el proceso cognitivo humano
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EL PROCESO DEL CONOCIMIENTO
PERCEPCIÓN Y REALIDAD
EL PROCESO COGNITIVO HUMANO
EL MECANISMO PSICOLÓGICO COGNITIVO HUMANO
¿Cómo construimos el conocimiento los seres humanos? Los pasos son
los siguientes (te fijarás en el hecho de que la forma de explicarlo va a
establecer analogías con el funcionamiento de un ordenador; es la forma
habitual de explicación de la rama de la psicología más influyente hoy en día:
la psicología cognitiva):
(1) Alrededor del sujeto perceptor
existen una serie de realidades (¡qué
problemático es afirmar estas cosas!) que
inciden, actúan sobre él. Las realidades
externas al sujeto, por así decirlo, lo
bombardean con datos, con información.
Dicho con las palabras técnicas, el mundo
exterior proporciona estímulos al sujeto perceptor. (Aunque éste, como
veremos, no puede recogerlos todos, sino sólo aquello cuyos órganos de
recepción estén preparados para recibir; de ahí la confusión de una teoría
filosófica sobre el conocimiento que veremos más adelante, denominada
isomorfismo ingenuo, y que sostiene que la realidad es lo que percibimos).
(2) El sujeto perceptor recoge algunos de los posibles estímulos por
medio de unos órganos especializados, que comúnmente denominamos
sentidos. Desde que Aristóteles los clasificó, solemos decir que son cinco:
vista, tacto, oído, olfato y gusto. Hoy en día se clasifican de la forma
siguiente, más especializada:
a) Sentidos extraceptores: fotorreceptores (la vista),
quimiorreceptores (el gusto y el olfato), fonorreceptores (el
oído) y mecanorreceptores (sensaciones táctiles y de
movimiento; aunque también se introducen aquí en ocasiones
el órgano del oído) y termorreceptores (sensaciones de frío
y calor).
b) Sentidos intraceptores: proporcionan información del
interior de nuestro organismo: hambre, sed, cansancio,
apetito sexual, etc.
c) Sentidos propioceptores: reciben estimulación del
movimiento de los músculos, los huesos y las articulaciones.
Son el sentido quinestésico (o del movimiento) y el sentido
estático (del equilibrio).
Al margen de la complejidad de esta clasificación, todos funcionan
igual: reciben un estímulo de los tipos anteriormente mencionados por sus
terminales, y los transforman siempre en una corriente eléctrica que por el
cableado interno del organismo se dirige hacia el cerebro, donde serán
procesados.
(3) Lo que cuando llega al cerebro aparece en él ya no es un estímulo
nervioso, ya no es una corriente eléctrica: es una sensación (sensación
visual, auditiva, térmica, etc.). A veces, a la sensación también se le da el
nombre de “cualidad sensible”, o “dato sensorial”. Al cerebro, pues, llegan
enormes cantidades de sensaciones mediante corrientes eléctricas. Esa es
la información con la que va a trabajar.
(4) El primitivo estímulo, que luego
se convierte en una sensación, es
percibido, y esto es muy importante, por
el cerebro. Y en ese momento, no
hablamos de sensación, sino de
percepción. El cerebro ordena, construye
y configura (interpreta, se puede llegar
incluso a decir) los datos de los sentidos presentándolos de forma ordenada,
por lo que en ese momento adquieren el carácter y el nombre específico
antes mencionado: percepción. Una percepción por tanto, es un conjunto de
sensaciones organizadas, estructuradas e interpretadas.
Cuando vemos una manzana, percibimos una manzana. Es decir, no
obtenemos una serie de sensaciones de distintos tonos de verde, rojo,
rosáceo, amarillo y marrón, y distintos tonalidades según su iluminación.
Vemos una figura redondeada que es una manzana, con un buen mordisco,
con volumen, forma y estructura. Estructura construida por el cerebro a
partir de las sensaciones de nuestros fotorreceptores, por lo que decimos:
“percibo una manzana”.
(Es curioso: el lenguaje de todos los días recoge esta distinción. Los
dolores, que no sabemos articular del todo en representaciones organizadas
-como la percepción de una manzana-, los sentimos, no los percibimos).
Ahora podemos hacernos varias preguntas de carácter más filosófico
¿Cómo puede convertir el cerebro corrientes eléctricas en sonidos, olores,
texturas, colores, formas organizadas…? Esta pregunta tiene fácil
respuesta: según la zona a la que llegue, se convierte en una cosa u otra. ¿Y
cómo se las arreglan las neuronas de las distintas zonas para hacerlo? ¿Y
cómo son capaces de organizarlas en percepciones? ¿Y cómo el cerebro
construye una “mente” en la que aparece todo esto? No tenemos
conocimientos claros acerca de estas cosas, si somos sinceros.
