elsa cecilia frost américa: ruptura del providencialismo

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  • 7/24/2019 Elsa Cecilia Frost Amrica: Ruptura del Providencialismo

    1/11

    Serie NUESTR MRIC

    lsa Cecilia Frost

    52

    ESTE NUEVO ORBE

    COORDIN CIN DE HUM NID DES

    4

    4

    il

    tak

    CENTRO COORDINADOR Y DIFUSOR

    DE ESTUDIOS LATINOAMERICANOS

    UNIVERSID D N CION L UTNOM DE MXICO

    MXICO 996

  • 7/24/2019 Elsa Cecilia Frost Amrica: Ruptura del Providencialismo

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    AMRICA: RUPTURA DEL PROVIDENCIALISMO

    Portada: pgina de la obra

    Etimologas

    de Isidoro Sevilla 560-63 6), en la que aparece

    uno de los pr imeros mapas [de T en 0], caracter st i cos de la cartograf ia ec les ist ica

    medieval, y el pr imero impreso en Europa, en el ao 1472.

    Primera edicin 1996

    DR Universidad Nacional Autnoma de Mxico

    Ciudad Universitaria 04510 Mxico D. F.

    DIRECCIN GENER L DE PUBLIC CIONES

    Impreso y hecho en Mxico

    ISBN: 968-36 - 4826 - 6

    Si bien vivi siempre bajo la amenaza de la peste el hambre la guerra

    y la muerte la Europa medieval fue un mundo dotado de una gran

    coherencia interna. Coherencia que a su vez dio al hom bre de esa poca

    una seguridad interior tan grande como grande es el desamparo del

    hombre moderno. Tal seguridad brotaba casi resulta superfluo

    decirlo de la fe que daba respuesta con la palabra misma de Dios a

    travs de la Escritura y la tradicin a todas las grandes interrogantes

    humanas: qu es el hombre? qu debe hacer? por qu hay su-

    frimiento? por qu existe la injusticia? qu es la muerte? qu puede

    esperarse? tiene todo esto un sentido?

    Para entender esta confianza debe tenerse en cuenta que tanto el

    judasmo como su secuela el cristianismo son religiones basadas en

    un libro en el que encuentran respuesta no slo las grandes incgnitas

    metafsicas sino aun los problemas ms sencillos. Y lo que se sabe por

    la fe tiene un peso completamente distinto al que pueda dar cualquier

    otra instancia.

    Como ejemplo de la respuesta que la gente encontraba en la Biblia

    puede darse esta muestra. Tanto el judo como el cristiano saban por

    la Escritura Sagrada no slo cmo est configurado este orbe sino que

    conocan la existencia de un mundo espiritual e invisible; saban

    asimismo porqu la raza hum ana muestra caracteres distintos y tambin

    porqu hay y debe haber una jerarquizacin de sus elementos. Una vez

    que tengamos en cuenta todo esto no podr sorprendernos que

    tambin la concepcin de la historia se haya basado en el texto bblico.

    De hecho la idea de que la historia pueda tener un sentido es una idea

    judeo-cristiana puesto que para la mente griega se trata de conceptos

    Se public en Leopoldo Zea comp.],

    El descubrimiento de Amrica y su sentido actual

    Mxico, RE-IPGH 1989.

    13

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    contradictorios. En cambio, segn toda la tradicin de los intrpretes

    bblicos, ya las primeras palabras de la Biblia:

    En el principio cre Dios los cielos y la tierra...

    enuncian en la forma ms escueta que pueda pensarse no slo el

    inicio del mundo sino tambin de la historia. Como si tal enunciado

    fuera poco, la frase implica a la vez que Dios es trascendente con

    respecto a su creacin y que el tiempo la historia e s finito, ya que

    tuvo un principio y por ello mismo debe tener tambin un final. La

    historia tiene, por lo tanto, un sentido, no nicamente como proceso

    que engloba a toda la humanidad, sino tambin como pequea historia

    individual. Toda la creacin brot de las manos de Dios y a l habr

    de volver al consumarse los tiempos.

