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EL TEATRO ROMANO DE MÉRIDA Y SU VISIÓN PATRIMONIAL Andrea Ortiz Fuertes Historia y Gestión del Patrimonio Artístico Profesor: Luis Arciniega Garcia Grado en Historia del Arte Grupo 3º A Curso 2013/2014 Departamento de Historia del Arte. Universitat de València

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EL TEATRO ROMANO DE

MÉRIDA Y SU VISIÓN

PATRIMONIAL

Andrea Ortiz Fuertes

Historia y Gestión del Patrimonio Artístico

Profesor: Luis Arciniega Garcia

Grado en Historia del Arte

Grupo 3º A

Curso 2013/2014

Departamento de Historia del Arte. Universitat de València

1

ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN 2

2. EL TEATRO EN LA HISPANIA ROMANA 4

3. EL TEATRO ROMANO DE MÉRIDA A LO LARGO DE LA HISTORIA 6

4. EL MONUMENTO EN LA HISTORIOGRAFÍA 11

5. EXCAVACIÓN Y RECONSTRUCCIÓN DEL MONUMENTO 15

6. VALORES PATRIMONIALES 25

7. CONCLUSIÓN 27

8. BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA 29

2

1. INTRODUCCIÓN

El presente trabajo pretende tratar desde el punto de vista del patrimonio uno de los

monumentos más importantes de la Hispania Romana, el Teatro Romano de Mérida. El

objetivo principal de este trabajo reside en dar a conocer la importancia del monumento

a través de una visión patrimonial, incidiendo en importantes aspectos como su

evolución histórica y artística, su adaptación formal y funcional a los diferentes

contextos tanto históricos como culturales, los cuales fueron en parte causantes de la

degradación y el ocaso de monumento durante muchos siglos aunque también

favorecieron su mantenimiento y perdurabilidad hasta nuestros días; y por último la

función y consideración de este en la actualidad.

Otro de los objetivos presentes en este estudio es dar a conocer la importancia

patrimonio nacional, así como las acciones tomadas en lo que respecta a este a través de

de la visión del Teatro Romano de Mérida, el cual representa uno de los ejemplos más

magníficos y significativos del patrimonio tanto a nivel nacional como a nivel

internacional.

Para dar a conocer estos objetivos el trabajo se estructura en diversos apartados. Tras

esta breve introducción sobre los principales objetivos, el primero de ellos se centra en

la función del teatro como un importante componente de difusión de la cultura romana

además de una importante arma política de difusión de las masas, por lo que tanto este

como los espectáculos realizados en este adquirieron gran relevancia en la sociedad

romana. Seguidamente realizaremos una breve visión del monumento a lo largo de la

historia, incidiendo en importantes aspectos como el contexto histórico y cultural en el

que se desarrolló, sus diversas transformaciones y adaptaciones generadas por los

cambios históricos, culturales e incluso artísticos, y por último la consideración y la

función del monumento en la actualidad. En tercer lugar se va a tratar la importancia del

monumento como bien artístico y patrimonial en la historiografía, ya que a partir de la

Edad Moderna surgió el interés por el estudio y valoración de su ruina, el cual se

mantiene hasta la actualidad. Tras esto, procederemos a desarrollar el apartado más

extenso y uno de los más importantes del siguiente estudio, aquel en el que se tratan las

excavaciones y posteriores reconstrucciones que se realizaron en el monumento durante

los siglos XIX y XX tras el incipiente interés hacia el estudio, la recuperación y el

mantenimiento de los bienes patrimoniales. En este apartado se demuestra el interés de

los historiadores, así como de los órganos de gobierno que financiaron dichas tareas, por

intentar devolver el monumento lo más cercano posible a su aspecto original,

favoreciendo de esta manera su estudio, el interés y la consideración por parte de la

sociedad de uno de los monumentos más importantes de la Hispania Romana y uno de

los monumentos de mayor interés desde el punto de vista del patrimonio nacional.

Seguidamente abordaremos los principales valores patrimoniales expuestos por el

historiador Aloïs Riegl adaptados a dicho monumento. Por último, concluiremos este

estudio con una conclusión en la que se exponen las principales ideas tratadas en este

sobre el monumento y la relación de este con el patrimonio.

3

En cuanto al material o la bibliografía, cabe destacar que existen una gran variedad de

estudios y monografías que tratan el conjunto arqueológico de la ciudad de Mérida,

puesto que este fue uno de los más importantes a nivel nacional y a nivel mundial.

Dentro de estos estudios y monografías se incluye el Teatro Romano dentro del

conjunto arqueológico de Mérida y también por separado. Estos estudios nos han

permitido conocer el gran potencial arqueológico y patrimonial de la ciudad de Mérida

y de cada uno de los monumentos que la componen, ya que esta constituye un

testimonio excepcional de una de las etapas más significativas de la historia de España y

del mundo.

En este caso, nos hemos centrado, no en todo en conjunto arqueológico que compone la

ciudad de Mérida, sino en la parte que atañe al Teatro Romano. Para su estudio he

empleado principalmente monografías de importantes historiadores y arqueólogos,

como es el caso de Martín Almagro, con cuya información he destacado la importancia

de la colonia romana de Augusta Emerita y posteriormente la descripción técnica y

formal del teatro original. Por otro lado, también me he servido de las monografías

llevadas a cabo por los historiadores y arqueólogos que llevaron a cabo las excavaciones

y reconstrucciones más importantes de este monumento en el siglo XIX, don José

Ramón Mélida Alinari y también don Maximiliano Macías, cuyas monografías han

permitido exponer detalladamente cada una de las excavaciones y reconstrucciones que

se llevaron a cabo en el monumento hasta dar con el aspecto que mantiene en la

actualidad.

4

2. EL TEATRO EN LA HISPANIA ROMANA

El ciudadano romano asistía a los espectáculos públicos que con cierta frecuencia se

celebraban en la capital. Aunque los espectáculos eran vistos como una diversión, estos

estaban relacionados con los juegos o ludi, una celebración romana muy antigua que

tenía en su origen una tradición religiosa. Es decir, juegos periódicos realizados en

honor de la Tríada Capitolina, de los dioses y las diosas del panteón romano y de las

divinidades de las comunidades cívicas con el fin de obtener beneficio o protección por

parte de éstas. El inicio del Imperio supuso el fin del carácter religioso de los ludi,

manteniendo tan solo el componente profano. Estos se convirtieron en un elemento del

poder para mediatizar con las masas, en una fuerte arma política en manos de la

aristocracia romana, en especial del régimen imperial.

Los viejos juegos dieron paso a una amplia diversidad con innovaciones notables.

Juegos escénicos para los que se construyeron edificios estables, como es el caso de los

teatros. La situación llegará a su máxima exaltación al encontrar en el calendario una

tercera parte de los días del año dedicados a juegos y espectáculos en la capital, cosa

que entrañaba la existencia de una poderosas fortunas privadas que atraían la atención

popular con carísimos espectáculos.1

A lo largo de su historia, Roma conoció el desarrollo y ocaso de distintos géneros

teatrales. Heredó de Grecia la tragoedia y la comoedia, aunque también se desarrolló un

nuevo género que desapareció posteriormente con el Imperio, la atellana. En cambio,

durante la época imperial tuvieron una gran importancia el mimus y la pantomima,

géneros que se caracterizaban por lo burlesco y lo grosero. El mimo caricaturizaba

situaciones cotidianas de la vida, en especial el adulterio, y la pantomima, género de

creación romana a partir de la unión de la mímica, la danza y la declaración lírica,

continuó representando los temas mitológicos de la tragedia pero desde un enfoque más

escabroso, centrándose principalmente en incesto y asesinatos.2

Los teatros y los ludi fueron un importante elemento en la difusión y posterior

desarrollo de la cultura y religión romana en occidente. En estos edificios de

espectáculos se desarrollaron, tanto a nivel local como a nivel provincial, complejas

ceremonias de culto imperial y grandes fiestas. En estos momentos, la sociedad se

organizaba de manera jerárquica, y en los espectáculos coincidían todas las categorías

sociales, y cada una se exponía ante el resto de manera armónica y civilizada, aunque

también se mostraban sin ningún pudor las desigualdades que existían entre ellas. Desde

1 ABÁSOLO, José, Antonio. Et alt., Obras públicas en la Hispania Romana. Madrid: Dirección General

del Patrimonio Artístico, Archivos y Museos, 1980. pp. 59-60.

