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UN AVANCE EL SIGLO X (931-940) Francisco Suárez Salguero

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UN AVANCE EL SIGLO X

(931-940)

Francisco Suárez Salguero

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Este libro lo ha escrito el Dr. D. Francisco Suárez Salguero, presbítero de la

Archidiócesis de Sevilla, el cual, con su elaboración propia y esmerada, lo pre-

senta teniendo en cuenta que por algunos de los textos que aquí se ofrecen, no

siendo muchos, cabría también considerarse como a modo de editor.

Agradeciendo a cuantas personas documentan al respecto por diversas fuentes

bibliográficas o informáticas.

Por todo ello y para no causar ningún perjuicio, ni propio ni ajeno, queda pro-

hibida la reproducción total o parcial de este libro, así como su tratamiento o

transmisión informática, no debiendo utilizarse ni manipularse su contenido por

ningún registro o medio que no sea legal, ni se reproduzcan indebidamente di-

chos contenidos, ni por fotografía ni por fotocopia, etc.

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A MODO DE PRÓLOGO (O INTRODUCCIÓN)

SOBRE CÓRDOBA ANTIGUA Y MEDIEVAL

A modo de prólogo se recoge lo siguiente como texto del Profesor de Historia Me-

dieval, Doctor José Luis del Pino García, de la Universidad de Córdoba.1

Córdoba cuenta con una notable pero desigual producción historiográfica, El papel

destacado de la ciudad en los primeros siglos de la dominación islámica ha dejado in-

justamente oscurecida su realidad urbana bajo-medieval, precisamente en el momento

en que comenzó a gestarse una imagen de la ciudad que es la que actualmente perdura

en el casco histórico, parte del cual ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad.

Los cronistas y autores musulmanes que escribieron sobre Al-Ándalus nos han trans-

mitido numerosas descripciones y testimonios, especialmente sobre la Córdoba califal,

algunos de ellos tan expresivos que bien podemos afirmar que nuestro conocimiento so-

bre su configuración urbana, al menos para el siglo X, es muy bueno, incluso superior al

que poseemos sobre cualquier otra ciudad europea medieval, excepción hecha de Roma

o Constantinopla, y similar al que tenemos de las grandes ciudades islámicas orientales

como Bagdad o El Cairo.

En Córdoba tenemos el más absoluto protagonismo arquitectónico de su emblemática

mezquita aljama y de su ciudad palatina Madinat Al-Zahra, pero también cuenta su pa-

sado romano.

Desde la etapa republicana romana, Córdoba es una ciudad con tradición, con perso-

nalidad propia y con una larga y fecunda historia urbana. Pese a todo, aún sabemos poco

de la evolución urbanística experimentada en ella. Recientes investigaciones arqueoló-

gicas en su suelo urbano y su entorno, están rellenando las lagunas que teníamos y nos

permiten realizar unas consideraciones sobre los siglos que preceden a la ocupación is-

lámica.

El emplazamiento de Córdoba reunía ciertas condiciones naturales favorables para la

defensa de la población, pues originalmente ocupó la parte más elevada del entorno. En

el año 152 a. de C., Marco Claudio Marcelo propició que se extendiera la ciudad como

una de las más notorias del Imperio Romano en Hispania, aunque la muralla, que en la

cultura romana definía a la ciudad, condicionaba la estructura urbanística interior. Des-

de la fundación quedaba marcada la situación de las puertas y la orientación de los dos

ejes viarios principales: el cardo máximo y el decumano máximo, en cuya intersección

se disponía el foro, a partir de los cuales se establecía también la retícula callejera orto-

gonal.

La muralla fundacional presenta un perímetro de forma poligonal, de unos 2.650 me-

tros adaptados a la topografía aprovechada como defensa, con los escarpes naturales de

los flancos oriental y meridional, así como teniendo en cuenta a occidente el curso del

conocido como arroyo del Moro. En aquella muralla se abrían cuatro puertas a los res-

pectivos puntos cardinales, puertas de las que no existen datos arqueológicos sobre su

1 Obtenido desde las páginas de Internet.

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configuración arquitectónica original. De todos modos, sabemos que dos de ellas se co-

rresponden con las actuales Puerta Osario (norte) y calle Blanco Belmonte (sur). Entre

ellas discurre el cardo máximo. Las otras dos se corresponden con la Puerta Gallegos

(oeste) y la desembocadura de la calle Alfonso XIII (este). Estas dos puertas no se en-

cuentran alineadas, por lo que determinan la existencia de dos decumanos máximos.

Físicamente, la muralla consta de un paramento realizado con sillares almohadillados;

un opus quadratum aparejado en hiladas alternas. Al interior, espaciado en unos 6 me-

tros de la muralla, se dispuso un segundo muro paralelo y perimetral, más estrecho y

bajo, para contener un terraplén. También las excavaciones han documentado al exterior

del lienzo norte la existencia de un foso artificial de 18 metros de anchura y 4 de pro-

fundidad excavado en el terreno y algunas torres de planta semicircular una y de planta

cuadrada o rectangular la otra.

Ya en la etapa imperial (30 a. de C. – 14 d. de C.) Córdoba se fue configurando urba-

nísticamente de un modo que habrá de perdurar durante los primeros siglos de nuestra

era. La Colonia Patricia Corduba fue capital bética por un largo período a partir del año

27 a. de C. En este período se constata la ampliación del recinto amurallado de la ciudad

hacia el sur, hasta prácticamente la orilla del Guadalquivir, incrementando su extensión

en otras 31 hectáreas.

Previamente se habrían reparado las murallas republicanas, seriamente dañadas du-

rante el asedio de Julio César a Córdoba tras la batalla de Munda (17 de marzo del año

45 a. de C.), siendo derribado posteriormente el lienzo meridional, republicano, que

obstaculizaba la ampliación. El perímetro de la ampliación fue de unos 1.700 metros y

la superficie de la ciudad se aproximaba a las 79 hectáreas. Córdoba fue entonces la más

extensa de las ciudades de la provincia Bética, aunque desconocemos algunos datos de

ampliación y de sectores urbanos al respecto.

Las calles construidas en la nueva ampliación y también las de la vieja Corduba (zona

norte) se dotan en estos momentos de cloacas y se pavimentan. La red de saneamiento

se vincula a la construcción del primer acueducto (de Valdepuentes) con que contó la

ciudad.

Córdoba tuvo ya entonces su esplendor, pues se consolidaron y transformaron sus

principales espacios públicos, teniendo crecimiento fuera del recinto amurallado, creán-

dose varios barrios o vici que se organizaron en torno a una red viaria bien definida. Se

construyó un segundo acueducto para el abastecimiento de agua a la ciudad.

La pujanza de Córdoba debió de mantenerse hasta finales del siglo III y comienzos del

IV, cuando se construyó el Palacio de Cercadillas.2 A partir de entonces se inicia un

proceso de decadencia para la ciudad, debido principalmente a la crisis de las institu-

ciones urbanas y en especial a la pérdida de capitalidad de la provincia a favor de His-

2 Se cree que fue un palacio del emperador Maximiano y que se construyó entre los años 293-305.

Los restos arqueológicos fueron descubiertos en 1991 con motivo de las obras de soterramiento del fe-

rrocarril y construcción de la estación del AVE de la ciudad. Debido al apresuramiento con que se de-

seaba finalizar las obras de la estación, buena parte de su superficie se encuentra oculta, tapada en algunos

casos y destruida en otros. La imagen que Cercadilla pretende ofrecer al visitante es la de superposición

de la ciudad moderna y la extensión del yacimiento bajo ella.

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palis durante el siglo IV. Muchas de las áreas públicas se abandonaron entonces, de-

jando de mantenerse las infraestructuras urbanas y de sanearse las cloacas. Los pavi-

mentos de las calles se fueron deteriorando, desapareciendo parte del enlosado. Tam-

bién se produjo un paulatino despoblamiento, tanto en los vici exteriores como intra-

muros. Descendió el número de ciudadanos afincados en terreno urbano y grandes áreas

de la ciudad quedaron sin edificar, utilizadas como huertas o vertederos. A consecuencia

de ello, en el siglo VI nos encontramos con el enterramiento de amplias zonas en el in-

terior del recinto amurallado, especialmente en el sector norte de la ciudad.

Yacimiento de Cercadilla, Córdoba

Igualmente, desde el siglo IV al VI, se produjo una retracción del espacio urbano ha-

bitado al sur del recinto amurallado, junto al Guadalquivir, quizás debido a motivos es-

tratégicos, hasta el punto de ser en esa zona donde se ubicará el palacio del gobernador

visigodo en el siglo VI y el principal complejo basilical cristiano, la iglesia de San Vi-

cente, cuyos restos se localizan bajo la Mezquita.

Los centros de poder político y religioso se trasladan desde el antiguo foro y el Pala-

cio de Cercadillas, en gran parte arrasado durante el siglo V y definitivamente a media-

dos del VI, a este sector, manteniéndose allí a lo largo de toda la Edad Media. De la Co-

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lonia Patricia Corduba, aparte de las ruinas empleadas como canteras, no quedará ya ni

el nombre, aunque buena parte de ese palacio se reutilizará como centro de culto cris-

tiano con la basílica monástica de San Félix y San Zoilo y como cementerio entre los

siglo IX y X.

Tras aquel período en el que Córdoba mantuvo un papel secundario respecto a otras

ciudades hispanas en la consolidación y desarrollo de la monarquía visigoda, la ocu-

pación islámica de la Península Ibérica supuso a medio plazo una recuperación de su ur-

banismo que se encontraba muy deteriorado en el año 711.

El relato de la toma de la ciudad por Mugit al-Rumi, lugarteniente de Tarik, muestra la

situación decadente de la ciudad durante el final del reino visigodo. Se plasma el pre-

cario estado en que se encuentra la muralla y el propio puente romano, una excelente

obra de ingeniería esencial para la comunicación con el resto de centros urbanos visigo-

dos.

A partir del año 717 comienza con creces la recuperación del esplendor de Córdoba,

sin que sepamos responder con certeza a qué se debió que se convirtiera en la capital de

Al-Ándalus, pero sí podemos decir que, entre otros factores, influyó el siguiente: Que se

halla a orillas del Guadalquivir, bastante céntrica entre el oriente y el occidente penin-

sular, siendo ciudad grande, de renombre y antigua, de buen agua y agradable clima, de

veranos calurosos pero sanos. Córdoba se rodeará, como siempre, de buenos huertos,

olivares y otros cultivos entre tierras pobladas.

Córdoba era también ciudad más segura que Sevilla, donde vivían muchos partidarios

de Abdalaziz, que fue asesinado por orden del califa de Damasco.

Durante aquella primera etapa de ocupación islámica, conocida como valiato, bajo la

administración de los gobernantes dependientes de Damasco, apenas se documentan

grandes obras en la ciudad, que mantiene la población concentrada en el interior del re-

cinto amurallado, coincidente, en línea generales, con el de la ciudad romana altoimpe-

rial.

Una de las primeras actuaciones acometidas por el nuevo poder político fue la ocupa-

ción efectiva de los antiguos espacios de poder, concentrados en la parte meridional, en

el Alcázar, y fuera del recinto amurallado de la ciudad, caso de la antigua residencia

propiedad del rey visigodo, en torno a la cual, a occidente, se desarrollará uno de los

primeros arrabales islámicos.

Al margen de eso, el lento proceso de islamización de la topografía urbana se inició

fuera del perímetro amurallado con la fundación de un cementerio en la alquería de Sa-

qunda (años 719-720) que se convertirá en una de las principales áreas funerarias de la

ciudad durante la ocupación islámica.

Luego vino el emirato independiente (años 756-929). La entronización de Abderra-

mán I (año 756) como emir de Al-Ándalus en Córdoba supone desde el punto de vista

político el establecimiento en el país de la dinastía Omeya, que había perdido su hege-

monía en Oriente.

La decisión de mantener la capitalidad en Córdoba conlleva la adopción de un progra-

ma arquitectónico y urbanístico gradual, materializado, según fuentes escritas y arqueo-

lógicas, tanto dentro como fuera del espacio intramuros de la antigua ciudad. Se repa-

raron las murallas y se reforzaron las defensas. Tras las revueltas del año 818, Alhakén I

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rodeó de fosos la ciudad. Hisham I reparó el puente añadiéndole algunos contrafuertes.

Abderramán I restauró el Alcázar (año 785) y Abderramán II hizo considerables re-

formas en su interior, haciéndole llegar el agua de la sierra. Su hijo Mohamed I continuó

remozándolo. Abd Allah le añadió nuevas dependencias, construyéndole la Puerta de la

Justicia, en la que semanalmente se sentaba celebrando audiencias. También se funda-

ron oratorios islámicos, como la mezquita que actualmente ocupa la iglesia de San Juan

de los Caballeros, cuyo alminar es de finales del siglo IX y comienzos del siglo X. Sur-

gieron igualmente algunas almunias, arreglándose caminos e infraestructuras por todas

partes.

La muralla islámica de Córdoba es de entre los siglos VIII-X y está documentada en

las fuentes textuales de hacia el año 711. El perímetro de esa muralla se mantuvo sin

cambios al menos hasta el siglo XI. Encerraba un recinto, ya definido desde la época de

Octavio Augusto, que tenía forma de polígono irregular de seis lados, alargado en sen-

tido norte-sur, en cuyo interior se construiría el Alcázar, defendido también por altos

muros. A ese recinto lo llamaron los musulmanes Medina o Alcazaba.

Lógicamente, la muralla de la ciudad fue objeto de sucesivas restauraciones, como la

emprendida en el año 766, pero no sufrió alteraciones significativas en su trazado. Las

características constructivas de la muralla, restaurada y reedificada a lo largo de todo el

período islámico, no resultan fáciles de definir, si bien hay que aceptar el empleo inicial

de la sillería, tal como consta por alguna documentación y referida a diversos tramos.

A Córdoba se accedía por 7 puertas situadas en la muralla. Están documentadas con

sus nombres en las fuentes hispanomusulmanas:

Puerta del Puente (Bad al-Qantara): emplazada en el lienzo meridional de la muralla y

junto al puente sobre el Guadalquivir. Se la conoce también como Puerta del río, de Al-

geciras y de la Estatua.

Puerta de Hierro o de Zaragoza (Bab al-Hadid): puerta mozárabe de la pescadería, en

el ángulo suroriental de la medina.

Puerta de Toledo o de Roma (Bab ibn Abd al-Chabbar): puerta mozárabe conocida

también como de San Salvador, en el lienzo este de la muralla.

Puerta de los Judíos (Bab al Yahyh): llamada también Puerta de León, de Talavera o

mozárabe como Puerta Osario, en el lado norte de la muralla.

Puerta de Gallegos (Bab amir al-Qurashi): en el lienzo occidental, que fue abierta por

orden del primer califa cordobés, Abderramán III, para salir al cementerio del mismo

nombre y para tomar la ruta que conducía a Madinat Al-Zahra.

Puerta del Nogal o de Badajoz (Bab al-Chautz): actual puerta de Almodóvar en el lado

occidental de la muralla.

Puerta de los Especieros (Bab al-Attarin): también llamada Puerta de Sevilla, empla-

zada entre la actual calle Caballerizas Reales y hacia el espacio de una torre emplazada

más al sur. No se debe confundir con la actual Puerta de Sevilla.

Esos accesos eran rectos y flanqueados por torres. La única innovación técnica en las

puertas de la medina que señalan los textos (año 914) y se refiere a la aparición de un

dispositivo de puertas interiores en correspondencia con las exteriores.

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El Alcázar3 estaba ubicado muy cerca de la mezquita aljama, albergando no sólo zo-

nas de residencia y de representación para los gobernantes sino también edificios dedi-

cados a la administración central, viviendas para los funcionarios y servidores palati-

nos, áreas ajardinadas y de recreo y la Rawda o panteón real.

El perímetro del Alcázar tenía una longitud aproximada de 817 metros y una exten-

sión de unos 39.000 metros cuadrados, casi cuatro hectáreas, lo que supone aproximada-

mente un 5 % de la ciudad.

Durante la etapa Omeya fue objeto de diferentes procesos de reformas y construccio-

nes, imposibles de evaluar. Según las fuentes, los edificios o pabellones aparecen nom-

brados con denominaciones de variada significación: el Honrado, el Perfecto, el Reno-

vado, el Alcázar del Parque, el Jardín, el Brillante, el Amado, entre otros.

Más tarde (entre los años 1183-1190), con los almohades, se edificará un nuevo alcá-

zar que se conocerá como Castillo de la Judería.

Las fuentes sobre el Alcázar nos hablan de 6 puertas, de las cuales nos resultan loca-

lizables 4 de ellas:

Puerta de la Azuda (Bab al-Sudda): era la puerta principal y más grande del palacio,

famosa por su azotea y cercana al puente, quizás junto al molino de la Albolafia. Se

encontraba en el muro sur del Alcázar, junto o al lado de la explanada y el arrecife o

camino empedrado en tiempos de Abderraman II. Desde la azotea, los soberanos con-

templaban la explanada contigua que existía entre el Alcázar y el río, en la cual, a veces,

se realizaban desfiles militares y se exhibían los cadáveres de los enemigos.

Puerta de los Jardines (Bab al Yinan): abierta también en el muro sur, aunque más al

oeste que la anterior.

Puerta de la Justicia (Bab al-Adl): en el lado este del Alcázar. Se ignora si esta puerta

es la misma que la conocida como Puerta de la Aljama o la llamada Puerta del Sabat.

Puerta del Baño (Bad al Hammam): en la muralla norte del palacio, y más concreta-

mente en algún punto comprendido entre el Campo Santo de los Mártires y los Jardines

de la Biblioteca Pública.

A partir del año 1009 y entre los siglos XI-XIII, podemos enumerar otras murallas.

Desde el año 1009, la nueva fitna propicia el saqueo, incendio y destrucción de la aglo-

meración urbana en varias ocasiones. Quizás fue entonces cuando se procedió a cons-

truir defensas en los arrabales de la ciudad, rodeándolos de fosos y murallas. El alcance

de este último y precipitado programa defensivo, previo a la desintegración del califato,

tal vez fue muy limitado, no sólo por su escasa efectividad, pues todos los arrabales de

poniente y de la zona norte fueron destruidos, sino porque no hay constatación arqueo-

lógica de la existencia de importantes defensas, a pesar del creciente número de excava-

ciones practicadas en esos arrabales, que sólo muestran unas pequeñas cercas delimita-

doras más que defensivas.

3 En el recinto amurallado del Alcázar cordobés estuvieron al parecer ubicados los espacios que hoy ocu-

pan el antiguo Palacio Episcopal, el Alcázar de los Reyes Cristianos, el Seminario de San Pelayo, la Bi-

blioteca Pública Provincial, el Campo Santo de los Mártires y las calles Amador de los Ríos, Tomás

Conde, Fleming y Caballerizas Reales.

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Tras la quiebra del califato, la ciudad sufrió un repliegue drástico sobre los límites

amurallados de la vieja medina y los arrabales de la zona oriental, que son los únicos

que no fueron afectados por los procesos de saqueo. Pero debió de ser a partir de la

conquista castellana de Toledo por Alfonso VI (1085) cuando la posición de Córdoba en

primera línea de frontera hizo acuciante la necesidad de disponer de mejores defensas

para la ciudad que vinieron acompañadas de nuevos elementos como el antemuro y las

puertas en recodo. En virtud de ese nuevo programa defensivo se cercó una amplia

zona, la Ajerquía,4 al este de la ciudad, delimitando un recinto de 126 hectáreas que du-

plicó la superficie amurallada de la ciudad hasta entonces, englobando no sólo a los

arrabales de este sector sino también amplios espacios de reserva.

A los almorávides, dueños de la ciudad desde 1091, se atribuye la cerca de La Ajer-

quía, aunque es posible que parte de la misma hubiese sido construida durante el perío-

do taifa. La nueva muralla se hizo tapial, levantada sobre un zócalo de mampuestos re-

gulares y cimientos de sillarejos de piedra. Este tipo de basamento aparece bien docu-

mentado en las excavaciones realizadas en la Avenida de las Ollerías y en la Ronda del

Marrubial, aunque no así el tapial, que ha desaparecido, perteneciente el tramo emer-

gente de la última zona referida a la reconstrucción bajomedieval cristiana (siglo XIV).

Sería esa imagen de la ciudad la que contemplara Al-Idrisi en el siglo XII. Según este

conocido geógrafo, Córdoba estaba compuesta entonces por “cinco villas continuas, ro-

deada cada una de murallas de murallas que la separan de las otras”. Los espacios

fortificados, distintivos de una ciudad polinuclear, serían: Ajerquía, Medina, Alcázar,

recinto situado entre el Alcázar y el Arroyo del Moro y recinto ubicado al otro lado del

mencionado arroyo.

Tratemos acerca de las puertas de La Ajerquía. Y lo primero que tenemos que decir es

que tenemos problemas a la hora de determinar su número tanto como su localización.

