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El rey Baltasar ____________________________ Leopoldo Alas, Clarín

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El rey Baltasar

____________________________ Leopoldo Alas, Clarín

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I

Don BaltasarMiajas llevaba de empleado enuna oficina de Madrid más de veinte años;primero había tenido ocho mil reales desueldo, después diez, después doce ydespués… diez; porque quedó cesante, nohubo manera de reponerle en su últimoempleo, y tuvo que contentarse, pues erapeor morirse de hambre, en compañía detodos los suyos, con el sueldo inmediato…inferior. «¡Esto me rejuvenece!», decía conuna ironía inocentísima; humillado, pero sinvergüenza, porque «él no había hecho nadafeo», y a los Catones de plantilla que leaconsejaban renunciar el destino pordignidad,lescontestabaconbuenaspalabras,dándoles larazón,perodecididoanodimitir,¡qué atrocidad! Al poco tiempo, cuandotodavía algunos compañeros, más pormolestarle que por espíritu de cuerpo,hablaban con indignación del «caso inauditodeMiajas», el interesado ya no se acordabadequerermalanadieporcausadelbajóndemarras,yestabaconsusdiezmilcomosienlavida hubiese tenido doce. Otras varias veces

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hubo tentativas de dejarle cesante, por notener padrinos, aldabas, como decía él congrandísimorespeto;peronoseconsumabaeldelito;porque,afaltaderecomendacionesdepersonajes, tenía la de ser necesario enaquella mesa que él manejaba hacía tantotiempo.Ningún jefe quería prescindir de él yesto le valió en adelante, no para ascender,que no ascendía, sino para no caer. Sinembargo,nolasteníatodasconsigo,yacadacambiodeMinisteriosedecía:«¡Diosmío!¡Sime bajarán a ocho!». Por lo demás, nopensaba en la cosa pública más que cuandohabía crisis. Hasta que los chicos anunciabanpor lascalles:«¡Elextraordinariocon lacaídadelMinisterio!»,donBaltasarnoseacordabadequehabíaEstado,nigobierno,niinteresespúblicos en el mundo. Y no era que nocomprase todas las noches, al retirarse, superiódico.Peronoerapor lapolítica:eraporlas charadas, los acertijos, anagramas, etc.,etc.

Semetíaencasa,yrodeadodesumujerydesus tres hijos, dos varones y una mujer,pequeñuelos todavía, se entregaba a las

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dulzuras del hogar, de las zapatillas suizas, yde la sección amena de su periódico. Noaborrecíaelmundo,noeramisántropo;perono estaba a gusto más que entre los suyos,queeranlafamiliadequevahechomérito,yunos cincuenta tiestos con flores, y veintepájaros que tenía y cuidaba en unestrechísimo terrado, a que le daba derechosu cuarto piso con honores de guardilla. Eraen la calle de Ferraz; desde aquella alturadisfrutaba la vista de un panorama que leparecíaasombroso,sobretodoporelsilencio,porlasoledad,porlaluzesplendorosayporelairepuro.Allínoveníaa interrumpirleensuscontemplaciones de anacoreta lego o debramán sin cavilaciones más bicho vivienteque éste o el otro gato, que se le quedabamirando,tambiénperezoso,tambiénsoñadoryamigodeaquellasoledadenlaaltura.

Miajas bajaba al mundo pensando en susflores, sus aves y sus hijos; se enfrascaba enlosexpedientesconlaaficiónquelehabíaidodando el amor al cumplimiento exacto deldeber,ydetodolodemásquelerodeabaalláabajo no se daba cuenta siquiera. Como