Lo que si sabemos, por ejemplo, son las leyes que rigen la agrupación
de las sensaciones de los fotorreceptores en percepciones. Son de dos tipos
(y son catorce: sólo os pondré dos o tres ejemplos de cada una). Cualquier
persona que quiera dominar los mecanismos de la representación artística
debe conocerlas. Los estudió una escuela psicológica alemana llamada
“Escuela de la Gestalt” (palabra esta última que significa “forma”):
a) Las que rigen la articulación entre la figura y el fondo:
“la figura tiene una forma determinada por el sujeto
que la percibe; el fondo no”; “la figura tiende a
aparecer más estable y homogénea en su color que el
fondo”.
b) Las que rigen la articulación de los elementos dentro
de la propia figura: “organizamos espontáneamente los
datos sensoriales [las sensaciones; es otra forma de
llamarlas] de tal forma que tendemos a percibir la
figura resultante lo más simple posible”; “tendemos a
percibir como formando figura los elementos que
conservan cierta continuidad”; “en igualdad de
condiciones los elementos más próximos son
percibidos como formando figura”.
LA ABSTRACCIÓN Y LA SIMBOLIZACIÓN
Hasta aquí, y con ciertas diferencias por lo que respecta al tipo de
sentidos, o a lo que entendamos por “mente”, lo dicho hasta ahora podría ser
afirmado igualmente de muchos animales con un sistema nervioso de relativa
complejidad (un perro, un mono, una roballiza…). Ahora vamos entrar en los
elementos del conocimiento específicos del ser humano, los que fueron
apareciendo en nuestro largo proceso evolutivo: la capacidad de abstracción
y simbolización, ejemplificada, como no, en nuestro especialísimo lenguaje
(cuyas características ya conoces de temas anteriores).
(5) Pues bien: lo específico del
cerebro humano es su capacidad para
agrupar percepciones y construir a
partir de ellas imágenes y/o conceptos
mentales (habitualmente asociados
entre sí). Por ejemplo: si percibimos un
montón de figuras redondeadas,
verdosas y rojizas, con un sabor, aroma
y textura característicos, aunque no sean idénticas, sino sólo muy parecidas,
las agrupamos igualmente bajo un mismo concepto o etiqueta “manzana”. Y
este concepto no tiene un carácter perceptivo: es puramente abstracto.
Podemos pensar y representar en nuestra mente una manzana sin percibir su
color y su aroma, ni su sabor ni su textura: en abstracto. Es lo que estamos
haciendo ahora.
Esta capacidad de la mente humana para agrupar las percepciones en
conceptos, es lo que se denomina capacidad de abstracción. Se llama así,
porque abstrae (descompone, extrae, saca, obtiene) las cualidades comunes
de esas percepciones, que son las que componen el concepto. El concepto de
“manzana” es obtenido por nuestro cerebro a base de abstraer, de entre
todas las percepciones de las manzanas, lo que todas esas percepciones
tienen en común.
¿Qué leyes la dirigen? Fundamentalmente la de semejanza. Nuestro
cerebro tiende a unir las percepciones semejantes (aunque no sabemos muy
bien cómo). Pero también las de sucesión en el espacio o en el tiempo. El
conjunto de árboles que se sitúan unos a continuación de otros: “bosque”. O
el conjunto de momentos temporales de esta explicación: “clase”.
(6) Y esa capacidad
de abstracción no se puede
separar de la capacidad de
simbolización. Esa suma de
datos abstraídos por
nuestro cerebro de las
percepciones, es a
continuación etiquetado por
nuestro cerebro. Es decir:
recibe un nombre simbólico, arbitrario, que representa, convencionalmente,
esos datos abstraídos. Por ejemplo: a los datos abstraídos de las distintas
percepciones de la nieve, unos seres humanos las denominan “noire” (las
etiquetan mentalmente, en abstracto, como “noire”), otros las denominan
“black” (las etiquetan mentalmente como “black”), otros “schwarz”, otros
“nero”…
A su vez, esa capacidad de simbolización no se puede separar de la
capacidad lingüística. Para los seres humanos, abstraer y simbolizar es
abstraer y simbolizar mediante el lenguaje. Nuestro cerebro es capaz de
abstraer y simbolizar las percepciones porque posee la capacidad lingüística,
y viceversa. Nuestros conceptos mentales, en realidad, tienen forma
lingüística.
¿Cuáles son las ventajas de esta forma de conocer y ordenar la
realidad? Faltaría sitio para comentarlas todas, pero yo destacaría
fundamentalmente cuatro:
a) En primer lugar, economía: no necesitamos ocupar
nuestro cerebro con todas las sensaciones ocupadas
en percepciones. Nos bastan con los conceptos, que
son las etiquetas que las designan. De esta forma,
podemos almacenar cantidades enormes de
información útil y manejarla con facilidad.
b) En segundo lugar: separación de las fuentes del
conocimiento y anticipación con respecto a ellas.
