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El Tratado de Libre Comercio y el impacto de los cambios en la política agraria: el caso de la Tierra Caliente michoacana* Lois Stanford New México State University Sumario: En este artículo examinamos por un lado, los cambios recientes en la producción hortofrutícola de exportación en el estado de Michoacán y por el otro, el efecto que la puesta en vigor del pacto de libre comercio pudiera tener para los productores ejidales de la Tierra Caliente. Primeramente exponemos la estructura económica del sistema de producción y comercialización de frutas y hortalizas1 en México, con énfasis en su funcionamiento en Michoacán durante el periodo de 1970 a 1988. Luego nos centramos en el nivel local; es decir, en la región de la Tierra Caliente, también conocida como el Valle de Apatzingán. Aquí identificamos los problemas organizativos y su agudización en los años ochenta. Por último, examinamos los cambios recientes en el nivel local. El análisis estadístico documenta que el retiro del apoyo gubernamental a las organizaciones campesinas de esta región michoacana produjo un des- censo de la producción de exportación y una concentración del mercado de exportación en manos de empresarios privados de la zona. El índice estadísti- co Hirschman-Herfindal muestra un incremento en la concentración de la agroindustria local. En el largo plazo, el número decreciente de organizacio- nes de productores con una participación desigual en el mercado confirma los pronósticos de la teoría del oligopolio; esto es, un menor número de producto- res llega a controlar una mayor porción del mercado. Introducción En los últimos años, el gobierno mexicano ha hecho modificaciones importantes a la política agraria. Los cambios de política incluyen la apertura de la economía mexicana bajo el Acuerdo General sobre Aran- celes Aduaneros y Comercio (mejor conocido como el gatt ), el fomento

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El Tratado de Libre Comercio y el impacto de los cambios en la política agraria:

el caso de la Tierra Caliente michoacana*

Lois Stanford New México State University

Sumario: En este artículo examinamos por un lado, los cambios recientes en la producción hortofrutícola de exportación en el estado de Michoacán y por el otro, el efecto que la puesta en vigor del pacto de libre comercio pudiera tener para los productores ejidales de la Tierra Caliente. Primeramente exponemos la estructura económica del sistema de producción y comercialización de frutas y hortalizas1 en México, con énfasis en su funcionamiento en Michoacán durante el periodo de 1970 a 1988. Luego nos centramos en el nivel local; es decir, en la región de la Tierra Caliente, también conocida como el Valle de Apatzingán. Aquí identificamos los problemas organizativos y su agudización en los años ochenta. Por último, examinamos los cambios recientes en el nivel local. El análisis estadístico documenta que el retiro del apoyo gubernamental a las organizaciones campesinas de esta región michoacana produjo un des­censo de la producción de exportación y una concentración del mercado de exportación en manos de empresarios privados de la zona. El índice estadísti­co Hirschman-Herfindal muestra un incremento en la concentración de la agroindustria local. En el largo plazo, el número decreciente de organizacio­nes de productores con una participación desigual en el mercado confirma los pronósticos de la teoría del oligopolio; esto es, un menor número de producto­res llega a controlar una mayor porción del mercado.

Introducción

En los últimos años, el gobierno mexicano ha hecho modificaciones importantes a la política agraria. Los cambios de política incluyen la apertura de la economía mexicana bajo el Acuerdo General sobre Aran­celes Aduaneros y Comercio (mejor conocido como el g a t t ) , el fomento

de la inversión extranjera, la privatización del sector ejidal y el apoyo al Tratado de Libre Comercio ( t l c ) entre los Estados Unidos de América, los Estados Unidos Mexicanos y Canadá. En 1990, la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos ( s a r h ) publicó su Programa nacio­nal de modernización del campo, 1990-1994. En este documento, la s a r h estima que el subsector productor de frutas y hortalizas de exporta­ción es de suma importancia para aumentar las exportaciones de produc­tos agrícolas.2

A diferencia de la política anterior, ahora el gobierno está fomentando la inversión extranjera, sobre todo en la agricultura de exportación. Se espera que el capital extranjero financie el desarrollo rural que ya el Estado no puede financiar. Así, el sector agrícola mexicano se ha ido transformando de uno respaldado por el financiamiento del Estado a uno en el que el Estado sólo fomenta el desarrollo capitalista del sector. A partir de 1988, las decisiones de política en el nivel micro desataron la reestructuración de las economías rurales locales en todo el país, particu­larmente en las regiones de mayor importancia para la producción hortofrutícola de exportación. Desde 1989, México ni regula ni controla la producción de exportación y comercialización de frutas y hortalizas frescas.

Con respecto a estos desarrollos, los científicos sociales están expre­sando su preocupación sobre el (posible) impacto negativo que podrían tener la privatización de las tierras ejidales y la puesta en vigor del t l c

para el pequeño agricultor mexicano. Sin embargo, la transformación ya está en marcha. Tal vez el libre comercio y la privatización no lleguen a debilitar a las organizaciones de productores campesinos; no obstante, en algunas regiones estas organizaciones ya han sido diezmadas. En el nivel local, los cambios recientes de política han establecido las bases para la capitalización de la agricultura mexicana.

Para los científicos sociales, el estudio de estos cambios profundos presenta un desafío. ¿Cómo mejorar las herramientas teóricas y metodológicas en medio de tales cambios? De forma creciente, los sociólogos y antropólogos se están percatando de la necesidad de exami­nar los nexos entre los cambios en el nivel macro, (p. e., los cambios en la política nacional) y los impactos y las respuestas a nivel local.3

Por su parte, los economistas agrícolas frecuentemente han utilizado la estructura económica del sistema de producción y comercialización de productos básicos como herramienta metodológica para el análisis de la producción, comercialización y el mercado de un solo cultivo.4 Los científicos sociales especializados en otras disciplinas han mostrado una inclinación mucho menor que los economistas agrícolas por el examen de los sistemas de producción y comercialización de productos básicos y, sobre todo, por el supuesto según el cual los diferentes sistemas de producción y comercialización de cultivos difieren entre sí. Sin embargo, algunos estudios demuestran las características y la organización únicas de los diferentes sistemas, así como la validez de la investigación sobre los sistemas de producción y comercialización de cultivos.

Uno de estos estudios examina los impactos que han tenido en la organización social y política del sistema de hortalizas de California la adopción de tecnologías que desplazan mano de obra.5 Otro estudio, centrado también en California, examina la transformación de la produc­ción familiar en el sistema de fresa e ilustra la complejidad de la organización social del mercado de mano de obra en California.6 Estos estudios, entre otros7, evidencian las formas en que determinados siste­mas de producción y comercialización de cultivos estructuran las oportu­nidades y los límites para los productores en cada sistema. En síntesis, este enfoque facilita el análisis de los diferentes niveles y los nexos que existen entre ellos dentro y fuera de las fronteras nacionales.