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dondeélvivíadeveras,contodaelalma,eraen su cuarto piso, en su terradoprincipalmente, las calles, la oficina, lospaseos, todo le parecía metido en un pozorastrero, ahogado… in inferis. «¡Sursumcorda!», le gritaba el pecho, aunque no enlatín;yencuantopodía, ¡arriba!, ¡al terrado!LaimpurezadelairedeabajoeraparaMiajasuna preocupación constante; creía deber lasaludalairepurodesuretiroempingorotado.Cuando oía hablar de las prevaricaciones ymanos puercas de muchos sujetos, algunoscompañerossuyos,ypensabaconorgullo,ensu inmaculada honradez, en su probidadsegura, achacaba la diferencia por asociaciónde ideas,omejorde imágenes,a la impurezadel aire que se respiraba allá abajo. Se lefigurabaque aquellas pobres gentes que casinunca se codeaban con los gatos allá por lasnubes, que no recibían, horas y horas, lossoplos del aire puro, cerca del cielo, bajotorrentes de luz, en atmósfera transparente,se iban llenando de microbios morales queproducíanaquellasdebilidadesdeconciencia,aquellas tristes caídas. Pero, en general,pensaba muy poco en todo esto. No le

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importaba lo que hacían los demás, ytampoco dedicaba mucho tiempo a recordarlos propios méritos y servicios. Así, que casitenía olvidadas ciertas visitas que le habíanhecho illo tempore, en su humilde guardilladisimulada,ilustrespersonajesdelapolíticaydel foro. Dos habían sido los señorones quehabían venido a pedir algo al pobreMiajas atalesalturas.

LaoficinadedonBaltasareramuyimportanteporque en ella se despachaban asuntos demuchísimo dinero, y como, en últimoresultado, el que entendía y en realidadresolvíalasarduascuestionesdeminasocosaasídequesetrataba,eradonBaltasar,ysoloél; los que entendían de veras la aguja demarear querían y procuraban tenerlo de suparte;puesaúnsuponiendoquemásarribasequisieraatendermásalfavorquea la justiciay a la ley, mucho era, y en ocasionesindispensable,contarconel informedeaquelperitoincorruptible.Unaemperatrizocosaasíteníagrandísimos interesesenciertonegociofamoso,yeraabogadoyprincipalagentedelailustre dama un santón político de los

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primeros, muy popular, elocuente… y largo.No se anduvo en chiquitas; con sus airesdemocráticos, subióal cuartopisodeMiajas,y entre bromitas, confianzas, promesas yveladísimasamenazasprocuróganarelánimodelmodestísimoempleadodediezmilreales,de quien ¡oh, escándalo!, en realidaddependía aquel asuntoque importaba tantosmillones. Pero ¡ay, amigo!, que el ilustreprócernoteníarazón;yMiajas,avergonzado,sintiéndolo infinito, como si cometiera undelitodelesamajestadoporlomenosdelesasoberanía nacional… dijo nones, y el señoraquel, elocuentísimo, jefe de partido, casiárbitrode losdestinosdelpaís,enocasiones,tuvoquebajarelcientoypicodeescaleras,lomismoquelashabíasubido,sinsacarnadaenlimpio, porque allí no se podía hacer nadasucio.EstetriunfonodejabadehalagaradonBaltasar,másqueporelméritodesuhonradaresistencia, por el honor de haber tenido ensucasa,ysuplicándoleenvanoytratandodeconvencerle a tan conspicuo personaje. Sinembargo,selemezclabaestasatisfacciónconel remordimiento de no haber podidocomplacer a una eminencia como aquélla, y

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tambiénteníaciertoescozorqueeraasícomovagos temoresdequealgúndíaaquelprócerse vengara dejándole cesante, o por lomenos…bajándoleaocho.La otra visita fue de otro santón no menosilustreoinfluyente,tambiéndemócratayqueeraunespecialistaenmateriasdeconciencia.Cuandoél,enundiscursodecía:

¡Mi conciencia! Parecía decir: ¡Mispergaminos!Pueséltambiénandabaencosasdeminas,ytambiénsubiólascienescalerasypico. Pero éste hizo ante todo grandesprotestasdelapurezadesusintenciones;contodasinceridadmostrabaelgrandisgustoquetenía solo con pensar que don Baltasarpudiera creer que venía a sobornarle, adeslumbrarle…Venía a convencerle; no teníaque esperar Miajas ni premio ni castigo,resolviese lo que quisiera. Se hablaba a suconvicción y nada más. Y el señor de laconciencia sacó unos papelitos y los leyó; ydiscutieron él y Miajas, y después de doshoras,conlamayornaturalidad,donBaltasardeclaró que aquel ilustre prohombre teníarazón, que la ley estaba con él y que el

