más amplias que incluyen a de-pendientes discapacitados o enfermos.Por otra parte, como lo muestran variosestudios (entre otros, Aguirre, Batthyány,2003), la captación del este tipo de cui-dados se hace difícil por la situación de“acostumbramiento” que se produce enlos familiares que cuidan, que hace queno reconozcan como cuidados las acti-vidades que realizan en forma cotidiana.

La atención a las situaciones de depen-dencia de los mayores plantea en Uru-guay –uno de los países más envejecidosde la región– un reto que se busca aten-der en el marco del sistema nacional decuidados sometido actualmente a deba-te. Como en el resto de los países los ser-vicios de cuidado para personas mayoresy enfermas no fueron desarrollados, sal-vo las modalidades asistenciales para losmás pobres y para la internación crónicade estos sectores.

Se han realizado algunos avances en elcontexto de la reforma del sistema de sa-lud que se propone la universalización so-bre la base de un modelo solidario de co-tización obligatoria, que separa financia-miento y prestación, la expansión de laatención primaria y la atención a la trans-versalidad de género. Por su parte, la se-guridad social promueve la formalizaciónde la fuerza de trabajo y reconoce a losefectos jubilatorios el trabajo de cuidadosde las madres trabajadoras que adqui-rieron el derecho a incorporar un año adi-cional de servicios por cada hijo nacido

vivo o por cada hijo adoptivo, con un má-ximo de cinco años. Como señala Mon-taño (2010) el reconocimiento del cuida-do realizado por las mujeres por parte dela seguridad social uruguaya es un logroimportante en términos de justicia redis-tributiva, aunque esté limitado a aquellasque son madres.

5.7. DESAFÍOS Y SUGERENCIAS

Se ha avanzado en la región en la reali-zación de análisis sobre los tiempos delcuidado en base a información sobre eluso del tiempo y el trabajo no remune-rado, posibilitando la construcción de in-dicadores centrales para visibilizar las des-igualdades de género. Se han aportadonuevos indicadores, tales como carga glo-bal de trabajo, tasa de participación en lasactividades no remuneradas y tiempo pro-medio destinado al trabajo no remune-rado, como forma de conocimiento res-pecto a la situación de la división sexualdel trabajo en la región.

Se espera que se mantengan las encues-tas de uso del tiempo en los sistemas es-tadísticos nacionales y que se realicencon una periodicidad razonable, sin per-juicio de continuar los debates metodoló-gicos y técnicos en los ámbitos que handado impulso a esta corriente innovadora.

Es esperable que estos indicadores se in-tegren en los sistemas de información yen las prácticas de gestión de los orga-nismos públicos y privados.

El avance en los debates sobre la orga-nización social del cuidado nos plantea la

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El reparto del cuidado en América Latina

necesidad de generar más información ynuevos conocimientos:• Incorporar a las encuestas de hogarespreguntas relativas a los trabajos querealizan las trabajadoras domésticasen casas particulares, de manera quese pueda captar de forma diferencialla existencia de trabajo doméstico y si-tuaciones de cuidado a dependientes.• Avanzar en el conocimiento del tiem-po de cuidado de los mayores de-pendiente, profundizando los aspectossocio-sanitarios. • Revisar las clasificaciones de las ocu-paciones del trabajo remunerado decuidados domésticos de manera deavanzar hacia un clasificador estándarde las ocupaciones remuneradas decuidado. Estos trabajos aunque estánrecogidos en los relevamientos delas encuestas de hogares aparecenocultos por estar dentro de categorí-as ocupacionales y ramas de actividadque dificultan los análisis desagrega-dos. • Mejorar la captación de la simultanei-dad entre cuidado, trabajo domésticoy trabajo para el mercado para permitaidentificar a las mujeres que laboranen sus domicilios como adaptación ala carencia de cuidados.• Estudiar el mercado de trabajo del cui-dado, las condiciones de vida y trabajode las personas que están contratadasen los diversos servicios de cuidadospúblicos, privados con financiamien-to público y privados. • Desarrollar conocimientos sobre las di-ferentes culturas del cuidado y las pre-ferencias sobre el tipo de cuidados arecibir.

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Rosario Aguirre

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6.1. INTRODUCCIÓN

La importancia del trabajo no remuneradoha permanecido históricamente invisible entérminos de su contribución al desarrolloeconómico y social, así como al bienestarde las familias y las sociedades. La falta dereconocimiento de la importancia econó-mica y social del trabajo no remunerado serefleja en desventajas en el acceso a los re-cursos económicos y de protección socialde quienes lo realizan. Debido a la divisióntradicional del trabajo por sexo, la mayorparte del trabajo no remunerado que se re-aliza en los hogares y la comunidad está acargo de las mujeres y el trabajo remune-rado que se realiza en el mercado está acargo de los hombres. La poca valoraciónsocial del trabajo no remunerado consti-tuye uno de los elementos de subordina-ción económica y social de las mujeres: esuno de los factores que legitima y repro-duce los desbalances en la distribución delos recursos y el poder entre las mujeres ylos hombres1.

A pesar de la creciente integración de lasmujeres al mercado laboral en las últimasdécadas, la magnitud y la distribución dela carga de actividades no remuneradasque contribuyen al desarrollo y bienestarde los miembros del hogar y la comunidadno han cambiado sustancialmente. Esa si-tuación se traduce en un aumento del tiem-

po total de trabajo que realizan las muje-res, tanto en el entorno del trabajo remu-nerado en el mercado laboral como en elentorno del trabajo no remunerado en loshogares. El efecto neto es una reducción enel tiempo discrecional disponible que lasmujeres podrían dedicar a su desarrollopersonal y bienestar personal y colectivo.

En el ámbito de los servicios de salud, losservicios que se producen mediante eltrabajo remunerado se complementan conservicios que realizan los miembros de loshogares que no reciben remuneración. Enel caso del cuidado de personas enfermas,discapacitadas y adultas mayores que nopueden valerse por sí mismas, una parte im-portante de los servicios de cuidados de sa-lud –complementarios de los servicios delsistema de salud– se realiza en los hogares,principalmente a cargo de las mujeres. Enun contexto de envejecimiento de la po-blación y de una mayor prevalencia de en-fermedades crónicas que exigen atencióna largo plazo, se vislumbra un aumento delas necesidades de cuidado, principal-mente en los hogares. Al mismo tiempo, lamayor participación de las mujeres en elmercado laboral resulta en una reduccióndel tiempo disponible para dedicar a los cui-dados de salud no remunerados.

Si bien no hay por el momento una res-puesta para ese dilema, es fundamental

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6. TRABAJO NO REMUNERADO Y DESIGUALDADES DE GÉNERO. LA IMPORTANCIA DE HACER VISIBLE EL CUIDADO Y LA PRODUCCIÓN DE SERVICIOS DE SALUD EN LOS HOGARES*

Lilia Jara**

* Con invaluables contribuciones de Rubén Suárez, Asesor Principal en Economía y Financiamiento de laSalud de la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud.** Asesora en Género y Salud, Oficina de Género, Diversidad y Derechos Humanos de la Organización Pan-americana de la Salud/Organización Mundial de la Salud.1 Gómez, Elsa. “La valoración del trabajo no remunerado: una estrategia clave para la política de igualdad degénero”. En: Organización Panamericana de la Salud, Comisión Económica para América Latina y el Caribe,España. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. La economía invisible y las desigualdades de gé-nero. La importancia de medir y valorar el trabajo no remunerado, Washington, DC, OPS, 2008.

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avanzar en el reconocimiento y la valoracióndel trabajo no remunerado de cuidado dela salud que se realiza en los hogares paraavanzar hacia un acuerdo equitativo y sos-tenible en la distribución de ese cuidado en-tre los diferentes actores sociales.

6.2. CAMBIOS DEMOGRÁFICOS Y EPIDEMIOLÓGICOS

Cambio demográfico

La situación demográfica en las Américasse caracteriza por un estado de transición,con crecimiento de la población, bajas ta-sas de fecundidad y descenso de la mor-talidad con diferencias entre los países.

En los últimos 60 años se triplicó la pobla-ción en América Latina y el Caribe (ALC) yla mayor parte de la población vive en áre-as urbanas. El proceso de envejecimientose aceleró junto con la reducción de la tasaglobal de fecundidad y el aumento de la es-peranza de vida al nacer (EVN). La EVN enALC aumentó en 18 años en los últimos 50años. El 81% de las personas que nacen enla Región de las Américas vivirán más de60 años y el 42% de ellas vivirán más de 80años. El número de habitantes de 65 añosy más de edad casi se cuadruplicó en el pe-ríodo 1960-2000 y se quintuplicó hasta2010 (Figura 1). En el año 2000, la poblaciónde 60 y más años de edad fue de 44 millo-nes; en 2025 ese número alcanzará los 100millones y se espera que en 2050 se acer-que a 200 millones de personas. Entre 2000y 2025, la población de 80 y más años deedad habrá pasado de 5 a 15 millones de

personas y en 2050 será de 41 millones2. De-bido a que la EVN es más alta para las mu-jeres que para los hombres, ellas confor-man la mayor parte de la población adul-ta mayor. Esa diferencia aumenta con laedad y alcanza una proporción de casi 155mujeres por cada 100 hombres entre la po-blación de 80 años y más en ALC (Figura 2).Este cambio demográfico observado enALC se acompaña con un cambio epide-miológico que incluye la necesidad deatención a largo plazo para las enferme-dades crónicas y por la dependencia fun-cional de los adultos mayores. Según las en-cuestas de salud de los adultos mayores(SABE) realizadas en siete ciudades enALC, un alto porcentaje de personas de 60y más años de edad, en su mayoría muje-res, tienen necesidades de atención por dis-capacidades (Figura 3).

Una fuente estable de ingresos de laspersonas adultas mayores son los planesde jubilación y pensiones, generalmente re-lacionados con el trabajo formal. Como seobserva en la Figura 4, en la Región de ALCy con ciertas excepciones, la mayoría de lapoblación que envejece no percibe ingre-sos por concepto de jubilación o pensionesde retiro. La situación es más grave para elcaso de las mujeres, dada su menor afi-liación a planes de aseguramiento, su es-peranza de vida más larga y su prevalen-cia más alta de discapacidades.

En este contexto, las respuestas a las ne-cesidades de cuidado de las personas quenecesitan atención para sus discapacidadesconstituyen un desafío para los hogares ylos sistemas y servicios de salud.

2 Naciones Unidas, disponible en inglés en: http://esaun.org/unpd/wpp/unpp/panel_indicators.htm

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Cambio epidemiológico

Simultáneamente con la transición de-mográfica, la región de las Américas en-frenta una transición epidemiológica ca-racterizada por un cambio en las principalescausas de mortalidad y morbilidad. En lamayoría de los países de la región, las en-fermedades crónicas degenerativas y lascausas externas, como los accidentes y loshomicidios, fueron desplazando a las en-fermedades transmisibles como causasprincipales de morbilidad y mortalidad.

La carga de la morbilidad y mortalidad es di-ferente entre los países y esas diferenciastambién se reflejan en el interior de los países.Por ejemplo, la mortalidad por enfermeda-des no transmisibles (ENT)3 en edades tem-pranas es mayor entre la población más po-bre4. Si bien las ENT están fuertemente re-lacionadas con el envejecimiento de la po-blación –aunque no exclusivamente–, los mo-dos de vida no saludables (alimentación conalto contenido de grasas y falta de ejerciciofísico, el consumo de tabaco y de alcohol),son factores de riesgo que contribuyen a lapresentación de ENT en edades cada vez mástempranas. Las ENT presentan un desafíocreciente especialmente en los países de in-gresos medios y bajos: en 2008, el 72% dela mortalidad en ALC fue por ENT, y en el2030 la mortalidad por ENT representará el81% del total de la mortalidad5.

Las personas que viven más permanecenen sus hogares con grados altos de disca-

pacidad. La disponibilidad de servicios enlos hogares disminuye especialmente porlos cambios en la composición de los ho-gares (por ejemplo, familias más pequeñas,más hogares con jefas mujeres y sin cón-yuge), la mayor participación de las mu-jeres en el mercado laboral y las migra-ciones (que para los países receptores sig-nifica mano de obra remunerada para elcuidado).

6.3. EL ENVEJECIMIENTO DE LA POBLACIÓN Y LA DEMANDA DESERVICIOS DE CUIDADO

Los cambios en los perfiles demográficosy epidemiológicos crean exigencias tan-gibles tanto para las familias como para lossistemas y servicios de salud. La disca-pacidad por enfermedades crónicas tieneefectos significativos en los sistemas de sa-lud y de seguridad social. El envejeci-miento de la población, la mayor preva-lencia de ENT, la necesidad de servicios desalud y el nivel mínimo de ingreso de laspersonas adultas mayores son temas quese están introduciendo en las agendas dereforma de los sistemas de salud y de pro-tección social; sin embargo, las agendas noreconocen el rol complementario de los ser-vicios de cuidados no remunerados que serealizan en los hogares y la comunidad.

Las consideraciones de género en el aná-lisis de políticas públicas de salud y de lossistemas de salud y de protección social

3 Principales ENT: enfermedad cardiovascular; cáncer; diabetes; enfermedades respiratorias crónicas.4 Cotlear D, (ed): Population Aging. Is Latin America Ready? Washington, DC, World Bank; 2011. (Directions indevelopment).5 Nikolic, Irina A. et al. Chronic Emergency: Why NCDs Matter. World Bank; Health, Nutrition and PopulationDiscussion Paper. July 2011.

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son fundamentales para evaluar el efectopotencial de estas políticas –o la ausenciade las mismas– sobre el bienestar social.

Hay costos y beneficios de los servicioscomplementarios de salud y de cuidadosque se producen con trabajo no remune-rado en los hogares y en las comunidades,es decir, fuera del mercado. Estos son ser-vicios complementarios de los servicios decuidados médicos y asistenciales que seofrecen a través de los sistemas de saludo del mercado.

Desde una perspectiva integral, la falta deinclusión de los costos y beneficios del tra-bajo no remunerado en salud y cuidadospersonales, no permite reflejar el verdaderocosto de los servicios ni la contribución delas mujeres a los beneficios económicos ysociales que se obtienen por estos servi-cios. En el análisis de beneficios en funciónde los costos del cuidado de la salud, se

debe considerar tanto el cuidado que seproporciona desde los sistemas de salud(mercado), como aquel que se provee enlos hogares sin remuneración (fuera delmercado), como se observa en la Figura 5.Con este abordaje integral se podrá pro-mover la valoración social del trabajo decuidado no remunerado, tomar decisionesorientadas a una distribución equitativa deltrabajo y contribuir al avance hacia laigualdad de género.

El cuidado en los hogares: costo social y desigualdades de género

La prestación de servicios de cuidado de sa-lud ha sido históricamente parte del trabajogratuito (no remunerado) que realizanprincipalmente las mujeres dentro de loshogares. Frente al aumento de la deman-da de servicios de cuidado para las per-sonas adultas mayores que no pueden va-lerse por sí mismas y en un contexto de

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Lilia Jara

Fuente: Jara, L, Suárez R. OPS, Grupo de Trabajo Medición del Trabajo No-remunerado en servicios desalud. Washington, DC, OPS, 2011.

FIGURA 5. Distribución de la demanda de servicios de salud

Envejecimiento

de la población

Aumento de las

necesidades

de salud

Aumento de

la demanda

de servicios

sa salud

Mercado

Fuera de mercado

Sector público

Sector privado

Trabajo no remunerado

Demanda a los hogares

Demanda al sistema de

salud

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mayor integración de las mujeres en elmercado laboral, se puede ver afectada laoferta de cuidadores no remunerados. Lareducción de la oferta de esos servicios noremunerados es inversamente proporcio-nal al aumento de la demanda de serviciosde atención relacionada con el envejeci-miento de la población y la mayor preva-lencia de enfermedades crónicas propiasde la longevidad. Si bien este tema es cen-tral en el debate de los sistemas de salud,en un estudio realizado en varios países porla OCDE6, se señala que las conexiones en-tre el cuidado a largo plazo en los hogaresy los sistemas de salud son generalmen-te muy pobres.

La demanda de cuidados a largo plazo au-menta por las transformaciones demo-gráficas y epidemiológicas, pero tambiénpor los cambios tecnológicos7. Estos faci-litan una mayor cantidad de servicios decuidados de salud de mayor complejidaden los hogares que podrían sustituir a losservicios que se ofrecen en el mercado. Loscuidados no remunerados de la salud enlos hogares comprenden tareas múltiplesy simultáneas, y su magnitud y compleji-dad seguirán aumentando.

Hay varios estudios que muestran la re-percusión del cuidado no remunerado en

la participación de las mujeres en el mer-cado laboral. Según las necesidades de cui-dados de salud y cuidados personales desus familiares, los cuidadores no remune-rados pueden tener que disminuir el nú-mero de horas de trabajo remunerado for-mal, optar por un trabajo más flexible y me-nos remunerativo en el mercado informalo, en el peor de los casos, abandonar elmercado laboral y dedicarse exclusiva-mente al cuidado8. Por ejemplo, en Ecua-dor y según la Encuesta de Uso el Tiempo2007, la gran mayoría de las personas querealizaban trabajo remunerado y de cui-dado pertenecían al mercado informal9; enSantiago de Chile, en un estudio de cui-dadores de salud en los hogares, 14% delas mujeres cuidadoras dejaron sus traba-jos remunerados y 18% vieron disminuidossus ingresos10; en Estados Unidos de Amé-rica se encontró que cada hora adicional se-manal de trabajo no remunerado se rela-cionaba con seis horas semanales menosen el mercado laboral11.

Los sistemas de salud

Los cuidados de los sistemas de salud in-cluyen aquellos que se ofrecen a través delos sistemas públicos de salud (ministerioso secretarias de salud, programas de en-fermedad y maternidad de los sistemas de

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6 Colombo F, Llena-Nozal A, Mercier J, Tiadens F.: Help Wanted? Providing and Paying for Long-Term Care.París, OCDE, 2011.7 Ídem.8 Medel J, Díaz X, Mauro A.: Cuidadoras de la vida. Visibilización de los costos de producción de salud en elhogar. Impacto sobre el trabajo total de las mujeres. Santiago, Centro de Estudios de la Mujer, 2006.9 Banco Mundial. Estudio no publicado sobre la Encuesta de Uso del Tiempo de Ecuador.10 Medel, Díaz, Mauro. Ídem.11 Lilly MB, Laporte A, Coyte PC. “Labor market work and home care’s unpaid caregivers: A systematic reviewof labor force participation rates, predictors of labor market withdrawal, and hours of work”. Milbank Quarterly85(4), pp. 641-690.

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seguridad social u otros esquemas deaseguramiento social en salud) y a travésde los proveedores privados de serviciosde salud. En ambos casos, estos serviciosse proveen a través de trabajo remunera-do y se “consumen” en los hogares de ma-nera gratuita, a precios económicamenteno significativos (servicios de salud pro-vistos por el sistema público) o a preciosde mercado (servicios provistos por pro-veedores privados).

Sin embargo, no todos los servicios de sa-lud son proporcionados por el “sistema desalud” público o privado. La mayoría de losservicios de cuidados de salud, particu-larmente para personas adultas mayoreso personas con discapacidades, exigen cui-dados adicionales que demandan tiempodel paciente y la participación de otrosmiembros del hogar.

En países con sistemas públicos de aten-ción integral, la mayor parte de los costosde la atención son cubiertos por los siste-mas mismos. Hay servicios complemen-tarios que se pueden obtener de provee-dores privados o en forma de trabajo no re-munerado en los hogares. En los paísescon sistemas públicos de salud débiles, losproveedores privados o las personas en elhogar que prestan servicios no remune-rados proporcionan los cuidados de salud.Cualquier decisión en una de las esferastendrá su efecto en la otra, tanto en la can-tidad como en la naturaleza del cuidado.Según algunos estudios12, como el cuida-do formal (remunerado) y el no remune-

rado son substitutos parciales, un au-mento en el cuidado formal remunerado serelaciona con menos horas de cuidado enlos hogares y viceversa. Por ejemplo, laspolíticas que incluyen reducción del gastopúblico en salud mediante la disminuciónde la estadía hospitalaria o el aumento dela atención ambulatoria trasladaron las res-ponsabilidades y los costos del cuidado acargo del sector formal de la salud a los ho-gares. Esto es una transferencia de costosde la economía remunerada a la economíadel cuidado basada en el trabajo no re-munerado.

La mayoría de los estudios sobre los sis-temas de salud no analizan el papel com-plementario del valor de los servicios decuidados de salud y cuidados personalesque desempeñan losmiembros de los ho-gares con el trabajo no remunerado. Algúnavance se ha logrado cuando se reconocecomo parte de los sistemas de salud el tra-bajo que realizan los proveedores de me-dicina tradicional y el trabajo no remune-rado de los cuidadores voluntarios. Se ob-servan menos avances en la valoración dela importancia del trabajo no remuneradoque se realiza en los hogares y las comu-nidades, y sus vínculos con los serviciosinstitucionales formales de los sistemas na-cionales de salud. Ello se debe principal-mente a que los sistemas de salud tienenpoca capacidad de adaptación a los cam-bios demográficos y epidemiológicos13,porque la finalidad de su estructura es re-solver problemas médicos y, en menor pro-porción, problemas de salud pública.