2 CEBALLOS HORNERO, Alberto., “Semblanza de los profesionales de los espectáculos documentados

en Hispania” en Ludi Romani: Espectáculos en Hispania Romana. Córdoba. Cajasur. Obra cultural y

social, 2002, p. 130.

5

la época republicana, el teatro era gratuito y libre, por lo que coincidían en las

representaciones teatrales una muchedumbre de toda edad y condición. Por este motivo,

los senadores deseaban estar apartados de la plebe, para poder oír la representación y

estar alejados de sus peleas y altercados. De esta manera, las clases aristocráticas y

privilegiadas ocupaban las primeras filas, las más cercanas a la escena, mientras que la

plebe ocupaba las zonas más altas y alejadas.3

El panorama de los espectáculos en Roma se reflejó también en la vida provincial.

Muestra de ello son los restos monumentales de los teatros romanos que se conservan

en la actualidad, los cuales muestran la gran afición de la sociedad por este tipo de

espectáculos. La predilección de los romanos, tanto de la metrópoli como de las

provincias, por los teatros y por las representaciones que se realizaban en ellos,

pantomimas, tragedias, comedias, etc, queda patentada por la cantidad de restos

conservados, como es el caso del Teatro Romano de Mérida.4

3 MELCHOR GIL, Enrique; RODRÍGUEZ NEILA, Juan Francisco., “Sociedad, espectáculos y

evergentismo en Hispania” en Ludi Romani: Espectáculos en Hispania Romana. Córdoba. Cajasur. Obra

cultural y social, 2002.

4 ABÁSOLO, José., op. cit., p. 60.

6

3. EL TEATRO ROMANO DE MÉRIDA A LO LARGO DE LA HISTORIA

La actual ciudad de Mérida tiene su origen en una fundación imperial romana fundada

por el emperador Octavio Augusto en el año 25 a.C. para asentar a los veterani quintani

y decimani de las legiones V y X, veteranos soldados eméritos que combatieron en las

guerras cántabras. Esta recibió el nombre de Augusta Emerita, Augusta por el

emperador y Emerita por los veterani emeriti de las guerras cántabras. La fundación de

la ciudad responde a una consecuencia de la política imperial romana, ya que Roma

pretendía crear lazos con la Hispania más romanizada. De las tres provincias

establecidas por Agripa, Mérida pasó a convertirse en la capital de la provincia romana

de Lusitania. La nueva ciudad debía ser la expresión de la Pax Augusta que reinara en

todo el Imperio Romano tras las guerras cántabras y favorecer el desarrollo económico

y cultural de todo todos aquellos sujetos a las leyes de Roma.

Mérida cumplió una alta misión cultural como capital de gran parte de la península

ibérica a lo largo de los siglos imperiales romanos, por lo que desde su fundación fue

ornamentada con majestuosas construcciones y monumentos, cuya grandiosidad

pretendía reflejar la potencia del Estado romano y de su emperador Augusto frente a los

provinciales. A la riqueza de la colonia fundada se unió el deseo de aceptar la idea de

grandeza que el Estado romano quería implantar en sus súbditos. Por estos motivos, en

un corto período de tiempo se erigieron importantes construcciones: templos, termas,

arcos triunfales, el circo, el anfiteatro y el majestuoso teatro. Con estos tres últimos, los

emeritenses podían disfrutar de las tres clases de espectáculos que se realizaban en la

antigüedad romana: los juegos escénicos, las luchas de gladiadores o navales, y por

último los juegos hípicos.5

Fue en este momento de máximo esplendor de la ciudad de Emerita Augusta cuando

empezó a erigirse el teatro romano de Mérida en el año 24 a.C. bajo el patrocinio del

cónsul Marco Vipsanio Agripa,6 y cuya finalización tuvo lugar hacia el año 18 a. C. El

teatro fue edificado sobre una pendiente del Cerro de San Albín, apoyando gran parte de

su estructura en el terreno definido y economizando de esto modo el esfuerzo y el

empleo de materiales. Este, con una capacidad para aproximadamente 6.000 personas y

basado en los cánones vitrubianos,7 con una planta latina de 95 metros de diámetro

aproximadamente, se componía de una scaena recta y monumental formada por dos

cuerpos de columnas con numerosas estatuas y decoración arquitectónica. Esta se ubica

frente al graderío o cavea semicircular de tres niveles, construida en hormigón y

5 ALMAGRO BOSCH, Martín., Guía de Mérida. Madrid: Dirección General de Bellas Artes, 1974.

6 Prueba de ello es la inscripción en letras de bronce que se halló en el dintel de la salida de la parodos o

aditus maximus para conmemorar su construcción: M. AGRIPPA. L . F. COS. III. TRIB. POT. III -

M(arcus) Agrippa, L(uci) f(ilius), Co(n)s(ul) ter, Trib(unicia) pot(estate) ter. Cuya traducción es: Marco

Agripa, hijo de Lucio, Cónsul por tercera vez, y ejerciendo la tribunicia potestad por tercera vez.

7 El arquitecto romano Vitrubio trató en el capítulo tercero del libro V de su obra Los diez libros de

arquitectura como debía construirse un teatro romano para que su situación fuera estable.

7

revestida de granito, el cual fue robado en tiempos antiguos, con sus scalae para la

circulación y dieciséis vomitoria cuya circulación interior se realizaba por la praecinto.

Entre la scaena y la cavea se ubica la orchestra semicircular, lugar destinado al coro.

Detrás de la superficie escénica o pulpitum, donde actuaban los actores, se encuentra el

proscaenium, una larga plataforma alta y recta por la que estos se movían. Este espacio

quedaba limitado al fondo por una rica fachada monumental en las que se abrían tres

portadas o valvae que daban al exterior del monumento (fig.1).8

Además de esto, el recinto del teatro poseía otras construcciones, como un jardín

porticado o peristilo en la parte posterior de la escena presidido por una pequeña cámara

consagrada al culto imperial, y también una habitaciones que servían para los

vestuarios de los actores y servicios del teatro, las choragias.9

Fig.1. Planta del Teatro Romano de Mérida

Sin embargo, esta descripción no corresponde al monumento original, ya que la

primitiva scaena tuvo que ser mucho más pobre. Además, existen noticias sobre un

incendio que tuvo lugar por el año 135 d.C., lo cual hace suponer que el escenario

original podía ser casi en su totalidad de madera, o al menos gran parte. Tras dicha

destrucción, debió construirse la rica y monumental escena descrita. Incluso los

capiteles y las esculturas halladas nos hablan de la época del emperador Adriano, el cual

era un gran aficionado y protector del teatro. La causa principal de que la estructura

8 ALMAGRO BOSCH, Martín, op. cit., pp. 44-47.

9 http://www.redextremadura.com/turismo/que_hacer/default.asp?accion=pagina&CosaQueHacer_ID=22

Consultado el 29 de septiembre de 2013.

8

actual no se corresponda con la actual se debe a dos importantes restauraciones que

tuvieron lugar en época romana:

La primera de ellas tuvo lugar a finales del siglo I d.C. y no en la época de Adriano y

año 135 d.C. se reconstruyó el scaenae frons. En un principio se consideró que la

restauración de la escena se realizó a raíz de un incendio en el primitivo scaenae frons

supuestamente de madera. Pero esta opción no es aceptable en una “obra de romanos” y

menos siendo una donación de la casa imperial, de Agripa y del teatro de la capital de

Lusitania. Además de la reforma del muro de la scaena, el teatro se adornó con estatuas

de dioses y militares, seguramente emperadores. Todo esto se realizó en el último cuarto

del siglo I, en época del emperador Domiciano. Según la inscripción de una lápida

encontrada, la reforma habría tenido lugar entre 102 y 117, año de la muerte de Trajano.

Sin embargo, Mélida acepta la fecha y lleva el epígrafe al año 135 d.C., asociándolo de

esta manera con Adriano.10

Por otro lado, no es rechazable que los capiteles y las

estatuas de la columnata pueden llevarse de Dominiciano y fines del siglo a la época de

Trajano y principios del siglo II, ya que no hay mucha diferencia temporal y artística

entre ambos emperadores. Entonces, todo ello podría fecharse en este momento,

concretamente entre 81-117 d.C.

La segunda importante restauración tuvo lugar en época constantiniana, tal y como

indica el fragmento de una lápida. Según esta, la restauración del teatro fue llevada a

cabo bajo el reinado de Constantino I, siendo sus tres hijos césares, del 333 al 337. Las

fricciones entre Constantino II y Constante, hicieron que Constante, muerto su hermano

y anexionándose el oeste, prohibiese la memoria del mismo, damantio memoriae.