Los textos sólo permiten consignar el nombre de 3 puertas, sin que podamos precisar la

ubicación: Bab al-Faray, Bab Abbas (Puerta de Baeza), Bab al-Yahdid (Puerta Nueva).

En cuanto a los sectores urbanos de la medina hemos de señalar que se observa una

primera jerarquización del viario urbano determinada por los ejes que unían entre sí las

diferentes puertas. En Córdoba, estas calles principales que parten de las puertas aún

conservan cierto recuerdo de la traza viaria urbana de entonces, de modo que, en lugar

de perderse en la maraña del corazón de la medina, configuran ejes articuladores del es-

pacio urbano desde unos extremos a otros. La principal de ellas, según Ibn Hawqual,

unía la actual Puerta Osario con la Puerta del Puente, pasando entre el Alcázar y la

mezquita aljama. En buena parte de su trazado seguía el viejo cardo máximo de la Co-

lonia Patricia. Estas calles, además de constituir las principales arterias de la medina,

sirvieron, tras la conquista cristiana, para vertebrar collaciones o distritos parroquiales.

A partir de estos ejes viarios principales se dispondría de un dédalo de calles secunda-

4 La Ajerquía (o Axerquía), en Córdoba, se llamaba así por estar situada al este de La Medina musul-

mana, ocupando por tanto el núcleo histórico oriental de la ciudad. En sus calles aún podemos apreciar el

bullicio de los días de mercado, reminiscencia de la Edad Media, y el ajetreo de los artesanos que se

reunieron, y aún se reúnen en esta zona. Paseando por La Ajerquía el visitante descubrirá el sabor de una

de las zonas con más tradición de Córdoba.

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rias destinadas tanto a unirlos entre sí como a delimitar las manzanas del caserío. De

longitud y anchura muy variables, muestran por lo general un trazado mucho menos rec-

tilíneo que las calles que unían las puertas, con frecuentes cambios de dirección y en-

sanches. De ellas parten numerosos callejones que penetran en el corazón de las man-

zanas con la exclusiva finalidad de articular el acceso a las unidades domésticas. Son los

conocidos adarves. Abiertos a una calle, de la cual se aíslan por la noche mediante una

puerta, su anchura se reduce con frecuencia a medida que penetran en el interior de la

manzana.5

Podemos indicar unas especiales características en la ocupación de la ciudad: la zona

norte, que ocupaba la parte superior de la ciudad romana de la época altoimperial (la

urbs quadrata), en la que se ubicaban grandes residencias urbanas de la aristocracia cor-

dobesa y de la propia familia de los soberanos, lejos del núcleo político, administrativo,

religioso, judicial y económico. Localizado en la fachada meridional de la ciudad, junto

al río, está el espacio que se corresponde con la ampliación urbana de los tiempos de

Octavio Augusto.

El sector urbano de mayor importancia pública era la mitad meridional, donde se ubi-

caban el Alcázar, la mezquita aljama, la Alcaicería, los principales mercados o zocos de

la ciudad y los mesones. Constituía este sector el auténtico centro urbano de la Córdoba

islámica.

Se fueron originando los arrabales. Al igual que en tiempos romanos, la Córdoba islá-

mica comenzaría pronto a rebasar los límites amurallados de la medina, tanto con ce-

menterios como con arrabales. En estos últimos habitaría inicialmente la población cris-

tiana o mozárabe y con posteridad la creciente masa de los musulmanes de la ciudad.

Para la configuración de un arrabal observamos indefectiblemente la existencia de un

foco de atracción que actúa como elemento aglutinador: en unos casos será una almunia

(Al-Rusafa), un centro de culto (basílica de San Acisclo, o mezquita), en otros, la pro-

ximidad a través del puente y de una puerta a la mezquita aljama y al Alcázar (Sabular y

Saqunda) o la existencia de una gran propiedad con su palacio (Balat Mugit).

Estos primeros arrabales, muchos de los cuales muestran un origen cristiano o mozá-

rabe, parecen haberse desarrollado de un modo espontáneo, absorbiendo el incremento

demográfico de la capital de Al-Ándalus. En algunos casos (Sabular, Saqunda) acogie-

ron desde momentos tempranos a una importante población musulmana, en tanto que en

otros su carácter cristiano parece haberse mantenido hasta bien avanzado el siglo X.

Desde un momento temprano, estos arrabales se debieron de dotar de aquellos equi-

pamientos comunitarios precisos para su desenvolvimiento. Y es aquí donde los emires

cordobeses, a través de sus propias obras pías y de las de miembros de su familia (es-

posas, concubinas) y de otros altos cargos vinculados a ella, tuvieron campo para inter-

5 El “Plano de los franceses”, de 1811, primer callejero de que disponemos para la ciudad, muestra que

en la Córdoba islámica los adarves fueron especialmente frecuentes en su parte meridional, en el entorno

de la mezquita aljama, donde hace pocos años se contabilizaban más de una treintena, mientras es signi-

ficativa su escasez en la parte norte, precisamente en la zona donde tras la conquista cristiana se registrará

una escasa población y la presencia de huertos, corrales y otros espacios no edificados hasta momentos

avanzados.

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venir. Fueron fundamentalmente las mezquitas y los cementerios el objeto favorito de

estas fundaciones, que si por un lado venían a dar respuesta a una necesidades ya exis-

tentes, por otro actuaron como un importante factor en el futuro desarrollo de los arra-

bales, alguno de los cuales llegaron incluso a dar su nombre.

Los arrabales se fueron desarrollando. El más antiguo fue el cementerio y arrabal de

Saqunda, localizado al otro lado del río, en el interior de su meandro. El cementerio fue

acondicionado por el gobernador Al-Samh (año 720), en tanto que el arrabal, que había

experimentado un notable crecimiento tras la reconstrucción del puente por Hisham I, (a

finales del siglo VIII), sería arrasado por las tropas del emir Alhakén I durante la lla-

mada revuelta del arrabal, prohibiéndose en adelante que volviera a ser poblado.

La mayoría de los arrabaes de la época emiral constituían pequeños núcleos de pobla-

ción con bajo nivel de urbanización, dispersos alrededor de la medina y alternando con

cementerios, algunas almunias y por un paisaje dominado por huertas.

La gran expansión de los arrabales de Córdoba se corresponde con el siglo X. En este

momento, la mayor parte del entorno inmediato a la ciudad queda convertido en un es-

pacio densamente urbanizado que rompe, ya de un modo total, el concepto de ciudad

que había imperado en la antigüedad. La medina, pese a conservar sus funciones reli-

giosas y políticas y pese al simbolismo que aún mantienen las murallas, acaba convir-

tiéndose en una parte más de una aglomeración urbana que se encuentra en línea con las

grandes ciudades del oriente islámico.

Ibn Baskuwal, historiador andalusí que vivió en el siglo XII, nos ha transmitido una

lista de 21 arrabales de la capital de Al-Ándalus anteriores a la desintegración del cali-

fato, de los cuales sitúa 9 en el sector occidental, 3 en el septentrional, 7 en el oriental y

2 en el meridional.

Aunque por el momento no estemos en condiciones de evaluar los ritmos y fases con-

cretas de ese proceso de transformación urbanística, sí se puede vislumbrar el resultado

final, que no es otro que la conformación de un tejido, en parte urbano y en parte sub-

urbano, en el que se alternan áreas domésticas con equipamientos domésticos (zocos y

mezquitas), amplias necrópolis, instalaciones estatales. Y todo ello dentro de un terri-

torio estructurado por una red de caminos, en buena parte de origen romano.

Tras la desintegración del califato, la ciudad quedará circunscrita a la antigua medina

y a una parte del arrabal de la Ajerquía, encerrados, desde la primera mitad del siglo

XII, por una muralla que experimentará transformaciones a lo largo de los siglos si-

guientes o de la Baja Edad Media.

Estos núcleos de población adquirieron progresivamente un aspecto más urbano, per-

diendo sus anteriores connotaciones periurbanas. A un patrón inicial caracterizado por

unidades domésticas distribuidas en un medio dominado por huertas y tierras de labor

va sucediendo otro, impelido por el progresivo incremento demográfico de la ciudad en

el que el espacio edificado se hace más denso, especialmente a lo largo de los principa-

les caminos, acabando por tejer una auténtica maraña que dará a la Córdoba de la se-

gunda mitad del siglo X el aspecto de aglomeración urbana que nos transmiten las cró-

nicas escritas.

La red de caminos heredados de época romana tuvo una especial relevancia tanto para

la articulación de los arrabales como para la relación con la medina. Estos caminos pro-

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gresivamente transformados en calles a medida que avanzaba la urbanización, consti-

tuyeron la espina dorsal de la aglomeración urbana cordobesa, confluyendo a las diver-

sas puertas de la medina y creando una red jerárquica con el viario que, partiendo de

ellas, estructuraba los diferentes barrios. Del mismo modo, en sus inmediaciones o junto

a ellas, se ubicaban los principales equipamientos necesarios para la vida de los arra-

bales: mezquitas, zocos y cementerios.

En los arrabales occidentales se encuentran todos los niveles de génesis y transforma-

ción de estos espacios públicos, que en última instancia responden a dos modelos:

En el primer caso, la calle se configura con un trazado sinuoso que se adapta a la irre-

gularidad de las parcelas edificadas, con estrechamientos y quiebros que le confieren un

aspecto parecido al que se observa en la medina. Responde a un proceso de urbaniza-

ción y edificación no planificado a priori, sino resultado de la iniciativa individual que

se evidencia en un crecimiento plurinuclear, sobre pequeñas parcelas en las que a me-

nudo se manifiesta la coexistencia de espacios domésticos con áreas destinadas a acti-

vidades artesanales y con huertas. En los barrios así conformados, no se detectan in-

fraestructuras comunitarias de evacuación de aguas residuales, quedando estas circuns-

critas al ámbito estrictamente privado mediante el empleo de pozos negros y fosas sép-

ticas. Son éstos igualmente los que muestran una cronología más dilatada y una mayor

complejidad en la interpretación de su registro arqueológico.

En el segundo modelo, hallamos trazos originales rectilíneos y regulares que confor-

man grandes manzanas en las que se disponen parcelas sensiblemente regulares. Con

todo, también aparece el proceso de intrusión de los vecinos sobre el espacio público.

Nos hallamos ante un proceso dirigido por lo que podríamos calificar de “promotores

inmobiliarios” que proceden a la parcelación, apertura de viario, dotación de infraes-

tructuras comunitarias e incluso a la construcción de los inmuebles. Consecuentemente,

es posible que parcelaciones y edificaciones de viviendas por parte de los altos digna-

tarios se tradujeran en una mayor regularidad urbana y en una cierta estandarización de

las viviendas, muchas de las cuales es posible que estuvieran destinadas no a la venta

sino al alquiler.

Los trabajos arqueológicos están permitiendo conocer mejor la ordenación urbanística

de los arrabales, que presentan un trazado jerárquico de calles regulares que en algunos

casos disponen de una infraestructura de aguas residuales, grandes espacios abiertos y

pavimentados que cabría interpretar como zocos o mercados de arrabal, casas de variada

planta, pero siempre articuladas en torno a un patio central, mezquitas y cementerios.

Las calles de los arrabales, tanto las principales como las secundarias y los adarves, no

responden por lo general a ninguna forma preestablecida en cuanto a su trazado, an-

chura, pavimentación o infraestructura.

Es muy frecuente que las calles, y especialmente los adarves, no mantengan una an-

chura homogénea, mostrando numerosos entrantes y salientes que no sólo se deben a la

apropiación de espacio público por parte de los particulares, sino también a que las ca-

lles deben adaptarse a la disposición, en muchos casos previa, de las fachadas de las ca-

sas o incluso de las parcelas sobre las que posteriormente se edificará.

Estas calles, de anchura variable, en algunos adarves de poco más de un metro y más

de diez en otros, debieron de acoger tanto el tránsito de personas, bestias de carga y

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mercancías, como actividades comerciales. Zocos, más o menos extensos, dispuestos en

determinadas calles y en pequeñas plazas conformadas por la intersección de éstas o en

un ensanchamiento puntual, permitirían a los habitantes de estos arrabales aprovisio-

narse de los productos de primera necesidad. No obstante, es posible que existieran zo-

cos más amplios, dispuestos en plazas de mayores dimensiones.

Por otra parte, las intromisiones sobre el espacio comunitario de las calles son espe-

cialmente frecuentes, con tenderetes, saledizos y pozos negros abiertos en las mismas y

sobre las que vierten sus residuos las casas vecinas. La razón de esta práctica se basa en

la preeminencia absoluta dada por los juristas malikíes al derecho de uso, mediante el

cual cada vecino es libre de usar como estime oportuno sus propios bienes acondicio-

nando su espacio doméstico incluso haciendo intrusión sobre la calle, con la única limi-

tación de no perjudicar el derecho legítimo de los transeúntes. Y además al propietario

le asiste el derecho de usar el espacio libre próximo a la fachada de su casa para atar sus

animales, cargar o descargar mercancías, ejercer una actividad comercial e incluso de-

positar sus basuras o ubicar sus letrinas.

En cuanto al abastecimiento de agua, a diferencia de la época romana, que llegó a ser

nutrida por tres acueductos, la ciudad islámica no parece haber contado con un sistema

regular de traídas de agua, lo que ha sido interpretado como falta de interés de los pode-

res públicos por el abastecimiento comunitario de agua. De hecho, los qanats6 de que

nos hablan las fuentes documentales se orientan siempre a la provisión de agua al Al-

cázar, a las almunias y a la mezquita aljama.

Ante la inexistencia de fuentes (la única referenciada aparece en el ángulo nordeste

del Alcázar), el abastecimiento privado debió de efectuarse por medio de pozos. Para

ello se contaba con la riqueza de los acuíferos existentes bajo los terrenos cuaternarios

en que se asienta la ciudad. La disponibilidad de acceso al nivel freático, situada a una

media de 7 a 9 metros, explica la multiplicación de los pozos ubicados en los patios de

las casas, tanto en la medina como en los arrabales. Por lo general se trata de pozos cir-

culares, con un diámetro de boca de entre 60 y 90 centímetros, siendo excepcionales los

pozos cuadrados.

6 El qanat es una estructura, utilizada en zonas áridas, que aprovecha el agua subterránea de las colinas

para irrigar el llano colindante.

En primer lugar se cava un pozo principal (o pozo madre) sobre una colina, hasta alcanzar un acuífero o

similar fuente de agua subterránea, cuya presencia es reconocible por la humedad de suelo. Luego se

construye un túnel casi horizontal desde el pie de la colina hasta la fuente de agua. Debe poseer un ligero

declive, para permitir el descenso del agua, por un lado, y su control y racionamiento, por el otro. Cuanto

más largo es el qanat, menor debe ser su declive.

Aparte del pozo madre, se cavan pozos secundarios que unen el túnel horizontal con la superficie. Su

objetivo es proveer ventilación para su construcción y mantenimiento, así como vía de acceso para los

trabajadores, y de salida para la tierra retirada.

El agua desemboca generalmente en forma de cascada, y puede ser contenida por medio de represas y

pequeñas lagunas artificiales. Desde allí, canales de riego llevan el agua hacia el área cultivable.

Debido a su (por lo general) carácter subterráneo, que previene la evaporación, el qanat es útil para

transportar el agua a largas distancias, de hasta 70 km. Algunos tipos de qanat que utilizan zanjas pro-

fundas en lugar de túneles sólo se aplican para distancias más cortas.

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Corte transversal de un qanat

Consideración especial merecen los pozos de noria, de planta elíptica y sólo excepcio-

nalmente vinculados a contextos domésticos, asociándose por lo general a huertas y jar-

dines, al igual que las albercas.

Otra forma de provisión del agua es su almacenamiento en aljibes, mucho más escasos

pero también documentados.

Una última forma de obtención del agua debió ser su adquisición a aguadores, lo cual

tendría su constatación arqueológica en los grandes contenedores cerámicos destinados

a su almacenamiento.

Fueron relevantes los baños. Como es conocido, el agua, se usa para la limpieza e hi-

giene corporal, siendo indispensable, mediante las abluciones, a la hora de realizar las

oraciones.

Aunque no tengamos noticias de la identificación arqueológica de baños periurbanos,

eran muy abundantes en la ciudad, si bien en las elevadas cifras que se dan debían estar

comprendidos tanto los públicos como los privados. Por los conocidos en la medina y

en la Ajerquía tras la conquista cristiana, podemos deducir que se situaban en las calles

próximas a las mezquitas. Su arquitectura y funcionamiento obedecían a las directrices

más puramente clásicas o romanas. Un vestuario, una sala de agua caliente, otra tem-

plada y otra fría, junto con bañeras individuales en ocasiones, conformaban estos edifi-

cios, cuyo sistema de calentamiento se basaba en hornos subterráneos alimentados con

leña. Su cubrición solía hacerse con bóvedas diversas en las que había múltiples, a veces

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en forma de estrella, tapados con piezas de cristal de colores, que podían retirarse desde

fuera para regular la temperatura de cada sala.

En el interior de la medina cordobesa, descuellan los llamados “baños califales”, lu-

gar en el que se ubicaba en época omeya andalusí parte del Alcázar.

Hablando de las casas, podemos señalar que en Córdoba se dio una continuidad “físi-

ca” entre casas romanas y casas islámicas, aunque la falta de suficientes datos ar-

queológicos no permite conocer con precisión el desarrollo de las adaptaciones y trans-

formaciones, máxime cuando carecemos de información de esa arquitectura doméstica

entre los siglos V y VIII.

Por otra parte, los datos arqueológicos para época emiral son por ahora demasiado

fragmentarios como para poderlos comparar con los del siglo X, en tanto que para las

etapas ulteriores a la desintegración del califato, sólo volvemos a encontrar una docu-

mentación arqueológica coherente a partir del último tercio del siglo XII.

Un rasgo fundamental de la casa islámica es su carácter introvertido, el estar diseñada

de dentro a fuera, a partir de la construcción de un muro medianero que asegure la no

visión desde el exterior e imposibilite el acceso de intrusos, y la configuración del patio,

en torno al cual se abre las habitaciones en número acorde a las necesidades familiares.

Para su construcción se empleaban materiales reutilizados de otras construcciones, algu-

nas de ellas antiguas ya arruinadas y en muchos casos soterradas.

También se emplearon materiales de primera utilización que fueron extraídos de di-

versas fuentes de aprovisionamiento y elaborados para su empleo en la construcción:

piedra caliza (sillares y sillarejos), lajas de pizarra, cantos rodados, mampuestos, cal, la-

drillo, teja y madera fueron los materiales más utilizados.

De las técnicas edilicias podemos decir que antes de construir muros y paredes, se

hacen las cimentaciones, las cuales presentan una anchura entre 50 y 70 centímetros pa-

ra los muros maestros y en torno a 35-40 para los de compartimentación.

Suele realizarse mediante la apertura de una zanja que profundiza hasta alcanzar te-

rreno firme, que en los arrabales consiste en las arcillas cuaternarias localizadas en torno

a los 50 centímetros de profundidad.

A continuación, la zanja, se rellena con mampostería y cantos rodados. El empleo ma-

sivo o exclusivo de sillería es excepcional.

Sobre la cimentación puede alzarse directamente el muro o un zócalo de 40 a 60 cen-

tímetros de altura, construido en mampostería, sillarejo o sillares. En estos zócalos era

frecuente reforzar la mampostería, en las jambas de las puertas y en los ángulos, con

machones de sillares, trabados simplemente con barro.

Los muros exteriores se levantan con tapial de muy diversas calidades, aunque carac-

terizados por la ausencia de cal. Esta baja calidad de los tapiales obliga a revocar las

paredes, tanto al exterior como al interior, con una capa de arcilla más fina, a conti-

nuación encalada.

También es relativamente frecuente que sobre los pavimentos se levanten tabiques,

generalmente de adobe y mampostería, destinados a la compartimentación de estancias.

En lo que respecta al número de plantas, por lo general debían contar con una sola, no

habiéndose documentado arqueológicamente el arranque de escaleras que permitan

plantear la construcción de una segunda planta, aunque en muchas de las excavadas en

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los arrabales, el grosor y las características edilicias de los muros de algunas crujías

permitirían su existencia.

Al exterior suelen presentar una sola puerta, ubicada en uno de los ángulos de la fa-

chada y abierta preferentemente a un adarve que a una calle de tránsito. En ocasiones

suele presentarse una segunda puerta, vinculada a una cuadra o a una habitación desti-

nada a una actividad artesanal o comercial, aunque en Córdoba es infrecuente.

