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El Universo de Dickens: Una Lección de Humanidad - Mariano Fazio Fernández

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MARIANO FAZIO

EL UNIVERSO DE DICKENSUna lección de humanidad

EDICIONES RIALP, S. A.MADRID

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© 2015 by MARIANO FAZIO© 2015 by EDICIONES RIALP, S. A.Colombia, 63. 28016 Madrid(www.rialp.com)

Realización ePub: produccioneditorial.com

ISBN: 978-84-321-4593-3

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión deninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos,sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de DerechosReprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

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ÍNDICE

PORTADAPORTADA INTERIORCRÉDITOSHACE BASTANTES AÑOS...INTRODUCCIÓN. «TODO CUANTO TENGA FORMA HUMANA»1. UNA PUERTA AL MUNDO DE DICKENS. LA HISTORIA DE DANIEL GRUB2. NANCY3. NICHOLAS NICKLEBY4. LA PEQUEÑA NELL5. BARNABY RUDGE7. EBENEZER SCROOGE8. MARK TAPLEY9. MARIANA JEDDLER10. PAUL DOMBEY11. EL PROFESOR REDLAW12. DAVID COPPERFIELD13. ESTHER SUMMERSON14. THOMAS GRADGRIND15. LA OFICINA DE LOS CIRCUNLOQUIOS16. SIDNEY CARTON17. JOE GARGERY18. NUESTRO AMIGO COMÚNCONCLUSIÓNMARIANO FAZIO

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Hace bastantes años, mientras vivía en Roma, vinieron mis padres a visitarme. Recuerdocomo si fuera hoy un paseo agradabilísimo que hicimos por Villa Borghese. Habíamosentrado en la Villa Medici, sede de la Academia de Francia, para visitar una exposición depintura. Después, bajamos las escalinatas de Trinità dei Monti que terminan en Piazza diSpagna. Era un atardecer romano de aquellos que sacan tonalidades insospechadas a lascasas color ocre de la ciudad eterna. Bajando por las gradas, a la izquierda, se levanta lacasa donde habitaron los poetas Shelley y Keats. Comenté a mi padre mi admiración porla literatura inglesa y, en particular, por Charles Dickens. Le confié un proyecto literario:«Dentro de unos años —le dije— me gustaría escribir un libro sobre Dickens». Pasómucho tiempo, en el que sucedieron muchas cosas. Entre otras, el «cambio de casa» demi padre. Con la esperanza que me da la fe, confío en que también él podrá leer estelibro —que escribí con fruición, pues me obligó a releer todas las obras de Dickens yvolver a viajar por su mundo literario— en la alegre compañía del prolífico padre deOliver Twist, David Copperfield y cientos de personajes tan cercanos a nuestra comúnhumanidad.

Buenos Aires-Jonacatepec-Roma, 2015

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INTRODUCCIÓN«TODO CUANTO TENGA FORMA HUMANA»

¿Vale la pena comenzar un libro sobre Dickens refiriéndose a su biografía? Larespuesta es un rotundo sí. Algunos alegarán que la vida de este novelista inglés es muyconocida. Sinceramente, lo dudo. La abundancia de información y la ausencia deconocimiento hacen que hoy casi nada sea suficientemente conocido, por lo menos paralas nuevas generaciones, a las que sobre todo quisiera dirigirme. Y si alguien ya conocesu vida, ahora tendrá la oportunidad de refrescar su memoria. No se preocupen: serébreve.

Charles Dickens nació en Portsmouth el 7 de febrero de 1812, hijo de John, unfuncionario menor de la Pagaduría de la Armada, y de Elizabeth Barrow. Por motivosprofesionales y económicos, la familia se traslada a Londres y a Kent. Su infanciatranscurre fundamentalmente en los barrios londinenses, en medio de las urgenciaseconómicas de su padre, que será incluso recluido en Marshalsea, la cárcel paradeudores, inmortalizada en su obra La pequeña Dorritt. Su mismo padre quedaráreflejado en el Mr. Micawber de David Copperfield: un hombre bueno pero insolvente yfantasioso. Para ayudar al sostenimiento de la familia, Charles se verá obligado a trabajaren Warren’s Boot-Blacking Factory, una fábrica de betún para calzado. Esta experienciadura de su infancia también se describirá en sus obras, en particular en Oliver Twist, enel ya citado David Copperfield, y en Grandes esperanzas. Nunca olvidará que su madrele hizo continuar trabajando en la fábrica por unos meses más, cuando ya no teníannecesidad porque habían conseguido una ayuda económica por medio de una herencia.

Tuvo poca educación formal, aunque desde niño fue un lector incansable. Pasó pordistintos trabajos, primero en estudios jurídicos y después como redactor de la crónicadel Parlamento para algunos periódicos, razón por la cual estudió taquigrafía. Suvariopinta experiencia laboral le hizo entrar en contacto con distintos ámbitos sociales —los tribunales, la prensa, la burocracia estatal, la política— que serán objeto de críticasimplacables en sus obras. Basta leer los capítulos que dedica a «la oficina de loscircunloquios»; en La pequeña Dorritt, donde es imposible llevar a buen puerto ningúntrámite; o el interminable y casi eterno juicio «Jardnyce contra Jardnyce», núcleo de lanovela Casa desolada, o la manipulación política de la prensa en las luchas partidistas depueblo, en Los papeles póstumos del club Pickwick. En todos estos casos, el autor

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demuestra un conocimiento cercano a esas realidades, y entra en sintonía con el lector,harto de ser maltratado en oficinas públicas, tribunales, o de ser manipulado por laprensa. Dickens, con esas críticas, se gana fácilmente a su público.

En este período se enamora de Maria Beadnell, pero la oposición de la familia de lachica impide que el noviazgo tenga buen fin. También Maria aparecerá retratada deforma poco caritativa en Flora, un personaje ridículo de La pequeña Dorritt. Dickens sela encontrará pasados los años, y la ve tan cambiada que la plasma en las páginas de esanovela como una mujer gorda que siempre recuerda con nostalgia su amor juvenil.

En diciembre de 1833 publicó, bajo el seudónimo de Boz, la primera de una serie deoriginales descripciones de la vida cotidiana de Londres en The Monthly Magazine, ymás adelante reunió sus esbozos en forma de libro bajo el título Los apuntes de Boz(1836). El libro tuvo éxito, lo que le permitió casarse con Catherine Hogarth. Elmatrimonio Dickens procreó diez hijos. El novelista tuvo más sintonía con sus cuñadasMary y Georgina que con su mujer. La muerte prematura de Mary, en 1837, le impactómucho, y plasmó ese dolor en la descripción de la muerte de Nell, en La tienda deantigüedades.

Charles fue ganando fama literaria, y en particular obtuvo gran popularidad con Lospapeles póstumos del club Pickwick. Además de sus méritos intrínsecos, su escrito fuemuy popular porque se vendía en un formato económico en entregas mensuales. Lamayoría de las novelas de Dickens fueron escritas y publicadas por entregas, y enalgunos casos el país entero estaba a la espera del siguiente número para ver cómoproseguía la historia. Las novelas largas de Dickens fueron un precedente de lo que hoyson las series televisivas. Si bien la forma de entregas mensuales tenía sus ventajas,impuso a Dickens un ritmo de trabajo bastante frenético, que en ocasiones le produjocrisis nerviosas y rarezas de carácter, aunque por lo general era una persona afectuosa yamable.

Dickens viajó por Europa, residió por períodos en Francia, Italia y Suiza, y fue dosveces a Estados Unidos. La primera impresión de la pujante realidad norteamericana fuemuy negativa. Por otro lado, estaba indignado porque allí no se respetaban los derechosde autor, y había ediciones piratas de sus obras por todo el extenso territorio de la Unión.En su novela Martin Chuzzlewit estigmatiza lo que él consideraba costumbres rudas delinterior de los Estados Unidos y la vana complacencia de sus habitantes, convencidos devivir en la tierra de la libertad. El segundo viaje fue un éxito total. Realizó lecturaspúblicas de sus obras. Los teatros se llenaban y dejaron un buen beneficio económico alescritor.

En 1858 se separa de su mujer, bastante inestable psicológicamente, y se siente atraídopor una actriz, Elizabeth Ternan, con quien mantendrá una relación sentimental. Muchoscoinciden en que estos hechos le cambiaron el carácter a Dickens, antes siempre jovial yahora un poco más hosco, como si le pesara no haber tenido la fuerza suficiente parasuperar las dificultades con su mujer. Llama la atención que le sucediera a él, que habíaescrito tantas páginas hermosas sobre la familia, y que había tenido nada menos que diezhijos con su esposa Catherine durante más de veinte años de convivencia. En 1865, y en

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compañía de Elizabeth, salva milagrosamente su vida en un accidente de tren que causósensación en su época. Dickens puso todos los medios para auxiliar a los heridos yconsolar a los moribundos.

Siempre estuvo rodeado del cariño de sus hijos, aunque algunos fallecieron en vida deDickens. Después de la separación, su cuñada Georgina se hizo cargo de la casa.

El último año de vida de Dickens fue muy intenso. Le tomó el gusto a las lecturaspúblicas de sus textos. Los espectadores quedaban imantados por los cambios de voz yde gestos que hacía el autor al leer los distintos parlamentos de sus personajes. Pero elritmo de las lecturas lo agotó. Murió el 9 de junio de 1870, en su casa de Gad’s Hill, yfue enterrado nada menos que en el rincón de los poetas de la Abadía de Westminster, enmedio del afecto de multitudes.

***

Son muchas las novelas de Dickens que podemos denominar clásicas, y cada uno desus lectores tiene sus favoritas. Entre ellas hay que mencionar Los papeles póstumos delclub Pickwick (1836-1837), Oliver Twist (1837-1839), Nicholas Nickleby (1838-1839),La tienda de antigüedades (1840-1841), Barnaby Rudge (1841), Martin Chuzzlewit(1843-1844), Dombey e hijo (1846-1848), David Copperfield (1849-1850), Casadesolada (1852-1853), Tiempos difíciles (1854), La pequeña Dorritt (1855-1857),Historia de dos ciudades (1859), Grandes esperanzas (1860-1861), Nuestro amigocomún (1864-1865) y El misterio de Edwin Drood, que quedó incompleta a causa de lamuerte del escritor.

Sus cuentos de Navidad, que solía escribir todos los años para las fiestas, forman partedel imaginario colectivo occidental. También publicó artículos sobre actualidad, dondedespliega su vena de reformador social, tanto en publicaciones periódicas dirigidas por élcomo en los grandes diarios londinenses.

Sus crónicas de viajes demuestran la verdad contenida en una idea de Chesterton: elinglés, cuando viaja al extranjero, en realidad nunca sale de Inglaterra. Las Notas sobreEstados Unidos (1842) y sus Impresiones italianas (1846) son divertidas: al lector se leescapa una sonrisa al comprobar que Dickens juzga toda cultura desde los ojos de uninglés victoriano, no carente de prejuicios.

* * *Dickens gozó de gran popularidad durante su vida, y sus libros llegaron a vender

centenares de miles de ejemplares. Después de su muerte su fama persistió, y aun hoy endía sigue siendo muy leído. Las sucesivas generaciones tienen diferentes gustos ysensibilidades. El estilo dickensiano a veces es exaltado y otras denigrado: hay quienessubrayan la capacidad de los textos de Dickens para hacer sonreír a quien los lee, peroquizá esos mismos lectores detestan sus largas descripciones de paisajes y ambientes;unos aprecian su don de transmitir ternura, mientras que otros lo acusan desentimentalismo; la mayoría de sus lectores se asombra de la innumerable galería depersonajes que nos dejó, pero le acusan de una cierta fijación en sus caracteres. Lo cierto

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es que Dickens tiene un estilo propio, y que habitualmente sabe llegar al corazón dellector, provocando sentimientos de compasión y ternura hacia la miseria ajena, de iracontra la injusticia y la hipocresía, y las más de las veces de humor sano que hace quetomemos un poco de distancia de los problemas que nos angustian y obsesionan. Loslibros de Dickens son una buena terapia para las personas que se toman las cosasdemasiado en serio y que no saben reírse de sí mismos.

* * *Si bien la trama de algunas obras se desarrolla fuera de Londres, no hay duda de que

Dickens es el escritor por excelencia de la gran ciudad victoriana, que presentaba todaslas contradicciones de una sociedad en pleno proceso de industrialización, con susconsecuentes tensiones sociales. Nuestro autor advierte que en Londres hay muchosmundos incomunicados, y quiere despertar las conciencias presentando las lacras de unasociedad que va perdiendo las virtudes cristianas de la caridad y el amor al prójimo.Londres es un gran mundo que engloba pequeños mundos donde el dolor, la alegría, laesperanza, la desesperación, la vida y la muerte se entremezclan. Dickens, en una obratemprana, nos hace ver Londres desde el reloj del Temple. Vale la pena transcribir estepasaje, que anticipa el ambiente donde se desarrollarán sus historias:

Es de noche. Sereno e inmóvil en medio de las escenas que la oscuridad favorece, elgran corazón de Londres palpita en su pecho de gigante. La riqueza y la miseria, elvicio y la virtud, la culpa y la inocencia, la abundancia y el hambre más horrible, todosse pisotean y se agolpan para agruparse en torno de él. Trazad un pequeño círculo tansolo sobre los tejados arracimados de las casas y, dentro de ese espacio, lo tendréistodo; y a su lado, el extremo contrario y la contradicción. Allí donde brilla una débilluz, un hombre acaba de morir. El cirio, que está a unos pasos de distancia, locontemplan ojos que hace solo un instante abriéronse al mundo. Hay dos casas apenasseparadas por un muro de una o dos pulgadas. En una, viven espíritus tranquilos; en laotra, una conciencia en vigilia que hasta el aire mismo turbaría. En aquel rincóncercano donde los tejados se agachan y se acurrucan como para ocultar sus secretos ala hermosa calle próxima, hay crímenes tan negros, miserias y horrores que apenas sipodrían decirse en voz baja. En la espaciosa calle hay gentes dormidas que han vividoallí toda su vida, sin darse cuenta de todas estas cosas, como si no hubieran existidojamás o se alejaran a los más remotos confines del mundo; seres que si alguien lesinsinuara su existencia sacudirían la cabeza con suficiencia, fruncirían el ceño y diríanque esas cosas eran imposibles y fuera del orden de la Naturaleza, ¡como si nosucediera lo mismo en todas las grandes ciudades! Este corazón de Londres, al quenadie mueve, detiene ni acelera, que continúa siempre igual, hágase cuanto se haga,¿no expresa perfectamente el carácter de la ciudad?

Hasta aquí, la descripción nocturna. Mundos desconocidos e ignorados. Pero sigamoscon el Londres de Dickens. Ya terminó la noche:

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Ha comenzado a apuntar el día y pronto se escucha un zumbido y un rumor devida. Los que pasaron la noche en los umbrales y sobre las frías losas, se alejanarrastrándose a pedir limosna; los que durmieron en sus lechos se dirigen a susquehaceres y comienzan la tarea. La niebla del sueño se esfuma lentamente y Londresbrilla en su despertar. Se llenan las calles de carruajes y de gentes alegrementevestidas. También las cárceles están llenas hasta los topes y no es mucho el espacioque queda en los hospicios y hospitales. Los tribunales de justicia están repletos. A estahora las tabernas tienen ya sus clientes fijos y cada mercado cuenta con sumuchedumbre. Cada uno de estos lugares es un mundo que posee sus habitantespropios, distinto uno de otro y casi ignorante de la existencia del ajeno. Son pocas laspersonas bien acomodadas que recuerdan haber oído decir que hay multitud dehombres y mujeres (millares, les parece) que se levantan todos los días en Londres sinsaber dónde reposarán la cabeza por la noche, y que hay barrios en la ciudad dondereinan siempre la miseria y el hambre. No lo creen del todo; será verdad que hayaalgunos, pero desde luego es exagerado. Así prosigue su marcha cada uno de estosmiles de mundos, fijos en sí, hasta que llega de nuevo la noche, primero con sus lucesy sus placeres, con sus calles alegres; después, con sus delitos y su oscuridad.

¡Corazón de Londres, cada latido tuyo tiene una moral! Al contemplar tu indomabletrabajo, en el que no influirá ni un ápice la muerte, ni el ansia de vida, ni el dolor, ni laalegría exterior, me parece oír una voz dentro de ti que penetra en mi corazón, que meordena, mientras me abro paso entre la muchedumbre, que piense en el míserodesgraciado que pasa junto a mí, y puesto que soy hombre no me aparte con desprecioy orgullo de nada cuanto tenga forma humana.

* * *

Este Londres de mediados del siglo XIX, ¿no es acaso parecido al Nueva York, Madrid,Buenos Aires, Roma o Ciudad de México del siglo XXI? ¿No son estas megalópolis unconjunto de mundos incomunicados? Me atrevería a decir que muchas de las lacras quedenuncia Dickens en este texto —aislamiento, indiferencia, individualismo— se hanacentuado con el pasar del tiempo. Al releer esta descripción del Londres victoriano mevinieron a la mente unas palabras escritas casi doscientos años más tarde. Son del papaFrancisco: «Aunque hay ciudadanos que consiguen los medios adecuados para eldesarrollo de la vida personal y familiar, son muchísimos los “no ciudadanos”, los“ciudadanos a medias” o los “sobrantes urbanos”. La ciudad produce una suerte depermanente ambivalencia, porque, al mismo tiempo que ofrece a sus ciudadanos infinitasposibilidades, también aparecen numerosas dificultades para el pleno desarrollo de la vidade muchos. Esta contradicción provoca sufrimientos lacerantes […]. Al mismo tiempo, loque podría ser un precioso espacio de encuentro y solidaridad, frecuentemente seconvierte en el lugar de la huida y la desconfianza mutua. Las casas y los barrios seconstruyen más para aislar y proteger que para conectar e integrar[1]».

Nuestro novelista quiere superar estas enfermedades sociales, que tienen un origenantropológico: la poca conciencia que poseemos de la dignidad de toda persona humana,

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sin distinción de ningún tipo. Este interés de Dickens por «todo cuanto tenga formahumana» lo va mostrando en las miles de páginas que constituyen su obra. El libro que ellector tiene en sus manos presenta algunas historias y personajes que todavía hoy noshablan sobre la dignidad de la persona humana —especialmente de los más pobres yolvidados—, y que nos dan claves antropológicas para llevar adelante vidas llenas desentido.

La cosmovisión cristiana del autor es evidente. Estuve tentado de poner como título deeste libro «El Evangelio según Dickens». Lo deseché porque me parecía demasiadosolemne. Preferí el subtítulo más humilde, «Una lección de humanidad». En cualquiercaso, el mensaje de Dickens no se puede entender fuera de una visión cristiana de lavida. No en vano, en una carta dirigida a un clérigo poco antes de morir, Dickensescribía: «En mis obras, siempre me he esforzado por poner de manifiesto la hondaveneración que profeso por la vida y enseñanzas de Nuestro Salvador[2]».

A Dickens se le ha acusado a veces de moralismo pasado de moda. Es sin duda unmoralista, lo que no significa necesariamente algo negativo. También este libro es algomoralista: al final de cada capítulo hay una breve reflexión. No sé si podrá servir a algúnatento lector. Por lo menos a mí me ha venido bien tratar de «aplicarme el cuento» de lashistorias o personajes dickensianos. En un mundo donde tantas veces prevalecen laviolencia, la fealdad, el interés egoísta, me parece que pueden ayudar algunas de lasvisiones «pasadas de moda» de Dickens, que llenan el ambiente de generosidad, pureza,capacidad de darse a los demás.

Los capítulos están ordenados cronológicamente, según el año de publicación del textoanalizado. He elegido presentar algunos personajes de las catorce novelas largas deDickens y de tres de sus cuentos de Navidad.

Entremos, pues, en el mundo dickensiano. Conoceremos a Mr. Scrooge y a SidneyCarton, a Esther Summerson y a la pequeña Nell. Quizá tengan algo que decirnos a loshombres y a las mujeres del siglo XXI, sedientos, como en el siglo XIX, de bien, deverdad, de belleza, de ternura.

[1] FRANCISCO, Evangelii gaudium, nn. 74-75.[2] Citado por P. ACKROYD, Charles Dickens. El observador solitario, Edhasa, Barcelona 2011, p. 667.

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1.UNA PUERTA AL MUNDO DE DICKENS. LA HISTORIA

DE DANIEL GRUB

«Novelista, en el sentido último y supremo de esta palabra, solo lo es el genioenciclopédico, artista universal que —fijémonos en la envergadura de la obra y en lamuchedumbre de sus figuras— modela con sus manos todo un cosmos; que, al lado delmundo terrenal, levanta un mundo propio, con leyes propias de gravitación, con criaturaspropias y un manto propio de estrellas tendido sobre sus frentes[1]». Así describe StefanZweig la característica principal del novelista, entre los que cuenta a Charles Dickens.Efectivamente, las páginas de Dickens nos meten en un mundo que vive de suimaginación, que tiene un ambiente propio, en el que habitualmente el lector entra paradescansar, divertirse y enternecerse.

Hay muchas maneras de acceder a este mundo y de moverse en su interior. Aquíproponemos, para empezar este viaje, un texto primerizo del autor: La historia de losduendes que se llevaron a un enterrador, que ocupa el capítulo XXIX de Los papelespóstumos del Club Pickwick. No es que nos parezca una página sublime de su arte. Lahemos escogido porque en ella ya están presentes algunos de los elementos que daránconsistencia al mundo de Dickens, y que consideramos oportuno ofrecer al lector en esteprimer capítulo.

Daniel Grub es un enterrador que no se junta con nadie, y que en las fiestas deNavidad continúa con su trabajo, cavando fosas, amargado además al ver la alegría delas familias en esas fechas. Unos duendes lo atormentan mientras realiza su tarea.Después de hacerle sufrir en su cuerpo, los duendes ponen frente a sus ojos distintasescenas: la primera representa una habitación pobre pero limpia y arreglada, donde unamadre espera con sus hijos la llegada del padre para celebrar la Navidad. Este llega ytodos se alegran.

Pero casi imperceptiblemente, esta vista fue cambiando. La escena se trasladó a unapequeña alcoba, donde agonizaba el más lindo de los hijos; las rosas habían huido desus mejillas, y la luz de sus ojos; y cuando el sepulturero miraba con un interés quenunca había sentido ni conocido, el niño murió. Sus hermanitos y hermanitas rodearonsu cama, y estrecharon su manita, fría y pesada; pero se echaron atrás al tocarle, y

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miraron con respeto su carita; […] vieron que estaba muerto, y sabían que era unángel que los miraba y los bendecía desde un claro y dichoso Cielo.

Poco después de estas imágenes, se produce un cambio de escena en la visión deDaniel Grub:

El padre y la madre ahora eran viejos e inválidos, y el número de los que losrodeaban había quedado en menos de la mitad; pero el contento y la alegría sepintaban en todos los rostros y brillaban en todas la miradas, al reunirse en torno alfuego, oyendo las viejas historias de los días antiguos y pasados. Poco a poco, en paz,el padre bajó a la tumba, y, poco después, la que compartía sus cuidados y penas lesiguió al lugar de descanso. Los pocos que todavía los sobrevivían se arrodillaron antela tumba, y con sus lágrimas regaron el verde césped que los cubría; luego selevantaron y se fueron, tristes y lúgubres, pero sin llantos amargos ni quejasdesesperadas, pues sabían que algún día volverían a encontrarse; y volvieron amezclarse con el mundo atareado, y su contento y su alegría quedaron restaurados.

Después de esta esperanzadora visión, los duendes siguen afligiendo a Daniel Grub,diciéndole que es un miserable. Prosiguen las visiones.

Veía que los hombres que trabajan duro y ganaban su escaso pan con vidas defatiga, estaban alegres y contentos; y que aun para el más ignorante, el dulce rostro dela Naturaleza era una fuente infalible de alegría y de goce. Vio que los que habían sidocriados con delicadeza y educados con ternura sabían estar alegres en las privaciones,superiores al sufrimiento que hubiera abrumado a muchos de contextura más ruda,porque llevaban en su interior los elementos de la felicidad, el contento y la paz. Vioque las mujeres, las criaturas de Dios más frágiles y tiernas, eran muchas vecessuperiores a la tristeza y la aflicción; y vio que era porque llevaban en el corazón unmanantial inagotable de afecto y devoción. Sobre todo, vio que los hombres como élmismo, que gruñen ante el júbilo y la alegría de los demás, eran las peores hierbas detoda la superficie de la tierra; y poniendo todo el bien del mundo contra todo el mal,llegó a la conclusión de que, al fin y al cabo, era una clase de mundo muy decente yrespetable.

Aquí termina la visión. Los duendes se desvanecen, y Daniel Grub se despierta de susueño reconciliado con el mundo y con sus semejantes, y decidido a cambiar de vida.

* * *

La sencilla historia de Grub nos introduce en el mundo de Dickens. Duendes aparte, setrata de un mundo ordinario, normal, hecho de vida familiar y trabajo. Los personajes desus novelas —como los de la historia que acabamos de narrar— pertenecenhabitualmente a un núcleo familiar, más o menos amplio, más o menos feliz, pero nocabe duda que la vida que transcurre entre las cuatro paredes de una casa de familia esuno de los ámbitos preferidos de nuestro autor. A su vez, los personajes de Dickens —

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salvo los aristócratas o los ladrones— tienen un trabajo bien determinado, muchas veceshumilde, con el que se ganan honestamente el pan de cada día. En otras palabras, elmundo de Dickens gira en torno a la vida cotidiana, constituido fundamentalmente por lafamilia y el trabajo.

Un segundo elemento típicamente dickensiano de la historia de Grub es la predilecciónpor los pobres, los humildes, los ignorados. En el mundo de Dickens, si aparecenpersonas ricas y aristócratas de finas maneras, será con mucha frecuencia paracriticarlos. Y entre los más débiles siempre se encuentran los niños. Dickens es elnovelista de la infancia necesitada de afecto.

Por último, en esta historia se aprecia la visión trascendente de los personajes. Enmedio de los dolores y angustias de esta existencia terrenal, sus vidas se iluminan con laesperanza de un más allá que influye necesariamente en la vida del más acá. Siempre haydestellos de alegría en las páginas de Dickens.

Vamos a detenernos en estas tres características del mundo literario dickensiano.Servirán de marco de referencia para los capítulos sucesivos.

EL NOVELISTA DE LA VIDA COTIDIANA

Muchas veces se ha pensado que la vida ordinaria está reñida con la narración literaria.Las grandes obras de la literatura universal suelen tratar temas épicos, heroicos,extraordinarios. A pocos lectores les interesaría la vida de todos los días de AlonsoQuijano, transcurrida en un tranquilo pueblo de La Mancha. En cambio, resulta másatractivo ver los efectos de la locura producida por los libros de caballería en un ridículocaballero andante que arremete contra molinos de viento pensando que son gigantes.Ulises, desafiando las tempestades y rechazando las tentaciones de las sirenas, ocupaprácticamente toda la Odisea. Pero a la normalidad de la vida en Ítaca, junto a Penélope,reconquistada después de tantos esfuerzos, apenas se le presta atención.

En el siglo XX ha habido más cuidado en describir la vida ordinaria, aunquehabitualmente se la ha presentado como lo monótono, carente de significación, que enalgunos casos puede producir angustia y desesperación. De la vida cotidiana parece quehay que huir, como sucede en el siglo XXI entre tantas personas que viven en función delfin de semana o de las vacaciones.

Ninguna de estas posturas están presentes en la cosmovisión de Dickens. Todas sushistorias transcurren en lugares normales: ciudades, casas, calles, caminos poblados dehosterías. Los personajes se dedican a trabajar en los más distintos quehaceres del obrarhumano: maestros, hospederos, amas de llaves, zapateros, tenderos, camareras. Perolejos de ignorar la vida de todos los días o de quejarse de ella, en el mundo de Dickens sepresenta la cotidianidad con una luz propia, positiva y alegre. Todas esas vidas normalesy corrientes tienen sentido, y las mismas cosas materiales cobran un brillo especial. Lodice con mejores palabras Stefan Zweig: «Su grande y memorable mérito fue descubrirlo que había de romántico en la vida civil, la poesía de lo prosaico. Él fue el primero quetejió en red poética los hilos de la vida diaria de la más antipoética de todas las naciones

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[…]. Dickens es el nimbo dorado sobre la vulgaridad de todos los días, sobre lavulgaridad de las cosas y personas: el idilio de Inglaterra. […] Es maravilloso suentusiasmo por lo vulgar, por las tradiciones patriarcales más insignificantes, por todosesos pequeños detalles que hacen la vida. Y almacén de curiosidades, curiosity shop, sonsus libros, una feria de cachivaches y pequeñeces pintorescas que cualquier otro habríadespreciado, y que parecían haber estado esperando años y años, cubiertas de polvo, lamano amorosa del coleccionista. Dickens reúne estas antigüedades polvorientas y sinvalor, las limpia y las bruñe hasta dejarlas brillantes, las ordena y las pone al sol de suhumorismo, donde refulgen con destellos que nadie sospechaba. Saca del pecho degentes sencillas sentimientos humildes y desdeñados, los articula en su engranaje comoun relojero, y los pone a andar. […] Dickens encuentra un sentido profundo en la fiestapopular más humilde; ayuda a estas gentes sencillas a encontrar la poesía de su vidadiaria, y les encariña todavía más con lo que ya era su mayor cariño: con su home, con elaposento recogido, íntimo, en cuya chimenea juegan las lenguas de fuego y crepita laleña seca, mientras el té zumba y canta en la tetera; esas paredes donde una vida sinambiciones se amuralla contra las tempestades de la codicia y los embates temerarios delos tiempos. Este poeta quiso enseñar los encantos poéticos de la vida de cada día acuantos vivían recluidos en ella. Reveló a miles y millones de seres humildes hasta dóndellegaba el valor de eternidad de sus pobres vidas, dónde se escondía la chispa de laalegría serena enterrada entre las cenizas de los afanes cotidianos, y cómo con estachispa insignificante se podía prender la brasa inextinguible del buen humor»[2].

Me excuso por la extensión de la cita, pero creo que valía la pena. Dickens da brillo alo anodino, sentido de eternidad a lo de todos los días, dignidad a las vidas juzgadas«vulgares».

«La poesía más bella es un inventario», afirma Chesterton[3]. El ensayista ingléssubraya la importancia que tiene en la historia de Robinson Crusoe el inventario que hacede los utensilios de la vida ordinaria que han logrado salvarse después del naufragio quedejó al marino abandonado en una isla en medio del océano. Pues Dickens nos deleitacon infinitas listas de cosas ordinarias que cobran nueva vida con su pluma.

La enumeración de los platos que se sirven en las hosterías presentes en todas susnovelas despierta los jugos gástricos del lector. Como botón de muestra, hagamos la listade los platos de la cena que toman Guppy, Smallweed y Jobling, tres personajessecundarios de Casa desolada: carne de ternera y jamón con alubias a la francesa, conrelleno; tres pintas de cerveza. Porción de papas. Uno repite este primer plato, y todospiden espárragos, guisantes, repollos. De esta última verdura todos repiten. Piden máscerveza. Pastel de calabaza. Tres porciones de queso Cheshire. Tres copas de ron… Lospedidos a la camarera son tremendamente graciosos, y Dickens consigue meternos entrelos platos y las mesas de la taberna.

Otro almuerzo memorable es el que ofrece Mr. Micawber a David Copperfield enCanterbury: «Un exquisito plato de pescado, un lomo de ternera asado, salchichas fritas,una perdiz y un budín. Había vino y cerveza muy fuerte; y, después de comer, la señoraMicawber preparó con sus propias manos un cuenco de ponche caliente».

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Los mismos nombres de las hosterías nos transportan a un mundo de sonidos, saboresy olores fácilmente imaginables. Podríamos definir algunos como acogedores, hogareños,cosy, y otros como inquietantes. Recordemos algunos nombres: El Ciervo Blanco, LaBotella de Cuero, El Pavo Real, Los Alegres Areneros, La Cabeza del Sarraceno, ElDragón Azul, Los Tres Alegres Barqueros, El Jabalí Azul, La Cruz de Oro, El LeónBlanco, Los cinco Estibadores.

Las tiendas y los comercios en el mundo de Dickens tienen habitualmente una buenavariedad de productos que ofrecer. Citemos la tienda de la señora Chickenstalker en Lascampanas, el segundo cuento de Navidad salido de su pluma. Se trata de una simpleenumeración que nos mete de lleno en el ambiente fascinante pero ordinario de uncomercio londinense de mitad del siglo XIX, lugar de encuentro de personas normales convidas normales. ¡Pero qué tono de novedad y de misterio da Dickens con su pluma a estarealidad vulgar!:

Una tiendecilla repleta, abarrotada de una gran producción de géneros; unatiendecilla de una voracidad perfecta, con un buche tan amplio y repleto como el de untiburón: queso, mantequilla, leña, jabón, tocino, cerveza de mesa, peonzas, dulces,cometas, semillas para los pájaros, jamón frío, escobas de abedul, piedras para elhogar, sal, vinagre, betún, arenques ahumados, artículos de escritorio, manteca decerdo, setas en salsa, cintas para el corsé, panecillos, volantes, huevos, pizarrines; todopez era bueno para la red de esta insaciable tiendecilla, y en esa red había toda clase deartículos. Sería difícil enumerar cuántas clases de menudencias contenía; pero sícitaremos que los ovillos de bramante, las ristras de cebollas, los paquetes de velas, lasredecillas para las verduras y los cepillos colgaban en manojos del techo, como frutosraros, en tanto que otros botes extraños exhalaban olores aromáticos, corroborando laveracidad de la inscripción que aparecía sobre la portada y que informaba al públicoque el dueño de esta tiendecilla estaba autorizado para vender té, café, tabaco,pimiento y rapé.