Las personalidades que llevaron a cabo los trabajos de restauración fueron un comes,

Severus, enviado extraordinario del emperador para revisar la actuación del gobernador;

y el gobernador de Lusitania, cuyo nombre se desconoce. La restauración constantiniana

del teatro fue parte de un plan de reforma que abarcó a continuación el Circo. Del teatro

se restauraron cornisas, tableros decorativos, etc. A este mismo período pertenece la

calzada que rodea la fachada posterior del mismo. Dicha calzada entierra las tres puertas

centrales de los vomitorios de la primera gradería, obligando a tener escalones de bajada

e inutilizar parte de las escaleras de subida a las galerías superiores. También se abrió

una puerta de bajada al parascaenium oriental.11

Más tarde, con la llegada del cristianismo y la caída del paganismo se produjo la ruina

del teatro debido al horror que generaban sus costumbres, en especial los espectáculos

sangrientos en que muchos cristianos confirmaron de manera heroica su fe, por lo que

este quedó totalmente abandonado. A esto se unen los continuas ocupaciones, saqueos y

10

ALVAREZ SÁENZ BURUAGA, José de., “Observaciones sobre el Teatro Romano de Mérida” en

Actas del Simposio El Teatro en la Hispania Romana: Mérida, 13-15 de Noviembre de 1980. Badajoz:

Institución Cultural Pedro de Valencia, 1982, pp. 308-309.

11 Ibidem, pp. 309-310.

9

expolios que sufrió la ciudad de Mérida y sus monumentos desde el siglo III hasta el

siglo XVIII, por lo que hay constancia de la existencia de pruebas y vestigios sobre el

empleo y la acomodación de algunas partes del edificio para otros fines y

necesidades12

.

Durante siglos, el Teatro romano de Mérida fue conocido popularmente con el nombre

de “Las Siete Sillas” (fig.2), ya que según la tradición, los asientos fueron utilizados por

siete reyes moros para discutir sobre el destino de la ciudad. Las Siete Sillas eran en

realidad los restos del graderío que se podían apreciar en superficie, tras la pérdida de

las bóvedas de los arcos que daban acceso a dicho graderío.13

El paso del tiempo, el

abandono de sus funciones originales, las reestructuraciones urbanísticas en diferentes

etapas y la acción destructora del hombre fueron las causas principales de la ruina del

edificio. Cuando este estuvo totalmente arruinado y abandonado, la hondonada sirvió de

escombrera, por lo que con la acción natural de las tierras arrastradas por parte del agua,

gran parte del edificio quedó enterrado bajo tierra. Posteriormente, en el siglo XVII se

acordó reparar el puente romano subsistente sobre el rio Guadiana. Para llevar a cabo

esta acción se necesitaba una gran cantidad de piedra granítica, por lo que al igual que

sucedió con el Coliseo de Roma y otros monumentos semejantes, los sillares que

revestían la fábrica fueron arrancados y reutilizados para reparar dicho puente.14

Fig. 2. Ruinas de las "Siete Sillas" Foto: J. Laurent (entre 1860-1886). Archivo: IPCE Sig.: VN-05212

12

MELIDA ALINARI, José Ramón., “El Teatro Romano de Mérida: Las ruinas del teatro y su

descubrimiento”, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, nº 1, Enero-febrero 1915, p. 2.

13 BARROSO MARTÍNEZ, Yolanda; MORGADO PORTERO, Francisco., Desde las Siete Sillas… La

recuperación del Teatro Romano de Mérida. Mérida: Consorcio de la ciudad Monumental, Histórico-

Artística y Arqueológica de Mérida, 1998, p. 29.

14 BARROSO MARTÍNEZ, Yolanda; MORGADO PORTERO, Francisco, op. cit., pp. 2-3.

10

Más tarde, en el siglo XVIII se le dio un nuevo uso a los restos superficiales del teatro.

Aprovechando el semicírculo que formaban las partes más altas del graderío, con el

añadido de otro en la parte opuesta, se realizó una plaza de toros que en el año 1778

estaba en construcción, y que se quiso reconstruir en 1843 debido a su mal estado.15

El

propio Mélida expuso que el espacio fue aprovechado y acondicionado para hacer una

plaza de toros, de lo cual da testimonio un cartel impreso en seda del año 1799, que

anuncia cuatro corridas, las cuales debían celebrarse en “la muy noble, leal, antigua

ciudad de Mérida… en su plaza antigua, anfiteatro (llamado así erróneamente por

algunos historiadores) habilitado por la Real Resolución de S. M. con la mayor

comodidad y seguridad en los asientos”.16

En un lamentable estado de ruina, abandono y expolio, cubierta su mayor parte por

tierra y alimentando un garbanzal, ha sido el estado en el que se ha encontrado el teatro

durante muchos siglos, el cual es el mejor que posee Mérida y uno de los teatros

romanos de primera línea que se conservan. Fue esta impresión de abandono y ruina lo

que movieron a realizar las excavaciones definitivas en el año 1910 por don José Ramón

Mélida.17

El Conjunto Arqueológico Emeritense fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la

UNESCO en diciembre del año 1993. Anteriormente, la ciudad contaba con veinte

monumentos nacionales y algunos en espera de obtenerla; y por Decreto del 8 de

febrero de 1973, en víspera de conmemorarse su Bimilenario, Mérida fue declarada

“Conjunto Histórico-Arqueológico”, siendo esta la única que ostenta dicha

denominación en España. Posteriormente, en el año 2007 fue proclamado como uno de

los Doce Tesoros de España.18

15

BARROSO MARTÍNEZ, Yolanda; MORGADO PORTERO, Francisco, op. cit., p. 33.

16 MÉLIDA ALINARI, José Ramón, op, cit., p. 4.

17 MÉLIDA ALINARI, José, Ramón., Catálogo Monumental de España. Provincia de Badajoz (1907-

1910). Madrid: Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, 1925-1926, p. 131.

18 http://www.merida.es/historia Consultado el 13 de octubre de 2013.

11

4. EL MONUMENTO EN LA HISTORIOGRAFÍA

Las primeras descripciones y fuentes que se tienen sobre el Teatro Romano de Mérida

son más bien tardías, puesto que son de época moderna, concretamente del siglo XV y

XVI. Pero a partir de este momento los estudios e investigaciones en torno al teatro

llegaran hasta el siglo XX. Cabe destacar que estos estudios, descripciones, y también

dibujos y grabados, han sido de vital importancia para conocer todos los aspectos

relacionados con el teatro.

La primera referencia sobre el Teatro Romano de Mérida corresponde a un viajero

erudito, Elio Antonio de Nebrija, el cual dedicó a Mérida antes del año 1491 una

composición poética. La relación de Nebrija con Mérida surgió durante su etapa de

maestro en Salamanca. En sus traslados debía pasar por las provincias de Extremadura,

donde siempre le acompañaban las ruinas de Augusta Emerita, las cuales colmaron su

afición por lo clásico y le recordaron con nostalgia su viaje a Roma, lo cual le inspiró

para escribir el poeta De Emerita restituta. En este, Nebrija selecciona las ruinas

emeritenses más importantes, el circo, el arco de triunfo, el anfiteatro, y por supuesto el

teatro romano.19

En el Renacimiento, algunos humanistas se preocuparon por los monumentos

emeritenses, por lo que algunos se ocuparon de ellos en el siglo XVI. De entre estos

destaca el viajero portugués Gaspar Barreiros, el primero en ofrecer información

arquitectónico-constructiva sobre la fábrica con su obra Chorographia. En esta hace

mención a los sillares del teatro, a los cuales calificó de “muy grandes y soberbias

piedras de cantería labrada, que dan a la forma fortaleza y majestad”. Además, este fue

el introductor del nombre con el que los vecinos de la villa denominaban al monumento

“Las Siete Sillas”.20

En el siglo XVII, don Bernabé Moreno de Vargas, un historiador local, escribió su

Historia de la ciudad de Mérida. En ella proporciona una amplia variedad de datos

relativos al desarrollo histórico del conjunto urbano y de los monumentos de este. Sobre

el teatro, el cual confundió con el anfiteatro y a su vez neumaquia, afirmó:

“Dentro de los muros de Mérida, a la parte de Oriente, tuvieron los romanos un

notable y suntuoso anfiteatro, labrado de cantería sobre grandes bóvedas, con sus

gradas y asientos por lo alto y parte que miraba a la plaza que comprendía, y todo

él era de forma de medio círculo, que eso significaba la palabra Amphiteatro, que

es lo mismo que medio teatro… Éste de Mérida fue muy excelente, como lo

19

MERCHÁN TEJERO de, Regina., “Los antecedentes (de Nebrija a 1910)”, en ÁLVAREZ

MARTÍNEZ, José María; MATEOS CRUZ, Pedro., Cien años de excavaciones arqueológicas en

Mérida: 1910-2010. Mérida: Consorcio Ciudad Monumental Histórico-Artística y

Arqueológica de Mérida, 2010, pp. 47-49.

