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JORNADA MUNDIAL DE ORACION POR LOS ENFERMO, MEXICO 2014 “EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS Y LA MATERNIDAD DE LA IGLESIA”

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JORNADA MUNDIAL DE ORACION POR LOS ENFERMO, MEXICO 2014

“EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS Y LA MATERNIDAD DE LA IGLESIA”

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INTRODUCCION

A lo largo de la historia de la humanidad el sufrimiento ha sido parte de la vida no sólo de los adultos, sino también de los niños, ellos también han y siguen sufriendo por diversas circunstancias. Es necesario que antes de adentrarnos un poco a la relexión dejemos ver algunos elementos que hacen que hoy los niños y niñas del mundo y de nuestro Pais sufran:

Los niños sufren por la violencia y conflictos familiares y sociales. Hoy en día los niños muchas veces son vulnerables y no están protegidos. Gran número se quedan huérfanos por la violencia y viven el drama de la pobreza y de la lucha por sobrevivir.

Los niños sufren de hambre y desnutrición. El daño que proporciona la desnutrición puede iniciar cuando el niño aún está en el seno materno, como consecuencia indirecta del consumo de alimentos con escaso valor nutricional. La desnutrición debilita el sistema inmunitario de los niños, haciéndolos más vulnerables a las enfermedades y menos capaces para combatir la infección. De este modo el niño es fácilmente víctima de enfermedades que derivan de la malnutrición, de las enfermedades infecciosas y también del retraso en el desarrollo y de las anormalidades.

Los niños sufren por la miseria: Los niños que viven en casas miserables y en las zonas rurales son los más expuestos para ser explotados en el trabajo de menores.

Los niños sufren también por los excesos: Por otro lado, los niños en la actualidad están teniendo una excesiva alimentación pero que es poco nutricional lo que está llevando a la “epidemia de la obesidad”, con consiguiente problemas de salud importantes. Además, nos escontramos con el abuso de alcohol y droga a edad temprana, la iniciación precoz a la vida sexual, los embarazos y los abortos en los adolescentes, el aumento de las enfermedades sexualmente transmisibles, los problemas sanitarios mentales y el suicidio, la pérdida de la perspectiva y del significado de la vida. Todo esto genera pasividad, apatía, recurso a la ‘realidad virtual’ y a la ‘vida virtual’, o a varias formas de agresión contra cosas, personas y contra sí mismos, entre las cuales las ‘bandas’ y otros crímenes. Muchos de estos problemas están interrelacionados y encarnados en la cultura ‘postmoderna’ actual, que invade todos los aspectos de la vida de nuestra sociedad.

Los niños sufren las consecuencias de la contaminación ambiental y cambio climático:

Generalmente, los problemas de salud de los niños se manifiestan debido al agua infectada, a la escasa higiene, al humo pasivo, a insectos portadores de enfermedades como los zancudos, al empleo desconsiderado de dispositivos químicos y desechos, a la exposición a radiaciones ultravioleta, y a un ecosistema

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degradado. Además, también los ambientes insalubres y el tráfico incontrolado pueden predisponer a lesiones a los niños.

Actualmente, los niños están expuestos a una amplia y nueva serie de amenazas ambientales, cuyo impacto es considerable en la salud y en el desarrollo. Se están multiplicando los problemas de salud conexos con cuestiones ambientales y cada vez se vuelven más evidentes debido a los rápidos cambios del ambiente, al crecimiento explosivo de la población urbana, a la aglomeración, a la pobreza y a la injusticia, a una vertiginosa industrialización y a la contaminación incontrolada. La producción de residuos que sigue aumentado, el consumo no sostenible de los recursos naturales, el empleo peligroso y la contaminación debido a sustancias químicas, la inactividad física y una alimentación insuficiente, son factores que inciden en el ambiente y en la salud de los niños, desde su concepción hasta la adolescencia.

Podriamos seguir analizando causales de las enfermedades y sufrimientos actuales de nuestros niños y niñas mexicanos, pero sólo queremos hacer mención de algunas de ellas. De aquí que la Iglesia tiene que seguir siendo esa presencia maternal en medio de los sufrimientos de los niños.

La Iglesia mediante la pastoral de la Salud sigue siendo presencia y dando respuestas a esta realidad.

En la jornada mundial de oración por los enfermos del 11 de febrero de 2014 para seguir interiorizando y trabajando el tema propuesto es “El sufrimiento de los niños y la maternidad de la Iglesia”.

Lo haremos como cada año, desarrollando los tres puntos metodológicos de la acción pastoral de la salud en México.

1º El anuncio: donde partiendo de la relfexión bíblica, reflexionaremos después en algunos aspectos de los niños enfermos y la acción de la Iglesia.

2º La celebración: donde daremos algunos esquemas celebrativos para la jornada.

3º La fraternidad – solidaridad: donde llegaremos a acciones concretas de acompañamiento pastoral de los niños enfermos.

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ANUNCIO

TEMA I

“DOS EXPERIENCIAS DE SUFRIMIENTO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO”

Se trata de un tema que toca un punto neurálgico y muy delicado de la experiencia humana, pero difícil de encontrar en la Sagrada Escritura que no afronta este tema según nuestras modernas categorías. Aunque debemos dejar claro que la Escritura conoce bien el dolor, así como el sufrimiento inexplicable de los niños y de los inocentes.

Debemos iniciar diciendo que no son muchos los textos bíblicos que hablan de niños enfermos o de algún modo en situación de sufrimiento: el hijo de Agar, Ismael, llega casi a morir en el desierto (cfr. Gn. 21,9-19); se enferma y muere el hijo de la viuda de Sarepta a quien había sido enviado el profeta Elías (cfr. 1 Re. 17,17-24), y luego nos encontramos al hijo de la Sunamita en los tiempos de Eliseo (cfr. 2 Re. 4,18-37); están los jóvenes que Jesús resucita o cura: el hijo de la viuda de Naím (cfr. Lc. 7,11-17), la hija de Jairo (cfr. Lc. 8,40-56; Mt. 9,18-26; Mc. 5,22- 43), la hija de la Cananea (Mt. 15,21-28; Mc. 7,24-30), el joven epiléptico (cfr. Mt. 17,14-18; Mc. 9,17-27; Lc. 9,38-43), el hijo del funcionario del rey en Cafarnaum (cfr. Jn. 4,46-53).

En todos estos casos, se presenta a niños enfermos o muertos, y en torno a ellos a sus padres y personas queridas que sufren y piden ayuda. Sus actitudes y sus reacciones (llanto, pedido de asistencia, angustia) nos pueden dar desde ya algunas indicaciones sobre la realidad del dolor y sobre como vivirlo. Entre los episodios apenas recordados quisiera recordar brevemente en particular dos casos que me parecen significativos en torno al sufrimiento:

1. Ismael, el hijo de Agar

El primero se refiere a Ismael, el hijo que Abraham había tenido de la esclava Agar. Por los celos de Sara, Agar y su hijo son desterrados. El drama tiene lugar durante la fiesta para celebrar el destete de Isaac, un hecho importante que generalmente se efectuaba en torno a los tres años, cuando el niño había superado el tiempo peligroso de la primera infancia; se trataba de una etapa importante en una situación en la que la mortalidad infantil era elevada. Pero era también un momento delicado de pasaje y a menudo de difícil gestión ya sea para el hijo que para la madre porque comenzaba una nueva fase de vida más autónoma para el niño, marcada por el desapego de la figura materna, por la superación de la dependencia y de la apertura a nuevas relaciones.

Es, pues, un acontecimiento particularmente significativo para la familia y para toda la comunidad, que en nuestra narración de Génesis 21 se solemniza con una fiesta: es el gozo compartido y un modo para celebrar una promesa de vida que se

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ha hecho realidad.

Pero Sara introduce en la fiesta una dolorosa y posesiva nota de celos y de rechazo; teme que el hijo de la esclava reemplace a su hijo y pretende que Abraham aleje a Agar y a Ismael. Los preparativos para el viaje se narran brevemente: «Se levantó, pues, Abraham de mañana, tomó pan y un odre de agua, y se lo dio a Agar» (v. 14). Son muy pocos estos recursos para que garanticen una supervivencia bastante limitada; Agar y el niño son abandonados a su suerte, sin que los acompañen los siervos, sin recursos, en un ambiente difícil y hostil como el desierto. Ambos vagan, solos y sin ayuda, en un paisaje caluroso y siempre igual; la mujer se pierde y cuando el agua termina, su hijo corre el riesgo de sucumbir, está por morir por la sed y la deshidratación.

Aquí interesa ver la reacción de Agar, la madre, que entiende que no le queda mucho por hacer y, entonces, como recita el texto, «echó al niño bajo una mata» (v. 15). El niño ya está condenado a morir y ella lo coloca en la sombra, para repararlo del calor sofocante del sol; como último gesto de ternura que trata de proteger al hijo hasta el final y, en lo posible, de aliviar el sufrimiento. Una madre no se resigna ante el dolor, y se ocupa de la vida de su criatura incluso cuando parece que ya no hay esperanza.

Luego Agar se aleja: «Y ella misma fue a sentarse enfrente, a distancia como de un tiro de arco, pues se decia: ‘No quiero ver morir al niño’. Sentada, pues, enfrente, se puso a llorar a gritos” (v. 16). Agar ha hecho todo lo que era posible, pero ahora no puede resistir el tormento, no quiere ver y, al mismo tiempo, no se va y permanence allí, no muy lejos, en una angustiosa espera. El niño está ahora en Manos de Dios, ella ya no puede hacer nada. Solo llorar, y es un llando fecundo.

De hecho, Dios escucha ese llanto: el Dios de Israel, providente y misericordioso, viene a socorrer el pobre. Esas lágrimas de madre dicen lo último, la necesidad absoluta de Dios, y entonces Dios interviene: los ojos de Agar se abren y ve un pozo; el niño se salva, y ella recibe la promesa que si hijo se convertiría en un gran pueblo.