    Si a esto aadimos la afirmacin tajante sobre el pecado original,

    que se encuentra un poco ms adelante, veremos que el paso que segua

    era, lgicamente, el concebir la historia colectiva o individual

    como un duro peregrinaje expiatorio cuyo final era la salvacin. En

    este sentido teolgico, la historia es el movimiento que pasa del

    enfrentamiento de la criatura con su Creador a la reconciliacin entre

    ambos; justifica el tiempo de la terrible experiencia histrica del

    pueblo judo que mal poda conjugarse con su conciencia de ser

    el pueblo elegido. En el pensamiento proftico se destac cada vez ms

    que el sentido de esos sufrimientos estaba en un d a de triunfo final que

    compensara a Israel de sus terribles pruebas. Parte de esa compen-

    sacin sera el castigo de sus enemigos. El da del Seor , que pondra

    fin al tiempo, adquiri gradualme nte las caractersticas de un da de

    juicio en el que cada uno recibira lo que sus obras le hubieran hecho

    merecer. Sin embargo, la suerte de rprobos y justos no sera cualita-

    tivamente igual, ya que a los primeros les esperaba el total aniqui-

    lamiento y en cam bio los segundos alcanzaran, despus de una serie

    de cataclismos, la perfecta felicidad en la tierra prometida. La literatura

    apocalptica, aparecida entre los siglos segundo y primero antes de

    Cristo, convertira este juicio final en un drama csmico que pondra

    fin a la historia. Estos escritos (muy num erosos, si bien slo el libro de

    Daniel entr a formar parte del Viejo Testamento) hablan del trmino

    de un en y de una renovacin total, de la creacin de un cielo nuevo

    y una nueva tierra. Pero para llegar a esta culminacin era necesario

    esperar a que Israel, o cuando menos el resto fiel de Israel, alcanzara

    un estado de perfecta obediencia a la voluntad divina. Slo entonces

    podra aparecer, en medio de condiciones terribles (guerras y tumultos,

    disensiones pblicas y querellas privadas, persecuciones y muerte) el

    ungido (en hebreo: Mesas ; en griego: Cristo ). Este ungido del

    Seor podra ser un profeta como Moiss, un sacerdote perfecto o un

    rey justo del linaje de David, pero sera quien transformara toda la

    escena universal e introducira el reino de Dios.2

    Ahora bien, como todos sabemos, la diferencia radical entre judos

    y cristianos es que para estos ltimos Jess de Nazaret es el Mesas

    esperado, en tanto que para los judos su venida est an en el futuro.

    Es de advertir que esta identificacin puso a los cristianos en una

    situacin muy peculiar. Puesto que si el M esas ya haba aparecido, esto

    significaba, de acuerdo con el esquema aceptado, que el fin de los

    tiempos era inminente. Y tal fue en efecto la creencia de los primeros

    cristianos.

    Todos los sucesos inmed iatamente posteriores a la muerte de Cristo

    fueron interpretados por sus seguidores com o otras tantas seales de

    que el fin del mundo estaba cerca. En los Evangelios mismos se

    2 ara esta sinopsis he utilizado, bsicamente, los ensayos de Rudolf Bultrnann, Das

    Verstandnis der Geschichte im Griechentum und im Christentum y de Hans tira von

    Balthasar, Vom Sinn der Geschichte in der Bidel , en Der Sinn der Gesch ic lue Munich,

    C.H. Beck, 1961.

    14

    5

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    afirmaba la inmediata consumacin de los tiempos y quien se haca

    cristiano y renegaba de lo s dolos no tena ya m s que esperar el fin,

    pidiendo a Dios que la espera no se prolongara demasiado de modo qu e

    los elegidos no flaquearan bajo la terrible presin del mundo y aposta-

    taran en el ltimo momento.

    Pero, como es ms que evidente, el fin no lleg y los cristianos

    tuvieron que buscar la explicacin de esa paradoja extrema de que el

    tiempo siguiese adelante, de que hubiese un futuro, cuando de acuerdo

    con los postulados de su fe todo se haba consumado con la muerte del

    Mesas. Para salvar este escollo, los exegetas hicieron una nueva lectura

    del Evangelio y encontraron la solucin en el texto mismo que h aba

    planteado ms agudamente el problema: el llamado Discurso esca-

    tolgico de Jess que aparece en los tres evangelios sinpticos.3

    Hay

    en estos textos una serie de profecas destruccin de Jerusaln,

    guerras, persecuciones y apostasas que haban sido interpretadas

    hasta ese momento de acuerdo con las palabras: yo os aseguro que no

    pasar esta generacin hasta que esto suceda , sin parar mientes en las

    palabras siguientes: mas de aqul da y hora nadie sabe nada .

    4

    Para

    salvar el escollo, se dislind en consecuencia entre las que se conside-

    raron profecas inmediatas la cada de Jerusaln y las que fueron

    vistas como mediatas el da del juicio, cuya fecha, siempre segn

    esta interpretacin, es imposible calcular. El nico indicio es que el fin

    del mundo no vendr antes de que se proclame esta Buena Nueva del

    Reino en el mundo entero para dar testimonio a todas las naciones .5

    O sea que el mundo no terminar mientras haya un solo hombre que

    desconozca el mensaje de Cristo.

    3

    Vid Mt xxrv-xxv Mc xur y Le >cm.

    4 Mt muy 34 y 36.

    5

    Mt >cuy 14.