12 Lilly, Laporte, Coyte. Ídem.13 Colombo F, Llena-Nozal A, Mercier J, Tiadens F. Help Wanted? Providing and Paying for Long-Term Care.París: OECD, 2001.

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Una de las preocupaciones de quienes to-man las decisiones deberá ser incorporar enlos análisis de políticas públicas y de siste-mas de salud el equilibrio en la distribuciónde la carga del costo monetario (visible) yel costo no monetario del trabajo no re-munerado (invisible) relacionado con la sa-tisfacción de las necesidades de la poblaciónadulta mayor. Hay pocos de los países deingreso medio y bajo que cuentan con es-quemas institucionales o políticas econó-micas y sociales para responder a las ne-cesidades de cuidados de salud relaciona-dos con el envejecimiento de la población14.

6.4. DESAFÍOS

Los desafíos giran alrededor del hecho dereconocer, valorar y hacer visible la im-portancia del trabajo no remunerado de cui-dado y producción de servicios de salud –mayormente realizado por las mujeres enlos hogares–, en el análisis de los sistemasde salud y políticas públicas orientadas ala reducción de las desigualdades de gé-nero. En un contexto de mayor demandade servicios de salud en los hogares, las po-líticas que no consideran el trabajo no re-munerado de cuidado de la salud estaránreproduciendo estas desigualdades. Lafalta de visibilidad y valoración del traba-jo no remunerado de cuidado en los ho-gares estaría perpetuando o, incluso, exa-cerbando las desigualdades de género.

Es necesario y urgente promover eldesarrollo de estudios sobre la distribución

de los costos visibles e invisibles de los cui-dados de salud que permitan avanzar enla discusión sobre una distribución justa yeficiente de los cuidados de la salud entreel Estado, el mercado y las familias. No esposible que se continúe manteniendo in-visible las repercusiones laborales, eco-nómicas y de salud de quienes realizan eltrabajo no remunerado.

6.5. COMPROMISO DE LA OPS

Los Estados Miembros de la OPS adopta-ron oficialmente en 2005 una resolución so-bre la política de igualdad de género15 queaborda la salud como un derecho huma-no y resalta la importancia de la valoracióndel trabajo no remunerado de cuidado dela salud en los hogares. En esta línea, la re-solución insta a los gobiernos para que seincluyan indicadores del valor del tiempode trabajo no remunerado que dedican loshombres y las mujeres a la atención de lasalud en los hogares en las mediciones so-bre el gasto y financiamiento de los sis-temas de salud. La OPS propuso el uso deun enfoque de cuentas satélites para for-mular estos indicadores: las Cuentas Sa-télite del Sector Hogares (CSSH) se utili-zarán para medir y valorar el trabajo no re-munerado de cuidado de la salud en loshogares (fuera del mercado) y las Cuen-tas Satélite de Servicios de Salud (CSS)para medir el componente de gasto y fi-nanciamiento de los sistemas nacionalesde salud (mercado). Por su lado, la Con-ferencia de Estadísticas de las Américas in-

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14 Cotlear D, (ed.) Population aging. Is Latin America ready?Washington, DC: World Bank, 2011.15 Organización Panamericana de la Salud. Resolución CD46.R16.Política de la OPS en materia de igualdad degénero.Washington, DC: OPS; 2005. (46ª Reunión del Consejo Directivo, 57ª Sesión del Comité Regional).

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ANEXOS

cluyó en su plan de trabajo la formulaciónde encuestas de uso del tiempo en ALCcomo un instrumento fundamental quepuede proveer información para estable-cer las CSSH.

La OPS, en colaboración con otras orga-nizaciones internacionales y nacionales,apoya iniciativas orientadas a visibilizar el

trabajo no remunerado de modo de que sepueda lograr el reconocimiento de la im-portancia del trabajo no remunerado de cui-dado de la salud en los hogares. El tema devisibilizar y valorar este trabajo es una con-tribución al logro de la igualdad de géne-ro y la salud como un derecho de todos ytodas, y permanece como una prioridad enel quehacer de la OPS/OMS.

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FIGURA 1. Población de 65 años y más deedad (millones) en América Latina

y el Caribe, 1960 a 2010

Fuente: Organización de las Naciones Unidas. Divi-sión de Población. Revisión de 2006. Resumen.Nueva YORK: ONU; 2007. (ST/ESA/SER.A./261/ES)Disponible en: http://www.un.org/esa/population/publications/wpp2006/Spanish.pdf. Fecha de acceso: 23 de septiembre de 2011

FIGURA 2. Cálculo del número de mujeres por100 hombres, población de 65 años y másde edad, por grupo de edad, en América

Latina y el Caribe, 2010

Fuente: Naciones Unidas. División de Población.World Population Prospects: The 2006 Revision.Population Database. http://esa.un.org/unpp/.Fecha de acceso: 5 de febrero de 2009.

200

150

100

50

0

50

40

30

20

10

01960 1970 1980 1990 2000 2010

América Latina y el CaribeAmérica Latina y el Caribe

Millones de habitantes

Mujeres por 100 hom

bres

65-69 años 70-74 años 75-79 años 80 y más

Page 114: Eltrabajodelcuidadoen AméricaLatinayEspaña€¦ · 84.991 42.781 15,0 Excedente de explotación bruto 175.720 175.720 100,0 Renta mixta bruta 127.061 12.391 9,8 Excedente de explotación

113

Trabajo no remunerado y desigualdades de género...

FIGURA 3. Porcentaje de personas de 60 años y más de edad con limitaciones en por lo menos unade las actividades de la vida cotidiana*, por sexo, en algunas ciudades de las Américas, 2000

* Las actividades de la vida cotidiana son: bañarse, comer, vestirse, ir al baño, pasar de la cama a una silla, caminar.Fuente: Organización Panamericana de la Salud, Merck Institute on Aging. Estado de envejecimiento y saluden América Latina y el Caribe. Washington, DC: OPS; 2003.

FIGURA 4. Porcentaje de personas jubiladas y pensionadas de 65 años y más de edad, por sexo,en zonas urbanas de 13 países de las Américas, alrededor de 2002.

Nota: países en orden descendente deporcentaje de mujeres jubiladas ypensionadas.

Fuente: Comisión Económica para AméricaLatina y el Caribe. Estadísticas para laequidad de género: magnitudes ytendencias en América Latina. Santiago:CEPAL, 2007. (Cuaderno 92).

Mujeres

Uruguay (2002)

Brasil (2001)

Argentina (2002)

Chile (2000)

Panamá (2002)

Paraguay (2002)

Bolivia (2002)

Ecuador (2002)

Colombia (2002)

México (2002)

El Salvador (2002)

Guatemala (2002)

Rep. Dominicana (2002)

Pocentaje

0 20 40 60 80 100

8690

8188

6773

5974

4973

2330

2234

2234

2031

1842

1529

1431

925

Hombres

Santiago La Habana Sao Paulo

Mujeres

Porcentaje

Hombres

Ciudad de México

Montevideo Buenos Aires Bridgetown

25

20

15

10

5

0

23

14

22 22 22 21 20

1614 15 16

1113

11

Page 115: Eltrabajodelcuidadoen AméricaLatinayEspaña€¦ · 84.991 42.781 15,0 Excedente de explotación bruto 175.720 175.720 100,0 Renta mixta bruta 127.061 12.391 9,8 Excedente de explotación
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7. LOS LUGARES DEL CUIDADO: ESPACIOS PRIVADOS Y ESPACIOS PÚBLICOS

Montserrat Díaz Fernández*Mª del Mar Llorente Marrón*

* Universidad de Oviedo1 El trabajo de vigilancia que “alguien” ejerce con objeto de mejorar el bienestar de “alguien”.2 Los demógrafos utilizan el término transición demográfica para denotar una tendencia claramente rup-turista con respecto a pautas anteriores en el estudio de la población y su relación con los cambios denaturaleza socioeconómica.3 Los niveles de participación masculina en dicha tarea son todavía muy reducidos.

7.1. CONTEXTO DEMOGRÁFICO, CUIDADO Y HOGAR

Dentro del marco de las profundas trans-formaciones acaecidas en nuestra sociedadlas que afectan al contexto demográficoson sin duda, relevantes. La variable po-blación ha salido de la sombra dispuestacon su comportamiento a condicionar y de-terminar la trayectoria y dinámica de otrasvariables.

En un contexto de envejecimiento gene-ralizado la demanda de cuidado1 ha au-mentado sensiblemente como conse-cuencia del incremento en la esperanza devida que además en muchas casos su-pone un aumento del número de años devida con discapacidad (Durán, 2008). El in-dividuo en su ciclo de vida consume cui-dado en etapas y momentos diferentespor lo que la demanda de cuidado deri-vada del proceso de envejecimiento de-biera abordarse sin señales de excepcio-nalidad.

En la actualidad se plantean importantes re-tos que afectan al cuidado tanto desde elpunto de vista de la demanda como de laoferta. Cambios en el hogar, participaciónlaboral femenina creciente, transformaciónde los vínculos sobre los que se constru-ye la responsabilidad del cuidado contri-buyen a reducir la oferta potencial de cui-dado en el entorno de la persona depen-diente.

Los cambios experimentados en la es-tructura del hogar y en las relaciones de pa-rentesco dificultan el desempeño de las ta-reas del cuidado cotidiano a familiares de-pendientes. Dicho cambio se vincula es-trechamente con las transformaciones de-mográficas2 descenso generalizado de losregistros de natalidad y mortalidad y cre-cimiento poblacional estacionario (Chackiel,2004; Schkolnik, 2007; Villa, 2004). El ta-maño del hogar se ha reducido progresi-vamente como consecuencia derivada deldescenso de los indicadores de fecundidady establecimiento de nuevas pautas decomportamiento familiar que generan unaumento notable de hogares unipersona-les y de dos miembros integrados por efec-tivos poblacionales de edad superior a 65años. Nuevas pautas de acceso a la vi-vienda en consonancia con la estructura depreferencias del nuevo tipo de hogar con-tribuyen también a dificultar las tareas delcuidado (Masanet, 2009).

Una participación laboral femenina cre-ciente condiciona también el tiempo dis-ponible para el cuidado3. En un intento dealcanzar cotas de igualdad social la vincu-lación en exclusiva de las mujeres a las ta-reas domésticas, tradicionalmente ha in-cluido el cuidado de los hijos, enfermos yancianos hoy constituye un modelo supe-rado (Tobío, 2010).

A medio y largo plazo las necesidades decuidado ligadas al incremento de la espe-

115

Page 117: Eltrabajodelcuidadoen AméricaLatinayEspaña€¦ · 84.991 42.781 15,0 Excedente de explotación bruto 175.720 175.720 100,0 Renta mixta bruta 127.061 12.391 9,8 Excedente de explotación

4 Un marco demográfico se considera envejecido cuando se comprueba que temporalmente el peso de la co-horte poblacional integrada por las personas mayores en relación al total de la población se cifra en el 10 %.5 Se trata de una frontera que cambia territorial y temporalmente. Las estadísticas que analizan en CEPALlos datos correspondientes a América Latina y Caribe consideran la frontera de edad situada en los 60años. El Instituto Nacional de Estadística español y Eurostat sitúan la frontera en los 65 años.

Montserrat Díaz Fernández y Mª del Mar Llorente Marrón

116

ranza de vida se perfilan claramente cre-cientes en un contexto heterogéneo. Noobstante, la sociedad en su conjunto seidentifica como el responsable último en suatención al ser considerado como un de-recho del individuo que accede a una eta-pa de madurez demográfica.

7.2. ENVEJECIMIENTO Y EDAD

Bajo el apelativo envejecimiento y longe-vidad se recoge una realidad plural con-dicionada no solo por el paso del calen-dario, sino también por aspectos fisioló-gicos, sociales y culturales.

El envejecimiento mide el crecimiento delcolectivo integrado por las consideradaspersonas mayores en relación a la pobla-ción total4. Los avances en términos de es-peranza de vida lógicamente contribuyena incrementar el tamaño de la cohorte in-tegrada por las personas mayores, longe-vidad, lo cual no significa que de forma si-multánea la base de la pirámide poblacio-nal no se nutra como consecuencia del re-gistro de los correspondientes niveles defecundidad sin que se altere la proporciónque relaciona la cúspide y el total.

El calendario y la consideración social delenvejecimiento no siempre son coinci-dentes por lo que el análisis del cuidado li-gado a dicho proceso requiere de forma in-soslayable su conceptualización.

En la identificación de la edad que locali-za en la pirámide de población el umbralde acceso a las cohortes adultas, personasmayores, criterios de naturaleza cronoló-gica, fisiológica y social son consideradosde forma conjunta (Arber y Ginn, 1995).

Según el criterio cronológico se conside-ran personas mayores los efectivos po-blacionales de edad superior a 60 o 65años5 siendo generalmente la legislaciónvigente quien fija dicho límite. Desde estaperspectiva el proceso de envejecimientolleva consigo cambios en la posición del in-dividuo en la sociedad dado que muchasresponsabilidades y privilegios, ligados nor-malmente al empleo, dependen de la edadcronológica.

El proceso de envejecimiento físico, edadfisiológica, vinculado con la edad crono-lógica relaciona la pérdida y limitación delas capacidades funcionales que se producecon el paso de los años.

Por último, la edad social, tercera edad sederiva dentro del marco de la funcionali-dad y autonomía de los efectivos pobla-cionales que pueden llevar una vida in-dependiente, una vez que la actividad la-boral ha concluido. Desde este punto devista, el envejecimiento se relaciona conel proceso de producción, estructura depreferencias en el consumo y ritmo vitalimpuesto por cada sociedad (Fericgla,1992).

Page 118: Eltrabajodelcuidadoen AméricaLatinayEspaña€¦ · 84.991 42.781 15,0 Excedente de explotación bruto 175.720 175.720 100,0 Renta mixta bruta 127.061 12.391 9,8 Excedente de explotación

Los lugares del cuidado: espacios privados y espacios públicos

117

La discapacidad, se relaciona fundamen-talmente con la edad fisiológica y repre-senta un coste social e individual elevadoque, en la mayoría de los casos, compro-mete la calidad de vida de las personas yfamiliares.

7.3. CUIDADO Y ESPACIO RESIDENCIALEN AMÉRICA LATINA

La vejez, o acceso a la denominada edadmadura, genera en el individuo efectos nodeseables que trasladados al envejeci-miento demográfico repercuten sobre elconjunto de la sociedad. El aumento de laesperanza de vida contribuirá a hacermenos solitaria la vejez dado que el ca-lendario de la viudedad se retrasará y lacoexistencia de varias generaciones cons-tituirá una práctica cada vez más fre-cuente. El apoyo entre generaciones no selimitará exclusivamente a la ayuda yatención de la cohortes mayores sino queéstas serán también dispensadores deayuda a las generaciones más jóvenes (Le-guina, 2001).

A raíz del avance de la transición demo-gráfica, América Latina envejece paulatinae inexorablemente. La cohorte de efectivospoblacionales de 60 años y más se incre-mentará de forma sostenida en un hori-zonte temporal de medio y largo plazo. Alos 41 millones de efectivos de edad ma-dura se sumarán 57 millones entre 2000 y2025 y 86 millones en el horizonte 2025-2050. El ritmo de crecimiento presenta unadinámica muy superior en relación a otrascohortes de la pirámide poblacional. Losefectos de una transformación silenciosade consecuencias impredecibles y largo al-

cance derivada del devenir sociodemo-gráfico iniciada en América Latina, caída delos indicadores de fecundidad, participaciónlaboral femenina creciente, envejecimien-to poblacional... repercutirán en la sociedaden su conjunto y en el diseño de políticaspúblicas.

Con carácter general, los argumentos de-mográficos han servido de poco a la horade influir en las políticas puesto que mien-tras que los comportamientos demográfi-cos generan efectos en el largo plazo las ac-tuaciones políticas suelen estar necesitadasde visibilidad en el corto plazo.

El proceso de envejecimiento de la regiónpresenta aspectos propios que trasciendenel ámbito estrictamente demográfico. Laasimetría existente entre el escenario de-mográficamente emergente y la falta detiempo para realizar los ajustes socioeco-nómicos e institucionales necesarios sepone de manifiesto al comprobar el rápi-do proceso de transformación demográfi-ca y el lento y volátil desarrollo económi-co y social.

Conocer el contexto económico que acom-paña y antecede al proceso de transicióndemográfica, permitirá perfilar unas pri-meras coordenadas crecimiento econó-mico heterogéneo, participación laboral fe-menina en aumento, alteraciones en laspautas de comportamiento demográfico,necesidades crecientes de cuidado. El aná-lisis de la estructura del hogar y espacio enel que sus integrantes materializan la con-dición de alojamiento permitirá abordarconjuntamente el cuidado como necesidadsocial y el espacio residencial como bieneconómico.

Page 119: Eltrabajodelcuidadoen AméricaLatinayEspaña€¦ · 84.991 42.781 15,0 Excedente de explotación bruto 175.720 175.720 100,0 Renta mixta bruta 127.061 12.391 9,8 Excedente de explotación

118

Montserrat Díaz Fernández y Mª del Mar Llorente MarrónFIGURA3.1.1. América Latina. Producto Interior Bruto. M

illones de dólares a precios constantes de 2000

1950

1954

1958

1962

1966

1970

1974

1978

1982

1986

1990

1994

1998

2002

2006

Argentina

80.913

87.529

107.487

114.320

135.253

165.622

191.831

196.310

195.217

206.668

190.034

257.716

296.650

242.198

340.348

Bolivia

2.197

2.239

2.195

2.460

3.071

3.895

4.810

5.784

5.514

5.057

5.801

6.774

8.158

8.752

10.247

Brasil

56.770

74.507

94.402

125.950

141.647

185.924

285.634

364.818

414.307

491.398

501.632

559.800

616.304

670.295

768.715

Chile

10.995

12.811

14.760

17.175

20.917

23.678

24.302

26.047

27.943

30.965

40.609

55.674

72.806

79.749

97.023

Colombia

11.608

14.431

16.344

20.242

24.200

30.083

38.733

46.895

53.107

60.831

71.933

85.414

95.391

98.468

121.895

Costa Rica

1.226

1.640

2.167

2.624

3.365

4.373

5.743

7.160

6.860

8.102

9.607

12.063

14.474

16.586

21.194

Ecuador

1.819

2.346

2.703

3.297

3.825

4.633

7.515

9.841

11.434

12.456

13.324

14.941

16.541

17.497

21.553

El Salvador

2.625

3.132

3.696

4.657

5.996

6.955

8.467

10.296

7.303

7.575

8.373

10.620

12.429

13.671

15.298

Guatemala

2.448

2.676

3.308

3.840

4.846

6.076

7.821

9.693

10.224

9.965

11.488

13.498

15.982

18.277

21.034

Haití

1.860

2.088

2.213

2.304

2.258

2.383

2.839

3.430

3.711

3.760

3.666

2.945

3.537

3.617

3.648

Honduras

1.150

1.219

1.485

1.680

2.149

2.420

2.835

3.886

4.139

4.491

5.202

5.948

6.928

7.660

9.622

México

56.081

69.289

90.997

111.288

152.843

199.674

259.583

319.994

408.972

400.849

452.558

520.317

575.730

641.436

731.705

Nicaragua

960

1.342

1.558

1.910

2.676

3.124

4.009

4.206

3.381

3.305

2.822

2.910

3.534

4.085

4.779

Panamá

1.050

1.205

1.493

2.021

2.691

3.624

4.486

5.143

7.123

7.595

7.092

9.107

10.887

11.948

15.573

Paraguay

892

971

1.201

1.315

1.532

1.894

2.492

3.539

4.727

4.914

5.948

6.794

7.451

7.238

8.400

Perú

9.578

12.345

14.317

19.373

24.362

27.869

34.384

36.500

42.223

43.202

35.893

43.431

51.338

56.133

70.557

Rep. Dom

in.

1.892

2.388

3.124

3.638

4.105

5.218

7.643

9.201

11.013

11.821

13.126

16.062

20.980

25.477

31.133

Uruguay

7.763

9.374

9.412

9.525

10.217

11.056

11.281

13.225

13.741

14.134

15.469

19.038

21.753

17.904

23.338

Venezuela

15.711

21.910

29.830

38.330

48.692

59.754

71.671

90.132

89.859

89.282

95.264

108.561

120.156

110.398

146.006

América Lat.

267.538

323.445

402.694

485.949

594.645

748.256

976.078

1.166.098

1.320.797

1.452.0551.525.131

1.775.507

1.998.204

2.083.377

2.505.831

Fuente:CEPAL (2010), Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe. Elaboración propia.

