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LIÑO 18. Revista Anual de Historia del Arte. 2012 (págs. 77-90) Francisco Egaña Casariego Universidad de Valladolid El viaje de los arquitectos Luis Moya y Joaquín Vaquero a Río de Janeiro. El desenlace del concurso para el Faro de Colón (1931) RESUMEN: En 1931 los arquitectos Luis Moya y Joaquín Vaquero viajaron a Río de Janeiro para asistir al desenlace del Concurso internacional para el Faro de Colón. El fallo del jurado, que calificó en tercer lugar su proyec- to, no contentó a los arquitectos españoles al considerar que los trabajos galardonados con el primer y se- gundo premio vulneraban las bases del concurso. Ello fue motivo de una curiosa polémica mantenida por los jóvenes competidores con uno de los miembros del jurado, el célebre arquitecto norteamericano Frank Lloyd Wright. Al margen de todo ello, la estancia de casi un mes en la capital carioca le permitió a Vaquero pintar algunos paisajes tropicales. PALABRAS CLAVE: Moya, Vaquero, viaje, Río de Janeiro, 1931 ABSTRACT: In 1931 architects Luis Moya and Joaquin Vaquero travelled to Rio de Janeiro to attend the outcome of the Internacional Constest for Colon´s Lighthouse. The jury´s decision qualified their project in third position. They were not pleased with the decision since they considered that the projects of prizewinners for first and second position violated the contest rules. This situation led to a curious discussion of the young architects with one of the members of the jury, the famous American architect Frank Lloyd Wright. However, the stay for almost a month in the Brazilian capital allowed to paint some tropical landscapes. KEYWORDS: Moya, Vaquero, trip, Río de Janeiro, 1931

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LIÑO 18. Revista Anual de Historia del Arte. 2012 (págs. 77-90)

Francisco Egaña CasariegoUniversidad de Valladolid

El viaje de los arquitectos Luis Moyay Joaquín Vaquero a Río de Janeiro.

El desenlace del concurso para elFaro de Colón (1931)

RESUMEN: En 1931 los arquitectos Luis Moya y Joaquín Vaquero viajaron a Río de Janeiro para asistir al desenlace

del Concurso internacional para el Faro de Colón. El fallo del jurado, que calificó en tercer lugar su proyec-to, no contentó a los arquitectos españoles al considerar que los trabajos galardonados con el primer y se-gundo premio vulneraban las bases del concurso. Ello fue motivo de una curiosa polémica mantenida por losjóvenes competidores con uno de los miembros del jurado, el célebre arquitecto norteamericano Frank LloydWright. Al margen de todo ello, la estancia de casi un mes en la capital carioca le permitió a Vaquero pintaralgunos paisajes tropicales.

PALABRAS CLAVE: Moya, Vaquero, viaje, Río de Janeiro, 1931

ABSTRACT: In 1931 architects Luis Moya and Joaquin Vaquero travelled to Rio de Janeiro to attend the outcome of the

Internacional Constest for Colon´s Lighthouse. The jury´s decision qualified their project in third position. Theywere not pleased with the decision since they considered that the projects of prizewinners for first and secondposition violated the contest rules. This situation led to a curious discussion of the young architects with oneof the members of the jury, the famous American architect Frank Lloyd Wright. However, the stay for almosta month in the Brazilian capital allowed to paint some tropical landscapes.

KEYWORDS: Moya, Vaquero, trip, Río de Janeiro, 1931

EL CONCURSO INTERNACIONAL DEL FARODE COLÓN

Tras un largo e injustificado olvido por par-te de la historiografía de la arquitectura mo-derna, el concurso internacional para la cons-trucción de un faro monumental a la memoriade Cristóbal Colón en Santo Domingo vienesuscitando desde hace unos años un interéscreciente entre los historiadores españoles. Es-tudios sucesivos han analizado el proyecto pre-miado de los arquitectos Luis Moya y JoaquínVaquero, poniendo de relieve las luces y som-bras que rodearon a este singular concurso quereunió a un número de participantes superior aotros coetáneos como el del Palacio de los So-viets de Moscú y que alcanzó en su momentouna extraordinaria repercusión mundial.

La idea de erigir un monumento a la me-moria de Colón en Santo Domingo, la primeratierra que toco el navegante en el Nuevo Mun-do, arranca del historiador Antonio del Montey Tejada, quien en 1852 sugirió la construcciónde una estatua monumental –“un nuevo Colosode Rodas”- en el Cabo Isabela de la antigua Is-la Española. Dicho monumento, que deberíaasumir la función de faro, proponía que fuesecosteado por suscripción abierta entre todas lasnaciones del mundo. La iniciativa fue retoma-da en 1880 por el general Gregorio Luperón,héroe de guerra contra España y presidente pro-visional de la República, quien decretó que elmonumento sería levantado en la propia ciu-dad de Santo Domingo para acoger los restosmortales del descubridor hallados tres años an-tes en la catedral1.

Pero a pesar de esta y de otras iniciativasposteriores, la idea no cuajó hasta 1923. Fue enel Quinto Congreso Panamericano celebrado eseaño en Santiago de Chile cuando el delegadode la República Dominicana, Tulio M. Cestero,propuso a los gobiernos de las repúblicas ame-ricanas la construcción de este faro monumen-tal destinado a honrar la memoria del descu-bridor, propuesta que fue unánimementeaceptada. En 1927 el asunto fue confiado poracuerdo de los países americanos a la Unión

Panamericana de Washington, contribuyendo elgobierno de la República Dominicana con lacantidad de 300.000 dólares para sufragar losgastos derivados de la convocatoria de un con-curso mundial de arquitectos del que saldría elproyecto de monumento-faro. Como arquitectoconsultor fue designado el norteamericano Al-bert Kelsey, uno de los artífices del edificio dela Unión Panamericana de Washington, quienviajó a Santo Domingo para estudiar el empla-zamiento del futuro monumento y redactar lasbases que regularían la competición.

El concurso quedó abierto el 1 de septiem-bre de 1928, difundiéndose la convocatoria através de la oficina de la Unión Panamericanade Washington2. El joven pintor y arquitecto as-turiano Joaquín Vaquero Palacios (1900-1998)tuvo noticia de ella en la propia capital federal,donde se hallaba casualmente para clausuraruna exposición de sus paisajes en la VeerhoffGalleries. Interesado en tomar parte en el con-curso, telegrafió a su amigo y compañero depromoción en la Escuela de Arquitectura deMadrid, Luis Moya Blanco (1904-1990), propo-niéndole una colaboración, quien contestóaceptándola. De este modo llevó a cabo su ins-cripción en la misma sede de la Unión Pan-americana de Washington con el número on-ce3. Poco después regresó a España parainstalarse en su estudio madrileño de la calle deSan Lucas e iniciar, junto a Luis Moya, el ante-proyecto para el Faro de Colón.