La vida cotidiana transcurre en la calle —son innumerables las pinturas de las calles deLondres que encontramos leyendo a nuestro autor—, en los caminos, en los comercios,pero sobre todo en la familia y en el trabajo. Dickens presenta una galería de familias.Tiene predilección por las familias numerosas, que luchan para vivir con dignidad enmedio de un ambiente adverso o difícil. Subraya la ayuda que dan los hermanos mayoresa los más pequeños, la alegría de encontrarse en torno a una mesa, el dolor de unamuerte temprana, que se sobrelleva por el cariño que reina en el hogar. Familias así sonlos Tetterby en El hechizado, o los Toodle en Dombey e hijo, o los Plornish en Lapequeña Dorritt. No todo es fácil en las familias que nos propone Dickens: la viudez esdura de llevar como en el caso de la mamá de Kit en La tienda de antigüedades; laenfermedad del padre condiciona la vida de Lucy, en Historia de dos ciudades; lasrelaciones entre marido y mujer no siempre son armoniosas, como las de Mr. y Mrs.Snagsby en Casa desolada, o entre la hermana de Pip y su marido Joe en Grandes

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esperanzas. Pero estas dificultades se sobrellevan con paciencia, buen humor, capacidadde perdón y esperanza.

El mundo del trabajo es el otro ámbito privilegiado de la vida ordinaria. Dickens nospresenta un variado muestrario de oficinas, bancos, fábricas y comercios en donde lagente normal desarrolla su trabajo. Por lo general, reina la paz y la alegría allí donde seestablecen relaciones de amistad, de camaradería o de buena vecindad. Losestablecimientos para el descanso o los de tipo gastronómico —hosterías, posadas,restaurantes— suelen ser ambientes de trabajo agradables y alegres. También laspequeñas tiendas. En cambio, en las oficinas públicas y en las grandes fábricas reina elanonimato y la inhumanidad. Dickens denuncia la falta de espíritu de servicio y deresponsabilidad por parte de funcionarios y empleados del Estado, y las condicionesinhumanas de los obreros de la industria, que en esos años estaba en plena expansión.

Familia, trabajo, cosas materiales que acompañan la vida de todos los días. Este es elescenario donde se mueven los habitantes del mundo de Dickens. El novelista inglés echauna luz nueva sobre lo ordinario, que le hace cobrar dignidad y sentido. Cabría aquírecordar una frase de un santo contemporáneo, san Josemaría Escrivá de Balaguer,portador del mensaje de la llamada a la santidad en la vida ordinaria, con el que Dickensestaría de acuerdo: «Sabedlo bien: hay un algo santo, divino, escondido en lassituaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir»[4].

OPCIÓN PREFERENCIAL POR LOS POBRES

Mucho se habla hoy de la opción preferencial por los pobres. No nos ha de extrañarporque, como subrayó Benedicto XVI, es algo que pertenece a la entraña misma delEvangelio[5]. No hay duda de que Dickens hizo esta opción al dar vida en su mundo atantos personajes humildes y pobres llenos de dignidad. A su vez, el público para el queescribía era precisamente el de las personas normales y corrientes: pequeñoscomerciantes, amas de casa, oficinistas, obreros.

Nuestro autor logró una sintonía inmediata con este público. Escribe Chesterton: «Hayun tipo de gran hombre que hace sentir a los demás su pequeñez, pero el verdadero granhombre es el que da a los demás el sentimiento de su grandeza»[6]. Los lectorescontemporáneos a Dickens se llenaban de satisfacción al ver sus circunstancias vitalesreflejadas en sus páginas; esto les otorgaba importancia y visibilidad. «Dickens es unejemplo admirable de lo que sucede cuando un autor de genio tiene el mismo gustoliterario que el público. Esta conformidad de gusto era de orden moral e intelectual.Dickens no era como nuestros demagogos y nuestros periodistas ordinarios; él noescribía solamente lo que le gustaba a las gentes del pueblo, sino que amaba también loque ellos amaban. […] Dickens tenía simpatía por los pobres en el sentido griego y literalde la palabra (com-pasión, padecer con); sufría de corazón con ellos, porque lo que losexasperaba lo exasperaba. No era que tuviese piedad del pueblo, que se hiciera sucampeón o simplemente que lo amara: en este asunto el pueblo era él mismo. Único ennuestra literatura, él es la voz no solo de las capas sociales profundas, sino de lo

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subconsciente de esas capas. Él da voz a la cólera secreta de los humildes. Él dice lo quelas clases ignorantes piensan de las clases cultas y lo que sienten respecto a ellas[7]».

El novelista inglés no cae en el simplismo de considerar que los pobres son buenos ylos ricos malos. En la inmensa galería de sus personajes hay pobres muy malos, comoFagin o Bill Sikes en Oliver Twist o el repugnante Uriah Heep en David Copperfield, yricos que son un dechado de virtudes, como las dos familias que acogen al pobre Oliveren sus mansiones londinenses o Mr. Jardnyce en Casa desolada. Más allá de una lecturaclasista, lo que queda claro después de leer sus novelas es que la búsqueda de riquezacomo un fin en sí mismo o el apegamiento a los bienes terrenos quitan la alegría de viviry producen una actitud egoísta que vacía de interioridad a las personas. Y esto puedesuceder tanto a los ricos como a los pobres.

Otro vicio social que Dickens denuncia es la actitud despreciativa que tienen algunaspersonas pudientes respecto a los pobres e ignorantes: un mirar por encima del hombroque descalifica al inferior. Veamos algunos ejemplos del modo en que Dickens consiguepresentar la dignidad de los pobres y la arrogancia de las clases más pudientes. En Lascampanas asistimos a un diálogo revelador. El personaje principal, Trotty, un recaderoque vive prácticamente en la calle, va del brazo con su hija Megg; se encuentra conRichard, un muchacho honesto y pobre. Un funcionario público de buena posición, alenterarse de que Richard y Megg piensan casarse, reacciona de la siguiente manera:

¡Ah! —exclamó Filer con un gruñido—. […] ¡Casarse! ¡Casarse! La ignorancia delos primeros principios de economía política por parte de esta gente, su imprevisión, superversidad, es suficiente. ¡Dios del cielo!, para… ¡Mirad esa pareja, por favor!

Con ironía, el narrador dice que verdaderamente valía la pena mirar a la pareja, porqueestaban realmente enamorados. Pero el funcionario no ve más allá de su nariz:

Puede un hombre vivir más que Matusalén —agregó el señor Filer—; trabajar todasu vida en beneficio de estas gentes; amontonar hechos sobre cifras, hechos sobrecifras, hechos sobre cifras, montaña sobre montaña, y la misma esperanza ha de teneren convencerlos de que no tienen derecho ni razón para casarse, como de que notienen ninguna humana razón ni derecho para haber nacido. Y nosotros sabemos muybien que no lo tienen. ¡Hace tiempo que lo hemos reducido a una exactitudmatemática!

Quizá sea una visión caricaturesca la que se presenta aquí. Pero en la época en queDickens escribía existía la popularización de la doctrina de Thomas Malthus sobre elcontrol de la natalidad. Dirigida fundamentalmente a los pobres, esta teoría tendía aafirmar —por lo menos en sus aplicaciones prácticas— que hay gente que no tienederecho a nacer. Igual que Filer.

La actitud de desprecio hacia el pobre puede manifestarse en no querer admitir queexisten alrededor de uno graves injusticias sociales, que exigen una solución, o al menosuna muestra de caridad. En una de sus últimas obras, Nuestro amigo común, Dickenspresenta a Mr. Podsnap, una persona rica que ofrece una recepción en su mansión. Uno

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de sus invitados le comenta que cinco personas murieron de hambre en la calle, cerca dela casa donde estaban de fiesta. Podsnap no acepta esa noticia, dice que le repugna elsolo hecho de escucharla, y que si fuera verdad —cosa que no admite— la culpa sería deellos, de los muertos. Por otro lado, él no es quién para atacar las obras de laProvidencia. Termina su perorata diciendo que es «un tema sumamente desagradable,diría incluso odioso, que no es digno de ser abordado delante de las esposas y las hijas».

Dickens es un maestro del contraste. Las mansiones aristocráticas habitualmente sonfrías y carentes de vida, como Chesney Wold, residencia de Lord y Lady Dedlock en lanovela Casa desolada. En las casas de los pobres reina por el contrario la alegría y laayuda mutua. El hogar del pobre puede convertirse en un ambiente apto para elcrecimiento de las virtudes. Leamos el siguiente texto de La tienda de antigüedades:

Si alguna vez los afectos y cariños familiares son cosas placenteras, lo son tambiénentre los pobres. Los lazos que atan al rico y al soberbio a su hogar pueden haberseforjado en la Tierra, pero los que ligan al pobre a su humilde morada son de metal máspuro y llevan la impronta del Cielo. El hombre de alta alcurnia puede amar los salonesy las tierras de su patrimonio como parte de sí mismo o como trofeos de su nacimientoy poder; sus asociaciones con ellos son uniones de orgullo, de riqueza y de triunfo; elapego del pobre a la habitación en que vive, que antes ocuparan unos desconocidos, yque quizá mañana la vuelvan a ocupar, tienen unas raíces más dignas, profundamentehincadas en un terreno más puro. Sus dioses lares son de carne y hueso, sin mezcla deplata, oro ni piedras preciosas; no tiene más propiedades que los afectos de sucorazón, y cuando recaen sobre suelos y paredes desnudas, a pesar de los andrajos, lasfatigas y la comida escasa, ese hombre recibe de Dios su amor al hogar y su toscachoza se convierte en un soberbio palacio.

Pero esta visión un tanto idílica de los pobres muchas veces es matizada en las obrasde Dickens con una dosis de realismo social. Si bien hay muchas virtudes entre las clasesmás humildes, también es verdad que el ambiente en el que viven, carente de educacióny de posibilidades, invita al crimen y al delito. En la misma novela que acabamos de citar,la protagonista, Nell, entra en una casa en un suburbio de una ciudad industrial, ypresencia la siguiente escena. En una habitación hay dos mujeres:

En el centro hallábase un grave caballero vestido de negro que, sin duda, acababa deentrar, y tenía a un muchacho cogido del brazo.

—Escuchad, mujer —decía—: aquí tenéis a vuestro hijo sordomudo. Podéis darmelas gracias por habéroslo devuelto. Me lo trajeron esta mañana acusado de robo, y sise hubiese tratado de otro, lo hubiese pasado mal, os lo aseguro. Pero me dio lástimade su desgracia, y pensando que quizá no le hayan enseñado otra cosa, conseguítraéroslo. De aquí en adelante, tened más cuidado con él.

—¿Y a mí no me vais a devolver el mío? —dijo la otra mujer, levantándoseapresuradamente y enfrentándose con él—. ¿No vais a devolverme, el mío, señor, queha sido deportado por el mismo delito?

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—¿Acaso era sordomudo, señora? —preguntó el caballero con severidad.—¿Acaso no lo era, señor?—Sabéis muy bien que no.—Pues sí que lo era —gritó la mujer—. ¡Ha vivido mudo y ciego a todo lo bueno y

lo justo desde que nació! ¡Que a su hijo, quizá, no le hayan enseñado otra cosa!... Y almío, ¿qué le enseñaron? ¿Dónde pudo aprenderlo? ¿Quién había de enseñárselo, nidónde lo había de aprender?

—Calmaos, señora —dijo el caballero—. Vuestro hijo estaba en posesión de suscinco sentidos.

—Claro que sí —gritó la madre—, y por eso era más fácil que se descarriara, portenerlos todos. Si salváis a este muchacho porque quizá no sepa distinguir lo bueno delo malo, ¿por qué no salváis al mío, a quien no le enseñaron nunca la diferencia?Vosotros, los caballeros, tenéis el mismo derecho a castigar al hijo de esta mujer, aquien Dios dejó ignorante del sonido y de la palabra, que a castigar al mío, a quiendejasteis en la ignorancia vosotros. ¿Cuántas muchachas y muchachos —¡ah, yhombres y mujeres también!— de esos que os ponen delante, y de los que no tenéiscompasión, son sordos y mudos de espíritu y hacen mal en ese estado, y los castiganen ese estado, en alma y cuerpo, mientras vosotros, los caballeros, os peleáis por sidebieran aprender esto o aquello? ¡Sed justo, señor, y devolvedme a mi hijo!

—Estáis ofuscada —repuso el caballero, sacando su tabaquera— y lo siento porvos.

—Lo estoy —contestó la mujer—, y vos tenéis la culpa. Devolvedme a mi hijo paraque trabaje por estas criaturas desamparadas. ¡Sed justo, señor, y ya que habéis tenidopiedad para este muchacho, devolvedme a mi hijo!

La posición de Dickens respecto a los pobres no se quedó solo en devolverles ladignidad en sus obras literarias. Conociendo el difícil ambiente del trabajo infantil ofemenino, las carencias del sistema educativo y los daños causados por unos tribunalesde justicia ineficaces, se embarcó en varias campañas para llevar a cabo reformassociales importantes, que ayudaran a la mejora económica y moral de los pobres. En eltestamento de uno de los miembros del club del Maese Humphrey —uno de susprimeros escritos— se decía algo que bien se le podría atribuir a Dickens: además dedejar una cantidad de dinero para repartir entre los más necesitados, el difunto añadíaque «como la verdadera caridad no solo perdona los múltiples pecados, sino que encierraun montón de virtudes, como la indulgencia, la comprensión, la suavidad y la piedad porlas faltas de los demás y el recuerdo de nuestras propias imperfecciones y cualidades, nosrogaba que no investigásemos demasiado en los veniales errores de los pobres, sino queal cerciorarnos de que lo eran, los socorriésemos primero y luego tratásemos derehabilitarlos».

Proponemos una última cita de Chesterton sobre la conciencia de Dickens de ladignidad de los pobres: «Jesucristo estaba destinado a formar una religión queempobrecía a los ricos y enriquecía a los miserables; pero en el momento en que iba aenriquecerlos, pronunció esta frase: “¡Bienaventurados los pobres” […] Entre un millón

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de discípulos que han seguido a Cristo en el camino de esa contradicción divina, Dickensocupa un lugar aparte. En todos sus discursos reformistas este repitió: “Suprimid lapobreza”, pero en todas las descripciones de la vida real dijo: “¡Bienaventurados lospobres!”.

Ha pintado la felicidad de los pobres y se ha preocupado por aligerar sus sufrimientos.Los ha representado como humanos y se ha indignado por las injurias hechas a suhumanidad»[8].

ALEGRÍA Y ESPERANZA DE VIVIR

Aunque en los libros de Dickens hay muchas historias trágicas que muestran maltratosinfantiles, muertes inesperadas y hasta asesinatos, reina en sus páginas una visiónoptimista del hombre y del mundo, y una alegría de fondo, fruto de la bondad de corazónde muchos personajes, que son los que siempre triunfan. El mal es ahogado en el bien, elodio en el amor, la mentira en la verdad.

En el último capítulo de Los Papeles póstumos del club Pickwick asoma esta filosofíade la vida, optimista y positiva:

Dejemos a nuestro amigo [Pickwick] en uno de esos momentos de felicidad sinreservas, de los cuales, si los buscamos, siempre hay algunos que alegren nuestratransitoria existencia en este mundo. Hay sombras oscuras en la tierra, pero sus lucesson más fuertes por contraste. Algunos hombres, como los murciélagos o los búhos,tienen mejor mirada para la oscuridad que para la luz. Nosotros, que no tenemos talespoderes ópticos, preferimos lanzar nuestra última mirada de despedida a los que noshan acompañado en visiones durante tantas horas de soledad, ahora que el brevefulgor del sol de este mundo resplandece de lleno sobre ellos.

Las páginas de Dickens están repletas de personajes que miran a la vida conoptimismo, a pesar de las dificultades por las que pasan: Peggotty, la empleada del hogarde la infancia de David Copperfield, o Tom Pinch, el secretario de Pecksniff en MartinChuzzlewit ganan inmediatamente el corazón del lector por su sencillez, humildad yespíritu positivo. Esta visión de la vida —que es la que prevalece en la obra dickensiana— está ligada a la fe cristiana en la trascendencia y en la existencia de una vida despuésde la muerte. Es el gran consuelo que propone Dickens en las escenas de muerte.Leamos el siguiente diálogo de Oliver Twist entre Oliver y la señora Maylie. Rose, susobrina, está muy enferma, y aparentemente a punto de morir:

—Considere Usted, señora —dijo Oliver, sin poder contener las lágrimas que lesaltaban de los ojos—, considere que es muy joven y muy buena. Yo estoy seguro…estoy seguro… completamente seguro de que no morirá. Dios no puede permitir quemuera tan joven.

—¡Chist! —repuso la señora Maylie, poniendo su mano sobre la cabeza de Oliver—, razonas como un niño, hijo mío, y aun cuando lo que dices sea muy natural en tu

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boca, te engañas completamente; pero ahora recuerdo mis deberes, que había olvidadoun instante, Oliver, y confío que esto se me perdonará, porque ya soy vieja. He vistomuchas enfermedades y muertes para saber qué dolor experimentan los quesobreviven, y sé lo suficiente para conocer que no son siempre los más jóvenes ymejores lo que en este mundo quedan para consuelo de las personas que los aman.Esto mismo, sin embargo, debe consolarnos en vez de afligirnos, porque el cielo esjusto, y semejantes pérdidas nos demuestran, sin que de ello quede la menor duda, quehay un mundo mucho más hermoso que este y que el camino que a él nos conduce esbreve. ¡Cúmplase, pues, la voluntad de Dios!

Finalmente, Rose no morirá en este episodio, como no muere definitivamente ningunode sus personajes, porque los espera el más allá. Las numerosas escenas de muerte quehay en las páginas de Dickens mantienen siempre abierta la puerta a la esperanza. Tal esel caso, entre otros muchos, de la muerte de Nell (La tienda de antigüedades), dePablito Dombey (Dombey e hijo), de Dora (David Copperfield), etc. Esta trascendenciase pone muy de manifiesto en la muerte de Jo, un chico de la calle de la novela Casadesolada. No sabe rezar ninguna oración, pero el médico, cristiano auténtico, le vaenseñando el Padrenuestro. Con esta oración en sus labios pasa al otro mundo. A estechico lleno de bondad, despreciado por casi todos y víctima de una sociedad injusta, leespera un cielo muy grande. Algo análogo le sucede a Smike, en la novela NicholasNickleby.

Si la alegría que reina en el mundo de Dickens encuentra una de sus raíces en laesperanza en el más allá, a este motivo decisivo se le une otro: los personajes más alegresde sus novelas son los que se olvidan de sí mismos y piensan en los demás.

El don sincero de sí es quizá la clave antropológica cristiana más fundamental. Paravivir hay que morir, hay que darse a los demás. Tocamos aquí el núcleo del Evangelio, ypor eso el modelo de vida centrado en el don de uno mismo está encarnado enJesucristo. Sin necesidad de hacer una lectura cristológica de la obra de Dickens, hay enmuchas de sus novelas personajes que adoptan esta perspectiva: olvidados de sí mismosse dan a los demás, y consiguen derramar paz, amor, concordia. Están allí donde losnecesitan para consolar, ayudar, comprender, sostener, animar. Y además, lo hacenrestando importancia a sus sacrificios, con una sonrisa en los labios. Tres ejemplosmagníficos son Agnes en David Copperfield, la pequeña Dorritt en la novela que lleva sunombre, y Esther Summerson en Casa desolada. Tres personajes femeninos que seofrecen como ejemplos de virtudes cristianas atrayentes.

Pickwick es otro ejemplo de una persona que —en medio de sus distracciones y de suingenuidad— se da a los demás. Mientras estuvo en la cárcel, fue un consuelo y unafuente de alegría y esperanza para todos. Al salir, dice a sus compañeros de desdicha:«“¡Dios los bendiga, amigos míos!” Al lanzar este adiós el señor Pickwick, la multitudlanzó un sonoro grito. Muchos de ellos avanzaron, apiñados, para volver a estrechar sumano, cuando él dio el brazo a Perker y salió apresuradamente de la cárcel, mucho mástriste y melancólico en ese momento que la primera vez que entró. ¡Ay, cuántos serestristes y desdichados había dejado atrás!».

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Darse a los demás crea lazos de unión. Así se desprende del final de la historia dePickwick, que contrasta radicalmente con la descripción —que veremos más adelante—de Scrooge, el famoso avaro y personaje principal de Canción de Navidad: «Le conocentodos los pobres de por allí, que nunca dejan de quitarse el sombrero cuando pasa, congran respeto. Los niños lo idolatran, y lo mismo todos los de aquellos alrededores. Todoslos años acude a una gran reunión de familia en casa de Wardle; en esta ocasión, comoen todas las demás va acompañado del fiel Sam, entre el cual y su amo hay un firme ymutuo afecto que solo concluirá con la muerte».

* * *

Encontrar sentido a la vida de todos los días, descubriendo nuevos brillos a locotidiano; preocupación por todas las personas, especialmente por los pobres y humildes;esperanza de una felicidad en el Más Allá que ya se incoa en esta vida a través del donsincero de sí. He aquí algunos de los pilares en los que se sostiene el mundo de Dickensy en los que se debería sostener nuestro mundo, si queremos mejorarlo.

Ya hemos entrado en el universo de Dickens de la mano de Grub el enterrador. Ahoraconoceremos a algunos de sus habitantes.

[1] S. ZWEIG, Tres Maestros, Juventud, Barcelona 1987, pp. 7-8.[2] Ibid., pp. 66-68.[3] Cfr. J. P. WAUCK, «Cristianesimo e Poetica della vita ordinaria, en F. BERGAMINO» (a cura di), Alice dietro lo

specchio. Letteratura coscienza della realtà, Edizioni Sabinae, Roma 2013, pp. 159-205.[4] S. JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, Rialp, Madrid 1975, n. 113.[5] Cfr. BENEDICTO XVI, Discurso inaugural, Aparecida (Brasil), 13-V-2007.[6] G.K. CHESTERTON, Dickens, Ediciones Argentinas Cóndor, Buenos Aires 1930, p. 36.[7] Ibid., pp. 222-3.[8] Ibid., pp. 342-3.

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2.NANCY

Uno de los libros más populares de Dickens es sin duda alguna Oliver Twist. Escritoentre 1837 y 1839, con poco más de veinticinco años de edad, es uno de los clásicos dela literatura universal. El éxito alcanzado en su día perdura hasta la actualidad: llevado alcine bastantes veces, sigue suscitando ternura y compasión. Muchas personas se llamanOliver porque sus madres quedaron enamoradas de este personaje después de leer ellibro o haber visto la película. Si Dickens tiene fama de sentimental, en gran parte sedebe a algunas de las páginas de esta novela.

La historia es conocida, y no la vamos a presentar aquí completa. Ya desde ahoraadelantamos que cada uno de los capítulos en los que se aborda un texto de Dickensquiere ser una invitación a la lectura directa de la obra en cuestión. Solo daremos laslíneas esenciales para que se pueda entender el contexto en que se desenvuelve elpersonaje escogido. Oliver Twist narra la historia de los primeros doce años de un niñohuérfano que lo pasa muy mal en instituciones oficiales de beneficencia y que, harto yade los malos tratos, decide escaparse —después de un período donde trabaja y siguesiendo maltratado en un negocio de servicios fúnebres— a la gran ciudad de Londres.Allí es captado por un judío jefe de una banda de niños ladrones, Fagin, pero pordistintas circunstancias logra salir de ese ambiente y es cuidado con todo cariño por Mr.Brownlow y su ama de llaves, la amable señora Bedwin.

Oliver volverá a caer en las garras de la organización delictiva, lo forzarán para queparticipe en un robo, pero esta circunstancia —el robo falla, los ladrones huyen, y Oliverqueda herido a la vera de un camino— le permite salir definitivamente de ese ambientemalsano. Primero será cuidado, educado y protegido por la señora Maylie y su sobrinaRose, para regresar finalmente a la casa de Mr. Brownlow.

Los ambientes en los que se desenvuelve la historia son las instituciones públicas debeneficencia —denostadas con fuerza por Dickens—, dos mansiones aristocráticas y lostugurios y barrios bajos de Londres, donde reinan el crimen, el robo y la prostitución. Enesta primera novela unitaria —Los papeles póstumos del club Pickwick eran unacolección de sucedidos bastante independientes entre ellos— encontramos las virtudes enlas clases altas, a diferencia de su producción posterior, donde se tiende a poner a los

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ricos en un ambiente frío, egoísta y materialista, mientras que los pobres en general sonvirtuosos y alegres.

Tanto Mr. Brownlow como la señora Mayley son almas desinteresadas y preocupadaspor los demás. Respecto al primero, Dickens escribe que «obstinadamente perseverabaen hacer el bien porque sí y por la gratificación que le producía en el corazón; ningúnfracaso lo desanimaba».

Con este telón de fondo de ambientes muy distintos entre sí —cálidos y acogedoresunos, fríos y repulsivos otros— destaca una figura compleja. Se trata de Nancy, unaprostituta, compañera de Bill Sikes, un ladrón sin escrúpulos caracterizado por sucrueldad. Nancy está atada por su historia pasada al ambiente de crimen en el que semueven Sikes y Fagin, e incluso participa en algunas jugadas contra Oliver para que nose escape de ese ambiente. Pero se le enternece el corazón al ver la pureza, ternura einocencia del niño huérfano, y procura ayudarlo en todos los modos que puede.

En un momento de la historia, Nancy confiesa a Fagin: «No puedo soportar verlo a milado, su presencia me lleva a revolverme contra mí misma y contra todos». La bondadde Oliver es un revulsivo para la vida pecadora de Nancy, que lucha en su interior paracambiar. Su preocupación sincera por Oliver hace que los maltratos que habitualmente lepropina Bill Sikes sean cada vez más violentos. La pobre Nancy se refugia en la bebidaporque piensa que le ayudará a llevar adelante esa amarga vida de la que cree no poderescapar.

Cuando Nancy se entera de un complot que se está tejiendo en contra de Oliver,decide armarse de valor e ir a hablar con Rose, la sobrina de la señora Maylie. A pesar dela mucha distancia entre las dos —distancia social, económica, moral—, Rose se prestaal diálogo de modo muy amable: «La voz dulce, los modales agradables, la ausencia detodo signo de altivez o desagrado, cogieron a Nancy totalmente por sorpresa y rompió allorar». El diálogo que entablan no tiene desperdicio. Nancy se describe a sí misma comouna «criatura infame»: ha vivido desde que nació entre ladrones; las callejuelas deLondres fueron su cuna. Le confiesa que es una de las causantes de las desventuras deOliver, y le transmite noticias importantes sobre los planes que tienen algunos malvadospara eliminar al niño.

A Rose se le enternece el corazón:

—Su intervención en defensa de este querido niño, el hecho de venir hasta aquícorriendo un riesgo tan grande para contarme todo lo que he escuchado, sucomportamiento, que me ha convencido de la verdad de lo que ha dicho, su evidentearrepentimiento y su sentimiento de vergüenza, todo me lleva a creer que aún puedesalvarse.

—¡Ay —dijo la joven cruzando las manos mientras las lágrimas le resbalaban por elrostro—, no haga oídos sordos a las súplicas de alguien de su mismo sexo! La primera,la primera, estoy segura, en hablarle con la voz de la piedad y la compasión. Escuchemis palabras y déjeme salvarla todavía para ofrecerle una vida mejor.

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Nancy se emociona, llora, se pone de rodillas. Rose es la primera persona que la tratacon amor. «Si la hubiera escuchado años atrás, podrían haberme liberado de una vida depecado y de dolor; pero es demasiado tarde, es demasiado tarde». Pero Rose no searredra: «Nunca es demasiado tarde para la penitencia y la expiación».

Lo que retiene a Nancy es su apegamiento a Bill Sikes, a pesar de que la maltrata y leproduce toda clase de sufrimientos. Rose trata de convencerla de que abandone a esehombre. Nancy es escéptica: «Cuando las que son como yo, que no tienen más techoseguro que la tapa del ataúd, ni más amigos en la enfermedad o en la muerte que laenfermera del hospital, entregamos nuestro corazón podrido a cualquier hombre ydejamos que ocupe el lugar que padres, hogar y amigos tuvieron alguna vez, o que quizáestuvo siempre vacío durante todas nuestras vidas desgraciadas, ¿quién puede esperarcurarse?».

La entrevista termina con la promesa de Rose de ayudarla en todo lo que pueda. Fijanuna cita para transmitir información importante a Mr. Brownlow. El encuentro tiene lugaren el Puente de Londres un día a medianoche. Brownlow intenta ayudarla, pero Nancyse resiste: «Estoy encadenada a mi vida anterior. Ahora la odio y la detesto, pero nopuedo dejarla». Y se despiden.

Pero Sikes se entera de la colaboración de Nancy para deshacer el complot contraOliver, y amenaza con matarla. A Nancy le habían quedado grabadas las palabras deRose: «Nunca es tarde para arrepentirse». Se las repite a Bill con intención de querecapacite, aunque Bill no la escucha y descarga su furia sobre Nancy, con un desenlacefatal. En sus últimos momentos, Nancy se pone a rezar a Dios implorando el perdón porsu vida pasada:

Ella se tambaleó y se desplomó, casi cegada por la sangre que emanaba de unaprofunda hendidura en la frente, pero arrodillándose con dificultad, extrajo de su pechoun pañuelo blanco, el de Rose Maylie, y alzándolo hacia el cielo entre las manosentrelazadas tan alto como sus escasas fuerzas se lo permitían, suplicó piedad con vozdébil al Creador.

* * *

«Dios no se cansa nunca de perdonarnos. Nosotros a veces nos cansamos de pedirperdón. No nos cansemos nunca. Él tiene un corazón de misericordia para todosnosotros», nos dice el papa Francisco. Por eso, nunca es tarde para arrepentirse, y pormás pesadas que sean las cadenas que nos unen al pecado, podemos librarnos siacudimos a Dios con dolor de nuestros pecados, como hace Nancy en el últimomomento de su vida. Hagámoslo siempre, sin esperar hasta el final. Así llegaremos conpaz a la hora de nuestra muerte, la hora verdaderamente decisiva.

La conversión de Nancy fue preparada casi inadvertidamente por la pureza de vida deOliver y por la fina caridad de Rose. ¡Cuánto podemos ayudar con el ejemplo de unavida limpia, íntegra, y con palabras amables, llenas de cariño, comprensión, compasión!

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A pesar de nuestra miserias —todos somos pecadores, como Nancy— seamos“personas-cántaro”[1], que dan de beber a otros.

[1] Cfr. FRANCISCO, Evangelii gaudium n. 86.

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3.NICHOLAS NICKLEBY

Entre abril de 1838 y octubre de 1839, los lectores que se habían deleitado con lasaventuras de Pickwick y habían llorado con las desventuras de Oliver Twist, siguieroncon vivo interés las distintas vicisitudes de un muchacho recién salido de la adolescenciay que entraba en la juventud. Se llamaba, como la novela de la que es el protagonistaprincipal, Nicholas Nickleby. Dickens empezó a escribirla cuando solo tenía veintiséisaños.

En las páginas de esta novela larga, el autor inglés narra la historia de una familia declase media rural que entró en problemas después de la muerte del cabeza de familia,quien —instigado por su mujer— había perdido gran parte de su fortuna en laespeculación. Quedan en esta tierra la señora Nickleby, mujer superficial y vanidosa peroen el fondo buena, que provoca ternura y risa a la vez —habla sin parar, recuerdaepisodios de su vida siempre envuelta en la duda de si fue o no así lo que está narrando—, y sus dos hijos, Nicholas y Catherine. Respecto a la relación entre la madre y loshijos, Dickens escribe las siguientes palabras, dignas de ser enmarcadas: «La soberbia esuno de los siete pecados capitales, pero no la que siente una madre orgullosa de sus hijos,puesto que esta es una mezcla de dos virtudes cardinales: la fe y la esperanza. Esta era lasoberbia que inundaba el corazón de la señora Nickleby». Ella tiene confianza en lasvirtudes y capacidades de sus hijos y presagia un futuro grandioso para los dos: fe yesperanza maternales que, en este caso, tenían un fundamento real.

No sabiendo o no teniendo con qué enfrentar el futuro, los Nickleby deciden ir aLondres para visitar a Rudolph, hermano del difunto padre de familia. Este hombre viveen un barrio aristocrático de la capital, y se dedica a los préstamos de dinero. Es soltero,malhumorado, avariento, rodeado de amigos —mejor sería decir clientes— de buenaposición social y de baja catadura moral. Rudolph recibe a sus parientes con frialdad,echa en cara a la viuda lo mal administrador que era su hermano y pone mil dificultadespara ayudarlos. Lo único que hace es recomendar a sus sobrinos para que consigantrabajo. Catherine —joven muy atractiva físicamente, llena de virtudes, preocupada porayudar a su madre y a su hermano— trabajará en una casa de modas como costurera, yNicholas irá a Yorkshire para emplearse en una escuela-pensionado cuyo propietario esMr. Squeers.

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Catherine sufrirá el acoso de uno de los amigos-clientes de su tío Rudolph, y Nicholasla vengará. Pero la historia central es la de Nicholas. Joven lleno de deseos de sacaradelante a su familia, se encamina a Yorkshire y se encuentra con una realidadinesperada: la terrible opresión que sufren los niños pupilos por parte de Mr. Squeers yde su mujer. Son emblemáticos los capítulos donde se narran las barbaridades que haceeste matrimonio con los pobres niños. Dickens quería con esto poner el dedo en la llaga ydespertar las conciencias sobre un sistema educativo que presentaba muchos abusosdesconocidos para el gran público. La crítica fue tan fuerte que varios directores deescuelas con un régimen parecido al descrito allí, escribieron cartas a los periódicosdenunciando a Dickens.

Exagerada o no la realidad en la ficción, lo cierto es que Dickens toma partido ante lasituación social de aquel entonces. Nicholas, que va allí como profesor y ayudante deMr. Squeers, se subleva ante las humillaciones que padecen los niños, y en particular sele parte el corazón con la situación de un muchacho de diecinueve años, con escasacapacidad mental, llamado Smike. Este había sido llevado cuando era muy niño a laescuela. La persona que lo dejó allí había pagado algunas cuotas por adelantado, perodespués nadie reclamó por él.

Dickens describe así el aspecto externo de este personaje:

Sorprendía la extraordinaria mezcla de prendas que constituía su traje. Aunque nodebía de tener más de dieciocho o diecinueve años y era muy alto para su edad,llevaba un traje parecido al que llevan los niños, que a pesar de estarle absurdamentecorto en los brazos y en las piernas, era lo suficientemente amplio para su menguadocuerpo. Para que la parte inferior de sus piernas estuviera de acuerdo con suabigarrado traje, calzaba un par de botas enormes que debieron de haber sido demontar y habían sido usadas probablemente por algún absurdo labrador, pero tanremendadas y cosidas que un mendigo las hubiera desdeñado. Dios sabe el tiempo quellevaba allí, y, sin embargo, su ropa interior era la misma que se puso la primera vez,pues alrededor del cuello tenía un guiñapo que había sido pechera de niño, apenasdisimulado por una corbata ordinaria.