Page 120: Eltrabajodelcuidadoen AméricaLatinayEspaña€¦ · 84.991 42.781 15,0 Excedente de explotación bruto 175.720 175.720 100,0 Renta mixta bruta 127.061 12.391 9,8 Excedente de explotación

119

Los lugares del cuidado: espacios privados y espacios públicosFIGURA3.1.2. América Latina. Producto Interior Bruto por habitante. Millones de dólares a precios constantes de 2000

1950

1955

1960

1965

1970

1975

1980

1985

1990

1995

2000

2005

2008

Argentina

4.718,0

4.951,0

5.261,1

6 030,8

6 911,9

7 320,5

7 586,7

6 365,3

5 832,7

7 199,3

7 730,2

8 130,8

9 952,5

Bolivia

809,4

784,2

681,1

764,5

924,8

1 084,5

1 066,8

869,5

869,9

947,7

996,4

1 037,2

1 134,2

Brasil

1.051,8

1.248,9

1.498,1

1 617,4

1 936,3

2 777,1

3 526,9

3 357,1

3 351,1

3 601,0

3 688,6

3 941,1

4 374,9

Chile

1.807,8

1.891,5

2.047,5

2 176,3

2 474,2

2 032,5

2 724,6

2 423,1

3 081,3

4 278,6

4 902,9

5 702,6

6 247,8

Colombia

923,6

1.032,5

1.085,0

1 176,0

1 337,0

1 566,4

1 814,0

1 821,2

2 062,6

2 348,7

2 257,6

2 538,2

2 879,4

Costa Rica

1.269,5

1.620,3

1.830,9

1 988,4

2 401,5

2 858,7

3 225,4

2 846,6

3 123,1

3 607,6

4 062,8

4 507,9

5 151,2

Ecuador

537,1

635,3

673,4

725,9

776,1

1 148,7

1 365,6

1 327,8

1 297,1

1 334,0

1 295,7

1 570,4

1 704,7

El Salvador

1.345,2

1.468,7

1.558,7

1 857,7

1 933,1

2 115,2

1 897,9

1 585,3

1 638,5

1 993,1

2 092,8

2 136,2

2 272,6

Guatemala

778,1

757,7

858,9

969,8

1 121,3

1 285,3

1 501,5

1 254,1

1 289,6

1 416,1

1 531,9

1 571,7

1 700,2

Haití

577,5

569,5

568,7

531,3

505,7

558,2

696,0

591,4

515,7

413,0

427,3

383,7

391,5

Honduras

773,3

752,0

776,7

861,8

899,1

932,0

1 126,6

1 052,5

1 061,4

1 107,8

1 153,5

1 308,9

1 452,8

México

2.021,6

2.330,9

2.675,1

3 218,8

3 837,8

4 515,5

5 457,8

5 421,1

5 387,5

5 317,1

6 387,5

6 702,2

7 116,3

Nicaragua

741,4

953,1

908,5

1 262,6

1 304,4

1 428,5

993,2

898,8

681,4

660,8

771,3

842,9

896,4

Panamá

1.221,1

1.305,0

1.496,1

1 919,4

2 406,3

2 645,3

3 176,9

3 370,0

2 941,5

3 470,6

3 941,9

4 445,4

5 593,0

Paraguay

605,6

623,4

624,3

693,1

762,5

952,3

1 373,2

1 327,4

1 400,1

1 492,9

1 327,2

1 364,8

1 522,6

Perú

1.255,0

1.491,4

1.676,6

1 959,8

2 112,4

2 345,1

2 329,1

2 025,7

1 649,4

1 977,2

2 079,4

2 402,9

2 990,1

Rep. Dom

inicana

779,7

895,3

949,6

916,5

1 135,0

1 527,0

1 749,7

1 727,8

1 799,0

2 114,3

2 706,6

2 972,1

3 594,1

Uruguay

3.467,2

4.005,3

3.735,4

3 671,0

3 937,2

4 221,3

5 107,4

4 315,2

4 980,3

5 830,4

6 285,3

6 575,5

8 181,0

Venezuela

3.084,2

3.829,2

4.414,5

5 232,0

5 573,5

5 969,8

5 932,0

4 840,6

4 828,1

5 121,7

4 821,7

5 004,0

5 969,4

América Latina

1.721,5

1.923,6

2.134,8

2 406,7

2 769,2

3 298,7

3 835,9

3 559,2

3 516,8

3 770,1

4 073,9

4 334,6

4 863,0

Fuente:CEPAL (2010), Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe. Elaboración propia.

Page 121: Eltrabajodelcuidadoen AméricaLatinayEspaña€¦ · 84.991 42.781 15,0 Excedente de explotación bruto 175.720 175.720 100,0 Renta mixta bruta 127.061 12.391 9,8 Excedente de explotación

6 Dólares a precios constantes de 2000.7 La segunda transición demográfica se caracteriza por un escenario de estabilidad en los indicadores demortalidad y fecundidad, inferiores al nivel de reemplazo generacional, además de cambios profundos enla nupcialidad y sistema de consolidación familiar.

Montserrat Díaz Fernández y Mª del Mar Llorente Marrón

120

Contexto macroeconómico

En un contexto de crecimiento econó-mico generalizado con registros dife-rentes en el territorio el proceso de en-vejecimiento en América Latina, se mues-tra gradual e implacable. En términosagregados, el Producto Interior Bruto(PIB) de la región registró un incremen-to del 83,43%, durante el período com-prendido entre los años 1988 y 2008. Deforma individualizada la dinámica en elámbito territorial materializó ritmos y ni-veles diferentes. En 2000 el peso con-junto de Brasil (31,4%), México (28,2 %y Argentina (14,6%) alcanzó el 74,2% delPIB del área. El resto de países están sen-siblemente distanciados de éstos; Ve-nezuela, en cuarto lugar a continuaciónde Argentina, registró un PIB cifrado enel 42% de dicho país, el 6,13%, comple-ta la distribución (figura 3.1.1).

El espectro es amplio también en términosde renta per cápita y distribución territo-rial (figura 3.1.2). En 2008 el PIB per cápi-ta medio de la zona se cifró en 4.863,8 dó-lares6 y únicamente Argentina, Brasil, Mé-xico, Uruguay, Chile, Venezuela, Costa Ricay Panamá superaban dicha cota.

Transformaciones demográficas

Para comprender los principales determi-nantes del cambio familiar resulta insos-layable el análisis individualizado de la ac-tividad laboral femenina, del descenso dela fecundidad y del proceso de envejeci-

miento. Al igual que en España y otrospaíses del sur de Europa, América Latinaaccedió a la denominada segunda transi-ción demográfica7 con cierto retraso, si bienla intensidad y rapidez con las que incor-poró algunos de sus rasgos imprimieronuna clara especificidad al proceso seguido. La primera referencia obligada que permiteaproximar las razones determinantes delcambio familiar remite directamente al pro-tagonismo de las mujeres y su vinculaciónal mercado laboral con una incorporaciónrápida y relativamente reciente. El núme-ro de mujeres que trabajan ha aumentadosensiblemente, muchas de las que no tra-bajan desearían hacerlo y, en general, el co-lectivo femenino valora decididamente eltrabajo remunerado.

Entre 1980 y 2000 el acceso femenino almundo laboral registró avances muy signi-ficativos (Argentina 72,62%, Brasil 40,00 %y México 30,56 %, respectivamente). La pre-dicción en el horizonte del año 2020, reflejauna pauta creciente que, no obstante no al-canza los registros correspondientes a latrayectoria masculina (figura 3.2.1).

América Latina se incorpora al proceso detransición demográfica con cierto retrasorespecto al conjunto de países europeosconsiderados como más desarrollados,registros iniciales diferentes y materiali-zación de etapas de forma abrupta. La tra-yectoria temporal de la fecundidad es cla-ramente descendente con una caída cifra-da entre 1975 y 1990 en el 32,44% (figura3.2.2). En términos comparativos dicho des-

Page 122: Eltrabajodelcuidadoen AméricaLatinayEspaña€¦ · 84.991 42.781 15,0 Excedente de explotación bruto 175.720 175.720 100,0 Renta mixta bruta 127.061 12.391 9,8 Excedente de explotación

Los lugares del cuidado: espacios privados y espacios públicos

121

censo no alcanzó el retroceso de la fecun-didad española superior a la observada enlos quince países de la Unión Europea, 59%y 43,1% respectivamente.

En 1975 únicamente países del sur europeocomo España (2,8 hijos por mujer), Italia(2,2 hijos por mujer) o Portugal (2,8 hijospor mujer) registraban un Índice Sintético

Fuente: CEPAL (2010), Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe. Elaboración propia.

FIGURA 3.2.2. América Latina. Número de hijos por mujer

Fuente: CEPAL (2010), Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe.

8,00

7,00

6,00

5,0

4,00

3,00

2,00

1,00

0,00

1950-1955

1955-1960

1960-1965

1965-1970

1970-1975

1975-1980

1980-1985

1985-1990

1990-1995

1995-2000

2000-2005

2005-2010

2010-2015

2015-2020

2020-2025

2025-2030

2030-2035

2035-2040

2040-2045

2045-2050

América Latina

ISF = 2,1 REEMPLAZO GENERACIONAL

Argentina Brasil México

100,0

80,0

60,0

40,0

20,0

0,0

1980

1982

1984

1986

1988

1990

1992

1994

1996

1998

2000

2002

2004

2006

2008

2010

2012

2014

2016

2018

2020

Argentina tasa activa masculina

Brasil tasa activa masculina

Brasil tasa activa femenina

México tasa activa masculina

México tasa activa femenina

Argentina tasa activa femenina

Actividad masculina

Actividad femenina

FIGURA 3.2.1. América Latina. Tasa bruta de actividad según sexo Porcentaje sobre la población total

Page 123: Eltrabajodelcuidadoen AméricaLatinayEspaña€¦ · 84.991 42.781 15,0 Excedente de explotación bruto 175.720 175.720 100,0 Renta mixta bruta 127.061 12.391 9,8 Excedente de explotación

FIGURA 3.2.3. Indicador coyuntural de fecundidad. Países de la Unión Europea

Fuente: Instituto Nacional de Estadística (INE).

Montserrat Díaz Fernández y Mª del Mar Llorente Marrón

122

de Fecundidad (ISF) superior al conside-rado garante del relevo generacional.Países del norte de Europa como Suecia(1,8 hijos por mujer), Dinamarca (1,9 hijospor mujer), Países Bajos (1,7 hijos por mu-jer), Austria (1,8 hijos por mujer) o Norue-ga (2 hijos por mujer) considerados ejem-plos avanzados en las pautas de compor-tamiento familiar ya habían perdido el um-bral del reemplazo generacional (figura3.2.3). La brecha existente en dicha refe-rencia con respecto a América Latina es cla-ra, la media de la región se cifraba en 4,5hijos por mujer (Argentina 3,44 hijos pormujer, Brasil 4,31 hijos por mujer y Méxi-co 5,25 hijos por mujer). La pauta a seguirpor los indicadores de fecundidad permi-te avanzar la coordenada temporal en laque la región perdería el nivel de reemplazogeneracional, período comprendido entrelos años 2010 y 2015. A partir de dicha re-ferencia los registros se situarían en los va-lores actuales de España y países del en-torno europeo.

La población mundial envejece a un ritmoconstante y significativo. El número total depersonas de 60 o más años se cifró en 2009en 700 millones. En 2050 Naciones Unidasestima que dicha cohorte alcanzará los2.000 millones efectivos lo que supone unincremento del 185,72%. Tanto en términosabsolutos como relativos la cohorte de ac-ceso a la madurez demográfica aumenta-rá sensiblemente generando un contextodemográfico longevo y envejecido.

El dinamismo de la cohorte integrada porlas personas mayores se muestra en la re-gión mucho más intenso que en otros ám-bitos territoriales. Las proyecciones po-blacionales de Naciones Unidas paraAmérica Latina prevén un crecimiento ab-soluto de dicha cohorte entre 2000 y2025 de 57 millones y 86 entre 2025 y 2050.Como consecuencia el peso de la pobla-ción adulta respecto a la población totalse triplicará pasando del 8,2% en 2000 al24% en 2050.

3,00

2,50

2,00

1,50

1,00

0,50

0,00

1975

1976

1977

1978

1979

1980

1981

1982

1983

1984

1985

1986

1987

1988

1989

1990

1991

1992

1993

1994

1995

1996

1997

1998

1999

2000

2001

2002

2003

2004

2005

2006

2007

2008

2009

España UE Francia Portugal Italia Suecia

Page 124: Eltrabajodelcuidadoen AméricaLatinayEspaña€¦ · 84.991 42.781 15,0 Excedente de explotación bruto 175.720 175.720 100,0 Renta mixta bruta 127.061 12.391 9,8 Excedente de explotación

Los lugares del cuidado: espacios privados y espacios públicos

123

Únicamente Argentina en 2010 cifra elpeso de la población mayor en la pirá-mide poblacional en registros superioresal diez (10,2% en 2005 y 10,5% en 2010)dado que la media de la región se sitúaen el 6,9% (Brasil y México 6,9% y 6,6%,respectivamente). El proceso de enveje-cimiento argentino es continuado e in-tenso alcanzando en el horizonte tem-poral del año 2050 el 19%. La media de laregión e individualmente países comoMéxico y Brasil no alcanzarían la fronte-ra del envejecimiento hasta el horizontedel año 2025 (figura 3.2.4). El envejeci-miento en la zona muestra caras dife-rentes con respecto al calendario de ac-ceso muy diferente a la situación euro-pea que en palabras de Alfred Sauvy“Tras dos siglos de expansión, de con-quistas, de imperialismo, de guerras,Europa se siente cansada. Desea el re-poso, aspira a la jubilación” parece asu-mir el ingreso en la etapa de madurez de-mográfica.

No cabe duda que las consecuencias deesta transformación repercutirán en eldesarrollo socioeconómico de los distintospaíses, diseño de políticas públicas que fa-vorezcan las necesidades de atención y re-conocimiento jurídico y social del derechoa ser atendido tanto por la velocidad comopor el contexto de desigualdad en el queproduce.

Hogar y vivienda

Las tareas del cuidado y atención de losmayores adquieren un papel protagonis-ta dentro del hogar en el marco de unatransformación demográfica como la des-crita. Las condiciones de uso y tenencia dela vivienda permitirán responder a las ne-cesidades de cuidado de forma diferente.Las dotaciones y equipamientos de la vi-vienda contribuirán decisivamente en la ca-lidad del cuidado y también en el tiemponecesario para su realización. Cuando laspersonas mayores viven con más miem-

FIGURA 3.2.4. América Latina. Peso de la población de 60 y más años

Fuente: CEPAL http://www.eclac.org/estadisticas.

25,0

20,0

15,0

10,0

5,0

0,0

1950

1955

1960

1965

1970

1975

1980

1985

1990

1995

2000

2005

2010

2015

2020

2025

2030

2035

2040

2045

2050

América Latina Argentina Brasil México

Page 125: Eltrabajodelcuidadoen AméricaLatinayEspaña€¦ · 84.991 42.781 15,0 Excedente de explotación bruto 175.720 175.720 100,0 Renta mixta bruta 127.061 12.391 9,8 Excedente de explotación

Montserrat Díaz Fernández y Mª del Mar Llorente Marrón

124

bros de su familia en el hogar, es impor-tante que la vivienda esté dotada de un di-seño adecuado para la convivencia devarias generaciones.

Desde una perspectiva estrictamente eco-nómica vivienda y cuidado presentancierto paralelismo dado que satisfacen ca-racterísticas comunes a otros bienes de lamisma naturaleza. En ambos casos se tra-ta de bienes necesarios e importantes. Elespacio donde se acometen las funcionesdel cuidado, vivienda, satisface una con-dición básica como es el alojamiento y elcuidado es consustancial al ser humano alestar presente en distintos momentos desu ciclo de vida. Vivienda y cuidado sonbienes importantes. El elevado precio dela vivienda en relación a la renta familiarhace del recurso a la financiación externauna cuestión obligada y supone en mu-chos casos la decisión financiera más re-levante del ciclo de vida de la unidad fa-miliar. El cuidado representa asimismo unbien costoso si bien a diferencia del es-pacio donde se acomete no siempre estácorrectamente valorado. Una característi-ca importante de naturaleza complemen-taria radica en la doble consideración dela vivienda como activo financiero y biende consumo. En la etapa que nos ocupa lacondición de activo financiero de la vi-vienda podrá permitir asumir en determi-nados momentos el elevado coste real delcuidado. Ambos bienes tienen naturalezacompleja y heterogénea y pueden sercontemplados en el mercado como bien-es sustancialmente diferentes. El análisistanto de la vivienda como del cuidado re-quiere la consideración de la unidad fa-miliar en su tratamiento. Por último en am-bos casos la Administración Pública, por

distintas razones manifiesta una especialatención en el diseño de medidas que fa-ciliten su acceso, condición de alojamien-to y derecho a ser atendido, cuidado en laetapa demográfica que nos ocupa. Sin em-bargo desde una perspectiva macroeco-nómica el reconocimiento del espacio y elcuidado es sustancialmente diferente.Mientras que la vivienda constituye un sub-sector económico con reconocimientoclaro en el cuadro macroeconómico ge-neral, el cuidado es el gran ausente de lascuentas públicas.

Hogares con personas mayores

La composición y estructura de los hoga-res se asocia con factores demográficos,económicos y culturales que a la vez de-terminan su formación, cambio o disolu-ción. Los cambios demográficos han con-tribuido a la configuración de nuevas op-ciones residenciales. Las familias de variasgeneraciones se han convertido en un fe-nómeno común y aunque también existela modalidad de vida independiente en laedad adulta, la región presenta un peso in-ferior en relación a otros ámbitos territo-riales. Insuficiencia de recursos económi-cos, deterioro funcional de la persona o di-ficultades de emancipación económica delos hijos, entre otras cuestiones, explicanla convivencia conjunta en el mismo hogarde varias generaciones. El entorno en elque la persona envejece está cambiandocon rapidez.

Las transformaciones más acusadas se lo-calizan en el período 1990-2005 destacandola reducción de las familiares nucleares y elaumento de los hogares monopoarentalesy unipersonales (Arriagada, 2007). Desde

Page 126: Eltrabajodelcuidadoen AméricaLatinayEspaña€¦ · 84.991 42.781 15,0 Excedente de explotación bruto 175.720 175.720 100,0 Renta mixta bruta 127.061 12.391 9,8 Excedente de explotación

Los lugares del cuidado: espacios privados y espacios públicos

125

una perspectiva territorial se muestran di-ferencias, como media los mayores estánpresentes en el 24% de los hogares y de és-tos el 3% son unipersonales (figura 3.3.1.1).No obstante tres de cada diez hogares ur-banos y siete de cada diez rurales se sitúanen el umbral de la pobreza (figura 3.3.1.2).

El espacio para el cuidado. Un enfoque macroeconómico

Las condiciones de alojamiento de laspersonas mayores suscitan atención porparte de la comunidad internacional, en lamedida en que representan un factor im-

FIGURA 3.3.1.1. América Latina. Hogares con personas mayores

Fuente: CEPAL http://www.eclac.org/estadisticas.

FIGURA 3.3.1.2. América Latina. Porcentaje de hogares pobres con personas mayores

Fuente: CEPAL http://www.eclac.org/estadisticas.

Bolivia

Brasil

Chile

Costa Rica

Ecuador

Guatemala

Honduras

México

Nicaragua

Panamá

Paraguay

Rep. Dominicana

Venezuela

Urbano Rural

100

80

60

40

20

0

Argentina

Bolivia

Brasil

Chile

Costa Rica

Ecuador

Guatemala

Honduras

México

Nicaragua

Panamá

Paraguay

Rep. Dominicana

Venezuela

Porcentaje de hogares con personas mayores

Porcentaje de hogares unipersonales con personas mayores

40

35

30

25

20

15

10

5

0

Page 127: Eltrabajodelcuidadoen AméricaLatinayEspaña€¦ · 84.991 42.781 15,0 Excedente de explotación bruto 175.720 175.720 100,0 Renta mixta bruta 127.061 12.391 9,8 Excedente de explotación

Montserrat Díaz Fernández y Mª del Mar Llorente Marrón

126

portante en relación con su independenciay calidad de vida. Disfrutar de una vivien-da adecuada, vivir en un ambiente seguroy saludable y permanecer en su propio ho-gar durante el máximo tiempo posible enfunción de sus preferencias y necesidadesson básicamente los criterios que la co-munidad internacional considera en rela-ción al derecho a la vivienda y entorno sa-ludable de dicho colectivo.

Con fuertes externalidades positivas entérminos de crecimiento económico, sa-lud pública y estabilidad social el sectorvivienda es relevante en el cuadro ma-croeconómico tanto de países en vías dedesarrollo como en países desarrollados.Constituye el principal medio de acu-mulación de activos para las unidades fa-miliares de bajos ingresos y con fre-cuencia representa más del 50% del ac-tivo familiar. El bien producido por el sec-tor vivienda, espacio donde surgirán yacometerán fundamentalmente las ne-cesidades de cuidado en América Latinase localiza básicamente en el ámbito ur-bano, está dotada de equipamientos bá-sicos (agua corriente, electricidad y eva-cuación de aguas residuales) y la pro-piedad constituye el régimen de tenenciadominante.

La participación en el PIB del sector de laconstrucción en los diferentes países de laregión se cifraba en 2008 en el 7,6% en Chi-le y Colombia, 7% en México y sensible-mente distanciados, Argentina, 5,4% yBrasil, 4,3% (figura 3.3.2.1). El consideradomotor de la economía, sector productivoque genera el espacio a analizar, contribuyedecisivamente al desarrollo socioeconó-mico de la zona.

El espacio para el cuidado. Un enfoque microeconómico

Las condiciones de uso y tenencia de la vi-vienda permitirán responder a las necesi-dades del cuidado de forma diferente.Las dotaciones y equipamientos de la vi-vienda contribuirán decisivamente en la ca-lidad del cuidado y también en el tiemponecesario para su realización.