Los sistemas de producción y comercialización de productos básicos son unidades intermedias de análisis que filtran los impactos recíprocos de la actividad en el nivel micro y de los cambios en el nivel macro, y desde los cuales, se puede observar el intercambio entre los dos niveles.8

La región de la Tierra Caliente dominó la producción mexicana de exportación de melón de 1970 a 1988. A través de sus organismos, los ejidatarios tierracalenteños ejercieron presión política y lograron la inter­vención estatal para ganar el acceso al mercado estadounidense. Bajo un sistema de economía abierta, estos mismos ejidatarios no sabrían cómo participar —o si participarían— en el “ nuevo” sector previsto por el gobierno mexicano. La reestructuración de la economía local facilita que

unos pocos inversionistas se beneficien en perjuicio de la región, median­te la expansión de sus operaciones y el control del mercado en una economía local que va en descenso. Una estructura de mercado concen­trado y un mercado reducido no ofrecen oportunidades para el empleo, la participación de pequeños productores en la economía de exportación o el crecimiento regional.

El proceso de transformación de este sistema local de producción y comercialización de cultivos de exportación iniciado entre 1988 y 1990, continúa bajo los esfuerzos de privatización y del t l c . Aunque muchos académicos, líderes de organizaciones campesinas y políticos expresan su preocupación por el impacto potencial del t l c , 9 es importante volver a señalar que el proceso de transformación ya ha sido puesto en marcha. Por otro lado, los pronósticos y las evaluaciones de (los posibles) impactos del t l c no serán precisos si sólo se basan en los datos agregados en el ámbito nacional y/o regional. Los cambios, tanto positivos como negativos, serán distribuidos diferencialmente en el sector agrícola de acuerdo con factores tales como el tipo de productor, la región y el cultivo en cuestión y la naturaleza de la integración en el mercado internacional.

La incorporación de diferentes niveles de análisis en el examen de los nexos entre los cambios en el nivel macro y las áreas rurales permite hacer una evaluación más precisa de los impactos potenciales que pudie­ran tener para los productores ejidales la puesta en vigor del t l c . En este caso, el análisis a nivel local sugiere que la privatización no ofrece una entrada de capital privado, ni por ende, la subsecuente recuperación de la economía de la localidad. Si bien la situación económica del estado de Michoacán se recuperaría en el largo plazo, el sistema agrícola que emergería de dicha recuperación sería uno muy diferente del anticipado por los fundadores de las organizaciones de productores campesinos michoacanos.

Organización de la producción de hortalizas de exportación antes de1988

La gran variación en los estudios de los sistemas de producción y comercialización de cultivos reflejan entre otros factores, las diferencias

en las relaciones de producción y en los cultivos mismos. En el caso de los frutales y las hortalizas de exportación, dos factores importantes influyeron en el desarrollo histórico del sistema de su producción y comercialización: 1) el alto nivel de intervención estatal y 2) la estructura del mercado estadounidense.

En México, la producción hortofrutícola de exportación se desarrolló bajo la dirección del gobierno nacional y de una unión privada, la Confederación Nacional de Productores de Hortalizas ( c n p h ) . El Estado utilizó las regulaciones legales para obligar a las compañías estadouni­denses a operar en asociación con las organizaciones de pequeños pro­ductores mexicanos. También concedió a la c n p h la autoridad legal para programar y limitar la producción de exportación de hortalizas frescas en diferentes estados. Así, la intervención estatal facilitó a los productores ejidales el acceso a la producción de hortalizas de exportación, mientras que al mismo tiempo, controló la producción en las localidades.

Por otra parte, la producción de hortalizas de exportación a los Estados Unidos funcionó como un monopolio; esto es, una situación del mercado de bienes en la que hay un solo comprador del bien dado y los productores no tienen acceso a otros mercados.10 Las exportaciones hortofrutícolas mexicanas a los Estados Unidos fueron controladas por compañías estadounidenses que compraban los productos en México y luego los exportaban a distribuidores comerciales en los Estados Unidos. Operando como agentes de compañías norteamericanas, los comprado­res controlaron el acceso al mercado de exportación. Ello les permitió restringir el volumen de la hortaliza comprada y pagar precios más bajos de los que hubieran tenido que pagar en una situación competitiva. La figura 1 ilustra la organización del sistema mexicano de producción y comercialización de frutas y hortalizas. En este diagrama se pueden apreciar los nexos verticales en el nivel nacional y local. La evaluación del impacto de la intervención estatal y de las estructuras del mercado de exportación en la economía local nos permitirá a su vez, examinar el funcionamiento de las diferentes organizaciones en todos los niveles del sistema.

Más específicamente, en este estudio de caso analizamos el impacto de las organizaciones nacionales y regionales en la producción de melón de exportación en el Valle de Apatzingán. Para el caso que nos ocupa, la

metodología del sistema de producción y comercialización de productos básicos nos permite realizar una investigación detallada de los diferentes niveles del sistema y su interrelación.

Situado en la parte centro-occidental de México, el Valle de Apatzingán tiene un clima cálido y seco. La larga temporada de siembra y los fértiles suelos aluviales crean las condiciones ecológicas idóneas para la produc­ción de hortalizas. Bajo los programas mexicanos de Desarrollo de las Cuencas Hidrológicas de los años cincuenta y sesenta, este valle se benefició de los programas de riego, desarrollo social y mejoras y construcción de infraestructura.11 Bajo un programa relativamente exitoso de reforma agraria, para 1980 los ejidatarios de la región constituían el 87.6% de todos los productores agrícolas en la superficie irrigada y controlaban el 76% de la superficie dentro del distrito de riego.12 El éxito relativo del programa se evidenció en un aumento significativo de la superficie cultivada. Así, de 1950 a 1965, la superficie cultivada de productos de exportación —algodón, limón, melón y sandía— aumentó del 8% al 56% de la superficie total.13 En los años setenta el melón llegó a ser el cultivo comercial de mayor importancia durante la temporada de secas. De 1970 a 1985, el Valle de Apatzingán produjo un promedio anual de entre el 40 al 60% de todo el melón exportado de México a los Estados Unidos.14

Las experiencias de esta región en la producción de agroexportación y las limitaciones enfrentadas por los pequeños productores de cultivos de exportación se asemejan a las de pequeños productores en otras regiones de los estados de Nayarit y Jalisco, y se diferencian de las de este mismo tipo de productores en los estados de Sinaloa y Sonora. La investigación de la estructura del sistema de producción y comercialización del melón ofrece algunos indicios de los conflictos surgidos en nivel local en los años ochenta. Grupos claves en el plano nacional y regional controlaron la participación efectiva del productor agrícola campesino en el sistema (véase el diagrama presentado en la figura 1).

Nivel nacional

La c n p h fue establecida como una unión privada autónoma destinada a la supervisión y representación de uniones regionales —socios de la c n p h —

y asociaciones agrícolas locales especializadas en la producción de hortalizas. La c n p h limitó la siembra y exportación de importantes cultivos hortícolas en el nivel nacional con el fin de evitar la saturación del mercado estadounidense, lo cual hubiera resultado en una baja de los precios en ese mercado. La c n p h coordinó con la s a r h el programa y control de la producción de frutas y hortalizas de exportación en todos los estados mexicanos. Así, a lo largo de veinte años, la c n p h controló en México tanto la producción total como la distribución regional de la producción de hortalizas de exportación. Los productores u organizacio­nes que no se acomodaron a los requisitos de los socios o a las cuotas de siembra, no pudieron obtener los permisos necesarios para exportar su cultivo.