La puerta de las casas da acceso al zaguán, pieza que actúa de intercomunicado entre

el ámbito público de la calle y el privado y doméstico de la casa. El zaguán es una ha-

bitación por lo común de pequeñas dimensiones, con puertas no enfrentadas para im-

pedir la visión directa, desde la calle, del interior del patio. En los casos excavados,

suelen estar pavimentados con lajas de caliza o con baldosas cerámicas. En una o en va-

rias de las paredes puede presentar un banco corrido, actuando como recibidor e incluso

como ubicación de algún tipo de actividad artesanal. En ocasiones, puede aislarse de él,

mediante un ligero tabique, un espacio donde se ubica una letrina.

En cuanto a los patios: por lo general, las casas urbanas sólo poseen un patio interior

que representa la matriz y el centro de la vivienda. Cumple con una función social, al

tiempo que otra de carácter funcional y ecológica. Al abrirse a él todas las habitaciones

de la casa, actúa como nexo e intercomunicador entre las distintas dependencias, a la

vez que permite su iluminación y ventilación. Al mismo tiempo, y en unión del empleo

de materiales de construcción tradicionales, propicia un correcto intercambio entre el

subsuelo y la atmósfera, cumpliendo una función microclimática al suavizar las tempe-

raturas mediante la generación de corrientes de convección.

Hay diversos tipos de patios, estando la planta de cada uno de ellos condicionada en

parte por la forma original de la parcela y por las agregaciones o segregaciones poste-

riores, pudiendo ser de forma rectangular e incluso trapezoidal. Puede tener andén o ca-

recer del mismo.7

El patio sin andén puede no tener pavimento y en este caso el piso está formado por

una capa de tierra sin ningún tipo de tratamiento; o estar pavimentado. El pavimento es-

tá constituido generalmente por una capa de tierra batida con un contenido variable de

cal, dispuesta sobre una preparación de gravilla destinada a facilitar el drenaje. Menos

frecuentes son pavimentos de lajas de piedra.

El patio con andén, de anchura variable, que oscila entre poco más de 50 centímetros

y un metro, por lo general no suele sobreelevarse más de 20 centímetros por encima del

piso del patio. El andén puede ser lateral, dispuesto en uno, dos o tres lados del patio

perimetral y de crucero (a partir del andén perimetral se proyecta uno o dos andenes ha-

cia el centro del patio), generalmente hasta alcanzar el pozo u otra estructura hidráulica

allí ubicada (pileta o alberquilla).

Junto al patio se disponen las habitaciones, siendo la principal estancia de la casa la

que constituye una gran sala rectangular situada por lo general en la crujía norte o en la

sur. En algunas casas aparecen dos salas, situadas invariablemente una enfrente de la

7 Espacio pavimentado periférico que genera un área de circulación a un nivel sobreelevado respecto al

suelo terrizo del patio.

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otra y con sus puertas respectivamente orientadas al sur y al norte para ser utilizadas en

invierno y en verano.

Estas salas no presentan una funcionalidad preestablecida, se usan indistintamente pa-

ra comer, dormir, realizar tareas domésticas o recibir a invitados. Esta polifuncionali-

dad se traduce en la ausencia de mobiliario, reducido por lo general a algunas arcas.

Para el almacenamiento de viandas y enseres, se suelen emplear alacenas abiertas en la

pared, en tanto que para sentarse a comer se usan alfombras, mantas, esteras y cojines

que se disponen sobre el suelo y a continuación se recogen.

Las salas se abren al patio mediante una puerta por lo general dispuesta en el centro de

la pared, y que puede ser de uno o dos vanos. En contados casos se documenta la exis-

tencia de un pórtico ante la sala, que crea un espacio de transición respecto al patio al

tiempo que lo embellece.

Se documentan dos tipos de salas: sala rectangular sin espacio compartimentado y sala

compartimentada mediante tabiques que generan una o dos alcobas laterales, de redu-

cidas dimensiones y cuyo pavimento puede estar a la misma altura que el de la sala o

ligeramente sobreelevado con la función de disponer sobre él las esteras y colchones.

Los pavimentos de estas salas, al igual que el de las alcobas, cuando aparecen dife-

renciadas suelen ser de mortero de cal pintado a la almagra. En ocasiones se documen-

tan pavimentos de losas de cerámica.

En época califal, estos espacios suelen concentrar igualmente la escasa decoración que

se aplicaba a los conjuntos domésticos. Esta decoración suele consistir en un zócalo pin-

tado de color rojo almagra, con una altura de unos 60 centímetros, y que contrasta con el

simple encalado de las paredes. En ocasiones, este zócalo muestra sencillos motivos de-

corativos consistentes en bandas y listeles de pintura de color blanco o crema que re-

saltan la horizontalidad del zócalo frente a la verticalidad de la puerta o de posibles ala-

cenas o nichos abiertos en la pared.

Sobre los espacios culinarios no se posee demasiada información arqueológica ni do-

cumental. No se documentan espacios especializados funcionalmente identificables co-

mo cocinas y con un doble compartimiento en un área de almacenamiento y en otra de

“fuego”.

En las casas cordobesas de época califal lo más que se comprueba es la existencia de

estructuras de combustión, consistentes en una torta de arcilla dispuesta sobre el suelo,

por lo general en un ángulo del patio o en un pequeño espacio individualizado en uno de

sus laterales.

La poca solidez de estas estructuras, junto a su escasez, parece apuntar a que las acti-

vidades relacionadas con la preparación de alimentos se realizarían en los patios o en

otros espacios polifuncionales de la casa.

Tal vea la única dependencia de la casa islámica con una funcionalidad claramente di-

ferenciada sea la letrina. En todos los casos se busca la mayor discreción y privacidad a

la hora de ubicarla, a fin de aislarla en lo posible del resto de la casa. Para ello se suele

disponer en habitaciones en recodo que aprovechan cualquier rincón de la casa, mos-

trando a veces un doble sistema de puertas. Normalmente esa ubicación se localiza cer-

ca de la calle, a fin de conseguir una evacuación lo más corta y discreta posible a las fo-

sas sépticas o cloacas en ella ubicadas.

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Los muros de cierre de las letrinas suelen consistir en simples tabiques de mampos-

tería y tapial, siendo adobes en algunos casos. Los pavimentos suelen ser cuidados a fin

de garantizar la limpieza. Los más frecuentes son los de losas de piedra caliza o mortero

de cal pintado a la almagra, aunque también se documentan los de losas de cerámica o

incluso ladrillos. En ocasiones una misma casa tenía más de una letrina.

Se distinguen dos tipos principales de letrinas en función del sistema de evacuación

empleado:

La letrina que se construye directamente sobre el pozo negro, al cual vierte los resi-

duos. Estas letrinas se sitúan por lo general en un ángulo o en un lateral del patio, en el

que previamente se ha excavado la fosa séptica.

La letrina que vierte a un pozo negro o a la cloaca situada en la calle. En este caso se

busca la proximidad a la calle, por lo que estas letrinas suelen disponerse en un espacio

acotado en ese lado de la casa o en el zaguán.

La letrina andalusí clásica está construida con mampostería o con lajas de piedra ca-

liza, consintiendo en una estructura rectangular, de 60 x 40 centímetros con sobreele-

vación de 20 centímetros respecto al pavimento de la habitación, presentando en su cen-

tro una hendidura estrecha y larga, de unos 35 x 15 centímetros, comunicada con un po-

zo negro. En algún caso se documenta la existencia de una pequeña pileta destinada al

lavado.

Por lo demás, es probable que en la mayor parte de las casas, la falta de letrinas de fá-

brica fuera suplida por bacines de cerámica, periódicamente vaciados en los pozos ne-

gros.

En cuanto a los pavimentos documentados en las casas de Córdoba son de varios ti-

pos en función de la estancia a la que estuvieran destinados.

Las losas de piedra caliza son características de los patios y de las letrinas.

Las losas de esquisto, procedentes de Sierra Morena, se aplican fundamentalmente a

zaguanes, más raro a andenes de patios y letrinas y a veces a habitaciones cuadrangu-

lares.

Las losas de cerámica son privativas de las salas y alcobas y de algunas letrinas, así

como los pavimentos de mortero con revestimiento de pintura a la almagra.

Los pavimentos de tierra batida, con mayor o menor proporción de cal, se reservan a

los patios.

Son numerosas las estancias y numerosos los patios que no muestran ningún tipo de

pavimento, consistiendo su suelo en una simple capa de tierra compactada.

Para las cubiertas y forjados de azoteas, torres y segundas plantas (documentadas en

residencias palatinas y en las residencias de los altos personajes cortesanos), se em-

plearon lignarios (vigas y tablones) sobre las que se disponía un entramado vegetal tra-

bado con barro o adobes.

En cuanto a las cubiertas o tejados, todo parece apuntar al empleo de los mismos a un

agua que vertían hacia el patio. Esos tejados se cubrían con tejas de entre 40 y 50 cen-

tímetros de longitud, con un típico perfil “alomado” provocado por su menor diámetro

y altura en uno de sus extremos.

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La frecuencia con que aparecen las tejas sobre los pavimentos y suelos de las distintas

estancias permite apuntar a que la mayor parte de las mismas presentaba este tipo de

cubierta, siendo mucho más raros aterrazados y otro tipo de cubriciones.

En cuanto a los sistemas de cubrición de aguas residuales, se inscriben en dos niveles:

Por un lado el privado, consistente en una serie de canalizaciones que desde las le-

trinas desaguan a pozos negros situados dentro de las casas (bajo la letrina o en un án-

gulo del patio) como en la calle, junto a la fachada. Estas fosas sépticas son, por lo ge-

neral, exclusivas de cada casa, aunque también aparecen canalizaciones pertenecientes a

más de una entidad doméstica.

Junto a este primer nivel, encontramos otro de carácter comunitario, constituido por

cloacas que discurren bajo la vía pública, en su centro o lateral. A estas cloacas vierten

los desagües de las casas. En conjunto, nos encontramos con un sistema jerarquizado,

en algunos casos de notable complejidad, que drena el agua de una o varias manzanas

para desaguar en cloacas que vierten en arroyos y vaguadas.

Por lo que respecta a la evacuación de los residuos sólidos, se utilizan bien los pozos

negros o bien espacios menos amplios ubicados en zonas no edificadas y que a modo de

grandes fosas o muladares recogen los vertidos de las zonas colindantes.

Estos muladares, en ocasiones engullidos por la construcción de nuevas casas mues-

tran periódicas desinfecciones reflejadas en el registro arqueológico por capas de cal

viva o cenizas que los cubren.

Entre el paisaje periurbano hemos de destacar las almunias. Más allá de los arrabales y

en algunos casos encerradas dentro de ellos como consecuencia del crecimiento urba-

no, encontramos gran número de almunias, equivalentes a las villas de época romana y

en las que también se simultanea la producción agrícola con la residencia campestre y

de recreo de sus propietarios. En algunos casos, como los de las almunias de Al-Rusafa

o Al-Naura, nos encontramos con auténticos palacios (alcázares) periurbanos pertene-

cientes al soberano.

Las almunias se reparten por todos los puntos cardinales de la ciudad, sobre todo a

orillas del Guadalquivir y junto al cauce de los arroyos que bajaban de la serranía para

desembocar en el río.

Las fuentes documentales musulmanas aluden a multitud de ellas, aunque en la actua-

lidad son pocas las estudiadas mediante excavación arqueológica.

Los cementerios se localizan en zonas de extramuros, siguiendo la costumbre de épo-

ca romana, junto a las puertas de acceso a la ciudad.

Córdoba llegó a contar con un cinturón perimetral de consideración dedicado a espa-

cios para enterramientos, sin que muchos de ellos fueran muy extensos.

Las dos zonas funerarias más amplias se situaban al norte, desde la actual Puerta

Osario en dirección a Al-Rusafa, y al sur, al otro lado del río, en los alrededores de las

actuales barriadas de Miraflores y Fray Albino.

Las tumbas presentaban una variada tipología (en el Museo Arqueológico Provincial

de Córdoba se conserva y expone un importante número de epígrafes funerarios).

Córdoba se extendía ampliamente como gran ciudad, lo mismo concentrada que des-

perdigada, dividida en numerosas unidades separadas y expandida a lo largo de varios

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kilómetros. En ese sentido, Ibn Hawqal afirma que “Córdoba está muy separada de las

casas de sus barrios, que no la alcanzan de una manera inmediata”.

Es imposible, en el estado actual de nuestros conocimientos, conocer las dimensiones

exactas de la gran urbe cordobesa, porque las fuentes escritas no coinciden en las cifras

y la arqueología aún no ha avanzado lo suficiente. Eso explica la diversidad de opinio-

nes al respecto.

Según historiadores modernos, varían entre 5.000 hectáreas, 3.500 y 2.690. La esti-

mación de 3.500 correspondería a 7,4 kilómetros de este a oeste y 4,8 de norte a sur.

En cuanto a las fuentes hispanomusulmanas, más vale no fiarse, pues son muy exage-

radas y según las mismas la Córdoba califal sería de mayor tamaño que la actual ciudad

de Los Ángeles, lo cual resulta inverosímil. Además se insiste en que todo ese espacio

estaría poblado durante el siglo X por casas, alcázares, huertas, mezquitas, alcaicerías,

albergues, zocos y baños que se alzaban a orillas del Guadalquivir,

El conocimiento real de la superficie de la ciudad está íntimamente conectado con otro

tema sobre el cual los estudiosos no se ponen de acuerdo: el número de habitantes de la

capital califal. De hecho, a falta de estadísticas, se siguen barajando aún cifras muy dis-

pares, desde 270.000 hasta 1.000.000 de habitantes.

Ante la escasa fiabilidad de los testimonios ofrecidos por las fuentes escritas y la falta

de otras estadísticas, se valora, aún con críticas, el método utilizado por un arquitecto,

que se basó en tres elementos para fijar la densidad de habitantes por hectárea: la exten-

sión intramuros de las ciudades, la superficie media de las casas andalusíes y el número

de personas que las habitaban. Según eso, la medina cordobesa tendría en el siglo X

unos 20.000 habitantes y toda la aglomeración urbana unos 100.000, constituyéndose en

la ciudad más grande y extensa no sólo de la Península sino de todo el Occidente euro-

peo.

Cuando llegue la Reconquista, se iniciará en Córdoba una nueva etapa constructiva,

siendo ampliadas sus murallas en su ángulo suroccidental y reconstruidas en parte debi-

do a su continua degradación con el transcurrir de los años. La muralla, con más de

7.000 metros de longitud, según la medida realizada en el siglo XVI, era almenada, con

camino de ronda y adarve interior rodeándola, siendo el acceso al muro por escaleras al

aire; estaba defendida por un gran número de torres, algunas de ellas albarranas y abier-

ta al exterior por una serie de puertas y portillos, cuyo número y emplazamiento sufri-

rían modificaciones respecto a la época precedente.

Por otra parte, a partir de su definitiva conquista, la ciudad permanecerá dividida en

dos sectores urbanos (Villa y Ajerquía) caracterizados por su diferente altitud, quedan-

do por entero en manos de pobladores cristianos, los cuales adaptan progresivamente el

urbanismo islámico heredado a sus necesidades y a sus particulares formas de vida.

El resultado final será la coexistencia de dos modelos urbanísticos diferentes que se

dan de manera separada en espacios distintos o de forma conjunta en áreas concretas de

la ciudad. El modelo islámico, aparentemente anárquico, pervive particularmente en la

parte meridional de la medina; el modelo cristiano, caracterizado por la geometría de

sus calles, se contempla en el Alcázar; y la combinación de ambos en una misma zona

da lugar a un modelo donde se yuxtaponen ambas tendencias, lo cual es observable en

distintos lugares de la Ajerquía. En este proceso se advierten dos etapas.

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En la primera (siglos XIII-XIV), se produce de inmediato la cristianización del paisaje

urbano; cada sector se divide en siete collaciones o parroquias, de diferente extensión

territorial y de gran importancia para la organización concejil de la urbe; las nuevas

iglesias se erigen sobre el solar de mezquitas, perteneciendo a las villas de Santa Ma-

rina, San Juan, Omnium Sanctorum, San Nicolás, San Miguel, San Salvador y Santo

Domingo; y a la Ajerquía: San Nicolás, San Miguel, San Salvador y San Lorenzo, Santa

Marina, Santa María Magdalena y Santiago.

Con todo, intramuros, existen tanto en la Villa como sobretodo en la Ajerquía nume-

rosos espacios vacíos, sin urbanizar, dedicados a huertas, corrales e incluso a muladares;

por lo general se ubican por todas partes, pero sobre todo junto a las murallas. En tales

espacios, lógicamente, se construyen los primeros edificios.

Estas primeras construcciones se realizan en la Ajerquía, concretamente en la amplia

explanada frente al lienzo oriental de la muralla de la medina, con la instalación de los

monasterios de San Pablo y San Pedro el Real o San Francisco (año 1241). La urbani-

zación de esta amplia zona se completa y prolonga en lo sucesivo a lo largo de un pro-

ceso que alcanza hasta principios del siglo XV.

De ese modo, las primeras edificaciones conocidas aparecen en el tramo comprendido

entre la Puerta del Hierro y la Fuenseca, al establecerse allí diversos edificios comer-

ciales y de servicios en torno a una de las dos carnicerías concedidas por Alfonso X en

1281 al obispo de Córdoba, y por otra y al mismo tiempo en el lugar que posteriormente

se conocería como la calle de la Feria, al establecerse allí las dos ferias concedidas a la

ciudad por Sancho IV en 1284. El área oriental del despoblado, donde únicamente se

encontraban ubicados los referidos monasterios, tendrá una urbanización lenta y algo

más tardía. Las primeras noticias sobre edificaciones en esta zona, que recibirá el nom-

bre genérico de Barrionuevo, por ser creación posterior a la reconquista de la ciudad,

son de principios del siglo XIV. Pero será en el tránsito del siglo XIV al XV cuando

encontramos ya plenamente urbanizado el espacio comprendido entre la calle de la Feria

y la Corredera.

En el siglo XIV se asiste a una reconstrucción de la Villa. Los dos sectores afectados

son la zona norte de la collación de San Nicolás y el suroeste de Santa Marina.

En el primero, uno de los lugares más despoblados de la Villa, se instalará a mediados

del siglo XIV el monasterio de San Hipólito, quedando aún en la segunda mitad de ese

siglo unos corrales de la iglesia sin edificar entre dicho monasterio y la muralla. A fines

de ese siglo la venta de esos corrales dará lugar a la construcción de viviendas.

En el extremo suroeste de la Villa se ubicará desde 1313 el convento de San Agustín,

que en 1328 recibirá un privilegio de Alfonso XI donándole varias casas de Santa Mari-

na para su traslado a esa collación; se edificarán entonces los Reales Alcázares, lo que

motivaría la construcción en la segunda mitad del XIV de las murallas de la Huerta del

Alcázar y del Alcázar el Viejo, así como las del muro que separa la zona y la posterior

repoblación del Castillo de la Judería y del Alcázar el Viejo, que llevaría a la creación

de una nueva collación, la de san Bartolomé.

En la segunda fase, la del siglo XV, prosigue la urbanización de espacios que aún se

encontraban deshabitados y, a partir de su segunda mitad, comienza a desaparecer de la

trama viaria parte de las callejuelas sin salida, que no conducían a parte alguna, siendo

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incorporadas a los edificios contiguos. En los inicios del siglo XV se encontraban ya ur-

banizados los alrededores de la Fuenseca; en cambio, en otras zonas el proceso de edi-

ficación abarcaría todo el siglo. Esto ocurre en las grandes huertas y corrales de los mo-

nasterios de San Pablo o San Francisco, los cuales irán vendiendo parte de sus solares

conforme tengan necesidad de dinero para la realización de obras en sus respectivas

iglesias. Durante el primer cuarto del siglo XV se urbanizará igualmente el extremo

sureste de la Ajerquía, que se extendía paralelo a la muralla entre las Puertas de Baeza y

Nueva.

Las viviendas que constituían un elemento más del paisaje urbano cordobés se mos-

traban en función del espacio donde se edificaban y de la función que desempeñaban

dentro de las collaciones en particular y de la propia ciudad en general. Ello dio lugar a

una variada tipología en la que podemos destacar, al margen de los grandes edificios pa-

laciegos y monacales, las casas propiamente dichas, los mesones, las tiendas y las casas-

tiendas, construidas y constituidas cada una de ellas por una serie de elementos impres-

cindibles para la función que desempeñaban.

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Año 931

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ROMA

En el mes de febrero murió en Roma el Papa Esteban VII, en el segundo año de su

pontificado, del que no hay nada que destacar salvo que fue un Papa del todo sometido a

los poderes y mangoneos de Marozia. Parece ser que Esteban VII murió asesinado para

que pudiera acceder al Papado su sucesor Juan XI.