20 CABELLO DURÁN, Rosalia Mª., “Sobre el opus quadratum del Teatro Romano de Mérida y las

grapas de sujeción”, CuPAUAM, 17, 1990, p. 92.

12

muestran sus fundamentos, que las injurias del tiempo no han podido del todo

acabar, y por haberse dividido en siete pedazos o fragmentos lo alto de los

asientos, es del vulgo llamado las Siete Sillas… Hanse descubierto en él muy

grandes bóvedas y aposentos que servían al descanso y recreación de los que

acudían a ver las fiestas y comedias. Tenía sus sótanos y bóvedas más inferiores,

en que estaban los animales fieros, con quienes peleaban los gladiadores y a

quienes eran expuestos los delincuentes”.21

En la centuria siguiente destacan en primer lugar el viajero Antonio Ponz, quien siguió

aportando noticias diversas del conjunto arqueológico y monumental. En su obra Viaje

de España, describe con gran sencillez las partes en las que se encuentra dividido el

teatro, además de la buena factura de su cantería. Dentro de la misma centuria se

encuentra Agustín Forner y Segarra con su obra Antigüedades de Mérida, la cual no se

publicó hasta finales del siglo XX. En ella describe las diferentes zonas que componen

el teatro, además de los materiales de construcción empleados en este. Al igual que

algunos autores posteriores, Segarra destaca la buena calidad de la labra de los sillares y

el exquisito trabajo de algunos elementos visible de la decoración marmórea.22

Durante el siglo XVIII, el teatro gozó de una gran importancia e interés, por lo que

además de las descripciones realizadas por Antonio Ponz y Agustín Forner, tuvieron

lugar una serie de excavaciones. Las

primeras fueron llevadas a cabo por don

Luis José Velázquez de Velasco, Marqués

de Valdeflores, quien comisionado por la

Real Academia de la Historia, debía

emprender en 1752 un viaje por España

con la finalidad de recopilar los

documentos necesarios para componer una

historia antigua de España. Velázquez

realizó unas excavaciones en la zona del

graderío para poder documentar las

estructuras del edificio que se encontraban

cubiertas de tierra y escombros. Además,

su acompañante, el dibujante Esteban

Rodríguez, realizó algunos grabados de los

monumentos de Extremadura, incluido el

teatro (fig. 3).

Fig.3. Planta del Teatro y Anfiteatro de Mérida. Dibujo de Esteban Rodríguez. Gabinete Cartográfico de

la Real Academia de la Historia. Sign. BA-VI e 91

21

Cfr. BARROSO MARTÍNEZ, Yolanda; MORGADO PORTERO, Francisco., op.cit, pp. 31-33.

22 CABELLO DURÁN, Rosalia Mª, op.cit., p. 92.

13

Cuando el marqués creyó terminada su labor abandonó la ciudad en 1753. Las segundas

excavaciones fueron llevadas a cabo por el portugués Manuel Villena y Mosiño, quien

realizó diversos planos del edificio con gran exactitud (fig. 4), reflejando con gran

fidelidad sus caracteres constructivos.23

Fig.4. Plano, vista interior, exterior y perfiles del Teatro Romano de Mérida, Manuel Villena y Mosiño.

A comienzos del siglo XIX, Alexandre Laborde realizó unos grabados magníficos de

los monumentos españoles en su Voyage pittoresque et historique de l’Espagne, donde

incluye grabados del Teatro romano de Mérida.24

También se realizaron importantes

tratados y monografías en lo que el teatro de Mérida ocupa un lugar importante. En

1832, Juan Agustín Ceán Bermúdez publicó el Sumario de las antigüedades romanas

que hay en España, donde realizó una minuciosa y detallada descripción de la fábrica,

pero muy escasa y superficial en lo que se refiere a las cuestiones contractivas. Más

importante aun fue el estudio sobre el teatro realizado en 1878 por Amador de los Ríos

en el “Museo Español de Antigüedades”, donde manifiesta un claro interés hacia el

aspecto arquitectónico del edificio.25

Dentro del siglo XX, se encuentran los que se pueden considerar como los

“descubridores” de la Mérida romana, Maximiliano Mecías, quien en 1913 dedica un

buen espacio al monumento en Mérida monumental y artística, y José Ramón Mélida,

director de las excavaciones entre 1910 y 1915, quien además escribió varios artículos

entre los que destaca el extenso trabajo El teatro romano de Mérida, publicado en 1915

23

MERCHÁN TEJERO de Regina, op.cit., pp. 92-93.

24 ALVAREZ SÁENZ BURUAGA, José de., op. cit., p. 305.

25 CABELLO DURÁN, Rosalia Mª, op.cit., p. 93.

14

en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. Ambos revelaron un profundo

conocimiento del edificio, además de las técnicas constructivas y arquitectónicas

utilizadas en su construcción, lo cual quedó reflejado en las extensas y detalladas

descripciones que cada uno realizaron sobre el monumento.26

Destacar también dentro

de esta centuria los estudios realizados por R. Lantier (Le theatre romain de Mérida,

1915), R. Vallois (Observations sur le theatre romain de Mérida, 1919) y Pierre Paris

(Promenades archeologiques en Espagne, 1821).27

Finalmente, a partir de estos momentos no se ha realizado ningún estudio de conjunto ni

monográfico sobre el teatro romano de Mérida, a excepción del realizado por Álvarez

Sáenz de Buruaga en 1982 con motivo del coloquio celebrado bajo el tema “El teatro en

la Hispania Romana”.28

26

Ibidem, p. 93.

27 ALVAREZ SÁENZ BURUAGA, José de, op. cit., p. 305.

28 CABELLO DURÁN, Rosalia Mª, op.cit., p. 93.

15

5. EXCAVACIÓN Y RECONSTRUCCIÓN DEL MONUMENTO

“En suma olvidado, vejado, arruinado, desfigurado, cubierto por la tierra que

ocultaba la mayor parte y alimentaba un garbanzal, he visto y ha estado durante

algunos siglos este monumento, el mejor de los que Mérida posee y uno de los de

primera línea entre los romanos que se conservan.” 29

Estos fueron los motivos que llevaron a don José Ramón Mélida a solicitar la

autorización para iniciar las excavaciones en el teatro. Pero antes de que iniciaran las

excavaciones definitivas en el año 1910, hubo varias tentativas durante el siglo XVIII.

La primera excavación, o más bien sondeo, fue llevada a cabo por don Luis José

Velázquez, Marqués de Valdeflores, a mediados del siglo XVIII, concretamente en

1751. Comisionado por la Real Academia de la Historia, se le encargó la tarea de

realizar un viaje por España para dar noticia de todas las antigüedades de esta. Las

excavaciones de Velázquez dieron como fruto el descubrimiento del cuerpo principal

del teatro “desde sus puertas hasta lo más alto de su fábrica”.30

Más amplias e interesantes fueron las excavaciones que realizó en 1791 Manuel de

Villena Moziño, hispanoportugués, marino, arqueólogo y profesor de dibujo de la Real

Compañía de Caballeros Guardias Marinas de Cartagena, llegando a ser uno de los

mejores dibujantes siglo XVIII. Este fue comisionado por Carlos IV y Godoy para una

estancia en la ciudad de Mérida de varios años en las que realizó excavaciones en

diversos lugares, entre los que se encuentra el teatro romano. Durante las excavaciones

en él encontró una basa y cornisas, pero su hallazgo más importante fue el famoso dintel

de Agripa, gracias al cual se supo la fecha exacta de la construcción y el patrocinador

del monumento. Además de esto excavó en diversos sectores de la escena.31

En 1868, la Subcomisión de Monumentos de Mérida solicitó del Gobierno fondos o

ayudas para llevar a cabo excavaciones en el teatro. Estas les fueron concebidas por las

Reales Academias de Historia de Bellas Artes de San Fernando. Estas excavaciones no

se llevaron a término, por lo que se tuvo que devolver la subvención concedida.