Trabajando conjuntamente con la c n p h , compañías estadounidenses exportaron a los Estados Unidos —principalmente a través de las ciuda­des fronterizas de Nogales, Arizona y McAllen, Texas—, frutas y hortalizas frescas producidas en diferentes regiones de México. Con el fin de arreglar contratos y comprar los productos agrícolas durante la estación de invierno, las compañías mandaron a agentes de compra a las diferentes regiones. Así, de octubre a marzo se exportaba a los Estados Unidos el 75% del total de la cosecha hortofrutícola.

Esta apertura oportuna del mercado estadounidense sirvió para con­centrar la producción de exportación mexicana durante la temporada de secas. Por su parte, Estados Unidos redujo las restricciones arancelarias en ciertos cultivos durante este periodo y las aumentó para los meses de abril y mayo, periodo en que los productores estadounidenses venden sus frutas y hortalizas en el mercado interno. Para el caso del melón, el mercado estadounidense cerró sus puertas a la exportación mexicana a partir del 15 de mayo.

Nivel regional

En este nivel, las agencias gubernamentales y las uniones regionales de la c n p h distribuyeron los permisos de siembra, acceso al riego y exporta­ción, todos ellos necesarios para la comercialización de la exportación a los Estados Unidos. En Michoacán se establecieron dos uniones regiona­les: la Unión Agrícola Regional de Productores de Fresas y Hortalizas

del Valle de Zamora ( u a r p f h v z ) y la Unión Agrícola Regional “ José María Morelos” ( u a r ) con sedes en Zamora y Apatzingán respectiva­mente.

Contando con la participación de catorce asociaciones agrarias loca­les y tres uniones ejidales, la Unión Agrícola Regional “ José María Morelos” se estableció el 3 de marzo de 1969.15 La organización recibió su apoyo financiero de las cuotas impuestas por las organizaciones socias sobre la fruta exportada y de las recaudaciones hechas por funcionarios de la c n p h en la frontera estadounidense. Funcionó como una organización de servicio, proveyendo a sus socios de precios e información sobre el mercado estadounidense, y de asistencia con res­pecto a los trámites para obtener los diferentes permisos.

La u a r distribuyó los permisos de siembra entre las asociaciones agrícolas locales a principios de la temporada. Éstas tenían que ser socias de la u a r y haber pagado sus cuotas para obtener los permisos de siembra y exportación. Los permisos de siembra les daban a los agricul­tores locales acceso al riego para sus cultivos hortícolas. Por otro lado, sin los permisos de exportación, las asociaciones agrícolas locales no podían localizar compradores estadounidenses para su fruta.

En resumen, con la u a r hubo continuidad en el nivel regional con respecto al control y el acceso limitado a la siembra y exportación. Sin embargo, los recursos para la producción y los beneficios de la comercialización fueron casi desde un principio canalizados por indivi­duos influyentes. Los permisos de siembra y exportación, el capital, los insumos químicos y el control mismo de los socios fueron canalizados a través de actores locales: directores de grupos de productores y de otras organizaciones regionales. Los compradores trabajaron en consulta con este grupo de intermediarios locales, por lo que llegaron a tener poco contacto directo con los productores. En otras palabras, la estructura del sistema de producción y comercialización de la hortaliza permitió que el control del mismo quedara en manos de unos pocos actores locales.

Nivel de producción

Con el objetivo de garantizar a los pequeños productores el acceso a la producción de cultivos de exportación, el gobierno mexicano —hacia

fines de los años sesenta y en la década siguiente—, apoyó la formación de asociaciones locales de productores. La primera organización fue constituida legalmente en 1967 y, como ya señaláramos, en 1969 se constituyó la u a k .

En los años setenta, los grupos originales —las asociaciones agrarias locales y las uniones ejidales—, llegaron a constituirse en fuerzas econó­micas y políticas regionales. Durante el periodo de 1970 a 1980, el gobierno mexicano —a través del Banco Nacional de Crédito Rural (b a n r u r a l )— extendió crédito subvencionado para la producción de cultivos de exportación y financió la producción ejidal del cultivo de melón. Esta independencia financiera le permitió a las organizaciones campesinas tener cierto grado de influencia política y económica para negociar en términos más favorables los precios, el volumen del mercado de exportación y las condiciones de pago con los compradores estadouni­denses.

De 1967 a 1988 estas organizaciones garantizaron el acceso de los campesinos a la producción de cultivos de exportación. Durante la década de 1980, bajo una burocracia mexicana caracterizada por agen­cias gubernamentales múltiples, campesinos y empresarios locales esta­blecieron una multitud de agrupaciones asociativas, todas bajo la juris­dicción legal de diferentes agencias gubernamentales. Con el tiempo, estos grupos incluyeron asociaciones agrícolas locales, uniones ejidales, sociedades de solidaridad social y cooperativas.16

Para 1988, había aproximadamente 3 400 productores de melón en el Valle de Apatzingán. Éstos formaban dos grupos de productores: 1) el productor privado, generalmente más rico y mejor educado, el cual constituía alrededor del 10% de los productores del melón y 2) los ejidatarios, quienes conformaban el 90% del total de productores de la hortaliza ( u a r 1987-1990). Históricamente, la distinción entre el produc­tor privado y el ejidatario fue importante. Las primeras asociaciones incluyeron en sus actas de constitución cláusulas en las que se establecía que los puestos de dirección serían alternados entre ejidatarios y produc­tores privados.

La facilitación del crédito fue el factor crucial que determinó la inclusión de los ejidatarios en la producción hortícola, pues este subsector no disponía de recursos para financiar la producción de forma indepen­

diente. Los productores obtuvieron insumos y dinero en efectivo para pagar a trabajadores y contratar maquinaria agrícola. Bajo los términos del contrato, el productor tuvo que entregar el 100% de la cosecha al empacador de su asociación.

Ante la falta de recursos financieros, los productores acordaron venderle su fruta a la empacadora a cambio de adelantos de dinero en efectivo y de los insumos químicos requeridos para la producción. Por su parte, el empacador se comprometió a comprar el 100% de la fruta, aun cuando desconocía el precio que ésta iba a tener a la hora de la cosecha. El empacador sustraía del monto pagado al ejidatario el crédito otorgado a el comprador estadounidense —a través de la empacadora— en la forma de insumos y dinero. En realidad, el empacador liquidó la cuenta con el productor una o dos semanas después de haber concluido la etapa de cosecha. En este intervalo, el valor actual de la cosecha sufría cambios drásticos como resultado de las variaciones diarias entre el precio estado­unidense y el local.

Impacto local de los problemas en el sistema de producción y comercialización del melón

La estructura de este sistema impuso las condiciones legales y económi­cas dentro de las cuales los diferentes grupos lucharon por lograr sus propios fines. En el plano local se generaron grandes diferencias entre la estructura formal y las operaciones comerciales. Con el tiempo, la estructura monopólica y la canalización del poder por los compradores estadounidenses y agentes locales fomentaron la corrupción local. Como respuesta, los productores iniciaron actividades que redujeron los rendi­mientos y la viabilidad de la producción de melón en el largo plazo. Los problemas específicos de producción y comercialización exacerbaron la tensión y el conflicto entre compradores, oficiales gubernamentales, agentes locales y productores campesinos.