La Unión Panamericana estableció que elconcurso se desarrollaría en dos etapas. La pri-mera, en Madrid, se encargaría de seleccionardiez anteproyectos cuyos autores volverían acompetir en una segunda fase a celebrar en unaciudad latinoamericana a determinar en su mo-mento, en la que se decidiría el proyecto ven-cedor y el nombre del arquitecto a quien cabríael honor de construir tan emblemático monu-mento. Las bases del concurso fueron publica-das en 1928 por la Unión Panamericana de Was-hington y traducidas al español y al francés4.

AVS = Archivo Vaquero Segovia1 Para una síntesis de los antecedentes históricos del con-

curso, véase CORONADO SUÁREZ, E., “Bosquejo histó-rico del concurso para el Faro de Colón”, Boletín de laUnión Panamericana, Washington, D. C., mayo-juniode 1932, pp. 309-320.

2 AVS: Boletín de Noticias para la Prensa, Unión Pan-americana, Washington, D. C., 5-VII-1928

3 Cf. VAQUERO PALACIOS, Joaquín, “A la memoria deLuis Moya Blanco”, en Boletín de la Real Academia deBellas Artes de San Fernando, 70, Madrid, 1990, p. 26.

4 KELSEY, Albert, Programa y Reglamento del Concursopara la selección de un arquitecto para el Faro Monu-mental que las naciones del mundo erigirán en la Re-pública Dominicana a la memoria de Cristóbal Colón,Unión Panamericana, Washington, 1928.

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De acuerdo con su artículo 15, el jurado inter-nacional sería elegido por los mismos concur-santes, quienes debían confeccionar una listacon los candidatos propuestos para designar fi-nalmente la organización a los tres más vota-dos. Conforme a este procedimiento resultaronnombrados los arquitectos Raymond Hood(norteamericano), Eliel Saarinen (finlandés) yHoracio Acosta y Lara (uruguayo) como repre-sentantes, respectivamente, de Norteamérica,Europa y Sudamérica.

En cuanto a los premios, el autor del pro-yecto galardonado con el primer premio en lafase final recibiría 10.000 dólares; el segundo,7.500; el tercero, 5.000; el cuarto, 2.500 y losseis competidores siguientes mil dólares cadauno. El vencedor sería el director técnico y ar-tístico de las obras, recibiendo por ello una co-misión del 6% sobre la base del costo total de laconstrucción del Faro, estimado en unos dosmillones de dólares.

Las bases del concurso especificaban, entreotros requisitos, la altura máxima del monu-mento –600 pies, incluido su basamento–, losmateriales de construcción –cemento armadosobre esqueleto de acero- así como la incorpo-ración de por lo menos una gran linterna gira-toria. Entre las exigencias del programa figura-ban la inclusión dentro del Faro de una capillaa la que se trasladaría desde la Catedral de San-to Domingo el sepulcro neogótico que custo-diaba los supuestos restos de Colón, un museo,una sala de conferencias y una biblioteca. Porlo demás, la comisión organizadora dejó clarodesde un principio que se buscaba para el mo-numento un simbolismo panamericanista de fá-cil lectura, recomendando en este sentido a losconcursantes tener presentes las tres civiliza-ciones americanas: la indígena, la colonial y lamoderna. Todo ello unido a la prevención he-cha a los competidores sobre el inconvenientedel empleo del hierro y del vidrio en el calor delos trópicos, determinaría el carácter eclécticoy colosalista de la mayor parte de las propues-tas presentadas, así como la discriminación deaquellas más atrevidas que optaban por solu-ciones abstractas de tipo tecnológico5.

Como ubicación más adecuada para el fu-turo monumento se escogió un vasto terreno si-tuado en la margen izquierda de la ría del Oza-ma, frente a la ciudad histórica de SantoDomingo, en el centro de un gran parque de milhectáreas a orilla del mar. Sobre este parque de-bían elegir los competidores el lugar más ade-cuado para erigir el Faro conmemorativo, te-niendo en cuenta su doble finalidad de servirde guía a los navíos que surquen el Caribe y alas aeronaves que se dirijan por ese paso natu-ral de unión entre las tres américas. El progra-ma incluía, además, el trazado de una pista dedespegue para aeroplanos, un mástil de amarrepara dirigibles, un embarcadero y un puertomonumentales, así como un centro guberna-mental formado por el palacio presidencial ydemás centros oficiales.

A la primera fase del concurso, celebrada en1929 en Madrid, concurrieron 1.926 arquitectosprocedentes de 48 países, que presentaron untotal de 455 anteproyectos. La exposición de lostrabajos se abrió al público el 27 de abril en elPalacio de Cristal del Retiro, resultando nece-saria la instalación de mamparas supletoriaspara mostrar los 2.400 dibujos llegados desdetodos los rincones del mundo6. Habida cuentade que en el concurso preliminar lo esencial eraencontrar un “símbolo inconfundible del acon-tecimiento histórico”, los dibujos presentados selimitaban a la unidad principal –el monumen-to-faro-, quedando reservado el desarrollo com-pleto del programa y las consideraciones prác-ticas para los competidores que pasaran a lafase final.

Cumplidas las formalidades, H. Acosta, re-presentante de Hispanoamérica en el jurado, le-yó el fallo de éste y dio a conocer los nombresde los autores de los diez anteproyectos selec-cionados para concurrir a la segunda y defini-tiva fase del concurso, entre los que se hallabael de Vaquero y Moya. Los otros nueve ante-proyectos correspondían a las siguientes nacio-nalidades: tres norteamericanos, dos franceses,uno italiano, uno alemán, uno inglés y otrofranco-estadounidense. De esta manera, Joa-quín Vaquero y Luis Moya quedaron en repre-

5 Entre estas últimas cabría destacar las de KonstantinMelnikov, Tony Garnier y Casto Fernández Shaw, queoptaron por el recurso a la espiral. Cf. EGAÑA CASA-RIEGO, Francisco, “El Concurso Internacional para elFaro de Colón. El proyecto español premiado”, Goya,331 Madrid, 2010, pp. 161-163.

6 Cf. ANÓNIMO, “Exposición de proyectos para el Farode Colón”, Heraldo de Madrid, 27-IV-1929; ANÓNIMO,“Exposición de proyectos del faro a Colón”, El Debate,Madrid, 28-IV-1929, y ANÓNIMO, “Exposición de pro-yectos para el Faro de Colón”, ABC, Madrid, 28-IV-1929.

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sentación no sólo de España, sino de las nacio-nes de habla española al no haber resultado se-leccionado ningún arquitecto hispanoamericano.