Naciones Unidas señala como dificultadesrelacionadas con el problema de la viviendade las personas mayores cuestiones rela-cionadas con el acceso y movilidad, in-adaptación de la vivienda y aislamiento fun-damentalmente. Contar con una viviendaadecuada para todas las generacionesque vivan en ella tiene por objetivo priori-tario lograr que todos los miembros des-empeñen sus actividades de forma autó-noma. Condiciones óptimas y adecuadasa las necesidades de las personas mayo-res evitaría con toda probabilidad proble-mas de segregación generacional.

Como equipamientos básicos las estadís-ticas recogen tres inputs imprescindibles enel desarrollo socioeconómico vinculados nosólo a la consecución de estándares de vidaelevados sino fundamentalmente a cues-tiones relacionadas con la salud y morbili-dad de la población. Dichos inputs dispo-nibilidad de agua corriente, suministroeléctrico y sistema de evacuación de aguaresiduales están presentes en la vivienda dela región con significativas diferencias. Bá-sicamente en el ámbito urbano la viviendaestá dotada de suministro eléctrico y deagua corriente (figura 3.3.3.1). Los valoresextremos de la serie cifran el suministro deagua corriente por tubería de la vivienda en-

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Los lugares del cuidado: espacios privados y espacios públicos

127

FIGURA3.3.2.1. América Latina. Producto Interior Bruto por clase de actividad=construcción. Participación porcentual

1990

1992

1994

1996

1998

2000

2002

2004

2006

2008

Argentina

4,1

5,0

5,6

5,0

5,5

4,7

2,5

3,9

5,3

5,4

Bolivia

3,1

3,1

3,1

2,6

3,8

3,0

3,1

2,1

2,4

2,3

Brasil

3,9

4,0

4,8

5,0

5,4

4,8

4,5

4,4

4,1

4,3

Chile

6,5

6,7

8,0

8,2

8,2

6,2

6,5

6,3

6,2

7,6

Colombia

3,8

5,3

7,6

6,7

5,9

3,7

3,9

5,5

6,7

7,6

Costa Rica

4,3

3,9

4,2

3,4

3,8

3,7

4,2

4,3

4,4

Ecuador

2,0

2,3

3,1

4,2

5,5

7,1

8,2

8,2

9,2

El Salvador

3,5

4,4

4,6

4,3

4,4

4,4

4,8

4,2

4,2

3,9

Haití

6,8

10,3

7,8

19,5

24,2

20,4

Honduras

5,8

7,1

6,4

5,0

5,4

5,9

5,0

5,3

5,5

6,0

México

4,7

5,4

6,4

5,0

5,6

6,2

6,1

6,5

6,8

7,0

Nicaragua

4,5

3,7

4,8

5,3

4,9

6,2

5,2

5,5

5,7

5,5

Panamá

0,9

2,7

3,5

3,5

3,7

4,9

3,5

4,8

4,9

Paraguay

5,8

5,2

5,3

5,2

4,6

4,6

4,6

4,7

4,7

Perú

3,7

3,6

5,6

6,1

6,6

5,3

5,4

5,4

5,7

Rep. Dom

inicana

5,3

5,0

6,3

6,8

6,5

6,2

6,1

4,5

6,5

5,9

Uruguay

5,2

6,9

8,0

7,4

8,1

8,2

5,9

4,8

5,9

6,3

Venezuela

5,8

8,4

6,9

6,0

9,6

7,7

9,1

6,4

América Latina a/

4,3

4,9

5,7

5,3

5,8

5,5

5,2

5,1

5,5

5,6

Fuente:CEPAL (2010), Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe. Elaboración propia.

Page 129: Eltrabajodelcuidadoen AméricaLatinayEspaña€¦ · 84.991 42.781 15,0 Excedente de explotación bruto 175.720 175.720 100,0 Renta mixta bruta 127.061 12.391 9,8 Excedente de explotación

tre el 99,9% de Costa Rica y el 72% de Pa-raguay en 2009. El suministro eléctrico dela vivienda presenta una distribución másuniforme y en niveles cercanos al cien porcien (99,9% en Costa Rica y 98,2% en Boli-via en 2009). Las grandes diferencias en laconsideración del espacio residencial vin-culado con los estándares básicos de saludse concretan en la disponibilidad o no desistemas de evacuación de aguas residua-les. En Argentina (64,2%), Brasil (60,6%) yMéxico (89,6%) se alcanzan registros sen-siblemente distanciados del resto de paísesde la zona. La consideración del ámbito ur-bano o rural intensifica los desequilibrios endetrimento del último (figura 3.3.3.2).

Activo financiero y cuidado

Como en el resto de países desarrollados,el sector de la construcción ha sido im-pulsado en América Latina y ha contribui-

do y contribuye al desarrollo del sistema fi-nanciero con la creación de instrumentospropios e implicación de la AdministraciónPública en el diseño de actuaciones ten-dentes a favorecer el acceso a la vivienda.América Latina cuenta con un alto nivel deurbanización, 76% y tenencia en régimende propiedad, próximo al 75%, destacan-do asimismo los registros de tenencia enalquiler (figura 3.3.4.1)

El espacio residencial de la última etapa delciclo de vida dependerá de decisiones in-dividuales, opciones de vivienda disponi-bles, necesidades actuales y expectativasde futuro. Necesidades de salud física yemocional, sociales y económica condi-cionarán dicha decisión.

La doble condición de la vivienda adquie-re en el acceso a la etapa de la madurez de-mográfica un protagonismo propio. La

128

Montserrat Díaz Fernández y Mª del Mar Llorente Marrón

FIGURA 3.3.3.1. América Latina. Disponibilidad de servicios de las viviendas. Área urbana

Fuente: CEPAL (2010), Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe.

120

100

80

60

40

20

0

Argentina

Bolivia

Brasil

Chile

Colombia

Costa Rica

Ecuador

El Salvador

Guatemala

Honduras

México

Nicaragua

Paraguay

Perú

Rep. Dominicana

Uruguay

Venezuela

Agua por tubería

Alumbrado eléctrico

Sistema de eliminación de excretas

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129

consideración de activo financiero permite,en un contexto de clara desigualdad la re-muneración del servicio correspondiente alcuidado en esta etapa. La vivienda consti-tuye un medio de acumulación de activospara la unidad familiar. En este sentido, lasestadísticas permiten comprobar una rela-ción directamente proporcional y de senti-do creciente entre las variables vivienda enpropiedad y edad del propietario. La vi-vienda en propiedad se ocupa en un altoporcentaje por personas mayores, el 88%de los hogares con personas mayores dis-ponen de vivienda propia. La disminuciónde este porcentaje en el tramo de edad su-perior a 75 años podría hacernos pensar enla materialización de la condición de activofinanciero de la vivienda en relación al pre-

cio a satisfacer por el bien cuidado (figura3.3.4.2). Aunque en la vejez pueden existirlimitaciones para que las personas se man-tengan integradas en la comunidad, la ex-periencia demuestra que el riesgo de fra-gilización es más elevado que las propiasdificultades individuales. Condiciones óp-timas en el diseño, acceso y atención del de-terioro podría evitar probablemente losriesgos de segregación generacional. El de-terioro del espacio residencial y edad evo-lucionan en sentido creciente (figura 3.3.4.3).

7.4. CONSIDERACIONES FINALES

1. El futuro demográfico no suele provocaralarma en el ámbito de la economía y po-

Los lugares del cuidado: espacios privados y espacios públicos

FIGURA 3.3.3.2. América Latina. Disponibilidad de servicios de las viviendas

Fuente: CEPAL (2010), Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe.

Brasil

93,3

32,7

99,7 93,3

60,6

5,7

Urbana Rural Urbana Rural Urbana Rural

Agua Electricidad Aguas residuales

México

96,777,6

99,4 95,1 89,6

42,8

Urbana Rural Urbana Rural Urbana Rural

Agua Electricidad Aguas residuales

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lítica. El análisis de la coyuntura económi-ca basado en indicadores de corto plazocondiciona en cierto sentido el enfoque de-mográfico. En dicho ámbito se tiende a cre-er que el paso del calendario puede resol-ver por sí mismo los distintos problemas.Sin embargo, a diferencia de la economía,que puede en el peor de los casos provo-car una explosión y derribar el edificio, la

demografía trabaja como las termitas, len-ta, oscura y tozudamente.

2. A lo largo del ciclo de vida el individuoconsume cuidado en diferentes momentos.Las necesidades derivadas del aumento dela esperanza de vida no deben considerarsecomo una excepcionalidad, sino al con-trario como un logro social.

Montserrat Díaz Fernández y Mª del Mar Llorente Marrón

FIGURA 3.3.4.1. América Latina. Régimen de tenencia de la vivienda

Fuente: CEPAL http://www.eclac.org/estadisticas.

FIGURA 3.3.4.2. América Latina. Porcentaje de hogares con personas mayores y vivienda en propiedad

Fuente: CEPAL http://www.eclac.org/estadisticas.

Argentina

Bolivia

Brasil

Chile

Costa Rica

Ecuador

Guatemala

Honduras

México

Nicaragua

Panamá

Paraguay

Rep. Domin.

Venezuela

102030405060708090100

60 - 74 75 y más Más de 60 años

77,65

Brasil México Argentina

11,17

77,92

13,70

77,65

11,17

Propiedad Alquiler

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131

Los lugares del cuidado: espacios privados y espacios públicos

3. Cuando no se anticipan las medidas y re-formas de protección social necesariaspara acometer las necesidades derivadasdel proceso de envejecimiento, el tránsitode una sociedad hacia la madurez demo-gráfica genera serias dificultades de fun-cionamiento. La oferta de cuidado actual-mente no se circunscribe exclusivamenteal círculo familiar y femenino, dicha opciónya no es posible, ni se considera una so-lución deseable. Cuidar a las personas for-ma parte de las políticas públicas y de la ac-tuación de múltiples instituciones de la so-ciedad civil, más allá de la familia. La dis-capacidad representa un coste social e in-dividual que, en la mayoría de los casos,compromete la calidad de vida de las per-sonas y familiares.

4. En América Latina la cohorte integradapor las denominadas personas mayores re-presenta aproximadamente el 10% de lapoblación total. En un horizonte temporalde medio y largo plazo el colectivo triplicará

su dimensión pasando a representar apro-ximadamente el 25% de su población. Elmarco demográfico se convertirá comoconsecuencia del aumento en la esperan-za de vida en longevo y envejecido.

5. El proceso de cambio familiar se halla es-trechamente vinculado a las transforma-ciones demográficas y ello obliga a consi-derar explícitamente el comportamiento dela actividad laboral femenina, la caída delos indicadores de fecundidad y el pro-gresivo proceso de envejecimiento.

6. Las tareas del cuidado y atención de losmayores adquieren un papel protagonistaen el hogar. Las condiciones de uso y te-nencia de la vivienda permitirán respon-der a las necesidades de cuidado de for-ma diferente. Las dotaciones y equipa-mientos de la vivienda contribuirán de-cisivamente en la calidad del cuidado ytambién en el tiempo necesario para surealización.

FIGURA 3.3.4.3. América Latina. Hogares con personas mayores y estado de la vivienda

Fuente: CEPAL http://www.eclac.org/estadisticas.

Argentina

Bolivia

Chile

Costa Rica

Ecuador

Guatemala

Honduras

México

Nicaragua

Panamá

Paraguay

Rep. Domin.

Venezuela

60 - 40. Porcentaje de personas mayores en hogares con muros deficientes

60 - 40. Porcentaje de personas mayores en hogares con pisos deficientes

75 y más. Porcentaje de personas mayores en hogares con muros deficientes

75 y más. Porcentaje de personas mayores en hogares con pisos deficientes

20

40

0

60

80

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Montserrat Díaz Fernández y Mª del Mar Llorente Marrón

132

7. Los cambios demográficos registradoshan contribuido en la configuración denuevos arreglos residenciales. Las familiasque abarcan tres o incluso cuatro genera-ciones se han convertido en un fenómenocomún y aunque también existe la moda-lidad de vida independiente en la edad adul-ta, en la región presenta un peso inferior enrelación a otros ámbitos territoriales.

8. Disfrutar de una vivienda adecuada, viviren un ambiente seguro y saludable y per-manecer en su propio hogar durante el má-ximo tiempo posible en función de sus pre-ferencias y necesidades son básicamente loscriterios que internacionalmente fijan los re-quisitos del derecho a la vivienda y entor-no saludable del colectivo que no ocupa.

9. Con fuertes externalidades positivas entérminos de crecimiento económico, saludpública y estabilidad social el sector vi-vienda es uno de los más importantes enel cuadro macroeconómico tanto de paísesen vías de desarrollo como en países des-arrollados. Constituye el principal medio deacumulación de activos para las personasde bajos ingresos y con frecuencia repre-senta más del 50 % del activo familiar.

10. Las condiciones de uso y tenencia de lavivienda permitirán responder a las nece-sidades de cuidado de forma diferente.Como equipamientos básicos las estadís-ticas recogen tres inputs imprescindibles enel desarrollo socioeconómico vinculados nosólo a la consecución de estándares de vidaelevados sino fundamentalmente a cues-tiones relacionadas con la salud y morbili-dad de la población. Dichos inputs –dis-ponibilidad de agua corriente, suministroeléctrico y sistema de evacuación de agua

residuales– están presentes en la viviendade la región con significativas diferencias.

11. El espacio residencial de la última eta-pa del ciclo de vida dependerá de decisio-nes individuales, opciones de viviendadisponibles, necesidades actuales y ex-pectativas de futuro. Necesidades de saludfísica y emocional, social y económica con-dicionarán dicha decisión.

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Los lugares del cuidado: espacios privados y espacios públicos

133

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8. LAS POLÍTICAS DE CUIDADO EN AMÉRICA LATINA

Sonia Montaño Virreira*

“Si las abuelas hiciesen huelga de cuidar nietos y enfermos mayores, su efecto sobre la economía nacional sería mucho más decisivo que la huelga

de conductores de autobuses o controladores aéreos”.

El valor del tiempo, Mª Ángeles Durán.

* Directora de la División de Asuntos de Género, CEPAL.

El Estado en América Latina no es un pa-dre protector. Allí lo que predomina y has-ta reemplaza al Estado en materia de cui-dado son las madres cuidadoras o las cui-dadoras madres ya que esta noción no alu-de solamente a la maternidad biológica, serefiere también a la norma social vigente.En este sentido, el trabajo de las mujerestiene dos caras: el trabajo remunerado y eltrabajo no remunerado –el trabajo do-méstico y de cuidado–. Para que las mu-jeres se inserten en pie de igualdad con loshombres en el mercado de trabajo, se re-quiere aliviar el trabajo no remunerado quepesa sobre sus hombros. Para lograr laigualdad, también es necesario que las mu-jeres participen plenamente de la vidapolítica de sus países, es decir, en todos losniveles de toma de decisión, y que tenganuna vida libre de violencia, donde se res-pete su cuerpo y puedan decidir librementeacerca de la reproducción. Esto demandaun Estado activo y garante de derechos aunen construcción.

Históricamente la mayoría de los Estadoslatinoamericanos no lograron establecerinstituciones y menos aun financiamientosustentable para proporcionar a las per-sonas un piso mínimo que garantice pro-tección desde la cuna hasta la tumba. Loque sí ha contado con el sello latinoame-ricano ha sido la organización social que es-pecialmente a partir de fines de la décadade 1970 en torno a la crisis de la deuda ex-

terna y los procesos dictatoriales y anti-democráticos que afectaron a la región diolugar al surgimiento de organizaciones so-ciales de mujeres especialmente creadaspara el cuidado de las familias –con fre-cuencia y a pesar del Estado– y en algunoscasos de la mano de las primeras damas.Los clubes de madres en Bolivia (Monta-ño, 1988) respondieron en parte a esta fór-mula que distribuía alimentos provenien-tes de los excedentes alimentarios de la de-nominada PL 480 (Ley Pública 480 de losEstados Unidos) y más tarde del ProgramaMundial de Alimentos (PMA) de las Na-ciones Unidas. Los comités de ama de casamineras célebres por el liderazgo de Do-mitila Chungara (Viezzer, 1985) que ademásde asegurar el sostenimiento de sus fami-lias con los alimentos entregados a sus es-posos como parte del salario, cuidaron tam-bién de su integridad física estableciendovínculos entre la defensa de la vida coti-diana, la democracia y los derechos hu-manos.

En el caso de Chile durante la dictadura seasistió a la reedición de los Centros deMadres creados en 1964, a partir de la (re)fundación de CEMA-Chile, espacio enque se exacerbó el maternalismo y el dis-ciplinamiento de las mujeres (Valdés,Weinstein, Toledo y Letelier, 1989). En estamisma línea se sitúan los proyectos de ma-dres comunitarias en Colombia que con eltiempo evolucionaron desde ser cuida-

135

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• Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing, 1995): se reconoce políticamen-te la necesidad de modificar la división sexual del trabajo en tanto construcción so-ciocultural.

• Décima Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe y Consensode Quito (2007): los gobiernos recuperan la centralidad de esta temática para la igual-dad de género.

• Undécima Conferencia Regional sobre la Mujer y Consenso de Brasilia (2010): los go-biernos se comprometen a “adoptar todas las medidas de política social y económi-ca necesarias para avanzar en la valorización social y el reconocimiento del valor eco-nómico del trabajo no remunerado prestado por las mujeres en la esfera doméstica ydel cuidado”.

RECUADRO 1. El reconocimiento internacional del cuidado

Fuente: Elaboración propia.

Sonia Montaño Virreira

136

doras sin salario a beneficiarias de la se-guridad social.

En Perú, las organizaciones de los Clubesde Madres, los Comedores Populares y losComités de Vaso de Leche tuvieron en co-mún la acción colectiva destinada a la com-pra, preparación y distribución diaria de ali-mentos con miras a reducir los costos dela alimentación familiar. Además permi-tieron disminuir el tiempo empleado por lasmujeres para las tareas domésticas y ope-raron como instancias de socialización, decapacitación y, eventualmente, de gene-ración de ingresos. El rol sustantivo quecumplieron las organizaciones popularesfemeninas en la atención de los problemasde alimentación de amplios sectores de lapoblación fue reconocido por la sociedady el Estado (Blondet, 1994).

Las mujeres de las ollas comunes y los co-medores populares en Chile, la organiza-ción de las mujeres de sectores populares(comedores, Comités de Vaso de Leche,

Clubes de Madres), que favorecían al mis-mo tiempo el fortalecimiento de grupos fe-ministas y de promoción del desarrollo sonun antecedente inevitable para reflexionarsobre el nuevo sentido de las políticas decuidado.

En esa etapa predominó un enfoque fa-milista que exaltaba el cuidado de lasmujeres como un don lo que visto a la luzde la evolución reciente se ha convertidoen la principal fuente de su exclusión de laciudadanía económica y el derecho al tra-bajo.

A 15 años de Beijing varios países han em-pezado a debatir y modificar las políticasde cuidado desde la perspectiva del reco-nocimiento del trabajo no remuneradode las mujeres. La mayoría cuenta desdehace mucho tiempo con programas y ser-vicios, generalmente deficientes y enten-didos como un apoyo a las mujeres con laconsiguiente maternalización de sus en-foques, es decir, basados en el supuesto de

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Las políticas de cuidado en América Latina

137

que cuidar además de un atributo naturalde las mujeres es su principal fuente de re-conocimiento. Todos los estudios dispo-nibles indican que estos servicios tienenmuy baja cobertura cuando son públicos,costos muy altos cuando son privados y nohay información disponible sobre el gas-to social dirigido a ellos.

Es reciente el reconocimiento acerca de laimportancia de inscribir los servicios de cui-dado como parte de los esfuerzos por fa-vorecer la igualdad entre hombres y mu-jeres, entendiendo que todas las personastienen derecho al cuidado y que le corres-ponde al Estado establecer las normas paraque esta tarea estratégica desde el puntodel desarrollo no recaiga sobre el tiempogratuito de las mujeres. Estamos pues anteun cambio de paradigma que aun no cris-taliza pero que ya muestra señales alen-tadoras.

Como se ha dicho hasta el cansancio las ra-zones para este cambio tienen que ver conla desproporción entre la demanda social decuidado y los recursos humanos disponiblesfruto del desarrollo demográfico, pero tam-bién se debe al proceso de emancipación delas mujeres. Mientras en Europa esta re-flexión va de la mano del desafío plantea-do por el envejecimiento, en América Lati-na conviven los rezagos en el cuidado in-fantil y el creciente aumento de los adultosmayores que no son autovalentes. La con-ciencia de los derechos de otros grupos hu-manos importantes como los enfermos ydiscapacitados ha tensionado las demandasobligando a los gobiernos a prestar mayoratención aunque todavía no hay ni un paísque pueda considerarse exitoso en la im-plementación de estos servicios.

Las mujeres, madres, abuelas y hermanassiguen siendo junto a las trabajadorasdomésticas –mal remuneradas– las prin-cipales responsables de una labor que des-de el punto de vista de la economía femi-nista debiera entenderse como un pilar fun-damental del desarrollo productivo y másconcretamente de la productividad. Mien-tras el 12% de la fuerza laboral femeninatrabaja en el empleo doméstico, no más del1% de los hombres lo hace. Esto muestracon claridad que el trabajo reproductivo ode cuidado se extiende almercado laboralconvirtiéndose en una doble carga que co-loca a las mujeres más pobres en víctimasde la división sexual del trabajo dentro desus hogares, en el mercado laboral inter-no y en el mercado de cuidado interna-cional crecientemente atendido por muje-res migrantes (Tobío, 2011).