El Señor es el Dios que devuelve la vida, y lo hace en el desierto, lugar de muerte, donde no hay nada. Dios se ocupa de los suyos, no les hace faltar el agua y el alimento, como durante el camino del Exodo. Agar es la figura de la mujer sin derechos, sin ayuda, alejada por los que la habían usado; Agar es una madre desesperada, privada de todo, que está por perder incluso a su hijo. Pero precisamente porque es madre, permanece abierta al amor y Dios le devuelve la vida a su hijo, pero a través de ella, haciéndole ver lo que puede salvar al niño. Dios responde indicando lo que puede curar, abriendo los ojos para que sean capaces de ver donde encontrar la vida.

2. Experiencia de Job

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Hay un libro en la Biblia que enfrenta el problema del dolor inexplicable, en cuanto inocente. Es el libro de Job cuyo protagonista, un hombre justo e irreprensible, es afligido por desgracias sin motivo alguno y, en fin, enfermo, llega a los umbrales de la muerte.

Tres amigos que han venido a visitarlo, tratan de hacer comprensible su sufrimiento justificándolo como un modo con el cual Dios estaría interviniendo en su vida para que sea consciente de sus culpas; pero Job, sabiendo que es inocente, rechaza la acusación y, en cambio, afirma que el culpable es Dios, porque es injusto con él. A menudo ante el sufrimiento los hombres dan esta interpretación acusatoria o (como los amigos) la interpretan como una especie de acusación de parte de Dios que revela con él el pecado del hombre, o (como Job) transformándolo en un motivo de acusación a Dios, considerado como responsable de ese dolor.

Y Job, entrampado entre estos dos polos, lucha con Dios para entender, y para reencontrar a un Dios diferente de aquel que aparece, el Señor bueno en quien, no obstante todo, quiere seguir creyendo. Y encontrará respuestas, precisamente en una nueva relación con el divino, cuando comprenderá que no puede entender todo y aceptará el misterio de la vida y de la muerte, y también del sufrir.

Job no es un niño, pero plantea el problema del dolor inocente y el Señor, al responderle, lo educa como si fuese un niño, tomado de la mano por el padre y acompañado a comprender el sentido de su sufrimiento, en un camino de autoconciencia que lo confronta con la propia verdad de criatura, con la propia pequeñez, con la propia necesidad de Dios.

Será precisamente en la experiencia de la cercanía de Dios y de un Dios bueno y paterno que Job podrá aceptar la propia realidad y también reconciliarse con el proprio sufrimiento. Sin ser acusatoria, esta realidad se convierte en posibilidad de encuentro con el misterio. Y, aunque sufriente, Job puede entrar en la beatitud de la bendición, y decir al Señor: «Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos» (42,5).

El escándalo del dolor, que debe afrontar el que se ocupa de los niños enfermos, puede ser acogido y superado. Pero requiere una actitud valiente para tomar el sufrimiento, y un acompañamiento implicado y partícipe, pero sin dejarse arrollar. Sirve la técnica que interviene para curar y procurar alivio, sirve la ternura que asegura y atenua el temor, sirve el amor para responder a la desesperación, y sirve la fe que abre a un nuevo modo de ver el dolor, descubriendo incluso que éste puede ser un posible camino de salvación.

Porque curar a un niño enfermo significa “curar” el cuerpo, pero también “ocuparse” de todo el niño y de toda su realidad, en todas sus dimensiones. Significa aliviar el dolor, perseguir tenazmente la curación, pero significa también caminar con él (y con los que lo aman) para ayudarlo, como Job, a “ver a Dios”.

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TEMA II:

“LA PSICOLOGIA DEL NIÑO ENFERMO EN EL ACERCAMINETO PASTORAL”

“Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidan; porque de los que son como éstos es el Reino de Dios” (Lc 18, 16).

Gracias al bautismo, el niño se sumerge en la vida de Cristo y con Él aprende a vivir desde ya como resucitado. La vida cristiana comienza en el hoy de la historia de cada uno y de los demás, y no sólo al fin de los tiempos.

Nosotros debemos respetar la especificidad del niño enfermo y no proyectar en él las características del adulto enfermo. El niño aún no posee la misma organización psicológica y la misma madurez emotiva que tienen los adultos para considerar los hechos objetivamente. A menudo tiende a dar vueltas en torno a sí los problemas de la salud que vive, a quererlos manifestar en la relación que mantiene con sus padres o trata de ignorar su enfermedad.

1. El niño y la enfermedad

Es muy probable que el niño que sufre tenga conciencia de estar enfermo y que debe ser curado. Pero en la mayoría de los casos, cuando se diagnostica una enfermedad grave, como un cáncer, y el niño aún no sufre, éste tiene dificultad para aceptar que debe sufrir varios exámenes, que debe ser curado y hospitalizado. No comprende esta situación porque no ve nada palpable en sí mismo. Con el fin de no intranquilizarlo algunos padres prefieren no decirle nada y, no obstante se esté tratando, no le hacen presente la enfermedad. Se trata de un comportamiento equivocado, ya que el niño puede advertir el cambio emotivo y de actitud de sus padres y de sus familiares para con él. No sabe que los padres están preocupados por él, pero puede percibir el sentido de incertidumbre en el que se encuentran.

No es necesario revelarle el diagnóstico en el sentido médico del término, esto no es necesario para el niño, pero es preciso explicarle que ha sido afectado por la enfermedad y cómo será curado a fin de que pueda desarrollar cierta representación mental. Es necesario tener en cuenta también lo que sus padres quisieran decirle y no decirle, y la capacidad de comprender qué tiene el niño.

En el mejor de los casos la información sobre su enfermedad le permitirá familiarizar con el tratamiento e instaurar un clima de confianza entre él, sus padres y los médicos que lo curan, llegando así a controlar mejor sus temores y angustias.

En la perspectiva pastoral partimos del hecho que el niño tiene necesidad de saber y aprender y para este fin es necesario que tenga confianza en otras personas y en otros lugares, es decir, aceptar que está desconcertado. A través

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del catecismo él descubrirá las cosas de Dios que no siempre logra escuchar en otras partes. El episodio de Jesús niño que desaparece de la vista de sus padres para hablar con los doctores de la ley es un ejemplo en el cual meditar y trabajar para comprender los interrogantes espirituales que el niño se plantea.

2. El niño y sus sufrimientos

2.1 Temor de la separación y de ser abandonado

El primero y el más recurrente temor es la angustia de ser separado de sus padres y, sobre todo de su madre. Los niños que se quedan solos en el hospital porque sus padres trabajan, viven episodios de depresión. Se sienten abandonados y la hospitalización es vivida como lugar de separación. De hecho, temen que ya no volverán a ver a sus padres.

El hospital aparece como lugar de la separación definitiva que temen todos los niños. El niño está más preocupado por la separación que por la enfermedad.

2.2 Temor de no ser amado y ser desposeído del proprio cuerpo

La segunda inquietud del niño se refiere al cuerpo. Por mucho tiempo él vive su cuerpo como extensión de aquel de sus padres. Sabe que los cuidados que se le proporcionan son hechos por los padres, por uno de sus hermanos o, eventualmente, por una niñera o por los abuelos. A la vuelta de algunos días, en cambio, vivirá un transtorno desestabilizador al ver que actúan sobre él otras manos que en algunas acciones técnicas lo harán sufrir: una inyección delicada y dolorosa, una manipulación que irrita las zonas sensibles, etc.

Su sufrimiento será aún más acentuado porque hasta entonces sabía que eran sus padres los que lo protegían y lo defendían contra todo mal. Él podía dirigirse a su madre o a su padre para que lo consolarán y lo aliviaran en su dolor. Para él es incomprensible su ausencia en este tipo de situación y no entiende por qué sus padres no están presentes para protegerlo y sostenerlo. Cree, pues, que se han olvidado de él, que no es amado y corre el riesgo incluso de sentirse desposeído de su proprio cuerpo.

Para evitar este tipo de desconcierto, es oportuno que los padres lleven al niño los hábitos que le gusta, los juegos que prefiere, o las fotografías de los miembros de la familia que ama y de los animales domésticos a los cuales está apegado de modo especial.

3. Comunicar con el niño enfermo

A menudo la enfermedad es vivida como un castigo porque los padres habrían cometido una culpa, que no está desligada de vínculos con el complejo de Edipo, que se reactiva. Pero su sufrimiento moral se acentúa cuando el niño enfermo

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considera a sus padres como los responsables de su enfermedad. Estamos sumergidos aquí en el corazón de la problemática de la obligación y del deseo a través del niño; pero dado que este no es el tema de mi conferencia, simplemente indico el reto. Los padres tienen necesidad de ser tranquilizados para que afronten en el mejor modo posible la situación de su hijo enfermo.

3.1 El niño se considera responsable de su enfermedad

En cada etapa del tratamiento y de las exigencias médicas es importante explicar al niño lo que ocurre para evitar que la situación se retuerza contra él. De este modo, debemos abrirle otras fuentes de placer que a menudo él las encuentra en los alimentos. Disponer de objetos familiares en compañía de personas que se interesan en él y que él ama, son pasos indispensables para mantener la comunicación y una relación también lúdica con él. El juego es una de las actividades principales del niño y, en lo posible, no se le debe privar de él.

Es importante demostrar aquí la originalidad de Dios que nos hace conocer a Cristo. No es un Dios que nos quiere prostrar y castigar, sino por el contrario, Él quiere nuestra felicidad. Es el Dios de las Bienaventuranzas, aquellos caminos que nos abren a su vida allí donde el niño puede pensar que Dios quiere castigarlo mediante la enfermedad. Por el contrario, El está al lado de los que sufren, de los enfermos y de los pobres. Es un Dios que se sabe hacer compañero de viaje.