Posteriormente, en 1888, el alcalde de la ciudad, don Pedro María Plano, obtuvo el

permiso del municipio para gastar la cantidad de cuatro mil pesetas para descombrar el

teatro y el anfiteatro de Mérida, pero el vicepresidente de la Subcomisión le prohibió

continuar con las excavaciones afirmando que no era titular y estaba fuera de sus

atribuciones. Este descubrió las portadas de las galerías de acceso a la orchestra y

algunas cornisas.32

29

MÉLIDA ALINARI, José, Ramón, op. cit., p. 131.

30 ALVAREZ SÁENZ BURUAGA, José de, op. cit., p. 305.

31 http://terraeantiqvae.com/photo/teatro-romano-de-merida-s-xix#.Ul18q9LxpDo Consultado el 15 de

octubre de 2013.

32 ALVAREZ SÁENZ BURUAGA, José de., op. cit., p. 306.

16

Las excavaciones definitivas del monumento tuvieron lugar en el año 1910, tras ser

nombrado el 26 de Febrero Director de las Excavaciones de Mérida el eminente

arqueólogo don José Ramón Mélida Alinari. Los trabajos se iniciaron el 17 de

septiembre de dicho año con una modesta consignación de 6.000 pesetas, las cuales se

elevaron a la cantidad de 15.000 hasta el año 1914, lo cual permitió el descubrimiento

casi total del edificio.33

Para las obras se eligieron cuidadosamente quince obreros y un

capataz, entre los que figuraban don Alfredo Pulido, autor del primer plano del teatro y

don Maximiliano Macías, Director del Museo y Secretario de la Subcomisión. Las

excavaciones llevadas a cabo por Mélida fueron un éxito, ya que tras la extracción de la

tierra acumulada durante siglos a por causas naturales e intencionales, se descubrió la

gradería baja del hemiciclo, el pavimento y los restos de fábrica de la escena, además de

los preciosos mármoles, columnas, basas, capiteles, cornisas, frisos, estatuas y

pedestales, cuyo gran número ofrece una idea del suntuoso conjunto decorativo de la

escena, y que a pesar de ser un teatro provincial, está a la altura de Roma. Delicado y

laborioso fue también el trabajo en la capa inferior que envolvía los escombros y los

mármoles, llegando a una profundidad de entre 7 y 9 metros y dando con el

pavimento.34

Los tres meses de trabajo que duraron los trabajos costaron un total de

6.000 pesetas, las cuales se repartieron del siguiente modo: adquisición del terreno,

788,75; notaría y registro, 19, 45; jornales, 1.919,05; transporte de tierras, 2.417,75;

viajes y dietas del señor Mélida, 885 pesetas.35

La tierra y los escombros acumulados se manifestaron tras dividirse en diversas capas.

La capa inferior en la parte de la scaena, compuesta casi toda de tierra, fue la primera

que las aguas arrastraron a la hondonada; otra capa estaba compuesta principalmente

por ripio, trozos de cascote y ladrillo, debido al desprendimiento de los muros del fondo

de la scaena y las dependencias de esta, habiendo aparecido ripio en revuelta confusión

con las columnas, cornisas caídas y mármoles varios. Antes de llegar a estas dos capas,

Mélida y su equipo levantaron otras dos capas de tierras, donde en la segunda capa se

descubrió algún candil y monedas arábigas, y en la primera capa o superior monedas del

emperador Constantino y sus sucesores, junto con lápidas sepulcrales de la decadencia

romana y de los primeros siglos del cristianismo.36

La segunda campaña, la cual tuvo lugar en 1911, se centró especialmente en la

excavación del escenario, comparándose con el yacimiento argelino de Tugga,

suponiendo la existencia de una columnata inferior y otra superior, de menores

dimensiones, con estatuas en los intercolumnios debido a los fragmentos hallados de

diversos tamaños. Además de dicho hallazgo aparecieron las puertas del fondo de la

33

MELIDA ALINARI, José Ramón, op. cit., pp.4-5.

34 MÉLIDA ALINARI, José Ramón, op. cit., p. 131.

35 Cfr. BARROSO MARTÍNEZ, Yolanda; MORGADO PORTERO, Francisco, op.cit., p. 45.

36 MELIDA ALINARI, José Ramón, op. cit., pp. 5-6.

17

scaena, la central dentro de un semicírculo y las de los lados dentro de recuadros

entrantes.37

Tras completar la campaña de 1911, Mélida afirmó que “el teatro romano de

Mérida es hoy el más importante de España, pues ni el de Sagunto, ni el de Clunia, ni el

de ronda la Vieja, han dado indicios de tales mármoles antiguos más preciosos que se

han descubierto en España”.38

Pero el principal descubrimiento de esta excavación fue

el descubrimiento de la escultura de Ceres. El hallazgo de la matrona a la que faltaban

los antebrazos y el pie izquierdo fue el mejor elemento publicitario para las

excavaciones que se estaban realizando en estos momentos en la ciudad de Mérida.39

En las siguientes excavaciones realizadas en 1912, a parte de la scaena quedaron al

descubierto parte de su proescenio, gran parte de la columnata que la embellecía y

algunas estatuas del intercolumnio, entre las que se encontraban tres thoracatas, de las

cuales dos podrían pertenecer a Trajano y Adriano según Mélida, Plutón, Proserpina, un

emperador divinizado, un cuadrante solar, aras, etc, así como doce inscripciones

epigráficas en sillares de granito, lápidas, cipos de piedra, y otros soportes,

pertenecientes Fidel Fita. Debido al duro e intenso trabajo de las excavaciones, en el año

1914 el interior del teatro se encontraba excavado a la perfección.40

De las trece puertas

que poseía el teatro solo se habían descubierto dos, ya que el resto se encontraban

enterrado bajo tres metros de tierra. Por otro lado, se realizó una zanja de cinco metros

de ancho en la fachada semicircular, la cual en apenas cinco meses descubierta junto

con sus puertas y las escaleras. Mélida quedó gratamente impresionado por el buen

estado de conservación del almohadillado de la sillería granítica, los vomitaria y el

pavimento de la calzada romana que rodeaba el teatro. Tras estos hallazgos y tras más

de cuatro años de trabajo, el teatro quedó visible al completo.41

Durante las misma fechas, Mélida realizó un amplio y detallado informe sobre el

edificio. No se trataba de una serie de informes sobre los hallazgos realizados en el

teatro o sobre el ritmo de las excavaciones, sino que se trataba de una amplia memoria

en la que el cambio conceptual es apreciable. El teatro dejó de ser una cantera para la

extracción de materiales para convertirse en un yacimiento. Por estos motivos Mélida

hace referencia en su informe sobre su emplazamiento en la antigua ciudad romana, sus

materiales y técnicas de reconstrucción, los motivos de la degradación, las anteriores

tentativas de descubrimiento y los preparativos para su intervención. En este incluyó

37

VELÁZQUEZ JIMÉNEZ, Agustín., “1910-1936. La época de las grandes excavaciones” en

ÁLVAREZ MARTÍNEZ, José María; MATEOS CRUZ, Pedro., Cien años de excavaciones

arqueológicas en Mérida: 1910-2010. Mérida: Consorcio Ciudad Monumental Histórico-Artística y

Arqueológica de Mérida, 2010, p. 94.

38 Cfr. CASADO RIGALT, Daniel., José Ramón Mélida (1856-1933) y la arqueología española. Madrid:

Real Academia de la Historia, 2006, p. 280.