Podemos hablar, discutir y razonar, y a partir de ahí
aprender y conocer acerca de la realidad, sin estar
percibiéndola en ese mismo momento. Y eso es lo que
se hace casi siempre en el transcurso de las clases
(por más que se diga que “una imagen vale más que mil
palabras”). Y las futuras percepciones, organizarlas
con facilidad, según las vamos recibiendo, de acuerdo
con los conceptos que ya tenemos.
c) En tercer lugar: creatividad infinita. A partir de los
conceptos, podemos seguir construyendo nuevos
conceptos a partir de conceptos sucesivamente según
nos interese (juntamos los conceptos de pera,
manzana, fresa, etc. en el de “fruta”, y el de fruta,
carne, lácteos, pescado, etc. en el de “alimentos”). O
construimos conceptos totalmente abstractos y
desligados de percepciones concretas (por ejemplo, el
concepto de “espacio”: lugar en el que están las cosas.
Nadie puede percibir el espacio, es un concepto
creado por el ser humano. O el concepto de “vacío”, o
el de “dios”, o el de “alma”, o el de “belleza”).
(7) Lo que sucede a continuación con el aparato de percepción
humano, que en realidad podríamos considerar como una cuarta de sus
ventajas, es que al almacenar y ordenar
en su disco duro de forma activa multitud
de conceptos, el cerebro adquiere la
capacidad de retroalimentación. El
cerebro autorregula y determina las
futuras percepciones. Los conceptos
funcionan como filtros. Evitan que
nuestros cerebros se cansen percibiendo
todas las sensaciones que reciben. Los
conceptos abstractos que manejemos determinan lo que vayamos a percibir.
En una montaña de los Alpes, el geólogo percibe las morrenas del glaciar, el
cono de deyección, los derrubios…, y es eso lo que aprende y conoce. El
alpinista ve la inclinación de las pendientes, las líneas por las que la montaña
puede ser escalada… El pintor percibe el cromatismo del paisaje alpino, la
estética particular del valle, la luz que las nieves del glaciar dan al
ambiente… Y el turista japonés, el encuadre rápido y evidente.
¿Cuáles son los inconvenientes de esta dependencia de lo lingüístico?
Pues que las deficiencias en las capacidades lingüísticas suponen
deficiencias en la capacidad cognoscitiva, en la capacidad para aprender
cosas de la realidad. Cuando percibimos algo y no lo conceptualizamos, no
sabemos qué es lo que percibimos. Imaginemos esta conversación: “¿Qué
viste? No sé lo que vi, no sé lo que era”. En realidad, no sabemos lo que
vimos ni lo que era, porque no supimos conceptualizarlo, darle un nombre.
Y desde el punto de vista educativo y del desarrollo biológico de los
seres humanos, no desarrollar adecuadamente en los primeros años de vida
las capacidades lingüísticas, oyendo un lenguaje rico y complejo, limitará en
el futuro el desarrollo de la inteligencia del niño. Si una persona desarrolla
sus capacidades lingüísticas escuchando únicamente “¿Dónde estás
corazón?” y leyendo el Marca, no podrá potenciar sus capacidades
cognoscitivas ni en última instancia, su inteligencia.
Cuando los hermanos Lumiere realizaron su primera proyección
cinematográfica una escena en la que un tren llegaba a la estación provocó
que los asistenten salieran corriendo de la sala pensando que aquel tren los
iba a arrollar ¿Dónde se encuentra el error que llevó a los comedidos
burgueses franceses a escapar en estampida, como los animales del ejemplo
anterior, del teatro en el que se proyecta cinematográficamente la llegada
de un tren a la estación? Pues en el hecho de que para ellos toda imagen en
movimiento es un cuerpo de tres dimensiones. La imagen proyectada en la
pantalla es, evidentemente, de dos dimensiones, pero ellos no interpretaron
esa percepción así y huyeron para escapar del atropello de un tren
tridimensional y por tanto, real.
Desde un punto de vista teórico y más general los sujetos
perceptores cometen el (si es que se puede llamar así), de construir sus
conceptos e imágenes mentales de acuerdo con su experiencia previa y
articulan sus percepciones, sus conceptos y sus imágenes mentales de
acuerdo con ese criterio, aunque ello les lleve a interpretar mal la realidad.
¿Por qué sucede
esto? Recordemos la
teoría: porque al inicio
del proceso cognoscitivo
está siempre la
experiencia previa, las
percepciones que
hayamos recibido en el
pasado y que hayamos
articulado en forma de imágenes mentales y conceptos. Debido al ya
conocido mecanismo de retroalimentación, continuamente reinterpretarán el
sentido de las percepciones futuras. En principio, este mecanismo es muy
adecuado porque permite comprender la realidad de forma muy económica;
si bien en estos dos casos nos lleva a error.
En cualquier caso, tampoco esto es preocupante. Una vez que el
francés conoce mejor la naturaleza de sus percepciones, articula sus
conceptos e imágenes mentales de forma diferente y en este caso, más
adecuada; de tal forma que en el futuro, cuando vuelva a ver imágenes
cinematográficas, no se dejara engañar.