Un indicador impactante del desbalanceprovocado por las responsabilidades decuidado asumidas por las mujeres es el he-cho de que una de cada tres mujeres carecede ingresos propios lo que afecta negati-vamente su autonomía económica y, porlo tanto, su capacidad de formar parte ac-tiva del desarrollo económico y social.Laproporción de mujeres sin ingresos propiosen América Latina urbana alcanza, alrede-dor de 2009, al 31,8% mientras que la pro-porción de hombres llega sólo a 12,6%. Lasdisparidades entre países son importantes.Se observa que, mientras en Colombia laproporción de mujeres sin ingresos propiosllega a 38,2%, en Uruguay solo el 18,5% delas mujeres no tienen ingresos propios.

En las zonas rurales de América Latina, elporcentaje de mujeres sin ingresos propiosllega al 38,2% en comparación con el

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GRÁFICO 1. Tiempo total de trabajo trabajo remunerado y no remunerado (Promedio de horas semanales). Población de 15 años y más

Fuente: CEPAL, Observatorio de igualdad de género de América Latina y el Caribe. Véase [en línea]:http://www.cepal.org/oig

Sonia Montaño Virreira

138

13,6% de los hombres. Las disparidades en-tre países son aún mayores. Mientras enColombia el 52,3% de las mujeres no tie-nen ingresos propios, en Costa Rica lleganal 46,2%. Estos dos casos más críticos parael año 2009 contrastan con el del Uruguaydonde ellas solo son el 26,3%.

Las mujeres sin ingresos propios aún sonclasificadas como “inactivas” en las es-tadísticas de participación laboral son lasprincipales trabajadoras del cuidado. Apesar de ello, la región está ante el cre-cimiento de la participación laboral de lasmujeres, tanto en medio urbano como enmedio rural. En 2009, el promedio de latasa de participación de las mujeres ur-banas alcanza el 53%, superando por 9puntos porcentuales la tasa media obser-vada en 1990 (CEPAL, 2010). También au-mentó la participación laboral de las mu-jeres rurales entre 1990 y 2005 (FAO, 2010).La mayor inserción laboral de las mujeres

ha implicadouna considerable extensión desu tiempo de trabajo, debido a que ellasmantienen sus responsabilidades familia-res mientras los hombres se dedican casiexclusivamente al trabajo remunerado.Las últimas encuestas de uso del tiempo re-alizadas en la región confirman, más allá delos problemas de comparabilidad interna-cional, la existencia de un patrón común.Este patrón se puede observar tanto en elmedio rural como urbano, con una mayordedicación –en términos de horas sema-nales– de las mujeres rurales al trabajo do-méstico no remunerado en la casi totalidadde los casos. La doble jornada significa con-tar con menos tiempo para el trabajo re-munerado y, por ende, con menos ingresosmonetarios. Los ingresos y los derechosque se obtienen del cuidado son menoresa los que se adquieren en el empleo regu-lar y nunca son suficientes para adquirir laautonomía económica y protegerse de lapobreza a lo largo del ciclo vital.

Brasil 2008 Colombia 2009 Ecuador 2008

Hombres Mujeres

México 2009 Perú 2010 Uruguay 2007

10

20

0

30

40

50

60

70

80

90

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GRÁFICO 2. Tiempo total de trabajo trabajo no remunerado.(Promedio de horas semanales). Población de 15 años y más

Fuente: CEPAL, Observatorio de igualdad de género de América Latina y el Caribe. Véase [en línea]:http://www.cepal.org/oig

1 Directora de la División de Asuntos de Género, CEPAL.

El trabajo de cuidado en América Latina

139

8.1. CAMBIO EN LAS POLÍTICAS

Uruguay discute una propuesta para el di-seño de un Sistema Nacional de Cuidadosque se espera sea aprobadohasta finales de2011.Un grupo de trabajo interinstitucional1

ha preparado una propuesta que se some-terá a debate público antes de ser adopta-da como política nacional el año 2011.Costa Rica cuenta desde 1999 con la Ley In-tegral para la Persona Adulta Mayor (No.7.935), que busca garantizar el cumpli-miento de los derechos y beneficios paraeste grupo. La misma ley crea el Consejo Na-cional de la Persona Adulta Mayor (CONA-PAM), como ente rector en materia de en-vejecimiento y vejez, encargado de formu-lar las políticas y los planes nacionales enla materia y se encuentra trabajando paraconsolidar la red nacional de cuido para per-sonas adultas mayores (Sauma, 2011).

En Chile, durante el gobierno de MichelleBachelet (2006-2010) se creó el ProgramaChile Crece Contigo destinado a garantizarjardines infantiles y salas cuna a niños y ni-ñas que pertenecen al 40 % de la poblaciónmás pobre. Mediante el Pilar Solidario quecomplementa el sistema de capitalizaciónindividual heredado de las políticas de pri-vatización, se establece la Pensión BásicaSolidaria gradual y el Aporte PrevisionalSolidario, la separación del seguro de in-validez y sobrevivencia entre hombres ymujeres, la extensión a los hombres del be-neficio de viudez, la autorización de la di-visión del saldo acumulado en las cuentasindividuales de cada cónyuge en caso dedivorcio o nulidad, y el bono por materni-dad, que significará 12 cotizaciones míni-mas extra por cada hijo nacido vivo o hijanacida viva de las mujeres que imponen enlas administradoras de fondos de pensio-

Brasil 2008 Colombia 2009 Ecuador 2008

Hombres Mujeres

México 2009 Perú 2010 Uruguay 2007

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50

40

30

20

10

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nes (AFP), lo que implica un reconoci-miento del Estado al aporte al desarrollo delpaís que realizan las mujeres por medio dela maternidad y la crianza. Esto ha dismi-nuido al cabo de un año de implementa-ción la proporción de mujeres sin ingresospropios. Por ejemplo si en 2007 el por-centaje de mujeres sin ingresos propios enel país era de un 35%, en el 2009 este por-centaje disminuyó al 30%2.

En Panamá la Ley Nº 54 de 1999 reforma elRégimen del seguro voluntario de la Cajadel Seguro Social, para incorporar a la per-sona que se dedique a la atención de su fa-milia. Esta ley permite que se acojan a ellalas personas que, dentro de una relación fa-miliar, realizan labores reproductivas de ca-rácter biológico, tales como: procreación,

alumbramiento y lactancia y/o socialización,educación y cuidado de su prole y/o labo-res productivas de carácter social, como elmantenimiento y la administración del ho-gar. La Argentina cuenta con una ley de ju-bilación sin aportes3 y otra de jubilación an-ticipada que ha beneficiado principalmen-te a las mujeres que no lograron aportar alsistema previsional principalmente porocuparse a lo largo de su trayectoria al tra-bajo doméstico no remunerado.

México cuenta con el programa de 3.000estancias infantiles para atender a niñas demadres trabajadoras y un programa detransferencias adultos mayores. Tambiénse implementa el programa Escuelas detiempo completo, con el objeto de ofreceruna opción educativa para los hijos de lasfamilias uniparentales, de madres traba-jadoras o de ambos casos, que amplía eltiempo de estancia en el centro educativoy diversifica las experiencias formativas.

Cuba cuenta con un sistema de remune-ración de cuidadoras de personas con dis-capacidad, niños y adultos dependientes.Perú al igual que la mayoría de los paísesha mantenido el sistema de wawa wasispara el cuidado preescolar y la mayoría delos países tienen algunos programas debaja cobertura para ofrecer este servicio4.En Belice se aumentó la licencia de mater-nidad a 14 semanas y se reconocen las la-bores domésticas como aporte a la eco-nomía del hogar en caso de disolución. Las

Tipo de Legislación América Latina

Legislación Licencia Maternidad 20Legislación, Madres Lactantes 20Licencias paternidad 12Leyes de discapacidad 18Legislación sobre trabajo doméstico 4Convenio 156 OIT Sobre los Trabajadores con responsabilidades familiares 9

RECUADRO 2. América Latina: Leyes de Cuidado

Fuente: CEPAL, Observatorio de igualdad de gé-nero de América Latina y el Caribe. OrganizaciónInternacional del Trabajo (OIT). Véase [en línea]http://www.ilo.org/ilolex/spanish/index.htm.Nota: América Latina (20 países).

2 Véase el Observatorio de igualdad de género de América Latina y el Caribe [en línea]http://www.cepal.org/oig/aeconomica/3 Leyes 24.476 de jubilación sin aportes y 25.994 e jubilación anticipada.4 Para una información actualizada y completa de legislación relacionada con el cuidado, véase el Obser-vatorio de igualdad de género de América Latina y el Caribe [en línea]: http//www.cepal.org/oig/.

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mujeres divorciadas en México gracias auna resolución de la Suprema Corte de Jus-ticia tienen derecho a recibir una pensiónalimenticia; si durante la vida en matrimo-nio se dedicaron al hogar y cuidado de loshijos y por tanto hayan estado imposibili-tadas para trabajar o tengan bienes que nosean suficientes para su manutención.

Las reformas constitucionales, los cam-bios en la legislación de familia, eldesarrollo notable de las estadísticas degénero y, en particular, las encuestas deuso del tiempo, los programas de com-bate a la pobreza, las transferencias mo-netarias, las prácticas laborales, el cuidadoinfantil y la sensibilización de actores sonalgunos de los ámbitos donde se produ-cen estos cambios.

En la Constitución de la República Boliva-riana de Venezuela (1999) se reconoce demanera explícita el trabajo del hogar,como actividad económica que crea valoragregado y produce riqueza y bienestar so-cial, y el derecho de toda persona a la se-guridad social –donde se incluye especí-ficamente a las amas de casa– “como ser-vicio público de carácter no lucrativo, quegarantice la salud y asegure la protecciónen contingencias de maternidad”. En laConstitución se afirma además que “la au-sencia de capacidad contributiva no serámotivo para excluir a las personas de suprotección” y que “el Estado garantizarála igualdad y equidad de hombres y mu-jeres en el ejercicio del derecho al traba-jo”. En 2007, mediante el decreto 5.370, seinicia la cancelación de una deuda histó-rica: 50.000 mujeres comienzan a percibirel 100% del salario mínimo por sus añosde trabajo como amas de casa.

En el caso de Ecuador, la Constitución(1998) garantiza el derecho a la seguridadsocial irrenunciable para todas las perso-nas, y además pone especial énfasis en elcuidado de adultos mayores al subrayarque el Estado establecerá políticas públi-cas y programas de atención a las perso-nas adultas mayores, que tendrán encuenta las diferencias específicas entre áre-as urbanas y rurales, las inequidades de gé-nero, la etnia, la cultura y las diferenciaspropias de las personas, comunidades,pueblos y nacionalidades. Asimismo, fo-mentará el mayor grado posible de auto-nomía personal y participación en la defi-nición y ejecución de estas políticas. De lamisma manera, las jóvenes y los jóvenestendrán el derecho de ser sujetos activosen la producción, así como en las laboresde autosustento, cuidado familiar e inicia-tivas comunitarias. Además, se reconocecomo labor productiva el trabajo no re-munerado de autosustento y cuidado hu-mano que se realiza en los hogares.

En el Estado Plurinacional de Bolivia, la Nue-va Constitución Política del Estado (2009) es-tablece en su artículo 338 que debe reco-nocerse “el valor económico del trabajo delhogar como fuente de riqueza que deberácuantificarse en las cuentas públicas”. En élse reconoce no solo el trabajo no remune-rado de las mujeres, además se hace refe-rencia a la necesidad de cuantificarlo en lascuentas nacionales, lo que plantea al paísel desafío de desarrollar fuentes de infor-mación e implementar metodologías des-tinadas a la valorización económica deeste recurso público no monetario.

En la República Dominicana se proclamóla Nueva Constitución Política del Estado

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• “Realizar estudios y establecer mecanismos que permitan cuantificar la contribucióny el valor económico del trabajo no remunerado de las mujeres, especialmente las ta-reas domesticas, su participación en la agricultura y la alimentación y en la crianza delos hijos, e incorporar ese aporte a las cuentas nacionales”

(Acción estratégica VI.c).

• “Promover y alentar la participación de la mujer y el hombre en pie de igualdad, alen-tando medidas tales como las licencias familiares para mujeres y hombres, de modoque tengan más posibilidades de equilibrar sus responsabilidades domesticas y publicas”

(Acción estratégica VI.i).

RECUADRO 3. Programa de Acción Regional Para Las Mujeres de América Latina y el Caribe(1995-2001)*

Fuente: Plan de Acción Regional sobre la Integración de la Mujer en el Desarrollo Económico y Social deAmérica Latina (1977).*Adoptado por los gobiernos de la región en la Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe

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(2010), donde se señalan el principio deigualdad, el derecho de las mujeres a unavida libre de violencia, el reconocimientodel valor productivo del trabajo domésti-co y la igualdad salarial por igual trabajo.

Haití, Guatemala, Bolivia, Chile y Uruguaycuentan con leyes que equiparan los de-rechos de las trabajadoras del servicio do-méstico con el resto de las trabajadoras enconsonancia con la reciente aprobación delConvenio 189 de la OIT, rubro que en 2009incluía en América Latina al 13 % de la PEAfemenina (CEPAL, 2010).

Mientras los cambios legislativos y polí-ticos emergen lentamente, en América La-tina se está produciendo un paulatinopero inexorable envejecimiento de la po-blación, pues todos los países de la regiónse van convirtiendo, a distinto ritmo, ensociedades más envejecidas. Este procesopresenta dos características preocupan-

tes: a) un ritmo más rápido que el regis-trado históricamente en los países des-arrollados y; b) un contexto caracterizadopor una persistente desigualdad, un dé-bil desarrollo institucional, sistemas deprotección social de baja cobertura y ca-lidad y una demanda de cuidado crecienteen las familias.

Como es de prever, una transformación de-mográfica de este carácter tendrá profundasrepercusiones en la sociedad y en ámbitosespecíficos de las políticas públicas, los de-rechos humanos y el papel del Estado.

Por otro lado, en América Latina, las es-tructuras familiares han experimentadocambios, y a medida que la población en-vejece, aumenta el porcentaje de hogarescon presencia de personas mayores. Has-ta ahora, la familia ha proporcionado apo-yo emocional, económico, social y de sa-lud a sus miembros de mayor edad, por lo

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5 Argentina en 2005, Brasil en 2005, Chile en 2007, Colombia en 2007, 2008 y 2009, Costa Rica en 2004,Cuba en 2001, Ecuador en 2005 y 2007, El Salvador en 2005 y 2010, el Estado Plurinacional de Bolivia en2001, Guatemala en 2000 y 2006, Honduras en 2009, México en 1998, 2002 y 2009, Nicaragua en 1998,Panamá en 2005, el Perú en 2010 y Uruguay en 2003 y en 2007.6 http://www.secretariasenado.gov.co/senado/basedoc/ley/2010/ley_1413_2010.html

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El trabajo de cuidado en América Latina

que configura la entidad responsable de sucuidado e integración social (Villa, 2003).Sin embargo, la disminución del tamaño dela familia, la fuerte diversificación experi-mentada en las últimas décadas y la so-brecarga de tareas ocasionada a raíz de lanecesidad de asumir nuevas demandas enun ámbito de creciente debilidad del Es-tado, derivan en una institución familiar condemandas excesivas que difícilmente po-drá cumplir con todas las funciones asig-nadas si no cuenta con el apoyo necesariopara lograrlo.

El ritmo de las transformaciones socio de-mográficas y los avances en la igualdad delas mujeres han tenido un eco en las polí-ticas públicas pero no han llegado a la vidacotidiana de las personas.

8.2. EL VALOR DEL TIEMPO

Entre los avances más significativos se de-notan la voluntad política en construcción,hoy se puede observar que, en América La-tina un número importante de países ha re-colectado información sobre el uso deltiempo, atendiendo así las recomendacio-nes y mandatos de las conferencias inter-nacionales y regionales. Entre 1988 y 2010al menos 16 países emprendieron una omás iniciativas de medición sobre uso deltiempo5 y varios los que prosiguen con lamedición del valor monetario del trabajono remunerado.

En el ámbito regional las principales im-pulsoras de estas políticas han sido las en-tidades responsables de las políticas de gé-nero, que por lo menos desde el Consen-so de Quito (2007) y luego el Consenso deBrasilia (2010) el tema del cuidado se po-sicionó en la agenda pública. Un progresonotable constituye la decisión de la Con-ferencia Estadística de las Américas (CEA)de acoger la propuesta de clasificación deactividades de uso del tiempo para Amé-rica Latina y el Caribe como parte del sis-tema de clasificación de actividades (CAU-TAL), hecho que implica un avance técni-co y metodológico clave para continuar lamedición.

Además de los esfuerzos para mejorar lasestadísticas del tiempo algunos paísescomo Ecuador, Perú y México están tra-bajando en la institucionalización decuentas satélites dentro del Sistema Na-cional de Cuentas Nacionales para con-tabilizar el trabajo doméstico no remu-nerado y su contribución a la producciónnacional. Un ejemplo interesante lo hadado Colombia con su ley 1413 de eco-nomía del cuidado6 (por medio de la cualse regula la inclusión de la economía delcuidado en el sistema de cuentas nacio-nales con el objeto de medir la contri-bución de la mujer al desarrollo econó-mico y social del país y como herramientafundamental para la definición e imple-mentación de políticas públicas).

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El papel de las Naciones Unidas ha sidofundamental para catalizar los esfuerzos delas mujeres a nivel regional en una ofen-siva global que da lugar a redes interna-cionales de mujeres como estrategia paraenfrentar la debilidad en sus países. Estadebilidad se producía ya sea porque mu-chos de ellos carecían de regímenes de-mocráticos capaces de legitimar incipien-tes iniciativas de organización, reflexión yformulación de leyes y políticas, o porqueen general prevalecían políticas neutrasdesde la perspectiva de género.

Desde la primera Conferencia Regional so-bre la Integración de la Mujer en elDesarrollo Económico y Social de Améri-ca Latina (1977), hasta el Consenso de Qui-to (2007) y el de Brasilia (2010) los paísesde América Latina y el Caribe han dadograndes pasos en el proceso de institu-cionalización de las políticas de igualdad degénero y particularmente en la visibilizacióny la medición del trabajo no remunerado.

Los cambios producidos han permitido laaparición de nuevos enfoques como la pro-puesta de Uruguay que define los cuidados“como una función social que implicatanto la promoción de la autonomía per-sonal como la atención y asistencia de laspersonas con dependencia transitoria, per-manente o crónica, o asociada al ciclo devida” (Consejo Nacional, 2011). La pro-puesta se orienta a enfrentar las demandasde cuidado e niñas y niños, las personascon discapacidad y los adultos mayores ensituación de dependencia.

Se puede concluir que hoy existen variosavances en torno al reconocimiento y la va-loración del trabajo no remunerado tanto

en la región como en el mundo. Luego deun largo período en que bajo el influjo delllamado consenso de Washington lospaíses orientaron sus políticas a garantizarla seguridad jurídica de los mercados y lasempresas y a otorgar al Estado un papelsubsidiario limitado a enfrentar las de-mandas de sobrevivencia de los gruposmás vulnerables, es significativo el pro-greso en la formulación de nuevas políti-cas aunque aún preocupa su rezago en laimplementación.

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NOTAS DE INVESTIGACIÓN

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A.DE LA “BUENA VECINA” A LA CUIDADORA INSTITUCIONAL. LOS SERVICIOS PÚBLICOS DE CUIDADO COMO ELEMENTO DE CAMBIO EN LAS RELACIONES VECINALES ENTRE MAYORES*

Chiara Cerri**

* Trabajo realizado mediante la Ayuda Predoctoral de Formación de Personal Investigador (BES-2009-026934) asociada al proyecto de investigación (CSO2008-04747) “Los usos del tiempo en España e Ibero-américa. Los tiempos del cuidado”, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación y dirigido por laProfesora María Ángeles Durán.** Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC.1 Los nombres reales de las personas, los municipios y sus lugares han sido ocultados o sustituidos connombres ficticios para salvaguardar la confidencialidad de los informantes.2 Aunque la gran parte de las personas a las que se refiere este trabajo son mujeres, se ha optado por laescritura en masculino genérico, siguiendo el principio de economía del lenguaje y con el objetivo de fa-cilitar la lectura del texto y evitar posibles confusiones.3 Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas ensituación de dependencia.

A causa de la mejora de las condiciones devida y de la disminución de la natalidad, enla actualidad la sociedad española está en-caminada hacia un proceso de envejeci-miento poblacional. Además, en las zonasrurales, el flujo migratorio que ha empu-jado y empuja a los habitantes más jóve-nes a trasladarse a otras localidades, sigueteniendo importantes efectos en este pro-ceso de envejecimiento, generando unamayor presencia de población mayor en loslugares de origen.

Este escenario caracteriza la zona de estudio:la Mancomunidad de Sierra de Gata en pro-vincia de Cáceres (Extremadura, España).

En esta breve comunicación, se presentanalgunos de los resultados sobre eldesarrollo de las políticas públicas de cui-dado como factor de cambio en la comu-nidad rural, obtenidos mediante un traba-jo de campo etnográfico, realizado en dosmunicipios de alrededor de 1.000 y 2.000habitantes1.

La investigación se ha centrado en el aná-lisis del cuidado ofrecido a personas ma-yores2, siendo uno de sus principales ob-jetivos explorar las relaciones de cuidadoy los valores que influyen en estas.