39 VELÁZQUEZ JIMÉNEZ, Agustín, op. cit., p. 94.

40 Ibidem, p. 94.

41 CASADO RIGALT, Daniel, op.cit ., p. 288.

18

además un análisis estratigráfico de los escombros y una descripción arquitectónica del

monumento basándose en el modelo de Vitrubio para explicar detalladamente las partes

esenciales que todo teatro antiguo debía poseer: la cavea, la orchestra y la scaena. En

definitiva, se sirvió de este amplio estudio para rectificar los errores cometidos en los

inicios, como por ejemplo la capacidad el edificio, la cual redujo a un cómputo de

5.5000 personas; y el excelente manejo de la bibliografía, lo cual le permitió hacer

amplios comentarios comparativos con los teatros de Pompeya, Herculano, Taorima,

Orange, Arles, Timgad o Siracusa.42

Aunque en 1914 ya había empezado a descubrirse en la parte noroeste del teatro restos

de una edificación compuesta por dos habitaciones, una de ellas con ábside, con la

estructura de una basílica romano-cristiana con pinturas y mosaicos, no fue hasta 1915

cuando tuvieron lugar los trabajos para definir el espacio y su relación con el

monumento. Durante la campaña de 1915 se extrajo un edificio que llamó la atención

por su austera construcción, con un espacio cuadrado en la parte delantera a modo de

atrio, y su impluvium, en el que el principal foco de atención fueron las pinturas murales

de una de las habitaciones absidiadas (la mejor conservada), con tres grandes ventanales

abiertos en el muro hacia oriente, y ornamentada con personajes femeninos, según

afirma el propio Mélida. El suelo, a excepción de la parte correspondiente al ábside,

estaba pavimentado con mosaicos de carácter geométrico.43

Durante estas excavaciones

también se halló una moneda de oro de Graciano del siglo IV d. C, y un Hermes de

Príapo y una cabeza de Sileno que Mélida asoció a algún santuario cercano dedicado al

dios Baco.44

Este no dudó en fechar la construcción entre finales del siglo IV y principios del siglo

siguiente. Pero si dudó mucho en su función, ya que algunas ocasiones afirmó que se

trataba de una edificación independiente de carácter civil, y en otras que podría tratarse

de una curia o basílica privada, decantándose, a raíz de las representaciones pictóricas

de los primeros mártires cristianos, por la primitiva y más antigua basílica romano-

cristiana de Mérida, e incluso peninsular. Incluso Maximiliano Macías, en la segunda

edición de su obra Mérida Monumental y Artística, llegó aun mas lejos sugiriendo que

podría tratarse incluso de la catedral de Santa Jerusalén, mencionada en textos de la

época visigoda. Aunque todos los estudios tienden a descartar esta funcionalidad

religiosa, en la actualidad no se ha podido desechar esta idea en su totalidad.45

Tras la

campaña de 1915 finalizaron las excavaciones de don José Ramón Mélida Alinari,

42

VELÁZQUEZ JIMÉNEZ, Agustín, op. cit., pp. 94-98.

43 VELÁZQUEZ JIMÉNEZ, Agustín, op. cit., p. 101.

44CASADO RIGALT, Daniel, op.cit ., p. 288.

45 VELÁZQUEZ JIMÉNEZ, Agustín, op. cit., p. 102.

19

quien exclamó orgulloso: “Con esto queda completamente descubierto el Teatro

Romano de Mérida, trabajo que fue comenzado en 1910. 46

Tras las campañas realizadas entre 1910 y 1915, la parte interior del teatro se

encontraba completamente excavada (fig.5.). Sin embargo, faltaban por exhumar las

estancias traseras del porticus, lo cual se llevó a cabo en la última campaña de las

excavaciones por don José Ramón Mélida y don Maximiliano Macías, ambos de

avanzada edad. En los costados y la parte posterior de la fábrica de la escena se habían

hallado algunas dependencias, las cuales se identifican como las choragias o vestuarios

de los actores, además de una columnata de granito de un posible pórtico. Para descubrir

los restos de esta edificación se programó la campaña de 1919, la cual se prolongó hasta

1930 y 1931 y costó la remoción de 5.429 m. cúbicos de tierra y escombros. La

extensión de lo descubierto abarcaba un espacio cuadrado de 660 m cuadrados. Las

columnas descubiertas conservaban restos del grueso revestimiento de estuco y fue

localizada una construcción hidráulica de mampostería dividida en dos departamentos a

modo de estanque o alberca, además de una cloaca paralela a la columnata de la

posescena.47

Fig.5. Vista general Teatro Romano de Mérida antes de la restauración de 1916. Fotografía cedida por D.

M. Gómez Millán Vela

El trabajo se centró principalmente en la zona oriental, la cual lindaba con el anfiteatro,

separado de él por un gran muro de mampostería, presentaba un enorme patio rodeado

de columnas, en el cual se realizaron construcciones hidráulicas, bancos, muretes con

pedestales para esculturas decorativas, etc... Mélida y Macías afirman que un exhaustivo

análisis de todo el conjunto les hizo comprender que aquello debía de tratarse de un

peristilo con su jardín para ser utilizado por los espectadores cuando fuera necesario.

Para refutarlo, estos se basaron en las afirmaciones de Vitrubio en su tratado De

Architectura (lib. V, IX): “Detrás de la escena se deben construir pórticos en los que

pueda acogerse bajo techado el pueblo cuando por lluvia repentinamente se interrumpan

46

Cfr. Ibidem, p. 102.

47 CASADO RIGALT, Daniel, op. cit., p. 300.

20

los juegos y donde se reúna el coro”. Estos afirman además que esos grandes peristilos

ubicados a espaldas de los teatros no solo se utilizaban para proporcionar comodidad y

esparcimiento a los espectadores, sino también para aislarlos del ruido exterior que

pudiese perturbar el placer espiritual que producía el teatro.48

Fig. 6. Estado del peristilo antes de las restauraciones

Durante las primeras excavaciones que se llevaron a cabo se descubrieron varios objetos

sueltos de mármol y casi todos escultóricos pequeños, lo cual se debe a que estos

formaron parte de la decoración del jardín y que debieron estar colocados en los

pedestales destacados de los muretes. Todo lo que se encontró fue lo siguiente:

- Grupo de Pan y Panisco: de Pan se conserva parte del torso, y de Panisco se

conservan los pies capriles sobre la base, además del zurrón, los cayados

rústicos y dos caramillos.

- Busto varonil: imberbe, de tamaño poco mayor que el natural.

- Cabeza varonil: de tamaño algo menor que el natural.

- Pequeña estatua femenil: vestida con túnica y manto. Le faltan los brazos y la

parte inferior de las piernas.

- Fragmentos de un relieve: en uno de ellos destaca un pie, en otro una corona de

laurel con cintas flotantes.

- Fragmentos de un encuadramiento decorativo esculpido en mármol blanco.

Bordeada por una moldura de ovarios y conos contrapuestos corre una serie de

48

MÉLIDA, José Ramón; MACÍAS, Maximiliano., La posescena del Teatro Romano de Mérida:

Memoria de las excavaciones practicadas en 1929-1931/ por los delegados Don José Ramón Mélida y

Don Maximiliano Macías. Madrid: Tipografía de Archivos, 1932, pp. 11-12.

21

trofeos guerreros. Cascos, corazas y medio relieve, todo historiado y

ornamentado. Pero destaca la delicadeza del trabajo, solo comprable con el

marfil.

- Cuerpo paralelopípedo de un pedestal de mármol veteado azul con una

inscripción grabada.49

Debido al cansancio o la preparación de la obra teatral Medea, se paralizaron las

excavaciones del teatro en ese punto, y en los muchos metros cúbicos de tierra removida

se les escapó por apenas unos metros el descubrimiento de la pieza más emblemática de

la arqueología emeritense, la cabeza velada de Augusto, además de las otras esculturas

del Aula Sacra, las cuales fueron descubierta por Antonio Floriano.50

En el año 1911, Mélida estaba pidiendo o recibiendo consejos sobre la reconstrucción

del frente escénico. Pero no fue hasta 1914 cuando recibió la promesa de consignación

presupuestaria del Ministro Francisco Bergamín, y aunque el proyecto de restitución

finalizó en 1916, no se aprobó hasta 1920 la consignación de 21.500 pesetas. Para llevar

a cabo esta primera fase se designó como director al arquitecto sevillano Antonio

Gómez Millán, quien se documentó sobre los dos teatros más semejantes al de Mérida,

Duga y Orange.

Fig. 7. Escena Teatro Romano de Mérida durante las primeras restauraciones. Fotografía: Bocconi

Maximiliano Macías, quien permaneció a pie de obra, se ocupó de esta primera fase en

una pequeña cuadrilla de ocho operarios, dirigida por el contratista Manuel Vázquez y

el aparejador Francisco Rodríguez. En esta fase se realizaron labores de acarreo y

consolidación de los materiales que debían ser reubicados. El ritmo se aceleró con la

incorporación de nuevos trabajadores. Entre finales de 1921 y comienzos de 1922 se

49

Ibidem, pp. 12-14.