Desde su aparición en escena, Smike despierta el interés de Nicholas:

Era cojo, y mientras aparentaba estar muy ocupado en arreglar la mesa, miraba […]con una expresión tan fija, abatida y desesperada que Nicholas apenas podía soportarlasin angustia.

Smike fue sometido a un régimen de casi esclavitud. Desconocedor de su pasado, noquerido por nadie, maltratado por todos, su vida es un auténtico infierno. En unaocasión, le pregunta a Nicholas:

—Decidme, ¿el mundo es tan malo y tan triste como esto?—¡Dios no lo quiera! —respondió Nicholas siguiendo el curso de sus pensamientos

—: sus trabajos más duros y penosos son la felicidad, si se los compara con esto.

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Ante la petición de Smike de seguir viendo a Nicholas en el mundo exterior a laescuela, este le promete que lo ayudará.

Smike cogió apasionadamente las manos del joven entre las suyas y, apretándolascontra su pecho, murmuró unas palabras ininteligibles. Squeers ent3ró en aquelmomento, y el muchacho volvió de prisa a su rincón.

Nicholas entabla amistad con él, le escucha, le da ternura, le ofrece consejos. Paraun alma tan desgraciada como la de Smike, cualquier detalle de cariño valía oro.Leamos el siguiente diálogo, que tiene lugar en una pequeña habitación junto a un aula:Nicholas de pronto se encontró con la mirada de Smike, que estaba de rodillas ante laestufa buscando entre las cenizas algún pequeño trozo de carbón con que alimentar elfuego. Se había detenido para mirar de hurtadillas a Nicholas, y cuando se vioobservado se volvió hacia atrás como si temiera un bofetón.

—No tienes por qué tenerme miedo —dijo Nicholas amablemente—. ¿Tienes frío?—Noooo…—Estás temblando.—No tengo frío —respondió rápidamente Smike—. Ya estoy acostumbrado.Había en sus maneras un temor tan manifiesto de molestar, y era una criatura tan

tímida y apocada, que Nicholas no pudo menos de exclamar:—¡Pobre muchacho!Si hubiera dado un bofetón al criado, este se habría ido sin decir una palabra. Como

no fue así, se deshizo en lágrimas.—¡Ay Dios mío, Dios mío! —sollozó, cubriéndose la cara con sus manos arrugadas

y callosas–. Mi corazón va a estallar. Sí, no me cabe duda.—¡Cállate! —dijo Nicholas poniéndole una mano sobre su espalda—. Sé un

hombre, pues casi lo eres por la edad. Dios te ayudará.—¡La edad! —siguió diciendo Smike entre sollozos—. ¡Ay Dios! ¡Cuántos años

tengo! ¡Cuántos años han pasado desde que era muy pequeño, más pequeño que todoslos que están aquí! ¿Dónde están todos ellos?

—¿De quién estás hablando? —preguntó Nicholas, deseoso de tranquilizar al pobremuchacho—. Anda, cuéntame.

—Mis amigos —replicó—, yo… mis… ¡Oh! ¡Cuánto he sufrido!—Siempre hay una esperanza —musitó Nicholas sin saber qué decir.—No —añadió el otro—, no; ninguna esperanza me queda ya. ¿Te acuerdas del

chico que murió ayer?—Yo no estaba aquí, ¿sabes? —dijo Nicholas amablemente—. Pero, ¿qué ha

pasado?—Pues bien —respondió el joven, acercándose a Nicholas—, yo estaba con él por

la noche, y cuando todo quedó en silencio, no pidió, como siempre, que fueran losamigos a sentarse a su lado, sino que comenzó a ver alrededor de su cama caras quevenían de su casa; decía que le sonreían, y él les hablaba, y al morir levantaba lacabeza para besarlas, ¿comprendes?

—Sí, sí —repuso Nicholas.

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—Cuando yo me muera, ¿quién vendrá a sonreírme? —sollozó Smikeestremeciéndose—. ¿Quién me hablará en las noches tan largas? Nadie puede venir demi casa y me asustaría si viniesen, porque yo no conozco a nadie, ni nadie me conoce.Dolor y temor; dolor y temor para mí en la vida y en la muerte. ¡Ninguna esperanza,ninguna esperanza!La campana dio la señal de acostarse, y el muchacho, volviendo al oírla a su habitualestado de insensibilidad, se deslizó con miedo de ser visto. Nicholas, poco después,con el corazón oprimido, se recogió.

Un día, Smike, desesperado, huirá de la escuela, pero será descubierto y llevadonuevamente al establecimiento de Mr. Squeers, quien lo azota como escarmiento delantede todos los alumnos. Nicholas no puede soportar el espectáculo: le quita el látigo aldirector y comienza a azotarlo a él. Deja medio muerto a Squeers y decide abandonar laescuela. Al día siguiente de su huida lo alcanza Smike, quien pide acompañarlo:

Al despertar por la mañana estaba procurando recordar sus sueños, relacionados todosellos con su vida en Dotheboys Hall (la escuela de Squeers), cuando al incorporarse yfrotarse los ojos, vio con gran asombro un objeto inmóvil que parecía estar situado apoca distancia de él.

—¡Es extraordinario! —exclamó Nicholas—. ¿Será esta la visión última de midesvanecido sueño? Esto no puede ser real, y, sin embargo, yo… yo estoy despierto.¡Smike!

El objeto se movió, levantóse, avanzó y cayó de rodillas a sus pies. Era el propioSmike.

—¿Por qué te arrodillas ante mí? —dijo Nicholas, alzándolo inmediatamente.—Para ir con vos a donde queráis, a todas partes, hasta el fin del mundo, hasta la

muerte —replicó Smike, agarrándose a sus manos—. Permitidme, sí permitídmelo.Vos sois mi hogar, mi amigo cariñoso; llevadme con vos, por favor.

Ante estas palabras tan conmovedoras, Nicholas accede. Smike le dice que estádispuesto a ser su criado, que no necesita nada, que solo quiere permanecer a su lado. Eljoven Nickleby contesta: «Y lo estarás. Y el mundo será para ti lo que sea para mí, hastaque uno de los dos lo dejemos por otro mundo mejor. ¡Vamos!».

Tras una caminata llena de peligros, los dos pasarán una temporada en Portsmouth,trabajando en una compañía teatral, hasta que Nicholas decide volver a Londres paradefender a su hermana. Lleva consigo a Smike, que pasa a formar parte de la familia.

Por primera vez, Smike vive en un ambiente acogedor. Aunque pobres, son felices, encontraste con lo que le sucede al tío Rudolph: «Los pobres Nickleby estaban reunidos yeran dichosos mientras el rico Nickleby vivía solo y miserable».

En un momento álgido de la trama, Smike es objeto de un secuestro por parte deSqueers y de su supuesto padre, pero logra escapar y es defendido por la familiaNickleby. Ayuda en la casa y se integra a la vida familiar. Pero va pasando el tiempo, ySmike presenta síntomas de enfermedad, tiende a aislarse y a estar triste. El lector se

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enterará de que la tristeza se debe a que está enamorado de Catherine, la hermana deNicholas. Aunque Catherine le quiere con gran afecto, no lo hace como novia oprometida; además, Smike ve que hay otros pretendientes. Es tal el deterioro de su saludque, aconsejado por un médico, Nicholas decide llevar a Smike a Devonshire, dondetranscurrió la infancia de los Nickleby y donde reina un clima más benigno. Smike sedespide de la familia Nickleby y de sus amigos, con el corazón partido.

Smike pasará sus últimos días en una humilde casa campesina, acompañado siemprepor Nicholas, «noche y día; a todas horas y en todo momento; siempre vigilante, atentoy solícito, sin apartarse del deber que se había impuesto para con una persona tandesamparada, tan desdichada como aquella cuyos momentos de vida huían tan de prisa,disminuyendo rápidamente, siempre a su lado. Jamás le abandonaba. Estimularle yreanimarle, satisfacer sus deseos, alentarle y alegrarle con todas su fuerzas, era ahora suconstante e incesante ocupación».

Consolado con la cercanía de Nicholas, a quien le confiesa su amor por Catherine,Smike morirá feliz. En su último sueño tiene una visión reconfortante: «Hermososjardines, que dijo se extendían ante él, llenos de hombres, mujeres y niños, todos con elrostro iluminado. Murmuró luego que aquello era el Edén…, y así murió».

La novela aún tiene que descifrar algunos misterios sobre la vida de Smike,relacionados con el malvado tío de Nicholas. Pero eso ya no nos interesa: el lectorconocerá todos los detalles de la historia a través de la lectura directa de la obra. Lo quequeremos señalar es la actitud de acogida, ternura, cercanía de Nicholas, que revivió lahistoria del Buen Samaritano. Nicholas es el héroe de la novela: a todos atrae por sucarácter transparente, porque huye de la hipocresía, ama la justicia y se apiada de los quesufren. Pero es sobre todo en su relación con Smike donde contemplamos una vida llenade sentido, que se da sin buscar nada a cambio.

* * *

«A un mundo mejor se contribuye solamente haciendo el bien ahora y en primerapersona, con pasión y donde sea posible, independientemente de estrategias y programasde partido. El programa del cristiano, el programa del Buen Samaritano, el programa deJesús, es un “corazón que ve”. Este corazón ve dónde se necesita amor y actúa enconsecuencia»[1]. Son palabras de Benedicto XVI.

Nicholas «ve» el sufrimiento de Smike, su necesidad de afecto, de escucha, y actúa enconsecuencia. San Juan Pablo II recordaba que frente al prójimo que sufre «no nos estápermitido “pasar de largo”, con indiferencia, sino que debemos “pararnos” junto a él».Es estar disponibles para acoger a esa persona que lo está pasando mal, conmovernoscon sus circunstancias dolorosas. Y junto con esas disposiciones, hacer todo lo posiblepara resolver la situación de sufrimiento, físico o moral. Para el santo papa polaco, buensamaritano es «el que ofrece ayuda en el sufrimiento, de cualquier clase que sea. Ayuda,dentro de lo posible, eficaz. En ella pone todo su corazón y no ahorra ni siquiera mediosmateriales. Se puede afirmar que se da a sí mismo, su propio “yo”, abriendo este “yo” alotro. Tocamos aquí uno de los puntos clave de toda la antropología cristiana. El hombre

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no puede “encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a losdemás” (Gaudium et spes, 24). Buen samaritano es el hombre capaz precisamente deese don de sí mismo[2]».

Tratemos de “ver” a nuestro alrededor. Encontraremos tantas oportunidades deconvertirnos en buenos samaritanos: curando, alimentando, consolando, escuchando,sonriendo, rezando.

[1] BENEDICTO XVI, Deus caritas est, n. 31.[2] SAN JUAN PABLO II, Salvifici doloris n. 28.

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4.LA PEQUEÑA NELL

Dickens escribe La tienda de antigüedades en 1840. Es una novela por entregas,publicada en la revista El reloj del Maese Humphrey, dirigida por nuestro novelista.Alcanzará un éxito total: toda Inglaterra seguía la historia de la pequeña Nell y su abuelo.Se cuenta que cuando los barcos llegaban de Inglaterra a Boston, desde el muellepreguntaban los ya numerosos lectores americanos de Dickens cómo seguía la historia ysi Nell había muerto.

La trama de la novela es relativamente sencilla. Una persona anciana vive con su nietade catorce años en una tienda de antigüedades, de la que es propietario. La madre deNell había muerto hace años. El abuelo quiere dejarle a su nieta —a quien amatiernamente— una fortuna como herencia. Para eso, pide prestado dinero a su vecino,Quilp, físicamente un enano y moralmente un ser malvado, y empieza a ausentarse porlas noches dejando a la niña sola. El lector se entera después de algunas páginas de que elabuelo estaba probando fortuna en el juego. Pero pierde todo y Quilp se queda comodueño de la tienda de antigüedades.

Tras una larga enfermedad, el abuelo decide hacer caso a Nell y abandonar la casa,que ya no era suya. Emprenden entonces un largo viaje, huyendo de las tristezas queLondres les había deparado. La niña le había dicho que era mejor salir a los caminos ymendigar que continuar viviendo como estaban. Así serían más felices.

—¡Mendigos… y felices! —exclamó el viejo—. ¡Pobre niña!—Abuelito querido —dijo la chiquilla con una energía que resplandeció en su rostro,

en su voz trémula, en su gesto apasionado—. En eso no me parece que soy una niña;pero aunque lo sea, óyeme suplicar que ojalá tuviésemos que mendigar, trabajar en loscaminos o en los campos para ganarnos la vida difícilmente, antes que vivir comovivimos.

—¡Nell! –exclamó el anciano.—Sí, sí, antes que vivir como vivimos —repitió la pequeña con más firmeza que

antes—. Si estás triste, dime por qué, y yo lo estaré también; si te consumes y cadadía estás más pálido y más débil, déjame que te cuide y procure aliviarte. Si erespobre, seamos pobres los dos juntos; pero déjame estar contigo, déjame estar contigo;no consientas que yo advierta cómo cambias sin saber por qué o me moriré de pena.

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Abuelito querido, vámonos de este sitio tan triste mañana mismo y pediremos depuerta en puerta.

La pequeña Nell todavía no sabe que su abuelo lo perdió todo en el juego por amor aella. Solo le interesa corresponder todo el amor que recibió de él. Desde la primerapágina Dickens retrata a esta niña llena de virtudes: piadosa —nunca deja sus oraciones—, pendiente de las necesidades del abuelo, olvidada de sí.

Una mañana emprenden la marcha. Dickens va describiendo los distintos lugares deLondres por donde pasan, y subraya el espectáculo de miseria que se ve en lossuburbios. Ya fuera de la ciudad, durante el largo camino, se van encontrando con todotipo de personas: familias acogedoras en las que reina la armonía, una compañía deactores ambulantes con distintas personalidades, una señora extravagante que dirige unaexposición de estatuas de cera, gente malvada que quiere aprovecharse de la situacióndesesperada del abuelo y la niña, etc. En definitiva, Dickens, inspirándose en el famosolibro Pilgrim’s Progress de Bunyan, leído por generaciones de ingleses piadosos,presenta una galería de personajes que pintan las virtudes y vicios de la humanidad, conlos que nos topamos en el camino de nuestra vida. Es interesante ver cómo acude amuchos personajes del mundo de la diversión y de la ficción, uniéndose a una largatradición de literatos —Shakespeare, Cervantes, Calderón— que describen el mundocomo un gran teatro.

La actitud de Nell, de total atención y cuidado para su abuelo, va pasando por distintosestados de ánimo. En un momento en que el viejo se siente perseguido por sus enemigos,Nell trata de calmarlo:

—Ya estamos completamente a salvo y no tenemos nada que temer, abuelito.—¿Nada que temer? —contestó el viejo—. ¿Nada que temer si me arrancasen de tu

lado? ¿Nada que temer si nos separasen? Nadie me es fiel. No, nadie. ¡Ni siquieraNell!

—¡Oh, no digas eso —contestó la chiquilla—, pues si hay alguien sincero y fiel en elmundo, soy yo! Y estoy segura de que tú lo sabes.

Nell tiene un buen corazón no solo para su abuelo, sino para todos aquellos que sufrenun dolor. Uno de los encuentros más tiernos tiene lugar con un bondadoso maestro, yaentrado en edad, que les da cobijo dos noches. El maestro está apesadumbrado por laenfermedad de su mejor discípulo. Nell le acompaña al lecho del niño enfermo.Inmediatamente se establece una relación de afecto entre ella y el niño, que finalmentemuere acompañado por los dos.

Las reflexiones de la niña sobre el destino del estudiante son muy dickensianas, perosobre todo manifiestan una fe en la vida trascendente que está presente en toda su obra.Nell está llena de dolor, pero a su vez agradecida a Dios porque se mantiene viva y puedeayudar a su abuelo. Dickens añade:

Y aun cuando pensaba todavía como una niña, sin quizá considerar suficientementea qué esplendorosa y feliz existencia nacen los que mueren jóvenes, y cómo con su

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muerte se evitan el dolor de ver morir a otros en derredor suyo, llevándose a la tumbavivos afectos de su corazón —con lo que los viejos mueren muchas veces en una largavida—, tenía la sabiduría suficiente para extraer una clara y sencilla moral de lo quehabía visto aquella noche y guardarla hondamente en su recuerdo.

Uno de los momentos trágicos de la narración se refiere a la vuelta al vicio del juegopor parte del abuelo. En una noche de lluvia entran a una posada, donde hay un grupo depersonas que juegan a las cartas. El viejo pide a la niña todo el dinero que lleva, y esta,aunque le ruega que no juegue, no puede negarse a darle parte de las pocas monedas queposee. El viejo lo pierde todo, e incluso llegará a robarle lo que le queda a su nieta. Elllanto solitario de Nell rompe el corazón del lector. La nieta se apiada del abuelo yprocura devolverlo al recto camino. Nell se da cuenta que en ese vicio no hay egoísmo,sino el deseo de ganar dinero para ella. A su vez, ve alarmada cómo el abuelo se vainfantilizando a pasos agigantados.

En un momento dado, Nell se siente en la necesidad de sacar al abuelo de la casadonde se aloja la exposición de estatuas de cera, pues él ya estaba planeando robar de lacaja de la exposición y obtener dinero para seguir jugando. Decide despertar al anciano yllevarlo camino adelante. Lo toma de la mano y lo guía.

Mientras él, vencido y humillado, parecía encogerse ante ella y alegrarse y abatirsecual si se hallara en presencia de un ser superior, la pequeña experimentaba una nuevasensación dentro de sí que elevaba su naturaleza y le inspiraba una energía y unaconfianza desconocidas hasta entonces. Ya no había distribución de responsabilidad;todo el peso de sus dos vidas había caído sobre ella, y desde aquel momento habría depensar y obrar por los dos.

Si bien Nell está con nuevas energías espirituales, el cuerpo no la sigue. El camino sehace cada vez más difícil, y los peregrinos están extenuados por el frío, la lluvia y elhambre. Penetran en una ciudad industrial, gris y anónima. A pesar de que las callesestán repletas de gente, Nell siente la soledad. Añora los campos y las pequeñas aldeas.En la gran ciudad todos corren, velan solo por sus intereses o se sienten oprimidos por eltrabajo inhumano de las fábricas, que llenan de humo y hollín el ambiente.

Las altas chimeneas vomitaban un humo negro que se colgaba en densa yamenazadora nube sobre las casas y llenaba el aire de tristeza. […] El tropel de gentecirculaba en dos direcciones opuestas sin muestras de cansancio, afanados en susasuntos, y sin que las especulaciones sobre sus negocios se vieran turbadas por elestruendo de los carros y carromatos cargados de objetos ruidosos, el golpear de loscascos de los caballos sobre el piso húmedo y grasiento, el repiqueteo de la lluvia enlos cristales y en lo alto de los paraguas, los empellones de los más incipientesviandantes y todo el rumor y bullicio de una calle repleta en todo el apogeo de sutráfago. En tanto, dos pobres forasteros, atolondrados y perplejos por aquelapresuramiento que observaban, pero sin tener parte en él, lo contemplabantristemente, sintiendo en medio de la multitud una soledad que solo tiene igual en la

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sed de los marinos náufragos que, agitados de un lado para otro sobre las ondas delpotente océano, cegados sus ojos enrojecidos de tanto mirar el agua que los rodea portodas partes, no tienen una sola gota con que refrescar su lengua ardiente.

Pero no todos son indiferentes en la ciudad. Una noche son acogidos por un hombrepaupérrimo que duerme al calor de un fuego encendido en una fábrica. Se preocupa porlos dos caminantes, y saca de su pobre bolsillo dos peniques para la niña. ComentaDickens: «¡Quién sabe si a los ojos de los ángeles no relucirían con tanto brillo comoesos áureos dones de que nos hablan las tumbas!».

Llega sin embargo un momento en que Nell no puede más. Acude a un hombre que vadelante de ellos y cuando ve su rostro, se desmaya y se queda sin sentido. Se trata delbondadoso maestro que habían encontrado semanas atrás, que recoge a la niña y guía alviejo a una posada, donde le tratan con todo cariño. Nell se recupera, y prosiguen el viajecon el maestro, que había sido destinado a un pueblito de Gales. Allí le consiguen unacasa, y pasan una temporada rodeados del amor de todo el pueblo, que queda extasiadopor las virtudes y la sencillez de Nell. También el abuelo cambia: se da cuenta de quetuvo actitudes egoístas, percibe el desgaste físico de su nieta, y hace todo lo posible poraliviarla de trabajos y sufrimientos. Incluso le dice algo que él mismo había escuchado delabios de Nell: «Te aseguro que seré fiel y sincero, Nell».

El ambiente del pueblito contrasta con el de la ciudad industrial. Dickens lanzaráanatemas contra el industrialismo incipiente que crea una sociedad sin lazos humanos,indiferente ante el dolor. La inhumanidad de este tipo de ciudades será el tema de otraobra de Dickens, de la que hablaremos: Tiempos difíciles. En cambio, en la aldea reina lacomprensión, la bondad, la ayuda mutua. Dickens retrata a un personaje al que llaman“el bachiller”: «El viejecito era el espíritu activo del lugar, mediador en todas lasdiferencias, promotor de todas las fiestas, administrador de la generosidad de su amigo yde la no escasa caridad propia, además; intercesor, consuelo y amigo universal». Lomismo podría decirse del maestro, del sepulturero, etc.

En ese ambiente apacible, extenuada por el esfuerzo del largo viaje, Nell abandona estemundo, rodeada del cariño de todos y de la tristeza de su abuelo. Los lectores de Latienda de antigüedades seguían con tanto fervor la historia, que escribían a Dickens paraque la niña no muriera. Pero Dickens no podía evitarlo. Hay una carta redactada cuandollegaba el momento de escribir sobre la muerte de Nell en la que, refiriéndose apersonajes de la obra, que querían mucho a Nell, y de quienes no hablamos en estaspáginas, confiesa a un amigo: «Tiemblo al acercarme a ese lugar mucho más que Kit;mucho más que el señor Garland; mucho más que el caballero soltero… Nadie la echaráde menos más que yo. Es tan doloroso para mí, que, en realidad, no puedo expresar mipesadumbre. Solo con pensar en la manera de hacerlo sangran de nuevo las viejasheridas». Se refería a la reciente muerte de su cuñada Mary. Con tanta intensidadDickens daba vida a sus personajes y vivía él mismo sus vidas.

Nell abandona un mundo que le ha dado muchos sufrimientos, pero también la alegríade saber que era el bastón y el apoyo indispensables para su abuelo. En sus últimosmomentos solo recuerda cosas buenas: a quienes los habían ayudado en su largo viaje, a

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su amigo Kit, etc. «Jamás había dejado escapar una sola queja, y con una absolutatranquilidad de espíritu, sin más variación que el mostrarse cada día más sincera yagradecida, se extinguió como la luz de un atardecer estival».

Desde una perspectiva trascendente —la única capaz de hacer comprensible lacosmovisión de Dickens—, el autor comenta:

¡Ay, qué difícil es aprender de memoria las lecciones que esas muertes enseñan!Pero que nadie las rechace, porque son las que todos debemos aprender, y se trata deuna poderosa Verdad universal. Cuando la Muerte derriba al joven e inocente, porcada frágil forma de que liberta al espíritu anheloso se alzan cien virtudes con hechurade piedad, caridad y amor, para que recorran el mundo y lo bendigan. De cada lágrimaque los apesadumbrados mortales derraman sobre esas tumbas, nace algún bien ysurge una naturaleza más dulce. De las pisadas de la que todo lo destruye surgenesplendorosas creaciones que desafían su potencia, y su oscura senda se convierte enun camino de luz hacia el Cielo.

«Siempre estaba alegre, muy alegre. Recuerdo que había siempre en ella algo suave yreposado desde un principio, pero se sentía feliz», dijo el abuelo, después de su muerte.Este anciano acompañará poco tiempo después a Nell al otro mundo: formaban unapareja inseparable.

* * *

«Ya no había distribución de responsabilidad; todo el peso de sus dos vidas habíacaído sobre ella, y desde aquel momento habría de pensar y obrar por los dos». A vecestenemos que cargar con la vida de los demás. No por ansias de dominio, sino por amor.Todavía resuena en la historia la pregunta de Caín a Dios: «¿Acaso soy yo el guardián demi hermano?» (Gen 4, 9). La respuesta es un sí rotundo. «Llevemos los unos las cargasde los otros y así cumpliremos la ley de Cristo» (Gal 6, 2-4), nos dice san Pablo. Losachaques del abuelo de Nell pueden ser hoy los de un marido o una esposa enfermos, losde un hijo que cayó en la droga, los de una persona limitada o anciana en el seno denuestras familias. O los de alguien cercano a nosotros que padece de depresión y no sepuede valer por sí mismo.

Vale la pena vivir esa responsabilidad con generosidad. La consecuencia será paz,alegría, serenidad en medio del dolor. Como Nell, que «siempre estaba alegre, muyalegre».

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5.BARNABY RUDGE

A lo largo de 1841, en la publicación periódica El reloj del Maese Humphrey —lamisma donde se había publicado La tienda de antigüedades—, Dickens da a luz sunovela Barnaby Rudge, que transcurre en Londres en 1780, en torno a los motinesanticatólicos liderados por George Gordon, y que dejaron centenares de muertos yheridos.

Se trata de una obra escrita durante una juventud llena de iniciativas editoriales:Pickwick, Oliver Twist, Nicholas Nickleby y la pequeña Nell nacen literariamente en elarco de pocos años. A estos personajes se les une Barnaby Rudge, un retrasado mental,lleno de buenos sentimientos y en plena armonía con la naturaleza, que está siempreacompañado de un cuervo, llamado Grip, hablador y casi humano. Circunstanciasfortuitas hacen que Barnaby se encuentre plenamente involucrado en los desórdenescausados por las masas manipuladas por fanáticos, que se oponían al reconocimiento dealgunos derechos para los católicos súbditos de su Majestad Británica.

En el prefacio a esta obra, Dickens confiesa que no tiene simpatías por la IglesiaRomana, aunque reconoce «tener, como la mayoría de los hombres, algunos queridosamigos entre los creyentes de su credo». A pesar de sus pocas simpatías por la IglesiaCatólica, en las páginas de Barnaby Rudge sus fieles son presentados siempre comovíctimas de un fanatismo religioso lleno de prejuicios, y en general salen muy bienparados en comparación con algunos protestantes exaltados.

A Dickens le reventaba la utilización fraudulenta de la religión. De gran actualidad sonlas siguientes palabras del prefacio:

No es necesario decir que esos bochornosos tumultos, si bien tiñeron de vergüenzael tiempo en el que tuvieron lugar y a todos los que actuaron y tomaron parte en ellos,nos enseñaron una buena lección: lo que falsamente llamamos un lema religioso puedeser fácilmente utilizado por hombres sin religión, y que en su vida cotidiana no prestanla menor atención a los más comunes principios de lo bueno y de lo malo; queengendra la intolerancia y la persecución, que carece de sentido, es obsesivo,empecinado y despiadado; toda la Historia nos lo enseña.

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Volvemos a encontrar esta idea en boca de uno de los personajes más amables de todala producción literaria de Dickens, el cerrajero Gabriel Varden. Ante los desmanesprovocados por las masas ciegas, Varden dice a su mujer:

Recordad que, de todas las cosas malas, las peores son las buenas cuando se hacemal uso de ellas. Por ejemplo, una mujer mala es muy mala, pero cuando se extravíauna buena por malas influencias, es peor que la mala. Lo mismo sucede con la religión.

Lo escribe Dickens un siglo y medio antes de la expansión del terrorismo de matrizfundamentalista.

Muchos de los capítulos de esta novela tienen un no-personaje: la masa ciega, brutal,que destruye lo que encuentra a su paso movida por el odio, el interés personal y lasbajas pasiones, y a su vez manipulada por fanáticos. Como sucederá unos años mástarde, cuando escriba Historia de dos ciudades, las descripciones de una masadesbordada e inhumana causan escalofríos. Lamentablemente, al leerlas, es fácil que allector contemporáneo le vengan a la memoria sucedidos de la historia reciente de su paísy del mundo. Como botón de muestra, transcribamos la acción de la masa al atacar unaposada, Maypole, donde transcurren bastantes escenas de la novela. Estamos a trecemillas de Londres:

¡Quién lo había de decir! Aquel establecimiento venerado, donde los más osados nohubieran entrado sin una especial invitación del amo, aquel santuario, aquel misterio,aquel sanctasanctórum, se veía inundado de hombres, de garrotes, de palos, deantorchas, de puñales y de pistolas, y se oía dentro de sus paredes, depósito de lostesoros báquicos, un atronador estruendo de gritos, juramentos, blasfemias,carcajadas, amenazas de locos, un templo infernal y diabólico. Todos aquellosperdidos y miserables van y vienen, entran y salen por la puerta o por la ventana,rompen los aparadores, alzan los barriles, se beben los licores en vasijas de porcelana,montan a horcajadas sobre los toneles, fuman en las pipas reservadas a John y a susparroquianos, saquean las respetadas hileras de naranjas y limones, cortan y rajan agrandes rebanadas el queso de Chester, destrozan los cajones inviolables y los abren depar en par, se meten en los bolsillos las cosas que no les pertenecen, se reparten eldinero del cajón del mostrador, destruyen, devastan, rompen, pisan y arrojan comodementes todo cuanto encuentran, y nada hay para ellos sagrado. Se ven hombres portodos lados, arriba, abajo, en el salón, en la cocina, en las alcobas, en el patio y hastaen las caballerizas.

¿Habrán leído los modernos perpetradores de saqueos esta novela de Dickens?Si la masa se caracteriza por su inhumanidad, también es temible por su anonimato.

Hay una escena patética donde una multitud está rodeando a un católico. Desde la masale tiran una gran piedra. El católico, con valentía, pregunta quién la ha tirado, y nadieresponde. Es un silencio atronador: ha triunfado la irresponsabilidad.

Pero no todo es masa amorfa en Barnaby Rudge. Hay muchos personajes muy biendelineados. El trío formado por Barnaby, su mascota Grip y la sufrida madre del idiota

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suscita en el lector ternura y compasión. Aquí nos referiremos a tres personajessecundarios a quienes Dickens, con tres pinceladas, describe de pies a cabeza.Podríamos definirlos como «el cabeza dura», «la vanidad», y «el espíritu decontradicción».

En primer lugar, el «cabeza dura». Se trata de John Willet, que regentea la posadaMaypole, cuyo dueño es un católico de buena posición, Mr. Haredale. Dickens lodescribe de la siguiente manera:

Hombre corpulento, de ancha cabeza, cuyo abultado rostro denotaba una profundaobstinación y una rara lentitud de entendederas, a la que se sumaba una confianzaciega en su propio talento. La jactancia ordinaria de John Willet en los momentos debuen humor consistía en decir que, si sus ideas adolecían de cierta lentitud, en cambioeran sólidas e infalibles, aserto que no podía contradecirse al comprobarse que eraexactamente lo contrario de la prontitud, y uno de los hombres más obstinados y mástajantes que hubiesen existido, seguro siempre de que cuanto decía, pensaba o hacíaera irreprochable, y cosa establecida y ordenada por las leyes de la naturaleza y laProvidencia, siendo inevitablemente y de toda necesidad un disparate lo que decía,pensaba o hacía en sentido contrario cualquier otra persona.

Seguramente el lector ha pensado que esta descripción le encaja perfectamente bien aalgún miembro de su familia o del círculo de amigos. Hay gente muy segura de susopiniones, con escasa o nula capacidad de diálogo, que se sorprenden o se sientenheridos si se les lleva la contraria. Solo conocen dos colores: el blanco y el negro. Paraellos, los matices no existen; suelen confundir lo opinable con lo dogmático; les faltaflexibilidad mental y la humildad para admitir que el otro puede tener razón.

También en nuestro entorno descubriremos personas como Simon Tappertit, aprendizde cerrajero en la casa de Gabriel Varden, y posteriormente uno de los cabecillas de larevuelta anticatólica, representante de la vanidad, esa excesiva solicitud por la imagen denosotros mismos que damos a los demás. La vanidad crea gente superficial, sinprofundidad existencial, y que suele rayar en lo ridículo. Leamos:

Sim, como era llamado por la familia del cerrajero, o Simon Tappertit, como él sellamaba a sí mismo y exigía que le llamaran todos los hombres en la calle, los días defiesta y los domingos de asueto era un muchacho anticuado, de rostro enjuto, pelolacio, nariz afilada, ojos pequeños y corta estatura, poco más de cinco pies, aunqueestaba completamente convencido de superar la altura mediana y de ser más bien alto,en realidad, que bajo. Por su cuerpo, que no estaba mal formado si bien tendía a laflacura, sentía la mayor de las admiraciones, y sus piernas, que en sus calzones cortoseran dos curiosidades por su exigüidad, le excitaban un entusiasmo que casi rayaba enéxtasis. Tenía además algunas ideas majestuosamente elevadas, que nunca habíansondeado a fondo sus amigos más íntimos, sobre la magia de sus ojos, aunque no seignoraba que había llegado a jactarse de poder vencer y sojuzgar la beldad más altivapor medio de un recurso que él llamaba «dominarla con la mirada»; pero es forzoso

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añadir que, de este poder, así como del don que pretendía tener de imponerse y domara los animales más rabiosos, nunca había presentado una prueba satisfactoria ydecisiva.

Simon Tappertit terminará mal, a pesar de su alta autoestima. En los disturbiosanticatólicos pierde las dos piernas, objetos de su ridícula veneración.

Nos queda por conocer a la señora Martha Varden, esposa del cerrajero.

Era una dama con lo que habitualmente se denomina un genio impredecible,expresión que, interpretada, significa que su genio era el más adecuado para incomodarmás o menos a todo el mundo. Así pues, sucedía con frecuencia que, cuando losdemás estaban alegres, la señora Varden estaba triste, y cuando los demás estabantristes, la señora Varden tenía arrebatos de alegría sorprendentes. En efecto, larespetable ama de casa era de un carácter tan caprichoso que no tan solo superaba algenio de Macbeth en su aptitud para manifestar al mismo tiempo prudencia, asombro,moderación y furor, lealtad e indiferencia, sino que su voz cambiaba de escala, subía ybajaba en todos los tonos y todos los modos posibles en menos de un cuarto de hora,y en una palabra, sabía manejar el triple campaneo y tocar al vuelo los instrumentosimpetuosos del campanario femenino con una destreza y una rapidez de ejecución queasombraban a todos lo que la oían.