El interés de realizar la investigación en uncontexto rural se debe a dos motivos. Enprimer lugar, al hecho de que las zonas ru-rales no han sido muy exploradas por lasinvestigaciones centradas en el cuidado. Y,en segundo lugar, al característico proce-so de sobreenvejecimiento (Alberdi Co-llantes, 2007) que está viviendo la poblaciónrural, particularidad que permite explorarmás de cerca los vínculos, las percepcio-nes y vivencia de los mayores.

En los municipios de estudio, a menudo loshijos/as y los demás familiares cercanos delos más mayores se encuentran en otras lo-calidades por haber emigrado en el pasa-do en búsqueda de trabajo o mejorescondiciones de vida. Por lo que, ahora, susprogenitores se encuentran en una situa-ción de soledad. Dicha situación se com-plica cuando, a causa de los recientes cam-bios en la estructura familiar, como es la en-trada de la mujer en el mercado laboral, losmayores no tienen la posibilidad de be-neficiarse de cuidados familiares.

Para remediar esta situación, las institu-ciones locales han puesto en marchaunos servicios públicos de cuidado que serigen por el copago, impulsados por laLey de Dependencia3: Ayuda a domicilio,

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Teleasistencia, Centro de día-comedor,Comida a domicilio, Pisos Tutelados y Re-sidencia.

Esto es, en síntesis, el contexto de estudiodonde se ha realizado la investigación. Paracumplir con los objetivos, se han utilizadotécnicas de investigación sobre todo cua-litativas y, en menor medida, cuantitativas.

Por una parte, se ha realizado una revisiónestadística a partir de los datos del INE, Im-serso y otras instituciones públicas, con elfin de conocer los datos acerca del proce-so de envejecimiento demográfico en Es-paña y en Extremadura. Por otra, se ha re-alizado un trabajo de campo etnográfico,a través de distintas estancias entre mayoy octubre de 2010, en que se han utilizadoprincipalmente dos técnicas cualitativas:observación participante y entrevistas enprofundidad.

A causa de la dificultad encontrada en el tra-bajo de campo para relacionarse con loshombres, la mayor limitación del estudioestá en que los testimonios reunidos pro-vienen en gran parte del segmento feme-nino de la población, lo que explica por quélos sujetos a los que se refiere el estudioson en su mayoría mujeres. Sin embargo,para compensar esa limitación, se ha “ex-plotado” la técnica de observación parti-cipante, recopilando otros datos significa-tivos para compararlos con los discursosde las entrevistadas y llegar así a conclu-siones más generales.

Precisamente, el análisis de los datos hapermitido obtener resultados relevantespara el conocimiento de las relaciones decuidado entre mayores, en el ámbito rural.

En primer lugar, el caso estudiado revelala presencia de numerosos servicios pú-blicos de cuidado, lo que indica que no to-das las zonas rurales son “discapacitantes”por falta de servicios, como defienden al-gunas investigaciones (Rodríguez Rodrí-guez, 2004; Hernández, 2002).

En segundo lugar, la investigación revelaque los servicios públicos de cuidado hanintroducido unos cambios en las relacionesvecinales, tanto que, a diferencia de lo queafirman otras investigaciones (Tobío et al.,2010), aquí la ayuda del vecindario no estan extendida, limitándose a un “estar allípor si acaso”. Las vecinas acuden a los ser-vicios públicos para recibir asistencia y evi-tar así entablar entre ellas una relación dereciprocidad “obligada”, donde, comodijo Mauss (1971) el carácter voluntario deldon es “aparentemente” libre y gratuito: lademanda de un favor, o una ayuda, está di-rectamente vinculada a la devolución delmismo. Al mismo tiempo, gracias tambiéna la reciprocidad monetaria en la que se ba-san los servicios públicos, van adquirien-do legitimidad sociocultural, configurán-dose como causa y consecuencia de loscambios en las relaciones sociales y valo-res de los mayores.

Sin embargo, siendo el cuidado una cons-trucción socio-cultural (Bazo, 2008; Co-mas d’Argemir, 1993), los cambios pro-ducidos por la legitimación de los serviciospúblicos se están incorporando de formadiscontinua con el paso del tiempo. Es de-cir, en la zona de estudio, subsisten toda-vía unas redes de cuidado que entrelazanlos servicios directos ofrecidos por lasinstituciones con los cuidados informalesde familiares y los cuidados formales con-

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Notas de investigación. A

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tratados. Estas redes de cuidado, que semueven entre el ámbito público y privado,podrían evolucionar hacía un modelo de in-tervención en red (Vega Solís, 2009) o deSocial care (Martín Palomo, 2008a, 2008b,2009) que actualmente parece ser la mejorsolución para una atención efectiva de lasnecesidades de las personas mayores.

Además, en el contexto de estudio, la ca-racterística de cercanía relacional y espa-cial entre servicios y usuarios, permite di-señar unas prestaciones públicas másacordes a las necesidades de las personasmayores y de sus familias, en beneficio delos individuos y de la colectividad. En efec-to, este factor, que funde en el cuidado for-mal y público las dimensiones del caringfor y del caring about (Tronto, 2005, 2010),representa la ventaja que tienen las zonasrurales para conseguir el éxito de los ser-vicios públicos en la instauración de un mo-delo de intervención en red.

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Chiara Cerri

152

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B. EL CUIDADO FAMILIAR DE ADULTOS MAYORES Y DISCAPACITADOS EN CHILE

María Inés Araya Pérez*

* María Inés Araya, socióloga, diplomada en Gerencia Pública de la Universidad de Chile. Ha sido becariade la Fundación Carolina en el Máster de Problemas Sociales de la Universidad de Granada impartido porla profesora María Ángeles Durán.

GRÁFICO 1. Proyecciones de población en Chile 2010-2025

Fuente: Elaboración propia a partir de las Proyecciones de Población INE - CELADE.

153

FUENTES DISPONIBLES PARA EL ANÁLISIS DEL CUIDADO EN CHILE

Una de las dificultades a la hora de esta-blecer medidas más concretas y reales conla situación de salud que se vive en el país,es la referida a la actualización de las basesde datos sobre cuidados disponibles en elpaís. La información más reciente a nivel na-cional data del año 2004 (Encuesta Nacio-nal de Discapacidad), por lo que, según losindicadores de evolución, principalmente deenvejecimiento, ya están obsoletos.

Se necesitan bases de datos válidas quepermitan constatar la magnitud de la si-tuación del cuidado en Chile y por ende, lamagnitud de la carga de los cuidadores. EnChile, las mujeres han asumido histórica-mente el papel papel de mediadoras entreel sistema institucional de salud y las per-sonas, manteniendo un rol central en elapoyo de acciones comunitarias. [Gálvez yMatamala, 2002]. Considerando que los cui-dados familiares van a ir en aumento, prin-

cipalmente los referidos al cuidado de an-cianos, y teniendo en cuenta que ha dis-minuido notoriamente el número de inte-grantes del núcleo familiar, convendría co-menzar ahora la discusión seria y crítica delas próximas políticas públicas a imple-mentar en esta área. En la actualidad noexiste ningún proyecto de ley que se estédiscutiendo ni propuesto en esta materia.

También se debe poner especial énfasis enlas manifestaciones físicas, sicológicas yemocionales que los cuidadores desarro-llan. Lo anterior, para poder tratar a tiem-po posibles depresiones, enfermedades opadecimientos crónicos; en muchos casosson las propios cuidadores quienes no re-conocen sus síntomas de cansancio, des-gaste y malestar. En paralelo a las políticasde cuidado de pacientes crónicos se debenconcebir líneas de acción para el cuidadode los cuidadores.

Por otra parte, en la medida que la socie-dad y el Estado no reconozcan la labor des-

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Mujer (%) Hombre (%) Total (%)

Dejar de estudiar 6,0 0,0 5,2Dejar de trabajar 13,9 9,3 13,3Disminuir las horas de trabajo 7,3 18,6 8,7Cambiar horarios de trabajo 6,6 16,3 7,8Cambiar el turno de trabajo 4,6 14,0 5,8Trabajar desde la casa 8,9 9,3 9,0Disminución de ingresos 17,9 18,6 18,0Afectar la evaluación de mi trabajo/promoción/ascenso 7,0 4,6 6,7Afectar la posibilidad de tomar decisiones sobre trabajos en grupo o equipo 4,3 0,0 3,8Perder amigos 10,9 7,0 10,4Dejar de hacer cosas personales 5,0 0,0 4,4Otros (problemas familiares, llevar a vivir la persona cuidada a su casa o ir a vivir a casa de ella; empezar a trabajar, aumentar las horas de trabajo) 7,7 2,3 6,9Total modificaciones 100,0 100,0 100,0

CUADRO 1. Principales modificaciones laborales y personales realizadas por los cuidadores, según sexo

Fuente: Cuadro extraído del Estudio sobre visibilización y medición del tiempo dedicado a las tareas de cui-dado de salud no remuneradas. CEM. 2005

María Inés Araya Pérez

154

empeñada por la mujer en el cuidado de lasalud y su aportación siga siendo invisibleen las discusiones públicas, se seguirán so-brecargando con actividades perfecta-mente llevaderas tanto por hombres comopor mujeres. El reconocimiento de la laborque desempeñan, permitirá entender las di-ficultades que a solas deben lidiar y bus-car mecanismos de ayuda, protección y so-lución para enfrentarlos. Por último, sedebe poner énfasis en visibilizar el traba-jo de cuidado llevándolo a la discusión pú-blica, lo que conllevará tomar concienciadel aporte económico y social que genera,sensibilizando a la sociedad de su impor-tancia. Uno de los criterios básicos a la horade analizarlo será el tiempo y costo, tantoemocional como físico y económico, des-

tinado a su realización por parte de las mu-jeres cuidadoras.

En esta comunicación se expondrán dosestudios referidos a la temática. El pri-mero fue elaborado por el Centro de Es-tudios de la Mujer en 2005 y facilita las pri-meras (y hasta el momento únicas) ob-servaciones en relación con los tiempos,actividades y costos del trabajo de cui-dado. El segundo fue elaborado por el Ins-tituto Nacional de Estadísticas chileno enel año 2008, y desglosa los usos diariosde tiempo, tanto para hombres como paramujeres.

El impacto del cuidado sobre los cuidado-res puede verse en el cuadro nº1. Entre

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Mujer (%) Hombre (%) Total (%)% Part. Tiempo % Part. Tiempo % Part. Tiempo

Tareas Domésticas en el Hogar 77,8 3,9 40,7 2,6 60,0 3,5•Preparación de alimentos y afines 51,0 1,4 11,0 1,1 31,8 1,3•Cuidado de ropa 18,5 1,5 1,5 0,9 10,3 1,5•Hacer el aseo 60,9 2,3 19,2 1,7 40,9 2,1•Administración del hogar 2,7 2,6 2,9 2,6 2,8 2,6•Realizar compras para el hogar 32,9 1,5 18,6 1,9 26,0 1,7•Reparaciones/mantenciones en el hogar 1,8 2,7 7,2 2,5 4,4 2,6•Cuidado de mascotas 3,1 0,7 1,0 1,0 2,1 0,8

Cuidado de Miembros del Hogar 31,8 2,6 9,2 1,5 20,9 2,4•Cuidado de Bebes 10,8 2,3 2,8 1,2 6,9 2,1•Cuidado de menores 20,3 2,2 4,2 1,6 12,6 2,1•Cuidado de Adultos 6,8 1,4 2,5 1,2 4,8 1,4•Cuidado de ancianos 2,1 1,4 0,6 1,4 1,4 1,4

Total trabajo doméstico no remunerado 80,8 4,7 44,1 2,8 63,2 4,1•Actividades de Voluntariado 3,6 2,1 1,7 1,8 2,7 2,0

Total Trabajo No Remunerado 81,2 4,8 44,5 2,8 63,6 4,1

CUADRO 2. Tasa de participación y promedio de tiempo diario dedicado a actividades de trabajo NO remunerado

Fuente: Cuadro extraído de la Encuesta Experimental del Uso del Tiempo en el Gran Santiago. INE. 2008.

Notas de investigación. B

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otras modificaciones, un 17,9% de las mu-jeres que cuidan disminuyen sus ingresos,13,9% deja de trabajar, 10,9% pierde susamistades; en el caso de los hombres susdificultades son menores salvo por la dis-minución de ingresos (18,6%). Dejar de ha-cer cosas personales y reducir la posibili-dad de tomar decisiones sobre trabajos engrupo o equipo, afecta al 6% de las muje-res, pero no a los hombres.

En el estudio sobre Uso del Tiempo reali-zado en el Gran Santiago el año 2008 porel INE, se detectó que el 77,8% de las mu-jeres destinan en promedio cerca de 3,9 ho-ras diarias para realizar las tareas domés-ticas en el hogar; la preparación de ali-

mentos, aseo, administración del hogar, en-tre otras. Se estableció además que un31,8% de las encuestadas destinaba en pro-medio 2,6 horas para el cuidado de algúnmiembro del hogar, sea este menor o adul-to. En total, cerca de la mitad del día estádedicado a labores domésticas y de cui-dado. (Ver Cuadro 2).

Si realizamos la comparación segúnsexo de las actividades a las cuales tan-to hombres como mujeres destinan sutiempo en un día normal, nos encontra-remos que en el cuidado de personas enel hogar, el 78,8% de este lo realiza unamujer y sólo un 21,2% es realizado porhombres.

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Actividades Visibles (%) Invisibles (%) Total (%)

Hacer tratamientos 55,8 44,2 100,0Controlar manifestaciones de la enfermedad 62,7 37,3 100,0Fomentar el desarrollo intelectual 16,7 83,3 100,0Alimentación 46,5 53,5 100,0Higienización 42,2 57,8 100,0Administración de medicinas 67,4 32,9 100,0Organizar elementos de la persona cuidada 26,4 73,6 100,0Organizar/acomodar entorno de la persona cuidada 14,5 85,5 100,0Organizar rutina de la persona cuidada 12,5 87,5 100,0Cocinar comidas especiales 34,0 65,9 100,0Acompañar en actividades de recreación 18,7 81,3 100,0Traslados específicos 10,2 89,8 100,0Entretener a la persona cuidada 7,6 92,4 100,0Llevar los controles médicos regulares 63,0 36,9 100,0Llevar a tratamientos específicos 65,0 35,0 100,0Acompañar a hacer trámites de salud 31,6 68,4 100,0Hacer trámites para persona cuidada 25,6 74,4 100,0Comprar remedios 48,6 51,4 100,0Comprar alimentos 24,1 75,9 100,0Comprar elementos para persona cuidada 27,8 72,2 100,0

CUADRO 3. Actividades de cuidado de salud según visibilidad

Fuente: Cuadro extraído del Estudio sobre visibilización y medición del tiempo dedicado a las tareas de cui-dado de salud no remuneradas. CEM. 2005.

María Inés Araya Pérez

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PERFIL Y ACTIVIDADES DEL CUIDADOR

En Chile, como en otros muchos países, el80% de la población cuidadora son muje-res. La mayoría son familiares cercanas dela persona a cuidar. Sus edades oscilan en-tre los 25 y 60 años, siendo en el tramo de45 a 54 años el mayor porcentaje de cui-dadoras (48,7%) según el estudio del CEManteriormente mencionado. La mayoríade las cuidadoras son dueñas de casa, cons-tituyendo la principal actividad que realizan,no importando el sector socio económicoen el cual viven. Por otra parte, la mayorproporción de cuidadoras que además po-

see un trabajo remunerado corresponde aun 34,7% en los sectores medios, frente aun 27,3% y 28,3% de los sectores bajos y al-tos. Se señala además que la mayoría de lascuidadoras no poseen mayor formación entécnicas de cuidado de las personas, me-nos aún con el auto-cuidado que deben lle-var a cabo para su propia salud.

Se define como actividades visibles aque-llas que son mencionadas y/o reconocidaspor los cuidadores como parte de las tareasdiarias del cuidado, mientras que activi-dades invisibles son las no declaradas ini-cialmente pero que fueron desveladas en

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el estudio como parte de las tareas que ab-sorben su dedicación.

Las más visibles son: la administración demedicinas, los tratamientos específicos yel traslado a controles médicos regulares,todas ellas sobre un 60% de visibilidad. Lasmás invisibles, entretener a la persona cui-dada, los traslados específicos y organizarla rutina de la persona cuidada, todasellas sobre el 85% de actividad.

Un estudio realizado por el Servicio Na-cional de Mayores (SENAMA) detectó quecomo promedio han pasado 5 años desdela última vez que los cuidadores se toma-ron un tiempo de recreación y disfrute fue-ra del contexto de cuidado, debido a la de-manda constante de atención, vigilancia ytratamientos originadas por la enfermedad,lo que confirma lo señalado por Durán(2002: 266).

Según la última encuesta de salud realizadaen el año 2010 por el Ministerio de Salud,la cifra de enfermedades invalidantescomo la hipertensión arterial, diabetes, co-lesterol elevado, obesidad, artritis, artrosisy osteoporosis, va en permanente au-mento y mantiene como principales afec-tados a mujeres mayores de 65 años. Es lallamada feminización de las enfermedadescrónicas en las últimas etapas de la vida,lo que quiere decir, que si bien ellas poseenmejor esperanza de vida, tienden a sufrirun mayor número de enfermedades, pa-deciendo en la mayoría de los casos másde una patología.

Según datos del año 2004, existen en Chi-le 2.068.072 personas con algún tipo de dis-capacidad, es decir, 1 de cada 8 chilenos pa-

dece este problema. De ellos, 917.939(44,3%) padecen una discapacidad mediao severa, lo que les imposibilita total o par-cialmente para el desarrollo de algunas ac-tividades de manera autónoma y cotidia-na, requiriendo del apoyo o cuidado de unatercera persona para su realización.

Más de un 69% de las personas discapa-citadas que necesitan ayuda para realizarsus actividades cotidianas, son auxiliadaspor la familia. Un 30% de estas personasno tiene a quién recurrir para el apoyo quenecesitan.

En resumen, 43 de cada 100 adultos ma-yores sufre de alguna discapacidad, quele imposibilita mantener total autonomíaen su vida cotidiana (caminar, leer, escu-char, entre otras actividades). La tasamedia del país en relación a personas quepadecen alguna discapacidad se sitúa en13 de cada 100.

Del total de adultos mayores que sufren deestas dificultades, el 41% se refiere a pro-blemas o dificultades física (desplaza-

N %

Amigos 325 0,02Cuidadora (pagada) 4.978 0,24Familiares 1.421.066 68,71Vecinos 6.282 0,30Nadie 635.421 30,73Total 2.068.072 100

RECUADRO 4. Personas con discapacidad, según quién les presta apoyo.

Distribución porcentual. Chile 2004

Fuente: Cuadro extraído del Informe de Resultadosde la Encuesta de Discapacidad del 2004. INE.

Notas de investigación. B

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Grupos de Edad Ambos Sexos Hombres MujeresMiles Tasa (%) Miles Tasa (%) Miles Tasa (%)

De 0 a 5 años 22.730 1,81 13.264 2,05 9.466 1,56De 6 a 14 años 94.723 3,96 57.239 4,50 37.484 3,35De 15 a 29 años 171.294 4,57 85.152 4,47 86.142 4,69De 30 a 64 años 1.054.014 15,19 422.259 12,57 631.755 17,65De 65 años y mas 725.311 43,43 285.582 38,61 439.729 47,26Total 2.068.072 12,93 863.496 10,89 1.204.576 14,92

CUADRO 5. Discapacidad según grupos de edad y sexo. Tasa por 100 habitantes, Chile 2004

Fuente: Encuesta de Discapacidad 2004. FONADIS –INE Chile.

María Inés Araya Pérez

158

miento, motricidad), pudiendo ser estas detipo leve o moderado, lo que los hace seruna población que demanda cuidado, yasea de manera parcial o total. A esta po-blación se añaden un 27% de la poblacióncon dificultades para oír (sordera) y un 14%que padece de ceguera (parcial o total).

AVANCES EN MATERIA DE POLÍTICASPÚBLICAS DE SALUD: PROGRAMA DEPOSTRADOS EN CHILE

“Chile es uno de los países que se hancomprometido a mejorar los determinan-tes sociales de la equidad sanitaria y ya seestán elaborando algunas políticas y pro-gramas pilotos para impulsar el cambio.Por ello, la valoración del tiempo de las mu-jeres es clave para tomar las decisiones co-rrectas y evitar la profundización de las des-igualdades”. [Mauro y Medel, 2005: 2]

El programa de postrados en Chile, se en-marca dentro de la Ley Nº 20.422 del año2006, que establece la igualdad de opor-tunidades e inclusión social de personascon discapacidades. Su objetivo es mejo-

rar la calidad del cuidado de la persona pos-trada, generando las acciones necesariaspara su bienestar y el de sus familias. Estainiciativa en la única en Chile que se estállevando a cabo por el Estado en materiade trabajo de cuidado y salud. Dicha ini-ciativa permite retribuir a través de un re-conocimiento “simbólico” el cuidado yapoyo que brinda la familia y principal-mente la mujer a las personas postradasque necesitan de cuidados socio sanitarios.En esta población se encuentran tanto laspersonas discapacitadas, sean estos niños,jóvenes o adultos, como las personas ma-yores imposibilitadas de tener cierta au-tonomía, ya sea por dificultades propias dela edad o enfermedades crónicas. Se llevaa cabo por el Ministerio de Salud a nivel na-cional a través de la red de consultorios pri-marios, logrando una cobertura cercana alas 28.000 personas. Dentro de las accionesque contempla el programa, está el otor-gamiento de un reconocimiento moneta-rio mensual al cuidador de 20.000 pesoschilenos (40 euros mensuales). El mante-nimiento de dicho beneficio dependerá delas condiciones y sobrevida que tenga elpaciente.