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negociado informaría, siaél se lehacíacaso,como pedía el insigne caballero, que deresultasseganaríaacasomillones.Ysefueelseñor rectísimo, dejando a Miajas lospapelitos aquellos, con su firma, y no volvióenlavida;nielempleadodediezmilrealesledebió jamás favor alguno ni se lo encontrócara a cara otra vez. No importaba: élguardaba como un tesoro los papelitos y sindecírselo a nadie, saboreaba el orgullo dehaber tenidoante sí, tan fino, tan amable, alhombremás severode España, al Catónmástieso de la Península. Pero después de algúntiempofueolvidando laaventurayporfinyadisfrutaba de la contemplación de la propiahonradezcomodeunacosamuy insípida,sinmérito grande, aunque indispensable. Estabadispuesto a morir de hambre antes que aprevaricar en lo más insignificante. Pero elplacerdeesteestadodelalmaerayaparaélmuy inferior al que le proporcionaba lasolucióndeunjeroglífico.

II

Si aquellos señorones ilustres jamás hicieronnada bueno ni malo a don Baltasar; si el

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prócerde laconciencianotuvo laamabilidadde mandarle siquiera unos cartuchos dedulcesaloshijosdeMiajas,noseportaronasíel año de gracia de 189… los dos ricachosamericanos que habían sacado de pila,respectivamente, al hijo mayor Carlos y a lahijaPepilla.

EldíadeReyes,muytempranito,loschicosseencontraronenelterradosendosjuguetesdetodo lujo; él, guerrero indomable, conuniformedetenientedecaballería,contodaslas armas y galones que eran de ordenanza;ella, una casa puesta para unmatrimonio deporcelana, con ama de cría y un chiquitín ydos criadas, una de ellas negra. Era unamaravilla. El entusiasmo de aquellos niñospobres, que otros años se contentaban conunacajadepinturasdepesetayunapeponade precio semejante, no tuvo límites… nientrañas. AMarcelo, el hijo segundo, elmáscariñoso,más aplicado ymásmetido por losmimos de su padre, los Reyes… no le habíantraídonada,porquenadaerauncartuchodedulces que se encontró al lado de lossoberbios juguetes. Pues bien, Pepilla y

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Carlos, no tuvieron lástima, ni siquieradelicadeza, y delante de su hermano, sinpadrinorico,nipobre,porquelohabíasidosuabuelo, ya difunto, hicieron alarde de suriqueza, de su suerte escandalosa, de sualegría insolente. Losniños sonasí, ya lodijoVictorHugopintandoeltormentodeunsapo.

¿Cómo a don Baltasar no se le ocurrióremediar aquella injusticia de la suerte? Nosupo nada a tiempo. El encargado de dar lasorpresafueunmuchacho,que,conelmayorsigilo, de parte de los ricachos americanos,dejódenoche,conpretextodeunavisita,enelterrado,losregalosaquelloscontarjetasenqueseleía:«APepilla,Gaspar»,y«ACarlitos,Melchor». El cartucho de dulces de Marceloera uno de los tres que su madre habíacomprado, porque aquel año el presupuestodelosMiajasandabaapuradísimo,y lanocheanterior, la del 4 al 5, el matrimonio, conprofunda tristeza, resignado, había resuelto,despuésdemelancólicadeliberación,queerauna locura gastar aquel año en juguetes, pormodestos que fueran, cuando no había

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apenas para garbanzos ni para remendarbotasdeloschicos.