3.2 El sentimiento de impotencia

Los sufrimientos físicos vinculados con la enfermedad y con los cuidados corren el riesgo de ser vividos inconscientemente por el niño como un castigo físico y una maldad deliberada para con él. Por largo tiempo el sufrimiento y el dolor se ha asociado a la maldad causada por alguien mientras el bienestar y las cosas agradables de la vida están ligados a la bondad de algún otro. Desde el inicio él piensa que merece el castigo del sufrimiento porque no ha sido suficientemente juicioso y, de este modo, puede evocar toda su carga agresiva contra sus padres o sus hermanos.

Frente a todas las prohibiciones que limitan las actividades a las que se dedican habitualmente los niños, el niño enfermo se siente sometido a la autoridad médica de la cual el personal a cargo de los cuidados y los padres ponen en práctica sus órdenes. Se le prohibe, por ejemplo, el acceso al empeño deportivo y a la gestión de su cuerpo privándole así de lo que acostumbra hacer en su desarrollo para afirmar su independencia y autonomía. Es reconducido a una etapa pasiva de su desarrollo cuando dependía totalmente de sus familiares para vivir. El sentimiento de regresión y de expoliación de sí mismo le impide elegir a las personas y a los centros de interés diferentes de sus padres. Corre el riesgo de quedarse en una simple relación de fusión con su madre, extendida a todas las personas que encuentra para satisfacer sus propias necesidades de estar junto a la madre.

De este modo, el niño está confundido en una desagradable situación de impotencia y no es suficiente que sea sabio para curarse y dejar el hospital como

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le habían enseñado en muchas cosas.

Es importante que el niño sea visto por los adultos como un ser en devenir, llamado a crecer y a mejorar con el sostén de sus padres y de los demás adultos que se ocupan de él. El encuentro con Cristo a través del Evangelio lo ayudará espiritualmente a encontrar este sostén y a aprender a estimarse porque es amado y querido por Dios.

El sentimiento de impotencia vivido por el niño encuentra espiritualmente solución en el hecho que él puede ser el mismo sólo a través de otro, es decir, de Cristo. Hablando a Dios en la oración la confessio, es que el niño se liberará de lo imaginario omnipotente y quimérico para entrar en todos los posibles de lo real. Cristo es la guía, el iniciador de lo real, Aquel a través de quien podemos ser. El niño puede volverse sí mismo sólo a través de Cristo.

3.3 Al margen de la familia

A menudo la vida familiar es transtornada cuando se anuncia una enfermedad grave en un niño. Por tanto, los miembros de la familia vivirán según el ritmo de los cuidados, de los exámenes médicos y de la evolución de la enfermedad, pasando en segundo plano todas las demás preocupaciones. La familia desarrolla una nueva dinámica colocando al niño en el centro y adoptando para con él un comportamiento protectivo e indulgente.

El niño piensa que está dotado de un nuevo poder sobre sus seres queridos, pero pronto se dará cuenta que ello no se debe a las nuevas competencias que ha adquirido gracias a sus aptitudes, sino que más bien es simplemente el resultado de su fragilidad y de su debilidad.

A menudo el niño enfermo se reprocha que causa dolor a sus padres y que con sus exigencias aumenta la inquietud que ya pesa sobre ellos a través de la angustia que representa su enfermedad. Tiene el temor de ser menos amado porque se siente responsable de su sufrimiento. Por esto es importante que los padres conserven todas sus exigencias educativas para con él y lo consideren en su papel de niño que aún tiene necesidad de aprender los códigos de la vida. El cuadro educativo y sus exigencias deben mantenerse. Evidentemente, la situación no siempre es fácil de controlar, sobre todo cuando el niño, aceptando los cuidados médicos, sufre también y advierte la necesidad de vengarse del mal sufrido. Por lo general dirige su agresividad contra los padres haciéndoles pagar lo que no han logrado impedir: la enfermedad, los cuidados médicos y su hospitalización.

La fe en Cristo comporta consecuencias morales y compromete, pues, a una conducta que sea coherente con la palabra del Evangelio. El niño lo percibe y está dispuesto a comprenderlo. Deberá descubrir que las infidelidades a la palabra de Dios pueden ser perdonadas. Él es sensible al hecho que, cualesquiera que sean las situaciones en las que se encuentra, las exigencias hay que mantenerlas. Pero hay que presentarlas en la dulzura evangélica y en la misericordia divina, a fin de

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que esté convencido que es y será siempre amado por Dios. En nombre de este amor podremos invitarlo a tener una mirada realista con el fin de que se libere de la idea de ser el responsable de su enfermedad, la causa de los sufrimientos de sus padres y de su incapacidad de curarlo. Corresponde a la catequesis insistir sobre el hecho que Dios nos aparece en el ámbito de lo que es posible en la vida.

TEMA III

“SOLEDAD Y ESPERANZA EN LOS NIÑOS QUE SUFREN”

Hablaré de la esperanza cristiana leyendo la enfermedad y en particular la enfermedad del niño, como experiencia de soledad y la esperanza como “consolación”. La palabra latina consolatio – subraya Benedicto XVI en la Spe Salvi – sugiere “un ser-con en la soledad, que entonces ya no es más soledad” (n. 38).

1. La soledad del niño enfermo

Particular atención se debería poner en el niño enfermo, especialmente cuando vive la experiencia de la hospitalización, de una enfermedad grave o que dura en el tiempo, y en la consiguiente soledad1.

La enfermedad es fuente de un sufrimiento que, al menos en parte, podría ser aliviado y a menudo deja un sello en el futuro del niño, incluso desde el punto de vista psicológico, especialmente cuando el equipo que asiste no entiende sus exigencias y no le garantiza un lugar que sea suficientemente acogedor en el hospital, donde al trauma de la enfermedad se añade la interrupción de la vida de siempre, la separación del ambiente conocido y una diferente relación con las figuras parentales. El niño enfermo se puede sentir particularmente solo pues los demás no entienden su lenguaje y esto hace que se vuelva aún más frágil.

Un conocimiento mejor de la vivencia del niño, de sus comportamientos y del estadio de desarrollo puede ayudar a planificar una forma correcta de intervención. Esto también desde el punto de vista espiritual. En cambio, todavía es muy difundida la idea que al niño enfermo, y a la unidad pediátrica, no se debe dedicar una particular atención desde el punto de vista espiritual. Está el fuerte prejuicio que “el niño no entiende” o que no es posible entretejer con él una relación importante, adecuada a su edad. También nos olvidamos que hablar de la experiencia del niño enfermo sin tener en cuenta la “diferencia experiencial” entre un niño de pocos meses y un niño de once años es “un artificio” que impide actuar una adecuada relación de ayuda2.

1 Cfr GROSSOEHME D.H., The pastoral care of children, Haworth Pastoral Press, New Y ork-London-Oxford 1999 y SANDRIN L., Para una pastoral del niño enfermo, en “Camillia- num” 17(2006), p. 391-411.2 Cfr HESCH J.B., Clinical pastoral care for hospitalized children and their families, Pau- list, New York/Mahwah 1987.

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El niño enfermo sufre por lo que sucede en su cuerpo pero también y, sobre todo, por lo que sucede en su vida, por el dolor que comporta la enfermedad y el aislamiento que le imponen los cuidados. Y a menudo es dejado solo (incluso cuando las personas en su alrededor son muchas) para afrontar situaciones particularmente angustiantes3.

Junto con el sufrimiento, la enfermedad que lo acompaña y los temores que evoca, constituye para el niño una experiencia de desorientación y de soledad. La presencia de las personas que lo aman o de quien se ocupa de él por diferentes razones, puede ser el signo de una pertenencia que permanece, de una relación que reanuda los fragmentos de su cuerpo y de su vida, lo ayuda a redimensionar su angustia y sostiene su esperanza. Hay una cercanía que cura y consuela.

2. La “consolación” de la esperanza

Las experiencias humanas de esperanza y los portadores humanos de esperanza pueden ser vividos por el niño enfermo, como momento de pasaje, puentes fiables hacia la esperanza que trasciende lo inmediato, latidos sensibles del corazón de Dios. En la relación con quien lo asiste y lo cuida, el niño puede encontrar seguridad, confianza y abrirse a la esperanza: que su vida tenga un futuro, que no será abandonado, que tendrá siempre un lugar en el amor y en el recuerdo de sus seres queridos, que alguien acogerá sus sueños.

Una relación terapéutica “realmente cristiana” brota del encuentro fecundo entre los interrogantes que nacen de la experiencia de las personas y de la rica historia de una Palabra encarnada, vivida y transmitida históricamente. También en lo que se refiere al niño enfermo no se puede dejar de partir de su experiencia, de sus preguntas, de su modo de vivir la esperanza como futuro que encuentra sus confirmaciones en el presente que es vivido en el presente4.

En las situaciones de espera el niño enfermo revive la tensión entre confianza y desconfianza que lo lleva a los inicios de su vida, cuando fiándose en la respuesta amorosa de su madre a sus necesidades, ha desarrollado “los orígenes” de la esperanza: la capacidad de esperar, con seguridad, la intervención de su madre incluso si ella no pudiera estar presente físicamente, “por haber hecho de ella una certeza interior además que el objeto de espera”5. Sólo la confianza en las personas queridas, habiendo hecho la experiencia de su amor, hace que el niño enfermo sea capaz de aguardar, es decir, de esperar.

La comunidad cristiana se propone como presencia materna y comunidad de esperanza cada vez que en ella se viven en las relaciones significativas del presente, las anticipaciones del reino de amor de Dios. Esta anticipación que da

3 Cfr SANDRIN L., Bambino malato, en CINÀ G., LOCCI E., ROCCHETTA C., SANDRIN L. (a cura di), Dizionario di teologia pastorale sanitaria, Camilliane, Torino 1997, p. 99-106.4 Cfr. HERTH K., Hope as seen through the eyes of homeless children, en “Journal of Advanced Nursing” 5(1998), 1053-1062.5 Cfr ERIKSON E.H., Infanzia e società, Armando, Roma 1966 (or. ingl. 1963), p. 231.