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1 En la actualidad el pago de una enfermera para el cuidado al interior del hogar está valorado sobre los 8mil pesos/ día (13 euros/diarios), pudiendo ser en el mes de hasta 240 mil pesos (370 euros mensuales); elcuidado nocturno encarece el costo.

Notas de investigación. B

159

Esta iniciativa es un primer paso del país enel impulso de políticas públicas de saludpara ciertas condiciones de vulnerabili-dad y dependencia, pero se deben mejoraren algunos aspectos para lograr los obje-tivos planteados; la capacitación (a las cui-dadoras) queda en manos de los consul-torios municipales, que por falta de tiem-po no son realizados o solo de manera su-perficial. Algunas condiciones de enfer-medades degenerativas como el Alzheimero que conllevan alta medicación y trata-miento como el cáncer, no son bien en-tendidas por la falta de información que tie-nen los cuidadores y las familias. Se sumaa este aspecto la falta de medidas de auto-cuidado que el propio cuidador debe teneren su labor para no desarrollar patologíastanto físicas (sobre esfuerzo, lumbagos, her-nias), como sicológicas (depresión, an-gustias, síndrome del cuidador, entre otras).

Si bien el programa contribuye a recono-cer el trabajo de los cuidados familiares delas personas postradas, condiciona la par-ticipación a este según la vulnerabilidad onivel de pobreza que posee la persona pos-trada y sus familias, es decir, se reconocela situación de cuidado en las capas vul-nerables de la población, manteniendo in-visible el trabajo de cuidado de otros sec-tores, principalmente el de la clase mediachilena, la cual en muchos casos tiene igualo más dificultades para desarrollar las ac-ciones de cuidado (deben trabajar o estu-diar para solventar los gastos de la enfer-medad o discapacidad del enfermo). Estetipo de reconocimiento mantiene una con-

dición precaria tanto de la cuidadora comodel trabajo que está desarrollando, ya queno compensa bajo ningún punto de vistala carga del trabajo y la contribución al mis-mo. Muchas mujeres han de dejar sus em-pleos para atender a sus familiares, rele-gando su condición de autonomía a la dedependencia económica1.

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I. FACTORES QUE LLEVAN A ASUMIR ELTRABAJO DE CUIDADO DE UN FAMILIARENFERMO Y SUS REPERCUSIONES

Todo padecimiento comparte la noción derecibir cuidados desde dos aristas: el sis-tema extradoméstico, que incluye aten-ciones provenientes del Estado y otros ac-tores externos al paciente y, el sistema do-méstico que abarca un cuidado propio y,en muchos casos, cuando la persona no escapaz de auto cuidarse, de un tercero, quepuede ser familiar residente o no en el ho-gar o un externo al hogar que puede ser ono remunerado (Durán, 2002:259-260).

A partir de dicha caracterización, se derivauna serie de razones que llevan a esta fa-milia a asumir el trabajo de cuidado:

1. El sistema doméstico se manifiesta, par-tiendo de la caracterización de la familia.Una familia tradicional de Costa Rica de ré-gimen familista (Aguirre, 2005:8), confor-mada por los padres y cinco hijas y cuatrohijos, que posee los recursos humanos yeconómicos, necesarios para hacer frenteal trabajo de cuidado, en donde el matri-monio es el centro de la familia, la sepa-ración de roles del trabajo está predeter-minada y asumida, la responsabilidad delcuidado se destina, en especial a las mu-jeres de la familia (Aguirre, 2005) y, se sumael peso conservador y religioso que con-lleva pertenecer a este régimen.

2. Se contempla la existencia de recursoshumanos suficientes para enfrentar la si-tuación, esto es, la perspectiva de género

manifestado en la existencia de mujeresque podían asumir el trabajo (Aguirre,2005). El sistema doméstico, se conformómediante una red de cuidado para asistiral enfermo, integrada por una cuidadora fa-miliar residente en el hogar, cuyo rol ejer-cido fue de cuidadora principal, siendo lahija menor del grupo familiar; tres cuida-doras familiares no residentes en el hogar,en un rol de secundario y; adicional exis-tió una tercera persona que sería externaresidente en el hogar, remunerada pero nocualificada (Durán 2002).

3. El enfermo poseía sus propios ahorrosde capital (Durán, 2002:76) para asumir loscostes que se generaron tanto en el siste-ma doméstico y extradoméstico.

4. El papel de actores del sistema en el senode la demanda de cuidado: Estado, orga-nizaciones sin fines de lucro y entes de ca-rácter privado. Los servicios que el Esta-do brinda en Costa Rica para enfrentar elcuidado, son escasos; un ente no lucrati-vo que ofrezca apoyo no se ajusta a la de-manda, puesto que, tratándose de una fa-milia tradicional enviar al enfermo a una re-sidencia de personas mayores podía seruna conducta amoral y aunque se tuvieranrecursos, estos no eran suficientes paraasumir gastos mayores como el de con-tratar a una persona cualificada.

En un contexto como el expuesto no esraro que se den repercusiones en el senode la familia. Fernández et al (2000) nosacercan a esta realidad, según ellos duranteel trabajo de cuidado pueden generarse

C. EL TRABAJO DE CUIDADO EN FAMILIAS TRADICIONALES: UN ESTUDIO DE CASO

Mariela Zúñiga Gamboa*

* Licenciada en Relaciones Internacionales con énfasis en Administración y Gerencia de la Cooperación In-ternacional (Universidad Nacional, Costa Rica).

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cambios en las relaciones familiares y re-acciones emocionales, consecuencias en lasalud y disminución de actividades deocio (p.20), sobre los cuidadores directa-mente involucrados.

El rol del trabajo de cuidado que desem-peña el cuidador principal no es igual al rolde cuidado de las cuidadoras secundariasy además las expectativas de las hijas cui-dadoras y los hijos no cuidadores difirieron,de modo que se generan sucesos en la ar-ticulación familiar.

La cuidadora principal no tenía espaciosprivados con su núcleo familiar cercano,ni tiempo para cumplir sus expectativaspersonales y presentaba un agotamien-to físico y mental, expresado en una ne-cesidad de mantenerse aislada de la fa-milia. Las visitas de los hijos al progeni-tor, llegaron a serle molestas, puesto quela peregrinación en la casa recargaba detrabajo a la cuidadora y le generaba mástensión.

De modo ilustrativo, antes de que se asu-mieran la carga de cuidado, la familia mos-traba una imagen de círculo familiar uni-do y solidario, manifestado en las reunio-nes familiares, luego, cuando surge la en-fermedad y se debe asumir la responsa-bilidad, ese círculo familiar se desquebrajay asume una imagen de estrella de mar;haciéndose notar la desigualdad y movi-lidad estructural de la familia (Durán2002:68).

La estrella de mar fue efecto de las diver-gencias en términos de los roles asumidosen el trabajo de cuidado, es decir de una fa-milia numerosa, con diversidad de géne-

ro, quien reside en la vivienda con la per-sona enferma asume el rol de cuidadorprincipal, solo algunos asumen rol de cui-dadores secundarios y otros no asumieronrol alguno de cuidador.

La fase inicial donde se muestran las rup-turas de los vínculos familiares y se des-dibuja el contorno del círculo familiar, seda ante la necesidad de asumir la carga decuidado por uno u otro miembro de la fa-milia. De modo prolongado va a perma-necer la figura de estrella de mar, que se-ría la segunda etapa de la crisis, puesto quelas relaciones son móviles y desiguales. Enambos casos, la persona enferma aúnestá físicamente y las redes entre losmiembros de la familia se han debilitadopor el cansancio emocional que han ge-nerado las mismas tensiones.

A medida que se acercó el deceso de la per-sona enferma, la figura volvió a evolucio-nar y se ha convertido, en un renovado cír-culo familiar. Razón que se debe, a la ma-nifestación de emociones y sentimientosque solo las personas que viven el episo-dio comprenden.

II. ASUMIR EL TRABAJO DE CUIDADO:UNA CUESTIÓN DE GÉNERO Y CIRCUNSTANCIAS ANEXAS

El trabajo de cuidado del caso en estudio,trata de una cuestión de género por variasrazones:

1. Es una familia de régimen familista, don-de tradicionalmente las mujeres asumeneste rol de modo predeterminado (Aguirre,2005) de cuidar a los niños, enfermos y an-

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cianos y en cambio, el hombre es quiendebe trabajar fuera.

2. Aunado a lo anterior, las mujeres cui-dadoras no necesitaban trabajar fuera delhogar, a pesar de tener nivel académicotécnico o universitario, porque existíaconsentimiento entre ella y su esposo yporque disponían de recursos propios he-redados por su padre. Dentro de los ro-les habituales como ama de casa, el re-curso de tiempo (Durán, 2010:79) estabaahí disponible para la gestión, puesto queademás del recurso económico, sus res-ponsabilidades en su núcleo familiar in-timo ya no demandaban el 100 por 100de su tiempo, los hijos ya tenían entre 15y 25 años, salvo en el caso de la cuida-dora principal que aún tenía hijas pe-queñas que atender.

3. La cuidadora principal asume el trabajode cuidado por dos factores que hacen ladiferencia con el resto, uno de tipo ma-terial y otro sentimental. El perfil de to-das las mujeres se nota similar hasta estemomento, pero esos aspectos hacen ladiferencia ante la cuidadora principal.Todo el ciclo de vida de la cuidadora prin-cipal había sucedido al lado de su padre,convivía en el mismo espacio físico. Elvínculo era mucho más estrecho entreambos.

La cuidadora principal y las cuidadoras se-cundarias, asumieron su rol considerandorazones que van desde una responsabili-dad obligatoria, una motivación por man-tener el bienestar de su padre, gratitud ha-cia él, sentimiento de culpa, para evitar lacrítica de la familia, amigos y conocidos(Fernández et al., 2000:18).

III.REPERCUSIONES DEL TRABAJO DECUIDADO: LA CUIDADORA PRINCIPALY LAS CUIDADORAS SECUNDARIAS

El rol de la cuidadora principal comparadocon el rol de las cuidadoras secundarias,muestra un abismo si se parte de que laprincipal reside en el mismo lugar de la per-sona enferma, puesto que el grado de dis-ponibilidad y la carga física y emocional sehacen más notables. La vida de la cuida-dora principal, se desarrolló siempre en elmismo escenario y bajo la misma rutina decuidado.

Las diferencias en el tipo de cuidado quecada cuidadora aporta a la red son varia-das y constituyen una estrategia para pro-curar sacar a flote la tarea, pero sin ser me-nos importantes, muchos roles referentesa las actividades desempeñadas, pudieronser distribuidos entre las involucradas ypueden manipularse para aliviar la cargade una y otra. Se podría decir que se tra-ta de factores de forma, en cambio, si nostrasladamos a los factores de fondo, la di-námica es distinta.

Los factores de fondo se refieren a las re-acciones emocionales, consecuencias en lasalud y disminución de actividades deocio (Fernández et al., 2000:20), que son vi-vencias personales, no transferibles y cons-tituyen un reflejo del coste invisible de unaenfermedad (Durán, 2002). Dicho coste, seenmarca en un trabajo voluntario no re-munerado que actúa en medio de los fac-tores de forma, es decir el tiempo y los ro-les asignados y, los factores de fondo, lasconsecuencias emocionales y psicológicasque atañen a las cuidadoras involucradas.Que un cuidador este bien omal depende

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de varios factores. Destaca la ayuda y apo-yo que brinde la familia, instituciones, la ca-pacidad de reacción ante hechos difícilesy de aprender sobre lo que está ocurrien-do. La cuidadora principal ve limitada susrelaciones sociales con el exterior, se li-mitaban a actores sociales que ella requeríapara ejecutar sus funciones, al mismotiempo las relaciones con la familia per-manecían en tensión constante. Nos en-contramos ante algunos rasgos de uncaso de vulnerabilidad en términos de ex-clusión social (Tezanos, 2009).

Las redes que rodeaban el contexto de lacuidadora principal eran diferentes a las delas secundarias, esto si se toma en cuen-ta que la principal tenía dos particularida-des: 1) Era la menor de la familia (en el mo-mento tenía 35 años), sus vivencias, en tér-minos generacionales eran disímiles a lasde las cuidadoras secundarias, estaba enmedio del crecimiento de su familia, el res-to de cuidadoras ya había pasado la etapa.2) Tenía la posibilidad de crear relacionesa través de sus hijas pero sus posibilidadesse veían limitabas a causa del peso de lacarga de cuidado que debió asumir.

Bajo dicho contexto, se percibe hacia la cui-dadora principal la noción de que en un tra-bajo como cuidadora, no hay un punto quemarque el espacio de ocio y socialización,más bien se asume que debe hacerse eltrabajo y el resto de cosas se efectúan lue-go o no se efectúan (Durán, 2010).

IV. CONSIDERACIONES FINALES

Independientemente de la enfermedadprolongada a la que se deba hacer frente

en términos de carga de cuidado losmiembros de una familia no están prepa-rados ni capacitados física o psicológica-mente para afrontar sus responsabilidades,funciones y momentos de presión.

En la actualidad la imagen de “estrella demar”, ha desaparecido poco a poco, ma-nifestándose nuevamente la unidad y la so-lidaridad del “círculo familiar”, donde cier-tamente hay diferencias pero no razones oepisodios que les separe, en el sentido dela cotidianidad de las relaciones familiares,por lo tanto se podría decir que lo sucedi-do fue más bien un proceso que se debióenfrentar en la familia y que les enriquece,a pesar de todas las dificultades vividas.

Es importante que una situación de enfer-medad, la familia busque apoyo profesional,se instruya y enriquezca sus conocimientospara llevar mejor el proceso, no solo del pa-ciente sino que suyo en general, puesto quees necesario recordar que cada persona vivela experiencia de modo diferente, debido ala gran variedad de factores personales, fa-miliares y sociales que influyen. En cierta me-dida a mayor conocimiento mejor puedenentenderse los involucrados y menos efec-tos adversos se podrían desarrollar.

Por otra parte, es importante considerar ladiferencia entre la carga que asume un cui-dador principal y el resto de cuidadores, so-bre todo en términos de la exclusión socialinvoluntaria, que pude sufrir esta personadebido al gran peso que tiene su rol en elcontexto y por su propio perfil.

Luego de la defunción del padre, la cuida-dora principal se ha insertado a redes so-ciales diversas que se ven reflejadas en los

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vínculos establecidos con personas de la co-munidad y sobre todo de las redes socia-les derivadas de la conexión que generansus hijas desde el entorno en el que ellasse desenvuelven y que ahora si puede ha-cer uso, es decir desde el centro educativo.

El resto de cuidadoras también se han in-volucrado más a la sociedad, mediante pro-gramas que ofrecen instituciones públicaspara personas mayores en el marco del en-vejecimiento activo y, en general dedicanmás tiempo a sus metas personales.

Ligado al proceso de envejecimiento, sur-ge la interrogante sobre la preocupaciónque puede manifestarse a nivel individualy familiar sobre ¿Quién cuidará del resto delos familiares?, tomando en cuenta que lascaracterísticas del tipo de familia tradicio-nal de hace algunos años se ha modifica-do, principalmente en términos de la ex-tensión numérica de los miembros de la fa-milia y del rol que la mujer juega hoy en lasociedad al insertarse al mercado laboral.

Asumir un rol en la carga de cuidado pue-de ser impuesto y al mismo tiempo asu-mido con voluntad, en este sentido la cui-dadora principal presentó factores quemostraron la negativa de asumir el rol peroparticularmente persistieron aquellos fac-tores emocionales que le entregan la acep-tación voluntaria de continuar con la tarea.Estas situaciones suceden porque son re-acciones normales de toda persona antemomentos difíciles de la vida y por ello laimportancia de comprender cuales debenser los cuidados hacia el cuidador.

BIBLIOGRAFÍA

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Durán, M. A. (2002): Los costes invisiblesde la enfermedad.Bilbao, Fundación BBVA.

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Fernández et al. (2000): Cuando las perso-nas mayores necesitan ayuda. Guía paracuidadores y familiares. Volumen 1. Cui-darse y cuidar mejor.Madrid,Ministerio detrabajo y asuntos sociales.

Tezanos, J. F. (2009): La sociedad divida.Madrid, Biblioteca Nueva.

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Las últimas décadas han sido testigo deun creciente interés por la participaciónmasculina en el trabajo no remunerado yen actividades de carácter reproductivocomo los cuidados. La incorporación ma-siva de las mujeres al mercado laboral engran número de sociedades, acompaña-da de importantes transformaciones fa-miliares, culturales y actitudinales, ha ge-nerado nuevas necesidades y posibilida-des al respecto. Las investigaciones rea-lizadas en torno a esta cuestión, en granmedida centradas en la dedicación pa-rental, han permitido detectar una brechade género importante incluso en parejasde doble ingreso en las que la mujer tra-baja a tiempo completo. Con todo, los tra-bajos más recientes basados en datos deEuropa y Estados Unidos evidencian unatendencia hacia una mayor implicaciónabsoluta y relativa de los hombres en es-tas tareas (véanse p. ej. Yeung et al., 2001;Tobío et al., 2010).

La participación masculina en tareas de cui-dado se plantea como un factor clavepara la igualdad y el desarrollo social. Nosólo supondría un avance evidente entérminos de equidad e igualdad de géne-ro, sino que debe enmarcarse en el con-texto más amplio de la creciente discre-pancia entre la demanda de cuidados y laoferta de cuidadores. A pesar de ello, sesabe todavía relativamente poco sobre lamagnitud y los determinantes de la dedi-cación de los hombres al cuidado en so-ciedades distintas de las europeas y la es-tadounidense. Volver la mirada hacia Amé-rica Latina resulta particularmente intere-sante a la luz de las profundas transfor-

maciones económicas y sociales que ha ex-perimentado en las últimas décadas.

Sin obviar la heterogeneidad de la región,cabe afirmar que la institución familiar enla misma ha estado sujeta a importantesprocesos de cambio, en gran parte aso-ciados a la creciente autonomía económi-ca femenina (CEPAL, 2009). En este con-texto, hay que plantearse en qué medidase está transformando el papel tradicio-nalmente masculino y, en su caso, enqué sectores de la población. En otras so-ciedades avanzadas, existe una crecientepresión para que los hombres abandonenel rol exclusivo de proveedor económico yasuman mayores responsabilidades res-pecto al trabajo no remunerado. No es im-pensable que el mismo fenómeno empie-ce a hacerse patente en ciertos grupos so-ciales en América Latina, como puedan serlas parejas de doble ingreso.

Estudios basados en encuestas de uso deltiempo latinoamericanas han detectadounos niveles generales de participaciónmasculina en tareas no remuneradas com-parativamente bajos (Durán y Milosavlje-vic, 2010). No obstante, hay que plantear-se si en determinados sectores se están po-niendo de manifiesto tendencias innova-doras y qué variables determinan un me-nor o mayor grado de implicación en el tra-bajo del cuidado. La investigación que re-sume esta comunicación se centra en elcaso de México debido a la disponibilidadde datos que prestan la debida atención avariables situacionales, al notable incre-mento de la participación laboral femeni-na registrado en este país y a su posición

D. LA IMPLICACIÓN MASCULINA EN LOS CUIDADOS EN LAS SOCIEDADES CAMBIANTES DE AMÉRICA LATINA: UNA REFLEXIÓN SOBRE EL CASO MEXICANO

Marta Seiz*

* Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)

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de proximidad a los Estados Unidos, quepodría propiciar la difusión de nuevosmodelos y valores. De hecho, ya se han ob-servado en esta sociedad tendencias a unamayor implicación de algunos hombres enel cuidado directo de sus hijos (García y DeOliveira, 2005), si bien dicho hallazgo estárestringido a áreas urbanas y a este tipoconcreto de cuidados. Asimismo, no con-templa el grado de dedicación a los mis-mos en términos cuantitativos.

A partir de los datos más recientes (2005)de la Encuesta Nacional sobre Niveles deVida de los Hogares de México se ha rea-lizado un análisis descriptivo de la dedica-ción masculina a los cuidados en el seno deparejas casadas o cohabitantes en las queexiste la necesidad de que alguien realiceestas tareas. Asimismo, se han puesto aprueba tres hipótesis basadas en los mar-cos teóricos más frecuentemente utilizadospara estudiar la división del trabajo no re-munerado. En primer lugar, partiendo de lasteorías económicas de la especialización yel intercambio y la capacidad de negocia-ción y los recursos relativos, respectiva-mente (para una revisión detallada de lasmismas, véase por ejemplo Blau et al. 1998),se ha analizado la posible influencia en elnúmero de horas que los hombres dedicanal cuidado de variables socioeconómicascomo el nivel educativo, la posición labo-ral y los ingresos de éstos y sus parejas. Ensegundo lugar, se ha examinado el peso dela disponibilidad de tiempo por parte de am-bos. Finalmente, se ha prestado atención alefecto de la tenencia de valores igualitarioso no tradicionales.