    En consecuencia, la historia ese intervalo entre la consumacin

    de los tiempos y la segunda venida del Mesas se hizo necesaria a

    fin de dar a todos y a cada uno la oportunidad de salvarse. En esta

    concepcin cristiana del tiempo tan peculiar hay una lnea divisoria

    que no es como para los judos un futuro, sino un

    perfectum praesens.

    El Mesas ya ha venido y a partir de este acontecimiento central se

    cuenta el tiempo tanto hacia atrs a.C. como hacia adelante

    d.C.. As, toda la historia transcurrida antes del nacimiento de

    Cristo, sea la juda o la gentil, es vista como una

    praeparatio evange-

    lica

    en tanto que toda la historia posterior lo ocurrido despus de la

    muerte redentora de Cristo es el intervalo decisivo, el tiempo de

    la prueba, el momento de la separacin entre el trigo y la cizaa, el

    tiempo de lucha entre la inclinacin al pecado y la m isericordia divina

    que slo terminar con el triunfo final de la fe. Los exegetas no negaron

    jams que el tiempo no se hubiera consumado, hacerlo hubiera sido

    negar su fe, sino

    que reconocieron que no haba terminado y que haba

    razones para ello. As, San A gustn afirm que vivimos ya en la plenitud

    de los tiempos, en la ltima edad a la que pondr fin la parusa del

    Seor. L a historia tiene en consecuencia un sentido: es una historia de

    la salvacin. Y a esta concepcin de la historia que, como h emos visto,

    tiene ms de teologa que de filosofa de la historia, es a lo que se llama

    providencialismo.

    Tal concepcin fue la propia del hombre europeo. La he resumido

    lo ms posible, pero desde luego, el paso de los a os, fue amplindola

    y aun desvirtundola. En algunos casos las interpretaciones y explica-

    ciones brotaron de una mente genial, como cuando San Agustn,

    innegablemente el mayor telogo de la h istoria, aclara el sentido de sta

    dividindola en seis edades que corresponden a las seis etapas de la vida

    humana: infancia, niez, juventud, virilidad, madurez y ancianidad,

    PC() que corresponden tamb in a los das de la creacin. Por ello, dice,

    como ya m encion, que vivimos en la sexta edad. Tras ella se iniciar

    17

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    la bienaventuranza, del mismo m odo que tras los seis das de la creacin

    vino el reposo.

    En cambio, en o tros casos se dio al texto bblico un alcance m ayor

    mediante una serie de detalles agregados que nadie sabe de dnde

    provinieron. Pongo un solo ejemplo que se enlaza directamente con el

    tema de este ensayo; en el Gnesis se habla de que No tuvo tres hijos:

    Sem, Cam y Jafet, que poblaron toda la tierra .

    6

    A partir de estas

    palabras se dio a las tres partes conocidas del mundo: Asia, Africa y

    Europa (si no me equivoco, la Biblia slo menciona por su nombre

    a Asia y eso en los libros de los Macabeos que son de los ms recientes

    del Antiguo Testamento y en algunos textos del Nuevo) una poblacin

    que descenda de alguno de ellos. Y puesto que haba tres razas que

    componan la humanidad, Beda el Venerable hizo que los magos

    venidos de Oriente que el Evangelio de Mateo menciona sin

    especificar ni nmero ni nombre fueran tambin tres y ofrecieran

    oro, incienso y mirra dones tomados de Isaas conv irtindolos as

    en representantes de todos los pueblos de la t ierra.

    Pues bien, esta interpretacin pas del dom inio de los telogos al de

    la gente sencilla y le proporcion un elemento de confianza y estabilidad

    en un mundo que siempre parece ir a la deriva. Tal confianza se

    basaba en la afirm acin de que , a pesar de todos los pesares, la historia

    se encamina hacia la salvacin de la humanidad. Fue esta interpretacin

    la que, a principios del siglo xvi, se enfrent con un nuevo esco llo: la

    existencia de pueblos hasta entonces insospechados.

    En un principio es decir, en los aos inmediatos a los viajes de

    Coln no parece que los habitantes de las islas esos hombres a los

    que el almirante describe con trminos tan contradictoriosplantearan

    problema alguno. Cierto; no haban recibido la luz del Evangelio, eran

    6

    en ix, 19.

    idlatras, pero tan mansos y de tan buen ingenio que creo que

    ligeramente se haran cristianos ,

    7

    como se afirma en el Diario

    y, por

    lo dems, nada de ello contradeca la concepcin providencialista. Todo

    europeo medianam ente culto saba de la existencia de grandes grupos

    humanos en Asia y Africa que a pesar de todos los intentos misionales

    seguan siendo paganos. Adems, debemos recordar que en esos

    primeros arios se pens en haber l legado a tierras asiticas, de mo do

    que el esquema medieval segua en pie.