Martha termina bien porque aprenderá las lecciones que le da la vida. Modera sucarácter y se convierte en una buena esposa, madre, vecina y amiga.

* * *

Estamos rodeados de muchas personas como John Willet, Simon Tappertit y MarthaVarden. La tozudez es propia de personas poco inteligentes; la vanidad es, como sunombre indica, vana, vacua, vacía, sin fundamento; la falta de dominio del carácter haceque los demás sufran. Pero además de descubrir en nuestros prójimos las copias vivas deestos personajes de ficción, es bueno que nos preguntemos: ¿No habrá en nuestrointerior alguno de esos rasgos tan desagradables? La probabilidad de encontrar un pocode tozudez, vanidad o mal carácter es bastante alta. Reconozcámoslo con humildad ytratemos de mejorar.

Por otro lado, hay que convivir con todos —también con nosotros mismos— conpaciencia. Aquí va, para terminar este capítulo, una perla que encontramos en estanovela poco conocida de Dickens, pero llena de enseñanzas. Son palabras de Mr.Haredale, el católico propietario de Maypole: «Los hombres que aprenden a tenerpaciencia son los que dan a todos sus semejantes el nombre de hermanos». Y es que lapaciencia nace del amor.

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7.EBENEZER SCROOGE

En 1842, Dickens escribe y publica una de sus obras más famosas, Canción deNavidad. La atmósfera invernal de Londres, donde casi todos procuran celebrar conalegría y con renovados sentimientos las fiestas navideñas, ha quedado retratada en laspáginas de esta obra para pasar a formar parte del imaginario colectivo. Dickens y laNavidad van unidos de la mano, y todavía hoy se lee con provecho este cuento donde laternura y los buenos deseos se entremezclan con una enseñanza moral siempre válida: lanecesidad de convertirse interiormente, de sacar del corazón el egoísmo y la avaricia,para dejar paso al amor desinteresado y al cuidado de los demás.

En esta obra, Dickens presenta varios de los prejuicios de los ricos respecto a lospobres: si hay gente en la miseria es porque son unos vagos; la culpa recae sobre ellos.Dickens arremete contra esta hipocresía, y tampoco escatima críticas a las institucionessociales que teóricamente estaban al servicio de los pobres, pero en realidad loscondenaban a una vida inhumana.

La historia es muy conocida, pero vamos a resumirla en las siguientes páginas, con eldeseo de que inciten al lector a un contacto directo con la obra. Estamos en una oficinade Londres, la Scrooge & Marley. Mr. Scrooge ha quedado solo a cargo de la compañíaque se dedica a negocios lucrativos. Su socio James Marley ha muerto hace siete años.De carácter hosco y solo interesado por sus negocios, Scrooge es un insociable quedesprecia todo cuanto ve a su alrededor y califica de «paparruchas» aquello que no seatrabajar para lucrar, incluido el «espíritu de Navidad». Así se lo hace entender a susobrino y a su empleado, Peter Cratchit, cuando lo felicitan por las fiestas.

Lo vemos en una ocasión en que se presentan dos personas en la oficina:

Eran unos caballeros corpulentos, de agradable presencia, y ahora estaban de pie,descubiertos, en el despacho de Scrooge. Llevaban en la mano libros y papeles, y lesaludaron con una inclinación de cabeza.

—De Scrooge y Marley, creo —dijo uno de los caballeros comprobando su lista—.¿Tengo el placer de dirigirme a Mr. Scrooge o a Mr. Marley?

—Mr. Marley lleva muerto estos últimos siete años —repuso Scrooge—. Murióhace siete años, esta misma noche.

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—No nos cabe duda de que su generosidad está bien representada por su sociosupérstite —dijo el caballero presentando sus credenciales. Y era cierto, porque elloshabían sido dos almas gemelas. Al oír la ominosa palabra «generosidad», Scroogefrunció el ceño, negó con la cabeza y devolvió las credenciales.

—En estas festividades, Mr. Scrooge —dijo el caballero tomando una pluma—, esmás deseable que nunca que hagamos alguna ligera provisión para los pobres ymenesterosos, que sufren muchísimo en estos momentos. Muchos miles carecen de lomás indispensable y cientos de miles necesitan una ayuda, señor.

—¿Ya no hay cárceles? —preguntó Scrooge.—Está lleno de cárceles —dijo el caballero volviendo a posar la pluma.—¿Y los asilos de la Unión? —inquirió Scrooge—. ¿Siguen en activo?—Sí, todavía siguen —afirmó el caballero—, y desearía poder decir que no.—Entonces, ¿están en pleno vigor la Ley de Pobres y el Treadmill[1]? —dijo

Scrooge.—Los dos muy atareados, señor.—¡Ah! Me temía, con lo que usted dijo al principio, que hubiera ocurrido algo que

les impidiera seguir su beneficioso derrotero —dijo Scrooge—. Me alegro mucho deoírlo.

—Teniendo la impresión de que esas instituciones probablemente no proporcionan alas masas alegría cristiana de mente ni de cuerpo —respondió el caballero—, unoscuantos de nosotros estamos intentando reunir fondos para comprar a los pobres algode comida y bebida y medios de calentarse. Hemos elegido estas fechas porque escuando la necesidad se sufre con mayor intensidad y más alegra la abundancia. ¿Concuánto le apunto?

—¡Con nada! —replicó Scrooge.—¿Desea usted mantener el anonimato?—Deseo que me dejen en paz —dijo Scrooge—. Ya que me preguntan lo que

deseo, caballeros, esa es mi respuesta. Yo no celebro la Navidad, y no puedopermitirme el lujo de que gente ociosa la celebre a mi costa. Colaboro en elsostenimiento de los establecimientos que he mencionado; ya me cuestan bastante, yquienes están en mala situación deben ir a ellos.

—Muchos no pueden ir; y muchos preferirían la muerte antes de ir.—Si preferirían morirse, que lo hagan; es lo mejor. Así descendería el exceso de

población. Además, y ustedes perdonen, a mí no me consta.—Pero usted tiene que saberlo –observó el caballero–.—No es asunto mío –respondió Scrooge–. A un hombre le basta con dedicarse a sus

propios asuntos sin interferir en los de los demás. Los míos me tienen a mícontinuamente ocupado. ¡Buenas tardes, caballeros!

Viendo claramente que sería inútil seguir insistiendo, los caballeros se retiraron.Scrooge reanudó sus ocupaciones con una opinión de sí mismo muy mejorada y mejorhumor del que en él era habitual.

Scrooge solo se preocupa de sí mismo, y confía en que las instituciones públicas se

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ocupen de las necesidades de los demás. Él paga sus impuestos y tiene la concienciatranquila. Por otro lado, participa de las ideas ya difundidas en Inglaterra por Malthus encontra de la natalidad. Doctrinas que nacen con un sesgo clasista, porque se trata deevitar que los más pobres tengan hijos.

Si este diálogo es ya bastante claro para conocer la figura de Scrooge, el lector tendráuna imagen todavía más nítida con la siguiente descripción:

¡Viejo pecador avariento que extorsionaba, tergiversaba, usurpaba, rebañaba,apresaba! Duro y agudo como un pedernal al que ningún eslabón logró jamás sacaruna chispa de generosidad; era secreto, reprimido y solitario como una ostra. Lafrialdad que tenía dentro había congelado sus viejas facciones y afilaba su narizpuntiaguda, acartonaba sus mejillas, daba rigidez a su porte; había enrojecido sus ojos,azulado sus finos labios; esa frialdad se percibía claramente en su voz raspante. Habíaescarcha canosa en su cabeza, cejas y tenso mentón. Siempre llevaba consigo su gélidatemperatura; él hacía que su despacho estuviese helado en los días más calurosos delverano, y en Navidad no se deshelaba ni un grado. Poco influían en Scrooge el frío yel calor externos. Ninguna fuente de calor podría calentarle, ningún frío invernalescalofriarle. Él era más cortante que cualquier viento, más pertinaz que cualquiernevada, más insensible a las súplicas que la lluvia torrencial. Las inclemencias deltiempo no podían superarle. Las peores lluvias, nevadas, granizadas y neviscas podríanpresumir de sacarle ventaja en un aspecto: a menudo ellas «se desprendían» congenerosidad, cosa que Scrooge nunca hacía. Jamás le paraba nadie en la calle paradecirle con alegre semblante: «Mi querido Scrooge, ¿cómo está usted? ¿Cuándovendrá a visitarme?». Ningún mendigo le pedía limosna; ningún niño le preguntaba lahora; ningún hombre o mujer le había preguntado por una dirección ni una sola vez ensu vida. Hasta los perros de los ciegos parecían conocerle; al verle acercarse,arrastraban precipitadamente a sus dueños hasta los portales y los patios, y despuésdaban el rabo, como diciendo: «¡Es mejor no tener ojo que tener el mal de ojo, amociego!». Pero a Scrooge, ¿qué le importaba? Eso era precisamente lo que le gustaba.Para él era una “gozada” abrirse camino entre los atestados senderos de la vidaadvirtiendo a todo sentimiento de simpatía humana que guardase las distancias.

Dickens ya ha puesto delante de nuestros ojos a este personaje antipático, encerradoen sí mismo, que contrasta con el ambiente navideño que se vive en las calles y en lascasas. ¿Qué hará con él? Lo someterá a una experiencia sobrenatural que terminará porconvertirlo. Cuando regresa a su casa, después del diálogo sostenido con los dospersonajes que le piden colaboración para los pobres, se le aparece un fantasma: nadamenos que el alma en pena de su socio fallecido, James Marley. Scrooge estáaterrorizado, pero poco a poco presta oídos al espectro, que lleva unas pesadas cadenas.Sigamos su diálogo:

—Siete años muerto —musitó Scrooge—, y andando todo el tiempo.

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—Todo el tiempo —repuso el fantasma—. Sin reposo, ni paz. Con la incesantetortura del remordimiento.

—¿Y viajas muy de prisa?... —preguntó Scrooge.—En alas del viento —respondió el fantasma.—Habrás pasado por encima de una gran cantidad de tierras en siete años —

observó Scrooge.El fantasma, al oír esto, lanzó otro grito e hizo resonar la cadena en forma tan

horrenda, en medio del silencio de la noche, que el sereno hubiera tenido motivos paracastigarle por escándalo.

—¡Ay!... ¡Cautivo, aherrojado y con grilletes!... —exclamó el fantasma—. ¡Nosaber que siglos de labor incesante realizada en la tierra por seres inmortales habrán depasar a la eternidad sin que se haya hecho todo el bien que puede hacerse en ella! ¡Nosaber que a todo espíritu cristiano que obre con bondad en su pequeña esfera, sea cualfuere, habrá de parecerle excesivamente corta su vida mortal para las inmensasposibilidades de ser útil! ¡No saber que no hay pesar que pueda enmendar una vida deoportunidades desaprovechadas! ¡Y, sin embargo, eso hice yo! ¡Ay, eso hice yo!

—Pero tú siempre fuiste un magnífico hombre de negocios, James —balbucióScrooge, que ya empezaba a aplicarse todo aquello a sí mismo.

—¡Negocios!... —exclamó el fantasma, retorciéndose las manos de nuevo—. Elgénero humano era lo que debía importarme. El bienestar común era de lo que debíaocuparme; la caridad, la piedad, la indulgencia y la benevolencia eran cuenta mía. ¡Lostratos de mi comercio apenas debían constituir una gota de agua en el inmenso océanode mis quehaceres!

Marley se da cuenta de que su vida fue un sinsentido. Se dedicó a los negocios de unaforma tan absorbente que perdió la oportunidad de hacer el bien a los demás. Ahora estápagando sus pecados en el otro mundo, y advierte a Scrooge que va por el mismocamino, pero que tiene la oportunidad de cambiar el rumbo de su vida y convertirse. Enconcreto, Marley anuncia a su antiguo socio la llegada de tres espíritus —fantasmas oespectros—: el Espíritu de las Navidades Pasadas, el de la Presente y el de la Navidaddel futuro.

A partir de este diálogo, la narración se estructura en torno a estas tres apariciones.Scrooge contempla su vida pasada, cuando todavía no estaba cegado por la avaricia. Lasvisiones que se suceden van penetrando en su corazón, que advierte todo lo que haperdido en una vida de codicia y egoísmo.

El Espíritu de la Navidad Presente le hace contemplar la alegría que reina entre lospobres, quienes no tienen bienes materiales pero sí un corazón sencillo y agradecido:

Muchas cosas vieron, muy lejos llegaron y múltiples hogares visitaron y siempre conun feliz resultado. El Espíritu se detuvo junto al lecho de los enfermos, y se alegraban;en tierras extranjeras, y se creían en su patria; junto a los hombres que luchaban, y semostraban pacientes en su mayor esperanza; cerca de los pobres, y se considerabanricos. En el hospicio, en el hospital y en la cárcel, en todos los refugios de la desgracia,

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donde el hombre vanidoso, en su escasa y breve autoridad, no había atrancado lapuerta y cerrado el camino al Espíritu, dejó este su bendición y le enseñó a Scroogesus preceptos.

También contemplan el hogar de su empleado: una familia numerosa, pobre, con unhijo enfermo, pero lleno de calor y de luz:

No había nada de alta categoría en lo que hacían. No eran una familia distinguida;no iban bien vestidos; sus zapatos estaban lejos de ser impermeables; sus ropas eranescasas, y Peter podría haber conocido, y es muy probable que así fuera, el interior deuna casa de empeños. Pero estaban felices, agradecidos y satisfechos unos de otros, ycontentos con el presente. Cuando empezaron a perderse de vista, todavía parecíanmás felices, con el brillante chisporroteo de la antorcha del espíritu que se marchaba, yhasta el último instante Scrooge no apartó de ellos sus ojos, sobre todo de Tiny Tim (elhijo enfermo de Peter).

Un poco más adelante, el Espíritu de la Navidad Presente hace ver a Scrooge unasiento vacío en la casa de los Cratchit: el pequeño Tim había muerto. Scrooge quiereque se salve. A lo que el Espíritu responde:

—Si el futuro deja intactas esas sombras —repitió el fantasma—, ninguno de los demi raza le volverá a encontrar aquí. ¿Y qué importa? Si él ha de morir, mejor será quemuera y disminuya el exceso de población.

Scrooge bajó la cabeza al oír sus palabras repetidas por el Espíritu y se sintióabrumado de arrepentimiento y de pesar.

—Hombre —dijo el Espectro—, si eres hombre de corazón y no de diamante,prescinde de esa jerga perversa hasta que hayas averiguado cuál es el exceso y dóndeestá. ¿Vas a decidir tú qué hombres son los que han de vivir y cuáles han de morir?Quizá a los ojos de Dios eres tú más indigno y menos apto para la vida que otrosmillones iguales al hijo de ese pobre hombre. ¡Ay Dios! ¡Tener que oír al insecto queestá sobre la hoja hablar dogmáticamente sobre el exceso de vida entre sus hermanoshambrientos en el polvo!

Scrooge se inclinó ante el reproche del Fantasma y, tembloroso, bajó los ojos alsuelo.

El proceso de conversión va avanzando. Ahora a Scrooge le parece horrible sostenerlas doctrina malthusianas que defendía al principio. ¿Qué diría Dickens de laslegislaciones de tantos países contemporáneos, que utilizan esa «jerga perversa» ycondenan a la muerte a los niños en el vientre de las madres y a los enfermos terminales?Estoy seguro de que se sublevaría.

La conversión final sucede con la aparición del tercer Espíritu, el de la Navidad delFuturo. A diferencia de los anteriores espectros, este no habla: solo muestra escenas yseñala con el dedo.

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—¡Fantasma del Futuro! —exclamó—. Me das más horror que ninguno de losespectros que hasta ahora he visto. Pero como comprendo que pretendes hacerme unbien, y como espero vivir para ser un hombre distinto de lo que fui, dispuesto estoy adaros compañía y a hacerlo con el alma agradecida. ¿No me hablaréis?

El espíritu no le habla, pero son tan fuertes las escenas que le presenta –su propiamuerte, sus bienes robados, las risas que provoca en los demás su vida avarienta, y laausencia total de sentimientos de dolor por parte de ninguna persona cuando se enterande su fallecimiento– que su conversión es definitiva. Se despierta: es Navidad, ycomienza a hacer el bien a diestra y siniestra, empezando por su sobrino y por la familiade su empleado. También hace un donativo muy generoso a los dos señores que en lavíspera le habían pedido ayuda para socorrer a los necesitados en las fiestas. El alma sele llena de alegría.

* * *

«A un hombre le basta con dedicarse a sus propios asuntos sin interferir en los de losdemás. Los míos me tienen a mí continuamente ocupado. ¡Buenas tardes, caballeros!».Es la actitud del individualismo imperante en nuestra cultura materializada. Por eso faltatanta alegría. Al leer o releer la Canción de Navidad, es más fácil entender este texto delpapa Francisco: «El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora ofertade consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de labúsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada[2]».

La moraleja del cuento es tan clara que no añadimos ni una palabra más. Si el lectorquiere profundizar, remito al capítulo dedicado a Dickens del libro de Albino Luciani,futuro Juan Pablo I: Ilustrísimos señores. Lo van a disfrutar.

[1] El Treadmill era un instrumento de tortura que se utilizaba en el s. XIX en Inglaterra.[2] FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 2.

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8.MARK TAPLEY

Un personaje de la muy poblada galería dickensiana digno de atención es Mark Tapley,de la novela Martin Chuzzlewit, que nuestro autor publicó por entregas mensuales entre1843 y 1844, y en la que vertió sus críticas irónicas a la realidad social de EstadosUnidos. Mark Tapley no es el personaje principal de la historia, pero su carácter ejerceuna atracción irresistible en el lector. Se trata de un hombre ordinario que está siemprealegre, pero considera que su alegría, para ser meritoria, tiene que darse en medio de lasdificultades y ambientes adversos. El problema es que, como siempre se dedica a servir alos demás, nunca encuentra un ambiente suficientemente hostil para dar mérito a sualegría. ¡Qué problema más envidiable!

La primera vez que aparece este personaje es en un camino que va a Salisbury. Vacantando a voz en grito. Tiene unos veinticinco años. Tom Pinch, otro personajeencantador de esta novela ambientada en las dos orillas del Atlántico, lo felicita porque vamuy bien vestido. El diálogo que entablan entre ellos es revelador:

—Gracias, señor Pinch. Medianamente, creo. No es culpa mía, ya lo sabéis. Encuanto a que vaya muy compuesto, caballero, ahí es donde está, ¿comprendéis? —y aldecir esto se puso extraordinariamente triste.

—¿Dónde está qué? —preguntó el señor Pinch.—Donde está el mal. Cualquiera puede tener alegría y buen humor si va bien

vestido. Eso no tiene mérito. Si fuese muy andrajoso y estuviese muy contento,entonces empezaría a creer que había ganado algún mérito, señor.

En el trayecto siguen conversando. Mark cuenta que no tiene intención de casarse,porque si encuentra una mujer buena no tendría mérito estar contento. También le diceque va a dejar de trabajar en la hostería El Dragón Azul: había elegido ese puesto detrabajo porque pensaba que era el lugar más lúgubre de Inglaterra, y sin embargo se lapasa muy bien, pues allí no hay tristezas, sino bailes, diversiones y un ambienteacogedor. Pinch le comenta:

—Pero Mark, si solo por una vez son ciertos los públicos rumores, y creo que sí loson, pues puedo confirmarlos con lo que sé por mí mismo, tú eres el causante de la

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mitad de ese júbilo y el que lo mantiene vivo.—Acaso haya algo de eso también, caballero —contestó Mark—; pero eso no es un

consuelo.

Y le comenta sus proyectos profesionales futuros: ser sepulturero, dedicarse a laspompas fúnebres, carcelero, criado de un médico. Hay infinidad de oficios en los quepodría tener una oportunidad de ganar méritos con su alegría.

Por fin, se va de la hostería y se dirige a Londres. Se despide de todos sus amigos, y apesar de lo triste de la situación, está alegre:

Esto ya tiene algún mérito. Al fin, estoy resultando fuerte. Circunstancias son estasque pondrían a prueba a un espíritu vulgar, pero yo me siento extraordinariamentealegre, no todo lo que quisiera, pero muy cerca le ando… ¡Adiós! ¡Adiós!

Hay una escena en la novela que ejemplifica bien la alegría de darse a los demás. Unavez llegado a Londres, Mark se convierte en el criado de Martin Chuzzlewit. Los dos vana Estados Unidos y se embarcan con destino a Nueva York. Martin es de familiaacomodada, pero no tiene dinero en ese momento, y por eso viaja con su criado en loscamarotes del barco, atestados de gente pobre. Martin siempre se queja de lasincomodidades, pero no quiere subir a cubierta porque teme que después, en EstadosUnidos, lo reconozcan como uno que viajaba en medio de los miserables. Mark, por elcontrario, se dedica a servir a los demás y lo pasa en grande.

Mark está mareado como casi todos los pasajeros, y a pesar de eso va de aquí paraallá alegrando la vida a los demás a través de humildes servicios.

No puede decirse que, una vez pasado el mareo, aumentase su alegría y su bondad,pues apenas si estas eran susceptibles de aumento; pero sí crecía su utilidad entre losmás débiles miembros de aquella partida, y en todo momento y sazón allí estaba élejerciéndola. Si un rayo de sol brillaba en el oscuro cielo, Mark se precipitaba alcamarote para salir al instante con una mujer en los brazos, o media docena de críos, oun hombre, o una cama, o una cacerola, o una cesta o cualquier cosa animada oinanimada que él creyese había de estar mejor al aire. Si, al mediar el día, una o doshoras de agradable tiempo tentaban a aquellos que nunca o rara vez salían a cubierta aotras horas a arrastrarse en la falúa o a recostarse en los enjutos mástiles y tratar decomer, allí, en el centro del grupo, encontrábase Mister Tapley, pasando la sal, lacarne, las galletas, distribuyendo tragos de algún brebaje, trinchando su parte a loschiquillos con su navaja de bolsillo para su mayor comodidad, o leyendo en voz altaalgún venerable periódico, cantando alguna vieja y estrepitosa canción, escribiendocomienzos de cartas para los amigos de su patria a aquellos que no podían escribir,contando chistes a la tripulación […]. En una palabra, jamás existió un personaje tanpopular como Mark Tapley a bordo del rápido paquebote llamado La Hélice; y al finalcanzó tal grado de admiración universal que comenzó a abrigar serias dudas acercade si un hombre podría con razón pretender que fuese meritorio el estar contento entan estimulantes circunstancias.

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Cuando llegan a Estados Unidos, todos los planes que había imaginado MartinChuzzlewit se vienen abajo. Es engañado por todos, y se pone enfermo, casi hasta elpunto de morir. Son la circunstancias ideales para que Mark pueda conseguir méritos consu alegría:

—Bien, señor Tapley —dijo Mark, dándose un tremendo golpe en el pecho a modode vivificante—; escucha solo lo que voy a decirte: las cosas se presentan todo lomalas que pudieran presentarse, joven amigo. Mientras vivas, no volverás a tener otraoportunidad para demostrar tu alegre disposición. Por tanto, Tapley, ha llegado tu horade hacerte fuerte, ¡y ahora o nunca!

¿Qué hace Mark en estas circunstancias? Cuida a su amo enfermo, le da ternura,ánimos y servicios materiales. Acude en socorro de otras personas necesitadas —Chuzzlewit y Mark están en una zona pantanosa donde las fiebres tercianas estánhaciendo estragos—, y lo hace siempre contento. Cuando Martin está casi en las últimas,sale a buscar ayuda por el poblado paupérrimo en el que se hallan —que irónicamente sellama El Paraíso—, y Mark encuentra a una de las familias de emigrantes pobres quehabía conocido y servido en el barco en el que llegaron a Norteamérica. La reacción deesta familia al descubrir a su antiguo amigo habla por sí sola: «La mujer derramabalágrimas de alegría al verle; el marido le estrechó ambas manos sin querer soltarlas; losdos pequeños se abrazaron a sus piernas, y la niña enferma, en los brazos de su madre,alargó sus deditos ardiendo, y con voz ronca, seca la garganta, balbució su nombre, quetan bien recordaba».

Mark contará con esta familia pobre y enferma para aliviar a su amo. Los hace sentirseútiles y olvidarse de sus dolores, que eran muchos, pues entre otras cosas morirá la niña.

Martin Chuzzlewit se recupera de su enfermedad, en parte gracias a los cuidados deMark y de la familia amiga. Pero al poco tiempo cae enfermo Mark. Sus amigos sedesviven por ayudarlo en este difícil trance, y también Martin, en quien se produce unaconversión. Viendo a Mark imposibilitado de realizar cualquier servicio, se da cuenta detodo lo que le debe, y compara su propia vida, llena de egoísmo, en la que todo gira entorno a su propio yo, con la existencia desinteresada y alegre de Mark, que se dacontinuamente.

Siempre que Martin le daba de beber o alguna medicina, o le prodigaba algúncuidado, o regresaba de realizar cualquier ingrata tarea fuera de casa, el paciente señorTapley se reanimaba y exclamaba: «Estoy contento, señor; estoy contento». Ahorabien, cuando Martin empezó a pensar en esto, y a contemplar a Mark allí tendido, sinhacerle nunca el menor reproche, ni siquiera con una expresión de disgusto, sinquejarse jamás, esforzándose siempre por parecer fuerte y varonil, también comenzó apensar cómo un hombre que tan pocas ventajas había tenido era tanto mejor que él,que había tenido tantas; y como la asistencia al lecho de un enfermo, y especialmenteal de aquel a quien estaba acostumbrado a ver lleno de actividad y vigor, fuese temafecundo de reflexión, comenzó a preguntarse en qué se distinguían.

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Martin hace examen de conciencia: Mark había ayudado a todos en la travesíamarítima, y él, en cambio, se había encerrado en sí mismo. Él, que había tenido siempreen mucho su propio yo, gracias a la enfermedad recientemente padecida «se había dadocuenta de cuán cerca estuvo el yo de caer en la tumba, y de qué cosa tan mezquina, tanmísera y subordinada era». Finalmente, reconoce que su verdadera enfermedad es elamor propio y el egoísmo, su autorreferencialidad. «Tardó mucho en fijar en su espírituel conocimiento de sí mismo, de manera tan firme que pudiese discernir por entero laverdad; pero en la horrible soledad de aquel horrendo lugar, tan alejada la esperanza,extinguida la ambición, y con la muerte arrastrando sus pies junto a él en la mismapuerta, vino la reflexión, como en una ciudad sitiada por la peste, y así se dio cuenta yconoció el defecto de su vida, y vio claramente qué horrible mácula era aquella». Elejemplo de vida de Mark provoca la conversión de Martin, que a partir de este episodiolucha claramente contra su egoísmo y va creciendo en virtudes morales.

Martin y Mark regresan a Inglaterra. Cuando Mark se encuentra con Tom Pinch, elmismo que había coincidido con él en el camino a Salisbury al inicio de la novela,mantiene un diálogo lleno de gracia y buen humor. Mark le comenta que está dispuesto acasarse con una criatura «dulce y adorable»: la señora Turpin, la hospedera de ElDragón Azul. Su interlocutor se sorprende, conocedor como es de la «filosofía» deMark, que se explica:

—Sabéis cuál es mi temperamento y cuál es mi debilidad. Mi temperamento es estarcontento, y mi debilidad querer encontrar mérito en ello. Pues bien, señor; hallándomeen tal estado de ánimo, se me mete en la cabeza la idea de que ella me mira conojos…, con lo que pudiéramos llamar buenos ojos —añadió el señor Tapley conmodesta vacilación.

—Sin duda —repuso Tom—. Eso ya lo sabíamos perfectamente cuando de ellohablamos hace tiempo, antes de que abandonaseis El Dragón.

El señor Tapley hizo una señal de asentimiento.—¡Perfectamente, señor! Pero hallándome en aquel momento lleno de

prometedoras visiones, llego a la conclusión de que ningún mérito tiene vivir una vidacomo aquella donde todo lo agradable está al alcance de la mano. En una palabra:mirando por el lado brillante de la vida, una de mis prometedoras visiones es que hayun montón de infortunios que me esperan, en medio de los cuales puedo hacermebastante fuerte y estar contento en circunstancias que me otorguen algún mérito.Marcho al mundo, señor, muy boyante, y lo intento. Subo a bordo de un barco,primero, y pronto descubro (por la facilidad con que estoy contento, fijaos) que allí nose puede alcanzar ningún mérito. Esto pudiera haberme servido de advertencia yrenunciar a ello; pero no lo hice. Llego a los Estados Unidos, y entonces, no lo niego,empiezo a creer que tiene algún mérito el conservar mi alegría. ¿Y después?Precisamente cuando estoy comenzando a conseguirlo, cuando estoy a punto delograrlo, me defrauda mi amo.

—¡Que os defrauda!... —exclamó Tom.

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—Me estafa, sí —replicó el señor Tapley con rostro radiante—. Vuelve la espalda atodo lo que hacía que el estar a su servicio fuese digno de mérito, y me deja en vilo, deuna pieza. [Mark se refiere al cambio de actitud de Martin, que gana en humildad ypor tanto se hace muy fácil y agradable tratarlo]. En tal estado, vuelvo a mi patria.Muy bien. Entonces, deshechas ya todas mis prometedoras visiones, viendo que enningún sitio hay mérito para mí, me entrego en brazos de la desesperación y me digo:«Hagamos eso, que, de todo, es lo que menos mérito tiene; me casaré con una criaturadulce y adorable, que me quiere mucho, y a quien yo quiero mucho también, y llevaréuna vida feliz, sin luchar más contra el destino que mata mis esperanzas».

—Si es cierto que vuestra filosofía es la más extraña que jamás oyera, Mark —dijoTom riendo francamente, después de aquel discurso—, no es la menos prudente.

Finalmente, Mark se casa con la señora Turpin y prosigue su vida feliz, aunque segúnsu peculiar y simpática filosofía, sin mérito alguno por su parte. Tan feliz que decidecambiar el nombre de la hostería. Ya no se llamará El Dragón Azul, sino El alegreTapley.

* * *

Hay gente que nunca está contenta. Busca desesperadamente la felicidad. Piensaencontrarla en la riqueza, en los placeres, en los triunfos personales. Se concentra tantoen esa meta que la vida se le escapa sin conseguirlo. Es más: muchos terminanamargados porque ponen sus esperanzas en objetivos que necesariamente defraudan.Mark Tapley no tenía ese problema. Se olvidaba de sí mismo y se entregaba, con unasonrisa, a aliviar las necesidades del prójimo. Su mensaje podría resumirse en estaspalabras de san Josemaría: «Darse sinceramente a los demás es de tal eficacia que Dioslo premia con una humildad llena de alegría»[1]; o, de modo más lapidario: «Nadie esfeliz en la tierra hasta que se decide a no serlo»[2].

[1] S. JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Forja, n. 591.[2] Idem, Surco, n. 52.

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9.MARIANA JEDDLER

En 1847, Dickens publica su tercer cuento de Navidad: La batalla de la vida, historiaen la que hay algunos elementos autobiográficos. En particular, se advierte algunainsinuación sobre el afecto que sentía el novelista inglés por sus cuñadas Mary yGeorgina. Lo escribe en Suiza, en tiempos convulsionados por batallas religiosas. Lahistoria que nos presenta nuestro autor transcurre en un pequeño pueblo de Inglaterra,asentado sobre lo que fue hace muchos siglos un campo de batalla. Bajo la tierra yacenmiles de cadáveres, víctimas de una violencia ciega que se repite a lo largo de la historia.Dickens critica las guerras, por lo general combatidas por personas que no conocen lascausas del enfrentamiento y son juguetes de los poderosos y de sus intereses.

Sin embargo, las batallas que más interesan a nuestro novelista son las que se libran enla vida cotidiana y en el interior del corazón humano. Uno de los personajes centrales deeste breve cuento, Alfred, afirma en medio de una conversación sobre la antigua batalla:

Creo que hay plácidas victorias y contiendas y grandes sacrificios propios y actos denoble heroísmo (aun en muchas de sus aparentes ligerezas y contradicciones) nomenos difíciles de conseguir, porque no tienen crónica ni público terrenales, pero quese realizan todos los días en los más apartados rincones, en las pequeñas familias y enlos corazones de hombres y mujeres. Cualquiera de estos podría reconciliar con elmundo al hombre más exigente y llenarle de fe y de esperanza en él.

Precisamente uno de estos actos heroicos será el argumento de La batalla de la vida,en la que se describe a una familia formada por un padre —el doctor Jeddler— y doshermanas, Engracia y Mariana. En la casa también vive el ama de llaves —ClemenciaNewcome, personaje genial— y un empleado —Britain— que se dedica a los másdiversos menesteres. Por una temporada se hospeda allí Alfred Heathfield, pupilo de supadre, que debe irse a Londres para proseguir sus estudios de medicina, y que soloregresará después de tres años. Aparentemente, Alfred está enamorado de Mariana.

La visión de la vida del padre se puede resumir en pocas palabras: «El doctor Jeddlerera un gran filósofo, y el fondo y el secreto de su filosofía consistía en considerar almundo como una gigantesca y pesada broma, como algo demasiado absurdo para queningún hombre racional lo tomase en serio».

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Las dos hermanas son un dechado de virtudes. Engracia, la hermana mayor, hace elpapel de madre para Mariana, pues el doctor Jeddler había enviudado hacía tiempo. Sellevan muy bien, y se desean la felicidad mutuamente, aunque la mayor tiene una actitudde cuidado y protección maternales que la presentan desde el principio de la obra comouna persona entregada a los demás, y en particular a su hermana menor.

La trama es relativamente sencilla: Alfred se va de la casa para terminar sus estudios.Mariana espera a Alfred paciente y fielmente. A los tres años, Alfred regresa. Lepreparan un gran recibimiento, pero ese mismo día Mariana desaparece de su casa, sinsiquiera saludar a su amado, para no volver hasta seis años después.