Conforme al Preámbulo de las bases, queproponía para el monumento un lenguaje uni-versal capaz de ser comprendido por todos lospueblos y razas, Vaquero y Moya optaron poramalgamar en su masa general las formas de lapirámide escalonada maya y del rascacielos de-có neoyorkino, la expresión más completa dela modernidad norteamericana de finales de losaños veinte. Este rascacielos-pirámide de plan-ta cruciforme se alzaba sobre una amplia pla-taforma similar a un templo maya, alcanzandouna altura total de 182 metros, equivalentes alos 600 pies fijados como máximo en la convo-catoria. Dentro del basamento se proyectabanuna biblioteca, una sala de conferencias y unmuseo con acceso desde el exterior a travéscuatro escalinatas piramidales adosadas al ba-samento. Sobre esta plataforma se elevaría elFaro propiamente dicho, cuyo interior estaríaocupado en su mayor parte por una inmensabasílica de 90 m de altura, la Sala de América,en la que se proyectaba una capilla para al-bergar con dignidad y grandeza el mausoleode Colón. En la parte superior del monumentose situaban varias plantas destinadas a vivien-da de los vigilantes del Faro, un restaurante, asícomo locales para talleres e instalaciones de ra-dio y de señales acústicas. El último piso esta-ría ocupado por la maquinaria necesaria parael funcionamiento de las linternas de señales si-tuadas sobre los tres torreones que coronaríanel monumento, provistas de luces para el mar yde proyectores para el aire

El motivo decorativo principal lo constituíauna colosal imagen del descubridor lo suficien-temente estilizada como para fundirse con lamasa arquitectónica general, deudora de la es-tética decó. Las portadas de acceso al museo ya la basílica estaban decoradas con temas ins-pirados en los conjuntos arqueológicos de Mi-tla y de Chichén Itza. Esta exótica ornamenta-ción apenas quedaba esbozada en elanteproyecto, pues su conocimiento de los an-tiguos monumentos prehispánicos se limitaba afotografías y dibujos, fundamentalmente los delexplorador inglés Frederick Catherwood.

La magnitud e importancia del proyecto,unido a su inspiración en la arquitectura ame-ricana prehispánica, colonial y moderna, lesanimó a emprender en agosto de 1930 un lar-go viaje por Estados Unidos y Centroamérica

para estudiar las grandes construcciones mo-dernas y las ruinas precolombinas7. Su interéspor conocer rascacielos, faros, aeropuertos, mu-seos, puentes y ciudades de recreo en las playasque pudieran servirles de ayuda para el des-arrollo completo del programa les llevó a reco-rrer algunas de las principales ciudades de Es-tados Unidos. En México estudiaron las ruinasaztecas y toltecas del Valle de México y, en Yu-catán, las ruinas mayas de Uxmal y Chichén It-za, realizando numerosos dibujos de ellas queles sirvieron de gran ayuda en la definición delproyecto definitivo.

Tras más de cuatro meses de viaje y casitreinta mil kilómetros recorridos, regresaron aEspaña. Instalados en enero de 1931 en el nue-vo estudio madrileño de Vaquero–calle Zurba-no 50-, comenzaron a desarrollar el proyectodefinitivo sobre la base de los datos recopila-dos en su reciente viaje. Poco después tuvo lu-gar la decisión de Moya de incorporarse comoarquitecto a las obras del Edificio Capitol(1931-1933), proyectado por sus compañeros depromoción en la Escuela de Arquitectura Vi-cente Eced y Luis Martínez-Feduchi, quedandoVaquero al frente del proyecto8. Ello constituíauna evolución lógica, ya que el asturiano se ha-llaba mucho más involucrado en el espíritu delmonumento por su vinculación personal conAmérica tras su matrimonio con la salvadoreñaRosa Turcios Darío, sobrina carnal del poetaRubén Darío, por su pasión artística, escultóri-ca y pictórica que se sumaba a la relacionadacon la arquitectura, con el arte precolombino ycon el concepto de obra plástica total que plan-teaba.

Para la celebración de la última fase delconcurso se formularon nuevas bases y pro-grama, documentos que no modificaron ma-yormente los anteriores9. No obstante, la cri-sis económica mundial condicionó lareducción del presupuesto destinado al mo-

7 Sobre este insólito viaje de estudios a América, véaseEGAÑA CASARIEGO, Francisco, “Pirámides y rascacie-los. El viaje de los arquitectos Luis Moya y Joaquín Va-quero a Estados Unidos y Centroamérica (1930)”, Liño,17, Servicio de Publicaciones de la Universidad deOviedo, 2011, pp. 91-103.

8 Véase EGAÑA CASARIEGO, Francisco, “El Concursointernacional…”, cit., p. 177 (n. 47).

9 KELSEY, Albert, Programa y Reglas de la Segunda Eta-pa del Concurso para la selección de un arquitecto queconstruirá el Faro Monumental (…) a la memoria deCristóbal Colón, Unión Panamericana, Washington, D.C., 1931.

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numento-faro, que en ningún caso podría so-brepasar el millón y medio de dólares, así co-mo su altura máxima, 400 pies, incluido elbasamento. Además, y sobre el aporte de ide-as presentadas en el primer grado del concur-so, se fijó el punto obligado para su emplaza-miento, lo que les fue notificado a losfinalistas a través de una circular acompaña-da de un nuevo plano10 (fig. 1). El programaeliminaba la exigencia de construir una resi-dencia presidencial y demás centros oficiales,pero mantenía el resto de las estructuras pre-vistas y recordaba a los competidores la ne-cesidad de proyectar un puente nuevo de hor-migón sobre el Ozama que comunicase laciudad antigua con el sitio en el que se le-vantaría el Faro, toda vez que el antiguo de

hierro acababa de ser destruido por el terriblehuracán que asoló la capital dominicana.

La circunstancia de que los escasos histo-riadores que se han referido a este concurso nohayan reparado sino en los bosquejos presenta-dos a la fase preliminar –fundamentalmente enlos firmados por los grandes nombres de la ar-quitectura como Melnikov o Garnier- ha hechopasar por alto el verdadero alcance del concur-so. Y es que el Faro no constituía sino la uni-dad dominante de un vasto proyecto urbanísti-co que contemplaba diferentes estructuras yque afectaba a un terreno de 2.500 acres quedebería quedar enlazado con la ciudad históri-ca a través de la urbanización de ambas már-genes de la ría. Así lo reconocía el propio Va-quero en una entrevista concedida a unperiódico asturiano de la época:

El proyecto no es sólo un Faro. Se tratade una verdadera ciudad panamericana quese levantará al otro lado del río Ozama, paraque con su aeropuerto, sus hangares, campode deportes, pista para aeroplanos, parques,hoteles y museos suponga un monumentoúnico en el punto estratégico y junto a la ciu-dad que fundó el propio Colón, cuyos restos

10 AVS: Carta de Leo S. Rowe, Director General de laUnión Panamericana, a Joaquín Vaquero y Luis Moyaadjuntando el nuevo plano. Washington, D. C., 25/3/1931. Este plano que incluía el punto exacto para laerección del Faro y su relación con el antiguo palaciode Colón, firmado y fechado por Albert Kelsey el 15 demarzo de 1930, fue reproducido a triple página comoapéndice en el Programa y Reglamento de la SegundaEtapa, editado por la Unión Panamericana en 1931.