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forma al presente así como al futuro, se celebra de modo especial en los sacramentos. Ellos son la memoria del futuro, la prenda segura de su realizarse, lugar donde las diferentes formas de fragilidad y de soledad humana son vencidas en su raíz más profunda, momentos en los que se crea un vínculo particular de “comunión” con los demás y con Dios, un “ser con en la soledad, que entonces ya no es más soledad” (Spe salvi, 38). Cada vez que celebramos la Eucaristía, la comunión con Dios y entre nosotros, el divino Caminante camina con nosotros, como lo hizo con los discípulos de Emáus, se vuelve nuestro Compañero de viaje, nos hace entender el sentido de las promesas contenidas en las Escrituras, sostiene nuestra frágil esperanza y nos “consuela” (cfr Lc. 24,13-35). Si esto puede “confortar” al niño, es decir, darle la fuerza de resistir y de luchar, puede “confortar” también a los que lo asisten y lo curan, creando un círculo virtuoso de “confortar” recíproco, un vivir una comunión que “consuela”. Sin olvidar que, a veces, son precisamente los niños los que son particularmente fuertes (resilentes) y que “consuelan” y “confortan” a quien los cuida. En la relación con el niño que sufre la esperanza se empeña en el amor y es nutrida por éste: “De nuestro obrar – nos recuerda Benedicto XVI – brota la esperanza” (Spe salvi, 35). De nuestro modo de “cuidar” nace la esperanza no sólo para el niño que curamos sino también para nosotros que nos ocupamos de él. Y en este servicio damos razón de la esperanza que habita en nosotros (cfr. 1P. 3,15).

Estamos llamados a ser “ministros de esperanza” (cfr. Spe salvi, 34), junto al niño que sufre, mediante nuestra presencia, nuestro cuidado, nuestras palabras y nuestras relaciones.

Nuestro “ocuparnos” puede convertirse en una verdadera teodicea pastoral preocupada no tanto de hacer “discursos” sobre Dios al niño que sufre, sino de hacer sentir que Dios está cercano a él a través de nuestra cercanía, nuestra ternura y nuestro amor: un Dios que habla de sí mismo (teología) a través de nuestras frágiles “consolaciones”.

Acompañar al niño que sufre significa asumir de algún modo su sufrimiento, de manera que éste se vuelve también nuestro. Pero precisamente cuando se vuelve sufrimiento compartido, en el que está la presencia de otro, este sufrimiento es envuelto por la luz del amor, el que sufre ya no está más solo, está “consolado”.

CELEBRACIÓN

“PROPUESTA LITÚRGICA”

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Nuestra Señora de Lourdes

Se propone seguir el esquema litúrgico de “Nuestra Señora de Lourdes” o, si en la Eucaristía se fuese a administrar la Unción de los Enfermos, el esquema de “Unción dentro de Misa”.

Monición de entrada

Cristo enseñó a sus discípulos a formar una sola comunidad de amor. Cuando ellos oraban juntos, cuando compartían todas las cosas y cuidaban los enfermos, ellos recordaban las palabras de Jesús: “Cuando ustedes lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron”. Hoy nos reunimos para ser testigos de estas enseñanzas y para pedir en el nombre de Jesús, médico, que nuestros hermanos enfermos especialmente, los que son niños y recuperen la salud. Invoquemos, pues, mediante esta Celebración Eucarística, su fuerza curativa.

Proyecto de Homilía

1. Estamos celebrando la jornada mundial del enfermo, celebración que año con año ha ido tomando importancia en nuestras comunidades parroquiales e institutos sanitarios (especialmente en los ambientes hospitalarios). Y es necesario determinar lo que celebramos, porque podríamos pensar que festejar la desgracia acaecida a un hermano es infundado, si lo que siempre deseamos para los demás, evidentemente, es el bienestar y la salud. ¿Qué es, pues, lo que queremos celebrar con la jornada mundial del enfermo?

2. El Papa Francisco, en su mensaje con ocasión de la XXII Jornada Mundial del Enfermo, presentó como slogan el siguiente: “Fe y caridad: «También nosotros debemos dar la vida por los hermanos» (1 Jn. 3, 16)”. El Papa antecede a la cita bíblica dos de las virtudes teologales: la fe y la caridad; y es precisamente eso lo que queremos hacer hoy: una celebración llena de fe y caridad, la oportunidad de animarnos todos en la fe porque aunque parezca que todo está perdido, Dios sigue con nosotros y entre nosotros, lo cual nos mueve a actuar caritativamente con todas nuestras fuerzas en favor de aquellas personas que más lo necesitan, entre las que destacan los niños enfermos.

3. «La enfermedad y el sufrimiento se han contado siempre entre los problemas más graves que aquejan la vida humana. En la enfermedad, el hombre experimenta su impotencia, sus límites y su finitud. (…) La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios». (CEC 1500-1501)

De ahí la importancia de la virtud de la fe, única capaz de iluminar nuestros entendimientos y consolar nuestros corazones. En la enfermedad los niños no están solos, puesto que Dios ha querido en su infinito amor hacerse uno como nosotros, en la persona de su Hijo querido:

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«El Hijo de Dios hecho hombre no ha eliminado de la experiencia humana la enfermedad y el sufrimiento sino que, tomándolos sobre sí, los ha transformado y delimitado. Delimitado, porque ya no tienen la última palabra que, por el contrario, es la vida nueva en plenitud; transformado, porque en unión con Cristo, de experiencias negativas, pueden llegar a ser positivas. Jesús es el camino, y con su Espíritu podemos seguirle. Como el Padre ha entregado al Hijo por amor, y el Hijo se entregó por el mismo amor, también nosotros podemos amar a los demás como Dios nos ha amado, dando la vida por nuestros hermanos. La fe en el Dios bueno se convierte en bondad, la fe en Cristo Crucificado se convierte en fuerza para amar hasta el final y hasta a los enemigos. La prueba de la fe auténtica en Cristo es el don de sí, el difundirse del amor por el prójimo, especialmente por el que no lo merece, por el que sufre, por el que está marginado». (Papa Francisco, Mensaje con ocasión de la XII Jornada Mundial del Enfermo 2014, no. 2)

4. Esta fe en un Dios que nos ama y nos salva entregándose por nosotros, nos tiene que llevar a esa misma experiencia de amor y entrega. Es aquí donde la caridad hace operativa nuestra fe. Porque como diría el apóstol Santiago, «así es también la fe; sino tiene obras, está realmente muerta». (Sant. 2, 14). En esto consiste en dar la vida por los hermanos, en salir de nosotros mismos para ir al encuentro del otro, un encuentro de fe, en donde seamos capaces de percatarnos de las necesidades de los hermanos y darles pronta solución en las medidas y proporciones de lo necesario.

5. Así, nuestro mensaje para esta jornada mundial del enfermo tiene que ser un anuncio de esperanza basado en la fe y en la caridad.

Una esperanza para el niño enfermo. De que no está sólo, y que si está sufriendo, hay alguien que antes ha sufrido ya por él al grado de dar la vida; y que cada dolor y dificultad es un modo de asemejarse a Aquel que nos ha salvado: Dios está con él en sus sufrimientos; y además porque entorno a él se mueven muchas personas que buscan su bien y lo aman: su familia, médicos, enfermeros, personas en el anonimato que siempre están orando por él. Una esperanza de que las cosas pueden cambiar, y que Dios en su infinita bondad es capaz de devolverle la salud y el bienestar.

Una esperanza para la familia del niño enfermo. De saber que todos sus esfuerzos son el signo de su amor y cariño por el niño enfermo. De saber que Dios no ha dejado sólo a ese familiar, sino que lo va acompañando en cada momento. Sabemos que hay experiencias muy tristes que a veces tambalean a las familias, especialmente cuando el enfermo es un niño, en plena etapa de crecimiento, y muchas veces no hay salida a la enfermedad; a esas familias les decimos que no desistan ni decaigan, pongan en manos de nuestro Señor Jesucristo a sus hijos: Él que siempre acogió con grande aprecio y cariño a los niños no los dejará en el abandono.

Una esperanza para los médicos. Cada uno de sus actos contribuye siempre al bien integral del enfermo. Dios cura a través de ellos. Y este es el mejor

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coronamiento que pueden tener todos los años de estudio y dedicación en esta disciplina.

Una esperanza para todos aquellos enfermeros y enfermeras. Ellos están en pleno campo de batalla, y les toca convivir en el día a día con la enfermedad de las personas. A veces puede ser cansado, pero cuando cada curación, trato y gesto lo hacen de corazón y con cariño, más de una vez suelen robarse la sonrisa de un hermano enfermo, suavizando así el dolor del hermano.

Una esperanza para todas aquellas personas que en el anonimato oran siempre por los enfermos. Religiosas, religiosos, laicos sumamente comprometidos que siempre están en oración. Para ellos cada éxito médico representa un aliento para seguir rezando por todos los que sufren una enfermedad, y aunque no están en modo directo con el enfermo, no por ello su oración deja de ser valiosa e importante.

Una esperanza para todos nosotros. La enfermedad y el sufrimiento no tendrán nunca la última palabra, si sabemos guiarnos por la fe y vivir en caridad. «También nosotros debemos dar la vida por los hermanos» (1 Jn. 3, 16). Nos toca ir asumiendo cada vez más, actitudes concretas en favor de nuestros hermanos enfermos. Los hay que no tienen para comer: hay que darles de comer; los hay que no tienen para vestir: hay que darles vestido; los hay que no tienen quien los visite y atienda en el hospital o en su casa: hay que visitarlos y atenderlos; los hay que no tienen donde vivir: hay que generar serios esfuerzos para que hayan lugares donde darles asilo; los hay quienes no tienen para pagar su atención médica y medicinas: hay que mover todas nuestras políticas y estrategias sociales para que tengan su derecho a la atención médica y medicinas en modo gratuito y digno.