Muchas cosas pasan en esos seis años. La tristeza y sorpresa iniciales dejan paso altranscurrir ordinario de la vida. Engracia se casará con Alfred, y Clemencia Newcomecon Britain. Mariana es una «presencia-ausencia» continua.

Clemencia Newcome es la típica ama de llaves dickensiana: corazón de oro, espíritu deservicio, sentido común. Aunque ignorante, posee una profunda sabiduría de la vida,concretada en los dos únicos «libros» que lee: un dedal, donde está inscrito el lema«Olvida y perdona»; y un rallador de nuez moscada, donde se lee «Haz lo que quierasque te hagan a ti». Poca literatura dominaba Clemencia, pero los dos lemas le sirvieronpara orientarse en la vida y ser feliz esposa y madre. Según Dickens, «le resultabacómodo al señor Britain pensar en su condescendencia al haberse casado con Clemencia.Su mujer presentaba para él un testimonio perpetuo de la bondad de su corazón, de laafabilidad de su carácter, y tenía la sensación de que el hecho de que ella fuese unaexcelente esposa era el ejemplo del viejo precepto de que la virtud halla en sí su propiarecompensa».

También Alfred era un hombre feliz. Establecido en el pueblo de donde había salido,casado con Engracia y padre de una niña, a quien ponen el nombre de su tía ausente,Mariana, Alfred ejerce la medicina con espíritu de servicio y dedicación a los demás.Afirma de él el narrador que

no se había convertido en un gran hombre ni había alcanzado fortuna, ni se habíaolvidado de los paisajes y amigos de su juventud. No se habían cumplido en él ningunade las profecías del doctor. Pero había logrado aprender a conocer mejor y ademostrar, en cada año sucesivo, la verdad de su pasada fe, en sus visitas inútiles,pacientes, ignoradas, a los hogares de los pobres; en su velar junto a la cabecera de losenfermos […]. Su género de vida, aunque plácido y apartado, le había demostradoque, como en los tiempos pasados, hay muchas veces ángeles escondidos dentro de loshombres, y que las formas más inverosímiles, aun las más mezquinas y repugnantes ala vista, las peor vestidas, se iluminan al contacto del dolor, de la necesidad y del pesar,y vierten ánimos como un nimbo que rodease su cabeza.

Retomando la idea de que las verdaderas batallas son las de la vida cotidiana, Dickensañade que «quizá fue más provechosa su vida sobre aquel modificado campo de batallaque si hubiera luchado sin cesar en otras palestras más ambiciosas».

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«La verdadera fe» de Alfred era la de la entrega a los demás en el heroísmo de lasbatallas de todos los días —una fe compartida por Clemencia Newcome—. Pero quiendará la lección de entrega generosa a los demás hasta el sacrificio de la propia voluntad esel personaje que el lector consideraba hasta ese momento de la historia sospechoso deinfidelidad e ingratitud: se trata nada menos que de Mariana.

Después de seis años de ausencia de su casa, Mariana regresa. Es emocionante elencuentro con Engracia. Entre abrazos, lágrimas y risas, la hermana menor le explica quela noche en la que había regresado Alfred ella se aleja porque estaba convencida —comoera verdad— de que Alfred en realidad estaba enamorado de Engracia y no de ella. Si sehubiera quedado, jamás podrían haberse unido en matrimonio, pues Alfred era incapazde defraudar a Mariana. Decidió dejar el campo libre, haciendo un acto heroico de olvidode sí misma para facilitar la felicidad de su hermana y de su futuro cuñado. Y aunqueevidentemente le costaba dar ese paso, lo hace con el corazón contento. Una vez queAlfred y Engracia ya formaron una familia, Mariana puede regresar sin convertirse en unobstáculo.

Para explicarle a su hermana el significado de su abnegación, acude al símil de lavocación religiosa. Se advierte aquí por parte de Dickens una cierta incomprensión de lavida religiosa —pareciera que solo se entra en un convento por un desengaño amoroso opara huir de las tentaciones, y no por amor—, pero es significativo que el autor anglicanoacuda a un ejemplo clásico del catolicismo. Habla Mariana a Engracia, que no termina deentender los razonamientos de su hermana menor:

¡Cariño mío, hermana mía! Contén tus pensamientos un instante y escúchame. Nome mires así. Hay países en donde los que renuncian a una pasión extraviada oquieren luchar contra algún sentimiento acariciado en su alma, para vencerlo se retirana una soledad sin esperanza y se apartan del mundo y de las esperanzas y amoresmundanales para siempre. Las mujeres que obran así adoptan ese nombre que tanvenerado es para ti y para mí y se llaman a sí mismas hermanas. Pero puede haberhermanas, Engracia, que en el amplio mundo exterior y bajo un cielo limpio, en suspopulosos lugares, en medio de su vida activa y en un deseo de servirla y animarla, dehacer bien, aprenden la misma lección, y con sus corazones frescos y aún jóvenes,abiertos a toda la felicidad y a todos los medios de dicha, pueden decir que la batallaterminó hace tiempo, y que hace tiempo se logró la victoria. ¡Yo soy de esas! ¿Mecomprendes ahora?

Mariana triunfa sobre sí misma y se pone al servicio de la felicidad de los que larodean. Su corazón rebosa de alegría, porque el don sincero de sí, el vaciarse de unomismo conduce paradójicamente a una vida lograda, llena, plena.

El ejemplo de Mariana —que terminará casándose y formando una familia— cunde ensu padre, el doctor Jeddler, quien cambia su filosofía de la vida. Este mundo ha dejadode ser absurdo para él; ahora está lleno de sentido:Es un mundo lleno de corazones —dijo el doctor, abrazando a su hija pequeña einclinándose por encima de ella para estrechar también a Engracia, ya que no podía

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separar a las hermanas—. Un mundo muy serio, a pesar de todas sus locuras, de la míatambién, que fue suficiente para enfangar todo el globo; un mundo sobre el que no sealza el sol jamás, sino que se tiende sobre un millar de batallas incruentas, quereemplazan a las miserias y perversidades de los campos de batalla; un mundo quepreciso es que cuidemos de no difamarlo, y Dios nos lo perdone, porque es un mundorepleto de sagrados misterios, y solo el Creador sabe lo que se esconde bajo la superficiede su más leve imagen.* * *

El ejemplo de Mariana es verdaderamente heroico y extremo. A veces se presentan ennuestra existencia circunstancias extraordinarias que exigen una respuesta igualmenteextraordinaria. Pero junto a la lección de vida que nos da este personaje dickensiano, hayotro mensaje tanto o más importante. Alfred afirma que hay heroísmo en algunasacciones «que se realizan todos los días en los más apartados rincones, en las pequeñasfamilias y en los corazones de hombres y mujeres».

El cristianismo ha venido a descubrir el brillo oculto de la vida ordinaria. Es allí dondeDios nos espera para manifestarle nuestro amor y nuestro deseo de servir al prójimo. Nohemos de esperar ocasiones extraordinarias para vivir nuestra fe y nuestra caridad. Todoslos días se nos presentan posibilidades de vivir una vida heroica: la sonrisa que no saleespontáneamente pero que —nos damos cuenta perfectamente— esperan los que connosotros conviven; ese morderse la lengua para no decir algo que puede molestar a losdemás; la paciencia con las personas que a veces pueden cargarnos y hacerse pesadas; elespíritu de servicio en el trabajo, aunque no encontremos un agradecimiento explícito enlas personas a las que servimos, y un casi infinito etcétera ante el que podemoscomportarnos como auténticos «héroes».

Este ideal del heroísmo llano lo proponía Sören Kierkegaard en el mismo siglo deDickens, y en los mismo años en que escribía sus cuentos de Navidad: «Hace falta denuestra parte poner mucho coraje para cumplir con lo ordinario, y aquel que demuestratener mucho coraje es sin duda un héroe […]. Para poder calificar a alguien como héroeno se debe tener en cuenta lo que hace, sino, más bien, cómo lo hace. Uno podríaconquistar reinos y países sin llegar a ser un héroe, y otro que dominara su estado deánimo podría demostrar, en cambio, que sí lo es[1]».

Un siglo después de Dickens y Kierkegaard, y con un influjo en millones de vidas,propuso este mismo programa de vida san Josemaría Escrivá, a quien san Juan Pablo IIdenominó el «santo de lo ordinario». Sirviéndose de una metáfora muy literaria, afirmabasan Josemaría que teníamos que convertir la prosa diaria en endecasílabos, en versoheroico[2]. Mariana es una heroína en circunstancias extraordinarias. Alfred yClemencia, que están más al alcance de nuestra mano, no son menos heroicos.

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[1] S. KIERKEGAARD, Aut-Aut, Milano, Adelphi 1995, V, p. 195.[2] Cfr. S. JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Es Cristo que pasa, Madrid 1975, n. 50.

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10.PAUL DOMBEY

Escrita entre 1846 y 1848, dos años después de la aparición de Martin Chuzzlewit,Dombey e Hijo relata una historia familiar, trágica en su desarrollo pero con un final feliz,como todos los de Dickens. Algunos estudiosos de su obra coinciden en afirmar que estanovela marca el inicio de la madurez literaria de nuestro autor, pues a partir de ahoracomienza a escribir con una estructura pensada para toda la obra, sin cambiar de rutadurante la redacción, como sucedía en el pasado.

Paul Dombey es un empresario de la City londinense. Su mujer acaba de fallecer, trasdar a luz a su hijo Pablito. Paul pone en él todas sus esperanzas, pues por fin se va aconcretar la realidad de la empresa Dombey e Hijo, ya que hasta ese momento solo teníauna hija, Florencia, de unos cinco años. Esta chica prácticamente no tiene relación con supadre: es una niña ignorada, que no cuenta para nada en la vida de Dombey. Dejada alcuidado de niñeras, constituye más bien un obstáculo para los fines que se propone elempresario: que la empresa progrese, y que con el paso del tiempo su hijo puedareemplazarlo en la dirección de los negocios, dejando muy en alto el nombre de Dombey.Este personaje está lleno de sí mismo, convencido de su valía y del poder que le da eldinero. Se rodea de aduladores y nadie se atreve a llevarle la contraria. En torno a él secrea un ambiente gélido y triste.

En los primeros capítulos de esta larga novela, Dickens describe el desarrollo físico yespiritual de Pablito Dombey. El lector queda inmediatamente prendado por la ternura deeste chico débil, enfermizo, de buen corazón, pero que nació anciano, fruto de laformación que le dio su padre, que ve en él a su heredero. En su educación, el señorDombey intenta transmitirle el sentido de dignidad de su familia, y la conciencia delpoder que da el dinero, pero falta calidez paternal. La ausencia de la madre es subsanadapor el inmenso cariño que profesa Pablito a su hermana Florencia, quien a medida quepasan los años ejerce con más conciencia su rol maternal de protección y afecto.

Como sucedía con los lectores de La tienda de antigüedades, que escribían a Dickenspara que no muriera Nell, en este caso los lectores intentarán que el creador de Pablito lodeje en vida, pero la trama exige que muera. En una escena de carices sentimentales ydramáticos, Pablito muere con pocos años de edad. Los sueños del señor Dombey —quepensaba en los planes de futuro como si fuera su dueño— se esfuman, y Florencia queda

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sola en la vida, sin madre, sin hermanito, y sufriendo por el abandono afectivo de supadre. Paul Dombey es, a fin de cuentas, el ejemplo de lo que hoy llamamos «padreausente».

Todos los intentos de acercamiento al corazón de Dombey por parte de Florenciaterminan en fracasos que hieren todavía más el alma delicada de esta chica, una más enla galería dickensiana de mujeres llenas de buenos sentimientos y que viven el donsincero de sí. A los pocos días de la muerte de Pablito, Florencia se acerca a la habitaciónde su padre. La descripción de la incapacidad del empresario para enternecerse no puedeser más real: Dombey «estaba sentado, con la mirada tan fija en la mesa, y tan embebidoen sus pensamientos, que acaso no hubiese logrado sacarlo de su ensimismamiento uncaminar mucho más pesado que el del leve pie de su niña». Florencia se dirige a él:

—¡Papá, papá! ¡Habladme algo, querido papá!El señor Dombey salió de su ensimismamiento al escuchar aquella voz, y se levantó

de un salto de su asiento. Florencia se había acercado a él con los brazos abiertos, perosu padre retrocedió.

—¿Qué ocurre? —dijo severamente—. ¿Por qué has venido aquí? ¿De qué te hasasustado?

Si algo le asustó fue la cara con que la miró su padre. El amor ardiente que llevabadentro del pecho su joven hija se heló al ver aquella cara, y la muchacha se quedóinmóvil y mirándole como petrificada.

Florencia se apartará entre sollozos. Su padre «permaneció allí […] severo,inexpresivo, inmóvil».

El lector se queda también helado al ver a Florencia destrozada por la falta desensibilidad paterna. Pero pronto pone la atención en Paul Dombey, que para olvidar suspesares —el fracaso de unos planes que le parecían seguros— emprende un viaje dedescanso con un militar ya retirado. En un hotel entra en relación con dos señoras —madre e hija— y se enamora de la hija, Edith. Esta mujer, joven, atractiva y viuda, se dacuenta de que Dombey en realidad la está comprando como un objeto. Sin embargo, sedeja llevar al matrimonio, teniendo en cuenta las capacidades económicas de Paul, yaunque sufra por su falta de ternura. En un diálogo con su madre, Edith afirma:

Quien me tome a mí, que soy un desecho, y que me lo tengo bien merecido, tieneque tomarme tal como lo hace este hombre, sin que yo ponga en juego ninguna de misartes para atraparlo […]. Él me ve puesta en venta y le parece bien comprarme. ¡Queme compre! Cuando acudió a conocerme (quizá con la idea de pujar) quiso enterarsede toda la lista de mis perfecciones. Se la di. Cuando deseó que le exhibiese una deellas, para justificar ante su hombre de confianza la compra que hacía, he hecho queseñalase la que él prefería, y se la he mostrado. No pasaré de ahí. Él me compra porsu propia voluntad, apreciando según su criterio el valor de la mercancía y el poder desu dinero; deseo que esa compra no le desilusione jamás. Yo no he exagerado el valorde la mercancía, ni le he presionado.

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Pero las desilusiones llegan pronto. Las relaciones entre el señor Dombey y Edith,después de la boda, son glaciales. No hay ningún afecto en sus corazones. Dombey llegaa odiar a su hija Florencia, porque ella sí consigue conquistar el amor de Edith. Dickens,en un capítulo fuerte en el que muestra los deseos de Dombey por doblegar la voluntadde su mujer para que se le someta sin condiciones, describe los terribles sufrimientos delas personas que se llenan de amor propio, se visten de soberbia y se causan heridas a símismos: «Quien vive revestido de esa armadura, lleva también consigo otro duro castigo.Esa armadura lo acoraza contra toda conciliación, amor y confianza; contra toda cariñosasimpatía ajena, contra toda fe, ternura y emoción afectuosa; pero le hace, en cambio, tanvulnerable a las profundas puñaladas del amor propio, como el pecho desnudo al acero».Dombey, con su arrogante comportamiento que pretende subyugar a todo el mundo, enrealidad es muy débil, porque es un esclavo de su propio yo.

En los sucesivos capítulos, Dombey quiere reafirmar su pretendida omnipotencia: diceque su voluntad es ley, y no concibe que alguien se atreva a ir contra su parecer. Así love James Carker, el colaborador más inmediato de Dombey.

Era al menos natural —dice a Edith en una ocasión— que creyeseis perfectamenteposible el vivir con el señor Dombey como esposa sin someteros a él, pero también sinentrar en choque violento con él. Pero vos no conocíais, cuando pensabais de esemodo, al señor Dombey, tal como lo habéis conocido con posterioridad. No sabíais loexigente y orgulloso que es, lo esclavo que vive, si se me permite expresarme así, desu propia grandeza, marchando siempre sujeto al yugo de su propio carro triunfal lomismo que una bestia de carga, sin otra idea en el mundo más que la de saber quetiene detrás de sí ese carro y está obligado a tirar de él por encima de todo yatropellando todo.

Cuando se cumple el segundo aniversario de matrimonio, estalla una violenta discusiónentre los Dombey. Están presentes Florencia y Carker. Ante los reiterados mandatos deDombey a Edith para que se someta a su omnímoda voluntad, Edith anuncia que piensasepararse. La reacción de Paul Dombey pone a las claras que lo único que le interesa:

—¡Santo Dios, señora Dombey! —exclamó su esposo en el colmo del asombro—.¿Os imagináis que no es ni siquiera posible que yo pueda prestar oídos a unaproposición semejante? ¿Sabéis, señora, quién soy yo? ¿Sabéis lo que mi personarepresenta? ¿Nunca oísteis hablar de Dombey e Hijo? ¡Que la gente diga que el señorDombey… ¡el señor Dombey!... se ha separado de su esposa! ¡Dar pábulo a lashablillas de la gente vulgar con los asuntos domésticos del señor Dombey! ¿Pensáisseriamente, señora Dombey, que yo puedo permitir que mi nombre ande en lenguaspor un asunto así? ¡Puaf, puaf, señora! ¡Qué vergüenza! ¡Sois absurda!

Y el señor Dombey se rió autoritariamente.

Pero esta vez a Paul le sale el tiro por la culata: Edith se escapa de su casa con Carker,y Florencia, que intenta manifestar afecto a su padre, es recibida con una bofetada que la

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derrumba al piso, y decide escaparse también. La soberbia crea aislamiento: la gentehuye del arrogante.

Lo que más preocupa a Dombey en esta situación no es el mal causado con susoberbia, sino el “qué dirán”.

¡El mundo! El demonio que hostiga su imaginación es ese: lo que el mundo piensade él, cómo lo mira el mundo, qué es lo que ve en él y qué es lo que dice. Esedemonio lo persigue adonde quiera que él va; peor aún, le persigue hasta donde él noestá. Sale con él de casa por entre sus servidores y, sin embargo, lo deja a sus espaldascuchicheando; lo ve señalándole con el dedo en la calle; lo espera en sus oficinas; lemira de soslayo por encima del hombro de los mercaderes; va por entre lamuchedumbre, haciendo señas y chachareando; siempre se adelanta a él en todaspartes; y cuando ya se ha marchado Dombey, tiene la certeza de que el mundo se haquedado más atareado allí que antes. Cuando, de noche, está Dombey encerrado en suhabitación, aquel demonio está dentro de su casa y fuera de ella; se oyen sus pasos enla acera, se deja ver sobre la mesa en letras de molde; va y viene a fuerza de vapor enlos ferrocarriles y en los barcos, incansable y atareado en todas partes, sin nada másque ocuparse que de él.

Para colmo de males, después de sufrir por las huidas de su esposa y su hija, Dombeyfracasa en sus negocios y se declara la bancarrota de su empresa. Quiere pagar todas susdeudas para manifestar su honorabilidad en los negocios, aunque Dickens lo atribuyetambién al orgullo del personaje.

¿Cómo termina la vida de Dombey? Hay que agradecerle a Dickens la confianza quetiene en el género humano, y en particular en la capacidad de conversión. Abandonadopor todos y sin dinero, se presenta a Dombey la tentación del suicidio. Vuelven a sumemoria todas las veces que despreció a su hija y que rechazó sus muestras de afecto.Está angustiado. Pero en el momento crucial, cuando está a punto de dispararse,reaparece Florencia, que se había casado y ya era madre. Le abraza, le manifiesta todosu amor, y el señor Dombey se remueve. Comienza una nueva vida de amor por su hija,por su yerno y por sus nietos, y en particular por su nieta Florencia. Porque nunca estarde para rectificar.

* * *

Una figura que hace de contraste —como la luz a la sombra— a Paul Dombey esHenriette Carker. Personaje secundario, sin duda, pero fuertemente caracterizado.Henriette es la hermana de James Carker, la mano derecha de Dombey en su empresa,hasta que lo traiciona vilmente. Carker es un adulador que busca su interés: siempresonríe falsamente, se comunica con indirectas y afectación. Hay otro hermano, John, queen su juventud tuvo un problema con la justicia, por lo que quedó signado de por vida.Henriette apoyó siempre a John en su regeneración moral, y comparte con él su austeravida. James, en cambio, cortó relaciones con su hermana.

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Henriette es el ángel guardián de John, quien trabaja como un empleado de ínfimacategoría en la empresa de Dombey. Cuando muere James, después de ser rechazadopor Edith, los hermanos Carker heredan su fortuna. Deciden dejarla a Dombey, quien seencuentra en la bancarrota. A ellos solo les basta con una pequeña cantidad para seguirviviendo con austeridad.

Henriette tiene un corazón de oro. Socorre a una mujer que pasa por delante de sucasa, extenuada por el largo camino, herida en los pies y empapada por la lluvia. Le da sucariño, su ternura y, a pesar de su pobreza, la auxilia con dinero. Pasado un tiempo, estamujer se entera de que Henriette es una Carker. Ella había sido víctima de engaños porparte de James, que la arruinó moralmente. Indignada, regresa a la casa de Henriette, lainsulta y le tira el dinero que con tanta generosidad había recibido de ella. Henriette lacomprende, la perdona, y cuidará de ella cuando caiga enferma de gravedad.

La escena del último día de Alice es intensa. Para Henriette solo tiene palabras deagradecimiento: «Me trajisteis a fuerza de cariño y de ternura, ¡a mí! ¡Y mehumanizasteis con vuestras palabras y miradas de mujer y vuestros hechos de ángel!». Eltrato con Henriette humaniza; el trato con Paul Dombey repele.

Henriette saca la fuerza de su bondad de una fuente superior: el Evangelio. Es el libroque lee a Alice en el lecho de muerte, a petición de la enferma.

Así lo hizo Henriette, y leyó… leyó el libro eterno para todos los fatigados y tristesde corazón, para todos los desdichados, los caídos y desamparados de la tierra…; leyóla historia sagrada, en la que los ciegos, los lisiados, los paralíticos, el mendigo, elcriminal, la mujer manchada de ignominia, los menospreciados de toda nuestraHumanidad elegante, reciben su parte, una parte que ningún orgullo, indiferencia osofisma humano podrá arrebatar ni reducir en una milésima de átomo de un grano enel transcurso de todas las edades que este mundo ha de subsistir… Leyó la vida deAquel que a lo largo de la vida humana, con sus esperanzas y dolores, desde la cuna alsepulcro, desde la infancia hasta la vejez, mostró tierna compasión e interés por todossus pasos e incidencias, por todos sus padecimientos y dolores.

Poco después de esta lectura, «Alice apoyó la mano sobre el pecho, murmurando elnombre sagrado que le había sido leído; y desapareció la vida de su rostro, igual que unaluz que se retira».

* * *

Aparentemente, la actitud soberbia, avasalladora, del que se cree superior a los demás—en este caso Mr. Dombey— es manifestación de fortaleza. Pero las aparienciasengañan: detrás de su falsa conciencia de omnipotencia se esconde una gran debilidad;Dombey es esclavo de su presunción, de su orgullo. En cambio, la ternura y la capacidadde perdonar de Henriette denotan una gran entereza, porque requieren una victoria sobresí mismo. Lo dice con mejores palabras el papa Francisco: «En los Evangelios, san Joséaparece como un hombre fuerte y valiente, trabajador, pero en su alma se percibe unagran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota

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fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro,de amor. No debemos tener miedo de la bondad, de la ternura[1]».

La soberbia es una locura y una estupidez. Nos olvidamos de que somos pobrescriaturas necesitadas, y que nunca seremos autosuficientes. Citemos estas sabias palabrasdel entonces cardenal Ratzinger: «El hombre debe abandonar la mentira de laindependencia que no conoce vínculo alguno; debe reconocer que no es un serautárquico o autónomo. Debe abandonar la mentira de la arbitrariedad. Debe aceptar sudependencia, su necesidad de los otros, y de la Creación, sus límites, el destino delpropio ser […]. Libre es aquel que se ha identificado con su propia esencia, con laverdad misma (de su ser criatura)[2]». Decía santa Teresa que la humildad es la verdad.Y solo la verdad nos hará libres.

[1] FRANCISCO, Homilía de la Misa de Inauguración de su Pontificado, 19-III-2013.[2] J. RATZINGER, Iglesia, Ecumenismo y Política, BAC, Madrid 1987, p. 300.

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11.EL PROFESOR REDLAW

En 1848 Dickens escribe su último cuento de Navidad: El hechizado. Es la historia deun profesor de química, el señor Redlaw, que vive en una habitación contigua a unestablecimiento educativo. Le atiende la familia Swidger, los guardianes de la escuela,compuesta por varios miembros, entre los que se destaca Milly, mujer hacendosa, decarácter afable y siempre dedicada a las necesidades de los demás.

Redlaw tiene un pasado triste, hecho de tragedias familiares, y le produce envidia, enla víspera de la Navidad, la experiencia vital del señor Swidger, suegro de Milly, que yagasta sus ochenta y siete años. Swidger mantiene la memoria de su vida pasada y lecomenta a Redlaw que recuerda muchos Años Nuevos y Viejos en los que había sidomuy feliz.

«¡Alegres y felices! —musitó Redlaw dirigiendo sus ojos sombríos hacia la figurainclinada con una sonrisa de conmiseración—. Alegres y felices… ¿Y los recordáisbien?». El anciano siempre contesta narrándole distintas vicisitudes de su vida, rodeadopor el cariño de su familia. «¡Señor, que mi memoria se conserve siempre viva! Piadosay excelente idea, señor. ¡Amén! ¡Amén!», exclama el viejo al despedirse de Redlaw.

El profesor de química es una persona taciturna. Cuando los Swidger le dejan lacomida en su habitación y se retiran, una densa sombra va tomando forma a susespaldas. Es un fantasma que adquiere la fisonomía de Redlaw. Ya le había pasado algoparecido anteriormente, y ahora estaba otra vez junto a él.

Por fin habló él sin moverse ni levantar el rostro.—¿Otra vez aquí? —dijo.—¡Otra vez aquí! —contestó el fantasma.—Te veo en el fuego —murmuró el hechizado—, te oigo en la música, en el viento,

en la muerta quietud de la noche.El fantasma movió la cabeza asintiendo.—¿Por qué vienes a perseguirme de este modo?—Vengo porque me llamas —contestó el espectro.—No. Nadie te ha llamado —exclamó el profesor.—Pues sin que me llamen —repuso la sombra— estoy aquí, y eso basta.

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La sombra o espectro es, en definitiva, «la imagen animada de su propio cadáver». Esla personificación de los dolores y tristezas de su vida. El mismo espectro se los cuenta aRedlaw:

No tuve abnegado amor de madre, ni consejos paternos que me ayudaran. Unextraño vino a ocupar el sitio de mi padre cuando apenas era un niño, y fácilmente meconvertí en otro extraño para el corazón de mi madre. Mis padres, en el mejor de loscasos, fueron de esos cuyos cuidados pronto terminan, cuyos deberes pronto quedancumplidos, y dejan sueltos prematuramente a su descendencia, como los pájaros a suscrías. Si se portan bien, reclaman para sí el mérito; si se portan mal, la compasión.

El espectro sigue narrando las desventuras de la vida de Redlaw. Y añade: «Por esollevo dentro de mí un dolor y un mal. Por eso me consumo. ¡Por eso el recuerdo es mimaldición, y si pudiera olvidar mi mal y mi dolor, lo haría!».

La sombra repetirá varias veces esta última frase: «Si pudiera olvidar mi mal y midolor, lo haría». Redlaw confiesa que «mi vida está ensombrecida por ese murmulloincesante».

Y en verdad, Redlaw quiere olvidar su pasado, borrar de su memoria todos losrecuerdos tristes y dolorosos. «Si es el eco de mis pensamientos, como ahora comprendoque lo es —respondió el hechizado—, ¿por qué he de vivir atormentado? No es unpensamiento egoísta. Consiento en que salga fuera de mí mismo. Todo el mundo tienesus dolores y muchos sus males: la ingratitud, la sórdida envidia, el interés acosan todaslas fases de la vida. ¿Quién no quisiera olvidar todos sus dolores y sus males?».

El espectro le da la razón —«verdaderamente, ¿quién no lo quisiera, y también sermás feliz de ese modo?»— y le ofrece un trato:

Considéralo como prueba de que soy poderoso. ¡Y oye lo que te ofrezco! ¡Olvidalos dolores, los males y los pesares que hayas conocido! […]. ¡Poseo la facultadsuficiente para anular el recuerdo y no dejar más que débiles y confusas huellas suyasque se extinguen pronto. Dime: ¿hacemos trato?

Redlaw está aterrorizado con este ofrecimiento, pero a su vez se siente atraído. Lepregunta al espectro qué perderá si acepta el trato, porque quiere conservar recuerdosbondadosos y sentimientos de simpatía para los demás. El fantasma, ante la pregunta delprofesor de qué cosas huirán de su recuerdo, contesta:

Ni el conocimiento; ni el producto del estudio; nada más que la cadena entrelazadade sentimientos y asociaciones, cada uno de los cuales depende a su vez de losrecuerdos desterrados y de ellos se alimenta. Todos esos desaparecerán.

El fantasma le anima a tomar una decisión. Redlaw pone a Dios por testigo de que noodia a ningún hombre, no ha sido áspero ni indiferente con los demás. Solo se recriminaque ha dado demasiada importancia al pasado, y esa fue culpa suya. Poco a poco se vaconvenciendo de la conveniencia de aceptar el trato: «Pero si mi cuerpo estuviera

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envenenado, dueño yo de los antídotos y conocedor del modo de aplicarlos, ¿cómo nohabía de hacer uso de ellos? Si mi espíritu está envenenado y puedo arrojar fuera de míese veneno por medio de esta sombra temerosa, ¿por qué no he de hacerlo?».Finalmente, Redlaw cierra el trato con el espectro para liberarse de sus recuerdosdolorosos.

El fantasma le añade un don:

El don que te he concedido, tú lo concederás de nuevo dondequiera que vayas. Sinrecobrar la facultad que has renegado, desde ahora en adelante la destruirás en todosaquellos a quienes te acerques. Tu sabiduría ha descubierto que el recuerdo de losdolores, los males y los pesares, es el sino de todo el género humano y que laHumanidad será más feliz con sus otros recuerdos y sin estos. ¡Ve, pues! ¡Sé subienhechor! Libre de tales remembranzas, desde este momento llevarás contigoinvoluntariamente la bendición de esa libertad. Su difusión es inseparable e inalienablede ti. ¡Marcha! ¡Sé feliz con el bien que has ganado y con el bien que hagas!

Pero, lejos de convertirse en un bienhechor de la humanidad, Redlaw va esparciendoel «don» y siembra la discordia y la desunión en todas las personas que trata. Se lesborra la memoria de los dolores, pero también toda la «cadena entrelazada desentimientos y asociaciones» a los recuerdos que ocasionaron sufrimiento. A su alrededorse esparce la falta de caridad, el egoísmo, la incapacidad de perdonar, la ausencia demisericordia; desaparece el agradecimiento por los sacrificios de los demás.

El profesor de química pedirá al espectro que le retire el don, a lo que este contesta deuna manera enigmática. Redlaw pide que, por lo menos, no le pase el don a Milly, almabuena que es el lazo de unión de todos los personajes que intervienen en la historia. Elespectro accede.

En una conversación con William, el esposo de Milly, Redlaw comenta: «He perdido lamemoria del dolor, del mal y de las vicisitudes, y con eso he perdido todo lo que elhombre quisiera recordar». Es decir, con el olvido del dolor se han ido todos lossentimientos ligados a él: perdón, esperanza, bondad, paciencia, la ayuda que recibió delos demás, etc. En una conversación clave de este cuento, Milly, que es una especie deredentora del hechizado, le dice:

—Yo no tengo ninguna ciencia, y vos tenéis mucha —dijo Milly—. No estoyacostumbrada a pensar, y vos siempre estáis pensando. Pero ¿puedo deciros por quéme parece que es bueno para nosotros acordarnos del mal que nos hacen?

—Sí.—Para que podamos perdonarlo.

La respuesta de Milly produce una conmoción interior en Redlaw. Reacciona como side repente se abriera un nuevo horizonte de sentido para su vida. Recuerda que perdonares algo propio del obrar divino, y que la criatura puede participar de él:

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—¡Perdóname, Dios santo —exclamó Redlaw, alzando sus ojos hacia lo alto—, porhaber arrojado fuera de mí este sublime atributo tuyo!

—Y si un día recobráis la memoria —añadió Milly—, como esperamos ysuplicamos que sea, ¿no será una bendición para vos el recordar a un mismo tiempo elmal y su perdón?

Redlaw entra en el mundo nuevo revelado con las palabras de Milly. Y profundizaráaún más su cambio interior al comprobar cómo un dolor profundo —la muerte del hijitode Milly a los pocos días de nacer— suscita en esta mujer admirable un gran deseo debien. William dice a Milly:

—Nuestro hijito muerto, en el que pusiste tantas esperanzas y que nunca respiró elaliento de esta vida… es el que te ha hecho tan callada, Milly.

—Pero me siento muy feliz al recordarlo, William querido —contestó ella—. Todoslos días pienso en él.

—Tenía miedo de que pensases demasiado.—No hables de miedo. Para mí es un consuelo; me habla de tantas formas…; ese

ser inocente, que no llegó a vivir en la tierra, es como un ángel para mí, William.

Milly explica cómo cada vez que ve a un niño piensa en el suyo, y que quizá lafacilidad que tiene para que los niños la quieran —la verdad es que la quiere todo elmundo— se debe a esa experiencia de pérdida de su hijo, que en realidad es unaganancia. Escuchémosla:

Cuando mi hijo nació y murió apenas en unos días, y yo me sentía débil y dolorida,sin poder remediar un poco de pesadumbre, nació en mí la idea de que si yo procuraballevar una vida buena, me encontraría en el Cielo con una criatura hermosa que mellamaría madre.

Redlaw cae de rodillas ante estas palabras y se dirige directamente a Dios. Gracias alejemplo de Milly, emprende decididamente la curación. Exclama el profesor: «Oh Tú,que con tu doctrina de puro amor, bondadosamente me has devuelto a la memoria lo quefue recuerdo de Cristo en la cruz y de todos los que perecieron por su causa, recibe migratitud y bendice a esta mujer». Cristo recuerda todo el mal de la historia de lahumanidad, y perdona, ofreciendo su vida en pago de nuestras culpas. Así hicierontambién los mártires y quiere hacerlo Redlaw.

