el sistema de sibilantes

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El sistema de sibilantes del español medieval y su evolución posterior (Según Penny:1993) El término sibilante se aplica a las consonantes fricativas o africadas que se articulan en las zonas dental, alveolar y palatal. En el cuadro falta la consonante africada prepalatal sorda /ʧ/, puesto que ha llegado inalterada hasta la lengua moderna. Transcripción fonológica Fonema (AFI) (RFE) Grafía medieval Ejemplos Africado dental sordo ts ŝ ç, c e, i fuerça, cerca Africado dental sonoro dz z dezir, plazo Fricativo alveolar sordo s s s-, -ss- saña, priessa Fricativo alveolar sonoro z z -s- posada, Fricativo prepalatal sordo ʃ š x dixo, exida Fricativo prepalatal sonoro ʒ ž j, g e, i ojo, mugier Es posible que el fonema /ʒ/, que aparece aquí como fricativo, fuese africado, al menos en algunas de sus realizaciones (p. ej. después de pausa o de ciertas consonantes). (v. Penny:96) El sistema de sibilantes sufrió una serie de cambios: 1. Las africadas /ts/ y /dz/ se debilitan y se convierten en fricativas (estas últimas requieren menos energía articulatoria). Desconocemos cuando ocurrió exactamente este debilitamiento, pero es probable que se llevara a cabo durante el siglo XV. De este modo, a fines de la Edad Media, el subsistema español de sibilantes comprendía seis fricativas: Sordos Sonoros Fricativa dental ş Fricativa alveolar s z Fricativa prepalatal ʃ ʒ 2. Los tres fonemas sonoros perdieron la sonoridad, confluyendo así con sus correlatos sordos. Esta neutralización entre fonemas sordos y sonoros era probablemente la norma en español en posición implosiva; tal hecho se refleja en la inexistencia, en esta posición, de una oposición gráfica entre c/ç y z, entre ss y s o entre x y j/g en español medieval: tan sólo se utilizaban, respectivamente, z, s y x, ej. faz, sing. de faces < FASCĒS), cascar < *QUASSICĀRE) (vs. passo < PASSU), linax (variante de linage), relox < cal. med. relotge, en el que tg indica un fonema sonoro). En posición inicial de sílaba, la oposición de sonoridad se pierde (a favor de las sordas) en el español estándar del siglo XVI. Seguramente la ausencia de sibilantes sonoras había sido durante algunos siglos un rasgo de las variedades norteñas del castellano (y de otros dialectos del norte); algunos investigadores lo han atribuido a la influencia de la vecina lengua vasca (que también carece de sibilantes sonoras) (ej. Martinet 1974: 448-461, Jungemann 1955: 318-335).

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Page 1: El Sistema de Sibilantes

El sistema de sibilantes del español medieval y su evolución posterior (Según Penny:1993)

El término sibilante se aplica a las consonantes fricativas o africadas que se articulan en las zonas dental, alveolar y palatal. En el cuadro falta la consonante africada prepalatal sorda /ʧ/, puesto que ha llegado inalterada hasta la lengua moderna.

Transcripción fonológicaFonema

(AFI) (RFE)

Grafía medieval Ejemplos

Africado dental sordo ts ŝ ç, ce, i fuerça, cerca

Africado dental sonoro dz ẑ z dezir, plazo

Fricativo alveolar sordo s s s-, -ss- saña, priessa

Fricativo alveolar sonoro z z -s- posada,

Fricativo prepalatal sordo ʃ š x dixo, exida

Fricativo prepalatal sonoro ʒ ž j, ge, i ojo, mugier

Es posible que el fonema /ʒ/, que aparece aquí como fricativo, fuese africado, al menos en algunas de sus realizaciones (p. ej. después de pausa o de ciertas consonantes). (v. Penny:96) El sistema de sibilantes sufrió una serie de cambios:

1. Las africadas /ts/ y /dz/ se debilitan y se convierten en fricativas (estas últimas requieren menos energía articulatoria). Desconocemos cuando ocurrió exactamente este debilitamiento, pero es probable que se llevara a cabo durante el siglo XV. De este modo, a fines de la Edad Media, el subsistema español de sibilantes comprendía seis fricativas:

Sordos Sonoros

Fricativa dental ş z̧

Fricativa alveolar s z

Fricativa prepalatal ʃ ʒ

2. Los tres fonemas sonoros perdieron la sonoridad, confluyendo así con sus correlatos sordos. Esta neutralización entre fonemas sordos y sonoros era probablemente la norma en español en posición implosiva; tal hecho se refleja en la inexistencia, en esta posición, de una oposición gráfica entre c/ç y z, entre ss y s o entre x y j/g en español medieval: tan sólo se utilizaban, respectivamente, z, s y x, ej. faz, sing. de faces < FASCĒS), cascar < *QUASSICĀRE) (vs. passo < PASSU), linax (variante de linage), relox < cal. med. relotge, en el que tg indica un fonema sonoro).