6. Pudiéramos seguir con la lista; todos sabemos que existen muchas más necesidades de nuestros hermanos. Pongámonos pues en marcha y cambiemos esta realidad, porque sólo entonces nuestra celebración cobrará sentido; celebrar una jornada mundial del enfermo no es para sentir lástima y dar solamente palabras de consuelo, sino que se tiene que perpetuar en una fe llena de obras capaz de dar esperanza al hermano enfermo.

7. Así de grande fue la esperanza que sigue infundiendo la Virgen María en su advocación de Lourdes, que celebramos hoy. Ella, mujer valiente y de acción, ha sabido siempre infundirnos esperanza, puesto que no nos ha dejado en el abandono y sigue al pendiente de nosotros. Sólo así se explica que tantas personas enfermas, diariamente visiten el Santuario de Lourdes, buscando un milagro de Dios a través de la intercesión de la Santísima Virgen María. Pidámosle a ella que no deje de interceder y darnos su amor y cariño maternales.

Oración Universal

Hermanos, con la oración de nuestra fe, invoquemos humildemente al Señor, y roguémosle por nuestros hermanos enfermos. Después de cada invocación

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diremos:

R. Te lo pedimos, Señor.

- Muéstrales, Señor, tu misericordia y confórtalos por medio de tu gracia. R. Te lo pedimos, Señor.

- Líbralos de todo mal. R. Te lo pedimos, Señor.

- Alivia los sufrimientos de todos los enfermos, especialmente de los niños. R. Te lo pedimos, Señor.

- Concede también tu gracia a todos los que se consagran al servicio de los enfermos. R. Te lo pedimos, Señor.

- Libra a nuestros hermanos enfermos de todo pecado y toda tentación. R. Te lo pedimos, Señor.

- Concede vida y salud a estos enfermos, por quienes te pedimos. R. Te lo pedimos, Señor.

- Dale ánimo y fortaleza a las familias de nuestros niños enfermos.R. Te lo pedimos, Señor.

Dios nuestro, Padre de todo consuelo, que por medio de tu Hijo quisiste curar las dolencias de los enfermos, atiende benignamente la oración de nuestra fe y, concédenos lo que te pedimos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén

Nuestro “ocuparnos” puede convertirse en una verdadera teodicea pastoral preocupada no tanto de hacer “discursos” sobre Dios al niño que sufre, sino de hacer sentir que Dios está cercano a él a través de nuestra cercanía, nuestra ternura y nuestro amor: un Dios que habla de sí mismo (teología) a través de nuestras frágiles “consolaciones”.

Acompañar al niño que sufre significa asumir de algún modo su sufrimiento, de manera que éste se vuelve también nuestro. Pero precisamente cuando se vuelve sufrimiento compartido, en el que está la presencia de otro, este sufrimiento es envuelto por la luz del amor, el que sufre ya no está más sólo, está “consolado”.

“HORA SANTA”Reflexión bíblica

Lectura o guión para el que dirige. Se leen las citas bíblicas y se deja un momento de silencio. (Se puede repetir si lo cree necesario).

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1 Jn,8.16

«Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en Él. Dios es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él»

Palabra de Señor. TODOS: Gloria a Ti , Señor Jesús.

La Iglesia reconoce en los enfermos "una presencia especial de Cristo sufriente". Son las palabras del papa Francisco en su mensaje para la XXII Jornada Mundial del Enfermo sobre el tema "La fe y la caridad: también nosotros debemos dar la vida por los hermanos".

El Santo Padre recuerda también que Jesús tomó sobre sí la enfermedad y el sufrimiento, transformándolos a la luz de "una vida nueva en plenitud" que cambia las experiencias negativas en positivas.

Así, pues, siguiendo el camino de Cristo, que se entregó por amor, también nosotros "podemos amar a los demás como Dios nos ha amado, dando la vida por nuestros hermanos", subraya el Papa. Además, "la fe en Dios bueno - escribe el Pontífice - se convierte en la bondad, la fe en Cristo crucificado se convierte en fuerza de amar hasta el final e incluso a nuestros enemigos”.

Acercándonos con ternura "a aquellos que están necesitados de atención - continúa el Santo Padre - llevamos la esperanza y la sonrisa de Dios en las contradicciones del mundo". Una generosa entrega a los demás que se convierte en el estilo de nuestras acciones.

Y María es el modelo cristiano "para crecer en la ternura, en la caridad respetuosa y delicada”. "La Santísima Virgen, madre de los enfermos y de los que sufren, permanece "al lado de nuestras cruces y nos acompaña en el camino hacia la resurrección y la vida plena", asegura el Papa.

Además, para el Pontífice la Cruz "es la certeza del amor fiel de Dios por nosotros", que "nos invita a dejarnos contagiar por este amor, nos enseña a mirar siempre a los demás con misericordia y amor, especialmente a los que sufren, a los que necesitan ayuda”.

Por último, el papa Francisco exhorta a vivir esta Jornada Mundial de los Enfermos "en comunión con Jesucristo" apoyando a los que cuidan de los enfermos y los que sufren.

(EL QUE DIRIJE PIDE A TODOS PONERSE DE PIE Y A UNA SOLA VOZ SE DICE LO SIGUIENTE)

Hablo al Señor Todos

¡Señor Jesús, Tú eres mi Pastor!

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Me conoces y me llamas por mi propio nombre. Me alimentas con tu Cuerpo y con tu Sangre. Me cuidas con cariño insospechado. Me defiendes con tenacidad, y nadie ni nada me podrá arrancar de ti.Haz que nunca me escape de tu rebaño,soñando en otros amores y en otras praderas, en las que sería presa de mi propio egoísmo.Jesús, Pastor Bueno, que te me das del todo y nada me falta...

Contemplación afectiva Alternando con el que dirige

Señor, el Hijo Unigénito de Dios. (Guía)- ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor! (Todos)

Señor, el infinito y eterno, porque eres Dios. - ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!

Señor, el Cristo, el ungido por el Espíritu. - ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!

Señor, el Mesías esperado por los siglos.- ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!

Señor, el Jesús nacido de María. - ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!

Señor, el Hombre en todo semejante a nosotros. - ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!

Señor, el Redentor nuestro, muerto en la cruz.- ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!

Señor, el Resucitado de entre los muertos. - ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!

Señor, el que te sientas a la derecha del Padre. - ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!

Señor, el dador del Espíritu Santo a la Iglesia. - ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!

Señor, El Juez que un día volverás con gloria. - ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!

Señor, el premio de todos los elegidos. - ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!

(se pueden sentar y guardar unos minutos de silencio o poner un canto)(De rodillas todos dicen a una sola voz)

Señor Jesús, Tú eres nuestro consuelo en nuestros dolores y dificultades. Tú Señor eres lo que necesitamos para afrontar nuestro penar con valentía, alegría y así, poderte ofrecer también nuestro dolor. Tú que sufriste los peores tormentos en tu cuerpo ayúdanos a ser sensibles a los hermanos sufrientes.

Madre María, ¿quién más dichosa que Tú, que eres la Madre de Jesús, de Jesús que llena el Cielo y la Tierra? Tu Corazón amante del que más sufre. Tú, dulzura de Dios mismo, te pedimos lograr ser dulzura para nuestros hermanos sufrientes. ¡Hazme arder en el amor de tu Hijo, Jesús!

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(sentados se deja momentos de silencio o poner un canto)

En mi vida (dejar que los asistentes se hagan un Autoexamen 5 min. sentados.)

¿Conozco el dolor en Jesucristo?... Es momento de preguntarnos sin miedo. Ciertamente mi vida ha tenido momentos de dolor fuerte, más ¿cuántos de esos momento los he vivido desde la cruz del Señor? ¿Me resisto? ¿Soy generoso para ir al encuentro del que sufre? ¿Tengo miedo al sufrimiento? ¿Qué me detiene para darme a mi hermano sufriente en cama? ¿Cómo descubro mi compartir la vida con el más necesitado?

Preces (todos de pie alternando con el guía)

Saber descubrir y respetar el dolor en Jesucristo es un regalo y saber descubrir a nuestros hermanos que necesitan de nosotros es todavía una sensibilidad que sólo viene del Crucificado. Pidámosle al Señor, que seamos capaces de mejorar en nuestra sensibilidad al más necesitado.

Todos diremos - Muéstranos tu rostro sufriente , Señor.

Si Tú eres la fuente de la alegría para todos los hombres, que todos encuentren en ti el sentido para sus vidas y crezcan en la esperanza de una salvación eterna.

Todos: Muéstranos tu rostro sufriente , Señor

La serenidad de la vida no está ligada a los acontecimientos que pasan, sino a los bienes que nunca acabarán; haz, Señor, que todos soñemos en los bienes del Reino que Tú nos trajiste y que nos dispensas siempre por medio de tu Iglesia.

Todos: Muéstranos tu rostro sufriente, Señor

Tú, Señor Jesús, Tú no quieres la enfermo abandonado; inspira a todos, en especial a los gobernantes, sentimientos de solidaridad con los más necesitados.

Todos: Muéstranos tu rostro sufriente , Señor

Antes de separarnos de tu presencia en el Sacramento, danos tu bendición a nosotros, a nuestros apostolados y amigos, que estamos buscando instaurar tu Reino de amor al desgastarnos por nuestros hermanos enfermos tanto en lo físico como en lo espiritual.

Todos: Muéstranos tu rostro sufriente, Señor

Decimos Juntos ...

Padre nuestro...

Bendición con el Santísimo.

Rosario por los enfermos.

Misterios dolorosos1. Se inicia como de costumbre el rezo del Santo Rosario, y al concluir se lee la

meditación que está a continuación.

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2. Se concluye el Rosario de forma habitual

1.- La oración en el huerto

Meditación: Hermanos enfermos, la Iglesia reconoce en Ustedes una presencia especial de Cristo que sufre. En efecto, junto, o mejor aún, dentro de nuestro sufrimiento está el de Jesús, que lleva a nuestro lado el peso y revela su sentido. Cuando el Hijo de Dios fue crucificado, destruyó la soledad del sufrimiento e iluminó su oscuridad. De este modo, estamos frente al misterio del amor de Dios por nosotros, que nos infunde esperanza y valor: esperanza, porque en el plan de amor de Dios también la noche del dolor se abre a la luz pascual; y valor para hacer frente a toda adversidad en su compañía, unidos a él.