En efecto, a Esteban VII le sucede Juan XI, de 20 años de edad, romano.8 Desde niño

fue destinado a la ascendencia eclesiástica, aunque su vida fue disoluta y nada espiri-

tual. Lo único que importó para ser elegido Papa fue el arbitrario y desmesurado poder

de su madre Marozia.9

El Papa Esteban VII

8 Hace el número 125 en la sucesión de San Pedro y es el séptimo Papa del período conocido como por-

nocracia. Como ya señalábamos, según el obispo Liutprando de Cremona y el Liber Pontificalis era hijo

ilegítimo del Papa Sergio III y de Marozia, aunque según otras fuentes era hijo de Alberico I y de su es-

posa Marozia.

9 Por estos tiempos, el obispo de Badajoz era Julio. De los demás episcopologios españoles o próximos a

nosotros que solemos destacar, poco hay de señalar como conocido en estos tiempos.

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LEÓN

Al rey Alfonso IV de León se le murió su esposa, la reina Oneca, hija que fue de

Sancho I Garcés de Pamplona y de su esposa la reina Tota Aznar.10

Alfonso y Oneca se

casaron en el año 923.11

Poco después de la muerte de Oneca, el rey Alfonso, muy afectado, abdicó del trono

leonés, cuando era el quinto año de su reinado, siendo aún joven.12

Decidió ingresar co-

mo monje en el monasterio de Sahagún.13

Ocupó el trono leonés su hermano Ramiro II,

siendo coronado como tal el 6 de noviembre.14

Lo que pasó luego fue que Alfonso, an-

tes de final de año, se arrepintió de la decisión que había tomado y quiso recuperar el

trono.15

10

Se desconoce la fecha de su nacimiento e igualmente la fecha exalta de su defunción, pero parece ser

que fue el 11 de abril. Recibió sepultura en el monasterio de San Julián y Santa Basilisa de Ruiforco

(León), actualmente desaparecido, que había sido fundado en tiempos de Alfonso III.

Posteriormente, el rey Alfonso V de León (994-1028) trasladará los restos mortales de todos los miem-

bros de la realeza sepultados en Ruiforco, incluidos los de Alfonso IV y su esposa Oneca, a la Basílica de

San Isidoro de León, donde fueron depositados en una fosa común ubicada en un rincón de una de las

capillas del lado del Evangelio, junto a los de otros monarcas leoneses. Actualmente resultaría imposible

la identificación e individualización de los allí sepultados.

11

Fruto del matrimonio nacieron Ordoño IV el Malo (924-960), que contraerá matrimonio con Urraca

Fernández, hija de Fernán González, conde de Castilla, y Fruela.

Fernán González, conde de Castilla, está en todo su apogeo e importancia. Lo iremos viendo en ade-

lante.

12

32 años de edad si nació en el año 899. No se distinguió nunca como guerrero, sino por su modo de vi-

da piadoso y pacífico, muy dedicado a hacer donaciones a los monasterios. No contribuyó para nada a los

ideales de la Reconquista.

13

De ahí que este rey haya pasado a la historia como Alfonso IV el Monje.

14

En la catedral de León. Pero Ramiro II, ya sin los influjos navarros, había accedido al trono de manera

interesada, no del todo pacífica. Había acudido a León desde Viseo, pasando por Zamora, rodeado de se-

ñores y magnates armados, también gallegos.

15

Las crónicas de la época muestran que el rey Alfonso se arrepintió de haber renunciado al trono y se

marchó del monasterio de Sahagún dirigiéndose a Simancas, donde tenía a sus mejores parientes, los

cuales le disuadieron de sus propósitos y le aconsejaron que se volviera al monasterio. Alfonso les hizo

caso y así llego a tomar los hábitos. No obstante se reiteró luego en recuperar el trono y fue entonces

cuando le pasó lo que le pasó, como enseguida se cuenta.

Así dicen las crónicas: "...Luego algunas personas enemistadas con el rey Ramiro lo maliciaron [a

Alfonso IV] en su contra y le hicieron arrepentirse de haberle dejado el reino, haciéndole temer que

pudiera hacerle daño y desear recuperar el poder: le prometían alzarse con él contra su hermano

Ramiro sin ahorrar esfuerzo hasta devolverle el poder y deponer a éste. Movido por la ambición, salió

del monasterio donde estaba y entró en Simancas, en disputa con Ramiro, mas sus tíos y ancianos de su

familia se reunieron con él y reprocháronle grandemente el abandono del monacato, la acción iniciada

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NÁJERA

Nájera, que sigue siendo de momento la capital del reino de Navarra, se vistió de luto

por la muerte de Jimeno Garcés, regente del reino, juntamente con la reina Tota, viuda

de Sancho I Garcés y madre de García Sánchez, aún menor de edad y prometido en ma-

trimonio con Andregoto Galíndez de Aragón.

Jimeno y Tota eran cuñados, ya que él estaba casado con Sancha Aznárez, hermana de

Tota.

Dinastía Jimena

contra la solidaridad familiar y la sedición que provocaba entre los cristianos, asustándole con que éstos

podrían desahuciarlo e incluso hacerle culpable de crimen y maldición, con lo que se arrepintió y volvió

rápidamente al monasterio en que estuvo, sin llegar a reunir mesnada, ni producir guerra, regresando al

monacato y manifestando arrepentimiento de su propósito. Se tonsuró como clérigo, tomó báculo, y es-

tuvo viviendo en el monasterio algún tiempo, pero mientras tanto su corazón sentía deseos mundanos y

su hermano Ramiro, que había concebido temor de él, le guardaba rencor".

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Año 932

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~ 28 ~

ROMA

Prosigue el pontificado del Papa Juan XI. Dispuso que la abadía de Cluny gozara del

privilegio de incluir bajo su jurisdicción todas las demás abadías que fueran reformán-

dose según sus Reglas, siendo la consecuencia de esto el enorme poder que se supone

en manos del abad cluniacense Odón.16

Una complicación sucedió cuando Marozia se dispuso a contraer matrimonio, por

tercera vez, con el rey (en precario) de Italia Hugo de Arlés,17

sentándole muy mal esto

al joven conde Alberico II, hijo de Marozia y del difunto Alberico I que veía peligrar así

sus derechos y el muy rico patrimonio heredado de su abuelo Teofilacto. Pasó que Al-

berico II organizó una tremenda sublevación armada coincidiendo con la fecha de la bo-

da de su madre con Hugo. A su padrastro Hugo lo expulsó de Roma y a su madre y al

Papa Juan XI, su hermanastro, los encarceló en Sant’Angelo. La era Morazia tocaba a

su fin y con su declive, estando el Papa en prisión, todo hacía prever que la pornocracia

eclesiástica declinaría por fin.

Roma se convirtió en un ducado independiente bajo la soberanía absoluta de Alberico

II, siendo apoyado por el abad Odón de Cluny, el cual hace ahora como de Papa re-

gente, puesto que no se prevé que el Papa sea sacado de su reclusión. Se prevé una Ro-

ma menos anárquica. El hecho de confiar los asuntos eclesiásticos a Odón de Cluny, sin

que muestre deseos de interferir en ellos Alberico II dice mucho en su favor, al optar él

por dedicarse a los asuntos propiamente políticos y temporales, aunque habrá que ver.

16

San Odón de Cluny, además de gran Santo fue, como buen monje de su tiempo, gran bibliófilo y bi-

bliotecario. Se conmemora el 18 de noviembre. Fue benedictino desde el año 909, siendo superior de la

abadía de Baume, cuyo abad era San Bernón de Baume, luego el primer abad de Cluny y su predecesor en

este monasterio también. Esta abadía tenía entonces 12 monjes y así se mantenía en tiempos de Odón, re-

cién comenzado su cargo de abad. Todavía se estaba construyendo.

Pese a la decisión del Papa, la mayoría de los monasterios reformados como cluniacenses siguió durante

bastante tiempo de manera independiente aunque reformándose.

San Odón de Cluny actuó fundamentalmente en la reforma de monasterios en Aquitania, norte de Fran-

cia e Italia. Entre los años 936-942 visitará y aconsejará varias veces a los sucesivos Papas León VII y

Esteban VIII. Fundó en Roma el monasterio de Nuestra Señora en el Aventino e introdujo la reforma en

abadías tan importantes como las de Subiaco y Montecasino. En varias ocasiones tuvo la encomienda de

importantes y delicadas misiones diplomáticas, destacando entre ellas las concernientes a la tensiones

entre Hugo de Arlés y Alberico II (que las contamos en este año).

Del mismo modo que San Bernón hizo testamento para que Odón le sucediera como abad, así también

hará Odón al señalar como su sucesor a Aimar (o Aimaro) de Cluny.

17

Hermanastro de su difunto marido.

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Boda de Marozia y Hugo de Arlés

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ZAMORA, LEÓN,

MAGERIT, TOLEDO

En primavera, después de tan sólo varios meses en el monasterio de Sahagún, ha-

biendo abdicado y habiéndose hecho monje, decidido a colgar los hábitos, Alfonso IV

hizo su intentona de recuperar el trono en León. Contó para ello con el apoyo de su pri-

mo Alfonso Froilaz y de otros familiares. Aprovechó el momento en el que Ramiro se

encontraba en Zamora organizando el ejército para acudir a Toledo donde se encon-

traba Abderramán III sometiendo la ciudad y su territorio (como había hecho ante-

riormente en Badajoz).

Cuando Ramiro II fue informado18

de la maniobra de su hermano Alfonso, envió tro-

pas a Toledo pero él se encaminó a León. Una vez allí19

apresó a Alfonso y derrotó a los

sublevados. Alfonso IV fue cegado y se le terminaron así las pretensiones (por otra par-

te tan melifluas) de reinar. Y lo mismo se le hizo a Alfonso Froilaz. Lugo fueron recluí-

dos en el monasterio de Ruiforco.

Sofocada la rebelión, Ramiro II, que sí tiene ímpetus de reconquista contra los moros,

se dirigió con su ejército hasta Magerit20

y Toledo. A Toledo no le dio tiempo a llegar,

pues ya estaba totalmente sometida por el califa, pero tomó Magerit. Desmanteló allí

toda la fortificación omeya y saqueó todo el territorio colindante. Hizo cautivos a mu-

chos moros y se los llevó a Zamora. Mientras tanto, Abderramán se enseñoreaba triun-

falmente en Toledo haciendo su victoriosa entrada en la ciudad el día 2 de agosto.

18

Por el mensaje que le hizo llegar el obispo Oveco Núñez, a quien Ramiro II había encomendado go-

bernar mientras él estuviera ausente.

19

Con la ayuda de Fernán González, conde de Castilla, y de auxilios navarros.

20

Madrid.

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RUAN

Murió en Ruan (Francia) el caudillo vikingo Hrolf Ganger, más conocido como Ro-

llon el Caminante (o el Errante),21

que era noruego y tenía 92 años de edad. Recibió

sepultura en la catedral de Ruan.22

Lo habían exiliado de Noruega (año 874) y agrupó tras de sí a bastantes vikingos da-

neses. Se dedicaron al pillaje por el Mar del Norte y por el Canal de la Mancha. Se ofre-

cieron varias veces como mercenarios a los ingleses. Pero el objetivo de Rollon y sus

vikingos era dejar de dedicarse al saqueo y establecerse en un territorio propio.

El grupo acampó en la desembocadura del Sena (año 896), remontando varias veces

río arriba hasta que se apoderaron de Ruan, desde donde fueron siempre una seria ame-

naza para París. De hecho llegaron a sitiarla, aunque sin éxito, en el año 910.

Comprendiendo Carlos III el Simple que era mejor entenderse con ellos que hacerles

frente acordó con Rollon que pudieran asentarse. Así surgió la Normandía francesa. Ro-

llon se comprometió a que ningún otro grupo vikingo saquearían los territorios de Neus-

tria, garantizando así la defensa de las tierras francas al menos por esas latitudes.

Rollon juró lealtad al rey de Francia y se comprometió a convertirse en cristiano23

y a

casarse con Gisela, una de las seis hijas, la mayor, que el rey Carlos tenía de su primer

matrimonio con Frédérune. Ya contábamos en su momento (año 929) las peripecias

acaecidas en el rendir homenaje de Rollon al rey francés.

Podemos destacar que Rollon cumplió bien su promesa de defender las orillas del Se-

na, pero se dio al reparto de las tierras colindantes con los ríos Epte y Risle entre sus

magnates guerreros y se adueñó prácticamente de Ruan y su entorno, todo con su irre-

nunciable flota.

No renunció a su poligamia (propiamente vikinga), de modo que tuvo también por es-

posa a Poppa de Bayeux, hija del conde francés Berenguer (o Berengario) de Bayeux, al

que Rollon mismo había matado cuando asedió y tomó esa ciudad.24

21

Porque era tan grande y corpulento que no había montura que lo soportara. Pesaba normalmente 140 ó

150 kilos y su estatura excedía bastante los 2 metros. ¡Para que luego digan que en la Edad Media los

hombres eran más bien bajitos y canijos!

22

Posteriormente, su nieto Ricardo Sin Miedo trasladará sus restos a la abadía de Fécamp.

El historiador Adémar de Chabannes escribió que, antes de morir, en sus últimos años, se volvió loco.

Dice Adémar que llego a “decapitar a un centenar de prisioneros cristianos en honor de los dioses que

antaño había venerado; posteriormente repartió cien libras de oro entre las iglesias para honrar al Dios

verdadero al que había aceptado al bautizarse”.

23

Fue bautizado en la catedral de Ruan en el año 912.

24

No faltan fuentes que aseguran que Poppa repudió a Rollon, de quien tuvo varios hijos, y que luego

Rollon se casó con Gisela, de quien nació Herbert de la Mare. Algunas fuentes señalan que Gisela se

murió y Rollon volvió a unirse a Poppa. En todo caso Poppa y Gisela fueron las dos mujeres de su vida.

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Rollon expandió su territorio hacia el oeste hasta la cuenca del río Vire (año 927),

cediendo la Normandía ducal a su hijo (y de Poppa) Guillermo (de sobrenombre Espada

Larga), que se hizo llamar Guillermo I.25

Su hija Gerloc26

se casó con el conde Gui-

llermo III de Poitiers y duque de Aquitania.

Y los que gustan de ascendencias, descendencias y genealogías tienen aquí un buen filón en el que po-

derse ocupar.

25

Y a quien no debemos confundir con Guillermo I de Inglaterra, que ciertamente descendía de Rollon,

como desciende de Rollon la actual familia real británica.

26

Adela de Normandía.

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Año 933

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MONASTERIO

DE RUIFORCO

El que fuera rey de León, Alfonso IV, murió en el monasterio de Ruiforco. Tenía 34

años de edad. Su reinado se prolongó durante 5 años (926-931).27

Tengamos en cuenta que el prestigioso y muy afianzado soberano Alfonso III, que pa-

sa a la historia como el Magno, había propiciado que sus hijos28

fueran sucediéndole y

accediendo al trono, de modo que se estaba imponiendo el sistema dinástico hereditario

sobre el electivo.29

27

Sabemos que en el año 932 Alfonso IV, Alfonso Froilaz y los hermanastros de éste, Ordoño y Ramiro,

fueron cegados y recluidos en el monasterio de Ruiforco, por orden de Ramiro II de León, hermano de

Alfonso IV. Todos permanecieron en esa reclusión hasta que murieron. Todos fueron sepultados en ese

monasterio, pero más tarde, en tiempos del rey Alfonso V de León (999-1028), los restos serían trasla-

dados al monasterio de San Isidoro de León.

En el año 1063, Fernando I de León y su esposa la reina Sancha, donarán el monasterio de Ruiforco al

monasterio de San Isidoro de León, pasando a formar parte del Infantado de Torío.

La última mención documental del monasterio de Ruiforco data del año 1526.

Empotrado sobre una ventana del muro sur de la iglesia de San Julián y Santa Basilisa de Garrafa de

Torío se encuentra colocado un tímpano en el que aparece representado el Agnus Dei. Dicho tímpano fue

realizado en el siglo XII y es uno de los pocos restos conservados del desaparecido monasterio de Rui-

forco.

28

García I (910-914), Ordoño II (914-924) y Fruela II (924-925).

29

Al casarse Alfonso III con la navarra Jimena hizo que su política quedara asociada a Pamplona y por

ende a los francos, con lo que consiguió que la dinastía de Pamplona, hasta entonces íntimamente ligada a

los gobernadores musulmanes del Ebro y hostil a los astur-leoneses, cambiara sus preferencias, declarán-

dose en contra de sus antiguos aliados y aceptando una estrecha colaboración con Oviedo y León.

Fue entonces cuando Alfonso III, siguiendo los pasos de su padre (Ordoño I), continuó la repoblación

de las tierras que permanecían despobladas y devastadas por las acciones guerreras, particularmente

aceifas musulmanas. Primero ocupó el territorio y luego lo fortificó como reforzada zona fronteriza, con

repoblación de gente emigrada de Al-Ándalus, gente que era perseguida, como los mozárabes, o que era

víctima de las tensiones y guerras civiles (fitna). Así se colonizó el norte de lo que sería Portugal, la

llanura leonesa hasta Zamora y el primitivo condado de Castilla, primero hasta el Arlanzón y después

hasta el Arlanza. Los límites de sus territorios serán el Cantábrico por el norte, el río Duero por el sur, el

Atlántico por el oeste y Navarra por el este. Para esta empresa se aprovechó, ayudándolos, de los rebeldes

a Córdoba que iban surgiendo. En 875 no dudó en enviar un importante refuerzo a los rebeldes de los

territorios de Badajoz y el Guadiana (Ibn Marwan y Sadun), contra los cuales avanzaba el gran ejército

del visir Hashim, que fue derrotado y su jefe enviado a Oviedo, donde Alfonso lo retuvo dos años y no le

dio la libertad hasta recibir un fuerte rescate.

Después de eso, el emir Mohamed I, que tenía bajo control los territorios toledanos y lusitanos, creyó

que podría detener la expansión asturiana por la llanura leonesa y la zona del Duero occidental. Durante

los años 877 y 878 envió varios ejércitos contra los asturianos, pero fueron sobradamente vencidos. Estas

derrotas lo obligaron a pedir una tregua de tres años, tregua que aprovechó Alfonso III para continuar la

repoblación y consolidar su dominio en las tierras ocupadas.

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A la muerte de Alfonso III y de su primogénito García I, se disputaron el trono Or-

doño II y Ramiro, último de los hijos de Alfonso III. El primogénito de Fruela II, Al-

fonso Froilaz, fue proclamado por sus partidarios, pero los que apoyaban a los hijos del

fallecido Ordoño II (Alfonso IV, Sancho de Galicia y Ramiro II) se opusieron. Era un

partido muy poderoso, pues a través de relaciones matrimoniales contaban con la ayuda

de gallegos, portugueses y pamploneses. En la lucha que se produjo, los hijos de Ordo-

ño II derrotaron a Alfonso Froilaz, que tuvo que refugiarse en Asturias, donde también

él tenía muchos partidarios.

Así pues, los tres hermanos (hijos de Ordoño II) se repartieron el reino: Alfonso IV,

que había aportado más combatientes, fue coronado rey de León en febrero del año 926,

Sancho reinó en Galicia y Ramiro gobernó al sur (portugués) de este reino. En el año

929 Sancho murió y los magnates gallegos aceptaron sin problemas el dominio de Al-

fonso IV.

En la primavera del año 930, la muerte de su esposa Oneca hizo que Alfonso IV ce-

diera el reino a su hermano Ramiro y tomara los hábitos en el monasterio de Sahagún.

Al poco tiempo se arrepintió de su decisión y salió del monasterio. Aprovechando que

Ramiro estaba preparando una campaña para acudir a Toledo en auxilio de los rebeldes

al califa Abderramán III, se apoderó de Simancas y entró en León. Ramiro se presentó

entonces rápidamente en León y, después de sitiar la ciudad, la recuperó. Alfonso, hu-

yendo de Ramiro, intentó refugiarse en Pamplona, pero en su paso por Castilla, donde

creía tener condes fieles, fue capturado y encarcelado por Ramiro con la ayuda, según

parece, del conde castellano Fernán González.

Para evitar la intervención de Pamplona, partidaria de Alfonso IV, Ramiro consiguió

la nulidad de su primer matrimonio con la gallega Adosinda, por ser primos carnales, y

se casó con Urraca, hija del rey de Pamplona Sancho I Garcés.

Desde Asturias, los partidarios de Alfonso Froilaz decidieron pasarse a Ramiro II. Fue

entonces cuando Ramiro entró en Asturias e hizo prisioneros a los tres hijos de Fruela

Podemos recordar que en el año 881, una expedición de Alfonso III, entrando por las tierras lusitanas se

adentró bastante en las proximidades de la más poblada Al-Ándalus. El emir Mohamed I contraatacó al

año siguiente con una expedición al mando de su hijo y sucesor Al-Mundir. La expedición fue primera-

mente contra los rebeldes Banu Qasi (Ismael y Fortún, gobernantes y señores de Zaragoza y Tudela

respectivamente) y continuó contra Mohamed ibn Lubb, que dominaba en Rueda y Borja. Zaragoza

resistió, Tudela se entregó y Lubb se pasó al emir. Los musulmanes siguieron avanzando hasta llegar a las

cercanías de León, pero al ver que Alfonso III estaba bien preparado y pertrechado, prefirieron retirarse

comprando la retirada. Al año siguiente (883), Al-Mundir volvió a recorrer el mismo camino, obteniendo

el mismo resultado. Pero esta vez acuerdan una paz que necesitaban tanto el emir como Alfonso, pues

ambos tenían necesidades de repoblar y de sofocar rebeliones.