CuandodonBaltasar,muytemprano,subióalterrado, y vio a sus hijos en torno delportentoso hallazgo y se enteró de todo, ycontempló la alegría loca, salvaje de losegoístasagraciados(¡inocentesdesualma!),ydespuésmiróaMarceloque,pálido, sonreía,con una mueca dolorosa, chupando la cintaazul de sedade su cartuchodedulces, sintióunaangustiadolorosaenelalma,unaespeciede agonía de todo lo bueno que tenía sucorazón puro, de pobre resignado. «Aquelloera lo mismo que una puñalada». «Dios losperdonará, pero sus queridos compadreshabían incurrido en una omisión grosera, desolterones sin delicadeza; muy ricos,espléndidos, pero que no sabían lo que eranhijos…». «Aquellos juguetes finísimos, depríncipes, valían uno con otro, lo menos…treinta duros… ¡Virgen Santísima! Pues contreinta reales hubieran podido Melchor yGasparhacer feliza toda la familia…yahora,ahora…».entonodebroma,él,Miajas,estaba

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pasandoporunaamargura…pueril…queerainexplicable,porlofuerte,porloprofunda.

«Si hubiera sido Pepilla la desheredada, agrito pelado hubiera hecho constar la másenérgica protesta. Llanto y patadas por treshoras, lo menos. Carlos hubiera disputado apuñadas el odioso privilegio, a no ser él elprivilegiado. Marcelo… sonreía, luchaba porvencerse, por disimular la tristeza, ¡y teníaocho años! ¡Ángel de mi alma! ¡Qué culpatiene él de que su pobre abuelo se le hayamuerto y de que yo… deba aún al panaderotodo el pan que hemos comido endiciembre!».

Miajas no sabía qué decir, ni qué hacer, nisiquieracómomirarasuhijosegundo,quesequedabasin juguete.Marcelose fuehacia supadre,selemetióentrelasrodillasyempezóaacariciarselasmejillasfrotandoconellaslosraídospantalonesdesuseñorpadre.Supapáerasu juguete,demovimiento,decariño;asíparecíapensarelniñoconsolándose.

Aquellas caricias de resignación monstruosa,resignacióna losochoaños,exaltaronmás lasensibilidad paterna. Don Baltasar se creyó

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inspirado de repente, una inspiración mitadamor,mitad rebeldía; y ello fuequeexclamóconvoznerviosa,enérgica,defingidaalegría:

—Observo,señores,queaquífaltaunrey.

—¿Qué rey, qué rey? —gritaron Pepita yCarlos.

—Sí, falta uno. A ti el reyMelchor te regalóeso;atiesoelreyGaspar…FaltaBaltasarquees el que trae el regalo de Marcelín, ¡cosarica! Pero, amigo; comoel reyBaltasar vienede más lejos, de más lejos, de allá, de…(Miajas era muy mal orientalista) de… laCochinchina… pues, viene retrasado… por lasnieves, ¡como los trenes a veces! Perovendrá… ¡Oh! ¡Yo te lo fío que vendrá! ¡Nopasademañana,Marcelín,creeatupadre!

Marcelo, con lágrimas de inefable alegría enlos ojos, sonriendo entre lágrimas, comoAndrómaca, miraba a su padre extasiado,dudando de su felicidad futura… Creía y nocreía en los Reyes, era acaso dudoso aquellodel milagro de los juguetes puestos en elbalcón, por manos invisibles… pero ahora seinclinaba a pensar que su rey esta vez iba a

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sersupadre,yseloagradecía¡tanto!,¡tanto!Eramejorasí.Pero¿vendríaeljuguete?

—¿Y qué le va a traer? —preguntó Carlosentre incrédulo y envidioso de una dichafutura,dequeyanoletocabanada.

—Eso… Dios lo sabe. Pero me parece a mí…quevaaser…¿Túquéopinas,Marcelo?

Marcelo era particularmente aficionado a lasdefensas de plazas fuertes, era el Vauban delacasa,ymientrasCarlossearmabahastalosdientes, él prefería construir murallas decartón,yconun ingeniopositivo improvisabaaspilleras,cañones,reductos,combinandolosmás heterogéneos desperdicios de laindustria: dedales viejos, rodajas de pies debutacas rotos, cápsulas vacías de escopeta,cajasdecerillasyotraporcióndeinutilidadesque, bien combinadas y distribuidas,convertían la mesa del comedor en unafortalezamuyrespetable.