En posición inicial de sílaba, la oposición de sonoridad se pierde (a favor de las sordas) en el español estándar del siglo XVI. Seguramente la ausencia de sibilantes sonoras había sido durante algunos siglos un rasgo de las variedades norteñas del castellano (y de otros dialectos del norte); algunos investigadores lo han atribuido a la influencia de la vecina lengua vasca (que también carece de sibilantes sonoras) (ej. Martinet 1974: 448-461, Jungemann 1955: 318-335).

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Con el establecimiento de Madrid como capital de España en la década de 1560 y la llegada de las gentes del norte a la nueva capital, la confusión de las sibilantes sonoras con las sordas se extiende hacia el sur y se convierte en normal en la lengua estándar (véase Alonso 1967, 1969). Los hablantes de Toledo, y posteriormente de más al sur, se adhirieron durante algún tiempo al sistema más antiguo; a esta distinción geográfica alude la muy citada afirmación de fray Juan de Córdoba (publicada en México en 1578, pero referida a la situación lingüística en España algunas décadas antes): «Los de Castilla la Vieja dizen haçer y en Toledo azer, y [los de Castilla la Vieja] dizen xugar, y en Toledo [dizen] jugar»; los grafemas q y x representan la articulación sorda, típica entonces de la mitad norte de la Península, en tanto que z y j son reflejos de la pronunciación sonora tradicional, que todavía se localizaba al sur de Toledo.

La evidencia de este proceso nos llega también a través de errores ortográficos. Aunque la mayoría de los escritores continúan manteniendo las diferencias gráficas tal como se indica al principio de este apartado, a los más descuidados les traiciona su pronunciación y confunden c/ç con z, ss con s, x con j/g. Así, santa Teresa (nacida en Ávila en 1515) escribe açer, reçar, deçfir (por los ya correctos hazer, rezar, dezir), tuviese, matasen, etc. (por tuviesse, matassen, etc.), dijera, ejercicio, teoloxia (por dixera, exercicio, teologia) (véase García Macho y Pascual 1990).

Consecuencia inmediata del ensordecimiento (y las consiguientes confusiones), es la reducción del subsistema español de sibilantes del siglo XVI, que sólo contará con tres fonemas fricativos sordos:

Fricativa dental /ş/ ej.

caça /káşa/ (antes /kátsa/) dezir /deşír/ (antes /dedzír/)

Fricativa alveolar /s/

passo /páso/ (sin cambio) casa /kása/ (antes /káza/)

Fricativa prepalatal /ʃ/

caxa /káʃa/ (sin cambio) mejor /meʃór/ (antes /meʒór/)

3. Los fonemas dentales y prepalatales cambiaron su lugar de articulación; ello es debido a la gran carga funcional que recaía sobre la oposición de lugar que diferenciaba /ş/, /s/ y /ʃ/. Es verdad que siempre se había producido algún intercambio entre fricativas alveolares y prepalatales (ej. la competencia en esp. med. entre tisera(s) < TŌNSŌRIĀS) y su sustituto tijeras), pero a finales del XVI había muchos dobletes (incluso tripletes) de palabras cuyo significado se distinguía por el lugar de articulación de la correspondiente consonante; una prueba nos la proporcionan las voces caça, casa y caxa, cuyo significado dependía de la correcta pronunciación y percepción de este rasgo de la consonante intervocálica –respectivamente: dental, alveolar y prepalatal–. La posible confusión podía únicamente evitarse haciendo más perceptible la diferencia acústica entre los fonemas; esto se conseguía (en casi todos los casos) exagerando la oposición de lugar: /ş/ se desplazó hacia delante (lejos de /s/) y dio lugar a la interdental /θ/, mientras /ʃ/ se movió hacia atrás (también lejos de /s/) y se transformó en la velar /χ/. De este modo, palabras como caça, alçar, dezir, pozo adquirieron su pronunciación moderna con /θ/, y dixo, caxa, hijo, mugier, etc. adquirieron su pronunciación actual, /χ/ (aunque las grafías modernas de tales voces no surgieron hasta las reformas ortográficas de los siglos XVIII y XIX).

Estos cambios de lugar de articulación se extendieron progresivamente desde finales del siglo XVI y se hicieron normales hacia la mitad del XVII (véase Alonso 1967, 1969); resulta evidente que la pronunciación culta de principios del XVII todavía prefería la prepalatal /ʃ/, pues las adaptaciones francesa e italiana del nombre Don Quixote (Don Quichotte, y Don Chisciotto,

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respectivamente) muestran que la palabra española se pronunciaba todavía /kiʃóte/, por lo menos entre algunos hablantes.