2-. La flagelación de nuestro señor Jesucristo.

Meditación: El Hijo de Dios hecho hombre no ha eliminado de la experiencia humana la enfermedad y el sufrimiento, sino que, tomándolo sobre sí, los ha transformado y delimitado. Delimitado, porque ya no tienen la última palabra, sino que por el contrario, es la vida nueva en plenitud; transformado, porque en unión con Cristo, de experiencias negativas, pueden llegar a ser positivas. Jesús es el camino, y con su Espíritu podemos seguirle, seguirle en esa configuración total, unidos a Él, para que en medio del dolor experimentemos la alegría y el amor de sabernos unidos y que no estamos solos. 

3.- La coronación de espinas.

Meditación: Para crecer en la ternura, en la caridad respetuosa y delicada, nosotros tenemos un modelo Cristiano a quien dirigir con seguridad nuestra mirada: es la Madre de Jesús y Madre Nuestra, atenta a la voz de Dios y las necesidades y dificultades de sus hijos. A lo largo de su vida lleva en su corazón las palabras del anciano Simeón, anunciando que una espada atravesará su alma. Ella sabe muy bien cómo se sigue este camino y por eso es la Madre de todos los enfermos y de todos los que sufren. Podemos recurrir confiados a Ella con filial devoción, seguros de que nos asistirá, nos sostendrá y no nos abandonara, pues es la Madre del Crucificado-Resucitado y permanece al lado de nuestras cruces, acompañándonos en el camino hacia la Resurrección y la vida plena.

4.- Jesús con la cruz a cuestas.

Meditación: a todos los que prestan asistencia y cuidado les invito a configurarnos con Cristo, el Buen samaritano de todos los que sufren. En esto hemos conocido lo que es el amor: en que Él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos (1 Jn. 3,16).Cuando nos acercamos con ternura a los que necesitan atención, llevamos la esperanza y la sonrisa  de Dios en medio de las contradicciones del mundo.

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Cuando la entrega generosa hacia los demás se vuelve el estilo de nuestras acciones, damos espacio al Corazón de Cristo y el nuestro se inflama, ofreciendo así nuestra aportación a la llegada del reino de Dios.La fe en el Dios bueno se convierte en bondad, la fe en Cristo Crucificado se convierte en fuerza para amar hasta el final. La prueba de la fe autentica  en Cristo es el don de sí, en difundirse del amor al prójimo.

5.- La crucifixión y muerte de nuestro Divino salvador.

Meditación: San Juan el discípulo que estaba con María a los pies de la Cruz, hace que nos  remontemos a las fuentes de la fe y de la caridad, al Corazón de Dios que es amor (1 Jn. 4, 8-16), y nos recuerda que no podemos amar a Dios si no amamos a los hermanos. El que está bajo la cruz con María aprende a amar como Jesús. La cruz es la certeza del amor fiel de Dios por nosotros.  Un amor tan grande que entra en nuestro pecado y lo perdona, entra en nuestro sufrimiento y nos da fuerza para sobrellevarlo, entra también en la muerte para vencerla y salvarnos. La cruz de Cristo invita también a dejarnos contagiar por este   amor, nos enseña así a mirar siempre al otro con misericordia y amor, sobre todo a quien sufre, a quien tiene necesidad de ayuda. Quien se da así mismo, su recompensa es un eterno abrazo del Padre.       

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FRATERNIDAD – SOLIDARIDAD

PRIMER PROPUESTA

“EVANGELIZACIÓN Y CATEQUESIS CON NIÑOS ENFERMOS”

La exhortación apostólica “Catechesi tradendae” nos sugiere una perspectiva unificadora e interpeladora: ¿Cómo revelar a los numerosos infantes, niños y chicos, incluso en condición de enfermedad y discapacidad el rostro del Dios amor, que se ha manifestado a nosotros por medio de su Hijo Jesucristo: el Señor de la vida que ha tomado sobre sí nuestras enfermedades para resanarlas y salvarnos? ¿Cómo ayudarlos a encontrar la persona y el misterio de Jesús para acoger su invitación a seguirlo y formar parte de su Reino, inaugurado, pero que se cumplirá sólo en la eternidad? (cfr. CT. 35).

1. Algunas convicciones y atenciones.

Como base de una educación en la fe de los niños en condición de enfernedad debemos tener algunas convicciones y atenciones fundamentales:

a) Ante todo, la convicción de que el cuidado integral de los niños enfermos requiere el respeto de su derecho a una educación en la fe.

No hay que olvidar que la educación en la fe y la catequesis tienen su especificidad en relación con la edad de la infancia y de la niñez, también porque «cada edad del hombre tiene su proprio significado en sí misma y su propia función para la madurez» (CEI, Renovación de la catequesis, 134).

Oportunamente el Directorio general de la catequesis afirma: «Por diferentes razones, hoy, tal vez más que en otro tiempo, el niño requiere el pleno respeto y ayuda en sus exigencias de crecimiento humano y espiritual; también está necesitado de la catequesis, que nunca debe faltar a los niños cristianos. De hecho quienes les han dado la vida, enriqueciéndola con el don del bautismo, tienen el deber de seguir alimentándola continuamente» (Congregación para el Clero, Diretorio general para la catequesis, no. 177).

b) La necesidad de considerar a los niños enfermos como verdadero sujeto de un cuidado médico y de una evangelización y educación en la fe, y no como simple “objeto”.

Esto requiere que no se parta siempre y exclusivamente de nuestra visión como adultos, sino se debe partir de la individualidad de su persona, teniendo presente la condición psicológica y existencial de cada uno, y la misma comprensión de enfermedad que cada uno puede tener.

De hecho, el modo de vivir y de interpretar la enfermedad de parte de cada uno,

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los sentimientos que prueba, el modo de colocarse ante la experiencia del dolor y a la idea de la misma muerte, son aspectos que hay que tomar en consideración para iluminar a través de una educación en la fe la realidad que vive cada niño.

c) De esto deriva la necesidad de algunas precisas atenciones conexas entre ellas:

– Atención a la centralidad de la persona del niño con su singularidad, momento y fase de desarrollo, diferente tipología de enfermedad (grave o no, crónica o temporánea, invalidante o no...) para la evangelización y catequesis.

– Atención al diferente contexto cultural, social y de fe.

– Atención a la diversidad de los sujetos educativos involucrados: padres y familiares, agentes sanitarios y de pastoral, capellanes hospitalarios y párrocos con la comunidad cristiana, voluntarios...

– Atención a la diferente tipología de los lugares de sanación: en la familia, en el hospital, en otras estructuras de cuidados...

– Atención a no aislar nunca una evangelización, una educación en la fe y una catequesis con un contexto más amplio e involucrador de las comunidades, donde es oportuno promover, a través de la misma catequesis ordinaria, en los recorridos de iniciación cristiana, una educación en la fe que ilumine los problemas y las preguntas que hacen en la condición de enfermedad de la que también muchos niños hacen experiencia; y donde los padres, los catequistas y los adultos pueden ser formados en la fe para poder acompañar a los más pequeños a vivir en la luz y en la esperanza cristiana situaciones de enfermedad y de sufrimiento.

2. Criterios e indicaciones esenciales para una evangelización y educación en la fe.

Una evangelización, una educación en la fe y una catequesis en la edad de la niñez se caracteriza dentro de un proceso gradual de iniciación al misterio cristiano y a la vida cristiana, con atención a los varios pasajes y etapas de desarrollo propios de edad y de la concreta condición o situación de enfermedad que los acompaña.

A partir de las indicaciones ofrecidas por las diferentes reflexiones desarrolladas en la catequesis y en la educación en la fe de los infantes y de los niños y, sobre todo, de los documentos más recientes del magisterio, se pueden indicar algunos criterios y principios generales que hay que tener presentes para una educación en la fe de los infantes y de los niños en condición de enfermedad, de discapacidad y de sufrimiento.

a) El primer criterio es promover y formar en torno al niño enfermo una pequeña

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pero verdadera “comunidad educadora”, que con varios modos y tareas, inspirados siempre por un gran amor, con varios lenguajes y señales, lo ayude a abrirse a la luz y a la esperanza del Evangelio.

b) Promover una educación en la fe radicada en el sacramento del Bautismo y colocada dentro de una visión esencial del designio de amor, de comunión y de salvación que ya se actúa y es operante en la realidad concreta de nuestra vida, para realizarse plenamente en la eternidad.

El designio de un Dios que hoy se ocupa de un hijo suyo, incluso en la condición de enfermedad, para sostenerlo hasta donarle una salud plena y una salvación definitiva.

c) El modo y los mismos contenidos de una educación en la fe pueden ser sugeridos por el recorrido de fe celebrado en el año litúrgico: Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua y Pentecostés, algunas festividades marianas, la fiesta de Todos los Santos y la Conmemora- ción de los difuntos...

Con referencia a lo que se celebra en el año litúrgico se puede desarrollar una catequesis narrativa que ayude a conocer a la persona de Jesús y su misterio a través de los hechos, las enseñanzas, los milagros, su muerte y resurrección, su permanencia entre nosotros en la Iglesia y en los sacramentos.

En este contexto será más fácil ayudar a los niños – según su edad y condición concreta – a descubrir y a vivir los sacramentos de la iniciación cristiana como participación a la vida misma de Jesús y como acciones que Jesús mismo realiza hoy en su vida. En particular la Eucaristía como su presencia en medio de nosotros, cercanía y solicitud también en la condición de enfermedad.

d) La educación en la fe de los niños en las diferentes fases de la infancia debe ser pensada y realizada como “magisterio de la vida”, conexo con las situaciones concretas y que implique a las personas y al ambiente en torno al niño, para transmitir casi por “osmosis” y con un lenguaje comunicativo los valores y las actitudes propias de una educación inseparable humana y en la fe: la apertura al misterio y a lo trascendente, el sentido de la confianza y de la entrega, del don y de la gratuidad, de la invocación y de la oración...