50 VELÁZQUEZ JIMÉNEZ, Agustín., op. cit., p. 111.

22

estaba levantando el “decorado” en el que estaba trabajando el marmolista Manuel

Madridejos. Posteriormente, en septiembre de 1923 se concedieron 25.000 pesetas más

para la segunda fase, la cual se prolongó hasta 1925, donde se trabajó en el

entablamento del orden inferior, la colocación de las cornisas y el frontón.51

Fig. 8. Graderío del Teatro romano de Mérida. Foto: Antonio Passaporte (entre 1927-1936) Archivo:

IPCE. Sig.: LOTY-07605

Tras la muerte de José Ramón Mélida en 1933, y la de Maximiliano Macías en 1934, la

Junta Superior del Tesoro Artístico designó a su alumno Antonio Floriano Cumbreño

como nuevo director de los trabajos de excavación con la concurrencia del emeritense

Juan de Ávalos. Entre los años 1934 y 1936, Floriano continuó con las excavaciones

centrándose en la finalización de las excavaciones del peristilo y en la “Casa Basílica”.

Los tres puntos atacados fueron el centro del pórtico septentrional, el terreno

perpendicular a éste a la izquierda del eje del conjunto, y el ala occidental de pórtico,

con el fin de buscar las construcciones simétricas encontradas por Mélida y Macías.

Este se atrevió incluso a hacer una crítica sobre la técnica empleada por sus maestros

durante la excavación.52

51

VELÁZQUEZ JIMÉNEZ, Agustín, op. cit., p. 113.

52 VELÁZQUEZ JIMÉNEZ, Agustín, op. cit., p. 120.

23

Las excavaciones realizadas por Floriano resultaron ser un éxito, ya que consiguió

encontrar la pieza más emblemática de todas, la cabeza velada de Augusto. Este, al

seguir con los planes esbozados de Mélida y Macías, dio con una pequeña sala de nueve

metros de ancho por seis de profundidad, solada de excelentes mármoles polícromos, en

cuyos muros laterales, que se conservaban hasta 1.20 metros de altura se abrían sendos

pares de hornacinas rectangulares, y en su interior, cuatro estatuas togadas y la citada de

Augusto. Se consideró que esta sala no tenía relación directa con el teatro, por lo que

podría tratarse de una escuela o biblioteca.53

Floriano continuó con la labor inconclusa de sus antecesores, por lo que se impuso la

obligación de delimitar las áreas de la necrópolis de la ciudad, consiguiendo de esta

manera adelantarse a los planes de expansión de la ciudad. A pesar de las buenas

intenciones de Floriano, este cometió los mismos errores de los que acusaba a sus

antecesores: “En los veintitrés años de trabajo los descubrimientos se sucedieron… sin

interrupción, y apenas si quedaba tiempo para el estudio de lo excavado… se

acumularon las estatuas y los relieves y se llenó el Museo”.54

Después de un paréntesis de siete años a causa de la Guerra Civil, don José C. Serra

Ráfols fue nombrado en 1943 director de las excavaciones, cuya labor de centró en una

campaña de excavaciones en el peristilo del monumento. En los primeros años de la

década de los 40, el arquitecto don Félix Hernández Giménez, definió el graderío y

contuvo la ruina superior de las Siete Sillas: “que comenzó en el graderío, definiendo

sus líneas generales: praescinto, cunei y escaleras, acometiendo también la

consolidación de alguno de los vomitorios altos o “Siete Sillas”, conteniendo su ruina, y

cuando planeaba obras de mayor importancia, para la reposición de la escena, por

penosas razones, ajenas a su voluntad, hubo de detener sus trabajos”.55

A partir de 1948, don José Menéndez-Pidal Álvarez se encargó de los trabajos de

restauración del teatro, al considerarlo como uno de los monumentos que requerían una

intervención urgente. Los criterios que Menéndez-Pidal quería aplicar en el teatro antes

de iniciar cualquier intervención se inspiraban en el corpus doctrinal de Camilo Boito:

diferenciar lo antiguo y lo nuevo o la diferencia de materiales. Para ello propuso una

línea de actuación que respetase el valor histórico del monumento, realizando la mínima

obra posible y ubicando en su lugar original la mayor parte de elementos

arquitectónicos.56

La intervención realizada por don José Menéndez-Pidal fue la última y la más

importante llevada a cabo en el teatro, afectando prácticamente a todos los elementos

53

VELÁZQUEZ JIMÉNEZ, Agustín, op. cit., p. 122

54 Ibidem, p. 122.

55 BARROSO MARTÍNEZ, Yolanda; MORGADO PORTERO, Francisco, op.cit., p. 73.

56 BARROSO MARTÍNEZ, Yolanda; MORGADO PORTERO, Francisco, op.cit., p. 75.

24

que componían el recinto. Los trabajos se iniciaron en 1964 siguiendo los mismos

sistemas que su antecesor, don Félix Hernández Giménez. Esta nueva fase de

excavaciones se operó en la restitución del graderío, de los vomitorios, y especialmente

en el segundo cuerpo de columnas del frente escénico. Para ello se creó un plan que

permitiera iniciar la anastilosis del monumento, clasificando primero los materiales que

procedían de la excavación, donde se contaba con la mayor parte de las columnas,

basas, capiteles y cornisas del frente escénico.

En 1967 se iniciaron las obras, cuyo principal requisito fue el desmontaje del

entablamento del primer orden de columnas realizado por Gómez Millán tras detectar

incorrecciones en la disposición y los planos efectuados por este. Se incorporaron

además elementos de nueva fábrica, como dos fustes seccionados en tres tambores cada

uno con el fin de aportar mayor estabilidad a los puntos de mayor carga situados en la

valva regia. Estos se asemejan mucho con los primitivos, puesto que están realizados

con el mismo material. Las basas, a excepción de cuatro, son todas originales, al igual

que los capiteles. También se estudió colocar en el frente escénico las diferentes

estatuas que conformarían su decoración. Para ello se ordenaron tomando la valva regia

como eje central, y se ubicaron de izquierda a derecha en función del mayor grado de

honor. Para concluir la restauración del monumento se emprendieron las obras en el

pulpitum, la orchestra, el aula sacra y el peristilo. En este último se restituyeron las

columnas reutilizando los tambores y capiteles originales, mientras que los tambores de

granito desaparecidos fueron restituidos por unos de ladrillo. Finalmente, en el año 1979

se dieron por finalizadas las obras de reconstrucción del Teatro Romano de Mérida.57

Fig. 9. Teatro Romano de Mérida en la actualidad

57

BARROSO MARTÍNEZ, Yolanda; MORGADO PORTERO, Francisco, op.cit., pp. 77-81.

25

6. VALORES PATRIMONIALES

A continuación, una vez analizado el apartado histórico y formal del edificio, se va a

proceder a exponer el monumento desde el punto de vista patrimonial; es decir, a través

de las diversas intervenciones y las posturas tomadas en este, exponer los aspectos que

comparte con los criterios patrimoniales expuestos por el famosos historiador austríaco

Aloïs Riegl, quien interpretó la historia del arte como una historia del espíritu, una

especie de sucesión o superposición de estilos sobre la conciencia cultural del momento.

Cabe destacar que esta nueva forma de enfocar la visión o la interpretación respecto a la

historia del arte tuvo una fuerte e importante repercusión en lo que atañe a la

restauración y conservación de monumentos. Según este, la finalidad de cualquier

monumento es su perdurabilidad en la historia con el objetivo de ofrecer testimonio.

Este considera que la distinción entre monumentos artísticos y monumentos históricos

es inexacta y errónea, ya que todo monumento artístico es histórico, y todo monumento

históricos es artístico, puesto que contiene elementos artísticos.

Riegl hace una distinción entre dos tipos de monumentos, los monumentos históricos y

artísticos intencionados y los no intencionados. En este caso, el Teatro Romano de

Mérida se enmarcaría dentro de los monumentos intencionados, puesto que este fue

erigido para cumplir una función específica. Su significado vino dado por sus creadores

con la finalidad de perdurar hasta el fin de los días de dicho monumento.

Este distingue dentro su concepto de Kunstwollen (voluntad artística), el valor

elemental, que es valor por las formas artísticas puras y cuyo carácter es atemporal, y el

valor artístico relativo, que es la consideración que cada época ofrece a los valores del

pasado. Este último podría aplicarse a este monumento, ya que se trata de un

monumento en constante evolución que ha sufrido diversas modificaciones y

adaptaciones desde su erección hasta la actualidad.

Seguidamente, este trata los valores rememorativos del monumento, los cuales se

subdividen en valor de Antigüedad, valor Histórico y valor rememorativo intencionado,

todos ellos presentes en mayor o menor medida en la concepción patrimonial del

monumento debido a su antigüedad, a través del cual se defiende la degradación y

destrucción del monumento generada por el paso del tiempo y no por la obra humana.