    El problema surgi despus cuando las nuevas exploraciones hi-

    cieron ver que ni la tierra ni sus habitantes podan corresponder a lo

    que se sab a de Asia. Tras todas las vicisitudes a las qu e se refiere el

    doctor O'Gorman en su esplndido libro,

    La invencin de Amrica

    se acept que se trataba de otro mundo , a pesar de ser sta una nocin

    muy peligrosa teolgicamente, ya que podra llevar a pensar en la

    existencia de otro Dios y otra revelacin. Por ello, fue necesario intentar

    identificar este mundo con algo ya conocido, fuera por la Biblia o

    por los autores de la Antigedad clsica.

    As, Gonzalo Fernndez de Oviedo que escribe cuando ya haba

    quedado resuelto el problema geogrfico, es decir, cuando ya se saba

    que no eran tierras asiticas, intenta, sin embargo, identificar este

    mundo nu evo con las Hesprides de la tradicin griega. Intento que

    de haberse logrado habra equivalido a matar dos pjaros de un tiro,

    pues si por una parte se inscriba a esta tierra dentro del esquema

    conocido, por la otra se daba legitimidad al dominio espaol. Vamos

    cmo . Afirma Oviedo: yo tengo a estas Indias por aquellas famosas

    islas Hesprides , es decir, islas conocidas de antiguo aunque tal

    7

    ristbal Coln, Primera carta, compendiada por fray Bartolom de las Casas,

    Historia

    de las Indias

    3 vols., Mxico, FCE,

    2 ed., 1965, lib. 1, cap. xt., p. 204.

    8 ' ed. Mxico,

    FCE,

    1958; 2' ed., corregida, aumentada y traducida al ingls por el autor,

    The Invention of America

    Bloomington, Indiana University Press, 1961.

    18

    9

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    conocimiento se hubiera perdido despus. Esto es, no implican otredad

    ni novedad alguna y, lo que es ms, fueron as llamadas del duodcimo

    rey de Espaa, dicho Hespero , afirmacin que Oviedo pasa a funda-

    mentar valindose de una cronologa atribuda a Beroso. Si, como

    sostiene el cronista, las tierras llevan por lo comn un nombre derivado

    del de sus hroes, todo indica qu e si las islas llevaban el nombre de este

    viejo rey de Espaa, debe seguirse de all que Espaa seoreaba las

    Indias haca ya 3193 aos .

    9

    O lo que es lo mismo, no conquistaba,

    sino recuperaba lo suyo.

    A pesar de sta y de otras hiptesis semejantes, la realidad se mostr

    irreductible y los espaoles se vieron ante la necesidad de explicar la

    existencia de unas tierras y de unos seres que no eran mencionados por

    ninguno de los libros sagrados o profanos y que, por lo tanto, de acuerdo

    con el esquema tripartita, no podan existir. A ello debe aadirse que

    todos estos miles de seres a los que lo mismo que a su tierra se busc

    antecedentes conocidos no haban recibido el mensaje de Cristo.

    Nada tiene de extrao que, ante este problema, los cronistas en

    especial los religiosos hayan tratado de encontrar la explicacin del

    portento recurriendo a hiptesis y teoras que por antiguas y

    sabidas haban sido dejadas de lado por la escolstica. Me refiero al

    papel del Demonio en el drama de la humanidad, al elemento de

    compensacin de la historia, a la eleccin providencial de un pueblo,

    un grupo o un hombre para un fin determinado y a la elucubracin

    escatolgica.

    Con todo, si bien el problema de la identificacin de las nuevas

    tierras con alguna de las islas a las que hacen referencia tanto los textos

    clsicos como la Biblia poda pasar a segundo plano, en cambio era

    imprescindible que sus habitantes tuviesen algn lazo con el Viejo

    9

    onzalo Fernndez de Oviedo y Valds,

    Historia general y natural de las Indias

    ed.

    facsimilar de la de 1547, Mxico, Condumex, 1979, lib. ti, cap. ni

    Mundo, de tal modo que no cupiese duda sobre su linaje admico.

    Porque, de no poderse probar ste, se planteara una posibilidad

    inadmisible para un cristiano no slo sobre la naturaleza del hombre

    americano, sino aun sobre la exactitud del relato bblico. Por ello, en

    los aos inmediatamente posteriores a la conquista de Mxico, proli-

    feraron los intentos por proporcionar a los indgenas americanos

    antepasados no slo aceptables para la mentalidad europea, sino irre-

    misiblemente necesarios.

    Desde luego, la manera ms sencilla de resolver un problema es

    negar su existencia. As, los primeros cronistas intentaron establecer

    sin ms el linaje admico de los habitantes de las nuevas tierras y

    creyeron encontrar en detalles nimios la prueba del parentesco entre los

    indios y otros pueblos conocidos de antiguo. Por ejemplo, fray Andrs

    de Olmos afirma que no hay quien dude venir [los indios] de

    los hijos de No .