El cuento finaliza con la recuperación de la memoria de todos los personajes, lareconciliación mediante el perdón de los agravios pasados, y la celebración de laNavidad.

* * *

En la cultura contemporánea reina un auténtico pavor al sufrimiento y al dolor. Noqueremos recordar nada que nos haya hecho sufrir. Soñamos con una vida llena deplaceres, preferimos aquello que no cuesta esfuerzo y procuramos no mirar hacia lo que

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nos puede complicar la existencia o remorder la conciencia. Pero como el dolor formaparte de nuestra vida, y necesariamente se presenta, de una manera u otra —unaenfermedad, la muerte de un ser querido, una fracaso sentimental o profesional—,muchas veces nos desconcertamos y perdemos la paz porque no terminamos de aceptaresa parte de nuestra existencia.

Benedicto XVI escribía hace unos años, comentando precisamente este cuento deDickens: «En una de sus historias de Navidad, el escritor inglés Charles Dickens narra lahistoria de un hombre que había perdido la “memoria del corazón”. Es decir, el hombrehabía perdido toda la cadena de sentimientos y pensamientos que había atesorado en elencuentro con el dolor humano. Tal desaparición de la memoria del dolor le había sidoofrecida como una liberación de la carga del pasado. Pero pronto se hizo patente que,con ello, el hombre había cambiado: el encuentro con el dolor ya no despertaba en él másrecuerdos de bondad. Con la pérdida de la memoria había desaparecido también la fuentede la bondad en su interior. Se había vuelto frío y emanaba frialdad a su alrededor».

El dolor será siempre un misterio. Las filosofías y las tradiciones sapienciales hanintentado desvelarlo. Sinceramente, pienso que solo en la Cruz de Cristo encontramosuna respuesta acabada y definitiva a la pregunta sobre el sentido del dolor. El papaFrancisco contó en una ocasión una experiencia personal: cuando era un muchacho sufrióuna neumonía muy grave que le provocaba grandes dolores. Sus parientes y amigostrataban de consolarle, sin lograrlo demasiado. Solo le convenció la explicación que le diola enfermera —una religiosa— sobre el sentido de esos sufrimientos: «Estás participando—le dijo— de los dolores de Cristo en su Pasión». A partir de ahí, a Jorge MarioBergoglio se le abrió un nuevo horizonte existencial. Más o menos como le pasó aRedlaw en el cuento de Dickens.

Solo desde la perspectiva que da el amor de Dios manifestado en la Cruz podemosentender por qué hemos de perdonar. Antes de la revelación cristiana, lo máximo a lo quellegó la humanidad fue la Ley del Talión: ojo por ojo y diente por diente. La actitudcristiana pide más: perdonar las ofensas que nos hacen. Quien rece el Padrenuestro debeprestar atención a esas peticiones tan comprometedoras: «Perdona nuestras ofensascomo también nosotros perdonamos a los que nos ofenden».

La «venganza» cristiana es el perdón. ¡Qué liviana se siente el alma cuandoperdonamos y sabemos pedir perdón! Y así, el recuerdo de las cosas dolorosas puedeconvertirse en un auténtico bálsamo para el alma. El dolor nos madura, nos ensancha elcorazón, nos hace ganar en profundidad. Así nos lo hace ver Francisco Luis Bernárdez,en el célebre soneto Para recobrar:

Si para recobrar lo recobradodebí perder primero lo perdido,si para conseguir lo conseguidotuve que soportar lo soportado,

si para estar ahora enamoradofue menester haber estado herido,

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tengo por bien sufrido lo sufrido,tengo por bien llorado lo llorado.

Porque después de todo he comprobadoque no se goza bien de lo gozadosino después de haberlo padecido.

Porque después de todo he comprendidoque lo que el árbol tiene de floridovive de lo que tiene sepultado.

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12.DAVID COPPERFIELD

De todos mis libros, este es el que prefiero. Nadie pondrá en duda que soy un padreafectuoso con todos los hijos de mi imaginación, y que ningún otro progenitor puedequerer a su familia con tanta ternura. Pero, como muchos padres afectuosos, tengo unhijo favorito en el fondo de mi corazón. Y su nombre es David Copperfield.

Así escribía Charles Dickens en el prólogo de la edición de 1867 de un libro cuyoprimer título fue The Personal History, Adventures, Experience and Observation ofDavid Copperfield the Younger, of Blunderstone Rockery (which he never meant to bePublished on any Account). Fue publicado por entregas entre mayo de 1849 ynoviembre de 1850. La primera edición en forma de libro, de 1850, lleva el títuloabreviado de The Personal History of David Copperfield.

Muchos de los lectores de Dickens coincidirán con su autor en considerar esta novelacomo la preferida. Sigue provocando admiración la cantidad de reacciones que suspáginas suscitan en el lector: sintonía con el personaje principal, que va madurando afuerza de los golpes que le da la vida; compasión por una prematura orfandad; ternurapor los sentimientos ingenuos de su infancia y por los cuidados de su ama de llavesPeggotty; sonrisa y piedad por los planes imposibles de Mr. Micawber para sacaradelante su familia; ira por la doblez de Uriah Heep, etc. Estamos frente a una de lascumbres de la literatura universal. He de confesar que, cuando terminé de leer este libropor primera vez, me entristeció que se acabara: tanto disfruté con él, y me ha vuelto asuceder lo mismo las veces que lo he releído.

¿De qué personaje vamos a hablar en este capítulo? Lo obvio sería tratar sobre DavidCopperfield, protagonista absoluto de esta novela que tiene tantos rasgos autobiográficos.Pero evitemos lo obvio, y hablemos de un tema que está detrás de todas las páginas deesta obra y de toda la producción literaria de Dickens: la familia.

El pequeño David queda primero huérfano de padre y después de madre. En esosprimeros años, claves para el desarrollo posterior de la personalidad, no tiene el calor deun hogar propiamente dicho. Su madre se vuelve a casar con Mr. Murdstone, hombrefrío y cruel, cuyo único valor es la «firmeza». Este hombre prohíbe a la madre de Davidtener gestos de cariño con su hijo —sería una debilidad contraria a la «firmeza»—, ytermina por enviar a David a un internado. En este período tan duro, quien le da afecto

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es Peggotty, su niñera: «No ocupó el lugar de mi madre: nadie podría hacerlo; pero llenóun hueco de mi corazón que pareció volver a cerrarse con ella adentro, algo que jamáshe sentido por otro ser humano». David está continuamente falto de afecto. Recuerda asu madre, se apega a Peggotty, piensa frente a las casas por donde pasa si los niños queviven allí tendrán padre y madre.

Las dos primeras familias que conoce y le dan afecto son bastante peculiares. Una esla de Peggotty. Viven en Yarmouth, junto al mar, en una casa que antes había sido unbarco. Lo extraño de este grupo familiar son sus componentes: el hermano de Peggotty,soltero, dos sobrinos huérfanos que él acogió en su casa, y la viuda de un compañerosuyo de las faenas de pesca, Mrs. Gummidge. Mr. Peggotty es todo corazón: buscasiempre excusas para el mal carácter de esta mujer, que está continuamente quejándose ydiciendo que ella es la que más sufre, y que sería mejor dejarla en un asilo de ancianos.Mr. Peggotty la comprende, la perdona y sonríe. Es un hombre generoso que no quiereque le reconozcan esa virtud. Familia peculiar, decíamos, que resulta una buena escuelapara David.

La otra familia es la de Mr. Micawber. Casado, tiene cuatro hijos al comienzo de lanovela; después nacerá el quinto. David va a su casa, pues les alquila un cuarto paravivir. Inmediatamente se aficiona a esta gente, que vive en las angustias de no poderpagar sus deudas. Micawber, como dijimos antes, es una caricatura del padre deDickens. A veces se desespera, amenaza con suicidarse, otras veces se ríe a carcajadas,y nunca pierde la esperanza de que “surja algo” que los saque de la situación tremendaen la que viven. Lo más rescatable de esta familia es la fidelidad del matrimonioMicawber, siempre unidos en las buenas y en las malas. La señora dice continuamente:«Jamás abandonaré a Mr. Micawber». David entiende allí la importancia de la unidadfamiliar. Asimismo, procura sacar consecuencias para su vida profesional: Micawberconstruye castillos en el aire y carece del sentido común más elemental.

Por otro lado hay tres hogares formados por dos personas, los tres muy distintos entresí. El primero, el de la tía abuela de David, Betsy Trotwood, aparentemente viuda y«enemiga» del matrimonio después de una experiencia con su marido nada buena. Demodales un poco bruscos, recibe a David en su casa y le da todo lo que su padrastro lenegó. Cuando se despide de él en Canterbury, donde David va a estudiar, le da unosconsejos muy atinados: «Jamás seas mezquino, en nada; jamás seas desleal; jamás seascruel. Evita esos tres vicios, y siempre creeré en ti». En la casa de la tía vive un parientesuyo, Dick, personaje simpatiquísimo, desequilibrado mental, que Betsy acogió en sucasa por piedad. Su locura consiste en pensar que en su cabeza tiene las ideas de Carlos Iantes de ser ejecutado en 1649. Pero la locura no le impide tener un carácter apacible, yhará inmediatamente buenas migas con David.

El segundo hogar formado por dos personas es el de Mr. Wickfield y su hija Agnes.Abogado de buena posición y viudo, dedica toda su vida a su hija, quien desde suprimera aparición es un dechado de virtudes. Teme que la muerte suya o la de Agnes lossepare definitivamente, y por eso se refugia en el alcohol. Agnes cuida con mayoresdesvelos a su padre a medida que este se va deteriorando por causa de su adicción.

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El tercer hogar es el de Uriah Heep y su madre. Uriah trabaja en el estudio deWickfield. Su aspecto y sus gestos provocan inmediatamente rechazo. Es la encarnaciónde la doblez, de la falta de sencillez y de la falsa humildad: «Soy consciente de ser el máshumilde de los hombres —dijo Uriah Heep con modestia—; que los demás ocupen laposición social que les corresponda. Mi madre es, asimismo, una persona muy humilde.Vivimos en una humilde morada, Mr. Copperfield, pero no podemos quejarnos. Mi padretenía una humilde profesión. Era sepulturero».

Y aun otra familia es la del doctor Strong, profesor de David en Canterbury. Es unapersona mayor —sesenta y dos años, un anciano para esa época— casado con una chicamuy joven, Annie. Strong es un sabio que está redactando un diccionario de griego.Tiene una buena posición económica y posee los sentimientos más delicados y uncarácter acogedor y agradable, con una sonrisa permanente. Su suegra trata de sacarbeneficio del matrimonio de su hija y quiere ayudar a toda su familia. A su vez, Annieparece engañar a su marido con su primo Maldon.

David desea formar una familia. Su primer intento termina dolorosamente con lamuerte de Dora, su primera esposa. Finalmente, logrará formar una familia feliz conAgnes, nuevo ejemplo dickensiano de persona que se da a sí misma en beneficio de losdemás.

¿Qué pasa con estas familias y qué enseñanzas nos deparan sus vicisitudes? Sigamos elorden con que hemos presentado algunas de las familias de esta novela.

Los Peggotty sufren un dolor muy grande, pues la sobrina Emily se escapa con unplayboy. La historia termina bien —una vez más animo a leer directamente el libro—,pero el dolor inmenso que padecen todos los habitantes de la casa-barco los mejora. Laseñora Gummidge cambia completamente de carácter: se olvida de sus dolores ysufrimientos y se pone a consolar a los demás. Se da cuenta que no solo ella sufre en elmundo, y deja de girar en torno a sí misma para mirar a su alrededor.

Ham, el otro sobrino del señor Peggotty, que estaba comprometido con Emily y esabandonado por esta, la perdona de todo corazón, al igual que el tío. En una carta deEmily a Ham, le escribe: «Cuando veo cómo eres, y cómo es el tío, comprendo cómodebe de ser Dios, y me atrevo a llorar ante Él».

Ya hemos aprendido algo de esta familia «original». ¿Y los Micawber? Cuando estánen una situación verdaderamente desesperada, Mr. Micawber grita: «¡Bienvenida sea lapobreza! ¡Bienvenida sean la miseria, la falta de techo, el hambre, los harapos, lastempestades y la mendicidad! ¡La confianza mutua nos sostendrá hasta el fin!». Loimportante es la unidad de la familia, por difíciles que sean las circunstancias exteriores.De hecho, los Micawber terminarán bien y siempre unidos.

La tía de David irá manifestando a lo largo de la novela un dominio notable de símisma y una entrega a los demás que la convierten en uno de los personajes másamables de esta historia. Antes dijimos que es viuda «aparentemente». El porqué loencontrarán en el libro. La tía sabrá sacar todo lo bueno de su pariente lejano Dick, quepasará sus días sintiéndose querido y útil a sus semejantes, a pesar de sus locurasinfantiles.

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Mr. Wickfield encontrará muchos problemas en su vida. Se da cuenta que el amor porsu hija está mal encarado.

Mi dolor natural por la muerte de la madre de mi hija se convirtió en enfermedad;mi amor natural por mi hija se convirtió en enfermedad. He contaminado todo lo quetoco. He causado la desgracia de lo que más quiero […]. Creí que era posible amar auna sola criatura de este mundo sin amar a los demás; creí que era posible llorar lapérdida de una sola criatura de este mundo, sin unirme al dolor por la muerte de losdemás. ¡Y así fue como pervertí las enseñanzas de mi vida! He querido alimentarmede la morbosa cobardía de mi propio corazón, y esta me ha devorado.

Este personaje tiene un corazón noble, y su historia también termina bien. Pero sonesclarecedoras estas quejas de sí mismo, cuando absolutizó amores naturales olvidándosedel resto del mundo, que también necesita de nuestro afecto y cuidado.

Los Heep recogen lo que sembraron: la falsa humildad, la hipocresía, el engaño, unidoscon la codicia y el resentimiento solo llevan a la ruina. Uriah termina sus días en lacárcel, y su madre sola, sin la compañía de su adorable hijo.

La familia del Dr. Strong ofrece un ejemplo muy actual: las intromisiones en la vida delmatrimonio de otras personas de la familia solo provocan catástrofes. En este caso, es laactitud interesada de la suegra de Strong la que hace que muchos sospechen de lafidelidad de Annie. Esta es totalmente fiel a su marido, pero mientras no se rebela antelas intromisiones de su madre sufre un calvario interior. Dice sabiamente la tía de DavidCopperfield, en relación a esta familia: «Sería muy deseable que algunas madres dejaransolas a sus hijas después de contraer matrimonio, y no se mostraran tan violentamenteapegadas a ellas». Buen consejo para madres y suegras que no saben estar en su lugar.

¿Y David Copperfield? Se enamora apasionadamente de Dora, una joven bienparecida, pero infantil, poco madura, caprichosa, que no tiene ninguna experiencia delmundo. Se casará con esta chica y tratará de formarla. Pero Dora es de unasusceptibilidad enfermiza, y se enoja cada vez que su marido le insinúa que tiene queponer orden en la casa o aprender a cocinar o a hacer las cuentas. David se da cuentapronto de que la que imaginaba una criatura perfecta, tenía también defectos. No deja deamarla, pero añora los tiempos de noviazgo en los que pensaba que Dora le daría unaplenitud de felicidad que no consigue después del matrimonio. Pide consejos a su tía.Con sabiduría, esta le dice:

Este es el comienzo, y Roma no se construyó en un día, ni en un año. Has elegidolibremente […] a una criatura muy bonita y cariñosa. Será tu deber, al igual que tufelicidad (es algo que sé, no estoy pronunciando un sermón) quererla tal como la hasescogido, por las cualidades que tiene y no por las que no tiene. Intenta desarrollar enella estas últimas. Y si no puedes, muchacho, tendrás que acostumbrarte a vivir sinellas. Pero recuerda, querido, que vuestro futuro depende de los dos. Nadie puedeayudaros; tenéis que labrarlo vosotros mismos. Eso es el matrimonio, Trot; y ¡que elCielo os bendiga a los dos, porque solo sois un par de niños perdidos en el bosque!

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Dora morirá muy joven, rodeada por el cariño de su marido, que a pesar de no haberencontrado toda la felicidad que esperaba, se esfuerza por ayudarla, acompañarla,comprenderla y, en algún caso, corregirla. Pasado el tiempo, David contraerá nuevasnupcias, esta vez con Agnes, la hija de Mr. Winckfield. Agnes no tiene las carencias deDora, y aparece siempre como una fuente de bondad, paz y serenidad. Todos seconsultan con ella. Con David formarán una familia numerosa, abierta a otras familias ya las personas necesitadas. En una ocasión, David dice a Agnes:

Para ti no es nunca pesado ni difícil hacer el bien […]. Siempre me has enseñado elcielo, Agnes, siempre me has conducido hacia un fin mejor; siempre me has llevadohacia un mundo más elevado.

Será difícil encontrar en la vida real una persona como Agnes. Pero el matrimonio y lafamilia serán fuente de felicidad si sus componentes tratan de imitar el don sincero de síque posee Agnes; si luchan por mantener la unidad de la familia a toda costa, como losMicawber; si saben perdonar, como los Peggotty; si abren su amor a todos los hombres,sin exclusivismos, como aprendió Mr. Winkfield; si las madres y las suegras (y los padresy los suegros) saben estar en su lugar.

* * *

La familia es omnipresente en la obra literaria de Dickens. Bien es verdad que presentamuchas situaciones familiares dolorosas: hay padres peleados con sus hijos, como Mrs.Clennam y su hijo Arthur en La pequeña Dorritt; hay matrimonios en los que reina lafrialdad, como en el de Lord Dedlock y su mujer en Casa desolada; o matrimonios porinterés, como los Lammle en Nuestro amigo común. Podríamos abundar en másejemplos. Pero estas visiones de familias desgraciadas sirven de contraste a las familiasdonde reina el amor, la preocupación por los demás, la unión en el dolor y el sufrimiento,y la alegría de estar juntos para vivir esta vida en compañía de los seres queridos. Algoya dijimos en la introducción. Pero creo que no se va a enojar David Copperfield siterminamos su capítulo con tres botones de muestra de familias que salen de otrasnovelas de Dickens, y que ponen de manifiesto que muchas veces son las cosaspequeñas las que hacen que una familia viva serenamente.

Comencemos con los Bagnet, familia formada por un militar retirado, su esposa y doshijos. La que manda en la casa es ella, aunque su marido piensa que no es así. De todasmaneras, el militar retirado le pregunta a ella qué es lo que piensa él, y su mujer respondecomo si fuera su marido. Familia sencilla que mantiene sus tradiciones, como porejemplo la manera de celebrar los aniversarios. Leamos el siguiente párrafo de Casadesolada:

Se trata del cumpleaños de la mujer, y es la fiesta más importante y el día señaladoen el calendario con el círculo más rojo. El fausto evento es siempre conmemoradosiguiendo las formalidades prescritas y establecidas por Mr. Bagnet desde hace muchosaños. Profundamente convencido que tener un par de pollos para el almuerzo significa

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alcanzar el más alto lujo imperial, ese día, temprano por la mañana, se dirige almercado para comprarlos; invariablemente es engañado por el vendedor y recibe dosde los más viejos habitantes de todos los gallineros de Europa. Volviendo con estoscampeones de litigiosidad enlazados con un pañuelo de algodón blanco y azul (cosaesencial para el rito), él, como si fuera por casualidad, durante el desayuno le preguntaa su mujer qué cosa le gustaría para el almuerzo. Dado que la mujer, con unacoincidencia que no falla nunca, responde pollo, Mr. Bagnet hace salir fuera de unescondite a su botín, en medio del regocijo y la alegría generales. Exige, además, quesu mujer no haga nada en todo el día, que se quede sentada con su vestido máselegante y que se deje servir por él y por sus hijos. Como Mr. Bagnet no es muypráctico en la cocina, se debe suponer que para la mujer todo esto es más unaceremonia que una diversión, pero mantiene su dignidad con toda la alegría imaginable.

Los Bagnet nos dan un buen ejemplo de armonía familiar, aunque podemos suponerque a veces alguno de sus miembros estaría de mal humor. Es lo que le pasa a Kit, elamigo de Nell en La tienda de antigüedades. Su padre había fallecido, y su madre,mujer bondadosa, saca la familia adelante —tiene tres hijos, dos de ellos muy pequeños— con el duro trabajo diario. Kit, al volver a su casa, deja el mal humor de la puerta paraafuera:

La habitación en que se sentó Kit era un lugar sumamente pobre y vulgar, pero conese aire de comodidad que transmite siempre, en cierto modo, la limpieza y el orden[…]. A pesar de la avanzada hora que marcaba el reloj, la pobre mujer seguíaafanosamente trabajando en la tabla de planchar; en una cuna próxima al fuego dormíaun pequeñuelo, y otro robusto chiquillo de dos o tres años, con los ojos muy abiertos,tocado con un apretado gorro de dormir y un camisón que le estaba chico, se hallabasentado, muy tiesecillo, en un cesto de ropa, mirando por encima del borde con susgrandes ojos redondos, y como firmemente decidido a no dormir nunca, lo que, alhaberse ya negado a disfrutar de su natural descanso y haberle sacado de la cama enconsecuencia, abría un alegre horizonte a sus parientes y amigos. La familia resultabaverdaderamente curiosa, pues Kit, la madre y los chicos se parecían muchísimo.

Kit era muy propenso a mostrar su mal genio, como nos sucede con frecuencia amuchos de nosotros; pero al mirar al pequeñín, que dormía profundamente; luego, asu otro hermano de la cesta de la ropa, y después, a su madre, que llevaba trabajandodesde la mañana sin quejarse, pensó que era mejor y más agradable estar de buenhumor. Comenzó, pues, a mecer la cuna con el pie, hizo una mueca al rebelde delcesto, que causó su hilaridad al momento, y se dispuso firmemente a mostrarse locuazy complaciente.

—¡Ay madre! —dijo Kit, sacando una navajilla y cayendo sobre un gran trozo depan con carne que ella le había preparado horas antes—. ¡Cómo eres! Estoy seguro deque hay pocas como tú.

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Dickens subraya que la casa de Kit era pobre, pero limpia y ordenada. Son esosdetalles los que ayudan a vivir con serenidad y paz la convivencia familiar. En Historiade dos ciudades la familia de Lucy tiene que trasladarse a París, en plena revolución,pues su marido ha sido encarcelado y va a ser condenado a muerte. La incertidumbresobre el futuro de su familia es muy grande. Sin embargo, Lucy no se abandona: procuravivir los detalles pequeños para que esos momentos trágicos se hagan más llevaderos.

Así que estuvieron instalados en su nuevo domicilio y su padre entró en la rutinadiaria de sus deberes profesionales, combinó Lucy todo en su pequeño hogar, lomismo que si estuviese con ellos su marido. Todas las cosas tenían su sitio y su hora.Instruyó a su hijita con la misma regularidad que si estuviesen todos reunidos en sucasa de Londres.

Charles Dickens es el novelista de las rutinas cotidianas que manifiestan el amor.Celebrar los aniversarios con detalles propios de cada familia, esforzarse por estar debuen humor al comprender que los demás necesitan nuestra sonrisa y nuestro optimismo,mantener el orden y la limpieza en las cosas materiales, no son «pequeñeces»: son eltermómetro de una vida familiar que convierten las cuatro paredes materiales de una casaen un auténtico hogar. Como el que formaron David Copperfield y Agnes Wickfield.

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13.ESTHER SUMMERSON

Corre el año 1851. En marzo muere el padre de Dickens, y en abril su hija DoraAnnie, de apenas nueve meses. Acababa de salir, en noviembre del año anterior, DavidCopperfield, y Dickens ya estaba dando vueltas a su siguiente novela: Casa desolada.Entre 1851 y 1852 va perfilando la obra. Visita Saint Albans para ambientarse. El primerfascículo saldrá en mayo de 1852. La publicación por capítulos terminará en septiembrede 1853. La crítica al sistema de justicia británico que se contiene en sus páginas provocólos ataques de un ex lord canciller, Lord Deuman. Era lógico que se sintiera aludido,porque en la novela se describe de forma muy negativa a jueces, abogados y oficinistasde la Corte de Justicia. Los tribunales, los despachos de abogados y las mismas calles deLincoln’s Inn y Chancery Lane están pobladas de personas vagas, irresponsables, que nose dan cuenta del daño que hacen a los ciudadanos implicados en los juicios, pendientesde una sentencia que nunca llega. Toda la trama de Casa desolada gira en torno a lacausa «Jardnyce contra Jardnyce», de la que nadie entiende nada y en la que se hangastado sumas inmensas solo por los procedimientos legales inacabables y absurdos.

La forma narrativa de Casa desolada es original. Hay un narrador que cuenta lasacciones que se desarrollan sin la presencia de Esther Summerson, la protagonistaprincipal, pero en todos los sucesos en los que interviene, es ella misma quien los narra.Así, tenemos en gran parte del libro un estilo autobiográfico, que abre al lector laintimidad de los sentimientos y pensamientos de este personaje, uno de los más logradosde toda la producción de Dickens.

Será la misma Esther la que nos narre su triste infancia: desconoce a sus padres; sumadrina y el ama de llaves la tratan con extrema frialdad: la consideran un castigo divinopor algo que hizo su madre; y reina en el ambiente en el que se mueve un puritanismocruel y áspero, muy lejano a la misericordia y a la alegría evangélicas.

Esta situación angustiosa cambia radicalmente cuando un hombre de buen corazón,Mr. Jardnyce, decide hacerse cargo de su educación y enviarla a un internado paraseñoritas. En el colegio, Esther se preocupa por las necesidades de sus compañeras. Pocoa poco va adquiriendo un rol muy importante de contención afectiva de las reciénllegadas, y se gana el cariño y la confianza de sus superiores. Dicha etapa se cierra

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cuando Mr. Jardnyce le pide que vaya a su casa —conocida como Casa desolada—,donde hará de ama de llaves.

Dickens describe con bastante detalle esta casa solariega, ubicada en Heresfordshire.Allí, además del tutor de Esther, han ido a vivir unos primos de Jardnyce, RichardCarstone y Ada Clare, que inmediatamente hacen muy buenas migas con Esther. SalvoEsther, todos están implicados en la causa «Jardnyce contra Jardnyce».

La trama de la novela está muy bien estructurada, y no creo necesario ni convenienteresumirla aquí. Como ya hemos hecho en otros capítulos, espero que estas páginas seanuna invitación para que el lector tenga un acceso directo a esta obra, según los críticosuna de las mejores que ha producido la pluma de Dickens. Lo que sí quiero resaltar es lacaracterística principal de la protagonista: como en otras novelas de nuestro autor, EstherSummerson se da continuamente a los demás. No vive para sí, sino para las personascon las que se encuentra a lo largo de su existencia. Este darse a los demás vaacompañado de un caer en la cuenta de sus necesidades. Esther sabe ponerse en lascircunstancias de los demás, y así puede ayudar eficazmente. Va sembrando paz,comprensión y esperanza en los ambientes en los que se mueve.

Ya hemos aludido al papel que jugó Esther en el colegio donde vivió en suadolescencia. Ella «se daba cuenta» de las necesidades por las que pasaban las chicasque llegaban allí, lo difícil que les resultaba la separación de sus familias, el nuevoambiente, etc.

Todas las veces que una nueva alumna estaba un poco triste y deprimida, estaba tansegura que se iba a convertir en mi amiga —verdaderamente no sé por qué— que, alfinal, todas las nuevas alumnas eran confiadas a mi cuidado. Decían que yo era muybuena, pero estoy segura de que las buenas eran ellas.

Cuando entra en contacto con la familia Jellyby, en donde reina un desorden colosal,pues la madre de esta familia numerosa está pendiente de una misión para pobres enÁfrica y no se preocupa en lo más mínimo de la vida ordinaria de la casa, Esther, en vezde protestar, procura poner orden en lo que está en su mano; trata con inmenso afecto alos niños pequeños, que inmediatamente se aficionan a ella; y en particular traba amistadcon Caddy, la hija mayor, que vive desdichadamente, pues su madre la hace trabajar encosas referentes a la misión, sin interesarse por su vida. Esta joven se confíainmediatamente con Esther, que la sabe aconsejar. Caddy le presenta a su novio, hijo deun maestro de baile, y será gracias a la prudente y desinteresada intervención de Estherante el padre del novio y la madre de la novia que el matrimonio se lleve a cabo. Estheres punto de referencia en esta familia tan necesitada de orden, sentido común y afecto.

Cuando Esther se instala en Casa desolada, recibe la visita de Mrs. Pardiggle,acompañada por sus hijos. Se trata de una mujer que está en mil actividades de caridad ybeneficencia. Desde su conciencia en paz, critica a todo el mundo y se convierte en sujuez implacable. Invita a Esther y a Ada a visitar a una familia pobre. Entran en unacaseta miserable, donde reina la enfermedad, la suciedad, el alcohol. Mrs. Pardiggle leshace una prédica tremendamente severa, echándoles en cara sus pecados. El padre de

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familia le contesta muy duramente. La predicadora se aleja de la casa, y se quedanEsther y Ada, que se dan perfectamente cuenta de la situación: de nada sirve un discursocon grandes principios morales pero carente de comprensión, cercanía, amor, humildad.Se acercan a una joven que está cuidando a su hijo enfermo. Esther se da cuenta de queel niño está muerto. Lo toma en sus brazos, lo coloca en un lugar digno, lo cubre con supañuelo, y procura consolar a su madre: «Le susurramos lo que Nuestro Salvador dijosobre los niños». La mujer sigue llorando, pero aprecia en el fondo de su corazón lacercanía de Esther. Al día siguiente, vuelven a visitar a la pobre familia, que le agradeceesos gestos de compasión. Lo que no logró la diatriba de Mrs. Pardiggle lo obtuvo el«saber estar» de Esther Summerson. Una predicaba desde su autosuficiencia, la otrasusurraba al corazón.

Esther descubrirá quién es su madre, y desea confiar su secreto al tutor, Mr. Jardnyce.Este hombre la comprende perfectamente bien, la consuela y le devuelve la paz. Estherqueda tan contenta que desea «olvidarse de sí misma y dedicarse a él y a los demás». Enrealidad, ya lo estaba haciendo desde el internado.

Es una mujer que atrae a todos: Miss Flite, una anciana loca que pasa todo el día en eltribunal para ver cómo va su juicio —lleva años con la esperanza de que resuelvan suasunto, y esto le hizo perder sus facultades mentales—, se siente comprendida porEsther, que con paciencia escucha sus confidencias y se interesa por sus problemas;Richard, el primo de Jardnyce y futuro esposo de Ada, hombre un poco alocado, quetambién caerá en la obsesión de su causa en el tribunal, continuamente abre su corazóncon ella; rodea de cariño a su criada Charley, huérfana e ignorante, le enseña conpaciencia las primeras letras, y logra hacer de ella una mujer responsable, que al final dela novela se casa con un molinero bastante bien situado; hasta la empleada de Mr.Snagby, que aparece muy poco en la novela, encuentra en Esther una persona a quienconfiar sus penas.

Ponerse en el sitio del otro, que lleva a comprender los motivos de sus acciones y desu visión de la vida, no necesariamente comporta la actitud blanda de pasar por alto todo,o de justificar lo injustificable. Con frecuencia, Esther se siente en la necesidad de decirlas cosas claras para que la otra persona rectifique. Lo hace con cariño, respeto y conauténticos deseos de ayudar. Mr. Skympole, Guppy y el abogado Wholes escuchanpalabras fuertes de labios de Esther. Comprensión y afecto no son sinónimos de debilidado de complicidad con el mal.

La novela termina como todas las de Dickens: Esther está felizmente casada, tiene doshijas y, en torno a su hogar, giran muchas personas que se benefician del cariño y de laentrega sincera de esta admirable mujer, que se da cuenta de las circunstancias de losdemás y procura ayudar con una sonrisa, con comprensión y con las palabras adecuadas.

* * *

A diferencia de Esther, siempre atenta a las necesidades de los demás, y que se hacecargo de sus circunstancias, Mrs. Jellyby representa a aquellas personas que estánobsesionadas por ayudar a todo el mundo —cuanto más lejos de sus circunstancias

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vitales, mejor—, pero se olvidan de que tienen personas necesitadas junto a sí, y muchasveces en su misma casa.

Mrs. Jellyby dedica todas la horas del día a escribir y contestar cartas, organizarreuniones con el fin de ayudar a una misión en África: Borrioboola-Gha. Es madre defamilia numerosa, pero sus hijos viven en medio del desorden y de la suciedad. Nadie seocupa de ellos, y cuando reclaman la atención de su madre, esta les reprocha que «no seinteresan de los grandes problemas del mundo». En el fondo, según Mrs. Jellyby, sushijos son unos egoístas. También su marido es víctima de la preocupación por la misiónafricana de su esposa. Vive aislado, en medio de problemas financieros terribles, sinnadie que se preocupe por él. Mrs. Jellyby se desentiende de los problemas familiares,porque su preocupación radica en los pobres africanos que tienen tantas necesidadesmateriales y espirituales.

En realidad, su celo por África es un escapismo para no enfrentar los problemas ynecesidades ordinarios de todos los días: preparar la comida, limpiar la casa, mantener elorden en medio de una familia numerosa, cuidar a un hijo enfermo, consolar al que estátriste, animar a la hija que tiene dificultades sentimentales, servir de apoyo a su maridoen los momentos de crisis económica, etc. Hay dos dichos populares que dan en el clavopara estigmatizar a Mrs. Jellyby: «La caridad bien entendida empieza por casa»; «Lamujer que por la iglesia deja el puchero quemar, tiene la mitad de ángel, de diablo la otramitad». Incluso escuché decir a san Josemaría que, para él, toda ella era diablo.