Los problemas de producción incluyeron la sobreproducción, la siem­bra fuera de secuencia, el mal uso de agroquímicos y un crecimiento sin control de las asociaciones de productores. Los problemas de comercialización incluyeron dificultades con los contratos, variaciones de precios, corrupción en las operaciones de las empacadoras y un

aumento de la competencia con otras regiones. Pese a las deficien­cias de funcionamiento, las regulaciones estatales, los límites legales y el apoyo político gubernamental a las organizaciones agrícolas locales contribuyeron a que el sistema de producción y comercialización del melón continuara operando sin modificaciones. Sin embargo, bajo la administración de Carlos Salinas de Gortari, el Estado abrió su sector agropecuario a la inversión privada extranjera y nacional y le quitó el apoyo político a las asociaciones agrícolas locales. Por su parte, los compradores estadounidenses y sus compañías utilizaron los conflictos de producción y comercialización como justificación para transformar al sistema de exportación del melón.

Problemas de producción

De forma creciente, de 1967 a 1988, la sobreproducción se convirtió en un problema regional en el Valle de Apatzingán. Aunque los permisos de siembra equivalían a un promedio de 5 000 hectáreas anuales, los cálculos generales arrojaron totales de entre 7 000 y 10 000 hectáreas sembradas cada año durante este periodo. Las autori­dades locales nunca se pusieron de acuerdo sobre cuál agencia se hacía responsable del control de la sobreproducción.17

El número creciente tanto de productores como de organizaciones de productores también creó problemas. Los agricultores locales vieron en el melón una oportunidad de inversión altamente redituable. En 1970 habían cinco asociaciones agrarias locales que fueron legalmente regis­tradas. Para 1980 habían 30 organizaciones y para la temporada de 1987-88 había 43. De aquí que, cada año, un número mayor de organiza­ciones compartiera la misma cuota de exportación en porciones cada vez más pequeñas. Paralelo al aumento en el número de organizaciones, tuvo lugar la pérdida del control sobre los productores por parte de la u a r .

Ejemplo de ello fue su incapacidad de lograr que los socios entregaran la fruta cosechada a sus respectivas organizaciones. Con 2 300 producto­res, resultaba muy difícil mantener una supervisión y un control de la producción y comercialización de la fruta.18

Problemas de comercialización

Los contratos eran negociados entre el comprador estadounidense y la asociación local. La mayoría de los términos de los contratos fueron “ entendidos” , es decir, fueron pactos verbales que funcionaron con las empresas más grandes, compradoras de hortalizas en el valle por muchos años. Con respecto a las compañías más pequeñas —también estadouni­denses—, las asociaciones locales tuvieron pocos recursos legales para hacer cumplir los términos del contrato cuando estos eran violados.

En resumen, el comprador tuvo el control sobre la compra final. Ello primeramente debido a que el contrato no establecía un precio mínimo por caja, pues los compradores sostuvieron que no podían saber de antemano el precio en el mercado estadounidense. Como resultado, los productores locales acordaron entregar la cosecha en su totalidad, aun sin saber el precio que recibirían por ella. En segundo lugar, el contrato nunca obligó al comprador a comprar el 100% de la fruta empacada. Los productores locales supusieron que los compradores iban a adquirir toda la cosecha. En la práctica, cuando las condiciones del mercado fueron desfavorables, el comprador tuvo la opción de comprar o no comprar toda la fruta. Y en efecto, optó por no comprar toda la fruta. Sin embargo, esta acción no libró a los productores de sus obligaciones para con el comprador, debido al crédito que éste le había extendido.19

El impacto acumulado de todos estos factores a la larga destruyó la viabilidad de la producción de melón y aumentó los conflictos locales en tomo a su comercialización. Para la temporada de 1987- 88, unos 2 300 productores socios de 43 organizaciones registradas, compartieron una cuota de 6 577 hectáreas para la siembra de melón.20 Los líderes de las organizaciones originales —establecidas antes de 1980—, acusaron a las organizaciones creadas posteriormente de destruir la viabilidad del sistema de exportación mediante la siembra de un mayor número de hectáreas de las que les correspondían y, de robarle la fruta a las organizaciones más viejas al empacar fruta que le correspondía empacar a estas últimas. El análisis de los datos estadísticos de la temporada 1987-88 confirma que muchas de las organizaciones nuevas sembraron un mayor número de hectáreas de lo que estipulaba su cuota legal y

empacaron fruta que, según los acuerdos de extensión de crédito, debía ser empacada por las organizaciones más viejas.21

La sobreproducción y el aumento de la competencia entre las organi­zaciones, conjuntamente con los otros factores ya mencionados, redun­daron en la caída de los precios estadounidenses del melón. En la temporada de 1988, los compradores estadounidenses redujeron los precios locales, presionando así a las organizaciones para que disminu­yeran el volumen empacado de exportación y no cosecharan fruta produ­cida en tierras consideradas como poco rentables. Los dirigentes de las organizaciones locales cumplieron con las demandas de los compradores estadounidenses: 3 843 hectáreas dejaron de ser cosechadas (véase tabla 1). Los productores campesinos reaccionaron inmediatamente en contra de estas medidas.

Para expresar su descontento, durante tres meses los ejidatarios llevaron su fruta a cualquier empacador comercial que pagara en efecti­vo. Como resultado de esta acción, muchas organizaciones no pudieron cumplir con sus obligaciones financieras. El impacto acumulado de estas acciones arruinó la economía agrícola local. Algunas organizaciones acumularon grandes deudas con compradores estadounidenses, abastecedores locales de agroquímicos y algunas compañías locales de transporte. En algunos casos, la deuda alcanzó un monto de entre US $700 000 y $1 000 000.22

El desastre económico de la temporada de 1987-88 ocasionado por las medidas impuestas por las organizaciones locales bajo la presión de los compradores estadounidenses y la resistencia de los productores a cumplir con las mismas, culminó con el hastío de los compradores estadounidenses. Cansados de trabajar con funcionarios locales corruptos, campesinos recalcitrantes y organizaciones que no pagaban sus deudas, los compradores dejaron de financiar a las organizaciones campesinas. Aunque las empresas continuaron comprando melón, el financiamiento de la producción comenzó a provenir de fuentes locales.

En 1990 la situación se tomó aún más favorable a las empresas estadounidenses, cuando el gobierno mexicano decidió remover las res­tricciones legales a la agricultura de exportación y los permisos de siembra. Tal acción gubernamental eliminó todo control local sobre la producción de exportación. Las empresas estadounidenses ya no tenían

que lidiar con organizaciones agrícolas mexicanas para poder exportar frutas y hortalizas.