    10

    En otras ocasiones torturan el lenguaje para mostrarnos, a travs de

    extraas etimologas, parentescos an ms extraos, como lo hace el

    padre Las Casas cuando dice que los caribes

    llaman la canoa de

    canon

    en hebreo, que quiere decir

    statio in aqua

    estancia en el agua, porque los sustenta en

    el agua. La pimienta de las Indias llaman aj, de

    c o c

    hebreo, que quiere decir furor o cosa furiosa

    i por el gran

    calor y furia que tiene que quema la boca...

    10 l texto de fray Andrs de Olmos est tomado de la Relacin

    de Alonso de Zorita. Debo

    a la generosidad del doctor Edmundo O'Gorman el haber podido consultar una copia del

    manuscrito.

    Relacin

    1, 2.

    1 1

    itado por fray luan de Torquemada, Monarqua indiana

    lib. i, cap. ix. (Hay varias

    ediciones accesibles.)

    21

    20

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    Con ello, el buen fraile crea dejar probada la ascendencia juda de los

    indios.

    Sin embargo, aun cuando estos endebles argumentos O lmos slo

    afirma, Las Casas nada prueba pudiesen establecer el linaje admico

    de los indios, existe otro problema que un jesuita, Jos de Acosta,

    plantea en forma m uy clara al asentar:

    ...es bien probable de pensar que los primeros [hombres]

    aportaron a Indias por naufragio y tempestad del mar;

    mas ofrcese aqu una dificultad, que me da mucho

    en qu entender, y es que ya demos que hayan venido

    hombres por mar a tierras tan remotas, y que de ellos se

    han multiplicado las naciones que vemos; pero de bestias

    y alimaas que cra en Nuevo Orbe, muchas y grandes,

    no s cmo nos demos maa a embarcarlas y llevarlas por

    mar a las Indias. La razn porque nos hallamos forzados

    a decir que los hombres de Indias fueron de Europa o de

    Asia es por no contradecir a la Sagrada Escritura, que

    claramente ensea que todos los hombres descienden de

    Adn, y as no podemos dar otro origen a los hombres

    de Indias, pues una misma Divina Escritura tambin nos

    dice que todas las bestias y animales de la tierra perecie-

    ron, si no las que se reservaron para propagacin de su

    gnero en el arca de No. As tambin es fuerza reducir

    la propagacin de todos los animales dichos a los que

    salieron del arca en los montes del Ararat, donde ella hizo

    pie; de manera que, como para los hombres, as tambin

    para las bestias, nos es necesidad buscar camino por

    donde hayan pasado del Viejo Mundo al Nuevo.12

    1 2

    os de Acosta,

    Historia natural y moral de las Indias,

    Mxico, FCE, 2 ed., 1962, cap.

    20, p. 54.

    Ahora bien, como la Biblia nada dice de un paso que comunicara

    ambos m undos, los cronistas se vieron obligados a echar mano de otra

    tradicin que, si bien de mucho m enor peso que la bblica, corra parejas

    con ella: el legado clsico. Y as, resucitaron el mito platnico de la

    Atlntida. No faltan algunos dice Acosta que siguiendo el parecer

    de Platn... dicen que fueron esas gentes de Europa o de frica a aquella

    famosa isla y tan cantada Atlntida y de ella pasaron a otras y otras islas

    hasta llegar a la tierra firme de Indias , hiptesis que el jesuita

    pasa a destruir al considerar el texto del Timeo

    simplemente como

    cuentos o fbulas... [ms] que historia o filosofa digna de cuento .13

    El siempre cauto Acosta resolvi la cuestin considerando que los indios

    pasaron poco a poco de su tierra de origen a Amrica, ayudando a esto

    la continuidad o vecindad de las tierras (sin que nos diga cules). El

    tema era tan espinoso que buena parte de las crnicas se destin a

    dilucidarlo, proponindose, como ya seal, los ms extravagantes

    antepasados para dar cuenta del origen de los aborgenes americanos.

    El caso ms extremo es quiz el de otro dominico, fray Gregorio

    Garca, que ofrece veintitrs hiptesis distintas sobre dicho origen y

    hace desfilar por las pginas de su libro como posibles antepasados

    de los pueblos americanos no slo a cartagineses y fenicios, sino aun

    a ingleses y franceses.

    14

    Pocos cronistas, en verdad, mostraron la sensatez de Motolina quien

    se limit a escribir que estos naturales son puros gentiles, y sta es la

    ms com n opinin y parece ser ms verdadera

    15 Con ello aceptaba

    el misterio de su origen y tambin el misterio de que Dios se hubiese

    13

    bid., cap. 22, p. 59.

    14 ray Gregorio Garca,

    Origen de los indios del Nuevo Mundo

    ed. facsimilar de la segunda

    de 1729, Mxico, FCE, 1981.