Fig. 1. Albert Kelsey: Plano general del Parque Panamericano incluyendo el punto exacto en que deberá erigirse el Faro, Philadelphia, 15 demarzo de 1930. Foto: AVS.

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descansarán en el Museo que forma parte delFaro de Santo Domingo11.

De esta forma el concurso para el Faro deColón se convirtió en su etapa final en un apa-sionante reto que trascendía con mucho laconstrucción de un faro, y que justificaba so-bradamente el largo viaje de estudios a Améri-ca realizado por Vaquero y Moya. Un proyectode escala desacostumbrada en la arquitecturaespañola destinado a convertir esa punta anti-llana en el nudo de las comunicaciones aéreasdel continente americano, y que adquiría unadimensión futurista toda vez que el transporteaéreo de viajeros se hallaba todavía en una fa-se incipiente (fig. 2).

Por delante les quedaba a los jóvenes arqui-tectos españoles el trabajo ímprobo de desarro-llar todas y cada una de las unidades que inte-grarían la Ciudad o Parque Panamericano,conjunto del que se esperaba “dejara extasia-dos a los visitantes de todas las castas y cre-dos”12, al decir del propio consejero técnico, Al-

bert Kelsey. Siguiendo las indicaciones del pro-grama, en la orilla izquierda de la ría del Oza-ma trazaron un embarcadero delimitado poruna construcción lineal y quebrada de poca al-tura, similar a un escalón de El Castillo de Chi-chén Itzá13. Entre el embarcadero y la plaza encuyo centro se levantará el Faro se proyectabauna escalinata monumental dividida en diezanchas plataformas unidas por tramos de esca-leras, en cada uno de cuyos extremos se dis-pondría un monumento a una república ameri-cana, consistente en una pirámide conteniendouna sala de reuniones. La unidad principal, elFaro, se eregiría en el centro de una plaza ro-deada de seis prolongaciones en forma de proade barco, apoyado sobre una plataforma exa-gonal de escasa altura cuyo pavimento de pie-dras de diferentes colores dibujará una estrella,que constituirá al mismo tiempo una estiliza-ción del signo del Sol del calendario azteca14.

11 ALMENAR, “Los asturianos que triunfan. Charlandocon el arquitecto ovetense don Joaquín Vaquero, acer-ca del faro monumental de Colón en la ciudad de San-to Domingo”, La Voz de Asturias, Año VII, n.º 1982.

12 Así se lo hacía saber Albert Kelsey a un competidor enuno de los boletines editados por la Unión panameri-cana para tratar de responder a las preguntas adicio-nales relacionadas con las condiciones estipuladas en el

programa del concurso. KELSEY, Albert, Boletín parainformación de los arquitectos participantes en el Con-curso Internacional para el Faro a la Memoria de Co-lón, 3, Washington, D. C., 5/3/1929, p. 4 (pregun-ta/respuesta n.º 62).

13 Sigo en lo referente al análisis del proyecto la Memo-ria descriptiva del mismo. AVS: VAQUERO PALACIOS,Joaquín y MOYA BLANCO, Luis, Memoria, descriptivadel Faro a la memoria de Colón en Santo Domingo (14págs.), pp. 5-6. En adelante, Memoria.

14 Ibid., pp. 5-6.

Fig. 2. Joaquín Vaquero y Luis Moya: Proyecto para el Faro de Colón, 1931 (Planta y sección del Parque Panamericano). Foto: AVS.

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Formando un ángulo de 60º con el eje de laescalinata monumental y del embacadero, seplanificaba un nuevo puerto conteniendo dosmuelles paralelos de longitud suficiente para elatraque de barcos de 200 m de eslora, quedan-do su parte Norte reservada para las maniobrasde amerizaje y despegue de hidroaviones. En laprolongación del eje de la Escalinata de las Na-ciones Americanas se trazaba una avenida mo-numental, la Avenida de las Américas, que con-duciría desde el Faro a un gran aeródromo y susanexos. Sobre el vasto terreno que permanecíalibre se proyectaban diferentes construcciones,entre otras, un campo de golf y un gran hotel aorilla del mar, conservando el resto del parquesu espléndida vegetación natural, tal y como seespecificaba en el programa. Una amplia red decarreteras, avenidas, plazas y jardines articula-ría los distintos espacios entre sí y dignificaríalos vestigios históricos mas significativos de laciudad antigua, como las ruinas de la iglesia delRosario –el primer templo cristiano levantadoen el Nuevo Mundo– o el palacio de Colón, si-tuados ambos en la margen derecha de la ría.

Uno de los aspectos más cuidados en esteproyecto era la perspectiva que ofrecería el con-junto desde tierra, mar y aire. Desde la ciudadantigua la vista resultaría imponente, con la Es-

calinata de las Naciones Americanas coronadapor el Faro, mientras que, desde el mar, el Faroemergería sobre la vegetación selvática en unjuego de potentes planos y volúmenes bajo laardiente luz tropical. Y como cabría esperar deun conjunto destinado a facilitar el tráfico aé-reo, la planta general vista desde el aire adqui-ría la mayor relevancia (fig. 3), aspecto sobre elque insistían las bases del concurso y que re-solvieron de manera muy elocuente:

El punto esencial del plano –escribían enla Memoria– es el Faro, centro de una estre-lla dibujada sobre la plataforma en que seeleva, la cual es englobada en otra estrellamayor, la plaza con sus proas, y ésta a su vezes rodeada por otra, el conjunto de las Ave-nidas, que es como un destello agrandado deaquellas. Durante el día se percibirán desdeel aire estas inmensas estrellas concéntricasdestacándose con el brillante colorido de suspavimentos sobre el oscuro verde de la selva,y durante la noche este efecto será aún acen-tuado por la iluminación. La gran estrella deseis puntas y seis destellos, en cuyo centroaparece la gigantesca figura de Colón ilumi-nada y coronada por las tres luces sagradas,constituirá un inolvidable conjunto. El ma-yor de los seis destellos, correspondiente a laAvenida de las Américas, termina en el Ae-

Fig. 3. Joaquín Vaquero y Luis Moya: Proyecto para el Faro de Colón, 1931 (Planta general del Parque Panamericano). Foto: AVS.

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ropuerto, cuya iluminación más débil lo ha-rá aparecer como la cola de un brillante co-meta15.

EL VIAJE A RÍO DE JANEIRO Y EL DESEN-LACE FINAL DEL CONCURSO

Entre tanto se hizo público el lugar dondese celebraría la fase final del concurso, la ciu-dad de Río de Janeiro, así como la fecha esco-gida para el dictamen del jurado, el 12 de octu-bre de 1931, aniversario del Descubrimiento.