La transformación de la industria agrícola local

A partir de 1990, aunque la u a r podía seguir programando la siembra, el productor quedó libre para sembrar y exportar la cantidad de melón que deseara. Como resultado, los compradores estadounidenses comenzaron a tratar directamente con los grandes productores, evitando con ello, cualquier trato con la u a r . Por su parte, esta continuó recopilando las estadísticas sobre producción y empaque para las organizaciones de productores legalmente registradas (véase tabla 4).

Asimismo, los dirigentes locales y los productores adinerados comen­zaron a financiar directamente la producción y contratar a los trabajado­res. Si bien hasta 1989, éstos utilizaron a las organizaciones de producto­res como prestanombres, a partir de entonces funcionaron como empacadores comerciales privados. Estos productores comerciales sem­braron en terrenos privados y tierras ejidales rentadas, y se condujeron en las empacadoras de las organizaciones de productores como si estas hubieran sido empresas de su propiedad.

En dos años —de 1989 a 1991—, la economía agrícola local sufrió una reestructuración con consecuencias de corto y largo plazo. Las organizaciones compuestas de pequeños productores y ejidatarios des­aparecieron. Los efectos negativos de la caída de la industria agrícola y la reestructuración de la comercialización se evidencian en el deterioro de la economía local.

Caída de la producción

En la tabla 1 podemos apreciar la reducción en el número de hectáreas sembradas y el volumen de producción. En la temporada de 1987/88, había 43 asociaciones, las cuales sembraron un total de 6 988 hectáreas. En la siguiente temporada hubo 33 asociaciones autorizadas a sembrar un total de 6 600 hectáreas. De estas, sólo 12 asociaciones sembraron melón (un total de 2 023 hectáreas). Debido a la falta de capital para financiar la producción, la mayoría de las asociaciones no pudieron

sembrar el número de hectáreas que se les autorizó. La reducción en el número de hectáreas sembradas se reflejó en una merma en el volumen de producción (véase tabla 1). De 1968 a 1987, Michoacán exportó entre 40 000 y 50 000 toneladas de melón anualmente, en su mayor parte prove­niente del Valle de Apatzingán. En la temporada 1987/88, la región exportó 32 331.66 toneladas de melón y destinó 17 125.05 toneladas para el mercado nacional y algunos mercados regionales. La disminución en el volumen de producción de exportación fue aún más alarmante en la temporada 1989/90, cuando la cifra para este rubro fue de 17 351.58 toneladas.

Pérdida de empleo

La caída en el volumen total de producción del 1987 al 1990 también fue un indicador de la pérdida de una importante fuente de empleos e ingresos durante la temporada de secas. La disminución de la producción en general afectó a pequeños productores quienes, debido a la falta de fínanciamiento, se vieron imposibilitados de sembrar durante la tempora­da de secas y también a jornaleros sin tierra y trabajadores de las empacadoras quienes perdieron una fuente de empleo.

Resultaría difícil calcular las pérdida a nivel regional por concepto del ingreso agrícola. De acuerdo con estimaciones locales, la cantidad de jomadas/hombre requeridas en la producción de melón era de 124.8 días por hectárea. Según estimaciones conservadoras, durante la temporada de 1987-88, se necesitaron 392 496 días de trabajo. Esta cifra no incluye las jomadas de trabajo empleadas en las empacadoras. Tampoco incluye las jomadas/hombre empleadas en parcelas que fueron sembradas, pero no cosechadas. Durante la temporada de 1989/90, con sólo 2 023 hectáreas cosechadas, se estima que se necesitaron 252 470.4 jomadas/ hombre para cubrir desde la etapa de siembra hasta la de cosecha. Esta cifra representa una pérdida total de 140 025.6 días de trabajo, lo cual afectó a los jornaleros agrícolas sin tierras y a otros trabajadores en Apatzingán para quienes la producción de melón fue una fuente impor­tante de empleo estacional.

Pérdida de ingreso

Finalmente, de 1987 a 1990, hubo una caída significativa de las ganan­cias agregadas por concepto de exportación. La tabla 2 muestra el valor bruto (en dólares estadounidenses) del melón empacado. Estas cifras representan promedios, ya que los estados de cuenta de las empacadoras sólo indican el volumen y el valor bruto de las cajas empacadas.

La tabla 3 presenta estimados de las utilidades percibidas por produc­tores y organizaciones que participaron en la producción de melón de exportación. Los costos de producción por hectárea representan cálculos regionales, pues la mayoría de las organizaciones no recaudaban datos adecuados que permitieran estimar los costos reales de producción por hectárea. Los cálculos no incluyen costos de operación; por lo tanto, la utilidad neta es, sin duda, mucho menor.

Pese a la reducción en el número de productores, estas estadísticas implican que la producción del melón y el empaque no constituyeron actividades realmente rentables en el Valle de Apatzingán. Posteriormen­te a la desaparición de algunas organizaciones, el aumento neto de la producción de cultivos de exportación y de empaque continuó siendo muy bajo.

Diferenciación de la economía local

Los promedios estadísticos no demuestran con certeza el proceso de transformación que sufrió el sistema agrícola de exportación de la región. Entre 1988 y 1990 tuvo lugar una diferenciación creciente entre dos tipos de actividades: 1) la producción con financiamiento local, en la que productores privados acomodados asumieron los costos y riesgos de la producción y 2) la comercialización con financiamiento externo, en la que empresarios mexicanos y compañías estadounidenses percibieron mayores ingresos y lograron aminorar las pérdidas en el empaque y la exportación de la fruta.

Las estadísticas presentadas en la tabla 4 sobre la producción y el empaque para cada grupo que operó durante la temporada de 1989/90 indican una marcada diferencia entre los grupos que sembraron y aque­llos que empacaron melón. Durante la temporada de 1978/88 hubo 43

asociaciones agrícolas legalmente registradas y con permisos de siem­bra; 28 de ellas tenían su propia empacadora. En la temporada de 1988/ 89, sólo 15 asociaciones abrieron sus empacadoras. Para la temporada de 1939/90 sólo 13 organizaciones produjeron melón y de estas, 7 comercializaron la fruta a través de sus propias empacadoras; las restan­tes 5 se la vendieron a empacadores comerciales.

Estos datos indican que la mayoría de las organizaciones o de los productores que todavía cultivaron melón pudieron estar vendiéndole la fruta a otro empacador. Esto implicaría que ellos asumían el financiamiento de la producción y le vendían a empacadoras en las que no tenían garantía alguna de compra o precio. Teniendo en cuenta la variación diaria en los precios y el volumen, podemos aseverar que sólo unos pocos grupos sostuvieron un ingreso neto, aunque menor que en años anteriores. Los sobrevivientes en ese sistema fueron organizaciones o compañías que comercializaron la fruta, es decir, que operaron empacadoras. Para 1992 la producción melonera había decaído en el valle, llegando a desplazarse a regiones vecinas en el estado de Guerre­ro.23 Sin embargo, para algunos de los pocos que pudieron mantenerse produciendo, las ganancias fueron cuantiosas.