La educación en la fe y la catequesis de los niños (6 – 10/11 años) debe tener como obejtivo iluminar los diferentes momentos y aspectos conexos con los diferentes pasajes de la edad y la condición concreta de enfermedad, en una perspectiva de iniciación en la fe y en la vida cristiana.

Según la exhortación apostólica “Catechesi tradendae”, las características de esta catequesis son: la introducción gradual en el misterio cristiano, en la vida de fe y de la Iglesia; y en este contexto, la preparación y la celebración de los sacramentos “de modo vital” (cfr CT, 37). Es evidente que, teniendo presentes las diferentes condiciones de enfermedad o discapacidad, se deberá partir de una catequesis ocasional para tender siempre a una perspectiva y a una

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catequesis esencialmente orgánica.

Particular atención requiere la educación en la fe de los niños en condiciones con capacidades diferentes “amigos especiales”, sobre todo mentales.

También ellos tienen el derecho de conocer y vivir el misterio de Cristo, como luz y sostén en la realidad que viven.

Se trata de una catequesis que requiere una preparación específica de parte de los agentes de pastoral y de los catequistas, actitudes de acogida y de un auténtico afecto, la valoración del lenguaje simbólico y de los signos a partir de una escucha y de una interpretación de su proprio lenguaje.

En fin, hay que preguntarnos y preocuparnos sobre cómo sostener con una evangelización y educación en la fe, a todos los niños gravemente desventajados, cuando por ejemplo falta en parte o en todo un sostén y ambiente familiar, cuando viven condiciones de degrado cultural y social, de marginación y de miseria.

Es una interpelación para nuestras comunidades cristianas, llamadas a atestiguar el cuidado y su paternidad/maternidad de Dios, su predilección por los pequeños y los débiles. Ahora les presentamos un ejemplo loable y hermoso de acompañamiento en la evangelización, educación en la fe y catequesis especial con amigos especiales.

UNA PROPUESTA CONCRETA

“CATEQUESIS ESPECIAL VICENTINA (CEV)”

Objetivo:

Compartir y dar a conocer a los “amigos especiales” y a sus familias el amor que Dios nos ha mostrado a través de Jesucristo, para que busquen ser sus seguidores. Así como apoyarlos material y psicológicamente según sus necesidades específicas, para integrarlos a la vida de su comunidad.

¿Quiénes somos?

Somos una Asociación de laicos que pertenecemos a la Iglesia católica, vivimos la fe en la acción y realizamos la evangelización y servicio en favor de las personas con discapacidades intelectuales y/o físicas y sus familias.

Deseamos, por medio de la atención personal y con técnicas especializadas, dar a conocer el Amor de Dios a nuestros amigos especiales y sus familias. Lo hacemos con la ayuda del Espíritu Santo, asesores religiosos y laicos especializados (neurólogos, psicólogos, terapeutas conductuales, terapeutas

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familiares, psicopedagogos, educadores).

Elaboramos manuales, material impreso y visual para impartir este apostolado, de una forma muy sencilla y asequible, adaptado a nuestra cultura y a las necesidades propias de cada lugar.

Formamos una Asociación Civil, ya que deseamos apoyar, en la medida de nuestras capacidades, a estas personas, para hacer realidad una Evangelización integral con Catequesis familiar. “La catequesis no puede limitarse a una formación meramente doctrinal, sino que ha de ser una verdadera escuela de formación integral”. (Ap 299)

Nos llamamos Catequesis Especial Vicentina (CEV)

Catequesis, ya que buscamos compartir nuestra fe en Jesucristo y tratamos de hacerlo por medio de nuestras vivencias y con un método sencillo, personal y especializado, a los amigos especiales y a sus familias, en sesiones semanales, durante los ciclos escolares regulares de catequesis en las parroquias o en los lugares en donde ellos se encuentran.

Especial, por hacer referencia al servicio y evangelización de los “amigos especiales” y sus familias. Son “Sectores humanos de especial sensibilidad que necesitan urgentemente de otros tipos de catequistas, como las personas desadaptadas y discapacitadas, que necesitan de una pedagogía catequética especial, junto a su plena integración en la comunidad”. (Ap 232; CT 41).

Vicentina, se refiere a nuestra espiritualidad y modo de mirar y servir a pobres, desde Jesucristo, tal como lo hicieron San Vicente de Paúl y a Santa Luisa de Marillac, quienes han sido declarados en la Iglesia como: “Patronos universales de las obras sociales y de caridad”.

¿A quiénes está dirigido?

A los “amigos especiales”: personas con alguna discapacidad intelectual y/o física: Síndrome de Down, autismo, parálisis cerebral, inmadurez mental, trastornos de déficit de atención, sordos, invidentes y todos aquellos que requieran una atención especial, y por supuesto a sus familias quienes son parte importante de este proceso. “Toda comunidad cristiana considera como predilectos del Señor a aquellos que, particularmente entre los más pequeños, sufren alguna deficiencia física o mental u otra forma de privación”. (DGC 189).

Origen.

La CEV inició en Reynosa Tamaulipas, el 22 de octubre del 2004 en la Parroquia de San Pio X, como una Evangelización integral con catequesis familiar. De allí se ha extendido a otros lugares de México apoyando la formación de nuevos grupos que atienden esta pastoral, mediante cursos de inducción, seminarios y talleres; apoyados por los manuales y material visual didáctico, que hemos

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realizado y en los cuales se exponen la pedagogía y metodología propias.

Visión general.

Lograr que cada comunidad evangelizadora de CEV, sea un centro de soporte integral para los amigos especiales y sus familias. Y que estas familias, en un futuro, sean el apoyo y motivación para otras que se encuentren en la misma situación, participando activamente en todos los procesos de CEV: Evangelización y servicio.

“A través de la atención personalizada y la simbología visual, se enseña al Amigo Especial la vida y enseñanzas de Jesús y el amor que Él tiene por todos nosotros, poniendo en práctica sencillas técnicas pedagógicas adaptadas especialmente para ellos y sus familias, de una manera fácil y accesible, adaptada a nuestra cultura y realidad”.

Influir, como CEV, en la sociedad a favor de los amigos especiales, pues: “Es más fácil aceptar en la familia un hijo con discapacidad si la sociedad también lo acepta”.

¿Qué brindamos?

En el Área de Catequesis:

• Horas santas. Estamos firmemente convencidos que la oración es la base de nuestro apostolado, todos nuestros grupos inician sus sesiones semanales con una hora ante el Santísimo, con la Liturgia de las Horas y meditación de la Lectio Divina, haciendo realidad nuestra máxima: “Nadie toca a un amigo especial si antes no hace oración”.

• La formación de los catequistas de manera integral: en lo espiritual, católico y vicentino para la evangelización, así como para el servicio especializado que requieren los amigos especiales y sus familias. Nuestra formación semanal se imparte presencial, se graba y envía por medios electrónicos a todos los grupos de CEV, tenemos un Manual de Evangelización, de trabajo de los amigos especiales de los tres ciclos litúrgicos, Libro “Lo que me dice Dios” de Meditaciones con la Lectio divina; Materiales de formación humana y evangelización para las familias y las personas que servimos en CEV;; cursos de inducción; talleres de CEV, etc.

• El apoyo que necesiten los amigos especiales y sus familias en cuanto a preparación, para la celebración de los sacramentos que requieran, sobre todo en lo referente a: Bautismo, Confirmación, Primera Comunión. En muchas ocasiones propiciamos el matrimonio eclesiástico a miembros de estas familias.

• Fomentar el Amor a la Virgen y el rezo del rosario en todos nuestros grupos de CEV, con nuestra oración especial: “Te quiero María”, por cada Ave María y “Te amo Jesús”, por cada Padrenuestro, el cual es una de las partes

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medulares de nuestra instrucción religiosa. “Mediante el rosario el creyente obtiene abundantes gracias, recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor” (Ap. 271)

• La participación en la celebración de la eucaristía dominical con nuestros amigos especiales y sus familias, inculcando el valor que ésta merece.

• Llegar al núcleo de las familias, para mejorar su convivencia. Lo hacemos, impartiendo temas de formación humana sugeridos por ellas, apoyados en la Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia, haciendo uso de dinámicas sencillas y la tecnología actual, ya que hemos descubierto la gran necesidad que tienen de ser atendidos por nuestra Iglesia Católica.

• Preparar a las familias de amigos especiales, en los procesos de evangelización, para que puedan compartir sus vivencias, pues nadie mejor que ellas pueden comprender sus pensamientos, sentimientos y necesidades; y en un futuro, lograr que sean los mejores evangelizadores en este tipo de catequesis al conocer profundamente sus requerimientos.

• Colaborar y difundir la doctrina católica mediante retiros (son obligatorios tres al año), conferencias, ejercicios espirituales, material impreso y audiovisual, así como nuestra participación en todos los medios de comunicación (internet, redes sociales, periódico, radio, tv, etc.) empleándolos para lograr este objetivo de nuestro apostolado.

PARA QUE SEA UNA EVANGELIZACIÓN INTEGRAL

En el Área de Servicio

“La globalización hace emerger en nuestros pueblos nuevos rostros de pobres. Personas con capacidades diferentes, la Iglesia en su Pastoral Social debe dar acogida y acompañar a estas personas excluidas en los ámbitos que correspondan”. (Ap.402).

• Formamos grupos de apoyo con las familias de amigos especiales y no solidarizamos con sus necesidades: básicas, terapéuticas, educacionales etc.

En los grupos parroquiales de CEV se forma un equipo de Obras y Apoyos que involucra a personas de la comunidad para su colaboración en: meriendas para las sesiones semanales, despensas a las familias que las requieran, medicamentos, hospitalizaciones, gastos de funerales, etc. Organizan rifas, bingos, ventas de algún libro, comidas, o buscan benefactores. “El amor es creativo e inventivo hasta el infinito” San Vicente de Paul.