Conscientes de la trascendencia que el re-sultado del concurso pudiera tener en su futu-ra carrera profesional, Vaquero y Moya deci-dieron trasladar ellos mismos los dibujos ymaquetas a Río de Janeiro para garantizar sucuidadosa carga y descarga en trenes y barcos.Junto a ellos viajó también la esposa de Joa-quín Vaquero, Rosa Turcios Darío. El 4 de sep-tiembre de 1931 partieron las dos cajas de ma-dera que contenían las maquetas y los dibujosde la estación del Mediodía de Madrid con des-tino a Sevilla en un vagón abierto, cubiertas poruna lona y reforzadas por medio de flejes me-tálicos. De la estación sevillana de San Jeróni-mo pasaron a la de Jerez para continuar desdeallí en un nuevo tren hasta Cádiz, a donde lle-garon el día seis. Finalmente, y tras un retrasode varios días en la llegada del barco proce-dente de Barcelona que había de llevarles a Ríode Janeiro, el once de septiembre zarparon delpuerto de Cádiz a bordo del vapor español “Ar-gentina”16.

Tras dos semanas de travesía, el día veinti-trés entraban en la bahía de Río de Janeiro. Apesar de no haber avisado a nadie de su llega-da, para su sorpresa, al desembarcar fueron re-cibidos por los arquitectos Adolfo Morales delos Ríos, Néstor Egidio de Figueiredo y LeónidasVargas Dantas, en representación del juradobrasileño de colaboración, y por algunos re-dactores de prensa17. Allí fueron informados delimportante cambio que se había operado en la

composición del jurado. El delegado norteame-ricano Raymond M. Hood había sido sustituidoa última hora por Frank Lloyd Wright, un rele-vo que se justificaría por la mayor actividadprofesional del primero en aquel momento, in-merso como se hallaba en la colosal empresaurbanística del Rockefeller Center (1929-1939).Este cambio pudo tener consecuencias decisi-vas en la apreciación del proyecto español, puessi Hood puede considerarse como uno de losgrandes maestros del rascacielos decó -cuya úl-tima y más compleja manifestación sería preci-samente el Rockefeller Center-, Wright se habíamanifestado contrario no sólo a los rascacielos,sino a los concursos mismos18. No obstante, elhecho de haber recurrido al repertorio decora-tivo maya en algunas de sus obras permitía au-gurar una cierta complacencia hacia los pro-yectos de inspiración precolombina.

La estancia previa al dictamen final resul-tó de una frenética actividad social para losjóvenes arquitectos. Un sinfín de invitacionesa cocktails, exposiciones, conciertos, paseos enautomóvil y recepciones de todo tipo les ne-garon no sólo el placer de descubrir la ciudadpor sí mismos, sino el sosiego necesario parapintar algunos de los asuntos que reclamaronla atención de Vaquero, como las montañasentre las casas o la vista desde su hotel en Co-pacabana con los transatlánticos navegandoentre las islas para alcanzar la bahía. El díatreinta de septiembre fueron recibidos oficial-mente como Socios de Honor del Instituto deArquitectos de Brasil. Entretanto fueron lle-gando las últimas maquetas de los finalistas–en algunos casos bastante maltratadas o ro-tas por el viaje–, el consejero técnico y losmiembros del jurado internacional, a quienestuvieron ocasión de conocer. El domingo cua-tro de octubre –anota Vaquero en su Diario-coincidieron en el hipódromo con Frank LloydWright y señora, con quienes pasaron la tardeviendo las carreras. No sin cierta resignaciónregistra también en su dietario que los miem-bros del jurado se quejan del escaso tiempo deque disponen para calificar los proyectos, pe-ro lo cierto es que “se pasan toda la mañanaen la playa bañándose y por la tarde dan pa-seos y hacen visitas”19.

15 Ibid., p. 9.16 AVS: VAQUERO PALACIOS, Joaquín, Diario de viaje a

Río de Janeiro llevando los dibujos y maquetas para elConcurso del Faro de Colón, 1931, pp. 2-6 (en adelan-te, Diario).

17 Cf. ANÓNIMO, “Para o monumento de Colombo em SàoDomingos. Estào no Rio, dois escultores espanhòes quevèm concorrer ao concurso para a sua execuçao”, OJornal, Río de Janeiro, 24-IX-1931.

18 Cf. WRIGHT, Frank Lloyd, “La tiranía del rascacielos”(1931), en El futuro de la arquitectura, Poseidón, Bar-celona, 1978, pp. 126-141.

19 AVS: Diario, pp. 16 y 21.

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El ocho de octubre se confirmó que el fallodel jurado quedaba aplazado hasta el sábadodiecisiete, al coincidir la fecha prevista para elveredicto con la inauguración de la estatua gi-gantesca del Cristo Redentor en el Corcovado20.El día once se celebró en el Hotel Palace un al-muerzo en homenaje a los miembros del jura-do internacional ofrecido por el Instituto Cen-tral de Arquitectos de Brasil, en el quedisertaron Wright y Saarinen. En su interven-ción, el arquitecto norteamericano ensalzó laarquitectura de Río de Janeiro para destacar queno oculta los contornos de las bellas montañasque abrazan la ciudad, constituyendo un ejem-plo de sensibilidad y respeto hacia el entornonatural21. El nerviosismo de Vaquero y Moyafue en aumento al llegar a sus oídos que dos delos finalistas franceses, presentes en Río de Ja-neiro, estaban presionando al jurado a travésde su embajada para tratar de darle un cariz po-lítico al fallo, además de que algunos de losproyectos incumplían las bases del concurso22.

La sesión solemne de proclamación del ven-cedor del concurso tuvo lugar a las 16 horas enla Academia Nacional de Bellas Artes, contan-do con la asistencia del jefe del Gobierno Pro-visional, Getulio Vargas, y de numerosas auto-ridades eclesiásticas y civiles, entre otras la delimpulsor de la idea, el delegado de la Repúbli-ca Dominicana Tulio M. Cestero23. En el cursode la ceremonia H. Acosta y Lara, presidente deljurado y delegado de los países de la AméricaLatina, pronunció un discurso y procedió a darlectura al veredicto, que fue el siguiente: pri-mer premio, J. L. Gleave, de Nottingham (In-glaterra); segundo premio, D. Nelson y E.Lynch, de Chicago (Estados Unidos); tercer pre-mio, J. Vaquero y L. Moya, de Madrid (España)y cuarto premio, grupo Théo Lescher, Paul An-drien, Georges de Fontaine y Maurice Gautier,de París (Francia).