Concentración industrial

De 1988 a 1990, la estructura del mercado agrícola local fue concentrán­dose cada vez más, llegando a exhibir una tendencia hacia el oligopolio. Los economistas industriales frecuentemente usan medidas de concentra­ción industrial para calcular la distribución del mercado entre empresas dentro de una industria dada; esto es, para medir la estructura del mercado. Estos cálculos incorporan el número de empresas en la indus­tria, diferencias en tamaño y la participación relativa de cada empresa en la industria. El análisis comparativo de diferentes empresas o de un periodo de tiempo dentro de una misma industria arroja el grado de concentración del mercado. Con el tiempo, una reducción en el número de empresas aunada con un incremento de las diferencias en tamaño, constituyen el fundamento de la teoría del oligopolio.24

Con el fin de calcular la estructura del mercado para el caso de las empacadoras de Apatzingán, elegimos el índice Hirschman-Herfindahl.

El mismo captura la distribución del tamaño entre empresas y es general­mente empleado en discusiones sobre la teoría del oligopolio (véase el cómputo del índice en la tabla 5). Si todas las empresas en la industria son del mismo tamaño, H = 1/n. Este índice varía entre cero y uno; si las porciones del mercado están distribuidas de forma igual entre un número dado de empresas en la industria, el índice se acerca a uno.25

Para el caso que nos ocupa, el cálculo de este índice se basó en el volumen de producción de cada empacadora que operó en Apatzingán durante las temporadas de 1987/88, 1988/89 y 1989/90. Al desagregar los datos según los mercados de destino, obtuvimos las diferencias en la concentración entre los mercados de exportación y el nacional. Una comparación de los cambios en la participación en el mercado para estas tres temporadas muestra un aumento de la concentración de la industria local.

La comparación estadística de la distribución del volumen del empa­que entre las diferentes organizaciones locales (tabla 5) muestra clara­mente una crecida concentración industrial de 1988 a 1990. Durante la temporada de 1987/88, el índice Hirschman-Herfmdal revela una con­centración de 0.086015. Los índices de diferencia entre el mercado de exportación (0.101069) y el mercado nacional (0.062079) indican que la participación o el acceso al mercado de exportación fueron distribuidos de forma desigual. Para la temporada de 1988/89, el índice H fue 0.165246 y para la de 1989/90, el índice alcanzó un 0.414925. Los datos brutos, es decir, las toneladas de fruta empacada por cada empacadora, sugieren una tendencia hacia la concentración. El índice H incluye, además, la reducción en el número de empresas durante las tres tempora­das. Así, los resultados también sugieren que la industria se fue concen­trando entre las empresas aún en operación.

Durante la temporada de 1989/90, operaron sólo 8 empacadoras, las cuales empacaron fruta de productores privados y de otras organizacio­nes agrícolas. En el nivel regional, el ingreso neto generado por el melón se fue concentrando entre unos pocos empacadores comerciales, ninguno de los cuales sembraba la fruta. Por ejemplo, Trego, el empacador más grande del valle, abrió ilegalmente una empacadora durante la temporada de 1987/88. Bajo la legislación previa, sólo las organizaciones de pro­ductores legalmente registradas podían operar empacadoras comerciales

y, a estas, sólo les era permitido empacar la fruta de sus socios. Pese a las quejas de las organizaciones locales, las autoridades regionales no clausuraron sus operaciones. Como ya señaláramos, a partir de 1990, con el cambio en la política gubernamental, cesaron todas las restriccio­nes en cuanto al volumen producido, empacado, o exportado.

El caso de Trego ilustra cómo la reestructuración de la economía local permitió que algunos pocos inversionistas comerciales se beneficia­ran a costa de, la región, ello mediante la expansión de sus operaciones y el control del mercado en una industria en proceso de contracción. La concentración de la industria restringió las oportunidades de empleo y la participación de los pequeños productores en la economía de exportación y con ello, el crecimiento económico en el nivel regional.

Además, la emergencia de un oligopolio en el nivel local lejos de afianzar la participación continua de la región en el mercado de exporta­ción estadounidense, la interrumpió. Factores de tipo macroeconómico y la crecida competencia de otras regiones del país terminaron suprimiendo la primacía del estado de Michoacán en la exportación de melón. El t l c

podría acelerar el ritmo de declinación de la contribución de esta región al sector mexicano de agroexportación.

Resumen y conclusiones

México ha reorientado su política agraria y el desarrollo del sector agropecuario hacia su “ modernización” . En la producción de exporta­ción, la modificación de la política agraria transformó al sistema de producción y comercialización de frutas y hortalizas en el nivel local. Aunque el programa de la s a r h intenta fomentar el acceso del pequeño productor a la agricultura comercial, existen dos impedimentos principa­les: 1) la falta de fuentes que permitan financiar las operaciones de organizaciones de productores y 2) la ausencia de esfuerzos para que las compañías estadounidenses sigan trabajando con organizaciones de pro­ductores.

Las experiencias recientes de los ejidatarios de Apatzingán enseñan lecciones importantes para la supervivencia o el fracaso de los pequeños productores en el mercado internacional. Estas lecciones son particular­mente revelantes en momentos en que el actual gobierno está repitiendo

este experimento en todo el campo mexicano. Sin embargo, esta política no es exclusiva de México. En toda América Latina, los gobiernos están removiendo medidas proteccionistas en favor de una agricultura comer­cial orientada hacia el libre mercado.

Problemas dentro de las organizaciones

En la Tierra Caliente michoacana, las asociaciones agrícolas locales formadas por ejidatarios y pequeños propietarios lidiaron durante vein­tiún años (de 1967 a 1988) con compañías estadounidenses. Esas asocia­ciones enfrentaron no sólo las condiciones externas del mercado interna­cional y las negociaciones del contrato con las compañías extranjeras, sino también los múltiples problemas internos (corrupción, mala admi­nistración y la falta de participación por parte de sus miembros).

En el plano local, la gente entendía estos problemas y los discutía de una manera directa y abierta. Por su parte, las autoridades estatales y los representantes regionales trataron de resolver estos problemas mediante una mayor regulación de la producción y comercialización. Para 1988, los productores habían perdido toda confianza en las compañías estado­unidenses y en sus propios dirigentes, motivo por el que muchos optaron por venderle su fruta a empacadoras privadas. Esta acción le dio a los compradores norteamericanos el motivo económico, o mejor dicho el pretexto, para retirarle el apoyo financiero a las asociaciones agrícolas campesinas y tratar sólo con productores comerciales. Como resultado de estas acciones de productores y compradores, en dos años, el sistema el producción y comercialización melonera de Apatzingán llegó a ser muy similar al sistema de exportación que imperó previo al estableci­miento de las asociaciones.

En 1992, la oficina regional de la s a r h propuso la formación de “ asociaciones de participación” constituidas por grupos de ejidatarios y compañías privadas —tanto nacionales como extranjeras— para finan­ciar la producción de exportación en el estado de Michoacán. Quizás en algunas regiones del estado o en otras regiones del país estas asociacio­nes podrían tener éxito. Pero en la Tierra Caliente michoacana, las asociaciones enfrentaron problemas organizativos, los cuales no llegaron a resolverse ni aún en el periodo de auge económico y político de las

asociaciones. En una economía abierta, con poca regulación política sobre la inversión extranjera, no es probable que las c ‘asociaciones de participación” ofrezcan beneficios económicos a los campesinos michoacanos.