De ese modo, la política de Alfonso III fue más pacífica en la segunda mitad de su reinado, con pactos y

alianzas más amistosas por todas partes, menos con los vascones, independentistas pero más cercanos a

los Banu Qasi que a los astur-leoneses. Alfonso hizo mucho entonces por extender se poderío e influencia

sobre las tierras navarras y del Ebro por La Rioja, todo como lo fuimos contando en su momento.

A partir de esos momentos, Alfonso III se propuso inspirarse en Carlomagno, lo cual le llevaría, de

forma peligrosa, a poner al frente de territorios a sus hijos (Ordoño en Galicia, Fruela en Asturias y

García, su primogénito, en León). Luego vino la conjura de sus hijos, la abdicación y la muerte de

Alfonso, todo como también lo fuimos contando.

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~ 36 ~

II. Igual que a su hermano Alfonso IV, a éstos también ordenó que fueran cegados y que

se les recluyera en el monasterio de Ruiforco. Así aseguró su trono leonés Ramiro II,

habiendo sido coronado como rey en noviembre del año 931.

Alfonso IV

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~ 37 ~

SAN ESTEBAN

DE GORMAZ

San Esteban de Gormaz,30

también conocida como Castromoro, localidad con su cas-

tillo en territorio de carácter fronterizo habitualmente disputado por cristianos y por mu-

sulmanes, fue atacada durante el verano por un ejército que se llegó hasta allí al mando

del mismo califa Abderramán III.31

Como el rey Ramiro II había sido avisado por un

correo que le envió el conde castellano Fernán González, salió al encuentro del califa y,

haciéndole frente, en Osma, le causó una contundente derrota.32

Ramiro II no es como

su predecesor Alfonso IV sino todo un guerrero que arremete contra los moros.

30

Provincia de Soria, población que actualmente está declarada como Conjunto Histórico-Artístico.

31

Entre 920-975 (55 años en total), San Esteban de Gormaz (también Castromoro) cambió de dueños en

11 ocasiones, de modo que sus murallas, su castillo y sus fortificaciones no cesaron de reconstruirse y de

repararse.

32

Según el cronista Sampiro (y obispo de Astorga entre los años 1034-1041), “el rey puso en movimiento

su ejército y salió contra ellos en un lugar llamado Osma, e invocando el nombre del Señor, mandó or-

denar sus huestes y dispuso que todos los hombres se preparasen para el combate. El Señor le dio gran

victoria, pues matando a buena parte de ellos y haciendo muchos miles de prisioneros trájolos consigo y

regresó a su ciudad con señalado triunfo”.

La Crónica de Sampiro, continuación de las de Alfonso III el Magno, recopila los hechos considerados

por su autor como los más relevantes entre los años 866-982.

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~ 38 ~

REINO DE NORUEGA

En su reino de Noruega falleció su rey Harald I, conocido también con el sobrenombre

de Cabellera Hermosa. Puede decirse que fue el primer monarca de este reino. Tenía 83

años de edad y reinó durante 61 años. Era hijo de Halfdan el Negro (soberano de una se-

rie de pequeños territorios que, como condado, conformaban ya el incipiente reino de

Vestfold) y de Ragnhild Sigurdsdatter.

Harald I, por medio de sus conquistas, logró unificar una serie de pequeños reinos ri-

vales y extendió sus dominios sobre Escocia, las Islas Hébridas,33

las Órcadas34

y las

Shetland.35

Persiguiendo a sus enemigos hizo que se poblara de noruegos Islandia y que

se fundara allí la ciudad de Reykjavik.

El reinado de Harald I se caracterizó por la constante amenaza de sus muchos ene-

migos y finalmente por las disputas entre los hijos en el empeño de repartirse el reino.

Antes de su muerte, Harald reinó durante 3 años con su hijo favorito Eric Hacha San-

grienta asociado al trono, siendo éste ahora su sucesor.36

33

Que forman un vasto archipiélago al oeste de Escocia. El mar que las baña, una porción del Océano

Atlántico, se denomina también mar de las Hébridas.

34

Forman un archipiélago al norte de Escocia (a unos 16 kilómetros de distancia). El conjunto es de unas

70 islas, de las cuales sólo 20 están habitadas. La isla más grande es Mandala (523,25 kilómetros cua-

drados). La localidad más destacada y poblada, también como centro administrativos, es Kirkwall.

35

En el extremo septentrional del mar del Norte.

36

He aquí la descendencia conocida de hijos de Harald I:

Con Asa Hakonsdatter, hija de Hakon Grjotgardsson, jarl (gobernante) de Lade: Guttorm Haraldson

(rey de Rnrike), Halfdan Haraldsson el Blanco, Hafdan Haraldsson el Negro y Sigrod Haraldsson (reyes

de Trondheim).

Hijos con Gyda Eriksdatter de Hordaland: Alov, Rorek, Sigtrygg, Frode, Torgils.

Hijos con Ragnhild Eriksdatter de Jutlandia: Eric Hacha Sangrienta (rey de Noruega).

Hijos de Svanhild Eysteinsdatter, hija del jarl Eysteinn: Bjorn Farmann (rey de Vestfold), Olaf Haralds-

son Geirstadalf (rey de Vingulmark, después también de Vestfold: su nieto será el famoso rey Olaf I de

Noruega, entre los año 995-1000) y Ragnar (rey de Hedmark).

Hijos con Ashild Ringsdatter, hija de Ring Dagsson de Ringerike: Ring, Dag, Gudrod Skirja e Ingegerd

Haraldsdatter.

Hijos con Snefrid Svassesdatter, hija de Svase el Finlandés: Halvdan Halegg, Gudrod Ljome, Sigurd

Rise y Ragnvald Rettilbeine.

Hijos con su sirvienta Thora Mosterstang: Ulfljotr Harardsson y Kaakon el Bueno.

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Año 934

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OSMA

Imponente fue, durante el verano, la devastadora aceifa musulmana que partió de

Córdoba dirigida por el califa Abderramán III, pasando por Osma y avanzando por el

corazón de Castilla hasta llegar a Pamplona, regentada por Tota Aznárez.37

Como Tota es tía carnal del califa (hermana de su madre) logra aminorar el ataque de

Abderramán, pero éste le exigió que diera muestras de sumisión al califato presentán-

dose para ello en el campamento omeya de Calahorra. Así lo hizo ella y, en corres-

pondencia, Abderrramán III nombró rey de Pamplona con todo reconocimiento al vas-

cón García Sánchez, ya mayor de edad desde el año pasado y con Andregoto Galíndez

como esposa.

Asegurada esa alianza entre Abderramán y Tota, el califa prosiguió su aceifa asolando

Álava, Cerezo, Oña, Burgos, destruyendo cuanto pudo y derribando fortalezas por do-

quier, hasta en la misma Palenzuela.38

Habiendo penetrado en el monasterio de San Pe-

dro de Cardeña, el día 6 de agosto fueron asesinados 200 monjes.39

Desde Hacinas, los cristianos tendieron emboscadas y la emprendieron en forma de

guerrillas contra los musulmanes de modo que éstos decidieron retroceder, yendo de

nuevo a Osma.

Mientras tanto, Ramiro II de León, que se había adelantado, tomó Osma y desde allí

derrotó al ejército de Abderramán III. (Se cuenta que los cristianos mataron aquí a miles

de moros).

Abderramán III culpó de su derrota a la conducta del emir de Zaragoza Mohamed ibn

Hashim (Abu Yahya o Aboyaia), cabeza de los Banu Tuyib, que se rebeló contra Cór-

doba, se alió con los navarros y acabó vasallo del rey Ramiro II de León.

En conclusión, la Marca Superior Andalusí está bastante fuera del control del califato,

pero no por eso parece que el califato habrá de resignarse a no dominar la zona.

37

Viuda de Sancho I Garcés de Navarra.

38

Provincia de Palencia.

39

Que están canonizados como mártires.

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Año 935

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~ 42 ~

AL-ÁNDALUS

Hubo algunos episodios más o menos destacables en este año por Al-Ándalus y por

todos sus territorios fronterizos o aledaños, imponiéndose unas veces los moros sobre

los cristianos y otras veces los cristianos sobre los moros. Por ejemplo, hubo una derrota

de cristianos a manos de los musulmanes de Magerit,40

hubo un establecimiento de tro-

pas musulmanas en un nuevo castillo cercano a Zaragoza,41

construyó Abderramán III

la alcazaba de Bujalance,42

pero sobre todo fue un año de sequía y de malísimas cose-

chas. La necesidad se hace sentir en la población, también en el Magreb, donde el go-

bernador Muza ibn Abi-l-Afiya sigue renovando su lealtad a los Omeyas de Córdoba,

habiéndose retirado de la zona el ejército fatimí.

Bujalance

40

Madrid.

41

María de Huerva.

42

Provincia de Córdoba.

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~ 43 ~

ROMA

Casi a finales del año, en diciembre, prisionero en el castillo romano de Sant’Angelo,

murió el Papa Juan XI, a los 24 años de edad, el cuarto año (frustrado) de su pontifica-

do.

Haciendo un resumen biográfico de este Papa, ciertamente poco edificante, podemos

decir que estuvo siempre a merced de su poderosa madre Marozia, la cual, para forta-

lecer aún más su poder, se casó con su cuñado Hugo de Provenza y rey de Italia, siendo

Hugo tan tirano y ambicioso que provocó la reacción de Alberico II, hijo menor de Ma-

rozia y hermanastro del Papa, que derrocó a Hugo. Éste pudo escapar pero Marozia, lo

mismo que Juan XI, fue encarcelada.

Alberico II propició la diferenciación de los poderes temporales, estando en su mano

los poderes espirituales y en las del Papa los poderes de competencia no política; pero

en la práctica siguió Alberico tomando decisiones en el ámbito de lo eclesiástico. De

hecho, se arrogó la concesión del palio al arzobispo Arnoldo de Reims (año 933) y al

patriarca Teofilacto de Constantinopla (año 935).

Juan XI fue el Papa que ocupó la cátedra de San Pedro en sus momentos de mayor de-

gradación o humillación, aunque fue este Papa el que privilegió y potenció muy favo-

rablemente la reforma cluniacense, la reforma que se prevé, como la está siendo ya,

muy beneficiosa para la necesaria reforma de toda la Iglesia en estos tiempos en los que

todo lo religioso está de pena. Destaquemos sobre todo al santo y prudente abad Odón

de Cluny salvando muchas situaciones dificultosas en lo eclesiástico.43

El año terminó con sede vacante en la sucesión de Juan XI, pero maniobrando Albe-

rico II para entronizar en la Santa Sede a quien le favorezca más.

43

De todos modos, la importancia de San Odón de Cluny fue más notable en el siguiente pontificado, el

de León VII, a partir de enero del año 936.

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Papa Juan XI

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Año 936

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~ 46 ~

ROMA

Comenzando el año se inició también el pontificado del nuevo Papa sucesor del

difunto Juan XI. Ya se las arregló Alberico II para elegir al que mejor sirviera a sus in-

tereses. El nuevo Papa, León VII, es un benedictino absolutamente plegable a la vo-

luntad de su mentor y protector.44

44

Al desconocer el año de su nacimiento, no sabemos la edad de este Papa, aunque se le supone joven y

romano.

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~ 47 ~

AUXERRE

El 15 de enero, sin descendencia, murió en Auxerre el rey francés Raúl I,45

la verdad

que afectado de un mal poco digno de un rey: lleno de piojos (pediculosis). Es el año

décimo tercero de su reinado. Tenía 46 años de edad.46

Recibió sepultura en la iglesia

abacial de Santa Colomba, cercana a Sens.

Sucedió a su padre el duque Ricardo I el Justiciero de Borgoña y como rey de Francia

Occidental a Roberto I. Cuando ocurrió esto último, Raúl dio el ducado de Borgoña a su

hermano Hugo. Podemos recordar cómo, tras la muerte de Roberto I (batalla de Sois-

sons, año 923), los nobles se decantaron por su elección.

Raúl I, antes de consolidar su reinado a duras penas, tuvo que hacer frente a numero-

sos desórdenes en sus territorios y a la presión normanda (de Rollon). Tras su muerte,

Hugo el Grande, hizo llamar al heredero legítimo de los carolingios en Francia, a Luis

IV (de Ultramar).47

Siendo éste entronizado, con 16 años de edad, concedió a Hugo el

Grande la confirmación de sus cargos y el título de duque de Francia. Hugo renunció,

por tanto, al trono francés, evitando con ello las dificultades que se le hubieran generado

por la oposición de los grandes señores del reino, particularmente de Hugo el Negro y

Herbert o Heriberto II de Vermandois.

45

También nombrado como Rodolfo I.

46

Se había casado con Emma de Francia, hermana del conde de París Hugo el Grande (hijo de Roberto I

y sobrino de Eudes I). Su madre, Beatriz de Vermandois, era descendiente de Carlomagno. El primer hijo

varón de Hugo el Grande fue Hugo Capeto, que llegará a ser rey de Francia, como comprobaremos a

partir del año 987.

En el año 936 controló el amplio territorio entre los ríos Loira y Sena (territorio casi equivalente a la

antigua Neustria menos lo cedido a los normandos en el año 911). Hugo el Grande tendrá un destacado

protagonismo en los acontecimientos que se suceden a partir de este año en Francia y en Europa.

47

Hijo de Carlos III el Simple y de la princesa inglesa Eduviges. Tenía 3 años de edad cuando acompañó

a su madre a Inglaterra, tras la muerte de su padre y la sucesión de éste por Raúl I.

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~ 48 ~

NORTE DE ESPAÑA

Los condes Gonzalo y Teresa de Deza fundaron el monasterio de San Lorenzo de Car-

boeiro,48

con la finalidad de reunir a los numerosos monjes ermitaños dispersos por la

comarca y someterlos a la regla benedictina y también para guardar una notable colec-

ción de reliquias, entre ellas una espina de la corona de Cristo.49

Su primer abad se lla-

ma Félix. El monasterio fue consagrado por los obispos Ero de Lugo y Rosendo de

Mondoñedo.50

El que fuera obispo de Astorga, Genadio, habiéndose retirado a la vida monástica y

habiendo terminado en la vida solitaria como anacoreta en una cueva, murió finalmente

en su amado valle del Silencio, muy próximo a su amada Peñalba de Santiago. La gente

lo tuvo por Santo.51

48

En la provincia de Pontevedra.

49

Su iglesia es una obra destacada en el románico de Galicia. El cenobio alcanzó su mayor esplendor

durante los siglos XI y XII. Tras la desamortización de Mendizábal (año 1835) vino su declive y aban-

dono. Durante la segunda mitad del siglo XX se han llevado a cabo diversos trabajos de restauración que

han logrado conservar la arquitectura del templo y algunas de las dependencias.

Según la documentación histórica de que disponemos, el monasterio se fundó sobre la base de una vieja

ermita que era propiedad de un tal Egica, comprada por los condes Gonzalo Betótez y su esposa Teresa

Ériz, hija del conde Ero Fernández de Lugo.

Como bibliografía destacada puede leerse el libro de Armando Vázquez (2001): Carboeiro. El arte que

renace de sus cenizas.

50

Este obispo, San Rosendo, fundó también en este año el monasterio de San Salvador de Celanova

(Orense), del que sólo se conserva la preciosa capilla u oratorio de San Miguel Arcángel, verdadera joya

del arte mozárabe. San Rosendo fue el primer abad de este monasterio.

51

Podemos recordarlo como benedictino y fundador de varios monasterios, habiendo sido abad del de

San Pedro de Montes. Alfonso III, reconociéndole su importancia en la repoblación y como consejero del

reino, lo nombró obispo de Astorga (año 909) y lo fue hasta el año 919. Luego, renunciando a la sede

episcopal, se retiró de nuevo al monasterio de Peñalba y en este retiro permaneció, durante 19 años, hasta

el momento de su muerte. La cueva puede visitarse aún y es objeto de mucha devoción por parte de la

gente. En honor a San Genadio se celebra una romería cada 25 de mayo.

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~ 49 ~

ZARAGOZA

Dando por zanjada su tregua de paz con el califa de Córdoba, Ramiro II se encaminó a

Zaragoza para ofrecer su apoyo al rebelde Mohamed ibn Hashim (Aboyada), a quien de

hecho tiene ya por vasallo. El rey Ramiro fue dejando guarniciones cristianas por di-

versos castillos, mientras Abderramán III sitió de manera prolongada la ciudad de Za-

ragoza, con un ejército al mando de Ahmad ibn Mohamed ibn Ilyas.52

Puede decirse que todo el valle del Ebro se mantuvo agitado y nada pacífico. También

una expedición del conde Sunyer I de Barcelona se hizo presente en la zona para atacar

a los musulmanes que sitiaban Zaragoza. Sunyer fue derrotado y 1.300 cabezas de sus

soldados fueron enviadas a Córdoba. Sin embargo, emprendiendo otra expedición por

mar, con naves también de Gausfred de Ampurias, los catalanes, que habían sido ataca-

dos por la flota musulmana un año antes, arremetieron ahora contra las costas levantinas

de Al-Ándalus. Consiguieron matar al cadí de Balansiya,53

sometieron Tortosa (obli-

gándola a tributar) y los musulmanes tuvieron que abandonar Tarragona.

52

Durante más de 8 meses, en los años 936-937. Entre las diversas escaramuzas habidas entre musulma-

nes y cristianos, el 25 de agosto resultó muerto Ramiro González, hermano menor del conde Fernán Gon-

zález de Castilla. También murió, en otro de los ataques, el gobernador musulmán de Madrid, Ahmad ibn

Abd Allah ibn Yahya al-Layti, quien además de militar y guerrero es reconocido poeta y literato.

53

Valencia.

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~ 50 ~

CÓRDOBA

Hubo un terrible incendio en Córdoba, sobre todo en la zona del gran zoco,54

en pleno

verano, el 12 de julio. El fuego, que parece ser que se produjo de manera fortuita o

accidental, se extendió rápidamente. Se hizo necesario emprender mucha reconstrucción

de la ciudad en su parte más afectada, pero sobre todo ideó al-Nasir iniciar la cons-

trucción de una nueva medina o ciudad, Madinat al-Zahra (que significa La ciudad de la

flor),55

donde establecer la Corte Califal.56

54

Córdoba (Qurtuba) tuvo su gran zoco principal. En tiempos estuvo situado en el arrabal o barrio cono-

cido como Saqunda. Podemos recordarlo de cuando las revueltas en la época del emir Alhakén I. Ha-

biendo sido destruido aquel zoco, se construyó el nuevo y grande al oeste de la ciudad, junto al alcázar. El

zoco se caracterizó siempre como un abigarrado (pero no desordenado) barrio de calles repletas de co-

mercios y tenderetes en los que se practicaba el mercado de todo tipo de productos y mercancías: perfu-

mes, sedas, frutos y productos alimenticios, escribanías, etc.

Según las crónicas de Ibn Hayyán, el incendio que se ocasionó el 12 de julio destruyó mucha zona co-

mercial, además de una mezquita y el edificio de Correos. Así lo cuenta Ibn Hayyán:

Cuando quedaban 10 días de Sha’ban sucedió el gran incendio del mercado de Córdoba. Afec-

tó el fuego a numerosas escribanías y a las tiendas de los vendedores de lanas y los alrededores

de la mezquita de Abi Harún, destruyendo también dicha mezquita, que quedó en ruinas. Afectó

también el fuego al zoco de los perfumistas y sus alrededores; también las tiendas de los mer-

caderes de sedas y de los de paños de lino y todos sus alrededores. Afectó el incendio a la Dár al-

Burud (Casa de Correos), la que quedó destruida. Fue un incendio horroroso por los daños que

produjo. Ordenó al-Nasir, una vez eliminados los efectos inmediatos del fuego, reconstruir la

mezquita de Abi Harún a su estado anterior al incendio, dándole una bella obra de fábrica. La

reconstrucción comenzó en lo que quedaba del año 324 (últimos meses de 936). También ordenó

la reconstrucción de la Dár al-Burud sobre lo que quedó del incendio. La obra fue dirigida con

alta técnica. Confiaba en la técnica en salvar dicha mezquita. No terminó la restauración en su

reinado, continuándola su hijo Al-Mustansir bi-lláh, en el comienzo de su reinado.

Fue generoso con los comerciantes y ensanchó el zoco, trasladando la Casa de Correos a otro

edificio preparado al efecto en la Musara. La primitiva Dár al-Burud la obró y la techó con ma-

dera y tejas, dedicándola a mercado, retornando a ella los mejores comerciantes. De esta manera

el mercado de Córdoba se convirtió en uno de los más atractivos.