A veces no vemos que los más necesitados están en nuestra propia familia. O quizá ennuestra calle, junto a la puerta de casa. En esta novela hay un personaje inolvidable: Jo.Se trata de un chico de la calle a quien nadie le enseñó nada. Vive de limosna, de vez encuando barre alguna vereda. Se ve envuelto en una historia de muertes e intrigas sinbuscarlo y sin culpa alguna. Finalmente, morirá bajo el cuidado de algunas buenaspersonas que lo han sacado de la calle y lo preparan para bien morir, pues ya estabaenfermo de gravedad. Dickens, con su habitual vena crítica, escribe irónicamente sobreJo:

No es uno de los indios Tockahoopo de Mrs. Pardiggle, ni uno de los protegidos deMrs. Jellyby, porque no tiene ninguna relación con Borrioboola-Gha. No estáedulcorado por la distancia o por el exotismo, no es un salvaje genuino crecido en losdesiertos o en las selvas: es un objeto ordinario fabricado en nuestra patria. Sucio, feo,desagradable a todos los sentidos, en el cuerpo, una criatura común de la calle; en elalma, pagano. Lo ensucia la miseria nacional, lo devoran nuestros parásitos, loatormentan las plagas de nuestra patria, lo cubren andrajos comunes. La ignorancianatal, producida en el suelo y en clima ingleses, pone a su naturaleza inmortal pordebajo de las bestias. ¡Avanza, Jo, con tus discretos colores! Desde la punta de los pieshasta la cabeza no hay nada interesante en ti.

Con corazón grande, universal, podemos ayudar a resolver los problemas del mundoempezando por nuestra casa y por nuestra calle. La pregunta clave para servir al prójimono es tanto «¿Qué puedo hacer yo por los demás?», sino «¿Qué necesitan los demás de

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mí?». La civilización del amor será una realidad cuando haya más personas como EstherSummerson, y menos como Mrs. Jellyby.

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14.THOMAS GRADGRIND

Pues bien: lo que yo quiero son realidades. No les enseñéis a estos muchachos ymuchachas otra cosa que realidades. En la vida solo son necesarias las realidades. Noplantéis otra cosa y arrancad de raíz todo lo demás. Las inteligencias de los animalesracionales se moldean únicamente a base de realidades; todo lo que no sea esto, no lesservirá jamás de nada. De acuerdo con estas normas educo yo a mis hijos, y deacuerdo con estas normas hago educar a estos muchachos. ¡Ateneos a las realidades,caballero!

Con estas palabras, puestas en los labios del profesor Gradgrind y dirigidas a suayudante de cátedra, comienza la novela Tiempos difíciles, publicada en 1854 en laspáginas de la revista Las palabras del hogar. Se trata de una obra relativamente breve,en la que Dickens denuncia un sistema económico que oprime a los pobres, a quienestrata como meros números estadísticos. El principio-base de este sistema es elpositivismo filosófico, que solo se atiene a los hechos mensurables y comprobables. Conapariencia de teoría científica, esta pseudo-filosofía termina por desconocer la dignidadde la persona humana.

Estas ideas aparecen personificadas en el profesor Thomas Gradgrind, a quien Dickensnos presenta del siguiente modo:

Thomas Gradgrind, sí, señor. Un hombre de realidades. Un hombre de hechos y denúmeros. Un hombre que arranca del principio de que dos y dos son cuatro, y nadamás que cuatro, y al que no se le puede hablar de que consienta que alguna vez seanalgo más. Thomas Gradgrind, sí, señor; un Tomás de arriba abajo este ThomasGradgrind. Un señor con la regla, la balanza y la tabla de multiplicar siempre en elbolsillo, dispuesto a pesar y medir en todo momento cualquier partícula de lanaturaleza humana para deciros con exactitud a cuánto equivale. Un hombre reducidoa números, un caso de pura aritmética. Podríais quizá abrigar la esperanza deintroducir una idea fantástica cualquiera en la cabeza de George Gradgrind, de AugustGradgrind, de John Gradgrind o de Joseph Gradgrind (personas imaginarias e irrealestodas ellas); pero en la cabeza de Thomas Gradgrind, ¡jamás!

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La alusión al apóstol incrédulo Tomás es bastante clara, cuando nos lo presenta como«un Tomás de arriba abajo».

El profesor Gradgrind «aniquilaba» las imaginaciones juveniles de sus discípulos. Susalumnos estaban numerados. Cuando pregunta a la «niña número veinte» su nombre,esta le contesta: «Ceci Jupe, señor», a lo que el profesor responde que «Ceci» no es unnombre, sino Cecilia. El diálogo entre maestro y alumna discurre sobre el oficio de supadre. Aunque la niña contesta que se dedica a la equitación, en realidad, el lector seenterará poco después que el papá de Ceci trabaja en un circo. Gradgrind no aprueba laprofesión de este señor, y pregunta qué es un caballo. Ceci no sabe responder, pero uncompañero, Bitzer, responde: «Cuadrúpedo, herbívoro, cuarenta dientes; a saber:veinticuatro molares, cuatro colmillos, doce incisivos. Muda el pelo durante la primavera;en las regiones pantanosas, muda también los cascos. Tiene los cascos duros, pero espreciso calzarlos con herradura. Se conoce su edad por ciertas señales en la boca».

El diálogo en el aula prosigue sobre temas equinos. El profesor pregunta si está bienempapelar una habitación con representaciones de caballos. Los niños dudan, algunosresponden positivamente, otros dicen que no. Gradgrind zanja la cuestión: «Voy aexplicaros por qué no debéis tapizar las paredes de un cuarto con dibujos de caballos…¿Habéis visto alguna vez en la vida, en la realidad, que los caballos se suban por lasparedes de un cuarto? ¿Lo habéis visto? […] ¡Claro que no! Pues bien: lo que no se veen la vida real, no debéis verlo en ninguna parte: no debéis consentir en ninguna parte loque no se os da en la vida real. El buen gusto no es sino un nombre más de lo real».

La filosofía positivista de Gradgrind se pone aún más de manifiesto cuando Ceci Jupeafirma que ella pondría en su habitación una alfombra con dibujos de flores porqueayudaría a imaginarlas reales. La reacción del profesor es terminante:

—¡Ay, ay ay! —exclamó muy ufano el caballero de que las cosas hubiesen rodadohasta el punto que a él le interesaba—. ¡Nunca debes imaginarte nada! De esoprecisamente se trata. No debes dejarte llevar de la imaginación.

—Cecilia Jupe, jamás debes hacerlo —insistió solemnemente Thomas Gradgrind.—¡Lo real, lo real, lo real! —voceó el caballero […].—Guíate en todas las circunstancias y gobiérnate por lo real. No está lejano el día

en que tengamos un cuerpo de gobernantes imbuidos de realismo, y ese Gobiernoestará integrado por jefes de negociado, realistas, que obligarán a las gentes a vivir deacuerdo con la realidad y descartando cuanto no sea realidad. Tenéis que suprimir porcompleto la palabra imaginación. La imaginación no sirve para nada en la vida.

Estos principios los aplica también en su casa. Gradgrind tiene cinco hijos, y es unpadre «eminentemente práctico». En su casa no hay ningún resquicio para laimaginación: todo está orientado al estudio científico. Lo cierto es que los pobres retoñosdel profesor la pasan muy mal, porque no encuentran ningún sentimiento de afecto,ningún «escape» poético o lúdico.

Si la casa de los Gradgrind respondía a sus criterios pedagógicos, también la ciudad enla que vivían, Coketown, era un fiel reflejo del positivismo deshumanizado del siglo XIX.

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Según el narrador, la ciudad «constituía el triunfo del realismo». La descripción de laciudad se une a tantas otras salidas de la pluma de Dickens, en las que criticaásperamente el anonimato, la masificación y la deshumanización de las ciudades sin almade la Inglaterra de la revolución industrial:

Era una ciudad de ladrillo rojo, es decir, de ladrillo que había sido rojo si el humo yla ceniza se lo hubiesen consentido; como no era así, la ciudad tenía un extraño colorrojinegro, parecido al que usan los salvajes para embadurnarse la cara. Era una ciudadde máquinas y de altas chimeneas, por las que salían interminables serpientes de humoque no acababan nunca de desenroscarse, a pesar de salir y salir sin interrupción.Pasaba por la ciudad un negro canal y un río de aguas teñidas de púrpura maloliente;tenía también grandes bloques de edificios llenos de ventanas, y en cuyo interiorresonaba todo el día un continuo traqueteo y temblor y en el que el émbolo de lamáquina de vapor subía y bajaba con monotonía, lo mismo que la cabeza de unelefante enloquecido de melancolía. Contenía la ciudad varias calles anchas, todas muyparecidas, además de muchas calles estrechas que se parecían entre sí todavía más quelas grandes; estaban habitadas por gentes que también se parecían entre sí, queentraban y salían de sus casas a idénticas horas, levantando en el suelo idéntico ruidosde pasos, que se encaminaban hacia idéntica ocupación y para las que cada día eraidéntico al de ayer y al de mañana y cada año era una repetición del anterior y delsiguiente.

Con este lúgubre paisaje de fondo, Dickens destaca dos personajes llenos de vidapropia, que no se confunden en la masa amorfa y anónima de Coketown: StephenBlackpool y Rachel. Sus corazones están colmados de sentimientos de caridad,comprensión, deseo de ayuda a los demás. Han sufrido mucho en sus vidas y les duelever que en Cocketown son tratados como meros números. Sus historias personaleshumanizan una atmósfera cargada de opresión y desprecio por la dignidad humana.

Este desprecio se pone de manifiesto en la llamada «teoría de la Prosperidadnacional». El ayudante de Gradgrind explica a sus alumnos: «Mirad: suponed que estaescuela es la nación y que en esta nación hay cincuenta millones en dinero. ¿Es o no unanación próspera?». La pregunta va dirigida a la niña número veinte, la ya conocida CeciJupe, que contesta que en realidad duda, pues no sabe en qué manos está el dinero y si lecorresponde a ella alguna parte. El ayudante le presenta el problema de otra manera: «Lasala de esta escuela es una ciudad inmensa en la que vive un millón de habitantes, y deese millón de habitantes solamente se mueren de hambre en la calle, al año, veinticinco.¿Qué os parece esta proporción?». Ceci Jupe contesta que «para los que se morían dehambre era lo mismo que la ciudad tuviese un millón que un millón de millones dehabitantes». Este difícil diálogo entre el que solo se atiene a las estadísticas y quien se fijaen cada persona termina con la siguiente perla: el ayudante pregunta qué tanto por cientorepresentan quinientas personas ahogadas entre cien mil que se embarcaron en un añopara hacer una travesía marítima. Ceci responde: «Ningún tanto por ciento representapara los parientes y amigos de los que perecieron».

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No vamos a contar las vicisitudes de los personajes de la historia. Solo nos referiremosa Gradgrind. A medida que va pasando el tiempo, el profesor se da cuenta de que laeducación que dio a sus hijos desemboca en un fracaso. Su hijo Thomas, el primogénito,termina convirtiéndose en un ladrón sin escrúpulos, y su hija mayor es incapaz ya dereprimir su corazón: casada por conveniencia con el empresario más importante deCocketown, Bounderby —el que trata injustamente a sus obreros, Stephen y Rachelincluidos—, no resiste una vida artificial, fría y distante. Solo se consuela en el trato conCeci Jupe, la hija del actor del circo, mujer llena de bondad y de vida.

Thomas Gradgrind aprenderá la lección al ver el fracaso de su «sistema», y se suma ala larga lista de personajes de Dickens que se convierten. En diálogo con su hija, al finalde la novela, afirma: «Algunas personas sostienen que existe una sabiduría del cerebro yuna sabiduría del corazón. Yo nunca he pensado así; pero ya te he dicho que desconfíode mí mismo. Siempre di por supuesto que bastaba para todo con el cerebro. Acaso nobaste para todo; pero ¿cómo voy a arriesgarme esta mañana a decir que sí?». Como seve, todavía no está del todo convencido de lo falso de sus principios, aunque admite laposibilidad de haber equivocado el rumbo.

En otra conversación significativa, Gradgrind quiere convencer a un antiguo discípulosuyo —Bitzer, aquel que había definido tan exactamente lo que era un caballo— de quelibere a su hijo, acusado de haber robado en el banco donde estos trabajaban. Cuando lepide que mire a su corazón, Bitzer le responde con la filosofía de su maestro: «Micorazón solo es accesible al razonamiento, señor, y a nada más». Gradgrind le pide quele explique las razones que tiene para no liberar a su hijo. Bitzer contesta que lo hace porinterés propio: si ponen en prisión a su hijo, él puede subir en la jerarquía del banco,reemplazándolo. Y le espeta a su antiguo profesor: «Estoy seguro de que vos sabéisperfectamente que todo el sistema social no es sino una cuestión de interés propio. Laúnica manera de manejar a una persona es mover su propio interés. Los hombres somosasí. Sabéis perfectamente, señor, que este es el catecismo que me enseñaron cuando yoera muchacho».

Gradgrind echa mano de la última posibilidad que le queda para ablandar el corazón deBitzer: recordar el agradecimiento que le debe por los esfuerzos que le costó educarlocuando era un niño. Bitzer no se inmuta: «Me maravilla que os coloquéis en un terrenotan insostenible. Se pagó un tanto por mi educación; era aquello un toma y daca; al dejarde ir a la escuela quedamos en paz». El narrador explica que

el fundamento principal del sistema filosófico de Gradgrind era que todo se pagaba.Nadie debía entregar jamás nada a nadie, ni realizar un servicio, sin el correspondientepago. La gratitud tenía que desaparecer, y con la gratitud todas las virtudes que sederivan de la misma. Desde el nacimiento hasta la muerte, todos los momentos de lavida eran como un toma y daca con un mostrador de por medio. Y si no entrábamosde esta manera en el cielo era porque no se trataba de un lugar político-económico, nise realizaban transacciones en él.

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Bitzer le demuestra con los hechos lo inhumano de la actitud mental de Gradgrind. Losprincipios inflexibles y «racionales» que profesaba se le vuelven en contra.

Dickens no explicita la conversión de Gradgrind, pero la deja intuir. En el capítulofinal, pone delante de nuestros ojos al profesor, que había experimentado al final de suvida las duras consecuencias de su filosofía sin corazón, sentado y meditando.

¿Veíase a sí mismo encanecido y decrépito, amoldando sus antes inflexibles teorías alas circunstancias que hemos relatado? ¿Poniendo sus hechos y sus números alservicio de la Fe, de la Esperanza y de la Caridad, sin intentar desmenuzar ese tríocelestial en sus molinillos polvorientos? […]. Es probable que barruntase todo esto,pues conocía a su gente.

* * *

Esta vez dejemos que saquen sus conclusiones Chesterton y Orwell. Escribe elprimero: «Tiempos difíciles no es una de las obras más grandes de Dickens, pero encierto sentido es, quizá, uno de los monumentos más grandes que haya erigido. Ella fijaen su realidad las emociones que despertaron en Dickens un gran número de cosas,emociones que se consideraron en aquella época como la expresión de recriminacionespoco filosóficas, pero que después han tomado las proporciones de ese fenómenoinmenso, la filosofía socialista. Llamar a Dickens socialista sería una exageraciónfabulosa; pero se puede definir exactamente la singularidad de sus opiniones, diciendoque, en una época en la que todos confundían liberalismo e individualismo, él supo serresueltamente liberal y enérgicamente antiindividualista.

»Aun podría expresarse mejor la verdad bajo esta forma: estableció que existía unacosa llamada humanidad, y que esa cosa era profundamente indiferente, tanto para elsocialismo como para el individualismo extremo; reconoció que esa humanidadpermanente, todopoderosa, constituía el misterio que le había sido dado comprender; vioque el individualismo era nada y el antindividualismo nada más que la observación de laley del hombre. En buen romance, comprendió que se discute demasiado la cuestión desaber si tal o cual cosa es favorable a tal o cual filosofía científica; que hay quepreguntarse si la filosofía científica es favorable a la humanidad. He aquí por qué loslibros como Tiempos difíciles serán siempre un elemento comprobador del poder y de lafama de Dickens. Este comprendió que los sistemas económicos no son creacionesindependientes de nosotros, como las estrellas, sino simples manifestaciones del espírituhumano sometidas al juicio del corazón humano[1]».

Y George Orwell, en un breve artículo dedicado a Dickens, al comentar Tiemposdifíciles sostiene que el novelista inglés no es un revolucionario en el sentido de quererhacer saltar el sistema por los aires: lo que quiere es que cambien los corazones. Solo asícambiará el sistema: «Si los hombres se comportaran como debieran, el mundo seríacomo debe ser». Parecería una tremenda banalidad, pero en la conversión de loscorazones está el secreto del triunfo de las revoluciones para mejorar este mundo. Lodirá el mismo Dickens al terminar Tiempos difíciles: proponía que metiéramos en las

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vidas de los hombres humildes —todo máquinas y realismo— los vuelos de laimaginación y el bálsamo de la comprensión. «¡Hagamos que sean realidad! Podremosasí sentarnos con el corazón más alegre frente a nuestros hogares».

La persona humana, cualquiera que sea su condición social, económica, cultural,religiosa, etc., es una, única, irrepetible. Nunca podrá ser identificada con un número,con un porcentaje, con un engranaje del todo social. Los sistemas económicos, políticosy sociales han de ponerse a su servicio: al servicio de la imagen de Dios que todosllevamos impresa en nuestra alma. Esto, que Ceci Jupe entendía de manera intuitiva,ojalá lo entiendan los profesores Gradgrind de hoy.

[1] G.K. CHESTERTON, Dickens, cit., p. 237.

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15.LA OFICINA DE LOS CIRCUNLOQUIOS

Entre 1855 y 1857, Dickens publica una de sus novelas más largas, y por algunosconsiderada la más triste: La pequeña Dorritt. Como en tantos otros escritos, sus páginasreflejan algunas vivencias de su infancia y, en particular, el período en que su padreestuvo encarcelado por deudas en la cárcel de Marshalsea. Pero, además, esta novela,quizá como ninguna otra, alude a hechos acaecidos en esos años en Inglaterra, como laquiebra de un banco que dejó en la calle a muchos pequeños inversionistas, el suicidio deuno de los implicados en la quiebra, la corrupción creciente en torno al desarrollo de lared ferroviaria inglesa, la ineficacia de la burocracia, etc.

La historia, bastante intrincada, se desarrolla en torno a la figura de Amy Dorritt, quehabía nacido en la cárcel de Marshalsea. Muerta su madre, se dedica a cuidar a su padre,William Dorritt, que lleva en la cárcel más de treinta años y se considera «el padre deMarshalsea». Amy tiene dos hermanos bastante díscolos, y recae sobre ella el peso detoda la familia. Es otro ejemplo de una persona que vive el don sincero de sí: nuncapiensa en sí misma, es el lazo de unión entre todos los personajes de la historia, ytransmite paz, serenidad y ternura a todas las personas con las que se cruza en suexistencia.

Son muchos los personajes dignos de atención de esta novela. William Dorritt vivecontinuamente pendiente de sí. Avergonzado de su situación de preso, exige que se letrate con el máximo respeto, y es víctima de una susceptibilidad enfermiza. Cuando espuesto en libertad y se hace rico por una herencia, trata a los demás con desprecio.Quiere olvidar su negro pasado, pero le vuelve en sueños y termina perdiendo la cabeza,convencido de que está aún en la prisión. A pesar del derrotero que toma su carácter,Amy seguirá fielmente a su lado hasta el último momento.

Arthur Clennam es otro personaje digno de atención. Está envuelto en un misterio defamilia que él no conoce pero intuye, y debe soportar el desprecio de su madre, inváliday ferviente puritana imbuida de una espiritualidad cruel. Arthur siempre sigue los dictadosde su conciencia recta, y terminará enamorándose de Amy Dorritt.

Pero en este capítulo no vamos a analizar un personaje propiamente dicho, sino lacrítica que Dickens hace del poder del dinero y de la ineficacia del Estado. Cuandonuestro autor publicó su novela, hubo varias recensiones que denunciaron su exageración

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a la hora de estigmatizar la corrupción y la burocracia asfixiante de su época, pero laspáginas que dedica a la crítica de estos cánceres de las sociedades de todos los tiemposlamentablemente serán siempre actuales.

El poder del dinero está representado por Mr. Merdle, banquero a quien todo el mundorinde pleitesía. Aparentemente sus negocios van viento en popa. Él es una personainsignificante, que ofrece cenas con mucha frecuencia porque se siente obligado a ellopor presiones de su mujer, pero que se aburre terriblemente en la vida social. Dickens lopresenta de la siguiente manera:

El nombre de Merdle, ya célebre, se hacía cada día más famoso. Nadie conocía siese hombre tan renombrado había hecho alguna vez el bien a alguien, vivo o muerto, oa alguna cosa de esta tierra; ninguno sabía si tenía la capacidad de hacer o de deciralguna cosa que sirviese de iluminación para las criaturas humanas en el sendero deldeber o de la evasión del deber, del dolor o de la alegría, del cansancio o del descanso,de la realidad o de la fantasía; en definitiva, en alguno de los senderos del laberinto enel que se encuentran los hijos de Adán, nadie tenía el mínimo motivo para pensar quela arcilla con la que había sido construido el objeto de tanta veneración fuese distintade la arcilla común, dentro de la cual brilla en el hombre la lucecita que impide alhombre caer en pedazos. Todos sabían, o creían saber, que Merdle había logradoconvertirse en una persona inmensamente rica: solo por este motivo se postraban a suspies, y en tal degradación eran menos excusables que los salvajes primitivos, quienessalían de sus guaridas para adorar a un tronco de árbol o a un reptil y hacer propicios alos dioses sus almas oscuras.

Ante el poder económico de Merdle todos se rendían, también los funcionariospúblicos. Dickens dirige todos sus dardos contra la burocracia y la corrupción estatal,inventando una «Oficina de los circunloquios». Se trataba de un reparto administrativopor el que todo el mundo debía pasar para hacer un trámite. Gobernada por una familia,los Barnacle, que Dickens ridiculiza sin piedad, su lema era «no hacer». Es decir, laoficina que tendría que ofrecer a los ciudadanos una serie de servicios por parte delEstado, se transformaba en una máquina de impedir. Oficina de los circunloquios, porquesus empleados utilizan un lenguaje propio con el que nunca dicen claramente lo que elciudadano debe hacer: lo rodean de palabras, lo marean y lo expelen de la oficina por lapuerta giratoria.

En uno de los primeros capítulos de esta novela, Arthur Clennam se dirige a la Oficinade los circunloquios porque desea saber la causa de la prisión de William Dorritt. Seríamuy largo transcribir todo el via crucis burocrático por el que pasa para salir con lasmanos vacías y habiendo perdido un tiempo precioso. Cuando comenta a uno de losBarnacle que «desea saber», este le responde, desolado: «¡Pero mira! ¡Palabra de honor!No está permitido entrar aquí y decir que se desea saber». Finalmente, Barnacle lo envíaa la secretaría. Clennam entró en una oficina donde había dos empleados sentados. Unoestaba limpiando un fusil, y el otro untaba mermelada en un pan con un abrecartas. Alpreguntar por el nombre de uno de los empleados, «los dos señores lo miraron,

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asombrados de su tono firme y seguro». Pero no le hacen ni caso, y siguen hablando dela última cacería de uno de ellos. Después de mucho tiempo, y habiendo Clennaminsistido en su pregunta, el que comía el pan con mermelada le pregunta con la bocallena: «¿Qué hay?». Al formular la pregunta sobre el caso Dorritt, este le responde: «Noestoy informado. Nunca oí hablar del asunto. Nunca tuve que ocuparme de este asunto.Mejor será que vaya a ver a Mr. Clive».

El peregrinar de Clennam prosigue de oficina en oficina. Lo pasean de un empleado aotro. Uno le recomienda que es mejor que evite las contrariedades que le traería empezarun trámite. Y le da un montón de formularios que tiene que rellenar, aunque le aseguraque será un trabajo inútil.

El calvario burocrático de Clennam se repite en el caso de Daniel Doyce, un inventorque intenta patentar una máquina que contribuiría al progreso de Inglaterra. Lo tratanprácticamente como un malhechor. Después de un tortuosísimo iter administrativo quedura doce años, la Oficina de circunloquios decide que, «considerado todo el asunto bajotodos los aspectos y desde todos los puntos de vista, su parecer es este: o abandonarcompletamente el asunto, o comenzar todo de nuevo».

La historia termina mal para Merdle. Su fortuna desaparece de un día para el otro, ymuchos inversores son arrastrados hacia la miseria. Merdle se suicida, y deja también asu familia prácticamente a la intemperie. La opinión pública, que había adorado aMerdle, ahora lo denuesta.

Todos sabían que Merdle era un ladrón y un impostor. El gran hombre objeto de laadulación más vasta, el ídolo de todas las mujeres, aquel que había participado entodas las fiestas de los poderosos invadiendo los círculos más reservados y aboliendoel orgullo de casta, el jefe de todos los jefes, que había sabido llegar a acuerdos conministros para obtener cargos en la Oficina de los circunloquios, que desde hacía añosrecibía más homenajes de cuantos, en los últimos siglos, fueran nunca tributados a unpacífico benefactor de la nación y a sus obras, el espléndido milagro […] erasimplemente el más grande impostor y el mayor ladrón que nunca tendría que haberevitado la cárcel.

¿Y los Barnacle? Gozan de buena salud, viviendo a expensas del Estado y dedicándosea impedir que nadie haga nada. Lo único que pretenden es que los dejen en paz,disfrutando de las prebendas pagadas por el erario público.

* * *

No todos los banqueros terminan como Merdle. Ni todos los empleados públicos sonunos parásitos como los Barnacle. Pero puedo imaginarme que al leer estos párrafos, amuchos les han venido a la cabeza situaciones reales de las sociedades en las que viven:corridas bancarias, promesas de inversiones seguras que acaban en desastre, calvariosburocráticos de los que quizá todavía no han salido.

El dinero da poder y exige responsabilidad para utilizarlo a favor del bien común. Loscargos públicos están para ponerse al servicio de los ciudadanos. En la antropología

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cristiana, el poder significa servicio. El mismo Papa, que posee un poder moral comonadie en el mundo, tiene como título de orgullo el ser servus servorum Dei, el siervo delos siervos de Dios.

Toda profesión, desde la más encumbrada socialmente hasta la más humilde a los ojosde los hombres, está destinada al servicio. Desde el ministro de gobierno al campesino, almecánico, al panadero o al trabajo del hogar que suelen llevar a cabo un padre y unamadre de familia, si desean ejercer su trabajo honestamente, lo han de hacer con espíritude servicio. Ministro viene del verbo latino ministrare, que significa servir. Huyamos delanti-modelo del empleado que responde con la boca llena al pobre Clennam, diciendoque no tiene ni idea de lo que le está preguntando, y pensemos si en nuestrasocupaciones diarias está presente ese espíritu de servicio.

Esta actitud ante la vida implica humildad, conciencia de nuestra condición de criatura,disposición de acoger en nuestras vidas las necesidades de los otros. Y también exige lanecesaria preparación profesional: servir bien no es solo una cuestión sentimental. Hayque servir eficazmente, desempeñando con profesionalidad nuestras tareas, desde labuena preparación de una comida hasta la puesta en práctica de un proyectoarquitectónico que redundará en beneficio de una entera ciudad. Todas las actividadeshumanas pueden realizarse con perfección —dentro de las humanas limitaciones—, opueden ser una chapuza que de poco sirve.

Humildad y saber hacer: fórmula fecunda para servir siendo útiles a los demás.

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16.SIDNEY CARTON

No ha habido tiempos mejores, no ha habido tiempos peores; fueron años de buensentido, fueron años de locura; una época de fe, una época de incredulidad; lapso deluz, lapso de tinieblas; primavera de esperanza, invierno de desesperación; lo teníamostodo ante nosotros; todos íbamos derecho al cielo, todos marchábamos en sentidocontrario. Aquel período fue, en una palabra, tan semejante al actual, que algunas desus personalidades más vocingleras reclamaban para el mismo que le fuesen aplicadasexclusivamente en lo bueno y en lo malo los calificativos extremos.

Así comienza Charles Dickens su Historia de dos ciudades, escrita en 1859.Análogamente a lo que sucede con la frase «En un lugar de la Mancha de cuyo nombreno quiero acordarme» en el mundo hispanoparlante, el de habla inglesa identificainmediatamente las palabras citadas y las une a esta novela. En ella Dickens narra unahistoria que transcurre en los años previos a la Revolución francesa, hasta llegar al Terrorde 1793. La trama se desarrolla paralelamente entre París y Londres. Una época, comoseñala Dickens en el prólogo, llena de contrastes y contradicciones, donde el bien y elmal estuvieron mezclados como en pocos períodos de la historia.

No es fácil resumir la trama de esta célebre novela. Un agente de un banco londinense,Jarvis Lorry, acompaña a una joven —Lucy— a París. Van en busca del padre de lajoven, a quien encuentran en una paupérrima habitación del barrio de Saint Antoine. Elpadre de Lucy, el doctor Manette, había transcurrido muchos años en la prisión de laBastilla. Ahora se encontraba en esa habitación, encima de una tienda de vinosregenteada por el matrimonio Defarge. Jacques Defarge había sido el criado del doctorManette, y al salir de la prisión lo tuvo a su cuidado. El doctor había perdido la memoria,y se dedicaba a hacer zapatos; vivía aislado y en medio de la oscuridad. Su hija y elagente de banco lo convencen para que abandone la habitación, y logran trasladarlo aLondres, donde vivirán en una casa confortable, visitados regularmente por CarlosDarnay, Sydney Carton y el abogado Stryver.

Darnay, francés como el doctor, había sido acusado de traición a Inglaterra por suscontinuos viajes al continente. En concreto, lo acusan de pasar información a Franciaacerca de los recursos militares ingleses, y de alentar el apoyo francés a la insurrecciónen las colonias americanas. El testimonio del doctor Manette en el juicio —había

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recuperado la memoria— y de su hija, junto a otros elementos, logran la absolución deDarnay. Su abogado defensor era Stryver, quien se servía para su trabajo de la ayuda deSydney Carton. Este último es un hombre con muy baja autoestima, que bebedesmesuradamente, trabaja por las noches resolviendo los casos que le plantea Stryverentre copa y copa, y duerme durante las mañanas. No está satisfecho consigo mismo ydeja que su existencia transcurra sin metas fijas. Tiene un parecido físico sorprendentecon Carlos Darnay.

Un día, Lucy recibe una visita de Sydney Carton. Este hombre está conmovido por elejemplo de vida de Lucy, completamente dedicada a los demás, y en particular a supadre. El testimonio vital de Lucy remueve el interior de Carton. En un diálogo intenso,le abre su corazón: lleva una vida disoluta, con la que no está contento, y sin embargo leparece que es demasiado tarde para cambiar. Lucy lo anima a mejorar. Cuando Cartonafirma que «soy lo mismo que un ser que murió joven. Mi vida es un puro pudierahaber sido», la hija del doctor contesta: «No, señor Carton. Tengo la seguridad de quesu mejor parte podría ser todavía; estoy segura de que podríais ser más digno, muchomás digno de vos mismo».

Carton desconfía de sus fuerzas, sabe que volverá a caer, y confiesa que si ha sentidoalguna vez un fuego interior para mejorar es gracias a ella. Le pide que esta confidenciano la comente con nadie, que la guarde en su corazón. Carton termina el diálogo con lassiguientes palabras:

—Es inútil que yo lo diga, pero me sale del alma. Por vos y por quien a vos seaquerido, seré capaz de cualquier cosa. Por vos y por los que os son queridos, sería yocapaz de realizar cualquier sacrificio si la carrera de mi vida fuese tan afortunada quehubiese en ella alguna oportunidad o capacidad para el sacrificio. Esforzaos porconservarme en vuestra memoria, en algunos de vuestros momentos de sosiego, comoun hombre que os dice esto con todo fervor y sinceridad. Llegará el día, poco ha detardar en llegar ese día, en que se anudarán en torno vuestro nuevos lazos (lazos queos ligarán con más cariño y fuerza aún a este hogar del que sois el ornato), los lazosmás queridos que embellecerán y alegrarán como nunca vuestra vida. ¡Oh, señoritaManette! Cuando una carita que sea el retrato de la de un padre feliz alce los ojos paramiraros; cuando veáis a vuestros pies un nuevo brote de vuestra propia belleza, pensadde cuando en cuando en que hay un hombre que habría dado su vida para conservar lade cualquiera de los seres que vos amáis.

Y con un «¡Adiós!» y un último «¡Que Dios os bendiga!» se retiró.

Carton seguirá visitando a la familia de Lucy, ya casada con Carlos Darnay, con la quetiene una hija. En una conversación entre los dos hombres, Carton pide a Darnay que loadmitan de vez en cuando en su casa como si fuera un mueble —tal era su bajaautoestima—. Cuando Darnay se permite, en ausencia de Carton, decir unas palabrassobre su persona —los problemas existenciales de Carton eran la consecuencia de sudespreocupación y atolondramiento—, Lucy le pide que no hable mal de él: está segura

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de que, a pesar de su apariencia desaliñada y sus costumbres desarregladas, alberga en sucorazón la capacidad de hacer el bien.

Carlos Darnay es de familia noble. Su tío, un marqués de provincia, trata cruelmente asus súbditos. Dickens —que había estudiado la Historia de la revolución francesa deCarlyle— describe una Francia tremendamente injusta en los últimos tiempos del AntiguoRégimen. Carlos Darnay no está de acuerdo con la situación de su país, y en particularcon el sistema de privilegios que reinaba en esa época, y prefiere vivir en Londrestrabajando como preceptor de francés. Se enamora de Lucy, con quien finalmente secasará.

El marqués, tío de Darnay, es asesinado por un hombre de pueblo, padre de un niñoque muere atropellado por el carruaje del marqués. El asesino será arrestado y ahorcado.Jacques Defarge —el antiguo secretario del doctor Manette—, su mujer y otrosciudadanos están conspirando para derrocar al Antiguo Régimen. Al enterarse delajusticiamiento del asesino, deciden que cuando tomen represalias, eliminarán a toda lacasta del marqués, lo que implica matar a Carlos Darnay. A través de un espía inglés,Defarge se entera que este se casó con la hija del doctor Manette.