Impacto de la inversión extranjera

En esta región, la inversión extranjera no está penetrando la producción de exportación directamente, situación que podría cambiar de ser ratifi­cado el t l c . Ahora bien, la producción de frutas y hortalizas frescas es costosa y conlleva un alto riesgo a la inversión. Para el caso del melón, tanto los inversionistas mexicanos como los extranjeros obtienen ganan­cias más seguras por concepto de la comercialización y exportación de la fruta. De ahí que un aumento en la inversión extranjera y el t l c no prometen ni mayores ingresos ni mejores oportunidades de empleo en el nivel local.

Por otra parte, las empresas estadounidenses continuarán controlan­do el acceso a su mercado con la conveniencia de que ahora podrían trasladar sus operaciones y capitales de un estado a otro. No obstante la retórica del libre comercio y el mercado competitivo, en este estudio de caso vimos cómo tales condiciones propiciaron una concentración en la estructura del mercado local. Por lo demás, es importante señalar que los productores michoacanos no se enfrentan a un mercado competitivo, sino que tienen que competir con productores de otras regiones por el acceso a un mercado restringido a la temporada invernal estadounidense.

Competencia regional

La concentración de la industria agrícola local y la emergencia de un oligopolio tienen poco impacto en la influencia que pudiera tener Michoacán dentro del sector agroexportador mexicano. Para ilustrar, el subsector hortícola mexicano creció de 1 036 400 toneladas métricas en 1977 a 1 438 600 toneladas métricas en 1990. Este aumento repre-sentó un crecimiento anual de un promedio de 3.2% 26 En general, el crecimien­to de la producción en este subsector ha estado concentrado en los estados norteños, sobre todo en Sinaloa, Baja California y Tamaulipas.

Ahora bien, Michoacán también está enfrentando una creciente compe­tencia de otros estados del centro de México, particularmente Colima y Guerrero.

En el nivel local, los productores reconocen el control del mercado por parte de unas pocas empresas. Sin embargo, fuera de la región, estas empresas tienen muy poco impacto en el mercado y escaso interés en la expansión de la participación de Michoacán en el subsector de exporta­ción. Así, la concentración de la industria local en un momento en que el país está abriendo su sector agrícola al mercado internacional, no es una buena señal para el aumento de los cultivos de exportación en la Tierra Caliente michoacana.

Variación local

¿Cuál ha sido el impacto de estas transformaciones en los productores locales y trabajadores agrícolas? Los campesinos ya no participan en este sistema de exportación como productores, sino que pueden em­plearse como jornaleros en sus propias parcelas o en las empacadoras. Algunos especialistas proponen la hipótesis de que la apertura de la economía mexicana va a conducir a la capitalización en el nivel local de un dinámico sector de agroexportación, en el que la mayoría de los ex-productores campesinos trabajarán como jornaleros agrícolas. En el Valle de Apatzingán hubo primero un debilitamiento de la producción de exportación y luego el desplazamiento del cultivo a otras regiones.27

La apertura de la economía mexicana está reestructurando radical­mente el sistema económico. Durante décadas, los científicos sociales documentaron y analizaron la intervención del Estado mexicano en el campo. Políticos y académicos sostienen posiciones divergentes con respecto al impacto potencial del t l c en la agricultura mexicana. Algu­nos ven a los productores mexicanos como los ganadores en detrimento de los productores estadounidenses; otros ven a la inversión extranjera y la capitalización de la agricultura mexicana como fuerzas que desplaza­rán a los pequeños productores mexicanos. Sin duda, habrá variaciones en cuanto a los impactos, problemas y las oportunidades para las diferen­tes regiones y los subsectores dentro de los distintos sistemas de produc­ción y comercialización de cultivos.

Desde nuestra perspectiva, los antropólogos pueden contribuir a una estimación más acertada de los impactos que pueden tener estos cambios en diferentes comunidades y regiones. Para el caso de México, los posibles temas de estudio incluyen el impacto de la inversión extranjera, la competencia regional y las variaciones de dichos impactos en el nivel local. Ahora más que nunca, con la expansión rápida del sector privado, los científicos sociales deben desarrollar métodos sofisticados y dinámi­cos que permitan analizar los impactos locales de los cambios económi­cos en el nivel macro.

Concluimos señalando que en el caso del sistema michoacano de producción y comercialización del melón, las organizaciones campesinas ya no existen. Cuando las empresas extranjeras lleguen a Michoacán (si es que llegan) para invertir en la producción hortícola de exportación, no tendrán que enfrentarse con grandes organizaciones de productores cam­pesinos o uniones ejidales. La transformación de la economía agraria local destruyó las fuertes organizaciones campesinas.

Figura 1. Estructura organizativa del sistema de producción y comercialización del melón, Valle de Apatzingán, Michoacán,

1970 a 1988.

Nivel nacional

Figura 1. Estructura organizativa del sistema de producción y comercialización del melón, Valle de Apatzingán, Michoacán,

1970 a 1988.

Nivel nacional

Tabla 1. Hectáreas sembradas y producción de melón,Valle de Apatzingán, Michoacán, 1987 a 1990.

1987 a 1988 1988 a 1989 1989 a 1990OrganizacionesAutorizadas 46 36 33Sembradas 43 15 12

No. de hectáreas sembradasProgramadas 6 577 7 919 6 600Sembradas 6 988 2 831 2 023Siniestradas 3 843 293 0Cosechadas 3 145 2 538 2 023

Volumen de producciónExportación (toneladas) 32 331.66 21 343.82 17 351.58Nacional (toneladas) 12 917.23 7 753.79 5 455.33Regional (toneladas) 4 207.82 1 855.91 1 364.29TOTAL (toneladas) 49 456.71 30 953.52 24 170.62

Por organizaciónHa./organización 73.14 169.20 168.58Toneladas exportadas/org. 37 594 71 146 72 298

Fuente: Datos recolectados por la autora, 1987 a 1988; y Departamento Técnico, Unión Agrícola

Regional “ José María Morelos,” Apatzingán, Michoacán, 1988-90.

Tabla 2. Valor total de las cajas de melón, Apatzingán, Michoacán, 1987 a 1990.

Valor total ($U.S.)1987-88 1988-89 1989-90

Mercado de exportación 6 579 492 4 743 497 3 886 591Mercado nacional 843 956 812 564 807 068Mercado regional 125 509 131 386 84 158Valor total ($U.S.) 7 548 057 5 567 447 4 777 817

Fuente: Datos recolectados por la autora, 1987 a 1988; y Departamento Técnico, Unión Agrícola Regional “ José María Morelos,” Apatzingán, Michoacán, 1988 a 1990.

Tabla 3. Costos de producción y estimación de utilidades en la producción de melón, Apatzingán, Michoacán, 1987 a 1990.

1987-88 1988-89 1989-90

Valor total 7 548 057 5 567 447 4 777 817Costos de producción 5 494 315 5 139 450 4 404 071Utilidades (estimaciones) 2 035 742 547 997 373 746Utilidades por organización 47 761 36 533 31 145

Fuente: Datos recolectados por la autora, 1987 a 1988; y Departamento Técnico, Unión Agrícola Regional “ José María Morelos,” Apatzingán, Michoacán, 1988 a 1990.