Después de Almanzor (938-1002), habiendo estallado una tensa y prolongada fitna, el zoco será sa-

queado y destruido.

55

Existe la creencia popular acerca del nombre de la ciudad en cuanto dedicada a Azahara, la favorita de

Abderramán III.

56

Esta ciudad palatina o áulica se levantó a unos 8 kilómetros al oeste de Córdoba hacia la serranía. Los

motivos que llevaron a Abderramán III a construirla fueron sobre todo de índole política e ideológica,

para simbolizar su poder como califa y demostrar su superioridad sobre sus enemigos, muy principal-

mente frente a los fatimíes de Ifriqiya (en lo religioso, los fatimíes eran chiíes, mientras que los omeyas

eran suníes). Medina al-Zahra fue ciertamente la Versalles de la Edad Media.

El lugar elegido para la construcción de la tan extraordinaria medina destacó por lo extraordinario de su

paisaje y de su morfología geográfica, lo que permitió desarrollar un programa de construcciones jerar-

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~ 51 ~

Siguiendo la tradición, fueron consultados los astrólogos para que pudieran declarar

cuál habría de ser el mejor día para iniciar las obras con la colocación oficial de la pri-

mera piedra. El día más propicio resultó ser el 19 de noviembre. Así pues, este día fue el

de la colocación de la primera piedra para la nueva construcción. Las obras están bajo la

dirección del príncipe Alhakén,57

siendo el arquitecto jefe Maslama ibn Abd Allah.

Podemos señalar también que este año, como el anterior, fue igualmente de terrible

sequía en Al-Ándalus.

quizadas. La ciudad de Córdoba y la llanura extendida hacia abajo quedaban física y visualmente domi-

nadas por las edificaciones del Alcázar. Su implantación en el territorio generó una red viaria e in-

fraestructuras hidráulicas y de abastecimiento para su construcción conservada en parte hasta la actua-

lidad en forma de restos de caminos, canteras, acueductos, almunias y puentes (algunos completos como

el de los Nogales). Véase más en el epílogo que dedicamos a Medina al-Zahra al final de este trabajo.

57

Hijo y sucesor, en su momento, de Abderramán III.

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PALACIO REAL DE

MEMLEBEN

En su palacio de Memleben (Alemania), uno de sus hábitats favoritos, murió Enrique

I “El Pajarero”,58

víctima de un ictus cerebral, tras 24 años de reinado consolidando te-

rritorios y su misma autoridad. El hecho ocurrió el 2 de julio. Tenía 60 años de edad.

Durante su reinado, se produjo un gran avance en la evangelización del reino de Bo-

hemia y en el fortalecimiento de las estructuras eclesiásticas, retomando la política caro-

lingia de apoyo a las comunidades monásticas y valiéndose de numerosos hombres de

Iglesia para su política y su administración.

Fue meritoria su labor fortificadora del sur de Germania mediante numerosos casti-

llos, reorganizando su ejército de caballería pesada. Su labor política y militar tiene su

culminación en el hecho de nombrar heredero y sucesor a su hijo Otón,59

evitando así la

división o desmembración de su reino al morir.60

58

Hijo del duque Otón I de Sajonia y de Hedwige de Franconia.

59

Otón I el Grande, que reinara con su capital en Magdeburg (Magdeburgo).

60

Enrique I el Pajarero contrajo matrimonio en dos ocasiones. La primera vez se casó con Hateburge de

Alstadt, de quien tuvo a su hijo Thankmar. Su segundo matrimonio fue con Matilde de Ringelheim. El

primogénito de este segundo matrimonio, Otón, fue su sucesor como emperador. Su segundo hijo, En-

rique recibió el título de duque de Baviera. Su tercer hijo, Bruno, fue duque de Lotaringia y arzobispo de

Colonia. El hijo de su primer matrimonio, Thankmar, se rebeló contra su medio hermano Otón y murió en

la batalla de Eresburg (año 936).

En cuanto a sus hijas, Gerberga de Sajonia, habiendo muerto su primer marido, el duque Giselberto de

Lotaringia, se casó con el rey Luis IV de Francia y fue madre del rey Lotario de Francia. Su hija más

joven, Hedwige de Sajonia, casándose con el duque Hugo el Grande de Francia (también conde de París),

fue la madre de Hugo Capeto (con quien se fundó la dinastía francesa de los Capetos).

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Año 937

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~ 54 ~

MONASTERIO

DE ARLANZA

Con razón se sostiene que el monasterio de Arlanza, con la zona de su entorno, es cu-

na de Castilla y sigue manteniendo el auge del condado de este nombre. En este año, el

conde Fernán González y su esposa Sancha (hija de Sancho I Garcés) donaron la iglesia

de Santa María de Cárdaba61

a dicho monasterio. Funciona aquí un próspero priorato

agrario, muy particularmente vinícola.62

Además, están floreciendo iglesias y monas-

terios sin que los destruyan los moros y artísticamente muy relevantes, porque el terreno

es serrano, bastante inaccesible y áspero.

61

Cerca de Sacramenia (Segovia).

62

Según fray Valentín de la Cruz, cronista burgalés de nuestros días, caber señalar del siglo X lo si-

guiente: “todas las poblaciones comprendidas entre el Arlanzón y el Arlanza destinaron algunos de sus

pagos a viñas... La familia condal gozaba de viñas y los monjes del Arlanza las mimaban en la zona de

Lerma, especialmente en el priorato de Santa Inés. Covarrubias alaba sus propios caldos, y la abadesa

reclama a cada vecino de su fuero, un pozal de vino”.

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CALATAYUD

Abderramán III conquistó Calatayud, arrebatándosela a los rebeldes tuyibíes de Za-

ragoza. A esa conquista siguió aceifa omeya por todo el valle del Ebro y Navarra. El ca-

lifa conquistó Zaragoza, pactando con Mohamed ibn Hashim al-Tuyibi exiliarse a Tu-

dela con todo los suyos (familiares y partidarios). Habiendo puesto Abderramán III co-

mo nuevo valí de Huesca a Fortún ibn Mohamed, éste le correspondió ejecutando a al-

gunos rebeldes o leales a los tuyibíes de Zaragoza.

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BATALLA DE

BRUNANBURH

El 21 de setiembre tuvo lugar la batalla de Brunanburh, resultando victorioso en la

misma el rey de Inglaterra Athelstan.63

63

Athelstan, de sobrenombre el Glorioso, fue rey de Inglaterra durante los años 924-939. Su reinado, aun

siendo de importancia y trascendencia, es inexplicablemente pasado por alto por no pocos historiadores,

dedicándole más atención a los reinados de su abuelo Alfredo el Grande o al de su sobrino Edgar el Pa-

cífico.

Athelstan fue el hijo primogénito de Eduardo el Viejo, rey de Wessex, y de Egwina. Pese a que sus

padres estaban casados, Athelstan fue declarado ilegítimo cuando Eduardo fue entronizado, porque Eg-

wina era de baja condición social. Debido a eso, Eduardo la repudió para casarse con Elfleda.

Eduardo el Viejo fue entronizado con bastantes dificultades, lo mismo que Athelstan. Su tía Ethelfleda,

hermana de su padre, rigió Mercia Occidental cuando enviudó de su marido Ethelredo (año 918). Eduardo

el Viejo pudo hacerse con el control del reino de Mercia y, al morir, pasó el reino a Athelstan.

Tras muchos y sucesivos avatares de toda índole en su compleja biografía, sobre cuyos detalles pasamos

por alto, lo que sí podemos destacar es que Athelstan fue el primer rey inglés de facto. Alcanzó éxitos

militares considerables sobre sus rivales y enemigos, incluyendo a los vikingos, y extendió su dominio a

partes de Gales y Cornualles. Su victoria más grande, sobre una alianza enemiga que incluía a Cons-

tantino II de Escocia, fue la batalla de Brunanburh. Con todo, más que destacar como guerrero destacó

como hábil diplomático, muy proclive a conseguir la paz por negociaciones y mediante alianzas matri-

moniales. Se empleó mucho en ello con sus hermanas. Él ni se casó ni tuvo descendencia, pero crió y

educó como si de un hijo se tratara al que sería rey de Noruega Haakon el Bueno.

Murió en su palacio de Gloucester, el 27 de octubre del año 939, a los 44 años de edad, siendo sepul-

tado en la abadía de Malmesbury, en Wiltshire. No hay nada de sus restos en la tumba bajo la estatua que

allí se erige, ya que las reliquias del rey probablemente se perdieron en la disolución de los monasterios

que tuvo lugar en el año 1539. Los restos pudieron haber sido destruidos por los comisionados reales o tal

vez fueron retirados de allí antes de la llegada de dichos comisionados.

Le sucedió su medio hermano menor, el rey Edmundo de Inglaterra.

Según recopilación de varias fuentes, Anlaf, hijo de Shtric, que se había convertido en el líder de los

Ostmen (vikingos) en Irlanda, se alió con Constantino II, el rey de los escoceses, y se preparó para

recuperar Northumbria. Reunió un gran ejército en Irlanda y, acompañado por los escoceses, desembarcó

en el Humber. Athelstan marchó contra ellos acompañado por su hermano Edmundo, pero no hubo batalla

hasta que alcanzaron el extremo de Northumbria. Allí, en un lugar llamado el Brunanburh, los nórdicos y

los escoceses se habían hecho fuertes al estilo de los nórdicos, con una robusta empalizada de troncos

dentro de una profunda zanja, y cuando fueron atacados por los sajones empezó una contienda deses-

perada. La zanja fue pasada, el muro de tablas y troncos abatido y, tras un día de enconada lucha, los

aliados fueron puestos en fuga. Cinco reyes y siete jefes vikingos quedaron muertos en el suelo, además

de innumerable soldados. También un destacado obispo sajón resultó muerto. Algunas fuentes señalan

que los sajones se emplearon bien en la caballería, contradiciendo la creencia popular de que los antiguos

ingleses luchaban sólo con ejércitos de infantería. La caballería era relativamente insignificante dentro de

las fuerzas sajonas y posiblemente eran mercenarios procedentes de otros reinos. No obstante, la crónica

anglosajona no menciona a los caballos, aunque el uso de los mismos en las guerras anglosajones está

bien atestiguado y numerosamente documentado.

La batalla de Brunanburh tuvo sus consecuencias, siendo una de las más importantes en la historia

británica, ya que la victoria de Athelstan sobre la coalición entre nórdicos y celtas confirmó la unidad de

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Inglaterra como reino anglosajón. Por su parte, el reino de Wessex quedó debilitado militarmente, lo que

permitió a todos los reinos de las islas consolidarse en los territorios que han ocupado hasta nuestros días.

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El rey Athelstan

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Año 938

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COMARCA DEL RÍO ULLA

(GALICIA)

Remontando por el río Ulla,64

desde el Océano, penetró una invasión de vikingos en

las tierras gallegas, ocasionando destrucción y muerte. Toda la comarca adyacente al

mencionado río quedó asolada y saqueada. Se llevaron cautivos a cuanto pudieron cap-

turar. Dominaron las Torres do Oeste, enclave fortificado esencial para la defensa de

Santiago de Compostela.65

64

El río Ulla desemboca en el océano Atlántico por la ría de Arosa, a la altura de Catoira (Pontevedra).

Su nacimiento está en Olvida, una pequeña parroquia del municipio de Antas de Ulla (Lugo). Tiene dos

afluentes por su izquierda, el Arnego y el Deza. Su curso hace de límite entre las provincias de La Coruña

y Pontevedra. Es un curso de 132 kilómetros y su cuenca es la segunda más importante de Galicia des-

pués del Miño. Su cuenca es salmonera y hay que destacar también entre sus recursos piscícolas variedad

de especies, principalmente la trucha.

65

Su privilegiada situación en la desembocadura del río Ulla y el clima suave que aquí hay durante gran

parte del año hicieron que estas tierras estuvieran poblados desde muy antiguo. Diversos petroglifos y la

existencia de un castro que data de la Edad de Hierro en el lugar donde hoy se encuentran las Torres do

Oeste confirman ese hecho. Durante la dominación romana, dicho castro fue uno de los puertos comer-

ciales del Imperio. Según la leyenda y la tradición, por este puerto pasó la nave que llevaba los restos del

Apóstol Santiago antes de desembarcar en Iria Flavia.

Posteriormente, Catoira y su comarca tuvieron su importancia por la fortaleza de las mencionadas To-

rres do Oeste, defendiendo Santiago de Compostela de los ataques piratas, normandos y sarracenos, que

asolaban Galicia con frecuencia. Fue Alfonso III (siglo IX) quien mandó construir el Castellum Honesti

para retener las invasiones y hacerles frente con la mayor eficacia posible. A partir del Siglo XVI, cuando

ya no era tan importante esa defensa, las Torres fueron paulatinamente desatendidas.

Actualmente se conservan dos de las siete torres que tenía la fortaleza, y forman uno de los conjuntos

arqueológicos e históricos más importantes de Galicia. En el centro de la fortificación destacaba una gran

torre de la que aún quedan sus ruinas. Las dos torres que quedan en pie son del siglo IX. A principios del

Siglo XIII, los reyes cedieron las torres al Arzobispado de Santiago de Compostela, desde donde si-

guieron fortificando la zona.

Cada primer domingo de agosto se celebra aquí una peculiar y muy interesante Romería Vikinga, en

recuerdo de aquellas invasiones y luchas. Miles de personas participan en la puesta en escena de una

batalla entre vikingos y gallegos. Los vikingos están representados por habitantes de la ciudad danesa de

Frederiksund, con la que Catoira está hermanada.

Cuando el Camino de Santiago alcanzó su apogeo, en la Edad Media, numerosos peregrinos acudían

también a la capilla dedicada al Apóstol en estas Torres.

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SANTARÉM

El rey Ramiro II, hábilmente y con promesa de protección, supo ganarse y someter a

su servicio al gobernador muladí de Santarém66

Umayya ibn Ishaq al-Qurashi. Estraté-

gicamente consideradas fueron muy valiosas las informaciones que obtuvo de ello el rey

leonés.

66

Importante ciudad portuguesa, situada al norte de Lisboa y bañada por el río Tajo.

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PEÑAUSENDE

(ZAMORA)

La localidad de Peñausende es céntrica en una zona que se está repoblando por gente

de diversa procedencia, siendo controlada toda esa gente por el rey Ramiro II de León.

El rey supo ganarse la lealtad de un bereber, precisamente de nombre Azeyfa, estable-

cido en estas tierras como vasallo de León.

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CÓRDOBA

De vuelta de una campaña militar, un ejército musulmán, al mando de uno de los más

preclaros generales omeyas, recaló en Córdoba con 200 cabezas de cristianos que fue-

ron cercenadas. Fueron colocadas sobre las murallas como trofeos de guerra y en señal

de victoria e intimidación, como de vez en cuando suele ocurrir. La gente de Córdoba y

cuantos visitan la ciudad por los motivos que sean están habituados a ver ejecuciones y

exhibiciones de cadáveres, a veces por crucifixión y luego asaeteados, quedando los

cuerpos expuestos y erizados de flechas.

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TORROX

Al pie de la sierra de Almajira, en la costa oriental de las tierras malagueñas que dan

al Mediterráneo, en la comarca de la Axarquía, tenemos la localidad de Torrox (cono-

cida también como Turrux). Ya los romanos hicieron de esta localidad (Caviclum) una

factoría y un enclave comercial.

Es una zona agrícola muy productiva, con un clima excelente que propicia la feraz fe-

cundidad del terreno y el abundante resultado de los cultivos. Los árabes del lugar, es-

tablecidos en numerosas e importantes alquerías, impulsaron pronto las plantaciones de

moreras y propiciaron una industria de la seda que abastece de este producto la de-

manda de los grandes mercados. La seda de Torrox es muy apreciada en Málaga, Gra-

nada y por supuesto Córdoba.

Hay ricos y vistoso valles repletos de huertas que ofrecen un destacado contraste con

las laderas que los circundan como engalanadas de viñas y olivos así como también con

intercalados matorrales y pastizales.

Corría el año 755 cuando el príncipe omeya Abderramán I partió de Torrox hacia Cór-

doba donde con sus seguidores dio comienzo al emirato independiente andalusí.

Pero el pueblo de Torrox, integrado especial y mayoritariamente por mozárabes (his-

pano-visigodos) no deja de mostrar su descontento en medio de musulmanes, muladíes,

bereberes, sometido además a las incursiones de la piratería sobre todo norteafricana.

Ese malestar de la población hizo que gran parte de la misma se integrara en la movi-

lización de rebeldía que propició en su momento Umar ibn Hafsun.

Abderramán III, dispuesto a poner orden y acabar con las rebeldías, sitió Torrox en el

año 914, derrotando a sus opositores, especialmente atrincherados en su castillo, y que-

mando las naves que acudieron a la costa para ayudar a los sitiados. Abderrramán III

conquistó finalmente Torrox. Podemos recordar, como cuentan las crónicas, que los que

no murieron en el asalto omeya al castillo fueron decapitados y sus cabezas enviadas a

Córdoba. Torrox quedó así despoblado de mozárabes y todo dispuesto para que la loca-

lidad fuera habitada exclusivamente por musulmanes. Ya mismo, a estas alturas del si-

glo X, predominan en el lugar las alquerías y señoríos árabes dominándolo todo.67

67

Hemos tenido este acercamiento a Torrox para poder notificar ahora que en este año 938, en una gran

alquería situada en la desembocadura del río Guadiaro, propiedad de una familia terrateniente de origen

yemení, nació Almanzor, cuyo nombre completo fue Abu Amir Muhammad ibn Abd Allah ibn Muham-

mad ibn Abd Allah Muhammad al-Ma’afiri.

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Año 939

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~ 66 ~

CÓRDOBA

Una incursión guerrera de leoneses (para los musulmanes todos son llamados galle-

gos), se adentró bastante en territorio de Al-Ándalus, siendo derrotadas estas tropas por

los omeyas que le salieron al paso. En número de 100 fueron apresados algunos nobles

cristianos. Y habiendo sido conducidos a Córdoba fueron degollados en las afueras de la

ciudad, en la Almunia de la Noria.68

Abderramán III ordenó y presenció la ejecución.

Esto ocurrió el 2 de marzo.

68

La palabra “almunia” (al-munya), desde el árabe andalusí, podemos traducirla como cortijo o casa de

campo con huertos y jardines generalmente para estancias ocasionales de sus propietarios, provistos de

siervos y esclavos dedicados siempre a proporcionar las mejores atenciones. Las almunias eran casas de

retiro y solaz, para disfrutar del paisaje y deleitarse en el descanso. Eran fincas de recreo.

Empezando por el califa, todos los ricos y pudientes de Córdoba podían presumir de poseer almunias.

Sobre todo el califa reunió un número considerable de almunias muy bien provistas de todo. A veces se

utilizaron las almunias para hospedar a distinguidos personajes y embajadas.

Las almunias no eran palacios sino construcciones más pasajeras o endebles, lo que explica que no nos

quede ni rastro de la mayoría de ellas y sólo sepamos de las mismas por las crónicas. Sabemos de algunas

por los Anales de Alhakén II (el hijo y sucesor de Abderramán III), siendo las siguientes la de más re-

nombre:

La almunia de Arhâ' Nâsih o de los molinos de Nâsih fue la favorita de Alhakén II. Estaba situada en el

último tramo del Guadalquivir cuando se regresaba en barco desde Sevilla hasta Córdoba.

La almunia an-Nâ'ûra o de la Noria, junto al Guadalquivir, era muy vistosa y palaciega. La había le-

vantado el emir Abd Allah I y fue la favorita de Abderramán III. Sirvió de residencia al rey Ordoño IV

cuando estuvo en Córdoba.

La almunia de Nasr (del nombre del famoso fatá eunuco de los tiempos de Abderramán II), alojó a la

embajada bizantina que estuvo en Córdoba en el año 949. Fue almunia de la que dispuso Alhakén II

cuando era príncipe heredero.

La almunia de Ibn al-Qurashiyya (el hijo de la Qurayshî) se llamaba así porque hospedaron a las

mujeres de Ya'far y de Yahyá, los dos hijos de Ali ibn al-Andalusí, cuando éstos se pasaron desde África.

Tenía esta almunia delante un fahs o explanada que alguna vez sirvió de acampada militar.

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ROMA

El 13 de julio murió en Roma el Papa León VII, en el año tercero de su pontificado,

habiéndose destacado por mediar de algún modo en las disputas entre Alberico II y

Hugo de Arlés por el dominio italiano, sobre todo de Roma. Para todo ello, León VII

pudo contar con la presencia en Roma del abad Odón de Cluny. La mayor pacificación

obtenida provino de la concertación matrimonial de casar a Alda, hija de Hugo, con Al-

berico.69

Odón obtuvo también todo el apoyo romano, tanto de León VII, mediante

bulas, como de Alberico, para afianzar y privilegiar extraordinariamente la reforma clu-

niacense, extendiéndola por toda Europa.