    15

    ray Toribio de Etenavente o Motolina,

    Memoriales o Libro de las cosas de la Nueva

    Espaa y de los naturales de ella, Mxico, uNAm, 1971, p. 9.

    2 3

    2 2

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    olvidado de ellos durante diecisis siglos, pero a la vez con el simple

    uso del trmino gentiles los equipar a los pueblos de la Antigedad

    clsica.

    Ante la tremenda novedad de Amrica y de sus habitantes, los

    cronistas religiosos rebuscaron en la memoria colectiva de la Iglesia y

    encontraron por fin un paralelo, el de los pue blos gentiles, cuya historia,

    CO() ya dije, haba llegado a ser vista como una mera

    praeparatio

    evangelic a

    Lo mismo, se dijeron, sucedi aqu y el tiempo transcurrido

    entre el nacimiento de Cristo y la conquista espiritual dej de tener peso,

    pues qu son para Dios mil aos o un da'?

    Curiosamente, el paralelo entre los gentiles antiguos y los america-

    nos no se estableci a partir de las virtudes comunes a ambos (aunque

    a veces s se las mencione), sino a partir de los vicios y aberraciones

    que es posible encontrar no slo entre estos pueblos, sino en todos. Al

    estudiar la religin indgena, los cronistas vieron en ella la obra del

    Demonio. Opinin que si actualmente no puede menos que provocar

    en el mejor de los casos cierta actitud condescendiente ante la

    ingenuidad de los frailes, era para ellos la conclusin lgica de textos

    que nadie osaba poner en duda. Acaso no afirma el salmo 95, 5, que

    todos los dioses de los pueblos son demonios ?

    16

    Afirmacin que reaparece en el Levtico, de donde se desprende que

    el origen de la idolatra, es decir, la adoracin a los dioses paganos, es

    obra de los demonios.

    17

    El tema es reelaborado en el Nuevo Testa-

    mento, donde el Demonio se manifiesta como un formidable enemigo

    del reino de Dios. As, San Pablo concibe su misin como una lucha a

    fin de que los gentiles abran los ojos y se conviertan de las

    1 6 ebe recurrirse al texto latino de la Biblia (Vulgata), puesto que las traducciones catlicas

    modernas sustituyen demonios por dolos o fantasmas .

    1 7 ev xvii, 7.

    tinieblas a la luz y del poder de Satans a Dios ,

    18

    es decir, abandonen

    el paganismo y acepten el cristianismo. Para San Pablo es indudable

    que lo que sacrifican los gentiles, a los demonios, y no a Dios, lo

    sacrifican .

    19

    En los siglos siguientes, los Padres de la Iglesia jams

    pusieron en tela de juicio esta identidad entre los demonios y los dioses

    paganos y todo obstculo al cristianismo, toda recada en el paganismo,

    todo brote de hereja fueron vistos, en consecuencia, como obra del

    Demonio.

    As pues, cuando los frailes describen los cultos prehispnicos como

    cultos demoniacos, lo hacen apoyndose en una tradicin ms antigua

    que el propio cristianismo, tradicin que, por lo dems, nadie haba

    contradicho jams. Sin embargo, y en forma notable, al hacer este juicio

    negativo sobre el mundo indgena, los misioneros lograron poner de

    manifiesto que los indios pertenecan plenamente a la humanidad, dado

    que la caracterstica ms acusada del Demonio es ser enemigo del

    gnero humano. En consecuencia, si los indios no fueran hombres o no

    lo fueran de modo pleno, el Demonio ningn inters tendra en ellos.

    Por el contrario, si los ha dominado con yugo tan pesado y de tantas

    ceremonias , yugo que segn Sahagn no tuvo igual en el mundo, es

    porque sus almas son tan valiosas como las de los europeos. Si Satans

    llev a los pueblos prehispnicos a la idolatra, como antes llev al

    mundo grecolatino a este mismo y aborrecible pecado, es porque tan

    hombre es un inca como un griego, un azteca como un romano.

    Amrica entr as de la mano del Demonio a la historia universal.

    Ahora bien, esta accin de Satans en el Nuevo Mundo se enlaza, de

    modo muy natural, con el segundo de los temas enunciados, el que

    he llamado teora de la compensacin. Debemos recordar que, de

    18

    echos xxvi, 18.

    1 9

    Cor x, 20.

    20

    ray Bernardino de Sahagn.

    Historia general de las cosas de la Nueva Espaa

    3a ed.,

    4 vols., Mxico, Ed. Pomia, 1977, t. 1, p. 30.

    25

    24

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    9/11

    acuerdo con la tradicin judeo-cristiana, sobre todo de la que se apoya

    en los apcrifos veterotestamentarios,

    21 los hombres fueron creados a

    fin de ocupar el lugar que la rebelin de los ngeles haba d ejado vaco.