En el caso del Teatro Romano de Mérida, el valor de Antigüedad no se cumple con una

totalidad exacta, puesto que aunque parte de su degradación y degeneración se ha

debido en buena medida al transcurso del tiempo y la inevitable acción de los

fenómenos naturales, la mayor parte del deterioro se debe principalmente a la

intromisión de la actividad humana en las leyes de la naturaleza a través de las

numerosas intervenciones, adaptaciones y expolios que este ha sufrido desde la época

romana hasta la Edad Moderna.

Por otro lado se encuentra el valor Histórico, el cual no es tan democrático según Riegl,

puesto que exige reflexión científica. Este, a diferencia del valor de Antigüedad,

considera que los deteriores y daños generados en el monumento a causa de los factores

26

de la naturaleza y el paso del tiempo son un factor molesto, puesto que el monumento

debe ser analizado como una obra humana y no como una obra modificada por la

naturaleza, por lo que este defiende que cuando menor sea la alteración experimentada

por el monumentos desde su erección, su valor histórico será mayor. Por este motivo,

afirma que la labor del historiador es reparar los daños causados por la influencia de la

naturaleza en el transcurso del tiempo. Este valor es aplicable a este monumento, puesto

que ha sufrido grandes alteraciones y modificaciones desde su construcción, hasta que a

partir del siglo XIX, numerosos historiadores y arqueólogos llevaron a cabo importantes

obras de excavación y reconstrucción del edificio con el objetivo principal de preservar

la mayor parte de este y devolverlo en la mayor medida posible a su aspecto original.

Cabe destacar que el valor Histórico parte con desventaja con respecto al valor de

Antigüedad, ya que este pretende conservar en la mayor medida posible el monumento

y además en su estado original; mientras que el valor de Antigüedad es un principio que

resulta más fácil y cómodo de llevar a cabo en la práctica, puesto que admite que es

imposible llevar a cabo la conservación eterna del edificio frente a las poderosas

fuerzas de la naturaleza y del paso del tiempo, agentes de mayor magnitud que el

ingenio humano.

Por último, Riegl distingue el valor rememorativo intencionado, cuya principal finalidad

desde la erección del monumento es impedir que el este caiga en el olvido y se convierta

en un elemento del pasado, por lo que este debe mantenerse siempre presente en la

conciencia de la posteridad. Para ello, las fuerzas de la naturaleza deben combatirse a

través de la restauración del monumento, ya que sin esta dejaría de ser intencionado.

Esta tercera categoría representa el tránsito o la evolución hacia los valores de

contemporaneidad. Este último entró en un grave conflicto con el valor de Antigüedad,

aunque tuvo menos dificultades para la conservación de debido a la existencia de un

menor número de edificios de carácter intencionado. En el caso del Teatro Romano de

Mérida, este último valor se aplica a la perfección, puesto que las intervenciones y las

reconstrucciones realizadas durante el siglo XIX y XX favorecieron la perdurabilidad

del edificio, así como continuar ejerciendo la función original para la que fue

concebido, evitando de este modo su caída en el olvido y su reconocimiento por parte de

la sociedad actual.

En conclusión, en este apartado se ha podido demostrar la importancia de la que goza el

Teatro Romano de Mérida desde el punto de vista del patrimonio, ya que se trata de un

monumento de una amplia cronología que ha sufrido de manera inminente los vestigios

del paso del tiempo, que ha permanecido en una constante evolución debido a las

grandes modificaciones y alteraciones sufridas desde su erección tanto a nivel formal

como a nivel de significado, y que ha sufrido un amplio proceso de reconstrucción

gracias al cual el teatro presenta un aspecto que se acerca en la mayor medida posible a

su aspecto original, lo que permite continuar desempeñando la función original para la

que fue planeado y construido.

27

7. CONCLUSIÓN

El Teatro Romano de Mérida es un edificio muy importante desde el punto de vista del

patrimonio, ya que es uno de los teatros romanos más importantes y mejor conservados

de la Hispania Romana, motivo por el cual fue declarado Patrimonio de la Humanidad

en 1993 por la UNESCO, y posteriormente en el 2007 fue declarado uno de los Doce

Tesoros de España. En la actualidad es un edificio que a pese a ser construido en el siglo

I sigue en activo y cumple la función original para la que fue diseñado, ya que desde el

año 1933 alberga el Festival Internacional de Teatro Clásico, además de otras

representaciones escénicas como conciertos y ciclos de cine.

También es muy importante destacar la importancia del monumento desde el punto de

vista patrimonial, debido a las numerosas es la modificaciones y adaptación que ha a lo

largo del tiempo siguiendo los distintos gustos, mentalidades, sucesos históricos y

necesidades de los distintos pueblos y épocas que convivieron junto a él. Este ha tenido

por tanto diversos usos a lo largo de la historia, como por ejemplo, el acarreo de la

cantería para reparar el puente del rio Guadiana en el siglo XVII y la utilización de los

restos que se mantenían en la superficie como plaza de toros en el siglo XVIII, como se

ha citado anteriormente. Cabe destacar que factores como estos han supuesto la pérdida

y la degradación de gran parte del monumento; pero por otro lado también han

favorecido la continuidad y la pervivencia de este en la historia, ya que aunque no haya

llegado hasta la actualidad en las mejores condiciones y manteniendo su aspecto

original, ha podido ser estudiado en profundidad y posteriormente ser reconstruido,

favoreciendo así el conocimiento de la historia que engloba el monumento, así como el

disfrute de los turistas y visitantes que se desplazan para visitarlo y asistir a los actos

que se celebran en él.

El monumento despertó el interés de estudiosos, viajeros y eruditos en la Edad

Moderna, ya que en estos surgió gran interés por todo aquello relacionado con los

monumentos y las ruinas de la antigüedad clásica, por lo que la monarquía o las altas

esferas de la sociedad contribuían al estudio de estos mediante la financiación de

expediciones y viajes con el fin de obtener la mayor información posible de los

monumentos clásicos. Pero este interés hacia el monumento romano continúa vigente en

la actualidad, ya que a día de hoy continúan realizándose excavaciones y estudios para

conocer más a fondo todos los aspectos históricos y arquitectónicos de este. Hace poco

se dio a conocer la noticia de que el Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida

iniciará en los próximos meses un proyecto de reconstrucción del aula sacra del Teatro

Romano, estancia situada en el peristilo y en la que se dedicaba culto al emperador. Esta

actuación será posible gracias a una subvención de 42.000 euros por parte del

Ministerio de Educación y Cultura.58

Esto demuestra el interés por parte de los órganos

58

http://www.hoy.es/v/20130930/merida/teatro-romano-recuperara-lugar-20130930.html Consultado el

22 de octubre de 2013.

28

de gobierno y de la sociedad para estudiar y preservar el patrimonio a pesar del azote

que está sufriendo el sector patrimonial a nivel nacional debido a la crisis actual.

En mi opinión, considero que es importante destacar y fomentar el valor y la

importancia del patrimonio nacional, como es el caso del Teatro Romano de Mérida, ya

que en muchas ocasiones este no recibe la misma atención que el patrimonio de otras

importantes ciudades del mundo, posiblemente por el mero hecho de encontrarse en un

entorno cercano y conocido, careciendo de este modo del interés de la mayor parte de la

sociedad española. El escaso interés por parte de los propios ciudadanos es a veces una

de las principales causas de la pérdida y la degradación del patrimonio, ya que la

pérdida del interés genera la caída del monumento en el olvido, y por consiguiente su

degradación. Pero la falta de interés de la sociedad no es el único elemento afecta a la

degradación del patrimonio artístico nacional, por lo que a esto puede añadirse también

la negativa de los órganos de gobierno y otras entidades para donar subvenciones

destinadas al mantenimiento y la preservación del patrimonio nacional, ya que en la

actualidad las subvenciones están dirigidas a otro tipo de ámbitos fuera del área de

mantenimiento y la conservación del patrimonio, ya que en estos momentos se

considera algo innecesario e inútil, por lo que queda relegado a un segundo plano.

Para finalizar, a raíz de las ideas expuestas sobre los procesos de evolución, adaptación

y reconstrucción, así como los principales valores patrimoniales tomados en torno al

monumento emeritense, espero que este estudio haya sido entendido como una visión

global sobre las acciones tomadas frente al patrimonio, en especial el patrimonio

nacional, el cual es un elemento indispensable y de gran importancia dentro de la

historia y de la historia del arte, motivo por el cual deben fomentarse valores de respeto

y consideración hacia este.

29

8. BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA

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