León VII no fue un Papa del que podamos destacar mucha valía, pues se mantuvo en

todo momento plegado a los intereses de Alberico y sus decisiones pastorales no fueron

para nada relevantes. Su vida espiritual y moral no parece que hayamos de resaltarla

demasiado en positivo.70

Una muestra del tono de sus decisiones la tenemos en lo que le

ordenó al arzobispo de Maguncia, Federico, al que nombró vicario apostólico y legado

69

Durante la Edad Media y hasta el siglo XVI, predominaron los matrimonios por convenidas y conve-

nientes alianzas; no se casaba la gente en base al amor, aunque por lo general podían alcanzar amarse con

el tiempo. Las bodas se concertaban sellando acuerdos que tenían como objetivo garantizar el linaje, man-

tener el patrimonio familiar y estrechar los lazos económicos. Corriendo el tiempo, sin embargo y como

natural que es, fueron dejándose de lado dichos acuerdos basados en intereses económicos y sociales, pa-

sándose así a ser el afecto entre los contrayentes un aspecto nada desdeñable a considerar. Así podemos

decir que el amor, con toda su carga de romanticismo, se fue imponiendo y fue reemplazando los tratos

matrimoniales entre las familias, especialmente en la población con menores recursos que defender.

Ese modelo de amor romántico, tal como llegó hasta nuestros días al menos en Occidente, es de proce-

dencia medieval, surgiendo en medio de otras muchas transformaciones sociales y culturales que pusieron

de relieve lo que nosotros entendemos como intimidad. Poco a poco, se fue contribuyendo también al

relieve liberador de la mujer, con la superación de muchas barreras convencionales. Ya en el siglo XI

surgirá la literatura medieval de la que se originará la moderna novela, a partir de la literatura conocida

como del amor cortés (surgida en la Provenza francesa y generalizada después por todas partes durante

los siglos XII-XIII). Este tipo de amor, enamoradizo y platónico, tenía su contexto o entorno fuera de lo

conyugal socialmente convenido, siendo un amor secreto y desligado de la procreación. Se partía como de

una concepción mística y caballeresca del amor, expresándolo en forma noble y espiritualmente mítica,

donde la mujer era idealizada, inalcanzable, inaccesible, objeto de culto, que había que merecer, etc.

Pero por muy espirituales e ideales que pudieran ser los planteamientos, en la vida de mucha gente

seguía teniendo cabida la lujuria y ciertamente se practicaba el sexo en todas las esferas sociales, de una o

de otra manera pero igual que siempre. Las prácticas amorosas, como siempre, fueron diversas y hasta

promiscuas. Eran el contexto o las circunstancias los que marcaban el cómo, el cuándo y entre quienes.

No hay que olvidar que la vida medieval se caracterizó por ser breve, incómoda, sometida a vaivenes de

guerras y enfermedades, a epidemias frecuentes y hambrunas. La gente disfrutó del sexo todo cuanto

pudo y cada cual a su manera. Las personas cultas o de clases sociales más privilegiadas solían hacer caso

omiso de las prescripciones y de las normas de la moralidad. Con todo, la maternidad siguió siendo muy

valorada.

70

Algunas fuentes señalan que murió mientras copulaba con una adúltera de su confianza.

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pontificio para Alemania. Le prohibió que bautizara a la fuerza a los judíos, pero que los

expulsara de Alemania si rehusaban bautizarse.

León VII recibió sepultura en la Basílica de San Pedro. Y enseguida comenzó el si-

guiente pontificado, el del nuevo Papa, elegido también por Alberico II y sumiso a él.

Este nuevo pontífice es Esteban VIII.71

El Papa León VII

71

Desconocemos su edad, pues no sabemos el año de su nacimiento, pero hemos de dar por cierto que,

como todos los Papas de estos tiempos, no fuera demasiado mayor. Se puede dar por supuesto que este

Papa fuera romano, pero lo mismo provenía de otra procedencia (algunas fuentes señalan que pudiera

haber sido alemán).

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SIMANCAS Y ALHÁNDEGA

Debido a su temible ferocidad y arrojo guerrero, los musulmanes llamaban a Ramiro

II el Ibli (el Diablo). La lucha de Ramiro contra los musulmanes es continua y muy ac-

tiva. Concretamente en este año, durante el verano (durante la primera semana de agos-

to), los derrotó en la batalla de Simancas.72

Como los musulmanes habían perdido la estratégica Zaragoza, emprendieron una gran

ofensiva contra los cristianos. Abderramán III, tan envanecido él, no podía digerir bien

verse humillado y castigado por un ejército de cristianos aparentemente inferior al suyo.

Muy airado, Abderramán III, tras apoderarse de Calatayud, fue cercando y atacando,

uno tras otro, todos los castillos de la zona del Ebro. Podemos recordar cómo al llegar a

las puertas de Zaragoza, Abu Yahya capituló, siendo aprovechado este aliado para diri-

gir decididos ataques sobre Navarra. Recordemos también cómo capituló la reina Tota,

reduciéndose a vasalla del califa.

Abderramán III se envalentonó entonces y pretendió de una vez por todas acabar con

el poderío leonés mediante una gigantesca yihad. Organizó un poderoso ejército de más

de 100.000 hombres, yendo él al frente. Dispuso que desde que partiera de Córdoba (29

de junio) se rezara en la mezquita mayor la denominada oración de la campaña, de-

biendo ser entonada en sentido de gratitud a Alá más que en tono deprecatorio porque

no se podía prever sino la victoria musulmana. A esta campaña la llamó Abderramán III

ghazwat al-qudra (la campaña de la omnipotencia).

Abderramán y su potente ejército, tras haberse concentrado en Toledo,73

atravesaron

el Sistema Central,74

camino de Zamora, en su ofensiva contra los leoneses, con los

cuales estaban coaligados los navarros y los aragoneses. Los cristianos derrotaron a los

musulmanes en Simancas. La reina Tota luchó al lado del rey Ramiro II, como también

el conde Fernán González de Castilla y el renegado musulmán Umayya ibn Ishaq al-Qu-

rashi. La batalla de Simancas se fue desarrollando de la siguiente manera: El emir de

Zaragoza, Muhammad ibn Hasim at-Tuyibi (Abohahía para los cristianos), aliado teó-

rico del rey leonés desde el año 936, pero que había hecho pacto con el califa cordobés

en el año 937, se adelantó con un destacamento de caballería, cruzó el Pisuerga y derro-

72

Una de las más importantes y trascendentales de la Historia de España, incluso también de la Historia

de Europa.

73

El 19 de julio, fecha en la que se celebraba aún el Ramadán ese año, hubo un eclipse total de sol que

impresionó mucho a Abderramán III, interpretándolo como mal augurio e interrumpiendo en estos mo-

mentos el ayuno preceptivo islámico.

74

Por el puerto de Tablada, en la sierra de Guadarrama. Después de saquear y destruir los lugares por

donde pasaban (Olmedo, Íscar, Alcazarén, todo de la provincia de Valladolid), acamparon cerca del río

Cega (afluente del Duero) y se instalaron en el castillo de Portillo, siendo ya el mes de agosto.

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tó a los cristianos frente a Simancas. Los cristianos se refugiaron en Simancas y derro-

taron a los musulmanes, haciendo prisionero al emir de Zaragoza.75

Huyó Abderramán III en retirada hacia el este, destruyendo a su paso el castillo de

Roa de Duero, devastando y destruyendo Haza y Aranda de Duero.76

Después de pasar

por Maderuelo77

fue derrotado de nuevo mediante una emboscada en el barranco de Al-

hándega,78

donde resultaron muertos muchos musulmanes quedando herido el mismo

Abderramán III. Los moros supervivientes huyeron dejando atrás el botín que habían

conseguido. Efectivamente, el mismo Abderramán, que no pudo reaccionar al ataque de

los cristianos, resultó herido y tuvo que darse a la fuga, teniendo que dejar en poder de

los cristianos su precioso ejemplar del Corán, con sus valiosas guardas y su magnífica

encuadernación oriental, así como dejó también en poder de los cristianos su rica cota

de malla, tejida con hilos de oro. No tuvo tiempo para vestírsela.79

Finalmente, los musulmanes cruzaron la frontera para retirarse hasta llegar a Córdoba.

Pasaron por Campisábalos y pararon en Atienza y Guadalajara. Abderramán III estaba

muy abochornado, achacando su derrota a cuantos le traicionaron y fueron más prófu-

gos que leales y valientes. Una vez llegado a Córdoba, el califa mandó crucificar a

asaetear hasta quedarlos como erizos a los que consideró más traidores y desleales.

Fortún ibn Mohamed ibn Tawil, de los muladíes Banu Shabrit y valí de Huesca, aun con

la lengua cercenada, escupió sobre el califa previamente a ser alanceado. Esto ocurrió el

14 de septiembre.

La victoria de los cristianos en Simancas y Alhándega, digna de resaltarse como de

Reconquista, proporcionó un considerable avance territorial, haciendo retroceder las

fronteras andalusíes desde el Duero hasta el Tormes, propiciándose así la repoblación de

lugares como Ledesma, Salamanca, Peñaranda de Bracamonte, Sepúlveda y Guadrami-

ro.

De otro lado, el humillante fracaso del califa hizo que se retrajera en delante de salir a

más campañas contra los cristianos. No lo volvió a repetir. No dirigió personalmente

ninguna campaña más yendo él al frente.

Abderramán III delegó todas las funciones militares en la Marca Superior de Al-

Ándalus a sus gobernadores Banu Tuyib, nombrando también como dhu l-wizaratain

(poseedor de los dos visiratos) a Ahmad ibn Shuhaid.

También ocurrió que llegó a Córdoba Hamid ibn Yasal, príncipe y general norteafri-

cano, ofreciéndose al califa, pero éste le mandó al Zagreb Central dándole mucho dine-

ro.

75

Este emir estuvo encarcelado en León durante los dos años siguientes.

76

Todo esto provincia de Burgos.

77

Provincia de Segovia.

78

Entre Caracena y Tarancueña (Soria).

79

Los cronistas cristianos resaltaron cómo "trajeron los cristianos muchas riquezas con las que medra-

ron Galicia, Castilla y Álava, así como Pamplona y su rey García Sánchez".

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Año 940

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ESPAÑA

Y SUS FRONTERAS

Entre tranquilidad e inestabilidad, incluidas las aceifas, entre circunstancias pacifica-

das e invasiones, de unos contra otros o colaborando y entendiéndose mutuamente, en-

tre unos y otros, de acá o de allá, los españoles del momento, sean de la zona que sean,

siguen adelante en sus quehaceres, que también son ordinarios y habituales: sacar ade-

lante a las propias familias, desenvolverse laboralmente, pasar la vida de la mejor mane-

ra posible, etc.

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ROMA

El Papa Esteban VIII, intervino mediando en los conflictos que enfrentaron en Francia

entre el conde de París Hugo y el rey Luis IV. El Papa resolvió finalmente, bajo pena de

excomunión, que es de obligado deber prestar obediencia y lealtad al rey Luis IV.

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EPÍLOGO

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MEDINA AL-ZAHRA

Aprovechando perfectamente el desnivel del terreno, la ciudad palatina de Medina Al-

Zahra o Medina Azahara, cercana a Córdoba, fue distribuida en tres terrazas, adoptando

todo el recinto un trazado rectangular, de 112 hectáreas de extensión, sin nada que se

corresponda con la idea laberíntica o desordenada que se tiene a veces del urbanismo

islámico. Dicho rectángulo tenía 1.500 metros de lado en sentido este-oeste y unos 750

metros en sentido norte-sur, con ciertas adaptaciones debidas a la irregularidad topo-

gráfica del terreno. Ciertamente, la topografía tuvo su importancia a la hora de confi-

gurar el conjunto de las edificaciones. El emplazamiento sobre laderas de sierra per-

mitió, no obstante, diseñar un planteamiento urbanístico peculiar, haciendo que la rela-

ción física y estética entre las varias construcciones resultara altamente expresiva y res-

pectivamente funcional. El edificio propiamente palaciego ocupó la parte más alta, ocu-

pando la parte más llana el conjunto de las demás construcciones y la mezquita aljama.

Siguiendo la disposición en terrazas encontramos que la primera corresponde a la zo-

na residencial del califa, seguida por la zona oficial (Casa de los Visires, Cuerpo de

Guardia, Salón Rico, dependencias administrativas, jardines, fuentes, galerías, etc.). Fi-

nalmente encontramos la ciudad propiamente dicha (viviendas, dependencias artesana-

les, etc.) y, tal como queda dicho, la mezquita aljama, separadas de las dos terrazas an-

teriores por otra muralla específica para aislar el conjunto palatino. La investigación

arqueológica ha revelado una morfología urbana caracterizada por la existencia de

grandes áreas no edificadas, vacíos que se corresponden con todo el frente meridional

del Alcázar, garantizando así su aislamiento y el mantenimiento de su apertura visual

sobre el paisaje de la campiña, creando un paisaje idílico. De hecho, los únicos espacios

edificados en este nivel inferior son dos amplias franjas extremas: la occidental, con una

trama urbana de ordenación ortogonal, y la oriental, con un urbanismo menos rígido.

Teniendo en cuenta el contexto histórico, hay que señalar que estamos bajo los conso-

lidados reinados califales de Abderramán III (929-961) y de su hijo y sucesor Alhakén

II (961-976). Abderramán III vio conveniente disponer de su simbología política y reli-

giosa, para lo cual emprendió la construcción de Medina Al-Zahra, una ciudad palaciega

y cortesana en la que residir habitualmente. Surgida de la nada, la ciudad regia con-

centraba todo el poder político y todo el esplendor del califato.

Las relaciones diplomáticas se centraron en los reinos cristianos de la Península, con

intensos diálogos y algunos enfrentamientos bélicos; el norte de África, contra los fati-

míes que controlaban rutas comerciales clave con el África subsahariana desde donde

llegaba el oro; y el Mediterráneo donde se mantuvieron relaciones diplomáticas sobre

todo con Bizancio.

Con el reinado de Hisham II (976-1016) –ya llegaremos a ese momento– el verdadero

protagonismo lo tendrá el hayib o primer ministro Almanzor, de gran arrojo en lo mili-

tar, que mantuvo en jaque a los reinos cristianos del norte, llegando a entrar en León,

Pamplona, Barcelona o Santiago de Compostela, desde donde se llevará las campanas

del templo prerrománico dedicado al Apóstol Santiago hasta Córdoba.

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Después de Almanzor tendremos una prolongada fitna o guerra civil en Al-Ándalus y

el surgir de los reinos de taifas, siendo ya el declinar de Córdoba como califato e incre-

mentándose mucho la reconquista cristiana.

Fue entonces cuando Medina Al-Zahra se irá abandonando, siendo progresivamente

saqueada y llegando prácticamente a un olvido y a una dejadez totales.

Los almorávides irrumpirán desde el norte de África y unificarán los reinos de taifas,

desarrollando una arquitectura propia, pero descuidando totalmente todo lo relacionado

con Medina Al-Zahra. Poco sobrevivió desde los almorávides debido a la siguiente in-

vasión sobre Al-Ándalus, la de los almohades. Cómo éstos eran ultraortodoxos islámi-

cos, destruyeron todo lo que los almorávides habían construido y todo cuanto había su-

puesto el esplendor del califato, incluida Medina Al-Zahra.

Aunque el origen de la ciudad no carece de elementos legendarios, se sabe que la

construcción comenzó en los primeros meses de la Hégira, correspondientes a finales

del 936 de la era cristiana, estando las obras a cargo del maestro alarife Maslama ibn

Abd Allah, y se continuó durante los cuarenta años siguientes, alcanzando los tiempos

de su hijo y sucesor en el califato, Alhakén II. En el año 945 se produjo el traslado de la

Corte califal a esta ciudad, que en esos momentos contaba ya, desde el año 441, con la

mezquita aljama. Algo más tardará en trasladarse hasta la ciudad la ceca o Casa de la

Moneda (años 947-948). Al erigir esta majestuosa ciudad, el califa Abderramán III pre-

tendió superar a los califas orientales (abasíes) en todo, reduciéndole el esplendor y la

vida cortesana a la famosa ciudad de Samarra.

La literatura cronística nos proporciona la información sobre las cuantiosísimas sumas

de dinero dedicadas a su construcción, de los enormes trabajos realizados al efecto, de

su monumentalidad y esplendor artístico, todo expresado hasta en los más mínimos de-

talles, y del lujo y ostentación que el califa desplegaba en las recepciones y ceremonias

que allí se celebraban con frecuencia, pues de hecho la administración y la corte se tras-

ladaron a la nueva sede. Entre otros, en sus ricos salones serían recibidos reyes cris-

tianos hispánicos desposeídos del trono, embajadores del emperador de Germania, emi-

sarios de Cataluña, etc. Las ceremonias de las grandes recepciones eran sumamente

grandilocuentes y protocolariamente ordenadísimas: “Tras subir entre apretadas filas

de soldados ricamente uniformados, provistos de brillantes armas y en perfecta forma-

ción, llegaban monarcas y embajadores al salón oriental de Madinat al-Zahara, abierto

a una terraza, cuyos muros cubrían ricas alfombras. Al fondo, sentado sobre almoha-

dones y rodeado de todos los dignatarios de su brillante corte, aparecía el califa. Seme-

jante a una divinidad casi inaccesible. Ante él se postraban en tierra, y el soberano, con

insigne fervor, les daba a besar su mano” (Torres Balbás).

Transcurridos poco menos de cien años, sin embargo, todo este conjunto monumental

y fastuoso quedó reducido a un inmenso campo de ruinas, pues fue destruido y sa-

queado en el año 1010, como consecuencia de la guerra civil o fitna que puso fin al

Califato de Córdoba. Los saqueos, los enfrentamientos y los incendios destrozaron la

ciudad más bella de occidente, el Versalles de la Edad Media.

El cuadro del pintor catalán D. Baixeras (Barcelona, 1862-1943), en el Paraninfo de la

Universidad de Barcelona, pretende rememorar una recepción de embajadores de

Bizancio en Medina Al-Zahra, a base de los recursos y convencionalismos propios de la

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pintura orientalista de la época, empeñada en una forzada aunque pintoresca recons-

trucción de la audiencia del monarca cordobés a los emisarios bizantinos acompañados

de unos monjes, que se muestran sobrecogidos por la magnificencia de la ostentación y

esplendor de la suntuosa corte califal asentada en tan extraordinario recinto. A pesar de

que su lugar de procedencia, la corte de Bizancio, no era precisamente un ejemplo de

austeridad.

La puerta norte se abre en el centro de la muralla septentrional, es el punto de llegada

del denominado camino de los Nogales, la vía de comunicación más rápida con la ciu-

dad de Córdoba en aquel entonces. Presenta una disposición acodada que nos conduce a

la estancia del cuerpo de guardia. La puerta norte así como el resto de la muralla está

constituida por sillares de piedra bien formados colocados a soga y tizón. Desde esta

puerta se inicia, hacia la izquierda, una rampa descendente de forma quebrada, que co-

necta con cuatro puertas y que nos lleva, a su vez, a la siguiente estructura destacable

del sector público del alcázar.

La Puerta Norte

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La Casa Militar

El siguiente espacio es el Dar al-Yund, más conocido coloquialmente como la Casa

Militar. Se trata de un edificio de planta basilical con cinco naves longitudinales y una

transversal rematada por saletas en sus extremos, donde se define un núcleo jerárquico

formado por las tres naves centrales, aisladas del resto mediante puertas. El conjunto se

completa con una gran plaza al sur, de la que no se conserva el suelo original, flan-

queada por varias estancias en su lado oeste y una vivienda en el costado oriental. El

edificio tiene la peculiaridad de conservar prácticamente íntegro su pavimento original

de ladrillo. Por otra parte, el revestido de los muros se realizó con mortero pintado de al-

magra en el zócalo y blanco en el resto.

El Gran Pórtico

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El Gran Pórtico constituye la entrada más emblemática, simbólica y ceremonial al

corazón del recinto del Alcázar, la zona más noble de la ciudad palatina, dando acceso a

la zona administrativa y política del mismo. Se concibió inicialmente con catorce arcos

practicables, constituyendo la fachada oriental de una gran plaza rodeada de otras cons-

trucciones. Todos los arcos son escarzanos80

, excepto el central, que es de herradura; los

arcos están erigidos sobre pilares y alineados en dirección norte-sur a partir del amu-

rallado norte. La decoración de la arquería consistía en un enlucido blanco con la pre-

sencia alterna de dovelas de ladrillo y piedra. Se trata de una organización efectista, pu-

ramente escenográfica, ya que su principal función era impresionar a todos aquellos que

se acercasen, sin correspondencia alguna con el espacio trasero, donde se abre una sola

puerta de reducidas dimensiones.