    De ah, el odio del Demon io hacia el hombre al que hizo caer; de tal

    modo q ue esta cada es parte de una lucha csm ica que se inici con la

    rebelin y expulsin de Luzbel y sus seguidores. A pesar de ese primer

    pecado, Dios tuvo misericordia de los hombres y eligi al pueblo judo

    para una misin salvadora con respecto a toda la humanidad. El M esas

    haba de nacer en el seno de Israel y ste deba apoyar su obra. Pero la

    larga preparacin que Dios haba dado a los hebreos result intil

    cuando stos rechazaron al Mesas y pusieron en peligro su misin. De

    nuevo y tambin como una compensacin Dios eligi a los gentiles

    para que el Evang elio se propagase.

    Dem os ahora un salto de siglos y recordemos que A mrica surgi

    para Europa casi en el mismo momento en que la vieja cristiandad

    quedaba rota por la hereja luterana. Nada ms natural, por tanto, que

    ver en ello una accin providencial que llevaba a compensar a la Iglesia

    catlica con la conversin de muchas nimas, la prdida y dao grande

    que el maldito Lutero haba de causar a la misma sazn y tiempo en la

    antigua cristiandad .

    22 Es de notar que esta compensacin obra en dos

    direcciones, pues si para el autor de la frase citada, fray Jernimo de

    Mendieta, la Iglesia compensa sus prdidas europeas con sus ganancias

    americanas, para el dominico fray Francisco de Burgoa que resucita

    con ello otro aspecto de la tradicin patrstica los indios cayeron y

    estuvieron tanto tiempo bajo el dominio brutal del Demonio preci-

    2 1

    a demonologa tiene un peso enorme en todos los apcrifos. Vanse los dos libros de

    Enoc

    el

    Libro de los jubileos el Testamento de los doce patriarcas o el Libro de Adn y

    Eva.

    22

    ray Jernimo de Mendieta, Historia eclesistica indiana lib. ni

    , cap. 1. (Hay varias

    ediciones accesibles.)

    samente por el incontenible avance que el cristianismo tuvo en el V iejo

    Mundo d esde sus primeros tiempos.

    De nuevo, este tema se desliza hacia el siguiente: la predestinacin

    o eleccin que la Providencia hace de un hombre, un grupo o un pueblo

    determinado p ara alcanzar sus fines.

    Todos sabemos que para Mendieta y de hecho para toda la

    tradicin franciscana Corts fue no sin misterio elegido... para

    el descubrimiento y conquista de esta tierra ,

    23

    como lo dem uestra el

    hecho de que haya nacido el mismo ao que Lutero. Este para turbar

    al mundo y m eter debajo de la bandera del Demonio a mu chos de los

    fieles que de padres y abuelos y muchos tiemp os atrs eran catlicos ,

    y Corts

    para traer al gremio de la Iglesia infinita multitud de

    gentes que por aos sin cuento haban estado debajo del

    poder de Satans [...1 Y es tambin en un mismo tiempo

    que fue [...] el ao de 19, comenz Lutero a corromper

    el Evangelio entre los que lo conocan y tenan de atrs

    recibido, y Corts a publicarlo fiel y sinceramente a las

    gentes que nunca de l haban tenido noticia, ni aun odo

    predicar a Cristo.

    24

    Pero si Corts fue un elegido, tambin lo fue fray Ma rtn de Valencia

    como lo indica ya su nombre m ismo para que, en palabras de Torque-

    mada, la capa de Cristo que un Martn, hereje, rompa, otro Martn,

    catlico y santo [cosiera] . Casi por dems est decir que para los

    franciscanos no slo su primer provincial, sino la orden entera formaba

    parte del plan providencial, ya que ahora... nuestro Dios descubri

    23 bid.,

    Prlogo al lib. In.

    24 bid.,

    lib. in, cap. 1.

    26

    7

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    aqueste otro mundo, a nosotros nuevo, porque

    ab aeterno

    tena en su

    mente electo al apostlico Francisco por alfrez y capitn de esta

    conquista espiritual .

    25

    Pero si la conquista espiritual estaba ya dis-

    puesta por la Providencia, justo ser afirmar que tambin lo estaba la

    militar, puesto que fue el hecho que abri la puerta de esta gran tierra

    de Anhuac e [hizo] camino a los predicadores de su evangelio .26

    Como es por dems evidente, pues como se pregunta fray Juan de

    Torquemada en el penltimo captulo del libro iv, el ms providencia-

    lista de su obra,

    qu poder era

    el de Fernando Corts para vencerlos y

    destruirlos, pues para cada espaol haba un milln de

    indios y mil veces se vieron desbaratados y puesto

    en huda por ellos, por manera que fue obra de Dios para

    mejor introducir su ley y evangelio, que haba de ser

    plantado en esta nueva via que para reparo de tantas

    almas descubri.27

    Pero estas seales de predestinacin de las que he mencionado slo

    una mnima parte, no nicamente se enlazan unas con otras, sino que

    complemen tndose dieron nuevo aliento a la esperanza escatolgica

    que si bien no desapareci nunca de la Iglesia estaba ya casi reducida

    a la simple recitacin de la frmula final del Credo nic eno.