MarceloopinóqueelreyBaltasarletraería,siera amigo de cumplir, soldados de latón, deartillería,concañonesytodo…

III

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DonBaltasarseechóalacalleaturdido,comoborracho por las emociones de amor,amargura,despechoydecisiónviolentaquelellenabanelalma;se lefigurabaquellevabasinoenlamano,enelalma,enlaintenciónunatea incendiaria que debía prender fuego a lamoral pública que se debía al ordenconstituido, a los más altos principios; ¡quésabíaél!En fin,elloeraquesalíadispuestoacumplirsupromesatemerariadeencontraralrey Baltasar y, no ya traerlo de Cochinchina,sino sacarlo del centro de la Tierra y hacerlopresentarse ante su Marcelo con un jugueteverdaderamente regio, queno valiesemenosqueeldesusseñoreshermanos.

Lo primero que hizo… fue lo que hace elgobierno, pensar en los gastos, no en losingresos;escogerel juguetemonumental (asílollamabaparasusadentros),sinpensarenlaminaoen la loteríadedondehabíade sacareldineronecesarioparapagarlo.

Se paró, en la calle de la Montera, ante unescaparate de juguetes de lujo. Entre tantamonada de subido precio no vaciló unmomento: la elección quedó hecha desde el

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primermomento;nadadearmaduras,coches,velocípedos de maniquí, grandes pelotas, nidemáschucherías: loquehabíadecompraraMarcelín era aquella plaza fuerte que estabasiendo la admiración de cuatro o cincogranujas que rodeaban a Miajas junto alescaparate. «¡Lo que puede la voluntad! —pensabaelhumildeempleado—;estoschicoscargaríanconesamaravilladelartededivertira los niños, con nomenos placer que yo; enmateria de posibles, allá nos vamos estospilluelosyyo,ysinembargo,ellossequedancon el deseo, y yo entro ahora mismo en elcomercio y compro eso… y se lo llevo aMarcelín… ¿En qué está el privilegio, ladiferencia? ¿En los cuartos? ¡No! ¡Mil vecesno!En lavoluntad.Esqueyoquierodeverasqueesejugueteseademihijo».

Y entró, y compró la plaza fuerte que ledeslumbraba con el metal de sus cañones,cureñasycuantospertrechoserandelcaso.

Cuando Marcelín viera aquellas torres ymurallas, casamatas, puentes, troneras,soldados, tremendas piezas de artillería, se

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volvería loco; creería estar soñando. ¡Para éltantahermosura!…

Al ir a pagar después que el juguete estuvosobre el mostrador, don Baltasar sintió unnudoenlagarganta…

—Verán ustedes —dijo—; no me lo llevoahora precisamente porque… naturalmente…nohedecargarconesearmatoste…

—Lollevaráundemandadero…

—No; no, señores; no se molesten ustedes.Déjenlo ahí apartado; yo enviaré por eljuguete… y entonces… traerán el dinero… elprecio…

Y salióaturdidoydando tropezones.—Yanohay más remedio— iba pensando—. Eljuguete es mío; el contrato es contrato. Hayquebuscareldinerodebajode laspiedras—pero en vez de ponerse a desempedrar lacalle,sefue,comosiempre,alaoficina.

Había grandes apuros por causa de arreglarasuntos que pedían del Ministeriodespachados, y el director había dispuestohabilitaraqueldíafestivo.

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Gran marejada político-moral-administrativahabía por entonces en Madrid y en todaEspaña; una de esas grandes irregularidadesque de vez en cuando se descubren habíapuesto una vez más sobre el tapete lacuestión de los cohechos, prevaricaciones ydemás clásicas manos puercas de laadministraciónpública.