Entre tanto, las cosas en Francia toman un cariz violento. Ya se había llevado a cabo latoma de la Bastilla. El agente de banco, Jarvis Lorry, decide ir a París para cuidar losintereses del banco inglés que tenía una casa en la capital francesa. Parte para Francia.Pero al día siguiente, también cruzará el canal Carlos Darnay, que ha heredado de su tíoel título de marqués. Darnay ha recibido una carta de un funcionario que, siguiendo susórdenes, había aligerado de impuestos a los súbditos del marqués asesinado. Con el furorrevolucionario, el funcionario estaba en la cárcel, y pide a Darnay que vaya a defenderlo,porque él solo había cumplido órdenes, que además eran beneficiosas para el pueblo.Darnay marcha a su país natal, convencido de que es su deber, pero en el trayecto locondenan por emigrado y aristócrata a la cárcel de La Force. Pocos días después, sepresenta su familia —Lucy, su hija, el doctor Manette y el ama de llaves— para salvar aDarnay. El doctor, habiendo estado preso por muchos años en la Bastilla, tiene unareputación a prueba de toda sospecha, y hace lo indecible para salvar a su yerno.Recobra la fuerza que había perdido, y se desvive por los demás: cura a los heridos,intercede para que se haga justicia, etc.

Dickens describe con vivos colores el ambiente revolucionario de esos años. Aunquecondena las injusticias del Antiguo Régimen, denuesta las barbaridades del terrorrevolucionario. Habla de la patria de la Libertad, Igualdad, Fraternidad o Muerte, yafirma que la cruz se había cambiado por la guillotina.

Cuando llega el momento del juicio a Carlos Darnay, el prestigio del doctor Manettetriunfa y lo absuelven. Pero esa misma tarde, cuando está toda la familia festejando, sepresentan algunas personas de Saint Antoine explicándole que hay nuevas acusacionescontra él, y que lo deben llevar nuevamente a prisión. Efectivamente, el matrimonioDefarge remueve las cosas para que esto sucediera así.

En el segundo juicio se dice que entre los que acusan a Darnay está el propio doctorManette. Este se encoleriza y niega terminantemente que tenga nada contra su yerno.

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Hasta este momento, el lector desconoce los motivos por los cuales Manette estuvo en lacárcel tanto tiempo. Defarge lee un escrito que había redactado el doctor en la Bastilla, yque el mismo Defarge había encontrado cuando participó en la toma de la fortaleza. Ensus páginas se narraba que Manette había sido víctima inocente de la familia del marquésde Evremond, tío de Carlos, y que estaba decidido a acusar a todos los miembros de sucasa frente al tribunal divino y a la justicia humana.

El doctor pierde la cabeza después de este rudo golpe moral. Darnay es condenado amuerte: al día siguiente será guillotinado junto a otros cincuenta y un condenados. Peroantes del juicio llega a París Sydney Carton, que quiere ayudar a la familia de Lucy. Enuna conversación que mantiene con Lorry, el agente de banco que siempre se manifestófiel amigo de esa familia, y cuya edad ya frisa los setenta y ocho años, le dirige lassiguientes palabras: «Suponed que esta noche pudieseis dialogar con sinceridad y a solascon vuestro propio corazón de esta manera: “No he sabido asegurarme el amor y elafecto, la gratitud o el respeto de ningún ser humano; no me he ganado un sitio cariñosoen ningún corazón; no hice nada bueno o útil por lo que merezca ser recordado”.Decidme, ¿no es cierto que vuestros setenta y ocho años os parecerían setenta y ochopesadas maldiciones? ¿Verdad que sí?». Lorry le da la razón. Carton considera que Lorryes un hombre virtuoso, y que cuando muera será llorado al menos por Lucy y su familia.En cambio, Carton ve su propia vida como vacía de sentido, y cree que ha llegado elmomento de jugársela a una carta por Lucy.

Mientras vagabundea por París pergeñando un plan, Dickens nos cuenta que Carton

hacía mucho tiempo ya, cuando gozaba de celebridad entre sus competidores deprimera hora, que lo consideraban como a un joven que prometía mucho, tuvo queacompañar al féretro de su padre hasta la fosa. Su madre había muerto años atrás.Ahora, mientras caminaba por las oscuras calles, envuelto en sombras espesas con laluna y las nubes navegando por encima de él en el alto firmamento, surgieron en sumemoria estas solemnes palabras que oyera leer junto a la fosa de su padre: «Yo soy laResurrección y la Vida —dice el Señor—; quien cree en mí, aunque estuviese muerto,vivirá; y quien vive y cree en mí, nunca morirá».

Aprovechando distintas circunstancias que sería muy largo explicar aquí, y que dejo allector para un contacto directo con la novela, logra entrar en el calabozo donde seencuentra recluido Darnay preparándose para la guillotina. Se intercambian los vestidos,se arreglan el pelo cada uno como lo tenía el otro, y aprovechando el parecido físico,engañan a los guardias: sale Carlos Darnay, que se reunirá con su familia y se marchará aLondres, y se queda Carton en el calabozo. Pocas horas después, sube a un carro paraser conducido a la guillotina.

Aquella noche se dijo de él por la ciudad que no se había visto rostro tan sereno dehombre como el suyo. Muchos agregaban que tenía una expresión sublime y profética.

Poco antes del día aquel se dio el caso de una mujer, una de las más notablesvíctimas de la misma cuchilla, que pidió, al pie ya del patíbulo, que se le permitiese

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escribir los pensamientos que en aquel instante se le ocurrían. De haber podido Sydneyexpresar los suyos, que eran proféticos, lo habría hecho de este modo:

«Veo a Basard, a Cly, a Defarge, al Jurado, al juez y a las largas filas de opresoresque han surgido sobre los despojos de los antiguos, cayendo al filo de este mismoinstrumento de justicia retributiva, antes que cese en las funciones que ahora tiene. Veosurgir una espléndida ciudad y un pueblo magnífico del abismo en que están, y en susluchas por conseguir una verdadera libertad, y en sus triunfos y derrotas, a lo largo demuchos, muchos años futuros, veo cómo la maldad de este tiempo, y del que leprecedió, cuya consecuencia natural es aquel, va poco a poco expiando sus culpas yborrándose.

Veo cómo aquellos por quienes di mi vida viven en paz, útiles, prósperos y felices,en esa Inglaterra que yo no volveré a ver. La veo a Ella con un hijo que lleva minombre en su regazo. Veo a su padre, anciano y encorvado, pero recobrada la razón,con la conciencia tranquila y dedicado a su profesión de curar a todos los enfermos[…].

»Veo que sus corazones son un santuario en que yo vivo, y que lo serán loscorazones de sus descendientes durante muchas generaciones. La veo a ella ancianaya, llorando por mí, en el aniversario de este día de hoy. Los veo a ella y a su esposo,cumplida su carrera, yacer el uno junto al otro en su último lecho terrenal, y sé queninguno de ellos sintió por el otro mayor respeto y veneración en su alma que el quelas almas de los dos sintieron por mí.

»Veo al niño que ella tenía sobre su regazo, y que llevaba mi nombre, hecho yahombre y avanzando por el mismo camino de la vida que yo elegí para mí. Lo veoavanzar con tal seguridad por ese camino, que a la luz de su nombre será ilustre elmío, borrándose las manchas que yo eché sobre este. Lo veo, en la primera fila de losjueces justos y de los hombres ilustres, trayendo de la mano un niño que lleva minombre, un niño de cabellos rubios y de frente que yo conozco muy bien, hasta estelugar…, que para entonces tendrá un bello aspecto, sin huella alguna de sus horroresde hoy…, y oigo cómo le cuenta al niño mi historia, con voz tierna y conmovida.

»Esto que hago lo considero, pero con mucho, el acto mejor de mi vida. Y estereposo que me espera será mejor, infinitamente mejor, que todo el que conocí hastaahora…».

Así concluye Dickens su Historia de dos ciudades.* * *

«Mi vida es un puro pudiera haber sido», confiesa Carton a Lucy. Está lleno dedesánimo. Se da asco a sí mismo. Pero al final de su existencia, se da cuenta de que suvida sirvió para algo. Carton nos enseña que nunca es tarde para recomenzar, quesiempre podemos rectificar; que por más que hayamos dilapidado nuestra existencia, bajolas cenizas de nuestras miserias y debilidades hay un fuego que puede volver a tomarcuerpo y purificar nuestro pasado.

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Carton recordaba una frase del Evangelio que ha llenado de esperanza a tantas almas:«Yo soy la Resurrección y la Vida —dice el Señor—; quien cree en mí, aunque estuviesemuerto, vivirá; y quien vive y cree en mí, nunca morirá» (Jn XI, 25). Nuestro héroeimitó a Jesucristo dando el ejemplo mayor que alguien puede dar. «No hay amor másgrande —dice el Señor— que el de aquel que da la vida por sus amigos» (Jn XI, 13). Enel siglo XX, en medio de uno de los escenarios más terroríficos de la historia —el campode concentración de Auschwitz—, un franciscano polaco, san Maximiliano Kolbe, revivióla historia de Sydney Carton intercambiándose con un padre de familia y ofreciéndose amorir en su lugar. Es una luz en medio de la noche oscura de la maldad humana.

En un mundo en el que parece que se han borrado los puntos de referenciaexistenciales, donde el mal parece prevalecer sobre el bien, hay muchas luces encendidaspor personas que hacen de su vida una entrega generosa a los demás. Lucy fue una luz,un punto de referencia para Sydney Carton. Y Carton se convirtió en una fuente de luzaún mayor en el mundo de ficción de Dickens. Tratemos, como san Maximiliano Kolbe,de que también brillen muchas luces en el mundo real. Seamos nosotros luz para iluminarlas tinieblas en las que se debaten tantas personas que han perdido la esperanza.

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17.JOE GARGERY

La penúltima novela completa escrita por Dickens —y una de las más populares— esGrandes esperanzas. Publicada por entregas entre 1860 y 1861, contiene en sus páginaselementos autobiográficos. Si Dickens es un poco Oliver Twist y David Copperfield,también es Pip, el personaje principal de la novela.

Vamos a presentar en este capítulo a un personaje que es, en parte, la antítesis de PaulDombey. Su nombre es Joe Gargery, y es el marido de la hermana de Pip. Dickens —desde la perspectiva de la narración autobiográfica de Pip— describe al matrimonio de lasiguiente manera:

Mi hermana no era muy bien parecida, y yo tenía la vaga impresión de que JoeGargery se casó con ella a la fuerza. Joe era un hombre guapo, con rizos de rubioscabellos a ambos lados de su rostro suave, y ojos de un azul muy indeciso, queparecían estar en cierto modo mezclado con lo blanco de ellos mismos. Era unindividuo apacible, bondadoso, de carácter dulce, indolente y sencillo: una especie deHércules, por su fuerza y también por su debilidad.

Joe había tenido una infancia difícil. Su padre bebía y maltrataba tanto a su madrecomo a él. Hasta tuvieron que abandonar su hogar varias veces para evitar las palizas queles propinaba el padre borracho. Pasado un tiempo, vuelven a vivir juntos, y con laconvivencia retornan los maltratos. Después de la muerte de su padre, Joe quería ponereste epitafio en su tumba: «A pesar de haber tenido algún defecto, recuerda que en elfondo era muy bueno».

Esta anécdota retrata a Joe de pies a cabeza. Es la encarnación de la comprensión, delperdón y de la paciencia. Un día le cuenta a Pip que se enamoró de su hermana porqueera «toda una figura de mujer». Habla con admiración de su esposa, aunque esta es unamujer insufrible, siempre de mal humor, agresiva, egoísta, que echa en cara a su maridoy a su hermano todos los defectos reales o imaginarios que tienen. Los primeroscapítulos de Grandes esperanzas son tragicómicos: vuelan las cachetadas y los insultosde Mrs. Gargery contra Joe y Pip. El que más sufre es Pip, que tiene como únicoconsuelo el cariño y la cercanía de su cuñado.

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Lo más destacado de la relación entre los dos esposos —además de la violencia verbaly física por parte de la mujer— es la infinita paciencia del marido, que decide pasar poralto las impertinencias de su esposa. Joe tiene el recuerdo de su madre: «Una mujer queno paraba de trabajar, esclavizada y con el alma rota, sin lograr paz en sus díasmortales». Siente la obligación de ser él quien sufre y trabaja para sacar adelante la casa:«Mucho me temo estar obrando mal, por no hacer lo que debo junto a una mujer». Elpadre borracho que pegaba a su mujer y a su hijo tiene como heredero a este hombrebondadoso decidido a soportarlo todo para no equivocarse en el trato con su mujer y norepetirle el drama de su madre, que sufrió tanto por su padre.

En un momento dado, Pip afirma que Joe es una síntesis de «fortaleza y dulzura».Difícilmente se podrían haber encontrado palabras más adecuadas para describir lapersonalidad de Mr. Gargery. La sola presencia de Joe cambia un ambiente de por síhostil. Comenta Pip:

El hogar no había sido nunca una cosa muy agradable para mí, por causa del geniode mi hermana. Mas Joe lo había santificado, y yo creía en él. Creía que el gabineteera el más elegante de los salones; que la puerta delantera era un misterioso pórtico delTemplo del Estado, cuya solemne apertura se celebraba con el sacrificio de las avesasadas; que la cocina era un aposento virtuoso, si no magnífico, que la fragua era elresplandeciente camino hacia la hombría y la independencia.

Dicha fragua se encontraba contigua a las habitaciones del matrimonio Gargery y dePip. Joe era forjador de hierro, y tiene a Pip como aprendiz durante un tiempo.

Es imposible conocer hasta dónde llega la influencia de un hombre amable, honradoy cumplidor de su deber [explica Pip cuando rememora su época de aprendiz]; pero síes muy posible advertir cuánto ha conmovido mi vida con su ejemplo, y yo séperfectamente que todo el bien que he obtenido en mi aprendizaje procedía delingenuo y satisfecho Joe, y no del inquieto, ambicioso y descontento ser mío.

Joe posee un temperamento dulce, suave, pero no es un débil. Se enfrenta físicamentea un empleado suyo llamado Orlick, que trabajaba en la fragua, cuando este insulta a sumujer. También necesita de fortaleza para «soportar» a su esposa, por la que siente unverdadero amor. Demostrará dicho amor en circunstancias muy difíciles: su mujer esatacada en su casa y queda sin habla y con una disminución física y mental muyimportantes a causa de la agresión. Joe no la abandonará. Permanece fielmente junto aella hasta su muerte, prodigándole toda clase de servicios. Eso es amor y es tambiénfortaleza. Joe, nos cuenta Pip, «estaba lastimosamente destrozado por la constantecontemplación de los restos de su esposa, y se había acostumbrado, mientras la asistíapor las noches, a volverse hacia mí de cuando en cuando para decirme, humedecidos losojos: “Con la hermosa figura de mujer que era antes, Pip”».

La historia de Pip es la columna vertebral de Grandes esperanzas. Se aleja de su casa,pues un benefactor desconocido le hace dueño de una importante cantidad de dinero. Pordistintas circunstancias se encuentra solo, enfermo y necesitado. Quien acude a su lecho

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será el fiel Joe. Y comenta Pip que «la ternura de Joe era tan maravillosamenteproporcionada a mis necesidades, que yo me sentía un niño en sus manos. Se sentaba ahablarme con la misma confianza de antaño, la misma simplicidad y aquel suave tonoprotector, de tal forma que casi creía yo que toda mi vida pasada, desde los díastranscurridos en la vieja cocina, no era más que una de las perturbaciones mentales de lafiebre desaparecida ya». Cuando Pip recobra fuerzas, Joe se aleja, dejándole una carta yhabiendo pagado por él sus deudas.

* * *

Joe era ignorante. Apenas sabía leer y escribir. Pero tenía la sabiduría del corazón, quele llevaba a comprender, a hacerse cargo de las necesidades de los demás, a tenerpaciencia con los defectos ajenos. Sabía mucho más que esos doctores llenos de cienciapero vacíos de humanidad y de calidez.

No todos tenemos el carácter apacible, bondadoso y dulce de Joe. Pero podemosluchar para moldear el carácter. Tenemos la capacidad que nos ha dado Dios de usarnuestra libertad para potenciar aún más los aspectos positivos de nuestra forma de ser ylimar asperezas de nuestra personalidad. En Joe sobresale la paciencia, que cada uno denosotros puede conseguir mordiéndose muchas veces la lengua, pensando que los demástambién deben aguantar nuestro mal humor, y sobre todo pidiéndosela al Señor. Dicesanta Teresa que la paciencia «todo lo alcanza».

Joe suele ver las cosas desde el lado positivo. No se fija tanto en el carácter endiabladode su esposa, sino que va repitiendo que es una «espléndida figura de mujer». Paraadquirir este talante positivo —que no hay que confundir con la ingenuidad de quien nopercibe los problemas y el mal que hay en el mundo—, hay que esforzarse. Alegría,optimismo, esperanza son cualidades de una persona que atrae a los demás. El vaso sepuede ver medio lleno o medio vacío. Por el mismo precio, veámoslo medio lleno ysembremos optimismo a nuestro alrededor.

En Grandes esperanzas se atribuye con frecuencia a Joe la dulzura como una de lascaracterísticas principales de su carácter. No se trata de ser dulzones y empalagosos, cosaque repugna a la gente normal. Pero sí dulces, tiernos, en el sentido de saber manifestarel cariño con gestos y palabras que ponen de manifiesto lo que llevamos en el corazón.No basta con querer a la gente: hay que decirlo y demostrarlo con obras y con cercanía.Cor ad cor loquitur (El corazón habla al corazón) era el lema cardenalicio del beato JohnHenry Newman. Joe sabía llegar al corazón de las personas. Y esa no es poca ciencia.

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18.NUESTRO AMIGO COMÚN

La última novela completa escrita por Dickens es Our Mutual Friend, traducida a lasdistintas lenguas como Nuestro amigo común pues, como señala Chesterton, no seentiende muy bien qué significado tiene el término «mutual» (mutuo, recíproco) en unarelación de amistad. Escrita entre 1864 y 1865, esta obra es considerada por ItaloCalvino como «una obra maestra absoluta, tanto por la invención como por laescritura[1]». En sus páginas, Dickens vuelve al humor más característico de susprimeras obras. El novelista logró salvar su manuscrito del accidente de tren que hemosrelatado en la introducción. Volvió al vagón, después de ayudar a los heridos, y tomóconsigo los papeles que daban vida a esta historia.

A diferencia de otras novelas salidas de su pluma, en esta es difícil encontrar unpersonaje principal. Hay una buena cantidad de caracteres —algunos verdaderamenteextravagantes— que van poblando las páginas, y que entrelazan sus vidas a través de unatrama un poco complicada. Todo gira en torno a un testamento dejado por una personamuy rica, que labró su fortuna con el manejo de la basura. Esto no debe extrañar a loslectores del siglo XXI, pues los negocios que se realizan sobre los desechos de las grandesciudades son millonarios, y no pocas veces se ha extendido sobre ellos la sombra de lasmafias y el crimen organizado. Pero volvamos a nuestra historia: por una serie demotivos, la herencia recae sobre un matrimonio de pequeños burgueses, los Boffin,quienes súbitamente se encuentran con que son poseedores de una gran fortuna. Setrasladan a una mansión elegante, y allí alojan a una joven que adoptan, Bella Wilfer. Enla casa también trabaja un secretario, que utiliza el falso nombre de Rokesmith y que es,en realidad, el heredero legítimo.

Además de la residencia de los Boffin, hay otros ambientes muy bien descritos porDickens: la alta sociedad de los Veneering y sus amigos, los bajos fondos de las orillas delTámesis, la casa de un modesto empleado padre de familia, y los excéntricos Silas Wegg—un vendedor callejero con una pata de palo— y Venus, un embalsamador francés,dueño de una tienda con las mercancías más exóticas que puedan existir.

Jerome K. Jerome, el escritor humorista inglés, cuenta que leyó esta novela cuandotenía 10 años. Su padre lo llevó un día de paseo por los lugares descritos en el libro, ytanto él como su progenitor estaban convencidos de la veracidad de la historia. «Nunca

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fui capaz de ver a Nuestro amigo común como una mera novela», escribe en laintroducción de una edición inglesa de la obra[2]. Quizá esta impresión se debe a lariqueza de ambientes descritos, diferenciados por las actitudes existenciales de susrepresentantes, pero unidos por la común naturaleza humana. Repasando los numerosospersonajes de la novela, nos topamos con un mundo propio, que se va transfigurando porlas consecuencias del actuar libre de los hombres. Vamos a describir algunos de loscaracteres de esta obra.

Mr. Boffin es un hombre de buen corazón, casado con una mujer a la que amatiernamente y con la que va bastante de acuerdo. No tienen hijos, pero vuelcan susinstintos paternales y maternales en los hijos pequeños del señor Harmon, autor deltestamento. Los niños dejan el hogar de los Boffin cuando aún son chicos. Elmatrimonio, al enterarse de que son dueños de una gran fortuna, decide mudarse decasa, yendo a un barrio bueno de Londres y abandonando una zona de habitacionesconstruidas sobre montículos de basura. Quieren también adoptar a un niño que lesrecuerde al hijo del señor Harmon, supuestamente fallecido, y llevan a su casa a BellaWilfer, que según el testamento tendría que haberse casado con el heredero.

Dos cosas querría destacar del matrimonio Boffin. Por un lado, en la búsqueda delniño para adoptar, la señora Boffin se da cuenta que, por las condiciones que pone, estábuscándose a sí misma. Esta mujer, llena de cualidades morales, advierte la tentación delegoísmo, y reacciona decidiendo adoptar a un niño realmente necesitado, pobre,enfermo, para darle su cariño y sus cuidados. «Me he preguntado si, después de todo, noestaba buscando mi propio gusto», dice, cuando el niño elegido muere. Y al contemplarla posibilidad de adoptar un niño necesitado y con muchas carencias, afirma: «Siverdaderamente soy sincera y estoy bien decidida a no ser egoísta, es a él al que eligiría»,y así lo hace. No está de más recordar esta actitud, cuando prevalece en algunosambientes la idea de que uno tiene el «derecho» de tener un hijo a cualquier precio, paradarle cariño, cuando en realidad con esa actitud se manifiesta con frecuencia lacosificación del hijo, que lo convierte en objeto del que se pretende la propiedad.

El otro rasgo digno de subrayar es el cambio que aparentemente experimenta Boffincuando se encuentra en una posición económica desahogada. Comienza a leer libros quecuentan historias de avaros, y él mismo parece convertirse en uno de ellos. Olvidandosus humildes orígenes, se llena de soberbia y trata con desprecio a sus subordinados, enespecial a su secretario, ejemplo magnífico de hombre fiel. En realidad, Boffin estáactuando una comedia, para dar ejemplo en su entorno de lo que no se debe hacer. Aveces el cambio de circunstancias puede llevar a traicionar nuestro auténtico ser, comoson los casos de Pip en Grandes esperanzas y de Mr. Dorritt en La pequeña Dorritt. Enesta novela, el lector se entera al final de que la alteración del carácter de Boffin eraficticia, pero queda la enseñanza para todos: evitar que se nos suban los humos cuando lafortuna nos sonríe, y evitar que la desesperación nos invada cuando las cosas se ponenmal.

Bella Wilfer es un personaje que experimenta una transformación positiva.Perteneciente a una familia pobre, compuesta por sus padres y su hermana Lavinia, de

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un día para otro pasa a vivir en la mansión de los Boffin con todas las comodidadesdeseables. Cuando a veces visita a su familia, experimenta horror ante las limitacionesmateriales que les rodean. Su nueva situación se le sube a la cabeza. Trata altivamente alsecretario Rokesmith y ya se ve instalada en su nuevo status, rodeada de lujo ycomodidad. Pero el aparente cambio de personalidad de Boffin, la injusticia con que estratado Rokesmith y las alusiones que le hacen a ella sobre su avaricia le hacen caer en lacuenta de que algo no funciona. Arrepentida, decide abandonar la mansión principesca yvolver a la humilde casa familiar. La lección de Mr. Boffin fue aprendidafundamentalmente por ella.

En la familia Wilfer no faltan las dificultades. El padre de familia es un pobre empleadoque pasa todo el día en una oficina, ganando el pan para su familia con el sudor de sufrente. Cuando llega a su casa después de una dura jornada de trabajo, se encuentra conun panorama poco alentador. Su mujer es una pesada, con una visión negativa de la vida,y está peleándose continuamente con su hija Lavinia. Esta, por su parte, tiene un carácterdifícil, se lleva muy mal con su hermana y reclama total independencia respecto a sumadre. Mr. Wilfer es un bendito que todo lo soporta. Cuando Bella regresa a su casa yahabía dejado los aires de grandeza adquiridos en la casa de los Boffin: una vez bajadoslos humos, logra reconciliarse con su hermana, y junto a su padre —a quien quiereprofundamente— mejoran un poco el carácter agrio de la señora Wilfer. Bella se casarácon Rokesmith, y constituirán una familia feliz. Además, no pierde oportunidad parareconocer los fallos de su pasado, pedir perdón y agradecer su nueva situación en la vida.

Capítulo aparte merecen las pinceladas que da Dickens de la vida hueca, artificial yvacía que llevan los miembros de la aristocracia. Los Veneering tienen un comercio deproductos de farmacia y químicos con el que se hicieron ricos. Son unos parvenus,recién llegados a la clase alta. Dickens los presenta como auténticos «nuevos ricos» quequieren hacerse con amigos en la buena sociedad. Las conversaciones en torno a la mesade los Veneering son insustanciales, clasistas y frívolas. Lo mismo sucede en la casa deuno de los nuevos amigos de los Veneering, los Podsnap.

Mr. Podsnap merece un capítulo aparte :

Le va muy bien en los negocios, y está en una posición muy alta según la opinión deMr. Podsnap mismo. Debutó en el gran mundo con una buena herencia, se enriquecióen una forma prodigiosa con los seguros marítimos, y está plenamente satisfecho de símismo. Nunca entendió por qué todo el mundo no está completamente satisfecho, y esconsciente de dar un ejemplo brillante de virtud cívica al estar completamentesatisfecho de todo, y en particular de su persona. En la alegre certeza que tiene de supropio mérito y de su extrema importancia, Mr. Podsnap decide eliminar de laexistencia todo lo que no le agrada. Hay algo de digno y de concluyente, por no decirde cómodo, en esta manera de desembarazarse de los objetos desagradables. Estamanera de obrar ha contribuido notablemente a la satisfacción de Mr. Podsnap y amantener la alta opinión que tiene de sí mismo. «¡Yo no necesito saber eso! ¡Que nose me hable de aquello! ¡Yo no admito lo de más allá!». Mr. Podsnap, cuya figura seinfla cuando pronuncia esas palabras, acompaña dichas frases con un gesto particular

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del brazo derecho: así libra al mundo de los problemas más arduos, haciéndolosdesaparecer con un gesto, porque se siente ofendido por ellos.

La frivolidad de este ambiente está representada por el matrimonio Lammle. Alfredo ySofronia se casaron rodeados de los Veneering, los Podsnap y otros miembros de la highsociety. Mr. Veneering hizo creer a Alfredo que Sofronia tenía una gran riqueza. Lomismo le pasó a Sofronia, que llega al altar con la certeza de que se casaba con unpotentado. Era el típico matrimonio por interés. En la misma noche de bodas, loscónyuges se dan cuenta de que han sido engañados: los dos son pobres y ven frustradassus esperanzas. El matrimonio se convierte en una asociación delictiva: en vez deesforzarse por quererse y enfrentar la vida unidos para superar esa triste situación,deciden emplear todos los medios para vengarse de las familias ricas y tratar de ganardinero para ellos engañando a quienes les habían engañado. Los Lammle terminan«horriblemente cansados entre ellos, de ellos mismos, de todo el mundo». En lasmansiones de esas gentes reinan el interés, las apariencias y la falta de preocupación porlos demás. Dickens incluso pone a Mr. Veneering como candidato para el parlamento:consigue ser elegido con la ayuda de toda esa gente a la que tan poco interesa el biencomún de la sociedad.

Es impresionante el contraste entre el ambiente de estas familias, que nadan en el lujo,y los tétricos rincones por los que deambulan los pobres pescadores y obreros de lasorillas del Támesis. Allí también reinan el egoísmo, la borrachera y la violencia. Pero enmedio de esa oscuridad miserable resplandecen algunos personajes llenos de luz. Porejemplo, la dueña de la taberna Los cinco Estibadores, Mrs. Abbey, que aconseja a susclientes que no se excedan con la bebida, que vuelvan a sus casas a una hora razonable,que prohíbe la entrada a los reincidentes, etc. O también la figura angelical de Lizzie, lahija de un pobre hombre cuyo trabajo consiste en navegar por el río y pescar cadáverespara quitarles lo que puedan llevar encima. Rodeada de circunstancias adversas, Lizzie sesobrepone, piensa en los demás, ayuda a todas las personas que la rodean, defiende lamemoria de su padre, asesinado y a su vez bajo la injusta sospecha de haber matado alsupuesto heredero de Harmon. El ejemplo de Lizzie será una de los motivos que llevarána Bella a su conversión moral.

Nos quedaría por hablar de Silas Wegg, dueño de una tienducha en plena calle, a quienMr. Boffin contrata para que le lea libros a él y a su señora. Tiene una pata de palo, sabeversos de memoria, engaña a Boffin, y se hace amigo de Venus. Este último, francés denacionalidad, es un embalsamador. En su tienda tiene fetos de niños en formol —uno deun hindú, otro de un inglés—, animales embalsamados de todo tipo, cajas con huesos dehombres, etc. Wegg termina sus días metido en sus engaños y buscando riquezas pormedios inmorales, y Venus, que había caído en alguna tentación, se regenera y sale de lanovela como un hombre honrado. Son personajes sin duda grotescos, pero como diceHarold Bloom (defendiendo la verosimilitud de algunos personajes «imposibles» deDickens), «habría que mirar a nuestro alrededor».

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Chesterton consideraba que la novela es un producto de la civilización cristiana, elcontexto cultural que afirma decididamente el libre albedrío. Dios tiene un proyecto parala humanidad y para cada uno de nosotros, y cada persona humana responde librementea ese proyecto, sumándose o alejándose. Esta visión es impensable en una civilizacióndeterminista, como es el caso de gran parte de la cultura clásica u oriental.

Dickens, en su última novela acabada, pone en juego la libertad de todos suspersonajes. No hay duda que tienen condicionamientos sociales, prejuicios de clase,temperamentos marcados. Pero mientras algunos de ellos se sobreponen a circunstanciasadversas y ganan en libertad interior y madurez, otros no parecen dispuestos a salir de lamediocridad de su ambiente y pensar y actuar por sí mismos. Los Boffin, Bella, Lizziepertenecen al primer grupo; los Veneering, Podsnap y Lammle al segundo. Algúnaristócrata se salva —Mr. Twemlow, hombre de buen corazón— y varios representantesde los bajos fondos se pierden. Porque en la vida humana, los condicionamientos socialespueden pesar, pero es la libertad de cada uno la que decide todo.

[1] I. CALVINO, Perché leggere i classici, Mondadori, Milano 1991, p. 182.[2] J. K. JEROME, «Introduction», en C. DICKENS, Our mutual friend, Collins, London-Glasgow 1955, p. 17.

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CONCLUSIÓN

Todas las obras de Dickens terminan bien, al estilo de las películas de Hollywood delos tiempos de Eisenhower. Como en los cuentos de nuestras abuelas, la frase final desus obras podría ser: «Y fueron felices y comieron perdices».

Este libro también debería terminar bien. Todo depende del lector. Delante de nuestrosojos han pasado bastantes personajes. Según el modelo que elijamos para nuestra vida, ellibro —y nuestra vida— terminarán bien… o mal.

¿Qué consejos nos da Dickens para ser cada día más humanos, mejores personas?Para responder a la pregunta, basta observar quiénes de entre sus personajes alcanzan —en medio de las limitaciones de esta vida terrena— la felicidad. No la alcanza PaulDombey durante la mayor parte de su existencia: la soberbia, la autosuficiencia amarga elalma y termina produciendo el rechazo de los demás. Tampoco la alcanza ThomasGradgrind, porque la vida no está hecha de porcentajes, pérdidas y beneficios: una vidasin corazón no es una vida humana. ¿Y Scrooge, que había logrado tanta riqueza? Es elhazmerreír de su barrio londinense. Los tres se dan cuenta al final de su vida que habíanequivocado el camino. No esperemos tanto para rectificar, aunque, como nos recuerdaRose Maylie, «nunca es tarde para arrepentirse».

La pequeña Nell, Agnes, Esther Summerson, Amy Dorritt, Lizzie perdieron a susmadres cuando entraban en este mundo, o no las conocieron durante su infancia. Lesfaltó algo esencial para el desarrollo armónico de la personalidad. En el caso de Nell,Amy Dorritt y Lizzie padecieron la pobreza y la incomprensión. Y, sin embargo,alcanzaron la felicidad. Todo parecía ponerse en su contra, pero vencieron lasdificultades con el olvido y el don sincero de sí. Con sus vidas, dieron razón a estaspalabras de san Josemaría: «Lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es unavida cómoda, sino un corazón enamorado[1]».

Ese es el gran consejo que nos da Dickens para ser felices: darse con generosidad.Quizá las figuras femeninas que acabamos de enumerar son demasiado angelicales. Peroquedan muchos otros personajes que luchan por ser mejores y que apuntan hacia eseideal del don de sí: Sidney Carton, a quien le parecía que su vida no tenía sentido, y quelogra la victoria final; o el profesor Redlaw, que descubre nuevos horizontes existencialescuando entiende el valor del perdón; o Bella Wilfer, que pasa de una actitud egoísta yvanidosa a convertirse en una excelente madre de familia, preocupada por todo suentorno.

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La «familia» formada por los personajes salidos de la imaginación de Dickens esenorme. Sigamos los modelos de entrega a los demás, de don sincero de sí, y llegaremosa la misma conclusión de Grub, el enterrador arrepentido que nos introdujo en estemundo maravilloso:

Poniendo todo el bien del mundo contra todo el mal, llegó a la conclusión de que, alfin y al cabo, era una clase de mundo muy decente y respetable.

[1] S. JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Surco, n. 795.

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MARIANO FAZIO (Buenos Aires, 1960) es sacerdote, historiador y filósofo, profesorde Historia de las Doctrinas Políticas en la Facultad de Comunicación Social Institucionalde la Pontificia Universidad de la Santa Cruz. Ha sido el primer decano de la Facultad, yrector magnífico de dicha Universidad. Actualmente vive en Roma, donde trabaja comovicario general del Opus Dei. Entre sus libros destacan: Historia de las ideascontemporáneas; Cristianos en la encrucijada; La América ingenua; De Benedicto XVa Benedicto XVI; Al César lo que es del César; El Papa Francisco; Beato Pablo VI ySan Juan XIII, todos ellos publicados en Rialp.

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