Los resultados revelan una brecha de gé-nero considerable: los hombres en el tipo

de hogares contemplados no realizan si-quiera una quinta parte de los cuidados to-tales que se brindan en los mismos. De he-cho, la mayoría no dedica ningún tiempoal día a estas tareas, y la proporción que de-dica más de seis horas diarias no llega altres por ciento. Con todo, en parejas de do-ble ingreso la proporción de hombres sinimplicación alguna es algo menor, la quededica entre una y cinco horas diarias so-brepasa el cuarenta por ciento y la distan-cia entre hombres y mujeres se acorta aldisminuir también ellas su dedicación ho-raria. Se observa asimismo una mayor par-ticipación en el cuidado de los hombresmás jóvenes y con mayor nivel educativo,lo que sugiere un posible debilitamiento delos modelos tradicionales en estos grupos.

Los modelos de regresión del número dehoras dedicadas al cuidado revelan que losrecursos relativos como medida de la ca-pacidad de negociación de la pareja pare-cen influir sobre la implicación masculinaen estas tareas. En aquellos hogares en losque más de la mitad de los ingresos pro-vienen del salario de la mujer, los hombresson más proclives a dedicar un mayor nú-mero de horas al cuidado. Por lo demás, losingresos y el estatus ocupacional de los en-cuestados y sus parejas, en términos ab-solutos, no parecen tener una relevanciasignificativa. La hipótesis de la disponibi-lidad de tiempo, en cambio, obtiene un res-paldo importante: la intensidad de la de-dicación laboral de los hombres está ne-gativamente relacionada con su grado departicipación en tareas de cuidado. Este úl-timo aumenta, por el contrario, cuando lasparejas tienen una dedicación horaria in-tensa al trabajo remunerado. En tercer lu-gar, se confirma que un mayor nivel edu-

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cativo se asocia significativamente con unamayor participación masculina en tareas decuidado en tanto que la edad tiene elefecto opuesto.

En resumen, los resultados obtenidos po-nen de manifiesto que los hombres mexi-canos dedican por lo general poco tiempoa cuidar de niños, enfermos o dependien-tes y lo hacen además en mucha menormedida que las mujeres. Una proporciónimportante no se implica en los cuidadosen absoluto, y buena parte de los que sí lohacen emplea comparativamente pocashoras en esta labor. Dicho esto, hay quedestacar que el modelo tradicional que atri-buía la responsabilidad de los cuidados úni-camente a las mujeres empieza a eviden-ciar signos de erosión, ya que un porcen-taje significativo de varones sí participa deforma visible en estas tareas e incluso unaminoría lo hace en un grado notable en tér-minos de dedicación horaria. El hecho deque una menor edad, un mayor nivel edu-cativo y unos mayores ingresos por partede las parejas se asocien a un aumentocuantitativo de dicha implicación, asimis-mo, indica que podríamos estar ante unatransformación incipiente de valores, ac-titudes y roles familiares similar a la ob-servada en otras sociedades. Un reto parainvestigaciones futuras será examinar laevolución de estas tendencias y examinaren qué medida se hacen extensivas aotros países de la región.

BIBLIOGRAFÍA

BLAU, Francine D.; FERBER, Marianne A.y WINKLER, Anne E. (1998): The Economicsof Women, Men and Work. Prentice Hall,Upper Saddle River.

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I. CONTEXTO

Las políticas de conciliación entre la vidalaboral y familiar han experimentado im-portantes avances en los últimos años enEuropa, específicamente las relativas alos permisos de paternidad, maternidad yparentales (OCDE, 2011). En el caso espa-ñol se han producido cambios legislativosde diferente relevancia desde el Estatuto delos Trabajadores en 1980 (L8/1980) hasta ladenominada Ley de Igualdad de 2007(L3/2007), en la que se introdujo por pri-mera vez un permiso de quince días ex-clusivo para los padres varones. Las ca-racterísticas de los permisos varían en al-gunas comunidades autónomas (Lapuer-ta, 2009), lo que diversifica la realidad so-cial del uso de estos permisos.

Se ha estimado que el uso del permiso depaternidad en 2010 fue utilizado por un 58%de los padres trabajadores (Marí-Klose et al.,2010). En cuanto al uso de las reduccionesde jornada, en el año 2008 se estimaba quehabía sido utilizada por el 12,7% de las ma-dres trabajadoras y por el 5.9% de los padrestrabajadores (Instituto de la Mujer, 2009: 140).Por su parte, el porcentaje de madres que ha-brían tomado excedencia por cuidado de hi-jos se calcula entre el 2,08% y el 2,79% demadres y entre el 0,04% y el 0,1% de padresen el año 2006 (Lapuerta et al., 2011).

II. OBJETIVOS Y MÉTODO

Este artículo intenta comprender las mo-tivaciones que conducen a la utilización de

los diferentes tipos de permisos para el cui-dado de niños. Se compara el discurso depadres (1) que han usado el permiso de pa-ternidad (15 días), (2) que han usado el per-miso parental (reducción de jornada o ex-cedencia >15 días), y (3) que no han usa-do ningún tipo de permisos (<15 días). Elestudio analiza 30 entrevistas en profun-didad a padres españoles a través del aná-lisis crítico de discurso (Van Dijk, 2010).

III. RESULTADOS

En las entrevistas en profundidad se iden-tifican cuatro ejes que articulan el discur-so de los padres: los valores de la res-ponsabilidad que conlleva el permiso (de-recho o deber); la individualización o ne-gociación en la pareja de la posibilidad depedir el permiso; la orientación laboral o fa-miliar del discurso; y la aceptación o re-chazo de otros recursos externos de cui-dado, tanto familiares como formales. Sedestacan los siguientes resultados:

• En primer lugar, el permiso de paterni-dad es considerado generalmente comoun derecho, y sólo los padres que to-man un mayor número de días de per-miso (paternidad y parentales) consi-deran su utilización también como undeber hacia su familia. En este sentido,e independientemente de que se dis-fruten o no, los discursos reflejan un ele-vado grado de legitimación del uso delos permisos de paternidad.

• En segundo lugar, se detecta una cier-ta individualización en la toma de de-

E. ¿UN DERECHO O UN DEBER? LOS HOMBRES ESPAÑOLES ANTE LOS PERMISOS PARA EL CUIDADO DE SUS HIJOS

Pedro Romero Balsas*Dafne Muntanyola Saura*Jesús Rogero García*

* Departamento de Sociología, Universidad Autónoma de Madrid.

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Pedro Romero Balsas, Dafne Muntanyola Saura y Jesús Rogero García

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cisión para solicitar (o no) cualquier tipopermiso: aunque se comenta con la pa-reja, generalmente la decisión ya estátomada, y los riesgos han sido valora-dos por el padre con anterioridad. La de-cisión acerca de su uso se valora prin-cipalmente como una elección indivi-dual.

• En tercer lugar, se entre quienes utilizanúnicamente el permiso de paternidad,se identifican dos aproximaciones haciael cuidado: por un lado, hay padres queexpresan conformidad con la duraciónefectiva de los permisos, generalmen-te justificada con la prominencia del rolde la madre frente al rol del padre. Porotro lado, otro grupo de padres de-muestra una actitud de demanda, conun discurso de tensión entre los idealesde cuidado (más tiempo de permiso ymás vinculación del padre en el cuida-

do) y los obstáculos para poder llevar-los a cabo, tales como la situación eco-nómica, los motivos laborales o laspolíticas de conciliación insuficientes.

• En cuarto lugar, a diferencia del resto depadres, quienes disfrutan de más díasde permiso muestran un discurso deapego laboral más bajo y un rechazo ex-plícito hacia el uso de guarderías, em-pleadas domésticas y abuelos/as comorecursos para el cuidado.

Estas dimensiones discursivas ilustrancómo los padres construyen y justifican sudecisión de utilizar (o no) tanto el permisode paternidad como los permisos paren-tales. La comprensión de estas motiva-ciones puede ser útil para el diseño de po-líticas públicas que contribuyan a un ma-yor reparto de las responsabilidades de cui-dado dentro de la pareja.

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Rosario Aguirre. Socióloga uruguaya, realizó un Magíster en Ciencias Sociales con mención en Es-tudios del Desarrollo en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Profesora ti-tular e investigadora del Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidadde la República (Uruguay). Exdirectora del Departamento de Sociología, fue fundadora del Áreade Relaciones de Género en dicho Departamento. Dicta cursos de posgrado en su país y en el ex-terior en materias vinculadas a su especialización. Investigadora del Fondo Nacional de Investigadores.Consultora internacional. Representante de la Universidad de la República en el Consejo Nacio-nal Coordinador de Políticas Públicas de Igualdad de Género (Uruguay). Ha publicado varios librosy numerosos artículos en revistas especializadas sobre la condición social de las mujeres y las re-laciones de género, desigualdades en el trabajo remunerado y no remunerado, transformacionesfamiliares e indicadores de género.

María Inés Araya. Es licenciada en Sociología por la Universidad de La Frontera (Chile). Realizó undiplomado en Gerencia Pública en la Universidad de Chile. Becaria Fundación Carolina 2010-2011en el Máster de Problemas Sociales: Dirección y Gestión de Programas Sociales en la Universidadde Granada.

Chiara Cerri. Es licenciada en Antropología Social y Cultural por la Universidad “La Sapienza” deRoma y actualmente está realizando el doctorado en Antropología Social en la Universidad Com-plutense de Madrid. Desde septiembre de 2009 trabaja como becaria FPI en el Centro de CienciasHumanas y Sociales del CSIC, en el proyecto “Los usos del tiempo en España e Iberoamérica. Lostiempos del cuidado” dirigido por la profesora María Ángeles Durán. En 2011 ha conseguido el DEAcon una investigación sobre vejez y cuidado en Sierra de Gata (Extremadura, España).

Montserrat Díaz Fernández. Es doctora en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universi-dad de Oviedo, siendo Premio Extraordinario de Doctorado en la convocatoria 1988-1989. Actualmentees catedrática de la Universidad de Oviedo en el Departamento de Economía Cuantitativa. Auto-ra de diversos trabajos, artículos y libros sobre temas relacionados con la Economía de la Pobla-ción, Vivienda y Econometría. Directora de Másteres, cursos de Postgrado y cursos de verano dela Universidad de Oviedo y evaluadora de diversas revistas de ámbito nacional.

María Ángeles Durán. Es doctora en Ciencias Políticas y Económicas por la Universidad de Madrid.Ha sido profesora de Sociología, en las universidades Autónoma y Complutense de Madrid, C.E.U.,Zaragoza. Es catedrática de Sociología y profesora de investigación en la especialidad de Cien-cias Sociales en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Realizó estudios postdoctora-les en socialización diferencial de género y desigualdades sociales en el Institute for Social Rese-arch (ISR) de la Universidad de Michigan. Ha colaborado entre otras entidades con la Comisión Eu-ropea, UNRISD, OMC, UNESCO, la Academia Británica, el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales,el Instituto de la Mujer, el Ministerio de Sanidad, la Comunidad de Madrid, el Centro de EstudiosConstitucionales, la Fundación Ford y la Fundación BBVA. Fue fundadora y directora del Institutode la Mujer de la Universidad Autónoma de Madrid. Entre 1998 y 2001 ha desempeñado el cargo

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Relación de autores

de presidenta de la Federación Española de Sociología. Actualmente es miembro del Comité Eje-cutivo de la International Sociological Association (ISA). En 2002 ha recibido el Premio Nacionalde Investigación “Pascual Madoz” en Ciencias Económicas y Jurídicas.

M. Isabel García Rodríguez. Es socióloga. Desde 1997 dirige proyectos de sociología aplicada enel Instituto de Estudios Sociales Avanzados del CSIC (IESA-CSIC) entre los que se pueden desta-car los siguientes: Pobreza y exclusión social en algunas regiones de España (Andalucía, Cantabriay Aragón) y la Evaluación del Sistema de Ayudas Individuales para Personas con Discapacidad. Tam-bién ha coordinado la Evaluación del II Plan Andaluz para la Igualdad entre Hombres y Mujeres yha sido miembro del equipo científico de redacción del Libro Blanco del Envejecimiento Activo enAndalucía. Actualmente dirige el proyecto: La desfamilización para un nuevo modelo productivo:análisis de las políticas familiares de la Junta de Andalucía. Cuenta con numerosas publicacionesen el ámbito de las políticas sociales y, desde 1998, compagina sus tareas de investigación con ac-tividades docentes en el ámbito de su especialización en la Universidad de Córdoba, en el Institu-to Andaluz de Administraciones Públicas y en la Universidad Internacional de Andalucía.

Lilia Jara. Realizó estudios de pregrado en Economía, Maestría en Economía y Medio Ambiente, pos-tgrados en género y en epidemiología. En el ámbito académico, fue profesora de la Facultad de Eco-nomía de la Universidad de Cuenca, e investigadora asociada de la Facultad Latinoamericana de Cien-cias Sociales FLACSO, Sede Ecuador. Formó parte del equipo técnico del Consejo Nacional de las Mu-jeres de Ecuador en donde inicia su experiencia laboral en el tema de igualdad de género; luego fueconsultora del entonces UNIFEM Región Andina –hoy ONU Mujeres–. Desde 2002 es asesora en Gé-nero y Salud de la Oficina de Género, Diversidad y Derechos Humanos de la Organización Panameri-cana de la Salud (OPS/OMS), a cargo principalmente del ámbito de trabajo relacionado con la gene-ración de evidencia y el fortalecimiento de las capacidades en el análisis de género de la informaciónde salud.

María del Mar LLorente Marrón. Es doctora y profesora titular de Universidad en el Departamen-to de Economía Cuantitativa de la Universidad de Oviedo desde abril de 1999. Es autora de variostrabajos y artículos referentes a estudios sociodemográficos y análisis económico de la vivienda,además de coautora de diversos manuales de Econometría. Ha dirigido también diversos proyectosde investigación dentro del campo de la Economía de la Población.

Sonia Montaño. Es socióloga por la Universidad de París VIII, y ha desarrollado una larga expe-riencia en el terreno académico, no gubernamental, internacional y de gobierno. Fundó y dirigióel Centro de Información y Desarrollo de la Mujer (CIDEM). Ha sido consultora de varios organis-mos internacionales y fue Subsecretaria de Asuntos de Género del Ministerio de Desarrollo Hu-mano de Bolivia entre los años 1993 y 1995. Ha trabajado diversos temas relacionados con políti-cas públicas, ciudadanía y participación política de las mujeres tanto en el ámbito académico comode advocacy y gestión. Actualmente, es la Jefa de la Unidad Mujer y Desarrollo de la Comisión Eco-nómica para América Latina y el Caribe (CEPAL, Naciones Unidas).

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Eduardo Moyano Estrada. Es profesor de Investigación (catedrático) del Consejo Superior de In-vestigaciones Científicas (CSIC) en el área de Ciencias Sociales. Actualmente es director del Insti-tuto de Estudios Sociales Avanzados (IESA-CSIC). Sus trabajos de investigación versan sobre ac-ción colectiva y articulación de intereses en el sector agroalimentario, y gobernanza y desarrolloen las áreas rurales. Ha dirigido tesis doctorales en España, Francia, Turquía, Marruecos y Lati-noamérica (Brasil, México y Argentina) y ha publicado un centenar de trabajo de naturaleza cien-tífico-académica y de divulgación. En 1997 recibió el Premio Arco Iris por su trabajo sobre las fe-deraciones de cooperativas en la Unión Europea, y en el año 2001 el gobierno de la República fran-cesa le condecoró con la Orden del Mérito Agrícola por el conjunto de sus trabajos sobre las or-ganizaciones profesionales agrarias. Es miembro correspondiente de la Academia Francesa de Agri-cultura. Entre 2005-2009 fue director de la Revista Internacional de Sociología.

Dafne Muntanyola Saura. Es doctora en Sociología por la Universitat Autònoma de Barcelona en2008, Fulbright Scholar en la University of California, San Diego (2009-2010), Postdoc Caja Madridin Niza (2009) y Alianza 4 Universidades en Madrid (2010-2011). En su actividad investigadora in-tegra la sociología del arte y del trabajo con las aproximaciones al conocimiento y la creatividaddesde otras ciencias sociales, como la ciencia cognitiva, para explicar las variables de género y dedominación simbólica en las interacciones profesionales (Muntanyola, 2009, 2010). Actualmentese encuentra en el departamento de sociología de la UAB, investigando entornos de trabajo cre-ativos, con un interés especial por el desarrollo de nuevas metodologías cualitativas, como la et-nografía audiovisual y las redes microsociales.

Mercedes Pedrero. Es investigadora titular del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias(CRIM) de la Universidad Nacional Autónoma de México. Estudió la licenciatura en Actuaría (Fa-cultad de Ciencias, UNAM). Después realizó la maestría en Demografía (Universidad de Pennsyl-vania, EUUU). Hizo su doctorado en Demografía (Universidad de Pennsylvania). Actualmente tie-ne más de 60 artículos, 6 libros y 4 capítulos de libros. Ha participado en el Macroproyecto con eltema Estrategias de restauración ecológica para la recuperación de la Cuenca del alto-medio Tem-bembe. Se especializa en Investigación en ciencias sociales, fuerza de trabajo y empleo.

Ramón Ramos Torre. Es presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas. Catedrático de So-ciología en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UCM. Múltiples artículos publica-dos en revistas de ciencias sociales (REIS, RIS, Política y Sociedad, Acta Sociológica, Sociológi-ca, Time & Society) y de debate intelectual (Revista de Occidente, Revista de Libros, Crítica de laRazón Práctica, Kronoscope). Es autor, coautor o editor de Cronos Dividido. La desigualdad enel uso del tiempo entre hombres y mujeres en España. Madrid, 1990; Tiempo y Sociedad (com-pilador). Madrid 1992; Globalización, riesgo y reflexividad (editor junto con F García Selgas). Ma-drid, 1999: La sociología de Émile Durkheim. Ciencia social, Tiempo, Religión. Madrid, 1999; Nue-vos tiempo de trabajo. (junto con C. Prieto y J. Callejo). Madrid, 2008. Sus campos de especiali-zación son: Teoría sociológica clásica y contemporánea, Sociología Histórica, Sociología del Tiem-po, Sociología del Riesgo.

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Maribel Rodríguez. Es responsable del Programa de Cohesión Social del CeALCI de la FundaciónCarolina. Es licenciada y máster en ciencias sociales por la Universidad de Lausana y el InstitutoUniversitario de Estudios del Desarrollo (IUED) de Ginebra. Ha trabajado varios años para el PNUDen Cuba y en la sede central de Nueva York, como especialista en género y medio ambiente. Fueconsultora en Guatemala para diversos organismos, tales como la OIT para la eliminación del tra-bajo infantil, la UICN en temas de desarrollo local y de conservación de parques nacionales y elCentro Canadiense de Estudios para la Cooperación Internacional para el desarrollo de comuni-dades rurales indígenas desplazadas y afectadas por el conflicto armado.

Jesús Rogero García. Es profesor en el departamento de Sociología de la Universidad Autónomade Madrid. Sus principales temas de interés son el cuidado de adultos dependientes, los usos deltiempo y el cuidado de niños. Ha publicado resultados de investigación en varios libros y revistasnacionales e internacionales. En 2009 recibió el Premio IMSERSO “Infanta Cristina” en investiga-ción social.

Pedro Romero Balsas. Está realizando el doctorando en el departamento de Sociología de la Uni-versidad Autónoma de Madrid. Licenciado en Sociología por la Universidad de Alicante y másteren Antropología Social por la Universidad de Murcia. Participa en el proyecto de investigación “Eluso social de los permisos parentales” como becario FPI (Formación Personal Investigador), financiadopor el Ministerio de Ciencia e Innovación.

Marta Seiz. Es licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad de Göteborg y Maestra de Ar-tes en Ciencias Sociales por el Instituto Juan March. Actualmente está adscrita al Centro de Cien-cias Humanas y Sociales del CSIC, donde se encuentra realizando su tesis doctoral sobre la re-lación entre la participación masculina en el trabajo no remunerado y las trayectorias laboralesde las mujeres.

Mariela Zúñiga Gamboa. Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional de Cos-ta Rica (2006), y en 2010 cursó un diplomado en Responsabilidad Social del Tecnológico de Mon-terrey y el Máster en Dirección y Gestión de Problemas Sociales de la Universidad de Granada, Es-paña, durante el año lectivo 2010-2011. En su trayectoria laboral destaca su práctica profesionalen el Ministerio de Educación Pública de Costa Rica durante el año 2006; posteriormente, 2007-2010,se desempeñó como Administradora en Responsabilidad Social, en Cemex Costa Rica.

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María Ángeles Durán (dir.)

El trabajo del cuidado enAmérica Latina y España

Bajo la denominación «Documentos de Trabajo» se publicanresultados de los proyectos de investigación realizados ypromovidos por el CeALCI. Además pueden ser incluidosen esta serie aquellos estudios que, previa aceptación porel Consejo Editorial, reúnan unos requisitos de calidadestablecidos y coincidan con los objetivos de la FundaciónCarolina y su Centro de Estudios.

El Centro de Estudios para América Latina y la Coope-ración Internacional (CeALCI) se crea, en noviembre de2004, con la voluntad de promover la investigación y eldebate en torno a la realidad de los países en desarrolloen general, y de América Latina en particular, y parapotenciar los estudios y propuestas sobre la mejor manerade enfrentar los problemas que aquejan estos países.

Documento deTrabajo nº 54CeALCI

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CarolinaCeALCI

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DT54

CeALCI - Fundación [email protected]

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