Salón Rico

80

El arco escarzano (denominado también arco corvado) es un tipo de arco rebajado simétrico que con-

siste en un sector circular que posee su centro por debajo de la línea de impostas. Se suele encontrar en

los puentes debido a que presenta una mayor sección de desagüe que un arco de medio punto equivalente.

Así pues, el arco escarzano es un sector de circunferencia. Se diferencia del arco de medio punto en que

el centro del sector se encuentra por debajo de la línea de impostas (nivel de los arranques), haciendo que

en los salmeres el sector de circunferencia no haga una tangencia, formando por lo tanto una especie de

esquina. En algunas ocasiones se ha tildado de arco poco estético por la existencia de esta esquina.

Cuando se encuentra este arco sobre una puerta o ventana se suele hablar de escarzana y su arco suele

corresponder a la sexta parte ó 60 % de una circunferencia. Se acostumbra poner sobre las puertas y

ventanas para cerrarlas con mayor seguridad por arriba. En algunas ocasiones se encuentra este arco

combinado con un dintel de refuerzo.

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El denominado como salón de Abderramán III, salón oriental o simplemente salón ri-

co constituye la parte más valiosa de todo el conjunto arqueológico, tanto por su cali-

dad artística como por su importancia histórica, siendo considerado sin discusión algu-

na el auténtico símbolo y emblema de todo el conjunto califal de Medina Al-Zahra.

Indudablemente, este salón era el eje central del recinto cortesano, considerado por

unanimidad entre los especialistas como el salón de las grandes ceremonias palatinas,

fiestas, ceremonias, recepción de embajadores extranjeros y salón del trono; por eso no

debe extrañarnos la suntuosidad y riqueza de su decoración, de la que ha derivado el

apelativo de salón rico. Abderramán III, amante del boato cortesano, gustaba de impre-

sionar a sus visitantes, a los que generalmente recibía aquí, por eso el lujo y el virtuo-

sismo del arte califal alcanzan su punto culminante en estas habitaciones.

Tres años largos se emplearon en la construcción del salón, tal como atestiguan las

inscripciones epigráficas que aparecen en las basas y pilastras de su interior. Los refe-

ridos años son los que van del 953 al 957. Resulta que el salón rico no es propiamente

un único espacio amplio y diáfano, tal y como su denominación nos puede llevar a

creer, sino que en realidad se trata de un conjunto de espacios y salas compartimentadas,

formando todas ellas en conjunto la morfología de un único salón dividido por arcadas.

Estructuralmente, la sala tiene planta basilical de tres naves longitudinales con otra

transversal en su entrada que hace las veces de pórtico, con unas medidas exteriores de

38 x 28 metros. Las cabeceras de estas tres naves longitudinales aparecen rematadas por

arcos ciegos de herradura, en uno de los cuales, el central, se supone que estaría situado

el trono desde donde el califa dirigía el ceremonial palatino. El eje central del conjunto

es la nave central longitudinal, separada de las restantes naves laterales por un conjunto

de seis arcadas de herradura a ambos lados, mientras que de la transversal se separa por

tres arcos también de herradura. Junto a estas tres naves centrales y en paralelo, flan-

queando ambos lados, se sitúan dos naves exteriores divididas en tres cámaras de desi-

gual tamaño.

Si en algo destaca el salón rico, como cabe señalar, es por su fastuosa decoración. En

primer lugar hay que destacar el constante uso del arco de herradura califal con policro-

mía bicolor y con la tan característica alternación de dovelas en rojizo y en tonos carne

provenientes de la piedra arenosa original destinada a la construcción, muy semejantes a

las existentes en la mezquita (actual catedral) de Córdoba. Los arcos están sostenidos a

su vez por columnas de mármol de primerísima calidad que alternan los tonos rosados

con los azules claros, produciéndose de este modo un curioso juego de colores. Los fus-

tes de las columnas aparecen rematados por los característicos capiteles de avispero.

El resto de la superficie de la pared se recubría íntegramente con finos paneles deco-

rativos tallados en mármol. El tema elegido para los paneles tenía un alto simbolismo

cosmológico, algo muy en concordancia con la techumbre de madera que recubría la

estancia, donde estaban representadas las estrellas en una clara alusión al firmamento.

El motivo labrado en los paneles representaba el árbol de la vida, un motivo exportado

desde el viejo Oriente. Los tableros eran ejecutados de manera simétrica sobre un eje.

Por otra parte, el relieve cortado verticalmente le proporcionaba a la decoración una ca-

lidad gráfica abstracta, mientras que la decoración interna, cortada también de manera

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dura, estaba constituida por facetas y cogollos de hojas, así como cálices de flores, que

son motivos muy típicos del arte hispano-omeya.

Mezquita Aljama

La mezquita aljama es una de las primeras edificaciones construidas en Medina Al-

Zahra entre los años 941-945. Es la mezquita principal de la ciudad, donde el soberano,

o la persona en quien este delegara, dirigían la oración comunitaria de los viernes. La

mezquita se encuentra adosada al costado oriental del Jardín Alto, pero externa al re-

cinto del Alcázar, la parte central del conjunto califal. El edificio, a diferencia de la

mezquita de Córdoba, está bien orientado hacia La Meca. Consta de un patio porticado

en tres de sus lados y una sala de oración de cinco naves longitudinales separadas por

arquerías perpendiculares al muro de qibla. Sólo el espacio de la maqsura, reservado

para uso exclusivo del califa, se pavimentó con losas de barro, cubriéndose con esteras

el suelo terrizo del resto del oratorio. El alminar, torre desde donde se llamaba a la ora-

ción, es de planta cuadrada al exterior y octogonal en el interior, ubicándose junto a la

puerta norte del acceso al patio.

La casa de la Alberca, conocida también como vivienda de la Alberca, se encuentra

situada al oeste de la denominada casa de Yafar, y se considera, casi de manera unánime

y sin que hayamos podido encontrar evidencias claras que nos lo garanticen, como la re-

sidencia del príncipe heredero Alhakén, hijo y sucesor de Abderramán III a su muerte

(año 961). Respecto a su cronología, se trata de una de las construcciones más difíciles

de datar de todo el conjunto, siendo muy complicado poder aportar una fecha precisa,

aunque por comparaciones estilísticas parece ser que su ejecución fue bastante tem-

prana.

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La Casa de la Alberca

Destaca en su estructura por ser la única construcción de todo el conjunto que presenta

una planta en torno a un jardín centralizado con alberca, lo que proporciona a este re-

cinto de viviendas uno de los espacios más íntimos respecto de los demás edificios pala-

ciegos de la ciudad califal.

A los lados menores del patio, mediante fachadas de triple arquería profusamente de-

coradas, se abren varias estancias alargadas dispuestas de dos en dos en cada crujía.

También presenta en uno de sus lados un baño adosado, baño al que en un principio se

le confirió un uso privado y que más tarde sería reformado para ser compartido por las

cercanas dependencias de la casa de Yafar.

La Casa de Yafar

La Casa de Yafar se denomina así por haber sido destinada al hayib (primer ministro)

Yafar ibn Abderramán en el año 961. Pese a la denominación, no tenemos todavía ase-

gurada con certeza que la residencia de este personaje estuviese aquí, basándonos úni-

camente en las intuiciones e investigaciones de los especialistas. Su estructura se arti-

cula alrededor de tres ámbitos espaciales, organizados en torno a sus correspondientes

patios, todos ellos de distinto carácter: uno público, uno íntimo y otro de servicio. El es-

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pacio oficial es constituido por una edificación de planta asimilable a la basilical, que

cuenta con tres naves longitudinales comunicadas entre sí mediante puertas rematadas

por arcos de herradura, así como una nave transversal abierta al patio, donde se inte-

rrumpe la correspondencia existente entre las naves longitudinales y la fachada, con el

objeto de adaptar esta última al espacio creado por la construcción de un baño contiguo.

La fachada se organiza mediante una triple arcada de herradura soportada por columnas.

En cuanto a la decoración del edificio, éste se pavimentó con gruesas losas de mármol

blanco, excepto en el patio, donde se emplearon piedras de caliza violácea; además,

destaca la decoración de ataurique de la fachada con temática vegetal y geométrica, que

también está presente en el vano de comunicación de la nave transversal y la central,

que ostenta sendos tableros en los frentes y las jambas del vano.

La Casa Real

La Casa Real se sitúa en el punto más elevado del Alcázar y es la residencia íntima del

califa Abderramán III (y sucesores). La vivienda se organizó sobre una plataforma cor-

tada en la roca donde se ubicaron una terraza delantera y tres crujías paralelas de ha-

bitaciones extendidas a lo ancho, rematadas en los extremos con alcobas y decoradas

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íntegramente con atauriques o arabescos.81

La Casa Real no se adosó sobre el macizo de

sillares de la plataforma superior, sino que se separó del mismo a través de un largo

corredor de servicio que atraviesa el conjunto. Tanto las fachadas de las habitaciones

principales como las portadas interiores recibieron decoración de ataurique labrada en

placas de piedra adheridas a los muros. La riqueza de esta ornamentación se extiende

también a los pavimentos de ladrillo de las distintas estancias. Algunos son lisos, pero

muchos otros recibieron un tratamiento decorativo a base de incrustaciones de piedra

caliza blanca que dibujaban cenefas geométricas.

La red viaria

Tras la fundación de Medina Al-Zahra y como consecuencia de la misma se efec-

tuaron varias realizaciones viarias y comunicativas que constituyeron una red propia e

independiente, centrada sobre todo a occidente de Córdoba: Un camino directo entre

Córdoba y Medina Al-Zahra, conocido como Camino de las Almunias, comunicaba

también con Sevilla y con las tierras al norte del Guadalquivir (Cañada Real Soriana y

Camino Viejo de Almodóvar). También, desde la Puerta del Puente, se abrían res-

pectivamente las rutas hacia el sur, el este y el oeste: un enlace directo e independiente

de Medina Al-Zahra con el camino Córdoba-Badajoz (Yadda) mediante el Camino de

Media Ladera; un enlace de Medina Al-Zahra con las principales rutas situadas al este y

encaminadas a Mérida, Toledo y Zaragoza (sin pasar por Córdoba: el Camino de los

Nogales-Carril de los Toros). Y un camino secundario (Camino del Oeste) que unía Me-

dina Al-Zahra con las varias y principales almunias de la zona denominada Alamirilla.

Arte y lujo del mobiliario

Medina Al-Zahra no fue sólo arquitectura. Albergó también una rica y exquisita co-

lección de muebles artísticos de gran calidad y preciosas piezas de reducido formato.

Actualmente, la mayor parte de las piezas están desperdigadas por colecciones y museos

de todo el mundo, ya que su belleza y exotismo las convierten en piezas codiciadísimas

81

El arabesco o ataurique ("follaje") es el adorno a base de formas geométricas y patrones extravagantes

que imitan formas de hojas, flores, frutos, cintas, animales, etc., que aparecen frecuentemente en las pa-

redes de ciertas construcciones árabes, como las mezquitas.

Ejemplos de decoración con ataurique o arabesco son los del mihrab de la mezquita de Córdoba o los

que podemos encontrar en la Alhambra de Granada. También se empleó en el arte mudéjar, como se

puede contemplar en la fachada del Palacio de Pedro I en el Alcázar de Sevilla.

No obstante, el arabesco es mucho más antiguo que el arte islámico. Aparece en monumentos egipcios y

asirios; también en algunos etruscos, griegos y romanos. En la Edad Media se utilizó en toda clase de

adornos, y en el Renacimiento fue muy usado en Italia.

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por parte de los coleccionistas. Exponemos a continuación algunos de los ejemplos más

destacados, célebres y representativos, del arte decorativo que hubo en la ciudad califal:

La Cierva de Medina Al-Zahra

La cierva de Medina Al-Zahra es una pequeña pieza de bronce que fue elaborada

como un pequeño surtidor de agua para decorar una de las numerosas fuentes con las

que contaba la ciudad palatina, siendo considerada, de forma unánime, como la obra

maestra de la escultura hispano-musulmana del período omeya. Respecto a su crono-

logía, suele ser habitual datarla por parte de los especialistas entre las últimas décadas

del siglo X y los primeros años del siglo XI, sin que se pueda aportar aún hoy una fecha

más precisa. De esta misma pieza existen tres réplicas de morfologías muy similares,

una en el museo arqueológico nacional de Madrid, otra en el centro de visitantes de

Medina Al-Zahra, y una última en el museo nacional de Qatar que fue comprada por un

jeque árabe en subasta internacional, por la que llegó a pagar, en 1997, cuatro millones

de dólares.

Cerámica zoomorfa

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Esta curiosa pieza, que según los investigadores formó parte de la vajilla de gala de

alguno de los conjuntos palaciegos de la ciudad de Medina Al-Zahra, fue adquirida por

el Estado Español en nombre de la Junta de Andalucía (abril de 2003) tras el desem-

bolso de un importe de 220.000 euros a una sala de subastas londinense. Por sus rasgos

morfológicos, los expertos han intuido que esta pieza de pequeñas proporciones quizás

pudiese tratarse de una jirafa. Sobre su uso específico, se piensa que pudiese servir para

verter algún tipo de líquido. La decoración esta realizada a base de vidriado blanco, así

como pequeños fragmentes de verde manganeso. Respecto a su cronología, decir que es

datada, por casi todos los expertos, en los años centrales del siglo X.

El Aguamanil del Louvre

Se trata de una pieza zoomorfa que debió salir de España tras el saqueo francés du-

rante la Guerra de la Independencia, encontrándose actualmente en las vitrinas del Mu-

seo del Louvre, donde es una de las estrellas de las salas de antigüedades islámicas. Se

trata de un aguamanil en el que se distingue, sin ningún tipo de dudas, la figura de un

pavo real. Sobre el uso de esta pieza, tal y como su nombre indica, se trataba de un re-

cipiente destinado al almacenamiento de agua para el posterior lavatorio de las manos.

Presenta la curiosidad de contener sobre su superficie una inscripción bilingüe (en árabe

y latín) que nos indica el nombre del artista y la fecha de su ejecución, por lo que po-

demos datar a la pieza, sin ningún tipo de problemas, en el año 972.

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Píxide del príncipe Al-Mughira

El Píxide del príncipe Al-Mughira, de marfil, se conserva en el Museo del Louvre.

Los jardines de Medina Al-Zahra

Una compleja red de canalizaciones aseguraba el abastecimiento de agua y el sanea-

miento del conjunto urbano y palatino. Las mismas tuberías de plomo que distribuían el

agua a las residencias y baños la hacían llegar a las numerosas albercas y fuentes para

irrigar los jardines. Se han conservado algunas de las innumerables pilas y surtidores del

palacio.

En la terraza superior encontramos las estancias privadas del califa, la Dar al-Mulk o

Casa del Poder, y un salón de recepción llamado Casa Militar o de los Visires. Ante ella

se extendía una enorme explanada pavimentada, llamada por las fuentes Azotea bri-

llante, que servía para algunas ceremonias. Por debajo de ésta, en la terraza intermedia,

se alzaba un segundo salón de protocolo, el llamado Salón Rico o de Abderramán III,

verdadero centro del ceremonial califal. Su estructura es similar al ya citado, una planta

de tipo basilical con tres naves y un pórtico, pero su riqueza decorativa es mucho ma-

yor. Ante él se extendía un extenso jardín, el Jardín Alto, del cual tenía una visión pri-

vilegiada como queda recogido en las fuentes árabes que aluden con insistencia al Salón

Oriental que dominaba el jardín maravilloso.

Casi en el centro de este Jardín Alto se levantó un pabellón, o quiosco, rodeado de

cuatro albercas, la mayor de las cuales estaba situada al norte y en ella se reflejaba el

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Salón Rico. Ese efecto especular se duplicaba en el propio pabellón, ya que éste re-

producía la estructura, tres naves con pórtico, y la lujosa decoración del Salón (fustes

rojos y negros con capiteles de mármol blanco, paneles labrados cubriendo sus muros).

El jardín se sitúa sobre una plataforma reforzada con contrafuertes, lo que ha llegado a

ser relacionado con la idea de los Jardines Colgantes de Babilonia.

A un nivel inferior, y a occidente del Jardín Alto, se hallaba un segundo jardín, casi

cuadrado y de grandes proporciones, el Jardín Bajo. En su lado norte se localizaba otro

salón, el Occidental, que todavía no ha sido excavado pero cuya estructura debió ser si-

milar a los anteriores. Al estar situado a más altura que el jardín, este salón se convertía

en un privilegiado mirador. Tanto aquí como en el Jardín Alto se manifiesta una clara

intención de disponer los jardines, los pabellones y los salones a modo de compleja es-

cenografía que permitiera el disfrute del paisaje y de la naturaleza desde varias pers-

pectivas.

Los dos grandes jardines, el Alto y el Bajo, responden al tipo de crucero, articulados

mediante un andén perimetral y dos andenes que se cruzan en cruz y dividen el jardín en

cuatro partes.

Son los más antiguos conservados en la Península y los primeros de un prototipo re-

petido con asiduidad hasta el final de Al-Ándalus. Algunos autores han buscado el ori-

gen de ese modelo de jardín en Oriente, en el mundo sasánida de donde pasaría a los

palacios abasíes, o bien en la Antigüedad clásica. En el Jardín Alto las albercas se co-

locaron en el centro, mientras que en el Bajo éstas se hallaban en los extremos de los

andenes. En paralelo a estos andenes, tanto los centrales como los perimetrales, corrían

acequias que, con el agua almacenada en las albercas, regaban los cuatro arriates rehun-

didos respecto a los andenes, a los que se acedía mediante rampas, disposición repetida

en los jardines posteriores del occidente islámico.

Estos dos grandes jardines de Medina Al-Zahra probablemente tenían un uso tanto

privado como público. En las recepciones multitudinarias que el califa celebraba en las

grandes fiestas de cada año los jardines no se citan en el recorrido de los invitados, que

llegaban por corredores abovedados, laberínticos y ascendentes, pero sí formaban parte

del decorado de dichas ceremonias: desde su trono, situado al fondo de la nave central

de los salones, el califa podía dominar (en un doble sentido de contemplación y de au-

toridad) el paisaje y el jardín situado frente a él.

Una variante de este tipo de jardín de crucero lo encontramos en la llamada Casa de la

Alberquilla, una de las residencias más importantes del conjunto palatino, seguramente

perteneciente a un alto dignatario de la corte califal y recuperada por R. Manzano. El

cuadrado aparece dividido sólo en dos mitades. El andén central y los perimetrales se

unen en el lado oeste con una plataforma donde se coloca una profunda alberca, ante la

arquería de acceso al salón principal de la casa. En un lado de la alberca se dispone una

escalera que permite bajar a su interior y, en el otro, una gran losa de mármol que ocul-

taba las entradas y salidas de agua y que servía de base a un surtidor en forma de ani-

mal. Las acequias paralelas a los andenes regaban los arriates situados a un nivel infe-

rior, con plantas de varias especies. Unas monumentales escaleras comunicaban este jar-

dín privado con una calle alta.

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Aunque los análisis de los granos de polen (palinología) no han obtenido resultados

concluyentes, sí han revelado la presencia en la ciudad palatina de especies aromáticas,

ornamentales o cultivadas con fines culinarios, tales como albahaca, hierbabuena, apio

caballar, salvia, orégano, romero o tomillo; también hubo cantueso y espliego, de la fa-

milia de las lavándulas (muy frecuentes en los jardines andalusíes y usadas habitual-

mente en perfumería), árboles frutales, especies florales y mirto, o arrayán.

A modo de jardín interior, la decoración del Salón y del pabellón del Jardín Alto pa-

rece un reflejo de los exuberantes jardines que los rodeaban: un repertorio de motivos

vegetales excepcionalmente rico se despliega sobre los paneles de mármol que cubren la

parte inferior de sus muros como si de tapices se tratara: un procedimiento novedoso.

Son formas frutales y florales más o menos abstractas: hojas de acanto, de roble o de

vid, piñas, granadas, palmetas, etc., que se desarrollan de manera asimétrica y diversa a

partir de un tronco o tallo central. De los casi 65 paneles conservados parcialmente nin-

guno repite la composición.

El significado de esa decoración puede estar vinculado precisamente a los jardines

descritos. Se trataría de un reflejo especular de la naturaleza exterior, de la misma forma

que el propio salón y el pabellón ven reflejadas sus siluetas en la alberca situada entre

ellos.

La ilimitada variedad de motivos, parece aludir a la riqueza del vergel paradisíaco.

Asimismo, el nombre de muchas de estas plantas coincidía con el nombre de algunos li-

najes árabes establecidos en Al-Ándalus, por lo que su presencia en estos paneles podría

ser alusión a ellos. Otra hipótesis las vincula a los planetas y a las estrellas, lo que per-

mite hacer una interpretación astrológica al Salón Rico.

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