Siguiendo la interpretación clásica de la serie de cambios estudiados en esta sección (2.6.2), se

pueden resumir de la forma siguiente: (Véase también Alarcos 1988, Catalán 1989a: 17-75, Frago 1977-1978, 1981a, 1981b, 1983, 1985a y 1985b, Galmés 1962, Mondéjar 1985, Pascual 1986, 1991 Y 1993.) 2.6.3. LAS SIBILANTES EN EL ANDALUZ Y ESPAÑOL DE AMÉRICA En Sevilla y –merced a su influencia– en gran parte de Andalucía y toda América, las sibilantes sufrieron una serie de cambios diferentes de los que acabamos de examinar en la lengua estándar. En los textos meridionales de los siglos XV y XVI, ss y s son sustituidos de modo ocasional por ç y z respectivamente (ej. paço por passo, caza por casa) y viceversa. Los observadores de la época, debido a su preocupación por la ortografía (más que por el sonido), dieron el nombre de çeçeo (es decir, «abuso de la letra ç») a casos como paço por passo, reservando el término zezeo («abuso de la letra z») para ejemplos como caza por casa. Tales errores ortográficos eran producto de los cambios fonológico s que se estaban desarrollando en el sur de España, sobre todo en el ámbito de las sibilantes, donde las dentales estaban ganando terreno a costa de las alveolares: Aunque la confusión completa de estos pares de fonemas se da en el siglo XV, como ya hemos señalado, se puede comprobar la neutralización de /ş/ y /s/, /z ̧/ y /z/ en posición final de sílaba bastante antes, y no sólo en Andalucía; así lo revelan errores ortográficos del tipo azno por asno, diesmo por diezmo, e incluso formas estándar como mezclar < esp. med. mesclar < lat. vulg. *MISCULĀRE).

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Más que por un cambio de lugar de articulación de las alveolares /s/ y /z/ a las dentales /ş/ y /z̧/, esta confusión puede haber sido causada por la ausencia en el habla andaluza medieval de las alveolares. En lugar de la /s/ y /z/ del estándar, el habla meridional debe de haber poseído las dentales /ş/ y /z ̧/ (quizá debido a la influencia del mozárabe o del árabe), de manera que la reducción de las africadas (dentales) /ts/ y /dz/ a fricativas provocó la inmediata confusión con las preexistentes /ş/ y /z/̧.

Sean cuales sean las fases precedentes, los dos resultados (/ş/ y /z̧/) convergen en /ş/. Esta confusión de la sonora /z̧/ con la sorda /z̧/ ocurre por la misma razón y al mismo tiempo que el ensordecimiento general de las sibilantes en español. Así pues, las cuatro sibilantes medievales (/ts/, /dz/, /s/, y /z/) se reducen a un único fonema (/ş/) en casi toda el habla andaluza (y toda la americana): las formas del español medieval caça, dezir, passo y casa han llegado a compartir el fonema /ş/ en las áreas citadas (/káşa/, /deşír/, /páşo/, /káşa/); de este modo el proceso ha supuesto un elevado número de colisiones homonímicas, como las que se producen entre caza y casa, o entre cocer y coser.

Este fonema /ş/ de la variedad andaluza se ha realizado desde su aparición (a partir de /ts/, /dz/, /s/ y /z/) de dos maneras diferentes. En casi toda Andalucía central (incluyendo las ciudades de Sevilla y Córdoba) y también en las Canarias y en América, /ş/ se realiza como una sibilante predorsodental (semejante a la /s/ inglesa o francesa); este resultado dental de la fusión se conoce como seseo. En otras áreas (particularmente en la franja costera de Andalucía, incluyendo las ciudades de Huelva, Cádiz, Málaga y Granada), se ha preferido articular la /ş/ en una zona anterior, y aunque no es igual a la interdental /θ/, su efecto acústico es parecido; allí donde se usa esta variante, se describe el habla local como ceceante. Para seseo y ceceo, véase Lapesa 1980: 283-284, 374-376, 508-509, 562-568 (puede examinarse también Alvar 1983 y 1990: 17-44, Canfield 1988, Catalán 1989a: 53-76 y 119-126, Fontanella de Weimberg 1992, Lapesa 1984: 249-282, Menéndez Pidal 1962, Moreno de Alba 1988).

Por lo que concierne a las restantes sibilantes, en las hablas del sur de la Península y de América evolucionan de forma similar, pero no idéntica, a la que hemos visto en el estándar. Así, la pérdida de sonoridad de la /ʒ/ medieval la lleva a fundirse con /ʃ/; por su parte, el lugar de articulación de este fonema se desplaza para evitar la confusión con /s/. Sin embargo, mientras en el estándar el resultado de este desplazamiento ha sido la velar /χ/, el proceso fue más extremo en las regiones que ahora estamos examinando y dio paso a una /h/ laríngea o glotal; así, las formas del español medieval caxa y mexor (esp. mod. caja, mejor) se pronuncian en estas áreas /káha/ y /mehór/. La consecuencia de este resultado es su confluencia con la /h/ procedente de F- latina en las áreas donde esta última sobrevivía (principalmente el campo de la Andalucía occidental y en variedades rurales americanas).