• Fomentamos una cultura de inclusión de las discapacidades intelectuales y/o físicas en la sociedad, mediante conferencias, seminarios, talleres, etc. procuramos que cada año se imparta mínimo uno en todas las parroquias donde hay un grupo de CEV. Hemos tenido seminarios y pláticas sobre Autismo,

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TDAH, Epilepsia y Manejo integral de las discapacidades entre otros. Apoyamos para que se otorguen becas para capacitar personas que puedan aplicar, difundir y transmitir estos conocimientos. Invitamos a las escuelas para que participen no solo con apoyo económico, sino que sus alumnos se involucren y participen activamente.

• Buscamos la capacitación de las familias de los amigos especiales y de ellos, para que sean autosustentables mediante cooperativas, oficios, empresas familiares, etc. En Reynosa y Díaz Ordaz, Tam. Tenemos un taller de escobas y trapeadores, en el cual se apoya con terapia conductual, física y ocupacional a nuestros amigos especiales mayores de 18 años y mamas que requieren y desean laborar ella.. Y es al mismo tiempo una bolsa de trabajo pues otras empresas de la comunidad acuden a contratarlos.

• Promovemos la creación de Estancias (guarderías) de amigos especiales en lugares estratégicos y que lo requieran, para que se les pueda brindar: atención integral, cuidado físico y emocional. Tenemos en Reynosa y Díaz Ordaz, Tamaulipas (en esta última por la inseguridad actual no está funcionando) con magníficos resultados, atendida por mamas de ellos en todas las áreas posibles (aseo, cuidados de apoyo, cocina) con personas capacitadas que las entrenan y supervisan (médicos, psicólogos, terapeutas) y sustentadas por un patronato, en el cual están involucradas las mismas familias que se atienden allí y personas de la comunidad.

• Incentivamos la participación del sector privado y público, en actividades que lleven al desarrollo integral de estas personas y sus familias para su integración en la comunidad DIF, clubes de servicio, ONG, para que nos apoyen con diferentes tipos de terapias, sillas de ruedas, medicamentos, despensas, etc.

• Realizamos actos y gestiones gubernamentales para beneficiar a nuestros amigos especiales y sus familias, en Tamaulipas hemos presentado proyectos para que puedan obtener seguro popular gratuito quienes no cuentan con servicio médico (se ha logrado), que tengan transporte público especializado y sea gratuito para ellos y algún familiar que los acompañe, pues en muchas ocasiones no acuden a las terapias por falta de recursos, lo cual impide que puedan tener acceso a una mejor calidad de vida.

Recordemos siempre que “Los verdaderos destinatarios de la actividad misionera del pueblo de Dios son sobre todo los corazones” (Ap. 375). 

([email protected],mx)www.catequesisespecialvicentina.org

SEGUNDA PROPUESTA

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“LOS NIÑOS ENFERMOS Y LOS SACRAMENTOS”

Uno de los primeros objetivos del agente de pastoral (sacerdote o laico) es entrar en la mentalidad de los niños, quizás “en punta de pie”, es decir delicadamente, con respeto, sin dar nada por descontado y sin creer saberlo todo; no es suficiente conocer la teología (es sólo una premisa, aunque importante).

1. El Bautismo

Para algunas unidades como por ejemplo neonatología, cirugía pediátrica general o especial, ciertamente el sacramento más solicitado es el bautismo, visto y considerado el peligro real de vida en dichas situaciones.

Se trata de un momento muy particular e intenso para la familia – especialmente para las madres –; el que celebra el bautismo de urgencia debe tener en cuenta la situación del niño, pero no puede ignorar el sufrimiento de los familiares. El bautismo es la celebración sacramental que nos recuerda nuestra realidad como hijos de Dios, recordando que somos y nos confiamos en sus manos: dicha convinción se expresa aún más en la oración comunitaria, implicando no sólo a los familiares sino también a los agentes sanitarios (enfermeros, médicos).

Después del Concilio de Trento, el ritual del bautismo (1614) coloca su atención sobre todo en los niños en peligro de muerte y, con justa razón, afirma que el ministro puede ser cualquier persona; se examinan y se dan oportunas disposiciones para algunos casos particulares (los nacidos de madre muerta, los nacidos muertos); se toman en consideración algunas dudas; se prevé el bautismo general para varias personas contemporáneamente; en fin, hay una sola prohibición: que ninguno sea bautizado cuando todavía se encuentra dentro del seno materno (Cfr. Rituale Romanum, Romae 1614, p. 6 – 9).

En el mismo ritual se especifica también que el sacerdote puede omitir todas las oraciones precedentes y bautizar de inmediato al niño cuando está gravemente enfermo o hay peligro inminente de vida; si el niño sale del peligro de muerte, acercarlo a la parroquia estando bien para completar el rito del bautismo.

2. La Eucaristia

Seguramente, la Eucaristía representa el centro de toda la liturgia y de la vida cristiana y, por este motivo, constituye el punto de llegada de la iniciación cristiana. Varias experiencias de celebración de la misa con los niños en el hospital sugieren que se les implique en la liturgia, mediante una animación que tenga en cuenta su vivencia y la posiblidad de participar. Recuerdo que un día un niño, con mucha franqueza me confió que no le gustaba la Santa Misa porque – decía – “el sacerdote habla siempre y todo lo hace él”.

Permitan que los niños reciban cuanto antes posible a Jesús Eucarístico, había

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sido por muchos siglos uno de los firmes cimientos de la pastoral para los más pequeños en la Iglesia; costumbre que fue restablecida por San Pío X en su tiempo, que ha sido alabada por sus sucesores, y aún más veces por SS Juan Pablo II... Nosotros sacerdotes, llamados por Dios a custodiar el Santo Sacramento del altar en unión a nuestros Obispos, podemos y debemos cuidar ante todo a los niños como a los primeros destinatarios de este don inmenso: la Eucaristía, que Dios ha puesto en nuestras frágiles manos consagradas.

La celebración – quizás es útil recordarlo una vez más – debe ser comunitaria, implicando no sólo a los niños y a sus padres, sino también a los familiares presentes, así como a los agentes sanitarios que de este modo declaran no sólo su fe, sino también su afecto y empeño por la salud global del niño enfermo.

Un obstáculo por superar es la mentalidad a menudo presente de considerar los sacramentos como algo ‘mágico’, es decir como un toca sana que resuelve todos los problemas y cura inmediatamente de manera milagrosa.

3. La Confirmación

Un poco más compleja se presenta la celebración del Crisma o de la Confirmación, desde el momento que para la disciplima común en Occidente, es el Obispo el ministro ordinario, aunque no faltan excepciones como en el caso de los moribundos: de hecho, el Papa Silvestre († 335) concedió por su autoridad a los sacerdotes que confirieran la confirmación (pero con el crisma bendecido por el obispo) a las personas en graves condiciones.

Para los enfermos, hay que subrayar la disposición de Benedicto XIV († 1758) que en las Institutiones ecclesiasticas invita a los párrocos para que indiquen los nominativos de los que, encontrándose en peligro de vida aún no han recibido la confirmación, para que no mueran sin dicho sacramento, como lo estableciera el mismo S. Carlos en las Instrucciones pastorales del Ritual Ambrosiano. Seguidamente, también el Código de Derecho Canónico de 1917 (Can. 788) establece que en la Iglesia latina, los niños pueden recibir la Confirmación también antes de los siete años cuando se encuentran en peligro de muerte. En algunas declaraciones del magisterio eclesiástico en el siglo XIX, podemos constatar que la Confirmación es considerada como comunicación en el Espíritu Santo para el alma con el fin de concederle constancia y fuerza tanto en los peligros graves como en la vida cristiana.

El Decreto «Spiritus Sancti munera», del 14 de setiembre de 1946, promulgado por la Congregación de los sacramentos, teniendo como fundamento la tradición y la enseñanza de S. Tomás, permite que, en determinadas condiciones el simple sacerdote administre la Confirmación a los enfermos graves, incluidos los niños que no tienen el uso de la razón: propone un rito muy sencillo introducido también en la edición oficial del Ritual romano de 1952. Un teólogo alemán, D. Koster, al indicar en primera línea dicho Decreto sobre la Confirmación de los enfermos, habla de una nueva interpretación de la Confirmación que se vuelve

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testimonio cristiano e imitación de la pasión y de la muerte de Cristo: de este modo se convertiría en el sacramento de la formación cristiana al sufrimiento y a la muerte.

Cuando el Código de Derecho Canónico de 1983 se refiere a las condiciones del peligro de muerte afirma que en dicho caso no se tiene en consideración la edad del candidato (Can. 889 § 2), el ministro puede ser el párroco, pero también cualquier sacerdote (Can. 883) siempre que se emplee el crisma consagrado por el obispo (Can. 880 § 2).

En el Catecismo de la Iglesia Católica (1992) se confirma que el presbítero debe otorgarle la Confirmación porque «la Iglesia quiere que ninguno de sus hijos, incluso en la más tierna edad, salga de este mundo sin haber sido perfeccionado por el Espíritu Santo con el don de la plenitud de Cristo» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1314).

4. La confesión y Unción de los enfermos

Estos sacramentos de ordinario son pedidos generalmente por los niños más grandes que han logrado cierto sentido del pecado al menos como ofensa a Jesús y necesidad de fortaleza de la Unción. A veces son los padres o los familiares que invitan al niño a confesarse para pedir perdón a Jesús antes de recibir la Eucaristía y la unción en casos especificos. En este caso, el encuentro sacramental se convierte en una ocasión oporturna para dialogar frente a frente con el niño dándole la ocasión de manifestar sus sentimientos y dificultades frente a la enfermedad sin el “filtro” de la presencia de otras personas. A menudo ha sido un encuentro de lo más positivo que ha hecho surgir problemas e interrogantes impensables porque me han hecho descubrir que los niños enfermos son más sensibles y más maduros de lo que se piensa.

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