    Volvamos al principio. El descubrimiento de Am rica fue la instan-

    cia que hizo posible la extensin del conc epto de historia universal a

    toda la humanidad,

    8 pero fue tambin la instancia que permiti que la

    2 5

    otolina,

    op. cit.

    p. 20.

    2 6 orquemada,

    op. cit.. Prlogo al lib. tv.

    27

    bid.

    28 'Gorman, op. cit. passim.

    pretensin de universalidad del cristianismo se realizara. Hasta ese

    momento y a pesar de llamarse catlica , esto es universal , la Iglesia

    slo abarcaba una porcin pequea del mundo conocido y su labor

    misionera haba quedado prcticamente paralizada desde haca siglos.

    Pero el descubrimiento de este nuevo m undo y de los hombres que lo

    poblaban dio nueva vida al mandato de Cristo de proclamar el Evan gelio

    en toda la tierra. Los misioneros, como ya se seal, tuvieron un

    sentimiento fortsimo de vivir una nueva edad apostlica. Y no slo por

    lo que se refiere a lo externo las multitudes que acudan al bautismo,

    por ejemplo, sino sobre todo por una cierta disposicin anterior. Para

    decirlo brevemente, lo que ocurri fue que todos los hecho s histricos

    de fines del siglo xv (fin de la reconquista en Espa a, expulsin de los

    judos y descubrimiento de Am rica) y de principios del xvi (conquista

    de Mxico y del Per y evangelizacin consiguiente, pero tambin

    ruptura de la Iglesia por los protestantes) fueron interpretados de

    acuerdo con la visin providencialista y ello hizo renacer con una fuerza

    sorprendente la esperanza escatolgica y apocalptica. Los evangeli-

    zadores volvieron a vivir el clima de urgencia que caracteriz a las

    primeras com unidades cristianas, puesto que, a pesar de la prohibicin

    de la Iglesia, crean ver en los sucesos que les toc presenciar otras

    tantas seales de que quiz la espera estaba por terminar. Pues si la

    segunda venida de Cristo se haba retardado a fin de dar oportunidad a

    todos los hombres de con ocer el mensaje de Jess no seran estos indios

    los llamados en la hora postrera de los que habla el Evangelio? o,

    segunda posibilidad, no sera el descubrimiento de esta tierra el m edio

    elegido por Dios para hacer llegar su palabra a los confines del m undo?

    Al descubrirse la redondez de la tierra, se cerr un crculo. El

    cristianismo, surgido en Oriente, poda volver a l despus de

    ser anunciado a todos los hombres. Como dice Phelan: para los

    de temperamento mstico, esta posibilidad les pareci una visin

    2 8

    9

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    tan cegadora y radiante que su cumplimiento anunciaba el fin del

    mundo .

    29

    En cierto modo no es necesario que ninguno de los cronistas

    religiosos afirme expresamente que espera el cumplimiento de las

    promesas d e Cristo, todos sus escritos dejan trasparentar esta esperanza

    y una vez encontrada la clave de ella, todos los acontecimientos se hacen

    encajar en el esquema.

    Pero como bien sabemos, ni se logr la conversin de los pueblos

    asiticos, ni el mun do lleg a su fin. L a parusa se alej en consecuencia

    una vez ms y el espritu humano, cansado por la tensin escatolgica

    en que haba vivido, se refugi de nuevo en los problemas cotidianos.

    Para mediados del siglo xvii la mayora de las crnicas religiosas

    cambiaron de signo. Desapareci en ellas el esfuerzo por interpretar

    los sucesos histricos como o tras tantas seales de que el cu mplimiento

    de las profecas estaba cercano y sus autores se preocuparon ms

    bien de defender a sus respectivas rdenes frente a la amenaza siem pre

    creciente de la secularizacin.

    La visin providencialista qued de nuevo relegada al trasfondo

    convirtindose en expresin de una fe sencilla que ve m ilagros por todas

    partes.

    La historia de la filosofa ha sostenido siempre que el providencia-

    lismo como explicacin aceptada del curso histrico termina con

    Bossuet, pero se me ocu rre preguntar si de hecho su eclipse no se inici

    con la l tima gran expresin de la historiografa m edieval que repre-

    sentan nuestras crnicas religiosas del siglo xvi.

    29

    ohn L. Phelan

    El reino milenario de los franciscanos en el Nuevo Mundo

    Mxico, UNAM,

    1972 p. 32.

    30