Tabla 4. Hectáreas sembradas y valor de la producción total (en $U.S.) por organización, Apatzingán, Michoacán,

1989 a 1990.

Organización Hectáreas Exportación Nacional Regionalsembradas

Apatzingán 100 0 0 0Buenavista 130 359 440 48 775 20 700El Chauz 34 81 729 11 847 0Chilatán 46 0 0 0López Rayón 535 1 870 346 237 277 29 358Las Cruces 40 0 0 0Churumuco 50 10 870 89 761 0Aguililla 80 229 188 34 780 0Las Cañas 40 0 0 0Miguel Hidalgo 238 0 0 0Francisco Villa 500 364 382 59 693 18 806Trego 230 3 886 591 807 068 84 1581 de Septiembre 0 483 395 137 083 5 061

Fuente: Datos recolectados por la autora, 1987 a 1988; y Departamento Técnico, Unión Agrícola Regional “ José María Morelos,” Apatzingán, Michoacán, 1988 a 1990.

Tabla 5. Cómputo del índice Hirschman-Herfindal de la concentración industrial del melón,

Apatzingán, Michoacán, 1988 a 1990.

H =(vz + 1)N

donde:v = coeficiente de variación = desviación de la norma

promedioN = número total de empresas en la industria

Temporada Mercado de Mercado Total1987/1988 exportación nacional

Desviación de la norma 1548.901 404.0081 1916.922Promedio 1145.036 470.2143 1615.25V 1.352709 0.8592 1.186765N 28 28 28índice H 0.101069 0.062079 0.086015

Temporada Mercado de Mercado Total1987/1988 exportación nacional

Desviación de la norma 4574.05 483.743 5009.382Promedio 4104.538 570.3846 4674.923V 1.114388 0.8481 1.071543N 13 13 13índice H 0.172451 0.132252 0.165246

Temporada Mercado de Mercado Total1987/1988 exportación nacional

Desviación de la norma 7075.413 510.8919 7530.835Promedio 4379.375 565.5 4944.875V 1.615622 0.903434 1.522958N 8 8 8índice H 0.451279 0.227024 0.414925

Fuente: Adelman 1969 y Waterson 1984 (ecuación); Unión Agrícola Regional “ José María Morelos,”

Apatzingán, Michoacán (datos).

Notas

* La traducción original fue revisada y editada por Luz Nereida Pérez Prado.1 El término en el idioma inglés es commodity system. Optamos por una traducción que se

aproxima al significado que tiene este concepto en la literatura especializada en este idioma. En esta, el término commodity system alude tanto al proceso de producción como al de la comercialización del producto básico en cuestión. Además de los productos agrícolas, los produc­tos básicos incluyen productos pecuarios, minerales y metales. Sin embargo, para efectos de este artículo, utilizamos los términos sistemas de producción y comercialización de productos básicos y sistemas de producción y comercialización de cultivos como sinónimos.

2. Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, Programa nacional de modernización del campo , 1990.

3. Véase Billie R. DeWalty Pertti J. Peho (eds.),Micro and macro levels o f analysis in anthropology: issues in theory and research.

4. Ray A Goldberg, Agribusiness management fo r developing countries.5. William H. Friedland, Amy E. Barton y Robert J. Thomas, manufacturing green gold: capital,

labor, and technology in the lettuce industry.6. Miriam J. Wells, “ Commodity systems and family farms” , en C. Gladwin y K. Truman, Food

and farm: current debates and policies, pp. 367-388.7. Véase Harriet Friedmann, “ World market, state, and the family farm: social bases o f household

production in the era of wage labor” , en Comparative studies in society and history, y Sidney Mintz, Sweetness and power: the p lace o f sugar in modern history.

8. Miriam J. Wells, op. cit., p. 367. La traducción es nuestra.9. Véase por ejemplo, José Luis Calva, Probables efectos de un tratado de libre comercio en el

campo mexicano, y David Barkin, “ The new shape o f the countryside: agrarian counter-reform in Mexico” . Ponencia presentada en el Programa de Estudios Agrarios de Yale University, 6 de noviembre de 1992.

10. C.E. Ferguson y J.P. Gould, Microeconomic theory, pp. 407-416.11. David Barkin y Timothy King, Regional economic development: the river basin approach.12. J. Encamación Barajas, “ Breve historia del distrito de riego Cupatitzio-Tepalcatepec” , en

Epoca: realidad política, económica y social de Michoacán, p. 54.13. María Fernández, Francisco J. Gil y Evelyne Sinquin, “ El monopolio de la producción rural: la

Unión Agrícola Regional de Apatzingán” , en E. Durán, M. T. Fernández, E. Sinquin, J. Gil y P. Magaña (eds.), Los productores rurales y sus problemas en el occidente de México, p. 111.

14. Unión Nacional de Productores de Hortalizas, datos estadísticos inéditos 1970-1985, Departa­mento de Estadística.

15. Alonso López Gómez, “ La Unión Agrícola Regional ‘José María Morelos’ de Apatzingán” , en Boletín Bimestral, p. 630.

16. Alonso López Gómez, ‘ ‘Las formas de organización en el campo: las asociaciones agrícolas’ ’, en Boletín Bimestral, pp. 816-823 y “ Proyecto de organización de los productores agrícolas en el estado de Michoacán” , en Boletín Bimestral, pp. 1938-1961.

17. Daniel Sánchez Pérez, “ Panorama general de la problemática que confrontan los productores de frutas y legumbres” , documento inédito. Apatzingán, Michoacán, 1986.

18. Banco de Crédito Rural del Pacífico Sur (Banrural), “ Reordenamiento de los organismos de productores de melón y pepino en el Valle de Tierra Caliente” , Apatzingán, Mich., documento inédito, 1987.

19. Funcionarios de la u a r y la s a r h , comunicación personal, 1988.

20. u a r , op. cit., 1987-1990.21. Lois Stanford, “ Peasant resistance in the international market: theory and practice in Michoacán,

M exico” , on Research in economic anthropology, pp. 67-91.22. s a r h , Datos estadísticos inéditos, Departamento de Estadísticas. Apatzingán, Michoacán, 1988.23. Véase Luz Nereida Pérez Prado et a l , “ Realidad y representación de la agricultura de contrato:

auge, ocaso y desplazamiento del melón en la Tierra Caliente de Michoacán” , en Trace, pp. 12- 24.

24. Véase M. A- Adelman, “ Comment on the H concentration measure as a numbers equivalent’ ’, en Review o f economics and statistics, pp. 99-101 y Michael Waterson, Economic theory o f the industry. Cambridge, Mass.

25. Michael Waterson, op. cit., p. 169.26. American Farm Bureau Federation, “ Implications o f the North America Free Trade Agreement

(n a f t a ) for the U.S. horticultural sector” , en Fruit and vegetable issues, p. 4.27. Luz Nereida Pérez Prado, et al. op. cit.

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