Los periódicos de circulación venían echandochispas; se celebraban grandes reunionespúblicas para protestar y escandalizarse encolectividad; el CírculoMercantil y una juntade abogados se empeñaban en empapelar aun ministro y a muchos próceres, al parecerpocodelicadosenmateriade consumosydeferrocarriles.

ElMinisterio, amenazado con tanto ruido, seagarraba al poder como una lapa, y en lasoficinas deMadrid había una terrible justiciade enero (del mes que iba corriendo) más omenosaparente.

Lossubsecretarios, losdirectores, losjefesdenegociado,estabanhechosunosCatones,másomenosserondos;nosehablabamásquederevisiones de cuentas de expedientes, en fin,

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sequeríaquelamoralidaddelosfuncionariosbrillara como una patena. Hacía muchomiedo.

—Siemprepagaremosjustosporpecadores—decían muchos pecadores que todavíapasabanporjustos.

Y a todo esto, don Baltasar Miajas sinenterarse de nada. Oía campanas pero nosabía dónde. El rum rum de lasconversaciones referentes a los chanchulloslegales llegaba a él, sin sacarle de sushabituales pensamientos; lo oía como quienoye llover. Él cumplía con su cometido yandando.

Cuando llegó aquel día ante la mesa de sucargo,dispuestoasacarelpreciodel juguetededebajo de las piedras, no soñaba conquehabía en el mundo inmoralidad, empleadosvenales, etc., etc. Lo que él necesitaba erandiezduros.

Nosabíaqueestabasobreunvolcán,rodeadode espías. Los pillos del negociado, que loshabía, estaban convertidos en Argos de lahonradez provisional y temporera que el

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director del ramo había decretado dandopuñetazossobreunpupitre.

Y el diablo hizo, no la Providencia, comopensó don Baltasar, que cierto contratista,interesado en un expediente que Miajasacababa de despachar, de modo favorablepara aquel señor, se le acercara, y fingiendosigilo,peroconánimodequepudieranotrosoficinistas enterarse de su generosidad,dejaseentreunospapelesalgunosbilletesdebanco.

Eraunhombretosco,acostumbradoavencerasí en las oficinas de su pueblo; y como noconocía a Miajas y quería ir anunciando suprocedimiento expeditivo, para que seenterasen los que podían servirle el día demañana, hizo lo que hizo de aquellamaneratorpe, que comprometía al infelizcovachuelista.

DonBaltasarenelprimermomentonosediocuentadeloqueacababadesuceder.Todavíano se había hecho cargo de tan vituperableacción, y ya los espías del director se habíanguiñado el ojo. Cuando el contratista insistióensutorpeza,llamandolaatencióndeMiajas,

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éste…vioelcieloabierto,yequivocándosesinduda, atribuyó entonces a la Providenciaaquella oportunidad del diablo. En otraocasión, sin escandalizarse, con muchahumildad y modestia, hubiera devuelto alpillastre aquel su dinero, diciéndole conbuenosmodos que él había cumplido con suconciencia y que ya estaba pagado por elgobierno.

Pero… ahora… Marcelín… la plaza fuertecomprada… la promesa de traer al reyBaltasar aunque fuese de los pelos… y ciertoprofundo espíritu de rebelión… de protestamoral… En fin, ello fue que don Baltasar, envozbaja,temblorosa,dijo:

—¡Oh!, no, caballero; es demasiado; bastacon un… pequeño recuerdo… Guarde ustedeso,guardeustedeso,pronto—ymetióentreunospapelesunbilletedecincuentapesetas.

A la mañana siguiente, en el terrado de lahumilde vivienda deMiajas, su hijo segundo,Marcelo, encontró, con una tarjeta firmadapor el rey Baltasar, el juguete pasmoso, laplazafuertequeélhabíasoñado.

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Yporlatarde,elreyBaltasarrecibiólanoticiade que estaba cesante. Por hacerle un favornoseleformabaexpediente.

Justiciadeenero.

Nohabíaperdidomásqueelpanylahonra.

FIN

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