El acta del jurado, firmada por los arquitec-tos Eliel Saarinen, Frank Lloyd Wright y Hora-cio Acosta y Lara24, reconocía en el vencedor“una simplicidad y fuerza dignas de los grandesmonumentos […] sin que haya sido necesariollegar a grandes alturas ni a un absoluto pre-dominio de la vertical”25. El jovencísimo arqui-tecto inglés, de tan sólo veintitrés años, habíamodificado el anteproyecto presentado en la fa-se preliminar para decantarse por una pirámidede planta cruciforme a la que se accedía poruna larguísima rampa (fig. 4). Visto desde elaire, el monumento mostraba una enorme cruzlatina yacente de un simbolismo poco acertadoal reducir el Descubrimiento a una versión fú-nebre, de conmemoración de algo muerto, envez de exaltar la potencia viva y multiplicado-ra de aquél hecho histórico. Contemplado fron-talmente desde la tierra o el río, resultaba unainterpretación de una pirámide maya, cuya vi-sibilidad, dada su escasa altura –30 m–, queda-ría comprometida a distancia por la exuberantevegetación tropical del Parque Panamericano26.Este proyecto, además, incumplía claramentelas bases del concurso al no erigir el Faro en elpunto obligado señalado en el plano. No obs-tante, la circunstancia de que “su costo total re-sultara el menor de todos los proyectos presen-tados”27 debió de pesar en su elección en unmomento en que, debido a la grave crisis fi-nanciera mundial, muchos países optaron porretirar o reducir drásticamente su aporte eco-nómico, que ni de lejos podría alcanzar el mi-llón y medio de dólares presupuestado.

En el proyecto que recibió el segundo pre-mio –el de los norteamericanos Donald Nelsony Edgard Lynch– ensalzaba el jurado el trata-miento escultórico de las masas del monumen-to, que “habiéndolas colocado hacia el mar, co-mo una proa, contribuye a su simbolismo ypermite colocar una plaza en la parte posterior,desde la que se ve la alta abertura de la capillaconmemorativa, que junto con la lápida y las

20 Cf. ANÓNIMO, “Para a concurso do Pharol de Colom-bo. Chegou o delegado do governo de S. Domingos”,O`Globo, Río de Janeiro, 8-X-1931.

21 Cf. ANÓNIMO, “O Pharol de Colombo. Um almoço aosmembros do jury dos projectos”, O´Globo, Río de Ja-neiro, 11-X-1931, y ANÓNIMO, “O Pharol de Colombo.Almoço offerecido pelo Instituto Central de Architectosaos membros do jury”, A Noite, Río de Janeiro, 14-X-1931.

22 AVS: Diario, pp. 21 y 29.23 Una crónica exhaustiva de la pomposa ceremonia pue-

de verse en KELSEY, Albert, “Ceremonia de entrega depremios y exposición final”, en Boletín de la UniónPanamericana, Washington, 1932, pp. 321-343.

24 Para una transcripción íntegra del acta, véase “Acta dojulgamento do pharol de Colombo”, O Lapis, 3, Río deJaneiro, noviembre de 1931, pp. 3-4, y VAQUERO PA-LACIOS, Joaquín y MOYA BLANCO, Luis, “Resultadodel concurso para el Faro de Colón”, Arquitectura, 156,Madrid, abril de 1932, pp. 122-126.

25 O Lapis, 3, 1931, p. 3.26 Una transcripción íntegra del la Memoria descriptiva

de este proyecto puede verse en la revista O Lapis, 3,1931, pp. 5-8 y 34.

27 Ibid., p. 3.

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figuras, da un aspecto particular a esa plaza”28.Esta propuesta, del más puro art nouveau, vul-neraba también las bases del concurso al erigirel Faro en la Punta Torrecilla y no en el empla-zamiento fijado por la organización, si bien sucosto se mantenía dentro de los límites estable-cidos.

Tras dejar constancia de la notable diferen-cia existente entre los dos primeros clasificadosy el resto de los proyectos finalistas, el acta deljurado reconocía en el español “un fino sentidode la proporción y una apreciable habilidad enla organización y arreglo de las numerosas par-tes”. En atención a estos méritos y “al concien-zudo estudio de la arquitectura de Centroamé-rica con el que se ha obtenido una particularbelleza”29, fundamentaba el jurado su decisiónde otorgarle el tercer premio. Esta versión he-roica hispano-americana, personalizada, cáliday viva, contrastaba con las propuestas de losarquitectos europeos o angloamericanos, no in-volucrados emocionalmente en el hecho histó-

rico y carentes, por tanto, de cualquier referen-cia al descubridor o al nuevo continente hispano.

El proyecto de los franceses Théo Lescher,Paul Andrien, O. Savaroni y Maurice Gautier,completamente distinto del presentado en elprimer grado, obtuvo el cuarto puesto con unainmensa pirámide maya. El jurado lo estimabadigno de encomio por su “noble simplicidad yhabilidad de iluminación en el efecto de con-junto”30, aunque, al igual que en el caso espa-ñol, consideraba que su costo podría sobrepasarampliamente el máximo establecido. Los otrosseis proyectos finalistas, interpretados en gene-ral dentro de las bases, recibieron una conside-ración honorífica31.

28 Ibid., p. 3.29 Ibid., p. 4.

30 Ibid., p. 4.31 Los otros proyectos finalistas correspondían a Josef

Wentzler, de Dortmund (Alemania); Will Rice Amon,de Nueva York (Estados Unidos); Helmle, Corbett & Ha-rrison, Robert P. Rogers, Alfred E. Poor y W. K. Oltar-Jewsky, de Nueva York (Estados Unidos); Douglas D.Ellington de Asheville, Carolina del Norte (Estados Uni-dos); Pippo Medori, Vincenzo Palleri y Aldo Vergello-ni, de Roma (Italia), y Louis Berthin, Georges Doyon yGeorges Nesteroff, de París (Francia).

Fig. 4. Maquetas del Faro de Colón: J. L. Gleave (primer premio); E. Nelson y E. Lynch (segundo premio); J. Vaquero y L. Moya (tercer premio);T. Lescher, P. Andrien, O. Savaroni y M. Gautier (cuarto premio). Foto: AVS.

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La concesión del tercer premio al proyectoespañol no contentó a sus autores, quienes juz-garon completamente arbitraria la resolucióndel jurado al no haber descalificado aquellosproyectos que contravenían las reglas del con-curso. En los días siguientes visitaron la expo-sición en la sede de la Academia de Bellas Ar-tes para estudiarla con detenimiento. Elproyecto vencedor resultaba muy sencillo, for-malmente limpio y de concepción monumen-tal, lo que unido a su tamaño relativamente pe-queño, bajo y sin decoración aparente, hacíaque pudiera ejecutarse con arreglo a un presu-puesto reducido. Por contra, el arquitecto ingléshabía eludido la resolución de la mayor partede los puntos conflictivos del proyecto, ocul-tándolos en sus dibujos al carboncillo -de in-dudable belleza- bajo efectistas juegos de luz yde nieblas. Además, y frente la complejidad yriqueza de espacios interiores del proyecto es-pañol, el de Gleave resultaba comparativamen-te pobre. En los ejes de la cruz y su intersección–la parte más noble del volumen– no existía unespacio capaz de albergar con emoción y reco-gimiento los restos del almirante, quedando re-ducido a un largo callejón oscuro por el que elviento circularía con fuerza, imposibilitandouna permanencia sosegada de los visitantes32.El proyecto norteamericano, clasificado en se-gundo lugar, había interpretado las bases demanera muy libre, olvidando el desarrollo delas diferentes unidades contempladas en el pro-grama y derribando la ciudad antigua para tra-zar una totalmente nueva. Su lujosa maqueta,realizada con materiales costosos como metal,vidrio de colores y ébano debió de impresionargrandemente al jurado. A su lado, las maquetasde escayola patinada de Vaquero y Moya resul-taban de una modestia extrema.

Los días veinte y veintiuno de octubre tu-vieron ocasión de mostrar su disconformidad auno de los miembros del jurado, Frank LloydWright, en la propia exposición y a la vista delas maquetas y los dibujos33. El arquitecto nor-teamericano había decidido prolongar su es-tancia en Río de Janeiro para redactar un artí-culo sobre el concurso para la revistaArchitectural Record. El hecho de que no ha-blase sino inglés convirtió a Vaquero en su in-

terlocutor. Y es que su estancia de seis mesesen el año 1928 en Estados Unidos con la con-sideración de pensionado por la Junta de Am-pliación de Estudios para conocer los últimosrascacielos neoyorkinos, le procuró unos co-nocimientos suficientes de esta lengua para re-batir con firmeza las arbitrariedades cometi-das, a juicio de los arquitectos españoles, porel jurado.

A Wright no le gustó el proyecto español,al considerarlo un tanto farragoso y difícil deejecutar. La inmensa figura adherida al Faro,su recurso a las arquitecturas históricas y lafalta de correspondencia entre forma y fun-ción tampoco resultaron de su agrado, comoasí se lo hizo saber a los jóvenes arquitectos,a quienes felicitó, no obstante, por su condi-ción de magníficos dibujantes. En su recorri-do por la exposición, y frente al proyecto ven-cedor, de tan sólo 30 m de altura, Vaquero yMoya le advirtieron que desde el mar o la ciu-dad antigua el monumento quedaría parcial-mente oculto por el espeso bosque natural delParque Panamericano, cuyas palmeras, ceibasy cocoteros exceden en muchos casos esa al-tura. Un extremo sobre que el prevenían lasbases y que debería haber bastado para sudescalificación34. Para su sorpresa, el arqui-tecto norteamericano propuso como soluciónconstruir el monumento al doble de la alturaprevista o bien la sustitución de la frondosavegetación natural por otra enana35, lo cualresulta bastante sintomático de la frivolidadcon que se había desarrollando esta última fa-se del concurso. A Wright le agradaba espe-cialmente el proyecto premiado en segundolugar, del que destacó el acierto en el lugarelegido para erigir el Faro, junto al mar, en loque constituía a su juicio el mejor emplaza-miento y el mejor de los ejes posibles. Vaque-ro y Moya convinieron en que tal vez fueraasí, pero que ese no era el punto obligado se-ñalado en el plano, lo que vulneraba las bases.Como razón fundamental para haber califica-do al margen de las bases argumentaba

32 AVS: Diario, pp. 34-37, y VAQUERO, Joaquín y MOYA,Luis, “Resultado del concurso…”, cit., p. 130.

33 AVS: VAQUERO PALACIOS, Joaquín, “Conversacióncon Frank Lloyd Wright” (hojas sueltas), s. p.

34 Esta exigencia era recordada por A. Kelsey a uno de loscompetidores: “El monumento debe proyectarse de talmanea que todas sus partes principales se vean sobrelos árboles”. KELSEY, Albert, Boletín para informaciónde los arquitectos participantes en el Concurso para elFaro de Cristóbal Colón, n.º 1, Washington, D. C., 1929,p. 5 (pregunta/respuesta n.º 18).

35 Cf. VAQUERO PALACIOS, Joaquín y MOYA BLANCO,Luis, “Resultado del concurso…”, cit., p. 130.

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Wright que ningún miembro del jurado habíaintervenido en su redacción, no estando enconsecuencia obligados a respetarlas36.

No atendiendo a estas y otras razones, Va-quero y Moya decidieron publicar estas con-versaciones en la revista Arquitectura comomuestra de la escasa seriedad con que se habíadesarrollado esta fase final del concurso37. Eneste pormenorizado artículo rebatían, entreotros aspectos, el rechazo de Wright al empleode arquitecturas antiguas para un monumentomoderno, alegando que las propias bases delconcurso recomendaban reflejar de algún mo-do en el monumento las tres civilizacionesamericanas, la indígena, la colonial y la mo-derna. El hecho de que de los cuatro primerosproyectos clasificados tres recurriesen a la pi-rámide como metáfora de la América preco-lombina despejaba cualquier duda sobre esteapercibimiento hecho a los competidores. Unaño después, en un artículo publicado por Va-quero sobre las culturas primitivas de México,el arquitecto asturiano declaraba no ser parti-dario de la utilización de estilos históricos enobras modernas “salvo en el caso de algún mo-numento que por su carácter especial lo exija”38

Su propia trayectoria profesional corroborabaesta postura, ya que desde 1930 Vaquero veníadesarrollando en Asturias un lenguaje arqui-tectónico vanguardista libre de historicismos ymuy próximo al racionalismo ortodoxo del GA-TEPAC. Por si no bastara con ello, la nómina dearquitectos propuestos por Vaquero y Moya pa-ra integrar el jurado internacional del concur-so da cuenta de su avanzado concepto de la ar-quitectura y de cómo su excesivo respeto a lasbases coartó en gran medida su proyecto demonumento. En esta lista figuraban, entreotros, los nombres de Le Corbusier, Mendel-sohn, Mies van der Rohe –cuyo pabellón habí-an tenido ocasión de admirar juntos en su visi-ta a la Exposición Internacional de Barcelonade 192939– y Teodoro Anasagasti, profesor su-

yo en la Escuela, quien también tomó parte enel certamen40.

Finalizado el concurso, la estancia de losarquitectos españoles en Río de Janeiro seprolongó por espacio de dos semanas, lo queles permitió recorrer la ciudad con la tranqui-lidad necesaria para disfrutar de sus magnífi-cos paisajes. Uno de los que más les impre-sionó fue la vista de la ciudad, el mar y lasislas desde el famoso Pan de Azúcar. Pero porsu plasticidad y colorido, Vaquero quedó cau-tivado por las barriadas de favelas que se yer-guen sobre los cerros, de los que dejó algunaanotación escrita:

Damos un paseo hasta Tijuca y allí ex-ploramos un poco la ladera muy pendiente ycuajada de chozas. Esto es de un carácter for-midable y de un fuerte sabor tropical. No nosmetemos demasiado porque llega a estar de-masiado sucio y la gente, negros en su ma-yoría, va tomando un aspecto pésimo. Laschozas son algo parecidas a las de los arra-bales de San Salvador, pero más pobres estas.Tienen techo de hojalata que brilla al sol conun azul intensísimo. Las últimas chozas, lasmás altas, son de color tierra roja muy in-tenso; sólo tienen un agujero que debe ser lapuerta. Esta ladera termina arriba redondea-da y seca. Entre las chozas hay palmeras, plá-tanos y árboles del pan. A la derecha, porfondo, está la inmensa floresta de los montesdel Corcovadoxli.

Dos días después de contemplar este paisa-je, Vaquero inició la pintura de uno de estos su-burbios: Río Comprimido (fig. 5). Encaramadocon los bártulos de pintar sobre uno de sus te-jados, Vaquero plasmó con su peculiar estilopostimpresionista aquel apretado conjunto demanchas rojas, azules y ocres trepando entre elverdor de los cerros, empeño que le ocupó va-rias sesiones a causa del frío y de la pertinazlluvia42. Más allá de esta pintoresca barriada,Vaquero pintó la playas de Copacabana, un

36 VAQUERO PALACIOS, Joaquín, “Conversación…”, cit.,s. p.; VAQUERO, Joaquín y MOYA, Luis, “Resultado delconcurso…”, cit., p. 131.

37 Véase VAQUERO PALACIOS, Joaquín y MOYA BLAN-CO, Luis, “Resultado del concurso…”, cit., pp. 110-133.

38 VAQUERO PALACIOS, Joaquín, “Notas sobre las cultu-ras primitivas de México: su arquitectura y escultura.Teotihuacán, Chichén Itzá, Uxmal”, Revista Españolade Arte, 4, Madrid, diciembre de 1932, p. 226.

39 AVS: Cuenta de gastos del viaje de estudio a la Expo-sición Internacional de Barcelona, 1929.

40 AVS: Lista de arquitectos que votamos para ocupar lospuestos de Jurados, conforme a la base 15 de la partetercera del Libro de Bases (1 hoja). Sobre el antepro-yecto para el Faro de Colón de Teodoro Anasagasti, vé-ase SAGUAR QUER, Carlos, “Teodoro Anasagasti. Poe-mas arquitectónicos”, Goya, 274, Madrid, 2000, pp.49-58.

41 AVS: VAQUERO PALACIOS, Joaquín, “Anotaciones depaisajes”, II, s. p.

42 Río Comprimido, óleo/tela, 81 x 100 cm. Col. particu-lar (Barcelona).

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asunto que le atrajo desde su llegada a Río43. Yes que el éxito obtenido en este concurso, quele había inducido a seguir el camino de la ar-quitectura por algún tiempo, no le hizo olvidarsu otra gran vocación: la pintura.

Dando por concluida su estancia en Río deJaneiro, el 5 de octubre de 1931 se embarcaronen el “Uruguay” de regreso a España. Atrás que-daba una extraordinaria aventura iniciada enseptiembre de 1928 -la del Faro de Colón-, queles llevó a recorrer el continente americano pa-ra estudiar, dibujar y pintar los modernos ras-cacielos neoyorkinos y las ruinas mexicanas44.Un capítulo muy activo y lleno de experiencias

en la vida de ambos que no olvidarán y que for-taleció una estrecha amistad mantenida hastael fallecimiento de Luis Moya en 1990.

ALGUNAS CONSIDERACIONES FINALES

El Concurso internacional para el Faro deColón, que hubiera podido marcar un impor-tante hito en la historia de la arquitectura mo-derna, quedó desde un principio fuertementecondicionado por las bases que lo reglamenta-ron. El requerimiento de un monumento queasimilase temas prehispánicos y coloniales pa-ra fundirlos en una creación arquitectónica mo-derna y simbólica de esa unión histórica de cul-turas y de razas que el descubridor hizo posible,determinó la discriminación de las propuestasmás vanguardistas. Por su parte, el crash de1929 afectó gravemente al desarrollo del con-curso, condicionando su desenlace final. La cri-sis económica mundial motivó que ni aún el

43 Praia Bermeja, óleo/tela, 50 x 61 cm., y Playa de Co-pacabana, óleo/tela, 65 x 81 cm. Col. particular (Bar-celona).

44 Sobre los dibujos realizados por Vaquero y Moya enNueva York, véase MONTES SERRANO, Carlos, “Nos-otros somos latinos. Españoles dibujando en NuevaYork, 1930”, en Revista de Arquitectura, n.º 11, Pam-plona, 2009, pp. 57-68.

Fig. 5. Joaquín Vaquero Palacios: Río Comprimido, 1931. Óleo sobre tela, 81 x 100 cm. Col. particular (Barcelona). Foto: AVS.

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proyecto considerado de menor costo –el ven-cedor- pudiera ser ejecutado. Iniciados los tra-bajos de construcción del Faro en 1932, lasobras se detuvieron pronto sin alcanzar apenaslos cimientos.

Tras largas décadas de olvido, en 1986, ba-jo el gobierno del presidente Joaquín Balaguer,se decidió acometer el monumento de Gleavecomo broche final de las conmemoraciones delQuinto Centenario del Descubrimiento45. Eltiempo había respetado la seriedad de la imagenformal del proyecto vencedor, todavía impre-sionante, pero necesitaba algunas revisionestécnicas y constructivas para actualizarlo. Enesta labor, el arquitecto dominicano TeófiloCarbonell sometió al antiguo proyecto a unastransformaciones poco acertadas. Concluida laobra en 1992, como se pretendía, el nuevo edi-ficio perdió por completo su severo aspectosimbólico y su empaque monumental paraadoptar una imagen hotelera46. La estructura,antes absorbida por la robustez de los muros,afloraba ahora a la superficie de la fachada sub-

dividiéndola en una cuadrícula de aspecto y di-mensiones urbanas, lo que procuraba a los es-calonamientos la apariencia de balcones o te-rrazas de apartamentos.

Estas y otras transformaciones, como el in-terminable pasaje interior y su tratamiento en-tre cementerio y galería comercial, dan por re-sultado que los grandes esfuerzos destinados alConcurso internacional para la construcción deun Faro a la memoria de Colón en Santo Do-mingo, con participación de decenas de paísesy un entusiasmo general en muchos de ellos,constituya un paradigma trágico del destino delos concursos hipertróficos, que además de lasdificultades y controversias estéticas y econó-micas que acarrean, y que van aumentando concada mes de retraso, paralizan su realización.La emoción, la fuerza del símbolo, la potenciay simplicidad de las ideas plásticas de muchosde los proyectos premiados en el concurso, seven rebajados a tristes niveles. Una vez más, elfracaso de una noble y ambiciosa idea.

45 Sobre la construcción del proyecto de Gleave, véaseGUTIÉRREZ VIÑUALES, Rodrigo, “El Faro a Colón enSanto Domingo y otros dislates conmemorativos”, enMonumento Conmemorativo y espacio público en Ibe-roamérica, Cátedra, Madrid, 2004, pp. 433-434.

46 Cf. EGAÑA CASARIEGO, Francisco, “El Concurso in-ternacional…”, cit., pp. 174-175.

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